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Verdadero retrato del venerable Hermano Juan de Jess San
Joaqun
TD E V O C I N
A L E X C E L S O
PATRIARCA SAN JOAQUINPADRE DE LA MADRE DE DIOS
PROMOVIDA, EXTENDIDA Y PREMIADA CON ASOMBROSOS SUCESOS EN LA
VIDA, VIRTUDES Y MILAGROS DEL VENERABLE HERMANO
JUAN DE JESUS SAN JOAQUINCarmelita del convento de Pamplona
POR EL
H. F. Fr. Bartolom de Ssnta Mara
CON LAS LlCENCl/JWjiCeSARIAS
CX-
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-
; l ' ' -
Dedieatot*i^
a l G lorioso P a tr ia r e a S^an' Jo a q u nPadt
-
capilla, en fin, se concluy la grande obra de mi vocacin que ni
mis luces dbiles ni mi natural timidez hubieran concluido jams.
Nada tengo, glorioso Patriarca mi, con que agradeceros tantos
lavares, ni veo en mi caudal para promover vuestra gloria; pero
siento un indecible consuelo en postrarme a vuestros pies y
ofreceros este pequeo trabajo^ e l nico a que puede arribar mi
inutilidad. Echadle, Santo mi, vuestra bendicin, para que los
innumerables triunfos que habis conseguido en el mundo desde que
este venerable Hermano excit y extendi vuestra devocin, prosigan,
se multipliquen y se perpeten. Estos son los votos de la ltima y ms
intil de vuestras conquistas.
F r . B a r t o l o m d e S a n ta M a ra .
INTRODUCCIl'L
El Colegio de Carmelitas Descalzos de la ciudad de Pamplona es
un santuario religioso que, en dos siglos y medio que cuenta de
fundacin, se ha granjeado siempre la veneracin universal (1).
Siempre ha florecido este colegio en varones respetables por sus
virtudes y letras. Epoca ha habido en que dos hijos de esta casa
han sido elegidos sucesivamente uno tras otro generales de la
Orden. Tanto descollaban entre todos los varones ilustres de la
Descalcez en un tiempo en que por la Providencia divina abundaban.
Los dems que sin interrupcin ha dado esta casa a la provincia y
religin,
(1) Se fund primeramente en el barrio de la Magdalena, en el
sitio donde an subsiste una parte de su fbrica antigua y la
espaciosa huerta que an hoy llaman la Huerta de los Descalzos. En
1587, da de San Bartolom, por razones que se dirn en esta historia,
se trasladaron a dentro de la ciudad, y ltimamente al sitio que hoy
conservan; pero en todas partes con el mismo fondo y opinin de
piedad, religin y letras. Fu muchos aos noviciado a donde se
trasladaron todos los fervores de Va- lladolid ^ plantel primitivo
que di muclios sealados varones ilustres a la I^eligin, ^ la patria
y a la Iglesia^
Erigida la provincia de San Joaqun de Navarra, se hizo colegio
de Teologa escolstica, y desde entonces es tenida por a primera
casa de la provincia, pues lo es en antigedad y representacin.
Desde all, como desde su trono, preside el excelso patriarca San
Joaqun a toda ella en calidad de su jefe, titular y patrn; y aqu es
donde se educ, vivi y muri el venerable Hermano Juan de Jess San
Joaqun, proclamador de sus glorias e instrumento de sus
maravillas.
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- 6 -complctaran su elogio; pero el humilde, el sencillo Hermano
Juan de Jess San Joaqun basta por s solo para hacer ilustre un
convento, una provincia, una religin entera.
Su vida escribi el R. P. Fray Jos de la Madre de Dios, con
conventual suyo algunos aos, testigo ocular de algunos de los
hechos que refiere, y comisionado por nuestro muy reverendo Padre
general Fr. Mateo de San Gerardo, para hacer sus informaciones, que
efectivamente hizo recibiendo por s o por otros el dicho de muchos
testigos. Estos dichos con otros documentos existan originales en
el archivo del convento. Todo lo tuvo presente el autor, y adems
trabaj mucho en averiguar los hechos, entresacar los ms ciertos,
ajustados en cuanto fu posible a la cronologa, darles un orden
metdico, presentarlos con la suficiente claridad, y adornarlos con
una competente erudicin que contrasta el oro de los hechos y
milagros de este venerable Hermano con la piedra de toque de otros
que la historia eclesistica refiere de tiempos ms antiguos. Asi
vean todos que la santidad que acababan de palpar en el venerable
Hermano, era del mismo temple y tenia los mismos quilates que la de
los Santos pasados. A haber ejemplares de esta historia, no era
necesario imprimir otra. Pero se concluyeron hace quiz ms de un
siglo, y los que han quedado en las casas particulares estn por la
mayor parte maltratados y deshechos.
Claman, pues, una historia del venerable Hermano Juan todos los
verdaderos devotos de San Joaqun: sus ilustres cofrades tienen a
ella un derecho particular, y los religin sos conventuales de
Pamplona que por serlo no pueden menos de adolecer de sta devocin,
piden, instan y suplican que salga. Tienen razn. No es justo se
vayan olvidando unos hechos de tanta gloria de Dios, de tanto honor
de San Joaqun, de tanto crdito del venerable Hermano, y de tanta
edificacin de los pueblos.
I*>
- 7 -Sale, pues, esta historia, cuanto ha sido posible, com
pendiada, para hacerla ms manual, y para que se lea. Mas no por
eso me he limitado a la impresa. He registrado el archivo. He ledo
todos los manuscritos concernientes al venerable Hermano Juan, y
como me he trasladado a los das en que vivi, all he odo a sus
propios confesores, a los prelados y maestros de novicios que tuvo,
a los religiosos que vivieron con l muchos aos, a los piadosos
seglares que merecieron su confianza, a los hermanos d la Orden que
lo hospedaron en sus casas, a los mismos que experimentaron en s
sus beneficios, y en quienes ejecut sus maravillas. Confieso que mi
alma se llen de un singular placer al ver tanta nube de testigos,
distantes muchas veces entre s, tan uniformes en sus declaraciones,
en quienes la misma diferencia en algunas circunstancias
secundarias hacan ms cierta y palpable la verdad de los hechos, al
modo que la diferencia de los Evangelistas lo dicen los santos
Padres y expositores sagrados. Esta conformidad de,tantos testigos
es un testimonio ilustre a favor de los milagros que se han de
referir del venerable Hermano Juan.
Bien s que no es del gusto de nuestro siglo el que se refieran
milagros. Pero Dios los hace; quitaremos a Dios la glora que de los
milagros se le sigue? Se ha refinado tanto el gust, que en lugar de
tener inclinacin particular a apasionarnos por todo jlo milagroso,
com< ^en otro tiempo, hemos dado en extremo contrario. Se
quisiera que aun de los siervos de Dios se formasen historias cuasi
filosficas, en que se describiesen, s, sus virtudes, pero se
huyese, cuanto fuese posible, de referir cosa que suene a
sobrenatural y milagrosa. Es una irrupcin que la filosofa pretende
hacer en la historia de la Iglesia; mas es enteranicnt contraria a
su espritu. Las relaciones del hombre cpn Dios
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zo Jesucristo, mal que le pese a! incrdulo. Milagros prometi que
haran sus discpulos, y aun mayores que l, y los hicieron. Milagros
obligaron a los hombres a creer misterios sobre la razn humana, y
con ellos se estableci la Iglesia. Milagros hacen, y en gran nmero,
esos taumaturgos que de tiempo en tiempo enva Dios al mundo para
hacer ostentacin de su poder. Milagros, en fin, ha de haber en la
Iglesiahasta el fin del mundo, porque siempreha de haber hombres
enviados de Dios para sus altos fines, comunicndoles para
comprobarlo una parte de su omnipotencia.
Dios destin al venerable Hermano Juan de Jess San Joaqun para
excitar, promover y aumentar la gloria del patriarca San Joaqun y
su devocin en los pueblos. Por credenciales de esta misin se citan
los milagros que hizo. Sern verdaderos? Aqu es donde se invocan de
justicia las reglas de una critica cristiana, justa, y si se quiere
severa; si a presencia de ellas todava aparecen tales, a la his-^
toria toca referir el hecho para que conste, y a la Iglesia
calificar el milagro; y bien pueden descansar los crticos en el
exmen y criterio de la Iglesia. El es tan delicado y tan
circunspecto, que muchos protestantes han abjurado sus errores, y
vuelto al seno de la Iglesia catlica slo por esta causa; se han
persuadido, que segn el tiento con que en este negocio procede la
Iglesia, y segn las diligencias e investigaciones que hace para
comprobar el milagro, es imposible que lo declare tal sin que lo
sea; y si lo es, es la prueba ms victoriosa de la verdadera
Religin.
En el nterin, libre es cualquiera en juzgar como mejor le
parezca de la relacin del hecho que aparece milagroso; porque al
fin no es sino una historia humana. Pero el cristiano ilustrado,
acostumbrado a juzgar de las cosas con rectitud, cuando ve que
todas las circunstancias conspiran a sosegar su razn y tranquilizar
su conciencia, no exige otras pruebas, esas le bastan pera nutrir
su piedad. Un ni
mo verdaderamente piadoso se llena de gozo al ver que la mano de
Dios no se ha abreviado, y que honra los tiempos presentes y la
santidad de sus siervos de ahora con prodigios semejantes a los de
los tiempos y siervos suyos antiguos. Para fomentar esta piedad
quera San Agustn que se formasen libelos o relaciones de los
milagros, y que seleye- sen al pueblo para su instruccin, porque no
es razn, dice, que el pueblo los ignore, ni que perezcan para su
noticia.
Ya en tiempo de San Agustn se tomaban algunos la libertad, que
hoy se toman muchos, de preguntar: Por qu no hace Dios ahora los
milagros que se predican de tiempos antiguos? Esta pregunta
inconsiderada di oca^ sin al Sgnto para escribir el hermoso captulo
VIII del Libro XXII de Civitate Dei. En l niega el supuesto hecho
de que no se hacan milagros, y tan victoriosamente cierra la boca a
los osados preguntadores, que an no se haban cumplido dos aos desde
que se tom el mtodo de escribir estos libelos o relaciones, cuando
de solos los milagros obrados en Hipona, y de solos los obrados por
las reliquias de San Esteban se dieron setenta relaciones de
milagros palpables (no era San Agustn hombre capaz de dejarse
alucinar de milagros supuestos e ilusiones), constando al Santo que
muchsimos se haban omitido, siendo incomparablemente mayor el nmero
de los que en otras partes se hicieron. No dejara de ser bien
considerable el nmero de los obrados en estos tiempos si se
recogiesen sus memorias, ni sera difcil por lo_^ mismo ofrecer el
mismo convencimiento a los presentes preguntadores. Lanse en
particular las de los cinco ltimamente beatificados por nuestro
Santo Padre Gregorio XVI. La historia de los milagros va caminando
con los siglos. El mismo fruto que San Agustn se prometa de
aquellos libelos o relaciones de los milagros, podemos prometernos
a la lectura de los que vamos a referir en la historia.
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Por otra parte, no dejar de ser oportuno presentar en estos
tiempos miserables una apologa, la ms concluyente y eficaz del
estado religioso contra la desdeosa y ciega filosofa que se desvive
por exterminarlo, si pudiera, del universo. Es esta una apologa
tanto ms eficaz, cuanto es ms eficaz la sencillez que el artificio,
cuanto es ms eficaz la obra que la palabra. Vea el mundo ciego, vea
la orgu- llosa filosofa a qu altura de virtud, santidad y gloria
conducen los ejercicios religiosos, sin ms que continuarlos de por
vida con exactitud y constancia: los bienes que se prometen de esos
planes lisonjeros de economa poltica y social (deshechos por otra
parte, y reducidos a polvo por los verdaderos sabios) pueden
contrapesar con los conseguidos por este sencillo religioso, sin ms
artificio que su religiosa conducta?
Pero lo que sin duda causar fruto, y lo que principalmente
llamar nuestra atencin ser las virtudes de nuestro Hermano: su
simplicidad o sencillez cristiana, su humildad sincera, su
obediencia exacta, su mortificacin y penitencia, su espritu de
oracin y observancia religiosa, su fe y confianza en Dios y en la
intercesin de su enamorado S^n Joaqun, su caridad incansable con
los prjimos, y su rarsima castidad y pureza llenan principalmente
el cuadro de su historia, y al paso que dan materia a la admiracin,
excitan la devocin y mueven a la imitacin. Conseguido este fin,
omitir, en gracia a la brevedad, o no har sino apuntar o citar, por
si alguno quisiera verla en su fuente, la erudicin que con motivo
de los hechos vierte el autor, sin que por esto se deje de decir lo
necesario para el fruto.
Por ltimo, como la cofrada en San Joaqun se ha fundado despus
que se imprimi aquella historia, ha parecido conveniente dar una
breve, noticia de ella en gracia de los ilustres cofrades y de los
que quieran serlo.
Slo falta hacer la protesta mandada por nuestro Santo
- 10 -Padre Urbano VIII en 13 de Marzo de 1625 y en 4 de Julio
de 1631, y en otros as de la sagrada Congregacin de Ritos como de
la universal Inquisicin. La IgleSia sola es la que califica
decididamente las virtudes, revelaciones y mi
la g ro s de los siervos de Dios, y quien los declara santos, W
atos y aun venerables. Cuando en esta historia se dan a nWstro
Hermano Juan, o acaso a otros con su ocasin, es- sofe ttulos, o se
les atribuyen virtudes, milagros o revela- cioVes, de ninguna
manera queremos prevenir el juicio de la Iglesia. Es, como hemos
dicho, una historia humana; bien que, ^or ser de cosas piadosas, no
merece menos crdito que otfas historias humanas cuyos hechos no
estn tan averigiados ni tan escrupulosamente examinados.
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1---
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CfPITUliO I
Patpia y paciites del venet^able Ju a n de Jey pi
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de quince pies. Quin sino su Angel custodio pudo defenderlo y
ponerlo en salvo? Creci la admiracin de la ma-; dre cuando,
llegando a la puerta de la sala, la encontr cerrada como la haba
dejado; y lleg a su colmo cuando experiment que ni entonces ni
mucho tiempo despus qui- so el nio entrar en la sala, ni ella tuvo
fuerza para redu/ cirle a eso. Algunos aos estuvo con esta
admiracin sj atinar con la causa, hasta que el mismo nio, ya de
edad, pudo contar todo el suceso. Conserv la memoria l tan viva
toda su vida, que muy pocos aos antes de m orir, cuando haban
transcurrido ms de setenta, deca que slo el representrsele aquel
aprieto, y principalm^te al querer entrar en aquella sala, se le
erizaban los cabellos con la fuerza del pavor: terrible impresin
causaro|i en su tierna alma los figurados cuervos. No lo eran.
Barruntan los espritus infernales por algunas (conjeturas los
nios que les han de ser contrarios, y los amedrentan o persiguen
hasta donde llega la permisin divjna. Dios permiti que a San
Teodoro Arquimandrita lo amedrentase/ desde nio en figura de lobo
que le quera tragar. A Santa Catalina, de dos aos, la acometi en
figura de un ferocil- simo toro que la sac de su cama, y la dej
tendida en 1 suelo, maltratada, despavorida y medio muerta. A este
modo amedrentaron y maltrataron a nuestro venerable He- mano en
figura de cuervos. Era un anuncio de las horribles J persecuciones
e indignos tratamientos con que le haba de afligir en lo restante
de su vida, como dir la historia.
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ClPTIiO II
a lo s n u e v e a o s de s u ed ad a B a f s o a in , a c a s a
de j to J u a n Beltva de lieo z . Dos s in g u la re s ia v o p e
s
que weeibi
recibido nuestro venerable Hermano de la mano y como que le haba
cado en suerte, un alma
buena.y^ proporcin que iba luciendo en ella la luz de la razn, k
desarrollaban sus preciosas inclinaciones. Todo lo buendle venia
como natural. Su humildad y sujecin, su aplicacin al trabajo propio
de la edad, y su modestia y natiral mansedumbre lo hacan amable con
preferencia, conjo o tri Jos entre todos los hermanos. As lleg a
los nuve acs de su edad, cuando se llev Dios para s a su p^dre M an
Beltrn de Leoz. La madre qued afligida con una doble pena: la falta
de un marido a quien amaba tiernamente, y la mucha familia de seis
hijos que le queda- bah que mantener, educar y acomodar. No menos
angido estaba en Barsoain por el mismo tiempo Juan Beltrn de Leoz,
primo hermano del difunto, por la falta de ellos, y njo tener uno
siquiera a quien poder dejar heredero de su liucha hacienda y
nobleza. Asisti con los dems parientes al entierro y funerales, y
concluidos concert con la \^uda llevarse a su casa a nuestro Juan,
que por su mo- ( l^estia se haba robado su cario, como por sus
prendas se f^ba robado antes el de su madre,
Llevselo en efecto a Barsoain, y desde entonces co- rii por l su
manutencin y educacin al uso de aquel ttempo en las aldeas que no
tenan escuela. Se reduca esta educacin a criarlos nios obedientes a
cuanto se les rpandase, aplicados a los ejercicios domsticos,
respetuo-
-
SOS para con los mayores, humildes para con todos, retirados en
casa, sin salir de ella sino con la licencia debida, inclinados a
los ejercicios de la religin, y asistencia al/ templo con todo
respeto y atencin. Quiera el cielo que \i educacin ms ilustrada,
que con razn se da a los ni^ en estos tiempos, sea siempre sin
perjuicio de aqulla, cue es como la base de toda buena educacin, y
con la /que siempre son felices las familias y las naciones.
Poco tuvieron que hacer los tos para imprimir /n su sobrino esta
clase de educacin cristiana; se incliiaba a ella como por
naturaleza, y en breve tiempo se hizj/ dueo de los corazones de
todos. Le vean humilde, aplicado, cuidadoso, servicial en cuanto le
mandaban y aquella edad permita. No podan menos de quererle: Juan
Beltrn y Magdalena Urdn, su mujer, templaban con su vista e} dolor
de la falta de sucesin. Le miraban no ya como a sobrino suyo, sino
como a su hijo y heredero, y esperaban ocasin oportuna de
manifestarlo. ! j
Se not por este tiempo en nuestro Juan sobe sus ot^as virtudes
una particular inclinacin a todo lo devoto y al ejercicio santo de
la oracin, y tuvo proporcin para entregarse de lleno a ella; porque
su to, uno de los encargos que ms frecuentemente le hacia era que
asistiese la guarda de las ovejas de casa con el pastor que las ten
i a su cargo. ;
En este ejercicio tan hermano de la sencillez, y t^n amado y
favorecido dc Dios en los Patriarcas antiguos, ^n la Ley nueva y en
la historia eclesistica, recibi nuestjo Juan por este tiempo dos
singulares favores. Primero: rase un da 1. de Enero de 1605 cuando
cumpla los quinte aos de su edad. La mucha escarcha, el hielo
grande, ,el viento continuo y delgado y algunos pequeos copos de
nieve que el fro mismo impeda fuesen mayores, presentaban la maana
en extremo spera y terrible. El pastor,
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con el pretexto de or misa, pero en realidad huyendo de tanto
tro, encarg a nuestro Juan que saliese solo con el ganado. El
humilde zagalejo, rendido, pronto y obediente a la voz del pastor,
como pudiera un ngel a la voz de Dios, sin haWar palabra, rii
reparar en la aspereza del da, ni poner otra alguna dificultad,
tomando un poco de pan y un costalillo, con que en estas ocasiones
abrigaba la cabeza y parte de su cuerpo, puso en l el pan y sali
con sus ovejas.
Andbase paseando por el campo, para resistir el intolerable fro,
cuando el Seor, agradado de su simplicidad y obediencia, se le puso
delante en forma y traje de otro nio como de su edad, vestido de
color morado, hermoso en extremo, y que le mostraba mucha
afabilidad y cario. Sorprendido nuestro zagalejo, le dijo: Hola,
chico, qu haces ah? (Va el suceso con las palabras que el mismo
hermano depuso por mandado de su prelado poco antes de morir). <
Vlgate Dios! qu vienes con este fro? No le respondi, aunque se
sonri un poco. Prosigui Juan: Cmo te han dejado tus padres salir de
casa? Qu, no tienes padre ni madre? No sale nadie del lugar por el
tiempo tan malo, y t andas as? Si yo fuera como t, en casa me
estuviera. A todo callaba y se sonrea. Tercera vez le habl Juan:
Sin duda eres algn mal muchacho y andas a pimienta (1); algn mal
recado debes haber hecho. Y pare- cindole que tendra necesidad de
comer algo, le dijo: Quieres almorzar? toma mi almuerzo; y sacndolo
del costalillo, se lo ofreca. Entonces habl el nio, y le dijo:
Cmelo t, Juan, que tienes necesidad, y esfurzate, que yo cuidar de
ti. Qu has de cuidar t (respondi), sin padre ni madre, muerto de
fro?. Y aadi el nio: Mira,
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(1) Andar a pimienta se dice en Navarra de aquellos muchachos
que se escapan de casa, o pierden la escuela por andar a sus
travesurillas.
-
Juan, que en este da me has de hacer gran fiesta; y con esto
desapareci. Lo mismo fu perderle de vista nuestro zagalejo, que
sentirse todo abrasado de amor de Dios con grandsima paz y ternura.
Veia que aquel hermossimo nio no era del lugar, ni pareca como
otros nios de aquella tierra, ni saba cmo se haba desaparecido, ni
qu se haba hecho. Toda su alma le deca haba sido visita del nio
Jess. Entonces comenz a llorar con gran ternura el no haberle
conocido, y a llamarle con gemidos: lAy, Nio mo de mi almal cmo te
has ido? cmo no me dijiste quin eras? Pero bien lo poda yo haber
entendido. Por ventura no estaba mi corazn ardiendo cuando me
hablaba? Algunas horas estuvo todo absorto en Dios, gozando de los
efectos de tal visita. Quedronle muy impresas en ^el alma las
palabras que el Nio le dijo, aunque no entendi cmo ni cundo haban
de tener su cumplimiento.
Tambin sinti (aunque no se lo dijo de palabra) que haba de hacer
grande fiesta a un Santo que por entonces no conoca. La memoria de
este favor y los efectos que le quedaron de l, le duraron toda la
vida.
Esta fu la primera visin y aparicin que se refiere de nuestro
Juan; y quien considere todas sus seas, la impresin que caus en su
alma, la persuasin ntima de que era Jess el que le hablaba, los
efectos que le quedaron, y el perfecto cumplimiento que la visin
tuvo, y las confronte con la doctrina que ensean los maestros,
prncipes en la materia, de nuestra Madre Santa Teresa (Vida, c. 6),
y nuestro Padre San Juan de la Cruz (Subida del monte,1. II, c.
11), para distinguir las visiones verdaderas de las falsas, conocer
la verdad de sta, y que el Nio Jess quiso tomar posesin de esta
tierna alma antes que la malicia mudase su entendimiento, y
destinarla desde entonces a fectos singulares de su gracia.
Muy'semejante a ste fu el segundo favor que recibi
18 del cielo en este ejercicio pastoril. Fu de la Reina de los
ngeles Mara Santsima. Desde sus ms tiernos aos le fu muy devoto. La
miraba con particular ternura como a Madre, la rezaba sus
devociones, la honraba con especiales ejercicios de piedad, y entre
otros en las vsperas de sus fiestas se preparaba para ellas con
algunas penitencias, cosa que se ensea y practica con harta devocin
y esmero en nuestra sagrada Religin; y ya este siervo de Dios la
practicaba tantos aos antes de entrar en ella. En la vspera de la
Pursima Concepcin era mayor el esmero. Deca que no se acordaba que
en toda su vida hubiese dejado de ayunar en esta vspera, para
prepararse devotamente a celebrar la solemne fiesta de Mara
Santsima Inmaculada. En esta preparacin se ocupaba en esta vspera
el a 1607. Guardaba sus ovejas, y al mismo tiempo consideraba las
excelencias de esta Seora, admiraba su felicidad de haber sido
concebida sin ninguna mancha, la rezaba con ternura, cuando de
repente vi junto a s una seora de extremada belleza, vestida de
blanco, y encima un manto azul, como suelen pintar las imgenes de
la Pursima Concepcin. Turbse algo al principio con la visita de una
seora de tanto respeto; mas luego, recobrando algn tanto, le dijo:
Seora, qu busca por aqu? Ella le contest: Dame, si tienes, algo que
comer. Prontamente respondi: Seora, aqu tengo mi merienda. sta
consista en un pedazo de pan y unas sardinas metidas en l, que era
toda la provisin que llevaba para su ayuno. Saca, pues, de su
costalillo esta su merienda, extiende su brazo para darle a aquella
soberana Seora, y en el momento mismo se le ausenta y desaparece.
Contenta con haber visto su afecto, le deja con la merienda en la
mano, pero el corazn todo abrasado y encendido en amor, y con
muchas ansias de emplearse toda la vida en su servicio.
Como ste fu ya segundo favor del cielo, gozle con
- 19 -
-
- - 2 0 -ms quietud, y causle ms suavidad y recogimiento. Desde
entonces se entreg con ms fervor a los ejercicios espirituales, era
ms continuo en la oracin, y el Seor le favorecia ms en ella. A su
luz conoci bien pronto los peligros del mundo, y sinti por este
tiempo los primeros impulsos de ser religioso. Conoca bien que la
Religin es el estado en que sin disputa hay ms proporcin para
servir a Dios, y conseguir la salvacin que en el mundo; pero como
sabia tambin que no somos nosotros los que elegimos a Dios, sino
que Dios elige del mundo a los que quiere, llamndolos por su gracia
a un estado tan santo, le peda con instancias y con las mayores
veras que dispusiese las cosas de manera que l se viese religioso,
para entre" garse todo a su servicio. Se persuadi que Dios le haba
odo, y que le haba de conceder lo que le haba pedido. Este ejemplo
dej a los jvenes de su edad, para que a lo menos piensen seriamente
en la eleccin de su estado, y pidan con instancia a Dios luz para
el acierto de que puede depender su salvacin.
21
CAPTliO III
Enttia J u a n de Ueoz en el gobiern o de la h a e ie n d a de s
a to J u a n Belbvn. s t e tP a ta de e a s a r to , h aci n d o le
he^ pedepo de to d a e lla , puewte b atep ia son tP a s u V
oeaeln.
Muy bien se hallaba nuestro Juan de Leoz con el ejerc, co de
guardar ovejas por la mucha proporcin que le ofreca para entregarse
al ocio santo de la oracin, en que estaba embebido, y en que haba
ya recibido sealados favores del ciclo. Pero su to Juan Beltrn se
hallaba cargado de aos y de achaques, y necesitaba algn descanso.
Vea a su sobrino en edad proporcionada, y por su talento y virtud
capaz de mayores empleos, y determin descargar en l el cuidado de
toda su hacienda. Juan entr en este ministerio con gusto por hacer
el de su to, y desde luego se vi que la piedad y ajustamiento es
til para todo. Velaba mucho sobre la hacienda que se le haba
encargado, dispona a todos con agrado lo que habian de hacer,
asistales con mansedumbre, ayudbales como compaero, y en todo
obraba conforme al parecer y consejo de su to. De este modo la casa
andaba hecha un ciclo; a todo parece que Dios echaba la bendicin
como al antiguo Jos en Egipto, y la hacienda mejor de manera, que
pudo decirse que en pocos aos la dobl.
Juan Beltrn y Magdalena Urdn, su mujer, no cabian de gozo. Veian
el aspecto brillante de su casa, que su hacienda mejoraba por aos,
y qufe en ocho que haca que la
-
- 2 2 -gobernaba Juan poda decirse que era otra. Les pareci,
pues, que era tiempo de completar su dicha, y que para dar
consistencia a este gobierno no podan tomar mejor resolucin que
casar a Juan con Beatriz de Asiain, sobrina de Magdalena, que
tambin haca algunos aos que estaba en casa, y se haban criado
juntos. Juan Beltrn se encarg de proponerlo a su sobrino, y
tomndolo aparte le habl en esta sustancia: Bien sabes, sobrino mo,
el sumo desconsuelo con que he vivido por la falta de sucesin. Pena
ha sido esta bien amarga, que me ha acongojado mucha parte de mi
vida. Para aliviarla te traje a casa desde tu tierna edad con
consentimiento de tu madre. Ya se han cumplido en parte mis
intenciones. Diez y ocho aos de buena compaa que nos has hecho, han
mitigado mi dolor y el de tu ta Magdalena; y tu buen deporte en
tanto tiempo nos ha obligado de manera que ya no te contamos por
sobrino. Te miramos como a nuestro ms querido hijo. Tratamos de dar
fin a nuestras penas y completar nuestro gozo. Nuestro pensamiento
es que des tu mano a Beatriz, cuyas prendas te son bien conocidas.
Yo te hago heredero de esa hacienda que gobiernas, que, como sabes,
es de las mejores de esta tierra. Tu ta deja la suya no inferior a
su sobrina, y de este modo, cuando nosotros pensbamos que con
nuestra muerte se acababa y deshaca nuestra casa por falta de
sucesin, cerraremos los ojos con el consuelo de dajarla bien
cimentada, y puesto el principio troncal de donde salgan nuevas
generaciones que hereden nuestro apellido, nuestro solar, nuestra
hacienda y nuestra nobleza. Este es nuestro intento. Da, hijo mo
con un si este ltimo consuelo a un to que tantas pruebas te ha dado
de su amor.
Confuso y algn tanto atajado se hall nuestro Juan con esta
propuesta, y juzgndola incompatible con la intencin que habia
formado y deseos que tena de ser reli
gioso, peda en su interior a Dios le inspirase algn expediente
para salir de tanto apuro. Lo encontr en la gracia de su vocacin,
que es muy fecunda en recursos cuando se la observa con fidelidad.
Lleno del ms puro amor y agradecimiento a su to, le respondi: lAy
to mo! y cmo podre yo corresponder a tanto amor? Yo no puedo or a
usted sin ternura una propuesta que tanto me favorece. Desde luego
aseguro a usted, y es lo nico que puedo decir por ahora, que si
llego a tomar ese estado, no ha de ser con otra que con Beatriz. Me
bastaba ser gusto de usted. Pero eso del estado, como es para
siempre, ya ve usted que se necesita mirarse mucho. Yo lo mirar, y
dar a usted la respuesta Entre tanto, si a usted le parece, puede
quedar esto as*.
Mucho agrad a Juan Beltrn una contestacin tan prudente. Se la
dijo a su mujer, sta a su sobrina, y desde entonces todos sin saber
por qu, dieron por hecho el matrimonio. Bien pronto se divulg el
proyecto por todo el lugar, y los jvenes eran tratados de novios
pblicamente y sin recelo. Jams Juan de Leoz se vi ms obsequiado. El
to, la ta, los criados, los peones, todos los vecinos aplaudan el
contrato y le agasajaban a porfa. Sobre todo la Beatriz, como la ms
interesada y la que ms oportunidad tena, por estar a su cargo las
llaves y gobierno de la casa, le obsequiaba ms que todos. Apenas
haba da en que ella y los tos no le moviesen el punto del
proyectado matrimonio, insttidole por la pronta ejecucin. Otro
tanto se retraa nuestro Juan por las luces que reciba de Dios; pero
sin decir determinadamente que no, iba maosamente dando largas
hasta que Dios descubriese algn camino por donde cumplir su
designio de religioso.
Dos aos dur este combate, hasta que, cansados los tos de tanta
dilacin, lo tomarn aparte y le dijeron con la mayor resolucin, que
no se haba de dilatar ms la bo
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-
da, sino que se haba de ejecutar luego. Con la misma resolucin y
algn enfado les respondi Juan: Seores, el casarse no es por
voluntad de cada uno? Pues por qu me aprietan tanto en cosa que es
de voluntad? Por tos y ms que padres han sido conmigo, los estimo y
venero, no por su hacienda; djenme en paz. Y les volvi la
espalda.
Turbado y afligido sali nuestro Juan de la presencia de sus tos.
Gema en su interior con desconsuelo, y puesto en el mismo apuro que
Eufrosina, no saba cmo resolverse; porque si condescenda con ellos,
no segua su vocacin (aunque no tan declarada como despus); y s no
condescenda, pasaba por un ingrato. En tanta angustia acudi a su
ordinario y seguro refugio de la oracin. Salise al campo, en donde
libre del bullicio de las gentes se entreg a ella largo rato. All
desahog su espritu a presencia de slo Dios del cielo. Le ofreci de
nuevo su corazn y su vida, para que dispusiese de ella segn su
divino beneplcito. Le pidi con las mayores veras que s era su
voluntad, le concediese la gracia y le abriese camino de ser
religioso, y que con su poderoso brazo venciese tan fuertes
obstculos como se le presentaban para serlo. No le falt el socorro
del ciclo, y le ocurri el ms suave expediente que por entonces poda
tener el negocio. Volvi a la noche a casa, pidi a sus tos perdn del
enojo que les haba causado, y les suplic que le diesen licencia
para llegarse a Pamplona a comunicar el caso, mostrndose inclinado
a darles gusto si se lo aconsejaban las personas con quienes lo
haba de tratar.
De nuevo cautiv a sus tos Juan de Leoz con esta demostracin, y
de nuevo se persuadieron a que el matrimonio iba luego a
ejecutarse, le abrazaron tiernamente, y no slo le dieron la
licencia que peda, sino que la tg le di cincuenta reales de a ocho
para que con ellos comprase a la novia una buena joya a su gusto, y
se la diese el da en
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que se desposasen: terrible batera contra los santos inten tos
de nuestro Juan, y glorioso triunfo de la gracia de su vocacin. El
sencillo joven conoci con la luz del cielo que tanto empeo no era
precisamente obra del cario de sus tos, sino que todo lo atizaba el
demonio para derribar su constancia. En efecto, aquel que lo
aborreci de muerte antes de los dos aos, ahora que se trata de
fijar su estado, cree que es el tiempo de mover todas las mquinas
in- feniales contra l. Excita en el to un nuevo ardor en el amor al
sobrino, aviva en la ta una nueva ansia por ver a su sobrina bien
establecida, sopla en sta el amor a la persona y la codicia a la
hacienda, al joven en lo ms florido de su edad y pobre le presenta,
ya que no todos los reinos del mundo como al Salvador, una hacienda
pinge, que pasa de treinta mil ducados de plata (a tanto ascenda la
hacienda de Juan Beltrn), y no con la condicin (por ahora) de que
se postre a sus pies y le adore, sino para que goce de ello con
toda la comodidad posible en un estado honesto aprobado por el
mismo Dios, en un casamiento igual a su nobleza, y con una mujer
que se desvive por l y le adora. Otro castillo menos religioso que
el pecho de Juan de Leoz se hubiera rendido; l no solo no se rindi,
sino que jams vacil ni fluctu en lo que haba resuelto de ofrecerse
a Dios en religin. Ejemplo inmortal para que aquellos j% nes que se
sienten movidos de Dios al estado religioso sigan su santo impulso
con fervor y con constancia, a pesar de toda la carne y sangre, de
todas las conve' niencias humanas y de toda la astucia del
infierno. De lo contrario lo arriesgan todo, y de nada les servir
gozar de todo el mundo si pierden su alma. Si son fieles a su
llamamiento, Dios, que los ha llamado, les asistir para seguirlo
como asisti a Juan de Leoz y lo vamos a ver.
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CPTLiO IV
C o n s u lta s a voe^ ein eon flu estn a S e o a dal P ila 4e Z
a v a g o z a , e In te n ta eetv a g u s tin o eeoleto , y ]WaPia
S a n
t s i tn a se lo im p id e.
Sali Juan de Leoz de la presencia y casa de sus tios con no
pequeo gozo, por creerse ya libre, y en lugar de tomar el camino de
Pamplona, como pensaba, y para lo que haba sacado la licencia, tom
no sin especial inspiracin del cielo, el de Zaragoza, a consultar
con la Virgen del Pilar su vocacin, en vez de consultar su
matrimonio con los hombres, como los tios pensaban.
Llegado a Zaragoza, su principal mansin era aquel religiosisimo
templo del Pilar, primer santuario y como la cuna de la Religin de
los espaoles. All derramaba su corazn en presencia de la Virgen, y
le peda afectuossi- mamente declarase por algn medio su voluntad, y
le inspirase en qu Religin quera le sirviese, pues aunque tena
particular inclinacin al Carmen Descalzo, no quera ni se atreva a
resolver por s, sino que todo quera viniese de Dios por medio de su
amantisima Madre.
El segundo da, saliendo d aquel templo despus de una larga y
f^rXnente oracin al jntcnto, y andando por varias calles, alcanz
ver un convento, y aun sin saber de qu Orden era, se persuadi que
aquel era a donde la Virgen lo encaminaba. Era el de los. Padres
Agustinos Recoletos. Entr en su iglesia, psose en devota oracin, y
advir-
tindelo un religioso, le pregunt de dnde era y si se le ofreca
algo. A que respondi prontamente: Soy, Padre, de junto a Pamplona,
y Vengo huyendo porque me quieren casar, y no me llama Dios para
ese estado. S i me quisieren recibir en este convento, yo les
servir de perpetuo cocinero, y agradecer mucho el favor. El ansia y
anhelo con que dijo estas palabras deponan a su favor, y daban
testimonio de su devocin y desengao. El religioso, prendado de l,
le di buenas esperanzas, y le dijo que volviese al da siguiente
entre siete y ocho de la maana, pues en la hora el Padre Prior no
estaba en casa, y entre tanto l le tendra prevenido para que
lograse su intento.
Volvi Juan de Leoz a la maana siguiente, pero mucho antes de la
hora sealada. Su deseo no le dejaba sosegar. Entr muy temprano en
la iglesia del convento, psose en oracin en la nfima grada del
altar mayor, y a poco rato ve junto a s, a su lado derecho, una
hermossima nia ya crecidita, vestida de pardo con un manto blanco
encima de los hombros, y sobre l el cabello suelto y tendido.
Mirbale con atencin, y con el rostro muy apacible le dijo: Qu hace
aqu? No respondi Juan de Leoz cosa alguna, hasta que le pregunt: Ha
de ser aqu fraile? Al momento, de la abundancia del corazn le
respondi: S. Mas ella, prosiguiendo con afabilidad, aunque con
entereza, aadi; No ha de ser aqu. Mucho entristeci a Juan este
anuncio y le opuso una tenaz resistencia. Tres veces hubo de
repetrselo la misteriosa nia; y sl la tercera se rindi, mas no
tanto que bien pronto no se arrepintiese y juzgase ligereza suya su
rendimiento. A la maana siguiente, volvi al mismo sitio con nimo
determinado de proseguir con su intento; mas la misma nia, en la
misma forma y traje que el da anterior, pero revestida algn tanto
de severidad y de majestad, le dice como reprendindole: Qu haceaqu?
No le he dicho que no
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ha de ser aqui fraile?Quin lo dicc?, responde prontamente
Juan.Yo lo digo, dijo la nia con severidad l)landa, No basta que yo
lo diga? No quiero que sea aqu fraile. Entonces se levanta Juan,
quiere resistir con mayor empeo; pero la saeta estaba ya clavada.
La misteriosa nina, contenta con haberle herido, desaparece
repentinamente sin hablarle ms palabra. Juan, en el punto de la
mayor resistencia, siente los sabrosos efectos de su visita: la luz
de Dios se apodera de su espritu; conoce con ella que el suceso ha
sido misterioso; arde su corazn; y la confusin, el agradecimiento,
la ternura y la abundancia de lgrimas en que prorrumpen vienen a
reemplazar su resistencia anterior.
Ya no duda que la sacratsima Virgen ha odo sus gemidos, y que ha
tomado por su cuenta el dirigirlo en su vocacin. Vulvese a su
santuario del Pilar, que era todo - su consuelo, y postrado ante el
altar de esta Seora la da mil rendidas gracias por tan gran favor y
beneficio, esperando le dar el ltimo complemento. Vos, Virgen
santsima, le dira deshecho en ternura. Vos me decs y me repets que
no queris que sea agustino recoleto. Vos me diris, cuando sea
vuestro agrado, dnde lo he de ser. Con estas ansias y afectos pas
casi todo el da absorto n oracin; y despidindose con tiernas
lgrimas de aquel santuario, sali de Zaragoza para Barsoain, donde
consideraba a sus tos traspasados de pena por su larga
ausencia.
Al pasar por Alagn, de camino para Navarra, viendo un convento
de Agustinos, como sin advertirlo se hall en l, y sin ms ni ms, se
persuadi que Dios le llamaba y que quera que en l le sirviese. Llam
al portero, y le dijo: Padre, yo soy un mozo que ando huyendo de mi
tierra poique me quieren casar. Quirenme recibir en casa para
perpetuo cocinero? Yo les servir de buena volun-
- 2 9 ~
tad. Agrad mucho al religioso esta propuesta por todas las
circunstancias que notaba en el joven, y le dij que no dudase que
lo admitiran, y para mostrarle ms agasajo le s a c algo que
comiese. An no haba concluido de comer cuando sinti el reclamo y
reprensin de s conciencia, y un stimo desasosiego en su alma. Si
Nuestra Seora me estorb (deca en su interior) que tomase el hbito
en la Recoleccin en Zaragoza, cmo puedo pensar que es gusto suyo
que lo tome en Alagn en la Observancia? La resolucin que yo tom
delante de su santsima imagen, no fu de volver a casa de mis tos, y
esperar que su Majestad declarase ms su voluntad? Pues por qu
ahora, sin ms causa, dejo lo que entonces despus de haberlo mirado
tan despacio resolv? Esto le apretaba y angustiaba tanto el
interior, que no pudo menos de declarrselo al portero. Padre, le
dijo, perdneme por amor de Dios, que estoy reventado, y no puedo
sosegar. Es tanto el deseo que tengo de ser religioso, que cada
hora que se me dilate se me hace un siglo. No veo convento donde no
quisiera entrar. Por eso slo he llegado a esta casa y he hecho a
usted mi propuesta; pero bien se que Dios no me quiere para esta
Religin. Tome usted una limosna por la comida que me ha dado, y
deme licencia para proseguir mi camino. As se despidi de l.
Debe ser pensin ordinaria en los nuevos msticos hacer misterio
de todo, y persuadirse que todo lo que les viene a la imaginacin es
de Dios, y nada de su cosecha. Con poco fundamento se persuadi
nuestro Juan de Leoz que Dios le llamaba a los Agustinos recoletos
en Zaragoza; aun con menos fundamento crey que lo destinaba a los
Observantes en Alagn. Pero como su intencin era recta, sus deseos,
diligencias y lgrimas porque Dios le manifestase su voluntad muy
fervientes, y su voluntad muy sincera, mereci la luz de Dios para
discernir la verdad entre
-
las ilusiones de su imaginacin; porque jams permite que los que
as le buscan sean engaados, cmo mil veces repite nuestra Madre
Santa Teresa de Jess Mara Santsima le visita y repite las visitas.
l se resiste, y Dios le permite esta resistencia repetida, para
hacerle ms palpable la visita del cielo, cemo permiti la
incredulidad de Toms para hacerle ms palpable la resurreccin. Le
arranca, digmoslo as, a la gravsima Religin de San Agustn, y le
trae a la del Carmen, que por excelencia es la suya, reparte Dios
con su providencia las vocaciones para bien de los hombres y de los
estados: y por esta vez tuvo que ceder el grande Agustino a la
Virgen del Carmen esta prenda, que se le entraba por sus puertas;
al modo que poco antes tuvo que ceder el gran Domingo a la gran
Teresa un Lesmes (el Melitn o hijo menor) de D." Catalina de To-
losa, aquella repetida madre de los Macabeos, que con sus siete
hijos se sacrific en nuestra Religin sagrada, como refiere nuestra
crnica. (Tom. I, lib. /, cap. 16).
30 - ,31 -
CAPTUUO V
Dios le m a n d a que s e a C av rn elita D csealzo . T o m a
elh b ito , au n q u e el d em onio se lo pvoeupa estotbai*.
Apenas haba llegado nuestro Juan de Leoz a Bar- soain, y
desahogdose los mtuos afectos de ternura entre los tos y sobrino
por la larga ausencia de ste, cuando' ellos trataron de llamar al
escribano y testigos para celebrar los esponsales. Juan tena
previsto este lance, y ejecut puntualmente lo que para l tena
meditado y determinado desplis de haberlo consultado mucho con
Dios. Era mostrarse con sus tos condescendiente cuanto le fuese
posible sin perjuicio de su vocacin, y no darles ms disgusto que el
indispensable para ponerla en ejecucin. Para qu quiere usted (dijo
a su to) apresurarlo ahora? S i se ha de hacer la cosa, hgase como
se debe. Tres dias hay de aqu a la Santsima Trinidad; yo me quiero
confesar y ganar ese da el jubileo en Pamplona en los Padres
Trinitarios, y en comulgando. Nuestro Seor me dar fuerzas para
cumplir con mi estado. Como no peda ms trmino que tres das, y esto
para confesarse, el to y todos quedaron muy gustosos con la
propuesta.
No lo estaba tanto Juan de Leoz. Siempre le daba mu- clio
cuidado el no saber an a qu Religin Nuestro Seor le destinaba; y
como ya aqu haba puesto trmino fijo y tan corto, le daba mucha pena
y temor de si se le haba puesto a Dios y le haba desagradado. En
estas penas y temores lleg el sbado, vspera de la Santsima
Trinidad,
-
y viendo tan presente el trmino sealado, avivando ms sus deseos,
con el ms humilde y tierno afecto dijo al Seor; Seor, ya sabe su
Majestad que no tengo letras, y que soy un hombre corto: dgame lo
que tengo de hacer, pues yo no lo s, y si no me remedia en esta
semana, me han de casar. Apenas acab de decir esta breve oracin,
cuando sinti en su alma clara y distintamente como si viera al
mismo Seor que le hablaba estas palabras: Esta es mi voluntad, que
seas fraile descalzo.
Nada vi, nada oy, nada se le represent en su imagi' nacin, sino
que sinti las palabras dichas en lo ms interior de su alma, sin
poder dudar de ellas. Es el gnero de locuciones en que menos parte
puede tener el demonio, como ensean nuestro Padre San Juan de la
Cruz (Subida de/mone, c. y nuestraMadre Santa Teresa de Jess (Mor.
m. VI, c. 3), y dejan ms sensibles efectos en el alma. Los sinti
muy notables Juan de Leoz. Qued abrasado en el amor del Seor,
nfimamente recogido, totalmente resuelto, y gozossimo de ser
destinado al Carmen descalzo, que fu lo que le significaba en
aquella palabra Fraile descalzo. Vi acabados todos sus temores,
deshechas todas sus dudas, disipadas todas sus nieblas, y entregado
todo a las alabanzas divinas, desahog su corazn, en el campo mismo
donde se hallaba, en esta coplilla, obra ms bien de su afecto que
de su ingenio:
Dejar quiero las armas.Meterme fraile,Que vida de esta vida Todo
es aire.
sta la repeta sin cesar lleno de jbilo. Cuando lleg a casa,
todos conocieron a la primera entrada la alegra y regocijo con que
vena; pero como al mismo tiempo nota
32
ron que no gustaba de conversacin, y que slo trataba de estarse
recogido en su cuarto, entraron en algn recelo, y su to le pregunt
qu era aquel retraimiento. Respondi que, como haba de ir a confesar
al da siguiente, era bien no meterse en nada, y recogerse luego y
madrugar para ir a Pamplona con tiempo. A pesar de sus recelos,
pasaron por esta respuesta, y la ta le di trescientos reales para
que trajese la joya que haba de dar a la novia el da de su
desposorio, porque los que le sobraron del viaje anterior ya se los
habia entregado. Encargronle que no dejase de volver el mismo da;
dijo que hara lo posible, y qued despedido aquella noche.
Al da siguiente, que fu el 10 de junio, parti para Pamplona,
cumpli sin dificultad su primer intento de confesarse, comulgar y
hacer las dems diligencias para ganar el jubileo en los Padres
Trinitarios; mas no quiso el Seor tuviese el consuelo de ejecutar
el segundo y principal sin pagar primero un tributo a la flaqueza
humana. Nuestra Madre Santa Teresa de Jess, a pesar de estar tan
decidida a tomar el hbito carmelita, asegura que, al salir de la
casa de su padre a ponerlo en ejecucin, cada hueso le pareca que se
apartaba de por s. Un extremecimiento semejante sinti nuestro
Hermano Juan al salir de los Padres Trinitarios para nuestro
convento, y una persuasin intima de que el demonio le embarazaba el
paso. Dos veces fu detenido en el camino, por una mano invisible, y
en la segunda, en la que se divisaba ya la cerca del convento,
estuvo ms de media hora fijo, inmoble y como exttico, sin poderse
mover a parte alguna. En las dos ocasiones triunf con las mismas
armas; particularmente en la segunda, recobrado algn tanto, se
santigu, invoc el dulcsimo nombre de Jess, y diciendo: Seor; qu es
esto?; Dios mo amparadme, pudo proseguir su camino; pero no todava
sin grande turbacin y desasosiego de su alma, has
33
-
ta que llegando a la portera, dijo al portero si le recibiran
para el santo hbito. En este momento ces la turbacin y recobr su
luz y tranquilidad. Sin duda, hasta aqu slo tena licencia el
demonio para molestarle. El portero lo present al Padre Maestro, y
ste al Padre Prior. A ambos declar muy despacio cuanto le haba
pasado: el empeo de sus tos en casarlo, su jornada a Zaragoza, su
vocacin al estado religioso, el mandato de Dios para ser carmelita
descalzo, y la firme resolucin en que al presente se hallaba de
cumplirlo con su gracia. Por lo que con cuanta humildad pudo les
pidi le diesen el santo hbito. Los experimentados Padres conocieron
desde luego la vocacin, el buen fondo y apreciables prendas del
pretendiente, y temieron, si no condescendan, resistir a la
voluntad divina, que juzgaron suficientemente declarada. As
resolvieron que, precedidas las formalidades prescritas, se le
diese el hbito, no tan luego como l quera, sino el jueves
siguiente, que era el del Santsimo Sacramento, y que en los tres
das intermedios se ocupase en la huerta a disposicin del hortelano.
Qued en ello el pretendiente, y entreg al Padre Maestro los
trescientos reales que traa, destinando al coste de los hbitos lo
que la ta le haba dado para la jo ya de la novia.
El martes siguiente prepar el hortelano a nuestro pretendiente
una grave tentacin sin entenderlo. Dispuso que fuese a la noria a
sacar agua para regar. Era el encargo arrear una mala bestia al
intento. Ella hacia tan mal su oficio, que no acertaba a dar paso
por diligencias que el Hermano haca. Monta en ella para arrearla
mejor, la pincha, la golpea, se deshace. Ni por esas. La bestia
cada vez ms dura e inobediente. l se cansa, se aburre, y dando
lugar a la tentacin con que por este medio le acometa el demonio,
prorrumpe entre enfadado y colrico en estos discursos: Qu pensarn
de m estos frailes? Creern
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acaso que soy alguno de esos muchachos que vienen a la portera
por la racin? Aun para ellos sera este ejercicio demasiado penoso.
Es esta ocupacin para un sobrino de Juan Beltrn, que le gobernaba
su casa y hacienda? Qu dijeran l y todos los de su casa si me
vieran en este ejercicio? Y si ahora me tratan as, qu harn cuando
rae vean fraile? Mejor es remediarlo con tiempo...
Tanto le apret este pensamiento, que ya trataba de saltar por la
tapia, escaparse y dejarlo todo. Pero haba entregado ya los
trescientos reales; y ponerse en la presencia de su ta sin ellos o
sin la joya para la novia, era o le pareca recia y vergonzosa cosa;
y Nuestro Seor, que por medios leves consigue sus altos fines, hizo
que por una causa de tan poco momento suspendiese por entonces su
fuga.
Cuando baj por all el Padre Maestro, le dijo el pretendiente que
haba pensado que los trescientos reales eran poco dinero para los
hbitos, que se los diese, y que con cien reales ms que traera le
entregara los cuatrocientos. El advertido Padre conoci al momento
el ardid, y le dijo: Pues qu es eso, Juan? Le tienta el diablo? Un
rayo de luz fu para l esta pregunta. Jess mo, respondi
santigundose, y ya otro: S, Padre nuestro: por Dios, que me den
luego el hbito, que a poco ms estoy ya fuera de la cerca.
Condescendieron con l, y se lo dieron el da siguiente, mircoles,
vspera del Corpus, a 13 de Junio de 1618.
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CPTULitO VI
S e n tim ie n to extKaoKdinam o de s u s to s y f a m ilia y
dem s v eein o s de B ai^soain cu a n d o supiet^on que se h a b a
h eeh o tteliQoso. flu evo y fop tsim o a ta q u e pov su p aP te
paita que de|e el h b ito y v u e lv a a c a s a . Se m a n
tien e it*m e y s u to m uelle de p e n a .
Al verse Juan de Leoz con el hbito de la sacratsima Virgen del
Carmen, un roco del cielo se derram sobre su espritu,
correspondiente a las muchas penas, ansiedades, dudas y afanes que
le haba costado el conseguirlo. Dej el apellido del siglo, como se
acostumbra en nuestra descalcez, y en lugar de llamarse Juan de
Leoz se llam el Hermano Juan de Jess. Hizo luego se escribiese a
los tios una carta en que les diesen cuenta de su mudanza. Cuando
la recibi y ley Juan Beltrn, cul fue el luto inconsolable que se
apoder de toda la familia! No hubiera sido mayor si hubiera venido
la noticia de que se haba muerto. Magdalena Urdn y su sobrina ven
frustradas todas sus esperanzas de un acomodo que con tanta ansia
haban deseado, tan ventajoso para toda la familia por todas sus
circunstancias, pero principalmente por las apre- ciables
cualidades del joven que perdan. Grande fue esta pena, pero en
ninguna manera como la que recibi Juan Beltrn. Vea desde aquel
punto su casa sin sucesin, su hacienda sin heredero, su mujer sin
apoyo, su sobrina sin acomodo, y a s mismo se miraba privado para
siempre de
aquel hijo querido, adoptivo, que tantos aos haba sido y se
prometa haba de ser en adelante hasta cerrar sus ojos todo su
consuelo. No puede resistirse a este golpe; se rinde, y cae en cama
herido de una grave y peligrosa enfermedad.
Por todo el lugar, cuando los vecinos lo supieron, no hacan sino
avivar ms y ms con sus discursos estos sentimientos naturales de la
familia. Qu lstima!, decan. Un joven de sus circunstancias, nobleza
y conveniencias meterse fraile!.... y descalzo!... y en el estado
ms abatido de donado!... Qu desconocimiento! Dejar en la amargura y
en el dolor a unos tos a quienes tanto debe! Como si no pudiera
salvarse en el siglo! Los que sabemos de vocacin, sabemos tambin
cun frecuentes son en estos casos estas invectivas. Los del mundo
juzgan comnmente locura las resoluciones que slo tienen por objeto
la vida eterna y la salvacin del alma; y llevados de esta idea, se
avanza muchas veces a determinaciones inconsideradas y
perjudiciales. Siete de los principales del lugar se presentan al
pie de la cama a Juan Beltrn, y para consolarlo le dicen que, si se
lo permiten, ellos irn a Pamplona, y de grado o por fuerza, sacarn
del convento a su sobrino Juan de Leoz, y lo traern a su casa, para
que sea su consuelo mientras viva. No dej de consolarse algn tanto
con esta esperanza y agradeci la buena voluntad de sus amigos,
aunque no fiaba mucho en su promesa.
Partieron, en efecto, para Pamplona, llegaron al convento, y
abocndose con el Padre Prior y Maestro le hablaron en esta
sustancia: Slo un sentimiento de humanidad, reverendos Padres, nos
trae a la presencia de vues ^tras Reverencias. Juan Beltrn, vecino
principal de nuestro pueblo, vindose casado y sin hijos, adopt por
tal a Juan de Leoz, sobrino carnal suyo; lo extrajo de casa de sus
padres, y lo tuvo, cri y educ en la suya por cerca
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-
de veinte aos. En l deposit toda su confianza, lo hizo heredero
de toda su hacienda, que asciende a ms de treinta mil ducados de
plata, proyect el casarlo con una sobrina de su mujer, que tambin
tiene en casa, y l no di muestras de resistencia. Se dispuso todo
lo necesario para la celebracin de la boda, y en los mismos das que
se iba a ejecutar, se ha venido a esta Religin, y es puntualmente
el que recibieron vuestras Reverencias dias pasados en la clase de
donado. Todo el lugar est lleno de sentimiento, su familia
traspasada de pena, y su to Juan Beltrn tan gravemente enfermo del
dolor, que si su sobrino no vuelve con nosotros, la melancola le
acaba la vida. Este es nuestro viaje. Vuestras Reverencias no deben
dar lugar a que una resolucin imprudente sacrifique tantas vctimas.
Que venga a nuestra presencia el novicio, que sabiendo todo esto,
no es posible que resista...
Dijeron esto con tanta vehemencia y animosidad, que los
prudentes Padres, a pesar de la confianza que tenan en la vocacin
del novicio, temieron presentarlo a su vista. Por buena que sea una
planta, si es demasiado tierna, la arrebata una furiosa tempestad.
Por la misma causa, los gravsimos Padres de Santo Domingo no
permitieron que santo Toms, novicio, se presentase a su madre, con
ser que el novicio era santo y la madre santa, y afirmaba que no
quera sino confirmar a su hijo en su santo propsito. Pero el mismo
hijo peda que no le expusiesen a las lgrimas de su madre. Este es
el modo con que se sostiene y se fortifica la vocacin religiosa,
cuando se quiere seguir con fidelidad y firmeza la voz de Dios.
[Cuntas vocaciones se han perdido, y cuntas almas han naufragado en
su salvacin por no cautelarse de estos riesgos, y por dejarse
vencer de los sentimientos y lgrimas de sus parientes, padres y
amigos! Por estos principios rehusaban los prudentes Padres
presentar el novicio a los de Barsoain hasta que
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se arrojaron a decir: que Juan de Leoz ya estaba casado, y que
de no entregrsele, iban al Provisor a pedirlo por justicia. En nada
repara un empeo cuando es fuerte e impelido por el demonio. Bien
saban ellos que su dicho iba a desmentirse prontamente; pero les
proporcion lo que ellos queran, que era tener presente al Hermano
Juan para hacerle sufrir todo el golpe de su artillera.
Sorprendidos el Padre Prior y Maestro de lo que oan, aunque no lo
creyeron, hicieron venir al Hermano Juan a presencia de estos ^us
amigos de Barsoain, y todos juntos, dijo el Padre Prior: Hermano
Juan, no nos dijo, cuando vino a pedir el santo hbito, que vena
huyendo porque sus tos le queran casar?S, Padre nuestro, respondi,
as es.Pues mire lo que dicen estos seores, que ya est casado, y que
vienen a pedir al Provisor se le haga volver a su casa. Yo casado?,
respondi prontamente; quin puede decir tal cosa?Nosotros, respondi
uno de ellos, y lo juraremos ante el Provisor, que a eso hemos
venido.Ustedes?, respondi el Hermano, y ustedes siendo como son
personas de calidad, haban de jurar una mentira tan grande? Cundo
me he casado yo, ni aun siquiera desposado? Que mis tos lo han
deseado, me lo han propuesto y aun instado mucho, es verdad; pero
que yo haya consentido ni dado palabra, es una grandsima
mentira,
Gran fuerza tiene la verdad, y el Hermano la dijo con tanta
resolucin, que los de Barsoain temieron proseguir con su empeo; por
lo que el principal de ellos, amigo ntimo del Hermano, tom la
palabra y dijo; Mire, seor Juan de Leoz. Lo que usted dice es
verdad, no podemos negarla. Lo que se ha dicho en contra slo ha
sido para obligar a nuestros Padres a que nos trajesen a usted ac
para darle parte del gran sentimiento de su to Juan Beltrn. Ha cado
gravemente enfermo de pena, est muy de peligro, y si usted no viene
con nosotros, se va a morir y
39
-
pronto. Mire que no le paga lo mucho que le debe. Mire por
aquella casa que es de sus abuelos y ahora suya, y faltando usted,
se ha de perder del todo. Para qu quiere que tan grande hacienda se
desperdicie y pase a otras extraas? Ya sabe usted lo mucho que
todos lo estimamos, y por eso sentimos mucho el que nos deje. E l
casamiento con Beatriz es muy bueno y de todas conveniencias, y la
pobre est para desesperarse de pena..
Si fu terrible la batera por la sustancia, no lo fu menos por el
carioso e insinuante modo con que su ntimo amigo se la dirigi. Pero
a todo fu superior la constancia del novicio. Vaya, Hermano Juan,
le dijo el Prior. Ya ha odo a estos seores: qu les responde? quiere
irse con ellos?Cmo ir. Padre nuestro?, respondi; eso me pregunta
vuestra Reverencia? A eso he venido? De ninguna manera.
Y volvindose a los de Barsoain, les dijo: Seores mucho siento la
enfermedad y pena de mi tic, a quien estimo como si fuera padre, y
sabe Dios que la pasara yo por l, si eso estuviera en mi mano. Muy
posible ser que se muera, que est muy viejo ; mas eso no lo puedo
yo remediar. Yo le dije que para tomar ese estado, no seria con
otra persona que con Beatriz; mas nunca me he indinado a l, porque
hace mucho tiempo que Dios me llam para el de religioso: ya,
gracias a su Majestad, lo he conseguido, y estoy tan gozoso en l,
que si ustedes me trajeran todas las haciendas y mayorazgos del
mundo, no volviera pie atrs. Yo no he servido a mis tos por su
hacienda, sino por el grande amor que les he tenido, pues han hecho
conmigo oficios muy de padres; y si los dejo ahora, cuan^ do me
daban ms pruebas de su cario, no es sino con grande sentimiento, y
slo por cumplir con lo que Dios me manda. Dganselo ustedes asi,
particularmente a mi to Juan Beltrn; esto le consolar, que yo no
puedo ayii-
- 4 0 -
darle ms que con mis pobres oraciones, y stas las tiene seguras
toda mi vida.
Tal valor, tal constancia, tal desengao llenaron de go- z
-
42
CPITLiO VII
pepvolies del v e n e ra b le flet
-
novicio) ocuparlo en la cocina. Aqu estaba en sus glorias. Ser
cocinero perpetuo de un convento habia sido el blanco de sus
deseos, aun antes de estar enteramente declarada su vocacin. Verse
ahora cumplido su deseo en la cocina del Carmen descalzo, a donde
el Seor con tanta eficacia lo habia llamado, lo traa dulcemente
devoto. Su humildad se hallaba bien en aquel ejercicio humilde. Oa
con atencin lo que le decan, aprenda lo que le enseaban, callaba
como novicio, sin ser pesado a los dems, serva a todos con el mayor
agrado, y las ollas, cazos, peroles y dems muebles de la cocina,
limpios como una plata, demostraban su exactitud y gusto en el
ejercicio. Mucho se hace cuando con buen deseo se aplica la
voluntad a lo que manda la obediencia.
Tanta virtud, y ms en un novicio, no podia menos de encender la
rabia del demonio. E l noviciado es el tiempo de sus tentaciones.
Sabe l que por lo comn perdi para siempre el novicio que persevera
firme en su vocacin y profesa; como, por el contrario, si logra
desquiciarlo y volverlo al mundo, le ser ms fcil hacerle comer las
cebollas de Egipto y perderlo. En este novicio vea virtudes que
barruntaba haban de ser funestas a su rabiosa envidia, por lo que
hizo cuanto pudo por destruirlas en flor o vengarse: tentaciones,
persecuciones, molestias, espantos, malos tratamientos, golpes
furiosos, todo lo emple pretendiendo sacarlo del convento a todo
esfuerzo. Se le apareca ya en una figura, ya en otra, le presentaba
las proporciones para la salida, le pona por delante la puerta o
ventana por donde haba de huir, le excitaba con todas sus fuerzas a
ello, y no logrndolo, le cargaba de golpes y le dejaba muy
maltratado, y quebrantado todo el cuerpo. De muchos lances que
constan de las relaciones que se omiten por brevedad, y por ser de
un mismo genero, slo referir uno, por ser doctrinal y de aviso para
que los Carme
44
litas y devotos del santo Escapulario no se desprendan ja ms ni
de da ni de noche de esta sagrada arma, prenda singular de la
proteccin de su Madre amabilsima Mara del Carmen.
Una noche por descuido se acost sin el Escapulario de dormir que
todos usamos. Noche terrible para l. Bien pronto sinti que le
apretaban la garganta, de manera que crey le ahogaban. Segunda y
tercera vez repiti el demonio en figura de un feisimo etiope el
ataque. Le agarraba la garganta, le apretaba, le ahogaba, dicindole
que si no sala deL convento, iba al punto a acabar con l. Nuestro
venerable Hermano, conocido ya su enemigo, se mostraba superior a l
y le deca mil baldones; pero los golpes y apuros proseguan, hasta
que defendindose, forcejeando y revolvindose a una y otra parte,
lleg con la mano al santo Escapulario, que tena colgado de un clavo
a la cabecera. Entonces cay en la cuenta, reconoci que le faltaba
esta arma, aplicsela con ansia, y en el momento mismo recobr su
tranquilidad, ces la persecucin, y huy Vecipitadam ente el demonio
diciendo en voz alta: Por e ^ noche ya no tenemos remedio, que est
bien armado. H e ^ u un suceso ms, que se puede aadir a los
infinitos con que est probado que el sagrado Escapulario del Carmen
contra el incendio infernal es defensivo consuelo. Tan favorecido
de Dios, tan perseguido del demonio, y tan penitente y fervoroso en
s mismo pas nuestro Hermano los dos aos de noviciado, que suelen
tener los donados antes de su profesin simple. Bien acostumbrado a
los ejercicios de la Religin, y tan hijo de ella en el cario y
afecto, como si toda la vida los hubiera practicado, ansiaba porque
llegase el da feliz en que se sacrificase en sus aras. Lleg por fin
el da de San Pedro y San Pablo del ao 1620, y con toda la devocin,
ternura y lgrimas que le mereci su preparacin singular, hizo su
profesin sim-
45
-
- 46 -
p k , siehdo Prior de aquella casa el Padre Fr. Francisco de
Santa Maria, provincial de Castilla la vieja (a la que perteneca
entonces la de Navarra) el Reverendo P, Fr. Juan del Espritu Santo,
y general de la Orden nuestro M. Reverendo Fr. Alonso de Jess
Maria.
- 4 7
CPTUO VIII
P posigue el dem onio en pettse^uit* a nuestito veneitable
|lepnr3ano, y s te en v encedle.
Consagrado ya nuestro Hermano por voto en la Reli- gin, no es
fcil describir cunto creci en su alma el gozo, el fervor de espritu
y el agradecimiento a Nuestro Seor por tan singular beneficio.
Acordbase de lo que aquel misterioso nio que se le apareci a los
quince aos, le haba dicho: Yo cuidar de ti; y viendo ahora cun
fielmente lo haba cumplido, venciendo todos los estorbos que el
demonio le haba puesto para profesar, se inflamaba su alma, de
manera que andaba como absorto y tiernamente embelesado, y
necesitaba hacerse mucha fuerza para atender a la necesarias
ocupaciones exteriores. A la misma p ro p o rc i^ aumentaba el
diablo sus persecuciones.
Es verdad que ya no le incitaba ni le presentaba ocasiones para
slir ni fugarse. La gracia de la profesin le haba quitado esta
licencia. Pero los espantos, las amenazas, los malos tratamientos,
los golpes y empujones proseguan, se aumentaban y no le dejaban
sosegar ni vivir. De las vidas de los Padres, de las crnicas de las
Religiones, y singularmente de la nuestra, aparece que es poco
agradable al demonio (segn las diligencias que hace para
estorbarlo) el que los religiosos se levanten a alabar a Dios a la
media noche, cuando todas las criaturas estn en el ms profundo
silencio. Muchas pruebas tuvo de esto el ve-
-
nerablc Hermano en veinte aos que tu taedor de Maitines. Empez
esta cruel batera desde el noviciado. La primera vez en que
manifest este designio se le present en forma de un horroroso y
ferocsimo perro, rugiendo y echando fuego por los ojos, defendiendo
la soga de la campana punto antes de las doce, y amenazando al que
se acercase a ella. No era hora ni sitio en que pudiese ser perro
natural. Al dar la hora su primer golpe, instaba la orden de la
obediencia, y p o m o faltar a ella, armndose con la seal de la
cruz e invocando el dulcsimo nombre de Jess, se arroj a los dientes
y garras del demonio, que se persuadi lo era en aquella figura, asi
de la soga, y en el pimto mismo se fu desviando poco a poco, y
enteramente desapareci el figurado perro, mirndole con fiereza,
pero sin causarle otro mal. No fu as en otras ocasiones, en que se
vengaba a golpes cuando no consegua su intento.
A las ocho de la noche, en cumplimiento de su oficio, iba a
poner el despertador. Muy mal saba al demonio esa ceremonia.
Frecuentemente le sala al encuentro y le acometa primero con
espantos y amenazas; de stas no hacia mucho ca^o, porque conoca que
eran impotentes; pero repeta los golpes, que lo maltrataban; le
arrojaba violentamente por la escalera; era larga, y l quedaba
quebrantado. Los religiosos, recogidos en aquella hora en sus
celdas, oan el ruido con el silencio de la noche, y acudiendo a ver
lo que era, hallaban en efecto al pobre Hermano herido de golpes de
la cada, todo maltratado y dolorido. A pesar de esto, no todos los
religiosos se persuadan a que haba tal operacin del demonio. Unos
lo crean^ atendida la santidad del Hermano; otros suspendan el
juicio, como cosas extraordinarias en cuyo asenso se debe proceder
con mucho tiento; otros, en fin, se persuadan que n o haba ms
diablo que su imaginacin.
- 48
De estos ltimos era el P. Fr. Bautista, religioso anciano, muy
fervoroso y siervo de Dios, con quien el Hermano trataba muchas
veces, y era de los m-s cercanos a ia celda del despertador. Djole
un da el Hermano la pena que senta en verse tan de continuo
afligido por el demonio; y cuando esperaba or del Padre palabras de
consuelo, le dijo: iQu demonio! Ande, Hermano, que todo es aprensin
de su caridad, que con ella nos trae a todos inquietos. Su
imaginacin turbada es la que le figura al demonio, que le sigue, le
atropella y le hace caer. No hay ms demonio. No tena ms que hacer
el demonio, que venir cada noche a echarlo por la escalera abajo.
Desconsolse mucho nuestro Hermano con esta no esperada respuesta;
pero Nuestro Seor lo consol, primero por s mismo en la oracin, y
luego con la providencia extraordinaria siguiente.
Como a las once de la noche inmediata, estando recogidos todos
los religiosos y el mismo P. Fr. Juan Bautista durmiendo, le
despert un ruido como de uno que se paseaba por la celda. Causle
grande pavor, y pregunt temblando de miedo: Quin anda ah? Apenas lo
hubo dicho, cuando agentes invisibles acometieron a l, y le dier
ron tantos y tan duros golpes, que le quebrantaron todo el cuerpo.
InvocandoVl dulcsimo nombre de Jess y santigundose, sali comoSpudo
a toda prisa de la celda, fuse a la del Hermano, y desertndole le
dijo todo turbado: Hermano, encomindeme a Dios, que los diablos me
han quebrantado todo el cuerpo >.Qu diablos. Padre? dijo el
Hermano, respondindole con sus mismas palabras. Es aprensin de
vuestra Reverencia. Su imaginacin turbada es la que le ha dado los
golpes. No tena mas que hacer el diablo que ir a su celda a darle
golpes. Sinti el devoto Padre tan justa reprensin, y no pudiendo
dudar de sus golpes ms que San Jernimo de sus azo-
- 4 9 -
-
- s o tes, le dijo: Djeme de eso por amor de Dios, compadzcase
de m y venga. Ahora digo que padece mucho. Dios me ha querido
castigar; no s cmo puede su caridad vivir.Ah ver vuestra
Reverencia, respondi, si me quejo de vicio. Levantse, y fueron
ambos al coro a encomendarse a Dios hasta la hora de maitines y
desde entonces fu este Padre protector del Hermano. As vuelve Dios
por la verdad y por el honor de los suyos. Dos sucesos semejantes
se refieren en Casiano (Ecola. II, c. 13), y en la vida de los
Padres (lib. VII, c. 16), en que las tentaciones de los discpulos
permiti Dios se pasasen a los maestros, en pena y castigo de no
haberlos tratado con la debida compasin.
Mucho nimo y esfuerzo cobr nuestro Hermano sobre el diablo con
las experiencias y victorias pasadas; y deseando abatirlo hasta
donde alcanzasen sus fuerzas, discurri hacerle la solemne burla
siguiente.
El da de San Juan Bautista, que por tantas razones es celebrrimo
en toda la Iglesia, en nuestra Religin se celebra con
extraordinario regocijo y alegra, y con mucha razn; pues por su
medio pas nuestra Religin de la Sinagoga al Evangelio. El vino con
el espritu y poder de Elias y, como dice Belarmino, los Padres
antiguos reconocen a Elias y al Bautista por principios de los
ermitaos. Para esta ocasin hizo el Hermano Juan una estatua de un
diablo, bien fea, y despreciadisimamentie vestida, y atndola sobre
un jumento, la present a los otros diciendo: Ea, aqu tenis al
demonio; cada uno que haga los cargos que tenga contra l. Seal por
juez al Padre Maestro, pr actores a los dems, y l se hizo abogado
del demonio. Comenzaron los cargos. Cada cual alegaba los que tena
contra l y las tentaciones con que lo haba molestado. Responda al
cargo el abogado, y odas las 'partes, se le di la sentencia, que fu
apaleado, azotado, arrastrado
y ahorcado. Entonces solt el Hermano el jumentillo, y entreg el
reo a la gente, que ejecutase la sentencia. Descargaron sobre l
muchos palos, corran tras el jumento hasta que derribaban al diablo
y lo maltrataban, y cansados de correr, lo colgaron de un rbol, y
all le volvieron a dar tantos palos y pedradas que lo hicieron
pedazos. Con esta invencin sali este ao de 1622 nuestro Hermano, y
la continu en todos los de adelante. No es indiferente al diablo el
desprecio que se hace de l en su figura, por la regla general de
que el insulto u honor hecho al retrato se hace al original. Aquel
espritu orgulloso, que tuvo osada para decir: Subir al cielo, sobre
los astros de Dios exaltar mi trono; que se atrevi a pretender que
el mis ^mo Hijo de Dios se postrase a sus pies y le adorase, no
puede mirar con indiferencia que se le desprecie; pero el verdadero
cristiano lo puede insultar a pie firme. El es un perro que est
amarrado a la argolla. Ladrar puede, morder no puede sino al que se
le acerca. No nos acerquemos a l por nuestras acciones, e
insultmosle cuanto queramos y con seguridad. Por eso el grande
Antonio le insultaba; nuestra Madre santa Teresa no les tema ms que
a moscas, y con una cruz en la mano los obligbala precipitarse en
el infierno: el sencillo Hermano Fr. Fran^sco del Nio Jess, gloria
de nuestra descalcez, tan paVcido a nuestro Hermano Juan, tena en
un lienzo el retrat
-
red en forma de un feo etiope, como otras veces, y con grande
furia y rabia ech mano de la ventana, y arrancndola de su lugar, se
la tir con tal fuerza que le derrib en tierra, y con los clavos que
estaba clavado el marco y la misma ventana le hizo ocho heridas
grandes en la cabeza. Al ruido acudieron los religiosos y lo
hallaron postrado en tierra, todo baado en sangre, y junto a l la
ventana con sus clavos arrancada de su lugar. Lo bajaron llenos de
compasin a la enfermera, y tuvo que curar para muchos das. Dios
permiti que hubiese un suceso palpable para que se le creyesen
otros no menos sensibles, aunque no tan palpables de que el bendito
Hermano se quejaba.
52 - 5 3 -
C flPT IiO IX
B d iiea a los p ueb los nuestpo venew able fievraano sonSU ejem
p lo , y ellos v e n 0
-
llava. Esta jornada en invierno por las muchas lluvias, y en
verano por los excesivos calores, era penossima (ms que al
presente, en que se han mejorado los caminos). Sala a las ocho de
la maana, y volva el mismo da entre fres y cuatro de la tarde; y ni
los Hermanos de la Orden, ni cuantos le trataban, por ntimos que
fuesen, pudieron jams acabar con l que comiese o bebiese cosa
alguna, y
. as lo certifican en sus deposiciones. Seisiaos le dur este
ejercicio, y fueron seis aos de pblica edificacin.
Con ms razn y ms frecuencia daba este mismo ejemplo en la ciudad
de Pamplona, a donde suba desde la Magdalena a la limosna ordinaria
de la semana. Y aunque S tan general en aquella ciudad la estimacin
que hacen de los Carmelitas Descalzos y la veneracin en que los
tienen, se sealaba muy en particular con nuestro Hermano, porque
tambin l se sealaba mucho en su virtud, ejemplo y edificacin. En no
tratndose de hacerle tomar ni una sed de agua, por necesitado que
estuviese, en todo lo dems a todos complaca, a todos trataba con
grande agrado y afabilidad, a todos consolaba, todos le hallaban
para cuando le haban menester. Los enfermos, particularmente si
eran pobres, eran en quienes ms sensiblemente ejercitaba su tierna
caridad, y muchas veces les consegua la salud.
As se portaba cuando, volviendo al convento el mismo da en que
sala, reparaba por la noche la leve distraccin o el legtimo
intervalo del da. Mas cul era su edificacin cuando por das iba
fuera a sus veredas o a los encargos de la obediencia! Un solo
rasgo heroico suyo nos lo podr dar a conocer ms que todos los
discursos. Tena determinado (y lo cumpla fiel y constantemente)
seguir fuera de casa todo el hilo de los ejercicios espirituales
como en el convento. Horas de oracin, rezos, ayunos, cilicios,
disciplinas, vigilias, preparacin para los dias dsi-
- 5 4 -
eos, y los dems ejercicios espirituales al modo que los haca en
el convento, los haca fuera de l, buscando en las casas, al menos
para la disciplina, el lugar ms retirado para no ser notado. A poco
que se reflexione, se conocer cuntas violencias, cuntas
mortificaciones, cuntos trabajos comprende esta sola determinacin
fielmente ejecutada, y cunta edificacin haba de causar en los
pueblos esta su prctica constante. Sus veredas eran penosas por
montaas speras y fragosas. No haba como ahora el auxilio de los
caminos reales en donde poder descansar de los extraviados y
montuosos, y aligerarse sus pies de los barros que en ellos
abundan. Llegaba muchas veces a las casas todo mojado, sus
alpargatas y pies llenos de barro, y cuando los caritativos
hermanos de la Orden lo queran llevar a la lumbre para que se
secase, calentase, limpiase y aliviase, l as como estaba, se recoga
a tener su oracin acostumbrada, parecindole que aquello era lo
primero. Ni pasado del fro y del agua en el invierno, ni transido
de calor en el verano, ni rendido con la postulacin en todos
tiempos, omita su hora de oracin y dems ejercicios espirituales del
convento, para mucha confusin nuestra, a quienes harto menores
causas nos parecen suficientes para remitir el rigor de nuestras
observancias regulares.
Por recatado que fuese nuestro Hermano en retirarse a la pieza
ms escondida de las casas, principalmente a tomar sus disciplinas
(cuando no las tomaba en el campo), siempre estaba expuesto a que
se lo supiesen: y cuanto ms l se ocultaba para este y los dems
ejercicios espirituales, tanto ms edificaba con ellos. Hubo vez que
oyendo el amo de la casa donde estaba hospedado golpes
descompasados a deshora de la noche, y averiguando' eran los
desapiadados de nuestro Hermano que en el rincn ms retirado se
estaba despedazando a azotes, no slo se edific y compungi, sino que
qued con deseos de que
55
-
repitiese muchas veces el hospedaje un husped tan ejemplar.
(1).
Esto mismo sucedi en otras muchas partes, y como los pueblos
vean que el ejemplo que daba en todas las virtudes era
correspondiente a esta constancia en sus ejercicios espirituales,
se edificaban, se compungan, le veneraban y le tenan por Santo.
- 5 6 -
(1) E ra este caballero D. G aspar de Loyola, en Vergara.
- 57 -
H aee s u pitofesin so le m n e , y q u ed a en el n o v isia d
o d esp u s de e lla .
Los hermanos donados, dice nuestra ley, que hubiesen vivido
laudablemente cinco aos en la religin, pidiendo ellos devotamente,
con licencia del Provincial y consentimiento del Captulo, sern
admitidos a la segunda aprobacin, o segundo noviciado para la
profesin solemne. Nuestro Hermano estaba tan bien hallado en los
ejercicios y fervores d novicio, que en lugar de pedir a los cinco
aos su segunda aprobacin, como acostumbran los dems, no la pidi
hasta los diez, y entonces movido de las instancias de los Padres y
de los Prelados. Tuvo por menos inconveniente carecer de las
gracias de profesin solemne que pedirla y salir del noviciado.
Sigui en esto el dictamen de nuestra santa Madre, que en su camino
de perfeccin (cap. 13) dice: Ordenaron nuestros Padres la aprobacin
de un ano, y aqu quisiera yo que no se diera en diez la profesin,
que a la monja humilde poco se le diera no ser profesa, bien
supiera que si era buena no la haban de echar. Son muy a propsito
los ejercicios de los noviciados y seminarios seguidos por muchos
aos para amoldarse bien los sujetos al espritu y costumbres de la
Religin, y arraigarse bien en la virtud.
Tuvo, pues, nuestro Hermano este segundo noviciado del ao 1628
al 1629. Bien se deja entender cunto sera su
-
aliento en este ao, cuando tanto fue en los anteriores. Al fin
de l se dispuso prximamente para la profesin solemne con diez das
de ejercicios y confesin general, co ^mo se acostumbra, aadiendo
una mortificacin extraordinaria.
Lkg, en efecto, el dia 25 de Enero de 1629, felicsimo para l, en
que con las formalidades acostumbradas hizo su profesin solemne
para mucha gloria de Dios y honor de nuestra descalcez en manos del
Padre Prior Fr, Francisco del Carmelo, siendo General de la Orden
nuestro R. P. Fr. Juan Crisstomo.
Desde este da, tena derecho a salir del noviciado y a portarse
con algo ms de desahogo, como los dems hermanos profesos. Pero
nuestro venerable Juan estaba tan contento y bien hallado con los
ejercicios, retiro y penitencias de los novicios, que con humildes
splicas e instancias negoci con el Padre Prior y Maestro proseguir
con ellos, saliendo slo a dormir a la celda del despertador, como
taedor perpetuo de maitines. As persever hasta que el ao 30 sali
por obediencia, de suerte, que en lugar de seis tuvo doce aos de
noviciado.
58 59
CjRPTUO X I
Gpan Siesta del flio d e s s p p o e tiz a d a el a o 1 6 0 5 ,
y e m p e z a d a a eelebia en el de 1631. D ja la p epp etu a en
Hopbe, s u p a tp ia , son g la n d e d evoein y ptioveeho de los
fie les . P tiovid eneias s in g u la re s son que fluestpo Seo
la h a honpado.
Muy en la memoria y ms en el corazn tenia nuestro venerable
Hermano aquel singularsimo favor que le hizo Nuestro Seor cuando,
en figura de nio, se le apareci en el da de la Circuncisin, y le
dijo: En este da me has de hacer grande fiesta; y deseaba con las
mayores ansias que Dios le abriese camino para cumplirlo. El Seor
se lo inspir con la ocasin siguiente. Habia en el convento tres
imgenes de talla del Nio Jess. Una de bronce muy buena en el
oratorio del noviciado, bien festejada y obsequiada de los novicios
y maestro, singularmente en los viernes en las solemnsimas y
devotsimas Vsperas que se acostumbran. Otra en el coro, de que
cuidaba el sacristn, y la pona en el altar mayor bien adornada para
las festividades. La tercera estaba en el altar de un oratorio que
hay en el convento con tribuna al Santisimo, y de sta nadie
cuidaba. Medita, no sin ternura, que este Nio estaba all como nio
perdido, sin haber quien cuidase de l, y que le vena bien el nombre
que di a su original cuando se le apareci, que fu; Sin padre y sin
madre. Psole, en efecto, este nombre y enternecido con l, le pareci
que en nin-
-
[ O tra imagen estara ms bien empleada su fiesta y su dado que
en sta. Sac licencia del Padre Prior y Maes
tro para cuidar, vestir, obsequiar y festejar a este Nio sin
padre y sin madre. Mas cmo lo haca! Cunto celebraba a su Nio sin
padre y sin madre! Qu ternezas le deca! Cmo se deleitaba con l!
Cuantos le oan y vean, se figuraban que no era ms que una gracia y
simplicidad suya. Pero por lo que oyeron poco antes de morir,
supieron los religiosos que aquellas gracias y ternezas hacan una
dulcsima alusin a la primera aparicin, en que de pastorcito le
liquid el alma aquel Nio sin padre y sin madre.
Esta fu la imagen del santsimo Nio, ante quien tuvo- a bien
recibir los. obsequios de esta fiesta anunciada en el ao 1605. El
ao 1631, en el da de la Circuncisin, fu el primero en que la hizo
en el convento con cuanta solemnidad pudo, buscando entre otras
personas devotas, velas, limosnas y todo lo necesario.
Probablemente se hizo tambin en el convento del mismo modo el ao de
32. Pero no quedando satisfecha su devocin, ni dando por
completamente cumplida la profeca con esta funcin eventual y
precaria, trat de sacarla fuera, perpetuarla y hacerla
verdaderamente grande cuanto pudiese, conforme al anuncio.
Pas a Aorbe, su patria. Estuvo con el seor abad, con los dems
sacerdotes y con las personas principales del pueblo, y de tal
suerte les persuadi, que apesar de no ofrecerles el Siervo de Dios
capital alguno, convinieron todos en que la funcin fuese perpetua y
solemne. A su hermano Miguel Beltrn de Leoz supo inspirarle tan
ardiente amor al Nio Jess, que tom por su cuenta el llevar el
predicador y confesores, pagar la cera y lo restante del gasto que
toca a celebridad y regocijo exterior, que no es poco. Se sacaron
desde luego las licencias necesarias del Sr. Obispo de Pamplona, se
obtuvo breve de Su Santi
60
dad, con jubileo perpetuo, para todos los que confesando y
comulgando visitaren aquella iglesia, y en su principio, no haba en
el lugar persona alguna de comunin que no confesase y comulgase en
este da, sobre los muchos que a lo mismo venan de fuera. Si hoy
esta devocin no es tan general, pero siempre hay muchas
confesiones; y las familias hacen gloria de conservarla, y dan esta
prueba de afeccin al venerable Hermano paisano suyo y de devocin al
sacratsimo Nio Jess.
Todos los sucesores de Miguel Beltrn de Leoz, herederos de su
casa, a una con la herencia han recibido impresa como con sello
indeleble la devocin al Nio Jess. Con no pequea gloria de la
familia van continuando su dulce patronato despus de doscientos aos
sin entibiarse un punto su fervor, antes cada ao con un empeo ms
tierno y ms decidido de que la fiesta sea verdaderamente grande
conforme a la profeca. No parece puede ser ms grande en una aldea.
He aqu la solemnidad con que se ha celebrado desde su principio en
Aorbe, que fu el ao de 1633, hasta este de 1833, en que
pultualmente se cumple la segunda centuria.
Los devotos patronos envan de antemano al convento de Carmelitas
Descalzos de Pamplona a traer al Padre predicador, y al menos otro
religioso que ayude a confesar. La vspera de la Circuncisin
reparten de diez y ocho a veinte robos de trigo en pan cocido con
el ttulo de Pan de San Joaqun. Todos los del pueblo, grandes y
pequeos, ricos y pobres, y hasta los individuos y domsticos, del
ilustre Cabildo estiman recibir su porcioncita de Pan de San
Joaqun. La devocin va a la parte con la necesidad, y los devotos
confundidos con los necesitados honran de comn acuerdo en este da y
de este modo a San Joaqun. Con qu delicia mirar desde el cielo
nuestro venerable Hermano este obsequio hecho a su San Joaqun!
- 61 -
-
A su hora se cantan las Vsperas con cuanta solemnidad cabe en el
pueblo con capas y cetros. Arden en ellas y en toda la funcin del
da siguiente hasta las segundas Vsperas inclusive treinta y dos
velas de tres en libra, que pone la misma casa. Al anochecer, se
canta una Salve solemne con el mismo lucimiento, a que asiste todo
el pueblo. Concluida, se enciende una grande hoguera y para dar ms
impulso al regocijo universal, conmover los nimos y corazones a!
jbilo, se vuelan y bandean las campanas. En seguida, la mayor parte
del vecindario se dirige a la casa dicha del patronato, y a todos
se les da pan y vino.
El da de la Circuncisin todo es da de gloria para los vecinos y
para los forasteros, que concurren en gran nmero. Los devotos se
ocupan por la maana en sus confesiones y comuniones, que son
muchas, aunque no de todos como en otro tiempo. Muy temprano
anunciaron las campanas la solemnidad del da, y a su hora la de
empezar los oficios divinos. Un concurso numeroso, compuesto de los
vecinos del pueblo y forasteros, asiste a la Tercia cantada, misa
solemne y sermn, en el que siempre se renueva la dulce memoria del
venerable Siervo de Dios, que dej despus de s y perpeta de
generacin en generacin tantos efectos de su devocin y ternura.
Concluidos los oficios, va como la noche anterior la mayor parte
del vecindario a la misma casa y en ocasin de dar la enhorabuena al
predicador, reciben una refaccin de bizcochos o pan y vino
rancio.
Este da los seores patronos convidan a comer a todos los seores
individuos de Cabildo e iglesia. Sguense las Vsperas con la misma
solemnidad que el da anterior, y luego la solemnsima procesin por
todo el lugar con el santo Nio. Para fomentar y conservar esta
devocin todo el ao, repite el ilustre Cabildo esta procesin los
segun
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dos domingos de cada mes, y llaman la prpcesin del santo Nio. En
otro tiempo haba esta noche en la misma casa algn entrems o auto y
juegos que disponan los parientes y otras personas afectas. Pero no
hace falta esta circunstancia para que esta fiesta pueda decirse
grande con respecto al lugar en riguroso sentido, y para tener por
enteramente cumplida la profeca hecha a nuestro venerable Hermano:
En este da me has de hacer grande fiesta.
Bien pronto, despus de entablada, empez a mostrar el Seor cun
agradable le era, con providencias extraordinarias. Dos no se
pueden omitir. Los sucesos fueron pblicos y pudieron comprobarse
con fadlidad.
1. Uno de aquellos primeros aos, el venerable Hermano pidi a la
M. R, M. Teresa de los ngeles, Priora de las Agustinas recoletas de
Pamplona, que le prestase las velas necesarias para la funcin del
Nio en Aorbe, porque le instaba el marchar, y no tena tiempo para
buscarlas en otra parte; pero aadi que se haban de pesar, y l las
habia de volver por el peso. La Madre sali a darle la cera, pero no
a que se pesase. Sobre esto tuvieron su caritativa y cortesana
competencia; y al fin, viendo la Madre que el Hermano no las quera
recibir de otra manera, se pesaron. Llevlas, ardieron toda la
fiesta, las cuatro, se- iin costumbre casi todo da, y las otras a
primeras Vsperas, salve, misa, sermn, segundas Vsperas y procesin:
concluida la fiesta se pesaron, y tenan el mismo peso que ( liando
las sacaron del convento. Esto reconocieron todas l.is religiosas
de el, y lo deponen como cosa notoria y ( (instante, que la
tuvieron por milagrosa, y con razn.
2. Muerto Miguel Beltrn de Leoz, corra la fiesta por su hijo
Lorenzo de Leoz, en cuyo tiempo cay en Aorbe y
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SUS trminos tal cantidad de piedra en un verano, que destruy
todos los frutos, especialmente en las vias y olivares. Sale
Lorenzo de Leoz despus de la tempestad a ver sus olivares y vias,
suponiendo hallarlas destruidas como todas las circunstantes, y vi
no sin asombro que slo sus heredades fueron las preservadas, con
tan singular y palpable privilegio, que no encontr rastro alguuo de
dao, ni una hoja de sus vias y olivares herida, en medio de un
contorno enteramente destruido. Muchas personas fueron a verlo y a
satisfacerse con sus propios ojos, y todos lo atribuyeron a la
devocin con que haca el gasto de esta fiesta.
Jams se perdi una casa, mucho menos una nacin, por los gastos en
obsequio de la devocin y del culto, digan lo que quieran los nuevos
economistas. Si creemos que Dios es el Seor de todo, que lo reparte
segn le place, pensaremos que le desagrada el que se destine una
parte de esos mismos bienes al decoro de sus templos y al
lucimiento de sus fiestas? Abandonar a la indigencia al que propone
en su nimo y cumple este destino racional? Treinta y ocho aos
despus de instituida esta fiesta, esto es, el ao 1671, predic en
ella el autor de esta historia, alentando a la casa de Leoz para
que llevase adelante la solemnidad de esta fiesta, y que no temiese
desfallecera su hacienda con gasto tan grande, siendo tan bien
empleado; y acabado el sermn le dijeron el abad, beneficiados y
otros muchos, que lo que acababa de predicar lo hablan visto todos
a la letra, refirindole el caso dicho como cosa sabida y vista de
todos; y aade, que en tantos aos y tiempos tan malos (lo eran
mucho, aunque no tan malos como los nuestros), no slo no haba
decaido la casa, sino que iba en aumento. Doscientos aos hace que
con una providencia tan singular favoreci a Lorenzo de L