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Unidad Azcapotzalco
Los infidentes americanos
Discursos y representacionesNueva España
Tesis para optar por el grado de Doctora enHistoriografía presenta
Luz Mary Castellón Valdéz
Unidad Azcapotzalco
Los infidentes americanos
Discursos y representaciones de las guerras de independencia de laNueva España y Venezuela, 1809-1820
Tesis para optar por el grado de Doctora enHistoriografía presentada por
Luz Mary Castellón Valdéz
Director de tesisDr. Nicolás Cárdenas
Dr. Antonio IbarraDr. Saúl Jerónimo
Dr. Miguel Herrera
Noviembre de 2011
de las guerras de independencia de la
Tesis para optar por el grado de Doctora en
Director de tesis Dr. Nicolás Cárdenas García
SinodalesDr. Antonio Ibarra
Dr. Saúl Jerónimo Romero Dr. Miguel Herrera Fuentes
Noviembre de 2011
“La patria es nuestra madre,Nuestra madre querida A quien tuvo el tirano
Esclava, y afligida: A esta es a quien debemos
Hasta la misma vida; Perezcamos, pues antes
Que ella se vea oprimida”.
“Temblad opresor infame,Tiembla, cruel e inhumano,
Que todos tus delitosvan a ser castigados;
Ya la terrible espada del brazo Americano,
va a destruir vuestro Orgullo,déspota sanguinario”.
“Canción Americana”, Causas de infidencia, Venezuela, 1811
-Las causas de infidencia: documentos para el estudio de las guerras de independencia hispanoamericana ............................................................. 8 - Las fuentes: Los Fondos de infidencia ............................................................................... 16 - Las causas de infidencia de Venezuela .............................................................................. 20 -El ramo de infidencia de México ........................................................................................ 21 -Las instituciones encargadas de juzgar los delitos de infidencia ........................................ 22 -El proceso judicial: características generales .................................................................................... 25
-Criterios de selección de las muestras ................................................................................. 30 -Los capítulos de la tesis ...................................................................................................... 35
CAPITULO I
EL PERFIL SOCIAL DE LOS INFIDENTES AMERICANOS
1.1. La edad .......................................................................................................................... 41 1.2. La adscripción étnica ..................................................................................................... 45 1.3. Los oficios .................................................................................................................... 51 1.4. El estado civil ............................................................................................................... 57 1.5. La denuncia del delito político ..................................................................................... 59 1.6. La sentencia y la pena al delito político ...................................................................... 65 1.7. La intersección de las variables ................................................................................................... 72
CAPÍTULO II
CONTROLAR, PERSUADIR E INFORMAR: LOS ESPACIOS DE LAS INFIDENCIAS
2.1. Al estallar las guerras independentistas ........................................................................ 94 2.2. En la lucha y control del territorio ............................................................................. 107 2.3. Las pulquerías, vinatería y cafés: espacios de socialización y difusión de las ideas Insurgentes .............................................................................. 119 2.4. La circulación de “voces y papeles sediciosos”: una estrategia de comunicación y persuasión ................................................................................ 129
CAPÍTULO III
LOS LENGUAJES DE LA GUERRA: CONSTRUCCIÓN POLÍTICA DEL ENEMIGO
EN LA CONTIENDA Y DEL PATRIOTISMO AMERICANO
3.1. La construcción del enemigo en la guerra .................................................................. 145 3.1. La búsqueda de una identidad: el patriotismo americano ........................................... 161
CAPÍTULO IV
EL DISCURSO DE LA LEGITIMIDAD POLÍTICA Y LA PARTICIPACIÓN DEL
CLERO EN LA INSURGENCIA AMERICANA
4.1. La Iglesia y las guerras de independencia ................................................................. 180 4.2. El clero en la insurgencia americana .......................................................................... 186 4.3. El discurso religioso y la legitimidad del rey: el derecho divino de los reyes .................................................................................... 199
CAPÍTULO V
GUERRA, PATRIA Y LIBERTAD: EL DISCURSO DE LOS MILITARES COMO ACTORES POLÍTICOS Y SOCIALES
5.1. La situación de los militares en el contexto bélico ..................................................... 222 5.2. Hombres en armas: el llamado de la patria ................................................................. 226 5.3. La deserción de los militares: ¿un acto de sedición o desilusión .............................. 236 5.4. Seducir y atemorizar: las estrategias en la guerra....................................................... 244 5.4.1. Seducir para convencer ............................................................................................ 246 5.4.2. Atemorizar para someter ............................................................................................................. 251 CONSIDERACIONES FINALES ................................................................................... 255 BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES ........................................................................................ 266 Fondos documentales ........................................................................................................ 266 Bibliografía ....................................................................................................................... 267
6
A la memoria de mis padres: Fernanda y Carlos
Al amor de mi vida, “Naní”.
7
AGRADECIMIENTOS
Son muchas las personas e instituciones de las que estoy enormemente agradecida, sin cuya
orientación, apoyo e infinita bondad y paciencia habría sido imposible concluir mis
estudios de doctorado. Por ello, es para mí un verdadero placer utilizar este espacio para ser
justo y consecuente con ellas, expresándoles mis agradecimientos.
Quiero empezar por agradecer a las instituciones que me brindaron la posibilidad de
realizar mis estudios de Doctorado en este hermoso y cálido país. A CONACYT, cuya beca
me permitió dedicarme por completo a mis estudios; a la Universidad Autónoma
Metropolitana, que a través de su programa de Movilidad Estudiantil pude realizar una
estancia de investigación en Venezuela, cuyos resultados enriquecieron y ampliaron las
perspectivas de mi tesis doctoral.
Una persona de la que estaré agradecida toda la vida, pues durante estos siete años me ha
brindado su amistad, consejos, compañía, paciencia, aprecio y apoyo incondicional,
haciendo de mi vida en este país la más bonita experiencia, Dra. Irma Teresa Corrales
muchas gracias, que Dios te bendiga.
Al Dr. Saúl Jerónimo, cuyo aporte a este trabajo como a mi proceso formativo en el área de
la historiografía ha sido invaluable. Gracias a sus buenos y oportunos consejos así como a
sus merecidos regaños, he logrado concluir esta investigación. Gracias a mi asesor, el Dr.
Nicolás Cárdenas, quien durante largas horas de platicas me ayudó a plantear y definir los
hilos que guiaron esta investigación. Gracias por su paciencia y sus valiosos consejos.
Gracias a la lectura que con paciencia y dedicación hizo a mi tesis el Dr. Antonio Ibarra,
sus comentarios aportaron mayor profundidad a la misma. Gracias a mi amigo y sinodal el
Dr. Miguel Hernández, la especial atención que le dedicó a la lectura de mi tesis y sus
puntuales observaciones me permitieron captar cuestiones que había pasado por alto y que
eran importante. Le extiendo mi agradecimiento a la Dra. Marisa Vannini, quien durante mi
8
estancia de investigación en Caracas fue mi asesora, compartió conmigo su valioso tiempo
y conocimientos.
Quiero expresar mi agradecimiento a mi amiga Denise Hellion, por hacer suya una causa
que era mía, su apoyo fue infinito. Gracias a todos mis compañeros y profesores que
respondieron al llamado, hoy me han dado una gran lección de lo que es la solidaridad y la
bondad de la comunidad uamera.
Gracias al Dr. Leonardo Martínez, cuyos consejos y sugerencias sobre la problemática de
mi investigación le dieron mayor claridad a la misma. A la Dra. Silvia Pappe, siempre
atenta y dispuesta a compartir su tiempo con nosotros. A mis compañeros del doctorado,
por hacer de cada seminario y encuentros una experiencia constructiva y formativa. A
Cristina Vargas, a Nancy Ortega y a Julio César Villar cuya amistad, atención y apoyo
agradezco profundamente.
Le doy las gracias a mi familia, aunque nos separan cientos de kilómetros, siempre he
recibido de ellos su apoyo y confianza.
Gracias a todas las personas que de una u otra forma hicieron posible este trabajo. Las
amistades con las que compartí tanto y tan bellos momentos durante estos siete años en
México, especialmente a mis queridos amigos Norberto y Cristina, de los que me llevo
gratos recuerdos.
A todos ustedes, mil y mil gracias.
9
INTRODUCCIÓN
LAS CAUSAS DE INFIDENCIA: DOCUMENTOS PARA EL ESTUDIO DE LAS
GUERRAS DE INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANA
Al decidir, por una buena sugerencia del Dr. Saúl Jerónimo, centrar la investigación de mi
tesis doctoral en el estudio de los documentos llamados “las causas de infidencias”, mi
interés crecía cada vez más cuando, al leer esos viejos y polvosos documentos, me di
cuenta que en ellos se narraban cientos y diversas historias de individuos que, por varias
circunstancias, fueron acusados de realizar actos de hostilidad, desacato o de levantarse en
armas contra Su Majestad Católica o sus autoridades, durante los años en que los pueblos
americanos se insurreccionaron contra el poder español. Desde entonces pensé que sería
interesante realizar un estudio que se apartara un poco de esa visión ya bastante abordad
sobre las guerras de independencia cuyos temas han sido el estudio de los grandes héroes,
de las batallas monumentales,1 de la ilustración y del liberalismo gaditano en relación con
el conflicto político. Al leer estas muchas historia fragmentadas de sujetos diversos, me di
cuenta que podía llevar mi análisis a otras vertientes con las cuales interpretar ese momento
de crisis, de incertidumbre, de zozobras, pero también de libertades que les permitió a los
habitantes de la América hispana alzar la voz y pronunciarse acerca de lo que acontecía, lo
que implicó que dichos pronunciamientos fueran considerado por las autoridades españolas
como acto de traición al rey.
En un primer momento mi estudio estuvo focalizado sólo al espacio de la Nueva
España; posteriormente la UAM me dio la oportunidad de realizar una estancia de
investigación en la ciudad de Caracas, Venezuela, y allí pude consultar en el Archivo
General de la Nación (AGN) los documentos que también contienen los juicios de
infidencia de la guerra independentista de ese país. Desde luego el trabajo se multiplicó,
1 Inés Quintero sustenta para el caso venezolano que: “La vida de esos años aparece circunscrita, de manera exclusiva, a la política, a la guerra y a la vida y trayectoria de los protagonistas que condujeron los ejércitos y definieron el rumbo político de las nuevas naciones. No hubo espacio para más... Afortunadamente, desde las últimas cuatro décadas del siglo pasado hasta hoy, han surgido numerosos e importantes estudios que nos han dado una mirada fresca para la comprensión de ese periodo tan complejo y contradictorio”. Inés Quintero, (coord.), Más allá de la guerra. Venezuela en tiempos de la Independencia. Caracas-Venezuela, 2008. pp. 6-7.
10
pero realizar la comparación entre estos dos territorios ex –colonias españolas me abrió
todo un mundo de nuevos retos y expectativas sobre mi investigación. Emprendí, entonces,
la tarea de recopilación, organización, sistematización y análisis de dichas fuentes; en el
trayecto tuve diversas dificultades para definir el problema a investigar, ya que “las causas
de infidencia” encierran una dimensión sorprendente de diversas temáticas que apasionan,
pero al fin me decidí por enfocar mi estudio desde el análisis crítico de discurso, en el
entendido de que el eje de mi investigación sería la lectura historiográfica de dichos
discurso, en el que identifico y analizo cómo se fueron transformando ciertas actitudes,
prácticas y conceptos utilizados por estos sujetos cuyas acciones y palabras fueron
catalogadas por las autoridades reales como un delito político llamado “infidencia”, en los
años en que se desarrollaron las guerras independentistas.
Una vez tuve medianamente claro cuál sería el problema a bordar en mi
investigación, la siguiente tarea fue la identificar qué significaba el término “infidencia”
para la época. Andrés del Castillo2 señala que la palabra “infidencia” se hallaba muy
vinculada con las manifestaciones de efervescencia del momento político de la época; nos
dice que: “etimológicamente el término infidencia proviene del latín in= privación, y
fidencia= confianza, es decir, falta a la confianza a otro o ‘inteligencia con los enemigos del
estado para perjudicarle’… (por lo tanto) Ser infiel implicaba no ser fiel a la corona
española, ser insurgente, alguien que atenta en contra de los derechos del rey y la seguridad
propia del Estado”. Al revisar los documentos, me di cuenta que las autoridades reales que
juzgaban estos delitos políticos usaban de indistinta forma las palabras “infidencia” como
“insurgencia”, pero posteriormente me percaté que esos términos fueron evolucionando a
otros más complejos como “sediciosos”, “subversivos”, “revolucionarios”, etcétera, en la
medida en que el conflicto se fue intensificando y el temor de la corona española de perder
los territorios americanos se hizo cada vez más evidente.
En la época colonial la fidelidad de los súbditos era considera de gran importancia
para el rey, ella se convirtió en uno de los principios fundamentales del imperio español. En
un primer momento, el término “infidencia” se refería a los reos acusados de estar a favor
de los franceses y de Napoleón, ello se observa en muchos de los expedientes que abarcan 2 Andrés del Castillo titulado “Acapulco, presidio de infidentes 1810-1821”, pp.165-204. [en línea], http://bidi.unam.mx/libroe_2007/1053762/A07.pdf
11
el período de 1809 a 1812, donde el delito más denunciado es por sospechas de ser
partidarios de los franceses y de Napoleón o de expresarse a favor de ellos. Pero, esta
apreciación cambió cuando la tensión se hizo mayor, entonces se presentaron casos donde
ya no sólo se juzgaba por la supuesta afección a los franceses y a Napoleón sino, por
cualquier motivo que tuviera alguna relación con los insurgentes o rebeldes.
Los acontecimientos que se sucedieron en España y en sus colonias americanas en
1808, dieron motivos para que las autoridades dudaran de esa “fidelidad” al gobierno
monárquico, y, aunque estas colonias siguieron expresando la lealtad al rey, se dieron
diversos factores que intranquilizaron a los gobernantes españoles, perplejidad que se
incrementó mucho más después de las sublevaciones que se presentaron en toda la América
española a partir de 1810. Por tal razón, se catalogó la infidencia como un delito político
que atentaba contra la seguridad del Estado y los derechos del soberano.
Al ser depuesto el rey o al darse la abdicación de los reyes de España, la monarquía
quedó sin una cabeza visible o legítima y ello causó grandes tensiones en sus territorios
americanos. Se creo, entonces, un ambiente de “libertades” que generó en toda la población
un interés por saber y comunicar sobre los acontecimientos. Fue un momento propicio para
que las personas de distintas condiciones sociales debatieran y comentaran sobre los temas
políticos del momento. Los intelectuales comenzaron a ver la posibilidad de que fueran los
americanos –en este caso, no todos los nacidos en América, sino los pertenecientes a la élite
criolla- los que gobernaran las indias españolas, quitándoles ese privilegio que por siglos
habían gozado los españoles europeos. Con la crisis que vivió la corona española después
de 1808, los intelectuales en las Indias, para salvaguardad los reinos de los franceses,
acudieron como argumento justificativo de sus acciones a la teoría que sustentaba que al no
haber rey la soberanía recaía en el “pueblo”, apoyando su discurso en las propuestas de los
juristas y teólogos españoles del siglo XVI, como por ejemplo, Francisco de Suárez. La
preocupación por legitimar su proyecto político y deslegitimar el de su opositor, fue una
estrategia usada tanto por el bando realista como por los que apoyaban las ideas
independentistas en las guerras de independencia hispanoamericanas.Van Dijk sustenta que
la legitimidad está relacionada con los actos de habla defensivos, justificativos, pues busca
explicar por qué se hizo o se hace algo, y por qué tal acción es razonable y aceptable
12
socialmente. Con el uso de estrategias discursivas se logra justificar las acciones de los
grupos dominantes, pero también con ellas es posible deslegitimar las acciones de los
grupos contrarios. El discurso como acción social que es, puede ser legitimado o
deslegitimado.3
Este interesante ambiente de opiniones, de debate, de temor, de libertades que se
narra en los testimonios de los juicios de infidencia, me cautivó y me llevó a interesarme
sobre estos personajes, de las estrategias que usaron y de cómo ellos percibieron y
reaccionaron ante esa coyuntura política, cuál era la opinión que se tenía del conflicto, de
las autoridades, de rey, de sí mismos y de los demás, cómo reflejaban sus temores y
esperanzas, qué vínculos se rompieron y que otros nuevos se crearon, etcétera; ilusión que
crecía cuando fui hallando diversas similitudes y diferencias entre las infidencias
venezolanas y las mexicanas. Supe entonces, que una forma de abordar todas esas
interrogantes podría ser a través del estudio del análisis discursivo, cuyo enfoque me daría
las herramientas para hacer frente a dicha labor.
En los expedientes de infidencia se encuentran diverso “papeles” que fueron
anexados en los juicios como prueba del delito, tales como cartas y diversos “papeles
anónimos” o firmado bajo seudónimos; pero también se incluyeron testimonios donde el
denunciante afirma que el acusado se expresó en ciertos términos contarios al rey, a las
autoridades reales y los españoles europeos delante de él o de otras personas. Estos
testimonios escritos y orales que se hallan en las causas de infidencia son el objeto de
estudio de la presente investigación, dos ámbitos del discurso en los que centraré mi
análisis sobre los infidentes americanos. Para Van Dijk texto es un concepto abstracto que
se manifiesta en discurso, por lo que la acepción lingüística moderna señala que todo
enunciado superior a la oración es considerado como discurso.4 Este autor invita a utilizar
los términos textos y discursos de manera indistinta. En pocas palabras, un discurso es el
producto oral o escrito (texto o conversación) de todo acto comunicativo. Es una práctica
social: crea la vida social y a la vez es producto de la vida social. Cuando se habla de
análisis del discurso, se está frente a una práctica netamente social y contextualizada, ya
que el discurso (del tipo que sea) desentraña y descubre elementos que no son sólo 3 Van Dijk, Ideología. Una aproximación multidisciplinaria, 1999, p. 325. 4 Van Dijk, Texto y contexto Semántica y pragmática del discurso, 1980, p. 31-32.
13
lingüísticos, sino sociolingüísticos, psicológicos y pragmáticos, que el lenguaje oculta
debido a la propia conveniencia del emisor del mensaje. Calsamiglia y Tusón5 consideran
que hablar de discurso es hablar de una práctica social, de una forma de acción entre las
personas que se articula a partir del uso lingüístico contextualizado, ya sea oral o escrito. El
lenguaje siempre está relacionado con el ambiente social; de ahí que el discurso sea
responsable del establecimiento de condiciones sociales y éstas al mismo tiempo influyen
en el discurso. Por lo tanto, como bien señalan estas autoras: “Al abordar un tema como el
discurso significa adentrarse en el entramado de las relaciones sociales, de las identidades y
de los conflictos, intentar entender cómo se expresan los diferentes grupos culturales en un
momento histórico, con unas características socioculturales determinadas”.6
Partiendo de la propuesta anterior, mi problema de investigación lo defino con base
en la relación entre sujeto, identidad y prácticas discursivas; que a su vez se construyeron
en un contexto de conflictividad y poder social. Así, las preguntas de la investigación las
planteo en torno a la constitución de sujetos políticos y la construcción de identidades, a
través de las características desarrolladas en los discursos de los actores llamados
infidentes, en el contexto de las guerras independentistas. En cuyos discurso analizo los
lenguajes y retóricas usados por estos actores en la construcción de un proyecto político en
el cual se buscó definir un “nosotros” -los americanos-, como una identidad colectiva sólida
que pudiera imponerse por sobre un “ustedes”, -los españoles-. Para lograr este fin, la
presencia inquietante del “otro” resultó, como señala Tzvetan importante para forjar y
reafirmar la propia identidad.7 En el estudio de este discurso es posible indagar las
relaciones de los individuos con el Estado, así como en las manifestaciones de poder y las
motivaciones ideológicas, actitudes y comportamientos de los infidentes como de las
autoridades. En este sentido, la categoría de las prácticas discursiva me permite comprender
que el discurso de los sujetos está atravesado no sólo por sus estructuras organizativa -lo
que se dice y como se dice-, sino fundamentalmente por la existencia de condiciones
materiales y contextuales en las que el sujeto produce y reproduce discursos.8 Por lo tanto,
5 Calsamiglia, H y A. Tusón, Las Cosas del Decir, 1999. 6 Ibid, p. 3. 7 Tzvetan Todorov, La conquista de América. El problema del Otro, 2005. 8 Haidar señala que las prácticas discursivas producen, reproducen y transforman la vida social en todas sus dimensiones; producen diferentes tipos de prácticas socio-culturales porque en sí mismas son prácticas socio-
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mi propuesta se inscribe en el ámbito de lo político, ese espacio donde la sociedad
reflexiona sobre sí misma, en torno a los cuales se organiza nuevas racionalidades políticas
y sociales y se modifican las representaciones de lo social atadas a las transformaciones
institucionales. La reflexión se centra en el ámbito de lo político, porque se aborda, desde la
experiencia de sus actores, los procesos de socialización política en un momento de guerra.
En este sentido, lo político es definido en los términos planteados por Pierre Rosanvallon,
donde hace una clara diferenciación con ese otro ámbito que es el de la política:
Referencia a lo político y no a la política es hablar del poder y de la ley, del Estado y de la nación, de la igualdad y de la justicia, de la identidad y de la diferencia, de la ciudadanía y de la civilidad, en suma, de todo aquello que constituye a la polis más allá del campo inmediato de la competencia partidaria por el ejercicio del poder, de la acción gubernamental del día a día y de la vida ordinaria de las instituciones.9
Al estudiar los discursos infidentes en sus dos vertientes, el escrito y el de las
conversaciones, también me permite advertir que la separación clásica que se venía
haciendo entre oralidad y escritura se ha empezado a acortar; dicha distancia se ha
moderado enormemente porque hoy día se hallan estudios de fenómenos de estas
características en que la escritura funciona también en ámbitos que no son propiamente
letrados. En este caso, mi investigación toca directa o indirectamente, lo que se ha
estudiado como cultura política. Los investigadores que en el presente se han interesado en
el estudio de la cultura política ya no sólo piensan que ésta son ideas o nociones teóricas,
sino, que también son, por ejemplo, pasiones, sentimientos, fobias, temores, etcétera.10 Y,
precisamente mi investigación se enfrenta a este fenómeno; por lo que uno de mis objetivos
también es mostrar que en el entorno en el que estoy trabajando, el de los testimonios de las
causas de infidencia, se evidencia una cultura política que no solamente es teórica, sino culturales. Por ejemplo, menciona que las prácticas discursivas son importantes para la producción y reproducción de la hegemonía y del poder, por lo tanto sirven para accionar los mecanismos de la persuasión y del convencimiento; en ellas se pueden generar procesos de resistencia y de lucha contra la dominación y la explotación. Haidar, J., “Análisis del discurso”, 1998, p. 134. 9 Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político, 2003, p. 20. 10 Saúl Jerónimo y Miguel Hernández mencionan que las investigaciones sobre cultura política han tenido una significativa variedad de temas y objetos de estudio en las últimas décadas; señalan que bajo el rubro de la cultura política se ha constituido un amplio campo problemático en el que caben, según Esteban Krotz, “conocimientos, percepciones, creencias, imágenes, opiniones, actitudes, afectos, temores, deseos, expectativas, preferencias, anhelos y evaluaciones que los actores políticos tienen con respecto a la esfera del poder”. Cuaderno del Posgrado de Historiografía, mayo de 2009, p. 4.
15
pasional, sentimental, etcétera. Yo analizo un escenario donde veo diferentes expresiones
de la cultura política del periodo; expresiones que pueden ser teóricas o que se sospecha
que en algún momento lo fueron, como el de los textos más elaborados de acuerdo con las
normas de género autorizadas por el mundo letrado del periodo, tales como, por ejemplo,
las proclamas o los sermones; pero también estoy frente a expresiones que partiendo de ese
mundo se diseminan en el mundo de los sentimientos y las pasiones, de las profesiones y
los oficios. Por lo tanto, estoy frente a una cultura política que no solamente está en los
discurso teóricos perfectamente legislados en un género como los sermones, las proclamas,
las constituciones, las actas, muy ligados por el sistema literario del periodo, sino que la
cultura política de la época también forma parte o se disemina en estos entornos
absolutamente sociales, como podrían ser los espacios de sociabilidad tales como los cafés,
las pulquerías, las pulperías, las vinaterías etcétera o, los textos no regulado por la cultura
literaria de la época como los anónimos o las cartas, espacios que permiten la entrada a ese
mundo emocional. Cuando hablo de un mundo pasional, me refiero a un lenguaje diferente,
el de la metáfora, de las figuras retóricas que puede ser mucho más abierto.
Las figuras retóricas en este estudio se constituyen en una valiosa herramienta del
discurso que me permite identificar, cómo algunos de los sujetos que se manifestaron a
favor de la causa insurgente utilizaron el discurso como estrategia para convencer y
persuadir a la población, mostrando un proyecto creíble y aceptable. La retórica se ocupa
de lograr un uso efectivo de las palabras. Estudia la dimensión persuasiva del lenguaje y,
más específicamente, explica las propiedades del discurso que pueden hacer más efectivas
la comunicación.11 El uso de estas figuras aparece con cierta frecuencia en los textos y
expresiones en los discursos infidentes que aquí analizo, porque en un contexto bélico, un
propósito de los que incursionaban en las filas insurgentes, fue la de hacer que su discurso
persuadiera a la población de la veracidad de su mensaje. Una de las figuras retórica que
aparecen en los discursos de estos actores es la metáfora; ésta es una forma de lenguaje
figurado en la que se sustituye un término propio o concepto por otro, cuya significación
está con él en una relación de analogía, es decir, que existe entre ellos cierta similitud.12
Con frecuencia se analiza la metáfora como una figura literaria y estética que nos ayuda a
11 Van Dijk, La noticia como discurso. Comprensión, escritura y producción de la información, 1990, p. 50. 12 Spang K., Fundamentos retóricos, 1979, p. 221.
16
embellecer el discurso político, sin embargo, quienes la estudian han observado que ésta
tiene una función principal en la cognición.13 Irene Vasilachis14 menciona que las
metáforas se ubican en el plano cognitivo, en donde el pensamiento y los conceptos se
forman, se procesan y se desarrollan; es decir, que el concepto es estructurado, en gran
parte, metafóricamente y, que los sujetos se expresan mediante metáforas, porque éstas
pertenecen al sistema conceptual.
Los testimonios que se hallan en las causas de infidencia son discursos
fragmentados que dejaron sus protagonistas y que fueron filtrados por los funcionarios
judiciales, quienes escribieron las declaraciones de los implicados. No se puede hablar de
un solo discurso, sino de la conformación de varios niveles discursivos de acuerdo a los
actores que intervinieron en estos procesos. Tenemos un discurso que sobre la infidencia
construyeron las autoridades reales; otro fue el pronunciado por los líderes e ideólogos de la
insurgencia a través de opiniones orales y escritas; y un tercero, el que la gente del común o
no perteneciente a los círculos de poder recogía y luego exteriorizaba a través de los dichos
y las habladurías15 que se comentaban en los diferentes espacios de su cotidianidad. Estos
discursos arrojan una serie de elementos que me permitirán identificar diversas intenciones,
formas de entender el mundo, diferentes posturas políticas en los actores acusados de
infidencia en venezolanas y la Nueva España. El proceso de transformación que se observa
con mayor dinamismo a inicios del siglo XIX, obligó a los actores políticos a crear y
13 Lakoff y Johnson nos dicen al respecto que “La idea de que las metáforas puedan crear realidad va en contra de la mayoría de las visiones tradicionales de la metáfora. La razón es que tradicionalmente la metáfora ha sido considerada una acción de simple lenguaje, más que primariamente un medio de estructurar nuestro sistema conceptual y los tipos de actividades cotidianas que llevamos a cabo. Es razonable suponer que las palabras solas no cambian la realidad. Pero los cambios en nuestro sistema conceptual cambian lo que es real para nosotros y afectan las formas en que percibimos el mundo y actuamos sobre la base de sus percepciones”. Metáforas de la vida cotidiana, 1986, p. 187. 14 Irene Vasilachis, Discurso político y prensa escrita. La construcción de representaciones sociales, p. 224. 15 En mis fuentes no se aprecia una diferenciación entre rumor y habladurías, ambos conceptos son usados indistintamente. No obstante, la importancia de dichos conceptos radica en el valor político que se le adjudicaba. Por lo tanto, cuando hable de rumor o habladuría hago referencia a todos esos comentarios y opiniones de contenido político divulgado por los acusados de infidencia. El valor político de estos conceptos que hay que tenerlos muy en cuenta, ya que por su misma condición de divulgar información no oficial, pueden resultar muy letal en una situación de guerra; pueden ser causante de inestabilidad y medio. Las habladurías se presentan como catalizadores de procesos sociales, ya evitando o exacerbando el conflicto. Los que producen y reproducen estos rumores y habladurías transfieren información a la vez que obtienen información de otros. Información que puede ser inexacta o exacta, lo cual no le impide que cobre valor o utilidad. Estos fenómenos son sin duda “un poderoso instrumento social” para los que saben usar y manipular ese poder, por ejemplo, en un medio conflictivo como lo fueron las guerras independentistas, donde su fuerza quedó plenamente comprobada.
17
construir una nueva serie de valores sociales, políticos, culturales, etcétera y, estos nuevos
valores, en un momento dado, tuvieron que ser reproducidos.
Por último, hacer la comparación de dos espacios coloniales tan disímiles como
fueron una capitanía general y un virreinato, tanto por las características de sus habitantes
como por su organización política y jurídico-administrativa, resulta interesante si se parte
de que por lo general se comparan los grandes espacios coloniales como los virreinatos del
Perú, Nueva Granada, Nueva España.
Mi investigación comprende, entonces, una reflexión acerca de cómo los llamados
infidentes organizaron la realidad y le dieron sentido a sus prácticas sociales en un
escenario conflictivo y de grandes zozobras; al no haber una cabeza visible que
contribuyera a la estabilidad política y emocional del pueblo, se dio la posibilidad de que
se generaran diversas interpretaciones de lo que acontecía. La crisis configuraba una
coyuntura de gran dinámica e inestabilidad provocada por la desaparición del poder de la
monarquía absoluta, que desde siempre había otorgado una fuerte seguridad política a sus
vasallos, y por el surgimiento de las aspiraciones tanto de peninsulares y criollos que
luchaban por imponer su hegemonía en el nuevo escenario a nombre del monarca. Este
nuevo contexto exigía discernir la realidad y fundamentarla, poniendo a prueba el bagaje de
elementos teóricos que hicieran comprensible globalmente los nuevos acontecimientos que
estremecían el andamiaje colonial.
Las fuentes: Los Fondos de infidencia
Los diversos testimonios contenidos en las causas de infidencia, nos permiten contrastar las
propuestas y los alcances que tuvieron los proyectos políticos que se edificaron en ambos
territorios como respuesta a la crisis de la monarquía española. Estos Fondos documentales
son de gran valor para investigar los procesos de independencia, no sólo por el volumen de
su documentación que es gigantesca, o por ser una fuente escasamente estudiada sino,
también, porque es la memoria escrita del sentir y el percibir de una época de inminentes
cambios, como fue la coyuntura política de las guerras de independencia de los territorios
de la América hispana.
18
En ambos espacios se han realizado novedosas investigaciones sobre los procesos
independentistas,16 sin embargo, los casos de infidencia han quedado fuera de estos análisis
o han sido abordados de forma poco profunda, pese a la importancia que esta fuente tiene
para la reconstrucción de la historia social, política, militar, cultural y jurídica de estos
países. Llamo la atención en la necesidad que hay de estudiar estas fuentes con mucho
interés y profundidad. Pienso que sería interesante y útil hacer una nueva lectura de estos
documentos, prestando atención no sólo a los personajes más reconocidos por la
historiografía, sino al hombre común y corriente, que también tuvo una importante
actividad en estos procesos.
Se han publicado algunas de estas causas de infidencia tanto en Venezuela como en
México. Para el caso venezolano tenemos: Causas de Infidencia: documentos inéditos
relativos a la Revolución de la Independencia (1917): edición preparada y dirigida por
Laureano Vallenilla Lanz. También se han publicado varias causas por la Biblioteca de la
Academia Nacional de Historia en el año de 1960, con el nombre de Las causas de
infidencia; en total se editaron dos tomos con un estudio preliminar de Mario Birceño
Perozo. Éste autor también público algunas causas en un libro de 1961, titulado: Los
infidentes del Táchira (contribución a la Independencia). Vicente Dávila en su libro:
Próceres Trujillanos. Obra dedicada al estudio de la antigua Provincia trujillana, de 1971,
publicó otras más. No obstante, no hay estudios profundos que tomen como centro del
análisis estos documentos; sólo encontramos referencias a ellos, especialmente en relación
con el tema militar, las guerras y los héroes de las batallas.17 En el caso mexicano el
panorama no se muestra más claro, se cuenta con las cusas publicadas por Genaro García
en 1910, en el contexto de la conmemoración del centenario de la independencia, cuya obra
consta de 5 volúmenes. También se hallan algunos casos en La Colección de documentos
para la Historia de la Guerra de Independencia de México, 1808-1821 de Juan E.
Hernández y Dávalos publicado entre 1877 y 1882.
En ambos países encontramos algunos trabajos con base en varios de estos casos
desde distintas perspectivas, aunque no desde una mirada comparativa con otros territorios
16 Ver el trabajo de: Manuel Chust y José Antonio Serrano (eds.): Debates sobre las independencias
iberoamericanas, 2007. 17 Ver, Germán Carrera Damas, Historia de la historiografía venezolana. Textos para su estudio, 1985.
19
latinoamericanos. Este objeto de investigación constituye un campo abierto, un territorio
por explorar casi virgen, a pesar de la existencia de una base y de trabajos que se han
acercado a las fuentes judiciales del período en cuestión, especialmente trabajos como los
de Eric Van Young,18 quien se ha dedicado a revisar los expedientes criminales e infidentes
de la época con especial atención y profundidad. No obstante, en la historiografía mexicana
lo que prima son una serie de artículos que, sin duda alguna son de gran valor
interpretativo, pero insuficientes para dar razón de una realidad histórica tan compleja e
interesante como la que encierra estos documentos. Entre algunos de ellos tenemos los
elaborados por Antonio Ibarra,19 cuyos trabajos han sido de gran ayuda para mi
investigación. La metodología y propuestas desarrolladas tanto por Ibarra como las de Van
Young son la base sobre la cual parte este trabajo, en tanto se acercan a algunos valores
esenciales del imaginario político de los sujetos que integran estas fuentes y a la
descripción del perfil social de dichos actores. Ellos siguen la propuesta de la historia
cultural, aunque también se acercan a la historia política y a una historia global que
evidencia las interrrelaciones entre los distintos campos de la reflexión histórica. No
obstante, me diferencio de ellos en que no me centro exclusivamente en dirimir el problema
de los sectores rurales que intervinieron en la lucha independentista como es la inatención
de Van Young; o de analizar la dualidad entre la obediencia y disidencia política estudiada
por Ibarra, sin mencionar el enfoque comparativo aquí propuesto. Esta investigación, como
la de los dos autores antes nombrados, no es ni pretende ser una propuesta absoluta acerca
del estudio de estas causas de infidencia, es una aproximación a la realidad que nos permite
18 Van Young, Eric: “El Lázaro de Cuautla. Dobles subjetivos al leer textos sobre la acción popular colectiva”, 1995, págs. 165-193, “Los sectores populares en el movimiento mexicano de independencia, 1810-1821: una perspectiva comparada”, 2000, págs. 141-174; “Confesión, interioridad y subjetividad: sujeto, acción y narración en los inicios del siglo XIX en México”, 2002, pp; 43-59. La otra rebelión. La lucha por la
independencia de México, 1810-1821, 2006. 19 Antonio Ibarra, “De los delitos públicos y la vida privada: los infidentes novohispanos, 1809-1815 (escenas cotidianas de obediencia y disidencia)”, 1995, p. 99-120. “Conspiración, desobediencia social y marginalidad en la Nueva España: La aventura de Juan de la Vara”, 1997, pp. 5-34; “Crimen y castigos políticos en la Nueva España, 1806-1816: una aproximación cuantitativa al perfil social de la disidencia política colonia”, 2000; “Crímenes y castigos en la Nueva España borbónica: patrones de obediencia y disidencia política: 1809-1816”, 2002, pp. 255-272; “La persecución institucional de la disidencia novohispana: patrones de inculpación y temores políticos de una época”, 2003, pp. 117-137. También encontramos otros trabajos como el elaborado por Alfredo Ávila, “¿Cómo ser infidente sin serlo? El discurso de la Independencia en 1809”, 2003, pp. 140-168. Carlos Fernández, “Rebeliones y causas de infidencia en la Nueva Vizcaya 1808-1814, 2004, pp. 1-4. Y el libro de Enrique Canudas Sandoval, El fin del domino español: los infidentes tabasqueños, 2000.
20
hacer una caracterización de la guerra y de los sujetos que participaron en ese conflicto
político a través de la lectura de dichas fuentes.
La mayor crítica que se hace al uso de este tipo de fuente es que no se trata de la voz
directa de los sujetos juzgados sino de la del escribano, el juez o los abogados que hacen y
transcriben los testimonios; ellos son figuras que simbolizan la cultura oficial, cuya
intermediación dificulta la labor del investigador que intenta estudiar las voces de la gente
del común. Sí, efectivamente, para el historiador es difícil captar la voz de las clases
populares, de los anónimos que no dejaron muchas huellas; no obstante, algunos trabajos
muestran que esta posibilidad existe adoptando una metodología apropiada y haciendo una
nueva lectura de las fuentes, tal como lo hicieron Carlo Ginzburg, James Scott y más
recientemente Arlette Farge para las clases populares de París durante el siglo XVIII.20
Ginzburg aprueba la utilización de fuentes provenientes de los mismos sectores
dominantes, pues sólo reconociendo la circularidad entre cultura dominante y subalterna, es
posible encontrar elementos que se entremezclan en los corpus discursivos. Pero estas
fuentes no sólo nos permiten un acercamiento a sectores sociales y culturas de los
individuos y de los grupos populares, sino también de las élites o de las autoridades civiles
y eclesiásticas, de aquellos que se abrogaron muchas veces el derecho a censurarlos,
representarlos, protegerlos o reprimirlos.
En algún sentido, las “voces escritas” contenidas en estos documentos están
mediadas por las formas de poder y por el formalismo propio del sistema judicial. Sin
embargo, las actuaciones de demandantes y demandados dentro de los procesos, como por
ejemplo, las acusaciones que se hicieron ante los escribanos y las respuestas que se dieron
en los interrogatorios, sugieren que los sentimientos, preocupaciones e intuiciones de los
sujetos involucrados están presentes en los procesos. Ofensas, insultos y temores quedaron
impresos en estos documentos.
Tomar los expedientes judiciales para hacer la “apología” o el “juicio” al héroe
patrio, es muy distinto de la labor analítica que asume el investigador al interpretar los
relatos y las conjeturas que se dicen en el curso del proceso, o al subrayar los silencios o lo
que no se dice en el marco del combate judicial. No se puede ocultar que en los juicios se 20 Arlette Farge. Efusión y tormento. El relato de los cuerpos. Historia del pueblo en el siglo XVIII, 2008.
21
dan grandes distancias entre la verdad o las verdades que se construyen en el expediente (la
verdad procesal) con la verdad extraprocesal (la verdad por fuera del expediente). Por lo
tanto, no se podrá discutir acerca de la verdad de los hechos; esa verdad quedó atrás. Se
discutirá únicamente desde el post res perditas en adelante; es decir, acerca de lo que de
ella narrativamente se postule, esto es, de los “hechos contados” que fueron evocados.
Las causas de infidencia de Venezuela
Los documentos de las causas de infidencia de Venezuela se encuentran en el Archivo
General de la Nación ubicado en la ciudad de Caracas, a los que tuve la posibilidad de
consultar durante mi estancia en esa ciudad. Ellos están ordenados en gruesos tomos
encuadernados y con la ubicación precisa de cada uno de los expedientes que los integran.
En total, son 499 expedientes organizados en 43 tomos. Los años en los que se suscribieron
los juicios abarcan de 1799 a 1820.
La extensión en número de foja de los expedientes varía de acuerdo con la
importancia del personaje, la trascendencia del delito y el número de los reos que fueron
juzgados como parte de un mismo proceso. Por otra parte, existen casos donde sólo se
rescataron los datos generales del proceso; es decir, sólo se apuntan datos como: el nombre
del reo, el lugar donde se redactó el acta, el delito y la fecha de captura, pero no se describe
el desarrollo del proceso. Por lo regular, estos casos sólo ocupan una foja pero, en cambio,
en los casos en los que se introducen las incidencias del proceso encontramos expedientes
de más de 300 fojas.
En los tomos de este Fondo se anexó al inicio del mismo, un resumen de cada uno
de los expedientes que los integran, cuyo resumen fue elaborado por los encargados de su
catalogación; con excepción de los cinco últimos tomos, posiblemente por el mal estado en
que se hallan sus folios o por su adquisición posterior. Algunos de ellos son muy extensos,
llegando a ocupar hasta 24 folios; en ellos se destacan personajes que la historiografía
venezolana ha reconocido como “próceres de la independencia”; y otros con escaso medio
folio, de aquellos sujetos poco o nada conocidos por la historia venezolana. Pese a ello, el
resumen de cada juicio incluido en los tomos, es de gran ayuda para el investigador pues le
22
brinda una idea general del contenido del proceso. En ellos se describe el nombre y
apellidos del inculpado, de los testigos, adscripción étnica, año del juicio y captura, lugar de
procedencia y de vecindad, profesión o actividad, edad, estado civil, la causa del delito y la
sentencia.
El catálogo de las causas de infidencia que proporciona el AGN en Caracas, no es
una herramienta muy precisa que le permita al investigador ubicar con exactitud los
expedientes que desee consultar. Más que un catálogo, es una relación de los nombres y
apellidos de los sujetos a quienes se les siguió proceso por el delito de infidencia, con la
ubicación por tomo, expediente y folio.
El ramo de infidencia de México
Los documentos del ramo de infidencia están muy bien conservados en las instalaciones
del Archivo General de la Nación en la Ciudad de México y disponibles en su original para
ser consultado por todos aquellos interesados en su estudio. También están encuadernados
en gruesos tomos de pastas rústicas. Algunos de ellos tienen al inicio el índice de los casos,
pero no siempre coinciden con el número de expediente y el folio, ya que el índice fue
creado por el escribano encargado y éste no llevaba una secuencia numérica en su
marcación. No obstante, las personas encargadas de su catalogación han agregado a cada
página un número que permite llevar el orden de los folios en cada volumen. Los tomos no
contienen un resumen de los casos como en los documentos de Venezuela, por lo que es
mejor consultar la base de datos del Fondo antes de solicitar los tomos.
El ramo de infidencia en el AGN posee un excelente catálogo, cuya consulta se
puede hacer de forma electrónica a través de una base de datos en la que se describe el
panorama general del proceso, el volumen y el número del expediente. La base de datos
contiene: el nombre y apellidos del acusado, algunas veces su grupo étnico, la actividad o
profesión, la persona que lo denunció o lo aprehendió, la ciudad donde se realizó el juicio,
el año, el motivo de su prisión y la sentencia.
23
Este fondo consta de 183 tomos con un total de 2753 expedientes, y abarca el
periodo de 1771 a 1820. Hay algunos expedientes que no pertenecen a este fondo o no son
precisamente una causa judicial, tales como bandos, cédulas, informes de guerra, quejas,
solicitudes y relaciones de hechos.
En cuanto a la extensión del número de fojas de los expedientes, se pueden
encontrar desde los que tienen una sola, hasta otros de gran extensión; por ejemplo, los
llamados “expedientes únicos”, algunos de ellos llegan a tener más de 500 fojas
comprendidas en un solo volumen. En total, hay 20 de estos expedientes o volúmenes con
tales características.
Las instituciones encargadas de juzgar los delitos de infidencia
En la Nueva España, antes de 1809 los delitos de infidencia fueron juzgados por la Real
Sala del Crimen; pero en junio de 1809 se creó La Junta de Seguridad y Buen Orden con el
propósito de vigilar, perseguir y castigar a todos los que de alguna manera no eran
“adictos” al gobierno de España. Este tribunal se encargó solamente de procesar los delitos
de esta naturaleza. Antes de 1809, fecha en que se creó La Junta de Seguridad y Buen
Orden que había de conocer de las causas y negocios de infidencias, los delitos de
infidencia fueron juzgados por la Real Sala del Crimen, pero, dado quizás, a la gran
cantidad de casos que se produjeron por este tipo de delito, se vieron en la necesidad de
crear un organismo que se ocupara exclusivamente de estos asuntos. Es así como en junio
de 1809 se creó esta Junta de Seguridad y Buen Orden con el propósito de vigilar, perseguir
y castigar a todos los que de alguna manera no eran “adictos” al Gobierno de España, como
lo podemos leer en el Bando que da fe de esta creación:
Como la institución de la Junta se dirige a preservar de cualquiera contagio los puros sentimientos generales de unión, orden y fidelidad, animados por un odio santo a las perversas maquinaciones del enemigo, por el amor mas justo a nuestro desgraciado Monarca, y por la sumisión mas respetuosa a la sabia Junta que gobierna la Nación en su Real nombre, procederá el expresado Tribunal contra todos los que intenten alterar estas solidísimas bases de la felicidad pública, sean cuales fueran los medios de que se valgan; y sin excepción alguna de clase, estado o fuero, observando en cuanto a las personas eclesiásticas las ultimas Reales disposiciones y prácticas de la materia.
24
Corresponderán consiguientemente a su jurisdicción y conocimiento de todas las causas y expedientes que se hayan formado o se formen sobre el delito de adhesión al partido francés, y sobre papeles, conversaciones, o murmuraciones sediciosas o seductivas con todas sus conexiones e incidencias.21
Este tribunal, aunque contaba con tres oidores, no logró atender todos los casos que
se presentaron, por ello, se observan muchos juicios inconclusos, de los que sólo se escribe
en el documento el delito por el cual se acusa a tal persona de infidencia pero sin un
seguimientos, e incluso, hay casos que ni siquiera se tomaron las declaraciones a los
implicados. Lo que indica el por qué, cuando la situación política se agravó ante los
primeros triunfos de los insurgentes, muchos delitos se juzgaron sin ninguna formalidad en
el mismo lugar donde se presentaron. Sólo en los casos donde no se podía dictar sentencia,
éstos eran enviados a la Ciudad de México para que el Tribunal se encargara de ellos. De
ahí también que en 1814 se le haya dado facultad a la Real Sala del Crimen para ocuparse
de los delitos de infidencia. Ello da a entender, que otro lugar para rastrear estos delitos es
precisamente este Ramo, tal como lo hizo Eric Van Young en su libro La otra rebelión.22
No obstante, en mi caso no tengo contemplado consultar este Ramo.
Como un reflejo de los cambios que se dieron en la percepción de las autoridades
para catalogar los casos de infidencias, que como había indicado arriba, en un primer
momento se les señaló como partidarios de los franceses y a Napoleón, se puede apreciar en
los fundamentos que guiaron la creación de la Junta de Buen orden y Policía de Oaxaca
entre los años 1811 y 1812, ahí se indica lo siguiente:
A este efecto está tomado las más ejecutivas providencias para mantener con la
debida separación á los reos civiles y criminales de otros delitos, de aquellos que están
manchados con la fea nota de infidente, para evitar que estos contaminen á aquellos, como
fácilmente pueda suceder por la necesidad de tener que habitar todos en la misma cárcel
que tiene esta Ciudad (Oaxaca).
21 Bando del Arzobispo virrey referente a la creación de la Junta de Seguridad y Buen Orden que había de
conocer de las causas y negocios de infidencias, Archivo General de la Nación (en adelante AGN), México, Ramo de Infidencia, (en adelante Infidencia), vol. 128, exp. 10, 1809. 22 Eric Van Young, La otra rebelión: la lucha por la independencia de México, 1810-1821, Fondo de Cultura Económica, México, 2006.
25
La Junta ha visto que el numero de revoltosos no es corto, esta circunstancia, y los justos temores de que día a día se hayan aumentando, la han obligado á hacer las más profundas serias reflexiones para acordar que a fin de precave todo riesgo partiere lamentos, que Dios no permita, entrase en esta Ciudad ejercito insurgente, que echaría mano de ellos para ocasionar muchos daños, como así mismo consultando al más pronto despecho de sus causas, que acaso retardará con la remisión de ellas al Superior Tribunal á donde corresponden, así por las muchas graves notorias atenciones de el, como por la dificultad de los caminos que no franquean el libre paso a los correos, por las partidas de vil canalla que las ocupa, se consultaren á V. E. el arbitrio de proveer nombrar por ella misma, otra de letrados de toda recomendación, por su virtud, ciencia y probidad, en que ciertas aquellas causas se sentencien definitivamente hasta la pena del ultimo suplicio, ó l que V. E. parezca mas conforme á justicia, y yo lo manifiesto á su Superioridad para que se sirva resolver lo fuera de su agrado.23
Como bien lo señala el documento, aquí la preocupación que aparece es la de “…precaver
de todos modos, que se extienda el pertinente contagio de la insurrección”, entra en escena
la categoría de insurgentes. Mientras que en el primer documento, se habla de que “…todas
las causas y expedientes que se hayan formado ó se formen sobre el delito de adhesión al
partido francés…”. Tenemos un cambio en relación de contra quién o quiénes se estaba
luchando, hay un cambio de lo que las autoridades españolas consideraban “los enemigos
de la patria”. Todo ello sucedió a partir de 1812 cuando las tensiones eran mayores, las
zozobras aumentaban, como se apunta en el documento, “…los justos temores de que dia a
dia se hayan aumentando…”.
También se creó una Junta Auxiliar en Guadalajara por orden del virrey Callejas,
después de la ocupación a manos de Hidalgo en el año de 1811.24
En el caso venezolano, no he hallado un rastro preciso que me de información sobre la
constitución de los tribunales encargados de llevar los juicios de infidencias en el contexto
de la guerra de independencia. Quizás debido a los precipitados cambios que se dieron con
las constantes ocupación y retroceso de las autoridades reales de la capital de la capitanía
general, Caracas. Cuando los realistas lograban derrotar a los insurgentes y se apoderaban
23 Establecimiento de la Junta de Seguridad de Buen Orden y Policía de Oaxaca, AGN, México, Infidencia, vol. 24, exp. 6, 1811-1812. 24Antonio Ibarra. “Crímenes y castigos en la Nueva España borbónica: patrones de obediencia y disidencia política: 1809-1816”, en Marta Terán y José Antonio Serrano, Las guerras de Independencia en la América
Española, Colegio de Michoacán, A.C., 2002, pp. 255-272. p. 259.
26
de nuevo de Caracas, era entonces cuando se instalaban órganos para someter a juicios a los
implicados en los disturbios ocasionados antes de la ocupación de las autoridades
españolas. En las ciudades como Maracaibo, Coro y Guayana que permanecieron ocupadas
por las tropas reales, quizás se haya instalado alguna Junta para juzgar los juicios político,
pero no tengo ninguna información al respecto. He hallado algunas referencias que hablan
de la creación de dos tribunales constituidos para juzgar los delitos de infidencia, uno de
ellos fue la Junta de Proscripciones, organizada en Caracas en 1812: su función era
seleccionar los ciudadanos partidarios de la independencia, ordenar su arresto y secuestrar
sus bienes. En 1815 Pablo Murillo creó la Junta Tribunal de Secuestros (Plan de Gobierno
de la Junta Superior y Tribunal Especial de Secuestros de Caracas) destinado a sustanciar el
embargo y secuestros de los bienes de las personas que combatían por la independencia o
habían emigrado al extranjero. La constitución y procedimiento de estos tribunales queda
un poco ocultos, no hay mayores indicios sobre ellos o, por lo menos no los he podido
localizar. Muchos de los juicios se llevaban a cabo por las autoridades locales de las
poblaciones y ciudades donde eran capturados los supuestos reos, algunos pedían confirmar
la sentencia a la Real Audiencia y/o al capitán general en turno. Muchos de los casos
juzgados se llevaron a cabo en las ciudades y poblaciones ocupadas por los realistas, pero la
decisión final la daba la Real Audiencia.
El proceso judicial: características generales
El proceso judicial es presentado aquí como una serie de pasos de actos jurídicos que
forman parte de un procedimiento con su inicio, desarrollo y desenlace. Se evidencia el
juzgado como un espacio en el cual se movilizaron las ideas que hicieron eco de las
tensiones políticas y sociales que se vivieron en los años de las guerras de independencia.
En este escenario intervienen cinco voces: el denunciante, el acusado, el juez que interroga,
el abogado y los testigos; así como tres elementos o momentos jurídicos que le dan cuerpo
al proceso: la denuncia, el interrogatorio y la sentencia.
Me avocaré a presentar los pasos que se siguieron en los procesos; es preciso aclarar
que existen mínimas diferencias entre el proceso mexicano y el venezolano. Al parecer,
27
ambos seguían un mismo procedimiento a la hora de desahogar las dudas sobre el
comportamiento de las personas acusadas de infidencia. Hasta ahora no he podido hallar
algún dato que me indique la existencia de un protocolo que sirviera de guía a los jueces,
pero la similitud en la forma como están estructurados los procesos y las preguntas que se
realizaron, hace pensar en la existencia de un mismo modelo de interrogatorio.
El proceso judicial se inicia con la indagación sobre la denuncia o las sospechas de
que alguien había infringido la ley; por lo general, la denuncia se hacía de una manera
informal, es decir, ante un oficial de algún cuerpo del ejército realista que se encontrara
asentado en el lugar. Otras veces se señalaba al infractor ante el cura del pueblo, el alcalde,
incluso ante los soldados realistas, quienes comunicaban lo enterado a las autoridades
encargadas de actuar en estos casos. También el proceso se inició por la captura del reo en
combate. Seguidamente, se puso en cautiverio a dicho infractor guiado sólo por la
presunción del delito y una vez preso se ordenó la incautación de sus bienes.
Posteriormente, se abrió las respectivas indagatorias, se nombró al escribano y juez y se
llamó a declarar a los testigos y al acusado. Este último procedimiento suele tardar años, el
acusado pudo durar un largo periodo encarcelado antes de ser llamado a rendir indagatoria.
Generalmente, en los primeros folios de los expedientes se halla la declaración de la
parte acusadora. Aquí se exponen todos los motivos que, desde la visión del acusador,
fueron considerados como una falta grave contra el rey, la religión y la patria; acto seguido,
se citó a los testigos que también presenciaron lo ocurrido y al acusado. Ambos actores
rindieron sus declaraciones ante un juez, personaje nombrado por las máximas autoridades
de cada territorio, que para la Nueva España era el virrey y para Venezuela el capitán
general.
En algunos de los lugares de estas colonias, la función de juez era comisionada a los
tenientes de justicia mayor, quienes aparecen reiteradamente desempeñando este oficio
tanto en las fuentes venezolanas como en las mexicanas; pero también hay gobernadores,
alcaldes, comandantes y tenientes delegados en calidad de juez. Ellos eran los encargados,
dentro del radio de acción de sus jurisdicciones, de activar los procesos por el delito de
infidencia, siendo coadyuvados por los fiscales que dirigían las investigaciones.
28
Para iniciar las averiguaciones del caso, el juez procedía a interrogar a los testigos.
También se buscaban pruebas acusatorias o exculpatorias en los papeles oficiales del
ayuntamiento o de cualquier administración o en los papeles privados de los implicados.
Se citaban los testigos para que rindieran su declaración de los hechos, pero, ¿quiénes eran
los testigos? y ¿qué papel desempeñaban en los juicios? Ellos eran una parte importantes
en estos juicios, ya que a falta de pruebas físicas y aparte de la confesión, el testimonio se
convirtió en la mayor prueba con la cual se culpaba o exculpaba al presunto infidente. Aquí
debo precisar que hay dos clases de testigos: los testigos directos, quienes están presente
durante lo ocurrido, y los testigos indirectos, que saben de lo sucedido por terceras
personas. El número de testigos varía de uno y hasta veinte de acuerdo a la gravedad del
delito y a la importancia del acusado. Todo testigo debía ser examinado secreta y
separadamente de los demás. Posteriormente, se daba el “careo”, donde se confrontaban
frente a frente los testigos y al acusado.
Los sujetos que rindieron testimonio a favor o en contra del presunto infidente
pertenecían a los más diversos grupos sociales o étnicos. Así, según las infidencias
venezolanas, encontramos negros esclavos, zambos, pardos, morenos y blancos. Por
ejemplo, hay casos donde el esclavo testificó en contra de su amo. En los documentos
novohispanos se describe la presencia de testigos españoles, indígenas y algunos individuos
pertenecientes a las castas, especialmente mestizos.
Al mirar la profesión o actividad económica que desempeñaban los testigos, nos
encontramos con un panorama mucho más amplio. Había religiosos, hacendados,
campesinos, comerciantes, arrieros, artesanos, labradores, funcionarios del gobierno,
militares, etcétera (ver cuadros IIIa y IIIb).
En el proceso del interrogatorio, tanto a la hora de tomar declaración al testigo como
al acusado, las modificaciones al protocolo se daban de acuerdo a la característica del delito
cometido, a veces eran pequeñas y en otras muy incisivas de acuerdo con la astucia y
persuasión del juez. En ambos fondos, la estructura y formulación de las preguntas son muy
similares y hay un orden que poco varía. Comentemos acerca del interrogatorio al testigo.
29
En primer lugar, al testigo se le tomó el juramento, símbolo de veracidad: “Juráis a
Dios y prometéis al Rey decir verdad en lo que fuere interrogado”. Seguidamente se le
preguntó por su nombre, edad, estado, patria, calidad y ejercicio. Hay expedientes donde no
se le da mucha importancia a esta pregunta cuando se trata de los testigos, es decir, unas
veces se registran los datos y otras no, sobre todo en los documentos venezolanos.
La tercera pregunta, es: “Si conoce al acusado y si sabe o ha escuchado sobre su
conducta”. En esta parte, el testigo hace toda una remembranza de lo ocurrido al dar su
versión de los “hechos”, sobre la razón por la cual sabía lo que decía. El interrogatorio se
cierra cuando el testigo señala que es todo lo que sabe; y en caso de saber firmar lo hace o
simplemente pone una cruz. El falsario era castigado con la pena que hubiera recaído sobre
la persona contra quien depuso.
Por lo general, el interrogatorio a los testigos no tenía muchas preguntas, aunque
algunos son muy extensos. El objetivo no era cuestionar al testigo, sino dejar que expusiera
todo lo que sabía acerca del acusado y lo que había presenciado o escuchado acerca de los
sucesos que dieron motivo al arresto. En resumen, a las autoridades le interesaba saber:
cómo, de qué manera y por qué causa sucedió el hecho, quién fue el agresor y provocador,
qué conversaciones tuvieron, en qué lugar fue cometido el delito, qué día y a qué hora, y las
personas que se hallaban presentes. El juez debía averiguar todo esto con mucha distinción,
claridad y explicación de las circunstancias, y el escribano debía anotarlo con las mismas
palabras elegantes o torpes que los testigos dijeren, para que se pudiere saber la “verdad” de
la mejor manera posible. Los detalles y la forma persuasiva en el uso del lenguaje son
característicos en las expresiones empleadas por todos los actores.
En el caso del acusado, las preguntas se multiplicaban. También se aprecia un cierto
orden en la formulación de las preguntas, su contenido y su intencionalidad. Claro que éstas
varían de acuerdo al delito juzgado, pero todas tenían el objeto de irrumpir en el estado
mental o las motivaciones profundas de los acusados; no sólo tenían la intención de
averiguar la conducta de estos individuos sino también sus estados mentales, creencias y
motivos.
30
El interrogatorio al acusado inicia, igualmente, con la toma de juramento y la
pregunta acerca del nombre, edad, profesión, etcétera. A partir de la tercera pregunta se
comienzan a abordar los asuntos particulares que involucraron al acusado en el proceso:
“¿Conoce la causa de su prisión y quién lo han aprehendido?”. Por lo general todos niegan
saber los motivos de su prisión.
En la cuarta pregunta el juez le explica la causa del delito y le pregunta si sabe que
es delito de la mayor gravedad atentar en contra de la imagen, insignias y distintivos
característicos del rey nuestro señor, o de expresarse con palabras insultantes, o promulgar
rebelión, etcétera. En esta parte el acusado asienta saber que es delito todo lo señalado,
pero sigue negando tal desobediencia.
En la quinta pregunta se hace sentir la voz imperante del juez, quien le reconviene
incriminándolo con un fuerte: “Cómo sabiendo es delito, ha cometido el exceso de
contribuir a sostener la revolución. Diga la verdad, no mienta tan vilmente a su palabra,
atentando así contra el sagrado juramento”. Después de tal presión, el supuesto transgresor
expone la versión de sus hechos, cuya extensión es tal que podía escribir memoriales
justificando su inocencia o, en tal caso, sus acciones.
Después de la quinta pregunta fue cuando la astucia e inteligencia del juez entró en
acción, pues tuvo que valerse de sus estrategias discursivas para intentar que el acusado
confesara el delito. No obstante, muy pocos acusados se dejaron intimidar puesto que
siguieron negando el delito imputado.
Comúnmente los inculpados no reconocieron el delito que se les atribuyó; fueron
pocos los que aparecen como confesos, que, por lo general, eran los sentenciados a muerte.
No obstante, hay otros que reconocieron el delito pero justificaron su acción como producto
del estado de ebriedad en que se hallaban o alegaban otro tipo de exculpación. Este medio
de evadir el castigo aparece de forma reiterativa tanto en las fuentes mexicanas como en las
venezolanas; sin embargo, se nota en los documentos venezolanos una mayor recurrencia al
mismo. En estos casos la mano de las autoridades fue “benévola” o el temor a la
insurgencia los hizo actuar así, lo cierto es que un alto porcentaje de los acusados en ambos
espacios se les concedió la libertad; a otros más se les castigó con multas en dinero o azotes
31
en la plaza pública, a unos se les envió a prisión, a destierros o a realizar trabajos en las
obras públicas y muy pocos se le sentenció a pena de muerte (ver cuadros Va y Vb).
Una vez escuchadas todas las partes, y si persistían las dudas de la culpabilidad del
reo, se careaba a los testigos con el acusado. Este acto del proceso aparece en las fuentes de
forma escueta y a veces improductiva, ya que pese al enfrentamiento caca a cara entre
ambas partes, se seguían sosteniendo lo ya dicho en los interrogatorios.
Después del largo proceso del interrogatorio, se daba lectura a la declaración y se le
preguntaba al implicado si estaba conforme con lo expuesto o si quería quitar o agregar
algo más; después de ello lo firmaba.
Criterios de selección de las muestras
El número total de tomos y de expedientes que contiene el Fondo de infidencia venezolano,
cuyo número es de 43 tomos con 499 expedientes, es muy inferior al que posee el Fondo
mexicano, el que alcanza un total de 183 tomos con 2753 expedientes; no obstante, pienso
que debieron ser muchos más los juicios que se registraron durante el conflicto político en
la capitanía general de Venezuela. Es posible, que el desorden administrativo que sufrió
este territorio a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, 25 y las constantes luchas que
marcaron los diferentes momentos en los triunfos y derrotas que sufrió el bando “patriota”
al intentar establecer el Estado republicano,26 ocasionaran la pérdida o destrucción de
muchas de estas actas.
25Antes de alcanzar en 1777 el rango de Capitanía General, Venezuela estuvo subordinada a la Real Audiencia de Santo Domingo hasta 1717 y, posteriormente, al Virreinato de Nueva Granada. La autoridad de la Capitanía General abarcaba los asuntos de índole político, militar y económico de todas las provincias que la integraban; sin embargo, las provincias continuaron dependiendo judicialmente de la Real Audiencia de Santo Domingo hasta 1787, fecha en que es creada la Real Audiencia de Venezuela. Ver, Mario Briceño Perozo, Las Causas de Infidencias, 1960. 26 Desde que los patriotas de Caracas establecieron el 9 de abril de 1810 la Junta Suprema de Gobierno y destituyen al gobernador y capitán general Vicente Emparan y otras autoridades españolas, hasta lograr la independencia absoluta de España en 1821, fueron dos veces derrotados por las tropas realistas. En este inter, la ciudad de Caracas estuvo ocupada unas veces por el gobierno español y otras por el insurgente; triunfos y derrotas que en la historiografía del país se conoce como las tres repúblicas: la primera, de 1810 a 1812, la segunda, de 1813 a 1814 y la tercera, de 1817 a 1819.
32
Por una cuestión de practicidad, decidí que un criterio en la selección de las
muestras en uno y otro espacio debía ser el tamaño, éste tenía que ser equivalente en ambas
muestras. Pero una equivalencia en cuanto al número de individuos juzgados y no al
número de expedientes consultados, ya que el número de expedientes que contiene los
Fondos no equivale al número total de los individuos que fueron juzgados por el delito de
infidencia; este último número es difícil de calcular ya que hay varios expedientes donde se
realizaron juicios colectivos. Para el caso venezolano revisé 35 tomos con un total de 302
expedientes, lo que corresponde al 60.5% del total de los expedientes que contiene en este
Fondo; en varios de ellos se realizaron juicios colectivos por lo que el número de
individuos juzgados por el delito de infidencia ascendió a 537. Para México consulté 80
tomos con 262 expedientes, esto es el 9.5% del total de los expedientes que contiene el
Fondo, los individuos procesados fueron 524. Para México, la muestra fue seleccionada al
azar dentro de un universo mucho más amplio, con la intención de tener una mayor
representatividad de todo el conjunto. En el caso venezolano, la muestra representa todo o
casi todo lo que se pudo obtener a partir de la información encontrada en los documentos de
infidencia. 27
Varios de los casos consultados no proporcionan toda la información acerca de los
individuos juzgados o del proceso en sí, por lo que al momento de organizar la información
según la edad, el estado civil, el grupo étnico, el oficio o actividad, el delito y la sentencia,
el número se reduce. Por ejemplo, para Venezuela de los 537 individuos procesados que se
consultaron, sólo 408 proporcionan la edad, 537 el grupo étnico, 531 su actividad u oficio y
475 su estado civil; dicha muestra tiende a reducirse mucho más cuando se realiza el cruces
de variables entre, por ejemplo, la adscripción étnica y la edad. Asimismo sucedió al
momento de seleccionar los casos que se analizaron en el cuerpo de la tesis; de los 537 27 El número de expedientes que contiene el Fondo de infidencia de Venezuela, fue el que dio la pauta para elegir el tamaño de las muestras. Requería sacar una muestra cuyos datos develaran ciertos comportamientos que me permitieran llegar a algunas conclusiones generales en esta comparación. Al examinar el 60.5% de los expedientes venezolanos vi que éstos me arrojaron un total de 537 individuos juzgados por el delito de infidencia, los que consideré un número importante para hacer la comparación. Pero para el caso mexicano no podía revisar el 60% del total de los expedientes del Fondo, cosa que sería espeluznante e imposible de realizar, no en los tiempos establecidos para terminar esta tesis. Por ello decidí que consultaría un número muy cercano al venezolano de casos de individuos juzgados por el delito de infidencia; revisé de forma aleatoria 80 tomos de los 180 existentes, se contabilizaron 262 expedientes y el resultado fueron 524 individuos procesados. Pienso que es un tamaño de muestra interesante que arroja datos sustanciales para al estudio, si tenemos en cuenta que es la mitad de los casos analizados por Van Young y 3 veces los estudiados por Ibarra.
33
casos de Venezuela y los 524 de México, no todos fueron incluidos en el estudio, ya que
varios de ellos no proporcionan la información que se requería para abordar el problema
propuesto en esta investigación. Como ya he señalado, la tesis gira en torno al análisis de
tres discursos que se aprecian claramente en estas fuentes: el de las autoridades, el de los
diversos papeles que circularon en los territorios y el de las habladurías, cuyas
manifestaciones fueron consideradas por las autoridades como un delito politico. Por lo
tanto, dentro de los totales de los casos extraídos en ambos Fondos, he seleccionado
aquellos casos donde el móvil de la denuncia se produjo por la pronunciación de palabras o
expresiones sediciosas, acción de guerra y por la autoría de papeles sediciosos. En la
mayoría de ellos se aprecia el proceder de las autoridades, su represión o benevolencia
hacía la población que incurrió en el delito de infidencia; así como el pensar y el accionar
de los llamados insurgentes.
La información acerca del proceso y del perfil social de los insurgentes que arrojan
estos juicios, tales como: el año del proceso, la ciudad donde se realizó el juicio, el nombre
y apellido del acusado, su lugar de nacimiento y vecindad, la edad, el estado civil, el grupo
étnico al que pertenecía, su oficio o actividad, el delito y la sentencia, fue organizada en
una base de datos del programa EXCEL, lo cual me facilitó el manejo de la información,
realizar los cruces de variables y comparar los datos. Por otro lado, hay que tener presente
los problemas metodológicos a los que se enfrenta el investigador que trabajar e interpretar
datos cuantitativos. He seguido un cierto orden al momento de recolectar e ingresar los
datos al sistema, buscando que el resultado sea lo más congruente y preciso, pero no dejan
de surgir algunas dificultades metodológicas como, por ejemplo, en cuanto a los nombres
de los acusados, especialmente el problema de los homónimos señalado por Van Young28 y
cuya presencia yo también percibí. Es reiterado encontrar individuos con dos nombres y sin
apellidos, especialmente entre los indígenas de la Nueva España, lo que dificulta identificar
si dos personas con los mismos nombres corresponden a un mismo individuo o si se trata
de dos personas diferentes. Van Young resolvió el problema sacando de la muestra a uno de
los dos sujeto cuyos nombres se repetían, teniendo en cuenta que también coincidieran los
datos de la edad, estado civil, y lugar de residencia, criterio que considero acertado. Para
Venezuela, una dificultad que pudo incidir en el análisis fue la relacionada con la 28 Eric Van Young, La otra rebelión, 2000, p. 921.
34
adscripción étnica. Los pardos, cuyo número para la época representaban el 45.4% de la
población total de la Capitanía general de Venezuela, en las fuentes aquí consultadas se
señala como una casta diferente al mulato; 29 el problema es que para 1774 en Caracas no
se hacía ninguna diferencia entre ellos, ambos provenía de la mezcla entre un negro y un
blanco. Si se tomara en cuenta este último criterio, el número de los pardos registrados en
esta muestra ascendería, sin embargo, he decidido mantener las diferencias establecidas en
los juicios entre mulatos y pardos, contabilizándolos por separado.
En cuanto al periodo que comprende el estudio, 1809 a 1820, corresponde, para el
caso de la Nueva España, a la creación, en 1809, del primer tribunal de infidencia que se
encargó de procesar estos delitos políticos. Además, es a partir de 1809 cuando se da un
gran ascenso en el número de casos juzgados en ambos Fondos. Se concluye en 1820
porque es la fecha límite que se registra en los expedientes de ambos Fondos.
Lo que salta a primera vista en la comparación de estas muestras, es la diferencia que se da
entre los años con mayor número de casos registrados: 1810 y 1811 para Nueva España y
1812 para Venezuela; cuando en Nueva España disminuye el número de casos y,
posiblemente el conflicto, en Venezuela se intensifica, lo cual viene a confirma el alto
grado de violencia que marcó el conflicto en la Nueva España entre 1810 y 1811, y la
radicalización de la guerra en Venezuela en 1812. Esto no resulta novedad, se sabe que de
1810 a 1812 se dio un fuerte pronunciamiento armado en toda la América española a raíz
de la crisis de la monarquía. Pero lo más significativo que se observa al comparar estos
datos es el comportamiento, más o menos equilibrado, de los casos juzgados por años
en Venezuela; excluyendo el año de 1812 que representa el 37.6% de toda la muestra, en
los demás años se aprecia una cierta estabilidad, lo que eventualmente estaría indicando que
en Venezuela el movimiento armado se mantuvo constante por lo menos hasta 1816, un año
antes de que se restauraran las instituciones republicanas en Guayana en 1817. En el caso
29 Alejando Gómez señala que “La condición de pardo estaba restringida únicamente a los hombres de color con ascendencia europea, quedando fuera las ‘castas’ y todas aquellas personas que, a pesar de estar emparentados con blancos, se habían vinculado nuevamente con negros”. Alejandro E. Gómez, “Las revoluciones blanqueadoras: elites mulatas haitianas y ‘pardos beneméritos’ venezolanos, y su aspiración a la igualdad, 1789-1812”, 2005. [En línea] http://nuevomundo.revues.org/index868.html
35
Cuadro Ia.
Clasificación de individuos juzgados
por años, Venezuela, 1809-1820
AÑOS
Nº de
individuos %
1809 1 0.2
1810 21 3.6
1811 19 3.2
1812 202 37.6
1813 46 8.5
1814 80 14.9
1815 63 12.4
1816 33 7.3
1817 15 2.8
1818 30 5.6
1819 18 3.3
1820 9 1.5
total 537 99.6 *
Fuente: AGN- Venezuela, Infidencia,
1809-1820
*El porcentaje no suma 100
Cuadro Ib.
Clasificación de individuos juzgados
por años, Nueva España, 1809-1820
Fuente: AGN- México, Infidencia,
1809-1820
*El porcentaje no suma 100
AÑOS
Nº de
individuos %
1809 25 4.8
1810 136 24.9
1811 113 21.5
1812 82 15.6
1813 23 4.3
1814 22 4.2
1815 35 6.7
1816 20 3.8
1817 24 4.6
1818 7 1.3
1819 16 3
1820 21 4
TOTAL 524 99.7*
35
de la Nueva España, la muestra nos indica que el movimiento comenzó a decaer
fuertemente a partir de 1813, comportamiento que sorprende, ya que el regreso de Fernando
VII en 1814 va a suponer el inmediato retorno al absolutismo en medio de una violenta
represión contra los que se habían insurreccionado.
El interés en hacer una comparación de estos dos territorios independizados de
España en el periodo de 1809 y 1820, radica en la idea de profundizar acerca del por qué de
las grandes diferencias que, hoy ya sabemos, se dieron entre el sur y el norte de la América
española en cuanto a la forma de ver y afrontar el acontecimiento político de la lucha por la
independencia.30 Además, son dos espacios que tuvieron una destacada participación
político-social durante el conflicto emancipador, cuya influencia se hizo sentir en todo el
continente americano. Considero que la Nueva España y la capitanía general de Venezuela,
pese a ser dos espacios con grandes diferencias en su estructura administrativa, jurídica,
territorial, económica y poblacional, son dos ejemplos que nos permiten identificar y
explicar el por qué de ciertas actitudes y reacciones tan disimiles entre sujetos que habían
vivido bajo un mismo régimen de gobierno durante un periodo de tres siglos.
Los capítulos de la tesis
La tesis está dividida en cinco capítulos: en el primero realizo una comparación de datos
estadísticos sobre el perfil social de los llamados infidentes de Venezuela y Nueva España.
Estos datos fueron extraídos del los expedientes de infidencia en cada espacios. Los datos
con los que se identifican las características de estos sujetos son: su edad, su estado civil, su
oficio y grupo étnico; esta es una valiosa información que sirve para identificar quiénes
eran los individuos que participaron en este conflicto o, a quienes las autoridades
consideraban “peligrosos” para la estabilidad política y social de los reinos. Los datos sobre
30 Jaime Rodríguez señala que: “Como resultado del exitoso golpe de los europeos en 1808, los movimientos por la autonomía en la Nueva España comenzaron con conspiraciones urbanas que en consecuencia se extendieron en amplias insurgencias rurales. Pero la América meridional experimentó procesos políticos muy distintos. Los reinos del sur, salvo Perú, establecieron juntas de gobiernos en 1809 y 1810 que asumieron la autoridad en nombre del rey preso y pretendieron dominar sus regiones. Sin embrago, muchas provincias rechazaron los intentos de sus ciudades capitales y, como resultado, la mayoría de los reinos en Sudamérica se vieron envueltos en conflictos armados entres sus ciudades capitales y sus provincias”. La independencia de
la América española, 2005, pp.199 y 200.
36
los delitos que se juzgaron y las sentencias que se emitieron, son un buen indicativo de
cómo se fueron enardeciendo los ánimos y radicalizando el conflicto. Estos datos también
develan cuál fue el proceder de las autoridades virreinales, hacía qué dirección actuaban y
contra qué sector de la población iban dirigidas sus acciones. La comparación que aquí
establezco sobre el perfil de los infidentes venezolanos y novohispanos, resulta muy
interesante y novedosa ya que no existe, sobre todo para el caso venezolano, un estudio de
tales características, ni mucho menos, en comparación con otros espacios coloniales. Este
primer análisis comparativo dará la pauta para entender la problemática estudiada en los
siguientes capítulos.
En el segundo capítulo abordo el estudio de los espacios de las infidencias y los
mecanismos de difusión de las ideas insurgentes. Con los espacios de las infidencias me
refiero, por un lado, al espacio territorial donde se realizaron los juicios a los causados por
dicho el delito. Debo señalar que muchos de estos juicios no fueron realizados en el mismo
lugar donde se cometió el delito o fue hecho prisionero el presunto reo, ya que en ocasiones
el prisionero era trasladado a otras ciudades o poblaciones para que ahí se le rindiera
declaración. Ubicar en los mapas los lugares de procedencia de estos actores, implicaba una
tarea titánica; no obstante, considero que el haber identificado en los mapas de Venezuela y
la Nueva España las poblaciones y ciudades donde tuvieron lugar los juicios, nos muestra
una perspectiva general de los espacios donde se concentró el conflicto y, en donde la labor
represiva de las autoridades actuó con mayor vehemencia. Las ciudades que se identifican
con mayor número de casos, fueron precisamente aquellas donde en primera instancia se
establecieron los tribunales encargados de juzgar este tipo de delito: La Ciudad de México
y Oaxaca y, en lugares donde la incursión de los insurgentes fue continua: Guanajuato,
Querétaro, Huichapan y San Luis Potosí. Los espacios donde se dio el mayor número de
juicios correspondieron, por lo tanto, a la preocupación de las autoridades por evitar la
propagación de las ideas insurgentes, como también, por debilitar el poder que el
movimiento estaba adquiriendo en estos territorios. En este sentido, el espacio fue percibido
en la guerra entre realista e independentista, como un espacio “estratégico y de poder”, tal
lo sustentó Lefebvere.31 Por otro lado, también estudio los espacios de sociabilidad,32
31 Henry Lefebvre, El espacio y política: el derecho a la ciudad, Traducción de Janinb Muis y Jaime Liarás, Barcelona, 1976, p. 46.
37
aquellos lugares como los cafés, pulquerías, pulperías y vinaterías donde la gente departía
con amigos y extraños, pero donde también se comentaba y se debatía sobre los asuntos
políticos del momento. Aquí el objetivo es resaltar la importancia que estos espacios
tuvieron para el fomento de una incipiente opinión pública, en los que todo el mundo
opinaba de todo, y donde se propagaron las ideas sobre la insurgencia. Allí los individuos
de los diversos grupos sociales, ocultos tras el alcohol o por la atmósfera desinhibida que se
vivía en estos lugares, generaron opiniones acerca del gobierno, del rey, de los españoles,
de sus propias condiciones de vida.
En este mismo capítulo también estudio el espacio de la comunicación, donde
abordo las estrategias empleadas en la guerra para difundir las ideas insurgentes. Allí hago
mención de las habladurías y de los “papeles” a través de los cuales se divulgaron rumores
y noticias de contenido político, con ellos sus autores buscaban persuadir e informar a la
población sobre determinados aspectos. En ellos se atacaba a las autoridades coloniales y
sus representantes, se traficaba información sobre el enemigo, se advertía del estado de la
guerra en los lugres de la región como de otros territorios de la América hispana y de
Europa, se enaltecían las batallas y a los líderes que encabezaban el movimiento. Tanto las
habladurías como los textos, se convirtieron en una práctica poderosa utilizada por las
autoridades reales como por la insurgencia, estrategias mediante la cual buscaban legitimar
sus ideales y proyectos ante la sociedad.
En el tercer capítulo analizo los lenguajes que insurgentes y realistas usaron en la
guerra para identificar al enemigo y diferenciarse de ellos. El discurso con el que se
sustentó y justificó la identidad de un “nosotros”, los americanos, separada de un “ellos”,
los españoles. En este capítulo estudio las trasformaciones discursivas que se dieron en los
conceptos de “patria” y “patriotismo” en el contexto de las guerras emancipadoras; cómo se
pasó en el discurso insurgente de un “patriotismo” cuyo significado evocaba la fidelidad y
amor hacía la patria española de la cual las Indias formaban parte como una sola unidad, a
32 Jorge Uria percibe los lugares de la sociabilidad como escenarios que no siempre son neutros o armónicos, sino, que ellos pueden responder a las representaciones del poder de los grupos sociales hegemónicos. Es decir, que con frecuencia estos espacios se construyen en territorios donde conviven varios grupos sociales, entre los que se podría observa una convivencia tanto desahogada como conflictiva como parte de los antagonismos que existen en cualquier sociedad. “Los lugares de la sociabilidad. Espacios, costumbres y conflicto social”, 2001, pp.205-206.
38
un “patriotismo” que proclamaba la lealtad y amor hacia la patria americana desprendida
de esa gran unidad que era el imperio español. En la guerra de palabras, al caracterizar al
enemigo, al español europeo, con concepto negativo, los americanos se fueron
diferenciando cada vez más de ellos, tomando conciencia de una identidad como
americano. Los lenguajes de la guerra describen ese conflicto verbal de insultos e
improperios con los que unos y otros buscaban deslegitimar las prácticas discursivas del
contrario, centrándose en los aspectos negativos o amenazadores de los discurso y de los
autores de dichos discursos. Como señala Van Dijk, que muchos son las estrategias a las
cuales se puede apelar para deslegitimar un discurso, pero lo más efectivo es negarle el
acceso al texto y habla a los grupos opositores, y una manera de lograrlo es cuestionando la
legitimidad de dichos actos.33
En el cuarto capítulo estudio un discurso y un personaje en particular, el discurso
religioso y el clero insurgente. La propuesta en este capítulo es identificar y analizar cómo
los llamados infidentes se apropiaron de algunos enunciados de la escolástica hispana para
justificar la ruptura con la monarquía española. Uno de esos enunciados estaba relacionado
con la teoría del derecho divino de los reyes y el principio de la retroversión de la soberanía
de los pueblos. Con base en estas teorías los líderes del movimiento insurgentes justificaron
su proyecto político y pusieron en debate la legitimidad política de los reyes, así como los
derechos que tenían los reinos americanos como parte integrante de la monarquía española.
Pero estas teorías aparecen en los documentos de infidencia sustentadas, especialmente, por
los religiosos que fueron acusados por tal delito; ellos justificaron el movimiento señalando
la humanidad de los reyes. Como se verá más adelante, en los discursos escritos y orales
pronunciados por estos religiosos, se recurrió a antiguas discusiones sobre la relación entre
el papa y el rey, que versaba sobre la supremacía de las potestades sagrada y terrenal, un
intenso debate que tuvo lugar a finales de la Edad Media. Desempolvar tal debate entraba
en la lógica independentista quienes, en aras de hallar argumentos en los que justificar la
separación de España, apelaron a esas viejas teorías que al final, se constituirían la base
jurídico-político-ideológica del discurso independentista que llevaría al rompimiento
absoluto de los territorios americanos de España.
33 Van dijk, La noticia como discurso, p.325.
39
Por último, en el quinto capítulo, también abordo un discurso y un actor en especial:
los militares y sus discursos en relación con la construcción de un patriotismo americano.
Aquí pongo especial atención en mostrar cómo se exaltó e inculcó en el soldado una
pertenencia con la defensa y lealtad hacia la patria americana. Mostraré como el militar,
especialmente el soldado, fue constituido por la retórica patriótica de los líderes de la
insurgencia venezolana, como un elemento fundamental para obtener la libertad de los
pueblos americanos y lograr instalar la república. Ese discurso político-militar aferrado a
ese sentimiento por la patria americana sustentado por los líderes insurgentes, se ve
reflejado en los testimonios de los soldados y oficiales acusados del delito de infidencia.
Ese discurso efervescente y enardecido será el objeto de estudio de este capítulo;
contrastándolo con un discurso menos exaltado de los militares novohispanos, donde el
vínculo con el patriotismo americano, tuvo otros referentes.
40
CAPITULO I
EL PERFIL SOCIAL DE LOS INFIDENTES AMERICANOS
Las causas de infidencia permiten construir un cuadro comparativo acerca de las
características sociales de los sujetos que fueron acusados de atentar contra el gobierno
español en el contexto de las guerras de independencia novohispana y venezolana. Ello es
posible a través de la elaboración de un muestreo de datos identitarios como: el grupo
étnico, la edad, el estado civil, el oficio. Por su parte, la tipificación del delito y la
frecuencia de la sentencia decretada develan información acerca de las acciones e
intenciones de la autoridad que juzgó el comportamiento sediciosos de estos sujetos. Toda
esta información ha sido ordenada sistemáticamente y comparada entre sí, con la intención
de hallar en ella elementos significativos que me permitan elaborar, tal como lo propone
Ibarra, un “marco de identidades colectivas relacionadas a una tipología social particular”.34
Esta compilación de datos estadísticos sobre el perfil de los insurgentes americanos resulta
de gran valor, ella plantean numerosas preguntas referentes a la historia de estos actores en
el contexto de las guerras emancipadoras. La interpretación que se realice de estos datos y,
en particular, la naturaleza de las preguntas que surjan de ellas, pueden ampliar nuestra
visión acerca de quiénes eran esos sujetos que fueron acusados ante las autoridades reales
de haber cometido el delito de infidencia.
La construcción del perfil social de los infidentes novohispanos y venezolanos se
estima muy conveniente; especialmente para el caso venezolano, donde, hasta hoy, no se
había realizado un estudio que diera razón acerca de quiénes eran estos sujetos que
voluntaria o involuntariamente se rebelaron en contra del poder colonial, a qué grupo étnico
pertenecían, qué oficios desempeñaban, cuál era su edad o su estado civil, preguntas que
para el caso novohispano ya se han dado algunas aproximaciones en los trabajos de Van
Young y de Ibarra.35 La comparación de estos perfiles sociales brinda valiosa información
34 Ibarra, “Crimen y castigos políticos en la Nueva España, 1806-1816…”, p. 170. 35 Van Young ha realizado uno de los trabajos más amplios sobre la descripción social de los infidentes novohispanos. En el capítulo segundo de su libro La otra rebelión, titulado “Un perfil social”, proporciona una cantidad importante de datos, su muestra asciende a un total de 1284 individuos capturados entre los años de 1810 y 1812, aunque como él señala, su estudio se extiende hasta 1821. Op. cit., pp.97-142. Ibarra también hace un análisis interesante de este perfil social, sin embargo su muestra es mucho menor; en su artículo titulado, “Crimen y castigos políticos en la Nueva España, 1806-1816: una aproximación cuantitativa al perfil social de la disidencia política colonia”, analiza un total de 165 individuos acusados del deleito de infidencia
41
que ayudará a comprende y explicar mejor las diferencias que presentaron estos dos
territorios en la forma en que sus habitantes percibieron y afrontaron la guerra de
independencia contra la monarquía española.
Las muestras tomadas para la elaboración de este cuadro comparativo -como ya lo
he explicado en la introducción- son: para la Nueva España, un total de 524 individuos
acusados del delito de infidencia; para la capitanía general de Venezuela, 537 individuos,
en un periodo que va de 1809 a 1820.
1.1. La edad
La muestra obtenida para esta variable fue de 408 casos para Venezuela y de 505 para la
Nueva España; estos valores, como todos los siguientes, difieren del total de las muestras
consultadas porque no todos los individuos juzgados proporcionaron el dato acerca de su
edad. Siguiendo a Van Young, he organizado la información en cuatro grupos de edades
viejo (51 años y más). Este autor señala, siguiendo lo estimado por Cook y Borah, que el
límite superior puesto en el grupo de “jóvenes” de 14 años se ajusta de manera razonable a
la definición de “niño” vs “adulto soltero” sugerida por estos autores.36
El grupo de edades de mi muestra para la Nueva España, no arroja variaciones con
la muestra presentadas por Van Young. Tanto en la muestra de este autor37 como en la mía,
el porcentaje mayor se ubicó en el rublo de los adultos maduros (63.6%). La moda fue de
30 años y el promedio de edad 29.8 años; la mayoría de los insurgentes novohispanos
tenían entre 25 y 50 años de edad. Según comenta Ibarra, esta alta presencia de individuos
procesados entre 25 y 50 años de edad podría tener su explicación en que fue un grupo que
entre los años de 1809 a 1816. Op. cit. Para la elaboración de este capítulo me he basado en la metodología empleada por estos autores en la organización y sistematización de la información. Tomo de guía estos trabajos, con la salvedad, que mi muestra se extiende hasta el año de 1820. Es cierto que después de 1812 los juicios por el delito de infidencia disminuyeron considerablemente en ambas fuentes, sin embargo, pienso que extender la temporalidad de la muestra hasta los años últimos del conflicto, permite apreciar cómo se fue transformando el movimiento y los criterios de las autoridades para tipificarlos desde el inicio hasta el final de la contienda. 36 Van Young, La otra rebelión…, p. 203. 37 En la muestra sobre las edades que presenta Van Young los datos son los siguientes: joven (11-14 años), 14 individuos, 1.3%; adulto joven (15-24), 371 individuos, 34.4%; adulto maduro (25-50 años) 654 individuos, 60.6%; adulto viejo (51 años y más), 41 individuos, 3.7%. Ibid, p.105.
42
“nació y vivió su niñez entre las calamidades y temores del año del hambre (1785-1786) y
las crisis agrícolas posteriores (1801, 1809 y 1810-1811)”.38
El promedio de edad de 29.8 años de los insurgentes novohispanos se refleja en las
edades que tenían algunos de los dirigentes del movimiento para el año de 1811, tal es el
caso de Mariano Abasolo, que para esa fecha había alcanzado los 28 años; Ignacio Allende,
32 años y Vicente Guerrero, 29 años. Claro que también habían dirigentes mayores, como
el caso del cura Miguel Hidalgo, con 58 años; pero como se observa en la muestra de
edades para México, el grupo de más de 51 años de edad fue muy reducido, sólo alcanzó el
4.6%. Por lo tanto, observando el comportamiento de mi muestra, considero al igual que
Van Young que el insurgente novohispano “no era un jovencito según los estándares de la
época y, ciertamente, no cabe duda alguna de que podía caracterizarse como un hombre
maduro, casi podría decirse que de avanzada edad”.39
Cuadro Ib. Edad de los inculpados, Nueva España, 1809-1820
Grupo �úmero Porcentaje
Joven (10 - 14 años) 5 0.9
Adulto joven (15-24 años) 155 30.9
Adulto maduro (25-50 años) 318 63.6
Adulto viejo (51 años y más) 23 4.6
Totales 501 100.0
Promedio: 30.6 años; moda: 30
Mínimo: 10 años; Máximo: 80 años
Fuente: AGN-México, Infidencia, 1809-1820
Los datos de las edades en la muestra venezolana, presentan una sustancial
variación con respecto al caso novohispano. No obstante haber sacado el grupo de joven
adulto el mayor porcentaje (80.6%), tal como sucedió en la muestra mexicana, en la
muestra venezolana la diferencia porcentual entre el grupo de adulto maduro y el de adulto
38 Ibarra, “Crimen y castigos políticos…”, p. 174. 39 Van Young, La otra rebelión…, p.104.
43
joven es exageradamente alta, 73.5%. La gran mayoría de los insurgentes venezolano tenía
entre 25 y 50 años de edad. El promedio general de edades fue de 36.7 años, con una moda
de 35 años.
Cuadro Ia. Edad de los inculpados, Venezuela, 1809-1820
Grupo �úmero Porcentaje
Joven (menores de 14 años) 1 0.2
Adulto joven (15-24 años) 29 7.1
Adulto maduro (25-50 años) 329 80.6
Adulto viejo (51 años y más) 49 12.0
Totales 408 99.8*
Promedio: 36.7 años; moda: 35
Mínimo: 14 años; Máximo: 80 años
Fuente: AGN-Venezuela, Infidencia, 1809-1820. *El porcentaje no suma 100
En el rango de edades entre 25 y 50 años se hallaban, para 1811, personajes como
Simón Bolívar, con 25 años, Andrés Bello, con 30 años, Simón Rodríguez, con 40 años,
Juan Germán Roscio, con 42 y José Félix Ribas, con 36 años. También sorprende el dato
porcentual que tuvo el grupo de los adultos viejos (12%), el cual superó al de los adultos
jóvenes (8.7).
Siguiendo la hipótesis de Van Young acerca de la madurez alcanzada por el
insurgente novohispano con un promedio de 30 años de edad, mis fuentes develan que el
insurgente venezolano era un individuo mucho más maduro, quizás con un grado mayor de
concientización acerca de su papel en la lucha independentista ya que tenía un promedio de
edad de 36.7 años, seis y medio año más que el novohispano. Muchos de estos individuos
habían vivido y quizás participado en los movimientos insurreccionales que se presentaron
en el territorio venezolano antes de 1810, cuyas voces exigían la reivindicación de sus
derechos como habitantes de estas tierras americanas; como fue el movimiento
44
insurreccional encabezado por el negro Chirino en 1795 y la rebelión de Manuel Gual, José
María España y la destacada participación de Juan Bautista Picornell en 1797. 40
La sensatez y visión que caracterizarían a la gran mayoría de los insurgente
venezolanos, cuya edad promedio fue de 36.7 años, puede ser un punto muy importante que
nos ayude a explicar el por qué los venezolanos actuaron con tanta agresividad y firmeza en
sus decisiones frente a la crisis de la monarquía española; posiblemente se trataba de
individuos con un mentalidad madura y consciente de la situación que vivían. Queda la
inquietud por saber qué pasó con los jóvenes entre 15 y 24 años de edad en esta capitanía.
No he hallado fuerte epidemias que hubieran causado grandes pérdidas humanas ni a
finales ni a inicios del siglo XIX. Una que se ha documentado es la de 1756-1757, fue un
brote epidémico de fiebre amarilla o vómito negro que se registró en Caracas, el cuál
diezmó solamente a las tropas españolas que se hallaba acuartelada en el Templo de Santa
Rosalía. El número de soldados afectados por la enfermedad del vómito prieto, fue de 200
aproximadamente. Dejando de lado las epidemias, la baja presencia de jóvenes entre los 15
y 24 las fuentes de infidencia venezolanas, me ha llevado a sugerir tres posibilidades: la
primera, que en la sociedad venezolana del periodo había una ausencia de jóvenes entre los
15 y 24 años de edad, lo cual indica que la capitanía general de Venezuela tenía una
sociedad compuesta, en su mayoría, por jóvenes adultos. La segunda, que los jóvenes
venezolanos entre 15 a 24 años de edad no se sintieron interpelados por el movimiento
insurgente, lo que plantea un problema mucho más interesante pero difícil de investigar,
por la falta de fuentes que nos den luces sobre esta problemática. Y, la tercer, quizás con
mejores argumentos, sería la debacle causada por los temblores de 1784, aunque menor,
produjo algunas pérdidas humanas y, el de 1812, completamente destructor, se habla de la
muerte de más de 10.000 personas sólo en la ciudad de Caracas.41 No hay mayor
información sobre las características de las personas fallecidas, de hecho todavía no hay un
consenso en cuanto el número de decesos, pero probamente estos sucesos pudieron causar 40Luis Vitale destaca éstas y otras insurrecciones acontecidas en territorio venezolano como algunas de las más importantes de la América española: “Una especificidad de la historia venezolana es haber tenido más movimientos precursores de la Independencia que otras colonias hispanoamericanas y lusitana, y con un programa y contenido social inigualables. La insurrección del negro Chirino en 1795 y la rebelión de Picornell, Gual y España en 1797 no tienen parangón en América Latina en cuanto a proyecto político igualitario y de ruptura con el nexo colonial”. Luis Vitale. “La Capitanía General de Venezuela”, 2002, p. 8. [En línea]. http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/vitalel/2lvc/02lvchistsocal0028.pdf 41 Rogelio Altez, El desastre de 1812 en Venezuela: sismos, vulnerabilidades y una patria no tan boba, 2006, p. 341.
45
la muerte de muchos jóvenes militantes del bando patriota; la historiografía del periodo
cuenta que las ciudades más afectadas por el temblor de 1812 fueron las que estaban en
poder de los insurgentes, por ejemplo, en unos de los cuarteles ocupados por la insurgencia,
el de San Carlos de Caracas, murieron 500 personas por dicho sismo.
1.2.La adscripción étnica
Los datos sobre la adscripción étnica de los infidentes americanos resultan de igual forma
interesante. Las muestras obtenidas son: para la Nueva España, 474 casos y para
Venezuela, 537. En los cuadros IIa y IIb he incluido el número de la población que tenían
ambos territorios para el período en cuestión. Como es apenas obvio, por la inmensa
población indígena concentrada en el virreinato de la Nueva España, el número de habitante
entre este virreinato y la capitanía general de Venezuela, para el año de 1810, difiere
mucho; la capitanía tenía un total de 880 000 habitantes, mientras que el virreinato contaba
con un total de 6 122 000 habitantes. 42
De los 880 000 habitantes que tenía Venezuela, el grupo de los pardos43 representaba casi la
mitad, un 45.4%; los españoles (criollos y europeos), el 24%; los negros el 6.8% y los
mestizos, mulatos y demás castas, el 12.3%. Los llamados pardos, en la sociedad
venezolana del periodo, se constituían, además de un grupo numeroso, fuerte. Ellos se
42 Para el caso mexicano, Van Young, siguiendo a una serie de autores que han trabajando en el tema, señala las aproximaciones siguientes: una población de 6.122 000 personas para el año de 1810, y una clasificación étnica de: un 60% de indígenas, 20% de españoles y 20% de negros y mestizos. También indica que: “Dadas las inexactitudes inherente a los datos de apoyo, es de esperar que haya diferencias en ambas series de cálculos hasta de 10 o incluso de 20% o más en cualquier sentido”. Van Young, op. cit., p.110. Para Venezuela, la situación es igualmente compleja, esto es por las diversas categorías raciales con que se identifica a la población venezolana del periodo: “blancos criollos”, “blancos de orillas”, “españoles peninsulares”, “canarios criollos”, “pardos”, etcétera. Pero, tomando los datos que presenta Caracciolo Parra-Pérez como una aproximación, él indica que: había una población de 880.000 habitantes, de los cuales, 400 000 eran pardos; 200 000 criollos o mantuanos; 100 000 eran indios y 60 000 negros. Parra-Pérez. Historia
de la primera República de Venezuela, 1992. p. XLVII. Estas cifras es un estimativo, ya que hay otros autores cuyas apreciaciones difieren un poco; entre ellas las presentadas por John Lynch, América Latina,
entre colonia y nación, 2001. Y Federico Brito Figueroa, La estructura social y demográfica de Venezuela
colonial, 1961. Pero en todos ellos se observa un consenso, en que son los pardos el grupo con el porcentaje más alto del total de la población. 43 En el siglo XVIII se generalizó en Venezuela el empleo del término pardos para designar de manera imprecisa a los que descendían del cruce étnico entre negros y blancos. Era el grupo más numeroso en Venezuela, pero sin derechos ni influencia política. Aspiraban a igualarse con los criollos en lo social y político, pero éstos los despreciaban por su ascendencia negra.
46
Cuadro IIa. Clasificación étnica de los insurgentes en comparación con la de toda la Capitanía General de Venezuela, 1809-1820
Población Capitanía General de Venezuela Individuos acusados de infidencia, 1809-
1820
Grupos �úmero Porcentaje �úmero Porcentaje
Españoles 212 000 24 276 51.4
(blancos europeos) (12 000) (1.4) (17)* (3.2)
(blancos criollos) (200 000) (22.7) (231) (48.2)
Indios 100 000 11.4 7 1.3
Pardos 400 000 45.4 201 37.4
Negros 60 000 6.8 15 2.8
Mestizos/castizos/mulatos 108 000 12.3 38 7.1
Totales 880 000 99.9 537 100.0
Fuente: Parra-Pérez. Historia de la primera República de Venezuela, 1992. p. XLVII. AGN-Venezuela, Infidencia 1809-1820. * En esta muestra aparecen 3 franceses y 2 ingleses percibían superiores a las otras castas por la identidad y fortaleza socio-económica que
habían alcanzado en la Venezuela de finales del siglo XVIII e inicios del XIX.44 Las
grandes aspiraciones socio-económica de los pardos les permitieron abrirse camino entre el
grupo de los blancos. En la historia colonial venezolana los encargados de mantener la
conducta excluyente y opositora a las aspiraciones de ascenso social de los estratos
inferiores eran los blancos criollos o los llamados mantuanos,45
44 Alejandro E. Gómez señala que la condición de pardo estaba restringida únicamente a los hombres de color con ascendencia europea, fuera de esta categoría quedaban las “castas” y todas aquellas personas que, a pesar de estar emparentados con blancos, se habían vinculado nuevamente con negros. “Las revoluciones blanqueadoras: elites mulatas haitianas y ‘pardos beneméritos’ venezolanos, y su aspiración a la igualdad, 1789-1812”, 2005, p.5. [en línea] http://nuevomundo.revues.org/index868.html. No se puede hablar de los pardos como un grupo homogéneo, según Rocío Castellanos, había tres clases de pardos: los pardos beneméritos, quienes a través de de sus actividades u oficios habían logrado cierta figuración económica y política, convirtiéndose en pequeños y medianos propietarios. Ellos eran los que reclamaban mayor igualdad en relación con los blancos. Les siguen los pardos artesanales y en oficios, eran los que tenían alguna especialización en diversos oficios, principalmente en bienes y servicios. Habitaban los centros urbanos. Por último, los pardos agrícolas o labradores, representaban la mayoría de este grupo y se concentraban en las regiones rurales. Se desempeñaban en labores agrícolas como jornaleros, campesinos o peones. Rocío Castellanos, “Una sociedad excluyente”, 2010, p.10. 45 No todos lo blancos eran iguales, por un lado se halla la distinción entre españoles y criollos; en estos últimos había una amplia graduación que iba desde el reducido grupo de los mantuanos -quienes constituían una clase hidalga o de aristócratas más o menos cerradas, con tendencias endogámicas, casi todos estaba
47
ya que estos blancos criollos ocupaban un lugar privilegiado dentro de esta
sociedad; por ello procuraron mantener el linaje, el buen nombre y la jerarquía estamental.
Los pardos gozaban de libertad pero no tenían influencia política, aunque muchos de ellos
habían amasado grandes fortunas. Muchos de ellos vieron crecer sus negocios, adquiriendo
así pequeñas fortunas que les permitió la formación de “un grupo de creciente influencia
económica que fue constituyéndose como una clase media emergente con fuertes
aspiraciones de ascenso e igualdad social”.46 En Venezuela los indígenas (tributarios o no)
tenían poco peso social y político y habían quedado en la periferia; los esclavos, a pesar de
algunos brotes de rebelión, no constituían una fuerza de cambio. Donde había una fuerte
ebullición social y lucha por el cambio era entre los blancos privilegiados y los pardos.
El comportamiento de la muestra de los casos de infidencia por adscripción étnica
revela una destacada participación de los pardos, el 37.4% contra el 48.2% de los
españoles. Lo cual estaría indicando, frente a la imagen que se tiene, que la guerra por la
independencia en Suramérica, en este caso, en la capitanía general de Venezuela, no fue
producto exclusivo de los blancos criollos, el grupo de los pardos también jugó un papel
importante en este conflicto. Pese al odio que una parte de los integrantes de este grupo
expresaba hacia los blancos criollos, a quienes consideraban sus principales oponentes en
su deseo por alcanzar una mejor posición social, muchos de ellos se destacaron en la lucha
combatiendo al lado de los criollos en contra del gobierno español, pero defendiendo sus
propios intereses. Aunque la perspectiva histórica oficial ha colocado a los blancos criollos
como los principales dirigentes del movimiento venezolano, lo cierto es, que los
afrovenezolanos y la población mestiza en general, figuraron reiteradamente como actores
de primer orden en las confrontaciones bélicas y conspiraciones que se sucedieron en
Venezuela desde fines del siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX. La feliz
culminación del proceso independentista sólo pudo ser posible cuando los mantuanos
emparentados entre sí. Eran ricos terratenientes, en sus manos estaba el gobierno municipal y la propiedad de la tierra, hatos, hacienda y esclavos-, hasta el amplio grupo de los blancos del estado llano que habían conseguido la categoría de vecinos. Pero una parte de estos blancos, especialmente los caídos en la miseria o por desempeñar oficios serviles, fueron llamados blancos de orilla. Ángel Rosenblat, “El mantuano y el mantuanismo en la historia social de Venezuela”, pp. 64-88. [en línea] http://codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/a18_1/apache_media/I1K7EU6QDVCBGX2R2AGGGGYNGSGXEA.pdf. Estos blancos de orillas eran los blancos pobres, personas de tez blanca que no tenían fortuna, pero que podían ser canarios, pardos, mestizos, peninsulares. 46
Diana Pérez M. “La mancha de la esclavitud”, 2010, p. 13 y 14.
48
incorporaron a su programa político las reivindicaciones fundamentales de los sectores
sociales que hoy podemos llamar “populares”. No fue un único proyecto nacional que
comenzó a perfilarse a partir de 1810-1811, fueron diversas maneras de entender la
sociedad, de concebir un nuevo orden social, de acuerdo a los intereses de cada uno de los
grupos que se enfrentaron entre sí.
La escasa participación de los negros esclavos en el bando patriótico venezolano en
los inicios de la guerra, como se aprecia en el cuadro IIa, podría corresponder al poco
atractivo que para los negros esclavos pudo resultar el luchar con unos individuos de los
que habían recibidos tantas humillaciones y malos tratos. Además, los criollos tardaron
mucho para reconocer la importancia de incluir en sus filas a los negros esclavos y mulatos,
circunstancia bien aprovechada por los realistas, quienes supieron atraer a sus filas a estos
individuos con la promesa de darles la libertad a cambio de sus servicios en la guerra. Esta
idea era impensable para muchos de los criollos venezolanos, pues el temor a que se
reprodujera en Venezuela la revolución de los negros de Haití estaba muy latente.47 Fue
sólo hasta 1814 cuando Bolívar recapacitó y se dio cuenta que reclutar a los esclavos era la
única forma de conseguir la victoria; siguiendo el ejemplo realista ofreció la libertad a los
negros esclavos que combatieran en las filas patriotas en contra de los realistas.48
En la muestra sobre la adscripción étnica en el virreinato novohispano, también se
resalta la presencia de dos grupos étnicos principales en las denuncias de infidencia: los
españoles y los indígenas. Estos grupos representaron el mayor porcentaje de los individuos
acusados por el delito de infidencia, con un 42.8% y 32.3%, respectivamente. En este
virreinato la distribución de la población tuvo una dinámica diferente a la observada en
Venezuela, los indígenas representaban el 60% de la población total del virreinato, le
seguían las castas con el 22%, y en tercer lugar, se hallaban los españoles criollos y
europeos con el 18%,49 ver cuadro IIb.
47 A mediados de 1812, Miranda propuso la inclusión de negros esclavos en el ejército patriota, proclamando que todos los esclavos que combatieran contra los realistas por un periodo de 10 años se convertirían en hombres libres. Propuesta que no gustó mucho a las autoridades patriotas de Caracas y, finalmente, Miranda terminó cediendo presionado también por el miedo a una rebelión negra. John V. Lombardi, “Los esclavos en la legislación republicana de Venezuela”, 1967. pp. 7 y 8. [en línea] http://jvlone.com/Esclavos_1967.pdf 48 John Lombardi cita un decreto del libertador Simón Bolívar de 1816, donde éste señala que: “Los esclavo por derecho y justicia, deberían ser hombres libres, pero debían unirse a sus libertadores a fin de eliminar a los bandidos y criminales que se escondían bajo las banderas del enemigo. Si aludían esta genuina oportunidad, eran evidente indignos de la libertad y, permanecerían en servidumbre junto con su familia”. Ibid, p. 10. 49 Van Young, La otra rebelión…, p. 112.
49
No obstante, en el cuadro IIb llama la atención la relativa pluralidad étnica de los
sujetos acusados de infidencia en la Nueva España, allí ningún grupo logró sobrepasar la
mitad del total de la muestra, como sí sucedió en Venezuela. Es cierto que los españoles
ostentaron la mayor representatividad numérica en la muestra novohispana (42.8%), sin
embargo sólo tienen el 10.5% de diferencia con los indígenas, que sacaron un 32.3% y, el
18.1% con los mestizos, que sumaron el 24.9%. Si recordamos, en la capitanía, pese a la
muy buena participación de los pardos, los españoles obtuvieron el 51.4% contra un 37.4%
de los pardos y un 9.9 de negros y demás castas. La “amplitud étnica”, como le llama
Ibarra, presentada en la Nueva España es de gran relevancia, pues nos muestra una
destacada participación en la contienda de los diversos grupos étnicos que habitaban el
virreinato en los inicios del siglo XIX. En contraste con lo encontrado en Venezuela, allí la
presencia de los grupos étnicos se aprecia menos plural, los criollos y pardos fueron los
grandes protagonistas.
Cuadro IIb. Clasificación étnica de los insurgentes en comparación con la de toda la Nueva España, 1809-1820
Población del Virreinato de la �ueva España Individuos acusados de infidencia, 1809-1820
Fuente: Eric Van Young, La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, y AGN-México, Infidencia, 1809-1820. *En esta muestra aparece un angloamericano
50
Los datos que aquí presento sobre la adscripción étnica para el caso novohispano,
difieren un poco de los revelados por Van Young. Este autor señala que el 55.2% de los
acusados por el delito de infidencia fueron indígenas y un 24.8% españoles (criollos y
peninsulares); datos muy distintos de los que trae mi muestra: un 32% para los indígenas y
un 42.8% para los españoles. En mi muestra puede discernirse una ligera ventaja de los
españoles sobre los indígenas, y no una distancia porcentual tan significativa entre el grupo
de los indígenas y españoles como la ostenta Van Young. Esta notable diferencia entre una
y otra muestra no significa que una de las dos esté errada o, que mi muestra venga a
confirmar -entre otras posibilidades- lo que Van Young refuta, la exageración del elemento
mestizo en las luchas independentista.50 Una explicación a tal comportamiento disímil de
las muestras quizás la podemos hallar si consideramos dos aspectos: el tamaño de la
muestra y el Fondo consultado. Van Young elaboró una muestra de 1284 individuos, la mía
sólo es de 523 individuos; él sacó los datos, sobre todo, del ramo de criminales donde la
composición de los juicios es de diversa procedencia; mi muestra proviene únicamente del
ramo de infidencia, que fue creado exclusivamente para juzgar los delitos políticos de la
época. No obstante, las diferencias porcentuales llaman la atención; lo que ocasionalmente
nos estaría indicado la muestra aquí analizada sería el comportamiento persecutorio del
tribunal de infidencia, cuya intencionalidad se centró en atosigar con mayor apremio los
delitos políticos cometidos por los criollos y mestizos, y no una severa persecución sobre
los indígenas, tal como nos lo presentan los datos que en su mayoría extrajo Van Young del
tribunal de criminales.
En la muestra mexicana encontré sólo un angloamericano, en la venezolana tres
franceses y dos ingleses. También se resaltan casos de mujeres acusadas de infidencias,
50 Van Young refuta la opinión que muchos investigadores desde el siglo XIX ha sostenido sobre la participación de los indígenas en el movimiento independentista mexicano. Desde entonces se ha generalizado una opinión que señala que el componente indígena “o bien nunca fue significativo, o de algún modo se diluyó después de los actos de barbarie cometidos por el ejército del cura Hidalgo”. Van Young muestra que esta postura no coincide bien a bien con el perfil social real de los insurgentes que él ha identificado, pues para él la participación del componente indígena en esta guerra fue muy destacada. La otra
rebelión, p.107-110. Pese a que mi muestra estaría mostrando una ligera inclinación hacía esa opinión generalizada de la historiografía mexicana del siglo XIX, coincido con la apreciación de Van Young, que en la guerra por la independencia mexicana participaron muchos miles o docenas de campesinos indígenas durante todo los años que duró la lucha.
51
especialmente en el fondo mexicano, en el venezolano fue poca la presencia que ellas
tuvieron en estos juicios.51
1.3. Los oficios
La característica de los oficios o profesiones de los insurgentes americanos obtenidas en mi
muestra, también constituye un punto muy interesante en esta discusión. Tanto en la
muestra venezolana como en la mexicana se observa un panorama muy diverso de oficios
que me ocasionaron algunas dificultades al querer organizarlos por grupos que facilitaran
su estudio. No obstante, siguiendo la clasificación que hizo Ibarra en el ya citado artículo
sobre el perfil social de los disidentes novohispanos, he dividido de igual forma mi muestra
en siete grandes categorías de oficios identificándolos como: agrícola, artesanal,
comercial, varios, civil, militare y religioso, especificando en caca una de ellas las
actividades correspondientes.
Un problema metodológico que se presentó al momento de organizar los datos fue
la combinación de actividades realizada por estos individuos, aunque los casos con este
problema no superaron el número de 40 individuos. Algunos acusados sustentaron ser
militares y trabajar también en actividades agrícolas, otros combinaban las labores del
campo con las artesanales. El criterio con el que hice frente a este problema fue el incluir en
la muestra el primero oficio que se indicó en el interrogatorio, el cual consideré, según
información dada por los acusados, era la principal actividad que ellos realizaban. El
tamaño de las muestras quedó, para la Nueva España, de 472 individuos y, para Venezuela,
de 531 individuos que señalaron en el interrogatorio el oficio o actividad que
desempeñaban.
La muestra mexicana por oficios no presentó grandes novedades en comparación
con la información que arrojó la muestra de Ibarra o la de Van Young; allí sigue
predominando una alta participación del sector agrícola (29.4%), lo cual indica que la base
de la insurgencia estuvo conformada por una gran mayoría del sector rural. Este dato no
sorprende, pues como ha sustentado Van Young, la mayoría de los individuos
representados en estas muestras provenían del campo –pueblos indígenas, ranchería y 51 En la muestra venezolana hallé 6 casos donde se acusan a mujeres de haber cometido el delito de infidencia; en la muestra mexicana fueron 27 las mujeres denunciadas por este delito.
52
poblaciones pequeñas-, ver mapa Nº1. En promedio le siguen los religiosos con el 18.2% y
los militares con el 15%, dos sectores de la población cuya participación en la guerra
tampoco inquieta, ya que la historiografía los ha destacado como los principales dirigentes
del movimiento independentista hispanoamericano.
Cuadro IIIa. Clasificación de los insurgentes según su oficio, Nueva España, 1809-1820
Administrador de las rentas reales 9 1.7 Alcalde ordinario real 7 1.3 Comisionado 1 0.2 Corregidor 1 0.2 Empleado real 9 1.7 Recaudador de diezmo 1 0.2 Regidor de ayuntamiento 5 0.9 Contador de la real hacienda 1 0.2 Oficial de alcabala 1 0.2 Teniente de Justicia Mayor 7 1.3
Otro dato que salta a la vista en el cuadro venezolano por oficios, es la presencia del
sector civil (7.9%), su injerencia en el conflicto presenta un movimiento insurgente
venezolano estructurado; no sólo se observa a una gran masa de gentes del común
revelándose en contra del gobierno español, sino también se advierte la presencia de un
sector de la élite criolla y de funcionarios reales apoyando las ideas independentista. En el
caso de la Nueva España, fue muy reducido el número de funcionarios reales que se vieron
involucrados en este tipo de denuncias. En cuanto a la presencia militar, quizás no cause
mayor asombro el número de individuos contabilizados en la muestra venezolana (146, el
27.5%); de cierta forma se esperaba tal presencia, ya que, a diferencia de Nueva España,
donde los religiosos encabezaron la lucha, en Venezuela los dirigentes del movimiento
independentista en su mayoría eran militares.
La participación de los religiosos en el conflicto venezolano es sorprendente. Los
historiadores venezolanos han destacado largamente las acciones sobresalientes de los
militares en la guerra por la independencia, pero no han puesto mucho interés en investigar
acerca de la función que desempeñaron los religiosos, tanto seculares como regulares, en
esta guerra. Mi muestra sustenta una destacada presencia de este sector haciendo parte del
grupo de patriotas que se rebelaron en contra del gobierno español -su número porcentual
así lo indica (19.7%)-. Por lo tanto, creo pertinente abundar más en el estudio de estos
actores, su injerencia en la guerra emancipadora debe ser revalorada. El alto porcentaje que
obtuvieron los religiosos en esta muestra, también causa interés si lo comparamos con el
porcentaje de los religiosos en la muestra mexicana (18.2%); aunque debo recordar que la
muestra mexicana representa sólo el 9.5% del total de las actas contenidas en el ramo de
infidencia, mientras que la venezolana es del 60.5%; por lo tanto, los porcentajes aquí
señalados sólo marcan tendencias y aproximaciones del panorama general.
Al observar el comportamiento de las dos muestras, es interesante resaltar la
presencia tan significativa que tuvieron los oficios artesanal y comercial, aunque fueron
superados por los agrícolas, militares y religiosos, que de cierta forma se esperaba que
fueran los más representativos. No obstante, por ejemplo, el número porcentual que sacaron
los oficios de arrieros y comerciantes en las muestras mexicana y venezolana,
respectivamente, resulta muy atrayente; lo cual podría ser un indicativo de la importancia
que tuvieron los sujetos que desempeñaron esta actividad durante las guerras de
57
independencia. Los arrieros y los comerciantes que andaban de pueblo en pueblos se
caracterizaron también por difundir las noticias e imágenes en torno a los insurgentes, sus
acciones e ideales de lucha basados en lo que ellos habían visto y escuchado en los distintos
lugares de conflicto por donde andaban. La labor de estos sujetos en las guerras de
independencia fue muy valiosa, por ello se convirtieron en el centro de la mirada acusadora
de las autoridades coloniales.
1.4. El estado civil
La descripción del estado civil presenta, a simple vista, un comportamiento normal; se
esperaba que el número de casados resultara mayor en comparación con los solteros y los
viudos, porque, como advertid al analizar la muestra por edades, el insurgente americano se
presentaba ahí como un hombre maduro, con cierta estabilidad social y económica en
ambos territorios. Aunque considero que el estar casado no es condición suficiente para
determinar la madurez de un individuo o su nivel de estabilidad social o económico.
Por el resultado que arrojó la muestra mexicana por edades, donde el grupo de
adulto maduro (25-50 años) alcanzó el 63%, se podría esperar que el grupo de los casados
también mostrara un comportamiento parecido, pero no fue así. La muestra mexicana, que
en total fue de 403 individuos, el grupo de casados obtuvo el 55.6%, los solteros el 41.4%
y los viudos el 2.9%, la distancia entre los casados y los solteros es sólo del 14.2%, lo que
indica una proporción destacada de solteros en este virreinato para la época estudiada.
Cuadro IVa. Estado civil de los insurgentes, Nueva España, 1809-1820
Estado �º de Individuos Porcentaje
Casado 224 55.6
Soltero 167 41.4
Viudo 12 2.9
Total 403 99.9*
Fuente: AGN-México, Infidencia, 1809-1820 *El porcentaje no suma 100
58
La muestra venezolana presenta un comportamiento muy similar al observado para
la Nueva España; de un total de 524 individuos contabilizados, los casados sumaron el
54.7% contra el 42.3% de solteros y el 2.9% de los viudos. El margen que separa a casados
de solteros es del 12.4%.
En ambas muestras se aprecia una destacada representación de solteros, posición
que sorprende, sobre todo en estas sociedades coloniales donde las personas acostumbraban
casarse a muy temprana edad. La presencia de un grupo importante de solteros en este
conflicto es un indicativo de lo atractivo que pudo resulta el movimiento para esta parte de
la población, que por su condición de “marginalidad social”, como lo llama Van Young,
estarían en una posición más vulnerable para ser seducidos por los encantos que prometía la
guerra, al fin y al cabo no tenían nada que perder. Pero esa misma reflexión cabría
para ese grupo de casados que en ambas
Cuadro IVb. Estado civil de los insurgentes, Venezuela, 1809-1820
Estado �º de individuos Porcentaje
Casado 260 54.7
Soltero 201 42.3
Viudo 14 2.9
Total 475 99.9*
Fuente: AGN-Venezuela, Infidencia, 1809-1820 *El porcentaje no suma 100
muestras sacaron el mayor porcentaje. En este caso, ¿por qué un grupo de individuos con
familia, con cierta estabilidad social, con algo que perder, se arriesgaría a participar en la
guerra?; sería interesante también tratar de identificar qué motivó a estos individuos a
manifestarse en contra de las autoridades y apoyar la causa insurgente. Sí, al contrario de
los solteros, los casados tenían una supuesta estabilidad social y, quizás, económica,
entonces ¿qué fue lo que motivó a estos sujetos a empuñar las armas?; posiblemente haya
sido la condición de hombres maduros y conscientes de la situación política alcanzada por
las experiencias de los años vividos, y no tanto, la situación de hombres casados o solteros,
lo que motivó la participación de estos sujetos, muchos de los cuales sobrepasaban los 25
59
años de edad, como mostraré más adelante. Lo que implica que la explicación de que las
condiciones socioeconómicas fueron las causantes de la guerra de independencia no
aplicaría en este caso.
1.5. La denuncia del delito político
El móvil del juicio en estos documentos lo constituye la denuncia del delito político. Pero,
¿qué era considerado por las autoridades coloniales como un delito político? En los
documentos de la época se consideraba como delito político la falta conocida como de lesa
majestad humana, entendida ésta como aquella que atentaba contra el rey y el orden
establecido.52 En este sentido, los delitos políticos son aquellos actos delictivos a través de
los cuales se ataca la organización política del Estado. Antonio Ibarra sustenta que los
delitos políticos eran una construcción retórica de las autoridades a la luz de los temores
políticos de la época. Es decir, los temores al contagio de las ideas revolucionarias que
venían, especialmente de Francia, los que empujaron a las autoridades a perseguir, procesar
y castigar a todo aquel cuyo comportamiento pareciera transgredir la autoridad, lo que se
traducía como una falta esencial, conocida como el delito de lesa majestad.53 Lo que
probablemente implique que muchos de los procesados no eran realmente insurgentes y eso
sirva para ponderar los datos de condición socioeconómica y participación política.
Estoy de acuerdo en que una gran parte de los delitos juzgados en estas causas de
infidencia fueron una construcción discursiva de las autoridades reales y de la misma
sociedad que veían en ciertas acciones individuales indicios de sedición, sobre todo en los
primeros años de la guerra; sin embargo, no hay que perder de vista que una vez se
intensificó el conflicto, esas acciones ya no representaba un simple indicio o sospechas,
éstas se habían convertido en una expresión colectiva cada vez más recurrentes. Muchas de
las expresiones de estos individuos en contra del gobierno español y de sus representantes
habían adquirido un sentido específico en la contienda y, después de 1813, las autoridades
52 El poder del Rey se suponía que venía directamente de Dios. El crimen de lesa majestad era un delito contra el rey, pero también contra el orden divino y la religión. Cualquier colaboración con un crimen de esta envergadura estaba castigada con la muerte, la confiscación de bienes y el estigma para toda la descendencia masculina. Francisco Tomás y Valiente, El derecho penal de la monarquía absoluta (siglos XVI-XVII-XVIII), 1969. 53 Ibarra, “Crímenes y castigos en la Nueva España borbónica…”, p.257
60
comenzaron a ver en esas faltas auténticos actos sediciosos que buscaban derrumbar el
estado de cosas sostenido durante los tres siglos de gobierno colonial. Este cambio de
percepción de las autoridades hacia el infractor político se aprecia en estos documentos,
cuando al infidente se le comenzó a identificar como revolucionario. Por lo tanto, durante
el periodo de la lucha insurgente el delito político como la condena a dichos actos, se fue
transformando. Después de 1813 se puede considerar al delito político como una disputa
por el dominio del poder de quienes estaban en contra las instituciones imperantes.
En las causas de infidencias novohispanas no fue muy frecuente el uso del concepto
revolucionario, ni por las autoridades reales ni por los sujetos implicados en estos juicios.
La primera denuncia por el delito de revolucionario aparece en mi muestra sólo hasta el año
de 1813, lo que significa que a partir de ese año comenzó a cambiar la percepción de las
autoridades hacía los sujetos que al comienzo de la guerra llamaban infidentes; al
identificarlos como revolucionario se les otorgó una fuerte connotación política que
anteriormente no tenía la palabra infidente. En los documentos venezolanos la situación se
aprecia un poco diferente; las denuncias por el delito de revolucionario fueron muy
frecuentes, al parecer, las autoridades interpretaron tempranamente que las intenciones de
estos sujetos alzados tenían un claro significado político, cuyas acciones y palabras así lo
justificaban. No obstante, el momento en que el enfrentamiento entre los realistas y los
insurgente en Venezuela adquirió un significado político, fue con la llamada guerra a
muerte promulgada por Bolívar y por el oficial realista Tomás Boves en 1813. Con ese
decreto se identificó claramente en la contienda quién era el enemigo, ahí Bolívar
proporcionó a cada bando contendiente una identidad y un destino; de un lado, los
americanos que vivirían; del otro lado, los españoles prometidos a la muerte. Por lo tanto,
los temores de una ruptura política con España se hicieron cada vez más reales; los delitos
políticos que cometían los patriotas en su lucha contra el gobierno español ya no eran una
construcción retórica producto del temor de las autoridades, se habían convertido en una
realidad evidente.
Ahora bien, ¿qué delitos políticos eran los más perseguidos por las autoridades
españolas en el contexto de las guerras por la independencia?, en los documentos de
infidencias he identificado una gran variedad de estos delitos, los cuales he agrupado en
61
tres categorías siguiendo el esquema planteado por Ibarra;54 en una primera categoría
ubiqué las faltas de palabra e inteligencia, aquí incluí los delitos por sospechas de ser
infidente, por haber pronunciado palabras sediciosas, por la posesión o autoría de papeles
comprometedores, por convivencia con los insurgente, por conspiración, por seducción y
por ser espía insurgente. En una segunda categoría incluí las faltas por deserción, allí
relacioné dos tipos de deserción, la cometida por los militares que se fugaron de las filas del
ejército realista y aquella causada por el abandono del cargo civil; y en un tercer grupo
identifiqué las faltas por participación directa en la guerra, que comprenden los delitos de
insurgencia o patriotismo, rebeldía o revolucionario, cabecilla insurgente, oficial
insurgente, correo insurgente e insurrección y robo. Este mismo esquema fue usado para
clasificar los delitos tanto en la capitanía general de Venezuela como en el virreinato de la
Nueva España, ya que en las causas de infidencia hay una similitud en los delitos juzgados
en ambos territorios. En la muestra de los delitos para la Nueva España se contabilizaron
521 individuos, para Venezuela, un total de 525 individuos.
Del grupo general de la muestra mexicana resultan significativos los delitos por
convivencia con los insurgentes (22.1%), deserción de las tropas del rey (6.3%) y por
insurgencia (26.3%). Según mi muestra, esto fueron los delitos más perseguidos por el
tribunal de infidencia en el virreinato novohispano durante los años de 1809 a 1820, ellos
reflejaban la acción punitiva del poder y sus temores en un momento de crisis del orden
colonial. No cabe duda que la deserción y la insurgencia intranquilizaron los ánimos de las
autoridades, pues estos delitos no fueron el resultado de los avatares de las guerras por la
independencia, eran amenazas constantes a las que tuvo que hacer frente el gobierno
colonial durante gran parte de su régimen en las Indias.
54 Ibarra, “Crimen y castigos políticos…”, 2000, p.185.
62
Cuadro Va. Clasificación de infidencia por delito, Nueva España, 1809-1820
Acusaciones �º de Individuos Porcentaje
De palabra e inteligencia 245 47.0 Sospechoso 30 5.7 Palabras sediciosas 39 7.5 Papeles comprometedores 11 2.1 Convivencia con rebeldes 115 22.1 Conspiración 31 5.9 Seducción 16 3.1 Espía insurgente 3 0.6 Deserción 34 6.5 Abandono de cargo civil 1 0.2 Deserción de las tropas del rey 33 6.3 Participación directa 242 46.3 Insurgente 137 26.3 Rebelde 12 2.3 Cabecilla insurgente 13 2.5 Oficial insurgente 22 4.2 Soldado insurgente 12 2.3 Correo insurgente 5 0.9 Insurrección y robo 41 7.8
Total 521 99.8* Fuentes: AGN- México, Infidencia, 1809-1820 *el porcentaje no suma 100
No fueron tranquilos los tres siglos que gobernaron los españoles, desde el primer
momento se produjeron alzamientos, rebeliones e insubordinaciones por toda la América
hispana. Las denuncias por insurgencia fueron constantes, en las cartas e informes se
reportaba con cierta frecuencia el temor que sentían los vecinos de muchas localidades de
ser atacados por los insurgentes, la desazón en la que vivían y los maltratos, injurias y
amenazas que solían padecer. Por su parte, la deserción del ejército español también fue un
delito muy recurrente en el periodo colonial, pero éste se incrementó durante las guerras de
independencia de los territorios americanos. En el marco legal indiano se establecía un
castigo severo a los militares, oficiales y soldados que incurriesen en la deserción. A los
oficiales y soldados que abandonasen sus funciones en tiempos de guerra se le aplicaba un
castigo ejemplarizante y se le persuadía de tales conductas.55
55 Jorge Chauca García señala que “La deserción era mal endémico del Ejército de América lo que había hecho necesaria la flexibilidad como marco de reintegrar a los soldados prófugos, o el buen trato como medida preventiva de la deserción, así a mediados del XVIII Felipe V concedió indulto general a todos los desertores del Ejército […] los desertores, como castigo, debían cumplir servicio, generalmente ocho años, en las unidades fijas indianas. Igualmente el delito de deserción podía llevar aparejada junto a la carrera de
63
El otro delito político que caldeaba los ánimos de las autoridades en la Nueva
España fue la convivencia con los insurgentes, este delito en la muestra alcanzó un
porcentaje del 22.1%, el segundo mayormente denunciado. Por convivencia se entiende el
tener cualquier tipo de contacto o relación con los insurgentes, como el hablar con ellos, el
darle o recibir cualquier tipo de ayuda y convivir por cierto tiempo a su lado. Considero
que esta era una falta que se daba con cierta frecuencia porque la población estaba habida
por saber lo que sucedía y era muy común que en las calles o espacios públicos como
pulquerías y vinaterías la gente se acercara para enterarse de los eventos del día, por ende
se daban esta interacción con sujetos que se decían habían servido a la causa insurgente.
Estas forma de caracterizar los delitos políticos muestra el nivel de temor de las autoridades
hacía la insurgencia, ya que veían en estas acciones posibles actos sediciosos. Querían
mantener a la población lejos de cualquier contacto con aquellos individuos que habían
optado por seguir el partido insurgente, por temor a que toda la población se contagiara de
ese mal. Por ello, la convivencia con los insurgente fue el delito más perseguido por las
autoridades aunque no el más castigado.
En la muestra venezolana los delitos más significativos fueron por insurgente o
patriota, con 18.8%; por palabras sediciosas, con el 13.3%; por revolucionario, con el
11.4% y por oficial insurgente, con el 11.2%. Al igual que sucedió en la muestra mexicana,
en la venezolana la categoría de los delitos por participación directa tuvo el mayor
porcentaje, sin embargo, es mínima la diferencia porcentual que separa a este grupo de los
delitos de palabra e inteligencia. En esta capitanía general la mirada vigilante de las
autoridades española se enfocó, de forma muy pareja, en la persecución de los delitos que
ellos consideraban sediciosos; se observa un cierto equilibrio en cuanto al número
porcentual que obtuvieron dichos delitos en esta muestra, la brecha porcentual que separa a
un delito del otro es muy pequeña.
baquetas la pena de presidio por un tiempo variable, máximo en los reincidentes”. “Los ‘otros’ militares: desertores en la América Meridional Española del siglo XVIII”, 2004, p. 21. [en línea] http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/1366/1/RHM_22_11.pdf
64
Cuadro Vb. Clasificación de infidencia por delito, Venezuela, 1809-1820
Acusaciones �º de individuos Porcentaje
De palabra e inteligencia 212 40.3 Sospechoso 45 8.6 Palabras sediciosas 70 13.3 Papeles comprometedores 20 2.8 Convivir con rebeldes 39 7.4 Conspiración 17 3.2 Seducción 17 3.2 Espía insurgente 4 0.8 Deserción 43 8.2 Abandono de cargo civil 22 4.2 Deserción de las tropas del rey 21 4.0 Participación directa 270 51.4 Insurgente o patriota 99 18.8 Revolucionario 60 11.4 Cabecilla insurgente 37 7.0 Oficial insurgente 59 11.2 Soldado insurgente 11 2.1 Correo insurgente 4 0.8
Total 525 99.9*
Fuentes: AGN- Venezuela, Infidencia, 1809-1820 *el porcentaje no suma 100
Al compara las dos muestras de los delitos, Como primera impresión resulta la
variación que se presentó en la tipificación de algunos de los delitos ahí señalados. En la
muestra mexicana no es muy común encontrar testimonios donde se le acuse al otro de
revolucionarios, algunos que hallé lo hacen en los términos de rebelde, éste era entendido
bajo una concepción más cercana a una falta a la obediencia que los súbditos debían tenerle
a las autoridades reales, como la negativa a pagar impuesto, la desobediencia a algún
decreto del rey, el rechazo a un nuevo gobierno, lo cual no significaba el rehusar el
fundamento de legitimidad del poder. En Venezuela una de las acusaciones más reiterativa
fue la de ser revolucionario, lo que estaría indicando que las autoridades española tenían
una concepción más política de la guerra y de los actores que participaron en ella, vieron en
estos sujetos un claro interés de atentar contra el gobierno monárquico, buscando la
separación absoluta.
La deserción de las tropas del ejército español en el virreinato novohispano
preocupó más a las autoridades reales que el abandono del cargo civil, como se advierte en
la tabla Va. En el caso de la capitanía general de Venezuela, tanto la deserción de los
65
militares como el abandono de los cargos civiles fueron centro de atención de las
instituciones en cargadas de procesara los delitos político; el primer delito obtuvo el 4% y
el segundo, el 4.2%. La deserción de los funcionarios reales hacia la causa insurgente es un
tema relevante, puede ser un indicador de qué tan fuerte era el vínculo que se había
establecido entre los funcionarios reales y la corona española en este territorio.
Posiblemente, ese impulso de abandonar los cargos civiles para integrar el bando insurgente
haya correspondido más a un deseo de cuidar los privilegios obtenidos que a un acto
consciente de oposición a España. Sin embargo, no cabe duda que esta problemática resulta
de gran interés para identificar qué motivó a la población venezolana a participar en la
guerra de independencia venezolana.
De todos los delitos que se resaltan en la muestra venezolana, llama la atención la
proporción relativamente alta que sacó el delito por palabras sediciosa, lo que estaría
indicando, la eficacia que adquirieron las palabras como estrategia de comunicación y arma
intimidatoria en la guerra contra el gobierno español en Venezuela. La proliferación que
tuvo el delito de opinión en esta capitanía general, me lleva a pensar en una incipiente
opinión pública que ahí comenzó agestarse a raíz de la coyuntura política, la cual fue
adquiriendo fuerza en la medida en que las ideas independentistas se fueron extendiendo en
todo el territorio y los patriotas fueron ganando adeptos a su causa. Aquí el temor de las
autoridades estuvo relacionado con la difusión de las ideas insurgentes y el conocimiento
que de ellas tenía la población; por esta razón, la atención se centró en la persecución de
aquellos sujetos cuyas palabras perturbaran la estabilidad política. Este temor de las
autoridades españolas no era infundado, pues una estrategia que los insurgentes usaron, que
de cierta forma dio resultados, fue la comunicación que se hizo de boca en boca de las ideas
insurgentes, especialmente entre la población analfabeta.
1.6. La sentencia y la pena al delito político
Toda acusación que daba inicio al proceso judicial por el delito de infidencia tenía como
castigo la imposición de una condena, dicha acción marcaba el final del proceso judicial.
Según William Taylor,56 las sentencias dan información acerca de las normas de justicia y
los propósitos de las sanciones. Pero más allá de los aspectos legales, las condenas también 56 William Taylor, Embriaguez, homicidio y rebelión en las poblaciones coloniales mexicanas, 1987, p. 148.
66
reflejan percepciones existentes sobre los sujetos trasgresores e ideas sobre la forma de
mantener el orden público en una sociedad que parecía perturbada por la crisis que vivía la
monarquía española.
Con la ejecución de la sentencia se producía una publicidad que servía como
ejemplo y escarmiento, consiguiéndose así un efecto intimidatorio, cuya consecuencia
inmediata era la prevención de futuros delitos. El castigo puede entenderse como forma de
violencia física ritual, pero también instrumental y planeada, ya que ésta es una herramienta
que servir para reprender ciertos comportamientos y a su vez aparecer como una
escenificación de las autoridades que determinan quién y qué es castigado y qué tipo de
castigo debe ser suministrado.57 De esta manera, los castigos pueden convertirse en una
herramienta muy útil para pensar la sociedad que la produce. Así como también, los
argumentos de los actores involucrados en estos juicios reflejan aspectos del sistema penal
del periodo estudiado; en este sentido, los discursos de los acusados y testigos, de los
defensores y fiscales pueden ser leídos como realidades en contraste con lo que debía ser la
justicia según las leyes españolas, las cuales no siempre pudieron ser puestas en práctica
debido a la ineficacia del sistema penal colonial.
Es importante distinguir las sentencias de las penas realmente aplicadas, tal como lo
sugiere Ibarra, ya que en algunas ocasiones las sentencias emitidas por el juez que llevó a
cabo el proceso eran disminuidas o conmutadas por las autoridades que pronunciaban la
sentencia final;58 según se observa en los documentos de infidencia, en varias ocasiones el
virrey, en la Nueva España, dictaminó la última palabra sobre la sentencia de estos reos; en
Venezuela, esa tarea la cumplió el presidente de la Real Audiencia. Las penas más fuertes
que dejan ver la mano represora con la que actuó el poder colonia fueron: la prisión,
destierro, azotes, carreras de baquetas (el reo corría entre dos filas de compañeros que le
azotaban con los correajes de sus fusiles), trabajos públicos y muerte.
Las sentencias aplicadas en las muestras que aquí presento no sólo pretendieron
ejercer coerción y poder sobre los cuerpos de los acusados, sino que tuvieron una
57 El concepto de castigo a la que hago alusión aquí, es una combinación de la propuesta de Durkheim con la de Foucault. Donde el castigo puede ser visto como una expresión de la acción moral que sanciona cualquier agravio que se de en su contra, como una herramienta instrumental y útil por medio de la cual se manifiesta el poder. Lina M, Díaz, “Algunas consideraciones sobre el castigo. Una perspectiva desde la sociología”, pp. 141-172. 58 Ibarra, “Crimen y castigos políticos en la Nueva España…”, p.179.
67
importante función de prevención del delito político en una sociedad que dada la
convulsión política del momento, parece haber aumentado los actos de rebeldía e
insubordinación. Las sentencias a los delitos políticos identificados en estas muestras
variaban de acuerdo a la gravedad del delito cometido, las más representativas por su
número fueron: la libertad, muerte, prisión, destierro, trabajos forzados, amonestación y
embargo de bienes.
En la muestra mexicana tenemos un total de 486 casos donde se emitió la sentencia,
las cinco más significativa por el número de individuos sentenciados fueron: la libertad del
reo, con el 39.9%; trabajos forzados, con el 29%; la pena de muerte con el 10.1%; prisión,
con el 9.9% y la amonestación, con el 3.1%.
Cuadro VIa. Clasificación de infidencia por la naturaleza de la sentencia, Nueva España, 1809-1820
�aturaleza de la Sentencias �º de Individuos Porcentaje
Libertad 194 39.9 Muerte 49 10.1 Cárcel 48 9.9 Servicio de las armas 7 1.4 Trabajos forzados 142 29.0 Flagelación pública 2 0.4 Azotes 12 2.5 Fianza carcelaria 5 1.0
Destierro/exilio 12 2.5 Amonestación 15 3.1 Total 486 99.8* Fuente: AGN- México, Infidencia, 1809-1820 *El porcentaje no suma 100
Aquí resulta llamativo el alto porcentaje que obtuvo la libertad del reo y el
porcentaje menor que sacó la sentencia de muerte; se podría pensar que dada la tipificación
y gravedad de los delitos de infidencia, así como por el temor a la insurgencia y el
resentimiento que se fue acumulando durante la contienda, la sentencia a muerte podría
haber recibido un proporción mayor en esta muestra. Muchas de las sentencia emitidas
determinaron que no había pruebas suficientes, por lo cual las averiguaciones del proceso
condujeron a reconocer la inocencia del acusado; otras veces se archivó el caso y en otras
se concedió el indulto. Lo que refleja, desde mi punto de vista, no la mano “benevolente”
68
de las autoridades reales, sino una estrategia política con la que se quería atraer a los
súbditos insurrectos. O que efectivamente, se estaba procesando a muchos inocentes y por
ello no era posible condenarlos. Este punto podría apoyar la idea de que los sujetos con
cierta posición social, como los funcionarios reales, la acusación de su supuesta insurgencia
haya respondido a esta estrategia de las autoridades y no a una intención real de ellos por
las ideas insurgentes. El sólo hecho de la proclamación de la sentencia ya tenía efectos
disuasorios entre los trasgresores, al mismo tiempo que las autoridades apostaban a la
prevención del delito.
La pena de muerte, denominada en los expedientes como pena capital o de último
suplicio, fue aplicada mediante el fusilamiento del reo. El presidio, referente a las penas de
privación de la libertad, iba de 6 meses hasta diez años de reclusión en los presidios de las
islas Marías, en San Juan de Ulúa, de Acapulco y prisiones ultramarinas. Las mujeres
condenadas a prisión eran recluidas en “las casas de recogida”.59 Los trabajos forzados, a la
mayoría de los condenados a esta pena fueron enviados a trabajar en obras pública como la
zanja cuadrada, una obra que serviría de resguardo y protección a la capital del virreinato
en caso de posibles ataques insurgentes.60 Por su parte, el destierro o exilio, entendido
como el alejamiento forzado o inducido de una persona del lugar de su residencia habitual,
puede considerarse como una forma de castigar, prevenir o disuadir delitos generalmente
políticos; el reo era enviado fuera del virreinato o de alguna jurisdicción. La flagelación
pública, ésta estuvo acompañada de azotes, de carreas de baquetas y de otras penas que se
impartían en la plaza pública a los ojos de toda la gente como escarmiento. De todas estas
sentencias, a finales del siglo XVIII las penas más socorridas fueron las de trabajos en
obras públicas.61 Con las sentencias a trabajos forzados en obras públicas se buscaba un fin
utilitario, se proponía, como fin último, reprender al reo con el castigo (escarmentar) y dar
ejemplo a los demás. En otras palabras, vindicar e intimidar, a fin de generar el miedo
colectivo y de esta forma disuadir a potenciales contraventores. No obstante, de acuerdo
con el sistema judicial español, eran deseables las penas en trabajos forzados por su utilidad
59 Las mujeres tuvieron una escasa participación en los juicios por infidencia aquí sistematizados, y las que fueron acusadas no recibieron las condenas fuertes. Además, su relación con el ámbito carcelario fue distinta, ya que ellas no debían ser recluidas en las mismas prisiones con los hombres y en la mayor parte de los casos fueron remitidas a casas de espositos o a las “casas de recogidas”. 60María A., Pacheco Ch., “Rebeldes y transgresores. Entre los murmullos de la insurrección. La identidad de México, 1810-1814”, 2009, p.331. 61Tomás y Valiente, op. cit., pp. 353-405
69
en la construcción de obras públicas,62 lo cual explicaría también que esta sentencia haya
sido una de las más recurrentes en la muestra mexicana.
Fueron sentenciados a prisión 48 individuos en la muestra mexicana, pero esta
cantidad cambió al establecerse la pena efectivamente aplicada, aumentando en 50 el
número de los que finalmente fueron enviados a prisión; este incremento se debió a que 6
de los 49 que habían sido sentenciados a muerte se le conmutó la condena por años de
prisión; a otros dos de los 48 condenados a prisión se les perdonó y fueron puesto en
libertad, y dos más escaparon de la cárcel. También siete de los 142 que habían sido
condenados a trabajos forzados y, 4 de los 12 a destierro, se les perdonó otorgándoles el
indulto. Un porcentaje menor de los fallos imponía la aplicación de azotes en la plaza
pública y carreras de baquetas. Esta pena recaía sobre todo en los indígenas, negros,
mulatos y en los infractores ebrios, este castigo era humillante y se imponía para que
sirviera de escarmiento público.
En el caso venezolano, la muestra de sentenciados por el delito de infidencia fue de
466 individuos. Aquí sigue predominado una proporción alta en la sentencia de libertad
(43.5%) y un disminuido porcentaje a la condena a muerte (6.4%). Pero la distancia
porcentual que separa a uno del otro es superior a la presentada en la muestra mexicana.
También hay una reducción en el número de sentenciados a prisión (9.2%); de la misma
Cuadro VIb. Clasificación de infidencia por naturaleza de la sentencia, Venezuela, 1809-1820
�aturaleza de la sentencias �º de individuos Porcentaje
62 Taylor, Embriaguez, homicidio y rebelión…, p. 153.
70
forma se advierte el porcentaje menor de los condenados a trabajos forzados (4.9%) y al
servicio militar (4.7%), aunque hay un incremento en las condenas a destierro o exilio
(12.9%) y el embargo de bienes (8.6%).
El número de pena de muerte decretado por las autoridades española, resulta
insignificante en relación con el comportamiento radical mostrado por una gran parte de la
población venezolana, cuyos actos y opiniones en contra del gobierno colonia y sus
representante fueron excesivamente críticos. Además, en este territorio la zozobra y temor a
la insurgencia eran constante, pues ahí estaba especialmente presente, en los negros y
pardos, los acontecimientos revolucionarios de Haití. Sin embargo, al parecer, las
autoridades no actuaron con gran represión sobre los infractores venezolanos. Este
ambiente de temor y perturbación latente a que en Venezuela se pudiera repetir lo de Haití,
posiblemente hizo que las autoridades españolas actuaran en Venezuela con cierta
racionalidad al momento de penalizar estos actos delictivos, prefiriendo optar por castigos
más preventivos y disuasorios que por una represión irracional que pudiera encender aun
más los ánimos en contra del gobierno español. Quizás así habría que entender el por qué la
sentencia de el exilio o destierro haya sido la mayormente impuesta en la muestra
venezolana, con ella se buscaba prevenir y disuadir a los trasgresores del orden. Acción que
no dio resultado, pues muchos de los que exiliaron regresaron con mayor impulso a
combatirlos, como fue el caso de Simón Bolívar.
El caso del capitán realista Domingo Monteverde quizás pueda servir de ejemplo
para explicar cómo ese temor a la insurgencia en Venezuela llevó a las autoridades reales
actuar de forma racional al momento de imponer las penas por los delitos políticos. Este
capitán fue quien derrotó a los patriotas en 1812 e instauró de nuevo el gobierno español en
Caracas, pero su actuación contra los revolucionarios fue catalogada como tibia, ya que
durante su régimen, el cual se dio desde la segunda mitad de 1812 a una parte de 1813,
pocas personas fueron ejecutadas.63 Monteverde no ejecutó a muchas personas,64 pero hizo
sentir la mano represora de la autoridad como aquella que buscaba intimidar y escarmentar
63 Jaime Rodríguez, La independencia de la América española, 2005, p. 217. 64 En el periodo que va de la mitad de 1812 y parte de 1813, corresponde al gobierno realista de Domingo Monteverde, sólo se contabilizaron 5 casos donde se decretó la ejecución del reo político.
71
al infractor político, por ello a todos los que habían participado en los acontecimientos
revolucionarios de 1811 fueron encarcelados y a otros más los despojó de sus propiedades,
incumpliendo lo pactado en las capitulaciones que firmó con Miranda en 1812, lo que
marcó el despliegue de las tropas patriotas y la restitución del dominio realista. 65
Contabilizando las penas que se hicieron efectivas en la muestra venezolana, se
observa con más detalle la racionalidad con la que actuaron las autoridades coloniales, ahí
se dio una disminución en varias de las sentencias emitidas. Fueron conmutadas por prisión
4 de las 30 sentencias a muerte, y a 3 se les incluyó en las capitulaciones de Miranda. De
los 45 condenados a prisión 4 fueron indultados, 7 comprendidos en las capitulaciones y 3
se escaparon; 6 de los 60 desterrados se les perdonó y 4 de los condenados a trabajos
públicos fueron puestos en libertad.
En el virreinato novohispano es posible que las autoridades también hayan actuado
con cierta racionalidad, ya que el patrón de las sentencias, como señala Van Young, “indica
lo que puede llamarse un enfoque del castigo más instrumentalista que vengativo”;66
aunque ahí, como ya he mencionado, el número de individuos ejecutados fue mayor al
contabilizado para Venezuela, lo que estaría indicando una acción punitiva más vigorosa
de las autoridades española en contra de los insurgentes novohispanos. No obstante, el
número de 43 condenados a muerte y ejecutados, sigue siendo pequeño para la dimensión
del conflicto; el número de individuos destinados a trabajos forzados (131), confirma lo que
Van Young señaló, que las penas fueron más un castigo instrumental que una acción
vengativa de las autoridades virreinales.
En el virreinato novohispano también se sintió el miedo a la revolución haitiana,
pero fue especialmente el miedo a la revolución francesa lo que llevó a las autoridades, en
los primeros años de la contienda, a actuar con cierta represión contra toda manifestación
de desobediencia política. El miedo a la revolución francesas y a los franceses,
especialmente a Napoleón, fue transmitido a la población a través de bandos de gobierno,
artículos de gaceta y sermones con ellos se pretendía convencer a la población de que los
65 Las derrotas militares sufridas por el gobierno republicano en Venezuela llevaron a la imposibilidad de que el general Miranda sostuviera la República, por lo que decidió entrar en negociaciones con el oficial realista Domingo Monteverde. Esas negociaciones terminaron con la capitulación firmada en San Mateo el 25 de julio de 1812. De acuerdo con la capitulación, todos los efectos militares y el territorio venezolano se entregaban al jefe español Monteverde y las demás autoridades realistas se comprometían a respetar la vida y los bienes de los venezolanos. Rogelio Altez. “Breve reflexión sobre la capitulación de Miranda”, 2006, p. 256-280. 66 Van Young, La otra rebelión…, p. 126.
72
franceses radicados en Nueva España eran tan peligrosos como los que habían decapitado
al rey Luis XVI.67 En las fuentes de infidencia novohispana se aprecia esta persecución
contra los franceses y contra todo aquél que manifestaba cualquier simpatía por ellos. En el
periodo de 1809 a 1811 de mi muestra, fueron juzgados 15 individuos por acusaciones de
ser partidarios de los franceses y de Napoleón. En la capitanía general de Venezuela, de los
casos consultados, no hallé ninguno cuyo delito se especificara por la simpatía o apoyo a
los afranceses o a Napoleón; ahí se repudiaba a los francés como se hacía contra los reyes
españoles, a los que llamaban traidores por entregar España a los francés.
1.7. La intersección de las variables
Después de analizar por separado cada una de las variables que proporcionan información
acerca de las características sociales de los acusados de infidencia y de la acción punitiva
del poder, tales como la edad, el grupo étnico, el estado civil y los oficios, delito y
sentencia creo ahora importante realizar el cruce de dichas variables con la intención de
identificar ciertos patrones de comportamientos que arrojen luz sobre el carácter de la
contienda en relación con las características sociales de los sujetos acusados del delito de
infidencia.
El primer cruce entre las variables de edad y oficio no muestra grandes sorpresa. En
la muestra mexicana salta a la vista el porcentaje relativamente alto de los adultos maduros
desempeñando el oficio de religiosos (94.7%), lo cual indica que en la Nueva España, por
lo general, la edad de los religiosos osciló entre los 25 y 50 años. El promedio de edad de
los religiosos estuvo entre los 38,7 años, al parecer una edad que se puede considerar
normal, porque no era común encontrar curas menores de 25 años; quizás lo que inquietaría
un poco sería la baja presencia que tuvieron los adultos viejos, cuya edad superara los 50
años.
El desempeño de la actividad militar entre los grupos por edades está muy
balanceado; este oficio lo ejercieron, en proporciones similares, tanto adultos jóvenes como
adultos maduros, ver tabla VIIa. La guerra por la independencia novohispana motivó por
67 Gabriel Torres, “‘Conspiraciones’, miedos y rumores antes de la insurrección de 1810”, 2010.
73
igual a la población de jóvenes y adultos a tomar las armas, la edad no fue un impedimento
para salir a luchar. La sorpresa de la muestra es sin duda la presencia de los individuos
entre 15 y 24 años ejerciendo la actividad militar. También dos de los oficios donde los
adultos jóvenes se hallaron mejor representados fueron en los agrícolas y artesanales, si
tenemos en cuenta el porcentaje que estos dos oficios alcanzaron en toda la muestra. En
cuanto a los oficios de comerciante y civil, éstos fueron realizados en su mayoría por los
adultos maduros.
Cuadro VIIa. Clasificación de insurgentes por edad y oficios, Nueva España, 1809-1820
Un dato que llama la atención en la muestra venezolana, es la sentencia del embargo
de bienes que fue aplicada en un 50% a los desertores. Este hecho quizás se explique por la
relativa proporción de oficiales del ejército español y funcionarios reales que abandonaron
sus cargos, a los cuales se les siguió proceso penal por tal delito sin estar presente y a los
que la Junta de Secuestro decretó el embargo de todos sus bienes. En el virreinato
novohispano, fue la sentencia a prisión con la que se castigó mayormente el delito de
deserción. Es curioso que siendo uno de los delitos considerados de alta gravedad, haya
89
sido muy reducido el número de los que fueron sentenciados a muerte, ver cuadros XIIIa y
XIIIb.
Para concluir este capítulo, sólo quisiera destacar algunas de las cuestiones que
resultan más interesantes en esta aproximación cuantitativa y comparativa que realicé del
perfil social del infidente americano. En primer lugar, en los datos que arrojó la muestra
mexicana, la mayoría de ellos confirman los resultados hallados por Van Young y por
Ibarra; en el único punto que parecemos no coincidir es en el número de españoles e indios
que fueron acusados del delito de infidencia; en mi muestra los primeros tuvieron una
presencia numérica menor que los segundos, aunque la distancia porcentual que los separa
es relativamente baja. A diferencia de los números manejados por Van Young, donde los
indios sumaron el doble de los individuos contabilizados como españoles. No obstante, este
desfase numérico en cuanto a la participación de los grupos étnicos que presentan las
muestras, no significa que uno viniera a refutar al otro, para ello mi muestra tendría que ser
proporcionalmente igual o superior a la de Van Young. Por lo tanto, lo que mi muestra
representa es una aproximación al problema, no espero con ella refutar los datos señalado
otros autores, porque ninguna muestra es lo suficientemente exhaustiva. Mi intensión con
este estudio fue la de participar en la discusión trayendo a colación nuevos elementos que
ampliaran nuestra visión acerca de quiénes eran estos sujetos llamados los infidentes
americanos en un contexto más amplio y, un punto importante en esta reflexión fue la
comparación con otro espacio de la América hispana.
En la comparación de los datos obtenidos en las muestras mexicana y venezolana,
se destacan cuatro aspectos que considero de gran importancia para la discusión que realizo
en esta investigación. Uno de ellos es la destacada participación que tuvieron algunos de los
grupos étnico en estas muestras: los españoles e indios para el virreinato de la Nueva
España y, los españoles y pardos, para la capitanía general de Venezuela. A lo mejor este
señalamiento resulte algo evidente, por la conformación social de los grupos que habitaban
estos territorios en el periodo de estudio; no obstante, esta observación resulta necesaria ya
que la presencia y acciones de estos grupos en uno y otro lado, marcó el rumbo que
siguieron los acontecimiento de la guerra de independencia en esos territorios
hispanoamericanos.
90
Un segundo punto es la proporción asombrosa de adultos jóvenes solteros que se
observa en la muestra venezolana que, en contraste con la también sorprendente muestra
novohispana, resulta un hecho de especial atención. Esto sugiere que una gran parte de la
gente que participó en la guerra de la independencia venezolana había alcanzado una cierta
madurez, tanto de su posición en dicha guerra como del conflicto en sí; madurez adquirida
por la experiencia de los años vividos y no por su condición de hombres casados. La
escases de jóvenes en el movimiento insurgente venezolano es algo que inquieta e incita a
la búsqueda de mayor información al respecto porque, en comparación con lo percibido en
la Nueva España, ahí la insurgencia, al parece, sí puedo seducir a los jóvenes entre los 15 y
24 años de edad.
Un tercer asunto que cabe resaltar, es el relacionado con los oficios desempeñados
por estos sujetos. En ambas muestras la tendencia que presentan los oficios agrícolas es
relativamente mayor a la mostrada por los oficios artesanales y comerciales; pero en
Venezuela la distancia porcentual que los separa es mucho menor. Al parecer, los infidentes
venezolanos eran en su mayoría personas que, por el tipo de actividades que realizaban, se
movían más en el medio urbano que el rural. Caso diferente al novohispano, donde se
confirma lo sustentado por Van Young, un destacado carácter indígena y rural de la
insurgencia. Asimismo, de los grupos de oficios de la muestra venezolana llama especial
atención el porcentaje tan alto obtenido por los religiosos. No me esperaba que este grupo
alcanzara un número tan sobresaliente, ya que es poco lo que se conoce de la participación
de los religiosos en la insurgencia venezolana; al contario de los militares, a los que se les
ha dedicado una especial atención. También sorprende la presencia relativamente alta de
los oficios civiles; la deserción de los funcionarios reales a las filas de los insurgentes
puede significar dos cosas: el temor que estos sujetos sintieron por la posibilidad de
perderlo todo, si se oponían al nuevo gobierno o, el deseo de apoyar el movimiento
insurgente con plena conciencia de causa. Es difícil poder establecer cuáles fueron los
verdaderos motivos que llevaron a estos individuos a rebelarse contra la corona y sus
representantes, pero la presencia destacada de funcionarios reales en la insurgencia
venezolana, podría ser un indicativo de cómo se hallaba estructurada, en este territorio, la
lealtad u obediencia hacia la monarquía española.
91
Un último punto a considerar es la pluralidad que se advierte de la participación de
los grupos étnico en la insurgencia mexicana; misma que difiere en la superioridad
numérica que ostentaron los españoles y pardos en Venezuela. En la muestra mexicana por
adscripción étnica, aunque los clasificados como españoles sacaron el mayor porcentaje, la
distancia que los separa de los indígenas y las castas es mínima. En la muestra venezolana,
los españoles también superaron en número a los pardos, pero fue sólo este grupo el que
logró una representación numérica muy cercana al grupo de los españoles.
92
CAPÍTULO II
CONTROLAR, PERSUADIR E INFORMAR: LOS ESPACIOS DE LAS
INFIDENCIAS
En este segundo capítulo el interés lo he centrado en el estudio de los espacios de las
infidencias. Aquí abordo dos concepciones de espacio, la primera de ellas está relacionada
con el territorio, aquellos lugares donde se realizaron los juicios a los denunciados ante las
autoridades españolas por el delito de infidencia. Identifico en los mapas de México y
Venezuela los lugares donde actuaron tanto las fuerzas insurgentes como las realistas,
buscando ocupar y controlar parte del territorio como una muestra evidente del poder de
unos sobre otros. El espacio territorial es más que un simple contexto dentro del cual se
desarrolla un conflicto; el territorio juega un papel importante, él es un elemento
constitutivo de las formas específicas en que se desarrolla un determinado conflicto. Es por
ello que los juicios que se realizaron a la población novohispana y venezolana durante la
guerra emancipadora respondieron a un interés y preocupación de las autoridades españolas
por mantener y ejercer el control en un determinado territorio; y, a la guerra estratégica de
los independentistas en su interés por extender el movimiento y ocupar ciertos espacios de
poder.69 No es gratuito que el conflicto se haya dado especialmente en las ciudades y
poblaciones cercanas a las capitales de los dos espacios coloniales (ver mapas), pues ellas
representaban, para los actores en conflicto, un símbolo del poder, un espacio político y
estratégico en la guerra que se libraba. Un hecho trascendental que marcó el rumbo que
tomó la lucha por la independencia en la capitanía general de Venezuela, fue precisamente
el que las fuerzas insurgentes se apoderaran de Caracas desde el inicio del conflicto, ello
impulsó y fortaleció el movimiento.
Un segundo significado de espacio tiene que ver con aquellos espacios donde se
reproducían y difundían las noticas y los rumores acerca de la situación política presente,
tales como las pulperías, vinaterías, pulquerías, fondas y cafés, espacios donde la gente no
sólo sociabilizaba sino también debatía y comentaba asuntos que tenían que ver con lo 69 Henri Lefebvre sustenta que el espacio no es un objeto científico separado de la ideología o de la política; siempre ha sido político y estratégico. El espacio y política: el derecho a la ciudad, 1976, p. 46.
93
político. Allí la gente intercambiaba opiniones a la vez que se apropiaban de ciertos
espacios como lugares donde se decía y se hablaba de los asuntos públicos. Estos espacios,
por su misma concepción y actividad, propiciaban la interacción y le daban un determinado
sentido a la misma. En el estudio de estos espacios es importante resaltar cómo lo público
se fue introduciendo en el ámbito de lo privado y cómo lo privado se empezó a convertir
también en un espacio de debate de lo público. Esto nos habla de cómo se fue construyendo
en estos lugares de sociabilidad el espacio de lo “público”, en un momento en que las
estructuras de poder se tornaron autoritarias y represivas en contra de las manifestaciones
de descontentos e inconformidades que se dieron a raíz de la crisis de la monarquía
española en 1808.
La crisis monarquita también generó un interés por comunicar lo que acontecía, las
noticias tanto de Europa como de otros lugares de la América española eran traficadas a
través de los “diversos papeles” que circulaban por el territorio, como también por medio
de las habladurías y conversaciones que tenían lugar en los espacios de sociabilidad. Tanto
los realistas como los insurgentes utilizaron estas prácticas para informar a la población de
acuerdo a sus propios intereses, los sucesos políticos y bélicos que acontecían. Las
estrategias de comunicación empleadas por uno y otro bando tenían la intención de
informar a la población así como en desmentir lo que el otro notificaba. Estas prácticas de
deslegitimación o marginalización del discurso oponente fue una estrategia que marcó o
influyó en el desarrollo de las guerras de independencia, como lo documentaré más
adelante.
Pero antes de dar paso al análisis de los espacios de las infidencias y las estrategia
de comunicación empleadas por los bandos en conflicto, es importante nos ubiquemos en
los contextos políticos, sociales y cultuales tanto del virreinato novohispano como de la
capitanía general de Venezuela al momento del estallido de los movimientos
independentistas.
94
2.1. Al estallar las guerras independentistas
En mayo de 1808 se dio la llamada abdicación de Bayona, cuando los reyes de España
cedieron la corona a Napoleón Bonaparte y, éste a su vez, la entregó a su hermano José
Bonaparte. El episodio supuso el mayor desprestigio de la dinastía borbónica española, la
metrópoli y las provincias de ultramar se quedaron sin la cabeza del cuerpo administrativo
y político que era el rey y, en el proceso de hallar una fórmula que mantuviera el imperio
funcionando, los vínculos legales e históricos comenzaron a romperse, las partes quedaron
huérfanas y con ello sobrevino la conmoción revolucionaria que trastornó el orden antiguo
y dio nacimiento al nuevo orden. En la América hispana, la noticia de que ya no había rey
causó grandes zozobras en la población; unos optaron por una posición de separación total
con la metrópoli, otros pensaron en una autonomía de los reinos y algunos sólo decidieron
interpretar los sucesos como parte de una nueva cotidianidad.
Uno de los factores fundamentales que aceleraron el proceso independentista de la
América hispana fue la invasión de España por Napoleón en 1808. Tanto en la metrópoli
como en las Indias fueron señalados a Carlos IV y a su favorito, el ministro Godoy, como
los culpables de esta situación caótica. La corona pasó a manos de Fernando VII, hijo de
Carlos IV, pero Napoleón hizo que éste abdicara a su favor, entregando seguidamente la
corona a su hermano José Bonaparte. A raíz de este suceso y para contrarrestar el poder del
rey intruso, los españoles constituyeron una Junta Suprema Central Gubernativa del Reino
con diputados de las provincias metropolitanas para que gobernara a nombre de Fernando
VII. Pero el avance de las tropas francesas hizo que se disolviera esta Junta, quedando el
gobierno provisional en un Consejo de Regencia compuesto por cinco miembros, entre
ellos uno designado como representante de las colonias. En la América española, siguiendo
el ejemplo de Sevilla, también se crearon Juntas para conservar los reinos a nombre de
Fernando VII, no obstante, los americanos no reconocieron en la Regencia un poder
soberano ni legítimo. Siguiendo la teoría del neoescolasticismo suareciano del “pacto
traslatii”, algunos de los intelectuales americanos justificaron el derecho del “pueblo” a ser
soberano cuando la autoridad del monarca hubiera desaparecido temporalmente.70
70 Miguel Molina M., “Pactismo e independencia en Iberoamérica, 1808-1811”, 2005, p. 62-70.
95
Los límites del reformismo ilustrado, la amenaza napoleónica y las tensiones que
resultaron del enfrentamiento entre los defensores de los postulados liberales y quienes se
resistieron al cambio, tornaron especialmente convulsas las décadas que abarcó la luchas de
las independencias hispánicas. Como ha quedado señalado por la historiografía del periodo,
las repercusiones de los sucesos de Bayona en las colonias americanas fueron enormes.71
En la capitanía general de Venezuela y en la Nueva España, como en los demás reinos
españoles, las personalidades deliberaban en corrillos sobre lo que debía hacerse y la gente
comentaba las noticias venidas de Europa, las cuales deambulaban sin freno por toda la
América hispana. Pero unos y otros estaban de acuerdo en un punto: que Fernando VII
debía ser reconocido como legítimo soberano y José Bonaparte repudiado, pues no era sino
un usurpador. Toda esta situación política y diplomática obligó a que las sociedades
americanas decidieran formar gobiernos autónomos que desafiaran la dudosa autoridad
reconocida al Consejo de Regencia para ejercer el poder soberano en nombre del rey, y así
decidieran ellas mismas encargarse de velar por la permanencia de sus derechos y la
movilidad de sus productos.
En el año de 1809 comenzó en la América española el proceso de conformación de
Juntas de Gobierno Autónomas que asumieron su propio gobierno y se declararon
defensoras de los derechos de Fernando VII y en contra de la ocupación francesa. Para Luis
Villoro, la crisis de la monarquía producto de la invasión francesa a España, significó la
ruptura de todo vínculo jurídico y político, pero ante todo ideológico que entonces
vinculaba a la Corona y a sus Colonias. En este contexto, la discusión sobre la soberanía del
rey comenzó a ser discutida. No estando el soberano, ni habiendo sabido defender la
soberanía se va gestando en la conciencia de los criollos americanos la demanda y
exigencia de ser los garantes y responsables de todos los bienes nacionales. Algunas
autoridades de la Nueva España, como Melchor de Talamantes, oriundo del Perú, Francisco
Primo de Verdad, Síndico del Ayuntamiento de México y Juan Francisco de Azcárate,
Regidor de la Misma, expresan la idea de crear un Congreso General y de obtener una
71 Ver, por ejemplo: François-Xavier Guerra (coord.). Las revoluciones hispánicas: independencias
americanas y liberalismo español, 1995. José Portillo. Crisis atlántica: Autonomía e independencia en la
crisis de la monarquía hispánica, 2006. Alfredo Ávila y Pedro Pérez (coord.). Las experiencias de 1808 en
Iberoamérica, 2008.
96
independencia económica, mientras Fernando VII regresa al trono.72 Algunos de los
criollos ilustrados agrupados en el ayuntamiento de la Ciudad de México, encabezados por
Francisco Primo de Verdad, Francisco Azcárate, Jacobo de Villaurrutia y otros ideólogos
como Melchor de Talamantes, al tener noticas de los sucesos de Bayona propusieron al
virrey José de Iturrigaray, el 5 de agosto de 1808, que convocara una junta de ciudadanos
dirigida por él para que asumiera el gobierno, bajo el supuesto de que cuando el rey se ve
imposibilitado a ejercer el poder, la soberanía recae en el pueblo hasta que se restableciera
el monarca legítimo. El virrey Iturrigaray simpatizaba con las ideas del ayuntamiento e
incluso estaba de acuerdo en convocar a un Congreso Nacional. Debido a lo anterior, los
miembros de la Real Audiencia realizaron un complot para destituir al virrey y encarcelar a
los dirigentes del ayuntamiento bajo la dirección del rico y poderoso comerciante español
Gabriel Yermo. En la noche del 15 de septiembre de 1808 los partidarios del ayuntamiento
irrumpieron en la residencia de Iturrigaray llevándoselo preso. Al mismo tiempo fueron
aprehendidos los licenciados Primo de Verdad y Azcárate así como el fraile Melchor de
Talamantes.73 También se dieron otros intentos conspirativos en 1809; las ideas de
autonomía formuladas públicamente por el ayuntamiento de México, eran compartidas por
muchos intelectuales, oficiales y algunos eclesiásticos nacidos en la Nueva España.
Valladolid, hoy Morelia, y Querétaro fueron dos ciudades donde se llevaron a cabo varios
intentos conspirativos contra el gobierno español en los primeros años posteriores a 1808.
El cura Miguel Hidalgo, destacado líder insurgente, tenía contacto con del doctor Manuel
Iturriaga, uno de los integrantes de la conspiración de Querétaro de 1810.
Al iniciar la lucha, en septiembre de 1810, los insurgentes lograron derrotar al
Ejército Realista en varias batallas; sin embargo, a mediados de 1811, el Ejército Insurgente
perdió su capacidad ofensiva y los principales caudillos Miguel Hidalgo, Ignacio Allende,
Juan Aldama y Mariano Abasolo, fueron apresados por las tropas leales a la corona
española.
En el Virreinato de la Nueva España, los hechos se desarrollaron con
particularidades significativas: desde sus inicios, el movimiento insurgente tuvo un
marcado carácter indígena y de los sectores de abajo, con una dinámica insurreccional y 72 Luis Villoro, El proceso ideológico de la revolución de independencia, c2002, pp.43-61. 73 Ernesto de la Torre Villar, La Independencia de México, 2010, p.80.
97
revolucionaria. En el movimiento político iniciado en Dolores por el cura Miguel Hidalgo
y Costilla en 1810, incluyó a todos los grupos sociales y étnicos que integraban la Nueva
España, pero no calculó las consecuencias que implicaría la participación de una fuerza de
esta naturaleza, sin un designio fijo en materia política; así como tampoco midió las
proporciones de una probable o fatal anarquía que ello podía ocasionar. La precipitación
con que se dieron los hechos de la conspiración de Dolores, posiblemente no le dio el
tiempo suficiente a Hidalgo para formar un programa de gobierno que pudiera aplicar una
vez obtenido el triunfo. Por ello, pese al gran respaldo que Hidalgo tuvo de la gente no
pudo controlar la furia represada por siglos de agravios y humillaciones de la población que
despertó con el sonido de las campanas de su lucha.
Después de la muerte de Hidalgo tomó su lugar en la lucha otro cura, José María
Morelos quien levantó un ejército no muy numeroso pero bien organizado con el que fue
sumando algunos triunfos. Morelos pensando en unificara el movimiento insurgente,
organizó un congreso que redactó la Constitución de Apatzingán, ésta fue la primera
Constitución escrita en territorio mexicano, un “Decreto Constitucional para la Libertad de
la América Mexicana”, legitimada por los insurgentes en Apatzingán el 22 de octubre de
1814. Nunca entró en vigor, porque los insurgentes comenzaron a sufrir una derrota tras
otra. Morelos fue hecho prisionero cuando escoltaban al Congreso camino a Tehuacán; fue
fusilado en San Cristóbal Ecatepec, en el ahora estado de México, el 22 de diciembre de
1815. Fueron fusilados los primeros caudillos de la independencia, pero nuevos jefes
continuaron en pie de guerra, entre ellos: Nicolás Bravo, Pedro Moreno, Guadalupe
Victoria y Vicente Guerrero.
En la capitanía general de Venezuela, el 19 de abril de 1810 se dio la destitución del
capitán general Emparan, quien, pese haber frustrado dos intentos de crear juntas locales,
una en diciembre de 1809 y la otra en marzo de 1810, fue incapaz de impedir que la élite
compuesta de criollos y europeos crearan en Caracas la Junta Suprema de Gobierno
Conservadora de los derechos de Fernando VII.74 Una vez fue establecida esta Junta de
inmediato se invitó a las demás provincias de la Capitanía a asumir una conducta similar a
la presentada por los separatistas en Caracas, y a apoyar el gobierno de esa ciudad con base
74 Jaime Rodríguez, La independencia de la América española, 2010, p. 201-202.
98
en los mismo preceptos que argumentaron los peninsulares al crear la Junta Central en
España para desconocer el régimen advenedizo de José Bonaparte. Las ciudades de
Cumaná, Barcelona, Margarita, Barinas, Mérida y Trujillo, dieron su apoyo y adhesión al
proceso; Guayana volvió al gobierno de la Regencia española, y en Barcelona la
contrarrevolución triunfó unos meses, mientras Coro y Maracaibo siempre permanecieron
fieles al gobierno español.75
Después de 1810 la situación política en Venezuela se fue transformando y, entre el
5 y el 14 de julio de 1811, fue redactada, aprobada y publicada el acta de independencia de
Venezuela en la cual se decretó la separación absoluta de España. En este giro que cambió
la condición política de los venezolanos, tuvo gran influencia la presión ejercida por un
grupo de radiales de la llamada Sociedad Patriótica de la cual hacía parte Simón Bolívar,
cuyos objetivos consistían fundamentalmente en lograr la declaración de la Independencia
de Venezuela y el establecimiento de un régimen republicano y democrático; aunque las
intenciones de sus integrantes estaban dirigidas a conspirar en busca de la separación de
España, que en solicitar la igualdad de todos los venezolanos.76
En el inicio de la contienda, en el año de 1810, en Venezuela y México, como en
todos los territorios de España en América donde se establecieron juntas en defensa del
cautivo rey Fernando VII, la primera reacción fue la de conservar los reinos a la espera de
su regreso; en este sentido, los primeros intentos de constituir juntas de gobierno
autónomas no propusieron ninguna reforma de fondo. Salvo la ruptura –en ese momento
declarada como temporal– del vínculo con la metrópoli, las estructuras establecidas
permanecieron en general con poca o ninguna modificación.77 Al mismo tiempo, el
cautiverio del rey Fernando Séptimo en manos de los franceses despertó una serie de
emociones que tuvieron implicaciones políticas importantes. Antonio Landavazo escribió
para el caso novohispano:
Los sucesos de Bayona convirtieron las expectativas en un mundo mejor en dolor, miedo y frustraciones: pero además generaron sentimientos de
75 Zulimar Maldonado Viloria, “Las ciudades disidentes durante la independencia de Venezuela: el caso de Maracaibo”, 2005, pp.48-68. 76 Ibid, p.210. 77 Esta es una afirmación en que parecen coincidir todos los autores que integran el libro coordinado por Manuel Chust, (coord.). 1808. La eclosión juntera en el mundo hispánico, 2007.
99
compasión por la suerte del monarca como el “desgraciado”, el “oprimido”, el “inocente”, el “cautivo”, el “perseguido” de los malos […] Así, la compasión y lástima que despertaba la suerte del monarca activaba una especie de obligación moral de ayuda y solidaridad para con el caído que se tradujo en obligación pública.78
Si todos esos sentimientos de respeto, de compasión y obediencia despertó la prisión
del rey en la población novohispana, ¿qué pasó en la capitanía general de Venezuela?, ¿por
qué allí se observa una reacción tan radical en contra de los reyes españoles? Una gran
parte de los sujetos que fueron acusados de infidencia en Venezuela lanzaron insultos a la
imagen real, palabras agresivas como: “ilegítimo”, “muñeco de mierda”, “bueno para
nada”, “fantasma”.79 En mi opinión, las lealtades construidas y trasmitidas durante los tres
siglos de dominio español no cayeron en un mismo suelo fértil, la condición socio-cultural
y de vida de los individuos más vulnerables como los eran los indígenas y los negros,
fueron un factor importante que influyeron en el sentido que tomó la guerra en estos dos
espacios coloniales. Los criollos que encausaron el movimiento en ambos espacios se
enfocaron a objetivos inducidos por sus propios intereses y perspectivas, mismos que se
vieron en la necesidad de trasformar en la medida en que los diferentes grupos sociales iban
conformando también sus propias exigencias.80
No cabe duda que en los primeros años del conflicto, los criollos pensaban en
términos de la obediencia al rey cautivo, así como también los unía un sentimiento de
pertenencia a ese conjunto político que era la monarquía hispánica; pero, para los
venezolanos que optaron por la independencia absoluta después del 5 de julio de 1811, ese
78 Antonio Landavazo. “Fernando VII y la insurgencia mexicana: Entre la máscara y el mito”, p. 81. 79 Un ejemplo de este lenguaje violento lo encontramos en las palabras expresada por el teniente de justicia mayor en Venezuela, José María Payares, quien “…llamó godo a una persona y le dijo que estaban creyendo en un muñeco de mierda que sacan en Valencia con el título de Fernando Séptimo…AGN, Venezuela, Infidencia, t. XVII, exp.15, 1812. 80 Carmen Bohórquez describe esta situación para Venezuela de la siguiente manera: “Mientras que, por una parte, independizarse de la metrópoli representaba para los criollos la ocasión tantas veces reclamada de asumir el absoluto control político y económico de sus provincias, por la otra temían no poder contener las crecientes demandas de participación de los otros grupos sociales, en particular, de los pardos y mestizos; lo que equivaldría a la pérdida de sus privilegios. La memoria de los excesos de la Revolución francesa durante la época del Terror y, en particular, de la más cercana experiencia haitiana, los enfrentaba al dilema de renunciar a una monarquía opresora, aunque católica, aceptando un gobierno francés signado por el deísmo; o aprovechar la ocasión para declararse absolutamente libres de toda dependencia; lo que implicaba declarar libres a todos los componentes del cuerpo social y proceder al establecimiento de un nuevo contrato entre sus miembros”. Carmen Bohórquez, “El 9 de abril de 1810. Papel de Trabajo para la discusión”. [En línea]. http://www.albatv.org/El-19-de-abril-de-1810.html
100
sentimiento de pertenencia se trasformó, de hecho fueron los primeros en manifestar una
idea de separación con España. François-Xavier Guerra nos brinda una buena descripción y
análisis de esta apreciación:
Cada reino, cada provincia, cada ciudad tuvo entonces que definir autónomamente su posición ante el nuevo vacío del poder: asumir la soberanía u obedecer al Consejo de Regencia. Curiosamente, las regiones que poseían las identidades culturales más marcadas (México o Perú), los viejos reinos, fueron las que escogieron la lealtad al gobierno peninsular, mientras que las regiones periféricas, con identidades culturales mucho menos elaboradas (Buenos Aires o Venezuela), adoptaron la posición autonomista. Nueva prueba de la no concordancia entre identidad cultural y búsqueda de la soberanía…La explicación de esta paradoja reside en la mucha mayor cohesión política de los reinos, concretizada también en la existencia de estructuras administrativas bien establecidas…mientras que en las regiones nuevas la administración real, más reciente y débil, no hacía más que sobreponerse a las fuertes estructuras políticas de las ciudades-provincias. La toma de posición “lealista” de las autoridades regias tenía mucha más fuerza en los viejos reinos que en las regiones nuevas, en las que la autonomía de las ciudades era mucho mayor.81
Las apreciaciones hechas por Guerra son significativas, ya que Venezuela llegó a
constituirse como capitanía general sólo hasta el año de 1777; por lo que la administración
colonial para principios del siglo XIX en ese lugar se podría apreciar como débil, en
comparación con la ya muy fortalecida administración novohispana, que durante el periodo
colonial se había consolidado como el virreinato más importante de la monarquía española.
No obstante, esta supuesta debilidad administrativa no puede ser considerada como un
factor absoluto en la determinación de los venezolanos por independizarse de España, ya
que los criollos ricos venezolanos no querían perder los privilegios obtenidos bajo el
régimen español, pero las demandas de las masas empobrecida de pardos, negros, indios,
mestizos y “blancos de orilla” hicieron que la guerra tomara otro rumbo y los criollos no
tuvieron otra opción que aceptar las nuevas condiciones.82 Sin embargo, el poco control
institucional que ejercía la corona españolas en estos territorios periféricos permitió que los 81 Guerra, François-Xavier. “Identidad y soberanía: una relación compleja”, 1995. p. 20. 82 Aníbal Romero sustenta que los mantuanos desconfiaron de la corona al promulgar la Real Cédula de Gracias de 1795, que posibilitó a los pardos convertirse, mediante un pago, “en blancos, usar el apreciado (calificativo de) don, y ser tenidos por (hijos) legítimos”. Esta política de apertura hacia los pardos y “blancos de orilla”, y la crisis por la que pasaba España a manos de los franceses, llevó a tal grado de tensión la relación entre los mantuanos y España, que los primeros no tuvieron otra opción que la de tomar en sus manos la defensa del orden social existente. Aníbal Romero. “La ilusión y el engaño: la independencia venezolana y el naufragio del mantuanismo”, 2001. pp. 9 y 10.
101
criollos adquirieran gran poder económico y hasta político, porque, aunque el poder político
y económico real seguían residiendo en Europa, los terratenientes blancos del Caribe
comenzaron a tener cada vez más control sobre los asuntos de interés local. Dadas las
condiciones hostiles del territorio caribeño, los peninsulares no duraban mucho tiempo y
esperaban sólo a amasar fortuna para regresarse a España, por lo que crear instituciones
culturales semejantes a las europeas (colegios, teatros, periódicos, etc.) no estaba en sus
planes inmediatos.83
El proyecto de independencia venezolano fue concebido y ejecutado en sus inicios,
fundamentalmente, por un muy definido grupo social, el de los "mantuanos" o nobleza
criolla; 84 sector privilegiado y dominante que para la época se consideraba a sí mismo
prácticamente el dueño del país.85 No obstante, desde mediados del siglo XVIII, con las
políticas emprendidas por Carlos III con su intento de racionalizar su dominio sobre la
América española, se erosionó la participación de los blancos criollos en el manejo político-
administrativo de las colonias. Una acción ejecutada por la corona española para combatir
el contrabando que se hacía en el Caribe, especialmente en Venezuela, y lograr que España
ejerciera el monopolio comercial, fue la de establecer la Compañía Guipuzcoana de
Caracas, creada en 1728 por los vascos y con participación accionaria de la corona
española. Esta Compañía recibió la protección del rey quien garantizó que ninguna otra
persona o empresa recibiera permiso para intervenir en este comercio. El establecimiento
de esta compañía trajo consigo cambios profundos en el sistema de comercio tradicional de 83 Héctor Léger Mariño comenta que “Los periódicos hicieron su aparición en las capitales, por lo general ciudades portuarias, pero no llegaron a otras zonas. Las iglesias con frecuencia tenían ministros por lo general ausentes y los teatros y cabarets surgieron antes que las escuelas. De hecho, los niños eran enviados a Europa para ser educados allí, aunque en algunos casos se contrataban tutores para que les impartiesen una formación particular. Sin embargo, a finales del periodo colonial maduro cada vez más residentes en las islas habían visto frustrarse sus planes de abandonar el Caribe y se resignaron a permanecer en el trópico. En este momento, comenzó a surgir una sociedad cada vez más similar a la europea”. “Historia de Venezuela. El contacto con los europeos, conquista y colonización”, p. 21. [en línea] http://es.scribd.com/doc/42676022/historia-venezuela. 84 Un excelente estudio sobre este grupo de los mantuanos, es el escrito por Inés Quintero. La conjura de los
mantuanos, 2002. 85 Frédérique Langue señala que, a grandes rasgos, los criollos pueden ser considerados como los hacendados, los llamados aristócratas, terratenientes, “mantuanos” o “grandes cacaos”; argumenta que eran una aristocracia territorial relativamente cerrada, considerada con frecuencia como una casta que practicaba de manera nítida la endogamia nobiliar. Comenta que para 1805-1806 en las listas del Consulado, el 40% de los hacendados registrados pertenecían todavía a estas grandes familias. Dejando las actividades comerciales a los españoles peninsulares, de origen gaditanos o canarios. Frédérique Langue, “Orígenes y desarrollo de una élite regional. Aristocracia y cacao en la provincia de Caracas, siglos XVI-XVIII “, 2005. [En línea], http://nuevomundo.revues.org/769.
102
las provincias venezolanas. Los cosecheros se vieron afectados por el monopolio que la
compañía efectuaba y los terratenientes criollos se vieron desplazados en el comercio con la
metrópoli. La Compañía fijaba los precios de acuerdo a sus conveniencias, causando graves
perjuicio de los consumidores y del productor local. Estas medidas produjeron un
descontento general y la oposición de ciertos sectores de la población.86
En la Venezuela de finales del siglo XVIII, la élite criolla ejercía un mayor control
político y económico sobre los españoles peninsulares que allí se encontraban, aunque eran
los peninsulares los que tenían en última instancia las riendas del orden administrativo
colonial. Por su parte, los criollos novohispanos se vieron más limitados por la presión
constante que los peninsulares ejercían sobre ellos, tanto en el ámbito económico como en
la burocracia colonial. John Lynch explica esa presión de los peninsulares sobre los criollos
en la Nueva España sustentando que:
En México la competencia era grande y los criollos tenían que esforzarse mucho para estar a la altura de los inmigrantes y fuera de las castas. Porque los criollos sufrían constantemente la presión de nuevos inmigrantes, que rápidamente se establecían como encargados del comercio, haciendas y minas, y cuyos hijos obtenían puestos en la milicia y en los consejos municipales. Pero apenas conseguían la hegemonía, cuando se veían acosados por una nueva oleada de peninsulares con quien tenían que compartir el poder y las oportunidades…La liberación iba a ser ardua en la más valiosa de todas las posesiones española.87
Para el caso venezolano, este mismo autor argumenta que la independencia fue un
acto político preventivo, “de intención conservadora en lo social”, cuyo objetivo clave era
la preservación de la estructura del poder interno.88 En efecto, el temor a una inminente
guerra social estaba en la mente de los mantuanos, quienes tenían presente los sucesos
desarrollados en la revolución de los esclavos en Haití;89 así como también las revueltas
86 Léger Mariño, op. cit., p.28. 87 John Lynch. Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826, 2008, p. 293-297. 88 Ibid, pp. 193-197. 89 Juan Martínez escribió: “Lo cierto es que el acontecimiento Haitiano, fue la Revolución más radical de fines del siglo XVIII y principios del XIX y tuvo una gran influencia en el Mundo Atlántico. Con su ejemplo generó por igual enormes temores y esperanzas tanto entre amos como esclavos, y tuvo una relevante participación activa y solidaria en las independencias Hispanoamericanas. Indudablemente uno de los procesos políticos con el que más vinculaciones tuvo fue con el venezolano y el resultado de este encuentro fue ambiguo, produjo represión y temores, pero también la promoción de la libertad individual, la
103
con reivindicaciones políticas y económicas acaecidas en tierras venezolanas como la
insurrección protagonizada por el negro Chirino en 1795 y la rebelión de Picornell, Gual y
España en 1797. Estos eventos influyeron en el ánimo e intenciones tanto de los grupos
subalternos como de los grandes dirigentes criollos del movimiento independentista
venezolano, imprimiéndole a éste algunas singularidades que permite diferenciarlo del
novohispano. Por ejemplo, en la guerra verbal donde se expresaba el deseo de un extermino
del enemigo, mismo sentimiento que manifestaban los negros haitianos contra los
franceses.
No cabe duda acerca de las profundas desigualdades sociales que existían en el
período colonial; éstas se mostraron de forma evidente cuando el régimen colonial
hispánico hizo crisis en Venezuela así como en México, debido a las consecuencias de la
invasión napoleónica en la península Ibérica. Afloraron entonces las contradicciones
sociales que implicaban el sometimiento de los pueblos indígenas, de los esclavos
africanos, de la población mestiza en general y de los blancos que no poseían poder
económico. Estos actores fueron cobrando conciencia de su lugar político y social; en
particular, salió a la luz la disconformidad por la discriminación de la que eran objeto, por
el estatus étnico-político inferior que se les daba y por el desprecio con que los trataban los
blancos criollos. Un ejemplo de cómo fueron expresados estos odios hacía los blancos se
muestra en el juico realizado en 1815 al esclavo José Echenegucia en Venezuela, quien dijo
que “con los blancos debería hacerse lo mismo que hicieron en Santo Domingo, matarlos a
todos”. 90
Estos resentimientos se canalizaron a la hora del enfrentamiento en los grupos de
negros, mestizos, mulatos y pardos quienes más habían sufrido la mano implacable de la
opresión y discriminación especialmente por parte de los ricos criollos, los que tenían el
control de la tierra. Algunos de los dirigentes del bando realista usaron el descontento de
estos grupos para atacar la fuerza insurgente. Por ello, algunos autores, como Laureano
Vallenilla91 han señalado que muchos de estos grupos se pasaron al bando realista para
luchar en contra de la oligarquía criolla. Este autor sostiene que la guerra de independencia emancipación nacional y la solidaridad interamericana”. Martínez. “Haití y Venezuela en la época de la Independencia. Influencias, solidaridades y desencuentros”. 2008, p. 1. 90 AGN, Venezuela, infidencia, t. XXXI, exp.10, 1817. 91 Laureano Vallenilla. Cesarismo Democrático. 1994.
104
de Venezuela fue una guerra civil, y enfatiza en la caracterización de una sociedad colonial
profundamente excluyente para ubicar allí el origen del terremoto social que estalló a partir
de la declaración de independencia por los mantuanos en 1810-1811.
Sería posible pensar que en la Nueva España no tuvo lugar un conflicto en cuanto a
los prejuicios de raza en las magnitudes vividas en la Capitanía de Venezuela; la relación
entre la élite criolla y los grupos sociales que consideraban inferiores no estuvo
determinada por un enfrentamiento evidente entre estos grupos. Peter Guardino parece
confirmarlo al resaltar algunas apreciaciones en este sentido, aunque éstas sean sólo para el
caso de la costa de Guerrero -faltaría saber si ello tuvo lugar también en el resto del
territorio virreinal-:
En la costa, donde las instituciones comunales eran débiles, los terratenientes tenían poco interés en preservar categorías raciales, ya que los mulatos hacía tiempo eran campesinos libres y el mantenimiento de la raza como una categoría oficial no era necesaria para obligarlos a trabajar. Generalmente, los campesinos e indígenas de la costa de Guerrero no atacaban a los criollos que no se oponían militarmente a la insurgencia. En la Costa Grande, las divisorias diferencias entre los grupos étnicos eran exitosamente superadas enfatizando la unidad en contra de los extranjeros. En las negociaciones que terminaron la guerra casi diez años después, los líderes rebeldes insistieron en dar plenos derechos ciudadanos a los mulatos así como a blancos, mestizos e indígenas.92
Como se puede apreciar en las tablas sobre la clasificación étnica de los grupos de
individuos juzgados por el delito de infidencia (cuadros XIa y XIb), para Venezuela, los
grupos étnicos que más se destacan por el número de juicios que se les siguieron son los
llamados pardos y, en la Nueva España, son los indígenas. Participación que no sorprende
ya que ambos grupos, pardos e indios, tenían la más alta representación poblacional en
Venezuela y Nueva España, respectivamente, en el período en cuestión. (Ver cuadros Ia y
Ib)
Puede resultar interesante para este estudio señalar algunas de las diferencias socio-
culturales que se distinguían entre estos dos grupos étnicos. Es relevante lo que escribe
Felipe Castro acerca de las diferencias culturales entre los grupos indígenas y los mulatos
92 Peter Guardino. “El nacionalismo: una microhistoria”, 1992. [En línea] http://www.fractal.com.mx/F37PeterGuardino.html
105
en la Nueva España a finales del siglo XVIII;93 él sustenta que en la población de
indígenas, los líderes de las revueltas vacilaron y se mostraron temerosos de su suerte
personal al tomar la decisión de romper con las últimas amarras que los ataban al orden
colonial. Así “los gobernadores y oficiales de república mostraron una gran preocupación
por cubrir sus actos con protestas de lealtad y, con frecuencia, realizaron una desesperada
búsqueda de perdón cuando vieron su causa amenazada”.94 Los mulatos, aunque tampoco
logaron tal hazaña, actuaron con una mayor decisión ante el poder colonial; en un juicio
citado por castro se advierte esta reacción, donde en el interrogatorio a uno de los líderes
mulatos éste señaló: “… que pertenecía a uno de los grupos menos integrados a los valores
de la sociedad colonial”.95
Quizás las anteriores valoraciones me sirvan para explicar el por qué de la
agresividad en las palabras de algunos venezolanos en contra del rey y de los peninsulares,
en su mayoría, pronunciadas por la población de negros y pardos. Por ejemplo, las
pronunciadas por la esclava negra Josefa Meneses a quien se le acusó de haber comentado
que: “Las pascuas próximas la celebrarían los patriotas en Caracas, y se pasarían a cuchillo
a todos los españoles y criollos leales al rey”.96 Esta población, por su descendencia
esclava, sufrió una discriminación legal mucho más fuerte que la vivida por la población
indígena, además carecían de organizaciones que las representaran. Todo ello permitió,
llegado el momento, que se diera una posición de deslinde con las instituciones coloniales,
incluyendo al rey; porque el lazo no era lo suficientemente fuerte, como sí resultó ser el
caso de la población indígena en la Nueva España.97 En este sentido, comparto la idea
93 Felipe Castro, Iueva ley y Iuevo rey: Reformas borbónicas y rebelión popular en Iueva España, 1996. 94 Ibid, p. 247 y 248. 95Cita tomada de Felipe Castro, Ibid, p. 248. 96AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXVIII, exp.2, 1815. 97 Van Young sostiene: “Por mucho, la respuesta más común dentro del rango previsible de expresiones indígenas acerca de la figura del monarca español es la perteneciente a la categoría de lo que se ha llamado el legitimismo ingenuo. En su forma premesiánica, este sentimiento encontró sus modos de expresión propios y espontáneos”. Este autor señala que una creencia milenaria, particularmente difundida era que Fernando VII habría escapado del cautiverio francés y huido hacia la Nueva España, dónde apoyó la rebelión realizada en su nombre. Van Young, La otra rebelión…, pp.810-815. Comparto la opinión de Peter Guardino, quien asevera que “…no hay evidencia de una línea de creencias campesinas milenarias separadas del conocimiento o preocupaciones de los líderes insurgentes criollos. A principios de 1811, Morelos le dijo a un posible recluta mulato que: El rey Fernando, es cierto que estuvo preso en Francia, pero los ingleses lo quitaron y lo trajeron a este reino. En tierra dentro está bien cubierto hasta que ganemos todo el reino, que luego que quitemos a los gachupines ya está ganado, y entonces sale nuestro rey a gobernar y Nuestra Señora Guadalupe, que es tan milagrosa, está en nuestra ayuda”. Peter Guardino, op. cit., p.9.
106
sustentada por Castro que: “Tal parece que enfrentarse a la dominación colonial implicaba
también hacer frente a concepciones muy arriesgadas en la propia conciencia, una
contradicción que probablemente se hallaba en el fondo de la ambigüedad en la actitud de
muchos dirigentes”.98
No pretendo sustentar que las diferencias culturales y étnicas hayan sido las causas
absolutas que detonaron la guerra y su posterior radicalización, porque fueron muchos los
factores que incidieron en ello; lo que intento señalar es que estos elementos, que son
propios de un determinado contexto y sociedad, no deben pasar desapercibidos en los
análisis que se hagan sobre los discursos, los imaginarios, las representaciones y los
símbolos que guiaron e incitaron a la acción política a los sujetos que intervinieron en las
guerras independentistas de principios del siglo XIX en Hispanoamérica.
Las diferencias que se crearon entre los grupos étnicos que conformaban la sociedad
colonial al momento del estallido que dio inicio a las guerras emancipadoras, también se
pueden observar en estas fuentes de infidencia. En ellas se destacan palabras que llevan el
mismo odio contra unos y otros, especialmente de los negros libres y esclavos y de los
indígenas hacia los blancos criollos y españoles; éstos últimos representaban para los
primeros, el centro de todos los sufrimientos padecidos. En la historiografía venezolana se
insinúa que las masas subalternas no luchaban por la independencia del país sino para
vengar agravios que habían estado padeciendo durante siglos en manos de los nobles
terratenientes blancos, en su mayoría criollos, quienes habían iniciado la lucha por la
independencia con el propósito de conquistar el poder político para asegurarse los
privilegios que habían alcanzado en la colonia.99 No obstante, aunque hay expresiones de
odio hacia los “blancos”, que se pueden interpretar como un odio generalizado a criollos y
peninsulares, en las fuentes se observa la tenencia a enunciar una violencia expresamente
dirigida en contra de los peninsulares y no contra los criollos, tanto en Nueva España como
en Venezuela, como veremos más adelante. Sin duda alguna, la guerra se reflejó en el
fuerte deseo colectivo que había entre los americanos por expulsar y, en última estancia,
aniquilar a todos los españoles europeos, discurso que identificó y justificó la guerra en
98 Castro, op. cit., p. 248. 99 Ver: Laureano Vallenilla, op. cit. Uslar Pietri. Historia de la rebelión popular de 1814, 1954. Aníbal Romero, op. cit.
107
estos territorios españoles; pero los diferenció la posición que asumieron unos y otros ante
la justificación de la lealtad al rey Fernando VII.
Los sucesos que se dieron después de 1808 ocasionaron un vacío de poder de
legitimidad del gobierno que por siglos había garantizado la unidad y fidelidad a la
monarquía. Las Juntas empezaron reconociendo la autoridad real, pero propiciaron el
comienzo del proceso independentista. En Venezuela, a pesar que la Junta que se estableció
en 1810 proclamó su defensa a la causa de Fernando VII, para 1811 se habían declarado
“Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión y
dependencia de la Corona de España o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o
representantes…”.100 En Venezuela, la polémica “máscara de Fernando VII” no hizo parte
de la estrategia de los dirigentes del movimiento independentista; ahí después de 1811,
incluso antes de esta fecha, esos actores comenzaron a mostrar una decisión clara de
romper con la monarquía española, con aquellos que guardada alguna relación con ese
pasado, para establecer un gobierno republicano. Esa misma toma de conciencia de ruptura
con la monarquía española tardo un poco más en surgir en los actores políticos que
comandaron el movimiento novohispano. Una cuestión que incidió en esta acelerada
definición de los venezolanos tiene que ver con la identidad cultural que allí se fomentó con
relación a lo español durante los tres siglos de dominio colonial, que en mi opinión, fue
muy débil. Los venezolanos que establecieron su separación de España no sólo plantearon
una separación política, sino también cultural, desde el inicio se cuestionó el ser español y
comenzó a tener mayor peso el reconocimiento como americano, donde el discurso de la
lealtad y amor a la patria americana fue fundamental para logara la unidad; de esta
discusión me ocuparé más adelante.
2.2. En la lucha y control del territorio
Las guerras de independencias no se desarrollaron en todo el territorio del virreinato
novohispano ni de la capitanía general de Venezuela. Se dieron espacios donde el conflicto
tuvo mayor presencia debido, quizás, a los interese y a las estrategias usadas tanto por el 100 Haydeé Miranda Bastidas y Hasdrúbal Becerra, La Independencia de Hispanoamérica Declaraciones y
Actas, 2005, p. 17.
108
bando insurgentes como por las autoridades reales. Para la Nueva España se habla de la
importancia que tuvieron algunos pueblos y ciudades del centro y sur del territorio
novohispano, donde se dieron importantes conspiraciones contra el gobierno español así
como fuertes enfrentamientos entre el bando insurgente y el realista.
De 1810 a 1811, que se ha señalado como la primera etapa del movimiento
novohispano,101 en ellas se resaltan las insurrecciones de las ciudades de Celaya,
Guanajuato, Valladolid, Guadalajara, Zacatecas y San Luis Potosí, en las cuales se
establecieron gobiernos insurgentes. Pero en otras ciudades se rechazó la propuesta
insurgente y se optó por la adhesión al régimen virreinal. Como fueron los casos de las
ciudades de México, Puebla, Oaxaca, Veracruz, Tlaxcala y Querétaro. No obstante este
panorama se fue trasformando al tomar Morelos el mando del movimiento insurgente en
1812, aunque antes de esta fecha Morelos ya hacia parte del movimiento. Sus operaciones
fueron esencialmente en el actual estado de Guerrero, Michoacán, México, Puebla,
Veracruz y Oaxaca. Después de la muerte de Morelos en 1815, el movimiento insurgente se
debilitó, a partir de 1816 la guerra por la Independencia se llevó a cabo en una guerra de
guerrillas. Los jefes rebeldes permanecieron separados entre sí: Vicente Guerrero en las
montañas del sur, Guadalupe Victoria en Veracruz, Nicolás Bravo en el sur de México y
Manuel Mier y Terán en Puebla.102
En la capitanía general de Venezuela, después de los sucesos de 1808 algunas
ciudades también mantuvieron su posición de fidelidad al régimen español, mientras que
otras tomaron la decisión de conformar Juntas autónomas. A diferencia de la Nueva
España, en Venezuela el bando insurgente ocupó la capital de la capitanía desde los inicios
de la guerra, en 1810, expulsando al capitán general Vicente Emparan junto con los otros
funcionarios gubernamentales españoles. Ocupar la ciudad de Caracas, centro del poder
101 Georges M. Devaux Burlin identifica cuatro etapas en el movimiento independentista novohispano: “ la de inicio que comienza con el grito de Dolores y el levantamiento de Miguel Hidalgo y Costilla, que termina con la muerte de los primeros insurgentes (1810-1811); la de organización (1811-1815), etapa en la que el movimiento alcanza su momentos más importantes, con triunfos del bando insurgente; la etapa de debilitamiento del movimiento (1815-1821), con una lucha de resistencia de las diferentes partidas insurgentes de la altiplanicie, con el único objetivo de impedir la desaparición de la lucha; y una última etapa ( de febrero a septiembre de1821), de consumación de la independencia”. “La guerra de independencia y revolución en los llanos de Apan”, [en línea] http://bicentenario.hidalgo.gob.mx/descargables/monografia/Apan.pdf, p. 5. 102 Ernesto de la Torres Villar, La independencia de México, 2010, p.77-117.
109
real, fue especialmente importante para la lucha e intereses de los patriotas, desde ahí
comandaron todas las acciones para extender el gobierno patriota a las demás ciudades y
pueblos, aspiraciones que significó grandes esfuerzos y la vida de muchos venezolanos y
europeos.
Siguiendo el ejemplo de la capital de la capitanía, Caracas, otras de las más
importantes ciudades también crearon juntas, tales como Trujillo, Cumaná, Barinas,
Barcelona, Mérida y Margarita. La jurisdicción de Coro (perteneciente a la provincia de
Venezuela) y las provincias de Maracaibo y Guayana rechazaron los sucesos de Caracas y
mantuvieron su fidelidad y obediencia a la monarquía siguiendo los lineamientos de la
Regencia. El conflicto por la independencia de España también evidenció las tensiones
internas que ya se venía gestando tiempo atrás entre las provincias venezolanas. En este
contexto de rivalidades internas, Trujillo, Mérida, La Grita y San Cristóbal aprovecharon la
coyuntura política para proclamar su independencia del gobierno de la provincia de
Maracaibo al cual pertenecían. 103 La hegemonía de algunas capitales provinciales, que en
su condición de cabeceras de provincia ostentaban una supremacía, negaba toda posibilidad
no solo de igualdad política, sino también de representación a las demás ciudades y
poblaciones. Ciudades capitales de provincia, como Caracas, Cumana y Barcelona, por
ejemplo, ocupaban la escena política y manifestaban su derecho a asumir la soberanía de
sus territorios. Esta pretensión hegemónica de las ciudades capitales y el dominio casi
exclusivo que ejercía la capital, Caracas, produjo gran inquietud en algunas ciudades y
pueblos del interior que veían con preocupación esta situación, lo cual, evidentemente, puso
en peligro la tranquilidad pública. Es así como la disputa entre monárquicos y republicanos
por la legitimidad y la lealtad tendría su explicación en el marco de la complejidad de la
lucha por el poder y el control de los espacios.
Los datos extraídos de los casos de infidencia nos muestra un panorama similar al
antes descrito para ambos espacios coloniales; la mayoría de los casos se ubican en la parte
central de los dos espacios coloniales, por lo que el conflicto político parece haber tenido
mayor repercusión en las ciudades y poblaciones cercana a las capitales de ambos
territorios, como se puede aprecia en los mapas I y II. En el caso del virreinato
103 Maldonado Viloria, op. cit.
110
novohispano, los lugares donde se produjo el mayor número de casos fueron: Sombrerete
Total 31 ESTADO DE ZACATECAS Nº REF Localidad Nº de juicios
40 Sombrerete 7 62 Zacatecas 9
115
Uno de los triunfos de los realistas sobre los patriotas venezolanos que marcó la
guerra fue el ocasionado por el comandante español, Domingo Monteverde; éste al
conseguir derrotar a los patriotas en 1812 implantó el terror en la Capital. En esos años,
entre 1812 y 1814, la situación en Venezuela fue de guerra total, de guerra a muerte.
Monteverde comandó una dictadura militar, represiva y despiadada contra los que
habían tomado partido por la revolución de 1810. Por ello, la respuesta de los patriotas se
puede resumir en aquella terrible proclama de Simón Bolívar de guerra a muerte emitida
desde Trujillo el 8 de julio de 1813.
Una de las ciudades y fuertes esenciales para el abastecimiento de la república fue
Puerto Cabello, además allí estaba la mayor parte de la artillería, las municiones y la
pólvora con las que contaban los patriotas para continuar la guerra. Desde ese fuerte se
mantenía vigilada la ciudad. Los patriotas perdieron el control de dicho fuerte a manos de
los realistas en 1812, cuya batalla duró seis días; después de ello los realistas invadieron la
ciudad de Puerto Cabello forzando a los patriotas que ahí estaban a salir huyendo, entre los
que se hallaba Bolívar. La ciudad de La Victoria, por su cercanía a Caracas, fue blanco de
constantes enfrentamiento durante todo el periodo de la guerra. En esa ciudad se dio una
fuerte batalla en 1814, en la que fuerzas realistas al mando de José Tomás Boves intentaron
tomar la ciudad de La Victoria siendo rechazados por un contingente republicano, en su
mayoría estudiantes, liderados por el general José Félix Ribas. Maracaibo, a pesar de no
haberse sumado a la causa independentista, también fue golpeada por la mano dura del
gobierno español. Allí se dieron varios conatos de insurgencias que perturbaron
constantemente los ánimos de las autoridades reales.104
104 Por ejemplo, Zulimar Maldonado señala que en el año de 1811 se presentaron en la ciudad de Maracaibo “constantes rumores sobre la sospecha que varios individuos preparaban actos conspirativos y vociferaban en contra del Gobierno Provincial y a favor de Juntas similares a la de Caracas, llevaron a las autoridades locales a practicar el arresto de don José de Mesa, don Félix de Soto, don Juan Evangelista González y de don Lucas Baralt, acusados del delito de conjuración”. Lo que produjo que las autoridades implantaran mayores controles y medidas de vigilancia. Maldonado, op. cit., p. 55.
Fuente: creación propia a partir de los casos de las Causas de infidencia, 1809 1820, AGN, Venezuela.
116
MAPA II
Fuente: creación propia a partir de los casos de las Causas de infidencia, 1809 1820, AGN, Venezuela.
117
Estados y localidades donde se realizaron los juicios de infidencia,
Venezuela, 1809-1820
ESTADO DE ARAGUA Nº REF Localidad Nº de juicios
22 La Victoria 20 4 Maracay 15
14 Choroní 1 7 Camatagua 3 6 Villa de Cura 9
44 San Sebastián de los Reyes 1
5 Cagua 2 45 Santa Cruz
de Aragua 3 total 54 ESTADO DE ANZOÁTEGUI Nº REF Localidad Nº de juicios 53 Barcelona 20 Total 20 ESTADO DE BARINA Nº REF Localidad Nº de juicios 52 Barinas 37 Total 37 ESTADO DE CARABOBO Nº REF Localidad Nº de juicios
3 Valencia 13
34 Puerto Cabello 63
48 El Tocuyito 1 27 Montalalbán 1
Total 78 CARACAS Nº REF Localidad Nº de juicios 9 Caracas 153
Total 153
ESTADO DE PORTUGUESA Nº REF Localidad Nº de juicios 32 Ospino 1 26 Mijagual 1 19 Gunare 1 Total 3 ESTADO DE FALCÓN Nº REF Localidad Nº de juicios
15 Coro 12 Total 12
ESTADO DE GUÁRICO Nº REF Localidad Nº de
juicios 37 El Sombrero 1 41 San Juan de Payán 2 31 Altagracia de Orituco 7 40 San José de Tiznao 2
TOTAL 12 ESTADO DE LARA Nº REF Localidad Nº de juicios
2 Barquisimeto 9 10 Carora 7 35 Quibor 2 29 Obispo 1 46 Santa Rosa 1 36 El Tocuyo 2
Total 22 ESTADO DE MÉRIDA Nº REF Localidad Nº de juicios
Total 27 ESTADO DE SUCRE Nº REF Localidad Nº de juicios
11 Cumaná 11 12 Carúpano 4
Total 15 ESTADO DE VARGAS Nº REF Localidad Nº de juicios
23 Maiquetía 1 18 La Guaira 14
Total 15
ESTADO DE YARACUY Nº REF Localidad Nº de juicios
39 San Felipe 1 Total 1 ESTADO DEL TÁCHIRA Nº REF Localidad Nº de juicios
21 La Grita 4 38 San Cristóbal 1
Total 5 ESTADO DE TRUJILLO Nº REF Localidad Nº de juicios
43 San Rafael 2 49 Trujillo 18
1 Betijoque 2 Total 22 ESTADO DE ZULIA Nº REF Localidad Nº de juicios
24 Maracaibo 30 Total 30
119
La lucha por el control de ciertos territorios estratégicos para la victoria, delimitó el espacio
territorial donde se concentraron las acciones bélicas tanto de realistas como de los
independentistas. En este sentido, los espacios donde se dio el mayor número de juicios por
el delito de infidencia, correspondió tanto a la intención de las autoridades por evitar la
propagación de las ideas insurgentes, como también, por debilitar el poder que el
movimiento estaba adquiriendo en estos territorios. Pero no sólo el enfrentamiento por la
preeminencia de los ideales realistas o independentistas tuvo lugar en las batallas por el
control de los espacios territoriales, sino también en aquellos otros espacios de sociabilidad
donde los diversos sectores de la población comentaban y debatían sobre los temas
políticos del momento. Estos espacios, como mostraré a continuación, cumplieron un papel
fundamental en la difusión de las ideas independentista.
2.3. Las pulquerías, pulperías, vinatería y cafés: espacios de socialización, de debate y
difusión de las ideas insurgentes
Como he vendió sustentando, la crisis de la monarquía española suscitada por la invasión
de los franceses en 1808, generó diversas transformaciones en todos los ámbitos de la
sociedad tanto en España como en sus territorios americanos. Desde entonces comenzaron
a aparecer nuevos elementos en diversos escenarios y nuevos actores en los que se fueron
configurando otra forma de percibir la realidad. En los territorios de la América española,
las guerras emancipadoras propiciaron la aparición de una violenta irrupción por la
conquista de la libertad de expresión. Esta nueva realidad política se comenzó a manifestar
pública o clandestinamente en actos y ceremonias, en las calles, en los parques, en los
cafés, pulquerías, pulperías y vinaterías y en los diversos “papeles” oficiales o clandestinos
que circulaban por todo el territorio. Estas prácticas de comunicar e informar fueron
abriendo un espacio para la discusión y la opinión. A través de los diversos papeles
elaborados y divulgados por las autoridades reales como por los bandos disidentes,
conformaron el candente debate político que buscaba legitimar una determinada posición
política. Lo cual permitió la posibilidad de que se extendiera el debate político a otros
espacios; éste dejó de ser un debate que sólo incumbían al ámbito de lo privado para
120
incursionar en los espacios públicos y llegar por diversas vías al conjunto de la sociedad
hispanoamericana.
La necesidad de opinar e informar, como el afán por saber de lo que acontecía tanto
en Europa como en los otros territorios americanos, fue imponiendo lo que posteriormente
se conocería como “opinión pública”.105 Algunos autores han sustentado que fue en el
siglo XVII cuando se comenzó a precisar en Europa el concepto de lo “público”
diferenciándolo de lo “privado”, que anteriormente parecían inseparables.106 Para tal
periodo se entendió por “público” todo aquello en lo que el Estado tenía injerencia, en tanto
lo “privado” fue concebido como todo aquello que escapaba del control del Estado. Si bien,
siglos anteriores al XVIII, en el campo religioso con la Reforma Protestante, en Europa se
dieron las primeras manifestaciones del juicio crítico contra del status quo imperante, fue
sólo a partir del siglo XVIII cuando el régimen monárquico fue sometido a la crítica y
cuestionado sus fundamentos. Esta nueva esfera pública no formó parte del Estado, fue, por
el contrario, un ámbito en el que se pudo hacer frente a las actuaciones del Estado y
someterlas a crítica. Se dio, entonces, el surgimiento de la opinión pública como fenómeno
social que irrumpía en un nuevo espacio que proclamaba el derecho universal a la libertad
de expresión. Ésta nació con la ilustración en el siglo XVIII, pero se manifiesto en la
América española con el advenimiento de las guerras independentistas.
En las sociedades de la América hispana, como señala Guerra, la aparición de la
opinión pública comenzó a manifestarse en el transcurso de las guerras independentistas,
especialmente en el periodo de 1808 a 1814, cuando tuvo lugar la enardecida discusión
política que buscaba solucionar el problema de la soberanía y la representación debido a la
ausencia del rey.107 En la península, a partir de 1808, con la crisis política de la monarquía
105 Es importante advertir, como señala Guerra, que: “Los años 1808-1814 son años claves en el mundo hispánico para la aparición de la opinión pública moderna… Pero ni la libertad de prensa ni la multiplicación de las publicaciones implican, por si mismas, la existencia de una opinión pública en el sentido que hoy damos a la expresión; es decir, de ese inmaterial «tribunal» ante el cual están llamados a comparecer las ideas y los hombres”. François-Xavier Guerra, “‘Voces del pueblo’. Redes de comunicación y origen de la opinión en el mundo hispano (1808-1814)”, 2004, p. 257. 106 Roger Chartier, Espacios públicos, critica y desacralización en el siglo XVIII, 1995, pp.33-39. Jürgen Habermas señala que La opinión pública o general, surge en occidente como consecuencia de las transformaciones políticas y sociales a finales del siglo XVIII, no como una mera inclinación, sino más bien como una postura reflexiva, razonada y discutida abiertamente sobre los asuntos públicos. Habermas, Historia de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública, 1994, pp. 124. 107 Guerra, op. cit.
121
española, desaparecen los límites a la libertad de prensa y a partir de ese momento se dio
una avalancha de impresos de todo tipo destinados a encender los ánimos contra la invasión
francesa. Todos estos impresos lograron llegar a los territorios americanos, incitando
también ahí al debate político que empezó a circular en las colonias a través de las gacetas,
folletos, cartas y diverso “papeles” de contenido político. En estas circunstancias, fue como
los americanos por primera vez empezaron a participar del debate político que existía en
España; así como también, la influencia de la revolución francesa llegaba de forma masiva
a los territorios de la América española. Pero como señala Guerra, aunque se habían dado
toda esta explosión de textos en la prensa y folletos, su escritura seguía siendo controlada
por las autoridades reales, lo que impedía que fueran abordados públicamente los
problemas candentes del momento. Por lo que la discusión de dichos asunto, señala Guerra,
se vio relegada a los ámbitos de sociabilidad de las élites, tales como las reuniones
familiares, tertulias, sociedades literarias, cafés o, en otras modalidades existentes antes de
la crisis, como lectura colectiva de libros, periódicos y cartas y el uso del manuscrito.108
En los convulsionados e inciertos años de la invasión francesa a España, se habla de
conspiraciones de los franceses que habitaban en la Ciudad de México. Algunos de estos
personajes fueron acusados de realizar reuniones clandestinas en sus casas, como fue el
caso del relojero de origen francés, Nicolás Fabias, acusado de que en su relojería, situada
en la calle de Plateros, se reunían en tertulia varios francés a conspirar en contra del
gobierno español. No se puedo comprobar nada de ello, por lo cual fue puesto en
libertad.109
Durante el período en que trascurrieron las guerras de independencias
hispanoamericana fue un momento paradigmático con respecto a la persistencia y cambio
de los formatos de sociabilidad. Se dio la propagación de asociaciones110 en las que se
promovieron las artes, las ciencias y la política. Salones de lectura, cafés, academias y otras
108 Guerra, op. cit., p. 632. 109 AGN, México, Infidencia, vol. 6, exp. 14, 1809. 110 Un ejemplo de estas nuevas formas de sociabilidad lo constituyó la Sociedad Patriótica fundada en 1810 por un connotado grupo de la sociedad criolla de Caracas, pero donde también participaron miembros de otros grupos sociales como pardos y mujeres. Esta tertulia, de marcada influencia masónica y afinidad con el Club de los Jacobinos; fue el primer centro de difusión y discusión de las ideas filosóficas modernas creadas en el territorio venezolano. Ver, Carol Leal Curiel, “Tensiones republicanas: de patriotas, aristócratas y demócratas: la Sociedad Patriótica de Caracas”, 2007, pp.231-264.
122
asociaciones, empezaron a representar una nueva sociabilidad frente a las tradicionales, en
las que lo público se había reducido sólo al intercambio de rumores y noticias en plazas y
mercado. Las tertulias después de los sucesos de 1808 intensificaron su actividad y se
constituyeron en espacios de abierta discusión, no sólo de contenidos de libros y periódicos
como se hacía a finales del siglo XVIIII, sino de asuntos políticos vigentes e inéditos. En
ese momento convulsivo, un lugar destacado en la conformación de espacios de
sociabilidad en el contexto de las guerras emancipadoras, lo constituyeron los curas
adheridos a las parroquias; estos personajes desempeñaron un papel fundamental, toda vez
que emergieron del conflicto armado como las figuras sociales con mayor ascendencia
moral y capacidad de convocatoria entre los vecinos (aspecto del que me ocuparé en otro
capítulo).
Otros lugares, de los que poco se conoce de su importancia en esta conformación de
los espacios de sociabilidad en el contexto de las guerras independentistas, fueron las
pulquerías, pulperías, vinaterías, cafés, fondas, etcétera. La proliferación de reuniones en
estos espacios de sociabilidad informal, fueron concurridos con diferente intensidad tanto
en función de su peso específico como por su relevancia social y política, por individuos de
los diferentes grupos sociales. En este apartado dedicaré algunas páginas a describir grosso
modo, la importancia que estos espacios tuvieron en la difusión de las ideas
independentistas. Estos espacios también jugaron un permanente rol para el desarrollo de la
sociabilidad de las ideas así como de los proyectos políticos, sociales, económicos y
culturales. 111
Los lugares de consumo de alcohol y de juegos de azar, son espacios propicios para
la discusión de diversos temas de la vida cotidiana, en los que nunca faltan las discusiones
de carácter político. En las causas de infidencia, en varias de las denunciadas que se
hicieron, los acusados alegaron estar ebrios y por ello no sabían lo que habían hecho,
especialmente en aquellos casos cuya denuncia había sido por expresar palabras sediciosas
111 Jorge Uria percibe los lugares de la sociabilidad como escenarios que no siempre son neutros o armónicos, sino, que ellos pueden responder a las representaciones del poder de los grupos sociales hegemónicos. Es decir, que con frecuencia estos espacios se construyen en territorios donde conviven varios grupos sociales, entre los que se podría observa una convivencia tanto desahogada como conflictiva como parte de los antagonismos que existen en cualquier sociedad. “Los lugares de la sociabilidad. Espacios, costumbres y conflicto social”, 2002, pp.205-206.
123
y por el delito de seducción. En un contexto donde no existía el derecho a la libre expresión
y el que se manifestaba corría el riesgo de terminar en el paredón o, en el mejor de los casos
en las mazmorras, el alcohol pudo ser una buena excusa para evadir tales castigos. Un
ejemplo de ello sería el caso del almonedero José Marrandón,112 quien en el año de 1809 en
un café de la calle del reloj de la Ciudad de México, profirió insulto contra los europeos,
manifestando el odio que él sentía hacia ellos delante de algunas personas que se hallaban
en el lugar, incluyendo al dueño del café, quienes se incomodaron por las palabras
producidas por Marrandón yéndose a fuertes discusiones. En vistas que sus palabras no
habían sido bien recibida, el día siguiente Marrandón se disculpó “asentando no sabía lo
que había hecho” porque estaba ebrio, lo que no evitó que fuera denunciado ante las
autoridades por expresarse en términos sediciosos. El alcohol posibilitaba una atmósfera
desinhibida, donde se podía actuar entre lo “oculto” y lo “público”. Los seguidores del
partido insurgente tuvieron que recurrir a acciones “ocultas” donde generaron un discurso y
una práctica de lo oculto para posteriormente actuar en la esfera de lo público. Y, el
alcohol, pudo ser el telón perfecto si la intención del hablante era inducir o seducir con sus
palabras a la acción disidentes. Jorge Mendoza señala: “Vemos pues, que ayuda a los de
abajo las tabernas, el carnaval, la noche; y es que una subcultura en la disidencia no hace
sino aprovechar los eslabones débiles en un cadena de sociabilización impuesta y que
desean deshacer”.113
El vigor de los ataques de las autoridades reales en contra de los lugares de
concurrencia de venta de bebidas alcoholices, como las pulquerías, pulperías, cafés y
vinaterías,114 no se explica tanto por los peligros que acarreaba la ingestión del alcohol o,
por la salubridad de los lugares donde se expendía, sino más bien, por la celosa actitud de
las clases dominantes hacia unos lugares que ocupaban un puesto esencial en la
sociabilidad de las clases baja que eran singularmente difíciles de controlar o cuartar de
algún modo. Virginia Guedea sustenta que:
112 AGN, México, Infidencia, vol. 4, exp. 5, 1809. 113 Jorge Mendoza García, “Movimientos sociales: entre la resistencia y la confrontación, entre lo privado y lo público”, 2006, p. 193. [en línea] http://redalyc.uaemex.mx/pdf/726/72620107.pdf. 114 Ver, Bando sobre licores, vinos, aguardiente y pulque. del 27 de septiembre de 1811. En Juan Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México (1808-1821), t. 5.
124
La falta de un control efectivo sobre los habitantes de amplias zonas de la ciudad de México influyó no poco en los problemas que presentaban regular y frenar el consumo que en ella se hacía de bebidas embriagantes. Las disposiciones de las autoridades civiles y eclesiásticas para conseguirlo fueron asimismo numerosas y continuas, tanto para reglamentar el uso de las bebidas permitidas como para erradicar el de las prohibidas, cuya reiteración hace ver también su poca eficacia.115
Las acusaciones por el delito de “expresiones sediciosas” o de “seducción” que se
hallan en ambos fondos de infidencia, una gran parte de ellas fueron cometidas en lugares
donde se realizaba la venta o el consumo de alcohol. Espacios en los que era imposible
contener las emociones de los que ahí se congregaban, por lo que resultaba lógico que se
suscitaran desórdenes. Eran espacios públicos que se encontraban sujetos a la vigilancia de
las autoridades, no obstante, ellos pueden ser percibidos como pequeños ámbitos de
libertad, a los que se les asignaba la idea de un espacio libre donde estaba permitido romper
con las normas estatuidas. En aquellas sociedades tradicionales estos recintos funcionaron
como voceros, creando estados de opinión sobre sucesos, noticias, rumores, oficiando de
prensa oral de los sucesos del día. Por ejemplo, en el proceso instruido al religioso
franciscano Fray Miguel Sugastegui por haber proferido palabras sediciosas en la Ciudad
de México, allí, los testigos que declararon en su contra, señalaron que en el café de la calle
del reloj este fraile se expresó en malos términos contra “los señores Ministros de la Real
Audiencia, censurando sus acuerdos con motivos de lo ocurrido en la Península,
asegurando había de quedar este reino independiente y coronado dentro de pocos días el
señor Iturrigaray”.116 No he encontrado mayores referencias sobre este café de la calle del
reloj en la Ciudad de México, pero por los testimonios que se hallan en las causas de
infidencia, al parecer, este café fue muy concurrido por un sector de la sociedad criolla
novohispana que compartía cierta afinidad con la causa independentista.
Los lugares que aparecen con mayor frecuencia en los testimonios de las causas de
infidencia venezolanas son las pulperías. Su origen data de principios del siglo XVII, y
proveía todo lo entonces indispensable para la vida cotidiana: comida, bebidas, velas
(bujías o candelas), carbón, remedios y telas, entre otros, pero también eran el centro social
115 Virginia Guedea, “México en 1812: control político y bebidas prohibidas”, 2006, [en línea] http://www.historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc08/096a.html. 116 AGN, México, Infidencia, vol. 128, exp. 9, 1809.
125
de las clases humildes de la población, allí se reunían para conversar y enterarse de las
novedades, así como para consumir bebidas alcohólicas y realizar juegos de azar. Jaika
Tejada sustenta que:
Las pulquerías además de ser centro de abastecimientos de alimentos, vestuario, herramientas y demás efectos para los sectores sociales medios y bajos desde el punto de vista social, eran centros de reunión para la conversación, dispersión y entretenimiento. Durante los siglos XVIII y XIX, las pulquerías eran en realidad lugares de encuentros sociales…constituían el lugar de reunión casi exclusivo de la población parda. Allí circulaban las noticias y los “chismes”; se cultivaba la amistad y se “limaban” diferencias.117
Tanto los cafés, las pulperías como las pulquerías, eran punto de encuentro, de
diversión, relajación y de intensa relación social, donde se toleraban las chanzas y se
compartían opiniones diversas sobre asunto de la vida personal o privada. Estas
características propias de estos espacios, puedo también ser utilizada por los seguidores del
movimiento insurgente como estrategia para disfrazar sus intenciones políticas al momento
de ser descubiertos sus propósitos al intentar captar adeptos a la causa. Es decir, que al
igual que la escusa de la ebriedad, el señalar que lo expresado había sido en tono de chanza,
nunca en serio, también fue una práctica a la que regularmente recurrieron los acusados de
haber expresado palabras sediciosas en estos espacios. Tenemos el caso de Jorge García,
vecino del pueblo de Altagracia de Urituco, quien se identificó como blanco, de 22 años y
de actividad platero.118 Fue acusado por un tal Pedro Navas quien señaló que estando en la
tienda de pulpería y estanco de José Rodríguez en los años de la revolución de Caracas -
entre 1811 y 1812, antes de ser tomada la capital nuevamente por los realistas en 1812-
García le arrancó de su sobrero una cucarda con el nombre de Fernando VII, tirándola al
suelo y pateándola pronunció las palabras siguientes: “esa porquería no se carga más”. Al
ser denunciado ante las autoridades por el que García consideraba su amigo, se justificó
señalado que: “Sabía era leal al Rey y osaba el restablecimiento de su soberanía y que aquél
acto lo ejecutó como lleva expuesto por la demasiada confianza que tenía con dicho Nava”.
La sentencia del juicio dio como resultado la libertad de García. El ambiente de relajación
117 Jaika Tejada, “Pulperos, pardos e independencia en Venezuela, 1812-1814”, 2001, p.67. [en línea] http://virtual.uptc.edu.co/revistas/index.php/historia_memoria/article/viewFile/1121/1069 118 AGN, Venezuela, Infidencia, t II, exp. 7, 1812.
126
de estos espacios, expendedores de alcohol y de intensa relación social, se prestaba para
que entre amigos y conocidos se dieran estos tipos de encuentros.
Lo fundamental es que, más allá de la importancia de los temas y de las
conversaciones que se dieron en estos espacios, se trata de formas de encuentro en las que,
dentro de las condiciones informales de igualdad, de participación y en un ambiente de
espontaneidad, las opiniones empezaron a confrontarse y, en ocasiones, a mostrar puntos de
apoyo argumentados en el debate de la cultura política del momento. Las palabras que los
diversos sujetos de mis fuentes usaron en la construcción de sus discursos y comentarios
sobre los acontecimientos del momento o en relación con el movimiento insurgente, hacían
parte de un discurso mayormente estructurado elaborado por los intelectuales
revolucionarios de la época, tales como Miranda, Bolívar, Hidalgo y Morelos, aunque
dichas palabras fueron usadas en un contexto cultural diferente. Conceptos como libertad,
igualdad, patriotismo, fueron desprendidos de ese discurso manejado por los intelectuales y
político de la época pero puesto en uso por los actores de mis fuentes en un contexto
discursivo diferente, haciéndolo parte de su práctica social. Para los individuos que no
formaban parte de la élite intelectual del momento, estos conceptos tenían otro valor, tenían
un valor que respondían a sus intereses individuales más prácticos; es decir, que conceptos
como libertad no tenían el mismo significado para Bolívar que para un negro esclavo de la
Venezuela de principios del siglo XIX, ambos usaron el concepto pero en un horizonte
práctico completamente diverso. Esa otra dimensión del discurso menos estructurado, se
puede apreciar en las palabras de contenido político que los acusados de infidencia
profirieron en los espacios de sociabilidad informal de la época. Cito un caso que me parece
muy ilustrativo, el juicio que se les levantó en 1810 a los hermanos Isidro y Calixto
Ximénez, indios ladinos tributarios de la parcialidad de San Juan y vecinos del Santuario de
Nuestra Señora de la Piedad, ubicado a siete leguas de la Ciudad de México. En la
declaración que hizo José Joaquín Pérez, español y comerciante de esta ciudad, señala que
hubo una fuerte discusión entre Isidro y el dueño de la vinatería donde se hallaban, Manuel
Nava, a cerca de la situación en la que se encontraba el reino y la forma en que estaba
siendo gobernada por el virrey de turno. En palabras de Pérez:
La noche del treinta de Mayo último, estando platicando con don Manuel Navas en su vinatería, sobre que desearían estuviera en su Trono nuestro Rey don
127
Fernando Séptimo, llegó un hombre a comprar medio de aguardiente y oyeron lo que estaban hablando, así de su Majestad, como del buen gobierno que estaban experimentando, dijo Chano (Isidro), que todo era falso, porque ni Fernando Séptimo existía, y el gobierno se componía de cohechos, que si su Exa. supiera su obligación debería tener cuidado de acrecentar la carne, pan y vela, y no que los tenía oprimidos.119
En el interrogatorio, los detractores como los acusados presentaron su versión de los
hechos, obviamente, ésta no coincidía en absoluto. Los argumentos expuestos por los dos
indígenas nos proporcionan una imagen del momento, de cómo el discurso de la libertad e
igualdad difundido por el movimiento independentistas fue incorporado en la vida cotidiana
de las personas y usado de acuerdo a sus propias necesidades. Los indígenas declararon que
la discusión que tuvieron con el dueño de la vinatería, Manuel Nava, fue producto del
resentimiento que éste sentía por los de condición indígena. En la declaración de Calixto e
Isidro se advierte el cambio que se estaba dando en la sociedad novohispana del momento,
donde los grupos considerados inferiores por su condición étnica, estaban tomando
conciencia de su situación y en relación a ella se pronunciaron. La versión de los hechos,
según Calixto e Isidro, fue de la siguiente forma:
Una tarde, habrá el tiempo de mes y medio, entrando el declarante a comprar pulque, que también se vende en la misma vinatería, lo echó en un vaso de cristal para componerlo con tuna, y habiendo llegado a ese tiempo su hermano Calixto, vació don Manuel el pulque en un jarro ordinario… de cuya acción se incomodó y recombino a don Manuel sobre por qué no le daba el vaso, y éste le respondió, que si quería lo bebiera en el jarro y si no lo dejara, aquél respondió que no lo necesitaba y habiéndose uno a otro de razones, porque aquél lo trató de indio de tal, se puso de por medio su hermano y sacó al que contesta llevándoselo a su casa.120
Es muy probable que los argumentos expuestos en el juicio tanto por el denunciante
como por los acusados, tengan parte de veracidad; ya que eran discusiones que para la
época solían darse con cierta regularidad en este ambiente relajado de las vinaterías,
pulquería y demás. En estos espacios, escenario de las relaciones sociales, se producían los
encuentros reales entre los distintos actores y fuerzas sociales. Con la crisis de la corona
española y las guerras de independencia, se amplió el debate acerca de los modos de
proceso de trasformación que vivieron los territorios americanos durante las guerras
emancipadoras. Controlar lo que se divulgaba sobre los actores y las situaciones de la
guerra era fundamental para proyectar y consolidar entre la población ciertas simpatías y
antipatía hacía una y otra causa. Las autoridades reales, no obstante de haber empleado
diversas medias para controlar y censurar la circulación de textos y conversaciones de
contenido político, no lograron hacerlo por completo. Como mostraré más adelante,
algunos vestigios encontrados en las fuentes de infidencia, me permiten advertir cierto
tráfico de información entre la Nueva España y los territorios de Sur América, donde tanto
uno como otros estaban enterados de lo que les acontecía y de las acciones emprendidas. Lo
que podría significar que estos territorios no vivieron sus procesos políticos aislados uno de
otro, sino, que había cierta comunicación entre ellos. En mis fuentes también observo una
fluida circulación de las noticias del día a día y de la situación de los ejércitos realistas e
independentistas entre los diversos grupos sociales que integraban estos territorios. Las
censuras y represiones de las autoridades en contra de lo que se escribía y se conversaba al
parecer no fueron suficientes para evitar que se propagaran los nuevos acontecimientos y
las nuevas ideas.
Como toda propaganda contraria al régimen, los pronunciamientos que algunas
personas hicieron de forma escrita o verbal en donde se trataban asuntos de contenido
político, fueron sistemáticamente censurados y reprimidos. Estas formas de expresarse en
contra del régimen español actuaron como una herramienta de difusión, en la mayoría de
los casos, de manera clandestina. Además, ellas implicaron tanto la representación como la
acción, ya que las estrategias empleadas en ellos tenían la finalidad de seducir y a traer al
otro.
En cuanto a las formas de comunicación y propagación de la información utilizadas
en este contexto belicista, se destaca el lugar central que dentro de las prácticas para
informar ocuparon las voces que circulaban de boca en boca -estas eran catalogadas como
chismes o habladurías-123 y la difusión de diversos papeles que hacían alusión a los eventos
123 Los rumores tienen que ver con lo que se habla y se dice de forma no oficial que, por su misma condición, podría no tener mayores repercusiones, sin embargo, en momentos de crisis su divulgación crea inestabilidad social y miedo, crea una serie de acciones que no tienen que ver con el orden de lo racional sino fundamentalmente con el miedo, con la incertidumbre. En el contexto de las guerras de independencia, muchos de estos rumores circularon con gran rapidez, porque se divulgaron sobre un nivel emocional y de
131
del día, no sólo como medios de información, sino también como forma de relevo de lo
impreso a lo oral, lo que terminó siendo uno de los principales canales de difusión de las
ideas insurgentes.
La estrategia comunicativa y exhortativa de estos textos y voces a través de los
cuales se difundían contenidos políticos, fueron tan o quizás más efectivas que las
estrategias diseñadas en los campos de batallas; porque fueron ellas las que se encargarían
de crear los sujetos del movimiento, de hacer ese llamado por medio del cual el otro se
sentiría identificado. Pero la respuesta del sujeto interpelado estaría condicionada a la
fuerza y emotividad de las palabras del que ejercía la interpelación. En este sentido,
identifico dos contenidos en las estrategias de comunicación usadas tanto por los realistas
como por los insurgentes en la guerra: uno informativo y otro sugestivo, ya que la intención
era la de informar y a la vez persuadir a su receptor. Se observa entonces, un tipo de
discurso persuasivo que está inmerso en la vida política del momento, por lo que la eficacia
del escrito o las palabras pronunciadas estaban sujetas, en gran medida, a la buena
recepción que de ellas se tuviera, lo que significaba, para el remitente o el hablante, la
posibilidad de extender su mensaje más allá.
En los anónimos incluidos en los juicios como prueba del delito, se aprecian
opiniones más que todo de carácter político. Se puede decir que se trataba de una forma de
protesta social. Incluso, en muchos de ellos es notorio su carácter separatista. Eran una
especie de contrabando para contrarrestar las disposiciones oficiales. Algo semejante se
observa en el ambiente privado de la propagación de la información de ciertas noticas o
eventos; esto se realizaba a través de las correspondencias privadas entre amigos, familiares
y allegados, los cuales comentaban en diversas cartas los acontecimientos políticos, las
estrategias de guerra e información de los estados de los ejércitos enemigos. Por ejemplo el
juicio que se le realizó a Pedro Manuel Molero en la ciudad de Puerto Cabello, de oficio
carpintero, el cual fue arrestado porque en una carta que cayó en manos de las autoridades
reales aparecía su nombre; en dicha carta se narraba lo siguiente:
transmisión oral. Durante los períodos de crisis como los que se dieron después de 1808, el rumor circuló rápidamente y, en muchos casos, suplió la falta de información por canales oficiales, sobre todo, porque en estos períodos las personas estaban ávidas de información.
132
Un amigo de la patria opina que es de absoluta necesidad tomar a Maracaibo, y que la expedición para realizarlo debería desembocar en Bahía Honda o Cabo de la Vela donde no hay fortaleza enemiga, pues solos los habitantes indios de la Guajira, ofreciéndoles entregarles al Garabuya donde los españoles tienen cuatro estacadas y cuatro cañones que son los límites de los indios bravos.124
La circulación de las noticas a través del medio oral o impreso iban dirigidas a un
público determinado, ellas llevaban la intencionalidad de comunicar lo que acontecía en el
campo de batalla y las noticias políticas tanto de Europa como de los otros territorios
americanos. También se buscaba transmitir a sus receptores la efervescencia del
sentimiento patriótico y seducir a la población a la acción política. Un ejemplo de ello, es la
intensa correspondencia que se incluyó en la causa seguida al rico comerciante Francisco
Yepes, acusado de conspirador en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. Este sujeto hizo
parte de un plan revolucionario que se intentó llevar a cabo en dicha ciudad en el año de
1810 contra el gobierno español, el cual fue descubierto por las autoridades reales. Una de
las cartas que se cita en el proceso está firmada por Yepes, quien se la había enviado a uno
de los conspiradores en Maracaibo; en ella Yepes persuade a su remitente a que le dé la
mayor información posible de la situación en la que se hallaba ese puerto, no sin antes,
astutamente señalarle cual sería el beneficio de tan noble misión y las consecuencias de no
actuar patrióticamente:
Dígame cuál es el estado de allá, cuántos los presos, cuántos los sacrificados y quiénes; quién está de comandante en ese puerto, cuál es el número de vecinos y de los indios. Es preciso que haga algo por la libertad de su patria, no tema, no tema. Establezcamos una correspondencia instructiva que será premiado […] Espero que se porte con el noble espíritu que debe animar a todos la libertad de su patria, y que jamás en la posteridad pueda decirse, que obstruyó el curso de sus paisanos por los amigos de la esclavitud.125
Había un interés de los autores por comunicar lo que acontecía en las batallas y lo
que sucedía en otras tierras, noticias que, a juicio de estos autores, eran manipuladas por el
gobierno. He ahí otro de los objetivos primordiales de estos textos y voces, el convertirse
en otra opción de información diferente a la ofrecida por el gobierno, con la cual
124 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXXVIII, exp., 8, 1818. 125 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XII, exp.1, 1813.
133
combatían, desde otro ámbito y con otra habilidad, al poder del Estado. Con ello se
esperaba informar al mayor número de personas posibles para que no se creyera
ciegamente en la propaganda estatal.
Pero los rumores o lo que se comentaba en los diversos espacios de sociabilidad
también se constituyeron en un escape para aquellos individuos que pretendían con ellos
edificar la realidad tal como a ellos les hubiera gustado que fuera.126 Como he señalado
páginas arriba, las personas del común que se hallaban ajenas de las discusiones teóricas
sobre la soberanía y legitimidad del rey o del gobierno español, construyeron otro tipo de
discurso en un contexto diferente. Estos individuos se apropiaron de ciertos fragmentos de
ese discurso teórico y lo aplicaron a su propio contexto, lo hicieron parte de su práctica
social, de su modo de ver el mundo. En las habladurías se aprecia una intencionalidad en
relación con una mirada y un deseo individual más práctico, aunque ésta haya sido
influenciada por la coyuntura y, quizás, meditada para causar un efecto determinado, en
ellas se vislumbra la esperanza de algunos sujetos acerca de la posibilidad de cambiar su
actual situación. Por ejemplo, Felipe Santiago Tapia, un vendedor de pulque que fue
acusado de andar seduciendo a la población comentándoles sobre las acciones y triunfos de
los insurgentes en el puerto de Veracruz en 1811; a él se le acusó de haber dicho:
Le preguntó Tapias al que declara estando en su pulquería, qué sabe de noticias, éste le dijo qué noticias y él le respondió, es lo mismo que digo viven como Brutos pues sepa que por una carta de mi hermano se que los nuestros han matado una porción de gachupines, las cosas de los nuestros van bien…y aunque había tratado de comprar la casa donde vivía, no había hecho empeño en ello porque sería suya sin costarle cosa alguna, respecto a que esperaba que en breve sería invadida esta ciudad por uno de los jefes o generales de los insurgentes…127
El hermano de Tapia vivía en Guanajuato, y por lo que el testigo señala, tenía
informado a Tapia de lo que allá estaba aconteciendo sobre el conflicto, sin embargo no se
mostró ninguna carta que confirmara tal cosa. Hoy sabemos que era cierto que para 1811
126 Margarita Zires Roldán expone que “Los rumores son una ventana a un mundo poco reconocido, a las preocupaciones de la gente; son los intersticios por donde se cuelan los deseos, los miedos de la población, el lugar donde se vislumbran otras concepciones sobre la gestión política y otros mundos posibles. A través de su estudio se puede captar las múltiples maneras de pensar de los diferentes grupos sociales”. Zires Roldán, Del rumor al tejido cultural y saber político, UAM Sede Xochimilco, México, 2005. p. 11. 127 AGN, México, Infidencia, vol. 10, exp.3, 1811.
134
los insurgentes habían matado a muchos gachupines en esos territorios, pero Tapia en torno
a la notica dada por su hermano, maquinó toda una situación que lo llevó a proyectar un
futuro donde él se veía triunfante, ya que la casa que quería comprar, una vez entraran los
insurgentes a Veracruz, sería de él sin costarle ni un solo peso. Estas son las asociaciones
que los individuos hacen entre lo que se comenta sobre la situación política del virreinato y
sus expectativas personales o grupales.
Algunos de los sujetos que fueron acusados de infidencia construyeron la realidad
política del momento desde su mundo de vida, apropiándose de los contenidos que se
divulgaban a través de las formas escritas y verbales de comunicación de las noticias tanto
locales como de otros lados de América y de Europa. La apropiación de algunos contenido
de carácter político afectaron de diversas formas a la población; por ejemplo, las noticias
que venían de Sudamérica donde se hablaba de los triunfos de los patriotas; algunos sujetos
que se enteraron de ellas, como fue el caso de Francisco del Cristo y Conde contador de
marina de Veracruz,128 quien al escuchar en el puerto de Veracruz que en Venezuela habían
decidió gobernarse por sí mismos y habían instalado una Junta para defender el reino contra
del intruso Napoleón, su reacción fue divulgar lo escuchado a otras personas y, aun más,
tomar partido pues según narran los testigos, Cristo dijo que los venezolanos habían hecho
bien y que ellos, los novohispanos, debían hacer lo mismo. La información obtenida por
Cristo lo afectó y se sintió aludido, en este caso, a favor de la causa emprendida por los
venezolanos. Pero sus compañeros, los que Cristo pensó que al contarle las noticias que
venían del sur ellos también apoyarían tal situación, su reacción fue distinta. Cristo fue
denunciado por “expresiones sediciosas” en contra del gobierno español y por ser seguidor
de los insurgentes, aunque no se puedo probar su infidelidad por lo que fue puesto en
libertad. En un ambiente de guerra, donde todo es incierto, la información era tergiversada
de acuerdo a los intereses que se tenían o de acuerdo al lugar de enunciación de cada quien,
y el tipo de afecto que podía o no causar una determinada noticia, ya dependería del mundo
de vida del directamente implicado. 129
128 AGN, México, Infidencia, vol. 22, exp. 1, 1810. 129 Ágnes Héller sustenta que: “sentir significa estar implicado en algo”, pero este “estar implicado en algo” debe significar algo para mí, tanto que llame mi atención, que me afecte y suscite una reacción. Quedo implicado directamente si el contenido de algo tiene que ver conmigo, con mis ideas, mis objetivos, las
135
Por otro lado, estar enterado de lo que acontecía era fundamental para el
movimiento, pues en una situación de guerra cualquier comentario o murmuración mal
dirigida podía causar graves consecuencias en la estabilidad y trascendencia del
movimiento. Una sugerencia que aparece en casi todas las cartas es la siguiente: “nada
creas de lo que se diga sino lo que yo sin pérdida de correo procuraré comunicarte”.130 En
un papel anónimo que le llegó por correo de la Ciudad de México a Juan Chávez, alcalde de
segundo voto de Campeche, su remitente inició el relato con las siguientes palabras:
“Remito a usted el folleto más insolente y hablador que ha permitido imprimir este
gobierno falaz y alucinante. Pues el combate verificado en el Monte de las Cruces sin
exageración ni fingimiento es como sigue…”131 Se ha comprobado que la información que
se incluyó en este anónimo, mucha de ella era falsa y otra tanta verdadera;132 lo que indica,
que era muy frecuente mezclar sucesos reales con otros inventados, estrategia que podía
llevar la intención de interceder en el ánimo de la gente, a que no perdiera la fe o la
esperanza en el movimiento, porque, definitivamente, el golpe que se le dio a las tropas
insurgentes en Monte de las Cruces tuvo consecuencias fatales para el movimiento
novohispano.
El régimen colonial asumió el control de la información, para ello intensificó sus
mecanismos de vigilancia y represión. En una situación de perturbación o bélica, como la
observada por las guerras emancipadoras, la acción de las autoridades fue la de recurrir a la
censura de los medios impresos y a la coerción de lo que se hablaba, ejerciendo un control
en lo que se escribía y en las opiniones que circulaban de boca en boca. Se recurrió a la
fuerza coercitiva pero también a las estrategias de deslegitimación o marginalización del
discurso del otro. Claro que esta fue una práctica empelada tanto por los realistas como por
los insurgentes. En Nueva España y Venezuela, al igual que en toda la América española, la circunstancias de mi vida. Pero tendría una implicación indirecta si su contenido ya no tuviera que ver conmigo mismo. “Agnes Héller, Teoría de los sentimientos, 1989. p. 17 130 AGN, México, Infidencia, vol. 18, exp. 1, 1811. 131 AGN, México, Infidencia, vol. 18, exp.1, 1811. 132 Van Young corroboró los acontecimientos narrados en este anónimo, él hizo la relación de lo que era falso y lo que en verdad había sucedido: “…Lo que realmente había sucedido –insistía el informante anónimo- era que los realistas habían sido derrotados por una pequeña fuerza rebelde (falso) compuesta ante todo de indios (cierto) que destacaban por el valor con el que se habían arrojado prácticamente en la boca de los cañones realista (parcialmente cierto), espoleados por las banderas que portaban un blasón con la imagen de la virgen (cierto). La fuerza realista había quedado fuera de combate; después de quedar incapacitada y abandonar la artillería se había retirado al valle de México (cierto); entonces los rebeldes y el virrey habían parlamentado en Chapultepec (falso)”. Op. cit., p.588.
136
producción y circulación tanto de impresos como de publicaciones periódicas estuvo
sometida a un estricto control y a múltiples trabas, se pensaba que así se evitaría que los
impresos atacaran la fe, la moral o las instituciones hispanas. Algo no del todo cierto,
porque el manuscrito que circuló de forma clandestina vino a suplir esa función. Ese es el
panorama que describe las palabras del intendente de Guanajuato que en el año de 1809, en
el contexto de las averiguaciones que se hicieron para identificar el o los autores de un
pasquín que llegó a la Ciudad de México enviado de Guanajuato, cuyas sospechas recaían
en tres vecinos de Guanajuato, señaló lo siguiente:
Por lo demás haré presente a V.V.S.S. que los sucesos Nacionales son de tanta importancia e interés general que es natural su discusión por cuantos leen las Gacetas y papeletas que frecuentemente llegan de la Península; pero esta discusión no llega hasta ahora a punto de ser verdaderamente criminal: Unos temen lo peor; otros esperan lo mejor; cada cual discurre según sus conocimientos y humor; y después de todo la materia de un correo es sustituida por la del siguiente y así embebecidos en las últimas noticias olvidan en pocos días las que antes los acaloraban. Tales es y ha sido siempre el Público, y el acallarlo sería imposible o muy peligroso.133
El intendente de Guanajuato nos da una buena descripción de la importancia y
efectividad de estos medios de información, también se observa la racionalidad con la que
asume el problema, porque para él era más sano dejar que este “público” se expresara
abiertamente que coartarle la voz, ya que esto último sería más peligroso. Pero el virrey y
algunas de las autoridades más importantes no lo veían así, sino que lo identificaban como
un texto subversivo, señalaban que: “los anónimos son obra de los enemigos del sosiego
público” e incluso al más aparentemente inofensivo papel se le abría averiguación para
identificar a su autor, lo que señala un severo cuestionamiento a este tipo de escritura por
parte del gobierno.
Las coyunturas suelen ir acompañadas de este tipo de papeles, cuyo objetivo es el de
influir y persuadir a las partes enfrentadas con el ánimo de ganar la batalla de la opinión
pública, es así como guerra y propaganda política están íntimamente relacionados. Se puede
sospechar que había una fluida comunicación entre los adeptos al movimiento, ello se
deduce por el número importante de sujetos procesados en estos juicios por el delito
especificado como “convivencia con los rebeldes”, donde se incluye el delito de
comunicación o conversación con los insurgentes (ver cuadros Va y Vb).
La propaganda no oficial circula mucho más rápido cuando el individuo desconfía
de la noticia que llega a él o cuando el sujeto se siente identificado con lo escuchado o
leído.134 Esta forma de circular la información fue utilizada por los grupos que quedaban
fuera de los canales de comunicación institucional con la monarquía, los cuales utilizaban
este medio como vía para expresar o legitimar el descontento, generando a veces revueltas
y levantamientos. Cito otro párrafo del anónimo que le llegó a Tranquilino de la Rosa en
1810:
Sí mis amados hermanos, el orgullo del gachupinismo es sin límite, y con él triunfarán nuestra paciencia, y mansedumbre sino tratamos de precavernos y defendernos. Su singularidad llega al colmo; y la mano de estos usurpadores se extiende hasta vulnerar los respetos más sagrados, los sacerdotes más respetables, el ciudadano honrado y hasta la misma inocencia, no están libres de su criminal censura.135
En la carta que llegó de Guayaquil al cura de Acapulco Clavijo, el cual la denunció
a las autoridades justificando que no sabía quién era su remitente, ni por qué se la había
enviado, resulta muy interesante.136 En ella su remitente, quien usó como seudónimo el
nombre de Nicolás Brontero -un personaje acaudalado, patriota y seguidor de la causa
bolivariana, que para 1818 contaba con 26 años de edad-, hizo una amplia descripción de la
situación política y de los avances del movimiento insurgente en los territorios de la
América del Sur. El autor de la carta refleja una preocupación absoluta por la evolución del
movimiento independentista en la Nueva España, que él estimaba había decaído; por ello
con su carta intenta motivar y exhortar a los novohispanos a seguir en la lucha haciéndoles
una descripción de los avances de la guerra en esos territorios, esperando quizás, que los
novohispanos reaccionaran en iguales circunstancia ya que como creía el autor, “ese Reino
(Nueva España) no corresponde en esfuerzo al resto de la América”. Boronter encabezó la
carta diciendo:
134 Gordon w. Allport y Leo Postman, Psicología del rumor, 1953. 135 AGN, México, Infidencia, vol. 18, exp. 1, 1810. 136 AGN, México, Infidencia, vol.145, exp.7, 1818
138
Muy señor mío, instruido de los buenos sentimientos que alimentan a V a favor de nuestra Santa causa, y considerando que su falta de comunicación de estos reinos le hará carecer de noticias que serían muy útil a la salvación de la Patria, se propagase entre aquellos liberales, he proyectado dirigir a V esta, comunicándoles algunas cosas, para que sostenga en cuanto esté a su alcance el arduo empeño de nuestros compatriotas.137
La percepción de pasividad que se tenía en la América del Sur del proceso
revolucionario en Nueva España y que preocupaba a los insurgentes de esas tierras, no era
fingida, ya que de 1817 a 1820 el movimiento novohispano comenzó a decaer, todo
parecía indicar que la insurgencia había sido derrotada. La etapa de resistencia de 1816 a
1819 fue tal vez la más difícil, debido quizás, a la falta de unificación por parte de los
líderes de las fuerzas insurgentes; a causa de ello no tuvieron grandes victorias, para 1820,
prácticamente sólo Vicente Guerrero quedaba en pie de lucha.
El cura Clavijo era el destinatario de la carta antes citada enviada de Guayaquil;
aunque él alegó no conocer a su remitente se sabe que Vicente Ramón Roca (Nicolás
Brontero) fue procesado en Guayaquil por mantener correspondencia con el cura en
mención, cuyo proceso duró cerca de dos años. Posteriormente, al consolidarse la república,
fue nombrado presidente del Ecuador el 8 de diciembre de 1845. Encontré un artículo
donde se comenta acerca del cura Clavijo que después de ser insurgente se volvió
realista.138 Allí se señalan algunos indicios que confirman una cierta comunicación entre el
cura Clavijo y Roca, porque un tal Ramón Pacheco y Echeverría, administrador del correo
de Guayaquil, denunció en 1818 a Vicente Ramón Roca ante el Gobernador de Guayaquil
por haberle retirado una misiva comprometedora que le había enviado el cura insurgente de
Acapulco, donde le contaba los pormenores de la marcha de la revolución en México. Lo
que faltaría aclarar es por qué el cura Clavijo denunció la carta, quizás el movimiento lo
desilusionó, quizás por temor o simplemente desistió. Sería interesante indagar mucho más
sobre toda esa red de comunicación que, en efecto, existió entre Nueva España y la
América del Sur. Ernesto de la Torre Villar comenta que la Nueva España estaba muy bien
comunicada con el virreinato del Perú y con la Nueva Granada; una de las rutas más usadas
137 Ibid. 138Rodolfo Pérez, “El cabildo del 9 de octubre de 1820”, t. II. [en línea]. http://www.ecuadorprofundo.com/tomos/tomo1/e3.htm.
139
era la del Pacífico, a través de Acapulco, por donde entraban a México muchos
sudamericanos. Por lo tanto esta ruta se convirtió en una vía de relaciones, de ingreso de
noticias que interesaban a los criollos. 139
Esa misma apreciación de lo que estaba sucediendo en Sur América y, de que los
novohispanos debían hacer lo mismo, también fue percibida por los individuos de este
virreinato. En la causa ya citada párrafos arriba, sobre la conversación que tuvo Francisco
del Cristo y Conde en la tienda o vinatería de don Ignacio García Sanz con varios militares
realistas, donde Cristo se expresó a favor de los patriotas caraqueños, se observa que había
formas de estar al tanto de lo que acontecía en otros lados de América y que había cierto
interés por comunicar dichas noticias como forma de mantener informada a la población. El
testigo que denunció a Cristo y Conde, dijo que éste había comentado que los caraqueños
habían decidido gobernarse por sí mismos y que los novohispanos deberían hacer lo
mismo, que “Los Caraqueños eran árbitros para elegir el gobierno que quisieran, mediante
que el legítimo soberano Don Fernando Séptimo estaba en Francia, y que Chepe Botella era
el rey de España fuera por los medios que fuera…”.140
Según información que le llegó de México a don Francisco Xavier Prato, notario
eclesiástico de la vicaría de San Cristóbal en la capitanía general de Venezuela, se había
enterado que: “En el reino de México seguían ya el gobierno intruso, que de Veracruz
habían salido huyendo unos barcos porque los mexicanos los perseguían y habían degollado
porciones de sacerdotes…”.141 En estos testimonios que se hallan en la causas de
infidencia, sólo confirma que en ambos territorios había un seguimiento de lo que en los
otros territorios acontecía con respecto a los avances o retrocesos que se iban dando en la
lucha y, a partir de las noticias que llegaban, se fue creando un cuadro comparativo que, en
un momento dado, puedo motivar a los seguidores de la insurgencia a realizar acciones más
enérgicas siguiendo los ejemplos que otros territorios daban. Ello se interpreta de las
palabras de Cristo y Conde, al señalar que Nueva España se estaba quedando rezagada en
la lucha, que necesitaban tomar acciones más severas y seguir el ejemplo de Caracas.
139 De la Torre Villar, Temas de la insurgencia, 2000. p. 334. 140 AGN, México, Infidencia, vol.22, exp.1, 1810. 141 AGN, Venezuela, Infidencia, t.XII, exp.7, 1812.
140
Lo que se comentaba de forma no oficial, seduce, sobre todo en un ambiente de
guerra, porque brinda otra manera de comprender el mundo, ese mismo mundo que para la
época en cuestión era percibido confuso, pues la abdicación de los reyes de España ante
Napoleón causó muchas zozobras e intranquilidades. Las personas estaban ansiosas de
saber qué sería de sus vidas, de su futuro y, toda la información que llegaba a sus manos,
por los medios que fueran, les permitía recrear una imagen de la situación, fueran del bando
insurgente o realista. Ese era el poder de la propaganda, persuadir, causar ciertos estados
de ánimos que beneficiara determinadas posiciones. Estrategia que fue utilizada no sólo por
los insurgentes, sino también por los realistas.
La presencia de opiniones sobre el descontento de la población y de las bondades
del movimiento insurgentes entre los combatientes realistas, reflejó la existencia de un
estado de opinión contraria a la sustentada por las autoridades al convocaban a la población
a luchar por la causa del rey. En estos casos, lo que se murmuraba entre la tropa no estalló
en alboroto, sino que provocó la desafección de algunos combatientes realistas, llevándolos
a desertar a las líneas del bando enemigo. Favoreciendo por otro lado, el traslado de
información de las tropas realistas al bando insurgente, información que posteriormente fue
usada para vences dichas tropas en el campo de batalla. No he hallado testimonios que me
indique los datos que pudieron suministrar los soldados que desertaban del bando realista al
insurgente, pero sí hay testimonio de cómo lo que se comentaba entre las tropas realistas
acerca de las intenciones, los triunfos y acciones de los insurgentes, despertaron entre los
soldado cierta simpatía por dicha causa. Son varios los casos donde se juzgan a soldados
realista por proferir opiniones favorables a la insurgencia o, por comentar entre sus
compañeros sobre el descontento que sentían al estar luchando por una causa que no era la
de ellos. Algunos soldados comentaban entre sí lo que por las calles se decía sobre los
insurgentes y los beneficios que ellos ofrecían a aquellos que se pasaban a sus filas. Por
ejemplo, un testigo señaló que Felipe Bojorges, un soldado acusado de seductor de tropa, le
dijo:
No sé qué hacemos aquí, que por culpa de los gachupines estamos amolados pasando malas noches. Deberíamos atender lo que se dice, que los insurgentes van ganando, que al soldado que se pase a sus filas lo
141
ascienden a capitán, le dan caballo y fusil, y le pagan tres pesos diarios…142
Estas palabras podrían tomarse como una estrategia de guerra de los insurgentes, de
seducir para captar adeptos, como efectivamente fue considerada por las autoridades, por
cuyo delito fueron juzgados varios individuos (ver cuadro Va y Vb). No obstante, aunque el
autor de dichas palabras no haya tenido la intencionalidad de seducir al otro incitándolo a
desertar, es probable también que tales expresiones hayan sido interpretadas en esa forma,
por la recurrencia de los casos juzgados por los delitos de seducción o conspiración que he
encontrado en estas fuentes de infidencia. De dichas conjeturas sólo podría inferir, que la
difusión de las noticias o rumores en términos positivos acerca de la insurgencia -que al
parecer se dio con frecuencia-, creó cierta atmósfera de inquietud, generando en la gente
diversas opiniones que, incluso, provocó fuertes discusiones en parejas, amigos y familiares
por la divergencia de criterios. Un ejemplo de tal situación fue el proceso realizado a Rafael
Molina, quien se desempeñaba como sirviente de doctor Posada en la Ciudad de México.
La denuncia fue hecha por la cuñada y esposa de Molina; ellas declararon que en la casa
donde vivían los tres, Molina había expresado delante de ellas cierta complacencia hacía el
retrato de Morelos, mostrando su afecto hacía la insurgencia, opiniones con las que ellas no
estaban de acuerdo y por tal razón declararon en su contra. Varios testimonios como este se
hallan en la causas de infidencia, en cuyas páginas se aprecia cómo las discusiones sobre
los eventos políticos del día también irrumpieron en la convivencia de los espacios íntimos
o en reuniones familiares, ampliando la discusión de lo público a lo privado y viceversa.
Los testimonios de las causas de infidencia venezolanas también dan cuenta de
cómo fueron difundidos los ideales independentistas entre la población adepta al bando
insurgente en ese territorio. Como ejemplo presento la causa que se les siguió a varios
presbíteros, funcionarios y vecinos de la Grita, en el actual estado del Táchira, en el año de
1815, acusados de conspirar contra el gobierno español. En los testimonios que se
recogieron como prueba de tal acusación, los testigos comentan de unos papeles y cartas
que los religiosos tenían en su poder y que andaban leyéndoselos a la gente para seducirlos
a la insurgencia. Un testigo señala que un tal Mora cargaba una copia del decreto a muerte
142 AGN, México, Infidente, vol. 54, exp.2, 1810.
142
dictado por los oficiales españoles en contra de los insurgentes, cuyo papel se lo había dado
el padre Bernardo García (unos de los juzgado) para que lo mostrara a los habitantes de los
pueblos por donde pasase para que se persuadieran de lo criminal que era el gobierno
español. El testigo refiere lo sucedido:
El Mora le replicó: que no quería estar más subyugado a los opresores españoles y que para que se impusiera de su tiranía le sacó un papel y se lo dio a leer, que este papel tenía la letra mala y se entendía poco pero que en substancia supuso ser una copia del Real Decreto que mandaba que en todos los pueblos que entrasen las tropas del Rey degollasen hasta los niños siempre que fuesen tomados por asaltos, que entonces el Duque le dijo: que le dejase el papel para imponerse más de él, y que le contestó el Mora, que no podía hacerlo porque aquel papel se lo había dado el Padre Vicario García para que corriendo los campos y lugares lo enseñase a todos los habitantes…143
La cita anterior es una muestra de lo eficaz que puedo ser para el movimiento
insurgente la circulación de manuscritos e impresos; donde no sólo era el hecho de la
circulación del papel, sino que el emisario tenía el encargo de mostrarlo y leérselo a los
habitantes de las poblaciones donde llegaba, lo que habla de una estrategia de
comunicación que combinaba lo escrito con lo oral. Obviamente, este hecho no fue
producto de la casualidad o de la motivación individual, sino producto de la maquinación
de un grupo que tenía muy claro lo que se perseguía con esa acción, con una
intencionalidad muy definida.
Tanto el discurso escrito como el oral, se convirtieron también en una estrategia de
comunicación que llevaba un objetivo claro: desmentir lo comunicado por el gobierno en
aras de que la población se enterara de lo que “verdaderamente” había sucedido, y con ello,
también mostrar una imagen negativa del gobierno para así ganar adeptos a la causa o
permitir que aquellos fieles al movimiento no perdieran la fe. Ya sea en formas de
habladurías o en textos, lo que se transmite puede convertirse en un arma empleada en la
lucha política, porque a la vez que exhorta, comunica.
El enfrentamiento entre el bando realista y el independentista estuvo marcado por el
interés de sus dirigentes por controlar y someter ciertos espacios como símbolo del poder y
143 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXVIII, exp.11 1815.
143
fortalecimiento de sus ideologías. En este sentido, la guerra se enfocó en la ocupación de
aquellos territorios cercanos a las ciudades capitales de los centros coloniales, símbolos del
poder real; así como en aquellos espacios públicos donde se difundían y debatían sobre las
cuestiones públicas, prohibidas para el periodo.
Aunque haya o no habido una intencionalidad colectiva en las palabras trasmitidas
de forma oral o escrita por los seguidores del movimiento independentista, lo cierto es que
el ideario insurgente, tanto venezolanos como novohispano, llegó a una gran parte del
territorio de estas colonias, así como fue aceptado y divulgado por sus habitantes tanto a
través de las voces que circularon en los diferentes espacios de sociabilidad informal, como
por medio de los “papeles” que se hallaron debajo de las puertas y pegados en las paredes
en lugres públicos o envidos por correo. Generando una descarga de opiniones y debates
sobre la situación política, no sólo en el ámbito de los grupos intelectuales del momento,
sino también entre la población en general, cuestiones que en otro momento resultaría
impensable. La generación de información y debates que se dieron a partir de 1808
marcaría los inicios de lo que posteriormente se llamaría “opinión pública”.
En los dos ámbitos del discurso insurgente, el oral y el escrito, que aquí he
estudiado, no sólo se acentuó la posibilidad de hacer circular las ideas insurgentes y
propagar su ideario, sino también se planteó en ellos la forma en que se le daría cuerpo a
ese ideario político, con el que se irían armando los lazos que unirían en un mismo objetivo
a todos los grupos sociales que habitaban estos territorios y, un eje que permitió plantear en
el discurso una estrategia de unión estuvo enfocada en la aceptación y significado que se le
dio al concepto de patria y el amor hacía ella, el patriotismo en el discurso insurgente.
Cuestión de la que me ocuparé en las siguientes páginas.
144
CAPÍTULO III
LOS LENGUAJES DE LA GUERRA: CONSTRUCCIÓN POLÍTICA DEL ENEMIGO EN LA CONTIENDA Y DEL PATRIOTISMO AMERICANO
En la guerra por la independencia Hispanoamericana, la violencia se expresó en varios
campos: el de la guerra sangrienta con sus ejecuciones, saqueos, violaciones, destrucciones
de pueblos, etcétera, pero también en el ámbito del discurso, el cual adquirió gran
importancia a la hora del enfrentamiento. El estudio de ese discurso bélico es un punto
fundamental para entender con profundidad la naturaleza de las guerras, el curso que
siguieron, sus desenlaces y las motivaciones de los actores que en ellas intervinieron. Los
actores usan y adscriben el significado de palabras en contextos y situaciones específicas
que el investigador debe interpretar. Las palabras son reflejo de sentimientos o
pensamientos y, a través de ellas podemos interpretar los deseos, temores e imaginarios de
las personas que las pronunciaron, así como las reacciones que provocaron.
En el enfrentamiento entre patriotas y realistas salieron a relucir profusas palabras
que fueron usadas para denigrar al otro y también para diferenciarse de ese otro. En sus
pronunciamientos en contra de la tiranía y el despotismo español, los infidentes no sólo
describían a ese otro y les asignaban una serie de epítetos, sino también buscaron construir
un nosotros que resaltase lo contario de lo que aquellos eran. Con la aparición de nuevos
símbolos, como “la patria americana”, los sujetos elaboraron un inventario de las
necesidades que se habían de satisfacer, las metas a alcanzar y los medios con los cuales se
podía concretar los objetivos sociales comunes en un contexto en el que la dialéctica de la
identidad y la alteridad144 estructuró el ideal independentista. En este sentido, el americano
no sólo construyó un discurso de oposición para diferenciarse del español europeo, sino que
también valoró su propio ser desde ese otro, buscó conocerse a través de ese otro, orientó su
conducta en relación con ese otro, construyó su discurso propio en referencia al discurso
ajeno, entrelazado con éste y en respuesta a él.
144 En la identificación de estos conceptos me apoyé en José Alejos García, “Identidad y alteridad en Bajtín”, 2006 [en línea]. http://www.iifl.unam.mx/html-docs/acta-poetica/27-1/45-62.pdf
145
En los diversos testimonios de los actores que resultaron implicados en estas causas
de infidencia, se observa la construcción de dos discursos apegados a una idea de “patria” y
“patriotismo” que en el trascurso de los acontecimientos bélicos se fueron identificando y
separando hasta lograr una completa oposición entre ambos, oposición que pronto marcó la
diferencia entre un “nosotros” los americanos, y un “ellos”, los españoles. Partiendo del
estudio de los dos ámbitos del discurso: el escrito y el de las voces que circulaban, analizo
los lenguajes bélicos con los cuales los insurgentes novohispanos y venezolanos
caracterizaron al enemigo en esta guerra, a la vez que construyeron una identidad
americana, develando los referentes simbólicos y el uso de metáforas que ellos utilizaron en
la producción discursiva de un “nosotros” y un “ellos”. Un lenguaje que fue usado en la
guerra por actores diversos, como de actividades y oficios distintos y en diferentes espacios
de su vida cotidiana. Un lenguaje de improperios que terminaría incidiendo en la formación
de una conciencia americana y en la separación absoluta de estos territorios de la
monarquía española.
3.1. La construcción del enemigo en la guerra
Después de la invasión de Napoleón a España en 1808, tanto en la metrópoli como en sus
territorios americanos, los franceses fueron vistos como el gran enemigo a vencer tanto por
las autoridades reales como por los habitantes de las Indias. En estos primeros años del
conflicto había una idea generalizada de quien era el enemigo: Napoleón y en general,
todos los franceses. A los franceses, pero especialmente a Napoleón, se les identificó con el
mal, se les llamó herejes, diabólicos, antirreligiosos, etcétera.145 En las causas de infidencia,
principalmente las mexicanas, se aprecia la incesante hostilidad con la que actuaron las
autoridades españolas contra todo lo que olía a Napoleón. En este contexto, fueron
juzgados muchos individuos acusados de ser partidarios de los franceses y de Napoleón,
aunque de los que he contabilizado en mi muestra (11), sólo uno de ellos se le asignó un
145 Ver. Alfredo Ávila y Gabriel Torres, “Retórica de la xenofobia”, [en línea] http://www.terra.com.mx/memoria2010/articulo/765821/RETORICAS+DE+LA+XENOFOBIA.htm&paginaid=1. Saúl Jerónimo, “La difusión del discurso político y la conformación de la cultura política en los procesos de independencia de América”. Texto discutido en el contexto del Seminario de Cultura Política impartido en la UAM-A, 2011.
146
castigo, la sentencia emitida fue la de ser enviado a España.146 Un caso pintoresco donde se
puede aprecia el fuerte temor o paranoia de las autoridades españolas para evitar que se
propagara el mal francés en la Nueva España, fue el realizado en 1809 al comerciante José
Berad hijo de un francés, quien fue acusado en la ciudad de México de no asistir, teniendo
localidad en el coliseo donde se desarrolló el espectáculo, a una función de teatro cuya
temática hacía alusión al amor por la patria española. Por esta acción fue acusado de ser
enemigo de la causa española, obviamente, no se le pudo probar tal acusación por lo que
fue puesto en libertad.147
Al desvanecerse la amenaza francesa, el enemigo se transformó, la persecución o la
paranoia de las autoridades ya no era en contra del temor francés, sino contra la amenaza de
los americanos que se habían alzado pidiendo mayor autonomía para las Indias o,
simplemente, que fueran atendidas sus necesidades primarias. Fue entonces cuando se les
comenzó a identificar como “infidentes”, “insurgentes”, “rebeldes”, “criminales”,
“sediciosos”, hasta considerarlos como verdaderos “revolucionarios” cuando el conflicto se
radicalizado después de 1814. Partiendo de estas categorías políticas, se fueron sumando
otros adjetivos calificativos de carácter moral como: “herejes”, “apóstatas”, “impíos”,
“sacrílegos”, “monstruos”, etcétera.148 En esta ola de improperios, los que apoyaban los
movimientos independentistas también utilizaron un lenguaje ofensivo al identificar a los
españoles o, en general, a los que seguían al bando realista, los más comunes encontrados
en estas fuentes son: “gachupines”, “chaquetas”, “godos”, “déspotas”, “sanguinarios”,
“tiranos”, “codicioso”, “usureros”, “pérfidos”, “felones”, entre otros. En la guerra verbal,
los insultos de carácter político se fueron trasformando de acuerdo a las circunstancias del
entorno social y en la medida que la población fue tomando conciencia de la situación
política; por ello, en el transcurso de los años de 1810 a1821 los conceptos con los que se
identificó al otro, al enemigo, fueron cambiando según la fecha, el lugar o los actores del
conflicto. François-Xavier Guerra señala que: “después de 1810 los términos de ‘españoles
americanos’ y ‘españoles europeos’, que indicaban una distinción dentro del conjunto de la
Monarquía, van siendo sustituidos por otros, más simples y conflictivos, ‘españoles’ y
146 Causa seguida a Antonio Serrano por el delito de ser partidario de Napoleón. AGN, México, Infidencia, vol. 177, exp., 1, 1809. 147 AGN, México, Infidencia, vol. 6, exp., 23, 1809. 148 Jerónimo, op. cit., pp. 26-28.
147
‘americanos’…”.149 Al intensificarse la guerra la situación fue otra, una gran parte de los
criollos de muy diversas clases y estratos sociales comenzaron a modificar su actitud hacia
la metrópoli y a radicalizar sus posiciones filosóficas y políticas.
La intransigencia y represión de las autoridades contra los primeros brotes de
insurgencia de 1810, acrecentó el inconformismo y el odio de los americanos contra los
españoles peninsulares y contra el gobierno español. El discurso antifrancés que se
desplegó tanto en la península como en las colonias americanas proveyó de argumento a los
americanos en contra de la tiranía española. En este contexto, los criollos comenzaron a ver
a los españoles peninsulares como el enemigo, lo “extraño” y “diferente”,150 del que había
que diferenciarse y al que se debía vencer. Un enemigo que se instituyó en el discurso
como una amenaza permanente a los principios que defendía la patria, considerada para
1810 como la patria española. Así, bajo la idea de la amenaza se construyó la imagen de un
enemigo siempre acechante, capaz de destruir aquello que le daba razón de existencia a esa
patria. No obstante, en esta guerra de palabras donde se insultaba al otro otorgándole
ciertas características, los americanos fueron diferenciándose cada vez más del español
peninsular y tomando conciencia de una identidad como americanos. Por ejemplo, el
administrador de la renta de tabaco de la ciudad de Caracas, Simón de León, fue acusado de
haber roto el retrato del rey Fernando VII y de haber proferido graves insultos contra el rey
y contra sus representantes en la casa de don Diego Pérez para el año de 1812; entre otras
expresiones, dijo: “Somos libres de la esclavitud del gobierno español, ya se llegó la hora
que los americanos supieron sacudir el yugo del tirano con que se hallaba sumergido”.151
En la gran mayoría de los sujetos acusados de infidencia en el caso mexicano, los
conceptos de “gachupín” y “criollo” fueron los más recurrentes para identificar al enemigo
y al amigo. Aunque también se utilizaron los términos de “americanos”, “españoles” y
“europeos”, no fue lo más común; debido, quizás, al carácter emblemático que adquirieron
los términos “gachupín” y “criollo” en el contexto de la guerra independentista
novohispana, los cuales reflejan las fuertes tenciones que se dieron desde los inicios de la
149 François-Xavier Guerra, “Identidad y soberanía: una relación compleja”, 1995. pp. 207-242. 150 Schmitt describe al enemigo dentro de la concepción de lo político, como lo extraño y diferentes. Carl Schmitt, “El Concepto de lo Político”, 1963. [en línea] http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/CarlSchmitt/CarlSchmitt_ElConceptoDeLoPolitico.htm 151 AGN, Venezuela, Infidencia, t. III, exp., 14, 1812.
148
vida colonial entre los españoles nacidos en América y los nacidos en España.152 El término
“criollo”, los acusados del delito de infidencia lo usaron para identificar a los individuos
que luchaban en el bando independentista; lo contrario del “gachupín” o “chaqueta”,
palabras con las que se identificaba a los partidarios del bando realista. Aunque en
ocasiones estos dos últimos términos parecen referirse especialmente al español europeo.
Por ejemplo, el caso seguido en el año de 1809 a José Marradón, cuidador de una
almoneda, uno de los testigo señaló que Marradón
…comenzó a provocar a los que contestan con palabras obscenas y denigrativas tratándolos de pícaros e indignos, que por europeos querían tener mucha grandeza, no teniendo más que piojos: que aunque querían subyugar a los criollos lloverían tanta divina piedra contra los gachupines que los acabarían”.153
En el caso venezolano, en el transcurso de la guerra de independencia también se
usaron diversos conceptos con los que se identificó al enemigo en la contienda, por
ejemplo: se dan casos, especialmente entre grupos de negros, mulatos e indios, donde al
enemigo en esta guerra se le identificaba con la palabra “blancos”, término en el que se
incluía a todos los grupos que formaban la oligarquía venezolana colonial: criollos o
mantuanos, canarios y peninsulares. Para los negros, mulatos e indios que habían sufrido la
discriminación y atropellos de este grupo poderos de terratenientes, comerciantes y
funcionarios locales, la lucha por la independencia significó la libertad de los brazos del
152 El vocablo “gachupín” no fue en un principio ofensivo ni desdeñoso, sino simplemente un término usado para designar al sujeto nacido en España. Fueron los criollos quienes le dieron un significado político y lo usaron como estrategia negativa en la lucha contra España y los españoles. Como señala Landavazo: “La propaganda insurgente no inventó el antigachupinismo desde luego, pero le dio un carácter abiertamente político a un sentimiento de animadversión ya para entonces secular. Pero si no lo inventó, si lo extendió, más allá de lo que ya estaba”. “Para una historia social de la violencia insurgente: el odio al gachupín”, 2009, p. 201. Un definición etimológica de la palabra “gachupín” se encuentra en el libro de Norma A. Castillo Palma, Cholula, sociedad mestiza en Ciudad india, 2001, pp. 114. Por otro lado, dejo claro que las rivalidades que se dieron entre “criollos” y “gachupines” no propiciaron las acciones independentistas porque los primeros fueron excluidos de los altos puestos eclesiásticos y civiles por los segundo. Tales tensiones se dieron desde los primeros años de la vida colonial, porque tanto criollos como peninsulares querían el control sobre las poblaciones indígenas y el acceso al poder político. De modo que la discriminación no puede considerarse como un argumento novedoso y válido para justificar la insurrección a comienzos del siglo XIX. Pero al enfatizar en las diferencias entre un “nosotros” y un “ustedes” se fue fundamentando una conciencia colectiva de pertenencia a una patria, la americana, diferente a la patria española. 153 AGN, México, Infidencia, vol. 4, exp.5, 1809.
149
opresor criollo o peninsular.154 Por ejemplo, el caso de la esclava Josefa Meneses que dijo:
“Las pascuas próximas la celebrarían los patriotas en Caracas, y se pasarían a cuchillo a
todos los españoles y criollos leales al rey […] los blancos leales al rey deben morir”.155 O
el comentario, citado páginas atrás, que hizo el esclavo José Echenegucia: “con los blancos
debería hacerse lo mismo que hicieron en Santo Domingo, matarlos a todos”.156 Para la
Nueva España, son escasos los testimonios donde se observe que el concepto “blanco”
tuviera alguna relación directa con el peninsular o criollo, como sí se podría apreciar en las
infidencias venezolanas. El único caso que he podido documentar para la Nueva España es
el del soldado realista Antonio Arango, quien en 1815 dijo: “Maldita sean los blancos, el
barco que los trae y la puta que los parió”.157 Aquí se interpreta que son extranjeros, por lo
del barco que los trae; se está refiriendo no a los criollos, sino, posiblemente a los
peninsulares.
Los documentos parecen indicar que los criollos venezolanos no tenían gran
preocupación por identificarse con lo “español”; según se lee en los testimonios, la palabra
“español” no era muy usada para describir su pertenencia étnica, ellos se identificaban
como “blancos”. En este contexto, la palabra “español” parece adquirir una relación directa
con el español peninsular. El describirse como de descendencia español era particularmente
usado por los criollos novohispanos, lo que sí se aprecia al inicio de los expedientes,
cuando a la pregunta por su calidad étnica, los criollos y españoles europeos responden:
“español de calidad”. Por esta razón es muy difícil diferenciar en las fuentes novohispana a
los españoles peninsulares de los españoles americanos, cuando no indican de donde eran
naturales.
Siguiendo con el caso venezolano, otro de los conceptos utilizados para identificar
al enemigo -esta vez en un grupo más amplio de la población venezolana-, fue el de
“godos”, con el cual se caracterizaba a las personas que seguían al partido realista o al
154Vallenilla destaca la circunstancia de que la guerra de pardos y negros no era solamente contra los blancos criollos, contra los mantuanos, sino que tenía características de un levantamiento general contra todos los blancos, fueran patriotas o realistas. Op. cit., p. 130-131. 155AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXVIII, exp.2, 1815. 156 AGN, Venezuela, infidencia, t. XXXI, exp.10, 1817. 157 AGN, México, Infidencia, vol. 34, exp. 3, 815.
150
español en general.158 A la palabra “godo” se le antepuso la palabra “patriota” que en el
discurso de los infidente significaba lo contario, americano o republicano; como se puede
leer en las palabras pronunciada por el teniente realista Miguel Peña, quien le dijo a un
esclavo que encontró en el camino: “…si tú eres más godo que Fernando Séptimo, dime
¿qué vas a sacar de los españoles?, ¿tú a caso tienes los ojos azules?, qué te va a dar ese
rey, ¿tú a caso lo has visto?, ¿tú no eres un buen patriota?”.159 O como se pronunció un
criado de nombre Concepción de León: “Vivan los patriotas y mueran los godos españoles
y todos los que quisieran sus opiniones”.160 “Godos” y “patriotas”, en la guerra verbal de
los insurgentes venezolanos, tienen una carga simbólica semejante a la que adquirieron los
términos “criollo” y “gachupín” en el lenguaje novohispanos. No obstante, en los primeros
se observa más claramente un conflicto entre dos proyectos políticos: el realista y el
republicano. Mientras que los segundos se interpreta como una lucha entre los españoles
americanos contra los españoles europeos. Claro que, como vimos al citar a Guerra, esa
concepción se fue trasformando hasta adquirir una concepción más radical. Aunque en el
lenguaje cotidiano las palabras “criollo” y “gachupín” fueron usadas durante casi todo el
periodo de la guerra emancipadora por los infidentes. He documentado un caso del año de
1818 en la ciudad de Veracruz donde se menciona la palabra “gachupín”; en el juicio que
realizado a José Mariano Clemente Tejada de profesión sombrerero, por proferir
“expresiones sediciosas” en un café de dicha ciudad, según cuenta un testigo, que al negarle
la invitación de un trago de aguardiente a Clemente, quien se lo había solicitado, éste le
insultó diciéndole que “era un gachupín” que de entrar los insurgentes él sería el primero en
morir.161
En la retórica de los independentistas, el bien está representado por los “criollos” y
“patriotas” y el mal encarnado en los “gachupines” y “godos”. El enemigo se ubica, en
consecuencia, en el polo del desorden, por lo tanto, se erige en la encarnación del mal
absoluto. El uso de metáforas en el discurso insurgente, está por lo general asociado al
158Vallenilla escribió: “Godo se llamó el partido realista en Venezuela como en casi toda la América, y godos continuaron llamándose entre nosotros los antiguos realistas…”. Vallenilla, op. cit., p.VII. En una parte del territorio de la Actual Colombia, se le llama godo al conservador o de ideas conservadoras. El diccionario de Autoridades define “godo” como:”Voz de la Germania que vale lo mismo que Godeño” Godeño: “Voz de la Germania, que significa rico, o principal”. Vol. 4, 1734. 159 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXXVI, exp.1, 1820 160 AGN, Venezuela, Infidencia, t, XVI, exp. 10, 1812. 161 AGN, México, Infidencia, vol. 25, exp. 2, 1810.
151
interés por justificar su proyecto político o, en su defecto, a mostrar otras formas de
validación del mismo. Por ello, es frecuente encontrar argumentos de posiciones radicales
sobre la necesidad de imponer mano dura, como por ejemplo, la expresión que lanzó el
pardo Andrés Tovar a su compañero, incitándolo a tomar las armas en contra del opresor:
“hay que repartir mucho machete”. Esta expresión habría que contextualizarla, ya que los
pardos, piensa Tovar, debían hacer lo mismo que habían hecho los negros en Guainía,
cortarle la cabeza a sus amos. Si, como señalan Lakoff y Johnson,162 la metáfora no es una
mera cuestión del lenguaje sino que también es una cuestión de estructura conceptual de
aquello que está en nuestro pensamiento y expresamos con palabras, entonces habría que
entender el anterior comentario no sólo en su dimensión estética sino también como una
expresión de la personalidad del sujeto que lo pronunció y su visión del entorno que lo
rodeaba. En palabras de Lakoff y Johnson, la metáfora “impregna la vida cotidiana, no
solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción”.163 En el enfrentamiento
emancipador, las metáforas usadas en los discursos adquieren un sentido bélico, de ataque y
defensa. Por ejemplo, “No tardaran estos perros en pagarlas”164 o, que “los españoles
deberían estar ahorcados y después fritos en aceite y después ponerlos públicamente”.165
Un actor pretendería persuadir al otro al emitir amenazas, un tipo de estrategia metafórica
planteada desde el sistema conceptual bélico del sujeto.
En la guerra, tanto los independentistas como los realistas acudieron al uso de
metáforas a través de las cales describían al otro como esa figura terrible, capaz de
aniquilar, destruir sin ninguna piedad al otro. En un anónimo que le llegó al capitán realista
Pablo Morillo en el año de 1819 se lee lo siguiente: “Las provincias sufren y lloran la suerte
negra desde que entró E.C. con sus tropas, tan insultantes como tiranas, aspirando
solamente al pillaje y a la sangre”.166 En la discursividad de las autoridades predomina la
enunciación de un enemigo sedicioso, es decir, capaz de levantarse contra el orden
establecido. Por eso el enemigo es, para los realistas, un perturbador, en tanto pone en
peligro la estabilidad de la nación española. Las autoridades introdujeron un término de
162 Lakoff y Johnson, op. cit., p. 39. 163 Ibid 164 AGN, México, Infidencia, v. 4, exp. 4, 1811. 165 AGN, Venezuela, Infidencia, t .XV, exp. 7, 1812. 166 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXXVI, exp., 2, 1820.
152
fuerte connotación negativa: subversión, que comparte con sedición el sentido de la
alteración de un orden, su sentido se extiende más allá, hacia una dimensión que supera lo
político para colocarse en el campo de lo moral. Subvertir no sólo entendido en alterar el
orden político establecido, sino también, como perturbar, trastornar, negar y emprender
acciones contra los valores morales de la sociedad. El alcalde de primer voto de Campeche,
Juan Nepomuceno de Chávez al denunciar un anónimo que le llegó, describió a estos
sujetos que atentaban contra el gobierno español como: “Faccioso y rebeldes que intentan
de este modo cundir, derramar e introducir la infernal semilla de la cizaña”.167
En la guerra independentista venezolana, después de 1811, la imagen del enemigo
fue tomando un mismo conceso en la estructura conceptual de la gran mayoría de las
personas que se manifestaron a favor de la causa insurgente en estas fuentes. En ellas se
aprecia que una parte importante de los venezolanos no sólo identificaban al español como
el enemigo sino, que los reyes españoles también fueron vistos como el enemigo, imagen
que fue proyectada a través de innumerables insultos y críticas a su figura. He hallado
varios casos para Venezuela donde el odio hacia el español peninsular también salpicó a los
reyes, especialmente, a Fernando VII. Por ejemplo: En 1809, Manuel Barbier, contralor del
hospital de Barcelona se expresó en términos muy degradantes sobre el rey y la reina, según
un testigo, él dijo: “…que no esperen dichos españoles por su rey, que ni el rey, ni la puta
de la reina, ni don Sebastián Blas…lo gobernaban y que en todos se cagaba”.168El
carpintero Baltasar Cuevas se pronunció: “insultando escandalosamente al rey con la
expresión de muera ese muñeco de Fernando 7º”.169
Tratar a Fernando VII de muñeco en el contexto del periodo, podría interpretarse
como una reacción ante su incapacidad para gobernar; una burla a la poca hombría que
mostró ante los franceses, lo que no ameritaba ninguna consideración ni respeto. En el
diccionario de Autoridades, “muñeco” trae el siguiente significado: “Figura pequeña de
hombre hecha de paja, madera, trapos u otra cosa […] Se llama también el hombre
afeminado, afeitado y compuesto como mujer o el que es pequeño, atado y sin expedición”.
“Muñeco de mierda”, ese era el concepto que algunos de los venezolanos tenían de
Fernando VII. No era suficiente llamarlo “muñeco”, también se le agregaba “de mierda”, lo
que le imprimía a la expresión una degradación extrema, que colocaba su imagen en el
lugar más bajo y repugnante. En este mismo sentido se usaba la expresión: “me cago en
Fernando VII”, que se puede interpretar simbólicamente, como manchar o ensuciar su
imagen, señal del poco respeto que su figura representaba. O qué decir de la interpretación
que tendría en el contexto el acto simbólico realizado por el cura José Joaquín de Liendo,
quien ante varios testigos intentó ahogar tres veces el retrato de Fernando VII.170
Posiblemente, estas opiniones y acciones estén indicando la conformación de una
conciencia política de los venezolanos en los años posteriores a 1811, ya que la intención
de una inminente ruptura con España quedaba explícita en estas expresiones en contra de la
máxima autoridad, el rey. Las palabras injuriosas que encontramos en estas fuentes son un
retrato de la violencia y tensión con la que se vivió y percibió el conflicto político en estas
provincias. La idea de separación justificada en el discurso de una gran parte de la
población venezolana, estaba dirigida a una ruptura total con el poder colonial, fueran
españoles europeos, autoridades virreinales o el rey Fernando VII.
Si, como señala François-Xavier Guerra,171 un punto importante a la hora de
analizar las reacciones que se produjeron después de 1808 fue “el lugar central” que ocupó
el rey en el imaginario y, cómo éste fue expresado por la sociedad de acuerdo a las ideas
que ésta tenía de sí misma, del gobierno virreinal, de los valores a que hacían referencia y
de los comportamientos que se desprendían de ellos; entonces, los testimonios de las causas
de infidencia parecen indicar que los individuos que conformaban la sociedad venezolana y
novohispana en el periodo de 1811 a 1814 y, quizás varios años después, tenían una
percepción divergente sobre quién era el enemigo en este conflicto. Dado el “lugar central”
que la figura de rey Fernando VII había adquirido en la sociedad novohispana, éste
comenzó a ser visto como el enemigo por aquellos que apoyaban la causa independentista,
sólo después de la reacción despótica que tuvo al regresar al trono en 1814.
En la capitanía de Venezuela no hay grandes evidencias que describan un
desbordamiento efusivo de lealtad hacía la imagen de los reyes, especialmente, de Fernando
170 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XIX, exp. 21, 1812. 171 Citado por Landavazo. La máscara de Fernando VII. Discursos e imaginarios en una época de crisis,
1809-1822, 2001. p. 19.
154
VII por parte de su población después de los acontecimientos de Bayona, como si quedó
registrado para el caso novohispano.172 En ese horizonte de expectativas, el rey ocupó un
lugar central, pero con una apreciación divergente. En aras de justificar un proyecto
político, los independentistas en ambos espacios coloniales usaron la figura del rey
Fernando VII como estrategia discursiva para legitimar dicha causa y atraer adeptos a sus
filas. No obstante, en Venezuela la estrategia fue empleada a la inversa, allí los
independentistas no difundieron una imagen positiva de Fernando VII, como se hizo en los
primeros años de la guerra en la Nueva España con el movimiento encabezado por el cura
Hidalgo, sino, se le mostró como un traidor, un déspota e ilegítimo, mismas palabras con
las que se describía a los españoles peninsulares. Por lo tanto, para una gran parte de los
individuos que encontramos en los juicios venezolanos, el enemigo de la “patria”, vista ésta
como la “patria americana”, después de 1811 fue representado tanto por su odio y desprecio
a los españoles como a la monarquía española y su máximo representante, el rey. En 1812,
el labrador Santiago Guardón, fue acusado por haber dicho que: “era hora de manifestar el
amor a la patria pues habían logrado quedar libres del dominio de ese injusto rey Fernando
Séptimo.173 En 1812, el pardo y carpintero, Estanislao Torres dijo: “Aquí no hay más
gobierno que la Patria, que no anduvieran pensando en Rey que era un godo y jamás lo
vería volver a gobernar”.174
El descontento y desprecio que los infidentes novohispanos y venezolanos
justificaron en sus discursos hacía los españoles peninsulares, puede analizarse poniendo en
perspectiva las motivaciones que alimentaron ese inconformismo en uno y otro espacio.
172 En México en los últimos años han surgido muchas investigaciones que nos señalan como en la Nueva España la figura del rey Fernando VII adquirió un valor simbólico muy importante. Landavazo se ha encargado de estudiar este fenómeno. Tiene varios artículos entre ellos: Marco A. Landavazo, "La sacralización del rey. Fernando VII, la insurgencia novohispana y el derecho divino de los reyes, 2001, pp. 68-90; “Fernando VII y la insurgencia mexicana: Entre la máscara y el mito”, 2002, pp. 79-98; pero especialmente en su libro, La máscara de Fernando VII. Discurso e imaginario monárquico en una época de
crisis. Iueva España, 1808-1822, 2001. También Javier Fernández ha trabajado el tema en un artículo titulado: “Cultura política y crisis del mundo hispánico. La cautividad del rey y la legitimación del gobierno republicano”, 2010. Otro artículo elaborado por Ana Nieto y Carmen Fragano donde comentan algunas de las opiniones que se publicaron en el Diario de México en los años de 1808 a 1809 acerca de la lealtad a Fernando VII es el titulado: “La imagen de Fernando VII y Napoleón Bonaparte a través del Diario de México, 1808-1809”, 2009, pp. 131-144. 173 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XII, exp. 7, 1812. 174 AGN, Venezuela, Infidencia, t.III, exp. 2, 1812.
155
Peter Guardino sustenta tres aspectos generales en los que se basó el desprecio de los
insurgentes hacía los españoles:
Primero, los españoles eran vistos como traidores al rey, una figura que en última instancia, representaba la justicia. Segundo, los españoles eran acusados de herejía. Tercero, eran acusados de usura y monopolio. Aunque en documentos insurgentes también se hace referencia a españoles bloqueando a criollos el acceso a cargos civiles y religiosos, dichas referencias no son tan comunes como los otros tres puntos arriba mencionados.175
En las fuentes de infidencia no son muy frecuentes las herejía, usura y monopolio
en el lenguaje verbal, pero sí aparecen con cierta claridad en varios de los diversos papeles
que circulaban en ambos territorios de contenido sedicioso. En el discurso verbal de los
infidentes novohispanos, algunos se refieren a la traición de los españoles al señalar que
“Chepe Botella había sido coronado rey por los mismos españoles” y, en otras ocasiones se
dan los reclamo en términos de déspotas y arrogantes. Pero algo que se nota con cierta
frecuencia en el discurso verbal de los llamados infidentes, es la supremacía del criollo
sobre el español peninsular. En la mayoría de los expedientes, donde se dan acusaciones
por el delito de “expresiones sediciosas”, los seguidores de la insurgencia vieron en el
criollo la esperanza del triunfo sobre el tirano español o “gachupin”. En los documentos se
habla de: “los criollos acabarán con los gachupines”, “que los criollos defendían justa causa
al expatriar a los gachupines”,176 “los criollos…vendrían a Veracruz para hacer salir a los
gachupines de este reino o matarlos…”.177
Algo que se aprecia en las fuentes y, que era sustentado en el discurso tanto por los
insurgente novohispanos y venezolanos, fue la visión del español tirano, usurpador y
déspota, en donde confluían todos los males que los americanos habían padecido bajo su
yugo. No obstante, en el discurso insurgente venezolano el odio hacía los españoles más
que justificarse se expresaba: “…era necesario limpiar la provincia de Europeos como
quien barre una calle comenzando a cortar cabeza a la idea y acabando a la venida […] para
tranquilizar a la provincia era necesario cortar todas las cabezas europeas”,178 otros ofrecían
“una onza de oro por la oreja de cada coriano que venía con Monteverde”,179 un oficial
español.
El proceso venezolano encontró su consenso inicial en la lucha contra el enemigo
déspota y sanguinario como única vía para la salvación de la patria amenazada. Bajo el
lema de la lucha contra el enemigo tirano, se legitimaría una acción política destinada a
eliminar todo vínculo con España. De esta forma, los dirigentes del movimiento avalaron el
sentido de la violencia hacía el enemigo para la consecución de sus fines. Esta posición
explica la proclama de guerra a muerte de Bolívar, expedida en Trujillo el 15 de junio de
1813. En ella, Bolívar proporciona a cada bando contendiente una identidad y un destino.
De un lado, los americanos que vivirán; del otro lado, los españoles prometidos a la muerte.
Se va completando, así, la construcción de una imagen del enemigo como alguien que no
tiene piedad y que con sus acciones pone en peligro toda la sociedad. En la definición de
amigo y enemigo estudiada por Car Schmitt, él señala que en una guerra, la agrupación
amigo-enemigo permite que el conflicto alcance una dimensión política, ya que si no se
establece claramente esta agrupación sería imposible identificar dicha dimensión.180 Con el
decreto a muerte de Bolívar de 1813,181 queda plenamente identificado quien era el
enemigo y quien el amigo; con ella la guerra cambió dejó de verse como un choque de
intereses personales y se convirtió en un choque entre pueblos enfrentados. En este caso, se
trató de plantear un discurso político y poner en marcha unas prácticas bélicas que
explicaran y justificaran la guerra. Fue en ese momento cuando el conflicto planteó por
primera vez, un problema de identidad colectiva. En la proclama de muerte total de Bolívar,
él sustentó que el conflicto no se desarrollaba entre dos lealtades políticas que compartía
una misma identidad colectiva, sino entre dos identidades distintas y enemigas que no
tenían otro destino que la confrontación. “Españoles y canarios, contad con la muerte, aún
siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América;
americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables".182 La noción de
“americanidad” es una forma muy imprecisa que tiene escaso contenido cultural, pero es el
179 AGN, Venezuela, Infidencia, t. VI, exp.3, 1812. 180 Car Schmitt, op. cit. 181 Bolívar, Proclama de guerra a Muerte, 1813, en Rufino Blanco, Discursos y proclamas de Simón Bolívar, 2007, pp, 163-165. 182 Ibid.
157
punto de partida de la construcción de una identidad política patriota, muy particular, ya
que no está vinculada con una etnia en específico, ni con una raza, ni con una clase de la
sociedad, ni siquiera, con un territorio con unas fronteras claras.
En la retórica de los dirigentes del movimiento novohispanos, la percepción del
enemigo como ese poder general que representaba la corona española, se verá con claridad
en el discurso de José Morelos cuando a finales de 1812 se dirigió a los habitantes de
Oaxaca diciéndoles:
Ya no hay España, porque el francés se ha apoderado de ella; ya no hay Fernando VII porque o él se quiso ir a su casa de Borbón a Francia y entonces no estamos obligados a reconocerlo por Rey, o lo llevaron a la fuerza y entonces ya no existe. Y aunque hubiera un reino conquistado le es lícito reconquistarse y a un reino obediente le es lícito no obedecer a un rey, cuando es gravoso en sus leyes.183
No obstante, para el mismo año de 1812, algunos dirigentes de la insurgencia
novohispana seguían manteniendo una posición pasiva ante el poder de la monarquía
española. Por ejemplo, los papeles que le envió José Antonio Sevilla al comandante realista
de Tenancingo, Francisco de las Piedras en 1812, concernientes a los documentos titulado
“La Nación Americana a los Europeos vecinos de este continente” y “Los Planes de Paz y
Guerra” del doctor Cos; en uno de los párrafos del primer documento Cos escribió:
…una mano extranjera de las muchas que anhelan poseer esta preciosa posesión de la Monarquía Española, aprovechándose de nuestra desunión, y provocada por nosotros mismos nos imponga la ley cuando no sea ya tiempo de evitarlo, mientras que frenéticos y enloquecido, con ciego furor nos acuchillamos uno a otros sin querer oírnos, ni examinar nuestros recíprocos daños, ni saber cuales sean nuestras miras, obstinados vosotros en calumniar en vuestras providencias judiciales y papeles públicos, fundados en una torpe equivocación y absoluta ignorancia del fondo de nuestras intenciones.184
En la cita anterior queda claro que para Cos, América y España eran parte integrante
de la Monarquía española; eran iguales entre sí y sin estar una sometida a la otra. Por ello
he señalado que en el transcurso del conflicto se construyeron dos discursos patrióticos que
183 Ernesto Lemoine Villicaña. Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios
de la época, 1965. p. 242-245. 184 AGN, México, Infidencia, vol. 18, exp., 2, 1812.
158
se contradecían, pero el patriotismo americano se fue consolidando de forma gradual en el
pensamiento y en el sentir de los novohispanos. Hacía 1816 Juan José Martínez, de
profesión tendero, ya señalaba su oposición a los reyes españoles; en la ciudad de Zacatecas
fue señalado por su detractor de haber pronunciado: “que los reyes absolutamente
hablando, no eran más que unos tiranos, que el poder no debía residir en ellos, sino en el
pueblo” que Fernando VII “era un pícaro”, que “para nada era bueno”.185
Las palabras expresadas por los infidentes novohispanos, no reflejan ese tono
agresivo que se evidencia en el lenguaje de los infidentes venezolanos. A pesar de la gran
violencia que se generó después de 1810 en la en Nueva España cuando Hidalgo incitó a la
población a tomar las armas, los dirigentes del movimiento insurgentes no fueron tan
contundentes en el discurso al promulgar una idea de separación absoluta. Al usar la figura
de Fernando VII como estrategia para llamar adeptos a su causa, convenciendo a la
población que el levantamiento se llevaba a cabo para favorece a este rey, retardaron el
surgimiento de una toma de conciencia en la población en relación a una idea de ruptura
total con el poder colonial.
Los gritos de guerra que se dice fueron lanzados por el cura Hidalgo al iniciarse la
contienda el 16 de septiembre de 1810: ¡Viva Nuestra Madre Santísima de Guadalupe!,
¡Viva Fernando VII!, ¡Viva la América! Y ¡Muera el mal Gobierno!,186 donde se deja al rey
por fuera de las protestas, posibilitó que la furia del descontento se enfocara en contra de
las autoridades y de los españoles europeos, pero no contra el rey. Posición perfectamente
explicable, ya que los representantes del poder real eran considerados por los nacidos en las
Indias como los responsables directos de los agravio sufridos durante los tres siglos de
gobierno español; además, ellos también eran considerados los culpables de la situación
que vivía la metrópoli, porque ellos habían entregado España a los franceses.
En la historiografía mexicana del periodo se ha referido como una guerra violenta
aquella que se desplegó después de 1810. Un ejemplo de tal violencia fue la que se desató
cuando la hueste del cura Hidalgo tomó la Alhóndiga de Granadita (Guanajuato) en 1810:
185 AGN, México, Infidencia, vol. 68, exp. 9. 1816. 186 Pedro García. Con el cura Hidalgo en la guerra de independencia, 1982. p.194.
159
La multitud acabó de acobardar a cuantos estaban dentro, abrazándose unos de los sacerdotes y otros poniéndose de rodilla; pero muy lejos de apiadarse comenzaron a matar a cuantos encontraban desnudándolos a tirones y echándolos con las hondas lazos al pescuezo y a las partes, y mientras estaban unos, otros les daban lanzadas acabando en medio de las más lastimosos clamores…y todo era confusión y gritos de mueran los gachupines.187
No obstante, esta crueldad que reflejan los hechos no se observa en los testimonios
de las causas de infidencia novohispanas, al dar cuenta de las palabras que pronunciaba la
gente en los diferentes espacios de sociabilidad donde se comentaban las noticias del día.
En estos dos ámbitos de la práctica discursiva, se dan diferentes grados de emotividad. En
el discurso oral, la intencionalidad de los seguidores de las ideas insurgentes, las palabras
reflejan un interés por sacar o expulsar a los gachupines del territorio americano; en la
acción, esa intencionalidad se tradujo en un odio de venganza al querer aniquilar o
exterminar al enemigo, según lo develan los ataques de las hordas de Hidalgo en
Guanajuato. El odio de los infidentes novohispanos hacia los españoles, no se expresaba en
un deseo unánime de aniquilación, sino en un interés por expulsar a los españoles
peninsulares de las tierras americanas, en un insaciable desprecio, en una sensación de
aversión y en un lenguaje negativo al llamarlos herejes y traidores, pero jamás en un tono al
estilo venezolano, “hay que degollar españoles”. Esa percepción de la guerra en Nueva
España es la que describe el soldado Lorenzo León Carrizal hacía 1810, quien les dijo a sus
compañeros: “Compañeros vámonos, qué hacemos aquí y qué hemos de sacar por defender
a los gachupines, será morir y que nos coman los coyotes […] todo el reino está levantado
contra los gachupines y así que se vayan a su tierra y todo se sosiega”.188
El discurso del cura Hidalgo y de Allende en defensa del rey cautivo, tómese como
un sentimiento verdadero o como una estrategia de guerra y, cómo este discurso influyó en
los grupos sociales que apoyaron la insurgencia en novohispana, quizás podría explicar, en
parte, el por qué se observa en estos documentos de infidencia una guerra entre criollos y
españoles y no un enfrentamiento claro entre los seguidores del movimiento insurgente
contra la monarquía española. Se podría pensar, como debió suceder en toda la América
187 Dávalos, “Relación de lo ocurrido en Guanajuato desde el 13 de septiembre hasta el 11 de diciembre de 1810” Nº 152. op. cit. 188 AGN, México, Infidencia, vol.22, exp.4, 1810.
160
hispana, que después de 1808 el plan de los criollos era sacar a los peninsulares de América
y cuando los reyes de España volvieran a gobernar, ellos regresarían a formar parte del
imperio Español, pero con el poder en sus manos. El problema es que una parte de los
novohispanos siguieron manteniendo este plan, incluso, después del regreso al trono del rey
Fernando VII en 1813. Landavazo sostiene que la preocupación por mantener este orden
tradicional, “llegaría a ser uno de los factores fundamentales que explican las reiteradas
invocaciones al nombre del rey por parte de la insurgencia y los realistas”.189 En
consecuencia, en los testimonios de los acusados de infidencia, la idea de una ruptura se
aprecie enfocada más en la separación entre “lo americano” y “lo español” y no con la
figura del rey Fernando VII, al que no se consideraban español, sino americano o
novohispano. Alfredo Ávila y Gabriel Torres sustentan que: la lealtad al soberano no tenía
por qué traducirse en un sentimiento de fraternidad hacia los españoles peninsulares y/o
hacia las autoridades;190 además, como también señala Peter Guardino: “la lealtad al rey era
separable de la lealtad a España porque el rey no se consideraba español”.191
Lo sustentado hasta aquí, tomando como base del análisis los lenguajes de la guerra,
develan una imagen de una realidad producto de las emotividades y de la forma en que se
fue tomando conciencia de sí mismo y del otro como el enemigo. Lenguaje que los actores
de mis fuentes enunciaban, algunas veces de una forma más violentas que otras, pero que
en sí llevaban la intención de diferenciarse explícitamente del otro, del español peninsular.
Allí, la búsqueda de nuevos criterios de identificación con la patria americana se asociaba
necesariamente a las producciones simbólicas de estrategias de percepción y apreciación de
la realidad social capaz de operar y legitimar una comprensión nueva de la misma,
articulada en torno de la división entre “patriotas” y “godos”, “criollos y gachupines”. Se
conjugan en estas manifestaciones diversos sentimientos e intereses, donde el grupo más
fuerte o con mayor poder, en este caso la élite criolla, fue el que impuso las condiciones.
Ellos le dieron el significado a esta guerra verbal porque necesitaban destruir al enemigo
que les hacía contrapeso, para en su lugar, crear un nuevo imaginario donde ya no sería el
189 Landavazo. “Fernando VII y la insurgencia mexicana: Entre la máscara y el mito”, 2002. p. 86. 190Alfredo Ávila y Gabriel Torres. “Retóricas de la xenofobia. Franceses y gachupines en el discurso político y religioso de Nueva España (1760-1821)”, 2009 [en línea] http://www.terra.com.mx/articulo.aspx?articuloid=765821&paginaid=1 191 Peter Guardino. “El nacionalismo: una microhistoria”, 1992. [En línea] http://mxfractal.org/F37PeterGuardino.html
161
rey el depositario de la soberanía, sino el “pueblo” encarnado en el grupo poderoso
conformado por la élite criolla. En estos planes en ningún momento se planteó la
transformación de las estructuras sociales y políticas, sino que se buscó hacer una reforma
con el fin de eliminar a los europeos de las esferas políticas y económicas.
3.2. La búsqueda de una identidad: el patriotismo americano
Los habitantes de la América española respondieron a la crisis monárquica de 1808 con
gran patriotismo y determinación. De manera unánime, los americanos de todas las razas y
clases expresaron su fidelidad a Fernando VII, su repudio a Napoleón y su determinación
en la defensa de su fe y sus patrias ante la dominación francesa. Landavazo señala que “la
obediencia al monarca era visualizada como empresa de vasallaje pero también de
patriotismo”.192 En este contexto, la virtud patriótica afloró propiciada por la situación
bélica entre los españoles de ambos continentes y el invasor francés. No obstante, la crisis
de la monarquía hizo evidente la lucha entre dos bandos patriotas: el realista y el
insurgente; el primero defendía la patria española de los franceses y los segundos defendía
el territorio americano de los españoles europeos. En esta confrontación se comenzó a
difundir una idea de patriotismo no sólo en relación con el rechazo al invasor francés y el
fortalecimiento del sentimiento e identidad con España, también las denostaciones fueron
dirigidas contra el invasor español y se acentuó el sentimiento de amor e identidad con la
América.
Tanto insurgentes como realistas defendían valores como la religión católica, el rey,
la patria y se pronunciaron en contra de la Revolución francesa. Pero, ¿en qué momento se
dio en el discurso insurgente la evolución de un patriotismo que resaltaba el amor y lealtad
a la patria española, a un patriotismo que promovía un sentimiento de identidad con la
patria americana? Este cambio, en el caso de la Nueva España, parece que tomó un poco
más de tiempo en manifestarse que en la capitanía general de Venezuela, quizás porque en
el virreinato hubo un fuerte proceso de adoctrinamiento sobre los valores monárquico que
192 A. Landavazo, “El discurso patriótico”, 2009, p.
162
llegó a toda la población,193 por lo que el tránsito entre uno y otro patriotismo fue paulatino.
Mientras que en Venezuela, la idea de un patriotismo americano fue prontamente
justificado por los líderes del movimiento y por una gran parte de la población. En las cusas
de infidencia venezolanas se observa un cambio radical del discurso patriótico insurgente
desde 1811; en las infidencias mexicanas, ese cambio se comenzó a reflejar con claridad en
el discurso de los acusados de infidencia, sólo a partir de 1813. No obstante, debo enfatizar
que los dos discursos patriotas, tanto en la capitanía general de Venezuela como en la
Nueva España, fueron expresados de forma simultánea en la retórica de los infidentes desde
los inicios de la guerra, en 1810; pero, como mostraré más adelante, en el trascurso de la
guerra el patriotismo americano fue adquiriendo una mayor presencia como elemento de
identidad en torno al cual se justificó la ruptura total con la monarquía española.
En el discurso insurgente, el sentimiento patriótico se difundió como un elemento de
unidad y diferenciación de lo español. El patriotismo era promovido como un factor de
movilidad con base a un sentimiento de amor a la tierra propia, a una unidad histórica a la
que sus naturales se sentían vinculados. En el lenguaje político de una gran parte de los
infidentes, con el cual se sustentó la idea de ruptura con España, estuvo guiado por el
concepto de patria, no así por el de nación. Mónica Quijada sustenta, que “En el discurso
de la Independencia, y en los sentimientos colectivos que ella movilizó, el término clave no
fue tanto el de nación como el de patria […] las palabras patriota y patriotismo fueron
evocando cada vez más el amor a la libertad, y patria se aplicó a la tierra de hombres libres
y por lo tanto felices.194 Ese sentimiento patriótico permitió a los americanos forjar una
identidad y, como argumenta esta misma autora: “En el nombre de esa patria que es
193 Saúl Jerónimo nos muestra ese proceso de adoctrinamiento en las escuelas de primeras letras en la Nueva España, donde los Catecismo civiles desempeñaron un papel fundamental en la enseñanza que se le impartía a los niños sobre el respeto al rey y el desprecio por el enemigo, Napoleón. Pero este autor señala que la eficacia de los catecismos civiles estuvo principalmente en dar a conocer entre los novohispanos los sucesos que estaban ocurriendo en España. Jerónimo, op. cit. 194 Mónica Quijada señala también que “Patria aparece así, en la tradición hispánica, como una lealtad ‘filial’, localizada y territorializada, y por ello más fácilmente instrumentalizable en un momento de ruptura de un orden secular, de lo que permite la polivalencia del concepto de nación”. Quijada, “¿Qué nación? dinámicas y dicotomías de la nación en el imaginario hispanoamericano del siglo XIX”, 1994 [en línea] http://www.ahila.nl/publicaciones/cuadernos.html. [fecha de consulta: 8 de enero de 2008].
163
sinónimo de libertad irían forjando los americanos la ruptura del vínculo político con el
gobierno central de la monarquía castellana”.195
En estos documentos se observa que, después de 1811, hay una exaltación de la
patria americana diferenciándola de la patria española, lo que significa que se estaba
modificando el imaginario donde se percibía la patria española como el conjunto de la
monarquía, cuya unidad incluía tanto la España peninsular como la América hispánica.
François-Xavier Guerra196 resalta como una de las más importantes razones de este cambio
de imaginario, la necesidad de distinguirse del adversario en la guerra civil en un momento
de la contienda. En ese distanciamiento con la metrópoli, se aprecia también que en el
discurso los referentes tradicionales se iban cambiando o matizando; si antes el vinculo más
fuerte de unión era la religión y el rey, llegó un momento en que el referente de la libertad
de la patria se constituyó como el horizonte de expectativa con el que se identificarían los
americanos y tomarían como bandera en la lucha contra España; claro que el vínculo
religioso constituyó también un papel importante en el discurso patriótico, especialmente en
el caso mexicano. La libertad de la patria fue un argumento sustentado no sólo por los
intelectuales que encabezaron los movimientos independentistas, también se lee en los
pronunciamiento de la gente del común. Por ejemplo, el pardo Pedro Goitía de oficio
platero, al entrar en discusión sobre las cuestiones políticas con un compañero, le dijo que
“era un indigno, solamente tú que no sabes el punto que se ha defendido, digas que estaba
por Dios y el Rey; yo soy patriota y moriré por la libertad de la patria…”.197
En Venezuela los líderes insurgentes promovieron un ferviente amor por la patria y
vieron en el patriotismo una de sus mejores arma en la lucha contra los realistas. En una
carta que envió el comandante de Trujillo Pedro Fernández al de Mérida en 1812 se
escribió: “Si el patriotismo, actividad y acierto que habéis acreditado no me asegura un
éxito favorable en las convulsiones de este Estado, creedme que dudaría exponerme a dar
un armamento que hace falta para nuestra defensa y puede caer en manos de los
traidores”.198
195 Quijada, op. cit. 196François-Xavier Guerra, “Identidad y soberanía: una relación compleja”, 1995. pp. 207-242. 197 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXI, exp. 6, 1812. 198 AGN, Venezuela, Infidencia, t. IX, exp.4, 1812.
164
Un rasgo sobresaliente de la construcción identitaria es el distinguirse del otro, el
marcar las diferencias particularmente cuando existen relaciones conflictivas y de
dominación entre un grupo y otro, como es el caso aquí estudiado. La identidad es un
espacio de tensión de intereses, de posiciones, de negociación de sentido. Un campo de
lucha en la que se disputan los valores del yo frente a sí mismo y frente al otro. Como
sostiene José Alejos García, quien se apoya en los conceptos de identidad y alteridad en
Bajtín, que: “Las respectivas identidades se construyen en el proceso de la comunicación
interdiscursiva… Es así, con la ayuda del otro, como el yo construye su identidad”, y
explica a pie de página: “Esto no significa que las relaciones entre uno y otro sean
equitativas o armónicas, ya que éstas se encuentran marcadas por relaciones de poder, que
hacen de la identidad un espacio de dominación y alienación”.199
Los dirigentes del movimiento patriótico en la América del sur, pero principalmente
Simón Bolívar, pensaron en diversos elementos retóricos con los cuales exaltar en la gente
la pertenencia con los ideales republicanos. Bolívar hizo alusión en uno de sus escritos, el
conocido como La Carta de Jamaica, a la imagen de la Virgen de Guadalupe;200 pero lo que
mejor resultado dio como estrategia de unión, fue el argumentar la larga historia de
depredaciones, exclusiones y usurpaciones de las que habían sido objeto tanto los primeros
pobladores como las sucesivas generaciones de criollos, mestizos, mulatos y negros que
vinieron después. En lo que en cierta forma coincidían estos grupos era en el descontento
hacia el status quo; todos los grupos, de alguna manera sentían que habían sido despojados
de algo que les pertenecía, el blanco de su nobleza, el negro de su libertad y su pueblo
original, el indio de sus tierras ancestrales y de su dignidad. El argumento retórico del
derecho al suelo americano por sus antiguos dueño fue constantemente usado por los
criollos para reclamar los derechos de conquista y de autonomía política. No obstante, un
factor que incidió profundamente en la configuración de la imagen de la patria y la idea del
patriotismo en estas tierras, fue el narrar en sus discursos sobre la sangre derramada durante
199 García. op. cit. p.53. 200 En la conocida Carta de Jamaica de 1815, Bolívar resalto el poder simbólico de la Virgen de Guadalupe como arma para la movilización de la población, él escribió: “Felizmente los directores de la independencia de México se han aprovechado del fanatismo con el mejor acierto proclamando a la famosa Virgen de Guadalupe por reina de los patriotas, invocándola en todos los casos arduos y llevándola en sus banderas. Con esto, el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La veneración de esta imagen en México es superior a la más exaltada que pudiera inspirar el más diestro profeta”. [en línea], http://img2.noticias24.com/1109/152.pdf.
165
la guerra de independencia. Los patriotas sudamericanos acudieron constantemente al uso
de figuras retóricas en sus discursos al describir los arroyos de sangre con los que la guerra
había teñido el suelo americano, esperando con ello lograr un mayor impacto en el ánimo
de sus receptores. Cito otro párrafo de la carta enviada de Guayaquil al cura Felipe Clavijo,
su remitente empleando el uso de metáforas, escribió: “No hay dura que arroyos de sangre
han corrido desde el momento de nuestra insurrección, que han sido mil y mil víctimas
sacrificadas en aras de la libertad de nuestra patria”.201
El discurso patriótico de los insurgentes novohispanos se exaltó el pasado indígena
y el catolicismo, dos elementos que nutrirían el patriotismo mexicano y con los cuales se
lograría reducir la distancia que separaba a la élite de las masas y los uniría bajo un mismo
estandarte en la lucha contra España. Orientación en la que tuvo que ver mucho la
influencia de la condición de los principales dirigentes del movimiento independentista de
Nueva España: el clero secular. David Brading ha afirmado que: “El movimiento
insurgente mexicano de 1810 se diferenció de los movimientos sudamericanos
contemporáneos a favor de la independencia por tres elementos claves: el liderazgo del
clero, la amplia participación de las masas rurales y la elaboración de una ideología
nacionalista”.202 Estoy de acuerdo con Brading en los dos primeros punto que señala, pero
me quedan dudas en el tercer elemento. Pienso que para el momento histórico al que nos
referimos no podemos hablar de una ideología nacionalista para la Nueva España, incluso,
para la América española. Debido a la complejidad de la estructura socio-cultural de la
América colonial, es difícil determinar el estado de la cuestión nacional. En ese momento
cada grupo social debía tener algún tipo de identidad social pero no articuladas en una
unidad; no había homogeneidad en la población ni en sus intereses y las leyes no eran
iguales para todos. Por lo cual, me parece poco factible la presencia de una identidad
nacional bajo la cual se hallaran incluidos todos los habitantes del territorio
hispanoamericano. Quizás esta percepción de Brading tenga mayor relevancia en los
movimientos emancipadores de la América del sur que en el proceso novohispano; pienso
que posiblemente en Sudamérica surgió una ideología nacionalista primero que en la Nueva
España, especialmente en Bolívar, quien manejó una idea de nación, aunque él no se refería
201 AGN, México, Infidencia, vol. 145, exp. 7, 1818. 202 David Brading. “El clero mexicano y el movimiento insurgente de 1810”, 1981. pp. 6.
166
sólo a la construcción de la nación venezolana, sino a una gran nación continental que
comprendía toda la América.
Algo que comparten los dos proyectos emancipadores, el mexicano y el venezolano,
es que en ambos se acuden a la figura de la libertad de la patria y al despertar en los
americanos el sentimiento patriótico como estrategia de unión, a través del cual se buscó
crear una identidad con lo americano en oposición a lo español. Bolívar en 1814 le dijo a un
grupo de solados: “Yo no soy más que un soldado que vengo a ofrecer mis servicios a esta
nación hermana. Para nosotros la patria es la América; nuestros enemigos los españoles;
nuestra enseña la independencia y libertad”. 203 Morelos para 1813 también acudió al
discurso de la libertad de la patria para justificar su proyecto independentista, él escribió:
“los Estados mudan costumbres y, por consiguiente, la Patria no será del todo libre y
nuestra mientras no se reforme el Gobierno, abatiendo el tiránico, substituyendo el liberal e
igualmente echando fuera de nuestro suelo al enemigo español que tanto se ha declarado
contra nuestra Patria”.204
Resalto dos textos que, según cuentan las autoridades reales, fueron elaborados por
los seguidores de la insurgencia, donde identifico un discurso muy parecido en la forma en
que los novohispanos y venezolanos hicieron uso de algunos elementos retóricos,
mostrando un tono fuerte en sus palabras al construir y difundir la idea de una patria
americana, en la lucha contra el tirano y en la opresión que por siglos padecieron bajo el
yugo español. En ellos se observa el uso de un discurso metafórico en la construcción de la
patria americana, pero también del enemigo como ese poder colonial en general que tenía
tiranizada la América. El relato sobre la gran usurpación, la tiranía, la opresión y el
despotismo se impuso con gran fuerza y capacidad para convencer y conmover en la
coyuntura de la guerra de independencia. El primero ejemplo es un impreso anónimo con
fecha de 20 de enero de 1811, titulado “Canción Americana” que se le halló al blanco
Francisco Pérez de oficio criador, soltero y de edad de 63 años; texto que iba dirigido a los
habitantes de la Guayana en Venezuela en el año de 1811, para exhortar a su población a
que se levantarse en contra del gobierno español. En sus estrofas se lee: 203 Simón Bolívar. Palabras de Bolívar a la División del general Urdaneta, Pamplona, 12 de noviembre de 1814, en Rufino Blanco, op. cit., pp. 52-53. 204 José M. Morelos, Sentimientos de la Iación, 1813, en Virginia Guedea, Textos Insurgentes (1808-1821), 2007, pp.133-135.
167
“Canción Americana”205
Afligida la Patria
Os llamó, Americanos Para que, reunidos
Destruyáis al tirano; Oísteis su voz sagrada
Que anunciaba al malvado La felicidad vuestra, Y su fin desastrado
Coro
Viva tan sólo el pueblo
El pueblo SOBERANO: Mueran los opresores, Mueran sus partidarios
Coro
La patria es nuestra madre, Nuestra madre querida A quien tuvo el tirano
Esclava, y afligida: A esta es a quien debemos
Hasta la misma vida; Perezcamos, pues antes
Que ella se vea oprimida.
205 AGN, Venezuela, Infidencia, vol. II, exp.1, 1811.
Coro Temblad opresor infame,
Tiembla, cruel e inhumano, Que todos tus delitos van a ser castigados; Ya la terrible espada del brazo Americano,
va a destruir vuestro Orgullo, déspota sanguinario.
Coro
Monstruo feroz y horrendo, Hacía trescientos años Que tu furor destruía
A los americanos: Ya es tiempo de que pagues
Tus crímenes malvado, Pues ya recobró el pueblo
Sus derechos sagrados.
Coro O tú, ser infinito
Supremo, Justo sabio; Tú criaste al hombre De libertad dotado, No permitas que sea
Más tiempo esclavizado Destruye el despotismo Confunde a los tiranos
Coro
168
El segundo ejemplo, es un papel anónimo de 1810 que le llegó por correo, según
cuenta Tranquilino de la Rosa vecino de Córdova, quien lo denunció a las autoridades
reales. Dicho papel no iba dirigido particularmente a él sino a un público más amplio; en el
anónimo se escribió lo siguiente:
Compatriotas Americanos: con dolor estáis mirando como el despotismo y tiranía con que nos tratan esos advenedizos que hasta aquí nos habían llamado hermanos, sólo por unas razones de su propia conveniencia. Después que se han levantado y constituido los magnates de nuestras propias repúblicas; después que en nuestro suelo han logrado caudal, honor, reputación, respeto; después que se ven hoy elevados hasta un grado que jamás pudieron imaginar con respecto a sus viles principios; tratan de nuestra dominación absoluta, y de envolvernos para siempre en el mayor abatimiento.
Este es compatriotas míos, el nuevo yugo que nos ha impuesto el despotismo de estos Nerones después de habernos tenido sujetos a otro no menos pesado por el espacio de tres siglos. Vamos pues a sacudirlos con energía, para reivindicar nuestros derechos: corramos a la defensa de la Patria, y volvamos a la reconquista de la Nación, vendiendo, si fuera menester propia vida a un buen precio, para que ella y nuestros hijos se sientan felices con la independencia a que aspiramos. 206
En ambos “papeles”, el enemigo está representado por ese poder infame, cruel,
inhumano, déspota que mantuvo la patria cautiva por trescientos años; con ello se refieren
al control que tenía la corona española, los españoles y todas las instituciones coloniales en
general sobre los americanos hacía tres siglos. En la Canción Americana, acudiendo a un
discurso metafórico, se habla de la madre patria indicando que no se tiene otra patria que la
americana, la que el tirano mantuvo afligida y esclavizada. Este discurso es una metáfora al
poder, porque el enemigo del que se habla no es uno sólo, no es el rey, no son los
españoles, no son las instituciones coloniales; el tirano, el mostro feroz y horrendo son
todos aquellos que querían oprimir a la patria, aquél tirano que sería castigado por el brazo
americano. Con la construcción discursiva de “la madre patria”, el autor de la canción hace
referencia a la “patria vieja”, no es España, es la América antes de la llegada del
conquistador español. La patria al ejercer su rol de madre patria debe garantizar el bienestar
de sus hijos; por lo que en el discurso se acude al concepto de “madre patria” en alusión a
la América anterior, ya que fue en ella donde la patria cumplía su maternal deber. Se da un
antes y un después, se describe la América del hoy esclava, devastada, oprimida, en
oposición, se resalta la tierra próspera, justa, libre del ayer. Se habla de la guerra como la
reivindicación y reconquista de esa “madre patria”.
Las metáforas son usadas por un actor político para construir conceptos y articular
sus discursos en función de diversos factores que hacen parte de su realidad; es una imagen
que comunica, con su doble sentido, una cierta interpretación de la realidad del sujeto de la
enunciación. Las palabras contenidas en esta canción americana, caracterizan un discurso
auténticamente patriota, en el sentido de un amor a una patria que no tiene frontera, ni
identidad particular, es la patria, la madre, la tierra, la que los estimula, la que hay que
defender y querer, la que les da fuerza. La frase, “La patria es nuestra madre” es una
metáfora usada para reforzar la cohesión grupal de un conglomerado tan disperso y
fragmentado como era percibida la sociedad hispanoamericana de la época, así como
también para incitarlos a luchar contra el enemigo de esa patria, ese poder que pretendía
mantenerla oprimida y esclavizada. El uso de los recursos retóricos, a la vez que unifican e
identifican, también polarizan y dividen.207 Esta canción iba dirigida a los habitantes de la
Guayana, provincia que para 1811 permanecía en poder de los realistas. Es así como el
autor o autores de esta canción americana, buscaba que sus palabras condujeran a la unidad
y precipitaran los ánimos en contra de los objetivos del enemigo externo.
En el “papel” anónimo que le fue enviado a Tranquilino de la Rosa en Córdoba,
también se observa un vínculo muy importante en la idea de la construcción de la patria
con respecto a la idea de lucha en contra de la opresión. Al igual que la canción americana,
el autor de este anónimo también marca una diferenciación tajante entre un nosotros, los
americanos y, un ellos, los españoles. Llama la atención el tono enérgico con el que fue
escrito este papel, al señalar una ruptura con lo español en el temprano año de 1810; lo cual
confirma la idea que he venido sustentando, que ambos discurso fueron usados desde los
primeros años del conflicto. En este anónimo, su autor es contundente al señalar que los
españoles no eran los hermanos de los americanos, porque ellos pertenecían a otra patria, la
española. Se indica en el texto que ellos, los españoles, habían pretendido engañarlos con el
discurso de la hermandad entre los nacidos en América y los nacidos en España, pero 207 Dorde Cuvardic García, “La metáfora en el discurso político”, 2004, p.64. [en línea] http://www.latindex.ucr.ac.cr/rfx002-05.php
170
fracasaron porque se había llegado la hora de romper con ese pesado yugo de oprobios y
abatimientos que por tres siglos habían cargado los habitantes de los territorios americanos.
La patria, en este discurso, no era la patria española, era la patria americana. Aquí se
percibe la llamada a la unidad al identificarse en el discurso como “compatriotas
americanos”. Pero también, ambos discursos estaban cargados de amenazas contra el
enemigo, ese poder colonial en general; al que se le envió el mensaje de que los americanos
lucharían hasta derramar la última gota de su sangre, porque estaban dispuestos a vender
sus propias vidas en protección y libertad de “la madre patria”, por lo que ya era tiempo de
que pagaran todos sus crímenes.
En páginas anteriores he comentado que dos elementos usados en el discurso
patriótico novohispano fueron la exaltación del pasado indígena y la religión, dos
estrategias que en la construcción del discurso patriota de los venezolanos parece
inexistentes, aunque como veremos más adelante, es posible hallar algunos casos. El
territorio venezolano no tuvo un pasado indígena en las proporciones observadas para
México y, al momento de la guerra emancipadora, la población indígena era muy reducida;
lo que probablemente evidencie la ausencia de la exaltación de un pasado indígena como
argumento justificativo en la retórica patriota. Aunque como he señalado, Bolívar consideró
la posibilidad de varios códigos e imágenes culturales que pudiesen servir como referentes
de identidad para los pueblos de la América Hispánica; pensó en Quetzalcoalt, en la virgen
de Guadalupe, en el hecho de hablar la misma lengua y compartir idénticas creencias
religiosas, pero la diversidad y la fragmentación de los pueblos de esta orilla del Atlántico
lo indujeron a recorrer otros caminos identitarios, como la justificación de las exclusiones,
usurpaciones y opresiones sufridas por el poder colonial en general.
Lo mismo sucedió con la figura religiosa. Son pocas las referencias que
encontramos en las causas de infidencia venezolana donde se utilice un lenguaje religioso
como estrategia de unión o como justificación de la guerra en el discurso insurgente de la
gente del común. Situación que podría tener alguna explicación si tomamos en cuenta lo
que señala Van Young, él menciona que el uso de un lenguaje religioso resulta propio de la
ideología insurgente popular y rural, sobre todo de los rebeldes indígenas, quienes
171
resaltaban constantemente estos valores religiosos.208 Apreciación que sería posible
justificar al revisar los casos que nos presentan los dos fondos de infidencia. Del lado
mexicano, el grupo étnico, con el mayor número de juicios efectuados, después de los
“españoles”, fueron los indígenas; en Venezuela, fueron los pardos (ver cuadros IIa y IIb).
En la mayoría de los acusados por este delito, en el caso venezolano, eran individuos que
habitaban en los cascos urbanos; mientras que en el caso mexicano, una gran parte de estos
actores pertenecían a las zonas rurales.209 Tomando en cuenta las apreciaciones de Van
Young, con lo que indican mis fuentes, podría ser un argumento que explique, en cierta
medida, la baja o casi extinta presencia del referente religioso en el discurso de los patriotas
venezolanos como estrategia justificativa de la guerra. Al contario del caso novohispano,
donde la presencia de los elementos religiosos fue especialmente utilizado como estrategia
político-cultural en la construcción de la identidad mexicana, donde la figura de la virgen
de Guadalupe fue el símbolo movilizador de la lucha. 210 Por ejemplo, la carta-proclama
enviada en el año de 1812 por el rebelde José Julián Canales, indio principal de la Misión
de la Señora de Santa de Camargo, al cura Juan Bautista Cantú, allí Canales justifica tan
afirmación:
Qué diremos del atropellamiento que hicieron con ignominiosa Reverencia de la perla mas escogida del Padre Eterno que es María Santísima. ¿Qué grande es el amor que esta divina Señora nos tiene? Pues simbolizó sus maravillas en aparecerse a uno de nuestra generación en imagen de Guadalupe, ¿más por qué nos demostramos desagradecido de los favores de esta Señora? Defendamos su pureza hasta derramar las últimas gotas de nuestra sangre. Despertad Nobilísimos americanos de aquel pesado sueño, alentad vuestros ánimos a defender la justa causa, y a castigar los rebeldes que han atropellado nuestra Santa Religión […] Y así sin intentar largar las atenciones del mundo y tomando las Armas a destruir la herejía a devorar la hipocresía que nos tienen dominados, que con la capa de Nuestra Santa Religión se valen los ingratos aliados de nuestros enemigos en querer dominar con la injusticia a la inocencia de nuestras personas. A las armas, a las armas amados compatriotas…211
208 Van Young, La otra rebelión…, p. 791. 209 Esta información se obtuvo de los datos sobre el lugar de vecindad de los acusados por el delito de infidencia en ambas fuentes. Un 60% de los lugares de procedencia de los acusados corresponde a los lugares donde se realizaron los juicios (ver mapas). 210 Guerra ha confirmado que la religión ocupaba, al lado del rey y de la patria, un lugar central como parte esencial de la identidad nacional en Nueva España. François-Xavier Guerra. “Imaginarios y valores de 1808”, 1992, pp.147-175. 211 AGN, México, Infidencia, vol. 116, exp. 10, 1812.
172
Esta carta-proclama del indio Julián Canales es interesante, porque en ella se ve
cómo un indígena, que no era cualquier indígena, sino un indio principal, percibió el
momento en que se estaba construyendo un nuevo horizonte en las Indias americanas desde
su espacio de enunciación. El ser un indio principal quizás explique lo bien elaborado de su
discurso, por la posibilidad de acceder a los medios de enseñanza. También por ello resulte
factible comprender la representación que él hizo de la guerra como una lucha religiosa y
su percepción de sí mismo como defensor de la Santa Iglesia, por la trascendencia e
imposición que dicho discurso tuvo en la población indígena durante la dominación
española. Lo que llama especialmente la atención es que Canales no se identificara con su
pasado indígena, como se podría suponer por su condición de indígena, pero no hace
mención de ello en ningún lugar de su escrito. Él se identificaba, especialmente, con la
lucha de los criollos, de quienes comentaba en otro párrafo de su carta que: “…ha hecho
cargo en sí mismo de los agravios que está sufriendo el criollismo por las armas superiores
de Aguayo, no pude menos sino levantar la voz a favor de la América, la patria y la
Religión”. Canales no protesta por los daños y atropellos causado a los indígenas durante
los siglos de dominación; su queja está relaciona, principalmente, por la defensa de la
religión y por los agravios al criollismo, ¿sería que él se consideraba criollo?,
probablemente sí. El indio Canales, en ese momento, todavía percibía la monarquía
española como un bloque único integrado por España y América y, a los españoles, como
sus hermanos. Lo que él criticaba era que una parte de esos hermanos, los españoles
europeos, se habían levantado contra los otros, los americanos, él asentaba: “…por
intereses particulares se comprometen a herir y dañar a su propia sangre, y lo que es más,
ofender a sus propios hermanos”. Por ello justificaba el haber empuñado las armas, porque
“unos impíos han atropellado el estado laico y han agraviado a sus hermanos”, los mismos
argumentos utilizados por uno de los líderes del movimiento insurgente, Cos, como se vio
en el escrito citado páginas atrás.
También se observa en la citada carta de Canales, que el término “rebelde” él lo usó
para identificar a los otros, sus enemigos, aquellos que habían ofendido la religión y la
patria; el mismo discurso empleado desde el poder, pero a la inversa. Para Canales el
“rebelde” tiene una connotación tanto política como religiosa, porque el que atenta contra la
religión, atenta también contra la patria. Canales no se consideraba rebelde, por ello señala
173
que su lucha es la justa, y protesta contra aquellos que miran su lucha como una acción
antitética a la religión, cuando “es la misma causa por la que han derramado su sangre unos
esclarecidos héroes compatriotas”. En definitiva, en su discurso él se considera americano,
en oposición al europeo, pero conservaba una identidad perteneciente a una monarquía
como una unidad política-religiosa. En palabras de François-Xavier Guerra: “fundamentada
en la adhesión a los valores de una monarquía concebida como una ‘Monarquía
católica’”.212
En los textos o en las expresiones orales que he citado, tanto para la Nueva España
como para Venezuela, no se halla una explícita identificación de sus autores con el término
“insurgente”, no en el sentido de un “yo como insurgente”,213 porque cuando se menciona
la palabra insurgente la mayoría de las veces se habla en tercera persona (“los
insurgentes”). Las palabras con las que se aprecia cierta afinidad en el discurso son:
“americano” y “patriota”; aunque al apropiarse de estos términos, los actores muestra una
identificación implícita con el movimiento independentista y su oposición al bando realista.
Como sostienen Alfredo Ávila, que el llamarse “patriota” era como aceptar que se era un
“revolucionario”, ya que para la época en cuestión “patriota” era casi sinónimo de
revolucionario. Y “americano”, después de 1808, se entendía como criollo opuesto al
“gachupín”.214
En otro “papel” dirigido a Tranquilino de la Rosa en 1810215 su autor se identifica
como “Inca y americano”. Aquí se retoma la identidad con el pasado indígena, sin
embargo, sus quejas y críticas no estaban dirigidas en este sentido, aunque su autor se
muestra consciente de que todas las calamidades que estaba viviendo el pueblo americano
eran “el resultado de tan larga época de delitos y prostitución”. El autor se expresa 212 Guerra, op. cip., p. 221. 213 En las causas de infidencia son los testigos quienes asignan o atribuyen a las palabras pronunciadas por el acusado unas intencionalidades subversivas, acreditándolas como acciones políticas y sociales, basándose, por supuesto, en una pre-concepción impuesta por las mismas autoridades. Antonio Ibarra parte de la idea de que los delitos políticos son una construcción retórica de las autoridades a la luz de los temores políticos de la época; concluye que desde el poder se construyó una verdad inculpatoria nacida de los temores que rondaban en el ambiente, la cual “cobró vida propia con independencia de las inconsistentes evidencias y contradictorios testimonios de los implicados”. Ibarra, “De los delitos públicos y la vida privada…”, p. 128 214 Alfredo Ávila, “¿Cómo ser infidente sin serlo?, el discurso de la independencia en 1809”, 2003, p. 147. 215 A este señor, según lo indica al denunciar los escritos, le llegaron por correo 4 papeles anónimos, los que también les fueron envidados al alcalde de 1er voto de Campeche, don Juan n. Echave, y a don José Eligio Sánchez, promotor fiscal del arzobispado de México. Los cuatro “papeles” forman parte del mismo expediente.
174
preocupado por la situación dolorosa en la que se hallaban la América española sometidas
al abandono producto de la codicia e inmoralidad de los hombres que las habían gobernado.
Como Inca y americano, ofrezco a la consideración de V.M. un cuadro sumamente instructivo; dígnese hacer de él una comparada aplicación, y sacará consecuencias muy savias e importantes. Señor, ¿resistirá V.M. a tan imperiosas verdades? ¿Será insensible a las ansiedades de sus súbditos europeos y americanos? ¿Cerrará V.M. los ojos para no ver con tan brillantes luces el camino que aun le manifiesta el cielo para su salvación? No creo… Apenas queda tiempo ya para despertar del letargo, y para abandonar los errores y preocupaciones hijas del orgullo y vanidad”.216
El llamado de “despertad del letargo”, en este caso, está dirigido tanto a los
americanos como a las autoridades españolas, pues su autor pensaba que aun se estaba a
tiempo de evitar la ruptura total entre América y España. Probablemente ese era la
intención de su escrito, convencer a la persona a la que iba dirigido su discurso de tomar las
providencias necesarias para evitar la inminente ruptura.
Son varios los testimonios hallados en estas fuentes que nos indican como los dos
discursos patriotas, el de la patria española y el de la patria americana, se manifestaron
conjuntamente en un mismo espacio. Pero también develan cómo fue creciendo y
consolidándose un sentimiento de pertenencia con el territorio americano, en la defensa de
la patria americanas, considerada como “la madre patria” bondadosa y libre del ayer.
Argumento alrededor del cual se lograría la unidad de los diferentes grupos que habitaban
los territorios americanos en la lucha por la independencia absoluta de España.
En Venezuela, la retórica patriota se construyó resaltando, a parte del despotismo y
la tiranía del poder español, una actitud violenta de extermino total del enemigo. El
lenguaje violento con el que se inducía el amor a la patria, quedó registrados en docenas de
casos; patriotismo era sinónimo de extermino del enemigo: el español, el europeo, el godo.
Antonio Nicolás Briceño acusado de revolucionario, en cuyo expediente se halla como
prueba en su contra las proposiciones que publicó en Cartagena el 16 de enero de 1812 a
“nombre de los pueblos de Venezuela”, expresó un lenguaje violento vinculado a un
sentimiento patriótico:
216 AGN, México, Infidencia, vol.18, exp.1, 1810.
175
…El exterminio de los españoles y canarios, el reparto de todos sus bienes confiscados entre el ejército y el Estado…premiando al patriota con ascensos militares, conforme al número de cabezas enemigas que presentase; cualquiera que en el combate volviese la cara, o tratara de desalentar a sus compañeros, sería muerto allí mismo, o juzgado en consejo de oficiales.217
Sin duda alguna, este fue el tono que caracterizó el discurso insurgente venezolano,
un discurso abierto de completa oposición con el poder colonial, tanto de los dirigentes
como de la gente que los seguía. Al contrario del novohispano donde, a pesar de algunos
casos donde se usó un lenguaje de oposición y el movimiento mostró una radicalidad
progresiva, sigo percibo un discurso de los insurgentes novohispanos muy tenue, poco claro
con respecto de las intenciones que se buscaba con dicho enfrentamiento.
El lenguaje de la guerra tuvo tonalidades diversas, el cual fue usado y manipulado
en virtud de intereses y entornos distintos. Aunque los proyectos de independencias en
Nueva España y Venezuela fueron construidos partiendo de discursos y símbolos diversos,
en ambos espacios, la construcción retórica del “otro”, el español, considerado como el
enemigo y, un “nosotros”, los americanos como el amigo, fue una misma estrategia que los
novohispanos y venezolano acusados de infidencia usaron para justificar la guerra y
difundir un sentimiento de amor y lealtad a la patria americana diferenciándola de la patria
española. Aaron Grageda ha mostrado que: “Los sujetos políticos se constituyeron a partir
de y en coyunturas determinadas; es decir, poseyeron una historicidad particular, en cuanto
a que se configuraron desde la práctica y las posiciones que adquirieron frente a procesos
políticos específicos”.218En efecto, en la coyuntura de la guerra de independencia se
formaron nuevos sujetos políticos cuyo discurso, ideas, hábitos y prácticas tenían la fuerza
de desafiar a ese poder colonial asentado por siglos en el suelo e imaginario de los
americanos. Esos nuevos sujetos comenzaron un proceso de escisión que culminaría
muchos años después de la declaración de la independencia absoluta de España en 1821.
Con el llamado de “patriotas americanos” se interpeló al sujeto del movimiento y se
creó una identidad que los diferenció del español europeo. El enfrentamiento político por la
emancipación de los territorios hispanoamericanos, produjo un discurso con fuerza 217 AGN, Venezuela, Infidencia, t.XXXVII, exp.1, 1813. 218 Aarón Grageda. Vindicaciones. Iuevos enfoques sobre la condición retórica, literaria y existencial de las
fuentes históricas. 2009, pp. 127-128
176
interpelatoria suficiente como para conformar en el nivel simbólico y en la práctica
revolucionaria un sujeto político con identidad propia: el americano. El sujeto político no
puede ser el emergente puramente mecánico y especular de la agregación de sectores
sociales, sino el producto de un discurso que constituye a las voluntades individuales en
una subjetividad colectiva que se realiza en el compartir un proyecto. Mostrando el
proyecto y convocando a la luchar para su realización a través de un proceso colectivo, la
interpelación construye a su propio sujeto. Un sujeto que, por lo demás, es siempre un
sujeto en construcción. Es así como podemos observar diferentes motivaciones y
percepciones en los autores de los discursos aquí estudiados, los cuales son representados
en sus escritos por la fuerza identitaria que los unía a una u otra causa, y la fortaleza de los
argumentos y de los lenguajes utilizados para convencer a la población que hiciera parte de
un proyecto. Los hombres de ese tiempo interpretaron los acontecimientos que vivieron a
través de una percepción en la que se mezclaban elementos simbólicos viejos y nuevos;
pero a la vez, los acontecimientos revolucionarios produjeron nuevas realidades cuya
interpretación y carga simbólica fueron incorporadas rápidamente a esa visión del mundo,
transformándola.
177
CAPÍTULO IV
EL DISCURSO DE LA LEGITIMIDAD POLÍTICA Y LA PARTICIPACIÓN
DEL CLERO EN LA INSURGENCIA AMERICANA
En un primer momento de la contienda, los individuos que apoyaron las ideas insurgentes
en el virreinato novohispano construyeron un discurso justificativo que apeló, junto al
patriotismo y la religión, a los valores del legitimismo monárquico.219 Los independentistas
y los realistas usaron este discurso para atraer a un sector amplio de la población
apoyándose en la defensa del rey cautivo y de la religión -ambas figuras de devoción- como
fuente de legitimidad de sus luchas. No obstante, en la medida en que avanzó el conflicto
esos argumentos se fueron modificando en el discurso de una buena parte de la población
que apoyaba la causa insurgente; los elementos del discurso religioso siguieron
impregnando el discurso político, pero entonces fueron enfocados a criticar el poder
absoluto del rey ya apoyar la construcción de una identidad americana. Landavazo
argumenta que: “Después de 1814…las referencias a Fernando VII se volvieron no sólo
críticas sino agresivas. Los insurgentes habían desplazado los sentimientos de fidelidad del
monarca presumiblemente hacia la nación, pero además habían convertido al rey en objeto
de escarnio. El camino recorrido por la figura de Fernando, de la veneración al
vituperio”.220 En este desplazamiento de las fidelidades se construyó un discurso que tomó
como base de sus argumentos algunas nociones de la tradición escolástica española; éstos
fueron utilizados por los patriotas americanos para legitimar las nuevas concepciones sobre
la soberanía popular, la patria, la república, la libertad, y -sobre todo- la impugnación y el
rechazo al despotismo monárquico y al orden colonial.221
219 John Tutino señala que: “La lealtad a Fernando VII, el descontento con los franceses ‘ateos’, la devoción a Guadalupe y el enojo contra los gachupines conformaron una retórica que medió alianzas frágiles y a menudo contradictorias entre insurgentes políticos y populares durante la guerra de independencias”. Tutino, “Soberanía quebrada, insurgencia popular y la independencia de México: la guerra de independencia 1808-1821”, 2009, p.20. 220 Landavazo, “La sacralización del rey…”, p. 89. 221 Javier Fernández sustenta que el tema del cautiverio del rey Fernando VII como el posterior rechazo a la concepción divina de la monarquía y la adopción del nuevo sistema republicano, constituyeron los fundamentos teológicos e intelectuales sobre los cuales se construyó el edificio ideológico e institucional
178
En la capitanía general de Venezuela, al parecer, el discurso justificativo de la
defensa de la religión y del rey no tuvo la misma transcendencia ni el mismo
pronunciamiento en su dirección al que se le dio en la Nueva España, quizás porque el
movimiento venezolano careció en su liderazgo de la presencia de figuras del clero como la
mostrada por los curas Hidalgo y Morelos en la Nueva España, allí la presencia de los
militares tuvo mayor representatividad. No obstante este señalamiento, mis fuentes
documentan un número importante de religiosos que se pronunciaron a favor del bando
patriota en esta capitanía general (como se aprecia en el primer capítulo), y muchos de ellos
empuñaron las armas en defensa de la independencia de las Indias americanas. La
participación de estos actores ha quedado desdibujada por el alto reconocimiento que se les
ha dado en la historiografía venezolana a otros actores, especialmente, a los militares.
Las causas de infidencia señalan que muy tempranamente los patriotas venezolanos
justificaron un proyecto político que implicaba la separación de España; se aprecia que
después de 1811 ellos desistieron en argumentar la defensa del rey como medio para
sustentar su lucha. En este contexto, los insurgentes venezolanos se apropiaron de un
discurso religioso tradicional y lo usaron de acuerdo a sus necesidades del momento; el
concepto de lo “sagrado” adquirió un nuevo significado en el discurso patriota venezolano,
éste hacía alusión a valores como justicia, igualdad, patria y libertad. El ámbito de lo
sagrado se trasladó a la praxis política y militar de la liberación de la patria americana.222
El pacto estratégico que se había establecido en las Indias americanas entre la
Iglesia y la corona gracias al Patronato Real, comenzó a verse trastocado cuando hacia la
segunda mitad del siglo XVIII e inicios del siglo XIX se dieron una serie de eventos
políticos, sociales y culturales, tanto en Europa como en el continente americano, que
causaron diversas reacciones y convulsionaron el mundo hispánico. El nódulo de
significación del “buen orden de la monarquía”, entendido como la armonía que debían
sólido en un momento convulsivo e incierto. Fernández, “Cultura política y crisis del mundo hispánico. La cautividad del rey y la legitimación del gobierno republicano”, 2010. 222 En la proclama ya citada, titulada Canción Americana incluida en el juicio que se le hizo al teniente de justicia mayor Francisco Pérez en Venezuela, en una de sus estrofa se describe a la patria como esa voz sagrada a la que se debía seguir, es ella la que clama por la libertad del pueblo americano afligido y los incita a destruir al tirano: “Afligida la Patria/ Os llamó, Americanos/Para que, reunidos/Destruyáis al tirano/Oísteis su voz sagrada/Que anunciaba al malvado/La felicidad vuestra, y su fin desastrado”. AGN, Venezuela, Infidencia, t.2, exp. 1, 1811.
179
guardar las partes del cuerpo entre sí, basado en los principios de subordinación y jerarquía,
ocupando cada quien su lugar en la “esfera social” a fin de preservar el orden natural de un
cuerpo con una sola cabeza, permaneció inalterable hasta el momento de la crisis política
de la monarquía en 1808, cuando se dio la ocupación de la península por las tropas de
Napoleón Bonaparte. Por toda la península y los dominios ultramarinos cundió la
confusión, para salir de la cual era menester un formidable esfuerzo de reformulación de la
institucionalidad quebrantada. La legitimidad del poder y de las instituciones depositarias
de la soberanía se tornó en un problema de reconocimiento, de representación; con la
desaparición del rey y, para salvaguardad los reinos de India, los americanos justificaron
sus acciones recurriendo a la teoría que sustentaba que en ausencia del rey, la soberanía
recaía en el pueblo o nación.223
La discusión sobre la legitimidad del rey y el discurso religioso que aquí propongo
analizar concierne al ámbito de lo político, no es una discusión que en mis fuentes esté
relacionada con la doctrina religiosa, sino con el ámbito de la política y la religión. Es
decir, en las fuentes de infidencia no tuvo lugar una discusión sobre las creencias religiosas,
pero si se observa a algunos religiosos opinando sobre cuestiones políticas y sociales,
sustentando dichas opiniones en el discurso de la escolástica hispana; lo que muestra a una
parte importante de los sujetos vinculados a la Iglesia discutiendo sobre la política, lo
social, lo cultural, pero no sobre cuestiones relacionadas con la religiosidad católica. En esa
misma tónica discursiva también encontramos a un diverso sector de la población civil
(funcionarios, agrícolas, artesanos, comerciantes, etcétera) que opinaban sobre estas
cuestiones. Los sujetos que en estas fuentes encontramos discutiendo y opinando sobre la
política, construyeron sus discursos apropiándose de ciertos enunciados de un discurso
mayormente articulado, los cuales fueron usados o reinterpretados por esos sujetos desde
sus “recursos culturales” y reacomodados a un horizonte de enunciación completamente
diferente de aquél discurso teórico bien estructurado.
El objetivo en este capítulo es analizar cómo los insurgentes americanos se
apropiaron de algunos enunciados de la tradición escolástica hispana para justificar un 223 Guerra señala que: “En efecto, al desaparecer la legitimidad real y al rechazar la del intruso, no quedaba a la resistencia española y a la lealtad americana más camino para justificar su acción que apelar a la soberanía del reino, del pueblo o de la nación. Los términos empleados son fluctuantes y extremadamente variados, como lo es también el carácter de la reversión de la soberanía”. Modernidad e independencia…,p. 64.
180
discurso separatista; discurso que se fue transformando durante el conflicto político,
pasando a ser un discurso que en los inicios de la guerra sostenía la defensa y legitimidad al
monarca español, a develar, para el caso venezolano, una precocidad de sus referentes
radicales en el lenguaje y un acelerando proceso político de ruptura con el gobierno
monárquico. Y, para el caso novohispano, se comenzó a sustentar, a partir de 1813, una
posición crítica y de rechazo al despotismo de los reyes, así como la concepción de una
república independiente. En consecuencia, las preguntas a resolver en este capítulo son:
¿cómo la religión establecida incidió en el discurso beligerante novohispano y venezolano?,
¿qué papel jugó el clero en la insurgencia en estos territorios? y ¿cómo los enunciados de la
escolástica hispana fueron usados por algunos de los sujetos acusados del delito de
infidencia para objetar la legitimidad del rey y su derecho a gobernar los reinos
americanos?
4.1. La Iglesia y las guerras de independencia
Cuando se inició el proceso de la independencia en las colonias españolas, no solamente se
vieron afectadas las instituciones políticas de la monarquía, sino también las que regían el
comportamiento social y religioso, los aspectos económicos y las costumbres, incluida la
Iglesia católica. Esta institución, en la medida en que fue protagonista en la formación de la
sociedad latinoamericana desde la llegada del hombre europeo a estos territorios, representó
una de las bases fundamentales de la sociedad colonial y monárquica que se quiso debilitar
con la separación de España. La religión como forma de conocimiento brindaba una
interpretación de la realidad circundante y estimulaba a los adeptos a la acción, lo que no
era desconocido por los líderes insurgentes y realistas. De ahí que tanto los patriotas como
realistas vieran a la religión desde una perspectiva funcionalista, dicho de otra manera
como la forma de influir en las masas populares para buscar apoyo a sus propios intereses.
En Venezuela, al igual que en la Nueva España, los líderes del movimiento
emancipador tenían muy claro el papel primordial que cumplía la religión católica en la
181
sociedad.224 Ellos comprendieron que necesitaban de la Iglesia para legitimar una opción
que significaba la ruptura de un orden, el de la monarquía hispánica, sustentado en tres
siglos de historia y con unos fundamentos teológico-religiosos muy arraigados en la
sociedad colonial. Quizás por ello, los líderes de la insurgencia venezolana desde los inicios
de la contienda contrarrestaron la predicación del clero realista mediante la secularización
del conflicto, es decir, proclamando la idea del sentido humano de su gesta, invocando no a
un ser sobrenatural para que decidiera sobre los asuntos humanos, sino invocando a un
pueblo a cumplir su destino. En la causa seguida al cura párroco del pueblo de Turén e
interino de Maracay, José Manuel Vargas, uno de los testigos señaló que en el sermón
pronunciado por este cura intentó persuadir a la población de que a “los reyes Dios los
había puesto por castigo a los hombres…que no había más Santa causa que la seguida por
los patriotas de Caracas”.225 En este sentido, los insurgentes venezolanos se alejaron pronto
de un discurso religioso tradicional que se basaba en la pasividad de esperarlo todo del
monarca divino y humano.
En la Nueva España, una clara discusión sobre el papel que ocuparía la Iglesia en
los proyectos de nación, sólo tuvo lugar después de la consolidación de la independencia.
En ese momento, unos se pronunciaron por la integración de la Iglesia en el nuevo Estado
independiente, siguiendo lo planteado por el Real Patronato, mediante el cual la Iglesia
participaba más o menos equitativamente del poder distribuyéndose las funciones sobre la
sociedad y, otros optaron por la separación entre la Iglesia y el Estado, pero dándole a ésta
un amplio margen de libertad. Pero como ha destacado Manuel Ceballos Ramírez: “A decir
verdad, ninguna de las tres opciones tuvo éxito en México. La intransigencia de la Iglesia y
de los mexicanos que de ella dependían -o que por diversas razones se legitimaron o aliaron
con ella- fue a tal grado enconada, que exacerbó el proceso de secularización”.226
224 El inmenso poder de que gozaba la Iglesia católica en las Indias provenía de una parte de las atribuciones entregadas por la corona para la misión evangelizadora y para controlar las acciones de los primeros conquistadores, así como de su papel como “hombres santos” para las masas, los mediadores entre el pueblo y la divinidad entre una población profundamente religiosa y dependiente de los sacerdotes por herencia precolombina. 225 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXVIII, exp. 15, 1815. 226 Ceballos Ramírez, “Iglesia católica, Estado y sociedad en México: tres etapas de estudios e investigación”, 1996, p.92. [en línea] http://www2.colef.mx/FronteraNorte/articulos/FN15/4-f15_Iglesia_catolica_Estado_y_sociedad_en_Mexico.pdf
182
En Nueva España, la religión católica era un elemento cultural compartido por los
mestizos y los indios de las áreas centrales, entre los cuales existía una especial veneración
por la Virgen de Guadalupe; ello permitió reivindicar un pasado precolombino, condenar el
opresor período colonial y, paradójicamente, salvar el legado español de la Iglesia católica.
Todas estas circunstancias habrían llevado a Hidalgo a usar como estandarte de sus
ejércitos una imagen de esta Virgen para mover la participación de la masa de creyentes a
la lucha, un símbolo que adoptarían otros movimientos de los siglos XIX y XX. Scott
Eastman señala:
Las raíces aztecas empezaron a reemplazar la herencia cultural española y la Virgen de Guadalupe permitió un cimiento para una identidad religiosa y nacional distinta de la española. Los sermones y la retórica política de la época de la Guerra de la Independencia ampliaron la ideología patriótica de los clérigos ilustrados prominentes como Francisco Clavijero y vincularon las concepciones de un estado soberano americano a la tierra mítica de Anáhuac, el reino primordial de los aztecas.227
Cuando se produjo la crisis de la monarquía y se cuestionó los fundamentos del
sistema colonial, los valores religiosos adquirieron mayor presencia tanto en la retórica
insurgente como, por supuesto, en el fidelismo o realismo; especialmente en aquellos
lugares que, como el virreinato novohispano, la Iglesia católica se había constituido en una
institución fuerte regida por el gobierno monárquico.228 En este virreinato, desde un
principio, el proyecto de la conquista había sido muy claro: integrar y gobernar una nueva
sociedad colonial, buscar el bien común, administrar la justicia y mantener el orden y la paz
social; en este proyecto civilizatorio e integrador, la Iglesia y la evangelización tuvieron un
papel fundamental; pienso que la importancia que alcanzó este virreinato y el alto número
de su población indígena fueron elementos substanciales para que el proyecto
evangelizador adquiriera un especial interés para la corona española. Estas circunstancias
227 Scott Eastman, “‘Ya no hay Atlántico, ya no hay dos continentes’: regionalismo e identidad nacional durante la Guerra de Independencia en Nueva España”, 2005, pp. 153-166. 228 El aparato institucional de la Iglesia en el virreinato novohispano se encontraba mejor estructurado y fortalecido que el implantado en la Capitanía General de Venezuela. Carolina Ibarra así lo sustenta: “No podemos ignorar el hecho de que la importancia de la Iglesia en la Nueva España era mucho más fuerte que en otros virreinatos, tanto por el número de clero como por su estructura y capacidad de operación en distintos terrenos. Como en pocos otros lugares del mundo colonial, la Iglesia novohispana había conseguido crear estructura sólida en nueve obispados, de los cuales cuatro o cinco poseían rentas altísimas que les permitían no sólo llevar al máximo el esplendor del culto divino, sino articular y dirigir redes económicas muy poderosas”. Ibarra, “La justicia de la causa…”, p.64-65.
183
hicieron posible que tanto los valores religiosos como la fidelidad y legitimidad al rey
ocuparan un lugar central como parte esencial de la enseñanza e identidad de los
novohispanos fundamentada por el principio del Patronato Regio.
Por su parte, en la capitanía general de Venezuela, a pesar de imponerse el mismo
fin evangelizador, el proyecto careció de una rigurosa educación religiosa hacia la
población negra, cuya presencia muy pronto superó en número a los indígenas que ahí
encontraron los conquistadores españoles. En Venezuela, pese a que la intención e intereses
de la Iglesia y el Estado monárquico por controlar a la sociedad imponiendo ciertas normas
y valores religiosos fue igual a la llevada a cabo en los espacios coloniales del Perú y
Nueva España, en ese territorio los grupos de negros y sus descendientes se vieron menos
proclives a desbordar un sentimiento religioso asociado a un sentimiento monárquico al
momento de justificar su incursión en el conflicto político. El proyecto evangelizador fue
llevado a cabo de forma distinta en las poblaciones indígenas y negras, aspecto que pudo
influir decisivamente en la forma en que esos grupos se identificaron con una serie de
símbolos religiosos que darían sentido a su discurso, a la acción y a las prácticas sociales.
Iris Gareis plantea lo siguiente: “…la misión de los pueblos americanos era el objetivo,
mientras que la evangelización de los africanos supuestamente ya había sido concluida
cuando llegaron a América, dado que llevaban nombres cristianos. Por lo tanto, la
evangelización de los negros ya no entró en el juego: como mucho, podría ser un producto
secundario”.229 Asimismo señala que los esclavos fueron bautizados sin una previa
instrucción en materia de fe, lo que convertía a este ritual en un acto puramente formal
necesario para cumplir con lo mandado. Ello conllevó, sostiene la autora, a que muchos de
estos esclavos se les otorgaran nombres cristianos sin tener idea de la fe cristiana.230
Lo anterior presupone una diferenciación del influjo del discurso religiosos en las
zonas indígenas de las habitadas por los negros; esta diferencia de dominio religioso se
debe al peso social y político que alcanzó en cada una de ellas la institución eclesiástica.
Estos señalamientos permiten destacar la forma en que tanto los indígenas como los negros
fueron integrados a una cultura religiosa, lo que pudo haber incidido en una débil o
229 Iris Gareis, “La evangelización de la población indígena y afro, y las hacienda jesuitas de la América española: logros y desencuentros”, 2005. p. 53. 230 Ibid, pp. 58-59.
184
profunda apropiación que ellos habrían hecho de los símbolos y del discurso religioso. En
las fuentes de infidencias mexicanas se aprecia, tanto a los indígenas como a una parte de la
población en general, usando ciertos enunciados del sistema conceptual religioso para
argumentar, desde sus entornos culturales, su lealtad al rey, a la religión y a la patria o,
también, para justificar con ellos la independencia total de los reinos americanos de la
monarquía española. Por su parte, los venezolanos, especialmente los negros o las castas
negras, no se aprecia el uso de referentes religiosos en sus discursos. Al respecto, Federico
Brito asienta:
En la segunda mitad del siglo XVIII la lucha de los esclavos ya no se inspira en elementos ideológicos conservadores (pensamiento mágico primitivo, principios religiosos) sino que se nutre de la ideología revolucionaria del momento: los principios proclamados por la revolución democrático-burguesa en Europa y por los jacobinos negros en Haití y Santo Domingo.231
No obstante, la débil pertenencia que la población negra mostró hacía los símbolos
de la religión católica en Venezuela, la religión jugó un papel importante como proyecto de
ordenamiento moral en la sociedad colonial venezolana y ejerció cierta influencia sobre la
concepción de la república. Como se aprecia en el cuadro IIIb sobre la clasificación de los
insurgentes venezolanos, allí registré un número destacado de religiosos que participaron
activamente en el movimiento emancipador, pudiendo hallar el equilibrio entre la fe y la
ideología liberal; un destacado número de curas acusados de infidencia que estaría
mostrando que, no sólo los actores militares desempeñaron un valioso papel en la gesta
independentista venezolana como la historiografía tradicional nos ha hecho creer, sino que
los curas también fueron parte esencial en esa contienda.
Los valores y creencias religiosas determinarían lo que ocurriría en los escenarios
bélicos, en la medida en que la Iglesia representó para muchos una institución digna de
credibilidad, que conminaba a los patriotas a arrepentirse de sus pecados y divulgar el
carácter negativo de las acciones emprendidas por éstos. Eso fue lo que permitió que el
discurso contrainsurgente a raíz de del temblor de 1812 causara cierto distanciamiento de la
231 Federico Brito Figueroa. El problema de la tierra y esclavos en la Historia de Venezuela, 1985.p. 245.
185
gente con el movimiento patriótico, ya que el rebelarse contra el rey había despertado la ira
de Dios.232
Algunos de los dirigentes del movimiento patriótico venezolano sustentaron que se
podía ser católico de fe con una postura liberal, como propugnaba uno de los principales
ideólogos del movimiento independentista venezolano, Juan Germán Roscio, un católico
confeso y liberal a toda prueba, quien sustentó la posibilidad de establecer un
“Republicanismo Cristiano”. Para fundamentar esta idea se apoyó en el Antiguo
Testamento para intentar demostrar que no existía ninguna contradicción entre ser católico
y tener una postura política liberal.233
En las investigaciones que se han realizado en México con base en el estudio de
otras fuentes documentales como la prensa de la época, se ha sustentado una confrontación
verbal entre una parte de los integrantes de la Iglesia católica y los insurgentes, no sólo
entre sus dirigentes, sino también en una gran parte de la sociedad novohispana.234 Ambos
bandos ostentaban ser los veladores de la verdadera religión, cuyo discurso usaron para
desprestigiar al adversario. Estas circunstancias han llevado a mirar la guerra de
independencia novohispana como una “guerra religiosa”, algo que habría que sustentar con
muchos más elementos, porque la presencia de los símbolos religiosos en la lucha fueron
más una estrategia de incitación para que la gente se levantara contra la opresión y la
injusticia, que una exhortación a una lucha religiosa. Es cierto que la guerra independentista
novohispana estuvo comandada en sus inicios por curas y se destacaron algunos
instrumentos intelectuales que la Iglesia y la religión proporcionaron a los combatientes,
como marchar detrás del estandarte de la virgen de Guadalupe o los nombres de santos que
232 Rogelio Altez, El desastre de 1812 en Venezuela: sismos, vulnerabilidades y una patria no tan boba, 2006, pp.129-200. 233 Luz Ainai Morales Pino. Juan Germán Roscio: la subversión de la palabra, 2008. 234 Rafael Roja escribe lo siguiente acerca de esta problemática: “El intercambio de motes entre la prensa insurgente y la contrainsurgente nos persuade de aquella disputa por el lugar de la tradición. La prensa virreinal estigmatizaba a Hidalgo y a Morelos como monstros sacrílegos, cuando no diabólicos, pero la prensa insurgente, como se observa en Ilustrador Iacional y su continuador, el Ilustrador Americano, descalificaba a Venegas y a Calleja como “visires”, “nuevos Robespierre”, “ateos”, “materialistas” y “sajones”. Unos a otros, en nombre de la religión católica y de la fidelidad fernandina, se acusaban mutuamente de infidencia. Buena parte de la pasión retórica de la prensa insurgente estuvo puesta en transferir el cargo de traición y herejía a los peninsulares, que en sus propios periódicos y panfletos acusaban de irreligiosidad y jacobinismo a los criollos autonomistas”. “El debate de la independencia: opinión pública y guerra civil en México (1808-1830)”, 2010, p. 5. [en línea] http://www.cide.edu/publicaciones/status/dts/DTH%2067.pdf.
186
llevaban los regimientos insurgentes,235 pero ellos no representaban el objetivo principal de
la lucha, esos símbolos religiosos eran usado por los dirigentes del movimiento como
estrategia para motivar el interés de la población a la acción política y social.
En la Capitanía General de Venezuela, como en la Nueva España, la religiosidad y
la Iglesia tuvieron una función importante en el surgimiento de distintas interacciones,
relaciones políticas, manifestaciones culturales, estructuras mentales y sociales propias del
intercambio y el mestizaje. Sin embargo, el lugar que estos dos elementos ocuparon en cada
sociedad fue distinto y dependió de varios factores. Las condiciones y características
geográficas, demográficas, políticas, sociales y culturales de cada realidad colonial fueron
sólo algunas de las variables que, directa o indirectamente, influyeron en la distinta
presencia de los símbolos religiosos y en la injerencia del clero en ambos territorios. De ahí
que los resultados concretos de una política general dependan esencialmente del sustrato
local y regional donde se intenta implantar, cuyas condiciones determinarán el desarrollo de
las instituciones que, como la Iglesia católica, fueron establecidas en los territorios de la
corona española.
4.2. El clero en la insurgencia americana
En los pronunciamientos que hicieron los muchos curas denunciados por el delito de
infidencia y por los datos presentados por los investigadores aquí citados, dejan ver que
ellos, por su calidad de hombres respetados y admirados por la sociedad, trasmitieron un
nuevo imaginario que ya no sostenía el ideario monarquista, sino que proyectaba las nuevas
propuestas y necesidades del momento, sustentadas por el pensamiento moderno. En mis
fuentes se observa cómo fue percibida y asimilada por ellos la relación entre la identidad
religiosa católica que promulgaban y las ideas de libertad, igualdad y, en ciertos casos,
antimonarquistas. Aunque este comportamiento no fue generalizado, ya que una gran parte
235 Moisés Guzmán sustenta que el proceso independentista novohispano se encontraba impregnado de contenidos religiosos en ambos bandos: “…podemos afirmar que en los primeros años de la guerra civil no hubo un solo estandarte o bandera que no expresara a través de sus elementos constitutivos –leyendas, colores y emblemas- la invocación al Ser Supremo, la protección de María y la defensa de la religión y sus ministros…Por muy presentes que hubiesen estado los principios del primer liberalismo gaditano, éstos no chocaron con el catolicismo hispano, más bien lo ratificaron”. op. cit., p.72.
187
de los religiosos que habitaban la América española se pronunciaron a favor de los
realistas, otros prefirieron mantenerse neutrales y otros decidieron seguir el bando
insurgente. Los cambios en el comportamiento y pensamientos de algunos de los religiosos
que siguieron el bando insurgente, no se limitó a una modificación en sus creencias
religiosas, sino eran conductas que abarcaban dimensiones de su realidad que en otro
momento se consideraban ajenas a ellos. En este sentido, la coyuntura política fue el marco
que permitió la floración de nuevos sujetos políticos.
Son de gran valor las investigaciones que se han llevado a cabo tanto en México
como en Venezuela sobre la participación de la Iglesia católica y, en especial, la de los
curas seculares en los movimientos independentistas. Sin embargo, al parecer, la
historiografía mexicana sustenta una participación mucho más activa de los hombres
religiosos en esa guerra, que la observada por la historiografía venezolana. En México no
es desconocida la muy destacada intervención que tuvieron los curas en la gesta
independentista, misma que ha sido el objeto de estudio de muchos de los investigadores
mexicanos y de otras nacionalidades. Se ha registrado un auge de los estudios sobre la
Iglesia y sus ministros desde los comienzos de los años noventa del siglo XIX, sin
embargo, hoy todavía no se conoce suficientemente bien los motivos y la ideología de los
miembros de la Iglesia católica y el discurso eclesiástico respecto a las transformaciones en
Hispanoamérica.
En Venezuela es poco lo que se sabe de la contribución de los hombres de la Iglesia
en tales sucesos. A este respecto, llama la atención lo que plantea Guillermo Aveledo para
el caso venezolano:
Circunstancias objetivas, como la relativa minoría de la Iglesia venezolana y su devastación durante la etapa bélica de la crisis, ayudan sin duda a explicar este rasgo peculiar de la ideología nacional venezolana (una tendencia secularista). A diferencia de la mayoría de los países hispanoamericanos, donde la pugna entre el catolicismo y las instituciones liberales sirvió como pilar crucial para la ideología conservadora a lo largo del siglo XIX, Venezuela no contó con una corriente católica que influyera decididamente en los planteamientos históricos. Si bien pueden encontrarse notables intelectuales y polemistas de profundas convicciones cristianas…esto no se tradujo en un viraje
188
político significativo. La oposición al clericalismo era semejante entre los ideólogos de la élite venezolana.236
Lo anterior da a entender la posición que la élite venezolana tomó ante el poder de
la Iglesia católica en el territorio venezolano, institución que representaba para ellos los
intereses de la monarquía española. La ruptura implicó un proceso que pretendió instaurar
una nueva hegemonía, para lo que era imprescindible la disminución del poder clerical a fin
de afianzar el control de la república y extender los márgenes de su presencia y acción
institucional. Lo cual no significó la negación de lo religioso, ni una postura de
antireligiosidad a ultranza, sino un interés por disminuir la influencia de la Iglesia como
institución sobre la sociedad. 237
Algunos de los trabajos que se han publicado en torno a la participación de la Iglesia
y sus ministros en la sociedad venezolana,238 se centran, especialmente, en el período del
conflicto emancipador extendiéndose hasta los eventos posteriores a 1830. Una de las
líneas de investigación es la historia de las ideas, enfocándose en el tema de la relación
entre la Iglesia y Estado. Varios de ellos han puesto la mirada en la crisis de la catolicidad,
otros han estudiado a los eclesiásticos con mayor influencia, otros resaltan el papel del
clero bajo, pero creo que hace falta mucho más. También se ha hecho énfasis en la crisis de
la sociedad colonial venezolana a raíz del rompimiento con la monarquía española. Pero no
se ha realizado un estudio riguroso sobre la participación de los curas en la guerra de
independencia en esta capitanía general, por lo que tampoco se tiene una cifra aproximada
de la participación de estos actores en ese movimiento, ni de los motivos que llevaron a una
236 Guillermo Aveledo. “República y religión durante la crisis de la sociedad colonial venezolana”, 2007, pp. 55-56. 237 María Eugenia Talavera señala: “La tarea de crear una nueva sociedad no era una empresa fácil pues no solo implicaba separarse por la fuerza a través del conflicto bélico e introducir cambios institucionales, sociales o económicos, sino era necesario rasgar los hilos de pertenencia con ‘la antigua sociedad estamental’, se trataba en definitiva de romper con la ‘conciencia monárquica’, con todo lo español que había en nuestra sociedad, que incluía resolver el problema ‘sin desobedecer a Dios’”. Talavera. “La libertad contra los propietarios de la verdad. Proceso de laicización en la Venezuela del Siglo XIX”. [en línea]. http://ares.unimet.edu.ve/academic/VII-congreso/libro-vii/ponencias/talavera-maria.pdf. (consultado en julio 15 de 2009). 238 Ver, Tomás Straka. Un reino para este mundo: Catolicismo y republicanismo en Venezuela, 2006. Francisco José Virtuoso. La crisis de la catolicidad en los inicios republicanos de Venezuela (1810-1813), 2001. Guillermo Aveledo. “República y religión durante la crisis de la sociedad colonial venezolana”, 2007. Hermann González Oropeza, Iglesia y Estado en Venezuela, 1977. Mireya De Francesco Mur, “El bajo clero durante la guerra de Independencia venezolana (1811-1821). Análisis de sus ideas y participación en la causa patriótica”, 2002.
189
parte de ese clero a intervenir activamente en esta lucha. Mi investigación no pretender
suplir estas falencias, ya que mis fuentes no dan para tanto, pero los datos extraídos de ellas
sí indican que hubo una presencia destacada de los miembros del clero que apoyaron las
ideas independentistas, aunque no de forma abrumadora, si la comparamos con el número
de militares que allí se contabilizaron (ver cuadro Nº IIIb).
La participación del clero en la insurgencia novohispana ha sido un tema que ha
llamado la atención de los investigadores en México, desde Lucas Alamán hasta los
trabajos realizados hoy día por William Taylor,239 David Brading,240 Nancy Farris,241 Brian
Connaughton,242 Juan Ortiz Escamilla,243 Eric Van Young,244 Carolina Ibarra,245 María C.
Gómez Álvarez246 y Juan Bosco Amores.247 Un problema central en los trabajos de estos
autores ha sido el identificar las dimensiones de la participación y posicionamiento de los
curas en la guerra independentista. Nancy Farris sostiene que el clero tuvo una
participación importante en esta guerra como una reacción a las reformas eclesiásticas de
los Borbones a finales del siglo XVIII. Agrega que el papel del clero fue relevante tanto en
la prensa periódica como en la publicación de manifiestos y decretos constitucionales que
expresaban las aspiraciones de los independentistas.248 En cuanto a los números de curas
tanto seculares como regulares que participaron en la guerra de independencia novohispana,
Farris documenta una lista parcial de 401 individuos, 244 de los cuales pertenecían al clero
secular y 157 al clero regular. Según los datos que nos proporciona esta autora, de una
239 William Taylor, Ministros de lo sagrado, sacerdotes y feligreses en el México del siglo XVIII, t.2, 1999. 240 David Brading, Una Iglesia asediada: el obispado de Michoacán, 1749-1810, 1994; “El clero mexicano y el movimiento insurgente de 1810”, 1981, pp.5-26 241 Nancy Farris, La corona y el clero en el México colonial, 1752- 1821. La crisis del privilegio eclesiástico, 1995, p. 22 242 Brian Connaughton, Ideología y sociedad en Guadalajara (1788-1853), 1992; Dimensiones de la
identidad patriótica. Religión, política y regiones en México, siglo XIX, 2001. 243 Juan Ortiz Escamilla, Juan Ortiz Escamilla, “El bajo clero durante la guerra civil de 1810”, 1999, pp.11-19; “De la subversión clerical al autoritarismo militar o de cómo el clero perdió sus privilegios durante la guerra civil de 1810”, 2002, pp.205-215. 244 Eric Van Young, La otra rebelión…, especialmente los capítulos X al XIII de esta obra. 245 Carolina Ibarra, “Excluidos pero fieles. La respuesta de los insurgentes frente a las sanciones de la Iglesia, 1810-1817”, 2002, pp. 53-86; “‘La justicia de la causa’ razón y retórica del clero insurgente de la Nueva España”, 2008, pp. 63-80; “Iglesia y religiosidad: grandes temas del movimiento insurgente”, 1999, pp. 202-217. 246 Cristina Gómez Álvarez, El alto clero poblano y la revolución de Independencia 1808-1821, 1997. 247 Juan Bosco, “En defensa del rey, de la patria y de la verdadera religión: el clero en el proceso de independencia de Hispanoamérica”, 2009, pp. 209-234. 248 Farris, op. cit., p, 185.
190
población total del clero en la Nueva España de 7241 individuos, el 5.5% estarían
relacionados con la causa insurgente.249
Los estudios de Ana Carolina Ibarra también confirmar la importancia que tuvieron
los curas en la contienda emancipadora:
En Nueva España, la presencia de los curas es particularmente notoria, pues, aunque ciertamente en el resto de la América española los eclesiásticos tuvieron una presencia muy relevante, en pocos existe una identificación tan plena con el movimiento. Y es que, entre otras cosas, en el virreinato de la Nueva España la guerra dividió a la Iglesia en dos bandos que se enfrentaron con enorme violencia.250
Es de resaltar que investigadores como Van Young desconfían de esta profusa
participación que otros adjudican a los eclesiásticos en el movimiento independentista; él
afirma que: “Debido a la posición política clave y luego iconográfica de Miguel Hidalgo,
José María Morelos y otros miembros del clero de provincia en el movimiento, la
interpretación tradicional ha exagerado enormemente el papel rector del clero en la
insurgencia popular”.251 Al Igual que Van Young, William Taylor, en cuanto a la
participación de los religiosos en la guerra independentista novohispana, ha mostrado que
en tanto ministros reales, los párrocos fueron bastante menos realistas que sus contrapartes
civiles. En el apéndice b de su libro Ministro de lo sagrado, reseña a 148 curas como
presuntos insurgentes, que sería un poco más del dos por ciento de la población total del
clero secular y regular (7341) que habitaba el virreinato novohispano en los inicios del siglo
XIX. 252 Aunque tanto Taylor como Van Young señalan que la mayoría de los curas se
mantuvo en una posición neutral. Por su parte, David Brading sustenta que a diferencia de
las revoluciones sudamericanas, una característica destacada de la independencia de la
Nueva España fue el liderazgo de los curas y sacerdotes quiénes actuaron como jefes
militares.253
Las preocupaciones que más han inquietado a estos investigadores y a otros más, en
relación a la participación de los religiosos en la guerra de independencia, han sido: la
249 Ibid, pp. 184-186. 250 Ana Carolina Ibarra. “‘La justificación de la causa’…·, p. 64. 251 Van Young. La otra rebelión…, p. 412. 252 Taylor, op. cit., p. 727-732 253 Brading, “El clero mexicano y el movimiento insurgente de 1810”, pp. 6-7.
191
cuantificación de la presencia de los sacerdotes en la insurrección254 y las razones que
pudieron haber tenido para rebelarse. En relación a esta última inquietud, se han justificado
los aprietos económicos del bajo clero a finales del siglo XVIII, así como los efectos que
tuvieron en ellos las reformas borbónicas, en particular, la cuestión de la inmunidad
personal.255
Los datos obtenidos por los autores aquí citados y los míos propios, vienen a
confirmar que uno de los actores sobresaliente en las guerras de independencia de la
América española lo fueron los curas seculares; que como personajes prominentes en los
pueblos, solían tener una información privilegiada y un poder de influencia apetecible para
cualquier acción política. Todos quienes participaron en la gesta libertaria, de manera
especial los religiosos de aquella época tuvieron las ideas claras sobre la política y la
religión, recibieron una formación integral en esos momentos para desempeñarse en el
servicio a la comunidad. Los dirigentes del movimiento, incluidos los mismos curas, fueron
conscientes de que los clérigos insurgentes podían ayudar mucho a fortalecer una identidad
nacional y católica entre los rebeldes.
El lenguaje político de la lucha armada de Hidalgo y luego de Morelos no se
sustentó en un discurso propiamente revolucionario, sino que ambos curas construyeron sus
discursos siguiendo también las nociones políticas de la escolástica, aunque después de
1813 ese lenguaje político de Morelos se radicalizó. Los curas que comandaron el 254 Juan Bosco Amores nos da una idea de cuánto era el número de sacerdotes en la América hispana a finales del siglo XVIII, él advierte que: “Todavía se está lejos de poder ofrecer cifras más o menos aproximadas del peso cuantitativo del clero diocesano en la América española al final del periodo colonial. Con la excepción, quizá, de Argentina, donde los estudios sobre el clero se han hecho más frecuentes en los últimos años, apenas se encuentran datos concretos sobre el clero en los cada vez más numerosos estudios regionales o locales sobre la Iglesia americana en ese periodo. Hemos de contentarnos, por tanto, con cálculos genéricos e imprecisos, que valoran en unos 30.000 el número de clérigos seculares y regulares hacia finales del siglo XVIII -aproximadamente un 0,2 por ciento de la población total-, dos tercios de los cuales serían curas diocesanos. Desde luego, la inmensa mayoría de este clero era criollo, salvo en regiones como Cuba y Venezuela más propensas a recibir emigrantes de la Península y canaria”. Bosco, op. cit., p. 222. 255 La nueva ley manifestada en el Libro I del Nuevo Código, ley 12 del título IX estableció: “Los eclesiásticos no deben gozar de inmunidad en los delitos enormes o atroces; ni en los mayores de sedición, alboroto y perturbación de la paz pública”. Rosa María Martínez de Codes, “Los Decretos regalistas contra la inmunidad personal del clero y su repercusión en la iglesia novohispana en el último tercio del S. XVIII”, 1991, p. 878. Esta misma autora señala cual fue la reacción de la sociedad novohispana a este decreto: “Los inspiradores y ejecutores de las leyes nuevas al infravalorar la veneración del pueblo por el sacerdote, olvidaron la influencia ideológica que éste ejercía gracias a este sentimiento. El americano apenas hacía distinción entre el sacerdocio del sacerdote y su condición humana, por él, los decretos del gobierno dictados contra tal privilegio son percibidos por los fieles como una violación, un atentado contra la santidad de la Iglesia y la Religión. Ibid., p. 887.
192
movimiento en Nueva España al inicio de la guerra, optaron por infundir a sus seguidores
una cierta concepción del momento político precisamente por su calidad de dirigentes, y
por ello una identidad religiosa estuvo asociada a una identidad con el rey y con la patria
como parte de una estrategia que al final dio algunos resultados. No obstante, los religiosos,
especialmente los curas parroquiales, fueron un elemento importante en la construcción del
nuevo imaginario que tuvo lugar a raíz de la crisis de conciencia generada por el
rompimiento con la “madre patria” en ambos espacios coloniales. Ellos supieron combinar
la fe con las ideas políticas para logara persuadir y seducir a la masa de creyentes habidas
de cambiar sus actuales condiciones de vida. La estrategia persuasiva dio importantes
resultados pues se encargaron de trasmitir el mensaje revolucionario a sus feligresías en su
cotidianidad y desde los altares. Por ejemplo, el cura de San Jacinto en la provincia de
Trujillo en Venezuela, Antonio Subiaga, se le acusó de haber leído a los feligreses en
púlpito una carta enviada por los gobernadores caraqueños, “sobre que predicara al pueblo
se reunieran y derramaran la última gota de sangre en defensa de la patria y contra nuestras
armas españolas”. 256 El cura dieguino Marino de Jesús Fernando de Córdoba, se le acusó
de haber expresado a su feligresía su desafecto a los españoles y a la Metrópoli, “señaló lo
gravoso que le era a esta leal América el ser miembro de la España”,257 opinión que
advierte la intención de dejar de considerarse o verse como parte de esa gran unidad
integrada por todas las posesiones de la monarquía española, y pensar más en una patria
Americana. Lo curioso es que esas expresiones se dieron en el año de 1809, lo que se
podría interpretar mejor como un deseo de apartarse de la España que había caído en manos
de Napoleón para que los reinos americanos no corrieran la misma suerte, cual era la lógica
del momento.
Una de las características de los curas seculares de la que se hace mención en la
literatura independentista es su procedencia; se habla que en la Nueva España, por lo
general, eran criollos, pero en Venezuela, en su gran mayoría eran migrantes que llegaron
de las islas Canarias y de la metrópoli. Posiblemente, la formación de una conciencia
hispanoamericana en los curas nacidos en América los hizo distinto al español peninsular,
en tanto fueron influenciados por problemas propios vinculados al espacio geográfico y al
256 AGN, Venezuela, insurgencia, t. IV, exp. 1, 1812. 257 AGN, México, Infidencia, vol. 4, exp. 7, 1809.
193
ambiente al cual pertenecían y por las distintas razas y culturas que configuraban su
identidad. En mis fuentes es imposible identificar con exactitud los lugares de procedencia
de los curas que fueron acusados de infidencia en Venezuela, ya que por lo general ellos
sólo señalaban que eran blancos o españoles y muy pocos dejaron registrado de donde eran
originarios; especialmente en los juicios colectivos, donde la premura de la situación pudo
impedir que se siguiera el orden normal del interrogatorio. En los testimonio novohispanos
es posible identificar la procedencia de los curas en un amplio número de casos, lo que
confirma una mayoría de curas nacidos en este virreinato; como ampliaré más adelante, el
ochenta por ciento de los religioso que fueron juzgados señalaron ser naturales del la Nueva
España, el veinte por ciento restante no dio ningún dato al respecto.
En este contexto es indispensable comprender que el periodo 1808-1821 fue un
periodo de confusión y de confrontación al interior de las sociedades hispanoamericanas y
puso en peligro intereses, convicciones y lealtades a todos los niveles de la sociedad. No
hubo una postura única en los grupos sociales que las habitaban. Evidentemente, los
miembros de la Iglesia no fueron la excepción, así como algunos apoyaron el movimiento
independentista, hubo otros que se manifestaron a favor del bando realista, especialmente
los altos jerarcas de la Iglesia, de los cuales no se halló ningún registro en estas fuentes. En
Venezuela se han dado profusos debates que ponen en discusión si, por el juramento que
realizó el arzobispo de Caracas Narciso Coll Prat al nuevo régimen al poco tiempo de su
arribo a Venezuela en el año de 1810,258 pueda ser considerado como un republicano.259
Algunos historiadores le reprochan a este prelado una cierta parcialidad ante los sucesos de
la guerra. Tomás Straka así lo describe:
Hombre culto y piadoso, hizo todo cuanto pudo estar a su alcance para el sostenimiento de la Iglesia en medio de una tempestad que lo agarró de sorpresa y a la que no llegó a entender plenamente sino hasta después de muchos golpes y malos ratos. De ese modo, penduló entre el apoyo a la república y a la monarquía según lo imponían las circunstancias; y aunque pudiera decirse que en ello trató de mantener una neutralidad que preservara su diócesis a buen resguardo, la verdad es que ni las circunstancias se lo permitieron, ni eso fue-ni pudo ser- exactamente así.260
258 Caracciolo Parra-Pérez, op. cit., pp. 475-176 259 Ver: Enrique Bernardo Núñez, “Aristid Rojas. Anticuario del Nuevo Mundo”, 1987. p. 256-309. 260Tomás Straka. op. cit., p.33.
194
No obstante haber jurado lealtad al gobierno republicano, Coll Prat conspiró en
contra de la república y, al establecerse de nuevo los realistas en Carcas, en 1812, se
convirtió en uno de sus más acérrimos adalides, lo que estaría justificando su postura
realista y no republicana. La forma de actuar de este prelado es comparable, en ciertos
aspectos, con la actuación del obispo de Michoacán en la Nueva España, Abad y Queipo,
especialmente en su condición de hombres ilustrados, eclécticos y liberales, pero muy
convencidos de su devoción y fidelidad a la corona española.
Como he indicado en páginas anteriores, un punto importante en el estudio de la
Iglesia y de sus miembros en las guerras de independencias es el identificar las dimensiones
de la participación y los posicionamientos de los curas en este conflicto, cuestión que aun
hoy no se ha podido esclarecer con certeza. Los datos que arrojan las causas de infidencia
para ambos territorios, nos muestran una población destacada de curas tanto regulares como
seculares que se identificaron con la causa independentista (para México, 86 y, Venezuela,
104); si bien, estos totales no parecen ser cifras exuberantes, si las comparamos con las
señalas por Farris, que identificó 401 religiosos como presuntos insurgentes, sí resulta una
cantidad atractiva, especialmente para Venezuela, que como he venido señalando, ahí estos
actores han quedado eclipsado por la sombra de los militares. El número de curas que se
identificaron con la causa insurgente puede ser un indicativo de cómo se fueron
trasformando las lealtades en un momento de oposiciones y de definiciones que llevaron a
estos sujetos a identificarse con un proyecto político que terminó en la separación de los
territorios americanos de la monarquía española y en la conformación de nuevas naciones.
De la muestra de 524 individuos acusados por el delito de infidencia para México,
4.3. El discurso religioso y la legitimidad del rey: el derecho divino de los reyes
La discusión que encontramos a finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX en
Hispanoamérica sobre la legitimidad del poder del rey, cuya justificación fue uno de los
argumentos más contundentes con los que los americanos plantearon su separación de
España, no surgió en el contexto de las luchas independentista, sino que fue un debate que
se dio desde finales de la Edad Media con la teoría del derecho divino de los reyes;
discusión que fue retomada posteriormente por los escolásticos hispanos en el siglo XVI;
de cuyas fuentes intelectuales se apoyaron los independentistas en las Indias españolas para
justificar su movimiento separatista.
Desde finales de la Edad Media se discutía, en la relación entre el papado y el rey,
en cuál de estas dos figuras recaía la potestad o quién de los dos tenía el poder sobre el otro.
Los defensores de una y otra potestad justificaron la supremacía de uno sobre el otro
apoyándose en los conceptos religiosos, así, ambos bandos concibieron que una forma para
validar esa supremacía y desacreditar la posición del otro era demostrar que dichas
opiniones eran contrarias a los deberes religiosos y al sentido de las enseñanzas de Cristo.
La Iglesia sostuvo que el poder temporal debía estar sujeto al espiritual y que las faltas
cometidas por aquél debían ser juzgadas por éste, justificando que el poder espiritual sólo
era responsable ante Dios. En la Bula Unam Sanctam del Papa Bonifacio VII de 1302 se
aprecia la posición defendida por la Iglesia; allí el Papa ahonda en la supremacía de lo
espiritual en comparación con el orden secular, emitiendo algunas conclusiones sobre la
relación entre el poder espiritual de la Iglesia y la autoridad secular:
Por las palabras del Evangelio somos instruidos de que, en ésta y en su potestad, hay dos espadas: la espiritual y la temporal...Una y otra espada, pues, están en la potestad de la Iglesia, la espiritual y la material. Mas ésta ha de esgrimirse en favor de la Iglesia; aquella por la Iglesia misma. Una por mano del sacerdote, otra por mano del rey y de los soldados, si bien a indicación y consentimiento del sacerdote. Pero es menester que la espada esté bajo la espada y que la autoridad temporal se someta a la espiritual... Que la potestad espiritual aventaje en dignidad y nobleza a cualquier potestad terrena, hemos de confesarlo con tanta más claridad, cuanto aventaja lo espiritual a lo temporal... Porque, según atestigua la Verdad, la potestad espiritual tiene que instituir a la temporal, y juzgarla si no fuere buena... Luego si la potestad terrena se desvía,
200
será juzgada por la potestad espiritual; si se desvía la espiritual menor, por su superior; mas si la suprema, por Dios solo, no por el hombre podrá ser juzgada.263
Por su parte, los defensores de la monarquía también basaron sus argumentos en los
principios del derecho divino, sosteniendo que la monarquía fundaba su soberanía en estos
principios, por lo tanto su imperio derivaba directamente de Dios y no del Papa. Como se
observa, ambas potestades recurrieron a argumentos parecidos para justificar su
preeminencia sobre el otro. Los monarquista señalaban la autoridad y legitimidad del
monarca sustentando que, el rey derivaba su derecho a gobernar de la voluntad de Dios y
no de ninguna autoridad temporal, ni siquiera de la voluntad de sus súbditos ni de ningún
testamento. A principios del siglo XIV, Dante en su obra De monarchia argumentó el
Derecho Divino del emperador, allí sostuvo que: “la monarquía universal es de constitución
divina; que la posición que ocupó el imperio romano fue por la Iglesia de Dios, y que el
emperador no deriva su autoridad de la Iglesia sino directamente de Dios”.264 En esos
mismos términos el jurista inglés Wycliffe defendió la soberanía de la corona inglesa por
Derecho Divino, manifestó que: “El rey es el verdadero vicario en lo temporal de la misma
manera que el sacerdote lo es en lo espiritual. Pero la dignidad del rey es mayor porque
refleja la naturaleza divina de Cristo, en tanto que el sacerdote refleja su naturaleza
humana”.265 Estos juristas se situaron en una postura imperialista, negando toda potestad
temporal al Papa y sujetándole, como a cualquier otro súbdito, al juicio temporal del
Emperador.
Las teorías medievales del derecho divino suponían el poder divino por voluntad de
Dios, en dos grandes brazos: el espiritual y el temporal. La Iglesia, con su cabeza visible, el
Papa, se reservaba la potestad sobre los asuntos espirituales, mientras que el poder temporal
era ejercido por la institución monárquica, cuya cabeza era el rey. No obstante, con el
absolutismo el rey no sólo tendió a asumir la totalidad del poder temporal, sino que
pretendió convertirse en cabeza de una Iglesia nacional. Esta discusión se trasladó a las
263 Bonifacio VII, Bula Unam Sanctam, 1302, en A. Lozano y E. Mitre, “Análisis y comentarios de textos históricos. Edad Antigua y Media”, 1979. [en línea], http://www.iglesiapueblonuevo.es/historia.php?pagina=enc_unam. 264 Citado por Belén Rosa de Ges. “John Figgis, El derecho Divino de los Reyes y tres ensayos adicionales”,
Indias americanas desde que los españoles pisaron sus tierras. Al establecerse el Patronato
Regio en el sigo XVI, pacto por el cual el Papa otorgó al rey de España ciertos derechos y
privilegios sobre la administración espiritual de las colonias, traería consigo graves
perjuicios para la Iglesia, la cual estaría supeditada a la monarquía española, situación que
se agravaría cuando Carlos III impuso en las Indias el sistema de reformas eclesiásticas a
finales del siglo XVIII. El Real Patronato fue usado por la corona como instrumento
político para subordinar a la Iglesia, pues le permitió que las leyes y los representantes de la
monarquía extendieran su intervención en los asuntos de la Iglesia en la América
hispana.266
La política reformadora racionalista de los Borbones tocó profundamente la alianza
que se había dado entre la Iglesia y la corona a raíz del Patronato Regio en el siglo XVI;
todos los niveles del gobierno eclesiásticos fueron cuestionados por estas reformas. No
obstante, para fundamentar todo ese poder que la corona había adquirido sobre la Iglesia en
las colonias americanas, fue necesario fundamentarlo en las teorías del Derecho Divino
como en el Vicariato Regio Indiano, definido éste último como: “institución jurídica,
eclesiástica y civil por la que los reyes de España ejercitan en las Indias la plena potestad
canónica disciplinar con implícita anuencia del Pontífice, actuando dentro del ámbito
fijado en las concesiones de los pontífices y en la legislación conciliar de Indias”.267 Esta
teoría señalaba que los reyes habían recibido del Papa el carácter de vicario o delegados
suyos, lo que conllevó al ejercicio de las atribuciones papeles en el ámbito señalado.
Con la política regalista impulsada por Carlos III, en la práctica fueron
desconocidos ciertos derechos de los religiosos, incluso de los mismos obispos. No
obstante, encontramos que algunos obispos y arzobispos hicieron juramento de fidelidad al
rey, juramento que apuntaba al acatamiento del Patronato, reconocimiento de la
jurisdicción real y facilitamiento de la cobranza de los derechos y rentas de la Corona; no
hay que perder de vista que en este pacto, la Iglesia tenía todo el apoyo político de la
autoridad política para la consecución de sus fines evangelizadores. Quizás por ello, en el
desarrollo de las guerras de independencias hispanoamericanas se dieron algunos
266 Guadalupe Rivera, “el Patronato real, instrumento de control de la riqueza del clero”, 1986, pp. 915-932. 267 “Regulación de la Iglesia en Indias, el Patronato Regio”, [en línea] http://www.bibliojuridica.org/libros/2/818/11.pdf
202
pronunciamientos de los pontífices en contras de estos movimientos, promoviendo la
lealtad al rey Fernando VII como vicario de Cristo consagrado por el derecho divino. Por
ejemplo, en la encíclica que el Papa Pio VII envió al clero en las Indias españolas en el año
de 1816, se lee lo siguiente:
Hemos creído de las apostólicas funciones (que, aunque sin merecerlo, nos competen) excitaros en esta carta a no perdonar esfuerzos para destruir completamente la crianza de alborotos y sediciones que el hombre enemigo sembró en esos países…Fácilmente lograréis tan santo objeto si cada uno de vosotros demuestra a sus ovejas con todo el celo que pueda los terribles y gravísimos prejuicios de la rebelión, si presenta las ilustres y singulares virtudes de Nuestro carísimo Hijo en Jesucristo, Fernando, Vuestro Rey Católico, para quien nada hay más precioso que la Religión y la felicidad de sus súbditos; y finalmente, si se les pone a la vista los sublimes e inmortales ejemplos que han dado a la Europa los españoles que despreciaron vidas y bienes para demostrar su invencible adhesión a la fe y su lealtad hacia el Soberano.268
De este cuerpo doctrinal desarrollado en la Edad Media bebieron los juristas y
teólogos españoles del siglo XVI. Uno de ellos fue Francisco de Suárez, muy conocido por
los intelectuales en las indias americanas. Este jesuita argumentó la supremacía del poder
espiritual sobre el temporal basándose en el origen divino de aquél; señaló que “ningún rey
tenía por ley ordinaria la suprema autoridad política inmediatamente de Dios, sino por
voluntad y consentimiento de los hombres”.269 La doctrina del Derecho Divino sustentaba
que el monarca no era una persona divina, pero disfrutaba y ejercía el derecho personal para
gobernar no sólo porque la ley nacional y consuetudinaria así lo indicara, sino porque ese
derecho tenía su fundamento en la ley de Dios y de la naturaleza. Pero Suárez sostenía que
“el rey estaba al servicio de la voluntad popular de quien recibía la potestad” así como “el
poder del pueblo era de naturaleza superior al del gobernante”.270 Otro jurista de gran
influencia en Hispanoamérica fue Francisco de Vitoria quien hizo la distinción entre Iglesia
y Estado. En sus escritos sustentaba que el poder temporal no estaba subordinado al
espiritual, ya que la naturaleza y la gracia eran dos órdenes distintos.271 Por lo que se
entiende, que el poder del papa era espiritual, pero no temporal. En esta misma dirección,
268 Citado por Iván Ljubetic Vargas, “Curas en las independencia”, [en línea], http://www.archivochile.com/Mov_sociales/iglesia_popular/MSiglepopu0012.pdf 269 Miguel Molina M., “Pactismo e independencia en Iberoamérica, 1808-1811”, 2005, p 62. 270 Ibid., p. 62. 271 Luis Frayle Delgado. “Teoría del poder político”, 2004, pp.93-104.
203
propuso la teoría del poder indirecto del papa, allí sustentaba que el pontífice solo tenía
poder sobre las cuestiones temporales en la medida en que éste afectara a temas
espirituales.272 En la misma línea argumentativa, aunque con un pensamiento mucho más
radical, se halló el padre Juan de Mariana, quien sostenía que cuando el rey gobierna
injustamente se convierte en tirano, independientemente del título de legitimidad con el
cual haya sido exaltado al trono. Así, el rey no estaba sólo sujeto a las leyes, si llegaba a
quebrantarlas y cometía injusticia podía ser muerto.273 He mencionado grosso modo el
debate que se suscitó en torno al derecho divino de los reyes desde la Edad Media y en los
juristas hispanos del siglo XVI, sólo para contrastar esa teoría con los argumentos que
siglos posteriores usaron los independentistas para sustentar la ruptura total de los
territorios americanos de España.
Cuando los americanos buscaron justificar su separación de España recurrieron a
esa antigua discusión sobre el poder sagrado de los reyes. Acudiendo al discurso conceptual
de dicha teoría, algunos de ellos señalaron que el poder imperial derivaba de Dios pero no
directamente, sino a través del pueblo, quien era el que confería al emperador su poder de
legislar. Juan Germán Roscio, pensador venezolano, para el año de 1815 justificó la
emancipación americana desde la argumentación de un pensamiento político-religioso
señalando:
Los reyes no son de una naturaleza privilegiada ni de un orden superior a los demás hombres; que su autoridad emana de la voluntad de Dios, que deja nuestras acciones al libre albedrío; que su omnipotencia no interviene a favor de tal o cual forma de gobierno; y que ni la religión ni sus ministros anatematizan ni pueden anatematizar los esfuerzos que hace una nación para ser independiente en el orden político y depender sólo de Dios y de su Vicario en el orden moral y religioso.274
Una visión de unidad entre España y sus reinos americanos, cuyo principal vínculo
lo constituía la figura del rey, se debilitó tras los acontecimientos de Bayona; después de
este suceso se planteó la inquietud por saber en quién recaía la soberanía ya que al no haber
272 Ibid. 273 Lucas Beltrán, “El Padre Juan de Mariana”, Estudio introductorio al Tratado y discurso de la moneda de
vellón del P. Juan de Mariana, 1987, pp. 1-9. [en línea] http://www.hacer.org/pdf/Beltran00.pdf 274 Juan Germán Roscio. El triunfo de la libertad sobre el despotismo, prólogo e introducción de Domingo Miliani, 1996, p. XX.
204
rey -pues este había renunciado a su corona-, algunos actores políticos argumentaron que
esa soberanía recaía en el pueblo. Los americanos rechazaron al intruso Bonaparte y se
justificó su desobediencia al un rey ilegitimo, tal desobediencia fue sustentada bajo el
principio de la retroversión de la soberanía de los pueblos, que establecía que al no
encontrarse presente la autoridad legítima, la soberanía regresaba al “pueblo”, al cual
pertenecía en última instancia,275 principios desarrollados por los pensadores Suárez y el
padre Mariana hacía ya varios siglos.
Después de 1808 los americanos sustentaron que los gobiernos constituidos por los
españoles peninsulares en ausencia del rey y su pretensión de ejercer su total autoridad
sobre las Indias eran ilegítimos, pues ellos estaban usurpando los derechos soberanos del
rey.276 Pero al defender los derechos soberanos del rey, ellos estaban defendiendo también
la personalidad jurídica independiente del los reinos americanos; los habitantes de la
América española eran consciente de que pertenecían a una misma unidad política, la
monarquía española, cuyo vínculo estaba dado por la figura del rey, pero al no haber rey no
había nada que los atara a España, lo que rompía con los principios del pacto
monárquico.277
En los discursos de los procesados por el delito de infidencia se aprecia la existencia
de una línea argumentativa basada en la tradición hispana, particularmente, en la divulgada
por Francisco Suárez y otros jesuitas que cuestionaron el derecho divino de los reyes. Los
defensores de esta doctrina del origen divino no fueron capaces de frenar el entusiasmo de
un gran número de americanos que, en su misma veneración a la persona del rey, tenían
fuentes muy distintas al supuesto derecho divino. La misma doctrina que sustentaba el
derecho divino de los reyes inspiraba una concepción limitada del poder político. Al ser el
rey designado por Dios, él tenía que realizar la voluntad de éste ya que él sólo era un siervo
de Dios. Por lo tanto, el rey estaba regido conforme a las leyes de justicia divina y su poder
275 Genevieve Verdo, “¿Soberanía del pueblo o de los pueblos? La doble cara de la soberanía durante la revolución de independencia”, 2002, p. 4. [en línea] http://redalyc.uaemex.mx/pdf/127/12701306.pdf. 276 Es muy interesante la propuesta de Elías Palti que gira sobre la pregunta de cómo pudo surgir, a partir de desplazamientos político-conceptuales operados en el interior de los imaginarios tradicionales, una idea de soberanía nacional completamente diferente a esos mismos imaginarios. Ver: Palti, “Joaquín de Finestrad y el problema de los “orígenes ideológicos” de la Revolución”, texto de debate en el marco del Seminario de Cultura Política, UAM-A, 25 de noviembre de 2010, pp. 1-32. 277 Molina, op. cit., p. 66.
205
estaba limitado por la moral, sus fines eran la justicia y la bondad. Si un rey se apartaba
gravemente de sus deberes morales y religiosos, el pueblo podía desconocerlo.278 Roscio
también sustentó esta posición, señalando la revocabilidad del mandato como un derecho
de los pueblos cuando el rey y sus gobernantes no cumplieran con sus obligaciones de
protección, libertad y bienestar. Roscio sostuvo que:
De esta fuente nace el derecho que tienen los pueblos para quitar, alterar o reformar el gobierno establecido cuando así lo exige la salud pública, y el convencimiento de ser establecido para servir, no para dominar a los hombres; para hacerlos felices, no para abatirlos, para conservar su vida, la libertad, sus propiedades, no para oprimir ni sustraerles sus frutos sagrados e imprescindibles.279
Este argumento fue usado constantemente por los insurgentes americanos para
sustentar su lucha. Se observa que la prisión de los reyes españoles pronto dejó de ser el
tema central del discurso justificativo de los patriotas venezolanos y, en su lugar, ganó
profundidad el tema de la legitimidad, el absolutismo, las lealtades, la injusticia y tiranía de
los reyes y de sus representantes durante el gobierno español en las Indias americanas.280
Por ejemplo, las palabras pronunciadas en Venezuela en el año de 1812 por el sargento
insurgente Santiago Tablantes, quien dijo: “que ya no había rey, que todos eran embusteros
y que el gobierno era muy tirano y absoluto y el de la independencia muy justo y bueno”.281
La prisión, o mejor, la abdicación de los reyes españoles fue interpretada muy rápidamente
por los venezolanos como una traición y una falta de amor y lealtad de los reyes españoles
hacía sus súbditos americanos. Los venezolanos que redactaron el acta de independencia el
5 de julio de 1811, señalaron algunos de los motivos por los cuales ellos sustentaron la
278 Jaime Rivera Velázquez, “1808: Preludio del constitucionalismo mexicano”, 1990. [en línea] http://www.uaz.edu.mx/vinculo/webrvj/rev4-4.htm 279 Miliani, op. cit., p.XXI. 280 A parte de lo hallado en las fuentes de infidencia, que marca esta tendencia, también apoyo esta idea en lo que Fernández observó al estudiar el caso granadino, él señala: “Cuando se examinan de un modo sistemático los documentos emanados de distintas juntas e instituciones de Nueva Granada y Venezuela, puede constatarse que las invocaciones a la cautividad de Fernando entre abril de 1810 y noviembre de 1811 en las reales audiencias de Quito, Caracas y Santa Fé son mucho menos numerosas a medida que pasa el tiempo (mientras que, por otro lado, van incrementándose poco a poco las alusiones a la independencia y a la república)… en la segunda mitad de 1810 y en 1811, las escasas referencias a la temática de la cautividad, predominantemente metafóricas, más bien se relacionan con la opresión que la América habría venido sufriendo a manos de España. Fernández, op. cit., p. 27. 281 AGN, Venezuela, Infidencia, t. III, exp. 3, 1812.
206
separación de los reinos americanos de España y, uno de esos argumentos fue la ruptura del
pacto que se dio al momento en que los reyes entregaron la corona a los franceses:
Cuantos Borbones concurrieron a las inválidas estipulaciones de Bayona, abandonando el territorio español contra la voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado que contrajeron con los españoles de ambos mundos, cuando con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el trono a despecho de la casa de Austria; por esta condición quedaron inhábiles o incapaces de gobernar a un pueblo libre a quien entregaron como un rebaño de esclavos.282
En la crisis que provocó la prisión de los reyes españoles a manos de Napoleón,
Fernández sostiene que una primera reacción que se impuso en el discurso de los patriotas
españoles fue la exaltación del amor y la lealtad al cautivo e inocente rey Fernando VII, el
engaño y la artería de Napoleón y la posterior usurpación y tiranía del intruso José
Bonaparte.283 Este discurso sin duda causó grandes conmociones en las Indias españolas,
fue promovido tanto por los realistas como por los patriotas al inicio del conflicto con la
intención de defender y preservar los reinos americanos a nombre del cautivo rey y en
contra de los usurpadores franceses, se debía resguardar la soberanía cautiva. Se han
estudiado muchas proclamas, sermones, catecismos etcétera, donde se resalta la retórica del
cautiverio y lealtad al rey y la perfidia y odio hacía Napoleón recurriendo a conceptos
religiosos o de la Biblia. Por ejemplo, Fernández señala:
Entre los centenares de textos que en esos años trataron del tema con fuertes reminiscencias bíblicas, en algunas oraciones y discursos de acción de gracias pronunciados en Zaragoza “España es la nueva Israel liberada por el Señor, Fernando se transforma en el Moisés que conduce al pueblo lejos de la tiranía del faraón, Mina es un nuevo David, e incluso la Junta se personifica en una terrible Judith y el navarro [Mina] en la espada que sesga la vida de Holofernes”44. Muchos otros testimonios similares pudiéramos citar, alusivos a los tres grandes periodos de cautividad de los israelitas, en Egipto, Asiria y Babilonia45, y a los episodios y vicisitudes de su liberación.284
Saúl Jerónimo asienta que en los catecismos civiles se identifica a Napoleón como
el gran enemigo de la patria, preguntando y respondiendo a las preguntas de: “¿Cómo fue
282 Haydeé y Becerra, op. cit., p.13. 283 Fernández, op. cit., p. 5. 284 Ibid, p. 10.
207
que Napoleón logró apoderarse de España? Respuesta: ‘– Con el engaño, con la traición, la
vileza y la perfidia’… ‘¿Quién es el enemigo de nuestra felicidad? – El Emperador de los
Franceses. ¿Y quién es este hombre? – Un Señor infinitamente malo y codicioso, principio
de todos los males, y fin de todos los bienes; es el compendio y depósito de todos los vicios
y maldades’”.285
A pesar de lo ocurrido en Bayona, el rey prevaleció en el pensamiento de una gran
parte de los novohispanos -posiblemente hasta el año de 1814-, como la figura legítima de
la monarquía española, pensamiento que se puede entender porque la monarquía había
conservado su unidad y lealtad de sus súbditos sobre la base de una legitimidad tradicional
de la corona de Castilla. Una parte de los novohispanos se mostraron leales al monarca,
pues aquel siguió siendo el centro de la devoción de los súbditos de las Indias americanas.
Incluso, en los momentos en los cuales se repetía con mayor insistencia la necesidad de
romper con España, encontramos voces que condenaban la insurgencia alegando la defensa
del monarca, como han señalado los autores antes citados.
Cuando España estuvo en peligro, se dio un pronunciamiento en toda la América
española acerca de que había que defender la monarquía española, pero ese discurso se
construyó mostrando que dicha defensa era la misma que debía hacérsele a Dios, lo cual
devela cómo en el discurso la imagen de Fernando VII fue elevada a un nivel casi sacro.286
Las tradiciones políticas medievales, la enseñanza de la cristiandad y la grandeza imperial
derivada de la conquista de América, dotaron a la monarquía hispana de una autoridad
moral y política imponente. La soberanía de los reyes, por ser un mandato divino, al igual
que unía a los españoles de todos los reinos bajo una misma autoridad, también les
confería un mismo origen sustentado en los principios del cristianismo y de un mítico
origen común, el ser españoles.
No obstante toda esta publicidad que se dio en torno a la lealtad al cautivo rey y el
odio hacía Napoleón, en los testimonios de las causas de infidencia no se hace mucha
alusión a dichos temas, que se entendería por las características de los juicios que ahí
reposan. Al igual que en las causas venezolanas, en las mexicanas hay una tendencia a 285 Saúl Jerónimo, op. cit., p.20. 286 José. D. Cortés G., “La lealtad al monarca español en el discurso político religioso en el Nuevo Reino de Granada”, 2010, p. 47.
208
justificar las injusticias y las opresiones causadas por los españoles peninsulares desde su
llegada a las Indias, recurriendo a posiciones sustentada siglos atrás. Por ejemplo, en el
juicio del comerciante José Llano de Oaxaca en año de 1811, uno de los testigos dijo que
este sujeto, citando lo que decía Bartolomé de la Casas sobre la conquista de las Indias,
sostuvo que “los europeos desde los primeros conquistadores del Reino hasta el día, se han
manejado como despóticos y tiranos con los Americanos, y que despotismo y tiranía era el
principio nato, y motivo verdadero de la insurrección”.287 Florencio Muñoz, comerciante y
labrador de 53 años, en Venezuela dijo que: “Fernando Séptimo no era hijo legítimo de
María Luisa y Carlos V por cuyo motivo no podía gobernar a nadie, y así lo mejor era
empeñados a defender nuestra patria bajo el gobierno insurgente de Caraca… porque
siendo gobernados por los españoles serían unos esclavos siempre de ellos”.288
Una diferencia que observo en las palabras pronunciadas por algunos de los
infidentes novohispanos y venezolanos, es que en los primeros no se relaciona directamente
estas injusticias y opresiones con la figura de los reyes, ni mucho menos con Fernando VII,
como sí se aprecia en el discurso de los infidentes venezolanos. Este contraste es un
indicativo claro de la fragilidad que, en una gran parte de los venezolanos, la lealtad a los
reyes españoles fue reproducida, lo que precipitó, al estallar la crisis monárquica, una idea
de ruptura con la monarquía. Otro ejemplo que ilustra esta idea, para Venezuela, es el caso
de Santiago Guardón, un labrador vecino del pueblo de San Lorenzo, a quien en 1812 se le
acusó de haber dicho: “…que era hora de manifestar el amor a la patria pues habían logrado
quedar libres del dominio de ese injusto rey Fernando Séptimo”.289 Para el caso
novohispano cito otra parte del escrito que el indio Canales le envió al cura de la villa de
Camargo, Juan Bautista Cantú, en el año de 1812; allí Canales sustentó los motivos de su
rebelión señalando que:
¿Cómo podemos decir en el otro extremo que era defensa justa la de los Europeos? Cuándo hemos experimentado la horrible perfidia con que han procedido, y la persecución de sus Rebeliones nos [han] derribado la constancia, y fidelidad con que nos ofrecimos endolocaustos a sostener la Columna de nuestra Santa Iglesia? Que juzgaremos de estos impíos que han atropellado el estado Laico cuando nuestro Divino Maestro distinguió este
carácter para gloria de su Iglesia? Más no tan sólo sino ver el primer sacerdote que este Divino maestro distinguió por medio del Divino Espíritu a sus amados discípulos de esta potestad… tomad las armas a destruir a devorar la hipocresía que nos tiene dominados… 290
Por otra parte, la cita anterior también evidencia que el recurrir a ciertos conceptos
de un pensamiento religioso y político más organizado y estructurado para construir un
discurso propio, no sólo fue un recurso utilizado por los ideólogos del movimiento
independentistas o por los intelectuales de la época, también algunos individuos de las
clases populares o del común se apropiaron de esos conceptos desde un horizonte
especifico de sus vidas. Vemos cómo el indio Canales usó en su texto varios recursos
discursivos de la retórica religiosa para construir su discurso justificativo de lucha, de lo
que para él significaba y por lo que él consideraba se debía luchar. Él defendía un estado
laico que fuese elegido por el mismo divino maestro para gloria de su Iglesia, lo cual hacía
referencia al Patronato Real, a ese poder que la Iglesia otorgó a la monarquía para que
extendiera la evangelización en las Indias españolas, tomando como ejemplo de esa lucha al
cura Hidalgo, como ese primer sacerdote que el Divino Espíritu dio a sus discípulos.
La posición del cura Miguel Hidalgo y de varios de los seguidores del movimiento
insurgente, cuya voz clamaba el “viva la Religión”, “Viva nuestra madre Santísima de
Guadalupe” y “Viva Fernando VII”, se enfocaba en la defensa de una sociedad tradicional,
cuya visión se orientaba en un distanciamiento del modelo despótico ilustrado del Antiguo
Régimen pero también del modelo liberal individualista, vinculándose más con un
tradicionalismo hispánico, basado en la defensa del rey y de la religión. Pero para 1813
comenzó a cambiar ese discurso, con Los sentimientos de la nación de Morelos se dio un
pronunciamiento por la no identificación o justificación de la figura del rey en la lucha.
Aunque debo enfatizar, en las causas de infidencia novohispana no son recurrentes
las alusiones directas en contra de la figura del rey, pero es posible observa el
desplazamiento del interés sobre la figura de los reyes que comenzó a generarse en el
discurso justificativo de un sector de la sociedad novohispana, incluso en el temprano año
de 1809, aunque esta percepción no se presentó de forma generalizada en mis fuentes. A
raíz de dicho desplazamiento, fueron apareciendo nuevos elementos que le dieron otro
contenido y significado al discurso justificativo de aquellos actores de posición radical. Por
ejemplo, la acusación que en 1809 hizo don Leandro Ruelas, vecino de Copala, a don
Diego Pérez, administrador de las reales rentas de alcabalas del rosario, por haber dicho
que: “Los franceses habían hecho bien en quitarle la vida a Sñor. Don Luis diez y seis por
ser hombre ebrio de mal gobierno y tenía tiranizada toda Francia…que sería mejor que este
Reino se volviese a sus legítimos dueños…que los gachupines todos eran traidores”.291 Las
palabras pronunciadas por este individuo tienen bastante similitud con la idea, ya
comentada párrafos arriba, de la doctrina que sustentaba una concepción limitada del poder
político, donde el rey estaba regido conforme a la justicia divina y limitado por la moral;
por lo que al incumplir sus deberes morales y religiosos, el pueblo podía desconocerlo y
hasta matarlo, como proponía el padre Mariana. Sin duda esas palabras representaban una
advertencia para los reyes españoles, señalándoles que podían correr la misma suerte si se
apartaban de dichos preceptos morales y de justicias, porque su autoridad no sólo estaba
sometida a Dios, sino, incluso, a la comunidad. También aparece en las palabras expresada
por Leandro Ruelas el argumento de la legitimidad, resaltando que los españoles
peninsulares no eran los legítimos dueños de este reino de Nueva España. No obstante, los
“verdaderos dueños” a los que él se refiere no eran los grupos indígenas que habitaban las
Indias a la llegada de los españoles, los legítimos dueños que él señala eran los criollos, los
hijos de los primeros conquistadores.
Dada la coyuntura de la prisión de los reyes, los partidarios de las ideas
independentistas en Venezuela también promovieron la desobediencia a la monarquía
española, justificando la legitimidad de los gobiernos revolucionarios. El notario
eclesiástico Francisco Xavier Prato y Santillón, fue acusado en la ciudad de San Cristoba en
1812 de haber proferido “...que ya no se debía obedecer a la Monarquía Española ni otra
nación, sino sólo al gobierno revolucionario que se había establecido en las provincias de
Venezuela por ser legítimo”.292
Algunos de los actores que intervienen en mis fuentes también tomaron elementos
de los textos sagrados para construir sus discursos de odios hacía los españoles europeos y 291 AGN, México, Infidencia, vol.9, exp. único, 1809. 292 AGN, Venezuela, Infidencia, t.XII, exp.7, 1812.
211
un pronunciamiento a la unidad de los americanos en contra del yugo y la opresión. Las
metáforas fueron un recurso retórico muy usado por los insurgentes en la construcción de
sus discursos para producir en sus receptores un cierto estado de ánimo. Por ejemplo, el
alférez Mariano Suárez acusado de haber escrito un pasquín que fue fijado en un lugar
público de Oaxaca en 1811; allí utilizó un tipo de táctica metafórica desde un sistema
conceptual bélico con el cual esperaba causar el mayor temor al enemigo, “los gachupines”,
pues ellos serían destruidos por el brazo implacable de los americanos, a quienes describe
como discípulos de uno de los demonios más temidos, Asmodeo:
Toda América ha advertido Que allende como prudente
En esta época presente Tiene el yugo sacudido
Y nuestro ánimo está unido A echar fuera gachupines
Zarra, zarra a cuantos ruines, Sin ninguna dilación
Ninguno tendrá perdón Con Lucifer sean sus fines
Arriba tunantes fuertes de la escuela de Asmodeo Comencemos el saqueo
Golpead, herí, haced Muerte293
El autor de este pasquín construyó un discurso con el que esperaba infundir el
mayor temor a sus adversarios, los españoles peninsulares, respaldando sus intenciones con
fuertes amenaza con muy altas posibilidades de llevarlas a cabo. Por ello describe a los
americanos como esos tunanates fuertes que no tendrían compasión para acabar con el yugo
impuesto por sus enemigos, los “gachupines”. Recurre a la fuerza retórica que le da el citar
al mítico demonio Asmodeo para reforzar sus argumentos. Este demonio aparece en el
bíblico libro de Tobías y es descrito como el demonio que gobierna los nueve infiernos; su
nombre significa “demonio de la ira”, aunque la demonología judeocristiana lo tiene
siempre como el demonio de la lujuria.294 La construcción retórica que se aprecia en el
pasquín, devela que las metáforas no son simples recursos literarios sino verdaderas armas
293 AGN, México, Infidencia, vol.11, exp.1, 1811. 294“Los demonios: Los nombres del rey del infierno (III)”, 6 julio 2009, [en línea] http://luisftenorio.wordpress.com/2009/07/06/los-demonios-5-los-nombres-del-rey-del-infierno-iii/
212
políticas con un increíble poder de eficacia y difusión de las ideas políticas en un contexto
bélico.295
Los sucesos de Bayona no sólo desataron una serie de pugnas por la legitimidad y
por la sustitución de la soberanía del rey, sino que impulsaron diversas propuestas para la
superación de la crisis. Esta situación desencadenó la posibilidad de aceptar una estructura
de poder que se sostenía en la apelación a un rey imaginario. En el mundo cultural de los
individuos acusados de infidencia, el vacío dejado por el rey produjo nuevas lealtades. En
un anónimo enviado al comandante español Pablo Morillo, cuya redacción fue confirmada
por las autoridades que pertenecía al presbítero bachiller Juan Pablo Salazar, se lee lo
siguiente: “Exe, no se canse, lo ajeno vuelve a su dueño, Bolívar es el cirio sagrado
destinado y electo para restablecer y recuperar estos dominio”.296 En el juicio que se le
siguió a Rafael Molina en la ciudad de México por expresiones sediciosas en 1815, se le
acusó de haber pronunciado con gran placer: “Que gusto que he visto el retrato de la Sacra
Majestad, nuestro padre Morelos…que en el retrato estaba muy buen mozo, con su banda
atravesada de color azul”.297
En su propósito de justificar la lucha política, algunos individuos seguidores del
movimiento insurgente, retomaron la discusión dada siglos atrás sobre el origen divino de
los reyes, desde otros espacios de interacción social y desde otros mecanismos de difusión.
En mis fuentes esta discusión se observa fuera del ámbito propiamente teórico, es decir,
fuera de aquellos círculos donde se debate fuertemente en términos de un discurso teórico
de, por ejemplo, la representatividad popular y la soberanía del rey. La discusión que
encuentro en mis fuentes tiene que ver más con el horizonte práctico de los actores, donde
se ponen a circular una serie de ideas desarticuladas de un sistema conceptual muy sólido
en una realidad completamente diversa, la cual gurda alguna relación con ese discurso
mayormente estructurado, pero que responde a otros intereses relacionados con su mundo
de vida. Por ejemplo, encontramos opiniones de curas parroquiales que retomaron la
antigua discusión sobre el origen divino de los reyes en el contexto de las luchas
independentistas, esta alusión pudo haber correspondido al interés de los curas por defender
sus derechos que habían sido quebrantados por el poder absoluto de los monarcas 295 Dorde Cuvardic García, “La metáfora en el discurso político”, 2004, pp. 61-72. 296 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXXVI, exp. 2, 1819. 297 AGN, México, Infidencia, vol. 92, exp. 4, 1815.
213
Borbones. Por ejemplo, al cura de Huichapan, Nueva España en 1809, don Manuel Palacio,
se le acusó de haber referido: “Qué pensáis hermanos míos, Fernando Séptimo es un
hombre como vosotros, ni más ni menos, y si os condenáis, a buen seguro que os saque del
Infierno”.298 El cura franciscano Victoriano Borjas en el proceso que se le siguió por
insurgencia en el año de 1814 en el pueblo de Río Vede, Nueva España, dijo que: “Los
insurgentes decían bien en cuanto a que quién era el rey que había nombrado Jesuchristo…
no era fuerza que hubiere rey, que ningún mandamiento lo mandaba”.299
La posición de los curas al retomar el antiguo debate sobre el derecho divino de los
reyes en el contexto de las guerras independentistas, puede ser interpretada como una forma
de protestar contra las medidas que desde mediados del siglo XVIII comenzaron a afectar
los intereses de los curas; como la decretada inmunidad del clero que, para 1812, fue
plenamente establecida con la cual los religiosos quedaban desprotegidos, permitiendo ser
así juzgados por el poder civil.300 Con la coyuntura política de 1808, se pudo presentar la
ocasión de que los religiosos, especialmente los curas parroquiales -los más afectados por
estas medidas-, vieran el momento de proteger sus intereses, justificando sus acciones
señalando que se había roto el antiguo pacto que se había establecido entre la Iglesia y la
corona a raíz del Patronato Regio. Nancy Farris sustenta al respecto que: “Dispuestos
aceptar los métodos, más sutiles del control indirecto, el clero se alarmó ante estos ataques
directos a la inmunidad eclesiástica que consideraban la fuente principal de su poder y
prestigio, y muchos de ellos creyeron que al sancionar estos ataques la corona había roto los
lazos tradicionales entre Iglesia y Estado y había perdido el derecho a su lealtad”.301 Por
ello se observa una posición contraria al poder absoluto de los reyes en algunos religiosos
que apoyaron los movimientos independentistas, muchos de ellos recurrieron a lo que
siglos atrás sostenía el Papa Bonifacio VII, que tradicionalmente la Iglesia o el poder
espiritual era quien juzgaba el poder terrenal, y sólo un poder espiritual inferior podía ser
juzgado por uno superior, y éste sería juzgado por Dios.302
298 AGN, México, Infidencia, vol. 128, exp. 3, 1810. 299 AGN, México, Infidencia, vol. 82, exp. 2, fs. 392, 1814. 300 La inmunidad del clero fue decretada legalmente en el bando del 25 de junio de 1812, con la cual se abolió los fueros y privilegios de los eclesiásticos que tuvieran alguna participación en la guerra. Farris, op. cit., p. 211. 301 Farris, op. cit., p. 22. 302 Bonifacio VII, Bula Unam Sanctam, 1302, op. cit.
214
Como lo indican las citas que he resaltado párrafos arriba, algunos curas
argumentaron que Fernando VII no era un santo, sino un hombre como todos nosotros.
Varios testigos señalaron que en 1809 el cura de Chiautla, don Francisco Palacios, se negó
a tocar las campanas de la iglesia y a decir misa cuando una comitiva llegó a la iglesia con
la imagen de Fernando VII deseando celebrar la festividad anual de su santo San Fernando
Rey. En un memorial que le envió el administrador de alcabala de Chiautla al comisionado
don Mariano Ortiz se recrimina la acción de este cura:
En la función pasada ni se replicó ni se hizo nada y habiendo solicitado hubiera misa no quiso hasta que yo le pagué ocho pesos y mandé unos soldados esa ocasión y habiendo también solicitado llevara el retrato a la iglesia dijo no que allí no entraba que si era santo y que quién sabía dónde estaría su alma.303
Los venezolanos, seguidores de los ideales independentistas, también usaron el
mismo argumento para justificar su separación de España. En estos actores el principio
sobre el origen divino de la potestad del rey tuvo cierta resonancia en conformación con la
idea de que la sociedad política, inducida por la voluntad de Dios, entregaba su soberanía
en manos del monarca pero nunca de forma definitiva, ya que tal transferencia podía quedar
sin efecto ante el incumplimiento de las condiciones que habían fundamentado tal
delegación. Como he venido insistiendo, en la práctica significaba que los monarcas debían
ejercer su autoridad sólo sujeto a los mandatos de la ley divina, lo que los obligaba a ser
justos y dignos de tan gran privilegio. El cura José Tomás Llorente, vecino de Puerto
Cabello, un testigo lo acusó de haber pronunció en 1812 en el púlpito
que no debían reconocer al rey, porque su gobierno era despótico e ilegítimo, ultrajando generalmente a todos los reyes, blasfemando del gobierno monárquico y en particular de Fernando Séptimo diciendo que murieran, leyendo en el púlpito proclamas sediciosas de Miranda, arengando siempre a favor de éste, insinuando en general al pueblo a que defendiera la Independencia.304
Algunos civiles usaron el discurso de la negación del carácter divino de los reyes
como justificativo de la lucha independentista, que también significaba la libertad, no sólo
arribas, Florencio Muñoz también expresó delante de varios individuos que “…no hubo
reyes y estos fueron hechos después por los hombres, que no estuvieran creyendo que estos
habían sido establecidos por Dios…”.305 Asimismo el administrador de la renta de tabacos,
Simón de León, también señaló que: “Dios no nos dejó reyes, lo que nos dejó fue justicia y
esto es lo que nos ha de gobernar… que Fernando VII no era otra cosa que un hombre
como nosotros…”.306
El sagrado vínculo que había entre el hombre y la suprema autoridad, se comenzó a
romper cuando se afirmó que ya no había rey, ni sujeción, ni obediencia y, al justificarse
que los hombres nacían libres y que todos eran iguales en condiciones y derechos. Por
comunicar todas estas ideas a la población, muchos de estos patriotas fueron acusados de
herejes y apostatas pues eran infieles al monarca y por lo tanto a Dios porque el rey era la
imagen de él. Desde el púlpito algunos curas transmitían a la población las ideas de libertad
e igualdad como fundamentos de la lucha, a muchos de esos religiosos se les acusó de
traición al rey y de sectarios. Un ejemplo sería el caso de Bartolomé Herrera, procesado por
el delito de “expresiones sediciosas” en la Nueva España en 1810, dijo que el cura párroco
del pueblo de San Andrés Chalchicomula dijo en el púlpito: “que todos los europeos,
criollos, indios, negros y demás castas eran todos hermanos y que como tales debían verse
unos a otros, llegando tanto su fervor que parecía que dejaba el púlpito y procurara abrazar
a los concurrentes”.307 En un mismo tono persuasivo y desobediencia al orden establecido,
fueron las palabras proferidas por José Juan Alvarenga, al que se le juzgó por haber
pronunciado palabras tildadas de revolucionarias:
No era necesaria la confesión para salvarse, pues ¿cómo diciéndole los pecados a otro hombre como uno podía ser salvado? que todas esas cosas eran impuestas por los hombres, que asimismo que ningún párvulo se debe bautizar en su inocencia, hasta que no tenga uso de la razón, para que él mismo pueda pedir el bautizo, que de lo contario era forzarlo.308
En lo que se puede apreciar en los documentos de infidencia venezolanos, el
pronunciamiento de los insurgentes pasó muy pronto de justificar un discurso religioso-
305 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XIX, exp. 22, 1812. 306 AGN, Venezuela, Infidencia, t. III, exp. 14, 1812. 307 AGN, México, Infidencia, vol. 5, exp. 1, 1810. 308AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXXVI, exp.3, 1820.
216
monárquico en los primeros años de la invasión francesa a otro religioso-republicano
después de 1811. Uno de los testigos en la causa que se le siguió en Caracas al ya citado
fraile José Tomás Llorente en 1812, dijo que éste fraile “En las misas echaba sus arengas a
favor de la causa de Caracas y en las que le oyó conductas adversas en las oraciones que en
lugar de pedir por los príncipes cristianos, pedía por la República de Caracas”.309 Todas
estas manifestaciones permiten identificar cómo se fueron desarticulando los lazos políticos
y culturales que unían a los americanos con las instituciones que dominaban el mundo
colonial y cómo se fueron debilitando algunos de los imaginarios que sostenían ese mundo.
Se presentan testimonios que señalan pronunciamientos que para la época parecerían
inverosímiles, al decir de algunos historiadores; como la asentada por el padre Juan José
García en Caracas, quien dijo en el años de 1814: “[…] era forzoso desengañar al pueblo
para que no creyeran en indulgencias, ni bulas, que todos los Santos en la plaza pública
debían quemarse…”.310 Estas palabras pronunciadas por un religioso impresionaron al
historiador venezolano Mario Briceño Perozo, quien en su libro Las causas de infidencia,
donde publicó el expediente completo de esta causa, escribió:
Aunque el testigo de referencia Lainde, corrobora la afirmación de García, no es lógico ni natural que al lado de expresiones contra la Monarquía hayan salido dicterios contra la Religión de los labios de un sacerdote que era adverso al sistema político que cercenaba el derecho de sus hermanos…”.311
A pesar que comentarios como el anterior sean muy escasos en las fuentes de
infidencia, la aparición de algunas opiniones en dicho tono, no podría ser interpretada como
un pensamiento contrario al momento vivido, pues diversas circunstancias le imprimieron a
ese periodo rasgos muy peculiares. Los cambios que se dieron con la Revolución Francesa,
los que se estaba produciendo en las antiguas colonias inglesas en la América del Norte y
los ocasionados por el reformismo gaditano, no permiten sostener que palabras como las
que se le acreditaron al padre Samaniego sonaran ilógicas para el contexto. Sin ir más lejos,
en la Nueva España en 1794, Fray Servando Teresa de Mier, quien, además de eclesiástico
era defensor del ideal independentista y reaccionario a las políticas del Vaticano, pronunció
un polémico sermón en el que dudaba de las apariciones de la Virgen de Guadalupe,
309 AGN, Venezuela, Infidencia, t. VI, exp.6, 1812. 310 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXIV, exp.12, 1814. 311 Mario Briceño Perozo, Las causas de infidencia..., p. 100.
217
señalándola como una invención de los misioneros para cautivar a los religiosos aztecas. El
Nuncio Apostólico alarmado por ese discurso sacrílego, lo hizo prisionero y envió a
España.312 Estos pronunciamientos hay que interpretarlos como una forma de pensar que
hizo parte de los cambios que se comenzaron a gestar en las mentes de los sujetos a raíz de
los sucesos que se estaban generando en todo el mundo.
En los pronunciamientos de algunos de los curas de mis fuentes, su condición de
hombre de fe y predicadores de los valores religiosos, cuya moral cristiana osaba guiar sus
acciones, parecen eclipsarse en un discurso agresivo y violento contra lo que algún día
defendieron: la potestad sagrada del rey. El Dr. Isidro González en una representación que
envió al Sr. Ministro universal de las Indias en España desde la ciudad de Caracas en año
de 1814, donde le informa de la captura de varios eclesiásticos acusados del delito de
infidencia, reprochó ese cambio de actitud de los curas señalando que:
…Estos hombres que, al paso que por su sagrado ministerio tienen un imperio sobre la opinión general del pueblo, han sabido aprovecharse de esta ventaja para fascinar a los incautos y difundir opiniones contrarias a lo que constantemente nos enseña nuestra religión santa y a la doctrina respetada de la sumisión al Príncipe; V. E. leerá con asombro en el proceso hechos que tendrá dificultad en creer, pero que no por eso dejan de ser públicos y constantes. Venezuela no lloraría hoy los males que la han puesto en una desolación espantosa si estos eclesiásticos y los que le seguirán hubieran sido conforme al Evangelio, ministros de paz y de concordia.313
Un hecho que incrementó la tensión entre la Iglesia y los independentistas
venezolanos, fue el temblor que azotó a Caracas y otras ciudades de Venezuela en 1812. A
raíz de ese suceso, los clérigos realistas y algunos frailes predicadores excitaron a las
muchedumbres atemorizadas, haciéndoles ver que el terremoto era un castigo del cielo por
el intento de desconocer la autoridad divina, era un castigo divino “por la sublevación de
los patriotas contra el legítimo soberano, el virtuoso Fernando VII”.314 Este acontecimiento
fue utilizado por una parte de los religiosos para combatir las ideas liberales atemorizando a
la población con el castigo divino, sermón que logró su cometido. Quizás no era para
312 Christopher Domínguez, Vida de Fray Servando, 2004. 313 AGN, Infidencia, Venezuela, t. XXIV, exp. 12, 1814. 314Jaime Laffaille y Carlos Ferrer, “El terremoto del jueves santo en Mérida: año 1812”, 2003, p. 110.
218
menos, el terremoto ocurrió un jueves santo, como también fue un jueves santo el día de la
insurrección del 19 de abril de 1810, cuando el pueblo de Caracas se rebeló en contra de la
autoridad española. No bastando con esto, las ciudades de Coro y Maracaibo, que no se
habían sumado al llamado de independencia, no sufrieron el terremoto, mientras que
Caracas, Barquisimeto, Mérida, El Tocuyo y San Felipe, que estaban en poder de los
patriotas, fueron ciudades totalmente devastadas, hechos que favorecieron el discurso
católico antirepublicano.315
Se comenta que el padre Dominico Felipe Mota, parado sobre los escombros,
incitaba a la multitud adolorida con su discurso antiindependentista diciendo: “Esta
catástrofe es un castigo del cielo, porque los venezolanos se han rebelado contra su Rey…
Fernando VII es un bendecido de Dios... Debemos pedir perdón por este pecado y clamar
fidelidad a España… Abajo la República”.316.
La población venezolana cautivada por el discurso religioso manipulador sustentó
que lo acontecido era una señal de Dios en contra de los que se oponían al amado Fernando
VII y contra la Iglesia. Fue el momento preciso para que una parte importante de los curas
desencadenaran una terrible propaganda que llamaba a los patriotas “pecadores” castigados
por Dios. El arzobispo de Caracas Coll y Part en una pastoral de junio de 1812 señaló:
De este modo castiga el Cielo todos los pecados del mundo, y cuando estos son mayores y la justicia divina se halla más irritada, entonces descarga también más duros azotes, como ahora lo experimentamos nosotros; pero qué ¿no son estos terremotos unos efectos naturales que no pasmaron ni amedrentaron? ¡Eh! Falsos filósofos, titulados físicos y naturalista ¡Callad siquiera esta vez!...No queráis fomentar por más tiempo el contagio que alevosamente pretendéis a mi amada Grey. ¡Impíos!...317
Mientras que los realistas quisieron presentar el temblor como un castigo divino,
otros religiosos desmintieron esta idea afirmando que eran sólo movimientos de la
naturaleza. En la causa seguida a José Antonio Robles, cura castrense de Puerto Cabello
durante el gobierno republicano, uno de los deponentes señaló que: En el púlpito seducía a
los feligreses diciéndoles que “la causa de Caracas era justa y santa, que los reyes de
315 Pablo Rodríguez, “1812: el terremoto que interrumpió una revolución”, 2009, pp.247-272. 316Jorge Mier Hoffman, “Bolívar y la Iglesia”, [en línea], http://www.simon-bolivar.org/Principal/bolivar/bol_y_la_iglesia_04.html. 317 Altez, op. cit, p.97.
219
España no tenían dominio sobre las Américas, que debían ser libres…que el temblor no era
castigo de Dios sino causa natural…”. 318
En un escrito anónimo reproducido por la Gaceta de Caracas en el año de 1813,
titulado “Carta de un ciudadano a un amigo suyo”, se trata de persuadir a la población de
que el temblor no era una cuestión divina, que era un fenómeno que había ocurrido en otros
lugares de la tierra. El texto decía lo siguiente: “En fin, amigo mío, esto no tiene conexión
con los gobiernos antiguos y nuevos, con los reyes y con las repúblicas, con los malos y
con los buenos: Dios premia y castiga en su reino, y nosotros en el nuestro”.319
El temor a la ira de Dios fue un tópico recurrente de sermones, pláticas y
exhortaciones, discursos que buscaban aplacarla, persuadiendo a la población a que viviese
de acuerdo a las normas cristianas. Los terremotos eran interpretados, en el discurso
eclesiástico, como la materialización de esa ira divina. Ésta, a su vez, era motivada por los
pecados públicos y privados, es decir, por no vivir conforme al orden moral impulsado y
definido por la iglesia. Cada vez que ocurría una catástrofe de esta naturaleza, el clero
incentivaba la sensación apocalíptica de la población, explotando teológicamente la terrible
realidad que se estaba viviendo.
El temblor marcó una fuerte hostilidad entre ambos bandos, tensiones que llevó a
sus actores a tomar una posición radical del conflicto político. Los ataques contra el
gobierno insurgente por una parte del clero, encabezados por el arzobispo Coll y Prat,
fueron constantes e inexorables; su discurso de castigo divino como medio para corregir los
pecados en que vivían los venezolanos, fue la estrategia usada por ellos con la cual
pretendieron restablecer el orden afectado y restaurar la autoridad de la Iglesia y la
monarquía. Sin embargo, encontraron una fuerte oposición en aquellos que apoyaban la
independencia sustentados en las ideas liberales.
Como he intentado documentar en este apartado, la abdicación o prisión de los reyes
tuvo fuertes implicaciones y, pese a que todos los reinos americanos se manifestaron a
favor del cautivo rey Fernando VII, en algunos de ellos, como la capitanía general de
Venezuela, muy pronto dejaron de profesar esa lealtad y afecto al rey para sumirse en una 318 AGN, Infidencia, Venezuela, t. XX, exp. 5, 1812. 319 Citado por Pablo Rodríguez, op. cit., p.262.
220
discusión sobre un gobierno republicano y la cuestión de la legitimidad del rey; en este
sentido, los eventos de Bayona condujeron al cuestionamiento de la naturaleza de la
soberanía tanto en España como en América. Una vez se inició la discusión acerca de la
soberanía y los derechos que tenían los reinos americanos como parte de la monarquía
española, los reclamos fueron subieron de tono y precipitaron la crisis. Pronto, los diversos
enfrentamientos que se dieron a partir de 1810 mostraron lo débil de los cimientos en los
que se había levantado esa idea de unidad en torno al cautiverio de los reyes en 1808.
Recapitulando sobre lo expuesto en estas páginas, me queda la imagen de que en el
discurso político-religioso exteriorizados por los llamados infidentes, se avista una
trasformación del orden de sentido tradicional, que no desapareció, sino que se articuló con
las nuevas ideas liberales o republicanas. Las diferentes opiniones que presentan estos
diversos actores, son una mezcla de lo nuevo y lo viejo: la ilustración primero, el
liberalismo después, retomando nociones del neo-escolasticismos para explicar problemas
de su actualidad; se expresan en una corporación de raíces arcaicas y se articulan con un
nuevo discurso, como señalan Brain Connaughton y William Taylor: “sugerimos que la
religión y la modernidad no fueron simplemente opuestas o inconmensurables”.320
Considero a los religiosos, y por ende, a la religión católica, como parte fundamental en la
construcción de de ese nuevo imaginario que se fundó en los avatares de la coyuntura
política de las independencia, cuyo proceso fue lento porque implicaba un cambio en la
mentalidad forjada por siglos y sólo unos pocos pudieron romper esas ataduras.
Los sujetos que apoyaron el movimiento insurgente, en sus discursos recurrieron a
los principios religiosos para justificar sus demandas o proyectos políticos o posiciones
políticas. Es de resaltar la capacidad de estos actores de combinar una base cristiano-
católico del orden colonial con las nuevas propuestas y necesidades del momento. Por ello
es posible observar el vínculo entre un discurso religioso y las demandas políticas y
sociales, porque la moral cristiana no sólo se refleja como un camino para la salvación del
alma, sino también para la recta praxis cotidiana de los individuos como ciudadanos de una
república y como miembros de una Iglesia. No sólo fueron los curas, sino también una
parte importante de la sociedad civil que utilizaron los argumentos de la tradición
320 Brian Connaughton y William Taylor, “Vías culturales hacía la independencia de México”, 2007. p.205.
221
escolástica española para justificar los cambios que las sociedades de los territorios
hispanoamericanos estaban experimentando a raíz de la crisis monárquica de 1808. De
acuerdo con Fernández, una parte de los súbditos de la monarquía española “recurrieron en
el momento de la crisis y en los siguientes años a un repertorio heredado de recursos
culturales y narrativos que ciertamente estaban a su disposición desde hacía mucho tiempo,
pero que sólo aparecieron conspicuamente entes sus ojos cuando los desafíos del momento
crearon una fuerte ‘demanda de sentido’ para ciertos problemas específicos”.321
321 Fernández, op. cit., p.20.
222
CAPÍTULO V
GUERRA, PATRIA Y LIBERTAD: EL DISCURSO DE LOS MILITARES COMO
ACTORES POLÍTICOS Y SOCIALES
El discurso historiográfico oficial, tradicionalmente, ha centrado su interés en los
acontecimientos político-militares y, particularmente, en las hazañas bélicas, mientras
excluía las tramas que, en la cotidianidad, daban forma, orientaban y conducían las
acciones de los individuos de la época hacia la ruptura material e ideológica con la
metrópoli. De esta manera, el interés por las estrategias puramente militares y la
demostración de las cualidades heroicas durante la guerra condicionó el registro de esos
tiempos y canonizó una imagen estática, tanto de próceres como de eventos. Apartándome
un poco de esta mirada tradicional, en estas páginas enfoco el análisis en los actores
militares desde el papel que ellos desempeñaron en las guerras independentistas, sus
discursos y las prácticas que llevaron a cabo en la lucha por construir un proyecto político
sólido. Por lo tanto, este capítulo se inscribe dentro de una propuesta que estudia tanto las
tramas cotidianas donde se desplegó la acción de los actores militares en su búsqueda por
consolidar un proyecto común, como también, la producción de discursos e imaginarios que
constituyeron dichas prácticas.
5.1. La situación de los militares en el contexto bélico
España vivió durante el período borbónico y, principalmente en el reinado de Carlos III,
profundas transformaciones políticas y administrativas en los territorios americanos. Un
aspecto fundamental de estas reformas fue la militar, pues pocos aspectos de América
quedaron exentos de relacionarse con la institución militar. En las Indias, el fracaso del
antiguo sistema basado en importantes plazas fuertes fue sustituido por uno más complejo
223
que supuso la creación del ejército de América, estructurado en plazas fuertes ubicadas
permanentes en los puntos clave del continente, milicias y tropas expedicionarias.322
El sistema de milicias implantado por España en América generó recelos en algunos
altos funcionarios de la administración colonial, civiles y militares, para quienes la idea de
armar a los sectores populares mediante las milicias de color, instruirlos militar y
tácticamente, “era totalmente errada, diabólica y descabellada";323 sobre todo, después de
las grandes sublevaciones de la década de los ochentas del siglo XVIII que tuvieron lugar
en casi todo el territorio de la América española.324 En las ciudades importantes de las
colonias españolas, el establecimiento de las milicias disciplinadas tenía un doble riesgo:
podía ser instrumento de la élite dominante para reprimir cualquier sublevación interna o
ser brazo armado de las fuerzas insurgentes en abierta confrontación contra el rey.
La guerras independentistas ofrecieron al ejército colonial la posibilidad de
definirse, así como favoreció la toma de conciencia de su poder y significado, lo que le dio
un prestigio popular nunca antes disfrutado y la posibilidad de renovarse, con la presencia
de elementos de clases sociales antes marginadas. En el contexto de estas guerra, cabían
dos posturas para los que ambicionaban ascender en el ya de por sí cerrado estatus social: la
independentista, que ofrecía la posibilidad de proporcionar voz e iniciativa política a un
grupo hasta entonces “carne de cañón” o, la realista, que tendía a servir la causa del
322 José L. Castá Esteban, “Milicias provinciales en América y valencia durante el siglo XVIII, una comparación”, 1998, p. 2; y Julio M., Luqui Lagleyze, El ejército realista en la guerra de independencia, 1995, p. 115. 323 Juan Marchena Fernández, “La expresión de la guerra: El poder colonial. El Ejército y la crisis del régimen colonial”, 2003. p. 99. 324 Cito a modo ejemplos, la rebelión de los indios del Sur Andino del Perú encabezada por José Gabriel Condorcanqui, conocido como Tupac Amaru II. Esta rebelión tuvo su origen en la provincia de Tinta y logró extenderse por veinticuatro provincias, desde el Cuzco hasta las fronteras de Tucumán. El movimiento asumió las principales reivindicaciones de los indios, tales como la abolición del tributo, de la mita y una distribución más justa de la tierra. En la Nueva Grada se dio la revuelta llamada de “los comuneros” el 16 de marzo de 1781; la revuelta estalló en la población del Socorro, pero se extendió a Tunja, Antioquia, Neiva, Pamplona y Casanare. La motivó las profundas reformas que introdujo la dinastía de los Borbones en la vida administrativa y en la política fiscal, las cuales afectaron a todos los estamentos por la implementación de impuestos como el Alcabala, la armada de Barlovento, al algodón, y el interés de la corona de monopolizar los estancos de aguardiente y del tabaco. El movimiento Comunero de Mérida, Venezuela, en 1781, constituyó uno de los levantamientos anticoloniales de mayor trascendencia, ocurridos a lo largo del siglo XVIII venezolano. La rebelión comunera venezolana, también centró su objetivo en la búsqueda de la rebaja de los impuestos tan absurda y desconsideradamente aumentados a consecuencia de la instrucción aprobada el 8 de diciembre de 1776, en Real Cédula de Carlos III.
224
absolutismo fernandino, sea por convicción, por oportunismo o por la esperanza de recibir a
cambio una recompensa.
Según Juan Marchena, las élites sociales y financieras criollas usaron la estructura
militar existente, tanto en su aspecto jerárquico y tradicional, como físico y político, para
consolidar su control sobre los grupos hegemónicos rivales y, sobre todo, sobre el resto de
los sectores sociales en pugna en la estratificada sociedad colonial. El autor nos dice que las
reformas borbónicas transformaron al ejército realista en una institución, no sólo al servicio
de las necesidades defensivas de la corona, sino en una que terminó por asumir la
representación de la autoridad real, razón por la cual los militares criollos tuvieron una
destacada actuación en la conformación de las juntas en 1810. 325
Las dos instituciones, el ejército y la Iglesia, en los territorios hispánicos tenían
diferentes grados de consolidación, pero sin duda, la Iglesia estaba más fortalecida que la
institución militar. Ello se observa en los objetivos primordiales de las Reformas
Borbónicas, debilitar el poder la Iglesia y fortalecer el aparato militar. 326 La corona
expandió el número de soldados españoles, aumentó y profesionalizó las milicias,
renombrándolas milicias disciplinadas; estas milicias reformadas se crearon con un
mecanismo importante de asimilación, trayendo grupos rurales a espacios urbanos y
ofreciendo a las castas bajas una oportunidad de movilidad social hacia arriba. El ejército
recibió privilegios como el otorgamiento del fuero especial que consistía básicamente en
ser juzgado por la entidad militar y no por las autoridades civiles u ordinarias. Pero dichas
consecuencias favorecieron mucho más a los individuos de las clases bajas, porque tanto el
fuero como la función militar implicaban un reconocimiento social y daban a los mestizos y
pardos garantías e inmunidades similares a las que disfrutaban los soldados españoles y
criollos
325 Marchena , op. cit., pp. 81-89. 326 El componente importante del paquete de reformas al ejército hispano implementado por el rey español Carlos III fue la introducción en las Indias del sistema de milicia disciplinada que ya se había establecido en España en 1734. El objetivo clave de la reforma era brindar adiestramiento militar a las milicias tradicionales con la asistencia de oficiales veteranos peninsulares de manera de que sirvieran como reserva estratégica con capacidad defensiva y ofensiva en casos de emergencia. Como incentivo al alistamiento, especialmente de las elites americanas, la reforma concedió el fuero militar tanto a los oficiales como a la tropa. Marchena Fernández, Ejército y Milicias en el mundo colonial americano, 1992, pp. 144-145.
225
Las diferentes prebendas que obtuvieron los militares tras las reformas borbónicas,
nos permite reflexionar acerca de la actitud que tomaron los militares ante el conflicto
independentista; podría señalar, que debido a las ventajas que las políticas de Carlos III le
otorgaron a los militares, sobre todo a las milicias, estos soldados y oficiales realistas no
tendrían motivos personales para rebelarse contra el gobierno español en el conflicto bélico,
y que por tal cuestión, su participación en el conflicto político se debería más a una toma de
conciencia del mismo momento, que a una conducta vengativa o de resentimiento hacia las
políticas reales. En principio, conjeturo que esta idea habría que matizarla, aunque también
veo una cierta lógica en ella, sobre todo, al estudiar las reacciones de los militares que
quedaron registradas en las infidencias venezolanas. En ellas observo una clara pertenencia
de estos actores con el movimiento insurgente desde una toma de conciencia del momento
político que vivían. No obstante, también pienso que los militares, tanto los oficiales como
el soldado raso, actuaron siguiendo algún tipo de interés personal.
Se podría cuestiona la influencia que tuvieron las medidas militares aplicadas por
los Borbones en el estallido de las guerras independentistas, pero lo cierto es que para los
criollos las milicias proveyeron acceso al poder y rango, siendo la aristocracia cubana un
buen ejemplo de un grupo que se aprovechó de las reformas para apoderarse de la fuerza
militar de la isla. La guerra consolidó una nueva cultura ligada al uso de las armas pues
permitió una mayor participación de la sociedad en los asuntos políticos-militares. La
acción de los militares fue importante, ya que fueron ellos los que inclinaron la balanza
hacia uno u otro bando, eran ellos los que tenían el control de las armas. McFarlane señala:
La caída del antiguo régimen en España acabó con la única fuente constante de autoridad representada por el rey y, cuando la soberanía se fragmentó entre las juntas regionales españolas, puso en duda la legitimidad de los gobiernos coloniales y de sus dirigencias. Al igual que los civiles, los oficiales y los soldados de las fuerzas armadas reales enfrentaban esta vez una situación política volátil en la que distintos frentes exigían su lealtad en medio de la confusión sobre quién habría heredado la autoridad real en ausencia del monarca. La reacción del ejército era particularmente importante ya que, como es obvio, los militares disponían de armas y fuerzas armadas que podían desplegarse en favor o en contra de los gobiernos titulares.327
327 Anthony McFarlane, “Los ejércitos coloniales y la crisis del imperio Español, 1808-1810”, 2008, p. 231.
226
El modelo político y social de la república fundada por los independentistas
venezolanos se produjo al interior del ejército. Los dirigentes del movimiento usaron un
lenguaje militar para despertar en sus seguidores un sentimiento de pertenencia con los
ideales patriotas. En la Nueva España, como he mostrado, ese modelo se desarrolló
tomando como estrategia de guerra, los símbolos del catolicismo. No obstante, en ambos
discurso el factor militar adquirió un valor especial en determinados momentos, pero en la
capitanía general de Venezuela, en el discurso independentista, los militares serían
exaltados como un factor político que permitiría la hegemonía social y fortalecería una
identidad con la patria americana. Analicemos esta cuestión.
5.2. Hombres en armas: el llamado de la patria
El contexto de la guerra de emancipación permitió impulsar la intervención del elemento
armado en el escenario político de la nueva república. Desde esos instantes primarios de
convocatoria y movilización para la constitución de un proyecto político, se alzó la
preeminencia de los hombres de las armas, mismos que posteriormente se transformarían
en los ciudadanos de las armas. Desde los momentos iniciales de la contienda, sus
dirigentes idearon la estrategia que les permitiera, en la práctica política, que fuesen los
propietarios y el estamento militar los que llevasen las riendas del gobierno. Veronique
Hébrard para el caso venezolano sustenta:
Desde 1810 hasta 1830, el elemento militar estructura tanto los imaginarios políticos y sociales como las prácticas políticas, a través de dos funciones determinantes de los hombres en armas íntimamente vinculadas a la de defensa de su patria y/o nación: la integración en el cuerpo político moderno -el de los ciudadanos- y la elaboración de una red de valores susceptibles de construir una memoria “nacional” compartida.328
La retórica patriota se encargó, a través del reconocimiento de la labor del militar,
crear un vínculo entre la población y la patria, así como de infundir en ellos los valores de 328 Veronique Hébrard, “Patricio o soldado: qué ‘uniforme’ para el ciudadano? El hombre en armas en la construcción de la nación (Venezuela, 1ª mitad del siglo XIX)”, 2002, pp. 429.
227
la guerra como parte de una identidad colectiva. De la guerra surgió un nuevo sujeto que
encarnó en el ciudadano de las nuevas naciones. Bien se enuncia en el texto donde se
plantea la organización militar para la defensa y seguridad de la provincia de Caracas en
1810:
Soldados que habéis servido hasta este momento; ciudadanos que vais a ser soldados […] aborreced, mirad como un enemigo de la Patria y de vuestro propio honor al que os infunda ideas de orgullos y preponderancia respecto a los demás habitantes pacíficos; el soldado que las adopta no está distante de renunciar a la calidad de ciudadano.329
En proyecto político que se construyó en Venezuela a partir del estallido del
conflicto armado en 1810, lo militar jugó un papel importante como estrategia de unión y
de identidad. En el discurso patriota ampliamente difundido por los sujetos que
encabezaron el movimiento, estuvo muy vinculado con la idea de la defensa del honor, la
libertad, la justicia, la igualdad; fue una guerra donde el que luchaba por estos ideales
estaba actuando en legítima defensa. Esa es la voz que por lo general encontramos en los
documentos, una voz que justificaba la guerra en contra del opresor y, en favor de la más
justa causa. Al ritmo de esa voz que llama, que impulsa, que seduce, que alienta, miles de
individuos se sumaron a la lucha tanto del lado de los realista como de los independentistas,
lo que algunos investigadores, han llamado “una guerra civil”. Así se percibía entonces, que
a cada sujeto que participaba en el conflicto lo movía sus intereses personales, algo que iría
cambiando cuando se fue fortaleciendo el proyecto nacional y se afianzó una toma de
conciencia del momento político-social.
En los primeros días de la guerra, tanto en Venezuela como en la Nueva España, el
panorama militar fue oscuro, con una desorganización tal que los dirigentes no podían
controlar sus huestes, como le se sucedió al cura Hidalgo. En Venezuela, dada quizás la
mayor presencia y experiencia militar de sus dirigentes, el proyecto emancipador tomó una
fuerte tendencia a valorar un discurso militar como estrategia de unión, desde el cual
consolidar un proyecto político más organizado. La retórica patriota formada con base en la
lucha armada contra la opresión y la discriminación racial, movió muchos sentimientos de
vínculo hacia el proyecto emancipador; pero también los realistas usaron el discurso de la 329 Ibid, p.431.
228
discriminación racial como estrategia de movilización de los sectores más oprimidos hacía
sus filas. La fuerza de un imaginario militar con el que se construyó el nuevo sujeto de la
patria, en el caso venezolano, lo dotó de una agresividad y de una decidida acción de lucha
en la que pocas veces se medían las consecuencias, ya que todo quedaba justificado con la
expresión “en defensa de la patria derramaré la última gota de mi sangre”.330
Los agitados años de la invasión napoleónica a España y el inicio de las guerras
independentistas en la América española, dio paso a la formación de la figura del héroe: el
patriota, el ciudadano en armas, ese soldado cuyas virtudes y fortalezas fueron
engrandecidas en el discurso patriótico de los mismos dirigentes de los movimientos
emancipadores. Estos héroes que, en el contexto de las guerras entre independentistas y
realistas fueron sometidos a un proceso de idealización de sus cualidades y gestos. Bolívar
en muchos de sus discursos dirigidos a sus soldados, no dejó de enaltecer sus figuras como
“los liberadores” de la América: “Los oficiales, los soldados del ejército, ved ahí los
libertadores; ved ahí los que reclaman la gratitud nacional. Vosotros conocéis bien los
autores de vuestra restauración: esos valerosos soldados; esos jefes impertérritos….”.331
En los discurso de Bolívar, se aprecia como elevaba a sus soldados a la condición de
“héroes de la patria”, se describe como ese sujeto comprometido con la construcción de la
república. Desde entonces se forjó la imagen del militar como héroe, figura que ha
perdurado y se sigue difundiendo por el discurso oficial en la Venezuela de hoy día.
El sacrificio de la propia vida también será sumado a la retórica patriota en relación
con la libertad. Los dirigentes del movimiento proclamaban que los esclavos incorporados
al ejército quedarían en libertad, si con su vida juraban defender la patria.332 El consagrar su
vida al servicio militar, separará a estos sujetos de los demás y los colocará en un plano de
superioridad; los militares eran los guardianes de la patria, porque sacrificarse por la patria
330 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XIX, exp. 12, 1813. 331 Bolívar, “Discurso pronunciado el 2 de enero de 1814, en el templo de San Francisco, Caracas”. Rufino Blanco, op. cit., pp.43-45 332 Bolívar, al consolidarse su campaña militar a partir de 1816, sus decretos de manumisión estuvieran siempre condicionados a la participación de “los nuevos ciudadanos” en las milicias bolivarianas. En una de sus proclama se lee: “No habrá, pues, más esclavos en Venezuela que los que quieran serlo. Todos los que prefieran la libertad al reposo tomarán las armas para sostener sus derechos sagrados, y serán ciudadanos”. “Proclama de Simón Bolívar, jefe supremo de y capitán general de los ejércitos de Venezuela y de la Nueva Granada, etc, etcétera, a los habitantes de Costa firme, Margarita, 23 de mayo de 1816”. Ibid, p. 196
229
era un privilegio que les daba derechos.333Ellos manifestaban una actitud de héroes
actuantes, ejerciendo su influencia sobre los demás y convirtiéndose también en personajes
estimulantes para la acción. Los sujetos que pertenecían al ejército patriota, consideraban
que tenían todo el derecho de reprimir aquéllas personas cuyas acciones y palabras iban en
contra de los ideales del movimiento. Por ejemplo, relata un testigo en la causa realizada al
oficial patriota Santiago Gualdrón que, en la calle estaban reunidas un grupo de personas
cantando un tono que hablaba acerca del rey Carlos V, y Gualdrón enérgicamente se dirigió
a ellos y les dijo: “si alguno me hiciera cantar aquel tono le cortaría la cabeza, y él lo podía
hacer porque era un patriota”.334
En ese sujeto de las armas recayó la defensa física y moral de la patria, se puso en
sus manos el triunfo de la misma. El más dramático y nuevo significado de patria en
relación con la guerra, lo crea precisamente Bolívar en su proclama de guerra de 1813, en la
que promete una amnistía para todos los “americanos” que hubiesen colaborado con la
corona española, mientras que a los españoles se les podía contar como muertos aún cuando
éstos se hubiesen mantenido neutrales: “Cada español que no conspire contra la tiranía con
los más activos y eficaces medios se le considerará como enemigo, se castigará como
traidor a la Patria y por consiguiente el irrevocable ajusticiamiento”.335 Desde Bolívar,
hasta los soldados que integraban sus huestes, llegaron tempranamente a tomar conciencia
del significado de la guerra y del por qué había que irse a las armas para derrotar al
enemigo. Gabriela Tío Vallejo y Víctor Gayol comentan que: “A partir de 1810 hay una
‘nueva liturgia revolucionaria’, un estilo de movilización política que exalta los motivos
guerreros y patrióticos, pero esta liturgia descansa también sobre un consenso acerca de una
supremacía de los valores militares por sobre los talentos administrativos y políticos”.336
Así, las aptitudes militares se antepondrían como característica principal de los nuevos
sujetos.
333 Gabriela Tío Vallejo y Víctor Gayol, “Hacia el altar de la patria. Patriotismo y virtudes en la construcción de la conciencia militar entre las reformas borbónicas y la revolución de independencia”, 2005. p.134, 334 AGN, Venezuela, Infidencia, t. VIII, exp.3, 1812. 335 Proclama de Simón Bolívar de guerra a muerte, dada en Cuartel general en Trujillo el 15 de junio de 1813. Rufino Blanco, op. cit., p.163-165. 336 G. Vallejo y V. Gayol, op. cit., p. 130.
230
En el caso mexicano he hallado algunos pronunciamientos de los soldados acusados
del delito de infidencia acerca del papel que cada uno debía cumplir en la guerra, del
sentido de la misma, de la importancia de armarse en contra del enemigo y en defender la
justa causa, pero sus pronunciamientos seguían siendo más una respuesta a un sentimiento
individual que a una corriente colectiva. Algunos soldados percibían la guerra como algo
que no tenía que ver con ellos, algo ajeno a ellos. Un ejemplo es el caso de alférez real José
María Ponce, quien según un testigo, vivía quejándose de su servicio en las tropas del rey, a
diario comentaba al regimiento que para qué peleaban si ni siquiera les habían hecho saber
el por qué de la guerra. Una vez comentó en la casa donde se hospedaba: “por qué había de
exponer su vida pues primero era él que Fernando Séptimo, y que últimamente esta guerra
no era en contra la religión”.337 O, las palabras que los testigos dicen hubo pronunciado el
realista de caballería Antonio Arango: “maldito sea quien tiene la culpa de que yo sea
patriota, pudiendo estar ahora durmiendo en mi casa, como si le dieran a uno algo por estar
desvelado, y siempre nos pasarán por cajas”.338 Este es por lo general, el tono empleado por
los militares juzgados por el delito de infidencia en Nueva España; esta actitud lo que
refleja es un desinterés, un tedio por el conflicto y de su participación en él, que muchas
veces los llevó a desertar de sus filas, aunque no siempre con miras a integrar el bando
insurgentes. No obstante, esta percepción de una actitud de pesadumbre, de desinterés en la
que se hallaban muchos de los soldados novohispanos, porque se sentían mal pagados,
desilusionados, mal pertrechados, etcétera, no se mantuvo siempre neutral frente a la vida
política del país. Sus actitudes fueron diversas y, muy probablemente, pueda establecerse
una relación entre ellas y las diferentes situaciones por las que fueron atravesando estos
sujetos, aunque quizá pudo el temperamento decidir el género de “respuesta” a su sensación
de frustración en casos individuales
Los militares, quienes en el caso venezolano se sentían poderosos y superiores al
resto de la población, en la Nueva España presentan una actitud pasiva y discreta; pero es
que desde las bases superiores del movimiento no hubo un discurso convincente y
elocuente que los formara como tal, que despertara en ellos esa afectividad por los valores
militares al servicio de la patria o, que fortaleciera en ellos y en la sociedad una imagen de
héroes de la patria. En los discurso de Hidalgo, Morelos, Cos y Rayón, por ejemplo, no se
halla una retórica enfocada en resaltar la importancia de los hombres en armas como punto
fundamental en la construcción de la nación; quizás se alaba la inteligencia y entusiasmo
de estos hombres, pero no los muestran como esa parte fundamental para el triunfo del
movimiento, como bien lo hizo Bolívar: “La América entera espera su libertad y salvación
de vosotros, impertérritos soldados de Cartagena y de la Unión. ¡No!, su confianza no es
vana… Corred a colmaros de gloria, adquiriéndoos el sublime renombre de libertadores de
Venezuela”.339 Morelos en su discurso producido en Tlacotepec el 21 de noviembre de
1813, eleva su sentido del deber y los asombrosas dotes militares de sus soldados, y lo
hace con las siguientes palabras: “En el tiempo de tres años y meses, he palpado y todos lo
han visto, que los americanos son militares por naturaleza y se puede asegurar sin engaño
que por lo menos en el ejército de mi mando cualquier soldado veterano puede suplir la
cátedra de general”.340 Cada uno de estos dirigentes militares, interpretó y actuó en la
guerra desde sus lugares de enunciación, desde un contexto socio-cultural determinado;
quizás dos proyectos diferentes, pero que al final tendrían una misma respuesta de la gente
que los siguió y apoyó sus ideas.
En las conversaciones de la gente, no habrá otro tema que el de la guerra, la vida
cotidiana de las personas se vio permeada por el conflicto, sus vidas asimilaron y tomaron
ese hecho como un destino inminente, como un ideal de vida. Peleando en el bando realista,
los venezolanos construyeron un imaginario, “la patria de hombres libres”, y para ello era
preciso luchar, alzarse en armas contra el enemigo. Desde uno y otro bando la consigna era
“exterminar al enemigo”, el causante de todos sus sufrimientos. La guerra se convirtió en la
herramienta con la cual lograrían vencer a ese enemigo poderoso. A través de la violencia
generada por la guerra, el individuo es escuchado, tiene poder ante los demás, es respetado
y puede acceder a satisfactores que a través de otros medios sería imposible su acceso. Así,
muchos se sumaron a la guerra, pero especialmente aquellos que nunca habían obtenido
nada, sólo vejaciones.341 Como he podido documentar, el número de pardos, indígenas y
339 Discurso de Simón Bolívar, a los soldados del ejército de Cartagena y de la Unión, dado en el l Cuartel general en la villa redimida de San Antonio de Venezuela, 1º de marzo de 1813. Rufino Blanco, op. cit.,p. 160. 340 Lemoine Villicaña. Op. cit., pp. 439-441. 341 Al identificar en las causas venezolanas el grupo étnico de los ciento cuarenta y seis militares que aparecen acusados del delito de infidencia (ver cuadro IIIb), obtuve que: cuarenta y cuatro eran españoles, siete de los
232
otras castas que, de una u otra forma, se pronunciaron sobre las ideas insurgentes en estas
causas de infidencia, fue muy importante (ver cuadros IIa y IIb).
Un aspecto, como he mencionado en páginas arriba, que refleja la incorporación de
la violencia dentro de este conflicto es el lenguaje, el cual se constituyó en un factor
fundamental en el proceso identitario. A través de las expresiones cotidianas de desprecio,
de odio hacía el otro, se evidencia la legitimidad del uso de la fuerza, hasta incluso llegar a
la muerte, porque es una cuestión de deudas no saldada, de pagar lo que se debe. El
discurso que se construyó desde los dirigentes de los movimientos independentistas,
también repercutió en las capas inferiores, que no lo tradujeron directamente, pero si se
apropiaron de algunos de sus conceptos, los que usaron y dieron su propio significado. Por
ejemplo, volvamos a la idea de libertad asociada con el de patria, el pardo de profesión
albañil, Pedro Carrasquel, fue juzgado en la ciudad de Barquisimeto, Venezuela, por haber
pronunciado las siguientes palabras: “que siempre la libertad de la patria había de
reinar…que él no estaba por el rey Fernando Séptimo, que estaba por Moctezuma”.342 El
pardo Carrasquel hace alusión a la libertad de la patria, como fue sustentada por el discurso
de las élites criollas, pero no la ve gobernada por el rey español y ni por los criollos, para él
la libertad de la patria está relacionada con que en ella vuelan a gobernar sus antiguos
dueños. Como se ve, Carriscal desprende ciertos conceptos del discurso de las élites
intelectuales de la época, pero los usa de acuerdo a su mundo de vida. Claro que él no se
identifica como indígena, sino como pardo; pero igualmente los pardos en la sociedad
venezolana habían sido fuertemente discriminados, lo que posiblemente motivó al pardo
Carriscal a identificarse con el pasado de aquel grupo que había sufrido las mismas
vejaciones.
Los sujetos que abrazaron las armas en el conflicto venezolano, se sentían con
mayor poder para enunciar palabras con un tono de agresividad, buscando infundir temor
hacía aquellos cuya postura política se mantenía pasiva. Estos sujetos se creían los
defensores de la patria, al contario de aquél que se había quedado neutral. Cito completa las
palabras pronunciadas por el pardo Pedro Goitía, cabo real ascendido a alférez por los cuales eran europeos; un francés; setenta y siete pardos; 3 negros y 2 zambos. Para la Nueva España, de los setenta y un militares acusados de infidencia (ver cuadro IIIa), treinta y seis eran españoles, de los cuales 3 era europeos; diez y siete mestizos y 4 indios. 342 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXX, exp. 4, 1816.
233
insurgentes de Venezuela en 1813, quien en una acalorada discusión sobre las cuestiones
del día, le dijo a su contrario:
Tú que eres un indigno, solamente tú que no sabes el punto que se ha defendido digas que esta por Dios y el Rey, yo soy patriota y moriré por la libertad de la patria, y ya se verá la Guayana cogida y no tardará la patria en volver, y tú la verás. Y entonces verán cómo se amarran los calzones los que no quieren ser patriota.343
Tanto en la Nueva España como en Venezuela, la guerra era vista como una guerra
social, donde imperaba el deseo por la libertad, pero una libertad que tenía varios
significados, todos buscaban su propia libertad, los mantuanos o criollos, los pardos, los
negros, los indígenas. No en vano, en Venezuela, a la hueste comandada por el realista
Boves se le incorporó una gran cantidad de sujetos de diversos grupos sociales, como
pardos, indios, mulatos, negros, logrando adquirir un fuerza tan exuberante con la cual
enfrentó a Bolívar y terminó con la llamada primera república venezolana en 1812. Como
también sucedió en Nueva España cuando el cura Hidalgo alzando el estandarte de la
Virgen de Guadalupe convocó a la masa de indios, mestizos y mulatos a levantarse en
armas, cuya movilización causó pánico entre las élites de españoles y criollos. Un logro
que se les atribuye a los líderes de la insurgencia, tanto en Venezuela como en la Nueva
España, es que lograron la integración de las ideas de patria, patriotismo con las ideas de
libertad, república e igualdad.
La mayoría de los jefes militares patriotas habían iniciado su servicio militar en las
filas del ejército español o de las milicias regulares y urbanas, las cuales legaban los
prejuicios y “vicios” de una organización castrense basada en las diferentes estamentales,
según el color de la piel. El propio Simón Bolívar, perteneciente a la élite criolla
terrateniente, actuó en diversas oportunidades imbuido de criterios clasistas bien definidos.
Sin embargo, en las circunstancias de la guerra, su instinto político y militar contribuyó a
quebrantar ese tradicional ordenamiento de milicias de castas, dictando decretos orientados
a lograr la incorporación progresiva de los sectores populares en el ejército patriota. No
cabe duda que las necesidades de la guerra eran apremiantes y, la fusión de la gente de
Bajo un discurso de exaltación de las armas y de la imagen del militar, los alzados
en armas se constituyeron en actores de primer orden: son los guerreros de la
independencia, la patria los llamaba a defender la justa causa con las armas. Para este
propósito, se construyó un discurso con base en el cual se intentó generar una identidad con
el proyecto republicano; de hecho, el gran desafío de los dirigentes del movimiento fue
encontrar un principio identitario que consolidara el proyecto emancipador. La figura que
se creó en el contexto de la guerra como símbolo de unión, fue la del “ciudadano en
armas”, un discurso retórico al que la guerra terminó por darle un fundamento posible, en
sus cimientos se forjó el sujeto político de los derechos y la vía por la cual hizo su entrada
en el escenario público. Como señala María T. Uribe: “Esa imagen del ciudadano en armas
que defiende sus derechos y funda la república a través del uso de la fuerza se constituyó en
el referente que permitiría encontrarle una ruptura posible a la identidad del corpus político
nacional”.345
El ciudadano de las armas representaba “la patria” y era “el brazo armado del
poder” y en él tendría siempre su defensor y un orgulloso portador del uniforme patriota
tanto en las escenas bélicas como en la vida cotidiana. Ese discurso era el propiciador de
los más fuertes debates y enconos en las personas en su diario vivir. Una escena que ilustra
este hecho fue la acalorada discusión que se dio entre Santiago Gualdrón y un tal
Faldiño.346 Los testigos asientan que Gualdrón comentó lleno de júbilo que se había
ofrecido voluntariamente al servicio de las armas patrióticas como oficial de una de las
compañías de aquél servicio, y Faldiño con tono de reproche le dijo: “que se dejara de eso,
que mejor fuera a cuidar a su esposa e hijo”. Muy airado le respondió Gualdrón: “que él
comentaba eso porque era un viejo godo y que había que delatarlo”. Estos cruces de
palabras develan el significado de pertenecía y lealtad que construyó hacía la patria, en
relación con la labor militar.
El tema de la construcción nacional como única e indivisible se deja sentir con
fuerza en el pensamiento militar, alude principalmente a la necesidad de la creación de una
conciencia colectiva de pertenencia a la nación como medio defensivo. La responsabilidad
que comparten los ciudadanos -civiles y militares- radica en la defensa de la patria, la 345 María Teresa Uribe de Hincapié, “El republicanismo patriótico y el ciudadano armado”, 2004, pp. 75-92. 346 AGN, Venezuela, Infidencia, t. VIII, exp.3, 1812.
236
defensa entendida como un hecho colectivo, concepto que halla continuidad en la retórica
castrense, donde las obligaciones del ciudadano virtuosos eran defender la república y
sostener la patria con las armas cuando estuviera en peligro. Esta imagen del ciudadano en
armas junto con la exaltación de los agravios cometidos durante los tres siglos de
sometimiento español, construyeron una identidad que unió en un solo ideal a todos los
habitantes de las Indias. Así, en la defensa contra las vejaciones, la usurpación y los
agravios quedaba justificado el uso de la violencia, por lo tanto era justo acudir al uso de las
armas para defender esa justa causa.
Desde la reestructuración al aparato militar iniciada con Carlos III, se fue
fortaleciendo un imaginario militar que terminó dotándolo de un valor significativo ante la
sociedad, de una conciencia de lo militar, de una ontología del soldado y del miliciano que
halló su fundamento en la serie de virtudes que le fueron conferidas desde entonces y que
representaron un referente para el constructo del patriota y de la patria en el discurso
político de los independentistas.347
A raíz del proceso independentista, hubo ciertos cambios en la discriminatoria
división de milicias según el color de la piel, sin embargo, la conversión de milicianos
realistas a soldados patriotas no significó, en lo absoluto, un cambio sustancial en aspectos
fundamentales de la organización militar hispánica, pues se conservaron jerarquías, fueros,
privilegios, símbolos, valores y una particular mentalidad castrense claramente
diferenciados de la población civil, bajo una autonomía sólo comparable con la alcanzada
por la Iglesia Católica, aunque de mayor peso real sobre el aparato del Estado.
5.3. La deserción de los militares: ¿un acto de sedición o desilusión?
El quiebre del orden constitucional que se produjo a partir de 1810, ¿qué tanto motivó a la
población a sumarse a la gesta emancipadora o seguir luchando en el bando realista?,
¿cuáles eran las razones con las que los desertores justificaban esa acción?, ¿se podría
347 Gabriel Tito Vallejo, “Hacia el altar de la patria. Patriotismo y virtudes en la construcción de la conciencia militar entre las reformas borbónicas y la revolución de independencia”, 2005, p. 112.
237
sustentar la sedición como un acto sedicioso o, más bien, como parte de un decaimiento en
el estado de ánimo y motivación de los militares?
Sustentar que la deserción de los militares realistas, en este caso, pudiera
corresponder al motivo de atentar contra la figura del rey y del gobierno español, podría ser
tan verdadera como señalar, que esa acción también correspondió a un estado de decepción
o desmotivación por una guerra que cada día se tornaba más hostil, en la que la población
sufría las consecuencia, sobre todo aquella que en la contienda era vista como “carne de
cañón”.
Las causas de infidencias no nos muestran con claridad cuál serían los motivos que
los soldados tenían para fugarse de sus batallones; cuando se les interroga, por lo general,
no esgrimen razones de peso, sólo indican que no tuvieron ningún motivo para cometer tal
delito. Aunque he encontrado varios casos que pueden ser ilustrativos. Así como también,
algunos de los testigos que declararon en contra de estos sujetos, pueden darnos algunas
luces de qué motivó a estos sujetos a emprender la fuga. Un testigo de la causa que se le
siguió al capitán de la 2ª compañía de voluntarios de San Luis Potosí, don Joaquín Vidal de
Lorca, por sospechoso de haber estado en convivencia con los insurgentes, de permitir la
deserción de sus tropas, de no atacar a los insurgentes y de retirase ante sus fuerzas, dijo
que oyó decir que: “se desertaban y pasaban al enemigo porque como habían salido a
campaña, se avistaban con los enemigos y conocían la superioridad de sus fuerzas y
valor…como igualmente se decía que los enemigos proclamaban defender ellos la justa
causa y no nosotros”.348
En el campo de batalla se manifestaban muchas emociones, posiblemente los
soldados realistas se impresionaron por la valentía y tenacidad con que los soldados
insurgentes se enfrentaban en la lucha; pero estas razones parecen insuficientes para
motivar a los soldados realistas a desertar de sus filas. Pienso que fue una conjugación de
varias cosas: la seducción de ascensos militares en las filas insurgentes, mejor sueldo,
mejor dotación, y en general todas las prebendas que las fuerzas insurgentes prometían
darle a aquél soldado que desertara. No obstante, todos los soldados no desertaban de las
filas realistas para pasarse a las insurgentes, muchos lo hacían por razones personales, 348 AGN, México, Infidencia, vol. 11, exp. 11, 1811.
238
como fue el caso de José María Áviles, quien confesó que en otra ocasión también se había
fugado “por hallarse en la función de Ntra. Sra. de la Merced en Toluca y se había valido de
la inmunidad para que no lo castigaran”.349 Algunos militares mencionan que se desertaron
debido a los malos tratos recibidos por los oficiales. Cristóbal Sánchez, un dragón de las
tropas del rey, dijo que “se desertó de su compañía que era la sexta, porque el cabo primero
de su escuadrón, cuyo nombre ignora, le daba muchos palos, por haberle cogido encono, sin
haberle dado motivo alguno”.350 Otros sujetos señalan: “que también decían que desertaban
porque no tenían la obligación de defender a los gachupines”.351
La deserción de las filas militares en la coyuntura de la guerra de independencia fue
una gran preocupación para las autoridades españolas, problema que los monarcas
intentaron, vía legislativa, frenar con la persuasión y la reintegración al servicio bajo
determinadas circunstancias, para con ello, evitar las graves lesiones que dicha acción
ocasionaba en la tarea, ya de por sí difícil de mantener, la defensa y tranquilidad de las
Indias. Antonio Escobar apunta que:
Muchos de los sargentos y soldados desertaron o se unieron a los insurgentes. Este tipo de hechos no sólo se desarrolló durante la primera etapa de la insurgencia, sino en el transcurso de toda la lucha. Por ejemplo, en febrero de 1816, Antonio Pedriola, comandante de Tampico, le informaba a al virrey que ‘las deserciones han aumentado en algunos cuerpos de la Primera División del Norte, yéndose al monte a robar o unirse a los rebeldes’.352
Esta aflicción que provocaba la deserción de los soldados, no era un problema al
que las autoridades españolas tuvieron que hacer frente a raíz de la lucha con los
insurgentes americanos, era un inconveniente que venían padeciendo desde muchos años
atrás. Así parecen indicarlo las diferentes Ordenanzas emitidas desde el siglo XVIII.
Encontramos, por ejemplo, la instaurada por los borbones de 18 de diciembre de 1701
llamada “segunda de Flandes” que viene siendo una copia de las del Rey francés Luis
349 AGN, México, Infidencia, vol. 94, exp. 1, 1815. 350 AGN, México, Infidencia, vol. 53, exp. 2, 1813. 351 AGN, México, Infidencia, vol. 11, exp. 11,1811. 352 Antonio Escobar, “Las dirigencias y sus seguidores, 1811-1816. La insurgencia en las Huastecas”, 2002, p. 232.
239
XIV.353 Esta ordenanza contenía un amplio catálogo de delitos (castrenses y comunes:
artículos 39-91) y penas aplicables a militares. Después de estas se publicaron varias más
que intentaron solucionar el problema, aunque sin claros resultados.
La deserción de las filas del rey era vista por los oficiales realistas como una clara
manifestación de la simpatía que la gente tenía con los insurgentes, la popularidad del
movimiento persuadía a los soldados y en cada lugar por donde pasaban a las tropas se les
adherían cantidades de personas. Juan Ortiz sustenta que al jefe realista Felix María Calleja
Le preocupaba lo difícil que resultaba reprimir la revuelta debido a la amplia y manifiesta simpatía de los americanos por dicho movimiento, y aseguraba que en algún momento hasta los mismos españoles peninsulares habían pensado en las ventajas que le daría un gobierno independentista. A los insurgentes no se les temía por la fuerza física sino por la fuerza moral y por la legitimidad de su movimiento.354
Pero el problema que representaba la deserción de los soldados no era exclusivo de
las tropas realistas, porque el bando insurgente también lo padecía. Antonio Landavazo
comenta que: “El 30 de mayo de 1814, Ignacio Rayón ordenó a su secretario que anotara en
su Diario de gobierno y operaciones militares que eran frecuentes las deserciones y que no
bastaban los castigos más serios “para contenerlos”.355
La deserción fue un delito con poca presencia en las casusas de infidencia
venezolanas, pero ello no significa que este delito no se haya presentado como un
verdadero dolor de cabeza para las autoridades reales. En las causas de infidencia que
revisé para Venezuela, hallé 21 casos de deserción de las tropas del rey, de una muestra
total de 146 militares juzgados (ver cuadros IIIb y Vb). En Nueva España, de una muestra
de 71 casos de militares juzgados, 33 de ellos fueron por el delito de deserción. Es probable
que el pequeño número de desertores, en proporción con el número total de militares
juzgado en las causas venezolanas, corresponda a que este delito no se le identificaba 353Una detallada descripción de las Ordenanzas emitidas por los Borbones en el siglo XVIII, en la que se resaltan los puntos referentes a la deserción de las fuerzas militares, puede ser consultadas en Pedro de Llorente, “La deserción militar y las fugas de los presidiarios en el antiguo régimen: especial estudio de su incidencia en los presidios norteafricanos”, 2005-2006, pp. 106-131. 354 Juan Ortiz Escamilla (comp.), Veracruz en armas, la guerra civil 1810-1821. Antología de documentos, 2010, p.19. 355 Antonio Landavazo, “De la razón moral a la razón de estado: violencia y poder en la insurgencia mexicana”, 2005, p. 857.
240
propiamente como deserción -aunque se aprecian algunos casos con tal descripción-, sino,
más que todo, como traición; puesto que el militar que se pasaba al enemigo era
considerado un traidor, tanto por los cabecillas o seguidores del bando insurgente como por
el de los realistas. Este concepto también le otorgó una fuerte carga política al conflicto, no
se trataba de desertores que por algunas razones personales o política decidieron abandonar
la lucha, se habla de traición, que tanto realistas como independentistas lo consideraba
como el más atroz de los crímenes. El juez que llevó el juicio que se le hizo al soldado
realista Vicente Almarza, ilustra esta situación al demandar que este sujeto fuera castigado
con todo el peso que impone la ley, porque:
Almarza ha cometido el horroroso crimen de traición, puesto que siendo un oficial que había jurado defender sus banderas, no sólo siguió el partido de la insurrección obteniendo empleos, mandos y comisiones importantes del Gobierno de los rebeldes, sino que además ha tenido la avilantez de hacer armas contra los que defendían la causa de su Rey, y contribuido a que fuesen oprimidos, sujetados y castigados con el mayor rigor los que habían tenido la heroica resolución de levantarse contra los revolucionarios de Caracas y declararse por la buena causa.356
Con la cita anterior podemos ver, pese a que todo delito contra el rey y la autoridad
constituida era considerado como una traición, el caso de haber pertenecido a las fuerzas
realistas y posteriormente pasarse al bando insurgente, era especialmente considerado como
una “verdadera traición”. Al llegar la guerra de independencia, el delito de deserción
adquirió un nuevo significado, ya no sólo era considerado como una trasgresión a la norma
militar, sino que adquirió la característica de traición al rey, que era penalizado con la
muerte; aunque son pocos los casos tanto venezolanos como mexicanos, donde la pena final
haya sido la muerte del infractor.357 Las penas con que se amenazó a los desertores fueron:
la muerte, la prisión, la privación de herencia y el servicio en las obras públicas o en
batallones alejados de su lugar de origen. Conforme se prolongó la guerra y resultaba
evidente la imposibilidad de atajar la deserción con castigos ejemplares, se dieron medidas
mucho más benignas para aquellos que deseasen regresar a las filas, como el otorgamiento
de indultos.
356 AGN, Venezuela, Infidencia, t, XIII, exp. 2, 1812. 357 Para Venezuela el mayor castigo que se le aplicó a los desertores militares fue 10 años de cárcel. Para la Nueva España, hallé dos casos donde se decretó la pena de muerte, ambas aplicadas a soldados.
241
El delito de deserción, pese a ser un delito considerado atroz y de lesa majestad para
las autoridades reales, las fuentes de infidencia muestran un leve castigo hacía estos
infractores. En los documentos venezolanos al 67.8% de los acusados de deserción se le
dio el indulto; en Nueva España, fue el 49.9%. Estos porcentajes revelan, entre otras cosas,
que muchas veces lo que indican las leyes no era aplicado tal cual en la realidad. Estas
trasgresiones llevaron a las autoridades españolas a tomar medidas más pragmáticas que
respetuosas del marco legal general. La coyuntura política tan inestable que se vivía no se
prestaba para enrarecer los ánimos más de lo que ya estaban por el mismo conflicto, en una
población de la cual dependía la institución militar, incluso, la misma institución colonia. A
principios de la contienda, los soldados que integraban los cuerpos de milicias del rey
estaban conformados por los habitantes de las provincias americanas, los soldados
españoles eran muy pocos, por tal razón, se debía actuar con cierta benevolencia.
Una de las medidas más usadas para combatir este delito fue otorgarle el indulto a
todo el que depusiera las armas. En la causa de infidencia realizada al desertor Ramón
Benavides, teniente veterano de dragones del rey, se anexó el Bando promulgado por el
virrey Francisco Xavier Venegas en el año de 1811, el cual inicia con las siguientes
palabras:
Sin embargo de que en 12 de Enero último mandé publicar, como se verificó en esta Capital y en todo el Reyno, el Bando que promulgó en San Juan del Rio el Sr. Brigadier D. Felix Calleja concediendo indulto a los reos de la insurrección que arrepentidos se presentasen a implorarlo en los términos prescritos, han continuado estos cometiendo las más inauditas atrocidades; y aunque por lo mismo no merecían ya disfrutar de dicha gracia, ni de alguna otra de su naturaleza, movido de los sentimientos de humanidad y caridad cristiana que son inseparables de mi corazón, he tenido por conveniente mandar cumplir y publicar la que las Cortes generales y extraordinarias se dignaron conceder por Real decreto de 15 de octubre del año próximo pasado.358
La deserción era considerada por las autoridades españolas como un mal endémico del
ejército de América, lo que había hecho necesaria la flexibilidad como intento de reintegrar
a los soldados prófugos, o el buen trato como medida preventiva de la deserción. Es así que
en este contexto, tanto los insurgentes como las autoridades españolas, procuraron ofrecer
importantes beneficios a los soldados para que permanecieran en sus filas.
Ante la mano represiva con la que actuó la autoridad reales después de los
acontecimientos de 1810, cuando los americanos decidieron levantarse en armas en contra
del gobierno español, algunos de los militares del ejército realista comenzaron a tomar
conciencia de su papel en dicha guerra. La deserción de los militares adquirió un nuevo
sentido, no sólo se desertaba por cuestiones familiares o personales, sino para ingresar las
líneas insurgentes. En este contexto, la deserción fue percibida por los soldados que
cometieron tal delito, como una cuestión política, de tomar conciencia del significado del
conflicto, de reconocer el por qué se peleaba y cuáles eran los objetivos que cada bando
perseguía con tales acciones. Un buen ejemplo de ese estado de ánimo y de esa toma de
conciencia, es el caso de un Juan de la Romana, capitán del ejército realista, quien se unió a
los patriotas y fue ascendido por ellos a sargento mayor de las milicias de San Carlos. 359 Se
presentó ante el comandante realista Moteverde cuando éste ocupó Caracas en 1812, pero
fue puesto preso. En el interrogatorio, a la pregunta que le hizo el juez sobre, cuál había
sido el motivo de su deserción del ejército realista, “¿qué lo obligó a renunciar al gran
honor de ser oficial del rey, y seguir la bandera de los que abiertamente se separan de su
obediencia?”, éste respondió:
Creyendo de buena fe las voces esparcidas sobre el estado lamentable de la península y que el gobierno de Caracas trataba efectivamente de salvar estas provincias del yugo francés, quien decía se intentaba imponer, continuó en el servicio de buena voluntad, conceptuándose tal oficial real del rey, y que defendía sus derechos. Que después de publicada la independencia seguiría el gobierno real un plan de tanto rigor y tan sanguinario, que nadie podía en la clase del declarante sin exponerse notoriamente la vida haciendo un sacrificio inútil y dejando su dilatada familia en la última indigencia.360
Un punto interesante lo constituyen aquellos desertores reincidentes, cuyas acciones
hacen pensar que cumplieron el papel de espías, de llevar y traer información del bando
359Juan C. Alli Turrillas señala acerca de esta categoría lo siguiente: “Históricamente existió un empleo –sargento mayor- con funciones de apoyo al mando a nivel de plana mayor regimentada, que estaba situada por tanto, por encima de los capitanes, y junto al coronel (o mando correspondiente)… Desde las Ordenanzas de Carlos III en 1768, el empleo de sargento mayor acaba siendo sustituido por el comandante (que como sabemos es el empleo inmediatamente superior al capitán). Alli Turrillas, La profesión militar, 2000, p. 134. 360 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XX, exp. 3, 1812.
243
enemigo. Varios de los soldados que se presentaron a pedir indulto después de haberse
fugado hacia el bando insurgente, ofrecieron información a los oficiales reales acerca del
estado de las tropas insurgentes, pero esa información, por lo general, venía cargada de
aspectos positivos sobre las tropas, municiones y campamentos de los insurgentes. En la
descripción se resalta, especialmente, lo fuerte y consolidadas que estaban sus tropas y los
muchos desertores realistas que con ellos se encontraban. Pero, ¿para qué o por qué estos
desertores ofrecían tal información al bando realista? Tiene sentido si se analiza las
posibles intenciones de esos soldados que iban y venían de un lado a otro, que desertaban y
luego regresaban solicitando indultos, mismo que le era concedido. Pienso que con tales
descripciones, a veces muy sobrecargada de grandeza, el desertor reincidente buscaba dar
información falsa al enemigo, con ello atemorizarlo, debilitarlo emocionalmente, que
sintiera la presión, de que su contendiente no era cualquier grupito de hombres descalzos
con piedras y palos, sino un ejército bien equipado y organizado. Como deja la impresión
descrita por el soldado que atestiguó en la causa seguida al capitán realista Joaquín Vidal
citada páginas atrás, cuando señala que oyó decir que los soldados desertan: “porque como
habían salido a campaña, se avistaban con los enemigos y conocían la superioridad de sus
fuerzas y valor”. 361
No puedo establecer con precisión si el regreso a las filas realistas del desertor
correspondió a una estrategia militar pensada desde el bando insurgente, pero puedo
afirmar que se dio con cierta intencionalidad por parte de algunos sujetos. Por ejemplo, el
soldado José María Áviles, que según cuenta, había desertado tres veces, en esta ocasión
desertó porque: “iba a los insurgentes a darles aviso de que ahora era tiempo de entrar en
Toluca porque no había más tropas que una compañía de infantería y los del escuadrón
urbano, pero que estos no componían nada en razón de que corrían siempre”.362
A los soldados que regresaban, se les interrogaba largamente acerca de las fuerzas
del enemigo; se les preguntaba por las unidades que defendían el sector, su número y
combatividad, su moral y si había con ellos más desertores. El soldado José Joaquín
Martínez, desertor, dijo que en el lugar donde estaba: “habían trescientos hombres,
cuarentas armas de fuego y dos cañones…ciento cinco son paisas del pueblo, los demás, (o 361 AGN, México, Infidencia, vol. 11, exp. 11, 1811. 362 AGN, México, Infidencia, vol. 94, exp. 1, 1815.
244
sea 195) todos son desertores de las tropas del rey”.363 Esta información, por lo menos,
produjo intranquilidad en los dirigentes realistas, ya que el número de desertores del rey
que integraba esa tropa insurgente era más de la mitad; y qué decir del armamento que tenía
dicha tropa, suficiente para hacer frente a las tropas del rey y causarle importantes bajas. La
labor del espía, aquél que se filtraba entre las filas enemigas para traficar información, pudo
tener entre estos desertores reincidentes una buen representante; sujetos que se
aprovecharon de los recurso que el órgano legal de la época les brindaba para no despertar
sospechas de sus intenciones, en este caso, la solicitud del indulto que, junto con un sentido
arrepentimiento de sus acciones sediciosas, pudieron ser sus mejores aliados. Desde luego
hacen falta mucha información para lanzar algunas hipótesis al respecto, valdría la pena
seguir la pista que no dejan los testimonios de las causas de infidencias.
Como queda documentado, la actitud de los militares ante el delito de deserción,
estuvo motivado por diferentes situaciones que no sólo lo describen como un sujeto al que
la guerra golpeó profundamente y de cuya situación prefirió huir; sino como un sujeto que
la guerra sirvió para tomar conciencia de una situación política en la que él era un elemento
indispensable. Algunas de las actitudes adoptadas por los actores del ejército realista, cuyos
testimonios aparecen en mis fuentes, develan que no todo en ellos era conformidad con el
orden de cosas vigente, que la decisión de desertar de las filas realistas para ingresar al
bando insurgentes, también implicó una cuestión política, que los llevó a toma conciencia
del significado de la guerra.
5.4. Seducir y atemorizar: las estrategias en la guerra
En la guerra fueron empleadas diversas estrategias para combatir al enemigo y debilitar sus
fuerzas. La seducción fue parte de esas estrategias, así como atemorizar a la gente con
palabras violentas. A la población se le involucró en la guerra seduciéndola con prebendas
y dádivas, con las cuales se les proyectaba imágenes afables de la realidad. Pero cuando
estas dulces palabras no eran suficientes para llamar la atención del otro, se usaba la
agresión verbal, el atemorizar a la gente con palabras violentas e imponerles a la fuerza el
seguir unas ideas, de lo contrario corrían peligro sus vidas pues eran considerados traidores.
Tanto en el bando realista como patriota, estas estrategias fueron usadas con mucha
frecuencia. Por el tipo de fuentes aquí estudiadas, sólo se documentará cómo fueron
empleadas estas dos estrategias por los seguidores del bando insurgente, especialmente por
los militares. Seducir y atemorizar son dos estrategias que están muy relacionadas con la
deserción, pues ellas motivaban u obligaban a los soldados a fugarse de las tropas realistas.
Estas estrategias también las usaban los militares insurgentes contra la población civil que
permanecía neutral; aunque el causar temor a través de un lenguaje violento para obligar al
otro a tomar partido por las armas insurgentes, era lo más frecuente, sobre todo para el caso
venezolano.
Al revisar un número de casos de individuos que fueron juzgados por lo que las
autoridades llamó seducción364 y otros donde se aprecia el uso de la fuerza simbólica para
captar seguidores al movimiento insurgente, observo que en las fuentes mexicanas lo más
recurrente era el seducir al otro a través de palabras indulgentes; mientras que en las
venezolanas, lo que predomina es una imposición de la causa patriota hacía el otro a través
de palabras violentas. El ya citado decreto a muerte de Bolívar es un claro ejemplo de cómo
se le impuso a la población los ideales patriótico, desde el temor: “Españoles y Canarios,
contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la
libertad de América”. Seguidamente, mostraré como funcionaron estas dos estrategia entre
los seguidores del bando insurgente según se puede observa en los testimonios de las
casusas de infidencia.
364 En las causas de infidencia tanto de México como de Venezuela, las autoridad juzgaron a varios individuos por el delito de seducción (ver cuadros Va y Vb). No queda muy claro qué era en sí, el delito de seducción, pero se infiere de los mismos testimonios que este delito consistía en persuadir y convencer a través de las palabras a otros sobre las ideas insurgentes. En los tribunales son acusados a aquellos sujetos que expresaron su simpatía hacía el bando insurgentes, de haber cometido el delito de seducción. Por lo que el proferir palabras afectas a la insurgencia o a sus dirigentes era sinónimo de seducción para las autoridades española. Esta descripción está muy acorde con lo que trae el Diccionario de Autoridades al definir la seductor como “El que engaña y con arte y maña, y persuade suavemente al mal”. En caso que se siguió al presbítero José Felix Rocio, un testigo señaló que este presbítero “[…] igualmente seducía exaltadamente en público valiéndose de su carácter y representación para persuadir la legitimidad del sistema caraqueño”. AGN, Venezuela, Infidencia, t. XX, exp. 6, 1812.
246
5.4.1. Seducir para convencer
El proceso de seducción puede darse en cualquier ámbito de la vida sin que su
manifestación conlleve, obligatoriamente, una connotación sexual. En este caso, seducir
significaba persuadir a los soldados a que desertaran del ejército realista y se unieran al
bando insurgente, o, en general, a la población para que siguiera este partido. En el
contexto bélico, ganar seguidores a la causa insurgente era perentorio, y para ello se acudió
a la seducción como medio por el cual persuadir al otro, sobre todo a los militares a que
abandonaran su puesto en las tropas del ejército español y se unieran al bando
independentistas. Se dice que esta labor fue realizada por las mujeres insurgentes, y en
general puede que sea cierto,365 pero no fue únicamente una acción llevada a cabo por ellas,
también los curas y, en este caso, los mismos militares seducían a la población y a sus
compañeros de batallón.
El delito de seducir estaba muy relacionado con el delito de deserción; en los
expedientes se observa cómo se dieron constantemente en los batallones acusaciones por
estas causas. Un ejemplo es el caso de Feliciano Mata, acusado de seductor de tropas, quien
había incitado a varios de sus compañeros a que lo siguieran. Uno de los testigos, un
soldado que estuvo a punto de fugarse con Mata antes que fueran descubiertos y
denunciados, se defiende en el juicio señalando que:
No tenía motivo alguno para cometer tal deserción, sino inducido así él como Barrundia de las seducciones y halagos del soldado Mata que hacía como doce días les andaba incitando para que ejecutaran la deserción, que el destino a donde los dirigía, o llevaba era por el rumbo de la hacienda de Santa Rita donde frecuentemente asisten los rebeldes…que no lo ejecutaron a causa de no haber podido encontrar caballos.366
La seducción supone la intencionalidad de generar interés por lo que no se dice, por
lo que se sugiere como una forma de comportarse distinta, de plasmar en el imaginario de
ambos, seductor y seducido, lo que se desea en la realidad. El seductor sugiere a su víctima
365 Un caso interesante sobre mujeres seductoras de tropas que se halla en las causas de infidencia de México, es el que se le siguió en la población de Acambaro a Carme Camacho en el año de 1811. Se le acusó de seducir a varios oficiales del ejército español a que desertaran a las filas insurgentes; ella fue encontrada culpable y sentenciada a muerte. AGN, México, Infidencia, vol. 21, exp. 3, 1811. 366 AGN, México, Infidencia, vol. 36, exp. 3, 1815.
247
algo sin decírselo, esperando que el otro elabore posibilidades de acción en su mente
compatibles con la que él está pensando. En el contexto de la guerra independentista, el
seductor busca generar interés por un proyecto político que implica la transformación de un
estado de cosa existente, para la cual tiene que apelar a sus mejores argumentos para
convencer al otro, para ello le ofrece diversos beneficios, como mejor sueldo y ascenso
militar.
El soldado Mata no sólo quería desertar, sino llevarse con él a varios de sus
compañeros, ello refleja una intencionalidad que trasciende un interés personal, hay
implícita una intención colectiva o estrategia meditada; porque lo normal es que hubiera
desertado él solo y no exponerse a convidar a otros poniendo así en riesgo el proyecto y su
vida. Sólo aquél que tiene convicción y conciencia de las implicaciones que puede generar
una acción, en este caso la seducción, y se siente identificado con lo que esa acción podría
significar, es capaz de llevarla a cabo. La seducción como estrategia de persuasión en la
guerra, corresponde a una intencionalidad colectiva con la que se proyecta el ideario del
partido insurgente para ganar adeptos a su causa; pero también hay en ella una intención
individual, ya que el seductor siente algún tipo de satisfacción personal en el acto de la
seducción, tal esfuerzo lleva implícito un gran riesgo que podría costarle la vida. Así, el
proceso de la seducción implica una serie de comportamientos que configuran una
estrategia definida, un conjunto de interacciones interpersonales con una intencionalidad
implícita.
En las fuentes de infidencia se puede documentar cómo algunos militares,
especialmente oficiales que formaban parte de las tropas realistas, seducían a los soldados
motivándolos a desertar, buscando crear en ellos un sentimiento de amor o identidad por la
patria, señalándoles el significado que la guerra tenía para los americanos y el por qué
luchaban en contra de los españoles y del gobierno monárquico. Pero cuando ese
sentimiento de pertenencia no brotaba inducido por el amor a la patria, el seductor actuaba
dejándole ver al posible seducido las prebendas que obtendría en el bando insurgente, tales
como: mejores sueldos, ascensos militares, fuero militar, etcétera. En el proceso que se le
siguió al sargento del batallón de patriota del rey en San Luis Potosí, Juan Ferri, los testigos
señalan que este oficial los sedujo para que desertaran para conformar un grupo de militares
248
que él encabezaba y así conspirar contra el gobierno español. El testigo Máximo Ávila, un
sargento del mismo batallón al que Ferri intentó seducir, narra el evento de la siguiente
manera:
El sargento Ferri le dijo: hombre quiero que con todo tu alma y con todo tu indigno corazón me reserves un negocio o secreto que tengo que decirte: que entonces le contesto el que declara, que cuál negocio podría ser, que no se lo dijera; con cuya voz lo llamó para el cuerpo de guardia, se acostaron los dos y le dijo Ferri que había un sujeto que quería le hiciera una proclama entre nosotros los sargentos del batallón para que haciéndose de él podrían atacar al ejército, antes de que se durmiera le preguntó el deponente, que cuál era el sujeto, le contestó Ferri, que era un sujeto que pensaba darles muchos beneficios a los criollo, dándoles honores y que trataba de hacer este reino feliz proclamando nueva República Americana…dicho sujeto era él mismo367
¿Cómo actúa el seductor en estos casos?, ¿cómo sabe él cuál es la persona indicada
para llevar a cabo su plan sin ser denunciado ante las autoridades? Pienso que es muy difícil
saberlo, sobre todo en este tipo de fuente, donde no se dan todos los detalles que involucran
el proceso de la seducción, aunque sí se puede identificar ciertos elementos en los relatos
testimoniales que permiten observar cómo actúa el seductor al abordar a su víctima. En la
cita anterior, se aprecia como el seductor propone la plática lanzando a su receptor una
pregunta atractiva, con la cual va tentando a su víctima, midiendo su reacción, viendo las
posibilidades de que sus intenciones pudieran tener éxito. El seductor no se proyecta hacía
su víctima de forma abierta, en el proceso él va analizando sus emociones y reacciones. Por
ello, Ferri busca las condiciones idóneas para abordar a Máximo, un momento de calma,
están acostados, descansando con un ambiente de tranquilidad, entonces se acerca a él y le
comenta: “quiero que con todo tu alma y con todo tu indigno corazón me reserves un
negocio o secreto que tengo que decirte”, y con esa entrada, pudo medir su reacción y
seguir adelante con el plan hasta contarle con detalle el asunto. A veces no es necesario más
que un gesto o una palabra cómplice para advertir en el otro cierta complacencia con lo que
se dice o hace.
La ejecución voluntaria y planificada de la seducción requiere de percepción,
recepción e interpretación de la información que tenemos del otro, respecto a su 367 AGN, México, Infidencia, vol. 16, exp. 24, 1811.
249
personalidad, sus valores, para posteriormente iniciar el contacto o el acto de comunicación
que implica el proceso de seducción. Quizás por ello, los lugares de mayor preferencia para
llevar a cabo el proceso de la seducción fueron los batallones o lugares de relajación como
las pulquerías, los cafés, las vinaterías, etcétera. En el caso de los batallones, allí el
seductor, un militar, tiene pleno conocimiento de sus compañeros, además, está en un
territorio conocido. Todo ello le da la ventaja al seductor, quien medita con antelación su
estrategia teniendo en cuenta estos elementos. Este proceso implica poner en marcha ciertas
aptitudes del seductor para lograr producir un cambio afectivo en el otro, en el que están
implícitos todos los recursos físicos, psíquicos y emocionales de la persona, y a través de
los cuales se movilizan sentimientos, pensamientos, emociones, motivaciones y deseos.
Un discurso enmarcado con palabras sugestivas tiene una funcionalidad, como
estrategia de seducción, es usado para atraer al otro. Se trata de versiones que se van
utilizando conforme al desarrollo de lo que se espera obtener del otro, son estrategias de
ocultamiento, de exhibición, de deformación y de conformación, sirven para evidenciar y
ocultar intenciones, cambiar de posición, revelar y sorprender. Un caso que narra un
soldado de la primera compañía del regimiento de infantería del rey, Domingo Cañedo,
quien señala haber sido seducido por el paisano José Antonio Hernández, comenta que
estando en una pulquería se le acercó Hernández queriéndole comprar un sable y acordaron
el precio de cuatro pesos pero con la condición de verse el día siguiente para concretar la
venta. Al día siguiente se volvieron a ver y el paisano lo invitó a tomar aguardiente y
después de ahí lo llevó para una casa donde le ofrecieron caballo, armas y dinero si se
pasaba a los insurgentes.368 En circunstancias parecida cuenta el dragón Pedro Arena haber
sido seducido por José Feliciano Alonso, quien estando en una pulquería se le acercó
convidándole un pulque e incitándolo a la conversación acerca de los insurgentes, que
saliendo de la pulquería Alonso lo invitó a su casa a comer y estando ahí, le dijo: “yo te
llevaré con los insurgentes para lo que te habilito de caballo, espada, carabina y pasaporte
que enseñó, y tendrás algún grado…”.369 Se seducía con halagos, con prebendas, con
descripciones fantasiosas de eventos, personas y lugares con tal de atraer al otro. Para
convencer, para conducir al otro al gesto esperado, el seductor debe lograr construir una
relación afectiva entre él y el posible seducido, debe intentar encantarlo, por lo que es
primordial el manejo de las palabras y los gestos. Es muy importante cómo el seductor
aborda a su víctima, invitarle un trago de licor o una comida propiciaba un buen
acercamiento, estas acciones rompían el hielo y preparaba el momento para que el seductor
mostrara sus intenciones.
El seductor manipula las emociones, busca que sus ideas gusten al otro, las vea
atractivas. En la interacción con el otro descifra y procesa la información que percibe de él
y, según el análisis hecho, comenzará o no el proceso de seducción. Es así cómo en el
proceso de la seducción se da todo un ritual que va preparando dicho momento. Pero el
seducido también interviene en el proceso, porque él igualmente interpretará la realidad, la
comunicación verbal y no verbal, implicadas en la seducción. Varios de los solados
seducidos señalan en los tribunales, que dejaron que el seductor los llevara hasta donde él
quiso porque querían saber sus últimas intenciones.
El proceso de la seducción es una forma de llamar la atención, una disposición que
activa la conducta y promueve actitudes para conectarse con el otro desde uno mismo a
través de la comunicación verbal y no verbal. Aquella persuasión sutil era contraparte de la
terrible “guerra civil” que comenzaba a librarse por toda la América Española y que
ocasionó millares de muertos. Era, además, la constatación de que una revolución no se
construye solamente a fuerza de balas y bayonetas; como se puede interpretar en la frase
pronunciada por un soldado realista acusado de seductor: “…habían muchos insurgentes
mansos y él era uno de esos”.370 Por lo tanto, la seducción fue una estrategia practicada, en
este caso, por algunos de los seguidores del bando insurgente, con la que actuaron en la
guerra sin recurrir a la desastrosa violencia física; nos obstante, algunos pagaron con sus
vida tal osadía.371
370 AGN, México, Infidencia, vol, 94, exp. 12, 1815. 371 Los 17 individuos que aparecen en las infidencias venezolanas acusados del delito de seducción, 7 de ellos eran militares realistas. Uno de esos siete fue sentenciado a la pena de muerte, dos a prisión, uno fue desterrado y los otros tres puestos en libertad. Para México, de los 16 acusados de seductores, 10 eran militares; de los cuales, dos fueron sentenciados a la pena de muerte, tres a prisión y los cinco restantes puestos en libertad.
251
5.4.2. Atemorizar para someter
Además de seducir con palabra sugestivas, también se recurrió a la violencia psicológica y
verbal para someter y amedrentar al otro. Esta es una estrategia que se observa en las
fuentes venezolanas con cierta reiteración, y son militares los que con mayor frecuencia
aparecen desempeñando esa acción. Esta intimidación no sólo se ejerce en contra de los
españoles, sino también contra los mismos americanos para forzarlos a seguir un partido
que se dice defiende la patria de aquellos que intentan esclavizarla. No obstante, esta
estrategia no sólo fue empleada por los insurgentes, sino también por los realistas.
También se seducía al otro con palabras que incitaban a la violencia, manipulando
sus emociones hasta lograr la respuesta deseada. Un ejemplo interesante, donde se
combinan una series de elementos retóricos utilizados para persuadir al otro de una forma
violenta es el caso del capitán de milicias Fernando Tremaria, cuyos detractores hacen una
gran descripción de la forma como éste sedujo a su tropa para actuar de forma violenta
contra los españoles presos en el Castillo de San Felipe de Puerto de Cabello:
…hallándose de guardia de prevención con el sargento Bárcenas, llamó a éste y a sus cuarenta soldados de guarnición como a las cuatro de aquella tarde, y formándolos a todos en medio del patio les dijo: es señores nuestra patria esta pérdida, acabo de saber que Miranda ya perdió hasta La Cabrera y por consiguiente los pícaros de los europeos ahora nos degollarán a varios; nos robarán y triunfarán de nuestro hermoso y libre suelo, y lo mismo de nuestra esposas, pues lo mismo vienen haciendo desde Coro, y así es que nosotros ahora hemos de morir por nuestra Patria, y diciendo varias ocasiones muera la España y los Españoles y viva nuestra Independencia, le contestaron varias veces en voz alta con vivas a que él los había seducido; que fue tal su indiscreción que además de lo dicho se expresó en voces altas así: y que ¿estos pícaros Godos que están en las bóvedas creerán salir con vida? No, los degollaremos a todos estos bribones, haber tomar las armas; lo que ejecutaron del cuerpo de guardia los pobres soldados y el sargento todos a la fuerza… y los tuvo exhortando que en caso de no degollar a los presos, prendería fuego con un tizón encendido a los Almacenes de pólvora para que todos muriesen, y que muriendo, como debía también él pagaba aquel justo deber a su patria…372
372 AGN, Venezuela, Infidencia, t. V, exp. 8, 1812.
252
Esta extensa cita es un buen ejemplo que nos sirve de ilustración de cómo fueron
empleadas las dos estrategias: seducir y atemorizar al otro en la guerra, justificando con
ello la lucha de la defensa de la patria, por la que había que sacrificar hasta la vida. El
seductor agresivo, buscaba atemorizar a la población para incitarla, de forma coercitiva, a la
acción política. Por ello las palabras que expresaba el seductor al posible seducido, estaban
relacionada con ciertos afectos como el odio, el amor, el temor, la ira. Se intentó seducir e
intimidar al otro mostrándole los beneficios de la guerra, pero también las consecuencias
fatales que padecería si no actuaba con la lealtad y el valor necesario ante la circunstancias.
El empleo de palabras agresivas tenía la intención de intimidar a la población que no se
podía seducir con prebendas.
Así, muchos de los soldados, quienes se creían los acérrimos defensores de la nueva
república, fueron quienes tomaron la tarea de intimar a la población mostrándose ellos
mismos como ejemplo puro de patriotismo, y enemigos a muerte de aquellos desleales y
traidores a la patria. Son varios los casos que se documentan en estas fuentes; por ejemplo,
el del subteniente Manuel Antonio Landaeta. Un testigo dijo que fue unos de los
opuestísimos a la causa del rey, injuriando e insultando a los files vasallos, llamándolos de
“godos, faltones y levantados, que ya lo verían, todos serían pasados a cuchillos por no
haber obedecido a Caracas”.373 Asimismo, el soldado Cipriano Escobar señaló que
Landaeta:
Decía a los vecinos que el día que la patria los necesitara y aquel que no estuviera pronto, los habría de sacar aunque fuera debajo de la tierra y traerlos a la plaza y quitarles la cabeza para escarmiento de los demás [...] andaba por la calle con un sable y con un trabuco con siete balas para destrozarle los sesos al que se opusiera al gobierno de la patria”.374
En una guerra donde se buscaba imponer una ideología sobre la otra, una fuerza
sobre la otra, la intimidación de otro puede causarse no solo a través un comportamiento
suficientemente agresivo, sino por amenazas verbales de un sujeto capaz de infundir temor
a ese otro y llevarlos a realizar la acción que se le pide. Esta intimidación verbal también
373 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XI, exp. 1, 1812. 374 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XV, exp. 7, 1812.
253
podemos caracterizarla como una guerra psicológica,375 que se sustenta en una carga
emocional, recurriendo a los sentimientos para provocar una presión emocional, en unos
casos se apelará al amor y en otros al miedo, la ira, la esperanza o la culpa. El coronel
insurgente Antonio Nicolás Briceño les dijo a sus soldados: “cualquiera que en el combate
volviese la cara, o tratara de desalentar a sus compañeros, sería muerto allí mismo, o
juzgado en consejo de oficiales.376
El imponer un proyecto político o una ideología valiéndose para ello de cualquier
tipo de violencia, forzando al otro a seguirlo, trae como consecuencia la pérdida de todo
interés en dicho proyecto o ideología. En los juicios seguidos a soldados capturados en
combate o diversas situaciones, ellos se defienden señalando que fueron llevados a la
fuerza, que los insurgentes les obligaron a irse con ellos y no tuvieron otra opción porque
sus vidas corrían peligro. Claro que en un ambiente tan hostil como es un juzgado, el
acusado busca los medios para salvarse, si no de la cárcel, por lo menos de la horca o del
fusilamiento. No obstante, conjeturo que estas justificaciones no sólo corresponden a una
estrategia de salvación, sino a una realidad que atañe a esa intimidación que no sólo el
bando insurgente, sino también el realista, causaban en la población que no estaba
interesada en participar en la guerra, pero a quienes no le quedó otra opción. De allí
también, que ambos bandos se quejasen constantemente de la deserción de sus soldados,
que no necesariamente se fugaban para irse al bando enemigo; muchos de ellos
aprovechaban cualquier situación para regresar a sus casas.
En las infidencias novohispanas no se aprecia una intimidación tan violenta de los
militares o partidarios de los insurgentes hacia la población, aunque como asienta
Landavazo, los insurgentes también utilizaron una violencia como amenaza, señala que:
Hidalgo amenazó el 19 de septiembre de 1810 al ayuntamiento de Celaya con degollar a 78 europeos que llevaba presos, si se oponían en su intento de tomar
375 Ramón Carrillo sustenta que: “el objetivo primo de la guerra psicológica es crear, en el o los adversarios, un clima mental, una serie de sentimientos que, conduciéndolos por las sucesivas etapas del miedo, del pánico, de la desorientación, del pesimismo, de la tristeza, del desaliento, en fin, los lleve a la derrota. Y viceversa, crear en el medio propio un clima neutralizador de esos sentimientos. El clima de la rabia, con todos sus matices. En una palabra: un clima de derrota y otro de victoria, de donde tenemos los dos aspectos de la guerra psicológica: el ofensivo y el defensivo, que por la parte contraria debilita al adversario y por la propia lo exalta”. Carrillo, “La guerra psicológica”, 1995, [en línea]. 376 AGN, Venezuela, Infidencia, t. XXXVII, exp.1, 1813.
254
la ciudad. Juan Aldama, por su parte, dirigió un oficio a las autoridades de la ciudad de Valladolid intimando su rendición, el 15 de octubre del mismo año, en el que advertía también que “en caso de resistencia entraría con su ejército a sangre y fuego”. Y en una proclama anónima, encontrada a la puerta de algunas casas de las orillas de Teloloapan, se invitaba a los “amados hermanos y compatriotas” a unirse al “partido justo y santo de los insurgentes”, para evitar de ese modo “que vuestra sangre sea derramada”. Agregaba que sería en vano resistirse al llamado, pues quienes lo hiciesen habrían de perecer “sin duda como a cada instante se está verificando con los que siguen pertinazmente la defensa de los europeos.377
Landavazo también argumenta que esta violencia verbal y física, no sólo iba
dirigida contra los enemigos sino también contra los malos elementos de las filas propias;
así como la práctica de cortar cabezas y exhibirlas, tan característica de los realistas,
también formaba parte del repertorio de penas establecidas por los insurgentes como
escarmiento de aquellos soldados que desobedecían a sus oficiales.378 Sin duda, la violencia
en general que se observó en la guerra por la independencia de las colonias españolas, fue
ejercida por ambos bandos, empleando para ello, los mismos medios de sujeción e
intimidación; pero que en el conflicto se puede interpretar como la lucha por el poder, la
imposición de una fuerza sobre la otra, en donde la violencia física o sicológica eran armas
indispensables.
El tema de la violencia discursiva en los documentos de infidencia es muy
interesante, así como lo he venido planteando desde los primeros capítulos, con la guerra
verbal que se generó entre el bando realista y el insurgente. En estas páginas finales, que
vendrían siendo un complemento de ese primer capítulo, sólo pretendí mostrar cómo esa
violencia verbal también fue utilizada como medio de persuasión e intimidación hacia una
población que se mantenía neutral, forzándolos a tomar parte del conflicto político como un
deber ser, por su condición de americano; o, como medio para incitar a los militares
insurgentes a la violencia en contra del enemigo, no sólo del español, sino contra todo aquél
desleal o traidor de la “patria americana”. Son varias las lecturas a que nos incitan estas
causas de infidencia, aquí sólo he descrito y analizado algunas de ellas.
377 Marco A., Landavazo, “Guerra y violencia durante la revolución de independencia de México”, 2008, pp. 37-38. 378Marco A., Landavazo, “De la razón moral a la razón de estado: violencia y poder en la insurgencia mexicana”, 2005, pp. 860-861.
255
CONSIDERACIONES FINALES
En la década de los 90s del siglo XX, algunos investigadores propusieron una nueva
interpretación acerca de la guerra de independencia hispanoamericana; dicha propuesta se
enfocó en explicar el procesos emancipador de estos territorio dentro de la dimensión del
conjunto, es decir, no analizar cada proceso por separado sino como algo más amplio y
complejo que diera cuenta de todo el mundo hispano. Siguiendo esta preocupación, la
investigación que ahora concluyo develó algunos contrastes en cómo, en los discursos de
los infidentes americanos, se construyó y abordó un proyecto político en dos de los
territorios que, a pesar de compartir una misma realidad política: su pertenencia a la
monarquía española, encaminaron su lucha por la independencia desde posiciones
diferentes pero nunca separadas entre sí, porque al final ambos territorios lograron
independizarse de España en el mismo espacio temporal.
La investigación dio cuenta de cómo se construyó un nuevo sujeto político en
relación a la pertenencia y lealtad a la patria americana; la importancia de las estrategias y
prácticas discursivas utilizadas por los insurgentes para persuadir y convences a la
población a que se sumaran al proyecto independentista; de la difusión de información que
se hacía a través de los diversos “papeles” en los que circulaban noticias de los avances de
la guerra o insultos hacia el poder colonial; así como a través de las opiniones y
conversaciones que para la época se volvieron frecuente en los diferentes espacios de
sociabilidad. En la investigación también hago hincapié en la cercanía y comunicación que
había entre los actores en ambos lados de la América española. Lo cual indica que los
procesos no se dieron de forma aislada; en cada uno de ellos se estaba enterado de lo que
acontecía en los demás territorios, de los avances y retrocesos de la guerra; así lo
demuestran las cartas que circulaban entre el sur y el norte de la América hispana, donde se
compartían información y estrategias para acabar con el enemigo, el poder colonial.
Al estudiar el discurso de los actores y las peculiaridades de un momento
especialmente complejo como fueron las guerras de independencia de las Indias españolas,
a través de los testimonios encontrados en las causas de infidencia, observé que varios de
256
esos actores reaccionaron de forma radical ante la inestabilidad política de los turbulentos
años de 1809 a 1820; especialmente los infidentes venezolanos, quienes manifestaron en
sus escritos y conversaciones -motivos de su arresto- su interés por romper con las ataduras
que los mantenían cautivo a un régimen despótico y tirano como lo fue el régimen colonial.
Así observo que en las infidencias venezolanas se evidencia una temprana toma de
conciencia de la situación política por parte de los dirigentes del movimiento emancipador
y de las personas de diferente posición social y étnica que se manifestaron a favor de este
partido. Toma de conciencia que se reflejó en los actos simbólicos, en los discursos escritos
y en los comentarios ofensivos y críticos que circularon por las ciudades y poblaciones de
una parte del territorio venezolano, en los que la figura del rey era el centro de las
vejaciones y, los españoles, el objeto de todos los odios y violencia. Así se aprecia, que no
sólo las estrategias militares cobraron sentido, sino también una guerra verbal, una
estrategia de comunicación y de seducción de un proyecto político que atrajo a miles de
seguidores. En el caso mexicano, esa misma toma de conciencia en relación a una ruptura
con la monarquía española, se dio unos años después de 1810. En los primeros años de la
guerra, 1809 a 1813, las fuentes de infidencia muestran que los novohispanos se
enfrentaron fuertemente contra los españoles europeos y las autoridades coloniales, sobre
quienes recaía todo el odio e inconformismo de los novohispanos, especialmente de
aquellos que habían padecido los más grandes abusos, como los grupos indígenas. No
obstante, en ese enfrentamiento la monarquía española, en cabeza del rey Fernando VII, no
fue cuestionada.
Un punto importante a la hora de analizar las reacciones que se produjeron después
de 1808 dependió de “el lugar central” que ocupó el rey en estas sociedades, como
expresión de los valores y lealtades que por siglos se infundieron entre el rey y sus
súbditos, por ello la reacción y cómo éste fue expresado por la sociedad de acuerdo a la
idea que ésta tenía de sí misma, del gobierno virreinal, de los valores a que hacía referencia
y de los comportamientos que se desprendían de ellos. Fue así cómo la imagen de Fernando
VII tuvo dos connotaciones distintas en la justificación que los independentistas usaron en
la guerra: en Venezuela se construyó una imagen negativa de la figura de este rey, mientras
que en la Nueva España esa imagen fue exaltada de forma positiva. A la pregunta de ¿por
qué un lenguaje radical en contra del rey como el usado por algunos de los infidentes
257
venezolanos, no se observa de igual forma en el discurso de los infidentes novohispanos?,
podría tener su respuesta en la forma en que se construyó y se difundió la legitimidad de la
figura real en una sociedad como la del virreinato de la Nueva España y la difundida en
lugares periféricos como la capitanía general de Venezuela; en esta última la legitimidad
del rey se dio de forma fáctica. La idea de un “regalismo populista” nació de esa relación
pactista que se dio entre el monarca y sus súbditos, lo que hacía que los indígenas
transitaran por la ley, por lo que las condiciones políticas y las negociaciones fueron más
rígidas en ciertos espacios. Todos eran súbditos, pero un súbdito vivía la lealtad de una
manera distinta a otro, se aprende a negociar de una forma distinta. El transito del
monarquismo al republicanismo fue lento, como el cambio de la cultura política, las guerras
de independencia fueron el inicio donde ese vínculo entre el rey y los súbditos americanos
comenzó a romperse.
El estudio de los testimonios de las causas de infidencia venezolanas y mexicanas,
me ha permitido comparar cómo una gran parte de sus habitantes, individuos de los
diversos estratos sociales que integraban la América a inicios del siglo XIX, percibieron y
afrontaron el conflicto político, cómo se identificaron con una nueva situación política en
los que ellos se hallaban inmerso y la que no fue fácil evadir por más que se resistieran. Era
una situación que tocó de distinta forma a toda la población; algunos actuaron tomando las
armas, otros lo hicieron desde la difusión de las ideas insurgentes y otros simplemente
reproduciendo lo que escuchaban en los diferentes espacios por donde transitaba; aunque
todos ellos fueron considerados por las autoridades reales como traidores a la corona
española. La crisis de la monarquía a raíz de la invasión de Napoleón en 1808 y la posterior
abdicación de los reyes españoles, fue sin duda, el acontecimiento que generó en la
población de las Indias americanas una avalancha de opiniones y debates acerca de qué se
debía hacer para afrontar tal situación. Fue un momento inédito en la vida de estos pueblos,
nunca antes la monarquía se había quedado sin una cabeza visible, por lo que las acciones
que se emprendieron también fueron inéditas.
Los datos cuantitativos que arrojaron las muestras de los casos de infidencia,
muestran algunas importantes diferencias entre el perfil social del infidente venezolano con
el infidente novohispano, por ejemplo, las acentuadas diferencias que hallé, aparte de la
258
muy evidente condición étnica de los grupos mayormente juzgados por este delito (pardos e
indios), fue la edad y la actividad u oficio de los infidentes. Los infidentes venezolanos
presentan un promedio de edad bastante avanzada en comparación con los mexicanos (36.7
años y 30.6 años, respectivamente), al parecer el discurso insurgente en Venezuela
movilizó a una mayor proporción de la población de adultos maduros; la población menor
de 25 años intervino sólo en un 7.1%, mientras que los adultos mayores de 25 años lo
hicieron en un 80.6%, lo que habla de una inmensa mayoría. Los resultados sobre las
edades de los infidentes novohispanos se presentan en una proporción más equilibrada que
la señalada en la muestra venezolana. Aunque sigue habiendo un gran número de infidentes
mayores a 25 años; el porcentaje de los menores de 25 años es del 30.9%, mientras que los
mayores de 25 es del 63.6%. Lo cual nos indica a simple vista, que las ideas insurgentes
motivaron o persuadieron a una parte importante de la población de adultos jóvenes. Son
contrastes que dejan muchas inquietudes que estimulan a seguir indagando más a
profundidad. Las apreciaciones realizadas por Van Young, donde una de sus hipótesis
acerca de la edad de los infidentes es la de que, a mayor edad, mayor grado de
concientización, posiblemente tenga alguna incidencia en lo que he evidenciado sobre una
temprana toma de conciencia de algunos de los infidentes venezolanos, donde la edad
promedio fue de 36.7 años.
En general, este estudio comparativo del perfil social de los infidentes venezolanos
y mexicanos, deja más que cuestiones resultas, un sin número de respuestas que necesitarán
una mayor atención, misma que aquí sólo he develado. Para Van Young, la información
que arrojaron los datos que él extrajo sobre el perfil social de los infidentes novohispanos
fue fundamental para su estudio, porque él hizo una descripción del entorno social, pero mi
propuesta giró en torno al análisis de los discursos de estos infidentes, por lo que el eje de
mi investigación fue el análisis historiográfico de estos discursos, allí la lógica cuantitativa
operó de otra manera. Mi interés no fue probar si estos sujetos acusados del delito de
infidencia eran culpables o inocentes, si fueron grandes o pequeños los delito cometido, mi
interés fue el indagar las estrategias y prácticas que ellos usaron para construir y difundir un
proyecto político al que se unirían los diferentes grupos étnicos y sociales que integraban la
América hispana del periodo. Pretensión que como di cuenta, se dio después de una larga
lucha y toma de conciencia de esos actores de la realidad socio-cultural y política de los
259
pueblos americanos. Por último, sólo espero que este cúmulo de datos que aquí presento se
constituya en un punto de partida para nuevas reflexiones.
El desarrollo bélico de la crisis de la sociedad colonial sacudió los cimientos de la
creencia de pertenencia respecto de lo hispánico. Una gran parte de la población venezolana
y novohispana adquirió conciencia de las diferencias existentes entre las metrópolis y los
territorios coloniales y, con esta toma de conciencia, comenzó a manifestarse sobre todo, el
sentimiento patrio que posteriormente se trasformaría en una identidad nacional. Estas no
fueron guerras mudas, fueron guerras con palabras, se nutrieron de los lenguajes políticos
modernos y con ellos se construyó un discurso retórico eficaz para convencer y conmover a
los individuos a actuar en consecuencia. Ese momento histórico se caracterizó por un
replanteamiento global de la sociedad, empujada por factores exógenos y totalizantes como
la revolución francesa, norteamericana, la invasión de Napoleón a España, el reformismo
gaditano. La guerra estalla entonces como consecuencias de la brutal represión imperial
contra los “rebeldes” y con el alimento de las pugnas existentes en ambos bandos.
A lo largo de la tesis estudié algunas de las diferencias que se dieron en la
construcción y definición de los proyectos políticos en los que se sustentó los ideales
independentistas o autonomistas de los líderes insurgentes venezolanos y novohispanos.
Sustenté que los líderes venezolanos usaron un lenguaje retórico donde cobró gran
relevancia los argumentos sobre el despotismo, la tiranía y la usurpación de la corona
española y de sus representantes en las Indias; a través de este discurso se identificó al
español peninsular, pero también a los reyes españoles, como los enemigos de la “patria”.
Ese mismo discurso enérgico se observa en los testimonios de las causas de infidencia, allí
los acusados de este delito, desde los primero años del conflicto, manifestaron con fuertes
palabras su desafecto a la monarquía española y su adhesión, lealtad y amor a la patria
americana. Lo que develan estas palabras es una intención clara de sus autores por romper
completamente con su pertenencia a la “patria española”. En el discurso de los líderes
insurgente novohispanos, un proyecto político claro y fuerte como el que se dio en
Venezuela, tardó un poco más en divisarse. Después de 1810 todavía se siguió justificando
la guerra como la defensa del rey Fernando VII y de la religión católica, lo que retardó la
aparición de un proyecto político que mostrara claramente la separación entre la patria
260
americana y la patria española, que sólo con Morelos quedó plenamente definida. No
obstante, es preciso señalar que, en la Nueva España, tanto un patriotismo americano como
un patriotismo que sustentaba su lealtad a esa gran unidad que era la monarquía española,
se manifestaron desde los inicios de la guerra.
El odio y la venganza hacía el gobierno real y en contra de los españoles europeos
que se refleja en muchos de los testimonios de las causas de infidencia, parece tener
fundamento en las vejaciones, discriminación y usurpación de la que fueron objeto los
americanos durante los tres siglos de dominio español. No obstante, dicha justificación,
promovida especialmente por las elites criollos, habría que pensarla como una práctica
discursiva, con la que ellos buscaron legitimar una situación política ante la sociedad con la
cual obtener una posición más ventajosa en esta relación de poder que se había dado entre
peninsulares y americanos. La posibilidad del lazo social está dada por el poder, es decir,
por las relaciones de fuerza y la imposición de “unos” sobre “otros”, acentuando una
arbitrariedad y ligando así a los individuos, sujetándolos a un mundo donde la mayor fuerza
ejercida está en cualquier uso de poder de violencia simbólica. Por lo que la estrategia de
legitimar el proyecto político estuvo cargada de imágenes negativas hacía el oponente, con
el fin de deslegitimar su discurso. En las fuentes oficiales o en los documentos producidos
por los dirigentes del movimiento independentistas novohispano, fue donde se dio con
mayor precisión el contraste entre españoles y americanos; pero en el lenguaje cotidiano
observado en los documentos de infidencia, lo que predominaba era la distinción entre
“criollos” y “gachupines” o “chaqueta”. En las infidencias venezolanas los términos más
usados para describir a unos y otros son: “patriota” y “español”, “europeo” o “godo”. No
obstante, la analogía que se pueda observar en el significado a que nos remiten estos
conceptos, es muy claro que patriota y criollo o gachupín y español no hacen referencia a
las características de individuos específicos; en cada contexto, estas palabras adquirieron
una determinada representación que también da cuenta del significado que en ambas
sociedades tuvo la guerra emancipadora.
Este lenguaje con el que los insurgentes caracterizaron a las autoridades coloniales,
cobró veracidad ente un público porque esa misma autoridad lo encontró especialmente
sedicioso. Al describir al otro como traidor, déspota, sanguinario, antirreligioso, tirano,
261
etcétera, se ejerció una violencia simbólica que influyó profundamente en la percepción de
las sociedades venezolana y novohispana, porque la reacción en contra de ese tirano y
usurpador se multiplicó durante los años de mayor intensidad del conflicto, de 1810 a 1816,
buena cuenta dan los cientos de juicios por el delito de infidencia que se realizaron en
ambos espacios en dicho periodo (ver cuadros, Ia y Ib).
En esta investigación puse especial atención en identificar al nuevo sujeto que
surgió a raíz del enfrentamiento político; un sujeto que a la vez que se transformaba, iba
transformando su percepción del espacio que habitaba y su visión del otro. Se analizó un
sujeto que se descubre y se describe diferente a los otros, que se pregunta por su identidad
dentro de una realidad fluctuante y fragmentada por la guerra y la crisis que ella generó. En
este contexto, esos sujetos fueron creando su imagen del mundo político en un entorno
próximo y distante con unas características sociales, políticas y culturales específicas que
introdujeron unas determinaciones decisivas. En el proceso de socialización política nacen
los sentimientos de identificación y se forman las preferencias político-ideológicas y las
percepciones sobre la actividad política.
Por lo general, cuando se habla de cultura política se piensa en un fenómeno
uniforme para un grupo de individuos, comunidad y/o sociedad que comparte los valores y
las normas de la socialización que promueven las instituciones. Sin embargo, esta
representación es relativa, porque dependiendo del lugar y la posición que ocupen las
personas, así como el tipo de instituciones con las que se establecen relaciones, será la
percepción que se tenga del poder político, el gobierno y, por consiguiente, elegirán su
acción y forma de participación política. Hay que tener en cuenta, que la o las culturas
políticas en un momento determinado se van transformando, ello dependerá de los desafíos
que el momento histórico particular le imprime y de las lectura que los sujetos hacen de
ellos en diferentes situaciones. Los valores, los sentimientos, las intenciones, las
motivaciones y las expectativas son otras en cada instante, así como los sujetos también son
distintos. En este trabajo mostré cómo es posible estudiar la cultura política desde otros
espacios diferentes a los tradicionales ámbitos del mundo letrado. Otros espacios donde la
cultura política también forma parte o se disemina, como las cartas, los anónimos o en las
diferentes opiniones acerca de la política que circulaban en los lugares de sociabilidad.
262
La coyuntura de la guerra independentista creó un sujeto político, pero ese sujeto
político no emergió como un ser puramente mecánico y especular de la agregación de
sectores sociales, sino que fue el producto de un discurso que constituyó a las voluntades
individuales en una subjetividad colectiva que se realizó en el compartir un proyecto. Con
el llamado de patriotas americanos se interpeló al sujeto del movimiento y se creó una
identidad que los diferenció del español europeo. El enfrentamiento político por la
emancipación de los territorios hispanoamericanos produjo un discurso con fuerza
interpelatoria suficiente como para conformar en el nivel simbólico y en la práctica
revolucionaria un sujeto político con identidad propia: el americano. Se manifiestan
diferentes motivaciones y percepciones en los sujetos aquí estudiados, los cuales son
representados en sus discursos por la fuerza identitaria que los unía a una u otra causa. Los
hombres de ese tiempo interpretaron los acontecimientos que vivieron a través de una
percepción en la que se mezclaban elementos simbólicos viejos y nuevos; pero a la vez, los
acontecimientos revolucionarios produjeron nuevas realidades cuya interpretación y carga
simbólica fueron incorporadas rápidamente a esa visión del mundo, transformándola.
La coyuntura política fue el marco que permitió la floración de un nuevo sujeto
político, y esa transformación se percibe en la actitud y mentalidad de algunos actores
como los religiosos y los militares, en cuyas acciones se inscriben los medios por los cuales
se logró fortalecer una identidad nacional. El soldado y el religioso fueron dos actores que
marcaron el rumbo que tomó el conflicto político en estos dos territorios, así como los
valores que durante la guerra se promulgaron y las acciones que se acometieron para
conseguir la victoria. En Venezuela, la retórica patriota se construyó resaltando, a parte del
despotismo y la tiranía del poder español, una actitud violenta de extermino total del
enemigo. El lenguaje violento con el que se indujo el amor a la patria, quedó registrados en
los testimonios donde se observa que para el acusado de infidencia ser patriota era
sinónimo de extermino del enemigo: el español, el europeo, el gachupín, el godo.
El discurso de los líderes del movimiento independentista venezolano, se construyó
una imagen del soldado como héroe, la cual fortaleció su pertenencia con la patria. La
guerra consolidó una nueva cultura ligada al uso de las armas pues permitió una mayor
participación de la sociedad en los asuntos político-militares. En la retórica patriota de los
263
infidentes venezolanos, los militares y el lenguaje militar en sí, fueron exaltados como un
factor político que permitiría la hegemonía social. La retórica patriota se encargaría, a
través del reconocimiento de la labor del militar, de crear un vínculo entre la población y la
patria, infundirles los valores de la guerra como parte de la identidad colectiva; de la guerra
surgió un nuevo sujeto que sería el ciudadano de las nuevas naciones. En contraste, en la
Nueva España, en los primeros años del conflicto, los líderes del movimiento insurgentes se
apropiaron de algunos símbolos de la religión católica y los usaron como estrategia en la
lucha contra la tiranía y la discriminación. Allí el discurso religioso estuvo muy relacionado
con el discurso patriótico, muchas veces éste fue usado para movilizar y motivar a la
población a tomar las armas, a defender la patria, a combatir al enemigo. Las infidencias
mexicanas señalan que también fueron los religiosos los que, recurriendo a la tradición
hispánica de la teoría del derecho divino de los reyes, justificaron la independencia
argumentando la humanidad de los reyes. El discurso insurgente, apoyados en esas antiguas
teorías, abrió el debate sobre la legitimidad de los reyes y puso en cuestionamiento la
naturaleza de la soberanía y los derechos que tenían los reinos americanos como parte
integrante de la monarquía española.
Dicha comparación puso de manifiesto diferencias en la forma de pensar y llevar a
la práctica dos proyectos emancipadores, donde no sólo las estrategias militares cobraron
sentido, sino también una guerra verbal, una estrategia de comunicación y de seducción de
un proyecto al que se sumarían miles y miles de individuos. Aunque no haya habido una
intencionalidad política de derribar el poder colonial en las expresiones escritas y orales de
algunos de los individuos que fueron acusados de haber cometido el delito de infidencia, lo
cierto es que los valores y objetivos promulgados por los insurgente, tanto venezolano
como novohispano, llegaron a una gran parte de la población que los usó e interpretó de
acuerdo a su mundo de vida. Lo importante fue destacar a través de la lectura de estos
testimonios, como las ideas sobre libertad, igualdad, patriotismo y patria se convirtieron
en temas de conversaciones y debates en los espacios cotidianos de las personas y cómo se
dio la apropiación de estos conceptos por parte de los grupos del común, apreciaciones que
nos hablan de una cultura política del periodo que también se difuminaba en esos otros
espacios diferentes al ámbito de los grupos intelectuales.
264
Los criollos que encausaron el movimiento en ambos espacios, se enfocaron a
objetivos distintos inducidos por sus propios intereses y perspectivas, mismos que se fueron
transformando en la medida en que los diferentes grupos étnico-sociales iban conformando
también sus propias exigencias. Venezuela es un buen ejemplo de cómo se dio esa
trasformación, es posible percibir cómo se desestabilizó la sociedad colonial, pues los
actores fueron cobrando conciencia de su lugar político y social, por lo que salió a la luz la
disconformidad de muchos libres de color por la discriminación de la que eran objeto, por
el estatus étnico-político inferior que se les daba y por el desprecio con que los trataban los
blancos criollos. Esa situación marcó de manera determinante la naturaleza y la dinámica
de los conflictos bélicos y pugnas políticas que estallaron en Venezuela a fines del período
colonial. No obstante, en las diversas manifestaciones que se dieron durante el conflicto
armado, se conjugaron sentimientos e intereses, donde el grupo más fuerte o con mayor
poder, en este caso la élite criolla, fue la que impuso las condiciones. Ellos le dieron
significado y justificación a la guerra de exterminio contra el europeo y contra la
representatividad del poder monárquico en las Indias; necesitaban destruir ciertos vínculos
para crear otros, donde el depositario de la soberanía ya no sería el rey, sino el “pueblo”
encarnado en el grupo poderoso conformado por la élite criolla. A pesar de las diferencias
que se aprecian en los discurso de los líderes independentistas de los espacios aquí
estudiados, en sus proyectos poco se plantea la transformación de las estructuras sociales y
políticas, sólo se buscó hacer una reforma con el fin de eliminar a los europeos de las
esferas políticas y económicas.
Queda por último señala, que en esta, como cualquier otra investigación, quedaron
muchas interrogantes por resolver y problemas por abordar, acaso de una forma más
profunda. Quizás mi afán por querer discutir y mostrar muchos de los aspectos que iba
encontrando en estos fascinantes documentos, me llevó en ocasiones por una línea más
descriptiva que analítica, no obstante el esfuerzo que a lo largo de la tesis hice porque no
fuera así. Soy consciente que la información que me suministraron los testimonios de las
causas de infidencia, a veces no eran suficientes para dar una explicación profunda del
fenómeno observado, por lo que era necesario recurrir a otro tipo de fuente para argumentar
mejor el problema; acción que no estaba pensada ni presupuesta en mi objeto de trabajo. Mi
intención desde un principio fue la de centra mi estudio sólo en el análisis de las causas de
265
infidencia que, de igual forma, era perentorio realizar ya que estas fuentes, aunque han sido
consultadas por algunos investigadores, sus páginas aún esconden un caudal de información
acerca de los procesos independentistas y de sus actores que necesitan ser develadas,
especialmente, puesta en comparación con otros espacios.
Los problemas que abordo en cada uno de los capítulos de mi tesis, en sí mismos,
podrían convertirse en el eje de estudio de una nueva investigación, son problemas que,
como he señalado, dejan más preguntas que respuestas resueltas. Y, quizás esa sea la
importancia de esta investigación, que deja muchas aristas que podrán se retomadas por
otros investigadores interesados en el tema. Como por ejemplo: el relativo a la dislocación
que se dio entre la vida privada y la vida pública. Problema que abordo en uno de mis
capítulos, pero que todavía quedan cosas por resolver. En estos documentos es posible
comprender cómo afectó la coyuntura política la vida cotidiana de las personas y cómo
aspectos relacionados con la vida pública traspasaron lo cotidiano y se convirtieron en un
asunto de la vida íntima o viceversa. Esto es mucho más notable en los documentos
mexicanos. En ellos se pueden observar casos en que el odio que una persona pudo sentir
hacia otra la llevó a acusarla ante las autoridades de ser insurgente o apoyar su causa.
Efectivamente, la política del periodo sirvió en este caso para intentar resolver viejos
pleitos personales o, como señala Eric Van Young: “se había creado una situación
emocional en que las acusaciones políticas sirvieron de vehículos para el ataque
personal”.379 Los expedientes venezolanos no permiten hacer una interpretación del
vínculo entre lo público y lo privado como sí lo admite la documentación mexicana, por el
número reducido de procesos donde se aprecian tales características. Esta es una cuestión
que sería interesante investigar a profundidad, el por qué de tales divergencias.
379 Eric Van Young, op. cit., p. 614.
266
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
FONDOS DOCUMENTALES
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Tomos consultados: I, II, III, IV, V, VI, VIII, IX, XI, XII, XIII, XV, XVI, XVIII, XIX, XX, XXI, XXIV, XXVIII, XXX, XXXI, XXXVI, XXXVII, XXXVIII.
Archivo General de la Nación, Ciudad de México: “Ramo de infidencia”, 1809-1820. Volúmenes consultados: 2, 4, 5, 6, 8, 9, 10, 11, 16, 18, 21, 22,25, 30, 36, 38, 54, 55, 68, 92, 82, 92, 94, 128, 145, 177.
267
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