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Un desconocido Manual de Educación

Oct 16, 2021

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Un desconocido Manual de EducaciónSanitaria del Siglo XVII:

“Médicos Discursos y práctica de curar el Sarampión” de D. Francisco de Vargas

Machuca, 1694

Estudio, transcripción, notas y comentario:Miguel Rabí Ch.

VI

Historia de la Medicina Peruana

Edición especial conmemorativa del Septuagésimo aniversario de la creación del Ministerio de Salud del Perú (1935 – 2005)

Lima, 2005

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Serie: Historia de la Medicina Peruana, T. VI.

© Miguel Rabí CharaC. Tintoretto 238, Lima 41, Perú[email protected]

© Ministerio de SaludAv. Salaverry 8a, Lima 11, Perú

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú.N° 2005 - 4060.

ISBN. N° 9972-678-07-05

Imprenta del Ministerio de SaludAv. Salaverry 8a, Lima 11, Perú

Rabí Chara, MiguelUn desconocido Manual de Educación Sanitaria del Siglo XVII: Médicos Discursos y práctica de curar el sarampión, de D. Francisco de Vargas Machuca, 1694. Tomo VI, Historia de la Medicina Peruana.

HISTORIA/MEDICINA/ENFERMEDADES INFECCIOSAS/SARAMPIÓN/SIGLOXVII/PREVENCIÓN Y EDUCACIÓN SANITARIA/VARGAS MACHUCA, FRANCISCO/VIRREINATO/PERÚ/LIMA/

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CONTENIDO

Presentación por la Sra. Ministra de Salud, Dra. Pilar Mazzetti Soler, pág. 5

Preámbulo y estudio sobre el desconocido libro de D. Francisco de Vargas Machuca, Miguel Rabí Chara, pág. 7

Texto literal de la obra “Médicos Discursos y práctica de curar el sarampión” escrita por D. Francisco de Vargas Machuca, en 1694, pág. 49

Indice comentado de autores clásicos citados en la obra, pág.151

Terminología y definiciones de conceptos utilizados, pág. 170

Estrategia Sanitaria de InmunizacionesDirección General de Salud de las Personas.

Publicación especial conmemorativa del Septuagésimo aniversario de la creación del Ministerio de Salud del Perú (1935 – 2005)

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Presentación por la Sra. Ministra de Salud,Dra. Pilar Mazzetti Soler

Es motivo de doble celebración para el Despacho de Salud, en primer lugar la conmemoración del septuagésimo aniversario de la creación del Ministerio de Salud, como órgano rector, promotor e impulsor de la salud pública nacional, y en segundo lugar por la recuperación para la historiografía nacional y mundial de un importante libro de educación e higiene sanitaria, desconocido hasta hoy, que fuera elaborado en el año 1694 como medio de ayuda, enseñanza, prevención y protección de los pueblos indígenas contra las epidemias.

La función protectora de la salud pública nacional no se mide únicamente por las mayores cifras o volúmenes de asistencia, tratamiento, intervención, etc. registrados en nuestros hospitales y servicios; sino principalmente por la mayor penetración de las ideas y acciones sanitarias de higiene, prevención, educación y participación de la comunidad. Todo ello desde el núcleo familiar más remoto, la escuela, la organización social, laboral, industrial, comercial, etc. para reducir al mínimo posible la morbilidad, el acaecimiento de dolencias, los riesgos que afectan la vida y salud de las personas; siendo por consiguiente consecuencia legítima de una sociedad unida, firmemente cohesionada, integrada, con altos principios morales y sociales.

El riesgo de la enfermedad es por cierto inmanente al ser humano, como consecuencia de factores externos e internos propios de la vida diaria, de los actos de relación social cotidiana; para tratar de reducir o atenuar en lo posible estas contingencias, son fundamentales las medidas de educación e higiene sanitaria, de alimentación balanceada y seria, de reforzamiento y mejoramiento de las defensas personales, materiales y espirituales, con la finalidad de hacerlo menos vulnerable a las enfermedades, a las dolencias evitables y transmisibles.

Por todo lo anterior, nuestra preocupación por la mejor formación y preparación de la madre y del niño, para procurar el más completo proceso de crecimiento y desarrollo físico y espiritual, reduciendo en cuanto sea posible los índices de riesgo, de morbilidad, de acaecimiento de dolencias que pudieran ser evitadas y vencidas con tratamientos anticipados altamente previsores. Tal es la razón y fundamento de las acciones preventivosanitarias que impulsamos a nivel nacional; de las medidas

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de higiene y prevención de la salud que impartimos en todos los establecimientos de salud, de la educación sanitaria que a diario se realiza en todo centro o servicio sanitario por más distante y remoto que se encuentre, a cargo de los trabajadores del Sector, el elemento más importante para construir Salud, y de sus colaboradores, los agentes sanitarios.

El Manual que sigue nos permite recuperar nuestro pasado, base fundamental para proyectarnos al futuro, y nos confirma que el verdadero y efectivo espíritu de Educación para la Salud, se desarrolla en forma permanente en nuestro país, para beneficio de todos los peruanos.

Dra. Pilar Mazzetti SolerMinistra de Salud

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PreámbuloCelebramos este año 2005, el Septuagésimo aniversario de la creación del Ministerio de Salud en el Perú y por consiguiente, del desarrollo sistemático de la política organizada de protección de la vida y salud en el Perú. Con este motivo, expresamos nuestro más cordial saludo por este importante acontecimiento, retrotrayéndonos al año 1935 en que sobre la base de la Dirección General de Salubridad, un selecto cuerpo de profesionales y administrativos iniciara la trascendental andadura del nuevo “Ministerio de Salud Pública” vinculado primero con otras dependencias, y luego en forma autónoma, para cumplir las acciones de protección, promoción y recuperación de la salud de los peruanos.Largo ha sido el camino recorrido, no exento por cierto de dificultades y de asperezas, hasta llegar a conformar la actual estructura del Sector Salud, y de sus órganos regionales y desconcentrados; fue necesario previamente realizar intensas campañas contra las dolencias epidémicas y endémicas en las diferentes regiones del territorio, establecer la base asistencial funcional necesaria, así como introducir en la población los principios de la educación sanitaria (higiene, asepsia, sanidad colectiva), como factores fundamentales del desarrollo y mejoramiento de los pueblos.Si bien nuestro Ministerio de Salud celebra el 70° aniversario de su creación, la política social y sanitaria protectora trasciende esos límites, por acción de los héroes anónimos y olvidados, médicos, cirujanos, farmacéuticos, técnicos, auxiliares y administrativos, quienes desde los lejanos días de creación de los primeros servicios asistenciales, dieron su aporte personal y entrega a la protección, promoción y recuperación de la salud de las personas, sin limitaciones ni restricciones; no por caridad sino por derecho.Con motivo de las investigaciones realizadas sobre nuestro pasado sanitario, al considerar la extensa distribución de hospitales en el Perú de los Siglos XVI a XIX, la constante creación de nuevas y mejores instalaciones, las medidas de higiene, de prevención y de educación sanitaria, de los sistemas de agua y de desagüe, de formación de profesionales de la salud, de lucha sin tregua contra las enfermedades transmisibles (viruela, sarampión, paludismo, tuberculosis, etc), de las primeras medidas de aislamiento y de cuarentena para evitar los contagios y prevenir las epidemias, de la vacunación obligatoria, de las reglas de orden público

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y municipal dictadas para impedir los brotes epidémicos, el cuidado del aire, aguas, vida y bienestar de los pueblos, etc, no puede dejar de reconocerse la oportunidad y conveniencia de tan saludables medidas, sino además agradecer a nuestros antepasados por la forma cómo lograron forjar la nacionalidad mestiza peruana, superando distancias, diferencias y creencias, no obstante limitaciones.La organización sanitaria nacional y americana empezó a gestarse paralela a la constitución de las nuevas poblaciones, como consecuencia de la aparición de los primeros gérmenes patógenos, trasladados desde Occidente hacia el Nuevo Mundo; que ocasionaron pestes y epidemias desde fines del S. XV, con alta mortandad entre las poblaciones aborígenes, carentes de medios de defensa y de anticuerpos para combatirlas; constituyendo la primera y principal causa de la baja poblacional.Hubo intervención de médicos, cirujanos, boticarios, flebótomos, etc, que trataron por diversos medios de combatir las frecuentes epidemias que asolaban a los pobladores y autóctonos; prontamente la acción pública y la Iglesia, edificaron hospitales y casas de enfermería para la atención de los enfermos, trasladándose el concepto occidental del “nosokomion” de San Basilio, mediante la constitución de amplias salas o enfermerías con luz, ventilación y extensión, junto con los servicios básicos, para brindar asistencia, alimentación, cuidado espiritual, medicamentos y estancia sin límite a todos los que la necesitaban.Elocuente demostración de esta política fue la creación de una extensa red de establecimientos, que cruzaron nuestra América de norte a sur, desde el Siglo XVI en adelante, destacando en la zona meridional la enorme labor protectora del Arzobispo Fray Jerónimo de Loayza, así como la presencia de dos beneméritas Ordenes religiosas hospitalarias, primero los Juandedianos, y luego los Betlemitas, junto con el cuerpo de profesionales de la salud, y de las Hermandades de 24. Todos ellos asumieron con elevada responsabilidad la gestión de la salud pública, generando las bases de un nuevo desarrollo vital, “el derecho a la protección y cuidado de la salud” en la naciente estructura social de los pueblos americanos y en particular de nuestro país.Analizando en el tiempo transcurrido, la enorme cantidad de normas, Reales Cédulas, Órdenes, Constituciones, Ordenanzas, Decretos, visitas de control y tantas más aplicadas en el tiempo, observamos que se dio nacimiento al Derecho Sanitario, con reglas especiales y comunes de inexcusable cumplimiento, ordenamiento que

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no pudo nunca ser superado por las Beneficencias republicanas de notoria influencia francesa y orientación caritativa limitada, excepto por la actual normatividad del Sector Salud.En cuanto al Perú, el desarrollo sanitario iniciado en 1533 no ha tenido interrupción alguna desde entonces, conformándose una enorme red de servicios como hospitales, casas enfermerías, recogimientos, centros de convalecencia y recuperación, albergues, residencias de inválidos e incapacitados, etc, con protección integral de la persona desde el nacimiento hasta la sepultura, y cuyo estudio integral sobrecoge por la enorme dimensión social, política y espiritual que gravitó sobre la sociedad peruana. Hoy es precisamente fiel representación de ese esquema integral nuestro Ministerio de Salud y la política nacional de salud cuyo objetivo esencial es la protección y cuidado de la salud de toda la población.

-0-La Salud pública y Religión estuvieron estrechamente unidas en la cobertura de las necesidades humanas, tanto en la América del Norte con eje principal en México, como en la América Meridional con Lima, centro irradiador y difusor de la política social. En nuestro caso, como hemos expresado, el más alto representante es Fray Jerónimo de Loayza, benefactor de los naturales y fundador del Hospital de Santa Ana; seguido de una enorme cantidad de religiosos y particulares (donantes, aportantes, benefactores) vinculados con la salud pública; al que agregamos un conjunto de profesionales de la salud, que en una etapa determinada de su vida se hicieron religiosos, compensando con alta espiritualidad su actividad terrenal y su preocupación por la salvación de sus almas. Ejemplos verdaderamente notables y dignos de destacar, como el del ilustre médico y maestro que exhumamos ahora, después de más de 300 años de olvido.Reservamos para estudio especial la sin igual labor asistencial de las Órdenes Hospitalarias de San Juan de Dios y de los Betlemitas, dada su gran importancia y connotación social, y contraemos nuestro comentario a los médicos y cirujanos que en las cuatro centurias pasadas tomaron el estado religioso, más continuaron cumpliendo con el juramento hipocrático, de luz y verdad de la ciencia y del arte curativo. Merece mencionar a dos célebres médicos peruanos que estuvieron próximos a dar este trascendental paso; Hipólito Unanue y Pavón y José Manuel Valdés y Cabada; el primero, Padre de la Medicina Peruana, iniciador del Real Anfiteatro Anatómico de

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San Andrés y creador del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando; el segundo, destacado maestro, médico y cirujano, Director del Colegio, autor de importantes obras científicas, religiosas y literarias, cuya memoria y obras debemos rescatar por ser paradigma para las generaciones presentes y venideras. Los médicos que recibieron las órdenes sagradas, continuaron en el ejercicio profesional y en el dictado de sus Cátedras de Medicina en la Real Universidad hasta su fallecimiento. Citamos algunos: Melchor de Amuzgo (1615), Pedro de Requena y Momblanco (1640), Jorge Vargas de San Pedro (S. XVI), José de Fontidueñas y Carrillo (1711), Pedro Pavón y Salgado de Araujo (1760), Juan de Avendaño y Campoverde (1711), Juan Espinosa de los Monteros (S. XVII) y Francisco de Vargas Machuca (1690) (autor de la obra que comentamos). Tuvieron importante actuación en la enseñanza y en la formación profesional de médicos y cirujanos; algunos ascendieron por concurso oposición a la Cátedra de Prima de Medicina, que llevaba anejo el cargo de Protomédico, función vitalicia que a modo de Ministerio de Salud, ejercía control sobre los profesionales de la salud, autorizaba el ejercicio de médicos, cirujanos, boticarios, etc; inspeccionaba boticas, fijaba aranceles, dictaba medidas de asistencia, cuarentena, control de epidemias, etc., además de realizar estudios e investigaciones sobre la utilización y empleo de productos naturales del país.Si hubiéramos sabido conservar los archivos históricos del Protomedicato como los de los hospitales y otros más, desde su establecimiento formal en 1570 con el médico y maestro D. Antonio Sánchez de Renedo hasta su extinción en 1848, tendríamos una completa información de casi tres centurias sobre importantísimos temas: exámenes tomados a médicos, cirujanos, boticarios y otros auxiliares, autorizaciones de ejercicio, prohibiciones y medidas limitativas, control de farmacias y de expendio de medicamentos, estudios realizados en todas las regiones del territorio patrio, etc, y podríamos contar con plena información sobre la labor médica particular y sobre el control de enfermedades, llenando los grandes vacíos y lagunas que actualmente poseemos; como secuela de la indiferencia, ignorancia, belicismo y expoliaciones, que cual monstruos apocalípticos han lesionado gravemente la Historia Social de nuestra Patria.Confirmación de estas circunstancias, es la obra desconocida educativa y sanitaria del médico limeño D. Francisco de Vargas Machuca, quien siendo desde 1690 Catedrático de Método de Curar o de Arte Galénico en la Real Universidad de San

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Marcos de Lima y médico titular del Hospital de San Bartolomé, destinado a la gente de color, le correspondió en 1693 hacer frente a la terrible epidemia de sarampión iniciada en la zona norte del Ecuador, que arrasó toda la costa y parte de la sierra peruana, y desapareció en las zonas altas bolivianas, produciendo elevada mortandad y miles de afectados por las fiebres y enfermedades subsecuentes.. Como secuela de su eficiente intervención en la atención de los afectados, D. Francisco fue encargado de escribir un Manual o guía médica preventiva sobre la enfermedad, incluyendo consejos y recomendaciones, medidas de cuidado y fórmulas de tratamiento de libre uso y aplicación por las poblaciones indígenas del territorio nacional. Su obra “Médicos Discursos” viene a ser el primer Manual de Medicina e Higiene Sanitaria que se distribuyó en todos los confines del Virreinato en 1694, con resultados altamente positivos. Esta importante medida social preventiva ha permanecido ignorada y no considerada en la historiografía médica y social; que ahora recuperamos en el presente 70° aniversario del Ministerio de Salud, con legítimo orgullo y satisfacción.Hemos encontrado huellas aisladas y referencias dispersas sobre la obra de D. Francisco de Vargas Machuca; hemos verificado la inexistencia del texto en los repositorios más importantes de la Ciudad de Lima, incluyendo librerías de Conventos, Monasterios, hospitales, particulares, etc., con la única excepción de su mención en el inventario de libros de D. Cosme Bueno (1798), el sabio maestro de muchas generaciones y preclaro orientador de nuestro Hipólito Unanue.En cambio, el “Discurso de la enfermedad del sarampión”, que escribiera el Catedrático de Prima y Protomédico D. Francisco Bermejo y Roldán, amigo y benefactor de nuestro médico, impreso en Lima meses antes del anterior (enero de 1694), sí se encuentra en la Biblioteca Nacional del Perú y en algunas instituciones del exterior; a las que debimos acudir en la empeñosa búsqueda realizada.Finalmente ubicado fuera del ámbito nacional, un solo ejemplar de los “Médicos Discursos” escritos por D. Francisco de Vargas Machuca, fue preciso obtener una copia en microfilm con miras a editar un facsímil; lo que no fue posible debido a los insalvables defectos del original hallado. Fue preciso transcribir literalmente el texto; con considerable dificultad en la descifración de las abreviaturas y de los nombres en latín de los numerosos autores citados, que cuidadosamente fueron analizados.

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Concluído este proceso, constituye especial satisfacción para el suscrito, dedicado durante muchos años al estudio e investigación de la Historia de la Medicina Peruana, entregar a nuestro país en vía de legítima recuperación, una de las más importantes obras de Medicina e Higiene Sanitaria, escrita por el médico limeño D. Francisco de Vargas Machuca; y haber logrado su transcripción, concordancias y aclaraciones, facilitando su accesibilidad a estudiosos, investigadores, especialistas nacionales e internacionales, y por consiguiente de incremento para la cultura nacional. Así lo sentimos y lo expresamos, al lograr el rescate de valiosas obras de la historiografía médica y social del Perú, perdidas, expoliadas, abandonadas que hemos iniciado; y que continuaremos sin desmayo con empeño y dedicación, para reconstruir la memoria histórica de nuestro país y sentirnos orgullosos de nuestro rico pasado confluyente en el presente mestizaje, con plena seguridad de nuestro destino y de la alta misión que nos corresponde cumplir en el mundo.La oportunidad no puede ser más propicia en este año que celebramos el 70° aniversario del establecimiento del Ministerio de Salud, del gran sistema de protección de la salud de todos los peruanos. La labor profesional del médico D. Francisco de Vargas Machuca encuentra al fin su justa consagración, como valioso promotor de la Medicina Preventiva y Curativa, con su Manual de Educación Sanitaria e Higiene, que nos recuerda las grandes necesidades sociales y morales de nuestro país y la importancia de su solución en acción concertada de la sociedad en todos sus estamentos. Sigamos este ejemplo y actuemos con intensa pasión y energía en la lucha contra las enfermedades, por la vida y salud de todos los seres humanos.Expresamos nuestro particular reconocimiento al dignísimo Maestro Profesor Emérito Dr. Francisco Guerra por las brillantes e ilustrativas orientaciones brindadas; y asimismo a los expertos y técnicos de la Biblioteca Histórica “Marqués de Valdecilla” de la Universidad Complutense de Madrid, quienes eficaz y generosamente han contribuído al esclarecimiento de las dudas y a la verificación de las obras clásicas de referencia, con los sistemas y equipos técnicos más avanzados. Sin ellos no habría sido posible concluir esta obra.A la señora Ministra de Salud, nuestro especial agradecimiento por sus emotivas frases y por su noble y generoso auspicio por la difusión de este estudio, coincidente con la feliz celebración nacional del 70° aniversario del Ministerio de Salud, al servicio de la salud de todos los peruanos.

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AntecedentesEn el año 1693 el Virreinato del Perú fue azotado por una fuerte epidemia de sarampión que cobró numerosas vidas. Por entonces, era Protomédico y Catedrático de Prima de Medicina el limeño don Francisco Bermejo y Roldán (1640 - 1713), quien por encargo del Virrey Conde de la Monclova, escribió a modo de informe el “Discurso de la enfermedad del sarampión” impreso en 1694 en Lima. En forma simultánea el médico limeño y Catedrático de Método y Arte Curativo de Galeno, D. Francisco de Vargas Machuca (1656-1720), colaborador personal y amigo de Bermejo, con destacada intervención en esta epidemia, escribió un estudio detallado sobre la dolencia a manera de guía o manual curativo (“Médicos Discursos”) con fórmulas y recomendaciones para el tratamiento, que igualmente fue impresa en Lima el mismo año de 1694.La bibliografía nacional e internacional mencionan escasamente la existencia del impreso limeño de 1694, de D. Francisco de Vargas Machuca(1). En las investigaciones que venimos realizando sobre Historia de la Medicina Peruana, al reseñar la crónica del Hospital de San Bartolomé de la gente de color, hemos tenido ocasión de destacar la personalidad de este médico y religioso, por la especial intervención que le correspondió al pronunciar la Oración Panegírica al Apóstol San Bartolomé el día 24 de agosto de 1693, en la ceremonia inaugural de las obras de reconstrucción del establecimiento que llevó a cabo su Mayordomo Sargento Mayor Manuel Fernández Dávila; documento que por su importancia e inaccesibilidad hemos editado con notas y comentarios biográficos de su autor. Ampliando nuestras investigaciones con nuevas referencias, venciendo todo género de obstáculos, hemos logrado encontrar fuera del Perú, un ejemplar del estudio sobre el sarampión que escribió D. Francisco de Vargas Machuca, olvidado como muchos otros importantes impresos de nuestro rico pasado histórico, y que ahora finalmente tenemos la satisfacción de recuperar para el mundo de la ciencia y de la cultura. El epígrafe completo de la obra es el siguiente:“Médicos discursos y práctica de curar el sarampión y el fatal morbo que sobrevino en estado de convalecencia a los que lo padecieron el año pasado de (16)93. Y método fácil de remediar algunas enfermedades que pueden acaecer en la sierra, con la esencia y causas de las verrugas regionales y patrias, y modo de curarlas.”

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Dada la considerable amplitud del tema, en el presente estudio reseñamos en forma sintetizada la labor social y asistencial de D. Francisco de Vargas Machuca durante la epidemia de sarampión en 1693, los métodos curativos empleados, las recomendaciones sanitarias y en especial, las reglas desconocidas dictadas para el tratamiento de las verrugas que se padecían en las sierras del Perú; adicionado de un análisis comentado de la bibliografía médica y una extensa terminología utilizada por este destacado profesional; colaborador de D. Francisco Bermejo y Roldán; y que en los años postreros de su existencia fue elegido como Catedrático de Prima de Medicina y por consiguiente Protomédico General del Perú, superando numerosos obstáculos y dificultades, como veremos más adelante.

Información de José T. Polo sobre la epidemia de sarampión. (1ª)Del estudio realizado sobre las epidemias producidas en el Perú. hecho por este autor peruano, tomamos la siguiente referencia: “La terrible epidemia de sarampión que comenzó en Quito en 1692, que siguió allí en 1693 y que recorrió este último año y aún el de 1694 las provincias y ciudades de Lima, Huamanga, Cusco, Arequipa y Charcas, hasta Potosí, fue causa de gran mortandad y duró poco más de un año. Unanue la menciona, junto con otras epidemias del mismo sarampión, en su obra “El clima de Lima”.

“Sobre la calidad, causas y curación del mal, escribió un folleto el Protomédico Dr. D. Francisco Bermejo y Roldán, y lo imprimió en 1694 por orden del Virrey Conde de la Monclova, con el título de “Discurso de la enfermedad Sarampión experimentada en la Ciudad de los Reyes del Perú.... Lima, imprenta de José de Contreras y Alvarado” 4°, con 14 hojas n.n., una de ellas con el escudo de armas del Virrey y 48 páginas de texto.

“El Dr. D. Diego Herrera que combatió en Quito la epidemia, daba con éxito al principio de la curación, una onza de pulpa de cañafístula, y salvó así más de 500 indios. Los médicos aquí no se atrevían a emplear ese tratamiento.”

José T. Polo al igual que H. Valdizán, Juan B. Lastres, C. E. Paz Soldán y otros estudiosos nacionales, únicamente mencionan el texto escrito por D. Francisco Bermejo y Roldán, pues desconocían la existencia del impreso de D. Francisco de Vargas Machuca.

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Informaciones bibliográficasPocas referencias hemos encontrado en la historiografía nacional e internacional sobre este impreso “Médicos Discursos”, como puede verse seguidamente:1° Antonio Palau Dulcet, en el Manual del Librero Hispanoamericano(2), textualmente dice: “Vargas Machuca (Francisco de): Médicos discursos y Práctica de curar el sarampión; y el fatal morbo que sobrevino en estado de convalecencia a los que lo padecieron el año pasado de 93. Y método fácil de remediar algunas enfermedades... Impreso en Lima por Joseph de Contreras y Alvarado, año de 1694”. Únicamente señala las características de la obra: en 4°, con 12 hojas de introducción y aprobación y 60 folios.2° D. Francisco Guerra en su importante “Bibliografía Médica Americana y Filipina”(3) menciona con precisión los Discursos Médicos; y en su obra “Epidemiología Americana y Filipina” al tratar técnicamente de la epidemia del sarampión de 1693 expresa literalmente que “ Francisco de Vargas Machuca (1650-1720) publicó con este motivo la “Práctica de curar el Sarampión” impresa en Lima en 1694.”3° Hipólito Unanue en sus Observaciones sobre el clima de Lima (4) es el único autor que cita reiteradamente la obra de D. Francisco de Vargas Machuca, al estudiar las diversas enfermedades que afectaron a la población desde la fundación de Lima en 1535; lo que demostraría su conocimiento y lectura del texto impreso. Sin embargo, no hemos encontrado el libro en el inventario de su librería personal que realizó su hija Rosa en 1833; por el contrario, lo hemos hallado entre los 587 volúmenes inventariados de la biblioteca del sabio D. Cosme Bueno en 1798, destacado médico y maestro de Unanue y de muchas generaciones de profesionales. 4° Hermilio Valdizán investigador de la Medicina Peruana, se limita a reproducir en sus Apuntes para la Bibliografía Médica Peruana (5) en breves líneas la mención que hace Hipólito Unanue, copiada precedentemente; lo que confirma que nunca tuvo a la vista ni conoció este tratado médico.5° De otro lado, los notables estudiosos de la Historia de la Medicina, Anastasio Chinchilla y Antonio Hernández Morejón en sus respectivas obras, no hacen mención alguna al estudio de D. Francisco de Vargas Machuca. 6° José Toribio Medina en su obra “La Imprenta en Lima” no hace referencia alguna

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a esta obra; cita tan sólo las dos conocidas: Oración Panegírica sobre el Hospital de San Bartolomé y el homenaje a Santa Rosa de Lima.

Libros clásicos utilizados en la Universidad de Lima, desde 1571

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Descripción de los “Médicos Discursos”Cuatro importantes médicos de la Ciudad de Lima informan sobre este libro, luego de haberlo leído con detenimiento, se pronuncian por su aprobación y su correspondiente impresión, como se advierte en los cuatro dictámenes previos, requisito obligatorio para la decisión de las autoridades civiles y religiosas. Estos cuatro destacados médicos, fueron distinguidos maestros del Claustro de la Real Universidad, y cuyas biografías se incluyen como anexo de esta obra; ellos son: Francisco Bermejo y Roldán, Bernardo Yáñez, Francisco Ramírez Pacheco y Joseph de Avendaño.Examinemos ahora la estructura de este impreso de 1694, que como hemos mencionado no consigna J. T. Medina (6): 1° Dedicatoria al Arzobispo de los Reyes, D. Melchor de Liñán y Cisneros, quien ejerció el cargo de Virrey del Perú desde 7 julio 1678 hasta 20 noviembre 1681. 2° Aprobación del Dr. Francisco Bermejo y Roldán, Catedrático de Prima de Medicina y Protomédico General del Reino del Perú, de 4 octubre 1694. 3° Parecer del Dr. Francisco Ramírez Pacheco, Catedrático de Filosofía Magna y después de Vísperas de la Universidad de Sevilla, médico de cámara del Virrey Conde de Santisteban (31-7-1661 a 17-3-1666), por entonces Decano en la Real Universidad de San Marcos de Lima.(4 setiembre 1694). 4° Licencia de impresión concedida con fecha 11 de octubre de 1694, por el Superior Gobierno del Virrey Conde de la Monclova (gobernó desde 16 agosto 1689 hasta 22 setiembre 1705). 5° Aprobación del Dr. Bernardo Yáñez, médico graduado en la Facultad de Medicina de la Real Universidad de San Marcos (8 octubre 1694). 6° Licencia del Ordinario concedida por el Arzobispo de los Reyes don Melchor de Liñán y Cisneros en 15 octubre 1694. 7° Aprobación del Dr. Joseph de Avendaño, Catedrático de Vísperas de Medicina en la Real Universidad de San Marcos de Lima (16 octubre 1694). 8° Prólogo del autor dirigido al lector. 9° Propuesta historial del accidente (enfermedad) que en este Discurso se

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trata, que corresponde al mes de octubre de 1693; reproducimos los epígrafes: 10° Primer Discurso. Parte I. 1. Propónese la esencia del sarampión. 2. En que se proponen las causas más comunes del sarampión y su modo de engendrarse. 3. Propónense algunas deducciones de lo dicho, para mayor inteligencia de la naturaleza y causa del sarampión, reduciéndolo a alguna especie de morbo. 4. De los signos más comunes del sarampión y de su pronóstico. 5. En que se propone ser la constitución de máculas y rubor de rostro y cuerpo que ha corrido en esta Ciudad, el sarampión y no otro accidente. 6. Refiérense los accidentes de mayor entidad que han acompañado en esta ocasión y no en otra al sarampión para la mejor curación y reparo de ellos. 11° Parte II. 1. De la curación regular y común del sarampión. 2. De la primera indicación que consiste en atemperación de los humores y curación de la fiebre a quien sigue el sarampión. 3. En que se proponen algunas dudas y se satisfacen, acerca de la debida ejecución de la sangría más en particular. 4. De la expurgación de los humores por medicamento purgante y de las ayudas. 5. De la atemperación de los humores y corrección de la destemplanza caliente hecha por los medicamentos. 6. De la segunda indicación curativa, que consiste en ayudar al movimiento hecho por la naturaleza al ámbito del cuerpo. 12° Parte III. 1. De la última y tercera indicación que consiste en corregir los accidentes que sobrevienen; defendiendo las partes de la malicia de los humores a ellas arrojados o de los daños que se pueden causar en ellas. 2. De la cualidad maligna que ha acompañado al sarampión y de su corrección. 3. De los vómitos y ansias que siguieron al sarampión. 4. De las inflamaciones de la garganta, boca, encías y ojos. 5. De los cursos de sangre, de cólera, quilosos y serosos. 6. De los dolores de costado con tos molesta. 7. Del socorro de la debilidad y falta de fuerzas que tuvieron los enfermos. 8. De la frialdad de los extremos y del delirio. 9. En que se proponen algunas notas para mayor inteligencia de todo lo dicho en este discurso. 10. En que se proponen algunas razones que movieron a cumplir con la indicación de incrasar en algún modo los humores tenues, que en la presente constitución causaron el sarampión. 11. Propónese caso práctico para la aplicación de las doctrinas ya dichas y su mayor inteligencia. 13° Discurso segundo. Parte IV. 1. En que se describe la esencia del fatal accidente que sobrevino a los convalecientes del sarampión. 2. De las causas

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particulares por las cuales se hizo más común dicho accidente en la presente ocasión después del sarampión. 3. En que se propone la curación precautoria de este accidente lipírico. 4. De la curación radicativa de este accidente. 5. Del socorro de la frialdad externa. 6. De la ablación de la causa del morbo a quien sigue dicho accidente. 7. Del socorro y atemperación de las partes internas. Ultimo. En que se proponen algunas dudas pertenecientes al mayor alivio de los convalecientes y de los enfermos, así del sarampión como de otro accidente. 14° Discurso tercero. Sobre la esencia regional y patrio de verrugas y de su curación. Según las reglas del mejor método observado y reducido a principios de la Medicina Galénica. Introducción. 1. En que se propone la definición y descripción de las verrugas. 2. De las diferencias de verrugas y de sus signos. 3. De las causas efectivas y material de las verrugas en cuanto regionales. 4. De la curación precautiva de las verrugas. 5. De la curación radical de las verrugas. 6. De la corrección del vicio de los humores y coadyuvación del movimiento de la naturaleza. 7. De la destrucción de las verrugas en cuanto tumores. 15° Receta del cáustico admirable y experimentado para las carnosidades de la vía de la orina.

Comentario Nuestro autor divide su obra en tres grandes discursos o secciones; los dos primeros están dedicados a la curación del sarampión y al tratamiento de la fiebre de los convalecientes, el tercero exclusivamente se contrae a las verrugas de la sierra del Perú y a los métodos de su asistencia y curación; adicionando al final una receta para tratar “las carnosidades de la vía de la orina”, proporcionada por un sacerdote, por entonces ya fallecido, quien en vida difundió el uso de este medicamento.Es necesario considerar que los “Médicos Discursos” fueron redactados previsoramente por D Francisco de Vargas Machuca, para uso de los naturales del Perú, especialmente de quienes vivían en los lugares más alejados, para que siguieran puntualmente las indicaciones, régimen de descanso, alimentación y en especial las fórmulas magistrales que consigna, al no disponer de médico ni cirujano competente, por hallarse a gran distancia de los hospitales habitualmente situados en las principales poblaciones.

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Recordemos que durante muchos años, D. Francisco de Vargas Machuca (7) se desempeñó como médico titular de los Hospitales de Santa Ana de los Naturales y de San Bartolomé de los morenos, así como de la Enfermería del Convento de San Francisco y de otros Monasterios; en forma paralela dictaba la Cátedra de Método y Arte Curativo de Galeno en la Real Universidad de San Marcos de Lima; en todo tiempo fue eficaz colaborador del Catedrático de Prima de Medicina y Protomédico General D. Francisco Bermejo y Roldán, y en especial durante el proceso de la epidemia del sarampión, como reiteradamente expresa en su obra; habiéndole correspondido dirigir las “anatomías” o sea las autopsias de los fallecidos (que realizaban los cirujanos), para determinar con precisión la causa del deceso, cuyos resultados se consignan en la obra que comentamos. Aquí encontramos el antecedente de la creación de la Cátedra de Anatomía establecida en Lima, primero en 1711 y ratificada en 1723. con la que se completaron las cuatro principales de la Real Universidad de Lima: Prima, Vísperas, Método y Anatomía; y a su vez que dio fundamento a la edificación del Anfiteatro Anatómico en el Hospital de San Andrés, dispuesta por Real Cédula de 25 de julio de 1753 pero terminado y en ejercicio desde 1792; y unos años más tarde, a la creación del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando en 1808, merced a la preocupación científica del sabio peruano Hipólito Unanue, con el apoyo y auspicio del Virrey don José Fernando de Abascal y Sousa. Véase pues la estrecha relación que tiene esta obra primero con el Arte Galénico o método de curar; con las prácticas anatómicas o autopsias realizadas en Hospitales de Lima, para determinar la causa de fallecimiento; con el inicio organizado y técnico de los estudios de Anatomía por intermedio de las Escuelas Prácticas de Medicina y Cirugía existentes en los Hospitales Mayores de la Ciudad, una de ellas precisamente en el Hospital de San Bartolomé, donde destacaron importantes cirujanos de color o pardos, bajo la dirección de D. Francisco de Vargas Machuca y posteriormente de Francisco Matute (el Gran Matute), Tomás Obregón, Mariano Faustos hasta llegar al célebre José Pastor de Larrinaga, propulsor y defensor del gremio, autor de la obra “Apología de los Cirujanos del Perú” (Granada 1791).

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La situación sanitaria en 1693La historiografía médica merced a destacados estudios e investigaciones realizadas, reseña además de otras dolencias a las que no nos referiremos, la existencia de numerosas epidemias de sarampión producidas en el Perú desde 1558 en adelante, en unos casos aislada y en otros en forma paralela con las enfermedades principalmente virósicas, como fueron las producidas en los años 1588, 1590, 1597, 1606, 1618, 1628, 1634-35, 1693-94, 1731, 1784, 1786-87, 1789, 1795, 1801, etc. Fue la del sarampión junto con la viruela la que con más frecuencia asoló el Virreinato del Perú, causando numerosas víctimas, como nos lo recuerda el Profesor Francisco Guerra.(8) : “La cronología epidémica americana va a confirmar que fueron las enfermedades de origen viral, desconocidas en el Nuevo Mundo antes del Descubrimiento, las que ocasionaron las epidemias con la mortalidad colectiva más elevada” (9) Así pues la epidemia de sarampión que gravitó sobre el Virreinato del Perú entre los años 1692 y 1693, encuentra su correspondiente origen y posterior secuencia con la de Puebla en México, Santa Fé en Nueva Granada, Venezuela y Quito producida esta última en 1692.Veamos seguidamente la definición del sarampión que nos hace el Profesor. D. Francisco. Guerra:“Es una enfermedad infecciosa exantemática producida por un virus de mediano tamaño que no parece tener variaciones antigénicas. El virus del sarampión humano está relacionado antigénicamente con el virus del moquillo del perro y el de la rinderpest del ganado vacuno. El sarampión es en extremo contagioso y tras un periodo de incubación de 10 a 12 días origina un cuadro febril, malestar general, dolor de cabeza y mialgia y se manifiesta sobre todo en los niños, por exantemas e inflamación catarral de los ojos y las vías respiratorias dos a cuatro días después de iniciado el síndrome; pasados algunos días aparecen unas manchas blancas, llamadas de Koplik, en la mucosa bucal, que facilitan el diagnóstico. Su mortalidad es muy baja en la actualidad, salvo la aparición de encefalomielitis, neumonías u otras complicaciones, pero en poblaciones vírgenes como ocurrió en América, su mortalidad se aproxima a la que tiene la viruela.“Conviene agregar que durante muchos siglos, probablemente desde la invasión de los árabes, el sarampión fue evolucionando en España como una enfermedad infantil

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que cursaba de forma benigna y sin apenas mortalidad.” (10)Las investigaciones médicas tendientes a combatir o tratar de reducir la incidencia del sarampión en Europa fueron constantes durante el S. XVIII, en la misma forma que para la viruela; entre los primeros Chinchilla menciona al médico escocés Francisco Home quien en 1757 realizó pruebas en doce niños, aplicándoles un algodón empapado en sangre de una persona atacada de sarampión, mediante un corte realizado en el brazo, dejando antes que fluyera la sangre; sin embargo esta operación no produjo más accidentes que un ligero lagrimeo y frecuentes estornudos en los niños, sin provocar la tos ni la enfermedad. Eran los inicios de la investigación o observación científica del Siglo XVIII (11). Como puede advertirse se trata de acontecimientos realizados después de las grandes epidemias. Más, volvamos a nuestro profesional limeño, quien por entonces ejercía la Cátedra de Método de Galeno o de Arte Curativo en la Real Universidad de San Marcos y era médico titular de dos Hospitales Mayores de la Ciudad de los Reyes. Estamos frente a un profesional y religioso plenamente dedicado, cultivado en el saber científico del Siglo XVII, con una considerable y hasta excepcional colección de libros que demuestra conocer; que profundiza las grandes teorías médicas, que siguió rigurosamente las medidas preventivas o precautorias sanitarias y asumió en forma personal el tratamiento y curación de los epidemiados, cuyo fruto y consecuencia fue la preparación de su obra “Médicos Discursos” como guía preventiva orientadora de las personas en el Virreinato del Perú. D. Francisco de Vargas Machuca al igual que su amigo y colega el Catedrático y Protomédico D. Francisco Bermejo y Roldán, junto con muchos otros profesionales más, no fueron ajenos a las hirientes críticas del Poeta de la Ribera Juan del Valle y Caviedes (12). Recordemos que Vargas Machuca expone en su obra la conveniencia de consumir alimentos simples, naturales y cocidos que no causen molestia ni perturbación a los enfermos, proscribiendo entre otros el consumo del pepino con razones y fundamentos; de lo que se aprovecha Caviedes tanto para llamarlo “Doctor Simplicio”, como para burlarse despiadadamente: “en el cual pretende / el doctor Machuca / se destruya la semilla de este fruto susodicho / por ser contra la salud / común y para los indios venenosísima fruta”. Con motivo de la oposición a la Cátedra de Método, que Caviedes llama de “venenos”, en forma hiriente se refiere a nuestro médico: “Machuca, que siempre es vano,/ alegó

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que era doncel, / porque en todo este cruel / es contra el género humano:/ no nace de buen cristiano / el ser casto y continente / sino por ser inclemente / en el oficio que trata /que el que gente desbarata /no es amigo de hacer gente” (Poesía n. 24 Obras Completas citadas)Sin embargo, los fundamentos de D. Francisco para reprobar el consumo de este fruto así como de otros alimentos, se sustentan en “el mal uso que se observó de las cosas no naturales; siendo digno de admirar que de unas causas tan leves peligrasen tantos, como fue de comer leche vinagre corrupta en su sustancia, de beber chichas, guarapos, agua fría de nieve intempestivamente, y sobre cosas difíciles de cocerse y en horas en que estaba haciendo cocimiento el calor natural, y de comer frutas como sandías, melones, legumbres y pepinos y otras ácidas, viéndose en esta ocasión verificada la doctrina de Hipócrates y Galeno, que enseñan mover el vientre las cosas ácidas, principalmente las frutas, y así tenían los flujos de vientres tan perniciosos. Y no por otra razón, sino porque en las frutas aunque sean frías y húmedas por naturaleza, no dejan de hallarse en éllas algunas partes que tienen fuerza de fermento; por cuya causa los humores que de ellas son engendrados, se mueven y hierven en los cuerpos como calientes, comunicándose con la sangre la hacen hervir y calentar necesariamente, privándola de su natural temperamento y así se irrita la naturaleza, y procura arrojarla comúnmente por los intestinos en donde causan accidentes parvos, o en las partes donde residen.” (Segundo Discurso, n. 2.)(13) La dieta alimentaria que recomienda D. Francisco se fundamenta sobre todo en “comer pan bueno y buena carne” añadido de “carne gorda, abundante y sana, no encolpada, enferma y acabada de venir de las punas, sin resección de pastos”; agrega “el pan ya bueno y no como antes fermentado, con mezclas de harinas vinagre y sin cocimiento y no con las buenas condiciones de bueno” (Segundo Discurso, n. 3). La reclamación higiénica y sanitaria de D. Francisco como médico y como limeño, se extiende a las autoridades de la Ciudad, para exigir la limpieza de las calles “no permitiendo inmundos cadáveres, ni desmontes inmundos para que así respirasen sus pobladores y gozasen de las benignas influencias que su sereno cielo les ofrece”.La opinión de H. Valdizán siguiendo a José Toribio Polo sobre esta dolencia, está expresada en el Tomo I de “La Facultad de Medicina de Lima” en los términos siguientes: La terrible epidemia de sarampión que comenzó en Quito en 1692,

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que recorrió este último año y aún el de 1694 las provincias y ciudades de Lima, Huamanga, Cuzco, Arequipa y Charcas, hasta Potosí fue causa de gran mortandad y duró poco más de un año. Unanue la menciona, junto con otras epidemias del mismo sarampión, en su obra “El clima de Lima”.

“Sobre la calidad, causas y curación del mal”, escribió un folleto el Protomédico doctor Francisco Bermejo y Roldán y lo imprimió en 1694, por orden del Virrey Conde de la Monclova, con el titulo de “Discurso de la enfermedad sarampión experimentada en la Ciudad de los Reyes del Perú” (Lima, Imprenta de José Contreras y Alvarado, 4°, con 14 hojas n.n., una de ellas con el escudo de armas del Virrey y 48 páginas de texto).

El doctor don Diego de Herrera que combatió en Quito la epidemia, daba con éxito al principio de la curación, una onza de pulpa de cañafístola, y salvó así más de 500 indios. Los médicos aquí no se atrevían a emplear este tratamiento (13ª). Sin embargo, como veremos seguidamente la cañafístola fue utilizada por don Francisco de Vargas Machuca en el tratamiento de la dolencia, junto con otras plantas naturales existentes en el Perú.

Fórmulas utilizadasPara la curación regular y radical del sarampión, D. Francisco desarrolla tres grandes acciones: a) atemperar los humores, cortando la destemplanza y fiebre; b) ayudar el movimiento de la naturaleza; y c) corregir los accidentes o daños de la enfermedad; y para cada situación señala las correspondientes formulaciones, ofreciendo productos alternativos de acuerdo con las diferentes regiones. Es importante advertir que la composición es plenamente “mestiza” pues conjuga medicamentos de España y del Perú, situación que no hace sino confirmar el amplio conocimiento que tenía de los productos nativos y del buen uso que debía dárseles, de acuerdo con las circunstancias y necesidades sanitarias, incluyendo por cierto el uso de la quina. Veamos:a) Para atemperar los humores, expurgar, hacer limpieza y descargar humores: recomienda tomar en ayunas pulpa de cañafístola deshecha en agua de escorzonera o de borrajas, o con caldo; alternativamente, cuatro tamarindos hervidos, azúcar rosada y hojas de sen, en agua de borrajas o de escorzonera o de suero de leche; luego del hervido agregar la cañafístola, y tomar con zumo de naranja en ayunas.

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Como alimentos propone caldos o “mazamorras” de cebada o de harina de trigo con azúcar; panetelas de caldo y pan rallado; carnes de gallina, pollos o carnero; beber agua natural; no consumir legumbres, agrios ni frutas.Las medicinas de uso interno consisten en aguas de escorzonera, de cebada, de borrajas, solas o con algún lamedor o jarabe como violado, granadas, calabazas, etc. Para uso externo si hubiere necesidad: zumo de membrillos, de agraz, escarolas, endibias, escorzonera, verdolagas, etc, juntos o de por sí, o rosas, o la pocha de verdolaga cocida y harina de cebadas con zumo de rosas o de vinagre rosado, en caso de dolor de estómago e hígado, ardor interno, sed, etc.b) Para ayudar al movimiento de la naturaleza, siguiendo la doctrina de Hipócrates, ordena friegas y ventosas como medicamentos diaforéticos o sudoríficos; friegas para abrir los poros del cuerpo para que corra el humor; mediante paños calientes con canela, aloe (sábila), romero o alhucema; ventosas después de las sangrías (siempre por el tobillo) y con el cuerpo vacío de humores, para eliminar el sudor de adentro para afuera.En esta etapa los medicamentos son los siguientes: de uso interno: cocimiento de quinua con polvos de piedra bezoar, o cocimiento de cebada y orozús, borrajas, culantrillo e higos, colado, caliente y azucarado. Alternativamente: pepitas de cidras, granadas, tintorero, toronjil y culantrillo seco; polvos de diamusco, piedra bezoar; raíces de escorzonera, en caldo de ave o agua con azúcar.c) Para corregir los accidentes, esto es combatir la maligna cualidad, recurre a los “alexifármacos” o cordiales que colaboran y fortifican el corazón externamente, mediante las epithemas, dando dos fórmulas: una, ungüento de azahar y de rosas, jacintos, polvos de diamargaritón y vino generoso; y otra, manzana ácida, agua de azahar y rosas, diamargaritón frío, piedra bezoar, aceite y agua de vinagre rosado.Como uso interno lamedores o sea jarabes a base de granadas, violetas, escorzonera, lengua de buey (buglosa) u ortiga; o bien jarabes de agrios, limón, cidras, vinagrillo, etc., con el fin de evitar el “empudrecimiento” de los humores.En cuanto a las aguas para beber recomienda las de rosas, borrajas, acederas, ortigas, achicoria, verdolagas, escorzonera, etc., así como cocimientos y conservas de violetas, rosas, flores de borrajas, etc. disponibles en cada respectiva región.

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Incluye nuestro autor numerosas formulaciones para los casos de vómitos y ansias, para las inflamaciones de garganta, encías y ojos; cursos de sangre, cólera, quilosos y serosos; dolores de costado con tos molesta; para los casos de debilidad y falta de fuerzas; frialdad de los extremos y delirio; conformando todo un amplio conjunto de instrucciones y de enseñanzas a utilizar en cada situación a presentarse, como hemos mencionado, en todos los lugares donde no se contase con médicos, cirujanos ni boticarios. Estas indicaciones no se limitan a la epidemia del sarampión, sino que se extienden a otras enfermedades como el tabardillo (llamado “mal grande”), mal o dolor de costado, cursos, dolores de estómago, calenturas, tercianas, etc. expresando“aunque en este Discurso hablo del sarampión y de sus accidentes, éstos sin el sarampión pueden constituir enfermedades y será bueno poderlas socorrer con algo de lo dicho, si bien se aplica” (Discurso I, 3ª. Parte, número ix)

Libros consultados por D. Francisco de Vargas MachucaPara construir los “Médicos Discursos” nuestro autor aplicó su sólida formación teológica y humanista, con concepción integral del hecho social que le correspondió vivir y participar; agregado a su valioso bagaje médico en su constante experiencia en la asistencia de enfermos en los Hospitales Mayores de Lima(14) y en otros establecimientos. Es de advertir que D. Francisco tuvo a su cargo la protección de los dos grupos humanos (indígenas y gente de color) que registraron la tasa de morbilidad y mortalidad más elevada durante el proceso de las epidemias (en especial las de viruela, influenza y sarampión); siendo así los grupos más vulnerables, como se ha expresado, por carecer de los mecanismos de defensa contra los gérmenes patógenos, como por sus propias condiciones de vida, trabajo, alimentación, etc., factores sociales dignos de considerar en todo estudio histórico-sanitario. Seguidamente presentamos una reseña panorámica de los principales textos de estudio y de doctrina que D. Francisco utilizó constantemente para llegar a establecer el método curativo, preventivo y rehabilitador de las personas afectadas por la epidemia de sarampión de 1693.Obras clásicas. Las obras del Príncipe de los Médicos Hipócrates, junto con las de su sabio seguidor Galeno, constituyen los textos fundamentales que guían el

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desenvolvimiento científico-social de nuestro médico: “ Un resumen de doctrinas son todos mis Discursos, no cuestiones pulidas del ingenio, porque como escribo para pobres, sólo quiero darles perlas. Del oceáno de los libros han salido y mi trabajo sólo ha estado en pulirlas.” (Prólogo al lector). Sin embargo su formación humanista y celo cristiano lo lleva más lejos, hasta el campo de la enseñanza: “No porque sale ahora (la obra impresa) tus ojos la repudien por inútil, pues sus márgenes y doctrinas te pueden servir en todos tiempos, aquellos de entretenimiento y éstas para alivio de tus enfermedades. Pon de tu parte la aplicación cuando las padecieres, pues para todas hallarás remedio, pues lo que fueron accidentes pueden ser por sí dolencias, y no será malo faltándote médico, tener auxilios de tu mano”. (Prólogo al lector). La elegante sencillez de la prosa utilizada no hace sino confirmar la sólida preparación del autor y su interés por llegar al mayor número de personas del extenso Virreinato, para prevenirlos y protegerlos de la epidemia, para que sigan las reglas de higiene, alimentación, conducta y recuperación que consigna; constituyendo una obra avanzada para su época, en ejercicio de los preceptos hipocráticos imperantes y de su responsabilidad personal como profesional y religioso. No es de extrañar por consiguiente, que en razón de su elevado sentido social y humano protector, la obra de D. Francisco de Vargas Machuca haya quedado silenciada en las tres centurias transcurridas. A lo largo del texto desfilan sucesivamente todas las obras del Maestro de Cos Hipócrates, editadas en latín y que constituían el núcleo central de la librería personal de nuestro autor: De Veteri medicina. (Tratado de la Medicina Antigua). De Aeribus, Aquis et Locis (Tratado de los Aires, Aguas y Lugares). Pronostica. (Los Pronósticos). De victus ratione in acutis (Régimen de las enfermedades agudas). De Epidemiis liber primus et tertius.(Primero y tercer libro de las Epidemias). De capitis vulneribus. (Tratado de las heridas de la cabeza). De Fracturis. (Tratado de las fracturas). De Articulis. (Tratado de las articulaciones).

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De Mochlico. (Tratado de los instrumentos de reducción). Jus jurandum. (El Juramento). Lex. (La Ley ) (15)La teoría hipocrática de las funciones fisiológicas dependen del equilibrio de los cuatro principios elementales: tierra, agua, fuego y aire, representados por los cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Cuando los humores son producidos en forma armoniosa el hombre mantiene la salud; cuando varían sus proporciones se altera la temperatura y viene la enfermedad, como acertadamente describe D. Francisco de Vargas Machuca siguiendo fielmente la doctrina hipocrática, que prevaleció durante muchos siglos.Galeno en el Siglo II de la era cristiana es el sabio continuador de las enseñanzas de Hipócrates, que introdujo numerosas variantes y aclaraciones en los escritos recibidos, y cuya teoría del “humorismo” permitía provocar sudores abundantes, flujos de orina, sangrías, etc, tendientes a restablecer el sano equilibrio de los humores. Siendo griego vivió en Roma, llegó a ser médico del Emperador Marco Aurelio, y con gran visión del mundo de su época le dio un carácter más científico a la medicina, ahondando notablemente en materia de anatomía y fisiología en todas sus obras y comentarios. Su teoría de los tres espíritus, natural, vital y animal se mantuvo durante muchos siglos, así como los de su predecesor Pedacio Dioscórides; escribió numerosos tratados sobre higiene, medicina y cirugía, dejando en total once libros que con gran acierto supieron recoger los bizantinos. El gran conocimiento que tenía de las plantas le permitió hacer una extensa combinación de éllas por grupos, formando así la rama especial de la medicina, la “galénica” que es la ciencia de las materias medicinales y de sus preparados; de ahí que las formas activas de los medicamentos conservan hasta el presente esta nominación (productos galénicos). Rhazés (865-925) con su obra “Liber Medicinalis” o Kitab al Mansuri y 24 tomos de textos médicos, es otra de las fuentes inspiradoras de nuestro médico. Sigue Avicena (980-1037) con el célebre “Canon de la Medicina” (I. De la anatomía del cuerpo humano, los músculos; II. Sobre los complejos de medicamentos, las pócimas medicinales; III. La anatomía del cerebro. IV Del calor y la sangre, arterias y venas; V. De viribus cordis) que trata de la farmacología y de las plantas medicinales, con descripción de los remedios más eficaces y explicando sus efectos sobre el

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organismo humano. Fue el texto más utilizado junto con la Articella de Hipócrates, en la Real Universidad de San Marcos desde 1571. Pedacio Dioscórides (año 78) escribió en 5 tomos la “Materia Médica” que sabiamente condensa todas las informaciones acumuladas sobre plantas medicinales y la importancia de su uso. Menciona asimismo a San Alberto Magno (1193-1280) destacado botánico y médico escolástico, autor de seis importantes libros de medicina; Arnaldo de Vilanova (1235-1311) impulsor de la Escuela de Montpellier una de las más célebres del mundo occidental; Guy de Chauliac, Leonhart Fuchs, Pierre André Mattioli, Paracelso, etc. Las Articellas impresas a partir de 1523 son campo propio de su estudio, en particular la de Galeno, Philaretus, Nicolo Leoniceno, etc. Siguen Abraham ben Samuel Zacuto (Almanach perpetuus.) Gregorio Horst (el llamado Esculapio de Alemania por sus grandes Tratados), Gaspar Caldera de Heredia (Tribunal medicum magicum et politicum); Publio Virgilio Marón o el Mantuano no podía faltar en sus citas de las Eglogas, Geórgicas y Eneida (16), Gideon Harvey o Gedeon Harvens (Ars curandi morbos expectatione) cuyos estudios sobre las fiebres, tos, tisis, asma, apoplejías, cálculos, etc. se citan repetidamente; destaca particularmente la lectura profunda de las obras de Lázaro Riverio(1589-1655) (Riverius Lazarus): Institutionem medicinae, Methodus curandarum febrium, Observationes medicae et curationes insignes, opera medica omnia, Praxis medica cum theoria, etc. Igualmente debemos citar a Tomás Bartolino, F. Silvio, Juan Fernelio, Jaime Hourlier u Holerius, Pedro Andrés Mathiolo, Bartolomé Eustaquio, Pablo Zacchias, Gaspar Bravo de Sobremonte, Braulio de Zaragoza, Clemente de Alejandría, Aulo Cornelio Celso, G. Fracastoro, Hotat, Alfonso Lapeyun, Andreas Laur, Próspero Marciano, Juan Bravo, Cayo Plinio Segundo, Petrus Bairus o Pedro Bairo, Francisco Vallés (célebre comentador de los libros de Galeno e Hipócrates), Cipriano de Maroja, Dionisio Daza Chacón, Juan Fragoso (Cirugía Universal), Pedro Salius Diversus, Juan Tagault, Daniel Senert, Valerio Máximo o Valerius Maximus, Terencio, Apuleyo, Ausonio, Aecio, Alcio, Agrícola, Augías; destacando Jerónimo Mercuriale en su preocupación por precisar la autenticidad de los escritos contenidos en el Corpus Hippocraticum y por “De morbis puerorum” sobre las enfermedades de los niños; Luis Mercado o Ludovico Mercato, etc. Teniendo en consideración las constantes referencias de D. Francisco de Vargas Machuca a los clásicos griegos, romanos y renacentistas citados, confirma la existencia de una selecta biblioteca de consulta que debió poseer en la casa de su residencia.(17), lograda con grandes esfuerzos y

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sacrificios, atendiendo los condicionamientos existentes por entonces a la circulación y acceso de libros, las cortas tiradas, la especialidad de los textos, etc. La obra de D. Francisco de Vargas Machuca viene a ser un feliz complemento del “Discurso de la enfermedad del sarampión experimentado en la Ciudad de los Reyes del Perú” que escribió el Protomédico D. Francisco Bermejo y Roldán(18) por comisión del Virrey Conde de la Monclova (19), en el que analiza las causas del sarampión, el diagnóstico de la epidemia, las señales de la enfermedad, el pronóstico y las medidas curativas, adicionando interesantes consejos preventivos; la segunda parte contiene un “Nuevo Discurso” que trata sobre los accidentes posteriores, juicio sobre las anatomías o autopsias realizadas; régimen alimenticio a seguir, la situación de los indígenas junto con advertencias o recomendaciones finales para la mejor recuperación de las personas afectadas por esta epidemia. Los “Médicos Discursos” de D. Francisco de Vargas Machuca fueron escritos aproximadamente en agosto de 1694, en tanto que el “Discurso” de D. Francisco Bermejo y Roldán fue terminado de redactar el 21 de enero de 1694, dando cumplimiento al Superior Decreto del Virrey Conde de la Monclova de 8 de enero de 1694. Teniendo en cuenta la correcta relación profesional y la buena amistad existente entre estos dos médicos limeños, estimamos probable el intercambio de opiniones y pareceres entre ambos, la colaboración en la preparación de las fórmulas curativas, en la realización de las autopsias y en los informes finales, que a su vez dieron origen a los dos impresos limeños del año 1694 que comentamos; uno publicado y conocido, y el segundo, que al fin hemos rescatado del olvido e indiferencia, recuperado para el debido estudio y mejor conocimiento de nuestra Historia Social y Sanitaria.

Información sobre las verrugasLa importancia de la materia analizada, una de las pocas del S. XVII, nos mueve a realizar un breve examen sobre el tema de las verrugas, al que se dedica una sección especial. Adviértase la profundidad de estudio y análisis que contiene este capítulo dedicado a las verrugas, frente a las breves referencias que nos ha dejado el médico y cirujano Pedro Gago de Vadillo en su obra “Luz de la Verdadera Cirugía…” de la que

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conocemos sólo la tercera edición impresa en Pamplona en 1692, no obstante haber prestado servicios durante más de 30 años en hospitales de provincias del Perú y finalmente en el de San Andrés de Lima, donde falleció y fuera enterrado. El Discurso Tercero lleva por título “Sobre la esencia del afecto regional y patrio de verrugas y de su curación. Según las reglas del mejor método observado y reducido a principios de la Medicina Galénica”, bajo el razonamiento de “cuanto más se distribuye un don, tanto más extiende su dominio”; las define como una especie de tumores pequeñuelos preternaturales que acaecen al cuerpo humano en la eminencia de su cutis (§ I), haciendo luego un análisis comparativo con las verrugas existentes en España, los brunuelos o tumores de garganta en los Alpes y en el Cuzco, la tisis en los Pirineos, los catarros de Roma, el sudor ánglico en Inglaterra, la fiebre húngara en Hungría, etc, para seguidamente hacer su descripción:“Es una especie de tumores pequeños preternaturales, que acaecen al cuerpo humano por las más partes de sus extremidades y cutánea superficie, que dependen no sólo de los humores sino de cualidad oculta y a toda sustancia; actualmente inflama en los cuerpos, que ha encontrado de la cualidad parva o sutil de los vientos de los parajes; hácense prologar dichos tumores comúnmente llamados Verrugas, por la facultad expulsoria derivada de éllas”

Hace una diferenciación entre las verrugas que pueden considerarse como efecto o como afecto; en el primer caso suponen causa y morbo interno al que siguen, y así se consideran como edema, accidente; en cambio en la segunda forma, como afecto dice que “son como indicios preternaturales del morbo” que depende de la cualidad oculta (el hígado), fuente y origen de los humores, “donde conservados hasta su tiempo se producen los tumorcillos parvos que se denominan Verrugas por la facultad expultriz, que irritada de su parva cualidad procura su levamen” Para hacer este razonamiento, el autor se fundamenta en los Libros de Galeno y de Avicena principalmente, que cita puntual y precisamente.Luego de mencionar las diferencias existentes entre las verrugas y sus signos exteriores (grandes o pequeñas, acrocordones, ficales, formicales, tyncias, etc), examina las causas efectivas y materiales que las producen: “son unas quebradas u hoyadas por las cuales se sube a la sierra; en cuyos llanos o centros, que se llaman en lengua indica Guaicu, se siente demasiado calor que obliga a sudar y a desabrigarse los incautos pasajeros, y en sus altos que miran a la sierra, se siente frío por el aire

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serrano, así dicho; por cuya razón vulgarmente se dicen “aires encontrados”, por cuanto en muy poca distancia se perciben diversas temperies de calor y de frío. Esto advertido”

Su opinión es que los vientos de estos parajes son los que producen las verrugas, que se comunican por las porosidades dilatadas por el calor, alterándolas debido a su “cualidad oculta”; y como estos aires están viciados de los vapores nocivos que el sol eleva de la tierra, en dichos parajes, al ingresar al cuerpo alteran los humores, siendo estos arrojados como nocivos a la superficie (facultad expultriz), produciendo las verrugas.Aconseja al recorrer esos parajes “no desabrigarse” para no ser afectados de la cualidad del aire, abrigándose todo lo posible, “que más vale sudar que toser” siguiendo las recomendaciones de Galeno, en el Libro 2° de los Humores; y recomienda el consejo de Santo Toribio quien al recorrer esos lugares mandaba que todos portasen una bolsita de solimán (murriato doble de mercurio), aplicada cerca del corazón como remedio precautorio de la peste. Finalmente, ofrece modalidades de curación radical de las verrugas: la aplicación de sangrías en el tobillo, nunca del brazo; y propone primero sangrar y después expurgar para eliminar los humores viciados En base a la experiencia obtenida en multitud de casos que ha atendido, recomienda la raíz del Pinco Pinco y de la Viracusma (bolsa de la vida o vira vira); palo santo hecho raspa; a cocer en agua a fuego lento (manso); agregar luego media onza de sen en hoja, un puño de borrajas, para continuar el hervor; y al día siguiente se dará al enfermo un jarrillo tibio, agregado con polvos de la piedra bezoar, provocando la sudoración que permitirá eliminar los humores gruesos y arrojar las verrugas con facilidad. Adicionalmente, da consejos para destruirlas, cortándolas con tijeras o cerdas. En el vocabulario correspondiente se han incluído en lo posible todas las definiciones y características de los productos naturales que recomienda D. Francisco, advirtiendo que actualmente muchas de estas plantas nativas vienen siendo utilizadas habitualmente en el ámbito de la Medicina Natural.

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Receta especialComo apéndice de su obra, D. Francisco copia la receta del cáustico que le proporcionó un sacerdote ya fallecido para la curación de muchos enfermos; advirtiendo que su aplicación sea con consulta de médico o cirujano, que disponga primero los humores y no ocurran accidentes; como igualmente ordenar proporciones menores de la fórmula que reseña con todo detenimiento. En realidad se trata de la elaboración de “candelillas”a base de solimán, alcaparrosa, alumbre, cardenillo, oropimente, rejalgar, almartaga, aturia; opio, trementina, etc; agrega finalmente nuestro autor “y porque graciosamente la recibí, he querido al fin de estos Discursos ponerla para alivio de muchos dolientes, y para que a él (sacerdote) como a mi, encomienden a Dios”.

Para la mejor interpretación de los compuestos que contiene esta fórmula, nos remitimos al Vocabulario anejo correspondiente, que hemos mencionado.

Descubrimiento de un segundo impreso desconocidoA la obra principal que hemos comentado en este estudio (“Discursos médicos”) debemos agregar una segunda, impresa en Lima en 1718 aproximadamente, que contiene una “Disertación” sobre su derecho a postular a la Cátedra de Prima de Medicina y por consiguiente a Protomédico General, por ser cargo anejo a la titularidad de dicha Cátedra.Al fallecer en 1717 el Catedrático de Prima, D. Joseph de Avendaño y Funes, el Rector y Claustro de la Universidad declararon vacante la Cátedra y convocaron opositores para cubrirla con arreglo a las Constituciones. Se presentaron al concurso oposición los médicos Francisco de Vargas Machuca, Bernabé Ortiz de Landaeta y José de Fontidueñas y Carrillo. La contradicción fue planteada en forma vehemente por Bernabé contra nuestro médico, alegando irregularidad (incompatibilidad) entre la Cátedra de Prima y el estado sacerdotal que poseía. Es probable que esta polémica haya trascendido el ámbito de la Real Universidad y llegado a estrados oficiales y religiosos de alto nivel. Esta situación dio motivo a que D. Francisco escribiera una pública “Disertación” justificando con gran versación su derecho a ocupar dicha Cátedra y a la inexistencia de impedimento alguno, además de hacer mención expresa a los dos Breves Papales de 2 y 7 de mayo de 1688 que autorizaron la concesión del estado sacerdotal y la simultaneidad de actividades como médico y

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religioso.La “Disertación” contiene 113 puntos correlativos, distribuídos en cinco grandes capítulos, que simplemente enumeramos: 1° Propónense los fundamentos de dudar (1 a 11);2° Propónense algunas notaciones para mayor inteligencia de la cuestión propuesta

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(12 a 19);3° En que se ponen la conclusión y fundamentos que la prueban (20 a 50);4° En que se proponen las soluciones a las razones de dudar (51 a 88); y5° En que se proponen algunos motivos para haber hecho este papel (89 a 113).Como fundamento final de su legítimo derecho a obtener la Cátedra de Prima y el Protomedicato, D. Francisco de Vargas Machuca obtuvo del Papa Clemente XI, el Breve dictado en 11 de febrero de 1718, que recibió aprobación del Rey Felipe V, por Real Cédula de 3 de abril de 1718, que no hizo sino confirmar la dispensa que tenía nuestro médico para ejercer ambos cargos, empece su estado sacerdotal.Venció finalmente en el concurso oposición instaurado en el Claustro de la Real Universidad, pues con fecha 14 de diciembre de 1718 fue nombrado titular y tomó posesión de la Cátedra de Prima de Medicina; a seguido el Virrey Príncipe de Santo Buono dictó Superior Decreto reconociéndolo como Protomédico General del Perú. Enviado el expediente a España, se obtuvo la confirmación por Real Cédula de 17 de agosto de 1720, en forma póstuma, pues D. Francisco de Vargas Machuca había fallecido en Lima el día 1° de marzo de 1720.Intensos azares y situaciones de excepción confrontó en vida nuestro médico, en su tenaz y empeñosa lucha por alcanzar la plaza máxima de Prima de Medicina y por consiguiente el titularato de Protomédico General del Perú, por los que aspiró durante muchos años. Reseña biográfica integral de D. Francisco de Vargas Machuca (20)

Como consecuencia de las investigaciones y estudios sobre este destacado médico limeño que hemos debido realizar en Perú y España, se ha logrado reunir en forma sistemática y compendiada, todas las referencias e informaciones personales existentes en diversos archivos y fuentes documentales, como detallamos seguidamente. Nació en la Ciudad de Lima el día 17 de julio de 1656, fueron sus padres don Francisco de Vargas Machuca Pérez (natural de Lima, su padre era de Toledo) y doña Luisa Meléndez Valdés (natural de La Higuera de Vargas, Badajoz, España),

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tuvo una hermana llamada María de Vargas Machuca, quien contrajo matrimonio con don Juan González Guerrero.Recibió formación integral (latín, gramática, filosofía, retórica) en el Real Colegio Seminario de Santo Toribio de Lima, donde obtuvo el grado de Bachiller en Artes, inició en 1676 los estudios de medicina en la Real Universidad de San Marcos; realizó prácticas asistenciales en los Hospitales de Santa Ana y San Bartolomé, durante tres años bajo la dirección del Catedrático de Prima, D. Francisco Bermejo y Roldán; obtuvo los grados de Bachiller y Licenciado en Medicina, luego de rendir todas las pruebas exigidas, recibiendo autorización del Protomedicato para ejercer como médico en todo el Perú.En el año 1679 se le encargó como sustituto dictar la Cátedra de Prima de Medicina, cuyo titular era D. Francisco Bermejo y Roldán. Con fecha 19 de abril de 1688 fue elegido médico del Hospital de Santa Ana de los Naturales, en reemplazo del Lic. José Remuzgo, sucesor a su vez de D. Miguel de las Heras; cumplió su labor profesional hasta el año 1690 en que fue sustituído por el Br. José de Sequeira.Su labor principal estuvo concentrada en el Real Hospital de San Bartolomé dedicado a la gente de color, del que fue titular desde 1686 hasta 1718, establecimiento donde dirigió y fomentó la Escuela Práctica de Medicina y Cirugía, que rivalizó notoriamente con similares instituídas en los Hospitales de Santa Ana, San Andrés, La Caridad y Espíritu Santo. Jerónimo de Utrilla fue uno de los más destacados representantes de dicha Escuela; quien era familiar del célebre grupo de cirujanos de color (los Utrilla) que destacaron por su técnica y habilidad en todas las intervenciones realizadas entre los Siglos XVII y XVIII.Con fecha 22 de noviembre de 1688 inició el expediente de ordenación sacerdotal ante el Arzobispado de Lima, en su calidad de médico autorizado en ejercicio; para lo cual presentó dos Breves o Buletos del Papa Inocencio XI; ambos dictados en Roma en 2 y 7 de mayo de 1687; uno por el que le absuelve de la irregularidad que pudiera deducirse de su condición de médico en ejercicio; y le permite continuar con la curación de los enfermos, aún siendo sacerdote; el segundo Buleto autoriza se le concedan las Ordenes Mayores a título de capellán, en tres días domingos o fiestas de guardar, interpolados o sucesivos. A mérito de las pruebas presentadas, declaración de testigos y en especial de los dos Buletos acompañados, el Arzobispo D. Melchor de Liñán y Cisneros en 26 de noviembre de 1688, admitió la petición y

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dispuso se procediera a la ordenación sacerdotal, como se hizo.Fue médico de cámara del Arzobispo de Lima don Melchor de Liñán y Cisneros, de los Monasterios de Santa Clara y de Santa Catalina, así como de la Enfermería de San Francisco; y en forma paralela, se desempeñó como Juez Examinador del Real Tribunal del Protomedicato.En el año 1690 presentó toda la información personal y familiar necesaria para ocupar el cargo de médico del Tribunal del Santo Oficio y de las cárceles; actuándose las pruebas del caso en Lima, Sevilla e Higuera de Vargas, con la consiguiente aprobación desde 1694 como se consigna expresamente en la obra que comentamos.En 30 de agosto de 1690 pronunció el Panegírico en la ceremonia que la Universidad (cuyo Rector era D. Francisco Bermejo y Roldán) celebraba la fiesta de Santa Rosa de Lima; impreso en 1691.El Virrey Conde de la Monclova dictó en 1690 Real Provisión creando la Cátedra de Método de Arte Curativo o de Galeno, y en ejercicio de sus funciones nombró a D. Francisco de Vargas Machuca como primer titular de esta Cátedra, incorporándose al

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Claustro de la Universidad desde la fecha de posesión, 1° de marzo de 1691.El día 24 de agosto de 1693 tuvo a su cargo la Oración Panegírica dedicada al Apóstol San Bartolomé, Patrón del Hospital de la gente de color; establecimiento reconstruído por el Mayordomo del establecimiento y mecenas D. Manuel Fernández Dávila, como consecuencia de los daños sufridos con el terremoto de 1687. Esta Oración fue impresa en Lima en 1694 por Joseph de Contreras y Alvarado.Este mismo año de 1693 se experimentaron los efectos de la epidemia de sarampión en la costa peruana, afectándose las poblaciones costeñas principalmente, y le correspondió importante labor en la atención y recuperación de los numerosos afectados, junto con el titular de Prima y Protomédico, D. Francisco Bermejo y Roldán. Estimamos que procedió a la redacción de su importante obra “Discursos Médicos” entre los meses de agosto y setiembre de 1694, cuando ya se habían logrado dominar los efectos de la epidemia, por las referencias contenidas en el propio texto del autor. El impresor fue el mismo Joseph de Contreras y Alvarado que hemos mencionado.En el año 1695 en su calidad de titular del Claustro Universitario, emitió dictamen aprobatorio a la publicación por el médico D. José Ribilla Bonet y Pueyo, de su obra titulada “Desvíos de la naturaleza” o Tratado de los Monstruos; asimismo formó parte del tribunal que recibió los exámenes de Licenciado y de Doctor en Medicina y juzgó suficientes los méritos del mencionado.Fue uno de los profesionales médicos que suscribió el dictamen de 19 de febrero de 1701 que recomendó al Arzobispo de Lima D. Melchor de Liñán y Cisneros, suspender la prohibición de comer carne en los viernes de Cuaresma, para no perjudicar a la población limeña,En 12 de julio de 1714 tomó posesión de la Cátedra de Vísperas de Medicina de la Real Universidad, para la que fue elegido como resultado del concurso realizado, con fecha 2 de febrero del mismo año.En el año 1717 postuló a la Cátedra de Prima de Medicina, junto con otros pretendientes, entre ellos su alumno Bernabé Ortiz de Landaeta, quien promovió una larga y enrevesada controversia sobre la situación personal de D. Francisco, alegando que no podía ejercer esta Cátedra y el Protomedicato anejo, por existir incompatibilidad con su estado de religioso. La polémica debe haber sido intensa,

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pues motivó que nuestro médico publicara en 1718 una Disertación precisando su derecho y plena compatibilidad al ejercicio de esta Cátedra y del Protomedicato, absolviendo uno a uno los puntos opuestos; que igualmente hemos logrado recuperar para la historiografía nacional.Hubo necesidad de obtener del Papa Clemente XI, el Breve de 11 de febrero de 1718, confirmado por Real Cédula de 3 de abril de 1718, que concedió dispensa para el ejercicio de las dos funciones (Cátedra de Prima y Protomedicato). En esta forma obtuvo legítimamente la Cátedra de Prima de Medicina, con fecha 14 de diciembre de 1718; pues con esta calidad aparece en las Constituciones de la Universidad de San Marcos (n. 102, impresa en Lima 1735). D. Francisco desempeñó esta alta función desde entonces, así como la de Protomédico General del Perú, hasta su fallecimiento producido en Lima el día 1° de marzo de 1720.Como quiera que en 21 de octubre de 1718 había otorgado poder para testar a su hermana María de Vargas Machuca; ésta con fecha 30 de diciembre de 1720 dictó el testamento de su hermano, de acuerdo con la memoria y condiciones por él señaladas en vida. Nuestro médico fue enterrado con el ceremonial indicado en el Templo de San Francisco de Lima; copiamos seguidamente la fé de muerte o certificación exigida por la ley:“ Yo Pedro Pérez de Cabañas, Escribano del Rey nuestro señor, público y propietario del número de esta Ciudad y del despacho de la Real Casa de Moneda de esta Corte doy fe y testimonio de verdad, que hoy sábado que se cuentan dos de marzo del presente año de mil setecientos y veinte, como a las cuatro de la tarde, vide muerto y pasado de esta presente vida al doctor don Francisco de Vargas Machuca, Catedrático jubilado de la de Método y actual de la de Prima de Medicina y Protomédico General de este Reino por S.M., estando para enterrarle en la Iglesia del Convento Grande de nuestro Padre San Francisco; y para que conste donde convenga doy el presente en la Ciudad de los Reyes del Perú, en ocho días de dicho mes y año, siendo testigos los Licenciados don Luis Sobrino, don Ventura de Barnuevo y el doctor don Pedro López de los Godos, médico de esta Ciudad y otras muchas personas. En testimonio de verdad. Pedro Pérez de Cabañas, Escribano Público”.

La buena relación existente en vida por D. Francisco con otros profesionales de

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la Ciudad quedó confirmada con las expresiones de los testigos participantes: el Catedrático de Anatomía, D. José de Fuentidueñas Carrillo y el médico D. Pedro López de los Godos. Estos dos médicos ejercieron la Cátedra de Anatomía, el primero desde 1711 y el segundo desde 1723 en adelante

- 0 -Hemos considerado un deber ineludible recordar la obra social y sanitaria del médico limeño D. Francisco de Vargas Machuca aparte de las dos publicaciones conocidas, por la obra que nos ha legado, “Médicos Discursos y Práctica de curar el Sarampión” en demostración de su calidad profesional, formación humanista y espíritu cristiano profundamente altruista. Por estas razones, su nombre debe ser plenamente incorporado entre los grandes autores nacionales, en la bibliografía médica nacional y por consiguiente en la Historia de la Medicina Peruana, como digno ejemplo de estudio, dedicación y sacrificio profesional al servicio de la salud de la población.

Lima, 5 de octubre de 2005, Día de la Medicina Peruana y conmemoración del Septuagésimo Aniversario de creación del Ministerio de Salud del Perú.

Miguel Rabí Chara.Funcionario ® del Ministerio de Salud,

Profesional especializado en Historia de la Medicina Peruana.

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AnexoSuperior Decreto del Virrey Conde de la Monclova, de 8-1-1694 sobre los Informes del Protomédico respecto a la epidemia de

sarampiónMerced al Superior Decreto que reproducimos, se logra el completo conocimiento histórico de los hechos producidos: a) una anterior epidemia de sarampión en el año 1618, cuyo estudio, tratamiento y difusión correspondió al Protomédico D. Melchor de Amuzco por encargo del Virrey Príncipe de Esquilache; impreso que hasta hoy no ha sido hallado; b) con motivo de la epidemia de Quito en 1693, se encomendó al Protomédico D. Francisco Bermejo y Roldán, hacer el juicio y reglas para la mejor curación, que constituye la primera parte de su obra; y c) asimismo para tratar de controlar la epidemia y evitar su mayor incidencia entre los naturales del Perú, dando reglas de asistencia y tratamiento, el mismo Protomédico efectuó la reseña pertinente, que corresponde con precisión a la segunda parte de su obra, y cuya impresión fue autorizada por el Virrey Conde de la Monclova, con el Superior Decreto de 8 de enero de 1694 que sigue:En la Ciudad de los Reyes, en ocho días del mes de enero de mil seiscientos y noventa y cuatro años, el Exmo. Señor don Melchor Portocarrero Laso de la Vega, Conde de la Monclova, Comendador de la Zarza en el Orden y Caballería de Alcántara, del Consejo de Guerra de S.M., y Junta de Guerra de Indias, Virrey Gobernador y Capitán General de estos Reinos y provincias del Perú, Tierra firme y Chile, &.

Habiendo tenido noticia por julio del año pasado de mil seiscientos noventa y tres, por la que le dio el señor Presidente de Quito don Mateo de Mata Ponce de León, de la enfermedad de sarampión que se padecía en aquella Ciudad y Provincias de su distrito, dio orden al doctor don Francisco Bermejo, Protomédico de estos Reinos y su médico de cámara, para que hiciese juicio de dicha enfermedad y diese reglas para su mejor curación; lo cual ejecutó por entonces y le remitió a dicha Ciudad.

Y con la llegada de la nueva Capitana nombrada el” Santísimo Sacramento”, que se fabricó en el astillero de Guayaquil, al puerto del Callao en veinte y seis de septiembre del año pasado de noventa y tres, con el navío “Jesús, María y José”, se tuvo noticia

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que en el viaje habían enfermado del achaque en la Capitana ochenta hombres, y al respecto en el otro bajel, y no haber muerto alguno, y que llegaron convalecidos; y con ella dispuso S. E., que dicho Protomédico discurriese la precaución que se podía dar para que estos enfermos no introdujesen el contagio en dicho Puerto del Callao y en esta Ciudad; a que respondió que ya estaba introducido en élla y en su propia casa, y que no se podía remediar; por lo cual le ordenó velase sobre la curación de la enfermedad, por el recelo de poderse hacer general y común, como se ha experimentado.

Y porque puede pasar a las provincias de arriba y hacer en ellas mucho daño, principalmente a los indios que son los más han peligrado en la epidemia, representó a S.E. el doctor don Pedro de Figueroa, su Asesor General y Protector General de los Naturales de este Reino, sería conveniente formar discurso particular de esta enfermedad, sus accidentes y curación, como se hizo por el año de mil seiscientos y diez y ocho, gobernando el señor Virrey Príncipe de Esquilache, por el doctor Melchor de Amuzco, Protomédico que entonces era, que se imprimió y corrió por todo el Reino, por ser necesaria en la ocasión presente la misma providencia.

Y atendiendo a que la haya, mandó que dicho doctor don Francisco Bermejo añadiese al juicio y discurso que hizo para dichas Provincias de Quito, los accidentes que se han experimentado en esta Ciudad y la curación conveniente, de forma que se pueda ejecutar en dichas Provincias de arriba; y todos los habitadores de ellas, especialmente los indios puedan usar los remedios adecuados a la enfermedad, arreglándose por la instrucción y método de curación que hiciere; y que se imprima para el efecto. Y así lo proveyó y firmó S.E.

El Conde de la Monclova, Virrey.Por mandado de S.E. : D. Antonio de Iturrizara.

(Superior Decreto inserto en la obra del Dr. Francisco Bermejo y Roldán, “ Discurso de la enfermedad del sarampión experimentado en la Ciudad de los Reyes del Perú”, Impresor Joseph de Contreras y Alvarado, Lima 1694).

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Notas1 Sobre D. Francisco de Vargas Machuca, véase el tomo III de la serie Historia de la Medicina Peruana, correspondiente al Hospital de San Bartolomé de los Morenos libres, Lima, Agosto de 2001, pgs.62, 129, 133 a 134 y 211 a 241, así como la Oración Panegírica al Apóstol San Bartolomé de Agosto 24 de 1693, Lima, agosto de 200l, (sobretiro) que contiene reseña biográfica de este destacado médico limeño..1A Publicado en el Tomo V, año 1913, pgs. 50 a 109 de la Revista Histórica del Perú. José.T. Polo no tuvo oportunidad de examinar la obra de D. Francisco de Vargas Machuca, cuya fórmula curativa se basa en la cañafístula; de ahí que sus opiniones no corresponden con el tratamiento utilizado en Lima.2 En Tomo XXV, Barcelona 1973, segunda edición, pág. 280, ficha n. 352450.3 En 2 vols. Madrid, Impr. Ollero & Ramos, 1999. V. Epidemiología Americana y Filipina, 1492-1898, Edic. Ministerio de Sanidad y Consumo, Madrid, 1999, pg. 291 4 Lima, Guillermo del Río, impresor, 1806, En Obras completas, Barcelona 1914, T. 1, pgs. 153 y 176. En el inventario de su librería, realizado en 8 de octubre de 1833 no aparece el libro de D. Francisco. 5 Lima, Imprenta Americana, 1928, pgs. 50 y 51.6 Santiago 1904, 4 Tomos., reedición facsimilar Vaduz, 1965.7 Véase el Tomo III de la serie Historia de la Medicina Peruana, Hospital de San Bartolomé de los morenos libres, Lima agosto de 2001 y asimismo el T. II correspondiente al Hospital de Santa Ana de los Naturales, Lima 1999, del autor. 8 V. “ Epidemiología Americana y Filipina, 1492-1898, Edición. del Ministerio de Sanidad y Consumo, Madrid, 1999, pg. 234.9 Ob. Cit., pg. 11110 Ob. Cit. pg. 51 Es muy importante considerar la opinión del Prof. F. Guerra habida cuenta de su larga experiencia, investigación y docencia en Universidades de México y Estados Unidos.11 Anastasio Chinchilla, Historia General de la Medicina, Valencia 1845, Tomo II, pg. 151.12 V. “ Obras Completas” Biblioteca de Clásicos Peruanos, B. C. P., Lima 1990.

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13 Hermilio Valdizán no tuvo oportunidad de leer estos “Médicos Discursos”, y diferente hubiera sido su opinión sobre el uso de los pepinos, como consigna en Anales de la Facultad de Medicina de Lima, año V, Lima 1922, pg.s 42 a 46. 13a En pg. 23 del Tomo I La Facultad de Medicina de Lima, segunda edición, Lima 1927.14El Hospital de Santa Ana estaba dedicado desde 1549 a la atención integral de los naturales hombres, mujeres y niños, por disposición de su fundador y protector Arzobispo Fray Jerónimo de Loayza. El Hospital de San Bartolomé fue el centro de protección, asistencia y cuidado de la gente de color desde 1646. Véase las notas (1) y (7).15 V. Colección completa de las obras del Grande Hipócrates, traducidas y comentadas por E. Littré, vertidas al castellano por D. Tomás Santero, 4 vols., Madrid 1842-1844. V. “Tratados Hipocráticos” edición de Biblioteca Básica Gredos, Madrid 2000.16 “Mantua me genuit, Calabri rapuere; tenet nunc Parthenope, cecini pascua, rura, duces” (En Mantua nací, Calabria me retuvo, ahora me posee Nápoles; canté los pastores, los campesinos y los caudillos, Epitafio).17 D. Francisco vivió hasta su fallecimiento en 1720 en la Calle de San Pedro Nolasco, también llamada la Rectora, 7ª.del Jr. Antonio Miró Quesada, antes Jr. Ayacucho, a 2 cuadras del Hospital de San Bartolomé. 18 Obra editada por el mismo impresor, Joseph de Contreras y Alvarado, en 1694. Cf. Apuntes de Bibliografía Médica Peruana, de Hermilio Valdizán, Lima 1928, pgs.29 a 50.19 Ejerció el cargo desde 16 agosto 1689 hasta 22 setiembre 1705 en que falleció.20 Cf. “Juan del Valle y Caviedes” Biblioteca de Clásicos del Perú, BCP, Lima 1990, pgs. 882 a 884; La Facultad de Medicina de Lima, Hermilio Valdizán, T. I, Lima 1924, pgs. 90 y 91; El Hospital de San Bartolomé de Lima (1646-2000), Miguel Rabí Ch., Lima, agosto 2001; Oración Panegírica al Glorioso Apóstol San Bartolomé, D. Francisco de Vargas Machuca, Estudio y transcripción de Miguel Rabí Ch., Lima agosto 2001; Protocolo n. 841, Escribano Pedro Pérez de Cabañas, años 1718-1720, fs. 258 y 1277, Archivo General de la Nación, Lima; Archivo Histórico Nacional, Madrid, Exp. 1433 Tribunal del Santo Oficio..

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Bibliografía

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Ministerio de Sanidad y Consumo, Madrid 1999.Guerra, Francisco: El Hospital en Iberoamérica y Filipinas, 1492-1898, Ediciones del Ministerio de Sanidad y Consumo, Madrid 1996.Historia Universal de la Medicina, 8 vols, Dir. Pedro Laín Entralgo, Salvat, Barcelona 1982.Informaciones Sociales, Revista de la CNSSO, Lima 1939 a 1962.Instituto de Medicina Social, Publicaciones, Lima 1936.Larrinaga, José Pastor de: Apología de los Cirujanos del Perú, Granada 1791.Lastres, Juan B.: Historia de la Medicina Peruana, 3 tomos, Lima 1951.Lastres, Juan B. Vida y obras del Dr. Miguel Tafur, Lima 1943.Lastres, Juan B.: El pensamiento de William Harvey en la Medicina Peruana, Lima 1957.Lastres, Juan B.: Historia de la viruela en el Perú, Lima 1957.Legislación Sanitaria del Perú, Recopilación, 5 tomos, Lima 1922-1947.Mendiburu, Manuel de: Diccionario Histórico Biográfico del Perú 11 t y 4 apéndices, segunda edición, Lima1932-1936.Mercurio Peruano, años 1791 a 1794, edición facsimilar Biblioteca Nacional, Lima 1964.Milla Batres, Carlos: Diccionario Histórico Biográfico del Perú, 9 vols,:Lima 1986.Odriozola, Manuel de: Documentos Literarios del Perú, Colección, Lima 1870-74.Paz Soldán, Carlos E.: Las tercianas del Conde de Chinchón, Lima 1938.Paz Soldán, Carlos E.: Rumbos de Política Sanitaria, Lima 1946.Paz Soldán, Carlos E.: Cayetano Heredia y las Bases Docentes… Lima 1951.Paz Soldán, Carlos E.: Himnos a Hipólito Unanue, Lima 1955.Paz Soldán, Carlos E.: Decanos, Maestros y Médicos, Lima 1959.Paz Soldán, Carlos E.: Una doctrina y un templo, Lima 1959.

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MIGUEL RABÍ CHARA46 PREÁMBULO 47

Paz Soldán, Carlos E.: La Congregación Profesional de los Médicos, Lima 1960.Paz Soldán, Carlos E. El Dr. José Manuel Valdés, Lima 1943.Rabí Ch., Miguel: Serie Historia de la Medicina Peruana, Tomos I a V. Lima.1997-2004.Recopilación de las Leyes, Pragmáticas Reales, Decretos y Acuerdos del Real Protomedicato, por Miguel Eugenio Muñoz, Valencia 1751, edición facsimilar.Recopilación de las Leyes de los Reinos de Indias, 4 volúmenes, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid 1973, edición facsimlar.Revista Histórica, Organo del Instituto Histórico del Perú, Lima 1906 a 1960.Salud y Bienestar Social, Ministerio de Salud, Lima 1953 a 1955.Sociedad de Beneficencia de Lima, Memorias anuales 1870 a 1935, Lima.Sociedad de Beneficencia de Lima, Boletín periódico de 1906 a 1925, Lima.Sociedad Peruana de Historia de la Medicina, Revista Lima 1939 a 1949.Unanue, Hipólito: Obras Científicas y Literarias, 3 tomos, Lima 1975, facsimilar.Unanue, Hipólito: El Clima de Lima, Ediciones de C. E. P. S. Lima 1940.Valdés, José Manuel: Obras completas, París 1836.Valdizán M. Hermilio: La Facultad de Medicina de Lima, 3 t, Lima 1922-28.Valdizán M. Hermilio: Apuntes para la Bibliografía Médica Peruana, Lima 1928.Valdizán M. Hermilio: Biblioteca del Centenario de la Medicina Peruana, Lima 1921.Valdizán M. Hermilio: Crónicas Médicas, Lima 1929.Valdizán M. Hermilio: Diccionario de Medicina Peruana, 5 t, Lima 1922 a 1959.Vargas Ugarte, Rubén: Manual de Estudios Peruanistas, Studium Lima 1952.

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MEDICOS DISCURSOS Y PRÁCTICA DE CURAR EL SARAMPIÓN, Y EL

FATAL MORBO QUE SOBREVINO EN ESTADO DE CONVALECENCIA A LOS QUE LO PADECIERON

EL AÑO PASADO DE 1693.Y Método fácil de remediar algunas enfermedades,

Que pueden acaecer en la Sierra con la explicación de laEsencia y causas de las verrugas regionales y patrias,

Y modo de curarlas.

Ofrecidos a los pies del Exmo. e Ilmo. Señor doctorMelchor de Liñán y Cisneros, Arzobispo de la Santa Iglesia de La Ciudad de los Reyes, del Consejo del Rey n.s. y su Virrey

Gobernador y Capitán General que fue dve estos Reinos del Perú, Tierra Firme, Chile, etc.

Por su autorEl Dr. D. Francisco de Vargas Machuca, Médico de Su Excelencia

Ilustrísima y del Tribunal del Santo Oficio, Examinador en su facultad, y

Regente que fue del Método y Arte curativo de Galeno en esta RealUniversidad de San Marcos, y Médico del Real Hospital de San

Bartolomé, etc.

Con licencia de los superiores. En Lima, por Joseph de Contreras y Alvarado. Año de 1694.

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Reproducción facsimilar de la página 44 del Manual original, sobre la verruga.

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DedicatoriaAl Exmo. e Ilmo. señor doctor don Melchor de Liñán y Cisneros, mi señor,Obispo que fue de Santa Marta y Popayán, Presidente Gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de Granada, Visitador General de la Real Audiencia y Cancillería de la Ciudad de Santa Fé, Arzobispo de la Ciudad de La Plata en las Provincias de los Charcas, y al presente dignísimo Arzobispo de la Ciudad de Lima, del Consejo de Su Majestad, Virrey, Gobernador y Capitán General que fue de los Reinos del Perú, Tierra Firme, Chile, etc.Exmo. e Ilmo. Señor:Ofrecer señor Excelentísimo, humildes votos en aras del rendimiento a las supremas deidades, costumbre fue de los Gesores y Atenienses, no tanto porque solo ellos manifestaban sus adoraciones, sino por conseguir las protecciones de tan excelsos númenes, que humanos votos mueven a piedad a las deidades, Noc minus propitij erant dij mola salsa suplicantibus (dijo Plinio, Lib 12, hist.C.18) im utro, vi palam est placenteret.

Nos circumviatales gelidos sumantibus arisAurgerlis dixum placantes omina savile.

(Ciceron, 2° De Disc.)

Un yerro solicita mi rendimiento, poniendo a los pies de V.E.Ilma este papel, o cual pequeño voto ofreciéndolo en sus altares, que si por humilde víctima no merece ser grande, espera así conseguirlo por el sacro numen a quien se consagra,

La que tuae super scriptum sub nomine Cesar,Et tibi sacraveri sei mea rapit opus.

(Ovidio, Trist. Eleg. Unic.)

Seguras tendrá de V.E. las protecciones que si en la primera vista tuvo la dicha de conseguirlas, no menos espera alcanzarla en la segunda, que es empeño de lo soberano el continuar favoreciendo.La obra busca a V.E. como a su centro, porque siendo epílogo de las calamidades de los pobres, ¿a quién mejor puede ofrecerse, sino a quien es de estos el piadoso Padre? Su alivio sólo solicito en élla, porque espero a de ser para todos seguro, cuanto universal remedio de sus dolencias. Grata es (decía Casiodoro, Lib.9, Epist.

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16) cunctis prefatur a vulgare, vigenerale siar gazatrum, quod possuit esse votivare, que no cumpliera en lo contrario con la obligación de mi ejercicio. Scimus enim provem eato nos datos esse canctorum, ni con la que debo a las contínuas honras de V.E., que sin reparar en la corta capacidad que las recibe, extiende su generosa mano para llenarla de beneficios. Milite eteris plus dedit, quamvis liem allis ded itet, quia sine spe accipienal dedit. (Séneca, 3, De benefic.)Para la empresa de esta obra alentó mi pluma y guió la mano (en medio de las precisas tareas de asistir a los enfermos) la piedad de un noble corazón, y siendo obra ésta del corazón, sólo debo dedicarla a V.E. que es de Lima el corazón, así lo da a entender el anagrama misterioso que resulta de las letras que componen el excelso nombre de V.E., porque

MELCHIORDice

LIMAE COR.Rotobando no sin misterio la H que lo compone, porque si ella es aspiración es preciso quedarnos con ella, para que así aspiremos todos por el piadoso Corazón de Lima, o vivamos por V.E. que es todo nuestro Corazón. Así es, pues todos esperan por él. Respira el noble, vive el pobre, se alienta el docto, y se esfuerza el virtuoso, porque si el Corazón es de la vida el principio, y V.E. es de Lima el Corazón, por V.E. viviremos todos, pues es V.E. de nuestras vidas el principio. Vivirá el noble, pues le comunica el corazón de V.E. sacros ejemplares en la noble sangre, que le alienta (sin presunciones de vanidades) de tantos coronados Héroes, Reyes, Príncipes, Marqueses, Duques, Condes y Grandes de que están llenas las Historias.(Aristot., De part. Judit lib. 4,Cap.41, lib.11,Cap.22, lib.3,Cap.34)

Te decet hic bicolor, cultus, & arma decent. (López Otariz)Viven los pobres, pues les da V.E. con sus tesoros y cuantiosas limosnas todo el corazón, porque en ellos descanse como en su centro, porque Num quam osi vacua manus a munere, si arca corale est plena voluntate. (M. Cast. Hist. de los Reyes Godos, fol. 238 y 240). Aliéntase el docto pues pasándose del Corazón a los labios las doctrinas: eructavit cor meum verbum (San Agustín, Hom. 5 Sup loza). Con la autoridad de Prelado y eficacia útil de Maestro, agradecen súbditos la enseñanza y veneran doctos la sabiduría y elocuencia. Eloquis candor, facultaque allivit omnes.

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(Alciae) Respira el Místico porque le comunica V.E. con su corazón nuevos alientos y vigorosos incendios de su forzado espíritu. Vulnerasi cor. Eloquium dulce.(ex). Y pues todos vivimos por V.E., todos lleguemos a sus sacras plantas rindiendo los ánimos y corazones. Ite animus, & corda supponite plautir, que recibiéndolos a todos con igualdad y amor. Gratia utramque probat, & ejus amor, nos comunicará V.E. de los sacros tesoros que depositó en su noble corazón la gracia y naturaleza, para que así le admiremos instruyendo como Jerónimo, destruyendo como Lactancio, enseñando como Agustino, aplaudido en todo como Hilario, cabalgando como Basilio y consolando como Gregorio. Instruit ut Hieronymus, destruit ut Lactantus, astruts ut Agustinus, attollerat ut Hilarius, ut Basilius consolatur, que dijo Sidonio a Claudiano Mamerto en otra ocasión, pero no mejor ni con más propiedad que en la presente diré de V.E., pues le contemplo severo como piadoso en la recta administración de la justicia, en los puestos de Presidente, Gobernador, Virrey y Capitán General de uno y otro Reino, en donde se experimentó la piedad como gracia, la justicia en su solio, la paz en su dominio, y de una y otra Majestad observadas las leyes, premiados los méritos, restaurados los tributos, dando al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.Quod est Cesaris, Cesari,& quod Dei, Deo, pues se vieron aumentados los Reales haberes y socorridos los pobres, o Dios en ellos, que olvidándose de su sangre o de sí, no reservó en sus gloriosos gobiernos (aun cuando sin ningún gravamen pudiera aplicar para los suyos) más que deber a Dios en sus pobres y al Rey en sus ahorros, sin que por eso se hubiese faltado al apresto de las Armadas contra el enemigo inglés, en que volando el tiempo y abreviándose las horas, se vieron socorridas de todo cuanto fue necesario para su feliz despacho: ni al socorro de las plazas y armas que componen los Presidios de este nobilísimo Reino. Bien claro lo ha manifestado Su Majestad en las repetidas Cédulas con que ha honrado a V.E. dándose por bien servido en todo, mostrando tenerle siempre en memoria para recompensa de sus servicios.(1)Dejando a la contemplación de otros el sagrado empleo y gobierno feliz de las Iglesias, que rigió el báculo de V.E., a esfuerzos de su generoso talento, o ellas lo publiquen pues sienten su ausencia. Popayán clamará por su Padre. Santa Marta por su Pastor. La Plata por su Príncipe, envidiando a la de Lima la dicha de merecerlo por su dignísimo Arzobispo y esposo, pues carecen de Padre, Pastor y Príncipe.1 Hizo Su Excelencia merced de la encomienda de Guacho (Huacho), que vacó en tiempo que fue Virrey, a los pobres indios del Hospital de Santa Ana.

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Aquí señor Excelentísimo, corriera mi mal cortada pluma el temor de ofender la religiosa modestia de V.E., no me desquiera la mano, dejándola libre no para publicar lo que todos saben, si para que mi deseo pinte (sino con coloridos de Apolos) con períodos de mi tosca retórica, por anuncio feliz de sus gloriosas sienes un nuevo trono, en que colocando al sol (en prosa de los ilustres Cisneros, o por el célebre triunfo de las Lunas Mahometanas o por el Imperio, que por sabios tienen sobre los astros, en tantos como brillan lucientes en el cielo de la sabia Atenas de Alcalá, que publica su fundación), pondré esta letra Omnibus omnia, y en su centro esta otra: PRAESUL MELCHIOR, que adornado del anagrama de su glorioso nombre, dirá por feliz vaticinio los méritos de V.E. y elevadas prendas:

PRAESULMELCHIOR

HIC. L. ROMAE.

Cantando yo ahora lo que entonces celebrará por su dicha la siempre esclarecida Roma:

Tu aurea virtutes magis, quam auro preziosumMiratur Roma, Mundi virtusque mir aculum.

¡Oh quieran los cielos hacer benignos sus influjos y se cumpla el pronóstico aunque sea a costa de un dolor¡ Para que así ocupe V.E. no sólo de Lima y de tantas Iglesias, sino aún de Roma el excelso trono, y comience desde luego a conceder su patrocinio, como la venta a escrito que consagra mi rudeza al amparo de V.E., para que así corra libre de Zoilos y Aristarcos, más por utilidad común que por gloria propia. Diciendo con Ovidio,

Da oculum scriptis, quorum ungierli albisCausa, sed officium, utilitasque fuit.(Ovidio,5,De Post. sieg vii)

Supliendo la grandeza de V.E. los defectos de su pequeñez y de mi estilo, pues por mucho que dijera, siempre quedará corto en decir de V.E. que originales tan soberanos no admiten copias, ni hay colores en la Retórica que los retrate; y recogiéndome al sagrado del silencio explicaré mudamente mi deseo con esta letra:

Spero equidem, denoque Dad gen jque benignaSorte tui summos inter habendus eris,

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Vive du felix super atis Nestoris annis,O Phoenix nullo tempore digno mori?.

Exmo. e Ilmo. Señor, mi Señor.B. L. P. de V.E. Ilustrísima su más rendido criado y Capellán.

Doct. D. Francisco de Vargas Machuca.

Aprobación del doctor don Francisco Bermejo Roldán, Catedrático de Prima de esta Real Universidad de San Marcos de Lima en la facultad de Medicina; Protomédico General de estos Reinos, y Médico de Cámara del Exmo. Señor Conde de la Monclova, Virrey, Gobernador y Capitán General de estos Reinos, y del Exmo. e Ilmo. señor doctor don Melchor de Liñán y Cisneros, Arzobispo de Lima, del Consejo de S. M., &

Exmo. Señor:Por Decreto de V.E. tengo visto y reconocido este Tratado de Sarampión compuesto por el Doctor D. Francisco de Vargas Machuca, Presbítero, Catedrático de Método de Galeno en esta Real Universidad de San Marcos de Lima,&. Y habiéndole leído con toda atención, tengo observado que sus doctrinas están concordes a las de los Príncipes, y que es muy útil no sólo para que se aprovechen de su método curativo, aquellas personas a quienes no ha llegado un tratado de este mismo accidente, que por mandato de S.E. saqué a luz, mirando con su gran caridad y buen celo el remedio universal de los indios, repartiendo en todo el Reino y en las partes más remotas, porque los pobres no careciesen de curación y se quejasen como Ovidio estando desterrado sin Medicina:

Mullius Apollinea, qui leves arte malum esi. (Ovidio, elegía 4 )

Escribiéndole el autor en el idioma castellano, porque siendo el fin que todos se

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aprovechen le puedan entender, pues como dice el Arzobispo de Rávena San Pedro Crisólogo, Lingua Patriae ,lingua chiara, lingua affabilis, & lingua multum amabilis. Siendo también útil para estudiantes, profesores de la facultad, pues está escrito con aquellos tres modos de saber e inquirir la esencia de las cosas, las cuales inventaron los filósofos Sócrates, Platón y Aristóteles, pues está muy bien definida la esencia del accidente, divididas todas sus partes principales y todo muy bien objecionado y satisfecho, de que cualquiera podrá inferir su doctitud, que según el Filósofo: Sigur sapientis, sen scientis est posse docere,(Arist. Problem. 535) pues ha logrado siempre el tiempo en estudios, cuya aplicación contínua le ha motivado por lograr su trabajo a escribir este Tratado de Sarampión, materia que no solo en práctica, sino también en teórica es muy ardua, por mover sus ejes en lo más arcano y profundo de la Filosofía, pues es ver que este accidente invade frecuentemente a este Reino y a los más(menos a la Grecia por la benignidad del aire, lo cual fácilmente se infiere de Hipócrates, que tratando tan en particular de las enfermedades correspondientes a cada edad en ocho Aforismos en la sección 3ª., y en particular de los muchachos, no mencionó esta enfermedad, siendo la más propia de esta edad) (Hipócrates, Aforismos, Secc. 3ª.)Cuya causa principal es el aire distemperado, concurriendo juntamente la disposición de los sujetos como adecuado paso, pues según Aristóteles Actum activorum non siunt utsi impatiente bene disposito (Arist. Prob.38) La cual disposición está en la masa sanguinaria impresionada del inquinamento de la sangre menstrua ab utero: el cual aire dicho alterado, ora en sus cualidades manifiestas ora ocultas (que sólo sucede en este intersticio inferior, que se llama atmósfera) produce en el estío Viruelas y Sarampión, entrando el tal aire en el corazón, que corrompiendo el temperamento de los espíritus vitales y las humedades que residen en él, excita un calor preternatural que diseminándose por todo el cuerpo, produce dicho accidente.(Petrus Bairus, Trac.de Pest.).Y esta intemperie aérea es producida o de causas superiores o inferiores; de superiores como de influjos planetarios deletéreos muy diversos entre sí, pues según San Alberto Magno desde la creación del mundo han sido tantas y diversas las influencias celestes, que no ha habido una que se parezca a otra. De causas inferiores como de lagos putrefactos o de cuerpos muertos, insepultos ya corrompidos, o de alguna porción de aire, que detenida mucho tiempo se ha empodrecido, como sucedió en la Babilonia que se halló una arquita de oro antigua en el Templo de Apolo, la cual abierta contagió con aquel aire recluso no sólo a los

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presentes, sino que grasándose largamente por toda Babilonia, llegó su contagio hasta los Parthos produciendo horrenda peste. (Coelius, lib.8 c.12)Siendo pues esta maestría tan intrincada la resuelve el autor con tanta energía, que a no moverme la pasión de ser ya crecida planta a mi minerval riego, corriera mi mal cortada pluma en perpetua celebridad de su escrito; pero podrá sin duda decirle muy bien lo que de sí un Filósofo Médico juzgándole Dios Júpiter, a quien también emula el mismo Empedocles diciendo:

Inmortallis ego cenvender apud vos;Vi par est Deus, & tali me di nor honore. (Merrer apud Plutarch. & Elians.)

Y aunque yo mismo podré decir lo que siento, porque que más crecida gloria que la de un labrador que aprueba en fin los más sazonados frutos de su cuidadoso árbol, como yo al presente lo hago prorrumpiendo gozoso ser uno de los Médicos, que a Clemen. Alex. le parecía comparar a los Dioses:

Ex Medici in soelis, qui hominum terrestribus tu sunt,Hinc existunt Dij, sunt quorum maximi honores. (Clem. Alex.)

Y finalmente, estando todas sus doctrinas también fundadas en principios físicos, bastantemente sólidos y toda la obra tan bién pulida y elaborada ad vuguem, en medio de sus contínuas tareas, ya de su estado, ya de su facultad, visitando con acierto, trampeando en muchos a la Parca los agudos filos de su guadaña, según los Poetas:

Ex Medici didicere moras innoctere morti. (Virg. Eglog. 2)

Y con mucha caridad a los pobres enfermos, que podrá consonar muy bien muchas veces con el Poeta:

Non unquam gravés, aere domum mihi dextra redibat.

Ya leyendo con asidua vigilancia su Cátedra de Método siendo en ambas el ambidextro, pues ha declarado también en el púlpito lo terso y vivo de sus conceptos, que sin duda según su desvelo luce lo que canta el Poeta:

Nec laceria molli veneranda selencta lecto.

Por lo cual siendo servido V.E. podrá como tan útil y provechoso al bien público, conceder la licencia que pide, para que se dé a la estampa. De mi Estudio, Lima 4 de octubre de 1694.

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Exmo. Señor.B. L. P. de V.E. su humilde criado:

Doct. D. Francisco Bermejo y Roldán.

Parecer del Doctor D. Francisco Ramírez Pacheco, Catedrático que fue de Filosofía Magna y después de Vísperas en propiedad, en la muy célebre Universidad de Sevilla, Médico de Cámara del Exmo. Señor Conde de Santisteban, Marqués de Solera, &, Virrey, Gobernador y Capitán General que fue de estos Reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, Médico Titular y Ministro Oficial del Santo Oficio de la Inquisición, y Decano de sus facultades en esta insigne Universidad de Lima.

Exmo. Señor:Obedeciendo el mandato de V.E., he visto con especial gusto este libro que se intitula Médicos Discursos, y práctica de curar el Sarampión con sus accidentes, &., compuesto por el doctor don Francisco de Vargas Machuca, Médico del Exmo. señor doctor don Melchor de Liñán y Cisneros, Arzobispo de esta Santa Iglesia de Lima, del Consejo de S. M., Virrey, Gobernador y Capitán General que fue de estos Reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, y del Santo Oficio de la Inquisición, Catedrático del Arte Medicinal y Método de Galeno, ampliado en segundo discurso con admirables observaciones y advertencias de las enfermedades tan varias y con tan diversos accidentes, como se vieron, ya en su total declinación; efectos que casi siempre suceden a las grandes epidemias, degenerando ya en ellas, ya en aquellas enfermedades, a que la región y los cuerpos o convalecientes de la epidemia, o que no la hayan padecido, están expuestos como nos lo advierte el siempre grande Hipócrates en los libros De Morbis Populoribus, y en sus Comentarios el doctísimo Francisco Vallés.Digo pues que lo he visto y leído con especial gusto, viendo logrado en breve volumen tanta buena doctrina y práctica tan útil para la curación de dicho efecto y los demás de que trata, concernientes y dependientes de él, con la observación de los que en la dicha epidemia se vieron, lo que después de pasado su mayor rigor se experimentaron, expresada completamente su esencia, según los mejores autores antiguos y modernos.Y considerando que las más poblaciones de estos Reinos se hallan de ordinario sin médico, ya sean de españoles o ya sean de indios, y que esta enfermedad

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comprenda a todos, y que se experimenta su ofensa y rigor en todas edades y temples tan distintos, como se ven a breves distancias, resultará de que salga a la luz pública, que todos tengan asistencia de Médico y los gobierne y socorra sus dolencias, teniendo y leyendo este libro, que en sus discursos enseña su autor con claridad, a conocerlas por sus señales y da reglas para que se conozcan sus causas, con los remedios convenientes para curarlas. Únicos fundamentos para una buena y segura curación. Como nos enseña el gran Maestro de todos, Galeno Lib. 7 Meth. Cap.13, por estas palabras: Imposo ti ele eji quemptam morbum curari, nisi prius cognoscatur, & auser aturdad, vede natus est causa.

Enseña pues a conocerlas da materia medicinal suficiente para su curación. Punto en que ponderando a Galeno, Libro Artis Medicinalis (dice): In croantes morbi herbis super crescentibus simillent sunt; quas nisi expertus Agrícola cognoscere non potesi. Esto pues que le pareció tan difícil a Galeno, lo hace tratable y favorable el autor con las reglas, doctrinas y advertencias que propone, explicándose con claridad.Y no me admira su acierto, cuando sé que la obediencia a impulso superior le hizo tomar la pluma, manifestando sus estudios, práctica y observaciones para la común utilidad, y que imperio tal a un tiempo obligara y favorece:

Escribentem luvat ipse favor, minuitque laborem, Cumque suo crescens pectore servit opus.

Dijo el gran Poeta Ovidio, 3 De Ponto. Y yo reproduciendo lo dicho, que será de gran conveniencia para todos, presentes y venideros,se dé a la prensa para que en público todos lo logren. Este es mi parecer, salvo, &. Lima y Setiembre 4 de 1694.

Exmo. Señor.B. L. P. de V.E. con todo rendimiento.

Doct. D. Francisco Ramírez Pacheco.

Licencia del Gobierno.Lima, 11 de octubre de 1694.

Imprímase.El Conde. Ayesta.

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Aprobación del Doctor D. Bernardo Yáñes, graduado en la Facultad de Medicina en la Real Universidad de San Marcos.

Exmo. e Ilmo. Señor:Obedeciendo al mandato y Decreto de V.E. Ilma., he visto con singular cuidado y admiración estos Médicos Discursos y Práctica de curar el Sarampión, compuesto por el doctor don Francisco de Vargas Machuca, Presbítero, Catedrático del Método del Príncipe Galeno en la Real Universidad de San Marcos, y Médico de V.E. Ilma y del Tribunal del Santo Oficio, & útil cuanto provechoso para el común bien y salud pública, pues teniendo en las doctrinas las propiedades del Maná, servirá para el común gusto de todos, admirándose siempre por raro y singular quid esi hoce (Exod.c.25, vers.15) Sin que se sacien los que le leyeren , recibiéndole al tamaño de sus capacidades; pues el docto le admirará sabio como lleno de las mejores noticias

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médicas y filosóficas, que franquean sus márgenes, con la inteligencia más genuina de los Príncipes de nuestra Médica facultad, y de los aforismos. El menos noticioso encontrará con poca diligencia el Oceáno del Arte Médica y de sus preceptos: Ars longa (Hip. 1, Aph.) abreviado en los términos de pocas hojas para su propia utilidad, con los remedios eficaces contra los males que acecharle pueden. Pudiéndose decir de la obra y de su autor, que con tan singular estudio la compuso, que ni a ella le falta cosa de lo que en punto tan dificultoso ofrecerse puede para llamarse grande, ni a su autor le resta nada que decir más para su mayor complemento. Que dire pro dignitate dict possunt sorum albicant sit, ve practerea, que ab codicta sunt,mano posset alia plura ad semper eluentia dicere, que dijo Platón (Folio 351) pues declara con tanta puntualidad su autor la ciencia y causas del Sarampión, no sólo en lo común que tratan los autores, sino aún en lo más particular que ninguno dice, resolviendo sin molestia, objecionando sin fatiga, satisfaciendo con claridad. Preferi de thezauro suo aova,& vetera; y siendo tan completo en todo siempre se admirará hermoso en su variedad, fuerte en las razones, agudo y sublime en sus resoluciones, electo en las doctrinas, pero en la verdad de referirlas, y digno de que sea eterno elogio de su autor. Est opus hoc pulebram, validam, acre, sabitant, variam, electum, puram, & cum omni authoris fat laude difussum, que dijo Plinio, pues enseña lo verdadero, persuade lo que es justo se ejecute, y aconseja lo que se debe oir, por contrario de la salud dotes vera, & lusta persuade, & contrario coram fugit.(Arist. Lib.2 Rethor.) Así lo siento y juzgo para mi, sin que me mueva para el aplauso de su autor, la intimidad de la amistad y compañía en el gustoso trabajo de la Seráfica Enfermería; pues le he visto con especialísimo gusto y mayor consuelo, creciendo en mí cuanto más leía, el deseo insaciable de lo que restaba, pudiendo decir en esta, lo que en otra ocasión dijo el Mantuano: Leglianta animi voluntatis, quanta loculentia explendet, quanto amore ejus Authorem prosecutur sunt, sed cum legendo dunt capio sedare sielem, sitis alier atrescti, dessertum folle videndi reliquant. (Mantuano, In elogio Mirandulam).

Y si por la obras se conocen los autores, Opera enim tibi non sequntur illos, conocido ha sido su autor siempre por los lucidos estudios en Sagrada Teología y Escrituras, que en su Real Colegio de Santo Toribio consiguió, manifestándolos en los sermones que ha dado a la prensa, con singular acierto y común aplauso de todos, y ahora nuevamente lo será, por el trabajo de este discurso en que muestra su grande aplicación y desvelo, llegando a conseguir a un mismo tiempo en tan literal unión, lo que otros no alcanzan en muchos siglos, levantándose con el renombre de Médico

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espiritual y corporal:Mentero sanari corpus aut aegrum,

es pariter flecti Medichae posse videmus. (Lucrecius. I)

Pues le admiramos en la Medicinal Cátedra que enseña, Maestro en la práctica que expone, estudioso en la asistencia de los enfermos, singular y feliz en las curaciones. En el púlpíto elocuente, sentencioso en lo que profiere y agudo en lo que piensa, un todo digno de admiraciones, que le hacen sujeto sólo de este siglo. Utraque manu decertans, e sugesu de clamans, quia mellus non facila dices, utrumque ad stupore vere vulus saecult homo,(Magist Herrera in Alphabet.) manifestando en uno y otro, en Cátedra y púlpito, que como siervo y Ministro del Señor, invocavit servos suos, a quien ha dado sus dones, & tradidit illis bona en dos talentos, alij duo (Matheo,25) espera el logro de duplicarlos en la obra que promete, que diga con su estado y profesión, ecce alla duo super lucratus sunt, que sólo puede conseguirlo como quien sabe robar al ocio los tributos et in perpetuo deliciosa canes, aplaudiéndole el empeño todos para tan gloriosa empresa, para que así sea enriquecida la prensa, de su inmortal fama con sus obras: diciéndole con Séneca: E de plurima, quam celerrimae vitae nomini celebritas, & tuis temporibus,claritas, & studiosis omnibus utillitas parlatur.

Y por último de mi sentir es que esta obra en cuanto no contiene cosa que desdiga a las buenas costumbres ni a nuestra Santa Fé, será digna de que se dé a la prensa, para la común utilidad: Hoc totum dicendi genius (ipse Machuca) graviter,& copiose descripsit, ut nihil utilius, nil magnificentur, dici videatur, dignum quidem quelam reis aptelbus describatur.(Canis. Ad scriptor Plutarc. Lib.2 tenf. C.14) Salvo meliori, &. De este Estudio, Lima, 8 de octubre de 1694.

Exmo. e Ilmo. Señor.B. L. P. de V.E. I. Su más rendido súbdito.

Doct. D. Bernardo Yáñez.

Licencia del Ordinario.Damos licencia por lo que toca a la jurisdicción eclesiástica ordinaria para que se imprima el Tratado contenido en este Memorial, atento a los pareceres de nuestro

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orden. Lima, Octubre 15 de 1694.

Melchor Arzobispo de Lima.Por mandado del Arzobispo mi señor; D. Juan Manuel del Molino.

Aprobación del Doct. D. Joseph de Avendaño, Catedrático de Vísperas de Medicina en la Real Universidad de San Marcos de Lima.

Exmo. e Ilmo. Señor:Para dar mi parecer obedeciendo el precepto de V E con singular gusto, y más atención a mi utilidad que a la censura, leí los Médicos Discursos sobre el Sarampión, tratado a la verdad erudito compuesto por el doctor don Francisco de Vargas Machuca, Catedrático de Método de Galeno en esta Real Universidad de San Marcos: es obra digna de su autor, tan celebrado por sus aciertos, y viendo los de esta obra puedo decir con Ovidio: Quiá non laudabili vidi?

Ya enriqueció la estampa con lo más sagrado de sus discursos en los Sermones que ha impreso, y le admiramos Médico de las almas en la sublime eminencia de los púlpitos. Ahora se siguen por consecuencia profícuos fármacos para el cuerpo en sus acertados aforismos, en sus acendrados cuanto vivos discursos, que es precepto de Cristo celestial médico de las almas y los cuerpos dijo profundo San Ambrosio: celestis Medicus; después de la predicación evangélica, la corporal medicina: euntes autem: praedicate: infirmos curate, mortuos suscitate, leprosos mandare (Math. 10, v.1) Cumple tan a la letra nuestro autor el soberano precepto, que cura enfermos y resucita desahuciados, de quienes se había ya apoderado la muerte: milagros todos de su sabiduría. Por eso en Médicos tan acertados descubrió el Poeta no sé que luces de divinidad, cuando dijo:

Pharmaco qui narole miscere salubribus hervir,Morboque implicitus Paeonis arte levat,

Innumeris fertur super et utra laudibus dequeDemissus simillis creditur au Deus.

Hipócrates, oráculo de nuestra profesión dijo que en la peste aliquid divinam inosi,

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yo digo que lo más divino está y se ve claramente en este tratado del epidemial y pestilente Sarampión, que cundió voraz el año pasado en esta Ciudad después del hambre o carestía del pan, conforme a la amenaza de Dios en el Levítico: mittem pestilentiam in medio vestri, post quam confregere baculum panis vestri. Si veneró el Poeta como a un Dios o Numen bajado del cielo, Demissus similis creditur axe Deus.

A un médico sabio y feliz en su arte, que dijera de nuestro autor, en quien no sólo resplandezca la ciencia médica y natural filosofía, sino también las luces divinas de la Teología. Que enlazadas en él con primorosa acoluthia forman un todo admirable que celebra Casiodoro como milagro; habent divisa per aecenin: coniuncta miracoli; y Séneca le juzga por imposible, aún en los mayores ingenios: magna ingenio quando plurqua in uno trutenerunt Virgilium illa felicitas dugenti oratione soluta reliquit: Cicerone eloquentia sua in carminibus suis destituit. Quien le oyere en el púlpito, juzgará que todo su desvelo es en la Sagrada Escritura y Santos Padres: quien le atendiese en la Cátedra y a sus curaciones científicas, creerá que se emplea todo en el estudio de los Padres y Príncipes de nuestra facultad, Hipócrates y Galeno, pero quien le experimenta en uno y otro tan cabal, exclamará admirado con el Poeta:

Quae divisa beatos, estretunt, collect tener.

Tanta es su capacidad. En el autor se reconoce que los sagrados empleos del sacerdocio no son estorbo de la medicina ilustrada no sólo con Reyes, sino también con Pontífices y Santos Profesores de élla, de que hacen gloriosa lista nuestro Pedro Andres Canonherio y Jerónimo Bardo, y que acertaron en tener médicos sacerdotes los egipcios y persas: apud Aegypcios, & Persas idem profesorarunt Medici et Sacerdotes. (Canonher. Vol 1.in,7, Aphor. Hipocr. Libro 1, pg.6, Hieronym. Bardus in sua Med.Polit. Cathol.cap.8, pg.195).

Por eso fueron tan acertados y aplaudidos, como lo será nuestro autor en este docto tratado, en que se admiran a un tiempo ingenio, juicio, erudición y de todo comprehensión, quien no sólo es Médico Sacerdote sino Teólogo, realce que ilustra y hace más feliz nuestra siempre sublime profesión, como lo dijo el mismo Bardo: Medicinam felicitas tractatum in inquit Flehtus, si Medici Sacerdotes essent, ac Theolog. (Idem, vide pg. 314) Y todo lo es con singularidad el autor; y así juzgo que este Tratado en quien se encierra su mayor alabanza: Maximo laus operis is scriptis formatur bripsit, debe darse a la luz y utilidad pública libre de toda censura. Este es

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mi parecer, salvo meliori, &. Lima y octubre 16 de 1694.

Exmo. e Ilmo. Señor.B. L. P. de V. E. Ilma. su menor criado.

Doct. D. Joseph de Avendaño.

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PRÓLOGO AL LECTOR

Benigno lector: en el término de catorce días hice este mal formado papel, cuando podía servir para su común alivio; no me sentencies ahora de omiso en no haberlo sacado antes a tu censura, puesto que no te faltaron de otro superior planeta las excelsas luces de su doctrina, que en presencia del sol no le conceden lucimientos a las estrellas: discúlpeme tu benignidad ofreciéndotelo ahora con duplicadas mejoras, pues te doy en platos del rendimiento un nuevo manjar al gusto en el último discurso. Si la pasión no te obliga, mírame con piedad cuando me reparares compendioso, que no es delito culpable el ahorrarte una fatiga. No dudo hallarás en este papel defectos que puedas enmendar, porque sé que el amor propio es causa de muchos yerros, y si tus ojos los registraren, tu pluma no tu lengua los publique, que no es bien vuelen al aire tus reparos, cuando no van acompañados de los adornos de plumas. Si lo hicieres así, dos cosas conseguirás en una, que serán mi enseñanza y mi ejercicio, siendo preciso el satisfacerte. La cortedad de remedios podrán causarte algún desprecio, pero yo no he escrito para ti que tanto sabes. Un resumen de doctrinas son todos mis discursos, no cuestiones pulidas del ingenio, porque como escribo para pobres, sólo quiero darles perlas. Del oceáno de los libros han salido y mi trabajo sólo ha estado en pulirlas; estimaránlas como pobres cuando tu por rico las desprecies. No porque sale ahora, tus ojos la repudien por inútil, pues sus márgenes y doctrinas te pueden servir en todos tiempos, aquellos de entretenimiento y éstas para alivio de tus enfermedades. Pon de tu parte la aplicación cuando las padecieres, pues para todas hallarás quizás remedio, pues lo que fueron accidentes pueden ser por si dolencias, y no será malo faltándote Médico, tener auxilios de tu mano.Procura tenerle contigo, porque siempre tengas quien te remedie, y si de esta suerte mereciere tus aprecios, dichoso seré siempre que acerté en darte gusto. No me acortes para lo que en adelante deba servirte; aliéntame con tus aplausos, para que ahí dé a la estampa otra obra que te ofrezco.En ella espero juntar con mi estado la facultad que profeso, y mientras discurres cuál puede ser, me tienes siempre para obedecerte. Vale.

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PROPUESTA HISTORIAL DEL ACCIDENTEQue en este discurso se trata.Son las historias vivos recuerdos de los pasados sucesos, porque los hace patentes sus memorias, no sólo para la enseñanza en lo presente, cuanto para prevenciones de lo futuro. En ellas aprende sin sustos el más noble ánimo, cuanto ejecutará congojado entre sus contingencias. Engendran diestros sus noticias y hacen doctos sus escarmientos.Quizás por eso el Príncipe de la Medicina Hipócrates hizo de las epidemias historias, para que el médico ilustrado con la claridad de los accidentes, que refiere su elocuencia, adquiera en lo presente singulares noticias con sus luces; que prevenido en lo futuro mal puede temer riesgos que amenazarán; díjolo con elegancia: Optimun videre Medicum providentiam ad hibere. Y como esta no se adquiera sin las noticias de las enfermedades, aconseja su ejercicio: Exercete circa morbus profis non noceas.(I. Epid. sect.3, xxxi,14)

A este fin se propone la historia de este accidente, para que los que la leyeren, tengan en lo futuro noticias y en lo presente remedio contra la crueldad de tan feroz enemigo.Por los fines del mes de octubre del año pasado de 1693, habiendo llegado al Puerto del Callao un bajel nuevo nombrado “El Sacramento”, de vuelta de Guayaquil, con personas de mar y comercio, que habían enfermado de un encendimiento de rostro y cuerpo, con calenturas, ansias y vómitos (que según las noticias que por un papel participó poco antes en la Ciudad de Quito, Loja y todas sus Provincias), en el mar algunos y otros en tierra, extendiéndose por todos los más vecinos del Puerto del Callao, de donde pasando a esta Ciudad de los Reyes algunos de los dolientes, para conseguir de este mal la curación, se fue comunicando a todos sus naturales y habitadores, así hombres como mujeres y niños, sin que perdonase sexo ni naturaleza, y sin que obstase el benigno influjo de su cielo, ni la providencia de su Exmo. Virrey y Gobernador el señor Conde de la Monclova, que previniendo el riesgo, solicitó su desvelo el remedio en la prevención con consulta de su médico y Protomédico General el doctor don Francisco Bermejo, mi Maestro, para que no tuviesen ingreso a la Ciudad los que venían en los bajeles, pues como dijo el dicho doctor, ya el estrago estaba dentro aún antes que el estruendo, causándose accidentes tan varios en

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todos los dolientes, que aún apenas se hallaron libres de sus impresiones.Pues en el principio de su generación acaecían vómitos de cólera en todas sus especies, blancos o serosos, arrojando cantidad de lombrices, ya por vómito como por curso; en otros flujos de sangre por narices, dolores de cabeza, fiebres ardientes y colicuantes toses, estornudos, fluxiones catarrales al pecho, pulmones y costados, con dolores vehementes y difíciles respiraciones, inflamaciones a la garganta: en el aumento y estado de él sobrevenían cursos albos, tenues y de serosa sustancia, coléricos, ya negros ya sanguíneos, y finalmente de todas especies de humores, con suma debilidad en algunos, desgano e inapetencia al alimento, dolores de estómago, desmayos, frialdad en los extremos, total extinción del calor natural, sudores fríos y continuación de cursos, que también tenían en el principio. Y lo que causó más cuidado fueron los accidentes que en el estado de convalecencia acaecieron a muchos, de que peligraron algunos fríos y resueltos, volviendo a enfermar por muy leves causas externas.De donde se levantó duda por algunos ciudadanos, respecto de ver tanta variedad de accidentes y tan mortales y no uniformes, si era Sarampión o no dicho accidente.Nació la duda de que si fuera Sarampión su causa, siendo una y general, hubiera en todos producido unos mismos accidentes y no tan varios, como se experimentaron, principalmente en esta ocasión, que no han acaecido en otras, en que ha venido dicho accidente del Sarampión. Ni tampoco hubiera variación en su curación: pues siendo uno el accidente y su causa una, siempre en todos fuera uno mismo el remedio. Además que murieron muchos de las recaídas, originadas de leves causas; lo cual no acaeció en los años pasados, según lo refiere el doctor Melchor Amuzgo, Presbítero Protomédico y médico que fue del señor Príncipe de Esquilache, Virrey de estos Reinos; pues dice fueron pocos o ningunos los que se murieron. De donde se infirió por conclusión, no ser el Sarampión este accidente sino otro, de los médicos de esta Ciudad ignorado (Años 1618, 1634, 1635).Para responder a estas dudas y a otras que se ofrecen cerca de su verdadera curación, y finalmente indagar las causas de tan súbitos y mortales accidentes, poniendo su curación y reparo, me ha parecido con brevedad averiguar la esencia del Sarampión, sus causas, signos, pronósticos y curación, cotejando o descendiendo de aquel universal a este accidente en particular, para su verdadero conocimiento, que es uno de los instrumentos médicos de que debemos usar en casos de duda o de

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esencias ignoradas de algunas enfermedades, como lo enseña Galeno.(Cap. IV,De Op. feb.) Y así espero que llegando a las manos de algunos este papel, principalmente a donde no hay médico (porque no escribo para esta Ciudad donde hay tantos y tan doctos), si viniere dicho accidente podrá ser de algún alivio, pues podrán socorrerse y socorrer a otros con sólo leerlo (y aún para otras enfermedades, como después se verá en su lugar), y porque sea claro y lo puedan entender todos, irá dividido por puntos y párrafos, que se irán llamando donde fuere necesario para alguna doctrina. Dejando lo sutil de los puntos y cuestiones para los autores, a donde podrán recurrir los curiosos con las citas, como para las escuelas, pues no es mi ánimo proceder en el moro sebolástico, sino sólo resolutivo en cuanto pueda alcanzar mi corto juicio. Para que asi sirva con menos embarazo de voces, que confunden y no sirven para el fin, que es conseguir la salud de los enfermos.

Parte II. Propónese la esencia del Sarampión.

Prescindiendo de la común duda (si los Príncipes antiguos médicos tuviesen noticia de este accidente o no, que se puede ver en los más de los autores al margen citados(1) pues así les tendrá por cierto no ser nueva esta enfermedad, pues apenas hay autor que disputando de fiebres o de su curación, no trate de su esencia), defínese el Sarampión de esta manera:Es un género de manchas pequeñuelas, de florescencia de humor sanguíneo sutil, hecho por la facultad expultriz irritada o virtur tosa por la cutis del cuerpo humano, con calentura, ardor, comezón rubor, a manera de erisipela, que a veces desaparece y se resuelve sin auxilio médico alguno.

De la cual definición se deja entender bien claro, ser el Sarampión accidente in excresis que llaman los médicos, el cual ha de acompañar como la sombra al cuerpo, a alguna enfermedad como enseñan todos, que no es otra cosa según la opinión común que la fiebre, en cuanto es destemplanza caliente y seca, que reducida a alguna de sus especies, se llama synocho o sanguínea o imperiosa, según Haliabas;

1 Procedit dabi a lo circa tex.Hip.51 lib.3 epid.lect 3 & lib.4, num 26.Vide Gal. In Com. Apho.9,com 6 & Aphor.26. Com. 3.

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de donde todo el conjunto se llama morbo, cogiendo el nombre del accidente, como acaece en muchas enfermedades, cuya noticia se coge de sus accidentes.(2)

II. En que se proponen las causas más comunes del Sarampión y su modo de engendrarse.

Acerca de la causa del Sarampión hay duda entre los autores, porque algunos afirman ser la sangre menstrua, de la cual se alimentó el feto en el útero materno, que reservada en el cuerpo humano hasta cierto tiempo, en que concurriendo causa superior, hace que hiervan y se empodrezcan los humores para causar la calentura, de lo cual se sigue el que naturaleza próbida arroje por via de expurgación o de crisis al ámbito o cutis del cuerpo, dicho humor vicioso, en donde causa el accidente dicho Sarampión. Otros sienten lo contrario, por cuanto el feto en el útero materno no se alimenta de la sangre impura (como dice Galeno), sino de la más generosa y loable, que puede haber en el cuerpo de su madre, y así recurren a principio oculto o ignoto.(3)Véanse los autores citados, mientras me compongo con ellos juntando sus sentencias, que es lo más cierto. Pues no es otra la causa del Sarampión a mi ver, que la masa sanguinaria o humor sanguíneo de que se engendra, influyendo como con principio para la ebullición o empodrecimiento, o corrupción de la misma masa sanguinaria o de los humores. Lo primero el aire mal cualificado o alterado de ciertas calidades repugnantes a la naturaleza humana, participadas de influjo celeste. Lo segundo el uso de los parvos alimentos y de poca sustancia, que vician la sangre, como también la parva cualidad que reside en la misma sangre materna, de que se formó el feto, que juntándose todas en cierto tiempo, producen dicho accidente: Sarampión.Y que estas y no otras sean las causas y comprincipios de la generación del Sarampión, además de decirlo dichos autores, se deja entender bien claro: puesto que los humores por sí solos no lo causan, ni los alimentos parvos y de mala sustancia ni sólo el aire mal cualificado: no los humores porque es menester otra causa que

2 Ita Eduard Lib.7,epistl.2. Fusch,Lib.5 cap.9 Doct.morb. Liperio Lib.47,sect.3 c 2. Merc.Lib.7 De feb.pest. Senert, Lib.4 des.cap 12. Maroj, Lib.5, fol.164. Horat. Aug. Lib.9, cap.1 Zacut, lib.1.Hist.3 & lib.5,cap.12. Horsius in apen. De variol .& morb. & de nique D. Amuzgo, Tract. De hoc morbo.3 Ras. Lib. Epist. Cap.1. 5 Epid. Com.3 Tract.13

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los mueva y haga hervir en cierto tiempo más que en otro, la cual es del aire, en cuanto éste con especial influjo alterado nos altera, y los altera y mueve haciéndolos hervir y fermentar; pues vemos que no en todos tiempos acaece, como hemos experimentado en estos Reinos en los años observados. Aquí ayudan los parvos alimentos, en cuanto no prestando sustancia útil ni convertible en sustancia loable para nutrir al cuerpo humano, lo llenan de excrementicios humores, viciosos e inútiles, que conjuntos con la sangre hierven por la universal causa que los mueve; haciendo entonces la Naturaleza la separación de éllos al ámbito del cuerpo, repurgándolos así, (sea por modo de crisis como sienten algunos, o irritada de su parva cualidad, acre y nociva como dicen otros), los cuales humores así arrojados, pasando por los vasos menores de los mayores, llegan a la cutis como a parte menos noble en donde causan el Sarampión; así comúnmente dicho del verbo Serpo, que significa cundir, de donde cogió el nombre castellano, en cuanto cunde todo el cuerpo o la cutis de él, aunque en nombre más general se llama exantema, que es para significar todo género de manchas, rubores o pústulas, y en nuestros tiempos morbilus en latín, que es lo mismo que corresponde al morbo, esto es parva peste.(4)De lo dicho se infiere ser la causa del Sarampión la sangre afecta de la parva cualidad contraída en el útero materno, en donde fuimos de ella alimentados, la cual movida y exagitada en cierto modo, del calor natural o preternatural (que ahora no disputo si son diversos o se distinguen entre sí), concita la fiebre sanguínea terminable, o en viruelas, si fuere grueso lo que se separó o arrojó, y si sutil y delgado en nuestro afecto, Sarampión; pues como es cierto en la sangre (como en otra cualquiera sustancia) hay dos excrementos, sutil y grueso, de que el uno como el otro accidente le puede engendrar, fuera de otros morbos de que al presente no hago mención (aunque a lo último espero tratar de alguno por ser cutáneo y de alguna utilidad su noticia como la curación, para consuelo de muchos).(4)Y porque mejor se entienda todo lo dicho y se puedan con más facilidad ejecutar los auxilios para la curación, que en esto sólo consiste a mi ver. Es de advertir en doctrinas de Avicena, que dicha ebullición de sangre puede ser de dos modos, corruptive o perfective. Y así es una perfectiva o depurativa, y la otra corruptiva. La

4 Aule. Cap.4 Lib.4,fol.1,Tract.4. Galeno,Lib.6 De Loc. Cap.7,Lib. De fuce boni,Lib. De dif.febr. Cap. 3 & 4. 3 Aphor. Com.9. Hip. supra.4 Galeno, Lib.3 De cris. Cap.12

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depurativa acaece cuando solas las partes impuras y excrementicias de la sangre empodrecida se repurgan y arrojan por la naturaleza, de tal suerte que no quede vestigio alguno de estos humores en la masa sanguinaria, en cuanto ya arrojó y apartó de sí la naturaleza todo lo malo a las partes externas, como a menos principales, por defender las nobles que son las internas, y esta es la causa de acaecer en algunos viruelas y Sarampión es loables y benignas, sin peligro alguno, que las más veces sanan sin auxilio médico, quedando los sujetos tan libres de accidentes, pareciendo que están sanos pues quedan sin calentura, sin ansias, sin sed ni otro accidente que antes tuviesen.(5)La corruptiva ebullición es en la cual no solas las partes excrementicias de la sangre, sino aún la misma sangre se empudrece (saben los doctos en qué sentido hablo, pues se sabe que la sangre se empudrece, y cómo puede ser) quedando dentro del cuerpo empodrecidos los humores, sin que haya arrojado naturaleza afuera algunos, que causen este accidente, perseverando la fiebre y demás síntomas; por lo cual acaecen malignas viruelas y Sarampión maligno; pues siendo mayor o menor el empodrecimiento, participante de mayor o menor malignidad, es fuerza que se produzca con mayor o menor malignidad el Sarampión, ayudando para esto el aire (como ya dije) con su cualidad viciada, que obra en unos más que en otros, en cuanto halla analogía o menos o más resistencia para alterar corrompiendo.Y así es el Sarampión, o puede ser según su esencia (prescindiendo de accidentes que le puedan acompañar) en dos maneras: benigno o maligno y de parva cualidad. Benigno será entonces cuando no trajere cualidad deletérea, ni acompañados de consideración como son fiebres ardientes, inquietud, sequedad y negregura de lengua, desmayos, ansias, vómitos, cursos de consideración y de mala cualidad. Maligno será cuando todos estos accidentes acompañaren, o cuando los más de ellos le siguieren, porque entonces será maligno, si además de aquella cualidad a todos común (que reside como dije en la sangre materna) tuviere consigo la cualidad benéfica y deletérea o maligna de quien es propio destruir, no solo el temperamento cualitativo,sino aún el substantífico de las partes vivientes, oponiéndose al principio vital como origen y fuente, de que todas las demás partes dependen, como saben los doctos; y así acontecen deliquios y debilidad de fuerzas, saltando los pulsos con laxitud y flojedad en el todo, y alguna resolución espirituosa, como acaece en todas

5 Attic. Lib.4 Sen.3 Tract.4 Cap.6. Galeno, 3 Epid. Sect.4-ss-3. De Sympto. Caus.2 ad fin.

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las enfermedades, que por dicha cualidad se denominan y constituyen malignas.(5)Y porque no siempre se halla dicha cualidad, porque no siempre hay disposición en los humores para su generación, es de advertir que no todas las enfermedades que a todos aprehenden son malignas, sino sólo aquellas en quienes se halla dicha cualidad, y así enseña nuestro Hipócrates que las enfermedades son en dos maneras, unas que se dicen comunes y otras espartas o diversas; las comunes son las que aprehenden con un mismo modo y sin variación en su especie, así hombres como mujeres y niños; las diversas o espartas, son las que en especie diversa aprehende a todos, como tercianas, dolores de costado, cursos, catarros, etc., según la constitución de los tiempos. A las enfermedades comunes llamaron los antiguos Epidemias, las cuales si a todos aprehenden se llaman Epidemiales, que se subdividen en letales y mortíferas que se dicen pestilentes, y en benignas, a quienes no acompaña cualidad pestífera ni maligna.(6)Es de advertir (en doctrina de Hipócrates) que para causarse Epidemias es necesario que se dé causa universal y común, la cual no puede ser otra como sienten muchos autores con Avicena, que el aire en cuanto todos usamos de el, pues no hay ninguno que no le atraiga mientras vive y respira; y no como sienten algunos, el alimento; pues todos no usan de uno mismo, ni de un mismo modo, siendo así que en enferman de un mismo modo, así los que usan de buenos como de malos alimentos. (Aunque no puedo negar, poder acaecer alguna vez que faltando en todos el alimento bueno, y obligados a usar de parvos alimentos, sean afectos de pestilente morbo, teniendo su principio en uno o en otro, de tal suerte que obligue a que dentro de los cuerpos se empodrezcan los humores malignamente, y se contagien de aquí los unos y los otros, como nota Ioseph.de Bell. Indaie, cap. 26, que después de una larga hambre fueron afectos de peste los habitadores de Jerusalén) (7).Más en éste como en todos los demás casos se recurre al principio general que es el aire, que mal afecto o contagiado de uno o de otro que enfermó primero, es atraído de todos por la respiración necesariamente; y son afectos del morbo, por cuanto hay en ellos disposiciones parvas de los alimentos, para la introducción de tal forma y accidentes pestilentes, pues no pudiendo huir sus cualidades repugnantes

5 D. Brab. Trat. De febr. Laethal. P. 3.6 Hip. Lib. De morb.popul. Lib. De natur. Hum. Rex 1, 2, 3. Gal. Rorat. Vict. tex.9. Hip. Lib.3 Aph. Per rora.7 Hip. Lib de fler. & I Ep. In proemio. Avicena, Lib. 3 Tract. 3. 6. 9.

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y alterantes de nuestro temperamento, no hay duda ser esta la universal causa y común de las epidemias y pestes.Advirtiendo que si el aire sólo padece alteración en sus cualidades por algún especial influjo superior, causará en los sublunares alteración en su temperamento o cualidades, más si en su propia sustancia padece, de tal suerte que se corrompa (ora sea por intención de cualidades, ora por comisión de sustancia alterante y corrompente). Nos altera en mayor intención, comunicándonos su misma sustancia corrupta, mal cualificada y venenosa, por cuanto necesariamente le atraemos por la respiración, y más si en los cuerpos hay disposiciones no resistentes o disímiles a sus impresiones, como dice Galeno, por cuya causa obrando en unos por hallar analogía, pasa de éstos a comunicarse a otros símiles en temperamento y cualidades (8).

III. Propónense algunas deducciones de lo dicho, para mayor inteligencia de la naturaleza y causa del Sarampión, reduciéndolo a alguna especie de morbo.

De lo dicho se infiere lo primero, que cuando el Sarampión (u otra enfermedad) trajere cualidad deletérea o venenosa, participada del aire corrupto y comprende a todos, de los cuales los más de ellos peligraren, será la Peste Epidemial; más cuando no murieren muchos o los más será Epidemia, porque entonces no acompaña cualidad venenosa destructiva de lo vital, aunque sea contagioso como saben los doctos, pues se puede dar contagio sin peste, aunque no peste sin contagio (9).Infiérese lo segundo que si para que el Sarampión se produzca, se ha de dar hervor de la masa sanguinaria o empodrecimiento (como dije) de los humores, del cual resulte la fiebre sanguínea (prescindo ahora de la duda si es necesaria la fiebre para la generación del Sarampión y viruelas o no).(10) De necesidad se ha de dar plenitud y abundancia de humores sanguíneos, y por consiguiente ha de haber incendio en las partes internas, las cuales aún después de haber brotado el Sarampión, suelen quedar ardientes, de tal suerte que si en los humores aún todavía persevera corrupción y empodrecimiento, se continuará la fiebre con graves accidentes, y a veces declina a otra especie que no era en su principio, que empodrecida la sangre

8 Ingrassias, Lib.I De coe.pest. Altim,De feb.pest. Cap.6. Vejuran, Lib.4 part 3 + 9, 7, Gal. De febr. Cap.4.9 Doct. Carol Valles, Lib. 3. Prognostic. Hip. Cap. 21.10 D. Mato, lib. 2, cap.5 Lib. Pestillentur.

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no es dificultoso pase a hacerle otro humor, del cual por sus disposiciones se levante tal especie, como ardiente o fiebre continua o terciana, perseverando ésta hasta que en su materia perseveren sus disposiciones conservativas de tal forma.(11).Infiérese lo tercero, que el vicio o cualidad contraída en la sangre ab utero materno, reside en el hígado oficina de los humores, en donde existiendo (aunque Galeno diga que fuimos alimentados de sangre loable en el útero, se entiende en los primeros meses, más no en los últimos, en los cuales por estar el feto grande tiene necesidad del alimento en más cantidad, por cuya causa se nutre, no bastando el poco del sanguíneo humor, que reside en las venas del útero materno). Va afectando a los humores que engendra con la virtud que para ello tiene, y los va sigilando con dicha cualidad hasta su tiempo, que concurriendo las demás causas, causan tal accidente.Infiérese lo cuarto, que aunque el aire como principio universal (según ya dije) sea causa del hervor de los humores, no por eso se ha de excluir al calor natural, el cual como pretenda su conservación, procura purificar los humores haciéndolos hervir, y como espumando arroja los viciados a la superficie, como acontece en el vino, la cerveza y otros licores, que son espumados por sí solo con su calor (que es propiamente fermentación) y se purifican de cualesquiera excrementos que existían en toda su sustancia.Infiérese lo quinto, que los humores parvos tenues en sustancia y acres en su calidad, conservados en las venas que residen cerca del higado, son causa de que la facultad expultriz intente expurgarlos, estimulada de sus cualidades, y respecto de que en ellos no halla conveniencia alguna para su conservación, los arroja como inútiles de adentro para afuera, ayudando aún de más de esta cualidad, la que en ellos reside, comunicada del hígado, contraída al útero materno.

Infiérese finalmente, que se respecto que dicho accidente (según que dice razón de morbo) es terminable con brevedad y pravedad de accidentes (durando en algunos hasta el séptimo día, y en otros hasta el catorceno) es en su esencia magno o por la cualidad que se le puede juntar, no sólo se ha de reducir a la línea y especie de morbos epidemiales como he dicho, sino a la de magnos, agudo y epidemial y no pestilente (como sintieron algunos), respecto que no se ha acompañado aquella

11 Galeno, Lib. 3 De dif. Febr.; Lib.8, cap. 12.. Epidemias, 3, p.53, Andreas Laur.

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cualidad, que lo pudiera constituir en el ser de tal.(12).

IV. De los signos más comunes del Sarampión, y de su pronóstico. No es mi ánimo poner todos los signos de este accidente que tratamos, o por no ser difuso, o porque se pueden ver en los autores ya citados. Pongo sólo los más comunes, de los cuales unos le anteceden y otros le acompañan; los que vienen antes de su producción sólo sirven para su conocimiento y recta aplicación de los remedios en su principio. Porque si este se pasa, se pasó la ocasión que vuela, y así se hace más difícil su curación. Los que le acompañan sirven a veces de moderar la curación y cantidad de los auxilios, que no considerándose como signos sino como síntomas o accidentes, pueden prestar indicación para la ejecución del remedio o su prohibición, y entonces no se dicen signos sino accidentes, que es lo más propio, porque siguen al morbo y su causa, como los vómitos y cursos, que son signos de la conmoción y erupción del Sarampión, excediendo éstos ultra medum. Ya no son sino síntomas o accidentes. El como sea dejo a la consideración de alguno, mientras paso a poner los signos antecedentes (13). Uno de los signos del Sarampión es el saber que hay enfermos en la ciudad de tal accidente, del cual signo se valió Galeno para el conocimiento de las enfermedades vulgares (14), más porque este es común a todas las enfermedades, ora sean populares ora pestilenciales o epidemiales, no se debe citar a éste tanto, porque no se ha de aguardar a que exista para saber si es o no tal enfermedad, puesto que hay otros más propios del Sarampión.Ayuda mucho como signo el conocimiento de la cualidad y especie de aire, que ha corrido o corriere, por cuanto puede hacer que hiervan los humores dentro de los cuerpos y asi el austral caliente y húmedo en exceso, se tiene por signo a la generación del Sarampión; aunque en doctrina de Hipócrates cuando en un mismo día hiciere frío y calor en diversos tiempos, se pueden y deben temer tales enfermedades agudas dependientes de sangre y de su hervor (como lo es el

12 Auleen. Ubi supre. Rius, Senert, Caldera. Hip. Lib.7, De morb.vulgarib. 5 colericae affect. Gal. Lib de Dif. Febr. Hip. Lib. De natu hum. Text.4. Alex. Afro. Lib. 3, probl. 42.13 Hip. I Aph.1. Brau, sect.p.4 Viq. Ad 7.14 Galeno. Lib.6 Il pid. sect.8, 17. Avicena,cap. Citat. Hip. 3, Aph. 4 & 9

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Sarampión), por cuanto con la frialdad se constipan los poros, impidiéndose el efluvio de los sulígines, que detenidos son causa de que los humores se calienten y hiervan, causándose fluxiones y fiebres; como al contrario obrará el calor que después se siga, pues hará que estando los humores calientes por el conjunto detenido, hiervan de dentro afuera, y así se produzcan las enfermedades en el modo dicho (15).Síguense como signos antecedentes el dolor grande de espaldas y peso en éllas, por plenitud de la vena dorsal. Los estornudos y destilaciones de narices, comezón en éllas, peso y dolor de cabeza, rubor de ojos y bochornos a ellos y al rostro, picazón y dolor de todo el cuerpo, inapetencia a los alimentos; palpitaciones de corazón y espantos, inquietud, temores y movimientos convulsivos u horripilaciones (y en algunos epilépticos), difíciles respiraciones, ronqueras, toses, y estas molestias, secas en algunos y fiebres continuas y ardientes, flujos de sangre por las narices, que todos juntos denotan hervor de los humores sanguíneos y sutiles, causativos del Sarampión (y aún de las viruelas), por cuya causa son elevados los vapores calientes a las partes superiores causando entre ellas tantos daños, y realizándolas para que así procuren su expulsión a la parte cutánea, arrojando a élla como a parte menos noble: por cuya causa se hacen las fluxiones y corrimientos, pareciendo a algunos ser la fiebre catarral, por venir con tanto flujo y destilación.Los signos que acompañan al Sarampión son la fiebre, que suele durar hasta el séptimo día; el rubor y ardor del rostro, vómitos de cólera sutil, cursos de lo mismo, ansias, fatigas, desgano de comer y algunos de los ya dichos signos, de los cuales no sólo puede tomar el médico indicación para conocer el morbo y su causa, sino aún para hacer perfecto juicio y pronóstico del Sarampión.Para lo cual se ponen algunos signos, que pueden indicar malicia o bondad del Sarampión; los que denotan su bondad son la remisión de la fiebre y de los accidentes después de su erupción, como la serenidad del enfermo, apetito al alimento y todos los que denotan una buena crisis y juicio perfecto de la enfermedad, como el prorrumpir luego y sin tardanza las manchas, dentro del término del hervor, que a lo sumo llega a los cinco días, como también ser las manchas rojas encendidas, y no juntas o unas sobre otras; al contrario denotarán malicia y peligro del enfermo, la fiebre continuada y ardiente, delirio o inclinación a sueño, (esto es vulgarmente modorra), sed, ansias,

15 Galeno, Lib. 8 Meth. Cap. 4.

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inquietudes, vómitos contínuos, difícil respiración, lengua negra y sobre todo cualidad deletérea, con deliquios, flojedad o laxitud del todo, y todos los demás que denotan malicia en su esencia, como el color lívido del Sarampión o de otro color preternatural, con frialdad de los extremos y resolución por vapor, que entonces amenaza extinción del calor natural (16).

V. En que se propone ser la constitución de máculas y rubor de rostro y cuerpo, que ha corrido en esta Ciudad, el Sarampión y no otro accidente.

Antes de pasar a tratar de la curación del Sarampión así en común como en particular, me ha parecido primero verificar ser el accidente de máculas y rubor del cuerpo y rostro (que se ha visto en todos en esta Ciudad) el Sarampión de que se trata, para que así conocida no sólo su naturaleza (que conduce mucho para la curación e invención de remedios) (17) sino también tenga conocimiento de sus causas, aplicándose los auxilios sin el peligro de errar. Cesando así las dudas de todos y se tenga por cierto que de los médicos doctos que tiene esta Ciudad, no ha sido ignorada su naturaleza sino muy bien entendida, y no por enfermedad ignota como decía el vulgo de los curanderos e intrusos, que como lechuzas huyen de las luces que están puestas en los candeleros de los autores y de sus libros; que solo las águilas hijas del sol pueden registrar sus rayos y beber sus resplandores.Que dicho accidente haya sido Sarampión y no otro alguno, bien claro se deja entender, por cuanto en él no se ha visto cosa alguna que en la definición y descripción del Sarampión que traen todos los autores (como ya dije), no le comprenda, puesto que ha sido rubor del rostro y cuerpo o de su cutis, con calentura, ardor, picazón, a quien han acompañado los accidentes ya referidos (aunque en algunos ha sido con más intención que en otros o por más disposición para ellos, o por cualidad conjunta deletérea), además que no ha tenido otras causas demás de las comunes arriba referidas; pues como se observó el aire ventó por algunos días destemplado en dicho año de 1693, por ocasión de especial influjo celeste, de donde se originaron no sólo en muchos cuerpos las destemplanzas que experimentamos, sino aún en lo vegetable, con la total aniquilación de las mieses y corrupción de los

16 Hip. 6. Aph. 25. 4 Spit. 48.17 Gal. & 2 Meth. Cap. 7.

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trigos de que se siguió, que faltando el trigo y pan usásemos (no tanto por necesidad suma, cuanto por malicia de los panaderos, de que soy testigo por las pruebas que de ello tuve) de malos alimentos, pues por muchos tiempos se usó del pan hecho de harinas de maíz, trigo malo y cebada, como también de otras cosas extrañas a la debida forma de hacer el pan, sin aguardar a la fermentación ni cocimiento, como también usaron de carnes flacas y no reparadas en pastos y enfermas, por las cuales causas se engendraron malos humores, que conservados en los cuerpos hasta su tiempo llegaron a ebullir; y en muchos a empodrecer (por estar más dispuestos para ello) exudándose la fiebre sanguínea (que se llama Sinocho) terminable, como por vía de crisis en dichas manchas o rubores que constituyen el Sarampión (que si no hubiera sido por el grande celo, piedad y providencia de nuestro Exmo. señor Virrey Conde de la Monclova que nos gobierna por dicha nuestra, segundo Joseph, que con providencia y conocimiento de los tiempos, hizo conducir el trigo para nuestro alimento de las partes más remotas, no sólo enfermáramos del hambre, sino aún hubiéramos perecido a manos de la fatal peste que podría sobrevenir; debiéndole los habitadores de esta nobilísima Ciudad las vidas que gozan, para erigirle aras en el templo del agradecimiento).Sin que obste a lo dicho, que este accidente no acaeció en todos de una misma forma, ni con unos mismos accidentes ni tampoco el que no hubiese sido con benignidad, como se había experimentado en los años pasados, según refiere el doctor Melchor Amuzgo en el Tratado que compuso de superior orden en esta Ciudad, para feliz noticia de estos tiempos. Lo primero, porque como saben los filósofos más o menos no varían la especie, y aunque en los tiempos pasados no hubiese acaecido en la intención que en éstos hemos visto, no por eso dejó de ser Sarampión este accidente, por cuanto en estos tiempos han concurrido las causas que en los pasados no concurrieron para su mayor o menor intención, como son los humores viciosos commisos con la sangre, originados del uso de parvos alimentos, los cuales le han constituído más o menos grave e intenso, ya en unos ya en otros, según sus disposiciones para mayor o menor intención del morbo y sus accidentes.Lo segundo, porque aunque se hayan visto tantos y tan varios accidentes, no por eso ha de ser diverso en su eficacia y sustancia ni causas, por cuanto así en unos como en otros no se han hallado más causas de las ya dichas generativas del Sarampión, como son los humores excrementicios inútiles, commixtos con la sangre mas

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cualificada desde el útero materno; el aire destemplado en las cualidades alterantes de la naturaleza y sus cualidades; uso de parvos alimentos generativos de tales humores irritantes de la facultad expultriz, que según más o menos acrimonia, han causado tantos accidentes.Ni obsta la diversidad de la curación porque aunque esta haya sido diversa en la aplicación de remedios, no ha sido varia en su entidad, pues todos han sido curados con una especie misma de auxilios deponentes de causa material y adyuvantes del movimiento de la naturaleza, en que consiste toda la curación del Sarampión, como diré en su lugar. La variación de los remedios médicos provino de la variación de los accidentes, que habiendo sido graves en la consideración, han pedido diversidad de medicamentos (en doctrina de los más doctos médicos) pues éstos se deben variar según se tomare de ellos la indicación, y así no admitir que el vulgo de ignorantes que no perciben las indicaciones, clamasen diciendo no entendían esta enfermedad, porque mal puede juzgar de colores el que totalmente está ciego.Ni obsta el que murieron algunos de muy leves causas externas (siendo cierto no haber muerto del Sarampión, ni en tiempo de su producción sino en estado de convalecencia), porque esto era fuera de la curación del Sarampión y no por causa de él, sino por otras que después diré en su lugar; y por la poca dieta que observaron y sus desmanes. Y así quedará como por cierto no haber sido este accidente otro alguno que el Sarampión, como bien claro se ha manifestado por su esencia y signos.

VI. Refiérense los accidentes de mayor entidad que han acompañado en esta ocasión y no en otra al Sarampión para la mejor curación y reparo de ellos.Aunque todos padecieron la constitución del Sarampión, no en todos fueron unos mismos los accidentes siendo tan diversos de tanta consideración, que fue preciso volver a ellos los ojos; por lo cual me ha parecido en este párrafo hacer mención de los más de ellos, para que así con su noticia, con facilidad se puedan corregir en otra ocasión según los auxilios que pondré para este fin.Los que acontecieron mayor entidad y consecuencia fue la frialdad externa, representativa de inflamación interna lipírica (como diré en su lugar), cursos quilosos y de sustancia alba, que ponían en grande peligro a los enfermos, cursos de sangre

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con dolores molestos de tripas, pujos cruentos y repetidos que molestaban y destruían las fuerzas; vómitos de cólera sutil y acre de todas las especies, con ansias, sudores fríos y desmayos o deliquios; lengua negra e inflamada (y aún toda la boca en algunos y toda la garganta, que impedía la respiración, que casi se sofocaban), delirios contínuos y en algunos con intermisión; debilidad de las facultades sin que hubiese precedido evacuación de consideración en lo cuantitativo; fiebres ardientes continuas y colicuantes; flujos inmódicos de sangre por las narices, lombrices en cantidad por arriba y por abajo, dolores de estómago intensos con desmayos, catarros y flujos de pecho, costado y pulmones, con difícil respiración; toses molestas sin escupir cosa alguna, que parecía querían reventar por ojos y garganta, de que eran de grandes.Todos los cuales accidentes fueron por mí observados en los Reales Hospitales de Santa Ana de indios y de San Bartolomé de negros, en las Enfermerías de mi Padre San Francisco, de las Monjas de Santa Catalina y de la Purísima Concepción, que están a mi cuidado por ser de todas su médico, fuera de los enfermos que tuve en la Ciudad, en los cuales acaecían ya unos ya otros, y los más de ellos aunque no en un mismo tiempo de enfermedad, porque unos venían a los principios y otros a los aumentos, y otros en el estado; aunque los más en el principio del Sarampión, de tal suerte que obligando al reparo de ellos, fue preciso olvidar en algo la común curación del Sarampión, porque así no peligrasen los enfermos; como después diré según lo observado y consultado no sólo con los libros, sino con los mejores médicos de esta Ciudad, para mayor acierto y mejor método de curar mis enfermos.