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2. ¿ Un raro ti p o de monumento se p ulcral ?:, Joaquín Gómez-Pantoja (Universidad de Alcalá) José-Vidal Madruga (Archivo Epigráfico de Hispania) Antonio González Cordero (Fundación Antonio Concha) 1. Introducción Hablando figuradamente, la muerte puede considerarse como el ejem- plo radical de la aplicación del llamado "Principio de Heisenberg», puesto que es patente que cualquier experimento con ella modifica de tal modo la esencia de lo examinado que, simplemente, desaparece e impide la rei- teración de la prueba. Esto, sin embargo, no supone una dificultad insoluble para volúme- nes como el presente, que se enfocan a determinar la influencia de la muerte sobre los vivos, quienes pueden no saber de qué están hablando, pero sí cuáles son sus consecuencias, que son claras y precisas. Aún así, el resultado es un fenómeno que acarrea una notable carga emocional, está regido por el decoro social y afecta directa e inmediatamente a deu- Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda financiera del Ministerio de Ciencia y Tecnología den- tro del proyecto titulado «Los Archivos de ORDO: Inscripciones antiguas con un poco de informática», que es parte del grupo de investigación interuniversitario ORDO. Agradecemos a nuestros amigos e informantes cacereños su gentileza cuando pusieron a nuestra disposición su saber y su tiempo: Jaime Río-Miranda, de Valdeobispo; Juan Gil Montes, de Cáceres; Luis Gómez González, de Jarandilla de la Vera; Joaquín Pedregal Garrido, de Malpartida; Félix Barroso, de Santibáñez; y Carlos García, tam- bién hijo de Santibáñez pero ahora residente en Barcelona. Gracias, igualmente, a José A. Abásolo, José d'Encarnaao, Fran Castillo y Pablo Malina, que nos ofrecieron honestamente su opinión y sus ideas tras leer alguna de la sucesivas versiones de nuestro escrito. Sin la colaboración de unos y otros no hubiera sido posible este trabajo, pero solo los firmantes son responsables de lo que en él se expresa. Todas las URL citadas estaban activas al tiempo de la redacción del artículo. 383
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¿Un raro tipo de monumento sepulcral?

May 14, 2023

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Mimi Bueno
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2. ¿ Un raro tipo

de monumento sepulcral ?:,

Joaquín Gómez-Pantoja (Universidad de Alcalá) J osé-Vidal Madruga (Archivo Epigráfico de Hispania) Antonio González Cordero (Fundación Antonio Concha)

1. Introducción

Hablando figuradamente, la muerte puede considerarse como el ejem­plo radical de la aplicación del llamado "Principio de Heisenberg», puesto que es patente que cualquier experimento con ella modifica de tal modo la esencia de lo examinado que, simplemente, desaparece e impide la rei­teración de la prueba.

Esto, sin embargo, no supone una dificultad insoluble para volúme­nes como el presente, que se enfocan a determinar la influencia de la muerte sobre los vivos, quienes pueden no saber de qué están hablando, pero sí cuáles son sus consecuencias, que son claras y precisas. Aún así, el resultado es un fenómeno que acarrea una notable carga emocional, está regido por el decoro social y afecta directa e inmediatamente a deu-

• Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda financiera del Ministerio de Ciencia y Tecnología den­tro del proyecto titulado «Los Archivos de ORDO: Inscripciones antiguas con un poco de informática», que es parte del grupo de investigación interuniversitario ORDO. Agradecemos a nuestros amigos e informantes cacereños su gentileza cuando pusieron a nuestra disposición su saber y su tiempo: Jaime Río-Miranda, de Valdeobispo; Juan Gil Montes, de Cáceres; Luis Gómez González, de Jarandilla de la Vera; Joaquín Pedregal Garrido, de Malpartida; Félix Barroso, de Santibáñez; y Carlos García, tam­bién hijo de Santibáñez pero ahora residente en Barcelona. Gracias, igualmente, a José A. Abásolo, José d'Encarna<;ao, Fran Castillo y Pablo Malina, que nos ofrecieron honestamente su opinión y sus ideas tras leer alguna de la sucesivas versiones de nuestro escrito. Sin la colaboración de unos y otros no hubiera sido posible este trabajo, pero solo los firmantes son responsables de lo que en él se expresa. Todas las URL citadas estaban activas al tiempo de la redacción del artículo.

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Texto escrito a máquina
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Published as a chapter in Javier Andreu, David Espinosa y Simone Pastor (coordinadores), Mors omnibus instat. Aspectos arqueológicos epigráficos y rituales de la muerte en el Occidente Romano, Madrid, 2011 [ISBN: 978-84-9822-933-2]
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dos y herederos. La compleja definición ideológica de todo ello se re­sue!ve habitualmente en metáforas, imágenes y símbolos, que ha sobre­vivido mejor que las ideas que los sustentan.

A la postre, todo ello redunda en beneficio de los estudios de la An­tigüedad, porque cementerios, tumbas y epitafios constituyen e! más nu­meroso de los vestigios legados por nuestros antepasados!. La dificultad reside entonces en averiguar qué creencias, rituales y costumbres subya­cen tras esos monumentos y objetos, como seguramente harán patente otras contribuciones a este volumen.

En la nuestra, nos contentamos con expandir minúsculamente e! catá­logo de posibles vestigios funerarios llamando la atención sobre una clase de monumentos que no ha merecido atención o, todo lo más, ha sido tra­tada como curiosidad insólita. Esperamos que nuestra demostración de la homogeneidad de! diseño y la persistencia de deteminadas características comunes le otorgue la consideración de tipo y ello despierte e! interés de otros investigadores, lo que -estamos seguros- ayudará a incrementar la nómina de casos conocidos. Decimos esto porque la inmensa mayoría de los ejemplares que conocemos proceden de un área geográfica compacta y homogénea, pero las excepciones a la norma nos hacen sospechar que la difusión de este tipo de monumento pudo haber sido mucho más extensa y que la falta de notoriedad hasta ahora se debe fundamentalmente a la falta de definiciones o tipos precisos con los que encuadrarlo.

En nuestro caso, dos de las piezas catalogadas portan sendos epita­fios y ese detalle fue e! que nos hizo fijarnos en su peculiar talla; además, otra se encontró en una situación que, a primera vista, parece compatible con un entierro. Sin embargo, la clara inferencia a la que conducían esos datos se ha ido desdibujando conforme reuníamos información. Por e! momento, mantenemos como muy probable la hipótesis de la función sepulcral, pero con las salvedades que se irán haciendo aparentes a lo largo de la lectura; al final, e! lector tendrá en su mano los datos necesa­rios para sacar sus propias conclusiones.

I vON HESBERG 1992.

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2. Catálogo

2.1. Un corriente epitafio de Guadalcázar, Córdoba

Es tal la riqueza de datos contenida en cualquier de los volúmenes de la nueva edición de el L II que no es difícil pasar por alto una minucia como la vulgar lápida desenterrada en 1965 en el curso de las ordinarias labores agrícolas del predio conocido como «cerro del Hibe», en el cor­tijo de la Orden Alta, que está situado a unos 5 km al sureste de Guadal­cázar, Córdoba. En fecha imprecisa pero ciertamente anterior a 1979, M. Ponsich vió y fotografió la pieza en la cortijada y reportó que se había descubierto en un paraje donde había tejas y ladrillos, teselas de un pavi­mento musivario y una piscina, que él supuso indicios de la existencia de una villa rústica. Unos años después, A. U. Stylow aún la encontró en el mismo cortijo, adosada a una pared, y lo que reproducimos a continua­ción son precisamente sus datos y una de sus fotografías (Fig. 1)2.

Clara' ann(orum)

XXXX· ic' s(ita) . e(st) .

p(ia) . in' s(uis) . s(it) . t(ibi) . (terra) ·l(evis) .

Como se ve, el texto no tiene nada llamativo, salvo quizá la curiosa (pero no insólita) peculiaridad de haber escrito en el renglón 2 ic en vez de hic, la forma cursiva (tampoco rara) de la E en el mismo r. y, por último, la temprana fecha que le asigna e! editor a tenor de la paleografía y e! for­mulario del epitafio: fines de! siglo 1 d. C. o comienzos de! siguienteJ•

Pero aquí nos encontramos ante un excelente ejemplo de la dañina di­cotomía existente en nuestra especialidad, en la que, por razones históricas, se distingue artificialmente entre «texto» y «arte», entre «epígrafe» y «so­porte» y solo en monumentos de excepcional mérito plástico se hace e! es­fuerzo de describirlo con detalle, aunque esta labor hasta la aparición de la fotografía y, sobre todo, de las técnicas que abaratan su reproducción masiva, quedaba al albur de la capacidad descriptiva del editor y al juicio

'Vid. PONSICH 1979, p. 21 1 n. 148 con foto; ClL, Il'/7, 736, con foto. ) Stylow, en ClL, 11'/7,736.

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subjetivo de su apreciación estética. En piezas vulgares como la que nos ocupa, el trabajo descriptivo se reduce y acaba primando la parte textual, porque es más sencilla de transmitir, de entender y de indexar. Por eso, la breve observación del editor que reproducimos al final de este párrafo puede o no despertar en el lector la suficiente curiosidad para consultar el engo­rroso aparato gráfico del catálog04; si lo hace descubrirá un cipo de caliza con una peculiar talla, pues mientras los paralelapípedos con remate semi­circular son ciertamente comunes, no lo son tanto los que prolongan su base con un brazo horizontal, en este caso, en el costado derecho y que, además, está palmariamente mutilado; A. U. Stylow supuso que en el lateral con­trario quedan los restos de otra prominencia, pero es nuestra opinión que lo que realmente sucede en esa parte es que la planta del cipo supera ligera­mente la sección del neto y la transición entre uno y otra se hizo mediante una especie de talud, que debió servir para el mejor asiento de la piedra. Otra particularidad digna de nota es que la cara visible muestra un surco en forma de media luna, trazado en paralelo al borde de la cabecera semicircu­lar del cipo. Según el propio A. U. Stylow, la pieza mide 50 x 43 x 29 cm, pero su anchura es de 61 cm si se toma en consideración el brazo horizon­tal de la derecha, que tiene 18 cm de altura y e igual profundidad que el blo­que. El resultante juicio del editor sobre la pieza es el que corre el peligro de pasar desapercibido: stela formam singularem aliunde non noviS•

2.2. El «doble altar» de Casar de Palomero

Sin embargo, veinte años antes de la publicación de CIL 11217, en una reunión de Historia regional extremeña, se dio cuenta del hallazgo de dos bloques de granito de dimensiones considerables encontrados en Casar de Palomero, un pequeño municipio de Las Hurdes cacereñas situado en la ribera sur del río de los Ángeles, a unos 7 km al sur de Caminomo­risco. El editor, con cierta perplejidad, definió la pieza como una «doble

4 A diferencia de volúmenes precedentes que se editaron con pocas y muy selectas imágenes, la nueva serie de CI L, 11' incluye un consistente aparato gráfico, que en el volumen que nos interesa quedó relegado a unas microfichas cuya consulta requiere unos medios técnicos no muy corrientes. Afortunadamente, esa difi­cultad ha sido subsanada gracias a las excelentes capacidades gráficas y a la popularidad de Internet, vid., por ejemplo http://www2.uah.es/imagines_ciliilCILII/ cordubensis4 .htm o http://www.eda-bea.es/pub/ list.php?refpage=%2Fpub%2Fsearch_select.php&quicksearch=4337, a partir de ahora citada como HEpOI, seguida del correspondiente número de serie del repertorio, que en el caso de este epígrafe es el 4337. 'STYLOW, en CI L, 11'/7, 736.

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ara», guiándose posiblemente por la insólita forma de la piedra y por el ambiguo contenido de la inscripción que contiene; pero lo importante aquí es que, a todas luces, descubre la forma originaria del cipo cordobés.

Se trata de dos piedras talladas simétricamente en forma de ángulo recto y su descubridor estaba convencido de que no se trataba del resul­tado de la fractura de una pieza monolítica porque sus dimensiones son exactamente las mismas (45 x 27 x 27 cm), encajan perfectamente una con­tra otra, incluso a pesar de! desgaste y e! filete que rodea por completo e! remate en bocel del elemento horizontal, falta precismente en las caras de ajuste. Por este motivo, A. Sánchez Paredes reconstruyó la apariencia ori­ginal del monumento situando los dos elementos verticales en los extre­mos, separados por un larguero horizontal de 24 x 57 x 27, que adopta la forma de una caja rectángular de 19 cm de alto, rematada por un baque­tón de medio punto que añade otro de 5 cm de altura y que está rodeado por la moldura ya señalada, un filete de 1,5 cm de ancho. Las medidas totales de! conjunto son, por 10 tanto, 45 x 111 x 27 cm, y no cabe la in­tuitiva reconstrucción de situar juntos los dos cuerpos verticales y las pro­longaciones laterales dispuestas simétricamente hacia fuera6 (Fig. 2).

Una característica reseñable de este curioso monumento es que los «cipos» verticales muestran en la parte superior, que a todas luces fue e! lado visible, sendos crecientes lunares esculpidos con los cuernos hacia arriba, y nota el editor que e! situado a la derecha del lector, es «mucho más estrecho que el de su hermano por ser el de éste plano»; precisamente bajo ese adorno, de «un ductus agudo», se grabó en tres renglones una inscripción realizada en letras capitales rústicas con rasgos cursivos, de 5 cm de módulo (4 cm en el r. 1), trazadas de modo algo irregular pero co­rrecto: en e! r. 1, la F inicial está obliterada por un trazo que deforma e! montante por la parte inferior, mientras que la E se grabó como dos astas verticales; en r. 2, las dos primeras letras forman nexo y un punto circu­lar entre las dos A finales separa el nombre de la dedicante de! patroní-

6 SANCHEZ PAREDES 1976: 87-90, con dibujo; como esta publicación es rara y difícil de obtener, muchos encontrarán más conveniente consultar HEpOl12981, con bibliografía e imagen. Jaime Río-Miranda Alcón, de Valdeobispo, remitió separadamente a cada uno de los autores una fotografía de la parte ins­crita, que reproducimos a continuación y que también colocó en línea en http://celtiberia.net/ve rimg.asp ?id=6902. A partir de la foto, otro colaborador de ese foro Quan Gil Montes, con el alias Jugimo) propuso una reconstrucción alternativa (vid. hup:l/www.celtiberia.net/imagftp/U5425-Fe1icitatisDi bujol.jpg.jpg), que debe descartarse por el razonamiento de A. Sánchez Paredes y por comparación con otras piezas de este mismo catálogo.

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mico o gamónimo; finalmente, el r. 3, comienza con un infrecuente nexo de P y L. En la cara opuesta a la de los crecientes y la inscripción (es decir, en la trasera), se tallaron en el centro de los elementos verticales sendas canaletas de 40 x 8 cm, que A. Sánchez Paredes, a la vista de la ausencia de zócalo o resalte que aumentara el asiento del conjunto, suponía que sirvieron para alojar dos espigones de hierro emplomado que garantiza­sen la estabilidad el conjunto.

El propio A. Sánchez Paredes vió, describió y dibujó ambas piezas cuando ocupaban el coronamiento «de lo que pudieramos llamar jam­bas» de un vano practicado en la pared divisoria de una huerta aneja al nú­mero 13 de la calle de la localidad mencionada. Se desconoce el lugar original de hallazgo, porque las dos piedras «ya estaban allí cuando la en­tonces propietaria adquirió la finca», según informaron al editor que, de seguido, se cuida de notar que, al no existir ningún batolito en las cerca­nías de Casar, el granito debió de haber sido acarreado desde lejos. En 2006, J. Río-Miranda tuvo la oportunidad de ver y fotografiar la pieza inscrita en el jardín de un domicilio particular (suponemos que es el mismo indicado por A. Sánchez Paredes) de Casar, cuando ya estaba exenta de su anterior empleo arquitectónico (Fig. 3)1.

El carácter y destino de la inscripción no es inmeditamente evidente, ya que la ausencia de formulas impide decidir si se trata de una dedicatoria a la Felicitas o, por el contrario, del epitafio de quien usó un nombre apo­tropaico. La perplejidad es manifiesta en caso del editor princeps, de quien ya se ha dicho que interpretó el monumento como una dedicatoria sacra, aunque él mismo se extrañaba de la carencia de cornua y focus, así como del laconismo del texto, que omite la fórmula dedicatoria; para contrarestar esos inconvenientes adujo que la presencia del creciente lunar -un símbolo claramente indígena- en un ara dedicada a una divinidad latina podría ex­plicarse suponiendo que la pieza estaba prefabricada y quedaba a voluntad del comitente el uso que debía dársele. Sobre todo, A. Sánchez Paredes su­ponía que el monumento, más que constatar el cumplimiento de un voto, fue una ofrenda hecha al numen para asegurar un futuro propici08•

7 J. Río-Miranda en hup:l /celtiberia.net/verrespuesta.asp?idp=1 0525. , SANCHEZ PAREDES 1976: 89.

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Felicitati

U rtialia . A-

P lidovi (filia/uxor?)

Sin embargo, tomando en cuenta la inscripción de Guadalcázar, es mucho más probable que se trate de un epitafio; además, el creciente lunar es un símbolo asociado habitualmente con las lápidas sepulcrales, no con las dedicatorias, y la consulta de los diversos inventarios epigráficos de Cáce­res9 confirma apabullantemente el aserto. Por último, un rápido vistazo a los corpora y bases de datos epigráficos revela que el culto a Felicitas fue un fenómeno marginal 10 respecto a la bien atestiguada popularidad (en todo el Imperio, en general, y en las provincias Hispanas, en particular) del nombre femeninoll, que incluye al menos un caso en la vecindad del propio Casar de Palomerolz• En cambio, a diferencia de lo que sucede con Felicitas, los otros dos antropónimos son insólitos y todo lo más que puede decirse de ellos es que apuntan a ambientes con nomenclatura poco romanizada13•

Debe subrayarse la extraordinaria similitud de formas, dimensiones, decoración y aparentemente, también de función, de los dos monumen­tos catalogados. y aunque la perplejidad de A. U. Stylow respecto a la forma del primero es infundada a tenor del hallazgo del segundo, no es menos cierto que ambos parecen casos aislados, sin posibles paralelos dentro y fuera de Hispania.

2.3. El «dintel» de Jaraíz de la Vera, Cáceres

Esto, sin embargo, no es del todo cierto porque, en 2007, uno de nos­otros (AGC) publicó una lista de los vestigios arqueológicos atribuibles a villae romanas hallados en las comarcas cacereñas del Campo Arañuelo y La Vera. Entre otros, se mencionaba el extenso asentamiento romano

9 ESTEBAN ORTEGA y SALAS MART1N 2003; ESTEBAN ORTEGA 2007; SANCHEZ ALBALA y VINAGRE NE­VADO 1998.

l' elL, III, 12664; VI, 31138-31149, 31174-31175; VIII, 991; IX, 1154. II SOLlN y SALOMIES 1994: 330; LORINCZ 1994: 137. 12 Para Hispania, vid. ABASCAL 1994: 360 al que debe añadirse elL, 11'/5,44", de Laja; el caso próximo al Casar de Palomero es elL, n, n7 = HURTADO DE SAN ANTONIO 1977 n. 334, de Mirabel, al sur de Plasencia. \3 Vid. NAVARRO CABALLERO y RAMfREZ SABADA 2003: 95, 348 S.v. Aplidov(i)us y Urtialia; por su parte, VALLEJO RUIZ 2005: 162, considera ambos nombres insólitos, dudando de la fidelidad de dibujo de A. Sánchez Paredes y sin conocer la foto que publicamos aquí.

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emplazado en la orilla derecha del río Tiétar a su paso por el término mu­nicipal de Jaraíz de la Vega, en el paraje que se conoce como Vega de Ja­raíz, donde explanaciones recientes para ampliar la superficie cultivada de tabaco han puesto al descubierto restos de cierta entidad, como los per­tenecientes a una tumba con un relieve figurativo, algunas inscripciones, restos de pavimentos musivarios, elementos arquitectónicos y de hidra­úlica y una pieza granítica (de la que entonces solo se daba a conocer la fotografía), que es comparable por su forma a la de Casar de Palomero14•

Ahora podemos ofrecer una descripción completa del monumento, que está realizado en una pieza de granito extraído de alguna de las abundantes canteras del piedemonte verato y cuyas dimensiones son 50 x 149 x 35 cm. Aunque fracturada en dos partes desiguales que siguen ajustando, la pieza se conserva completa y comparte algunos rasgos ya descritos anteriormente: dos bloques paraIepipédicos verticales (50 x 43 x 35), adornados en su frente con una doble línea incisa que enmarca el espacio donde se tallaron en alto­relieve sendos crecientes lunares con los cuernos hacia arriba. Ambos cipos están unidos por un travesaño de 63 cm de ancho y 30 de altura, de los que 6 cm corresponden al radio del bocel que corona ese elemento horizontal de sección rectángular. Al ocupar los crecientes lunares toda la superficie de los recuadros aludidos, no hay espacio para letreros, por lo que parece que esta clase de monumentos no requerían necesariamente un epígrafe (Fig. 4).

La pieza se encuentra actualmente en un domicilio particular, la Casa del Ribero Chico, a la derecha de la carretera del canal en dirección al pueblo de Valdeíñigos, en Jaraíz de la Vera.

2.4. El fragmento de Santibáñez el Bajo, Cáceres

En la discusión sobre la pieza de Casar de Palomero que se desarrolló en el foro de Internet antes citado, J. Río-Miranda recordaba que en 1981 había visto (y fotografiado) otra piedra parecida en la localidad cacereña de Santibáñez el Bajo, que está situada en tierras ribereñas del río Alagón, al sur del Pantano de Guijo de Granadilla y aproximadamente a la misma dis­tancia (una veintena de kilómetros) de Casar de Palomero, al Norte, y de las ruinas de Capara, al Este. Hacía notar igualmente que el nuevo ejemplar,

.. GONzALEZ CORDERO 2007: 95-96; la foto de la pieza en p. lO}.

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al que había prestado hasta entonces menor atención por carecer de letrero, era en «lo demás era exacto [al] del Casar, tanto en dimensiones (42 x 60 x 30 cm), como en su forma y decoración»; aunque nada se decía entonces de la cualidad de la piedra, suponemos que se trataba de granito.

A tenor de esa fotografía (Fig. 5), que ahora parece ser el único testi­monio disponible de la existencia de la pieza 15, se trata de la parte derecha de otro monumento del tipo que nos ocupa, solo que esta vez aparece de­corado en el centro del cipo con un rectángulo vertical inciso, cuyo lado superior es un medio círculo cóncavo, es decir, un creciente lunar con los cuernos hacia arriba. Dadas las circunstancias en que nos ha llegado la in­formación no hay certeza si lo conservado corresponde a forma original de la pieza o, por el contrario, es el resultado de la rotura de un monolito como el anterior; nuestra impresión, a la vista del nítido borde que se apre­cia en la fotografía, es que es más probable lo primero que lo segundo.

A través de la amable colaboración de Carlos García, Félix Barroso, que fue testigo del hallazgo y es un excelente conocedor de las antigüe­dades de su pueblo, nos ha enviado la nota que transcribimos, en la que recuerda las circunstancias de la aparición de la pieza y los que sabe acerca de su paradero actual:

Con respecto a la pieza arqueológica hallada en la dehesa de Santibáñez en el año 1981, me acuerdo perfectamente de ella. Apareció cuando varios obreros se dedicaban por orden del Ayuntamiento a sacar piedras, lamen­tablemente, en un yacimiento arqueológico, al que conocemos como "Pozo de la piedra", que se extiende a lo largo de varios cerretes que rodean a dicho pozo y a la llamada "Laguna Nueva". Los obreros sacaban piedras para adecentar caminos rurales. Junto a la pieza citada, salieron dos molinos de mano, de grandes proporciones, así como infinidad de fragmentos cerá­micos. Si mal no recuerdo, coincidió este hecho con mi primer año como profesor y en el que me nombraron corresponsal del diario HO Y. Por ello, envié un artículo a tal periódico, denunciando lo que estaba ocurriendo [ . . . ] La pieza -no lo sé con certeza- creo que fue fragmentada y se empleó para unas obras en una alcantarilla de un camino rural.16

15 J. Río-Miranda en http://www.celtiberia.net/imagftp/U5425-Anepigrafo-DeesaSantibañezBajo 1980.jpg.jpg. 16 F. Barroso, per till. 6-09-2010.

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2.5. La piedra «flotante» de Augustobriga, Bohonal de Ibor, Cáceres

Cada vez que se produce un acusado descenso del nivel del pantano de Valdecañas, emergen en sus orillas las ruinas de Talavera la Vieja, que se abandonó al embalsar el río Tajo. Lo interesante de esos vestigios es que muchos de ellos son reaprovechamientos de las construcciones aún más antiguas de Augustobriga, sobre la que se edificó el núcleo moderno. De este modo, los muros de templos y termas, porciones de las cloacas, algunos sepulcros y otros elementos edilicios reaparecen cada cierto tiempo en los años de aguas bajas.

Durante uno de esos periodos, entre los sillares, capiteles y tambores de columna de factura antigua que aparecen en la orilla, se ve otra pieza simi­lar a las que venimos describiendo y que se conserva íntegra (Fig. 6). Aun estando muy deteriorada por haber sido amortizada primeramente como sillar en la construcción de una vivienda moderna y luego, por el desgaste de las aguas, conserva varios detalles que la identifican: el bocel alomado en el vano, un resalte en uno de los laterales y el arranque de lo que parece fueron las jambas. También sus dimensiones se ajustan a las características del tipo, pues mide (43) x 97 x 28, teniendo el vano 46 cm de largo y las jam­bas 25,5 cm de anchura en su frente. Ahora mismo es imposible de­terminar si tuvo decoración o portó un letrero, porque estos ya no son apreciables, ya que una de las caras parece haber sido cincelada por com­pleto en época moderna y no debe descontarse tampoco el desgaste su­perficial producido por la exposición atmosférica y el paso del tiempo.

Como ya se ha explicado la pieza es todavía ocasionalmente visible en la orilla del pantano de Valdecañas, en el término de Bohonal de Ibor, Cáceres, donde fue identificada descrita y fotografiada recientemente por A. González Cordero.

2.6. El fragmento de Idanha-a-Velha, distrito de Castelo Branco

En el exterior de la Sé de Idanha-a- Velha, entre los sillares e ins­cripciones allí conservados, uno de nosotros Q.-V. Madruga) tuvo la oportunidad de fotografíar (Fig. 7) lo que parece ser una porción de otro monumento.

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Se trata en este caso de una fracción del travesaño y de su adjunto verti­cal. La irregular línea de rotura al final del elemento horizontal indica que este debía continuar del modo que ya se ha visto en piezas similares y es pa­tente que estaba rematado por un bocel cuyo radio es inferior a la anchura de la base. El extremo vertical carece de decoración o epígrafe y como en el momento en que se vió y fotografió nuestro único interés era la coinciden­cia de forma con la de Casar de Palomero, no hubo tiempo ni ocasión para describirla adecuadamente ni, por supuesto, había medios para comprobar si la cara oculta porta letrero o el acostumbrado creciente lunar. Ignoramos, por 10 tanto, si se trata de la porción derecha o izquierda del monumento pero, en cambio, estamos casi seguros que la de este carece de letrero, al existir un reciente y exhaustivo catálogo epigráfico de Igaeditania17•

2.7. Otra porción, de Malpartida de Cáceres

Gracias a la amable comunicación del propietario de la finca el Agui­jón, sabemos de otros dos nuevos ejemplares. La mencionada finca se en­cuentra al sur de Malpartida de Cáceres, al pie de la sierra de San Pedro, y está emplazada sobre un espigón formado por la confluencia del río Salar con el Ayuela. Allí, A. González Cordero tuvo ocasión de visitar, con la guía de su propietario, un conjunto de ruinas encadenadas a 10 largo de varias colinas y que resultaron ser los restos de un asentamiento rural romano que estuvo ocupado, a juzgar por las características de la cerá­mica recogida y de una exigua muestra de acuñaciones constantinianas, desde comienzos del siglo IV hasta la época visigótical8• Ligeramente aparte de la zona habitada del yacimiento, quedan restos de una necrópolis sobre un cerro vecino, donde son visibles algunos sillares con entalles y ta-11as diversas, un contrapeso de prensa olearia, la pieza que describimos (Fig. 8) Y otra de la que nos ocuparemos a continuación y que, por for­tuna, no solo está íntegra, sino que se conserva en su posición original.

Nos interesa ahora un bloque de granito ta11ado con la característica forma de L y que conserva su parte vertical y un poco de la horizontal. A pesar del estado de deterioro en que se encuentra, aún se aprecia en una

" Vid. SÁ 2007. 18 Este yacimiento fue consecuentemente inventariado por A. González Cordero en 1985 con motivo de la realización de la Carta Arqueológica de Extremadura para la Dirección General de Patrimonio de la Junta de Extremadura.

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de las caras una media luna (con los cuernos hacia arriba) en alto relieve; también se aprecia el característico remate alombado sobre el travesaño. También se trata de una pieza tallada ex profeso, no el resultado de la ro­tura de un bloque monolítico. Falta, pues, la porción derecha y al medir su simétrica 61 x (60) x 34 cm (la anchura del elemento vertical es 36 cm), el monumento completo debería de tener en origen 120 cm de ancho.

Debe hacerse notar que el batolito más cercano del que pudo extraerse el granito se encuentra a 5 km del lugar del hallazgo.

2.8. El «umbral» , también de Malpartida de Cáceres

Apenas a 15 m de donde yacía, tumbada, la pieza anterior, sobresale del suelo un bloque granítico al que los locales llaman «el umbral» por su forma. A diferencia de aquella, esta carece de cualquier decoración, pero sí tiene el habitual bocel que remata el tramo central y, sobre todo, se conserva íntegra. Sus dimensiones son 41 x 114 x 30; el vano entre las jambas mide 54 cm, 30 cm el frente de los cipos y la altura del travesaño son 34 cm, de los que diez corresponden al radio del bocel que 10 corona. (Fig. 9).

Lo importante de este monumento es que se encuentra posiblemente en su posición original o en una cercana a ella porque, anejo a él, son apreciables las alineaciones de piedras que marcan un recinto rectangu­lar de 163 x 124 cm, cuyo único vano está ocupado por la pieza que nos interesa. Aunque la falta de una excavación reglada impide un reconoci­miento más completo de la estructura, la somera limpieza de la zona re­veló dos muros alineados a continuación del «umbra!», uno montado a partir de una pieza monolítica de granito muy regular y otro, paralelo al anterior, aparejado con mampuestos de pizarra no tan regulares; el muro de la izquierda aparece interceptado por una piedra que al asomarse hacia el interior, sin otras que la continúen, impide saber si ejercía como cierre de un primer espacio, ya que un alineamiento de mampuestos totalmente irregulares continúa por el lado izquierdo a 10 largo de metro y medio. Se conservan al menos tres losas de pizarra que cubren parcialmente el suelo de uno de los lados y la esquina noreste, sugiriendo sugieren la existen­cia de enlosado. La estructura ésta orientada de Este a Oeste, de tal modo que el hueco con el «umbral» quedaría mirando al Ocaso (Fig. 10).

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2.9. Otros casos, dudosos o no comprobados

Reuniendo la información necesaria para esta encuesta, hemos trope­zado con determinados datos que no estamos completamente seguros que sean equiparables a los ya ofrecidos o que, por el contrario, nuestros comunicantes nos informan que sí lo son pero no hemos tenido oportu­nidad de comprobarlos de visu.

En el primer grupo entra de pleno derecho la referencia de un recien­tísimo artículo al hallazgo en 1919 «en la finca Arenal de Valdespino, en el sitio conocido como "Pedro Hurtado", a unos cinco kilómetros al norte de El Casar de Cáceres [ ... ] [de] otra pieza en forma de dintel cuyo paradero actual se desconoce», de la que más adelante se especifica que tiene «forma de dintel con arranque de dos jambas que tienen esculpidas una media luna y un sol»19. La noticia se cita en el contexto del redescu­brimiento reciente de la controvertida dedicación de L. Aemilius Procu­lus a los vicani Roud(ensesJ2°, que apareció en la fecha indicada junto al «dintel» la que aquí nos interesa en El Casar de Cáceres, una localidad si­tuada a unos 11 km al norte de la capital provincial.

Este hallazgo y el casi simultáneo del famoso tesoro de la Aliseda, insu­flaron tal entusiasmo en la Comisión provincial de Monumentos, que el debate sobre ambas invenciones, sus circunstancias y transcendencia se extendió durante varias de las preceptivas reuniones trimestrales del docto cuerpo e incluso, la transcripción oficial de un par de ellas llegó a publicarse entre los documentos oficiales del Boletín de la Academia de la Historia. Precisamente, en la sesión del 20 de marzo de 1920, se recoje la hipótesis de un erudito foráneo de que ambos hallazgos estaban relacionados, ya «que es de presumir que Lucio Emilio Próculo, que la costeó, para los habitan­tes del vicus no se contentase con una simple ara, sino que les construiría un edículo consagrado á alguna divinidad, probablemente indígena, al cual pudo pertenecer la piedra que tiene esculpidas la media luna y el sol y que sugiere la idea de un templete descubierto en el mismo lugar»21.

" ACERO PÉREZ 2008: 247 y 249. " Vid. HEpOI2291 1, con la bibliografía pertinente, un dibujo de A. Sánchez Paredes y las fotos re­cientes del altar. II La hipótesis era de M. Macías, Presidente de la Comisión de Monumentos de Orense, quien se la ma­nifestó por carta a sus iguales de Cáceres, como certifica el Acta de la Comisión (HURTADO 1 920: 91).

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En la primera referencia, a la que debe atribuirse cierta fiabilidad puesto que su autor parece haber consultado el fondo fotográfico y el Libro de Actas de la Comisión Provincial de Monumentos de Cáceres22, «dintel» y «arranque de jambas» son rasgos que aproximan lo hallado en 1919 con las piezas de este catalogado, porque el primero implica que se trataba de piezas monolíticas y segundo puede ser una forma de describir lo que en este trababajo -por falta de mejor teminología- se ha nombrado alternativamente como cipos, «umbrales» y elementos o extremos verti­cales. La cita con la opinión del erudito gallego es, con mucho, ambigüa, pero la supuesta existencia de un templete inclina a pensar que la piedra era un elemento arquitectónico de porte, posiblemente coincidente con lo se describe como un «dintel con arranque de jambas». Sin embargo, preferi­mos declararla dudosa hasta haber tenido la oportunidad de examinarla de visu o al menos, en fotografía, porque sus motivos decorativos (sol y luna), discrepan abiertamente con lo típico de nuesto catálogo.

En parecidas circunstancias se encuentran otros dos ejemplares halla­dos dentro de la zona de dispersión cacereña y de los que nos ha llegado noticia de su existencia: el primero, nos ha sido descrito como similar al de Santibañez el Bajo por un testigo cualificado y del segundo, al pare­cer encontrado en Capara o sus alrededores solo disponemos de una foto y el dato de que será publicado proximamente por su descubridor23•

3. A guisa de conclusión

Como punto de partida, del catálogo anterior se deducen dos conclu­siones obvias. La primera es el reparto espacial de los casos listados, que se concentran en la moderna provincia de Cáceres, lo que equivale, geo­gráficamente, a las comarcas ribereñas de una buena parte del curso medio del río Tajo. La traducción a términos antiguos es también simple: una porción de la provincia Lusitania correspondiente a los territoria de la colonia Norba Caesarina (Malpartida de Cáceres) y de los vecinos mu­nicipia de Capara, al norte (Casar de Palomero, Santibañez el Bajo);

22 ACERO PÉREZ 2008: 247, nota 2; muy posiblemente, la consulta de esas fotos despeje también otra aparente contradicción. 23 Según sendas noticias, per litteras, de Félix Barroso y de Jaime Río-Miranda.

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Augustobriga, al este (Bohonal de Ibor, Jaráiz de la Vera) y la civitas Igae­ditanorum, al oeste (ldanha-a-Velha). El único monumento excéntrico es, por ahora, el de Guadalcázar, en la orilla sur del Guadalquivir, y que se asigna corrientemente a la jurisdicción de Carbula, cuyo solar debió de estar próximo a la actual Almodóvar del Rí024 (Fig. 11). Esta conclusión geográfica, sin embargo, debe tenerse como meramente provisional a la vista de la corta muestra de testimonios que hemos reunido, pero que sin duda se ampliará en el futuro gracias a nuestro intento de catalogación.

Mayor entidad, en cambio, tiene el hecho incontestable de que todos los monumentos presentan rasgos homogéneos, tanto en lo que respecta a sus di­mensiones (como resume el Cuadro 1) como en sus características formales.

Cato Origen Tipo Alto Ancho Prof.

3 Jaraíz de la Vera, CC Monolito 50 149 35

5 Bohonal de Ibor, CC Monolito 43 97 28

8 Malpartida de Cáceres II, CC Monolito 41 114 30

2 Casar de Palomero, CC Piezas 45 111 27

1 Guadálcazar, Co Piezas 50 (61) 29

4 Santibáñez el Bajo, CC Piezas 42 (60) 30

6 ldanha-a-Velha, CB Piezas -- -- --

7 Malpartida de Cáceres 1, CC Piezas 61 (60) 34

Cuadro 1. Resumen del estado de conservación y dimensiones de las piezas

T odas son piezas de piedra local, granito mayormente, por ser el pre­dominante en los lugares de hallazgo de casi todos los monumentos (la excepción es la calcarenita fosilífera de cato n. 1). Y todas fueron talladas con una peculiar forma en U, bien en monolito o en dos mitades simé­tricas en forma de ángulo simétricos que componen la figura, cuyos ex­tremos verticales, siempre prominentes, son prismas rectángulares con remate plano o semicircular (cat. n. 1); el travesaño horizontal es tam­bién de sección prismática y suele terminarse con un característico bocel que se distingue con claridad en la mayoría de los casos.

,. Vid. STYLOW 1988: 1 16 a partir de un epígrafe (CI L, 11'/7, 728), encontrado en Almodóvar y con men­ción de los pagani pagi Carbulensis.

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Otro rasgo presente en casi todos los testimonios es el motivo lunar que decora los extremos verticales, de tal modo que tenemos tres casos con crecientes con los cuernos hacia arriba (cat. nn. 2-4) frente a otros dos con la media luna en posición inversa (cat. nn. 1 y 7); en los restan­tes, la falta de decoración puede achacarse tanto a la erosión (cat. nn. 5 y 8) como a la imposibilidad de comprobar ambas caras del monumento, sin que deba descartarse que la ausencia del ornato sea un rasgo inten­cionado. Por el contrario, el detalle a priori más llamativo del catálogo, la existencia de letreros, solo afecta a dos ejemplares, lo que obliga a tener en cuenta que esto no sea un rasgo esencial de la tipología, sino la conse­cuencia del uso secundario de las piedras, lo que puede -o no- haber coincidido con su función y finalidad originales.

En esos dos puntos reside la crux de la cuestión porque no parece haber ejemplos similares que aclararen qué eran y para qué servían estas piezas. Los dos letreros (cat. nn. 1 y 2) constituyen la diferencia al apuntar a prác­ticas funerarias: puede imaginarse sin dificultad que nuestras piezas fue­ron marcadores de tumbas pues no en vano guardan muchas similitudes con monumentos destinados a ese uso: con las cupae comparten el remate abovedado que hemos visto que es una característica común de nuestro grupo; y en los extremos verticales, con o sin epitafio, no es difícil ver los corrientes cipos sepulcrales adornados con símbolos lunares2s• Sin em­bargo, es precisamente esa combinación de características dispares la que, por resultar inédita, desconcierta a cuantos cognoscenti hemos presentado las fotos y dibujos del catálogo en busca de opinión y consejo.

No nos extraña, pues, que haya quienes, guiándose por las apariencias, piensen que se trata de elementos prefabricados y amados para uso arqui­tectónico; es decir, los «umbrales» y «dinteles» varias veces mencionados en páginas anteriores. Al tiempo, nos parece que algunas características de las piezas hacen improbable esa {uncíón: un umbraL sÍn c1avacortes es posible, pero resulta completamente impráctico un tranquero abom­bado que arriesga la pisada. Igualmente, las acanaladuras en la trasera del ejemplar de Casar de Palomera o la base ampliada del de Guadalcázar señalan que la necesidad de un buen buen asiento era una de cualidades del diseño de las piedras; pero lo que descarta absolutamente el uso de estas

25 Aunque corresponde a Otro ámbito geográfico, vid. a este respecto MARCO 1978.

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piezas como arquitrabes es el hecho incontestable de que algunas de ellas no fueran monolitos, sino que adquirieran la forma característica del grupo mediante la yuxtaposición de las dos mitades simétricas.

Se nos ocurre, sin embargo, que puede haber un término medio entre el adminículo sepulcral per se y la pieza arquitectónica o decorativa; esta posible explicación no solo liga forma y función, sino que también justifica parcialmente la concentración de ejemplos en territorio extremeño. Efecti­vamente, entre los vestigios antiguos más interesantes de Mérida se en­cuentran los llamados «Columbarios», dos edículas sepulcrales desenterra­das en 1926 y que ocupan solares enfrentados en una de las calles de la necrópolis sudoriental de la colonia. Uno de los rasgos distintivos de ambos sepulcros es el remate de los muros, que incluye merlones prismáticos en las esquinas y el centro de los muros y albardillas alomadas en los espacios in­termedios, como muestra la fotografía adjunta26 (Fig. 12). El perfil de esos remates es, a la vez, tan característico y tan similar al que ofrecen nuestras piedras que cabe preguntarse hasta qué punto estas no se inspiran en aque­llos, de tal modo que, sirviendo de tapa en una cista sepulcral, los «umbrales» o «dinteles» pudiesen sustituir simbólicamente las complejas y sin duda, más caras edículas capitalinas; es decir, la misma función que ahora se asigna a otro bien conocido y mucho más corriente monumento funerario, las cupae, cuya peculiar sección deriva, según opinan algunos, de que tratan de repro­ducir a escala el volumen y la forma de un mausoleo con boveda de cañón.

Nuestra hipótesis es compatible con el reparto geográfico de los casos conocidos hasta ahora, porque la influencia de la capital pudo llegar facil­mente a comarcas alejadas de su provincia en virtud de la jurisdicción am­plia y disgregada de la colonia y a que los testimonios disponibles proceden de lugares situados en la zona de influencia de dos grandes vías que condu­cían a Emerita Augusta, la llamada «Vía de la Plata» y la calzada ad Caesa­raugustam. No se puede aducir un camino famoso que justifique el ejemplo de Idanha-a-Velha, pero la participación de los Igaeditani entre los finacia­dores del puente de Alcántara indica claramente la existencia de un ramal que partía de la «Vía de la Plata» hacía Occidente27• Por último, respecto al caso excéntrico de Guadalcázar debe recordarse que, en época romana, están bien documentadas las relaciones existentes entre el Valle del Guadalquivir

26 Vid. MARCOS Pous 1961; BENDALA 1972; MARQUEZ PÉREZ 2006.

27 elL, n, 760.

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y la región llamada por los antiguos Baeturia, donde la colonia de los Au­gustanos Emeritenses mantuvo también intereses territoriales28•

Somos conscientes de que la hipótesis anterior no es más que un recurso de fortuna basado en concomitancias que algunos pueden considerar, con toda razón, que son circunstanciales. Pero no es menos cierto que el pro­greso del conocimiento humano se debe tanto a la disponibilidad de expli­caciones, sino también a la capacidad de detectar y sorprenderse ante lo

nuevo y lo injustificado, como hemos hecho en las páginas precedentes.

Post scriptum.- Entregados los resultados de nuestra encuesta y ha­llándose este volumen ya en proceso de publicación, descubrimos que se ha dado noticia impresa de otras dos piezas procedentes de Villar del Pedroso, en Cáceres que, por su forma, tamaño y decoración, claramente pertenecen a nuestro catálogo; si se nos pasaron por alto es debido a la recóndita publicación en la que se dio noticia de su existencia, en la que se clasificaron como verracos en mal estado de conservación o mutilados para otros usos. Vid. Gómez Díaz, R. y Santos Sánchez, M. ( 1998): «Es­culturas zoomorfas de Talavera y sus comarcas», en Homenaje de Tala­

vera y sus tierras a D. Fernando jiménez de Gregario, Talavera de la Reina, pp. 91-92, nn. 34-35 y figs. 29-30.

Igualmente, durante una visita a Robledillo de T rujillo, uno de nosotros (AGC) tuvo la oportunidad de ver y fotografiar otras dos piezas más, que proceden de diferentes lugares del municipio, cuyas dimensiones y estado de conservación son distintos y que ninguna tiene inscripción. Pero el dato más interesante es que el hallazgo de uno se produjo cuando, excavando el terreno, se dio con una pequeña estancia de planta cuadrada, solada con ladrillo macizo, en las que nuestras piezas servían de coronamiento.

Por último, entre los objetos encontrados durante las excavaciones que la Universidad de Salamanca realizó en la villa romana de Monroy (Cáceres) en 1971, aparecieron cuatro lápidas de las que los descubridores del yaci­miento ofrecen sendas fotografías en http://www.asociacionelbezudo. com/villaromana/ enlacesvilla/ epigrafia.htm# EPI G RAFfA (consultada el 28/1212010). Por lo que nos consta, tres de ellas permanecen inéditas y una, en la que se lee con certeza [- - -lTAL / [- - -lTALA VI F [- - - - - -l, parece

lS elL, II'/7, 671; para una explicación del fenómeno, vid. GÓMEZ-PANTOjA, 2001, 206-209.

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asimilable a las que hemos descrito porque tiene la forma escotada tan característica. Sobre el conjunto epigráfico de Monroy, vid. Esteban Ortega, J. (2007): Corpus de inscripciones latinas de Cáceres. vol. 1, Norba, Cáceres,

Universidad de Extremadura, pp. 170-171, que solo recoge una de las cua­tro inscripciones reflejadas en las fotos anteriores, n. 230; para el yacimiento donde aparecieron y sus características, además de la completa información recogida en el documento electrónico antes citado, vid. E. Cerrillo Martín de Cáceres et al. (1988): «Excavaciones en la villa romana de Monroy (Cáceres) 1981-1985», Extremadura Arqueológica 1, Mérida 1988, pp. 167-186 Y «La villa romana de Monroy», en Chavarría, A., Arce, ]., y Brogiolo, G. P. (eds.) (2006): Villas Tardoantiguas en el Mediterráneo Occidental, Ma­drid, Anejos del Archivo Español de Arqueología, pp. 197-206.

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