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VERITATIS SPLENDOR EVANGELIUM VITAE FIDES ET RATIO
VADEMECUMCON DEFINICIONES EXTRADAS
DE LAS ENCCLICAS ANTROPOLGICAS DE S.S JUAN PABLO II
A B C D E F G H I J L M N O P R S T V
Prlogo del Cardenal Angelo Sodano (Decano del Sacro Colegio
Cardenalicio)Prlogo para los usuarios de este Vademcum
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Prlogo del Cardenal Angelo Sodano (Decano del Sacro Colegio
Cardenalicio)
PRLOGO
Al inaugurar el monumento al Siervo de Dios Juan Pablo II en la
casa central de la Pontificia Universidad Catlica de Chile, acto
con que se conmemor el vigsimo aniversario de la visita apostlica
del Pontfice a la nacin chilena y a esta Universidad, tuve ocasin
de rememorar el enorme esfuerzo desplegado por su magisterio en
orden a favorecer un encuentro siempre ms provechoso entre fe y
razn.
En consonancia con esas reflexiones, suger en esa ocasin cun
oportuna resultara una nueva publicacin de las tres encclicas del
grande Pontfice particularmente gravitantes en dicha materia: la
Veritatis splendor, de 1993; la Evangelium vitae, de 1995; y la
Fides et ratio, de 1998. Sera sta, expres, una buena forma de
recopilar sus enseanzas y reproponerlas al estudio de los jvenes
como un instrumento de apoyo para su formacin, en tiempos dominados
por una atmsfera agobiante de relativismo.
Me alegra que la reconocida revista Humanitas -cuyas pginas se
haban ya ocupado de estos documentos papales a travs de la reflexin
del Cardenal Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregacin para la
Doctrina de la Fe (cf. Humanitas 31, Invierno 2003)- haya recogido
esta sugerencia dando a luz el presente Vademecum, que ofrece ahora
para uso de los jvenes alumnos y de sus propios lectores, en
conjunto con la Pastoral universitaria, tanto en versin impresa
como electrnica.
Atender con criterios seguros a la grave cuestin de la verdad y
a la real posibilidad que tiene el hombre de conocerla a la luz de
la razn y de la fe, es un asunto que en nuestros das compromete
sustancialmente el destino del hombre, la cultura y la
sociedad.
Vemos en efecto extenderse, tambin en Latinoamrica, una visin de
las cosas segn la cual el absoluto divino es reemplazado por el
absoluto humano, irguindose ste en fuente de moralidad para s
mismo. Segn esta visin, ya no existe Dios como creador del hombre y
como autor de la ley moral, sino que es el hombre el rbitro y
criterio ltimo del bien y del mal. Dicha matriz moral subjetivista
y relativista se proyecta en un desgarrador utilitarismo en funcin
del cual es bueno y justo no aquello que conocemos como tal, sino
lo que es meramente til, dando as lugar en forma recurrente al
abuso del ms dbil y, como es notorio, a un desenfrenado hedonismo
que confunde el bien con el simple disfrutar de la vida.
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Precisamente por esto la encclica Veritatis splendor quiso
recordar al hombre contemporneo la evidencia objetiva de los
valores morales fundamentales. Como recordaremos, dicho documento
comienza con estas palabras: El esplendor de la verdad brilla en
todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre,
creado a imagen y semejanza de Dios.
La verdad ilumina la inteligencia y da forma a la libertad del
hombre que, de este modo, es capaz de conducirse por el recto
camino. Esto resulta posible para nosotros puesto que el hombre ha
sido creado a imagen y semejanza de Dios y, por tanto, tiene en s
la real capacidad que el Creador le ha infundido de conocer las
cosas. Fue en consonancia con ello que, hacindose eco del Salmo 82,
exclam Juan Pablo II todava al inicio de su pontificado: El hombre
se asemeja ms a Dios que a la naturaleza.
En su encclica Veritatis splendor, Juan Pablo II, afrontando la
cuestin central de la tica, vista en un escenario global, recuerda
y explica que la vida moral tiene su fundamento ltimo en la ley
eterna, grabada por el Creador en el corazn de cada hombre. La
encclica Evangelium vitae, mostrando por su parte que el hombre no
es una mera realidad biolgica sino una persona creada a imagen y
semejanza de Dios, con derechos inalienables que ninguna autoridad
humana puede violar, enfatiza el gravsimo deber del respeto
absoluto de la vida humana. Fides et ratio, en fin -abordando una
cuestin crucial para la cultura contempornea como es la relacin
entre fe y razn- proclama que la razn humana est capacitada para
conocer la verdad, siendo en ello que radica su grandeza y la
propia dignidad del hombre como ser libre.
En esta misma lnea prosiguen hoy las luminosas enseanzas del
magisterio del Papa Benedicto XVI. Los lectores de revista
Humanitas tienen siempre la posibilidad de ahondar al respecto a
travs de su tradicional seccin La Palabra del Papa, siendo
particularmente atinente y oportuno destacar en tal sentido la
publicacin y comentarios realizados con ocasin de su famoso
discurso en Ratisbona, Alemania, el 12 de septiembre de 2006 (cf.
Humanitas 44, Primavera 2006) .
Reiterando mis votos para que la Pontificia Universidad Catlica
de Chile contine manteniendo siempre en alto la bandera de la
cultura cristiana, bendigo de corazn a los autores y lectores de
este Vademecum.
ANGELO CARD. SOLANO
Decano del Sacro Colegio Cardenalicio
Ciudad del Vaticano, 31 de mayo de 2009Domingo de Pentecosts
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Prlogo para los usuarios de este Vademcum
Comentando las catorce encclicas escritas por el Papa Juan Pablo
II a lo largo de su extenso pontificado, el entonces Cardenal
Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregacin para la Doctrina de la
Fe, propona un intento de clasificacin de estos documentos tan
importantes, diciendo que se pueden agrupar en encclicas
trinitarias (Redemptor hominis, Dives in misericordia y Dominum et
vivificantem), sociales (Laborem excercens, Sollicitudo rei
sociales y Centesimus annus), eclesiolgicas (Slavorum apostoli,
Redemptoris missio y Ut unum sint, a la que habra que sumar
Ecclesia de Eucharistia y tambin Redemptoris mater) y por ltimo,
deca el Cardenal Ratzinger: tenemos tres grandes textos
doctrinales, que pueden situarse en el mbito antropolgico:
Veritatis splendor (1993), Evangelium vitae (1995) y Fides et ratio
(1998) [1].
Recogiendo esta propuesta de clasificacin, hemos querido
presentar la as llamada enseanza antropolgica de Juan Pablo II
contenida en estas tres encclicas antes sealadas, hacindola ms
accesible a todo aquel que quiera profundizar en el Magisterio de
este Gran Papa. Y sta es la razn de ser del trabajo (= libro,
volumen, vademcum) que ahora ponemos en tus manos. Se trata de un
instrumento bibliogrfico elaborado a manera de vademcum, es decir,
como un libro de consulta donde, de manera rpida y muy sencilla
puedes encontrar los textos de Juan Pablo II en las encclicas que
el Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, ha denominado
antropolgicas y que contienen los temas y aspectos ms importantes
que el Papa Wojtyla desarroll sobre el ser humano, su dignidad y
vocacin, y con todo aquello que tenga que ver con su realizacin
plena.
Hemos elegido los temas ms relevantes del magisterio de Juan
Pablo II que tienen que ver directamente con el hombre, limitndonos
a los documentos ya indicados por la propuesta de Ratzinger. Estos
temas aparecen ordenados por orden alfabtico, para hacer ms fcil su
bsqueda y posterior consulta. As, en cada tema (indicado por la
respectiva voz o palabra) se recoge el contenido que sobre el
particular ha explicado el Papa Juan Pablo II en cada una de las
encclicas antropolgicas. Como podrs apreciar, cuestiones perennes
como el amor, la santidad, el pecado, la redencin y otras, aparecen
desarrolladas junto con otras temticas muy actuales, como por
ejemplo el aborto, la mujer, el relativismo, el cientificismo y
muchos puntos sumamente importantes. Siendo nuestra fuente las
referidas encclicas pontificias y por tanto documentos pastorales,
no tratados sistemticos-, es hasta cierto punto inevitable que dos
temas distintos se hallen dentro de un mismo prrafo, y por lo
tanto, que se repitan algunos textos en dos voces o palabras
distintas. Optamos por esta repeticin para dar una presentacin ms
completa y clara de la enseanza de Juan Pablo II en cada tema
propuesto.
Al elaborar este vademcum, y a medida que iba concretndose,
surga en nuestro interior la impresin de escuchar a Juan Pablo II
hablndonos las mismas cosas que a lo largo de sus ms de veinticinco
aos de pontificado (1978-2005) nos haba enseado. Y sta es tambin
nuestra ms profunda expectativa. Nos ilusiona mucho pensar que
cuando leas o consultes estas pginas, t tambin puedas escuchar en
tu interior la poderosa voz de Juan Pablo II proclamando la verdad
sobre Jess, la verdad sobre la Iglesia y, de manera muy especial,
la verdad sobre el hombre, y que, como nosotros, oigas nuevamente
al Papa Wojtyla quien, a travs de su magisterio, sigue dicindole al
mundo aquello que proclam en el Jubileo de la Redencin de 1984:
Vale la pena ser hombre, porque t, Jesucristo, te has hecho
hombre![ 2].
EL EDITOR
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NOTAS:
[1] Cardenal Joseph Ratzinger. Las catorce encclicas del Santo
Padre Juan Pablo II. Conferencia en un congreso internacional
celebrado en Roma.
[2] S.S. Juan Pablo II. Homila durante la misa del Domingo de
Ramos en la Plaza de San Pedro (Roma), 15 de abril de 1984. En:
LOsservatore Romano, edicin en lengua espaola del 22 de abril de
1984, ao XVI, n. 17 (799), p. 1.
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AAborto Amor Anticoncepcin Antropologa
ABORTOQu tipo de accin moral es el aborto?La razn testimonia que
existen objetos del acto humano que se configuran como
"no-ordenables" a Dios, porque contradicen radicalmente el bien de
la persona, creada a su imagen. Son los actos que, en la tradicin
moral de la Iglesia, han sido denominados "intrnsecamente malos"
(intrinsece malum): lo son siempre y por s mismos, es decir, por su
objeto, independientemente de las ulteriores intenciones de quien
acta y de las circunstancias. () El mismo Concilio Vaticano II, en
el marco del respeto debido a la persona humana, ofrece una amplia
ejemplificacin de tales actos: "Todo lo que se opone a la vida,
como los homicidios de cualquier gnero, los genocidios, el aborto,
la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; todo lo que viola la
integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las
torturas corporales y mentales, incluso los intentos de coaccin
psicolgica; todo lo que ofende a la dignidad humana, como las
condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios,
las deportaciones, la esclavitud, la prostitucin, la trata de
blancas y de jvenes; tambin las condiciones ignominiosas de trabajo
en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de
lucro, no como personas libres y responsables; todas estas cosas y
otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la
civilizacin humana, deshonran ms a quienes los practican que a
quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor
debido al Creador" (Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual, Gaudium et spes, 27). (Veritatis splendor 80a)
Se puede decir que el desarrollo mdico y cientfico mal empleado
facilita y difunde el aborto?
Para facilitar la difusin del aborto, se han invertido y se
siguen invirtiendo ingentes sumas destinadas a la obtencin de
productos farmacuticos, que hacen posible la muerte del feto en el
seno materno, sin necesidad de recurrir a la ayuda del mdico. La
misma investigacin cientfica sobre este punto parece preocupada
casi exclusivamente por obtener productos cada vez ms simples y
eficaces contra la vida y, al mismo tiempo, capaces de sustraer el
aborto a toda forma de control y responsabilidad social.
(Evangelium vitae 13a)
Qu significado tiene la aceptacin y prctica tan frecuente del
aborto hoy en da?La aceptacin del aborto en la mentalidad, en las
costumbres y en la misma ley es seal evidente de una peligrossima
crisis del sentido moral, que es cada vez ms incapaz de distinguir
entre el bien y el mal, incluso cuando est en juego el derecho
fundamental a la vida. Ante una situacin tan grave, se
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requiere ms que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y
de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de
conveniencia o a la tentacin de autoengao. () Precisamente en el
caso del aborto se percibe la difusin de una terminologa ambigua,
como la de "interrupcin del embarazo", que tiende a ocultar su
verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinin pblica.
Quizs este mismo fenmeno lingstico sea sntoma de un malestar de las
conciencias. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las
cosas: el aborto procurado es la eliminacin deliberada y directa,
como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de
su existencia, que va de la concepcin al nacimiento. (Evangelium
vitae 58b)
Cul es la calificacin moral del aborto?
La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su
verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, en
particular, si se consideran las circunstancias especficas que lo
cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir,
es decir, lo ms inocente en absoluto que se pueda imaginar:jams
podr ser considerado un agresor, y menos an un agresor injusto! Es
dbil, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella
mnima forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los
gemidos y del llanto del recin nacido. Se halla totalmente confiado
a la proteccin y al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno.
Sin embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien decide
y pide su eliminacin, e incluso la procura. (Evangelium vitae
58c)
Puede ser justificable el aborto en ciertas situaciones y por
ciertos motivos (pobreza, desesperacin, salud, etc.)?
Es cierto que en muchas ocasiones la opcin del aborto tiene para
la madre un carcter dramtico y doloroso, en cuanto que la decisin
de deshacerse del fruto de la concepcin no se toma por razones
puramente egostas o de conveniencia, sino porque se quisieran
preservar algunos bienes importantes, como la propia salud o un
nivel de vida digno para los dems miembros de la familia. A veces
se temen para el que ha de nacer tales condiciones de existencia
que hacen pensar que para l lo mejor sera no nacer. Sin embargo,
estas y otras razones semejantes, aun siendo graves y dramticas,
jams pueden justificar la eliminacin deliberada de un ser humano
inocente. (Evangelium vitae 58d)
Adems de la madre que voluntariamente aborta, quines ms son
responsables y culpables de aborto?
En la decisin sobre la muerte del nio an no nacido, adems de la
madre, intervienen con frecuencia otras personas. Ante todo, puede
ser culpable el padre del nio, no slo cuando induce expresamente a
la mujer al aborto, sino tambin cuando favorece de modo indirecto
esta decisin suya al dejarla sola ante los problemas del embarazo
() No se pueden olvidar las presiones que a veces provienen de un
contexto ms amplio de familiares y amigos. No raramente la mujer
est sometida a presiones tan fuertes que se siente psicolgicamente
obligada a ceder al aborto: no hay duda de que en este caso la
responsabilidad moral afecta particularmente a quienes directa o
indirectamente la han forzado a abortar. Tambin son responsables
los mdicos y el personal sanitario cuando ponen al servicio de la
muerte la competencia adquirida para promover la vida. (Evangelium
vitae, 59a)
Pero la responsabilidad implica tambin a los legisladores que
han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto y, en la
medida en que haya dependido de ellos, los administradores de
las
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estructuras sanitarias utilizadas para practicar abortos. Una
responsabilidad general no menos grave afecta tanto a los que han
favorecido la difusin de una mentalidad de permisivismo sexual y de
menosprecio de la maternidad, como a quienes debieron haber
asegurado y no lo han hecho polticas familiares y sociales vlidas
en apoyo de las familias, especialmente de las numerosas o con
particulares dificultades econmicas y educativas. Finalmente, no se
puede minimizar el entramado de complicidades que llega a abarcar
incluso a instituciones internacionales, fundaciones y asociaciones
que luchan sistemticamente por la legalizacin y la difusin del
aborto en el mundo. En este sentido, el aborto va ms all de la
responsabilidad de las personas concretas y del dao que se les
provoca, asumiendo una dimensin fuertemente social: es una herida
gravsima causada a la sociedad y a su cultura por quienes deberan
ser sus constructores y defensores. Como he escrito en mi Carta a
las Familias: "nos encontramos ante una enorme amenaza contra la
vida: no slo la de cada individuo, sino tambin la de toda la
civilizacin" (n. 21; AAS 86 (1994), 920). Estamos ante lo que puede
definirse como una "estructura de pecado" contra la vida humana an
no nacida. (Evangelium vitae 59b)
Cul es la sancin cannica que la Iglesia contempla en caso de
aborto?
La disciplina cannica de la Iglesia, desde los primeros siglos,
ha castigado con sanciones penales a quienes se manchaban con la
culpa del aborto y esta praxis, con penas ms o menos graves, ha
sido ratificada en los diversos perodos histricos. El Cdigo de
Derecho Cannico de 1917 estableca para el aborto la pena de
excomunin (Cf. Can. 2350, inc. 1). Tambin la nueva legislacin
cannica se sita en esta direccin cuando sanciona que "quien procura
el aborto, si ste se produce, incurre en excomunin latae
sententiae" (Cdigo de Derecho Cannico, can. 1398; Cdigo de los
Cnones de las Iglesias Orientales, can. 1450, inc. 2), es decir,
automtica. La excomunin afecta a todos los que cometen este delito
conociendo la pena, incluidos tambin aquellos cmplices sin cuya
cooperacin el delito no se hubiera producido (cf. Ibid., can. 1329;
Cdigo de los Cnones de las Iglesias Orientales, can. 1417): con
esta reiterada sancin, la Iglesia seala este delito como uno de los
ms graves y peligrosos, alentando as a quien lo comete a buscar
solcitamente el camino de la conversin. En efecto, en la Iglesia la
pena de excomunin tiene como fin hacer plenamente conscientes de la
gravedad de un cierto pecado y favorecer, por tanto, una adecuada
conversin y penitencia. (Evangelium vitae 62b)
Qu calificacin moral otorga Juan Pablo II al aborto?
Con la autoridad que Cristo confiri a Pedro y a sus Sucesores,
en comunin con todos los Obispos que en varias ocasiones han
condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente,
aunque dispersos por el mundo, han concordado unnimemente sobre
esta doctrina, declaro que el aborto directo, es decir, querido
como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en
cuanto eliminacin deliberada de un ser humano inocente. Esta
doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios
escrita; es transmitida por la Tradicin de la Iglesia y enseada por
el Magisterio ordinario y universal (Cf. Conc. Ecum. Vat. II,
Const. Dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 25). (Evangelium
vitae 62c)
Cmo valorar moralmente las diversas formas de manipulacin de
embriones con fines cientficos?
La valoracin moral del aborto se debe aplicar tambin a las
recientes formas de intervencin sobre
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los embriones humanos que, aun buscando fines en s mismos
legtimos, comportan inevitablemente su destruccin. Es el caso de
los experimentos con embriones, en creciente expansin en el campo
de la investigacin biomdica y legalmente admitida por algunos
Estados. Si "son lcitas las intervenciones sobre el embrin humano
siempre que respeten la vida y la integridad del embrin, que no lo
expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su
curacin, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia
individual" (Congregacin para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum
vitae, sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de
la procreacin (22 de febrero de 1987), I, 3: AAS 80 (1988), 80), se
debe afirmar, sin embargo, que el uso de embriones o fetos humanos
como objeto de experimentacin constituye un delito en consideracin
a su dignidad de seres humanos, que tienen derecho al mismo respeto
debido al nio ya nacido y a toda persona. (Evangelium vitae
63a)
La misma condena moral concierne tambin al procedimiento que
utiliza los embriones y fetos humanos todava vivos a veces
"producidos" expresamente para este fin mediante la fecundacin in
vitro sea como "material biolgico" para ser utilizado, sea como
abastecedores de rganos o tejidos para trasplantar en el
tratamiento de algunas enfermedades. En verdad, la eliminacin de
criaturas humanas inocentes, aun cuando beneficie a otras,
constituye un acto absolutamente inaceptable. (Evangelium vitae
63b)
Cul debe ser la actitud del fiel catlico ante las leyes que
permiten o promueven el aborto?
Las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eutanasia se
oponen radicalmente no slo al bien del individuo, sino tambin al
bien comn y, por consiguiente, estn privadas totalmente de autntica
validez jurdica. En efecto, la negacin del derecho a la vida,
precisamente porque lleva a eliminar la persona en cuyo servicio
tiene la sociedad su razn de existir, es lo que se contrapone ms
directa e irreparablemente a la posibilidad de realizar el bien
comn. De esto se sigue que, cuando una ley civil legitima el aborto
o la eutanasia deja de ser, por ello mismo, una verdadera ley civil
moralmente vinculante. (Evangelium vitae 72c)
As pues, el aborto y la eutanasia son crmenes que ninguna ley
humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no slo no
crean ninguna obligacin de conciencia, sino que, por el contrario,
establecen una grave y precisa obligacin de oponerse a ellas
mediante la objecin de conciencia. Desde los orgenes de la Iglesia,
la predicacin apostlica inculc a los cristianos el deber de
obedecer a las autoridades pblicas legtimamente constituidas (cf.
Rom 13, 1-7, 1 P 2, 13-14), pero al mismo tiempo ense firmemente
que "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5, 29).
(Evangelium vitae 73a)
AMORQu relacin existe entre vida moral y amor?
La vida moral se presenta como la respuesta debida a las
iniciativas gratuitas que el amor de Dios multiplica en favor del
hombre. Es una respuesta de amor, segn el enunciado del mandamiento
fundamental que hace el Deuteronomio: "Escucha, Israel: el Seor es
nuestro Dios, el Seor es uno solo. Amars al Seor tu Dios con todo
tu corazn, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu
corazn estos preceptos que yo te dicto hoy. Se los repetirs a tus
hijos" (Dt 6, 4-7). As, la vida moral, inmersa en la gratuidad del
amor de Dios, est llamada a reflejar su gloria. (Veritatis splendor
10c)
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De qu manera se unen amor a Dios y amor al prjimo?
Los dos mandamientos, de los cuales "penden toda la Ley y los
Profetas" (Mt 22, 40), estn profundamente unidos entre s y se
compenetran recprocamente. De su unidad inseparable da testimonio
Jess con sus palabras y su vida: su misin culmina en la Cruz que
redime (cf. Jn 3, 14-15), signo de su amor indivisible al Padre y a
la humanidad (cf. Jn 13, 1). (Veritatis Splendor 14b)
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son explcitos en
afirmar que sin el amor al prjimo, que se concreta en la
observancia de los mandamientos, no es posible el autntico amor a
Dios. San Juan lo afirma con extraordinario vigor "Si alguno dice:
Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no
ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve"
(1 Jn 4, 20). El evangelista se hace eco de la predicacin moral de
Cristo, expresada de modo admirable e inequvoco en la parbola del
buen samaritano (cf. Lc 10, 30-37) y en el discurso sobre el juicio
final (cf. Mt 25, 3 1-46). (Veritatis splendor 14c)
El amor que nos permite conformarnos con el Seor Jess, es un don
o una realidad que brota de nosotros mismos?
Imitar y revivir el amor de Cristo no es posible para el hombre
con sus solas fuerzas. Se hace capaz de este amor slo gracias a un
don recibido. Lo mismo que el Seor Jess recibe el amor de su Padre,
as, a su vez, lo comunica gratuitamente a los discpulos: "Como el
Padre me am, yo tambin os he amado a vosotros; permaneced en mi
amor" (Jn 15, 9). El don de Cristo es su Espritu, cuyo primer fruto
(cf. Gl 5, 22) es la caridad: "El amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espritu Santo que nos ha sido dado" (Rom
5, 5). San Agustn se pregunta: "Es el amor el que nos hace observar
los mandamientos, o bien es la observancia de los mandamientos la
que hace nacer el amor?". Y responde: "Pero quin puede dudar de que
el amor precede a la observancia? En efecto, quien no ama est sin
motivaciones para guardar los mandamientos" (In Iohannis Evangelium
Tractatus, 82, 3: CCL 36, 533). (Veritatis splendor 22c).
Pero si el amor es un don, por qu lo consideramos como
obligacin, es decir, como mandamiento?
El amor y la vida segn el Evangelio no pueden proponerse ante
todo bajo la categora de precepto, porque lo que exigen supera las
fuerzas del hombre. Slo son posibles como fruto de un don de Dios,
que sana, cura y transforma el corazn del hombre por medio de su
gracia: "Porque la Ley fue dada por medio de Moiss; la gracia y la
verdad nos han llegado por Jesucristo" (Jn 1, 17). Por esto, la
promesa de la vida eterna est vinculada al don de la gracia, y el
don del Espritu que hemos recibido es ya "prenda de nuestra
herencia" (Ef 1, 14). (Veritatis splendor 23b)
De esta manera, se manifiesta el rostro verdadero y original del
mandamiento del amor y de la perfeccin a la que est ordenado; se
trata de una posibilidad abierta al hombre exclusivamente por la
gracia, por el don de Dios, por su amor. Por otra parte,
precisamente la conciencia de haber recibido el don, de poseer en
Jesucristo el amor de Dios, genera y sostiene la respuesta
responsable de un amor pleno hacia Dios y entre los hermanos, como
recuerda con insistencia el apstol Juan en su primera Carta:
"Queridos, ammonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo
el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha
conocido a Dios, porque Dios es Amor... Queridos, si Dios nos am de
esta manera, tambin nosotros debemos amarnos unos a otros...
Nosotros amemos, porque l nos am primero" (1 Jn 4, 7-8. 11. 19).
(Veritatis splendor 24a)
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ANTICONCEPCINQu relacin existe entre anticoncepcin y aborto?
Es cierto que anticoncepcin y aborto, desde el punto de vista
moral, son males especficamente distintos: la primera contradice la
verdad plena del acto sexual como expresin propia del amor
conyugal, el segundo destruye la vida de un ser humano; la
anticoncepcin se opone a la virtud de la castidad matrimonial, el
aborto se opone a la virtud de la justicia y viola directamente el
precepto divino "no matars". (Evangelium vitae 13b).
A pesar de su diversa naturaleza y peso moral, muy a menudo estn
ntimamente relacionados, como frutos de una misma planta. Es cierto
que no faltan casos en los que se llega a la anticoncepcin y al
mismo aborto bajo la presin de mltiples dificultades existenciales,
que sin embargo nunca pueden eximir del esfuerzo por observar
plenamente la Ley de Dios. Pero en muchsimos otros casos estas
prcticas tienen sus races en una mentalidad hedonista e
irresponsable respecto a la sexualidad y presuponen un concepto
egosta de libertad que ve en la procreacin un obstculo al
desarrollo de la propia personalidad. As, la vida que podra brotar
del encuentro sexual se convierte en enemigo a evitar
absolutamente, y el aborto en la nica respuesta posible frente a
una anticoncepcin frustrada. (Evangelium vitae 13c)
Lamentablemente la estrecha conexin que, como mentalidad, existe
entre la prctica de la anticoncepcin y la del aborto se manifiesta
cada vez ms y lo demuestra de modo alarmante tambin la preparacin
de productos qumicos, dispositivos intrauterinos y vacunas que,
distribuidos con la misma facilidad que los anticonceptivos, actan
en realidad como abortivos en las primersimas fases de desarrollo
de la vida del nuevo ser humano. (Evangelium vitae 13d)
Puede considerarse a la anticoncepcin un ataque contra la
vida?
Como afirm con fuerza en Denver, con ocasin de la VIII Jornada
Mundial de la Juventud: "Con el tiempo, las amenazas contra la vida
no disminuyen. Al contrario, adquieren dimensiones enormes. No se
trata slo de amenazas procedentes del exterior, de las fuerzas de
la naturaleza o de los Canes que asesinan a los Abeles; no, se
trata de amenazas programadas de manera cientfica y sistemtica. El
siglo XX ser considerado una poca de ataques masivos contra la
vida, una serie interminable de guerras y una destruccin permanente
de vidas humanas inocentes. Los falsos profetas y los falsos
maestros han logrado el mayor xito posible" (Discurso durante la
Vigilia de oracin en la VIII Jornada mundial de la Juventud, 14 de
agosto de 1993), II, 3: AAS 86 (1994), 419). Ms all de las
intenciones, que pueden ser diversas y presentar tal vez aspectos
convincentes incluso en nombre de la solidaridad, estamos en
realidad ante una objetiva "conjura contra la vida", que ve
implicadas incluso a Instituciones internacionales, dedicadas a
alentar y programar autnticas campaas de difusin de la
anticoncepcin, la esterilizacin y el aborto. Finalmente, no se
puede negar que los medios de comunicacin social son con frecuencia
cmplices de esta conjura, creando en la opinin pblica una cultura
que presenta el recurso a la anticoncepcin, la esterilizacin, el
aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista
de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del
progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida.
(Evangelium vitae 17b)
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ANTROPOLOGADnde podemos encontrar resumida y explicada la
antropologa cristiana?
El Concilio Ecumnico Vaticano II, por su parte, presenta una
enseanza muy rica y fecunda en relacin con la filosofa. No puedo
olvidar, sobre todo en el contexto de esta Encclica, que un captulo
de la Constitucin Gaudium et spes es casi un compendio de
antropologa bblica, fuente de inspiracin tambin para la filosofa.
En aquellas pginas se trata del valor de la persona humana creada a
imagen de Dios, se fundamenta su dignidad y superioridad sobre el
resto de la creacin y se muestra la capacidad trascendente de su
razn (cf. nn. 14-15). () Ciertamente tiene tambin un profundo
significado filosfico la expresin culminante de aquellas pginas,
que he citado en mi primera Encclica Redemptor hominis y que
representa uno de los puntos de referencia constante de mi
enseanza: Realmente, el misterio del hombre slo se esclarece en el
misterio del Verbo encarnado. Pues Adn, el primer hombre, era
figura del que haba de venir, es decir, de Cristo, el Seor. Cristo,
el nuevo Adn, en la misma revelacin del misterio del Padre y de su
amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le
descubre la grandeza de su vocacin (Gaudium et spes, 22; cf. Enc.
Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), 8: AAS 71 (1979), 271-272).
(Fides et ratio, 60)
De qu manera se vincula una filosofa vlida y correcta con la
antropologa?
Es necesaria una filosofa de alcance autnticamente metafsico,
capaz de trascender los datos empricos para llegar, en su bsqueda
de la verdad, a algo absoluto, ltimo y fundamental. Esta es una
exigencia implcita tanto en el conocimiento de tipo sapiencial como
en el de tipo analtico; concretamente, es una exigencia propia del
conocimiento del bien moral cuyo fundamento ltimo es el sumo Bien,
Dios mismo. No quiero hablar aqu de la metafsica como si fuera una
escuela especfica o una corriente histrica particular. Slo deseo
afirmar que la realidad y la verdad trascienden lo fctico y lo
emprico, y reivindicar la capacidad que el hombre tiene de conocer
esta dimensin trascendente y metafsica de manera verdadera y
cierta, aunque imperfecta y analgica. En este sentido, la metafsica
no se ha de considerar como alternativa a la antropologa, ya que la
metafsica permite precisamente dar un fundamento al concepto de
dignidad de la persona por su condicin espiritual. La persona, en
particular, es el mbito privilegiado para el encuentro con el ser
y, por tanto, con la reflexin metafsica (Fides et ratio 83).
Qu tipo de antropologa se requiere para fundamentar la teologa
moral?
He subrayado claramente el papel fundamental que corresponde a
la verdad en el campo moral. Esta verdad, respecto a la mayor parte
de los problemas ticos ms urgentes, exige, por parte de la teologa
moral, una atenta reflexin que ponga bien de relieve su arraigo en
la palabra de Dios. Para cumplir esta misin propia, la teologa
moral debe recurrir a una tica filosfica orientada a la verdad del
bien; a una tica, pues, que no sea subjetivista ni utilitarista.
Esta tica implica y presupone una antropologa filosfica y una
metafsica del bien. Gracias a esta visin unitaria, vinculada
necesariamente a la santidad cristiana y al ejercicio de las
virtudes humanas y sobrenaturales, la teologa moral ser capaz de
afrontar los diversos problemas de su competencia como la paz, la
justicia social, la familia, la defensa de la vida y del ambiente
natural del modo ms adecuado y eficaz (Fides et ratio, 98)
INICIO
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BBien Bienaventuranzas Biblia Biblicismo
BIENCul es el Bien supremo y ltimo al que todo ser humano se
dirige y anhela?
El "Maestro bueno" indica a su interlocutor y a todos nosotros
que la respuesta a la pregunta "qu he de hacer de bueno para
conseguir la vida eterna?", slo puede encontrarse dirigiendo la
mente y el corazn a Aquel que "slo es el Bueno": "Nadie es bueno
sino slo Dios" (Mc 10, 18; cf. Lc 18, 19). Slo Dios puede responder
a la pregunta sobre el bien, porque l es el Bien. (Veritatis
Splendor 9b)
En efecto, interrogarse sobre el bien significa en ltimo trmino
dirigirse a Dios, que es plenitud de la bondad. Jess muestra que la
pregunta del joven es en realidad una pregunta religiosa y que la
bondad, que atrae y al mismo tiempo vincula al hombre, tiene su
fuente en Dios, ms an, es Dios mismo: Aquel que slo es digno de ser
amado "con todo el corazn, con toda el alma y con toda la mente"
(cf. Mt 22, 37), Aquel que es la fuente de la felicidad del hombre.
Jess relaciona la cuestin de la accin moralmente buena con sus
races religiosas, con el reconocimiento de Dios, nica bondad,
plenitud de la vida, trmino ltimo del obrar humano, felicidad
perfecta. (Veritatis splendor 9c)
De qu modo se vinculan el Bien con la Verdad?
Slo Dios, el Bien supremo, es la base inamovible y la condicin
insustituible de la moralidad, y por tanto de los mandamientos, en
particular los negativos, que prohben siempre y en todo caso el
comportamiento y los actos incompatibles con la dignidad personal
de cada hombre. As, el Bien supremo y el bien moral se encuentran
en la verdad: la verdad de Dios Creador y Redentor, y la verdad del
hombre creado y redimido por l. nicamente sobre esta verdad es
posible construir una sociedad renovada y resolver los problemas
complejos y graves que la afectan, ante todo el de vencer las
formas ms diversas de totalitarismo para abrir el camino a la
autntica libertad de la persona. "El totalitarismo nace de la
negacin de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad
trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena
identidad, tampoco existe ningn principio seguro que garantice
relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo
o Nacin, los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no se
reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y
cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que
dispone para imponer su propio inters o la propia opinin, sin
respetar los derechos de los dems... La raz del totalitarismo
moderno hay que verla, por tanto, en la negacin de la dignidad
trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible
y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie
puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la
Nacin o el Estado. No puede hacerlo tampoco la mayora de un cuerpo
social, ponindose en contra de la minora, marginndola, oprimindola,
explotndola o
INICIO
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incluso intentando destruirla" (Carta Enc. Centesimus annus (1
mayo 1991), 44; AAS 83 (1991), 848-849). (Veritatis splendor
99a)
Y esta vinculacin, supone para los catlicos un desafo pastoral?
Cul sera?
La confrontacin entre la posicin de la Iglesia y la situacin
social y cultural actual muestra inmediatamente la urgencia de que
precisamente sobre tal cuestin fundamental se desarrolle una
intensa accin pastoral por parte de la Iglesia misma: "La cultura
contempornea ha perdido en gran parte este vnculo esencial entre
Verdad-Bien-Libertad y, por tanto, volver a conducir al hombre a
redescubrirlo es hoy una de las exigencias propias de la misin de
la Iglesia, por la salvacin del mundo. La pregunta de Pilato: Qu es
la verdad?, emerge tambin hoy desde la triste perplejidad de un
hombre que a menudo ya no sabe quin es, de dnde viene ni adnde va.
Y as asistimos no pocas veces al pavoroso precipitarse de la
persona humana en situaciones de autodestruccin progresiva. De
prestar odo a ciertas voces, parece que no se debiera ya reconocer
el carcter absoluto indestructible de ningn valor moral. Est ante
los ojos de todos el desprecio de la vida humana ya concebida y an
no nacida; la violacin permanente de derechos fundamentales de la
persona; la inicua destruccin de bienes necesarios para una vida
meramente humana. Y lo que es an ms grave: el hombre ya no est
convencido de que slo en la verdad puede encontrar la salvacin. La
fuerza salvfica de la verdad es contestada y se confa slo a la
libertad, desarraigada de toda objetividad, la tarea de decidir
autnomamente lo que es bueno y lo que es malo. Este relativismo se
traduce, en el campo teolgico, en desconfianza en la sabidura de
Dios, que gua al hombre con la ley moral. A lo que la ley moral
prescribe se contraponen las llamadas situaciones concretas, no
considerando ya, en definitiva, que la ley de Dios es siempre el
nico verdadero bien del hombre" (Discurso a los participantes en el
Congreso Internacional de Teologa moral (10 abril 1986), 1;
Insegnamenti IX, 1 (1986), 970). (Veritatis splendor 84c)
Quin ensea con autoridad que proviene de Cristo cul es el bien
que debe practicarse?
Cuando los hombres presentan a la Iglesia los interrogantes de
su conciencia, cuando los fieles se dirigen a los Obispos y a los
Pastores, en su respuesta est la voz de Jesucristo, la voz de la
verdad sobre el bien y el mal. En la palabra pronunciada por la
Iglesia resuena, en lo ntimo de las personas, la voz de Dios, que
"slo es el Bueno" (Mt 19, 17), que slo "es amor" (1 Jn 4, 8. 16).
(Veritatis splendor 117b)
Qu es necesario para alcanzar y salvaguardar el bien comn?
Juan XXIII record en la Encclica Pacem in terris: "En la poca
moderna se considera realizado el bien comn cuando se han salvado
los derechos y los deberes de la persona humana. De ah que los
deberes fundamentales de los poderes pblicos consisten sobre todo
en reconocer, respetar, armonizar, tutelar y promover aquellos
derechos, y en contribuir por consiguiente a hacer ms fcil el
cumplimiento de los respectivos deberes. Tutelar el intangible
campo de los derechos de la persona humana y hacer fcil el
cumplimiento de sus obligaciones, tal es el deber esencial de los
poderes pblicos (Carta Enc. Pacem in terris (11 abril 1963), II:
AAS 55 (1963), 273-274). (Evangelium vitae 71d)
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Quines son los responsables de trabajar por la obtencin y el
cuidado del bien comn?
Esta tarea corresponde en particular a los responsables de la
vida pblica. Llamados a servir al hombre y al bien comn, tienen el
deber de tomar decisiones valientes en favor de la vida,
especialmente en el campo de las disposiciones legislativas
(Evangelium vitae 90c)
Cul es la primera condicin para la edificacin del bien comn?
Trabajar en favor de la vida es contribuir a la renovacin de la
sociedad mediante la edificacin del bien comn. En efecto, no es
posible construir el bien comn sin reconocer y tutelar el derecho a
la vida, sobre el que se fundamentan y desarrollan todos los dems
derechos inalienables del ser humano. Ni puede tener bases slidas
una sociedad que mientras afirma valores como la dignidad de la
persona, la justicia y la paz se contradice radicalmente aceptando
o tolerando las formas ms diversas de desprecio y violacin de la
vida humana sobre todo si es dbil y marginada. Slo el respeto de la
vida puede fundamentar y garantizar los bienes ms preciosos y
necesarios de la sociedad, como la democracia y la paz. (Evangelium
vitae 101d)
BIENAVENTURANZASQu son las Bienaventuranzas? Qu relacin tienen
con los mandamientos?
Las bienaventuranzas no tienen propiamente como objeto unas
normas particulares de comportamiento, sino que se refieren a
actitudes y disposiciones bsicas de la existencia y, por
consiguiente, no coinciden exactamente con los mandamientos. Por
otra parte, no hay separacin o discrepancia entre las
bienaventuranzas y los mandamientos: ambos se refieren al bien, a
la vida eterna. El Sermn de la Montaa comienza con el anuncio de
las bienaventuranzas, pero hace tambin referencia a los
mandamientos (cf. Mt 5, 20-48). Adems, el Sermn muestra la apertura
y orientacin de los mandamientos con la perspectiva de la perfeccin
que es propia de las bienaventuranzas. Estas son ante todo promesas
de las que tambin se derivan, de forma indirecta, indicaciones
normativas para la vida moral. En su profundidad original son una
especie de autorretrato de Cristo y, precisamente por esto, son
invitaciones a su seguimiento y a la comunin de vida con l.
(Veritatis splendor 16c)
Qu relacin hay entre Bienaventuranzas y santidad?
Es la vida de santidad, que resplandece en tantos miembros del
pueblo de Dios frecuentemente humildes y escondidos a los ojos de
los hombres, la que constituye el camino ms simple y fascinante en
el que se nos concede percibir inmediatamente la belleza de la
verdad, la fuerza liberadora del amor de Dios, el valor de la
fidelidad incondicionada a todas las exigencias de la ley del Seor,
incluso en las circunstancias ms difciles. Por esto, la Iglesia, en
su sabia pedagoga moral, ha invitado siempre a los creyentes a
buscar y a encontrar en los santos y santas, y en primer lugar en
la Virgen Madre de Dios "llena de gracia" y "toda santa", el
modelo, la fuerza y la alegra para vivir una vida segn los
mandamientos de Dios y las bienaventuranzas del Evangelio.
(Veritatis splendor 107b)
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BIBLIAQu importancia tiene la Sagrada Escritura para la enseanza
moral de la Iglesia?
La Sagrada Escritura es la fuente siempre viva y fecunda de la
doctrina moral de la Iglesia, como ha recordado el Concilio
Vaticano II: "El Evangelio (es)... fuente de toda verdad salvadora
y de toda norma de conducta" (dei Verbum, 7). La Iglesia ha
custodiado fielmente lo que la Palabra de Dios ensea no slo sobre
las verdades de fe, sino tambin sobre el comportamiento moral, es
decir, el comportamiento que agrada a Dios (cf. 1 Tes 4, 1),
llevando a cabo un desarrollo doctrinal anlogo al que se ha dado en
el mbito de las verdades de fe. La Iglesia, asistida por el Espritu
Santo que la gua hasta la verdad completa (cf. Jn 16, 13), no ha
dejado, ni puede dejar nunca de escrutar el "misterio del Verbo
encarnado", pues slo en l "se esclarece el misterio del hombre"
(Conc. Ecum. Vat. II, Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual Gaudium et spes, 22). (Veritatis splendor 28b)
Y qu nos dice acerca de la relacin entre la fe y la razn?
La Sagrada Escritura nos presenta con sorprendente claridad el
vnculo tan profundo que hay entre el conocimiento de fe y el de la
razn. Lo atestiguan sobre todo los Libros sapienciales. Lo que
llama la atencin en la lectura, hecha sin prejuicios, de estas
pginas de la Escritura, es el hecho de que en estos textos se
contenga no solamente la fe de Israel, sino tambin la riqueza de
civilizaciones y culturas ya desaparecidas. Casi por un designio
particular, Egipto y Mesopotamia hacen or de nuevo su voz y algunos
rasgos comunes de las culturas del antiguo Oriente reviven en estas
pginas ricas de intuiciones muy profundas. (Fides et ratio, n.
16).
Ofrece la Biblia verdades que puedan ser importantes para el
pensamiento filosfico?
La Sagrada Escritura contiene, de manera explcita o implcita,
una serie de elementos que permiten obtener una visin del hombre y
del mundo de gran valor filosfico. Los cristianos han tomado
conciencia progresivamente de la riqueza contenida en aquellas
pginas sagradas. De ellas se deduce que la realidad que
experimentamos no es el absoluto; no es increada ni se ha
autoengendrado. Slo Dios es el Absoluto. De las pginas de la Biblia
se desprende, adems, una visin del hombre como imago Dei, que
contiene indicaciones precisas sobre su ser, su libertad y la
inmortalidad de su espritu. Puesto que el mundo creado no es
autosuficiente, toda ilusin de autonoma que ignore la dependencia
esencial de Dios de toda criatura incluido el hombre lleva a
situaciones dramticas que destruyen la bsqueda racional de la
armona y del sentido de la existencia humana.
Incluso el problema del mal moral la forma ms trgica de mal es
afrontado en la Biblia, la cual nos ensea que ste no se puede
reducir a una cierta deficiencia debida a la materia, sino que es
una herida causada por una manifestacin desordenada de la libertad
humana. En fin, la palabra de Dios plantea el problema del sentido
de la existencia y ofrece su respuesta orientando al hombre hacia
Jesucristo, el Verbo de Dios, que realiza en plenitud la existencia
humana. De la lectura del texto sagrado se podran explicitar tambin
otros aspectos; de todos modos, lo que sobresale es el rechazo de
toda forma de relativismo, de materialismo y de pantesmo. (Fides et
ratio, 80)
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Acaso ensea la Biblia que el ser humano puede conocer la
verdad?
En efecto, la Sagrada Escritura presupone siempre que el hombre,
aunque culpable de doblez y de engao, es capaz de conocer y de
comprender la verdad lmpida y pura. En los Libros sagrados,
concretamente en el Nuevo Testamento, hay textos y afirmaciones de
alcance propiamente ontolgico. En efecto, los autores inspirados
han querido formular verdaderas afirmaciones que expresan la
realidad objetiva. (Fides et ratio, 82)
BIBLICISMOQu es el biblicismo?
Tampoco faltan rebrotes peligrosos de fidesmo, que no acepta la
importancia del conocimiento racional y de la reflexin filosfica
para la inteligencia de la fe y, ms an, para la posibilidad misma
de creer en Dios. Una expresin de esta tendencia fidesta difundida
hoy es el biblicismo, que tiende a hacer de la lectura de la
Sagrada Escritura o de su exgesis el nico punto de referencia para
la verdad. Sucede as que se identifica la palabra de Dios solamente
con la Sagrada Escritura, vaciando as de sentido la doctrina de la
Iglesia confirmada expresamente por el Concilio Ecumnico Vaticano
II. La Constitucin Dei Verbum, despus de recordar que la palabra de
Dios est presente tanto en los textos sagrados como en la Tradicin,
afirma claramente: "La Tradicin y la Escritura constituyen el
depsito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel
a dicho depsito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores,
persevera siempre en la doctrina apostlica" ( n. 10). La Sagrada
Escritura, por tanto, no es solamente punto de referencia para la
Iglesia. En efecto, la suprema norma de su fe proviene de la unidad
que el Espritu ha puesto entre la Sagrada Tradicin, la Sagrada
Escritura y el Magisterio de la Iglesia en una reciprocidad tal que
los tres no pueden subsistir de forma independiente" (ibid., n.
10). (Fides et ratio, 55).
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CCaridad Ciencia Cientificismo Conciencia Consecuencialismo
Cultura
CARIDAD
Qu relacin hay entre caridad y santidad?
La vida de los santos, reflejo de la bondad de Dios de aquel que
"slo es el Bueno", no solamente constituye una verdadera confesin
de fe y un impulso para su comunicacin a los otros, sino tambin una
glorificacin de Dios y de su infinita santidad. La vida santa
conduce as a plenitud de expresin y actuacin el triple y unitario
"munus propheticum, sacerdotale et regale" que cada cristiano
recibe como don en su renacimiento bautismal "de agua y de Espritu"
(Jn 3, 5). Su vida moral posee el valor de un "culto espiritual"
(Rom 12, 1; cf. Flp 3, 3) que nace y se alimenta de aquella
inagotable fuente de santidad y glorificacin de Dios que son los
sacramentos, especialmente la Eucarista; en efecto, participando en
el sacrificio de la Cruz, el cristiano comulga con el amor de
donacin de Cristo y se capacita y compromete a vivir esta misma
caridad en todas sus actitudes y comportamientos de vida. En la
existencia moral se revela y se pone en acto tambin el efectivo
servicio del cristiano: cuanto ms obedece con la ayuda de la gracia
a la ley nueva del Espritu Santo, tanto ms crece en la libertad a
la cual est llamado mediante el servicio de la verdad, la caridad y
la justicia. (Veritatis splendor 107c)
Cmo ha vivido la Iglesia la caridad a lo largo de la
historia?
La Iglesia, dejndose guiar por el ejemplo de Jess "buen
samaritano" (cf. Lc 10, 29-37) y sostenida por su fuerza, siempre
ha estado en la primera lnea de la caridad: tantos de sus hijos e
hijas, especialmente religiosas y religiosos, con formas antiguas y
siempre nuevas, han consagrado y continan consagrando su vida a
Dios ofrecindola por amor al prjimo ms dbil y necesitado. Estos
gestos construyen en lo profundo la "civilizacin del amor y de la
vida", sin la cual la existencia de las personas y de la sociedad
pierde su significado ms autnticamente humano. Aunque nadie los
advierta y permanezcan escondidos a la mayora, la fe asegura que el
Padre, "que ve en lo secreto" (Mt 6, 4), no slo sabr
recompensarlos, sino que ya desde ahora los hace fecundos con
frutos duraderos para todos. (Evangelium vitae 27b).
Cmo vivir hoy la caridad sobre todo con el prjimo?
En virtud de la participacin en la misin real de Cristo, el
apoyo y la promocin de la vida humana deben realizarse mediante el
servicio de la caridad, que se manifiesta en el testimonio
personal, en las diversas formas de voluntariado, en la animacin
social y en el compromiso poltico. Esta es una exigencia
particularmente apremiante en el momento actual, en que la "cultura
de la muerte" se contrapone tan fuertemente a la "cultura de la
vida" y con frecuencia parece que la supera. Sin embargo, es ante
todo una exigencia que nace de la "fe que acta por la caridad" (Gl
5, 6), como nos exhorta la Carta de Santiago: "De qu sirve,
hermanos mos, que alguien diga: Tengo fe, si no tiene
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obras?Acaso podr salvarle la fe? Si un hermano o una hermana
estn desnudos y carecen del sustento diario, y algunos de vosotros
les dice: Idos en paz, calentaos y hartaos, pero no les dais lo
necesario para el cuerpo,de qu sirve? As tambin la fe, si no tiene
obras, est realmente muerta" (2, 14-17). (Evangelium vitae 87a)
En el servicio de la caridad, hay una actitud que debe animarnos
y distinguirnos: hemos de hacernos cargo del otro como persona
confiada por Dios a nuestra responsabilidad. Como discpulos de
Jess, estamos llamados a hacernos prjimos de cada hombre (cf. Lc
10, 29-37), teniendo una preferencia especial por quien es ms
pobre, est slo y necesitado. Precisamente mediante la ayuda al
hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al
encarcelado como tambin al nio an no nacido, al anciano que sufre o
cercano a la muerte tenemos la posibilidad de servir a Jess, como l
mismo dijo: "Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos mos ms
pequeos, a m me lo hicisteis" (Mt 25, 40). (Evangelium vitae
87b)
Y se puede ejercer la caridad desde el compromiso social y
poltico?
El realismo tenaz de la caridad exige que al Evangelio de la
vida se le sirva tambin mediante formas de animacin social y de
compromiso poltico, defendiendo y proponiendo el valor de la vida
en nuestras sociedades cada vez ms complejas y pluralistas. Los
individuos, las familias, los grupos y las asociaciones tienen una
responsabilidad, aunque a ttulo y en modos diversos, en la animacin
social y en la elaboracin de proyectos culturales, econmicos,
polticos y legislativos que, respetando a todos y segn la lgica de
la convivencia democrtica, contribuyan a edificar una sociedad en
la que se reconozca y tutele la dignidad de cada persona, y se
defienda y promueva la vida de todos. (Evangelium vitae 90b)
CIENCIA
Qu valoracin hace Juan Pablo II de la ciencia en general?
El desarrollo de la ciencia y la tcnica testimonio esplndido de
las capacidades de la inteligencia y de la tenacidad de los hombres
no exime a la humanidad de plantearse los interrogantes religiosos
fundamentales, sino que ms bien la estimula a afrontar las luchas
ms dolorosas y decisivas, como son las del corazn y de la
conciencia moral. (Veritatis splendor 1c)
Los avances de la ciencia hoy, conllevan algn peligro de
endiosamiento o de soberbia para el hombre?
El hombre, rechazando u olvidando su relacin fundamental con
Dios, cree ser criterio y norma de s mismo y piensa tener el
derecho de pedir incluso a la sociedad que le garantice
posibilidades y modos de decidir sobre la propia vida en plena y
total autonoma. Es particularmente el hombre que vive en pases
desarrollados quien se comporta as: se siente tambin movido a ello
por los continuos progresos de la medicina y por sus tcnicas cada
vez ms avanzadas. Mediante sistemas y aparatos extremadamente
sofisticados, la ciencia y la prctica mdica son hoy capaces no slo
de resolver casos antes sin solucin y de mitigar o eliminar el
dolor, sino tambin de sostener y prolongar la vida incluso en
situaciones de extrema debilidad, de reanimar artificialmente a
personas que perdieron de modo repentino sus funciones biolgicas
elementales, de intervenir para disponer de rganos para
trasplantes. (Evangelium vitae 64b)
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Cmo debe entenderse la ciencia respecto del hombre, y
especialmente respecto de la vida humana?
El respeto de la vida exige que la ciencia y la tcnica estn
siempre ordenadas al hombre y a su desarrollo integral; toda la
sociedad debe respetar, defender y promover la dignidad de cada
persona humana, en todo momento y condicin de su vida. (Evangelium
vitae 81b)
Existe algn tipo de riesgo o amenaza a la que se ve sometida la
ciencia hoy?
En el contexto cultural y social actual, en que la ciencia y la
medicina corren el riesgo de perder su dimensin tica original,
ellos (los trabajadores de la salud) pueden estar a veces
fuertemente tentados de convertirse en manipuladores de la vida o
incluso en agentes de muerte. Ante esta tentacin, su
responsabilidad ha crecido hoy enormemente y encuentra su
inspiracin ms profunda y su apoyo ms fuerte precisamente en la
intrnseca e imprescindible dimensin tica de la profesin sanitaria,
como ya reconoca el antiguo y siempre actual juramento de
Hipcrates, segn el cual se exige a cada mdico el compromiso de
respetar absolutamente la vida humana y su carcter sagrado.
(Evangelium vitae 89b)
CIENTIFICISMOQu es el cientificismo?
Otro peligro considerable es el cientificismo. Esta corriente
filosfica no admite como vlidas otras formas de conocimiento que no
sean las propias de las ciencias positivas, relegando al mbito de
la mera imaginacin tanto el conocimiento religioso y teolgico, como
el saber tico y esttico. En el pasado, esta misma idea se expresaba
en el positivismo y en el neopositivismo, que consideraban sin
sentido las afirmaciones de carcter metafsico. La crtica
epistemolgica ha desacreditado esta postura, que, no obstante,
vuelve a surgir bajo la nueva forma del cientificismo. En esta
perspectiva, los valores quedan relegados a meros productos de la
emotividad y la nocin de ser es marginada para dar lugar a lo puro
y simplemente fctico. La ciencia se prepara a dominar todos los
aspectos de la existencia humana a travs del progreso tecnolgico.
Los xitos innegables de la investigacin cientfica y de la tecnologa
contempornea han contribuido a difundir la mentalidad
cientificista, que parece no encontrar lmites, teniendo en cuenta
como ha penetrado en las diversas culturas y como ha aportado en
ellas cambios radicales.
Se debe constatar lamentablemente que lo relativo a la cuestin
sobre el sentido de la vida es considerado por el cientificismo
como algo que pertenece al campo de lo irracional o de lo
imaginario. No menos desalentador es el modo en que esta corriente
de pensamiento trata otros grandes problemas de la filosofa que, o
son ignorados o se afrontan con anlisis basados en analogas
superficiales, sin fundamento racional. Esto lleva al
empobrecimiento de la reflexin humana, que se ve privada de los
problemas de fondo que el animal racional se ha planteado
constantemente, desde el inicio de su existencia terrena. En esta
perspectiva, al marginar la crtica proveniente de la valoracin
tica, la mentalidad cientificista ha conseguido que muchos acepten
la idea segn la cual lo que es tcnicamente realizable llega a ser
por ello moralmente admisible. (Fides et ratio, 88)
INICIO
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CONCIENCIA
Qu es la conciencia moral?
Nunca se valorar adecuadamente la importancia de este ntimo
dilogo del hombre consigo mismo. Pero, en realidad, ste es el
dilogo del hombre con Dios, autor de la ley, primer modelo y fin
ltimo del hombre. "La conciencia dice san Buenaventura es como un
heraldo de Dios y su mensajero, y lo que dice no lo manda por s
misma, sino que lo manda como venido de Dios, igual que un heraldo
cuando proclama el edicto del rey. Y de ello deriva el hecho de que
la conciencia tiene la fuerza de obligar" (In II Liber Sentent.
Dist. 39, a. 1, q. 3, concl.: Ed. Ad Claras Aquas, II, 907 b). Se
puede decir, pues, que la conciencia da testimonio de la rectitud o
maldad del hombre al hombre mismo, pero a la vez y antes an, es
testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyo juicio penetran la
intimidad del hombre hasta las races de su alma, invitndolo
fortiter et suaviter a la obediencia: "La conciencia moral no
encierra al hombre en una soledad infranqueable e impenetrable,
sino que la abre a la llamada, a la voz de Dios. En esto y no en
otra cosa reside todo el misterio y dignidad de la conciencia
moral: en ser el lugar, el espacio santo donde Dios habla al
hombre" (Discurso (Audiencia General 17 agosto 1983), 2;
Insegnamenti, VI, 2 (1983), 256). (Veritatis splendor 58)
San Pablo no se limita a reconocer que la conciencia hace de
testigo, sino que manifiesta tambin el modo como ella realiza
semejante funcin. Se trata de razonamientos que acusan o defienden
a los paganos en relacin con sus comportamientos (cf. Rom 2, 15).
El trmino razonamientos evidencia el carcter propio de la
conciencia, que es el de ser un juicio moral sobre el hombre y sus
actos. Es un juicio de absolucin o de condena segn que los actos
humanos sean conformes o no con la ley de Dios escrita en el
corazn. Precisamente, del juicio de los actos y, al mismo tiempo,
de su autor y del momento de su definitivo cumplimiento, habla el
apstol Pablo en el mismo texto: As ser "en el da en que Dios juzgar
las acciones secretas de los hombres, segn mi Evangelio, por Cristo
Jess" (Rom 2, 16). (Veritatis splendor 59a)
Qu tipo de juicio es propio de la conciencia?
El juicio de la conciencia es un juicio prctico, o sea, un
juicio que ordena lo que el hombre debe hacer o no hacer, o bien,
que valora un acto ya realizado por l. Es un juicio que aplica a
una situacin concreta la conviccin racional de que se debe amar,
hacer el bien y evitar el mal. Este primer principio de la razn
prctica pertenece a la ley natural, ms an, constituye su mismo
fundamento al expresar aquella luz originaria sobre el bien y el
mal, reflejo de la sabidura creadora de Dios, la cual, como una
chispa indestructible ("scintilla animae"), brilla en el corazn de
cada hombre. Sin embargo, mientras la ley natural ilumina sobre
todo las exigencias objetivas y universales del bien moral, la
conciencia es la aplicacin de la ley a cada caso particular, la
cual se convierte as para el hombre en un dictamen interior, una
llamada a realizar el bien en una situacin concreta. La conciencia
formula as la obligacin moral a la luz de la ley natural: es la
obligacin de hacer lo que el hombre, mediante el acto de su
conciencia, conoce como un bien que le es sealado aqu y ahora. El
carcter universal de la ley y de la obligacin no es anulado, sino
ms bien reconocido, cuando la razn determina sus aplicaciones a la
actualidad concreta. El juicio de la conciencia muestra "en ltima
instancia" la conformidad de un comportamiento determinado respecto
a la ley; formula la norma prxima de la moralidad de un acto
voluntario, actuando "la aplicacin de la ley objetiva a un caso
particular" (Suprema S. Congregacin del Santo Oficio, Instruccin
sobre la tica de situacin Contra doctrinam (2 febrero 1956): AAS 48
(1956), 144). (Veritatis splendor 59b)
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Qu relacin hay entre accin moral y conciencia?
Igual que la misma ley natural y todo conocimiento prctico,
tambin el juicio de la conciencia tiene un carcter imperativo: el
hombre debe actuar en conformidad con dicho juicio. Si el hombre
acta contra este juicio, o bien, lo realiza incluso no estando
seguro si un determinado acto es correcto o bueno, es condenado por
su misma conciencia, norma prxima de la moralidad personal. La
dignidad de esta instancia racional y la autoridad de su voz y de
sus juicios derivan de la verdad sobre el bien y sobre el mal
moral, que est llamada a escuchar y expresar. Esta verdad est
indicada por la "ley divina", norma universal y objetiva de la
moralidad. El juicio de la conciencia no establece la ley, sino que
afirma la autoridad de la ley natural y de la razn prctica con
relacin al bien supremo, del cual la persona humana acepta el
atractivo y acoge los mandamientos: "La conciencia, por tanto, no
es una fuente autnoma y exclusiva para decidir lo que es bueno o
malo; al contrario, en ella est grabado profundamente un principio
de obediencia a la norma objetiva, que fundamenta y condiciona la
congruencia de sus decisiones con los preceptos y prohibiciones en
los que se basa el comportamiento humano" (Carta enc. Dominum et
vivificantem (18 mayo 1986), 43: AAS 78 (1986), 859; cf. Conc.
Ecum. Vat. II, Const. Past. Sobre la Iglesia en el mundo actual
Gaudium et spes, 16; Decreto sobre la libertad religiosa Dignitatis
humanae, 3). (Veritatis splendor 60)
Puede equivocarse el juicio de la conciencia? O es siempre
infalible?
La conciencia, como juicio de un acto, no est exenta de la
posibilidad de error. "Sin embargo dice el Concilio muchas veces
ocurre que la conciencia yerra por ignorancia invencible, sin que
por ello pierda su dignidad. Pero no se puede decir esto cuando el
hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco,
por el hbito del pecado, la conciencia se queda casi ciega" (Const.
Past. Sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 16). Con
estas breves palabras, el Concilio ofrece una sntesis de la
doctrina que la Iglesia ha elaborado a lo largo de los siglos sobre
la conciencia errnea. (Veritatis splendor 62a)
La amonestacin de Pablo nos invita a la vigilancia,
advirtindonos que en los juicios de nuestra conciencia se anida
siempre la posibilidad de error. Ella no es un juez infalible:
puede errar. No obstante, el error de la conciencia puede ser el
fruto de una ignorancia invencible, es decir, de una ignorancia de
la que el sujeto no es consciente y de la que no puede salir por s
mismo. (Veritatis splendor 62c)
Existen diversos tipos de conciencia?
De cualquier modo, la dignidad de la conciencia deriva siempre
de la verdad: en el caso de la conciencia recta, se trata de la
verdad objetiva acogida por el hombre; en el de la conciencia
errnea, se trata de lo que el hombre, equivocndose, considera
subjetivamente verdadero. Nunca es aceptable confundir un error
subjetivo sobre el bien moral con la verdad objetiva, propuesta
racionalmente al hombre en virtud de su fin, ni equiparar el valor
moral del acto realizado con una conciencia verdadera y recta, con
aqul realizado siguiendo el juicio de una conciencia errnea. El mal
cometido a causa de una ignorancia invencible, o de un error de
juicio no culpable, puede no ser imputable a la persona que lo
hace; pero tampoco en este caso aqul deja de ser un mal, un
desorden con relacin a la verdad sobre el bien. Adems, el bien no
reconocido no contribuye al crecimiento moral de la persona que lo
realiza; ste no la perfecciona y no sirve para disponerla al bien
supremo. As, antes de sentirnos fcilmente justificados en nombre de
nuestra conciencia, debemos meditar sobre las palabras del Salmo:
"Quin se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas lmpiame"
(Sal 19, 13). Hay culpas que no logramos
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ver y que no obstante son culpas, porque hemos rechazado caminar
hacia la luz (cf. Jn 9, 39-41). (Veritatis splendor 63a)
Qu significa "formar la conciencia"? Cmo puede y debe
hacerse?
En las palabras de Jess antes mencionadas, encontramos tambin la
llamada a formar la conciencia, a hacerla objeto de continua
conversin a la verdad y al bien. Es anloga la exhortacin del Apstol
a no conformarse con la mentalidad de este mundo, sino a
"transformarse renovando nuestra mente" (cf. Rom 12, 2). En
realidad, el corazn convertido al Seor y al amor del bien es la
fuente de los juicios verdaderos de la conciencia. En efecto, para
poder "distinguir cul es la voluntad de Dios: lo bueno, lo
agradable, lo perfecto" (Rom 12, 2) s es necesario el conocimiento
de la ley de Dios en general, pero sta no es suficiente: es
indispensable una especie de connaturalidad entre el hombre y el
verdadero bien. Tal connaturalidad se fundamenta y se desarrolla en
las actitudes virtuosas del hombre mismo: la prudencia y las otras
virtudes cardinales, y en primer lugar las virtudes teologales de
la fe, la esperanza y la caridad. En este sentido, Jess ha dicho:
"El que obra la verdad, va a la luz" (Jn 3, 21). (Veritatis
splendor 64a)
Los cristianos tienen como afirma el Concilio en la Iglesia y en
su Magisterio una gran ayuda para la formacin de la conciencia:
"Los cristianos, al formar su conciencia, deben atender con
diligencia a la doctrina cierta y sagrada de la Iglesia. Pues, por
voluntad de Cristo, la Iglesia catlica es maestra de la verdad y su
misin es anunciar y ensear autnticamente la Verdad, que es Cristo,
y, al mismo tiempo, declarar y confirmar con su autoridad los
principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana"
(Declaracin sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, 14).
Por tanto, la autoridad de la Iglesia, que se pronuncia sobre las
cuestiones morales, no menoscaba de ningn modo la libertad de
conciencia de los cristianos; no slo porque la libertad de la
conciencia no es nunca libertad "con respecto a" la verdad, sino
siempre y solo en la verdad, sino tambin porque el Magisterio no
presenta verdades ajenas a la conciencia cristiana, sino que
manifiesta las verdades que ya debera poseer, desarrollndolas a
partir del acto originario de la fe. La Iglesia se pone slo y
siempre al servicio de la conciencia, ayudndola a no ser zarandeada
aqu y all por cualquier viento de doctrina segn el engao de los
hombres (cf. Ef 4, 14), a no desviarse de la verdad sobre el bien
del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las
cuestiones ms difciles, la verdad y a mantenerse en ella.
(Veritatis splendor 64b)
No menos decisivo en la formacin de la conciencia es el
descubrimiento del vnculo constitutivo entre la libertad y la
verdad. Como he repetido otras veces, separar la libertad de la
verdad objetiva hace imposible fundamentar los derechos de la
persona sobre una slida base racional y pone las premisas para que
se afirme en la sociedad el arbitrio ingobernable de los individuos
y el totalitarismo del poder pblico causante de la muerte.
(Evangelium vitae 96b)
A la formacin de la conciencia est vinculada estrechamente la
labor educativa, que ayuda al hombre a ser cada vez ms hombre, lo
introduce siempre ms profundamente en la verdad, lo orienta hacia
un respeto creciente por la vida, lo forma en las justas relaciones
entre las personas. (Evangelium vitae 97a)
En qu situacin se halla la conciencia moral en el mundo
contemporneo?
En lo ntimo de la conciencia moral se produce el eclipse del
sentido de Dios y del hombre, con todas sus mltiples y funestas
consecuencias para la vida. Se pone en duda, sobre todo, la
conciencia de cada
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persona, que en su unicidad e irrepetibilidad se encuentra sola
ante Dios. Pero tambin se cuestiona, en cierto sentido, la
"conciencia moral" de la sociedad. Esta es de algn modo
responsable, no slo porque tolera o favorece comportamientos
contrarios a la vida, sino tambin porque alimenta la "cultura de la
muerte", llegando a crear y consolidar verdaderas y autnticas
"estructuras de pecado" contra la vida. La conciencia moral, tanto
individual como social, est hoy sometida, a causa tambin del fuerte
influjo de muchos medios de comunicacin social, a un peligro
gravsimo y mortal, el de la confusin entre el bien y el mal en
relacin con el mismo derecho fundamental a la vida.
Lamentablemente, una gran parte de la sociedad actual se asemeja a
la que Pablo describe en la Carta a los Romanos. Est formada "de
hombres que aprisionan la verdad en la injusticia" (1, 18):
habiendo renegado de Dios y creyendo poder construir la ciudad
terrena sin necesidad de l, "se ofuscaron en sus razonamientos" de
modo que "su insensato corazn se entenebreci" (1, 21); "jactndose
de sabios se volvieron estpidos" (1, 22), se hicieron autores de
obras dignas de muerte y "no solamente las practican, sino que
aprueban a los que las cometen" (1, 32). Cuando la conciencia, este
luminoso ojo del alma (cf. Mt 6, 22-23), llama "al mal bien y al
bien mal" (Is 5, 20), camina ya hacia su degradacin ms inquietante
y hacia la ms tenebrosa ceguera moral. (Evangelium vitae 24a)
Qu errores modernos aparecen en teologa moral referidos a la
conciencia?
En algunas corrientes del pensamiento moderno se ha llegado a
exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un
absoluto, que sera la fuente de los valores. En esta direccin se
orientan las doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente
o las que son explcitamente ateas. Se han atribuido a la conciencia
individual las prerrogativas de una instancia suprema del juicio
moral, que decide categrica e infaliblemente sobre el bien y el
mal. Al presupuesto de que se debe seguir la propia conciencia se
ha aadido indebidamente la afirmacin de que el juicio moral es
verdadero por el hecho mismo de que proviene de la conciencia.
Pero, de este modo, ha desaparecido la necesaria exigencia de
verdad en aras de un criterio de sinceridad, de autenticidad, de
"acuerdo con uno mismo", de tal forma que se ha llegado a una
concepcin radicalmente subjetivista del juicio moral. (Veritatis
splendor 32a)
Y cul sera la raz de estas errneas teoras sobre la conciencia y
el valor moral de su juicio?
Como se puede comprender inmediatamente, no es ajena a esta
evolucin la crisis en torno a la verdad. Abandonada la idea de una
verdad universal sobre el bien, que la razn humana pueda conocer,
ha cambiado tambin inevitablemente la concepcin misma de la
conciencia: a sta ya no se la considera en su realidad originaria,
o sea, como acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar
el conocimiento universal del bien en una determinada situacin y
expresar as un juicio sobre la conducta recta que hay que elegir
aqu y ahora; sino que ms bien se est orientado a conceder a la
conciencia del individuo el privilegio de fijar, de modo autnomo,
los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta
visin coincide con una tica individualista, para la cual cada uno
se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los dems. El
individualismo, llevado a las extremas consecuencias, desemboca en
la negacin de la idea misma de naturaleza humana. (Veritatis
splendor 32b)
Qu es la objecin de conciencia? Cundo es legtimo plantearla?
El rechazo a participar en la ejecucin de una injusticia no slo
es un deber moral, sino tambin un derecho humano fundamental. Si no
fuera as, se obligara a la persona humana a realizar una accin
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intrnsecamente incompatible con su dignidad y, de este modo, su
misma libertad, cuyo sentido y fin autnticos residen en su
orientacin a la verdad y al bien, quedara radicalmente
comprometida. Se trata, por tanto, de un derecho esencial que, como
tal, debera estar previsto y protegido por la misma ley civil. En
este sentido, la posibilidad de rechazar la participacin en la fase
consultiva, preparatoria y ejecutiva de semejantes actos contra la
vida debera asegurarse a los mdicos, a los agentes sanitarios y a
los responsables de las instituciones hospitalarias, de las clnicas
y casas de salud. Quien recurre a la objecin de conciencia debe
estar a salvo no slo de sanciones penales, sino tambin de cualquier
dao en el plano legal, disciplinar, econmico y profesional.
(Evangelium vitae 74c)
CONSECUENCIALISMO
Qu es el consecuencialismo?
Segn estas teoras, la voluntad libre no estara ni moralmente
sometida a obligaciones determinadas, ni vinculada por sus
elecciones, a pesar de no dejar de ser responsable de los propios
actos y de sus consecuencias. Este teleologismo, como mtodo de
reencuentro de la norma moral, puede, entonces, ser llamado segn
terminologas y conceptos tomados de diferentes corrientes de
pensamiento consecuencialismo o proporcionalismo. El primero
pretende obtener los criterios de la rectitud de un obrar
determinado slo del clculo de las consecuencias que se prev pueden
derivarse de la ejecucin de una decisin. El segundo, ponderando
entre s los valores y los bienes que persiguen, se centra ms bien
en la proporcin reconocida entre los efectos buenos o malos, en
vista del "bien ms grande" o del "mal menor", que sean
efectivamente posibles en una situacin determinada. (Veritatis
splendor 75a)
Qu ensea el Magisterio de la Iglesia acerca del
consecuencialismo?
Estas teoras pueden adquirir una cierta fuerza persuasiva por su
afinidad con la mentalidad cientfica, preocupada con razn de
ordenar las actividades tcnicas y econmicas en base al clculo de
los recursos y los beneficios, de los procedimientos y los efectos.
Ellas pretenden liberar de las imposiciones de una moral de la
obligacin, voluntarista y arbitraria, que vendra a ser inhumana.
(Veritatis splendor 76 a)
Sin embargo, semejantes teoras no son fieles a la doctrina de la
Iglesia, en cuanto creen poder justificar, como moralmente buenas,
elecciones deliberadas de comportamientos contrarios a los
mandamientos de la ley divina y natural. Estas teoras no pueden
adjudicarse a la tradicin moral catlica, pues, si bien es verdad
que en esta ltima se ha desarrollado una casustica atenta a
ponderar en algunas situaciones concretas las posibilidades mayores
de bien, es igualmente verdad que esto se refera solamente a los
casos en los que la ley era incierta y, por consiguiente, no pona
en discusin la validez absoluta de los preceptos morales negativos,
los cuales obligan sin excepcin. (Veritatis splendor 76 b)
CULTURA
Qu relacin existe entre el hombre y la cultura?
No se puede negar que el hombre existe siempre en una cultura
concreta, pero tampoco se puede negar que el hombre no se agota en
esta misma cultura. Por otra parte, el progreso mismo de las
culturas demuestra que en el hombre existe algo que las trasciende.
Este algo es precisamente la naturaleza del hombre: precisamente
esta naturaleza es la medida de la cultura y es la condicin
para
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que el hombre no sea prisionero de ninguna de sus culturas, sino
que defienda su dignidad personal viviendo de acuerdo con la verdad
profunda de su ser. (Veritatis splendor 53b).
Las culturas, estando en estrecha relacin con los hombres y con
su historia, comparten el dinamismo propio del tiempo humano. Se
aprecian en consecuencia transformaciones y progresos debidos a los
encuentros entre los hombres y a los intercambios recprocos de sus
modelos de vida. Las culturas se alimentan de la comunicacin de
valores, y su vitalidad y subsistencia proceden de su capacidad de
permanecer abiertas a la acogida de lo nuevo. Cul es la explicacin
de este dinamismo? Cada hombre est inmerso en una cultura, de ella
depende y sobre ella influye. l es al mismo tiempo hijo y padre de
la cultura a la que pertenece. En cada expresin de su vida lleva
consigo algo que lo diferencia del resto de la creacin: su
constante apertura al misterio y su inagotable deseo de conocer. En
consecuencia, toda cultura lleva impresa y deja entrever la tensin
hacia una plenitud. Se puede decir, pues, que la cultura tiene en s
misma la posibilidad de acoger la revelacin divina. (Fides et
ratio, 71)
Cul es el punto central, el ncleo, de toda cultura?
Es esencial pues que el hombre reconozca la evidencia original
de su condicin de criatura, que recibe de Dios el ser y la vida
como don y tarea. Slo admitiendo esta dependencia innata en su ser,
el hombre puede desarrollar plenamente su libertad y su vida y, al
mismo tiempo, respetar en profundidad la vida y libertad de las
dems personas. Aqu se manifiesta ante todo que "el punto central de
toda cultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el
misterio ms grande: el misterio de Dios" (Carta enc. Centesimus
annus (1 mayo 1991), 24: AAS 83 (1991), 822). Cuando se niega a
Dios y se vive como si no existiera, o no se toman en cuenta sus
mandamientos, se acaba fcilmente por negar o comprometer tambin la
dignidad de la persona humana y el carcter inviolable de su vida.
(Evangelium vitae 96c)
Se puede decir que la cultura actual est en crisis?
En el fondo hay una profunda crisis de la cultura, que engendra
escepticismo en los fundamentos mismos del saber y de la tica,
haciendo cada vez ms difcil ver con claridad el sentido del hombre,
de sus derechos y deberes. A esto se aaden las ms diversas
dificultades existenciales y relacionales, agravadas por la
realidad de una sociedad compleja, en la que las personas, los
matrimonios y las familias se quedan con frecuencia solas con sus
problemas. (Evangelium vitae 11b)
Cul es el punto de partida y la raz de la crisis de la cultura
hoy?
La confrontacin entre la posicin de la Iglesia y la situacin
social y cultural actual muestra inmediatamente la urgencia de que
precisamente sobre tal cuestin fundamental se desarrolle una
intensa accin pastoral por parte de la Iglesia misma: "La cultura
contempornea ha perdido en gran parte este vnculo esencial entre
Verdad-Bien-Libertad y, por tanto, volver a conducir al hombre a
redescubrirlo es hoy una de las exigencias propias de la misin de
la Iglesia, por la salvacin del mundo. La pregunta de Pilato: Qu es
la verdad?, emerge tambin hoy desde la triste perplejidad de un
hombre que a menudo ya no sabe quin es, de dnde viene ni adnde va.
Y as asistimos no pocas veces al pavoroso precipitarse de la
persona humana en situaciones de autodestruccin progresiva. De
prestar odo a ciertas voces, parece que no se debiera ya reconocer
el carcter absoluto indestructible de ningn valor moral. Est ante
los ojos de todos el desprecio de la vida humana ya concebida y an
no nacida; la violacin permanente de derechos fundamentales de la
persona; la inicua destruccin de bienes necesarios para una vida
meramente humana. Y lo que es an ms grave: el hombre ya no est
convencido de que slo en la verdad puede encontrar la salvacin. La
fuerza salvfica de la verdad es
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contestada y se confa slo a la libertad, desarraigada de toda
objetividad, la tarea de decidir autnomamente lo que es bueno y lo
que es malo. Este relativismo se traduce, en el campo teolgico, en
desconfianza en la sabidura de Dios, que gua al hombre con la ley
moral. A lo que la ley moral prescribe se contraponen las llamadas
situaciones concretas, no considerando ya, en definitiva, que la
ley de Dios es siempre el nico verdadero bien del hombre" (Discurso
a los participantes en el Congreso Internacional de Teologa moral
(10 abril 1986), 1; Insegnamenti IX, 1 (1986), 970). (Veritatis
splendor 84c)
Qu es la "cultura de muerte"?
En efecto, si muchos y graves aspectos de la actual problemtica
social pueden explicar en cierto modo el clima de extendida
incertidumbre moral y atenuar a veces en las personas la
responsabilidad objetiva, no es menos cierto que estamos frente a
una realidad ms amplia, que se puede considerar como una verdadera
y autntica estructura de pecado, caracterizada por la difusin de
una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se
configura como verdadera "cultura de muerte". Esta estructura est
activamente promovida por fuertes corrientes culturales, econmicas
y polticas, portadoras de una concepcin de la sociedad basada en la
eficiencia. Mirando las cosas desde este punto de vista, se puede
hablar, en cierto sentido, de una guerra de los poderosos contra
los dbiles. La vida que exigira ms acogida, amor y cuidado es
tenida por intil, o considerada como un peso insoportable y, por
tanto, despreciada de muchos modos. Quien, con su enfermedad, con
su minusvalidez o, ms simplemente, con su misma presencia pone en
discusin el bienestar y el estilo de vida de los ms aventajados,
tiende a ser visto como un enemigo del que hay que defenderse o a
quien eliminar. Se desencadena as una especie de "conjura contra la
vida", que afecta no slo a las personas concretas en sus relaciones
individuales, familiares o de grupo, sino que va ms all llegando a
perjudicar y alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los
pueblos y los Estados. (Evangelium vitae 12)
Cul es la raz de esta "cultura de muerte"?
Es necesario llegar al centro del drama vivido por el hombre
contemporneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre,
caracterstico del contexto social y cultural dominado por el
secularismo, que con sus tentculos penetrantes no deja de poner a
prueba, a veces, a las mismas comunidades cristianas. Quien se deja
contagiar por esta atmsfera, entra fcilmente en el torbellino de un
terrible crculo vicioso: perdiendo el sentido de Dios, se tiende a
perder tambin el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida. A
su vez, la violacin sistemtica de la ley moral, especialmente en el
grave campo del respeto de la vida humana y su dignidad, produce
una especie de progresiva ofuscacin de la capacidad de percibir la
presencia vivificante y salvadora de Dios. (Evangelium vitae
21a)
En lo ntimo de la conciencia moral se produce el eclipse del
sentido de Dios y del hombre, con todas sus mltiples y funestas
consecuencias para la vida. Se pone en duda, sobre todo, la
conciencia de cada persona, que en su unicidad e irrepetibilidad se
encuentra sola ante Dios. Pero tambin se cuestiona, en cierto
sentido, la "conciencia moral" de la sociedad. Esta es de algn modo
responsable, no slo porque tolera o favorece comportamientos
contrarios a la vida, sino tambin porque alimenta la "cultura de la
muerte", llegando a crear y consolidar verdaderas y autnticas
"estructuras de pecado" contra la vida. La conciencia moral, tanto
individual como social, est hoy sometida, a causa tambin del fuerte
influjo de muchos medios de comunicacin social, a un peligro
gravsimo y mortal, el de la confusin entre el bien y el mal en
relacin con el mismo derecho fundamental a la vida. Cuando la
conciencia, este luminoso ojo del alma (cf. Mt 6, 22-23), llama "al
mal bien y al bien mal" (Is 5, 20), camina ya hacia su
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degradacin ms inquietante y hacia la ms tenebrosa ceguera moral.
(Evangelium vitae 24a)
Quines estn llamados a crear la "cultura de la vida"?
Es urgente una movilizacin general de las conciencias y un comn
esfuerzo tico, para poner en prctica una gran estrategia en favor
de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la
vida: nueva, para que sea capaz de afrontar y resolver los
problemas propios de hoy sobre la vida del hombre; nueva, para que
sea asumida con una conviccin ms firme y activa por todos los
cristianos; nueva, para que pueda suscitar un encuentro cultural
serio y valiente con todos. La urgencia de este cambio cultural est
relacionada con la situacin histrica que estamos atravesando, pero
tiene su raz en la misma misin evangelizadora, propia de la
Iglesia. En efecto, el Evangelio pretende "transformar desde
dentro, renovar la misma humanidad" (Pablo VI, Exhort. Ap.
Evangelii nuntiandi (8 diciembre 1975), 18: AAS 68 (1976), 17); es
como la levadura que fermenta toda la masa (cf. Mt 13, 33) y, como
tal, est destinado a impregnar todas las culturas y a animarlas
desde dentro, para que expresen la verdad plena sobre el hombre y
sobre su vida (Evangelium vitae 95b)
Cul es el papel de los educadores, intelectuales, etc., en la
creacin de una "cultura de la vida"?
En la movilizacin por una nueva cultura de la vida nadie se debe
sentir excluido: todos tienen un papel importante que desempear. La
misin de los profesores y de los educadores es, junto con la de las
familias, particularmente importante. De ellos depender mucho que
los jvenes, formados en una autntica libertad, sepan custodiar
interiormente y difundir a su alrededor ideales verdaderos de vida,
y que sepan crecer en el respeto y servicio a cada persona, en la
familia y en la sociedad. (Evangelium vitae 98b)
Tambin los intelectuales pueden hacer mucho en la construccin de
una nueva cultura de la vida humana. Una tarea particular
corresponde a los intelectuales catlicos, llamados a estar
presentes activamente en los crculos privilegiados de elaboracin
cultural, en el mundo de la escuela y de la universidad, en los
ambientes de investigacin cientfica y tcnica, en los puntos de
creacin artstica y de la reflexin humanstica. Alimentando su
ingenio y su accin en las claras fuentes del Evangelio, deben
entregarse al servicio de una nueva cultura de la vida con
aportaciones serias, documentadas, capaces de ganarse por su valor
el respeto e inters de todos. Precisamente en esta perspectiva he
instituido la Pontificia Academia para la Vida con el fin de
"estudiar, informar y formar en lo que atae a las principales
cuestiones de biomedicina y derecho, relativas a la promocin y a la
defensa de la vida, sobre todo en las que guardan mayor relacin con
la moral cristiana y las directrices del Magisterio de la Iglesia"
(Motu Proprio Vitae mysterium (11 febrero 1994), 4: AAS 86 (1994),
386-387). Una aportacin especfica deben dar tambin las
Universidades, particularmente las catlicas, y los Centros,
Institutos y Comits de biotica. (Evangelium vitae 98c)
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DDemocracia Derecho a la vida Dignidad Humana Dios Disenso
DEMOCRACIA
Cul es el fundamento de una autntica democracia?
Slo en la obediencia a las normas morales universales el hombre
halla