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Violencia y medios de comunicacin. Una
revisin terica desde losmovimientos sociales*
Vctor SampedroDpto. de Comunicacin,
Universidad Rey Juan Carlos
Ariel JerezDpto. de Ciencia Poltica II,
Universidad Complutense de Madrid
Sumario
1. Una aproximacin al anlisis de la violencia en los estudios
clsicos
de comunicacin.2. Construyendo una nueva perspectiva terica
crtica y pragmtica.3. A modo de conclusin: qu pueden hacer
los
tejidos y movimientos sociales.4. Bibliografa.
RESUMEN
Cuando se representa la violencia, se presenta un nosotros
frente aunos otros. Se comunica bien claro cul es el orden social
que defen-demos y nuestra posicin en su jerarqua. Esta cuestin es
la que seest disputando simblicamente en la media: quin comunica
yquin contesta la violencia y la gestiona. Los mensajes mediticos
de
(*) Este artculo resume los argumentos principales y actualiza
la conferencia de Vctor SAMPEDRO, Vio-lncia: padres de comunicao e
silncios na sociedade. Presentada en el Frum Comunitario contra
Violncia. Salvador de Bahia, Brasil, 7 diciembre 2000.
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la violencia permiten a las instituciones una comunicacin lineal
quelas presenta como los nicos gestores legtimos del crimen. Los
movi-mientos sociales cuentan con menos recursos y peores
oportunidadesmediticas. Pero an as apuntan a nuevas definiciones y
solucionesde la violencia. En este artculo se intenta dar cuenta de
cmo se haanalizado la cuestin de la violencia en los estudios
clsicos decomunicacin y cmo se estn apuntando las bases de una
nuevacrtica cultural en el anlisis de los medios.
ABSTRACT
Violence is customarily portrayed as an opposition between us
andthem. We are told which social order we defend and where we
standin its hierarchy. This gives rise to symbolic debate in the
media: whoshould report on violence, who should respond to it; who
shouldmanage it. The linear coverage of violence given by the media
makesinstitutions appear to be the only legitimate managers of
crime.Social movements possess fewer resources and poorer access to
themedia. Nevertheless, they manage to suggest new definitions of
vio-lence as well as solutions to it. This article aims to describe
how vio-lence was analyzed in classical communication studies and
howmedia analysis is undergoing new cultural criticism.
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Vctor Sampedro y Ariel Jerez
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1 UNA APROXIMACIN AL ANLISIS DE LA VIOLENCIAEN LOS ESTUDIOS
CLSICOS DE COMUNICACIN
Desde su nacimiento, tanto la teora como los estudiosempricos de
comunicacin prestaron especial atencin a latemtica de la violencia
y de la desviacin social. Entre la prime-ra crtica decimonnica a la
novela de crmenes y la actual dis-cusin en torno al control de
contenidos en Internet han circu-lado toneladas de papel analizando
y discutiendo las causas yconsecuencias de la presencia de la
violencia tambin en laradio, el cine, el cmic, la televisin y las
videoconsolas (GUNTER,1996).
Sin embargo, es necesario poner en evidencia las limitacio-nes
de la perspectiva investigadora clsica, que ha estado cen-trada en
dos preguntas bsicas: en qu medida los mediosreflejan la tasa de
violencia real? y en qu medida los mensajesviolentos provocan el
aumento de la agresividad en la audien-cia? Si bien esta
perspectiva ha estado legtimamente preocupa-da por el impacto de la
violencia en la vida social, no ha dadocuenta de los problemas que
se derivan de la propia definicinde violencia que manejan estos
estudios. Adems, las metodo-logas y tcnicas de investigacin
utilizadas principalmente deanlisis de contenido de carcter
cuantitativo y correlacionesestadsticas no han terminado de atrapar
la compleja relacinsocial y comunicativa que encierra la
representacin de la vio-lencia en la esfera pblica.
En las clases, los alumnos traen a diario pruebas de la
com-plejidad que encierra la definicin de la violencia en su
dimen-sin simblica y comunicativa. Al plantear sus trabajos de
inves-
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movimientos sociales
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tigacin se ven intuitivamente tentados a compartir una
res-puesta afirmativa a esas dos preguntas, en la medida en que
enel actual panorama meditico es lgico considerar excesiva
laviolencia y creer que incide en la agresividad de los
espectado-res. Pero el desacuerdo aparece cuando se promueve una
refle-xin mnimamente problematizadora, tan simple como
pregun-tarles qu contenidos consideran violentos en los medios, o
quconstituye para ellos un comportamiento individual o social
vio-lento a partir de la ltima imagen meditica recordada como
tal.
Para una gran mayora, la primera imagen que aflora es elcrimen
psicpata que hayan atendido los medios en esa tem-porada especfica;
otros muchos sealan las informaciones quecada vez con ms frecuencia
dan cuenta de los casos de vio-lencia domstica; son menos los que
espontneamente consi-deran violentas las todava ms presentes
imgenes de las gue-rras, y muchos menos los que entienden como
violencia la faltade reconocimiento de las vctimas de la represin
franquista,contra la que se han activado diversas asociaciones por
la recu-peracin de la memoria histrica que empiezan a aparecer
enlos medios. Incluso pensando en un plano personal (que afectaa la
persona o a su entrono), muchos actos que pueden serconsiderados un
ejercicio de fuerza o una imposicin noconsentida no necesariamente
son considerados como violen-tos por todos los alumnos (castigos y
prohibiciones ms omenos arbitrarias en el mbito familiar, o la
prohibicin de sen-tarse en un parque pblico por las medidas
antibotelln).
La violencia y los actos criminales no son etiquetas objetivase
inalterables, ni en el discurso meditico ni en ningn otro
dis-curso, sea pblico o privado. La sensibilidad humana
reaccionafrente a la violencia, aunque no se ocupa por igual de
todas susmanifestaciones, que pueden tener tratamientos
institucionales
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Vctor Sampedro y Ariel Jerez
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llamativamente contradictorios. Por ejemplo, en Inglaterra
sedefienden los derechos de los animales prohibiendo su abusocon
una legislacin que regula detalladamente la experimenta-cin con
seres vivos y el tratamiento de animales de granja. Perohasta 1999
se admita el castigo corporal en la enseanza pri-vada, admitindolo
como mtodo pedaggico lcito. En Espaael pas de las corridas de toros
el terrorismo de ETA ocupaun lugar central en el debate de los
problemas sociales desdehace ms de tres dcadas, aunque el maltrato
a mujeres queproduce el triple de vctimas al ao que el terrorismo
ha empe-zado a ser atendido hace relativamente poco de manera ms
omenos sistemtica por los medios.
Una funcin esencial de los medios de comunicacin eslograr que
todos coincidamos en lo que es la definicin de laviolencia legtima
e ilegtima, as como en las soluciones quedebemos aplicar. La
violencia, cuando es considerada comoproblema social, tiene que
aparecer en la esfera pblica comouna realidad inadmisible, que
merece respuestas no slo indivi-duales (defensa propia) sino, sobre
todo, colectivas (la ley) (1).
Sin duda, la violencia como agresin ilegtima contra laspersonas
y los bienes pblicos y privados preocupa y llama laatencin de las
autoridades y del pblico en general. En ltimainstancia, es en
sociedad cuando la violencia se convierte en cri-men que amenaza
los fundamentos y la continuidad de la exis-tencia privada y social
(vida, propiedad), y trae consigo la res-puesta de la ley, con
todos sus patrones de orden, de moralidady de jerarqua de una
determinada sociedad. La ley es el prin-cipal resorte cultural para
definir los comportamientos, las enti-dades y las realidades
(ERICSON, BARANECK y CHAN, 1991).
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6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
(1) Vanse las identidades violentas que se desvelan en las
coberturas mediticas anlizadas sobreel terrorismo, los inmigrantes
ilegales, los programas de telerrealidad, las hinchadas de ftbol,
lapropaganda poltica o los telediarios informativos en SAMPEDRO
(2003).
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Es pertinente recordar que en la ley, en tanto aparato jurdi-co,
se condensa un mecanismo fundamental del proceso civili-zatorio,
que Max WEBER (1984) seal como monopolio estataldel ejercicio
legtimo de la violencia y Norbert ELAS (1971) defi-ni como
autocontrol social e institucional de la violencia en lavida
privada y social. Como parte de la cultura, las noticias sobrela
violencia reproducen las definiciones legales que construyenlas
realidades sociales ms bsicas: gobernantes y gobernados,maestros y
alumnos, maridos y mujeres, padres e hijos, emplea-dos y
desempleados, nacionales y extranjeros... En ltima ins-tancia, los
medios de comunicacin establecen los parmetroslegales legtimos que
coordinan las actividades de las principa-les instituciones
sociales: el rgimen poltico, la escuela, el matri-monio (la
pareja), la familia, el mercado laboral, la
convivenciavecinal...
En los aos setenta el interaccionismo simblico inici
elcuestionamiento terico de la objetividad y la neutralidad
valo-rativa en la definicin de los problemas sociales. BLUMER
(1971)afirm que cuando una determinada situacin social pasa
adefinirse como un problema es porque coinciden los interesesde
determinados grupos adems de que tal problema slopasa a existir en
los trminos que ha sido definido socialmente.El problema de la
violencia definido en los estudios clsicos decomunicacin empez a
ser criticado por su empeo en inves-tigar slo el tipo de crmenes
que se presentaban en las noticias,su eventual coincidencia con las
estadsticas oficiales y cmo laexposicin a esa informacin influa en
el comportamiento y elpensamiento de la audiencia. Era un
importante cuestionamien-to epistemolgico, del que cabe rescatar
tres ncleos temticospara iluminar el argumento aqu
desarrollado:
a) Los anlisis de contenido estn centrados en aquellostipos de
violencia definidos por los grupos de inters que
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Vctor Sampedro y Ariel Jerez
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financian las investigaciones. Por ejemplo, existe unaabundante
investigacin sobre violencia terrorista (de laque es objeto
preferente el Estado y sus representantes)y mucha menos sobre, por
ejemplo, violencia domsticay social (donde sus vctimas son annimas,
carentes deproyeccin pblica y recursos institucionales). Lo quepone
de manifiesto la conexin entre el poder de los gru-pos sociales y
la definicin dominante de violencia quepresentan los medios.
b) Los anlisis de contenido estudian lo diseminado por
losmedios, pero no informan sobre lo que no se cubre, esdecir, no
dan cuenta de lo que no es publicado ni de lasrazones de su
exclusin informativa. No permiten com-prender, por tanto, los
mecanismos de poder comunica-tivo mediante los cuales los distintos
grupos sociales einstituciones se proyectan ante los ciudadanos
como vc-timas o victimario (agresores), los garantizadores delorden
y fiscalizadores de la justicia social (Pereira PORTO,2000). La
criminalizacin de la accin colectiva del movi-miento
antiglobalizacin ha dado claros ejemplos decmo mediticamente se
enfatiza la violencia de losmanifestantes y no se presta atencin
informativa a lasmanipulaciones y provocaciones presentes en la
actua-cin policial (como puso de manifiesto los reportajesavalados
por el Colegio de Periodistes de Barcelona ypublicados en 2001 en
el n. 25 de su revista Agenda dela Imatge).
c) Para evaluar la calidad de la informacin sobre la vio-lencia
y sus sesgos, la mayora de los estudios comparansu presentacin
periodstica con las estadsticas oficiales.Sin embargo, no se tiene
en cuenta que las propias esta-dsticas oficiales o encuestas de
opinin son tambin
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6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
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construcciones sociales, problemticos para ser conside-rados
registros objetivos (SAMPEDRO, 2000) (2).
Posiblemente el error bsico de estos estudios es considerara los
medios como reflejo o espejo de la realidad. Cuando en elfondo sera
ms adecuado aceptar que en la comparacin denoticias y estadsticas
estamos evaluando las coherencias y dis-tancias que existen entre
los discursos periodsticos, policiales,polticos o ciudadanos. Los
investigadores adoptan arbitraria-mente la realidad presentada por
los medios como neutralporejemplo, tomando los registros policiales
como tasa de violen-cia real-, sin asumir que estn promocionando
una definicinparcial de violencia que conlleva la perspectiva de la
institucinque la proyecta, arrancando y finalizando su investigacin
conunos axiomas ideolgicos concretos.
Desde el punto de vista de los efectos que producen losmedios
sobre las audiencias cabe subrayar que los estudios cl-sicos no han
llegado muy lejos en su capacidad explicativa. Lasconclusiones ms
firmes se centran en dos cuestiones funda-mentales:
a) Primero, es imposible establecer relaciones causales un-vocas
entre contenidos violentos y las respuestas de laaudiencia. El
comportamiento violento descansa en ml-
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Vctor Sampedro y Ariel Jerez
(2) En el artculo Imgenes sobre la inmigracin. Estadsticas,
delitos e inmigrantes, Daniel WAGMAN ana-liza los datos oficiales
sobre delincuencia atribuida a inmigrantes en 2001, que con gran
eco en los mediosvinculaba aumento de delincuencia con inmigracin,
simplemente porque el 50% de los detenidos sonextranjeros (ms de
116.000 de las 232.146 detenciones realizadas ese ao). Un anlisis
ms sosegadode estas cifras descubre que ms de la mitad de las
detenciones no responde a delitos sino a estancia ile-gal un
problema administrativo donde no existe agresin contra personas o
propiedades alguna, loque reduce la estadstica oficial de delitos
cometidos por extranjeros al 26,7%. Adems distingue lasdetenciones
de extranjeros en trnsito (turistas y correos de droga detenidos en
Espaa), lo que reduce elnmero de inmigrantes, con o sin residencia,
detenidos por delinquir al 17% del total de las detenciones.Es
decir, frente a la mitad de los delitos engaosamente endosados a
los inmigrantes por los medios muchos de ellos con claro afn
alarmista, es posible que est en torno a dos de cada diez
delitos.
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tiples variables muy complejas (estatus y clase social,educacin,
biografa y personalidad), lo que imposibilitaconsiderar a los
medios como factor unicausal de la vio-lencia social (PALETZ, 1995)
(3).
b) Segundo, los efectos principales de la violencia mediticaque
postulan los estudios ms reconocidos en buena medi-da son
contradictorios. Por un lado, la teora de la catarsisseala que la
visin de la violencia disminuye la probabili-dad de que la
audiencia se comporte de forma violenta. Enel sentido contrario, la
teora del aprendizaje por observa-cin apunta que se puede producir
una imitacin del com-portamiento y de las actitudes observadas
(RODRIGO, 1998).En ltima instancia, todas las repuestas parecen
dependerde otras variables presentes en los textos mediticos, en
losrasgos del pblico y en los procesos de recepcin.
Desde una perspectiva ideolgica, la lnea clsica de estudiossobre
la violencia presentan que compiten las dos grandes cos-movisiones
apuntadas por Humberto ECO, que relacionan elpoder social y
comunicativo. Los apocalpticos promueven la pers-pectiva crtica del
modelo de poder elitista, que entiende que lossesgos de la
informacin y de la ficcin violentas responden a losintereses
hegemnicos de propietarios y profesionales de losmedios y que sus
efectos son siempre fuertes tanto sobre el com-portamiento como
sobre el pensamiento (GUNTER, 1996; GERBNERy otros, 1996). En el
extremo opuesto los integrados promuevenuna perspectiva que se
entiende como pluralista, dado que subra-ya tanto la diversidad de
representaciones mediticas de la vio-
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6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
(3) En el mejor de los casos, se establecen conexiones
indirectas que recomendaran un principio pre-cautorio, como el
contenido en la metfora mdica de HUESMANN (1998): compara la
adopcin de compor-tamientos agresivos a partir del consumo de
mensajes violentos con el desarrollo del cncer de pulmn porfumar.
Existen correlaciones positivas al crecer los tiempos de exposicin,
pero no todos los que fuman desarrollan cncer pulmonar, ni todos
los que desarrollan ese cncer fuman.
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lencia como la de sus efectos. Para esta corriente los
distintostipos de mensajes violentos puestos en marcha por los
diferentesmedios, por un lado, responden a las diversas estrategias
polticas,empresariales y a los gustos de los distintos segmentos de
laaudiencia consumidora; y, por otro, desde el punto de vista de
losefectos, pueden tener muy distinta influencia sobre los
indivi-duos siempre diversos (GUNTER, 1996; PALETZ, 1995).
En definitiva, y sin desconsiderar las importantes aportacio-nes
realizadas por estas diferentes lneas de investigacin de
losestudios clsicos, se pueden reconocer los lmites metodolgi-cos
de una investigacin centrada en el anlisis de contenido yque aborda
la audiencia a travs de cuestionarios o con indivi-duos dispuestos
a someterse a la experimentacin de las inves-tigaciones. Es
necesario complementar este trabajo con otrosque atiendan al
proceso social de produccin de la noticia den-tro de la empresa
periodstica y al proceso real y cotidiano derecepcin, dos contextos
donde se producen nuevas resignifi-caciones de lo acontecido y lo
comunicado.
La literatura existente reclama un diseo ms complejo delas
investigaciones, que deben ser multifactorial, longitudinal yde
gran riqueza metodolgica (QUESADA, 1998). Una perspectivacapaz de
integrar la pluralidad de variables presentes tanto enel texto como
en el contexto de produccin y recepcin de lasnoticias de violencia.
En lo que respecta al texto y al discursomeditico es necesario
atender a los distintos gneros discursi-vos, las formas y tiempos
de presentacin y las caractersticasdel mercado de consumidores y
del producto (ERICSON, BARANEKy CHAN, 1991). En lo que se refiere
al contexto de recepcin, setendra que diferenciar las formas de
consumo individual ycolectivo, teniendo en cuenta otras variables
como la biografa,personalidad, el estatus socioeconmico de los
distintos recep-
136 Documentacin Social 131 (2003)
Vctor Sampedro y Ariel Jerez
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2
tores. Pero ms all de estas importantes cuestiones
metodol-gicas, es necesario trabajar con otra definicin del poder
queimpulse una perspectiva ms comprensiva del papel que juegala
representacin meditica de la violencia que la aportada porlos
elitistas (apocalpticos) y los pluralistas (integrados).
CONSTRUYENDO UNA NUEVA PERSPECTIVA TERICACRTICA Y PRAGMTICA
Han sido muchos los investigadores que han ayudado a con-tinuar
la senda culturalista abierta por el interaccionismo simbli-co,
buscando una comprensin ms dinmica y compleja de lasnoticias sobre
la violencia. Paulatinamente se han ido abordandolos textos de las
noticias como espacios culturales donde se des-arrollan mltiples y
permanentes batallas simblicas entre losactores institucionales que
garantizan el orden social y los acto-res colectivos como las
entidades y movimientos sociales queponen en cuestin los roles
jerrquicos y las relaciones de poderexistentes (SCHUDSON, 1989 y
1995; SAMPEDRO, 2000).
El problema analtico planteado aqu ya no es si el
reflejomeditico de la violencia es verdadero, objetivo, beneficioso
operjudicial para la audiencia. El problema de fondo es cmo
seexplica la aparicin de una noticia, quin la promueve y con
quventajas comunicativas, para despus analizar su influencia
sobrelas relaciones de poder, es decir, a qu grupos
benefician-perju-dican en el constante proceso de transformacin de
la estructu-ra del poder social. En ltima instancia, la pregunta
que se plan-tea es si la violencia meditica legitima o cuestiona la
estructuradel mximo poder social: el procesamiento y la sancin
legal.
El paradigma de elitismo institucional intenta abordar
estascuestiones renovando presupuestos epistemolgicos y meto-
137Documentacin Social 131 (2003)
6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
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dolgicos (SAMPEDRO, 2000). Esta perspectiva se puede
sintetizaren siete ncleos conceptuales-temticos:
1) Los medios no funcionan como simples correas de tras-misin
del orden hegemnico promovido por las clasesdominantes, como
postulan las tesis elitistas. Tampocofuncionan como una plataforma
neutral que recoge ladiversidad existente de acontecimientos y
protagonistasde la violencia, como pretenden las tesis pluralistas.
Losmedios no pueden ser considerados, por tanto, ni comoun simple
instrumento en las manos de las elites, ni unespejo fiel de la
diversidad social.
Los medios operan con estas dos lgicas
simultneamente:constituyen una plataforma sesgada a favor de las
elites, perorelativamente abierta a que los distintos actores que
luchansimblicamente sobre la definicin de la violencia, del
ordensocial y de la justicia, que logran distintos momentos de
visibi-lidad. Un ejemplo ilustrativo puede encontrarse en lo que
podra-mos llamar el efecto Goya en las movilizaciones contra la
guerrade Irak sucedidas en Espaa a lo largo del primer trimestre
de2003. Las elites culturales desafiaron exitosamente el
marcodiscursivo con el que el Gobierno y la ms poderosa
alianzainternacional intentaban justificar como legitima una
peculiarguerra, intervencin contra el terrorismo que se llevaba
pordelante la legalidad internacional (4).
138 Documentacin Social 131 (2003)
Vctor Sampedro y Ariel Jerez
(4) El importante capital simblico movilizado por los distintos
colectivos de artistas y la escandalosamentedudosa legitimidad de
la intervencin llev a que el No a la Guerra atravesase buena parte
de la programacintelevisiva y radiofnica desde Javier Sard a Maria
Teresa Campos, pasando por los 40 Principales que leye-ron durante
semanas los correos electrnicos recibidos en contra de la guerra.
Sin duda esto facilit la una-nimidad del apoyo de la oposicin a las
movilizaciones callejeras, posiblemente las ms numerosas desde
latransicin a la democracia. Tambin su rpida desmovilizacin puso de
manifiesto el alto componente medi-tico y el escaso tejido
asociativo puestos en juego, observado en otras movilizaciones,
tambin de rechazo a laviolencia, como las que precedieron el
asesinato de Miguel ngel Blanco a manos de ETA.
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2) En el elitismo institucional se abandona la perspectiva
delmediacentrismo. No se aborda el discurso violento de losmedios
de manera autnoma y absolutizado como obje-to de investigacin, sino
que lo hace relacionndolo conlos producidos por otras instituciones
encargadas demantener y restaurar el orden social (polica,
tribunales yGobierno). Frente a ellas el discurso meditico
mantieneuna posicin subordinada: depende de ellas como fuen-tes
(polica y Gobierno) y tambin porque ellas dictan elmarco legal que
regula los medios.
En lo que se refiere a la autopresentancin de los medioscomo el
poder vigilante, con cierta independencia de las insti-tuciones,
esta perspectiva plantea que los medios convenciona-les mantienen
relaciones simbiticas (de intereses compartidos)con las ms
importantes del Estado y del mercado. Pero esacooperacin tiene que
adoptar (aunque sea en apariencia) cier-to tono de tensin, crtica y
hasta de oposicin, precisamentepara legitimar su rol como instancia
de gestin de la violencia(PEREIRA PORTO, 2000). No obstante, la
independencia respectoa las fuentes de poder opera como un
horizonte utpico de unaideologa profesional que puede llegar a
pesar en las relacionesentre profesionales y empresas periodsticas,
y por tanto a eva-luar y valorar en las iniciativas del tejido y el
movimiento socialque buscan abrir la esfera pblica y la
democratizacin de lacomunicacin por ejemplo, apoyando las
reivindicaciones delos periodistas en contra de la precariedad
laboral que acentasu dependencia.
3) Esa posicin institucional ambigua de los medios ayudaa
explicar cmo los periodistas se abren con ms facili-dad a las
instituciones y sus representantes que a los ciu-dadanos comunes,
ya sea por que estn actuando de
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6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
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manera individual y colectiva o como movimientossociales. Es
decir, se tiene que tener en cuenta la ventajaque poseen las elites
al ocupar espacios privilegiados dela representacin de la violencia
en los medios. Perojugar con ventaja no asegura siempre el triunfo.
Por esolos movimientos sociales que combaten la violencia pue-den
encontrar espacios de representacin en los mediosconvencionales,
aunque siempre sean reducidos y limita-dos en el tiempo, incluso
encontrando complicidadesentre los profesionales del medio (5).
4) Los actores no institucionalizados, por tanto, tienenmenos y
peores oportunidades para ganar el combatesimblico por la definicin
de la justicia y la ley. No nosdebe sorprender porque tambin es el
tejido socialmenos articulado el que ms pierde en las luchas y
loscrmenes que de hecho se producen en la calle. En pocosespacios
aparece el campo social desde una perspectivaasociativa, porque la
lgica institucional de los mediosconvencionales (que busca
maximizar el beneficio inme-diato) potencia las rutinas en la
produccin de noticiasbasadas en las fuentes oficiales: mucha
informacin,continua y legitimada, que permite generar muchas
noti-cias en poco tiempo (TUCHMAN, 1978; FISHMAN, 1988). Almismo
tiempo, la lgica del beneficio impulsa la bsque-da de nuevos temas,
nuevos protagonistas, nuevos con-textos y argumentos de la
violencia (SAMPEDRO, 1997).
Surge una economa poltica del signo meditico del crimen(DELGADO,
1998), donde por ejemplo, la muerte de un soldado
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Vctor Sampedro y Ariel Jerez
(5) Para un anlisis de la evolucin del tratamiento informativo
del movimiento de objecin de concien-cia e insumisin, ver SAMPEDRO
(1997), y para la del movimiento de solidaridad internacional, ver
JEREZ ySAMPEDRO (2004).
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norteamericano o de un israel en atentado terrorista (o de
laresistencia) ocupa sistemticamente ms prrafos que la dece-nas de
civiles palestinos o iraques abatidos por el ejercito deliberacin
(o de ocupacin); o donde el tiempo de la repre-sentacin de los
escndalos sexuales de un famoso (MichelJackson) posiblemente supere
el tiempo y el espacio de infor-macin anualmente dedicado a la
explotacin, maltrato y pros-titucin infantil.
5) El elitismo institucional postula un modelo circular dondelos
medios ofrecen una imagen de la violencia que inten-ta satisfacer
intereses diversos en varios pasos. En inicio,la perspectiva
mercantil del empresario y los profesiona-les de los medios
consideran la violencia como un pro-ducto de bajo coste y alta
rentabilidad. Las fuentes insti-tucionales y las organizaciones del
tejido social intentanque los periodistas adopten sus puntos de
vista (agenda,soluciones, condenas morales) de manera ms o
menoscolaborada/confrontada (autoridades y tejido social pue-den
compartir argumentos ante el problema de la inse-guridad ciudadana,
dando incluso muestras de mutuoapoyo pblico; o pueden estar
abiertamente enfrenta-dos, buscando la deslegitimacin mutua, por
ejemplo,unos protestando y otros criminalizando las
manifesta-ciones contra la guerra de Irak). Las audiencias miran
yescogen los mensajes y sus juicios, los confrontan con surealidad
prxima, buscando una orientacin para su vidacotidiana. Esa demanda
vuelve a ser saciada por propie-tarios y profesionales del
periodismo con los menorescostes y mxima rentabilidad, reiniciando
el curso deimgenes violentas, argumentos morales y legales sobreel
crimen y su gestin en esa red circular de actores/ins-tituciones
que conforman la esfera pblica (empresas
141Documentacin Social 131 (2003)
6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
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mediticas y profesionales-instituciones y fuentes
oficia-les-tejido asociativo y movimientos ciudadanos-pblicosy
audiencias).
6) El elitismo institucional desde el punto de vista
metodo-lgico muestra una pluralidad de propuestas. Ahora seestn
aplicando tcnicas cualitativas que se combinancon los anlisis de
discurso ms clsicos, descubriendoargumentos y marcos discursivos
que manejan los dis-tintos actores/instituciones pblicos y su
tratamientomeditico. Una perspectiva de observacin ms etnogr-fica
se aplica al proceso de produccin informativa,donde el investigador
est presente en el contexto de tra-bajo analizando las exclusiones
y vetos que se producensobre fuentes y contenidos. Tambin esta
perspectivaest presente cuando se complementan los
tradicionalescuestionarios de opinin que buscan captar los
efectosen la audiencia con grupos de discusin y con el anlisisde
los espacios cotidianos de recepcin.
7) En lo que se refiere a los efectos, el elitismo
institucio-nal distingue tres niveles fundamentales
(SAMPEDRO,1999):
a) en el nivel superior y ms abstracto de los efectosmediticos
est la hegemona, en el sentido gramscia-no de pensamiento de las
clases dominantes, que seconvierte en sentido comn de las mayoras
sociales,porque al proyectarse por medio de las redes medi-ticas,
institucionales y sociales adquiere fuerza y vita-lidad en su
imbricacin sociocultural y normativa. Noobstante, el control social
descansa tanto en la impo-sicin como en el consentimiento, por lo
cual esarepresentacin dominante del orden social tiene queser
presentada como til, justa, o por lo menos tole-
142 Documentacin Social 131 (2003)
Vctor Sampedro y Ariel Jerez
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rable para los ciudadanos. Esta representacin domi-nante lejos
de ser fija, est en perpetua transforma-cin y con constantes
fisuras, lo que la obliga a irreformulndose segn el tema y el
momento, al calorde las contradicciones y oposiciones que
provoca.
b) En el nivel intermedio se reconoce el efecto de losmedios
sobre instituciones de primer orden con lasque se conforma el
discurso dominante de la violen-cia. Cuando se habla de la
mediatizacin de la polti-ca (SAMPEDRO, JEREZ y TUCHO, 2000) se
refiere a la inci-dencia cotidiana de los medios en la
transformacinde las rutinas institucionales y dinmicas sociales
delas campaas electorales, los Parlamentos, la elabora-cin de las
polticas pblicas e incluso de la vida par-lamentaria y judicial las
declaraciones en los pasillosdel Congreso tienen mayor valor
meditico que losdiscursos del Pleno o la aparicin de jueces
estelaresque promueven deliberaciones a gran escala (PAGE,1996).
Pero tambin la influencia de la lgica medi-tica incide en otras
instituciones sociales, como lafamilia y la escuela. Aqu la
televisin aparece comocompetidora y amenaza de los rdenes morales
queintentan trasmitir y mantener, en la medida en que esuna fuente
de cuestionamiento de la autoridad fami-liar y educativa.
c) El tercer nivel de influencia de los mensajes mediti-cos
comprende el comportamiento y el pensamientode los ciudadanos. Aqu
los mencionados efectosdependen de la estructura social de la
audiencia y delos rasgos institucionales del sistema informativo,
quegenerarn efectos ms o menos elitistas/pluralistas.Desde la
perspectiva del elitismo institucional, los sec-
143Documentacin Social 131 (2003)
6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
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tores acomodados y con ms recursos comparten eldiscurso
dominante de los medios y condicionan laoferta de contenidos. Estos
sectores sociales tambinprocesan los mensajes violentos, cognitiva
y discursi-vamente (pensando y hablando) con cierta autono-ma. Sin
embargo, los sectores con menos recursostienen mayores
restricciones estructurales e institu-cionales para consumir y
participar en los medios.Aunque a veces superen estas limitaciones,
los sesgosdiscursivos del periodismo juegan en su contra.
Conescasos recursos formativos y culturales es difcilconstruir, a
partir de los mensajes y las representacio-nes que aportan los
medios, significados alternativos,y an ms que resulten crticos.
No cabe en esta aproximacin preliminar profundizar encmo la
estructura social de la audiencia y la lgica institucio-nal que
regula los medios provoca distintos efectos entre losdistintos
pblicos ya no slo en relacin a la variable clase,sino incluso ms
tambin en relacin a las de gnero, etnia yedad. Pero s es pertinente
poner de manifiesto que imponenpatrones de consumo y recepcin
diferenciados, en tanto ope-ran recursos materiales (el dinero para
acceder a distintos pro-ductos, de diferente calidad, informativa)
y culturales (conoci-mientos, prcticas culturales y discursivas que
se han desarro-llado en la infancia).
Los distintos pblicos con su respectivas capacidades
inte-lectuales autnomas, condicionadas por su propia
realidadindividual y social, material y subjetiva, sern afectados
de dife-rente manera por las imgenes mediticas de la violencia, en
lamedida en que su interpretacin les dar sentidos diversos
alcontrastarla con su respectiva vida cotidiana. La informacin
144 Documentacin Social 131 (2003)
Vctor Sampedro y Ariel Jerez
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sobre la violencia ejercida por bandas extranjeras o sobre
lainseguridad ciudadana tiene efectos distintos en los pblicosque
viven en barrios de la periferia donde se han venido insta-lando
importantes contingentes de poblacin migrante que enlos zonas
residenciales que cuentan con seguridad privada. Almismo tiempo, la
imagen creada del delincuente (marginado,inmigrante, gitano, etc.)
que amenaza a las clases medias, puedeser objeto de reivindicacin
por los mismos sujetos que laencarnan. Este es el caso del rap y
hip-hop con contenidos vio-lentos, donde el comportamiento amoral y
antisocial es traves-tido y reivindicado como signo de distincin
social.
Consumiendo, procesando y emitiendo mensajes violentosexpresamos
y redefinimos nuestra posicin y roles frente alorden social. Desde
esa idea de orden social, con ms o menoscapacidad crtica, nos
situamos y situamos a los otros como vc-timas, victimarios o
garantes de la ley en trminos de clase, raza,gnero y orientacin
sexual. En este sentido, el nivel socioedu-cativo pesa sobre el
crimen (no se presenta igual al pobre queal ladrn de guante
blanco); sigue habiendo una imagen domi-nante de gays y lesbianas
que los vincula ya sea como vctimaso como victimarios al crimen
sexual; las preferencias ideolgi-cas que llevan a entender lo
radical en origen estar e ir a la razde los problemas siempre como
violento...
Estas estructuras narrativas presentadas por los mediosadquieren
presencia en nuestras conversaciones y comporta-mientos cotidianos.
Unas veces reforzamos esas estructuras ylos modelos de poder que
las sustentan; en otras ocasiones lasreformamos, dependiendo de la
posicin subordinada o domi-nante que ocupemos. De esta manera los
medios organizannuestra mirada convencional sobre la sociedad,
transmitindo-nos pautas de interaccin con los otros por ejemplo,
cruzan-
145Documentacin Social 131 (2003)
6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
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do de acera en una calle desierta si de frente viene un
inmi-grante rabe. Y no hay que olvidar que en los discursos
domi-nantes la violencia siempre viene de los otros, de los que no
soncomo nosotros (DELGADO, 1998).
A MODO DE CONCLUSIN: QU PUEDEN HACER LOS TEJIDOS Y MOVIMIENTOS
SOCIALES
La perspectiva terica del elitismo institucional que se
vieneproponiendo intenta captar de forma pragmtica los maticesque
en trminos de efectos se derivan de las diferentes lgicasmediticas,
para ver cmo stas pueden ser menos elitistas yms pluralistas con el
accionar de los movimientos y tejidossociales. Estas lgicas
mediticas varan segn sea la relacin de:
a) dependencia de los medios respecto a las institucionesdel
Estado y el mercado;
b) de los medios con la audiencia, segn tiendan a orien-tarse
por la lgica de cantidad o de calidad;
c) de los propios medios, de los gneros y formatos de
laviolencia (SAMPEDRO, 1999 y 2000).
El control estatal (gubernamental) o la dependencia de
losimperativos del mercado determinan tanto la
representacindominante de la violencia como la posibilidad de
cuestionarla.Por ejemplo, la casi inexistente informacin sobre la
violenciapolicial (por ejemplo, las denunciadas por Amnista
Internacio-nal sobre inmigrantes y manifestantes) slo se puede
entenderpor los controles formales e informales de las
Administraciones.Al no contar con este apoyo de los medios, las
asociaciones delas vctimas de la violencia policial tienen que
enfrentar seriasdificultades para conseguir informacin, promover
denuncias,
146 Documentacin Social 131 (2003)
Vctor Sampedro y Ariel Jerez
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iniciar procesos judiciales, y ms si cabe se pretenden
impulsartransformaciones legales para controlar estos criminosos
exce-sos policiales.
La dependencia de los medios de los poderes econmicosexplica en
buena medida porqu para los medios es tan inc-modo denunciar
delitos ecolgicos y las ilegalidades cometidasen la contratacin
laboral y de servicios, por ejemplo, las gran-des compaas
telefnicas. Por presencia en el accionariado opor la cartera de
publicidad de estas empresas, los mediosrenuncian a investigar
estas situaciones (por ejemplo, muy pocagente sabe en Espaa que el
emblemtico Corte Ingls ha sidocondenado en firme por desarrollar de
forma sistemtica prc-ticas de discriminacin sindical) (6). En ltima
instancia, el ver-dadero poder sobre las noticias violentas
consiste en evitaraparecer en ellas, en ningn rol (ERICSON, BARANEK
y CHAN, 1991).
Estas dependencias polticas y econmicas pesan sobre larelacin
que los medios mantienen con la audiencia a travs desus
representaciones de la sociedad, conformada principal-mente por las
fuentes y pblicos presentes en las noticias. Losmedios controlados
polticamente se dirigen a los ciudadanoscon mensajes que confirman
la competencia y legitimidadexclusiva de las agencias oficiales
para resolver la violencia ygarantizar el orden social. Los
ciudadanos son consideradosentes pasivos, que atienden a un marco
discursivo que se puedeplantear resumidamente como colaboren y
dejen trabajar a lapolica y a la justicia. En trminos generales,
tanto en losmedios pblicos como en la prensa de prestigio, el
trabajo delos periodistas privilegia a las elites y a las fuentes
de autoridad
147Documentacin Social 131 (2003)
6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
(6) Con la sentencia 53/94 del Juzgado de lo Social de Madrid,
ratificada tras los recursos de la empre-sa por el propio Tribunal
Constitucional con sentencia 74/1998, se confirma que slo
promociona y bene-ficia a los sindicatos organizados por la
direccin, discriminando sistemticamente a los afiliados a CC.OOy
UGT.
-
reconocidas; en el extremo opuesto, los movimientos ciudada-nos
y los tejidos asociativos son invitados circunstanciales, lagran
mayora de las veces incmodos, a no ser que consigan laportavoca de
algn representante institucional que se haga ecode sus
demandas.
En los medios colonizados por la lgica mercantil se primala
cantidad sobre la calidad de pblico. En la bsqueda deaudiencias
masivas los periodistas que narran la violencia secomunican con los
representantes oficiales de menor jerarqua(como los policas) y con
los pblicos de la calle, obviamente demenor perfil institucional y
de bajo poder adquisitivo. En reali-dad esta gente comn participa
en la inmensa mayora de loscasos como voz del pueblo llano cuando
no como populacho,que apenas alcanza a expresar emociones y
sentimientos, mos-trando el sufrimiento y el dolor por ser vctima o
simplementetestigo de la violencia. El marco del mensaje meditico
en estesector social podra resumirse en un qudese en su
lugar/acep-te su destino en el mapa de la violencia, o en el mejor
de loscasos busque su lugar (que muchas veces esconde un inten-te
salir de ah, y si no lo consigue es porque no se merece
otracosa).
Estas dos primeras cuestiones apuntadas se apoyan en
lasconclusiones ms firmes de los estudios de economa poltica delos
medios. Pero existen otras cuestiones que tambin pesansobre la
dinmica meditica a la hora de presentar la violencia,como son la
naturaleza del propio medio y de los formatos quela encierran. La
televisin utiliza frente a la prensa un estilo msdirecto, donde la
presentacin de los temas es ms simple ybreve, con una narracin
realista fuertemente personalizada.Junto con la prensa
sensacionalista, la televisin tiende a reco-ger testimonios de la
calle, ya sea como vctimas o como testi-
148 Documentacin Social 131 (2003)
Vctor Sampedro y Ariel Jerez
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gos de crmenes, con argumentos sentimentales, emocionales,que
incluso llegan a ser desviados en su intensa contemplacinsin
contencin del sufrimiento ajeno. Los medios escritos decalidad
conformaran el extremo opuesto a la hora de repre-sentar el crimen
y el castigo de forma precisa. Se pueden encon-trar ms referencias
a los crmenes que suceden en las esferasinstitucionales, sin tanto
nfasis en la violencia explcita y en lostestimonios pasionales,
centrando la atencin en los procedi-mientos institucionales que
ponen en marcha.
Los formatos en los que se presenta la violencia presupo-nen
distintos contratos entre el productor del discurso y elreceptor,
que regulan cmo deben ser interpretados estos men-sajes. Se pueden
distinguir tres contratos bsicos para los tresgrandes gneros de la
informacin, la ficcin y la publicidad(RODRIGO, 1998). En la
informacin los periodistas apelan a laveracidad y la imparcialidad,
que lleva a los pblicos a conside-rar la violencia como reflejo de
realidad en la que viven. En lapublicidad, el pblico se enfrenta
con un contrato manipuladorentendiendo manipulacin como hacer
hacer, donde inclu-so el empleo de la violencia realista se sabe
que responde a sufin ltimo: que el espectador compra y consuma. En
la ficcin semantiene un contrato de carcter ldico, donde la
propuesta escontemplar la violencia como un juego esttico y
catrtico.
Si estos contratos fuesen explcitos y estuviesen
claramenteestablecidos podran servir de gua para que los distintos
pbli-cos interpretasen correctamente los mensajes de violencia
quelos medios introducen en los hogares. Pero adems de no con-tar
con instituciones culturales que formen al pblico en
estosnecesarios pactos de lectura de los mensajes de la violencia,
elproblema reside en que cada vez ms las fronteras entre gne-ros se
diluyen. La violencia como tema universal es una ame-
149Documentacin Social 131 (2003)
6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
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naza contra todos y cada uno de nosotros, por slo el hecho
deestar vivos ha sido central en la expansin de los gneroshbridos.
El reality show utiliza las imgenes duras de violenciacomo reclamo
publicitario, aplicndole buenas dosis de drama-tizacin y
espectacularizacin que la acercan a la ficcin, e inclu-so
defendiendo su inters informativo para el pblico (7).
El deterioro de la informacin pblica que estn provocan-do estos
mercados libres de la informacin viene marcado porla promocin
rentable de las malas noticias con marcos blandos(soft news), en su
mayora de tintes rosas y amarillistas: famo-sos, escndalos,
accidentes, catstrofes y sensacionalismo de laviolencia y el crimen
(BENNET, 2002) (8). Este esquema institucio-nal y
empresarial-publicitario est apuntalando un discurso quefesteja la
bsqueda individual y consumista de la felicidad, a tra-vs de un
marco ideolgico conformista que se apoya en elmiedo y en la
desconfianza social.
Todos estos procesos ponen de manifiesto la asimetra depoder
(institucional y de emisin) que privilegia a las fuentesoficiales y
corporativas, al mismo tiempo que dificultan que lasaudiencias
puedan asumir los marcos explicativos antagonistaspromovidos por el
tejido y los movimientos sociales. Este marcode regulacin
institucional cortocircuita el proceso cognitivo-deliberativo que
podra llevarlas a convertirse en pblicos acti-
150 Documentacin Social 131 (2003)
Vctor Sampedro y Ariel Jerez
(7) La alta rentabilidad econmica ha determinado la expansin del
info-show y la consiguiente disolu-cin de fronteras entre gneros de
telerrealidad (la produccin de una hora de telerrealidad supone el
35%del costo de una hora de teleserie). El Euromonitor pone en
evidencia el salto producido en Europa, dondeen el periodo
1990-2001 estos gneros hbridos han pasado de ocupar un 2% al 14% de
la programacin,estando el 42% del tiempo programado en televisiones
de titularidad pblica (PRADO PICO, 2002 ). (8) Por ejemplo, en el
periodo 1993-1996 en EE.UU han aumentado en un 700% las noticias de
asesina-tos en los informativos televisivos, cuando en la calle se
han reducido un 20%; las portadas sobre famo-sos, escndalos y de
inters humano de la revista Time pasaron del 15% en 1977 al 43% en
1997. Porel contrario, y paradjicamente, en el marco de la
globalizacin, las noticias duras sobre poltica interna-cional se
han reducido de un 45% al 13,5% en el periodo 1970-1990 (BENNET,
2002).
-
vos, que apoyan y promueven la perspectiva colectiva de
parti-cipacin ciudadana, lo que constituira una orientacin
alterna-tiva para su vida cotidiana, centrada sta en la solidaridad
parala cohesin social, el reconocimiento cultural y la vida
demo-crtica.
No obstante, a pesar de la asimetra y la desigualdad,
losmovimientos no cejan en su empeo de abrir la esfera
pblica,impulsando plataformas de expresin para introducir en la
esfe-ra meditica presiones y propuestas que intentan pasar a la
agen-da poltica (SAMPEDRO, 2000; DAHLGREN, 2002). No se puede
olvidarque los movimientos ecologistas, pedaggicos, feministas y
dederechos humanos transnacionales son los principales
responsa-bles de que hoy exista legislacin aunque sea escasa e
incom-pleta que regula los desmanes medioambientales de las
empre-sas; el apoyo a la integracin de los nios inmigrantes en
lasescuelas; el apoyo para que las mujeres puedan escapar a
lassituaciones de maltrato domstico o logran impulsar el juicio
pordelitos contra la Humanidad a autcratas todava vivos por mediode
la creacin de un Tribunal Penal Internacional. Actuando
comopromotores informativos alteran (directamente o con la
cobertu-ra informativa que generan los procesos polticos y legales
quepromueven) las agendas periodsticas oficiales, en algunoscasos
llegando a penetrar en las agendas polticas y gubernativas.
No obstante, para mejorar su incidencia poltico-comunica-tiva el
tejido asociativo y los movimientos estn abocados atener presentes
todas estas consideraciones sobre la compleji-dad de la esfera
meditica, diversificando su accionar para con-seguir cobertura en
los diferentes medios y formatos. Por unlado, sabiendo ofrecer
narraciones innovadoras que puedanentrar en la perspectiva
sentimental y ldica que promueve latelevisin e incluso los medios
sensacionalistas, colando por
151Documentacin Social 131 (2003)
6Violencia y medios de comunicacin. Una revisin terica desde los
movimientos sociales
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medio del inters humano los problemas de las clases y
gruposdesfavorecidos en la esfera pblica (HALLN, 2000) sin
olvidar,como apunta CORDEIRO (2000), que un testimonio sentidopuede
condensar la teora poltica ms compleja.
Al mismo tiempo, estn forzados a conseguir fundamentarargumentos
polticos slidos, avalados por el conocimientoexperto para poder
penetrar en los medios de calidad (SAMPEDRO,1997). Para ello, los
colectivos sociales y organismos no guber-namentales, las redes de
profesionales crticos de la comunica-cin, de educadores, pueden
impulsar apoyos mutuos para lacreacin de espacios de produccin
informativa mancomunadaque aumente su credibilidad como fuentes y
su incidencia comopromotores informativos. Esta informacin
producida y legiti-mada desde los social puede ganar circulacin
meditica si lasociedad civil presiona por la democratizacin de la
comunica-cin, promoviendo regulaciones innovadoras/renovadoras
paralos medios convencionales de titularidad pblica (por
ejemplo,con consejos audiovisuales que velen por los contenidos y
porel derecho de acceso de la sociedad civil) y fomentando la
crea-cin y mejora de medios descentralizados de comunicacin enmanos
de las entidades sociales (BENNET, 2002; JEREZ, 2001; ERRO,2002).
En ltima instancia se plantea trascender la lgica delmarcado y
recuperar el sentido del servicio pblico de comuni-cacin
potenciando la comunicacin social promovida por lasociedad civil
(BLUMLER, 1993; DAHLGREN, 2002)
Otro frente muy importante est en la defensa social de
laeducacin para los medios, como propuesta cultural encaminadaa
alfabetizar en la gramtica audiovisual y sentar las bases de
losmencionados pactos de lectura que estn detrs de los dife-rentes
gneros televisivos (APARICI, 2003; GARCA MATILLA, 2003).Entidades y
movimientos ciudadanos tienen que abordar estas
152 Documentacin Social 131 (2003)
Vctor Sampedro y Ariel Jerez
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4
cuestiones para enfrentar un reto estratgico de la vida
demo-crtica en la llamada sociedad de la informacin: la
descoloniza-cin de la esfera pblica llevada a cabo por una alianza
poltico-econmico que juega en contra de las dinmicas de
ciudadana.
Para finalizar, vale la pena poner un ltimo ejemplo de an-lisis
de la violencia en la media (GUNTER, 1996: 240-241). Unequipo
norteamericano, Hennigan y sus colaboradores, aprove-ch el desfase
existente entre 1949 y 1952 en la progresivaintroduccin de la
televisin en las diferentes ciudades del pas.Pensaron que
encontraran un aumento de los homicidios, asal-tos violentos y
atracos en aquellas ciudades donde primerolleg la televisin, pero
lo nico que encontraron fue unaumento de los hurtos y pequeos
robos. Los autores conclu-yeron que el efecto no era debido al
sentimiento de agresin nia la imitacin de las imgenes violentas de
la televisin, sino queestaba vinculado al sentimiento de escasez de
recursos quesentan los espectadores de bajo nivel econmico ante la
rique-za de los personajes de televisin. En el contexto de la
globali-zacin neoliberal, y de los consecuentes procesos de
homoge-neizacin cultural que, con su particular y egosta idea de
felici-dad, promueve la opulenta sociedad occidental frente al
restodel mundo, es necesario pensar ms profundamente sobre
quimgenes son verdaderamente violentas y cules son los efec-tos
violentos que su comunicacin produce.
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