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VALOR TESTIMONIAL DEL POEMA EL GAUCHO MARTIN FIERRO Hacía ya más de cuarenta años que «el pobre Martin Fierro» ha- bía salido «a correr el mundo»’, con la sola pretensión de «ser co- Carta con que precedía Hernández la edición modestísima de su poema titulado El gaucho Martin Fierro, que apareciera impreso por primera vez en 1872. Era una especie de dedicatoria al amigo del poeta. José Zoilo Mi- guens. Más que dedicatoria, un pedido de protección. Este Miguens tuvo destacada actuación en el sur argentino, en la misma zona donde transcurriera la niñez y juventud del poeta. Fue juez de paz y fundador de la población de Ayacucho, cuyo nombre es el único patronímico que figura en el extenso poema y que constituye, a la vez, el lugar de radicación del protagonista del poema, Martin Fierro, y secreto homenaje a su amigo. La presencia del nombre de la población es sustancial para la fijación his- tórica del poema. No solamcnte el lugar, sino también el nombre de Martin de Gainza, ministro de Sarmiento, nombre de persona real, incorporado al poema. Constituyen circunstancias que contradicen cualquier actitud antitem- poral que se le quiera atribuir al poema. Puede que el pedido de ayuda a Migueas haya consistido en que éste se encargara de la edición del poema, dada la circunstancia de que Hernández se encontrara prácticamente preso en el hotel y que desde allí volviera a Montevideo a continuar su destierro, hasta que Sarmiento dejara de ser pre- sidente (1875). Miguens fue, sin duda, amigo de la juventud de los Hernández (José y Rafael), ya que existen testimonios de esto recogidos por Rafael, que no sólo fuera hermano de José, sino su más ferviente admirador y quien dejara las más importantes noticias biográficas que de él tenemos. Lo más factible es que esta amistad se haya consolidado por la afinidad política de ambos. Juntos estuvieron en Entre Ríos y formaron parte del ciército de López Jordán, en su lucha contra las tropas nacionales e invasoras de Sarmiento. Los dos lucharon contra la política militarista de Mitre, especialmente odiosa por el régimen brutal contra las clases pobres argentinas, de la que fuera sostén Martín de Gainza, ministro de guerra del presidente Sarmiento. Así lo certifica Hernández en sus discursos parlamentarios, en épocas
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VALOR TESTIMONIAL DEL POEMA EL GAUCHO MARTIN FIERRO

Jul 11, 2022

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VALOR TESTIMONIAL DEL POEMA EL GAUCHO

MARTIN FIERRO

Hacía ya más de cuarentaañosque «el pobreMartin Fierro» ha-bía salido «a correr el mundo»’, con la sola pretensiónde «ser co-

Carta con que precedíaHernándezla edición modestísimade su poematitulado El gaucho Martin Fierro, que aparecieraimpreso por primera vezen 1872. Era una especie de dedicatoriaal amigo del poeta. José Zoilo Mi-guens. Más que dedicatoria, un pedido de protección. Este Miguens tuvodestacadaactuaciónen el sur argentino,en la misma zonadondetranscurrierala niñez y juventud del poeta.Fue juez de paz y fundador de la población deAyacucho,cuyo nombrees el único patronímicoquefigura en el extensopoemay que constituye,a la vez, el lugar de radicacióndel protagonistadel poema,Martin Fierro, y secretohomenajea su amigo.

La presenciadel nombrede la población es sustancialpara la fijación his-tórica del poema.No solamcnte el lugar, sino también el nombre de Martinde Gainza, ministro de Sarmiento, nombre de persona real, incorporado alpoema. Constituyen circunstanciasque contradicen cualquier actitud antitem-poral que se le quiera atribuir al poema.

Puedeque el pedido de ayudaa Migueas haya consistido en que éste seencargarade la edición del poema, dada la circunstancia de que Hernándezse encontraraprácticamentepreso en el hotel y que desde allí volviera aMontevideo a continuar su destierro,hasta que Sarmiento dejara de ser pre-sidente (1875).

Miguens fue, sin duda, amigo de la juventud de los Hernández(José yRafael), ya que existen testimonios de esto recogidospor Rafael, que no sólofuera hermano de José, sino su más ferviente admiradory quien dejara lasmás importantesnoticiasbiográficas que de él tenemos.

Lo más factible es que estaamistadse haya consolidadopor la afinidadpolítica de ambos. Juntos estuvieronen Entre Ríos y formaron parte delciército de López Jordán,en su lucha contra las tropasnacionalese invasorasde Sarmiento.

Los dos lucharoncontra la política militarista de Mitre, especialmenteodiosapor el régimen brutal contra las clases pobres argentinas, de la que fuerasostén Martín de Gainza, ministro de guerra del presidenteSarmiento.

Así lo certifica Hernándezen sus discursos parlamentarios,en épocas

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nocido por sí mismo»,de ser juzgado sin errores, valoradopor suspropiasvirtudes y juzgado por sus propios vicios y defectos,cuandola cultura argentina,por medio del pico de oro de su laureadopoeta

posterioresa la edición de su poema. Más contundentees la correcciónquehace en edicionesposteriores de su poema, para maltratar la figura de DeGainza,posible responsabledel suicidio de su amigo Miguens.

En las ediciones anterioresa la trágica determinaciónde Miguens, habíaescrito Hernández:

Un menistro o que sé yoa quien llamaban don Ganza

que modificó, sin que haya más razón que su venganza

que ese fianza venga o vaya.

La edición española prolijamente hecha por Aguilar fue elaboradaporEleuterioTiscornia, quien, respetuosoa los dictámenesde La Nación, el diariode los MitTe, recogió la pTimera versión, que dice integTamente:

Pero estas trampas no enriedona los zorros de mí faya;que el Menistro venga o vayapoco le importa a un matrero...

ignorando expresamentela correcciónintroducidapor el mismo Hernándezyque dice así:

Pero esas trampas no enriedana los zorros de mi faya,que ese fianza venga o vaya,poco ¡e importa a un matrero...

La nota que incluye el mismo Tiscornia es un alarde de desprecioa laconcepciónhernandiana. No solamente no aclara la modificación y ocultatas razones que indujeron al poetaa maltratar al «menistro»,a la vez quelo llama fianza con evidente alusión a la desafortunadaave, sino conviertela injuria en halago. La nota 954, en la edición de Tiscornia, aludea un fuertehonrado con el nombre, así prócer del ministro, y justifica la deformacióndel apelativo diciendo que también lo hacía Ascasubi. Es una evidente ma-niobraconfusionistavigente en el análisis de todo el poema.

Este complot, concretadoen la denominada«literatura gauchesca»,abarcacualquier alusión que pudiera despertarel interés del lector. Ricardo Rojas,por ejemplo, cuandose encuentracon clarasalusiones,desvíala atenciónconnotastotalmentedesatinadas.En el aludido poemade Del Campo,por ejemplo,hay una queja por la pobreza vigente y provocadapor la guerra contra elParaguay.El protagonista don Laguna dice que «con el cuento dc la guerraandanescasoslos cobres».Ricardo Rojas apuntaque se refiere el gaucho La-guna a la ¡guerra europeadel 70!

El mismo Rojas omite toda referenciaa la publicaciónde J05é Hernández

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Leopoldo Lugones y con Ja presenciade todo el poderpolítico y delsaberculto del Buenos Aires de principios de siglo, abrióle al pobregaucholas ostentosaspuertasdel teatro Odeón, en una tardía perojusticiera salutación.

Fue en J913. En esemismo estradohabíansonadolas vocesilustra-dasdeAnatoleFrancey GeorgeClemenceau.Y el público erael mismo,atraídopor el autor de Odas seculares,que veníade Paris.

Y así, Martín Fierro, que saliera a la luz en 1872, en misérrimaedición, a 10 pesosel ejemplar y tentandosu lectura con el agregadode «una interesantememoria sobreel camino trasandino»2 ascendíaal escenariodel teatro aristocráticoporteño. ¡Curiosaparadoja! Por-que en esa primera edición y en una carta a los lectores,su autor,José Hernández, justamentehabía prevenido que su pobre MartínFierro, a diferenciadel «don Laguna»,inventadopor cl porteño Esta-nislao Del Campo,no venia a un teatro a divertir. Del Campohabíaintroducido al gaucho orillero, falso, ridículo en pleno BuenosAiresy lo había obligado a ascenderlos ciento y un escalonesdel teatroColón, para presenciarel enigmático e incomprensiblepoemafilosó-fico de Goethe.Y ahora, justamente,compartiendosus hazañasconlas de Eneas, Menelao, Príamo, Aquiles. el Cid, Orfeo y Ulises.sin olvidar los héroesbíblicos, los de la canción de Rolando y delos Nibelungos, del Ramayanay de la Teogonía, llegaba su MartínFierro a ingresar en el mundo de las letras. La verba castiza, re-buscadade Lugones,los convocó a todos ellos —eximiendo,eso sí.

denunciandoel asesinatodel general Peñaloza,aunqueen el indice de suhistoria la incluye.

Para completar una bibliografía que permita fijar fechas precisas a lavida real del personaje de José Hernández, habría que incluir dos obrasclaves,de las que me ocupé por primera vez en mi libro Vida de MartínFierro, editado en Buenos Aires por Peña Lillo en 1962. Uno es el hamo-sísimo libro del comandantePrado, que posteriormentea mi trabajo fue pu-blicado por la editorial Eudeba: Guerra al matan. Los otros trabajos,debidosal comandanteAlvaro Barros, amigo de José Hernández,y referidos a susexperienciasen las fronteras pampeanas,están publicados por la editorialHachete en su colección «El Pasado Argentino». Páginasenterasde MartínFierro, personajesvivos, como el «papolitano», la vida miserabley engañadade esos pobresitalianos seducidoscon ofrecimientos de trabajo y prosperidady tirados indefensosa la frontera, son páginas desgarradorasen la prosa deBarros y en la poética de Hernández.

- Hay muy pocos ejemplaresde estaprimera edición, cuya portadaera lasiguiente: El gaucho-Martin Fierro-por-José Hernóndez-contiene al final unainteresante memoria sobre- ei camino transandino- precio: 10 pesos -BuenosAires- Imprenta de la Pampa, Victoria 79- 1872.»

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a los auténticosgauchos,a los hermanosde Fierro—. Con todos loshéroesde la épica universal constituyóun congresoexcepcional,en elque incluyó a Martín Fierro, liberado así de sus compromisosconla historia, de su inserción en el mundopolítico, pasionalal queper-teneciera.

Tan amplio escenarioy perspectivastan augustascomo extrañas,fueron montadaspor Lugones para que la sociedadargentinaotorga-ra al poemade JoséHernándezun visto buenoimpostergableya porla decisiónplesbicitariadel pueblo argentino. Marginó. sí, su autén-tico contenidohistórico y político. Su mensajede denuncia.

Seis conferenciasy un alarde de saberesy evidenciasde conoci-mientos filológicos, con manifiesta y voluntaria ignorancia de la his-toda patria, fueron necesariospara abatir tas murallasque cerrabanel pasoal único poemade auténticaraigambregauchesca,el fenómenomás contundentede las letrasargentinas,al testimonio más descarnadode un presentehistórico cruel, sanguinario,asesinoy ladrón.

Le alvertiré que en mí pagoya no va quedandoun criollo;se los ha tragado el hoyoo juido, o muerto en la guerra,porque,amigo, en estatierranunca se acaba el embrollo.

Y dejecorrer la bolaque algún día se ha de parar:tiene el gauchoqueaguantarhasta que se lo trague el hoyoo hasta que venga algún criolloen esta tierra a mandar.

A cien añosde aquellasandanzas,llega el pobreMartín Fierro aestauniversidad españolacon el derechoque le da el no haberbas-tardeadola lenguaheredada,no haberlaenvilecido ni ultrajado,porquetenía concienciaFierro de que Dios

Y aunque a las avesles dio,con otras cosasque moro,esospiquitos comooroy un plumaje comotabla,le dio al hombremás tesoroal darle una lengua que habla.

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Volvía en 1872 José Hernándeza su ciudad, a la pequeñaperosoberbiaciudad de Buenos Aires, dictadorade la ley supremaen supaís. Volvía de un cruel y penoso destierro,a donde lo condenaranlos mandonesde estaciudad, fuente inagotablede ejércitosdestinadosa domar al país. DesdeBuenosAires habíansalido ejércitos y hom-brespropuestosa ponerseal país en el bolsillo, como dijera el presi-dente general Mitre.

Unos partieronpara el noroeste.Abatieron los esterosparaguayossembrandomuerte y desolación.A su regreso,nada ya quedabaenel Paraguay.Ni un solo hombremayor de trece años. Todos, todoshabíanmuerto batallando,sin traiciones, sin huidas. Fueron víctimasdel más espantosogenocidiohabido en toda América.

Otros ejércitos salían para el norte. A su frente llevaban, por lomenos,generalesextranjeros.El mandoera el exterminio. «Guerradepolicía», así la llamaban. Y si el presidentese arredrabaante tantasangrederramada,la voz potente,violenta, convincentedel más em-pecinadopublicistadela civilización, lo alentabagritando: «No ahorresangre de gauchos. Es lo único humano que tienen y es necesarioderramaríapara abonode suscampos»’.Y los camposse tiñeron de

Carta de Domingo F. Sarmiento, director de guerra en Cuyo, al presi-dente de la República, general BartoloméMitre, incluida en la edición delarchivo del general Mitre.

La sinceridadde la actitud de JoséHernándezestárevelada en las pala-brasquedejarasu hermanoRafael: «Porasimilación,si no por cuna,soy hijo degaucho, hermano de gaucho y he sido gaucho. He vivido años en campa-mentos,en los desiertosy en los bosques,viéndolo padecer,pelear y morir,abnegados,sufridos, humildes, desinteresadosy heroicos, Sin codicia para ellucro, sin exigenciasde ascensos,sin ambición por la gloria. He compartidosus aspiracionesy sus alegrías. He confundido mi sangre con la suya en lasbatallas; rae han hecho gozar los encantosde Ja gloria, ¡nc han enseñadoaafrontar la muerte con orgullo, por puro amor a la patria, por conquistarpara todos la libertad.»

Debo agregarque Rafael Hernándezfue un distinguido ciudadanouniver-sitario, a cuyo impulso se debió la creaciónde la segundauniversidadargen-tina, la de la ciudad de La Plata, falsamenteatribuida a JoaquínV. González.La fundaciónde la ciudad fue, en gran parte, debidaa JoséHernández.Aun-que no fue en realidaduna idea muy brillante.

Sarmiento,a quiendebemosreferirnoscadavez que se hablade Hernández,porque sus vidas se jugaron en los opuestos en que estuvo en conflicto elpaís, y ambos dejaron dos obras síntesis de sus actitudes, Martin Fierro y

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púrpura.Sobrelas rústicaslanzashechascon tacuaras,pufiales o sim-pies tijeras de tuzar, quedaronlas cabezasdel gauchajedesangrándoseen una orgia de «civilización».

Facundo, desmintió la denigración sistemáticade su libro Facundo, en pá-ginas de un escrito posterior, que tiene el mérito de haber sido redactadodespuésde conocera la pampay a su hombre,el gaucho. Este libro se titulaLa campañadel ejército grande y está incluido en sus obras completas. Enél se leen páginas similares a las de Rafael Hernández:«Fisonomíasgravescomo árabesy como antiguos soldados,caras llenas de cicatricesy de arru-gas... He aquí los restos de diez mil seres humanosque han permanecidodiez años casi en la brechacombatiendoy cayendouno a uno todos los días,¿por qué causas?,¿sostenidospor qué sentimientos?...

uLos ascensosson un estímulo para sostener la voluntad militar. Aquíno había ascensos.

»Todos veían los cuerpos sin jefes o sin oficiales: por todas parteshablaclaros que llenar y no se llenaban; y los mil postergadosnunca trataron desublevarse.

»Estos soldadosu oficiales carecierondiez años del abrigo de sus techosynuncamurmuraron, Comieron carne asadaen escasofuego, y nunca murmu-raron. La pasión del amor, poderosae indomableen el hombrecomo en elbruto, puesto que en ella se perpetúala sociedad,estuvo comprimida, diezaños, y nunca murmuraron.

»La pasión de adquirir, como la de llevarse, no fue satisfechaen soldadosni oficiales subalternospor el saqueo,ni entretenidapor salario que llenaselas más reducidasnecesidades,y nuncamurmuraron...»

El genocidio de este tipo especial, fue promovido en la campañaargen-tina por la necesidadde implantar un nuevo régimen que permitiera la ex-plotación agrícola-ganaderademandadapor el descubrimientodel frío, delbarco frigorífico. A tal efectose unieron los interesesde la oligarquin por-teñacon los de los exportadores.Vélez Sarficíd corrió con la responsabilidadde modificar el concepto jurídico del derecho en cuanto a la posesiónde latierra. Mitre, con la remociónmasiva de los hombrescampesinos,organizandoincesantesejércitos para todos los rumbos del país y del exterior. Mientras,la repeticiónde los sistemasferroviarios impuestosen la India, modificabanel mapa del país.

Todos se gñelben proyectosde colonias y carrilesy tirar la plata a miles...

El sargentoCruz, salvadorprovidencialde Martín Fierro, en sus funcioaesobligadasde policía, había tenido accesoa las conversacionesde los plani-ficadores:

Hablaban de hacersericoscon campos en la frontera:de sacarla ¡mis a¡ueradonde había camposbaldidosy llevar de los partidosgente que la defendiera.

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Así reconstruyeel historiadoruruguayoAntonio Díaz estosepiso-dios de la supuesta«guerra»:

«En la ocupación militar de las provincias bajo el gobierno deMitre, las desgraciadasfamilias fueron azotadas,ya que los domi-nadores entraron robando y colgando a los hombresde los tirantesde las casas,poniéndolesun nudo corredizo a la gargantay prohi-biendo a las mismas familias que descolgasena las víctimas, lasque debíandescolgarsea pedazospor la putrefacción.

»Algunos de aquelloscadáveres,que no habíansido colgadosmuyarriba, sirvieron a la voracidad de los perros que los tomaban decuartos decarne, estoshechosteníanlugar por aquellostiemposen LaRioja. Y en Ja mismaprovincia de SanLuis durantela administraciónde don Domingo Faustino Sarmiento.Entre las fuerzasarmadasquecometían estos excesos militaba el comandanteVera, pariente delgeneralPeñaloza.Vera era uno de los que más se habian señaladopor las atrocidadesen La Rioja. Este individuo cayó prisionero porlas fuerzasdel Chachoen los días en que se había alzado en armas.Pefialozale dio libertad bajo la promesade ir a cuidar de su familiay entregarsea los trabajos necesariospara su subsistencia: todo locual prometió el referido Vera, poniéndoseen camino inmediata-mente.

»Pocosdías después,este individuo dirigió una carta al generalPeñalozadiciéndole que tenía que comunicarleuna misión secreta,ydirigiéndosecon 40 hombresa una casade campodonde se encontra-

Pero este genocidio cometió el grave error de eliminar a la defensana-tural de la campaña.Alberdi, que no se distinguía por su amor al hombreargentino, pero si por su inteligencia, había advertido: «Los campos fueronsiempre el baluarte de nuestra independencia,y el paisano, el gaucho, suprimer soldado.»Al fin, tardíamente,lo vino a entenderel mismo Sarmiento:«Y llevando aun más adelantela comparación,me atrevo a asegurarque lapoblación de Buenos Aires y el más negadogauchoes mil vecesmás racional,más adelantadoque las masasde las campañasy trabajadoresde las fábricasde Birmingham y Manchester,embrutecidospor el uso inmoderadodel aguar-diente, por la ignorancia,el abatimiento,la inmoralidad y la miseria.» Y JuanB. Alberdi, en su polémicacon Sarmiento,en Cartas quillotanas, le reprochabaa Sarmiento su denigración y persecuciónal gaucho: «El obrero productorde esasriquezas,el obrero de los campos es el gaucho que Sarmientollamabárbaro, comparadoal árabe y al tártaro del Asia arruinaday desierta, re-presentala civilización europea, mejor que Sarmiento, trabajador improduc-tivo, estéril, a titulo de empleadovitalicio, que vive como domésticode lossalariosdel Estado,su patrón.»Y agregabahaberleescuchadodecir al generalSan Martin que «con diez mil gauchos se reina en los desiertosargentinosde toda Francia».

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ha el general con su familia y 10 hombresde escolta, avanzó a lacasa, se apoderó del general diciéndole que no se resistieseporquenadapretendíahacerle.En vista de estaspalabras,el general no in-tentó resistirse,diciendo a sus soldados que los que se presentabaneran amigos, y tomando a Vera del brazo, salió con él al patio di-ciéndole que le comunicasela misión que le llevabacerca de él; peroapenashabían pasadolos umbrales de la puerta los hombres queacompañabana Vera y que se encontrabanconvenientementeaposta-dos, emprendieroncon el general a lanzadas,arrojándole al suelodondeconcluyeroncon su vida. Al expirar el general Peñalozagritó:“Traidores, me han asesinado;pero bien cara les va a costar estasangre”»‘.

No eran ejércitoslos que marchabanal sur. Nadie podría llamarsoldados a esos pobres gauchostan atadosde pies y manos,comolos que eran destinadosa hacerla guerra al Paraguay.Estos eranlosdesertoresde aquellaguerra:

De los pobres que allá habla

a ninguno lo largaron;los más viejos rezongaronpero a uno que se quejóenseguidalo estaquiarony la cosa se acabó.

Porque todo era jugarlepor los lomos con la espada,y aunque usté no hiciera nada,lo mesmitoque en Palermo,le daban cada cepiada,que lo dejabanenfermo.

Legión de infelices engrillados, semidesnudos,dejandobien a lavista las llagas y las heridasprofundasproducidaspor los latigazosdados a esoscuerposestaqueadosa pleno sol. No podían sostenersesobre esos «matungos»,pobres cabajios «patrias», inservibles casi.tan apaleadosy destrozadoscomo los mismos jinetes.

Antonio ¡Maz, Historia política y militar de las repáblicas del Plata,Montevideo, 1878.

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Y andábamosde mugrientosque el mirarnos daba horror,-le juro que era un dolorver esos hombres¡por Cristo!en mi perra vida he vistouna miseria mayor

Yo no tenía ni camisa,ni cosa que se paresca;mis trapos, sólo pa yescame podíanservir al fin...No hay plaga comoun fortínpara queel hombrepadesca.

Poncho, jergas, el apero,las prendíais, los botones,todo, amigo, en los cantones,fue quedandopoco a poco:ya nos tenían medio locosla pobrezay los ratones.

Allá, a lo lejos, en manos de los juecesy comandantes,habíanquedadotodos los bienesde estos gauchos: majadas,ropas, rancho,tierras, y lo quetrajeron también fue rapiñadopor los jefes.

Y pa mejor, hastael morose mejue de entre las manos.

No soy lerdo.., pero, hermano,vino el comandanteun díadiciendo que lo quería«pa enseñarlea comergrano».

Estoshombres,inútiles ya para la vida, destrozadosen sus cuerposy aniquiladosen sus almas, como legiones de boyardos, rumbeabana la pampainsondable,como muralla humanapara contenera la in-diada.

Aquello no era servicioni defenderla frontera:aquello era ratoneraen que es mas gato el más juerte;era jugar a la suerte,con una taba culera.

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Allí tuito va al reves:los milicos se hacenpiones

y andaban por las poblacionesemprestaospa trabajar,los rejuntan pa peliarcuando entran indios ladrones.

«Aquellapobregente—comentabaun testigo, el comandantePra-do, autorde un bellísimo libro, Guerra al malón— no dormía,no des-cansaba,no comía, carecíade ropa y de calzado: en la botica nose encontrabanmedicamentos,y en cambio, a la menor palabra deprotesta,al menor gesto de cansancio,funcionaban las estacas,lío-vían las palizas.y los consejosde guerraverbalesdictabanla muerte.»

Otro testimonio irrefutable, de Estanislao Zeballos: «El ejércitose hallabasin provisiones,sin vestuarioy, lo que es más grave, sincaballos. El carro carecíade ruedasy no podía ser movido, cuandoen marzo de 1876 una nueva y horrenda irrupción de vándalos ennúmero de tres mil lanzas, burlaba la vigilancia del ejército casi in-móvil y causabanuevos robos, incendios, cautiverios, violaciones yasesinatossobre una ancha y pobladacomarca.»

El mismo estudioso,con afanes de antropólogo,examinandolaspampasmaloneadas,escribía: «Recorriendolos fogones de Quethréf{uitrió, hallé los huesosde perros, vizcachas,zorros, iguanas y avescon que los soldadosse alimentabana veces.» «Los episodiossupre-mosse sucedíany referiré uno siquiera seacon el objeto de consignaruna idea dc la vida militar de los fundadoresde la graciosavilla deGuaminí.Muchosmeseshabíantranscurridosin que llegaranlas provi-sionesque el ejército csperabacon ansias y desesperación,hastaqueal fin hubo noticias de la marchade un gran convoy con armas,per-trechosde guerra, ropa de invierno (los soldadosvestíande brin con6 gradosbajo cero), materialesde construcción,carpas,tabaco,azúcar,yerba,otros víveres y ocho mil ovejas.Las tropas celebrabangozosasla noticia, cuando los campos se poblaron de indios que, vigilantesy dueños de la retaguardiadel ejército, acechabanel convoy paraasaltarlo.Mil indios de pelea y una nube de auxiliareso chusmas(lasmujeres y niños indígenas)buscabanaquella presa extraordinaria.

Dueños de ellos los bárbaros,el ejército estabaperdido. El go-bierno. sin dinero, sin créditosy afrontando la más violenta oposiciónrevolucionaria,no habríapodido reponeraquellos elementosy tropas,rendidaal hambrey al padecimientofísico, retrocederíaa pie, a través

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de sesentaleguas de desiertoenemigo,con las monturas al hombro,poniendolos caballosy. a caso,asesinadospor la espalda.

El convoy era, pues, la vida o la muerte para los veteranosdeCarbuéy Guaminí.»

Se empezóen aquel en/oncesa rejuntar caballada,y riunir la milicada,teniéndolaen el cantón,para una despedicióna sorprendera la indiada.

Nos anunciabanque iríamossin carretas ni bagajesa golpear a los salvajesen susmesmastolderías;

Que esta despedición,tuviéramosla esperanzaque iba a venir sin tardanza,sigún el jefe contó,un menistro o qué sé yo,quele llamabanDon Gunza

Que iba a riunir el ejércitoy tuitos los batallonesy que traiba cañonescon más rayas que un cotín.¡Pucha.’... las conversacionespor allá no tenían fin.

Entre Ríos, su nombre lo dice, vivía separadade este gobiernobrutal, amparadaen las profundidadesoceánicasde su río Paraná.un día las legionesporteñaslo cruzaron. Tambiéna su frente veníael literato, panfletista,director de guerra,maestrode escuelay ahorapresidentede la República, Domingo F. Sarmiento. Era portadordeun armanueva.Y él, el futuro padrede la instrucción pública, probó,para espantode la población, esta anna: la metralleta, fusilandosimbólicamentelas paredesdel colegio de Rosario y Paraná.VeniaSarmientoen tren de escarmientoa terminarcon los que se oponíana su gobierno democrático,que había logrado el cOnsentimientodeldos por ciento de la población votante, en eleccionesfraudulentas.

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Nueve mil gauchos,sin más armasque sus tacuarasy su coraje,cometieronel desatinode enfrentara la desconocidametralla. Tani-bién en Entre Ríos, como en el noroestecomo en la pampa,como enlas provincias andinas, la tierra toda era regada copiosamenteconla sangregaucha.«únicamenteútil para abonode la tierra».

Con la fatiga de todas las derrotas,con la opresión tremendadetodas las frustracionesde esta América. aquí está José Hernández,sola su alma, frentea la mezquinamesitadel hoteluchoporteño, «ElArgentino». El presidenteSarmiento le había hecho saber que podíavolver a su país, donde lo esperabansu larga y tierna familia, susviejos amigos.Sarmiento,el presidente,garantizabasu vida. Sarmiento.el civilizado, el padre de la instrucción,habíapuesto secretamenteaprecio la cabezadel poetaHernández.Sus esbirrosestabanapostadosen esperade su víctima.

Es que cuandoSarmiento,director de guerra,mandaraasesinaralgeneral Peñaloza,y aplaudierapor la forma en que fuera asesinado.JoséHernández,con ansiasde blasfemia.documentóla infamia: «Lossalvajesunitarios —escribió entonces—están de fiesta. Celebranenestosmomentosla muerte de uno de los caudillos más prestigiosos.más generosoy valiente que haya tenido la RepúblicaArgentina. Elpartido federal tiene un nuevo mártir. El partido unitario, un crimenmás que escribir en las páginasdc sus horrendoscrímenes.

»EI generalPeñalozaha sido degollado,el hombre ennoblecidoporsu inagotablepatriotismo, fuerte por la santidadde su causa,el Vi-riato argentino,antecuyo prestigio se estrellabantas huestesconquis-tadoras,acabade ser cosido a puñaladasen su propio lecho, y sucabeza,conducidaen pruebadel buen empeño,dcl asesino,al bárbaroSarmiento.

»EI partidoque invocala ilustración, la decencia,el progreso,acabacon sus enemigos consiéndolosa puñaladas...»

Y cuandoMitre empujabalegionesy legionesde infelices para quemurieran asesinandoen la guerramonstruosacontrael Paraguay,tam-bién JoséHernándezse hacía eco de todaslas repugnanciasy rebatíala hipócrita «guerrade regeneración»1 «Decir que hemosido a rege-

Articulo publicadopor JoséHernándezen su diario El Río de la Plata,el 24 de agosto de 1869.

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nerar el Paraguayes decir que nos hemos despojadode la justicia,del derechopara acometerun atentadosin nombre.

»La concienciapública, el grito de la moral ofendida, claman poruna amplia reparación,y nosotrosqueremossatisfacerla...

»¿Cómopuedellamarseguerraderegeneraciónpara el Paraguaylaque estamossustentando,arrebatandopalmo a palmo el territorio ypasandoadelantesólo sobre los cadáveresde susdefensores?»...

Los muertos en los esterosy bañadosdel Paraguay.los fusiladospor la espalda,o durmiendo,como sc había visto en Cañadade Gó-mez, los estaqueadosen las fronteras, los condenadossin juicio, sintribunal, por brutalidad, por codicia, por lujuria. golpearonfuerte-menteen el pechoamplio, atlético, caside exhibicionistacircense,queeraJosé¡fernández.Era el clamorde una estirpecondenadaa la másafrentosamuerte.

1221 anda siemprejuyendosiemprepobre y perseguido,-no tienecuevani nido,comosi juera maldito;porque el ser gaucho...¡barajo!el ser gauchoes un delito.

En nada gana en la paz,y es el primero en la guerra;no te perdonansi yerra,queno sabenperdonar,porque el gauchoen estatierrasólo sirve pu votar.

Para él son los calabozos,para él las duras prisiones,en su boca no hay razonesaunquela razón le sobre;que son campanasde palolas razonesde los pobres.

Si uno aguanta,es gaucho bruto;si no aguanta, es gauchomalo;¡porque es lo que él necesita!de todo el que nació gauchoésta es la suertemaldita.

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«Aquellasépocaseran duraspara el infeliz condenadoal servicio—recordabael comandantePrado—. Llegabacon fama de bandido,casi siempre,y. en consecuencia,era tratadocomo pillo.

»Algunossequerenciabany vivían contentosy felices,conceptuandoque para ellos el mundoera el cuartel, y la familia, el escuadrón.Sedivertían corriendo avestrucesy boleando gamas: se deleitaban sa-queandouna toldería o entreverándose,a sablelimpio, en un malón.Otros, más indomableso menos filósofos, tomabanla cuestión por ellado trágico, y en la primera oportunidad,desertaban.»

JoséHernándezveníaya con el brazo vencido para la ahora inútillanza.Uno más en el ejército de López Jordán,que defendíala auto-fornía provincial de esosnuevemil hombresque pusieronsus pechosante la metralla invasorade Sarmiento, no tenía nada más, en sucuartuchohotelero,quelas cuartillasde papelquele acercarasu amigoJoséZoilo Minguens’ y allí, bajo la advocaciónde un puebloal bordedel total exterminio, al amparode tantos y tantos miles de gauchosquefueran sus compañerosen las patriadasy en los fogones, en quie-nes partierael dicho ingenioso, el verso rotundo y fresco,vicio únicodel gaucho,fue hilvanando recuerdos,que eran crucifixiones, y men-sajespara un mundopresentido.«Al final me he decidido a que mipobre Martín Fierro, que me ha ayudadoalgunos momentosa ale-jar el fastidio de Ja vida del hotel, saigaa conocerel mundoy allá va,acogido al amparode su nombre.»

No me hago al lao de la huellaaunquevengandegollando;con los blandosyo soy blandoy soyduro con los duros,y ninguno, en un apurome ha visto andar titubeando.

En el peligro, ¡qué Cristo!el corazónse me enancho,puestoda la tierra es canchay de eso naides se asombre,queel quese tiene por hombre,dondequiera hacepata ancha.

Parecebastanteprobable, por lo que se sabe de José Zoilo Miguens ypublicado por Angel Héctor Me-tea (Ayacucho), que la parte aTgAflnental delpoemasurgierade las conversacionesmantenidasentre Hernándezy Migueas.

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Soy gauchoy entiendalócomomi lengua lo explica.para mí la tierra es chicay pudiera ser mayor;ni la vihora mepicani quemami frente el sol.

Nací como nace el pejeen el fondo de la mar;naides me puedequitaraquello queDios medio:lo que al mundotruje yodel mundo lo he de llevar.

Mi gloria es vivir tan librecomoel pájaro del cielo;no hago nido en estesueloande hay tanto quesufrir;y naidesme ha de seguircuandoyo remuenteel vuelo.

No podía sospecharJosé Hernández,que ese pobre gaucho quefuera cantode rapsodajunto a los fogones, que anduvieraya de bocaen boca entre el paisanadoargentino, por decisión de su cantor alimprimirlo malamente,iniciaría su vida inmortal. Volcado a todoslos idiomas del universo, editado en todas las formas, en todos lostamaños,nadie puedesaber cuántasson sus ediciones ni menos elnúmero de ejemplarespublicados.De allá, desdeel principio, comoartículo de primera necesidad,estabaincluido en el pedido del pul-pero: «Fósforos,ginebra, sardinasy... Martín Fierros.. .» Y como loprofetizarasu autor, en todo rancho de la pampaargentina,en unrincón cubiertode polvo, estánlos Martín Fierro en esperade la lle-gadade unavisita letrada,capazde rescatarde esemisteriode tinta ypapel la figura humanay heroica del pobre gauchoargentino.

En 1913, Leopoldo Lugones,con sus lujos de hombresabio, consu prestigio europeo,con su autoridadconsagradaen el mundo delas letras, dio un empujón violento al tímido gaucho que se deteníaen el umbraldel saber.«Es un pobregaucho—-casi se lamentabaHer-nández en su carta— con todas las imperfeccionesde forma, que elarte tiene todavíaen ellos; y con toda la falta de enlace en sus ideas,

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y en las queno existe siempreuna sucesiónlógica, descubriéndose1re-cuentementeentreellas apenasuna relación oculta y remota.»

«Me he esforzado,sin presumirde haberloconseguido,el presentarun tipo quepersonificarael carácterde nuestrosgauchos,concentrandoel modo de ser, de sentir, de pensary de expresarsequele es peculiar;dotándolo con todos los juegos de su imaginación,llena de imágenesy colorido, con todos los arranquesde su altivez, inmoderadosbastael crimen, y con todos los impulsos y arrebatos,hijos de una natura-leza que la educaciónno ha pulido y suavizado.

»Cuantosconozcancon propiedadel original, podrán juzgar si hayo no semejanzaen la copia.»

Estabael gaucho en su pagocon toda seguridad;pero ahura... ¡barbaridad!la cosa anda tan fruncida,que gasta el pobre su vidaen juir de la autoridá.

Puessi usté pisa en su ranchoy si el alcalde lo sabe,lo caza lo mesmoque el ave,aunquesu mujer aborte...¡No hay tiempo que no se acabeni tiento queno se corte!

Y al punto désepor muertosi el alcalde lo boleapues ahí nomcis se le apeacon una felpa de palos.Y despuésdicen que es maloel gauchosi los pelea.

Y el lomo le hinchan a golpesy el rompen la cabeza,y luego con ligereza,ansi lastimno y todo,lo amarran, codo con codo,y pa el cepo lo enderiezan.

Ahí comienzansus desgracias,ahí principia el pericón,

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porque ya no hay salvacióny, que Listé quiera o no quiera,lo mandan a la frontera,o lo echanal batallón.

¿Cuál fue el propósitode Hernández?No deleitar, hacerreír, di-vertir, mistificar sobre hechos inventados, situaciones estrafalarias,como lo hubiera hechoen prosaSarmiento con su famoso Facundo,dondefantasearíasobre costumbres,característicasy virtudes gauchastan inexistentescomo los crímenesque atribuyeraa los mismos cau-dillos gauchos.No entraríaen los versosde Hernándezel famosoras-treador, inventado por Sarmiento y publicitado en la Revistade DosMundospor el francés Ebelot Hernández,hombre de campo, cuyaniñez transcurrieraen las estanciasbien sureñas,cercanasal actualMar del Plata,en sierrasde los Padres,no podía ser sorprendidoporcuentosde fogón, como lo fuera Sarmientoalejado de su patria, a laque viera por primera vez en 1852. mucho despuésde haber publi-cado su planfleto’. Aquellas cualidadesexageradas,milagrosas casi,de un hombre capazde recordar en un solo instante los miles decaballosexistentesen la pampa, a juicio de un comentaristade Fa-cundo~, erantan «cuentochino»comoaquelquelo suponíaa Napoleón

Los artículos que publicara Ebelot en Revuede Deux Mondes, de Paris.aparecenen edicionesargentinascon el titulo de La pampa.

La fortuna literaria de Sarmiento no puede ser comparadacon la de

Hernández.Su libro más publicitado, Facundo, no es ni ha sido jamás libropopular en la Argentina. Es libro de texto, con lectura obligatoria. Esa es larazón de las ediciones. Todo lo que se refiere a este libro es exageradoybasta ridiculo. Su primera edición consistió en un par de cientos de ejem-piares para la que se utilizaron los plomos de los folletines aparecidosen undiario de Santiago de Chile, y con tan poca fortuna, que durantesu edición,el diario cambió de linotipia, de manera que los ejemplaresaparecieroncondos íipos diversos de letras.

Luego, presidentesu autor, y con vanidad de escritor, las cosas natural-rnenÉe mejoraron.

Es poco conocido el hecho, porque hay una especie de conjura paraocultarlo, de que Sarmiento,que escribierael libro parahacerméritos políticos,lo dedicara al jefe de la fracción unitaria, Valentín Alsina, a quien le pidió,a su vez, notaspara incluirlas en una nueva edición. Alsina se tomó el trabajode elaborar 53 notas.Dejó el trabajo a medias, porquele fatigaba tener queenmendartotalmente el libro: Sarmientodedujo, con razón, que incluir lasnotas equivalía a inutilizar su libro. Publicó entonces,en lugar de ellas, unacarta, que suele aparecer,en la que manifiesta su agradecimientoa Milpa yle dice que sus notas ¡destruiríanla belleza de su historia!

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con tiempoy ganasde sabersela vida y milagros de sus cien mil sol-dados.

Pero si conocíaHernándezsus virtudes, tambiénsabíaque el pri-mitivismo y la violencia lo hacíavíctima de sus impulsos que podíanllevarlo al crimen. Y la pluma de Hernández,que venia alentadaporel canto rapsódicoinicial, no tergiversasu mensajede autenticidad.

Y sepan cuantosescuchande mis penasel relato,que nunca peleoni matosino por neceseidá,y que a tanta aversidásólo me arrojó el maltrato.

Y atiendan la rilaciónque haceun gauchoperseguido,que padrey marido ha sidoempeñosoy diligente,y sin embargola gentelo tiene por un bandido.

El Martín Fierro vivo, el auténtico, el real, el dc los versos deHernández,era el alegatomás contundente,al que llamaríamoshoyla más apasionadacanción de protesta,panfletariaa veces,peropro-funda, emotiva, delirante. Su presencia en los santuariosdel hogarcriollo, en el rezo gaucho,en los encuentrosfestivos,plegaria y alegato,lacerabanlas concienciasde quienesestaquearonla pampaentregadaal malón indígena,privadasdel gaucho, su defensaelemental.

Ya lo habíaadvertidoproféticamenteel mismo Hernández: «Qui-zá la empresahabría sido para mí más fácil, y de mejor éxito, sisólo me hubierapropuestohacer reír a costade su ignorancia,comose halla autorizadopor el uso en estegénero de composiciones;peromi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunquefielmente, suscostumbres,sus trabajos,sus hábitos de vida, su índole, sus vicios ysus virtudes; esc conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía

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moral y los accidentesde su existenciallenade peligros,de inquietudes.de inseguridad,de aventurasy de agitacionesconstantes.

»Yo he deseadotodo esto,empeñándomeen imitar eseestilo abun-danteen metáforas,que el gauchousa sin conocery sin valorar, ysu empleoconstantede comparacionestan extrañascomo frecuentes.en copiarsus reflexiones con el sellode la originalidadque las distin-gue, y el tinte sombrío de que jamás acrece, revelándoseen ella esaespeciede filosofía propia, que, sin estudiar, aprendeen la mismanaturaleza;en respetarla supersticióny sus preocupacionesnacidasy fomentadaspor su misma ignorancia,en dibujar el orden de susintencionesy de susafectos,que él encubrey disimula estudiosamente;sus desencantos,producidospor su mismacondición social, y esain-dolenciaque le es habitual bastallegar a constituir una de las condi-cionesde su espíritu;en retratar,en fin, lo másfielmentequeme fueraposible, con todas sus especialidadespropias, este tipo original denuestraspampas,tan poco conocido,por lo mismo, que es difícil es-tudiarlo tan erróneamentejuzgadomuchasveces, y que al paso queavanzanlas conquistasde la civilización, va perdiéndosecasi porcompleto.»

Poca suertetuvo su autor. Y poco éxito Lugones.Lo que sepro-pusieron como empresa justiciera, encontró la tergiversación delsirvientede la politiqueria, del acomodoadulón a los herederosde losfusiladoresde los Felialoza. o de los que habíanconvertido al Para-guay en una «difuntería», como se jactaría Lucio y. Mansilla. Lapresenciahalagadoradel diario La Nación, sustentadopor la familiaque recibierala herenciadel generalMitre, sobornadopor quienesseenriquecieronabasteciendoa los ejércitos invasores, no podía con-sentir la coexistenciade la verdad histórica con el suceso literariopreconizadopor Lugones.

Y fue entoncescuandose inicia una doctrinamistificadora,que tien-de a cubrir celosamentela realidad,el contenido histórico del MartinFierro.

Se sustrajeronlosprólogosde lasediciones,o seagregaronnotassu-mamenteeruditas,comolas de EleuterioTiscornia,asépticamentepuras.filológicamente tan veraces como injustas supresionesa cualquierreferenciaque pudiera integrar el poemaen su momentohistórico yque pudieradarle margenen el tiempo y en el espacioa la denunciasocial. Y si bien Leopoldo Lugones no fue cómplice de esta mistifi-cación, sino, por el contrario, fue un precursorjusticiero de la rei-vindicación del poema, su nombre fue utilizado para iniciar esa es-

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cuela pretendidamenteerudita, queinjertó a Martín Fierro en la listade los payasospropuestospor Ascasubio Del Campo,para diversiónde puebleros“¼

10 Rafael Hernándezescribió un libro valioso, en el que incluye la bio-

grafia de su hermano.Se titula Fe/majo y es la historia de los hombrescuyosnombresdesignanlas calles de esaciudadbonaerensea la que él estabaligadoy que, por casualidad,es también el lugar donde vivieron mis abuelos pa-ternoscuandoera plena pampa. El amor de Rafael y la gran afinidad senti-mental con su hermano obliga a que se tenga como de José lo que es deRafael. Si bien, Josése refirió con cierta deferenciaa Estanislaodel Campo,en la carta que prologa su Martin Fierro, Rafael, en cambio, realiza un aná-lisis tan mordazcomo auténtico.

«... inventarse—dice— un paisanode tierra adentro,en plena pampa,quebaja a la ciudad a cobrar sus lanas;se encaminasolito hacia el teatro de laóperasin extraviarla calle; compra las entradas;atraviesala multitud que seagolpa; sube las escaleras:ocupa su sitio en el «paraíso»(el número de esca-lones que daban accesoa la galería de hombres del teatro Colón era deciento uno)...

»... don Lagunatuvo la singular previsión de contarloscon más exactitudquesi hubieransido corcovosde su potro; juzga la obra, critica y satiriza conatinado acierto, costumbresy cosas que no pasaronjamás por sus sentidos;asistea las representacionesfantasmagóricasdel más nebuloso y complicadopoema que ha creado la imaginación germánica;no deslumbransus ojos, noalteran la serenidadde su alma educada en las plácidas monotonías de lapampa,ni la novedadde la brillantisima concurrencia,ni los esplendoresdelteatro, ni las mágicas transformacionesescénicas;ni las cambiantesradiacionesde la luz eléctrica y sigue en todos sus detalles la enmarañadaacción dra-mática entre el cielo, la tierra y el infierno, interpretandohasta la intenciónremotadel filósofo alemán,cantadaen el idioma del Dante por los mejoresartistas; siente las emocionesdel actor que refleja y rie y llora y palpita,,arrebatadoen los torrentes armoniosos de Gounot.

»Y para que nada falte, repite al día siguiente, con notas y comentariosque harían la fama del más hábil narrador, cuanto ha visto y escuchadoenel fantástico espectáculo.»

Así se debatíagauchismoy antigauchismoen el siglo pasado,Lo que ponemás en ridículo el invento groserode la poesíagauchescacon Martín Fierroen la cumbre de tan endeblepedestal.

Esta mistificación tiende a desfigurar la historia real que se anida en elpoema. También a confundir en cuanto a sus costumbresverdaderas,a suspasionesy sentimientos.

Rafael, al analizar con más detenciónel poema de Del Campo, lo ridicu-liza al demostrarla ignoranciacampera de su autor. Pone por nombre a sucaballo «Záfiro», piedra totalmente desconocidaen la campaña argentina.Dice que es «medio bagual» y, sin embargo, lo deja suelto, como corderito,

Dájelo a mi parejeraque es como mata de pasto...

Para colmo de disparate,le atribuye, por razones de rina, un color del

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Nadase respetódel pensamientode Hernández.Tampoco la claradenunciade Lugones.Se fraguó unaliteratura gauchesca,incorporandoa Martin Fierro a la legión de sus francotiradorescreadospor Asca-subi, quien vendíaal generaltJrquizapanespara su ejército destinadoa abatir a un gobierno criollo, y tambiénversos para engañara sussoldados.

Pronto, profesoresde la Universidad complacientesal régimenvencedorhabríangala de ni siquierahaberleído el poemaincorporadoa las lecturas obligatorias“. De esta manera,castradoel poemaensu violencia denunciadora,burlado el personajeen la esenciavital desus creencias,de sus afectuosidades,de sus costumbres,de sus su-perticiones, marginadode su tiempo y de su vida, quedaríacomoun tipo risueño, rebelde, compadre, suburbano, orillero, asesino yborracho. Tal pasóa ser para la filología de los asalariados,puesto

que nunca se ha conocido que salga parejero: overo rosado. A este caballolo sujeta«sofrenándolo»y bien concuerdaen su crítica Lugones,quienagrega:«Esta es una criollada falsa de gringo fanfarrón, que andaba jineteando layegua de su jardinera,»

Agrega Rafael: «Luego el abrazo prolongadoen que “se enredaronlagri-miando” los dos amigos, es del mismo corte. ¿Quién vio abrazarsea dosgauchos?...Ni para bailar.»

«Abrazo y beso y lloriqueo entre napolitanoses corrientey si tal escenatuvo lugar por teatro algún pajonal de esta tierra, no habrá pasado de laBoca del Riachuelo...»,agrega,haciendo alusión el lugar donde se radicaronlos italianos inmigrantes.

“ Debemosinsistir en Ricardo Rojas, autor sobradamenteconocido. Enel citado tomo, dedicado,como dijo él, a los gauchescos(confundiendoexpre-samentea Hernández,gaucho por asimilación, con los gauchescosde circo:Ascasubiy Del Campo), pretendióhacerseel freudiano y se le ocurrió fabularsobre la libido de Martín Fierro. Quizá si hubiera leído a Sarmiento, hubieraconocido aquello de diez años de continencia.

Así pues, supuso que Martin Fierro se habría enamoradode la cautiva,a la que salva de la toldería y con ella vuelve a la civilización. En el viajea través del pampa,bajo ese cielo infinito tachonadopor millones de estre-lías, en el abrazoobligado de la cautiva enancadaen el caballo de MartinFierro, se habríanincendiado en pasión...Lástima que Ricardo Rojas no sólono hubiera leído el poema, pero ni siquiera visto. Porqueen el poema,JoséHernández,con un detallismo propio de estasegundaparte,con lujo de porme-nores, describea la cautiva en el caballo de Fierro y a Fierro adueñándosedel caballo del capitanejomuerto en pelea. Pero es más. Hernándezincluyódiez láminas dibujadas y calcadas en la piedra por Carlos Clerice. En elprólogo de la edición de 1879, Hernándezalude al dibujante y al señorSupot,que realizarael grabado.Y el que puso en la tapa, justamente,reproducelavuelta al pago; ambosjinetes, Fierro y la cautiva, que cabalga a lo amazona.llegan a un rancho.Un perrito negro los recibe. Junto al rancho,apoyadoenel marco,indiferenteal drama que ignora, un gaucholos espera.

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en la fila de los «gauchescos»,contradiciendolo propuestoy exigidopor Hernández,cuandodiera luz a Martín Fierro, hace ahoraya cienaños, para que su bozarrón de gigante se prolongaraen el tiempo yllegara hastanosotros.Feliz idea de «Matraca»,como lo conocíansusamigos. Graciasa esa intención, estavoz de «matraca»resuenahoy,vertida a todos los idiomas, pero, sobre todo, es constanteelementaljunto al inextinguible fogón pampeano.

Mi relación acabé,por ser ciertas las contétodas las desgraciasdichas:es un tetar de desdichascada gaucho que usté ve.

Pero ponga su esperanzaen el Dios quelo formó;y aquíme despidoyo,quereferí ansi a mi modo,males que conocentodospero que naldes cantó.

ELÍAS 8. GIMÉNEZ VEGA

UniversidadNacionalde Rosario