Av. Hidalgo 935, Colonia Centro, C.P. 44100, Guadalajara, Jalisco, México [email protected] - Tel. 31 34 22 77 ext. 11959 UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA COORDINACIÓN GENERAL ACADÉMICA Coordinación de Bibliotecas Biblioteca Digital La presente tesis es publicada a texto completo en virtud de que el autor ha dado su autorización por escrito para la incorporación del documento a la Biblioteca Digital y al Repositorio Institucional de la Universidad de Guadalajara, esto sin sufrir menoscabo sobre sus derechos como autor de la obra y los usos que posteriormente quiera darle a la misma.
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Av. Hidalgo 935, Colonia Centro, C.P. 44100, Guadalajara, Jalisco, México [email protected] - Tel. 31 34 22 77 ext. 11959
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA COORDINACIÓN GENERAL ACADÉMICA Coordinación de Bibliotecas Biblioteca Digital
La presente tesis es publicada a texto completo en virtud de que el autor
ha dado su autorización por escrito para la incorporación del documento a la Biblioteca Digital y al Repositorio Institucional de la Universidad de Guadalajara, esto sin sufrir menoscabo sobre sus derechos como autor de la obra y los usos que posteriormente quiera darle a la misma.
1
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades
División de Estudios de la Cultura
Departamento de Estudios en Lenguas Indígenas
Maestría en Lingüística Aplicada
Análisis y descripción lingüística del fenómeno del albur mexicano
Tesis que para obtener el grado de Maestro en Lingüística Aplicada
Presenta
Armando González Rivas
Director: Dr. Raúl Enrique Rodríguez Monsiváis
Asesor: Dr. José Luis Iturríoz Leza
Lector: Dr. Luis Miguel Sánchez Loyo
Guadalajara, Jalisco, enero de 2020
2
Agradecimientos
A mi director de tesis, el Dr. Raúl Enrique Rodríguez Monsiváis, por su paciencia,
orientación e interés en esta investigación. Sin su apoyo, no habría sido posible este trabajo.
A mi asesor, el Dr. José Luis Iturríoz Leza, a quien debo las brillantes aportaciones que
ayudaron a encausar esta investigación. Su experiencia y total apertura a todo tema
lingüístico son invaluables.
A mi lector, el Dr. Luis Miguel Sánchez Loyo, por sus observaciones y por la genuina
preocupación hacia sus alumnos durante la maestría.
A todo el cuerpo docente y administrativo que integra el DELI de la Universidad de
Guadalajara, por darme la oportunidad de ser parte de su alumnado, por su profesionalismo,
por compartir sus conocimientos y ahora por su amistad.
A las autoridades y personal administrativo de la Central de Abasto de la Ciudad de México,
por su apoyo y facilidades otorgadas para esta investigación.
§ 3.2 Definiciones de trabajos de investigación………………………………..352
§ 3.3 Definiciones de artículos y otros tipos de publicaciones………………...355
§ 4. Hoja de estilo del sistema de notación para la transcripción del corpus………..360
APÉNDICE II
Adicionales y entrevistas
§ 5. Información de los entrevistados…………………………………………………..364
§ 6. Anexo de las entrevistas…………………………………………………………….365
§ 7. Índice de figuras y cuadros..………………………………………………………..384
BIBLIOGRAFÍA
Bibliografía………………………………………………………………………………388
10
INTRODUCCIÓN
11
El punto de interés principal de este trabajo de investigación es elaborar un análisis y
descripción lingüística del fenómeno del albur mexicano procurando abordar la mayor parte
de aspectos lingüísticos posibles que logren describir su comportamiento, construcción y
presentar una definición lingüística integral. Para lograrlo, se recabará un corpus que
posteriormente se analizará, en el que se registren albures construidos y funcionales desde
los distintos niveles de organización de la lengua, así como desde las dimensiones semántica
y pragmática. En apego a este objetivo, este trabajo se llevará a cabo en un marco que persiga
tres prioridades principales:
i) demostrar que el fenómeno del albur es productivo dentro de todo el sistema
lingüístico, es decir, que todo el sistema de la lengua es operativo en la producción
y comprensión de los albures;
ii) abordar este fenómeno siempre desde una perspectiva meramente lingüística en
conexión con los aspectos extralingüísticos sin los que el albur no podría lograrse,
y
iii) establecer una definición lingüística de albur a partir de los resultados y el análisis
hechos aquí.
El recorrido que se trazó en el presente trabajo para alcanzar estas prioridades segmentó el
contenido de la siguiente manera:
• “INTRODUCCIÓN”. En este apartado, se presenta el marco teórico y
metodológico del trabajo completo de investigación. Posteriormente, se presenta una
serie de observaciones introductorias para nuestro tema de investigación.
• “CAPÍTULO I”. Este capítulo abordará el origen del albur y las características del
albur actual frente a su antecesor, esto como marco histórico para posteriormente
analizarlo como el fenómeno lingüístico que advino.
• “CAPÍTULO II”. Este capítulo entrado en materia lingüística aborda de qué forma
se concibe el albur y sus particularidades en los niveles de la lengua: comienza por
las definiciones, el humor verbal, un análisis operacional como técnica discursiva y
las operaciones morfosintácticas más prominentes en la producción de albures.
12
• “CAPÍTULO III”. Este capítulo se concentra en realizar un análisis del albur ahora
desde las dimensiones de la lengua: aborda las operaciones semánticas y pragmáticas
que crean albur, y luego de qué manera estas confluyen en la producción de albures.
• “CAPÍTULO IV”. En conexión con los capítulos anteriores, en este capítulo se
abordarán las funciones que se observaron del albur desde el punto de vista
comunicativo.
• “CONCLUSIONES”. Este capítulo contiene la definición final de albur propuesta
para esta trabajo tras todo el análisis presentado, posteriormente muestra las
conclusiones del trabajo de investigación y un breve apartado que enlista los
hallazgos.
• “APÉNDICE I”. Este apéndice contiene el corpus completo del trabajo de
investigación, y además de mostrar la información sobre las fuentes y los hablantes,
está dividido en tres: i) el anexo con lo recabado del trabajo de campo con los
hablantes, ii) el de las fuentes audiovisuales y iii) el de las fuentes impresas.
• “APÉNDICE II”. En este otro apéndice se incluye material adicional, que es el
registro de las respuestas seleccionadas de los entrevistados y un breve índice de las
figuras y cuadros ilustrativos en este trabajo.
• “BIBLIOGRAFÍA”. Este apartado muestra todas las fuentes impresas y
audiovisuales consultadas, citadas y en las que se basó este trabajo de investigación.
1. Planteamiento del problema
En la investigación bibliográfica, se encontró una serie de problemas en torno al albur que
respaldan la necesidad de realizar investigación sobre el tema. Por ejemplo, remitido a lo
lingüístico, el hecho de que el fenómeno del albur casi no ha sido abordado con trabajos
serios de investigación lingüística —sí ha sido objeto de estudio en trabajos de investigación,
como se expone en el apartado 8.1 pero de naturaleza distinta, no meramente lingüística; si
bien un trabajo de investigación de naturaleza verdaderamente lingüística y no hispánica es
el de Christian Eingereicht von Amtsberg (2008) Der mexikanische Albur (tesis doctoral)—
abre una ventana de oportunidad para que esta ciencia lo aborde. Cabe con mucha prudencia
13
anticipar que se trata de un fenómeno que ocurre solo con la lengua y se vale de la misma
para manifestarse, lo que refuerza la necesidad de intervención de esta ciencia.
Así pues, tras la búsqueda bibliográfica, se encontró que la naturaleza de los trabajos de
investigación que abordan al albur son trabajos de tesis y tesinas de comunicación, ciencias
sociales, ciencias políticas, psicología, entre otras disciplinas, que abordan únicamente un
elemento particular de este fenómeno, evidentemente analizado a partir de la visión propia
de cada disciplina. Del mismo modo, los trabajos encontrados que abordan al albur como en
el apartado 8.2 muestran una descripción parcial —“parcial” para fines de análisis
lingüístico— de las realizaciones del fenómeno, pese a que algunos de estos sí abordan
algunas perspectivas tomando en cuenta aspectos lingüísticos.
Otro problema que se encontró también es que existen muchos prejuicios sociales —en la
sociedad mexicana— en torno al albur y a los hablantes que hacen uso de él; y resulta
interesante apreciar que pareciera que muchos usos o juegos de la lengua en los que se vea
implicada una creación o recreación que otorgue un sentido subyacente o paralelo o una
reconstrucción figurada son una actividad que socialmente tiende a ser rechazada en muchas
otras lenguas/culturas, además de la mexicana. Es como si toda dilogía fuera meritoria de
reprobación automáticamente. Como ejemplo de esto, podemos apreciar que al igual que con
los albures en español ocurre en el caso de los puns1 en inglés que, si bien no son albures per
se y no necesariamente tienen alusiones sexuales, son un juego de palabras que también
sufren un rechazo por parte de muchos grupos de hablantes, incluidos los académicos y
especialistas2.
Es posible que la tendencia inmediata al rechazo de estas formas de doble sentido en la lengua
sea uno de los factores determinantes para la poca investigación o interés que hay en
1 Entiéndase pun como “… the pun is based on the confrontation of linguistic forms that are formally similar,
but have different meanings” (Delabastita 1993:58). 2 Algunos ejemplos de estos prejuicios negativos en torno a los puns son: “puns are the lowest form of humor”
(Pollack 2011); “It is the easy availability of puns which makes them a cheap and somewhat despicable type of
humor for many individuals and social groups” (Raskin 1985: 141); “Aristotle saw them as a danger to
philosophy” (Ulmer, 1988); “… people frequently apologize for punning (by saying ‘no pun intended’) and the
ritual response to puns is a groan […] Puns are […] unsuitable for serious subjects or discourses, and in a
sense all puns, even good puns, are bad puns” (Cook 2000: 81).
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fenómenos como el albur, hecho del que la lingüística no se ha salvado al documentar poca
investigación lingüística al respecto —con las excepciones ya manifiestas aquí—. En el
fenómeno de los puns, por ejemplo, tampoco abunda material de investigación, e incluso hay
autores que al hablar de los puns ellos mismos reconocen esta carencia en la investigación o
hasta en el interés que se le da al abordarlo en su obra, por ejemplo, en la obra de Guy Cook
al decir: “I feel some hesitation myself at including such a long section on puns in this
chapter” (Cook 2000: 81). No obstante lo anterior, estos prejuicios son hechos externos al
interés de investigación objetiva que persigue este trabajo y que aborda al albur como un
fenómeno meramente lingüístico.
Ahora bien, respecto a los trabajos de investigación y artículos encontrados que abordan el
tema del albur, se encontró que estos son imprecisos, sumamente intuitivos y que parecieran
mostrar una explicación del fenómeno vista desde un visor externo, muchos de estos
evidentemente por parte de personas que no son propiamente “hablantes del albur” o
albureros. Para abordar este problema, el tema principal para este trabajo de investigación es
el albur y su análisis desde una perspectiva lingüística, por lo que se decidió el título de
Análisis y descripción lingüística del fenómeno del albur mexicano.
Los hechos anteriores y la necesidad de hacer trabajo serio de investigación lingüística para
abordar el fenómeno del albur dieron origen a las siguientes preconcepciones acerca de la
investigación lingüística del albur, a partir de las cuales surgen las subsiguientes preguntas
de investigación. Por lo tanto, como se mencionó anteriormente, el tema principal de interés
es elaborar un análisis lingüístico del fenómeno del albur mexicano lo más detalladamente
posible cuidando de no caer en un análisis de los elementos extralingüísticos que se ven
inmersos en dicho fenómeno, para así lograr posteriormente presentar una definición que
resuelva las imprecisiones detectadas en obras antecedentes.
2. Afirmaciones y preconcepciones en investigación lingüística del albur
15
En este apartado se presentarán algunos de los hechos o afirmaciones encontrados en torno
al albur. Cabe recordar la estrecha relación que hay entre las preconcepciones, las preguntas
de investigación y las hipótesis de este anteproyecto.
Estas son algunas de las preconcepciones encontradas que operan como punto de partida de
esta investigación:
• Hay comunes denominadores entre las descripciones y definiciones que se han hecho
de albur, y entre todas ellas también hay mucha vacilación, imprecisión y argumentos
intuitivos y negativos.
• Hay fuertes prejuicios en torno al albur y a los hablantes que lo usan por portar el
tema sexual.
• La idea de que el albur es un juego de palabras homófobo o machista propio solo de
los hombres y de las clases sociales bajas.
• La investigación del albur hasta ahora ha captado mayor interés por ciencias ajenas a
la lingüística.
• La idea de que el juego del albur no comunica absolutamente nada y ‘destruye’ la
lengua.
3. Pregunta general de investigación
• ¿Cómo puede describirse y analizarse lingüísticamente la forma en la que opera y se
construye el fenómeno del albur mexicano?
4. Preguntas específicas de investigación
• ¿De qué forma opera el albur mexicano en cada nivel de la lengua?
• ¿De qué forma opera el albur mexicano en cada dimensión de la lengua?
• ¿De qué elementos lingüísticos se vale el albur mexicano para su construcción?
5. Justificación
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Para la justificación de este proyecto de investigación, se identificaron dos tipos de
argumentos que abordan i) por qué se eligió este tema como trabajo de investigación, y ii)
cuáles son los argumentos para justificar los problemas que se presentan sobre dicho tema.
Argumentos de la elección del tema:
El albur como fenómeno lingüístico característico de la picardía mexicana está presente en
innumerables obras de diversa naturaleza y es parte esencial de la cultura e idiosincrasia del
mexicano. Ante el hecho de que de entre todos los países hispanohablantes en México es
donde surge y hay mucha mayor presencia del albur no puede ignorarse su importancia, pues
el albur es sin duda un rasgo distintivo del mexicano frente a otros hispanohablantes.
Dicho lo anterior, estos son los argumentos de la elección del tema:
i) Este tema se eligió porque —en la investigación bibliográfica— no se encontró
que hasta ahora se haya hecho un trabajo de investigación lingüística hispánica
sobre el fenómeno del albur. Los trabajos de investigación hispánica encontrados
—11 trabajos en total en un lapso de 27 años— que abordan el albur pertenecen
a especialidades diferentes a la lingüística; por ejemplo, tesis y tesinas de ciencias
de la comunicación, ciencias sociales, ciencias políticas, psicología, entre otras
disciplinas, los cuales datan desde el año 1988 hasta el año 2015.
ii) Este tema se eligió también porque el albur es un fenómeno lingüístico —
susceptible de analizarse— que por el simple hecho de ser lingüístico no puede
existir si no es a través de la lengua misma: no hay albur sin lengua.
iii) Este tema se eligió también a causa de la importancia que tiene este fenómeno en
la cultura mexicana y porque implica mucho esfuerzo creativo y una destacada
capacidad lingüística por parte de los participantes para su realización, factores
que ameritan una investigación.
iv) Este tema se eligió también porque representa una ventana de oportunidad para la
aplicación de la lingüística en la descripción de este fenómeno mediante un
17
análisis lingüístico funcional y con seriedad académica, enfoques y atención que
no ha recibido en las obras encontradas que lo han abordado hasta ahora.
Argumentos de los problemas específicos que se presentan:
El tema elegido presenta problemas que se anticipan a causa del estado actual de
investigación de este fenómeno, para lo que también se requiere establecer argumentos que
justifiquen la atención y resolución de dichos problemas, que son los siguientes:
i) Se detectó en la investigación bibliográfica que los trabajos que se encontraron
sobre el albur lo definen de forma parcial, con un alcance muy limitado o de forma
imprecisa, dejando de lado aspectos esenciales, de modo que no logran cubrir ni
la definición ni la descripción de este fenómeno de bien a bien. Esta imprecisión
o definición incompleta se acusa a partir de los criterios lingüísticos que se toman
para definir al albur; sin embargo, es razonable esperar que en la rama de la propia
especialidad del trabajo donde se halla dicha definición esta sea funcional:
ciencias de la comunicación, ciencias sociales, etc.
ii) Se encontró que existen muchos prejuicios e ideas erróneas sobre el albur a partir
de estigmas sociales que lo suponen como algo que no es: un juego vulgar de
palabras en doble sentido con homosexualidad velada.
6. Objetivos
A continuación, se muestran los objetivos que perseguirá el presente trabajo de investigación.
6.1 Objetivos generales
Los dos objetivos generales identificados para este trabajo son los siguientes:
i) Elaborar un análisis y descripción lingüística del fenómeno del albur que explique
su construcción, restricciones, particularidades y comportamiento lingüístico.
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ii) Presentar una definición integral de albur con fundamentos lingüísticos.
6.2 Objetivos específicos
Los objetivos específicos son los siguientes:
i) Demostrar y analizar la presencia, el comportamiento, la operatividad, la
construcción y cómo ocurre el albur en todos los distintos niveles de organización
de la lengua, a fin de exponer su productividad en todo el sistema lingüístico.
ii) Demostrar y analizar la presencia, el comportamiento, la operatividad, la
construcción y cómo ocurre el albur en las dos dimensiones de la lengua,
pragmática y semántica, a fin de exponer su productividad en ambas dimensiones.
7. Hipótesis
De conformidad con las preguntas de investigación y las afirmaciones anteriores, a
continuación se muestran las hipótesis del presente trabajo de investigación:
• El albur es un fenómeno lingüístico que puede analizarse lingüísticamente como
cualquier otro fenómeno en todos los niveles de organización de la lengua.
• El albur es productivo en todos los niveles de organización de la lengua y en ambas
dimensiones de la lengua, si bien puede presentarse en mayor medida en algunos
niveles más que en otros y en una dimensión más que en la otra.
• Aunque raya en los límites de lo extralingüístico, sí es posible hacer una descripción
meramente lingüística del fenómeno del albur, y es posible analizarlo desde su
construcción sintáctica, morfológica, fonética, textual, así como los elementos
lingüísticos exigidos y los elementos lingüísticos opcionales con los que se forma.
19
• Los intentos por abordar y definir el albur que aquí se tildan de intuitivos, incompletos
o imprecisos se deben —en gran medida— a que no clarifican ni respaldan sus
afirmaciones ulteriormente3.
• Los factores más relevantes para que haya poca investigación lingüística seria son
tres: 1) los prejuicios sobre la idea del albur como algo vulgar; 2) el hecho de que sea
un fenómeno que raye en lo extralingüístico; 3) el hecho de que no en todos los países
de habla hispana pareciera emplearse el albur, lo que restringe que la investigación
ocurra solo en aquellos lugares donde ocurre el fenómeno, particularmente México.
8. Antecedentes
A continuación, se presentará un compendio de las obras registradas en la investigación
bibliográfica de este trabajo, que han abordado el tema del albur en general para así
proporcionar los antecedentes más próximos relacionados con este trabajo de investigación.
Para clasificar el compendio de trabajos que fungirán como antecedentes, se hicieron dos
clasificaciones: i) trabajos académicos encontrados o hechos por especialistas que han
abordado en cierta medida el albur. Dichos trabajos son tesinas y tesis de licenciatura y
posgrado, en un intervalo del 1988 al 2015, también figuran en esta clasificación artículos,
apartados u otros escritos breves hechos por especialistas. ii) Obras varias no académicas: en
esta viñeta, se presentan algunas publicaciones relacionadas con el albur no del tipo
especialidad académica. Estas obras, en realidad, son una especie de guía y compilación de
ejemplos diversos de albur, libros para lectores —cuyo perfil no se requiere que sean ávidos
en el hábito de la lectura— interesados en aprender a alburear o en aprender albures “hechos”,
libros muy dinámicos y en su mayoría ilustrados; son una buena forma de iniciarse en la
3 Por ejemplo, particularmente cuando afirman que el albur se trata de doble sentido, puesto que en ningún
momento explican qué entienden por doble sentido. ¿En función de qué entienden el doble sentido? ¿En qué
consiste el doble sentido para la definición que hacen de albur? ¿Cuándo podemos hablar de doble sentido? Del
mismo modo ocurre cuando usan el término “metáfora” para explicar en qué consiste el albur, puesto que no
reparan en ningún momento posterior en explicar cómo ocurre este fenómeno semántico, tomando en cuenta la
semántica misma. ¿En razón de qué es metáfora el albur? ¿Dónde ocurre la relación semántica que asocie ambos
dominios más allá de la asociación cognitiva causada por la semejanza con el plano físico o por elementos
extralingüísticos?
20
comprensión del albur. Este tipo de obras es el de mayor difusión entre el público por ser
también de divulgación no dirigidas a especialistas.
8.1 Antecedentes académicos o hechos por especialistas
Se documentó un total de 18 antecedentes de esta naturaleza: Beniers (2009) Acerca de la
inferencia en el intercambio verbal habitual y en la dilogía, el doble mensaje y la alusión //
Beristáin (1997) El albur // Beristáin (2001) La densidad figurada del lenguaje alburero //
Del Río García (Rius) (s/f) Albures mexicanos. Aprenda refranes, albures y dichos
mexicanos // Durán González (2012) El albur en la televisión: comunicación y
entretenimiento para adolescentes (tesina de pregrado) // Eingereicht (2008) Der
mexikanische Albur (tesis doctoral) // El arte de alburear (s/f) Revista digital Veinte Mundos
// Gutiérrez (1988) Qué trabajos pasa Carlos “La construcción interactiva del albur en
Tepito” (tesis de pregrado) // Guzmán (2007) Ojos que no ven corazón que no siente- Análisis
semiótico discursivo del uso de los géneros cortos (refrán, dicho, albur, enigma, etc.) en la
publicidad (tesis doctoral) // Hernández (2014) La función del albur en los programas
informativos de la Ciudad de México; estudio de caso El Notifiero (tesina de pregrado) //
Lavertue (1998) El albur en México: descripción y percepción (tesis de maestría) //
Monsiváis (1984) Albures y autoalbures: La vida es un camote, agarre su derecha (y
asegúrese de su identidad nacional) // Navarro (2015) Hecho en México: opúsculo del albur
como patrimonio cultural inmaterial (tesis de pregrado) // Olguín (2000) Una definición
lingüística del “albur” (tesis de pregrado) // Ortiz (2013) Metonimia y metáfora del albur
mexicano (tesis de pregrado) // Ramírez (1997) El albur, fenómeno cultural pícaro popular
mexicano (tesis de pregrado) // Rendón (2015) Albureando a las ficheras: análisis del albur
en el cine de ficheras (tesina de pregrado) // Verduzco (2013) Filosofía del lenguaje para no
iniciados: el albur.
8.2 Antecedentes de naturaleza no académica
Se documentó un total de 7 antecedentes de esta naturaleza: Díez de Urdanivia (2011) Su
majestad el albur // Durán (2015) ¡Chiquita y no te la acabas! Guía práctica del albur //
La cercanía geográfica de ambos países caribeños podría explicar esta semejanza semántica.
Un análisis contrastivo entre todas las acepciones de esta entrada podría dar cuenta de un
factor en común que quizá no es lo suficientemente abarcado con la tilde prematura
manifiesta aquí de “sorpresa”; sin embargo, no puede pasarse por alto que la relación
semántica —o implicacional— pareciera permear en este hecho.
30
Ahora bien, es bien sabido que al albur se le relaciona con el sexo, con una especie de juego
verbal, con carácter de duelo, que encubre mensajes sexuales constantemente; sin embargo,
es necesario esclarecer algo respecto al tema sexual presente en el albur: su función. Muchas
de las opiniones —especialmente negativas— respecto a este fenómeno versan en los
constantes prejuicios que hay por creer erróneamente que solo representa: sexo encubierto.
Pareciera que la muestra de creatividad en las construcciones lingüísticas que caracteriza al
albur desluce ante el prejuicio que hay hacia este únicamente por portar el tema sexual.
Después de todo, no es de sorprender que trate de vetarse todo tema que aluda a lo sexual en
una sociedad mayoritariamente católica o con ideales tradicionalistas, y esto data desde las
tradiciones religiosas impuestas y de aquellas otras ramas religiosas protestantes y sectarias,
la educación básica y lo confinada de la información en materia de orientación sexual, hasta
los círculos familiares que por prejuicio hacia el tema de lo sexual evaden charlas sexuales
con los hijos por evitar sentirse incómodos con el tema. ¿De verdad el albur encubre el sexo?
¿Es esto todo a lo que en realidad se resume el fenómeno: sexo encubierto con recursos
lingüísticos? O más prejuiciado aún, ¿el sexo encubierto del albur es de carácter homosexual
como algunos lo creen? ¿Es la homosexualidad y la sumisión sexual lo que se busca encubrir
mediante juegos verbales con el albur? Para responder estas preguntas, debemos abordar las
funciones del albur, tema que se tratará en el Capítulo IV de este trabajo, las cuales se
abordarán como funciones desde el modelo comunicativo à la Jakobson (1960) que se asocia
a un análisis lingüístico. Cabe agregar que este trabajo no solo se concentrará en las funciones
del fenómeno, sino en formalizar un análisis y descripción lingüísticos, de enfoque funcional,
que dé cuenta de cómo se construye el fenómeno lingüístico del albur, lo que transitaría desde
su construcción en el nivel más básico de la lengua, el fonológico, hasta el más alto de ella,
el textual.
Hasta este punto, es prudente establecer el papel que desempeña el sexo en el albur. Es un
hecho que el sexo en el albur es una característica inherente porque no hay albur en el que
no se trate de sexo, al menos en el albur contemporáneo: “El albur, necesariamente tiene que
ser sexual” (Guzmán, 2007: 197), “… otra de las condiciones del albur: […] su intención es
siempre sexual” (Ruiz y Mejía, 2018: 19). Esto pareciera dar cuenta de que el sexo permea
como el tema; es decir, que el sexo es su sentido o contenido semántico dentro del juego
31
lingüístico: se habla del sexo, el sexo es el contenido y la finalidad de las construcciones
albureras, cuando la producción es con el único objetivo de alburear. Aquí cabe agregar
aquello sobre la superioridad y la sumisión sexual con las que se ha definido en muchas
ocasiones al albur, donde los participantes desempeñan los roles de activo ~ pasivo sexuales
y la dinámica del juego pareciera consistir en hacer que el contrincante sea siempre el del
papel pasivo en el acto sexual encubierto por el albur (consúltese Armando Jiménez8 y
Octavio Paz9). Pero este razonamiento resulta simplista y es necesario marcar una distinción
aquí: la diferencia entre lo sexual y lo sexualizado que se abordarán a detalle en los apartados
II, § 4.1.1; II, § 4.2.7 y IV, § 5. Diremos por ahora que el albur no solo es un fenómeno
lingüístico de carácter sexual por ser “perteneciente o relativo al sexo”10, sino que el albur es
también un fenómeno lingüístico sexualizado, donde el sexo no pretende ser el fin al que se
llegue en la conversación ni el tema principal del discurso, sino que el sexo solo serviría de
vehículo o instrumento en una conversación que toca cualquier otro tema, de modo que se
estaría hablando de cualquier otra cosa pero de un modo particular: albureando. Así pues, el
sexo tendría un doble rol dentro del albur: un rol activo como tema dentro del juego verbal
para hablar de la superioridad sexual y un rol pasivo en cuanto refiere a ser un tipo de técnica
discursiva, una manera de hablar, un vehículo por el que transita el fenómeno para llegar en
realidad a otro destino (se abordará posteriormente el destino de este otro rol que se sugiere:
la interacción social).
Esta breve introducción abre camino hacia el tema que se abordará en este trabajo y presenta
algunas preconcepciones que se tienen hacia el fenómeno, lo que nos permite ahora entrar en
materia; para ello, revisaremos algunas anotaciones respecto a la historia y origen del
fenómeno.
En resumen, el albur es un fenómeno que ha llamado la atención de muchas áreas y estudios,
asociado con lo sexual, propio de la cultura y picardía mexicana, al que se le suele entender
como una especie de juego de palabras cargado de connotaciones sexuales encubiertas con
8 Jiménez, Armando (2016). Picardía mexicana. Editorial RM México: México. 9 Paz, Octavio (1986 [1950]). El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica. 10 Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2014) (23.ª ed.) Diccionario
de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
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recursos lingüísticos diversos y cuya procedencia parece asociarse con un factor de sorpresa,
propio de su étimo árabe.
33
CAPÍTULO I
Sobre el origen del albur
34
I, § 1. Introducción
El presente capítulo abordará el origen e historia del albur, y tiene como objetivo presentar
un compendio de teorías que procuran explicar cómo surgió el albur y contrastar sus
características históricas con las características del fenómeno contemporáneo. Para ello, este
capítulo se segmentó en tres apartados principales: i) el primero de ellos presentará un
compendio de distintas propuestas respecto al origen e historia del albur, ii) el segundo
capítulo profundizará en una de esas propuestas, aquella más aceptada y con documentación
que la respalda, la del Dr. Patrick Johansson, y iii) el tercer capítulo contrastará las
características del albur histórico con las del actual.
Entonces, el objetivo fundamental que persigue este capítulo es hacer un recuento histórico
del fenómeno del albur —presentando sus rasgos y características originales— que nos
permita enmarcar y focalizar el advenimiento de este fenómeno a la manera en la que ocurre
en la actualidad. Lograr describir este trayecto histórico nos permitirá —además— contrastar
las características tipológicas que se han perdido y las que se han conservado del fenómeno
del albur histórico11 frente a las del albur contemporáneo. Cabe mencionar otro punto
importante aquí: a lo largo de este capítulo se podrá ver que el tema sexual es un rasgo
constante y, al parecer, esencial en el contenido del albur, sea cual sea su función, tras revisar
el contraste histórico ~ contemporáneo aquí presentado.
I, § 2. Sobre la historia y el origen del albur
En muchas ciencias y disciplinas, el punto de partida para comprender muchos fenómenos
objeto de estudio es su origen, las causas y las explicaciones que los rodeen. Mucho de lo
observable y que acontece durante un fenómeno y su comportamiento se debe a una reacción
de los componentes que lo conforman y a aquello que dio origen a cada componente. Esto
apuntaría entonces que para comprender con mayor profundidad el fenómeno lingüístico del
albur mexicano —partiendo de su comprensión como fenómeno lingüístico y no como
11 Entiéndase para propósitos de este trabajo albur histórico al juego dilógico y retruécano artístico que se
expresaba con los cantos nahuas cuicah; es decir, al antecedente histórico del albur actual.
35
manifestación cultural o identitaria o de otro tipo—, también valdría la pena remontarnos
hasta su origen y no únicamente de la observación de su ocurrencia sincrónica.
Pero la revisión del origen del albur nos permitirá enmarcar el advenimiento que tuvo y
gracias al cual al día de hoy este fenómeno sigue con vitalidad y de qué manera lo hace.
Además, un contraste de las características tipológicas que solo se obtiene tras revisar su
origen y compararlo con el fenómeno actual permitirá determinar qué elementos de los que
constituyen al fenómeno son los más esenciales y característicos, dado que son los que han
permanecido inalterados a lo largo del tiempo. Esta es la razón de considerar un apartado en
este trabajo para dar cuenta de lo encontrado sobre el origen del fenómeno, y así comprender
con mayor profundidad el objeto de estudio que atañe a esta investigación, así como su
advenimiento y características inmutables y mutables.
Ahora bien, este fenómeno parece tener un origen bastante incierto, con muchos supuestos,
y pareciera que también son muchos los grupos y lugares que reclaman su autoría si bien el
antecedente documentado más remoto y similar a lo que hoy se conoce como “albur” sean
los cuicah12 (Johansson 2002: 83). A razón de esta incertidumbre, al día de hoy no se ha
logrado precisar con exactitud qué motivó, dónde ni cómo surgió esta manifestación propia
de la picardía mexicana.
La heterogeneidad de estas diversas teorías nos permite tener un panorama general histórico
de cómo y cuáles fueron las tradiciones discursivas que se desplegaron en lo que hoy
conocemos como “albur”, de cómo ha evolucionado el albur para ocurrir tal como ocurre en
la actualidad, así como de las distintas impresiones que se tienen de él, erróneas o no, de
algunos de los elementos que se siguen conservando y ver si hay aspectos en común entre
ellas, entre otras cosas. Un beneficio importante es que nos permite apreciar que se sigue
cumpliendo la afirmación hecha respecto a que el albur posee un tema esencialmente sexual
y pareciera que siempre ha sido así. La sexualidad no se ha apartado del albur desde lo que
pareciera remontarse a sus inicios, de cualquiera que se sugiera de ellos, y el sentido
12 Cuícatl: canto. Gran Diccionario Náhuatl (2019). Universidad Autónoma de México. La forma
correspondiente en plural es cuicah.
36
identitario que acompaña a quienes usan el albur es otro rasgo que pareciera haber
permanecido inmutable hasta el día de hoy; de hecho, este aspecto se ha visto reforzado en
la actualidad, ya que se ha expandido el uso del albur a lo largo del país y es innegable la
presencia en muchos aspectos de la cultura mexicana: desde la comicidad, la política y el
comercio, hasta incluso el culinario. A razón de esto, hoy día podemos dar cuenta de la
presencia de este fenómeno a lo largo y ancho de todos los estados que conforman la
República Mexicana, aunque es bien sabido que su uso es más prominente en la capital del
país (quizá extendido a partir de los teatros populares (Prieto, 1985), las carpas y el tema de
la sátira política en ellas que estaba de moda y se valía en gran medida del recurso del albur,
como también lo recoge Rusbel Navarro (2015) con la obra de Lomas (1974): “Lomas
[1974], indica que las carpas se movían de estado en estado y que pudo haber sido allí
retroalimentado el albur con el cine y los movimientos de artistas de todo el país” (2015: 75),
(para mayor referencia, consultar Juan Lomas, Teoría y práctica del insulto mexicano [1974],
y Jorge Mejía Prieto, Albures y refranes de México [1985]). Del mismo modo, podemos dar
cuenta de la presencia del fenómeno en mexicanos que viajan al extranjero y hasta en obras
musicales, teatrales, literarias, etc., que datan de tiempo atrás (para mayor referencia,
consultar Beristáin 2001).
Cabe mencionar que la heterogeneidad de las teorías no provoca dilema alguno ni obliga a
hacer una apología de una teoría o de la otra, sino más bien es un hecho que exige tener en
claro el tipo de análisis que se hará y la utilidad de la consideración histórica, para así
entender en qué punto algunas de estas teorías pueden ligarse o desprenderse y las razones
que subyacen a esto. Si bien mencionamos aquí sobre la utilidad de la consideración histórica
para este trabajo en particular, también tenemos presente que el desprendimiento del aspecto
histórico en muchos estudios lingüísticos es algo plausible, y es que en análisis lingüístico
podemos saber muchas cosas acerca de un fenómeno únicamente partiendo de la observación
y análisis en su uso actual, sin tomar en cuenta ni su historia ni las hipótesis que rodean su
37
origen; es decir, con un corte sincrónico13 y no diacrónico14. Este hecho plausible en muchos
tipos de análisis lingüísticos ocurre a razón de que se debe esclarecer qué se desea estudiar
del fenómeno: su evolución en diversos periodos de tiempo o su construcción en un periodo
específico del tiempo. Es decir, es posible saber muchas cosas de un fenómeno partiendo
únicamente de su observación sincrónica, tal como ocurre en el momento en el que se lo
analiza o en algún punto específico del tiempo, ya que aquello que se analiza es su
construcción, su comportamiento, su estructuración y otras particularidades lingüísticas más
que su evolución diacrónica. Pero por su parte, en el otro polo, el diacrónico, existe la
posibilidad de abordar el estudio de un fenómeno lingüístico como lo es el albur para dar
cuenta de muchas más cosas, como su evolución, sus características más importantes que han
permanecido inmutables y su sustancia esencial; y este corte también puede dar cuenta de
otras cosas que al final pueden incluso resultar ajenas a lo lingüístico o rayar en lo
extralingüístico o bien abrir una ventana de oportunidad a alguna otra ciencia para analizarlo.
Por ejemplo, en el albur, un análisis de corte diacrónico consideraría sin dudar el análisis de
las construcciones y particularidades lingüísticas que permite el sistema lingüístico náhuatl
y posteriormente trasladado al castellano de ‘los cantos traviesos’15 que, como ya se
mencionó, parecen ser el antecedente más remoto, similar y documentado del origen del
albur. Y al suscribir que estos se realizaban acompañados de gesticulaciones y de una danza,
elemento tremendamente simbólico en muchas de las sociedades prehispánicas de nuestro
país, se podría dar cuenta también de si estos elementos tenían importancia en este juego
verbal como elementos paralingüísticos que acompañaban ese discurso “alburero” o que lo
creaban pragmáticamente en los cuicah, además de también estar cargados de un fuerte
simbolismo cultural. Un análisis diacrónico, pues, también permitiría apreciar si se
comparten los mismos recursos lingüísticos que construían el albur antiguo con el actual,
13 “The study of language at a particular point in time, cf. descriptive linguistics. The opposite is diachronic
linguistics”. Fuente: Brown, Edward/Miller, James (2013) The Cambridge Dictionary Of Linguistics. New
York, NY: Cambridge University Press. 14 “The study of language through time, cf. comparative linguistics. The opposite is synchronic linguistics”.
Fuente: Brown, Edward/Miller, James (2013) The Cambridge Dictionary Of Linguistics. New York, NY:
Cambridge University Press. 15 Para propósitos de este trabajo, nos referiremos como “canto travieso” o “canto del cosquilleo” al canto nahua
cuecuechcuícatl, de conformidad con la obra de Dilogía, metáforas y albures en cantos eróticos nahuas del
siglo XVI (2006) de Patrick Johansson, a causa de los dobles sentidos “traviesos” de estos cantos, es decir, por
portar constantes alusiones sexuales.
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como las resegmentaciones que se elaboraban en los sintagmas del discurso alburero u otros
elementos semánticos y pragmáticos como las relaciones semánticas, las resignificaciones,
los dobles sentidos, las implicaciones, las dilogías, los eufemismos, etc.
Son muchas las aristas de investigación que se abrirían con un corte diacrónico y que darían
cuenta de cuán distinto es el albur actual frente al de la antigüedad, qué elementos
permanecieron, qué elementos se perdieron, qué elementos se ganaron y qué elementos
mutaron. La pérdida del elemento dancístico, por ejemplo, podría situarse en un punto en el
tiempo tras realizar un corte diacrónico y este análisis permitiría, al mismo tiempo, apreciar
qué elemento se ganó para compensar la pérdida de dicho elemento, en caso de que así fuere.
Ahora bien, hablamos anteriormente sobre los supuestos heterogéneos en el origen del albur
que se encontraron en la labor de investigación bibliográfica para este trabajo, y es necesario
agregar que posiblemente esta vacilación se debe a diversos factores como el hecho de la
dificultad misma que representa plasmar y documentar un fenómeno que formalmente surgió
y se solidificó a partir de la lengua oral y no la escrita (dejando de lado que en realidad pudo
haber surgido como manifestación triádica que conjugaba canto, baile y gestos, y cuyas
expresiones se hayan reducido posteriormente solo a una manifestación oral; como sea, no
es propio de la lengua escrita la aproximación a su surgimiento, sino más bien de la lengua
oral). Otros posibles factores para esta vacilación son los estigmas y prejuicios sociales hacia
lo sexual que representa el fenómeno como para documentarlo, los relativamente pocos
registros históricos con los que se cuenta al respecto (considerando también que su
antecedente más factible sufrió una selección de admisiones y prohibiciones de los frailes y
los indígenas que asistían en las transcripciones de los cuicah náhuatl), el desinterés por
abordarlo con seriedad académica o de investigación, el aparente hecho de que su uso actual
se percibe en todas partes de México y no en un sitio en específico que facilite su rastreo, etc.
Pero pese a esta serie de vacilaciones, como se mencionó anteriormente, es cierto que hay
algunos registros más remotos y formales que dan cuenta de lo que pareciera ser un posible
surgimiento o antecedente, o al menos el rastreo de alguna evidencia documentada,
primeramente, como los estudios de los cantos traviesos o cuecuechcuícatl llevados a cabo
por Patrick Johansson (Johansson 2006 y 2002), luego saltando hacia la presencia de este en
39
medios de naturaleza distinta, en manifestaciones artísticas o expresivas con intenciones cada
vez más apegadas a la creación literaria, la interacción social, la crítica y el humor; por
ejemplo, muchos de los creativos versos y estribillos de Quevedo16, algunas de las poéticas
líneas de Sor Juana Inés17, los usos en el parentesco que guarda con la sátira política o la
lírica y otros de teoría literaria (Beristáin, 1997), la difusión de dilogías frecuentes con
intenciones persuasivas o cómicas en emisiones de radio, programas televisivos (Hernández
2014), comerciales, cine y posteriormente con el cine mexicano de la Época de Oro (Rendón
2015), etc., siguiendo ese desarrollo cronológico.
Es así pues que en los siguientes apartados de este primer capítulo revisaremos brevemente
el compendio de posibles orígenes del albur actual para después encaminarnos hacia la
puntualización de uno de ellos en particular, aquel propuesto por el Dr. Johansson.
I, § 2.1 Breve compendio de posibles orígenes
Comencemos con la revisión de algunos de estos supuestos sobre el origen del albur
recopilados para este trabajo:
i) Para Patrick Johansson, en su obra Dilogía, metáforas y albures en cantos
eróticos nahuas del siglo XVI (2006), el albur actual es un juego de palabras cuyo
antecedente son los retruécanos presentes en manifestaciones artísticas náhuatl,
en los afamados cantos o cuicah: “Todos estos géneros eróticos tenían en común
una lascividad gestual y dancística, así como un lenguaje ambiguo, preñado de
sentidos potenciales que llegaban a constituir, a veces lo que hoy se considera en
México un albur” (Johansson 2006: 64).
16 Hay un afamado calambur de Francisco de Quevedo (siglo XVI), que tradicionalmente se ha asociado como
muestra histórica de conato de albur —aunque no es propiamente albur—, que utilizó para burlarse de la
condición de la reina Isabel de Borbón, a quien le ofreció un ramo de claveles y uno de rosas diciendo: ‘Entre
el clavel y la rosa, su majestad escoja’” (Navarro, 2015: 50; Rendón, 2015: 8; Verduzco, 2013: 36). 17 En el trabajo de Rusbel Navarro (2015), se incluyen estos dos ejemplos al respecto: “Y a tanta malicia llega,
malicia tan conocida, que me niega la partida, y la venida me niega (Mollins, 1901: 66) […] No se den a las
congojas, aunque las cosas anden mal, tú no aflojes el tamal, aunque te jalen las hojas” (Navarro, 2015: 53).
40
ii) Para Sergio Romano, periodista, “El albur viene con todas las castas que luchan
por su identidad. Aparece con Canek, con el negro Yanga y está presente en la
gran lucha de la independencia. Hay que recordar a Ramos Arizpe. En el
Periquillo Sarniento ya está el albur, vivo y vibrante” (Romano citado por Matali
[1979], en Lavertue 1998: 30).
iii) Jorge Mejía Prieto (1985), en su obra Albures y refranes de México, sostiene que
“[...] no es aventurado suponer que los albures aparecieron como parte del folclor
urbano y como forma de reto y disimulo frente a las normas de obediencia y
cortesía impuestas por una sociedad gazmoña y opresiva… de ser así, los albures
surgieron como respuesta del ingenio para vejar a hipócritas y pudibundos,
quienes se mostraban escandalizados ante las malas palabras que léperos y
pelados osaban lanzar en ocasiones” (Mejía 1985: 12; citado en Durán 2012: 46).
iv) Fernando Díez de Urdanivia en Su majestad el albur (2011) menciona que “Uno
de sus orígenes está en los minerales hidalguenses donde los trabajadores, en
tiempos de la Colonia, se desquitaban del capataz haciéndolo escuchar lo que le
decían desde la penumbra de los tiros, sin poder descubrir al autor del desacato.
De allí quiso derivarse que el albur es respuesta subversiva a la explotación que
siguen practicando los poderosos” (Díez 2011: 202; citado en Durán 2012: 46).
v) En el trabajo El albur mexicano de Luz Michell Lima Vega, menciona al respecto
que “Se cree que los inicios del albur fueron en la época de la colonia; sí, gran
parte del albur mexicano se deriva del habla novohispánico; sin embargo, cabe
destacar que el origen de estos juegos de palabras puede ser atribuido a la mezcla
de la lengua española y la lengua náhuatl” (s/f: 6).
vi) Para Francisco Xavier Solé-Zapatero, en El albur: del simple retruécano a una
visión utópico-carnavalesca del mundo (2012), “el albur mexicano tiene un doble
origen: proviene, por un lado, de la cultura europea, la cual se origina con los
griegos y romanos, transita por la Edad Media y el Renacimiento, con sus
complejas relaciones con los árabes, los judíos, chinos, etc., y desemboca en la
conformación de las diversas naciones que la constituyen hoy en día […] por el
otro lado, se encuentra la historia sumamente compleja de las diversas y
heterogéneas culturas indígenas, que, en el caso de México, inician con los
41
Olmecas y concluyen con los aztecas” (2012: 50). Cabe subrayar que el autor hace
posteriormente una anotación en la que opone este manifiesto y agrega que hay
una “necesidad de rastrear el origen de los ‘albures’ mexicanos, puesto que, hasta
donde se puede percibir, por lo que conocemos, ni en lo carnavalesco ‘europeo’
propiamente dicho, ni en lo ‘indígena’ en cuanto tal, pareciera contener una carga
sexual tan abierta como en este caso dado” (2012: 50-64), si bien la carga sexual
“abierta” a la que hace referencia no es característica propia del albur, ya que esta
se encuentra siempre encubierta.
vii) Para Víctor Hernández18, en Antología del albur (2006), la presencia de los
retruécanos en los cantos dancísticos prehispánicos que exponían la sexualidad
indígena, sumados a la tradición oral en parte soez, en parte sexual europea
originaron el albur actual: “… en Europa la escatología, el humor sexual y las
‘groserías’ […] eran perfectamente conocidas y practicadas desde siglos antes.
Pero no es sino hasta la creación de la Nueva España que se desarrolla la cultura
mexicana que combina el doble sentido verbal prehispánico de connotación
sexual con el lenguaje ‘majadero’ español y con un elemento que resulta clave
para entender el albur mexicano contemporáneo: el descontento popular” (2006:
306).
viii) En el trabajo de Marilú Hernández Díaz, La función del albur en los programas
informativos de la Ciudad de México; estudio de caso El Notifiero (2014), se
menciona también que los cantos eróticos nahuas (cuyo estudio se ha
documentado mayoritariamente en las obras de Patrick Johansson [2006]) son la
base de lo que conocemos hoy día como “albur”, aunque otorga mayor peso al
colonialismo como motivación subyacente de esta manifestación verbal de los
conquistados al establecer que “En la época de la Colonia, el mestizaje de lenguas,
ideas y culturas dio origen a una nueva forma de poesía, sujeta a reglas distintas:
el doble sentido […] Refranes, dichos, adivinanzas y cuentos, en náhuatl o en
español, fueron una eficaz manera para que los españoles no entendieran algunas
ofensas; se utilizaba el lenguaje para burlarse y agredir verbalmente sin que se
18 Víctor Hérnandez es autor de la obra Antología del albur (2006) y El libro de los albures (2010), de donde
se extrajeron ejemplos para el corpus de este trabajo, y también participó de entrevistado para esta
investigación.
42
percataran del significado real de las frases […] en la oralidad de los indígenas
incitaban el erotismo mediante el lenguaje, en principio utilizado como una forma
de humor que utilizaban para que los frailes no se dieran cuenta. Estos cantos
eróticos son la base de lo que hoy conocemos como albur” (2014: 13-14).
ix) Jesús Fernando Peña Román, en su artículo intitulado ¿Qué son los Albures?,
menciona al respecto del origen del albur que “Al igual que ocurre con las demás
expresiones nacidas del alma del pueblo, resulta imposible precisar su origen, —
sin embargo— su surgimiento suele asociarse como una forma de contraposición
a las normas de obediencia y cortesía impuesta por una sociedad mezquina” (s/f:
s/n).
x) En el artículo El arte de alburear (s/f), de la revista digital Veinte Mundos, se
menciona sobre el origen del albur que “La idiosincrasia mexicana es única y muy
variada. Desde tiempos inmemoriales se tiene conocimiento de practicar este
juego de palabras. Nos debemos remontar a la época prehispánica, ya que los
pueblos originarios ‘nahuas’ tenían una especie de género musical donde el
significado de sus canciones tenía doble sentido y una sugerencia bastante sexual.
A esto se le conocía como ‘cantos de cosquilleo’. A la llegada de los españoles,
la combinación de esta tradición con el castellano fue lo que generó lo que se
conoce hoy en día como el albur” (s/f: s/p.).
xi) En la opinión de Carlos Monsiváis, el origen es en las clases populares y la
innegable carga histórica y de represión que porta el albur se recoge cuando
menciona que “El albur fue táctica para burlar y romper la censura. El albur fue
el lado vivaz de la obscenidad, cuyo origen se depositó en la plebe” (Monsiváis,
1989: 41, citado en Lavertue, 1998: 30).
Tras revisar este breve compendio de posibles orígenes, es posible apreciar que si bien
muchos atribuyen como posible origen del albur los cantos nahuas (que más que cantos, como
se mencionó ya, era una manifestación artística que conjugaba cantos, baile y
gesticulaciones), también hay quienes lo atribuyen a un acto de rebeldía o como respuesta a
un acto de opresión o explotación, propios de condiciones laborales de esclavitud,
colonialismo o censura. Si bien este breve compendio histórico no es exhaustivo y no
43
pretende de ninguna manera agotar todos los supuestos que se hayan hecho respecto al origen
del albur, es ilustrativo para los fines de este apartado subrayar que el factor de identidad
parece permear en casi todos ellos. Dicho de otra manera, con los mineros hidalguenses a
quienes se les cree atribuir el albur, o bien nuestros antepasados nahuas o como resultado de
la mezcla del castellano y el náhuatl, etc., el peso cultural que porta el albur es innegable, y
la identidad que demarca entre quienes lo usan reluce cual característica polar, donde se
distan ambos polos: quienes pertenecen al bando de los opresores o al de los oprimidos, en
cualquiera que sea la idea de opresión. Entonces, bajo esta idea que no considera la
interacción social como función del albur y se remite a un posible origen de explotación,
quien alburea es el oprimido, aquel que busca desahogo y desquite de esta opresión y lo
manifiesta mediante el albur; quien es albureado es el opresor, aquel que busca imponer al
otro y se vuelve blanco del ataque que configura el juego verbal del albur. Bajo esta idea
también, el albur sería una herramienta para liberar al oprimido del opresor mediante la risa
provocada por la befa del albur, la distensión soltada con la carcajada o mediante la
creatividad que subyace en cada enunciación, cual hacha que parte los eslabones de dicha
represión y permite al oprimido, por una vez, ser quien oprima, colocarse encima de su
opresor y mofarse de este sin que pueda ni siquiera enterarse de dicho acto.
Pero dotar de esta simbólica intención al fenómeno lingüístico que tiende a tildarse como
“juego de palabras” sería arriesgado, mucho más si el origen titubeante se reduce a una
venganza verbal planificada por un oprimido, aunque es de reconocer también que resulta
incluso más cautivadora la idea de que el albur es un rastro de nuestro pasado náhuatl que
sigue vivo en una lengua impuesta, de colonizadores, y que los antiguos cuicah se han
configurado actualmente en una lengua indoeuropea en la que se han aprehendido diversas
técnicas que resultan atípicas para el resto de países hispanohablantes, lo que haría aún más
único al albur en México. De este modo, es innegablemente atractiva la idea de que nuestros
antepasados esclavizados armaban retruécanos y dilogías dentro de las prisiones, lo que les
permitía mofarse de sus colonizadores sin que estos se dieran cuenta… ¡y en su propia
lengua! Quizá ni siquiera habrían dado cuenta estos colonizadores de la capacidad de
resegmentación de su propia lengua para crear dilogías, habilidad que surgió tras el uso que
nuestros antepasados hicieron: se apropiaron de una lengua impuesta. Esto sigue ocurriendo
44
al día de hoy: puede alguien hablar castellano, pero eso no le da boleto automático a tener la
capacidad de comprender el fenómeno lingüístico del albur. Respecto a esto, para Lourdes
Ruiz19, personaje icónico que concretizó el fenómeno de marras en la actualidad, la marca de
identificación que permea en el albur es alta y claramente demarca la distinción de una misma
lengua respecto al uso de los bandos de los conquistadores y de los conquistados, para lo que
ella sostiene debemos conservar el fenómeno porque impone esta distinción y la revitaliza en
la medida en la que albureamos. Lourdes Ruiz también menciona al respecto que “mientras
no nos conquisten nuestra forma de hablar, porque ya nos quitaron todo, nada más que no
nos quiten nuestra forma de hablar, aún todavía no somos conquistados y nuestra lengua es
esta: el albur”20.
En resumen, si bien los posible orígenes del albur revisados aquí muestran vacilación, cierto
es que muchos de ellos recogen la idea de peso cultural e identitario, y hay quienes
promueven su uso para conservar esta marca de identidad, de rebeldía, de no opresión y
anticolonialista. Y del mismo modo, la abierta propiedad intelectual del albur permite que
surja ese sentido de apropiación del fenómeno entre los hablantes que reclaman su autoría,
de un modo similar al que ocurre con la abierta propiedad intelectual de los sistemas
lingüísticos de cada región, acuñados y amoldados a las variantes de cada grupo geolectal y
apropiados por poseer marcas y rasgos identitarios y culturales.
I, § 2.2 Patrick Johansson y el cuecuechcuícatl
Como se mencionó anteriormente, son pocos los registros históricos con los que se cuenta
actualmente que han registrado la presencia, historicidad y evolución del albur, lo que ha
despertado una ola de supuestos sobre su origen. Es quizá el hecho de que este fenómeno se
manifieste prototípicamente en la lengua oral y no en la escrita una razón principal para los
19 Lourdes Ruiz (aka “La Reina del Albur”) en 1997 fue campeona del torneo de albures “Trompos contra
perinolas”, realizado en el Museo de la Ciudad de México, y a partir de esa fecha fue campeona invicta de
distintos torneos de albures festejados en todo el país. Personaje icónico de la cultura popular de la Ciudad de
México, que impartía diplomados de albures, tuvo diversas publicaciones sobre el albur, así como charlas en
universidades, programas de radio y televisivos para difundir el albur, con quien se colaboró para esta
investigación en ejemplos del corpus y como entrevistada. 20 Les Tres Colectivo (2015) Mi vida es un albur. [Documental]. Recuperado de:
pocos registros plasmados, pero también una posible razón es el hecho de que el albur sea
sobre lo sexual, y que todo lo sexual sea históricamente vetado, pues es de sobra sabido que
este veto tuvo mucho mayor peso durante la conquista, ya que los colonizadores debían estar
seguros de cuán permisivos podían ser con los colonizados en su esfuerzo por
‘evangelizarlos’. Los frailes debían aprobar todo lo que los escribas indígenas transcribían y
plasmaban para estar seguros de que las intenciones de evangelización y conquista no se
vieran comprometidas. La prohibición de lecturas o producciones literarias que pudieran
comprometer propósitos de evangelización es una tradición católica tremendamente
frecuente entre los frailes; por ello que no sea de sorprender que siempre ha habido lecturas
‘prohibidas’ que pueden ‘confundir’, ‘trastornar’ o ‘malinterpretar’ a aquellos subyugados.
Ejemplo de esto nos lo describe con brillantez Umberto Eco21 en El nombre de la rosa,
respecto a la prohibición de libros en la abadía que otorgaban acceso a un conocimiento
especial, conocimiento que entre la orden franciscana era prohibido porque podía
comprometer su conducta, ideales y organización con:
Porque no todas las verdades son para todos los oídos, ni todas las mentiras pueden ser
reconocidas como tales por cualquier alma piadosa, y, por último, los monjes están en el
scriptorium para realizar una tarea determinada, que requiere la lectura de ciertos libros y no
de otros, y no para satisfacer la necia curiosidad que puedan sentir, ya sea por flaqueza de sus
mentes, por soberbia o por sugestión diabólica. […] Del mismo modo, el plan divino
contempla la existencia de los libros de los magos, las cábalas de los judíos, las fábulas de
los poetas paganos y las mentiras de los infieles. Quienes, durante siglos, han querido y
sostenido esta abadía estaban firme y santamente persuadidos de que incluso en los libros que
contienen mentiras el lector sagaz puede percibir un pálido resplandor de la sabiduría divina.
Por eso, también hay esa clase de obras en la biblioteca. Pero, como comprenderéis,
precisamente por eso cualquiera no puede penetrar en ella (Eco 1980: 49).
No obstante estos hechos anteriores, el investigador Patrick Johansson22, especializado en
estudios nahuas, ha logrado detectar en una serie de manifestaciones dancísticas nahuas
21 Umberto Eco fue filósofo, novelista, ensayista, pedagogo, guionista, traductor, profesor universitario,
semiótico, escritor, crítico literario y medievalista italiano. 22 Patrick Johansson Kéraudren es un académico, investigador y profesor de lengua náhuatl de la Universidad
v) La siguiente clasificación reconocida es la percepción del albur para varios
autores únicamente como un juego de palabras, sin puntualizar que es un doble
sentido u otra puntualidad (4 definiciones): Durán (2012); Larousse (2008);
Rincón (2014); Lomas (1974).
vi) En la última clasificación, se aprecia una heterogeneidad del rasgo más
prominente con el que se define al fenómeno, por ello que no se destaque un único
rasgo para clasificarlas (9 definiciones): para Lavertue (1998), es una “creación
28 Atención que si bien las categorías son únicamente con fines descriptivos y no se pretende hacer ningún tipo
de apología ni crítica hacia ninguna clasificación presentada aquí, cabe destacar que la definición propuesta por
Juan Carlos Ortiz Contreras (2013) es particularmente vaga, ya que menciona: “El albur, es una forma de
expresión que recurre a acepciones sexuales para someter al otro…” y, como se sabe, todo en la lengua es una
forma de expresión. Si bien se subraya aquí vaguedad en esta definición, cabe destacar que no es la única
definición con vaguedad de entre todas las registradas, pero es de nuestro interés puntualizar esta por lo
peligroso que resulta definir al albur como “una forma de expresión”, ya que en realidad no se está diciendo
nada con eso, puesto que las formas de expresión están por doquier, y todo entonces sería un albur porque todo
en la lengua es en realidad una forma de expresión. Además, la definición de Ortiz forma parte del trabajo de
investigación de pregrado intitulado Metonimia y metáfora del albur mexicano, y prescindió de los términos
“metonimia” y “metáfora” en su definición.
75
contextual interactiva y oral”; para Hernández (2014), es un “juego que consiste
en que dos frases se asemejen por el sonido y difieran por el sentido”; para
Guzmán (2007), es un “metalenguaje”; para Gutiérrez (1988), es una
“manifestación de la apropiación del lenguaje”; para Navarro (2015), es un
“lenguaje popular”; para Monsiváis (1979), es “una pérdida de tiempo en función
de tradiciones liquidadas”; para Barrera (2018), es un “juego de palabras sexual”;
años después para el mismo Monsiváis (1984), es un “chiste inequívoco”; para
Mejía (1985), es un “recurso de la picardía popular”.
Tras revisar estas agrupaciones de las definiciones recabadas, es posible ahora apreciar tres
conclusiones preliminares:
• que el contenido sexual es un aspecto esencial, es el aspecto más sobresaliente con el
que se define al albur, aspecto del que difícilmente puede prescindirse y que lo vincula
como fenómeno consecuente a los cantos nahuas que recoge la teoría del Dr.
Johansson, que explica el advenimiento del albur actual;
• que la característica de duelo, de combate o de esgrima verbal sigue vigente en las
apreciaciones del fenómeno de hoy día tanto como lo estaban en muchos de los
antiguos cuicah, lo que vuelve al duelo otra de las características esenciales del albur,
como ya se revisó anteriormente, y
• también es posible apreciar qué rasgos del albur son los que predominan en la mayoría
de las definiciones, la medianamente homogénea concepción del fenómeno por
diversos autores y textos de distinta naturaleza. Destacar estos rasgos nos permite,
además, demostrar la vacilación a la que nos referimos anteriormente sobre su
definición; y esto también demuestra la necesidad de la intervención de la ciencia del
lenguaje para abolir esta ambigüedad y definir las puntualidades y construcciones del
fenómeno ya que —nuevamente— el albur es, ante todo, un fenómeno meramente
lingüístico.
Asimismo, puede apreciarse de estas definiciones que otra constante es aquella que lo
considera como un juego de palabras que porta un doble sentido, y es aquí donde surge otro
76
problema teórico: definir en función de qué algo es un doble sentido y si todo doble sentido
sería entonces una forma de albur. Dicho de otro modo, existe una completa ambigüedad que
conlleva decir “doble sentido”, ya que un juego de palabras con doble sentido bien puede ser
cualquier otra cosa, llámese adivinanza, colmos, chistes, retruécanos, calambures,
narraciones infantiles, etc., pero ninguno de ellos sería propiamente un albur. Para lograr
determinar entonces en función de qué un “juego de palabras de doble sentido” es
propiamente un albur, sería necesario precisar las características necesarias que ha de cumplir
ese juego de palabras para que sea albur, y definirlo a suficiencia para establecer cuán
distantes son las otras formas de juego de palabras de doble sentido que no cumplen la matriz
de rasgos que conforman un albur. Para seguir acercándonos a estas puntualidades, uno de
los objetivos generales que persigue este trabajo de investigación —además de hacer una
definición y análisis lingüísticos bajo el enfoque funcional del albur— es presentar una
definición lo más integral posible de “albur” que satisfaga a suficiencia las puntualidades
desde la lingüística, y que no dé lugar a equívocos. Pero por ahora proseguiremos con el
análisis del fenómeno del albur desde la teoría del humor verbal que ya se anticipó, para
contrastar la manifestación de este fenómeno con otras formas lingüísticas como el chiste y
demás.
Para conocer las definiciones completas presentadas en este apartado, consultar el Apéndice
I, § 3 de este trabajo de investigación.
II, § 3. Sobre el albur y las formas de humor verbal
II, § 3.1 Sobre la ubicación del albur en las teorías lingüísticas del humor verbal
Independientemente de la definición que se recoja de albur para los hablantes (véase Olguín
2000 y Lavertue 1998) o las definiciones recogidas en esta investigación, es común relacionar
este fenómeno como un tipo de humor verbal —puesto que la risa es uno de los tipos de
reacciones más comunes tras la emisión de un albur— y por lo regular hay vacilación sobre
si en realidad pertenece a un tipo de humor o no, como los chistes, por ejemplo. Para abordar
esto, es necesario pensar si la función del albur —al menos la función principal—
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verdaderamente es la de crear humor y no otra, y para esto es necesario estudiar el objetivo
de los hablantes al usar albures en todos los actos en los que se presente. Algunas de las
funciones identificadas del albur se registraron en el análisis mostrado en el apartado IV, §
4, bajo el modelo de comunicación de Jakobson, análisis aunado al objetivo de hacer una
descripción lingüística lo más integral posible para este trabajo de investigación.
Dicho lo anterior, ahora nos remitiremos a tratar de ajustar en la medida de lo posible al albur
en alguno de los grupos en los que se distribuyen las teorías lingüísticas de humor verbal
actuales. Para esto, usaremos en primera instancia el artículo de María Ángeles Torres
Sánchez (1997) dedicado a la obra de Attardo29 (autor que ha formalizado la teoría lingüística
de humor verbal más representativa de la actualidad), donde nos presenta el siguiente
extracto:
Un aspecto especialmente interesante de este capítulo es la clasificación de las teorías
modernas sobre el humor elaborada por el autor, distribuidas estas en tres grupos, que
responden a los siguientes epígrafes: a) Teorías de la superioridad, que defienden que toda
experiencia humorística surge como manifestación del sentimiento de superioridad del
hombre hacia el hombre. b) Teorías de la descarga, que interpretan el humor como efecto de
una descarga de energía física acumulada. c) Teorías de la incongruencia, que consideran que
todo humor se basa en el descubrimiento de una realidad o un pensamiento que resulta
incongruente con lo que se esperaba (Torres 1997: 436-437).
Si bien estas agrupaciones clasifican de forma práctica las teorías de humor actuales, resulta
complicado asignar el grupo exacto al que pertenecería el albur sin dejar de lado la
posibilidad de que también pueda pertenecer a los otros dos grupos. Por ejemplo, una
característica del intercambio verbal que ocurre en una contienda de albures es que tiene por
objetivo imponer superioridad al receptor, tal como lo define Octavio Paz (1986 [1950]): “…
Cada uno de los interlocutores, a través de trampas verbales y de ingeniosas combinaciones
lingüísticas, procura anonadar a su adversario; el vencido es el que no puede contestar, el que
se traga las palabras de su enemigo…” (1986 [1950]: 14). Bajo esta idea, se situaría al albur
29 Salvatore Attardo es un lingüista, editor y profesor universitario, alumno de Victor Raskin, especializado en
estudios sobre el humor.
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en el grupo de teorías de la superioridad. Sin embargo, el efecto del humor, de provocar risa,
sería claramente factible de asignar al albur en la teoría de la descarga, como se documenta
en las impresiones de los entrevistados del Apéndice II; y del mismo modo, resultaría sensato
clasificar al albur en las teorías de la incongruencia debido al discurso secundario que
subyace al discurso plano (o dos niveles de sentido: literal y figurado [Beristáin 2001: 53]),
es decir, dos niveles de significación; o bien, incongruencia debido a los valores de verdad
por los que transita el albur, como se revisará posteriormente en el apartado III, § 2
concerniente a la dimensión semántica del fenómeno. Esta incongruencia se acentúa al
presentarse ambos niveles en un mismo discurso, pues siempre “salta” a la vista un factor
que resulta incongruente al sentido del discurso plano: una risa, una palabra o respuesta
“extraña”, lo que hace saber a un no alburero que lo están albureando. Así pues, pareciera
que estas tres agrupaciones de las teorías lingüísticas actuales de humor verbal no parecieran
puntualizar lo necesario para clasificar al albur en un único grupo de humor verbal: el albur
presenta todas las características de las tres agrupaciones de forma simultánea.
Pero aquí no para esto, ya que se complica aún más a la hora de emparentar el albur como un
tipo de chiste30, manifestación prototípica de las expresiones de humor verbal, puesto que en
la misma obra de Attardo (1994) se establecen parámetros de los que se conforma el chiste
que también se asemejan al albur en muchas de sus características, pero no en todas. Por
ejemplo, el autor presenta un modelo que analiza la estructura del chiste a partir de un análisis
narrativo, y es así que el chiste cumple parámetros propios de la narración de textos
humorísticos, como lo menciona María Torres (Torres 1997: 438): “The text begins by setting
a context… An element… then occurs in the text which causes a passage from the sense
reconstructed thus far in the joke to a second, opposed sense” (Attardo 1994: 107).
Cotejando entonces algunas de las características del albur frente a las del chiste, podemos
apreciar que en el albur también puede existir la característica de que haya o se cree un
contexto, y también que se trascienda de un sentido al otro —características que comparte
con las del chiste—, además de la inherente consecuencia de producir humor. Hay incluso
30 Para fines de este trabajo, entenderemos por “chiste” la definición proporcionada por el Diccionario del
Español de México como: “Dicho, ocurrencia o cuento breve que se dice para hacer reír” (DEM, 2019).
79
albures que se narran cual chistes, se matizan en una conversación, se describe una anécdota
y se hace de un albur toda una narración, lo que refuerza la idea de que este fenómeno
comparte rasgos del concepto chiste de Attardo. Por ejemplo, tenemos el siguiente albur
narrativo31 (ejemplo de lingüística de sofá propio y para fines ilustrativos de albur narrativo):
En el pasado mes de abril, biólogos marinos de la Universidad Veracruzana hicieron un
descubrimiento en las costas de Veracruz. Se trata de una nueva especie de camarones que se
cree solo existe en el Golfo de México y tienen una particularidad nunca antes vista: la
capacidad de camuflarse como reacción fotosensible. Esta capacidad les permite ocultarse de
depredadores, ya que logran cambiar la tonalidad de su piel cuando se sienten amenazados:
cambian de blanco a rojo intenso en el océano.
En la estructura narrativa de este fragmento se presenta un albur lo suficientemente matizado
como para pasar desapercibido, y se mantiene las característica del chiste de establecer un
contexto que expone Attardo (1994: 107), aunque este tipo textual —por ser más elaborado
que un albur plano sin todo el decoro narrativo— pareciera “difuminar” la característica de
que se pase de un sentido principal a uno secundario propia de los chistes, al menos para un
aprendiz del albur, ya que para el alburero experimentado dicha característica se esperaría sí
estar presente. Para dejarlo claro, el albur aquí se oculta en las últimas tres unidades léxicas
del fragmento: “blanco a rojo”, con el añadido posterior de “intenso en el océano”. La
escritura de estas claramente las distingue como tres palabras independientes por los blancos
de separación —procuraré ser cuidadoso con el entendido de “palabra” aquí—, considerando
que en su escritura se distinguen tres palabras tanto léxicas como gramaticales, es decir, cada
una como una unidad lingüística plasmada en un medio gráfico distinguida por blancos de
separación entre sí. Sin embargo, la lectura en voz alta de estas en la narración, es decir, en
su realización oral o manifestación en medio fónico, las puede volver dos palabras léxicas
únicamente —“palabras” entendiéndolas ahora como “la unidad lingüística, dotada
generalmente de significado, que se separa de las demás mediante pausas potenciales en la
31 Para fines de este trabajo, se entenderá por “albur narrativo” a aquel tipo de albur cuya manifestación se ve
elaborada en el más alto nivel de la lengua, el textual, ya que se desarrolla en toda una muestra a modo de texto
y posee la característica de ser narrado, a diferencia de la mayoría de muestras de albur que se valen de forma
más prominente o única de recursos morfosintácticos o semánticos en una muestra menos elaborada —desde el
punto de vista textual— que la de este narrado.
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pronunciación” (DLE 2014)—: “blanco a+rojo”. Al fusionar en la pronunciación la
preposición simple “a” con el adjetivo “rojo” en razón del acento y la tonicidad que recarga
a las preposiciones con otras unidades léxicas, se conserva la realización fónica alveolar
sonora del fonema /r̄/ que encabeza la voz “rojo” como vibrante múltiple, pero vuelve esa
preposición una unidad distintiva, ya que crea de las unidades “a” + “rojo” la palabra
“arrojo”, forma conjugada en presente simple del indicativo, en primera persona del singular,
del verbo “arrojar”, muy funcional en el discurso alburero. Entonces, la lectura del fragmento
de marras sería “blanco arrojo”, independientemente de su realización gráfica. Este juego
permite que se cree el albur aquí, ya que decir “blanco arrojo” es una dilogía que en el código
del albur significa “eyacular”: “blanco” atendiendo al color blanco del semen y “arrojo”
atendiendo a la expulsión de esta sustancia durante la eyaculación. La adición de “intenso en
el océano” agrega fuerza al albur y hace parecer que “intenso” se remite a la tonalidad del
color rojo en el que cambia la especie de camarones, y “en el océano” al medio en el que
dicho camuflaje ocurre. Pero, del mismo modo, se suma una dilogía aquí ya que tras haber
dicho “eyacular” anteriormente en el sentido figurado con los recursos morfosintácticos del
albur, la forma “océano” es un alburema que significa “boca”, a partir de la paronomasia de
“océano” con “hocico”, voz que sustituye a “boca” en el caló. Aquello de “intenso”
despegado de la tonalidad del color rojo, en el plano subyacente del albur —o mejor dicho
en el simultáneo— puede hacer alusión a la forma en la que se eyacula; es decir, pasar del
adjetivo “intenso” al adverbio “intensamente” para lograr la lectura alburera: “eyacular de
forma intensa en la boca de alguien”.
Para este tipo de albures, autores como Helena Beristáin sostienen que hay chistes que son
derivaciones del albur (Beristáin 1997: 34) y para esto la autora presenta algunos ejemplos
de albures que comparten las características narrativas antes expuestas de Attardo. Con todo
lo anterior, es posible apreciar que el albur puede también concebirse como un fenómeno que
comparte características propias de un chiste, por poseer contexto y situacionalidad32, y un
chiste contado en una rutina de comedia puede tener todo un esqueleto narrativo y remates
mientras se cuenta, al igual que el ejemplo de albur narrativo que revisamos anteriormente.
32 Se entenderá por “situacionalidad” a lo expresado por el Diccionario de términos clave de ELE como “que
remite a las coordenadas espaciotemporales en que tiene lugar el texto y que hace que un texto sea pertinente
en el contexto en que aparece” (2019).
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Pero precisar dónde debemos alojar al albur en las teorías de humor verbal se complica aún
más cuando tomamos en cuenta la situación que hemos identificado debe presentarse como
elemento exigido para que ocurra el albur —atención que en las agrupaciones anteriores que
resume María Ángeles Torres de la obra de Attardo no se consideraba la situación como un
elemento particular—. A este respecto, atendiendo a su necesidad situacional y la estricta
relación con el humor que se supone tiene, algunos autores consideran que el humor debe
abordarse como un fenómeno que ocurre situacionalmente, y este es el caso de Víctor Raskin.
Para él, el humor puede abordarse como un acto —en clara analogía con “acto de habla” de
Searle (1969)— al que el autor llama “acto humorístico” y sobre lo cual anota lo siguiente:
For the sake of simplicity, we will call an individual occurrence of a funny stimulus the humor
act. […] What characterizes the humor act? […] First of all, there should be human
participants in the act […] Secondly, something must happen in a humor act. An utterance
has to be made, a situation has to be developed or to be perceived – in short, a new stimulus
should be presented and responded to humorously. The natural term for this obligatory factor
is the stimulus (Raskin 1944: 3, 4).
Dicho lo anterior, agregaríamos ahora al albur la exigida necesidad de poseer una
situacionalidad, lo que lo relaciona con el humor per se de los estudios de Raskin. Sin
embargo, hasta este punto de clasificación del albur se presentaría otro inconveniente: tomar
la situación como factor determinante pareciera responsabilizar a la pragmática la ocurrencia
del albur, y no a la semántica, tesis que no sostenemos en este trabajo dado que argumentamos
que ambas dimensiones operan en la producción y comprensión del albur. Atendiendo al
valor de la pragmática, entonces, cabe puntualizar que dicha dimensión sí hace un buen
acercamiento al análisis del humor, tal como lo realiza María Ángeles Torres en su análisis
(1997), el cual se presenta en dos puntos principales: i) la perspectiva semiótica deslinda el
humor verbal de una propiedad de los procesos de interpretación, para asociarla así como una
característica de la relación entre los signos y sus contextos, y ii) el humor verbal representa
una marcación respecto a un discurso sin humor verbal que “… tanto las interpretaciones
semióticas como las textuales, se aferran a la idea de que el discurso humorístico es un
discurso marcado o desviado, en oposición al discurso serio” (Torres 1997: 442). Esta idea
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de un discurso humorístico como un tipo de discurso desviado de la literalidad o del discurso
plano establece dos tipos de discurso, pero no hay que percibirlos únicamente como dos
discursos ubicados en extremos opuestos en una polarización discursiva, a modo de análisis
operacional, en el que se deba elegir un único tipo de discurso para cada acto y no más. No.
Más bien podemos apreciar que si bien son dos tipos de discurso estos ocurren de manera
simultánea en el albur, y uno de ellos comparte las características de humor verbal como la
incongruencia, la superioridad, la descarga y la situacionalidad, con fines lúdicos,
recreativos, etc. (discurso humorístico marcado), y otro de ellos es literal, plano, no marcado,
y con fines comunicativos únicamente. Esta idea de un discurso marcado y simultáneo
impregnado de un sentido figurado que subyace al sentido literal del discurso no marcado y
plano, misma que ya mencionamos anteriormente, es un concepto que también Attardo y
Raskin habían descrito como “modo de comunicación ‘no serio’” (1991) para referirse a las
características que dan del humor que, dicho sea de paso, fue el año en el que dieron
nacimiento a la Teoría General del Humor Verbal (TGHV)33. No obstante esta idea de “modo
de comunicación no serio” cuya ocurrencia pareciera responsabilizarse únicamente a la
pragmática, veremos en este trabajo que tanto la dimensión pragmática como la semántica
operan en la comprensión y en la elaboración del albur.
Con todo lo anterior, podemos apreciar que no es tarea sencilla clasificar al albur en las
agrupaciones actuales de humor verbal, puesto que comparte características de muchas de
ellas, del mismo modo en el que ocurre comprender las similitudes que comparte con el chiste
y el problema de establecer la situación en la que se presenta. Quizá sea esta una de las
razones por las cuales haya tanta vacilación sobre si el albur es o no un tipo de humor —
hablando aquí de la clasificación del albur en la TGHV, no como parte de las funciones
identificadas del albur en el discurso de los hablantes que se revisará en el apartado IV, § 3—
, puesto que el albur no es un fenómeno del que se tenga registro que ocurra en todas las
lenguas, y si bien lenguas como el inglés tiene un recurso como los puns34, que comparten
33 Teoría desarrollada por Salvatore Attardo en el año de 1994, y se encarga de analizar el humor verbal y cómo
ocurre en distintos tipos textuales. 34 Se entiende por “puns” aquello mencionado en el diccionario Oxford Advanced Learner’s Dictionary (2006):
“the clever or humorous use of a word that has more than one meaning, or of words that have different meanings
but sound the same” (2006: 1177).
83
características con el albur, no son albures per se por diversas características de las que
carecen.35
En resumen, podemos atribuir al albur las siguientes propiedades clasificatorias de
conformidad con la TGHV:
• Tiene rasgos que lo hacen formar parte de la teoría de superioridad del humor verbal.
• Tiene rasgos que lo hacen formar parte de la teoría de la descarga del humor verbal.
• Tiene rasgos que lo hacen formar parte de la teoría de la incongruencia del humor
verbal.
• Puede tener rasgos similares a aquellos de los que se conforma un chiste como el
efecto, el contexto y la narrativa.
• Comparte rasgos situacionales que lo hacen meramente humorístico, como los actos
humorísticos de Raskin.
Si tomamos en cuenta que en ninguna de estas clasificaciones o perspectivas sería adecuado
colocar al albur de forma inamovible, podemos apreciar que el albur es un fenómeno que
parece ser muy operativo dentro de toda la teoría lingüística de humor verbal, cosa que no
ocurre con otras manifestaciones de humor verbal que pertenecen a una sola clasificación,
como los chistes, los juegos de palabras, las adivinanzas, etc. Ante esto, podemos decir que
35 Si bien este trabajo se concentra en el fenómeno del albur mexicano, y dejando de lado que los puns son un
fenómeno lingüístico propio del inglés que comparte algunos rasgos del albur (como el recurso de la homonimia
y la paronomasia para lograr un doble sentido), pero no son propiamente albures, cierto es que la evolución del
humor en comedias estadounidenses —particularmente de humor negro— ha comenzado a asomar conatos de
lo que pareciera ser albur, imágenes que comenzarían a acercarse a una construcción y dinámica
extremadamente similares a la del albur actual que aquí se analiza. Esto ocurre a nivel léxico, mediante los
recursos paronomásicos y homonímicos, aunque cabe destacar que no pareciera haber hasta ahora esta similitud
con el albur mediante el recurso de la resegmentación morfosintáctica. Ejemplo de esto se encuentra en la serie
South Park, en el episodio 6, temporada 14 (“Super Best Friends”), donde se aprecia el juego de palabras
respaldado por la paronomasia y la homofonía entre las voces Sea man y semen (“Hombre marino”, en alusión
a Aquaman ~ ”semen”, respectivamente), entre swallow y swallow (“golondrina” y “tragar”, respectivamente),
y entre come y come (“ven” y “eyaculación”, respectivamente), ejemplos que ocurren en el minuto 10:12 y
18:10 con las formas deliberadas: “Hey, look! Tom Cruise has semen on his back!” (¡Mira! ¡Tom Cruise tiene
al Hombre marino/semen sobre su espalda!”) y “Swallow, come!” (“Golondrina, ¡ven!/¡Traga eyaculación!”).
O en el episodio 14 de la 5.ª temporada, en el que en el minuto 2:35 se presenta la imagen de un baño público
clandestino, donde se practican relaciones homosexuales, y lleva por nombre “The White Swallow” (“La
golondrina blanca” ~ “La tragada de blanco”), para hacer alusión a que se “traga blanco” o ingiere semen, en
un lugar donde se practican relaciones sexuales homosexuales.
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el albur permea de forma muy funcional en muchas de las manifestaciones de los tipos de
humor. Probablemente resultaría más sensato considerar que el estudio interesante aquí no
es tratar de clasificar al albur en un tipo de humor verbal específico, sino más bien encontrar
en qué tipo de humor verbal específico no podría clasificarse. Sin embargo, esta nueva línea
sugiere una investigación del fenómeno ajena al propósito que persigue el presente trabajo
de investigación, aunque se abre aquí una ventana de oportunidad para la aplicación de alguna
otra ciencia que lo aborde.
A todo esto, no resultaría prematuro deducir entonces que el albur no solo es una forma de
humor verbal cuyo objetivo es realizar cualquier tarea propia del humor mediante técnicas
verbales, de acuerdo con los acercamientos sobre este en las teorías revisadas anteriormente.
Más que esto, si bien el albur puede manifestarse con formas que sigan aquellas del humor
verbal lo relevante es —y se revisará con mayor puntualidad posteriormente en el apartado
IV, § 3, de este trabajo— que posee también otras funciones que siguen otros objetivos de
interacción social ajenos a simplemente provocar humor, funciones igualmente prominentes
a aquella de provocar humor.
II, § 4. Particularidades lingüísticas del albur
Hasta este punto, hemos revisado ya lo relacionado con la forma en la que se concibe al albur
en la actualidad; partiendo de las preconcepciones, tabúes, definiciones intuitivas,
definiciones más conformadas hacia estudios particulares y posteriormente sobre la
concepción del fenómeno bajo la TGHV, como un modo de comunicación no serio que
procura causar humor. Pero para la siguiente parte de este capítulo toca el turno de abordar
particularidades ya de naturaleza lingüística, y para ello se abordará primeramente la
manifestación del albur como una forma particular de hablar, de emitir un discurso, con fines
particulares y las características que conforman a este tipo de discurso. Entonces, al abordar
ahora al albur como una forma particular de hablar de lo sexual, estamos ubicados ahora en
el discurso, arista que trazará el primer acercamiento hacia un enfoque lingüístico que se
busca abordar en este trabajo.
85
II, § 4.1 Técnicas discursivas
En los análisis lingüísticos, y en la lingüística misma, son muchas cosas las que pueden
interesar según lo que se aborde: la forma de hablar de un usuario, las construcciones que
configuran su sistema lingüístico o su propia realización de ese sistema (parole, según
Saussure [1916]), fenómenos lingüísticos, etc. Todo aquello que interese bajo la lupa del
análisis lingüístico se analiza a partir de muestras de habla, muestras de realizaciones de una
persona, un grupo de personas, una tradición discursiva, una construcción sintáctica, un
proceso fonético o fonológico, textos, etc. Es esta la ‘ironía’ a la que muchos se refieren en
análisis lingüístico: se estudia la lengua usando la lengua misma. Su objeto de estudio es
también su herramienta para acceder a dicho objeto. Bueno, pues esto se debe a que la
lingüística y su aplicación estudian los hechos de habla, y estos se transmiten a través de la
lengua misma, mediante un discurso. Pero los discursos pueden pertenecer a distintos
campos, textos, ciencias: no todo es lingüístico. Y es así que apreciamos que en la lingüística
en realidad se analizan hechos de habla de distintos dominios a los que accedemos mediante
sus propios discursos: a la lingüística no le interesan los dominios, sino las particularidades
de sus discursos. Es así que entramos ahora en campo de análisis lingüístico primeramente
desde el vértice discursivo.
Ahora bien, es frecuente que cuando hay un intercambio comunicativo llamémoslo “no
marcado” —(es decir, plano, literal) para contraponerlo con aquel “marcado”36 (es decir
desviado, figurado)— el circuito de la comunicación fluye de forma exitosa y cíclica. Sin
embargo, este flujo puede verse interrumpido o desviado si surgen elementos que lo encausen
hacia un intercambio comunicativo marcado. Las marcaciones hacen que el interlocutor
avispado que se ha dado cuenta de dicha desviación reconfigure su discurso o la
interpretación del mensaje del emisor para aterrizarse ahora en un nuevo discurso o un
discurso subyacente —o mejor dicho simultáneo— o bien hacia una nueva o paralela
36 Si bien el término “marcación” en lingüística es muy amplio como para dar cuenta de su definición aquí, para
propósitos de este trabajo nos remitiremos a entenderlo con la definición que nos ofrecen Brown & Miller
(2013) como “Having some change of form signalling case, tense, aspect, number, etc.” (2013: 278), para dar
cuenta así de aquellos elementos lingüísticos que presentan algún rasgo cambiante específico y lo hacen
portadores de ese distintivo o marca, frente a otra forma que la carece.
86
interpretación. Es así que si nuestro emisor emite un albur colado en el intercambio
comunicativo no marcado inicial, el receptor avispado —que debe conocer el fenómeno del
albur— indudablemente pensará que lo están albureando, muy probablemente por aquello
que se menciona en la teoría de la incongruencia de Attardo que expusimos anteriormente:
“¿me estás albureando?”, podría escucharse.
Pero este riesgo a desviarse hacia el discurso marcado ocurre también en el polo contrario,
en el del emisor, ya que si este ha traído no intencionalmente un albur a la mesa del
intercambio comunicativo no marcado, es muy posible que diga: “sin albur”, para despejar
así toda sospecha al receptor de que en realidad lo está albureando. Y más interesante aún, si
el emisor arrojó intencionalmente un albur a la mesa, pero sigue configurando su discurso
para hacerlo pasar por uno de forma no marcada, es decir para disfrazarlo y ocultar su
intención de alburear al receptor, podríamos ver una situación como la siguiente (ejemplo
adaptado de la muestra [160] del corpus):
Situación: Dos personas entrando a un restaurante.
- Interlocutor 1: Oye, ¿dónde nos sentamos?
- Interlocutor 2: Donde quieras, pero agarra mesa grande.
- Interlocutor 1: ¿Estás hablando en serio o me estás albureando?
- Interlocutor 2: No te estoy albureando, es tu mente ‘cochambrosa’ la que cree que te
estoy albureando.
En este intercambio comunicativo, como se explicó antes, podemos apreciar dos líneas
discursivas:
i) En la no marcada, el interlocutor 2 le pidió al interlocutor 1 que eligiera una mesa
de tamaño grande para estar más cómodos durante su estancia en el restaurante.
ii) En la marcada, el interlocutor 2 en realidad le dijo al interlocutor 1 que no le
importaba qué mesa eligiera, siempre que el interlocutor 1 tome por el pene al
interlocutor 2 (para interpretar este albur, se deben resegmentar las voces
“agarra”, “mesa” y “grande”, proceso morfosintáctico común en la construcción
87
de albures, como se leerá en el apartado II, § 6, y así reconfigurar una nueva
lectura que diga: “agárrame esa grande”; es decir: “tómame por el miembro
erecto”).
Ahora bien, los elementos discursivos a los que nos referimos que vuelven marcado al
discurso original son en realidad las características discursivas que conforman al albur que
aquí investigamos: pueden ser meramente de semántica léxica o pragmáticas o
morfosintácticas, etc. Entendemos ahora, entonces, que el albur posee estas características
que vuelven marcado un discurso y por tratarse de un discurso podemos entenderlo como la
realización manifiesta de una forma particular de hablar; así pues, dichas características son
una forma de hablar marcada y representan en el enfoque operacional una técnica (o mejor
dicho, un conjunto de técnicas) que usa un interlocutor para “hablar de forma alburera”. Esto
se constata con el “No te estoy albureando, es tu mente ‘cochambrosa’ la que cree que te
estoy albureando”, para dar cuenta de que el interlocutor 2 le dijo al interlocutor 1 un mensaje
pero codificado de una forma particular: albureando, y quiere deslindarse de la culpa de esa
interpretación fingiendo que no quiso alburear. Pero bien sabemos que el interlocutor 2 pudo
haber dicho ese mismo mensaje codificado de forma distinta, sin que diera lugar a los
equívocos que produce el albur, por ejemplo: “Elige una mesa de tamaño grande”.
Al ser entonces el albur un fenómeno desenvuelto en el discurso y que de hecho lo vuelve
marcado, con sus propias características y con el fin de hablar de algo de una forma particular,
entendemos aquí al albur como una técnica discursiva, o como un conjunto de técnicas
discursivas, cuyo contenido esencial es el sexo. Al hacer esto, en conclusión, entendemos
que el albur es un conjunto de técnicas discursivas para hablar de lo sexual. Pero al hablar de
técnicas bajo nuestro análisis, es necesario abordar la disciplina de la lingüística
operacional37, y ya que todo en análisis operacional debe conformarse mediante oposiciones
37 La lingüística operacional de la que nos valemos para el análisis de las oposiciones y continuos en las distintas
técnicas discursivas de este trabajo se adhieren a la línea del proyecto de UNITYP (Universales y Tipología),
surgido en la Universidad de Colonia por el lingüista Hansjakob Seiler. Bajo el entendido que persigue este
proyecto (o modo de análisis lingüístico), se establece que todas las lenguas presentan problemas universales
(o dimensiones) a los que se enfrentan, y dichos problemas los resuelve cada lengua mediante el uso de técnicas
específicas (es decir, valiéndose de recursos lingüísticos de aprehensión). Estas técnicas pueden colocarse a
través de un continuo que sugiera dos polos que conformen la resolución de dicha dimensión; estos polos, cada
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en dos polos bien marcados en un continuo, si mencionamos que el albur es una técnica como
muchas otras hay, debemos ahora registrar sus rasgos para exponerlos frente a otras técnicas
que siguen el mismo fin: hablar de lo sexual, pero bajo sus propios dominios. Bajo este
entendido, pasemos en materia del siguiente apartado: el albur como técnica discursiva con
contenido sexual.
II, § 4.1.1 El albur como técnica discursiva con contenido sexual
En el discurso de los hablantes, no solo se aprecian intenciones discursivas, aquello que se
desea obtener o a donde se desea llegar con su discurso ora persuasivo, ora ofensivo, ora
interrogativo, etc., también se puede apreciar, como ya se mencionó, que hay “modos”
distintos para manifestar dicho discurso, modos que se valen de una serie de técnicas de tipo
discursivo. Dicho de otra manera, existen diversas técnicas para amoldar un discurso,
técnicas de las que un hablante se va apropiando o que quizá puede solo usar en alguna
ocasión en su discurso, y dichas técnicas pueden establecer el modo en el que se habla de
algo. Entonces, mientras que las intenciones discursivas responden a la pregunta “¿para qué
se habla de ‘X’?”, las técnicas discursivas responderían a la pregunta “¿de qué modo se habla
de ‘X’?” o también a las preguntas “¿para qué sirve ‘X’?, ¿qué función posee en el discurso?”.
Respecto a lo anterior, podemos encontrar la presencia de estas técnicas por doquier: las
narraciones deportivas, por ejemplo, no solo tienen una clara intención discursiva, narrar un
uno opuesto dentro del continuo, mostrarán cuán acercada es una técnica a un polo, y al mismo tiempo alejada
del otro. A mayor cantidad de características tendentes hacia un polo, menor cantidad de características del polo
contrario presentará dicha técnica. La posibilidad de gradar las técnicas que se registren a partir de su cercanía
a un polo u otro es una idea funcionalista que resuelve muchos problemas lingüísticos de los que no es posible
dar cuenta mediante la lingüística formal que solo aprecia posibilidades binarias algorítmicas: “Un dominio
operacional abarca todos los recursos morfosintácticos destinados a una misma función, organizados en
técnicas, y contempla tanto la semántica como la pragmática […] Llamamos dominio operacional al conjunto
de técnicas que sirven a una misma función […] La visión operacional abre una nueva perspectiva para el
análisis contrastivo y la tipología” (Iturríoz, 2014: 16, 17, 20). Para más referencia, consultar i) Iturríoz Leza,
José Luis (1986). Algunas consecuencias filosóficas de UNITYP. En Iturríoz, L. J. L.; Leal, C. F. (Editores).
Memorias I, Facultad de Filosofía y Letras de la U de G, Guadalajara, Jal.; ii) Iturríoz Leza, José Luis (2000).
Diversas aproximaciones a la nominalización. De las abstracciones a las macrooperaciones textuales. En
Función, Núm. 21 – 24, México, U de G. y iii) Iturríoz Leza, José Luis (2014). De la gramática a la filosofía
del lenguaje. En Función, Núm. 35 – 36, México, U de G.
89
juego deportivo, sino que también usan técnicas discursivas particulares para hacerlo. Estas
son tan peculiares que distan de cualquier otra narración, por ejemplo la de un narrador en
un cuento. Ambos personajes, comentarista deportivo y narrador de un cuento, buscan relatar
algo, aquello que sucede en el juego o en el cuento, pero las técnicas que emplean son las
que los hacen distar si bien sabemos que estamos en dos medios distintos: fónico y gráfico.
Entonces sí es posible hablar de una narración deportiva como un tipo de narración porque
en efecto la intención discursiva es narrar aquello que acontece en el juego, pero lo que lo
dista de cualquier otra narración es cómo lo hace este narrador. Un comentarista deportivo
funge de narrador, sí, pero lo que lo hace distinto al narrador de un cuento o de algún otro
discurso es su peculiar forma de narrar el encuentro deportivo, las formas que va asimilando
y de las que se va apropiando para amoldar su discurso, o bien el empleo de las acuñadas
formas para hacerlo en ese gremio: tradiciones discursivas (además, claro está, que las
condiciones de aquello que se relata son totalmente distintas, pues no es lo mismo describir
un juego en tiempo real, que una historia en un cuento). Entonces, para llegar a ese “cómo”,
es necesario analizar su narrativa y apreciar los distintos recursos, o mejor dicho técnicas
discursivas, que emplea para armar ese “cómo”: con una prosodia particular, valiéndose de
chistes, de retruécanos, de metáforas, usando seudónimos para los jugadores, la velocidad
con la que habla, los tonos de sus emisiones, las pausas que hace al hablar, las formas de
estructurar su discurso, etc. El “Perro Bermúdez”38, por ejemplo, tiene una forma de narrar
que lo distingue del resto de comentaristas deportivos, y es que se ha adueñado de una serie
de técnicas que le han hecho ganar una especie de sello distintivo y lo vuelven inconfundible.
Entonces no se trata de qué es lo que narra el Perro Bermúdez, porque ciertamente hay más
comentaristas deportivos que también narran encuentros deportivos como él, sino qué lo hace
distinto del resto: no el qué narra, sino el cómo lo narra. Y es aquí que entran en juego las
diversas técnicas discursivas que lo distinguen del resto.
Ahora bien, ya identificadas las distintas técnicas discursivas que responderían al “¿Cómo lo
dice?”, podemos entonces mirar hacia el discurso alburero. El albur, con todas las
particularidades que se han venido subrayando hasta este punto, puede tener una doble
intencionalidad simultánea como ya se mencionó: ora si el fin es la interacción o si se
38 Enrique Bermúdez de la Serna (aka “El Perro Bermúdez”) es un narrador y comentarista deportivo mexicano.
90
pretende hablar de sexo de forma encubierta, que responderían al “¿para qué se habla de
‘X’?”; pero es el modo de hablar de esto, o sea la forma que distingue al albur frente a otros
discursos, lo que lo hace particular en cuanto a las estrategias que emplea para lograrlo. Es
decir, si lo que se pretende es hablar de sexo, hay muchas formas distintas para hacerlo, como
se revisará más adelante, y el albur —bajo esta idea— sería únicamente una forma más para
hacerlo, con sus propias estrategias bien acuñadas por los albureros. Entonces no importaría
aquí la intención del albur, independientemente de cuál sea, no importaría saber el “¿para
qué se habla de ‘X’?”, sino el modo, el “¿cómo se habla de ‘X’”? Y es así que el albur recoge
una serie de técnicas que lo caracterizan frente a otros discursos que también hablan de lo
sexual, pero con una forma peculiar que procura disfrazar esta sexualidad, que se vale de
artificios lingüísticos para matizarla o disfrazarla, resignificando voces y resegmentando
sintagmas y unidades morfológicas. Entonces, al igual que otras técnicas discursivas en las
que se habla con contenido sexual que se valen de sus propios recursos o sus propios “cómo
lo hace”, por ejemplo, aquellas empleadas en el discurso jurídico, el religioso, el biológico,
el erótico, etc., es posible disponer del albur como una más de estas técnicas discursivas —o
mejor dicho, como un conjunto de técnicas discursivas porque a su vez el albur posee diversas
técnicas, como se revisará más adelante— y explotar así aquellos recursos que lo hacen tan
peculiar.
Hasta este punto, hemos identificado entonces al albur como una técnica discursiva de la que
se vale la lengua —o mejor dicho, los hablantes que usan la lengua— para hablar de cualquier
tema, pero usando una forma específica para hacerlo: encubiertamente sexualizada, es decir,
un discurso sexualizado (sin olvidar el hecho de que también dentro del juego lingüístico se
habla del sexo per se y de la superioridad sexual de un interlocutor sobre el otro, y ahí se
hablaría de un discurso sexual). En el español de la variante diatópica de México, decimos
entonces que al hacer albur los hablantes usan recursos lingüísticos para hablar de cualquier
tema en sentido literal, es decir con un significado lingüístico, cuyo contenido semántico
puede no ser propiamente el sexo; sin embargo, en el sentido figurado donde yace el albur el
contenido semántico —como se ha venido insistiendo aquí— siempre será el sexo. Ejemplo
de esto lo apreciamos en la siguiente muestra recabada para el corpus, contenida en el
Apéndice I de este trabajo:
91
- La pregunta de los 64 mil varos: Cuantos pecados comete un chile?
- No se pero sumotivo a de haber tenido para cometer esos pecados.
- Y ahora le remuerde la conciencia por haberlo hecho.
- Mas callado no lo vaya a oír y se sienta mal (Hernández 2006: 260)39.
En el ejemplo anterior, es posible apreciar que en la expresión plana la conversación pareciera
versar en torno a una especie de adivinanza jocosa en la que se pregunta sobre los pecados
de un chile (aunque en realidad al “humanizar” así a un chile ya se atiende a un sentido
figurado, por ser prosopopéyico). Si bien en principio falto de coherencia, este discurso plano
en realidad no habla de sexo, sino de un chile sea cual sea la idea o referencia de este, y los
pecados que ha cometido. Sin embargo, en el sentido más figurado aún que subyace a estas
líneas, en aquellas aguas donde reposa el albur, se aprecian varias figuras que describiré
brevemente (atención que la brevedad de esta descripción se debe a que es únicamente para
propósitos ilustrativos de este manifiesto, ya que el apartado propio de análisis extenso y
exhaustivo lingüístico de las muestras de albur figurará en los Capítulos II y III):
- Se usa el recurso de la paronomasia para alternar entre las formas “cómete” y
“comete”.
- La voz “un chile” forma parte de los alburemas que hemos mencionado con
anterioridad, el cual bajo el manto del albur, o convencionalizado en el caló
mexicano, significa “pene”.
- La paronomasia de “cómete” y su yuxtaposición con “un chile” que entendemos
significa “pene” se resignifica a un: “cómete un pene”, en el sentido de practicar
felación o penetración.
- La yuxtaposición del adjetivo posesivo “su” con el sustantivo común y abstracto
“motivo” hacen una juntura en la prosodia que crea una lectura como: “sumotivo”, la
cual posteriormente sufre una apocopación y se interpreta como: “sumo”, presente
simple del indicativo en la primera persona del singular del verbo regular del tercer
39 La transcripción de este fragmentó recogió todos los errores ortográficos y de puntuación de origen.
92
grupo flexivo “sumir”. Con esto, lo que hace el interlocutor es replicar al ataque de
que practica felación por parte del otro interlocutor, así que recoge la referencia
anafórica de “pene” de la línea anterior de su adversario y la replica con “sumo”, en
una nueva lectura que interpreta: “sumo el pene”, es decir, “te penetro”.
En resumen, como se puede apreciar, ambos discursos, el literal y el figurado, ocurren en una
muestra de albur cualquiera de forma simultánea, y no es necesario que aquel literal hable
sobre sexo, el contenido semántico en nuestro ejemplo en realidad es los pecados que comete
un chile —aunque se reconoce la falta de coherencia de este contenido, claro está —, mientras
que el contenido semántico en el discurso figurado sí es el sexo. Entonces, el sexo en el
discurso literal es un vehículo, un instrumento (por ello que se diga que está sexualizado),
mientras que en el discurso figurado el sexo es un fin, el contenido semántico o sentido (por
ello que se diga que es sexual).
Pero cabe ahora cuestionarnos lo siguiente: si se concibe entonces al albur como una técnica
discursiva para sexualizar un discurso de forma encubierta, debe ser porque se reconoce la
existencia de más técnicas que también sexualicen un discurso ya sea de forma encubierta o
explícita, o bien que tengan rasgos que las hagan distar entre sí; entonces, ¿qué otras técnicas
hay para también hablar de forma sexualizada o para hablar del sexo o para evitar a toda costa
hacerlo? ¿En qué otros dominios se habla de lo sexual, ora encubierto ora explícito, y cómo
se diferencian estas técnicas frente a las del albur?
Para abordar estas interrogantes, veremos ahora algunos ejemplos de cómo se desarrollan
otras técnicas identificadas con las que también se cuenta en el español. Cabe mencionar
antes que, al igual que ocurre con el programa de aprehensión lingüística, para que este
análisis de técnicas discursivas sea funcional, es necesario poner en contraste varias de ellas
y partir de ahí para hacer observaciones: cotejar. Es así que en el siguiente apartado de nuestro
trabajo nos enfocaremos en contrastar las diversas maneras —o mejor dicho, técnicas— en
las que se habla de lo sexual —o de las distintas prácticas sexuales— o se habla de algún
tema que se ve sexualizado en el castellano, dado que la sexualidad es el eje en el que gira el
fenómeno del albur ora como sentido, ora como vehículo.
93
II, § 4.2 Sobre diversas técnicas discursivas que hablan de lo sexual
En el español de México, lo sexual sigue siendo un tabú, pero ello no impide que no se pueda
hablar de sexo: el atractivo aroma de lo prohibido genera creatividad para hacerlo y que esto
pase desapercibido ante los castos oídos de quienes reprueban prejuiciosamente estos temas
vetados. Ante esto, el fenómeno del albur es un recurso que nos permite traer lo sexual al
discurso, con particularidades lingüísticas muy específicas y que difieren de muchos otros
discursos que han acuñado sus propias técnicas. Para contrastarlos, a continuación
presentaremos algunos ejemplos de por lo menos siete de las técnicas identificadas en esta
investigación en diversos dominios.
Tomando en cuenta que el contenido semántico o sentido es “Lo sexual”, encontramos
distintos dominios que pueden abordarlo, aquí hemos incluido únicamente 5 de ellos:
erotismo, jurídico, religión, biología y lingüístico. Ahora bien, dentro del dominio
lingüístico, tenemos acceso a esos otros dominios a través de su discurso, como ya se explicó
antes, de modo que podemos hablar de que cada uno de los 5 dominios identificados tienen
su propio discurso conformado por sus rasgos propios, y dichos discursos se componen de
un conjunto de técnicas. Por ejemplo, en el dominio jurídico, hay discurso jurídico, y este se
conforma de muchas técnicas específicas generalmente dominadas por los juristas: gerundios
en exceso, sintagmas extremadamente largos y con alto grado de coordinación y
subordinación, voces en desuso acuñadas o fosilizadas solamente en este gremio, etc. Es
gracias al discurso jurídico que en el dominio lingüístico podemos acceder al dominio
jurídico mediante análisis lingüísticos de cualquier tipo de estos textos. Ahora bien, bajo esta
línea, podemos decir que en el discurso jurídico hay diversas formas para hablar de lo sexual,
que es el contenido semántico, y estas formas distan de aquellas propias del discurso
biológico, del erótico, del religioso y del alburero. Bajo esta perspectiva, el albur es —al
igual que en el discurso jurídico—, un conjunto de técnicas discursivas que permiten hablar
de lo sexual de un modo particular entre albureros, tal como entre los juristas también tienen
su propio modo particular. Atención que esto es atendiendo a que el albur habla de lo sexual
y el sexo es el sentido o contenido semántico, dentro del juego lingüístico, ya que, como se
94
revisó antes, paralelamente el sexo puede no ser el sentido, sino el vehículo del albur. Ahora
bien, tras identificar que el albur es un conjunto de técnicas que amoldan cómo se habla de
lo sexual, es posible deshebrar a su vez las técnicas que conforman dicho conjunto, y así
descubrir que se conforman por técnicas lingüísticas de naturaleza fonológica, léxica,
morfosintáctica y textual, las cuales —como se puede apreciar— conforman los cuatro
niveles de organización de la lengua, tal como se aprecia en la Figura 1 que también expone
los dominios identificados para este trabajo y los conjuntos de técnicas en sus propios
discursos:
Figura 1. Técnicas discursivas para hablar de lo sexual en distintos dominios.
Veamos a continuación ejemplos y anotaciones específicas de cada uno de los 7 conjuntos
de técnicas recogidos para este apartado.
II, § 4.2.1 Técnicas en el dominio biológico
En esta ciencia que aborda la estructura y demás aspectos de los seres vivos, como es de
esperarse, la única manera en la que se hace referencia a lo sexual es con fines reproductivos
95
y de preservación de la especie, y se hace con la determinación biológica binaria de macho y
hembra. Por lo general, puede ubicarse en textos científicos o incluso académicos desde nivel
básico y cabe mencionar que las técnicas empleadas aquí tienen un sentido unívoco y carecen
de cualquier forma de doble sentido por tratarse de meros tecnicismos.
De este modo, las únicas técnicas que se registraron en nuestra documentación sobre los tipos
de actividad sexual son como se muestra a continuación:
Para referirse al acto sexual
“El oviducto es el lugar en que ocurre la
fecundación” (García & García, s/f: 30)
“Reproducción sexual” (Biología y
Geología 10, s/f: 10)
“El macho presenta un pene que introduce
los espermatozoides directamente en el
aparato reproductor de la hembra”
(Biología y Geología 10, s/f: 25)
“Durante el acto sexual, la vagina […]
recibe al órgano copulador o pene” (García
& García, s/f: 31)
“El orificio vaginal. Es la puerta de entrada
de la vagina. Por aquí es por donde se
introduce el pene en el coito” (Belluni,
2014: 8)
“Se produce entonces la erección del pene,
es decir, este se endurece, se pone rígido
como consecuencia de la llegada de sangre
al tejido esponjoso que lo forma” (Belluni,
2014: 7)
“La pared vaginal es musculosa y
extraordinariamente elástica […] es el
96
lugar donde se deposita el semen durante el
acto sexual o coito” (Belluni, 2014: 10)
Cuadro 2. Muestras de técnicas discursivas para hablar del acto sexual en el discurso biológico.
II, § 4.2.2 Técnicas en el dominio jurídico
Del mismo modo que en el dominio biológico, en el campo de la terminología jurídica para
la creación legislativa (que es el dominio que se ha recogido para ilustrar este apartado) el
repertorio disponible para referirse a lo sexual es técnico y restringido, ya que se delimita a
estipular aquellos actos que infrinjan la ley o la voluntad de una persona. Aquí la
determinación sexual biológica binaria se resuelve con formas mucho más ambiguas con
sintagmas nominales como “el cuerpo humano”, y la gama de posibilidades sexuales también
se ve resuelta con el sintagma “acto sexual” (revisión del Código Penal Federal [2018] y del
Código Penal de la CDMX [2018]).
El objetivo real que concierne a este campo es puntualizar las diferencias entre el acto sexual
que ocurrió, cómo ocurrió y la gravedad del mismo mediante la distinción de los términos
“violación”, “abuso sexual”, “acoso sexual”, “hostigamiento sexual”, etc. Así pues, la
redacción es muy restringida, no permite variaciones ni creatividad como en otras técnicas
se permite; la literalidad y explicitación son esenciales aquí, de modo que el doble sentido
debe ser nulo, no puede haber cabida a equívocos. Del mismo modo, la nomenclatura misma
se ve limitada en las líneas de los propios artículos, por ello que solo se hayan logrado
documentar escasos ejemplos al respecto. Veámoslos a continuación:
“Para los efectos de este artículo, se
entiende por cópula, la introducción del
miembro viril en el cuerpo de la víctima
por vía vaginal, anal u oral,
independientemente de su sexo” (Código
Penal Federal, 2018: 88)
97
Para referirse a cualquier tipo de acto
sexual
“Se considerará también como violación y
se sancionará con prisión de ocho a veinte
años al que introduzca por vía vaginal o
anal cualquier elemento o instrumento
distinto al miembro viril, por medio de la
violencia física o moral, sea cual fuere el
sexo del ofendido” (Código Penal Federal,
2018: 88)
“Se entiende por cópula, la introducción
del pene en el cuerpo humano por vía
vaginal, anal o bucal” (Código Penal para
el Distrito Federal, 2016: 44)
“Se sancionará con la misma pena antes
señalada, al que introduzca por vía vaginal
o anal cualquier elemento, instrumento o
cualquier parte del cuerpo humano, distinto
al pene, por medio de la violencia física o
moral” (Código Penal para el Distrito
Federal, 2016: 44)
Cuadro 3. Muestras de técnicas discursivas para hablar del acto sexual en el discurso jurídico.
II, § 4.2.3 Técnicas en el dominio de la religión
En este dominio, las técnicas empleadas se desarrollan en un marco restringido como ocurre
con la biología (por ejemplo, únicamente con la determinación biológica binaria), pero cabe
destacar que si bien hay explicitación, no es como la técnica de explicitación del apartado II,
§ 4.2.5, ya que esta se representa con redacciones orquestadas y de carácter deóntico ante la
intención discursiva del tipo de texto. Entonces, en este discurso, hay conatos de sentidos
figurados (que no es lo mismo que de doble sentido), más cargados hacia metáforas que
procuran matizar la orden respecto al acto sexual, que procuran decir que solo es permitido
el coito si es con fines reproductivos. Es probable que estos arreglos orquestados en este
98
discurso se deban a que buscan eufemismo y evitan explicitación, como ocurre en el discurso
biológico o en el jurídico.
En este campo hay también un discurso fuerte hacia la reprobación de determinadas prácticas
sexuales que se ve reflejado en la redacción y las técnicas que usa la lengua en este campo
para referirse a ello. Sin embargo, dado que el propósito de este subapartado es únicamente
ilustrar la técnica discursiva detectada en este campo para hablar de lo sexual, solo se
mostrarán breves ejemplos que incluyan la técnica propia de este campo:
Para referirse al acto sexual
Lev 18:20: “Además, no tendrás acto
carnal”
Gén 2:24: “Por tanto, dejará el hombre a su
padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y
serán una sola carne”
Efe 4:19: “los cuales, después que
perdieron toda sensibilidad, se entregaron a
la lascivia para cometer con avidez toda
clase de impureza”
Galatea 5:19: “Ahora bien, las obras de la
carne son evidentes, las cuales son:
inmoralidad, impureza, sensualidad”
Colosenses 3:5: “Por tanto, considerad los
miembros de vuestro cuerpo terrenal como
muertos a la fornicación, la impureza, las
pasiones, los malos deseos y la avaricia,
que es idolatría”
Hebreos 13:4: “el matrimonio honroso en
todos, y el lecho sin mancilla, porque a los
inmorales y a los adúlteros los juzgará
Dios”
Cuadro 4. Muestras de técnicas discursivas para hablar del acto sexual en el discurso religioso.
99
II, § 4.2.4 Técnicas referidas a la mera obtención de placer
En este dominio, dado que no ocurre con fines reproductivos como en la biología ni tiene
carácter impositivo o deóntico como en el religioso, se habla de lo sexual con el objetivo de
obtener placer, lo que amplía el espectro de posibilidades de práctica sexual y no se restringe
tampoco al código binario de hembra-macho. Si bien en este apartado podrían caber los
subapartados sobre la sexualidad explícita y coloquial, aquí los hemos distribuido cada uno
con su propio subapartado para ilustrar las diversas técnicas que pretendemos mostrar sin
poner de manifiesto cuál puede estar contenida dentro de otra.
Ahora bien, en las técnicas que se emplean para hablar de los actos sexuales aquí, se abordan
aspectos más profundos de la sexualidad, y debido a que se busca un discurso persuasivo
para convencer al otro de acceder al acto sexual y obtener placer (contrario a lo que se aprecia
en el discurso religioso, por ejemplo), es posible elaborar formas más matizadas, más
planificadas, más recreadas y con muchas analogías que resultan eufónicas; es decir, se pone
en el centro todo lo que pueda ser un placer sexual y se hace una exaltación discursiva o
artística para referirse a ello, que es a su vez la marca distintiva de la capacidad de creación
literaria del autor. Gracias a estas características, en este trabajo clasificamos bajo este rubro
al erotismo como un tipo de técnica que también habla de lo sexual para obtener placer, pero
mediante recursos más elaborados y decorados.
II, § 4.2.4.1 Erotismo
Como se dijo antes, en el erotismo40 también se habla de lo sexual, pero con fines de placeres
sexuales y se vale de recursos mucho más elaborados, con la particularidad de no verse
limitados por el código binario macho-hembra, lo que permite ampliar el espectro de
posibilidades de tipos de práctica sexual.
40 Entenderemos al erotismo para fines de este trabajo como al tipo de obra que se vale de la sexualidad para
realizar la novela erótica, tomando la definición de “erotismo” proporcionada por el Diccionario del Español
de México (2019) como “Conjunto de sensaciones o sentimientos relacionados con el amor y la sexualidad de
una persona”.
100
Dada la naturaleza elaborada y decorada de este campo, que cuida no caer en la explicitación
ni en usos que puedan resultar vulgares u ofensivos, en este discurso se tiende a la finura, a
la delicadeza, a la creatividad poética o literaria, y a un altísimo grado de descripción, entre
otros recursos, lo que hace que se aparte del discurso directo o del indirecto tildado como
“vulgar”, y podemos encontrar el erotismo en tradiciones discursivas más fosilizadas, en
aquellas textuales como novelas y redacciones, caracterizado por tener un aire y lenguaje
más literario, con analogías, metáforas y figuras de asociación por similitud pertenecientes a
dominios diferentes. Por lo tanto, el erotismo ha logrado constituir toda una tradición
discursiva que posee características textuales que trascienden los sistemas lingüísticos y
pueden trasladarse o replicarse en las demás lenguas, en cualquiera de ellas. Cabe subrayar
que entre las características que presenta una destacable es que aquí comienza a asomarse el
doble sentido41, pues es un recurso funcional para hacer eufemismos o para matizar un
discurso evitando la explicitación y la literalidad, que no dejaría nada a la imaginación, y el
erotismo se vale enteramente de la imaginación, del decoro lingüístico para hablar de lo
sexual que al matizarse o recrearse de forma creativa se vuelve persuasivo, atractivo,
ingenioso, romántico: un sello distintivo literario de un autor. Ese doble sentido que usa el
erotismo le permite hacer gala de artificios lingüísticos elaborados para “decir sin decir”,
para encubrir la explicitación y adornarla de bisutería literaria.
Veamos algunos de los ejemplos recabados para ilustrar esto:
"Después, con un estremecimiento de placer
exquisito, tocó el cuerpo cálido y suave, y tocó su
ombligo durante un momento en un beso. Y tuvo
que entrar en ella inmediatamente, penetrar la paz
terrena de su cuerpo suave y quieto" (Lawrence,
2019: 143)
41 Para fines de este trabajo, entenderemos por “doble sentido”, dese la definición más simple, aquello
mencionado por el Diccionario del Español de México (2019) como “Palabra de doble sentido, frase de doble
sentido, etc. La que en un contexto determinado puede interpretarse de dos modos distintos, generalmente uno
recto y otro con sentido sexual”.
101
Para referirse al acto sexual
"Se apretó a él, inconsciente de pasión, y él no llegó
a salir por completo; sintió su suave capullo
agitándose en su interior y los extraños ritmos que
ascendían hasta ella en un movimiento creciente y
extrañamente acompasado, dilatándose y
dilatándose hasta llenar toda su consciencia
dividida, y luego comenzando de nuevo aquel
movimiento indescriptible que no era realmente
movimiento, sino puramente remolinos de
sensaciones cada vez más profundas que calaban
cada vez más hondo en sus tejidos y en su mente,
hasta llegar a convertirla en un fluido perfectamente
concéntrico de sentimientos y quedar yaciente entre
gritos inconscientes e inarticulados" (Lawrence,
2019: 163)
“Anidando su miembro entre los dos montes de
Venus” (De Sade, 2013: 497)
“Mira la pequeñez del estrecho que vas a enfilar”
(De Sade, 2013: 557)
"Estoy dentro de ella. La observo. Ella asiente como
pidiéndome que siga, que no me detenga. Y
obedeceré a ese deseo ya mismo" (James, 2015:
Cap. 6-3)
"Y a tanta malicia llega
Malicia tan conocida,
Que me niega la partida,
Y la venida me niega" (Sor Juana, 1900)
"No se den a las congojas
Aunque las cosas anden mal,
Tú no aflojes el tamal,
Aunque te jalen las hojas" (Sor Juana, 1900)
102
"Entonces dije su nombre, le dije que entrara en mí
e hiciera todo lo que quisiera. Él me penetró, me
agarró por los hombros y sacudió como un salvaje.
Empujó mis piernas hacia mis hombros para poder
entrar más a fondo" (Coelho, 2014: 241)
"Observé cómo me penetraba lenta y tortuosamente,
centímetro a centímetro. Los labios de mi sexo se
estiraron para amoldarse al contorno de su miembro,
y su grosor hizo que me sintiera llena, ensanchada al
máximo de mi capacidad, más que con ningún otro
amante que hubiese tenido antes" (Carlan, 2016: 46)
"Y después se colocó de rodillas sobre mi cuerpo.
Me separó las piernas y se deslizó entre el tejido
inflamado e hipersensible una vez más" (Carlan,
2016: 70)
"Lo rodeé con las piernas y los brazos, aferrándome
a él mientras me taladraba" (Carlan, 2016: 46)
"Todavía llevaba puesta la camisa y la corbata, y me
aferré a la tela empapada mientras me aguijoneaba"
(Carlan, 2016: 70)
Cuadro 5. Muestras de técnicas discursivas para hablar del acto sexual en el discurso erótico.
“Mordí sus muslos por detrás y regresé
sigilosamente a sus nalgas, abrí con ambas manos y
me hundí sin miedo” (Montero, 2005)
“tuve acceso a las delicias de esa figura
metarretórica que algunos llaman un francés”
(Talens, 1999)
"Yo te untaré mis obras con tocino porque no me las
muerdas, Gongorilla" (Quevedo, 2008)
103
Para referirse al sexo oral
"Ella estaba completamente fascinada y
transfigurada, mirando la tierna forma de su nuca
con una especie de confusión, sintiendo la presión
de su cara contra sus muslos. Dentro de su ardiente
abandono no pudo evitar colocar su mano, con
ternura y compasión, sobre su nuca indefensa, y él
tembló con un profundo estremecimiento"
(Lawrence, 2019: 35)
“Penetra esa lengua voluptuosa hasta la matriz” (De
Sade, 2013: 501)
“Absorbo con ardor la leche de sus cojones” (De
Sade, 2013: 515)
“La víbora va a vomitar su veneno” (De Sade, 2013:
542)
“Mi lengua sube y baja. Está convulsionando de
placer” (James, 2015: cap. 8-1)
“Se apoya en mis muslos y otra vez la boca hasta el
fondo” (James, 2015: cap. 7-4)
"Cuando los labios del desconocido se apoyaron en
la protuberancia carnosa de la que parte la corola
interior, gimió, bruscamente inflamada y cuando se
apartaron, para dejar paso a la punta cálida de la
lengua, se inflamó más todavía; gimió con más
fuerza cuando volvió a sentir los labios; sintió que
se endurecía la punta desconocida, que entre los
dientes y los labios un largo mordisco aspiraba y
aspiraba, un largo y dulce mordisco bajo el cual ella
jadeaba" (Réage, 1954)
"Veía a O atada a la balaustrada de madera
retorcerse bajo la fusta, a O de rodillas recibir
104
humildemente en la boca el grueso miembro erguido
de Sir Stephen" (Réage, 1954)
"Puedo volver a verlo desnudo, pero ahora soy yo
quien da las órdenes; amarro sus manos y sus pies,
me siento en su cara y lo obligo a que bese mi sexo
hasta no aguantar más tantos orgasmos" (Coelho,
2014: 180)
"En cuanto vi que se empalmaba otra vez, me
arrodillé y me encargué de él" (Carlan, 2016: 38)
"Lo agarré del pelo e intenté empujarlo de nuevo
hacia mi ansiosa abertura" (Carlan, 2016: 38)
Cuadro 6. Muestras de técnicas discursivas para hablar del sexo oral en el discurso erótico.
Para referirse a la masturbación
“Sus labios se abrieron de nuevo y acogieron la
barrita con un hospitalario ruidito de succión” (Abad,
1999)
"Y sin poder consolarme, ausente y amado firme más
hago yo en no morirme, qué hará el dolor en
matarme" (Quevedo, 2008)
“Esta acción se llama menearla” (De Sade, 2013:
498).
“Cuanto más tenso pongas el frenillo, mejor es la
erección” (De Sade, 2013: 524).
“¡Ya está la manga de la bomba en el aire; pronto nos
inundará!” (De Sade, 2013: 537).
"Cierro los ojos y disfruto de cómo lo frota, lo
aprieta, lo acaricia" (James, 2015: cap. 7-4).
"Mientras yo lo masturbo con la mano libre, sintiendo
el líquido caliente escurrir por mis dedos, que me
llevo a la boca y lamo, uno por uno" (Coelho, 2014:
181).
105
"Justo cuando abría los ojos sentí sus manos sobre
mis rodillas. Me separó las piernas por completo y
gruñó al ver mi sexo hinchado y mojado. Pasó un
dedo por la humedad. Un gemido escapó de mis
labios cuando jugueteó con mi sensible botón de
nervios" (Carlan, 2016: 45).
Cuadro 7. Muestras de técnicas discursivas para hablar de la masturbación en el discurso erótico.
Para referirse al sexo anal
"Este, en quien hoy los pedos son sirenas,
este es el culo, en Góngora y en culto, que
un bujarrón le conociera apenas"
(Quevedo, 2008).
“Soy a prueba de ariete” (De Sade, 2013:
492).
“Hasta el fondo de su santuario” (De Sade,
2013: 543).
“Hundiéndome ciegamente en el abismo”
(De Sade, 2013: 492).
"Después cedió el puesto a otro. El tercero
quiso abrirse camino por la parte más
estrecha y, forzándola bruscamente, la hizo
gritar. Cuándo la soltó, dolorida y llorando
bajo la venda que le cubría los ojos, ella
cayó al suelo" (Réage, 1954).
"Sin embargo, en vez de penetrar mi sexo,
comienza a poseerme por detrás. Le
pregunto qué está haciendo, pero él no
responde, solo toma otra cosa de la mesa
de noche y la pasa por mi ano. Entiendo
que es vaselina o algo semejante.
106
Enseguida, me pide que me masturbe y va
entrando lentamente" (Coelho, 2014: 176).
Cuadro 8. Muestras de técnicas discursivas para hablar del sexo anal en el discurso erótico.
II, § 4.2.5 Técnicas de discurso coloquial que aborda el sexo de forma explícita
En este rubro, la técnica de discurso coloquial que aborda el sexo de forma explícita referida
a la obtención de placer carece de complejos arreglos y elaboraciones narrativas; aquí se
restringe el repertorio a unos cuantos verbos y términos que expresan de forma literal la
actividad sexual que se describe y los sexos biológicos implicados. Entonces, en este campo,
no hay ninguna especie de doble sentido, todas las técnicas y expresiones son en sentido
estrictamente literal, son unívocas. Cabe mencionar que estas formas tienden a una mayor
carga de significación hacia la dimensión semántica, y no mediante complejos arreglos
sintácticos como ocurre en el erotismo, ni valiéndose de las inferencias de la dimensión
pragmática.
Si bien el repertorio con el que se cuenta son formas mucho más reducidas y directas que la
amplia gama de posibilidades que ofrece el erotismo o el discurso coloquial que aborda el
sexo de forma implícita (coloquial o vulgar), aquí es posible gradar el registro de estas
formas, ya que no todas se usan en los mismos tipos de texto o de situaciones. Por ejemplo,
en textos en orientación sexual se buscará una forma que no se use en situaciones informales,
pero tampoco que sea el tecnicismo propio del campo biológico, por ejemplo: “penetración”.
Por otra parte, en una situación informal como una charla entre amigos, habrá una tendencia
natural hacia las formas más informales, por ejemplo: “coger”.
A continuación se muestran algunas de las técnicas que se registraron en nuestra
documentación (no se ordenaron por nivel de formalidad ni registro, figuran de manera
aleatoria únicamente con fines ilustrativos):
Coito
Cópula sexual
107
Para referirse al acto sexual
Penetración
Coger
Follar
Acostarse/meterse con alguien
Tener relaciones con alguien
Echarse/tirarse a alguien
Cuadro 9. Muestras de técnicas discursivas para hablar del acto sexual en el discurso de forma
explícita.
Para referirse al sexo oral
Felación
Dar/hacer/practicar sexo oral
Dar/hacer un oral
Cuadro 10. Muestras de técnicas discursivas para hablar del sexo oral en el discurso de forma
explícita.
Para referirse a la masturbación
Masturbar(se)
Hacer(se) una puñeta
Dedear(se)
Cuadro 11. Muestras de técnicas discursivas para hablar de la masturbación en el discurso de forma
explícita.
II, § 4.2.6 Técnicas de discurso coloquial que aborda el sexo de forma implícita
(coloquial o vulgar)
En oposición al subapartado anterior, en este enlistaremos algunos de los ejemplos
encontrados durante la investigación que ilustren técnicas de discurso coloquial que aborda
108
el sexo de forma implícita (tildados aquí como “coloquial”42 o “vulgar43”) y se presentan por
medio de unidades léxicas o más frecuentemente mediante expresiones completas.
Resulta de interés apreciar que en este campo ya se manifiesta de forma plena el doble sentido
(no parece haber de hecho ninguna forma explícita, lo que refuerza la idea de que hay una
tendencia hacia el doble sentido cuando se busca encubrir algo cuya expresión explícita
resultaría un tabú: la esencia de nuestro albur). También vuelve a manifestarse la elaboración
y creatividad como ocurría con en el erotismo, pero a diferencia del erotismo, aquí su dominio
prototípico es la oralidad y el medio únicamente fónico, de modo que no se vale de ningún
tipo de discurso o recurso narrativo ni literario, aunque parecen proliferar figuras como la
metáfora, la analogía, la sinonimia, la homonimia (aspectos en los que nos detendremos
posteriormente en este trabajo); en fin, estas técnicas discursivas se acercan mucho al albur
mismo, pero siguen sin ser propiamente albur per se. La constante que se aprecia de forma
más prominente en todas las muestras de esta técnica es una relación de semejanza entre la
forma física o entre la acción que realizan los elementos, características que permiten asociar
distintos dominios cognitivos.
Cabe destacar que en esta técnica tampoco hay limitaciones en cuanto a la segmentación
binaria de sexualidad hembra-macho que hace la biología, ni al tipo de práctica sexual que
se desee, ya que también tiene como propósito la obtención de placer y no la reproducción.
Esto permite que la gama de posibilidades lingüísticas sea mucho más extensa que en el
campo de la biología o en el de la sexualidad explícita, y dado que se vale de recursos de
doble sentido y usados de forma coloquial, se ven multiplicados los ejemplos de los que se
disponen, cada uno con motivación claramente contextual. Pareciera que el límite para incluir
más ejemplos a este repertorio es la misma imaginación y creatividad del hablante.
42 Para fines de este trabajo, entenderemos por “coloquial” la definición proporcionada por el Diccionario del
Español de México como: “Que pertenece a la lengua hablada poco formal o a la que se maneja en la
conversación familiar; que se relaciona con ella” (DEM, 2019). 43 Para fines de este trabajo, entenderemos por “vulgar” la definición proporcionada por el Diccionario del
Español de México como: “Que no tiene educación ni gusto, que es de mal gusto, falto de delicadeza y cortesía”
(DEM, 2019).
109
La relación estrecha o difusa de estas técnicas con aquellas del albur se comentará
posteriormente. A continuación se muestran algunas de las técnicas que se registraron en
nuestra documentación:
Para referirse
al acto sexual
Matar a la rata
a palos
Pisar a la araña Checar la
temperatura
Tronar el
esqueleto
Matar al oso a
puñaladas
Despeinar a la
cotorra
Limpiar la
chimenea
Tronar el ejote
Ponerle Jorge
al niño
Meter los
mecánicos al taller
Darle las
croquetas al
Bull-Dog
Luchar a dos de
tres caídas
Gratinar los
molletes
Echar un
palo/palenque/palito
Rellenar el
pavo
Echar
pata/pasión
Ponerle
requesón al
tlacoyo
Pasar por las armas Checar el
aceite
Descalabrar el
chango
Rechinar el
catre
Terminarle los
bracitos al bebé
Mojar la
brocha
Cena Pancho
Sacarle el
veneno a la
víbora
Picarle el ojo al
niño
Aventarse
desde la tercera
cuerda
Cochar
Desflemar el
chile
Azucarar el churro Hacer el salto
del tigre
Darle vuelo a la
hilacha
Ponerle
mayonesa a la
torta
Darle nuez a la
ardilla44
Sacarle el gas
al refresco45
Meterle el
relleno al pay46
44 Extraído de: Distrito Comedia (2014) La Hora Pico. 45 Extraído de Edith Márquez Fans (2017) La Hora Pico. 46 Extraído de: Distrito Comedia (2013) La Hora Pico.
110
Aterrizar el
pájaro en el
nido
Darle su banana al
chango47
Meterle el
muñequito a la
rosca48
Ponerle carnita
al tamal49
Cuadro 12. Muestras de técnicas discursivas para hablar del acto sexual en el discurso de forma no
explícita.
Para referirse al sexo
oral
Ponerse la
máscara de
Black Shadow
Besar al cíclope Hacer gárgaras
Bajar al río Hacer un
mameluco/wawis/wapos
Soplar la flauta
Bajar por los
chescos
Ajustarse/arreglarse las
amalgamas
Tocar “La
cucaracha”
Pegarse unos
chivos
Taparse las muelas Probar el
Danonino/Duvalín
del amor
Lavarse los
dientes
Sacarse la muela del
juicio
Beso negro
Besar el puño de
ligas
Besar el sinesquinas Besar el
siempresucio
Besar el
nomeniegues
Besar el nudo de globo Besar el milarrugas
Cuadro 13. Muestras de técnicas discursivas para hablar del sexo oral en el discurso de forma no
explícita.
Para referirse a la masturbación
Jalarle el
cuello/pescuezo al
ganso
Chamarra
El paso del tigre Chaqueta
47 Extraído de: Chilango (2014) Formas nacas de decir que hoy toca echar pasión. 48 Extraído de: Chilango (2014) Formas nacas de decir que hoy toca echar pasión. 49 Extraído de: Chilango (2014) Formas nacas de decir que hoy toca echar pasión.
111
Final feliz Chaira
El calambrito Chaleco
Cinco contra uno Salir/jugar con Manuela
Sacar los hijos Estrangular al ganso
Tocar el timbre Manipular la marioneta50
Jugar al solitario51 Llamar a los 5 magníficos52
Lavar la ropa a mano53 Hacer una maniobra54
Pulirle el casco al
soldado55
Darle a la manivela56
Cuadro 14. Muestras de técnicas discursivas para hablar de la masturbación en el discurso de forma
no explícita.
Para referirse al sexo anal
Balacear la cajuela Picar el ojo
Besar/soplar la nuca Echarle crema a los frijoles
Sacar los frijoles Entrar a la cueva
Sacar la fruta de la
piñata
Abrir la alcantarilla
Entrar a la baticueva Buscar el tesoro
Tapar el bache Remojar el Twinky en el
champurrado57
Entrar por la puerta
trasera58
Remojar el churro en el
chocolate59
Taponear el hoyo Darle por Detroit60
50 Extraído de: Bakanica.com (2017) Maneras de decirle a la paja. 51 Extraído de: Bakanica.com (2017) Maneras de decirle a la paja. 52 Extraído de: Bakanica.com (2017) Maneras de decirle a la paja. 53 Extraído de: Soniko_sdd (2012) Diferentes formas de decir PAJA. 54 Extraído de: Soniko_sdd (2012) Diferentes formas de decir PAJA. 55 Extraído de: Soniko_sdd (2012) Diferentes formas de decir PAJA. 56 Extraído de: Soniko_sdd (2012) Diferentes formas de decir PAJA. 57 Extraído de: El jeringas Loko (2014). 58 Extraído de: Chilango (2012) Palabras que nos paran los pelos. 59 Extraído de: Jackeltuerto (2016) 12 maneras de enviar a alguien a practicar sexo anal. 60 Extraído de: Chilango (2012) Palabras que nos paran los pelos.
112
Aparcar atrás61 Sacar petróleo62
Cuadro 15. Muestras de técnicas discursivas para hablar del sexo anal en el discurso de forma no
explícita.
II, § 4.2.7 Técnicas en el dominio del albur
Ya hablamos anteriormente de las técnicas discursivas y de aprehensión propias de campos
específicos para ilustrar de qué manera se habla de lo sexual en dominios distintos,
analizando los discursos de cada uno de esos dominios, y esto es útil para poner en contraste
la técnica integral de la que se vale el albur que aquí procuramos ilustrar.
Ahora bien, en las técnicas anteriores, se pudo apreciar que aquella que atiende a expresiones
coloquiales mostró una mayor gama de realizaciones que el resto —al menos las identificadas
y registradas durante la realización de este trabajo, y no se considera la erótica por ser esta
de un tipo de creación literaria donde también se vería limitada únicamente por la
imaginación del autor—, dado que no se restringía a la determinación biológica binaria, ni al
tipo de acto sexual, y porque tampoco se trataba de un registro formal unívoco o
terminológico. Todo esto permitió que la gama de posibilidades se viera tan amplia como el
propio ingenio de crearlas. En cuanto al albur, al igual que la manera en la que se aborda el
sexo en la clasificación de técnica de discurso que aborda el sexo de forma implícita
(coloquial o vulgar) o en el erotismo, también parece tener una gama ilimitada de
posibilidades de realización. Sin embargo, enlistarlas y agruparlas resultaría mucho más
complicado con el albur, ya que es enteramente espontáneo, situacional y ocurre a partir de
lo que se haya dicho antes contextualizándolo y ajustándose a la situación; es, en realidad,
imposible registrar todo, ya que no tiene límites de realización. Por ello es que estos ejemplos
servirán a modo enunciativo, mas no limitativo.
Con lo anterior, podríamos entender al albur ahora, solo para propósitos de este subapartado,
como una técnica discursiva de la que podemos servirnos para hablar de algún tema, pero
61 Extraído de: Jackeltuerto (2016) 12 maneras de enviar a alguien a practicar sexo anal. 62 Extraído de: Jackeltuerto (2016) 12 maneras de enviar a alguien a practicar sexo anal.
113
con la particularidad de hablarlo de forma sexualizada y encubierta, pero este razonamiento
solo es útil si se usa con el único fin de contrastar en qué se asemeja y en qué difiere respecto
a las técnicas anteriores. Estos son algunos de los ejemplos detectados:
Para referirse al acto sexual
Con este calor, me tuesto
vivo
¿Quieres ver ganar a la
selección mexicana esta
noche?
Vamos a un entierro Aquí huele a azucena.
Ayer te vi sentado en la
parada del Gigante
Soñé que viajabas en
lancha.
Cuadro 16. Muestras de técnicas discursivas para hablar del acto sexual en el discurso del albur.
Para referirse a la
masturbación usando la
técnica de los nombres
propios
Benito Camilo Onganiza José Bosacas
Alberto Carlos del Toro José Boquitas
Carmela Peláez Carmela Labastida
Cuadro 17. Muestras de técnicas discursivas para hablar de la masturbación en el discurso del albur.
Para referirse a la
masturbación
Te ves más turbado ¿Vas a Lomas Turbadas?
Dame un flan de llamas
turbadas por favor
Manuel me da miedo cada
vez que se acerca a platicar
Cuadro 18. Muestras de técnicas discursivas para hablar de la masturbación en el discurso del albur.
Para referirse al sexo anal
El cacahuate es
carbohidrato
Los cacahuates son los
acompletadores de toda
comida
Raspado de
anís/cola/chicloso
Damesio John
Cuadro 19. Muestras de técnicas discursivas para hablar del sexo anal en el discurso del albur.
114
Para referirse al sexo oral
Agua de mamarindo Osama Maesta
Alma Marcela Silva A las palomas en Costa
Rica se les llama: “palomas
ticas”
Cuadro 20. Muestras de técnicas discursivas para hablar del sexo oral en el discurso del albur.
La lista de ejemplos sería interminable, así que hasta aquí dejaremos estos ejemplos por
cumplir el cometido ilustrativo.
Hasta este punto, sostenemos ahora una conclusión crucial que se ha anunciado ya durante
el rumbo de este trabajo y respecto a la concepción del fenómeno del albur para este trabajo.
Tras analizar y contrastar todas las técnicas anteriores, se pudo apreciar una distinción
enorme entre el albur y todas las demás técnicas: cómo y con qué fin se trata lo sexual, así
como la presencia o ausencia del doble sentido. Mientras que para las técnicas en el campo
de la biología, el erotismo, la sexualidad explícita, la sexualidad no explícita, en terminología
jurídica y en la religión, el objetivo era hablar del sexo, en el albur el objetivo no figuró
únicamente hablar del sexo, sino hablar de alguna otra cosa, de cualquier otro tema, pero
sexualizándolo encubiertamente con el albur: no fue el contenido semántico, sino el vehículo
temático. Es decir, en todas las técnicas excepto el albur, se usan recursos para llegar a un
fin: tocar el tema del sexo. En el discurso del albur y no dentro del juego del albur, en cambio,
el sexo es solo el vehículo, el medio por el que transita este fenómeno, pero su fin no es
hablar del sexo porque resultaría paradójico pensar que su fin fuera su propio vehículo bajo
la idea del albur con función fática63 o de interacción. Aquí el albur visto bajo esta función
es más bien un fenómeno en el que el sexo está inherentemente adherido a él (es decir, es un
fenómeno sexualizado), y no un fenómeno que se valga de artificios lingüísticos para hablar
del sexo per se (es decir, sexual). También es posible observar que si bien el albur en su
función fática solo usa el sexo para manifestarse o transitar o catapultarse porque sus fines
son otros bajo esta percepción, vale la pena mencionar que de entre estos otros fines que tiene
63 Función del lenguaje desde el punto de vista de análisis comunicativo en el modelo de Jakobson, retomada
de lo mencionado por Malinowski.
115
aquel que prima es el de la interacción social, manifiesto en el que me detendré en el apartado
IV, § 3.2.
Sin contradecir lo anterior, podemos también decir por otra parte y de forma simultánea que
en el albur sí se trata de sexo y es el sexo el contenido semántico o tema en el sentido del
contenido que se expresa, si y solo si se lo aprecia desde su función conativa; es decir, solo
al interior del juego verbal que representa el albur. Se puntualizará este manifiesto
posteriormente en el presente trabajo de investigación.
Ahora bien, en el apartado I, § 3 se habló sobre el doble sentido como característica esencial
que debe tener el albur, y con las puntualidades de cada tipo de discurso que se recogió en
este apartado, hemos mencionado también cuáles de esos discursos poseen doble sentido y
cuáles no, como se muestra en el siguiente cuadro:
Conjunto de técnicas Doble sentido
Discurso biológico -
Discurso erótico +/-
Discurso jurídico -
Discurso religioso +/-
Discurso coloquial que aborda
el sexo de forma explícita
-
Discurso coloquial que aborda
el sexo de forma implícita
+
Albur +
Cuadro 21. Técnicas discursivas con el rasgo del doble sentido.
La característica de tener doble sentido es importantísima en este análisis del albur porque
de aquí se desprende no solo un rasgo en común del albur con algunas de las otras técnicas
116
discursivas que lo poseen, tener doble sentido, sino que también se desprende otra tesis de
esta investigación:
No todo discurso con doble sentido es necesariamente un albur, pero todo albur siempre
será un discurso con doble sentido. Del mismo modo, no todo discurso con doble sentido
será siempre sexual y no todo discurso con doble sentido de contenido sexual es
necesariamente un albur, pero todo albur siempre será un discurso con doble sentido
de contenido sexual.
Es posible apreciar este manifiesto en el siguiente diagrama que busca ilustrar la relación del
contenido sexual y la presencia del doble sentido en los distintos tipos de discursos (atención
que en el diagrama se han incluido ejemplos de discursos sin contenido sexual cuya
definición no se puntualizará en este trabajo, pero solo se han incluido para propósitos
paralenguaje, risas, gesticulaciones, relaciones sociales, contexto, situacionalidad, etc., en un
complejo proceso de evaluación de un acto comunicativo de discurso marcado que permite
que la inferencia tenga sentido por parte de un hablante competente, quien transita por el
continuo operacional de la siguiente forma:
216
Figura 7. Continuo operacional de la interpretación semántico-pragmática del discurso marcado ~ no
marcado.
Como se puede apreciar, en nuestro esquema hemos colocado valiéndonos del recurso
operacional i) por un lado el polo de la pragmática donde subyace la inferencia, y ii) en el
otro el polo de la semántica, donde subyace el significado lingüístico. Ambos polos albergan
el discurso marcado y el no marcado, respectivamente, y la línea que dibuja el continuo se
traslada desde una naturaleza predicativa hacia una indicativa. Pero resulta interesante
destacar que en el esquema de Escandell que revisamos anteriormente se dibuja una
propuesta similar, en la que la interpretación pragmática que reside como responsabilidad del
receptor también se ve dibujada por una línea o continuo que se traslada del significado a la
intención y la interpretación, como se ilustra a continuación, cotejando ambos esquemas:
217
Figura 8. Cotejo del continuo operacional y el diagrama de Escandell de semántica y pragmática.
El polo semántico que se aprecia en nuestro continuo operacional, ahora ubicado en la parte
superior en cotejo contra la ilustración de Escandell, nos permite apreciar que la expresión
lingüística es veladamente distante de la interpretación pragmática. Del mismo modo, la
dimensión pragmática se muestra como el polo puesto y es donde residen las intenciones,
inferencias e información no lingüística de la figura de Escandell.
Dicho lo anterior, el proceso inferencial es para el albur, por tanto, mucho más que otro
componente del proceso propio de la pragmática en los actos comunicativos: el proceso
inferencial es el recurso más prominente y la mínima reducción de los componentes
pragmáticos que permite el discurso alburero. Aún sin contar con la presencia de los otros
componentes pragmáticos —o incluso sin contar con la presencia velada los componentes
emisor y receptor, básicos del círculo de la comunicación—, el albur puede seguir ocurriendo
exitosamente para su comprensión siempre que haya inferencia; de hecho, podemos sin
titubeo decir que el albur debe su propia existencia y resulta exitoso gracias al proceso
inferencial.
218
Entonces, cuando ocurre una emisión de una expresión lingüística el emisor puede o no dejar
velada su intención verdadera, pero es el receptor quien evalúa aquellos elementos
pragmáticos que rodeen esta expresión lingüística para determinar si hay o no significado
figurado, si es o no un albur, tal como se expuso con el ejemplo de “Agarra mesa grande” de
la Figura 2 que ilustra la transición inferencial del receptor en el continuo operacional de +
doble sentido ~ - doble sentido del discurso. Es gracias a esta inferencia que puede
comprenderse, procesarse y replicarse este albur; sin dicho proceso inferencial, no tendría
efecto el albur, por tanto no prosperaría este fenómeno.
Pasemos a continuación al último rasgo adicional sobre las observaciones pragmáticas del
albur: el carácter dialógico.
III, § 3.1.4 Carácter dialógico: otra característica pragmática
En la última observación de los rasgos pragmáticos prominentes del albur ubicamos su
carácter dialógico. Atención que el carácter dialógico al que hacemos referencia aquí no es
propiamente hablar solo de que este acto es un ‘diálogo’ per se como aquel de la circularidad
comunicativa en la que el emisor se vuelve receptor o viceversa, o bien que haya siempre
esta dinámica de diálogo como la hay en toda comunicación. Esto es, sabemos que toda
comunicación y la lengua misma es dialógica por naturaleza, tanto como lo es por necesidad;
el hecho de que un acto comunicativo sea un diálogo es propio de su naturaleza porque la
lengua misma dicta que así sea. Sin embargo, sabemos también que hay actos comunicativos
que parecieran mostrar ser ‘más diálogo que otros’. Por ejemplo, en una discusión o en un
debate se exige necesaria e imprescindiblemente la réplica del interlocutor; el papel es
circular y se cambian los roles constantemente entre emisor y receptor. Pero hay actos como
los soliloquios o los monólogos, en los que pareciera que el esquema básico de la
comunicación se ve segregado, ya que aparentemente hay ausencia del receptor. Pero nada
más lejos de la realidad. En estos actos también hay un diálogo, solo que en menor medida
que los otros actos, ya que el emisor es a la vez el receptor, es decir, que se aprecia una
duplicidad de papeles. En un soliloquio o un monólogo el emisor se responde y se pregunta
constantemente; el emisor discurre constantemente y se enjuicia a sí mismo y replica
219
también. Sin diálogo, no tendría sentido la expresión comunicativa, ni siquiera la lengua
misma.
El albur es, entonces, dialógico por naturaleza por ser un acto comunicativo, pero el grado
de diálogo que lo caracteriza es un rasgo que lo dista de otros actos comunicativos dialógicos
o humorísticos, como las técnicas discursivas abordadas en el apartado II, § 4.2, o como los
actos humorísticos abordados en el apartado II, § 3. Pensemos, por ejemplo, en el caso de las
adivinanzas que puedan aludir a un tema sexual. En ellas el discurso lo conduce el emisor y
es este quien se mantiene como conductor principal del acto comunicativo. Sin embargo, esta
adivinanza no tendría sentido si no se contara con la réplica del receptor, quien evidenciará
si logra o no adivinar lo que se le pide. Es ahí que la intervención del receptor logra configurar
el circulo de este acto, y sin este no existiría adivinanza, ni existiría el acto comunicativo de
la adivinanza. Cierto es que la presencia del receptor ocurrió en menor medida que la del
emisor, ya que solo intervino en una ocasión, antes del remate final del acto, pero esta breve
participación no degrada en lo absoluto su importancia. La participación del receptor en este
acto es menor que aquella que ocurre en un debate, por ejemplo, en el que incluso se
cronometra el tiempo en el que puede hablar cada participante de modo que sea exactamente
el mismo para todos. Aquí las réplicas son constantes y la reconfiguración de los roles se
invierte constantemente también.
Ahora bien, conforme a todo lo anterior, entendemos que el albur puede ocurrir de forma que
el receptor sea evidentemente un participante activo, como ocurre en un debate, y muestra de
esto sería en los actos albureros en los que se presenta un duelo, manifestación prototípica
del albur70. Pero también puede haber albur en el que este carácter dialógico se vea más
desvanecido, aunque jamás totalmente disuelto. En el caso que expusimos anteriormente del
conductor de noticias deportivas o en aquel letrero en un baño que nos describe Jiménez
(2016), el albur no muestra un carácter meramente dialógico, pareciera que no se permite ni
siquiera que el canal se abra a la totalidad de réplica como en un duelo alburero, pero esto no
significa que no haya diálogo. En el letrero del baño, podría también responderse a dicho
70 Para más información respecto a la tipología del albur, consultar el trabajo de tesis doctoral de Christian
Eingereicht von Amtsberg (2008), Der mexikanische Albur, (en alemán).
220
albur replicando con una inscripción improvisada debajo del letrero, y hay muchos casos en
los que las paredes de los baños están plagadas de réplicas y hacen de ello una suerte de
diálogo. En el ejemplo del albur del presentador deportivo, dicho personaje podría también
replicar el albur al aire, sin ni siquiera saber quién fue el emisor ni especificando el receptor,
pero abriendo invitación a que quienquiera que lo haya sido se vea replicado con una astuta
respuesta en el mismo marco figurado del albur. Si bien esto no es prototípicamente el
diálogo clásico del duelo alburero, no deja de ser un diálogo.
Pero ante ambos panoramas, la manifestación que predomina —como hemos dicho ya— es
aquella que lo muestra como un duelo, ya que la réplicas constantes que se manifiestan en
estos actos son la huella impregnada de los cuicah, son parte del ingenio, espontaneidad y
humor que caracteriza a este juego verbal. De hecho, es tan necesaria la réplica del receptor
que en las reglas implícitas del albur este tiene únicamente un espacio de tres segundos para
responder o será el perdedor del juego. La réplica es tan esperada en el albur que será ella
quien determine si el interlocutor perdió o ganó el duelo.
En nuestro apartado II, § 5, hemos incluido en el análisis operacional de la naturaleza del
fenómeno una evaluación del albur frente a las otras técnicas discursivas para hablar de lo
sexual —en el sentido de que su contenido trata sobre algo sexual—, en la que el abur mostró
una clara tendencia hacia ser + dialógico, como se recoge nuevamente a continuación:
221
La característica dialógica de este fenómeno nos da cuenta, además, de que sigue siendo un
fenómeno ante todo lingüístico, que no puede desprenderse de los elementos esenciales de
toda lengua: significado y significante en los signos lingüísticos que conforman su mensaje,
emisor, receptor, pragmática y dinámica dialógica, entre otros.
Dicho todo lo anterior, hemos pasemos a continuación a revisar las funciones comunicativas
del albur, en línea aún de su análisis desde la dimensión pragmática.
III, § 4. Confluencia de dimensiones en el albur: semántica y pragmática
Hasta este punto, hemos revisado en el capítulo anterior que es posible producir albur
mediante resegmentaciones al interior del significante de los signos, lo que reconstruye su
forma además del significado que se recoge al hacerlo y así producir albur, recurso más
prominente para lograr este fenómeno, aunque no es el único. También logramos constatar
en los apartados anteriores la presencia de las figuras semánticas que relacionan el contenido
lingüístico como agentes productores de albures bajo el resguardo de esta dimensión;
pudimos posteriormente analizar que esta dimensión se ve rebasada cuando la analogía no es
semántica, sino conceptual, como ocurre en las analogías conceptuales que motivan
posteriormente la formación de albures e interrelación de campos semánticos;
posteriormente, analizamos las figuras que intervienen en la producción y comprensión del
albur bajo la guarda de la dimensión pragmática. Con todo ello, logramos apreciar que ambas
dimensiones funcionan de forma productiva en la comprensión y elaboración de albures, tal
como se anunció desde el inicio de este trabajo. Pero también hemos insistido en que no es
del todo funcional buscar esta segregación de ambas dimensiones en todos los análisis
lingüísticos, ya que hacerlo únicamente ayuda a realizar un ejercicio abstracto de
comprensión de un vasto número de fenómenos, aunque todo este ejercicio de segregación y
análisis al final siga demostrando que todo en la lengua es una conjunción de una unidad
lingüística en una muestra de habla. Es entonces gracias a la propia circularidad de la lengua
que podemos siempre volver al punto del que partimos, y por más que nos alejemos de la
lengua para analizar un fenómeno extralingüístico, debemos al final volver a ella para
222
interpretarlo y comunicarlo. La compresión de ese universo lingüístico en un acto de habla,
tal como la masa de una estrella se ve comprimida en un agujero negro, nos obliga siempre
a analizar un fenómeno lingüístico como un producto del que todos sus componentes forman
parte. Es así que debemos reconocer que la lengua condensa su totalidad en pequeñas
unidades difíciles de segregar o muchas veces insegregables, del mismo modo en el que
ambas dimensiones además de funcionar de forma operativa y productiva por separado con
prominencia eventual una o la otra también funcionan de forma conjunta en la producción
comunicativa. Y el albur no se salva de esta compleja compresión de la lengua pues sigue
siendo un acto comunicativo que se vale de la lengua para ocurrir.
Ahora bien, en cuanto respecta a las dimensiones, por ejemplo, hemos logrado identificar
que las producciones de albur bajo responsabilidad semántica se valen de esta y sus
relaciones para construirse, sin embargo, la relación semántica no explica muchos otros
aspectos como la motivación del hablante, la cual es una respuesta cognitivo-conductual que
no sería posible sino gracias a la inferencia pragmática. La inferencia entonces es la que
promueve o ‘activa’ esta idea de que se puede tomar el discurso emitido como un discurso
marcado, desviado del sentido literal, que puede a veces registrarlo la semántica o a veces
no; que puede deberse a una analogía conceptual quizá, o a veces a algo aún más alejado de
ello. La imposible segregación de la pragmática con la semántica en los actos de habla
albureros nos regresa entonces a entender que hay solo un punto intermedio en el que pueden
confluir, y ese es la expresión lingüística. Dicho de otro modo, bajo el polo pragmático se
aprecian figuras, relaciones, motivaciones y asociaciones que despiertan en el hablante la
necesidad de interpretación de la intención real del emisor, y podemos analizar este acto para
identificar sus funciones comunicativas. Pero este ejercicio no ocurre de forma aislada, este
ejercicio si bien se presenta en el plano pragmático, se vale de la semántica para construirse,
para disfrazar su significado figurado con la vestimenta de uno literal. El plano semántico
con sus entradas y acepciones forja sus propios recursos y complementa al pragmático, y
viceversa. El punto de confluencia final de ambos planos es el mismo: la unidad lingüística.
Esta unidad lingüística que puede ser una sola palabra o todo un acto comunicativo, mejor
entendida como expresión lingüística, es el punto medio de concurrencia entre semántica y
pragmática, punto desde el cual parte la inferencia pragmática por un lado y la interpretación
223
semántica por el otro. Dicho punto medio y relaciones independientes de las dimensiones se
pueden ilustrar de la siguiente manera (con la ayuda de un modelo similar al de los fuzzy sets
o ‘conjuntos difusos’ de Zadeh [1965]):
Figura 9. Concurrencia entre semántica y pragmática en una expresión lingüística.
Como se puede apreciar, el punto de contacto en el que ambas dimensiones concurren es
también el punto medio de nuestro continuo operacional mostrado desde el apartado II, § 5,
justo donde no hay interpretación concreta aún. Entonces, la interpretación concreta se
presenta cuando nos recargamos en alguno de los dos polos: en el pragmático gracias a las
inferencias, y en el semántico gracias al significado lingüístico. El punto medio en un acto
comunicativo alburero no puede discernir aún si se trata de un doble sentido o no, de un
discurso marcado o de uno no marcado, punto de incertidumbre absoluta para el interlocutor
en el que no hay una interpretación concreta aún. Podemos cotejar la Figura 9 anterior con el
cuarto criterio de nuestro análisis operacional en II, § 5 y así ilustrar este manifiesto de la
siguiente forma:
224
Figura 10. Cotejo de conjuntos difusos y continuo operacional entre semántica y pragmática.
El complejo operacional por el que transita el albur ente las dimensiones pareciera que le
otorga a este fenómeno una especie de facultad que le permite construirse, reconstruirse,
interpretarse, reinterpretarse, ocultarse, visualizarse y trasladarse de semántica a pragmática
y viceversa a voluntad, como un ente lingüístico favorecido que no obedece ninguna de las
restricciones que impone la organización de una lengua.
Para la parte final de este apartado, analizaremos brevemente este comportamiento que
hemos identificado del fenómeno, pero ahora desde un modelo de triángulo semiótico.
225
III, § 4.1 Proceso lingüístico del albur en el triángulo semiótico
Para este último apartado, se abordará brevemente lo que hemos anunciado ya sobre las
maneras en las que transita el albur para formarse, producirse y comprenderse. En el esquema
de Escandell y en nuestro continuo operacional, lo hemos ilustrado como una figura que se
traslada en un polo bidireccional que parte de la semántica a la pragmática, dimensiones
segregadas para fines ilustrativos de nuestro análisis, de las cuales cada una posee rasgos y
elementos distintivos. Sin embargo, cabe ahora vincular lo revisado en el apartado II, § 6
sobre la construcción del albur desde los diferentes recursos que ofrece los niveles de la
lengua, donde hemos destacado que el más prominente es el de la resegmentación
morfosintáctica. Esto produce un vértice adicional en el que tenemos a la semántica por un
lado con su polisemia, homonimia, metáfora, campos, acepciones y contenidos; por el otro
lado tenemos a la pragmática con la serie de componentes que la caracterizan (intención,
interpretación, inferencia, etc.); y por el otro lado tenemos a la morfosintaxis y las
descomposiciones que reestructura los signos lingüísticos, desde su significante para traer
significados secundarios. Son estos tres agentes los encargados —desde el punto de vista
lingüístico— de producir y comprender el albur, y el camino que recorren para lograrlo
muestra singularidades similares a los muchos modelos triádicos que se han acuñado en la
ciencia del lenguaje que procuran explicar una relación tripartita, regularmente entre el
significado, el significante y el referente, como se muestra a continuación:
226
Figura 11. Triángulo semiótico de Ogden y Richards (1923).
Si bien este modelo propuesto originalmente por Ogden y Richards en su obra The meaning
of meaning (1923) explicaba una relación semiótica del signo lingüístico —propio de una
escuela que reformuló la unidad indivisible binaria de signo lingüístico de Saussure—,
posteriormente se usó para explicar relaciones tripartitas en dominios semióticos más allá del
signo lingüístico, como se aprecia en la siguiente figura:
Figura 12. Otras relaciones tripartitas mediante el triángulo semiótico de Ogden y Richards (1923).
Es así que llegamos a un modelo triádico que se concentró en explicar las relaciones
constitutivas de la lengua: sintácticas, semánticas y pragmáticas, recogido del artículo de
Espejo-Saavedra Roca, Pedro (2019) Argumentos y razonamientos. Este nuevo modelo busca
la relación de los tres vértices en una oposición que contrasta el discurso y la estructura, y
además muestra la relación intensionalidad ~ extensionalidad y connotación ~ extensión
partiendo desde el vértice en el que se sitúe. En palabras del mismo Espejo-Saavedra:
si nos situamos en la dimensión sintáctica: la dimensión pragmática sería su extensión,
mientras que la semántica sería su intensión. En cambio si nos situásemos en la semántica los
aspectos sintácticos corresponderían a su connotación y los pragmáticos a su denotación. En
cambio si no moviéramos en el análisis en la dimensión pragmática, los contenidos
sintácticos se corresponderían con los aspectos implícitos mientras que los semánticos con
los explícitos (Espejo-Saavedra 2019).
227
Esta es la figura de marras que comparte el autor:
Figura 13. Relaciones de las diferentes dimensiones del lenguaje en un modelo triádico.
Si bien se abre terreno a la ambigüedad al llamar “dimensión del lenguaje” y no de “lengua”,
y por incluir en ella a la sintaxis en vez de abordarla como un nivel de la lengua propiamente,
la disposición de los vértices que se ilustra permite apreciar traslados semióticos en el signo
lingüístico de un vértice a otro y los rasgos que recoge al hacerlo, signo lingüístico que
debería figurar al centro del triángulo.
Ahora bien, para valernos de estos modelos triádicos y explicar el comportamiento semiótico
del fenómeno del albur en la transición y confluencia ‘semanticopragmaticomorfosintáctica’,
proponemos aquí el uso del siguiente triángulo, que ubica los vértices i) morfosintáctico —
meronímico de ‘niveles de la lengua’—, ii) semántico y iii) pragmático. Para nuestro modelo,
ubicaremos al albur como signo lingüístico en el centro del triángulo, y demostraremos
mediante flechas la transición semiótica que atraviesa para dar cuenta de las cuatro diferentes
228
formas de construirse lingüísticamente a partir de nuestras observaciones en su transición a
través de las dimensiones y niveles de la lengua, como se expondrá a continuación:
1. Formación desde el vértice de la morfosintaxis:
En este vértice, el albur surge a partir de resegmentaciones morfosintácticas (albur analizado
como técnica discursiva en nuestro trabajo de investigación), para llegar así al vértice de la
semántica y dotarse de un nuevo significado lingüístico forjado mediante la reconstrucción
morfosintáctica de los significantes.
2. Formación desde el vértice de la semántica:
229
En este vértice, el albur surge a partir de relaciones semánticas expresadas en el sentido literal
y justifica su dilogía mediante alguna relación polisémica, metafórica, homonímica,
meronímica, etc., elementos únicos de los que se vale para forjarse. El hecho de la
circularidad de que la flecha que parte de la semántica regrese hacia el mismo signo alburero
se debe a la reflexión de que la expresión lingüística que representa el significante se vale de
los significados lingüísticos que en sí misma porta para crear el doble sentido alburero.
Probablemente este hecho circular que ocurre al interior del mismo signo sea tan sólido que
sea el causante de que se consoliden los alburemas a los que ya hemos hecho mención.
3. Formación desde el vértice de la pragmática:
230
En este vértice, el albur surge a partir de una enunciación que puede directamente trasladarse
hacia el vértice de la semántica y al ser este insuficiente para delatar la dilogía, se vale de la
interpretación pragmática como proceso secundario o paralelo para así forjar el sentido
figurado mediante el significado inferencial, luego de la evaluación de la información
pragmática que haya recogido el usuario.
4. Transición general desde la morfosintaxis:
231
En esta ilustración de una transición general semiótica, podemos apreciar el complejo camino
que atraviesa el albur cuando se conjuntan todos los vértices de las dimensiones y procesos
de resegmentación que lo conforman. Se puede apreciar el siguiente camino: i) el albur se
forja desde el vértice de la morfosintaxis —es decir, un albur creado mediante
resegmentación—, ii) posteriormente se traslada hacia la semántica, iii) dado que esta es
insuficiente para interpretarse mediante el sentido literal el interlocutor se traslada ahora
hacia la pragmática, valiéndose de la información pragmática recabada para iniciar un
proceso inferencial que ayude a determinar la verdadera intención del emisor, iv) a la que
llega como un sentido figurado, y dado que este sentido sigue siendo un tipo de interpretación
y creación de significado, este yace inevitablemente de regreso en la dimensión semántica.
Tras revisar la manera en la que confluyen o co-operan ambas dimensiones para la formación
de albures —al igual que para muchos retruécanos, difrasismos o dilogías—, pudimos
apreciar que la operatividad del albur hacia el enfoque pragmático pareciera ser una tendencia
232
marcada; la gama de posibilidades que ofrece esta dimensión pareciera dotar de más recursos
al fenómeno lingüístico del albur, que pareciera en todo momento asomarse y buscar luz en
los campos de lo extralingüístico. Y es que, a decir verdad, aquellos elementos que competen
a la pragmática logran vincular relaciones extralingüísticas, cognitivas, conceptuales,
ambientales, etc., con aquellas lingüísticas. Por ejemplo, a la pragmática le concierne el
contexto, la situación, la relación entre los interlocutores, los objetivos, las intenciones,
aquello que hace el hablante (la ilocutividad, propiamente) y aquello que se produce en el
oyente (perlocutividad), entre otros. Dado esto, podemos reconocer que no puede pasar
desapercibida la atención hacia las funciones que ejerce el discurso alburero, funciones no
siempre identificadas por parte de los hablantes, pero que sin duda atienden y afectan el acto
lingüístico emitido. Es así que pasamos en el siguiente capítulo a abordar brevemente las
funciones del albur, desde el punto de vista comunicativo.
233
CAPÍTULO IV
Funciones comunicativas del albur
234
IV, § 1. Sobre las funciones comunicativas del albur
La idea de hablar de una función en estudios lingüísticos no es tarea sencilla, puesto que el
término se ha impregnado con tal fuerza en la disciplina que prácticamente lo vemos por
doquier: funciones del lenguaje, sintácticas, semánticas, informativas, textuales,
comunicativas, fonológicas, morfológicas, función en la lingüística operacional, función en
la corriente formalista como el nodo que integra las ramificaciones de los diagramas arbóreos
en la teoría de la “X- barra” —desarrollada por Ray Jackendoff a partir de los estudios de
Chomsky (Jackendoff 1977)—, etc. Cabe subrayar que hay registros de que este término
pareciera ser un préstamo de la ciencia de las matemáticas, ciencia de donde surgió la idea
de “una relación entre dos conjuntos” (Soto Apolinar 2011: 64) o de “correspondencia entre
dos cantidades o conjuntos” (Rosas Cabal 2010: 49), idea que la corriente funcionalista de la
lingüística recoge como ‘aquel papel que cumple una variante respecto a su invariante’,
donde cualquier exponente lingüístico corresponde a una forma —en el entendido de que
todo exponente que surja de una invariante implica una forma lingüística, de ahí que surjan
las “funciones básicas” y “funciones superiores”—.
Pero hablar de funciones en general sería por sí misma todo un trabajo de tesis para el
fenómeno del albur que aquí nos concierne, por ello hemos de delimitar el término a
únicamente dos tipos de funciones que aquí se abordarán: i) la función del albur como
fenómeno lingüístico que obedece al propósito que persiguen el conjunto de técnicas
operacionales, puesto que sería imposible hablar de ‘técnicas’ si no se establece qué función
persiguen, y ii) la función comunicativa del albur.
En cuanto al primero, sin profundizar en la materia —dado que nos valimos del análisis
operacional en este trabajo únicamente para ilustrar algunas transiciones del albur en varios
continuos contrastados con las otras técnicas discursivas, donde se evidencia su asimilación
del doble sentido y sus rasgos dilógicos y discursivos—, podemos decir que la función
general del albur desde la lingüística operacional es simplemente crear doble sentido71, la de
71 Para fines de este trabajo, entenderemos el término “doble sentido” como la posibilidad de alguna expresión
lingüística de poseer una doble interpretación de manera simultánea, a decir, una literal y una figurada —
generalmente, pero no siempre, aquella figurada es de índole humorística o sexual—, versada en difrasismos,
235
permitir que se hable al mismo tiempo en dos planos diferentes, de dos dominios diferentes.
¿Cómo lo crea? Bueno, en esa respuesta yace el conjunto de técnicas que lo caracterizan, ya
visto como una técnica discursiva que van de lo morfosintáctico a lo semántico a lo
pragmático y hasta a lo analógicamente conceptual, como ya hemos revisado en este trabajo
hasta ahora. Sí, persigue una función valiéndose de técnicas, y dicha función se reduce a la
generalidad de crear un doble sentido, tal como lo hacen las otras técnicas discursivas propias
de otros dominios. Un estudio profundo de este fenómeno lograría recoger cientos de rasgos
del albur frente a otras técnicas, o frente a otras construcciones resegmentadas, propias de
una investigación operacional, ajena a la que aquí pretendemos.
Ahora bien, es la segunda perspectiva sobre la función del albur —la comunicativa— en la
que profundizamos a continuación, dado que es lo comunicativo aquello que nos concierne
para esta investigación. Para entrar en materia, empecemos primeramente con un análisis de
las funciones comunicativas bajo el modelo de Jakobson.
IV, § 2. Funciones comunicativas à la Jakobson
IV, § 2.1 Sobre el modelo de funciones comunicativas de Roman Jakobson
Se sabe que en todo hecho de habla existen más elementos que rodean la situación
comunicativa además de los simples mensajes, elementos que solo se aprecian si se observa
la situación comunicativa desde un visor un poco más externo a lo puramente gramatical.
Estos elementos recogían en el circuito del habla tradicionalmente la triada emisor, mensaje
y receptor. Esta creencia forjó uno de los primeros modelos comunicativos; sin embargo, a
partir de los estudios de Bühler, Roman Jakobson en su obra Lingüística y poética (1960)
reformularía este modelo para así ingresar tres nuevos factores fundamentales y presentes en
los circuitos de comunicación: referente (o contexto), canal (o contacto) y código, como se
ilustra a continuación:
dilogías, retruécanos, eufemismos, paronomasia o cualquier otro recurso lingüístico que busque velar esta doble
significación.
236
CONTEXTO
DESTINADOR MENSAJE DESTINATARIO
CONTACTO
CÓDIGO
Figura 14. Modelo de factores fundamentales del lenguaje de Roman Jakobson (1960: 353).
Este modelo recogía entonces tres factores adicionales que de acuerdo con Jakobson estaban
presentes en comunicaciones verbales, y estos factores condujeron después a las funciones
del lenguaje que a este apartado conciernen. Respecto a esto, el autor menciona que hay
“factores indisolublemente implicados en toda comunicación verbal” (1960: 352) y también
agrega que “Hay que analizar el lenguaje en toda la variedad de sus funciones […] Una
esquematización de estas funciones exige un repaso conciso de los factores que constituyen
todo hecho discursivo, cualquier acto de comunicación verbal” (1960: 352).
Entonces, esta necesidad de reformular y ampliar el modelo de comunicación básico surgió
a razón de identificar que existían también elementos emotivos en el discurso de los que no
se podía dar cuenta solo con la tríada del modelo clásico; también porque se identificaron
aspectos comunicativos que no veían cabida en ninguna parte del modelo anterior, como el
canal o el código o el referente. Pensemos, por ejemplo, en las small talks a las que nos
referimos con anterioridad. Si bien existe un emisor, un mensaje y un receptor, la necesidad
comunicativa de ese evento rebasa los límites de la expresión de una idea, puesto que aquí se
habla de fines de interacción más que de comunicación misma. La intencionalidad, es decir,
para qué sirve el lenguaje o la función que ejerce en esa situación rebasa los límites de
simplemente “expresar una idea” en las small talks ya que se encausan hacia la interacción
social más que a la expresión manifiesta de algo. Y el albur no es excepción a esta situación,
ya que —como se dijo anteriormente— tiene este carácter de duplicidad de papeles: por un
lado, es solo un vehículo, un modo, una técnica discursiva para hablar de algo sexualizándolo;
y por el otro lado, dentro del juego mismo, también comunica, es también un hecho de habla
237
y se aprecian distintas funciones en su ejercicio. A este respecto, menciona Jakobson lo
siguiente:
Los elementos emotivos del discurso que, como Joss tiende a creer, no pueden describirse
“con un número finito de categorías absolutas”, él los clasifica “como elementos no
lingüísticos del mundo real” (1960: 352).
Tras la identificación de esos factores, Jakobson se centra posteriormente en describir las
funciones comunicativas que corresponden a dichos factores, las cuales se ilustran
correspondientemente de la siguiente manera en su modelo de funciones:
REFERENCIAL
EMOTIVA POÉTICA CONATIVA
FÁTICA
METALINGÜÍSTICA
Figura 15. Modelo de funciones del lenguaje de Roman Jakobson (1960: 360).
De forma simple y para dar cuenta de estas funciones, podemos resumirlas de la siguiente
manera:
- Función emotiva: También llamada “expresiva”, corresponde al factor del destinador
y es aquella función centrada en el emisor, en su acto de habla; en ella se expresa de
forma directa la actitud del hablante ante aquello de lo que habla. El ejemplo más
prototípico para ilustrar esta función es mediante las interjecciones, que denuncian
abiertamente la actitud del emisor.
- Función conativa: También llamada “directiva”, corresponde al factor del destinatario
y es aquella función orientada hacia el receptor; en ella se expresa aquello que se
desea que el destinatario realice, o bien se manifiesta el grado de cercanía con el que
238
se refiere a él. Los ejemplos más prototípicos para ilustrar esta función son los
vocativos y los imperativos.
- Función fática72: Corresponde al factor del contacto (o canal), que representa “un
canal físico y una conexión psicológica entre el destinador y el destinatario, que
permite tanto al uno como al otro establecer y mantener una comunicación”
(Jakobson, 1960: 352). Esta función está orientada hacia el contacto, y busca
establecer, prolongar, comprobar o interrumpir la comunicación, y también sirve para
cerciorarse de que el canal funciona. Algunos ejemplos de esta función los vemos en
la fórmula del “¿Bueno?” al tomar una llamada, o en el “1, 2, 3, probando” que emite
una persona al probar un sistema de sonido y cerciorarse de que efectivamente el
canal funciona, etc.
- Función metalingüística: Corresponde al factor del código, y es la función que se
centra en el código mismo. En esta función, se usa el lenguaje para hablar del
lenguaje, se confirma que se está usando el mismo código por los participantes; esto
es, digámoslo así, una tarea de duplicidad o bucle en la que el mensaje se codifica
con un código y este es también el tema del mensaje mismo: hablar del código.
- Función poética: Corresponde al factor mensaje, y es la función orientada hacia el
mensaje mismo: el mensaje por el mensaje. La función poética es la función
dominante del arte verbal, en la que se distinguen los procesos de selección y
combinación (Jakobson, 1960: 360). En esta función, lo que importa es el mensaje y
cómo está codificado, cómo se expresa, las técnicas que emplea, la forma del mensaje.
72 La función fática que se recoge para este apartado atiende a lo expuesto en la obra de Jakobson (1960); sin
embargo, se recoge también de forma plausible la observación mencionada por Melissa Niño Santana, Taco de
lengua (2012), al respecto como: “… un uso básico […] del lenguaje como herramienta para el establecimiento
y mantenimiento de las relaciones sociales de los hablantes…” (2012: 28), ante la amplitud de definiciones aún
en desarrollo para esta función, y las dicotomías Jakobson ~ Malinowski que ella misma señala. Para más
información sobre esta función, se sugiere la lectura del trabajo de tesis Taco de lengua. Dimensión fático-
creativa en la interacción cotidiana de taquerías populares de la ciudad de Guadalajara (2012).
239
- Función referencial: Corresponde al factor contexto, y es el referente al que se
designan los signos lingüísticos o bien la comunicación verbal en general, que se
espera capte el receptor. Este factor —bajo otra propuesta de análisis—
correspondería a la arista de “referente” en aquella reformulación tríadica de la
escuela hjelmsleviana del signo lingüístico de Saussure: significado + significante +
referente.
Ciertamente las funciones del lenguaje desde el análisis de la comunicación toman en cuenta
aspectos que rebasan los intrínsecos a los sistemas de signos, aspectos como la
intencionalidad, el medio por el que se desarrolla la comunicación, el contexto, etc. Pareciera
incluso que sus consideraciones rayan en los límites de lo extralingüístico, como lo
mencionaba Joss: “elementos no lingüísticos del mundo real” (Joss en Jakobson, 1960: 352).
Ahora bien, pese a que algunas de estas funciones son producto de reformulaciones y
propuestas que siguen aún en desarrollo al día de hoy, por ejemplo, aquel de la función fática
propuesto inicialmente por Malinowski y la evolución del concepto desde 1965 a la fecha
(léase Niño, Melissa [2012: 28]); o bien, la impuntualidad y la necesidad de definir aquello
que debe abarcar la función poética (léase Jakobson [1960: 358-359]), sí es posible dar cuenta
de que efectivamente factores ajenos a los meramente lingüísticos afectan la comunicación
o la conducen hacia algún lado intencional. Estos factores fueron entonces el producto de lo
que llamó Jakobson “funciones del lenguaje” para dar cuenta entonces del ¿a quién se le dice
eso? o bien ¿con qué fin se dice esto?
Tras revisar las funciones comunicativas bajo el modelo de Jakobson, pasemos a
continuación a revisar las funciones comunicativas del albur que hemos logrado identificar
en nuestro trabajo de campo y testimonios para esta investigación.
IV, § 3. Funciones comunicativas identificadas del albur: observaciones acerca de su
uso
Si bien en el apartado II, § 3.1 se revisa el albur como un tipo de humor verbal —y al mismo
tiempo se vierten las dificultades que habría al procurar una clasificación unívoca en el marco
240
de teorías actuales del humor verbal—, es de destacar que esta clasificación lo sujetaría como
un fenómeno cuya función prominente es la de provocar humor, al igual que alguna otra
forma de humor verbal. Sin embargo, en el ejercicio de investigación del tema de esta tesis
se han anotado algunas observaciones sobre otros usos o funciones comunicativas ajenos al
humorístico, las cuales fungen de objeto de este apartado.
Dichas observaciones no pretenden empero entrar en conflicto con las clasificaciones
identificadas anteriormente del albur con rasgos compartidos de la teoría del humor verbal
del apartado II, § 3; más bien, se busca solo complementar los otros propósitos en el discurso
del albur ajenos al humor, funciones comunicativas paralelas bien sabidas por los hablantes
albureros —o mejor dicho, por los actores sociales73—, para las cuales nos serviremos del
modelo de comunicación de Roman Jakobson74. Esto se debe a que la función comunicativa
y verdadera del albur va más allá del humor, tiene rasgos y propósitos que trascienden a lo
humorístico, y provocar risa es solo uno de ellos. Uno de nuestros entrevistados, Víctor
Hernández, menciona al respecto de estas otras funciones del albur que [3]75 “no es
necesariamente una cuestión de agresión, no es necesariamente una cuestión de
confrontación en la que tienen que participar dos partes; puede ser simple y sencillamente
alguien tratando de hacer un comentario gracioso, puede ser alguien tratando de hacer una
manifestación artística que no necesariamente está orientada a que alguien se la responda”.
En línea a lo anterior, decimos entonces que el albur que hemos venido analizando muestra
una tremenda complejidad que no solo se limita a su formación lingüística o la disposición
sintagmática de los elementos que se resegmentan morfosintácticamente, y esto se aprecia
no solo en las reflexiones o intentos de definiciones que han atraído la atención de muchos,
sino también en este mismo trabajo de investigación. Muchos autores constatan a la
73 Tomaremos para este trabajo la definición de actor social proporcionada por Juan Antonio Doncel de la
Colina como “agente activo en la construcción de la cultura a través de los significados que otorga a los más
diversos eventos de su contexto sociocultural” de su artículo “Nuevos retos y formas de la labor etnográfica a
partir de la reconceptualización del objeto de estudio de la antropología social” (2012). 74 Roman Jakobson fue un importante lingüista, fonólogo y teórico literario ruso, que impulsó la creación de
diversos círculos lingüísticos y una de sus mayores aportaciones fue el modelo del circuito de la comunicación,
enmendado a partir de estudios previos, y presentado en su obra Linguistics and poetics (1960). 75 Nota: El número entre corchetes, [X], que antecede a las citas de los entrevistados representa el número de
registro con el que se documentó la opinión de dicho entrevistado en el Apéndice II de esta investigación.
241
paronomasia o la homonimia o la polisemia o la metáfora como rasgos definitorios del albur,
lo que deja entrever que el aspecto de las relaciones semánticas es imprescindible en este
fenómeno, tanto como lo es la pragmática y las particularidades fonológicas. Esta
complejidad pareciera en ocasiones rebasar los límites meramente lingüísticos o quizá rayar
en aquellos extralingüísticos, y podemos agregar también que parte de la complejidad a la
que nos referimos atiende a las funciones que dentro del modelo comunicativo remite este
juego verbal. Esto se debe a que hemos identificado que el albur además de ser un fenómeno
formalmente lingüístico, es una técnica discursiva que porta un hecho de habla (objeto de
estudio de la lingüística misma), puesto que expresa intenciones decodificadas con signos de
un sistema lingüístico expresado por hablantes en convención, con sus propias técnicas
lingüísticas bien consolidadas, de entre las que destaca la resegmentación, como hemos dicho
antes. Si bien esta convención se ve confinada por aquellos actores sociales que conozcan el
juego verbal (número relativamente pequeño frente al número total de hispanohablantes), no
excluye de valor comunicativo al albur ya que en efecto con el albur sí se está comunicando
algo, y no solo responde al ¿cómo? (que atiende a una técnica discursiva), sino al ¿qué se
dice y para qué se dice?, (que atiende a una función comunicativa). En realidad, todo sistema
lingüístico se ve de alguna manera confinado también para ser usado únicamente por los
hablantes que conozcan dicho sistema. Entonces, bajo este mismo criterio, el albur se
comportaría como un sistema propio, al menos percibiéndolo con valor comunicativo y
prescindiendo por un momento de que se trate de una subfunción de la lengua, ya que cumple
las siguientes características:
i) usa un sistema convencional de signos (o mejor dicho, se vale de uno consolidado
para reconstruirse: subfunción de la lengua);
ii) tiene un mensaje que se traslada a un receptor desde un emisor (si bien dicho
mensaje sea siempre de contenido sexual dentro del juego lingüístico);
iii) en la perspectiva discursiva, tiene un conjunto de técnicas lingüísticas bien
consolidadas,
iv) evoluciona y adquiere nuevas entradas (o alburemas) en la medida en la que los
hablantes lo usan y desarrollan, pero mantiene su estructura ósea original, tal
242
como ocurre con la gramática de cualquier lengua expuesta al cambio lingüístico
y las nuevas entradas léxicas que se van integrando a cualquier sistema;
v) muestra funciones comunicativas que trascienden a una simple emisión de un
mensaje: muestran una intencionalidad;
vi) se vale de los recursos encontrados en los distintos niveles de la lengua y en ambas
dimensiones y se compacta en cada muestra de hecho de habla todos estos niveles
y ambas dimensiones, como ocurre con cualquier sintagma en un sistema
lingüístico.
Estos hechos y las funciones del albur en las muestras de habla de nuestra investigación
dirigieron la atención ahora a analizar las funciones comunicativas que se recogieron en las
muestras de albur de este trabajo, puesto que se logró apreciar que no siempre conducían
hacia el valor humorístico que subraya la TGHV de Attardo, de entre las cuales se reconocen
las siguientes:
IV, § 3.1 Función humorística
La función humorística es sin duda alguna la función prototípica del albur, al grado de
considerar —errónea o simplistamente— que esta es su única finalidad. Bajo este rubro, el
albur tendría por objetivo crear humor, provocar risa, tanto de los interlocutores que esgrimen
verbalmente, como de aquellos espectadores circundantes que entiendan el juego verbal. Esta
función representa aquella que encaja con las características de Attardo en su TGHV. Nuestro
actor social “El tío” también constata este manifiesto al mencionar respecto a qué entiende
por “albur” con lo siguiente: [54] “Pues yo considero que es una forma de buscar una
diversión o de cotorrear76 entre personas”. También nos da registro de esto Víctor Hernández
al mencionar que: [28] “El albur es placentero […] cuando uno se ríe, cuando uno entiende
un chiste, el cerebro en ese momento genera hormonas que te hacen sentir bien, que son
opioides: el albur tiene esa capacidad, porque el albur te va a hacer reír cuando te das cuenta
de la sorpresa que viene oculta o que viene envuelta en ese albur”.
76 Entendido con la definición proporcionada por el Diccionario del Español de México como: “Pasar el tiempo
divirtiéndose o sin hacer nada: ‘Se fue al parque a cotorrearla’” (2019).
243
Bajo el entendido de lo anterior, resultaría sensato que apreciemos la presencia del albur en
escenas cómicas, programas televisivos de comedia, shows y carpas humorísticas, etc., pero
también en aquellas situaciones en la vida cotidiana —particularmente de contexto
informal— en las que se busque sacar una carcajada a alguien, muestra impregnada de la
picardía característica del mexicano espontáneo. Estas situaciones pueden ser en un mercado
—casos recogidos en el trabajo de campo de esta investigación, como se documenta en el
apartado del corpus del Apéndice I—, donde un cliente le pide un producto al vendedor, y el
vendedor astutamente arroja un albur contextualizado a partir de la mercancía que vende para
provocar una risa en el cliente, para hacer que este se vaya a casa con la mercancía adquirida
y con una sonrisa, lo que garantizaría al comerciante el pronto regreso de su cliente. Casos
así los vemos con el afamado estribillo de Doña Lourdes en su puesto de ropa de bebé al