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Ciclo A
70

XXII Domingo ordinario ciclo a

Jan 22, 2018

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Ciclo A

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El domingo pasado veíamos la escena cuando Jesús prometía el primado o la principal responsabilidad en la Iglesia a san Pedro, ya que había tenido la valentía, inspirado por Dios, de proclamar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.

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Aunque san Pedro había respondido bien, que Jesús era el Mesías, en el fondo seguía creyendo que ser Mesías era algo muy grande en el sentido terreno. San Pedro amaba mucho a Jesús y seguro que estaba dispuesto a hacer lo que le pidiera el Maestro. Pero ese amor y ese seguimiento estaba envuelto demasiado en lo material. Y sucedió la declaración de Jesús que no esperaba.

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Hoy es la continuación de aquella parte del evangelio de san Mateo. Jesús va a explicar qué significa ser Mesías. Veamos la reacción de san Pedro y las palabras desconcer-tantes de Jesús contra él. Así dice el evangelio:

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En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»

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Lo primero y esencial que Jesús quiere explicar a los discípulos es que ser Mesías no es triunfar en la vida material, sino entregarse y sacrificarse por aquellos a quienes quiere salvar.

Jesús habla de ser ejecutado, aunque al tercer día resucitará.

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Definitivamente que san Pedro no había entendido qué era el ser Mesías. Bajo una inspiración de Dios había dicho que Jesús era el Mesías; pero él pensaba como los hombres:

Seguía teniendo metido en la mente y en el corazón que la grandeza del Mesías era terrena.

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San Pedro, dentro de su cabeza, se quedó con lo de «ser ejecutado». Aquel momento no era como para pensar o pedir explicaciones sobre el «resucitar al tercer día».

San Pedro pensó que habría que hacer algo. Siempre era el primero en hablar; mucho más ahora que había recibido de parte de Jesús una cierta autoridad o responsabilidad sobre los compañeros.

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Tiene la delicadeza de no decirlo muy en público, porque estaba mal visto que un discípulo fuese contra su maestro. Por esto «Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte».»

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Ese acto para Jesús era como una tentación y en ese momento san Pedro está haciendo las veces del tentador.

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Jesús había venido para salvarnos viviendo con nosotros en la pobreza y en el servicio por amor. San Pedro aquí hace de tentador mostrando a Jesús el camino del triunfo humano. Es lo que quería el demonio tentador en el desierto.

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Y por eso Jesús debe rechazar ahora la tentación de Pedro, como había rechazado la tentación de Satanás.

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En nuestra vida nosotros tenemos muchas tentaciones de muchas clases y hacia todo tipo de vicios. Continuas son las tentaciones de orgullo, vanidad, soberbia, egoísmo.

Tentaciones que provienen de nuestra inclinación al mal.

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Por eso debemos pedir al Señor que no nos deje caer en la tentación y nos libre del mal, como rezamos en el

padrenuestro

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No nos dejes caer;

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No nos

dejes caer

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Y líbranos del mal.

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Hacer CLIC

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Después de decirles Jesús cómo debe ser el Mesías, sacrificado por el bien de todos, les dice y nos dice a nosotros qué debemos hacer si queremos ser discípulos suyos.

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Lo primero que pide es que quien quiera

ir con Él debe “negarse a sí

mismo”.

Negarse a sí mismo es poner en primer lugar la voluntad de Dios, por encima de la nuestra.

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Y como Jesús va a lo práctico, él se pone como modelo: debemos seguirle. Los evangelios acentúan este caminar de Jesús por delante en lo físico simbolizando el ir por delante en el espíritu.

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Debemos seguir a Jesús cargando con nuestras cruces. Cruces todos tenemos en la vida y todos cargamos nuestra cruz. La diferencia esta en cargarla siguiendo a Jesús o no.

Siguiendo a Jesús significa

cargarla con amor hacia

Dios y hacia los demás; cargarla

siguiendo haciendo el

bien a todos.

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Y continúa Jesús diciendo unas palabras un poco enigmáticas: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.”

A veces nos parecen muy raras y hasta contradictorias porque damos diferente sentido a vida, a pérdida y a ganancia.

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Automático

Si amas tu vida la perderás,

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Y si la

aborreces te

salvarás.

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Si quieres

seguirme ven,

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pero negando tu cuerpo.

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Toma contigo tu cruz

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y, en ti, estoy viviendo.

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Si amas tu vida la perderás,

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y si la aborreces

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te salva-rás.

Hacer CLIC

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Algunas veces se presenta todo esto como si el cristiano buscase el dolor por el dolor, lo que se llama ser masoquista, como si negase la realización del bien. El cristiano carga con la cruz de su deber negando su egoísmo, porque imita a Jesús, que siendo Dios, se hizo hombre, tomando la forma de siervo, hasta morir en cruz.

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Esto va en contra de lo que piensa la mayoría de la gente que busca el menor esfuerzo, la comodidad, el placer, el egocentrismo, el poder y el dinero.

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El hecho es que todos buscamos la felicidad. Lo malo es cuando se pone el punto de mira para la felicidad en los valores que se pasan y no nos fijamos en los bienes que perduran. La negación cristiana no es un cruzarse de brazos ante el dolor propio o ajeno, sino en buscar la cruz, pero haciendo el bien a los demás.

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Cuando uno sigue las enseñanzas de Jesús podrá concluir como decía san Pablo que hay mayor felicidad en dar que en recibir; y que ganar la vida de manera egoísta es echarla a perder. Esto es porque estamos hechos para amar.

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La gran diferencia en los valores vitales de unos y de otros es el contemplar nuestra existencia sólo para la vida actual terrena o saber ensancharla hasta la eternidad. Cambia totalmente la vida. Si uno sólo tiene la mirada terrena, la mayoría de las cosas no tienen sentido, cuando todo se acaba.

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Si miramos al infinito que nos prepara nuestro Padre, debería hacernos vibrar en el alma lo que hoy nos dice Jesús: «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?»

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Mientras estamos en esta vida Dios nos va dando pruebas para que podamos crecer en su gracia y en su vida, que es preparación para la eterna. Dios siempre nos va exigiendo más, no porque Dios sea malo, que es el Padre más bueno que podemos pensar, sino porque nos quiere dar más.

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Hoy en la 1ª lectura se nos presenta un caso maravilloso del antiguo testamento, el del profeta Jeremías, que para muchos es el personaje más parecido a Jesucristo.

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Dios llamó a Jeremías desde joven y él se entregó a la llamada de Dios. Se entregó de una manera total, de modo que para vivir de una manera más total esa entrega, decidió vivir en celibato, sin mujer e hijos. Pero Dios le iba pidiendo más; claro que para luego darle más.

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Llega un momento terrible en la vida del profeta que por seguir la inspiración de Dios, debe ir contra todas las instituciones de los que gobernaban. Y en cierto sentido también contra el pueblo, pues tenía que profetizar maldades para ese pueblo. Y la gente lo que quería es que profetizase cosas buenas. Y le hicieron la vida imposible.

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Entonces Jeremías, que seguía confiando en Dios, le gritaba diciendo: “Señor, ya no quiero vivir más”. Pero sentía que la palabra de Dios estaba en su alma, que le comía y que era como un fuego ardiente en sus entrañas. Y así lo leemos hoy en la 1ª lectura:

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Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreir todo el día, todos se burlaban de mi. Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia», proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.   

Jr 20, 7-9 

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Nunca trata de evadir esta gran responsabilidad, como se ve en otros, por ejemplo en Jonás. Confía en Dios, porque sabe que Dios está con él; pero ante la gran dificultad le dice a Dios: “Me sedujiste”, pero no en un sentido de atracción como seducción.

Jeremías siente quizá más que ningún otro profeta la responsabilidad de ser oráculo de Dios.

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El “me sedujiste” de Jeremías es como el de una muchacha que es “seducida”, arrastrada hacia el mal con lisonjas y engaños, que es rodeada de trampas aprovechándose de su ingenuidad. En este sentido gritaba el profeta a Dios: Señor, tu me has seducido o fascinado, pero me has engañado, te has aprovechado de mi. Has conseguido lo que querías y después me has abandonado exponiéndome al desprecio de todos.

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Era como la “noche oscura” de los santos. Podemos decir aquí también que “Dios aprieta, pero no ahoga”. Dios sabe a quién le puede apretar más para luego darle mucho más. En algunos momentos de la vida tendremos que gritar a Dios y quizá decirle como Jeremías:

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Eras más fuerte que yo y me venciste.

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se ríen de mi;

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soy objeto de burlas por Ti,

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Eras más fuerte que yo y me venciste.

Hacer CLIC

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Jeremías nunca ponía dudas de que había sido llamado por Dios. Y buscaba cada vez servirle mejor. Ojalá nosotros sintamos esos deseos de buscar la verdadera palabra del Señor y que lleguemos a entregarle todo nuestro ser.

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Hay personas que, cuando se habla de entregar nuestro ser al Señor para que Él disponga según su voluntad, tienen cierto miedo como si Dios nos fuese a llenar de desgracias. No piensan que Dios es la misma bondad. Dios es Padre y Madre.

Y si uno le da todo, como los santos, Dios nos dará inmensamente mucho más.

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Esto significa felicidad, si la conducta ha sido buena. Y no sólo para el cielo, que es muy cierto y definitivo, sino ahora aunque a veces es difícil verlo. Dios siempre es bueno, necesariamente bueno, y es justo con quien practica la justicia.

Hoy el evangelio termina diciendo que Jesús pagará a cada uno según su conducta.

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Vamos a terminar con el salmo responsorial, que es una respuesta meditada a la 1ª lectura. La solución a los problemas espirituales no está tanto en “quitar el mal” cuanto en “poner mayor bien”. Si creemos que Dios nos abandona acojámonos más a Él.

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Y si pensamos que la palabra de Dios se nos hace vacía y no nos dice nada, o que Jesús parece que se esconde, deseémosle con tal ansia como cuando uno tiene una gran sed. Esto es lo que significa negarse a sí mismo y cargar con la cruz siguiendo a Jesús.

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mi alma está

sedienta de Ti,

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Mi carne tiene ansia de Ti,

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como tierra

reseca, agostada, sin agua.

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Mi alma está

sedienta de Ti, Señor

Dios mío.

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Toda mi vida te bendeciré y alzaré las

manos invocándote.

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Me saciaré

como de enjundia

y de manteca;

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y mis labios te alabarán

jubilosos.

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Mi alma está sedienta de Ti, Señor Dios mío.

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A imitación de María, la Madre.

AMÉN