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1 | Página UNIVERSIDAD EAFIT ESCUELA DE CIENCIAS Y HUMANIDADES VERDAD Y ESPERANZA: EL PAPEL DEL TESTIGO COMO NARRADOR Por: David Alejandro Restrepo Díaz 5 de Octubre 2012
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Verdad y Esperanza: el testigo como narrador

Jan 11, 2023

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Ismaria Zapata
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Page 1: Verdad y Esperanza: el testigo como narrador

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UNIVERSIDAD EAFIT

ESCUELA DE CIENCIAS Y HUMANIDADES

VERDAD Y ESPERANZA:

EL PAPEL DEL TESTIGO COMO NARRADOR

Por:

David Alejandro Restrepo Díaz

5 de Octubre 2012

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VERDAD Y ESPERANZA:

EL PAPEL DEL TESTIGO COMO NARRADOR

“Estoy comprometido con la verdad, no con la consistencia”

Mahatma Gandhi

Cuenta Germán Espinosa en su novela El signo del pez

(1987), que ardía Roma en el año 64 de nuestro calendario

gregoriano, y que el pueblo ´gemía a la intemperie y

bramaba de indignación´: “Acto monstruoso como este no ha

sido perpetrado jamás contra capital de imperio alguno”.

Y el emperador Nerón César es notificado de la presencia

de un monstruo constrictor y muy pensante, ´ese´ pueblo

judío que tiene doble origen, uno en el desierto y la

esclavitud, y otro en su Dios Yahveh, que dicen ellos, es

el único Dios. Entonces los consejeros de Nerón, se

descargaron y señalaron la culpa del fuego a estos

judíos, que se habían convertido en un problema enorme

para el imperio y sus intereses, amenazando ahora, la paz

tan anhelada, en todo su centro, la capital romana.

En el caso anterior, encontramos como el autor, sin ser

testigo del incendio de Roma, ni de la acusación de los

judíos por parte de los funcionarios del Emperador, ni de

los gemidos y la indignación general del pueblo por el

acto perpetrado, construye a pesar de todo una realidad

que nos proyecta sobre los acontecimientos y nos enfrenta

al problema histórico que estaba en formación, que

corresponderá a la expulsión de los judíos de Palestina y

a la persecución de los cristianos. Aunque Espinosa no

fuera entonces un testigo de la época, a través de la

narración se nos presenta como uno.

Es precisamente sobre esta reflexión que quiero

comenzar a trabajar en el texto que sigue a continuación,

buscando establecer la importancia que tiene el testigo

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en la narración de los hechos, y como a pesar de que

buena parte de la literatura universal – y de la

historia, estén sustentadas sobre la narración de épocas

en las que el autor ni siquiera había nacido; el narrador

como testigo, se convierte más allá de toda posibilidad,

en un reflejo único sobre el cual, el lector como

audiencia de los hechos narrados, puede llegar a

interpretar y conocer valores primordiales del narrador

como testigo por medio de la lectura.

Antes de ser sorprendido por un alud de criticas y

señalamientos, acerca de la posibilidad que tenemos como

seres pensantes y conocedores de la realidad, sobre el

papel del escritor y sobre las miles de excelentes obras

de historia y literatura, que han sido contadas por

escritores que no estuvieron ni siquiera presentes en los

acontecimientos narrados – ni en el espacio ni en el

tiempo1, pero que si realizaron investigaciones a fondo

con fuentes primarias y secundarias, que les permitieron

aproximarse al hecho narrado, y crear un espacio

narrativo único y rico, que acercara al lector no solo a

los hechos mismos, sino a la creatividad e imaginación

del autor; aclaro entonces que no es mi papel

deslegitimar este trabajo, y que al contrario, es

necesario por no decir vital, que la historia se cuente y

se repita de muchas maneras, para que podamos comprender

que la realidad de los hechos es múltiple, y que el poder

de los acontecimientos es central al trascurso de la vida

del hombre y las sociedades2.

1 De hecho, Walter Benjamin en Tesis de filosofía de la historia (1940), recomienda al historiador

refiriéndose a su labor histórica y la empatía que genera que “los respectivos dominadores son los herederos de todos los que han vencido una vez. La empatía con el vencedor resulta siempre ventajosa para los dominadores de cada momento. Con lo cual decimos lo suficiente al materialismo histórico. Quien hasta el día actual se haya llevado la victoria, marcha en el cortejo triunfal en el que los dominadores de hoy pasan sobre los que también hoy yacen en tierra”. Y termina señalando que los vencedores con el botín se llevan los bienes de cultura, y que “jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie”. 2 A propósito de la crítica al historicismo, Benjamin establece que “la historia es objeto de una

construcción cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un tiempo pleno ´tiempo – ahora´. Así la antigua Roma fue para Robespierre un pasado cargado de ´tiempo –

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Pero como lo había señalado ya, el planteamiento que

pretendo desarrollar a continuación es por demás, uno que

tiene que ver con el papel del testigo de los hechos como

narrador. Quiero centrar mi reflexión acerca de este

asunto, en tres autores que fueron por demás,

excepcionales testigos de su tiempo - ahora, y de las

situaciones que escribieron, para permitir realizar por

ello, una comparación, no entre los autores, sino entre

el espíritu fundamental que se trasmite en sus obras.

Como lo señala, Walter Benjamin, hay una razón

fundamental en la tristeza del escritor, como una especie

de desidia que se origina en el corazón, una desesperanza

que alumbra fugazmente. Por mi parte, creo que la

desesperanza y la tristeza que nos señala Benjamin,

tienen un sentido histórico en la crisis moral y social

que vivió Europa durante el siglo XX, pero que es más

consistente con el papel que desempeña el testigo de los

hechos que se narran y se convierten en documentos en

donde se revelan verdades, inconsistentes, pero de todos

modos, verdades de su tiempo.

Por esta razón, me interesa tomar a estos tres autores,

que se constituyen en testigos de los hechos que vivieron

en sus contextos nacionales pero también en sus convulsos

tiempos, pues de fondo, más que el elemento histórico y

funcional que sus historias contienen, hay subyacentes

elementos emocionales, vívidos, plenos en sátiras o

denuncias, que no tienen en el fondo, otras historias que

leemos de autores que no viven el tiempo – ahora,

señalado por Benjamin. Para no contener más al lector en

esta trilogía, los presento ahora mismo, y a continuación

buscaré desarrollar como sus historias constituyen un

elemento común al espíritu del narrador como testigo:

primero, el ucraniano Nikolái Gogol (1809 – 1852),

segundo, el austriaco Robert Musil (1880 – 1942), y por

último, el húngaro Imre Kertész (1929).

ahora que él hacia saltar del continuum de la historia. La revolución francesa se entendió así misma como una Roma que retorna”.

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Gogol, la locura del funcionario que no quiso enderezarse

- Pero bueno, hermano, ¿de qué tiempos me hablas? En aquel

entonces, desde Kremenchug hasta Romni, no había más que

dos fábricas de aguardiente, mientras que ahora… ¿te has

enterado de lo que han inventado esos malditos alemanes?

Dentro de poco, según dicen, ya no destilarán alcohol

con leña, como hacen todos los cristianos honrados, sino

con una especie de vapor diabólico. – Y al pronunciar

esas palabras, el destilador contemplo con aire

pensativo la mesa y sus propias manos, extendidas sobre

ella -. ¡No sé cómo puede hacerse eso con vapor!

- Que Dios me perdone, ¡pero qué tontos son esos alemanes!

– exclamó el alcalde. ¡Yo les daría de latigazos a todos

esos hijos de perra! ¿Dónde se ha oído que se pueda

hervir algo con vapor?3

El anterior extracto del cuento Noche de Mayo o La Ahogada

refleja de entrada una situación social y política en que el

alcalde y un destilador, discuten sobre el negocio de instalar

una venta de aguardiente en el pueblo, antes de terminar el

otoño. La escena trascurre en la casa del alcalde, quien es un

funcionario viudo y tuerto, le gusta hacerse el sordo – sobre

todo cuando oye algo que no le gusta, y nadie le ha visto con

otro traje diferente que el que utilizó cuando acompañó a la

Zarina Catalina que visitó Crimea, y él lo saca a relucir en

cualquier tema de conversación.

Gogol nos presenta un mundo aldeano, juglar, y mítico,

donde las relaciones sociales constituyen el centro de las

comunidades y el diablo camina aún por los bosques y las

veredas, sin embargo también nos conecta con una realidad

moderna, centralizada en el poder político y tributario que se

impone en la zarista Rusia, una realidad en desarrollo y al

tiempo modernizante. Entre estos dos mundos, el papel de la

experiencia gogoliana es central, una experiencia en que el

diálogo se instaura en medio de la narración, como un lastre

de ese mundo vocal que queda atrás, y el nuevo mundo del

narrador que se enfrenta a la novela, como un acto de

reflexión intrínseca y aislada.

3 Nikolái Gogol. Las Veladas de Dikanka. Extracto del cuento Noche de Mayo o La Ahogada. Editorial

Gredos. Digitalizado por www.librodot.com

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Encontramos en Gogol, un elemento fundamental, un espíritu

de rencuentro con el otro, con su historia en el ahora, en un

tiempo no – trayectoria sino constante, y sin embargo, en

medio de esos caminos e historias que se entrelazan, el

desencuentro y la distancia se instauran. Ya Gogol, nos

prepara a la desgracia, señalando en la pro occidentalización

de la Rusia zarista, un modo de ser marcado por la

incertidumbre y el vacío.

No es extraño entonces para la historia – la de los

vencedores, que el joven Gogol muera loco en Moscú, en medio

de ataques y controversias públicas generadas por su obra, Las

almas muertas (1842), y que su obra fuera considerada

incomprensible, principalmente por sus debates morales

religiosos, entre el papel del diablo y de Cristo. Sin

embargo, la obra de Gogol parará a convertirse en el punto de

referencia de la literatura rusa, junto con Pushkin.

El autor ruso – ucraniano que considera su propia lengua y

estilo imprecisos4, logra centrar su prosa en un sentimiento

profundo y melancólico –surge la tristeza señalada por

Benjamin–, que le llevará en múltiples ocasiones a replantear

el rol de sus personajes, y al final de su vida, a quemar la

segunda parte de su obra. Aunque Gogol no se logra enderezar

de su enfermedad y sus temores, y enfrenta al final de su vida

el dilema judeocristiano del demonio obrando en su propia

contra, su papel como fundador de la literatura realista

romántica del siglo XIX, quedará establecido. El autor, se nos

muestra como un digno testigo de la realidad social y cultural

del imperio zarista, con todos sus ángulos y asuntos sociales

y políticos, no como una crítica al sistema (de la cual el

autor disiente profundamente), sino como un reflejo del

espíritu humano, y del papel del escritor como testigo de su

tiempo.

4 En términos expresados por Giorgio Agamben, sobre el rol del testigo y su testimonio, nos señala

que “el testimonio es el encuentro entre dos imposibilidades de testimoniar; que la lengua, si es que pretende testimoniar, debe ceder su lugar a una no lengua, mostrar la imposibilidad de testimoniar”. (Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Pre – Textos. Valencia, 2000). Me pregunto entonces, si desde esta definición del testimonio, es donde se arraigaba para Gogol, su inseguridad para utilizar la lengua, para representar al otro, en su vida social, en su mundo cultural. Gogol, recurre constantemente a la destrucción de su obra, pues considera que lo que escribe no tiene la dignidad del hecho y del personaje real, quien se encontraba entre la demonización y la caricaturización. Esta pregunta, vuelve constantemente al frente, por la importancia que tiene el documento de Agamben, en lo relacionado a la reflexión de este ensayo.

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Musil frente al profundo análisis de un pueblo en decadencia

“En cualquier caso, sí es optimismo; y hoy, cuando hay

tanto optimista, quizás parezca un poco duro hacer una

proclamación de optimismo: pero querer entender, se cuenta

entre las pocas funciones indiscutidas que le quedan al

espíritu, y éste aceptará en la mayor parte de los casos

que la humanidad tiene alguna finalidad, alguna tarea,

algo sensato ante sí, que ni vemos ni tampoco dejamos de

ver del todo, en una palabra, su optimismo al contemplar

el mundo se puede captar más o menos en estas palabras:

¡nos extraviamos hacia adelante!”

Queda evidenciado en el anterior extracto, como para Musil,

el problema social que se le presenta al hombre está arraigado

en su sensación de extravío. Esta “fatalidad” que se funda en

la inconsistencia de lo que él mismo piensa, debe ser el no

tener idea alguna de hacia donde vamos, ni poder esperar que

sea un lugar o un tiempo, tal vez una paradoja irresoluble.

Y es ´paradójico´ por tanto para Musil, que el narrador deba

acoplarse a la ideología social predominante5, para poder

comunicarse en términos no solo de valores y principios

nacionales, sino de figuras diferentes, ajenas al mundo y a

la humanidad del escritor mismo6.

En el mundo de Musil, el acto de escribir entraña una verdad

única, que está atravesada por lo que se ha vivido en la

guerra. Esta verdad tiene un sentido impenetrable pero que en

su justificación se reconoce sumariamente, se evidencia como

ejemplo, en el papel de los héroes de guerra en Alemania, que

en realidad están intimidados y acobardados, y sin embargo,

serán declarados de nuevo como símbolos de valor para la

patria.

5 Musil, desarrolló muy bien el tema del colectivismo gracias al cambio demográfico y político que

sucedió en Europa a finales del siglo XIX. Al referirse a este colectivismo, trabaja en el anti – individualismo y el anti – atomismo: “el hombre es por naturaleza un ser tan colectivo como individual, y porque precisamente el pensamiento científico quizás sea, dejando la relevancia de ciertas personalidades, el más colectivo que existe”. En Musil: Ensayos y Conferencias. El escritor en esta época. Viena, 1934. 6 Hay que señalar además que el papel del escritor, es por analogía en Musil, el papel del narrador,

aunque como se vio dentro del curso Narrativas y Figuraciones Simbólicas, ambos corresponden a una dinámica muy diferente de reflexión, pues mientras el narrador es externo y está casi que arrojado en el mundo; en Musil, escribir es un acto introspectivo, analista y constructivo.

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Esta inconsistencia se hace latente en el tiempo – ahora,

con la necesidad de sentar las bases para una guía en “su

dependencia externa y a la interna que de ella resulta”7.

En otros términos, lo político y el debate que imprime el

caso de Musil – muy diferente a la situación social y política

de la Rusia zarista del siglo XIX para Gogol–, frente a la

rica y compleja vida político económica del imperio

Austrohúngaro en la desarrollada sociedad alemana de comienzos

de siglo XX, existiendo en medio de la barbarie de la guerra o

en el floreciente medio sociocultural, pone el espíritu

apolítico y a los sectores apolíticos de la vida del espíritu

alemán – refiriéndose a los escasos sectores sociales, que

consideraban peligroso el fortalecimiento del Estado nacional

socialista, en una dificultad para generar reflexión sobre sí

mismos y por lo tanto hacer valer su propia identidad.

El escritor nos pone de frente, en su propia situación

histórica, haciendo ineludible generar una reflexión sobre la

verdad en toda su dimensión y extensión, marcando la necesidad

de “descubrirla de nuevo”, siendo el caso. Descubrir esa

verdad, será para Musil como para los matemáticos fue

replantear que la distancia más corta entre dos puntos fuera

la línea recta – y que buen ejemplo nos presenta-, al

justificar que nuestros propios principios merecen ser

examinados para anticipar en ellos cualquier viso de

abstracción.

Finalmente, para terminar la reflexión que nos interesa,

Musil nos arroja sobre la urgencia de separar la realidad de

las apariencias, de vivir y de observar la vida, entre ese

espacio de lo interno y lo externo, y nos pide que logremos

una separación tan fundamental para la literatura que “no se

ha reconocido jamás entre nosotros” (Musil, 1934: 263). Dicha

separación es fundamental no solo para lo colectivo sino sobre

todo, desde lo individual, no solo para los grandes, sino

también en los pequeños.

7 Robert Musil: Ensayos y Conferencias. El escritor en esta época. Viena, 1934. Página 259. Nos dice

Musil que cualquier espíritu que no forme parte de corporación alguna se considera a la fecha como un espíritu libre. Y subraya la necesaria independencia del desarrollo espiritual respecto al político, aunque no crea completamente “que ambos carezcan de toda relación”.

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Kertész y la vorágine del tiempo: niño Hurbinek en el Gulag

"Cuando salía para la escuela, también mi madrastra se

sinceró conmigo. Estábamos a solas, en la entrada de casa

y me dijo que en aquel día tan triste para todos nosotros

esperaba ´contar con un comportamiento adecuado´ por mi

parte. No sabía qué responderle, así pues no dije nada.

Quizá haya interpretado mal mi silencio, porque continuó

diciéndome que no había querido herir mi sensibilidad y

que sabía que su advertencia era, en realidad,

innecesaria. Estaba segura de que yo, un muchacho de

quince años, era perfectamente capaz de calibrar la

´gravedad del golpe que habíamos recibido´; ésas fueron

sus palabras. Asentí con la cabeza y vi que con eso le

bastaba. Entonces, hizo un gesto con la mano, y temí que

fuera a abrazarme. No lo hizo, se limitó a soltar un largo

y profundo suspiro entrecortado. Me di cuenta de que sus

ojos se ponían húmedos; me sentí incómodo. Después, me

dejó ir. Fui andando desde la escuela hasta el almacén.

Era una mañana limpia y tibia para ser el principio de la

primavera. Hubiera podido desabrochar mi abrigo, pero

desistí: la ligera brisa podía haber hecho que las solapas

hubieran ocultado de manera antirreglamentaria mi estrella

amarilla" (Fragmento Sin Destino, 1975).

Kertész está fuera de toda posibilidad en el tiempo – ahora,

es un fantasma en vida, es un testigo muerto, sobrevive a

Auschwitz y al estalinismo, sobrevive a la falta de lenguaje y

a la falta de destino, vive en el exilio y en la deriva ética

del vitalismo, entre la imposibilidad de elaborar sus

experiencias y la katharsis de la esperanza: ¿Qué le queda al

hombre después de la muerte del lenguaje? ¿Cómo se enfrenta a

la vida siendo responsable8 e impotente?

8 Las palabras y conceptos de Giorgio Agamben, Hanna Arendt, y Primo Levi, acompañaran esta

última reflexión que tiene su horizonte final en Imre Kertész. Agamben, señala que ser responsable, del verbo latino spondeo, significa “salir garante de alguno (o de sí mismo) en relación a algo y frente a alguien”. Ser responsable entonces no tiene ninguna dimensión ética, sino jurídica, en términos de obligarse a garantizar una deuda, y está relacionado estrechamente con el concepto de culpa, que implica la posibilidad de imputar un daño. En este caso, Agamben nos señala como la responsabilidad de las víctimas de Auschwitz, se traslada de los victimarios a las víctimas, señalando como Levi desplaza la ética y lo cita “No creáis que somos monstruos, somos como todos vosotros, aunque mucho más desdichados”, y luego “haber concebido y organizado las Escuadras ha sido el delito más demoníaco del nacionalsocialismo” (Levi 2, pag.46).

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Su novela Sin destino llega a la luz quince años después de

haber salido del campo de concentración de donde fue liberado.

Quiso rehacer su vida, y el Gulag se convirtió

innecesariamente en un punto de apoyo para recuperar la vida,

en la fuerza de la palabra y la escritura, pero no por su

ambiente libre, sino todo lo contrario, la represión, el

control y la crisis del individuo9, lo ponen en el límite

radical, frente a la condición de posibilidad, en donde la

escritura es la única tabla de salvación, la manera de llegar

a ser, y por lo tanto, la única constitución de identidad y

posibilidad.

El retorno de Kertész a la reconstrucción desde los

escombros, desde el estar hundido (“el relato de las cosas

vistas de cerca pero no experimentadas por uno mismo…, su

verdadera muerte había empezado ya antes de la muerte corporal

– Levi 2, pp. 73), desde lo no testimoniado, nos pone de

frente a la situación de un mundo que sigue directo hacia el

vacío, y que parece estar tocando fondo, pero aun así,

continua rompiendo el límite: “entonces, otros expresarán los

valores, y en boca de estos otros ya no serán valores, sino

otros tantos pretextos para el poder sin límites, la

destrucción sin límites”10.

Queda entonces expresar por último, que el narrador de

nuestros tiempos, no es solo desposeído desde su experiencia

humana, arraigada en sus verdades y esperanzas en el otro, o

de su lógica y espiritualidad – como a Gogol, o en su

identidad y su consistencia – como Musil, sino que por último,

a este narrador se le despoja del lenguaje. La lengua, última

posesión del narrador – escritor, es un paradigma perdido, un

huella sin sentido, una pista olvidada, entre la imposibilidad

de testimoniar el vacío.

9 Se facilita la vida y el vivir en un entorno asfixiante como el comunismo en la Europa central de

plena Guerra Fría, “lo que no mata, nos hace más fuertes” – Extracto del Seminario Narrativas y Figuraciones Simbólicas, Septiembre 2012. 10

Imre Kertész. Un instante de silencio en el paredón. El holocausto como cultura. Ensayo de Hamburgo. Barcelona, 2002. Pag. 50.

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Agamben lo concluye así: “„no era luz, pero estaba para dar

testimonio de la luz‟”. Es una reflexión maravillosa, que

recupera desde el fondo, todo el sentido que tiene, el valor

del testigo como narrador, en la historia y en la literatura.

Llega hasta el fondo, hasta lo más profundo, en donde parece

que no queda nada, y se erige sin lugar a dudas, como un

centro de esperanza, de verdad, y de valores humanos, no

centrados desde ninguna estructura social, política o

cultural, sino desde el alma vacía, ciega, y perdida que posee

el ser humano en el final de esta historia.