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26 Revista Colombiana de Psiquiatría, vol. XXXIV / No. 1 / 2005 Inteligibilidad relacional José Antonio Garciandía Imaz 1 Resumen En este artículo se presenta una reflexión sobre el proceso de la psicoterapia. Al ser ésta un fenómeno relacional que sucede en un espacio y tiempo de frontera conversacional, que aborda la vida cotidiana y la experiencia del padecimiento, es importante considerar las relaciones y la provisión de inteligibilidades que aportan para comprender cómo se articula la existencia del individuo y los otros en la construcción del sufrimiento. Para ello se hace necesario escuchar las voces de los otros que nos habitan, tener en cuenta las relaciones que construimos en conjunto con otros, las relaciones entre grupos de los que formamos parte y los sistemas que nos cobijan. Palabras clave: inteligibilidad, relación, mente, terapia, límite, frontera, conversación. Title: Relational Intelligibility. Abstract In this article is presented a reflection about the psychotherapeutic process, in which the speech is influenced by time and specific space that create a conversational frontier. This speech refers the daily living and suffering experiences and is important to consider the kinds of relations we make and also the comprehensive capabilities each one have, in order to understand the ways in which is articulated the individual existence as well as others existence in the suffering construction. For this purpose it’s necessary listening the voices from others that are also habitants inside ourselves and the interpersonal relations builded with others, the relations between groups and the systems that are supporting them. Key words: psychotherapy, mental sufferings, interpersonal influences. 1 Médico psiquiatra, profesor del Departamento de Psiquiatría y del Departamento de Medicina Preventiva y Social, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. El filósofo árabe Al-Razi, nacido en Bagdad en el siglo IX (m. 935), en su libro La conducta virtuosa del filósofo, dedica un pequeño capítulo a la necesidad del reconocimiento de los propios defectos, como cami- no hacia el dominio de las pasiones, y ante la dificultad que los indivi-
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Jul 10, 2016

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Eduardo Ramirez

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Garciandía J.

26 Revista Colombiana de Psiquiatría, vol. XXXIV / No. 1 / 2005

Inteligibilidad relacional

José Antonio Garciandía Imaz1

Resumen

En este artículo se presenta una reflexión sobre el proceso de la psicoterapia. Al ser ésta unfenómeno relacional que sucede en un espacio y tiempo de frontera conversacional, queaborda la vida cotidiana y la experiencia del padecimiento, es importante considerar lasrelaciones y la provisión de inteligibilidades que aportan para comprender cómo se articulala existencia del individuo y los otros en la construcción del sufrimiento. Para ello se hacenecesario escuchar las voces de los otros que nos habitan, tener en cuenta las relacionesque construimos en conjunto con otros, las relaciones entre grupos de los que formamosparte y los sistemas que nos cobijan.

Palabras clave: inteligibilidad, relación, mente, terapia, límite, frontera, conversación.

Title: Relational Intelligibility.

Abstract

In this article is presented a reflection about the psychotherapeutic process, in which thespeech is influenced by time and specific space that create a conversational frontier. Thisspeech refers the daily living and suffering experiences and is important to consider thekinds of relations we make and also the comprehensive capabilities each one have, in orderto understand the ways in which is articulated the individual existence as well as othersexistence in the suffering construction. For this purpose it’s necessary listening the voicesfrom others that are also habitants inside ourselves and the interpersonal relations buildedwith others, the relations between groups and the systems that are supporting them.

Key words: psychotherapy, mental sufferings, interpersonal influences.

1 Médico psiquiatra, profesor del Departamento de Psiquiatría y del Departamento deMedicina Preventiva y Social, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana,Bogotá.

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El filósofo árabe Al-Razi, nacidoen Bagdad en el siglo IX (m. 935),en su libro La conducta virtuosa delfilósofo, dedica un pequeño capítulo

a la necesidad del reconocimientode los propios defectos, como cami-no hacia el dominio de las pasiones,y ante la dificultad que los indivi-

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duos tienen para observarse y co-nocerse, dice, se necesita:

Apoyarse en un hombre inteligente,

que le esté muy obligado a uno, y

convivir con él, a fin de pedirle, ro-

garle y conminarle a que le informe

de todos los defectos que observe,

haciéndole saber que esto es lo

mejor y lo más positivo, y que por

ello se le colmará de favores y será

grande el agradecimiento. Se le pe-

dirá que no tenga reparos, ni trate

de lisonjear, y se le hará saber que

si es indulgente o negligente en

esto, está perjudicando y engañan-

do y se hará merecedor él, a su vez,

de censura. (1)

Este comentario muestra inte-rés en el proceso de perfecciona-miento del individuo y en cómo espreciso llevarlo a cabo con la ayudade otros, en un contexto relacionalque, además, incluye “indagar y ave-riguar lo que dicen los vecinos, ami-gos y gentes con las que tiene trato,qué es lo que alaban y censuran. Alhombre que con esta intención si-gue esta conducta apenas se ocultaninguno de sus defectos, por míni-mo y escondido que esté” (1). Estasprescripciones recuerdan los oficiosde los bufones —generalmente per-sonajes con algún defecto físico no-torio para todos— en las cortes delos reyes medievales, quienes, entreotras cosas, podían decir al monar-ca todo lo que pensaban de lo quedecía, hacía o mostraba sin el riesgode ser castigados. Son los precur-

sores de lo que hoy llamamos psi-coterapia.

Nos hacemos en relaciones. Así,la literatura psicoanalítica, desdeFreud, Klein, Bion, Winnicot, Bowlbihasta Lacan, muestra la trascen-dencia de lo relacional como aspec-to básico en la construcción del in-dividuo. Sin embargo, a partir de losplanteamientos sistémicos se haabordado con mayor ahínco estarelación como objeto de observaciónpara el ejercicio de la psicoterapia.El interés de este artículo reside enla necesidad de elaborar una re-flexión sobre inteligibilidad relacio-nal para una más precisa compren-sión de la relación terapéutica.

La psicoterapia,un fenómeno relacional

Cuando las personas acuden enbusca de ayuda a la consulta de unprofesional de la salud mental, vancon la esperanza de hallar solucioneso respuestas a sus dificultades enun ámbito relacional. Esperan quedel vínculo que se crea con el psicote-rapeuta emerja el fenómeno que lespermitirá generar cambios en sus vi-das, bien con aportes farmacológicoso de otro tipo. Sin embargo, existeuna cierta banalización del fenóme-no de la psicoterapia, que ha propi-ciado en los últimos tiempos reticen-cia en algunos ambientes de la saludmental, que la desprecian como ac-ción terapéutica o la catalogan como

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aspecto menor del trabajo de un pro-fesional de la salud mental.

La cada vez mayor trascenden-cia de lo social en el origen e involu-cramiento de los síntomas, disfun-ciones y los padecimientos en gene-ral del ser humano ha suscitado untorrente de estudios al respecto y, asu vez, actitudes defensivas con losabordajes en los que se ponen el re-lieve en el valor terapéutico de lo rela-cional. La función, o si se quiere lamisión de la psicoterapia, lejos de serparca, trivial o poco significativa,necesita un análisis que respondacon acierto a las críticas, por ciertoelocuentes que se le hacen, cuandose hace hincapié en los aspectos rela-cionales de los padecimientos.

No es extraño que los padeci-mientos tengan un carácter relacio-nal, puesto que la fisiología de unser humano no termina en la piel,sino que continúa en la piel del otro.Las patologías psicosomáticas, laspropiamente mentales, los conflic-tos de pareja, las disfunciones fami-liares y sociales se inscriben en eseprincipio de conectividad que rigeel universo. Desde Hermes Trisme-gisto, en la más remota antigüedad,tal principio ha atravesado el cono-cimiento humano como principioepistemológico, hasta inscribirse enla actualidad como uno de los pila-res de lo que se conoce como pensa-miento complejo; pero el carácterrelacional de los fenómenos huma-nos requiere una inteligibilidad que

no se limite a lo individual, sino quecomience por el hecho anotado porBateson (2): la mente es un procesoy, como tal, un fenómeno relacionalagregado, es decir, una emergenciade partes interactuantes en un todo,cuyo desencadenamiento es conse-cuencia de la diferencia (aconteci-miento relacional por antonomasia)entre las partes interactuantes.

Tal proceso requiere energíacolateral (la proveniente del mundoexterno al organismo y la que se pro-duce por la interacción de las par-tes) y está inscrito en cadenas cau-sales circulares, que constituyen elcontexto y tienen la particularidadde codificar las diferencias comotrasformas. Éstos, a su vez, seconstituyen en una jerarquía de tiposlógicos, sometidos a interpretaciónen función del contexto. Esos tras-formas o representaciones elevan lasdiferencias a la calidad de símbolosy pueden así acceder a la concien-cia, para formar parte del ejerciciode la reflexión, que no es sino undiálogo con el mundo incorporado.

Desde una perspectiva cons-truccionista, todo lo que está dotadode significado y posee algún sentidopara los partícipes sociales surgecomo emergencia y adquiere unadimensión de inteligibilidad en lasrelaciones. Estamos habituados apensar que los significados, lossentidos y los matices están en lamente de las personas, en un espa-cio individual interior no definido

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que ha generado varias metáforaspara ubicarlo. No obstante, el signi-ficado emerge y está en la actividaden conjunto de las relaciones, es underivado de éstas, sobre todo de losprocesos de socialización primariacon los padres, la familia nuclear yextensa, que definen inevitablemen-te nuestra condición humana, y dela socialización secundaria, que pro-mueve el desarrollo de roles en larelación con los pares y los contex-tos social, cultural y político (3).

La construcción de significadosen el ser humano está atravesada pormúltiples dimensiones que tiñen sucotidianeidad durante toda su exis-tencia y se articulan como una no-ción dinámica y flexible. Sometidoscomo estamos a las influencias demúltiples dimensiones, mediante pro-cesos de interiorización, objetivacióny exteriorización, va constituyéndo-se el proceso de nuestra identidad.

Existe una responsabilidad re-lacional (4) en el hecho de cómo es-tablecemos y mantenemos nuestrasinteracciones con los otros, lo cualimprime un grado de autonomía enlos individuos para decidir conquien o quienes intercambiar accio-nes, emociones, percepciones y con-versaciones. En este sentido, la res-ponsabilidad de relacionarse es unaspecto que excede el campo denuestra interioridad. Se inscribecomo una intención que busca sercompartida en el deseo de establecerciertas condiciones, las necesarias

para permitir articularnos en la co-construcción de los significados, lossentidos, los matices, la moralidady la ética. Por ello la responsabilidadrelacional, más allá de los procesosde socialización, generalmente con-tenedores de nuestra inicial indife-renciación de significados, promuevee incrementa:

Las formas de intercambio (inter-

acciones) a partir de las cuales se

torna posible una acción significa-

tiva. Si el significado humano es

generado por nuestra participación

en las relaciones, ser responsable

hacia los procesos relacionales im-

plica favorecer la posibilidad del

significado mismo, de poseer un self,

valores y sentido del propio valor.

El aislamiento constituye la nega-

ción de lo humano en nosotros. (5)

Por ello cuando abordamos lospadecimientos de las personas desdeuna perspectiva relacional, éstos ex-ceden los límites de su corporalidad,para inscribirse en un espacio entreel yo y los otros, y ya no les pertene-cen en exclusividad. Los padeci-mientos ya no son de tal o cual perso-na que los sufre, sino que aparecenen ellas como el espacio prestado aun contexto relacional que está invo-lucrado en su surgimiento (6). Estoimplica realizar un salto cualitativoen el proceso de observación, es decir,se produce un desplazamiento desdeel interés por lo que acontece en el‘interior’ de las personas hacia lo quesucede ‘entre’ las personas. Se abre

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así el debate sobre la ubicación delos síntomas y los padecimientos quelos desplaza —desde el interior delcuerpo y la mente— hacia el padeci-miento como confluencia entre lo in-terior y lo exterior, hacia su ubica-ción en el límite y frontera, aspectomás frecuente en las patologíaspsicosomáticas, en las que los sínto-mas fisiológicos conviven con los sín-tomas psicológico-relacionales.

Si toma importancia lo que acae-ce entre una piel y otra, adquiere unamayor trascendencia el sentido de locomún. Se concede una más exten-sa y generosa significación social (fa-miliar, étnica, cultural y política) anuestras acciones, así sean de unorden elemental o complejo. Se dila-tan, amplifican, ensanchan y abun-dan las posibilidades discursivas decomprensión de los padecimientos,alrededor del compromiso implícitoen lo relacional. Al adentrarnos enuna inteligibilidad relacional, se pro-duce una gran apertura al contactocon mundos sociales posibles quenos liberarán de algunas limitacio-nes de las tradiciones individualistasdel abordaje de los padecimientos.Se abren y propician nuevas y másgruesas narrativas, las cuales per-miten mirar hacia el pasado comotrasudado de relaciones:

El pasado se recuerda en el presen-

te dentro de la relación que estable-

cemos con nosotros mismos, con

nuestras fantasías, con nuestro

mundo interior, y en la relación con

los demás. De esta forma, las inter-

acciones microsociales y macroso-

ciales pueden cambiar la visión del

pasado a diferentes niveles (indivi-

dual, social, incluso cultural): la

memoria histórica no es más que

una interpretación del pasado com-

partida por la mayor parte de los

que pertenecen a una cultura, es

decir, la creación por consenso más

vasta posible. (7)

Cuando pensamos en nuestrasvidas, en lo que fueron, son y desea-mos que sean, podemos hacer balan-ces que nos facilitan tomar decisionescoherentes con nuestra autonomía,así estemos inmersos en situacionesdifíciles. No obstante, los pacientes oquienes padecen tienen afectada suexistencia en algún orden temporal,o bien el pasado invade sus existen-cias, o bien el presente es atormen-tador o bien el futuro adquiere unadimensión amenazante o imposible.No pueden atenderse a sí mismos, porello buscan la ayuda de alguien quelos pueda atender (tender hacia),acercarse a ellos. La búsqueda decuidados a partir de la relación conotro es la esencia de la psicoterapia,ser cuidado u objeto de cuidados esel deseo de todo aquel que quiere unaterapia.

En algunas regiones de Latino-américa (como en la zona cafeteracolombiana) la palabra cuido serefiere a la pastura seca utilizadapara alimentar el ganado. En Espa-ña, a esa misma pastura seca para

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el alimento de los animales se le dicepienso (8), darles el pienso a las va-cas es darles el alimento. Pienso ycuido tienen un carácter de solicitudy atención hacia otro, expresan uncuidado alimenticio y relacional. Encastellano arcaico, pienso del verbopensar tenía el significado de cuidar(9), un aspecto netamente relacional.Así, el pensar se hace como cuidadocon relación a otro, por éste y paraéste. Desde la teoría psicoanalítica,Bion (10) desarrolló en sus escritosel valor de la relación entre pensar ycuidar, por ejemplo, cuando hablade la función alfa de la madre y elreverie, al interactuar con los ele-mentos beta (angustiosos e incom-prensibles) del bebé, se da la fun-ción nutricia y también de pensa-miento, al tiempo. Pensar es un fe-nómeno relacional, está en la esen-cia misma del proceso terapéutico ya ello van las personas con padeci-mientos, a pensar, porque los pade-cimientos dificultan pensar, aíslandel mundo, retrotraen al individuo alos límites de sí mismo y lo encierranen su propia prisión de incompren-siones. El acto terapéutico, comoejercicio de pensamiento, se articu-la en la vida de las personas quepadecen, como el vínculo con elmundo y consigo mismo a través deotro.

Límites y terapia

No podemos negar los logros yavances de la tradición individualis-

ta en el ámbito de la psicoterapia.La idea de una única fuente origina-ria de los pensamientos, acciones,percepciones, congregadas alrededorde la conciencia individual y el self,abre un espacio interior en el que sealbergan los registros de nuestrasexperiencias. Esto ha favorecido cier-to tipo de entendimientos de la con-dición humana y de los padecimien-tos. La educación, el éxito, las com-pensaciones, los castigos favorecenla responsabilidad individual. Porello la conciencia individual es ali-mentada como la idea central, fuen-te del bien y del mal. Somos indivi-dualmente responsables, responde-mos por nuestros actos, pero ¿antequién?, siempre hay otro, de lo con-trario para qué la responsabilidad.Solos y aislados, sin otros, ¿cuálpuede ser el sentido de responsabi-lidad? Somos individualidad en con-traste y relación con otros, nuestraidentidad y autonomía se dibujay delimita en el trasfondo de losotros.

La idea de una mente interiorcomo expresión de una concienciaindependiente ha sido una concep-ción occidental ubicable en la histo-ria. Otras culturas resaltan la prio-ridad de la unidad con el todo, frentea la conciencia individual como unaexistencia independiente. Lo ciertoes que las personas no pueden gene-rar significados solos, desde el mo-mento en que nacen están sumidasen un magma de significacionesimposibles de eludir, sin que dejen

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algún vestigio con influencia sobresu afrontamiento de la vida. Losotros están presentes en cada paso,en cada decisión, en cada experien-cia. Incluso el concepto de persona-lidad, tan caro en estos días, nopuede sustraerse a la presencia delos otros, la persona (per-sono, elque suena por sí mismo), en reali-dad, es un resonador donde muchosotros suenan y resuenan, un fractalque repite una y otra vez a los otrosen sí mismo.

Sin embargo, seguimos movién-donos en discursos individualistasdonde, por ejemplo, las concepcio-nes sobre el éxito de vivir (ganar operder) tienen en cuenta a los otrostangencialmente, según favorezcano entorpezcan nuestros deseos, inte-reses y valores. Por ello, las relacio-nes parecen tener cada vez más untinte artificioso, dejan paso a lo cir-cunstancial para desechar lo genui-no, y ello supedita su trascendenciaa las necesidades que éstas puedansatisfacer.

No tiene sentido mantener rela-ciones si no tienen algún tipo deutilidad para responder satisfacto-riamente a la pregunta ¿qué es loque me conviene a mí? Con estapremisa no son de esperar los efec-tos a los que conduce, poca tenden-cia a la cooperación, exacerbacióndel sentido competitivo, necesidadde convertirse en líder o de teneréxito o, por el contrario, se corre elriesgo de ser poco adaptativo. De

hecho, cada vez hay más psicópatas,un padecimiento con un fuerte tinterelacional (11), en el que los indivi-duos buscan con sus actos cruelesllamar la atención de los demás, serexitosos aunque sea por un momen-to. Surge la pregunta de si esos sig-nificados atribuidos al éxito hansido gestados en la soledad de susmentes ‘perversas’. Lo cierto es quenadie puede crear significado solo,es claro que con anterioridad haincorporado (explícita, implícita,tácitamente o, si se quiere, incons-cientemente) las inteligibilidadesque sobrenadan en el contexto dela comunidad a la que pertenece.

Nos hemos acostumbrado, ynuestra formación psiquiátrica hacehincapié en ello, a situar el origen yla fuente de los padecimientos (pa-tologías, violencia, estulticia, injus-ticia, corrupción, deshonestidad,etc.) en la mente individual, así losindividuos actúen colectivamente.La responsabilidad es individual,cada cual debe responder por susactos. No obstante, los actos nuncase dan sin conexiones con otros,entonces ¿cómo entender la respon-sabilidad?

La responsabilidad, responderante otro (interior o externo), puedeabordarse de forma diferente. Si losactos del individuo son indicios deque un ‘observador’ ha de valorar,éste nada tiene que asumir de losactos de aquel que los cometió (des-de un delirio a una alucinación o la

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ansiedad, la angustia), pues su ac-titud es la de mirar a distancia elobjeto y el efecto de éste sobre elobservador es mínimo, porque semira desde afuera. Si se es ‘partíci-pe’ de las situaciones, más allá dela posición de un observador ajeno,la responsabilidad frente a los ha-llazgos que delatan los actos de unindividuo se diluye en efectos depregnancia, contingencia, sensacio-nes que involucran al participante,porque se encuentra en un contactocircunstancial o coyuntural. Cuan-do se es ‘integrante’, se está sumer-gido en las situaciones, anegado enel otro, en un todo, se mira desdeadentro, de modo tal que cada ins-tante implica una reorganizacióncompleta del universo, en cada mo-mento el universo personal de cadaintegrante se pone en acción conec-tada a la del otro.

En la dimensión de integrantese genera una nueva inteligibilidadde la dialéctica de lo interior y de loexterior. Hemos aprendido la metá-fora de las pulsiones, las pasiones,los instintos, el inconsciente, ubi-cados dentro de la mente humana,como si fueran parte de un espaciointerior colonizado por la naturale-za, como si ésta hubiera prolonga-do sus seudópodos hasta la másprofunda interioridad, muy adentrode nosotros. Con ello el sí mismoadquiere dimensión en una relacióndialéctica entre la naturaleza repre-sentada por los impulsos y la con-ciencia que representa la sociedad.

Sin embargo, cuando nos miramoscomo integrantes, la dialéctica en-tre lo interior y lo exterior adquiereuna dimensión de hibridación (12)que coloca el origen de la subjetivi-dad en un campo de fuerzas socia-les, donde no tiene sentido lo inte-rior y lo exterior, sino el trasiegoentre colindantes. Entonces emergeuna nueva frontera del individuo,lo híbrido, la mezcla, el mestizaje,en la cual las pieles se conectan, searticulan y se integran en el contex-to de la relación. Nada tiene que veresto con la fusión y la eliminaciónde la individualidad, se resalta lanaturaleza de la individualidad enel trasfondo de los otros, puesto queno se puede ser individuo sin el con-traste de los otros. Con esta pers-pectiva, lo mental como epifenóme-no y emergencia relacional es mez-cla e hibridez, una frontera y un lí-mite entre el individuo y los otros,un lugar situado dentro y fuera a lavez.

La relación es límite y frontera,entre el individuo y el otro, y comotodo límite permite entrar y salir delotro. Es en la dimensión del límitedonde se dan los encuentros entreindividuos y donde se gesta el indi-viduo y lo social. Donde “lo uno eslo uno de lo otro y lo otro es lo otrode lo uno” (13). Donde lo uno y lootro se articulan en la cultura, pro-ducto de la interacción mediadoraen la realidad y con ésta, lo que estáentre el lenguaje, los objetos, eltiempo y el espacio (14).

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En el límite se da lo entrañable(lo que se incorpora del otro lo llevoen mis entrañas, en mi recuerdo,decimos) de la relación con otros, laresonancia de sus voces que se ejer-cita en la persona. También se da loextrañable (lo extraño, no incorpora-do del otro, las voces silenciadas,ausentes), el silencio que emerge enforma de incógnita ante el otro, loque no se puede saber y alcanzar asíesté cerca. Es ahí, en la frontera,entre lo entrañable y lo extrañable,donde se sitúa la pregunta, en el lí-mite. En éste se ubica el procesoterapéutico. En el límite surge unapregunta que exige respuestas. Enlas preguntas y respuestas se cons-truyen las delimitaciones, que con-forman, dan forma, que es la mane-ra como piensa la cultura. Una rela-ción, una sociedad con su cultura,genera formas, se relaciona en for-mas, en imágenes construidas eninteracción, los símbolos. Con ello secierra una brecha, pues “la culturaes aquello que produce sentido, queda motivos y razones para la vida, yque cierra la grieta entre lo materialy lo espiritual” (14).

En ese contexto de hibridez,frontera y cultura se da la realidadde la psicoterapia, el terapeuta yquien padece se ubican en los bor-des de una realidad poblada de losobjetos que fluctúan entre los con-tornos más definidos y contunden-tes (lesiones estructurales, fisioló-gicas, bioquímicas) y los más difu-sos (dolor, ansiedad, delirios, etc.).

Es en este territorio de lo difusodonde el terapeuta y quien padecese ubican para conversar sobreaquello que no tiene límites claros yque está en un cambio permanente.Sentados cada uno en su silla, enun espacio concreto, durante untiempo determinado, con sus cuer-pos, todos ellos objetos de límitescontundentes, se mueven en la con-versación en medio de objetos de lí-mites difusos, en permanente fluc-tuación, palabras, emociones, senti-mientos, sensaciones, símbolos,representaciones..., los cuales sedifunden en el ambiente relacionaldel momento como las nubes. Sinembargo, son el mismo mundo, enel que la mente no actúa como unaincursión en la materia, ambos con-versan y, al hacerlo, piensan, cons-truyen un universo del encuentro, yahí la realidad comienza a parecersemás a un pensamiento que a unmundo de objetos. En todo momentolos límites entre ambos se redefinencomo el modelado de la arcilla porun escultor.

En el límite está la conexión delos universos que ambos traen alencuentro terapéutico, donde vantejiendo, como diría Aristóteles, untejido de asombros, en el que se es-tampan las palabras con sus ambi-güedades, a veces poéticas y sus pre-cisiones técnicas; los objetos de con-tornos evanescentes (como una emo-ción) y los más filudos (como un do-lor físico); los tiempos lentos de losrecuerdos y los veloces como el olvi-

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do, o los mitos, que llenan el lugarde mundos mágicos o lo vacían derepresentaciones y lo convierten enun espacio físico banal que no sesostiene por dentro. En el discursodesarrollado entre ambos, a travésdel pensamiento, la realidad se ex-pande, y los límites constreñidos delpadecimiento estallan para llenarsepaulatinamente de elementos quepodrán desplegarse en el tiempo yen el espacio. Es el momento inau-gural de una realidad en la cual noexiste sujeto ni objeto, ambos sonintegrantes de una realidad total quelos atraviesa. El relato de un sueño,de una pesadilla, de un padecimien-to, de realidades circunscritas a unagran limitación de tiempo y espacio(un sueño dura segundos) adquiereen el discurso de la conversación laexpansión de su realidad hacia lacreación de conciencia, dimensiónsiempre en inicio:

… cada vez que uno piensa es otra

vez toda la conciencia empezando

de nuevo, toda completita de princi-

pio a fin, recogiendo todos los

recuerdos y sabidurías y volviéndo-

los a iniciar en un nuevo reacomodo,

por lo que a cada pensamiento la

conciencia es nueva y es otra, como

el río de Heráclito. (14)

Ahí, en el límite de las confluen-cias, de las diferencias, se generauna unidad de los integrantes y elencuentro se hace estético; esto sinos atenemos a lo estético como elgrado de unidad existente entre

alguien y otro, donde el límite es lu-gar de paso, siempre de puertasabiertas, en trasiego permanente.

En la frontera

Aquello a lo que alude la psico-terapia es a la existencia de los indi-viduos. Pero habituados como esta-mos a mirar la realidad escindidaentre acontecimientos materiales einmateriales, físicos y mentales, lapsicoterapia se ve atrapada en labúsqueda de argumentaciones quesustenten su sentido. Emociones,sentimientos, sensaciones, relacio-nes y afectos constituyen objetosdesprovistos de contornos, sin for-ma, no obstante, ¿quién puede du-dar de su condición física o mate-rial? ¿Existe alguien que no los hayavivido? Tal vez no son asibles, ubi-cables, ni nadie pueda decir que hue-lan, tengan texturas, suenen, sepana algo o puedan verse. Su naturalezaes evanescente, volátil, si se quiereatmosférica, y a pesar de ello son laaprehensión más íntima y directa po-sible de la realidad. Están en el otroextremo de una realidad constituidacomo un continuo, en el que las gra-daciones se mueven desde los con-tornos definidos a su ausencia (14).

Con todo, su certeza no es verifi-cable. Y nosotros, los terapeutas, nossumergimos en ese mundo sin for-mas, al que accedemos merced a lasmetáforas, lugares de confluencia deuniversos distintos, como la bruma

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en el horizonte entre la tierra y elcielo, una realidad diluida en la quecomo la sal en el agua se desvanecenlos contornos y los objetos sin formanos acontecen, somos nosotrosmismos.

Por ello el momento terapéutico,sagrado (separado de la cotidianei-dad y su contundencia), plagado deesos objetos sin forma, carentes decontornos definidos, adquiere unhalo de irrealidad, un no saber dón-de se está realmente, porque lo va-poroso de los sentimientos, al igualque el aire, atraviesa y se respira,no se sabe si uno está dentro o fuerade él. De modo que se mueve entrela certeza y la verificabilidad, en laincertidumbre, pues:

Los demás le pueden discutir a uno

cómo se llama lo que siente, pero no

sobre el hecho de qué está sintien-

do; a uno le podrán decir que lo que

siente no es cierto, pero no le pueden

decir que no es cierto lo que siente;

uno puede no estar seguro de qué

es lo que siente, pero de lo que sí

está seguro es de que siente. (14)

Es un momento de frontera, im-presionista, a caballo entre los obje-tos y la luz, donde no es claro el lími-te entre uno y otro. A ese espaciode relación confluyen el espacio físi-co (el que media entre un punto yotro), donde habitan las presenciasy las ausencias de los objetos, éseque consideramos está fuera denosotros y dentro de nosotros, que

ocupamos y nos ocupa, y el espaciovivido y existencial, en el que porta-mos toda nuestra experiencia exis-tencial con los recuerdos y los olvi-dos, con los sentimientos, los afec-tos, la conciencia, todo aquello quecobijamos en lo que consideramoses nuestra interioridad, espacio ha-bitado por las experiencias incorre-gibles que no precisan confirma-ción. Los espacios ambiguos detransición (15), aquellos que acogenla experiencia cultural con todos susmatices, pero sobre todo articulanlo que es yo con lo que no es yo,intermedian entre la interioridad yla exterioridad, y están colonizadospor las voces de otros que aportanelementos para crear significados.

En el espacio terapéutico (en-cuentro, conversación y diálogo),tanto en el límite como en la frontera,concurren múltiples acontecimien-tos, los cuales van diseñando el ma-pa mental de la relación, donde seránarrada la vida y adquirirá signifi-cado y sentido de otra manera, dife-rente. Para comprender la inteligibi-lidad relacional que se propicia espreciso atender la polifonía congre-gada en la banda que separa y une.

De la mente al discurso

Ese misterio con el cual trabaja-mos los psiquiatras, cuya ubicaciónno hemos podido determinar conclaridad, y que denominamos men-te, se ha vuelto tan escurridizo que

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para atraparlo hemos decidido, nose sabe bien por qué, asentarlo ennuestro interior, más o menos cercadel cerebro. Algunos la hacen ab-solutamente dependiente de los en-tresijos fisiológicos, bioquímicos yestructurales del cerebro, otros enel extremo opuesto le han dado uncarácter tan etéreo que parecieramás una entidad fantasmática. Talvez lo más seguro que podemos de-cir con respecto a la mente es sucarácter relacional y lingüístico,todo lo que afirmamos sobre lamente sucede en el lenguaje.

Estamos habituados a pensarque el lenguaje describe un mundoindependiente, debido a una espe-cie de “esencia de vidrio” (16) de laque estaríamos provistos y que refle-ja a través de las palabras el mundo.Este presupuesto representacionalalimenta la convicción de que existeuna manera adecuada de decir lascosas con certeza y una forma másfiel y exacta de acceder a la verdad.Si el lenguaje describe el mundo delas cosas y son los individuos desdesu naturaleza vidriosa y especularlos que expresan palabras, hemos depensar que a través de los individuosse logra un retrato preciso de la rea-lidad. Sus palabras son capaces dereflejar también los mecanismos in-ternos de sus mentes. Como lo ex-presa McNamee desde “esta perspec-tiva nos hemos centrado en los indi-viduos y en sus palabras como unmodo de entender la misteriosa men-te interna y el mundo social” (17).

Sobre la mirada representacio-nal del lenguaje se ha montado eledificio de la ciencia, que esgrime conorgullo la idea de certeza como carac-terística de su saber. Al representar,el lenguaje vierte en las palabras loque hay ahí, y éstas se constituyenen reflejo de un conocimiento quecada individuo posee con mayor omenor precisión sobre la realidad.Éste, a su vez, adquirido merced aciertos métodos pertinentes cuyoorigen se asienta en las virtudes yhabilidades para el uso de la razón,y que finalmente se ubicarán comocomponentes de nuestra interiori-dad. Qué tanta verdad exista en lasrepresentaciones internas depende-rá del cotejo realizado con los crite-rios sociales dominantes.

Desde esta posición, donde lossignificados se articulan en el inte-rior del individuo, el modelo paraintervenir ante cualquier situaciónproblemática o padecimiento actua-rá indagando y explorando al sujetoy elaborará un discurso sobre el pa-decimiento y la patología como unarestricción de expresión individual.El sentido de la carencia, del defecto,del déficit, de la lesión, la tara, la limi-tación, la falla, la afectación se ins-cribe como un aspecto que involucraal individuo en su totalidad comodefectuoso, y amerita que la búsque-da de soluciones sea dentro de él.Todos los afanes reparadores sonorientados hacia el centro mismo delindividuo, para eliminar el déficit yajustarlo a lo que se considera nor-mal por la cultura dominante.

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Pero si en lugar de pensar alindividuo como un átomo, lo pensa-mos como una parte de una red derelaciones, el foco de atención se di-rigirá a los momentos de interac-ción. Este movimiento generará unamayor sensibilidad hacia lo relacio-nal, entonces unas nuevas premisasentran en el proceso: si bien pode-mos crear significados desde noso-tros como individuos, no es menoscierto que no nacemos con ellos,desde nuestro nacimiento somosantenas que captan significados, loscuales recomponemos cada vez quenos involucrarnos con los otros, esdecir, el significado también es so-cial. Aquello que las personas tienendentro de la cabeza, desde la pers-pectiva relacional, se trasforma enun significado entre individuos.

La sensibilidad relacional incor-pora una nueva inteligibilidad de losfenómenos del individuo, pues másallá de los significados particularesatribuidos a la privacidad de su in-terioridad, pretende incursionar enla exploración de la red de relacionesque los individuos construyen ensus intercambios. De tal maneraque, “las palabras toman sus signi-ficados de otras palabras más queen virtud de su carácter representa-tivo, y en el corolario de que los vo-cabularios adquieren sus privilegiosde los hombres que los usan másque de su transparencia a lo real”(16). La unicidad del significadopuede conceptualizarse como ads-crito a las experiencias y atribucio-

nes de un individuo o, bien, comoel punto de confluencia y encuentrode diversas y múltiples comuni-dades discursivas (18) en las quediscurre el mundo relacional delindividuo.

Lejos de cuestionar al individuocomo fuente de significados, nuestraatención apunta hacia el interés porel momento relacional y su contexto,hacia cómo las conversaciones ha-cen viables y sostenibles ciertas rea-lidades en algunos momentos y noen otros. Realidades alimentadas porlos significados particulares y por elmomento conversacional presente(que convoca relaciones de contun-dencia real y otras imaginadas), locual hace que el significado surja co-mo una emergencia actual y local(aquí y ahora) y como suplementode lo que las personas hacen juntasy en conjunto.

Desde esta perspectiva, el signi-ficado de inteligibilidad relacional esuna acción conjunta que no estádentro de la cabeza, tiene su asientoen un sentido de lo común (18). Estoúltimo se constituye, así, en el lugardonde acontecen los diálogos trans-formativos, la frontera entre los bor-des en los que “en momentos deconflicto, en vez de moverse directa-mente hacia la indagación acerca delos significados que atribuyen losparticipantes a ciertas acciones, po-demos indagar abiertamente en lasredes relacionales más amplias quedan significación a las acciones en

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curso” (17). Podemos pensar de estemodo que el proceso terapéutico sedesarrolla como una trasformacióndiscursiva generada en el intercam-bio lingüístico (19) y que hace hinca-pié en las narraciones con sushistorias, como fundamentales parala construcción del self y su mundo.

La narración es una forma dediscurso que favorece la gestaciónde significados conjuntos, pues, alfin y al cabo, el lenguaje (se incluyelo digital y lo analógico), que es emi-nentemente un fenómeno relacio-nal, no es posible hacerlo solo. Porlo tanto, la tendencia a pensar queel significado está en la mente deun individuo se necesita compren-der también como algo que emergepermanentemente en el desarrollodel proceso relacional (20).

No existe en ello una intenciónde sustituir al individuo por la rela-ción, sólo se quiere recalcar lo rela-cional, para ampliar las alternativasde entendimiento, sin dejar de ladola exploración del self, éste quedamutilado si no se comprenden susrelaciones.

Nuestra voz irá contigo

Nunca estamos solos, desdeque nacemos las miradas y las vo-ces de otros nos acompañan, y apartir de ese instante llevamos connosotros a los demás. Ellos contri-buyen a nuestra constitución, al

diseño de lo que fuimos, somos yseremos, porque no podemos eludirnuestra identidad parcial con ellos.Estamos sumergidos en relaciones,como lo puede estar un pez en elagua, y somos depósito de partesde otros, somos mezcla. Cada perso-na es trasunto, decantación, destila-ción y compendio de otros, dondeencuentran un espacio de resonan-cia, donde muchos hablan a travésde nosotros, incluso sin saberlo, sinser conscientes de ello.

Cuando hablamos y escucha-mos, siempre es con otro, por lo tan-to, no podemos plantear comoautónoma la acción de una perso-na. Lo que hace y dice está siempreconectado con aquellos a quienes sedirige y a quienes a él se dirigen.Cuando otro nos habla, quedamosatrapados en su elocución de mane-ra inevitable, nuestra actitud puedeser de atenderlo, evitarlo, tratarlocon indiferencia, un sin fin de posi-bilidades, pero siempre esas accio-nes serán una respuesta al otro, ala contextualización que hizo con sucomunicación.

Pero en el otro no sólo hablaaquel cuya presencia percibimos,aunque sea un punto de confluenciade múltiples relaciones transgene-racionales y actuales. Hemos de pre-guntamos de quién o de quiénes senutre su discurso, qué relaciones lohan alimentado. Es una o son variaslas personas que hablan a través desu voz, a quiénes corresponden los

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silencios; quién padece, llora, odia,sufre. La voz escuchada, a cuálesapaga, cuáles son las que nuncahan podido emerger, un sin fin deposibilidades. Hay un multivocali-dad en cada ser humano, una poli-fonía con frecuencia omitida en lavida cotidiana y en cuya multiplici-dad, muchas veces constreñida,existe un mundo de posibilidadesinexploradas para los individuos. Lapsicoterapia puede facilitar la expre-sión de la voz a estos otros que noshabitan y podrían ayudarnos a com-prender situaciones conflictivas queproblematizan nuestras vidas.

Karl Tomm (21), por ejemplo,habla de la conversación con el otrointeriorizado, y se refiere con ello alas conversaciones que se puedenmantener con aquél o aquéllos conquienes existe una situación conflic-tiva en la que la persona se hallaatrapada. Las situaciones conflicti-vas y problemáticas tienen un deter-minado libreto con sus respectivosactores y no es fácil salir de ello, porcuanto todo parece estar articuladopara persistir. En la conversacióncon el otro interiorizado se pretendeexplorar las voces que habitan alindividuo, traerlas a la conversaciónterapéutica para que así puedanaportar las inteligibilidades silencia-das del problema. Hay voces predo-minantes, otras secundarias, convi-dados de piedra, voces sometidas,asustadas, tímidas, otras que danvalor, que al invitarse serán explici-tadas, presentes en la conversación.

Esto se lleva a cabo medianteun artificio por el cual la personaes invitada a conversar para quepreste su voz al otro no presente enla sesión, pero sí en su vida y expe-riencia del problema. El terapeutano pregunta al paciente, sino al otroque habla a través del paciente, yque de una u otra manera estáinvolucrado activa o pasivamente enel problema. Pero no sólo es posiblela conversación con los involucra-dos, también puede ser con otrosausentes, un amigo, el abuelo muer-to que siempre reconoció las virtu-des, aquel colega siempre crítico, elhermano recursivo y creativo, aquelque lo admira, el que lo respeta, unalarga lista de posibilidades.

Esta conversación con el otrointeriorizado ayuda a dar voz a otrasinteligibilidades, pues permite acce-der a la propia multiplicidad comouna herramienta muy útil (nada tie-ne que ver esto con la disociación yla escisión de la personalidad múl-tiple) y el individuo tiene el accesode libre entrada y salida a diferentesidentidades que le aportan distintasperspectivas y formas de acción enel espacio-frontera de la terapia.Esto tiene un sentido práctico y estácontextualizado relacionalmente encada momento de la coyuntura tera-péutica. Así, las voces conformaránuna red relacional amplia de la cualemergerán nuevas y diversas inte-ligibilidades.

Como complemento, MonyElkaim (22) propone que el terapeu-

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ta también escuche sus propias vo-ces interiores de respuesta cuandoconversa con el consultante. Estopuede proveerlo de diferentes posi-bilidades de conversación, al poneren acción toda la red de identidadesque lo acompañan. Permite al tera-peuta incluir en el espacio terapéu-tico diferentes voces que con fre-cuencia son invitadas por lospacientes, un padre, un enemigo,un consolador, un consejero, al-guien con quien pelear, como suti-les formas de cambiar o perpetuaruna determinada inteligibilidad delproblema, que comprometen sutil-mente al terapeuta en respuestasque abren nuevas opciones o con-solidan los patrones relacionalessobre los que se sustenta el proble-ma. Por ello es necesario que el te-rapeuta se abstenga de reaccionaren la manera en que se lo invita y aveces provoca a responder, parapasar a explorar otras voces con po-sibilidades diferentes de inteligibi-lidad. Si el paciente me invita a serla voz de un padre punitivo o perse-guidor, habrá la opción de rescatarotras voces que no confirmen lasituación problemática.

Todo esto tiene sentido, porcuanto la construcción de un sí mis-mo necesita de otro. En la fronteradel self y del otro el poder generativode la voz se hace presente, ahí dondesiempre la voz de uno es inconclu-sa, y ansía y espera la respuesta delotro, para dibujar un espacio dialó-gico en el que se crea constantemen-

te un trasiego de identidades habi-tadas por los otros. Siendo, comosomos, depositarios de aspectos yrepertorios de otras personas, éstosnos acompañan en nuestro tránsitopor la vida. Cada uno de nuestrosactos, que denominamos autóno-mos, además de la impronta perso-nal, lleva la de una legión de otros.

Cuando hacemos preguntas co-mo ¿cuál es la voz que me habla eneste momento? ¿Cuáles son las quepermanecen en silencio? ¿Qué haceque ésta sea una voz poderosa y concapacidad de movilizar a la acción?¿De quién es el sufrimiento que co-munica esta otra voz?, nos acerca-mos al otro de una manera diferen-te. Indagando por las voces de losotros, en el consultante y por laspropias, las sacamos del ostracismodel ‘adentro’ y las traemos al espa-cio del límite, a la frontera compar-tida. Entonces el discurrir de la con-versación, con frecuencia estable-cido, se flexibiliza y permite la incor-poración de nuevas dimensiones enel espacio terapéutico. Un ejemploes la literatura, pues cualquier obraliteraria —sea novela, teatro o poe-sía— es un espacio de frontera dedonde emergen desde lo entrañabledel autor múltiples voces para ar-mar una gran polifonía que narra,y al hacerlo crea significado y senti-do. Algunos autores, como Penn yFrankfurt (23), utilizan el recursode la escritura como parte del proce-so terapéutico. Por medio de ésta,en los relatos construidos y de las

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diferentes lecturas que se puedenpropiciar es posible incorporar a laconversación diferentes voces. Es-cribir cartas a determinadas perso-nas, libretos donde participan y tie-nen voz otras, así no lleguen nuncaa su destinatario, permite introducirnuevas conversaciones que expan-den el espectro relacional involu-crado en los problemas.

Por otra parte, incorporar a laconversación la indagación sobre lasdelegaciones familiares (24) tambiénpermite traer las voces de los padresy ancestros que hablan a través delos padecimientos de una persona,como misiones encomendadas táci-ta o inconscientemente. Existen re-cursos técnicos que facilitan lainclusión de las voces que nosacompañan, el juego de roles, la es-cultura familiar o la silla vacía querepresenta al ausente.

Qué hacemos juntos

Si partimos de la idea del signi-ficado como un acontecimientoconstruido en conjunto, las accio-nes en las que estamos involucradosestán ligadas a otros y su inteligibi-lidad está conectada a esos otroscon quienes nos relacionamos. Másallá de los ciclos circulares de accióny reacción, lo que hacemos juntoshace hincapié en la dependencia denuestras acciones y los significados,como producto de relaciones. El in-terés está puesto en cómo se gesta,

consolida, sostiene o desechan lossignificados y los sentidos en lasrelaciones.

Los hechos y las acciones en símismas carecen de significado, peroen el contexto de una relación ad-quieren atribuciones de los indivi-duos involucrados, puesto que lasacciones de cualquier persona nun-ca son independientes, logran inteli-gibilidad merced a los otros. Con es-tas premisas en el proceso terapéu-tico es posible dirigir la mirada ha-cia las matrices relacionales conjun-tas, hacia los patrones de mutuadependencia entre los individuos yhacia la manera como se construyenconjuntamente a sí mismos y el uni-verso que habitan. Por ello desde estaperspectiva dejan de ser predomi-nantes las preguntas sobre por quéacontece tal o cual hecho, por quéyo actúo así, por qué el otro actúade aquella forma, para centrarnos encómo nosotros organizamos un es-cenario, libreto, repartición de rolesy significados exclusivos que propi-cian los comportamientos y las ac-ciones que nos involucran.

Desde la perspectiva sistémica,existen planteamientos terapéuticosque utilizan estas premisas en suejercicio. El Grupo de Milán (25) tra-bajó desde sus inicios haciendo hin-capié en el lenguaje relacional, as-pecto que se incorporó a la terapiaen la forma de hacer preguntas. Laspreguntas circulares desarrolladaspor el estilo de Milán orientan la

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conversación terapéutica a que losinvolucrados en el diálogo se inda-guen sobre cómo actúan en conjun-to para generar sus identidades. Enconsecuencia, el intercambio entrelos partícipes de las relaciones ge-nera subsecuentemente las creen-cias de los individuos. Las ideas, lascreencias, los prejuicios y los valo-res que tiñen las narrativas indivi-duales son descripciones de sumundo relacional, el decantado deun proceso relacional permanente,que habla de las situaciones conflic-tivas como un fenómeno conjuntoemergente de las relaciones mutuas.Habría en este enfoque una comple-mentariedad en las respectivas ac-ciones que llevaría hacia el surgi-miento de lo patológico o disfuncio-nal, así como hacia lo creativo. Unaespecie de juego de complementarie-dades que daría sentido y cierta ló-gica a los padecimientos, aspectoutilizado sobre todo en sus interven-ciones terapéuticas conocidas como‘connotación positiva’.

En esta misma línea de pensa-miento, Pearce y Cronen (26) hablande la lógica de la interacción, es de-cir, las circunstancias conflictivaso de disgusto pueden ser reconoci-das como acontecimientos que tie-nen una coherencia lógica en elmarco de las relaciones en que apa-recen. Estamos habituados a con-siderar los padecimientos comoeventos irracionales, sin una lógicaposible, adscritos al espacio indivi-dual. Sin embargo, las relaciones y

las acciones conectadas de los indi-viduos generan un tejido, un espe-so embrollo que los envuelve y quearticula las acciones de forma com-plementaria en un encuadre másamplio, un escenario relacional. Losactos y pensamientos de los indivi-duos, deseables o indeseables, es-tán vinculados a discursos másabarcadores sobre la identidad, lacultura y los patrones derivados. Demodo tal que los padecimientos sonuna de las maneras en que las dife-rentes narrativas relacionales de lospartícipes confluyen, para construiren conjunto el patrón disfuncionalo desagradable como un efecto co-lateral del intercambio social.

Es posible comprender de quémanera las conductas de unos yotros suscitan y despiertan respues-tas particulares en los demás. Mirarde este modo los eventos obliga areflexionar sobre lo que nos sucede,con una mayor responsabilidadrelacional, en la medida en que quie-nes participan en una situaciónpueden sobrepasar la mirada queresponsabiliza a los individuos, paracentrarla en la construcción conjun-ta de los acontecimientos. Entonceslos discursos pasan de hablar de laresponsabilidad de uno u otro, paraceder espacio a la presencia de unaresponsabilidad que alude a ‘noso-tros’, a lo que nosotros hacemos.

Shotter (27) propone la expre-sión acción conjunta para denomi-nar la forma como nosotros crea-

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mos significados. Éstos son una res-ponsabilidad compartida, y desdeesta perspectiva se hace más difi-cultoso mantenerse en la precarie-dad que supone buscar sólo las mo-tivaciones y responsabilidades indi-viduales. Las narrativas personalesresultan pobres frente a las másgenerosas, en las que las descrip-ciones se dan en términos relacio-nales. Todo esto no implica lanzaral abandono o al demérito las vocesindividuales, simplemente pretendeampliar las posibilidades de com-presión y de acción sobre los pade-cimientos.

Qué hacemos desde un grupo

“Somos seres autónomos” esuna afirmación de perogrullo quepuede resultar inoficiosa; no obs-tante, siempre somos integrantes dediferentes grupos: la familia, elcolegio, la empresa y todos aquelloscolectivos de los cuales participa-mos como miembros, así sea de unamanera pasiva. Hablamos comoindividuos con frecuencia, “el psi-quiatra X dice...”; no sin menos asi-duidad nos expresamos como partede una asociación, “la Sociedad dePsiquiatría dice...”. Los discursos ylas acciones de las personas puedenser expresiones de grupos o agre-gados más amplios. Los conflictosentre personas muchas vecesdescriben más, las dificultadesentre los grupos de los que partici-pan, que de ellos mismos. Esto abre

un entendimiento sobre los indivi-duos con frecuencia obviado, el quealude a sus acciones ligadas a lasinstituciones o colectivos de los quehacen parte.

De nuevo, la mirada se desplazade la responsabilidad individual ha-cia el grupo, hacia la coherencia quelos actos de un individuo adquierencomprendidos en el marco relacio-nal de un colectivo. Lo dicho, hecho,sentido o pensado por una personaes preciso entenderlo como la ma-nifestación de un grupo abarcador.Esta visión permite nuevas conver-saciones sobre los acontecimientosen los que se hallan las personasinvolucrados: un delito, por ejem-plo, puede ser entendido como de-rivado de la lucha de clases, comoun comportamiento marginal quizá,como el desecho del abuso de undeterminado estrato social, o la iradescontrolada de un padre, como lapresión y frustración acumulada enla empresa.

En las relaciones interpersona-les está siempre presente un trasu-dado de las relaciones entre gruposdiferentes. Ello nos compele a mirarnuestras comprensiones de los de-más y sus actos, en los límites delos grupos más amplios que nosacogen y frecuentemente nos cons-tituyen. Un acto antisocial o psico-pático, como una agresión para ro-bar, podrá entenderse diferente, de-pendiendo de la pertenencia a unou otro estrato social. Desde la clase

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dominante es un delito, desde elmás bajo estrato social quizá sea unacto de valentía y amor hacia loshijos hambrientos, una expresiónheroica de sobrevivencia frente ainstituciones que no proveen deoportunidades. No quiere esto decirque se sustituya la responsabilidadindividual por una colectiva, simple-mente aboga por incluir en la com-prensión de los fenómenos de pade-cimiento el componente de la res-ponsabilidad relacional inherente aellos, dado que somos seres socia-les. Las culpabilidades individualeshan de ser matizadas por las socia-les, porque éstas siempre están gra-vitando sobre el individuo.

Penn y Frankfurt (23), con latécnica diseñada por ellos, intentanatraer hacia el espacio terapéuticoa otras personas y a grupos ausen-tes. Mediante la invitación a escribira otros y para otros, los consultan-tes pueden redactar cartas, diarioso cualquier otro escrito, que con fre-cuencia no tienen por qué llegar alos destinatarios, que incluso no for-man parte de su contexto vital cer-cano, pero que sí están en su tras-fondo relacional. Esto genera de porsí una ampliación del entramadorelacional de la persona y posibilitanuevas formas de conversar yactuar.

Si un individuo con un proble-ma de pareja hiciera el ejercicio deimaginar estar escribiendo a su fa-milia sobre sus conflictos y, simul-

táneamente, pudiera escribir tam-bién cómo podría ser la actitud desu familia, el tipo de reacciones,comportamientos, pensamientos yopiniones generadas en ellos, quizápueda ver cierto isomorfismo en sucomportamiento, al tiempo que cier-tas diferencias o demás aspectosnunca antes tenidos en cuenta. Esposible que de igual forma pudieraver cierta conexión y coherencia en-tre su forma de vivir la relación depareja y la del grupo de su origen.Lo que se favorece con ello es au-mentar las posibilidades de explo-ración en la frontera, de las respon-sabilidades relacionales en las queel consultante se halla involucrado,al conectar los padecimientos con-cretos con una trama más extendidade relaciones con significación queinvolucra a otras personas.

Asimismo, la exploración de lapresencia de los grupos en la com-prensión de los padecimientos puedetransitar por el territorio de las leal-tades invisibles (28), cuyas influen-cias ínter y transgeneracionalesalcanzan al individuo. La conversa-ción terapéutica puede invitar a lafrontera a todos a quienes puedenestar exigiendo encargos, misioneso lealtades y que aun estando au-sentes (también muertos) participanen el libreto actuado en la vida delconsultante y del terapeuta, paracomprender cómo se articulan consus padecimientos. Esto permite ex-plorar los valores, los prejuicios, lasconcepciones de los grupos ausentes

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y su conexión con los fenómenos ac-tuales.

Conectado con lo anterior, espreciso tener en cuenta el conceptodel equipo reflexivo (29), pues pormedio de éste se hace más evidenteel territorio de frontera en el que semueve la terapia. A un equipo tera-péutico se le solicita que observe elproceso de una terapia de familia;después de un lapso, en algún mo-mento, se les pedirá que relaten loque observaron y reflexionen sobreello, mientras la familia y el terapeu-ta los escuchan y observan. Luegose invita a la familia consultante aque reflexione sobre lo que oyó. Esteejercicio de invitaciones mutuas aconversar de forma directa, segúnAndersen, permite y facilita el pasode una posición de escucha haciauna posición de reflexión continuadurante toda la sesión. Tiene el valorde posibilitar el aporte a la conver-sación terapéutica de voces y enten-dimientos que de otra maneraestarían ausentes.

Se aumenta así la cantidad deperspectivas sobre los padecimien-tos y la comprensión del talanteconstruido de las realidades vividas.La alternancia de escucha y refle-xión en el transcurso de la sesiónpropicia conversaciones generado-ras de nuevas comprensiones, pues-to que concede a cada grupo laoportunidad de ser escuchado den-tro del grupo en el cual su posicióntiene sentido, y a su vez genera una

actitud de mayor flexibilidad y apre-cio hacia las lógicas en que se basanlas posiciones diferentes que repre-sentan una nueva alternativa.

Las posiciones alternativas ge-neran dificultades, por cuanto nopueden ser comprendidas en lospropios términos, por lo generalcuando las escuchamos las inter-pretamos en los términos que tene-mos disponibles, los cuales resultaninsuficientes. Poder traer al espacioterapéutico esas voces alternativas,representadas por grupos diferentesa los de nuestra pertenencia, gene-ra la posibilidad también de moverla conversación terapéutica en ladimensión personal y la dimensiónsocial. Al fin y al cabo la salud y lasobrevivencia también están atra-vesados por las redes sociales (19)que nos acogen y aquellas que nosrechazan o no comprendemos.

En el sistema

La idea de la individualidad,unida a la de autonomía, ha prevale-cido en los últimos siglos como elcentro de las comprensiones sobrelos seres humanos. Sin embargo, apesar de que nadie puede negar estefenómeno (tenemos un cuerpo, unoslímites físicos claros y contunden-tes), no es menos cierto que el uni-verso está organizado de unidadesentre las que nos contamos, en apa-riencia aisladas y al tiempo plagadode relaciones entre todas ellas. La

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aparente autonomía es una sutil fa-lacia, estamos sumergidos en rela-ciones. Formamos parte de siste-mas, grupos de unidades relaciona-das entre sí que conforman un todo,que a su vez es una unidad relacio-nada con otros todos, en una cade-na sin fin.

Desde esta perspectiva sistémi-ca, la conexión gravita sobre losindividuos. Los acontecimientos quenos involucran no están carentes denuestros aportes. Por lo tanto, lacomprensión de los padecimientos,conflictos o situaciones arduas pasapor el entendimiento de nuestraparticipación personal de algunamanera en el sistema. Nuestros pro-blemas son también de los otros ylos de éstos de nosotros, y con ellose pretende mostrar la trascenden-cia de las relaciones en una situa-ción, dado que una unidad o partepuede interactuar con cualquierotra. Desde esta perspectiva, lacomprensión y el entendimiento deun acontecimiento o fenómeno ad-quiere un sin fin de posibilidades,al fin y al cabo en un acontecimientose conectan toda una serie de par-ticipantes directamente y otros indi-rectamente. Los padecimientos deun individuo involucran y afectan aredes más amplias de relaciones, si-tuación que sucede de manera tam-bién inversa:

Resonando con la propuesta de

Gregory Bateson de que las fronte-

ras del individuo no están limitadas

por su piel sino que incluyen a todo

aquello con lo que el sujeto interac-

túa —familia, entorno físico, etc.—

podemos agregar que las fronteras

del sistema significativo del indivi-

duo no se limitan a la familia

nuclear o extensa, sino que inclu-

yen a todo el conjunto de vínculos

interpersonales del sujeto: familia,

amigos, relaciones de trabajo, de

estudio, de inserción comunitaria

y de prácticas sociales. (19)

El grado de complejidad de lasposibilidades de comprensión de unacontecimiento está ligado a las co-nexiones inherentes al sistema rela-cional involucrado. Desde cada unode los partícipes directos e indirec-tos habrá versiones del aconteci-miento, todas ellas válidas y con unsentido determinado. Por ello se am-plía la participación de personas ‘ig-norantes’ en la comprensión de lospadecimientos de aquellas que noson profesionales autorizados conel conocimiento para ‘saber’ lo quees ‘normal’, cómo indagar, qué pen-sar, cómo reunir la información (30)y decidir qué se define y hace o quéno se hace.

Todas las personas con algúnconocimiento del problema (pacien-tes, familia o interesados) tienen po-sibilidad de ser incluidas con susvoces en la conversación terapéuti-ca. En el diálogo polifónico cada cualvierte su verdad sobre los padeci-mientos y contribuye con igual valora la comprensión. No es esencial el

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hallazgo de verdades fundamentalesa las que es necesario llegar pararesolver una situación, se hace hin-capié en la conversación terapéuticacomo el lugar donde las personashacen cosas juntas, donde las dife-rentes voces generan un diálogoabierto. Esto es, no se plantea unalínea de demarcación entre el equipoterapéutico y los demás, sino quetodos los involucrados expertos y noexpertos están en los bordes de eseespacio de frontera, participando dela discusión sobre el diagnóstico yel tratamiento.

Para Seikkula y su grupo (30),todos los involucrados se encuen-tran en ese territorio de frontera, su-mergidos en un proceso recíproco-coevolutivo, y ello permite una granflexibilidad y versatilidad al equipoterapéutico, con una consecuenciaimportante, el conjunto de los in-volucrados participa en la determi-nación y en el diseño del tratamientocomo acción conjunta.

Este operar en los bordes, en lafrontera, como un gran encuentropolifónico, rescata la conversaciónterapéutica de las manos de los ex-pertos (sin que ello quiera decir quese prescinda, se demerite o se de-seche su participación), para exten-derla a otros que aportan recursospotenciales a la solución. Esto reubi-ca la concepción misma del pade-cimiento (sea una psicosis o cual-quier otra patología), al presentarlono como una característica particu-

lar del paciente, sino como una másde las voces presentes en el momentode la conversación, la cual se acercamás a lo que es un diálogo humanoin vivo y se distancia del carácter invitro que la institucionalización leconfiere con frecuencia.

La conversación de las múlti-ples voces pretende incrementar losrecursos disponibles, por un lado,y el espíritu del diálogo entabladove a través de las nuevas voces in-corporadas el significado como unaemergencia de una comunidad rela-cional de personas, más extenso quecomo particularidad generada des-de un individuo, por otro. Este estilode diálogo abierto, diseñado porSeikkula y colaboradores (30),orientado a ampliar las redes rela-cionales en la comunidad, facilitanuevos y mayores recursos a quie-nes padecen (pacientes y otros rela-cionados) para ayudar y ayudarse.Según lo plantean los autores, lasvoces nuevas e incluso más lejanas(aparentemente desinteresados o norelacionados) al ámbito conversacio-nal terapéutico incrementan las po-tencialidades relacionales que ayu-darán a superar la dominación y,por qué no, la opresión de los monó-logos coherentes que definen lasacciones e impiden con su tiraníaotras versiones. Por ello la idea deincluir sistemas más amplios en laconversación terapéutica compren-de el tratamiento de una persona,pareja o familia, sin separarlos delas conexiones del clima político,

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económico, social, cultural domi-nante en la comunidad, región opaís, es decir, incluyendo la ecologíaexistencial donde están engarzadas.

En este sentido, Pearce (31)habla de una serie de fuerzas queactúa en las personas y que ayudaa comprender las conexiones e in-fluencias en las que se hallan su-mergidas las personas. Las fuerzascontextuales que provienen del en-torno, las fuerzas prefigurativas queirrumpen en el presente provenien-tes del pasado, las fuerzas reflexivase implicativas que emergen desdenosotros mismos y las fuerzas prác-ticas que nos impulsan hacia el fu-turo que anhelamos sintetizan todasellas, en buena medida, nuestraecología existencial y, sin duda, es-tán presentes en la organización delos padecimientos en los que pode-mos hallarnos inmersos. Se intro-duce, de este modo, un lugar en laconversación para comprender loseventos conectados a las circuns-tancias, la coyuntura y el trasfondode nuestras acciones (32), las cualesadquieren unas mayores posibilida-des de inteligibilidad al mirarlas encontacto relacional con el universoecológico del individuo.

En los bordes de la conversación

En el lugar de frontera de la con-versación no interesa tanto buscarla esencia, la conmensurabilidad, laverdad, ni quién o quiénes tienen la

responsabilidad de un fenómeno de-terminado, se trata de un territorioevanescente, donde cada cual incor-pora al diálogo un discurso alterna-tivo a cada instante, una nueva for-ma de “moverse en la conversacióny más allá de ésta” (5). Importa eldiscurso, discurrir con el otro y su-mergirse en el proceso de explora-ción de aquello que es inconmen-surable y, por lo tanto, de versar con,mantener un diálogo sin la preocu-pación obsesiva de la verdad.

Lo interesante es el flujo, la con-tingencia, “una forma de concebirla sabiduría como algo que no seama igual que se ama un argumen-to, y cuya consecución no consisteen encontrar el vocabulario correctopara representar la esencia, es pen-sar en ella como la sabiduría prác-tica necesaria para participar enuna conversación” (16). En el diálo-go entablado, más allá de la dimen-sión representacional del lenguajey el reflejo del mundo que provee, alos partícipes los involucra una di-mensión retórico-respondiente,puesto que, “fundamentalmente yprimariamente, hablamos en res-puesta a quienes nos rodean” (18).Son los hablantes quienes reflejanel mundo al construir conversacio-nes, por ello cierta sensibilidad porla inteligibilidad relacional favorecela ampliación y la expansión de lacomprensión en los dominios deldiscurso, para acceder a las actua-ciones relacionales, fuente de lasrealidades que vivimos.

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En la frontera entre yo y el otro,los límites se hacen conversación, eldiálogo en los bordes se constituyeen zona de intermediación, por lotanto, de incertidumbre. No haynada seguro, ni cierto, es el lugar delas regiones marginales e inexplica-bles, donde “comenzamos a dejar deconcebir la realidad en la que vivi-mos como si fuera homogénea, lamisma en todas partes y para todos”(18). Emerge así, la heterogeneidad,se diluyen los discursos dominantesy cada enunciado exige su suple-mentación por el otro. Así se rege-nera el mundo de los significadosparticulares y privados y es posiblecocrear nuevas mitologías y símbo-los a través del sentido de lo común.El sensus comunis, como creaciónconjunta de aquellos que mantienenrelaciones, “no se basa en ningúnelemento preestablecido en los hom-bres o en sus circunstancias, sinoen identidades de entendimiento so-cialmente compartido que aquelloscrean en el curso de la actividad quedesarrollan en común” (18).

En la frontera conversacional,los dialogantes se incorporan a unlugar común, generan unos tópicossensitivos (lugares sensitivos), esdecir, momentos donde lejos de pre-supuestos conceptuales, lo que segenera inicialmente son sentimien-tos compartidos en una situacióncompartida, sentimientos comunescuya elucidación no tiene en princi-pio palabras claras y contundentesque los delimiten, sino que se con-

tienen —en palabras de frontera—metáforas (meta-foros, cambio delugar), donde se transfiere el senti-miento común al lenguaje.

Las metáforas, palabras sin lí-mites claros, evanescentes, a caba-llo entre el mundo y los sentidos,son un lugar de condensación, evo-cadoras de múltiples posibilidadesde interpretación en principio, peroque en el diálogo adquieren sentidopara el momento. Cuando dos per-sonas observan algo que ningunade ellas ha visto con anterioridad,experimentan sensaciones, emocio-nes y quizá sentimientos personalescuya naturaleza individual no impi-de que al ser experimentados enpresencia de otros y con otros tam-bién haya una vivencia experimen-tada en común. Esto sentido encomún no tiene todavía una dimen-sión lingüística, como la experienciade un trueno o un rayo para unhombre prehistórico, que ante lassensaciones generadas en conjuntocon los otros comienza a contenerlasen palabras mágicas que acogen lasexperiencias, lo sentido por él y losdemás, es decir, en común. En ex-presiones como Thor o Jehová estehombre encuentra un lugar de con-fluencia para lo sentido en común.Son los lugares fundacionales, mo-mentos bomba (33), que eclosionancomo primeros organizadores de loque llamamos la etnia terapéutica,en la cual conversar se regeneracomo un arte humano básico (34),para coconstruir universos compar-tidos del encuentro relacional.

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En la conversación, la metáforase origina como un punto de anclajeque no se refiere a una visión encomún, sino a un sentimiento en co-mún, a una forma de “dar o prestaruna significación compartida a sen-timientos compartidos en una situa-ción ya compartida” (27), porque elmundo de nuestras conviccionesestá en gran medida determinadopor sensaciones y no proposiciones,por metáforas y no enunciados (16),lo cual nos conecta y retrotrae almomento de la ensoñación del bebéen sus primeros momentos de rela-ción con la madre, y que Bion pro-pone como el primer paso hacia laconstrucción de la función de pen-sar, con otro presente o ausente,pero siempre con otro. Se trata de lairrupción de lo imaginario, de aque-llo que aún no es imagen.

En la conversación, tal y comola entendemos en terapia, emergela mente, una dimensión más co-nectada con la inteligibilidad de loexperimentado que con lo imagina-do. En ella, lo imaginario se apro-pia de los contenidos conversacio-nales, abarca lo que aún no es en-teramente real, pero tampoco es ple-namente ficticio. Por ello se hace ne-cesaria una inteligibilidad relacio-nal, puesto que lo imaginario surgecomo un producto informe de laconversación y como tal es incom-pleto, fuera de lo normal, nuevo.

En la brecha que hay entre losdialogantes, con el tiempo y espa-

cio cotidiano suspendidos, lo ima-ginario no puede ubicarse en eltiempo y el espacio (fuera del espa-cio y tiempos terapéuticos), porquesus dimensiones son experimenta-das y no imaginadas, sin embargo,tiene atributos que lo acercan a larealidad (sin serlo), vivida en la con-versación. Lo imaginario es esbozo,carece de concreción, es virtual ysus dimensiones, al ser experimen-tadas, no tienen contornos o formascontundentes. Al contrario que laimagen y lo imaginado, de límites yformas concretas, lo imaginario sesiente en la experiencia con el otro.Es algo común, sentido en común;por ello opera como sonda que des-de la realidad terapéutica se proyec-ta en la cotidianeidad de los hablan-tes, y hace posible la introducciónde nuevos discursos en sus vidas,que operarán como nuevos trasfon-dos para la acción. Lo imaginario,sentido común:

Es común pero no es general, pues

consiste en un conjunto de intelec-

ciones que permanece incompleto

mientras no se añada al menos un

nuevo acto de intelección acerca de

la situación presente; y una vez que

la situación desaparece, la intelec-

ción añadida ya no es pertinente,

por lo cual el sentido común vuelve

de inmediato a su estado incom-

pleto normal. (35)

No es algo científicamente obje-tivo, escapa de ese corsé de la cien-cia, es incompleto, sin contornos de

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forma concreta, modelado en el vai-vén conversacional, sin dimensio-nes imaginadas, experimentado encomún; por ello, entre lo real y loficticio no se atiene a formulacionesde orden lógico, sino que argumentaa partir de analogías que desafíanla lógica e incluso la coherencia. Im-porta ir más allá de los límites de laverdad, de la certeza y de la seguri-dad de haber encontrado algo a quéatribuir las responsabilidades de lospadecimientos; así como importaacceder a una inteligibilidad quesostenga las múltiples voces queparticipan en los sufrimientos, enconversación.

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Recibido para publicación: 3 de noviembre de 2004Aceptado para publicación: 29 de enero de 2005

CorrespondenciaJosé Antonio Garciandía Imaz

Departamento de Psiquiatría y Salud Mental,Pontificia Universidad Javeriana

Carrera 7 Nº 40-62Correo electrónico: [email protected]

34. Garciandía Imaz JA, Samper J. La con-versación terapéutica y la construcciónde una etnia. Revista Colombiana dePsiquiatría. 2004;33(1):21-44.

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