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Viaje al Centro de la Tierra Por Julio Verne
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Viaje al Centro de la Tierra...CAPÍTULO I El domingo 24 de mayo de 1863, mi tío, el profesor Lidenbrock, regresó precipitadamente a su casa, situada en el número 19 de la König-strasse,

Aug 18, 2021

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ViajealCentrodelaTierra

Por

JulioVerne

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CAPÍTULOI

Eldomingo24demayode1863,mi tío,elprofesorLidenbrock,regresóprecipitadamenteasucasa,situadaenelnúmero19delaKönig-strasse,unadelascallesmásantiguasdelbarrioviejodeHamburgo.

Marta,suexcelentecriada,seazaródeunmodoextraordinario,creyendoque se había retrasado, pues apenas si empezaba a cocer la comida en elhornillo.

«Bueno»penséparamí,«simitíovieneconhambre,sevaaarmarladeSanQuintínporquedificultoquehayaunhombredemenospaciencia».

—¡TantempranoyyaestáaquíelseñorLidenbrock!—exclamólapobreMarta,llenadeestupefacción,entreabriendolapuertadelcomedor.

—Sí, Marta; pero tú no tienes la culpa de que la comida no esté listatodavía,porqueaúnnosonlasdos.AcabadedarlamediaenSanMiguel.

—¿YporquéhavenidotanprontoelseñorLidenbrock?

—Élnosloexplicará,probablemente.

—¡Ahíviene!Yomeescapo.SeñorAxel,hágaleentrarenrazón.

Y la excelente Marta se marchó presurosa a su laboratorio culinario,quedándomeyosolo.

Pero,comomicaráctertímidonoeselmásapropósitoparahacerentrarenrazón al más irascible de todos los catedráticos, me disponía a retirarmeprudentemente a la pequeña habitación del piso alto que me servía dedormitorio, cuando giró sobre sus goznes la puerta de la calle, crujió laescalerademaderabajoelpesodesuspiesfenomenales,yeldueñodelacasaatravesóelcomedor,entrandopresurosoensudespacho,colocando,alpasar,elpesadobastónenunrincón,arrojandoelmalcepilladosombreroencimadelamesa,ydiciéndomecontonoimperioso:

—¡Ven,Axel!

No había tenido aún tiempo material de moverme, cuando me gritó elprofesorconacentodescompuesto:

—Pero,¿quéhacesquenoestásaquíya?

Ymeprecipitéeneldespachodemiirasciblemaestro.OttoLidenbrocknoesmalapersona,loconfiesoingenuamente;pero,comonocambiemucho,locual creo improbable, morirá siendo el más original e impaciente de loshombres.

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EraprofesordelJohannaeum,dondeexplicaba lacátedrademineralogía,enfureciéndose,porreglageneral,unaodosvecesencadaclase.Ynoporquelepreocupaseeldeseode tenerdiscípulosaplicados,nielgradodeatenciónqueéstosprestasenasusexplicaciones,nieléxitoquecomoconsecuenciadeella, pudiesen obtener en sus estudios; semejantes detalles le tenían sincuidado. Enseñaba subjuntivamente, según una expresión de la filosofíaalemana;enseñabaparaél,ynoparalosotros.Eraunsabioegoísta;unpozodecienciacuyapolearechinabacuandodeélsequeríasacaralgo.Era,enunapalabra,unavaro.

EnAlemaniahayalgunosprofesoresdeestegénero.

Mi tíonogozaba,pordesgracia,deunagran facilidaddepalabra,por lomenoscuandoseexpresabaenpúblico,locual,paraunorador,constituyeundefecto lamentable. En sus explicaciones en el Johannaeum, se detenía a lomejorluchandoconunrecalcitrantevocabloquenoqueríasalirdesuslabios;conunadeesaspalabrasqueseresisten,sehinchanyacabanporserexpelidasbajolaformadeuntaco,siendoésteelorigendesucólera.

Hay en mineralogía muchas denominaciones, semigriegas, semilatinas,difícilesdepronunciar;nombresrudosquedesollaríanloslabiosdeunpoeta.Noquierohablaroraldeestaciencia;lejosdemíprofanaciónsemejante.Perocuando se trata de las cristalizaciones romboédricas, de las resinasretinasfálticas,delasselenitas,delastungstitas,delosmolibdatosdeplomo,de los tunsatatos demagnesio y de los titanatos de circonio, bien se puedeperdonaralalenguamásexpeditaquetropieceysehagaunlío.

Enlaciudaderaconocidodetodosestebiendisculpabledefectodemitío,que muchos desahogados aprovechaban para burlarse de él, cosa que leexasperabaenextremo;ysufuroreracausadequearreciasenlasrisas,locualesdemuymalgustohastaenlamismaAlemania.Ysibienesmuyciertoquecontabasiemprecongrannúmerodeoyentesensuaula,noloesmenosquelamayoríadeellosibansóloadivertirseacostadelcatedrático.

Comoquieraquesea,nomecansaréderepetirquemitíoeraunverdaderosabio. Aun cuando rompía muchas veces las muestras de minerales portratarlos sin el debido cuidado, unía al genio del geólogo la perspicacia delmineralogista.Conelmartillo,elpunzón,labrújula,elsopleteyelfrascodeácidonítricoenlasmanos,noteníarival.Porsumododeromperse,suaspectoysudureza,porsufusibilidadysonido,porsuolorysusabor,clasificabasintitubear un mineral cualquiera entre las seiscientas especies conque en laactualidadcuentalaciencia.

Por eso el nombre de Lidenbrock gozaba de gran predicamento en losgimnasios y asociaciones nacionales. Humphry Davy, de Humboldt y loscapitanesFranklinySabinenodejabandevisitarleasupasoporHamburgo.

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Becquerel,Ebejmen,Brewster,DumasyMilne-Edwardssolíanconsultarlelascuestiones más palpitantes de la química. Esta ciencia le era deudora demagníficos descubrimientos, y, en 1853, había aparecido en Leipzig unTratadodeCristalografíaTrascendental,porelprofesorOttoLidenbrock,obraenfolio,ilustradaconnumerososgrabados,quenollegó,sinembargo,acubrirlosgastosdesuimpresión.

Además de lo dicho erami tío conservador delmuseomineralógico delseñorStruve,embajadordeRusia,preciosacolecciónquegozabademerecidayjustafamaenEuropa.

Taleraelpersonajequecontantaimpacienciamellamaba.Imaginaosunhombrealto,delgado,conunasaluddehierroyunaspectojuvenilquelehacíaaparentar diez años menos de los cincuenta que contaba. Sus grandes ojosgirabansincesardetrásdesusampliasgafas;sulargayafiladanarizparecíauna láminadeacero; losque leperseguíanconsusburlasdecíanqueestabaimanadayqueatraíalaslimadurasdehierro.Calumniavil,sinembargo,puessólo atraía al tabaco, aunque en gran abundancia, dicho sea en honor de laverdad.

Cuandohayadichoquemitíocaminabaapasosmatemáticamenteiguales,quemedíacadaunomediatoesadelongitud,yañadidoquesiemprelohacíacon los puños sólidamente apretados, señal de su impetuoso carácter, loconocerálobastanteellectorparanodesearsucompañía.

VivíaensumodestacasitadeKönig-strasse,encuyaconstrucciónentrabanporpartes iguales lamaderay el ladrillo, y quedaba aunode esos canalestortuososquecruzanelbarriomásantiguodeHamburgo,felizmenterespetadoporelincendiode1842.

Ciertoquelatalcasaestabaunpocoinclinadayamenazabaconsuvientrea los transeúntes;que teníael techocaídosobre laoreja,comolasgorrasdelosestudiantesdeTugendbund;quelaverticalidaddesuslíneasnoeralomásperfecta;perosemanteníafirmegraciasaunolmosecularyvigorosoenquese apoyaba la fachada, y que al cubrirse de hojas, llegada la primavera, laremozabaconunalegreverdor.

Mi tío, para profesor alemán, no dejaba de ser rico. La casa y cuantoencerraba, eran de su propiedad. En ella compartíamos con él la vida suahijadaGraüben, una joven curlandesa de diecisiete años de edad, la criadaMarta y yo, que, en mi doble calidad de huérfano y sobrino, le ayudaba aprepararsusexperimentos.

Confieso que me dediqué con gran entusiasmo a las cienciasmineralógicas; por mis venas circulaba sangre de mineralogista y no meaburríajamásencompañíademisvaliosospedruscos.

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En resumen, que vivía feliz en la casita de laKönig-strasse, a pesar delcarácterimpacientedesupropietarioporqueéste,independientementedesusmaneras brutales,me profesaba gran afecto. Pero su gran impaciencia no lepermitíaaguardar,ytratabadecaminarmásaprisaquelamismanaturaleza.

Enabril,cuandoplantabaenlospotesdelozadesusalónpiesderesedaodeconvólvulos, ibatodaslasmañanasatirarlesdelashojasparaacelerarsucrecimiento.

Con tan original personaje, no tenía más remedio que obedecerciegamente;yporesoacudíapresurosoasudespacho.

CAPÍTULOII

Era éste un verdaderomuseo. Todos los ejemplares del reinomineral sehallabanrotuladosenélyordenadosdelmodomásperfecto,conarregloalastresgrandesdivisionesquelosclasificaneninflamables,metálicosylitoideos.

¡Cuán familiaresmeeranaquellaschucheríasde lacienciamineralógica!¡Cuántas veces, en vez de irme a jugar con losmuchachos demi edad,mehabíaentretenidoenquitarelpolvoaaquellosgrafitos,yantracitas,yhullas,ylignitosy turbas!¡Ylosbetunes,yresinas,ysalesorgánicasqueeraprecisopreservar del menor átomo de polvo! ¡Y aquellos metales, desde el hierrohastaeloro,cuyovalor relativodesaparecíaante la igualdadabsolutade losejemplarescientíficos!¡Ytodosaquellospedruscosquehubiesenbastadoparareconstruir la casa de la König-strasse, hasta con una buena habitaciónsuplementariaenlaquemehabríayoinstaladocontodacomodidad!

Perocuandoentréeneldespacho,estababienajenodepensarennadadeesto;mitíosoloabsorbíamimenteporcompleto.Sehallabaarrellanadoensugran butacón, forrado de terciopelo de Utrecht, y tenía entre sus manos unlibroquecontemplabaconprofundaadmiración.

—¡Quélibro!¡Quélibro!—repetíasincesar.

Estas exclamaciones me recordaron que el profesor Lidenbrock eratambiénbibliómanoensusmomentosdeocio; sibiennohabíaningún libroquetuviesevalorparaélcomonofueseinhallableo,almenos,ilegible.

—¿Noves?—medijo—,¿noves?EsuninestimabletesoroquehehalladoestamañanaregistrandolatiendadeljudíoHevelius.

—¡Magnífico!—exclaméyo,conentusiasmofingido.

Enefecto,¿aquétantoentusiasmoporunviejolibroencuarto,cuyastapas

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ylomoparecíanforradosdegroserocordobán,ydecuyasamarillentashojaspendíaundescoloridoregistro?

Sin embargo, no cesaban las admirativas exclamaciones del enjutoprofesor.

—Vamos a ver—decía, preguntándose y respondiéndose a sí mismo—,¿esunbuenejemplar? ¡Sí,magnífico! ¡Yquéencuadernación!¿Seabreconfacilidad?¡Sí,permaneceabiertoporcualquierpáginaqueseledeje!Pero,¿secierrabien? ¡Sí,porque lascubiertasy lashojas formanun todobienunido,sinsepararseniabrirseporningunaparte!¡Yestelomoquesemantieneilesodespuésdesetecientosañosdeexistencia!¡Ah!¡HeaquíunaencuadernacióncapazdeenvaneceraBozerian,aClossyaunhastaalmismoPurgold!

Al expresarse de esta suerte, abría y cerrabami tío el feo y repugnantelibraco;yyo,porpurafórmula,puesnomeinteresabalomásmínimo:

—¿Cuál es el título de ese maravilloso volumen?—le pregunté con unentusiasmodemasiadoexageradoparaquenofuesefingido.

—¡Esta obra —respondió mi tío animándose— es el Heimskringla, deSnorriSturluson,elfamosoautorislandésdelsigloXII!¡EslacrónicadelospríncipesnoruegosquereinaronenIslandia!

—¡Deveras!—exclaméyo,afectandoungranasombro—;¿será,sinduda,algunatraducciónalemana?

—¡Unatraducción!—respondióelprofesorindignado—.¿Yquéhabríadehaceryoconunatraducción?¡Paratraduccionesestamos!Eslaobraoriginal,en islandés, esemagnífico idioma, sencillo y rico a la vez, que autoriza lasmás variadas combinaciones gramaticales y numerosas modificaciones depalabras.

—Comoelalemán—insinuéyoconacierto.

—Sí —respondió mi tío, encogiéndose de hombros—; pero con ladiferenciadequelalenguaislandesaadmite,comoelgriego,lostresgénerosydeclinalosnombrespropioscomoellatín.

—¡Ah!—exclaméyoconlacuriosidaduntantoestimulada—,¿yesbellalaimpresión?

—¡Impresión! ¿Pero cómo se te ocurre hablar de impresión, desdichadoAxel? ¡Bueno fuera!¿Peroesquecreesporventuraque se tratadeun libroimpreso? Se trata de un manuscrito, ignorante, ¡y de un manuscrito rúniconadamenos!

—¿Rúnico?

—¡Sí!¿Vasadecirmeahoraqueteexpliqueloqueesesto?

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—Me guardaría bien de ello —repliqué, con el acento de un hombreofendidoensuamorpropio.

Pero,quierasqueno,meenseñómitíocosasquenomeinteresabanlomásmínimo.

—Lasrunas—prosigue—eranunoscaracteresdeescriturausadaenotrotiempo en Islandia, y, según la tradición, fueron inventados por el mismoOdín.Pero,¿quéhaces, impío,quenoadmirasestoscaracteressalidosde lamenteexcelsadeundios?

Sin saber qué responder, iba ya a prosternarme, género de respuesta quedebeagradaralosdiosestantocomoalosreyes,porquetienelaventajadenoponerles en el compromiso de tener que replicar, cuando un incidenteimprevistovinoadaralaconversaciónotrogiro.

Fueéstelaaparicióndeunpergaminograsientoque,deslizándosedeentrelashojasdellibro,cayóalsuelo.

Mi tío se apresuró a recogerlo con indecible avidez. Un antiguodocumento, encerrado tal vez desde tiempo inmemorial dentro de un libroviejo,nopodíamenosdetenerparaélunelevadísimovalor.

—¿Quéesesto?—exclamóemocionado.

Yalmismotiempodesplegabacuidadosamentesobrelamesauntrozodepergaminodeunascincopulgadasdelargoportresdeancho,enelquehabíatrazados,enlíneastransversales,unoscaracteresmágicos.

He aquí su facsímile exacto. Quiero dar a conocer al lector tanextravagantes signos, por haber sido ellos los que impulsaron al profesorLidenbrock y a su sobrino a emprender la expediciónmás extraña del sigloXIX:

Elprofesorexaminóatentamente,durantealgunos instantes,estaseriedegarabatos,yalfindijoquitándoselasgafas:

—Estoscaracteressonrúnicos,nomecabedudaalguna;sonexactamenteigualesalosdelmanuscritodeSnorriSturluson.Pero…¿quésignifican?

Comolasrunasmeparecíanunainvencióndelossabiosparaembaucaralosignorantes,nosentíquenoloentendiesemitío.Así,almenos,melohizosuponer el temblor de sus dedos que comenzó a agitar de una maneraconvulsa.

—Sinembargo,esislandésantiguo—murmurabaentredientes.

ElprofesorLidenbrockteníamásrazónquenadieparasaberlo;porque,sibiennoposeíacorrectamentelasdosmillenguasyloscuatromildialectosquesehablanenlasuperficiedelglobo.Hablabamuchosdeellosypasabaporser

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unverdaderopolíglota.

Aldarconestadificultad,ibaadejarsellevardesucarácterviolento,yyaveíayovenirunaescenadesagradable,cuandodieronlasdosenelrelojdelachimenea.

Enaquelmismomomento,abrióMartalapuertadeldespacho,diciendo:

—Lasopaestáservida.

—¡Eldiablo cargue con la sopa—exclamó furibundomi tío—,y con laquelahahechoyconlosqueselacoman!

Martasemarchóasustada;yosalídetrásdeella,y,sinexplicarmecómo,meencontrésentadoalamesa,enmisitiodecostumbre.

Esperé algunos instantes sin que el profesor viniera. Era la primera vez,queyosepa,quefaltabaalasolemnidaddelacomida.¡Yquécomida,Diosmío! Sopas de perejil, tortilla de jamón con acederas y nuez moscada,solomillo de ternera con compota de ciruelas, y, de postre, langostinos endulce,ytodoabundantementeregadoconexquisitovinodelMosa.

Heaquí laapetitosacomidaqueseperdiómi tíoporunviejopapelucho.Yo,a fuerdebuensobrino,mecreíeneldeberdecomerpor losdos,ymeatraquédeunmodoasombroso.

—¡Nohevistoenlosdíasdemividaunacosasemejante!—decíalabuenaMarta, mientras me servía la comida. ¡Es la primera vez que el señorLidenbrockfaltaalamesa!

—Noseconcibe,enefecto.

—Esto parece presagio de un grave acontecimiento —añadió la viejacriada,sacudiendosentenciosamentelacabeza.

Pero, a mi modo de ver, aquello lo que presagiaba era un escándalohorrible que iba a promover mi tío tan pronto se percatase de que habíadevoradosuración.

Me estaba yo comiendo el último langostino, cuando una voz estentóreamehizovolveralarealidaddelavida,y,deunsalto,metrasladédelcomedoraldespacho.

CAPÍTULOIII

—Se trata sin duda alguna de un escrito numérico decía el profesor,frunciendoelentrecejo.Peroexisteunsecretoquetengoquedescubrir,porque

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delocontrario…

Ungestodeiracundiaterminósupensamiento.

—Siéntateahí,yescribe—añadióindicándomelamesaconelpuño.

Obedecíconpresteza.

—Ahoravoy adictarte las letrasdenuestro alfabetoque corresponden acadaunodeestoscaracteresislandeses.Veremosloqueresulta.¡Pero,porlosclavosdeCristo,cuidadenoequivocarte!

Élempezóadictarmeyyoaescribirlasletras,unasacontinuacióndelasotras, formando todas juntas la incomprensible sucesión de palabrassiguientes:

mm.rnllsesreuelseecJde

sgtssmfunteiefniedrke

kt,samnatrateSSaodrrn

erntnaelnuaectrrilSa

Atvaar.nxcrcieaabs

Ccdrmieeutulfrantu

dt,iacoseibokediiY

Unavezterminadoestetrabajomearrebatóvivamentemitíoelpapelqueacababadeescribir,yloexaminóatentamentedurantebastantetiempo.

—¿Quéquieredeciresto?—repetíamaquinalmente.

No era yo ciertamente quien hubiera podido explicárselo, pero estapreguntanoibadirigidaamí,yporesoprosiguiósindetenerse:

—Esto es lo que se llama un criptograma, en el cual el sentido se hallaoculto bajo letras alteradas de intento, y que, combinadas de un modoconveniente, formarían una frase inteligible. ¡Y pensar que estos caracteresocultan tal vez la explicación, o la indicación, cuando menos, de un grandescubrimiento!

En mi concepto, aquello nada ocultaba; pero me guardé muy bien deexteriorizarmiopinión.

Elprofesortomóentoncesellibroyelpergamino,ylocomparóunoconotro.

—Estosdosmanuscritosnoestánhechosporlamismamano—dijo—;elcriptograma es posterior al libro, tengo de ello la evidencia. En efecto, laprimera letra es una doble M que en vano buscaríamos en el libro de

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Sturluson,porqueno fue incorporadaalalfabeto islandéshastael sigloXIV.Porconsiguiente,entreeldocumentoyellibromedianporlapartemáscortadossiglos.

Estomepareciómuylógico;notratarédeocultarlo.

—Me inclino, pues, a pensar —prosiguió mi tío—, que alguno de losposeedores de este libro trazó los misteriosos caracteres. Pero, ¿quiéndemoniossería?¿Nohabríaescritosunombreenalgúnsitio?

Mi tío se levantó las gafas, tomó una poderosa lente y pasó minuciosarevistaalasprimeraspáginasdellibro.Aldorsodelasegunda,quehacíadeanteportada,descubrióunaespeciedemancha,queparecíaunborróndetinta;pero,examinadadecerca,sedistinguíanenellaalgunoscaracteresborrosos.Mitíocomprendióqueallíestabalaclavedelsecreto,yayudadodesulente,trabajó con tesón hasta que logró distinguir los caracteres únicos que acontinuacióntranscribo,loscualesleyódecorrido:

—¡Arne Saknussemm!—gritó en son de triunfo— ¡es un nombre! ¡Unnombre irlandés, por más señas! ¡El de un sabio del siglo XVI! ¡Él de unalquimistacélebre!

Miréamitíoconciertaadmiración.

—Estosalquimistas—prosiguió—,Avicena,Bacán,Lulio,Paracelso,eranlos verdaderos, los únicos sabios de su época. Hicieron descubrimientosrealmenteasombrosos.¿QuiénnosdicequeesteSaknussemmnohaocultadobajo este ininteligible criptograma alguna sorprendente invención? Tengo laseguridaddequeasíes.

Ylavivaimaginacióndelcatedráticoseexaltóanteestaidea.

—Sinduda—meatrevíaresponder—;pero,¿quéinteréspodíatenerestesabioenocultardeesemodosumaravillosodescubrimiento?

—¿Qué interés? ¿Lo sé yo acaso? ¿No hizo Galileo otro tanto cuandodescubrió a Saturno? Pero no tardaremos en saberlo, pues no he de darmereposo, ni he de ingerir alimento, ni he de cerrar los párpados en tanto noarranqueelsecretoqueencierraestedocumento.

«Diosnosasista»—penséparamicapote.

—Nitútampoco,Axel—añadió.

—Menosmal—penséyo—,quehecomidoracióndoble.

—Yademás—prosiguiómitío—,esprecisoaveriguarenquélenguaestáescritoeljeroglífico.Estonoserádifícil.

Al oír estas palabras, levanté vivamente la cabeza. Mi tío prosiguió su

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soliloquio.

—Nohaynadamássencillo.Contieneestedocumentocientotreintaydosletras,delascuales,53sonvocales,y79,consonantes.Ahorabien,estaeslaproporciónque,pocomásomenos,seobservaenlaspalabrasdelaslenguasmeridionales,entantoquelosidiomasdelNortesoninfinitamentemásricosenconsonantes.Setrata,pues,deunalenguameridional.

Laconclusiónnopodíasermásjustayatinada.

—Pero,¿cuálesestalengua?

Aquíeradondeyoesperabavervacilarami sabio, apesarde reconocerqueeraunprofundoanalizador.

—Saknussemmeraunhombreinstruido—prosiguió—,y,alnoescribirensu lengua nativa, es de suponer que eligiera preferentemente el idioma queestabaenbogaentrelosespírituscultosdelsigloXVI,esdecir,ellatín.Simeengaño,recurriréalespañol,alfrancés,alitaliano,algriegooalhebreo.Perolos sabiosdel siglomentadoescribían,por logeneral, en latín.Puedo,pues,confundamento,aseguraraprioriqueestoestáescritoenlatín.

Yodiunsaltoenlasilla.MisrecuerdosdelatinistasesublevaroncontralasuposicióndequeaquellaseriedepalabrasestrambóticaspudiesenperteneceraladulcelenguadeVirgilio.

—Sí,latín—prosiguiómitío—;perounlatínconfuso.

«Enhorabuena»pensé;«silograsponerloenclaro,teacreditarásdelisto».

—Examinémoslo bien —añadió, cogiendo nuevamente la hoja que yohabía escrito—. He aquí una serie de ciento treinta y dos letras que antenuestros ojos se presentan en un aparente desorden. Hay palabras como laprimera,mm.rnlls,enquesóloentranconsonantes;otras,porelcontrario,enqueabundanlasvocales:laquinta,porejemplo,unteiefolapenúltima,oseibo.Evidentemente, esta disposición no ha sido combinada, sino que resultamatemáticamentedelarazóndesconocidaquehapresididolasucesióndelasletras.Mepareceindudablequelafraseprimitivafueescritaregularmente,yalterada después con arreglo a una ley que es preciso descubrir. El queposeyeralaclavedeesteenigmaloleeríadecorrido.Pero,¿cuálesestaclave,Axel?¿Latienesporventura?

Nadacontestéaestapregunta,porunasencillarazón,misojossehallabanfijos en un adorable retrato colgado de la pared: el retrato de Graüben. Lapupilademi tío se encontraba a la sazón enAltona, en casadeunparientesuyo,ysuausenciameteníamuytriste;porque,ahorayapuedoconfesarlo,labellacurlandesayelsobrinodelcatedráticoseamabancontodalapacienciaytodalaflemaalemanas.Noshabíamosdadopalabradecasamientosinquese

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enterasemitío,demasiadogeólogoparacomprendersemejantessentimientos.Era Graüben una encantadora muchacha, rubia, de ojos azules, de carácteralgograveyespíritualgoserio;masnoporesomeamabamenos.Porloqueamí respecta, la adoraba, si es que este verbo existe en lengua tudesca. Laimagendemilindacurlandesasetransportóenunmomentodelmundodelasrealidadesalaregióndelosrecuerdosyensueños.

Volvíaaveralafielcompañerademistareasyplaceres;alaquetodoslosdíasmeayudabaaordenar lospedruscosdemi tío,y los rotulabaconmigo.Graüben era muy entendida en materia de mineralogía, y le gustabaprofundizar las más arduas cuestiones de la ciencia. ¡Cuán dulces horashabíamos pasado estudiando los dos juntos, y con cuánta frecuencia habíaenvidiado la suertedeaquellos insensiblesmineralesqueacariciabaellaconsusdelicadasmanos!

En las horas de descanso, salíamos los dos de paseo por las frondosasalamedasdelAlster,ynosíbamosalantiguomolinoalquitranadoquetanbuenefectoproduceenlaextremidaddellago.Caminábamoscogidosdelamano,refiriéndoleyohistorietasqueprovocabansurisa,yllegábamosdeestemodohastalasorillasdelElba;y,despuésdedespedirnosdeloscisnesquenadabanentre los grandes nenúfares blancos, volvíamos en un vaporcito aldesembarcadero.

Aquí había llegado enmis sueños, cuandomi tío, descargando sobre lamesaunterriblepuñetazo,mevolvióalarealidaddeunamaneraviolenta.

—Veamos—dijo—: la primera idea que a cualquiera se le debe ocurrirpara descifrar las letras de una frase, seme antoja que debe ser el escribirverticalmentelaspalabras.

—Novadescaminado—penséyo.

—Es preciso ver el efecto que se obtiene de este procedimiento. Axel,escribeenesepapelunafrasecualquiera;pero,envezdedisponer las letrasunas a continuación de otras, colócalas de arriba abajo, agrupadas demodoqueformencuatroocincocolumnasverticales.

Comprendísuintenciónyescribíinmediatamente:

Tobíaü

eresGb

aolire

d,lman

—Bien—dijoelprofesor,sinleerloqueyohabíaescrito—;dispónahoraesaspalabrasenunalíneahorizontal.Obedecíyobtuvelafrasesiguiente:

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TobíaüeresGbaolired,lman

—¡Perfectamente!—exclamómitío,arrebatándomeelpapeldelasmanos—;esteescritoyahaadquiridolafisonomíadelviejodocumento;lasvocalesseencuentranagrupadas,lomismoquelasconsonantes,enelmayordesorden;hayhastaunamayúsculayunacomaenmediode laspalabras,exactamenteigualqueenelpergaminodeSaknussemm.

Debo de confesar que estas observaciones me parecieron en extremoingeniosas.

—Ahorabien—prosiguiómi tío,dirigiéndoseamídirectamente—,paraleer la frase que acabas de escribir y que yo desconozco,me bastará tomarsucesivamentelaprimeraletradecadapalabra,despuéslasegunda,enseguidalatercera,yasísucesivamente.

Ymitío,congransorpresasuya,ysobretodomía,leyó:

Teadoro,bellísimaGraüben.

—¿Quésignificaesto?—exclamóelprofesor.

Sin darme cuenta de ello, había cometido la imperdonable torpeza deescribirunafrasetancomprometedora.

—¡Conque amas a Graüben! ¿eh? —prosiguió mi tío con acento deverdaderotutor.

—Sí…No…—balbucídesconcertado.

—¡De manera que amas a Graüben! —prosiguió maquinalmente—.Bueno,dejemosestoahorayapliquemosmiprocedimientoaldocumentoencuestión.

—Abismadonuevamentemitíoensuabsorbentecontemplación,olvidódemomentomisimprudentespalabras.Ydigoimprudentes,porquelacabezadelsabio no podía comprender las cosas del corazón. Pero, afortunadamente, lacuestióndeldocumentoabsorbióporcompletosuespíritu.

En el instante de realizar su experimento decisivo, los ojos del profesorLidenbrock lanzaban chispas a través de sus gafas; sus dedos temblaban alcoger otra vez el viejo pergamino; estaba emocionado de veras. Por último,tosió fuertemente, y con voz grave y solemne, nombrando una tras otra laprimeraletradecadapalabra,acontinuaciónlasegunda,yasítodaslasdemás,medictólaseriesiguiente:

mmessunkaSenrA.icefdoK.segnittamurtn

ecertswrrette,rotaivxadua,ednecsedsadne

IacartniiiluJsitatracSarbmutabiledmeili

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MeretarcsilucoYsleffenSnl

Confieso que, al terminar, me hallaba emocionado. Aquellas letras,pronunciadasunaauna,noteníanningúnsentido,yesperéaqueelprofesordejaseescapardesuslabiosalgunapomposafraselatina.

Pero,¡quiénlohubieradicho!Unviolentopuñetazohizovacilarlamesa;saltólatintaylaplumasemecayódelasmanos.

—Estonopuedeser—exclamómitío,frenético—;¡estonotienesentidocomún!

Y, atravesando el despacho como un proyectil y bajando la escalera lomismoqueunalud,seengolfóenlaKönig-strasse,yhuyóatodocorrer.

CAPÍTULOIV

—¿Sehamarchado?—preguntóMarta,acudiendopresurosaaloírelruidodelportazoquehizoretemblarlacasa.

—Sí—respondí—,sehamarchado.

—¿Ysucomida?

—Nocomeráhoyencasa.

—¿Ysucena?

—Nocenarátampoco.

—¿Quémediceusted,señorAxel?

—No,Marta:niélninosotrosvolveremosacomer.MitíoLidenbrockharesuelto ponernos a dieta hasta que haya descifrado un antiguo pergamino,llenodegarrapatas,que,amimododever,esdeltodoindescifrable.

—¡Pobresdenosotros,entonces!¡Vamosaperecerdeinanición!

Nome atreví a confesarle que, dada la testarudez demi tío, esa era, enefecto,lasuertequeatodosnosesperaba.

Lacrédulasirvienta,regresóasucocinasollozando.

Cuandome quedé solo, se me ocurrió la idea de írselo a contar todo aGraüben;mas, ¿cómo salir de casa? ¿Y simi tío volvía yme llamaba, conobjeto de reanudar aquel trabajo logogrífico capaz de volver loco al viejoEgipto?¿Quésucederíasiyonolecontestaba?

Mepareció lomás prudente quedarme.Precisamente, daba la casualidad

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dequeunmineralogistadeBesanzónacababaderemitirnosunacoleccióndegeodas silíceas que era preciso clasificar. Puse manos a la obra, y escogí,rotuléycoloquéensuvitrinatodasaquellaspiedrashuecasencuyointeriorseagitabanpequeñoscristales.

Pero en lo que menos pensaba era en lo que estaba haciendo: el viejodocumento no se apartaba de mi mente. La cabeza me daba vueltas y mesentíasobrecogidoporunavagainquietud.Presentíaunainminentecatástrofe.

Alcabodeunahora, lasgeodasestabancolocadasensudebidoorden,ymedejécaersobrelabutacadeterciopelodeUtrecht,conlosbrazoscolgandoy la cabeza apoyada en el respaldo. Encendími larga pipa de espuma, querepresentabaunanáyadevoluptuosamenterecostada,ymeentretuvedespuésenobservarcómoelhumoibaennegreciendomininfadeunmodopaulatino.De vez en cuando escuchaba para cerciorarme de si se oían pasos en laescalera, siempre con resultado negativo. ¿Dónde estaría mi tío? Me loimaginaba corriendo bajo los frondosos árboles de la calzada de Altona,gesticulando, golpeando las tapias con su pesado bastón, pisoteando lashierbas, decapitando los cardos a interrumpiendo el reposo de las solitariascigüeñas.

¿Volveríavictoriosooderrotado?¿Triunfaríadel secretooseríaéstemáspoderosoqueél?

Ymientrasmedirigíaamímismoestaspreguntas,cogímaquinalmentelahoja de papel en la cual se hallaba escrita la incomprensible serie de letrastrazadaspormimano,diciéndomevariasveces:

—¿Quésignificaesto?

Tratédeagruparlasletrasdemaneraqueformasenpalabras;peroenvano.Era inútil reunirlas de dos, de tres, de cinco o de seis: de ninguna maneraresultaban inteligibles. Sin embargo, noté que las letras decimocuarta,decimoquinta y decimosexta formaban la palabra inglesa ice, y lasvigesimocuarta, vigésimo quinta y vigesimosexta la voz sir perteneciente almismoidioma.Porúltimo,enelcuerpodeldocumentoyenlaslíneassegundaytercera,leítambiénlaspalabraslatinasrota,mutabile,ira,necyatra.

¡Demonio! —pensé entonces—. Estas últimas palabras parecen dar larazón a mi tío acerca de la lengua en que está redactado el documento.Además,en lacuarta líneaveo también lavoz lucoquequieredecirbosquesagrado. Sin embargo, en la tercera se lee la palabra tabiled, de estructuraperfectamente hebrea, y en la última mer, arc y mere que son netamentefrancesas.

¡Aquello era para volverse loco! ¡Cuatro idiomas diversos en una fraseabsurda! ¿Qué relación podía existir entre las palabras hielo, señor, cólera,

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cruel, bosque sagrado, mudable, madre, arco y mar? Sólo la primera y laúltima podían coordinarse fácilmente, pues nada tenía de extraño que en undocumentoredactadoenIslandiasehablasedeunmardehielo.Peroestonobastaba,niconmucho,paracomprenderelcriptograma.

Luchaba,pues,contraunadificultadinsuperable;micerebroechabafuego,mivista seobscurecíade tantomirar elpapel; las ciento treintaydos letrasparecían revolotear en torno mío como esas lágrimas de plata que vemosmoverseenelairealrededordenuestracabezacuandosenosagolpaenellalasangre.

Eravíctimadeunaespeciedealucinación;measfixiaba;sentíanecesidaddeairepuro.Instintivamente,meabaniquéconlahojadepapel,cuyoanversoyreversosepresentabandeestemodoalternativamenteamivista.

Júzguese mi sorpresa cuando, en una de estas rápidas vueltas, en elmomento de quedar el reverso ante mis ojos, creí ver aparecer palabrasperfectamentelatinas,comocrateremyterrestreentreotras.

Súbitamente se hizo la claridad en mi espíritu: acababa de descubrir laclavedelenigma.Paraleereldocumentonoeranisiquieraprecisomirarloaltrasluz con hoja vuelta del revés. No. Podía leerse de corrido tal comomehabía sido dictado. Todas las ingeniosas suposiciones del profesor serealizaban;habíaacertadoladisposicióndelasletrasylalenguaenqueestabaredactadoeldocumento.Había faltadopocoparaquemi tíopudiese leerdecaboaraboaquellafraselatina,yestepocomeloacababaderevelaramílacasualidad.

No es difícil imaginar mi emoción. Mis ojos se turbaron y no podíaservirmede ellos.Extendí la hoja de papel sobre lamesa y sólome faltabafijarlamiradaenellaparaposeerelsecreto.

Porfinlogrécalmarmiagitación.Resolvídardosvueltasalrededordelaestancia para apaciguar mis nervios, y me arrellané después en el ampliobutacón.

«Leamos»medijeenseguida,despuésdehaberhechounabuenaprovisióndeaireenmispulmones.

Meinclinésobrelamesa,puseundedosucesivamentesobrecadaletra,y,sintitubear,sindetenermeunmomento,pronunciéenaltavozlafraseentera.¡Quéinmensaestupefacciónyterrorseapoderarondemí!Quedéalprincipiocomo herido por un rayo. ¡Cómo! ¡Lo que yo acababa de leer se habíaefectuado!Unhombrehabíatenidolasuficienteaudaciaparapenetrar…

—¡Ah!—exclamédandounbrinco—;no,no;¡mitíojamáslosabrá!¡Nofaltaría más sino que tuviese noticia de semejante viaje! Enseguida querría

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repetirlo sinquenadie lograsedetenerlo.Ungeólogo tanexaltado,partiríaapesar de todas las dificultades y obstáculos, llevándome consigo, y noregresaríamosjamás;¡perojamás!

Meencontrabaenunestadodesobreexcitaciónindescriptible.

—No,no;esonoserá—dijeconenergía—;y,puestoquepuedoimpedirque semejante idea se le ocurra ami tirano, lo evitaré a todo trance.Dandovueltas a este documento, podría acontecer que descubriese la clave de unamaneracasual.¡Destruyámoslo!

Quedabanenlachimeneaaúnrescoldos,y,apoderándomeconmanofebrilnosólodelahojadepapel,sinotambiéndelpergaminodeSaknussemm,ibayaaarrojarlo todoal fuegoyadestruirdeesta suerte tanpeligrososecreto,cuandoseabriólapuertadeldespachoyapareciómitíoenelumbral.

CAPÍTULOV

Apenas me dio tiempo de dejar otra vez sobre la mesa el mal halladodocumento.

El profesor Lidenbrock parecía en extremo preocupado. Su pensamientodominantenoleabandonabaunmomento.Habíaevidentementeescudriñadoyanalizadoelasuntoponiendoenjuego,durantesupaseo,todoslosrecursosdesuimaginación,yvolvíadispuestoaensayaralgunacombinaciónnueva.

En efecto, se sentó en su butaca y, con la pluma en lamano, empezó aescribirciertasfórmulasquerecordabanloscálculosalgebraicos.

Yoseguíaconlamiradasumanotemblorosa,sinperderniunosolodesusmovimientos. ¿Qué resultado imprevisto iba a producirse de pronto? Meestremecía sin razón, porque una vez encontrada la verdadera, la únicacombinación, todas las investigaciones debían forzosamente resultarinfructuosas.

Trabajó durante tres horas largas sin hablar, sin levantar la cabeza,borrando,volviendoaescribir,raspando,comenzandodenuevomilveces.

Biensabíayoque,silograbacoordinarestasletrasdesuertequeocupasentodaslasposicionesrelativasposibles,acabaríaporencontrarlafrase.Peronoignoraba tampoco que con sólo veinte letras se pueden formar dosquinquillones, cuatrocientos treinta y dos cuatrillones, novecientos dostrillones, ocho mil ciento setenta y seis millones, seiscientas cuarenta milcombinaciones.

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Ahorabien,comoeldocumentoconstabadecientotreintaydosletras,yelnúmero que expresa el de frases distintas compuesta de ciento treinta y tresletras,tiene,porlapartemáscorta,cientotreintaytrescifras,cantidadquenopuede enunciarse ni aun concebirse siquiera, tenía la seguridad de que, porestemétodo,noresolveríaelproblema.

Entretanto,eltiempopasaba,lanocheseechóencimaycesaronlosruidosdelacalle;masmitío,abismadoporcompletoensutarea,noveíanientendíaabsolutamentenada,niaunsiquieraalabuenaMartaqueentreabriólapuertaydijo:

—¿Cenaráestanocheelseñor?

Marta tuvo que marcharse sin obtener ninguna respuesta. Por lo querespectaamí,despuésderesistirdurantemuchotiempo,mesentíacometidoporunsueñoinvencible,ymedormíenunextremodelsofá,mientrasmitíoproseguíasuscomplicadoscálculos.

Cuandomedespertéaldíasiguiente,elinfatigablepeóntrabajabatodavía.Susojosenrojecidos, su tezpálida, suscabellosdesordenadosporsusdedosfebriles, sus pómulos amoratados delataban bien a las claras la luchadesesperadaquecontraloimposiblehabíasostenido,ylasfatigasdeespírituylacontencióncerebralque,durantemuchashoras,habíaexperimentado.

Sihededecirlaverdad,meinspirócompasión.Apesardelosnumerososmotivosdequejaquecreíatenercontraél,mesentíconmovido.Sehallabaelinfeliz tanabsorbidoporsu idea,quenideencolerizarseseacordaba.Todassus fuerzas vivas se hallaban reconcentradas en un solo punto, y como nohallaban salida por su evacuatorio ordinario, era muy de temer que suextraordinariatensiónlehicieseestallardeunmomentoaotro.

Yopodíaconun sologestoaflojar el férreo tornilloque le comprimíaelcráneo.Unasolapalabrahabríabastado,¡ynoquisepronunciarla!

Hallándome dotado de un corazón bondadoso, ¿por qué callaba en talescircunstancias?Callabaensupropiointerés.

«No, no» repetía enmi interior; «no hablaré».Le conozcomuy bien: seempeñaría en repetir la excursión sin que nada ni nadie pudiese detenerle.Posee una imaginación ardorosa, y, por hacer lo que otros geólogos no hanhecho, sería capaz de arriesgar su propia vida. Callaré, por consiguiente;guardaré eternamente el secreto de que la casualidad me ha hecho dueño;revelárseloaélseríaocasionarlelamuerte.Queloadivinesipuede;noquieroeldíademañanatenerquereprocharmeelhabersidocausadesuperdición.

Una vez adoptada esta resolución, aguardé cruzado de brazos. Pero nohabíacontadoconunincidentequehubodesobreveniralgunashorasdespués.

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CuandoMartatratódesalirdecasaparatrasladarsealmercado,encontrólapuertacerradaylallavenoestabaenlacerradura.¿Quiénlahabíaquitado?;evidentementemitíoalregresardesuprecipitadaexcursión.

¿Lo había hecho por descuido o con deliberada intención? ¿Queríasometernosalosrigoresdelhambre?Estomeparecíaunpocofuerte.¿PorquérazónhabíamosdeserMartayyovíctimasdeunasituaciónquenohabíamoscreado?Entoncesmeacordédeunprecedentequemellenódeterror.Algunosaños atrás, en la época en que trabajaba mi tío en su gran clasificaciónmineralógica,permaneciósincomercuarentayochohorasy todasufamiliatuvo que soportar esta dieta científica. Me acuerdo que en aquella ocasiónsufrídoloresdeestómagoquenadateníandeagradablesparaunjovendotadodeundevoradorapetito.

Meparecióquenosíbamosaquedarsinalmuerzo,comolanocheanteriornoshabíamosquedadosincena.Sinembargo,mearmédevaloryresolvínoceder ante las exigenciasdelhambre.Marta, en cambio, se lo tomómuyenserioysedesesperabalapobre.Porloqueamírespecta,laimposibilidaddesalirdecasamepreocupabamuchomásque la faltadecomida,por razonesqueellectoradivinaráfácilmente.

Mi tío trabajaba sin cesar; su imaginación se perdía en un dédalo decombinaciones. Vivía fuera del mundo y verdaderamente apartado de lasnecesidadesterrenas.

A eso del mediodía, el hambre me aguijoneó seriamente. Marta, comoquiennoquierelacosa,habíadevoradolavísperalasprovisionesencerradasenladespensa;noquedaba,pues,nadaencasa.Sinembargo,elpundonormehizoaceptarlasituaciónsinprotestas.

Porfinsonaronlasdos.Aquelloseibahaciendoridículamenteintolerable,yempecéaabrirlosojosalarealidad.Penséqueyoexagerabalaimportanciadeldocumento;quemitíonoledaríacrédito:quesóloveríaenélunafarsa;que,enelcasomásdesfavorable,lograríamosdetenerleasupesar;y,enfin,que era posible diese élmismo con la clave del enigma, resultando en estecasoinfructuososlossacrificiosquesuponíamiabstinencia.

Estas razones, que con indignación hubiera rechazado la víspera, meparecieron entonces excelentes; llegué hasta juzgar un absurdo el haberaguardadotantotiempo,yresolvídecircuantosabía.

Andaba, pues, buscando la manera de entablar conversación, cuando selevantóelcatedrático,secalósusombreroysedispusoasalir.

¡Horror!¡Marcharsedecasaydejarnosencerradosenella…!¡Esonunca!

—Tío—ledijedepronto.

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Peroélpareciónohabermeoído.

—TíoLidenbrock—repetí,levantandolavoz.

—¿Eh?—respondióélcomoelquesedespiertadesúbito.

—¿Quétenemosdelallave?

—¿Quéllave?¿Ladelapuerta?

—No,no;ladeldocumento.

El profesormemiró por encima de las gafas y debió observar sin dudaalgo extraño enmi fisonomía, puesme asió enérgicamente del brazo, y, sinpoderhablar,meinterrogóconlamirada.

Sin embargo, jamás pregunta alguna fue formulada en el mundo de unmodotanexpresivo.

Yomovíalacabezadearribaabajo.

Él sacudía la suya con una especie de conmiseración, cual si estuviesehablandoconundesequilibrado.

Yoentonceshiceungestomásafirmativoaún.

Susojosbrillaronconextraordinariofulgoryadoptóunaactitudagresiva.

Estemudodiálogo, en aquellas circunstancias, hubiera interesado almásindiferenteespectador.

Si he de ser franco, nome atrevía a hablar, temeroso de quemi tíomeahogase entre sus brazos en los primeros transportes de júbilo. Pero meapremiódetalmodo,quetuvequeresponderle.

—Sí—ledije—,esaclave…lacasualidadhaquerido…

—¿Quédices?—exclamóconindescriptibleemoción.

—Tome—ledije,alargándolelahojadepapelpormíescrita—;leausted.

—Pero estonoquieredecir nada—respondió él, estrujando con rabia elpapelentresusdedos.

—Nada, en efecto, si se empieza a leer por el principio; pero si secomienzaporelfin…

No había terminado la frase, cuando el profesor lanzó un grito… ¿Quédigoungrito?¡Unrugido!Unarevelaciónacababadehacerseensucerebro.Estabatransfigurado.

—¡Ah, ingenioso Saknussemm!—exclamó—; ¿conque habías escrito tufrasealrevés?

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Ycogiendolahojadepapel,leyótodoeldocumento,conlavistaturbadayla voz enronquecida de emoción, subiendo desde la última letra hasta laprimera.

Sehallabaconcebidoenestostérminos:

InSneffelsYoculiscrateremkemdelibat

umbraScartarisJuliiintracalendasdescende,

audaxviator,elterrestrecentrumattinges.

Kodfeci.ArneSaknussemm.

Locual,sepodíatraducirasí:

Desciende al cráter del Yocul de Sneffels que la sombra del ScartarisacariciaantesdelascalendasdeJulio,audazviajero,yllegarásalcentrodelatierra,comohellegadoyo.

ArneSaknussemm.

Alleeresto,pegómitíounsalto,cualsihubieserecibidodeimprovisoladescargadeunabotelladeLeyden.Laaudacia, laalegríay laconvicción ledaban un aspecto magnífico. Iba y venía precipitadamente; se oprimía lacabezaentrelasmanos;echabaarodarlassillas;amontonabaloslibros:tirabapor alto, aunque en él parezca increíble, sus inestimables geodas: repartía adiestro y siniestro patadas y puñetazos. Por fin, se calmaron sus nervios, y,agotadassusenergías,sedesplomóenlabutaca.

—¿Quéhoraes?—mepreguntó,despuésdeunosinstantesdesilencio.

—Lastres—lerespondí.

—¡Lastres!¡Quéatrocidad!Estoydesfallecidodehambre.Vamosacomerahoramismo.Después…

—¿Despuésqué…?

—Despuésmeprepararásmiequipaje.

—¿Suequipaje?—exclamé.

—Sí;yeltuyotambién—respondióeldespiadadocatedrático,entrandoenelcomedor.

CAPÍTULOVI

Al escuchar estas palabras, un terrible escalofrío me recorrió todo el

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cuerpo. Me contuve, sin embargo, y resolví ponerle buena cara. Sóloargumentos científicos podrían detener al profesor Lidenbrock, y habíamuchos ymuy poderosos que oponer a semejante viaje. ¡Ir al centro de latierra!¡Quélocura!Peromereservémidialécticaparaelmomentooportuno,yesomeocupótodalacomida.

Nohayparaquédecirlasimprecacionesdemitíoalencontrarselamesacompletamentevacía.Pero,unavezexplicadalacausa,devolviólalibertadaMarta,lacualcorriópresurosaalmercadoydesplegótalactividadydiligenciaque,unahoramástarde,miapetitosehallabasatisfechoymediexactacuentadelasituación.

Durante la comida, dio muestras el profesor de cierta jovialidad,permitiéndose esos chistes de sabio, que no encierran peligro jamás; y,terminadoslospostres,mehizoseñasparaquelesiguieseasudespacho.

Yoobedecísinchistar.

Sesentóélaunextremodesumesadeescritorioyyoalotro.

—Axel—medijo,conunaamabilidadmuypocofrecuenteenél—eresunmuchachoingenioso:mehasprestadounservicioexcelentecuando,cansadoya de luchar contra lo imposible, iba a darme por vencido. No lo olvidaréjamásyparticiparásdelagloriaquevamosaconquistar.

«Bien»pensé;«sehalladebuenhumor:ésteeselmomentooportunoparadiscutirestagloria».

—Antetodo—prosiguiómitío—,terecomiendoelmásabsolutosecreto,¿meentiendes?Nofaltanenvidiososenelmundodelossabios,yhaymuchosquequisieranemprenderesteviaje,delcual,hastanuestroregresonotendránnoticiaalguna.

—¿Creeusted—ledije—queestangrandeelnúmerodelosaudaces?

—¡Yalocreo!¿Quiénvacilaríaenconquistarunafamasemejante?Siestedocumentollegaraaconocerse,unejércitoenterodegeólogosseprecipitaríaenposdelashuellasdeArneSaknussemm.

—No opino yo lo mismo, tío, pues nada prueba la autenticidad de esedocumento.

—¡Quédices!Pues,¿yellibroenquelohemosencontrado?

—¡Bien! no niego que el mismo Saknussemm pueda haber escrito esaslíneas; pero, ¿hemos de creer por eso que él en persona haya realizado elviaje?¿Nopuedesereseviejopergaminounasuperchería?

Mearrepentí,yatarde,dehaberaventuradoestaúltimapalabra;fruncióelprofesor su poblado entrecejo, y creí que había malogrado el éxito que

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esperabaobtenerdeaquellaconversación.Nofueasí,porfortuna.Seesbozóunaespeciedesonrisaensusdelgadoslabios,ymerespondió:

—Esoyaloveremos.

—Bien —dije algo molesto—; pero permítame formular una serie deobjecionesrelativasaesedocumento.

—Habla,hijomío,nomeopongo.Tepermitoqueexpongastuopiniónconenteralibertad.Yanoeresmisobrino,sinouncolega.Habla,pues.

—Ante todo, leagradeceréquemedigaquéquierendecireseYocul,eseSneffelsyeseScartars,delosquenuncaoíhablarenlosdíasdemivida.

—Pues,nadamássencillo.Precisamenterecibí,nohacemucho,unacartade mi amigo Paterman, de Leipzig, que no ha podido llegar en fecha másoportuna.Ve,ycogeel terceratlasdelsegundoestantedelalibreríagrande,serieZ,tabla4.

Me levanté, y, gracias a la gran precisión de sus indicaciones, di con elatlasenseguida.Loabriómitíoydijo:

—HeaquíelmapadeHanderson,unodelosmejoresdeIslandia,elcualcreoquenosvaaresolvertodaslasdificultades.

Yomeinclinésobreelmapa.

—Fíjate en esta isla llena toda de volcanes—me dijo el profesor—, yobservaquetodosllevanelnombredeYocul,palabraquesignificaenislandésventisquero.DebidoalaelevadalatitudqueocupaIslandia,lamayoríadelaserupcionesseverificanatravésdelascapasdehielo,siendoéstalacausadequeseapliqueelnombredeYoculatodoslosmontesignívomosdelaisla.

—Conforme—respondíyo—,mas,¿quésignificaSneffels?

Creí que a esta pregunta no sabría qué responderme mi tío; pero meequivoquédemedioamedio,puesmedijo:

—Síguemepor lacostaoccidentalde la isla.¿Vessucapital,Reykiavik?Bien;puesremontalosinnumerablesfiordosdeestascostasescarpadasporelmar,ydetenteunmomentodebajodelgrado75delatitud.¿Quéves?

—Unaespeciedepenínsulaquesemejaunhuesopeladoyterminaenunarótulaenorme.

—Lacomparaciónesexacta,hijomío;yahora,dime,¿novesnadasobreerarótula?

—Veounmontequeparecesurgirdelmar.

—PueseseeselSneffels.

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—¿ElSneffels?

—Sí,unamontañade5.000piesdeelevación.Unadelasmásnotablesdelaisla,y,abuenseguro,lamáscélebredelmundoentero,sisucráterconducealcentrodelglobo.

—Pero eso es imposible —exclamé, encogiéndome de hombros yrebelándomecontrasemejantehipótesis.

—¡Imposible! ¿Y por qué? —replicó con tono severo el profesorLidenbrock.

—Porqueesecráterdebeestarevidentementeobstruidoporlaslavasylasrocascandentes,y,portanto…

—¿Ysisetratadeuncráterapagado?

—¿Apagado?

—Sí.Elnúmerodelosvolcanesenactividadquehayenlasuperficiedelglobonopasaenlaactualidaddetrescientos:peroexisteunacantidadmuchomayordevolcanesapagados.ElSneffelsfiguraentreestosúltimos,ynohaynoticia en los fastos de la historia de que haya experimentadomás que unasola erupción: la de 1219. A partir de esta fecha, sus rumores se han idoextinguiendogradualmente,yhadejadodefigurarentrelosvolcanesactivos.

Ante estas afirmaciones no supe qué objetar, y traté de basar misargumentosenlasotrasobscuridadesqueconteníaelescrito.

—¿Qué significa era palabra Seartaris—le pregunté—, y, qué tiene quevertodoesoconlascalendasdejulio?

Tras algunos momentos de reflexión, que fueron para mí un rayo deesperanza,merespondióenestostérminos:

—Loquetúllamasobscuridadresultaparamíluz,puesmedemuestraelingenio desplegado por Saknussemm para precisar su descubrimiento. ElSneffelsestá formadoporvarioscráteres,yerapreciso indicarcuáldeellosera el que conducía al centro de la tierra. Y, ¿qué hizo el sabio islandés?Advirtió que en las proximidades de las calendas de julio, es decir, en losúltimos días delmes de junio, uno de los picos de lamontaña, el Scartaris,proyectabasusombrahastalaaberturadelcráterencuestión,yconsignóeneldocumentoestehecho.¿Esposibleimaginarunaindicaciónmásexacta?Unavez que lleguemos a la cumbre del Sneffels, ¿podemos titubear acerca delcaminoaseguirteniendoestaadvertenciapresente?

Decididamente mi tío había respondido a todo.Me convencí de que nohabía posibilidad de atacarle en lo referente a las palabras del antiguopergamino. Cesé, pues de seguirle por este lado: mas, como era preciso

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convencerleatodacosta,paséahacerleotrasobjecionesdecaráctercientífico,enmiconcepto,másgraves.

—Bien—dije— tengo que convenir en que la frase de Saknussemm esperfectamenteclaraynopuededejardudaalgunaalespíritu.Estoyconformetambién en que el documento tiene todos los caracteres de una autenticidadperfecta. Ese sabio bajó al fondo del Sneffels, vio la sombra del Scartarisacariciarlosbordesdelcráterantesdelascalendasdejulioyleenseñaronlasleyendas de su tiempo que aquel cráter conducía al centro del globo: hastaaquí, estamos conformes; pero admitir que él enpersona fue al centrode latierrayquevolviódeallásanoysalvo,esono;¡milvecesno!

—¿Yenquéfundastunegativa?—dijomitío,conuntonosingularmenteburlón.

—En que todas las teorías de la ciencia demuestran que la empresa esimpracticabledeltodo.

—¿Todas las teorías dicen eso? —replicó el profesor, haciéndose elinocente—.¡Ah,pícarasteorías!¡Cuántovanadarnosquehacer!

Auncomprendiendoqueseburlabademí,proseguí:

—Esunhechopor todos admitidoque la temperatura aumenta ungradoporcadasetentapiesquesedesciendeenlacortezaterrestre;yadmitiendoqueesteaumentoseaconstante,ysiendode1.500leguaslalongituddelradiodela tierra, claro es que se disfruta en su centro de una temperatura de dosmillonesdegrados.Así,pues,lasmateriasqueexistenenelinteriordenuestroplanetaseencuentranenestadogaseosoincandescente,porquelosmetales,eloro, el platino, las rocasmás duras, no resisten semejante calor. ¿No tengo,pues,derechoaafirmarqueesimposiblepenetrarenunmediosemejante?

—¿Demodo,Axel,queeselcalorloqueatiteinfunderespeto?

—Sinningúngénero de duda.Con sólo descender a unaprofundidaddediez leguas, habríamos llegadoal límitede la corteza terrestre, porqueya latemperaturaseríaallísuperiora300°.

—¿Esquetemesliquidarte?

—Miterrornoesinfundado—lecontestéalgomohíno.

—Tedigo—replicóelprofesor,adoptandosuairemagistraldecostumbre—,queni túninadiesabedemaneracierta loqueocurredentrodenuestroglobo,yaqueapenasseconoceladocemilésimapartedesuradio.Lacienciaes eminentemente susceptible de perfeccionamiento y cada teoría es a cadamomentoobstruidaporotra teoríanueva. ¿No se creyó, hastaquedemostróFourier lo contrario, que la temperatura de los espacios interplanetariosdecrecía sin cesar, y no se sabe hoy que las temperaturas inferiores de las

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regionesetéreasnuncadesciendendecuarentaocincuentagradosbajocero?¿Yporquénohadesucederotrotantoconelcalorinterior?¿Porqué,apartirde cierta profundidad, no ha de alcanzar un límite insuperable, en lugar deelevarsehastaelgradodefusióndelosmásrefractariosminerales?

Como mi tío colocaba la cuestión en un terreno hipotético, nada podíaresponderle.

—Puesbien—prosiguió—,tediréqueverdaderossabios,entrelosqueseencuentraPoisson,handemostradoquesiexistieseenel interiorde la tierraunatemperaturadedosmillonesdegrados,losgasesdeignición,procedentesdelassubstanciasfundidas,adquiriríanunatensióntalquelacortezaterrestrenopodríasoportarlayestallaríacomounacalderabajolapresióndelvapor.

—Eso,tío,nopasadeserunaopinióndePoisson.

—Concedido;peroesqueopinantambiénotrosdistinguidosgeólogosqueelinteriordelatierranosehallaformadodegases,nideagua,nidelasrocasmáspesadasqueconocemos,porque,enestecaso,elpesodenuestroplanetaseríadosvecesmenor.

—¡Oh! por medio de guarismos es bien fácil demostrar todo lo que sedesea.

—¿Y no ocurre lo mismo con los hechos, hijo mío? ¿No es un hechoprobadoqueelnúmerodevolcaneshadisminuidoconsiderablementedesdeelprincipiodelmundo?¿Ynoesestounapruebadequeelcalorcentral,siesqueexiste,tiendeadebilitarsepordías?

—Si sigue usted engolfándose en el mar de las hipótesis, huelga todadiscusión.

—Y has de saber que de mi opinión participan los hombres máscompetentes.¿TeacuerdasdeunavisitaquemehizoelcélebrequímicoinglésHumfredoDavy,en1825?

—¿Cómomehedeacordar,sivinealmundodiecinueveañosdespués?

—Pues bien,HumfredoDavy vino a verme a su paso porHamburgo, ydiscutimoslargotiempo,entreotrasmuchascuestiones,lahipótesisdequeelinteriordelatierrasehallaseenestadolíquido,quedandolosdosdeacuerdoenqueestonoeraposible,porunarazónque laciencianohapodido jamásrefutar.

—¿Yquérazónesesa?

—Queesamasalíquidasehallaríaexpuesta,lomismoquelosocéanos,alaatraccióndelalunaproduciéndose,portanto,dosmarcasinterioresdiariasque,levantandolacortezaterrestre,originaríaterremotosperiódicos.

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—Sin embargo, es evidente que la superficie del globo ha sufrido unacombustión, y cabe, por lo tanto, suponer que la corteza exterior se ha idoenfriando,refugiándoseelcalorenelcentrodelatierra.

—Esoesunclaroerror—dijomi tío—;elcalorde la tierranoreconoceotroorigenquelacombustióndesusuperficie.Sehallabaéstaformadadeunagran cantidad de metales, tales como el potasio y el sodio, que tienen lapropiedad de inflamarse al solo contacto del aire y del agua; estos metalesardieroncuandolosvaporesatmosféricosseprecipitaronsobreellosenformade lluvia, y, poco a poco, a medida que penetraban las aguas por lashendeduras de la corteza terrestre, fueron determinando nuevos incendios,acompañadosdeexplosionesyerupciones.Heaquílacausadequefuesentannumerososlosvolcanesenlosprimerosdíasdelmundo.

—¡Esingeniosalahipótesis!—hubedeexclamarsinquerer.

—HumfredoDavymelademostrópalpablementeaquímismomedianteunexperimento sencillo. Fabricó una esfera metálica, en cuya composiciónentraban principalmente los metales mencionados poco ha, y que teníaexactamente la forma de nuestro globo. Cuando se hacía caer sobre susuperficie un finísimo rocío, se hinchaba aquélla, se oxidabay formabaunapequeña montaña, en cuya cumbre se abría momentos después un cráter.Sobreveníaunaerupciónyera tangrandeel calorqueésta comunicabaa laesfera,quesehacíaimposibleelsostenerlaenlamano.

Sihedeserdeltodofranco,empezabanaconvencermelosargumentosdelprofesor,cuyapasiónyentusiasmohabitualeslescomunicabamayorfuerzayvalor.

—Yaves,Axel—añadió—,queelestadodelnúcleocentralhasuscitadomuydiversashipótesisentrelosmismosgeólogos:nohaynadaquedemuestrela existencia de ese calor interior; ami entender, no existe ni puede existir;pero ya lo comprobaremos nosotros, y, a semejanza de Arne Saknussemm,sabremosaquéatenernossobretandiscutidacuestión.

—Sí, sí: ya lo veremos —le contesté, dejándome arrastrar por suentusiasmo—;loveremos,dadocasoqueseveaenaquellosapartadoslugares.

—¿Y por qué no? ¿No podremos contar para alumbrarnos con losfenómenos eléctricos, y aun con la misma atmósfera, cuya propia presiónpuedehacerlaluminosaenlasproximidadesdelcentrodelatierra?

—Enefecto—respondí—,esmuyposible.

—Noposible, sinocierto—replicó triunfalmentemi tío—;perosilencio,¿me entiendes?Guarda elmás impenetrable sigilo acerca de todo esto, paraqueanadieseleocurralaideadedescubrirantesquenosotros,elcentrode

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nuestroplaneta.

CAPÍTULOVII

Tal fue el inesperado final de aquellamemorable sesiónquehasta fiebremeprodujo.Salícomoaturdidodeldespachodemitío,y,pareciéndomequenohabíaairebastanteenlascallesdeHamburgopararefrescarme,medirigíalasorillasdelElba,ymefuiderechoal sitiodondeatraca labarcadevaporqueponeencomunicaciónlaciudadconelferrocarrildeHamburgo.

¿Estaba convencido de lo que acababa de oír? ¿No me había dejadofascinarporelprofesorLidenbrock?¿Debía tomarenserio su resolucióndebajar al centro del macizo terrestre? ¿Acababa da escuchar las insensataselucubracionesdeunlocoolasdeduccionescientíficasdeungrangenio?Entodoaquello,¿hastadóndellegabalaverdad?¿Dóndecomenzabaelerror?

Nadabayoentremilcontradictoriashipótesissinpoderasirmeaninguna.

Recordaba,sinembargo,quemitíomehabíaconvencido,auncuandoyacomenzaba a decaer bastante mi entusiasmo. Hubiera preferido partirinmediatamente,sintenertiempoparareflexionar.Enaquellosmomentos,nomehubierafaltadovalorparaprepararmiequipaje.

Es preciso, no obstante, confesar que una hora después cesó lasobreexcitaciónporcompleto,seaplacaronmisnervios,ydesdelosprofundosabismosdelatierrasubíasusuperficie.

—¡Es absurdo! —exclamé—. ¡No tiene sentido común! No es unaproposiciónformalquepuedahacerseaunmuchachosensato.Noexistenadadeeso.Todohasidounamerapesadilla.

Entretanto,habíacaminadoporlasmárgenesdelElba,rodeandolaciudad;y, después de rebasar el puerto, me encontré en el camino de Altona. Meguiabaunpresentimiento,quebienprontoquedójustificado,puesnotardéendescubriramiqueridaGraübenque,apie,regresabaaHamburgo.

—¡Graüben!—legritédesdelejos.

La joven sedetuvo turbada, sindudaporoírse llamarde aquelmodo enmediodeunagrancarretera.Deunsaltomepuseasulado.

—¡Axel!—exclamósorprendida—.¡Conquehasvenidoabuscarme!¡Estábien,caballerito!

Pero, al fijarse en mi rostro, le llamó la atención en seguida mi aireinquietoypreocupado.

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—¿Quétienes?—mepreguntó,tendiéndomelamano.

En menos de dos segundos puse a mi novia al corriente de mi extrañasituación. Ella me miró en silencio durante algunos instantes. ¿Latía sucorazónalunísonodelmío?Loignoro;perosumanonotemblabacuallamía.

Caminamosensilenciounoscienpasos.

—Axel—medijoalfin.

—¿Qué,miqueridaGraüben?

—¡Quéviajetanhermosoeselquevasaemprender!

Taninesperadaspalabrasmehicierondarunsalto.

—Sí,Axel;ymuydignodelsobrinodeunsabio.¡Siempreesbuenoparaunhombreelhabersedistinguidoporalgunagranempresa!

—¡Cómo,Graüben!¿Notratasdedisuadirmeconobjetodequerenuncieasemejanteexpedición?

—No,miqueridoAxel;porelcontrario,osacompañaríadebuenaganasiuna pobre muchacha no hubiese de constituir para vosotros un constanteestorbo.

—Pero,¿lodicesdeveras?

—¡Yalocreo!

¡Ah,mujeres!¡Corazonesfemeninos,incomprensiblessiempre!Cuandonosoislosseresmástímidosdelatierra,soislosmásarrojados.Larazónsobrevosotrasnoejerceelmenorpoderío.¿EraposiblequeGraübenmeanimaseatomar parte en tan descabellada expedición, que fuese ellamisma capaz deacometer,sinmiedo,laaventura,quemeincitaseaella,apesardelcariñoquedecíaprofesarme?

Mehallabadesconcertadoy,hasta,¿porquénodecirlo?sentíaciertorubor.

—Veremos,Graüben—ledije—,sipiensasmañanalomismo.

—Mañana,queridoAxel,pensarélomismoquehoy.

Y cogidos de lamano, aunque sin despegar nuestros labios, reanudamosamboslamarcha.

Yomehallabaquebrantadoporlasemocionesdeldía.

«Despuésde todo»pensaba, «las calendasde julio están aún lejos, y, deaquíaentonces,puedenocurrirmuchascosasquehagandesistiramitíodelamaníadeviajarpordebajodelatierra».

Erayanochecerradacuandollegamosacasa.

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Esperaba encontrarla tranquila, con mi tío ya acostado, como era sucostumbre,yconlabuenaMartadándolealcomedorelúltimorepasoantesderetirarsealacama.

Pero no había contado con la impaciencia del profesor, a quien hallégritandoycorriendodeunladoparaotro,enmediodelaporcióndemozosdecordel que descargaban en la calle una multitud de objetos. Marta estabaatolondrada,sinsaberadóndeatender.

—Vamos, Axel: ¡date prisa, por Dios!—gritómi tío, en cuantome viovenir a lo lejos—. ¡Y tu equipaje sin hacer, ymis papeles sin ordenar, y lallavedemimaletasinaparecerymispolainassinllegar!

Mequedéestupefacto,me faltó lavozparahablar,yaduraspenaspudearticularestaspalabras:

—¿Peroesquenosmarchamos?

—Sí,criaturadeDios:yenlugardeestaraquípreparándolotodo,tevasdepaseo.

—¿Peropartiremostanpronto?—repetíconvozahogada.

—Sí,pasadomañanaalamanecer.

Incapazdeescucharlepormástiempo,merefugiéenmihabitación.

Noeraposibledudar:mitíohabíaempleadolatardeenadquirirunaseriedeobjetosyutensiliosnecesariosparanuestroviaje: la calle estaba llenadeescalas, de cuerdas con nudos, de antorchas, de calabazas para líquidos, degrapasdehierro,depicos,debastones,deazadasydeotrosobjetosparacuyotransporteseprecisabanporlomenosdiezhombres.

Pasé una noche terrible. A la mañana siguiente me llamaron muytemprano.Estabadecididoanoabrirleanadielapuertapero,¿quiénescapazderesistiralosencantosdeunavozadorablequenosdice?:

—¿Nomequieresabrir,queridoAxel?

Salí de mi habitación. Creí que mi aire abatido, mi palidez, mis ojosenrojecidosporelinsomnioproduciríansobreGraübenundolorosoefectoyleharíacambiardeparecer,peroella,porelcontrario,medijo:

—¡Ah, mi querido Axel! Veo que estás mucho mejor —y que lo hacalmadolanoche.

—¡Calmado!—exclaméyo.

Ycorríamirarmealespejo.

Enefecto,no tenía tanmalacaracomomehabía imaginado.Aquellono

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eracreíble.

—Axel—medijoGraüben—,heestadomucho tiempohablandoconmitutor. Es un sabio arrojado, un hombre de gran valor, y no debes echar enolvidoquesusangrecorreportusvenas.Mehadadoaconocersusproyectos,sus esperanzas, y el cómo y el por qué espera alcanzar su objetivo. Y loalcanzará,nohayduda.¡Ah,miqueridoAxel!¡Quéhermosoesconsagrarsede esemodo al estudio de las ciencias! ¡Qué gloria tan inmensa aguarda alseñorLidenbrock,quesereflejarásobresucompañero!Cuandoregresesserásunhombre,Axel: serás iguala tu tío,con libertaddehablar,con libertaddeobrar,conlibertad,enfin,de…

La jovense ruborizóyno terminó la frase.Suspalabrasme reanimaron.No quería, sin embargo, creer, que nuestra partida era cierta. Hice entrarconmigoaGraübeneneldespachodelprofesorLidenbrock,ydijeaéste:

—Tío,¿estáusteddecidido,porfin,aqueemprendamoslamarcha?

—¡Cómo!¿Lodudasaún?

—No—ledijeconobjetodenocontrariarle—peroquisierasaberquéleinduceaprocedercontalprecipitación.

—¡Toma!¿Quéhadeser?¡Eltiempo!¡Eltiempo,quetranscurreconunarapidezdesesperante!

—Perosiestamosaúna26demayo,yhastafinesdejunio…

—¿Crees, ignorante que es tan fácil trasladarse a Islandia? Si no tehubiesesmarchadocomounnecio,hubierasvenidoconmigoa laoficinadelosseñoresLiffenderyCompañía,dondehabríasvistoquedeCopenhagueaReykiaviknohaymásqueunaexpediciónmensual,el22decadames;yque,siesperásemosa ladel22de junio, llegaríamosdemasiado tardeparaver lasombra del Scartaris acariciar el cráter del Sneffels; es precise llegar aCopenhagueloantesposibleparabuscarallíunmediodetransporte.Andaahacertuequipajeenseguida.

Noeraposibleobjetar.Subí amihabitación, seguidodeGraüben,y ellafuelaqueseencargódecolocarenunamaletalosobjetosqueprecisabaparatan largo viaje, con la misma tranquilidad que si se tratase de hacer unaexcursiónaLubeckoaHeligoland.Susmanosibanyveníansinprecipitación;conversabaconabsolutacalmaymedabalasmásdiscretasrazonesafavordenuestraexpedición.Meembelesabayenfurecíaa intervalos.Aveces tratabadeenfadarme,peroellaaparentabanoadvertirloyproseguíasutareacontodatranquilidad.

Unaveztodolistoycerradalamaleta,bajamosalpisointerior.

Durante todo el día no habían cesado de llegar los abastecedores de

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instrumentos de física y de aparatos eléctricos, y de armas y municiones.Martanosabíaquépensardetodoaquello.

—¿Esquesehavueltolocoelseñor?—mepreguntó,porfin.

Yolehiceunademánafirmativo.

—¿Ylellevaaustedconsigo?

Lerepetíelmismosigno.

—¿Yadónde?

Entoncesleindiquéconeldedoelcentrodelatierra.

—¿Alsótano?—exclamólaantiguacriada.

—No—lecontestéyo—,másabajotodavía.

Llególanoche.Yonoteníayaconcienciadeltiempotranscurrido.

—Hasta mañana temprano—me dijo mi tío—; partiremos a las seis enpunto.

Alasdiezmedejécaerenmilechocomounamasainerte.

Durantelanoche,misterroresmeasaltarondenuevo.

Lapasé soñandoconprecipicios enormes, presadeun espantosodelirio.Me sentí vigorosamente asido por la mano del profesor, y precipitado yhundidoenlosabismos.Meveíacaeralfondodeinsondablesprecipiciosconesa velocidad creciente que van adquiriendo los cuerpos abandonados en elespacio.Mividanoeraotracosaqueunainterminablecaída.

Medespertéalascincorendidodeemociónydefatiga.Melevantéybajéal comedor.Mi tío se hallaba ya sentado a lamesa y comía con devoradorapetito.Locontempléconunsentimientodehorror.Graübenestabaallí.Nodespeguémislabiosnimefueposiblecomer.

Alascincoymedia,seoyófueraelrodardeuncarruaje,deteniéndoseennuestrapuertaunespaciosocochequehabíadeconducirnosalaestacióndelferrocarrildeAltona.Enunmomentosellenóconlosbultosdemitío.

—¿Ytumaleta?—medijo.

—Estálista—lerespondí,convozdesfallecida.

—¡Puesbájalaenseguida!¿Novesquevamosaperdereltren?

Meparecióquenohabíamaneradelucharcontramidestino.Subí,pues,amicuarto,ycogiendolamaleta,ladejéquesedeslizaseporlospeldañosdelaescalera,ybajédetrásdeella.

Enaquelprecisomomento,poníamitío,contodasolemnidad,lasriendas

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desucasaenmanosdeGraüben,quienconservabasucalmahabitual.Abrazóa su tutor, pero no pudo contener una lágrima al rozar mi mejilla con susdulcísimoslabios.

—¡Graüben!—exclaméyo.

—Vete tranquilo, Axel—dijo ella—. Ahora dejas a tu novia pero, a lavuelta,hallarásatumujer.

EstrechéentremisbrazosaGraübenyfuiasentarmeenelcoche.Martaymiprometida,desdeelumbraldelapuerta,nosenviaronunpostrimeradiós.Después,losdoscaballos,excitadosporlossilbidosdelcochero,selanzaronagalopeporlacarreteradeAltona.

CAPÍTULOVIII

DeAltona,verdaderoarrabaldeHamburgo,arrancael ferrocarrildeKielque debía conducirnos a la costa de los Belt. En menos de veinte minutospenetramosenelterritoriodeHolstein.

A las seis y media, se detuvo el carruaje delante de la estación. Losnumerosos bultos de mi tío, así como sus voluminosos artículos de viaje,fuerondescargados,pesados,rotuladosycargadosnuevamenteenelfurgóndeequipajes,y,alassiete,noshallábamossentadosfrenteafrenteenelmismocoche.Silbólalocomotorayelconvoysepusoenmovimiento.Yaestábamosenmarcha.

¿Iba resignado? Aún no. Sin embargo, el aire fresco de la mañana, losdetalles del camino, renovados rápidamente por la velocidad del tren, medistrajerondemigranpreocupación.

Lamentedelprofesoravanzabamásaprisaqueelconvoy,cuyamarchaseleantojabalentaasuimpaciencia.Íbamosenelcochelosdossolos,perosindirigirnos la palabra.Mi tío se registró los bolsillos y el saco de viaje conminuciosaatención,yobservéquenolefaltabaningunodelosmilrequisitosqueexigíalaejecucióndesusarriesgadosproyectos.

Pude ver, entre otras cosas, una hoja de papel, cuidadosamente doblada,que ostentaba el membrete de la cancillería danesa, con la firma del señorCristiensen, cónsul de Dinamarca en Hamburgo y amigo del profesor. Estacartadebíafacilitarnos,enCopenhague,latareadeobtenerrecomendacionesparaelgobernadordeIslandia.

Vi asimismo el famoso documento, cuidadosamente guardado en lamásocultadivisióndesucartera.Lomaldijedesdeelfondodemicorazónyme

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dediquéotravezacontemplarelpaisaje.Constituíanésteunaextensaseriedellanurassininterés,monótonas,cenagosasybastantefértiles:unacampiñaenextremofavorablealtendidodeunalíneaférreayqueseprestabadeunmodomaravillosoaesasrectasquesonlasdeliciasdelasempresasexplotadorasdeloscaminosdehierro.

Pero esamonotonía no llegó a fatigarme, porque, tres horas después denuestrapartida,eltrensedeteníaenKiel,adospasosdelmar.

Como nuestros equipajes habían sido facturados hasta Copenhague, notuvimosqueocuparnosdeellosparanada.Estonoobstante,mitíonolesquitóla vista de encima mientras los trasbordaron al vapor, en cuyas bodegasdesaparecieron.

Mi tío, en suprecipitación,habíacalculado lashorasdecorrespondenciadelferrocarrilydelbuquedeunmodotandetestable,queteníamosqueperderun día entero. El vapor Ellenora no salía hasta la noche. Esta no previstaesperahizoqueseapoderasedel irascibleviajerounafiebredenuevehoras,durantelascualesenvióatodoslosdiablosalasadministracionesdevaporesy ferrocarriles, y a losGobiernos que toleraban abusos semejantes.Yo tuvequehacercorocuandolaemprendióconelcapitándelEllenora,aquienquisoobligaralevaranclasyzarparinmediatamente.Elcapitánloenvióapaseo.

EnKiel, como en todas partes, es preciso buscar lamanera dematar eltiempo.Afuerzadepasearnosporlasverdescostasdelabahía,encuyofondose eleva la pequeña ciudad; de recorrer los espesos bosques que le dan elaspectodeunnidocolocadoentreungrupoderamas;deadmirarlasquintas,provistas todasellasde sucasetadebañosdemar,ydecorreryaburrirnos,sonaron,porfin,lasdiezdelanoche.

Los penachos de humo del Ellenora se elevaban en la atmósfera; sucubierta retemblaba bajo los estertores de la caldera; estábamos a bordo,instaladosendosliterascolocadasenlaúnicacámaraqueposeíaelvapor.

Alasdosycuarto,largóelbuquesusamarrasyavanzórápidamentesobrelassombríasaguasdelGranBelt.

La noche estaba obscura: la brisa soplaba fresca levantando imponentemarejada;algunas lucesde lacosta sedistinguíanenmediode las tinieblas:mástarde,noséquéfaronosenviósusdestellosporencimade lasolas.Heaquícuantorecuerdodeaquelprimerviaje.

A las siete de la mañana desembarcamos en Korsör, pequeña ciudadsituadaen lacostaoccidental,donde trasbordamosaotro ferrocarrilquenoscondujoatravésdeunpaísnomenosllanoquelascampiñasdeHolstein.

AúnfaltabantreshorasdeviajeparallegaralacapitaldeDinamarca.Mi

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tíonohabíapegado losojosen toda lanoche.Creoque,en su impaciencia,empujabaelvagónconlospies.

Porfin,sedescubrióunbrazodemar.

—¡ElSund!—exclamóentusiasmado.

Habíaanuestraizquierdaunvastoedificioqueparecíaunhospital.

—Esunmanicomio—dijounodenuestroscompañerosdeviaje.

«¡Muy bien!» pensé. «He aquí un establecimiento donde habremos deconcluir nuestros días. Pormuy grandes que sean sus dimensiones, no seránuncalosuficientementeamplioparacontenertodalainmensidaddelalocuradelprofesorLidenbrock».

Por fin, a las diez de la mañana, descendimos en Copenhague; losequipajesfueroncargadosenuncocheyconducidosconnosotrosalhoteldelFénix,enBred-Gade.Enestose invirtiómediahora,porque laestaciónestásituadafueradelaciudad.

Despuésdeasearseunpocoydecambiarsedetraje,mitíomemandóquelesiguiese.Elporterodelhotelhablabaalemáneinglés;peroelprofesor,ensucalidaddepolíglota,leinterrogóendinamarquéscorrecto,yenestemismoidiomaleindicóelotrolasituacióndelMuseodeAntigüedadesdelNorte.

El director de este curioso establecimiento, donde se hallan acumuladastantasytalesmaravillasquepermitiríanreconstruirlahistoriadelpaísconsusviejasarmasdepiedra,suscuencosysusjoyas,eraelprofesorThomson,unverdaderosabio,amigodelcónsuldeHamburgo.

Mi tío llevabapara élunacartamuyeficazde recomendación.Por reglageneral,lossabiosnoseacogenmuybienunosaotros;pero,enelcasoactual,ocurrió todo lo contrario. El señor Thomson, a fuer de hombre servicial,dispensóuna favorableacogidaalprofesorLidenbrockyhastaa su sobrino.Nocreonecesariodecirquemitíotuvobuencuidadodenorevelarsusecretoaldirectordelmuseo:deseábamos,sencillamente,visitaraIslandiaenviajederecreo,sinotroobjetoqueadmirarlasnumerosascuriosidadesqueencierra.

El señor Thomson se puso a nuestra disposición por completo, y juntosrecorrimoslosmuellesbuscandounbuquequefueseapartirenbreve.

Aún abrigaba yo la esperanza de que en absoluto no hallásemos medioalgunodetransporte;peronofueasí,pordesgracia.

Una pequeña goleta danesa, laValkyria, debía hacerse a la vela el 2 deJulio con rumbo a Reykiavik. Su capitán, el señor Biarne, se encontraba abordo,y su futuropasajero le estrechó lamanohastacasi estrujársela enuntransportedejúbilo.Elviejolobodemarsesorprendióantetanextemporánea

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alegría,pareciéndolelacosamásnaturaldelmundoeliraIslandia,todavezque aquel era su oficio. Pero como ami tío le parecía una cosa sublime, eltaimado del capitán aprovechó su entusiasmo para cobrarnos el doble de loqueelpasajevalíadeordinario.Elprofesor,sinembargo,pagósinregatear.

—Estadabordoelmartes,alassietedelamañana—dijoelseñorBiarne,despuésdeembolsarseunarespetablesuma.

DimosenseguidalasgraciasalseñorThomsonportodassusatenciones,yregresamosalhoteldelFénix.

—Hasta ahora, todonos salebien—decía el profesor—; ¡todomarchaapedir de boca! ¡Qué feliz casualidad el haber encontrado este buque que sedisponeapartir!Ahoraalmorcemos,yvamosavisitarlaciudad.

Nos trasladamos a Tongens-Nye-Torw, plaza irregular donde existe uncuerpodeguardiacondos inofensivoscañones fijosquenoasustananadie.Muycerca,enelnúmero5,habíaunarestauraciónfrancesa,establecimientodirigido por un cocinero llamado Vincent, en el cual almorzamos por lamódicasumadecuatromarcoscadauno.

Recorrídespuéslaciudadconelentusiasmodeunniño,seguidodemitío,que, aunque se dejaba arrastrar, no fijó su atención ni en el insignificantepalacioreal;nienelhermosopuentedelsigloXVII,tendidosobreelcaudal,delante del Museo; ni en el inmenso cenotafio de Torwaldsen, donde seconservanlasobrasdeesteescultor,ycuyaspinturasmuralessonhorribles:nienelcasimicroscópicocastillodeRosenborg;nieneladmirableedificiodelaBolsa, estilo Renacimiento; ni en su campanario, formado por las colasentrelazados de cuatro dragones de bronca: ni en los grandes molinosinstaladosenlasmurallas,cuyasdilatadasalassehinchan,cuallasvelasdeunbuquealsoplodelabrisadelmar.

¡Quédeliciosospaseoshabríadadoconmibellacurlandesaporlosmuellesde aquel puerto, donde dormían tranquilos navíos y fragatas bajo sus rojastechumbres, junto a las verdes orillas del estrecho, enmedio de las espesassombras entre las cuales se oculta la ciudadela, cuyos cañones asoman susnegrasbocasatravésdelasramasdelossaucosysauces!

Pero,¡ay,quélejosestabamiGraüben!Yniaunesperanzasteníadevolveraverlajamás.

Sin embargo, aunque ninguno de estos deliciosos parajes llamaron laatencióndemitío, lecausóvivaimpresiónlavistadeuncampanarioqueseerguíaenlaisladeAmak,queformapartedelbarrioSOdeCopenhague.

Marchamosporordensuyaendirecciónhaciaél,nosembarcamosenunvaporcito que transportaba pasajeros a través de los canales, y, algunos

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momentosdespués,atracamosalmuelledeDock-Yard.

Despuésde atravesar algunas calles estrechas endonde losgaleotes, conpantalonesamarillosygrisesporpartesiguales,trabajabanbajolaamenazadelavaradelossotacómitres,llegamosdelantedeVor-Frelsers-Kirk.Estaiglesiano ofrecía nada notable: pero su campanario había llamado la atención delprofesorporque,apartirdesubase,unaescaleraexteriorsubíadandovueltasalrededordesucuerpocentral,desarrollándosesusespiralesalairelibre.

—Subamos—dijomitío.

—¿Nonosacometeráelvértigo?—repliqué.

—Razóndemás;esprecisoquenoshabituemosaél.

—Sinembargo…

—Vamos,noperdamostiempoinsistióelprofesorconademánimperioso.

Tuvequeobedecer.Unguardia,quepermanecíaapostadoenelotro ladodelacalle,nosentregóunallaveycomenzólaascensión.

Mitíomeprecedíaconpasolento.Yoleseguíanosinciertoterror,porqueseme solía ir la cabeza con facilidaddeplorable.Nomehallabadotadodelaplomodelaságuilasnidelainsensibilidaddesusnervios.

Mientrasmarchamos por la hélice interior que formaba la escalera, todofuebien;perodespuésdehabersubidocientocincuentapeldaños,elairemeazotó la cara: habíamos llegado a la plataforma del campanario dondecomenzaba la escalera aérea, que no tenía más resguardo que una frágilbarandilla,ycuyosescalonescadavezmásestrechos,parecíansubirhastaloinfinito.

—¡Meesimposiblesubir!—exclamémedioaterrado.

—Pero,¿tancobardeeres?¡Subeinmediatamente!—merespondióelcruelprofesor.

Notuvemásremedioqueseguirle,agarrándomealabarandillaconansia.El vientome atolondraba; sentía el campanario oscilar bajo sus ráfagas; laspiernas me flaqueaban; no tardé en subir de rodillas y acabé por trepararrastrándome y con los ojos cerrados; el vértigo de las alturas se habíaapoderadodemí.

Porfin,conlaayudademitío,quetirabademí,asiéndomeporelcuellodelachaqueta,lleguécercadelacúpula.

—Mira—medijomiverdugo—,yfíjatebienentodo;esprecisoaprenderacontemplarelabismosinlamenoremoción.

Entonces abrí los ojos y vi las casas como aplastadas por efecto de una

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terrible caída, en medio de la niebla producida por los humos de laschimeneas.Porencimademicabezapasabandesgarradaslasnubes,y,porunailusiónópticaque invertía losmovimientos,meparecían inmóviles,en tantoque el campanario, la cúpula y yo éramos arrastrados con una velocidadvertiginosa.Alolejos,seextendíaporunladolacampiña,tapizadadeverduraybrillaba,porelotro,elazuladomarbajounhazderayosluminosos.ElSundsedescubríapor lapuntadeElsenor surcadopor algunasvelasblancas,quesemejaban gaviotas, y entre las brumas del Este se esbozaba apenas lasondulantes costas de Suecia. Toda esta inmensidad se arremolinabaconfusamenteantemisojos.

Estonoobstante,tuvequeponermedepieypasearenderredorlamirada.Miprimeraleccióndevértigoduróunahora.Cuando,alfin,mepermitieronbajarysentarmispiesenelsólidopisodelascalles,estabadesfallecido.

—Mañanarepetiremoslaprueba—medijoelprofesor.

Yenefecto,durantecincodíastuvequerepetirtanvertiginosoejercicio,y,de grado o por fuerza, hice sensibles progresos en el arte de las altascontemplaciones.

CAPÍTULOIX

Llegó el día de la marcha. La víspera, el señor Thomson, con suamabilidad acostumbrada, nos había llevado cartas de recomendación muyeficaces para el conde Trampe, gobernador de Islandia, el señor Pictursson,coadjutordel obispo, y el señorFinsen, alcaldedeReykiavik.Enpruebadegratitud, mi tío le prodigó fuertes apretones de manos con el mayorentusiasmo.

El día 2, a las seis de la mañana, nuestros inestimables equipajes seencontraban ya a bordo de la Valkyria. El capitán nos condujo a unoscamarotesexageradamentepequeños,instaladosbajounaespeciedepuente.

—¿Tenemosbuenviento?—preguntómitío.

—Inmejorable—respondióelcapitánBiarna—.Brisa frescadelSudeste.VamosasalirdelSundcontodoelaparejolargoyelvientoentreeltravésylaaleta.

Algunos instantes después, largó al velacho, el juanete, los foques y lacangreja,y,despuésdelargarlasamarras,orientóconvenientementeelaparejoy penetró a toda vela en el estrecho. Una hora más tarde, la capital deDinamarcaparecíasumergirseenlaslejanasolas,ylaValkyriarozabacasila

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costadeElsenor.Efectodeladisposiciónenqueseencontrabanmisnervios,creíaverlasombradeHamleterrarsobreellegendarioterrado.

—¡Ohsublimeinsensato!—pensabayo—;¡túaprobaríassindudanuestraempresa!¡Túnosseguiríastalvezganosodeencontrarenelcentrodelatierraunasoluciónatududasempiterna!

Mas nada descubrí sobre las antiguas murallas; el castillo es, además,mucho más moderno que el heroico príncipe de Dinamarca. Sirve en laactualidaddesuntuosoalojamientoalporterodeesteestrechodelSund,porelquepasancadaañoquincemilbuquesdetodaslasnaciones.

ElcastillodeKrongborgnotardóendesaparecerentrelabruma,asícomola torredeHelsinborg,que se elevaen la costa sueca,y lagoleta se inclinóligeramente,impedidaporlasbrisasdelCattegat.

LaValkyriaeraunbuquemuyvelero,peroconestaclasedebarcosnuncapuede predecirse lo que va a durar el viaje. Conducía a Reykiavik carbón,utensilios de cocina, loza, vestidos de lana y un cargamento de trigo; e ibatripulada por cinco lobos de mar, todos ellos daneses, que bastaban paramaniobrarsuaparejo.

—¿Cuántodurarálatravesía?—preguntómitíoalcapitán.

—Diezdías,pocomásomenos—respondióesteúltimo—,sialaalturadelasFeroenoarreciaalNoroeste.

—Pero,¿sueleustedexperimentarretrasosconsiderables?

—No,señorLidenbrock;nopaseningúncuidado,yallegaremos.

A eso del anochecer la goleta dobló el Cabo Skagen, que constituye elextremo septentrional de Dinamarca, cruzó el Skager Rak, bordeó la costameridionaldeNoruega, lamiendoalCaboLindness,ypenetróenelmardelNorte.

Dos días después divisamos las costas de Escocia, reconocimos elpromontoriodePeterhead,yarrumbólaValkyriaalasFaroe,pasandoentrelasOrcadasylasShetland.

NotardaronlasolasdelAtlánticoenazotarloscostadosdenuestragoleta;y como, al mismo tiempo, tuvimos que navegar de vuelta y vuelta paraavanzarhaciaelNorte,venciendolaresistenciaqueelvientonosoponía,noscostógrantrabajoelllegaralasFeroe.

Eldía3reconocióelcapitánlaislaMyganness,queeslamásorientaldeestegrupo,y,apartirdeestemomento,hizorumboalcaboPortland,situadoenlacostameridionaldeIslandia.

Latravesíanoofrecióningúnincidentenotable.Soportébastantebienlas

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inclemenciasdelmar;peromitíosepasótodoalviajemareado,loque,amásdellenarledevergüenza,contribuyóaagriarmástodavíasucarácter.

Estono lepermitió interrogaralcapitánBiarneacercade lacuestióndelSneffels,losmediosdecomunicaciónylafacilidaddelostransportes,ytuvoqueaplazarparamásadelantetodasestasinvestigaciones;sepasótodoelviajetendidoensucamarote,cuyosmamparoscrujíanacadacabezadadelbuque.Precisoesconfesarqueseteníamuybienmerecidasusuerte.

El día 11 montamos al cabo Portland, permitiéndonos la claridad deltiempodistinguirelMyrdalsYocul,quelodomina.Estecabosehallaformadopor un enorme peñasco, de escarpadas pendientes, que se alza aislado en laplaya.

LaValkyria,manteniéndoseaunadistanciarazonabledelascostas,lasfuebarajandohaciaelOeste,navegandoentrenumerosasmanadasdeballenasytiburones.Notardamosendescubriruninmensopeñasco,horadadodeparteaparte, a través del cual pasaba enfurecido el espumoso mar. Los islotes deWestman parecieron surgir del Océano como rocas sembradas sobre laplanicie líquida.Apartirdeestemomento, lagoleta tomóel rumbodefuerapara dar un respetable rodeo al cabo de Reykjaness, que forma el ángulooccidentaldeIslandia.

Lafuertemarejadanopermitíaamitíosubirsobrecubiertaconobjetodeadmiraraquellascostasbravías,azotadasyhendidaspor losvientosymaresdelSudoeste.

Cuarenta y ocho horas después, sorteada una tempestad que obligó a lagoleta a correr a palo seco, descubrimos por el Este la baliza de la puntaSkagen, cuyos peligrosos arrecifes se prolongan a gran distancia por debajodelmar.Subióabordounprácticoislandés,y,treshorasmástarde,fondeabalaValkyriadelantedeReykiavik,enlabahíadeFaxa.

Entonces salió por fin el profesor de su camarote, algo pálido yquebrantado,peroconelmismoentusiasmodesiempreyconlasatisfacciónretratadaensusemblante.

Loshabitantesdelaciudad,aquienesinteresabaenextremolallegadadelbuque,delquetodosteníanalgoquerecoger,seagruparonenelmuelle.

Mi tío se apresuró a abandonar su presidio flotante, por no decir suhospital;pero,antesdedejarlacubiertadelagoleta,mellevóhastalaproa,ydesdeallí,mostrándomeconeldedoenlaparteseptentrionaldelabahíaunaelevadamontaña,querematabaendospicosundobleconocubiertodanieveseternas,medijoentusiasmado:

—¡ElSneffels!¡AhítieneselSneffels!

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Y después de haberme recomendado con un gesto que guardase el másimpenetrablesilencio,bajóalbotequenosaguardaba.YoleseguícabizbajoynuestrospiesnotardaronenhollarelsuelodeIslandia.

Deimproviso,aparecióunhombredebuenapresencia,vestidodegeneral.Sinembargo,noeramásqueunsencillomagistrado,elgobernadordelaisla,elseñorbaróndeTrampeenpersona.Elprofesorloreconocióalinstante.LeentrególascartasquetraíadeCopenhague,yseentablóentreellosunacortaconversación en danés, en la cual no tomé parte, como era natural. Estaprimera entrevista dio por resultado que el barón de Trampe se pusiese porcompletoalasórdenesdelprofesorLidenbrock.

El alcalde señor Finsen, no menos militar por su indumentaria que elgobernador, pero tan pacífico como éste, hubo de dispensar ami tío lamásfavorableacogida.

En cuanto al coadjutor, señor Pictursson, giraba a la sazón una visitapastoralalaregiónseptentrionaldesudiócesis,ytuvimosquerenunciar,porlo pronto, al gusto de serle presentados. Pero, en cambio, trabamosconocimiento con un bellísimo sujeto, el señor Fridriksson, catedrático deciencias naturales de la escuela de Reykiavik, cuyo concurso nos fue deinestimablevalor.Estemodestosabiosólohablabael islandésyel latín.Meofreció sus servicios en el idioma deHoracio, y comprendí en seguida queestábamoscreadosparacomprendemosmutuamente.Y,enefecto,éstafuelaúnicapersonaconquienpudeconversardurantemiestanciaenIslandia.

—Comoves,queridoAxel—hubodedecirmemitío—,todovacomounaseda:lomásdifícilyalotenemoshecho.

—¿Cómolomásdifícil?—exclaméyoestupefacto.

—Puesclaro:¡sólonosrestabajar!

—Miradodesdeesepuntodevista,tieneustedmucharazón;massupongoque,despuésdebajar,tendremosquesubirnuevamente.

—¡Bah! ¡bah! ¡Loque es esonome inquieta!Conque,manos a laobra,quenohaytiempoqueperder.Mevoyalabiblioteca.TalvezseconserveenellaalgúnmanuscritodeSaknussemmquemegustaríaconsultar.

—Entretanto,yorecorrerélaciudad.¿Nopiensaustedvisitarla?

—¡Oh! eso me interesa muy poco. Las curiosidades de Islandia no seencuentransobresusuperficie,sinodebajodeella.

Salíyechéaandarsinrumbofijo.

NohabríasidofácilperderseenlasdoscallesdeReykiavikdesuertequeno tuvenecesidaddepreguntaranadieelcamino locual,hechopor signos,

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exponelasmásdelasvecesamuchasequivocaciones.

Seextiendelaciudad,enmediodedoscolinas,sobreunterrenomuybajoypantanoso.Unainmensaoladelavalacubreporunladoydesciendehastaelmarendeclivesuave.Porelotro,seextiendelaampliabahíadeFaxalimitadaporelNorteporelenormeventisquerodelSneffels,yenlaque,alasazón,nohabía fondeado más buque que la Valkyria. De ordinario se hallanresguardadosenella losguardapescas inglesesy franceses,peroentonces sehallabanprestandoservicioenlascostasorientalesdelaisla.

LacallemáslargadeReykiavikesparalelaalaplaya,yenellasehallaninstalados los mercaderes y negociantes, en cabañas de madera, hechas devigasrojashorizontalmentedispuestas;laotracalle,situadamásalOestecorrehacia un pequeño lago, pasando entre la casa del obispo y las de otrospersonajesextrañosalcomercio.

No tardéen recorrer aquellascalles sombríasy tristes.Avecesentreveíaunamanchadecéspeddescolorido,quesemejabaunaviejaalfombradelana,raída a consecuencia del uso, o algo que parecía un huerto cuyas raraslegumbres, patatas, coles y lechugas, sólo eran dignas de una mesaliliputiense.Algunosalhelíesenfermizospugnabantambiénporrecibiralgúnrayodesol.

Hacia la mitad de la calle no ocupada por el comercio, encontré elcementerio público, rodeado de una tapia de adobes, el cual es bastanteespacioso. Pocos pasos después, me encontré delante de la casa delgobernador,queesunamalachozasiselacomparaconlacasaAyuntamientodeHamburgo:peroqueresultaunpalacioalladodelascabañasenlascualessealojalapoblaciónislandesa.

Entre la ciudad y el lago, se elevaba la iglesia, edificada con arreglo algustoprotestanteyconstruidaconcantoscalcinadosquelosvolcanesarrojan.Lastejascoloradasdesutechoseguramentesedispersaríanporlosaires,convivosentimientodelosfieles,alarreciarlosvientosdelOeste.

SobraunaeminenciainmediatavilaEscuelaNacional,donde,segúnsupedespuéspornuestrohuésped,seenseñabaelhebreo,elinglés,elfrancésyeldanés, cuatro lenguas de las cuales no conocía una palabra, cosa que mellenaba de bochorno, pues hubiera sido el más atrasado de los cuarentaalumnosmatriculadosenelpequeñocolegio,eindignodeacostarmeconellosen aquellos armarios de dos compartimientos donde otrosmás delicados seasfixiaríanlaprimeranoche.

En treshoras recorríno sólo la ciudad, sino sus alrededores también.Suaspecto general era singularmente triste. No había árboles ni nada quemerecieseelnombredevegetación.Por todaspartesseveíanpicosde rocas

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volcánicas.Lascabañasdelosislandesesestánhechasdetierrasydeturba,ytienen sus paredes inclinadas hacia dentro, de suerte que parecen tejadoscolocados sobre al suelo. Empero estos tejados son praderas relativamentefértiles,pues,graciasalcalordelashabitaciones,brotaenelloslahierbaconbastante facilidad, siendo preciso segarla en la época de la recolección paraquelosanimalesdomésticosnopretendanpacersobreestasverdesmansiones.

Durantemiexcursión,encontrémuypocaspersonas;mascuandovolvíapasarpor lacalledelcomercio,viquelamayoríade lapoblaciónsehallabaocupada en secar, salar y cargar bacalaos, que constituyen allí el principalartículo de exportación. Los hombres parecían vigorosos, pero tardos; unaespeciedealemanesrubios,demiradapensativa,quesecreenseparadosdelahumanidad, infelices desterrados en aquellas heladas regiones, a quienes lanaturalezahubieradebidohaceresquimales,yaqueloscondenóavivirdentrode los límites del Círculo Polar Ártico. Traté en vano de sorprender unasonrisaensusrostros;reíanavecesmedianteunacontraccióninvoluntariadesusmúsculos;peronosonreíanjamás.

Susvestidosconsistíanenunavastachaquetade lananegra,conocidaentodoslospaísesescandinavosconelnombredevadmel,sombrerodeampliasalas,pantalónorilladoderojoyunostrozosdecueroarrolladosenlospiesamaneradecalzado.

Lasmujeres,derostrotristeyresignado,ycuyotipoesbastanteagradable,aunque carecen de expresión, usan una chaqueta y una falda de vadmel decolorobscuro.Lassolterasllevansobreeltrenzadocabelloungorritodepuntode color pardo, y las casadas se cubren la cabeza con un pañuelo de colorsobreelcualsecolocanunaespeciedecofiablanca.

Cuando,trasunlargopaseo,regreséalacasadelseñorFridriksson,mitíoseencontrabayaencompañíadeesteúltimo.

CAPÍTULOX

Lamesaestabaservida,yelprofesorLidenbrock,cuyoestómagoparecíaunabismosinfondo,efectodeladietaqueabordohabíasufrido,devoróconavidez. La comida, más danesa que islandesa, nada tuvo de notable; peronuestroanfitrión,másislandésquedanés,mehizorecordaraloshéroesdelaantigua hospitalidad. Sin género alguno de duda, nos encontrábamos en sucasaconmáslibertadyconfianzaqueélmismo.

Seconversóenislandés,intercalandomitíoalgunaspalabrasenalemányelseñorFridrikssonotrasenlatín,paraevitarqueyomequedaseporcompleto

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en ayunas de lo que decían. Hablaron de cuestiones científicas, como eranatural tratándosededos sabios;peroelprofesorLidenbrockguardó lamásescrupulosareserva,ysusojosacadafrasemerecomendabanelmásabsolutosilencioentodolorelativoanuestrosfuturosproyectos.

Derepente,interrogóelseñorFridrikssonamitíoacercadelosresultadosdelasinvestigacionesporélpracticadasenlabiblioteca.

—Vuestra biblioteca —exclamó el profesor—, sólo contiene librosdescabaladosenestantescasivacíos.

—¡Cómo! —respondió el señor Fridriksson—, poseemos ocho milvolúmenes,muchos de los cuales son ejemplares tan preciosos como raros,obras escritas en escandinavo antiguo, y todas las publicaciones nuevas queCopenhaguenosenvíaanualmente.

—¿Dedóndesacaustedesosochomilvolúmenes?Pormicuenta…

—¡Oh!señorLidenbrock,esoslibrosandanrecorriendoconstantementeelpaís.¡Ennuestrapobreisladehieloexisteunagranaficiónalestudio!Nohaypescadornilabriegoquenosepaleer,ytodosleen.Opinamosqueloslibros,en vez de apolillarse tras una verja de hierro, lejos de las miradas de loscuriosos,hansidoescritoseimpresosparaquelosleatodoelmundo.Poresolos de nuestra biblioteca van corriendo demano enmano, son leídos una ycien veces, y tardan con frecuencia uno o dos años en regresar a susrespectivosestantes.

—Entretanto —respondió mi tío con mal reprimido enojo—, losextranjeros…

—¡Yquélehemosdehacer!Losextranjerosposeensusbibliotecasensusrespectivos países, y, sobre todo, es preciso en primer término que nuestroscompatriotasseinstruyan.Selorepitoausted,losislandesestienenelamoralestudioinoculadoenlasangre.En1816fundamosunaSociedadLiterariaquefuncionaadmirablemente,siendomuchoslossabiosextranjerosquesehonrancon pertenecer a ella. Esta sociedad publica obras destinadas a educar anuestroscompatriotasyprestaverdaderosserviciosalpaís.Siquiereserusteduno de nuestros miembros correspondientes, nos hará un gran honor, señorLidenbrock.

Mitío,quepertenecíayaauncentenardecorporacionescientíficas,aceptóelofrecimientocontalesmuestrasdeagrado,queelseñorFridrikssonsesintióconmovido.

—Ahora—dijo este último—, tenga usted la bondad de indicarme quélibrosesperabaencontrarennuestrabiblioteca,ytalvezmeseaposibledarleacercadeellosalgunasreferencias.

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Miréami tío,yviquevacilabaenresponder.Estoatañíadirectamenteasusproyectos.Sin embargo,despuésde reflexionarun instante, sedecidió ahablarporfin.

—SeñorFridriksson,quisierasabersi,entrelasobrasantiguas,poseéislasdeArneSaknussemm.

—¡Ame Saknussemm! —respondió el profesor de Reykiavik—. ¿SerefiereustedaaquelsabiodelsigloXVIquefueungranalquimista,ungrannaturalistayungranexploradoralavez?

—Precisamente.

—¿Unadelasgloriasdelaliteraturaydelacienciaislandesas?

—Sindudadeningúngénero.

—¿Elmásilustredeloshombres?

—Notratarédenegarlo.

—¿Ycuyaaudaciacorríaparejaconsugenio?

—Veoqueleconocebienafondo.

Mi tíonocabíaen síde júbiloaloírhablarde suhéroedeunmodo tanencomiástico,ydevorabaconlosojosalseñorFridriksson.

—¿Yquéhasidodesusobras?—lepreguntó,porfin,impaciente.

—¡Ah!¡Susobrasnolastenemos!

—¡Cómo!¿NoestánenIslandia?

—NienIslandianienningúnotrositio.

—¿Porqué?

—PorqueArnaSaknussemmfueperseguidocomohereje,yquemadas,en1573,susobrasenCopenhagueporlamanodelverdugo.

—¡Bravo!¡Magnífico!—exclamómitío,congranescándalodelprofesordecienciasnaturales.

—¿Quédiceusted?—murmuróesteúltimo.

—¡Sí! Todo se explica, todo se aclara, todo se concatena. Ahora meexplico por qué Saknussemm, al verse inscrito en el índice y obligado aocultar los descubrimientos de su genio, decidió sepultar su secreto en unincomprensiblecriptograma…

—¿Quésecreto?—preguntóvivamenteelseñorFridriksson.

—Unsecretoque…cuyo…—balbuceómitío.

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—¿Pero es que posee usted algún documento especial? —replicó elprofesorislandés.

—No…Eraunamerasuposición.

—Bien—dijoelseñorFridriksson,quetuvolabondaddenoinsistiralverlaturbacióndesuinterlocutor—.Esperoquenoseausentaráusteddelaislasinhaberestudiadosusriquezasmineralógicas.

—Naturalmente—respondiómi tío—;pero llegoalgo tarde:otrossabioshanpasadoporaquíantesqueyo.

—En efecto, señor Lidenbrock; los trabajos de los señores Olafsen yPovelsen, ejecutados por orden del rey; los estudios de Troil; la misióncientífica de los señores Gaimard y Robert, a bordo de la corbeta francesaRecherche; y, por último, las observaciones de los sabios embarcados en lafragata Reine Hortense, han contribuido poderosamente al conocimiento deIslandia.Pero,créame,hayaúnmuchoquehacer.

—¿Cree usted? —preguntó mi tío con afectado candor, procurandomoderarelbrillodesumirada.

—¡Sindudaalguna!Existennumerosasmontañas,ventisquerosyvolcanesmuypococonocidosqueseesnecesarioestudiar.Sinirmáslejos,mireustedesemontequeenelhorizonteseeleva:¡eselSneffels!

—Síseñor;unode losvolcanesmáscuriososycuyocráter raramente sevisita.

—¿Apagado?

—Apagadohaceyaquinientosaños.

—Puesbien—respondiómi tío,cruzando laspiernascon fuerzaparanosaltarenelaire—,deseoempezarmisestudiosgeológicosporeseSaffel…oFessel…¿cómolellamausted?

—Sneffels —respondió el excelente señor Fridriksson. Esta parte de laconversaciónsehabíadesarrolladoenlatín,demaneraquemeenterédetodo,ytuvequecontenermeparanosoltareltrapoareíralvercómomitíoconteníasusatisfacciónquepugnabaporescapárseleportodaspartesadoptandounairecandorosoqueparecíalamuecadeundiablo.

—Sí—dijo—,suspalabrasdeustedmedeciden;procuraremosescalareseSneffels,yhastaestudiarsucrátertalvez.

—Sientoenelalma—dijoelseñorFridriksson—quemisocupacionesnomepermitanausentarme;porque,delocontrario,lesacompañaríacongustoyconprovecho.

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—¡Oh,no,no!—respondióvivamentemi tío—;noqueremosmolestaranadie, señor Fridriksson; se lo agradezco infinito. La presencia de un sabiocomoustednoshubierasidomuyútil;perolosdeberesdesuprofesión…

Me inclino a creer que nuestro huésped, en la inocencia de su almaislandesa,nocomprendiólagroseramaliciademitío.

—Apruebo,señorLidenbrock—respondió—,quecomienceustedporesevolcán, donde cosechará gran número de observaciones curiosas. Pero,dígame,¿cómopiensaustedllegaralapenínsuladeSneffels?

—Atravesandopormarlabahía.Eselcaminomásrápido.

—Sinduda,peronoesposibleseguirlo.

—¿Porqué?

PorqueenReykiaviknoexisteunsolobote.

—¡Demonio!

—Tendrá usted que ir por tierra, contorneando la costa, lo que serámáslargo,peromásinteresante.

—Bueno.Verédeprocurarmeunguía.

Precisamentepuedoofrecerleausteduno.

—¿Unhombreinteligenteyfiado?

—Sí,unhabitantedelapenínsula.Esunhábilcazadordegansos,delcualquedaráustedsatisfecho.Hablaperfectamenteeldanés.

—¿Ycuándopodréverle?

—Mañana,siustedquiere.

—¿Porquénohoymismo?

—Porquehastamañananollega.

—¡Hastamañana!—exclamómitío,dandounprofundosuspiro.

Esta importanteconversación terminóalgunos instantesdespuésdandoelprofesoralemánlasmásexpresivasgraciasalprofesorislandés.

Durantelacomida,mitíoacababadesabercosasenextremoimportantes,entreotras lahistoriadeSaknussemm, larazóndesumisteriosodocumento,queelseñorFridrikssonnoleacompañaríaensuexpediciónyquedesdeeldíasiguientepodríacontaryaconunguíaasusórdenes.

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CAPÍTULOXI

Alanochecerdiuncortopaseopor lasplayasdeReykiavik,ymerecogítemprano, acostándome en mi cama de gruesas tablas, en donde me dormíprofundamente.

Cuandomedesperté,oíquemitíocharlabaporloscodosenlahabitacióninmediata.Mevestíatodaprisayfuiareunirmeconél.

Conversaba en dinamarqués con un hombre de elevada estatura yconstituciónvigorosa;unmocetónquedebíahallarsedotadodeunasfuerzashercúleas.Susojossoñadoresyazulesmeparecieroninteligentesysencillos.SuvoluminosacabezasehallabacubiertaporunalargacabelleradeuncolorquehubierapasadoporrojohastaenlamismaInglaterrayquecaíasobresusespaldas atléticas. Aunque sus movimientos eran fáciles, movía poco losbrazos,cualhombrequeignoraodesdeñaellenguajedelosgestos.Todoenélrevelaba temperamento perfectamente sosegado; tranquilo, aunque noindolente.Seveíaclaramentequenopedíanadaanadie,quetrabajabacuandoleconvenía,yque,dada lacalmaconquese tomaba lascosas,erafácilquenadalecausasesorpresanisobresalto.

Comprendí sumanerade serpor elmodocomoescuchabael islandés laapasionadafacundiadesu interlocutor.Permanecía inmóvilycon losbrazoscruzadosante losmúltiplesgestosdemi tío;paranegar,movía lacabezadeizquierda a derecha, y para afirmar, la inclinaba; apenas se movía; era laeconomíadelmovimientollevadahastalaavaricia.

Laverdadesque, al ver a aquelhombre,nohubiera adivinado jamás suprofesióndecazador;abuenseguroquenoespantaríalacaza;mas,¿cómolabuscaba?

Todome lo expliqué, sin embargo, cuando supepor el señorFridrikssonque aquel tranquilo personaje sólo se dedicaba a la caza del ganso llamadoeidero,cuyoplumónconstituyelaprincipalriquezadelaisla.Enefecto,pararecoger esta pluma, que se llama edredón, no es preciso desplegar unaactividadasombrosa.

En losprimerosdíasdelverano, lahembradeesteganso,notableporsuextraordinaria belleza, construye su nido entre las rocas de los fiordos quetantoabundanenlascostasdelaisla.Unavezconstruidosunido,loforraconfinísimas plumas que del vientre se arranca ellamisma.En seguida llega elcazador,o,mejordicho,elcosechero,seapoderadelnidoyseveprecisadaelaveacomenzardenuevosutrabajo,ylaoperaciónserepitemientrasaquéllaconservaalgúnplumón.Cuandoloagotadeltodo,lellegalavezalmachodedespojarse del suyo; sólo que, como la pluma de éste es dura y grosera, y

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carece de valor comercial, no se toma el cazador la molestia de robarle ellechodesuspequeñuelos,yelnidoseconcluyeporfin.Ponelahembrasushuevos,nacenlospollosdespués,ysereanudaalañosiguientelacosechadeledredón.

Ahorabien,comoestasavesnoeligenparalaconstruccióndesusnidoslasrocasescarpadas,sinolasdependientesuavequevanaperderseenelmar,elcazador islandés podía ejercer su oficio sin darse mucho trabajo. Era unlabradorquesólo teníaquerecolectar lamies,sinnecesidaddesembrarlanicortarla.

Este personaje grave, silencioso y flemático se llamaba Hans Bjelke, yveníarecomendadoporelseñorFridriksson.Eranuestrofuturoguía.

Susmanerascontrastabansingularmenteconlasdemitío.

Estonoobstante,seentendieronfácilmente.Niunoniotrorepararonenelprecio:eluno,dispuestoaaceptar loque leofreciesen,yelotro,decididoadarloquelepidieran.Jamássecerrótratoalgunocontantafacilidad.

Envirtuddeloacordado,secomprometióHansaconducirnosalaaldeadeStapi, situada en la costameridional de la península de Sneffels, al pie delmismo volcán. Era preciso recorrer unas 22 millas por tierra, en lo cualemplearíamosdosdías,segúnopinióndemitío.

Pero, cuando se enteró de que se trataba de millas dinamarquesas, de24.000 pies, tuvo que rehacer sus cálculos y contar con que emplearíamossieteaochodíasenhaceraquelrecorrido,dadoelpésimoestadodelasvíasdecomunicación.

Hans,que, segúnsucostumbre, iríaapie,debía facilitarcuatrocaballos:unoparamitío,otroparamíydosparaeltransportedenuestraimpedimenta.Perfectoconocedordeaquellapartedelacosta,prometióconducirnosporelcaminomáscorto.

SucompromisoconmitíonoexpirabaanuestrallegadaaStapi;sinoquepermaneceríaasuserviciotodoeltiempoqueexigiesennuestrasexcursionescientíficas, mediante una retribución de tres rixdales semanales. Pero seestipulóexpresamentequeestasumaseríaabonadaaHanslossábadosporlanoche,condiciónsinequanondesucompromiso.

Sefijólapartidaparaeldía16dejunio.Quisomitíoentregaralcazadorlasarrasdelcontrato;peroéstelasrechazóconunasolapalabra.

—Efter—dijosecamente.

Despuéslatradujoelprofesorenvozalta,paraquemeenterase.

Una vez cerrado el trato, se retiró nuestro guía, sin mover más que las

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piernas,cualsifuesedeunasolapieza.

—He aquí un hombre famoso—exclamó—mi tío al verle ir—; pero loquemenossospechaeselmaravillosopapelqueelporvenirlereserva.

—¿Nosacompañaráhasta…?

—Sí,hastaelcentrodelatierra.

Aún tenían que transcurrir cuarenta y ocho horas, que, con hartosentimiento mío, me vi precisado a invertir en los preparativos de marcha.Pusimosnuestroscincosentidosypotenciasendisponercadaobjetodelmodomásventajoso:losinstrumentosaunlado,lasarmasalotro,lasherramientasen este paquete, los víveres en aquel otro, agrupándolo todo en cuatrodivisionesprincipales.

Losinstrumentoseran:

1°.Un termómetrocentígradodeEigel, graduadohasta150°, lo cualmepareciódemasiadoeinsuficiente.Demasiado,sielcalordelambientehabíadealcanzar esta temperatura, pues en semejante caso pereceríamos asados.Insuficiente, si se trataba de medir la temperatura de los manantiales o decualquierotramateriaenfusión.

2°.Unmanómetrodeairecomprimido,dispuestodemaneraquemarcaselaspresionessuperioresa lasde laatmósferaalniveldelmar, todavezque,debiendoaumentarlapresiónatmosféricaamedidaquedescendiésemosbajolasuperficiedelatierra,elbarómetroordinarionoseríasuficiente.

3°. Un cronómetro de Boissonnas el menor, de Ginebra, perfectamentearregladoalmeridianodeHamburgo.

4°.Lasbrújulasdeinclinaciónydedeclinación.

5°.Unanteojoparaobservacionesnocturnas.

6°. Los aparatos de Ruhmkorff, que, mediante una corriente eléctrica,dabanunaluzportátil,muyseguraypocoembarazosa.

LasarmasconsistíanendoscarabinasdePurdleyMoreyCompañía,ydosrevólveresColt.¿Quéobjetoteníanestasarmas?Supongoquenotendríamosque habérnoslas con salvajes ni animales feroces. Peromi tío parecíamirarcon el mismo cariño su arsenal que sus instrumentos, y especialmente unabuena cantidad de algodón pólvora inalterable a la humedad, cuya fuerzaexplosivaesnotablementesuperioraladelapólvoraordinaria.

Como herramientas llevábamos dos picos, dos azadones, una escala deseda, tres bastones herrados, un hacha, unmartillo, una docena de cuñas yarmellasdehierro,ylargascuerdasconnudosdetrechoentrecho.Todojuntoformaba un voluminoso fardo, pues la escala medía trescientos pies de

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longitud.

Elpaquetequeconteníalasprovisionesnoerademasiadogrande;peroestono me preocupaba, pues sabía que encerraba una cantidad de carneconcentradaygalletasuficienteparaalimentarnosseismeses.Elúnicolíquidoquellevábamoseraginebra,conabsolutaexclusióndetodaagua:peroíbamosprovistosdecalabazas,ymi tíocontabaconencontrarmanantialesendondellenarlas,siendoinútilescuantasobservacioneslehicerelativasasucalidad,asutemperaturayhastasobresuausenciaabsoluta.

Paracompletarlanomenclaturaexactadenuestrosartículosdeviaje,harémención de un botiquín portátil que contenía unas tijeras de punta redonda,tablillasparafracturas,unapiezadecintadehilocrudo,vendasycompresas,esparadrapo,yunalancetaparasangrar,cosasqueponíanlospelosdepunta.Llevábamos, además, una serie de frascos que contenían dextrina, árnica,acetatodeplomolíquido,éter,vinagreyamoníaco,drogastodascuyoempleono era muy deseable por cierto. Por último, no faltaban tampoco losingredientesnecesariosparalosaparatosdeRuhmkorff.

Tampocoolvidómitíoelaprovisionarsedetabaco,depólvoradecazaydeyesca,niuncinturóndecuero,quellevabaceñidoalosriñones,yencerrabaunabuenacantidaddemonedasdeoroyplata,ydebilletesdebanco.Enelgrupo de las herramientas figuraban también seis pares de zapatos deexcelentecalidad,impermeabilizadosmercedaunacapadealquitránygomaelástica.

—Equipados,vestidosycalzadosdeestasuerte—medijo,alfin,mitío—,noexisteningunarazónquenosprivedellegaralameta.

Todo el día 14 lo empleamos en arreglar estos diversos objetos. Por latarde, comimos en casa del barón de Trampe, en compañía del alcalde deReykiavikydeldoctorHyaltalin, elmédicomáscélebrede la isla.El señorFridriksson no se hallaba entre los invitados; pero supe más tarde que elgobernador y él se hallaban en desacuerdo acerca de una cuestiónadministrativa, por lo que no se trataban. No tuve, pues, ocasión decomprenderniunapalabradenadadeloquesedijoduranteaquellacomidasemioficial;peroobservéquemitíonocesódehablarunmomento.

Aldíasiguiente,15,quedaronterminadostodoslospreparativos.ElseñorFridrikssonprestóami tíoungranservicioregalándoleunmapadeIslandiaincomparablemente más perfecto que el de Henderson: el mapa de OlafNikolás Olsen, hecho en escala de 1/480.000, y editado por la SociedadLiteraria Islandesa, con sujeción a los trabajos geodésicos del señor ScheelFrisac y la nivelación topográfica del señor Bjorn Gumlaugsonn. Era undocumentopreciosoparaunmineralogista.

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PasamoslaúltimaveladaeníntimaconversaciónconelseñorFridriksson,queme inspirabauna íntimasimpatía.A lacharla,después, siguióun sueñobastanteagitado,almenosporpartemía.

Alascincodelamañanamedespertaronlosrelinchosdecuatrocaballosquebajomiventanapiafaban.

Me Vestí a toda prisa y bajé en seguida a la calle, donde Hans estabaacabando de cargar nuestra impedimenta, moviéndose lo menos posible,aunque dandomuestras de poseer una extraordinaria destreza. Hacíami tíomás ruido del que era necesario; pero el guía prestaba, al parecer, poca oningunaatenciónasusrecomendaciones.

Alasseis,estabatodolisto.ElseñorFridrikssonnosestrechólasmanos.Mi tío le dio, en islandés, las gracias más expresivas por su amablehospitalidad.Yo,pormiparte,lesaludécordialmenteenmilatínmacarrónico.Montamosacaballo,yelseñorFridrikssonmeespetóconsuúltimoadiósesteverso de Virgilio, que parecía hecho expresamente para nosotros, pobresviajerosquemirábamosconincertidumbreelcamino:

Elquacumqueviamdederitfortunasequamur.

CAPÍTULOXII

Habíamos partido con el tiempo cubierto, pero fijo.No había que temercalores enervantes ni lluvias desastrosas. Un tiempo a propósito para hacerexcursionesderecreo.

El placer de recorrer a caballo un país desconocidome hizo sobrellevarfácilmenteelprincipiodelaempresa.Meentreguéporcompletoalasdeliciasque la Naturaleza nos ofrece, ya que no tenía libertad para disponer demímismo.Empecéatomarmipartidoyamirarlascosasconcalma.

«Despuésdetodo»mepreguntabaamímismo,«¿quéesloquearriesgoyocon viajar por el país más curioso del mundo, y escalar la montaña másnotablede la tierra?Lopeoresel tenerquedescenderal fondodeuncráterapagado.Sinembargo,nocabedudaalgunaqueSaknussemmhizolomismo.Encuantoalaexistenciadeuntúnelqueconducealcentrodelglobo…¡esoes pura fantasía! Por consiguiente, lo mejor será aprovecharse de todo lobuenoquehayaenlaexpediciónyponerbuenacaraalmaltiempo».

Apenas había terminado de hacer estos raciocinios, cuando salimos deReykiavik.

Hans marchaba a la cabeza, con paso rápido, uniforme y continuo. Le

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seguían los dos caballos que llevaban nuestra impedimenta, sin que fuesenecesarioguiarlos.Porúltimo,marchábamosmitíoyyo,ylaverdadquenohacíamosmuymalafiguramontadosenaquellosanimalitosvigorosos,apesardesucartaalzada.

Es Islandia una de las grandes islas de Europa; mide 1.400 millas desuperficie y sólo tiene 60.000 habitantes. Los geógrafos la han dividido encuatro regiones, y teníamos que atravesar casi oblicuamente la llamadaPaísdelSudoeste,SudvestrFjordúngr.

Al salir de Reykiavik, nos guio Hans por la orilla del mar, marchandosobrepastosmuypocofrondososquepugnabanporparecerverdessinpoderpasardeamarillos.Lasrugosascumbresdelasmasastraquíticasseesbozabanenelhorizonte,entrelasbrumasdelEste;aveces,algunasmanchasdenieve,concentrandolaluzdifusaresplandecíanenlasvertientesdelascimaslejanas;ciertospicosmásosadosqueotros,atravesabanlasnubesgrisesyreaparecíandespuésporencimade losmovedizosvapores,cualescollosqueemergiesenenlasllanurasetéreas.

Con frecuencia, aquellas cadenas de áridas rocas avanzaban una puntahaciaelmar,mordiendolapraderasobrelacualcaminábamos;perosiemprequedaba espacio suficiente para poder pasar. Nuestros caballos elegíaninstintivamenteloslugaresmáspropiciossinretardarsumarchajamás.Mitíono teníanielconsuelodeexcitara sucabalgaduraconel látigoa lavoz; leestabavedadalaimpaciencia.Yonopodíaevitarelsonreírmealcontemplarletan largomontadoensu jaquilla;y,comosusdesmesuradaspiernas rozabancasielsuelo,parecíauncentaurodeseispies.

—¡Magnífico animal! —me decía—. Ya verás, Axel, cómo no existeningún bruto que aventaje en inteligencia al caballo islandés; ni nieves, nitempestades, ni rocas, ni ventisqueros… no hay nada que le detenga. Essobrio, valiente y seguro. Jamás da un paso en falso ni recula. Cuandotengamosqueatravesaralgúnfiordooalgúnrío,yaleverásarrojarsealaguasintitubear,lomismoqueunanfibio,yllegaralaorillaopuesta.Masnoloshostiguemos; dejémosles caminar a su albedrío, y ya verás cómo hacemosnuestrasdiezleguasdiarias.

—Nosotrosnocabeduda,peroelguía…

—No te inquietes por el guía. Estas gentes caminan sin darse cuenta deello.Este nuestro, semueve tan poco, que no debe fatigarse.Además, si espreciso, yo le cederémimontura. Así como así, si nomemuevo un poco,prontomeacometerán loscalambres.Losbrazosvanmuybien,peronohayqueecharenolvidolaspiernas.

Avanzábamosconpaso rápido,yelpaís ibaestandoyacasidesierto.De

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trechoentrechoaparecíaelmargendeunahondonada,cualpobremendigante,alguna granja aislada, algún bóer solitario, hecho de madera, tierra y lava.Estasmiserables chozasparecían implorar la caridaddel transeúnte y dabanganas de darles una limosna. En aquel país no hay caminos, ni tan siquierasenderos, y la vegetación, a pesar de ser tan lenta, no tarda en borrar lashuellasdelosescasosviajeros.

Sinembargo,estapartedelaprovincia,situadaadospasosdelacapital,esunadelasporcionesmáspobladasycultivadasdeIslandia.¡Júzgueseloqueserán las regiones deshabitadas de aquel desierto! Habíamos recorrido yamedia milla sin haber encontrado ni un labriego sentado a la puerta de sucabaña,niunpastorsalvajeapacentandounrebañomenossalvajequeél;tansólo habíamos visto algunas vacas y carneros completamente abandonados.¿Quéseríanlasregionestrastornadas,removidasporlosfenómenoseruptivos,hijasdelasexplosionesvolcánicasydelasconmocionessubterráneas?

Destinados nos hallábamos a conocerlasmás tarde: pero, al consultar elmapa de Olsen, vi que siguiendo los tortuosos contornos de la playa nosapartábamos de ellos, toda vez que el gran movimiento plutónico se haconcentrado especialmente en el interior de la isla, donde las capashorizontalesderocassobrepuestas,llamadasenescandinavatrapps,lasfajastraquíticas, las erupciones de basalto, de tobay de todos los conglomeradosvolcánicos,lascorrientesdelavaydepórfidoenfusión,hanformadounpaísqueinspiraunhorrorsobrenatural.Entoncesnosospechabaelespectáculoquenos esperaba en la península del Sneffels, en donde estos residuos denaturalezavolcánicaformanuncaosespantoso.

Doshorasdespuésdenuestra salidadeReykiavik, llegamosa lavilladeGufunes,llamadaaoalkirkjaoiglesiaprincipal,quenoofrececosaalgunadenotable. Sólo tiene algunas casas que no bastarían para formar un lugarejoalemán.

Hanssedetuvoallímediahora,aproximadamente,compartióconnosotrosnuestrofrugalalmuerzo,respondióconmonosílabosalaspreguntasdemitíorelativasalanaturalezadelcamino,ycuandolepreguntódóndeteníapensadaquepasásemoslanoche,respondiósecamente:

—Gardär.

Consultéelmapaparaver loqueeraGardär,yviendouncaseríodeestenombreaorillasdelHvalfjörd,acuatromillasdeReykiavik,selomostréamitío.

—¡Cuatromillas nadamás!—exclamó—. ¡Tan sólo cuatromillas de lasveintidósquetenemosqueandar!¡Esunbonitopaseo!

Quiso hacer una observación al guía; pero éste, sin escucharle, volvió a

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ponersedelantedeloscaballosyemprendiódenuevolamarcha.

Tres horas más tarde, sin dejar nunca de caminar sobre el descoloridocésped,tuvimosquecontornearelKollafjörd,rodeomásfácilyrápidoquelatravesíadelgolfo.Notardamosenentrarenunpingtaoer,lugardejurisdiccióncomunal,nombradoEjulberg,ycuyocampanariohabríadadolasdocedeldíasi las iglesias islandesas hubiesen sido lo suficientemente ricas para poseerrelojes pero, en esto, se asemejan a sus feligreses, que no tienen reloj y sepasanperfectamentesinél.

Allí dimos descanso a los caballos, los cuales, tomando después por unribazocomprendidoentreunacordillerayelmar,nosllevarondeuntirónalaoalkirkja de Brantar y una mil más adelante, a Saurböer annexia, iglesiaanexia,situadaenlaorillaSurdelHvalfjörd.Eranalasazónlascuatrodelatardeyhabíamosavanzadocuatromillas.

El fiordoenaquelpunto teníade longitudmediamillapor lomenos; lasalas se estrellaban con estrépito sobre las agudas rocas. Este golfo se abríaentre murallas de piedra cortadas a pico, de tres mil pies de elevación, ynotablesporsuscapasobscurasqueseparabanloslechosdetobadeunmatizrojizo.Pormuygrandequefuese la inteligenciadenuestroscaballos,nomehacíamuchagraciaeltenerqueatravesarunverdaderobrazodemarsobreellomodeuncuadrúpedo.

—Si realmente son tan inteligentes,no tratarándepasar—dijeyo—.Entodocaso,yomeencargodesuplirsufaltadeinteligencia.

Peromitíonoqueríaesperaryhostigósucaballohacialaorilla.Elanimalfueahusmear laúltimaondulaciónde lasolasysedetuvo.Elprofesor,quetambién tenía su instinto, quiso obligarlo a pasar, pero el bruto se negó aobedecerle, moviendo la cabeza. A los juramentos y latigazos de mi tíocontestóencabritándoselabestia,faltandopocoparaquedespidiesealjinete:yporfinelcaballejo,doblandoloscorvejones,seescurriódeentrelaspiernasdelprofesor,dejándoleplantadosobredospiedrasdelaorillacomoelcolosodeRodas.

—¡Ah! ¡maldito animal!—exclamó encolerizado el jinete transformadoinopinadamenteenpeatón,yavergonzadocomounoficialdecaballeríaquesevieseconvertidoeninfantedeimproviso.

—Farja—dijonuestroguía,tocándoleenelhombro.

—¡Cómo!¿Unabarca?

—Der—respondióHansmostrándoleunaembarcación.

—Sí—exclaméyo—,hayunabarca.

—Pues,hombre,¡haberlodicho!Estábien,prosigamos.

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—Tidvatten—replicóelguía.

—¿Quédice?

—Dicemarea—respondiómitío,traduciéndomelapalabradanesa.

—¿Será,sinduda,precisoesperaraquecrezcalamarea?

—¿Förbida?—preguntómitío.

—Ja—respondióHans.

Elprofesorgolpeóelsueloconelpie,entantoqueloscaballossedirigíanhacialabarca.

Comprendí perfectamente la necesidad de esperar, para emprender latravesía del fiordo, ese instante en que la marea se para, después de haberalcanzado su máxima altura. Entonces el flujo y reflujo no ejercen acciónalgunasensible,ynohay,portanto,peligrodequelabarcaseaarrastradaporlacorrientenihaciaelfondodelgolfo,nihaciaelmar.

Hastalasseisdelatardenosllegóelmomentopropicio;y,aestahora,mitío, yo, el guía, dos pasajeros y los cuatro caballos nos instalamos en unaespeciedebarcadelfondoplano,bastantefrágil.Comoestabaacostumbradoalos barcos a vapor del Elba, me parecieron los remos de los barqueros unprocedimiento anticuado. Echamos más de una hora en atravesar el fiordo;perolopasamos,alfin,sinaccidenteninguno.

MediahoradespuésllegábamosalaoalkirkjadeGardä.

CAPÍTULOXIII

Ya era hora de que fuese de noche, pero en el paralelo 65°, la claridaddiurnadelasregionespolaresnodebíacausarmeasombro;enIslandianoseponeelsoldurantelosmesesdejunioyjulio.

La temperatura, noobstante, habíadescendido; sentía frío, y, sobre todo,hambre.¡Bienhayaelböerqueabriópararecibirnossushospitalariaspuertas!

Eralamansióndeunlabriego,pero,porloquealahospitalidadserefiere,no le iba en zaga a ningún palacio real. A nuestra llegada vino el dueño atendernos la mano, y, sin más ceremonias, nos hizo señas pare que lesiguiésemos.

Y le seguimos, en efecto, cada vez que acompañarle hubiera sidoimposible.Uncorredor largo,estrechoyobscurodabaaccesoaestacabaña,construida con maderos apenas labrados, y permitía llegar a todas sus

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habitaciones,queerancuatro:lacocina,eltallerdetejidos,labadstofa,alcobadelafamilia,yladestinadaaloshuéspedes,queeralamejordetodas.Mitío,concuyatallanosehabíacontadoalconstruirlacabaña,dioentresocuatroocasionesconlacabezacontralasvigasdeltecho.

Nos introdujeron en nuestra habitación, que era una especie de salónespacioso,desueloterrizo,yquerecibíalaluzatravésdeunaventanacuyosvidriosestabanhechosdemembranasdecarnerobienpocotransparentes.

Consistían las camas en un poco de heno seco, amontonado sobre losbastidoresdemaderapintadaderojoyornamentadaconsentenciasislandesas.Noesperabayociertamente tantacomodidad,pero,encambio, reinabaenelinterior de la casa un penetrante olor a pescado seco, a carnemacerada y alecheagriaquerepugnabadeunmodoextraordinarioamiolfato.

Cuandonoshubimosdesembarazadodenuestrosarreosdeviaje,oímoslavozdeldueñodelacasaquenosinvitabaapasaralacocina,únicapiezaenqueseencendíalumbre,hastaenlosmayoresfríos.

Mi tío se apresuró a obedecer la amistosa invitación, y yo le seguí almomento.

Lachimeneadelacocinaeradeantiguomodelo:elhogarconsistíaenunapiedraenelcentrodelahabitación,conunagujeroeneltechoporelcualseescapabaelhumo.Estacocinaservíadecomedoralmismotiempo.

Al entrar, nuestrohuésped, como si nonoshubiesevistohasta entonces,nossaludóconlapalabrasoellvertu,quesignifica«sedfelices»,ynosbesóenlasmejillas.

Acontinuación,suesposapronunciólasmismaspalabras,acompañadasdeigual ceremonial; y después, los dos esposos, colocándose lamano derechasobreelcorazón,seinclinaronprofundamente.

Meapresuroadecirquelaislandesaeramadredediecinuevehijos,todosloscuales,asílosgrandescomolospequeños,corríanysaltabanenmediodelostorbellinosdehumoquellenabanlaestancia.Acadainstanteveíasalirdeentreaquellanieblaunacabecitarubiayuntantomelancólica.Sehabríadichoqueformabanuncorodeángelesinsuficientementeaseados.

Mitíoyyodispensamosunaexcelenteacogidaaaquellaabundanteparva,y al poco rato teníamos tres o cuatro de ellos sobre nuestras espaldas, otrostantos sobre nuestras rodillas y el resto entre nuestras piernas. Los que yasabíanhablar,repetíansoellvertuentodoslostonosimaginables,ylosqueaúnnohabíanaprendido,gritabancontodassusfuerzas.

Elanunciodelacomidainterrumpióesteconcierto.Enestemomentoentróelcazadorqueveníadetomarsusmedidasparaqueloscaballoscomiesen,es

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decir,queloshabíaeconómicamentesoltadoenelcampo,dondelosinfelicesanimales tendríanque contentarse conpacer el escasomusgode las rocas yalgunasovasbienpoconutritivas;locualnoseríaobstáculo,paraque,aldíasiguiente, viniesen voluntariamente a reanudar, sumisos, el trabajo de lavíspera.

—Soellvertu—dijoHansalentrar.

Después,tranquilamente,automáticamente,sinqueningunodelosósculosfuesemásacentuadoquecualquieradelosdemás,besóaldueñodelacasa,asuesposayasusdiecinuevehijos.

Terminada la ceremonia, nos sentamos a la mesa en número deveinticuatro, y por consiguiente, los unos sobre los otros en el verdaderosentidodelaexpresión.Losmásfavorecidossóloteníansobresusrodillasdosmuchachos.

La llegada de la sopa hizo reinar el silencio entre la gentemenuda, y lataciturnidad característica de los islandeses, incluso entre los muchachos,recobródenuevosuimperio.Nuestrohuéspednossirvióunasopadeliquenque no era desagradable, y después, una enorme porción de pescado seco,nadando en mantequilla agria, que tenía lo menos veinte años, y muypreferible, por consiguiente, a la fresca, según las ideas gastronómicas deIslandia.Habíaademásskyr,especiedelechecuajadaysazonadaconjugodebayas de enebro. En fin, para beber, nos ofreció un brebaje, compuesto desuero y agua, conocido en el país con el nombre de blanda. No sé si estaextrañacomidaeraonobuena.Yoteníabuenhambrey,alospostres,mediunsoberbioatracóndeunaespesapapilladealforfón.

Terminada la comida, desaparecieron los niños, y las personas mayoresrodearon el hogar donde ardían brazas, turba, estiércol de vaca y huesos depescado seco. Después de calentarse de este modo, los diversos gruposvolvieronasushabitacionesrespectivas.Ladueñadelacasaseofreció,segúnera costumbre, a quitarnos los pantalones ymedias; pero renunciamos a tanestimablehonor,dándole,sinembargo,lasgraciasdelmodomásexpresivo;lamujernoinsistió,ypude,alfin,arrojarmesobremicamadeheno.

Al día siguiente, a las cinco, nos despedimos del campesino islandés,costándolegrantrabajoamitíoelhacerleaceptarunaremuneraciónadecuada,ydioHanslaseñaldepartida.

A cien pasos de Gardär, el terreno empezó a cambiar de aspecto,haciéndosepantanosoymenosfavorablealamarcha.Porladerecha,laseriede montañas se prolongaba indefinidamente como un inmenso sistema defortificaciones naturales cuya contraescarpa seguíamos, presentándose amenudo arroyuelos que era preciso vadear sin mojar demasiado la

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impedimenta.

Elpaísibaestandocadavezmásdesierto;sinembargo,aunavecesalgunasombra humana parecía huir a lo lejos. Si las revueltas del camino nosacercabaninopinadamenteaunodeestosespectros,sentíayounainvenciblerepugnanciaalavistadeunacabezahinchada,unapielreluciente,desprovistade cabellos, y de asquerosas llagas que dejaban al descubierto los grandesdesgarronesdesusmiserablesharapos.

Ladesdichadacriatura,lejosdetendernossumanodeformada,sealejaba;peronotandeprisaqueHansnotuviesetiempodesaludarlaconsuhabitualsoellvertu.

—Spetelsk—decíadespués.

—¡Unleproso!—repetíamitío.

Tan sólo la palabra produce de por sí un efecto repulsivo. Esta horribleafeccióndelalepraesbastantecomúnenIslandia.Noescontagiosa,perosíhereditaria,yporesoaestosdesgraciadoslesestáprohibidoelcasarse.

Estasaparicionesnoeranlasmásapropósitoparaalegrarelpaisajecuyatristezasehacíamásprofundaacadainstante.Losúltimoscopetesdehierbaacababan demorir debajo de nuestros pies.No se veía ni un árbol, pues nimerecían tal nombre algunos abedules enanos que más parecían malezas.Apartedealgunoscaballosqueerrabanpor las tristes llanuras, abandonadosporsusamosquenolospodíanmantener,tampocoseveíananimales.Devezencuandosecerníaunhalcónentrelasnubesgrises,yhuíarápidamentehacialas regiones del Sur. Yo me dejé arrastrar por la melancolía de aquellanaturalezasalvajeymisrecuerdosmecondujeronamipaísnatal.

Hubo después que cruzar algunos pequeños fiordos que carecían deimportancia, y, por último, unverdaderogolfo; lamarea, parada a la sazón,nospermitiópasarloyllegaralcaseríodeAlftanes,unamillamásallá.

Al anochecer, después de haber vadeado dos ríos donde abundaban lastruchasylossollos,elAlfayelHeta,nosvimosprecisadosahacernocheenuna casucha ruinosa y abandonada, digna de estar habitada por todos losduendesyespíritusdelamitologíaescandinava.Sindudaalguna,elgeniodelfríohabíafijadoenélsuresidencia,pueshizodelassuyastodalanoche.

Durante la jornada inmediata no ocurrió ningún incidente especial.Siempre el mismo terreno pantanoso, la misma fisonomía triste, la mismauniformidad.Al llegar la noche habíamos recorrido lamitad de la distanciatotal,ypernoctamosenelanejodeKrösolbt.

El 10 de junio recorrimos una milla, sobre poco más o menos, por unterrenodelava.Estadisposicióndelsuelosellamaenelpaíshraun.Lalava

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arrugada de la superficie afectaba la forma de calabrotes, unas vecesprolongados, otras veces adujados. De las montañas vecinas descendíaninmensas corrientes, ya solidificadas, de lava, procedentes de volcanes,actualmenteapagados,perocuyaviolenciapasadapregonabanestosvestigios.Estonoobstante, loshumosdealgunosmanantialescalientesseelevabandedistanciaendistancia.

Nos faltaba el tiempo para observar estos fenómenos; era necesarioavanzar,yloscascosdenuestroscaballosnotardaronenhundirsedenuevoenterrenospantanosos,sembradosdepequeñaslagunas.Marchábamosalasazónhacia elOeste, después de haber rodeado la gran bahía de Faxa, y la doblecimablancadelSneffelsseerguíaentrelasnubesamenosdecincomillas.

Los caballosmarchaban bien, sin que les detuvieran las dificultades delsuelo. Yo empezaba a sentirme fatigado, mas mi tío permanecía firme yderechocomoelprimerdía,inspirándomeunasinceraadmiración,lomismoqueelcazador,queconsiderabaaquellaexpedicióncomounsencillopaseo.

Elsábado20dejunio,alasseisdelatarde,llegamosaBüdir,aldeasituadaalaorilladelmar,yelguíareclamóelsalarioconvenido.Mitíolepagóenelacto.

AquífuelafamiliamismadeHans,esdecir,sustíosyprimos,quienesnoshospedaron en su casa. Fuimos muy bien recibidos, y, sin abusar de laamabilidaddeaquellasbuenasgentes,debuenaganahubierapermanecidoensu compañía algún tiempo conobjetode reponermede las fatigas del viaje;peromi tío,quenoexperimentabanecesidaddedescanso,no loentendiódeigual modo, y a la mañana siguiente no hubo otra solución que montarnuevamentenuestraspobrescabalgaduras.

El suelo se encontraba afectado por la proximidad de lamontaña, cuyasraíces de granito salían de la tierra cual las de una vieja encina. Íbamoscontorneandolabasedelvolcán.Elprofesornoleperdíadevista;gesticulabasin cesar y parecía desafiarle y decirle «¡He aquí el gigante que voy asojuzgar!». Por fin, después de veinticuatro horas demarcha, se detuvieronespontáneamenteloscaballosalapuertadelarectoríadeStapi.

CAPÍTULOXIV

EsStapiunlugarejocompuestodeunastreintachozas,edificadosobreunmardelava,bajolosrayosdelsolreflejadosporelvolcán.Seextiendeenelfondodeunpequeñofiordo,encajadoenunamurallaquehaceelmásextrañoefecto.

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Sabido es que el basalto es una roca obscura de origen ígneo, afectandoformas muy regulares cuya disposición causa extrañeza. La Naturalezaprocedealformarestasubstanciadeunamanerageométrica,ytrabajadeunmodosemejantealoshombres,comosimanejaselaescuadra,elcompásylaplomada. Si en todas sus otrasmanifestaciones desarrolla su arte formandomoles inmensasydeformes, conos apenas esbozados, pirámides imperfectascuyas líneas generales no obedecen a un plan determinando, por lo querespecta al basalto, queriendo dar, sin duda, un ejemplo de regularidad, yadelantándose a los arquitectos de las primeras edades, ha creado un ordensevero que ni los esplendores de Babilonia ni lasmaravillas de Grecia hansobrepujadojamás.

HabíaoídohablardelaCalzadadelosGigantes,deIrlanda,ydelaGrutadeFingal,enunadelasislasdelgrupodelasHébridas;peroelaspectodeunaestructura basáltica no se había presentado nunca amis ojos. En Stapi estefenómenosememostróentodosuhermosoesplendor.

La muralla del fiordo, como toda la costa de la península, se hallabaformadaporunaseriedecolumnasverticalesdeunostreintapiesdealtura.

Estos fustes, bien proporcionados y rectos, soportaban una arcada decolumnashorizontales,cuyaparteavanzadaformabaunasemibóvedasobreelmar.A ciertos intervalos, y debajo de aquel cobertizo natural, sorprendía lamiradaaberturasojivalesdeunadmirabledibujo,atravésdelascuálesveníana precipitarse, formando montañas de espuma, las olas irritadas del mar.AlgunostrozosdebasaltosarrancadosporlosfuroresdelOcéano,yacíanalolargodelsuelocualruinasdeuntemploantiguo;ruinaseternamentejóvenes,sobrelascualespasabanlossiglossincorroerlas.

Taleralaúltimaetapadenuestroviajeterrestre.Hansnoshabíaconducidoaellaconprobadainteligencia,ymetranquilizabalaideadequenosseguiríaacompañando.

Alllegaralapuertadelacasadelcura,cabañasencillaydeunúnicopiso,nimásbellanimáscómodaquelasotras,viunhombreherrandouncaballo,conelmartilloenlamanoyelmandildecueroalacintura.

—Soellvertu—ledijoelcazador.

—Goddag—respondióelalbéitarenperfectodanés.

—Kyrkoherde—dijoHans,volviéndosehaciamitío.

—¡El rector! —repitió este último—. Paréceme, Axel, que este buenhombreeselcura.

Entretanto, ponía Hans al kyrkoherde al corriente de la situación;suspendióentonceséstesutrabajo,lanzóunaespeciedegritoenuso,sinduda

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alguna,entrecaballosychalanes,ysalióde lacabañaenseguidaunamujerqueparecíaunafuria;nolefaltaríamuchoparamedirseispiesdeestatura.

Temíquevinieseaofreceralosviajeroselósculoislandés:peronofueasí,porfortuna;alcontrario,nospusomuymalacaraalintroducirnosenlacasa.

La habitación destinada a los huéspedes, infecta, sucia y estrecha, meparecióqueeralapeordelarectoría;perofuenecesariocontentarseconella,pueselrectornoparecíapracticarlahospitalidadantigua.

Antesdeterminareldíaviqueteníamosquehabérnoslasconunpescador,un herrero, un cazador, un carpintero… todomenos unministro del Señor.Verdadesqueeradíadetrabajo;talvezsedesquitaselosdomingos.Noquierohablarmaldeestospobressacerdotesque,alfinyalcabo,sonunosinfelices;recibendelGobiernodanésunaasignaciónridículaypercibenlacuartapartede los diezmos de sus parroquias, lo que en total ni llega a sumar sesentamarcos. Necesitan, por consiguiente, trabajar para vivir; pero pescando,cazandoyherrandocaballos,seacabaporadquirirlasmaneras,loshábitosyeltonodelospescadores,cazadoresyotrasgentesnomenosrudas;yporesoaquellamismanocheadvertíqueentrelasvirtudesdelpárroconosehallabaladelatemplanza.

Mitíonotardóendarsecuentadelaclasedehombreconquienteníaquehabérselas;envezdeundignoyhonradosabio,hallóungroseroydescortéscampesino,yresolvióemprenderlomásprontoposiblesugranexpedición,yabandonarcuantoantesaaquelcuratanpocohospitalario.Sinfijarsesiquieraensupropiocansancio,decidióirapasaralgunosdíasenlamontaña.

Desde el día siguiente al de nuestra llegada a Stapi, comenzaron lospreparativosdemarcha.ContratóHanstresislandesesquedebíanreemplazaraloscaballoseneltransportedenuestraimpedimentapero,unavezllegadosalfondodelcráter,estosindígenasdebíandesandarelcaminoydejarnosalostressolos.Estepuntoquedóperfectamenteaclarado.

Entonces tuvo mi tío que decir al cazador que tenía la intención dereconocerelcráterdelvolcánhastasusúltimoslímites.

Hanssecontentóconinclinarlacabezaenseñaldeasentimiento.Eliraunsitiooaotro,elrecorrerlasuperficiedesuislaodescenderasusentrañas,leera indiferente del todo. En cuanto a mí, distraído hasta entonces por losincidentesdelviaje,mehabíaolvidadoalgodelporvenir;peroahorasentíquela zozobra se apoderaba de mí nuevamente. ¿Qué hacer? En Hamburgohubiera sido ocasión de oponerme a los designios del profesor Lidenbrock;peroalpiedelSneffels,nohabíaposibilidad.

Una idea, sobre todo,me preocupabamás que todas las otras; una ideaespantosa,capazdecrisparotrosnerviosmuchomenossensiblesquelosmíos.

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«Veamos»medecía amímismo:«nosvamosa encaramaren la cumbredelSneffels.Estábien.Vamosavisitarsucráter.Soberbio:otroslohanhechoyaúnviven.Masnoparaaquílacosa:sisepresentauncaminoparadescenderalasentrañasdelatierra,siesemalhadadoSaknussemmhadicholaverdad,nosvamosaperderenmediode lasgalerías subterráneasdelvolcán.Ahorabien,¿quiénescapazdeafirmarqueelSneffelsestáapagadodeltodo?¿Hayalgoquedemuestrequenoseestápreparandootraerupción?Delhechodequeduermaelmonstruodesde1229,¿hemosdededucirquenopuedadespertarse?Ysisedespertase,¿quéseríadenosotros?».

Valía lapenadepensaren todoesto,ymi imaginaciónnocesabadedarvueltasaestasideas.Nopodíadormirsinsoñarconerupciones,ymeparecíatan brutal como triste el tener que representar el papel insignificante decacería.

Incapazdecallarpormástiempo,decidífinalmentesometerelcasoamitío con la mayor prudencia posible, y en forma de hipótesis perfectamenteirrealizable.

Meaproximéaél, lemanifestémistemoresyretrocedívariospasosparaevitarlosefectosdelaprimeraexplosióndesucólera.

—Enestoestabapensando—merespondiósimplemente.

¿Quéinterpretacióndebíadaraestas inesperadaspalabras?¿Iba,alfin,aescuchar la voz de la razón? ¿Pensaría suspender sus proyectos? ¡No seríaverdadtantabelleza!

Trasalgunosinstantesdesilencio,quenomeatrevíainterrumpir,añadió:

—Sí; en eso estaba pensando. Desde nuestra llegada a Stapi, me hepreocupadodelagravecuestiónqueacabasdesometeramijuicio,porquenoconvienecometerimprudencias.

—No—respondíconvehemencia.

—HaceseiscientosañosqueelSneffelsestámudo;peropuedehablarotravez. Ahora bien, las erupciones volcánicas van siempre precedidas defenómenos perfectamente conocidos; por eso, después de interrogar a loshabitantes del país y de estudiar el terreno, puedo asegurarte, Axel, que nohabráporahoraerupción.

Aloírestaspalabras,mequedéestupefactoynopudereplicar.

—¿Dudasdemispalabras?—dijomitío—;puessígueme.

Obedecí maquinalmente. Al salir de la rectoría, tomó el profesor uncamino directo que, por una abertura de lamuralla basáltica, se alejaba delmar.Notardamosenhallarnosencamporaso,sisepuededarestenombrea

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un inmenso montón de deyecciones volcánicas. Los accidentes del sueloparecían como borrados bajo una lluvia de piedras, de lava, de basalto, degranitoydetodaclasederocaspiroxénicas.

Seveíandetrechoentrechociertascolumnasdehumoelevarseenelsenodelaatmósfera.Estosvaporesblancos,llamadosreykirenislandés,procedíande manantiales termales, y su violencia indicaba la actividad volcánica delsuelo,locualmeparecíaconfirmarmistemores;júzguese,pues,cuálnoseríamisorpresacuandomitíomedijo:

—¿Ves esos humos, Axel? Pues bien, ellos nos demuestran que nodebemostemerlosfuroresdelvolcán.

—¡Cómopuedesereso!—exclamé.

—Noolvidesloquevoyadecirte—prosiguióelprofesor—:cuandounaerupción se aproxima, todas estas humaredas redoblan su actividad paradesaparecer por completomientras subsiste el fenómeno; porque los fluidoselásticos,careciendodelanecesariatensión,tomanelcaminodeloscráteresenlugardeescaparseatravésdelasfisurasdelglobo.Si,pues,estosvaporessemantienen en su estadohabitual, si no aumenta su energía, y si añades aesta observación que la lluvia y el viento no son reemplazados por un airepesado y en calma, puedes desde luego afirmar que no habrá erupciónpróxima.

—Pero…

—Basta.Cuandolacienciahahablado,nosepuedereplicar.

Volvía la rectoríacon lasorejasgachas;mi tíomehabíaanonadadoconargumentoscientíficos.Sinembargo,todavíaconservabalaesperanzadeque,albajaralfondodelcráter,nosfuesematerialmenteimposibleelproseguirlaendiablada excursión por no existir ninguna galería, a pesar de lasafirmacionesdetodoslosSaknussemmdelmundo.

Pasélanocheinmediatasumidoenunahorriblepesadilla,enmediodeunvolcán;ydesdelasprofundidadesdelatierra,mesentílanzadoalosespaciosinterplanetariosenformaderocaeruptiva.

Al día siguiente, nos esperaba Hans con sus compañeros cargados connuestrosvíveres,utensilioseinstrumentos.Dosbastonesherrados,dosfusilesydoscartucherasnosestabanreservadosamitíoyamí.Nuestroguía,queerahombre precavido, había añadido a nuestra impedimenta un odre lleno que,unidoanuestrascalabazas,nosasegurabaaguaparaochodías.

Eran las nueve de lamañana. El rector y su gigantesca furia, esperabandelantedelapuerta,deseosos,sinduda,dedarnossuúltimoadiós,peroesteadiós tomó la inesperada forma de una cuenta formidable, en la que se nos

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cobraba hasta el aire, bien infecto por cierto, que habíamos respirado en lacasa rectoral. La dignísima pareja nos desolló como un hostelero suizo,cobrándonosapreciofabulososuingratahospitalidad.

Mitíopagósinregatear.Unhombrequepartíaparaelcentrodela tierrano había de parar la atención en unos miserables rixdales. Arreglado estepunto, dio Hans la señal de partida, y algunos instantes después habíamossalidodeStapi.

CAPÍTULOXV

TieneelSneffels5,000piesdeelevación,siendo,consudoblecono,comolaterminacióndeunafajatraquíticaquesedestacadelsistemaoreográficodela isla. Desde nuestro punto de partida no se podían ver sus dos picosproyectándosesobreelfondogrisáceodelcielo.Sólodistinguíanmisojosunenormecasquetedenievequecubríalafrentedelgigante.

Marchábamos en fila, precedidos del cazador, quien nos guiaba porestrechossenderos,porlosquenopodíancaminardospersonasdefrente.Laconversaciónsehacía,pues,pocomenosqueimposible.

Más allá de la muralla basáltica del fiordo de Stapi, encontramos unterreno de turba herbácea y fibrosa, restos de la antigua vegetación de lospantanosde lapenínsula.Lamasadeestecombustible, todavía inexplotado,bastaríaparacalentarduranteunsigloatodalapoblacióndeIslandia.Aquelvasto hornaguero, medido desde el fondo de ciertos barrancos, tenía confrecuencia setenta pies de altura, y presentaba capas sucesivas de detrituscarbonizados,separadosporvetasdepiedrapómezytoba.

Como digno sobrino del profesor Lidenbrock, y a pesar de mispreocupaciones, observaba con verdadero interés las curiosidadesmineralógicas expuestas enaquelvastogabinetedehistorianatural, a laparquerehacíaenmimentetodalahistoriageológicadeIslandia.

Estaislatancuriosa,hasurgidorealmentedelfondodelosmaresenunaépocarelativamentemoderna,yhastaesposiblequeaúncontinúeelevándoseporunmovimiento insensible.Siesasí, sólopuedeatribuirse suorigena laaccióndelosfuegossubterráneos,yenestecaso,lateoríadeHunfredoDavy,eldocumentodeSaknussemmylaspretensionesdemitíoibanaconvertirseenhumo.Estahipótesisme indujoaexaminaratentamente lanaturalezadelsuelo,yprontomedicuentadelasucesióndefenómenosqueprecedieronalaformacióndelaisla.

Islandia, absolutamente privada de terreno sedimentario, se compone

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únicamentedetobasvolcánicas,esdecir,deunaglomeradodepiedrasyrocasde contextura porosa. Antes de la existencia de los volcanes, se hallabaformadaporunamasasólida,lentamentelevantada,amododeescotillón,porencimadelasolasporelempujedelasfuerzascentrales.Losfuegosinterioresnohabíanhechoaúnsuirrupciónatravésdelacortezaterrestre.

Peromásadelante,seabriódiagonalmenteunagransenda,delsudoestealnoroestedelaisla,porlacualseescapólentamentetodalapastatraquítica.Elfenómeno se verificó entonces sin violencia; la salida fue enorme, y lasmaterias fundidas, arrojadas de las entrañas del globo, se extendierontranquilamente,formandovastassabanasomasasapezonadas.Enestaépocaaparecieronlosfeldespatos,lossienitosylospórfidos.

Pero, gracias a este derramamiento, el espesor de la isla aumentóconsiderablemente y, con él, su fuerza de resistencia. Se concibe la grancantidaddefluidoselásticosquesealmacenóensuseno,alverquetodaslassalidasseobstruyerondespuésdelenfriamientodelacostratraquítica.Llegó,pues, unmomento en que la potenciamecánica de estos gases fue tal, quelevantaronlapesadacortezayseabrieronelevadaschimeneas.Deestemodoquedóelvolcánformadograciasallevantamientodelacorteza,ydespuésseabrióelcráterenlacimadeaquéldeunmodorepentino.

Entonces sucedieron los fenómenos volcánicos a los eruptivos; por lasreciénformadasaberturasseescaparon,antetodo,lasdeyeccionesbasálticas,de las cuáles ofrecía a nuestrasmiradas losmásmaravillosos ejemplares laplanicie que a la sazón cruzábamos. Caminábamos sobre aquellas rocaspesadas,decolorgrisobscuro,quealenfriarsehabíanadoptado la formadeprismas de bases hexagonales. A lo lejos se veía un gran número de conosaplastadosquefueronenotrotiempootrastantasbocasignívomas.

Unavezagotadalaerupciónbasáltica,elvolcán,cuyafuerzaseacrecentócon la de los cráteres apagados, dio paso a las lavas y a aquellas tobas decenizas y de escorias cuyos amplios derrames contemplaban mis ojosesparcidos,porsusflancoscualcabelleraopulenta.

Tal fue la serie de fenómenos que formaron a Islandia. Todos ellosreconocíanpororigenlosfuegosinteriores,ysuponerquelamasainternanopermaneciese aún en un estado perenne de incandescencia líquida, era unaverdadera locura.Por lo tanto,elpretender llegaralcentromismodelgloboseríaunainsensatezsinejemplo.

Así, pues, mientras marchábamos al asalto del Sneffels, me fuitranquilizandorespectodelresultadodenuestraempresa.

El camino se hacía cada vez más difícil; el terreno subía, las rocasoscilabanyeraprecisocaminarconmuchotientoparaevitarcaídaspeligrosas.

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Hansavanzabatranquilamentecomosifueseporunterrenollano;avecesdesaparecía detrás de los grandes peñascos, y le perdíamos de vista uninstante;peroentoncesoíamosunagudosilbidosalidodesuslabios,quenosindicaba el camino que debíamos seguir. Con frecuencia también recogíaalgunaspiedras,lascolocabademodoquefuesefácilreconocerlasdespués,yfijabadeestasuertejalonesdestinadosaindicarnoselcaminoderegreso.Estaprecaucióneradeporsíexcelente;perolosacontecimientosfuturosprobaronsuinutilidad.

Tresfatigosashorasdemarchaseinvirtierontansóloenllegaralafaldadelamontaña.Allí dioHans la señaldedetenerse,y almorzamos frugalmente.Mitíosellenabalabocaparaconcluirmáspronto;perocomoaquelaltoteníatambién por objeto el reparar nuestras fuerzas, tuvo que someterse a lavoluntaddelguíaquenodiolaseñaldepartidahastadespuésdeunahora.

Los tres islandeses, tan taciturnos como su camarada el cazador, nodesplegaronsuslabiosycomieronsobriamente.

Entonces comenzamos a subir las vertientes del Sneffels; su nevadacumbre,porunailusióndeópticafrecuenteenlasmontañas,meparecíamuypróxima, a pesar de lo cual nos restaban aún muchas horas de camino ymuchísimas fatigas, sobre todo,para llegarhastaella.Laspiedrasqueno sehallabanligadasporhierbasniporningúncimientodetierra,resbalabanbajonuestrospiesyrodabanhastalallanuraconlavelocidaddeunalud.

Enalgunosparajes,lasvertientesdelmonteformabanconelhorizonteunángulode36°lomenos.Eramaterialmenteimposibletreparporellos,siendopreciso rodear estos pedregosos obstáculos, para lo cual encontrábamos nopocas dificultades. En estas ocasiones nos prestábamos mutuo auxilio connuestrosherradosbastones.

Deboadvertirquemitíopermanecíasiemprelomáscercaposibledemí;nomeperdíadevista,y,enmásdeunaocasión,encontréunsólidoapoyoensubrazo.Porloquerespectaaél,teníasindudaalgunaelsentimientoinnatodelequilibrio,puesnotropezabajamás.Losislandeses,apesardeircargados,trepabanconagilidadasombrosa.

Al contemplar la altura de la cumbre del Sneffels,me parecía imposiblepoder llegar por aquel lado hasta ella, si el ángulo de inclinación de laspendientesnosecerrabaalgo.Afortunadamente,trasunahoradetrabajosydeinauditosesfuerzos, enmediode lavastaalfombradenieveque seextendíasobre la cumbre del volcán, descubrieron nuestros ojos de improviso unaespeciedeescaleraquesimplificónuestraascensión.Estabaformadaporunode esos torrentes de piedras arrojadas por las erupciones, cuyo nombreislandésesstinâ.Siestetorrentenohubiesesidodetenidoensucaídaporladisposiciónespecialdelosflancosdelamontaña,habríaidoaprecipitarseen

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elmar,formandonuevasislas.

Tal como era, nos fue en extremo útil. La rapidez de las pendientes ibacadavezenaumento,peroaquellosescalonesdepiedrapermitíanremontarlosfácilmente y hasta con rapidez tal que, como me retrasase un momentomientras que mis compañeros proseguían la ascensión, llegué a verlosreducidosaunapequeñezmicroscópicaporefectodeladistancia.

Alassietedelatardehabíamosyasubidolosdosmilpeldañosquetieneestaescalera,ydominábamosunsalientedelamontaña,especiedebasesobrelacualseapoyabaelconodelcráter.

Elmarseextendíaaunaprofundidadde3.200pies.Habíamostraspasadoellímitedelasnievesperpetuas,bienpocoelevadoenIslandiaaconsecuenciadelahumedadconstantedelclima.Hacíaunfríoespantosoyelvientosoplabacon fuerza.Mehallaba agotado.El profesor comprendió quemis piernas senegabanaseguirprestándomeservicio,y,apesardesuimpaciencia,decidióhaceraltoallí.HizoseñasaHansentalsentido;peroéstesacudiólacabeza,diciendo:

—Ofvanför.

—Parecequeesprecisosubirmás—dijomitío.

DespuéspreguntóaHanselmotivodesurespuesta.

—Mistour—repusoelguía.

—Lamístour—repitióunodelosislandeses,conacentodeterror.

—¿Quésignificaesapalabra?—pregunté,inquieto.

—Mira—dijomitío.

Dirigíhacialallanuralavistayviunainmensacolumnadepiedrapómezpulverizada,dearenaydepolvoqueseelevabagirandocomounatromba;elviento la empujaba hacia el flanco del Sneffels sobre el cual nosencontrábamos; aquella cortina opaca, tendida delante del sol, producía unagran sombraque se proyectaba sobre lamontaña.Si la tromba se inclinaba,nos envolvería sin remedio entre sus torbellinos. Este fenómeno, bastantefrecuente cuando el viento sopla de los ventisqueros, se conozca con elnombredemistourenislandés.

—Hostigt,hastíg—gritónuestroguía.

Apesardenoposeereldanés,comprendíqueeraprecisoseguiraHanssindemora. El guía comenzó a circundar el cono del cráter, pero descendiendoconobjetodefacilitarnoslamarcha.

Notardómucholatrombaenchocarcontralamontaña,queseestremeció

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asucontacto;laspiedras,suspendidasporlosremolinosdelviento,volaronenformade lluvia,comoen laserupciones.Noshallábamos,por fortuna,en lavertienteopuestayalabrigodetodopeligro;pero,anoserporlaprecaucióndel guía, nuestros cuerpos, desmenuzados, convertidos en polvo impalpable,hubieranidoacaerlejoscomoelproductodealgúndesconocidometeoro.

Estonoobstante,noconsideróHansprudentequepasásemoslanocheenla vertiente del cono. Proseguimos nuestra ascensión en zigzag; empleamosaúncercadecincohorasenrecorrerlos1.500piesquenosquedabanquesubirtodavía;enrevueltas,contramarchasysesgosperdimoslomenostresleguas.

Yonopodíamás;memoríadefríoydehambre.Elaireuntantorarificadodetanelevadasregionesnobastabaamispulmones.

Porfin,alasoncedelanoche,enplenaobscuridad,llegamosalacumbredelSneffels;y,antesdebuscarabrigoenelinteriordelcráter,tuvetiempodeverelsoldelamedianocheenlaparteinferiordesucarrera,proyectandosuspálidosrayossobrelaisladormidaamispies.

CAPÍTULOXVI

Cenamosrápidamenteyseacomodócadacualtodolomejorquepudo.Lacamaerabiendura,elabrigopocosólidoylasituaciónmuypenosaa5.000piessobreelniveldelmar.Sinembargo,mi sueño fue tan tranquiloaquellanoche,unadelasmejoresquehabíapasadodesdehacíamuchotiempo,quenisiquierasoñé.

Alamañanasiguientenosdespertó,mediohelados,unaírebastantevivo;el sol brillaba espléndidamente. Abandoné mi lecho de granito y me fui adisfrutardelmagníficoespectáculoquesedesarrollabaantemivista.

MesituéenlacimadelpicosurdelSneffels,desdeelcualsedescubríalamayor parte de la isla. La óptica, común a todas las grandes alturas, hacíaresaltarsuscontornos,entantoquelaspartescentralesparecíanobscurecerse.Se hubiera dicho que tenía bajo mis pies uno de esos mapas en relieve deHelbesmer.Veíalosvallesprofundoscruzarseentodossentidos,ahondarselosprecipicios a manera de pozos, convertirse los lagos en estanques y enarroyueloslosríos.

Amiderechasesucedíaninnumerablesventisquerosymultiplicadospicos,algunos de los cuales aparecían coronados por un penacho de humo. Lasondulacionesdeestas infinitasmontañas,cuyascapasdenieve lesdabanunaspecto espumoso, me recordaban la superficie del mar cuando lastempestadeslaagitan.SimevolvíahaciaelOeste,contemplabalasaguasdel

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océano, en toda su majestuosa extensión, cual si fuese continuación deaquellasaborregadascimas.Apenasdistinguíanmisojosdónde terminaba latierraydabancomienzolasolas.

Meabismé,deestasuerte,eneléxtasisalucinadorqueproducenlasaltascimas,yestavezsinvértigoalguno,pues,alfin,meibaacostumbrandoaestascontemplaciones sublimes. Mis deslumbradas miradas se bañaban en latransparenteirradiacióndelosrayossolares;meolvidédemipropiapersonaydellugarenquemeencontrabaparavivirlavidadelostrasgosodelossilfos,imaginarios habitantes de la mitología escandinava; me embriagué con lasvoluptuosidadesdelasalturas,sinacordarmedelosabismosenquedentrodepocome sumergiríamidestino.Pero la llegadadelprofesorydeHans,quevinieronareunirseconmigoenlaextremidaddelpico,mevolvióalarealidaddelavida.

MitíosevolvióhaciaelOesteymeseñalóconlamanounligerovapor,unabruma,unaaparienciadetierraquedominabalalíneadelasolas.

—Groenlandia—medijo.

—¿Groenlandia?—exclaméyo.

—Sí;sólodistadenosotros35leguas,y,durantelosdeshielos,lleganlososos blancos hasta Islandia sobre los témpanos que arrastran las corrienteshaciaelSur.Peroestoimportapoco.NoshallamosenlacumbredelSneffels;aquítienessusdospicos,eldelNorteyeldelSur.Hansvaadecirnosahoraquénombredanlosislandesesaésteenquenosencontramos.

Formuladalapregunta,elcazadorrespondió.

—Scartaris.

Mitíomedirigióunamiradadetriunfo.

—¡Alcráter!—exclamóentusiasmado.

ElcráterdelSneffels teníaformadeconoinvertido,cuyoorificio tendríaaproximadamentemedialeguadediámetro.Calculésuprofundidaden2.000pies, sobre poco más o menos. ¡Júzguese lo que sería semejante recipientecuandosellenasedetruenosyllamas!

El fondo de este embudo no debía medir arriba de 500 pies decircunferencia,desuertequesuspendienteseranbastantesuavesypermitíanllegarfácilmenteasuparteinferior.

Involuntariamente comparaba yo este cráter con un enorme trabucoensanchado,ylacomparaciónmellenabadeespanto.

«Introducirse en el interior de un trabuco» pensaba enmi fuero interno,«quepuedeestarcargadoydispararsealmenorchoque,sólopuedeocurrírsele

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aunoslocos».

Pero para retroceder era tarde. Hans, con aire indiferente, se colocó denuevoalfrentedelacaravana;yoleseguíasindespegarloslabios.

Afindefacilitareldescenso,describíaelcazador,dentrodelcono,elipsesmuyprolongadas.Eraprecisomarchar por entre rocas eruptivas, algunasdelascuales,desprendidasdesusalvéolos,seprecipitabanasaltoshastaelfondodelabismo.Sucaídadeterminabarepercusionesdeextrañasonoridad.

Algunaspartesdelconoformabanventisquerosinteriores.Hansavanzabaentonces con lamayorprecaución, sondandoel suelo con subastónherradoparadescubrirlasgrietas.Enciertospasosdudosossehizonecesarioatarnosunosaotrospormediodeunalargacuerdaafindequesialgunoresbalabadeimproviso, quedase sostenidopor los otros.Esta solidaridad era unamedidaprudente;masnoexcluíatodopeligro.

Sinembargo,yapesardelasdificultadesdeldescensoporpendientesqueHans desconocía, se efectuó aquél sin elmenor incidente, si se exceptúa lacaídadeunlíodecuerdasqueseleescapóalislandésdelasmanosyrodósindetenersehastaelfondodelabismo.

A mediodía ya habíamos llegado. Levanté la cabeza y vi el orificiosuperior del cono a través del cual se descubría un pedazo de cielo de unacircunferenciaenextremoreducidaperocasiperfecta.SolamenteenunpuntosedestacabaelpicodelScartans,quesehundíaenlainmensidad.

En el fondo del cráter se abrían tres chimeneas a través de las cuálesarrojabaelfococentralsuslavasyvaporesenlasépocasdelaserupcionesdelSneffels.Cadaunadeestaschimeneasteníaaproximadamenteunoscienpiesde diámetro y abrían ante nosotros sus tenebrosas fauces. Ya no tuve valorparahundirmismiradasenellas;peroelprofesorLidenbrockhabíahechounrápidoexamendesudisposición,ycorríajadeantedeunaaotra,gesticulandoyprofiriendopalabras ininteligibles.Hansy suscompañeros, sentados sobretrozosdelava,lecontemplabanensilencio,tomándolesinduda,porunloco.

De repente, lanzó un grito mi tío; yo me estremecí, temiendo que sehubieraresbaladoyhubiesedesaparecidoenalgunadelassimas.Perono;lovienseguidaconlosbrazosextendidosylaspiernasabiertas,depieanteunarocadegranitoqueseerguíaenelcentrodelcrátercomounpedestalenormehecho para sustentar la estatua de Plutón. Se hallaba en la actitud de unhombreestupefactosuestupefacciónse trocó inmediatamenteenunaalegríainsensata.

—¡Axel!¡Axel!—exclamó—.¡Ven!¡Ven!

Acudí inmediatamente. Ni Hans ni los islandeses se movieron de sus

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puestos.

—¡Mira!—medijoelprofesor.

Y, participando de su asombro, aunque no de su alegría, leí sobre lasuperficiedelarocaquemirabahaciaelOeste,grabadoencaracteresrúnicos,mediogastadospor la accióndestructoradel tiempo, estenombremil vecesmaldito:

—¡ArneSaknussemm!—exclamómitío—;¿dudarástodavía?

Sin responderle,mevolvíamibancode lava,consternado.Laevidenciameanonadaba.

Ignoro cuánto tiempo permanecí sumido en mis reflexiones; lo que séúnicamenteesque,allevantarlacabeza,sóloviamitíoyaHansenelfondodel cráter. Los islandeses habían sido despedidos, y bajaban a la sazón laspendientes exteriores del Sneffels, para volver a Stapi. Hans dormíatranquilamentealpiedeunaroca,sobreunlechodelava;mitíodabavueltasporelfondodelcrátercomolafieraquecaeenlatrampadeuncazador.Yonoteníaniganasdelevantarmenifuerzasparahacerlo,y,siguiendoelejemplodel guía, me entregué a un doloroso sopor, creyendo oír ruidos o sentirsacudidasenlosflancosdelamontaña.

Deestemodotranscurrióaquellaprimeranocheenelfondodelcráter.

Alamañanasiguiente,uncielogris,nebulosoypesadoseextendíasobreelvérticedelcono.Aunquenolohubieranotadoporlaobscuridaddelabismo,lacólerademitíomelohabríahechover.

Prontocomprendíelmotivo,yunrayodeesperanzabrillóenmicorazón.Vedporqué.

Delastresrutasqueantenosotrasseabrían,sólounahabíasidoexploradapor Saknussemm. Según el sabio islandés, debía reconocérsela por laparticularidad, señalada en el criptograma, de que la sombra del Seartarisacariciabasusbordesdurantelosúltimosdíasdelmesdejunio.

Se podía considerar, pues, aquel agudo pico como el gnomon de uninmenso cuadrante salar, cuya sombra de un día determinado señalaba elcaminodelcentrodelatierra.

Ahora bien, oculto el sol, toda sombra era imposible, faltando, porconsiguiente, la anhelada indicación. Estábamos a 25 de junio. Si el cielopermanecía cubierto por espacio de seis días, sería necesario aplazar laobservaciónparaotroaño.

Renuncio a describir la cólera impotente del profesor Lidenbrock.Transcurrióeldíasinqueningunasombravinieseaproyectarsesobreelfondo

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del cráter. Hans no se movió de su puesto; sin embargo, debía llamarle laatenciónnuestrainactividad.Mitíonomedirigióniunasolavezlapalabra.Susmiradas,dirigidas invariablementehaciaelcielo, seperdíanensumatizgrisybrumoso.

El 26 transcurrió del mismo modo. Una lluvia mezclada de nieve cayóduranteeldíaentero.Hansconstruyócontrozosdelavaunaespeciedegruta.Yomeentretuveenseguirconlavistalosmillaresdecascadasnaturalesquedescendían por los costados del cono, cada piedra del cual acrecentaba susensordecedoresmurmullos.

Mitíoyanopodíacontenerse.Habíaenrealidadmotivoparahacerperderla paciencia al hombremás cachazudo; porque aquello era naufragar dentrodelpuerto.

Peroconlosgrandesdoloreselcielomezclasiemprelasgrandesalegríasyreservaba al profesor Lidenbrock una satisfacción tan intensa como susdesesperantescongojas.

Aldíasiguiente,elcielopermaneciótambiéncubierto;peroeldomingo28dejunio,elantepenúltimodelmes,conelcambiodelunavarióeltiempo.Elsolderramóamanosllenassusrayosenelinteriordelcráter.Cadamontículo,cada roca, cada piedra, cada aspereza recibió sus bienhechores efluvios yproyectó instantáneamente su sombra sobre el suelo. Entre todas estassombras,ladelScartarissedibujócomounaaristavivaycomenzóagirardeunamanerainsensible,siguiendoelmovimientodelastroesplendoroso.

Mitíogirabaconella.

Amediodía,ensuperíodomáscorto,vinoalamerdulcementeelbordedelachimeneacentral.

—¡Estaes!¡estaes!—exclamóelprofesorentusiasmado—.Alcentrodelatierra—añadióenseguidaendanés.

YomiréaHans.

—Forüt—dijoésteconsucalmaacostumbrada.

—Adelante—respondiómitío.

Eralaunaytreceminutosdelatarde.

CAPÍTULOXVII

Comenzaba el verdadero viaje. Hasta entonces, las fatigas habían sido

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mayoresquelasdificultades;ahoraéstasibanverdaderamenteanaceracadapaso.

Aún no había osado hundir mi investigadora mirada en aquel pozoinsondable en que me iba a sepultar. Había llegado el momento. Todavíaestaba a tiempo de decidirme a tomar parte en la empresa o renunciar aintentarla. Pero sentí vergüenza de retroceder delante del cazador. Hansaceptabacontaltranquilidadlaaventura,contalindiferencia,contanperfectodespreciodetodoloquesignificaseunpeligro,quemeabochornabalaideadesermenosarrojadoqueél.Simehubiesehallado solo,habría recurridoa laseriedelosgrandesargumentos;pero,enpresenciadelguía,nodespleguémislabios.Enviéuncariñosorecuerdoamibellacurlandesa,ymeaproximéalachimeneacentral.

Ya he dicho que medía cien pies de diámetro, o trescientos pies decircunferencia.Me inclinésobreuna rocaavanzadahaciasu interiorydirigíhacia abajo mi mirada. Mis cabellos se erizaron instantáneamente. Elsentimientodelvacíoseapoderódemiser.Sentídesplazarseenmíelcentrodegravedadysubírsemeelvértigoalacabezacomounaborrachera.Nohaynadaqueembriaguetantocomolaatraccióndelabismo.Yaibaacaer,cuandome retuvounamano: la deHans.Decididamente las prácticas que yo habíaefectuadoenlaFrelsers-KirkdeCopenhague,nohabíansidosuficientes.

Aunquemis ojos permanecieron tan poco tiempo fijos en el interior delpozo, me di cuenta de su conformación. Sus paredes, cortadas casi a pico,presentaban,noobstante,numerosossalientesquedebíanfacilitareldescenso;perosinofaltabanescaleras, lasrampasnoexistíanenabsoluto.Unacuerdaamarradaalorificiohubierabastadoparasostenernos;pero¿cómodesatarlaalllegarasuextremidadinferior?

Mitíopusoenprácticaunmediomuysencilloparaobviarestadificultad.Desenrolló una cuerda del grueso del pulgar y de cuatrocientos pies delongitud; dejó caer primero la mitad, la arrolló después alrededor de unsaliente que la lava formaba, y echó al pozo la otra mitad. De este modopodíamosbajar todosconservandoen lamano lasdosmitadesde la cuerda,que no podía desligarse; y después que hubiésemos descendido doscientospies, nada nos sería tan fácil como recuperarla, soltando una extremidad yhalandodelaotra.Despuéssereanudaríaesteejerciciousqueadinfinitum.

—Ahora —dijo mi tío después de haber terminado sus preparativos—,ocupémonosenlaimpedimenta.Vamosadividirlaentresfardos,ycadaunode nosotros nos amarraremos uno a la espalda.Me refiero solamente a losobjetosfrágiles.

Evidentemente, el audaz profesor no nos consideraba comprendidos enestaúltimacategoría.

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—Hans—prosiguió—,vaaencargarsedelasherramientasydelatercerapartedelasprovisiones;Axel,deotroterciodeéstasydelasarenas;yyo,delrestodelosvíveresydelosinstrumentosdelicados.

—Pero, ¿y la ropa? ¿Y estemontónde cuerdas?—dije yo—. ¿Quién seencargarádebajarlas?

—Todoesobajarásolo.

—¿Dequémodo?—preguntétodoasombrado.

—Vasaverloahoramismo.

Mi tío no vacilaba en recurrir a los mediosmás radicales. A una ordensuya, hizo Hans un solo lío con los objetos no frágiles, y después de bienamarradoelpaquete,seledejócaerenelabismo.

Oíelsonorozumbidoqueproduceeldesplazamientodelascapasdeaire.Mitío,inclinadosobreelabismo,siguióconsatisfechamiradaeldescensodesuimpedimento,ynoseretiróhastahaberlaperdidodevista.

—Bueno—dijoporfin—,ahoranostocaanosotros.

¡Ruegoaloshombresdebuenafequemedigansieraposibleescucharsinestremecersepalabrassemejantes!

Elprofesorseatóalasespaldaselpaquetedelosinstrumentos;Hanstomóel de las herramientas y yo el de las arenas, y, en medio de un profundosilencioturbadosóloporlacaídadelostrozosderocaqueseprecipitabanenelabismo,dioprincipioeldescensoenelsiguienteorden:Hans,mitíoyyo.

—Me dejé, por decirlo así, resbalar, oprimiendo frenéticamente la doblecuerda con unamano, y asiéndome con la otra a la pared pormedio demibastónherrado.Laideadequemefaltaseelpuntodeapoyoeralaúnicaqueme dominaba. Aquella cuerdame perecía demasiado frágil para soportar elpeso de tres personas; por eso la utilizaba lo menos posible, realizandomilagros de equilibro sobre los salientes de lava, a los cuales trataba deagarrarmeconlospiescualsiéstosfuesenmanos.

Cuando alguno de estos resbaladizos peldaños oscilaba bajo los pies deHans,decíaésteconvoztranquila.

—Gfakt!

—¡Cuidado!—repetíamitío.

Alcabodemediahorasentamosnuestrospiessobre lasuperficiedeunarocafuertementeadheridaalapareddelachimenea.

Hanstiródelacuerdaporunodesusextremos;seelevóelotroenelaire,y, después de haber rebasado la roca superior, volvió a caer, arrastrando

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consigonumerosospedazosdepiedrasyde lavas,quecayeronamaneradelluvia,omejor,degranizada,congravepeligronuestro.

Al asomar la cabeza fuera de la estrecha plataforma donde nosencontrábamos,observéquenoseveíaaúnelfondodelprecipicio.

Volvióacomenzarotravezlamaniobradelacuerda,y,alcabodemediahora,habíamosdescendidootrosdoscientospies.

Nosésielmásentusiastageólogohubierasidocapazdeestudiar,duranteeste descenso, la naturaleza de los terrenos que nos rodeaban. Por lo querespecta amí, nomepreocupéde ello:me importabamuypocoque fuesenpliocenos, miocenos, eocenos, cretáceos, jurásicos, triásicos, pérmicos,carboníferos,devonianos,silúricosoprimitivos.Peroelprofesorhizoalgunasobservacionesotomóciertasnotas,sinduda,porque,enunodelosaltos,medijo:

—Cuantomásveo,mayoresmiconfianza;ladisposicióndeestosterrenosvolcánicos confirma en absoluto la teoría de Devy. Nos hallamos en plenosueloprimordial,sueloenelcualsehaproducidoelfenómenoquímicodelainflamación de los metales al contacto del aire y del agua. Rechazo enabsolutolateoríadeuncalorcentral;porotraparte,prontovamosaverlo.

¡Siemprelamismaconclusión!Comoesdesuponer,noquiseentretenermeendiscutir.Mi tío interpretómisilenciocomomuestradeasentimiento,ysereanudóeldescenso.

Alcabodetreshorasnoseentreveíaaúnelfondodelachimenea.Cuandolevantélacabezaobservéquesuaberturadecrecíasensiblemente;susparedes;aconsecuenciadesuligerainclinación,tendíanaaproximarse.Laobscuridadcrecíapormomentos.

Nuestrodescensono se interrumpíaun solo instante.Meparecíaque laspiedras desprendidas de las paredes se hundían produciendo un sonidomásapagado,yquellegabanmásprontoalfondodelabismo.

Como había tenido cuidado de anotar escrupulosamente las veces quecambiábamoslacuerda,pudecalcularcontodaexactitudlaprofundidadaquenosencontrábamosyeltiempotranscurrido.

Habíamos repetido catorce veces esta maniobra, que duraba media horaaproximadamente. Eran, pues, siete horas, más catorce cuartos de hora dedescanso,otreshorasymedia.Entotal,diezhorasymedia;ycomohabíamosemprendidoeldescensoalaunadebíanserenaquelmomentolasonce.

Encuantoalaprofundidadaquenosencontrábamos,loscatorcecambiosdeunacuerdade200piesrepresentabanundescensode2.800.

EnestemomentoseoyólavozdeHans.

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Medetuveenelinstanteenqueibaagolpearconmispieslacabezademitío.

—Hemosllegadoya—dijoéste.

—¿Adónde?—preguntéyo,dejándomeresbalarelladosuyo.

—Alfondodelachimeneaperpendicular.

—¿Nohay,pues,otrasalida?

—Sí,unaespeciedecorredorqueentreveo,yquesedirigeoblicuamentehacia la derecha. Mañana veremos esto. Cenemos ante todo y dormiremosdespués.

Laobscuridadnoeracompletatodavía.Abrimoselsacodelasprovisiones,cenamos, y nos tendimos después a dormir sobre un lecho de piedras y detrozosdelava.

Cuando, tumbado boca arriba, abrí los ojos, vi un punto brillante en laextremidaddeaqueltubode3,000piesdelongitud,quesetransformabaenungigantescoanteojo.

Era una estrella despojada de todo centelleo, y que, segúnmis cálculos,debíaserlabetadelaOsaMenor.

Despuésmedormíprofundamente.

CAPÍTULOXVIII

Alasochode lamañananosdespertóunrayode luz.Lasmil facetasdelavade las paredes la recogían a supasoy la esparcían comouna lluviadechispas.

Estaluzeralosuficientementeintensaparapermitirnosverlosobjetosquenosrodeaban.

—Y bien, Axel—me dijomi tío, frotándose lasmanos—, ¿qué dices atodoesto?¿Haspasado jamásunanochemásapacibleennuestracasade laKönig-strasse? ¡Ni ruido de carruajes, ni gritos de los vendedores nivociferacionesdelosbarqueros!

—Sinduda;enelfondodeestospozosestamosmuytranquilos;peroestamismacalmatienealgodeespantoso.

—¡Vamos!—exclamómi tío—, si te asustas tanpronto, ¿quédejas paramástarde?Aúnnohemospenetradoniunapulgadasiquieraenlasentrañasde

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latierra.

—¿Quéquiereusteddecir?

—Quierodecirquesólohemosllegadoalsuelodelaisla.Estelargotubovertical,quefinalizaenelcráterdelSneffels,sedetieneaproximadamentealniveldelOcéano.

—¿Estáustedcierto?

—Certísimo.Examinaelbarómetro,yverás.

Enefecto,elmercurio,despuésdehabersubidopocoapocoensutuboamedida que se efectuaba nuestro descenso, se había detenido en la divisióncorrespondientea29pulgadas.

—Yaloves—prosiguióelprofesor—,sólosoportamoslapresióndeunaatmósfera, y no veo el momento en que tengamos que reemplazar lasindicacionesdeesteinstrumentoporlasdelmanómetro.

Elbarómetro,enefecto,ibaasernosinútilenelmomentoenqueelpesodelairesehiciesesuperiorasupresióncalculadaalniveldelmar.

—Pero,¿noesdetemer—insinuéyo—,queestapresiónsiemprecrecientellegueasernosinsoportable?

—No. Descenderemos lentamente, y nuestros pulmones se habituarán arespirarunaatmósferamáscomprimida.Alosaeronautas,acabaporfaltarleselairecuandoseelevanalascapassuperioresdelaatmósfera:anosotros,esposible que nos sobre. Pero esto es preferible. No perdamos un instante.¿Dóndeestáelfardoquebajópordelantedenosotros?

Entonces recordéque lavíspera lohabíamosbuscado inútilmente.Mi tíointerrogóaHans,quien,despuésdeescudriñarlotodoconsusojosdecazador,contestó:

—Derhuppe!

—Alláarriba.

Enefecto,elmencionadobultosehallabadetenidosobreunsalientedelasrocas,auncentenardepiesencimadenuestrascabezas.Entonceselislandés,con laagilidaddeungato, trepópor lapared,yalcabodealgunosminutoscaíaentrenosotroselfardo.

—Ahora—dijo mi tío— almorcemos; pero almorcemos como personasquetalveztenganquehacerunalargajornada.

La galleta y la carne seca fueron regadas con algunos tragos de aguamezcladaconginebra.

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Terminado el almuerzo, sacó mi tío del bolsillo un pequeño cuadernodestinado a las observaciones. Examinó sucesivamente los diversosinstrumentosyanotólosdatossiguientes:

LUNES1°DEJULIO.

Cronómetro:8h.17m.delamañana.

Barómetro:29p.71.

Termómetro:6°.

Dirección:ESE.

Este último dato se refería a la dirección de la galería obscura y fuesuministradoporlabrújula.

—Ahora,Axel—exclamóelprofesorentusiasmado—,escuandovamosasepultarnos realmente en las entrañas del globo. Este es, pues, el momentoprecisoenqueempiezanuestroviaje.

Dicho esto, tomó con una mano el aparato de Ruhmkorff, que llevabasuspendidodelcuello:pusoencomunicación,conlaotra,lacorrienteeléctricadelserpentínde la linterna,yuna luzbastantevivadisipó las tinieblasde lagalería.

Hansllevabaelsegundoaparato,quefuepuestotambiénenactividad.Estaingeniosaaplicaciónde la electricidadnospermitiría ir creando,porespaciodemuchotiempo,undíaartificial,aunenmediodelosgasesmásinflamables.

—¡Enmarcha!—dijomitío.

Cadacualcogiósufardo.Hansseencargódeempujarpordelantedesíelpaquetede lasropasy lascuerdas,y,unodetrásdeotro,yoenúltimolugar,entramosenlagalería.

En el momento de abismarme en aquel tenebroso corredor, levanté lacabeza y vi por última vez, en el campo del inmenso tubo, aquel cielo deIslandia«quenodebíavolveraverjamás».

Lalavadelaúltimaerupciónde1229sehabíaabiertopasoalolargodeaqueltúnel,tapizandosuinteriorconunacapaespesaybrillante,enlaquesereflejabalaluzeléctricacentuplicándosesuintensidadnatural.

Toda la dificultad del camino consistía en no deslizarse con demasiadarapidezporaquellapendientede45°deinclinaciónsobrepocomásomenos.Porfortuna,ciertasabolladurasyerosionesservíandepeldaños,ynoteníamosquehacermásquebajardejandoquedescendiesenporsupropiopesonuestrosfardosycuidandoderetenerlosconunalargacuerda.

Perolosquebajonuestrospiesservíandepeldaños,enlasotrasparedesse

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convertían en estalactitas; la lava, porosa en algunos lugares, presentaba enotros pequeñas ampollas redondas: cristales de cuarzo opaco, ornados delímpidas gotas de vidrio y suspendidos de la bóveda a manera de arañas,parecíanencenderseanuestropaso.Sehabríadichoquelosgeniosdelabismoiluminabansupalaciopararecibirdignamenteasushuéspedesdelatierra.

—¡Estoesmagnífico!—exclamé involuntariamente—.¡Quéespectáculo,tío!¿Nolecausanaustedadmiraciónesosricosmaticesdelalavaquevaríandelrojoobscuroalmásdeslumbranteamarillo,pordegradacionesinsensibles?¿Yestoscristalesquevemoscomoglobosluminosos?

—¡Ah, hijo mío! ¡Por fin te vas convenciendo! ¡Conque te perece estoespléndido!¡Yaverásotrascosasmejores!¡Vamos!¡Vamos!¡Prosigamossinvacilarnuestramarcha!

Mejor debiera haber dicho nuestro resbalamiento, pues nos dejábamos irsinfatigaporpendientesinclinadas.AquelloeraelfacilisdescensusAverni,deVirgilio. La brújula, que consultaba yo con frecuencia, marcabainvariablemente ladirecciónSE.Aquellasendade lavanosedesviabahaciaunladoniotro;poseíalainflexibilidaddelalínearecta.

Sinembargo,elcalornoaumentabadeunamanerasensible,loqueveníaaconfirmarlasteoríasdeDevy,y,enmásdeunaocasión,consultéconasombroel termómetro. A las dos horas demarcha, sólomarcaba 10°, es decir, quehabíaexperimentadounasubidade4º,locualmeinducíaapensarquenuestramarchaeramáshorizontalquevertical.Nadamásfácilqueconocercontodaexactitud la profundidad alcanzada; el profesor medía con la mayorescrupulosidad los ángulos de desviación a inclinación del camino; pero sereservabaelresultadodesusobservaciones.

Por la noche, a eso de las ocho, dio la señal de alto. Se colgaron laslámparasen laspuntassalientesde la lava,yHanssesentóenseguida.Noshallábamos en una especie de caverna donde no faltaba el aire. Por elcontrario, llegaba hasta nosotros una intensa corriente. ¿Qué causas laproducían?¿Aquéagitaciónatmosféricadebíamosatribuirsuorigen?Heaquíuna cuestión que no traté siquiera de resolver en aquellos momentos; elcansancioyelhambremeincapacitabanparatodoraciocinio.Undescensodesietehorasconsecutivasnoseefectúasinungranderrochedefuerzas,ymeencontrabaagotado:asíquelapalabraaltosonóenmioídocomounamelodía.

Esparció Hans algunas provisiones sobre un bloque de lava, y todosdevoramos con excelente apetito. Sin embargo, una idea me inquietaba:habíamos ya consumido la mitad de nuestras previsiones de agua. Mi tíocontaba con rellenar nuestras vasijas en los manantiales subterráneos; pero,hastaaquelinstante,nohabíamostropezadoconninguno,yelfinmedecidíallamarlelaatenciónsobreelparticular.

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—¿Tesorprendeestaausenciademanantiales?—medijo.

—Sinduda,yhastameinquieta;notenemosaguamásqueparacincodías.

—Tranquilízate,Axel;terespondodequeencontraremosagua,ymásdelaquequisiéramos.

—¿Cuándo?

—Cuandohayamos salidode esta envoltura de lava. ¿Cómoquieres quesurjanmanantialesatravésdeestasparedes?

—Pero, ¿no podría ocurrir que esta envoltura se prolongue a grandesprofundidades?Meparecequenohemosavanzadomuchotodavíaensentidovertical.

—¿Porquésuponeseso?

—Porque, si hubiéramos penetrado mucho en el interior de la cortezaterrestre,elcalorseríamásintenso.

—Esosegúntuteoría;¿yquéseñalaeltermómetro?

—Apenas15°, loque suponeunaumentode9º solamentedesdenuestrapartida.

—¿Yquédeducesdeahí?

—Heaquímideducción:segúnlasobservacionesmásexactas,elaumentoqueexperimentelatemperaturaenelinteriordelgloboesde1°porcadacienpies de profundidad. Ciertas condiciones locales pueden, no obstante,modificar esta cifra; así, en Yakoust, en Siberia, se ha observado que elaumentode1°severificacada36pies, locualdependeevidentementede laconductibilidaddelasrocas.Añadiré,además,queenlasproximidadesdeunvolcánapagado,ya travésdelgneis,sehaobservadoque laelevaciónde latemperatura era sólo de 1° por cada 125 pies.Aceptemos, pues, esta últimahipótesis,queeslamásfavorable,ycalculemos.

—Calculacuantoquieras,hijomío.

—Nadamás fácil—dije, trazando enmi libreta algunas cifras—.Nueveveces125piesdan1.125piesdeprofundidad.

—Indudable.

—Puesbien…

—Puesbien,segúnmisobservaciones,noshallamosa10.000piesbajoelniveldelmar.

—¿Esposible?

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—Sí;losguarismosnomienten.

Los cálculos del profesor eran exactos; habíamos ya rebasado en 6.000pies las mayores profundidades alcanzadas por el hombre, tales como lasminasdeKitz-Babl,enelTirol,ylasdeWuttemherg,enBohemia.

Latemperatura,quehubieradebidoserde81°enaquel lugar,eraapenasde15º,locualsuministrabamotivoparamuchasreflexiones.

CAPÍTULOXIX

Aldíasiguiente,martes30dejunio,alasseisdelamañana,reanudamosnuestrodescenso.

Continuamosporlagaleríadelava,verdaderarampanatural,suavecomoesos planos inclinados que reemplazan aún a las escaleras en las casasantiguas.Asíprosiguiólamarchahasta lasdoceydiezminutosdelanoche,instanteprecisoenquenosreunimosconHans,queacababadedetenerse.

—¡Ah!—exclamómitío—,hemosllegadoalextremodelachimenea.

Miréalrededormío;noshallábamosenelcentrodeunaencrucijada,enlaque desembocaban dos caminos, ambos sombríos y estrechos. ¿Cuáldeberíamosseguir?Difícilerasaberlo.

—Mi tío, sin embargo, no quería, al parecer, que ni el guía ni yo leviésemos vacilar, y designó con la mano el túnel del Este, en el quepenetremoslostresenseguida.

La verdad es que toda vacilación ante aquellos dos caminos se habríaprolongadoindefinidamente,porquenoexistíaindicioalgunoqueaconsejaseel dar la preferencia a uno a otro. Era preciso confiarse por completo a lasuerte.

Lapendientedeestanuevagaleríaerapocosensible,ysusecciónbastantedesigual.A veces se desarrollaba delante de nuestros pasos una sucesión dearcadasquerecordabanlasnaveslateralesdeunacatedralgótica; losartistasde la Edad Media hubieran podido estudiar allí todas las formas de esaarquitecturareligiosaquetieneporgeneratrizalaojiva.

Unamillamás lejos,nuestracabezase inclinababajo losarcosrebajadosdel estilo romano, y gruesos pilares, embutidos en la pared, sostenían lascaídasdelasbóvedas.

Enciertos lugares,estadisposicióncedíaelpuestoasubestructurasbajasque recordaban las obras de los castores, y teníamos, para avanzar, que

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arrastrarnosalolargodeestrechospasadizos.

El grado de calor semantenía soportable. Involuntariamente pensaba encuángrandedebíasersuintensidadcuandolaslavasvomitadasporelSneffelsseprecipitabanpor aquellavía tan tranquila en la actualidad.Me imaginabalostorrentesdefuegoqueseestrellaríancontralosángulosdelagalería,ylaacumulacióndelosvaporesrecalentadosenaquelestrecholugar.

«¡Con tal» pensé «que el viejo volcán no se vea asaltado por algúncaprichosenil!».

Me guardaba muy bien de comunicar a mi tío semejantes reflexiones,porque no las hubiera comprendido. Su único pensamiento era avanzar.Caminaba,sedeslizabayhastarodabaavecesconunaconvicciónadmirable.

Alasseisdelatarde,trasunpaseopocofatigoso,habíamosavanzadodosleguashaciaelSur,peroapenasuncuartodemillaenprofundidad.

Mi tío dio la señal de descanso.Comimos sin abusar de la charla y nosdormimossinentregarnosagrandesreflexiones.

Nuestrospreparativosparapasarlanochenopodíansermássencillos:unamantadeviaje,enlaquenosenvolvíamos,eratodonuestrolecho.Nohabíaquetemernifríonivisitasinoportunas.LosviajerosquesevenprecisadosaengolfarseenlosdesiertosdelÁfrica,oenlasselvasdelNuevoMundo,tienenquevelarlosunoselsueñodelosotros;peroallí,lasoledaderaabsolutaylaseguridad completa. No había necesidad de precaverse contra salvajes nifieras,quesonlasrazasmásdañinasdelatierra.

A la mañana siguiente, nos despertamos descansados y ágiles, yreanudamosenseguidalamarcha,alolargodeunagaleríacubiertadelava,lomismoquelavíspera.

Imposiblesehacíareconocerlosterrenosqueatravesábamos.Eltúnel,envez de hundirse en las entrañas del globo, tendía a hacerse horizontal porcompleto.Hastameparecióobservarquesubíahacialasuperficiedelatierra.Esta disposición se hizo tan patente a eso de las diez de la mañana, y tanfatigosaportanto,quemeviprecisadoamoderarlamarcha.

—¿Quéeseso,Axel?—dijo,impaciente,mitío.

—Quenopuedomás—lerespondí.

—¡Cómoeseso!¡Alcabodesólotreshorasdepaseoporuncaminotanliso!

—Liso,sí;perofatigosoenextremo.

—¡Cómofatigoso,cuandosiemprecaminamoscuestaabajo!

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—¡Cuestaarriba,sinolotomaustedamal!

—Cuestaarriba—dijomitío,encogiéndosedehombros.

—Sinduda.Hacemediahoraquesehanmodificadolaspendientes.Y,deseguirasí,notardaremosensalirnuevamentealasuperficiedeIslandia.

El profesor sacudió la cabeza como hombre que no quiere dejarseconvencer. Traté de reanudar la conversación, pero nome contestó y dio laseñaldemarcha.Comprendíquesusilencioerasólolamanifestaciónexteriordesumalhumorconcentrado.

ToméotravezmifardocondenuedoyseguíconpasorápidoaHans,queprecedíaamitío,procurandonodistanciarme,puesmiprincipalcuidadoerano perder jamás de vista amis compañeros.Me estremecía ante la idea deextraviarmeenlasprofundidadesdeaquellaberinto.

Porotraparte,sibienelcaminoascendenteeramásfatigoso,meconsolabaelpensarque,encambio,nosacercabaalasuperficiedelatierra.Eraéstaunaesperanzaqueveíaconfirmadaacadapaso.

Amediodíacambiarondeaspectolasparedesdelagalería.Medicuentadeelloalobservarladebilitaciónquesufriólaluzeléctricareflejadaporellas.Alrevestimientodelavasucediólarocaviva.Elmacizosecomponíadecapasinclinadas y a menudo verticalmente dispuestas. Nos hallábamos en plenoperíododetransición,enplenoperíodosilúrico.

—¡Esevidente—exclamé—quelossedimentosdelasaguashanformado,en la segunda época de la tierra, estos esquistos, estas calizas, y estosasperones! ¡Volvemos la espalda al macizo de granito! Hacemos como losvecinosdeHamburgoque,para trasladarseaLubeck, tomasenel caminodeHannover.

Preferiblehabría sidoquemehubiese reservadomisobservaciones:peromi temperamento de geólogo pudo más que la prudencia, y el profesorLidenbrockoyómisexclamaciones.

—¿Quétienes?—mepreguntó.

—Mire usted —le contesté, mostrándole la variada sucesión de losasperones,lascalizasylosprimerosindiciosdeterrenospizarrosos.

—¿Yquétenemosconeso?

—Quehemosllegadoalperíodoenqueaparecieronlasprimerasplantasylosprimerosanimales.

—¿Locreesasí?

—Véaloustedmismo;¡examínelo!¡obsérvelo!

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Obliguéal profesor apasear su lámparapordelantede lasparedesde lagalería. Esperaba que se escapase de sus labios alguna exclamación; pero,lejosdeesto,nodijounapalabrayprosiguiósucamino.

¿Mehabíacomprendidoono?¿Eraque,porvanidaddesabioydetío,noquería convenir conmigo en que se había equivocado al elegir el túnel delEste,oquedeseabareconocerhastaelfinlagaleríaaquella?Eraevidentequehabíamosabandonadoelcaminodelaslavas,yqueelqueseguíamosnopodíaconduciralfocodelSneffels.

Pero, ¿daría yo acaso demasiada importancia a esta modificación deterreno?¿Noestaríaequivocado?¿Atravesábamosrealmenteaquellascapasderocasuperpuestasalmacizodegranito?

—Si tengo razón —pensaba—, fuerza será que halle restos de plantasprimitivas, y entonces no habrá más remedio que rendirse a la evidencia.Busquemos.

No habría dado aún cien pasos, cuando descubrieron mis ojos pruebasirrefutables. Era lógico que así sucediese, porque, en el período silúricoencerrabanlosmaresmásdemilquinientasespeciesvegetalesoanimales.Mispieshabituadosaldurosuelodelalava,pisaronderepenteunpolvoformadode desojes de plantas y de conchas. En las paredes se veían distintamentehuellasdeovasylicopodios;elprofesorLidenbrocknopodíaengañarse;peromeparecequecerrabalosojosyproseguíasucaminoconpasoinvariable.

Era la terquedad llevada hasta el último límite.No pude reprimirme pormás tiempo; tomé una concha perfectamente conservada, que habíapertenecido aun animal semejante a la cucaracha actual,meaproximéamitío,y,mostrándosela,ledije:

—Mireusted.

—¿Quémemuestrasahí?—respondiótranquilamente—;esoeslaconchadeuncrustáceopertenecientealordenyaextinguidodelostrilobites,nimásnimenos.

—¿Peronodeduceusteddesupresenciaaquí…?

—¿Esomismoquededucestú?Convenido.Hemosabandonadolacapadegranitoyelcaminodelaslavas.Esposiblequemehayaequivocado:peronome convenceré de mi error hasta que no haya llegado al extremo de estagalería.

—Haríaustedperfectamenteenprocederdeesemodo,yyoaprobaríaenuntodosuconducta,sinofuesedetemerunpeligrocadavezmásinminente.

—¿Cuál?

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—Lafaltadeagua.

—Puesbien,quieredecirquenospondremosamediaración,Axel.

CAPÍTULOXX

Enefecto,eraprecisoeconomizareste líquido,puesnuestraprevisiónnopodíadurarmásdetresdías,comopudecomprobarporlanoche,alahoradecenar.Ylopeordelcasoeraquehabíapocasesperanzasdeencontrarningúnmanantialenaquellosterrenosdelperíododetransición.

Durante todo el día siguiente, nos mostró la galería sus interminablesarcadas. Caminábamos casi sin despegar nuestros labios. Hans nos habíacontagiadosumutismo.

El caminono ascendía, por lomenos de unamanera sensible, y hasta, aveces,parecíaquebajábamos.Peroestatendencia,nomuymarcadaporcierto,no debía tranquilizar al profesor porque la naturaleza de las capas no semodificaba,yelperíododetransiciónseafirmabacadavezmás.

Laluzeléctricaarrancabavivosdestellosalosesquistos,lascalizasylosviejos asperones rojosde las paredes; parecíaquenoshallábamosdentrodeunazanjaprofunda,abiertaenelcondadodeDevon,quedasunombreaestaclasede terrenos.Magníficosejemplaresdemármoles recubrían lasparedes:unos de color gris ágata, surcados de venas blancas caprichosamentedispuestas; otros de color encarnado o amarillo con manchas rojizas; maslejos,ejemplaresdeesos jaspesdematicessombríos,en losquese revela laexistenciadelacalizaconmásvivocolor.

En la mayoría de estos mármoles se observaban huellas de animalesprimitivos;pero,desdelavíspera,lacreaciónhabíaprogresadodeunamaneraevidente.En lugarde los trilobites rudimentarios,vi restosdeunordenmásperfecto,entreotros,depecesganoideosydeesossauropterigiosenlosquelaperspicacia de los paleontólogos ha sabido descubrir las primerasmanifestacionesde los reptiles.Losmaresdevonianosestabanhabitadosporgrannúmerodeanimalesdeestaespecie,quedepositaronamilesenlasrocasdenuevaformación.

Eraevidentequeremontábamoslaescaladelavidaanimal,cuyoúltimoymás elevado peldaño ocupan las criaturas humanas: pero el profesorLidenbrocknoparecíafijarmientesenella.

Esperaba que ocurriese alguna de estas dos cosas: o que se abriera derepenteantesuspiesunpozoverticalquelepermitiesereanudarsudescenso,

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o que un inesperado obstáculo le impidiese continuar por el caminoemprendido.Perollególanochesinqueserealizaraestaesperanza.

Elviernes,despuésdeunanochedurante la cual empecéa experimentarlos tormentos de la sed, reanudamos nuestro viaje a lo largo de la mismagalería.

Despuésdediezhorasdemarcha,observéquelareverberacióndenuestraslámparas sobre las paredes decrecía de una manera notable. El mármol, elesquisto, la caliza y el asperón de las murallas cedían el puesto a unrevestimiento mate y sombrío. En un paisaje en que el túnel se estrechódemasiado,meapoyéenlapared.

Cuandoretirélamano,viquelateníatodanegra.Mirédesdemáscerca,yadquirí el convencimiento de que nos encontrábamos en un yacimiento dehulla.

—¡Unaminadecarbón!—exclamé.

—Unaminasinmineros—respondiómitío.

—¡Quiénsabe!—observéyo.

—Yolosé—replicóelprofesorconaireconvencido—;tengolaseguridadde que esta galería, perforada a través de estos yacimientos de hulla, no hasidoconstruidaporloshombres.PeropoconosimportaqueseaonoobradelaNaturaleza.Hallegadolahoradecenar.Cenemos.

Hans preparó algunos alimentos. Yo apenas probé bocado y bebí lasescasas gotas de agua que constituían mi ración. El odre del guía, llenosolamente a medias, era lo único que quedaba para apagar la sed de treshombres.

Despuésde lacena,seenvolvieronmisdoscompañerosensusmantasyhallaron en el sueño un remedio a sus fatigas. Por lo que amí respecta, nopudepegarlospárpados,ycontétodaslashorashastalasiguientemañana.

Elsábadoa lasseisemprendimosnuevamente lamarcha.Veinteminutosmástarde,llegamosaunavastaexcavación,ymeconvencíentoncesdequelamano del hombre no podía haber abierto aquella mina, supuesto que susbóvedas no estaban apuntaladas y no se derrumbaban por un verdaderomilagrodeequilibrio.

Estaespeciedecavernamediacienpiesde longitudporcientocincuentade altura.El terreno había sido violentamente removido por una conmociónsubterránea.Elmacizoterrestresehabíadislocadocediendoaalgunaviolentaimpulsiónydejandoesteampliovacíoenelquepenetrabanporprimeravezloshabitantesdelatierra.

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Toda la historia del período de la hulla estaba escrita sobre aquellasparedes sombrías, cuyas diversas fases podía seguir fácilmente un geólogo.Los lechos de carbón se hallaban separados por capas muy compactas dearcillaodeasperón,ycomoaplastadosporlascapassuperiores.

Enaquellaedaddelmundoqueprecedióalperíodosecundario,latierrasecubrió de inmensas vegetaciones, debidas a la acción combinada del calortropicalydeunahumedadpersistente.Unaatmósferadevaporesrodeabaportodaspartesalglobo,privándoledelosrayosdelsol.

Este es el fundamento de la teoría de que las temperaturas elevadas noprovenían de dicho astro, el cual es muy posible que aún no se hallase enestadodedesempeñarsuesplendorosopapel.Losclimasnoexistíantodavía,yen toda lasuperficiedelgloboreinabauncalor tórrido,quemedia lamismaintensidadenélEcuadorqueenlospolos.¿Dedóndeprocedía?Delinteriordelatierra.

ApesardelasteoríasdelprofesorLidenbrock,existíaunfuegoviolentoenlas entrañas de nuestro esferoide, cuya acción se hacía sentir hasta en lasúltimascapasdelacortezaterrestre.Privadaslasplantasdelbenéficoinflujodelosrayosdelsol,nodabanfloresniexhalabanperfumes;peroabsorbíansusraícesunavidamuyenérgicadelosterrenosardientesdelosprimerosdías.

Habíapocosárboles,peroabundabanlasplantasherbáceas,comocéspedesinmensos, helechos, licopodios, siguarias y asterofilitas, familias raras cuyasespeciessecontabanentoncespormillares.

A esta exuberante vegetación debe su origen la hulla. La corteza aúnelásticadelgloboobedecíaalosmovimientosdelamasalíquidaquelecubría,produciéndose numerosas hendeduras y grietas; y las plantas, arrastradasdebajodelasaguas,formaronpocoapocomasasconsiderables.

Entonces intervino la acción de la química natural en el fondo de losmares,lasacumulacionesvegetalesseconvirtieronprimeroenturba;después,gracias a la influencia de los gases y el calor de la fermentación, semineralizaronporcompleto.

Deestemodoseformaronesasinmensascapasdecarbónqueelconsumodetodoslospueblosdelatierranolograráagotarenmuchossiglos.

Estas reflexiones asaltaban mi mente mientras consideraba las riquezashulleras acumuladas en esta porción del macizo terrestre, las cuales,probablemente, no serían jamás descubiertas. La explotación de estasminastandistantesexigiríasacrificiosdemasiadoconsiderables.

Porotraparte,¿quénecesidadhabíadeello,todavezquelahullasehallarepartida,pordecirloasí,portodalasuperficiedelatierra,enungrannúmero

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deregiones?Era,pues,desuponerquealsonarlaúltimahoradelmundosehallasenaquellosyacimientoscarboníferosintactosytalcualloscontemplabayoentonces.

Entretanto,seguíamoscaminando,yerayo,abuenseguro,elúnicodelostres que olvidaba la largura del camino para abismarme en consideracionesgeológicas. La temperatura seguía siendo aproximadamente la misma quecuando caminábamos entre lavas y esquistos. En cambio, se notaba un olormuy pronunciado a protocarburo de hidrógeno, lo que me hizo advertir enseguidalapresenciaenaquellagaleríadeunagrancantidaddeesepeligrosofluido que losmineros designan con el nombre de grisú, cuya explosión hacausadoconfrecuenciatanespantosascatástrofes.

Afortunadamente,nosíbamosalumbrandoconlosingeniososaparatosdeRuhmkorff.Si,pordesgracia,hubiésemosimprudentementeexploradoaquellagaleríaconantorchasenlasmanos,unaexplosiónterriblehubierapuestofinalviaje,suprimiendoradicalmentealosviajeros.

Laexcursiónatravésdelaminaduróhastalanoche.Mitíoseesforzabaenrefrenar la impacienciaque leproducía lahorizontalidaddelcamino.Lasprofundas tinieblas que a veinte pasos reinaban no permitían apreciar lalongituddelagalería,yyaempezabayoacreerqueerainterminable,cuando,derepente,alasseis,tropezamosconunmuroquenoscerrabaelcamino.Niaderecha, ni a izquierda, ni arriba, ni abajo se veía paso alguno. Habíamosllegadoalfondodeuncallejónsinsalida.

—¡Bueno! ¡tanto mejor! —exclamó mi tío—; al menos, ya sé a quéatenerme. No es éste el camino seguido por Saknussemm, y no queda otroremedio que desandar lo andado. Descansemos esta noche, y, antes quetranscurrantresdías,habremosvueltoalpuntodondelagaleríasebifurca.

—Si—dijeyo—,¡sinosalcanzanlasfuerzas!

—¿Yporquénonoshandealcanzar?

—Porquemañananotendremosniunagotadeagua.

—Yvalor,¿notendremostampoco?—exclamóelprofesor,dirigiéndomeunamiradasevera.

Nomeatrevíacontestarle.

CAPÍTULOXXI

Al día siguiente, partimos de madrugada. Teníamos que darnos prisa,

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porquenoshallábamosacincojornadasdelpuntodebifurcacióndelagaleríasubterránea.

Nomedetendréadetallar lossufrimientosdenuestroviajedevuelta.Mitíolossoportóconlacóleradeunhombrequenosesienteyamásfuertequeellosmismos;Hans,conlaresignacióndesunaturalezapacífica;yo,fuerzaesque loconfiese,quejándomeydesesperándome, sinvalorpara lucharcontramimalaestrella.

Comolohabíaprevisto,faltóelaguaporcompletoalfinalizarlaprimerajornada;nuestraprovisióndelíquidoquedóentoncesreducidaaginebra;peroestelicorinfernalnosabrasabaelgaznate,ynisiquierasuvistapodíasoportar.La temperatura ambienteme parecía sofocante. El cansancio paralizabamismiembros.Másdeunavezestuveapuntodecaersinmovimiento.Entonceshacíamosalto,ymitíoyelislandésmeanimabantodolomejorquepodían.Peroyobienveíaqueelprimeroapenaspodíadefendersecontraelextremadocansancioylastorturasnacidasdelaprivacióndeagua.

Por fin, el 8 de julio, arrastrándonos sobre las rodillas y las manos,llegamos, mediomuertos, al punto de intersección de las dos galerías. Allípermanecí como unamasa inerte, tendido sobre la lava. Eran las diez de lamañana.

Hans y mi tío, recostados contra la pared, trataron de masticar algunostrozosdegalleta.Prolongadosgemidosseescapabandemislabiostumefactos,yacabéporcaerenunprofundosopor.

Al cabo de algún tiempo,mi tío se aproximó amí yme levantó en susbrazos.

—¡Pobrecriatura!—murmuróconacentodenofingidapiedad.

Estas palabras me conmovieron, pues no estaba acostumbrado a oírternezasalterribleprofesor.Estrechéentrelasmíassustemblorosasmanos,yélmemiróconcariño.Susojossehumedecieron.

Levientoncescogerlacalabazaquellevabacolgadadelacintura,ycongranasombromío,melaaproximóaloslabios,diciéndome:

—Bebe.

¿Habíaentendidomal?¿Sehabíavueltolocomitío?Locontemplabaconunamiradaestúpidasinquerercomprenderle.

—Bebe—repitióél.

Y,alzandolacalabaza,vertiósucontenidoentremislabios.

¡Oh gozo incomparable! Un sorbo de agua exquisita humedeció misardorosasfauces;unosolo,esverdad,perobastóparadevolvermelavidaque

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yasemeescapaba.

Digraciasamitíoconlasmanoscruzadas.

—Sí—dijoél—¡unsorbodeagua,elúltimo!¿Teenteras?¡Elúltimo!Loguardabacomountesoropreciosoenelfondodemicalabaza.Cienveceshetenido que refrenar los irresistibles deseos queme acometían de bebérmela;pero,alfin.Axel,pudomáselcariñoqueeldeseo,ylareservéparati.

—¡Tío!—murmuréenternecido,llenándosemelosojosdelágrimas.

—Sí,hijomío;biensabíaquealllegaraestaencrucijadatedesplomaríasmediomuerto,yreservémisúltimasgotasdeaguaparareanimarte.

—¡Gracias!¡Gracias!—exclamé.

Aquel sorbo de agua, aunque no aplacase mi sed, me hizo recuperaralgunasfuerzas.Sedistendieronlosmúsculosdemigarganta,contraídoshastaentonces,ycedióunpocolairritacióndemislabios,permitiéndomehablar.

—Veamos—dije—;nopodernostomarmásqueunpartido;faltándonoselagua,tendremosqueretroceder.

Mientras yo me expresaba de esta suerte, evitaba mi tío mis miradas;bajabalacabezaysusojoshuíandelosmíos.

—Esprecisoretroceder—exclamé—,y tomarnuevamenteelcaminodelSneffels.¡Diosquieradarnosfuerzasparasubirhastalacimadelcráter!

—¡Retroceder! —exclamó mi tío, como si, más bien que a mí, serespondieseasímismo.

—Sí,sí;retroceder,ysinperderuninstante.

Hubounapausabastanteprolongada.

—¿De modo, Axel —repuso el profesor con tono extraño—, que esasgotasdeaguanotehandevueltoelvalorylaenergía?

—¡Elvalor!

—Te veo abatido lo mismo que antes, y pronunciando aún palabras dedesesperación.

¿Con qué clase de hombre tenía que entendérmelas y qué proyectosacariciabaaúnaquelespírituaudaz?

—¡Cómo!¿Noquiereusted…?

—¿Renunciar a esta expedición en el momento en que todo pareceanunciarmequepuedollevarlaacabofelizmente?¡Jamás!

—¿Desuertequeesprecisoresignarseaperecer?

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—¡No,Axel, no! Parte tú.No deseo tumuerte.Que te acompañeHans.¡Déjamesolo!

—¡Abandonarleausted!

—¡Déjame repito! Iniciado este viaje, estoy dispuesto a perecer en él odarlecima.¡Vete,Axel,vete!

Mi tío se expresaba con extraordinario calor. Su voz, enternecida uninstante, adquirió nuevamente su dureza habitual. ¡Luchaba contra loimposible con incontrastable energía!Noquería abandonarle en el fondodeaquelabismo;pero,porotraparte,elinstintodeconservaciónmeimpulsabaahuir.

Elguíapresenciabaestaescenaconsuhabitualindiferencia;perodándosecuenta de lo que entre sus compañeros pasaba. Nuestros gestos indicabanclaramentelosdiferentescaminosquecadacualproponía,peroaHansparecíainteresarlemuypocounacuestióndelacualdependíatalvezsuexistencia,ysehallabadispuestoapartir,siasíseleordenaba,oaquedarse,siéstaeralavoluntaddequienleteníaasuservicio.

¡Lástima grande que no pudiera entenderme en aquellos decisivosinstantes! Mis palabras, mis gemidos, mi acento, habrían triunfado de sunaturaleza indiferente. Le habría hecho comprender y tocar con el dedo lospeligros que no parecía sospechar. Entre ambos, es posible que hubiéramoslogrado convencer al obstinado profesor. En caso necesario, le hubiéramosobligadoavolveralacimadelSneffels.

MeaproximéaHans,ycoloquésobresumanolamía;peronosemovió.Lemostréelcaminodelcráter,ypermaneció impasible.Mianhelanterostroexpresabatodosmissufrimientos.Elislandéssacudiólentamentelacabeza,y,señalando,conflema,amitío,exclamó:

—Master.

—¡Elamo!—exclaméyo—.¡Insensato!¡No,noesdueñodetuvida!¡Esnecesariohuir!¡Esprecisollevarleconnosotros!¿Meentiendes?

HabíaasidoaHansporelbrazoytratabadeobligarleaquesepusieradepie,sosteniendoconélunpugilato.Entoncesintervinomitío.

—Calma,Axel—medijo—.Nadaconseguiríasdeesteservidorimpasible.Así,escuchaloquevoyaproponerte.

Yomecrucédebrazos,contemplandoamitíocaraacara.

—La falta de agua —dijo— es el único obstáculo que se opone a larealización de mis proyectos. En la galería del Este, formada de lavas,esquistos y hullas, no hemos hallado ni una sola molécula de líquido. Es

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posiblequetengamosmássuertesiguiendoeltúneldelOeste.

Yosacudílacabezaconunairedeperfectaincredulidad.

—Escúchame hasta el fin —añadió el profesor esforzando la voz—.Mientras yacías ahí, privado de movimiento, he ido a reconocer laconformacióndeesaotragalería.Sehundedirectamente en las entrañasdellobo, y, enpocashoras, nos conducirá almacizogranítico, dondehemosdeencontrarabundantesmanantiales.Así loexige lanaturalezade la roca,yelinstintosealíaconlalógicaparaapoyarmiconvicción.Heaquí,pues,loquequieroproponerte:cuandoColónpidióasustripulacionesunplazodetresdíasparahallarlasnuevastierras,aquellosesforzadosmarinos,apesardehallarseenfermos y consternados, accedieron a su demanda, y el insigne genovésdescubrióelNuevoMundo.Yo,Colóndeestasregionessubterráneas,sólotepidoundía.Si, transcurridoesteplazo,nohe logradoencontrarelaguaquenosfalta,tejuroquevolveremosalasuperficiedelatierra.

A pesar de mi irritación, me conmovieron estas palabras de mi tío y laviolenciaqueteníaquehacerseasímismoparaemplearsemejantelenguaje.

—Estábien—exclamé—,hágaseentodolavoluntaddeusted,yqueDiosrecompense su energía sobrehumana. Sólo dispone usted de algunas horasparaprobarsusuerte.¡Enmarcha!

CAPÍTULOXXII

Emprendimosenseguidaeldescensoporlanuevagalería.Hansmarchabadelante, como era su costumbre. No habíamos avanzado aún cien pasos,cuandoexclamóelprofesor,paseandosulámparaalolargodelasparedes:

—¡Aquí tenemos los terrenos primitivos! ¡Vamos por buen camino!¡Adelante!¡Adelante!

Cuando la tierra se fue enfriando poco a poco, de los primeros días delmundo, la disminución de su volumen produjo en su corteza dislocaciones,rupturas,depresionesysendas.Lagaleríaquerecorrimosentonceseraunadeesasgrietaspor lacual sederramabaenotro tiempoelgranitoeruptivo; susmilrecodosformabanuninextricablelaberintoatravésdelterrenoprimordial.

A medida que descendíamos, la sucesión de las capas que formaban elterreno primitivo se mostraban con mayor claridad. La ciencia geológicaconsidera este terreno primitivo como la base de la corteza mineral, y hadescubiertoquesecomponedetrescapasdiferentes:losesquistos,losgneisylosmicaesquistos, que reposan sobre esa inquebrantable roca que llamamos

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granito.

Jamás se habían encontrado los mineralogistas en tan maravillosascircunstanciasparapoderestudiarlaNaturalezaensupropioseno.Lapartedela contextura del globo que la sonda, instrumento ininteligente y brutal, nopodíatrasladarasusuperficie,íbamosaestudiarloconnuestrospropiosojos,apalparloconnuestraspropiasmanos.

Atravésdelacapadelosesquistos,coloreadosdebellosmaticesverdes,serpenteabanfilonesmetálicosdecobreydemanganesoconalgunosvestigiosdeoroydeplatino.Estomehacíapensarenlasinmensasriquezassepultadasen las entrañas del globo, que la codicia humana no disfrutará jamás. Loscataclismos de los primeros días hubieron de enterrarlas en talesprofundidades,quenielazadónnielpicolograránarrancarlasdesustumbas.

A los esquistos sucedieron los gneis, de estructura estratiforme, notablespor la regularidad y paralelismo de sus hojas; y después losmicaesquistos,dispuestosengrandesláminas,cuyavisibilidadrealzabanloscentelleosdelamicablanca.

La luz de los aparatos, reflejada por las pequeñas facetas de la masarocosa,cruzababajotodoslosángulossusefluviosdefuego,ymeparecíaqueviajábamosatravésdeundiamantehueco,encuyointeriorsequebrabanlosrayosluminososenmilcaprichososdestellos.

Hacialasseisdelatarde,estederrochedeluzdisminuyósensiblementeycasi cesó después. Las paredes adquirieron un aspecto cristalino, perosombrío; lamica semezclómás íntimamente con el feldespato y el cuarzoparaformarlarocaporexcelencia,lapiedramásduradetodas,laquesoportasinquebrarseelpesoenormedeloscuatroórdenesdelglobo.Noshallábamosencerradosenunainmensaprisióndegranito.

Eran las ocho de la noche y el agua no había parecido. Yo padecíahorriblemente;mitíoseguíamarchandosinquerersedetener.Aguzabaeloídotratandodesorprenderelmurmullodealgúnmanantial;masenvano.

Mispiernassenegabanyaasostenerme,apesardelocualmesobreponíaamistorturasparanoobligaramitíoahaceralto.Estohubierasidoparaélelgolpedegracia,porquetocabaasufinlajornadaqueélmismoseñalaracomoplazo.

Porfinmeabandonaronlasfuerzas;lancéungrito,ycaí.

—¡Socorro,quememuero!—exclamé.

Mi tíovolvió sobre suspasos.Mecontemplócon losbrazoscruzados,ysalierondespuésdesuslabiosestaspalabrasfatídicas.

—¡Todosehaacabado!

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Ungestoespantosodecólerahirióporpostreravezmismiradas,ycerréresignadolosojos.

Cuandolosvolvíaabrir,viamisdoscompañeros inmóvilesyenvueltosensusmantas.¿Dormían?Porloqueamírespecta,nopudeconciliarelsueñounmomento.Padecíademasiado,ymeatormentaba,sobretodo,laideadequemimalnodebíatenerremedio.Lasúltimaspalabrasdemitíoresonabanaúnenmisoídos.Todosehabíaacabado,enefecto;porque,ensemejanteestadodedebilidad,nohabíaquepensarsiquieraenvolveralasuperficiedelatierra.

¡Habíaqueatravesar leguaymedianadamenosde corteza terrestre!Meparecíaqueestaenormemasagravitabacontodosupesosobremisespaldasyme aplastaba, agotando las escasas energías queme quedaban los violentosesfuerzosquehacíaparalibrarmedeaquellainmensamoledegranito.

Transcurrieronvariashoras.Unsilencioprofundoreinabaentornonuestro:¡el silencio de las tumbas! Ningún rumor podía llegar a través de aquellasparedes,lamásdelgadadelascualesmediría,porlomenos,cincomillasdeespesor.

Sin embargo, en medio de mi sopor, creí percibir un ruido; el túnel sequedaba a obscuras. Miré con mayor atención y me pareció ver quedesaparecíaelislandésconsulámparaenlamano.

¿A dónde encaminaba sus pasos? ¿Trataría de abandonarnos? Mi tíodormía a pierna suelta. Quise gritar, peromi voz se ahogó entremis secoslabios.Laobscuridadsehabíahechoprofunda,yseextinguieronlosúltimosruidos.

—¡Hansnosabandona!—exclamé—.¡Hans!¡Hans!

Estaspalabrassólopudegritarlascon lamente,asíquenopudieronsalirdemipecho.Sinembargo,despuésdelprimerinstantedeterror,meavergoncédemissospechascontraunhombrecuyaconductahastaentoncesnosehabíahecho sospechosa. Su partida no podía ser una fuga. En lugar de dirigirsehacia la boca de la galería, se internabamás en ella. De abrigar criminalesdesignios, habría marchado en opuesta dirección. Este razonamiento metranquilizóunpocoyentréenotroordendeideas.

Sólo un grave motivo hubiera podido arrancar de su reposo al pacificoHans. ¿Ibaahacerunadescubierta?¿Habríaoídoenel silenciode lanochealgúnmurmulloquenohabíallegadohastamí?

CAPÍTULOXXIII

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Durante una hora entera cruzaron por mi delirante cerebro todas lasrazones que habrían podido impulsar el flemático cazador. Bullían en mimentelasideasmásabsurdas.¡Creívolvermeloco!

Por fin, escuché ruido de pasos en las profundidades del abismo. Hansregresabasinduda.Su luz inciertacomenzóa reflejarsesobre lasparedes,ybrillóluegoenlaaberturadelcorredor,trasella,aparecióelguía.

Se aproximó ami tío, le puso lamano en el hombro y le despertó concuidado.Mitíoselevantó,preguntando:

—¿Quéocurre?¿Quésucede?

—Watten—respondióelcazador.

Sin duda, bajo la impresión de los violentos dolores todos nos hacemospolíglotas. Yo ignoraba en absoluto el danés, y, sin embargo, entendíinstintivamentelapalabrapronunciadapornuestroguía.

—¡Agua! ¡Agua! —exclamé palmoteando, gesticulando como uninsensato.

—¡Agua!—repitiómitío—.Hvar?—preguntóalislandés.

—Neat!—respondióéste.

¿Dónde? ¡Allá abajo! Todo lo comprendí. Me había apoderado de lasmanos del cazador y se las oprimía con cariño,mientras élmemiraba concalma.

Brevesfueronlospreparativosdemarcha,internándonosenseguidaporuncorredorqueteníaunapendientededospiesportoesa.

Una hora más tarde, habíamos avanzado unas mil toesas,aproximadamente,ydescendidodosmilpies.

En aquel precisomomento, oímosdistintamenteun insólito ruidoque setransmitía a lo largo de las paredes de granito de la galería, una especie demugidosordo,comountruenolejano.

Duranteestaprimeramediahorademarcha,alverqueno tropezábamosconelmanantialanunciado,sereprodujeronmisangustias;peroentoncesmeexplicómitíoelorigendelosruidosqueescuchábamos.

—Hansnosehaengañado—medijo—;eserumorqueoyeseselmugidodeuntorrente.

—¿Untorrente?—exclamé.

—Sin duda de ningún género. Un río subterráneo circula en torno anosotros.

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Apresuramoselpaso,hostigadospor laesperanza.Elsoloruidodelaguaejerciósobremiorganismounefectotemperante,ydejédesentirtodafatiga.El torrente, después de haber corridomucho tiempopor encima de nuestrascabezas, se cambió a la pared de la derecha, mugiendo y dando saltos. Yopasabaacadainstantelamanoporlaroca,esperandohallarenellaseñalesdefiltraciónohumedad;peroenvano.

Transcurrió todavía media hora, durante la cual avanzamos otra medialegua.

Entoncesquedóevidenciadoqueelcazador,durantesuausencia,nohabíatenido tiempo de llevar más adelante sus investigaciones. Guiado por uninstintopeculiaralosmontañesesyaloshidroscopios,sintió,pordecirloasí,estetorrenteatravésdelasrocas,peronovio,enrealidad,ellíquidoprecioso;asíquenohabíabebido.

Prontoseechódeverque,siproseguíamoslamarcha,nosalejaríamosdeltorrentetodavezquesumurmullotendíaadisminuir.

Retrocedimos un poco y Hans se detuvo en el preciso lugar donde eltorrenteparecíaestarmáspróximo.

Toméasientoalladodelapared,entantoquelasaguascorríanadospiesde distancia demí con una violencia extrema. Pero unmuro de granito nosseparabaaúndeellas.

Sin reflexionar, sin preguntarme siquiera si no habría algún medio deprocurarse aquella agua me abandoné otra vez, momentáneamente, a ladesesperación.

MemiróHans,ycreídescubrirensuslabiosunaligerasonrisa.

Selevantó,tomólalámparaysedirigióalapared.Yoleseguísinquitarlela vista de encima. Aplicó el oído a la piedra seca y lo paseó por ellalentamente,escuchandoconsumaatención.Comprendíquebuscabaelpuntoprecisoenqueseoyeraconmásclaridadelruidodeltorrente.

Porfin,encontróestepuntoenlaparedlateraldeleizquierda,atrespiesdeelevación.

¡Quéemocióntangrandelamía!¡Noosabaadivinarloquequeríahacerelcazador! Pero no tuvemás remedio que comprenderlo y aplaudirle, y hastaanimarle con mis caricias, cuando le vi coger en sus manos el pico parahoradarlaroca.

—¡Salvados!—grité—,¡salvados!

—Sí—repitió mi tío con júbilo frenético—. ¡Hans tiene mucha razón!¡Bienporelcazador!¡Anosotrosnosenoshubieseocurrido!

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—¡Yalocreoqueno!Porsencilloquefueseelexpediente,nohabríamoscaídoenello.Nadamáspeligrosoqueatacarconelpicoelarmazóndelglobo.¡Y si sobrevenía un hundimiento que nos aplastase! ¡Y si el torrente, alencontrarsalidaatravésdelaroca,nosahogaba!Estospeligrosnadateníandequiméricos; pero, en aquellas circunstancias, los temores de provocar unainundación o un hundimiento no podían detenernos, y era nuestra sed tanintensaque,contaldeaplacarla,hubiéramossidocapacesdeabrirunorificioenelfondodelmismoOcéano.

Hans acometió esta empresa, a la que ni mi tío ni yo hubiésemos sidocapacesdedarcima.Nuestrasmanos,impulsadasporlaimpaciencia,hubieranimprudentemente acelerado nuestros golpes y hecho volar la roca en milpedazos.Elguía,porelcontrario,tranquiloymoderado,desgastópocoapocolarocamedianteunaseriedepequeñosgolpesrepetidos,hastaabrirunorificiodemediopiedediámetro.

El ruido del torrente aumentaba por momentos, y ya creía sentir que elaguabienhechorahumedecíamisardorososlabios.

Notardólapiquetaenpenetrardospiesenlapareddegranito.Unahoradurabayaladifíciloperaciónyyomeretorcíadeimpaciencia.Mitíoqueríarecurriralasmedidasextremas,costándomenopocoeldetenerle;peroaliraempuñar su piqueta, se oyó de repente un silbido, y surgió del orificio, conviolencia,ungranchorrodeaguaquefueaestrellarsecontralaparedopuesta.

Hans,medioderribadoporelchoque,nopudoreprimirungritodedolor.Cuando sumergímismanos en el líquido, lancé ami vez una exclamaciónviolentaymeexpliquéellamentodelguía:elaguaestabahirviendo.

—¡Aguaa100°detemperatura!—exclamé.

—¡Yaseenfriará!—merespondiómitío.

Lagaleríasellenabadevapores,entantoqueseformabaunarroyoqueibaaperderse en las sinuosidades subterráneas.No tardamos engustar nuestrosprimerossorbos.

—¡Oh, qué placer tan grande! ¡Qué incomparable voluptuosidad! ¿Quéaguaeraaquélla?¿Dedóndevenía?Poconosimportaba.Eraagua,y,aunquecalienteaún,devolvíaalcorazónlavidaquecasiseleescapaba.Yobebíasindescansoysinsaborearlasiquiera.

Hastadespuésdeunminutodegoce,noexclamé:

—Esaguaferruginosa.

—Excelenteparaelestómago—replicómitío—,ydeunamineralizaciónmuy intensa. He aquí un viaje que nos reportará los mismos frutos que sihubiésemosidoaSpaoaToeplitz.

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—¡Oh,québuenaes!

—¡Yalocreo!comoextraídaadosleguasdebajodetierra;tieneunsaboratintaquenoesdesagradable,porcierto. ¡Quéproblemanosha resueltoesteHans!Propongoqueledemossunombreaestesaludablearroyuelo.

—Meparecemuybien—exclaméyo.

YquedóbautizadoelarroyoconelnombredeHans-Bach.

Hansnoseenvaneciódemasiado.Despuésdeapagarsused,serecostóenunrincónconsucalmaacostumbrada.

—Ahora—dijeyo—,convendríanodejarperderestaagua.

—¿Para qué la queremos? —respondió el profesor—. Creo que estemanantialdebeserinagotable.

—Noimporta.Llenemoslascalabazasyelodre,ytratemosenseguidadetaponarlaabertura.

Se siguió mi consejo. Hans, con trozos de granito y estopa, trató deobstruirelorificioabiertoenlapared.Masnoeracosafácil:elaguaabrasabalas manos, la presión era extraordinaria y nuestros reiterados esfuerzosresultaroninfructuosos.

—Esevidente—observé—quelascapassuperioresdeestecaudaldeaguasehallanagranaltura,ajuzgarporlafuerzaconquesale.

—Lacosanoesdudosa—replicómitío—;siestacolumnadeaguatiene32.000piesdealtura,supresiónenesteorificioesde1.000atmósferas.Perotengounaidea.

—¿Cuál?

—¿Porquéobstinamosentaponarestaapertura?

—Pues,porque…

Laverdadesquenopudeencontrarningunarazónconvincente.

—Cuandohayamosllenadonuestrasvasijas,¿estamossegurosdevolveraencontrardondellenarlasdenuevo?

—Evidentemente,no.

—Puesentonces,dejemoscorrerestaagua,que,aldescendersiguiendosucursonatural,nosservirádeguía,alaparqueatemperaránuestrased.

—¡Muy bien pensado! —exclamé—; y teniendo por compañero a estearroyo, no hay ninguna razón para que nuestros proyectos no obtengan unéxitolisonjero.

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—¡Ah, hijo mío! Veo que te vas convenciendo —dijo el profesor,sonriente.

—Nomevesconvenciendo;estoyconvencidoya,tío.

—¡Uninstante!Empecemosportomarnosalgunashorasdereposo.

Mehabía olvidado por completo de que era de noche.El cronómetro seencargó de advertírmelo. Satisfecha la sed y el apetito, no tardamos ensumirnoslostresenunprofundosueño.

CAPÍTULOXXIV

Aldíasiguientenonosacordábamosyadenuestrosdolorespasados.Memaravillabaelhechodenosentirsed,ynosemealcanzabalacausadeestefenómeno. El arroyo que corría a mis pies murmurando, se encargó deexplicármelo.

Almorzamos, ybebimosde aquella excelente agua ferruginosa.Me sentíregocijadoydecididoairmuylejos.¿Porquéunhombreconvencidocomomitíonohabíadesalirairosodesuempresa,conunguíaingenioso,comoHans,yunsobrinodecidido,comoyo?¡Vedquebellasideasbrotarendemicerebro!Simehubiesenpropuesto regresar a la cimadelSneffels, habría renunciadoconindignación.

Peroporfortunanadiepensabamásqueenbajar.

—¡Partamos!—gritédespertandoconmisentusiastasacentosalosviejosecosdelglobo.

Se reanudó la marcha el jueves a las ocho de la mañana. La galería degranito, formando caprichosas sinuosidades, presentaba inesperados recodossimulandolaconfusióndeunlaberinto:peroendefinitiva,seguíasiempreladirección Sudeste. Mi tío no dejaba de consultar con el mayor cuidado subrújulaparapodersedarcuentadelcaminorecorrido.

La galería se deslizaba casi horizontalmente con un declive de dospulgadaspor toesa, a lo sumo.Elarroyocorríamurmurandoanuestrospiessingranceleridad.Locomparabayoaalgúngeniofamiliarquenosguiaseatravés de la tierra y acariciaba con mi mano la tibia náyade cuyos cantosacompañaban nuestros pasos. Mi buen humor tomaba espontáneamente ungiromitológico.

Porloquerespectaamitío,renegabadelahorizontalidaddelcamino,cosaque en él nopodía llamar la atención, conociendoque era el hombrede los

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verticales.Surutasealejabaindefinidamentey,envezdedeslizarsealolargode un radio terrestre, según su propia expresión, se marchaba por lahipotenusa. Pero no éramos dueños de elegir, y en tanto que nosaproximásemos al centro, por muy poco que fuese, no había derecho aquejarse.

Además, las pendientes se hacían de vez en cuando más rápidas: yentonces, nuestra náyade aceleraba su peso, mugiendo al saltar de roca enroca,ydescendíamosconellaaprofundidadesmayores.

En suma, aquel día y el siguiente avanzamos bastante en el sentidohorizontalyrelativamentepocoenelvertical.

El viernes 10 de julio, por la tarde, debíamos, según nuestros cálculos,encontramosatreintaleguasdeReykiavik,yaunaprofundidaddediezleguasymedia.

Entonces se abrió entre nosotros un pozo bastante imponente.Mi tío nopudo abstenerse de palmotear como un niño, calculando la rapidez de suspendientes.

—He aquí un pozo —exclamó—, que nos llevará muy lejos, y confacilidad,porquelossalientesdelasrocasformanunaverdaderaescalera.

Hanspreparólascuerdasafindeprevenirtodoaccidente,ydioprincipioeldescenso,quenomeatrevoacalificardepeligroso,porquemeencontrabayafamiliarizadoconestegénerodeejercicio.

Era este pozo una angosta fenda practicada en el macizo, una de esasgrietas conocidas en mineralogía con el nombre de padrastros, producidaevidentementepor lacontracciónde laarmadura terrestre;en laépocadesuenfriamiento. Si en otro tiempo dio pase a lasmaterias eruptivas vomitadaspor el Sneffels, no me explico cómo éstas no dejaron en él rastro alguno.Bajábamosporunaespeciedeescaleradecaracolqueperecíaobradelamanodelhombre.

De cuarto en cuarto de hora era preciso detenerse para descansar ydevolver la elasticidad a nuestras corvas. Entonces nos sentábamos sobrealgún saliente rocoso, con las piernas colgando, conversábamos, mientrashacíamos alguna frugal comida, y apagábamos después nuestra sed en elarroyo.

No es preciso decir que dentro de aquella grieta el Hans-Bach se habíaconvertidoencascada,condetrimentodesuvolumen;peroaúnbastabaconcrecesasatisfacernuestrased.Además,eraseguroquecuandosepresentasendeclives menos pronunciados, recobraría nuevamente su pacífico curso. Enaquelmomento,me recordabaamidignísimo tío, con sus impetuosidadesy

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cóleras:mientrasque,enlaspendientessuaves,sucalmamehacíapensarenladelcazadorislandés.

Los días 6 y 7 de julio seguimos descendiendo por las espirales de lagrieta,penetrandodosleguasmásenlacortezaterrestre,loquenoscolocabaacincoleguasbajoelniveldelmar.Peroel5,aesodelmediodía,tomóelpozouna inclinaciónmuchomenos acentuada, de unos 40° aproximadamente, endirecciónSudeste.

El camino se hizo entonces tan fácil como monótono. Era lo natural.Nuestroviajenopodíadistinguirseporlavariedaddelpaisaje.

Por fin, el miércoles 15 nos hallábamos a siete leguas bajo tierra y acincuenta del Sneffels, sobre poco más o menos. Aunque algo fatigados,nuestra salud se conservaba en estado satisfactorio, y aún no había sidoprecisoestrenarelbotiquíndeviaje.

Mitíoanotabacadahoralasindicacionesdelabrújula,delcronómetrodelmanómetro y del termómetro, lasmismas que ha publicado en la narracióncientífica de su viaje: de suerte que podía fácilmente darse cuenta de susituación.Cuandomedijoquenoshallábamosaunadistanciahorizontaldecincuentaleguas,nopudereprimirunaexclamación.

—¿Quétienes?—mepreguntó.

—Nada;peromeasaltaunaidea.

—¿Quéideaesesa,hijomío?

—Que si sus cálculos de usted son exactos, no nos hayamos ya bajo elsuelodeIslandia.

—¿Locreesasí?

—Bienfácilescomprobarlo.

Toméconelcompásmismedidassobreelmapa,ydijeenseguidaamitío:

—No me engañaba, no; hemos rebasado el Cabo Portland, y estascincuentaleguascaminadashaciaelSudestenossitúanenplenoOcéano.

—¡DebajodelOcéano!—replicómitío—,frotándoselasmanos.

—De suerte —añadí yo—, que el Océano se extiende sobre nuestrascabezas.

—¿Y qué tiene de extraño? No es ninguna cosa nueva. ¿No hay enNewcastleminasdecarbónqueavanzanpordebajodelagua?

Muy dueño era el profesor de encontrar nuestra situación muy sencilla;pero la idea de pasearme por debajo de la enorme masa líquida me tenía

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preocupado.Sinembargo,lomismoeraquegravitasensobrenuestrascabezaslas llanuras y montañas de Islandia o las olas del Atlántico, si el armazóngranítico que nos cobijaba era lo bastante sólido. Por lo demás, no tardé enhabituarmeaestaidea,porqueelcorredor,unasvecessinuoso,otrasrecto,tancaprichosoensuspendientescomoensusrevueltas,peromarchandosiempreendirecciónSudesteyhundiéndosemáscadavez,noscondujorápidamenteagrandesprofundidades.

Cuatro días después, el sábado 15 de julio, llegamos por la tarde, a unaespeciedegrutabastanteespaciosa.MitíoentregóaHanssustresrixdalesdelasemana,ysedecidióqueelsiguientedíafuesedereposoabsoluto.

CAPÍTULOXXV

Medesperté,pues,eldomingoporlamañanasinlapreocupaciónhabitualde tener que emprender inmediatamente la marcha; y por más que estoocurriese en el más profundo abismo, no dejaba de ser agradable. Por otraparte,yaestábamoshabituadosaestaexistenciadetrogloditas.Paranadameacordabadelsol,delaluna,delasestrellas,delosárboles,delascasas,delasciudades, ni de ninguna de esas superfluidades terrestres que los seres quevivendebajodelastrodelanocheconsiderandeimprescindiblenecesidad.Ennuestracalidaddefósiles,nosburlábamosdeestasmaravillasinútiles.

Formaba la gruta un espacioso salón sobre cuyo pavimento granítico sedeslizabadulcementeelarroyuelofiel.Aaquelladistancia,sehallabaelaguaalatemperaturaambienteynohabíadificultadenbeberla.

Despuésdealmorzar,quisoelprofesorconsagraralgunashorasaordenarsusanotacionesdiarias.

—Ante todo —me dijo—, voy a hacer algunos cálculos, a fin dedeterminar con toda exactitud nuestra situación; quiero, a nuestro regreso,poder trazar un plano de nuestro viaje, una especie de sección vertical delglobo,queseñalaráelperfildenuestraexpedición.

—Será curiosísimo, tío; pero, ¿tendrán sus observaciones de usted ungradodeprecisiónsuficiente?

—Sí. He anotado cuidadosamente los ángulos y las pendientes; estoysegurodenocometerunerror.Vamosaver,antetodo,dóndeestamos.Tomalabrújulayobserva ladirecciónque indica.Cogíel indicado instrumento,ydespuésdeunexamenatento,respondí:

—EstecuartaalSudeste.

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—Bien —dijo el profesor anotando la observación y haciendo algunoscálculosrápidos—.Nohayduda:hemosrecorridoochentaycincoleguas.

—Segúneso,caminamospordebajodelAtlántico.

—Exacto.

—Yesmuy posible que en los actualesmomentos se esté desarrollandosobre nuestras cabezas una tempestad horrible, y que muchos navíos seanjuguetedelasolasydelviento.

—Perfectamenteposible.

—Yquevenganlasballenasaazotarconsuscolasformidableslasparedesdenuestraprisión.

—Tranquilízate, Axel, que no lograrán quebrantarnos. Empero,prosigamos nuestros cálculos. Nos hallamos al sudeste del Sneffels y aochenta y cinco leguas de distancia de su base; y, a juzgar por mis notasprecedentes,estimoendieciséisleguaslaprofundidadalcanzada.

—¡Dieciséisleguas!—exclamé.

—Sindudadeningúngénero.

—Pero ése es el máximo límite asignado por la ciencia a la cortezaterrestre.

—Notratodenegarlo.

—Yaquí,segúnlaleyquerigealaumentodelcalor,deberíamostenerunatemperaturade1.500°.

—Deberíamos,hijomío;túlohasdicho.

—Y todo este granito no podría conservar su estado sólido y estaría enplenafusión.

—Yavesquenoesasíyqueloshechos,comoacontecesiempre,vienenadesmentirlasteorías.

—Notengomásremedioqueconvenirenello;masnodejadellamarmelaatención.

—¿Quémarcaeltermómetro?

—Veintisietegradosyseisdécimas.

—Sólo faltan 1.474 grados y cuatro décimas para que los sabios tenganrazón. Queda, pues, establecido que el aumento de la temperaturaproporcionalmente a la profundidad es un error. Por consiguiente.HunfredoDavyno se equivocaba, yyo, por tanto, nohicemal endarle crédito. ¿Qué

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tienesqueresponder?

—Nada.

Enrealidadhabríatenidoquedecirmuchascosas.EraopuestoalateoríadeDavy,ydefensordeladelcalorcentral,auncuandonosintiesesusefectos.Me inclinaba a creer que aquella chimenea de volcán apagado se hallabarecubierta por las lavas de un forro refractario que impedía que el calor sepropagaseatravésdesusparedes.

Pero sin detenerme a buscar nuevos argumentos, me limité a tomar lasituacióntalcualera.

—Tío—dijetrasunapausa—,nodudoniunmomentodelaexactituddesus cálculos, pero permítame usted que deduzca de ellos una consecuenciarigurosamenteexacta.

—Sacatodaslasconsecuenciasquequieras.

—Enel lugar enquenos encontramos, en la latitudde Islandia, el radioterrestremide1.583leguasaproximadamente,¿noescierto?

—Milquinientasochentaytresleguasyuntercio.

—Pongamosencifras redondas1.600,de lascuáleshemosandadodoce,¿noesasí?

—Asíes,enefecto.

Yparaestohemostenidoquerecorrerochentaycincoensentidodiagonal,¿noesverdad?

—Exactamente.

—¿Enveintedías,másomenos?

—Enveintedías.

—Ycomoquieraquedieciséisleguassonlacentésimapartedelradiodelatierra,decontinuarasí,emplearemosdosmildías,quesoncercadecincoañosymedio,enllegaralcentrodelglobo.

Elprofesornorespondióunapalabra.

—Yestosincontar—proseguí—conque,siparaobtenerunaverticaldedieciséis leguas espreciso recorrerhorizontalmenteochenta, tendríamosquecaminarnadamenosqueochomilendirecciónSudeste,paraalcanzarnuestrameta y, mucho antes de lograrlo, habríamos salido por algún punto a lasuperficie.

—¡Vetealdiablocontuscálculos!—replicómitíoconunmovimientodecólera—.¡Alinfiernotusteorías!¿Sobrequébasedescansan?¿Quiéntedice

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queestagaleríanovadirectamenteanuestrameta?Yo tengoami favorunprecedente, y es que, lo que quiero hacer, otro lo ha hecho primero: y si eléxitocoronósusesfuerzos,deesperaresquepremietambiénlosmíos.

—Asíloesperoydeseo;pero,enfin,¿meestarápermitido…?

—Teestápermitidocallarte,ynodesbarrardeesasuerte.

Comprendí que el terrible profesor amenazabamostrarse bajo la piel delpariente,yhubedeponermeenguardia.

—Ahora,consultaelmanómetro—añadiómitío—.¿Quémarca?

—Unapresiónconsiderable.

—Bien.Yavescómo,bajandolentamente,nosvamosacostumbrandopocoapocoaladensidaddeestaatmósfera,ynoexperimentamosmolestias.

—Excepciónhechadealgunosdoloresdeoídos.

—Esonoesnada,yfácilmenteharásdesapareceresemalestarponiendoencomunicaciónrápidaelaireexteriorconelcontenidoentuspulmones.

—Perfectamente—respondí, decidido a no contrariar ami tío. Hasta seexperimentaunverdaderoplacerensentirsesumergidoenestaatmósferamásdensa. ¿Ha observado usted con qué intensidad se propagan en ella lossonidos?

—Unsordoacabaríaaquíporoírperfectamente.

—¿Peroestadensidadseguiráaumentando?

—Sí, siguiendo una ley no muy bien determinada; es verdad que laintensidaddelagravedadpereceráamedidaquebajemos.Yasabesqueenlamisma superficie de la tierra es en donde su acción se deja sentir conmásfuerza,yqueenelcentrodelglobolosobjetoscarecendepeso.

—Losé;pero,dígameusted,esteaire,¿noacabaráporadquirirladensidaddelagua?

—Sinduda,bajounapresióndesetecientasdiezatmósferas.

—¿Ymásabajo?

—Másabajo,estadensidadserámayortodavía.

—¿Ycómobajaremosentonces?

—Llenándonosdepiedraslosbolsillos.

—Afe,tío,quetieneustedrespuestaparatodo.

Nomeatrevíaavanzarmásenelcampodelashipótesis,porquehubieratropezado con alguna otra imposibilidad que habría hecho dar un salto al

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profesor.

Era,sinembargo,evidentequeelaire,bajounapresiónquepodíallegaraserdemillaresdeatmósferas,acabaríaporsolidificarse,yentonces,aundandodebaratoquehubiesenresistidonuestroscuerpos,seríanecesariodetenerseapesardetodoslosrazonamientosdelmundo.

Pero no hice valer este argumento, pues mi tío me hubiera en seguidasacadoacolaciónasueternoSaknussemm,precedentesinvalor,porque,aunsuponiendo que fuese cierto su viaje, siempre podría responderse que, nohabiéndose inventadoelbarómetronielmanómetroenel sigloXVI,¿cómopudodeterminarestesabioislandéssullegadaalcentrodelglobo?

Masguardéparamíestaobjeción,yresolvíesperarlosacontecimientos.

El resto de la jornada transcurrió en conversaciones y cálculos,mostrándomesiempreconformeconelparecerdelprofesor,yenvidiando laperfecta indiferencia de Hans, que, sin meterse a buscar las causas de losefectos,marchabaciegamentepordondelellevabaeldestino.

CAPÍTULOXXVI

Preciso es confesar que hasta entonces todo había marchado bien, noexistiendo elmenormotivodequeja.Si las dificultadesno aumentaban, eraseguro que alcanzaríamos nuestro objeto. ¡Qué gloria para todos en el casoafortunado! ¡Yame iba habituando a raciocinar por el sistema Lidenbrock!¿Seríadebidoalextrañomedioenquevivía?¡Quiénsabe!

Durantealgunosdías,pendientesmuchomásrápidas,algunasdeellasdeaterrador declive, nos internaron profundamente en el macizo de granitollegando algunas jornadas a avanzar legua y media o dos leguas hacia elcentro. En algunas bajadas peligrosas, la destreza deHans y sumaravillosasangre fría nos fueron de utilidad suma.El flemático islandés se sacrificabaconuna indiferencia incomprensible,y,graciasaél, franqueamosmásdeunpasodifícildelcualnohabríamossalidonosotrossolos.

Sumutismoaumentabadeundíaenotro,yhastacreoquenoscontagiabaanosotros.Losobjetosexterioresejercenunaacciónrealsobreelcerebro.Elqueseencierraentrecuatroparedesacabaporperderlafacultaddeasociarlasideasylaspalabras.¡Cuántospresosencerradosenestrechoscalabozossehanvuelto imbéciles o locos por la imposibilidad de ejercitar las facultadesmentales!

Durante las dos semanasque siguieron a nuestra última conversaciónno

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ocurrióningúnincidentedignodesermencionado.Noencuentroenningunamemoria más que un solo acontecimiento de suma gravedad, cuyos másinsignificantesdetallesmeseríaimposibleolvidar.

El7deagosto,nuestrossucesivosdescensosnoshabíanconducidoaunaprofundidadde treinta leguas; esdecir, que teníamos sobrenuestras cabezastreintaleguasderocas,demares,decontinentesydeciudades.Debíamos,alasazón,encontrarnosadoscientasleguasdeIslandia.

Aqueldíaseguíaeltúnelunplanopocoinclinado.

Yomarchabadelante;mitíollevabaunodelosaparatosRuhmhorff,yyoelotro,yconélmeentreteníaenexaminarlascapasdegranito.

Derepente,alvolverme,viquemeencontrabasolo.

—Bueno—dijeparamí—,hecaminadodemasiadodeprisa,otalvezseaque el profesor yHans se han detenido en algún sitio.Voy a reunirme conellos.Afortunadamente,elcaminonotieneaquímuchodeclive.

Volví a desandar lo andado. Caminé durante un cuarto de hora sinencontraranadie.Llamé,ynomerespondieron,perdiéndosemivozenmediodeloscavernososecosqueellamismadespertaba.

Empecéasentirinquietud.Unfuerteescalofríomerecorriótodoelcuerpo.

—¡Calma!—medijeenvozalta—.Tengolaseguridaddeencontraramiscompañeros. ¡No hay más que un solo camino! Y puesto que me habíaadelantado,procederetroceder.

Subíporespaciodemediahora,escuchandoatentamentesimellamaban,que de bien lejos se oía en aquella atmósfera tan densa. Un silencioextraordinarioreinabaenlainmensagalería.

Me detuve sin atreverme a creer en mi aislamiento. Deseaba estarextraviado,noperdido.Extraviado,aúnpuedenencontrarleauno.

—Veamos—repetía—;puestoquenoexistemásqueuncamino,queeselmismo que siguen ellos, por fuerza he de encontrarlos. Bastará con seguirretrocediendo.Almenosque,noviéndome,yolvidandoqueyolesprecedía,seleshayaocurridolaideaderetroceder…Peroaunenestecaso,apresurandoelpaso,mereuniréconellos.¡Esevidente!

Yrepetíalasúltimaspalabrascomosinoestuvierarealmenteconvencido.Por otra parte, para asociar estas ideas tan sencillas y darles la formadeunraciocinio,tuvequeemplearmuchotiempo.

Entoncesmeasaltóunaduda.¿Ibayopordelantedeellos?Ciertamente.MeseguíaHans,precediendoamitío.Hastarecordabaquesehabíadetenidounos instantes, para asegurarse sobre las espaldas el fardo. Entonces debí

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proseguirsoloelcamino,separándomedeellos.

—Además—pensabayo—,tengounmediosegurodenoextraviarme,unhiloquemeguíeenestelaberinto,yquenopuederomperse:estehiloesmifiel arroyo. Bastará que remonte su curso para dar con las huellas de miscompañeros.

Esterazonamientomeinfundiónuevosbríos,yresolvíreanudarmimarchaascendentesinpérdidademomento.

¡Cómobendijeentonceslaprevisióndemitío,impidiendoqueelcazadortaponase el orificio practicado en la pared de granito!De esta suerte, aquelbienhechor manantial, después de satisfacer nuestra sed durante todo elcamino, iba a guiarme ahora a través de las sinuosidades de la cortezaterrestre.

Antesdeponermeenmarcha,penséqueunaabluciónmeharíaprovecho.

MeagachéparasumergirmifrenteenelaguadelHans-Bach,y,¡júzguesedemi estupor!Envez del agua tibia y cristalino, encontraronmis dedos unsuelosecoyáspero.

¡Elarroyonocorríayaamispies!

CAPÍTULOXXVII

Imposiblepintarmidesesperación.Nohaypalabrasenningúnidiomadelmundo para expresar mis sentimientos. Me hallaba enterrado vivo, con laperspectivademorirdehambreydesed.

Maquinalmente, paseé por el suelomismanos calenturientas. ¡Qué secameparecióaquellaroca!

Pero, ¿cómo había abandonado el curso del riachuelo? Porque la verdaderaqueelarroyonoestabaallí.Entoncescomprendílarazóndeaquelsilencioextraño, cuando escuché la vez última con la esperanza de que amis oídosllegase la voz de algunode ellos.Al internarmepor aquel falso camino, nohabíanotado la ausenciadel arroyuelo.Resultabaevidenteque, enunciertomomento,eltúnelsehabíabifurcado,y,mientraselHans-Bach,obedeciendolos caprichososmandatos de otra pendiente, había proseguido su ruta haciaprofundidades desconocidas, en unión de mis compañeros, yo me habíainternadosoloenlagaleríaenquemehallaba.

¿Cómoregresarnuevamentealpuntodepartida?Nohabíahuellas,nimispies las dejabangrabadas en aquel suelo de granito.Medevanaba los sesos

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buscandounasoluciónatanirresolubleproblema.Misituaciónseresumíaenunasolapalabra:¡Perdido!

¡Sí! ¡Perdidoaunaprofundidadquemeparecía inmensurable! ¡Aquellastreinta leguasdecorteza terrestregravitabansobremisespaldasconunpesoterrible!Mesentíaaplastado.

Traté de guiarmis ideas hacia las cosas de la tierra pero apenas si pudeconseguirlo.Hamburgo, lacasade laKönig-strasse,mipobreGraüben, todoaquel mundo bajo el cual me encontraba perdido desfiló rápidamente pordelante de mi imaginación enloquecida. En mi alucinación, volví a ver losincidentesdelviaje,latravesíadelAtlántico,Islandia,elseñorFridriksson,elSneffels. Pensé que si, en mi situación, aún conservaba una sombra deesperanza, sería signo evidente de locura, y que era preferible, por tanto,desesperardeltodo.

Enefecto,¿quépoderhumanopodríaconducirmedenuevoalasuperficiede la tierra, y abrir las enormes bóvedas que sobremi cabeza se cerraban?¿Quiénpodríaseñalarmeelbuencaminoyreunirmeamiscompañeros?

—¡Ohtío!—exclamécondesesperadoacento.

Estafuelaúnicapalabradereprochequeseescapódemislabios;porquecomprendí que el pobre hombre debía padecer también buscándome sindescanso.

Cuandome vi, de esta suerte, lejos de todo socorro humano, incapaz deintentar nada para lograr mi salvación, pensé en la ayuda del Cielo. Losrecuerdosdelainfancia,losdemimadre,aquiensóloconocíenlaépocadelascaricias,acudieronamimemoria.Recurría laoración,porderechosquetuvieseaserescuchadoporDios,dequienmeacordabatantarde,yleimploréconfervor.

Aquella invocación a la Providencia me devolvió algo la calma y pudellamarenmiauxilioatodaslasenergíasdemiinteligencia.

Tenía víveres para tres días y mi calabaza estaba llena de agua. Sinembargo,nopodíapermanecermásdeestetiemposolo.Ahorasepresentabaotroproblema:¿deberíadescenderosubir?

¡Subirsindudaalguna!¡Subirsindescansar!

De este modo, debía necesariamente llegar al punto donde me habíaseparadodelarroyo;alafunestabifurcación.Unavezenaquelsitio,unavezque tropezasecon lasaguasdelHans-Bach,bienpodía regresara lacumbredelSneffels.

¡Cómo no se me había ocurrido esto antes! Había evidentemente unaprobabilidaddesalvación.Lomásapremianteera,pues,volveraencontrarel

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caucedelasaguas.

Melevantédecidido,y,apoyándomeenmibastónherrado,empecéasubirla pendiente de la galería, que era bastante rápida. Caminaba lleno deesperanzaysintitubear,todavezquenohabíaotrocaminoqueelegir.

Por espacio de media hora no me detuvo obstáculo alguno. Trataba dereconocerelcaminoporlaformadeltúnel,porlospicossalientesdelasrocas,porladisposicióndelasfragosidades:peroningunaseñalespecialmellamólaatención,yprontomeconvencídequeaquellagaleríanopodíaconducirmealabifurcación.Erauncallejónsinsalida,y,alllegarasuextremidad,tropecécontraunmuroimpenetrableycaísobrelaroca.

Imposible expresar el espanto, la desesperación que se apoderó de míentonces.Mipostreraesperanzaacababadeestrellarsecontraaquellamuralladegranito,dejándomeanonadado.

Perdido en aquel laberinto cuyas sinuosidades se cruzaban en todossentidos,erainútilvolveraintentarunaevasiónimposible.¡Eraprecisomorirde la más espantosa de las muertes! Y, cosa extraña, pensé que si seencontrabaalgúndíamicuerpoenestadofósil,suapariciónenlasentrañasdela tierra, a treinta leguas de su superficie, suscitaría graves cuestionescientíficas.

Quisehablarenaltavoz,perosóloenronquecidosacentossalierondemislabiosardorosos.Jadeaba.

En medio de mis angustias, vino un nuevo terror a apoderarse de miespíritu.Milámpara,enmicaída,sehabíaestropeado,ynoteníamaneraderepararla.Suluzpalidecíapormomentoseibaafaltarmedeltodo.

Veíadebilitarselacorrienteluminosadentrodelserpentíndelaparato.Unaprocesiónfatídicadesombrasmovedizassedesfilóalolargodelasobscurasparedes,ynomeatrevíniapestañear,temiendoperderelmenorátomodelafugitivaclaridad.Porinstantescreíaseibaaextinguiryquelaobscuridadmecircundaba.

Porfinlucióenlalámparaunúltimoresplandor.Loseguí,loaspiréconlamirada,reconcentrésobreéltodoelpoderdemisojos,cualsifueselaúltimasensación de luz que les fuera dado gozar, y quedé sumergido en las másespantosastinieblas.

¡Qué grito tan terrible se escapó demi pecho! Sobre la superficie de latierra, en lasnochesmás tenebrosas, la luznoabandona jamás susderechospor completo; se difunde, se sutiliza, pero, por poca que quede, acaba porpercibirlalaretina.Allí,nada.Laobscuridadabsolutahacíademíunciegoentodalaacepcióndelapalabra.

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Entonces perdí la cabeza. Me levanté con los brazos extendidos haciadelante, buscando a tientas y dando traspiés dolorosos; eché a huirprecipitadamente, caminando al azar por aquel intrincado laberinto,descendiendo siempre, corriendo a través de la corteza terrestre como unhabitantedelasgrietassubterráneas,llamando,gritando,aullando,magulladobien pronto por los salientes de las rocas, cayendo y levantándomeensangrentado, procurando beber la sangre que me inundaba el rostro, yesperandosiemprequemicabezaestallasealchocarconcualquierobstáculoimprevisto.

¿Adóndemecondujoaquellacarrerainsensata?Nolohesabidojamás.Alcabodevariashoras,agotadosindudaporcompleto,medesplomécomounomasainertealolargodelapared,yperdítodanocióndelaexistencia.

CAPÍTULOXXVIII

Cuandovolvíalavida,mirostroestabamojado,peromojadodelágrimas.No sabría decir cuánto duró este estado de insensibilidad, puesto que ya noteníamediodedarmecuentadeltiempo.Jamássoledadalgunafuesemejantealamía:nuncahuboabandonotancompleto.

Desdeelmomentodemicaídahabíaperdidograncantidaddesangre.Mesentía inundado. ¡Ah! ¡Cuánto lamenté no estar yamuerto y tener aún quepasarporesteamargo trance!Sinánimospara reflexionar, rechacé todas lasideas que acudían ami cerebro y, vencido por el dolor, rodé hasta la paredopuesta.

Sentía ya queme iba a desvanecer nuevamente, y que el aniquilamientosupremosemeapoderaba,cuandollegóhastamíunviolentoruidosemejanteal retumbar prolongado del trueno: y oí las ondas sonoras perderse poco apocoenlaslejanasprofundidadesdelabismo.

¿Dedóndeprocedíaaquelruido?Sindudadealgúnfenómenoqueestabaverificándoseenelsenodelgranmacizoterrestre.Talvezlaexplosióndeungasolacaídadealgúnpoderososustentáculodelglobo.

Volvíaescuchar,deseosodecerciorarmedesiserepetíaaquelruidoPasóuncuartodehora.Eratanprofundoelsilencioquereinabaenelsubterráneo,quehastaloslatidosdemicorazónoía.

Derepente,mioído,queporcasualidadapliquéapared,creyósorprenderpalabrasvagas,ininteligibles,remotas,quemehicieronestremecer.

«Esunaalucinación»penséyo.

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Pero, no.Escuchando conmayor atención, oí realmente unmurmullo devoces, aunque mi debilidad no me permitiese entender lo que me decía.Hablaban,sinembargonomecabíaduda.

Temí por un instante que las palabras de aquellos no fuesen lasmismasmías,devueltasporeleco.¿Habríayogritadosin saberlo?Cerrécon fuerzaloslabiosyapliquénuevamentealaparedeloído.

—Sí,nocabeduda;¡hablan!¡hablan!—murmuré.

Avancé algunos piesmás a lo largo de la pared y oímás distintamente.Lleguéaoírpalabras inciertas, incomprensibles,extrañas,que llegabanamícomopronunciadasenvozbaja,comocuchicheadas,pordecirloasí.Oírepetirvariasveceslavoz,förloradconacentodedolor.

¿Cuálerasusignificado?¿Quiénlapronunciaba?MitíooHans,sindudaalguna.Pero,evidentemente,siyolosoía,ellostambiénpodríanoírmeamí.

—¡Socorro!—grité,contodasmisenergías—.¡Socorro!

Escuché,esperéenlasombraunarespuesta,ungrito,unsuspiro:masnadalogré oír. Transcurrieron algunos minutos. Todo un mundo de ideas habíagerminado enmimente.Penséquemivozdebilitadanopodría llegar hastamiscompañeros.

—Porque son ellos, no hoy duda —me decía—. ¿Qué otros hombreshabríandescendidoatreintaleguasdebajodelasuperficiedelglobo?

Mepuseotravezaescuchar.Alpaseareloídoalolargodelapared,halléunpuntomatemáticodondelasvocesparecíanadquirirsumáximointensidad.Lapalabra förloradvolvió a sonar enmioído, yoí después aquel fragordetruenoquemehabíasacadodemialetargamiento.

—No —me dije—; estas voces no se oyen a través de la pared. Suestructuragraníticanosedejaríaatravesarporlamásfuertedetonación.Esteruido llega a lo largo de lamisma galería. Preciso es que exista en ella unefectodeacústicaespecial.

Escuchénuevamente,yloqueesestavez¡oh,sí!¡estavezoíminombreclaramentepronunciado!

¿Eramitíoquienlopronunciaba?Hablabaconelguíaylapalabraförloraderaunavozdanesa.

Entoncesmeloexpliquétodo.Parahacermeoíreraprecisoquehablasealo largo de aquella pared que transmitiríami voz como un hilo conduce laelectricidad.

Nohabíatiempoqueperder.Simiscompañerossealejabanalgunospasos,el fenómeno acústico quedaría destruido. Me aproximé, pues, a la pared y

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pronunciéestaspalabrasconlamayorclaridadposible:

—¡TíoLidenbrock!

Yesperépresadelamayoransiedad.

El sonido no se propaga con una rapidez excesiva. La densidad de lascapasdeaireaumentasuintensidad,peronosuvelocidaddepropagación.

Transcurrieron algunos segundos, que me parecieron siglos, y, al fin,llegaronamioídoestaspalabras:

—¡Axel!¡Axel!¿Erestú?

—¡Sí!¡Sí!—lerespondí.

—¡Pobrehijomío!¿Dóndeestás?

—¡Perdidoenlaobscuridadmásprofunda!

—Pues,¿ylalámpara?

—Apagada.

—¿Yelarroyo?

—Hadesaparecido.

—¡PobreAxel!¡Ármatedevalor!

—Espéreseustedunpoco:estoycompletamenteagotadoynomequedanfuerzasparaarticularlaspalabras:masnodejeusteddehablarme.

—Valor—prosiguiómi tío—: no hables, escúchame. Te hemos buscadosubiendo y bajando la galería, sin que hayamos podido dar contigo. ¡Ah,cuántohellorado,hijomío!Porfin,suponiendoqueteencontraríasalladodelHans-Bach, hemos remontado su curso disparando nuestros fusiles. En elmomento actual, si, por un efecto de acústica, nuestras voces pueden oírse,nuestrasmanos no pueden estrecharse. Pero no te desesperes, Axel, que yatenemosmuchoadelantadoconhabernospuestoalhabla.

Duranteeste tiempo,yohabía reflexionado,yunacierta esperanza,vagaaún, renacía en mi corazón. Ante todo, me importaba conocer una cosa;aproximémislabiosalaparedydije:

—¡Tío!

—¿Quéquieres,hijomío?—mecontestóalcabodealgunosinstantes.

—Esprecisosaber,antetodo,quédistancianossepara.

—Esoesbastantefácil.

—¿Tieneustedsucronómetro?

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—Sí.

—Puesbien, tómeloenlamano,ypronuncieustedminombre,anotandocon toda exactitud elmomento en que lo pronuncie.Yo lo repetiré, y ustedanotaasimismoelinstanteprecisoenqueoigamirespuesta.

—Meparecemuybien.Deestemodo,lamitaddeltiempoquetranscurraentremipreguntayturespuestaseráelquemivozempleaparallegarhastati.

—Esoes,tío.

—¿Estáslisto?

—Sí.

—Puesbien,muchocuidado,quevoyapronunciartunombre.

Apliquéeloídoalapared,ytanprontocomooílapalabra«Axel»repetíamivez,«Axel»,yesperé.

—Cuarentasegundos—dijoentoncesmi tío—;hantranscurridocuarentasegundos entre las dos palabras, de suerte que el sonido emplea veintesegundospararecorrerladistanciaquenossepara.Calculandoahoraarazónde 1.020 pies por segundo, resultan 20.400 pies, o sea, legua ymedia y unoctavo.

—¡Leguaymedia!—murmuré.

—Noesdifícilsalvaresadistancia,Axel.

—Pero,¿debomarcharhaciaarribaohaciaabajo?

—Haciaabajo:voyaexplicarteporqué.Hemos llegadoaunaespaciosagrutaa lacualvanadargrannúmerodegalerías.Laquehasseguido túnotienemásremedioqueconducirteaella,porqueparecequetodasestasfendas,todas estas fracturas del globo convergen hacia la inmensa caverna dondeestamos.Levántate,pues,yemprendedenuevoelcamino;marcha,arrástrate,si es preciso, deslízate por las pendientes rápidas, que nuestros brazos teesperan para recibirte al final de tu viaje. ¡Enmarcha, pues, hijomío! ¡tenánimoyconfianza!

Estaspalabrasmereanimaron.

—Adiós, tío—exclamé—:parto inmediatamente.Enelmomentoenqueabandoneestesitio,nuestrasvocesdejarándeoírse.¡Adiós,pues!

—¡Hastalavista,Axel!¡Hastalavista!

Talesfueronlasúltimaspalabrasqueoí.

Estasorprendenteconversación, sostenidaa travésde lamasa terrestre,amásdeunaleguadedistancia, terminóconestaspalabrasdeesperanza,ydi

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gracias a Dios por haberme conducido, por entre aquellas inmensidadestenebrosas,alúnicopuntotalvezenquepodíallegarhastamílavozdemiscompañeros.

Estesorprendenteefectodeacústicaseexplicabafácilmenteporlassolasleyesfísicas;proveníade laformadelcorredoryde laconductibilidadde laroca; existen muchos ejemplos de la propagación de sonidos que no sepercibenen losespacios intermedios.Recuerdovarios lugaresdondehasidoobservadoestefenómeno,pudiendocitar,entreotros,lagaleríainteriordelacúpula de la catedral de SanPablo, deLondres, y, sobre todo, enmedio deesas maravillosas cavernas de Sicilia, de esas latomías situadas cerca deSiracusa,lamásnotabledelascualesesladenominadalaOrejadeDionisio.

Todos estos recuerdos acudieron entonces amimente, y vi con claridadque, supuesto que la voz de mi tío llegaba hasta mí, no existía ningúnobstáculo entre ambos. Siguiendo idéntico camino que el sonido, debíalógicamentellegarlomismoqueél,siantesnomefaltabanlasfuerzas.

Me levanté, pues, y comencé más bien a arrastrarme que a andar. Lapendienteerabastanterápidaymedejéresbalarporella.

Peropronto lavelocidaddemidescensocrecióenproporciónespantosa.Aquellosimulabamásbienunacaída,yyocarecíadefuerzasparadetenerme.

Derepente,elterrenofaltóbajomispies,ymesentícaer,rebotandosobrelasasperezasdeunagaleríavertical,deunverdaderopozo:micabezachocócontraunarocaaguda,yperdíelconocimiento.

CAPÍTULOXXIX

Cuando volví en mí, me encontré en una semioscuridad, tendido sobreunasmantas.Mitíovelaba,espiandosobremirostrounrestodeexistencia.Amiprimersuspiro,meestrechólamano:amiprimeramirada,lanzóungritodejúbilo.

—¡Vive!¡Vive!—exclamó.

—Sí—respondíconvozdébil.

—¡Hijomío!—dijoabrazándome—,¡tehassalvado!

Meconmovióvivamenteelacentoconquepronuncióestaspalabras,yaunme impresionaron más los asiduos cuidados que hubo de prodigarme. Erapreciso llegar a tales trances para provocar en el profesor semejantesexpansionesdeafecto.

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Enaquelmomento llegóHans:y,alvermimanoentre lasdemi tío,meatreveréaafirmarquesusojosdelataronunavivasatisfaccióninterior.

—Goddag—dijo.

—Buenos días, Hans, buenos días —murmuré—. Y ahora, tío, dígameusteddóndenosencontramosenestemomento.

—Mañana,Axel,mañana.Hoyestásdemasiadodébilaún;tehellenadolacabeza de compresas y no conviene que se corran: duerme, pues, hijomío;mañanalosabrástodo.

—Perodígameusted,porlomenos,quédíayquéhoratenemos.

—Sonlasoncedelanochedeldomingo9deagosto,ynotepermitoquemeinterroguesdenuevoantesdeldía10deestemes.

La verdad es que estaba muy débil, y mis ojos se cerrabaninvoluntariamente.Necesitabaunanochedereposo,y,convencidodeello,meadormecí pensando en que mi aislamiento había durado nada menos quecuatrodías.

—A la mañana siguiente, cuando me desperté, paseé a mi alrededor lamirada.Milecho,formadocontodaslasmantasdequesedisponía,sehallabainstalado en una gruta preciosa, ornamentada demagníficas estalagmitas, ycuyo suelo se hallaba recubierto de finísima arena. Reinaba en ella unasemioscuridad.Apesardenohaberninguna lámparani antorchaencendida,penetraban, sin embargo, en la gruta, por una estrecha abertura, ciertosinexplicables fulgores procedentes del exterior. Oía, además, un murmulloindefinidoyvago,semejantealqueproducenlasolasalreventarenlaplaya,yavecespercibíatambiénalgoasícomoelsilbidodelviento.

Mepreguntabaamímismosiestaríabiendespierto,sinosoñaríaaún,simi cerebro percibiría sonidos puramente imaginarios, efecto de los golpesrecibidosenlacaída.Sinembargo,nimisojosnimisoídospodíanengañarsehastatalextremo.

«Esunrayodeluz»pensé,«quepenetraporesafendadelaroca.Tampococabedudadequeesosruidosqueescuchosonefectivamentemugidosdelasolas y silbidos de los vientos. ¿Se engañan mis sentidos, o es que hemosregresadoalasuperficiedelatierra?¿Harenunciadomitíoasuexpediciónolahaterminadofelizmente?».

Medevanabalossesospensandoentodoesto,cuandopenetrómitío.

—Muy buenos días,Axel—me dijo alegremente—.Apostaría cualquiercosaaquetesientesbien.

—Perfectamente—contesté,incorporándomesobremidurolecho.

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—Así tenía que ocurrir, porque has dormido mucho, un sueño muytranquilo.Hansyyohemosveladoalternativamente,yhemosvistoprogresartucuracióndeunmodobiensensible.

—Asíes,efectivamente;mesientoyarepuestodeltodo,ylapruebadeelloesquesabréhacerloshonoresalalmuerzoquetengaustedabienservirme.

—Almorzarás,hijomío,puestoqueno tienes fiebre.Hansha frotado tusheridas con no sé qué maravilloso ungüento cuyo secreto poseen losislandeses,ysehancicatrizadoconunarapidezprodigiosa.¡Nuestroguíanotieneprecio!

Mientras hablaba, me iba presentando alimentos que yo devoraba, y,entretanto, no cesaba de hacerle preguntas, a las que respondía con sumaamabilidad.

Supe entonces que mi providencial caída me había conducido a laextremidaddeunagaleríacasiperpendicular,y,comohabíallegadoenmediode un torrente de piedras, la menor de las cuáles hubiera bastado paraaplastarme, había que deducir que una parte del macizo se había deslizadoconmigo. Este espantoso vehículo me transportó de esta suerte hasta losmismosbrazosdemitío,enloscualescaíensangrentadoyexánime.

—Enverdad que es asombroso que no te hayasmatadomil veces—medijoelprofesor—.Pero,poramordeDios,nonosseparemosmás,puesnosexpondríamosanovolvernosavernunca.

¡Quéno nos separásemosmás!Pero, ¿no había terminado el viaje?Y alhacerme esta pregunta, abrí desmesuradamente los ojos, en los cuáles seretratóelespanto;y,observadopormitío,mepreguntó:

—¿QuétienesAxel?

—Tengoquehacerleaustedunapregunta.¿Diceustedqueestoysanoysalvo?

—Sindudadeningúngénero.

—¿Tengotodosmismiembrosintactos?

—Ciertamente.

—¿Ylacabeza?

—Lacabeza,aunqueconalgunascontusiones,latienessobreloshombrosenelmásperfectoestado.

—Puesbien,tengomiedodequemicerebronofuncionecomoesdebido.

—¿Porqué?

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—¿Nohemosvueltoalasuperficiedelglobo?

—No,ciertamente.

Entonces,necesariamenteestoy loco,porqueveo la luzdeldíayoigoelruidodelvientoquesoplaydelmarquerevientaenlaplaya.

—Sisólosetratadeeso…

—¿Meloexplicaráusted?

—¿Cómohedeexplicarteyoloqueesinexplicable?Peroyaloveráscontusojosycomprenderásentoncesquelacienciageológicanohapronunciadoaúnsuúltimapalabra.

—Salgamos,pues—exclamé,levantándomebruscamente.

—¡No,Axel,no!Elairelibrepodríaperjudicarte.

—¿Elairelibre?

—Sí.Hacedemasiadoviento,ynoquieroqueteexpongasdeestemodo.

—¡Perosileaseguroaustedquemeencuentroperfectamente!

—Unpocodepaciencia,hijomío.Unarecaídapodríaretrasarnosmucho,ynoescosadeperdertiempo,porquelatravesíapuedeserlarga.

—¿Latravesía?

—Sí,sí.Descansaaúntodoeldíadehoy,ynosembarcaremosmañana.

—¡Embarcarnos!

Estaúltimapalabramehizodarungransalto.

¡Cómo! ¡Embarcamos! ¿Teníamos por ventura algún río, algún lago oalgúnmaranuestradisposición?¿Habíafondeadounbuqueenalgúnpuertointerior?

Micuriosidadseexcitódeunamaneraasombrosa.Envanotratómitíoderetenermeenel lecho:cuandoseconvenciódequemi impacienciameseríamásperjudicialquelasatisfaccióndemisdeseos,sedecidióaceder.

Mevestírápidamente,y,paramayorprecaución,meenvolvíenunamantaysalídelagrutaenseguida.

CAPÍTULOXXX

Al principio no vi nada. Acostumbrados mis ojos a la obscuridad, se

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cerraron bruscamente al recibir la luz. Cuando pude abrirlos de nuevo, mequedémásestupefactoquemaravillado.

—¡Elmar!—exclamé.

—Sí —respondió mi tío—, el mar de Lidenbrock. Y me vanaglorio alpensarqueningúnnavegantemedisputaráelhonordehaberlodescubiertonielderechodedarleminombre.

Unavasta extensiónde agua, el principiodeun lagoodeunocéano, seprolongaba más allá del horizonte visible. La orilla, sumamente escabrosa,ofrecíaalasúltimasondulacionesdelasolasquereventabanenella,unaarenafina, dorada, sembrada de esos pequeños caparazones donde vivieron losprimeros seres de la creación. Las olas se rompían contra ella con esemurmullosonoropeculiardelosgrandesespacioscerrados,produciendounaespumalivianaque,arrastradaporunvientomoderado,mesalpicabalacara.Sobreaquellaplayaligeramenteinclinada,acientoesas,aproximadamentedela orilla del agua, venían a morir los contrafuertes de enormes rocas que,ensanchándose,seelevabanaunaalturatremenda.Algunosdeestospeñascos,cortandolaplayaconsusagudasaristas,formandocabosypromontoriosquelasolascarcomían.Máslejos,seperfilabacongranclaridadsuenormemolesobreelfondobrumosodelhorizonte.

Era un verdadero océano, con el caprichoso contorno de sus playasterrestres,perodesiertoydeunaspectoespantosamentesalvaje.

Mis miradas podían pasearse a lo lejos sobre aquel mar gracias a unaclaridadespecialqueiluminabalosmenoresdetalles.

Noeralaluzdelsolconsushacesbrillantesylaespléndidairradiacióndesus rayosni laclaridadvagaypálidadelastrode lanoche,quees sólounareflexión sin calor. No. El poder iluminador de aquella luz, su difusióntemblorosa,sublancuraclarayseca,laescasaelevacióndesutemperatura,subrillo superior en realidad al de la luna, acusaban evidentemente un origenpuramenteeléctrico.Eraunaespeciedeauroraboreal,unfenómenocósmicocontinuoque alumbraba aquella caverna capazde albergar en su interior unocéano.

Labóvedasuspendidaencimademicabeza,elcielo,sisequiere,parecíaformadoporgrandesnubes,vaporesmovedizosquecambiabancontinuamentede forma y que, por efecto de las condensaciones, deberían convertirse endeterminados días, en lluvias torrenciales. Creía yo que, bajo una presiónatmosféricatangrande,eraimposiblelaevaporacióndelagua;pero,envirtudde alguna ley física que ignoraba, gruesas nubes cruzaban el aire. Esto noobstante, el tiempo estaba bueno. Las corrientes eléctricas producíansorprendentesjuegosdeluzsobrelasnubesmáselevadas:sedibujabanvivas

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sombrasensusbóvedasinferiores,y,amenudo,entredosmasasseparadas,sedeslizabashastanosotrosunrayode luzdenotable intensidad.Peronadadeaquello provenía del sol, puesto que su luz era fría. El efecto era triste ysoberanamente melancólico. En vez de un cielo tachonado de estrellas,adivinabaporencimadeaquellosnubarronesunabóvedadegranitoquemeoprimía con su peso, y todo aquel espacio, por muy grande que fuese, nohubierabastadoparaunaevolucióndelmenosambiciosodetodoslossatélites.

Entonces recordé aquella teoría de un capitán inglés que comparaba a latierraconunavastaesferahueca,enelinteriordelacualelairesemanteníaluminosoporefectode supresión,mientrasdosastros,PlutónyProserpina,describíanenellasusmisteriosasórbitas.¿Habríadicholaverdad?

Estábamos realmente aprisionados en una enorme excavación, cuyaanchuranopodíasaberseexactamente,todavezquelaplayasedilatabahastaperdersedevista,nisulongitudtampoco,pueslavistanotardabaenquedardetenida por la línea algo indecisa del horizonte. Por lo que respecta a sualtura,debíaserdevariasleguas.

¿Dónde se apoyaba esta bóveda sobre sus contrafuertes de granito? Lavista no alcanzaba a verlo; pero había algunas nubes suspendidas en laatmósferacuyaelevaciónpodíaserestimadaendosmiltoesas,altitudsuperioraladelosvaporesterrestresydebida,sinduda,alaconsiderabledensidaddelaire.

La palabra caverna evidentemente no expresa bienmi pensamiento paradescribiresteinmensoespacio;perolosvocablosdellenguajehumanonosonsuficientesparalosqueseaventuranenlosabismosdelglobo.

No tenía, por otra parte, noticia de ningún hecho geológico que pudieraexplicar laexistenciadesemejanteexcavación.¿Habríapodidoproducirlaelenfriamientode lamasa terrestre?Conocíaperfectamente, por los relatosdelosviajeros,ciertascavernascélebres:peroningunadeellasteníasemejantesdimensiones.

Si bien es cierto que la gruta deGuachara, enColombia, visitada por elseñordeHumboldt, nohabía revelado el secretode suprofundidad al sabioque la reconoció en una longitud de 2.500 pies, no es verosímil que seextendiesemuchomásallá.LainmensacavernadelMammouth,enKentucky,ofrecíaproporcionesgigantescas.Todavezquesubóvedaseelevaba500piessobre un lago insondable, y que algunos viajeros la recorrieron en unaextensióndemásdediez leguassinencontrarleel fin.Pero,¿quéeranestascavidadescomparadascon laqueentoncesadmirabanmisojos,consucielode vapores, sus irradiaciones eléctricas y un vasto mar encerrado entre susflancos?Miimaginaciónsesentíaanonadadaanteaquellainmensidad.

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Yo contemplaba en silencio todas estas maravillas. Me faltaban laspalabrasparamanifestarmissensaciones.Creíahallarmetransportadoaalgúnplaneta remoto, a Neptuno o Urano, por ejemplo, y que en él presenciabafenómenosdelosqueminaturalezaterrenalnoteníanociónalguna.

Mis nuevas sensaciones requerían palabras nuevas, ymi imaginación nomelassuministraba.Locontemplabatodoconmudaadmiraciónnoexentadeciertoterror.

Lo imprevisto de aquel espectáculo había devuelto a mi rostro su colorsaludable:meencontrabaenvíasde combatirmi enfermedadpormediodelterroryde lograrmicuraciónpormediodeestanueva terapéutica.Porotraparte, la viveza de aquel aire tan denso me reanimaba, suministrando másoxígenoamispulmones.

Se comprenderá fácilmente que, después de un encarcelamiento decuarenta y siete días en una estrecha galería, era un goce infinito el aspiraraquellabrisacargadadehúmedasentonacionessalinas.

No tuve, pues, motivo para arrepentirme de haber abandonado laobscuridad de mi gruta. Mi tío, acostumbrado ya a aquellas maravillas, nodabamuestrasdeasombro.

—¿Sientesfuerzasparapasearunpoco?—mepreguntó.

—Sí.Porcierto—lerespondí—,ynadameserátanagradable.

—Puesbien,cógeteamibrazo,ysigamoslassinuosidadesdelaorilla.

Aceptéinmediatamente,yempezamosacostearaquelnuevoocéano.

A la izquierda, los peñascos abruptos, hacinados unos sobre otros,formabanunaaglomeración titánicadeprodigiosoefecto.Por sus flancos sedeslizaban innumerables cascadas; algunos ligeros vapores que saltaban deunas rocas en otras marcaban el lugar de los manantiales calientes, y losarroyoscorríansilenciososhaciaeldepósitocomúnbuscandoenlosdecliveslaocasióndemurmurarmásagradablemente.

Entre estos arroyos reconocía nuestro fiel compañero de viaje, el Hans-Bach,queibaaperdersetranquilamenteenelmar,comosidesdeelprincipiodelmundonohubiesehechootracosa.

—En adelante, nos veremos privados de su amable compañía —dijelanzandounsuspiro.

—¡Bah!—respondióelprofesor—.¡Quémásdaunarroyoqueotro!

Larespuestameparecióunpocoingrata.

Peroenaquelmomento,solicitómiatenciónuninesperadoespectáculo.

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Aunosquinientospasos, a lavueltadeun altopromontorio, sepresentóantenuestrosojosunaselvaelevada,frondosayespesa,formadadeárbolesdemedianas dimensiones, que afectaban la forma de perfectos quitasoles, debordeslimpiosygeométricos.Lascorrientesatmosféricasnoparecíanejercerefectoalgunosobresufollaje,y,enmediodelasráfagasdeaire,permanecíaninmóviles,comounbosquedecedrospetrificados.

Aceleramoselpaso.

Noacertabaadarnombreaaquellassingularesespecies.¿Porventuranoformabanpartedelas200.000especiesvegetalesconocidashastaentonces,ysería preciso asignarles un lugar especial entre la flora de las vegetacioneslacustres? No. Cuando nos cobijamos debajo de su sombra, mi sorpresa setrocóenadmiración.

Enefecto,mehallabaenpresenciadeespeciesconocidasenlasuperficiede la tierra, pero vaciadas en unmolde de dimensiones enormes.Mi tío lesaplicóenseguidasuverdaderonombre.

—Estonoesotracosa—medijo—queunbosquenotabilísimodehongos.

Ynoseengañaba,enefecto.Imagínesecuálseríaelmonstruosodesarrolloadquiridoporaquellasplantastanávidasdecalorydehumedad.Yosabíaqueel Lyco perdon giganteum alcanzaba, segúnBulliard, ocho o nueve pies decircunferencia:peroaquélloseranhongosblancos,de treintaa cuarentapiesdealtura,conunacopadeestemismodiámetro.Habíamillaresdeellos,y,nopudiendolaluzatravesarsuespesacontextura,reinabadebajodesuscúpulas,yuxtapuestas cual los redondos techosdeuna ciudad africana, la obscuridadmáscompleta.

Quise,noobstante,penetrarmáshaciadentro.Unfríomortaldescendíadeaquellas cavernosas bóvedas. Erramos por espacio de media hora entreaquellashúmedastinieblas,yexperimentéunasensacióndeverdaderoplacercuandoregresédenuevoalasorillasdelmar.

Perolavegetacióndeaquellacomarcasubterráneanoerasólodehongos.Más lejos se elevaban grupos de un gran número de otros árboles dedescolorido follaje. Fácil era reconocerles, pues se trataba de los humildesarbustosde la tierradotadosde fenomenalesdimensiones licopodiosdecienpies de elevación, sigilarias gigantescas, helechos arborescentes, del tamañode los abetos de las altas latitudes, lepidodendrones de tallo cilíndricobifurcado,queterminabanenlargashojasyerizadosdepelosrudoscomolasmonstruosasplantasgrasientas.

—¡Maravilloso,magnífico,espléndido!—exclamómitío—.Heaquítodala flora de la segunda época delmundo, del período de transición.He aquíestas humildes plantas que adornan nuestros jardines convertidas en árboles

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como en los primeros siglos del mundo. ¡Mira, Axel, y asómbrate! Jamásbotánicoalgunohaasistidoaunafiestasemejante.

—Tieneustedrazón,tío;laProvidenciaparecehaberqueridoconservarenesteinvernáculoinmensoestasplantasantediluvianasquelasagacidaddelossabioshareconstruidocontannotableacierto.

—Dices bien, hijomío, esto es un invernáculo; pero es posible tambiénquesea,almismotiempo,unparquezoológico.

—¡Unparquezoológico!

—Sindudadeningúngénero.Miraesepolvoquepisannuestrospies,esasosamentasesparcidasporelsuelo.

—¡Osamentas! —exclamé—. ¡Sí, en efecto, osamentas de animalesantediluvianos!

Me apresuré a recoger aquellos despojos seculares, hechos de unasubstancia mineral indestructible (fosfato de cal), y apliqué sin vacilar susnombres científicos a aquellos huesos gigantescos que parecían troncos deárbolessecos.

—He aquí—dije— lamandíbula inferior de unmastodonte; he aquí losmolares de un dineterio; he aquí un fémur que no puede haber pertenecidosinoalmayordeestosanimales:almegaterio.Sí,noshallamosenunparquezoológico, porque estasosamentasnopuedenhaber sido transportadashastaaquíporuncataclismo:losanimalesaloscualespertenecenhanvividoenlasorillasdeestemarsubterráneoalasombradeestasplantasarborescentes.Peroespereusted:allíveoesqueletosenteros.Ysinembargo…

—¿Sinembargo?—dijomitío.

—Nomeexplicolapresenciadesemejantescuadrúpedosenestacavernadegranito.

—¿Porqué?

—Porque la vida animal no existió sobre la tierra sino en los períodossecundarios,cuandolosaluvionesformaronlosterrenossedimentarios,siendoreemplazadasporellaslasrocasincandescentesdelaépocaprimitiva.

—Pues bien,Axel, la respuesta a tu objeción no puede sermás sencilla:esteterrenoesunterrenosedimentario.

—¡Cómo!¿Asemejanteprofundidadbajolasuperficiedelatierra?

—Sindudadeningúngénero,yestehechoseexplicageológicamente.Endeterminada época, la tierra sólo estaba formada por una corteza elástica,sometidaamovimientosalternativoshaciaarribayhaciaabajo,envirtudde

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lasleyesdelaatracción.Esprobablequeseprodujesenciertoshundimientosdelsuelo,yqueunapartedelosterrenossedimentariosfuesearrastradahastaelfondodelosabismossúbitamenteabiertos.

—Asídebeser.Perosienestasregionessubterráneashanvividoanimalesantediluvianos, ¿quién nos dice que algunos de estos monstruos no andentodavíaerrantesporestasselvasumbrosasodetrásdeesasrocasescarpadas?

Al concebir esta idea, escudriñé, no sin ciertopavor, losdiversospuntosdelhorizonte:peroningúnservivientedescubríenaquellasplayasdesiertas.

Me encontraba un poco fatigado, y fui a sentarme entonces en laextremidad de un promontorio a cuyo pie las olas venían a estrellarse conestrépito.Desdeallímimiradaabarcaba todaaquellabahía formadaporunaescotaduradelacosta.Ensufondoexistíaunpequeñopuertonatural,formadoporrocaspiramidales,cuyastranquilasaguasdormíanalabrigodelviento,yen el cual hubieran podido hallar seguro asilo un bergantín y dos o tresgoletas.Hastameparecíaqueibaapresenciarlasalidadeéldealgúnbuquecon todo el aparejo desplegado y que lo iba a ver navegar a un largo,empujadoporlabrisadelSur.

Empero esta ilusión se disipó rápidamente. Nosotros éramos los únicosseresvivientesdeaquelmundosubterráneo.Enciertosrecalmonesdelviento,unsilenciomásprofundoqueelquereinaenlosdesiertosdescendíasobrelasáridas rocas y pasaba sobre el océano. Entonces procuraba penetrar conmimiradalasapartadasbrumas,desgarraraqueltelóncorridosobreelfondodelmisterioso horizonte. ¡Cuántas preguntas acudían en tropel a mis labios!¿Dónde terminaba aquel mar? ¿Dónde conducía? ¿Podríamos alguna vezreconocerlasorillasopuestas?

Mi tío, por su cuenta, no dudaba de ello. En cuanto amí, lo temía y lodeseabaalavez.

Después de contemplar por espacio de una hora aquel maravillosoespectáculo, emprendimos otra vez el camino de la playa para regresar a lagruta,ybajolaimpresióndelasmásextrañasideas,medormíprofundamente.

CAPÍTULOXXXI

Aldía siguiente,medesperté completamente curado.Penséqueunbañomeseríaaltamentebeneficioso,ymefuiasumergir,durantealgunosminutos,enlasaguasdeaquelmarquees,singénerodeduda,elquetienemásderechoquetodosalnombredeMediterráneo.

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Volvía lagrutaconunexcelenteapetito.Hansestabacocinandonuestrofrugalalmuerzo.Comodisponíadeaguayfuego,pudodaralgunavariaciónanuestrasordinariascomidas.Alahoradelospostres,nossirvióalgunastazasdecafé,yjamásestedeliciosobrebajemepareciótanexquisitoalpaladar.

—Ahora—dijomi tío—,ha llegado la hora de lamarea, y nodebernosdesperdiciarlaocasióndeestudiarestefenómeno.

—¡Cómolamarea!—exclamé.

—Sinduda.

—¿Hastaaquíllegalainfluenciadelsolydelaluna?

—¿Porquéno?¿Acasonosehallanloscuerpossometidosenconjuntoalosefectosdelagravitaciónuniversal?Pues,siendoasí,nopuedesubstraerseestamasa de agua a la ley general. Por consiguiente, a pesar de la presiónatmosféricaqueseejerceensusuperficievasaverlasubircomoelAtlánticomismo.

En aquelmomentopisábamos la arenade la playa, y las olas avanzabancadavezmássobreella.

—Yacomienzaasubirlamarea—exclamé.

—SíAxel,yajuzgarporestasmarcasdeespuma,puedesverquehandeelevarselasaguasaproximadamentediezpies.

—¡Esmaravilloso!

—No,eslomásnatural.

—Usteddiráloquequiera,peroamítodoestomepareceextraordinario,yapenassimeatrevoadarcréditoamisojos.¿Quiénhubieraimaginadojamásquedentrodelacertezaterrestreexistieraunverdaderoocéano,consusflujosyreflujos,susbrisasysustempestades?

—¿Porquéno? ¿Existeporventura alguna razón físicaque seoponga aella?

—Ninguna,desdeelmomentoqueesprecisoabandonarlateoríadelcalorcentral.

—¿Desuerteque,hastaaquí,lateoríadeDavyseencuentrajustificada?

—Evidentemente,ysiendoasí,nohaynadaqueseopongaalaexistenciademaresodecampiñasenelinteriordelglobo.

—Sinduda,peroinhabitados.

—Pero, ¿porqué estas aguasnohandepoder albergar algunospecesdeespeciesdesconocidas?

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—Seadeelloloquequiera,hastaelmomentoactualnohemosvistoniunosolo.

—Podemos improvisar algunos aparejos, y ver si los anzuelos obtienenaquíabajotanbuenéxitocomoenlosocéanossublunares.

—Loensayaremos,Axelporqueesprecisopenetrar todos lossecretosdeestasregionesnuevas.

—Pero, ¿dónde estamos tío? Porque no le he dirigido hasta ahora estapreguntaquesusinstrumentosdeustedhandebidocontestar.

—Horizontalmente,atrescientascincuentaleguasdeIslandia.

—¿Tanlejos?

—Tengolaseguridaddenohabermeequivocadoenquinientastoesas.

—¿YlabrújulasigueindicandoelSudeste?

—Sí,conunainclinaciónoccidentaldediecinuevegradosycuarentaydosminutos, exactamente igual que en la superficie de la tierra. Respecto a suinclinación ocurre un hecho curioso que he observado con la mayorescrupulosidad.

—¿Quéhecho?

—Que la aguja, en vez de inclinarse hacia el polo, como ocurre en elhemisferioboreal,selevanta,porelcontrario.

—Eso parece indicar que el centro de atracciónmagnética se encuentracomprendidoentralasuperficiedelgloboyellugardondenoshallamos.

—Exacto;y,probablemente,sillegásemosbajolasregionespolares,haciael grado 70 en que Jacobo Ross descubrió el polo magnético, veríamos laagujaenposiciónvertical.Así,pues,estemisteriosocentrodeatracciónnosehallasituadoaunagranprofundidad.

—Cierto,yésteesunhechoquelaciencianohasospechadosiquiera.

—Laciencia,hijomío,estállenadeerrores;perodeerroresqueconvieneconocer,porqueconducenpocoapocoalaverdad.

—Y,¿aquéprofundidadnoshallamos?

—Aunaprofundidaddetreintaycincoleguas.

—De esta suerte—observé—, estudiando atentamente elmapa, tenemossobrenuestrascabezaslapartemontañosadeEscocia,dondeestánlosmontesGrampianos,cuyascimascubiertasdenieveseelevanaunaalturaprodigiosa.

—Sí—respondióelprofesorsonriendo—,lacargaesalgopesada;perola

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bóveda es sólida. El sabio arquitecto, autor del universo, la construyó conbuenosmateriales, y jamás hubieran podido los hombres darle dimensionestangrandes.¿Quésonlosarcosdelospuentesylasbóvedasdelascatedralesal ladodeestanavede tres leguasde radio,bajo lacualpuededesarrollarselibrementeunocéanocontodassustempestades?

—¡Oh! No temo por cierto, que el cielo pueda caérseme encima de lacabeza.Y,ahora,dígame,tío,¿cuálessonsusproyectosdeusted?¿Nopiensaustedregresaralasuperficiedelglobo?

—¿Regresar?¡Quédisparate!Porelcontrario,proseguirnuestroviaje,yaquetodo,hastaahora,noshasalidotanbien.

—Sin embargo, no veo el medio de penetrar por debajo de esta llanuralíquida.

—No te imagines que pienso arrojarme a ella de cabeza. Pero si losocéanosno son,propiamentehablando,másque lagos,puestoque sehallanrodeados de tierra, con mayor razón lo es este mar interior que se hallacircunscritoporelmacizodegranito.

—Esonocabeduda.

—Puesbien, en la orilla opuesta tengo la seguridadde encontrar nuevassalidas.

—¿Quélongitudlecalculaustedaesteocéano?

—Treintaocuarentaleguas.

—¡Ah! —exclamé yo, sospechando que este cálculo bien podía serinexacto.

—Demaneraquenotenemostiempoqueperder,ymañananosharemosalamar.

Involuntariamente, busqué con los ojos el barco que habría detransportarnos.

—¡Ah!—dije—. ¿Nos vamos a embarcar?Me parecemuy bien.Y, ¿enquébuquetomaremospasaje?

—Noseráenningúnbuque,hijomío,sinoenunasólidabalsa.

—Unabalsa—exclamé—;unabalsaescasitandifícildeconstruircomounbuque:y,pormásquemiro,noveo…

—Ciertoquenoves,Axel;perosiescuchases,oirías.

—¿Oír?

—Sí, ciertos martillazos que te demostrarían que Hans no está con los

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brazoscruzados.

—¿Estáconstruyendounabalsa?

—Sí.

—Cómo¿Haderribadoyaalgunosárbolesconelhacha?

—¡Oh!losárbolesestabanyaderribados.Venyverássuobra.

Despuésdeuncuartodehorademarcha,descubrí aHans trabajando, alotro lado del promontorio que formaba el puerto natural; y unosmomentosdespués, me hallaba a su lado. Con gran sorpresa mía, contemplé sobre laarena una balsa, ya medio terminada, construida con vigas de una maderaespecial: y un gran número de maderos de curvas y de ligaduras de todaespecie cubrían materialmente el suelo. Había allí para construir una flotaentera.

—Tío—dije—,¿quémaderaesesta?

—Son pinos, abetos, abedules y todas las especies de coníferas de lospaísesseptentrionales,mineralizadasporlaaccióndelaguadelmar.

—¿Esposible?

—Estoesloquesellamasurtarbrandr,omaderafósil.

—Peroentoncesdeberántener,comolignitos,ladurezadelapiedra,ynopodránflotar.

—A veces ocurre eso. Hay maderas de éstas que se convierten enverdaderasantracitas;perootras,comolasqueves,nohanexperimentadoaúnmásqueunprincipiodefosilización.Yaverás.

Yacompañandolaacciónalapalabra,anegóalmarunodeaquellostrozosdemadera, el cual,despuésde sumergirse,volvióa subir a la superficiedelagua,dondeflotómecidoporlasolas.

—¿Tehasconvencido?—mepreguntómitío.

—Convencidoprincipalmentedequetodoloqueveoesincreíble.

Al anochecer del siguiente día, gracias a la habilidad de Hans, estabaterminada labalsa,quemedíadiezpiesde longitudporcincodeancho.Lasvigasdesurtarbrandr,amarradasunasaotrasconresistentescuerdas,ofrecíanuna superficie bien sólida, y una vez lanzada al agua, la improvisadaembarcaciónflotótranquilamentesobrelasolasdelmardeLidenbrock.

CAPÍTULOXXXII

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El13deagostonos levantamosmuydemañana.Se tratabade inaugurarunnuevogénerodelocomociónrápidaypocofatigosa.

Un mástil hecho con dos palos jimelgados, una verga formada por unatercera percha y una vela improvisada con nuestras mantas, componían elaparejo de nuestra balsa. Las cuerdas no escaseaban, y el conjunto ofrecíabastantesolidez.

Alasseis,dioelprofesorlaseñaldeembarcar.Losvíveres,losequipajes,losinstrumentos,lasarenasyunagrancantidaddeaguadulcehabíansidodeantemanoacomodadosencimadelabalsa.Larguélaamarraquenossujetabaalaorilla,orientamoslavelaynosalejamosconrapidez.

Enelmomentodesalirdelpequeñopuerto,mitío,queasignabaunagranimportanciaalanomenclaturageográfica,quisodarleminombre.

—Afemía—dijeyo—,quetengootromejorqueproponerausted.

—¿Cuál?

—ElnombredeGraüben:Puerto-Graüben;creoqueesbastantesonoro.

—PuesvayaporPuerto-Graüben.

Yheaquídequémanerahubodevincularseanuestrafelizexpediciónelnombredemiamadacurlandesa.

LabrisasoplabadelNordeste,locualnospermitiónavegarvientoenpopaaunagranvelocidad.Aquellascapastandensasdelaatmósferaposeíanunaconsiderable fuerza impulsiva, y obraban sobre la vela como un potenteventilador.

Al cabo de una hora, pudo mi tío darse cuenta de la velocidad quellevábamos.

—Siseguimoscaminandodeestemodo—dijo—,avanzaremoslomenostreintaleguascadaveinticuatrohoras,ynotardaremosenverlaorillaopuesta.

Sinresponder,fuiasentarmeenlapartedelanteradelabalsa.Yalacostaseptentrionalseesfumabaenelhorizonte; losdosbrazosdelgolfoseabríanampliamente como para facilitar nuestra salida. Delante de mis ojos seextendíaunmar inmenso;grandesnubespaseaban rápidamente sus sombrasgigantescas sobre la superficie del agua. Los rayos argentados de la luzeléctrica, reflejados acá y allá por algunas grietas, hacían brotar puntosluminosossobreloscostadosdelaembarcación.

Notardamosenperderdevistalatierra,desapareciendoasítodopuntodereferencia; y, a no ser por la estela espumosa que tras sí dejaba la balsa,hubierapodidocreerquepermanecíaenunainmovilidadperfecta.

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A eso del mediodía, vimos flotar sobre la superficie del agua algasinmensas. Me era conocido el poder vegetativo de estas plantas, que searrastran, a una profundidad de más de 12.000 pies, sobre el fondo de losmares,sereproducenbajounapresióndecercade400atmósferasyformanamenudobancosbastanteconsiderablesparadetenerlamarchadelosbuques;pero creo que jamás hubo algas tan gigantescas como las del mar deLidenbrock.

Nuestra balsa pasó al lado de ovas de 3.000 y 4.000 pies de longitud,inmensasserpientesqueseprolongabanhastaperdersedevista.Meentreteníaenseguirconlamiradasuscintas infinitas,conlaesperanzadedescubrirsuextremidad; mas, después de algunas horas, se cansaba mi impaciencia,aunquenomiadmiración.

¿Qué fuerzanaturalpodíaproducir talesplantas? ¡Qué fantásticoaspectodebiópresentarlatierraenlosprimerossiglosdesuformación,cuando,bajolaaccióndelcalory lahumedad,el reinovegetal sólosedesarrollabaensusuperficie!

Llegó lanoche,y,comohabíaobservado lavíspera la luznodisminuyó.Eraunfenómenoconstanteconcuyaduraciónindefinidasepodíacontar.

Después de la cena,me tendí al pie delmástil, y no tardé en dormirme,arrulladopormágicossueños.

Hans,inmóvil,conlacañadeltimónenlamano,dejabadeslizarselabalsa,que, impelida por el viento en popa cerrada, no necesitaba siquiera serdirigida.

Desde nuestra ida de Puerto-Graüben, me había confiado el profesorLidenbrock la tarea de llevar el Diario de Navegación, anotando en él lasmenoresobservaciones,yconsignandolosfenómenosmásinteresantes,comoladireccióndelviento,lavelocidaddelamarcha,elcaminorecorrido,enunapalabra,todoslosincidentesdeaquellaextrañanavegación.

Me limitaré, pues, a reproducir aquí estas notas cotidianas, dictadas, pordecirloasí,porlosmismosacontecimientos,afindequeresultemásexactalanarracióndenuestratravesía.

Viernes14deagosto.

Brisa igualdeNO.Labalsa sedeslizaen línea rectayagranvelocidad.Queda la costa a 30 leguas a sotavento. Sin novedad en la descubierta dehorizontes. La intensidad de la luz no varía. Buen tiempo, es decir, que lasnubessonaltas,pocoespesasybañadasenunaatmósferablancaqueparecedeplatafundida.

Termómetro:+32°centígrados.

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Amediodía,preparaHansunanzueloen laextremidaddeunacuerda, leceba conunpocode carney lo echa almar.Pasandoshoras sinquepiqueningún pez. ¿Estarán deshabitadas estas aguas?No. Se siente una sacudida,Hanscobraelaparejoysacadelaguaunpezquepugnaconvigorporescapar.

—¡Unpez!—exclamamitío.

—¡Esunsollo!—exclamoamivez—,¡unsollopequeñito!

Elprofesorexaminaatentamentealanimalynoesdemimismaopinión.Este pez tiene la cabeza chata y redondeada, y la parte anterior del cuerpocubiertodeplacasóseas;carecededientesenlaboca,ysusaletaspectorales,bastantedesarrolladas, se ajustan a su cuerpodesprovistode cola.Perteneceindudablementealordenenquelosnaturalistashanclasificadoalsollo,perosediferenciadeélendetallesbastantesesenciales.

Mitíonoseequivoca,porque,despuésdeuncortoexamen,dice:

—Estepezperteneceaunafamiliaextinguidahaceyasiglos,delacualseencuentranrestosfósilesdelosterrenosdevonianos.

—¡Cómo!—digoyo—.¿Habremoscogidovivounodeesoshabitantesdelosmaresprimitivos?

—Sí—responde el profesor, reanudando sus observaciones—, y ya vesqueestospecesfósilesnotienenningúnparecidoconlasespeciesactuales;desuerteque,elposeerunodeestosseresvivos,esunaverdaderadichaparaunnaturalista.

—Pero,¿aquéfamiliapertenece?

—Alordendelosganoideos,familiadeloscefalospidos,género…

—¿Lodiráusted?

—Génerodelospterichthys;seríacapazdejurarlo.Peroéstosofrecenunaparticularidad que dicen que es privativa de los peces de las aguassubterráneas.

—¿Cuál?

—Quesonciegos.

—¡Ciegos!

—No solamente ciegos, sino que carecen en absoluto de órgano de lavisión.

Miroyveoqueesverdad;peroestopuedeseruncasoaislado.

Cebaelguíanuevamenteelanzueloyloechaalagua.Enesteocéanodebeabundar lapescadeunmodoextraordinario,porque,endoshoras,cogemos

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unagrancantidaddepterichthys,ydeotrospecespertenecientesaotrafamiliaextinguida también, losdiptéridos,mascuyogéneronopuededeterminarmitío.Todoselloscarecendeórganodelavisión.Estainesperadapescarenovóventajosamentenuestrasprovisiones.

Parece,pues,demostradoqueestemarsolamentecontieneespeciesfósiles,en las cuales los peces, lo mismo que los reptiles, son tanto más perfectoscuantomásantiguaessucreación.

Tal vez encontremos algunos de esos saurios que la ciencia ha sabidorehacerconunfragmentodehuesoodecartílago.

Tomo el anteojo y examino el mar. Está desierto. Sin duda nosencontramosaúndemasiadopróximasalascostas.

Entoncesmirohaciaelaire.¿Porquénobatiríanconsusalasestaspesadascapas atmosféricas esas aves reconstruidas por Cuvier? Los peces lesproporcionarían un excelente alimento. Examino el espacio, pero los airesestántandeshabitadoscomolasplayas.

Miimaginación,sinembargo,mearrastraalasmaravillosashipótesisdelapaleontología. Sueño despierto. Creo ver en la superficie de las aguas esosenormesquersitos,esastortugasantediluvianasquesemejanislotesflotantes.Meparecevertransitarporlassombríasplayasalosgrandesmamíferosdelosprimeros días de la creación: el leptoterio, encontrado en las cavernas delBrasil;elmericoterio,venidode las regionesheladasdeSiberia.Másalláelpaquidermo lofiodón, ese gigantesco tapir que se oculta detrás de las rocaspara disputar su presa al anoploterio, animal extraño que participa delrinoceronte, del caballo, del hipopótamo y del camello, como si elCreador,queriendo acabar pronto en los primeros días del mundo, hubiese reunidovariosanimalesenunosolo.Elgigantescomastodontehacegirarsutrompaytritura con sus colmillos las piedras de la orilla, en tanto que elmegaterio,sostenido sobre sus enormes patas, escarba la tierra despertando con susrugidoselecodelossonorosgranitos.Másarriba,elprotopiteco,primersimioque hizo su aparición sobre la superficie del globo, se encarama a las másempinadas cumbres. Más alto todavía, el pterodáctilo, de manos aladas, sedeslizacomounenormemurciélagosobreelairecomprimido.Porúltimo,enlas últimas capas, inmensas aves, más potentes que el casoar, másvoluminososqueel avestruz,despliegansusampliasalasyvanadarcon lacabezacontralapareddelabóvedadegranito.

Todoestemundofósilrenaceenmiimaginación.Meremontoalasépocasbíblicas de la creación, mucho antes del nacimiento del hombre, cuando latierraincompletanoeraaúnsuficienteparaéste.Misueñoseremontadespuésaún más allá de la aparición de los seres animados. Desaparecen losmamíferos,despuéslospájaros,mástardelosreptilesdelaépocasecundaria,

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y, por fin, los peces, los crustáceos, los moluscos y los articulados. Loszoófitos del período de transición se aniquilan a su vez. Toda la vida de latierraquedaresumidaenmí,ymicorazóneselúnicoquelateenestemundodespoblado.Dejadehaberestaciones,desaparecenlosclimas;elcalorpropiodelgloboaumentasincesaryneutralizaeldelsol.Lavegetaciónseexagera;pasocomounasombraenmediodeloshelechosarborescentes,hollandoconmispasosinciertoslasirisadasarcillasylosabigarradosasperonesdelsuelo;meapoyoenlostroncosdelasinmensasconíferas;meacuestoalasombradelosesfenofilos,de losasterofilosyde los licopodiosquemidencienpiesdealtura.

Los siglos transcurren como días; me remonto a la serie de lastransformaciones terrestres; las plantas desaparecen; las rocas graníticaspierdensudureza:elestadolíquidovaareemplazaralsólidobajolaaccióndeuncalormásintenso;lasaguascorrenporlasuperficiedelglobo;hiervenysevolatilizan; los vapores envuelven la tierra, que lentamente se reduce a unamasagaseosa,alatemperaturadelrojoblanco,deunvolumenigualaldelsolyconbrilloigualalsuyo.

En el centro de esta nebulosa, un millón cuatrocientas mil veces másvoluminosa que el globo que ha de formar un día soy arrastrado por losespacios interplanetarios; el cuerpo se sutiliza, se sublima a su vez, y semezclacomounátomoimponderableaestosinmensosvaporesquetrazanenelinfinitosuórbitainflada.

¡Quésueño!¿Adóndemelleva?Mimanofebrilviertesobreelpapelsusextraños pormenores.Lo he olvidado todo: ¡el profesor, el guía, la balsa…!Unaalucinaciónbaseapoderadademiespíritu…

—¿Quétienes?—mepreguntamitío.

Misojosdesencajadossefijansobreél,sinverlo.

—¡Tencuidado,Axel,quetevasacaeralmar!

Almismotiempo,mesientovigorosamentecogidoporlamanodeHans.Anoserporesteauxilio,mehabríaprecipitadoenelmarbajoelimperiodemisueño.

—Pero,¿esquesehavueltoloco?—preguntaelprofesor.

—¿Quéocurre?—exclamévolviendoamí.

—¿Estásenfermo?

—No;hetenidounmomentodealucinación,peroyasemehapasado.¿Nohaynovedadninguna?

—No.Labrisaesfavorableyelmarestácomounplato.Marchamosauna

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velocidad considerable, y, si mis cálculos no me engañan, no tardaremosmuchoenllegaralaorillaopuesta.

Aloírestaspalabras,melevantoyexaminoelhorizonte;perolalíneadelaguasesigueconfundiendoconlaqueformanlasnubes.

CAPÍTULOXXXIII

Sábado15deagosto.

El mar conserva su monótona uniformidad. No se ve tierra alguna. Elhorizontepareceextraordinariamenteapartado.

Tengotodavíalacabezaaturdidaporlaviolenciademisueño.

Mitíonohasoñado,peroestádemalhumor;escudriñatodoslospuntosdelespacioconsuanteojo,ysecruzaluegodebrazosconairedespechado.

Observo que el profesor Lidenbrock tiende a ser otra vez el hombreimpacientedeantes,yconsignoelhechoenmidiario.Sólomissufrimientosypeligrosdespertaronenélun rasgodehumanidad;pero,desdequemepusebiendeltodo,havueltoaserelmismo.Sinembargo,nomeexplicoporquéseimpacienta. ¿No estamos realizando el viaje en las más favorablescircunstancias?¿Nocaminalabalsaconunavelocidadasombrosa?

—¿Estáustedinquieto, tío?—lepreguntealverlafrecuenciaconqueseechaelanteojoolacara.

—¿Inquieto,dices?No.

—¿Impaciente,talvez?

—Paraellonofaltanmotivos.

—Sinembargo,marchamosconunavelocidad…

—¿Quémeimporta?Loquemepreocupaamínoesquelavelocidadseapequeña,sinoqueelmaresmuygrande.

Meacuerdoentoncesqueelprofesor,antesdenuestrapartida,calculabaentreinta leguas la longituddeaquelmarsubterráneo,yhabíamos recorridoyaunespaciotresvecesmayorsinquelascostasdelSursedivisasenaún.

—Esquenodescendemos—prosiguióelprofesor—.Todoestoestiempoperdido, y, como comprenderás, no he venido tan lejos para hacer unaexcursiónenboteporunestanque.

¡Llamaaestatravesíaunaexcursiónenbote,yaestemarunestanque!

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—Pero—le contesto yo—, desde elmomento en que hemos seguido elcaminoindicadoporSaknussemm.

—Esa es precisamente la cuestión. ¿Hemos realmente seguido estecamino? ¿Hubo de encontrar Saknussemm esta extensión de agua? ¿Laatravesó?¿Nonoshabráengañadoesearroyueloquetomamosporguía?

—En todo caso, no nos debe pesar el haber llegado hasta aquí. Esteespectáculoesmagnífico,y…

—¿Quiénpiensaenespectáculos?Mehepropuestounobjetivoymideseoesalcanzarlo.¡Nomehables,pues,deespectáculos!

Tomode laadvertenciabuenanota,ydejoalprofesorquesemuerda loslabiosdeimpaciencia.Alascinco,reclamaHanssupaga,yseleentregantresrixdales.

Domingo16deagosto.

Noocurrenovedad.Elmismotiempo.Elvientotieneunaligeratendenciaarefrescar.Miprimercuidado,aldespertarme,esobservarlaintensidaddelaluz,puessiempre temoqueel fenómenoeléctricosedebiliteyextinga.Peronoocurreasí;lasombradelabalsasedibujadistintamentesobrelasuperficiedelasaguas.

¡Verdaderamente este mar es infinito! Debe tener la longitud delMediterráneo,yquiénsabesidelAtlántico.¿Porquéno?

Mitíosondeaconfrecuencia;ataunpicoalextremodeunacuerda,ydejasalir doscientas brozas sin encontrar fondo, costándonos gran trabajo izarnuestrasonda.

Cuando tenemos a bordo el pico, me hace notar Hans unas señalesclaramentemareadasqueseobservanenél.Sediríaqueestetrozodehierrohasidovigorosamenteoprimidoentredoscuerposduros.

Yomiroalcazador.

—Tänder!—medice.

Como no lo comprendo, me vuelvo hacia mi tío, que se hallacompletamenteabsorbidoensusreflexiones,ynomeatrevoasacarledeellas.Interrogodenuevoconlavistaalislandés,yéste,abriendoycerrandovariasveceslabocamehacecomprendersupensamiento.

—¡Dientes!—exclamoasombrado,examinandoconmásatenciónlabarradehierro.

¡Sí! ¡Son dientes cuyas puntas han quedado impresas en el duro metal!¡Lasmandíbulasqueguarnezcandebenposeerunafuerzaprodigiosa!¿Seráun

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monstruo perteneciente a alguna especie extinguida que se agita en lasprofundidadesdelmar,másvorazqueeltiburónymásterriblequelaballena?Nopuedoapartarmimiradadeestabarramedioroída.¿Sevaaconvertirenrealidadmisueñodelanocheúltima?

Durantetodoeldía,meagitanestospensamientos,yapenaslogracalmarmiimaginaciónunsueñodealgunashoras.

Lunes17deagosto.

Procurorecordarlosinstintosparticularesdeestosanimalesantediluvianosdelaépocasecundaria,quesucedieronalosmoluscos,crustáceosypeces,yprecedierona laapariciónde losmamíferossobre lasuperficiedelglobo.Elmundopertenecíaentoncesalosreptilesmonstruosquereinaroncomoseñoresen losmares jurásicos. Les había dotado la Naturaleza de lamás completaorganización. Qué gigantesca estructura. ¡Qué fuerzas prodigiosas! Lossauriosactuales,caimanesococodrilos,mayoresymástemibles,nosonsinoreduccionesdebilitadasdesusprogenitoresdelasprimerasedades.

Me estremezco nadamás que al recordar estosmonstruos. Nadie los havisto vivos. Hicieron su aparición sobre la tierra mil siglos antes que elhombre;perosusosamentasfósiles,encontradasenesascalizasarcillosasquelos ingleses llaman lias, han permitido reconstruirlos anatómicamente yconocersuconformacióncolosal.

Hevisto en elmuseodeHamburgo el esqueletodeunode estos sauriosquemedíatreintapiesdelongitud.¿Estaréporventuradestinadoyo,habitantedelasuperficieterrestre,aencontrarmecaraacaraconalgúnrepresentantedeunafamiliaantediluviana?¡No!¡Esoesunimposible!Y,sinembargo,laseñaldeunosdientespoderososestábienmarcadaen labarradehierro,ybienseechadever,porsushuellas,quesoncónicoscomolosdelcocodrilo.

Misojossefijanconespantoenelmar;temoverlanzarsesobrenosotrosunodeestoshabitantesdelascavernassubmarinas.

SupongoqueelprofesorLidenbrockparticipademis ideas, sinodemistemores;porque,despuésdehaberexaminadoelpico,recorreconlamiradaelOcéano.

«¡Malhaya!»piensoyo«laideaquehatenidodesondar».¡Haturbadoensuretiroaalgúnanimalmarino,ysiduranteelviajenosomosatacados…!

Echounamiradaalasarmas,ymeasegurodequeestánenbuenestado.Mitíoobservamimaniobraylaapruebaconungesto.

Yaciertosremolinosqueseadviertenenlasuperficiedelaguadenuncianlaagitacióndesuscapasinteriores.Elpeligroseaproxima.Esprecisovigilar.

Martes18deagosto.

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Llega la noche, o, por mejor decir, el momento en que el sueño quierecerrarnuestrospárpados;porqueenestemarnohaynoche,ylaimplacableluzfatiganuestrosojosdeunamaneraobstinada,comosinavegásemosbajoelsoldelosocéanosárticos.Hansgobiernaeltimón,y,mientrasélhacesuguardia,yoduermo.

Doshorasdespués,medespiertaunasacudidaespantosa.Labalsahasidoempujadafueradelaguaconindescriptibleviolenciayarrojadaaveintetoesasdedistancia.

—¿Quéocurre?—exclamamitío—.¿Hemostocadoenunbajo?

Hans señala con el dedo, a una distancia de doscientas toesas, unamasanegruzcaqueseelevaydeprimealternativamente.

Yomiroenladirecciónindicada,yexclamo:

—¡Esunamarsopacolosal!

—Sí—replica mi tío—, y he aquí ahora un lagarto marino de tamañoextraordinario.

—Y más lejos un monstruoso cocodrilo. ¡Mire usted qué terriblesmandíbulas,guarnecidasdedientesespantosos!Pero,¡ah!¡desaparece!

—¡Unaballena!¡Unaballena!—exclamaentonceselprofesor—.Distingounasenormesaletas.¡Miraelaireyelaguaquearrojaporlasnarices!

Enefecto,dos líquidascolumnasseelevanaconsiderablealturasobreelniveldelmar.Permanecemosatónitos,sobrecogidos,estupefactosanteaquellacolección de monstruos marinos. Poseen dimensiones sobrenaturales, y elmenosvoluminosodeellosdestrozaría labalsadeunasoladentellada.Hansquiere virar en redondo con objeto de esquivar su vecindad peligrosa; perodescubre por la banda opuesta otros enemigos no menos formidables: unatortuga de cuarenta pies de ancho, y una serpiente que mide treinta delongitud,yalargasuenormecabezaporencimadelasolas.

Esimposiblehuir.Estosreptilesseaproximan;danvueltasalrededordelabalsaconunavelocidadmenorqueladeuntrenexpreso,ytrazanentornodeellacírculosconcéntricos.Yohecogidomicarabina;pero,¿quéefectopuedeproducirunabalasobrelasescamasquecubrenloscuerposdeestosanimales?

Permanecemosmudosdeespanto.¡Yavienenhacianosotros!Porunlado,el cocodrilo; por el otro, la serpiente. El resto del rebaño marino hadesaparecido.Medispongoahacerfuego,peroHansmedetieneconmisigno.Lasdosbestiaspasanacincuentatoesasdelabalsa,seprecipitanelunosobreelotroysufurornolapermitevernos.

Elcombateseempeñaacientoesasdelabalsa,yvemosclaramentecómo

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losdosmonstruosseatacan.

Peromepareceque ahora losotros animales acuden a tomarparte en laluchalamarsopa,laballena,ellagarto,latortuga;losentreveoacadainstante.Selosmuestroalislandés,yéstemuevelacabezaensentidonegativa.

—Tra—diceconcalma.

—¡Cómo!¡Dos!Pretendequesólolosanimales…

—Y tiene mucha razón—exclama mi tío, que no aparta el anteojo delgrupo.

—¿Esposible?

—¡Ya lo creo! El primero de estos monstruos tiene hocico de marsopa,cabeza de lagarto, dientes de cocodrilo, y por esto nos ha engañado. Es elictiosauro,elmástemibledelosanimalesantediluvianos.

—¿Yelotro?

—Elotroesunaserpienteescondidabajoelcaparazóndeunatortuga;elplesiosauro,implacableenemigodelprimero.

Hans tiene mucha razón. Sólo dos monstruos turban de esta manera lasuperficie del mar, y tengo ante mis ojos dos reptiles de los primitivosocéanos.Veo el ojo ensangrentado del ictiosauro, que tiene el tamaño de lacabeza de un hombre. La Naturaleza le ha dotado de un aparato óptico deextraordinariopoder,capazderesistir lapresióndelascapasdeaguaenquehabita. Se le ha llamado la ballena de los saurios, porque posee su mismavelocidadytamaño.Sulongitudnoesinferioracienpies,y,cuandosacadelagua las aletas verticales de su cola, me hago cargo mejor de su enormemagnitud. Sus mandíbulas son enormes, y, según los naturalistas, no poseemenosde182dientes.

Elplesiosauro,serpientedetroncocilíndrico,tienelacolacortaylaspatasdispuestas en forma de remos. Su cuerpo se halla todo él revestido de unenorme carapacho, y su cuello, flexible como el del cisne, se yergue treintapiessobrelasolas.

Losdosanimalesseatacanconindescriptiblefuria.Levantanmontañasdeaguaquelleganhastalabolsa,ynosponenveintevecesapuntodezozobrar.Seoyensilbidosdeuna intensidadprodigiosa.Lasdosbestiasseencuentranenlazadas,nosiéndomeposibledistinguirlaunadelaotra.¡Hayquetemerlotododelafuriadelvencedor!

Transcurre una hora, dos, y continúa la lucha con el mismoencarnizamiento.Loscombatientesseaproximanalabalsaunasvecesyotrassealejandeella.Permanecemosinmóviles,dispuestosahacerfuego.

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De repente, el ictiosauro y el plesiosauro desaparecen produciendo unenormeremolino.¿Vaaterminarelcombateenlasprofundidadesdelmar?

Pero,deimproviso,unaenormecabezaselanzafueradelagua:lacabezadelplesiosauro.Elmonstruoestáheridodemuerte.Nodescubrosuinmensocarapacho.Sólo su largo cuello se yergue, se abate, se vuelve a levantar, seencorva,azota la superficiedelmarcomoun látigogigantescoyse retuercecomo una lombriz dividido en dos pedazos. Salta el agua a considerabledistancia y nos ciegamaterialmente; pero pronto toca a su fin la agonía delreptil; disminuyen sus movimientos, decrecen sus contorsiones, y su largotronco de serpiente se extiende como una masa inerte sobre la serenasuperficiedelmar.

Encuantoalictiosauro,¿haregresadodenuevoasucavernasubmarinaovaareaparecerotravez?

CAPÍTULOXXXIV

Miércoles19deAgosto.

Elviento,porfortuna,quesoplaconbastantefuerza,noshapermitidohuirrápidamentedel teatrodel combate.Hans sigue siempre empuñando la cañadel timón.Mi tío, a quien los incidentes del combate han hecho olvidar demomento sus absorbentes ideas, vuelve a examinar el mar con la mismaimpacienciaqueantes.

El viaje recobra de nuevo su uniformidad monótona que no deseo verinterrumpidoporpeligrostaninminentescomoelquecorrimosayer.

Jueves20deagosto.

BrisaNNEbastantedesigual.Temperaturaelevada.Marchamosarazóndetresleguasymediaporhora.

Aesodemediodía,seoyeunruidolejano.

Consignoelhechosinsabercuálpuedasersuexplicación.Esunmugidocontinuo.

—Hay —dice el profesor—, a alguna distancia de aquí, alguna roca oislotecontraelcualseestrellanlasolas.

Hans sube al extremo del palo, pero no descubre ningún escollo. Lasuperficiedelmaraparecetodalisahastaelmismohorizonte.

Así transcurren treshoras.Losmugidosparecenprovenirdeunacatarata

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lejana.

Manifiestomi opinión ami tío, que sacude la cabeza. Esto no obstantetengo la convicción de que nome equivoco. ¿Correremos tal vez hacia unacatarata que nos precipitará en el abismo? Es posible que este género dedescenso seadel agradodel profesor, porque se acerca a la vertical; pero loqueesamí…

En todo caso, se produce no lejos de aquí un fenómeno ruidoso, porqueahora los rugidos se oyen con gran violencia. ¿Proceden del Océano o delcielo?

Dirijomismiradashacialosvaporessuspendidosenlaatmósfera,ytratodesondarsuprofundidad.Elcieloestátranquilo;lasnubes,transportadasalaparte superior de la bóveda, parecen inmóviles y se pierden en la intensairradiacióndelaluz.Espreciso,portanto,buscarporotroladolaexplicacióndeesteextrañofenómeno.

Examinoentonceselhorizontequeestálimpioysinbrumas.Suaspectonohacambiado.Perosiesteruidoprovienedeunacatarataodeunsaltodeagua;sitodoesteOcéanoseprecipitaenunestuarioinferior;siestosmugidossonproducidosporlacaídadeunagranmasadeagua,debelacorrienteactivarse,ysucrecientevelocidadpuededarmelamedidadelpeligroquenosamenaza.Observolacorriente,yveoqueesnula.Unabotellavacíaquearrojoalmar,sequedaasotavento.

A eso de los cuatro, se levantaHans, aproximase al palo y trepa por élhastaeltope.RecorredesdeallíconlamiradaelarcodecírculoqueelOcéanodescribedelantedelabalsaysedetieneenunpunto.Susemblantenoexpresalamáslevesorpresa;perosusojospermanecenfijos.

—Algohavisto—exclamamitío.

—Asílocreotambién.

Hansdesciende,yseñalahaciaelSurconlamano,diciendo:

—Dernere!

—¿Alláabajo?—respondemitío.

Ycogiendoelanteojo,miraconlamayoratenciónduranteunminuto,queamímepareceunsiglo.

—¡Sí,sí!—exclamadespués.

—¿Quéveusted?

—UnainmensacolumnadeaguaqueseelevaporencimadelOcéano.

—¿Otroanimalmarino?

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—Puedeser.

—Entonces, arrumbemos más hacia el Oeste, porque ya sabemos a quéatenernos por lo que respecta al peligro de tropezar con estos monstruosantediluvianos.

—Noenmendemoselrumbo—respondemitío.

Vuelvo lavistahaciaHans,yveoque sigue impertérrito con la cañadeltimónenlamano.

Sin embargo, si a la distancia que nos separa de este animal, que puedecalcularseendoceleguaslomenos,puedeverselacolumnadeaguaquearrojapor las narices, debe tener un tamaño sobrenatural. La más elementalprudencia aconsejaría alejarse; pero no hemos venido hasta aquí para serprudentes.

Seguimos, pues, el mismo rumbo. Cuanto más nos aproximamos, máscrece el surtidor. ¿Qué monstruo puede tragar tan gran cantidad de agua yarrojarladeestemodosininterrupciónalguna?

A los ocho de la noche nos hallamos a menos de dos leguas de él. Sucuerpo enorme, negruzco, monstruoso, se extiende sobre el mar como unislote.¿Esilusión?¿Esmiedo?Sulongitudmeparecequepasademiltoesas.¿Quécetáceoes,pues,éstequenilosCuviernilosBlumenbachhandescrito?Se halla inmóvil y como dormido. El mar parece que no puede levantarlo,rompiendo contra sus costados las olas. La columna de agua, proyectada aquinientos pies de altura, desciende con ensordecedor estrépito. Corremoscomo insensatoshaciaesta imponentemolequenecesitaríadiariamenteparasualimentacióncienballenas.

Elterrorseapoderademí.Noquieroavanzarmás.Cortaré,siespreciso,ladrizadelavela.Merebelocontraelprofesor,quenomeresponde.

De repente, se levanta Hans, y, señalando con el dedo el puntoamenazador,dice:

—Holme!

—Unaisla—exclamamitío.

—¡Unaisla!—repitoamivez,encogiéndomedehombros.

—Evidentemente—respondeelprofesor,lanzandounasonoracarcajada.

—Pero,¿yestacolumnadeagua?

—Géiser—exclamaHans.

—Ungéiser,sindudaalguna—respondemitío—;ungéisersemejantealosdeIslandia.

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Al principio, no quiero confesar que me he engañado una manera tanburda.Habertomadounisloteporunmonstruomarino.Perolacosaestáclaray tengo que concluir por dar mi brazo a torcer. Se trata de un fenómenonatural,simplemente.

A medida que nos aproximamos, aquella columna líquida adquieredimensionesgrandiosas.Elislotepresenta,enefecto,unexactoparecidoconuninmensocetáceocuyacabezadominalasolaselevándosesobreellasaunaalturadedieztoesas.Elgéiser,palabraquelosislandesespronunciancheisiryquesignificafuror,seelevamajestuosamenteensuextremo.Resuenanacadainstantesordasdetonaciones,yelenormechorro,acometidodemásviolentosfurores, sacude su penacho de vapor saltando hasta las primeras capas denubes.Sehallasolo,sinquelerodeenhumaredasnimanantialescalientes,ytoda la potenciavolcánica está resumida en él.Los rayosde la luz eléctricavienen a mezclarse con esta deslumbrante columna de agua, cuyas gotasadquieren,alrecibirsucaricia,todoslosmaticesdeliris.

—Atraquemos—diceelprofesor.

Peroesprecisoevitarconcuidadoestatrombadeaguaque,enuninstante,haría zozobrar la balsa. Hans, maniobrando con pericia, nos lleva a laextremidaddelislote.

Saltosobre las rocas;mi tíomesigueenseguida,en tantoqueelcazadorpermaneceensupuesto,afuerdehombrecuradoyadeespanto.

Caminamossobreungranitomezcladocontobasilícea;elsueloquemaytrepidabajonuestrospies,comoloscostadosdeunacalderaencuyointeriortrabaja el vapor recalentado.Llegamos ante un pequeño estanque central dedonde se eleva el géiser. Sumerjo un termómetro en el agua que correborbotando,ymarcaunatemperaturade163°.

Esteaguasale,pues,deunfocoardiente,loqueestáencontradicciónconlasteoríasdelprofesorLidenbrock,nopuedoresistirlatentacióndehacérselonotar.

—Estábien—mereplica—,¿yquépruebaesocontralasdoctrinas?

—Nada,nada—contestocon tono seco,viendoquemeestrellabacontraunaobstinaciónsinejemplo.

Deboconfesar,sinembargo,quehastaahorahemostenidomuchasuerteyque,porrazonesquenosemealcanzan,seefectúaesteviajeencondicionesespecialesdetemperatura;peroparamíesevidentequealgúndíahabremosdellegaraesas regionesenqueelcalorcentralalcanzasusmásaltos límitesysuperatodaslasgraduacionesdelostermómetros.

Alláveremos,queeslafrasesacramentaldelprofesor;quien,despuésde

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haberbautizadoesteislotevolcánicoconelnombredesusobrino,dalaseñaldeembarcar.

Permanezcoalgunosminutostodavíacontemplandoelgéiser.Observoquesu chorro es irregular, disminuyendo a veces de intensidad, para recobrardespués mucho vigor; lo que atribuyo a las variaciones de presión de losvaporesacumuladosensuinterior.

Al fin, partimos bordeando las rocas escarpadas del Sur. Hans haaprovechadoestadetenciónpararepararalgunasaveríasdelabalsa.

Peroantesdepasaradelante,hagoalgunasobservacionesparacalcular ladistanciarecorridaylasanotoenmidiario.Hemosrecorrido270leguassobrela superficie delmar, a partir de Puerto-Graüben, y nos hallamos debajo deInglaterra,a620leguasdeIslandia.

CAPÍTULOXXXV

Viernes21deagosto.

Al día siguiente, perdimos de vista el magnífico géiser. El viento harefrescado,alejándonosrápidamentedelIslotedeAxel,cuyosmugidossehanidoextinguiendopocoapoco.

El tiempo amenaza cambiar. La atmósfera se carga de vapores quearrastran consigo la electricidad engendradapor la evaporaciónde las aguassalinas; descienden sensiblemente las nubes y tornan un marcado color deaceituna; los rayosde luzeléctricaapenaspuedenatravesaresteopaco telóncorridosobrelaescenadondevaarepresentarseeldramadelastempestades.

Mesientoimpresionado,comoocurresobrelasuperficiedelatierracadavezqueseaproximauncataclismo.

LoscúmulusamontonadoshaciaelSurpresentanunaspectosiniestro;esahorripilante apariencia que he observado a menudo al principio de lastempestades.Elaireestápesadoyelmarseencuentratranquilo.

A lo lejos, se ven nubes que parecen enormes balas de algodón,amontonadas en un pintoresco desorden, las cuales se van hinchandolentamenteygananenvolumen loquepierdenennúmero.Son tanpesadas,quenopuedendesprendersedelhorizonte;pero,al impulsode lascorrientessuperiores,fúndensepocoapoco,seensombrecenynotardanenformarunasolacapadeaspectoenextremo imponente.Devezencuando,unglobodevapores, bastante claro aún, rebota sobre esta alfombraparda, y no tarda enperderseenlamasaopaca.

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Evidentemente la atmósfera se halla saturadade fluido, del cual tambiényomeencuentroimpregnado,puessemeerizaelcabellocomosimehallaseencontactoconunamáquinaeléctrica.Meparecequesi,enestemomento,metocasenmiscompañeros,recibiríanunaviolentaconmoción.

Alasdiezdelamañanaseacentúanlossignosprecursoresdelatempestad;se diría que el viento descansa para tomar nuevo aliento; la nube parece unodreinmensoenelcualseacumulasenloshuracanes.

No quiero creer en las amenazas del cielo;mas no puedo contenerme yexclamo:

—Maltiemposeprepara.

El profesor no responde. Tiene un humor endiablado al ver que aquelocéanoseprolongadeunmodoindefinidodelantedesusojos.Contestaamispalabrasencogiéndosedehombros.

—Tendremostempestad—digoyo,señalandoconlamanoelhorizonte—.Esasnubesdesciendensobreelmarcomoparaaplastarlo.

Silenciogeneral.Elvientocalla.LaNaturalezapareceuncadáverquehadejadoderespirar.Lavelacaepesadamenteololargodelmástil,encuyotopeempiezo a ver brillar un ligero fuego de San Telmo. La balsa permaneceinmóvil en medio de un mar espeso y sin ondulaciones. Pero, si nocaminamos,¿aquéconservarizadaestavelaquepuedehacernoszozobraralprimerchoquedelatempestad?

—Arriemos la vela —digo—, y abatamos el palo; la prudencia máselementalloaconseja.

—¡No,porvidadeldiablo!—rugeiracundomitío—.¡No,ymilvecesno!¡Quenossacudaelviento!¡quelatempestadnosarrebate!¡Peroqueveayo,por fin, las rocas de una costa, aunque deba nuestra balsa estrellarse contraellas!

Nohaacabadoaúnmitíodepronunciarestaspalabras,cuandocambiadeimproviso el aspecto del horizonte del Sur; los vapores acumulados seresuelvenen lluvia,y el aire, violentamente solicitadopara llenar losvacíosproducidospor lacondensaciónseconvierteenhuracán.Procedede losmásremotosconfinesdelacaverna.Laobscuridadsehacetanintensa,queapenassipuedotomaralgunasnotasincompletas.

Labalsaselevantadandosaltos,quehacencaeramitío.Yomearrastrohasta él. Le hallo asido fuertemente a la extremidad de un cabo y parececontemplarconplacerelespectáculodelosdesencadenadoselementos.

Hans no se mueve siquiera. Sus largos cabellos, desordenados por elhuracányacumuladossobresuinmóvilsemblante,ledanunextrañoaspecto,

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porqueencadaunadesuspuntasbrillaunpenachilloluminoso.Suespantosafisonomíarecuerda lade loshombresantediluvianos,contemporáneosde losictiosaurios,delosmegiterois.

El palo, sin embargo, resiste. La vela se distiende, como una burbujapróximaareventar.Labalsacaminaconunavelocidadquenopuedocalcular,aunque no tan grande como la de las gotas de agua que despide en susmovimientos,lascuálesdescribenlíneasperfectamenterectas.

—¡Lavela!¡Lavela!—grito,indicandoporseñasquelaarríen.

—¡No!—respondemitío.

—Nej—diceHans,moviendolentamentelacabeza.

La lluvia forma, entretanto, unamugidora catarata delante del horizontehacia el cual como insensatos corremos; pero antes de que llegue hastanosotros,sedesgarróelveloformadoporlasnubes,entraelmarenebullición,yentraenjuegolaelectricidadproducidaporunavastaacciónquímicaqueseoperaenlascapassuperioresdelaatmósfera.Alascentelleantesvibracionesdel rayo, se mezclan los mugidos espantosos del trueno: un sinnúmero derelámpagosseentrecruzanenmediodelasdetonaciones;lamasadevaporesseponeincandescente;elpedriscoquechocacontraelmetaldenuestrasarmasy herramientas, adquiere luminosidad; y las hinchadas olas parecen cerrosignívomosencuyasentrañasseincubaunfuegoenextremoviolentoycuyascrestasostentanunvivopenachodellamas.

Laintensidaddelaluzmedeslumbralosojos,yelestrépitodeltruenomedestrozalosoídos;notengomásremedioqueasirmefuertementealmástildelabalsa,quesedoblacomounadébilcañabajolaviolenciadelhuracán.

(Aquí se hacen en extremo incompletas las notas de mi viaje. No heencontradoyamásquealgunasobservacionesfugacesytomadas,pordecirloasí,maquinalmente. Pero por su brevedad, y hasta por su falta de claridad,constituyenunapruebade la emociónquemedominabaymedanuna ideamáscabalquelamemoria,delasituaciónenquenosencontrábamos).

Domingo23deagosto.

¿Dóndeestamos?Somosarrastradosconunavelocidadprodigiosa.

Lanochehasidoterrible.Latempestadnoamaina.Vivimosenmediodeunadetonaciónincesante.Nuestrosoídossangranynopodemosentendernos.

Los relámpagos no cesan. Veo deslumbrantes zigzags que, tras unafulminación instantánea, van a herir la bóveda de granito. ¡Oh si sedesplomase! Otros relámpagos se bifurcan, o toman la forma de globos defuego, que estallan como bombas. No por eso aumenta el ruido, porque harebasado ya el límite de intensidad que puede percibir el oído humano, y

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aunque todos los polvorines del mundo hiciesen explosión a la vez, no looiríamos.

Existe una emisión constante de luz en la superficie de las nubes, lamateriaeléctricasedesprende,incesante,desusmoléculas:sehanalteradolosprincipios gaseosos del aire; innumerables columnas de agua se lanzan a laatmósferaycaenluegocubiertasdeespuma.

¿Adóndevamos…?Mitíosehallatendido,largoes,enlaextremidaddelabalsa.

El calor aumenta.Miro el termómetro y veo que señala… (La cifra estáborrada).

Lunes24deagosto.

Por lovisto,estonoacabaránunca.¿Porquéelestadodeestaatmósferatandensa,unavezmodificada,noserádefinitivo?

Estamos rendidos de fatiga. Hans sigue imperturbable. La balsa correimperturbablemente hacia el Sudeste. Hemos recorrido más de doscientasleguasdesdequeabandonamoselislotedeAxel.

Elhuracánarrecióomediodía,yespreciso trincarsólidamente todos losobjetosquecomponenelcargamento.Nosotrosnosamarramostambién.Lasolaspasanporencimadenuestrascabezas.

Hace tres días que no podemos cambiar ni siquiera una sola palabra.Abrimos la boca, movemos los labios pero no producimos ningún sonidoapreciable.Niaunhablandoaloídoesposibleentendernos.

Mitíosehaaproximadoamí,yhaarticuladoalgunaspalabras.Creoquemehadicho:«Estamosperdidos»peronoestoyseguro.

Tomoelpartidodeescribirleestaspalabras:«Arriemoslavela».Mediceporseñasquebueno.

Pero, apenashe tenido tiempode inclinar la cabezaparadecirmeque sí,cuandoabordode labalsaapareceundiscodefuego.Lavelaesarrancada,juntamente con el palo, y parten ambas cosas, formando un solo cuerpo,elevándoseaunaalturaprodigiosacualnuevopterodáctilo,esaavefantásticadelosprimerossiglos.

Nos quedamos helados de espanto. La esfera, mitad blanca y mitadazulada, del tamaño de una bomba de diez pulgadas, se pasea lentamente,girandoconvelocidadsorprendentebajoelimpulsodelhuracán.Vadeunladopara otro, sube una de los bordes de la balsa, salta sobre el saco de lasprovisiones, desciende ligeramente, bota, roza la caja de pólvora. ¡Horror!¡Vamosavolar!Perono:eldiscodeslumbradorsesepara;seaproximaaHans,

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quelamirafijamente;amitío,queseponederodillasparaevitarsuchoque;amí,quepalidezcoytiemblobajolaimpresióndesuluzysucolor;divueltasalrededordemipie,quetratoderetirarsinpoderloconseguir.

Laatmósferaestállenadeunolordegasnitrosoquepenetraenlagargantaylospulmones.Nosasfixiamos.¿Porquénopuedoretirarelpie?¿Estaráporventuraclavadoalabalsa?¡Ah!Lacaídadelgloboeléctricohaimanadotodoel hierro de a bordo; los instrumentos, las herramientas, las armas se giran,entrechocándose con un tintineo agudo: los clavos demis zapatos se hallanfuertemente adheridos a una placa de hierra incrustada en la madera. ¡Nopuedo retirar el pie! Haciendo un violento esfuerzo, consigo, por fin,arrancarla en el momento mismo en que el globo iba a cogerlo en sumovimientogiratorioyarrastrarme,si…

¡Ah!¡Quéluztanintensa!¡Elgloboestalla!Noscubreunmardellamas.

Despuésseapagatodo.¡Hetenidotiempodeveramitíotendidosobrelabalsa,yaHanscon lacañadel timónen lamano,escupiendo fuegobajo lainfluenciadelaelectricidadqueleinvade!

¿Adóndevamos?¿Adóndevamos?

Martes25deagosto.

Salgo de un desvanecimiento prolongado. La tempestad continúa; losrelámpagos se desencadenan como una nidada de serpientes que alguienhubierasoltadoenlaatmósfera.

¿Estamosaúnenelmar?Sí,yarrastradosconunavelocidadincalculable.¡HemospasadopordebajodeInglaterra,delcanaldelaMancha,deFrancia,deEuropaentera,talvez!¡Seescuchaunnuevoruido!¡Evidentemente,elmarseestrellacontralasrocas…!Peroentonces…

CAPÍTULOXXXVI

AquíterminaloquelehellamadomiDiariodeNavegación,tanfelizmentesalvadodelnaufragio,yvuelvoorecordarmirelatocomoantes.

Loqueocurrióalchocar labalsacontra losescollosde lacosta,noseríacapaz de explicarlo. Me sentí precipitado en el agua, y, si me libré de lamuerte,simicuerponosedestrozócontralosagudospeñascos,fueporqueelbrazovigorosodeHansmesacódelabismo.

Elvalerosoislandésmetransportófueradelalcancedelasolassobreunaarenaardorosadondemeencontré,alladodemitío.

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Después salióa las rocas, sobre lascuáles seestrellabaeloleaje furioso,con objeto de salvar algunos restos del naufragio. Yo no podía hablar: mehallabarendidodeemociónydefatiga,ytardémásdeunahoraenreponerme.

Seguía cayendo un verdadero diluvio, con esa redoblada violencia queanunciael finde las tempestades.Algunas rocas superpuestasnosbrindaronunabrigocontralascataratasdelcielo.

Hanspreparóalimentos,queyonopudetocar,ytodos,extenuadosportresnochesde insomnio,nosentregamosaundudososueño.Aldíasiguiente,eltiempo era magnífico. El cielo y el mar se habían tranquilizado de comúnacuerdo.Toda huella de tempestad había desaparecido.Al despertar,mi tío,queestabaradiantedejúbilo,mesaludósatisfecho.

—¿Quétal—medijo—,hijomío?¿Hasdescansadobien?

¿Nohubieradichocualquieraquenoshallábamosennuestracasitade laKönig-strasse,quebajabaaalmorzartranquilamenteyquemimatrimonioconlapobreGraübenseibaaverificaraqueldíamismo?

¡Ay! ¡Porpocoque la tempestadhubiesedesviado labalsahaciaelEste,habríamospasadopordebajodeAlemania,pordebajodemiqueridaciudadde Hamburgo, por debajo de aquella calle donde habitaba la elegida demicorazón! ¡Enestecaso,mehabríanseparadodeellacuarenta leguasapenas!¡Perocuarentaleguasverticalmentecontadasatravésdeunamoledegranito,queparafranquearlastendríaquerecorrermásdemil!

Todas estas dolorosas reflexiones atravesaron rápidamente mi espíritu,antesquerespondiesealapreguntademitío.

—¡Cómo es eso!—repitió—. ¿Nomequieres decir cómohas pasado lanoche?

—Muybien—le respondí—; todavíame encuentromolido, pero eso noseránada.

—Absolutamentenada;unpocodecansancio,ynadamás.

—Peroleencuentroaustedmuyalegreestamañana,tío.

—¡Encantado,hijomío,encantadodelavida!¡Porfinhemosllegado!

—¿Altérminodenuestraexpedición?

—Notanlejos,perosíaltérminodeestemarquenuncaseacababa.Ahoravamos a viajar de nuevo por tierra y a hundirnos verdaderamente en lasentrañasdelglobo.

—Permítameustedunapregunta,tío.

—Preguntacuentoquieras,Axel.

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—¿Yelregreso?

—¡Elregreso!Pero,¿piensasenvolvercuandoaúnnohemosllegado?

—No;miideanoesotraquepreguntarleaustedcómoseefectuará.

—Del modo más sencillo del mundo. Una vez llegados al centro delesferoideohallaremosotranuevavíaparavolveralasuperficiedelatierra,oefectuaremos el viaje de regreso por el mismo camino que ahora vamosrecorriendo.Supongoquenosecerrarádetrásdenosotros.

—Entoncesseráprecisoponerenbuenestadolabalsa.

—¡Porsupuesto!

—Pero, ¿nos alcanzarán los víveres para ver esos grandes proyectosrealizados?

—Ciertamente.Hansesunmuchachomuyhábil,y tengolaseguridaddequehasalvadolamayorpartedelacarga.Vamosacerciorarnosdeello.

Salimos de aquella gruta abierta a todos los vientos. Abrigaba yo unaesperanza,queeraalmismotiempountemor:meparecíaimposiblequeenelterriblechoquedelabalsanosehubiesedestrozadotodoloqueconducía.Nole engañaba, en efecto. Al llegar a la playa, vi a Hans en medio de unamultitud de objetos perfectamente ordenados. Mi tío le estrechó la manoimpulsado por un vivo sentimiento de gratitud. Aquel hombre, cuyaabnegación era en realidad sobrehumana, había estado trabajando mientrasdescansábamosnosotros,yhabíalogradosalvarlosobjetosmáspreciososcongraveriesgodesuvida.

No quiere decir esto que no hubiésemos sufrido pérdidas bastantesensibles: nuestras armas, por ejemplo; pero, en resumidas cuentas, bienpodríamos pasarnos sin ellas. En cambio, la provisión de pólvora seencontraba intacta, después de haber estado a punto de explotar durante latempestad.

—¡Bueno!—exclamóelprofesor—;comonoshemosquedadosinfusiles,tendremosqueabstenernosdecazar.

—Sí;pero,¿ylosinstrumentos?

—He aquí elmanómetro, elmás útil de todos, a cambio del cual habríadadolosotros.Conélpuedocalcularlaprofundidadaquenosencontramosyconocer el instante en que lleguemos al centro. Sin él, nos expondríamos arebasarlo,yasalirporlosantípodas.

Lajovialidaddemitíomeresultabaferoz.

—Pero,¿ylabrújula?—pregunté.

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—Hela aquí, sobre esta roca, en estado perfecto, lo mismo que lostermómetrosyelcronómetro.¡Ah!¡Nuestroguíanotieneprecio!

Fuerza era reconocerlo, porque, gracias a él, no faltaba ningúninstrumento.En cuanto a las herramientas y utensilios, vi, esparcidos por laplaya,picos,azadones,escalas,cuerdas,etc.

Quedabapordilucidar,sinembargo,lacuestiónrelativaalosvíveres.

—¿Ylasprovisiones?—dije.

—Veamoslasprovisiones—respondiómitío.

Las cajas que las contenían se hallaban alineadas sobre la arena, enperfecto estado de conservación; el mar las había respetado casi en sutotalidad; y, entre galleta, carne salada, ginebra y pescado seco, se podíacalcularqueteníamosaúnvíveresparaunoscuatromeses.

—¡Cuatro meses! —exclamó el profesor—. Tenemos tiempo para ir yvolver,yconloquenossobrepiensodarunespléndidobanqueteatodosmiscolegasdeJohannaeum.

Desdemuchotiempoatrásdebíaestaracostumbradoalcarácterdemitío,y,sinembargo,aquelhombresiempremecausabaasombro.

—Ahora—dijo—, vamos a reponer nuestras provisiones de agua con lalluvia que la tempestadhavertido en todos estos recipientes degranito; porconsiguiente,tampocotenemosquetemerquelasednosatormente.Porloquerespectaalabalsa,voyarecomendaraHansquelareparelomejorqueleseaposible,aunquetengoparamíquenohadeservimosmás.

—¿Cómoeseso?—exclamé.

—¡Esuna ideaque tengo,hijomío!Semeantojaquenohemosdesalirpordondeentramos.

Miré con cierto recelo a mi tío, pensando si se habría vuelto loco; auncuando,bienpensado,¡quiénsabesidecíaunagranverdadsinsaberlo!

—Vamosaalmorzar—añadió.

—Seguí hasta mi pequeño promontorio, después que comunicó susinstruccionesalguía,y allí, concarne seca,galletay té, confeccionamosunalmuerzoexcelente,unodelosmejores,hededecirlaverdad,quehehechoentoda mi vida. La necesidad, el aire libre y la tranquilidad, después de lasagitacionespasadas,despertaronenmíundevoradorapetito.

Duranteelalmuerzo,propusomitíoquecalculásemosellugarendondealasazónnoshallábamos.

—Creoquenosseráfácilcalcularlo—ledije.

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—Con toda exactitud, no, no es fácil —respondió—; resulta hastamaterialmente imposible, porque durante los tres días que había durado latempestad,nohepodidotomarnotadelavelocidadnidelrumbodelabalsa;pero, no obstante, podemos calcular nuestra situación de un modoaproximado.

—Enefecto,laúltimaobservaciónlahicimosenelislotedelgéiser.

—Enel islotedeAxel,hijomío;norenunciesalhonordehaberdado tunombrealaprimeraisladescubiertadentrodelmacizoterrestre.

—¡Bien!Pues,enelislotedeAxel,habíamosrecorrido270leguassobrelasuperficie del mar, y nos encontrábamos a más de seiscientas leguas deIslandia.

—Partamos, pues, de este punto y contemos cuatro días de borrascaduranteloscualesnuestravelocidadnohadebidosermenordeochentaleguascadaveinticuatrohoras.

—Asílocreo.Tendríamos,pues,queañadir300leguas.

—De donde deducimos en seguida que el mar de Lidenbrock mideaproximadamente seiscientas leguas de una orilla a otra. Ya ves, Axel, quepuedecompetirenextensiónconelMediterráneo.

—¡Yalocreo!Sobretodosilohemosatravesadoensentidotransversal.

—Locualesmuyposible.

—Y lomás curioso es—añadí—, que si nuestros cálculos son exactos,estamosenestemomentodebajodelMediterráneo.

—¿Deveras?

—Sindudaalguna;porquenosencontramosa900leguasdeReykiavik.

—He aquí un bonito viaje, hijo mío; pero no podemos afirmar que noshallemosdebajodelMediterráneo,ynodeTurquíaodelAtlántico,másqueenelcasodequenuestrorumbonohayasufridoalteración.

—No locreo;elvientoparecíaconstante,yopino,por lo tanto,queestacostadebehallarsesituadaalSudestedePuertoGraüben.

—De eso es fácil cerciorarse consultando la brújula. Vamos a verla enseguida.

El profesor se dirigió hacia la roca sobre la cual habíaHans depositadotodos los instrumentos. Estaba alegre y contento, se frotaba las manos yadoptaba posturas estudiadas. ¡Parecía un mozalbete! Le seguí con grancuriosidaddesabersimehabíaequivocadoenmiscálculos.

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Cuandollegóalaroca,mitíotomóelcompás,locolocóhorizontalmenteyobservó laaguja,que,despuésdehaberoscilado, sedetuvoenunaposiciónfijabajolainfluenciadelmagnetismo.

Mi tío miró atentamente, después se frotó los ojos, volvió a mirar denuevo,yacabóporvolversehaciamí,estupefacto.

—¿Quéocurre?—lepregunté.

Entonces me dijo por señas que examinase yo el instrumento. Unaexclamacióndesorpresaseescapódemislabios.¡LaagujamarcabaelNortedondenosotros suponíamosque seencontrabaelSur! ¡La florde lismirabahacialaplayaenlugardedirigirsehaciaelmar!

Movílabrújulaylaexaminécontododetenimiento,cerciorándomedequenohabíasufridoelmenordesperfecto.Encualquierposiciónquesecolocase,laagujavolvíaatomarenseguidalainesperadadirección.

Así,pues,nohabíadudaposible.Duranteletempestadsehabíaroladoelvientosinquenosdiésemoscuentedeello,yhabíaempujado labalsahacialasplayasquemitíocreíahaberdejadoasuespalda.

CAPÍTULOXXXVII

Imposible me sería describir la serie de sentimientos que agitaron alprofesor Lidenbrock: la estupefacción, primero, la incredulidad, después, y,por último, la cólera. Jamás había visto un hombre tan chasqueado alprincipio,tanirritadodespués.Lasfatigasdelatravesía,lospeligroscorridosen ella, todo resultaba inútil; era preciso empezar de nuevo. ¡Habíamosretrocedidounpuntodepartida!

Peromitíosesobrepusoenseguida.

—¡Ah! —exclamó—. ¡Conque la fatalidad me juega tales trastadas!¡Conque los elementos conspiran contra mí! ¡Conque el aire, el fuego y elaguacombinansusesfuerzosparaoponerseamipaso!Puesbien,yaseveráde lo que mi voluntad es capaz. ¡No cederé, no retrocederé una línea, yveremosquiénpuedemás,silaNaturalezaoelhombre!

Depiesobrelaroca,amenazador,colérico,OttoLidenbrock,asemejanzadel indomable Ajax, parecía desafiar a los dioses. Mas yo creí oportunointerveniryrefrenaraquelardorinsensato.

—Escúchemeusted,tío—ledijeconvozenérgica—;existeenlatierraunlímite para todas las ambiciones, y no se debe luchar en contra de lo

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imposible. No estamos bien preparados para un viaje por mar: quinientasleguasnoserecorrenfácilmentesobreunamalabalsa,conunamantaporvelay mi débil bastón por mástil y teniendo que luchar contra los vientosdesencadenados. No podemos gobernar nuestra balsa, somos juguete de lastempestades,y sólo se lepuedeocurrir aunos locos el intentarpor segundavezestatravesíaimposible.

Porespaciodediezminutospudedesarrollarestaseriede razonamientostodosellosrefutables,sinserinterrumpido:peroestosedebióaque,absorbidoporotrasideas,nooyómitíoniunapalabrademiargumentación.

—¡Alabalsa!—exclamódeimproviso.

Y ésta fue la única respuesta que obtuve. Por más que supliqué y meexasperé,meestrellécontrasuvoluntad,másfirmequeelgranito.

Hans acababa entonces de reparar la balsa. Perecía enteramente que esteextraño individuo adivinaba los pensamientos demi tío.Con algunos trazossurtarbrandrhabíaconsolidadoelartefacto,elcualostentabayaunavelaconcuyosflotantesplieguesjugueteabalabrisa.

Dijo el profesor algunas palabras al guía, y éste comenzó enseguida aembarcarlaimpedimentayadisponerlotodoparalapartida.LaatmósferasehallabadespejadayelvientosesosteníadelNordeste.

¿Qué podría yo hacer? ¿Luchar solo contra dos? ¡Si al menos Hans sehubiera puesto demi parte! Pero no; parecía como si el islandés se hubiesedespojadodetodorasgodevoluntadpersonalyhechovotodeconsagraciónami tío.Nada podía obtener de un servidor tan adicto a su amo.Era precisoseguirles.Medisponíayaaocuparenlabalsamisitioacostumbrado,cuandomedetuvoelprofesorconlamano.

—Nopartiremoshastamañana—medijo.

Yoadoptélaactituddeindiferenciadelhombrequeseresignóatodo.

—No debo olvidar nada —añadió—, y puesto que la fatalidad me haempujadoaestapartedelacosta,nolaabandonarésinhaberlareconocido.

Paraquesecomprendaestaobservaciónserábuenoadvertirquehabíamosvueltoalascostasseptentrionales;peronoalmismolugardenuestraprimerapartida.Puerto-GraübendebíaestarsituadomásalOeste.Nadamásrazonable,portanto,queexaminarconcuidadolosalrededoresdeaquelnuevopuntoderecalada.

—¡Vamosapracticarladescubierta!—exclamé.

Ypartimoslosdos,dejandoaHansentregadoasusquehaceres.

El espacio comprendido ante la línea donde expiraban las olas y las

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estribaciones del acantilado era bastante ancho, pudiéndose calcular en unamedia hora el tiempo necesario para recorrerla. Nuestros pies triturabaninnumerables conchillas de todas formas y tamaños, pertenecientes a losanimales de las épocas primitivas. Encontrábamos también enormescarapachos, cuyo diámetro era superior, con frecuencia, a quince pies, quehabíanpertenecido a los gigantescas gliptodonios del períodopliocénico, delosquelamodernatortugaessólounapequeñareducción.Elsuelosehallabasembrado, además de una gran cantidad de despojos pétreos, especies deguijarros redondeados por el trabajo de las olas y dispuestos en líneassucesivas, lo queme hizo deducir que elmar debió, en otro tiempo ocuparaquel espacio.Sobre las rocasesparcidasyactualmente situadas fuerade sualcance,habíandejadolasolasseñalesevidentesdesupaso.

Esto podía explicar, hasta cierto punto, la existencia de aquel océano acuarentaleguasdebajodelasuperficiedelglobo.Pero,enmiopinión,aquellamasa de agua debía perderse poco a poco en las entrañas de la tierra, yprovenía,evidentemente,delasaguasdelOcéanoqueseabrieronpasohastaallíatravésdealgunafenda.Sinembargo,eraprecisoadmitirqueestafendaestabaenlaactualidadtaponada,porque,delocontrario,todaaquellainmensacaverna se habría llenado en un plazomuy corto.Tal vez estamisma agua,habiendotenidoquelucharcontralosfuegossubterráneos,sehabíaevaporadoen parte. Y ésta era la explicación de aquellas nubes suspendidas sobrenuestrascabezasydelaproduccióndelaelectricidadquecreabatanviolentastempestadesenelinteriordelmacizoterrestre.

Estaexplicaciónde los fenómenosquehabíamospresenciadomeparecíasatisfactoriaporque,porgrandesqueseanlasmaravillasdelaNaturaleza,haysiemprerazonesfísicasquepuedanexplicarlas.

Caminábamos, pues, sobreuna especie de terreno sedimentario, formadopor las aguas, como todos los terrenos de este período, tan ampliamentedistribuidas por toda la superficie del globo. El profesor examinabaatentamentetodoslosintersticiosdelasrocas,sondeandoconmarcadointeréslaprofundidaddecuantasaberturasencontraba.

Habíamos costeado por espacio de una milla las playas del mar deLidenbrock, cuando el suelo cambió súbitamente de aspecto. Parecíaremovido, trastornado por una sacudida violenta de las capas inferiores. Enmuchospuntos, loshundimientosyprotuberanciasdelatabanunadislocaciónpoderosadelmacizoterrestre.

Avanzábamos con dificultad sobre aquellas fragosidades de granito,mezclado con sílice, cuarzo y depósitos aluvionarios, cuando descubriónuestra vista una vasta llanura cubierta de osamentas. Parecía un inmensocementeriodondeseconfundían loseternosdespojosde lasgeneracionesde

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veintesiglos.Elevadosmontonesde restosseextendían,cualmarondulado,hasta los últimos límites del horizonte, perdiéndose entre las brumas. Seacumulabaallí,enunespaciodeunastresmillascuadradas,todalavidadelahistoria animal, que apenas si ha empezado a escribirse en los demasiadorecientesterrenosdelmundohabitado.

Unacuriosidadimpacientenosatraíasinembargo.Nuestrospiestriturabancon un ruido seco los restos de aquellos animales prehistóricos; aquellosfósiles cuyos raros a interesantes despojos se disputarían losmuseos de lasgrandesciudades.LasvidasdeunmillardeCuvieresnohubieranbastadoparareconstruirlosesqueletosdelosseresorgánicoshacinadosenaquelmagníficoosario.

Yoestabaestupefacto.Mitíohabíaelevadosusdescomunalesbrazoshacialaespesabóvedaquenosservíadecielo.Subocadesmesuradamenteabierta,susojosquefulgurabanbajoloscristalesdesusgafas,sucabezaquesemovíaen todas direcciones, toda su actitud, en fin, demostraba un asombro sinlímites. Se veía ante una inapreciable colección de lepoterios, mericoterios,mastodontes, protopitecos, pterodáctilos y de todos los monstruosantediluvianosacumuladosallíparasusatisfacciónpersonal. Imaginaosaunapasionado bibliómano transportado de repente a la famosa biblioteca deAlejandría,incendiadaporOmar,yqueunportentosomilagrohubierahechorenacerde suscenizas,y tendréisuna ideadelestadodeánimodelprofesorLidenbrock.

Pero mayor fue su asombro cuando, corriendo a través de aquel polvovolcánico,levantóuncráneodelsuelo,yexclamóconvoztemblorosa.

—¡Axel!¡Axel!¡Unacabezahumana!

—¡Unacabezahumana,tío!—respondí,nomenossorprendido.

—¡Sí, sobrino! ¡Ah, señor Milne-Edwards! ¡Ah, señor de Quatrefages!¡Qué lástima que no os encontréis aquí dondeme encuentro yo, el humildeOttoLidenbrock!

CAPÍTULOXXXVIII

Para comprender esta evocación dirigida pormi tío a los ilustres sabiosfranceses, es preciso saber que, poco antes de nuestra partida, había tenidolugarunhechodetrascendentalimportanciaparalapaleontología.

El28demarzode1863,unostrabajadores,haciendoexcavacionesenlascanterasdeMoulin-Quignon,cercadeAbbeville,eneldepartamentodelSoma

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deFrancia, bajo la direccióndel señorBoucherdePerthes, encontraronunamandíbulahumanaacatorcepiesdeprofundidad.Eraelprimerfósildeestaclase sacado a la luz del día. Junto a él, fueronhalladas hachas de piedra ysílicestallados,coloreadosyrevestidosporeltiempodeunaespeciedebarnizuniforme.

Estedescubrimientoprodujogranruido,nosolamenteenFrancia,sinoenAlemaniaeInglaterratambién.VariossabiosdeInstitutofrancés,losseñoresdeQuatrefagesyMilne-Edwardsentreotros,tomaronelasuntomuyapecho,demostraronlaincontestableautenticidaddelaosamentaencuestión,yfueranlos más ardientes defensores del proceso de la quijada, según la expresióninglesa.

A los geólogos delReinoUnido señoresFalconer,Busk,Carpenter, etc.,que admitieron el hecho como cierto, se sumaron los sabios alemanes,destacándoseentreellosporsucaloryentusiasmomitíoLidenbrock.

La autenticidad de un fósil humano de la época cuaternaria parecía, porconsiguiente,incontestablementedemostradayadmitida.

Cierto es que este sistema había tenido un adversario encarnizado en elseñorElíasdeBeaumont,sabiodeautoridadbiensentada,quiensosteníaqueel terreno de Moulin-Quignon no pertenecía al diluvium, sino a una capamenosantigua,y,deacuerdoenesteparticularconCuvier,noadmitíaquelaespecie humana hubiese sido contemporánea de los animales de la épocacuaternaria. Mi tío Lidenbrock, de acuerdo con la gran mayoría de losgeólogos, se había mantenido en sus trece, sosteniendo numerosascontroversias y disputas, en tanto que el señorElías deBeaumont se quedócasisoloenelbandoopuesto.

Conocíamos todos los detalles del asunto, pero ignorábamos que, desdenuestrapartida,habíahecho la cuestiónnuevosprogresos.Otrasmandíbulasidénticas,aunquepertenecientesaindividuosdetiposdiversosydenacionesdiferentes,fueronhalladas,enlastierraslivianasygrisesdeciertasgrutas,enFrancia, Suiza y Bélgica, como asimismo armas, herramientas, utensilios yosamentas de niños, adolescentes, adultos y ancianos. La existencia delhombrecuaternarioseafirmaba,pues,máscadadía.

Pero no era esto sólo. Nuevos despojos exhumados del terreno terciarioplioceno habían permitido a otros sabiosmás audaces aún asignar a la razahumana una antigüedad muy remota. Cierto que estos despojos no eranosamentasdelhombre,sinoproductosdesuindustria,comotibiasyfémuresdeanimalesfósiles,estriadosdeunmodoregular,esculpidos,pordecirloasí,yqueostentabanseñalesevidentesdeltrabajohumano.

Elhombre,pues,subiódeunsolosaltoenlaescaladelostiemposungran

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número de siglos; era anterior al mastodonte y contemporáneo del elephasmeridionalis;tenía,enunapalabra,cienmilañosdeexistencia,todavezqueéstaeslaantigüedadasignadaporlosmásafamadosgeólogosalaformacióndelosterrenospliocénicos.

Tal era a la sazón el estado de la ciencia paleontológica, y lo queconocíamosdeellabastabaparaexplicarnuestraactitudenpresenciadeaquelosariodelmardeLidenbrock.Secomprenderán,pues,fácilmenteeljúbiloylaestupefacción de mi tío, sobre todo cuando, veinte pasos más adelante,encontrófrenteasíunejemplardelhombrecuaternario.

Erauncuerpohumanoperfectamentereconocible.¿Habíasidoconservadodurante tantos siglos por un suelo de naturaleza especial, como el delcementeriodeSanMiguel,deBurdeos?Nosabríadecirlo.Peroaquelcadáverdepieltersayapergaminada,conlosmiembrosaúnjugosos—porlomenosala vista—, con los dientes intactos, la cabellera abundante y las uñas de lospiesydelasmanosprodigiosamentelargas,sepresentabaantenuestrosojostalcomohabíavivido.

Quedésinhablaranteaquellaaparicióndeunserdeotraedadtanremota.Mitío,tanlocuazydiscutidordecostumbre,enmudeciótambién.Levantamosaquel cadáver, lo enderezamos después; palpábamos su torso sonoro, y élparecíamirarnosconsusórbitasvacías.

Trasalgunosinstantesdesilencio,elcatedráticosesobrepusoal tío.OttoLidenbrock,dejándosellevardesutemperamento,olvidólascircunstanciasdenuestro viaje, elmedio en que nos hallábamos, la inmensa caverna que noscobijaba;y,creyéndosesindudaenelJohannaeum,dandounaconferenciaasusdiscípulos,dijoentonodoctoral,dirigiéndoseaunauditorioimaginario:

—Señores: tengo el honor de presentaros un hombre de la épocacuaternaria. Grandes sabios han negado su existencia, y otros, no menosilustres,lahanafirmadoydefendido.SisehallasenaquílosSantoTomásdelapaleontología lo tocarían con el dedo y se verían obligados a reconocer suerror. Sé muy bien que la ciencia debe ponerse en guardia contra estosdescubrimientos. No ignoro la inicua explotación que han hecho de loshombres fósiles losBarnumyotroscharlatanesdesumismaralea.ConozcoperfectamentelahistoriadelarótuladeAjax,delsupuestocadáverdeOrestes,halladoporlosesparteros,ydelcadáverdeAsterio,dediezcodosdelargodeque nos habla Pausanias. He leído las memorias relativas al esqueleto deTrapani,descubiertoenelsigloXIV,enelcualsecreyóreconoceraPolifemo,ylahistoriadelgigantedesterradoduranteelsigloXVIenlosalrededoresdePalermo.Conocéis,lomismoqueyo,elanálisispracticadocercadeLucerna,en 1577, de las grandes osamentas que el célebre médico Félix Plater dijopertenecían a un gigante de diecinueve pies. He devorado los tratados de

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Cassanion, y todas las memorias; folletos, discursos y contradiscursospublicados a propósito del esqueleto del rey de los cimbrios, Teutoboco, elinvasordelaGalia,exhumadoen1613deunarenaldelDelfinado.EnelsigloXVhubieracombatidoconPedroCampetlaexistenciadelospreadamitasdeScheuchzer.HetenidoentremismanoselescritotituladoGigans…

Aquí reapareció el defecto peculiar demi tío, quien, cuando hablaba enpúblico,nopodíapronunciarlosnombresdifíciles.

—Elescrito—prosiguió—tituladoGigans…

Peroseatascódenuevo.

—Giganteo…

¡Imposible! ¡El enrevesado vocablo no quería salir!, ¡cuánto se hubieranreídodelpobreprofesorenelJohanaeum!

—Gigantosteología—concluyópor fin el profesorLidenbrock, entredosjuramentosterribles.

Yanimándosedespués,prosiguió:

—¡Sí señores, no ignoro nada de eso! Sé también que Cuvier yBlumenbachhan reconocidoenestasosamentas simpleshuesosdemamutydeotrosanimalesdelaépocacuaternaria.Pero,enelcasoactual,ladudasoloseríaunainjuriaalaciencia.¡Ahítenéiselcadáver!¡Podéisverlo,tocarlo!Nose trata de un esqueleto, sinode un cadáver intacto, conservadoúnicamenteconunfinantropológico.

Noquisecontradecirestaaserción.

—Si pudiese lavarlo en una solución de ácido sulfúrico —añadió elprofesor—, haría desaparecer todas las partes terrosas y esas conchillasresplandecientes incrustadas en él. Pero no poseo de momento el preciosodisolvente.Sinembargo,estecadáver, talcomoleveisahora,nosreferirásuhistoria.

Elprofesorentoncescogióelcadáverfósil,manejándoloconladestrezadelosquesededicanamostrarcuriosidades.

—Ya lo veis —prosiguió—, no tiene seis pies de altura, y nosencontramos, por tanto, a gran distancia de los pretendidos gigantes. Por loquerespectaolarazaalacualpertenece,esincontestablementecaucásica:larazablanca, ¡lanuestra!Elcráneodeeste fósiles regularmenteovoideo,sinun desarrollo excesivo de los pómulos, ni un avance exagerado de lamandíbula.Nopresentaningunaseñaldeprogmatismoquemodificaelángulofacial.Medidesteángulo,yhallaréisquetienecercade90°.Perodeirtodavíamáslejosenelcaminodelasdeducciones,ymeatreveríaaafirmarqueeste

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ejemplarhumanopertenecea la familiaqueseextiendedesde la IndiahastaloslímitesdelaEuropaOccidental.¡Noossonriáis,señores!

Nosesonreíanadie;pero,¡eratallacostumbrequeelprofesorteníadeversonreíratodoelmundodurantesussabiasdisertaciones!

—Si—prosiguió, animándosedenuevo—;se tratadeunhombre fósilycontemporáneo de los mastodontes cuyas osamentas llenan este anfiteatro.Peronoosarédecirosporquévíahanllegadoaquí;dequémodoesascapasdondeyacíansehandeslizadohastaestaenormecavernadelglobo.Sinduda,en la época cuaternaria, se verificaban aún trastornos considerables en lacortezaterrestre:elenfriamientocontinuodelgloboproducíagrietas,sendas,hendeduras por las cuales se escurría probablemente una parte del terrenosuperior.Noquiereestodecirquesustenteyoestateoría,peroelhechoesqueaquí tenemos al hombre, rodeado de las obras de su propia mano, de esashachas, de esos sílices tallados, que han constituido la edad de piedra, y, amenos que no haya venido como yo, como un excursionista, como uncultivadordelaciencia,nopuedoponerendudalaautenticidaddesuremotoorigen.

Enmudecióelprofesoryprorrumpieronmismanosenunánimesaplausos.Porotraparte,mitíoteníarazón,yotrosbastantemássabiosquesusobrinohabríantenidoquetentarselaropaantesdetratardecombatirle.

Otroindicio.Aquelcadáverfosilizadonoeraelúnicoquehabíaenaquelinmenso osario.A cada paso que dábamos, encontrábamos otros nuevos, desuerte que mi tío tenía donde elegir el más maravilloso ejemplar paraconvenceralosincrédulos.

A decir verdad, era un asombroso espectáculo el que ofrecían aquellasgeneraciones de hombres y de animales confundidos en aquel cementerio.Perosenospresentabaunagravecuestiónquenoosábamosresolver.Aquellosseres animados, ¿se habían deslizado, mediante una conmoción del suelo,hasta las playas del mar de Lidenbrock cuando ya estaban convertidos enpolvo,ovivieronallí,enaquelmundosubterráneo,bajoaquelcielofantástico,naciendoymuriendocomoloshabitantesdelasuperficiedela tierra?Hastaentonces, sólo se nos habían presentado vivos los peces y los monstruosmarinos;¿erraríaaúnporaquellasplayasdesiertasalgúnhombredelabismo?

CAPÍTULOXXXIX

Nuestrospiessiguieronhollandodurantemediahoraaúnaquellascapasdeosamentas.Avanzábamosimpulsadosporunaardientecuriosidad.¿Quéotras

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maravillasytesorosparalacienciaencerrabaaquellacaverna?Mimiradasehallaba preparada para todas las sorpresas, ymi imaginación para todos losasombros.

Lasorillasdelmarhabíandesaparecido,hacíayamuchotiempo,detrásdelascolinasdelosario.El imprudenteprofesorsealejabademasiadoconmigosin miedo de extraviarse. Avanzábamos en silencio bañados por las ondaseléctricas. Por un fenómeno que no puedo explicar, y gracias a su difusión,que entonces era completo, alumbraba la luz de una manera uniforme lasdiversassuperficiesdelosobjetos.Comonodimanabadeningúnfocosituadoenunapuntadeterminadadelespacio,noproducíaefectoalgunodesombra.Todoocurríacomosinosencontrásemosenplenomediodíayenplenoestío,enmediodelasregionesecuatoriales,bajolosrayosverticalesdelsol.Todoslos vapores habían desaparecido. Las rocas, las montañas lejanas, algunasmasas confusas de selvas alejadas adquirían un extraño aspecto bajo laequitativa distribución del fluido luminoso. Nos parecíamos al fantásticopersonajedeHoffmannqueperdiósusombra.

Después de una marcha de una milla, llegamos al lindero de una selvainmensa, que en nada se parecía al bosque de hongos próximo a Puerto-Graüben.

Contemplábamos la vegetación de la época terciaria en toda sumagnificencia. Grandes palmeras, de especies actualmente extinguidas,soberbiosguanos,pinos,tejos,cipresesytuyasrepresentabanlafamiliadelasconíferas, y se enlazaban entre sí por medio de una inextricable red debejucos.Unaalfombrademusgosydehepáticascubríamuellementelatierra.Algunos arroyos murmuraban debajo de aquellas sombras, si es que puedeaplicárselestalnombre,todavezque,enrealidad,nohabíasombraalguna.Ensusmárgenescrecíanhelechosarborescentesparecidosa losque secríanenlosinvernáculosdelmundohabitado.Sólofaltabaelcoloraaquellosárboles,arbustosyplantas,privadosdelcalorvivificantedelsol.Todoseconfundíaenuntinteuniforme,parduscoycomomarchito.Lashojasnoposeíansunaturalverdor,ylasflores,tanabundantesenaquellaépocaterciariaquelasvionacer,sincolorniperfumealasazón,parecíanhechosdepapeldescoloridobajolaaccióndelaluz.

MitíoLidenbrockseaventuróbajoaquellasgigantescasselvas.Yoleseguíno sin cierta aprensión. Puesto que la Naturaleza había acumulado allí unaabundante alimentación vegetal, ¿quién nos aseguraba que no había en suinterior formidablesmamíferos?Veía en los amplios claros que dejaban losárbolesderribadosycarcomidosporlaaccióndeltiempo,plantasleguminosasacerinas, rubráceas y mil otras especies comestibles, codiciadas por losrumiantes de todos los períodos. Después aparecían confundidos yentremezclados los árboles de las regionesmás diversas de la superficie del

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globo. Crecía la encina al lado de la palmera, el eucalipto australiano seapoyabaenelabetodeNoruega,elabeduldelNorteentrelazabasusramasconlasdelkauriszelandés.Habíasuficientemotivoparaconfundirlarazóndelosmásingeniososclasificadoresdelabotánicaterrestre.

Derepente,medetuveydetuveconlamiradaamitío.

Laluzdifusapermitíadistinguirlosmenoresobjetosenlaprofundidaddelaselva.Habíacreídover…¡no!¡veíaenrealidadconmisojosunassombrasinmensas agitarse debajo de los árboles! Eran, efectivamente, animalesgigantescos; todo un rebaño de mastodontes, no ya fósiles, sino vivos,parecidosaaquellascuyosrestosfuerondescubiertosen1801enlospantanosdel Ohio. Contemplaba aquellos elefantes monstruosos, cuyas trompas semovíanentrelosárbolescomounalegióndeserpientes.Escuchabaelruidodesus largos colmillos cuyo marfil taladraba los viejos troncos. Crujían lasramas, y las hayas, arrancadas en cantidades enormes, desaparecían por lasinmensasfaucesdeaquellosenormesmonstruos.

¡El sueño en que había visto renacer todo el mundo de los tiemposprehistóricos, de las épocas ternaria y cuaternaria tomaba forma real! Yestábamos allí, solos, en las entrañas del globo, a merced de sus feroceshabitantes.

Mitíomirabaatónito.

—Vamos —dijo de repente, asiéndome por el brazo—. ¡Adelante!¡Adelante!

—No—exclamé—;carecemosdearmas.¿Quéharíamosenmediodeeserebaño de gigantescos cuadrúpedos? ¡Venga, tío, venga! ¡Ninguna criaturahumanapodríadesafiarimpunementelacóleradeesosmonstruos!

—¡Ninguna criatura humana!—respondió mi tío bajando la voz—. ¡Teengañas,Axel!¡Mira!¡Mirahaciaallí!MeparecequeveounservivienteUnsersemejanteanosotros.¡Unhombre!

Miré, encogiéndomede hombros, resuelto a llevarmi incredulidad hastalosúltimoslímites:peronotuvemásremedioquerendirmealaevidencia.

¡Enefecto,amenosdeuncuartodehora,apoyadosobreel troncodeunenormekauris,unserhumano,unProteodeaquellassubterráneasregiones,unnuevohijodeNeptuno,apacentabaaquelinnumerablerebañodemastodontes!

Inmanispecoriscustosinmanioripse!

¡Sí! inmanior ipse!Nose tratabayadel ser fósil cuyocadáverhabíamoslevantado en el osario, sino de un gigante capaz de imponer su voluntad aaquellosmonstruos.Sutallaeramayordedocepies.Sucabeza,deltamañodela de un búfalo, desaparecía entre las espesuras de una cabellera inculta, de

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unamelenadecrinesparecidaaladeloselefantesdelasprimitivasedades.

Blandía en su mano un enorme tronco, digno de aquel pastorantediluviano.

Habíamosquedadoinmóviles,estupefactos;podíamosserdeunmomentoaotrodescubiertos;habíaquehuir.

—¡Venga usted! ¡Venga usted!—exclamé, tirando demi tío, quien, porprimeravez,hubodedejarsearrastrar.

Un cuarto de horamás tarde, nos hallábamos fuera de la vista de aquelformidableenemigo.

Y ahora que pienso en ello con tranquilidad, ahora que ha renacido lacalma en mi espíritu, y han transcurrido meses desde este extraño ysobrenatural encuentro, ¿qué debo pensar? ¿Qué creer? ¡No! ¡Es imposible!¡Hemos sido juguetes de una alucinaciónde los sentidos! ¡Nuestros ojos novieron lo que creyeron ver! ¡No existe en aquelmundo subterráneo ningúnhombre! ¡No habita aquellas cavernas inferiores del globo una generaciónhumana,quenosospechalaexistenciadelospobladoresdelasuperficieniseencuentraconellosencomunicación!¡Esunainsensatez!¡Unalocura!

Prefieroadmitirlaexistenciadealgúnanimalcuyaestructuraseaproximea la humana, de algún enorme simio de las primeras épocas geológicas, dealgún protopiteco, de algún mesopiteco parecido al que descubrió el señorLartet en el lecho osífero de Sansan. Sin embargo, la talla del que vimosnosotros excedía a todas las medidas dadas por la paleontología moderna.Mas,noimporta,eraunsimio;sí,unsimio,porinverosímilquesea.Pero¡unhombre, un hombre vivo, y con él toda una generación sepultada en lasentrañasdelatierra,escompletamenteimposible!¡Eso,jamás!

Entretanto, habíamos abandonado la selva clara y luminosa, mudos deasombro, anonadados bajo el peso de una estupefacción rayana en elembrutecimiento.Corríamosapesarnuestro.Eraaquellounaverdaderahuida,semejanteaesosarrastresespantososquecreemossufrirenciertaspesadillas.Instintivamente, nos dirigíamos hacia elmar deLidenbrock, y no sé en quédivagacionessehubieraextraviadomiespíritu,anoserporunapreocupaciónquemecondujoaobservacionesmásprácticas.

Aunque estaba seguro de pisar un suelo que jamás hollaron mis pasos,advertíaconfrecuenciaciertosgruposderocascuyaformamerecordabalosde Puerto-Graüben. A veces, había motivo sobrado para equivocarse.Centenaresdearroyosycascadasseprecipitabansaltandoentrelasrocas.Meparecíaver lacapadesurtarbrandr,nuestrofielHans-Bachylagrutaenquehabía yo recobrado la vida. Algunos pasos más lejos, la disposición de lasestribacionesdelmonte,laaparicióndeunmochuelo,elperfilsorprendentede

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unarocaveníaasumergirmedenuevoenunpiélagodedudas.

Elprofesorparticipabademiindecisión:nopodíaorientarseenmediodeaqueluniformepanorama.Locomprendíporalgunaspalabrasquehubierondeescapársele.

—Evidentemente—ledije—,nohemosvueltoanuestropuntodepartida;pero no cabe duda de que, contorneando la playa, nos aproximaremos aPuerto-Graüben.

—Enesecaso—respondiómitío—,esinútilcontinuarestaexploración,ymeparecelomejorqueregresemosalabalsa.Pero,¿noteengañas,Axel?

—Difícil resulta el dar una contestación categórica, porque todas estasrocasseparecenunasaotras.Creoreconocer,sinembargo,elpromontorioacuyo pie construyó Hans el artefacto en que hemos cruzado el Océano.Debemosencontrarnoscercadelpequeñopuerto,siesquenoesestemismo—añadíexaminandounsurgideroquecreíreconocer.

—No, Axel—dijo mi tío— encontraríamos nuestras propias huellas, almenos,yyonoveanada…

—¡Pues yo sí veo!—exclamé arrojándome sobre un objeto que brillabasobrelaarena.

—¿Quéeseso?

—¡Mire usted!—exclamé,mostrando ami tío un puñal que acababa derecoger.

—¡Calma!—dijoesteúltimo—.¿Habíastútraídoesaarmacontigo?

—Nociertamente;supongoquelahabrátraídousted.

—No,queyosepa;eslaprimeravezqueveosemejanteobjeto.

—Lomismomeocurreamí,tío.

—¡Esextraño!

—No, por cierto: es sumamente sencillo; los islandeses suelen llevarconsigoestaclasedearmas,yéstapertenecesindudaanuestroguía,quelahaperdidoenestaplaya…

—¡AHans!—dijomitíoconacentodeduda,sacudiendolacabeza.

Despuésexaminóelarmaatentamente.

—Axel—medijo, al fin, congrave acento—,estepuñal esunarmadelsigloXVI;unaverdaderadagadelasqueloscaballerosllevabanalacinturapara asestar el golpe de gracia al adversario: es de origen español, y no hapertenecidoniaHans,niati,niamí.

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—¡Cómo!¿Quiereusteddecir…?

—Mira, si hubiera sido hundida en la garganta de un ser humano no sehabríamelladodeestasuerte;lahojaestácubiertadeunacapadeherrumbrequenodatadeundíanideunaño,nideunsiglo.

El profesor se animaba, según su costumbre, dejándose arrastrar por suimaginación.

—Axel —prosiguió en seguida—, ¡nos encontramos en el verdaderocamino del gran descubrimiento! Este puñal ha permanecido abandonadosobre la arena por espacio de cien, doscientos, trescientos años, y se hamelladocontralasrocasdeestemarsubterráneo.

—Masnohabrávenidosolonisehabrámelladoporsímismo—exclamé—;¡alguiennoshabráprecedido…!

—Sí.Unhombre.

—Yesehombre,¿quiénhasido?

—¡Ese hombre ha grabado su nombre con este puñal! ¡Ese hombre haqueridoseñalarnosotravez, consupropiamano,el caminodelcentrode latierra!¡Busquémosle!¡Busquémosle!

E impulsados por un vivo interés, empezamos a recorrer la elevadamuralla, examinando atentamente lasmás insignificantes grietas que podíanserprincipiodealgunagalería.

Deestasuertellegamosaunlugarenqueseangostabalaplaya,llegandoelmarcasiabañarlasestribacionesdelacantilado,ynodejandomásqueunpasodeunatoesaalosumodeanchura.

Entre dos protuberancias avanzadas de la roca, encontramos entonces laentradadeuntúnelobscuro;yenunadeestaspeñasdegranitodescubrieronnuestros ojos, atónitos, dos letras misteriosas, medio borradas ya: las dosinicialesdelintrépidoyfantásticoexplorador:

—¡A. S.! —exclamó mi tío—. ¡Arne Saknussemm! ¡Siempre ArneSaknussemm!

CAPÍTULOXL

Desdeelprincipiodeaquelaccidentadoviajehabíaexperimentadotantassorpresas, que creí que ya nada en el mundo podría maravillarme. Y, sinembargo, ante aquellas dos letras, grabadas tres siglos atrás, caí en un

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aturdimientocercanoalaestupidez.Nosóloleíaenlarocalafirmadelsabioalquimista, sino que tenía entre mis manos el estilete con que había sidograbada. A menos de proceder de mala fe, no podía poner en duda laexistenciadelviajeroylarealidaddesuviaje.

Mientrasestasreflexionesbullíanenmimente,elprofesorLidenbrocksedejabaarrastrarporunaccesoalgoditirámbicoenloordeArneSaknussemm.

—¡Ohmaravillosogenio!—exclamó—,¡nohasolvidadoningunode losdetallesquepodíanabriraotrosmortaleslasvíasdelacortezaterrestre,yasí,tussemejantespuedenhallar,alcabodetressiglos,lashuellasquetusplantasdejaron en el seno de estos subterráneos obscuros! ¡Has reservado a otrosmiradasdistintasdelastuyaslacontemplacióndetanextrañasmaravillas!Tunombre, grabado de etapa en etapa, conduce derecho a su meta al viajerodotadodeaudacia suficientepara seguirte,y, enel centromismodenuestroplaneta, estará también tu nombre, escrito por tu propia mano. Pues bien,tambiényoiréafirmarconmimanoestaúltimapáginadegranito.Paraque,desde ahoramismo, este cabo, visto por ti, junto a estemar por ti tambiéndescubierto,seaparasiemprellamadoelCaboSaknussemm.

Estas fueron, sobre poco más a menos, las palabras que sus labiospronunciaron,y,aloírlas,mesentí invadidoporelentusiasmoquerespirabaenellas.

Sentíquerenacíaunanuevafuerzaenel interiordemipecho;olvidé lospadecimientosdelviajeylospeligrosdelregreso.Loqueotrohombrehabíahecho también quería hacerlo yo, y nada que fuese humano me parecíaimposible.

—¡Adelante!¡Adelante!—exclaméllenodeentusiasmo.

Eibaainternarmeyaenlaobscuragalería,cuandoelprofesormedetuvo,yél,elhombredelosentusiasmos,meaconsejópacienciaysangrefría.

—Volvamos, ante todo —me dije—, a buscar a nuestro fiel Hans, ytraigamoslabalsaaestesitio.

Obedecí esta orden, no sin contrariedad, y me deslicé rápidamente porentrelasrocasdelaplaya.

—Verdaderamente, tío—dije mientras caminábamos—, que hasta ahoralascircunstanciastodasnoshanfavorecido.

—¡Ah!¿Locreesasí,Axel?

—Sin duda de ningún género; hasta la tempestad nos ha traído alverdadero camino. ¡Bendita la tempestad que nos ha vuelto a esta costa dedonde la bonanza nos habría alejado! Supongamos por un momento quenuestraproa—laproade labalsa—hubiera llegadoaencallaren lasplayas

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meridionalesdelmardeLidenbrock¿quéhabría sidodenosotros?NuestrosojosnohubierantropezadoconelnombredeSaknussemmyactualmentenosveríamosabandonadosenunaplayasinsalida.

—Sí,Axel;esprovidencialque,navegandohaciaelSur,hayamosllegadoal Norte, y precisamente al Cabo Saknussemm. Debo confesar que essorprendente, y que hay aquí un hecho cuya explicación desconozco enabsoluto.

—¡Bah!¡Quéimporta!Loquedebemosprocuraresaprovecharnosdeloshechos,noexplicárnoslos.

—Sinduda,hijomío,pero…

—PerovamosaemprenderotravezelcaminoqueconducehaciaelNorte;a pasar nuevamente por debajo de los países septentrionales de Europa:Suecia,Rusia,Siberia…¡quéséyo!envezdeengolfarnosbajolosdesiertosdeÁfricaolasalasdelOcéano,delascualesnoquierooírhablarmás.

—Sí,Axel,tienesrazón,ytodohavenidoaredundarenprovechonuestro,todavezquevamosaabandonarestemarque,porsuhorizontalidad,nopodíaconducirnosallugarapetecido.Vamosabajarotravez,abajarsindescanso,¡abajarsiempre!Biensabesque,parallegaralcentrodelglobo,sólonosquedanqueatravesar1.500leguas.

—¡Bah!—exclamé yo— ¡no vale verdaderamente la pena hablar de esapequeñez!¡Enmarcha!¡Enmarcha!

Esteinsensatodiálogodurabatodavíacuandonosreunimosconelcazador.Todoestabapreparadoparalamarchainmediata;todoslosbultoshabíansidoembarcados. Tomamos asiento en la balsa, y, una vez izada la vela,navegamos,barajandolacosta,endemandadelCaboSaknussemm,llevandoHanseltimón.

Elvientonoera favorableparaaquelartefactoqueno lopodíaceñir, asíque en muchos lugares tuvimos que avanzar con la ayuda de los bastonesherrados.Amenudo,laspiedrassituadasalfilodelaguanosobligabanadarrodeosimportantes.Porfin,despuésdetreshorasdenavegación,esdecir,lasseisdelatarde,llegamosaunlugarpropicioparaeldesembarco.

Saltéatierra,seguidodemitíoydelislandés.Estatravesíanodisminuyómi entusiasmo; al contrario, hasta propuse quemar nuestras naves a fin decortarnoslaretirada;peromitíoseopusoaello.Leencontrémuyfrío.

—Almenos—dije—,partamossinperderunmomento.

—Sí,hijomío;peroantes,examinemosestanuevagalería,conobjetodesabersiesprecisoprepararlasescalas.

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MitíopusoenactividadsuaparatodeRuhmkorlf;dejamos labalsabienamarradaalaorilla,ynosdirigimos,marchandoyoalacabeza,alabocadelagaleríaquesólodistabadeallíveintepasos.

La abertura, que era casi circular, tenía un diámetro de cinco piesaproximadamente; el obscuro túnel estaba abierto en la roca viva ycuidadosamentebarnizadoporlasmateriaseruptivasalascualesdiopasoenotraépocasuparteinferiorseencontrabaalniveldelsuelo,detalsuertequepodíapenetrarseenélsindificultadalguna.

Caminábamosporunplanocasihorizontal,cuando,alcabodeseispasos,nuestramarchaseviointerrumpidaporlainterposicióndeunaenormeroca.

—¡Malditaroca!—exclaméconfuror,alvermedetenidoderepenteporunobstáculoinfranqueable.

Pormásquebuscamos a derecha a izquierda, por arriba y por abajo, nodimos con ningún paso, con ninguna bifurcación. Experimenté una vivacontrariedad, y no me resignaba a admitir la realidad del obstáculo. Meagaché, ymiré por debajo de la roca sin hallar ningún intersticio. Examinédespués la parte superior, y tropecé con la misma barrera de granito. Hanspaseó la luzde la lámparaa lo largode lapared,peroéstanopresentaba lamenorsolucióndecontinuidad.

Eraprecisorenunciaratodaesperanzadedescubrirunpaso.

Yomesentéenelsuelo,entantoquemitíorecorríaagrandespasosaquelcorredordegranito.

—Pero,¿Saknussemm?—exclaméyo.

—Eso estoy pensando yo—dijomi tío—. ¿Se vería detenido quizá porestapuertadepiedra?

—¡No, no! —repliqué vivamente—. Esta roca debe haber obstruido laentradadeunamanerabruscaaconsecuenciadealgunasacudidasísmicaodeunodeesosfenómenosmagnéticosqueagitan todavía lasuperficie terrestre.Hanmediadolargosañosentreel regresodeSaknussemmylacaídadeestapiedra.Esevidentequeestagaleríahasidoenotrotiempoelcaminoseguidopor las lavas, y que, entonces, las materias eruptivas circulaban por ellalibremente.Mireusted,haygrietasrecientesquesurcanestetechodegranito,construidocontrazosdepiedrasenormes,comosi lamanodealgúngigantehubieratrabajadoenestaobstrucción;peroundía,elempujafuemásfuerte,yeste bloque, cual clave de una bóveda que falla, se deslizó hasta el suelo,dejandoobstruidoelpaso.Henos,pues,anteunobstáculoaccidentalquenoencontró Saknussemm, y, si no la removemos, somos indignos de llegar alcentrodelmundo.

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Esteeramilenguaje,cualsielalmadelprofesorsehubiesealbergadoenmí toda entera. Me inspiraba el genio de los descubrimientos. Olvidaba lopasadoydesdeñaba loporvenir.Yanadaexistíaparamíen lasuperficiedelesferoide en cuyo seno me había engolfado: ni ciudades, ni campos, niHamburgo,ni laKönig-strasse, nimipobreGraüben,que, a la sazón,debíacreermeparasiempreperdidoenlasentrañasdelatierra.

—Abrámonos camino a viva fuerza —dijo mi tío—; derribemos estamurallaagolpesdeazadónydepiqueta.

—Esdemasiadoduraparaeso—exclaméyo.

—Entonces…

—Recurramos a la pólvora. Practiquemos una mina y volemos elobstáculo.

—¡Lapólvora!

—¡Sí,sí!¡Sólosetratadevolaruntrozoderoca!

—¡Manosalaobra,Hans!—exclamóentoncesmitío.

Volvióelislandésalabolsayprontoregresóconunpico,delcualhubodeservirseparaabrirunpequeñobarreno.Noeratrabajosencillo.Setratabadeabrir un orificio lo bastante considerable para contener cincuenta libras dealgodón pólvora cuya fuerza expansiva es cuatro vecesmayor que la de lapólvoraordinaria.

Me hallaba en un estado de sobreexcitación espantoso. Mientras Hanstrabajaba ayudé activamente a mi tío a preparar una larga mecha hecha depólvoramojadayencerradaenunaespeciedetripadetela.

—¡Pasaremos!—decíayo.

—¡Pasaremos!—repetíamitío.

Amedianoche,nuestrotrabajodezapaestabaterminadoporcompleto;lacargadealgodónpólvorahabíasidodepositadaenelbarreno,y lamechaseprolongabaalolargodelagaleríahastasaliralexterior.

Sólofaltabaunachispaparaprovocarlaexplosión.

—¡Hastamañana!—dijoelprofesorentonces.

Fueprecisoresignarse,yesperartodavíaduranteseislargashoras.

CAPÍTULOXLI

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El siguiente, jueves 27 de agosto, fue una fecha célebre de aquel viajesubterráneo.Nopuedoacordarmedeellosinqueelespantohagaaúnpalpitarmicorazón.

Apartirdeaquelmomento,nuestrarazón,nuestrojuicioynuestroingeniodejarondetenerparticipaciónalgunaenlosacontecimientos,convirtiéndonosenmerosjuguetesdelosfenómenosdelatierra.

A las seis, ya estábamos de pie. Se aproximaba elmomento de abrirnospasoatravésdelacortezaterrestre,pormediodeunaexplosión.

Solicité para mí el honor de dar fuego a la mina. Una vez hecho esto,debería reunirme a mis compañeros sobre la balsa que no había sidodescargada, y enseguida nos alejaríamos, con el fin de substraemos a lospeligros de la explosión, cuyos efectos podrán no limitarse al interior delmacizo.

Lamecha,segúnnuestroscálculos,debíatardardiezminutosencomunicarelfuegoalamina.Tenía,pues,tiempobastantepararefugiarmeenlabalsa.

Mepreparé,nosinciertaemoción,adesempeñarmipapel.

Después de almorzar muy deprisa, se embarcaron mi tío y el cazador,quedándome ya en la orilla, provisto de una linterna encendida que debíaservirmeparadarfuegoalamecha.

—Anda, hijo mío —me dijo el profesor—. Prende fuego al artificio yregresainmediatamente.

—Estéustedtranquilo,tío,quenomeentretendréenelcamino.

Medirigíenseguidahacialaaberturadelagalería,abrílalinternaycogílaextremidaddelamecha.

Elprofesorteníaelcronómetroenlamano.

—¿Estáslisto?—megritó.

—¡Listo!—lerespondí.

—Bien,pues,¡fuego!,hijomío.

Acerqué rápidamente a la llama mi punta de la mecha que empezó achisporrotearenseguida,ycorriendocomounaexhalación,volvíalaorilla.

—Embarca—medijomitío—,quevamosadesatracar.

Saltéabordo,yHans,deunviolentoempujón,nosimpulsóhaciaelmar,alejándoselabalsaunasveintetoesas.

Fueunmomentodevivaansiedad;elprofesornoapartabalavistadelasmanecillasdelcronómetro.

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Faltancincominutos—decía—.Faltancuatro.Faltantres.

Mipulsolatíaconviolencia.

—¡Faltandos!¡Faltouno…!¡Desplomaos,montañasdegranito!

¿Qué sucedió entonces?Me parece que no oí el ruido de la detonación;perolaformadelasrocassemodificódepronto.Pareciócomosisehubiesedescorridountelón.

Viabrirseenlamismaplayauninsondableabismo.Elmar,comopresadeunvértigohorrible.Seconvirtióenunaolaenorme,sobrelocualselevantólabolsacasiperpendicularmente.

Lastresnosdesplomamos.Enmenosdeunsegundo,seextinguiólaluzyquedamossumidosenlasmásespantosastinieblas.Sentídespuésquefaltabaelpuntodeapoyo,noamispies,sinoalabalsa.Creíquesenosibaapique;peronofueasí,porfortuna.Hubieradeseadodirigirlapalabraamitío;peroelrugirdelasolaslehabríaimpedidoeloírme.

A pesar de las tinieblas, del ruido, de la sorpresa y de la emoción,comprendílaqueacababadeocurrir.

Al otro lado de la roca que habíamos volado existía un abismo. Laexplosión había provocado una especie de terremoto en aquel terrenoagrietado;elabismosehabíaabierto,yconvertidoentorrente,nosarrastrabahaciaél.

Meconsideréperdido.

Unahora,doshoras…¡quéséyo!transcurrieronasí.Nosentrelazamoslosbrazos,nosasíamosfuertementeconlasmanosafindenoserdespedidosdelabalsa.Seproducíanconmocionesdeextremadaviolenciacadavezqueestaúltimachocabacontralasparedes.Estoschoques,sinembargo,eranraros,dedondededujequelagaleríaseensanchabaconsiderablemente.Aquélera,anodudarlo,elcaminodeSaknussemm;peroenvezdedescendernosotrossolos,habíamosarrastradotodounmarconnosotros,graciasanuestraimprudencia.

Biensecomprenderáqueestasideasasaltaronmimentedeunmodovagoy obscuro, costándomemucho trabajo asociarlas durante aquella vertiginosacarrera que parecía una caída.A juzgar por el aire queme azotaba la cara,nuestravelocidaddebíasersuperioraladelostrenesmásrápidos.Era,pues,imposible encender una antorcha en tales condiciones, y nuestro últimoaparatoeléctricosehabíadestrozadoenelmomentodelaexplosión.

Grande fue, pues,mi sorpresa al ver repentinamentebrillaruna luz amilado, que iluminó el semblante de Hans. El hábil cazador había logradaencenderlalinterna,y,aunquesullamavacilaba,amenazandoapagarse,lanzóalgunosresplandoresenaquellaespantosaobscuridad.

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Lagaleríaeraancha, cualyamehabía figurado.Nuestra insuficiente luznonospermitíaver susdosparedesaun tiempo.Lapendientede lasaguasquenosarrastrabanexcedíaaladelosrápidosmásinsuperablesdeAmérica;su superficie parecía formada por un haz de flechas líquidas, lanzadas conextremada violencia. No encuentro otra comparación que expresemejor miidea.Labalsacorríaavecesdandovueltas,al impulsodeciertos remolinos.Cuandoseaproximabaalasparedesdelagalería,acercabaaellaslalinterna,y su luz me permitía apreciar la velocidad que llevábamos al ver que lossalientesdelasrocastrazabanlíneascontinuas,desuertequenoshallábamos,al parecer, encerrados en una red de líneasmovedizas. Calculé que nuestravelocidaddebíaserdetreintaleguasporhora.

Mitíoyyonosmirábamosconinquietud,agarradosaltrozodemástilquequedaba,pues,enelmomentodelaexplosión,esteúltimosehabíarotoendospedazos.Marchábamosconlaespaldavueltaalaire,paraquenonosasfixiaselarapidezdeunmovimientoqueningúnpoderhumanopodíacontrarrestar.

Lashoras, entretanto, transcurrían,y la situaciónnocambiaba,hastaqueunnuevoincidentevinoacomplicarla.

Como tratase de arreglar un poco la carga, vi que lamayor parte de losobjetos que componían nuestro impedimento habían desaparecido en elmomento de la explosión, cuando fuimos envueltos por elmar.Quise saberexactamente a qué atenerme respecto a los recursos conque contábamos, y,con la linterna en la mano, empecé a hacer un recuento. De nuestrosinstrumentos,solamentequedabanlabrújulayelcronómetro.Lasescalasylascuerdas se reducían a un pedazo de cable enrollado alrededor del trozo demástil. No quedaba un azadón, ni un pico ni un martillo, y ¡oh desgraciairreparable!,noteníamosvíveresmásqueparaunsolodía.

Me puse a registrar los intersticios de la balsa, los más insignificantesrincones formados por las vigas y las juntas de las tablas. ¡Pero, nada!Nuestras provisiones consistían únicamente en un trozo de carne seca yalgunasgalletas.

Mequedécomoalelado,sinquerercomprender.Y,bienmirado,¿porquépreocuparme de aquel peligro? Aun cuando hubiésemos tenido víveressuficientesparamesesyaunparaaños,¿cómosalirdelosabismosaquenosarrastraba aquel irresistible torrente? ¿A qué temer las torturas del hambrecuandoyameamenazabalamuertebajotantasotrasformas?¿Acasoteníamostiempodemorirdeinanición?

Sin embargo, por una inexplicable rareza de la imaginación, olvidé lospeligros inmediatos ante las amenazas de lo porvenir que hubieran demostrársemecontodosuespantosohorror.Además,¿nopodríamosescaparalosfuroresdeltorrenteyvolveralasuperficiedelglobo?¿Dequémanera?Lo

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ignoro. ¿Dónde? ¡El lugarnohacía al caso!Unaprobabilidadcontramilnodejadeser siempreunaprobabilidad;en tantoque lamuerteporhambrenonosdejabasiquieraniunátomodeesperanza.

Se me ocurrió la idea de decírselo todo a mi tío, de manifestarle eldesamparoenquenosencontrábamos,ydehacerelcálculoexactodeltiempoquenosquedabadevida;perotuveelvalordecallarme.Quisequeconservasetodasuserenidad.

Enaquelmomento,sedebilitópocoapocolaluzdelalinterna,hastaquese extinguió por completo. La mecha se había consumido hasta el fin. Laobscuridad se hizo de nuevo absoluta. No había que soñar ya con poderdesvanecer sus impenetrables tinieblas. Nos quedaba una antorcha todavía;perohabríasido imposibleelmantenerlaencendida.Entoncescerré losojos,comounniñopequeño,paranoverlastinieblas.

Después de un período de tiempo bastante considerable, se redobló lavelocidaddenuestravertiginosacarrera.Lamayorfuerzaconqueelairemeazotabalacaramelohubodehacernotar.Lapendientedelasaguassehacíacada vez mayor. Creo verdaderamente que caíamos en vez de resbalar. Laimpresiónquesentíaeraladeunacaídacasivertical.LasmanosdemitíoylasdeHans,fuertementeaferradasamisbrazos,mereteníanconvigor.

De repente, después de un espacio de tiempo que no puedo precisar,sentimos como un choque; la balsa no había tropezado con ningún cuerpoduro,perosehabíadetenidoderepenteensucaída.Unatrombadeagua,unainmensa columna líquida cayó entonces sobre ella. Me sentí sofocado; meahogaba.

Esta inundación momentánea no duró, sin embargo, mucho tiempo. Alcabodealgunossegundosmeencontrédenuevoalairelibre,querespiraronconavidezmispulmones.Mi tíoyHansmeapretaban losbrazoshastacasirompérmelos,ylostresnoshallábamosaúnencimadelabalsa.

CAPÍTULOXLII

Calculo que serían entonces las diez de la noche. El primero de missentidosquevolvióafuncionardespuésdelazambullidafueeloído.Oícasienseguida —porque fue un verdadero acto de audición—, oí, repito,restablecerseelsilenciodentrodelagalería,reemplazandoa losrugidosquedurantemuchas horas aturdieronmis oídos. Por fin llegó hastamí comounmurmullolavozdemitío,quedecía:

—¡Subimos!

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—¿Quéquiereusteddecir?—exclamé.

—¡Quesubimos,sí,quesubimos!

Extendí entonces el brazo, toqué la pared con la mano y la retiréensangrentada.Subimos,enefecto,conunavelocidadespantosa.

—¡Laantorchalaantorcha!—exclamóelprofesor.

Hansnosindificultades,logró,alfin,encenderla,y,aunquelallamadelaluz se dirigió de arriba abajo, a consecuencia del movimiento ascensional,produjoclaridadsuficienteparaalumbrartodalaescena.

—Todosucedecomomelohabíaimaginado—dijomitío—noshallamosen un estrecho pozo que sólo mide cuatro toesas de diámetro. Después dellegar el agua al fondo del abismo, recobra su nivel natural y nos elevaconsigo.

—¿Adónde?

—Lo ignoro en absoluto; pero conviene estar preparados para todos losacontecimientos. Subimos con una velocidad que calculo en dos toesas porsegundo,oseacientoveintetoesasporminuto,amásdetresleguasymediaporhora.Aestepaso,seadelantabastantecamino.

—Sí,sinadanosdetiene;sitienesalidaestepozo.Perosiestátaponado,siel aire se comprime poco a poco bajo la presión enorme de la columna deagua,vamosaseraplastados.

—Axel—respondió el profesor, conmucha serenidad—, la situación escasidesesperada;perohayaúnalgunasesperanzasde salvación,queson lasqueexamino.Siesmuyciertoqueacadainstantepodemosperecer,noloesmenos que a cada momento podremos también ser salvados. Pongámonos,pues,ensituacióndeaprovecharlasmenorescircunstancias.

—Pero,¿quépodemoshacer?

—Prepararnuestrasfuerzas,comiendo.

Aloírestaspalabras,miréami tíoconojosespantados.Habíasonadolahoradedecirloquehabíaqueridoocultar.

—¿Comer?—repetí.

—Sí,ahoramismo.

Elprofesorañadióalgunaspalabrasendanés.

—¡Cómo!—exclamómitío—.¿Sehabíanperdidolasprovisiones?

—Sí,heaquítodoloquenosresta¡untrozodececinaparalostres!

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Mitíomemirósinquerercomprendermispalabras.

—¿Qué tal? —le pregunté—. ¿Cree usted todavía que podremossalvarnos?

Mipreguntanoobtuvorespuesta.

Transcurrió uno horamás y empecé a experimentar un hambre violenta.Miscompañerospadecíantambién,apesardelocualningunodelastresnosatrevíamosatocaraquelmiserablerestodealimentos.

Entretanto,subíamossincesarconterriblerapidez.Faltándonosaveceslarespiración,comoalosaeronautascuandoasciendenconvelocidadexcesiva.Perosiéstossientenunfríotantomásintensocuantomayoreslaalturaaquese elevan en las regiones aéreas, nosotros experimentábamos un efectoabsolutamentecontrario.Crecía la temperaturadeunamanera inquietante,yenaquellosmomentosnodebíabajarde40°.

¿Quésignificabaaquelcambio?Hastaentonces,loshechoshabíandadolarazóna las teoríasdeDavyydeLidenbrock;hastaentonces lascondicionesparticulares de las rocas refractarias, de la electricidad, del magnetismo,habían modificado las leyes generales de la Naturaleza, proporcionándonosuna temperaturamoderada; porque la teoría del fuego central siendo; enmiopinión,laúnicaverdadera,laúnicaexplicable.¿Íbamosapenetrarentoncesenunmedio enque estos fenómenos se cumplían en todo sin rigor, y en elcual el calor reducía las rocas a un estado completo de fusión? Así me lotemía,yporesodijealprofesor:

—Sinosahogamosonosestrellamos,ysinonosmorimosdehambre,nosquedasiemprelaprobabilidaddeserquemadosvivos.

Peroél secontentóconencogersedehombros,y seabismódenuevoensusreflexiones.

Transcurrióunahoramás,y,salvounligeroaumentodelatemperaturanovino ningún nuevo incidente a modificar la situación. Al fin, rompió elsilenciomitío.

—Veamos—dijo—precisotomarunpartido.

—¿Tomarunpartido?—repliqué.

—Sí;esprecisorepararnuestrasfuerzas.Sitratamosdeprolongarnuestraexistencia algunas horas, economizando ese resto de alimentos,permaneceremosdébileshastaelfin.

—Sí,hastaelfin,quenoseharáesperar.

—Puesbien,sisepresentaunaocasióndesalvarnos,¿dóndehallaremoslafuerzanecesariaparaobrar,sipermitimosquenosdebiliteelayuno?

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—Yunavezquedevoremos estepedazode carne, ¿quénosquedaráya,tío?

—Nada, Axel, nada; pero, ¿te alimentará más comiéndolo con la vista?¡Tus razonamientos son propios de un hombre sin voluntad, de un ser sinenergía!

—Pero,¿aúnconservaustedesperanzas?—lepregunté,irritado.

—Sí—replicóelprofesor,confirmeza.

—¡Cómo!¿Creeustedqueexistealgúnmediodesalvación?

—Sí,porcierto.Mientraselcorazónlata,mientraslacarnepalpite,nomeexplicoqueunserdotadodevoluntadsedejedominarporladesesperación.

QuéadmirablespalabrasElhombrequelaspronunciabaencircunstanciastancríticas,poseíaindudablementeuntemplepococomún.

—Pero,enfin—dijeyo—,¿quépretendeustedhacer?

—Comer lo que queda de alimentos hasta la últimamigaja para repararnuestrasperdidasfuerzas.Siestáescritoqueestacomidanuestrasealaúltima,tengamosresignación;pero,almenos,envezdeestarextenuados,volveremososerhombres.

—¡Comamos,pues!—exclamé.

Tomómitíoeltrozodecarneylaspocasgalletassalvadosdelnaufragio,hizotrespartesigualesylasdistribuyó.Noscupo,próximamenteunalibradealimentos a cada uno. El profesor comió con avidez, con una especie deentusiasmofebril;yo,singusto,apesardemihambre,ycasiconrepugnancia;Hans,tranquilamente,conmoderación,abocadosmenudosquemasticabasinruido y saboreaba con la calma de un hombre a quien lo porvenir no leinquieta.Huroneandobien,habíaencontradounacalabazamediadadeginebraquenosofreció,yaquellicorbenéficologróreanimarmeunpoco.

—Föttraflig!—dijoHans,bebiendoasuturno.

—¡Excelente!—respondiómitío.

Habíarecobradoalgolaesperanza;peronuestraúltimacomidaacababadeterminarse.Eranentonceslascincodelamañana.

La constitución del hombre es tal, que su salud es un efecto puramentenegativo;unavez satisfecha lanecesidaddecomer, esdifícil imaginarse loshorroresdelhambre;esprecisoexperimentarlosparacomprenderlos.Alsalirdeprolongadaabstinencia,algunosbocadosdegalletaydecarnetriunfarondenuestrospasadosdolores.

Sin embargo, después de este banquete, cada cual se entregó a sus

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reflexiones. ¿En qué soñabaHans, el hombre del extremoOccidente, quienposeíalaresignaciónfatalistadelosorientales?Porloqueamírespecta,mispensamientos se encontraban llenos de recuerdos y éstosme conducían a lasuperficie del globo, que nunca hubiera debido abandonar. La casa de laKönig-strasse,mipobreGraüben, la excelenteMartapasaron, cual visiones,pordelantedemisojos,y,enloslúgubresruidosquesetransmitíanatravésdelmacizodegranito,creíasorprenderelruidodelasciudadesdelatierra.

Por lo que respecta ami tío, aferrado siempre a su idea, examinaba conescrupulosaatenciónlanaturalezadelosterrenos;tratabadedarsecuentadesu situación, observando las capas superpuestas. Este cálculo, o por mejordecir esta apreciación, tan sólo podía ser aproximada para un sabio que essiempreunsabio,cuandolograconservarsusangrefría,yhayquereconocerqueelprofesorLidenbrockposeíaestacualidadenungradopococomún.

Le oía murmurar palabras de la ciencia geológica, que me eran bienconocidas; y esto era causa de que, aun ami pesar,me interesase en aquelsupremoestudio.

—Granito eruptivo—decía—; nos hallamos aún en la época primitiva;pero,comoascendemossincesar,¿quiénsabe,todavía?

¡Quiénsabe!Aúnnohabíaperdido laesperanza.Palpabaconlamanolaparedvertical,yalgunosinstantesdespués,proseguía:

—Heaquí losgneis.Heaquí losmicaesquistos. ¡Bueno!Pronto llegaránlosterrenosdelaépocadetransición,yentonces…

¿Qué quería decir el profesor? ¿Podía medir el espesor de la cortezaterrestre suspendida sobre nuestras cabezas? ¿Poseía algún medio de hacersemejante cálculo? No. Le faltaba el manómetro, y la mera apreciación nopodíasuplirsuspreciosasindicaciones.

Sin embargo, la temperatura aumentaba en progresión importante, y mesentía bañado de sudor en medio de una atmósfera abrasadora. Sólo podíacompararla al calor que despiden los hornos de una fundición cuando seefectúan las coladas. Poco a poco, Hans, mi tío y yo nos habíamos idodespojandodenuestraschaquetasychalecos;laprendamásligeracausabaungranmalestar,pornodecirsufrimiento.

—¿Seráacasoquesubimoshaciaunfocoincandescente?—exclamé,enunmomentoenqueelcaloraumentaba.

—No—respondiómitío—;esimposible,¡imposible!

—Sinembargo—insistíyo,palpandolapared—,estamurallaquema.

Aldecir esto, rozómimano la superficiedel aguay tuveque retirarlo atodaprisa.

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—¡Elaguaabrasa!—exclame.

Elprofesorestavezrespondiósolamenteconungestodecólera.

Un terror invisible se apoderó entonces de mi mente y ya no me fueposible verme libre de él. Presentía una catástrofe próxima, tan espantosacomolaimaginaciónmásaudaznohubierapodidoconcebir.Unaidea,inciertayvagaprimero,setrocóencertidumbreenmiespíritu.Larechacé,mastornóconobstinaciónnuevamente.Nomeatrevíaaformularlasinembargo,algunasobservaciones involuntariasme hicieron adquirir la convicción.A la dudosaluzdelaantorcha,advertíenlascapasgraníticasmovimientosdesordenados;iba evidentemente a producirse un fenómeno en el que la electricidaddesempeñaba un papel; además, aquel calor excesivo, aquella agua enebullición…Decidíobservarlabrújula,peroestabacomoloca.

CAPÍTULOXLIII

¡Sí,sí!¡Estabacomoloca!Laagujasaltabadeunpoloalotroconbruscassacudidas;recorríatodoslospuntosdelcuadrante,ygirabacomosisehallaseposeídadeunvértigo.

Sabíaque,segúnlasteoríasmásaceptadas,lacortezamineraldelglobonose encuentra jamás en estado de reposo absoluto. Las modificacionesoriginadas por la descomposición de las materias internas, la agitaciónproducida por las grandes corrientes líquidas, la acción del magnetismo,tienden incesantemente a conmoverla, aunque los seres diseminados en susuperficienosospechensiquieralaexistenciadeestasagitaciones.Así,pues,porsísolo,estefenómenonomehabríacausadosusto,o,porlomenosnomehabríahechoconcebirunaideatanterrible.

Masotroshechos,ciertosdetallessuigeneris,nopudieronengañarmepormástiempo; lasdetonacionessemultiplicabanconunaespantosa intensidad;sólopodíacompararlasconelruidoqueproduciríanungrannúmerodecarrosarrastradosrápidamentesobreunbruscoempedrado.Erauntruenocontinuo.

Después, la brújula, enloquecida, sacudida por los fenómenos eléctricos,me confirmaba enmi opinión; la corteza mineral amenazaba romperse; losmacizos graníticos, juntarse; el vacío, llenarse; el pozo, rebosar, y nosotros,pobresátomos,íbamosasertrituradosenaquellaformidablecompresión.

—¡Tío,tío!—exclamé—;¡ahorasíqueestamosperdidos!

—¿Quémotiva tunuevo terror?—merespondióconcalmasorprendente—.¿Quétienes?¿Quétepasa?

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—¡Quequé tengo!Observeustedesasparedesqueseagitan,esemacizoquesedisloca,esaaguaenebullición,losvaporesqueseespesan,estaagujaqueoscila,estecalorinsufrible,indiciostodosdetanenormeterremoto.

Mitíosacudiólacabezaconcalma.

—¿Unterremotohasdicho?—mepreguntó.

—Sí,ciertamente.

—No,hijomío;meparecequeteengañas.

—¡Cómo!¿Nosonéstoslossignosprecursores…?

—¿Deunterremoto?¡No!Esperoalgomásgrande.

—¿Quéquiereusteddecir?

—¡Unaerupción,Axel!

—¡Una erupción! —exclamé—. ¿Nos hallamos en la chimenea de unvolcánenactividad?

—Así locreo—dijoelprofesorsonriendo—:ya fequees lomejorquepudieraocurrirnos.

¡Lomejor que pudiera ocurrirnos! ¡Pero entoncesmi tío se había vueltoloco!¿Quésignificadoteníansuspalabras?¿Cómoexplicarsesusonrisa?

—¡Cómo! —exclamé—, nos hallamos envueltos en una erupciónvolcánica, la fatalidad nos ha arrojado en el camino de las lavasincandescentes,de lasrocasencendidas,de lasaguashirvientes,de todas lasmaterias eruptivas; vamos a ser repelidos, expulsados, arrojados, vomitados,lanzadosalespacioentrerocasenormes,enmediodeunalluviadecenizasydeescorias,envueltosenuntorbellinodellamas,¡yaúnseatreveustedadecirqueeslomejorquepudierasucedernos!

—Sí—dijoelprofesor,mirándomeporencimadelasgafas—,¡porqueeslaúnicaprobabilidadquetenemosdevolveralasuperficiedelatierra!

Renunciéaenumerarlasmilideasquecruzaronentoncespormimente.Mitíoteníarazónentodoabsolutamente,yjamásmepareciónimásaudaznimásconvencidoqueenaquellosinstantesenqueesperabayveíavenirconcalmalastemiblescontingenciasdeunaerupción.

Entretanto, seguíamos subiendo, no cesando en toda la noche nuestromovimientoascensional;elestrépitoquenosrodeabacrecíaconstantemente;me sentía casi asfixiado, y estaba convencido de que mi última hora seacercaba;sinembargo,laimaginaciónestanrara,quemeentreguéaunaseriede reflexiones verdaderamente pueriles. Pero lejos de dominar mispensamientos,meencontrabasubordinadoaellos.

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Eraevidentequesubíamos,empujadosporunaluvióneruptivo;debajodela balsa había aguas hirvientes, y debajo de éstas, una pasta de lavas, unconglomeradode rocasque, al llegar a labocadel cráter, sedispersaríanentodas direcciones. Nos encontrábamos, pues, en la chimenea de un volcán.Sobreesto,nohabíaduda.

Peroenestaocasión,nosetratabadelSneffels,volcánapagadoya,sinodeotro volcán en plena actividad. Por esomedevanaba los sesos pensando encuál podía ser aquella montaña y en qué parte del mundo íbamos a servomitados.

En las regionesdelNorte, sindudadeningúngénero.Antesdevolverselocalabrújula,noshabíaindicadosiemprequemarchábamoshaciaelNorte;y, a partir del Cabo Saknussemm, habíamos sido arrastrados centenares deleguas en esta dirección. Ahora bien, ¿nos hallábamos otra vez debajo deIslandia?¿ÍbamosaserarrojadosporelcráterdelHecla,oporalgunodelossietemontesignívomosdelaisla?

Enunradiode500leguas,alOeste,noveía,bajoaquelparalelo,másquelos volcanesmal conocidos de la costa noroeste de América. Al Este, sóloexistíaunoenel80°delatitudelEsk,enlaisladeJuanMayen,nolejosdeSpitzberg. Cráteres no faltaban, ciertamente, y bastante espaciosos paravomitarunejércitoentero;peroyopretendíaadivinarporcuáldeellosíbamosaserarrojados.

Al amanecer, se aceleró el movimiento ascensional. El hecho de queaumentara el calor, en vez de disminuir, al aproximarnos a la superficie delglobo, se explica por ser local y debido a la influencia volcánica. Nuestrogénerode locomociónnopodíadejar enmiánimo lamás ligeraduda sobreeste particular; una fuerza enorme, una fuerza de varios centenares deatmósferas,engendradaporlosvaporesacumuladosenelsenodelatierra,nosimpulsaba con energía irresistible. Pero, ¡a qué innumerables peligros nosexponíamos!

No tardaron en penetrar en la galería vertical, que iba aumentando enanchura, reflejos amarillentos, a cuya luz distinguía a derecha a izquierda,profundoscorredoresquesemejabantúnelesinmensosdelosqueseescapabanespesos vapores, y largas lenguas de fuego lamían chisporroteando susparedes.

—¡Mireusted!¡Mireusted,tío!—exclamé.

—¡No te importe! Son llamas sulfurosas que no faltan en ningunaerupción.

—Pero,¿ysinosenvuelven?

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—Nonosenvolverán.

—Pero,¿ysinosasfixian?

—No nos asfixiarán; la galería se ensancha, y, si fuere necesario,abandonaríamoslabalsaparaguarecernosenalgunagrieta.

—¿Yelagua?¿Yelaguaquesube?

—Yanohayaguaninguna,Axel,sinounoespeciedepastadelavaquenoselevaconsigohastalabocadelcráter.

Enefecto,lacolumnalíquidahabíadesaparecido,siendoreemplazadopormateriaseruptivasbastantedensas,aunquehirvientes.Latemperaturasehacíainsoportable,yuntermómetroexpuestoenaquellaatmósferahabríamarcadomás de 70°. El sudor me inundaba, y si la ascensión no hubiera sido tanrápida,noshabríamosasfixiadosinduda.

Noinsistióelprofesorensupropósitodeabandonarlabalsa,ehizobien.Aquelpuñadodetablasmalunidasofrecíanunasuperficiesólida,unpuntodeapoyoque,deotromodo,nohubiéramoshallado.

A eso de las ocho de lamañana, sobrevino un nuevo incidente. Cesó elmovimiento ascensional de improviso y la balsa quedó completamenteinmóvil.

—¿Quéesesto?—preguntéyo,sacudidoporaquellaparadarepentinaquemehizoelefectodeunchoque.

—Unalto—respondiómitío.

—¿Esquelaerupciónsecalma?

—Meparecequeno.

Melevantéytratédeaveriguarloqueocurríaentornonuestro.Talvezlabalsa,detenidaporalgunarocasaliente,oponíaunaresistenciamomentáneaalamasaeruptiva.Enestecaso,eraprecisoapresurarsealibrarlacuantoantesdeltropiezo.

Masnohabíaobstáculoalguno.Lacolumnadecenizas,escoriasypiedras,habíadejadodesubirdeunamaneraespontánea.

—¿Sehabrádetenidolaerupciónporventura?—dijeyo.

—¡Ah! —exclamó mi tío, apretando los dientes— ¡si tal temes,tranquilízate,hijomío!;estacalmanopuedeprolongarse;hacecincominutosque dura, y no tardaremos en reanudar nuestra ascensión hacia la boca delcráter.

Alhablarasí,elprofesornocesabadeconsultarsucronómetro,ytampoco

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estavezseequivocóensuspronósticos.Prontovolvióaadquirir labalsaunmovimientorápidoydesordenadoqueduródosminutosaproximadamenteysedetuvodenuevo.

Bueno —dijo mi tío, mirando la hora—, dentro de diez minutos nospondremosenmarchanuevamente.

—¿Diezminutos?

—Sí.Nos hallamos en un volcán de erupción intermitente, que nos dejarespiraralmismotiempoqueél.

Así sucedió en efecto. A los diez minutos justos, fuimos empujados denuevoconunavelocidadasombrosa.

Eraprecisoagarrarsefuertementealastablasparanoserdespedidosdelabalsa.Después,cesóotravezlaimpulsión.

Mástardehereflexionadoacercadeesteextrañofenómeno,sinpodérmeloexplicar de unmodo satisfactorio. Sin embargo,me parece evidente que nonos encontrábamos en la chimenea principal del volcán, sino en algúnconducto accesible donde repercutían los fenómenos que en aquélla teníanefecto.

Nopuedoprecisarcuántasvecesserepitióestamaniobra;loquesípuedodecir es que, cadavez que se reproducía elmovimiento, éramosdespedidosconunaviolenciamayorrecibiendolaimpresióndeserlanzadosdentrodeunproyectil.

Mientraspermanecíamosparados,measfixiaba;y,durantelasascensiones,el aire abrasador me cortaba la respiración. Pensé un instante en el placerinmensodevolvermeaencontrarsúbitamenteenlasregioneshiperborealesaunatemperaturade30°bajocero.Miimaginaciónexaltadasepaseabaporlasllanurasdenievedelasregionesárticas,yanhelabaelmomentodepodermerevolcarsobrelaheladaalfombradelpolo.

Poco a poco, mi cabeza, trastornada por tan reiteradas sacudidas, seextravió,yanoserporlosbrazosvigorososdeHans,enmásdeunaocasiónmehabríadestrozadoelcráneocontralapareddegranito.

Nohe conservadoningún recuerdopreciso de lo queocurrió durante lashoras siguientes. Tengo una idea confusa de detonaciones continuas, de laagitacióndelmacizodegranito,delmovimientogiratorioqueseapoderódelabalsa,lacualsebalanceabasobrelasolasdelava,enmediodeunalluviadecenizas. La envolvieron llamas crepitantes. Un viento huracanado, comodespedidoporunventiladorcolosalactivabalosfuegossubterráneos.

PorvezpostreravielsemblantedeHansalumbradopor losresplandoresdeun incendio,ynoexperimentémássensaciónqueelespantosiniestrodel

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hombrecondenadoamoriratadoalabocadeuncañón,enelmomentoenquesaleeltiroydispersasusmiembrosporelaire.

CAPÍTULOXLIV

Cuandovolví a abrir los ojos,me sentí asidopor la cintura por lamanovigorosa de Hans, quien, con la otra, sostenía también a mi tío. No meencontrabaheridogravemente,perosimagulladoporcompletocualsihubierarecibidounaterriblepaliza.

Meencontrétendidosobrelavertientedeunamontaña,adospasosdeunabismoenelcualmehabríaprecipitadoalmenormovimiento.Hansmehabíasalvadodelamuertemientrasrodabaporlosflancosdelcráter.

—¿Dóndeestamos?—preguntómi tío,dandomuestrasdegranirritaciónporhabersalidoalasuperficiedelatierra.

Elcazadorseencogiódehombrosparamanifestarsuignorancia.

—¿EnIslandia?—dijeyo.

—Nej—respondióHans.

—¡Cómoqueno!—exclamóelprofesor.

—Hansseengaña—dijeyolevantándome.

Despuésde las innumerablessorpresasdeaquelviaje, todavíanosestabareservadaotranuevaestupefacción.Meesperabaverenunconocubiertodenieves eternas, en medio de los áridos desiertos de las regionesseptentrionales,bajo lospálidosrayosdeuncielopolar,másalláde lasmáselevadaslatitudes:mas,encontradetodasmissuposicionesmitío,elislandésyyonoshallábamostendidoshacialamitaddelaescarpadavertientedeunamontañacalcinadaporlosardoresdeunsolquenosabrasaba.

No quería dar crédito a mis ojos, pero la tostadura real que sufría miorganismonodejabadudaalguna.Habíamossalidomediodesnudosdelcráter,yelastroesplendoroso,cuyosfavoresnohabíamossolicitadodurantelosdosúltimosmeses, senosmostrabapródigode luzydecalorynosenvolvíaenoleadasdesusespléndidosrayos.

Cuandoseacostumbraronmisojosaaquellosresplandores,aloscualessehabían deshabituado, me valí de ellos para rectificar los errores de miimaginación.PorlomenosqueríahallarmeenSpitzberg,ynohabíamaneradeconvencermedelocontrario.

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Elprofesorfueelprimeroquetomólapalabra,diciendo:

—Enefecto,estepaisajenosepareceennadaalosdeIslandia.

—¿YalaisladeJuanMayen?—respondíyo.

—Tampoco,hijomío.NoesésteunvolcándelNorte,consuscolinasdegranitoysucasquetedenieve.

—Sinembargo…

—¡Mira,Axel,mira!

Encimadenuestrascabezas,aquinientospiesalosumo,seabríaelcráterdeunvolcán,porelcualseescapaba,decuartoencuartodehora,confuertedetonación,unaaltacolumnadellamas,mezcladasconpiedrapómez,cenizasy lavas. Sentía las convulsiones de la montaña, que respiraba como lasballenas, arrojando de tiempo en tiempo fuego y aire por sus enormesrespiraderos.Debajo,yporunapendientemuy rápida, lascapasdemateriaseruptivas se precipitaban a una profundidad de 700 u 800 pies, lo que dabapara el volcán una altura inferior a 100 toesas. Su base desaparecía en unverdaderobosquedeárbolesverdes,entrelosquedistinguíolivos,higuerasyvidescargadasdeuvasrojas.

Precisoeraconfesarqueaquélnoeraelaspectodelasregionesárticas.

Cuando rebasaba la vista aquel cinturón de verdura, iba rápidamente aperderseenlasaguasdeunmaradmirableodeunlago,quehacíandeaquellatierra encantadauna isla que apenasmedíade extensiónunas leguas.Por lapartedeLevante,seveíaunpequeñopuerto,precedidodealgunascasas,enelque a impulso de las alas azules, se mecían varios buques de una formaespecial.Máslejos,emergíandelalíquidallanuratangrannúmerodeislotes,quesemejabanuninmensohormiguero.

Hacia poniente, lejanas costas se divisaban en el horizonte, perfilándosesobre algunas de aquellas montañas azules de armoniosa conformación, ysobreotras,másremotasaún,seelevabaunconodeprodigiosaaltura,encuyacimaseagitabaunpenachodehumo.

PorelNorte,sedivisabaunainmensaextensióndemar,querelumbrabaalinflujo de los rayos solares, sobre la cual se veía de trecho en trecho laextremidaddeunmástilolaconvexidaddeunavelahinchadaporelviento.

Loimprevistodesemejanteespectáculocentuplicabaaúnsusmaravillosasbellezas.

—¿Dóndeestamos?¿Dóndeestamos?—repetíayo.

Hanscerraba,conindiferencia, losojos,ymitíoloescudriñabatodo,sindarseapenascuentadenada.

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—Sea cual fuere esta montaña —dijo al fin— hace bastante calor; lasexplosionesnocesan,ynovaldríalapenadehaberescapadodelospeligrosde una erupción para recibir la caricia de un pedazo de roca en la cabeza.Descendamos,ysabremosaquénosatenernos.Porotraparte,memuerodehambreydesed.

Decididamente,elprofesornoeraunespíritucontemplativo.Porloqueamí respecta, olvidando las fatigas y las necesidades, habría permanecido enaquel sitio durante muchas horas aún; pero me fue preciso seguir a miscompañeros.

Eltaluddelvolcánpresentabamuyrápidaspendientes;nosdeslizábamosalolargodeverdaderosbarrancosdeceniza,evitandolascorrientesdelavaquedescendían como serpientes de fuego; y yo, mientras, conversaba convolubilidad,porquemi imaginaciónsehallabademasiado repletade ideas,yeraprecisodarlealgúndesahogo.

—¿NosencontramosenAsia—exclamé—,enlascostasdelaIndia,enlasislasdelaMalasia,enplenaOceanía?¿HemosatravesadolamitaddelgloboterráqueoparasalirdeélporlasantípodasdeEuropa?

—Pero,¿ylabrújula?—respondiómitío.

—¡Sí, sí! ¡Fiémonos de la brújula! A dar crédito a sus indicaciones,habríamosmarchadosiemprehaciaelNorte.

—¡Segúneso,hamentido!

—¡Oh!¡Mentido!¡mentido!

—¡AmenosqueesteseaelPoloNorte!

—¡ElPolo!No;pero…

Eraunhechoinexplicable;yonosabíaquépensar.

Entretanto, nos aproximábamos a aquella verdura que tanto recreaba lavista.Meatormentabaelhambre,comoasimismolased.Porfortuna,despuésdedoshorasdemarcha,sepresentóantenuestrosojosunahermosacampiña,enteramentecubiertadeolivos,degranadosydevidesqueparecíanperteneceratodoelmundo.Porotraparte,enelestadodedesnudezyabandonoenquenosencontrábamos,noeraocasióndeandarseconmuchosescrúpulos. ¡Conquéplaceroprimimosentrenuestros labiosaquellassabrosas frutas,aquellasdulcesyjugosísimasuvas!Nolejos,entrelahierba,alasombradeliciosadelos árboles, descubrí un manantial de agua fresca, en la que sumergimosnuestrascarasymanosconindecibleplacer.

Mientras nos entregábamos a todas las delicias del reposo, apareció unchiquilloentredosgruposdeolivos.

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—¡Ah!—exclamé—,unhabitantedeestebienaventuradopaís.

Era una especie de pordioserillo miserablemente vestido, de aspectobastante enfermizo, a quien nuestra presencia pareció intimidarextraordinariamente; cosa que a la verdad, no tenía nada de extraña, puesmediodesnudosyconnuestrasbarbasincultas,teníamosmuymalcariz;yalmenosquenonoshallásemosenunpaísdeladrones,nuestrasextrañasfigurasteníannecesariamentequeamedrentarasushabitantes.

Enelmomentoenqueel rapazueloemprendió,asustado, lahuida,corrióHansdetrásdeélylotrajonuevamente,apesardesuspuntapiésysusgritos.

Mi tío comenzó por tranquilizarlo como Dios le dio a entender, y, encorrectoalemán,lepreguntó:

—¿Cómosellamaestamontaña,amiguito?

Elniñonorespondió.

—Bueno—dijomitío—;noestamosenAlemania.

Formulólamismapreguntaeninglés,y tampococontestóelchiquillo.Amímedevoraba,laimpaciencia.

—¿Será mudo? —exclamó el profesor, quien, orgulloso de supoliglotismo,repitióenfrancéslapregunta.

Elmismosilenciodelniño.

—Ensayemos el italiano —dijo entonces mi tío. Y le pregunto en estalengua:

—Dovesiamo?

—Sí, ¿dónde estamos? —repetí con impaciencia. Pero el niño norespondiótampoco.

—¡Demontre!—exclamómi tío, que empezaba a encolerizarse, dándoleuntiróndeorejas—,¿acabarásdereventardeunavez?Comesinomaqaestaisola?

—Strombolí—repitióelpastorcillo,escapándosedelasmanosdeHansyemprendiendovelozcarreraatravésdelosolivoshastallegaralallanura,sinquenosvolviéramosaocuparmásdeél.

¡ElEstrómboli!¡Oh,quéefectoprodujoenmiimaginaciónaquelnombreinesperado!NoshallábamosenplenoMediterráneo,enmediodelarchipiélagoeolio, de mitológica memoria, en la antigua Strongyle, donde Eolo teníaencadenados los vientos y tempestades. Y aquellas montañas azules que seveíanporelEsteeranlasmontañasdeCalabria.YaquelvolcánqueseerguíaenelhorizontedelSureranadamenosqueelimplacableEtna.

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—¡ElEstrómboli!—repetíayo—,¡elEstrómboli!

Mi tíomeacompañabaconsusgestosypalabras.Parecíaqueestábamoscantandoundúo.

—¡Oh,quéviaje!¡Quémaravillosoviaje!¡Entrarporunvolcánysalirporotro, situado a más de 1.200 leguas del Sneffels, de aquel árido país deIslandia, enclavado en los confines delmundo!Los azares de la expediciónnoshabíantransportadoalsenodelasmásarmoniosascomarcasdelatierra.Habíamostrocadolaregióndelasnieveseternasporladelaverdurainfinita,y abandonado las nieblas cenicientas de las zonas heladas para venir acobijarnosbajoelcieloazuldeSicilia.

Después de una deliciosa comida compuesta de frutas y agua fresca,volvimosaponernosenmarchacondirecciónalpuertodeEstrómboli.

Nonosparecióprudentedivulgar lamaneracómohabíamos llegadoa laisla:elespíritusupersticiosodelositalianosnohubieravistoennosotrosotracosa que demonios vomitados por las entrañas del infierno: así que nosresignamos a posar por pobres náufragos. Era menos gloriosa, pero muchomásseguro.

Porelcamino,oímurmuraramitío:

—¡Peroesabrújula!¡EsabrújulaqueseñalabaelNorte!¿Cómoexplicarseestehecho?

—Afemía—dijeyoconelmayordesdén—,quenovalelapenaquenosdevanemoslossesostratandodebuscarleunaexplicación.

—¡Quédices, insensato! ¡Uncatedráticodel Johannaeumqueno supieradarunaexplicacióndeunfenómenocósmicoseríaunbochornoinaudito!

Yalexpresarsedeestemodo;mitío,mediodesnudo,conlabolsadecueroalrededorde la cintura, y afianzándose lasgafas sobre lanariz, volvióo serotravezelterribleprofesordemineralogía.

Unahoradespuésdehaberabandonadoelbosquedelosolivos,llegamosalpuertodeSanVicenzo,dondeHansreclamóelimportedesudecimoterciasemanadeservicio,quelefuereligiosamentepagado,cruzándoseentretodoslosmáscalurososapretonesdemanos.

En el momento aquel, si no participó de nuestra natural y legítimaemoción, se dejó arrastrar por lo menos por un impulso de extraordinariaexpansión.

Estrechó ligeramente nuestras manos con las puntas de sus dedos y sedibujóensuslabiosunaligerasonrisa.

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CAPÍTULOXLV

Heaquílaconclusióndeunrelatoquenoquerráncreerniaunlaspersonasmásacostumbradasanoasustarsedenada.Peromehepuestoenguardiadeantemanocontralacredulidaddeloshombres.

FuimosrecibidosporlospescadoresdeEstrómboliconlasconsideracionesdebidasaunosnáufragos.Nosproporcionaronvestidosyvíveres:y,despuésdecuarentayochohorasdeespera,el31deagosto,unaembarcaciónpequeñanos condujo aMesina, donde algunos días de reposo bastarán para reponernuestrasfuerzas.

Elviernes4deseptiembre,nosembarcamosabordodelVolturne,unodelos vapores de lasmensajerías imperiales de Francia, y, tres díasmás tardetomamos tierra en Marsella, sin más preocupación en nuestro espíritu quenuestramalditabrújula.Aquel hecho inexplicableno cesabade inquietarnosseriamente.El9deseptiembre,porlanoche,llegamos,porfin,aHamburgo.

Imposibledescribir la estupefaccióndeMartay la alegríadeGraüben alvernosentrarporlaspuertas.

—¡Ahoraqueeresunhéroe—medijomiadoradaprometida—,notendrásnecesidaddeseparartemásdemí,Axel!

Lamiré,yellamesonrióentresuslágrimas.

PuedecalcularellectorlasensaciónqueproduciríaenHamburgolavueltadelprofesorLidenbrock.GraciasalasindiscrecionesdeMarta,lanoticiadesupartidaparaelcentrodelatierrasehabíaesparcidoporelmundoentero.Peronadielacreyó,y,alverlederegreso,tampocoselediocrédito.

Sin embargo, la presencia de Hans y las informaciones de Islandiamodificaronlapúblicaopinión.

Entoncesmitíollegóaserunpersonajeimportante,yyo,elsobrinodeunilustresabio,loqueyaesalgunacosa.LaciudaddeHamburgodiounafiestaennuestrohonor.SecelebróunasesiónpúblicaenelJahannaeum,enlaqueelprofesorhizoundetallado relatode su expedición, omitiendo, naturalmente,loshechosextraordinariosrelativosalabrújula.Aquelmismodíadepositóenlosarchivosde laciudadeldocumentodeSaknussemm,expresandoelvivosentimientoquelecausabaelhechodequelascircunstancias,máspoderosasquesuvoluntad,nolehubiesenpermitidoseguirhastaelcentrodelatierralashuellas del explorador islandés. Fue modesto en su gloria, la cual hizoaumentarsureputación.

Tantos honores tenían necesariamente que suscitarle envidiosos. Así

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sucedió, en efecto, y, como sus teorías, basadas en hechos ciertos,contradecían los sistemas establecidos por la ciencia sobre la cuestión delfuegocentral,sostuvoverbalmenteyporescritomuynotablespolémicasconlossabiosdetodoslospaíses.

Por lo que a mí respecta, no puedo aceptar su teoría relativa alenfriamiento;apesardecuantohevisto,creoyseguirécreyendosiempreenelcalor central; pero confieso que ciertas circunstancias, aún no muy biendefinidas, pueden modificar esta ley bajo la acción de ciertos fenómenosnaturales.

Enelmomento enquemás enconadas eran lasdiscusiones, experimentómi tío un verdadero disgusto. Hans, a pesar de sus ruegos, se marchó deimproviso de Hamburgo. El hombre a quien todo se lo debíamos no quisopermitir que le pagásemos nuestra deuda, minado por la nostalgia que leproducíaelrecuerdodesuqueridaIslandia.

—Färval!—nosdijoundía;y, sinmásdespedida,partióparaReykiavikadondellegófelizmente.

Profesábamosunverdaderoafectoaaquelhombresingularquenoshabíasalvadolavidaenvariasocasiones;suausencianonosharáolvidarladeudade gratitud que tenemos con él contraída, y abrigo la esperanza de noabandonarestemundosinvolveraverleotravez.

Para concluir, añadiré que este viaje al centro de la Tierra produjo unaunánimesensaciónenelmundo.Fuetraducidoeimpresoentodaslaslenguas;los más importantes periódicos publicaron sus principales episodios, quefueron comentados, discutidos, atacados y defendidos con igual entusiasmoporloscreyentesaincrédulos.Y,cosarara,mitíodisfrutótodoelrestodesuvidade lagloriaquehabíaconquistado,yno faltóunseñorBarnuimque lepropusieseexhibirle,amuyelevadoprecio,enlosEstadosUnidos.

Perounprofundodisgusto,unverdaderotormentoamargabaestagloria.Elhechode labrújula seguía sin explicación,y el que semejante fenómenonohubiese sido explicado constituía verdaderamente un suplicio para lainteligencia de un sabio. El Cielo, sin embargo, reservaba a mi tío unafelicidadcompleta.

Undía,arreglandoensudespachounacoleccióndeminerales,descubrílafamosabrújulaymepuseaexaminarla.

Hacía seis meses que estaba allí, en un rincón, sin poder sospechar losquebraderosdecabezaqueestabaproporcionando.

¡Quéestupefacciónlamía!Lancéungritoquehizoacudiralprofesor.

—¿Quéocurre?—preguntó.

Page 190: Viaje al Centro de la Tierra...CAPÍTULO I El domingo 24 de mayo de 1863, mi tío, el profesor Lidenbrock, regresó precipitadamente a su casa, situada en el número 19 de la König-strasse,

—¡Estabrújula!

—¿Qué?¡Acaba!

—¡QuesuagujaseñalahaciaelSur,envezdeseñalarhaciaelNorte!

—¿Quédices?

—¡Mireusted!¡Suspolosestáninvertidos!

—¡Invertidos!

Mitíomiró,comparóypegóunsaltoquehizoretemblarlacosa.

¡Quéluztanvivailuminóderepentesuinteligenciaylamía!

—¿Desuerte—exclamócuandopudorecuperarelusede lapalabra,quedesdenuestrallegadaalcaboSaknussemm,laagujadeestacondenadabrújulaseñalabahaciaelSur,envezdeseñalarhaciaelNorte?

—Nocabedudaalguna.

—Nuestroerrorseexplicaentoncesdeunmodosatisfactorio.Pero,¿quéfenómenohapodidoproducirestainversióndesuspolos?

—Lacosanopuedesermássencilla.

—Explícate,hijomío.

—Durante la tempestad que hubo de desarrollarse en el mar deLidenbrock,aquelglobodefuegoqueimanóelhierrodelabalsa,desorientónuestrabrújula,invirtiendosuspolos.

—¡Ah!—exclamóelprofesor, soltando la carcajada—, ¡buenanos lohajugadolaelectricidad!

A partir de aquel día, fuemi tío elmás feliz de los sabios, y yo elmásdichosodeloshombres;porquemibellacurlandesa,renunciandoasucalidadde pupila, ocupó en la modesta casa de König-strasse el doble puesto desobrinaydeesposa.NocreonecesarioañadirquesutíofueelilustreprofesorOttoLidenbrock,miembrocorrespondientedetodaslassociedadescientíficas,geográficasymineralógicasdelascincopartesdelmundo.

FIN

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