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Informe: 400 aos de la UNC en nmerosEntrevista doble: Diego
Tatin y Mara Pa LpezCine: Salsipuedes y series animadas en
CrdobaDDHH: el hallazgo de los restos de Diana Triay y Sebastin
Llorens
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Tapa: Hugo Bastos. Con sponsor. Gel pigmentado, 2005
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Director: Franco Rizzi
Secretario de redaccin: Mariano Barbieri
Consejo Editorial: Natalia Arriola, Mara Cargnelutti, Andrs
Cocca, Liliana Crdoba, Agustn Massanet, Gonzalo Puig, Juan Cruz
Taborda Varela, Guillermo Vazquez.
Correccin: Ral Allende
Administracin: Matas Lapezzata
Diseo: Lorena Daz
Revista mensual editada por la Editorial de la Universidad
Nacional de CrdobaISSN: 1853-2349 Editorial de la UNC. Pabelln
Argentina Haya de la Torre s/n, Ciudad Universitaria.(351) 4629526
| Crdoba | CP
[email protected]@editorial.unc.edu.ar
Deodoro, gaceta de crtica y cultura no se hace res-ponsable de
las opiniones y artculos aqu publicados. Los textos son
responsabilidad de quien los firma.
Impreso en Comercio y Justicia Editores
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1933Guillermo Vazquez
Herencia con beneficio de inventario: UNC | LibrosAlejandro
Agero
Periodismo /Parte 1 | PortulanoLuis Rodeiro
El fortuito encuentro de los nadies con los sin nombre |
Derechos humanosCsar Marchesino
Lejos del Hogar | La neurona atentaLiliana Arraya
Distorsiones buclicas | CineAgustn Berti
Nietos | Baldosa flojaMara Teresa Andruetto
Liberacin a la cuartaCarolina Goth y Teresa Sempere
Telaraas | TeoremasSergio Dain
Universidad pblica y proyecto nacional | Conversaciones con M.
Pa Lpez y Diego TatinMariano Pacheco
La UNC en nmeros a 400 aos de existencia | InformeBettina
Marengo
Tan lejos del mar | Personajes: Severo SarduyAlicia Vaggione
mpetu de pajarito | PentatramasMariano Medina
El dueo del sonido | MsicaJos vila
Lobo suelto, cordero atado | Elogio de la sombraCsar Barraco
Mrmol
Cuando la Tv se anima | CInePablo Spollansky
Poesa y vida | Literatura del presenteSilvio Mattoni
Lenguajes encontrados | Sin cartelMariano Barbieri
Las obras en este nmero pertenecen a Hugo Bastos(Corrientes,
1946). [email protected]
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Universidad Nacional de Crdoba
Rector: Dr. Francisco TamaritVicerrectora: Dra. Silvia
BareiSecretario General: Dr. Alberto LenDirector Editorial UNC:
Carlos LonghiniSecretaria de Extensin: Mgtr. Mara Ins
PeraltaSubsecretaria de Cultura: Mgtr. Mirta BonninProsecretaria de
Comunicacin Institucional: Lic. Mara Jos Quiroga
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Editorial | Gaceta de crtica y cultura 3
1933Guillermo Vazquez
En un notable ejercicio de sinceramiento, el diario La Nacin
public el pasado 27 de mayo, bajo el mismo ttulo que aqu elegimos,
una editorial de la que preten-demos hacer un sano uso: coincidir
en una similitud ya diremos de qu clase de nuestro momento poltico
social con la Repblica de Weimar, pero cuyos riesgos se situaran en
el exacto lugar contrario al que seala el editorialista del
matutino porteo.
En nuestro caso, afirmar que estamos en Weimar de ningn modo
quiere referir a una asimilacin impo-sible entre dos momentos
histricos (la Alemania de 1919 al 33 con la Argentina de la ltima
dcada) y su insostenible analoga con fuerzas sociales y polticas
actuantes. Mucho menos sobre el desencadenamiento posterior primer
objetivo argumentativo de la referi-da editorial del diario porteo,
algo muy usual en la salvaje opinologa argentina, donde se llega a
lugares de inexplicable frivolizacin sobre los totalitarismos, o la
represin dictatorial, muchas veces no por la tor-peza del anlisis,
sino simplemente por mala fe, o por la presencia de estas dos cosas
al fin y al cabo acumu-lables en el mismo enunciador. Por eso
encontramos, en cuanto soporte massmeditico exista, una extendida
afirmacin de que estamos en una dictadura, o la ms elaborada y
tambin burda identificacin entre el populismo latinoamericano con
el totalitarismo nazi.
Con afirmar que estamos en Weimar, en la direccin exactamente
contraria a la que marca el editorial de La Nacin, aqu queremos
hacer un reconocimiento de una debilidad del proceso poltico y
democrtico vivido en la ltima dcada que an transitamos. Una
debilidad que es, a nuestro juicio, el reverso absoluto de la
supues-ta fortaleza abrumadora, que opera casi siempre con el
bastardeo de un trmino tan democrtico y deudor de las mejores
tradiciones polticas como hegemonismo tambin en trminos de esa
salvaje opinologa argenti-na. Por el contrario, la apuesta de este
proyecto poltico establecer derechos nuevos siempre bajo una
institu-cionalidad indiscutible, con un trasfondo conflictivo sin
resolucin definitiva contiene la misma debilidad. Los gobiernos de
Salvador Allende, Ricardo Obregn Cano y Ral Alfonsn todos de varias
y diversas similitudes con la ltima dcada argentina, tambin se
sostuvie-ron como en Weimar.
Por eso sentimos vlido, aunque muy lejanamente, el 1933. Porque
vemos ms una fragilidad que otra cosa en las reconstrucciones que
nuestra sociedad ha venido conquistando, herida tanto por el horror
dictatorial como por el saqueo neoliberal, ante tanta amenaza de
restauracin de privilegios, desigualdades, ajustes. Nos vemos all
porque el amplio espectro de derechos (so-ciales, econmicos,
polticos, humanos) que consigui nuestra sociedad en el proceso
institucional de la ltima dcada, parecen siempre precarios palabra
que usa mucho una tradicin de teora poltica por un conjun-to de
riesgos que permanecen como fundantes de toda democracia, y que en
Weimar estuvieron tambin pre-sentes: el acecho del poder
financiero, de corporaciones de diversa ndole hacedoras de inflacin
o de artilugios que las mantienen al margen de las leyes de la
repblica, la angurria de la ganancia desmedida sin atender el golpe
en la moneda nacional que ello genera. Y no slo eso: nuestra
fragilidad, constitutiva de todo proceso poltico, es tambin la del
conflicto entre el tiempo (ralentizado) de las instituciones con el
tiempo (apremiante) de las necesidades sociales; es la difcil
convivencia de una cul-tura del cambio y la movilizacin puesta en
marcha, con la cultura de la reaccin omnipresente; de una demanda
de igualdad sin treguas con la bsqueda de preservacin absoluta de
privilegios. Todo esto era Weimar.
Actuar polticamente estando en Weimar no debera im-plicar
pasividad ni terror por lo que podra acontecer, sino que es asumir
esa precariedad dijimos: constituti-va, inerradicable, pero apostar
por fortalecerla, hacer-la ms inclusiva. En Argentina, la poltica
de derechos humanos trascendi absolutamente el bajar dos cua-dros
de genocidas de una institucin estatal, ms all del fuerte
simbolismo que aquel acto despert (y que sigue generando): viene
siendo efectivizada (con deu-das an pendientes) y sostenida
socialmente con tanta legitimidad, que nos ha hecho hablar otro
lenguaje, asumir el protagonismo de nuevos actores, e instaurar
nuevas prcticas institucionales y erradicar otras. Por esto mismo,
en nuestro Weimar, dbil y sin embargo de gran legitimidad
democrtica, no se ve en el hori-zonte ningn huevo de serpiente del
horror posible, que quizs slo anide en el imaginario de la
restauracin conservadora que preparan algunos, ansan otros, pero
que millones impediran.
H. Bastos. Los dueos del viejo chalet (fragmento). Gel pigm
entado s/ collage, 2010
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Gaceta de crtica y cultura | Libros 4
posicionamiento. El inventario se percibe de entrada, en las
palabras de la rectora que prologan la obra: se habla all de una
deuda de memoria y de una institucin que nunca fue la misma, que se
pa-rece hoy muy poco a aquella fundada en 1613, que constituye una
identidad que atraves rupturas dramticas. Luego, en la presentacin,
los coordinadores nos ad-vierten que la historia de la UNC es
sus-ceptible de ser organizada en ms de una narrativa, pudindose
hablar incluso de un doble origen mtico que habilita dos
temporalidades; he ah la separacin en-tre causante y herederos,
entre fundacin y refundacin, entre la colonial Casa de Trejo y la
Universidad surgida de la Re-forma de 1918.
Celebramos que haya sido este el camino elegido. Slo as resulta
asequible abor-dar la historia de una identidad sempi-terna
construida por una trama compleja, no lineal ni homognea, cuya
textura evoca y provoca rechazos y adhesiones, segn pocas y
circunstancias. Sortean-do viejas polmicas derivadas de para-digmas
historiogrficos hoy en desuso, se afronta con solvencia la
inocultable certeza del carcter mtico de los hechos que dan lugar a
la conmemoracin. La obstinada bsqueda de una pretendida verdad
documentada (ilusoriamente de-finitiva) queda en segundo plano
frente a un anlisis que prefiere situarse en el campo de la
realidad cultural del mito. De este modo, se neutraliza la clebre y
persistente diatriba entre los Trejo-s y los Trejo-no, y los
cuatrocientos aos
Herencia con benef icio de inventario: UNCAlejandro Agero
Se edit recientemente el libro Universidad Nacional de Crdoba.
Cuatrocientos aos de historia publicado por la Editorial de la UNC.
El texto compuesto por dos tomos coordinados por Daniel Saur y
Alicia Servetto, rene ms de treinta textos que dan cuenta de manera
crtica del recorrido de nuestra universidad que, en todos estos
aos, nunca fue la misma.
Una herencia no se elige. Segn el derecho civil, puede aceptarse
o re-chazarse, dependiendo de la voluntad del heredero de asumir o
no la personalidad jurdica del causante. Existe, sin embargo, una
posibilidad intermedia. Aceptarla con beneficio de inventario. En
este caso, el patrimonio del causante y el patrimonio del heredero
no se funden, de modo que las cargas que pesan sobre el primero no
repercuten sobre el segundo. Esta figura jurdica ilustra, de alguna
manera, la im-presin que transmiten, como conjunto, las enjundiosas
contribuciones de ms de treinta prestigiosos investigadores,
nacionales y extranjeros, reunidas en dos volmenes, coordinados por
Daniel Saur y Alicia Servetto, y publicados con motivo del
cuadringentsimo aniversario de la fundacin de la Universidad de
Crdoba.
La herencia no es slo una alegora para abordar el legado
plurisecular de la Uni-versidad cordobesa. Una donacin, prime-ro, y
luego una herencia (con ms deudas que bienes, dicho esto entre
parntesis, casi en secreto) son las piezas esenciales del relato en
el que el obispo Trejo emerge como causante y fundador en 1613. El
beneficio de inventario, en cambio, sim-boliza la estrategia
narrativa de quienes han asumido el desafo de reflexionar so-bre
esta larga historia, procurando hacer-lo desde un punto de vista
crtico, evitan-do que estas pginas conmemorativas se conviertan en
una historia monumental o en una historia de anticuario. La so-bria
edicin, con su portada azul oscuro, callada de imgenes, parece
adelantar ese
sean o no tales se convierten en lugar de reflexin, en ocasin
para recorrer los pliegues de una historia que trasciende a la
institucin y alcanza al medio social, poltico y econmico en el que
estuvo y est incardinada.
Resulta imposible dar cuenta aqu de cada uno de los aportes que
conforman esta obra colectiva. La sola mencin de los treinta y un
ttulos (15 en el tomo I y 16 en el tomo II), con sus respectivos
autores, nos insumira buena parte del espacio disponible. De todas
formas, en la presentacin los coordinadores ofre-cen una gua
precisa del contenido, facili-tando al lector el acceso directo a
tpicos puntuales dentro del amplio espectro cro-nolgico y temtico
abordado. Resultara incmodo, adems, tener que elegir unos nombres y
descartar otros para transmitir una mnima opinin sobre el contenido
de las contribuciones. Quizs podamos hacer una excepcin que todos
sabrn comprender para decir, como muestra
del elevado listn que marca la calidad general de los
participantes, que prome-diando el primer tomo Tulio Halpern Donghi
nos ofrece una aguda reflexin sobre la elusiva metamorfosis de
Grego-rio Funes, la que lleva al clebre den de letrado colonial a
sabio ilustrado en el contexto revolucionario, tomando como eje su
plan de estudios para la Universi-dad de Crdoba de 1813. El caso no
slo ejemplifica el valor de las plumas inter-vinientes, sino que
muestra tambin de qu modo la historia de la universidad aparece
inextricablemente vinculada a la historia poltica de la regin,
constitu-yendo un observatorio privilegiado para comprender la
formacin y pensamiento de las elites, en los diversos momentos de
su vida institucional.
Sobre esos momentos, precisamente, est organizada la secuencia
de los artculos. A lo largo del primer volumen encontramos trabajos
que nos llevan desde el anlisis historiogrfico del mito
fundacional
En sintona con la edicin de los dos tomos de la historia de la
universidad pblica de Crdoba en ocasin de sus 400 aos, hay que
agregar la tam-bin reciente compilacin del libro Facultades de la
UNC. 1854-2011. Saberes, procesos polticos e institu-cionales,
volumen coordinado por Mnica Gordillo y Laura Valdemarca (Editorial
de la UNC, 2013).
H. Bastos. La madre. Gel pigm
entado sobre collage, 2012
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Portulano | Gaceta de crtica y cultura 5
hasta el momento previo a la Reforma, cuando, pese a las
numerosas persisten-cias, se abra una pequea rendija al
reconocimiento femenino con las prime-ras egresadas de la Escuela
de Parteras, inaugurada en 1884. Un lugar destacado de ese primer
recorrido lo ocupa la Com-paa de Jess: aparece disputando a Trejo
el mrito de la fundacin, sosteniendo una institucin que forma parte
de un proyecto evangelizador que se extiende por la entonces
provincia del Paraguay, consolidndose como centro formativo de
misioneros frente a otras instalacio-nes jesuticas de la Amrica
espaola y portuguesa. La Compaa es un actor fundamental no slo en
el pasado de la universidad, sino tambin en la historia econmica y
poltica de la regin, como lo muestran los estudios sobre sus
estancias y sobre las tensiones que gener su expul-sin en 1767
(dando lugar a un suculento negocio para la elite local pese a lo
que se suele creer mediante la liquidacin de sus temporalidades).
El derrotero posje-sutico abre el espacio para reflexionar sobre la
impronta del reformismo bor-bnico y sobre el papel de la
universidad en el comienzo de la era revolucionaria. El primer tomo
se completa con una serie de estudios que muestran de qu manera la
densa trama de continuidades que ca-racterizan a la experiencia
decimonnica comienza a ser permeada por modifi-caciones en los
planes de estudio, por la irrupcin de nuevos paradigmas
cientfi-cos, por las relaciones con centros extran-jeros, por la
dinamizacin de la actividad editorial y por las ya sealadas
primeras presencias femeninas.
La refundacin, el segundo mito origi-nario identificado con la
Reforma de 1918, constituye el objeto primordial, aunque no
excluyente, del segundo tomo. Aqu tambin la historia universitaria
transita por un estrecho sendero con la historia poltica de Crdoba
y del pas. No slo porque la Reforma aparece como manifestacin de un
contexto general de reformas polticas a nivel nacional sino tambin
porque, como se nos recuerda en el primero de los trabajos de este
volu-men, dada la estrecha relacin entre elites acadmicas y
polticas, toda reforma de la poltica de la ciudad de Crdoba deba
ser necesariamente una reforma universi-taria. Pese al escenario ms
familiar para los actuales herederos, el pulso crtico se mantiene y
de entrada se nos advierte so-
Periodismo /Parte 1Luis Rodeiro
Portulano
Todos sabemos que Toms Eloy Martnez ha sido en vida un gran
peri-odista y un gran escritor. Hoy, en el da del periodismo, se me
ocurre pensar en l.El periodismo es, ante todo, dice, un acto de
servicio. Ser periodista sig-nifica ponerse en el lugar del otro,
comprender lo otro. Y, a veces, tambin ser otro. Ello exige estudio
y aprendizaje.Y si es un servicio, Toms nos advierte que debemos
saber, que debemos tener en cuenta a quin servimos, cmo lo servimos
y con qu.Por eso, el verdadero periodista, anclado en el acaecer,
establece con el lec-tor o el oyente o el televidente, lo que l
llama un pacto de fidelidades. En primer lugar, segn la
jerarquizacin del maestro, la fidelidad a la propia conciencia. No
se puede obrar por mandato o encargo, es inadmisible la obediencia
debida a editores o inversores. En segundo lugar, seala, la
fi-delidad a la verdad, la fidelidad con la informacin. No es fcil
en la rea-lidad actual del mundo de la comunicacin, donde ms que
revelar una informacin, se procede con la ayuda de la
preponderancia creciente de la imagen, a procesos directos de
fabricacin de la informacin. Y, por ltimo, fidelidad al lector, que
es la razn de ser del periodismo y que implica dejar sentado desde
dnde habla el periodista, cul es la informacin y cul es su
opinin.Para Toms, el ejercicio del periodismo requiere humildad
plena. Y la razn es poderosa. Nos dice que de todas las vocaciones
del hombre, el perio-dismo es aquella en la que hay menos lugar
para las verdades absolutas. Pero esa humildad que exige, conlleva
una actitud. Dice Toms: un periodista que conoce a su lector jams
se exhibe. El periodismo nos recuerda no es un circo para
exhibirse, sino un instrumento para pensar, para crear, para ayudar
al hombre en su eterno combate por una vida ms digna y menos
injusta.Observando los distintos medios, no se puede dejar de
compartir el diag-nstico de Toms Eloy: lo que est enfermando a la
profesin periodstica es una peste de narcisismo, nos seala. Digo
yo: pavos reales que ocupan el centro de la escena, en nombre de
una verdad absoluta, asumiendo la falsa representacin de la
sociedad, escudados en una mentirosa independencia, convertidos en
idelogos del pensamiento nico.Son lo que no entienden la frmula, el
consejo de Toms: es preciso con-traponer al principio de autoridad
postura de aparente privilegio en la que quien escribe esgrime su
propio saber como verdad el principio de responsabilidad. Por eso,
en sus clases de periodismo, Toms clama: a la avidez de
cono-cimiento del lector no se la sacia con el escndalo, sino con
la investigacin honesta. No se la aplaca con golpes de efecto, sino
con la narracin de cada hecho dentro de su contexto y de sus
antecedentes. Al lector no se lo distrae con fuegos de artificio o
con denuncias estrepitosas que se desvanecen al da siguiente, sino
que se lo respeta con la informacin precisa. La senten-cia del
maestro es inapelable: cada vez que un periodista arroja lea en el
fuego fatuo del escndalo est apagando con cenizas el fuego genuino
de la informacin.La llama sagrada del periodismo es la duda,
insiste Toms. All donde los documentos parecen instalar una
certeza, el periodismo instala siempre una pregunta. Preguntar,
indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar:
estos son los verbos capitales de la profesin ms arriesgada y ms
apasionante del mundo, dice su manual de instrucciones.El famoso
caso Watergate para Toms Eloy es aleccionador de lo que sig-nifica
la investigacin, le seduce la idea de que un hecho en apariencia
insig-nificante, concluya con la renuncia forzada de un presidente.
Pero advierte que una mala lectura de este xito periodstico lleva a
realidades negativas.Si un incidente pequeo poda, por obra y gracia
de los medios, transfigu-rarse en una historia mayor, razona Toms,
entonces pensaron algunos haba que salir en busca del escndalo. Los
dramas bien contados podan conmover e hipnotizar a millones. En
cuanto a la investigacin, se lleg a pensar que era legtimo tender
trampas aqu y all, corregir sutilmente la direccin de ciertos
hechos, agrandar otros, inventar testigos, multiplicar las
gargantas profundas. As fue convirtindose en mercanca lo que es,
esencialmente, un servicio a la comunidad. El que quiera entender,
que entienda.
bre la necesidad de revisar la idea de que la Reforma signific,
en lo inme-diato, un cambio sustancial de la vida universitaria de
Crdoba.
Al igual que con el primero de los mi-tos, no se esquiva con el
segundo la ardua tarea de leerlo a partir de sus in-terpretaciones.
Las posibles contradic-ciones pueden superarse acudiendo a la nocin
benjaminiana de constelacin, para reconocer en la Reforma el
mo-mento de invencin de lo poltico en la universidad o, en palabras
del pro-pio Deodoro Roca, de enlace vital de lo universitario con
lo poltico. Desde esta perspectiva, los autores nos llevan a
observar la tensin entre reformistas y antirreformistas; la
insercin social y partidaria de la nueva intelectualidad cordobesa
y su actitud ante el imperia-lismo y los autoritarismos que
desan-gran a Europa en la primera mitad del siglo XX. La relacin
entre reformismo, autonoma universitaria y peronismo abre el
siguiente tramo para dar en-trada, despus, a reflexiones que nos
sitan ya en la segunda mitad del siglo pasado, haciendo foco en el
impacto de las dictaduras militares, en los movi-mientos de
resistencia estudiantil de los sesenta-setenta y en el
providencia-lismo integrista de la ltima dictadura que reflota, en
un marco de absoluta represin, los inveterados lazos con la Iglesia
para volver a pensar la univer-sidad como un espacio de formacin de
almas. En ese sinuoso camino han aparecido tambin trabajos que,
cen-trados en un aspecto especfico, ilus-tran aristas relevantes
del perodo. As, por ejemplo, la acogida de intelectuales europeos
exiliados se refleja en el estu-dio sobre la insercin universitaria
del filsofo italiano Rodolfo Mondolfo; las tensiones polticas que
atraviesan bue-na parte del siglo se pueden mirar a la luz del
periplo de emblemticos docto-rados honoris causa, concedidos y
anu-lados (y, tal vez, an por anular), segn juicios de poca; el
candente tema de la comunicacin social se hace presente en el
profundo anlisis de la historia de los SRT. Queda todava, como
cierre, lugar para pensar la experiencia uni-versitaria durante la
reconstruccin democrtica iniciada tras las elecciones de 1983 y el
posterior momento neo-liberal con su vigente Ley de Educacin
Superior.
Sirva esta apurada sntesis de pequea muestra, injusta por
exigua, del rico material compilado en esta obra que, a nuestro
juicio, logra un cometido complejo. Enfrenta una deuda de me-moria,
es decir, acepta la herencia que justifica la celebracin, pero lo
hace con beneficio de inventario, con dis-cernimiento y conciencia
crtica, sin necesidad de incurrir en apologas in-movilistas o
lecturas melanclicas (muy frecuentes en los registros
con-memorativos) apostando por una de-liberada reinvencin de la
tradicin en la que el pasado se presenta, segn los propios
coordinadores, subordi-nado al futuro. Todo un desafo.
Universidad Nacional de Crdoba. Cuatrocientos aos de historia.
Alicia Servetto y Daniel Saur (comps.) Editorial de la UNC, Crdoba,
2013
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Gaceta de crtica y cultura | Derechos Humanos 6
El fortuito encuentro de los nadies con los sin nombreCsar
Marchesino
El hallazgo de los restos de Diana Triay y Sebastin Llorens,
militantes del PRT-ERP secuestrados y desa-parecidos el 9 de
diciembre de 1975, en barrio Sarmiento de La Matanza, ayud a dar un
nuevo paso hacia adelante en la lucha cotidiana y silenciosa por
arrebatar al desaparecido del lugar de la nada.
Forma parte del derecho la reparacin por violaciones a los
derechos humanos, en su modalidad de satisfaccin y garantas de no
repeticin, el derecho que tiene toda persona y la sociedad, de
conocer la verdad ntegra, completa y pblica sobre los hechos
ocurridos, sus circunstancias especficas y quienes participaron en
ellos. El derecho de una sociedad a conocer ntegramente sobre su
pasado no slo se erige como un modo de reparacin y esclarecimiento
de los hechos ocurridos, sino que tiene el objeto de prevenir
futuras violaciones. CIDH, 1998
El barrio Sarmiento, que las auto-ridades municipales no han
recono-cido como tal y cuyos vecinos luchan constantemente por
serlo, est geogrfi-camente ubicado en las mrgenes del ro La Matanza
y a su vez emplazado en las fronteras de una sociedad que se niega
a reconocer la plena ciudadana de sus habitantes. El 26 de octubre
del 2012 al-gunos de sus pobladores fueron los au-tores
involuntarios de un hallazgo cuyos efectos y alcances sociopolticos
recin
comienzan a desplegarse. En su cotidiana tarea de habitar y
acondicionar el espacio que han tomado de hecho y por derecho,
estos vecinos dieron sorpresivamente con restos seos humanos, los
cuales fueron luego identificados por el Equipo Ar-gentino de
Antropologa Forense como pertenecientes a Diana Triay y Sebastin
Llorens, militantes del PRT/ERP, desapa-recidos en los meses
previos al golpe de 1976.
Slo el azar ms radical, el sinsentido ab-soluto que gobierna los
encuentros y des-encuentros de las historias personales, y por qu
no de la Historia misma, parece ofrecer la posibilidad de la
construccin de un sentido de esas historias bio-grafas y la
Historia que las cobija. Una segunda opcin podra ser postular que
una frrea cadena de causas y efectos, la mayora de las veces oculta
a la limitada comprensin de los individuos, rige el devenir de la
Historia, y por ende el r-gimen de los encuentros y desencuen-tros,
pautando as de antemano aquello
nal de Mara E. Martnez de Pern e talo A. Luder, se lanzaban a la
aniquilacin de los subversivos? Habrn reflexionado tan slo por un
instante sobre las posibili-dades que se abran cuando impunemente
arrojaban los cuerpos inertes de Diana Triay y Sebastin Llorens
junto a otras dos personas en una fosa cavada en la com-plicidad
que ofreca un descampado de la provincia de Buenos Aires?
Seguramente no, tampoco tiene algn valor saberlo. Lo que s se puede
constatar es que su apues-ta por silenciar y desaparecer, convertir
en ausencia, arrebatar y monopolizar la produccin de sentidos de
aquellos suje-tos que apostaban por instituir otro orden subvertir
lo instituido no pudo evi-tar ese encuentro fortuito con esos otros
a los cuales hoy tambin se los condena al silencio. Nada impidi el
encuentro de los restos seos con esos nadies, emi-grantes
indocumentados a los cuales tam-bin se les niegan sistemticamente
hoy el derecho primordial de una identidad frente al Estado que les
permita acceder al reconocimiento de todos los dems derechos bsicos
de cualquier ser huma-no. Fueron precisamente esos nadies, que
apuestan da a da por la organizacin co-munitaria con el firme
objetivo de garan-tizar la defensa de su dignidad, buscando ser un
poco menos nadie en los mrgenes de lo instituido, los que
fortuitamente sa-caron a la luz a aquellos otros sin nombre, a los
cuales los pretendidos dueos del sentido de la Historia se lo
arrebataron de manera impune y sistemtica. Esos se-ores, que se
autodenominan protectores de la patria y paladines de los valores
cris-tianos, hoy siguen privando a la sociedad de esa informacin
vital que permitira a los cados ser despedidos y llorados con
dignidad por sus seres queridos. No obs-tante, no deja de resultar
paradjico, a la vez pleno de simbolismo, que los nadies, sin
proponrselo y en el simple ejercicio cotidiano de ser y habitar
este mundo con dignidad, removieron lo que otros aposta-ban a no
remover.
Sera un absurdo plantearse entonces que el carcter
innegablemente cinematogr-fico de este relato arroja a los sujetos
al lugar de cmodos espectadores de un guin cuyo autor es el azar.
Muy por el contrario, no se puede desconocer que las biografas de
Diana y Sebastin, como as tambin las de aquellos que da a da hacen
el barrio Sarmiento, los miles que confor-man el Movimiento
Nacional Campesino, los familiares que buscan a sus desapa-recidos,
los que sostienen el Equipo de Argentino de Antropologa Forense,
los que circunstancialmente ocupan cargos pblicos en los poderes
del Estado, los que llevan adelante las instituciones abo-cadas a
la reconstruccin de la memoria y muchos otros que luchan da a da
desde su puesto de trabajo, conforman todos, un complejo entramado
en el cual se eviden-cia una clara apuesta por poner en juego su
capacidad instituyente a travs de la creacin de nuevas
significaciones y la resignificacin constante de vetustas
sig-nificaciones detentadas por los que en un pasado cercano
optaron por sofocar toda capacidad instituyente, denominada por
ellos subversin. A todas luces esta apues-ta se constituye como una
reivindicacin
S se puede constatar es que su apuesta por silenciar y
desaparecer, convertir en ausencia, arrebatar y mo-nopolizar la
produccin de sentidos de aquellos sujetos que apostaban por
instituir
otro orden
por venir. La consecuencia ms flagrante es que en ninguno de los
casos es posible aspirar al control y la previsin de lo que
suceder, sin embargo hay que resaltar una sutil diferencia. En el
primer caso se plan-tea la posibilidad de realizar una apuesta por
aquello que se desea, y en el segundo, no resta ms que aceptar el
advenimiento de lo real. Esta sutil diferencia epistmica en el
campo terico cobra una dimensin poltica insoslayable. Se habrn
hecho este tipo de preguntas aquellos que, amparados en los
decretos del gobierno constitucio-
H. Bastos. El mago (fragm
ento). Gel pigmentado, 2002
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La neurona atenta | Gaceta de crtica y cultura 7
Lejos del hogarLiliana Arraya
Osvaldo Soriano escribi una nota, publicada hace 17 aos, en la
que recordaba que el golpe del 76 lo encontr en Bruselas donde el
noticiero de la televisin belga mostraba tipos bigotudos, ceudos y
en-torchados que parecan la caricatura de una irrecuperable
republiqueta bananera. Esa maana dijo supe que haba perdido la
Argentina de mi infancia, la de mi escuela, de mi primer trabajo.
Esa fue una poca en que los argentinos comenzamos a transitar los
caminos del exilio: interno, en el exterior, forzado, nunca querido
y poco hablado, porque qued mini-mizado frente a la desmesura del
horror. Porque exilio significa estar lejos del hogar: nada ms,
nada menos.Y fue Osvaldo Bayer, quien estuvo en Crdoba el mes
pasado con un gru-po de msicos, hablando de su ida forzada del pas,
quien habilit, una conversacin pendiente.Contaba el autor de La
Patagonia rebelde que cuando lleg al aeropuerto de Ezeiza, en el ao
77, a tomar el avin de Lufthansa, acompaado por un representante de
la embajada alemana, que le haba extendido un salvo-conducto, tras
brindarle asilo poltico en ese pas, que a l y al diplomtico de
Alemania los condujeron a una habitacin donde los encerraron, con
llave, mientras el avin con todo su pasaje aguardaba en la pista la
auto-rizacin de salida.Dice Bayer que recin tom nota de su situacin
cuando, despus de una prolongadsima espera, se abri la puerta y
apareci un oficial de la Aeronutica que se identific como
Santuchone que, deshacindose en disculpas con el diplomtico y tras
subrayar el respeto hacia el pas amigo se dirigi a l para decirle:
En cuanto a Ud. debo decirle que no va a volver, jams, jams a pisar
el suelo de la Patria, dando una teatral media vuelta y
franquendole el paso hacia el avin que lo llev al destierro.Cuenta
Soriano, en una nota que public en el 96, que l supo el da que
asumi Videla que perda, como millones de compatriotas, cosas ntimas
e intransferibles: dejaba atrs una manera de explicarme la vida,
los funda-mentos sobre los que haba construido mi propio
imaginario....La dictadura de Videla que haba significado para l el
mal absoluto le impeda entonces perdonar los por algo ser y el
somos derechos y hu-manos. Y sostena que le parecan inexcusables
las conversaciones y los toqueteos con el poder. Los almuerzos de
intelectuales con Videla. La es-trategia de la reverencia, el
codazo y la palmada.Eso pensaban tambin los que iniciaron la campaa
antiargentina de de-nuncia de los crmenes de la Dictadura tras
encontrar cobijo en un pas amigo, posiciones sostenidas, a veces a
las trompadas, frente a otros ex-iliados que promovan el apoyo
crtico a Videla que representaba a Las Palomas frente a Los
Halcones de Menndez. Era mejor estar equivocado contra la dictadura
que tener razn obedecindola, sostena el Gordo Soriano.Y el tiempo
pas y muchos regresaron, como Bayer, que cuenta que cuando volvi,
ocho aos despus, sala a caminar por Buenos Aires, con la espe-ranza
de encontrar al oficial Santuchone, para hacerle un corte de manga
y decirle que se haba equivocado, que estaba aqu, pisando
nuevamente el suelo de la Patria. Otros se quedaron a vivir afuera.
De ellos recibo correos a menudo, uno, desde Barcelona, me dice:
Muri Videla. No me alegr. Tampoco me en-tristec. Sent estupor. Me
llamaron para ir a un acto por su muerte. Pens si tena ganas de
saltar de alegra por la muerte de un asesino y empec a llorar:
desde las diez de la maana..., y ya son las siete y media y no
puedo parar. Me vuelve el pasado, me vuelve el da en que sal del
pas. Su muerte no me devolver esta desubicacin planetaria
constante. Ni de aqu ni de all. O de all pero aqu. Su muerte no
acortar la distancia. Ya est hecho. Al menos cumpli su condena.
Quisiera estar en un pas que sea mo. Ya no s cul. Al menos en un
barrio del cual supiera su historia completa, donde los traidores
que dan nombre a las calles me dijeran algo significa-tivo. Ojal
estuvieras para una tarde de rescate. O de tecito. O de llorera. O
de nada. Extrao. Pods venir un ratito?
permanente por el derecho a crear en el curso de la Historia
nuevos significados, por poner en tela de juicio aquellos que estn
instituidos y por sobre todas las co-sas luchar contra toda
monopolizacin de las significaciones.
De este modo puede afirmarse que la aniquilacin de la subversin
acometida a partir de los primeros aos de los 70 fue ms all de la
dolorosa desaparicin fsica y los vejmenes a los que fueron
sometidos los as llamados subversivos. La por entonces denominada
guerra, no se contentaba con la eliminacin fsica del enemigo, la
batalla de fondo parece haber sido otra, apuntaba a ms largo plazo,
a la instauracin de significaciones que per-mitieran el ejercicio
autoritario del poder en beneficio de una minora privilegiada. Era
necesario, desde la mirada de los que gozaban de esos privilegios,
desterrar la posibilidad de que algn sector de la so-ciedad pudiera
imaginar la posibilidad de subvertir y cuestionar todo orden
institui-do. Los mecanismos atroces a los cuales se ech mano desde
la alianza cvico-militar que se hizo con el poder del Estado fueron
tan salvajes como sutiles. La figura del de-saparecido, que el
genocida recientemente fallecido se encarg de definir de manera
simplona y tajante, pretenda operar como la clausura a toda peticin
de justicia o posibilidad de duelo familiar y social. Al dictaminar
que no estn ni muertos ni vivos, estn desaparecidos, pareca que se
instalaba un vaco sobre el que nada se poda hacer, se institua de
este modo una significacin que por un lado dejaba a los familiares,
y a toda una sociedad, atados de pies y manos en sus reclamos de
jus-ticia y la necesidad de realizar el duelo. Y por el otro,
pareca eximir de toda res-ponsabilidad a los autores de los hechos
que luego se confirmaron en su atrocidad. Pero los derroteros de
las significaciones parecen no estar sellados de antemano, y la
capacidad de creacin de las sociedades
son una muestra de ello. As es como desde el lugar menos
esperado surgi una vez ms la subversin, preguntan-do por lo que no
hay que preguntar, las madres esa figura intachable de la moral
conservadora comenzaron a erosionar el aspecto monoltico del
dis-curso instituido. Esa lucha silenciosa por arrebatar al
desaparecido del lugar de la nada y la persistente demanda por la
justicia inician una tradicin que brega por la reapropiacin de los
sen-tidos, y que de manera lenta y perse-verante va amalgamando un
espectro de luchas por un mundo ms justo. De este modo se va
entretejiendo la ardua tarea de hacer pasar a los desaparecidos al
lugar de los muertos, de aquellos por los cuales se puede exigir
reparacin y se puede realizar el duelo, con esa otra tarea
silenciosa de los nadies por pasar a ser alguien, por tener una
identidad, por ser reconocidos en su ser y en el pleno ejercicio de
sus derechos.
El hallazgo de los restos de Diana Triay y Sebastin Llorens
parece no poder sustraerse a los efectos del azar, nunca hubiesen
alcanzado los esfuerzos tc-nicos, cientficos o judiciales si
alguien se hubiese propuesto encontrarlos all. Ninguna hiptesis de
bsqueda con-duca a ese lugar donde fueron ha-llados. An contra
todo, esto sucedi, unos nadies sacaron a luz a los sin nom-bre y la
fecundidad de este hecho cobra una dimensin insospechada en tanto
recibe cobijo en un entramado de sig-nificaciones que la sociedad
actual ha logrado reconstruir y plasmar en ins-tituciones que
apuestan a la bsqueda permanente por la verdad y la justicia en
todos los mbitos. La creacin y el sostenimiento de las
instituciones que resultan consustanciales con esa bsqueda se
tornan hoy y siempre un desafo ineludible.
Qu haras hombre, tsi no pudieras construir y transformar el
mundo.La madera-mesaEl trigo-panEl cemento-casa.La energa-fuerza
que mueve las pequeas /y las grandes mquinas.Y con tu mismo
cuerpoel mismo cuerpo del hombre...Vamos caminandoLentamente(...)Y
este, el ejrcito de brazos, negros, speros, sedientos.van dejando
tras suyouna semilla.Nada ms, una semillala de un hombre simple,
con la frentedespejada, los ojos bien abiertos el cuerpo erecto.
Los pies firmes sobre la tierra.
Sebastin LlorensImagen: Diana Triay, All est la libertad
(leo)
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Gaceta de crtica y cultura | Cine 8
Distorsiones buclicasAgustn Berti
El filme Salsipuedes pone en evidencia la compleja trama de la
violencia domstica, arriesgando y vencien-do prejuicios y
estereotipos. Salsipuedes, que no transcurre en la homnima
localidad serrana, desentraa a travs de grandes actuaciones y una
slida mirada de autor, la brutalidad y la tensin de esta forma de
violencia en sus facetas menos exploradas.
Deja que pase un momento y volveremos a querernosPaisaje, Franco
Simone
La violencia domstica apareja una tensin entre los trminos que
des-nuda su brutalidad, por ms que se la haya naturalizado con las
cifras atroces de las estadsticas. El adjetivo indica el espacio,
el fondo, en el que la vio-lencia, la figura, transcurre. Ese fondo
es el hogar, hipottico refugio donde replegarse tras el trajn
cotidiano en el vrtigo laboral. Hay una brutalidad excesiva en que
el lugar de la violencia sea privado, domstico. Y sin embargo, para
hacerlo, Mariano Luque filma en exteriores.
Salsipuedes evoca esa tensin en mlti-ples niveles. El ttulo
remite a un lugar pero no transcurre en la localidad del mismo
nombre, corriendo el sentido de lo geogrfico a lo emocional, a la
ence-rrona de Carmen ante la violencia de Rafa, a un paisaje
interior antes que a uno serrano. Pero el desplazamiento no termina
all: Salsipuedes no transcurre en Salsipuedes pero s en las
sierras. Esto
genera en el espectador una paradoja, la extraa sensacin de una
dislocacin precisa. Quien conozca las sierras sabr que la topografa
se corresponde con Calamuchita y no con las Sierras Chi-cas. Quien
no las conozca y preste a-tencin, ver que en los crditos finales se
agradece a la municipalidad de Villa General Belgrano. El ttulo
refiere as a una condicin de sometimiento antes que a un punto en
el mapa.
El fuera de campo es central en la pelcu-la. Solo vemos las
huellas de la violencia fsica que Rafa (Marcelo Arbach) ejerce
sobre Carmen (Mara Santucho). No se nos presenta el acto sino su
resultado, el rostro marcado de la mujer. S pre-senciamos la
violencia verbal, que tam-bin opera en un desplazamiento: los
constantes chistes de Rafa no causan gracia, hieren, incomodan. El
personaje roza el arquetipo local: hombre, clase trabajadora, pelo
un poco ms largo de-trs de la nuca, expansivo y ocurrente. Pero las
humoradas de este cordobs no hacen gracia, ofenden. Para el
especta-dor, rerse de sus chistes implicara una complicidad. Y como
estos no causan
gracia alguna, refuerzan la tensin antes que distenderla. El
personaje cordobs es el fondo sobre el que se recorta la figura de
Rafa.
La pelcula sigue un da de vacaciones de la pareja en un camping
de las sierras y la visita de la hermana y la madre de la mujer. La
tensin que atraviesa la jor-nada es tan evidente como asordinada. Y
en el sonido, Salsipuedes hace pre-sente una violencia que no se
exhibe. La figura de Rafa es atroz pero no grotesca. La actuacin
notable de Arbach, sin embargo, solo es posible contra el fondo que
proporciona Carmen. Es su paisaje interior lo que contrasta la
figura de su marido golpeador.
El filme inicia con una msica entre re-tro y noventosa que nos
introduce a esa incomodidad. Pareciera que el tema, opresivo, no es
parte de la escena. Sin embargo, tras un tiempo prolongado y
angustiante, Carmen baja el volumen de la radio ante el pedido de
Rafa. Ese es el primer desplazamiento que proviene de la asociacin
inesperada del Renault 4 en un camping serrano a una msica que
escapa a ese estereotipo. Una trans-misin de un partido de ftbol,
msica folclrica o cuarteto son previsibles dentro de la trama, la
msica que escu-chamos solo lo sera como parte de la banda sonora.
Que sea Carmen quien la escucha desdibuja la asociacin de
vio-lencia domstica a sectores populares, la universaliza. La
persistente confusin entre lo que a priori parece msica inci-dental
y sin embargo es parte del sonido ambiente es un elemento central
en la tensin, al punto de ofrecer una marca autoral.
La escena ms elocuente de la resolu-cin formal de la tensin
entre audio e imagen, y entre campo visual y fuera de campo, sucede
en el ro. Carmen se su-
Acaso uno de los mejores hallazgos de Salsipuedes es que la
violencia domstica, interior e invisible, se exte-
riorice en los desplazamien-tos sobre el buclico paisaje
serrano de Calamuchita
Frente al Pabelln Argentina. Ciudad Universitaria
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Baldosa floja | Gaceta de crtica y cultura 9
merge completamente y la escena se tor-na azul; bajo el agua
solo omos el ruido del ro. El runrn anula todo lo dems pero es un
refugio apenas momentneo, ya que inevitablemente deber salir a la
superficie. Tras esa inmersin fugaz, ese sbito sustraerse, Carmen
toma mate con su madre y su hermana en la playa, apoyadas contra
una piedra. El ambien-te trae los sonidos del ro y los pjaros, el
dilogo es parco. Algo inesperado irrumpe, demasiado contrastante,
un fragmento de msica thrash que parece Pantera o Sepultura (pero
que es una composicin de Rafael Ibarborde para el filme): una
batera atronando con doble bombo, riffs machacantes y un punteo
veloz de guitarra. La distorsin contrasta de modo brutal con el
paisaje buclico. Solo nos damos cuenta de que se trata del sonido
ambiente que provie-ne de un auto fuera del cuadro porque notamos
cmo el volumen sube y luego baja cuando omos que se abren y se
cierran las puertas.
La escena, el plano fijo sobre Carmen, su madre y su hermana, en
el fastidio de tomar mate en el ro con un auto esta-cionado al
frente escuchando esa msi-ca, atroz para quien no la ha elegido,
hace poner en relieve la tensin que las atraviesa. Es un ejemplo
elocuente del desplazamiento permanente con el que Luque representa
la violencia latente: lo inesperado asociado a los modos en que lo
que escuchamos surge desde dentro de la narracin cinematogr-fica.
Las irrupciones, que subvierten la
Nietos
Necesitaba escribir esta columna. Quise abrir un archivo donde
anoto algunas ideas. Me equivoqu y abr otro. El que abr, tena una
nota a unos amigos editores que me pidieron que eligiera la
historia de un nieto recuperado para un libro para nios que est al
salir. Para elegir al nieto en cuestin, me dieron unos CD
facilitados por Abuelas. De lo que vi y escu-ch en esos CD, me
asaltaron frases, ncleos de dolor que daban vueltas en mi cabeza.
Las anot: Pensamos ignorantemente que era para bien y, como el beb
no estaba destetado, yo me pona el camisn de su madre en los brazos
y as seguimos, me las arregl..., dice una mujer/ ves?, ac est mi
hija con el hijo, ms grande el hijo que ella, dice otra/ Me haban
enseado a saludar al avin. Yo viva cerca de la quinta de Olivos,
miraba al cielo y saludaba al avioncito, sin saber que era Videla
quien haba mandado a matar a mis padres, dice Juan Pablo/ Son los
pequeos rompecabezas de la historia: la verdad siempre encuentra su
fin, no hay nada oculto que no llegue a saberse, dice Gabriel,
ahora pastor adventista/ Se me ocurri todo, menos lo de ser hijo de
desaparecidos, esa es la nica posibilidad que no haba contemplado,
dice Virginia/ Me haba criado en una familia de perros y yo era
gato, dice Horacio/ Llam mi consuegra y dijo se llevaron a los
chicos.../ Fui preparada para no creer nada, hice muy bien el juego
de hacerme la tonta, dice Leticia/ Ahora tengo que conocer a mis
padres y a la vez perderlos, dice Victoria/ Y Laura dice: Yo qued
sola en la casa, sola en la cuna durmiendo/ El nombre es algo que
conservo, algo que mis padres me dieron y nadie pudo quitarme, dice
Mara de las Victorias/ Me puso Juan porque quera que su hijo fuera
simple como su nombre, dice Juan/ Y otro dice: Yo nunca tuve
veintisis aos. Tena veinticinco cuando recuper mi identidad y
entonces resulta que en realidad tena veintisiete, mi pap tena
veintisis cuando se lo llevaron/ Aparec en el pasillo de un
hospital con un cartel en el pecho: mis padres no pueden
cuidarme/Vi una foto en Pgina 12 y grit esta soy yo/ Memorias.
Restos de memoria, porque la verdad de lo ocurrido est repartida
entre todos nosotros, por todo el pas. Una mujer lee a cmara una
carta de su hija desparecida en el 78, cuando termina, levanta los
ojos, dice: cmo sigue esto? / Lo que otra dice, vendra a ser una
respuesta: No s dnde se podra buscar la es-peranza, tal vez en el
deseo y la necesidad de justicia. En aquel momento, anot en aquel
archivo queridos amigos, no s qu dolor elegir si es que se puede
hacer algo as. Entonces, este es un pedido de ayuda, porquesi yo no
puedo elegir, tal vez pueda ser elegida por alguien que necesite
ser contado. bamos mi hermana y yo en un auto, un Peugeot 404 bord,
en la parte de atrs, tomados de la mano, en el asiento de adelante
iban dos hombres. Uno de los hombres era muy flaco, tena cara de
pjaro, me dijo Marcelo, liberado a los cuatro aos en la puerta de
la Casa Cuna, aqu en Crdoba, quien acept ser el nieto de mi relato.
De su oscuro, escondido recuerdo me prend para comenzar un texto
que est incluido en Quien soy, el libro del que les hablo. Del
libro participamos cuatro escritores y cuatro ilustra-dores. Entre
ellos, Paula Bombara, hija de un desaparecido. Ella escribe adems,
un eplogo. En algn lugar de ese eplogo dice a los nios, po-sibles
lectores: Cruzar un ro profundo y arremolinado sin ayuda a veces
lleva muchos aos. Por eso las Abuelas se ocuparon, adems, de formar
un buen equipo de especialistas que puede dar una mano, o dos, o
tirarse al ro a nadar junto a la persona que est surcando esas
aguas.
Mara Teresa Andruetto
expectativa del espectador, van cons-truyendo los fondos sobre
los que se recortan las figuras de los personajes a travs de
contrastes que evitan los arquetipos, que universalizan la
vio-lencia domstica y la arrancan de los lugares comunes.
El siguiente plano general del paisaje del ro sin gente refuerza
el contraste: la naturaleza, y sus sonidos asociados (del agua, de
los pjaros), frente a la violencia de la cultura (el thrash que
sale de los parlantes del auto). Por diez segundos naturaleza y
cultura se superponen y la superposicin no es armnica. Luego Rafa
se mete en el agua. Acaso uno de los mejores ha-llazgos de
Salsipuedes es que la vio-lencia domstica, interior e invisible, se
exteriorice en los desplazamientos sobre el buclico paisaje serrano
de Calamuchita. Eso es posible con la apuesta formal que trabaja
sobre las disonancias entre imagen y sonido, entre expectativa y
realizacin efec-tiva, entre banda sonora y sonido ambiente.
Salsipuedes evidencia la in-comodidad que provoca el tema, y los
modos en que aparece o no en la pan-talla. Si la lucha contra la
violencia domstica debe hacerse venciendo prejuicios, tambin
implica desha-cerse de estereotipos que dejan fuera de campo
demasiadas realidades. All reside la madurez esttica del filme, ms
imprevista an habida cuenta de la juventud de su director.
H. Bastos. Mudo testigo. Gel pigm
entado, s/d.
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Gaceta de crtica y cultura | Debate 1010
Liberacin a la cuartaCarolina Goth y Teresa Sempere
Desde 2005, en diferentes ciudades de Latinoamrica se realiza de
manera simultnea el FLISoL o Festival Latinoamericano de Instalacin
de Software Libre. Con el tiempo e inters creciente de otras
latitudes, ha comenzado a llamarse Iberoamericano. La presencia
cotidiana de las computadoras en la vida de las personas dimensiona
las diferencias entre el denominado software libre y el software
privativo corriendo y amplificando el eje tecnolgico de la
discusin.
La fecha es fija: el cuarto sbado del cuarto mes del ao. Crdoba
viene siendo parte desde el primero de ellos y el ltimo se celebr
el pasado 27 de abril en Ciudad Universitaria.
De un lado estn, los organizadores, aso-ciaciones o grupos
locales de la gran co-munidad mundial del Software Libre y usuarios
que se ofrecen a ayudar. Del otro, los novatos, personas decididas
a pasarse a este software, as como otras que es-cucharon al
respecto y se acercan con una curiosidad, ya recelosa, ya
optimista, pero que de alguna manera los impulsa a de-jar otros
planes de sbado para llegar, por ejemplo, a las bateras D de la UNC
y ver qu se trama all.
Lo que se instala colectivamente es una distribucin de Linux, o
un paquete de programas libres para sistemas operativos que no lo
son. El primer grupo de gente sabe cmo hacerlo y quiere ensear; el
segundo, lleva sus computadoras para realizar la instalacin
acompaados, para aprender, recibir orientacin o incluso los CDs con
los programas para luego inten-tar hacerlo en sus casas.
Libre
Tomando la sigla de FLISoL de atrs para adelante, vale
desentraar la L de Li-bre: de qu o para qu. Gracias a nuestro
idioma, libre se distingue de gratis, acep-ciones que se confunden
en el trmino ingls free y en algunos preconceptos sobre software
libre; que puede ser gratis, aunque no necesariamente. En cambio,
son cuatro las libertades que, cual caba-llitos de batalla,
defiende: la de usar un programa con cualquier fin, la de
estu-diarlo y adaptarlo, la de distribuir copias a otros y, la
cuarta, de introducir mejoras en ese programa y hacerlas pblicas.
Estas libertades se convierten en derechos para sus usuarios y son
las que lo distinguen de lo que se llama, por oposicin, soft-ware
privativo. En este segundo grupo, ingresan los programas y sistemas
opera-tivos de Microsoft y Macintosh, por nom-brar lo ms
conocido.
GNU/Linux es el ms famoso de los sistemas operativos libres:
aquello que se instala en una computadora cuando se la libera. Para
ser exactos, se instala siempre alguna de sus distribuciones
(pa-
quetes de aplicaciones preparadas para la comodidad del
usuario). Las hay para todos los gustos y necesidades, para
ex-pertos o principiantes, mquinas nuevas o viejitas, y mltiples
usos. Una de las ms populares, la que se viene instalando los
ltimos festivales de Crdoba, es Ubun-tu, cuyo eslogan: Linux para
seres hu-manos, apunta a su facilidad de uso y a desterrar el
prurito de que usar software libre es cosa de raros seres
informticos, difciles de encontrar en la vida cotidiana.
Festivo
Ahora bien, de adelante para atrs, la F de FLISoL afirma que se
trata de un festival. Y qu hay de festivo en un montn de gente
instalando un sistema operativo en distintas mquinas? Ocurre que
estarn all compartiendo algo, un saber, una he-rramienta, una forma
distinta de ver las cosas. Acuden quienes quieren aprender y
cambiar algo en apariencia tan banal como sus computadoras, al
software libre o a esa otra forma de ver qu descubren entonces, o
se vuelve coherente con el resto de su cotidianeidad. En el dar y
reci-bir, en la sinergia colaborativa que circula cada vez, hay
alegra, hay fiesta. Este ao, el FLISoL de Crdoba sum charlas sobre
hardware y software libre en educacin, bibliotecas, cooperativas y
pymes; redes libres; robtica; comple-mentos para optimizacin de
navega-dores y licencias Creative Commons. Un muestrario de cmo el
software libre es aplicable a un gran y diverso nmero de usos
sociales (tantos como requieran de software) y cmo, desde hace aos,
se acompaa y ampla a un fenmeno ma-yor, que lo excede y lo toma
como ejemplo. La llamada Cultura Libre reclama sus li-bertades
usar, compartir, estudiar, modi-ficar pues, una vez que se entiende
que el software no es otra cosa que una escritura, stas se expanden
a ms lenguajes y a lo que todos ellos transmiten: conocimiento.
De la compu a la cabeza
La presencia de computadoras en la vida diaria no para de
crecer. Como muchas herramientas, son utilizadas sin que casi nadie
se detenga a preguntarse de dnde vienen, a qu intereses responde su
indus-tria o si hay alternativas a nivel individual o social. Con
algo tan intangible (y para muchos ininteligible) como el software,
ocurre lo mismo. No es raro, teniendo en cuenta que casi cada
computadora con la que las personas tienen contacto lleva un nico
sistema operativo, que no pueden aprender a intervenir y que
siempre pide actualizarse para seguir.
En la poca conciencia y falta de educacin tecnolgica, se
confunden sistemas ope-rativos con programas, como internet con
google o incluso facebook. El software libre es percibido como, al
menos, algo muy extrao. Y sin embargo, lo utilizan desde Google a
Amazon, pasando por la NASA. Acudimos a sus principios cada vez que
navegamos en Mozilla o recu-
HuayraHuayra (huayra.conectarigualdad.gob.ar), la distribucin de
Linux creada especialmente para el programa Conectar Igualdad,
estuvo presente en el FLISoL de este ao en Crdoba y otras ciudades
argentinas. Docentes preocu-pados por implementarlo en el aula
acudieron a instalarlo en sus netbooks.En su momento, la comunidad
de Software Libre reprob la decisin del pro-grama de pagar
licencias de software privativo, perpetuando la naturalizacin de su
uso, en lugar de apostar a una poltica tecnolgica completamente
democrtica y emancipatoria. Huayra representara una renovada
posibilidad de incorporar el software libre en la escuela, as como
en la cotidianeidad de muchos chicos y sus familias.
H. Bastos. La yegua blanca. Gel pigmentado, 2005
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Teoremas | Gaceta de crtica y cultura 11
Existe vida fuera de la Tierra? Esta pregunta es muy antigua, de
al-guna manera nace con las religiones y las mitologas que
involu-cran la existencia de seres en otros mundos. La respuesta a
esta pregunta no ha cambiado en esencia desde la antigedad: no se
ha encontrado ninguna evidencia verificable que indique la
existencia de vida fuera de nuestro planeta. Sin embargo, si bien
la respuesta es la misma, la forma de la pregunta ha cambiado
significativamente. Esta pregunta se volvi ms precisa y en cierto
sentido condensa todo el conocimiento adquirido en astronoma y
biologa. Existen millones de estrellas y muchas de ellas tienen
planetas que orbitan de manera similar a la Tierra alrededor del
Sol. No hay ninguna razn para creer que la Tierra ocupa algn rincn
distin-guido en el universo. El mecanismo de la evolucin podra
comenzar en cualquier otra parte si las condiciones fueran
apropiadas. Entonces, no solo es posible la existencia de vida
extraterrestre, sino que incluso resul-tara muy extraa su ausencia.
La pregunta pas del terreno de la creencia y la fe al de una
bsqueda sistemtica.El astrnomo y divulgador cientfico Carl Sagan
fue un pionero en esta bsqueda. Las distancias que nos separan de
otros planetas fuera del siste-ma solar son inmensas, un viaje de
exploracin con naves espaciales es imposible por ahora. Para buscar
seales de vida inteligente lo ms con-veniente es utilizar ondas de
radio. Si los extraterrestres son capaces de desarrollar tecnologa,
entonces quizs puedan emitir seales de radio que escapen a la
atmsfera de su planeta y sean captadas por los radiotelesco-pios
terrestres. Y lo inverso tambin puede suceder, que ellos detecten
al-gn mensaje enviado por los terrcolas. En 1974 desde el
radiotelescopio de Arecibo fue enviado un mensaje al cmulo estelar
M13, Sagan fue uno de sus redactores. La seal demorar 25.000 aos en
llegar a destino.Qu sucedera si se descubre vida inteligente en
otro planeta? Las especu-laciones al respecto han sido
innumerables, esto no es de extraar porque la sola posibilidad de
semejante encuentro es fascinante. Quizs la nica manera en que
podemos imaginarlo es a travs de vagas comparaciones con otros
encuentros que s han sucedido.En primer lugar los encuentros entre
dos civilizaciones humanas muy diferentes que estaban aisladas una
de otra y que se encuentran de re-pente. Hay varios ejemplos en la
historia, el ms impresionante fue el descubrimiento de Amrica por
Europa y las calamidades que produjo. Luego tenemos los encuentros
con civilizaciones pasadas, a travs de sus ruinas. Quizs el
contacto con seres de otros mundos se asemeje al desci-framiento de
un jeroglfico que viene del pasado, porque cuando la seal llegue a
la Tierra, a lo mejor los que la emitieron ya dejaron de existir
hace mucho tiempo.A la convivencia entre los animales y los hombres
podemos pensarla tam-bin como uno de esos encuentros. Un hormiguero
representa una civili-zacin que tiene un desarrollo tecnolgico
inferior al de los hombres. Las hormigas han convivido con los
humanos por milenios sin que esto les haya ayudado a su desarrollo
en lo ms mnimo. Parece que la diferencia es tan grande entre las
dos culturas que una de ellas ni siquiera nota la presencia de la
otra.Por ltimo, pienso en las araas. Una telaraa es una construccin
deli-cada y admirable, todos nos hemos quedado alguna vez
observando los diseos de sus hilos intangibles, o mirando los
destellos de luz de las gotas de agua atrapadas en ella despus la
lluvia. En general, esto sucede cuando las encontramos al aire
libre, pero si las vemos dentro de una habitacin no solo son
consideradas un tipo de suciedad, sino que muchas veces son el
smbolo mismo del abandono y el olvido. La construccin de la araa
convive con la construccin de los hombres solo cuando sta est en
rui-nas. La hermosa telaraa no contribuye a la belleza de la
habitacin sino que seala su decadencia.Nuestras ciudades se parecen
a telaraas luminosas cuando las vemos des-de un avin. Me pregunto
si estas ciudades no sealan, como las telaraas, la ruina de alguna
otra construccin que no alcanzamos a divisar y que ha sido
abandonada por sus creadores hace mucho tiempo.
TelaraasSergio Dain
rrimos a Wikipedia. Se dice, adems, que libre es la condicin
originaria del soft-ware; hasta que empez a empaquetarse bajo
copyright para ser comercializado, no fue necesario marcar la
diferencia.
Las distribuciones GNU/Linux son cada vez ms numerosas,
amigables y es-tticas, los virus no los afectan (ese pre-concepto
no es errado) y muchas son gratuitas. Sin embargo, el software
libre no es la solucin mgica para todos los problemas tcnicos.
Exige, por parte del usuario, una predisposicin a resolver
dificultades. Existe una enorme cantidad de personas en los foros
de internet, como en los festivales de instalacin a quienes
preguntar y en quienes apoyarse durante la migracin. En ese
proceso, lo ms valioso que se puede conseguir es una mayor
conciencia de la tecnologa y de su cualidad comunitaria.
Es as que la causa del Software Libre no se simplifica en una
batalla pica contra su homlogo privativo; apunta a aumen-tar las
libertades tecnolgicas por el in-tercambio y aprendizaje
constantes, apor-tando a una construccin colaborativa de lo social.
Por esta razn aunque a simple vista no parezca y los propios
saberes in-formticos puedan ser pocos es que de-cidir qu sistema
operativo usar resulta, tambin, una toma de posicin poltica.
Crdoba Copyleft
Los usuarios que organizan ao a ao el FLISoL en Crdoba
(flisolcba.com.ar) pertenecen a SLUC (Software Libre UTN Crdoba:
sluc.org.ar) y GrULiC (Grupo de Usuarios de Software Libre de
Crdo-ba: grulic.org.ar).
En la ciudad, adems encontramos distin-tos grupos o proyectos en
marcha vincu-lados al mundo del Software y la Cultura Libre:
Fernets (fernets.org): Red digital libre y comunitaria que opera
en la ciudad de Crdoba y alrededores, construida y ad-ministrada de
forma colaborativa por sus propios usuarios. Pretende garantizar la
descentralizacin, evitar la monopoli-zacin de recursos, respetar la
neutrali-dad de la red y asegurar un acceso pblico y libre.
KUG Crdoba (kohacordoba.wordpress.com): Es el grupo de usuarios
de Koha, un software libre y gratuito para administrar procesos
bibliotecarios y gestionar servi-cios a los usuarios. Con servidor
web pro-pio, da cabida a organizaciones culturales y sociales,
bibliotecas populares, escolares, especializadas, etc. y provee
adems de este sistema integrado de gestin otros softwares libres
para uso y difusin. KUG Crdoba participa en la organizacin del
FLISoL y realiza, adems, el KohaFest anualmente. Algunos de sus
integrantes han conformado un Nodo Regional de soporte tcnico a
Bibliotecas Populares en el uso del sistema de gestin bibliotecaria
oficial de Conabip (DIGIBEPE). Este proyecto, nacido en una
biblioteca popu-lar de Crdoba, actualmente da servicio a un total
de setecientas bibliotecas popula-res de todo el pas.
La Universidad Nacional de Crdoba desarrolla tambin estrategias
que pro-mueven el acceso al conocimiento sin restricciones. Desde
2010, dos espacios digitales institucionales visibilizan la
pro-duccin intelectual de sus investigadores. El primero es el
Repositorio Digital Li-bre (rdu.unc.edu.ar), con una plataforma
basada en DSpace, software de cdigo a-bierto de autora del MIT
(Massachusetts Institute of Technology). El segundo es el Portal de
Revistas de la UNC (revistas.unc.edu.ar), que alberga las revistas
aca-dmicas, cientficas y culturales editadas por la Universidad; su
plataforma utiliza un software de cdigo abierto llamado Open
Journal System, creado por el PKP (Public Knowledge Project) y
liberado bajo licencia GNU.Por otra parte, el rea de Tecnologa
Edu-cativa de la Facultad de Filosofa y Hu-manidades, junto a la
Direccin General de Educacin Superior, han construido un
interesante repositorio virtual llamado Ansenuza tambin en base a
DSpace que alberga multitud de materiales educa-tivos para formacin
y desarrollo docente (ansenuza.unc.edu.ar).
Fundacin Va Libre (vialibre.org.ar), sita en Crdoba, trabaja a
nivel nacional por la difusin del software libre y sus principios
de libertad y solidaridad como una posicin ciudadana, pensando en
mejorar un entorno social atravesado por las TICs (Tecnologas de la
Informacin y la Comunicacin).
Porque lo instrumental es poltico: en Casa13 se realiza, desde
el ao pasado, un ciclo de talleres y charlas complemen-tarias de
software libre. Como un Taller de robtica para artistas, encaminado
a generar dispositivos autnomos (a.k.a. Robots), mediante conceptos
bsicos en programacin y electrnica aplicados a proyectos artsticos.
En los prximos me-ses, se prev un Taller de produccin musi-cal:
msica y software libre y otro Taller de sintetizadores analgicos.
Adems, la posi-bilidad de organizar una mesa de trabajo
colaborativo de Edicin de Video en Kden-Live, con personas
interesadas en apren-der, investigar y compartir experiencias sobre
este programa. Contacto: [email protected].
caro por Valentin Basel (sistema-icaro.blogspot.com.ar):
Proyecto de enseanza de robtica educativa barata y fcil de fabricar
desarrollado con software y hardware libre para colegios primarios
y secundarios.
Nmade por Lila Pagola (nomade.org.ar): Proyecto que plantea la
construccin de interfaces entre software libre y artistas
encaminadas a brindar apoyo informati-vo-tcnico y reducir la brecha
entre teora (ideologa, discusiones) y prctica (mi-gracin al uso de
software libre).
Vacui Spacii, por Nikila y Martn Es-choyez
(www.vacuispacii.org): Proyecto colaborativo que documenta la
rea-lizacin de veintin cortos de animacin experimental con software
libre, en el que se comparten videos y fuentes. Los mate-riales se
encuentran liberados para que cualquier artista pueda
resignificarlos, manipulando imagen y sonido.
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Gaceta de crtica y cultura | Entrevista 12
ver con la revisin judicial y simblica del Terrorismo de Estado.
Eso fue muy fuerte y tiene que ver con que el kirch-nerismo o Nstor
Kirchner lee lo que fue la devastadora crisis de 2001 para las
instituciones estatales y plantea que hay que generar una nueva
base sobre la cual hablar de lo pblico y el Estado. Al hacerlo
reconoce la importancia dramtica de la dictadura, y hasta qu punto
transform drsticamente la composicin social argentina. El tema es
que, al mismo tiempo en que encuen-tra su expresin simblica en los
70, declara agotado ese horizonte de insur-gencia. Ese es un
interrogante que siem-pre tiende a dejar abierta la pregunta. Si lo
penss desde la perspectiva de los juicios, ah no hay ningn problema
res-pecto de la memoria del pasado. Pero si lo penss en relacin al
camporismo, s hay un problema, porque esa primavera estuvo ligada a
movimientos que eran rebeldes e insurgentes. Entonces, esa tensin
siempre aparece. Porque por un lado, ese legado da oxgeno, pero por
el otro a veces aparece la presidenta y habla, o dice: lo nuestro
es el capita-lismo. As que por momentos prefiero que esas memorias
flotantes argentinas queden como interrogantes. Si dejas eso en la
incertidumbre, abrs la puerta a que se d una disputa al interior
del propio movimiento poltico respecto del significado que tienen
esas memo-rias, que no se cerraran slo en un ca-pitalismo
desarrollista. Eso, pensndolo en el horizonte de los 40 aos.La
democracia argentina
Tambin este ao se cumplen 30 aos de la recuperacin de la
democracia...
Conversaciones con Mara Pa Lpez y Diego Tatin
Universidad pblica y proyecto nacional Mariano Pacheco
Invitados por ADIUC, una charla en torno a la consigna
Universidad Pblica y Proyecto Nacional fue la excusa para realizar
esta conversacin con dos miembros de Carta Abierta: Mara Pa Lpez
(sociloga por la Universidad de Buenos Aires) y Diego Tatin (Decano
de la Facultad de Filosofa y Humanidades de la Universidad Nacional
de Crdoba). Lo que sigue es el resultado de aquel encuentro.
Este es un ao plagado de efemrides con sentidos recargados.
Partiendo del aniversario por los 200 aos de la abolicin de la
esclavitud, con la Asam-blea General Constituyente, hasta los ms
cercanos del siglo XX (en diciembre: 30 aos de democracia
ininterrumpida, luego de siete de dictadura, que plasm un verdadero
Proceso de Reorganizacin Nacional; en mayo: 40 aos de la asun-cin
de Hctor J. Cmpora como presi-dente, tras 18 aos de proscripcin del
peronismo) y, finalmente, ya en el nuevo milenio, tambin el 25 de
mayo, los 10 aos de la asuncin de Nstor Kirch-ner a la presidencia
de la Nacin, luego de la larga dcada del neoliberalismo
(1989-2003).
Partiendo de la idea de que el pasado no es algo esttico, que
est all atrs, en un tiempo cronolgico lineal, sino que opera en el
presente a travs de diversas hue-llas, qu reflexin podran hacer de
es-tas tres ltimas fechas?El kichnerismo: una dcada despus
Pa Lpez se propone colocar el balance de los diez aos en la
secuencia de las otras dos fechas, y sostiene que ah s pue-den
pensarse claramente algunas cuestio-nes claves de la dcada.
En relacin a 1973, salta a la vista el dilogo complejo que el
kirchnerismo tiene con los aos 70, y fundamental-mente, con la
insurgencia de esos aos. Porque por un lado, es claro que uno de
los elementos fundacionales del kirch-nerismo es que plantea que
haba que refundar las instituciones estatales so-bre un nuevo pacto
tico, que tena que
Me parece que la democracia, en su mejor acepcin, es enfrentar
poderes, diceTatin. Y enseguida aclara: dentro de una
institucionalidad. Pero generar igualdad al interior de
determinadas instituciones implica, necesariamente, confrontar
poderes y destituir privile-gios.El decano de la FFyH de la UNC
habla pausado, pero no como pensando en el momento los conceptos
sino como quien, mientras conversa, busca las pa-labras adecuadas
para expresar cada idea. Contina Tatin:En ese sentido, hay siempre
una di-mensin salvaje de la democracia; no est definida por lo
prohibido o lo permitido, por la ley, sino que la ley, los
procedimientos, las instituciones concretas de un sistema
democrtico son el efecto inmanente de un conjunto de deseos, de
imaginaciones y de poten-cias que no estn regladas por la ley ni
por las instituciones o los procedimien-tos, sino ms bien impactan
en ellos, los conmueven.
Enseguida agrega:La palabra de orden en 1973 era la de
liberacin. La asuncin de Cmpora para la que vinieron entre otros el
presidente chileno Salvador Allende y Osvaldo Dortics, entonces
presidente de Cuba haba colocado en el centro
del debate al socialismo nacional; creo que un legado plenamente
vigente de aquella breve experiencia es su perspec-tiva regional,
la integracin latinoame-ricana, que es retomada con fuerza des-de
2003. En 1983 la palabra de orden se desplaza de liberacin a
democracia. Desde entonces, construir una institu-cionalidad
democrtica que perdure es el desafo. En 1983 el contenido de la
palabra democracia refera sobre todo a los derechos polticos, los
derechos ci-viles, lesionados o inexistentes durante muchos aos.
Desde entonces, y hasta ahora, el concepto de democracia se ha
profundizado. Ha habido en la Argenti-na una paulatina conquista de
derechos sociales, pero tambin econmicos y ya no solo polticos.
La temporalidad poltica, de todos mo-dos aclara Tatin- es una
temporalidad quebrada, no hay linealidad.
Desde 2003 a esta parte, la palabra que organiza la conciencia
pblica son los derechos, su conquista. Se verifica una
democratizacin creciente en el curso de los ltimos 30 aos. Es muy
difcil entender la concrecin de la Ley de Ma-trimonio Igualitario
sin considerar el antecedente de las luchas que se dieron en los 80
por la Ley de divorcio. Tampo-co es posible pensar en la actual
aper-tura de los juicios contra el Terrorismo de Estado sin la
experiencia del Juicio a las Juntas en 1985.Profundizacin del
modelo?
Mara Pa Lpez sostiene que el kirch-nerismo esun conjunto de
medidas de
En 1973 la perspectiva revo-lucionaria ocupaba el centro de la
poltica; actualmente, si
una construccin del socia-lismo es posible, lo es por va
democrtica
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Entrevista | Gaceta de crtica y cultura 13
gobierno que, a medida que aumentan su conflictividad, aumenta
tambin su caudal militante, fortalece su identidad y su caudal
electoral.Por eso lo define comoun movimiento extrao que se va
generando al calor de los hechos, cons-tituyendo fuerza propia a
medida que aumentan los conflictos.En ese sentido, aclara, la
consigna de profundizar los cambios, no la veo descartada, aunque
no se anuncia como tal. Porque en el ltimo tiempo son otros los
enunciados que aparecen en el discurso de Cristina y digo Cristina
porque es la enuncia-dora central y casi nica del kichne-rismo, que
despus atraviesan el cam-po poltico. En los ltimos tiempos oper un
desplazamiento discursivo, que tendi a plantear el problema de la
Nacin por sobre las otras cosas, inclu-so con la idea de la patria,
de la solidari-dad, que me parece que tienen que ver con una idea
que parte de que es posible gobernar, no centrando la
gobernabili-dad en el aspecto conflictivista, que s es el aspecto
de una eleccin, en la cual tens que decir que vos represents una
parte distinta a la otra parte, sino que como presidenta hace una
apelacin al conjunto, poniendo nfasis entodos, por ejemplo, la
presidenta de todos los argentinos o la patria es el otro, son
enunciados que hacen a esta dinmica. Pero al mismo tiempo, no deja
de pro-ducir hechos conflictivistas.Para cerrar su idea sobre
eldesplazamiento discur-sivo, Mara Pa pone el ejemplo de la
designacin del nuevo Papa: Fijate, se saca una foto con Bergoglio y
en medio de la conciliacin universal saca la Ley de Reforma de la
Justicia.
Ms all del desarrollismo
En relacin al puente que se establece en-tre 2003 y 1973, algo
que puede notarse, es la ausencia de enunciacin de un modelo que no
sea a la vez otro sistema social. Se habla del modelo en
contra-posicin al neoliberalismo, es cierto, pero hay algo que seal
Horacio Gonzlez, ya no me acuerdo dnde, que me pare-ci interesante.
Dijo que le llamaba la atencin que en los ltimos aos no haya
surgido al interior del peronismo la in-quietud por la palabra
socialismo, muy presente en los aos 70. Y uno podra agregar que es
slo una cuestin del pasado, si observamos que en la ltima dcada
estuvo presente en Latinoa-mrica, sobre todo en la experiencia del
Movimiento Bolivariano de Venezuela, o en menor medida en Bolivia,
donde el instrumento poltico de los movimientos sociales con el que
Evo Morales llega a la presidencia se llama Movimiento al
So-cialismo. Sin embargo, en Argentina, se habla de un capitalismo
serio. Entonces la pregunta apunta a si ven que en la ac-tualidad
de nuestro pas, hay alguna po-sibilidad de esbozar un modelo, un
tipo de sociedad que trascienda al capitalis-mo, aunque ste no sea
financiero.Mara Pa Lpez: Me parece que hay dos planos en esta
pregunta. Por un lado, en Argentina, que tenemos una tradicin ms de
nombres propios, y en particular porque se est discutiendo con el
legado del peronismo, se le puso el nombre de kirchnerismo, a
diferencia de otras latitudes, en las cuales se hizo un esfuerzo
por nombrar las experien-cias de otra manera (socialismo del siglo
XXI en Venezuela), ac ese atajo
nos impidi darnos ese debate: sobre qu hay despus del desarrollo
y de la reparacin social. O si la ampliacin de derechos no llega a
constituir nuevas lgicas sociales que impediran repro-ducir el mero
capitalismo.
Para m todo esto est abierto, y a la vez, en un momento muy
trgico. Est abierto como horizonte de deseo de muchos sectores,
pero al mismo tiempo est como condenado al interrogante acerca de
si la situacin no est de-masiado frgil y los enemigos demasia-do
poderosos, como para que eso no termine de tornar la situacin del
todo frgil. Una situacin as obliga a re-visar el conjunto de
alianzas que tiene el kirchnerismo, que incluye a sectores muy
conservadores del partido justi-cialista. Entonces: cmo se discute
el modelo de desarrollo con el gobierno de San Juan? Cmo se discute
la propie-dad de las tierras con el gobernador de Formosa dentro de
la alianza electoral? Todo esto en un contexto, adems, en el cual
el componente denigratorio y to-talitario de la oposicin, respecto
de la idea de liquidar todo lo que ha hecho el kirchnerismo, pone a
muchos sectores del movimiento a la defensiva y bloquea este tipo
de discusiones: hasta qu pun-to el conjunto de reformas realizadas
hasta el momento abren otro tipo de posibilidad, que nos obligara a
buscar otro nombre distinto.Diego Tatin: Es la expectativa de
muchos de nosotros que hemos sido transformados por este proceso,
que es obviamente capitalista (de un tipo de capitalismo, que a
diferencia de otros tiende a ser inclusivo), pero que tiene
una dimensin de aventura muy impor-tante. Todo el proceso
actual, regional, latinoamericano tiene esas caractersti-cas. Uno
de los horizontes es que todo esto desemboque en algn tipo de
so-cialismo. La gran diferencia con el 73 es que ahora hay dos
trminos, socialismo y democracia, que antes estaban rei-dos y ahora
se componen y potencian. En 1973 la perspectiva revolucionaria
ocupaba el centro de la poltica; actual-mente, si una construccin
del socialis-mo es posible, lo es por va democrtica. Hay
experiencias impulsadas por parti-dos explcitamente socialistas
(como el Movimiento al Socialismo en Bolivia, o el Partido
Socialista Unificado de Venezuela) que estn llevando adelante
transformaciones profundas por va democrtica y en el marco de una
insti-tucionalidad democrtica. Eso aparece como novedoso, y da
cuenta de que se ha tomado nota de una derrota histri-ca en cuanto
a la construccin del so-cialismo. Y me parece que en Argentina
estamos tambin en ese horizonte de posibilidades, sin ningn tipo de
ga-rantas en cuanto a su resultado, porque el mismo proceso puede
devenir en lo contrario de s, bajo ciertas circunstan-cias. Por eso
resulta fundamental que la actual experiencia nacional y popular se
abra a la interlocucin con un con-junto de movimientos sociales que
es-tn polticamente activos, provenientes de otras tradiciones, por
ejemplo la au-tonomista, que ha tenido siempre una desconfianza
hacia el Estado, pero me parece que ese dilogo, entre tradicio-nes
y realidades diferentes de entender la poltica, es hoy fundamental
para asegurar conquistas.
Fotografa: Soledad Soler
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Gaceta de crtica y cultura | Informe 14
La UNC en nmeros a 400 aos de existenciaUna ciudad, un mundo,
una UniversidadBettina Marengo
La Universidad Nacional de Crdoba, que tiene las dimensiones
propias de las ciudades ms grandes de nuestra provincia, y cuatro
siglos de vida, atraves con gran protagonismo las ms diversas
etapas de la historia latinoamericana. Reflejamos en este informe
la relevancia de una de las instituciones ms impor-tantes del
pas.
Los cincuenta varones catlicos que en 1613 se iniciaron en
Filosofa y Teo-loga en los claustros del Colegio Mximo creado por
los jesuitas en aquella Crdo-ba apenas cuarentona, seguramente jams
pensaron que cuatrocientos aos despus, 120 mil chicos y chicas de
toda la regin transcurriran sus pasos en la Universidad Nacional de
Crdoba, ni que lo haran en una institucin laica, pblica y
gratuita.
Hoy, la primera universidad fundada en la Argentina y segunda de
Amrica, tiene la dimensin de una ciudad de la provin-cia, y entre
ellas ocupara el tercer lugar en economa y poblacin, detrs de la
Capi-tal y de Ro Cuarto.Segn datos oficiales de 2009, en el pas
estudian 1.312.549 personas en las 47 uni-versidades nacionales. De
esa cantidad, ms del 9% asiste a la UNC. Si se suman los 8.115
docentes y los 3.632 no docentes actuales de esta Casa, la poblacin
total asciende a 132.616 almas, el equivalente a una vez y media la
poblacin de Villa Mara. Con 1.800 millones previstos para gastar en
2012, la Casa de Trejo, llamada as en honor al obispo que la fund
en 1613, maneja un presupuesto slo superado en
Crdoba por el gobierno provincial y la Municipalidad capitalina.
Todo un dato que tiene que ver con el aumento del por-centaje de
Producto Bruto Interno desti-nado a la educacin superior que se
viene registrando desde 2003 a la fecha.En sus 400 aos de
existencia, la UNC ha dado 270 mil egresados en las distintas
carreras de pregrado, grado y posgrado que se dictan.Pero lejos de
ser homognea en el tiem-po, la evolucin de la graduacin y del
in-greso es un reflejo de la historia poltica y social del pas. La
mayora se concen-tra a partir de la segunda mitad del siglo XX,
cuando la gratuidad de la enseanza y el ingreso irrestricto
dispuestos por el primer gobierno peronista increment notablemente
la matrcula.Pero segn datos tomados de la sntesis del Anuario
Estadstico 2011 realizado por el Programa de Estadsticas
Uni-versitarias de la Secretara de Asuntos Acadmicos de la UNC, la
explosin de las graduaciones, con casi 200 mil t-tulos, se observa
en los ltimos 35 aos, prcticamente a partir de la recuperacin
democrtica de 1983. Esta cifra va en lnea con las estadsticas
globales de las universidades pblicas argentinas.
Con todo, el primer salto cuantitativo se dio en las dcadas
posteriores a la Refor-ma de 1918, donde se registr un nivel de
egreso siete veces superior a los aos precedentes, bajo el impulso
del ascenso de las clases medias, la aspiracin de mi hijo el dotor
y la democratizacin que signific el movimiento poltico-estu-diantil
reformista.En cuanto a la relacin ingreso-egreso, en el ltimo
decenio, segn la fuente citada arriba, cada 100 nuevos inscriptos
hay 35 titulados, con tendencia decreciente en los ltimos aos por
el impacto del creci-miento de los anotados.
Una ciudad, un mundo
La UNC se extiende geogrficamente por ms de 1100 hectreas, con
357.659 m2 de superficie cubierta propia y 15.500 m2 nuevos
construidos. El grueso de su terri-torio se ubica en la Ciudad
Universitaria, finalizada hacia 1960. Como la Manzana Jesutica
patrimonio de la Humanidad desde 2005 donde funciona el Recto-rado,
ese predio y su geografa humana es una de las caractersticas ms
notables de la ciudad de Crdoba. Hacia abril de 2012, segn datos
del departamento de
Estadsticas de la institucin, el 44% de los estudiantes
perteneca a Crdoba Capital y el 29,1% al interior de Crdoba. En
tanto, el 9,5% provena del Noroeste argentino, el 4,1% a Cuyo, 5,5%
a las pro-vincias del Sur, el 5,6% al Litoral y Centro, y 2,2% al
Noreste argentino.El universo de la Universidad Nacional de Crdoba,
que contiende con la de La Plata por el segundo lugar en tamao,
despus de la Universidad de Buenos Ai-res, comprende 13 facultades,
2 colegios secundarios (el Monserrat y el Manuel Belgrano), 102
centros de Investigacin y Servicios, 25 bibliotecas, 17 museos,
cinco centros de salud pblica, dos obser-vatorios astronmicos, un
laboratorio de hemoderivados, una editorial, dos radios, dos
canales de televisin, 22 predios de-portivos y tres dependencias
del Come-dor Universitario.Aquellos iniciales estudios de Teologa e
Historia con que debutaran los jesuitas, se multiplicaron hasta
llegar a 84 carre-ras de grado, 15 carreras de pregrado y 187 de
posgrado, la actual oferta educa-tiva de la Universidad. Esto no se
hizo de un da para otro: en 1813, ao de la Asamblea que aboli la
esclavitud y los ttulos nobiliarios, el entonces rector Gre-
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Informe | Gaceta de crtica y cultura 1515
gorio Funes renov el plan de estudios, ya sin jesuitas ni
franciscanos en la ins-titucin, a cargo del clero secular. En el
siglo XIX, como consecuencia tarda del Iluminismo europeo del siglo
anterior, y con el pas organizado polticamente, se aboli la
enseanza teolgica (1864), se crearon las facultades de Ciencias
Fsico-Matemticas (1876) y de Derecho (1877), y se fund Ciencias
Mdicas. Pero fue en el siglo XX cuando se inaugur la mayo-ra de las
unidades acadmicas que hoy conocemos. Y en 2011 se cre la Facultad
de Artes, ltima por el momento, sobre la base de las escuelas
artsticas de Filosofa y Humanidades.La variedad de la oferta
educativa que se observa desde 1930 a la fecha no est acompaada en
forma homognea por las carreras elegidas. Las tradicionales Derecho
y Ciencias Mdicas ocupan desde hace varios aos el primer lugar, y
las ciencias duras siguen a la cola de las opciones. Segn el
anuario estadstico mencionado, entre abril de 2011 y abril de 2012,
de los 6.518 egresados, el 23% sali de Derecho y Ciencias Sociales,
el 22% de Ciencias Mdicas, el 14% de Cien-cias Econmicas, el 9% de
Arquitectura, el 8% de Psicologa, el 5% de Filosofa y Humanidades.
El 5% de Odontologa, el 4% de Ciencias Qumicas, el 4% de Cien-cias
Exactas, Fsicas y Naturales, el 3% de Ciencias Agropecuarias, el 2%
de Len-guas, y el 1% de Matemtica, Astronoma y Fsica.
Un lugar en el escenario principal
Los datos precedentes (necesariamente incompletos) hablan de la
dimensin institucional de la UNC y de su enver-gadura como centro
de produccin de conocimiento, ciencia y tcnica. Pero me-nos
cuantificable, est el poder, el lugar social, y el protagonismo que
esta Casa
ejerci con altos y bajos en sus 400 aos. Los innumerables
cuadros polticos que salieron de sus aulas y su rol en distintos
episodios que marcaron la historia argen-tina, dan cuenta de
ello.En 1918 la juventud argentina de Cr-doba le habl a los hombres
libres de Sudamrica. Ese es el comienzo del Mani-fiesto Liminar de
la Reforma Universitar-ia que redact Deodoro Roca, plasmando la
intencin de los reformistas de que el movimiento no quedara
encapsulado en los claustros de la UNC, sino que se di-fundiera a
nivel continental. Y as fue: las banderas centrales del 18
autonoma, cogobierno, libertad de ctedra, unidad obrero estudiantil
eran tambin las preo-cupaciones bsicas de las organizaciones y
universidades latinoamericanas. Por eso la Reforma se extendi a
Venezuela, Cuba, Costa Rica, Panam, Chile, Mxico y Per. Varias
dcadas despus, en mayo de 1969, los universitarios cordobeses
fueron actores protagnicos de la re-vuelta obrero-estudiantil
conocida como el Cordobazo, que signific el comienzo del fin de la
dictadura de Ongana, res-ponsable en 1966 del asesinato de
San-tiago Pampilln, estudiante de esta Casa y obrero de
Renault.Esta politizacin y movilizacin en los claustros
universitarios entre los aos 60 y parte de los 70 explica la
magnitud de la represin que ejerci en todo el mbito de la UNC el
terrorismo de Estado instau-rado en 1976 pero que comenz en 1974,
con la llamada misin Ivanissevich y la Triple A sembrando el terror
en los claustros.Centenares de alumnos y docentes desa-parecieron o
fueron muertos, y muchsi-mos otros debieron exiliarse para salvar
sus vidas. Libros quemados, ctedras ce-rradas, proyectos acadmicos
cancelados.Hoy, luego de perder el gravitante peso poltico y
cultural que tuvo (proceso que
se agudiz durante el auge neoliberal de los 90) la UNC trabaja
para recuperarlo, en una sociedad que ya no cree en el
cono-cimiento y los estudios superiores como base para la
movilizacin social ascen-dente. Y que suele ver a las universidades
como una especie de sociedad cerrada, con prcticas, normas y
conflictos aleja-dos de su inters y comprensin.El esfuerzo est, y
el rol que ocup la Casa de Trejo en la discusin de la ley de
Ser-vicios de Comunicacin Audiovisual, es una muestra de ello. O la
organizacin de los debates preelectorales de los comicios de 2011.
Estos 400 aos, dijo la exrectora Carolina Scotto cuando inaugur los
fes-tejos de los cuatro siglos, el 13 de mayo de 2012, hablan de la
necesidad que tenemos de fortalecer nuestra memoria con la
co-munidad, la de los universitarios actuales, la de las
generaciones pasadas (...) la de los ciudadanos que an esperan
ejercer el derecho a que nuestra tarea tambin los incluya.
La deuda de la inclusin
El sistema universitario argentino es uno de los ms inclusivos
del mundo, pero sigue siendo muy escasa la insercin de jvenes que
provienen de sectores pobres, y la UNC no es la excepcin. Informes
nacionales de 2010 establecen que el 12,2% de los estudiantes de
universidades pblicas de todo el pas pertenecen a los quintiles 1 y
2 de la pirmide social, los de ms bajos niveles de ingresos, contra
el 30,9% del quintil 5, el ms favorecido econmicamente, el 27,5%
del quintil 4, y el 17,6% del 3.Segn datos estadsticos de la Casa
de Tre-jo, al ao 2011 el 21,6% de la poblacin de Crdoba de entre 18
y 23 aos estudiaba en estos claustros, pero a la luz de la
distri-bucin social mencionada arriba, la ma-yora pertenece a
sectores medios y altos.
En 1949 se eliminaron los aranceles uni-versitarios y la
gratuidad de la enseanza se mantiene desde entonces, pese a que la
Ley Federal de Educacin de 1995 trat de limitar el ingreso y allan
el camino para el arancelamiento. En 2006 se aprob la Ley de
Educacin N 26.206, que en su artculo 11, inciso h, afirma que el
Estado debe garantizar a todos/as el acceso y las condiciones para
la permanencia y el egreso de los diferentes niveles del sistema
educativo, asegurando la gratuidad de los servicios de gestin
estatal, en todos los niveles y modalidades. Para asegurar la
gratuidad, en Crdoba el Consejo Supe-rior de esta Universidad derog
la orde-nanza 5/90 en la que se regulaba la con-tribucin
estudiantil, que desde 2011 ya no rige.El tema de la inclusin no se
enlaza sola-mente con lo econmico, sino tambin con los limitantes
sociales, simblicos, culturales y hasta de gnero que hacen de
barrera para el ingreso y la permanencia en la educacin superior.
En ese sentido, en 2011 la UNC aprob la ordenanza de Identidad
autopercibida, que le facilit el camino a los estudiantes
transgnero. En el tema monetario, los tres millones de pesos
otorgados en becas por la Subse-cretara de Inclusin en 2012, ayudan
a la inclusin de la poblacin ms vulnerable a la universidad pblica,
y el nuevo rector, Francisco Tamarit, ha expresado pblica-mente la
necesidad de abrir aun ms las puertas de entrada a la
Universidad.La asimetra en el acceso de sectores po-bres y
provenientes de familias de menor nivel de instruccin se hace
evidente en la conformacin del estudiantado, pero fundamentalmente
en el perfil de los egresados.Segn datos del Anuario Estadstico
2011 de la Universidad de Crdoba, un poco ms del 20% de los
estudiantes tiene pa-dre o madre con nivel universitario com-pleto,
pero el porcentaje se eleva a casi el 30% en relacin a los
egresados en carre-ras de grado, lo que constituye la