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Una Introducción al Cristianismo Bíblico

Jul 13, 2016

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Voviendo a las fuentes...
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Page 1: Una Introducción al Cristianismo Bíblico
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UNA INTRODUCCIÓN AL CRISTIANISMO BÍBLICO

Plácido Ferrándiz A., Marzo 2016en Novelda (Alicante)

© Los derechos de lo que en esta obra sea del Señor Jesús, son de Él, y por tanto de su Cuerpo; si algo no es conforme a su Palabra, no se recomienda reproducir en ningún modo por su bien, sino más bien olvidar. En el primer caso, se permite la reproducción total, con la única condición de citar la fuente, a fin de que pueda comprobarse y preservarse la autenticidad del texto.

Las citas bíblicas son tomadas generalmente de la traducción Reina Valera Actualizada 2006

Publicado por: Obed [email protected] PDF en Din A5, para imprimir como libro tamaño cuartilla.

Blog: http://laiglesiaennovelda.blogspot.com.es/

facebook: https://www.facebook.com/placido.ferrandiz

Google plus: google.com/+PlácidoFerrándiz

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SUMARIO

● Aclarando los términos ........................................................... 5

Capítulo 1: El Evangelio (Buenas Noticias): un mensaje de vida o muerte que es necesario desempolvar ............. 8

Capítulo 2: ¿Cuáles son esas Buenas Noticias? (Un breve resumen) ................................................................. 11

Capítulo 3: El ser humano fue creado con un propósito ........... 14 Capítulo 4: El ser humano fracasó y cayó del propósito de Dios 18

Capítulo 5: Las Buenas Noticias acerca de Jesús y la venida del Reino de Dios .............................................................................. 27

Capítulo 6: La respuesta al Evangelio que Dios espera .............. 54

Capítulo 7: La salvación que nos hace aptos para el Reino y paraalcanzar el propósito original de Dios. El aspecto individual ...... 63 I. La salvación y sus tiempos ................................................ 64 II. 1ª etapa de la salvación: la salvación de nuestro espíritu ... 67 III. 2ª etapa de la salvación: la salvación de nuestra alma ...... 81 IV. 3ª etapa de la salvación: la salvación de nuestro cuerpo ... 109

Capítulo 8: La salvación que nos hace aptos para el Reino y para alcanzar el propósito original de Dios. El aspecto social ......... 113

I. Origen, naturaleza y misión de la Asamblea de Jesús el Mesías ............................................................................... 114

II. La vida normal de la Asamblea del Rey de Dios ............... 1251. El anuncio del Evangelio ............................................ 1252. La vida de la Iglesia es la vida en la que conocemos

a Dios .......................................................................... 128

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3. La vida de la Iglesia es la vida donde expresamos al Dios triuno ............................................................. 132

4. La vida de la iglesia es una vida de servicio, cuidado y edificación mutuos ....................................... 136

5. El Alimento celestial de la Asamblea de Dios .............. 1436. En comunicación con Dios ............................................ 1457. La vida de la iglesia es conforme al modelo ordenado

por Dios: 'los odres nuevos'............................................. 146 - las iglesias locales ....................................................... 148

- el liderazgo y gobierno en las iglesias locales ............ 151

III. La historia de la Iglesia y el principio del remanente ..... 161

● Apéndice: resumiendo algunos hitos fundamentales en la formación y desarrollo del Catolicismo Romano .................... 197

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ACLARANDO LOS TÉRMINOS

"Introducción"

"Introducción" porque mi propósito es presentar tan solo una panorámica inicial del cristianismo bíblico para que el lector pueda hacerse una primera idea, no exhaustiva, pero suficiente, de lo que es el cristianismo bíblico. "Introducción" porque el cristianismo bíblico es una llamada divina a tomar un camino de vida, demanda una decisión, es eminentemente práctico, es una experiencia de vida. Por tanto, aquí sólo estaremos apuntando descriptivamente esa experiencia vital.

"Al Cristianismo"

El primer nombre por el que se identificaba el grupo de los que seguían a Jesús era “los del Camino”:

“1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (Hechos 9:1-2).

Los que seguían a Jesús, los discípulos de Jesús, eran 'los de este Camino', es decir, el Camino del Señor Jesús. Jesús vino a enseñar el camino de regreso a Dios, porque todos andábamos en nuestros propios caminos, desobedientes y rebeldes a Dios, esclavos del pecado y del poder de la muerte:

“Hay un camino que al hombre le parece derecho, pero que al final es camino de muerte” (Proverbios 14:12).

Entonces“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí” (Juan 14:6).

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El Camino del Señor es el Señor Jesús mismo.

“24 Llegó entonces a Efeso cierto judío llamado Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras. 25 Este había sido instruido en el Camino del Señor; y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas acerca de Jesús, aunque conocía solamente el bautismo de Juan. 26 Comenzó a predicar con valentía en la sinagoga, y cuando Priscila y Aquilas le oyeron, le tomaron aparte y le expusieron con mayor exactitud el Camino de Dios” (Hechos 18:24-26).

"Camino" hace referencia a la manera de conducirse en la vida, la manera de vivir. El Camino de Dios, el Camino del Señor Jesús, es la manera de vivir conforme a la voluntad de Dios. En las sagradas Escrituras recibe varios nombres:

El Camino de Dios (Mateo 22:16; Marcos 12:14; Lucas 20:21; Hechos de los Apóstoles18:26)

El Camino del Señor (Hechos de los Apóstoles 18:25) El Camino de salvación (Hechos 16:17) El Camino de justicia (Mateo 21:32; 2Pedro 2:21) El Camino de paz (Romanos 3:17) El Camino recto (2Pedro 2:15) El Camino de la verdad (2Pedro 2:2) El Camino que lleva a la vida (Mateo 7:14)

Pero muy pronto, y por primera vez en Antioquía de Siria, se comenzó a llamar "cristianos" a los discípulos de Jesús, pues eran "seguidores del Cristo":

"Y sucedió que se reunieron todo un año con la iglesia y enseñaron a mucha gente. Y los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquía" (Hechos de los Apóstoles 11:26).

Fue, pues, un nombre dado por los que observaban desde fuera, decían: estos son discípulos/seguidores de Jesús considerado "el

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Cristo" (enseguida veremos el significado e implicaciones de ese término).

Por tanto, este libro es una introducción al Camino del Señor, a la manera de vivir conforme a la voluntad de Dios según Jesús de Nazaret, llamado el Cristo.

"Bíblico"

Me adhiero a la corriente de aquellos cristianos que vienen tratando de descubrir el cristianismo en sus fuentes, tal como salió de las manos de Jesús y sus apóstoles guiados por el Espíritu de Jesucristo, y quedó registrado en el Nuevo Testamento; antes de ser afectado por siglos de teologías y tradiciones de hombres, modificado al beber en fuentes diferentes a la Biblia, y desfigurado por la infidelidad y miseria humanas.

Tratamos aquí de presentar, pues, el Cristianismo tal como es enseñado en las sagradas Escrituras, tratando con toda honestidad de interpretarlas conforme a los criterios comunes de la sana interpretación y los criterios que la Palabra misma de Dios suministra para interpretarse a sí misma. Expongo esto con más detalle aquí:

https://goo.gl/It6eyC

Por eso todo el tiempo estaré tratando de poner al lector en contacto directo con la Palabra de Dios.

Apelo a la responsabilidad, honestidad y conciencia del lector para que haga sus propias comprobaciones.

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Un mensaje de vida o muerte que es necesario desempolvar

"Jesús dijo a sus discípulos:id por todo el mundo

y proclamad el evangelio a toda la creación.El que crea y sea bautizado, será salvado;

pero el que no crea, será condenado" (Evangelio de Marcos 16:15-16).

"Evangelio" es un término griego que significa "buenas noticias". Se usaba para referirse a la proclamación pública de un gran evento histórico que cambiaba la situación de los oyentes y que requería una respuesta; por ejemplo una victoria en la guerra o la ascensión de un nuevo rey. Esto nos ayuda a entender que

Este anuncio tiene poder para salvar a todos los que creen, también a ti, que estás leyendo esto:

"Porque no me avergüenzo del evangelio; pues es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree..." (Rm 1:16).

Por tanto, nadie debe engañarse: el Evangelio no es salvación y buenas noticias para todos, sino "para los que que creen"; para los que

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el Evangelio acerca de Jesús y el Reino de Dioses la proclamación pública de hechos o eventos

históricos trascendentales para la Historia del Mundo y el destino de cada ser humano:

de la respuesta que cada uno dé a esa proclamación depende su salvación eterna

o su condenación eterna.

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no creen, es una sentencia de condenación. Porque el Evangelio es Dios mismo ofreciendo su salvación.

Los hechos que se proclaman son bien definidos y sencillos de entender por cualquiera, los cuales fueron presenciados por testigos oculares que convivieron con Jesús de Nazaret1. Ellos primeramente dieron testimonio oral de los mismos, y luego registraron su testimonio en los escritos que se conocen como "el Nuevo Testamento", la segunda parte de la Biblia. La mayoría de ellos pagaron por ese testimonio con sus propias vidas.

La fiabilidad histórica y credibilidad de esos escritos y su trasmisión hasta nosotros está avalada por sólidas y contundentes evidencias que están a disposición de cualquier persona que desee honestamente comprobar la verdad. Puedes encontrar mi estudio "La credibilidad y fiabilidad de la Biblia" aquí:

http://goo.gl/qOGL6t

Es cierto que la debilidad y la tendencia humana a la corrupción es grande. También es cierto que además el diablo odia y busca destruir la Biblia y todas las cosas de Dios, y se emplea a fondo para que las personas la ignoren, duden de su credibilidad y veracidad, y la desechen como mera palabra de hombres, de modo que así sean privadas de la Revelación y la Salvación de Dios.

Yo viví un Tiempo en Orihuela, por donde pasa el río Segura, si es que a aquello se le podía llamar 'río'. Las aguas eran negras, el olor horroroso, sobre todo en verano... Cada ciudad por la que el río pasa restaba caudal y añadía carga de contaminación, especialmente a su paso por Murcia. A medida que uno iba remontando ciudades hacia su nacimiento, podía comprobar que el caudal del río era mayor y el color del agua mejor. El río no nace en Murcia, viene de Albacete. Pero tampoco nace en Albacete, sino en Jaén, cerca de Santiago-

1 Compruébalo en 2ªPedro 1:16; 1Juan 1:1-3; Lc 1:1-4; Hechos 1:1-3; 1ªCor 15:6-8; Hch 10:39-42; 1ªPe 5:1; Hch 1:9; Hch 2:22; Hch 26:24-26.

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Pontones. Allí nace cristalino el Segura.

Ocurre algo similar con el Cristianismo. Tan pronto como el río echó a correr, recibió merma y contaminación en cada estación histórica. Algo positivo se iba perdiendo, y algo negativo y extraño se iba añadiendo, resultando alterado y contaminado el conjunto. Y desgraciadamente el cristianismo que hemos conocido y experimentado no siempre coincide con el cristianismo bíblico.

Esta tendencia a la corrupción es grande, ¡pero más grande es el poder de Dios para preservar su mensaje y hacerlo llegar a todo aquel que busque la verdad de todo corazón!

¡Por eso Dios, en su sabiduría, nos dejó la Biblia!: así Dios aseguró que cualquiera, en cualquier lugar y época histórica, pueda regresar si quiere a comprobar el Cristianismo en sus fuentes, es decir, el Cristianismo como salió de las manos de Jesús y sus discípulos enviados a proclamar y enseñar su mensaje. Un mensaje que ha transformado millones de vidas de todas las épocas, razas y culturas, y que ha impactado decisivamente en la historia del mundo.

De modo que, sea cual sea tu idea del Cristianismo, y tu postura respecto de él, te invito ahora conocer y revisar las Buenas Noticias de Dios en sus fuentes, y examinar por ti mismo los pasajes más importantes de las Sagradas Escrituras donde son presentadas. Es un asunto demasiado importante como para no buscar la verdad al respecto.

¡Date un momento para atender este mensaje que viene de lo Alto! No tienes nada que perder, y sí mucho que ganar. Un alto en tu camino puede ser decisivo para tu destino eterno, y para vivir desde hoy mismo una vida plena. No descartes el Evangelio que te puede salvar sin considerarlo detenidamente...

Pido a Dios que así sea.

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¿CUÁLES SON ESAS BUENAS NOTICIAS?

El Evangelio de Dios es un mensaje de salvación, sumamente profundo y rico, cuyo contenido es la Persona de Jesús de Nazaret, su anuncio y enseñanza, y su obra salvadora.

Podemos resumir así lo elemental del Evangelio que Dios, en su amor, ha mandado proclamar a todos los hombres:

El Reino de Dios, el Gobierno de los Cielos sobre la Tierra, ya ha irrumpido en la actual era de nuestra Historia.

Jesús de Nazaret es:

► el Hijo eterno de Dios hecho hombre (su identidad),

► y el Mesías o Cristo de Dios (su misión), es decir, la persona escogida por Dios para traer Su Reino, su Gobierno a la tierra, derrotando al usurpador, el dios de este mundo: Satanás, y su imperio maligno.

Dada nuestra condición caída, Jesús el Cristo realizó la tremenda obra de salvación que necesitamos para poder entrar en el Reino de Dios, la cual llevó a cabo por medio de:

► su muerte expiatoria en la cruz por nuestros pecados,

► y su resurrección de entre los muertos para posibilitarnos un nuevo comienzo.

Jesucristo fue exaltado al Trono de Dios, se le dio toda autoridad como Señor del universo, y fue designado Juez de vivos y muertos. Y es inminente su regreso en gloria y poder para juzgar al mundo con justicia y asumir el gobierno del mundo estableciendo el Reinado eterno de Dios.

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Dios manda a todos los hombres que se arrepientan de su rebeldía y sus pecados y crean estas Buenas Noticias para recibir su rica y gran salvación, que nos reconcilia con Dios, nos libra de su justo juicio y nos hace aptos para entrar en Su Reino.

Estimado lector, si todavía no conocías estas Buenas Noticias o no has recibido a Jesús aún, lo que acabas de leer está siendo usado por Dios en estos momentos para hablarte a ti personalmente:

"Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios os exhorta por medio nuestro, rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios! (...) Y así nosotros, como colaboradores, os exhortamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios; porque dice: 'En tiempo favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí'. ¡He aquí ahora el tiempo más favorable! ¡He aquí ahora el día de salvación!" (2ª Carta a los corintios 5:20: 6:1-2)

***

Permíteme acompañarte, con la ayuda de Dios y de las Escrituras, a entender mejor este crucial mensaje de Dios.

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Muchos se están dejando arrastrar por la creencia, contraria a toda evidencia, de que este universo existe por azar, sin ningún propósito ni sentido (es decir, ¡que es absurdo!). Y es cierto que si no hubiera Dios, así sería todo, incluidas nuestras vidas: un absurdo. ¡Pero hay Dios!, y ha revelado en la Biblia que Él ha creado el universo como un espacio de encuentro, ¡como el escenario para tener una relación viva y amorosa contigo y conmigo!

Dios se propuso crear al Hombre: "Adám", es decir, al Género Humano, en la complementariedad de varón y mujer ("Adam significa "hecho de la Adamah": de la Tierra). Y se propuso hacerlo 'a su imagen y semejanza'. De la misma manera que un guante es diseñado 'conforme a la imagen y semejanza' de la mano que ha de contener, ¡el ser humano fue hecho como un recipiente para contener la Vida de Dios, para contener a Dios mismo!

Dios nos diseñó en tres dimensiones: cuerpo, alma y espíritu:

“Entonces el SEÑOR Dios formó al hombre del polvo de la tierra (cuerpo), y sopló en su nariz aliento de vidas (espíritu);

y fue el hombre alma viviente" (Génesis 2:7)

“...el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser: espíritu, alma y cuerpo, sean guardados...” (1ª Tesalonicenses 5:23)

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EL SER HUMANO FUE CREADO CON UN PROPÓSITO

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a) el cuerpo (‘basar’ en hebreo, ‘soma’ en griego) es el órgano que nos vincula al mundo físico y visible, y nos permite relacionarnos y desenvolvernos en él; está constituido por los sentidos físicos, los diferentes sistemas, aparatos y órganos biológicos, los instintos y pasiones naturales necesarios para la reproducción y supervivencia;

b) el ‘aliento’ o espíritu (‘neshamá’ y ‘ruaj’ en hebreo, ‘pneuma’ en griego) es creado por el mismo Aliento de Dios, "el Padre de los espíritus", y con él es dada la vida. Es el órgano que nos capacita para la comunicación y comunión con Dios (que es Espíritu, es decir, de naturaleza espiritual, invisible); y nos capacita también para contenerlo a modo de vaso: tiene la forma de Dios, por eso ninguna otra cosa puede llenar el espíritu humano, por eso ninguna otra cosa puede satisfacernos plenamente, ¡estamos hechos para lo eterno! Su función básica es la conciencia, la voz de Dios en el interior del hombre aprobando el bien y condenando el mal.

Pero en el texto hebreo original la expresión aparece en plural “aliento de vidas” (enseguida vemos esto);

c) el alma (‘nefesh’ en hebreo, ‘psijé’ en griego) resultó del contacto del espíritu con la materia, del ‘aliento de vidas’ insuflado en la nariz de la figura hecha con el polvo de la tierra. Es la personalidad del hombre, su carácter, el ‘yo’, dotado de mente (razón, memoria, imaginación…), emoción (sentimientos, afectos...) y voluntad (preferencias, intenciones, motivaciones, capacidad de elegir y decidir...).

¿Por qué, entonces, dice "aliento de vidas", en plural? El Nuevo Testamento, usando el rico vocabulario griego, nos muestra tres clases de ‘vida’:

la vida ‘bio’ (biológica), la vida ‘psijé’ (vida psíquica, vida del alma), y la vida ‘zoé’ (la Vida divina, eterna).

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Dios insufló vida ‘biológica’ y ‘psíquica’ en Adán, pero además le fue dado un espíritu capaz de recibir la Vida ‘zoé’ al comer de "el fruto del árbol de la Vida"...

Las primeras páginas de la biblia expresan este propósito del Creador simbolizado en el 'árbol de la vida' que colocó en el centro del jardín del Edén, invitando al Hombre a comer de él. Comer del 'árbol de la vida' significaba recibir la Vida divina como vida propia para vivir por medio de ella.

El objetivo de crear al hombre con este diseño y ofrecerle la Vida divina era capacitarlo para señorear, gobernar, reinar sobre toda la Tierra en unión con Dios, en su Nombre, representándole, expresándole, conteniéndole. Y así 'labrar' el jardín de Edén (cultivar, desarrollar la Tierra según los propósitos de Dios) y 'guardarlo' (protegerlo, defenderlo de la infiltración de "la serpiente" (Satanás) y su Pecado de rebelión). Para lo cual Dios se puso en el centro del jardín simbolizado por el 'Árbol de la Vida', ofreciéndose para ser comido y asimilado (espiritualmente, por la fe)... Tal árbol es una figura de Cristo:

"Y plantó el Señor Dios un jardín en Edén, en el oriente, y puso allí al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar de la tierra toda clase de árboles atractivos a la vista y buenos para comer; también en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Tomó, pues, el Señor Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivase y lo guardase (...) Y el Señor Dios mandó al hombre diciendo: "Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás" (Génesis 2:8-17).

"Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1ª Carta de Juan

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5:11-12).

Al recibir al Hijo, el espíritu humano sería así habitado por Él, en una comunión de Vida y Amor, llenando desde allí el alma, y por medio del cuerpo, gobernar (reinar) sobre la creación entera:

"Entonces dijo Dios: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la tierra'. Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Dios los bendijo y les dijo: 'Sed fecundos y multiplicaos. Llenad la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra" (Génesis 1:26-28).

Dios dio el don de la libertad a la Humanidad para poder hacer esta decisión, porque sin libertad, sin posibilidad de escoger, sería imposible establecer la alianza de amor que Dios buscaba...

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Pero nuestros primeros padres decidieron comer del único árbol que estaba prohibido: "el árbol del conocimiento del bien y del mal", sin hacer caso a la advertencia de Dios:

"El Señor Dios hizo brotar de la tierra toda clase de árboles atractivos a la vista y buenos para comer; también en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (...) Y Señor Dios mandó al hombre diciendo: 'Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás'" (Génesis 2:8-17).

Si comer del árbol de la vida representa la aceptación del Plan de Dios, reconociendo su Autoridad para vivir en obediencia y dependencia de Él, comer del árbol del conocimiento del bien y del mal representa su rechazo, la rebelión e independencia de Dios, preferir vivir por nosotros mismos, por nuestros propios recursos, independientes y al margen de Dios; significa la pretensión de ponerse a uno mismo en el centro, ocupando el lugar de Dios. Así formuló su oferta "la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás"2:

"...Ciertamente no moriréis. Es que Dios sabe que el día que comáis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal" (Génesis 3:4-5).

Esta fue la esencia de la rebelión satánica contra la Autoridad de Dios, el origen del mal en el universo:

2 Ver Apocalipsis 12:9

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EL SER HUMANO FRACASÓ Y CAYÓ DEL PROPÓSITO DE DIOS

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"Tú has dicho en tu corazón: ’Subiré al cielo en lo alto; hasta las estrellas de Dios levantaré mi trono y me sentaré en el monte de la asamblea, en las regiones más distantes del norte. Subiré sobre las alturas de las nubes y seré semejante al Altísimo" (Isaías 14: 13-143).

Esto es la esencia de lo que la Biblia llama "Pecado", el fruto prohibido que "comieron" nuestros primeros padres, con unas consecuencias catastróficas.

No es casual que Satanás se presentara en Edén bajo la forma de una serpiente: él 'encantó' a su presa, la Raza humana representada en Adán (varón y mujer), y la mordió inyectándole su veneno: la rebelión, el Pecado... dándoles así muerte.

El veneno del Pecado que Satanás inyectó en Adán y su mujer dañó, alteró, pervirtió la estructura de la naturaleza humana, que vino a ser una naturaleza pecaminosa, "vendida al poder del Pecado"4, el cual opera como una ley que le empuja inexorablemente a cometer 'pecados'.

El ser humano se convirtió un ser 'pecador'. No sólo 'hacemos' pecados, sino que después de la Caída 'somos' pecadores. El 'Pecado' es como la raíz, 'los pecados' son los frutos naturales de esa raíz:

3 Ver Isaías 14:12-17 y Ezequiel 28:12-19, donde la Escritura nos revela la historia de "Lucero", ahora Satanás, por detrás de ciertos gobernantes tiránicos.

4 Ver Romanos 7:14

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E inexorable vino el fruto del pecado: la muerte, tal como había advertido Dios, porque no puede ser otra la consecuencia de rechazar la vida ‘zoé’, la Vida eterna de Dios. Desconectarse de Aquel que es la Fuente de la Vida verdadera, conduce naturalmente a la muerte. Por medio del pecado de Adán entró la muerte en el mundo:

“...porque la paga del pecado es muerte...” (Romanos 6:23a)

"Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Romanos 5:12).

Cuando Adán y Eva se reprodujeron, reprodujeron lo que tenían: esta naturaleza caída como la estamos describiendo. Como descendientes de Adán, al venir a este mundo todos nosotros heredamos naturalmente su naturaleza caída:

'...por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron constituidos pecadores...' (Romanos 5:19)

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Así, habiendo sido creados para vivir eternamente, quedamos a merced del poder de la muerte.

Primero murió el espíritu humano, quedando inhabilitados para percibir a Dios y comunicarnos con Dios, y por tanto, para alcanzar el glorioso propósito para el que fuimos creados:

"...porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios" (Romanos 3:23).

El yo del hombre, el alma humana, perdió la orientación del espíritu, que le conecta con Dios. Incapaz de seguir a Dios en su espíritu y obedecerlo poniendo su cuerpo a su servicio, el alma quedó hinchada (desfigurada) en su propia autosuficiencia; y controlada por el Pecado, se convirtió en un 'ego' que sólo puede vivir para sí mismo. Dios quedó destronado del corazón humano, y ahora es el 'YO' quien

gobierna.

El cuerpo quedó desestructurado: los instintos y apetitos naturales con que el Creador lo dotó se desordenaron, tendiendo a desviarse de la finalidad para la que fueron puestos, convirtiéndose en pulsiones pecaminosas que inclinan el alma humana al pecado: son "la bajas pasiones", los malos deseos o "concupiscencias". Enfermedades psíquicas y físicas, discapacidades, deformidades, degeneración.., vinieron sombre la Humanidad como consecuencias del Pecado y manifestaciones del poder de la Muerte sobre el alma y el cuerpo del Hombre, hasta que finalmente la muerte se extiende a todo su ser consumándose con la muerte corporal, regresando al polvo de donde fue tomado.

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Pero el pecado y la muerte también se extienden por las relaciones humanas, introduciéndose la mentira, la dominación, las desigualdades, las injusticias, las violencias, la codicia... Las cuales han ido cristalizando en estructuras económicas y sociales que matan a millones de seres humanos y destruyen la naturaleza...

Finalmente, al crear al Hombre como cabeza de la Creación, Dios había sometido el destino de toda la Creación al destino del Género Humano. De modo que cuando la Humanidad cayó por su rebelión contra el Creador, toda la Creación quedó sujeta a la esclavitud de la corrupción:

"Pues la creación aguarda con ardiente anhelo la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación ha sido sujetada a la vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sujetó, en esperanza de que aun la creación misma será librada de la esclavitud de la corrupción, para entrar a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora" (Romanos 8:19-22).

El Mundo se volvió así un Sistema hostil a Dios, a todo lo de Dios, a la vida misma.., bajo el dominio de Satanás, "el príncipe de este mundo", como le llamaba Jesús. ¿Por qué? Como hemos visto, Dios delegó su Autoridad en Adán para gobernar el mundo en Su Nombre. Pero al desobedecer a Dios y seguir la voz de "la serpiente antigua,

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que es el diablo y Satanás", Adán entregó la autoridad sobre el mundo a Satanás. Por eso, una de las tentaciones con que el diablo tentó a Jesús para apartarlo del Plan de Dios fue así:

"Al llevarle a una altura, le mostró todos los reinos de la tierra en un momento. Y el diablo le dijo: —A ti te daré toda autoridad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y la doy a quien yo quiero. Por esto, si tú me adoras, todo será tuyo" (Lucas 4:5-7).

Y el apóstol y evangelista Juan dice, enseñado por Jesús, en su primera carta:

"Sabemos que (...) el mundo entero está bajo el maligno" (1ª Juan 5:19).

El mundo, en este sentido, es el sistema mundial satánico: el 'orden' conforme al cual está configurado este mundo bajo su poder. Sistemas políticos y económicos, sistemas de trabajo y consumo, religiones, ideologías y filosofías, culturas y modas, ciencia y tecnología, medios de comunicación, formas de ocio y distracción, multimedia... son realidades secuestradas o creadas por "el dios de este mundo" y trenzadas por él como una sutil red para tener cautiva a la gente, para estimular nuestra naturaleza pecaminosa, y distraernos y ocuparnos con el fin de alejarnos de Dios y su propósito.

A causa de su desobediencia el Hombre fue expulsado del Paraíso, de la dulce comunión con el Creador, para enfrentarse a un profundo exilio, lejos del destino para el que fue creado. Las apariencias engañosas y la mentira constituyen la esencia de este Sistema mundano maligno, generado por Satanás, para tratar de llenar en el Hombre ese clamoroso vacío y nostalgia...

Este es el diagnóstico que Dios hace de nuestra condición. ¡De todo esto es de lo que necesitamos ser salvados!

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A lo largo de la historia, el ser humano ha buscado por todos los medios escapar de esta situación, pero si somos sinceros debemos reconocer que nuestros intentos son en vano, como se puede comprobar al estudiar nuestra Historia, y diariamente...

ni la educación ni la cultura nos están salvando; ni el moralismo, ni la ética, ni la declaración de los derechos

humanos nos están salvando; ni las ideologías, ni las revoluciones sociales y políticas nos

están salvando; ni las buenas obras ni la religión, es decir, lo que 'nosotros'

pretendemos hacer para ganarnos el favor de Dios, tampoco nos están salvando... ¡ninguna de estas cosas puede salvarnos del Pecado y sus destructivas consecuencias!

Ninguna acción o poder humano puede modificar nuestra condición. Todos los planes para su transformación, si nacen de nuestra vieja naturaleza caída, serán infructuosos, una mera capa externa de barniz. Por eso el mundo no ha mejorado moralmente hablando desde Caín y Abel, más bien empeora; lo único que progresa es el maquillaje de la naturaleza caída para ocultar su podredumbre, la sofisticación de su maldad y el alcance de su poder autodestructivo.

¡Solamente si pudiéramos morir y nacer de nuevo, con una naturaleza liberada y una nueva clase de vida...! ¡Solamente si alguien más fuerte pisara la cabeza de Satanás y sus demonios, habría esperanzas de transformar la condición perdida de la Humanidad...!

Pues bien: ¡¡justamente de eso tratan las Buenas Noticias acerca de Jesús y la venida del Reino de Dios que Dios ha mandado proclamar a todos los hombres!!

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Dios sabía que la creación de seres personales, con inteligencia y libre albedrío, implicaba la posibilidad de la rebelión, pero si quería unas criaturas aptas para entrar en una verdadera comunión de amor con Él,

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era necesario permitir esa terrible posibilidad para dar lugar a interlocutores con libre albedrío. La rebelión ocurrió, el mal apareció en su Creación, pero no le vino de sorpresa a Dios, lo previó de antemano (presciencia), y Su eterno Propósito al crear seguiría adelante de todos modos, sólo que era necesario incluir en su Plan una obra para rescatar y salvar al Hombre y tratar con Su enemigo...

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Una parábola para ilustrar el significado de la venida del Reino de Dios a este mundo caído bajo el poder de Satanás.

Había un hábil hombre de negocios, honrado y trabajador, que llegó a una ciudad muy pobre de un país muy pobre, y de la nada levantó una gran empresa con todo el equipamiento necesario para generar sustento y bienestar a todas las familias de la ciudad. Después de formar e instruir a los habitantes de aquella ciudad, delegó en ellos la gestión del negocio, y se volvió a su casa, quedando pendiente de la marcha de la empresa.

Un día llegó un forastero a aquella ciudad, que con intrigas y sutiles engaños, consiguió hacerse con el gobierno de la empresa, de modo que casi sin darse cuenta, todos terminaron cautivos de su dominio tiránico. Con el tiempo, se acostumbraron a la esclavitud; aquel hombre perverso les proporcionaba un atractivo sistema de entretenimiento y distracción, y el poderoso cuerpo de capataces que implantó disuadía a cualquiera que pudiera pensar en escapar.

Entonces llegaron noticias de esto al fundador y dueño de la empresa, el cual envió un mensajero a la ciudad: '¡el dueño de la empresa ya está de camino, viene a recuperar su empresa!'. Un gran revuelo se levantó en toda la ciudad, y por supuesto el embaucador se preparó para oponer una feroz resistencia. Cada habitante de aquella ciudad se vio ante el desafío de decidir de qué lado se iba a poner en este conflicto que se acababa de desatar...

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LAS BUENAS NOTICIAS ACERCA DE JESÚSY LA VENIDA DEL REINO DE DIOS

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Es un hecho claramente establecido por la Escritura que en el universo existen dos reinos en guerra el uno contra el otro: el Reino de Dios y el reino de Satanás, y que la Raza humana está involucrada en esa guerra, lo quiera o no.

El Reino de Dios es la esfera donde Dios gobierna, el ámbito donde es reconocida su Autoridad y se hace su Voluntad. En el universo sólo existen dos opciones: o la Autoridad de Dios o la rebelión satánica contra la Autoridad de Dios. “El que no está conmigo, contra mí está”, dijo Jesús (Mateo 12:30). La cuestión decisiva que debe enfrentar todo mortal es escoger si va a sujetarse a la Autoridad de Dios y pertenecer a su Reino, o si va a seguir a Satanás en su rebelión y formar parte del reino de la tinieblas. La guerra espiritual que ruge en el universo gira alrededor de esto, y no hay neutralidad posible: no sujetarse a Dios es lo que hizo Satanás, si escogemos ese camino automáticamente nos alineamos con Satanás.

Pues bien: en medio de esta dramática situación de la Humanidad y de nuestro mundo bajo el dominio de las tinieblas, apareció Jesús de Nazaret por los caminos del Israel del siglo I con un anuncio revolucionario:

"Después que Juan (el Bautista) fue entregado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio" (Evangelio según Marcos 1:15).

Dicho con otras palabras:

¡¡ Dios viene para someter toda la Tierra a su Gobiernopor medio de su Mesías prometido;viene a reinar sobre esta Tierra !!

Los poderes de muerte que ahora gobiernan el planeta:poderes económicos, políticos, ideológicos, religiosos

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y espirituales van a ser derribados. ¡¡Cambiad radicalmente vuestra manera de pensar y vivir!!

¡¡ Creed a Dios, reconoced Su Autoridad

y sujetaos al Gobierno de Su Cristo !!

Una esperanza de salvación ya había sido dada desde el mismo momento de la Caída: Dios prometió que un descendiente de Eva aplastaría la cabeza de la serpiente5; un descendiente de Abraham, de Isaac, y de Jacob/Israel, que se sentaría en el trono David, rey de Israel, el Mesías anunciado por los antiguos profetas de Israel6.

Estas promesas dadas a Israel las cumplió Dios enviando a su propio Hijo como hombre, en calidad de "Mesías" (en hebreo), "Cristo" (en griego), "Ungido" o Rey investido del Espíritu de Dios para gobernar en nombre de Dios (en castellano). Así se le anunció a María, la virgen de Nazaret de la que iba a nacer, y a José, con quien estaba desposada:

"...José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que ha sido engendrado en ella es del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo; y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que habló el Señor por medio del profeta, diciendo: 'He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emanuel, que traducido quiere decir: Dios con nosotros'" (Mateo 1:20-23).

"...He aquí concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David. Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin. Entonces María dijo al ángel: —¿Cómo será esto? Porque yo no conozco varón. Respondió el ángel y le dijo: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá

5 Génesis 3:156 Por ejemplo Isaías 9:6-7

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con su sombra, por lo cual también el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios" (Lucas 1:31-35).

Y así lo confirmó Él mismo a sus discípulos:

"Les dijo: —Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondió Simón Pedro y dijo: —¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente! Entonces Jesús respondió y le dijo: -Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Evangelio según Mateo 16:15-17).

esús de Nazaret es el Hijo de Dios engendrado por Dios Padre en la eternidad; ¡es Dios mismo!, que descendió de los cielos, que se

hizo un ser humano como nosotros. No fue sólo un buen hombre, ni siquiera un gran hombre: Él es el Dios-hombre, "Dios manifestado en carne". Verdadero Dios y verdadero hombre a la vez.

J

Jesús es el Verbo de Dios, es decir, la Palabra viviente de Dios, que estaba en el seno del Padre y vino para revelárnoslo cabalmente, de primera mano, y revelarnos cuál es su carácter y sus propósitos7. Jesús nos reveló la verdad acerca de Dios, del Hombre y del Mundo, y es el único camino para acceder a Dios y a su Vida, la Luz que ilumina a todo hombre:

"Jesús le dijo: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Evangelio de Juan 14:6).

"Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12).

eveló la compasión del Padre hacia nuestra Raza caída, pasó por esta tierra haciendo el bien, sanando y liberando a todos los R

7 Ver por ejemplo Evangelio de Juan 1:1-18, y 1ª Carta de Timoteo 3:16.

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oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él8. Él vino "para deshacer las obras del diablo", para atar al "hombre fuerte" (satanás), saquear su reino y recuperar el botín (nosotros):

"Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de manera que el mudo hablaba y veía. Toda la gente estaba atónita y decía: —¿Acaso será éste el Hijo de David? Pero al oírlo, los fariseos dijeron: —Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebul, el príncipe de los demonios. Pero como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo: —Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado. Y ninguna ciudad o casa dividida contra sí misma permanecerá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido. ¿Cómo, pues, permanecerá en pie su reino? (...) Pero si por el Espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque, ¿cómo puede alguien entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes a menos que primero ate al hombre fuerte? Y entonces saqueará su casa. El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama" (Mateo 12:22-30).

ivió una vida perfecta conforme a la voluntad de Dios, sin pecar jamás contra Dios, cumpliendo así el Propósito para el que

fue creado el Hombre. Él llevó nuestra naturaleza humana a su plena realización.

V

n la crucifixión de Jesús, Dios llevó a la muerte toda la vieja Creación, y en su resurrección, inauguró una nueva Creación. Necesitamos

detenernos más aquí, porque aquí está el corazón de la hazaña salvífica del Mesías, Jesús.

E8 Ver 1ª Carta de Juan 3:8 y Hechos de los Apóstoles 10:38.

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Recordemos la terrible condición en que ha venido a caer la Humanidad conforme al diagnóstico divino:

la naturaleza pecaminosa la conducta pecaminosa bajo el poder de Satanás y su sistema mundano maligno bajo el poder de la Muerte destituidos del Propósito de Dios para nosotros afectando toda la Creación con nuestro pecado

La solución de Dios: pasarnos por la muerte y ofrecernos un nuevo comienzo.

¿Cómo? Por medio de un "segundo Adán", otro Cabeza de la Humanidad, una segunda oportunidad: Jesús.

Desde el punto de vista de Dios, Adán no es sólo un individuo, él representa a toda la Humanidad, a toda la raza humana. Yo, como mi padre, de algún modo estábamos ya presentes en las entrañas de mi abuelo; si mi abuelo no hubiera existido, o hubiera muerto antes de tiempo, ni mi padre ni yo existiríamos. Del mismo modo, toda la raza humana estaba contenida, incluida, en Adán. Todo ser humano es heredero de Adán, lo que fue y tuvo Adán, es lo que somos y tenemos nosotros.

Como vimos anteriormente, Adán desobedeció a Dios, mordió el anzuelo de la serpiente, y se tragó el veneno del Pecado. Con él cayó toda la Humanidad, y no solo la Humanidad, sino la Creación entera, pues Dios ha unido el destino de toda la Creación al destino de la Humanidad. Adán, pues, es un Hombre corporativo, que representa la Humanidad caída, la Creación caída.

¡Pero Dios nos levantó otro Adán!, pues el primero "era figura del que había de venir" (Romanos 5:14b); nos levantó otro Hombre corporativo: Jesucristo. Dios le constituyó 'el último Adán', de modo que recapitula en sí mismo toda la vieja Humanidad y la vieja Creación:

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“Así también está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán, espíritu que da vida. Sin embargo, el espiritual no es primero, sino el natural; luego el espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del cielo. Como es el terrenal, así son también los que son terrenales; y como es el celestial, así son también los que son celestiales. Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. Y esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni lo que se corrompe hereda lo incorruptible” (1Corintios 15:45-50)

Sobre esta base podemos ahora entender mejor:

esús murió por nuestros pecados. Nuestros pecados nos separan de Dios y nos colocan bajo el justo juicio de Dios. La vida

perfecta de Jesús lo cualificó como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".

J

Dios instruyó a Moisés acerca de lo que un israelita tenía que hacer cuando buscaba el perdón por su pecado: presentaba al sacerdote un cordero sano, sin defecto ni mancha; el sacerdote le imponía las manos como signo de identificación con la víctima, como cargando sobre ella el pecado, y luego era sacrificado, de modo que el pecado era destruido con el cordero.

Todo aquello era sólo una figura de Cristo y su sacrificio: Jesús es el verdadero "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Él aceptó voluntariamente que Dios su Padre cargara sobre Él todos los pecados de la Humanidad:

"Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin de que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia" (1ª carta de Pedro 2:24).

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En sus últimas tres horas en la cruz, Jesús cargó sobre sí todo el mal del universo, todo el pecado y sus consecuencias. Y atrajo sobre sí todo el castigo, toda la ira divina que nos correspondía a nosotros. Cada uno de tus pecados y de los míos fueron puestos sobre Él. Eso significa esa tremenda afirmación que de no estar en la Escritura nadie se atrevería siquiera a pensar: "Al que no conoció pecado, Dios le hizo pecado" (2ª Corintios 5:21).

Jesús usó una imagen acerca de esto, que es la del fuego en la granja: la gallina reúne a sus pollos bajo las alas y, cuando el fuego ha arrasado todo a su paso, aparece una gallina muerta, abrasada y calcinada, pero con sus polluelos vivos9. Jesús consintió en ir a la cruz, entre otras cosas, para tomar sobre sí el juicio que pesaba sobre nosotros. Él fue ajusticiado por nuestros delitos, por nuestra rebelión, para que nos diéramos cuenta a tiempo de que "Si con el árbol verde hacen estas cosas (Jesús, inocente), ¿qué se hará con el seco (nosotros, culpables de rebelión)?" (Lucas 23:31).

Si nos cobijamos bajos sus alas, bajo su sacrificio expiatorio, por la fe, quedamos a cubierto del fuego de la ira de Dios sobre el pecado. Si rechazamos a Jesús y el significado de su sangre derramada... quedamos al descubierto:

"El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él" (Evangelio según Juan 3:36).

El sacrificio de Jesús y su significado ya fue anunciado por Dios por medio de sus profetas:

“...Nosotros le tuvimos por azotado, como herido por Dios, y afligido. Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino.

9 Evangelio de Mateo 23:37

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Pero Yhaweh cargó en él el pecado de todos nosotros. El fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca. Como un cordero, fue llevado al matadero; y como una oveja que enmudece delante de sus esquiladores, tampoco él abrió su boca (...) Por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con los pecados de ellos (...) Porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores” (Isaías 53:1-12).

Así Jesús ya pagó por todos, saldó la condena que había contra nosotros, todos nuestros pecados fueron crucificados con Cristo y borrados para siempre. Cómo esto se hace realidad efectiva para nosotros lo veremos enseguida.

esús murió en nuestro lugar. En la cruz Jesús no sólo cargó con todos nuestros pecados, ¡sino con cada uno de nosotros! Porque

nuestro problema no son sólo nuestros pecados, sino nuestra naturaleza misma, corrompida por el poder del pecado. Hace dos mil años, en aquella cruz, Dios nos puso a todos en Cristo, y nos crucificó con Él:

J

"Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea anulado, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado" (Carta a los romanos 6:6-7).

"Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron" (2ª carta a los corintios 5:14).

esús murió por toda la Creación. Y como venimos diciendo, no sólo cargó con nosotros, sino con toda la Creación. Jesús murió en J

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la cruz como 'último Adán', recapitulando en sí mismo toda la vieja creación adámica. Y se hundió con ella en la muerte. ¡¡En la muerte de Cristo, pues, fue extinguida toda la vieja creación!!:

"Pero vemos a Jesús, coronado de gloria y de honra, quien fue hecho un poco inferior a los ángeles para padecer la muerte, a fin de que por la gracia de Dios gustase la muerte por todas las cosas" (Carta a los hebreos 2:9, conforme al texto griego).

esús aplastó la cabeza de la serpiente. Satanás, siendo una criatura, quiso hacerse Dios, y arrastrar al Hombre por el mismo

camino, frustrando temporalmente el Plan de Dios. El Hijo, sin embargo, recorrió el camino inverso de la rebelión, el camino de la verdadera realización del Hombre conforme al Propósito de Dios:

J

"...Cristo Jesús, existiendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (Carta a los filipenses 2:5-8).

Porque Jesús no podía llevar adelante el Plan del Padre si Él mismo no superaba como hombre la prueba de toda criatura: sujetarse a la Autoridad de Dios o vivir por sí mismo siguiendo la rebelión de Satanás. Por eso Jesús fue probado en todo igual que nosotros (Hebreos 4:15). Si el diablo lograba apartar a Jesús tan sólo un milímetro de la voluntad del Padre, si hubiera conseguido hacer fracasar al "segundo Adán", todo quedaría irremediablemente frustrado.

Por otra parte, el único modo en que Jesús podía introducir el Reino de Dios en medio de este kosmos dominado por Satanás era por la perfecta obediencia al Padre.

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Por eso mientras el Señor Jesús avanzaba en el cumplimiento de la misión que el Padre le encomendó, el diablo esperaba cada oportunidad para probarle y apartarlo de su obediencia al Padre. Hasta el último segundo había tiempo, un desliz de Jesús en el último momento habría malogrado toda su trayectoria y frustrado el Plan de Dios. Le vemos pues usando al apóstol Pedro para apartarle del camino de la muerte redentora (Mc 8:31-33) y tentando a Jesús en la cruz por medio de los que le rodeaban:

“Y los que pasaban le insultaban, meneando sus cabezas y diciendo: —¡Ah! Tú que derribas el templo y lo edificas en tres días, ¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz! De igual manera, burlándose de él entre ellos mismos, los principales sacerdotes junto con los escribas decían: —A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¡Que el Cristo, el rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos! También los que estaban crucificados con él le injuriaban” (Marcos 15:29-32).

Si hubiera descendido, todo se habría perdido. Pero ¡gracias a Dios! ¡¡Jesús venció!! Mientras que el diablo creyó que había destruido a Jesús, en realidad su obediencia hasta la muerte estaba destruyendo al diablo, estaba aplastando la cabeza de la serpiente.

Jesús, como el ’último Adán’, estaba cumpliendo las promesa de Génesis 3:15, la maldición de Dios sobre la serpiente antigua:

"Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la cabeza cuando tú le herirás en el talón".

ue sepultado y descendió al lugar de los muertos (Seol o Hades), de donde rescató a todos los que desde Adán esperaban la venida

del Salvador, y se los llevó al cielo con Él10.F10 Ver Hechos 2:22-32 con Efesios 4:8-9 y 1ª carta de Pedro 4:6.

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esucitó corporalmente al tercer día. No para volver a esta vida mortal, sino que su cuerpo fue saturado por la Vida eterna, libre

del poder de la Muerte. Porque la salvación de Dios es integral: incluye también nuestra corporalidad, la materia. Dios le levantó de entre los muertos, sueltos los dolores de la Muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. La Muerte sólo tiene autoridad sobre aquello que ha sido tocado por el pecado; puesto que Cristo nunca pecó, la Muerte no tenía autoridad sobre Él. Si Jesús murió fue porque entregó su vida voluntariamente a la Muerte, para cumplir la voluntad del Padre de salvarnos:

R

"Por eso me ama el Padre, porque Yo pongo Mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que Yo de Mí mismo la pongo. Tengo potestad para ponerla, y tengo potestad para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de Mi Padre" (Juan 10:17-18).

Jesús el Mesías había descendido al Hades y derrotado a Satanás arrebatándole su poder sobre el Hades y la Muerte:

"...No temas; Yo soy el Primero y el Ultimo, y el Viviente; estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la Muerte y del Hades" (Apocalipsis 1:17-18).

"Así que, por cuanto los hijos son participantes de sangre y carne, de igual manera El participó también de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a esclavitud" (Carta a los hebreos 2:14-15).

Por la resurrección, la humanidad completa de Jesús fue saturada por la Divinidad. Se convirtió en el Precursor de todos los que serán glorificados a su Imagen, el Primogénito de muchos hermanos que han de ser llevados a la Gloria:

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"Porque convenía a Aquel para quien y por quien son todas las cosas, que al llevar muchos hijos a la gloria perfeccionase por los sufrimientos al Autor de la salvación de ellos" (Carta a los hebreos 2:10).

or su resurrección, Jesús en su humanidad fue hecho "espíritu vivificante"11, es decir, capaz de impartir a otros el Espíritu Santo

que satura todo su Ser, para que habite permanentemente en ellos; y con el Espíritu, impartirse a Sí mismo como Vida, la Vida divina, la vida "zoé".

P

El Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y del Hijo. Es Dios junto con el Padre y el Hijo. No son tres dioses: las tres Personas divinas son una sola cosa, un solo Dios. El único Dios vivo y verdadero es una comunión de amor entre tres Personas distinguibles pero inseparables, co-eternas, y co-inherentes: cada una de ellas habita en las otras y es habitada por las otras. Es el misterio del Dios triuno, que trasciende toda capacidad de nuestra limitada mente, pero que nos ha sido revelado para que lo podamos disfrutar.

Así pues, por la cruz Cristo quitó todas las cosas negativas, por el don de Su Espíritu imparte todas las cosas positivas, todas las bendiciones de Dios, todas la riquezas de su salvación.

scendió a los cielos y Dios el Padre le coronó de gloria y honra y le sentó a su diestra en Su Trono: en cuanto hombre

fue constituido Señor de señores, Rey de reyes y Juez de vivos y muertos.

A

Dios quiso desde el principio que el Hombre, en dependencia y comunión con Él, gobernara y reinara sobre todo. El primer Adán fracasó, ¡pero el segundo triunfó! Por su obediencia perfecta como hombre, Jesús se convirtió en "el Hombre conforme al Plan de Dios",

111ª Carta a los corintios 15:45

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y el Padre dio poder y autoridad sobre todas las cosas.

Dios mostró en Jesús que el camino a la gloria, el camino para sentarse en el Trono de Dios, no es la rebelión ni la independencia satánica, sino la dependencia y la obediencia a la Voluntad de Dios:

"...Cristo Jesús, existiendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por lo cual también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es Señor" (Carta a los filipenses 2:5-11).

Como Señor, ahora Jesús tiene toda la Autoridad y Poder de Dios, tiene el dominio sobre toda la Creación, visible e invisible. ¡Jesús es "Kyrios"! Es decir, Señor.

En el Antiguo Testamento, "Kyrios" era un término reservado exclusivamente a Dios. Por tanto, al aplicarlo a Jesús, Dios está declarando la divinidad de Su propio Hijo hecho hombre.

Además, los emperadores romanos se aplicaban el término a sí mismos para autodivinizarse (siguiendo a Satanás) y autoproclamarse "señores del mundo", hasta el punto de reclamar adoración. Proclamar en el Imperio Romano que Jesús era el Kyrios, el Señor de señores, y negarse a participar en el culto al emperador, significaba entrar en conflicto directo con el dios de este mundo que opera por detrás de los poderes terrenales... En menos de 250 años, los emperadores romanos lanzaron diez terribles persecuciones contra los cristianos, desde Nerón (año 64) hasta Diocleciano (año 303).

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Así acusaban a los cristianos sus enemigos:

"Como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante los gobernadores de la ciudad, gritando: '¡Estos que trastornan al mundo entero también han venido acá! Y Jasón les ha recibido. Todos éstos actúan en contra de los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús'. El pueblo y los gobernadores se perturbaron al oír estas cosas" (Hechos de los Apóstoles 17:6-8).

Como Mesías / Cristo / Rey, Jesús fue confirmado en su misión de traer el Reino de Dios a la Tierra.

"Sepa, pues, con certidumbre toda la casa de Israel, que a este mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo" (Hechos de los Apóstoles 2:36).

Como Juez de vivos y muertos, Dios el Padre delegó en Él todo el juicio:

"Porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio lo dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió" (Juan 5:22-23).

"Por eso, aunque antes Dios pasó por alto los tiempos de la ignorancia, en este tiempo manda a todos los hombres, en todos los lugares, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos" (Hechos 17:30-31).

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FASES DEL ESTABLECIMIENTO DEL REINO

Ahora bien, el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra por el Mesías Jesús ocurre en varias fases o etapas:

"Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también por medio de un hombre ha venido la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su orden: (1) Cristo, las primicias; (2) luego los que son de Cristo, en su venida. (3) Después el fin, cuando él entregue el reino al Dios y Padre, cuando ya haya anulado todo principado, autoridad y poder. Porque es necesario que él reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será destruido es la muerte. Porque ha sujetado todas las cosas debajo de sus pies. Pero cuando dice: 'Todas las cosas están sujetas a Él', claramente está exceptuando a Aquel que le sujetó todas las cosas. Pero cuando Aquél le ponga en sujeción todas las cosas, entonces el Hijo mismo también se sujetará al que le sujetó todas las cosas, para que Dios sea el todo en todos" (1ª carta a los corintios 15:21-28).

Veamos esto con más detalle a la luz de otros pasajes de las Escrituras que hablan de esto.

a irrupción: "el Reino de los Cielos se ha acercado a vosotros".L

Con Jesús, el Reino de Dios, el Gobierno de los Cielos sobre la Tierra, irrumpió en la era presente de la Historia humana.

Como hemos dicho, el Reino de Dios es la esfera donde Dios gobierna, el ámbito donde es reconocida Su Autoridad y se hace Su Voluntad. Jesús como hombre fue probado y tentado en todo igual que

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pueblo, en un solo Cuerpo, a judíos (Israel) y no judíos (los "gentiles": las demás naciones):

"En otras generaciones, no se dio a conocer este misterio a los hijos de los hombres, como ha sido revelado ahora a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu, a saber: que en Cristo Jesús los gentiles son coherederos, incorporados en el mismo cuerpo y copartícipes de la promesa por medio del evangelio" (Efesios 3:5-6).

El término griego "ekklesia" significa "la asamblea de los llamados a salir fuera". Los que creen las Buenas Noticias acerca de Jesús y la venida del Reino de Dios, y se someten a su gobierno voluntariamente, salen del reino de las tinieblas, del sistema satánico, para entrar a formar parte de la Asamblea del Mesías, el Nuevo Hombre:

"Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en la carne, erais llamados incircuncisión por los de la llamada circuncisión que es hecha con mano en la carne. Y acordaos de que en aquel tiempo estabais sin Cristo, apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, estando sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, quien de ambos nos hizo uno. El derribó en su carne la barrera de división, es decir, la hostilidad; y abolió la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos hombres UN SOLO HOMBRE NUEVO, haciendo así la paz. También reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en ella a la enemistad. Y vino y anunció las buenas nuevas: paz para vosotros que estabais lejos y paz para los que estaban cerca, ya que por medio de él, ambos tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu. Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.

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Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un templo santo en el Señor. En él también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Efesios 2:11-22).

La Asamblea mesiánica no es una organización religiosa, no es una institución de hombres, sino una nueva creación, la porción de la vieja Humanidad que va siendo redimida e in-corporada a Cristo (es decir, introducida en su Cuerpo), el Cabeza de la Nueva Humanidad:

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2ª Carta a los corintios 5:17).

De esta forma, en esta era la Iglesia de Jesucristo es la esfera del Reino de Dios, el ámbito de esta Tierra donde Dios reina, la reunión de los pecadores que están reconociendo a Jesús como el Salvador y como Rey y Señor del mundo, y están deponiendo su rebeldía y sometiéndose voluntariamente a su señorío. Es el pueblo donde Cristo ya reina hoy.

egunda fase: tal como prometió, en breve Jesucristo va a volver en gloria y poder para poner fin a esta era, juzgar el mundo con

justicia e inaugurar la era mesiánica de la que hablaron los profetas: el Milenio (mil años), el Reino de los Cielos en su manifestación visible sobre toda la Tierra:

S

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"Por tanto, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; de modo que de la presencia del Señor vengan tiempos de refrigerio y que él envíe al Cristo, a Jesús, quien os fue previamente designado. A él, además, el cielo le debía recibir hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de las cuales habló Dios por boca de sus santos profetas desde tiempos antiguos" (Hechos de los Apóstoles 3:19-21).

Cuando venga, Jesucristo salvará a la nación de Israel de su rebeldía y sus pecados. Israel, como nación, rechazó a su Rey entregándolo a los romanos para crucificarlo. Tal como Cristo había profetizado, por no haber reconocido la visita de Dios y haber rechazado el camino de paz (salvo un resto), Jerusalén fue arrasada por los romanos, el templo destruido y los judíos dispersados por todas las naciones. Esto ocurrió primero en el año 70 de nuestra era, y definitivamente en el año 135. Debido al pecado de Israel, el Evangelio de la salvación se dirigió a las demás naciones. Dios usó el fracaso de Israel para bendecir al mundo:

"Digo, pues: ¿Han tropezado para que cayesen? De ninguna manera; pero por su traspié vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos. Mas si su traspié es la riqueza del mundo, y su menoscabo la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más lo será su plenitud?" (Romanos 11:11-12).

Pero ya los antiguos profetas anunciaron que Dios les traería de nuevo a la tierra que les dio en herencia, para purificarlos y restaurar la nación. Esto ocurrió en 1.948, y es una de las señales de los tiempos de que el regreso del Cristo está cerca.

Israel va a sufrir (está sufriendo ya) una oposición creciente de todas la naciones; será engañado y caerá bajo el poder del Anticristo, hasta que por instigación de Satanás todas las naciones se vengan contra Israel en la batalla de Armagedón. Entonces Jesucristo los salvará y todo Israel como nación se volverá a Jesucristo, por fin lo reconocerán como su Rey, e Israel y la Iglesia serán un solo rebaño bajo el único

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Pastor, Jesucristo:

"Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, no sea que presumáis de sabios: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, según está escrito:

"Vendrá de Sion el Libertador, y apartará de Jacob la impiedad. Y éste es Mi pacto con ellos, cuando Yo quite sus pecados".

Según el evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero según la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones de gracia y el llamamiento de Dios. Pues así como vosotros en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora se os ha concedido misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, también a ellos les sea ahora concedida misericordia. Porque Dios a todos encerró en desobediencia, para tener misericordia de todos" (Romanos 11:25).

Jesucristo destruirá el imperio mundial del Anticristo que ha de surgir por el poder de Satanás provocando 'una Gran Tribulación' sobre todo el mundo:

"Pero inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor. Las estrellas caerán del cielo y los poderes de los cielos serán sacudidos. Entonces se manifestará la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y en ese tiempo harán duelo todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria" (Evangelio según Mateo 24:29-30).

"Ahora, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo (...) Nadie os engañe de ninguna manera; porque esto no

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sucederá sin que venga primero la apostasía y se manifieste el hombre de iniquidad, el hijo de perdición. Este se opondrá y se alzará contra todo lo que se llama Dios o que se adora, tanto que se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios (...) Y entonces será manifestado aquel inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el soplo de su boca y destruirá con el resplandor de su venida. El advenimiento del inicuo es por operación de Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos, y con todo engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos" (2ª carta a los tesalonicenses 2:1-10).

Y el Anticristo y su Falso Profeta será echado en el lago de fuego, el lugar preparado por Dios para el diablo y sus ángeles.

Con la venida de Cristo acontecerá "la primera resurrección", porque por medio de Cristo ha venido la resurrección de los muertos para todos los hombres:

"Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron. Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también por medio de un hombre ha venido la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados" (1ª Carta a los corintios 15:20-22).

Pero habrá dos tipos de resurrección:

1) la primera: resurrección de vida, cuando Cristo vuelva, de la cual participarán todos los que fueron salvos por la fe en el Mesías, desde Adán.

2) la segunda: resurrección de condenación, al final del Milenio, para los que rechazaron a Dios y su Mesías:

"Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán

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despertados, unos para vida eterna y otros para vergüenza y eterno horror" (Daniel 12:2).

"No os asombréis de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán, los que hicieron el bien para la resurrección de vida, pero los que practicaron el mal para la resurrección de condenación" (Juan 5:28-29).

Entonces, cuando Cristo regrese, los creyentes que ya durmieron resucitarán primero, los que queden vivos en ese momento serán arrebatados y tranformados para recibirle en los aires, y Cristo juzgará a su pueblo; no para salvación o condenación, sino para recompensar a los cristianos fieles y purificar a los demás. Los cristianos que hayan sido fieles y hayan seguido a Jesús con obediencia, reinarán con Cristo durante el Milenio sobre la naciones supervivientes de la Gran Tribulación y el juicio de Cristo...12

Porque después de juzgar a su pueblo, Cristo juzgará a todas las demás naciones, todos los que no creyeron el Evangelio y queden vivos cuando Cristo vuelva. Serán juzgados por el trato que hayan dado a "los hermanos más pequeños" de Jesucristo, sus discípulos. Unos irán al lago de fuego, y otros serán recompensados entrando, en su condición mortal, al Reino de Cristo13:

"Cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que jamás perderá su recompensa" (Marcos 9:41).

Entonces Jesucristo establecerá su Reino sobre toda la Tierra durante mil años (el Milenio), durante los cuales Satanás será echado en la cárcel del abismo:

12 Ver por ejemplo 1ª Tesalonicenses 4:13-18; 1ª Pedro 4:17; 2ª Corintios 5:10; Apocalipsis 20:6.

13 Ver Mateo 25:31-46.

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"El séptimo ángel tocó la trompeta. Y en el cielo se oyeron grandes voces que decían: "El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo. Él reinará por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 11:15).

"Vi a un ángel que descendía del cielo y que tenía en su mano la llave del abismo y una gran cadena. El prendió al dragón, aquella serpiente antigua quien es el diablo y Satanás, y le ató por mil años. Lo arrojó al abismo y lo cerró, y lo selló sobre él para que no engañase más a las naciones, hasta que se cumpliesen los mil años. Después de esto, es necesario que sea desatado por un poco de tiempo" (Apocalipsis 20:1-3)...

ercera fase: al final del Milenio, Satanás será desatado una vez más para poner a prueba a las naciones. Esta última rebelión será

aplastada por Dios y el diablo será definitivamente "echado en el lago de fuego y azufre", el basurero del Universo, donde todo lo que no es conforme al Propósito de Dios será desechado por toda la eternidad.

T

Entonces se celebrará el Juicio Final ante el Gran Trono blanco, ante el cual desaparecerán los cielos y la tierra. Y todos los demás muertos de toda la Historia humana comparecerán ante el Gran Juez de toda la Tierra: Jesucristo. Cada uno será juzgado conforme a sus obras, y todo aquel que no sea hallado inscrito en "el Libro de la Vida" será lanzado al Lago de Fuego (Apocalipsis 20:7-15).

Entonces Dios hará nuevas todas las cosas: un Cielo nuevo y una Tierra nueva en los que habitará la justicia. Y del Cielo descenderá la Nueva Jerusalén: la Ciudad de Dios, la Humanidad redimida y glorificada conforme al Propósito original de Dios:

"No vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna, para que resplandezcan en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara. Las naciones

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andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra llevan a ella su gloria. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a ella la gloria y la honra de las naciones. Jamás entrará en ella cosa impura o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

Después me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero. En medio de la avenida de la ciudad, y a uno y otro lado del río, está el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. Las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. Ya no habrá más maldición. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le rendirán culto. Verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá más noche, ni tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol; porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 21 - 22:5).

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Una vez que hemos oído y entendido el Evangelio de Dios, ¿cuál es la respuesta que Dios espera de nosotros para concedernos la salvación que Cristo ha logrado para nosotros, y que nos hace aptos para entrar en Su Reino?

¿Habrá que buscar la intercesión de la virgen María o de los santos? La Escritura no lo enseña en ningún lugar, más bien prohíbe orar a nadie que no sea Dios mismo. Y dice:

"Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos..." (1ª carta a Timoteo 2:5-6).

"Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos de los Apóstoles 4:12).

¿Habrá que esforzarse durante mucho tiempo para portarse bien y llegar a ser suficientemente bueno delante de Dios? ¿habrá que hacer méritos, muchas buenas obras, para ganarse el favor de Dios? ¿habrá que hacer muchos rezos y asistir a muchas ceremonias religiosas? ¿habrá que peregrinar descalzo a algún santuario?

¡Nada de todo eso! ¡Dios mira el corazón, la realidad de nuestra vida! Y la Escritura enseña claramente que la salvación de un don, un regalo (gracia) de Dios que hemos de "recibir" por medio de la fe:

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de

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LA RESPUESTA AL EVANGELIO QUE DIOS ESPERA

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vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Carta a los efesios 2:8-10).

Las obras son importantes, pero estas son el fruto de la salvación recibida por fe. Son "obras de fe". Porque sin fe son "obras muertas", "...Pues todo lo que no proviene de fe es pecado" (Carta a los romanos 14:23).

Desde que Jesucristo envió a sus discípulos por todo el mundo a anunciar estos hechos, Dios manda a todos los hombres que se arrepientan de su rebeldía y sus pecados y crean estas Buenas Noticias para recibir su rica y gran salvación, que nos reconcilia con Dios, nos libra del juicio venidero y nos hace aptos para entrar en Su Reino.

Escuchemos directamente a Jesús y sus apóstoles:

"... Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios, y diciendo: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!" (Marcos 1:14-15).

Y después de resucitar les dijo a sus discípulos:

"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que cree y es bautizado será salvo; pero el que no cree será condenado" (Marcos 16:15-16).

El día que Jesús derramó desde el cielo Su Espíritu sobre sus discípulos y nació la Iglesia (Pentecostés), los apóstoles de Jesús, por boca de Pedro, anunciaron el Evangelio a los judíos que estaban en Jerusalén para la fiesta:

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"Entonces, cuando oyeron esto, se afligieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: —Arrepentíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba diciendo: —¡Sed salvos de esta perversa generación! Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados, y fueron añadidas en aquel día como tres mil personas" (Hechos de los Apóstoles 2:37-38).

Más tarde, se cuenta de otro discípulo de Jesús, Felipe:

"Pero cuando creyeron a Felipe mientras anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres (...) Los apóstoles que estaban en Jerusalén, al oír que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, los cuales descendieron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos el Espíritu Santo; solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo" (Hechos de los Apóstoles 8:12-17).

Y la práctica y enseñanza del apóstol Pablo era así:

"Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. Y muchos de los corintios que oían, creían y eran bautizados" (Hechos de los Apóstoles 18:8).

"... Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y si crees en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se hace confesión

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para salvación. Porque la Escritura dice: Todo aquel que cree en él no será avergonzado. Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos es rico para con todos los que le invocan. Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo" (Carta a los romanos 10:8-13).

A la luz de estos y otros pasajes similares, vemos que la respuesta que Dios espera cuando hemos oído el Evangelio es que lo recibamos, lo cual se expresa en varios actos de obediencia:

arrepentimiento fe bautismo en agua bautismo en el Espíritu por la imposición de manos

l arrepentimiento y la fe. En cuanto al arrepentimiento, la Escritura usa dos términos relacionados:E

- 'metanoeo', que significa cambiar la manera de pensar totalmente, y se suele traducir como "arrepentimiento".- 'epistrofe' , que significa volverse, dar media vuelta, para caminar en la dirección opuesta, y se traduce "conversión".

Lo que Dios espera de todo aquel que oye el Evangelio es que, a la luz de semejantes noticias, acepte un cambio radical en toda su manera de pensar y de vivir.

En cuanto a la fe, se trata no sólo de creer que Dios existe, sino de creerle, creer que es veraz, que es digno de confianza, que su Palabra es verdadera. La fe es aceptar, recibir, y permite que todas las realidades proclamadas por el Evangelio se hagan efectivas para el creyente:

"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Carta a los hebreos 11:1).

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Así pues, Dios espera que cada uno reconozca todos sus pecados y que se los confiese a Dios: que llame "pecado" a lo que Él llama "pecado", que condene los pecados en su vida como Él los condena, y que determine en su corazón abandonarlos.

Dios espera que cada uno abandone su antigua manera de pensar para creer a Dios, para creer Su Evangelio, todas estas Buenas Noticias que hemos presentado aquí. Y como consecuencia de lo anterior, Dios espera que dé media vuelta y abandone su antigua manera de vivir rebelde y desobediente para someterse a partir de ese momento al gobierno de Jesús como su Rey y su Señor.

Es necesaria una fe real, viva, "creer de corazón", lo cual se manifestará naturalmente en el "confesar con la boca" a Jesús como el Salvador y el Señor.

El bautismo en agua y en el Espíritu

"Respondió Jesús y le dijo: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: —¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es" (Evangelio de Juan 3:3-5).

"Bautismo" significa "inmersión", "sumergirse en".

Bautismo en agua.

Dios ha dispuesto que todo el que crea el Evangelio sea sumergido en agua para que, por medio de la fe, sea unido a Cristo en su muerte y resurrección. Al ser sumergido en el agua, el creyente es sumergido en

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la muerte de Cristo, de modo que su viejo hombre es sepultado en las aguas purificadoras. Al salir del agua, el creyente es renace como una nueva creación en Cristo, participa de la vida resucitada de Cristo:

"¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque así como hemos sido injertados con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección" (Carta a los romanos 6:3-5).

El agua por sí sola no tiene ningún poder. La eficacia de este mandato de Jesús está en la fe de la persona bautizada en las realidades espirituales representadas. El orden en toda la Escritura es claro:

1º: creer después de oír, tener una fe personal, 2º: bautizarse.

Por tanto, el bautismo de niños que todavía no han alcanzado el uso de razón, que no pueden "oír, comprender y creer" el Evangelio, no es válido. Esta es una de las cosas que han sido trastornadas a lo largo de la historia de la Cristiandad, con consecuencias funestas, pues no todos los que vienen siendo llamados 'cristianos' han nacido verdaderamente de nuevo, y la Iglesia dio paso a la 'Cristiandad', que incluye verdaderos y falsos cristianos.

Bautismo en el Espíritu.

Juan el Bautista, preparando el camino a Jesús el Mesías, decía:

"Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo" (Evangelio según Marcos 1:8).

Y Jesús, después de resucitar, instruía así a sus discípulos:

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"Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen el cumplimiento de la promesa del Padre, 'de la cual me oísteis hablar; porque Juan, a la verdad, bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo después de no muchos días' (...) recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra" (Hechos de los Apóstoles 1:4-8).

"He aquí yo enviaré el cumplimiento de la promesa de mi Padre sobre vosotros. Pero quedaos vosotros en la ciudad hasta que seáis investidos del poder de lo alto" (Evangelio según Lucas 24:49).

Este bautismo en el Espíritu se recibe por medio de la imposición de manos sobre la cabeza del bautizado. Significa que el bautizado acepta colocarse bajo la autoridad del Señor Jesús como Cabeza de Su Cuerpo, que es la Iglesia, y así participa del Espíritu de Cristo. Por eso, el bautismo en el Espíritu es simultáneamente "bautismo en el Cuerpo de Cristo", es decir, el creyente es sumergido, introducido en el Cuerpo de Cristo, quedando unido así orgánicamente a Cristo la Cabeza y a los demás creyentes como miembros del único Cuerpo de Cristo. "Orgánicamente" significa en una unión viviente. Jesús ilustró este tipo de unión orgánica hablando de la vid y los sarmientos: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos..." (Juan 15:5).

La Iglesia de Jesucristo no es un club al que uno se apunta, ni una organización a la que uno se adscribe, ni una institución en la que uno se registra. Es un organismo viviente en el que uno es injertado sobrenaturalmente por el Espíritu:

"Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos

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se nos dio a beber de un solo Espíritu" (1ª carta a los corintios 12:12-13).

El don del Espíritu tiene dos aspectos complementarios: envuelve al creyente por fuera (bautizados), y lo llena por dentro (beber). Por la fe en Cristo "bebemos" al Espíritu para que more en nosotros de manera permanente; y también nos "reviste de poder" para ser testigos valientes de Cristo ante el sistema maligno de este mundo.

Todos estos aspectos de la respuesta que Dios espera de todos los hombres son confirmados por la Carta a los hebreos, donde se les llama "las doctrinas elementales de Cristo", y "el fundamento" sobre el que comienza a edificarse la vida cristiana:

"Por tanto, dejando las doctrinas elementales de Cristo, sigamos adelante hasta la madurez, sin poner de nuevo el fundamento del (1) arrepentimiento de obras muertas, de (2) la fe en Dios, de (3) la doctrina de bautismos, de (4) la imposición de manos, de (5) la resurrección de los muertos y del (6) juicio eterno" (Hebreos 6:1-2).

Anteriormente ya hemos presentado las doctrinas fundamentales acerca de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y ahora hemos completado estas doctrinas elementales con las cuatro primeras, en cuyo centro se encuentra la fe. Todos estos aspectos forman una unidad, pero el núcleo principal, el alma de todos ellos, es la fe, porque "sin fe es imposible agradar a Dios" (Carta a los hebreos 11:6). Lo demás es la fe viva obedeciendo, la fe en acción.

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El Hijo de Dios ha venido al mundo para deshacer las obras de Satanás: para redimir al Hombre caído, para liberarlo del dominio de las tinieblas, para restaurarlo, y capacitarlo para cumplir el Propósito para el que Dios lo creó. Por medio de la cruz de Cristo ha dado muerte a todas las cosas negativas; por medio del don del Espíritu ha introducido todas las cosas positivas, todas las bendiciones de la salvación que nos capacitan para alcanzar nuestro glorioso destino en Dios.

Cristo ya consumó la obra de la salvación que necesitamos, el Evangelio la proclama, y ahora se hace efectiva para todo aquel que cree:

"Porque no me avergüenzo del evangelio; pues es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree..." (Carta a los romanos 1:16)

"Además, hermanos, os declaro el evangelio que os prediqué y que recibisteis y en el cual también estáis firmes; por el cual también sois salvos, si lo retenéis como yo os lo he predicado. De otro modo, creísteis en vano" (1ª carta a los corintios 15:1-2).

"Por esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis

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LA SALVACIÓN QUE NOS HACE APTOS PARA EL REINO

Y PARA ALCANZAR EL PROPÓSITO ORIGINAL DE DIOS (I).

EL ASPECTO INDIVIDUAL.

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de parte nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino como lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en vosotros los que creéis" (1ª carta a los tesalonicenses 2:13).

Pero la salvación ganada por Cristo, que nos hace aptos para entrar en el Reino de los Cielos, es integral, tan grande que sólo por etapas nos la podemos apropiar y disfrutar.

La salvación y sus tiempos

Observamos que la Escritura en unos pasajes habla de la salvación de los creyentes en pasado, como un hecho consumado; en otros, en presente, como algo que está en proceso todavía, creciendo; y en otros, como algo que se espera en el futuro.

a) en pasado

“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1Jn 5:13).

“En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. En otro tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás. Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia sois salvos! Y juntamente con Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales… Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef 2:1-10).

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b) en presente

“…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad” (Flp 2:12-13).

"...desead como niños recién nacidos la leche de la Palabra no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación" (1ª Pedro 2:2);

c) en futuro

“Luego, siendo ya justificados por su sangre, cuánto más por medio de él seremos salvos de la ira. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida” (Rm 5:9-10).

“Y haced esto conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más cercana de nosotros que cuando creímos” (Rm 13:11).

“…que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación preparada para ser revelada en el tiempo final” (1Pe 1.5).

Esto demuestra claramente que la salvación del pecador pasa por varias fases o etapas antes de llegar a la glorificación total. Y cuando estudiamos de cerca este hecho, descubrimos dos cosas:

Por un lado, que los tiempos de la salvación están relacionados directamente con la constitución tripartita del ser humano: espíritu, alma y cuerpo. Cuando Adán pecó, lo primero que murió fue su espíritu, quedando incapacitado para la comunión con Dios (“el día que comas de él, ciertamente morirás” (Gn 2:17). Luego su alma se fue distorsionando y quedando bajo el poder del pecado y de las

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pasiones del cuerpo de pecado. Lo último en morir fue su cuerpo (¡a los 930 años!). Es como cuando uno desenchufa un ventilador, pero este todavía sigue rodando por un tiempo. Pues bien, la salvación de Dios recorre ahora ese mismo camino:

- la regeneración del espíritu al creer, cuando recibimos el Evangelio;- la transformación del alma el resto de la peregrinación terrenal;- y la resurrección del cuerpo cuando Cristo regrese.

Por otro, vemos también que:

> a veces se habla de la salvación por medio de la sola fe, y como algo seguro e irrevocable que no se puede perder;

> y otras veces como algo condicionado, que depende de cumplir ciertas exigencias, y es dado como recompensa que se puede perder.

Puesto que la Escritura no se contradice a sí misma, debemos entender, pues, que hay aspectos ‘irrevocables’ de la salvación que nos apropiamos por la sola fe, y aspectos que en algún sentido susceptibles de pérdida dependiendo del cumplimiento de ciertos requisitos.

Un estudio detenido de este tema excede nuestro propósito, aunque sí necesitamos un entendimiento básico. Comprobemos, pues, estas cosas considerando las tres etapas por las que el creyente, de acuerdo a la constitución de su ser, se va apropiando de ‘una salvación tan grande’.

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1ª etapa de la salvación: la salvación de nuestro espíritu.

Recapitulemos todo lo que ocurre en esta primera etapa en todo aquel que recibe el Evangelio, en todo aquel que cree todas las Buenas Noticias que Dios ha mandado proclamar a todos los hombres, y que básicamente es esto: por medio de la fe, todo lo que Cristo logró, se hace efectivo para el creyente:

a redención: es rescatado por precio, comprado para Dios. Con la Caída Dios perdió al Hombre, que quedó bajo el poder del

Pecado, de Satanás y de la Muerte. Cristo pagó a precio de su sangre nuestro rescate, y por la fe esto se hace efectivo para nosotros:

L

"Tened presente que habéis sido rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual heredasteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación" (1ª carta de Pedro 1:18-19).

l perdón de los pecados. El que cree el Evangelio recibe la primera y básica bendición:E

"Todos los profetas dan testimonio de él (Jesús), y de que todo aquel que cree en él recibirá perdón de pecados por su nombre" (Hechos de los Apóstoles 10:43).

La fe en la sangre de Jesús quita la lista de delitos que nos pone bajo el juicio de Dios, que nos separa de Dios y nos condena a la perdición eterna en el infierno. Nos libra de la ira y el juicio venideros.

El arrepentimiento y la confesión de nuestros pecados a Dios incluye la restitución del daño que hayamos hecho a otros en la medida que sea posible.

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a justificación delante de Dios. Nuestros pecados son injusticias, transgresiones de la Ley de Dios, y nos convierten en

personas injustas, culpables, delante de Dios, incapaces además de cumplir la Ley de Dios por la debilidad de nuestra naturaleza pecaminosa. Pues bien, Dios ha revelado que cuando ponemos nuestra fe en Jesús y en que en la cruz Él ya pagó el justo castigo por nuestros injusticias derramando su sangre, somos limpiados y declarados justos delante de Dios:

L

"Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que somos. Pero ahora, tal como se prometió tiempo atrás en los escritos de Moisés y de los profetas, Dios nos ha mostrado cómo podemos ser justos ante él sin cumplir con las exigencias de la ley. Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien fuere. Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Dios le ha presentado públicamente a él como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre..." (Carta a los romanos 3:20-25)

¡Gratuitamente! ¡Un regalo! No es por algún mérito u obra que tú hagas:

"... siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús" (Romanos 3:24).

"Ahora bien, al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia" (Romanos 4:4-5).

"En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la

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corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. En otro tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás. Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia sois salvos! Y juntamente con Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales, para mostrar en las edades venideras las superabundantes riquezas de su gracia, por su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Efesios 2:1-10).

No somos salvos "por" obras, sino por gracia, por medio de la fe; pero sí somos salvos "para" las obras que Dios ha preparado para que realicemos. Las obras son fruto de haber recibido la salvación por medio de la fe. Las obras demuestran que nuestra fe es auténtica, pero no sirven para salvarse. Dios sólo salva a quien pone su fe en su Hijo Jesús.

a reconciliación y la paz con Dios y la liberación de la ira venidera. Una vez quitado el problema de nuestros pecados y

nuestras injusticias, somos reconciliados con Dios. Toda deuda nuestra está pagada por Cristo, estamos en paz con Él y con nuestra conciencia, y ya no seremos objeto de la ira venidera que Él derramará contra toda impiedad cuando Cristo venga a juzgar el mundo:

L

"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió

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por nosotros. Luego, siendo ya justificados por su sangre, cuánto más por medio de él seremos salvos de la ira. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida" (Romanos 5:1-10).

a liberación del poder del Pecado. Porque en la cruz Dios no puso sobre Cristo sólo nuestros pecados, sino ¡a nosotros

mismos! Dios nos puso a todos en Él y nos crucificó con Él, nuestra vieja naturaleza corrupta fue crucificada con Él, para que el creyente no sea más esclavo de ella:

L

"... Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él? ¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque así como hemos sido injertados juntamente con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección. Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado. Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, para el pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, vive para Dios. Así también vosotros, considerad que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en Cristo Jesús. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos. Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado, como instrumentos de injusticia; sino más bien presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como

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instrumentos de justicia" (Romanos 6:2-12).

La fe en esta realidad espiritual es el secreto de una vida victoriosa sobre el pecado.

a liberación de la jurisdicción y la maldición de la Ley de Moisés, que condena a muerte a todo aquel que no cumpla todo

lo que en ella está escrito:L

"Porque todos los que se basan en las obras de la ley están bajo maldición, pues está escrito: Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para cumplirlas" (Gal 3:10).

Dios entregó la Torah (Ley o Instrucción) a Israel, por medio de Moisés, para mostrar que el ser humano está tan dañado por el pecado que es incapaz de obedecer a la justicia de Dios. La Ley fue dada para mostrarnos cuán pecadores somos, y llevarnos a Cristo, nuestro único Salvador, a la justicia que es por la fe:

"...como está escrito: No hay justo ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se apartaron, a una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (...) "Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que somos. Pero ahora, tal como se prometió tiempo atrás en los escritos de Moisés y de los profetas, Dios nos ha mostrado cómo podemos ser justos ante él sin cumplir con las exigencias de la ley. Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien fuere. Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Dios le ha presentado públicamente a él como sacrificio de expiación por medio de la

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fe en su sangre..." (Carta a los romanos 3:10-12. 20-25).

Una vez que una persona ha confiado en Cristo para su salvación, su justicia ya no depende de guardar la Ley de Moisés, ni total ni parcialmente. La Ley de Moisés no es 1) ni el fundamento para la justificación del pecador,2) ni la regla de vida para el cristiano.

El cristiano ya no está bajo el régimen de la Ley sino bajo el régimen de la gracia, bajo la Ley de Cristo, siendo guiado por Su Espíritu, que no sólo conduce al cristiano conforme a los mandamientos de Cristo, sino que le da el poder para obedecer a Cristo y vencer al pecado:

"...vosotros también habéis muerto a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para ser unidos con otro, el mismo que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras vivíamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por medio de la ley actuaban en nuestros miembros, a fin de llevar fruto para muerte. Pero ahora, habiendo muerto a lo que nos tenía sujetos, hemos sido liberados de la ley, para que sirvamos en lo nuevo del Espíritu y no en lo antiguo de la letra" (Carta a los romanos 7:4-6).

"Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, ya que no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Romanos 6:1:14).

18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley (...) 25 Ahora que vivimos en el Espíritu, conduzcámonos según las normas del Espíritu (lit. griego)" (Gal 5:18.25).

Estar "bajo la ley" y estar "en la gracia" son dos situaciones incompatibles que no se pueden mezclar:

a) respecto de los de la ley les dice:"Porque todos los de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: 'Maldito todo aquel que no permanece en

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todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas' (...) y la ley no es de fe, sino que dice: 'El que hace estas cosas vivirá por ellas'" (Gal 3:10-12).

b) de los de la fe dice:"Desde luego, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque 'el justo vivirá por la fe'" (Gal 3:11). No sólo "será justificado por la fe" sino "vivirá, andará, por la fe".

raslado del reino de Satanás al Reino de Jesucristo. Por el pecado de Adán todos hemos venido a estar bajo el poder de

Satanás y su reino. Pero Dios, por medio de nuestra muerte conjunta con Cristo, también libra al creyente de eso:

T

"El nos ha librado de la autoridad de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado" (Carta a los colosenses 1:13)

Eso no quiere decir que se acaban todos los problemas del creyente con Satanás y sus huestes, pero cambia completamente su posición: ya no pertenece a su reino ni está bajo su autoridad, ahora es de Cristo y pertenece a Su Reino.

"...El mundo entero está bajo el maligno", pero el redimido ya no pertenece a ese sistema mundano satánico, aunque todavía vive en medio de él:

"Pero lejos esté de mí el gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo" (Carta a los gálatas 6:14).

"Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo. Pero ya no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo; por eso el mundo os aborrece" (Evangelio según Juan 15:18-19).

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l don del Espíritu Santo. Es la segunda bendición básica y principal, que trae todas las cosas positivas. E

"Pedro les dijo: 'Arrepentíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para (1) perdón de vuestros pecados, y (2) recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame'" (Hechos de los Apóstoles 2:38-39).

Cuando creemos en el Señor Jesús nos hacemos uno con Él en nuestro espíritu. Nuestro espíritu humano queda unido a su Espíritu que mora en nosotros: “Pero el que se une con el Señor, un espíritu es” (1Cor 6:17).

Con la etapa inicial de la salvación, pues, el Espíritu trae a nuestro espíritu al Señor Jesús con todas las bendiciones de Dios en Cristo. Es en nuestro espíritu que ya estamos resucitados, ascendidos y glorificados en los lugares celestiales en Cristo (Ef 2:5-6; Rm 8:30).

El Espíritu Santo de Dios y de Jesucristo es derramado en sus dos aspectos:

1. "en" el creyente para habitar para siempre en su espíritu. El Espíritu trae también la presencia de Cristo, que está sentado en el Trono en los cielos, a morar en el creyente. El Espíritu trae también todo lo que Cristo es y ha logrado para aplicarlo a la vida del creyente. Por medio del Espíritu, Cristo vive su vida perfecta y victoriosa en el creyente y le guía;

2. "sobre" el creyente para fortalecerlo con poder para servir a Cristo y dar testimonio de Él incluso hasta la muerte, si es necesario; también para capacitarlo con sus dones sobrenaturales con los cuales servir a Cristo y a la edificación de Su Cuerpo, que es la Iglesia.

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a regeneración o nuevo nacimiento. El Espíritu Santo viene a habitar en el espíritu del creyente, que en ese momento es re-

generado, lo que Jesús llamaba "nacer de nuevo":L

"Respondió Jesús y le dijo: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: —¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: "Os es necesario nacer de nuevo." El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que ha nacido del Espíritu" (Evangelio según Juan 3:3-8).

"En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de él, pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios, los cuales nacieron no de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón, sino de Dios" (Juan 1:10-13).

Ya vimos que como hijos de Adán heredamos una naturaleza envenenada por el poder del Pecado. La existencia que nos viene dada por nuestro nacimiento natural no es apta para el Reino de Dios. El que no nace de nuevo por medio del agua y del Espíritu, no puede ver el Reino ni entrar en él. El Reino de Dios es de tal naturaleza que aquellos que deseen entrar necesitan una naturaleza similar, correspondiente. El Reino de Dios pertenece al ámbito del Espíritu, y para acceder a él es necesaria una naturaleza "espiritual".

"Lo que nace de la carne, carne es", y siempre lo será. El burro nace burro, con una naturaleza de burro, que le impulsa naturalmente a actuar como un burro. Un burro no puede actuar como un león, porque

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no tiene la naturaleza de un león. El burro no puede rugir como un león, correr como un león, comer como un león... por más que lo intente. Sólo si naciera como león podría vivir como león. Del mismo modo, ningún "nacido de la carne" puede ser ciudadano del Reino de Dios ni vivir la vida del Reino, a menos que nazca del agua y del Espíritu de Dios (la 3ª enseñanza elemental de Cristo: "doctrina de bautismos").

Sin una nueva naturaleza, la vida del Reino le resultará sencillamente imposible; aún más: ¡aplastante! No podrá vivir, por ejemplo, la pureza sexual del Reino (Mateo 5:27-30), ni la indisolubilidad del matrimonio según el Reino (5:31-32; 19:1-9), ni la no violencia y amor a los enemigos propias del Reino (5:38-48), ni perdonar 'setenta veces siete', es decir, siempre (18:21-22), ni la confianza en Dios respecto a las necesidades básicas (6:24-34), ni el seguimiento del Rey aún renunciando al propio yo (10 34,39), ni la persecución por causa de seguir al Rey (5:10-12)...

El Reino es una nueva forma de vida que requiere un nuevo principio de vida. El nuevo nacimiento consiste así en que un ser humano recibe por medio del bautismo en agua y en el Espíritu un nuevo principio vital, una nueva naturaleza: la naturaleza divina, y un nuevo tipo de vida: la Vida divina.

"Su divino poder (de Dios) nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad por medio del conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia. Mediante ellas nos han sido dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas seáis hechos participantes de la naturaleza divina, después de haber huido de la corrupción que hay en el mundo debido a las bajas pasiones" (2ª carta de Pedro 1:3-4).

Hay atributos esenciales de Dios que son exclusivos de Él y que no comunica a sus criaturas: su Deidad, su Omnipotencia, su Omnisciencia, su Omnipresencia... Pero hay otros atributos que constituyen su Naturaleza, su Carácter, de los cuales Él desea que

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participemos: su amor, su justicia, su santidad, su pureza, su bondad, su misericordia, su fidelidad... Por el nuevo nacimiento también participamos de su Vida divina, eterna:

"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que cree en él tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna" (Evangelio según Juan 3:14-16).

"De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida" (5:24)

Es necesario recibir la Vida Divina en nosotros por el nuevo nacimiento para poder "ver" el Reino de Dios que está amaneciendo, y para poder entrar en él, y poder vivir el tipo de existencia que le es propio.

a filiación divina y la herencia. La salvación que recibimos por medio de la fe nos hace nacer verdaderamente de Dios, con la

naturaleza y la Vida de Dios. Al introducirnos en Cristo, el Hijo, somo hechos hijos de Dios, miembros de su Familia, y por tanto, co-herederos con Cristo de todas las cosas, del mundo, de todas las riquezas de gloria:

L

"En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de él, pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios, los cuales nacieron no de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón, sino de Dios" (Juan 1:10-13).

"Con gozo damos gracias al Padre que os hizo aptos para

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participar de la herencia de los santos en luz" (Carta a los colosenses 1:12).

"El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados" (Romanos 8:16-17).

Hay una parte de la herencia, la que se recibe en el reino milenial, que sólo disfrutaremos si somos fieles seguidores de Cristo soportando incluso padecer por su causa.

l sello y las arras del Espíritu. Porque no sólo somos hechos co-herederos de Dios, sino herencia misma de Dios:E

"En El (Cristo) asimismo fuimos designados como herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de Su gloria, nosotros (los judíos) los que primeramente esperábamos en Cristo. En El también vosotros (los gentiles), habiendo oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y en El habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia, hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de Su gloria" (Carta a los efesios 1:11-14).

Por un lado, los creyentes llegamos a ser la herencia de Dios para su disfrute. Cuando somos salvos, Dios puso en nosotros Su Espíritu Santo como sello para marcarnos e indicar que le pertenecemos.

Por otro lado, heredamos a Dios como nuestra herencia para nuestro disfrute. El Espíritu Santo es las arras, es decir, el anticipo, la garantía, de nuestra herencia plena. Él no sólo asegura nuestra herencia, sino que como anticipo nos permite gustar de antemano la herencia

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completa que recibiremos en el futuro; es una prueba de lo que vamos a heredar de Dios en plenitud:

"...los que fueron una vez iluminados, que gustaron del don celestial, que llegaron a ser participantes del Espíritu Santo, que también probaron la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero..." (Carta a los hebreos 6:4-5).

______________

Este es un breve resumen de las ricas y abundantes bendiciones espirituales que recibimos en Cristo Jesús cuando somos salvos por medio de la fe.

Pero esto es sólo el principio del Camino del Señor, que se extiende hasta la eternidad:

"Pero la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que es pleno día" (Proverbios 4:18).

La salvación de nuestro espíritu ocurre en un momento, y es definitiva e irreversible, no se puede perder.

Todos los dones recibidos en esta etapa de la salvación son para siempre y no se pueden perder: “Porque irrevocables son los dones de gracia y el llamamiento de Dios” (Rm 11:29); “...estando convencido de esto: que el que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Flp 1:5-6). “Además, él os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor” (1Cor 1:8-9). “Y ésta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de todo lo que me ha dado, sino que lo resucite en el día final. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que mira al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el día final (Jn 6:39-40). “Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre

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que me las ha dado, es mayor que todos; y nadie las puede arrebatar de las manos del Padre” (Jn 10:28-29). “Así que no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda ni uno de estos pequeños” (Mt 18:14).

Cuando Dios, en Cristo (por venir a Cristo), escoge a alguien, y lo predestina, y lo llama, y lo redime, y lo justifica, y le da su Espíritu, y lo adopta como hijo, y lo incorpora a Cristo, ¡lo hace para siempre! Dios no se equivoca, ni falla, ni se vuelve atrás. Incluso en el plano natural ¿puede acaso alguien dejar de ser hijo de su padre? Sobre este hecho se asienta ‘la seguridad de la salvación’ que trae la paz verdadera y el gozo permanente al creyente para afrontar su carrera cristiana…

En cambio, la salvación de nuestra alma es un proceso, en el que se requiere nuestra cooperación activa y perseverante, y nuestra negligencia e infidelidad sí puede acarrear pérdida para nuestra alma...

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2ª etapa de la salvación:la salvación de nuestra alma

Esta es la etapa más larga y compleja; imposible mencionar siquiera todo lo que está implicado en ella. Sólo podemos apuntar aquí los asuntos principales para poder tener un vislumbre de los desafíos de la vida cristiana.

Es un hecho enseñado por la Escritura que el alma del creyente no es salva automáticamente cuando cree en el Señor, sino que todavía debe ser ganada para el Señor. El Espíritu Santo, dirigiéndose a los ya creyentes, dice:

“Por vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas” (Lc 21:19); “Pero el que persevere hasta el fin será salvo” (Mt 24:13).

“Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Stg 1:21).

“A él le amáis, sin haberle visto. En él creéis; y aunque no lo veáis ahora, creyendo en él os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo así el fin de vuestra fe, la salvación de vuestras almas” (1Pe 1:8).

Ante este hecho podemos comprender a qué se refiere la Escritura cuando nos enseña que debemos ‘trabajar’ en nuestra salvación: se refiere no a la salvación inicial, que es por la sola fe, sino a la salvación de nuestra alma:

“…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad” (Flp 2:12-13)14.

14 Ver también Rm 2:6-7; 1Tes 5:9; 1Tim 2:15; 4:16; 2Pe 1:5-11;

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Pero ¿en qué sentido debemos hacer algo por nuestra salvación, si Cristo ya lo hizo todo?

propiarnos, por la fe, de todas las provisiones de la salvación y aplicarlas a nuestro diario vivir.A

Como hemos visto, en Cristo el Pecado y nuestra carne pecaminosa (el viejo hombre) han sido realmente crucificados, y Satanás y sus huestes vencidos. Pero eso no quiere decir que ya no están presentes en la vida y la experiencia del creyente. La salvación inicial no los ha quitado de su experiencia.

Por un lado, toda nuestra salvación ya fue lograda por Cristo, por otro lado, la obra del Espíritu ahora consiste en aplicarla efectivamente a toda la vida del creyente, con la cooperación necesaria de este.

Conforme enseña la Escritura, aunque el que ha creído en Cristo ha recibido todas esas bendiciones de la salvación inicial, la salvación de su alma depende de que aplique progresivamente a su alma, a toda su vida, los logros de Cristo en la cruz y su victoria sobre todos nuestros enemigos, por el poder del Espíritu que mora en él. Esa es la misión y la obra principal del Espíritu Santo: revelar a Cristo en todas sus riquezas y aplicarlo a la vida del creyente.

"Porque en él (el Evangelio) la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Pero el justo vivirá por la fe" (Romanos 1:17).

La fe es necesaria tanto para recibir la salvación inicial como para el diario vivir, pues por medio de ella todo lo que es de Cristo pasa a nosotros por el poder y la obra de su Espíritu.

Con el nuevo nacimiento nuestro espíritu muerto es re-generado y habitado por el Espíritu del Señor Jesús. Este es el punto de partida imprescindible de la vida cristiana. Ahora la salvación debe extenderse

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desde allí progresivamente al resto de nuestro ser. En esta etapa es necesario permitir que Jesucristo, que por el Espíritu Santo habita en el espíritu del creyente, conquiste, sane, restaure, libere, renueve, transforme y llene también nuestra alma:

la parte mental: pensamientos, conceptos, recuerdos, uso de la imaginación..; la parte emotiva: sentimientos, preferencias, afectos, deseos..; y la parte volitiva: intenciones, propósitos, motivaciones, decisiones, modo de vivir..; incluso nuestro cuerpo mortal está llamado a ser alcanzado por el poder purificador, sanador y vivificador del Espíritu de Jesucristo.

A este proceso lo llama también la Escritura "la santificación": Dios es un Dios santo, puro, apartado de todo mal, y quiere apartarnos para Sí mismo y hacernos participar de su santidad. Apartarnos y purificarnos de toda la corrupción y maldad del Pecado, de Satanás y del mundo maligno, y saturar de Sí mismo todo nuestro ser:

"Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación (...) Apartaos de toda apariencia de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; que todo vuestro ser: espíritu, como alma y cuerpo, sea guardado sin mancha en la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1ª carta a los tesalonicenses 4:3; 5:22-23).

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(Mateo 4:24).

Y el apóstol Pedro lo resumía más tarde de este modo:

"Vosotros sabéis el mensaje que ha sido divulgado por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, y a cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder. El anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" (Hechos de los Apóstoles 10:37-38).

Y Jesús encargó a Su Iglesia proseguir este ministerio en Su Nombre y en el poder de Su Espíritu.

Cuando el Señor nos rescata del dominio de las tinieblas nos encuentra a la mayoría de nosotros en un estado lamentable debido al tiempo que hemos vivido bajo la esclavitud del Pecado, de Satanás y sus demonios. Necesitamos pasar por las manos de nuestro Médico celestial para ser sanados, liberados y restaurados, y estar en condiciones de poder servirle:

"Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. Ha levantado para nosotros un cuerno de salvación (un Salvador poderoso)... Salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecen... para concedernos que, una vez rescatados de las manos de los enemigos, le sirvamos sin temor, en santidad y en justicia delante de él todos nuestros días" (Evangelio según Lucas 1:68-75).

Nuestra alma es como un vaso para ser llenada por Dios y que su gracia y su vida fluyan hacia este mundo necesitado. Pero si el vaso está "ocupado", manchado o agrietado, toda provisión de Dios no encontrará lugar, o será obstruida o contaminada, o sencillamente se escurrirá y se perderá por los resquicios de nuestras heridas y ataduras malignas sin tratar.

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Ser sanados de dolencias corporales y/o espirituales, de quebrantos del corazón o heridas del alma, y ser liberados de herencias malignas, de maldiciones, de influencias de espíritus malignos, son preciosas y necesarias bendiciones para comenzar con buen pie la carrera cristiana:

"(El Señor) sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas." (Salmo 147:3).

"Oh Señor, tú rompiste mis cadenas!" (Salmo 116:16).

Y en este punto, como en toda la vida cristiana, la Palabra de Dios y de Cristo ocupa un lugar central:

"Hijo mío, pon atención a mis palabras; inclina tu oído a mis dichos. No se aparten de tus ojos; guárdalos en medio de tu corazón. Porque ellos son vida a los que los hallan, y medicina para todo su cuerpo" (Libro de Proverbios 4:20-22).

"Por tanto, Jesús decía a los judíos que habían creído en él: —Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Evangelio según Juan 8:31-32).

a transformación por la renovación de la mente. Porque la salvación de nuestra alma comienza por nuestra mente, la cual es

un campo de batalla:L

"...porque cual es su pensamiento en su mente, tal es él..." (Libro de Proverbios 23:7).

El alma del creyente ha estado mucho tiempo controlada por Satanás. Ha vivido mucho tiempo con una mentalidad configurada por los engaños y mentiras de Satanás y sus demonios, por su sistema mundano maligno, y por la práctica (esclavitud) del pecado; todo lo

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cual ha dado más y más poder a la muerte sobre su alma y su cuerpo.

"En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. En otro tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás" (Carta a los efesios 2:1-3).

"... en otro tiempo estabais apartados y erais enemigos por tener la mente ocupada en las malas obras..." (Carta a los colosenses 1:21).

Por eso necesitamos permitir que la Palabra de Dios y de Cristo renueve toda nuestra manera de pensar:

"No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestra mente, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta" (Romanos 12:2).

"...porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Destruimos los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios; llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo" (2ª Carta a los corintios 10:4-5).

"Pero nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha dado por Su gracia, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, interpretando lo espiritual con palabras espirituales. Pero el hombre almático (centrado y dominado por su alma) no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios,

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porque para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el hombre espiritual (guiado por el Espíritu) juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo" (1ª carta a los corintios 2:12-16).

La mente del creyente no debe conformarse a este sistema mundano maligno, sino transformarse por la renovación de su manera de pensar, por medio de la Palabra de Dios, para que tener la mente de Cristo.

“Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos; pero renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad” (Ef 4:22-24).

La Palabra de Dios, las enseñanzas de Jesucristo, registradas en la Biblia, son una Palabra viva, poderosa y eficaz para salvar nuestra alma, restaurarnos, y hacernos crecer hacia la madurez:

“Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas ("psijé")” (Santiago 1:21).

plicar la cruz a nuestra 'carne' (la vieja naturaleza caída), con sus pasiones y deseos desordenados y al Pecado.A

Como hijos de Adán, aunque seamos salvos seguimos llevando dentro de nosotros día y noche, todos los días de nuestra vida en esta tierra, un enemigo formidable: nuestra propia naturaleza caída y pecaminosa habitada por el Pecado. El ‘cuerpo de pecado', el 'viejo hombre' todavía está presente, todavía es posible pecar y hacerse esclavo del pecado, todavía es posible ‘andar en la carne’... Y puesto que "la paga del pecado es muerte", somos advertidos:

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"Porque los que viven conforme a la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque poner la mente en la carne es muerte, pero poner la mente en el Espíritu es vida y paz. Pues la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede. Así que, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios (...) Así que, hermanos, somos deudores, pero no a la carne para que vivamos conforme a la carne. Porque si vivís conforme a la carne, habéis de morir..." (Romanos 8:5-8. 13a).

Contra este enemigo el creyente debe aplicar el poder de la cruz a su viejo hombre como enseña el Espíritu por la Palabra:

"...porque los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Carta a los gálatas 5:24).

¿Pero cómo se hace esto en la práctica?

1. "sabiendo": "Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él? ¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque así como hemos sido injertados con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección. Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado" (Romanos 6:1-7).

2. "considerándose": "Así también vosotros, considerad que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en Cristo Jesús" (Romanos 6:11).

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3. "presentándose": "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos. Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado, como instrumentos de injusticia; sino más bien presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia" (Romanos 6:12-13).

4. "bajo la gracia": "Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, ya que no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Romanos 6:14). Porque si tratamos de cumplir la Ley de Dios con nuestras fuerzas, fracasaremos. El secreto de la victoria está en "recibir la abundancia de la gracia y el don de la justicia por medio de Jesucristo" (Romanos 5:17) y "andar en el Espíritu", dejándose guiar por Él, para disfrutar de "la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús que nos libra de la ley del pecado y de la muerte" (Romanos 8:1-2; Gálatas 5:16-25); dejándose guiar por Él:

"...pero si por el Espíritu hacéis morir las prácticas de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Romanos 8: 13b-14)

encer a Satanás y sus huestes aplicando la victoria de Cristo. El discípulo de Jesús debe aprender que está involucrado en una

"guerra espiritual", contra adversarios "espirituales", librada con "armas espirituales".

V

Antes de ser salva la persona no podía percibir este conflicto espiritual que se está librando entre el Reino de Dios y el reino de Satanás, porque estaba cautiva bajo el dominio de las tinieblas, cegada por Satanás. Pero al ser trasladada por Jesucristo desde ese dominio tenebroso a su propio Reino, el discípulo va a comenzar a percibir y experimentar la realidad de esta guerra y la oposición de Satanás a Cristo y todos los suyos.

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"Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar. Resistid al tal, estando firmes en la fe, sabiendo que los mismos sufrimientos se van cumpliendo entre vuestros hermanos en todo el mundo. Y cuando hayáis padecido por un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, quien os ha llamado a su eterna gloria en Cristo Jesús, él mismo os restaurará, os afirmará, os fortalecerá y os establecerá" (1ª carta de Pedro 5:8-10).

Cuando el creyente nuevo es bautizado en el Espíritu, comienza a despertar al mundo espiritual y las cosas de Dios. Pero también va a descubrir que existe un mundo espiritual maligno, y que necesita aprender a luchar contra él y a usar las armas espirituales de la luz:

"Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis hacer frente a las intrigas del diablo; porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los gobernantes de estas tinieblas, contra espíritus de maldad en los lugares celestiales. Por esta causa, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haberlo logrado todo, quedar firmes. Permaneced, pues, firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, vestidos con la coraza de justicia y calzados vuestros pies con la preparación para proclamar el evangelio de paz. Y sobre todo, armaos con el escudo de la fe con que podréis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Tomad también el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, orando en todo tiempo en el Espíritu con toda oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y ruego por todos los santos" (Carta a los efesios 6:10-18).

"Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas" (2ª carta a los corintios 10:3-4).

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Y así como Jesús dedicó gran parte a expulsar demonios y liberar a todos aquellos que se acercaban a Él con fe, sus discípulos son equipados con la autoridad de su Nombre y el poder de su Espíritu para proseguir ese ministerio:

"Los setenta volvieron con gozo, diciendo: —Señor, ¡aun los demonios se nos sujetan en tu nombre! El les dijo: —Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí, os doy autoridad de pisar serpientes, escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo; y nada os dañará" (Evangelio según Lucas 10:17-19).

Allá donde el Reino de los Cielos se hace presente, el reino de las tinieblas debe retroceder, y el Señor Jesús ha querido contar con sus discípulos para esta apasionante empresa.

oner la cruz entre el mundo maligno y nosotros, y santificarnos: apartarnos de él para Dios.P

Como hemos mencionado, con la Caída "el mundo" se volvió en un Sistema hostil a Dios, a todo lo de Dios, a la vida misma.., bajo el dominio de Satanás, "el príncipe de este mundo". Es el sistema mundial satánico: el 'orden' conforme al cual está configurado este mundo bajo su poder. Sistemas políticos y económicos, sistemas de trabajo y consumo, religiones, ideologías y filosofías, culturas y modas, ciencia y tecnología, medios de comunicación, formas de ocio y distracción, multimedia... son realidades secuestradas o creadas por "el dios de este mundo" y trenzadas por él como una sutil red para tener cautiva a la gente, para estimular nuestra naturaleza pecaminosa, y distraernos y mantenernos ocuparnos, ya sea en cosas "buenas" o en cosas vanas, con el fin de alejarnos de Dios y su propósito.

Ese sistema satánico, representado por las autoridades judías (la religión) y por los romanos (el poder político), crucificó al Autor de la vida. En la cruz fue expuesta la maldad de este sistema deicida y homicida, que también odia a los seguidores de Jesús... Por eso un

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discípulo de Jesús debe amar a todos los hombres y llevarles la luz de Cristo, pero no puede amar el sistema mundo ni tener amistad con él:

"Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo. Pero ya no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo; por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: ’El siervo no es mayor que su señor.’ Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió" (Evangelio según Juan 15:18-21).

"No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él; porque todo lo que hay en el mundo -los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida- no proviene del Padre sino del mundo. Y el mundo está pasando, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1ª carta de Juan 2:15).

"Pedís, y no recibís; porque pedís mal, para gastarlo en vuestros placeres. ¡Gente adúltera! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, cualquiera que quiere ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios ¿O suponéis que en vano dice la Escritura: El Espíritu que él hizo morar en nosotros nos anhela celosamente?" (Santiago 4:3-5).

Por tanto, respecto del mundo, el discípulo también debe aprender a aplicar la cruz. Puesto que todavía estamos en el mundo, necesitamos usar de él, pero como no somos de él, necesitamos usarlo con sabiduría y prudencia, sin entregarle nuestro corazón, separándonos (santificándonos) de todo mal:

"Pero lejos esté de mí el gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien el mundo me ha sido

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crucificado a mí y yo al mundo" (Carta a los gálatas 6:14). "Pero os digo esto, hermanos, que el tiempo se ha acortado. En cuanto al tiempo que queda, los que tienen esposas sean como si no las tuvieran; os que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; y los que disfrutan de este mundo, como si no disfrutaran de él. Porque el orden presente de este mundo está pasando" (1ª carta a los corintios 7:20-31).

"Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1ª carta de Juan 5:4-5).

La fe nos une orgánicamente con Jesús, de modo que su Vida en nosotros nos capacita para vencer el poderoso sistema mundano satánico.

enunciar a nuestra vida independiente y aprender a ser guiados por el Espíritu de Cristo.R

Es un hecho enseñado por la Escritura que el alma del creyente no es salva automáticamente cuando cree en Jesús, sino que todavía debe ser "ganada" para el Señor:

"Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida (griego: "psijé") la perderá, y el que pierda su vida ("psijé") por causa de mí la hallará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y pierde su alma ("psijé")? ¿O qué dará el hombre en rescate por su alma ("psijé")?" (Evangelio según Mateo 16:24-26).

El Espíritu Santo dice, dirigiéndose a los ya discípulos:“Por vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas ("psijé")” (Lc 21:19).

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Como hemos visto anteriormente, la palabra griega "psijé" (de donde viene 'psique', 'psíquico', 'psicología'...) significa indistintamente "vida" o "alma". Y es nuestro "Yo", nuestro "Ego", nuestro "sí mismo", nuestra alma, la vida del alma.

De manera que Jesús nos muestra el modo paradójico como nuestra alma se salva: perdiéndose a sí misma, negándose a sí misma, negándose a vivir por y para sí misma para vivir por la Vida de Cristo, siguiendo su Espíritu.

Hemos visto que nuestros primeros padres, en lugar de "comer del árbol de la vida", es decir, en lugar de recibir la Vida divina como vida propia para vivir por medio de ella, escogieron "comer del árbol del conocimiento del bien y del mal", es decir, escogieron vivir independientes de Dios, por sus propios recursos, poniéndose a sí mismos como el centro, llenándose de sí mismos en lugar de llenarse de Dios.

La consecuencia fue la muerte, que comenzó por el espíritu, el órgano que nos capacita para percibir a Dios y relacionarnos con Él. Así el alma humana perdió el norte (la dirección del espíritu en comunión con Dios), y se hinchó, se llenó de sí misma convirtiéndose en un Ego que sólo vive para sí mismo. Al mismo tiempo, quedó esclavizada a las pasiones y deseos del cuerpo desestructurados y desquiciados.

Ahora, una vez "regenerado" el espíritu del creyente con la Vida divina por el Espíritu de Jesucristo que viene a morar en él, el creyente recupera la comunicación vital con Dios, y dispone de todas las provisiones espirituales necesarias para seguir "comiendo del fruto del árbol de la vida": aprender a negar su vida independiente y comenzar a vivir por el poder de la Vida de Cristo que mora en su espíritu, dejándose guiar por Su Espíritu en todo su vivir. A esto se refiere Jesús cuando dice:

"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame"

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¡En eso consiste ser un discípulo o seguidor de Cristo! Y es así como ganará su alma y recibirá como recompensa participar con Cristo en el Reino milenial: sólo aquel que ha puesto su vida bajo el gobierno de Cristo, será digno de entrar en el Reino venidero para reinar con Él. De lo contrario, "será echado fuera, donde es el llanto y el rechinar de dientes", como una disciplina purificadora, para que los hijos de Dios "no sean condenados con el mundo15". Enseguida veremos esto más despacio.

a conformación a Cristo. Porque el objetivo, la meta última y gloriosa a la que se dirige todo este proceso de la "trans-

formación" (cambio de forma) de nuestra alma, es ser "con-formados" a la imagen de Cristo, el Hijo de Dios, el Hombre perfecto conforme al Propósito original de Dios:

L

"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza..." (Génesis 1:26).

"Él (Cristo) es la imagen del Dios invisible..." (Carta a los colosenses 1:19); el resplandor de su gloria y su expresión exacta (Carta a los hebreos 1:3).

"Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo; a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó" (Romanos 8:29-30).

Tener la mente de Cristo; tener el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús; escoger libremente hacer Su voluntad y vivir por Él y para Él, de la misma manera que Jesús escogió siempre hacer la voluntad del Padre y vivir por Él y para Él. ¡Esa es la meta!

15 1ª carta a los corintios 11:13.

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Porque recordemos cómo fuimos diseñados y para qué.

Fuimos diseñados con una naturaleza de recipiente, dispuesta para ser llenada. Dios nos creó para ser contenido y expresado por nosotros. Dios es el Contenido que da sentido al recipiente que es el Ser Humano, y realiza su destino. Aceptar esto, reconociéndose 'criatura', es la humildad. ¡Y el principio de la sabiduría!

El 'Pecado' consiste en rebelarse contra este diseño y propósito divino, y pretender convertirse en contenido de sí mismo: una naturaleza de recipiente pretendiendo ser el contenido de sí misma. Esto es el orgullo. En ese intento la naturaleza humana ha quedado desfigurada, frustrada, vacía... devino un engendro monstruoso (si pudiéramos verlo con los ojos de Dios... ¡en eso consiste el arrepentimiento o conversión!). En realidad, detrás de cada pecado late esta locura de auto-inventarse al margen del propósito divino, colocándose en el lugar de Dios, en-diosándose.

¡Esto es el mal!, y el origen de todos los males, cuyo destino final es la muerte como frustración eterna del propio ser, separado para siempre del Dios por quien y para quien fue creado. Por eso nuestra vieja naturaleza debe morir; por eso Dios la puso en Cristo y la crucificó en la cruz.

En cambio Jesús realizó la naturaleza humana conforme al diseño y la voluntad de Dios: vino enviado por el Padre, no por su propia cuenta; en nombre del Padre, no en su propio nombre (Jn 5:43); vino a hacer la voluntad del Padre, no la suya propia (Jn 4:34; 6:38; Lc 22:42); no hizo nada por cuenta propia, sino las obras que el Padre le dio para cumplirlas (Jn 5:19.36); no vivió por sí mismo, sino por el Padre (Jn 6:57); su doctrina no era de Él, sino del Padre (Jn 7:16), no hablaba por cuenta propia, sino lo que había oído de parte del Padre (Jn 8:26.28); siempre hizo lo que agradaba al Padre (Jn 8:29); no buscó su gloria, sino la del Padre (Jn 8:49-50).

Jesús es "EL HIJO", cuya naturaleza consiste en RECIBIRLO

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TODO DEL PADRE, su ser entero está constituido por el Padre, por eso lo expresa perfectamente:

"Si me habéis conocido a mí, también conoceréis a mi Padre... El que me ha visto a mí, ha visto al Padre... Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo, sino que EL PADRE QUE MORA EN MÍ hace sus obras. Creedme que yo soy en el Padre,y el Padre en mí" (Jn 14:7-11).

El Padre era el contenido de Jesús:

"en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Col 2:9).

Ahora Jesús quiere transmitirnos su naturaleza 'filial':

"Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios" (Jn 1:12).

Jesús desea que nos nutramos de Él (por la fe), que es el Árbol de la Vida, para constituirnos y saturarnos y ser nuestro contenido, y que así podamos expresarle:

"El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él. Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, de la misma manera el que me come también vivirá por mí" (Jn 6: 56-57).

El propósito de la salvación no es otro que restaurar al Ser Humano a su original y glorioso destino: contener y expresar a Dios.

"Si alguno me ama -dice Jesús-, mi palabra guardará (a modo de recipiente). Y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14:23).

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os valores y el estilo de vida propio del Reino de Dios. Cuando el creyente se deja guiar por el Espíritu de Jesucristo que mora en

él, comenzará progresivamente a manifestar en todas las áreas de su vida la naturaleza y el carácter de la Vida de Cristo.

L

La justicia de Cristo, es decir, su manera de vivir 'ajustada' a la Voluntad de Dios, pasa a ser la justicia del cristiano.

"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe/fidelidad de Jesucristo, para todos los que creen..." (Romanos 3:21-22, conforme al texto griego).

En realidad Cristo mismo, que es la justicia y la santidad personificadas, pasa a ser la justicia y la santidad del cristiano16.

Todo lo que Cristo es y todo lo que logró en su perfecta humanidad, pasa al cristiano por obra del Espíritu; está a su disposición por medio de la fe, para que con la ayuda del Espíritu se lo vaya apropiando progresivamente en su experiencia.

Un discípulo va a reconocer en Jesús a su Maestro, enviado por Dios para enseñar la verdad acerca de todas las cosas, y buscará la palabra del Maestro para conducirse en todos los aspectos de su vida:

"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. El que tiene mis mandamientos y los guarda, él es quien me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él" (Evangelio según Juan 14:15.21).

"El que dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios ha sido perfeccionado. Por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo" (1ª carta de

16 1ª carta a los corintios 1:30.

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Juan 2:4-6).

En el llamado 'Sermón del Monte' (Mateo 5-7), Jesús expone la Carta Magna del Reino de Dios. Es uno de los lugares de la Escritura donde se describen los rasgos de la vida 'cristiana' en el Reino de Dios, que son los rasgos de Cristo mismo aplicados a las diversas áreas de la vida humana: la pobreza en espíritu (dependencia de Dios), la mansedumbre, la aflicción y el hambre y la sed hasta que la justicia se imponga en nuestra vida y en esta tierra, la misericordia, la limpieza/pureza de corazón, reconciliar y hacer la paz, padecer persecución por causa de la justicia y el nombre de Jesús; el testimonio colectivo de la comunidad de discípulos al mundo como una sociedad alternativa; no dañar al prójimo; honrar el matrimonio entre el varón y la mujer en fidelidad hasta la muerte; no jurar (hablar siempre la verdad); no vengarse, no responder al mal con el mal, sino con el bien, amando a los enemigos, haciéndoles el bien, orando por ellos; no practicar la justicia y nuestra religión para que nos alaben, sino de corazón, dando para las necesidades del prójimo, ayunando y orando al Padre en lo secreto; sin acumular bienes ni poner nuestro corazón en el dinero, sin preocuparse por el futuro, sino confiando en Dios y buscando prioritariamente que Él reine; no juzgar con hipocresía a los demás; pedir y buscar a Dios con confianza; hacer por el prójimo lo que queremos que los demás hagan con nosotros; esforzarse por entrar por esta puerta estrecha y avanzar por este camino angosto, que lleva a la vida; discernir por sus frutos a los que dicen venir en nombre de Dios, pero son lobos rapaces... En resumen: no seguir a Jesús sólo de boquilla, sino haciendo la voluntad de Dios.

La Vida divina sembrada por el Espíritu de Jesucristo en el creyente lo capacita para la vida del Reino de Dios, reproduciendo el carácter de Cristo, en lo cual está la bienaventuranza, la felicidad.

Un discípulo buscará en la Palabra de Dios todas las manifestaciones de esta Vida; buscará aprender de su enseñanza y su ejemplo para practicarlo. Y esto no como una mera imitación externa: ser cristiano es permitir que Cristo manifieste su vivir en nuestra propia vida:

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“Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe/fidelidad del Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Carta a los gálatas 2:20).

"Porque para mí el vivir es Cristo..." (Carta a los filipenses 1:21).

Y es en la medida que vamos siendo conformados a Cristo, y que seguimos sus mandamientos, que nuestras relaciones van siendo sanadas y restauradas.

antificar (apartar para Dios) nuestro cuerpo mortal y apropiarnos del poder vivificante de Dios. S

Como hemos visto, con la Caída nuestro cuerpo quedó desestructurado: los instintos y apetitos naturales con que el Creador lo dotó se desordenaron, tendiendo a desviarse de la finalidad para la que fueron puestos, convirtiéndose en pulsiones pecaminosas que inclinan el alma humana al pecado: son "la bajas pasiones", los malos deseos o "concupiscencias".

El cuerpo del Hombre fue hecho esclavo del Pecado y la Muerte y envenenado por su corrupción. La Escritura lo llama "cuerpo de pecado y de muerte", dice que "está muerto por el pecado"17, por tanto:

"...esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción" (1ª carta a los corintios 15:50).

Pero hay esperanza para nuestro cuerpo, porque la salvación de Dios es integral, como vamos a ver en la tercera etapa de la salvación. Y mientras dure nuestra peregrinación por este mundo debemos

17 Ver Romanos 6:6 y 7:24, y 8:10.

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"santificar" nuestro cuerpo, purificarlo y separarlo de todo mal para Dios.

Debemos consagrar todo nuestro ser al Señor, presentándole nuestro cuerpo y nuestros miembros como instrumentos de justicia, como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios; no obedeciendo sus malos deseos de modo que el pecado reine en nuestro cuerpo mortal, sino poniéndolo bajo disciplina18; teniendo dominio sobre el propio ‘vaso’ “en santificación y honor, no con bajas pasiones, como los gentiles que no conocen a Dios”19:

"Huid de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues habéis sido comprados por precio. Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo" (1ª carta a los corintios 6:18-20).

Por último, también podemos aprender a apropiarnos por la fe del poder de la resurrección con que el Padre puede vivificar nuestros cuerpos mortales mediante el Espíritu que mora en nosotros, para que podamos servirle por medio del cuerpo:

"Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, no obstante el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos mora en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos también vivificará a vuestros cuerpos mortales mediante su Espíritu que mora en vosotros" (Romanos 8:10-11).

a salvación del alma, la disciplina divina y el Reino. Es necesario comprender la relación entre estas cosas.L

18 Ver Romanos 6:12-13; 7:15-23; 12:1; 1Cor 9:24-27.19 1ª carta a los tesalonicenses 4:4-5, conforme al texto griego.

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Por un lado, pues, nacimos de nuevo en un momento cuando creímos, pero por otro lado:

“Es preciso que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hch 14:22),

“... siempre debemos dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo sobremanera y abunda el amor de cada uno para con los demás; tanto que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, a causa de vuestra perseverancia y fe en todas vuestras persecuciones y aflicciones que estáis soportando. Esto da muestra evidente del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual también estáis padeciendo” (2Tes 1:3-59),

“... por eso, hermanos, procurad aun con mayor empeño hacer firme vuestro llamamiento y elección, porque haciendo estas cosas no tropezaréis jamás. Pues de esta manera os será otorgada amplia entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2Pe 1:10-11).

Multitud de pasajes como los anteriores nos muestran que la salvación del alma y la entrada en el reino mesiánico (el Milenio) como recompensa están ligadas. Cuando Cristo vuelva, las naciones serán juzgadas en 'el juicio de las naciones' (Mt 25:31-46), y los creyentes en el ‘Tribunal de Cristo’, para determinar disciplinas, recompensas y la posición en el Reino, “porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho por medio del cuerpo, sea bueno o malo” (2Cor 5:10).

Sobre la base de la gracia, el creyente tiene ahora una responsabilidad por la salvación de su alma, y si falla, sufrirá pérdida. No la pérdida de todo lo que recibió por la fe en su salvación inicial, pero sí una pérdida disciplinaria, temporal, más o menos grave según el caso:

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“Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe como hijo (…) Él nos disciplina para bien, a fin de que participemos de su santidad… Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados… Mirad bien que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios” (Hb 12:4-15).

El mundo protestante, por reacción al catolicismo, ha descartado algunos elementos de verdad yéndose al otro extremo, como es el caso de la disciplina divina para salvación del alma. La doctrina católica del ‘purgatorio’ está desenfocada y carece del entendimiento bíblico acerca de todo lo que hemos expuesto acerca de la salvación inicial y del tribunal de Cristo en el Milenio, pero responde a ‘algo’ que sí enseña la Escritura: que Dios disciplina a sus hijos, incluso en la era venidera, para salvación de sus almas.

El Nuevo Testamento está lleno de exhortaciones a la fidelidad y la perseverancia, a ser ‘vencedores’, para ser recompensados y entrar en el Reino, y de avisos y advertencias de castigo y pérdidas para los infieles y negligentes, especialmente contra los que se vuelven atrás (apostasía), al mundo, para vivir como los incrédulos20. Dios comenzó la obra buena en cada uno de sus hijos, y está comprometido a llevarla a término (Flp 1:6), pero en la medida que un hijo falla en la responsabilidad de su llamado y se aparta, su Padre ejercerá disciplina: “pero siendo juzgados, somos disciplinados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1Cor 11:32). Puede ser una enfermedad, o debilitamiento, o incluso una muerte prematura (1Cor 11:30); o cuando el Señor vuelva, puede ser la pérdida de la recompensa y la corona de vencedor en la era venidera (Mt 5:46-47; Lc 6:35; 1Cor 3:8.14; 1Cor 9:25-27; 2Tim 4:9; 2Jn 1:8; Stg 1:12; Ap 2:10; 3:11), unos azotes (Lc 12:47), ser echados fuera del Reino como siervo inútil (Mt 5:25-26; 8:11-12; 24:45-51; 25:1-30; Ef 5:5; Gal 5:21), o incluso gustar temporalmente del ‘daño de la segunda muerte’

20 Para profundizar en esta distinción bíblica entre salvación y Reino, y la disciplina paternal a los creyentes, recomiendo el libro “El Evangelio de Dios”, de Watchman Nee: http://comunioncristiana.net/libros-watchman-nee

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para los que vivieron como los incrédulos (Lc 12:45-48 con Ap 2.11; Mt 5:22.29-30): 'hijo mío, puesto que quisiste vivir como los impíos, deberás gustar disciplinariamente el destino de los impíos, para que puedas participar de mi santidad'.

La parábola de Jesús sobre las diez vírgenes (25:1-13) enseña claramente acerca de los creyentes que no se ocupan en su salvación, que no aplican por el Espíritu las provisiones de la cruz y la resurrección a su alma, conformándose a Cristo. Hay creyentes prudentes que no sólo tienen aceite (el Espíritu) en la lámpara (el espíritu regenerado y habitado por el Espíritu -Prv 20:27) sino también en la 'vasija' (el alma -2Cor 4:7), y hay creyentes necios que aunque fueron regenerados, se durmieron en los laureles y no se esforzaron en la gracia (2Tim 2:1) ejercitando su fe para que el Espíritu llenara y transformara su corazón. Este aceite en la vasija (el alma transformada por el Espíritu) no es gratuito, requiere esfuerzo, es personal e intransferible, hay que pagar un precio personal (25:9-10).

Hay cristianos genuinos 'espirituales', y cristianos genuinos 'carnales' (1Cor 3:1-3), ambos son salvos, pero los segundos todavía andan en la carne, lo cual produce muerte (Rm 8:13).

El Señor nos puso sobre el fundamento de la salvación inicial en Cristo, ahora espera que ‘sobre-edifiquemos’ con oro (la vida divina en nosotros), plata (las provisiones de la redención) y piedras preciosas (las riquezas del Espíritu), pero si en lugar de eso sobre-edificamos con madera, heno y hojarasca (recursos humanos sin la calidad divina), sufriremos pérdida:

“Pero cada uno mire cómo edifica encima, porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Si alguien edifica sobre este fundamento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno u hojarasca, la obra de cada uno será evidente, pues el día la dejará manifiesta. Porque por el fuego será revelada; y a la obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará. Si permanece la obra que alguien ha edificado sobre el fundamento,

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él recibirá recompensa. Si la obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego” (1Cor 3:10-15).

También el Antiguo Testamento tipifica nuestra responsabilidad en la salvación de nuestra alma: “

No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube, y que todos atravesaron el mar. Todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar. Todos comieron la misma comida espiritual. Todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Sin embargo, Dios no se agradó de la mayoría de ellos; pues quedaron postrados en el desierto. Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no seamos codiciosos de cosas malas, como ellos codiciaron. No seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó para divertirse. Ni practiquemos la inmoralidad sexual, como algunos de ellos la practicaron y en un sólo día cayeron 23.000 personas. Ni tentemos a Cristo, como algunos de ellos le tentaron y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron y perecieron por el destructor. Estas cosas les acontecieron como ejemplos y están escritas para nuestra instrucción, para nosotros sobre quienes ha llegado el fin de las edades. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1Cor 10:1-12).

Muchos sacrificaron el cordero, untaron su puertas con su sangre, comieron de él, salieron de Egipto, fueron bautizados en la nube y en el agua, participaron en el Pacto... (todo ello simboliza la salvación en su primera etapa), pero no perseveraron y a causa de su incredulidad no pudieron entrar en la Tierra, símbolo de la plenitud de la vida cristiana en Cristo, quedaron dando vueltas por el desierto donde perecieron sin entrar en la Tierra, en el reposo. Esto es una advertencia para nosotros: podemos ser salvos y no ‘heredar la Tierra', el Reino

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mesiánico. Lo que podemos ‘perder' no es la salvación, sino la herencia. Somos hijos, pero desheredados por no perseverar y por la incredulidad, privados de heredar el Reino (la era mesiánica, el Milenio), para poder 'participar de Su santidad' en los nuevos cielos y la tierra nueva, después del Milenio. La salvación inicial no se pierde, pero algo se puede perder: la salvación de nuestra alma para reinar con Cristo en el Milenio:

“Fiel es esta palabra: Si morimos con él, también viviremos con él. Si perseveramos, también reinaremos con él. Si le negamos, él también nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo” (2Tim 2.11-13).

Sólo aquel que ha puesto su alma bajo el gobierno de Cristo, será digno de entrar en el Reino venidero para reinar con Él. Si hemos sido fieles y vencedores, heredaremos la tierra en la era del Reino y reinaremos con Cristo; si somos infieles y le negamos, Él también nos negará ‘disciplinariamente’ dejándonos fuera del Reino (Mt 10:32-33; 7:21-27; 25:12; Lc 13:23-25); pero Él es fiel, y después que se haya completado su disciplina para hacernos participar de su santidad, llevará su obra en nosotros a término, no puede negarse a Sí mismo.

Toda la carta a los Hebreos es una dramática exhortación a la perseverancia de los creyentes, "no sea que NOS deslicemos" (2:1). Se dice 'nos', los creyentes, dando por supuesto la posibilidad de 'deslizarse', de 'endurecerse por engaño del pecado' (3:13), de 'quedarse atrás' (4:1-2). Se exhorta a 'hacer un esfuerzo por entrar en el reposo que queda para el Pueblo de Dios' (4:11), porque si permanecen 'inmaduros'... qué versículos tan tremendos siguen:

"Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio" (6:4-6).

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¿Acaso estas características se pueden predicar de alguien no regenerado: ser iluminados, gustar el don celestial, hechos partícipes del Espíritu Santo, gustar la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero? Sin embargo da por posible que 'recaigan', si no fueran creyentes no podrían 're-caer', si no fueran creyentes sí quedaría todavía la posibilidad de ser renovados para arrepentimiento.

“Porque si los que se han escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo se enredan de nuevo en ellas y son vencidos, el último estado les viene a ser peor que el primero. Pues mejor les habría sido no haber conocido el camino de justicia, que después de conocerlo, volver atrás del santo mandamiento que les fue dado. A ellos les ha ocurrido lo del acertado proverbio: El perro se volvió a su propio vómito; y "la puerca lavada, a revolcarse en el cieno” (2Pe 2:20-22).

“No desechéis, pues, vuestra confianza, la cual tiene una gran recompensa. Porque os es necesaria la perseverancia para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis lo prometido; porque: Aún un poco, en un poco más el que ha de venir vendrá y no tardará. Pero mi justo vivirá por fe; y si se vuelve atrás (es algo posible), no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma” (Hb 10:35-39).

Vemos pues que nuestra alma es un campo de batalla, en donde todavía puede haber pérdida, y Satanás todavía puede retener o ganar terreno.

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3ª etapa de la salvación: la salvación de nuestro cuerpo.

Finalmente, hay una dimensión futura de nuestra salvación, cuando llegue también a nuestro cuerpo mortal, "la redención de nuestro cuerpo", la resurrección corporal, para que todo nuestro ser completo participe de la gloria de Cristo:

"¡Si sólo en esta vida hemos tenido esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres! Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron. Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también por medio de un hombre ha venido la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Después el fin, cuando él entregue el reino al Dios y Padre, cuando ya haya anulado todo principado, autoridad y poder. Porque es necesario que él reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será destruido es la muerte" (1ª carta a los corintios 15.19-26).

"Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos ardientemente al Salvador, el Señor Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo de humillación para que tenga la misma forma de su cuerpo de gloria, según la operación de su poder, para sujetar también a sí mismo todas las cosas" (Carta a los filipenses 3:20-21).

"Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción; se resucita en incorrupción. Se siembra en deshonra; se resucita con gloria. Se siembra en debilidad; se resucita con poder. Se siembra cuerpo natural; se resucita cuerpo espiritual. Hay cuerpo natural; también hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: el primer hombre Adán llegó a ser un alma viviente; y el postrer Adán, espíritu vivificante. Pero lo espiritual no es primero, sino lo natural; luego lo espiritual. El

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primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es celestial. Como es el terrenal, así son también los terrenales; y como es el celestial, así son también los celestiales. Y así como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. Y esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción.

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Porque sonará la trompeta, y los muertos serán resucitados sin corrupción; y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y que esto mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ¡Sorbida es la muerte en victoria! ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?" (1ª carta a los corintios 15:42-55).

Y puesto que Dios vinculó el destino de toda la Creación material al de la Humanidad, la salvación de toda la Creación depende de la del Hombre, la cual será manifestada con la resurrección de los hijos de Dios:

"Pues tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de revelarse. Porque la creación observa ansiosamente, aguardando con anhelo la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó, con la esperanza de que también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo esto, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del

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Venimos mostrando que la salvación provista por Dios es con miras a restaurar al Ser Humano a su original y glorioso destino: contener y expresar a Dios, representarle y gobernar el mundo en estrecha comunión con Él. Pero esto no es sólo individualmente, sino corporativamente, como la Asamblea de Cristo.

"Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un templo santo en el Señor. En él también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu". (Ef 2:20-22).

De hecho, la transformación individual es la base necesaria para que sea posible la edificación de la Iglesia de Cristo como Casa y Morada para Dios. La Iglesia, la Asamblea de Cristo, no puede ser edificada si los creyentes no son transformados por la salvación de Dios.

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LA SALVACIÓN QUE NOS HACE APTOS PARA EL REINO Y

PARA ALCANZAR EL PROPÓSITO ORIGINAL DE DIOS (II).

EL ASPECTO SOCIAL.

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I. Origen, naturaleza y misión de la Asamblea de Jesús el Mesías.

Hemos expuesto ya que Jesús el Cristo, una vez resucitado y glorificado en el Trono de Dios, y hecho "espíritu vivificante", re-fundó el Pueblo de Dios derramando el Espíritu Santo sobre la comunidad de discípulos que había reunido en torno a Sí mismo, los que habían creído en Él y le habían seguido.

También que "el bautismo en el Espíritu" es simultáneamente "bautismo en el Cuerpo de Cristo", es decir, los creyentes son sumergidos, introducidos, en el Cuerpo de Cristo, quedando unidos así orgánicamente a Cristo la Cabeza y a los demás creyentes como miembros del único Cuerpo de Cristo. "Orgánicamente" significa en una unión viviente: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos..." (Juan 15:5). Por tanto, la Iglesia de Jesucristo no es un club al que uno se apunta, ni una organización a la que uno se adscribe, ni una institución en la que uno se registra. Es un organismo viviente en el que uno es injertado sobrenaturalmente por el Espíritu:

"Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque en un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu" (1ª carta a los corintios 12:12-13).

Y hemos visto que el término griego "ekklesia" significa "la asamblea de los llamados a salir fuera": los que creen las Buenas Noticias acerca de Jesús y la venida del Reino de Dios, y se someten a su gobierno voluntariamente, salen del reino de las tinieblas, del sistema satánico, para entrar a formar parte de la Asamblea del Mesías, "el Nuevo Hombre".

Para no perder el hilo, y comprender mejor lo que sigue,

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recapitulemos brevemente lo visto hasta aquí.

En medio del conflicto provocado por la rebelión satánica, secundada por la Humanidad, contra la Autoridad Dios, apareció Jesús proclamando la llegada del Reinado de Dios por medio de Su Mesías: Jesús mismo, el Hijo del Dios viviente.

Su anuncio iba acompañado de una llamada al arrepentimiento, a cambiar la dirección de la vida, y a un nuevo nacimiento mediante la fe, pues la naturaleza humana caída estaba bajo juicio de Dios y sentencia de muerte y no puede entrar en el Reino de Dios.

Para que este nuevo nacimiento fuera posible, Jesús tuvo que morir en la cruz terminando la vieja creación corrompida por la rebelión, y tuvo que resucitar para introducir una nueva Creación, una nueva Humanidad.

Todo lo que consiguió Jesús en la cruz está contenido en el Espíritu Santo, el cual fue enviado y dado a sus discípulos, y sigue siendo enviado y dado a todos los que creen. Es por la fe que recibimos el Espíritu, y con Él, todas las provisiones conseguidas por Cristo. Ahí se pone en marcha, como hemos expuesto, el proceso de transformación del creyente en la dirección que Dios se había propuesto desde siempre:

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que El sea el

Primogénito entre muchos hermanos” (Romanos

8:29).

Jesús es el supremo Modelo. Con Él el Reino de los cielos fue introducido en el mundo: Él fue el primer hombre que se dejó gobernar completamente por Dios, que renunció a seguir su propia voluntad para obedecer la Voluntad de Dios. Jesús, como 'Hijo del Hombre' -la síntesis representativa de la Humanidad-, fue el ámbito donde el Reinado de Dios irrumpió en la vieja Creación y se hizo

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efectivo.

Ahora los creyentes renacidos tienen la capacidad de ir siendo transformados conforme a ese Modelo: Jesucristo. Porque Dios el Padre ha querido tener muchos hijos semejantes a su Hijo.

Jesús, el Uni-génito -único- Hijo de Dios, a través de su muerte y resurrección fue hecho el 'Primo-génito de muchos hermanos', el primero y mayor de otros muchos, sus pequeños hermanos. Como el grano de trigo caído en tierra (muerto), fructificó (resucitó) en una multitud de granos (hijos de Dios):

“Pero quiso YaHWeH quebrantarle, sometiéndole a padecimiento. Cuando El se entregue a sí mismo como ofrenda de expiación, verá descendencia...” (Isaías 53:10a)

¡Así empezó a ampliarse y extenderse el Reino de Dios, el ámbito sobre el que Dios reina por medio de su Rey!

Jesucristo fue constituido Cabeza, es decir, que Cristo es un Hombre corporativo, una Persona Colectiva, que incluye a todos los que han nacido de nuevo por la fe: el nuevo Hombre. Ahora el Cristo completo es Jesucristo como Cabeza más los creyentes como su Cuerpo, como una unidad indisoluble, debido a que por todas sus venas corre la misma Vida de Dios, y respiran el mismo Espíritu:

Jesucristo (Cabeza)+ la asamblea de los creyentes renacidos (Cuerpo)

= el Cristo total, el nuevo Hombre.

"...y sometió todas las cosas bajo Sus pies (de Cristo), y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Carta a los efesios 1:22-23).

"... nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo y

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miembros cada uno en particular, los unos de los otros" (Romanos 12:5).

Como hemos visto, cuando alguien nace de nuevo pasa de 'estar en Adán' a 'estar en Cristo', convirtiéndose automáticamente en miembro del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. La Iglesia, pues, ciertamente tiene una forma exterior visible según el modelo y los principios establecidos por Dios (como vamos a ver), pero no es una organización religiosa, no es un institución, mucho menos un edificio físico. La Iglesia es un organismo vivo: es Cristo en los creyentes y los Creyentes en Cristo, es el Cuerpo viviente de Cristo, una nueva Creación:

"A éstos (a sus santos), Dios ha querido dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre las naciones, el cual es: Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Carta a los colosenses 1:27).

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2ª carta a los corintios 5:17).

La vida cristiana se desenvuelve, pues, en dos dimensiones que van estrecha e indisolublemente unidas: la individual y la corporativa o eclesial. Cuando uno nace de nuevo, nace 'en el Cuerpo de Cristo'. Cuando uno recibe el Espíritu, y con Él todas las riquezas de Cristo, lo recibe 'en el Cuerpo de Cristo'. Uno se relaciona con Cristo individual y corporativamente.

En la Asamblea de Cristo cabe el individuo, pero no el individualismo. Cuando uno viene a Cristo, es convertido en 'piedra viva' para ser edificada, junto con las demás piedras, como Casa de Dios, Templo espiritual:

“...porque por medio de Él (Cristo) los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Por eso, ya no sois

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extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. En él todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Carta a los efesios 2:18-22).

“Acercándoos a El, Piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como Casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo... Mas vosotros sois un linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin dé que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no se os había concedido misericordia, pero que ahora se os ha concedido misericordia” (1Pedro 2:4-10).

¡Este Cristo total es el Hombre que Dios ha estado buscando desde el principio, para ser contenido en él, para ser expresado y representado por él en medio de su Creación, para señorear la Tierra (el Reino) en su Nombre!:

“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree (...) Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó. (Génesis 1:26-27).

En Jesucristo, Dios se ha conseguido el Hombre que buscaba, que incluye también varón y mujer, el Nuevo Adán: Cristo y la Iglesia, conformando la nueva Raza celestial, la nueva Humanidad.

Dios creó primero al varón, él es la imagen y la gloria de Dios, y quiso

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darle 'una ayuda idónea', adecuada, semejante a él, la cual sacó y formó del costado de Adán durante su sueño profundo: “Esta será llamada varona (ishah), porque fue tomada del varón (ish)” (según original hebreo). Ella fue creada para él, y es su gloria:

"Entonces YaHWeH Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre llegó a ser alma viviente (...) "Dijo además YaHWeH Dios: "No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea (...) Entonces YaHWeH Dios hizo que sobre el hombre cayera un sueño profundo; y mientras dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que YaHWeH Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre. Entonces dijo el hombre: Ahora, ésta es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada varona (ishah), porque fue tomada del varón (ish). Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne"" (Génesis 2:7.18.21-24).

"Pues Adán fue formado primero; después, Eva" (1ª carta a Timoteo 2:13).

"... él es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre. Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre. Además, el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre" (1ª carta a los corintios 11:7-9)21.

De la misma forma que Dios sacó a la mujer de las entrañas del varón, también sacó a la Iglesia del costado de Cristo: carne de su carne y hueso de sus huesos, para realizar juntos ese Plan divino:

“Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus

21 Todo lo cual en ningún modo es un justificación para el machismo, porque en el concepto bíblico, la diferencia entre el hombre y la mujer no es de naturaleza ni dignidad, sino meramente funcional.

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mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, pues nadie odió jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Efesios 5:28-30).

Pues Adán era “figura del que había de venir”, y el misterio del matrimonio entre el hombre y la mujer es una figura del misterio de Cristo y la Iglesia22. El Hombre fue creado en dualidad sexual para representar el misterio de Cristo y la Iglesia: en el Plan de Dios el prototipo es la pareja formada por Cristo y la Iglesia, y a imagen del prototipo fue establecido el matrimonio: la mujer fue creada para el varón y es la gloria del varón porque la Iglesia es para Cristo y la gloria de Cristo. El Padre quiso dar al Hijo ‘una ayuda idónea’, para lo cual Cristo tuvo que dormir el sueño de la muerte en la cruz para que de su costado abierto manaran las fuentes de las que nace su esposa: la Iglesia.

Así pues, el Hijo del Dios viviente se ha multiplicado a Sí mismo por medio de su encarnación, su muerte en la cruz, su resurrección, su glorificación como hombre a la diestra de Dios, y su envío del Espíritu Santo, extendiendo así en medio de la vieja Creación el ámbito donde Dios vuelve a gobernar. La Iglesia es la comunidad del Rey, el nuevo y definitivo Pueblo de Dios, la nación gobernada por Dios, la parcela del mundo recobrada por Dios, en la cual se ha iniciado la renovación del Universo.

El Espíritu de Jesucristo es el portador de ese Mundo venidero, el Reino de los Cielos, y al ser dado por Él a Su Iglesia, esta se convierte, en medio del viejo Mundo, en la embajada del Reino de Dios, el territorio en el que rigen la leyes y los poderes del Mundo Futuro.

Pero el conflicto sigue, ahora concentrado en la Iglesia. La Iglesia es un embajada en territorio hostil: el mundo bajo el maligno (1Juan 5:19). La Iglesia está en guerra espiritual contra el reino de Satanás, en

22 Ver Romanos 5:14 y Efesios 5:22-33.

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el Nombre poderoso de Jesús, prolongando el trabajo de su Maestro, que vino para deshacer las obras del diablo (1Juan 3:8b). La Iglesia ha sido designada por Dios como Novia del Rey, como co-laboradora suya para la extensión de su Reino, para recuperar para Dios a la Humanidad caída arrancándola del dominio de Satanás y trasladándola al Reino del Hijo amado, y reconquistar la Tierra para Dios.

Esta es la misión de la Iglesia, colaborar en la obra que Dios está llevando a cabo de sujetar todas las cosas bajo el mando y la soberanía de Cristo, poniendo todos sus enemigos bajo sus pies. (Nadie lea esto pensando que hablamos de estrategias y armas mundanas, las armas de nuestra milicia no son carnales, sino espirituales, poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2Corintios 10:3-4), “...porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, vestidos con la coraza de justicia y calzados los pies con el celo por anunciar el evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Orad en todo tiempo

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con toda oración y súplica en el Espíritu, y velad en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:12-18)).

Y es que Dios tenía un Plan, una Voluntad, un Propósito, una Meta u Objetivo supremo, escondido en su corazón desde toda la eternidad, que empezó a revelarnos en Génesis y que nos fue revelada plenamente cuando llegó la plenitud de los tiempos

“... 9 El nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Cristo, 10 a manera de plan para el cumplimiento de los tiempos: que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra.

... que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él; 18 habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza. 20 Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales, 21 por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera. 22 Aun todas las cosas las sometió Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo".

(Efesios 1:9-10.18-23).

Dios nos ha revelado el sentido de todas las cosas, la razón de ser de todo lo creado: dárselo en herencia a su amado Hijo (Heb 1:2), para que Él sea Cabeza de todas las cosas, para que todas las cosas sean reunidas bajo su soberanía, para que él tenga en todo la primacía, la preeminencia, para que todo sea llenado por Él y todo

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le exprese a Él:

"12 Con gozo damos gracias al Padre que os hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz. 13 El nos ha librado de la autoridad de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado, 14 en quien tenemos redención, el perdón de los pecados. 15 El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación; 16 porque en él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, dominios, principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él. 17 El antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten. 18 Y además, él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. El es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo él sea preeminente; 19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, 20 y por medio de él reconciliar consigo mismo todas las cosas, tanto sobre la tierra como en los cielos, habiendo hecho la paz mediante la sangre de su cruz" (Colosenses 1,12-20).

Como podemos comprobar, en el centro de este Propósito eterno de Dios de hacer a su Hijo Cabeza de todas las cosas, se encuentra la Iglesia, su Cuerpo. Ella es la Compañera de Cristo, la Novia que un día llegará a ser su Esposa (Apocalipsis 19:7-9; 21:9ss), cuando ella haya madurado y esté preparada y gloriosa (Efesios 5:25-27). Ella es el primer lugar donde debe cumplirse este Plan de Dios, ella debe aprender a sujetarse en todo a su futuro Esposo, para que Él pueda sujetarse el resto de la Humanidad y de la Creación. Si la Iglesia no se sujeta a Cristo Cabeza, a su soberanía, a su reinado, Cristo no podrá sujetarse el universo. Esta es la dramática responsabilidad de la Iglesia.

Al final de la Historia de la salvación habrá un Hombre (Cristo) y una Mujer (la Iglesia), llenos de la gloria de Dios, gobernando una Nueva Tierra (Apocalipsis 21-22:5), dando cumplimiento a la Voluntad eterna de Dios, que fue frustrada temporalmente en Adán y Eva. Esta Pareja

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celestial sí cumple su responsabilidad de vivir por medio de la Vida de Dios y enfrentar al enemigo para establecer el Reinado de Dios en la tierra, para que la Voluntad de Dios se haga en la Tierra como se hace en el Cielo.

Cristo y la Iglesia son ahora el Nuevo Hombre destinado a gobernar la Tierra en Nombre de Dios, expulsando de ella al Adversario. La Iglesia es el territorio donde el Reino de los Cielos que viene ya es efectivo, y es también la base de operaciones desde donde Jesús, el Rey, se está sujetando a sí mismo todas las cosas, hasta que todo sea puesto bajo sus pies, para que Dios sea todo en todos (1Corintios 15:20-28).

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II. La vida normal de la Asamblea del Rey de Dios

Enfoquemos para ver desde más cerca la Comunidad del Rey, la Iglesia, y consideremos brevemente algunos aspectos centrales de la vida del Cuerpo de Cristo en el Reino, bajo la soberanía de su Rey, Jesús, y su misión.

La Iglesia es el instrumento escogido por Dios para la transformación del mundo, ella ha recibido el encargo, la misión, de llevar adelante el Plan de Dios en el mundo. Y esta misión la realiza por lo que hace, pero aún más importante por lo que es, por la vida y la relaciones que manifiesta al mundo en sí misma.

1. El anuncio del Evangelio

"Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán sin que sean enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de las cosas buenas! Pero no todos obedecieron el evangelio, porque Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje? Por esto, la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo. Pero pregunto: ¿Acaso no oyeron? ¡Claro que sí! Por toda la tierra ha salido la voz de ellos; y hasta los confines del mundo, sus palabras" (Romanos 10:13-18).

Todo empieza con el anuncio de las Buenas Noticias del Reinado de Dios y de la salvación en Cristo Jesús, y la proclamación de Jesús como Señor. La Iglesia es enviada así a rescatar para Dios el mayor número posible de personas. El Señor, que vino a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lucas 19:10; 1Timoteo 1:15), envía a su comunidad de discípulos como 'pescadores de hombres' (Mateo 4:19), a rescatar a una humanidad náufraga, subiéndola al Arca de la Salvación: Cristo. Dios quiere que todos los hombres se salven y vengan al pleno conocimiento de la verdad (1Timoteo 2:3-4). Para

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esto disponen de la Palabra de Dios eficaz y poderosa. El anuncio de todas estas Buenas Noticias es el poder (Romanos 1:16) por el que muchos son despertados, arrancados del viejo mundo que agoniza (Gálatas 1:4), trasladados del dominio de las tinieblas al reino del Hijo amado (Colosenses 1:13-14), introducidos en el Cuerpo de Cristo (Efesios 2:17.22), la Nueva Humanidad. La Palabra de la Verdad tiene el poder para hacer que los que estaban muertos en sus pecados (Juan 8:24; Efesios 2:1-3) renazcan a una vida nueva (1Pedro 1:23), reciban la Vida misma de Dios (Juan 3:36; 6:63.68; Filipenses 2:16; 1Juan 5:13), y el Espíritu de Dios (Romanos 8:15-16). Tan sólo hay una condición: aceptar por la fe esta Palabra de Dios, creer de todo corazón en Jesús, el Rey de Dios, el Hijo del Dios viviente, como Salvador y Señor (Romanos 10:1-17).

Pero la Iglesia no anuncia el Evangelio sólo para salvar gente de la perdición, de la ira venidera, y sentarla cómodamente en un sofá:

"Jesús se acercó a ellos y les habló diciendo: "Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:18-20).

Es decir, introducidlos en la vida del Reino, y edificadlos como Cuerpo de Cristo y Casa de Dios. En la Iglesia los nuevos creyentes son introducidos progresivamente en toda esta salvación de Dios en Cristo que estamos describiendo aquí.

Este es un trabajo como de cantería, en diversas fases. Primero se cortan las piedras vivas en la cantera del mundo y se van acumulando. Como hemos dicho, la palabra 'iglesia' viene de 'ek-klesia', los "llamados afuera". Esas piedras son 'santificadas' del mundo (separadas para Dios) para ser edificadas y servir al fin grandioso que hemos visto: ser conformadas a Cristo, edificadas como su Cuerpo y Compañera, para colaborar en la reunificación de todas las cosas bajo

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Cristo, Cabeza y Señor del universo.

Entonces, estas piedras 'separadas', antes de poder ser usadas en la construcción de la Ciudad de Dios, deben ser pulidas y preparadas, deben adquirir la forma adecuada. La Iglesia es, pues, también el espacio donde los recién nacidos son introducidos tanto en los contenidos de la fe (la Verdad de Dios) como en el vivir cristiano (la experiencia de la Verdad), tanto en su dimensión individual como corporativa:

- Aprenden todas las cosas que Jesús enseñó e hizo, y son introducidos en todos los misterios de Dios y del Reino de los Cielos (1Corintios 2:1; Mateo 13:11), y en cómo apropiarse de todas esas riquezas por la fe, y hacerlas experiencia;

- Son introducidos en el seguimiento de Jesús, pues ya han sido capacitados por el nuevo nacimiento para obedecer a Jesús, siguiendo sus mismas pisadas y viviendo como Él vivió.

En la Iglesia los nuevos creyentes aprenden a ser 'discípulos', seguidores del Rey Jesús (eso significa 'cristianos'), rindiéndole completamente sus voluntades y sometiéndose a sus órdenes en todas las áreas de sus vidas: personal, matrimonial, familiar, laboral, social... Porque han comprendido que“Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31b-32).

Por el nuevo nacimiento han entrado en el Reino de Dios, bajo el gobierno de Jesús, ahora están capacitados para vivir ese modo de vida, para responder a sus exigencias, y empiezan a descubrir su naturaleza y potencialidades.

-Aprenden a andar en el Espíritu, dejándose guiar por Él en todas las cosas, avanzando en el proceso de despojarse de la vieja naturaleza, para que la imagen del Hijo vaya siendo reproducida en ellos (Romanos 8:29; Efesios 4:22-24; Colosenses 3:9-10), individual y

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corporativamente. Nada del viejo mundo puede entrar en el nuevo. Ya no serán ellos los que viven, será Cristo quien vivirá en ellos (Gálatas 2:20). - Aprenden, como piedras vivas, a ser edificados como un solo Cuerpo sobre la Roca: Jesucristo revelado por el Padre y confesado por los discípulos, para levantar la Morada de Dios con los hombres, la Familia de Dios (Mateo 16:13-18; 1Pedro 2:4-8; Efesios 2:19-22).

2. La vida de la Iglesia es la vida en la que conocemos a Dios.

Esta es la primera y principal ocupación de la Iglesia. Lo primero no es el hacer, sino el conocer; el hacer vendrá como consecuencia. Claro que el concepto bíblico de 'conocer' no se reduce a un conocimiento meramente intelectual, es el conocimiento producido por el amor, por la comunión vital.

Lo que Dios quiere y pide primeramente es que sus hijos e hijas le conozcan, este es uno de los motivos por los que el Hijo de Dios vino al mundo, para revelarnos al Padre:

“Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, acabando la obra que me diste que hiciese... He manifestado Tu nombre a los hombres que del mundo me diste.” (Juan 17:3-6a).

Por eso en la Iglesia del Nuevo Testamento 'perseveraban en la doctrina de los apóstoles' (Hechos de los Apóstoles 2:42).

La doctrina de los apóstoles es lo que ellos enseñaban. Y lo que ellos enseñaban giraba todo en torno a Jesús, el Cristo:

a) quién era Jesús (su Persona, su identidad)b) qué hizo (su vida y su obra, especialmente su muerte y

resurrección)

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c) qué enseñó (sus enseñanzas, sus mandamientos, su doctrina).

“Y todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y anunciar la buena nueva de que Jesús es el Cristo” (Hechos de los Apóstoles 5:42).

La Doctrina de los Apóstoles es, pues:

la Doctrina 'de' Jesucristo, es decir, lo que él enseñó con palabras y obras. Jesús prometió a sus apóstoles:

"Pero el Ayudador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26).

y 'sobre' Jesucristo, el significado profundo de su identidad y su obra, revelado por el Espíritu a los apóstoles, conforme también a la promesa de Jesús:

"Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero ahora no las podéis sobrellevar. Y cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; pues no hablará por sí solo, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por esta razón dije que recibirá de lo mío y os lo hará saber" (Juan 16:12-15).

"En el primer relato escribí, oh Teófilo, acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. A éstos también se presentó vivo, después de haber padecido, con muchas pruebas convincentes. Durante cuarenta días se hacía visible a ellos y les hablaba acerca del reino de Dios" (Hechos de los Apóstoles 1:1-3).

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Así que la ocupación principal en la vida de la Asamblea de Dios es atender a la enseñanza de los Apóstoles para crecer juntos en el conocimiento de la Persona de Jesús, su Obra y sus enseñanzas, de modo que la Iglesia lo experimente, disfrute y obedezca para el avance del Reino de Dios. Este es el asunto principal de las reuniones de la Iglesia.

En su enseñanza acerca de Jesús, los Apóstoles usaban las Escrituras del Antiguo Testamento, porque Jesús les abrió el entendimiento para que comprendieran que todo el Antiguo Testamento apunta a Cristo, lo anuncia, lo prefigura:

“44 Y les dijo: —Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. 45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras, 46 y les dijo: —Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día; 47 y que en su nombre se predicase el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc 24:44-47).

Así que las iglesias se reunían para:a) leer y escudriñar las Escrituras judías (el Antiguo Testamento)b) escuchar el testimonio y la enseñanza de los Apóstoles (el

Nuevo Testamento).

Al principio su enseñanza era oral, luego comenzaron a ponerla por escrito en sus cartas a diversas iglesias, y antes de partir con el Señor se preocuparon de que quedara memoria escrita de todo lo referente a Jesús (2Pedro 1:14-15), y que esos escritos circularan entre las iglesias para ser leídas y aprendidas (Colosenses 4:16: 1Tesalonicenses 5:27). Finalmente el Espíritu del Señor guió a la Iglesia primitiva para guardar y reunir los escritos apostólicos que llegaron a conformar el Nuevo Testamento (Lucas 1:1-4). Ambos Testamentos juntos forman

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la Biblia, la cual es la Revelación completa de Dios al Hombre, la Palabra de Dios entregada a la Iglesia para nutrirla y guiarla. Porque la Palabra de Dios tiene el poder de dar vida, es luz para iluminar el Camino recto del Señor, el Camino de la salvación y la plenitud en la comunión con Dios:

“14 Pero persiste tú en lo que has aprendido y te has persuadido, sabiendo de quienes lo has aprendido 15 y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús. 16 Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra” (2Timoteo 3:14-17).

De modo que los discípulos de Jesús perseveraban “unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de la perfecta certidumbre de entendimiento, hasta alcanzar el pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:2-3).

En la Iglesia, pues, es donde los creyentes crecen juntos en el conocimiento de Dios revelado en Cristo Jesús:

"Por esta razón doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, a fin de que, conforme a las riquezas de su gloria, os conceda ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; para que Cristo habite en vuestros corazones por medio de la fe; de modo que, siendo arraigados y fundamentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender, junto con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento; para que así seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Efesios 3:14-19).

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Hoy las iglesias locales deben seguir el patrón original y reunirse asiduamente para escuchar y meditar la Palabra de Dios, por medio de la cual se nos descubren “las inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8). Una iglesia o un cristiano que no se alimenta constantemente de la Palabra de Dios, no puede subsistir, ni avanzar, ni crecer... Como dijo Jesús: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3).

3. La vida de la Iglesia es la vida donde expresamos al Dios triuno.

"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles y en la comunión (en griego: "koinonía")..." (Hechos de los Apóstoles 2:36-42).

La palabra griega 'koinonía' es muy rica, significa: comunión (= común unión), comunidad, confraternidad, compañerismo, asociación mutua íntima, relación estrecha, participación (tener parte en), ayuda o apoyo mutuo.

La vida que nos hace aptos para entrar en el Reino de los Cielos es una vida compartida: la Vida divina, que nos convierte en hijos de Dios, por tanto, verdaderos hermanos los unos de los otros.

En el Cuerpo de Cristo, que es la Asamblea/Iglesia del Dios viviente (1Timoteo 3:15), Dios nos concede la gracia de poder participar de las mismas relaciones que se dan en el seno de la Comunidad Divina: entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; relaciones de igualdad y unidad en la diferencia personal, de entrega, de amor, de comunión...; o dicho de otro modo: el Dios triuno quiere ser expresado en la vida de su Asamblea, incluidas las dimensiones materiales.

Una de las señales distintivas que acompañaron el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés fue la comunión de vida y de bienes. Esto no significa la desaparición 'legal' de la propiedad privada, cada uno

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sigue siendo propietario 'legal' de sus bienes. Significa que los cristianos son uno en Cristo, son una verdadera familia, por cuyas venas espirituales corre la misma Vida de Dios, y ya nadie llama suyo propio nada de lo que tiene. Reconocen LIBREMENTE que todos sus bienes pertenecen al Señor, y que son meros administradores de lo que poseen, atentos a los intereses del Señor y las necesidades de los hermanos:

“Y todos los que creían se reunían y tenían todas las cosas en común (...) La multitud de los que habían creído era de un solo corazón y una sola alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que todas las cosas les eran comunes (...) No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que eran propietarios de terrenos o casas los vendían, traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles. Y era repartido a cada uno según tenía necesidad.” (Hechos de los Apóstoles 2:44; 4:32-35).

Esto ocurría primeramente al interior de cada iglesia local, pero también entre iglesias locales:

“En aquellos días descendieron unos profetas de Jerusalén a Antioquía. Y se levantó uno de ellos, que se llamaba Agabo, y dio a entender por el Espíritu que iba a ocurrir una gran hambre en toda la tierra habitada. (Esto sucedió en tiempos de Claudio). Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar una ofrenda para ministrar a los hermanos que habitaban en Judea. Y lo hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo” (Hechos 11:27-30).

La Iglesia supera tanto al individualismo capitalista como al colectivismo comunista: los individuos retienen su libertad, pero esta es puesta por el amor al servicio del bien común, con especial atención a los miembros necesitados.

En la vida del Reino que se vive en la Iglesia las personas deben liberarse del dominio de Mamón, dios de las riquezas, el dios Dinero,

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porque es un señor incompatible con el Señor Jesús: "Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mateo 6:24).

Por tanto, del mismo modo que al interior de la Deidad existe igualdad entre las tres Personas divinas, pues las tres comparten la misma Naturaleza y Esencia divina, así también al interior de la Iglesia existe esa igualdad al haber sido hechos partícipes de la misma naturaleza divina (2Pedro 1:4). La nueva vida en Cristo hace que lo que antes era motivo de división entre los hombres ya no lo sea:

"Así que, todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús, porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:27-28).

"...porque os habéis despojado del viejo hombre con sus prácticas, y os habéis vestido del nuevo, el cual se renueva para un pleno conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó. Aquí no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es todo y en todos (Colosenses 3:9-11).

Este es 'el evangelio de la paz', en Cristo son derribados todos los muros de separación, por su sangre son reconciliados todos los hombres en un solo Cuerpo:

"Y acordaos de que en aquel tiempo estabais sin Cristo, apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, estando sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, quien de ambos nos hizo uno. El derribó en su carne la barrera de división, es decir, la hostilidad; y abolió la

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ley de los mandamientos formulados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos hombres un solo hombre nuevo, haciendo así la paz. También reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en ella a la enemistad. Y vino y anunció las buenas nuevas: paz para vosotros que estabais lejos y paz para los que estaban cerca, ya que por medio de él, ambos tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu. Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un templo santo en el Señor. En él también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Efesios 2:12-22).

En la Iglesia hay pues igualdad por razón de la Vida que se participa en común, pero también hay diversidad por razón de la diversidad de dones y funciones repartidos por el Espíritu:

"4 Ahora bien, hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el mismo. 5 Hay también diversidad de ministerios (servicios), pero el Señor es el mismo. 6 También hay diversidad de actividades, pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos. 7 Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo (...) 27 Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros suyos individualmente. 28 A unos puso Dios en la iglesia, primero apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros; después los que hacen milagros, después los dones de sanidades, los que ayudan, los que administran, los que tienen diversidad de lenguas" (1Corintios 12:4-7;27-28).

La Iglesia es un Cuerpo, donde cada uno es un miembro, y cada miembro tiene uno o varios dones y funciones necesarios para el funcionamiento del Cuerpo (ver Romanos 12:5-8 y 1Corintios 12): de profecía, de servicio, de enseñanza, de exhortación, de dar, de

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presidencia, de misericordia, de obras poderosas, de sanidad, de ayudar, de administrar, de lenguas, de interpretación de lenguas, de sabiduría, de ciencia, de milagros, de discernimiento de espíritus...

Y esto nos lleva al siguiente punto:

4. La vida de la iglesia es una vida de servicio, cuidado y edificación mutuos.

Incluso la división que existía en el Pueblo de Dios entre el pueblo (laicos) y los sacerdotes, fue abolida por Jesús en la cruz, como expone claramente la Carta a los Hebreos. El Señor Jesús aborrece la división entre clero y laicos, como dice en el libro de Apocalipsis (lo veremos más adelante). La existencia de un clero no es conforme a la enseñanza del Nuevo Testamento.

Dios escogió al pueblo de Israel en conjunto para que constituyera "un reino de sacerdotes". Esa es su intención original:

"Ahora pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis para mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque mía es toda la tierra, y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa." Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel" (Éxodo 19:5-6).

El concepto de 'sacerdocio' tiene que ver con el servicio a Dios: Dios siempre ha querido un pueblo totalmente consagrado a su servicio, ocupado íntegramente en 'los asuntos de Dios'.

El origen de la división "clero sacerdotal / pueblo (laicos)" en el Pueblo de Dios está en la idolatría. En el Sinaí el pueblo adoró el becerro de oro, se hicieron 'sacerdotes del becerro de oro', un ídolo, un demonio. Moisés se puso a la entrada del campamento y dijo: "¿Quién está por el Señor? Júntese conmigo" (Ex 32:26). Y se juntaron con él toda la tribu de Leví, las demás tribus no se consagraron al Señor.

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Desde ese momento la nación de Israel no podía ser un reino de sacerdotes, el sacerdocio quedó reducido a una parte del Pueblo (Aarón y los levitas); el Pueblo de Dios y los sacerdotes de Dios llegaron a ser dos grupos distintos. El sacerdocio se convirtió en el privilegio de una sola familia, y se caracterizaba por ser una 'clase mediadora': los sacrificios y ofrendas, la confesión de los pecados, la unción y santificación de las personas, el contacto con Dios... todo debía ser hecho 'por medio de los sacerdotes'. El Templo del Antiguo Testamento estaba estructurado en tres compartimentos: el atrio exterior, el santo y el santísimo, asilado por un velo, en el cual estaba el Arca de la Alianza con las tablas, y donde Dios moraba en medio del Pueblo. Al lugar santísimo, es decir, a la presencia de Dios, sólo podía entrar el sumo sacerdote una vez al año. El acceso a Dios estaba completamente vedado al pueblo.

Cristo terminó con el sistema del clero/laicado. Él no pertenecía al linaje sacerdotal ni levita de Israel. Fue un 'laico'. Pero como nos dice toda la Carta a los Hebreos, con su muerte, resurrección y ascensión se convirtió en el Sumo Sacerdote, el único y verdadero, que entró en el verdadero lugar santísimo, el cielo, consiguiendo la redención definitiva y abriendo un camino (Él mismo), para que todos los que en él creen tengan acceso libre a la presencia de Dios:

"Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo (es decir, su cuerpo), y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura" (Hebreos 10:19-22).

"13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo (...) ya que por medio de él, ambos (Israel y las demás naciones) tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu" (Ef 2:13.18).

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El sacrificio de Cristo en la cruz, según Hebreos, lleva a su fin todo el sistema sacrificial-sacerdotal del Templo del Antiguo Testamento. El Antiguo Pacto/Testamento sellado por medio de Moisés, era símbolo y figura; ahora Cristo trajo la realidad de las cosas celestiales, y lo antiguo fue abolido:

"8 Porque reprendiéndoles dice: "He aquí vienen días, dice el Señor, en que concluiré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto (...) 13 Al decir "nuevo", ha declarado caduco al primero; y lo que se ha hecho viejo y anticuado está a punto de desaparecer" (Carta a los Hebreos 8:8.13).

- Ahora el verdadero Templo, lugar de la presencia de Dios, es el Cuerpo de Cristo: la Iglesia:

"Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque santo es el templo de Dios, el cual sois vosotros" (1Corintios 3:17).

- Ya no hacen falta más sacrificios porque la sangre de Cristo, el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, ha conseguido el perdón de los pecados para todos los que creen en él:

"Pero ahora, él se ha presentado una vez para siempre en la consumación de los siglos, para quitar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo" (Hebreos 9:26).

- Queda abolida la distinción entre el Pueblo de Dios y los sacerdotes de Dios: ahora toda la Iglesia es un pueblo sacerdotal, todos los redimidos tienen libre acceso a Dios, como hemos visto. No hay más mediadores que Cristo:

"Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo" (1Timoteo 2:5-6).

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En la Iglesia de Jesucristo, conforme al Nuevo Testamento, todo cristiano es un sacerdote, alguien que consagra toda su existencia al servicio de Dios (Romanos 12:1-2), dedicado plenamente al servicio de Dios y su Reino, pues no hay compartimentos estancos en la existencia cristiana: adoración, oración, comunión, trabajo, testimonio, misión... todo la vida del cristiano es un sacrificio de alabanza a Dios.

Ahora tenemos un sólo y eterno Sumo Sacerdote: Jesucristo, y en él todos los creyentes sin distinción son 'un reino de sacerdotes':

“Acercándoos a él, la Piedra Viva -que fue ciertamente rechazada por los hombres, pero delante de Dios es elegida y preciosa-, también vosotros sed edificados como piedras vivas en casa espiritual para ser un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo” (1Pedro 2:4-5).

“Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” (1Pedro 2:9).

“Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y nos constituyó en un reino, sacerdotes para Dios su Padre; a él sea la gloria y el dominio para siempre jamás. Amén” (Ap 1:5b-6).

Es, pues, la Asamblea/Iglesia la que en conjunto actúa como sacerdote entre Dios y el resto de la Humanidad. La iglesia tiene la misión de interceder ante Dios por la Humanidad perdida y doliente. Y tiene la misión de ser 'bendición para todas las naciones' (Génesis 12:3), es decir, traer vida a todas las naciones. La iglesia es un reino sacerdotal para bendecir a las naciones. ¿Cómo? Siendo testigos de Cristo, proclamando su Evangelio integral, viviendo la vida del Reino bajo la soberanía del Cristo, siendo la luz que ilumina las tinieblas del mundo,

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la sal que preserva a la tierra de la corrupción, la ciudad situada en lo alto como sociedad alternativa para atraer a las naciones:

"Acontecerá en los últimos días que el monte de la casa del Señor será establecido como cabeza de los montes, y será elevado más que las colinas; y correrán a él todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán: 'Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros caminemos por sus sendas'. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor. El juzgará entre las naciones y arbitrará entre muchos pueblos. Y convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. ¡Oh casa de Jacob, venid y caminemos a la luz del Señor!" (Isaías 2:2-5).

"Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, de modo que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:13-16).

"Hacedlo todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en la cual vosotros resplandecéis como luminares en el mundo, llevando en alto la palabra de vida..." (Filipenses 2:14-16)

El vocabulario sacerdotal del Nuevo Testamento se aplica sólo a Cristo o al pueblo de Dios en su conjunto, jamás a individuos concretos. Hay liderazgo y gobierno en las iglesias neotestamentarias,

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pero no tiene nada que ver con una casta que monopolice el sacerdocio, como veremos enseguida.

Así pues, todo creyente, hombre o mujer, joven o anciano, es un sacerdote, con derecho de ocuparse de las cosas del Templo de Dios, de la Casa de Dios, que es la Iglesia, de ofrecer sacrificios espirituales, entrando con libertad y directamente, sin intermediarios, en la presencia de Dios.

Por eso el Nuevo Testamento hace hincapié en la responsabilidad corporativa. Es toda la asamblea de los creyentes la que está llamada a llevar a cabo las funciones de servicio, cuidado y edificación mutuos. Los hermanos y las hermanas (= toda la iglesia) son llamados a:

animar a los desanimados (1Tesalonicenses 5:14)

apoyar a los débiles (1Tesalonicenses 5:14)

abundar en la obra del Señor (1Corintios 15:58)

amonestarse unos a otros (Romanos 15:14)

enseñar los unos a otros (Colosenses 3:16)

profetizar todos (1Corintios 14:31)

servirse los unos a los otros (Gálatas 5:13)

sobrellevar los unos las cargas de los otros (Gálatas 6:2)

preocuparse los unos por los otros (1Corintios 12:25)

amarse unos a otros (Romanos 13:8; 1Tesalonicenses 4:9)

honrarse y preferirse los unos a los otros (Romanos 12:10)

mostrarse bondadosos y compasivos los unos a los otros (Efesios 4:32)

edificar los unos a los otros (Romanos 14:19; 1Tesalonicenses 5:11b)

ser tolerantes y pacientes unos con otros (Efesios 4:2; Colosenses 3:13)

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exhortarse unos a otros (Hebreos 3:13; 10:25)

estimularse unos a otros al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24)

animarse los unos a los otros (1Tesalonicenses 5:11a)

orar unos por otros (Santiago 5:16)

practicar la hospitalidad entre unos y otros (1Pedro 4:9)

tener comunión unos con otros (1Juan 1:7)

confesar los pecados unos a otros (Santiago 5:16)

disciplinar a los miembros en pecado (1Corintios 5:3-5; 6:1-6)

amonestar a los desordenados (1Tesalonicenses 5:14).

Las reuniones de la Iglesia no son aquellas en las que hay uno frente al resto de la asamblea, sino que cada uno trae la porción de Cristo que ha recibido para nutrir al resto del Cuerpo:

"¿Qué significa esto, hermanos? Que cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene un salmo o una enseñanza o una revelación o una lengua o una interpretación. Todo se haga para la edificación" (1Corintios 14:26).

Por el bautismo y la imposición de manos, el cristiano es colocado en el Cuerpo bajo Cristo como Cabeza. El suministro de Vida de la Cabeza le llega como miembro del Cuerpo. Como ya vimos, el Cuerpo de Cristo no es una organización religiosa, es un Organismo vivo, es una comunión viviente gracias al Espíritu de Vida. Cada miembro tiene algo de Cristo que debe suministrarlo a los demás, ya sea en lo material o en lo espiritual. Por eso la Iglesia genuina busca espontáneamente la vida en común, el estrechar relaciones, el compartir bienes espirituales y materiales para el provecho mutuo...

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5. El Alimento celestial de la Asamblea de Dios.

"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan..." (Hechos de los Apóstoles 2:42).

El Señor Jesús, poco antes de ser detenido y crucificado, mientras celebraba por última vez con sus discípulos la fiesta de la Pascua, la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, ordenó recordar su muerte por medio del partimiento del pan, comiendo el pan y bebiendo el vino, porque “si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Juan 6:53):

“Porque yo recibí del Señor la enseñanza que también os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: 'Tomad, comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido. Haced esto en memoria de mí'. Asimismo, tomó también la copa después de haber cenado, y dijo: 'Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Haced esto todas las veces que la bebáis en memoria de mí'. 26 Todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que él venga” (1Cor 11:23-26).

La muerte del Señor es tan preciosa a su santos. El sacrificio de Cristo en la cruz, realizado una sola vez y para siempre, donde su cuerpo fue desgarrado y su sangre derramada para nuestra salvación, es la fuente de donde nace la Iglesia. Es una hazaña tan grandiosa, hay tantísima provisión espiritual en ella, que los cristianos no podemos más que agradecer con sumo gozo al Señor este mandato suyo. A esa fuente acude la Iglesia una y otra vez para recibir Vida, para adorar y bendecir al Señor que nos amó y murió por nosotros, para expresarle nuestro amor.

El Señor ha preparado una mesa (1Corintios 10:21), un banquete, del cual sólo tienen derecho a participar sus redimidos, los hijos de Dios que Él compró con su preciosa sangre y que reúne en torno a Él en un

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mismo Cuerpo. En ese banquete el Señor se da a sí mismo como el Pan del cielo para alimentar a su Iglesia:

"Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré por la vida del mundo es mi carne. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: —¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Y Jesús les dijo: —De cierto, de cierto os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él. Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, de la misma manera el que me come también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo. No como los padres que comieron y murieron, el que come de este pan vivirá para siempre" (Juan 6:51-58).

Jesús no estaba invitando a practicar la antropofagia, como algunos (entonces y hoy) interpretaron. A ellos Jesús les respondió: "El Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63). No encontramos base bíblica ni para la interpretación fisicalista católica ni para la interpretación meramente simbólica del protestantismo. ¿Cuál es el alimento que necesitamos para nuestros espíritu inmortales? Necesitamos el cuerpo partido y la sangre derramada del Hijo de Dios hecho hombre, es decir, necesitamos alimentarnos de su muerte. Eso representan el pan y el vino. Y cuando los tomamos poniendo nuestra fe en lo que representan, realmente recibimos los elementos nutritivos para nuestra vida espiritual que provienen de la muerte vivificante de Cristo y su preciosa humanidad llena de obediencia y amor al Padre y de servicio humilde a los hombres... hasta la entrega de la propia vida. El pan sigue siendo pan, y el vino sigue siendo vino, pero realmente por la fe "comulgamos" al Señor, es decir, tenemos una comunión efectiva con Él que nos nutre

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espiritualmente.

Cuando la Asamblea de Cristo se reúne para partir el pan, está anunciando su muerte... hasta que Él vuelva, y amanezca la era del Reino de los Cielos.

Con la Cena del Señor (1Corintios 11:20) manifestamos y celebramos también el misterio del único Cuerpo de Cristo. Comemos de un único Pan, Jesucristo entregado, y nos convertimos en un único Pan: muchos granos, molidos por el Espíritu, mezclados con el aceite del Espíritu, y horneados por el horno del amor del Espíritu, para formar un solo Pan, una fraternidad de amor. Este es un momento central en la 'koinonía' de la Iglesia:

"La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Puesto que el pan es uno solo, nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo; pues todos participamos de un solo pan" (1Corintios 10:16-17).

6. En comunicación con Dios.

"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones" (Hechos de los Apóstoles 2:42).

La oración es la comunicación con Dios, en comunión íntima con Él. Por la oración escuchamos a Dios; reconocemos su grandeza y sus atributos y sus hechos salvíficos en adoración y alabanza; le expresamos nuestro amor y devoción; le damos gracias por sus ricas y abundantes bendiciones; le presentamos nuestras angustias y problemas; le pedimos por Sus intereses y por nuestras necesidades...

La Iglesia también se dedica asiduamente a la oración en sus diversas modalidades, a crecer en la comunión íntima con Dios el Padre y con

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el Señor Jesús.

Como "reino de sacerdotes", la Asamblea de Cristo tiene acceso a la presencia de Dios para interceder por la necesidades del mundo, para hacer descender del Cielo las bendiciones y provisiones que necesita este mundo roto y cautivo del poder de las tinieblas. Por medio de la oración la Iglesia puede mover el poder de Dios para el cumplimiento del Plan de Dios sobre la Historia humana, derrotando toda oposición espiritual maligna que se mueve por detrás de los poderes terrenales.

7. La vida de la iglesia es conforme al modelo ordenado por Dios: 'los odres nuevos'.

"Tampoco echan vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rompen, el vino se derrama, y los odres se echan a perder. Más bien, echan vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan" (Mateo 9:17).

Jesús está hablando aquí de la imposibilidad de que la novedad de vida que Él estaba introduciendo pudiera ser contenida por las estructuras de la vieja religión de los judíos. Cristo trajo un contenido nuevo, pero también el continente apropiado para poder contenerlo. Podríamos decir "las estructuras que ordenan y sostienen la vida del Cuerpo de Cristo".

Lo más importante es la vida, pero en toda la naturaleza comprobamos que la vida fluye por medio de ciertos canales y es sostenida por ciertas estructuras. Así también en la Asamblea/Iglesia de Cristo, que es un organismo viviente: el Cuerpo de Cristo.

Ya hemos hablado de algunos aspectos que estructuran la vida divina en la Iglesia: las enseñanzas fundamentales de Cristo para ser introducidos en el Reino, las actividades fundamentales entorno a las cuales gira la vida de la Iglesia... Pero avancemos un poco más.

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En el Antiguo Testamento hay una figura tipológica de la Iglesia: el Tabernáculo de reunión, donde Dios habitaba en medio de su pueblo. Dios mandó a Moisés construirlo dándole la siguiente advertencia: 'Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte' (Hebreos 8:5). Moisés recibió de Dios, en la íntima comunicación que tuvo en el monte Sinaí, la visión del modelo, de los planos divinos para la construcción del Tabernáculo. Allí se detallan con abrumadora meticulosidad, el propósito, el diseño, mobiliario, el orden, los materiales, los edificadores, la consagración de los sacerdotes, sus actividades, sus vestiduras... hasta sus calzoncillos! He contado al menos diez veces la frase que Dios repite a Moisés: 'Haz todo conforme al modelo' (Ex 25:9.40; 26:30; 27:8; 31:6.11; 36:1; 39:32.42-43).

¿Qué nos dice todo esto? Que Dios es muy celoso de la edificación de su Casa, que no ha dejado ningún detalle a nuestra iniciativa o imaginación humanas:

“Tú, hijo de hombre, muestra a la casa de Israel esta casa, y avergüéncense de sus pecados; y midan el diseño de ella. Y si se avergonzaren de todo lo que han hecho, hazles entender el diseño de la casa, su disposición, sus salidas y sus entradas, y todas sus formas, y todas sus descripciones, y todas sus configuraciones, y todas sus leyes; y descríbelo delante de sus ojos, para que guarden toda su forma y todas sus reglas, y las pongan por obra. Esta es la ley de la casa: Sobre la cumbre del monte, el recinto entero, todo en derredor, será santísimo. He aquí que esta es la ley de la casa” (Ezequiel 43:10-12).

La Iglesia existe en la mente de Dios desde antes de la fundación del mundo. Él la pensó y la diseño según su Voluntad en todos sus detalles, y nos llama a colaborar en su edificación siempre y cuando lo hagamos 'conforme al modelo'. Este modelo es el que se nos ha revelado en el conjunto de las enseñanzas y prácticas de Jesús y sus apóstoles, recogidas en el Nuevo Testamento. Estos son los 'odres nuevos', provistos por Dios, que pueden contener

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adecuadamente el Vino nuevo, que es la Vida nueva en el Espíritu de Jesucristo. Estimo necesario resaltar someramente dos aspectos que considero de suma importancia por la situación actual de la Cristiandad:

Las Iglesias locales

El Nuevo Testamento usa la palabra 'iglesia' en dos sentidos:a) universal ('La' Iglesia): cuando se refiere al conjunto de los

creyentes de todos los tiempos y lugares;b) local ('las' Iglesias): cuando se refiere al conjunto de los

creyentes en un determinado tiempo y lugar, en una localidad.

La Iglesia universal está representada y expresada en cada localidad, ciudad, pueblo, municipio o aldea por el conjunto de los creyentes que allí viven. Cada Iglesia local es el lugar en donde se hace visible, concreta, palpable, la iglesia universal. La Iglesia local es la Iglesia universal en un lugar concreto.

Cada Iglesia local debe representar la unidad de la Iglesia universal, por eso no puede haber dos iglesias en una misma localidad. El principio que vemos en todo el Nuevo Testamento sin excepción es 'una localidad, una iglesia', que incluye por derecho a todos los que en un lugar han creído en el Salvador y Señor Jesucristo.

No hay un solo versículo en las Escrituras donde aparezca en una ciudad más de una iglesia. No existe autorización bíblica para eso. En el Nuevo Testamento tenemos:

"la iglesia que estaba en Jerusalén" (Hechos 8:1) "la iglesia que estaba en Antioquía" (Hechos 13:1) "la iglesia en Cencrea" (Romanos 16:1) "la iglesia de Dios que está en Corinto" (1Corintios 1:2) "la iglesia de los laodicenses" (Colosenses 4:16; Apocalipsis

3:1) "la iglesia de los tesalonicenses" (1Tesalonicenses 1:1) "la que está en Babilonia" (1Pedro 5:13) "la iglesia en Efeso" (Apocalipsis 2:1)

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Cristo? ¿Acaso fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?" (1Corintios 1,11-13)

Cuando la Palabra habla de 'las iglesias' siempre se refiere a una región, que abarca varias localidades, por tanto, varias Iglesias locales: por ejemplo Judea (Hechos 9:31), Siria y Cilicia (Hechos 15:41), Galacia (Gálatas 1:2)... Por eso tampoco puede haber una Iglesia que abarque más de una localidad. En el NT no hay Iglesias 'comarcales', 'provinciales' o 'diocesanas', 'regionales', 'nacionales', 'internacionales'... La Iglesia universal no es una Iglesia internacional o mundial, es el Único Cuerpo de Cristo expresado en cada localidad. La Iglesia de Roma no tiene jurisdicción fuera de Roma. La única expresión visible de la Iglesia universal indicada por la Escritura es la Iglesia local, y la comunión de igual a igual entre las diversas iglesias locales.

El terreno bíblico de la unidad es la localidad: ciudad, pueblo, municipio o aldea. Si yo soy un creyente que vive en Novelda, pertenezco a la Iglesia local de Novelda, la Iglesia de Dios que vive en Novelda, junto con todos los que aquí también han creído con sincero corazón. Si me mudo a vivir a Aspe, entonces soy automáticamente miembro de la Iglesia local de Aspe.

Cada Iglesia local es autónoma en organización y administración, eso sí, en comunión lo más estrecha posible con el resto de iglesias locales, especialmente las más próximas.

Tristemente, tal como Jesús profetizó, debido a muchas cosas que han ocurrido a lo largo de la Historia de la Cristiandad, este es uno de los elementos de la Iglesia neotestamentaria que se perdió. A lo largo de los siglos una iglesia local, la de Roma, capital del imperio, fue extendiendo ilegítimamente su jurisdicción sobre las demás iglesias locales, dando lugar a un sistema religioso mundial (el Catolicismo). Luego, la Reforma evangélica del siglo XVI comenzó a recuperar algunos elementos del cristianismo bíblico, pero siguió produciendo muchas divisiones hasta hoy creando gran confusión y mal testimonio ante el mundo. Ahora generalmente suele haber varios grupos de

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cristianos en una misma localidad que bajo distintos nombres andan cada uno por su lado. Hoy la Familia de Dios está dividida.

Y ¿qué ocurre si en mi localidad hay varios grupos cristianos, diferentes confesiones y denominaciones? A pesar de las divisiones que hemos creado los hombres, a los ojos de Dios sigue habiendo una sola iglesia en tu localidad, que incluye a todos esos creyentes divididos. La "unidad del Espíritu" es un hecho que no se puede cambiar: todos los que están en Cristo son un mismo y único Cuerpo. Pero no todos 'guardan' este hecho (casi nadie), dejan de manifestarlo visiblemente:

"Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados: con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor; procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza de vuestro llamamiento. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien es sobre todos, a través de todos y en todos" (Efesios 4:1-6).

La senda para regresar a la norma bíblica es salir de las divisiones y volver a establecerse sobre el terreno bíblico de la unidad: el Cuerpo de Cristo en la localidad. Los que quieren obedecer al Señor no participarán en las divisiones, pero sabrán que los que participan en ellas son hermanos y miembros de la misma y única Iglesia local. Se reunirán sobre el terreno de la localidad, por eso no se considerarán 'otra iglesia' en la ciudad, sino 'una parte de la única iglesia de la ciudad'. Y clamarán a Dios para que con su poder restaure su iglesia local dividida y les congregue a todos en torno al Señor sobre el terreno bíblico de la localidad.

El liderazgo y gobierno en la Iglesias locales

"Entonces Jesús los llamó y les dijo: —Sabéis que los

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gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos. Entre vosotros no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que anhele ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo. De la misma manera, el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25-28).

Hay liderazgo en la Iglesia, pero algunos han entendido mal este texto, y llaman 'servicio' al hecho de enseñorearse. No es que cuando uno se hace grande entonces es un servidor, sin que es cuando uno sirve a los demás como un esclavo cuando se hace grande. Olvidémonos de las formas de liderazgo que conocemos en el mundo, Jesús hablaba de otra cosa:

"Pero vosotros, no seáis llamados Rabí; porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis a nadie vuestro Padre en la tierra, porque vuestro Padre que está en los cielos es uno solo. Ni os llaméis Guía, porque vuestro Guía es uno solo, el Cristo. Pero el que es mayor entre vosotros será vuestro siervo" (Mateo 23:8-11).

La Iglesia sólo tiene una Cabeza, Jesucristo, el cual ejerce su soberanía sobre la Iglesia DIRECTAMENTE, POR MEDIO DEL ESPÍRITU (porque el Padre, el Hijo y el Espíritu son inseparablemente el mismo y único Dios). Si hay un liderazgo legítimo en la Iglesia, este no puede oscurecer de ningún modo el reinado directo de Cristo sobre su Iglesia, sino que debe reconocer, representar, expresar que es Él la única Autoridad que gobierna, controla, dirige, decide, guía, enseña... Cualquier otra 'cabeza' que se levante en medio de la Iglesia está usurpando el reinado directo de Cristo sobre su Iglesia.

Esto conduce a la sumisión mutua en el Cuerpo, expresando el tipo de relaciones que se dan al interior de la Comunidad Divina: 'sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo' (Efesios 5:21):

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"Asimismo vosotros, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y revestíos todos de humildad unos para con otros, porque: 'Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes'" (1Pedro 5:5).

"...completad mi gozo a fin de que penséis de la misma manera, teniendo el mismo amor, unánimes, pensando en una misma cosa. No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos; no considerando cada cual solamente los intereses propios, sino considerando cada uno también los intereses de los demás. Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús: Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!" (Filipenses 2:2-8).

Si el Hijo de Dios se despojó de su rango, se humilló tomando forma de esclavo, debe haber la misma forma de pensar en las iglesias respecto del liderazgo cristiano.

Así, pues, Cristo, por el Espíritu, establece "autoridades delegadas" en Sus iglesias, pero entendida y ejercida tal autoridad delegada dentro de estos límites marcados por Jesús. Si hay alguien en la Iglesia con autoridad no es porque él la reivindica, sino porque en sujeción a la única Cabeza, expresa Su Autoridad, y la asamblea puede reconocer en ese miembro la Autoridad misma de Cristo. Es un asunto de vida espiritual, de madurez espiritual.

Sobre estas bases firmes, podemos aproximarnos ahora al modelo neotestamentario de liderazgo. El cual es de una riqueza, diversidad y pluralidad asombrosas. Algunos de los términos que usa el Nuevo Testamento son bien conocidos, pero los conocemos con su contenido alterado. Por ejemplo, el Nuevo Testamento habla de 'diáconos', 'presbíteros' y 'obispos', pero con un significado diferente al concepto

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desarrollado por el Catolicismo, la Iglesia Ortodoxa, los anglicanos u otras denominaciones cristianas.

El primer término que aparece en el Nuevo Testamento es el de 'obrero', los obreros que trabajan en la viña del Señor. Pues atención: todo creyente, hombre o mujer, está llamado a ser un obrero que trabaja en la edificación del Cuerpo de Cristo. Cristo no quiere a nadie ocioso en su Cuerpo.

Para que todos lleguen a ser obreros responsables y activos, el Señor da a la Iglesia ciertos dones especiales, los cuales son personas, capacitadas por Dios para capacitar al resto, de modo que todos lleguen a ser capaces de trabajar en La Obra, El Ministerio (es decir: el Servicio), que es la edificación del Cuerpo de Cristo:

"Y él mismo (Cristo ascendido) constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error; sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo. De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor (Efesios 4:11-16).

Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros son dones de Cristo a su Iglesia para capacitar a todos los santos, a todos los creyentes, a fin de que todos ejerzan sus responsabilidades en la edificación del Cuerpo de Cristo, de la Iglesia, porque todo cristiano

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es un obrero en la Obra de la edificación de la Casa de Dios.

Aquí estos 'apóstoles' no se refiere a "los Doce". Los Doce tuvieron un carácter único, irrepetible, de fundamento, como testigos oculares de la vida, muerte y resurrección; pero la Escritura habla de otros 'apóstoles' posteriores, como servidores para la edificación del Cuerpo. Son un grupo de personas apartadas especialmente para la Obra de Dios. 'Apóstol' significa 'enviado'. Ahora es el Espíritu Santo el que los nombra, constituye y envía, como ocurrió con Pablo y Bernabé (Hechos 13:2; 14:4), Andrónico y Junias (Romanos 16:7); estudiando el contexto podemos ver que también se considera apóstoles a Apolos y Sóstenes (1Corintios 4:9), y a Silvano y Timoteo (1Tesalonicenses 2:6)... Estos recibieron un encargo especial del Señor y fueron 'enviados' para predicar el Evangelio y establecer Iglesias, son 'plantadores de Iglesias'. Hoy se suele decir "misioneros" (enviados con una misión), pioneros en llevar el Evangelio a un lugar y establecer la Iglesia allí. Su campo de acción suele ser una región, siendo lo normal que haya un equipo de obreros apostólicos.

Los profetas, en el Antiguo Testamento, tenían como principal misión hablar al pueblo en nombre de Dios; hacer volver al pueblo extraviado a las sendas antiguas, al buen camino; consolarlo y darle esperanza en las horas difíciles; predecir el futuro para preparar a las iglesias. Este servicio es el que desempeñan también los profetas del Nuevo Testamento. Su campo de acción puede ser local, pero en algunos casos su misterio puede alcanzar al mundo entero.

Los evangelistas son enviados especialmente a predicar el Evangelio entre los no creyentes, para traerlos a la fe. También pueden limitarse al ámbito local o extenderse más allá.

Los pastores/maestros tienen un encargo especial por el cuidado de los demás, por enseñar los misterios y riquezas de la Palabra de Dios, nutrir, acompañar hacia la madurez...

Pero centrándonos específicamente en el interior de cada iglesia local, hemos de considerar dos figuras principales: los ancianos y los

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diáconos.

"A los ancianos entre vosotros les exhorto, yo anciano también con ellos23, testigo de los sufrimientos de Cristo y también participante de la gloria que ha de ser revelada: Apacentad el rebaño de Dios que está a vuestro cargo, cuidándolo no por la fuerza, sino de buena voluntad según Dios; no por ganancias deshonestas, sino de corazón; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cargo, sino como ejemplos para el rebaño. Y al aparecer el Príncipe de los pastores, recibiréis la inmarchitable corona de gloria. Asimismo vosotros, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y revestíos todos de humildad unos para con otros, porque: Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes" (1Pedro 5,1-5).

'Pastores', 'obispos' (epíscopos, supervisores), y ancianos (presbíteros) son tres términos seculares que usa el Nuevo Testamento para referirse al liderazgo en las iglesias locales. Los tres se refieren a las mismas personas. En cada iglesia local recae una responsabilidad especial sobre los ancianos (en griego: 'presbíteros'), que son miembros 'autóctonos' de la iglesia local (no importados para una temporada). Son simples hermanos, reconocidos por el resto de la asamblea y también por el apóstol (o apóstoles) que fundó esa iglesia local (Tito 1:5), por su mayor madurez espiritual, los cuales reciben del Señor el encargo de 'pastorear' la Iglesia, por eso se les llama también 'pastores'. Ellos son responsables por enseñar, instruir, corregir, proteger, cuidar, nutrir, a la asamblea local. Su función especial es vigilar, 'supervisar' (en griego: 'episcopeo') la vida de la iglesia local, por eso también se les llama 'obispos'. Siempre es una responsabilidad compartida, un equipo de ancianos/pastores/obispos, un 'presbiterio' por cada iglesia local.

En el libro de Hechos de los Apóstoles podemos ver sintetizado esto que hemos dicho: que ancianos, pastores y obispos es lo mismo,

23 Pedro era apóstol del grupo de los Doce, pero también era 'anciano', junto con otros, en la Iglesia local de Jerusalén.

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siempre en plural, para cada localidad y sus responsabilidades:

"17 Desde Mileto, Pablo envió a Efeso e hizo llamar a los ancianos de la iglesia (...) 28 Tened cuidado por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os ha puesto como obispos, para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre" (Hechos 20:17.28-29).

Jamás se habla de un obispo, pastor o anciano 'único', siempre es un equipo en cada iglesia local. El paulatino abandono de este principio fue dando lugar a la estructura jerárquica y papal que conocemos hoy en el Catolicismo (ver apéndice).

También existen en cada iglesia local 'los diáconos'. 'Diakonía' no significa otra cosa que 'servicio'. Todos deben servir, pero algunos son apartados especialmente para la administración de las asuntos de la Iglesia (economía, por ejemplo), y para el servicio de los pobres. En la recién nacida Iglesia de Jerusalén, la Iglesia proveía para las necesidades de sus viudas (y hermanos necesitados), que no tenían quien las cuidara, para lo cual fueron nombrados siete diáconos (Hechos 6:1-7). También el Espíritu Santo nos ha dejado el nombre de alguna diaconisa insigne, como “Febe, diaconisa de la iglesia en Cencrea” (Romanos 16:1).

Así pues, la Iglesia local está constituida por la asamblea de los santos, entre los cuales (no sobre los cuales) sirven los obispos y los diáconos:

"Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús; a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos" (Filipenses 1:1)

De modo que, la asamblea de todos los santos, servidos, cuidados, nutridos, instruidos, y capacitados por los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, ancianos, diáconos, “asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo,

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de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, produce el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor” (Efesios 4:15-16).

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Esto, pues, está llamada a ser la Asamblea de Cristo: la embajada de Dios en la tierra, su base de operaciones, el territorio donde Él gobierna en Cristo, en el que rigen sus leyes, y su voluntad es obedecida aquí en la Tierra como en el cielo. Ella es las primicias del Mundo Venidero (Santiago 1:18), el lugar donde se gustan los poderes de ese Mundo Venidero (Hebreos 6:5). Está llamada a ser el lugar donde todas las naciones podrán contemplar y aprender qué ocurre cuando Dios reina por medio de su Cristo: florece la vida, la justicia, la fraternidad, el gozo y la paz. Porque sólo donde Dios reina por medio de su Cristo desaparecen la injusticia, las desigualdades, los pobres... Por eso es inútil esperar los valores del Reinado de Dios fuera del ámbito donde Él reina de una manera integral, consistente y duradera. Los pobres y las víctimas deben también creer, arrepentirse de sus pecados, nacer de nuevo, y someterse bajo el Reinado de Dios, el Gobierno de Cristo, si quieren encontrar liberación radical e integral. No es que la Iglesia pretenda condicionar su ayuda a que las personas reconozcan a Jesús el Cristo, a la manera de 'hazte cristiano y entra en nuestro chiringuito eclesiástico si quieres recibir nuestra ayuda'; no, los cristianos estamos llamados a hacer el bien a todos gratuitamente. La cuestión ineludible es que donde no se acepta a Cristo este no puede obrar su liberación plena. No se pueden disfrutar los beneficios que resultan del gobierno de Cristo allá donde no se recibe a Cristo como Salvador, Rey y Señor; donde no se le permite gobernar.

Esta esta la Iglesia que brilla cual luminar en medio de las tinieblas del mundo, poniendo de manifiesto la verdad del mundo. Es como sal, que preserva al mundo de su total corrupción. Por eso recibe los ataques de todos los enemigos de Dios, que incitan al hombre a pecar,

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a rebelarse contra Dios, camino de su autodestrucción: la vieja naturaleza corrompida, el espíritu del mundo, Satanás y todos los poderes espirituales de maldad que dominan todavía la tierra. La Iglesia en esta lucha sólo tiene que mantenerse en la victoria alcanzada ya por Cristo en la cruz, es lo único que Dios ha querido necesitar para actuar en el mundo. Cristo ya ha destruido estos poderes en su raíz (Colosenses 2:14-15), y su fin está garantizado. La Iglesia debe mantener puro su testimonio, su posición, sin permitir que el enemigo se infiltre: Mammón y sus espíritus de codicia; espíritus de dominación; espíritus de lujuria, fornicación y adulterio; espíritus de engaño y apostasía... La iglesia, aunque está en el mundo, no debe contaminarse con el espíritu del mundo (2Corintios 6:14 – 7:1), debe mantenerse firme en la fe que vence al mundo (1Juan 5:4-5).

En este conflicto con los poderes que dominan el mundo, el Cuerpo no va a tener un destino diferente de su Cabeza: la persecución y la muerte (Mateo 5: 10-12; Marcos 13:9-13; 2Timoteo 3:12). Pero del mismo modo que el sufrimiento de la Cabeza ha sido usado por Dios para traer vida al mundo, lo mismo ocurre con el sufrimiento del Cuerpo (Isaías 53:1-12; 2Corintios 4:8-12). De modo que su resistencia hasta la muerte será su victoria. Los cristianos no aman tanto su vida terrenal como para temer la muerte (Apocalipsis 12:11), saben que los que pierdan su vida por causa de Cristo y el Evangelio, la ganarán para siempre (Mateo 10:39; Juan 12:25). Los cristianos hacen el bien a todos en lo que pueden, ya sea en su conducta privada o profesional. Oran por los gobernantes (1Timoteo 2:1-2) y respetan y acatan las leyes (Romanos 13:1-7), siempre y cuando no entren en conflicto con su obediencia y lealtad absoluta a Dios (Hechos 5:29). Cooperan en la medida de lo posible al bienestar de todos, pero no esperan que mejore o se reforme el Sistema de este mundo, el orden de cosas mundano, por naturaleza contrario y hostil a Dios; no se comprometen con él en ningún modo, ni caen en la trampa de que el elevado fin que persiguen justifique usar cualquier medio; sobre todo rechazan tocar su poder, siguiendo el ejemplo de Cristo (Juan 6:9-15). Su misión es ser testigos, testigos de Cristo (Hechos

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1:7-8), testigos del Mundo venidero, con obras y palabras, con su vida individual y como comunidad de discípulos. Aunque están en el mundo, y necesitan usar de él sobriamente mientras dure su peregrinación (1Corintios 7:29-31), no son de este mundo (Juan 15:19), están muertos para el mundo (Gálatas 6:14), su vida está con Cristo escondida en Dios (Colosenses 3:3). Su destino no es este mundo tal como ahora está, son peregrinos y extranjeros en este mundo (Hebreos 11:13), no tienen aquí morada permanente, buscan la civilización que está por venir (Hebreos 13:14), la que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:10). Y esperan la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2:13), el cual pondrá fin definitivamente a los grandes problemas de la humanidad, y establecerá su Reino eterno, en el cual reinarán con Cristo todos los santos que hayan sido fieles.

No obstante, alguien podrá decir al oír todo esto: pero ¡¿dónde está esta Iglesia?!. Ciertamente, ¿es esto lo que vemos cuando miramos la Cristiandad actual?

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III. LA HISTORIA DE LA IGLESIA Y EL PRINCIPIO DEL REMANENTE.

No sólo Satanás y todas sus huestes trabajan en contra del Plan de Dios. No sólo la Humanidad en general vive en rebelión contra Dios. Hemos de reconocerlo: los seres humanos no somos de fiar, la historia del Pueblo de Dios también es una historia de rebelión e infidelidad permanente. Él nos ha dado todo lo que podía darnos para ser fuertes, fieles, vencedores: ¡una salvación tan grande!, ¡a Su propio Hijo!; Él redime nuestra libertad caída, pero jamás nos fuerza, espera que ejerzamos nuestra libertad liberada. Y nosotros fallamos una y otra vez...

Pero Dios no se asusta ante la debilidad e infidelidad humana, “porque Él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos sólo polvo” (Salmo 103:14). Y es precisamente sobre el fondo oscuro de nuestra miseria que contrasta luminosamente la Fidelidad de Dios, la cual está ejerciendo en dos sentidos:

- Primero en perdonarnos y salvarnos. Por eso no podemos más que dar gracias a Dios y alabarle, porque ¡eterna es su Misericordia, e inmensa su Gracia!. Una y otra vez nos ofrece su perdón, nos lava, nos vuelve a poner en pie, y nos fortalece para continuar el camino:

"Y éste es el mensaje que hemos oído de parte de él y os anunciamos: Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas. Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Pero si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros" (1Juan 1:5-10).

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"El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona alcanzará misericordia" (Proverbios 28:13).

Este es un aspecto de su Fidelidad que mira principalmente a nuestra necesidad debido a la Caída.

- Pero hay un segundo aspecto que mira más al Plan original los intereses de Dios: Dios es Fiel a su Designio eterno, y lo cumplirá. Y lo cumplirá con la cooperación de al menos algunos hombres y mujeres. Porque Él no sólo nos salva y perdona "setenta veces siete" (siempre), sino que también desea hacernos colaboradores suyos para realizar sus planes: sujetar todas las cosas bajo el gobierno de Cristo, por medio de la Iglesia, convertida esta en su Compañera y Esposa gloriosa, convertida en un Templo santo para morada del Dios altísimo en medio de esta Tierra.

Es aquí donde descubrimos un maravilloso principio del actuar de Dios, que nos llena de esperanza y de coraje, el principio del remanente. Dios es todopoderoso, y no necesita del hombre para cumplir sus deseos, ¡pero ha querido necesitar del ser humano! Cuando ocurrió la rebelión de Satanás y sus ángeles, Dios podría haberla aplastado en un momento, pero quiso en su soberana Voluntad que fuera otra criatura la que venciera a Satanás y su rebelión: el Hombre. Dios nos creó para la comunión con Él, pero también para restaurar su Autoridad en el universo, especialmente en la Tierra, venciendo en su Nombre al enemigo, para el pleno cumplimiento de su Propósito eterno. Muchos se conforman con ser salvos del infierno, pero no escuchan el llamamiento a colaborar con los planes de Dios. Dios llama a todos a participar de su Obra, pero cuando el conjunto falla, Él se reserva, por su poder y gracia, un resto, un remanente, con el cual sigue avanzando sus planes en la Tierra.

Los demás creyente genuinos son salvos, y disfrutarán de la eternidad con Dios, pero no entrarán en el Reino cuando Cristo regrese, se perderán toda la era del Reino milenario, perderán su galardón y su

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corona: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22); “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años” (Apocalipsis 20:6).

No nos escandalizamos, pues, de los fracasos e infidelidades. La guerra espiritual en la que está inmersa la Iglesia es muy dura (Juan 15:18-21; 2Timoteo 3:12; Hebreos 12:1-4; Apocalipsis 2:10), muchos caen en el camino bajo alguno de esos poderes del mal. Las mismas iglesias, igual que Israel, han sido heridas, paralizadas o derrotadas por los poderes de las tinieblas, se han mundanizado, y han perdido su testimonio (Mateo 24:9-13.24; Hechos 20:29-30; 2Pedro 2:1-2; Apocalipsis 2:4-5; 3:1-3; 3:15-17). Pero Dios, ahora igual que siempre, se reserva un resto, un remanente, que en representación de todos y para bendición de todos mantiene en alto el estandarte (Isaías 10:21; 11:11; 37:31-32; Jeremías 23:3; Ezequiel 1422; Abd 1:17; Miqueas 4:6-8; Sofonías 3:11-20; Mateo 21:43; Romanos 11; Apocalipsis 2:7.11.17.26; 3: 5.12.21), y a través de los cuales Dios sigue avanzando sus planes.

Este remanente no es escogido por ser mejor que los demás, sino por pura gracia de Dios, debido a la Fidelidad a sí mismo: “Así, pues, también en este tiempo ha quedado un remanente conforme a la elección de la gracia” (Romanos 11:5). En realidad todos están llamados, pero finalmente pocos son los escogidos (Mateo 22:14), no porque Dios no quiera, sino porque no todos quieren todo lo que Dios quiere. Y este remanente no es escogido tampoco para su propio beneficio, sino para beneficio del conjunto: “Ahora bien, si la masa ofrecida como primicias es santa, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas” (Romanos 11:16). Dios escoge siempre el remanente “para bendición de todas las familias de la Tierra" (Génesis 12:3b). Como aquel comando de guerra que lucha por tomar una base enemiga, muchos caen por el camino, pero otros van recogiendo el estandarte hasta que finalmente la batalla es ganada y el estandarte de la victoria es colocado en lo alto; ¿de quién es la

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victoria? ¿sólo de los que sobrevivieron? ¡NO!, es la victoria de toda la nación que representan, incluyendo a los caídos, incluyendo a los que se quedaron en casa por cobardía o por pereza. Aunque aquellos no podrán disfrutar de la misma gloria...

Adán y Eva fallaron, y perdieron el Paraíso. Pero Dios cubrió su desnudez y les dio la bendita Promesa de la salvación (Génesis 3:15). Toda la Humanidad se corrompió después hasta el límite, de modo que a Dios le dolió en su corazón haber creado al Hombre, y decretó el juicio del diluvio... ¡pero se reservó un resto, un remanente, con el que empezar de nuevo y continuar con sus planes: Noé y su familia. La Humanidad que vino después de Noé tampoco quiso escuchar a Dios, más bien siguieron a Satanás pretendiendo 'tocar al cielo' con las obras de sus manos (Babel), y Dios tuvo que desecharles de nuevo y seguir sus planes con un solo hombre y su esposa: Abraham y Sara, a partir de los cuales Dios crearía un pueblo de su especial propiedad del cual nacería el Salvador del mundo, bendición para todas las naciones (no sólo para el remanente).

Ese Pueblo fue levantado gracias a la fidelidad de un hombre, Moisés; fue un pueblo de dura cerviz, rebelde a Dios, desde su nacimiento. Y sólo gracias a Moisés fue llevado desde la esclavitud a la Tierra prometida. Una vez allí, cuando la llama que simbolizaba al Pueblo de Israel estaba a punto de apagarse, Dios levantó otro hombre, Samuel, por medio del cual sería introducido David como rey de Israel, y el período de oro del Pueblo de Israel. Iba a ser de la descendencia de David que Dios iba a levantar al verdadero Rey del Pueblo de Dios: Jesús.

Una vez más el Pueblo se desvió de los caminos de Dios, desoyendo Su voz a través de los profetas enviados, y Dios los desechó permitiendo que todo el Pueblo fuera conquistado y exiliado por el imperio de Babilonia. Cuando parecía que había llegado el fin del Pueblo de Dios, debido a su infidelidad congénita, Dios movió el corazón de algunos en el exilio para que regresaran a Jerusalén a 'reconstruir el Templo' (recordemos: una figura de la Iglesia, de la

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restauración de la Iglesia conforme al propósito original de Dios).

Y así Dios, en la era del Antiguo Pacto, se reservó siempre un resto fiel, por medio del cual fue posible la venida del Mesías salvador. Allí estaban Zacarías y Elisabet (padres de Juan el bautista), o el anciano Simeón y la profetisa Ana, recibiendo al niño Jesús, como representantes de los 'anawim', los 'pobres de Yahveh', el remanente que se mantenía esperando en Dios.

Entonces llegó Jesús, el Mesías. Él era el Hijo de Dios, que se despojó de sus prerrogativas y gloria divinas para hacerse en todo semejante a los hombres, y como hombre ('el Hijo del Hombre'), enfrentarse a Satanás y al Pecado. ¡¡Y VENCÍÓ!! ¡¡Aleluya!! ¡¡Gloria y alabanza a nuestro Gran Dios!! Dios por fin consiguió un hombre fiel, un hombre fiel a Dios y vencedor sobre Satanás; Él, por medio de su muerte y resurrección, fue hecho Cabeza de una Nueva Humanidad, una nueva Raza celestial, a través de la cual Dios cumpliría sus propósitos eternos: "Hagamos al Hombre...".

Pero la historia de la infidelidad continúa. El conjunto de la Iglesia, al igual que Israel, también ha fallado, lo cual ya fue profetizado abundantemente en el Nuevo Testamento, tanto por Jesús como por los apóstoles. Comprobémoslo con algo de detenimiento porque es importante saber que el Señor ya contaba con esto, para ver después que estaba también preparada la respuesta.

"Tened cuidado por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os ha puesto como obispos, para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño; y que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los discípulos tras ellos (Hechos 20:28-30).

"También debes saber esto: que en los últimos días se presentarán tiempos difíciles. Porque habrá hombres amantes de

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sí mismos y del dinero. Serán vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos y amantes de los placeres más que de Dios. Tendrán apariencia de piedad, pero negarán su eficacia. A éstos evita" (2Timoteo 3:1-5).

"Porque vendrá el tiempo cuando no soportarán la sana doctrina; más bien, teniendo comezón de oír, amontonarán para sí maestros conforme a sus propias pasiones, y a la vez que apartarán sus oídos de la verdad, se volverán a las fábulas" (2Timoteo 4,3-4).

En la carta que Pablo escribió a la Iglesia de Éfeso, se puede contemplar una Iglesia muy preciosa, creciendo hacia la plenitud de Cristo. Poco después, en el libro de Apocalipsis, el Señor escribe también por medio de Juan a la Iglesia de Éfeso, aprecia las cosas buenas de la Iglesia, pero le hace un grave reproche, que está en la base de la desviación de la Iglesia:

“Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te has arrepentido” (Apocalipsis 2:4-5).

La Iglesia ha empezado a apartarse de las cosas del principio, de la centralidad de Cristo como PRIMER AMOR de la Iglesia. Y el Señor le advierte que su candelero puede ser removido. El candelero de oro es el símbolo de la Iglesia local, que ilumina la ciudad en la que vive. Por cada Iglesia local hay un candelero en el cielo (Apocalipsis 1:20). Jesucristo es “el que anda en medio de los siete candeleros de oro” (Apocalipsis 2:1), es decir, en medio de todas las iglesias locales. Y si una Iglesia local se aparta del Señor y no se arrepiente, puede perder su posición. En muchos lugares hay cristianos, pero no hay expresión de la iglesia local, han perdido 'el candelero'.

En esas cartas que el Señor resucitado escribe a 'las siete Iglesias' de

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Asia (simbolizando todo el conjunto de las Iglesias), podemos apreciar en general los derroteros por los que empiezan a desviarse y corromperse las Iglesias (Apocalipsis 2-3): todo empieza con el abandono del 'primer amor', de 'las obras del principio', después vienen otras cosas:

“La enseñanza de los nicolaítas, la que yo aborrezco” ('niko' + 'laos': victoria sobre el pueblo), es decir, la reintroducción del clero en la Iglesia, de una casta sacerdotal intermediaria que se enseñorea del pueblo.

“La enseñanza de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación” , la reintroducción de la idolatría (adoración de ídolos, imágenes, sacrificios) en la Iglesia.

“Tengo contra ti que toleras a esa mujer Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a Mis esclavos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”; Jezabel era la esposa pagana del rey Acab, que introdujo enseñanzas idólatras en el Pueblo de Dios y mataba a los profetas de Dios, esto volvía a ocurrir en la Iglesia: los paganos se habían introducido en la Iglesia con sus enseñanzas paganas, y desplazaban a los que hablaban en nombre del Señor.

“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto”; ya quedan sólo las apariencias, 'parece' una iglesia, pero sólo queda el cascarón, por dentro está muerta.

“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Así que, por cuanto eres tibio, y no caliente ni frío, estoy por vomitarte de Mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. ¿Hacen falta más comentarios?...

Si este era ya el panorama de las iglesias a finales del siglo I, podemos comprender lo lejos que se ha ido la Cristiandad respecto de 'el principio', respecto del espíritu, la vida y el modelo querido por el

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Señor. De hecho, más bien la Escritura profetiza que la cosa irá a peor, y que antes de que venga el Señor aumentará la apostasía (el abandono de la fe, del cuerpo de verdad revelado) y el poder del Anticristo (2Tesalonicenses 2:1-12).

Escuchemos ahora las profecías del Señor acerca de las cosas que iban a suceder (y han sucedido) en esta etapa del Reino de Dios antes que Cristo regrese. Son tres parábolas seguidas las que hablan de esto:

a) En la parábola del trigo y la cizaña, cuyo significado explicó Jesús mismo un poco más adelante (Mateo 13:24-30. 36-43), nos reveló que un hombre (el Hijo del Hombre, Jesús) sembró buena semilla (los hijos del reino) en un campo (el mundo -el campo no es la Iglesia-), pero un enemigo (el diablo) sembró de noche cizaña entre el trigo (los hijos del malo); ambas semillas y plantas son muy parecidas, por lo que es peligroso separarlas antes de la cosecha (el fin de la era). Entonces “enviará el Hijo del Hombre a Sus ángeles, y recogerán de Su reino todo lo que sirve de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.

“Entrarán en medio de vosotros lobos rapaces”, decía Pablo al presbiterio de Éfeso. Los hijos del diablo se infiltrarán en medio de la Iglesia, y la saquearán.

b) En la parábola del grano de mostaza (Mateo 13:31-32) vemos que una semilla que produce normalmente un arbusto se convierte en un árbol, sufre un crecimiento desmesurado, anormal, por lo que en él vienen a anidar 'las aves del cielo'. Unos versículos antes, en la parábola del sembrador, vemos que 'las aves del cielo' simbolizan a 'el malo' (el diablo). Tenemos entonces que los límites de la Iglesia se han desdibujado, ha crecido de una manera anormal, incluyendo cosas que no debían ser incluidas, lo que da pie a que el enemigo tome posiciones en ella.

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c) En la parábola de la levadura (Mateo 13:33) tenemos una mujer que 'esconde' levadura en medio de tres medidas de harina, fermentando así toda la masa. La mujer en la Escritura es una figura de la Iglesia, tanto cuando es fiel como cuando es infiel (prostituta, adúltera). Las tres medidas de harina simbolizan a Cristo y su obra perfecta, el Pan puro; y la levadura simboliza un elemento de corrupción, como 'la levadura de los fariseos y de los saduceos' (Mateo 16:6), y también la corrupción del Pecado:

"Vuestra jactancia no es buena. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis una nueva masa, como sois sin levadura; porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con pan sin levadura, de sinceridad y de verdad" (1Corintios 5:6-8).

Tenemos profetizada aquí la iglesia infiel, mezclando con la Obra perfecta de Cristo otros elementos 'de malicia y de maldad' que corrompen todo el conjunto.

Entre medias de estas tres parábolas Jesús dijo: “Todo esto habló Jesús en parábolas a las multitudes, y sin parábolas no les hablaba nada; para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta, cuando dijo: "Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo" (13:34). Son 'cosas escondidas' a los de fuera, pero están ahí, conocidas por Dios desde antes de la fundación del mundo, y reveladas por el Señor a sus discípulos: “a vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les ha sido dado” (Mateo 13:11). “Estas cosas os he dicho para que no tengáis tropiezo... Pero os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os había hablado de ellas... ” (Juan 16:1-4).

Teniendo pues en cuenta todas estas profecías, volvamos a las cartas que el Señor resucitado envió a las siete iglesias. Sabemos que

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Apocalipsis es un libro profético, por eso vemos que esas siete iglesias tienen varios niveles de significación. Tienen un nivel de significado histórico, eran siete iglesias locales situadas en siete ciudades de Asia en el s. I (recordemos: 'una ciudad, una iglesia, un candelero'): Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Entonces somos informados de su situación y lo que el Señor dijo a esas siete iglesias locales históricas.

En un segundo nivel, sabemos que el "7" significa en la Biblia totalidad o compleción, por lo que podemos leer aquí también el mensaje del Señor a las iglesias locales de todos los tiempos y lugares. Al final de la carta a cada Iglesia local, dice “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias”. Los principios espirituales que el Señor puso de manifiesto al hablar a aquellas iglesias tipo, conciernen a todas las iglesias en cualquier lugar y tiempo.

Por último, nos detendremos en un tercer nivel de significado, el profético. Hay muchas riquezas escondidas en la Escritura, el Espíritu Santo ha ido guiando a diversos siervos de Dios a lo largo de la historia para ir desentrañándolas: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que Yo os he dicho... Pero cuando

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venga el Espíritu de realidad, El os guiará a toda la verdad; porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 14:16; 16:13). En el momento oportuno de madurez histórica, algunos de estos siervos de Dios han visto que estas siete iglesias anticipan proféticamente las etapas por las que iba a discurrir la historia de la Iglesia, el lugar del remanente que Dios se reserva ('los que vencieren...'), y las indicaciones que da el Espíritu al remanente acerca de la senda de Dios en tiempos de ruina de la cristiandad.

Ante la interpretación profética que sigue, pues, recomendamos lo que recomienda la Escritura respecto de toda profecía: “No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Sometedlo todo a prueba; retened lo bueno” (1Tesalonicenses 5:19-21).

Veamos algunas observaciones previas acerca de esta profecía de Apocalipsis:

- La situación de cada iglesia representa un período de la historia de la Iglesia. - Los nombres que usa tienen contenido profético.- Cinco iglesias fueron reprendidas por el Señor, una no fue reprendida pero tampoco recibió elogio del Señor, y solo una fue elogiada sin reprensión ninguna, la cual indica lo que agrada al Señor.- En las cuatro últimas se menciona la venida del Señor, lo que quiere decir que esos cuatro tipos de iglesia permanecerán hasta la venida del Señor; cuando regrese, encontrará creyentes en esas cuatro situaciones.- al interior de todas las iglesias aparece la figura de 'los que vencieren'. Estos 'vencedores' son el remanente del que venimos hablando, los cuales no son más que 'cristianos normales' en medio de la anormalidad. A ellos dirige el Señor promesas de recompensa según la situación en que viven.

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1ª.- La primera iglesia/período: Éfeso.

Es el primer período, tras la era apostólica. Éfeso significa 'deseable'. El período que siguió a la muerte de los apóstoles seguía siendo deseable para el Señor, alaba ciertas cosas de esta iglesia: que no soporta a los malos, que ha probado a los falsos apóstoles (seguía habiendo apóstoles, genuinos y falsos, la iglesia debía discernir), que aborrece las obras de los nicolaítas, aquellos trataban de reintroducir una clase mediadora en la Iglesia, negando el sacerdocio de todos los creyentes (en esta época todavía fueron resistidos). Pero hubo un reproche, el Señor advirtió contra el gran peligro que empezaba a asomar: perder el primer amor y las obras del principio.

2ª.- La segunda iglesia/período: Esmirna.

Significa 'amargura', representa el período de las persecuciones bajo el imperio romano hasta que el emperador romano Constantino toleró el cristianismo (año 313). Aunque esta iglesia no recibió ningún elogio, tampoco ningún reproche, y sí mucho consuelo. Las palabras del Señor son una fuente de consuelo para los cristianos de todas las épocas que viven esta situación.

3ª.- La tercera iglesia/período: Pérgamo.

Que significa 'matrimonio', o "muy casado", y representa el período iniciado a principios del s. IV ("Edicto de Milán", año 313) , cuando el emperador Constantino acepta el cristianismo y poco después el emperador Teodosio (año 391) lo impone como religión imperial. Satanás cambió de estrategia, pasó de usar el imperio para perseguir a la iglesias a usarlo para 'asimilarlas' y corromperlas. La Iglesia perdió su 'separación' (santidad) respecto del mundo, y su ruina se aceleró.

Pégamo todavía no ha negado la fe única, pero aquí ya empezó a tolerarse 'la doctrina de los nicolaítas', el liderazgo en las iglesias se

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fue redefiniendo de regreso al judaísmo (y al paganismo). También el Señor reprochó aquí que se toleraba a los que tenían 'la doctrina de Balaam', que incitó a los israelitas a tomar esposas moabitas (matrimonio), las cuales trajeron consigo sus ídolos, llevando a Israel a la fornicación, física y espiritual (idolatría). La estrategia de Balaam es borrar la separación entre la iglesia y el mundo, con lo cual el camino a la idolatría queda abierto.

Esto está ya tipificado en el Antiguo Testamento. A causa de la idolatría, el reino de Israel fue dividido en dos: Judá al sur e Israel al norte. Cuando cayó el reino de Israel bajo el imperio Asirio, trajeron gentes de Babilonia para repoblar las ciudades de Israel, como Samaría y otras. Se produjo una mezcla sincrética entre la fe en el Dios de Israel y las creencias paganas que traían de Babilonia: por un lado rendían culto a Dios, pero al mismo tiempo continuaban el culto a sus viejos ídolos:

"Todo esto sigue igual hasta el día de hoy. Ellos continúan con sus prácticas antiguas en vez de adorar verdaderamente al SEÑOR y obedecer los decretos, las ordenanzas, las instrucciones y los mandatos que él les dio a los descendientes de Jacob, a quien le cambió el nombre por el de Israel" (2Reyes 17:34).

Del mismo modo, los paganos que fueron introducidos en la Cristiandad por la fuerza (imperial), trajeron consigo sus creencias y prácticas paganas; cambiaron los nombres de sus viejos ídolos por nombres cristianos, como las diversas advocaciones de María y los nombres de los santos, para poder continuar con 'sus prácticas antiguas'. Y como eso, se introdujeron muchas otras creencias y prácticas, que luego los teólogos trataron de justificar ('cristianizar') con argumentos totalmente ajenos a la Palabra de Dios.

Las siguientes cuatro iglesias, aunque representan períodos distintos, son cuatro tipos de iglesia que permanecerán hasta que el Señor regrese, pues en todas se menciona su venida:

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4ª.- La cuarta es Tiatira.

Para su etimología hay varios significados posibles: 'torre alta', 'abundancia de sacrificios continuos', o 'mujer dominante'). Después de Constantino, la Iglesia no sólo se unió con el mundo, sino que fue exaltada por él. El cristianismo se convirtió en religión oficial del imperio, apoyada por el poder político. Este es el período de la Edad Media, hasta el s. XVI, en que la Iglesia Católica Romana alcanzó todo su poderío, incluso coronando a los emperadores.

El Señor usa palabras cada vez más severas, se puede advertir el grado de desolación a que ha llegado la iglesia. “Tengo contra ti que toleras a esa mujer Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a Mis esclavos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”. Jezabel, en el Antiguo Testamento, fue mujer pagana gobernando el Pueblo de Dios, induciendo a la fornicación, la idolatría y los sacrificios (1Reyes 16-21). La unión de la iglesia con el mundo llega aquí a su culmen. Ella es la mujer de la parábola de la levadura que veíamos antes: que mezcla "tradiciones de hombres" (Marcos 7:1-13) y paganismo (levadura) con la obra perfecta de Cristo (tres medidas de harina), pervirtiendo todo. Sí, pervive la fe de Cristo, pero mezclada y confundida con multitud de elementos extraños, quedando aquella deformada. Se aceptan muchas prácticas y creencias paganas revistiéndolas con un ropaje cristiano superficial. Luego, teólogos, papas y concilios vendrán a elaborar sutiles discursos para legitimar todos estos cambios. Así el Catolicismo se ha formado a base de menoscabar la integridad y autoridad de la Palabra de Dios.

Veamos algunos de esos cambios que introdujo en la Cristiandad el llamado "giro constantiniano"24. Pero no sin antes expresar un clamor del corazón:

Tristeza por mis amigos católicos

24 La pista inicial de este análisis la debo a mi hermano en Cristo Antonio González.

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Hago mío algo que dijo el apóstol Pablo hablando de sus hermanos judíos, pero aplicándolo yo a mis amigos católicos:

Digo la verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia da testimonio conmigo en el Espíritu Santo de que tengo una gran tristeza y continuo dolor en el corazón; porque desearía yo mismo ser separado de Cristo por el bien de mis hermanos... (Rom 9:1-3)", los católicos.

Es cierto que muchos son contados como católicos de forma sólo nominal, sólo por tradición y costumbre social. Pero son millones los católicos sinceros, con un profundo amor por Cristo, y vidas tan entregadas, en ocasiones hasta el heroísmo... Pero desgraciadamente la buena voluntad y la buena intención no es garantía contra el error, y yerran el blanco por el engaño del sistema religioso que los tiene cautivos y los desvía de 'el Camino del Señor' (Hechos 18:25). "Porque yo les doy testimonio de que tienen celo por Dios, pero no de acuerdo con un conocimiento pleno" (Romanos 10:2). El error se vence con el conocimiento de la verdad... y con la voluntad subsiguiente de abandonarlo, cueste lo que cueste.

Es sumamente difícil para un creyente aceptar que su fe, profesada sinceramente, habitualmente recibida de seres queridos, que ha moldeado su identidad desde la infancia, ha sido secuestrada por un sistema religioso que es una falsificación, una falsificación del cristianismo laboriosamente elaborada. Si además uno vive de ese sistema, la cosa se complica aún más... Es mi propia experiencia, pues yo fui cura católico.

Es muy difícil y doloroso, pero es un derecho y un deber que mis hermanos católicos conozcan la verdad acerca del sistema religioso católico, conformado lentamente a lo largo de muchos siglos, mediante un proceso en el que se han ido mezclando sutil y orgánicamente elementos válidos del cristianismo bíblico y genuino con elementos extraños a las enseñanzas de Cristo y sus apóstoles.

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Es difícil y doloroso, pero las buenas noticias es que no se trata de perder lo que para uno es tan valioso, no se trata de apostatar de la fe en Jesucristo y apartarse de Su Iglesia, sino de abandonar el sistema religioso que retiene cautiva nuestra fe para reencontrar la genuina fe bíblica, el genuino 'Camino del Señor' (Hechos 18:25), tal como lo enseñó Jesús y sus apóstoles y ha quedado registrado en el Nuevo Testamento (sobre la base del Antiguo) como norma suprema de la fe y la vida cristianas.

Hablamos y escribimos estas cosas por amor a nuestros amigos católicos, porque el sistema religioso católico impide que las personas profesen y experimenten el cristianismo genuino.

Y estos son algunos de esos cambios que se fueron introduciendo en la etapa de Tiatira:

■ La unión de la Iglesia con el mundo provocó que la mayoría se hacían cristianos, pero cambiando los contenidos del cristianismo. Muchos que no habían nacido de nuevo entraron en la Iglesia por otros intereses, llegando incluso a puestos de gobierno. Es el cumplimiento de la parábola del grano de mostaza, que crece de un modo anormal, cobijando dentro de sí todo tipo de 'pájaros' (véase la historia del papado).

■ Muy relacionado con esto, el bautismo pasa a ser un rito de nacimiento, en lugar de ser la confirmación externa de la fe genuina del corazón con la que se inicia el seguimiento de Cristo y la pertenencia a la comunidad de los que libremente han aceptado ser sus discípulos.

■ Cediendo a la tentación del poder (‘tener más poder para para hacer más y mejor bien’) que ya tuvo Jesús y que rechazó, se aceptó una nueva actitud ante la violencia: con la bendición de los dirigentes eclesiásticos los poderes públicos persiguen las herejías y las otras religiones, los cristianos pueden ser soldados, los cargos políticos y el uso de la violencia que comportan (juzgar, multar, embargar,

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encarcelar, ejecutar…) ya no son un impedimento para ser cristianos. Y al igual que Jezabel mataba a los profetas de Dios, la Iglesia en este período se apoyó en el poder político para empezar a perseguir y matar no sólo a los herejes, sino a los cristianos que querían vivir la fe auténtica. Pasó de ser perseguida, a ser perseguidora y asesina, incluso de cristianos genuinos (“Viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios” - Juan 16:2b).

■ Como la vida normal del Reino (Mateo 5-7) resulta inviable para personas no regeneradas, comienza a rebajarse el listón hacia una ética más fácilmente ‘generalizable’ a toda la sociedad, quedando relegada como ‘consejos evangélicos’ a una clase de cristianos especializados: los religiosos.

■ En teoría, ahora toda la sociedad es "iglesia", pero en la práctica el término se comienza a reservar a los clérigos, a los monjes y a los templos (edificios paganos reconvertidos). Ellos son ahora la iglesia ‘visible’, pues ya no hay iglesias locales visibles. Y reaparece así la división entre clérigos y laicos: la doctrina nicolaíta quedó plenamente consagrada en este período: la clase mediadora, la casta sacerdotal, el sacerdocio del Antiguo Testamento.

Esto, muy de la mano con la progresiva formación del sistema sacramental católico, oscurece la naturaleza de la salvación en Cristo y la forma de acceder a ella y disfrutarla, interponiendo un sistema ritual de carácter mágico que crea dependencia de esa clase intermediaria (el clero).

■ Se adopta la forma administrativa y territorial del imperio (curia, nuncios, diócesis...), perdiéndose el concepto bíblico de la iglesia local. Ahora la Iglesia es una pirámide jerárquica, a imagen del imperio, y aparece el 'episcopado monárquico', un obispo de la localidad se encumbra sobre los demás. Roma encumbra a un único obispo, que además, por la capitalidad imperial, extiende su jurisdicción sobre todos los cristianos del mundo, comenzando a formarse así "el papado".

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El 'papa' romano además se empieza a atribuir títulos que corresponden a las Personas Divinas: con el título de 'Sumo Pontífice' (= máximo Puente, máximo intermediario entre Dios y los hombres) usurpa algo que pertenece sólo a Cristo, el único Sumo Sacerdote; le usurpa al Padre el título de 'Santo Padre'; le usurpa al Espíritu Santo el título de 'Vicario de Cristo en la tierra', 'vicario' es el que está puesto en representación de otro, y la Palabra de Dios sólo permite aplicar esto al Espíritu Santo y al Cuerpo de Cristo (la Iglesia en su conjunto), nunca a un cargo eclesiástico.

■ Los templos paganos pasaron a ser templos cristianos. En el Nuevo Testamento el Templo de Dios es la Iglesia, la asamblea de los creyentes, ahora se llama 'iglesia' a los edificios, como en el paganismo.

■ Se introduce en Iglesia la adoración de la diosa, como en todas las religiones paganas. La adoración a la Madre y al Hijo tiene su origen en la religión de Babilonia (luego hablaremos del 'misterio de Babilonia' en Apocalipsis): después de la muerte de Nimrod (fundador de Babel), Semirámis, quien fuera su madre y esposa a la vez, lo proclamó como dios solar (de donde procede la religión del sol). Mas tarde ella dio a luz un hijo, a quien llamó Tammuz y de quien dijo ser la reencarnación de Nimrod. Según la reina Semirámis, este niño había sido engendrado de forma sobrenatural. Semirámis (la Madre) y Tammuz (el Hijo) empezaron a ser adorados en esta religión falsa, idólatra, tomando como base una profecía bíblica (el Salvador que vendría de la simiente de la mujer), la cual sería el sustento válido para poder disfrazarse de verdadera. Satanás siempre trata de imitar a Dios para confundir y engañar. Esta religión se esparció de Babilonia a todas las naciones, cuando el hombre fue dispersado sobre la faz de la tierra por causa de la construcción de la torre de Babel - de la religión babilónica proceden todas las religiones de la tierra-, por eso también Egipto tenía una diosa, Grecia tenía una diosa, Roma tenía una diosa...

Como en el cristianismo no había diosa, el nombre de María, la madre

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de Jesús, empezó a ser encumbrada de hecho (nunca oficialmente) como una diosa, por más que no se quiera reconocer. Se la empezó a rendir culto y a otorgar títulos que no tienen base bíblica ninguna, que menoscaban o usurpan la unicidad, centralidad y exclusividad del papel salvador y mediador de Cristo: "mediadora de todas las gracias", "co-redentora"... Algunos de esos títulos revelan las influencias paganas, como 'Reina del cielo' (era el título de la diosa pagana cuyo culto está condenado en la Biblia - Jeremías 7:17-17; 44:16-29 -).

Un título tan familiar y querido a los católicos como 'Teotokos' (Madre de Dios), que puede ser aceptable en un sentido, terminó por favorecer esa exaltación-endiosamiento de María. La Palabra de Dios habla siempre de María como 'la madre de Jesús', pero jamás da pie a llamarla 'madre de Dios' ni a dirigirse a ella en oración. No debemos fiarnos de nuestros razonamientos y 'deducciones' humanas, “para que en nosotros (decía el apóstol Pablo) aprendáis a no ir más allá de lo que está escrito” (1Corintios 4:6): María es madre de Jesús, el cual es hombre y Dios simultáneamente, por lo cual María es la madre del Hijo de Dios, ciertamente, pero 'en cuanto a su humanidad', no en cuanto a su divinidad; el Hijo de Dios es preexistente a María, todo fue creado por Él y para Él, también María. ¿Acaso Dios puede tener madre? ¿no nos recuerda esto demasiado al culto babilonio de 'la diosa madre y el hijo'? Los apóstoles confesaban plenamente la divinidad de Jesús, ¿por qué entonces jamás se llama a María 'madre de Dios' en el Nuevo Testamento? ¿por qué jamás se dirige nadie a ella en oración? De hecho, a partir del día de Pentecostés, María desaparece de las Escrituras. De seguir la lógica católica, deberíamos rendir culto también a los padres de María como 'los abuelos de Dios", o a Juan el bautista como "el pariente de Dios"...

María tiene el altísimo privilegio de haber sido escogida para dar al Hijo de Dios una naturaleza humana; ella le concibió virginalmente, por obra del Espíritu Santo, ella "concibió del Espíritu Santo". Esto sí está atestiguado por la Escritura (Mateo 1:18-23; Lucas 1:26-38). Pero aún aquí el catolicismo va de nuevo 'más allá de lo que está escrito' al afirmar la 'virginidad perpetua' de María; en esto no sólo va más allá

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de lo escrito, sino en contra de lo escrito. Cuando Dios explica a José lo que ha ocurrido en María y le ordena que la reciba como esposa, este obedeció, la recibió por esposa, y continúa diciendo: “Y no la conoció hasta que dio a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús” (Mateo 1:25). Lo que está escrito es que José no la 'conoció' (expresión semítica para referirse al acto marital) "hasta que" dió a luz a Jesús; que a partir de entonces José y María engendraron otros hijos 'de manera natural' está también confirmado por la Escritura. De Jesús decían sus paisanos de Nazaret “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama Su madre María, y Sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? Y Sus hermanas, ¿no están todas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” (Mateo 13:55-56). En Pentecostés, junto con los apóstoles y discípulos, “todos éstos perseveraban unánimes en oración, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con Sus hermanos” (Hechos 1:14). Aquel 'Jacobo' (Santiago), el primer hermano carnal de Jesús, llegó a ser un anciano notable en la Iglesia de Jerusalén, participante protagonista en el primer concilio de la Iglesia (Hechos 15:13-21), 'Jacobo, el hermano del Señor' (Gálatas 1:19). Jacobo el apóstol, el hermano de Juan, ya había sido decapitado por Herodes (Hechos 12:1-2).

■ La idolatría se infiltró camuflada en la Iglesia con el culto a María y los santos, y la fabricación y veneración de imágenes. Se hicieron imágenes de Jesús, de María, de los santos... Como en Grecia y en Roma había un panteón de dioses, cada uno para una necesidad, María en sus distintas 'advocaciones' y los santos son usados para disfrazar es práctica pagana: ahora se reza a Santa Bárbara cuando truena, a San Pancracio para tener trabajo, a San Antonio para encontrar novio... Son dioses paganos con nombres cristianos. Jamás se menciona en la Escritura que podamos orar o pedir a nadie más que al Padre, a Jesús o al Espíritu Santo. Jamás. Se empezó a adorar incluso el símbolo de la cruz, convirtiéndolo en un ídolo... En la enseñanza catecumenal de los diez mandamientos desaparecieron el primero y el segundo:

“Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:Yo soy el SEÑOR tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto,

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de la casa de servidumbre.(1º) No tendrás otros dioses delante de mí.(2º) No te harás imagen, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.No te inclinarás a ellas ni las honrarás; porque yo, el SEÑOR tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:1-6).

Los mandamientos de Dios nunca son arbitrarias o sin sentido. Hay un peligro para la fe en la imágenes, pues nos coloca muy cerca del gran pecado de la idolatría: adorar o venerar como Dios lo que no es Dios, con la subsiguiente exposición de los creyentes a la influencia demoníaca, pues tras los ídolos (que no son nada en sí), actúan los demonios, como enseña la Palabra de Dios (1Corintios 10:20-21).

Dios es Espíritu, el Altísimo y Trascendente a todo, lo cual obliga al ser humano a una relación 'espiritual', en espíritu. Él nos creó para ello 'a su imagen', con un espíritu de naturaleza semejante a la Suya. Es 'en el espíritu' que hemos de aprender a vivir y a relacionarnos con Dios

"Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales que le adoren. Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad" (Juan 4:23-24).

***

Necesitamos aquí, en el período de Tiatira, detenernos a considerar brevemente uno de los misterios de la Escritura: EL MISTERIO DE BABILONIA. La Biblia está atravesada por el conflicto entre dos ciudades: Jerusalén y Babilonia. Estas dos ciudades son también dos mujeres, la Novia/Esposa de Cristo y la Gran Ramera; son dos

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principios, dos orígenes y dos desenlaces distintos en la consumación de los siglos. La primera es la manifestación y el cumplimiento cabal del eterno misterio de Dios en Cristo. La última es la máxima expresión histórica del llamado “misterio de la iniquidad”, es decir, de la rebelión satánica, secundada por el hombre, contra Dios y su Voluntad.

Babilonia viene de 'Babel', del intento humano, a imagen de Satanás, de 'asaltar los cielos' por sus propios medios (Génesis 11:4). Fundada por Nimrod, el primer poderoso en la tierra (Génesis 10:8-11). Un hombre violento y ambicioso, que prefigura al Anticristo. Un hombre con voluntad de poder y dominio universales.

En la visión de Daniel, las grandes civilizaciones e imperios mundiales aparecen representados por una gran estatua cuya cabeza de oro es Babilonia y su rey (Daniel 2). Babilonia representa la suma total de la civilización humana edificada al margen de Dios, con todo el atractivo y la seducción que operan sobre el alma humana. Y su ambición es convertirse en un poder universal de alcance global. Pues ella es "la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra". Babilonia es un símbolo más general del sistema mundano construido por el hombre a lo largo de los siglos, bajo cautividad satánica, con el fin de someter todas las cosas a los deseos impíos de su corazón.

Ahora bien, Babel es madre de muchas ciudades que con el paso del tiempo se convirtieron en los mayores enemigos del Pueblo de Dios: Nínive, la capital de los crueles y sanguinarios asirios; Babilonia, la antigua Babel renovada bajo el dominio del soberbio rey caldeo Nabucodonosor; Roma, cuyos emperadores persiguieron, echaron a los leones y asesinaron a los cristianos durante los tres primeros siglos (el período de Esmirna):

“y en su frente un nombre escrito: MISTERIO, BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Vi a la mujer ebria de la

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sangre de los santos, y de la sangre de los testigos de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro” (Apocalipsis 17:5-6).

En el período de Tiatira, la Cristiandad proto-católica fue asimilada y contaminada por 'Babilonia' (en su versión 'imperio romano'). La Iglesia de Roma vino a convertirse en otra 'hija de Babilonia', un sistema político-religioso salido de ella, el cristianismo mezclado, deformado e infiltrado por el mundo, sus valores, y su religión. Los que conocen la historia de la Iglesia en este período saben que esto es así. El cautiverio de Israel en Babilonia es un tipo o figura de Tiatira: el pueblo de Dios cautivo por el sistema religioso idólatra. De Babilonia llamó Dios a unos cuantos a salir y regresar a Jerusalén para reconstruir el Templo arruinado (ver Esdras 1), figura de la restauración de la Iglesia neotestamentaria.

No obstante, parte del pueblo del Señor está en Babilonia; el Señor reconoce parte de su pueblo en el sistema babilónico; por eso dice: "Pueblo mío, salid de ella, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas" (Apocalipsis 18:4). En el sistema religioso falso hay hijos legítimos de Dios que están engañados y mezclados allí, y el Señor los llama a salir de ese sistema, de Babilonia, “he aquí, Yo (Cristo) la arrojo en cama (a Jezabel, la mujer pagana que prostituye al Pueblo de Dios), y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. Y a los hijos de ella heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que Yo soy el que escudriña las entrañas y los corazones; y os daré a cada uno según vuestras obras” (Apocalipsis 2:22-23).

Para que no participéis de sus blasfemias, de su idolatría, de su connivencia con dictaduras sangrientas, de su oscura especulación financiera, de su encubrimiento de la pederastia... ¡Salid de ella, pueblo mío!, ¡Salid de ella, pueblo mío!, ¡Salid de ella, pueblo mío!!.

¡La ira final de Dios será contra este sistema religioso perverso que le

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ha robado a su Pueblo!! (Apocalipsis 18).

Este sistema religioso mundial ha venido así a ser una potente herramienta de control de las personas, muy codiciada por gente poderosa y perversa que siempre ha anhelado dominar el mundo, y que se han ido infiltrando en las altas jerarquías de este poderoso sistema religioso para ponerlo al servicio de sus intereses. Lo terrible es que el último imperio de esta era, el imperio del Anticristo, del que habla la profecía bíblica, está YA haciendo eso...

"Y vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata... vestida de púrpura y escarlata... Yo te explicaré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva..." (Apocalipsis 17:3.7).

"El que tenga oídos para oír, que oiga"...

De todos modos, no parece que todos los hijos de Dios que están en Babilonia vayan a salir de ella:

“Pero a vosotros, a los demás de Tiatira, a cuantos no tenéis esa enseñanza, y no habéis conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, Yo os digo: No os impondré otra carga; pero lo que tenéis, retenedlo hasta que Yo venga” (Apocalipsis 2:24-25).

Este es el remanente en Tiatira. Cuando el Señor regrese para separar el trigo y la cizaña, recogerá trigo de entre Babilonia, antes de que caiga sobre ella el juicio de Dios. Algunos nombres prominentes del remanente en Tiatira son Francisco de Asís y sus compañeros; místicos como Taulero, Madame Guyon, el hermano Lorenzo, Fenelón...

Amplio lo referente al Catolicismo en el apéndice.

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5ª.- La quinta iglesia/período es Sardis.

Significa 'escapados', Sardis 'escapa' de Tiatira, es el período iniciado en el s. XVI con la Reforma protestante. Sardis es la reacción de Dios a Tiatira, un avivamiento para despertar respecto a la condición de Tiatira y emprender el camino de regreso a la Iglesia del Nuevo Testamento. Este fue un momento clave en este mover del Señor para recuperar lo perdido. Algunas cosas notables que se recobraron son:

a.- La salvación o justificación por la fe: en una época en la que el perdón y el cielo se vendían por dinero, por medio de "indulgencias" para recaudar dinero para la construcción de la basílica de san Pedro en Roma, redescubrieron que lo que nos salva y nos hace justos delante de Dios no son nuestros méritos ni nuestras obras (menos si son rituales), sino la fe en Jesucristo y su preciosa sangre, que borra todos nuestros pecados y nos da el poder de llegar a ser hijos de Dios. La salvación es un don que Dios nos regala gratuitamente, por fe, en su Hijo Jesús (Romanos 3:21-25; Efesios 2:5-9). Las obras también tienen su lugar, pero no para alcanzar la salvación, sino como su fruto natural, como ya vimos.

b.- La autoridad suprema de la Palabra de Dios. Como excelentemente expresó un apreciado siervo de Dios, "la Iglesia no tiene autoridad sobre las Escrituras para cambiarlas, añadir algo, omitir alguna de sus partes, o hacerlas decir algo diferente de lo que por sí mismas dicen; es el Espíritu Santo el que tiene Autoridad sobre la Iglesia y le impone las Sagradas Escrituras, enseñándole con ellas, para que ella testifique al mundo. Y cuando la Iglesia obedece al Espíritu de Cristo que enseña con la Escritura, es guiada a toda verdad. La autoridad de la Iglesia descansa, pues, en la medida en que ella esté bajo la autoridad del Espíritu que le enseña con las Escrituras y las establece; asimismo, la autoridad de la 'tradición' (eclesiástica y teológica) descansa en la medida en que tal tradición sea fiel al Espíritu que enseña con las Escrituras y las establece. La Iglesia no tiene ninguna autoridad inherente en sí misma que sea independiente del Espíritu y de las Escrituras":

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"Le preguntaron los fariseos y los escribas: —¿Por qué no andan tus discípulos de acuerdo con la tradición de los ancianos, sino que comen pan con las manos impuras? Y les respondió diciendo: —Bien profetizó Isaías acerca de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí. Y en vano me rinden culto, enseñando como doctrina los mandamientos de hombres. Porque dejando los mandamientos de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres. Les decía también: —¡Bien desecháis el mandamiento de Dios para establecer vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldice a su padre o a su madre muera irremisiblemente. Pero vosotros decís que si alguien dice a su padre o madre: "Aquello con que hubieras sido beneficiado de parte mía es Corbán" -es decir, una ofrenda a Dios-, ya no le permitís hacer nada por su padre o su madre. Así invalidáis la palabra de Dios mediante vuestra tradición que habéis trasmitido, y hacéis muchas cosas semejantes a éstas" (Marcos 7:5-13).

c.- El sacerdocio universal de todos los creyentes. Como explica el Espíritu Santo en la carta a los Hebreos, el antiguo sacerdocio del Antiguo Testamento fue abolido por el sacrificio de Cristo en la cruz; ya no hay más división en el Pueblo de Dios entre 'clero' y 'laicos'. Ahora todo cristiano por el bautismo es sacerdote, es decir, tiene acceso directo a Dios, sin intermediarios, para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios. ¡Sacrificios 'espirituales', no rituales!: no hablamos de la religión ritual; es la vida entera del cristiano, vivida conforme al Espíritu de Cristo, el sacrificio vivo que Dios espera (Romanos 12:1). Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote, nuestro 'Sumo Pontífice', es decir, el Puente que nos da a todos acceso a Dios. No hay otros 'pontífices' ni mediadores ni intermediarios. ¡Todos los demás somos hermanos!.

Pero también Sardis tiene una grave reprensión del Señor:

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“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las cosas que quedan, las que están a punto de morir; porque no he hallado que tus obras hayan sido acabadas delante de Mi Dios. Acuérdate, pues, de cómo las has recibido y oído; y guárdalas, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Apocalipsis 3,1-3).

Con Sardis se empezó algo de Dios, pero se quedó a medias, "no he hallado que tus obras hayan sido acabadas". La forma de la Iglesia siguió siendo la de Tiatira: la división clero/laicos permaneció en la práctica, cambiando el nombre; ahora en lugar de la iglesia imperial católica aparecieron las iglesias 'nacionales o estatales' protestantes, pero permanecía la unión de la iglesia con el mundo, con los poderes políticos de cada nación (por esto estas iglesias también tienen las manos manchadas con la sangre de otros hermanos cristianos).

Luego surgieron varios grupos cristinos 'disidentes', que ya no basaban sus límites en la nación, sino en ciertas doctrinas que enfatizaban. Surgieron así las 'iglesias independientes', y luego fueron apareciendo poco a poco más y más 'denominaciones' dentro del mundo protestante. Aunque todavía no se recuperó la iglesia local, el terreno y los límites bíblicos para congregarse, todo esto fue providencia de Dios para salir de la 'iglesia mundial' e ir regresando progresivamente al Nuevo Testamento.

'Sé vigilante, y afirma las cosas que quedan, las que están a punto de morir'. La llama se apaga con el tiempo, y hay que avivarla: la historia del protestantismo es una historia de avivamientos. Como dijo alguien: 'la primera generación recibe la bendición, la segunda trae la organización, y la tercera la degradación'. Este ciclo se ha repetido una y otra vez, cada 'denominación' recibió una gracia en sus inicios, algo se recobró de la iglesia neotestamentaria, luego se quiso conservar por medio de 'organización', y finalmente la llama se fue apagando... Y aparece otra denominación con otra bendición... 'tienes nombre de que vives, y estás muerto'. Hay muchos 'nombres' en el mundo

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evangélico/protestante, pero 'los odres viejos' no pueden contener adecuadamente 'el Vino nuevo', y la vida se desvanece pronto, dejando por doquier cascarones y pieles secas, como la serpiente cuando muda su piel.

"Pero tienes unos pocos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos'. Este es el remanente en Sardis. También este 'trigo' encontrará el Señor cuando vuelva, entre los que destacan (con sus limitaciones y serios errores de algunos) los grandes reformadores del s. XVI como Lutero, Calvino, Zwinglio, Melanchton; o la reforma más radical de los anabaptistas; o nombres como John Knox, John Wesley, Jorge Fox (los cuáqueros), D.L. Moody, C.H. Spurgeon, C. Finney, G. Whitefield, William Booth...

6ª.- La sexta Iglesia/período es Filadelfia.

Significa 'amor fraternal'. Así como Sardis sale de Tiatira, Filadelfia sale de Sardis. Este nuevo mover del Espíritu tuvo su momento clave durante el s. XIX, aunque el Espíritu la estuvo preparando desde mucho antes; y tampoco surgió acabada de una vez, ¡todavía está madurando! Filadelfia es la Iglesia que retorna a la enseñanza, la vida y el espíritu de los apóstoles, es la restauración de la iglesia neotestamentaria, por eso sólo recibe elogios del Señor a pesar de su pequeñez: “... pues (aunque eres) pequeño, están teniendo poder y has guardado Mi palabra, y no has negado Mi Nombre” (literal del griego).

"Has guardado mi palabra". La Palabra de Dios es restaurada en su autoridad por encima de credos, doctrinas particulares y tradiciones. La Palabra de Dios integral, con toda su riqueza, su amplitud y sus límites.

"No has negado mi Nombre". Cesan la multitud de nombres, que dividen a los hijos de Dios. Sólo hay un Nombre, en torno al cual

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deben encontrarse en comunión todos los creyentes. El Nombre de Jesucristo es suficiente para identificarse y distinguirse del mundo. Todos los creyentes son 'los hermanos', 'los santos', así los denomina la Escritura. 'Cristianos', a secas.

Y el acento principal vemos que está en el amor mutuo (Filadelfia) recobrado, sin clases mediadoras, sin estructuras piramidales imperiales, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como Yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tenéis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Por fin, saliendo de la 'iglesia mundial', de las 'iglesias nacionales', de las 'iglesias independientes o denominacionales', se empezaba a regresar poco a poco al terreno del Cuerpo, y a la iglesia local.

En el primer tercio del s. XIX, en Irlanda, el Espíritu movió a un grupo de creyentes a amar a todos los hijos de Dios, independientemente de la denominación a la que pertenecieran. De la mano de la Escritura comenzaron a 'ver el Cuerpo', el único Cuerpo de Cristo, más allá de las divisiones creadas por los hombres. Vieron que el sistema 'monopastoral' en el que uno monopoliza la administración y predicación en la Iglesia no era bíblico. Empezaron, pues, a reunirse sobre la base del Cuerpo de Cristo, y la adoración sencilla, libre y espiritual, conforme a la Escritura. Declararon su intención de no establecer otra denominación, se llamaban entre sí sencillamente 'hermanos' (así han sido conocidos como 'el movimiento de los Hermanos'), recibiendo a todos los que el Señor había recibido.

Por ese tiempo, este mover de Dios se produjo simultáneamente en la Guayana británica, en Italia, Arabia, Londres, Plymouth, Bristol, y poco a poco casi en el mundo entero.

El regreso a la Iglesia neotestamentario fue mucho más completo que en la Reforma protestante. Las riquezas bíblicas que rescataron son incontables. Nombres como J.N. Darby, J.G. Bellet, George Müller, C.H. Mackintosh, George Cutting, F.W. Grant, y otros muchos, fueron

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muy usados por el Señor como dones para Su Iglesia. Aunque todavía no vieron con claridad el terreno 'local' de la iglesia neotestamentaria, y cayeron derrotados dividiéndose entre ellos (falló el amor fraternal) y resbalando todavía al terreno 'denominacional'.

“Yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (3:11). En las otras iglesias la corona es una promesa a los vencedores, aquí es una posesión. Pero una posesión que hay que guardar y defender, porque existe el peligro de perderla. El reto de Filadelfia es retener su posición contra los grandes peligros que la amenazan: regresar a Sardis, perder el amor fraternal, deslizarse a Laodicea (como veremos después)...

Pero antes de pasar a Laodicea es conveniente detenernos en otros hitos importantes en la aparición de Filadelfia: algunos precedentes y algunos desarrollos recientes, muy sobresalientes. Entre los precedentes que fueron preparando la aparición de Filadelfia, son dignos de mención:

- el movimiento de retorno a la sencillez evangélica de Francisco de Asís (s. XIII), en pleno apogeo de la pompa y el poder del papado, y con un acento marcado en 'el amor fraternal';

- el movimiento de Pedro Valdo (los pobres de Lyón), coetáneos y en la misma línea que Francisco de Asís, pero siendo forzados (excomulgados) a dar el paso de 'salir de Babilonia'.

- Pedro Chelcicky y los Hermanos Checos s. XV, enfatizando la separación entre la Iglesia y el mundo con las consecuencias que implica de renuncia al poder, la injusticia social y la violencia.

- El conde Zizendorf, un conde que en su feudo comenzó a reunir a los cristianos que eran perseguidos aun por los de la Reforma 'oficial'; y comenzaron a tener una vida de iglesia más parecida a la primitiva; los llamaron los Hermanos Moravos, porque vivían en Moravia.

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- Los reformadores radicales del s. XVI. Surgieron simultáneamente a la Reforma 'oficial', perseguidos tanto por ellos como por Roma, y ya vieron las limitaciones de la Reforma 'oficial' respecto a la vida y la forma de la Iglesia, por eso avanzaron más allá hacia la iglesia neotestamentaria recuperando elementos muy valiosos, como 'el bautismo de creyentes'. Vieron que el mandato de bautizarse en el Nuevo Testamento es 'para los que han creído en el Señor Jesucristo', por tanto capaces de tal decisión y de ser conscientes de su significado. Por eso sus enemigos les llamaron 'anabaptistas' (rebautizadores). Vieron que la fe no se hereda; aunque haya que dar testimonio de ella a los hijos, debe ser un acto personal, libre y consciente. La fe como herencia cultural, no elegida personalmente, más aún si es impuesta, es uno de los factores que impide la separación entre la Iglesia y el mundo. También vivieron la importancia del seguimiento Jesús como se describe básicamente en el 'Sermón del Monte' (Mateo 5-7); la separación del mundo, que incluye la separación de la Iglesia y el Estado; la vivencia de la 'koinonía'' (comunión de bienes) cristiana... Entre ellos destacan nombres como Conrad Grebel, Félix Manz, Michael Sattler, Hans Denk, Hubmair, Juan Hut (de donde surgieron luego los hutteritas), Menno Simons (los menonitas)... todavía no vieron la iglesia local, y derivaron en nuevas 'denominaciones'.

En cuanto a lo más reciente, hemos se citar los nombres de hermanos y siervos de Dios que han sido en el s. XX muy usados por el Señor para alcanzar cotas muy altas en la manifestación de Filadelfia, en el regreso a la Iglesia neotestamentaria: T. Austin Sparks en Inglaterra, Bakth Singh en la India, Prem Pradham en Nepal y Nee To Seng (Watchman Nee) en China. Watchman Nee fue dotado por el Señor para hacer confluir lo mejor de todas las líneas de restauración y renovación del Espíritu, incluida la línea de la vida interior que arranca con los místicos católicos: Juan Tauler (Alemania s. XVI), Miguel de Molinos (España s. XVII), Madame Guyon (Francia s. XVII), Fenelón, el hermano Lorenzo (Francia s. XVII), y sigue con otros del ámbito evangélico (William Law, Andrew Murray, Evan

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Roberts, Jessie Penn-Lewis...), llevándolas a un desarrollo teórico y práctico sobresalientes. El espíritu, la vida y la forma de la iglesia neotestamentaria alcanzaron aquí un alto grado de recuperación, incluido el terreno de la iglesia local y el liderazgo del Nuevo Testamento. Obras del hermano Nee como 'El Hombre espiritual', 'La liberación del espíritu' o 'La vida normal de la Iglesia', son de gran ayuda para quienes quieren descubrir Filadelfia.

Descubrimos con gozo que existen herederos actuales de esta corriente en Chile, Colombia, Argentina, EE.UU., Europa, China... ¡en todo el mundo!

La senda de Filadelfia ha quedado establecida. Como decíamos, el reto de Filadelfia está en retener lo que tiene: la centralidad de Jesucristo como Primer Amor de la Iglesia, el amor fraternal del principio, la integridad de la enseñanza y la práctica de los Apóstoles y la Iglesia neotestamentaria, sin jactancia ni arrogancia, sabiendo que también en Tiatira y en Sardis (y en Laodicea) hay personas salvas, hijos de Dios, recibiendo a todos los que Cristo recibe y amándoles aunque ellos no correspondan, evitando resbalar hacia su principal peligro: Laodicea.

7ª.- La séptima y última iglesia/período es Laodicea.

Laodicea puede representar Filadelfia cuando fracasa, cree ser algo en sí misma y cae en el orgullo espiritual. La fraternidad de discípulos bajo el gobierno espiritual de Cristo deriva en 'el derecho del pueblo' (eso significa Laodicea), el derecho y la opinión de cada uno en el pueblo:

“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Así que, por cuanto eres tibio, y no caliente ni frío, estoy por vomitarte de Mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y

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desnudo” (Apocalipsis 3:15-17).

Esto recuerda a lo de 'perder el amor primero', el amor se empieza a perder, ni frío ni caliente, 'ni chicha ni limoná'. Creen que lo tienen todo, pero al perder lo esencial (el amor fraternal, el Señor como Primer Amor), no tienen ya nada. Sólo hay orgullo y manifestación externa. El Señor dice: ¡repugnante, no lo trago!

La situación de Laodicea es tan grave ¡que el Señor ha tenido que salirse fuera de la Iglesia!, y desde fuera toca a la puerta llamando a arrepentimiento, a ver si recupera al menos algunos 'vencedores': “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (v.20).

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Después de este recorrido histórico-profético podemos comprender un asunto importante: Dios tiene hijos suyos en estas cuatro 'iglesias', pero ha dejado muy claro cuál es la voluntad Señor para Su Iglesia: Filadelfia. ¿Qué haremos ahora, querido/a lector/a?

Muy seguramente en la localidad donde tú y yo vivimos no hay una expresión bíblica de la Iglesia local, sino distintos grupos cristianos divididos, pertenecientes a Tiatira y a Sardis (raramente a Laodicea). Pero independientemente de la situación en que se encuentren los cristianos de la localidad, el Señor nos revela la senda de Filadelfia, nos revela 'el Cuerpo' y el terreno bíblico de la unidad.

En la primera carta de Pablo a Timoteo, la Iglesia todavía era 'La Casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (3:15). En la segunda que le escribe, al final de su vida, Pablo habla ya de una 'Casa grande' en la que se mezcla lo honroso con lo vil, y da esta recomendación acerca del camino de los 'vencedores' en medio de la iglesia en ruinas:

"A pesar de todo, el sólido fundamento de Dios queda firme,

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teniendo este sello: 'Conoce el Señor a los que son suyos' y 'Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor'. (Nota: 'iniquidad' es todo aquello que no es conforme a la norma de Dios). Pero en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro. Además, hay unos para uso honroso y otros para uso común. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será un vaso para honra, consagrado y útil para el Señor, preparado para toda buena obra. Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón puro invocan al Señor" (2Timoteo 19:22).

Quienes siguen la senda de Filadelfia tienen paz, porque a pesar de la confusión y de la cizaña en medio del trigo, el Señor conoce a los suyos. Se apartan de todo aquello que no agrada al Señor, pero se juntan con todos aquellos que de corazón puro invocan al Señor. Y mientras claman al Señor para que restaure Su testimonio en su localidad y levante en ella a Filadelfia, viven ya en la medida de lo posible conforme a Filadelfia:

"Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra" (Mateo 6:9-10).

El Nombre de Dios deber ser santificado para que venga su Reino, entonces se hará su Voluntad en la Tierra igual que se hace en el cielo. Por tanto, la clave está en la santificación del Nombre de Dios. En el capítulo 36 del libro del profeta Ezequiel aprendemos lo que eso significa. Lo que viene a decir, parafraseando, es lo siguiente:

"Habíamos sido infieles a la alianza con Yahvéh. Habíamos derramado sangre y adorado ídolos. Dejamos de ser un pueblo según su corazón. Y fuimos vencidos, desterrados y dispersados por todas las naciones. Los demás pueblos decían por doquier: ¡Ese es el pueblo de Yahvéh! ¡Este Yahvéh debe ser un pobre

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Dios, puesto que ha sido incapaz de impedir que su pueblo fuera desposeído de su tierra! Entonces habló Dios: 'No hago esto por consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que vosotros habéis profanado entre las naciones donde fuisteis. Yo santificaré mi gran Nombre… y las naciones sabrán que yo soy Yahvéh, cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos.

¿Y cómo, entonces, manifestarás la santidad de tu Nombre?Dice Yahvéh: Os recogeré por las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra... De todas vuestras miserias e idolatrías os he de purificar. Os daré un corazón nuevo y os infundiré una mentalidad nueva; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi Espíritu y haré que caminéis según mi voluntad…Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios".

Apliquemos esto a nuestros días: Dios ha comprometido su Nombre con la Iglesia y la Iglesia está en ruinas; cuando el mundo mira a la Iglesia no hablan bien de Dios: el Nombre de Dios es blasfemado en medio de las naciones a causa de la deplorable condición de la Iglesia. Pero Dios va a santificar su Nombre: va a reunir a su Iglesia dividida y dispersa, la va a lavar de todas sus basuras, les va a dar un corazón nuevo para que le obedezca, va a derramar su Espíritu en ellos para convertirlos realmente en un Pueblo conforme a su Voluntad:

SANTIFICA TU NOMBRE, es decir,¡REÚNE Y RENUEVA A TU PUEBLO!

¡RESTÁURALO CONFORME A TU PLENO PROPÓSITO! ¡Que tu pueblo renovado prepare así los caminos para

QUE VENGA TU REINO!

Este es el corazón de lo que Jesús enseñó a sus discípulos acerca del contenido de la oración. Primero los intereses de Dios, luego los nuestros (el sustento, el perdón, la protección).

Jesús dio abundantes advertencias a sus discípulos sobre la necesidad

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de velar y estar preparados para su venida. Se nos exhorta a que “vivamos en esta era sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada: la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12b-13). Velamos y nos preparamos para su venida cuando colaboramos con el Señor en la restauración de Su Iglesia, cuando dejamos que reine sobre nosotros, cuando dejamos que él gobierne todas las dimensiones de nuestra vida, individual y eclesialmente, cuando trabajamos por alcanzar y mantener la posición de Filadelfia. El Señor no puede reinar en el mundo si primero no reina en la Iglesia. Este es el gran desafío de la Iglesia y su responsabilidad para que la justicia, la fraternidad, la paz y el gozo del Reino de Dios se extiendan a toda la Tierra.

"El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas para su hijo" (Mateo 22:2).

¡Jesús viene pronto! Y "El Espíritu y la esposa dicen: "¡Ven!" El que oye diga: "¡Ven!" El que tiene sed, venga. El que quiere, tome del agua de vida gratuitamente" (Apocalipsis 22:17).

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APÉNDICE

RESUMIENDO ALGUNOS HITOS FUNDAMENTALES EN LA FORMACIÓN Y DESARROLLO

DEL CATOLICISMO ROMANO

Para la elaboración de este apéndice sigo básicamente la introducción de la imprescindible y monumental obra de José Grau sobre el tema: "Catolicismo romano: origen y desarrollo" (Ediciones Evangélicas Europeas), haciendo libremente algunas aportaciones adicionales donde lo he estimado conveniente.____________________

Dice el profesor F.F. Bruce en su obra “The Spreading Flame”: “No es en los manejos de los jerarcas eclesiásticos que debemos buscar las más verdaderas evidencias del puro cristianismo... No vamos tan lejos como aquel escritor del s. XVII que dijo que 'la verdadera Iglesia hay que buscarla en cada generación entre aquellos que fueron excomulgados por la Iglesia visible'; pero no obstante, el genuino espíritu de Cristo se halla a veces en sitios insospechados. Después de todo, esto cabe esperar cuando pensamos que Cristo mismo fue considerado como muy poco ortodoxo por los dirigentes de su comunidad religiosa”. Y añadimos nosotros, tampoco sus discípulos fueron tratados mucho mejor. El apóstol Pablo testificó ante el gobernador de Cesarea que “conforme a aquel camino que llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres” (Hechos de los Apóstoles 24:14).

No queremos decir con esto que todo lo que, a lo largo de los siglos, ha sido tildado de herejía no lo fuera, porque ha habido tiempos y lugares en los que la herejía y el error se les ha llamado por su verdadero nombre. Las condenas de los errores cristológicos emanadas de los primeros Concilios Ecuménicos, por ejemplo, significaron el triunfo de la verdadera ortodoxia y la repulsa de peligrosas herejías. Sin embargo, también es verdad que cuando algunas instituciones eclesiásticas han dejado de ser la expresión

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genuina de la Iglesia de Cristo -cosa que desgraciadamente ha sucedido a menudo-, a la verdad se la ha llamado mentira y al error dogma de fe. Mas tampoco esto debe extrañarnos; el Pueblo de Dios antes de Cristo vivió la misma tragedia; basta la lectura de los profetas para darnos cuenta de ello.

En su aspecto interno, la Iglesia es la unión vital, orgánica, producida por el Espíritu, entre Cristo y los creyentes: es “el Cuerpo de Cristo”. La Iglesia no es una organización, sino un organismo, es un asunto de “vida”.

En su aspecto externo, la Iglesia universal (eso significa 'católica') es la Asamblea de todos los redimidos, todos los que han creído que Jesús es el Cristo y el Hijo del Dios viviente, nacidos de nuevo por medio de la fe. Se manifiesta visiblemente mediante las iglesias locales (una por localidad). Cada iglesia local está compuesta por la comunión de todos aquellos que en una determinada localidad han sido hechos partícipes del Evangelio, y se aprestan a cooperar, en la medida de sus dones, en la edificación del Cuerpo de Cristo y la extensión y desarrollo del Reino de Dios.

La Biblia enseña que Cristo es el Fundamento único y la Cabeza única de la Iglesia, exaltada ahora en los cielos, a la diestra del Padre. El Espíritu Santo, enviado por Cristo para guiar a su pueblo, es el Vicario único de Cristo en la Iglesia. Y las Sagradas Escrituras, registro de la verdad revelada, son el medio ordinario a través del cual el Espíritu Santo enseña y edifica a la Iglesia, y obra en el mundo para salvación de los pecadores.

Los Apóstoles enseñaron a las iglesias locales que el Espíritu de Jesucristo levanta en cada iglesia local algunos hermanos más maduros en la fe (“presbíteros” en griego) para servir a la iglesia enseñando la Palabra de Dios, cuidando (pastoreando) a los hermanos y supervisando (“episkopeo” en griego) la vida de la Iglesia; ayudados en ello por los diáconos, que se ocupan de las necesidades materiales de la vida de la Iglesia. En el Nuevo Testamento, los presbíteros, los

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obispos y los pastores son las mismas personas: un grupo en cada iglesia local. He aquí un ejemplo típico de una iglesia local según el Nuevo Testamento: “Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús; a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Flp 1:1).

Cada iglesia local está en comunión con las demás, pero es responsable por sí misma sólo ante su Cabeza soberana: Cristo, que la gobierna por su Espíritu. El derecho de existencia de una Iglesia local no depende de si otras Iglesias las reconocen como a tal, ni tampoco de si las leyes del Estado la reconocen. De modo que la verdadera Iglesia Católica, en sentido bíblico, es la comunión de todas las iglesias locales de la tierra en pie de igualdad.

Pero la Iglesia surge en el tiempo y en el espacio. Opera dentro de los límites de esta humanidad pecadora y se mueve en medio de un mundo que, por naturaleza, le es hostil. Todo esto da lugar a la Historia de la Iglesia, una historia que se entrelaza con la tragedia de la Humanidad, la tragedia de una raza caída. Lo humano y lo divino, la acción del Espíritu y la del pecado, los principios espirituales y los influjos mundanos se dan cita en esta epopeya, que es en realidad la lucha de la Luz contra las tinieblas; y sólo una mirada iluminada por el Espíritu y las Escrituras que él mismo inspiró, puede discernir la línea que separa ambas, cuándo la Iglesia queda convertida en “sinagoga de Satanás” o cuándo el Espíritu infunde nueva vida a los restos de un cadáver eclesiástico.

No obstante, en medio del error y la perversidad de lo humano, la dirección y el cuidado del Espíritu Santo en favor del verdadero Cuerpo de Cristo se ponen de manifiesto en el hecho de que la verdad del Evangelio no ha podido ser extinguida jamás de manera completa, aunque a veces parecía estar a punto de perecer ahogada. El poder de Dios para salvación no ha sido impedido por la debilidad o la iniquidad del hombre. Los poderes del infierno no han prevalecido en contra de la Esposa del Cordero, aunque hayan triunfado mil veces sobre lo no es más que caparazón, institución y organización humanas,

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cuando no mundanas.

De todas estas consideraciones se sigue que la tarea del historiador de la Iglesia consiste no solamente en trazar los desarrollos progresivos de la Iglesia visible en la verdad, sino también las obstrucciones que dicha verdad ha sufrido, las aberraciones de que ha sido víctima y las traiciones y apostasías con que ha sido apuñalada.

Nos es necesario distinguir aquí entre la “Cristiandad” (con sus instituciones y organizaciones religiosas), y la genuina “Iglesia de Jesucristo”. Por “Cristiandad” entendemos todos aquellos grupos que profesan ser cristianos, independientemente de lo genuino de su fe o de la lealtad que en realidad guarden a la Palabra de Dios. La genuina Iglesia de Jesucristo es la Iglesia de acuerdo a la enseñanza y práctica de Cristo y los apóstoles tal como consta en el Nuevo Testamento. En los primeros siglos, la genuina Iglesia de Jesucristo coincide bastante con su concreción institucional visible. Pero aunque ya al final de la era apostólica hay señales de la decadencia de la Iglesia, es sobre todo a partir del año 313 que se pone de manifiesto la tensión entre ambas realidades.

Con el paso del tiempo, y muy especialmente a partir del 5º Concilio ecuménico, las dos empiezan a diferenciarse y a distanciarse cada vez más la una de la otra. Como decía Nicolás Berdiaev “pocas cosas expresan más elocuentemente la mezquindad humana, la deslealtad y el fraude como la historia de los concilios ecuménicos”. Llega un momento en que la historia de los Concilios es la historia de sólo unas instituciones mundanalizadas. Se trata sin embargo de eventos que deben ser conocidos porque han moldeado a cristiandades enteras y sin los cuales es imposible comprender ni siquiera la situación religiosa del mundo de nuestros días.

También después de la Reforma que el Espíritu Santo obró en la Iglesia en el s. XVI, muchas de las instituciones que de ella surgieron cayeron también gradualmente en una postración doctrinal y espiritual, retrocediendo en lugar de avanzar hacia la genuina

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expresión de la Iglesia de Jesucristo.

Tenemos en la Historia un valioso defensor de la verdad. El Catolicismo Romano ha confeccionado una historia conciliar para uso de las masas, que no es más fiel a veces a la verdad que las películas históricas 'made in Hollywood'. Poco preocupado por la teología o la historia, el mundo lo acepta todo sin discernimiento. Nosotros, como cristianos bíblicos, tenemos el derecho a enjuiciar todo lo que atañe a la Religión por la norma de la Palabra de Dios y a comprobarlo por el dictamen imparcial de la Historia.

Este estudio de la historia de la Iglesia, tomando como pauta y referencia los varios concilios, nos ofrece la posibilidad de apreciar el proceso de decadencia del la Iglesia apostólica y la formación gradual del Catolicismo Romano que hoy conocemos.

La Cristiandad puede narrar la evolución de su trayectoria histórica en cuatro grandes períodos:1) La época primitiva2) La época Católica3) La época Católica romana4) La época moderna de las Iglesias.

1) DE LA IGLESIA PRIMITIVA A LA IGLESIA CATÓLICA ANTIGUA.

Muchos siglos de accidentada historia de la Cristiandad nos separan del tiempo del Nuevo Testamento, de la vida práctica de la Iglesia conforme al pleno propósito de Dios tal como Jesús y sus apóstoles la enseñaron y establecieron en las iglesias.

Al principio tenemos las iglesias locales fundadas por los Apóstoles: "la iglesia que estaba en Jerusalén" (Hch 8:1), "la iglesia que estaba en Antioquía" (Hch 13:1), "la iglesia en Cencrea" (Rm 16:1), "la iglesia de Dios que está en Corinto" (1Cor 1:2), "la iglesia de los laodicenses" (Col 4:16; Ap 3:1), "la iglesia de los tesalonicenses"

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(1Tes 1:1), "la que está en Babilonia" (1Pe 5:13), "la iglesia en Efeso" (Ap 2:1), "la iglesia en Esmirna" (Ap 2:8), "la iglesia en Pérgamo" (Ap 2:12), "la iglesia en Tiatira" (Ap 2:18), "la iglesia en Sardis" (Ap 3:1), "la iglesia en Filadelfia" (Ap 3:7).

Ninguna Iglesia dominaba sobre las demás. Había absoluta igualdad entre ellas. Todas se hallaban igualmente bajo la norma de la Palabra apostólica. La Cristiandad primitiva era verdaderamente apostólica porque estaba fundada y arraigada en la autoridad de los apóstoles (Efesios 2:20). Esta autoridad fue ejercida personalmente en vida de los apóstoles y luego por medio de sus escritos, preservados en el Nuevo Testamento para ser norma exclusiva de fe y práctica para la Iglesia de todos los tiempos. Este es el significado profundo del Canon de las Escrituras cristianas: todas las Iglesias del Imperio, y las de más allá de sus fronteras, fueron reconociendo gradual y unánimemente los escritos que el Espíritu Santo inspiró a sus siervos para que ejercieran la misma autoridad que los del Antiguo Testamento. Es así como la Iglesia Primitiva conservó su apostolicidad. Fue una Iglesia apostólica porque trató de someterse a la enseñanza de los apóstoles.

Hacia finales del s. II, encontramos no sólo un gran número de comunidades cristianas independientes en todo el mundo civilizado, sino también el concepto de un cuerpo ecuménico, la Iglesia Católica (es decir, Universal), manifestada de manera local y visible en las varias iglesias locales. Esta Iglesia Católica tiene ciertas características que la distinguen de otros grupos, incluso de algunos que acaso pudieran pretender el nombre de 'cristianos', como por ejemplo los gnósticos. La principal de estas características es que posee una “regla de fe”, un cuerpo o canon de literatura sagrada reconocido que constituye la norma por la cual ha de juzgarse todo lo que se enseña como materia de fe y práctica. A finales del s. II podemos reconocer con perfecta claridad la Iglesia Católica, el canon católico, y la fe católica. Por lo que se refiere a la administración, las Iglesias locales eran independientes, cada una estaba gobernada por sus propios obispos o ancianos, pero se hallaba vivo un sentimiento de mutua obligación que les impedía olvidar la unidad que las ligaba a todas

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juntamente en Cristo (F. F. Bruce, “The Spreading Flame).

Pero ya en los últimos escritos del Nuevo Testamento, el Espíritu Santo hablaba proféticamente de 'lobos rapaces en medio del rebaño' y 'hombres que hablan cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos' (Hechos 20:29-30); falsos hermanos, es decir, creyentes no genuinos (2Cor 11:26; Gal 2:4); personas que “se apartarán de la fe, prestando atención a espíritus engañosos y a doctrinas de demonios” (1Timoteo 4,1-3); cristianos con una conducta corrupta que 'profesan piedad, pero niegan la eficacia de ella' (2Timoteo 3,1-5); cristianos que sólo escuchan a quienes les halagan sus oídos (2Timoteo 4,3-4); “falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructivas, llegando aún hasta negar al soberano Señor que los compró” (2Pedro 2,1-2); aparición de 'anticristos': personas que niegan la encarnación del Hijo de Dios (1Juan 2,18-19); hombres perversos que bajo el nombre de cristianos se entregaban a toda clase de iniquidades y a quienes los fieles toleraban (2Pedro 2,10-14; Judas 4 y 8-13); iglesias que han 'abandonado el primer amor y las obras del principio', que se han unido al poder del mundo, que toleraban a los que tenían la doctrina de Balaam y de los nicolaítas y a la falsa profetisa Jezabel, que estaban en realidad muertas, o tan tibias que iban a ser vomitadas por el Señor (Apocalipsis 2 y 3).

También ya en el s. II algunos llamados ‘padres de la Iglesia’ comenzaron a colocar las bases para el sistema religioso romano-católico, y el ‘giro constantiniano’ en el s. IV acabaría imponiéndolo como religión oficial del imperio romano durante diez oscuros siglos. Con buena intención, se fueron acumulando ideas extrañas a la enseñanza y práctica apostólicas como por ejemplo bajo la excusa de querer preservar mejor la catolicidad de la Iglesia. Esta había consistido en la unánime adhesión de todas las iglesias a una misma norma de fe, la norma del canon apostólico.

1) En el s. II aparece incipiente la idea de que para conservar su catolicidad, las iglesias debían organizarse jerárquicamente bajo un obispo y un ministerio sacerdotal completamente sujeto a él. Se

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introdujo así un distinción antibíblica entre 'obispo' y 'presbítero', y la aparición del 'episcopado monárquico' en cada localidad. Se pasó de la norma apostólica: un colegio de presbíteros-obispos, a una jerarquía encabezada por un obispo al cual se someten los demás presbíteros.

Gradualmente el obispo fue tenido como superior al presbítero. Entre quienes prepararon el camino que luego llevó a esta situación, merece citarse a Ignacio de Antioquía (año 115). Ignacio ve a Cristo en cada obispo, mientras que en su opinión el colegio de presbíteros representa a los Apóstoles.

2) Esta teoría se fue acompañando de la formación paulatina de un sistema sacramental como medio y canal para obtener la salvación.

3) La idea de una sucesión apostólica de los obispos aparece con Cipriano, obispo de Cartago. Los obispos fueron tenidos cada vez más por 'sucesores de los Apóstoles' y los que presidían en regiones cuyas iglesias habían sido fundadas por los Apóstoles creyeron poseer una preeminencia especial. Posteriormente se levantará un 'metropolitano', un obispo 'primus inter pares' (primero entre iguales) que acabará convirtiéndose en el Primado, o primer obispo del país. Más tarde, el obispo de la capital del Imperio, a su vez, pretenderá ser el 'primus inter pares', el César eclesiástico, de toda la Cristiandad, acumulando cada vez más y más prerrogativas y poder...

Ya en tiempos de Ignacio de Antioquía, a principios del s. II, se habla de la Iglesia universal (católica). Y en el s. IV, Agustín de Hipona afirma que la Iglesia es católica “porque está diseminada por todo el mundo”. Pero estos conceptos se mezclan con ideas bastardas. La Iglesia del Imperio se creyó apostólica y católica no tanto porque siguiese fiel a las enseñanzas apostólicas registradas en el canon de la Escritura sagrada y porque estuviese esparcida por todo el orbe gracias al primitivo impulso misionero, sino porque estaba gobernada por un episcopado que creía hacer las veces de los Apóstoles. La teoría de la sucesión apostólica dio al episcopado el medio de asegurar el carácter

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de la "nueva catolicidad" de la Iglesia. Nueva respecto al original bíblica, pero antigua respecto al Catolicismo Romano y papal que surgió después, como veremos.

Esta alteración de la Iglesia apostólica para convertirse en el Catolicismo episcopal, fue formulado por Cipriano de Cartago en estos términos: “La unidad de la Iglesia se funda en el apostolado y se basa en el episcopado. La promesa de Cristo a Pedro en Mateo 16:18 fue dada a Pedro como representante, no como jefe de los Apóstoles (Juan 20:21). Por medio de la ordenación, el oficio apostólico, con la promesa inherente al mismo, pasó de los Apóstoles a los obispos. Este oficio monárquico representa en las comunidades cristianas la unidad de la Iglesia. Y así como los Apóstoles eran todos iguales, así también los obispos están ahora en pie de igualdad. Cada uno de ellos es sucesor de Pedro y heredero de la promesa dada a Pedro primero, pero en él dada también a todos los demás. El que se opone al obispo se separa de la Iglesia” (P. Kurtz, History of de Christian Church, I, pp. 69, 11-116).

La supuesta apostolicidad de ciertas sedes sustituyó gradualmente a la verdadera apostolicidad de las doctrinas y las prácticas. Y las reuniones de obispos en sínodos y concilios, primero locales, después regionales, y por último generales, fueron desviándose de la norma de la asamblea de Jerusalén, en donde la Iglesia se sometió a la autoridad de la Palabra de Dios y al testimonio de los Apóstoles. En su lugar, el testimonio episcopal suplantó, a veces sin darse cuenta perfecta de ello, aquel testimonio apostólico.

4) La tendencia jerarquizante, inherente en el sistema del episcopado, fue alimentada por la noción afín del “sacerdocio especial” como de institución divina. Si bien Cristo había abolido el sistema sacerdotal y cúltico del Antiguo Testamento y había establecido el sacerdocio de todos los creyentes, los conceptos del Antiguo Testamento fueron recuperados y aplicados a los que presidían en las iglesias. La distinción entre el clero y los laicos, una vez fue introducida, llevó pronto a la preeminencia de los primeros.

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5) Con el edicto de tolerancia del emperador Constantino (313) y luego el edicto de Tesalónica (380) en el que se imponía el cristianismo como religión oficial del Imperio, vino la conversión nominal (no real) e inclusión de grandes masas paganas al cristianismo; y la perversión del concepto de catolicidad que fue hecho casi coextensivo e identificado al de la ciudadanía romana. Muchas de las desviaciones se debieron a la mentalidad pagana de las nuevas generaciones de cristianos. Después de 'convertir' al Imperio, la Iglesia se estaba convirtiendo al espíritu de aquel. Entonces la corrupción de la Cristiandad se aceleró.

6) La administración eclesiástica copió las formas de gobierno de la administración imperial. Constantino dividió el Imperio en prefecturas sobre las que colocó un Praefectus praetorio; estas prefecturas se dividían en 'diócesis' sobre las que gobernaba un 'vicarius'; y las diócesis se subdividían en provincias, en las que mandaba un 'rector'. El oficio de obispo 'metropolitano' trató de ser el equivalente del 'rector' de una provincia romana y el título de 'patriarca' trató de corresponder en el plano eclesiástico al Prefecto. Se llamó 'parroquia' al distrito sobre el cual un obispo ejercía su jurisdicción; el distrito del metropolitano se llamó 'eparquía', y el del patriarca, 'diócesis'. La aplicación de estos términos no fue uniforme, según la evolución que tomaba el gobierno de las iglesias.

Conforme a toda esa lógica, los obispos de las ciudades más importantes adquirieron cierta preponderancia por encima de los demás. Los obispos de las capitales pidieron una posición eclesiástica igual a la que en lo civil ejercían los gobernadores imperiales. El Concilio de Nicea confirmó la preponderancia de los obispos de Roma, Alejandría y Antioquía. El 2º Concilio general de Constantinopla (381) se asignó al obispo de Constantinopla el primer rango de honor después del obispo de Roma. Estos obispos, así distinguidos y diferenciados de los demás, tomaron el título de “patriarcas”. A partir del s. IV, el patriarca de Constantinopla exigió el mismo rango de honor que el obispo de Roma. La lógica de sus argumentos era diáfana: si Roma ocupaba una primacía de honor

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(primero entre iguales) ello se debía a que era la capital del Imperio. Mas, una vez trasladada esta a Constantinopla, era de esperar que también se transfiriera la misma dignidad honorífica del patriarca romano. El 4º Concilio ecuménico, el de Calcedonia (451), puso al patriarca de Oriente, el obispo de Constantinopla, en pie de perfecta igualdad con su colega de Roma y lo invistió con el poder de recibir y juzgar quejas que pudiera levantarse en contra de los metropolitanos de cualquier diócesis. El mismo concilio elevó a la dignidad de patriarca al obispo de Jerusalén, otorgándole la jurisdicción sobre la tierra de Israel. Así quedaron constituidos los 5 patriarcados del Catolicismo antiguo.

La antigua igualdad que presidía las relaciones entre las distintas iglesias locales, pasó primero al plano de las Iglesias nacionales y culminó, en el s. IV, en el concepto de que católico significa unión entre los principales obispos e Iglesias del Imperio. No existe todavía un obispo universal superior a los demás, pero empiezan a manifestarse incipientes las pretensiones de algunas sedes patriarcales a la primacía.

7) Incipientes pretensiones al primado de la sede romana. Se creía entonces que el apóstol Pedro había ejercido como obispo de Roma en los últimos días de su vida, creencia legendaria que no tiene base ninguna y que durante siglos se apoyó únicamente en la fábula de los escritos llamados “Pseudo-clementinas”, una vasta novela con fines didácticos que en ningún modo son dignas de fe.

Esta leyenda sirvió para que Roma fuese tenida como la primera de las comunidades apostólicas, sobre todo en Occidente, en donde ninguna Iglesia pretendía entonces haber sido fundada o pastoreada por Apóstoles. Pero fue sobre todo su posición de capital del Imperio, encrucijada del mundo, la que le valió la preponderancia sobre otros episcopados. Pero todavía se trataba de una mera primacía de honor que a lo máximo que extendía su autoridad era a examinar las causas que los obispos de Occidente quisieran someter a su consideración.

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La idea de “Iglesia Católica” llegó con estas corrientes a confundirse e identificarse con la “Iglesia del episcopado”. Pero no todavía con la “Iglesia de Roma”. La Iglesia Católica es episcopal en aquel tiempo, aún no es romana.

8) En el plano doctrinal, si bien teóricamente sólo se aceptaban las Escrituras como norma de fe, en realidad fue generalizándose la práctica de atribuir a los cánones de los sínodos y concilios, y a las opiniones de los antiguos maestros cristianos, una autoridad casi igual a la que tenían los textos bíblicos. Mientras los decretos conciliares se inspiraron en las Escrituras, como ocurrió en gran número de las resoluciones de los primeros cuatro concilios generales, no se vislumbró ningún peligro. Pero, al introducirse filosofías y costumbres por completo ajenas al Evangelio, pero veneradas con la misma veneración que antaño se reservara únicamente a la Palabra de Dios, quedó abierta la puerta para toda clase de extravíos que deformaron a la Iglesia.

Menospreciada la autoridad de la Palabra de Dios, grandes errores empezaron a introducirse en la Iglesia, tales como la mediación de los ángeles en lugar de la mediación única de Jesucristo que enseñan las Escrituras (1Tim 2:5), y la adoración de la Virgen María. Los antiguos dioses del politeísmo pagano reaparecieron bajo la forma de ángeles y 'santos' que debían ser venerados y honrados en el culto por los fieles. A mediados del s. II, aparece ya la veneración de la memoria de los mártires, al principio en forma inocente, que tomó pronto aspectos de verdadera idolatría (Eusebio, Historia Eclesiástica, IV, 15). Los sacramentos fueron convertidos en “misterios” provistos de poderes mágico sujetos a la voluntad del clero; consecuentemente, el centro de gravedad del Evangelio cristiano pasó del a fe en Cristo a la fe en los misterios sacramentales. Ya no se precisaban el conocimiento de la Palabra y la convicción del Espíritu Santo para ser salvo; las gentes eran hechas 'cristianas' por medio de la magia sacramental de los sacerdotes. La predicación de la palabra apostólica había traído luz, pero el ritual sacerdotal introducido en la Iglesia volvió a las tinieblas del paganismo.

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Al lado de las Escrituras se coloca “la Tradición”, término vago que, sin embargo, incluye ya entonces los cánones de los concilios y los dichos de los antiguos 'padres'.

La máxima autoridad de la Iglesia Católica antigua residía en los concilios ecuménicos, parlamento de todos los obispos de la Cristiandad, y expresión de la igualdad teórica de todas las sedes y todos los prelados. Estos concilios eran convocados (y confirmados) por el emperador, quien convertía los cánones en decretos de ley obligatorios en todo el Imperio.

Tal era el carácter de la Iglesia Católica antigua en contraste con la Iglesia Católica primitiva. Es la Iglesia de los primeros 8 concilios ecuménicos. Pero al mismo tiempo va apareciendo, tímido al principio pero pujante y arrogante después, su concepto rival: el Catolicismo romano.

2) DE LA IGLESIA CATÓLICA ANTIGUA A LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA.

Para comprender la evolución que culminaría con el papado teocrático de Inocencio III y la definición de la infalibilidad pontificia de Pío IX en el Concilio Vaticano I, hemos de tener una visión muy clara de la posición única que la ciudad de Roma y, por ende, la sede episcopal romana, tuvieron dentro de la Iglesia Católica antigua.

Los defensores del sistema papal creen que la primacía del obispo de la Iglesia romana sobre las demás Iglesias fue un hecho reconocido en toda la Cristiandad desde los primeros siglos. La Historia, sin embargo, da el más absoluto mentís a tal pretensión.

En la carta del apóstol Pablo a la comunidad cristiana de Roma, alaba la reputación con que es estimada por todos los cristianos (Rm 1:8), pero no menciona ninguna prerrogativa inherente a la misma y desconocida por las demás. No obstante, el hecho de que fuera la Iglesia de la capital del Imperio, en donde se daban cita cristianos de

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todas las razas y regiones, por ser camino o residencia obligada de muchos, como explica Ireneo, convirtió a la sede romana en un foco importante de la Cristiandad, el más influyente y conocido, que pronto le valió el título de “primus inter pares” (primero entre iguales), reconocido por todo el episcopado y que todavía hoy admiten las llamadas “Iglesias ortodoxas” de Oriente al referirse a la primacía romana. La Iglesia de Roma se destaca porque es muy grande, muy antigua y muy conocida de todos; a lo cual se añade la errónea creencia de que fue fundada por Pedro y Pablo. La muerte de los dos grandes apóstoles en Roma es una cosa, pero ellos no fundaron esa Iglesia.

Y con todo, nada se sabe en tiempos de Ireneo (s. II) de ningún privilegio personal o particular del obispo de dicha Iglesia. La importancia es la Iglesia de Roma, no del obispo de Roma.

La caída de Jerusalén el año 70, la dispersión de los principales dirigentes cristianos, y el martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo en Roma, abrieron el camino para que la capital del Imperio fuera convirtiéndose gradualmente en el centro de la conciencia oficial de la Cristiandad. En una época cuando cundía la idea, antibíblica, de que la apostolicidad estaba ligada más a la transmisión mágica de la ordenación que a la fidelidad al mensaje apostólico, y más también al hecho material de la fundación de una Iglesia dada por parte de un apóstol, que a la lealtad de esta Iglesia hacia la verdad apostólica, es natural que el recuerdo del martirio romano de los dos apóstoles más insignes, aumentara de manera supersticiosa el prestigio de la sede romana.

La pretensión romana de ser en un sentido especial “la sede de Pedro” no se oye hasta el tercer siglo. Antioquía podía pretender, y lo pretendió, la misma denominación, la cual hizo apoyada en más sólidas razones, ya que fue en tiempo de los Apóstoles el segundo centro apostólico más importante después de Jerusalén.

Pero con la llegada del cristianismo a la gran capital imperial, el brillo

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de la religión universal quiso ser añadido al poder también universal del Imperio. Cierto que el Evangelio se oponía al paganismo romano. La ramera del Apocalipsis constituía el símbolo con el que el apóstol Juan describió la perversidad del espíritu romano. Pero, cuando la Iglesia se estableció en este centro del paganismo y del Imperio, los cristianos vieron en ellos el triunfo de Cristo sobre los dioses falsos. En un sentido fue así. Y los creyentes de todas partes pagaron a la sufrida y pujante Iglesia romana un tributo de admiración y veneración parecido al que los paganos rendían a la gloria terrena de la capital del mundo. Ahí estaba el peligro.

En el s. IV, la admiración por la Iglesia de Roma empezó a confundirse con la admiración por Roma misma. El propio emperador hacía gala de profesar el cristianismo y toda la fuerza del Imperio parecía estar al servicio de la Iglesia, luego que Constantino y sus sucesores protegían cada vez más la instauración del cristianismo como religión oficial del Estado. Las posibilidades que brindaba la nueva situación no escaparon a la perspicacia de los prelados de la capital imperial...

Otro factor que cooperó a este engrandecimiento de la sede romana, fue paradójicamente el traslado de la capitalidad del Imperio a Constantinopla. Sirvió en gran manera para elevar la sede romana a una altura que le permitiría luego convertirse en la señora de la Cristiandad occidental. Ahora que ya no albergaba al emperador, precisaba de alguna otra figura que encarnara tan bien como él las tradiciones romanas. Y así, el manto del emperador, cayó sobre las espaldas del obispo romano. Cuando aquél fue a regir sus dominios desde Constantinopla confió al obispo de Roma muchos cargos civiles, y la autoridad anexa a los mismos. Al detener el papa León a los Hunos, a las puertas de Roma, lo hizo no sólo en nombre de la Iglesia de Roma, sino también en nombre de la ciudad de Roma.

De hecho, el obispo de Roma, quedó convertido en la máxima autoridad, no sólo religiosa sino también civil, de la antigua capital, centro y símbolo de la vieja gloria del Imperio, que poco tenía que ver

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con el Evangelio...

Siglos más tarde, las invasiones bárbaras, procedentes del norte, separarían a gran parte de la Iglesia Europea Occidental del resto del Imperio, confinado a su sector oriental en Bizancio. El obispo de Roma llegaría entonces a ser el único jerarca supremo en Occidente, no sólo de la Iglesia, sino del poder civil también, que compartirá o legará en los reyes bárbaros.

Símbolo de este proceso es la adopción por parte del obispo de Roma del título pagano de “Pontifex Maximus”, título al que había renunciado el emperador Graciano en 378, a instancias seguramente del obispo Ambrosio de Milán. Hasta él, lo habían ostentado todos sus predecesores -tanto paganos como cristianos- como cabezas oficiales de la antigua religión romana pagana. Los obispos romanos lo adoptaron para sus pretensiones de supremacía sobre los demás obispos.

Ya vimos como el Catolicismo antiguo estaba organizado episcopalmente alrededor de la tutela moral de varios patriarcas. Tres estaban en Oriente: Jerusalén, Alejandría y Antioquía. En Occidente había uno sólo: Roma. Al trasladarse la capitalidad imperial a Constantinopla, esa sede adquirió rango patriarcal, también en Oriente. La situación geográfica de la distribución patriarcal favorecía a Roma, el único patriarcado de Occidente.

Mientras la influencia y autoridad del 'romano pontífice' aumentaba en el nuevo Occidente de las tribus bárbaras, las provincias de los patriarcas orientales se veían diezmadas. En los siglos VII y VIII, el Islam comenzó sus incursiones, que dominó el norte de África, cuna de Tertuliano, Cipriano y Agustín, y conquistó hasta la misma Constantinopla (s. XV). El Islam toleró el cristianismo en las tierras conquistadas, pero las Iglesias de esas regiones perdieron su libertad de acción. En marcado contraste, Roma continuó aumentando su prestigio patriarcal y gozando de plena iniciativa. En la Edad Media, la sede romana ocupa una posición única entre los demás patriarcados,

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única en primer lugar por su primacía de honor que mediante falsos documentos (la Decretales pseudo-isidorianas) es convertida en primacía de gobierno y más tarde de magisterio; única también por su posición geografica como cabeza de la Cristiandad occidental; y única por la libertad de movimientos que tiene.

Los obispos de Roma no tuvieron muchos reparos en aprovecharse de su situación privilegiada por tantos conceptos. Esta época en que Occidente, con la nueva savia aportada por los pueblos bárbaros, se extiende, y el Oriente, por el contrario, se bate en retirada, fue el período en que el papado promulgó sus más atrevidas pretensiones. De su antigua posición de “primus inter pares”, pasó a querer asumir el título de Soberano Pontífice de toda la Cristiandad. Como estaba a su alcance hacerlo, y dispuso del poder secular para ello, ahogó el desarrollo y la independencia que pudieran tener las otras Iglesias de Occidente: Milán, las Galias, Germania, España y Gran Bretaña. Las jurisdicciones de estas Iglesias fueron limitadas y controladas por Roma, sus liturgias nacionales romanizadas hasta su casi total extinción, y su clero obligado a someterse y conformarse a los usos y leyes romanas.

El Código del emperador Justiniano fue la base legal, entre otras, de estos atropellos. Este emperador no podía, desde Constantinopla, atender todas las cuestiones relacionadas con el gobierno eclesiástico y civil de Italia y de Occidente. En su famoso Código, convirtió al obispo de Roma en el primer juez eclesiástico de todo Occidente, al que habrán de sujetarse todas las demás Iglesias de esta área del Imperio.

Cuando más tarde, los cruzados de Occidente reconquistaron algunas de las sedes orientales en poder musulmán, Roma impuso la creación de nuevos patriarcados allí: los llamados “patriarcados latinos”, en sustitución de los legítimos patriarcados nacionales de estos pueblos. La Iglesia romana puso claramente de manifiesto sus intenciones y demostró que sólo la hegemonía total de Roma sobre las demás Iglesias podría satisfacerla. La mayoría de los historiadores

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concuerdan al afirmar que los “cruzados latinos” son más responsables de la división entre Roma y Oriente, que las controversias teológicas que llevaron al cisma del papa Nicolás I con Focio, el año 891. Los obispos de Roma aspiraban a una mayor autoridad: la que consistía en centralizar y acaparar en sus manos toda autoridad. Sin esta centralización de autoridad no hubiera habido Papado.

Pero para que el Catolicismo antiguo, episcopal-patriarcal, llegara a transformarse en Occidente en el Catolicismo nuevo, es decir: el Catolicismo romano, hubo necesidad también de que apareciera una nueva formulación de las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

Por un lado, en el Imperio oriental bizantino tomó cuerpo el “bizantinismo” o “cesaropapismo”: el emperador de Bizancio, por su condición de cristiano, y por haber sido ungido para desempeñar su alto cargo, se consideraba máximo jefe tanto del Imperio como de la Iglesia. La Iglesia oriental obtuvo protección y una situación de privilegio mundano, al precio de convertirse en un mero departamento de religión del gobierno.

Roma deseaba otro tipo de arreglo o compromiso. Aislada en Occidente, no tuvo que sufrir tanto como los patriarcas orientales las injerencias del Emperador. Los reinos bárbaros al irrumpir en el Imperio vinieron a cambiar este estado de cosas más favorablemente todavía para Roma, pues ofrecieron a esa los instrumentos para conseguir la hegemonía eclesiástica deseada. Los francos acariciaron siempre la idea de que sus territorios fuesen considerados como la continuación del antiguo Imperio romano en su parte occidental. El año 800, Carlomagno fue coronado por el papa como emperador del “Sacro Imperio Romano”. Por esta acción, el patriarca de Occidente proclamó su independencia total de Constantinopla, es decir: del emperador bizantino. Y como que había sido el papa quien había coronado a Carlomagno, de ahí se infirió que también él, el papa, tenía igual poder para deponer a los monarcas cuando así lo exigiesen los intereses de la Iglesia, que en este caso eran casi siempre

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los intereses del Papado.

Los canonistas romanos desarrollaron la teoría de que al papa pertenecen las dos espadas: la espiritual y la temporal, aquella usada por el papa mismo, y esta por el rey, pero siempre de acuerdo con el pontífice romano como el más alto poder cívico-religioso del mundo. Estas teorías encontraron la base de su argumentación en los documentos que falsamente se atribuyeron a la antigüedad, con citas espúreas de padres de la Iglesia y cánones de sínodos. La proliferación de tales falsificaciones ayudó de tal manera a la realización del Papado, que el historiador Döllinger dice que sin ellas no hubiera habido Papado.

Como es de suponer, las teorías romanas produjeron continuos conflictos entre la Iglesia y los reinos que surgieron en Occidente. Tales conflictos se sintetizan en la llamada “lucha de las investiduras”, la cual no consistió solamente en la defensa que la Iglesia hizo de su derecho a escoger y ordenar obispos, sino que también fue la defensa del Estado frente a las intromisiones del Papado. Toda la Edad Media está llena de estas controversias entre el papa y los monarcas europeos para precisar los límites de ambas jurisdicciones que la teoría romana deseaba dar al papa.

Gregorio VII, Inocencio III y Bonifacio VIII dejaron bien sentado que al Romano Pontífice deben someterse todos los demás poderes, civiles y religiosos, porque él es 'el más grande soberano del universo'. Es la Hierocracia Papal, que representa la contrapartida del cesaropapismo de Oriente.

Los documentos espúreos se prodigaron con profusión porque la ignorancia universal de aquellos tiempos era imposible de ejercer el menor sentido crítico. Se inventaron las famosas “Decretales pseudo-isidorianas”, falsos escritos que pretenden hacer creer que Constantino regaló a los papas grandes posesiones y privilegios imperiales, además de la ciudad de Roma. Con estas 'Decretales' empezó en realidad el poder temporal del Papado, pues ellas le

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servían de documentación que avalaba su ocupación de tierras italianas. Al mismo tiempo, y para evitar las injerencias del poder feudal en los asuntos de las Iglesias, las falsas 'Decretales' afirmaban que los obispos sólo debían obediencia al papa de Roma. Así, el episcopado buscaba librarse en Occidente de la opresión civil y feudal, pero se entregaba al yugo romano.

Los concilios llegaron a ser meros sínodos papales en los que la suprema autoridad del papa rige como norma absoluta. De hecho, el antiguo gobierno episcopal de la Iglesia, que hallaba su máxima expresión en la forma sinodal (amplias asambleas de obispos), fue reemplazado por la ejecutoria irrecusable de la Curia romana compuesta por los cardenales con el papa el frente. Cesó en Occidente la Iglesia Católica antigua, episcopal y conciliar, para dar paso a la nueva Iglesia Católica, romana y papal. Este cambio llevado a cabo en la Cristiandad occidental en los siglos XI y XII equivale a una verdadera revolución que transformó (deformó) drásticamente la constitución de la Iglesia Católica. A partir de entonces, lo católico, en Occidente, se identifica con lo romano.

Tal vez ningún otro pontífice como Inocencio III vio cumplidas las ansias hierocráticas del Papado (s. XIII). Pero en menos de un siglo los papas tuvieron que marchar exiliados a Avignón, en donde fueron convertidos en juguete de los reyes de Francia. Siguió después la gris, decadente y nada edificante historia del Papado de los siglos XIV y XV; las condiciones internas de la Iglesia (romana) parecían probar que el papa no era capaz siquiera de gobernar la Iglesia.

Agentes activos en la gestación del nuevo Catolicismo romano papal, fueron las órdenes religiosas, factor decisivo en la ejecución de los planes pontificios. En el plano teórico, la teología escolástica ayudó a la formulación intelectual de dichos planes, preparando el terreno para las grandes definiciones dogmáticas que, siglos después, dibujaron de manera definitiva la estructura ideológica del romanismo.

Sin embargo, el hecho de que ni siquiera en Trento fue posible todavía

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definir la superioridad del papa sobre el Concilio, es decir: sobre los obispos colegiadamente reunidos, prueba por un lado lo que le costó al obispo de Roma la consecución de sus designios; y por el otro, revela la paciencia y la inteligencia que fueron dedicadas a este esfuerzo secular. El resurgimiento de la teoría conciliar, después de los grandes pontificados de Hildebrando (Gregorio VII), Inocencio III y Bonifacio VIII, es un ejemplo de lo que costó inculcar en la conciencia religiosa del mundo (incluso Occidente) la nueva teoría papal. En realidad, el Papado no vio su triunfo completo y final sino hasta el s. XIX, en el Concilio Vaticano I. Ejemplo, pues, también de la tenacidad paciente, digna de quienes, herederos de la ciudad y la gloria de los antiguos césares romanos, como estos no dejaron nunca de luchar para imponer su hegemonía en el mundo._____________________________

Podemos ahora resumir, ordenándolas, las causas que favorecieron el triunfo de la idea papal. Los factores de orden histórico que ganaron para Roma la preeminencia sobre las demás Iglesias occidentales son los siguientes:

1º. La destrucción de Jerusalén, que rompió el centro natural de la Cristiandad a donde hasta entonces habían sido elevadas las cuestiones más importantes (Hechos de los Apóstoles 15), y movió la dispersión del más importante núcleo de dirigentes cristianos.

2º. El carácter cosmopolita de la ciudad de Roma, que prestó a la Iglesia de la capital del Imperio su carácter representativo y universal.

3º. El martirio de Pedro y Pablo en Roma, que ligó los nombres de los insignes apóstoles a la Iglesia de la capital, según la costumbre de la época, que daba más importancia a la sucesión sacramental que a la doctrinal. De ahí se seguiría, probablemente, la creencia legendaria de que estos mismos apóstoles habían fundado la Iglesia de Roma.

4º. El traslado de la capitalidad de Roma a Constantinopla, que dejó a la Iglesia romana en plena libertad de movimientos para desarrollar su

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propia hegemonía eclesiástica en Occidente.

5º. El hecho de que Roma fuese el único patriarcado occidental. De ahí que los emperadores residentes en Constantinopla ensanchasen los poderes jurisdiccionales del obispo de Roma para que, en nombre de la autoridad imperial, dirigiese la disciplina eclesiástica de Occidente y hasta civil y política. El Código de Justiniano vino a legalizar este estatuto especial de la sede romana.

Hasta aquí, no obstante, los privilegios de que goza la Iglesia romana tienen que ver más con su sede que con su obispo, atañen más a la Iglesia de Roma en su conjunto que a los papas romanos en particular. Su importancia es la que deriva de circunstancias históricas, geográficas y políticas, y no es hasta el s. III, cuando en Roma se oye por primera vez que su Iglesia es la sede de Pedro de manera especial. Si la teoría romanista respondiese a la verdad, los hechos históricos se hubieran producido en sentido inverso; primero la importancia del obispo de Roma, por su carácter de Vicario de Cristo, y luego, en lugar muy secundario, el valor circunstancial de la ciudad en donde tal obispo resida.

6º. Las invasiones bárbaras, que separaron todavía más a Roma tanto de la Cristiandad oriental como del control imperial de Bizancio. La coronación de Carlomagno por el papa León sella esta separación y provee a la sede romana de más medios seculares con los que desplegar su influencia. Hasta entonces, la primacía de Roma, en líneas generales, fue desarrollada de conformidad y dentro de los límites del orden episcopal existente en la Iglesia Católica antigua. A partir de ahora, las pretensiones papales chocarán cada vez más con el concepto de la Iglesia Católica antigua hasta producir la ruptura con Oriente cuya Cristiandad quiere permanecer fiel al mismo.

7º. Las donaciones de extensos territorios que los reyes francos hicieron a los papas. Esto inauguró la historia de los Estados Pontificios, o poder temporal de los papas, que convierten aún más a la sede romana en un reino de este mundo.

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8º. La proliferación de documentos espúreos (especialmente las “Decretales Psudo-Isidorianas”) , apoyando las pretensiones romanas, que dieron el soporte teórico a estas y las promovieron al mismo tiempo. El deseo de los obispos de verse libres del poder feudal multiplicó estas falsificaciones mediante las cuales el episcopado se declaraba sujeto sólo al romano Pontífice. Así acabó la Curia romana con el sistema episcopal tradicional y dio fin en Occidente al régimen Católico antiguo. En su lugar, las poderosas y pujantes órdenes religiosas (Cluny sobre todo, más tarde los jesuitas...) sirvieron de ejército avanzado para la realización de los planes romanos.

9º. La romanización de las liturgias y usos canónicos tradicionales de las otras Iglesias de Occidente, que terminó con la independencia de estas.

10º. La irrupción del Islam en regiones de larga tradición cristiana, que sirvió indirecta y hasta paradójicamente, a los fines del Papado. La conquista musulmana acalló la voz independiente de las importantes Iglesias de África y, por un tiempo, la de España. Le hubiera resultado muy difícil, por no decir imposible, a Roma el conseguir la completa sumisión de la Cristiandad africana y oriental, exponentes del Catolicismo conciliar antiguo. Sin el Islam, no hubiera habido Reconquista en España y, por consiguiente, la voz vigorosa de la Iglesia de los concilios de Toledo se hubiera añadido al testimonio de las otras cristiandades católicas antiguas. El consenso unánime del norte de África, España, Siria y Arabia, entre otros pueblos, hubiera hecho imposible la hegemonía papal. He aquí como Mahoma, sin quererlo, se prestó al juego de Roma.

11º. La teología escolástica, que tomó de las Decretales espúreas la base para su doctrina sobre el papa. La misma teología de Tomás de Aquino se resiente de la influencia de estas falsificaciones medievales, de los que saca muchas de las supuestas citas patrísticas con que formular la teología romana de la Iglesia. Con todo, el eminente dominico fue víctima, no fautor, del engaño. Esta teología, falseada en su misma base, se impuso a toda la Cristiandad occidental.

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Lo que el Catolicismo es hoy lo debe a aquel período, el cual fue definitivamente canonizado en los concilios de Trento (s. XVI) y Vaticano I (s. XIX). La lucha por la hegemonía fue titánica, y Roma la consiguió en Occidente (nunca completamente en Oriente) sólo al cabo de muchos siglos de forcejeo. El camino que conduce a los obispos de carácter neotestamentario, desde su función de pastores y supervisores de la comunidad cristiana romana, hasta el puesto de Pontífices Máximos, cabezas de Occidente y árbitros de Iglesias y reyes, sentados sobre los laureles y las glorias del mismo Imperio romano, es un camino largo y complejo.

Vemos, pues, que no son causas bíblicas, sino accidentes históricos, los que explican el Papado romano. Los textos bíblicos que luego fueron presentados para intentar apoyar las prerrogativas papales, fueron aducidos después que las principales circunstancias históricas consideradas hubieron hecho su aparición. La exégesis de los antiguos padres de la Iglesia, nunca vio en tales pasajes de la Escritura lo que Roma pretende descubrir en ellos. El Pontificado romano es fruto de una conjunción de avatares históricos, ligado al tradicional y antiguo impulso romano de conquista y dominio.

3. DE LA ÉPOCA CATÓLICA-ROMANA A LA ÉPOCA MODERNA DE LAS IGLESIAS.

El clamor unánime de la Edad Media, después del experimento de la hierocracia pontificia y cuando el Papado hubo bosquejado los principales elementos de sus pretensiones, se resumía en el grito de ¡Reforma!. El estado de la Iglesia latina, dominada por la Curia romana, era tal que por todas partes se pedía la reforma “en la cabeza y en los miembros”. Nueve concilios medievales no lograron, sin embargo, llevar a cabo esta ansiada renovación. El papado pudo conquistar la Cristiandad occidental, pero no supo reformarla.

En el s. XVI, la impotencia de Roma para llevar a cabo la mudanza que la Iglesia tanto necesitaba resultó evidente y manifiesta. El soplo del Espíritu no quiso utilizar las estructuras jerárquicas normales del

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romanismo, y se valió de un simple monje alemán para “iniciar” el camino de regreso al Evangelio.

La Reforma evangélica no trató, como el movimiento conciliarista intracatólico, de volver al antiguo Catolicismo episcopal-sinodal, sino que buscó la vuelta de la Iglesia a su primitiva pureza bíblica. Ni la autoridad del papa (antibíblica y cimentada en el oportunismo histórico y documentos espúreos), ni la de los concilios (en progresivo declive y en perenne contubernio con los intereses seculares y mundanos), sino la autoridad de la Sagrada Escritura como norma única y suficiente de fe y práctica, fue el mensaje y el lema de la Reforma: “Sola Scriptura”. Al volver a colocar la Biblia como suprema pauta de la Iglesia, la Reforma del s. XVI comenzó a someter de nuevo el Cristianismo a la autoridad apostólica y a la Palabra de Dios, haciendo factible el ideal de una Cristiandad en renovación constante (“semper reformanda”).

Pero Roma no sólo rechazó la Reforma, sino que la atacó con todas sus fuerzas. El concilio de Trento significa la reacción romana, “la contrarreforma”. Allí se fraguó de manera casi completa el dogma católico-romano. Lo que nosotros hoy entendemos por Catolicismo no es el que conocieron los “padres de la Iglesia”, ni los antiguos concilios, ni siquiera el de los primeros siglos de la Alta Edad Media, sino el desarrollado en el medioevo posterior y definido dogmáticamente en Trento y, después, en el Vaticano I.

En Trento, en su afán visceral por contrarrestar la Reforma evangélica, el Catolicismo Romano consagró su distorsión de la visión bíblica del ser humano y los efectos de la Caída en él, con todas las implicaciones que ello tiene para comprender la salvación y el vivir cristiano. Oscureció la naturaleza de la salvación en Cristo y la forma de acceder a ella y disfrutarla, interponiendo un sistema ritual de carácter 'mágico' (automático, independiente de la fe del receptor) que crea dependencia de una clase intermediaria (el clero).

Desde entonces, la Cristiandad en general aparece dividida en tres

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grandes grupos principales: - Iglesias Ortodoxas de Oriente,- Iglesia Católica-romana.- e Iglesias Protestantes, surgidas de la Reforma.

Las respectivas posiciones de cada sector van solidificándose más y más.

Las Iglesias ortodoxas, anquilosadas y aferradas a sus viejas tradiciones, parecen más una reliquia de museo que verdaderas comunidades cristianas.

La Iglesia Católica Romana sigue fiel a su ideario medieval, pero trata de adaptarlo a los nuevos tiempos, sobre todo a partir del s. XX. Pero, por esta misma fidelidad que se debe a sí misma, se encuentra ligada a los graves errores que ha canonizado en el pasado. El Concilio Vaticano I hizo infalible al papa, con lo que el apartamiento de Roma de las doctrinas evangélicas se hizo todavía más grande y grave. Sin embargo, la lógica de su propia historia tenía que llevarla a este resultado.

Dentro del Cristianismo Protestante, el hecho de que la Reforma evangélica no fue suficientemente radical, generó Iglesias Protestantes Nacionales que reprodujeron graves errores del Catolicismo constantiniano: ciertas estructuras eclesiásticas, la pervertida unión Iglesia-Estado, la intolerancia religiosa y el uso de la violencia “en el nombre de Dios”... La influencia de factores ajenos al verdadero espíritu del Evangelio ha llevado a algunos grupos a la apostasía, y a otros a un protestantismo nominal muerto espiritualmente. Pero otros, impulsados por su fidelidad a la Palabra y su celo por la gloria de Dios, han seguido saliendo una y otra vez de las estructuras religiosas envejecidas para avanzar hacia una expresión más fiel de la Iglesia de Jesucristo, de la Iglesia Apostólica.

Si alguna moraleja se desprende de este conjunto o resumen de hechos es la siguiente: las meras instituciones eclesiásticas -aunque tengan

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sus raíces en los más poderosos movimientos espirituales del pasado-, necesitan renovarse constantemente. El elemento humano, pecador, que en ellas subsiste tiende a la corrupción. Sólo un espíritu genuínamente bíblico, en perpetua actitud de reforma a la luz del Evangelio, constituye la garantía válida para los cristianos y las Iglesias. Porque en el orden interno, la Iglesia incluye a todo creyente genuino nacido del Espíritu, pero en el orden externo, el único modelo perfecto Iglesia se halla en las Escrituras, en la enseñanza y la práctica de Jesús y sus apóstoles, no en las instituciones y organizaciones religiosas históricas.

"A pesar de todo, el sólido fundamento de Dios queda firme, teniendo este sello: 'Conoce el Señor a los que son suyos' y 'Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor'. Pero en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro. Además, hay unos para uso honroso y otros para uso común. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será un vaso para honra, consagrado y útil para el Señor, preparado para toda buena obra. Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón puro invocan al Señor" (2Timoteo 2:19-22).

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