Via Crucis - Meditaciones
VA CRUCIS EN EL COLISEOPRESIDIDO POR S. S. BENEDICTO XVIViernes
santo de 2011 (22-IV-11)Meditaciones y oraciones deSOR MARA RITA
PICCIONE, O. S. A.Presidenta de la Federacin de Monasterios
Agustinos de Italia"Nuestra Seora del Buen Consejo"Ilustraciones
deSOR ELENA MARA MANGANELLI, O. S. A.del Monasterio de Lecceto
(Siena)
PRESENTACIN
Si uno viese desde lejos su patria y estuviese separada por el
mar, vera adnde ir, pero no tendra medios para llegar. As es para
nosotros... Anhelamos la meta, pero est de por medio el mar de este
siglo... Ahora, sin embargo, para que tuvisemos tambin el medio
para ir, ha venido de all aquel a quien nosotros queremos llegar...
y nos ha proporcionado el navo para atravesar el mar. Nadie puede
atravesar el mar de este siglo, si no le lleva la Cruz de Cristo...
No abandonar la Cruz, ella te llevar.Estas palabras de san Agustn,
tomadas del Comentario al Evangelio de san Juan (cf. 2, 2), nos
introducen en la oracin del Va Crucis.En efecto, el Va Crucis
quiere avivar en nosotros este gesto de asirnos al madero de la
Cruz de Cristo a lo largo del mar de la existencia. El Va Crucis no
es, pues, una simple prctica de devocin popular con un tinte
sentimental; expresa la esencia de la experiencia cristiana: El que
quiera venir en pos de m, que se niegue a s mismo, que cargue con
su cruz y me siga (Mc 8,34).Y por esta razn el Santo Padre cada
Viernes Santo recorre el Va Crucis ante el mundo y en comunin con
l.Para la composicin de esta oracin, el Papa Benedicto XVI se ha
dirigido este ao al mundo monstico agustino femenino, encomendando
la redaccin de los textos a Sor Mara Rita Piccione, O. S. A., Madre
Presidenta de la Federacin de los Monasterios Agustinos de Italia
"Nuestra Seora del Buen Consejo".Sor Mara Rita pertenece al
Monasterio Agustino de Lecceto (Siena) -uno de los eremitorios
toscanos del s. XIII, cuna de la Orden de San Agustn- y es
actualmente miembro de la Comunidad de Santi Quattro Coronati de
Roma, donde tiene su sede la casa comn de formacin para las
novicias y las profesas agustinas de Italia.No slo los textos son
obra de una monja agustina, tambin las imgenes reciben forma y
color de la sensibilidad artstica femenina y agustina. Sor Elena
Mara Manganelli, O. S. A., del Monasterio de Lecceto, antes
escultora de profesin, es la autora de las tablas que ilustran las
varias estaciones del Va Crucis.Este entrelazarse de palabra, forma
y color nos comunica algo de la espiritualidad agustina, inspirada
en la primitiva comunidad de Jerusaln y fundada sobre la comunin de
vida.Es un don para todos saber que la preparacin del Va Crucis
nace de la experiencia de monjas que viven juntas, piensan, rezan,
dialogan, por decirlo con el retrato vivo y eficaz con que Romano
Guardini bosqueja una comunidad monstica agustina.Cada estacin
presenta en el incipit, bajo la clsica enunciacin, una brevsima
frase que quiere ofrecer la clave de lectura de la estacin misma.
Podremos idealmente recibirla como pronunciada por un nio, casi
como una llamada a la sencillez de los pequeos que, en la oracin de
la Iglesia, saben intuir el corazn de la realidad y un simblico
espacio de acogida, de la voz de la infancia, a veces ofendida y
explotada.La Palabra de Dios que se proclama est tomada del
Evangelio de san Juan, con excepcin de las estaciones que no tienen
un texto evanglico de referencia o lo tienen en otros evangelios.
Con esta eleccin se ha querido evidenciar el mensaje de gloria de
la Cruz de Jess.El texto bblico es ilustrado despus por una
reflexin breve, pero clara y original.La oracin dirigida al Humilde
Jess -expresin cercana al corazn de san Agustn (Conf. 7, 18, 24),
pero que abandona el adjetivo humilde con la crucifixin-exaltacin
de Cristo- es la confesin que la Iglesia-Esposa hace al Esposo de
Sangre.Sigue una invocacin al Espritu Santo que gua nuestros pasos
y derrama en nuestro corazn el amor divino (cf. Rom 5,5): es la
Iglesia apostlico-petrina, que llama al corazn de Dios.Cada estacin
recoge una huella particular dejada por Jess a lo largo del Camino
de la Cruz, que el creyente est llamado a seguir. As los pasos que
determinan el recorrido del Va Crucis son: verdad, honestidad,
humildad, oracin, obediencia, libertad, paciencia, conversin,
perseverancia, esencialidad, realeza, don de s, maternidad, espera
silenciosa.Las tablas de Sor Elena Mara -libres de acompaamientos y
elementos accesorios, esenciales en el color- presentan a Jess en
la pasin, solo, que atraviesa la tierra rida excavando un surco y
regndolo con su gracia. Un rayo de luz, siempre presente y puesto
en forma de cruz, indica la mirada del Padre, mientras la sombra de
una paloma, el Espritu Santo, recuerda que Cristo en virtud de un
Espritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha
(Heb 9,14).Con su contribucin a la oracin del Va Crucis, las Monjas
Agustinas desean rendir un homenaje de amor a la Iglesia y al Santo
Padre Benedicto XVI, en profunda sintona con esa particular devocin
y fidelidad a la Iglesia y a los Sumos Pontfices profesada por la
Orden de San Agustn.Agradecemos a estas dos Hermanas, Sor Mara Rita
y Sor Elena Mara, que, nutridas por la continua meditacin de la
Palabra de Dios y de los escritos de san Agustn y sostenidas por la
oracin de las comunidades de la Federacin, han aceptado compartir,
con toda sencillez, su experiencia de Cristo y del Misterio
Pascual, en un ao en el que la celebracin de la Santa Pascua cae el
24 de abril, precisamente, aniversario del Bautismo de san
Agustn.
INTRODUCCIN[Canto]V/.En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espritu Santo.R/.Amn.Cristo padeci por vosotros, dejndoos un
ejemplo para que sigis sus huellas(1 Pe 2,21).Hermanos en
Cristo:Nos encontramos convocados por la Palabra que se acaba de
proclamar, para recorrer el Camino de la Cruz de Jess.Fijemos
nuestra mirada interior en Cristo, e invoqumoslo con corazn
ardiente: Di a mi alma: "Yo soy tu victoria". Dselo de manera que
lo oiga.[1]Su voz confortadora se entrelaza con el frgil hilo de
nuestro s y el Espritu Santo, dedo de Dios, teje la slida trama de
la fe que conforta y gua.Seguir, creer, orar: stos son los pasos
sencillos y seguros que sostienen nuestro camino a lo largo del
Camino de la Cruz y nos dejan entrever gradualmente el camino de la
Verdad y de la Vida.ORACIN INICIAL(breve pausa de silencio)Seor
Jess,t nos invitas a seguirtetambin en esta hora extrema, tu
hora.En ti est cada uno de nosotrosy nosotros, muchos, somos uno en
ti.En tu hora est la hora de la pruebade nuestra vidaen sus ms
descarnados y duros recodos;es la hora de la pasin de tu Iglesiay
de la humanidad entera.Es la hora de las tinieblas:cuando vacilan
los cimientos de la tierra (Is 24,18)y el hombre, parte de tu
creacin,[2]gime y sufre con ella;cuando las multiformes mscaras de
la mentirase burlan de la verdady los halagos del xito sofocanla
ntima llamada de la honestidad;cuando el vaco de sentido y de
valoresanula la obra educativay el desorden del corazn mancilla la
ingenuidadde los pequeos y de los dbiles;cuando el hombre pierde el
caminoque le orienta al Padrey no reconoce ya en tiel rostro
hermoso de la propia humanidad.En esta hora se insina la tentacin
de la fuga,el sentimiento de angustia y desolacin,mientras la
carcoma de la duda roe la mentey el teln de la oscuridad cae sobre
el alma.Y t, Seor,que lees en el libro abierto de nuestro frgil
corazn,vuelves a preguntarnos esta nochecomo un da a los
Doce:Tambin vosotros queris marcharos? (Jn 6,67).No, Seor,no
podemos ni queremos irnos,porque T tienes palabras de vida eterna
(Jn 6,68),T solo eres la palabra de la verdad (cf. Ef 1,13)y tu
cruzes la nica llave que nos abre a los secretosde la verdad y de
la vida.[3]Te seguiremos a donde vayas (cf. Mt 8,19).En esta
adhesin est nuestra adoracin,mientras, desde el horizonte deltodava
no,un rayo de alegra besa el ya de nuestro camino.R/.Amn.
PRIMERA ESTACINJess es condenado a muerteJess calla; custodia en
s la verdadV/.Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/.Pues por
tu santa cruz redimiste al mundo.Lectura del Evangelio segn san
Juan 18,37-40Pilato le dijo: Entonces, t eres rey?. Jess le
contest: T lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he
venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es
de la verdad escucha mi voz. Pilato le dijo: Y qu es la
verdad?.Dicho esto, sali otra vez adonde estaban los judos y les
dijo: Yo no encuentro en l ninguna culpa. Es costumbre entre
vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. Queris que os
suelte al rey de los judos?. Volvieron a gritar: A ese no, a
Barrabs. El tal Barrabs era un bandido.Pilato no encuentra en Jess
ningn motivo de condena, y tampoco encuentra en s mismo la fuerza
de oponerse a la condena.Su odo interior permanece sordo a la
Palabra de Jess y no comprende su testimonio de la verdad. Escuchar
la verdad es obedecerla y creer en ella.[4]Es vivir libremente bajo
su gua y darle el propio corazn.Pilato no es libre: est
condicionado desde fuera, pero esa verdad que ha escuchado sigue
resonando en su interior como un eco que llama a su puerta e
inquieta.As, sale fuera, ante los judos; sali otra vez, subraya el
texto, casi como un impulso de huir de s mismo. Y la voz que le
llega desdefueraprevalece a la Palabra que estdentro.Aqu se decide
la condena de Jess, la condena de la verdad.Humilde Jess,tambin
nosotros nos dejamos condicionar por lo que estfuera.Ya no sabemos
escuchar la voz sutil,exigente y liberadora, de nuestra
concienciaquedentrollama e invita amorosamente:No salgas fuera,
entra dentro de ti mismo:porque en tu hombre interior reside la
verdad.[5]Ven, Espritu de la Verdad,aydanos a encontrar en el
hombre escondidoen el fondo de nuestro corazn[6]el rostro santo del
Hijoque nos renueva en la semejanza divina.Todos:Padre
muestro...Stabat mater dolorosa,iuxta crucem lacrimosa,dum pendebat
Filius.La Madre piadosa estabajunto a la cruz y llorabamientras el
Hijo penda.
SEGUNDA ESTACINJess con la cruz a cuestasJess lleva la cruz,
carga con el peso de la verdadV/.Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.Lectura del
Evangelio segn san Juan 19,6-7. 16-17Cuando lo vieron los sumos
sacerdotes y los guardias, gritaron: Crucifcalo, crucifcalo!.
Pilato les dijo: Llevoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no
encuentro culpa en l. Los judos le contestaron: Nosotros tenemos
una ley, y segn esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de
DiosEntonces [Pilato] se lo entreg para que lo crucificaran.
Tomaron a Jess, y, cargando l mismo con la cruz, sali al sitio
llamado de la Calavera (que en hebreo se diceGlgota).Pilato vacila,
busca un pretexto para soltar a Jess, pero cede a la voluntad que
prevalece y alborota, que apela a la Ley y lanza insinuaciones.OSA
Maria Rita PiccioneUna vez ms se repite la historia del corazn
herido del hombre: su mezquindad, su incapacidad para levantar la
mirada fuera de s mismo, para no dejarse engaar por las ilusiones
del pequeo provecho personal y elevarse, impulsado por el vuelo
libre de la bondad y la honestidad.El corazn del hombre es un
microcosmos.En l se deciden los grandes retos de la humanidad, se
resuelven o se acentan sus conflictos. Pero la opcin es siempre la
misma: tomar o perder la verdad que libera.Humilde Jess,en el
transcurso cotidiano de la vidanuestro corazn mira hacia abajo,a su
pequeo mundo,y, completamente embebido en la bsqueda del propio
bienestar,permanece ciego ante la mano del pobre y del indefensoque
mendiga nuestra escucha y pide auxilio.A lo sumo se conmueve, pero
no se mueve.Ven, Espritu de la Verdad,abraza nuestro corazn y
atrelo hacia ti.Conserva sano su paladar interior,para que pueda
gustar y beberla sabidura, la justicia, la verdad, la
eternidad.[7]Todos:Padre muestro...Cuius animam
gementem,contristatam et dolentempertransivit gladius.Cuya alma,
triste y llorosa,traspasada y dolorosa,fiero cuchillo tena.
TERCERA ESTACINJess cae por primera vezJess cae, pero..., manso
y humilde, se levantaV/.Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.Lectura del
Evangelio segn san Mateo 11,28-30Venid a m todos los que estis
cansados y agobiados, y yo os aliviar. Tomad mi yugo sobre vosotros
y aprended de m, que soy manso y humilde de corazn, y encontraris
descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi
carga ligera.Las cadas de Jess a lo largo del Camino de la Cruz no
pertenecen a la Escritura; han sido trasmitidas por la piedad
tradicional, custodiada y cultivada en el corazn de tantos
orantes.En la primera cada, Jess nos hace una invitacin, nos abre
un camino, inaugura para nosotros una escuela.Es la invitacin a
acudir a l en la experiencia de la impotencia humana, para
descubrir cmo se ha injertado en ella el poder divino.Es el camino
que lleva a la fuente del autntico descanso, el de la gracia que
basta.Es la escuela donde se aprende la mansedumbre que calma la
rebelin y donde la confianza ocupa el lugar de la presuncin.Desde
la ctedra de su cada, Jess nos imparte sobre todo la gran leccin de
la humildad, el camino que lo llev a la resurreccin.[8]El camino
que, despus de cada cada, nos da la fuerza para decir: Ahora
comienzo de nuevo, Seor; pero no slo, sino contigo.Humilde
Jess,nuestras cadas, entretejidas de fragilidad y pecado,hieren el
orgullo de nuestro corazn,lo cierran a la gracia de la humildade
interrumpen nuestro camino hacia ti.Ven, Espritu de la
Verdad,lbranos de toda manifestacin de autosuficienciay concdenos
reconocer en cada cadaun peldao de la escalera para subir hacia
ti.Todos:Padre muestro...O quam tristis et afflictafuit illa
benedictamater Unigeniti!Oh, cun triste y cun aflictase vio la
Madre bendita,de tantos tormentos llena!
CUARTA ESTACINJess se encuentra con su MadreJunto a la cruz de
Jess la madre est:sta es su oracin y su maternidadV/.Te adoramos,
oh Cristo, y te bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo.Lectura del Evangelio segn san Juan 19,25-27Junto a la cruz
de Jess estaban su madre, la hermana de su madre, Mara, la de
Cleofs, y Mara, la Magdalena. Jess, al ver a su madre y junto a
ella al discpulo al que amaba, dijo a su madre: Mujer, ah tienes a
tu hijo. Luego, dijo al discpulo: Ah tienes a tu madre. Y desde
aquella hora, el discpulo la recibi como algo propio.San Juan nos
dice que la Madre estaba junto a la cruz de Jess, pero ningn
evangelista nos habla directamente de un encuentro entre los dos.En
realidad, en este estar de la Madre se concentra la expresin ms
densa y alta del encuentro. En la aparente pasividad del
verboestarvibra la ntima vitalidad de un dinamismo.Es el dinamismo
intenso de la oracin, que se ensambla con su sosegada pasividad.
Orar es dejarse envolver por la mirada amorosa y franca de Dios,
que nos descubre a nosotros mismos y nos enva a la misin.En la
oracin autntica, el encuentro personal con Jess nos hacemadre y
discpulo amado, genera vida y trasmite amor. Dilata el espacio
interior de la acogida y entreteje lazos msticos de comunin,
confindonos el uno al otro y abriendo eltalnosotrosde la
Iglesia.Humilde Jess,cuando las adversidades y las injusticias de
la vida,el dolor inocente y la violencia cruelnos hacen imprecar
contra ti,t nos invitas a estar, como tu Madre,a los pies de la
cruz.Cuando nuestras expectativas y nuestras iniciativas,vacas de
futuro y marcadas por el fracaso,nos llevan a huir hacia la
desesperacin,t nos llamas a la fuerza de la espera.Hemos olvidado
verdaderamentela importancia delestarcomo expresin delorar!Ven,
Espritu de la Verdad,s t el clamor de nuestro corazn,[9]que,
incesante e inefable,estconfiadamente en la presencia de
Dios.Todos:Padre muestro...Quae maerebat et dolebatPia mater, cum
videbatNati poenas incliti.Cuando triste contemplabay dolorosa
mirabadel Hijo amado la pena.
QUINTA ESTACINEl Cirineo ayuda a Jess a llevar la cruzJess
aprende la obediencia del amora lo largo del camino de la
pasinV/.Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/.Pues por tu
santa cruz redimiste al mundo.Lectura del Evangelio segn san Lucas
23,26Mientras lo conducan, echaron mano de un cierto Simn de
Cirene, que volva del campo, y le cargaron la cruz, para que la
llevase detrs de Jess.Simn de Cirene es un hombre retratado por los
evangelistas con una particular precisin en el nombre y la
proveniencia, la parentela y la actividad; es un hombre
fotografiado en un lugar y en un tiempo determinado,obligadode algn
modo a llevar una cruz que no es suya. En realidad, Simn de Cirene
es cada uno de nosotros. Recibe el madero de la cruz de Jess, como
un da hemos recibido y acogido su signo en el santo bautismo.La
vida del discpulo de Jess es esta obediencia al signo de la cruz,
en un gesto cada vez ms marcado por la libertad del amor. Es el
reflejo de la obediencia del maestro. Es el pleno abandono a
dejarse instruir, como l, por lageometra del amor(cf. Ef 3,18), por
las mismas dimensiones de la cruz: laanchurade las buenas obras;
lalongitudde la perseverancia en la adversidad; laalturade la
expectacin de los que esperan y miran hacia arriba; laprofundidadde
la raz de la gracia divina, que se hunde en la
gratuidad.[10]Humilde Jess,cuando la vida nos propone un cliz
amargoy difcil de beber,nuestra naturaleza se cierra,
recalcitrante,no osa dejarse atraer por la locurade ese amor ms
grandeque convierte la renuncia en alegra,la obediencia en
libertad,el sacrificio en grandeza del corazn.Ven, Espritu de la
Verdad,haznos obedientes a la visita de la cruz,dciles a su signo
que nos abraza totalmente:cuerpo y alma, mente y
voluntad,inteligencia y sentimientos, lo que hacemos y dejamos de
hacer,[11]y que agranda todo a la medida del amor.Todos:Padre
muestro...Quis est homo qui non fleret,matrem Christi si videretin
tanto supplicio?Y cul hombre no llorara,si a la Madre contemplarade
Cristo, en tanto dolor?
SEXTA ESTACINLa Vernica enjuga el rostro de JessJess no mira la
apariencia. Jess mira el coraznV/.Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.Lectura de
la segunda carta del apstol san Pablo a los Corintios 4,6Pues el
Dios que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas ha brillado
en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la
gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo.A lo largo del
Camino de la Cruz, la piedad popular seala el gesto de una mujer,
denso de veneracin y delicadeza, casi un rastro del perfume de
Betania: Vernica enjuga el rostro de Jess. En ese rostro,
desfigurado por el dolor, Vernica reconoce el rostro transfigurado
por la gloria; en el semblante del Siervo sufriente, ella ve al ms
bello de los hombres. sta es la mirada que provoca el gesto
gratuito de la ternura y recibe la recompensa de la impronta del
Santo Rostro. Vernica nos ensea el secreto de su mirada de mujer,
que mueve al encuentro y ofrece ayuda:ver con el
corazn!.[12]Humilde Jess,nuestra mirada es incapaz de irms all:ms
allde la indigencia,para reconocer tu presencia,ms allde la sombra
del pecado,para descubrir el sol de tu misericordia,ms allde las
arrugas de la Iglesia,para contemplar el rostro de la Madre.Ven,
Espritu de la Verdad,derrama en nuestros ojos el colirio de la
fe[13]para que no se dejen atraerpor la apariencia de las cosas
visibles,sino que aprendan el encanto de las invisibles.Todos:Padre
muestro...Quis non posset contristaripiam matrem
contemplaridolentem cum Filio?Y quin no se entristeciera,Madre
piadosa, si os vierasujeta a tanto rigor?
SPTIMA ESTACINJess cae por segunda vezJess no mostr poder,sino
que ense paciencia[14]V/.Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.Lectura de
la primera carta del apstol san Pedro 2,21b-24Cristo padeci por
vosotros, dejndoos un ejemplo para que sigis sus huellas. l no
cometi pecado ni encontraron engao en su boca. l no devolva el
insulto cuando lo insultaban; sufriendo, no profera amenazas; sino
que se entregaba al que juzga rectamente. l llev nuestros pecados
en su cuerpo hasta el leo, para que, muertos a los pecados, vivamos
para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados.Jess cae de
nuevo bajo el peso de la cruz. Sobre el madero de nuestra salvacin,
no slo pesa la enfermedad de la naturaleza humana, sino tambin las
adversidades de la existencia. Jess ha llevado el peso de la
persecucin contra la Iglesia de ayer y de hoy, de esa persecucin
que mata a los cristianos en el nombre de un dios extrao al amor, y
de aquella que ataca la dignidad con labios embusteros y lengua
fanfarrona (Sal 11,4). Jess ha llevado el peso de la persecucin
contra Pedro, la que se alz contra la voz limpia de la verdad que
interroga y libera el corazn.[15]Jess, con su cruz, ha llevado el
peso de la persecucin contra sus siervos y discpulos, contra
aquellos que responden al odio con el amor, a la violencia con la
mansedumbre. Jess, con su cruz, ha llevado el peso del exasperado
amor a s mismo hasta el desprecio de Dios[16]y que pisotea al
hermano. Todo lo ha llevado voluntariamente, todo lo ha sufrido con
su paciencia, para ensearnos la paciencia.[17]Humilde Jess,en las
injusticias y adversidades de esta vidanosotros no resistimos con
paciencia.Frecuentemente pedimos, como signo de tu potencia,que nos
libres del peso del madero de nuestra cruz.Ven, Espritu de la
Verdad,ensanos a caminar segn el ejemplo de Cristopara cumplir sus
grandes preceptos de pacienciacon la preparacin del
corazn.[18]Todos:Padre muestro...Pro peccatis suae gentisvidit
Iesum in tormentiset flagellis subditum.Por los pecados del
mundo,vio a Jess en tan profundotormento la dulce Madre.
OCTAVA ESTACINJess encuentra a las mujeres de Jerusaln que
lloran por lJess nos mira y suscita el llanto de la conversinV/.Te
adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz
redimiste al mundo.Lectura del Evangelio segn san Lucas 23,27-31Lo
segua un gran gento del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el
pecho y lanzaban lamentos por l. Jess se volvi hacia ellas y les
dijo: Hijas de Jerusaln, no lloris por m, llorad por vosotras y por
vuestros hijos, porque mirad que vienen das en los que dirn:
"Bienaventuradas las estriles y los vientres que no han dado a luz
y los pechos que no han criado". Entonces empezarn a decirles a los
montes: "Caed sobre nosotros", y a las colinas: "Cubridnos";
porque, si esto hacen con el leo verde, qu harn con el seco?.Jess,
el Maestro, sigue formando nuestra humanidad a lo largo del Camino
del Calvario. Encontrando a las mujeres de Jerusaln acoge con su
mirada de verdad y misericordia las lgrimas de compasin derramadas
sobre l. Dios, que ha llorado sobre Jerusaln (cf. Lc 19,41), educa
ahora el llanto de esas mujeres para que no se quede en una estril
conmiseracin externa. Las invita a reconocer en l la suerte del
inocente injustamente condenado y quemado, comoleo verde, como
castigo saludable (Is 53,5). Les ayuda a que examinen elleo seco
del propio corazn y experimenten, as, el dolor benfico de la
compuncin.Brota aqu el llanto autntico, cuando los ojos confiesan
con las lgrimas no slo el pecado, sino tambin el dolor del corazn.
Son lgrimas benditas, como las de Pedro, signo de arrepentimiento y
prenda de conversin, que renuevan en nosotros la gracia del
Bautismo.Humilde Jess,en tu cuerpo sufriente y maltratado,denigrado
y escarnecido,no sabemos reconocerlas heridas de nuestra
infidelidady de nuestras ambiciones,de nuestras traiciones y de
nuestras rebeliones.Son heridas que gimene invocan el blsamo de
nuestra conversin,mientras nosotros hoy ya no sabemos llorarpor
nuestros pecados.Ven, Espritu de la Verdad,derrama sobre nosotros
el don de la Sabidura!En la luz del amor que salvadanos el
conocimiento de nuestra miseria,las lgrimas que deshacen la
culpa,el llanto que merece el perdn.[19]Todos:Padre muestro...Eia,
mater, fons amoris,me sentire vim dolorisfac, ut tecum lugeam.Oh
dulce fuente de amor!,hazme sentir tu dolorpara que llore
contigo.
NOVENA ESTACINJess cae por tercera vezJess, con su debilidad,
fortalece nuestra fragilidadV/.Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.Lectura del
Evangelio segn san Lucas 22,28-30a. 31-32Vosotros sois los que
habis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para
vosotros el reino como me lo prepar mi Padre a m, de forma que
comis y bebis a mi mesa en mi reino...Simn, Simn, mira que Satans
os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti,
para que tu fe no se apague. Y t, cuando te hayas convertido,
confirma a tus hermanos.Con su tercera cada, Jess confiesa el amor
con el que ha abrazado por nosotros el peso de la prueba y renueva
la llamada a seguirle hasta el final, en fidelidad. Pero nos
concede tambin echar una mirada ms all del velo de la promesa: Si
perseveramos, tambin reinaremos con l (2 Tim 2,12).Sus cadas
pertenecen al misterio de su encarnacin. Nos ha buscado en nuestra
debilidad, bajando hasta lo ms hondo de ella, para levantarnos haca
l. Nos ha mostrado en s mismo la va de la humildad, para abrirnos
la va del regreso.[20]Nos ha enseado la paciencia como arma con la
que se vence el mundo.[21]Ahora, cado en tierra por tercera vez,
mientras com-padece nuestras debilidades (Heb 4,15), nos indica la
manera de no sucumbir en la prueba: perseverar, permanecer firmes y
constantes. Simplemente: Permanecer en l (cf. Jn 15,7).Humilde
Jess,ante las pruebas que criban nuestra fenos sentimos
desolados:no nos acabamos de creer quenuestraspruebashayan sido ya
lastuyas,y que t nos invitas simplementea vivirlascontigo.Ven,
Espritu de la Verdad,en las cadas que marcan nuestro camino!Ensanos
a apoyarnos en la fidelidad de Jess,a creer en su oracin por
nosotros,para acoger esa corriente de fuerzaque slo l, elDios con
nosotros,puede darnos.Todos:Padre muestro...Fac ut ardeat cor
meumin amando Christum Deum,ut sibi complaceam.Y que, por mi Cristo
amado,mi corazn abrasadoms viva en l que conmigo.
DCIMA ESTACINJess es despojado de sus vestidurasJess queda
desnudopara revestirnos con la vestidura de hijosV/.Te adoramos, oh
Cristo, y te bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo.Lectura del Evangelio segn san Juan 19,23-24Los soldados...
cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y
apartaron la tnica. Era una tnica sin costura, tejida toda de una
pieza de arriba abajo. Y se dijeron: No la rasguemos, sino echmosla
a suertes, a ver a quin le toca. As se cumpli la Escritura: Se
repartieron mis ropas y echaron a suerte mi tnica. Esto hicieron
los soldados.Jess queda desnudo. El icono de Cristo despojado de
sus vestiduras es rico de resonancias bblicas: nos devuelve a la
desnudez inocente de los orgenes y a la vergenza de la cada (cf. Gn
2,25; 3,7).En la inocencia original, la desnudez era la vestidura
de la gloria del hombre: su amistad trasparente y hermosa con Dios.
Con la cada, la armona de esa relacin se rompe, la desnudez sufre
vergenza y lleva consigo el recuerdo dramtico de aquella prdida.La
desnudez significa laverdad del ser.Jess, despojado de sus
vestiduras, teji en la cruz el hbito nuevo de la dignidad filial
del hombre. Esa tnica sin costuras queda all, ntegra para nosotros;
la vestidura de su filiacin divina no se ha rasgado, sino que,
desde lo alto de la cruz, se nos ha dado.Humilde Jess,delante de tu
desnudezdescubrimos lo esencialde nuestra vida y de nuestra
alegra:ser en ti hijos del Padre.Pero confesamos tambin la
resistenciaa abrazar la pobreza como dependencia del Padre,a acoger
la desnudez como hbito filial.Ven, Espritu de la Verdad,aydanos a
reconocer y a bendeciren cada expolio que sufrimosuna cita con la
verdad de nuestro ser,un encuentro con la desnudez redentora del
Salvador,un trampoln que nos lanzahacia el abrazo filial con el
Padre.Todos:Padre muestro...Sancta mater, istud agas,Crucifixi fige
plagascordi meo valide.Y, porque a amarle me anime,en mi corazn
imprimelas llagas que tuvo en s.Y de tu Hijo, Seora,divide conmigo
ahoralas que padeci por m.
UNDCIMA ESTACINJess es clavado en la cruzJess, elevado sobre la
tierra,atrae a todos hacia sV/.Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.Lectura del
Evangelio segn san Juan 19,18-22Lo crucificaron y con l a otros
dos, uno a cada lado, y en medio, Jess. Y Pilato escribi un letrero
y lo puso encima de la cruz; en l estaba escrito: Jess, el
Nazareno, el rey de los judos. Leyeron el letrero muchos judos,
porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jess, y estaba
escrito en hebreo, latn y griego. Entonces los sumos sacerdotes de
los judos dijeron a Pilato: No escribas: "El Rey de los judos",
sino: "Este ha dicho: Soy el rey de los judos". Pilato les contest:
Lo escrito, escrito est.Jess crucificado est en el centro; la
inscripcin regia, alta sobre la cruz, abre las profundidades del
misterio: Jess es el rey y la cruz es su trono. La realeza de Jess,
escrita en tres lenguas, es un mensaje universal: para el sencillo
y el sabio, para el pobre y el poderoso, para quien se acoge a la
Ley divina y para quien confa en el poder poltico. La imagen del
crucificado, que ninguna sentencia humana podr remover nunca de las
paredes de nuestro corazn, ser para siempre la palabra regia de la
Verdad: Luz crucificada que ilumina a los ciegos,[22]tesoro
cubierto que slo la oracin puede abrir,[23]corazn del mundo.Jess no
reina dominando, con un poder de este mundo, l no tiene ninguna
legin.[24]Jess reina atrayendo (cf. Jn 12,32): su imn es el amor
del Padre que en l se da por nosotros hasta el extremo.[25]Nada se
libra de su calor (Sal 18,7).Seor Jess, crucificado por nosotros.T
eres la confesindel gran amor del Padre por la humanidad,el icono
de la nica verdad creble.Atrenos hacia ti,para que aprendamos a
vivirpor amor de tu amor.[26]Ven, Espritu de la Verdad,aydanos a
elegir siempre a Dios y su voluntadfrente a los intereses del mundo
y sus poderes,para descubrir, en la impotencia externa del
Crucificado,la potencia siempre nueva de la verdad.[27]Todos:Padre
muestro...Tui Nati vulnerati,tam dignati pro me pati,poenas mecum
divide.Y de tu Hijo, Seora,divide conmigo ahoralas que padeci por
m.
DUODCIMA ESTACINJess muere en la cruzJess vive su muerte como un
don de amorV/.Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/.Pues por
tu santa cruz redimiste al mundo.Lectura del Evangelio segn san
Juan 19,28-30Sabiendo Jess que ya todo estaba cumplido, para que se
cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed. Haba all un jarro lleno de
vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caa de
hisopo, se la acercaron a la boca. Jess, cuando tom el vinagre,
dijo: Est cumplido. E, inclinando la cabeza, entreg el
espritu.Tengo sed. Est cumplido. En estas dos palabras, Jess nos
muestra, con una mirada hacia la humanidad y otra hacia el Padre,
el ardiente deseo que ha impregnado su persona y su misin: el amor
al hombre y la obediencia al Padre. Un amorhorizontal y un
amorvertical: he aqu el diseo de la cruz! Y desde el punto de
encuentro de ese doble amor, all donde Jess inclina la cabeza, mana
el Espritu Santo, primer fruto de su retorno al Padre.En este soplo
vital del cumplimiento, vibra el recuerdo de la obra de la creacin
(cf. Gn 2,2.7) ahora redimida. Pero tambin la llamada a todos los
que creen en l, a completar en nuestra carne lo que falta a los
padecimientos de Cristo (cf. Col 1,24). Hasta que todo est
cumplido!Seor Jess, muerto por nosotros!T pides para dar,mueres
para entregar y, al mismo tiempo,nos haces descubrir en el don de s
mismoel gesto que crea el espacio de la unidad.Perdona el vinagre
de nuestro rechazoy de nuestra incredulidad,perdona la sordera de
nuestro corazna tu grito sedientoque sigue subiendo desde el dolor
de tantos hermanos.Ven, Espritu Santo,heredad del Hijo que muere
por nosotros:s t el faro que nos gue hasta la verdad plena (Jn
16,13)y la raz que nos conserve en la unidad.[28]Todos:Padre
muestro...Vidit suum dulcem Natummorientem desolatum,cum emisit
spiritum.Vio morir al Hijo amado,que rindi desamparadoel espritu a
su Padre.
DECIMOTERCERA ESTACINJess es bajado de la cruz y entregado a su
MadreEl cuerpo de Jess es acogido en el abrazo de la MadreV/.Te
adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/.Pues por tu santa cruz
redimiste al mundo.Lectura del Evangelio segn san Juan
19,32-35.38Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero
y luego al otro que haban crucificado con l; pero al llegar a Jess,
viendo que ya haba muerto, no le quebraron las piernas, sino que
uno de los soldados, con la lanza, le traspas el costado, y al
punto sali sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su
testimonio es verdadero, y l sabe que dice la verdad, para que
tambin vosotros creis. Despus de esto, Jos de Arimatea, que era
discpulo de Jess aunque oculto por miedo a los judos, pidi a Pilato
que le dejara llevarse el cuerpo de Jess. Y Pilato lo autoriz. l
fue entonces y se llev el cuerpo.La lanzada en el costado de Jess,
de herida se convierte en abertura, en una puerta abierta que nos
deja ver el corazn de Dios. Aqu, su infinito amor por nosotros nos
deja sacar agua que vivifica y bebida que invisiblemente sacia y
nos hace renacer. Tambin nosotros nos acercamos al cuerpo de Jess
bajado de la cruz y puesto en brazos de la madre. Nos acercamos no
caminando, sino creyendo, no con los pasos del cuerpo, sino con la
libre decisin del corazn.[29]En este cuerpo exnime nos reconocemos
como sus miembros heridos y sufrientes, pero protegidos por el
abrazo amoroso de la madre.Pero nos reconocemos tambin en estos
brazos maternales, fuertes y tiernos a la vez.Los brazos abiertos
de la Iglesia-Madre son como el altar que nos ofrece el Cuerpo de
Cristo y, all, nosotros llegamos a ser Cuerpo mstico de Cristo.Seor
Jess,entregado a la madre, figura de la Iglesia-Madre.Ante el icono
de la Piedadaprendemos la entrega al s del amor,al abandono y la
acogida,la confianza y la atencin concreta,la ternura que sana la
vida y suscita la alegra.Ven, Espritu Santo,guanos, como has guiado
a Mara,en la gratuidad irradiante del amorderramado por Dios en
nuestros corazonescon el don de tu presencia (cf. Rom
5,5).Todos:Padre muestro...Fac me tecum pie flereCrucifixo
condolere,donec ego vixero.Hazme contigo llorary de veras
lastimarde sus penas mientras vivo.
DECIMOCUARTA ESTACINJess es puesto en el sepulcroLa tierra del
silencio y de la espera custodia a Jess,semilla fecunda de vida
nuevaV/.Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R/.Pues por tu
santa cruz redimiste al mundo.Lectura del Evangelio segn san Juan
19,40-42Tomaron el cuerpo de Jess y lo envolvieron en los lienzos
con los aromas, segn se acostumbra a enterrar entre los judos. Haba
un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un
sepulcro nuevo donde nadie haba sido enterrado todava. Y como para
los judos era el da de la Preparacin, y el sepulcro estaba cerca,
pusieron all a Jess.Un jardn, smbolo de la vida con sus colores,
acoge el misterio del hombre creado y redimido. En un jardn, Dios
puso a su criatura (cf. Gn 2,8), y de all la desterr tras la cada
(cf. Gn 3,23). En un jardn comenz la Pasin de Jess (cf. Jn 18,1), y
en un jardn un sepulcro nuevo acoge al nuevo Adn que vuelve a la
tierra (cf. Jn 19,41), seno materno que custodia la semilla fecunda
que muere.Es el tiempo de la fe que aguarda silenciosa, y de la
esperanza que sabe percibir ya en la rama seca el despuntar de un
pequeo brote, promesa de salvacin y de alegra.Ahora la voz de Dios
habla en el gran silencio del corazn.[30]Todos:Padre
muestro...Quando corpus morietur,fac ut anim doneturparadisi goria.
Amen.Haz que me ampare la muertede Cristo, cuando en tan
fuertetrance vida y alma estn.Porque, cuando quede en calmael
cuerpo, vaya mi almaa su eterna gloria. Amn.
PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVIal final del Va Crucis en
el Coliseo (22-IV-2011)Queridos hermanos y hermanas:Esta noche
hemos acompaado en la fe a Jess en el recorrido del ltimo trecho de
su camino terrenal, el ms doloroso, el del Calvario. Hemos
escuchado el clamor de la muchedumbre, las palabras de condena, las
burlas de los soldados, el llanto de la Virgen Mara y de las
mujeres. Ahora estamos sumidos en el silencio de esta noche, en el
silencio de la cruz, en el silencio de la muerte. Es un silencio
que lleva consigo el peso del dolor del hombre rechazado, oprimido
y aplastado; el peso del pecado que le desfigura el rostro, el peso
del mal. Esta noche hemos revivido, en lo profundo de nuestro
corazn, el drama de Jess, cargado del dolor, del mal y del pecado
del hombre.Que queda ahora ante nuestros ojos? Queda un Crucifijo,
una Cruz elevada sobre el Glgota, una Cruz que parece sealar la
derrota definitiva de Aquel que haba trado la luz a quien estaba
sumido en la oscuridad, de Aquel que haba hablado de la fuerza del
perdn y de la misericordia, que haba invitado a creer en el amor
infinito de Dios por cada persona humana. Despreciado y rechazado
por los hombres, est ante nosotros el hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos, despreciado y evitado de los hombres,
ante el cual se ocultaban los rostros (Is 53,3).Pero miremos bien a
este hombre crucificado entre la tierra y el cielo, contemplmosle
con una mirada ms profunda, y descubriremos que la Cruz no es el
signo de la victoria de la muerte, del pecado y del mal, sino el
signo luminoso del amor, ms an, de la inmensidad del amor de Dios,
de aquello que jams habramos podido pedir, imaginar o esperar: Dios
se ha inclinado sobre nosotros, se ha abajado hasta llegar al rincn
ms oscuro de nuestra vida para tendernos la mano y alzarnos hacia
l, para llevarnos hasta l. La Cruz nos habla de la fe en el poder
de este amor, a creer que en cada situacin de nuestra vida, de la
historia, del mundo, Dios es capaz de vencer la muerte, el pecado,
el mal, y darnos una vida nueva, resucitada. En la muerte en cruz
del Hijo de Dios, est el germen de una nueva esperanza de vida,
como el grano que muere dentro de la tierra.En esta noche cargada
de silencio, cargada de esperanza, resuena la invitacin que Dios
nos dirige a travs de las palabras de san Agustn: Tened fe.
Vosotros vendris a m y gustareis los bienes de mi mesa, as como yo
no he rechazado saborear los males de la vuestra... Os he prometido
la vida... Como anticipo os he dado mi muerte, como si os dijera:
"Mirad, yo os invito a participar en mi vida... Una vida donde
nadie muere, una vida verdaderamente feliz, donde el alimento no
perece, repara las fuerzas y nunca se agota. Ved a qu os invito...
A la amistad con el Padre y el Espritu Santo, a la cena eterna, a
ser hermanos mos..., a participar en mi vida" (cf.Sermn 231,
5).Fijemos nuestra mirada en Jess crucificado y pidamos en la
oracin:Ilumina, Seor, nuestro corazn,para que podamos seguirte por
el camino de la Cruz;haz morir en nosotros el hombre viejo,atado al
egosmo, al mal, al pecado,y haznos hombres nuevos,hombres y mujeres
santos,transformados y animados por tu amor.
NOTAS:[1]San Agustn,Confesiones 1, 5, 5. (A partir de ahora las
citaciones que no sean de la Sagrada Escritura y que no presenten
un autor son de san Agustn).[2]Confesiones 1, 1,
1.[3]Cf.Enarraciones sobre los salmos, Salmo 45,1.[4]Cf.Tratados
sobre el Evangelio de san Juan, 115, 4.[5]De la verdadera religin,
39, 72.[6]Cf. Nota de laBiblia de Jerusaln a 1 Pe
3,4.[7]Cf.Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 26,
5.[8]Enarraciones sobre los salmos, Salmo 127,
10.[9]Cf.Enarraciones sobre los salmos, Salmo 118,Sermn 29,
1.[10]Cf.Carta 140; 26, 64.[11]Cf. R. Guardini,Los signos sagrados,
Barcelona 1957, p. 14.[12]Cf. Juan Pablo II, Carta,A vosotras,
mujeres (29.6.1995), n. 12.[13]Tratados sobre el Evangelio de san
Juan, 34, 9.[14]Cf.Comentarios sobre los salmos, Salmo 40,
13.[15]J. Ratzinger,El elogio de la conciencia. La verdad interroga
al corazn, Navarra 2010.[16]La Ciudad de Dios 14, 28.[17]Sermn 175,
3, 3.[18]Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 113, 4.[19]Cf. S.
Ambrosio,Exposicin sobre el Evangelio de san Lucas, X,
90.[20]Cf.Sermn 50, 11.[21]Cf.Tratados sobre el Evangelio de san
Juan, 113, 4.[22]Cf.Sermn 136, 4.[23]Cf.Sermn 160, 3.[24]Benedicto
XVI,Jess de Nazaret. Desde la entrada en Jerusaln hasta la
resurreccin, Madrid 2011, p. 223.[25]H. U. von Balthasar,T coronas
el ao con tu gracia, Madrid 1997, p. 217.[26]Confesiones 2, 1,
1.[27]Benedicto XVI,Jess de Nazaret. Desde la entrada en Jerusaln
hasta la resurreccin, Madrid 2011, p. 226-227.[28]Cf.Enarraciones
sobre los salmos, Salmo 143, 3.[29]Tratados sobre el Evangelio de
san Juan, 26, 3.[30]Cf.Enarraciones sobre los salmos, Salmo 38,
20.