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Biblioteca virtual Julio Verne
Un billete de lotera
Editado por Cristian Tello
Cortesa de http://www.jverne.net
Gnero: Novela
Ao de publicacin: 1886
Sinopsis:
El marinero noruego Ole Kamp parte a un viaje de pesca despus de
prometer a su novia
Hulda que su fortuna sera hecha cuando l retornara. Unos meses
despus, su embarcacin
naufraga en peligrosos parajes de Islandia. Creyndose pronto a
morir, Ole Kamp lanza una
botella al mar conteniendo un billete de lotera N 9672, que
llega a manos de Hulda tal como
lo esperaba. Los aficionados supersticiosos luchan por la
obtencin del billete, que finalmente
cae en posesin de un usurero. El da del sorteo, el nufrago
reaparece con su billete; esto es
posible, gracias a la ayuda del profesor Sylvius Hog, personaje
cuya vida ha sido salvada por
Hulda y su hermano.
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Captulo I
-Qu hora es?- pregunt la seora Hansen, despus de sacudir la
ceniza de su pipa,
cuyas ltimas bocanadas se perdieron entre las vigas coloreadas
del techo.
-Las ocho, madre -contest Hulda.
No es probable que lleguen viajeros durante la noche; el tiempo
es demasiado malo.
-No creo que venga nadie. En todo caso, las habitaciones estn
preparadas, y oir muy
bien si llaman desde afuera.
-No ha llegado tu hermano?
-An no.
-Ha dicho si volver hoy?
-No, madre. Joel ha ido a acompaar a un viajero al lago Tinn, y
como se ha marchado
muy tarde, no creo que est de regreso a Dal hasta maana.
-Entonces, pasar la noche en Moel?
-S, sin duda, a menos que no llegue hasta Bamble a visitar al
granjero Helmboe
-Y a su hija?
-S, a Siegfrid, mi mejor amiga, a quien la quiero como hermana
-contest la muchacha
sonriendo.
-Bien, cierra la puerta, Hulda, y vmonos a dormir.
-Se encuentra usted mal, madre?
-No, pero maana tengo que levantarme temprano. Tengo que ir a
Moel.
-Para qu?
-Y pues, no tenemos que renovar nuestras provisiones para la
prxima temporada?
-Ha llegado ya el mensajero de Cristiana, con su carro de vinos
y combustibles?
-S, Hulda, esta tarde -contest la seora Hansen-. Lengling, el
encargado del aserradero,
lo ha encontrado y me ha avisado al pasar. Ya no nos queda gran
cosa de nuestras reservas
de jamn y salmn ahumado, y no quiero exponerme a hallarme
desprevenida. De un da a
otro, sobre todo si el tiempo mejora, los turistas pueden
empezar excursiones al Telemark. Es
necesario que nuestra hostera se halle en condiciones de
recibirlos y que encuentren aqu
todo lo que puedan menester durante su estancia. No ves, Hulda,
que estamos ya al 15 de
abril?
-Al 15 de abril! -murmur la muchacha.
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-Entonces -prosigui la seora Hansen-, maana me ocupar de todo
esto. En dos horas
har todas mis compras, que luego el mensajero nos traer aqu, y
regresar con Joel en su
Kariol.1
-Madre, si por casualidad tropieza con el cartero, no se olvide
de preguntarle si trae
alguna carta para nosotros
-Y sobre todo para ti! Es muy posible, ya que la ltima carta de
Ole es de hace un mes.
-S! Un mes! Un largo mes!
-No te acongojes, Hulda. Este retraso no debe extraarnos. Por
otra parte, si el correo de
Moel no nos trae nada, lo que no ha llegado por Cristiana puede
llegarnos por Bergen.
-Sin duda -contest Hulda-; pero qu quiere usted, madre? Si tengo
pena es porque
estn tan lejos de aqu las pesqueras de Terranova. Todo el mar de
por medio, y con el mal
tiempo adems! Hace cerca de un ao que mi pobre Ole se march y
quin puede decirnos
cuando volver a Dal?
-Y si nos encontrar a su regreso! -murmur la seora Hansen, pero
tan bajo que su hija
no pudo orla.
Hulda cerr la puerta de la posada, que se levantaba en el camino
de Vestfjorddal. No se
preocup de dar la vuelta a la llave. En el hospitalario pas de
Noruega, estas preocupaciones
no son necesarias. Conviene, adems, que cualquier viajero pueda
entrar, tanto de da como
de noche, en la casa de los gaards y de los soeters, sin que
nadie tenga que acudir a abrirle
las puertas.
No son de temer las visitas de vagabundos ni malhechores, ni en
los pueblos ni en las
aldeas ms recnditas de la provincia. Ningn atentado criminal
contra los bienes o las
personas del lugar ha turbado jams la seguridad de sus
habitantes.
La madre y la hija ocupaban dos habitaciones en el primer piso
de la parte delantera de la
hostera, dos habitaciones claras y limpias, amuebladas
modestamente, es verdad, pero tan
bien aseadas que demostraban el cuidado de una buena ama de
casa. En el piso superior se
hallaba la habitacin de Joel, cuya ventana estaba enmarcada en
madera labrada con arte. A
travs de la ventana la vista poda recorrer un extenso horizonte
de montaas y descender
hasta el fondo de un angosto valle, por el cual se deslizaban el
Maan, mitad ro, mitad
torrente. Una escalera de madera, de recios peldaos encerados,
suba de la gran sala de la
planta baja hasta los pisos superiores. Nada ms atractivo que el
aspecto de la casa, en
donde el viajero hallaba un confort poco comn en los dems
albergues de Noruega.
Hulda y su madre ocupaban, pues, el primer piso. All se
retiraban pronto, cuando se
hallaban solas. La seora Hansen, alumbrndose con un candelabro
de cristal multicolor,
empez a subir los primeros escalones, cuando de pronto se
detuvo.
1 Especie de calesa sin capote, muy usada en Noruega.
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Llamaban a la puerta. Oyeron una voz que gritaba:
-Eh! Seora Hansen! Seora Hansen!
La seora Hansen volvi a bajar.
-Quin puede ser tan tarde? -dijo.
-Quiz le habr ocurrido un accidente a Joel? -aadi Hulda.
E inmediatamente se dirigi hacia la puerta.
Era un muchacho -uno de esos chiquillos que hacen el oficio de
skydskart, que consiste
en colgarse detrs de los kariols y conducir el caballo a la
posta, cuando se ha terminado la
etapa. ste haba venido andando, y permaneca de pie en el
umbral.
-Qu quieres a estas horas? -dijo Hulda.
-Primeramente desearos buenas noches -contest el muchacho.
-Eso es todo?
-No! Eso no es todo, pero no debe empezarse siempre por ser bien
educado?
-Tienes razn. Bueno quin te enva?
-Vengo de parte de vuestro hermano Joel.
-Joel? Y porqu? -pregunt la seora Hansen.
Se haba acercado a la puerta, con ese andar lento y mesurado que
caracteriza a los
habitantes de Noruega.
No obstante, la respuesta del muchacho era evidente que haba
causado alguna emocin
a la madre, pues se apresur a preguntar:
-Le ha ocurrido algo a mi hijo?
-S! Ha llegado una carta que el correo de Cristiana haba trado
de Drammen
-Una carta que viene de Drammen? -exclam vivamente la seora
Hansen bajando la
voz.
-No lo s -contest el chico. Lo nico que s es que Joel no puede
venir hasta maana y
me ha enviado aqu para que les entregue esta carta.
-Es muy urgente?
-As parece.
-Dame -dijo la seora Hansen, con una voz que denotaba gran
inquietud.
-Aqu est, bien limpia y sin arrugas. Pero esta carta no es para
usted.
La seora Hansen respir aliviada.
-Y para quin es? -pregunt.
-Es para su hija.
-Para m! -dijo Hulda-. Es una carta de Ole, estoy segura, una
carta que habr llegado
por Cristiana. Mi hermano no habr querido hacerme esperar!
Hulda haba cogido la carta y acercndose a la luz del candelabro,
que haba depositado
encima de la mesa, mir la direccin.
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-S! Es de l! Es de l! Ojala me anuncie el regreso del Viken.
Entretanto, la seora Hansen deca al muchacho:
-No quieres entrar?
-Slo un minuto. Debo volver esta noche a casa, porque estoy
comprometido para
maana por la maana para un kariol.
-Pues bien, te encargo que digas a Joel que tengo pensado ir a
su encuentro. Que me
espere.
-Maana por la noche?
-No, durante la maana. Que no se vaya a Moel sin haberme visto
antes. Dile que
regresaremos juntos a Dal.
-De acuerdo, seora Hansen.
-Vamos, tomars un vasito de brandevin?
-Con mucho gusto.
El muchacho se haba acercado a la mesa y la seora Hansen le
ofreci un poco de este
aguardiente, reconfortante contra la humedad de la noche. Se lo
bebi de un trago sin dejar
una sola gota en el fondo del vaso. Luego dijo:
-God aften!
-God aften, muchacho!
Es el buenas noches noruego. Pronunciadas estas palabras
simplemente, sin una
inclinacin de cabeza, el muchacho sali, no preocupndole la larga
caminata que deba
hacer. El ruido de sus pasos se perdi de pronto entre los rboles
del sendero que corren a lo
largo del ro.
Hulda continuaba contemplando la carta de Ole sin apresurarse a
abrirla. Esta frgil hoja
de papel haba tenido que atravesar todo el ocano para llegar
hasta ella, todo este extenso
mar, en el cual se pierden los ros de Noruega occidental.
Examinaba los diferentes sellos que
la cubran. Echada al correo el 15 de marzo, esta carta no haba
llegado a Dal hasta el 15 de
abril. Cmo! Haca un mes ya que Ole la haba escrito! Cuntos
acontecimientos haban
podido ocurrir durante un mes en aquellos parajes de Terranova!
No estaban an en perodo
de invierno, poca peligrosa de los equinoccios? Estos lugares de
pesca son los peores del
mundo, con sus formidables vendavales, que llegan al Polo a
travs de las llanuras
canadienses. Oficio penoso y peligroso es el oficio de pescador,
que era el de Ole. Y si lo
haca era solo para entregarle todos sus beneficios a ella, su
prometida, con quien deba
casarse a su regreso. Pobre Ole! Qu le dira en aquella carta?
Sin duda, que la amaba
como siempre, as como Hulda lo amaba siempre tambin, que sus
pensamientos se
confundan en uno solo, a pesar de la distancia, y que ya quera
ver llegado el da de su
regreso a Dal.
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S! Seguramente dira esto; Hulda estaba segura de ello. Pero,
quiz aadira que su
regreso estaba muy prximo, que esta campaa de pesca, que
arrastra a los marinos de
Bergen tan lejos de su tierra natal, ya tocaba a su fin. Quiz le
dira que el Viken acababa de
estibar su cargamento y que se preparaba a aparejar, que los
ltimos das de abril los veran
ya reunidos en su feliz hogar de Vestfjorddal? Y quiz tambin le
dira, en fin, que podan ya
fijar la fecha en que el cura llegara a Moel para darles su
bendicin en la modesta capilla de
madera, cuyo campanario emerga por entre el espeso ramaje de los
rboles, a algunos
centenares de pasos de la posada de la seora Hansen?
Para saberlo, era suficiente tan slo romper el sello del sobre,
sacar la carta de Ole,
leerla, incluso a travs de las lgrimas de pena o de alegra, que
su contenido podra provocar
en los ojos de Hulda. Y, sin duda, ms de una impaciente muchacha
del Medioda, de
Dinamarca o de Holanda, sabra ya lo que la joven noruega no saba
an. Pero as lo quiere. Y
cuntas veces lamentamos despertar, al sufrir la decepcin de la
realidad.
-Hija ma -dijo la seora Hansen-, esta carta que te ha enviado tu
hermano, es una carta
de Ole?
-S! He reconocido su letra.
-Pues bien, es que esperas hasta maana para leerla?
Hulda mir por ltima vez el sobre. Luego, despus de abrirlo sin
apresurarse, sac una
carta, pulcramente escrita, y ley lo siguiente:
Saint Pierre-Miquelon, 17 de marzo de 1862
Querida Hulda:
Estars contenta de saber que nuestras operaciones de pesca han
prosperado y que
terminarn dentro de breves das. S! Estamos llegando al fin de la
campaa. Despus de un
ao de ausencia, qu feliz ser al volver a ver y encontrar la nica
familia que me queda, y
que es la tuya!
Mi parte en los beneficios es muy buena. Servir para establecer
nuestro hogar. Nuestros
armadores de Bergen estn ya advertidos que el Viken llegar
probablemente entre el 15 y el
20 de mayo. Ya puedes prepararte a verme en estas fechas, lo ms
tarde dentro de algunas
semanas.
Querida Hulda, espero hallarte an ms bonita que a mi partida, y,
al igual que tu madre,
en buena salud. Y en buena salud tambin espero hallar a mi
entraable amigo, mi querido
primo Joel, tu hermano, que no desea otra cosa que serlo mo
tambin.
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Haz llegar mi afecto tambin a tu madre, la seora Hansen, que ya
veo desde aqu
sentada en su silln de madera, cerca de la vieja estufa. En el
saln de tu casa. Reptele que
la quiero dos veces, primero porque es tu madre y luego porque
es mi ta.
Sobre todo, no te molestes por venirme a esperar a Bergen. Es
muy posible que el Viken
llegue mucho antes de lo que digo. Sea como sea, a las
veinticuatro horas de haber
desembarcado, mi querida Hulda, ya puedes contar que me tendrs
en Dal. Pero no te
sorprendas mucho si llego antes.
Hemos sufrido muchos y fuertes temporales durante este invierno,
el peor que nuestros
marinos han pasado. Por suerte, el gran banco de bacalao nos ha
surtido abundantemente. El
Viken lleva una carga de cerca de cinco mil quintales, para
entregar en Bergen, y que ya han
sido comprados por adelantado. En fin, lo que debe interesar a
la familia es que hemos
tenido mucho xito y que las ganancias sern muy buenas para
m.
Adems, si no es precisamente la fortuna lo que te traigo, tengo
como una idea, o mejor
an, como un presentimiento, de que sta me esperar a mi regreso.
S! La fortunasin
contar con la felicidad. Cmo? Ah!, ste es mi secreto, queridsima
Hulda, y debes
perdonarme de tener un secreto para ti.
Es el nico! Y tambin te lo he de decirCundo? Pues bien, cuando
sea el momento;
antes de nuestra boda, si sta tuviera que aplazarse por causas
imprevistas; despus, si llego
en la fecha indicada y si, dentro de la semana siguiente a mi
regreso a Dal, t te conviertes
en mi mujer, que es lo que ms deseo.
Te envo un abrazo, querida Hulda. Besa de mi parte a la seora
Hansen y a mi primo
Joel. Un beso, adems, para tu frente, sobre la cual la radiante
corona de las desposadas de
Telemark se convertir en la diadema de una santa. Por ltima vez,
adis, querida Hulda,
adis!
Tu prometido
Ole Kamp
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Captulo II
Dal se compone slo de algunas casas, unas a lo largo de una
carretera que a decir
verdad es ms bien un sendero, las otras diseminadas por los
alrededores. Todas las casas
miran hacia el angosto valle del Vestfjorddal, de espaldas a las
colinas del Norte, al pie de las
cuales se desliza el Maan. El conjunto de aquellas
construcciones formara uno de los gaards
tan corrientes en el pas, si estuvieran bajo la direccin de un
nico propietario de cultivos o
de un granjero a sueldo. Pero tiene derecho a ostentar, si no el
nombre de villa, por lo menos
el de aldea. Una pequea capilla construida en 1855, cuya cspide
est adornada con dos
estrechas ventanas con cristales de colores, levanta no muy
lejos, a travs del ramaje de los
rboles, su campanario cuadrado, todo de madera. Aqu y all, por
encima de los arroyos que
desembocan en el ro, se levantan pequeos puentes de madera,
recortada en festones. A lo
lejos se oye el rechinar de uno de o dos aserraderos
rudimentarios, que funcionan movidos
por el torrente, con una rueda para accionar la sierra y otra
para mover el madero. A poca
distancia, la capilla, los aserraderos, las casas, las cabaas,
todo parece baado por una
suave atmsfera de verdor, oscura con los abetos, glauco con los
abedules, que dibujan los
rboles, aislados o en grupos, desde las sinuosas orillas del
Maan hasta la cumbre de las altas
montaas del Telemark.
Esta es la aldea de Dal, fresca y sonriente, con sus pintorescas
viviendas, pintadas unas
con colores suaves -verde manzana o rosa plido- y otras
coloreadas por vivos colores,
amarillo brillante o rojo escarlata. Los tejados, hechos con
corteza de abedul, recubiertos de
verde csped, que siegan en otoo, estn sembrados de flores
naturales. Todo ello es una
delicia que pertenece al pas ms hermoso del mundo. Por decirlo
de una vez, Dal est en el
Telemark, el Telemark est en Noruega, y Noruega es como Suiza,
pero con varios miles de
fiordos que permiten que el mar llegue hasta lamer el pie de sus
montaas.
El Telemark est comprendido en esta porcin hinchada del enorme
cuerno que
representa Noruega entre Bergen y Cristiana. Esta baila una
dependencia de la prefectura
de Batsberg- posee montaas y glaciares como Suiza, pero no es
Suiza. Tiene enromes
cataratas como Norteamrica, pero no es Norteamrica. Posee
paisajes con sus casitas
pintadas y procesiones de habitantes, vestidos con atuendos de
otros tiempos, como algunos
pueblos de Holanda, pero no es Holanda. El Telemark es mucho
mejor que todo esto, es el
Telemark, pas nico en el mundo, quiz, por las bellezas naturales
que contiene. El autor ha
tenido el placer de visitarlo. Lo ha recorrido en kariol con
caballos de posta -cuando
encontraba-. Y se ha llevado una impresin de encanto y de poesa
tan viva an en su
memoria, que quisiera impregnar con ella este relato.
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En la poca en que transcurre esta historia -1862- Noruega no
estaba an atravesada por
el ferrocarril que permite actualmente ir de Estocolmo a
Drontheim por Cristiana. En la
actualidad una inmensa red de vas frreas se ha extendido a travs
de estos dos pases
escandinavos, poco inclinados a vivir una vida en comn. Pero,
encerrado en estos vagones
de ferrocarril, si el viajero va ms rpido que en kariol, no
puede ver nada, en cambio, de la
originalidad de los caminos de antao. Se pierde la travesa de
Suecia meridional por el
curioso canal de Gotha, cuyos barcos de vapor, elevndose de
esclusa en esclusa, suben
hasta trescientos metros de altura. En fin, no puede detenerse
ni en las cataratas de
Trollentann, ni en Drammen, ni en Korsberg, ni delante de todas
las maravillas de Telemark.
En aquella poca el ferrocarril era slo un proyecto. Cerca de
veinte aos deban
transcurrir antes que pudiera atravesarse el reino de
Escandinavia de parte en parte en
cuarenta horas-, e ir hasta el cabo Norte, con billetes de ida y
vuelta por el Spitzberg.
Precisamente Dal era entonces -y que lo sea por mucho tiempo!-
este punto central que
atrae a los turistas extranjeros o indgenas; stos ltimos,
estudiantes de Cristiana en su
mayor parte. Desde all, pueden dispersarse por toda la regin del
Telemark y de Hardanger,
subir por el valle de Vestfjorddal entre el lago Mjos y el lago
Tinn, y llegar a las maravillosas
cataratas del Rjukan. Sin duda, slo existe una nica posada en
esta aldea; pero es la ms
atractiva, la ms confortable que pueda desearse, la ms
importante tambin, ya que tiene
cuatro habitaciones a disposicin de los viajeros. En una
palabra, es la posada de la seora
Hansen.
Algunos bancos rodean la parte inferior de sus muros de color de
rosa, aislados del suelo
por unos slidos cimientos de granito, las vigas y las planchas
de madera de abeto de sus
paredes han adquirido con el tiempo una dureza tal, que el acero
de un hacha se embotara
en ellas. Entre los maderos, dispuestos horizontales unos encima
de otros, se ha formado una
junta de musgo mezclado con arcilla que impide a las ms
violentas lluvias de invierno
penetrar en el interior. Los techos de las habitaciones estn
pintados en rojo y negro,
contrastando con los colores ms alegres de las paredes. En un
rincn de la gran sala de
estar, una estufa circular, cuyo tubo se pierde en el oscuro
hueco de la chimenea de la
cocina. Aqu tambin, la caja del reloj pasea sobre un ancho
cuadrante esmaltado las agujas
labradas y va pautando los segundos con su sonoro tictac. Ms all
se encuentra el viejo
escritorio de molduras oscuras, cerca de un trpode macizo. Sobre
una repisa se halla el
candelabro de tierra cocida. Los mejores muebles de la casa
adornan esta estancia: la mesa
de raz de abedul, de patas robustas, el cofre-bal, de
historiadas cerraduras, donde se
guardan los hermosos trajes de las fiestas y de los domingos, el
gran silln duro como una
losa de iglesia, las sillas de madera pintada, la rueda rstica,
adornada con tonos verdes que
resaltan vivamente sobre la falda roja de las hilanderas. Luego,
aqu y all, el tarro para
conservar la mantequilla, el rodillo para comprimirla, la caja
de tabaco y de rap, de marfil
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esculpido. En fin, encima de la puerta abierta que da a la
cocina, un ancho estante exhibe sus
hileras de utensilios de cobre y latn, de bandejas y platos
esmaltados, de cermica y de
madera, la pequea muela de afilar, media hundida en su caracol
barnizado, la huevera,
antigua y solemne, que podra usarse como cliz; y las paredes tan
alegres, cubiertas de
tapiceras representando asuntos bblicos, coloreadas con todos
los colores de la estampera
de Epinal. En cuanto a las habitaciones de los viajeros, no por
ser ms sencillas son menos
confortables, con sus pocos muebles extremadamente limpios, sus
cortinas verdes que
cuelgan desde el techo, su ancha cama cubierta de blancas sbanas
de fresco lienzo de
akloede y sus artesonados, de los que cuelgan versculos del
Antiguo Testamento, escritos en
tinta amarilla sobre fondo rojo.
No debemos olvidar que el suelo de la sala de estar, as como el
de las habitaciones de la
planta baja y del primer piso, estn cubiertos de ramitas de
abedul, de abeto, de enebro,
cuyas hojas llenan la casa con su vivificante perfume.
Cabe imaginarse una posada ms agradable en Italia o en Espaa?
No! Y la oleada de
turistas ingleses no haba provocado an un alza en los precios,
como en Suiza -por lo menos
en aquella poca-. En Dal, no era la libra esterlina, ni la onza
de oro, que desapareceran
pronto de los bolsillos del viajero, lo que circulaba, sino los
species de plata, de un valor
aproximado a los cinco francos, y sus subdivisiones, el marco,
que vala un franco, el skilling
de cobre, que no debemos confundir con el shilling britnico, ya
que equivale a diez cntimos
tan slo. Tampoco los turistas podan hacer uso abusivo de los
billtes de banco en Telemark.
All slo existe el billete de un specie, que es blanco, el de
cinco que es azul, el de diez que es
amarillo, el de cincuenta que es verde y el de cien que es rojo.
Con slo dos ms se
obtendran los colores del arco iris.
Adems -y esto no puede menospreciarse en esta hospitalaria
casa-, la alimentacin es
muy buena, cosa rara en la mayor parte de las posadas de la
regin. En efecto, el Telemark
justifica plenamente el sobre nombre de Pas de la leche cuajada.
Ni en Tinnes, Listhus,
Tinoset, ni en muchos otros lugares, se encuentra nunca pan, y
cuando se encuentra es de
tan mala calidad que es mejor pasarse sin l. Lo sustituye una
especie de torta de avena, el
flatbrod, seca, negra y dura como el cartn, o bien una especie
de pastel ordinario, hecho
con una sustancia sacada de la corteza de abedul mezclada con
lique o paja trinchada.
Encontrar huevos tambin es raro, a menos que las gallinas hayan
puesto ocho das antes.
Pero en cambio abundan all la cerveza de clase inferior, la
leche cuajada, dulce o agria, y a
veces un poco de caf, tan espeso que ms parece holln hervido que
el delicioso brebaje de
Moka, de Borbn o de Ro Nuez.
En casa de la seora Hansen, al contrario, la bodega y despensa
estaban ordenadamente
provistas. Qu ms pueden desear los turistas ms exigentes? Salmn
cocido, salado o
ahumado, hores, salmn de los lagos que no ha conocido nunca las
aguas amargas, peces de
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los ros de Telemark, aves, ni demasiado duras, ni demasiado
secas, huevos preparados de
mil maneras, finas galletas de centeno y de cebada, frutas y muy
particularmente fresas, pan
moreno, pero de excelente calidad, cerveza y viejas botellas de
vino de Saint-Julien, que
propaga hasta aquellas lejanas tierras la fama de dos viedos de
Francia.
La buena reputacin de la posada de Dal se extenda por todos los
pases del norte de
Europa. Cosa que puede comprobarse, adems, hojeando las
amarillentas hojas del libro en
el cual los viajeros se complacen en estampar su nombre al pie
de ms de un cumplido
dedicado a la seora Hansen. La mayora de stos son suecos y
noruegos, llegados de todos
los puntos de Escandinavia.
No obstante, tambin los ingleses abundan; y uno de ellos, por
haber tenido que esperar
una hora para contemplar la cumbre del Gusta despejada de las
brumas matinales, escribi
britnicamente en una de sus pginas:
Patientia omnia vincit.
Tambin hay algunos franceses, uno de los cuales, que es mejor no
nombrar, se permiti
escribir:
No tenemos ms que alabarnos de la recepcin que se nos ha hecho
en esta posada.
An con faltas gramaticales y todo, esta frase de reconocimiento
rinde homenaje a la
seora Hansen y a su hija, la simptica Hulda del
Vestfjorddal.
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Captulo III
Sin estar muy versado en la ciencia etnogrfica, puede afirmarse,
de acuerdo con ciertos
sabios, que existe un parentesco entre las altas familias de la
aristocracia inglesa y las
antiguas familias del reino escandinavo. Se encuentran numerosas
pruebas de ello en muchos
nombres de antepasados, que son idnticos en ambos pases. Y no
obstante, no existe una
aristocracia en Noruega. Pero an cuando domine la democracia
ello no obsta para que sean
aristcratas en alto grado. Todos son iguales por lo alto, en vez
de serlo por la bajo. Hasta en
las ms humildes cabaas vemos el rbol genealgico, que no ha
degenerado por haberse
arraigado en tierra plebeya. En l se resaltan los blasones de
las familias nobles de la poca
feudal de los cuales descienden estos sencillos campesinos.
Lo mismo ocurra con los Hansen de Dal, parientes, en grado
remoto, sin duda, de estos
pares de Inglaterra, creados despus de la invasin de Rolln de
Normanda. Y, si no posean
ya la situacin y la riqueza, haban conservado por lo menos el
orgullo primitivo, o mejor an,
la dignidad, que la sustituye en todas las condicione
sociales.
Adems, poco importaba! An cuando sus antepasados fueran de alta
alcurnia, no
dejaba de ser Harald Hansen el posadero de Dal. Haba heredado la
casa de su padre y de su
abuelo, cuya situacin en el pas se complaca en recordar. Despus,
su mujer haba
continuado ejerciendo esta profesin de manera que se hizo
merecedora del afecto general.
Haba hecho fortuna Harald, en aquel oficio? Nadie lo saba. Pero
haba podido educar a
su hijo Joel y a su hija Hulda, sin que ninguno de los dos
tuviera que sentir la dureza de la
vida. E incluso haba acogido a un hijo de una hermana, Ole Kamp,
a quien la muerte de sus
padres haba dejado hurfano. Y al cual haba educado como a sus
propios hijos.
Sin su to Harald, este muchacho no hubiera vivido mucho, y Ole
Kamp senta por sus
padres adoptivos un agradecimiento y un afecto filial. Nada
debera romper jams este lazo
que le una a la familia Hansen. Su boda con Hulda lo estrechara
ms y atndole a ellos para
toda la vida.
Harald haba muerto haca aproximadamente unos dieciocho meses.
Sin contar la posada
de Dal, al morir dej a su viuda un pequeo soeter situado en la
montaa. El soeter es como
una granja aislada de un rendimiento generalmente mediocre,
cuando no nulo. Y las ltimas
temporadas no haban sido muy buenas. Todos los cultivos haban
sufrido, incluso los pastos.
Hubo muchas de aquellas noches de hiero, como las llaman los
campesinos noruegos,
noches de viento y de helada, que destrozan los cultivos hasta
las simientes. De aqu
proviene la ruina de los cultivadores del Telemark y de
Hardanger.
Pero, si la seora Hansen saba muy bien a qu atenerse sobre su
situacin, no lo haba
manifestado nunca a nadie, ni an a sus hijos. De un carcter fro
y taciturno, ella era poco
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comunicativa, de lo que Hulda y Joel sufran visiblemente. Pero,
con aquel respeto para el
cabeza de familia, innato en los pases del Norte, se mantenan
tambin en una reserva que
no dejaba de serles penosa. Por otra parte, la seora Hansen no
peda nuca ayuda ni
consejo, estando siempre absolutamente convencida de la
seguridad de su juicio, siendo, en
este aspecto, muy noruega.
La seora Hansen tena a la sazn cincuenta aos. Si la edad haba
blanqueado su
cabeza, no poda decirse que hubiera encorvado su talle, ni
menguado la vivacidad de su
mirada, de un azul intenso, color que haban heredado los ojos de
su hija. nicamente su
cutis se haba vuelto amarillento como un viejo pergamino, y
algunas arrugas empezaban a
surcar su frente.
La seora, como dicen en los pases escandinavos, iba vestida
invariablemente con una
falda negra, a grandes pliegues, en seal de luto desde la muerte
de Harald. Su corpio
oscuro cease sobre una blusa de algodn crudo. Cubra sus espaldas
una paoleta oscura,
que cruzaba sobre su pecho, cubriendo parte del ancho delantal
que se ataba a su espalda.
Su cabeza iba siempre cubierta por un gorrito de gruesa seda
negra, especie de cofia que va
desapareciendo de los tocados de moda. Sentada muy derecha, en
su silln de madera, la
grave hostelera de Dal no abandonaba su rueca ms que para fumar
una pequea pipa de
corteza de abedul, cuyas volutas de humo la envolvan en ligeras
nubes.
En verdad, la casa hubiera parecido muy triste sin la presencia
de los dos muchachos.
Joel Hansen era un chico estupendo. De veinticinco aos, fornido,
alto, como todos los
montaeses noruegos, arrogante sin fanfarronera, atrevido sin ser
temerario. Era de un rubio
castao, con unos ojos azul oscuro, casi negros. Su vestido haca
resaltar sus anchos
hombros, que no se doblaban fcilmente, su ancho pecho, dentro
del cual funcionaban
admirablemente sus buenos pulmones de gua de las montaas, sus
brazos vigorosos, sus
piernas acostumbradas a las ascensiones ms difciles de las altas
cumbres del Telemark. Su
chaqueta azul, ceida a la cintura, se cruzaba sobre el pecho en
dos tiras verticales y estaba
adornada con dibujos de colores en la espalda, parecidos a los
de algunas tnicas celtas de
Bretaa. El cuello de la camisa se abra ampliamente. Sus calzones
amarillentos estaban
recogidos debajo de la rodilla por unas ligas con bucles. Cubra
su cabeza un sombrero
oscuro, de anchas alas, con bordes rojos, y sus piernas con
polainas o con botas altas, de
gruesa suela, de tacn plano, parecidas a las botas de mar.
Joel haba escogido el oficio de gua de la baila del Telemark y
hasta de lo ms hondo de
las montaas del Hardanger. Siempre dispuesto a partir,
infatigable, mereca comparrsele a
estos hroes noruegos como Rolln-el-Andador, clebre en leyendas
del pas. Acompaaba a
los cazadores ingleses que acudan a cazar el riper, ave marina
mayor que de las Hbridas, el
jerper, perdiz ms delicada que la de Escocia. Llegado el
invierno, la caza de lobos lo atraa,
cuando estos animales carniceros, empujados por el hambre, se
aventuraban por las
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superficies de los lagos helados. Luego, en verano, era la caza
del oso, cuando este animal,
seguido por sus cras, viene a buscar su alimento de hierba
fresca, y que debe perseguirse a
travs de las mesetas, a una altura de ms de mil pies. Ms de una
vez Joel no perdi la vida
gracias a su prodigiosa fuerza, que le haca capaz de resistir
los terribles abrazos de estas
formidables bestias, y a su imperturbable sangre fra, que le
permita desprenderse de ellas.
En fin, cuando no haba ni turistas para guiar al valle del
Vestfjorddal, ni cazadores para
acompaar a los fields2, Joel se ocupaba del pequeo soeter,
situado algunas millas lejos, en
la montaa. La seora Hansen tena empleado all a aun joven pastor,
que estaba encargado
de guardar una media docena de vacas, ya que el soeter slo
dispona de pastos, ninguna
clase de cultivos.
Por su carcter amable y servicial, Joel era conocido en todos
los gaards del Telemark, lo
que quiere decir que todos le queran. Por su parte, l adoraba
sobre todo a tres personas,
que eran su madre, su primo ole y se hermana Hulda.
Cuando ole Kamp se haba marchado de Dal para embarcarse por
ltima vez, Joel sinti
ms que nunca, no poder dar una buena dote a Hulda que le hubiera
permitido no separarse
ya de su prometido. Verdaderamente, si hubiera estado en
condiciones de hacerse a la mar,
no hubiera dudado en embarcarse en lugar de su primo. Pero para
casarse era necesario
disponer de algn dinero, y como la seora Hansen no se haba
comprometido con el joven,
Joel comprendi que por el momento no poda sacar nada de los
bienes familiares. Por tanto,
Ole tuvo que partir a lo lejos, ms all del Atlntico. Joel lo
haba acompaado hasta el lmite
del valle, por la carretera de Bergen, y se despidi de l con un
fuerte abrazo, desendole un
buen viaje y un feliz regreso. Luego haba vuelto a su casa para
consolar a su hermana, a
quien quera con un amor a la vez fraternal y paternal.
Hulda tena a la sazn dieciocho aos. No se trataba de una piga,
nombre que se le da a
las sirvientas de las hosteras noruegas, sino de una verdadera
froken, la seorita, del mismo
modo que su madre era la seora de la casa. Qu carita ms simptica
la suya, encuadrada
por sus rubios cabellos, casi dorados, que le caan por la
espalda en largas trenzas! Qu fino
era su talle, ceido por el corpio de pao rojo a rayas verdes,
adornado con bordados de
colores, entreabierto por delante, y del que sala la blusa
blanca, cuyas mangas se cean a
las muecas anudadas con cintas de color! Cun graciosa era su
figura, cuando se pona el
cinturn verde con cierres de filigrana de plata, que sostena la
falda verde tambin cubierta
por un delantal de bordados multicolores, y bajo el cual
asomaban las lindas piernas
enfundadas en blancas medias! S!, la novia de Ole era
encantadora, con esta fisonoma un
poco melanclica de las muchachas del Norte, pero sonriente al
mismo tiempo. Su presencia
2 Montaas.
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evocaba el recuerdo de Hulda la Rubia, de la cual ella llevaba
el nombre, que la mitologa
escandinava ha creado como un hada feliz que vela en el hogar
domstico.
Su aire modesto y reservado no le quitaba la gracia con que saba
acoger a los huspedes
de un da, que se detenan en el albergue de Dal. Ya era conocida
en el ambiente turstico.
No era ya una atraccin el poder cambiar con Hulda un cordial
apretn de manos?
Y luego decirle:
-Gracias por esta comida. Tack for mad!
Y qu ms amable que orla contestar con su voz fresca y
sonora:
-Que os sea provechoso. Wed bekomme!
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16
Captulo IV
Haca un ao que Ole Kamp se haba marchado. Tal como haba dicho en
su carta,
aquella campaa de invierno en los parajes de Terranova era
sumamente ruda. Bien es
verdad que se llega a ganar mucho dinero, Cundo se gana! Claro
que hay tambin los
vendavales del equinoccio, que sorprenden a las embarcaciones a
lo largo de las islas y
pueden destruir en pocas horas toda una flotilla pesquera. Pero
el pescado abunda en
aquellas alturas de Terranova, y las tripulaciones, cuando
tienen suerte, hallan buena
compensacin a las fatigas y peligros pasados.
Por lo dems, los noruegos son en general buenos marinos. No
rehuyen el trabajo. Por
entre los fiordos del litoral, desde Cristiana hasta el cabo
Norte, entre los arrecifes de
Finmark, a travs de las Loffoden, las ocasiones no les falta de
familiarizarse con el furor del
ocano. Cuando atraviesan el Atlntico Norte para dirigirse a las
lejanas aguas de Terranova,
ya dan muestras de su valor. Durante su infancia, todos los
golpes que han recibido los
huracanes, en la costa europea, les ha preparado para afrontar
los rudos golpes de las
mismas tempestades en el gran banco de Terranova.
Los noruegos tienen, sin embargo, a quien parecerse. Sus
antepasados fueron siempre
intrpidos marinos y gente de mar, en la poca en que las Hansas
haban acaparado el
comercio de la Europa septentrional. Quiz tambin fueron un poco
piratas antiguamente,
pero la piratera era entonces aceptada. Sin duda, el comercio se
ha moralizado desde
entonces, aunque creemos que queda an bastante por hacer.
Sea como sea, los noruegos han sido, son y sern siempre, audaces
navegantes. Ole
Kamp no era hombre que desmintiera las promesas de su origen. Su
aprendizaje, su
iniciacin en aquel duro trabajo los deba a un viejo lobo de mar
de Bergen. Toda su infancia
haba transcurrido en aquel puerto, uno de los ms frecuentados de
Escandinavia. Antes de
hacerse a la mar, haba sido uno de los ms chiquillos de los
fiordos, descubriendo pjaros
acuticos y pescando innumerables peces que servan para fabricar
el stock-fish. Luego, se
enrol de grumete y naveg por el Bltico y por el mar del Norte,
llegando incluso hasta el
ocano rtico. De esta forma realiz varios viajes a bordo de las
grandes embarcaciones de
pesca y obtuvo el grado de capitn, cuando tuvo veintin aos.
Ahora ya tiene veintitrs.
Y, cuando se hallaba en Dal, era un digno camarada de Joel. Le
segua en todos sus
recorridos a travs de las montaas, hasta las ms elevadas mesetas
del Telemark. Los fields,
despus de los fiordos, le convenan a aquel joven marinero, y
nunca se quedaba atrs, a no
ser que fuera para hacer un rato de compaa a su prima Hulda.
Una fuerte amistad se estableci poco a poco entre Ole y Joel. Y,
como era de suponer,
este sentimiento tom otra forma con respecto a la muchacha. Y,
cmo no haba de
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17
animarle Joel? Dnde encontrara su hermana, en toda la provincia,
un muchacho mejor,
ms simptico, ms abnegado, de ms buen corazn que l? Con Ole por
marido, la
seguridad de Hulda estaba asegurada. Fue, pues, con
consentimiento de su madre y de su
hermano, que la joven se dej llevar por la inclinacin natural de
sus sentimientos. No porque
las gentes del Norte sean poco demostrativas, puede tachrselas
de insensibilidad. No! Es su
manera de ser.
En fin, un da que los cuatro se hallaban reunidos en el saln,
Ole dijo sin prembulos:
-Tengo una idea, Hulda.
-Cul? -contest la muchacha.
-Me parece que deberamos casarnos!
-Yo tambin lo creo as.
-Sera conveniente, en verdad -aadi la seora Hansen, como si se
tratara de un asunto
discutido desde mucho tiempo atrs.
-Efectivamente, y entonces, Ole -replic Joel-, yo me convertira
en tu cuado.
-S -dijo Ole-, y es probable Joel, que an te quisiera ms
-Si es posible!
-Ya lo vers!
-A fe ma que no deseo nada mejor -contest Joel, estrechando la
mano de Ole.
-Entonces, queda convenido as, Hulda? -pregunt la seora
Hansen.
-S madre -contest la joven.
-Pinsalo bien, Hulda -contest Ole-. Hace ya mucho tiempo que te
quiero, sin decrtelo.
-Yo tambin, Ole!
-Cmo empez, no puedo decrtelo.
-Ni yo tampoco.
-Sin duda Hulda, fue al verte cada da ms guapa, ms buena
-Exageras, querido Ole!
-Oh, no! Y no enrojezcas si te digo esto, ya que es verdad.
Seora Hansen, usted no se
haba dado cuenta de que amaba a Hulda?
-Un poco.
-Y t, Joel?
-Yo? Ya lo creo!
-Francamente -prosigui Ole, sonriendo- creo que habras tenido
que avisarme.
-Pero, Ole -pregunt la seora Hansen-, no parecern demasiado
penosos tus viajes
cuando ests casado?
-Tan penosos -contest Ole- que ya no viajar ms despus de
casado!
-No viajars ms?
-No, Hulda. Crees que me sera posible dejarte durante estos
largos meses?
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18
Entonces, es la ltima vez que te vas a la mar?
-S; pero, con un poco de suerte, este viaje me permitir disponer
de cierta cantidad, ya
que los seores Help Hermanos me han prometido formalmente darme
la parte entera
-Son unas excelentes personas! -dijo Joel.
-Como no hay otras -aadi Ole-, y bien conocidas y apreciadas por
todos los marinos de
Bergen.
-Querido Ole -dijo entonces Hulda-, qu es lo que hars cuando no
navegues?
-Entonces ser el compaero de Joel. Tengo buenas piernas, y si an
no lo fueran
bastante, hara que lo fuesen adiestrndome poco a poco. Adems, he
pensado en un asunto
que puede ser un buen negocio. Por qu no establecemos un
servicio de mensajeras entre
Drammen, Konsberg y los gaards del Telemark? Las comunicaciones
no son ni fciles ni
regulares y quiz sera una manera de ganar dinero. En fin, tengo
mis ideas sin contar
-Qu?
-Nada! Ya lo veremos cuando regrese. Pero, te advierto que estoy
decidido a hacer todo
lo posible para que Hulda sea la mujer ms envidiada del pas. S!
Bien decidido!
-Si supieses, Ole, lo fcil que ser -contest Hulda cogindole la
mano-. No est casi
hecho ya? Existe otra casa ms feliz que la nuestra en Dal?
La seora Hansen volvi la cabeza un instante.
-Entonces -continu Ole alegremente-, es asunto concluido?
-S -contest Joel.
-Y ya no hay nada ms que hablar?
-Nada ms.
-No te arrepentirs, Hulda?
-Nunca, querido Ole.
-En cuanto a sealar la fecha de la boda, creo que es mejor
esperar a tu regreso -aadi
Joel.
-Sea, pero sera muy desgraciado si antes de un ao no estoy de
vuelta para conducir a
Hulda a la iglesia Moel, donde nuestro amigo el cura Andresen no
rehusar darnos su
bendicin.
Y as fue como qued decidida la boda de Hulda Hansen con Ole
Kamp.
Ocho das ms tarde, el joven marinero deba embarcarse en Bergen.
Pero, antes de
separarse, los novios se haban prometido de acuerdo con la
conmovedora costumbre de los
pases escandinavos.
En Noruega se tiene la costumbre de celebrar el compromiso,
incluso cuando la boda no
deba celebrarse hasta tres o cuatro aos despus. Pero no vayan a
creer que la peticin de
mano, como llamamos nosotros al compromiso de noviazgo, sea
simple cambio de promesas,
cuyo valor slo se basa en la buena fe de los contrayentes. No!
El compromiso es mucho
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19
ms serio, y aunque este acto no sea reconocido por la ley, lo
est por la costumbre, ley
natural.
Se trataba, pues, en el caso de Hulda y de Ole Kamp, de
organizar una ceremonia
presidida por el cura Andresen. No haba ministro del Seor en
Dal, ni en la mayora de los
gaards de los alrededores. En Noruega se encuentran ciertos
pueblos que llevan el nombre de
poblacin de domingo, en la cual se levanta el presbiterio, el
proestegjelb. All se renen
para el oficio las principales familias de la parroquia. Algunas
poseen incluso pequeos
aposentos para permanecer las veinticuatro horas, o sea el
tiempo necesario para cumplir con
sus deberes religiosos. Despus vuelven a sus casas, como si
volvieran de un peregrinaje.
An cuando exista una capilla en Dal, el cura slo iba cuando as
se le solicitaba, para
efectuar ceremonias de orden privado.
Despus de todo, Moel no estaba lejos. Slo una media milla
-aproximadamente diez
kilmetros- desde Dal hasta el extremo del lago Tinn. En cuanto
al cura Andresen, era un
hombre servicial y un buen andarn. El cura fue invitado para
acudir a la ceremonia del
noviazgo, en su doble calidad de ministro y de amigo de la
familia Hansen. Haca muchos
aos que se conocan. Haba visto crecer a Hulda y a Joel y los
quera tanto como quera
tambin al joven lobo de mar, Ole Kamp. Nada poda complacerle ms
que aquella boda.
Era algo que alegrara todo el valle del Vestfjorddal.
Y una maana, el buen cura Andresen, cogi su breviario, y parti
bajo un cielo bastante
nublado. Joel fue a recibirle a mitad del camino y juntos
llegaron a la hostera. No hay que
decir cmo fue recibido por los Hansen que le haban reservado la
mejor habitacin de la
planta baja, adornndola con ramas de enebro recin cortadas, que
la perfumaban como una
capilla.
A la maana siguiente, a primera hora, se abri la pequea capilla
de Dal. All, ante al
cura y en presencia de varios amigos y vecinos de la hostera,
Ole jur sobre el breviario que
se casara con Hulda y Hulda jur que se casara con Ole, cuando
regresara del ltimo viaje
que el joven marino iba a emprender. Un ao de espera es largo,
pero pasa al fin, cuando
uno est seguro del otro.
Ahora Ole no podra ya repudiar, sin un motivo grave, a la mujer
con quien se haba
prometido; y Hulda no podra traicionar la fidelidad que haba
jurado a Ole. Y si Ole Kamp no
hubiera tenido que marcharse pocos das despus del noviazgo,
habra podido disfrutar de los
derechos que ste le otorgaba: poder visitar a la joven cuando lo
deseara, escribirle siempre
que quisiera, acompaarla en sus paseos, cogidos del brazo,
incluso sin la presencia de los
familiares de la muchacha, obtener preferencia sobre todos los
dems para bailar con ella en
las fiestas y dems ceremonias.
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20
Pero Ole Kamp tuvo que regresar a Bergen. Ocho das despus, el
Viken parta para la
campaa de pesca de Terranova. Hulda slo tena que esperar
entonces las cartas que su
novio le haba prometido le enviara por todos los correos de
Europa.
Y estas cartas, esperadas con tanta impaciencia, no faltaron
nunca. Siempre traan un
poco de felicidad a la casa entristecida desde la marcha de Ole.
El viaje iba efectundose en
las ms favorables condiciones. La pesca era fructfera y los
beneficios seran grandes. Y
luego, al final de cada carta, Ole hablaba siempre de cierto
secreto y de la fortuna que ste
debera asegurarle. Este secreto, Hulda hubiera querido
descubrirlo, y tambin la seora
Hansen.
Y es que la seora Hansen volvase cada da ms preocupada, ms
inquieta y encerrada
en s misma. Y una circunstancia, de la cual no habl a sus hijos,
vino a aumentar sus
preocupaciones.
Tres das despus de la llegada de la ltima carta de Ole, el 19 de
abril, la seora Hansen
volva sola del aserradero donde haba ido a encargar un saco de
viruta al contramaestre
Lengling, y se encaminaba hacia su casa. Un poco antes de llegar
a la puerta, un desconocido
le sali al paso y la interpel as:
-Es usted la seora Hansen?
-S -contest ella-, pero no le conozco a usted.
-Oh, poco importa! -contest el hombre-. He llegado esta maana de
Drammen y vuelvo
all.
-De Drammen? -exclam vivamente la seora Hansen.
-No conocera usted por casualidad a un cierto seor Sandgoist,
que vive all?
-El seor Sandgoist! -repiti la seora Hansen, palideciendo al or
este nombre-. Sle
conozco!
-Bueno, pues cuando el seor Sandgoist ha sabido que vena a Dal,
me ha rogado que la
saludara a usted de su parte.
-Y nada ms?
-Nada ms, slo decirle que probablemente vendr a verla el prximo
mes. Buena suerte
y buenas noches, seora Hansen.
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21
Captulo V
Hulda, en efecto, estaba muy extraada de la insistencia de Ole
en hablarle siempre en
sus cartas de aquella fortuna que esperaba hallar a su regreso.
En qu fundaba sus
esperanzas? Hulda no poda adivinarlo, y ansiaba saberlo. Esta
impaciencia natural era muy
excusable. Vana curiosidad por su parte? De ninguna manera. Pero
este secreto le concerna
un poco a ella. No es que aquella honrada y sencilla muchacha
fuera ambiciosa, ni que sus
aspiraciones para el porvenir se elevaran a lo que se llama la
riqueza. El afecto de Ole
bastaba, y le bastara siempre. Si la fortuna llegaba, la acogera
sin grandes demostraciones
de alegra. Pero si no vena, se pasara sin ella sin disgusto.
Esto era precisamente lo que se decan Hulda y Joel, al da
siguiente de recibir la ltima
carta de Ole. En aquello, como en todo lo dems, pensaban de la
misma manera.
Y Joel aadi:
-No! No es posible, hermanita. T me escondes algo!
-Yo! Esconderte?
-S! Que Ole se haya marchado sin decirte al menos algo de su
secretoes increble!
-Te ha dicho algo a ti, Joel? -contest Hulda.
-No, hermanita. Pero yo no soy t.
-S, t eres como yo.
-Yo no soy el prometido de Ole.
-Casi -dijo la muchacha-; y si le ocurriera alguna desgracia, si
no volviera de este viaje, t
te desesperaras como yo y tus lgrimas seran tan amargas como las
mas.
-Ah, hermanita! -contest Joel-. Te prohbo que tengas esas ideas!
No volver Ole de
este ltimo viaje! Hablas en serio, Hulda?
-No, no, Joel. Y no obstante, no sNo puedo ahuyentar ciertos
pensamientoshorribles
sueos!
-Sin duda, pero de dnde salen?
De nosotros mismos y de ms arriba. Temes, y son tus temores los
que te persiguen en
sueos. Por lo dems, siempre ha ocurrido as, cuando se ha deseado
ardientemente una
cosa y se acerca el momento en que los deseos van a
realizarse.
-Ya lo s, Joel.
-En verdad, te crea ms fuerte, hermanita S! Ms enrgica. Cmo es
posible? Acabas
de recibir una carta en la que Ole te dice que el Viken estar de
regreso antes de un mes y te
llenas la cabeza de preocupaciones
-Nono es la cabeza; es el corazn, Joel!
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22
-De hecho -aadi Joel-, estamos ya al a19 de abril. Ole debe
llegar hacia el 15 20 de
mayo. No estara de ms que empezaras ya a hacer los preparativos
para la boda.
-Lo crees as, Joel?
-S, lo creo, Hulda! Creo incluso que quiz hemos tardado
demasiado. Piensa t! Una
boda que va a alegrar no solamente a todo Dal sino a todos los
gaards vecinos. Quiero que
sea algo muy hermoso, y voy a ocuparme yo mismo de preparar las
cosas.
Y es que la preparacin de una ceremonia de esta clase en los
campos de Noruega, y
especialmente en Telemark, es un asunto importante que lleva
mucho barullo y mucho
quehacer.
Por esto, aquel mismo da Joel habl de ello con su madre, pocos
minutos despus,
precisamente del encuentro que haba impresionado tan vivamente a
la seora Hansen. Al
marcharse el desconocido que le haba anunciado la prxima visita
del Seor Sandgoist, de
Drammen, la seora Hansen haba entrado en la casa y, sentndose en
el gran silln del
saln, maquinalmente daba vueltas a la rueca, absorta en sus
pensamientos.
Joel se dio cuenta de que su madre estaba ms preocupada que de
costumbre, pero,
como cuando se le preguntaba qu tena, contestaba invariablemente
que no tena nada, su
hijo no quiso hablarle ms que de la boda de Hulda.
-Madre -dijo-, ya sabis que Ole nos anuncia en su ltima carta
que probablemente
estar de regreso a Telemark dentro de pocas semanas.
-Todos lo deseamos -contest la seora Hansen- y quiera Dios que
no se retrase.
-Tendra usted algn inconveniente en fijar la fecha de la boda
para el da 25 de mayo?
-Ninguno, si Hulda consiente.
-Su consentimiento lo tengo ya. Y ahora, quisiera preguntarle,
madre, si tiene usted la
intencin de hacer bien las cosas esta ocasin.
-Qu quieres decir por hacer bien las cosas?- contest la seora
Hansen sin levantar la
vista de su rueca.
-Quiero decir, si me lo permite, madre, que la ceremonia tiene
que estar a la altura de
nuestra situacin en el lugar. Debemos invitar a nuestros amigos
y, si nuestra casa no es
suficiente para albergarlos a todos, siempre encontraremos algn
vecino que se prestar a
cederles alguna habitacin.
-Y quines seran los huspedes, Joel?
-Bueno, creo que deberamos invitar a nuestros amigos de Moel, de
Tinnes, de Bamble,
ya me cuidara yo de ello. Me parece tambin que la presencia de
los seores Help, los
armadores de Bergen, har honor a la familia y, con su
consentimiento, repito, les propondra
venir a pasar un da a Dal. Son unas personas estupendas, que
quieren mucho a Ole y estoy
seguro que aceptaran.
-Crees que es necesario dar tanta importancia a esta boda?
-repuso la seora Hansen.
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23
-S, lo creo, madre, y adems me parece que sera bueno tambin para
nuestra hostera
de Dal, que no ha desmerecido, que yo sepa, desde la muerte de
nuestro padre.
-NoJoelno!
-No es nuestro deber conservarla al menos en el mismo estado en
que l la dej? Por
esto creo conveniente dar bastante resonancia a la boda de mi
hermana.
-S, Joel.
-Adems, no es hora ya de que Hulda empiece sus preparativos, a
fin de que nada se
retrase por su parte? Qu contestis, madre, a mi proposicin?
-Que Hulda y t hagis lo que sea necesario-contest la seora
Hansen.
Tal vez se crea que Joel se apresuraba demasiado, y que hubiera
sido ms conveniente
esperar el regreso de Ole para sealar la fecha de la boda y,
sobre todo, empezar a hacer los
preparativos. Pero, como deca l, lo que estara hecho ya no
tendra que volverse a hacer. Y,
adems, el ocuparse de los mil detalles que una ceremonia de esta
clase lleva consigo,
distraera tambin a Hulda. Era preciso no dejarla sola con sus
presentimientos, que nada
justificaba ya.
En primer lugar, deban pensar en la dama de honor. Pero no haba
que inquietarse: ya la
haban escogido. Era una simptica muchacha de Bamble, amiga ntima
de Hulda. Su padre,
el granjero Helmboe diriga uno de los gaards ms importante de la
provincia. Este hombre
posea cierta fortuna. Haca tiempo que apreciaba el carcter
generoso de Joel, y no podemos
negar que su hija Siegfrid hubiera hecho de dama de honor de
Hulda, Hulda a su vez sera su
dama. Es una cosa corriente en Noruega. A menudo esas funciones
se reservaban para las
mujeres casadas. Era un poquito de derogacin en provecho de
Joel, que Siegfrid Helmboe
asistiera a la boda de Hulda Hansen en su calidad de dama de
honor.
Tanto para la novia como para la dama de honor, la cuestin ms
importante era el
vestido que se pondra el da de la ceremonia.
Siegfrid, una rubia encantadora de dieciocho aos, tena la
intencin de presentarse con
una toilette que realzara su belleza. Prevenida por Hulda -por
medio de una carta que Joel
mismo se cuid de entregarle en sus propias manos- se puso
inmediatamente a la obra para
realizar este trabajo, que tanto preocupa a las mujeres.
Se trataba, en efecto, de la confeccin de un corpio cuyos
bordados hacan un dibujo
que reseguira el talle de Siegfrid, encerrndolo como en un
estuche. Luego la falda, que
llevara encima de una serie de enaguas, cuyo nmero estara en
concordancia con la fortuna
de Siegfrid, pero sin que por ello perdiera nada de su gracia
natural. Y en cuanto a las joyas,
era cuestin de saber elegir el collar de filigrana de plata
engarzado de perlas, los broches del
corpio, de plata dorada o de cobre, los pendientes en forma de
corazn, con discos
colgantes, los botones dobles, para abrochar el cuello de la
camisa, el cinturn de lana o de
seda roja, del cual cuelgan cuatro cadenitas, los anillos, las
pulseras de plata labrada; en fin,
-
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24
todas las joyas corrientes en aquellas tierras, en las cuales, a
decir verdad, el oro no abunda,
la plata es de estao, las perlas son de vidrio soplado y los
diamantes de cristal. Pero era
preciso que el conjunto alegrara la vista. Y si fuere necesario,
Siegfrid no vacilara en recorrer
las ricas tiendas del Seor Benett, de Cristiana, para realizar
sus compras. Su padre no se
opondra a ello. Al contrario, el buen hombre dejaba de buena
gana que su hija hiciera su
voluntad. Siegfrid, de todos modos, era lo bastante razonable
para no abusar del bolsillo de
su padre. En fin, lo que importaba por encima de todo, era que
aquel da Joel la encontrara
ms bella que nunca.
Y en cuanto a Hulda, le ocurra lo mismo. Pero las modas son
implacables y proporcionan
muchas preocupaciones a las novias cuando se trata de escoger su
ajuar de boda.
Hulda ya no llevara ms las largas trenzas que se le escapaban de
su cofia de jovencita,
ni tampoco el ancho cinturn con broches, que sostena el delantal
sobre la falda roja. Ya no
llevara los lazos de prometida que Ole le haba regalado al
marcharse, ni el cordn del cual
cuelgan estos saquitos de cuero bordado que encierran la cuchara
de plata, de mango corto,
el cuchillo, el tenedor, el alfiletero, todos estos objetos de
uso constante por una mujer en el
hogar.
No! El da de la boda, la cabellera de Hulda caera libremente
sobre sus hombros, y era
tan abundante, que sera necesario aadirle aquellos postizos de
lino, que usan las jvenes
noruegas menos favorecidas por la naturaleza. En resumen, tanto
para su traje como para
sus joyas, Hulda slo tena que abrir el bal de su madre.
Efectivamente, estos elementos del
tocado se transmiten de boda en boda a todas las generaciones de
la misma familia. As
vemos reaparecer el jubn bordado de oro, el cinturn de
terciopelo, la falda de seda, lisa o
de colores, las medias de wadmel, la cadena de oro del cuello y
la corona -esta famosa
corona escandinava, conservada en el mejor sitio del cofre, o
engalanada de hojas, en fin, la
equivalente a la corona de azahar de los dems pases de Europa.
Lo que es bien cierto es
que este nimbo reluciente, con sus delicadas filigranas, sus
colgantes sonoros, sus cristales
de colores, encuadrara deliciosamente la bonita cara de Hulda.
La novia coronada, como se
dice, hara honor a su esposo. l tambin sera digno de ella, con
su flamante traje de boda-
chaqueta corta, con botones de plata muy unidos, camisa
almidonada, con cuello alto,
chaleco de seda, calzn estrecho ceido a la rodilla y, colgando
del cinto, con su vaina de
cuero, el cuchillo escandinavo, el dolknif, que el verdadero
noruego no abandona nunca.
As, pues, tanto de una parte como de otra, tenan mucho trabajo
que hacer. No seran
muchas las semanas que faltaban, si quera que todo estuviera
listo antes de la llegada de
Ole Kamp. Despus de todo, si Ole estaba de regreso un poco antes
de lo que haba
anunciado y Hulda no estaba an a punto, no sera Hulda la que se
quejara, ni Ole tampoco.
Con estas ocupaciones pasaron las ltimas semanas de abril y las
primeras de mayo. Por
su parte, Joel haba ido personalmente a hacer las invitaciones,
aprovechando que su
-
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25
profesin de gua le dejaba entonces bastantes ratos libres.
Seguramente tendra muchsimos
amigos en Bamble, pues era all donde iba ms a menudo. An cuando
no haba ido a Bergen
para invitar a los seores Help, les haba escrito al efecto. Y,
tal como pensaba, estos
honrados armadores haban aceptado gustosos la invitacin de
asistir a la boda de Ole Kamp,
el joven patrn del Viken.
Y lleg el da 15 de mayo. De un da a otro esperaban ver bajar a
Ole de su kariol, abrir la
puerta y gritar con alegra:
-Soy yo! Ya estoy aqu!
Slo haca falta un poco de paciencia. Ya todo estaba listo.
Siegfrid, por su lado, slo
necesitaba una seal para comparecer al punto engalanada con
todos sus adornos.
Pas el da 16 y 17, sin recibir ninguna otra carta de
Terranova.
-No debes extraarte, hermanita -le repeta continuamente Joel-.
Un barco de vela puede
tener muchos retrasos. La travesa es larga desde Saint
Pierre-Miquelon a Bergen. Ah!,
porque no sera un buque de vapor, ese Viken, y yo la mquina. Cmo
le empujara contra
viento y marea, aun cuando tuviera que estallar al llegar al
puerto!
Deca todo esto, porque vea que la inquietud de Hulda aumentaba
de da en da.
Precisamente tenan muy mal tiempo en Telemark. Un fuerte viento
azotaba los altos
fields, y aquellos vientos que soplaban del Oeste venan de
Amrica.
-Este viento deba favorecer la marcha del Viken! -se repeta a
menudo la muchacha.
-Sin duda -contestaba Joel-, pero si es demasiado fuerte, puede
entorpecerla tambin y
obligarle a hacer frente al huracn. No puede hacerse lo que se
quiere en el mar!
-Entonces, t no estas inquieto, Joel?
-No, Hulda, no! Es desagradable este retraso, pero, es natural.
No, no estoy nada
inquieto y, verdaderamente, no existe motivo para estarlo.
El da 19 lleg a la hostera un viajero que solicit los servicios
de un gua. Se trataba de
conducirle hasta el lmite del Hardanger, pasando por las
montaas. An cuando lo
contrariaba dejar sola a Hulda en aquellos instantes, Joel no
poda rehusar lo que le pedan.
Estara ausente unas cuarenta y ocho horas todo lo ms, y Joel
esperaba hallar a Ole cuando
regresara. La verdad es que el muchacho empezaba a preocuparse.
Pero, as y todo, parti a
la madrugada, con el corazn en un puo.
A la maana siguiente, precisamente una hora despus del medioda,
llamaron a la puerta
de la hostera.
-Ser Ole! -exclam Hulda.
Y corri a abrir.
En el umbral de la puerta se hallaba un hombre cubierto con un
abrigo de viaje, que le
era completamente desconocido.
-
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26
Captulo VI
-Es esta la hostera de la seora Hansen?
-S, seor -contest Hulda.
-Est la seora Hansen en casa?
-No, pero va a venir.
-Pronto?
-Al instante, si usted necesita hablarle
-Oh, no. No tengo nada que decirle.
-Quiere usted una habitacin?
-S, la mejor de la casa!
-Quiere usted comer?
-Lo ms pronto posible; y procure que me sirvan de lo mejor que
haya.
Estas fueron las palabras que se cruzaron entre Hulda y el
viajero, antes de que ste
hubiera descendido del kariol que lo haba conducido hasta el
corazn del Telemark, a travs
de los bosques, los lagos y los valles de Noruega.
Ya conocemos el kariol, el instrumento de locomocin tan querido
por los escandinavos.
Dos largas varas entre las cuales se mueve un caballo, dirigido
por unas simples riendas de
cuerda que pasan, no por su boca, sino por su nariz; dos grandes
ruedas delgadas, cuyo eje,
sin muelles, sostiene una pequea caja coloreada, apenas lo
suficiente grande para que
quepa una persona, sin capota, sin guardabarros, sin estribo, y
detrs de la caja un pequeo
saliente, en el cual se instala el skydskarl. En conjunto tiene
la apariencia de una enorme
araa, cuya doble tela estara formada por las dos ruedas del raro
vehculo. Y con esta
mquina rudimentaria pueden hacerse recorridos de quince a veinte
kilmetros, sin gran
fatiga.
A una seal del viajero, el muchacho vino a sujetar el caballo.
Entonces, aquel personaje
se levant, se sacudi y puso pie a tierra, no sin bastantes
esfuerzos que se tradujeron en
una serie de imprecaciones de psimo mal humor.
-Pueden albergar mi kariol? -pregunt con rudeza, detenindose a
la entrada de la casa.
-S, seor -contest Hulda.
-Y dar de comer a mi caballo?
-Voy a ponerlo en el establo.
-Que lo cuiden bien!
-As lo haremos. Puedo preguntarle si estar muchos das en
Dal?
-No lo s.
-
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27
El kariol y el caballo fueron conducidos a un pequeo cobertizo
situado bajo la proteccin
de los rboles, al pie de la montaa. Era el nico establo que
tenan en la hostera, pero era
suficiente para el servicio de los huspedes.
Momentos despus, el viajero se haba instalado en la mejor
habitacin, tal como haba
solicitado. Una vez all, se quit el abrigo y se calent junto al
fuego que haba pedido le
encendieran. Mientras tanto, con el fin de satisfacerle, Hulda
recomendaba a la piga que le
preparase la mejor comida posible.
La piga era una fuerte muchacha de los alrededores que durante
la temporada de verano
ayudaba a la cocina y a los trabajos de la hostera.
El recin llegado era un hombre fornido, an cuando hubiera pasado
de los sesenta.
Delgado, un poco encorvado, de altura mediana, cabeza huesuda,
rostro imberbe, nariz
puntiaguda, ojos pequeos de mirada penetrante, tras unos grandes
lentes, frente fruncida,
labios delgados, demasiado para que se escapara de ellos alguna
buena palabra, manos
largas y ganchudas; era el verdadero tipo de prestamista o
usurero. Hulda tuvo el
presentimiento de que este viajero no traera nada bueno a la
casa de la seora Hansen.
No poda dudarse que era noruego, pero del tipo escandinavo haba
cogido sobre todo la
parte vulgar. Su atuendo de viaje estaba compuesto de un
sombrero plano, de anchas alas,
un traje de pao blancuzco, americana cruzada, calzn ceido a la
rodilla por una correa de
cuero y encima de todo una especie de pelliza oscura, forrada de
piel de cordero, abrigo
necesario a causa de las noches muy fras, an en las mesetas y en
los valles del Telemark.
En cuanto al nombre de aquel personaje, Hulda no se lo haba
pedido. Pero no tardara
en saberlo, ya que tena que inscribirse en el libro de la
hostera.
En aquel momento, la seora Hansen entr. Su hija le anunci la
llegada de un viajero
que haba pedido la mejor habitacin y la mejor comida. En cuanto
a saber si se prolongara
su estancia en Dal, lo ignoraba, ya que nada le haba dicho al
respecto.
-Y no ha dicho su nombre? -pregunt la seora Hansen.
-No, madre.
-Ni de dnde vena?
-No.
-Seguramente es algn turista. Lstima que Joel no est aqu para
ponerse a su
disposicin. Qu haremos si nos pide un gua?
-No creo que sea un turista -contest Hulda-. Es un hombre ya de
edad
-Si no es un turista, qu viene a hacer a Dal? -dijo la seora
Hansen, ms para s misma
que para su hija, y con una entonacin que trasluca su
inquietud.
Hulda nada poda decirle sobre esto, ya que el viajero no le haba
dado a conocer sus
proyectos.
-
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28
Una hora despus de haber llegado, aquel hombre entr en el gran
saln contiguo a su
habitacin. Al ver a la seora Hansen, se detuvo en el umbral.
Evidentemente, tan desconocido era para la seora Hansen como
ella lo era para su
husped. Se acerc hacia ella y, despus de haberla mirado por
encima de sus lentes, le dijo,
sin hacer ningn ademn para quitarse el sombrero de la
cabeza:
-La seora Hansen?
-S, seor -contest sta.
Y, en presencia de aquel hombre, experiment, al igual que su
hija, una turbacin que no
pudo ocultar.
-Entonces es verdaderamente usted la seora Hansen, de Dal?
-Sin duda, seor. Tiene usted que decirme algo de particular?
-Nada. Slo quera conocerla. No soy su husped? Y ahora, procure
que me sirvan la
comida en seguida.
-Su comida est a punto -contest Hulda-. Si quiere usted pasar al
comedor
-S, quiero.
Y habiendo dicho esto, el viajero, se encamin hacia la puerta
que le indicaba la
muchacha. Un instante despus estaba sentado cerca de la ventana,
ante una pequea mesa
servida con esmero.
La comida indudablemente, era buena. Ningn turista -incluso el
ms exigente- hubiera
tenido nada que objetar. No obstante, aquel personaje poco
acomodaticio, no ahorr
ademanes y palabras de descontento, sobre todo ademanes, ya que
no pareca muy locuaz.
Verdaderamente, haba que preguntarse si sus exigencias eran
debidas al mal estado de su
estmago o de su mal carcter. El potaje de cerezas y grosellas
slo le convenci a medias, a
pesar de ser excelente. Slo prob con los labios el salmn y el
arenque escabechado. El
jamn crudo, medio pollo muy apetitoso, las legumbres bien
aliadas, no le gustaron nada.
Incluso se mostr descontento de la botella de vino de
Saint-Julien y de la media botella de
champaa, a pesar de que provenan de las mejores bodegas de
Francia.
Y sucedi que, una vez terminada la comida, el viajero no tuvo un
solo tack for mad para
la patrona.
Cuando hubo acabado de comer, aquel grosero personaje prendi
fuego a su pipa, sali
del saln y fue a pasearse por las orillas del Maan.
Una vez al borde del ro, volvise para contemplar la hostera.
Pareca estudiarla por
todos lados, como si quisiera calcular su valor. Cont las
puertas y ventanas. Luego,
acercndose a las vigas que formaban el zcalo de la casa, hizo
dos o tres cortes a las
mismas con la punta de su dolknif, como si quisiera darse cuenta
de la calidad de la madera y
de su estado de conservacin. Quera saber lo que vala realmente
la hostera de la seora
Hansen? Pretenda comprarla, an cuando no estuviese en venta? Por
lo menos su actitud
-
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29
era muy rara. Despus de la casa, le toc el turno al pequeo
cercado, del cual cont los
rboles y los arbustos. Luego tom la medida de sus dos lados con
pasos calculados,
anotando en su carnet las medidas tomadas.
Y continuamente inclinaba la cabeza y frunca la cejas, exhalando
hum!, en seal de
desaprobacin.
Durante estas idas y venidas, la seora Hansen y su hija lo
observaban a travs de la
ventana del saln. Con qu extrao personaje tena que tratar? Qu
finalidad tena el viaje
de aquel manitico? Verdaderamente, era lamentable que todo esto
pasara durante la
ausencia de Joel, ya que aquel viajero iba a pasar toda la noche
en la hostera.
-Y si se tratara de un loco? -dijo Hulda.
-Un loco? No! -contest la seora Hansen-.Pero al menos es un
hombre muy raro.
-Siempre es desagradable no saber a quin acoges en tu propia
casa -dijo la muchacha.
-Hulda -contest la seora Hansen-, antes que este viajero vuelva
a entrar, no te olvides
de llevarle a su cuarto el libro de registro de la casa.
-S, madre.
-Quiz se decidir a poner su nombre!
Hacia las ocho, la noche era ya muy oscura, y una fina lluvia
empez a caer, llenando el
valle con un velo de niebla que mojaba hasta media montaa. El
tiempo era poco propicio a
los paseos. Por esto, el nuevo husped de la seora Hansen, despus
de haber subido por el
sendero hasta el aserradero, volvi a la hostera, pidiendo un
vasito de brandevin. Sin decir
una palabra ms, sin desear las buenas noches a nadie, tom el
candelabro de madera, cuya
buja estaba encendida, y penetr en su habitacin, corriendo el
cerrojo de la puerta, y ya no
se le oy en toda la noche.
El skydskarl se haba refugiado sencillamente en el cobertizo.
All, entre las varas del
kariol, dorma y a pierna suelta, al lado del caballo amarillo,
sin preocuparse de la borrasca.
A la maana siguiente, la seora Hansen y su hija se levantaron al
amanecer. Ningn
ruido sala de la habitacin del viajero, que todava descansaba.
Poco despus de las nueve,
penetr en el saln, con un aspecto ms sombro que la vspera, si
cabe, quejndose de que
la cama estaba dura, y que el ruido que hacan en la casa le haba
despertado; todo esto sin
saludar a nadie. Luego, abri la puerta y contempl el cielo.
El tiempo era mediocre. Un aire fro soplaba desde la cumbre del
Gusta, perdida entre los
vapores de la niebla, y penetraba en el valle con rfagas
violentas.
El viajero no se atrevi, pues, a salir. Pero no perdi el tiempo.
Mientras fumaba su pipa,
andaba por la hostera, procurando averiguar la disposicin
interior, recorri algunas
habitaciones, examin el mobiliario, abri las alacenas, los
armarios, sin ningn miramiento,
como si se hallara en su propia casa. Pareca un tasador
procediendo a una comprobacin
-
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30
judicial. Decididamente, si el hombre era singular, sus
procedimientos eran cada vez ms
sospechosos.
Despus de examinarlo todo, se sent en el gran silln del saln y,
con voz seca y spera,
hizo algunas preguntas a la seora Hansen. Cunto tiempo haca que
la hostera haba sido
construida? Haba sido su marido quien la haba hecho construir o
lo haba heredado?
Haban tenido que hacer algunas reparaciones? Cul era la cabida
del recinto y del soeter
adjunto? Tena buena clientela? Qu promedio de turistas pasaban
por all a la temporada?
Permanecan uno o varios das?, etctera.
Era evidente que el viajero no se haba apercibido del libro que
le haban dejado en su
habitacin, ya que ste hubiera informado, por lo menos, sobre su
ltima pregunta.
Efectivamente, el libro estaba an en el mismo sitio en que Hulda
lo haba dejado la
vspera y el nombre del viajero no constaba en l.
-Seor -dijo entonces la seora Hansen-, no comprendo bien cmo y
porqu todas estas
cosas pueden interesarle. Pero si usted quiere saber cmo van
nuestros asuntos, nada es
ms fcil. Slo tiene que consultar el libro de la hostera. Y le
ruego quiera inscribir su
nombre, como es costumbre
-Mi nombre? Ciertamente que pondr mi nombre, seora HansenLo
pondr en el
mismo momento en que me despida de usted!
-Tenemos que reservarle su habitacin?
-Es intil! -contest el viajero, levantndose-. Partir despus del
desayuno, a fin de
estar de regreso en Drammen maana por la noche.
-A Drammen? -exclam vivamente la seora Hansen.
-S! As, pues, ordene que me sirvan al instante.
-Vive usted en Drammen?
-S! Qu hay de extrao en que yo viva en Drammen?
As, pues, despus de haber permanecido medio da apenas en Dal, o,
mejor, en la
hostera, este viajero volvase sin haber visto nada del pas. No
iba ms all del valle. No se
preocupaba del Gusta, del Rjukafos, de las maravillas del valle
del Vestfjorddal. No era por
placer, sino por negocios que haba salido de Drammen, donde
viva, y pareca que su viaje
no tena otro motivo que visitar en detalle la casa de la seora
Hansen.
Hulda observ que su madre estaba profundamente turbada. La seora
Hansen se haba
sentado en el gran silln y, apartando su rueca, permaneca inmvil
sin pronunciar palabra.
Mientras el viajero se haba instalado en el comedor y se sentaba
delante de su mesa.
Tampoco el desayuno, tan bien preparado como lo haba sido la
cena de la vspera,
pareci dejarle satisfecho. Por tanto, comi con apetito y bebi
abundantemente, sin
precipitarse. Su atencin pareca detenerse especialmente en el
valor de la plata -lujo que
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tienen en gran estima los montaeses de Noruega-, algunos
cubiertos que se transmiten de
padres a hijos y que se guardan cuidadosamente con las joyas de
la familia.
Entre tanto el skydskarl haca tambin los preparativos de marcha
en el cobertizo. A las
once en punto, el caballo y el kariol estaban dispuestos delante
de la puerta de la hostera.
El tiempo continuaba tapado, el cielo gris y ventoso. A veces la
lluvia golpeaba los
cristales de las ventanas como si fuera metralla. Pero el
viajero, bajo su gran capote forrado
de piel, no era hombre que se inquietara por las rfagas.
Terminado el desayuno, bebi un ltimo vaso de brandevin, encendi
su pipa se cubri
con su hopalanda, penetr en el saln y pidi su cuenta.
-Voy a prepararla -contest Hulda, sentndose frente aun pequeo
escritorio.
-No se entretenga! -dijo el viajero-. Entretanto dme el libro
para que inscriba mi
nombre.
La seora Hansen se levant, fue a buscar el libro y lo puso
encima de la gran mesa.
El viajero tom una pluma y mir por ltima vez a la seora Hansen,
por encima de sus
lentes. Luego, con grandes caracteres, escribi su nombre en el
libro y lo cerr.
En aquel momento, Hulda trajo la cuenta.
La tom, examin los artculos, refunfuando; luego, comprob los
clculos.
-Hum! -dijo-. Esto s que es caro! Siete marcos y medio por una
noche y dos comidas?
-Hay tambin el skydskarl y el caballo -le hizo notar Hulda.
-No importa. Lo encuentro caro! Es verdad, no me extraa que se
hagan buenos
negocios en esta casa!
-Usted no nos debe nada, seor! -dijo entonces la seora Hansen,
con una voz tan
turbada que apenas se le oa.
Acababa de abrir el libro y haba ledo el nombre inscrito en las
pginas, y repiti,
cogiendo la cuenta que rompi en pedazos:
-Usted no debe nada!
-Eso creo yo! -contest el viajero.
Y, sin dar los buenos das al salir, como no haba dado las buenas
noches al llegar, subi
al kariol mientras el chico saltaba agarrndose a la plataforma
del vehculo. Minutos despus,
desapareca por un recodo del camino.
Cuando Hulda abri el libro, slo ley este nombre:
Sandgoist, de Drammen.
-
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32
Captulo VII
Hasta el da siguiente por la tarde, no deba regresar Joel de
Dal, despus de haber
acompaado hasta la carretera que conduca a Hardanger, al turista
a quien serva de gua.
Hulda, sabiendo que su hermano volvera siguiendo las mesetas del
Gusta, por la orilla
izquierda del Maan, haba ido a esperarle al paso del impetuoso
ro. Se sent cerca del
pequeo pontn que serva de embarcadero del pequeo bote, sumida en
sus reflexiones. A
la gran inquietud que le causaba el retraso del Viken se aada
ahora una mayor ansiedad.
Esta ansiedad haba sido causada por la visita de este Sandgoist
y por la actitud de su madre
hacia l. Por qu, cuando descubri su nombre, su madre haba roto
la cuenta y rehusado
cobrarle lo que deba? Era un secreto, grave sin duda, que ella
ignoraba.
La llegada de Joel sac a Hulda de sus reflexiones. Lo percibi en
seguida, apareciendo y
desapareciendo a travs de los claros de la montaa, por entre los
rboles cados o
quemados. Tan pronto desapareca bajo las ramas de los pinos,
abedules y hayas, como
asomaba por entre las hierbas, de los setos. Al fin lleg a la
orilla opuesta y subi al bote.
Con cuatro golpes de remo franque los violentos remolinos del
curso de agua, y de un salto
alcanz la orilla, al lado mismo de su hermana.
-Ha regresado ya Ole? -le pregunt.
Fue en Ole en quien haba pensado antes que nada. Sin embargo, su
pregunta qued sin
respuesta.
-Ni una carta de l?
-Ni una!
Y Hulda irrumpi en sollozos.
-No -exclam Joel-; no llores, querida hermana, no lloresTus
lgrimas me hacen
dao! No puedo consentir que llores Veamos! Dices que no ha
habido carta! Desde
luego, esto empieza a ser inquietante. Pero no es para
desesperarse! Mira, si quieres, ir a
Bergen. Me informarVer a los seores Help Hermanos. Quiz ellos
tengan noticias de
Terranova. Por qu el Viken no puede encontrarse anclado en algn
puerto a causa de
averas o por la necesidad de huir del mal tiempo? Es cierto que
el tiempo sopla en borrascas
hace ms de una semana. Muchas veces se ha visto que buques de
Terranova se han
refugiado en Islandia o en las Feroe. A Ole mismo le ocurri,
hace dos aos, cuando se
hallaba a bordo del Strenna. Y no se dispone de correo todos los
das para escribir! Te lo
digo tal como lo pienso, hermanita. Clmate! Si me haces llorar a
m tambin, qu es lo
que vamos a hacer?
-Es ms fuerte que yo, Joel!
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33
-Hulda! Hulda! No te descorazones! Te aseguro que yo, por mi
parte, no
desespero!
-Debo creerte, Joel?
-S, debes creerme! Pero, para tranquilizarte, quieres que vaya
maana a Bergen?
Esta noche, si quieres?
-No quiero que me dejes! No! No lo quiero! -contest Hulda,
abrazndose a su
hermano como si no tuviera a nadie ms en el mundo.
Los dos tomaron el camino de la hostera, pero empez a llover y
el viento era tan
violento, que tuvieron que refugiarse en la cabaa del barquero,
a un centenar de pasos de la
orilla del Maan.
All, esperaron que la tempestad se calmara un poco. Joel tena
necesidad de hablar. El
silencio le pareca ms desesperante de lo que l poda decir, an
cuando no fueron palabras
alentadoras.
-Y nuestra madre? -dijo.
-Cada da ms triste! -contest Hulda.
-No ha venido nadie durante mi ausencia? -pregunt Joel.
-S, un viajero, que ya se ha marchado.
-Entonces, en este momento no tenemos ningn turista en la
hostera y nadie ha pedido
por un gua?
-No, Joel.
-Mejor, pues prefiero no dejarte ahora. Por otra parte, si
contina el mal tiempo, me temo
que este ao los turistas renunciarn a recorrer el Telemark.
-Slo estamos en abril, hermano!
-Sin duda, pero tengo el presentimiento de que la temporada no
ser buena para
nosotras. En fin, ya lo veremos! Pero, dime, fue ayer cuando
este viajero se march de Dal?
-S, por la maana.
-Y, quin era?
-Un hombre que vena de Drammen, donde vive, al parecer, y que se
llama Sandgoist.
-Sandgoist?
-Lo conoces?
-No -contest Joel.
Hulda se haba preguntado si explicara a su hermano todo lo que
haba pasado en la
hostera durante su ausencia. Cuando Joel supiese con qu
desfachatez se haba comportado
aquel hombre, como pareca calcular el valor de la casa y del
mobiliario, la actitud que la
seora Hansen haba tomado al respecto, qu se imaginara? No
pensara que su madre
deba tener razones muy fuertes para comportarse como lo haba
hecho? Y, cules eran
estas razones? Qu poda haber en comn entre ella y aquel
Sandgoist? En todo ello exista
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34
un secreto amenazador para toda la familia. Joel querra
conocerlo, interrogara a su madre,
la colmara de preguntasLa seora Hansen, tan poco comunicativa,
tan refractaria a las
efusiones, querra guardar silencio tal como lo haba hecho hasta
entonces. La situacin entre
ella y sus hijos, ya bastante triste, volverase ms penosa
todava.
Pero, poda Hulda tener secretos para Joel? Hubiera sido como una
paja en la amistad
de hierro que los una el uno al otro. No! Nada poda hacer que
esta amistad se rompiera.
-T no oste nunca hablar de este Sandgoist, cuando ibas a
Drammen? -prosigui ella.
-Nunca.
-Pues bien, debes saber, Joel, que nuestra madre lo conoca ya,
al menos de nombre.
-Conoca a Sandgoist?
-S, hermano.
-Pero, si nunca le he odo pronunciar este nombre!
-Pues lo conoca, an cuando no lo haba visto antes de su visita
de anteayer.
Y Hulda le cont todos los incidentes que haban marcado la
permanencia del viajero en
la hostera, sin olvidar el acto singular de la seora Hansen en
el momento de la partida de
Sandgoist. Y al finalizar su relato se apresur a aadir:
-Pienso, Joel, que es mejor no preguntar nada a nuestra madre.
Ya la conoces. Esto lo
hara ms desgraciada an. El tiempo nos dir, sin duda, lo que
esconde en su pasado. Que
el cielo nos devuelva pronto a Ole, y si existe alguna afliccin
que amenace nuestra familia,
que al menos