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Wertheim Tuchman, Barbara - Los Canones de Agosto

Dec 15, 2015

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Libro sobre el comienzo de la Gran Guerra
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  • Cuando termin el mes de julio de 1914, Europa viva an inmersa en la engaosa placidez de la bellepoque, instalada en la dilatada continuacin de casi tres lustros de un siglo XIX, generoso y fructfero, que noacababa de pasar. Treinta y un das despus haba comenzado el siglo XX, y de la belle poque no quedabams que un montn de ruinas humeantes: haban tronado los caones de agosto.A partir de un impresionante caudal de informacin histrica, Barbara Wertheim Tuchman nos presenta en estelibro clsico el panorama dramtico, multicolor, cargado de tensiones psicolgicas, abrumador por suincertidumbre, desconcertante por su rapidez, de aquel mes de agosto de 1914 que cambi la faz del mundo.Los hechos que se sucedieron sobre el complicado mosaico de Europa y los personajes que en ellosintervinieron reviven aqu con asombrosa fidelidad, con autntico calor humano. Las pequeas miserias, lasvirtudes, el genio, los rasgos ms personales e incluso los defectos fsicos de las figuras que entonces tuvieronen sus manos el destino de millones de seres, saltan ante nuestros ojos con expresivo vigor.

  • Barbara Wertheim TuchmanLos caones de agosto

    Treinta y un das de 1914 que cambiaron la faz del mundoePub r1.0

    JeSsE 25.01.14

  • Ttulo original: The Guns of AugustBarbara Wertheim Tuchman, 1962Traduccin: Vctor ScholzRetoque de portada: JeSsEEditor digital: JeSsEePub base r1.0

  • PREFACIODurante la ltima semana de enero de 1962, John Glenn pospuso por tercera vez su tentativa de viajar en cohete alespacio exterior y convertirse en el primer estadounidense en orbitar alrededor de la Tierra. A Bill Moose Skowren, elveterano primera base de los Yankees, tras realizar una buena temporada (561 at bats, 28 home runs y 89 carrerasimpulsadas) se le concedi un aumento de salario de 3000 dlares, cosa que elev sus ingresos anuales a 35 000 dlares.Franny y Zooey ocupaba el primer lugar de la lista de las novelas ms vendidas, seguida unos puestos ms abajo porMatar a un ruiseor, mientras que el apartado de obras de no ficcin lo encabezaba My Life in Court, de Louis Nizer. safue tambin la semana en que se public una de las mejores obras de historia que un norteamericano haya escrito jamsen el siglo XX.Los caones de agosto se convirti rpidamente en un gran xito editorial. Los crticos no escatimaron elogios y el boca aboca hizo que decenas de miles de lectores leyeran la obra. El presidente Kennedy entreg un ejemplar al primer ministrobritnico Macmillan y le coment que los dirigentes mundiales deban evitar de un modo u otro cometer los errores quecondujeron al estallido de la Primera Guerra Mundial. El Comit Pulitzer, que, segn lo estipulado por el creador de losgalardones, no poda otorgar el Premio de Historia a una obra que no versara sobre algn tema estadounidense, encontruna solucin concedindole a la seora Tuchman el premio de la categora de ensayo. Los caones de agosto ciment lareputacin de la autora y, en adelante, sus libros siguieron siendo estimulantes y escritos con una prosa elegante. Pero,para que se vendieran, a la mayora de los lectores les bastaba saber que quien lo haba escrito era Barbara Tuchman.Qu es lo que le da a este libro bsicamente una historia militar del primer mes de la Primera Guerra Mundial unsello tan especial y la enorme reputacin de la que goza? En l destacan cuatro cualidades: la aportacin de numerososdetalles, cosa que mantiene al lector atento a los acontecimientos, casi como si se tratara de un testigo de los mismos; unestilo difano, inteligente, equilibrado y lleno de ingenio; y un punto de vista alejado de los juicios morales, pues la seoraTuchman nunca se dedica a sermonear o a extraer un juicio negativo de los hechos que analiza (opta por el escepticismo,no por el cinismo, y consigue no tanto que el lector sienta indignacin por la maldad humana, sino que se entristezca anteel espectculo de la locura de sus congneres). Estas tres virtudes estn presentes en todas las obras de BarbaraTuchman, pero en Los caones de agosto hay una cuarta que hace que, una vez iniciada la lectura del libro, resulteimposible dejarla. La autora incita al lector a suspender todo conocimiento que se posea de antemano acerca de lo que vaa suceder. En las pginas del libro, Barbara Tuchman sita ante nuestros ojos un ejrcito alemn enorme tres ejrcitosde campaa, diecisis cuerpos, treinta y siete divisiones, setecientos mil hombres que avanza a travs de Blgica con unobjetivo final: Pars. Esta marea de soldados, caballos, piezas de artillera y vehculos discurre por los polvorientoscaminos del norte de Francia, avanzando de modo implacable, a todas luces imparable, hacia la capital francesa, con elobjetivo de poner punto final a la guerra en el Oeste, tal y como los generales del kiser lo haban planificado, en cuestinde seis semanas. El lector, al contemplar el avance de los alemanes, sabr ya seguramente que no van a alcanzar su meta,que Von Kluck desviar sus tropas y que, tras la Batalla del Marne, millones de soldados de ambos bandos se agazaparnen las trincheras para dejar paso a cuatro aos de carnicera. No obstante, la seora Tuchman hace gala de tantahabilidad que el lector se olvida de sus conocimientos. Rodeado por el estruendo de los caones y el entrechocar de lossables y las bayonetas, se convierte prcticamente en un personaje ms de la accin. Seguirn avanzando los exhaustosalemanes? Podrn resistir los desesperados franceses y britnicos? El mayor mrito de la seora Tuchman es que, en laspginas de su libro, consigue revestir los acontecimientos de agosto de 1914 de tanto suspense como el experimentadopor las personas que los vivieron realmente.Cuando Los caones de agosto apareci, en la prensa se describi a Barbara Tuchman como un ama de casa decincuenta aos de edad, madre de tres hijas y esposa de un importante mdico de Nueva York. La realidad era mscompleja e interesante. Tuchman descenda de dos de las familias de intelectuales y comerciantes judos ms destacadasde Nueva York. Su abuelo Henry Morgenthau senior fue embajador en Turqua durante la Primera Guerra Mundial, su toHenry Morgenthau jnior fue el secretario del Tesoro de Franklin Delano Roosevelt durante ms de doce aos, y supadre, Maurice Wertheim, era el fundador de un importante banco. La infancia de Barbara Tuchman transcurri en doshogares, primero en una mansin de piedra caliza roja, de cinco pisos de altura, situada en el Upper East Side, donde unainstitutriz francesa le lea en voz baja pasajes de las obras de Racine y Corneille, y posteriormente en una casa de campoen Connecticut, dotada de establos y caballos. El padre de Barbara Tuchman haba prohibido mencionar el nombre deFranklin D. Roosevelt en las comidas familiares, pero un da la adolescente incumpli la norma y se le orden abandonarla mesa. Erguida en la silla, Barbara dijo: Ya soy mayor para tener que dejar la mesa. Su padre se la qued mirandoperplejo, pero ella no se movi del sitio.Cuando lleg el momento de graduarse en Radcliffe, Barbara Tuchman no asisti a la ceremonia y, en lugar de ello,prefiri acompaar a su abuelo a la Conferencia Monetaria y Econmica Mundial celebrada en Londres, dondeMorgenthau encabezaba la delegacin estadounidense. Posteriormente pas un ao en Tokio como ayudante deinvestigacin del Instituto de Relaciones del Pacfico, y luego empez a escribir sus primeros textos para The Nation, quesu padre haba salvado de la bancarrota. A los veinticuatro aos de edad cubri la Guerra Civil espaola desde Madrid.En junio de 1940, el mismo da en que las tropas de Hitler entraban en Pars, Barbara se cas con el doctor Lester

  • Tuchman en Nueva York. El doctor Tuchman, que estaba a punto de partir hacia el frente de guerra, pensaba que traerhijos al mundo no tena sentido en Vista de la situacin mundial por la que se atravesaba. La seora Tuchman lerespondi que si esperamos a que las cosas mejoren, tal vez nunca tendremos la oportunidad, pero si lo que realmentedeseamos es tener un hijo, debemos tenerlo ahora, sin ponernos a pensar en los desmanes de Hitler. La primera de sushijas naci nueve meses despus. En los aos cuarenta y cincuenta, la seora Tuchman se dedic a criar a sus hijas yescribir sus primeros libros. Bible and Sword (La Biblia y la espada), una historia de la creacin de Israel, apareci en1954, y en 1958 vio la luz El telegrama Zimmermann. Esta ltima obra, que narra el intento por parte del ministro deAsuntos Exteriores alemn de involucrar a Mxico en la guerra contra Estados Unidos bajo la promesa de devolverleTexas, Nuevo Mxico, Arizona y California escrita con un estilo brillante y lleno de irona, constituy la primeramuestra de lo que estaba por venir.Con el paso de los aos, cuando a Los caones de agosto le siguieron obras como The Proud of Tower (1890-1914. Latorre del orgullo: Una semblanza del mundo antes de la Primera Guerra Mundial), Stilwell and the American Experience inChina (Stilwell y la experiencia norteamericana en China), A Distant Mirror (Un espejo lejano: El calamitoso siglo XIV),The March of Folly (La marcha de la locura) y The First Salute (El primer saludo), Barbara Tuchman lleg a serconsiderada casi como un tesoro nacional, y la gente no dej de preguntarse cmo lo haba logrado. Lo explic en unaserie de conferencias y ensayos (recopilados en un volumen titulado Practicing History). Segn Tuchman, lo msimportante es estar enamorado del tema de estudio. En una ocasin, al describir a uno de los profesores que tuvo enHarvard, un hombre apasionado por la Constitucin norteamericana, record que sus ojos azules brillaban mientrasimparta la leccin, y yo entonces me sentaba en el borde del asiento. Explic tambin que se sinti muy afligida cuando,aos despus, conoci a un insatisfecho estudiante de doctorado obligado a escribir una tesis sobre un tema que no leapasionaba, el cual le haba sido impuesto desde el departamento por razones prcticas. Cmo poda interesarle a otraspersonas, se preguntaba Tuchman, si no le interesaba al propio autor? Los libros de Barbara Tuchman versaban sobrepersonas o acontecimientos que le intrigaban. Haba algo que centraba su atencin, estudiaba el tema y, conindependencia de que se supiera poco o mucho acerca del mismo, si notaba que su curiosidad aumentaba, seguaadelante. Finalmente, Tuchman trataba de enriquecer cada uno de sus temas de estudio con nuevos datos, nuevosenfoques y una nueva interpretacin. En cuanto a ese mes de agosto en particular, lleg a la conclusin de que El ao1914 estaba envuelto en un aura que haca que todo aquel que la percibiera sintiera compasin por la humanidad. Unavez que logra transmitir la fascinacin que siente por el tema, los lectores que se dejan llevar por la pasin y el talento denuestra autora no pueden ya escapar al magnetismo de sus escritos.Barbara Tuchman empez investigando, es decir, acumulando datos. Durante toda su vida haba ledo mucho, pero en esemomento tena por objetivo sumergirse en los acontecimientos de la poca, ponerse en la piel de la gente cuyas vidasestaba describiendo. Ley cartas, telegramas, diarios, memorias, documentos oficiales, rdenes militares, cdigossecretos y misivas de amor. Asimismo, pas infinidad de horas en diferentes bibliotecas: la Biblioteca Pblica de NuevaYork, la Biblioteca del Congreso, los Archivos Nacionales, la British Library y el Public Record Office, la BibliothqueNational, la Biblioteca Sterling de Yale y la Biblioteca Widener de Harvard. (Segn record despus, durante esos aos deestudio las estanteras de la Biblioteca Widener fueron mi baera de Arqumedes, mi zarza ardiente, el platillo de ensayodonde descubr mi penicilina personal. [] Era feliz como una vaca a la que hubieran puesto a pastar en un campo llenode trboles frescos, y no me hubiera importado quedar encerrada all toda la noche). Un verano, antes de escribir Loscaones de agosto, alquil un pequeo Renault y se dedic a visitar los campos de batalla de Blgica y Francia: VI loscampos sembrados de trigo que la caballera debi de echar a perder, constat la gran anchura del Mosa a su paso porLieja y pude apreciar qu vista deban de tener los soldados franceses sobre el territorio perdido de Alsacia alcontemplarlo desde las colinas de los Vosgos. En las bibliotecas, en los campos de batalla o en su mesa de trabajo, lafuente de la que Barbara Tuchman siempre beba era la de los datos grficos y especficos, que transmitiran al lector lanaturaleza esencial de los protagonistas o los acontecimientos. He aqu algunos ejemplos:El kiser: el poseedor de la lengua ms viperina de Europa.El archiduque Francisco Fernando: El futuro causante de la tragedia, alto, corpulento y envarado, con plumas verdesadornando su casco.Von Schlieffen, el arquitecto del plan de guerra alemn: De las dos clases de oficiales prusianos, los dotados de un cuellode toro y los grciles como gacelas, perteneca a la segunda.Joffre, el comandante en jefe del Ejrcito francs: Imponente y barrigudo en su holgado uniforme [], Joffre parecaSanta Claus y tena cierto aire de benevolencia e ingenuidad, dos cualidades que no formaban parte de su carcter.Sujomlinov, el ministro de la Guerra ruso: Astuto, indolente, amante de los placeres [], con un rostro felino, quien,obnubilado [] por la hermosa esposa de veintitrs aos de un gobernador de provincias, Sujomlinov se las ingeni pararomper el matrimonio mediante la presentacin de pruebas falsas y convertir a la joven en su cuarta esposa.El principal objetivo de la investigacin de Barbara Tuchman era, simplemente, averiguar lo que haba sucedido y, en lamedida de lo posible, determinar cmo percibi la gente esos acontecimientos. No le gustaban los sistemas ni loshistoriadores inclinados a usarlos, y se mostr enteramente de acuerdo con la siguiente afirmacin de un reseador

  • annimo del Times Literary Supplement El historiador que antepone su sistema a todo lo dems difcilmente puedeevitar la hereja de preferir los hechos que mejor se amoldan a dicho sistema. Tuchman recomendaba dejar que loshechos dirigieran la investigacin. En el terreno de la historia, al principio basta con saber qu ocurri dijo, sin tratarde responder demasiado pronto al por qu de las cosas. Creo que es ms apropiado dejar el por qu al margen hastael momento en que se hayan no solamente reunido los hechos, sino en que se hayan dispuesto en una secuencia lgica;para ser precisos, en frases, prrafos y captulos. El mismo proceso de transformacin de una serie de personajes, fechas,calibres de municin, cartas y discursos en un texto narrativo conduce a la postre a que el porqu emerja a lasuperficie.El problema que entraa la investigacin, por supuesto, es saber cundo debe uno parar. Uno se debe parar antes dehaber acabado explic, porque, de lo contrario, uno nunca se parar y nunca terminar. Investigar afirm en unaocasin es una actividad que siempre resulta seductora, pero ponerse a escribir requiere mucho trabajo. Sin embargo,al final empezaba a seleccionar, a destilar, a dar coherencia a los datos, a crear pautas, a construir una forma narrativa; enresumidas cuentas, a escribir. El proceso de escribir, afirm Tuchman, es laborioso, lento, a menudo doloroso y, a veces,agnico. Requiere reformular las ideas, revisar el texto, aadir nuevos fragmentos, cortar, volver a escribir. Pero esoproporciona una sensacin de excitacin, casi un xtasis, un momento en el Olimpo. Sorprendentemente, a BarbaraTuchman le llev aos perfeccionar su famoso estilo. La tesis que escribi en Radcliffe le fue devuelta con una nota quedeca: Estilo mediocre, y su libro Bible and Sword fue rechazado en treinta ocasiones antes de encontrar editor. Contodo, no cej en su empeo y, finalmente, dio con la frmula adecuada: Mucho trabajo, un buen odo y practicarconstantemente.La seora Tuchman crea ante todo en el poder de esa magnfica herramienta al alcance de todos que es el idiomaingls. De hecho, su fidelidad estaba a menudo escindida entre el tema escogido y el instrumento utilizado paraexpresarlo. En primer lugar soy una escritora cuyo objeto de estudio es la historia afirm. El arte de escribir meinteresa en igual medida que el arte de la historia. [] Me siento seducida por la sonoridad de las palabras y por lainteraccin de sus sonidos y su sentido. A veces, cuando crea haber escrito una frase o un prrafo particularmentebrillantes, deseaba compartir el hallazgo inmediatamente y telefoneaba a su editor para lerselo. El lenguaje elegante ydominado con precisin le pareca el instrumento ms adecuado para darle voz a la historia. Su objetivo final eraconseguir que el lector prosiga con la lectura.En una poca marcada por la cultura de masas y la mediocridad, Barbara Tuchman era una elitista. En su opinin, los doscriterios esenciales de calidad eran un esfuerzo intenso y una actitud honesta en cuanto al propsito. La diferencia notiene que ver tan slo con una cuestin de talento artstico, sino tambin con la intencin. O lo haces bien o lo hacesmedio bien, dijo.La relacin que mantena con los acadmicos, los crticos y los reseadores era de cautela. No estaba doctorada. Piensoque es lo que me salv, dijo, pues crea que los requisitos de la vida acadmica convencional pueden embotar laimaginacin, minar el entusiasmo y malograr el estilo. El historiador acadmico afirm padece las consecuencias detener un pblico cautivo, primero con el director de su investigacin y despus con el tribunal examinador. Su principalpreocupacin no es lograr que el lector pase a la siguiente pgina. En una ocasin alguien le sugiri que tal vezdisfrutara impartiendo clases. Por qu tendra que gustarme ensear? respondi con firmeza. Soy una escritora!No quiero dar clases! No podra dar clases si lo intentara!. Para Tuchman, el lugar que debe ocupar un escritor es labiblioteca o el terreno donde va a realizar la investigacin, o en su mesa de trabajo, escribiendo. Como afirm, Herodoto,Tucdides, Gibbon, MacCauley y Parkman no posean un ttulo de doctor.Barbara Tuchman se sinti profundamente molesta cuando los reseadores, en especial los pertenecientes al mbitoacadmico, afirmaron con desdn que Los caones de agosto era historia popular, queriendo decir con ello que, alvenderse numerosos ejemplares de la obra, sta no satisfaca los niveles de exigencia en cuanto a calidad. Tuchmanignor por regla general la poltica, seguida por muchos escritores, de no responder nunca a las reseas negativas, porquehacerlo solamente provoca al reseador y le incita a cargar de nuevo las tintas. Por el contrario, ella devolva los golpes.Me he percatado escribi una vez al New York Times de que los reseadores que no dejan escapar la oportunidadde criticar a un autor por haber pasado por encima de tal o cual cuestin, normalmente no han ledo en toda su extensinel texto que estn reseando. Y en otra ocasin escribi: Los autores de obras de no ficcin entienden que losreseadores deben hallar algn error a fin de exhibir su erudicin, y nosotros esperamos ante todo saber cul ser eseerror. A la postre, Tuchman consigui ganarse el favor de la mayora de los acadmicos (o, al menos, impedir quecriticaran sus obras con excesiva dureza). Con el paso de los aos, pronunci conferencias en muchas de las universidadesms importantes del pas y recibi el reconocimiento de muchas de ellas, gan dos premios Pulitzer y se convirti en laprimera mujer en acceder al cargo de presidenta de la Academia e Instituto de las Artes y las Letras Estadounidenses ensus ochenta aos de existencia.Pese a la combatividad que mostraba en el terreno profesional, en las obras de Barbara Tuchman poda constatarse unatolerancia poco frecuente. Los engredos, los presumidos, los codiciosos, los locos, los cobardes a todos ellos losdescribi en trminos humanos y, hasta donde ello era posible, les concedi el beneficio de la duda. Un buen ejemplo de

  • esto es el anlisis de por qu sir John French, quien anteriormente haba sido el fiero jefe del Cuerpo ExpedicionarioBritnico destinado en Francia, pareca renuente a enviar a sus tropas al campo de batalla: Tanto si la causa fueron lasrdenes de lord Kitchener [el ministro de la Guerra] y sus advertencias contra las prdidas y el despilfarro de material, oque sir John French se percatara sbitamente de que tras el CEB no haba tropas instruidas en las islas, o bien si al llegar alcontinente, a unos pocos kilmetros de un enemigo formidable y ante la certeza de tener que entrar en batalla, no pudosoportar el peso de la responsabilidad, o si bajo las palabras y maneras grandilocuentes de que haca gala se haban idodeslizando de modo invisible los juicios naturales del valor [], nadie que no haya estado en la misma situacin puedejuzgarlo.Barbara Tuchman escriba historia para narrar la historia de la lucha, los logros, las frustraciones y las derrotas del serhumano, no para extraer conclusiones morales. No obstante, Los caones de agosto ofrece algunas lecciones. En la obrael lector hallar monarcas, diplomticos y generales locos que se lanzaron ciegamente a una guerra que nadie quera, unArmagedn que se desarroll con la misma irreversibilidad inexorable que una tragedia griega. En el mes de agosto de1914 escribi Tuchman haba algo amenazador, ineludible y universal que nos involucraba a todos. Haba algo en esesobrecogedor trecho entre los planes perfectos y el error humano que hace que uno tiemble con una sensacin deNunca digas de esta agua no beber. La esperanza de Tuchman era que sus lectores aprendieran la leccin, evitaranesos errores y mejorasen un tanto como personas. Fueron este esfuerzo y estas lecciones lo que atrajo a presidentes yprimeros ministros, as como a millones de lectores corrientes.La familia y el trabajo dominaron la vida de Barbara Tuchman. Lo que le procuraba ms placer era sentarse a una mesa yescribir. No toleraba las distracciones. Una vez, cuando ya era famosa, su hija Alma le dijo que Jane Fonda y BarbraStreisand queran que escribiera el guin de una pelcula. Ella neg con la cabeza. Pero, mam dijo Alma, nisiquiera quieres hablar con Jane Fonda?. Oh, no dijo la seora Tuchman, no tengo tiempo. Tengo mucho trabajo.Escriba los primeros borradores a mano, en un bloc de notas amarillo, en cuyas hojas anotaba todos los datos de formadesordenada, con multitud de tachaduras e indicaciones. A continuacin transcriba los borradores con su mquina deescribir, a triple espacio, para despus recortar los fragmentos con unas tijeras y volver a pegarlos sobre papel en unasecuencia diferente. Normalmente trabajaba cuatro o cinco horas seguidas, sin interrupcin. El verano en que estabafinalizando Los caones de agosto recuerda su hija Jessica trabajaba a contrarreloj y estaba desesperada porponerse al da. [] Para mantenerse alejada del telfono, instal una mesa de juego y una silla en una vieja vaquerasituada junto a los establos, una habitacin donde haca fro incluso en verano. Empezaba a trabajar a las siete y media dela maana. Mi tarea consista en llevarle el almuerzo a las doce y media, que inclua un sndwich, un zumo V-8 y una piezade fruta. Todos los das, cuando me aproximaba silenciosamente sobre el manto de agujas de pino que rodeaba losestablos, la vea en la misma posicin, siempre absorta en el trabajo. A las cinco de la tarde ms o menos sola parar.Uno de los prrafos que Barbara Tuchman escribi ese verano le cost ocho horas de trabajo y se convirti en el pasajems famoso de toda su obra. Es el prrafo con que da inicio Los caones de agosto, y dice as: Era tan maravilloso elespectculo aquella maana de mayo del ao 1910. Con slo pasar unas pginas, la afortunada persona que hastaahora no haba tropezado con este libro puede empezar a leerlo.

    ROBERT K. MASSIE

  • PRLOGOEl origen de esta obra se remonta a dos libros que escrib anteriormente, centrados ambos en la Primera Guerra Mundial.El primero era Bible and Sword, acerca de los orgenes de la Declaracin Balfour de 1917, confeccionada en previsin dela entrada de los britnicos en Jerusaln en el transcurso de la guerra contra Turqua en Oriente Prximo. Como centro ylugar de origen de la religin judeocristiana y tambin de la musulmana, aunque en ese momento se trataba de unacuestin que no suscitaba demasiada preocupacin, la toma de la Ciudad Santa se consider un acontecimientoimportante que requera un gesto a la altura de las circunstancias y que proporcionara un fundamento moral adecuado.Para atender dicha necesidad se ide una declaracin oficial que reconociera Palestina como el hogar nacional de loshabitantes originales, no como resultado de una ideologa proclive al semitismo, sino como consecuencia de otros dosfactores: la influencia de la Biblia en la cultura britnica, en especial del Antiguo Testamento, y una doble influencia, esepreciso ao, de lo que el Manchester Guardian llam la insistente lgica de la situacin militar en los bancos del Canalde Suez; en definitiva, Bible and Sword (La Biblia y la espada).El segundo de los libros que antecedieron a Los caones de agosto fue El telegrama Zimmermann, sobre la propuestadel entonces ministro de Exteriores alemn, Arthur Zimmermann, de convencer a Mxico, as como a Japn, para quedeclarara la guerra a Estados Unidos, bajo la promesa de una futura restitucin de los territorios de Arizona, NuevoMxico y Texas. La inteligente idea de Zimmermann consista en mantener a Estados Unidos ocupado en el continenteamericano a fin de impedir que se involucrara en la guerra que tena lugar en Europa. Sin embargo, Alemania logrjustamente lo contrario cuando el telegrama sin hilos enviado al presidente de Mxico fue descodificado por losbritnicos y transmitido al gobierno norteamericano, que acto seguido lo public. La propuesta de Zimmermann suscit laira del pueblo estadounidense y precipit la entrada del pas en la guerra.Siempre he pensado, en el curso de mi relacin con la historia, que 1914 fue, por decirlo as, el momento en que el relojdio la hora, la fecha en que concluy el siglo XIX y dio inicio nuestra era, el terrible siglo XX, como Churchill lo llam. Albuscar el tema para un libro, tuve la impresin de que 1914 se ajustaba a lo que estaba buscando, aunque no saba pordnde empezar ni qu estructura utilizar. No obstante, mientras estaba dndole vueltas al asunto, ocurri un pequeomilagro. Mi agente me llam para preguntarme lo siguiente: Te gustara hablar con un editor que quiere que escribasun libro sobre 1914?. Me qued atnita a medida que mi agente me formulaba la pregunta, pero no hasta el punto deno poder responderle: Bien, s, me gustara. La verdad es que me senta bastante turbada por el hecho de que alguienhubiera tenido la misma idea, pero el hecho de que esa persona, al ocurrrsele la idea, hubiera pensado en m me llenabade satisfaccin.Se trataba de un britnico, Cecil Scott, de la Macmillan Company, quien, lamentablemente, ya ha fallecido. Como me dijoms tarde, cuando nos reunimos, lo que quera era un libro acerca de lo que sucedi realmente en la Batalla de Mons, laprimera ocasin en que el CEB (Cuerpo Expedicionario Britnico) entr en combate en 1914; la batalla puso a pruebahasta tal punto la capacidad de combate de los alemanes que dio lugar a leyendas sobre la posibilidad de unaintervencin sobrenatural. Esa semana, tras entrevistarme con el seor Scott, tena previsto irme a esquiar unos das, asque me llev a Vermont un maletn lleno de libros sobre los inicios de la Gran Guerra.Regres a casa con el propsito de escribir un libro sobre la huida del Goeben, el acorazado alemn que, tras zafarse delos cruceros britnicos que lo persiguieron por el Mediterrneo, haba llegado a Constantinopla y haba conseguido queTurqua y con ella todo el Imperio otomano de Oriente Prximo entrara en la guerra, cosa que determin el curso dela historia en toda esa zona hasta nuestros das. Explicar la odisea del Goeben me pareca algo natural, puesto que sehaba convertido en una historia familiar (yo tena dos aos de edad cuando sucedi). Asimismo, el acontecimiento seprodujo cuando, junto con mi familia, estaba cruzando el Mediterrneo en direccin a Constantinopla para visitar a miabuelo, quien por entonces era el embajador estadounidense en la capital otomana. Los miembros de mi familia amenudo explicaban que, desde el barco, pudimos ver la humareda de los disparos que efectuaban los caones de loscruceros britnicos y la posterior huida a toda mquina del Goeben. Despus, al llegar a Constantinopla, fuimos losprimeros en informar a las autoridades y a los diplomticos de la capital del drama que habamos presenciado en altamar. Cuando mi madre explic que el embajador alemn la haba sometido a un duro interrogatorio antes de que pudieradesembarcar e ir a saludar a su padre, tuve conciencia por vez primera, casi de primera mano, del brusco proceder de losalemanes.Casi treinta aos ms tarde, cuando regres de Vermont y le expliqu al seor Scott que sa era la historia de 1914 sobrela que quera escribir, me dijo que no le interesaba. Todava tena la mente puesta en Mons: cmo haba conseguido elCEB rechazar a los alemanes?, era cierto que haban visto a un ngel sobre el campo de batalla?, cul era la base de laleyenda del ngel de Mons, a fin de cuentas tan importante en el frente occidental? La verdad es que yo todava mesenta ms inclinada a escribir sobre el Goeben que sobre el ngel de Mons, pero el hecho de que un editor estuviera taninteresado en publicar un libro sobre 1914 era lo que para m tena realmente importancia.Abordar la guerra en toda su extensin me pareca algo que escapaba a mi capacidad, pero el seor Scott insisti en quepoda hacerlo, y cuando elabor el plan de ceirme al primer mes de la guerra, que contena el germen de todo loacontecido posteriormente, incluidos los episodios del Goeben y de la Batalla de Mons con tal de satisfacer las

  • preferencias de ambos, el proyecto empez a parecer factible.Pese a todo, cuando tuve que enfrentarme a todos esos cuerpos del Ejrcito numerados con cifras romanas y a los flancosderecho e izquierdo, no tard en sentirme una ignorante en la materia y en creer que debera haber estudiado durantediez aos en la Academia del Estado Mayor antes de escribir un libro de este tipo. Esa sensacin la not con especialintensidad cuando tuve que explicar cmo haban conseguido los franceses, que estaban a la defensiva, recuperar elterritorio de Alsacia justo al principio de la conflagracin. De hecho, esto no acab de entenderlo nunca, pero decid pasarde puntillas sobre el tema y tratar otra cuestin, una artimaa que se aprende en el proceso de escribir historia (camuflarun poco los hechos cuando uno no lo entiende todo). Vanse, si no, las altisonantes y equilibradas frases que a vecesescriba Gibbon, las cuales, si se analizan con detenimiento, a menudo carecen de sentido, pero uno acaba ignorando esehecho ante la maravillosa estructuracin de las mismas. Yo no soy Gibbon, pero he aprendido a valorar el esfuerzo deadentrarme en materias que no me resultan familiares, en lugar de regresar a un terreno del que ya se conocen lasfuentes primarias y todos los personajes y circunstancias. Ciertamente, optar por esto ltimo hace que el trabajo seamucho ms fcil, pero impide la emocin del descubrimiento y la sorpresa, que es el motivo por el que me gustaadentrarme en un tema que no conozco con vistas a escribir un libro sobre el mismo. Puede que esto no resulte delagrado de los crticos, pero a m me satisface. Aunque antes de publicar Los caones de agosto los crticos apenas meconocan y no gozaba de la reputacin necesaria entre ellos para disfrutar automticamente de una buena acogida, ellibro se recibi de forma muy calurosa. Clifton Fadiman escribi lo siguiente en el boletn del Club del Libro del Mes: Unodebe ser precavido ante las grandes palabras. No obstante, es harto probable que Los caones de agosto se convierta enun clsico de la literatura histrica. Posee unas virtudes que prcticamente lo emparentan con las obras de Tucdides:inteligencia, concisin y un distanciamiento mesurado. Los caones de agosto trata de los das que precedieron ysiguieron al estallido de la Primera Guerra Mundial, un objeto de estudio que, como los de Tucdides, va ms all dellimitado alcance de la mera narrativa. Y es que, con una prosa slida y muy trabajada, este libro establece los momentoshistricos que han conducido de modo inexorable a la situacin actual. Sita nuestra terrible poca en una largaperspectiva, y sostiene que si la mayora de los hombres, las mujeres y los nios del mundo van a morir abrasados a causade las bombas atmicas, la gnesis de esa aniquilacin seguramente deber buscarse en las bocas de los caones quehablaron en agosto de 1914. Esto que acabo de escribir puede parecer una simplificacin extrema de lo sostenido en laobra, pero describe la tesis de la autora, que expone con absoluta sobriedad. Tuchman est convencida de que el puntomuerto del terrible mes de agosto determin el curso posterior de la guerra y los trminos de la paz, la configuracin delperodo de entreguerras y las condiciones de la segunda gran conflagracin.A continuacin, Fadiman describa a los principales personajes de la obra. Al respecto deca que una de lascaractersticas que distinguen a un buen historiador es su capacidad para arrojar luz sobre los seres humanos en la mismamedida que sobre los acontecimientos, y entre esos personajes destacaba a los siguientes: el kiser, el rey Alberto y losgenerales Joffre y Foch, entre otros, tal y como yo haba tratado de describirlos, cosa que me dio la impresin de haberlogrado lo que me propona. Me sent tan halagada por las palabras de Fadiman por no mencionar la comparacin conTucdides que me sorprend llorando, una reaccin que nunca he vuelto a experimentar. Lograr que alguien entiendaperfectamente lo que uno ha escrito quiz slo puede esperarse que ocurra una vez en la vida.Supongo que lo ms importante a la hora de escribir la introduccin a una edicin conmemorativa es saber si la relevanciahistrica del libro se mantiene intacta. Yo pienso que as es. No creo necesario modificar ni una sola lnea.Aunque la parte ms conocida del libro es la escena inicial del funeral de Enrique VII, el prrafo final del eplogo condensael significado de la Gran Guerra en nuestra historia. Aunque puede resultar presuntuoso por mi parte decir algo as,pienso que ello se explica tan bien como en cualquiera de los manuales que conozco acerca de la Primera GuerraMundial.Poco despus de los elogiosos comentarios de Fadiman pude leer una asombrosa prediccin en Publishers Weekly, laBiblia del mundo editorial. Los caones de agosto deca ser la obra de no ficcin ms vendida durante latemporada de invierno, e, inspirada por esta rotunda afirmacin, la publicacin se dejaba llevar por una ciertaexcentricidad al afirmar que el libro captar la atencin del pblico estadounidense y le infundir un renovadoentusiasmo por los momentos elctricos de este ignorado captulo de la historia []. No creo que yo hubiera escogido eltrmino entusiasmo para referirme a la Gran Guerra, o que alguien pueda sentir entusiasmo por los momentoselctricos, o que tenga sentido llamar a la Primera Guerra Mundial, que tiene la lista de referencias bibliogrficas mslarga de la Biblioteca Pblica de Nueva York, un captulo ignorado de la historia, pese a todo lo cual me sent muyagradecida por la calurosa bienvenida que PW le dispensaba a Los caones de agosto. Recuerdo que, mientras escribael libro, en momentos de desaliento le preguntaba al seor Scott: Quin va a leer esto?, y l me responda: Al menosdos personas: usted y yo mismo. Esa observacin no resultaba muy alentadora, y por eso las palabras publicadas en PWme parecieron ms asombrosas an. Como pudo verse posteriormente, sus predicciones eran acertadas. Los caones deagosto empez a cosechar un gran xito de ventas, y mis hijas, a quienes destin los ingresos en concepto de derechosde autor y derechos de venta en el extranjero, desde entonces han ido recibiendo cheques con sumas nada despreciables.Cuando se tiene que dividir entre tres, la cantidad puede que no sea muy grande, pero es bueno saber que, treinta y seis

  • aos despus, el libro todava sigue llegando a las manos de nuevos lectores.Con esta nueva edicin me siento feliz de que pueda darse a conocer a las nuevas generaciones, y espero que al llegar a lamediana edad no haya perdido su encanto o, ms precisamente, su inters.

    BARBARA W. TUCHMAN

  • NOTA DE LA AUTORADeseo expresar, en primer lugar, mi deuda de gratitud al seor Cecil Scott, de The Macmillan Company, de Nueva York,cuyos consejos, estmulos y conocimiento del tema han sido un elemento esencial y un firme apoyo desde el principio alfin. He tenido, asimismo, la suerte de poder contar con la colaboracin crtica del seor Denning Miller, que me haaclarado muchos problemas de lxico e interpretacin y ha conseguido un libro mejor de lo que hubiese sido en casocontrario. Por su ayuda le estoy eternamente agradecida.Quiero expresar igualmente mi reconocimiento a las fuentes tan valiosas de la New York Public Library, y, al mismotiempo, el deseo de que, de algn modo, algn da se encuentre en mi ciudad natal un medio para que los recursos quelos eruditos puedan hallar en nuestra Biblioteca puedan compararse con los de aqulla. Mi agradecimiento tambin vadirigido a la New York Society Library por la continua hospitalidad de sus miembros y por facilitarme un lugar dondeescribir a la seora Agnes F. Peterson, de la Hoover Library de Stanford, por haberme prestado el Procs-Verbaux, deBriey, y haberse esforzado en todo momento en hallar la respuesta a muchas preguntas; a la seorita R. E. B. Coombe, delImperial War Museum de Londres, por muchas de las ilustraciones; a los miembros de la Bibliothque de DocumentationInternationale Contemporaine de Pars, por su material original, y al seor Henry Sachs, de la American OrdenanceAssociation, por sus consejos tcnicos y por ayudarme con mi deficiente alemn.Quiero explicarle al lector que la omisin de Austria-Hungra, Serbia y los frentes ruso-austriaco y serbo-austriaco no hasido enteramente arbitraria. El inagotable problema de los Balcanes se separa, de un modo natural, del resto de la guerra,y, en mi opinin, la obra adquiere de este modo mayor unidad, y se evita, al mismo tiempo, una ampliacin excesiva de suobjeto.Despus de haberme sumergido durante mucho tiempo en los recuerdos militares, haba confiado en poder renunciar acitar con cifras romanas las unidades militares, que hacen que una pgina resulte tan fra, pero la costumbre ha resultadoms fuerte que las buenas intenciones. No he podido hacer nada con las cifras romanas que, al parecer, estnintrnsecamente ligadas a los cuerpos de Ejrcito, pero s puedo ofrecer al lector una valiosa regla de orientacin: los rosfluyen hacia abajo, y los ejrcitos, incluso cuando dan media vuelta y se repliegan, se considera que marchan hacia ellugar del que partieron, es decir, su izquierda y su derecha siguen siendo las mismas que en el momento en queavanzaban.En las notas que hay al final del libro, ofrecemos las fuentes de todas las citas. He tratado de evitar atribucionesespontneas y tambin el estilo debi de de los relatos histricos: Al contemplar cmo la costa de Francia desaparecaa la luz del sol que se pona, Napolen debi de pensar en las largas. Todos los datos de tiempo, pensamientos osentimientos y estados de la opinin pblica o privada reseados en las siguientes pginas se basan en documentosoriginales. Cuando se ha considerado necesario, la prueba aparece en las notas.

  • INTRODUCCIN

  • 1UNOS FUNERALES[*]

    Era tan maravilloso el espectculo aquella maana de mayo del ao 1910, en que nueve reyes montaban a caballo en losfunerales de Eduardo VII de Inglaterra, que la muchedumbre, sumida en un profundo y respetuoso silencio, no pudoevitar lanzar exclamaciones de admiracin. Vestidos de escarlata y azul y verde y prpura, los soberanos cabalgaban enfila de a tres, a travs de las puertas de palacio, luciendo plumas en sus cascos, galones dorados, bandas rojas ycondecoraciones incrustadas de joyas que relucan al sol. Detrs de ellos seguan cinco herederos al trono, y cuarentaaltezas imperiales o reales, siete reinas, cuatro de ellas viudas y tres reinantes, y un gran nmero de embajadoresextraordinarios de los pases no monrquicos. Juntos representaban a setenta naciones en la concentracin ms grandede realeza y rango que nunca se haba reunido en un mismo lugar y que, en su clase, haba de ser la ltima. La conocidacampana del Big Ben dio las nueve cuando el cortejo abandon el palacio, pero en el reloj de la Historia era el crepsculo,y el sol del viejo mundo se estaba poniendo, con un moribundo esplendor que nunca se vera otra vez.En el centro de la primera fila cabalgaba el nuevo rey, Jorge V, flanqueado a su izquierda por el duque de Connaught, elnico hermano superviviente del difunto rey, y a su derecha figuraba un personaje al cual, segn resea del The Times,corresponde el primer lugar entre todos los extranjeros que asisten al funeral, y que incluso cuando las relaciones hansido ms tensas, no ha perdido nunca su popularidad entre nosotros: Guillermo II, emperador de Alemania. Montadosobre un caballo gris, luciendo el uniforme escarlata de mariscal de campo britnico, llevando el bastn de este rango, elkiser presentaba una expresin, con su famoso bigote con las guas hacia arriba, que resultaba grave, por no decirsevera.[1] De las varias emociones que agitaban su pecho tan susceptible poseemos algunas indicaciones en sus cartas:Me siento orgulloso de considerar este lugar mi hogar y de ser miembro de esta familia real,[2] escribi a su casa,despus de haber pasado una noche en el castillo de Windsor, en las antiguas habitaciones de su madre. Lossentimentalismos y la nostalgia evocadas en estas ocasiones melanclicas en que conviva con sus familiares ingleses semezclaban con el orgullo de su supremaca entre los potentados all congregados y el profundo alivio por la desaparicinde su to del escenario europeo. Haba llegado para enterrar a Eduardo, su tormento; Eduardo, el archiconspirador, talcomo lo consideraba Guillermo, del bloqueo de Alemania; Eduardo, el hermano de su madre, al que no poda engaar, niimpresionar, cuyo obeso cuerpo arrojaba una sombra entre Alemania y el sol. Es el diablo. No os podis imaginar lodiablico que es!.[3]Este veredicto, anunciado por el kiser antes de una cena a la que asistan trescientos invitados, en Berln, en el ao 1907,tuvo su origen en uno de los viajes que Eduardo emprendi por el continente con planes claramente sealados decercarlo. Haba pasado una provocadora semana en Pars, haba visitado, sin ninguna razn aparente, al rey de Espaa,que acababa de casarse con su sobrina, y haba terminado haciendo una visita al rey de Italia con la evidente intencin dedisuadirle de su Triple Alianza con Alemania y Austria. El kiser, poseedor de la lengua ms viperina de Europa, se habadejado llevar nuevamente por sus impulsos y haba hecho uno de aquellos comentarios que, de un modo peridico,durante los veinte ltimos aos de su reinado, agotaban los nervios de los diplomticos.Afortunadamente, aquel diablo que pretenda bloquear Alemania haba muerto y haba sido sustituido por Jorge, que, talcomo le confes el kiser a Theodore Roosevelt pocos das antes del funeral, era muy buen muchacho (tena cuarenta yseis aos; por lo tanto, era seis aos ms joven que el kiser). Es un ingls de pies a cabeza y odia a todos losextranjeros, pero eso no tiene importancia, siempre que no odie a los alemanes ms que a los otros extranjeros.[4] Allado de Jorge, Guillermo cabalgaba confiado, saludando, a su paso, a los regimientos de los dragones reales, de los cualesera coronel honorario. En cierta ocasin haba distribuido fotografas suyas luciendo el uniforme de este regimiento y conla inscripcin encima de su firma: Espero mi hora.[5] Aquel da haba llegado su hora, era soberano supremo en Europa.Detrs de l cabalgaban los dos hermanos de la reina viuda Alexandra, el rey Federico de Dinamarca y el rey Jorge deGrecia, su sobrino, el rey Haakon de Noruega, y tres reyes que haban de perder sus tronos: Alfonso de Espaa, Manuelde Portugal y, luciendo un turbante de seda, el rey Fernando de Bulgaria, que irritaba a los otros soberanos hacindosellamar zar y que guardaba en una caja las insignias reales de emperador de Bizancio en espera del da en que pudierareunir bajo su cetro los antiguos dominios bizantinos.[6]Maravillados ante esos esplndidos prncipes montados, tal como los describi The Times, pocos observadoresprestaban atencin al noveno rey, el nico que haba de alcanzar grandeza como hombre. A pesar de ser un hombre altoy un perfecto jinete, Alberto, rey de los belgas, al que no le gustaba la pompa de las ceremonias reales, obligado acabalgar junto a aquellos compaeros, se senta embarazado y ausente. Tena treinta y cinco aos y haca solamente unao que haba subido al trono. Incluso posteriormente, cuando su rostro fue ms conocido como smbolo de herosmo ytragedia, todava encontramos en l esta expresin ausente, como si su mente estuviera sumida en otros problemas.El futuro causante de la tragedia, alto, corpulento y envarado, con plumas verdes adornando su casco, el archiduqueFrancisco Fernando de Austria, heredero del anciano emperador Francisco Jos, cabalgaba a la derecha de Alberto, y a suizquierda otro heredero que no llegara a subir al trono, el prncipe Yusuf, heredero del sultn turco. Detrs de los reyesseguan las altezas reales: el prncipe Fushimi, hermano del emperador de Japn, el gran duque Miguel, hermano del zarde Rusia; el duque de Aosta, vestido de azul claro con verdes plumas, hermano del rey de Italia; el prncipe Carlos,

  • hermano del rey de Suecia; el prncipe Enrique, consorte de la reina de Holanda, y los prncipes reales de Serbia, Rumaniay Montenegro. Este ltimo, el prncipe Danilo, un amable y extremadamente apuesto joven de deliciosos modales, separeca al amante de la Viuda Alegre por ms de un motivo, ya que, para consternacin de los funcionarios britnicos,haba llegado la noche anterior acompaado por una encantadora joven de grandes atractivos personales, a quienpresent como la dama de honor de su esposa, que le haba acompaado a Londres para hacer ciertas compras.[7]Segua un regimiento de miembros de menor rango de la realeza: los grandes duques de Mecklenburg-Schwerin,Mecklenburg-Strelitz, Schleswig-Holstein, Waldeck-Pyrmont de Coburgo, Sajonia-Coburgo y Sajonia-Coburgo Gotha, deSajonia, Hesse, Wrttemberg, Baden y Baviera; este ltimo, el prncipe heredero Rupprecht, haba de mandar muy prontoun ejrcito alemn en el campo de batalla. Figuraba tambin en el cortejo el prncipe de Siam, un prncipe de Persia, cincoprncipes de la antigua casa real francesa de Orleans, un hermano del jedive de Egipto, que luca un fez bordado en oro, elprncipe Tsia-tao, de China, con un manto bordado de color azul claro y cuya antigua dinasta haba de permanecertodava durante dos aos en el trono, y el hermano del kiser, el prncipe Enrique de Prusia, que representaba la Marinade Guerra alemana, de la que era comandante en jefe. Entre tanta munificencia haba tres caballeros vestidos de paisano:el seor Caston-Carlin, de Suiza, el seor Pichn, ministro de Asuntos Exteriores francs, y el ex presidente TheodoreRoosevelt, enviado especial de Estados Unidos.Eduardo, objeto de esta reunin sin precedentes de naciones, haba sido llamado frecuentemente el To de Europa, unttulo que, en lo que haca referencia a las casas gobernantes en Europa, poda ser tomado literalmente. Era el to no slodel kiser Guillermo sino tambin, por la hermana de su esposa, la emperatriz viuda Mara de Rusia, del zar Nicols II. Susobrina Alix era la zarina, su hija Maud era reina de Noruega, otra sobrina, Ena, era reina de Espaa, y una tercerasobrina, Mara, sera pronto reina de Rumania. La familia danesa de su esposa, adems de sentarse en el trono deDinamarca, haba educado al zar de Rusia y proporcionado reyes a Grecia y Noruega. Otros parientes, los descendientesde los nueve hijos e hijas de la reina Victoria, estaban desperdigados por las cortes de Europa.No eran nica y exclusivamente los sentimientos personales o lo inesperado y el choque de la muerte de Eduardo yaque la opinin pblica slo estaba enterada de que haba estado enfermo durante un da y de que haba muerto alsiguiente la causa de las profundas muestras de condolencia al paso del fretro. Se trata, en realidad, de un tributo a lasgrandes dotes de Eduardo como un rey muy social que haba prestado servicios muy valiosos a su patria. Durante losnueve aos de su breve reinado, el frreo aislamiento de Inglaterra haba cedido, bajo presin, a una serie deentendimientos y acuerdos, que, sin embargo, no eran alianzas, pues Inglaterra no era partidaria de ligarse, de unmodo definitivo, con dos viejos enemigos, Francia y Rusia, y con una nueva potencia en el firmamento, Japn. Estecambio de equilibrio se manifestaba en todo el orbe y afectaba las relaciones de todos los Estados entre s. A pesar deque Eduardo nunca inici o influy en la poltica de su pas, su diplomacia personal ayud a hacer posible este cambio.Cuando era nio lo llevaron a visitar Francia, y le dijo a Napolen III: Posee usted un bonito pas. Me gustara ser hijosuyo.[8] Esta preferencia por todo lo francs, en contraste, o tal vez como protesta contra el favoritismo por todo loalemn de su madre, lo domin profundamente, y a la muerte de su madre hara un mayor uso de esta preferencia.Cuando Inglaterra, irritada por el reto que representaba el Programa Naval alemn del ao 1900, decidi olvidar las viejasrencillas con Francia, las grandes dotes de Eduardo como Roi Charmeur lograron allanar el camino. En 1903 se fue aPars, a pesar de los consejos de sus polticos de que una visita oficial sera recibida muy framente. A su llegada lamuchedumbre estaba silenciosa y tensa, excepto unos cuantos gritos de Vivent les Boers! y Vive Fashoda! que el reyignor. A un preocupado ayudante de campo que le musit: Los franceses no nos quieren, le replic: Y por quhabran de querernos?, y continu saludando y sonriendo desde su coche.[9]Durante cuatro das se present al pblico, pas revista a las tropas en Vincennes, asisti a las carreras en Longchamps, auna representacin de gala en la pera, un banquete oficial en el Elseo, una comida en el Quai dOrsay y, en el teatro,inclin la opinin a su favor cuando, mezclndose con el pblico en un entreacto, dirigi galantes cumplidos en francs auna famosa actriz en el vestbulo. En todas partes dirigi graciosos y prudentes discursos sobre su amistad y admiracinpor todo lo francs, su gloriosa tradicin, su hermosa ciudad, por la cual confes una admiracin basada en muchosy bellos recuerdos, su sincero placer por la visita que efectuaba, su firme creencia de que antiguos malentendidoshaban sido felizmente superados y apartados a un lado, de que la mutua prosperidad de Francia e Inglaterra estabanntimamente relacionadas entre s, y reafirm su amistad entre los dos pases. Cuando abandon la ciudad, grit lamuchedumbre: Vive notre roi!. Nunca se haba observado en Francia un cambio de actitud tan rotundo como conocasin de la visita del monarca ingls. Haba conquistado el corazn de todos los franceses, tal como inform undiplomtico belga. El embajador alemn era de la opinin de que la visita del rey era un asunto muy enojoso, y de que elacercamiento anglo-francs era el resultado de una aversin general contra Alemania. Al cabo de un ao, y despus dehaber realizado los ministros una gran labor solventando todas las disputas, este acercamiento se convirti en la Ententeanglo-francesa, que fue firmada en abril de 1904.Alemania hubiera podido llegar a una entente con Inglaterra si sus dirigentes, que crean ver doblez en los ingleses, nohubieran rechazado las insinuaciones del secretario de Colonias, Joseph Chamberlain, en 1899, y de nuevo, en 1901. Ni eloscuro Holstein, que diriga los asuntos exteriores de Alemania entre bastidores, ni el elegante y erudito canciller, el

  • prncipe Blow, ni el propio kiser, estaban seguros de la razn de sus sospechas contra Inglaterra y tampoco estabanconvencidos de si haba algo prfido en sus pretensiones. El kiser siempre dese llegar a un acuerdo con Inglaterra,siempre que se pudiera llegar al mismo sin dar la impresin de que l lo deseaba. En cierta ocasin, influenciado por elambiente ingls y los sentimentalismos familiares con motivo de los funerales de la reina Victoria, le confes a Eduardoeste deseo. Ni una rata podra moverse en Europa sin nuestro permiso, manifest, pues as era como l prevea unaalianza anglo-germana.[10] Pero tan pronto los ingleses mostraban seales de acercamiento, l y sus ministros cambiabande rumbo, sospechando algn truco. En el temor de que les pudieran engaar en la mesa de conferencias, preferanmantenerse alejados y dedicar toda su atencin y esfuerzos a una Marina de Guerra cada vez ms poderosa para obligar aInglaterra a aceptar sus condiciones.Bismarck haba aconsejado a los alemanes que se contentaran con ser una potencia terrestre, pero sus sucesores no eran,ni individual ni colectivamente, unos Bismarck, Haban perseguido unos objetivos claramente limitados, pero andabantras unos horizontes ms ambiciosos, sin tener una idea clara de lo que deseaban. Holstein era un Maquiavelo sin unapoltica decidida y que actuaba basndose, nica y exclusivamente, en un solo principio: recelar de todo el mundo. Blowno tena principios de ninguna clase: era un hombre tan escurridizo, se lamentaba su colega el almirante Tirpitz, que,comparado con una anguila, era una sanguijuela.[11] El desconcertante, inconstante y siempre imaginativo kiser se fijabaun objetivo diferente a cada hora y practicaba la diplomacia como un ejercicio de movimiento continuo.Ninguno de ellos crea que Inglaterra pudiera llegar alguna vez a un entendimiento con Francia, y todas las advertenciasfueron rechazadas, incluso por el propio Holstein, como ingenuas,[12] y de un modo ms tajante an por el barnEckhardstein, consejero de la embajada alemana en Londres. Durante una cena en Marlborough House, en 1902,Eckhardstein haba visto desaparecer al embajador francs Paul Cambon, en la sala de billares, acompaado deChamberlain, sumidos ambos polticos en una animada conversacin que dur veintiocho minutos, y las pocas palabrasque llegaron a sus odos en las memorias del barn no se dice si la puerta estaba abierta o estaba escuchando por lacerradura fueron Egipto y Marruecos.[13] Ms tarde fue invitado a pasar a la sala de trabajo de Eduardo, en la queel rey le ofreci un cigarro Uppman de 1888 y le dijo que Inglaterra estaba a punto de llegar a un acuerdo con Franciasobre todas las cuestiones en litigio.Cuando la Entente se convirti en un hecho, la ira de Guillermo fue tremenda. Pero mucho ms rotundo an era el triunfode Eduardo en Pars. El Reise-Kaiser (el emperador viajero), como era llamado por la frecuencia de sus viajes, gozabade las entradas ceremoniosas en las capitales extranjeras, y, sobre todo, deseaba visitar Pars, la inconquistable.[14] Habaestado en todas partes, incluso en Jerusaln, en donde haba sido necesario ampliar las puertas de Jaffa para permitir suentrada a caballo. Pero Pars, el centro de lo que era maravilloso, de todo aquello que deseaba, que representaba todo loque no era Berln, permaneca cerrada a l. Deseaba escuchar las aclamaciones de los parisienses y recibir el GrandCordon de la Legin de Honor y hacer entender claramente a los franceses su imperial deseo. Pero la invitacin nollegaba. Entraba en Alsacia y haca discursos glorificando la victoria del ao 1870, presida desfiles militares en Metz,Lorena, pero tal vez sea sta una de las historias ms tristes. El kiser lleg a los ochenta y dos aos y muri sin haberestado en Pars.La envidia hacia las naciones ms viejas le atormentaba. Se lament delante de Theodore Roosevelt de que la noblezainglesa en sus viajes por el continente nunca visitara Berln y siempre fueran a Pars.[15] Se senta humillado. Durantetodos estos aos de mi reinado, mis colegas, los monarcas de Europa, no han prestado la menor atencin a lo que yodigo. Muy pronto, con mi gran flota respaldando mis palabras, sern ms respetuosos, le dijo al rey de Italia.[16] Estosmismos sentimientos conmovan a toda la nacin, que sufra, lo mismo que su emperador, por la falta de reconocimiento.Llenos de energa y ambicin, conscientes de su fuerza, alimentados por Nietzsche y Treitschke, se sentan poderosospara gobernar y estaban molestos ante el hecho de que el mundo no reconociera esta superioridad. Hemos de asegurarel nacionalismo alemn y el espritu germano en todo el mundo obligando a que se guarde el respeto que nos deben yque no nos han demostrado hasta ahora, escribi Bernhardi, el portavoz del militarismo.[17] Verdaderamente slo veaun medio para alcanzar este objetivo. Otros Bernhardi, de menor categora, trataban de ganarse este aprecio y esterespeto con amenazas y demostraciones de fuerza. Exigan su lugar al sol y proclamaban las virtudes de la espada.Segn el concepto alemn, la mxima habitual del seor Roosevelt para tratar con sus vecinos era: Habla suavemente yten al lado un buen garrote. Pero cuando los alemanes esgriman un arma, cuando el kiser orden a sus tropas quepartieran hacia China para enfrentarse con la rebelin de los bxers como unos autnticos hunos de Atila (fue suya lacomparacin de los alemanes con los hunos),[18] cuando las sociedades pangermanas y las ligas navales se multiplicaban yse reunan en congresos para invitar a otras naciones a reconocer sus legtimas aspiraciones[19] en pro de la expansin,y las otras naciones respondan con alianzas, entonces gritaban en Alemania Einkreisung! (Cerco!). Y el gritoDeutschland gnzlich einzukreisen reson durante toda la dcada.[20]Eduardo continuaba con sus visitas por el extranjero: Roma, Viena, Lisboa, Madrid y no slo para visitar a otrosmonarcas. Cada ao tomaba los baos en Marienbad, en donde poda cambiar sus impresiones con el Tigre de Francia,nacido el mismo ao que l, y que haba sido primer ministro cuatro de los aos en los que Eduardo fue rey. El seorClemenceau comparta la opinin de Napolen de que Prusia haba nacido de una bala de can y vea esta bala de

  • can volar en su direccin. Trabajaba, planeaba, maniobraba a la sombra de una idea fija: que las ansias alemanas depoder haban fijado como su ambicin la exterminacin de Francia. Le deca a Eduardo que cuando llegara el momentoen que Francia precisara de ayuda, el poder martimo de Inglaterra no sera suficiente, y le recordaba que Napolen habasido derrotado en Waterloo y no en Trafalgar.[21] El rey, cuyas dos pasiones en la vida eran ir vestido de un modo correctoy disfrutar de una compaa no ortodoxa, pasaba por alto lo primero y admiraba al seor Clemenceau.En 1908, y con gran disgusto de sus sbditos, Eduardo visit al zar a bordo de su yate imperial en Reval. Los imperialistasingleses consideraban a Rusia como el antiguo enemigo de Crimea y ms recientemente como la amenaza que se cernasobre la India, mientras que para los liberales y los laboristas Rusia era el pas del ltigo, de los pogromos y de larevolucin ahogada en sangre del ao 1905, y el zar, en opinin del seor Ramsay Macdonald, era un vulgar asesino.[22]Esta aversin era recproca. Rusia detestaba la alianza de Inglaterra con Japn y la odiaba como la potencia que habafrustrado las ambiciones histricas de Rusia sobre Constantinopla y los estrechos. Nicols II mezcl, en cierta ocasin, dosprejuicios favoritos en una simple afirmacin: Un ingls es un zhid [judo].[23]Pero los viejos antagonismos no eran tan fuertes como las nuevas presiones, y ante la insistencia de los franceses, quetenan mucho inters en que sus dos aliados llegaran a un acuerdo, fue firmada en 1907 la Convencin anglo-rusa. Seprecisaba de un toque personal de real amistad para dejar a un lado cualquier recelo, y por este motivo Eduardo embarcpara Reval. Sostuvo largas conversaciones con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Isvolsky, y bail el vals de La viudaalegre con la zarina, hasta el punto de hacerla rer, siendo el primer hombre en conseguir semejante hazaa desde quela desgraciada mujer colocara sobre sus sienes la corona de los Romanov.[24] No se trataba de un hecho tan frvolo comopueda parecer a simple vista, puesto que la verdad es que el zar gobernaba Rusia como un autntico autcrata y l mismoestaba bajo la completa influencia de su esposa. Era una mujer hermosa, histrica y recelosa que odiaba a todo el mundo,con la excepcin de los miembros de su familia y a unos pocos fanticos o charlatanes lunticos que ofrecan consuelo asu alma desesperada. El zar, un hombre de mediana inteligencia y mal educado, estaba hecho, segn opinin del kiser,para vivir en una finca en la que se pudiera dedicar al cultivo de nabos.[25]El kiser consideraba al zar dentro de su propia esfera de influencia, y trataba, por medio de unos hbiles esquemas, dehacerle abandonar la alianza francesa, que haba sido la consecuencia de la falta de habilidad del propio Guillermo. Lamxima de Bismarck, amistad con Rusia, y el Tratado de Seguridad de Bismarck con los rusos, haba llevado a Guillermoy a Bismarck muy lejos durante su primer y peor acto de gobierno. Alejandro III, el zar alto, fuerte y grave de aquellosdas, haba dado rpidamente media vuelta en el ao 1892 y haba concertado una alianza con la Francia republicana,incluso a costa de mantenerse firme cuando interpretaban la Marseillaise. Adems, despreciaba a Guillermo, al queconsideraba un garon mal lev,[26] y a quien miraba por encima del hombro. Desde el momento en que Nicols subial trono, Guillermo trat de reparar aquel mal paso que haba dado escribindole al zar largas cartas, en ingls, dndoleconsejos, habindole de chismorreos polticos, dirigindose a l llamndole querido Nicky y firmando tu queridoamigo, Willy. Una repblica atea, manchada por la sangre de los nobles, no era buena compaa para m. Nicky, te doymi palabra, la maldicin de Dios ha cado para siempre sobre este pueblo, le dijo al zar.[27] El verdadero inters deNicols estribaba, tal como le sealaba Guillermo, en un Drei-Kaiser Bund, una liga de los tres emperadores de Rusia,Austria y Alemania. Sin embargo, recordando el desprecio con que le haba tratado el viejo zar, no poda por menos depatrocinar un poco a su hijo. Golpeaba amistosamente a Nicols en el hombro y le deca: El consejo que te doy son msdiscursos y ms desfiles.[28] Y ofreci mandarle tropas alemanas para proteger a Nicols contra sus rebeldes sbditos, loque irritaba a la zarina, que odiaba cada vez ms a Guillermo despus de cada una de estas visitas.Cuando fracas, a causa de las circunstancias, en alejar a Rusia de Francia, el kiser urdi un ingenioso tratado obligandoa Rusia y Alemania a ayudarse mutuamente en caso de ataque, un tratado que el zar, al firmarlo, tena que comunicar alos franceses e invitarles a unirse al mismo. Despus de los desastres de Rusia en su guerra contra Japn, una guerra queel kiser haba considerado necesaria, y los levantamientos revolucionarios que siguieron cuando el rgimen seencontraba en un punto difcil, invit al zar a una entrevista secreta, sin la presencia de ministros, en Bjrk, en el golfode Finlandia. Guillermo saba perfectamente que Rusia no poda acceder a aquel tratado sin violar la confianza conFrancia, pero crea que la firma de dos soberanos era todo lo que se precisaba para borrar todas las dificultades. Nicolsfirm. Guillermo estaba entusiasmado. Haba reparado su fatal error, haba asegurado la espalda de Alemania y habaroto el cerco. Las lgrimas se agolparon en mis ojos, le escribi a Blow. Y estaba firmemente convencido que suabuelo Guillermo I, que haba muerto murmurando unas palabras sobre una guerra en dos frentes, fijaba contento sumirada en l. Estaba seguro de que su tratado era el golpe maestro de la diplomacia alemana, y sin duda lo hubiera sido sino hubiese sido cancelado. Cuando el zar regres a palacio con el pacto, sus ministros, despus de una lectura del mismo,indicaron horrorizados que, comprometindose a unirse a Alemania en una posible guerra, haba repudiado su alianzacon Francia, un detalle que, sin duda, haba escapado a la atencin de Su Majestad bajo el influjo de la elocuencia delemperador Guillermo.[29] El Tratado de Bjrk slo tuvo un da de vida.Y ahora se entrevista Eduardo con el zar en Reval. Al leer el informe del embajador alemn sobre esta entrevista y alsugerir que Eduardo deseaba realmente la paz, el kiser escribi furioso, al margen: Miente. Desea la guerra, pero seryo quien habr de empezarla.[30]

  • El ao termin con el ms explosivo faux paus de toda la carrera del kiser: una entrevista concedida al Daily Telegraphexpresando sus puntos de vista sobre la situacin, y sobre quin haba de luchar contra quin, unos comentarios que noslo enojaron a sus vecinos, sino tambin a sus sbditos. El disgusto pblico fue tan manifiesto que el kiser se meti encama, estuvo enfermo tres semanas y pas mucho tiempo antes de que se presentara en pblico.[31]Desde entonces no haba tenido lugar ningn nuevo estallido. Los dos ltimos aos de la dcada durante los cualesEuropa disfrut de una bien ganada siesta fueron los ms tranquilos. El ao 1910 fue pacfico y prspero. Todava nohaba surgido la segunda crisis de Marruecos, ni la Guerra de los Balcanes. Un nuevo libro, La gran ilusin, de NormanAngell, que acababa de ser publicado, trataba de demostrar que la guerra era imposible. Gracias a unos argumentosconvincentes y unos ejemplos irrefutables, Angell demostraba que, en la presente interdependencia financiera yeconmica de las naciones, el vencedor sufrira tanto como el vencido, por lo que una guerra no entraaba ya ningunaventaja ni beneficio, y, por lo tanto, ninguna nacin cometera la locura de iniciar una guerra. Traducido a once idiomas,La gran ilusin se convirti rpidamente en libro de culto. En las universidades de Manchester, Glasgow y otras ciudadesindustriales, se formaron ms de cuarenta grupos de estudio de firmes creyentes que se dedicaban a propagar su dogma.El ms firme seguidor de Angell era un hombre de gran influencia en la poltica militar, el amigo y consejero del rey, elvizconde Esher, presidente del Comit de Guerra, encargado de la reorganizacin del Ejrcito britnico despus de sudeficiente actuacin durante la guerra contra los bers. Lord Esher pronunci conferencias basndose en La gran ilusin,tanto en Cambridge como en la Sorbona, tratando de demostrar cmo los nuevos factores econmicos pruebanclaramente la locura de las guerras agresivas. Una guerra en el siglo XX sera de tal magnitud, afirmaba, que susinevitables consecuencias de desastre comercial, ruina financiera y sufrimientos individuales eran tan evidentes que lahacan completamente inconcebible. Le dijo a un grupo de oficiales en el United Service Club, entre los que figuraba eljefe del Estado Mayor, sir John French, que, debido a los vnculos entre las naciones, la guerra se haca ms difcil eimprobable cada da que pasaba.[32]Alemania acepta tan entraablemente como la propia Gran Bretaa la doctrina de Norman Angell, afirmaba lord Esher,firmemente convencido de lo que deca. No sabemos hasta qu punto el kiser y el prncipe heredero aceptaron estospuntos de vista despus de haberles regalado sendos ejemplares de La gran ilusin.[33] No tenemos pruebas de quemandara un ejemplar al general Von Bernhardi, que en 1910 estaba escribiendo un libro titulado Alemania y la prximaguerra, que public en el ao siguiente y que haba de ejercer una influencia tan grande como el libro de Angell, perodesde un punto de vista completamente opuesto. Tres de los captulos, El derecho a hacer la guerra, El deber de hacerla guerra y Potencia mundial o hundimiento, resumen toda su tesis. Como oficial de caballera, a los veintin aos deedad, en 1870, Bernhardi haba sido el primer alemn en cabalgar por debajo del Arco de Triunfo cuando los alemanesentraron en Pars.[34] Desde entonces, las banderas y la gloria le haban interesado menos que la teora, la filosofa y laciencia de la guerra aplicadas a la misin histrica de Alemania, otro de los captulos de su libro. Haba sido jefe de laSeccin de Historia Militar en el Estado Mayor, era uno de los miembros intelectuales de aquel cuerpo de esforzadospensadores y duros trabajadores y autor de un libro clsico sobre caballera antes de escribir sobre Clausewitz, Treitschkey Darwin, escritos que reuni en un libro que haba de convertir su nombre en un sinnimo de Marte.La guerra, afirmaba, es una necesidad biolgica, es poner en prctica la ley natural sobre la que se basan todas lasrestantes leyes de la Naturaleza, la ley de la lucha por la existencia. Las naciones escribi han de progresar ohundirse, no pueden detenerse en un punto muerto, y Alemania ha de elegir entre ser una potencia mundial o hundirsepara siempre. Entre las naciones, Alemania figuraba, a todos los efectos sociopolticos, a la cabeza de todo progreso enla cultura, pero est confinada en unos lmites demasiado estrechos, y, en consecuencia, poco naturales. No puedealcanzar sus elevados fines morales sin un creciente poder poltico, una mayor esfera de influencia y nuevos territorios.Este creciente poder poltico, que ser la base de nuestra importancia y que estamos autorizados a reclamar, es unanecesidad poltica y el primer y ms importante deber del Estado. En sus propias declaraciones, Bernhardi anunciaba:Aquello que deseamos alcanzar es por lo que hemos de luchar. Y desde aqu iba hasta la consecuencia final: Laconquista ha de convertirse, por tanto, en una ley de necesidad.Despus de probar la necesidad (la palabra preferida de los pensadores militaristas alemanes) Bernhardi continuabaestudiando el mtodo. Una vez reconocido el derecho a hacer la guerra, el siguiente paso estribaba en llevarla a un finaltriunfal. Para una guerra victoriosa, el Estado haba de lanzarla en el momento ms favorable por eleccin propia, yaque disfrutaba del reconocido derecho [] de hacer uso de este privilegio por iniciativa propia. Por lo tanto, la guerraofensiva se converta en otra necesidad y de ello resultaba otra consecuencia: Es de nuestra incumbencia [] pasar ala ofensiva y asestar el primer golpe. Bernhardi no comparta las preocupaciones del kiser de no cargar con el odiodel agresor. Ni tampoco se senta inhibido en decir dnde haban de asestar el primer golpe: Es completamenteinconcebible que Alemania y Francia puedan negociar sus problemas. Francia debe ser aniquilada de tal modo que nuncapueda cruzarse en nuestro camino. Francia debe ser aniquilada de una vez como potencia mundial.El rey Eduardo no vivi para leer el libro de Bernhardi. En enero de 1910 le mand al kiser, como de costumbre, susfelicitaciones de cumpleaos, y, como regalo, un bastn de paseo antes de partir para Marienbad y Biarritz. Pocos mesesdespus, haba muerto.

  • Hemos perdido el fundamento de nuestra poltica exterior, dijo Isvolsky cuando se enter de la noticia. Era unahiprbole, puesto que Eduardo era simplemente el instrumento, no el arquitecto, de la nueva situacin poltica creada enEuropa. En Francia la muerte del rey caus profunda emocin y sincera consternacin, segn Le Figaro. Pars, deca,lamentaba la prdida de un gran amigo tan profundamente como lo pudieran sentir en Londres. Las farolas y losescaparates en la Rue de la Paix estaban decorados de negro, igual que Piccadilly, retratos orlados de negro del difuntorey aparecan en las ciudades de provincias de Francia como a la muerte de un gran ciudadano francs. En Tokio, y enrecuerdo de la alianza anglo-japonesa, colgaban de las ventanas banderas inglesas y niponas entrelazadas, con lazo negro.En Alemania, cualesquiera que fueran los sentimientos, se observ en todo momento un proceder muy correcto. Todoslos oficiales del Ejrcito y de la Marina fueron obligados a llevar luto durante ocho das y los navos de la Marinadispararon las salvas de ordenanza e izaron las banderas a media asta. El Reichstag se puso en pie para escuchar unmensaje de condolencia ledo por su presidente, y el kiser se entrevist personalmente con el embajador britnico enuna visita que dur hora y media.[35]En Londres, durante la semana siguiente, la familia real estuvo atareada recibiendo a los reales invitados en la EstacinVictoria. El kiser lleg en su yate, el Hohenzollern, escoltado por cuatro destructores ingleses. Ech anclas en el Tmesisy recorri el ltimo trecho del viaje hasta Londres en tren, llegando a la Estacin Victoria como un prncipe ms.Extendieron una alfombra escarlata en el andn y en el corredor hasta el lugar en que haba de subir a su coche. Cuandosu tren entr en la estacin, en el momento en que el reloj sealaba las doce, la silueta familiar del emperador alemnbaj del tren para ser saludado por su primo, el rey Jorge, a quien bes en ambas mejillas. Despus del almuerzo fueronjuntos a Westminster Hall, en donde estaba expuesto el cadver de Eduardo.[36] Una tormenta la noche anterior y la lluviade toda la maana no haban desperdigado a los silenciosos y pacientes sbditos de Eduardo que esperaban su turno paravisitar la sala. Aquel da, jueves 19 de mayo, la fila de los que esperaban se alargaba cinco millas. Era el da en que laTierra haba de pasar por la cola del cometa Halley, cuya aparicin recordaba la tradicin que era sinnimo de desgracia.Acaso no haba anunciado la conquista de los normandos? El que la desgracia hiciera acto de presencia en momentoscomo aqullos, hizo que los redactores de los peridicos se inspirasen en los versos de Julio Csar:Cuando mueren los pordioseros, no se ven cometas, pero el mismo cielo sopla cuando mueren los prncipes.En la sala, el fretro estaba expuesto majestuosamente, cubierto por la corona, esfera y cetro. Montando la guardia, ensus cuatro ngulos, haba cuatro oficiales, cada uno de ellos de diferentes regimientos del Imperio en la actitud tradicionalde los oficiales que guardan un fretro, la cabeza inclinada y las manos con guantes blancos cruzadas sobre laempuadura de una espada. El kiser estudi todos los detalles con inters profesional. Qued profundamenteimpresionado, y aos despus recordaba todos los detalles de la escena con su maravilloso ambiente medieval.[37] Viocmo los rayos del sol se filtraban a travs de las estrechas ventanas gticas que iluminaban las joyas de la corona, yasisti al relevo de la guardia junto al fretro. Despus de depositar su ramo de flores rojas y blancas sobre el fretro, searrodill al lado del rey Jorge, or silenciosamente y, al ponerse nuevamente en pie, cogi la mano de su primo en unapretn sincero y viril. Este gesto, que fue ampliamente comentado, caus una inmejorable impresin.Pblicamente, su forma de proceder fue perfecta, pero en privado no pudo resistir la tentacin de urdir nuevos planes.Durante una cena, ofrecida por el rey aquella noche en Buckingham Palace en honor de los setenta visitantes reales yembajadores especiales, se llev a un rincn al seor Pichn, de Francia, y le propuso que, en el caso de que Alemania seembarcara en una guerra contra Inglaterra, Francia se pusiera a favor del bando alemn.[38] Teniendo en cuenta la ocasiny el lugar, este comentario imperial caus un profundo desconcierto, que oblig a sir Edward Grey, el secretario deAsuntos Exteriores ingls, a observar: Los dems soberanos son mucho ms silenciosos.[39] El kiser negposteriormente haber dicho nada por el estilo, ya que afirm haberse limitado a hablar sobre Marruecos y otros asuntospolticos.[40] El seor Pichn declar, muy discretamente, que el lenguaje del kiser haba sido amistoso y pacfico.[41]A la maana siguiente, en el cortejo, en donde no se le ofreca la ocasin de poder hablar, el comportamiento deGuillermo fue ejemplar. Mantuvo su caballo una cabeza detrs del corcel del rey Jorge, y a Conan Doyle, corresponsalespecial en aquella ocasin, se le antoj tan noble que Inglaterra habr perdido algo de su antigua tradicin de amistadsi hoy mismo no le encierra de nuevo en sus corazones.[42] Cuando el cortejo lleg a Westminster Hall, fue el primero ensaltar del caballo, y cuando lleg el carruaje en el que iba la reina Alexandra, corri hacia la portezuela con tal agilidadque lleg antes que los criados reales. Pero al comprobar que la reina bajaba del carruaje por el otro lado, Guillermo diorpidamente la vuelta al frente de los criados, llegando antes que ellos, y ayud a bajar a la viuda y la bes con el afectode un querido sobrino. Afortunadamente, el rey Jorge llegaba en aquel mismo instante para rescatar a su madre,sabiendo que sta odiaba al kiser, tanto personalmente como por lo de Schleswig-Holstein. Aunque Guillermo slo tenaocho aos de edad cuando Alemania se apoder de los ducados de Dinamarca, nunca se lo haba perdonado ni a l ni a supas. Cuando su hijo, durante una visita a Berln en el ao 1890, fue nombrado coronel honorario de un regimientoprusiano, le escribi: De modo que mi hijo Jorge se ha convertido en un autntico y vivo soldado alemn de casaca azulNo crea vivir para llegar a ver una cosa as! Pero no importa Ha sido tu desgracia y no tu culpa.[43]Los tambores redoblaron amortiguados y se oy el quedo sonido de las gaitas cuando el fretro, envuelto en la banderareal, fue sacado por un grupo de soldados de la Marina de Guerra, cubiertos con sombreros de paja. Las hojas de los

  • sables relucieron al sol cuando la caballera adopt la posicin de firmes. A la seal de cuatro agudos silbatos, losmarineros subieron el fretro sobre el furgn militar pintado en prpura, rojo y blanco. El cortejo fue avanzando entrefilas inmviles de granaderos que, como rojos muros, contenan al pblico, una muchedumbre que no emita un solosonido. Londres nunca haba estado tan poblada, tan silenciosa. Al lado y detrs del furgn militar, que era conducido porla Royal Horse Artillery, marchaban los sesenta y tres ayudantes de campo de Su Majestad, todos ellos coroneles,capitanes de navo o pares, entre los que figuraban cinco duques, cuatro marqueses y trece condes. Los tres mariscales decampo ingleses, lord Kitchener, lord Roberts y sir Evelyn Wood, cabalgaban juntos. Les seguan seis almirantes de laMarina, y detrs de stos, completamente solo, el gran amigo de Eduardo, sir John Fisher, el violento y excntrico antiguoprimer lord del Almirantazgo, con su curiosa cara de mandarn. Marchaban a continuacin destacamentos de todos losfamosos regimientos, los Coldstreams, los Gordon Highlanders, la Household Cavalry, los Horse Guards y Lancers y RoyalFusiliers, los brillantes hsares y dragones de las unidades de caballera alemana, rusa y austriaca, de los cuales Eduardohaba sido coronel honorario, y los almirantes de la Marina de Guerra alemana. Para algunos observadores, estedespliegue de fuerzas militares resultaba un poco exagerado en los funerales de un hombre que haba merecido el apodode El Pacificador.Su caballo, con la silla vaca y las botas vuelta abajo, conducido por dos caballistas y el terrier Csar, aadan una nota desentimiento personal. Segua la pompa de Inglaterra: los Poursuivants of Arms, en sus tabardos medievales, Silver Stick inWaiting, White Staves, caballerizos mayores, arqueros de Escocia, jueces con peluca y tnicas negras, y el lord ChiefJustice, con su tnica escarlata, obispos con la prpura eclesistica, alabarderos de la Guardia con sombreros deterciopelo negro y cuellos blancos isabelinos, una escolta de trompeteros y el desfile de los reyes seguidos por la reinaviuda y su hermana, la emperatriz viuda de Rusia, y otros doce coches en que iban las reinas, ladies y potentadosorientales.A lo largo de Whitehall, Mall, Piccadilly y el Parque, hasta la estacin de Paddington, en donde el fretro haba de seguiren tren hasta Windsor para su entierro, avanzaba lentamente el largo cortejo. La banda de los Royal Horse Guardsinterpretaba la marcha fnebre de Sal. Despus del funeral, lord Esher escribi en su diario: Nunca se ha conocido undolor tan intenso. Todos los viejos amigos que han marcado las sendas de nuestras vidas parecen haber desaparecido.[44]

  • LOS PLANES

  • 2DEJAD QUE EL LTIMO HOMBRE DE LA DERECHA

    ROCE EL CANAL CON SU MANGAEl conde Alfred von Schlieffen, el jefe del Estado Mayor alemn de 1891 a 1906, se haba educado, como todos losoficiales alemanes, en el precepto de Clausewitz: El corazn de Francia est situado entre Bruselas y Pars.[1] ste eraun axioma difcil de cumplir, pues la ruta hacia la que sealaba quedaba obstaculizada por la neutralidad belga, queAlemania, al igual que las otras cuatro grandes potencias europeas, haba garantizado a perpetuidad. En la firme creenciade que la guerra era inevitable y de que Alemania haba de entrar en la misma en las condiciones ms ptimas paraasegurarse el xito, Schlieffen decidi que el problema belga desapareciera para Alemania. De las dos clases de oficialesprusianos, los dotados de un cuello de toro y los grciles como gacelas, perteneca a la segunda. Con su monculo y susmodales reservados, fro y calculador, se concentraba de tal modo en su profesin que, cuando en cierta ocasin unayudante de campo, despus de una cabalgada durante toda la noche por la Prusia oriental, le llam la atencin sobre labelleza del ro Pregel, reluciente a la luz del sol que sala por el horizonte, el general ech una rpida y dura mirada al ro yreplic: Un obstculo sin importancia.[2] Y lo mismo decidi con respecto a la neutralidad belga.Una Blgica neutral e independiente fue creacin inglesa, o, mejor dicho, del ministro ingls de Asuntos Exteriores, lordPalmerston. La costa belga fue frontera para Inglaterra. En tierra belga, Wellington derrot a la ms grande amenazacontra Inglaterra desde los tiempos de la Armada Invencible. Por consiguiente, Inglaterra, desde aquel momento, deciditransformar aquella franja de terreno abierto y fcilmente transitable en una zona neutral, y despus del Congreso deViena convino con las dems potencias adscribirla al reino de los Pases Bajos. Disgustados por la unin con una potenciaprotestante, dominados por la fiebre del nacionalismo del siglo XIX, los belgas se revolucionaron en el ao 1830. Losholandeses lucharon por conservar las provincias; los franceses, ansiosos de reabsorber lo que ya haban posedo en otrostiempos, intervinieron en la contienda, mientras que los Estados autocrticos, Rusia, Prusia y Austria, que trataban demantener en Europa el statu quo acordado en Viena, estaban dispuestos a abrir fuego a la primera seal delevantamiento, fuese donde fuese.Lord Palmerston logr engaarlos a todos. Saba que aquella provincia poda ser una eterna tentacin, tanto para unvecino como para el otro, y que slo una nacin independiente decidida a conservar su propia integridad podrasobrevivir como zona segura. Despus de nueve aos de luchas, de tiras y aflojas, de mandar zarpar a la Marina inglesacuando as lo crea conveniente, logr que fuera firmado un tratado internacional garantizando Blgica como un Estadoindependiente y perpetuamente neutral. Este tratado fue firmado en el ao 1909 por Inglaterra, Francia, Rusia, Prusia yAustria.Ya desde el ao 1892, cuando Francia y Rusia firmaron la alianza militar, se hizo evidente que cuatro de las cinco nacionesfirmantes del tratado de Blgica se veran comprometidas de un modo automtico, dos contra dos, en la guerra que habade planear Schlieffen. Europa era un montn de espadas y resultaba completamente imposible sacar una sin poner enmovimiento las dems. De acuerdo con la alianza germano-austriaca, Alemania estaba obligada a ayudar a Austria en elcaso de un conflicto con Rusia, y segn las clusulas de la alianza entre Francia y Rusia ambas estaban obligadas amarchar sobre Alemania si una de las dos se vea embarcada en una guerra defensiva contra aquella nacin. Estadisposicin haca inevitable que, en cualquiera de las guerras en las que se viera comprometida Alemania, tuviera queluchar en dos frentes tanto contra Rusia como contra Francia.No se conoca an el papel que poda desempear Inglaterra. Poda permanecer neutral, o si se haca necesario, entrar enla guerra en contra de Alemania. No era un secreto para nadie que la causa poda serlo Blgica. Durante la Guerra Franco-prusiana, cuando en el ao 1870 Alemania era todava una potencia en ascenso, Bismarck haba tenido la suerte dereafirmar, a una insinuacin de Inglaterra, la inviolabilidad belga. Gladstone haba conseguido la firma de un tratado porambos bandos en el sentido de que si alguien violaba la neutralidad belga, Inglaterra cooperara con el otro a fin dedefender Blgica, aunque sin comprometerse en las operaciones generales de una guerra. Aun cuando esta frmula deGladstone hubiese sido difcil de llevar a la prctica, los alemanes no tenan motivo alguno para creer que en el ao 1914los ingleses la tomaran menos en serio que en el ao 1870. Schlieffen, sin embargo, decidi que en el caso de guerra,haba que atacar Francia atravesando Blgica.Sus razones eran una necesidad militar. En una guerra de dos frentes, escribi, todas las fuerzas de Alemania haban deser arrojadas contra un enemigo, el ms fuerte, el ms poderoso, el enemigo ms peligroso, y ste era, nica yexclusivamente, Francia.[3] El plan que Schlieffen complet hacia el ao 1906, el ao en que present la dimisin, preveaseis semanas y siete octavos de las fuerzas alemanas para aniquilar Francia, mientras que una octava parte haba demantener el frente del Este contra Rusia hasta que el grueso del ejrcito pudiera ser destinado a combatir al segundoenemigo.[4] Se decidi, en primera instancia, por Francia, dado que Rusia poda evitar una rpida victoria retirndose alinterior de su inmenso pas, obligando a Alemania a una campaa interminable, como haba sido en el caso de Napolen.Francia estaba mucho ms cerca y era ms fcil de movilizar. Los ejrcitos alemn y francs slo necesitaban dos semanaspara una completa movilizacin antes de poder lanzar un ataque de importancia al decimoquinto da. Rusia, segn laaritmtica alemana, debido a sus vastas distancias, su deficiente red ferroviaria y su gran nmero de soldados, tardara

  • seis semanas antes de poder lanzar una ofensiva de mayor escala, y, para entonces, Francia ya podra haber sidoderrotada.El riesgo de dejar que la Prusia oriental, el corazn de los junkers y de los Hohenzollern, slo fuera defendida por nuevedivisiones, era difcil de aceptar, pero ya Federico el Grande dijo: Es preferible perder una provincia que desperdigar lasfuerzas por medio de las cuales queremos alcanzar la victoria.[5] Y nada conforta tanto a la mente militar como lamxima de un gran, aunque difunto, general. Slo lanzando el mayor nmero de fuerzas contra el oeste poda invadirseFrancia en un plazo de tiempo relativamente breve. Solamente por medio de la estrategia del envolvimiento, usandoBlgica como ruta de paso, podan los ejrcitos alemanes, segn opinaba Schlieffen, atacar con xito a Francia. Susrazonamientos, desde el punto de vista puramente militar, parecan no entraar ningn error.Los ejrcitos haban aumentado de entre doscientos y trescientos mil hombres en el ao 1870 a casi un milln y medio, yrequeran ahora mucho ms espacio para maniobrar. Las fortalezas francesas, construidas a lo largo de las fronteras deAlsacia y Lorena a partir del ao 1870, impedan que Alemania pudiera lanzar un ataque frontal a travs de la fronteracomn. Slo dando un rodeo podan los franceses ser sorprendidos por la espalda y ser destruidos. Pero a ambosextremos de las lneas francesas estaban situados pases neutrales: Suiza y Blgica. No haba espacio suficiente, para lasinmensas fuerzas alemanas, para rodear a los franceses dentro del propio territorio de Francia. Los alemanes lo habanhecho en el ao 1870, cuando los dos ejrcitos haban sido ms reducidos, pero ahora se trataba de maniobrar con unejrcito de millones y rodear a otro ejrcito de millones. El espacio, las carreteras y los ferrocarriles eran elementosesenciales y stos se encontraban en Flandes. En Blgica haba espacio suficiente para la maniobra de envolvimiento, queera la frmula recomendada por Schlieffen para alcanzar el xito, as como tambin el medio para evitar un ataquefrontal, que era su frmula de la derrota.Clausewitz, el orculo del pensamiento militar alemn, haba concebido una rpida victoria por medio de una batalladecisiva como primer objetivo de una guerra ofensiva. La ocupacin del territorio enemigo y obtener el control sobresus fuentes de produccin eran aspectos secundarios de la cuestin. Lo esencial era obtener, lo ms rpidamente posible,esta victoria decisiva en el campo de batalla. El tiempo era el factor clave. Lo que ms tema Clausewitz era unareduccin gradual del enemigo o una guerra de posiciones. Escribi durante la dcada de Waterloo y sus obras seadoptaron como la Biblia de la estrategia desde el mismo momento de su publicacin.Para alcanzar una victoria decisiva, Schlieffen prepar una estrategia derivada de Anbal y de la Batalla de Cannae. Elgeneral que ahora imitaba Schlieffen haba muerto haca muchos aos. Dos mil aos haban transcurrido desde el clsicodoble envolvimiento de Anbal a los romanos, en Cannae. La artillera y las ametralladoras haban reemplazado al arco y laflecha, pero Schlieffen escribi: Los principios de la estrategia no han cambiado, sin embargo. El frente del enemigo noes el objetivo. Lo esencial es hundir sus flancos [] y completar el exterminio atacndole por la espalda.[6] SegnSchlieffen, el envolvimiento se converta en lo esencial y el ataque frontal, en un anatema del Estado Mayor alemn.El primer plan de Schlieffen, en el que ya se inclua la violacin de Blgica, fue formulado en el ao 1889. Estaba previstomarchar a travs del extremo de Blgica, al este del Mosa. Incrementado a cada ao que pasaba, en el ao 1905 se habaconvertido en un gran movimiento envolvente del ala derecha en el que los ejrcitos alemanes cruzaran Blgica desdeLieja a Bruselas antes de girar hacia el sur, en donde encontraran grandes facilidades en los territorios abiertos deFlandes, para continuar desde all contra Francia. Todo dependa de una rpida decisin contra Francia, pero incluso ellargo rodeo a travs de Flandes sera ms rpido que poner cerco a la lnea de fortalezas al otro lado de la fronteracomn.Schlieffen no contaba con suficientes divisiones para efectuar un doble envolvimiento de Francia a lo Cannae, y por estemotivo prepar un ala derec