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Ciclo A
59

XVII Domingo ordinario ciclo a

Jan 22, 2018

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Ciclo A

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Siempre en la vida hay personas que se encuentran por casualidad tesoros escondidos. Por los tiempos de Jesús, cuando funcionaban poco los bancos, había personas, si tenían que hacer un viaje largo, que enterraban algún tesoro donde sólo ellos sabían. Quizá morían sin volver y otra persona, años después, encontraba ese tesoro.

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En los tiempos modernos alguno ha encontrado alguna mina por casualidad, o por investigación. Lo mismo podríamos decir de algún lugar de donde se pueda sacar petróleo.

Y hay personas

que se dedican a

buscar tesoros en

barcos hundidos

hace mucho tiempo.

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Cuando se encuentra una mina o un pozo de petróleo o un barco hundido, se suele necesitar mucho dinero y esfuerzo por rentabilizarlo. – Pues de esto nos habla hoy Jesús en el evangelio por medio de parábolas.

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Mateo 13,44-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro

escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a

vender todo lo que tiene y compra el campo.El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que

tiene y la compra.

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ese reino que está dentro de nosotros, pero casi siempre oculto, el que debe extenderse por el mundo, el reino de paz, de justicia y sobre todo de amor. Encontrarlo es como encontrar un tesoro.

Jesús siempre, de

una o de otra

manera, hablaba del “Reino de

Dios”:

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Hoy también Jesús nos habla de un tesoro escondido que vale mucho más que todas las cosas materiales.

Lo primero que Dios quiere es que estemos en disposición benévola de recibir su mensaje y que pueda encenderse nuestra ilusión.

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Te acercaste a mi puerta,

pronunciaste mi nombre.

Automático

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Yo temblando

te dije: Aquí

estoy, Señor.

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Tu me hablaste

de un reino,

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de un tesoro escon-dido,

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Una primera enseñanza puede ser el hecho de que todos los tesoros materiales se gastan, se terminan. Y lo esencial es que nosotros nos desgastamos en su posesión. Todos tienen un valor limitado. Sin embargo el único tesoro de verdad, el Reino de Dios, dura por siempre.

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Otra enseñanza es que para conquistar este reino, que es vida y verdad, hay que trabajar y esforzarse. Hay que vender muchas cosas, saber desprenderse de esas cosas.

Y esto es porque solemos preferir lo que deslumbra a corto plazo, como es el dinero, el placer de los sentidos, el éxito, el aplauso de la gente.

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Esto es lo que muchos padres desean para sus hijos en forma prioritaria. Sin embargo hay otros valores mucho más importantes, como es la cultura con los estudios, la amistad, la vida de familia.

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Pero para los cristianos Jesús nos dice que el tesoro más importante es buscar el reino de Dios. No es porque se vayan a quitar las otras cosas.

En realidad, como dijo Jesús, todo eso se nos dará “por añadidura”.

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Busca primero el Reino de Dios

Automático

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y su justicia.

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Todas las

cosas se te

añadirán

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Hacer CLICK

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Por lo tanto saber dejar otras cosas que no son compatibles con el reino. Sería como quien pretende comprar algo sin pagar el precio justo. O sería como

querer estar en el reino sin renunciar al enemigo.

Buscar el reino de

Dios, no sólo en teoría o deseo, sino

en la práctica, sabiendo comprar y

vender.

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Para adherirse a una cosa importante, hay que separarse de lo que le enreda. Para conseguir la perla de gran valor debe uno deshacerse de otras perlas pequeñas que son como bagatelas.

Hay personas que quieren lo importante sin

quitar los estorbos y se encuentran

como personas

frustradas o como “en el

aire”.

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Para hacer bien esa compra debemos conocer el valor de las cosas, para inclinarnos a lo que tenga más peso o valor.

El Reino de Dios vale inmensamente más que todos los tesoros y perlas. Jesús nos dijo: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. Examinemos el corazón.

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PODEMOS COMPRAR - NO PODEMOS

la cama - el sueño, la comida - la digestión, el lujo - la belleza, el remedio - la salud, la convivencia - el amor, la diversión - la felicidad, un crucifijo - la fe, lugar en el cementerio - lugar en el cielo.

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Este tesoro escondido, que es el reino de

Dios, es un don de Dios.

Nosotros no lo podemos

fabricar; pero sí podemos y debemos buscarlo.

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Y cuando uno ha llegado a encontrar ese “tesoro”, se llena de una alegría especial. Muchas personas lo han encontrado en algún encuentro espiritual, especialmente si ha sido en plan de retiro.

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Quien ha encontrado la alegría en el espíritu ha encontrado un gran tesoro, que permanecía escondido. Y la alegría espiritual consiste en alegrarse no sólo cuando los asuntos materiales van bien, como lo hacen los que no conocen (o experimentan) a Dios, sino aun cuando las cosas van mal, como lo hacían los santos. Como lo hacían San Pedro

y san Juan ante el tribunal.

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Así hoy lo dice hermosamente san Pablo en la 2ª lectura: (Rom 8,28-30).

“Hermanos: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve

para el bien: a los que ha llamado conforme a su

designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que

él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que

predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que

justificó, los glorificó.”

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Esa es la gran diferencia de los que aman a Dios con los que no le aman. A los primeros todo les sirve para el bien. Y el bien da alegría y mucho optimismo en la vida.

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Sólo sabemos que todo coopera para el bien de los que aman a Dios.

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Nada nos

separará del amor de Dios.

Page 34: XVII Domingo ordinario ciclo a

¡Quiero vivir!

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¡Quiero vivir!

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del amor

de Dios.

Hacer CLICK

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Este es el designio de Dios. Nos ha destinado a ser imagen de su Hijo. Encontrar la mejor manera de ser imagen del Hijo de Dios debe consistir nuestro tesoro y por lo tanto será nuestra mayor felicidad. Por ello nuestra tarea será conocerle y amarle más, siguiendo sus enseñanzas.

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Mientras dura esta vida terrena Dios tiene mucha paciencia y siempre espera; pero llegará un tiempo en que nos ha de juzgar y habrá una total y definitiva separación entre los que hayan actuado bien y los que hayan actuado mal.

Eso será el día

del juicio.

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recordando lo que suelen hacer los pescadores en la orilla del mar.

Así nos lo dice hoy Jesús en otra parábola

(Mateo 13,47-51)

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El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí."

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En este mundo están juntos los buenos y los malos. No tenemos porqué juzgar a nadie, sino trabajar para que los que están más flacos en la gracia y en la fe, puedan llenarse más de este espíritu y poder un día participar con los santos en el cielo.

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Y todavía hay otra pequeñita parábola, al final del evangelio de hoy, con la que se termina la serie de parábolas que san Mateo reúne en este capítulo 13 dedicado a decirnos cómo Jesús nos quiere dar grandes enseñanzas tomando como motivo faenas normales de la vida. Dice así:

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Él les dijo: "Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo."

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Hay personas a quienes les agrada todo lo antiguo y

desprecian las novedades. Y hay

otros que desprecian todo lo

antiguo y sólo admiten lo moderno. Pues dice Jesús que no debe ser así: dice

que hay cosas buenas entre las antiguas y cosas buenas entre las

modernas.

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Jesús lo dice refiriéndose al plano de la religión, del modo de acercarse a Dios, aun de prácticas y normas. Cada uno tiene que tener la sabiduría de saber escoger lo que mejor le convenga para sí mismo o para la comunidad. Y también será diferente en un momento y en otro.

Como decía san Pablo: “Hay que

saber probar un poco de todo; pero quedarse

con lo bueno”.

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Para discernir todo esto se necesita mucha sabiduría, como en general para encontrar el tesoro escondido de que nos habla hoy Jesús. Por eso debemos pedir a Dios esa sabiduría, que es un don del Espíritu Santo, como lo hizo el rey Salomón.

1Reyes 3,5.7-12

Y esto sí que le agradó al Señor. Así nos lo dice

hoy la 1ª lectura:

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En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: "Pídeme lo que quieras." Respondió Salomón: "Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?" Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: "Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti."

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Terminamos hoy pidiendo a Dios que nos conceda esta sabiduría de saber encontrar el verdadero tesoro, para no cambiarlo por todo el dinero de la tierra.

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y conozca tu voluntad,

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Dios de nuestros padres, Señor de la misericordia,

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AMÉN