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tres textos ideas feminist ideas feminist as as

Feb 05, 2023

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tres textosde historia de lasde historia de lasideas feministideas feministasas

Rosa María Rodriguez MagdaAmelia ValcárcelAlicia Miyares

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Estos textos han sido descargados del sitio de laAsociación Española de Filosofía María Zambrano:http://www.geocities.com/Athens/Parthenon/8947/

Y solo maquetado como e-libro por

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con el propósito de difusión en su sección de libros gratuitos

tomando los contenidos tal comoaparecen en el texto original por lo que

fem-e-libros no es responsable por ellos

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IndiceLA TEORIZACIÓN DEL GÉNERO EN

ESPAÑA : ILUSTRACION, DIFERENCIA YTRANSMODERNIDAD

Rosa María Rodríguez Magda.

LA MEMORIA COLECTIVA Y LOS RETOSDEL FEMINISMO

Amelia Valcárcel

1848:LA DECLARACIÓN DE "SENECAFALLS"

Alicia Miyares

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LA TEORIZACIÓNDEL GÉNERO EN

ESPAÑA :ILUSTRACION, DIFERENCIA Y

TRANSMODERNIDAD

Rosa María Rodríguez Magda

Toda etiqueta, corriente o denominación que inten-te globalizar las producciones literarias, artísticaso teóricas de un grupo de individuos resulta

esquemática y engañosa cuando no francamente distor-sionadora de las singularidades.

Quisiera ocuparme de las filósofas que teori-zan hoy sobre el género en España. Un terreno fértil, sibien no suficientemente divulgado, donde aparecen denuevo los tres ejes o conceptos que, desde distintosprismas teóricos y temáticos, hemos visto aflorar recu-rrentemente a lo largo de este libro : Ilustración,Diferencia y Transmodernidad.

Parto del hecho de que no existe "literaturafemenina", ni por supuesto filosofía femenina, ni tansiquiera existe "La Mujer" como entelequia unitaria.

Podríamos aceptar que existe la TeoríaFeminista como disciplina de investigación, pero eladjetivo "feminista" conlleva una carga de militancia quedistorsiona el asunto teórico, pues ni todas las militan-cias feministas son equivalentes, ni se implica necesa-

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riamente que de un interés teórico en los asuntos delsexo/género se siga una actitud vital, ética y políticafeminista, y menos aún con una orientación determinada.Por otro lado aunque son mujeres las que mayoritaria-mente desarrollan investigaciones sobre el género, tam-bién lo hacen algunos varones, con lo que no podemosidentificar sin más temática y sexo del investigador.

Orígenes del feminismo reciente

El feminismo en España toma especial auge durante ladécada de los setenta. El final del franquismo y la épocade la transición marca la polémica sobre la doble mili-tancia y el análisis de hasta qué punto los partidos tra-dicionales asumían las reivindicaciones de las mujeres. Se recogía pues el debate internacional feminista entreCapitalismo y Patriarcado, frente a los que considerabanque éste último era una manifestación más del capitalis-mo que quedaría resuelto con la superación de la luchade clases, iban surgiendo posturas cada vez más deci-didas a favor de los grupos de mujeres y de la lucha porreivindicaciones que no recogían los partidos tradicio-nales o que quedan supeditados a una lucha políticageneral y postergados en el tiempo. Se demarcaban asídos posturas la de un feminismo socialista y la de unfeminismo radical que en el ámbito internacional teníanreferentes en autoras como Sehyla Rowbotham oSulamith Firestone respectivamente.

Lidia Falcón, fundadora del Partido Feministade España, pretende desarrollar un feminismo científicomarxista, asume así planteamientos marxistas leninis-tas aplicados al análisis del Patriarcado como modo deproducción de la reproducción social, trasladando lacategoría de obrero a la categoría mujer como "últimaclase". Este análisis pormenorizado lo va a desarrollaren su amplia obra : La razón feminista (Barcelona, ed.Fontanella, 1981), realizando un exhaustivo estudio delas causas materiales de la explotación femenina a tra-

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vés de la historia, recogiendo las aportaciones de lasinvestigaciones antropológicas y económicas desdeuna metodología marxista. Lidia Falcón enuncia lasleyes del proceso reproductor de la fuerza de trabajo,las relaciones de reproducción sexual, y de la explota-ción de la mujer en la sexualidad, la reproducción y eltrabajo productivo. Tras un análisis del desarrollo dialéc-tico de la sociedad, defiende la tesis de la mujer comoclase social, tratando pormenorizadamente el modo deproducción doméstico. Desde este prisma emprendela tarea de realizar un exhaustivo estudio de la repro-ducción humana, comenzando por las raíces misóginasde la ciencia, la biología, la ginecología ..., a través unavisión histórica, para tratar temas como la mujer sujetoproductor, el valor del hijo... y una vez asentado el papelexclavizante de la instrumentación biológica de lamujer, propugnar las nuevas tecnologías de repro-ducción "in vitro" como liberación de ésta frente a su des-tino natural.

El Partido Feminista de España, al igual que elPartido Feminista Unificado de Bélgica o el JapansWomen Party, surge en un clima concreto de militanciamarxista radicalizada y , como Carmen Elejabeitiaseñala, su objetivo,al igual que lo que se proponen lospartidos obreros de corte marxista-leninista tradicional,es "la toma del poder" para instaurar la "dictadura de lamujer", cuya otra cara es la "democracia feminista".Amen de los estragos que sobre tales propuestas hahecho el paso del tiempo, su implantación ha sido y esahora mucho más meramente simbólica, pues los movi-mientos de mujeres han preferido integrarse en losgrandes partidos o sindicatos, o mantenerse como gru-pos independientes , para desde estos foros desarrollarsu labor.

La transición democrática , con la muerte deFranco en 1975 y la redacción de la Constitución en1976, ofrecía para las mujeres el reto de salir de lasociedad franquista tradicional,anclada en una moralnacional católica, ciertamente debilitada en cuanto a las

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costumbres pero sin el reconocimiento legislativo toda-vía de la igualdad de los sexos en asuntos como : lanecesaria autorización del varón para acciones econó-micas de la esposa, la consideración del adulterio comodelito penado, la ausencia de una ley del divorcio, lanormalización de la contracepción o la regulación de lainterrupción del embarazo.

A pesar del acuerdo por lograr los avancessociales en los temas mencionados, las divergenciasentre un feminismo socialista y uno radical van a acen-tuarse originando todo un debate teórico : feminismo dela igualdad versus feminismo de la diferencia, que surgeen las Jornadas Feministas de Granada de diciembrede 1979, retomándose en las Jornadas de Patriarcat,Barcelona mayo de 1980 y en los EncuentrosFeministas Independientes, también en Barcelona enoctubre de ese mismo año.. La propuesta de la diferen-cia arranca de la ponencia de Gretel Amman en lasJornadas de Granada proclamando el lesbianismocomo la mejor opción para la mujer, el tema de la dife-rencia fue retomado también por Victoria Sendón en lasJornadas de Independientes de 1980, y la polémicaigualdad/diferencia se expone y muestra ya claramenteen el nº extra , 10, de 1980 de la Revista El Viejo Topoen artículos de Celia Amorós, Amelia Valcárcel, JosepVicent Marqués, Genoveva Rojo, Empar Pineda...

Pasado el tiempo podemos encontrar el trabajode diversas autoras más o menos cercano a ambosepígrafes, si bien Celia Amorós prefiere hablar de femi-nismos ilustrados y feminismos helenísticos , MilagrosRivera de pensamiento de la diferencia sexual femeni-na o yo misma de una propuesta de feminismo transmo-derno.

Fuera de esta clasificación el origen de la fami-lia y la configuración de la "naturaleza femenina" enrevisión de los postulados biologicistas, económicos yantropológicos ha sido estudiado en libros como :Sexo:naturaleza y poder de Sacramento Martí y ÁngelPestaña (Madrid, ed. Nuestra Cultura, 1983) o El orden

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femenino. El origen de un simulacro cultural de JoséLorite Mena (Barcelona.Anthropos. 1987). En el terrenode las lecturas no-androcéntricas del saber cabe desta-car La otra "política" de Aristóteles de Amparo MorenoSardá (Barcelona, Icaria.1988),donde se analiza por-menorizadamente el arquetipo viril que subyace a laobra del filósofo y a la tración que en ella se funda,método hermenéutico expuesto también en su libroPensar la historia a ras de piel (Barcelona. ed.LaTampestad. 1991).

Dentro de los feminismos ilustrados podemosdestacar a Celia Amorós, Amelia Valcárcel, Alicia H.Puleo, Rosa Cobo, Cristina Molina Petit...y toda unaserie de investigadoras que en torno al Seminario"Feminismo e Ilustración" dirigido por la primera en elInstituto de Investigaciones Feministas de la Univer-sidad Complutense de Madrid realizan la reconstrucciónhistórica de una Teoría Crítica Feminista, y una relectu-ra de la filosofía clásica a la luz del feminismo: ÁngelesJiménez Perona, Ana de Miguel, Luisa PosadaKubissa, Neus Campillo...Partiendo de la tesis de quetodo feminismo es un movimiento ilustrado, pues com-parte con éste los supuestos de universalidad de larazón, exigencia de igualdad, liberación de los prejuiciosy un horizonte de emancipación , las autoras citadas hanprofundizado en el androcentrismo subyacente en lasgrandes corrientes o filósofos que conforman el sub-suelo del pensamiento actual :cartesianismo, enciclope-dismo, Rousseau, Kant, Stuart Mill ...

Diferencia

Dentro de los feminismos de la diferencia en España untexto programático lo constituye Sobre diosas amazo-nas y vestales de Victoria Sendón de León ( Madrid,Zero Zyx,1981), para la autora el feminismo de la dife-rencia protagoniza "una revolución que intenta ser per-sonal y política, global, institucional, anti-paradigmática,situacional y simbólica" (op.cit.pag. 37). El libro se abre

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con un irreverente y crítico ajuste de cuentas con lospadres del psicoanálisis y del marxismo :Sigmund Freudy Carlos Marx, para seguir con un cuestionamiento delpensamiento estructuralista, frente al que se propone elpensamiento serial y el instante frente a la duración. Elfeminismo se entiende como un planteamiento radicalque busca subvertir los supuestos tradicionales de lasexualidad, el poder, la relación con la naturaleza, lasformas del trabajo, la familia...en una apuesta por laautoconciencia, la inversión de los mitos, la accióndirecta. Sendón propone el término Ginandria como sig-nificante de una visión mítico simbólica de lo femenino."A través del término "ginandria" quiero conectar con lasraíces más profundamente subversivas, esotéricas yheréticas capaces de contestar radicalmente a una cul-tura crispadamente patriarcal" (op.cit pag. 234). Esta esla línea en la que continúa su posterior libro Más allá deÍtaca. (Barcelona. Icaria. 1988) donde se reflexionasobre el derrumbamiento del monoteísmo cultural, delfin de la metafísica, a través de un trasfondo míticoresurgente Sendón encuentra el rastro femenino tantoen el concepto de Matria frente a Patria cuanto en elfuturo mujer que abre la crisis postmoderna.

Desarrollando el pensamiento de la diferenciasexual femenina encontramos a la historiadoraMilagros Rivera Garretas, que dirige el Centred'Investigació histórica de la Dona de la Universidad deBarcelona, así mismo como la revista Duoda exponen-te de esta tendencia. Para Milagros Rivera resulta evi-dente que "vivir en un cuerpo de mujer y escribir desdeun cuerpo de mujer no ha sido ni ha significado lomismo que vivir en y escribir desde un cuerpo de hom-bre" (Textos y espacios de mujeres. Europa siglo IV-XV.Barcelona. Icaria.1990. pag. 210). Ello no nos abocanecesariamente a un esencialismo biologicista, pero esla conciencia de un trato desigual , de una situaciónespecífica:económica, social y erótica la que determinauna visión del mundo marcada por la diferencia,unadiferencia socialmente construida pero omnipresente e

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ineludible. La cancelación sistemática de la genealo-gía materna en las sociedades patriarcales es el dato apartir del cual intentar reconstruir una identidad y unagenealogía propia. A este proyecto, el de la construc-ción de "una genealogía de autoria femenina de sentidoen y del mundo" trata de contribuir con su libro Nombrarel mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres yteoría feminista (Barcelona.Icaria. 1994), donde desdeuna relectura histórica y de la teoría feminista recientese documenta y expone el cuerpo de doctrina del pen-samiento y la política de la diferencia sexual que, incor-porando las aportaciones del feminismo francés de ladiferencia y el feminismo italiano asume el reto de tras-formar el orden sociosimbólico basado en la violenciapor otro orden simbólico apoyado en las mediacionesfemeninas.

Por otro lado también en la Universidad deBarcelona, esta vez en la Facultad de Filosofía elSeminario "Filosofía y Género" dirigido por Fina Birulésagrupa a investigadoras e investigadoras en Filosofía yFilología y tiene por objetivo, en palabras de su direc-tora : no tanto analizar lo que los filósofos han escritoacerca de las mujeres ( de hacer un recuento de las"perlas misóginas") como de recuperar y estudiar los tex-tos donde se manifiesta la producción filosófica de lasmujeres y, en el mismo gesto, examinar y reconsiderarlos criterios de la hermenéutica filosófica -tradicionalesy actuales-, sobre la base de categorías como las degénero, feminidad, diferencia...En torno a este grupopodemos encontrar a autoras como Rosa Rius, MercéOtero,Carmen Revilla ... que han realizado trabajossobre el pensamiento de Hannah Arendt, Simone Weil,Lucrezia Marinelli, Christine de Pizan...entre otras.

Para Fina Birulés la reconstrucción de la histo-ria de las mujeres filósofas requiere una paciente tareade indagación y reconstrucción, en el terreno hermenéu-tico Birulés ha retomado las aportaciones de WalterBenjamin y Carlo Ginzburg, recurriendo a las "micrologí-as" y al "paradigma indiciario" como forma de apuesta

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por el fragmento, por el indicio, y método de acercamien-to ante la escasez de rastros y carencias de transmisión,apostando por un camino de síntesis de lo heterogéneoque permita "dejar hablar" a las mujeres del pasado,decirnos "quiénes eran". Obtenemos así una metodolo-gía reconstructiva, conjetural, micrológica, que nosacerca a una realidad opaca, donde las "disonancias" nose ocultan sino que se interpretan. La indagación no esmera arqueología del pasado sino apuesta por la memo-ria como condición de identidad, pues en sus propiaspalabras : "debemos entrar en el futuro retrocediendo".

Carmen Elejabeitia representa un cierto esfuer-zo de síntesis entre las tendencias de la igualdad y ladiferencia, partiendo de un marco teórico deudor deMarx, Goux, Morin o Agnes Heller, critica y transciendelos planteamientos marxistas, realizando en su libroLiberalismo, marxismo y feminismo (Barcelona.Anthropos,.1987) una revisión histórica del pensamien-to feminista. Pero es en una obra anterior : Quizás hayque ser mujer (Madrid. Zero Zyx. 1980) donde encontra-mos sus aportaciones más personales. La paterialidad- el orden impuesto por la Ley de los Paadres- adoptasignificantes diversos : Dios, Ciencia, Naturaleza, Ley,Patria , Proletariado, Inmortalidad... pero en todos ellosse cumple una negación de la mujer y una desposesiónde su poder. Son discursos que se pretenden únicosfrente al caos y el desorden, frente a ellos sólo la intui-ción de la materialidad propone caminos para indagar laposible identidad de la mujer, desde lo diferente, desdelo singular, desde la resistencia y la subversión, uncamino donde el hombre y la mujer pueden ser mujer.

Feminismo ilustradoCelia Amorós es una de las autoras clave a la

hora de valorar el feminismo filosófico en España, tantopor su obra propia cuanto por haber desarrollado unalínea de investigación sólida que aglutina a gran núme-ro de estudiosas cuyos trabajos otorgan a la críticafilosófica feminista un excelente rango teórico, tanto en

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la construcción de una Teoría Crítica feminista cuantoen la revisión histórica y actual del pensamiento filosó-fico.

Sus conferencias y estudios quedan por prime-ra vez reunidos en el libro :Hacia una crítica de la razónpatriarcal.( Barcelona, Ed. Anthropos. 1985) . El puntode partida es la tesis de que la ideología del patriarcadoha impuesto el tipo de racionalidad que se expresa en eldiscurso filosófico, la Razón ha configurado su legitimi-dad a través de la genealogía patriarcal como instituciónsocial y cultural . Ello no implica en modo alguno unapuesta irracional , sino todo lo contrario una revisión crí-tica : "se trata de articular un punto de vista y unaperspectiva desde los cuales se pueda proceder auna relectura de la historia de la filosofía - y másen general del pensamiento y de la cultura - en laque no se haga abstracción de las distorsionespatriarcales que inevitablemente han configurado ciertotipo de discursos" ( op. cit. pag. 10) . El feminismoentendido como crítica de la cultura patriarcal asumeasí una dimensión epistemológica - como se acaba deesbozar- y debe asumir así mismo un dimensión ética,que recoge, por otro lado las luchas y propuestas reivin-dicativas feministas, reconociéndose como un proyectoteórico , ético y práctico de emancipación.

Solo releyendo las obras de los filósofospodremos entrever el sexismo ideológico que impren-ga la filosofía moderna. Una tradición que ha iguala-do hombre a cultura, relegando a la mujer al ámbitode la naturaleza. Para Hegel el hombre se mueve en elterreno de lo universal mientras la mujer queda reduci-da al terreno de la inmediatez, negándosele el acceso alestatuto de la individualidad. La conceptualización de lamujer como naturaleza y como género aparece tambiénen Schopenhauer. Para Kierkegaard la mujer quedaexcluida de la existencia como problematicidad, y paraSartre es la revancha dulzona de lo viscoso y en-sí.Celia Amorós recoge también las críticas de JulietMitchel a Freud como ideólogo del patriarcado, sexismo

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que culmina en la exclusión lacaniana. Igualmente escontundente en su crítica a los feminismos de la diferen-cia : "Si las mujeres queremos y podemos, al menos enalguna medida, escapar al dilema de ser, o herederas depleno derecho, a titulo igual al de los hombres, de unlegado configurado y marcado por los sellos patriarcales,o situarnos del lado de las desheredadas que renunciana conquistar su parte -renuncia que se dobla siempre delsueño compensatorio, más o menos ilusorio, bien de quese tiene ya la mejor parte, bien de que más pronto o mástarde nos corresponderá el relevo civilizador como frutamadura que caerá ante la desintegración del patriarcado-, tendremos que desmontar teórica y prácticamente losconceptos de herencia, de genealogía y de legitimidadque están en la base del planteamiento que nos obliga aaceptar los términos del dilema...por medio de un análisiscrítico de la impronta y del sesgo sexista y patriarcal quese encuentra en determinados entramados conceptualesen base a los cuales han sido construidos los sistemasfilosóficos" (op. cit. pag. 78-79) . Un buen análisis de suteoría de la legitimación genealógica patriarcal de la filo-sofía lo constituyen su relectura de autores comoAristóteles, San Agustín, y Kant (cap. 3 del libro comen-tado), sus estudios sobre Sartre o sobre Kierkegaard,desarrollado éste último en su libro :Soren Kierkegaardo la subjetividad del caballero, Barcelona, ed.Anthropos,1987).

Por otro lado, para la autora, en el ámbito de laética, el feminismo, concebido como movimiento delucha de las mujeres para lograr el estatuto pleno delser humano, supone la máxima ampliación del protago-nismo ético y por tanto su cumplida universalización (op.cit.pag.143, Véase también " El feminismo como exisemancipadora" en Feminismo e Ilustración. Actas delSeminario permanente. 1988-1992 Madrid. Instituto deInvestigaciones Feministas .Universidad ComplutenseMadrid.1992).

A través de sus análisis sobre los conceptos deuniversalidad e individuación, en el nominalismo o

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Hegel y de las relaciones entre el contrato social y elcontrato sexual ha acuñado conceptualizaciones tanfelices y descriptivas como : "Espacio de los iguales/espacio de las idénticas" para manifestar cómo en elámbito masculino el reparto de poder se efectúa en vir-tud del reconocimiento de la igualdad, mientras que sino está en juego ningún poder relevante falta "la razónsuficiente para realzar al individuo sobre el fondo gené-rico, las mujeres son así "las idénticas" el cupo, la cuotaa aceptar o invisibilizar. ("Espacio de los iguales, espa-cio de las idénticas. Notas sobre poder y principio deindividuación " . Rev. Arbor. Madrid.).

En el debate entre feminismo de laigualdad/feminismo de la diferencia el artículo de AmeliaValcárcel " El derecho al mal" ( aparecido en el ViejoTopo citado) donde en aras de la igualdad se reclamabapara las mujeres no las felices arcadias de la reservamoral incontaminada sino el derecho a asumir el raseromoral de los varones incluso por abajo, para con lasmismas armas acceder al poder de la universalidad.Pues para esta autora, como lo desarrolló más tarde ensu libro Sexo y filosofía. Sobre "mujer" y "poder" (Barcelona. ed. Anthropos.1991) , hablar de sexo eshablar de poder. Se trataría no de saber qué es lo esen-cialmente femenino, sino de averiguar por qué se supo-ne que tal esencialidad existe y a que estrategia depoder obedece su postulación. Lo femenino se ha cons-truido como un conglomerado de las astucias del débilfrente a su carencia de poder, mientras las mitologíasde la diferencia persisten en este rechazo Valcárcel nosadvierte que no solo el poder corrompe: "no tener podercorrompe también y, en ocasiones , más deprisa". Unaética de la igualdad debe acabar con la demonología delpoder, defender el poder del sujeto, constituirse en una"ética de la potencia" , clarificar en qué sentido la mujero las mujeres como genéricos son sujeto u objeto parauna teoría sólida, que deberá basarse no en unasupuesta esencia o identidad compartida sino en laconsideración de una pluralidad de sujetos que consti-

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tuyen un nosotros, que pasan de la minoría de edad dela heteronomía impuesta hasta la autonomía de quienesestablecen nuevos pactos sociales de equipotencia. Espues el logro de la individualidad el que debe acabar conel estereotipo del genérico. El feminismo, por medio delpacto y la igualdad debe completar el programa ilustrado.

No puede entenderse Occidente sin el pensa-miento ilustrado, sin el contrato como metáfora delfundamento de la sociedad y su corolario en la ideade progreso y emancipación. Un trayecto en el queel feminismo denuncia la falsa universalidad una delas formas más flagrantes de "miedo a la igualdad".

Dentro de esta tendencia de buscar en laIlustración tanto el modelo para un feminismo equipotentecuanto el origen de la exclusión femenina en el contratosocial moderno podemos destacar diversas obras :Dialéctica feminista de la Ilustración de Cristina Molina Petit(Barcelona ed. Anthropos.1994), Fundamentos del patriar-cado moderno. Jean Jacques Rousseau.(Madrid. ed.Cátedra.Feminismos. 1995) o La Ilustración olvidada. Lapolémica de los sexos en el siglo XVIII. Selección de textosde Condorcet, De Gouges, De Lambert y otros a cargo deAlicia H. Puleo, presentación de Celia Amorós. (Barcelona.Anthropos.1993). También compartiendo la perspectiva delfeminismo ilustrado pero analizando la conceptualización dela sexualidad en la filosofía contemporánea, podemos des-tacar el libro Dialéctica de la sexualidad. Género y sexo enla filosofía contemporánea de Alicia H. Puleo donde se vansiguiendo las diversas configuraciones de lo femenino deforma reactiva al pensamiento de los filósofos que han con-figurado el substrato teórico al respecto: La Mujer-Inconsciente frente al pesimismo de Schopenhauer, la"representante privilegiada del Eros" a partir de la líneanietzscheana y freudomarxista o la presa codiciada del ero-tismo transgresivo de Bataille.

TransmodernidadLas teorías del género o el pensamiento

feminista suelen tener, amen de su propia dinámi-

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ca interna, una relación explícita con las corrientesteóricas y debates de su tiempo, tanto para situar-se frente a ellos cuanto para hacer que éstos sesitúen frente a los susodichos, esto es : tanto paraasumir las líneas de su contemporaneidad cuantoejercer una revisión critica de esas mismas corrientesdesde un punto de vista del género. Si en los añossetenta el debate lo constituyó la relectura del marxis-mo y el psicoanálisis, para posteriormente repensar, yreciclar principalmente desde el feminismo de la dife-rencia las aportaciones nietzscheanas, y postestructu-ralistas, el debate siguiente frente al cual deberásituarse y que deberá situar desde su prima es demodernidad/postmodernidad.

La defensa de la modernidad está en consonan-cia con los feminismos ilustrados, si bien el pensamientode la diferencia sexual arrancaría más bien de la cons-tatación de la quiebra de la modernidad si bien noenmarcándose necesariamente en un movimiento tanheterogéneo como ha resultado ser el postmoderno.Revisiones explícitas de este debate lo constituyentanto la apuesta postmoderna heterodoxa de Sendóncuanto el libro coordinado por África Vidal y TeresaGómez Abanicos ex-céntricos. Ensayos sobre la mujeren la cultura postmoderna (Salamanca .Universidad deAlicante. Anglo-American Studies 1995) o desde elterreno de la estética las aportaciones de Juan LuisMoraza y Estrella de Diego. Es desde este mismo ejetemático del que parten mis libros : La sonrisa deSaturno. Hacia una teoría transmoderna, (Barcelona,Anthropos, 1989),Femenino fin de siglo. La seducciónde la diferencia (Barcelona, Anthropos,1994) y Foucaulty la genealogía de los sexos (Barcelona, Anthropos,1996). A partir de lo desarrollado en ellos paso a consi-derar lo que a mi modo de ver constituye hoy la tareapendiente de un pensamiento del género.

La Modernidad se ha construido no sólo con laausencia de las mujeres sino legitimando subrepticia-mente en dicha ausencia su misma condición de posibi-

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lidad, estableciendo así engañosamente una supuestauniversalidad sobre la base de un ocultamiento y unadiscriminación. Como Genevieve Fraisse ha mostrado(Muse de la Raison), el sistema democrático y burguésmoderno (que arrancando del modelo Ilustrado se con-solida a lo largo del s. XIX) se edificó sobre la exclu-sión de la mujer de la esfera política y pública comorequisito para la construcción de la nueva configura-ción moral y axiológica, legitimada desde el derecho,la ciencia y la filosofía. Frente a las expectativas deigualdad creadas por la Revolución francesa y ya tra-zadas en los textos de Condorcet, Montesquieu,Olimpia De Gouges, D'Alembert, Madame D'Epinay,Madame De Lambert... va a prevalecer durante elsiglo siguiente el modelo de mujer-madre preconizadopor Rousseau, consolidándose un triple proceso deexclusión de las mujeres : legal: supeditación de lasesposas,suspensión de las expectativas revoluciona-rias de las mujeres, moral: condena del estilo de vidaaristocrático prerrevolucionario, creación normativa dela "ficción doméstica", y científico : teorías del intelec-to sexuado y teorías de los médicos filósofos(Cabannis,Virey)...todo ello plasmado en un nuevomodelo de domesticidad que separa lo público y lo pri-vado y en las reformas sociales inspiradas en la filan-tropía y el higienismo.

Normalmente esta configuración del nuevomodelo democrático burgués moderno se ha estudiado, desde el punto de vista de las mujeres, en su manifes-tación represora y de exclusión, olvidando resaltar loque a mi modo de ver puede representar la óptica másrupturista y novedosa : el constatar cómo este modelosocial está determinado no por la exclusión de un sexo,sino por una subterránea conceptualización de losgéneros, por una biologización y naturalización de lofemenino que no obstante su reclusión va a impregnartodo el espacio social, otorgando la matriz a partir de lacual va a pensarse la subjetivación y el horizonte moraldeseable del individuo moderno.

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Foucault ha hablado de bio-política o bio-poderpara caracterizar esta nueva configuración política quedel XIX a la actualidad implica en el desarrollo del capita-lismo la inserción controlada del cuerpo en los aparatosde producción, el control de poblaciones, el desarrollo dela demografía, la higiene , la sanidad ... Pero todo ello nohubiera sido posible sin una previa gestación de lanoción del cuerpo-especie que subyace a la nuevatematización de "lo social" y "la población" y que impli-ca una redefinición de la conyugalidad, de la esferadoméstica, que está basada como prerrequisito en todoel esfuerzo que desde el XVIII se realiza por hacer retor-nar a la mujer a su naturaleza, como cuerpo reproduc-tor, vehículo de la especie, ensalzamiento de su labormaternal, transmisora tanto de los nuevos conceptos dehigiene(física y social) cuanto del mantenimiento de losvalores morales. No es pues la puesta en marcha deuna nueva configuración del poder : la biopolítica laque genera la visión de los individuos como cuerpoespecie, y que representa para las mujeres el corola-rio de su reclusión en la esfera privada y la histeriza-ción del cuerpo femenino, sino que esta estrategia dereclusión de las mujeres en el ámbito doméstico, lasjustificaciones del los médicos filósofos de los siglosXVIII y XIX, las teorías del intelecto sexuado, su con-sideración como cuerpo-especie responsable de lasalud de las generaciones, su identificación con la na-turaleza, su constitución como objetivo principal ytransmisor de las normativas de higiene, su responsa-bilidad en el bienestar físico y moral de la familia ...sonlas que hacen posible el desarrollo del bio-poder, quea su vez caracteriza la configuración moderna de unpoder, pastoral individualizante. La familia amen delugar de encierro, espacial y simbólico, posee unapotencia productiva en cuanto que ficción doméstica (en el sentido de Nancy Armstrong), pues el ideal feme-nino conforma a su vez el ideal burgués, que marca laspautas, en su reconversión moral universalizante delindividuo moderno.

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Así de la misma manera que por un lado sedefine a las mujeres por su biología y se las recluye ensu especificidad y privacidad, por otro los valores mora-les domésticos se extienden e impregnan lo social, elcuerpo social se feminiza, completando lo que en otrolugar he codificado como "asunción hegemónica de losvalores del heterodesignado", lo que refleja el mecanis-mo de circulación de valores, en el cual los gruposhegemónicos, en momentos de agotamiento de sus pro-pios valores, asumen otros de grupos discriminados,generalmente sin asumir sus reivindicacioes, despose-yéndolos de su identidad pero impregnándose paradó-jicamente de ellos.

Es a partir de esta situación paradójica,pero nocoyuntural o periférica sino nodular que cabe releer elgénero como condicionante de la Modernidad, y replan-tearnos la emergencia del sujeto-mujer tras la crisis dela Modernidad.

La crisis de la Modernidad conlleva, como se harepetido exhaustivamente, una quiebra de nociones canni-cas como las de : Historia , Progreso, Sujeto, Realidady Razón. La teoría del género hoy, amen de realizaruna relectura histórica de su lugar oculto pero funda-mentante en las Grandes construcciones teóricas delpasado, debe asumir el reto de valorar cómo trabajaren la consolidación de una identidad y presencia feme-ninas, precisamente cuando los pradigmas clásicos deigualdad, emancipación, objetividad y cientificidad sehayan contestados. Ello nos aboca, como ha quedadopatente en los debates sobre feminismo y postmodernis-mo, a una reconsideración pragmática, situada, falibilista(Frasser , Nicholson, Alcoff), a valorar la creación cultura-lista del genérico mujer más allá de las tentanciones másesencialistas de la diferencia, porcediendo tras la decons-trucción del genérico y la subversión de la identidad here-dada, a una minuciosa "resignificación " (Butler), a lareconstrucción de la subjetividad personal ( De Lauretis).

La teoría del sujeto-mujer hoy debe reunir unaserie de requisitos para, asumiendo la crisis de la

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modernidad mantener su operatividad y consolidar supresencia : autonomía gnoseológica y crítica, elementospara analizar la formación cultural, histórica y social dela identidad de género, construcción de un genérico,operatividad y reconocimiento como agentes sociales ypolíticos del cambio.

Desde la denominación de "transmodernidad"como la situación que retoma los retos pendientes deemancipación de la modernidad , pero asumiendo sucrisis, habremos de utilizar la ausencia de la mujer , sucarencia de presencia y esencia, precisamente comoarma efectiva y creativa precisamente en unos momen-tos en que el adelgazamiento de las Grandes Teoríasnos ofrece el simulacro como escenario. Así pues enesta simbiosis de simulacro y teoría del género trans-moderna, frente a los conceptos fuertes de los ejes dela modernidad requeriremos : un sujeto estratégico, queencuentra su fuerza no en su fundamento metafísicosino en su permanencia situada; una razón entendidacomo foro comunicativo pactado, una historia múltipleno unitaria ni unidimensional,; una realidad que se sabeficción o exceso hiperrealista, paso del "factum" al "fic-tum" que reconoce en la acción el elemento generadorde identidad.

Esta opción transmoderna por la constitucióndel sujeto-mujer configura sin duda una ética, pero crí-tica y deconstructiva frente a las tendencias universali-zadoras, reserva nominalista ante las teorías unitarias,inmersa en la heterogeneidad y la contextualidad,comprometida en una constante analítica del poder, enla reconstrucción de una genealogía propia, de unamitología, de un imaginario creador y electivo, en laapertura y exploración de nuevas formas de subjetivi-dad, que apuesta por la libertad y la ficción de unir laestética a la ética en el reto de la autonomía.

( El presente texto corresponde al Capítulo 5 del libro:Rosa María Rodríguez Magda, El modeloFrankensntein. De la diferencia a la cultura post.Madrid, ed. Tecnos, 1997)

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LA MEMORIACOLECTIVA

Y LOS RETOSDEL FEMINISMO

Amelia Valcárcel

¿Cuál es el origen del feminismo como filosofíapolítica? El feminismo viene de la IlustraciónEuropea, aunque arranca previamente de la filo-

sofía barroca. Pero es en el Siglo de las Luces cuandotoma su primer gran impulso. Ese siglo, que es unalarga polémica en torno a la más variada tópica, (el lujo,el gusto, las artes y las ciencias, la superstición, los tex-tos sagrados, las formas de estado, los temperamen-tos..y tantas otras), inaugura como polémica la igualdadde ingenio y trato para las mujeres. El XVIII, que es elorigen de nuestro mundo de ideas, de gran parte denuestro marco institucional y de bastantes modos devida actuales, es también la fuente de nuestro horizon-te político e incluso del horizonte de reformas sociales ymorales en el que todavía estamos viviendo. Ese siglosingular presenta el primer feminismo como una de laspartes polémicas del programa ilustrado.

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Lla Primera OlaSubrayar este origen ilustrado del feminismo pienso queconsigue distinguir lo que es literatura política feministade una serie de pensamientos, también polémicos, quese producen recurrentemente en la tradición europeadesde el siglo XIII. En los albores de la Baja Edad Mediay en el entorno del nacimiento y expansión del góticociudadano y las formas civilizatorias bajomedievales,nacen toda una serie de nuevos modos e ideas quesuelen resumirse bajo el nombre de Amor Cortés. En talentorno surge una literatura peculiar que llamaré "dis-curso de la excelencia de las nobles mujeres" que tienesus cultivadoras y cultivadores así como usos socialesinequívocos. Sirve para proporcionar modelos de auto-estima y conducta a las mujeres de las castas nobles.Glosa a reinas, heroínas, santas y grandes damas delpasado y, a su través, ofrece modelos de feminidad quecontribuyan a la creación de cortesía en el grupo depoder. Este discurso de la excelencia no se produce sindisenso: tiene como paralelo continuado una literaturamisógina, por lo común clerical pero también laica, que,a su vez, viene de remotos orígenes. Ambos, el discur-so de la excelencia y el misógino, compiten hasta elBarroco en forma casi ritualizada. Uno exalta las virtu-des y cualidades femeninas y da de ellas ejemplos. Otrose ensaña en los defectos y estupidez pretendidamenteingénitos del sexo femenino con una plantilla de origenque habría de remitirse a los Padres de la Iglesia oincluso a Aristóteles. Filóginos y misóginos repiten losmismos ejemplos y argumentos sin jamás llegar aacuerdo, -ni quizá pretenderlo- en una disputa tan ritua-lizada como la de Don Carnal y Doña Cuaresma. Unosy otros no ponen tampoco en duda el marco común: quelas mujeres han de estar bajo la autoridad masculina,sino que discrepan en lo que toca al respeto que hayade acordárseles. Porque es eso, el derecho a la digni-dad y al respeto de seres esencial y funcionalmenteseparados, lo que se pone en común. En el mejor de loscasos la pretensión más alta a la que cabe apelar, si la

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disputa resuelve a favor de las mujeres, es la que resu-me Calderón en El Alcalde de Zalamea: "Puesto que deellas nacemos, no digas mal de mujer".

EL FEMINISMO ILUSTRADO. LA PRIMERA OLA

El feminismo se diferencia de esta tópica discursiva deforma radical. Es un pensamiento político típicamenteilustrado: En el contexto de desarrollo de la filosofíapolítica moderna, el feminismo surge como la más gran-de y profunda corrección al primitivo democratismo. Noes un discurso de la excelencia, sino un discurso de laigualdad que articula la polémica en torno a esta cate-goría política. El feminismo tiene su obra fundacional enla Vindicación de Mary Wollstonecraft, un alegato por-menorizado contra la exclusión de las mujeres delcampo completo de bienes y derechos que diseña lateoría política rousseauniana. Esta obra decanta lapolémica feminista ilustrada, sintetiza sus argumentos y,por su articulación proyectiva, se convierte en el primerclásico del feminismo en sentido estricto. El pensamien-to ilustrado es profundamente práctico. Se plantea edu-cir mundo: frente al que existe, prefiere imaginar unmundo como debe ser y buscar las vías de ponerlo enejecución. Sin embargo de lo dicho no cabe deducir quela Ilustración es de suyo feminista. Es más, pienso queel feminismo es un hijo no querido de la Ilustración.Rousseau, uno de sus teóricos principales, había escri-to: "En efecto, es fácil ver que, entre las diferencias quedistinguen a los hombres, muchas que pasan por natu-rales son únicamente obra del hábito y los diversosmodos de vida que los hombres adoptan en la sociedad.Así, un temperamento robusto o delicado, la fuerza o ladebilidad que de él dependen, muy a menudo provienenmás de la naturaleza dura o afeminada en que se hasido educado, que de la constitución primitiva de loscuerpos. Lo mismo pasa con las fuerzas del espíritu...Sin prolongar inútilmente estos detalles, cada uno debe

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ver que los lazos de la servidumbre, que no estánformados más que por la dependencia mutua delos hombres y las necesidades recíprocas que losunen, es imposible señorear a un hombre sin anteshaberle puesto en el caso de no poder prescindir deotro; situación que, no existiendo en el estado de natu-raleza, deja a cada cual libre del yugo y hace vana la leydel más fuerte". Pues bien, este filósofo radical que nisiquiera admite la fuerza como criterio de desigualdaden el estado presocial, que considera injusto todo privi-legio posterior, que en el mismo texto citado tambiénafirma "es difícil demostrar la validez de un contrato queno obliga más que a una de las partes, que pone todode un lado y nada del otro", que considera que la liber-tad es un tipo tal de bien que nadie está autorizado aenajenar, asevera que, por el contrario, la sujeción yexclusión de las mujeres es de todo punto deseable.

El democratismo rousseauniano es exclu-yente. La igualdad entre los varones se cimienta ensu preponderancia sobre las mujeres. El estadoideal es una república en la cual cada varón es jefede familia y ciudadano. Todas las mujeres, con inde-pendencia de su situación social o sus dotes particula-res, son privadas de una esfera propia de ciudadanía ylibertad. Rousseau decantaba así la polémica feministadel XVIII. Figura intelectual de gran talla, pero por ori-gen fuera de la corriente de las filosofías de salón, no sesentía obligado a mantener ni siquiera un precario"feminismo galante". Las mujeres son un sexo segundoy su educación debe garantizar que cumplan su come-tido: agradar, ayudar, criar hijos. Para ellas no estánhechos ni los libros ni las tribunas. Su libertad es odio-sa y rebaja la calidad moral del conjunto social.

Puede que ambos sexos fueran, en el inicioremoto precivil, aproximadamente iguales. Pero "Elhábito de vivir juntos hizo nacer los más dulces senti-mientos que los hombres conocen, el amor conyugal yel amor paternal. Cada familia se volvió una sociedadpequeña, tanto más unida cuanto que el vínculo recípro-

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co y la libertad eran sus únicos lazos; y entonces seestableció la primera diferencia en la forma de vivir delos dos sexos, que hasta aquí no habían tenido más queuna. Las mujeres se volvieron más sedentarias y seacostumbraron a guardar la cabaña y los hijos, mientrasque el hombre se iba a buscar la subsistencia común".Y, a fin de garantizar este idílico estado familiar, elRousseau pedagogo escribirá en el libro V del Emilio:"En lo que se relaciona con el sexo la mujer es igual alhombre: tiene los mismos órganos, las mismas necesi-dades y las mismas facultades; la máquina tiene lamisma construcción, son las mismas piezas y actúan dela misma forma.. En lo que se refiere al sexo se hallansiempre relaciones entre la mujer y el varón y siemprese encuentran diferencias..Estas relaciones y diferen-cias deben ejercer influencia en lo moral. Consecuenciapalpable, conforme a la experiencia, y que pone demanifiesto la vanidad de las disputas acerca de la pree-minencia o igualdad de los sexos..en lo que existe decomún entre ellos, son iguales, pero en lo diferente noson comparables. Se deben parecer tan poco un hom-bre y una mujer perfectos en el entendimiento como enel rostro..El uno debe ser activo y fuerte, el otro pasivoy débil. Es indispensable que el uno quiera y pueda y essuficiente con que el otro oponga poca resistencia.Establecido este principio, se deduce que el destinoespecial de la mujer consiste en agradar al hombre.. elmérito del varón consiste en su poder, y sólo por serfuerte agrada". El varón es, por relación a la mujer,marido y tiene sobre ella preeminencia por naturaleza.

Cuando afirmo que el feminismo tiene su naci-miento en la Ilustración y es un hijo no querido de ésta,no hago más que poner de relieve que, como resultadode la polémica ilustrada sobre la igualdad y diferenciaentre los sexos, nace un nuevo discurso crítico que uti-liza las categorías universales de su filosofía políticacontemporánea. Un discurso, pues, que no compara yaa varones y mujeres y sus respectivas diferencias y ven-tajas, sino que compara la situación de deprivación de

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bienes y derechos de las mujeres con las propias decla-raciones universales. Estas declaraciones se compusie-ron usando las líneas y terminologías acuñadas porRousseau, de ahí que el papel de su pensamiento seatan importante para entender el propio feminismo comoteoría política. El feminismo es la primera corrección fuer-te y significativa al democratismo ilustrado. Proviene,como no, de la fase polémica anterior, pero se fragua ysolidifica en contraste con las prácticas políticas, -decla-raciones de derechos americanas y francesa- y con lasteorías políticas que les sirven de fundamento. PorqueMary Wollstonecraft es demócrata rousseauniana, por-que estima que tanto el Contrato Social como el Emiliodan en la diana de cómo debe edificarse un estado legí-timo y una educación apropiada para la nueva ciudada-nía, no está dispuesta a admitir la exclusión de lasmujeres de ese nuevo territorio. Sólo a partir de la asun-ción completa del nuevo paradigma sociopolítico cabeargumentar contra sus insuficiencias. Justo porqueentiende bien que cada sujeto ha de ser libre y dueñode sí y sus derechos, que no ha de ser guiado por suexclusivo interés, sino que debe realizar un contrato conla voluntad general, que esta voluntad general no coin-cide con la voluntad de todos, ya que posee elementosnormativos propios, porque acepta que cada sujetodebe auto dominarse para la vigencia de los objetivoscomunes, y, por último, que el estado ha de ser quienrepresente tales objetivos y bienes comunes,Wollstonecraft no puede digerir que el sexo excluya a lamitad de la humanidad de este anhelo de la razón.Porque, al fin, sólo de eso estamos hablando mientrasconstruye su alegato y lo publica en 1792. Si bien elContrato Social funciona como modelo para laRevolución Francesa, es tan sólo un modelo en trámite.Sin embargo, las exclusiones que mantiene están sien-do respetadas punto por punto. La Declaración de 1789,dedicada "a la generación naciente" está repleta deexpresiones rousseaunianas; las cenizas del filósofo sedepositan, con toda pompa, en el Jardín Nacional.

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Mientras, los "Cuadernos de Quejas" enviados por algu-nas mujeres a la Asamblea, que piden instrucción,modestos ejercicios de voto, reforma de la familia y pro-tección, no son tenidos en cuenta . La Vindicación delos derechos de la mujer no nacía sola. Estaba avaladapor el difuso sentimiento igualitarista que fluía en el con-junto social en el momento previo a la Revolución y quela Ilustración había cultivado. Transmitía también lasactitudes de bastantes mujeres que, generalmente porsu origen y encuadre social, habían conseguido acce-der a grados incluso amplios de cultura. Buscaba unpúblico atento en las élites políticas y del pensamientoque, ocasionalmente, había ya manifestado estar afavor. En 1790 Condorcet había repetido lo ya escrito enel 87: "¿Acaso los hombres no tienen derechos en cali-dad de seres sensibles capaces de razón, poseedoresde ideas morales? Las mujeres deben, pues, tenerabsolutamente los mismos y, sin embargo, jamás enninguna constitución llamada libre ejercieron las muje-res el derecho de ciudadanos"

Sin embargo, la Vindicación, a pesar de susmuchas e inmediatas ediciones desde su publicación enel 1792, a pesar del uso de un lenguaje contrastado yacomodado a su política de origen, no logró traspasarsus ideas más que a algunos pequeños círculos intelec-tuales . Lo mismo había sucedido con la mucho másbreve Declaración de los derechos de la mujer y de laciudadana que, redactada por Olimpia de Gouges,había aparecido en 1791. La autora de esta última reci-bió en premio a su pluma y fama ser guillotinada dosaños después, así como Wollstonecraft fue objeto dedifamaciones y sarcasmos. De la más que fría acogidade los círculos políticos afines, tenemos una pruebareveladora: de uno de los grupos más radicales presen-tes en la escena revolucionaria, procede el panfletoProyecto de una ley por la que se prohíba a las mujeresaprender a leer . De las invenciones y propuestas nove-dosas que pulularon en aquel ambiente político, el femi-nismo fue una de las más desamparadas. Lo único que

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tenía a su favor era el artículo XI de la Declaración de losDerechos del Hombre y el Ciudadano: algunas individuase individuos podían defender y expresar librementepensamientos y opiniones, "uno de los derechos máspreciosos del hombre", pero poco más. A tales opinionesse oponía una firme barrera de prejuicios bien instaladosen las prácticas sociales y políticas. A esas inerciasRousseau había dado nueva solidez y decoro. Porque supensamiento no se limitó a argumentar la exclusión delas mujeres de su visión genial y anticipadora del nuevoámbito de lo público, sino a ofrecer modelos de femini-dad pregnantes y exitosos.

En la negativa rousseauniana a la ciudadanía delas mujeres y en su instrumentación por parte de la polí-tica revolucionaria coexistían varias líneas de fuerza que,en conjunto, permitían secularizar el desigual trato dis-pensado al sexo femenino al librarse de las desfasadasargumentaciones mítico-religiosas. La argumentaciónpolítica se doblaba de otra que era moral y ambas semantenían sobre un fundamento inexplícito de interés.Se ha visto parte de la argumentación excluyente rous-seauniana, la que concierne al origen y fundamento dela exclusión en la naturaleza y que hace de todos losvarones maridos y, del mismo modo, esposas de todaslas mujeres. La familia es la sociedad original y es jerár-quica; esa jerarquía tiene efectos.

Del molde rousseauniano brota también elnuevo modelo de feminidad que la división de papelespolíticos sacraliza. Si las mujeres no pertenecen al ordende lo público-político es porque lo hacen al doméstico-privado. Ese reparto y esa segunda esfera ha de perma-necer como fundamento y condición de posibilidad deltodo político. Las mujeres, ni por cualidades de suánimo, esto es, vigor moral que comporta inteligencia,honorabilidad, imparcialidad, ni por cualidades físicas,sabida su manifiesta debilidad corporal, pueden pagarel precio de la ciudadanía. Regidas por el sentimiento yno por la razón, no podrían mantener la ecuanimidadnecesaria en las asambleas y, físicamente endebles, no

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serían capaces de mantener la ciudadanía como underecho frente a terceros. Ni las asambleas ni las armasles convienen. Siendo esto así, no se puede ser mujer yciudadano, lo uno excluye lo otro. Pero esta exclusiónno es una merma de derechos, ya que no podrían seracordados a quien no los necesita porque es la propianaturaleza quien se los ha negado. Las mujeres son,consideradas en su conjunto, la masa pre-cívica quereproduce dentro del Estado el orden natural. No sonciudadanas porque son madres y esposas.

El Estado está formado por los varones los cua-les tienen responsabilidades y derechos y colaboran ala edificación de la voluntad general y a los objetivos delinterés común. Las mujeres, vinculadas como están aun orden previo, ni siquiera pueden pensar ese orden.Su incapacidad de realizar el contrato que cada indivi-duo hace con la voluntad general nace de su situaciónen la esfera familiar, que no es política, sino natural.Como colectivo deben ser mantenidas bajo la autoridadreal y simbólica de los varones: la real radicada en quecada una de ellas debe abnegación y obediencia a unvarón concreto, la simbólica en que todas deben reve-rencia al sexo capaz de mantener el orden político. Yesto, que podría entenderse como una exclusión injus-ta, no lo es, sino que, muy al contrario, la separación deesferas conviene que sea nítida para el propio bien delas excluidas. No debe cargarse al sexo familiar con elpeso de la cosa pública: dada su naturaleza, o no sopor-tarían sus exigencias o introducirían su incapacidad enlos asuntos graves tergiversando los fines generales. Eneste reparto no hay ni debe haber excepciones. En unafrase que Rousseau escribe en el "Manuscrito deGinebra" del Contrato Social y luego descarta, (lo quemanifiesta algo sobre su deseo de no provocar en exce-so a la cultura de los salones), escribe: "En un Estadolibre, los varones, a menudo reunidos entre ellos, vivenpoco con las mujeres". Y en el Discurso sobre el origeny los fundamentos de la desigualdad entre los hombres,la división de tareas entre los sexos aparece en la dedi-

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catoria: "¿Podría yo olvidar a esta preciosa mitad de larepública que hace la felicidad de la otra, cuya dulzuray sabiduría mantienen la paz y las buenas costumbres?Amables y virtuosas ciudadanas, la suerte de vuestrosexo siempre será gobernar al nuestro... Sed siempre,pues, lo que sois, las castas guardianas de las costum-bres y de los dulces vínculos de la paz; y continuadhaciendo valer en toda ocasión los derechos del cora-zón y de la naturaleza en beneficio del deber y de la vir-tud"

La existencia segregada de los sexos apareceen el primer texto como un acompañante de la libertady en el segundo como garantía de la paz. Sin embargola existencia de dos esferas tampoco significa el recono-cimiento de dos fuentes de autoridad. Sólo los varonesson capaces de igualdad y libertad en el Estado, lo quesupone admitirse entre ellos las jerarquías legítimas, ytambién detentan la autoridad en el orden familiar. Y elloen el mismo pensador que no admite que ningún indivi-duo pueda empeñar ni renunciar a la libertad propia.Pero debe sobreentenderse que el individuo es, a todoefecto, masculino. La diferencia entre varones y muje-res es ínfima, escribe en otros texto, pero significativa:"Por muchas razones que vienen de la naturaleza de lacosa, el padre debe mandar en la familia.Primeramente, la autoridad no debe ser igual entre elpadre y la madre; hace falta que el gobierno resida enuno y que, en las divisiones de opinión, haya una vozpreponderante que decida. 2ºPor ligeras que se quieransuponer las incomodidades particulares de la mujer,como son para ella siempre un intervalo de inacción,son razón suficiente para excluirla de esta primacía:porque cuando la balanza es perfectamente igual, unapaja basta para hacerla bascular. Además, el maridodebe tener inspección sobre la conducta de su mujerporque le importa asegurarse de que los hijos que estáforzado a reconocer y alimentar no pertenezcan a otroque él. La mujer, que no tiene nada parecido que temer,no tiene el mismo derecho sobre el marido". Párrafos de

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este y parecido tenor llevan a Wollstonecraft al borde dela cólera. En ocasiones su prosa encoge el ánimo;sobre todo cuando lamenta el destino amargo de lasmujeres que por nadie son amparadas y no tienenrecursos para defenderse. Mujeres a quienes se lesniega el uso de sus capacidades, se las hace depen-dientes o víctimas, se las empuja a una dependenciaque las pone al arbitrio de la buena o mala voluntad deun individuo que tiene sobre ellas derechos casi com-pletos. Esto sin duda entristece, pero todavía más enco-leriza que aquellos con cuyos pensamientos ofrecenmodos de romper las cadenas de todas las inmemorialesservidumbres, estén, sin embargo, dispuestos a asegurarla opresión femenina. Quienes como Rousseau sueñanmejores metas para la humanidad están decididos adejar que las mujeres no puedan escapar a su destinoimpuesto.

Wollstonecraft decanta la polémica de los sexosilustrada mediante el uso de categorías universalespolíticas cuya fuente se encuentra en el derecho naturalracional. Pero a la vez inaugura la crítica de la condiciónfemenina. Supone que bastantes de los rasgos de tem-peramento y conducta que son considerados propios delas mujeres son en realidad producto de su situación defalta de recursos y libertad. Desde su visión ilustradaniega que la jerarquía masculina sea otra cosa que unprivilegio injusto avalado por prejuicios inmemoriales."No quiero -escribe- hacer alusión a todos los autooresque han escrito sobre el tema de los modales femeninos-de hecho sólo batiría terreno conocido, porque, engeneral, han escrito con el mismo estilo-, sino atacar latan alardeada prerrogativa del hombre; la prerrogativaque con énfasis se llamaría el férreo cetro de la tiranía,el pecado original de los tiranos. Me declaro en contrade todo poder cimentado en prejuicios aunque seanantiguos". La situación de las mujeres no tiene otro ori-gen distinto del abuso de poder en que se funda elorden de la nobleza de sangre a abatir. Ambas domina-ciones, la de clases y la de sexo, son políticas y no se

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puede estar contra una de ellas y dejar a la otra intacta.Lo que los varones ejercen sobre las mujeres no es unaautoridad natural -no hay ninguna de este tipo- sino unprivilegio injusto: "si se prueba que este trono de prerro-gativas descansa sólo en una masa caótica de prejuiciossin principios de orden inherentes que los mantenganjuntos.. se pueden eludir sin pecar contra el orden de lascosas". El dar el moderno nombre de privilegio a laancestral jerarquía entre los sexos era la radical nove-dad teórica que el primer feminismo ilustrado ejercía.Era posible gracias al empleo de las categorías concep-tuales y discursivas de la Modernidad, pero traspasabalos usos para las cuales habían sido concebidas. Elfeminismo aparecía como un hijo no deseado de laIlustración. Implicaba la subversión de un orden quemuy pocos querían ver producirse. Parecía amenazar alos mismos pilares de la nueva respetabilidad burguesa.La negativa a aceptar la estirpe, de la que provenía elorden de privilegio de la nobleza de sangre, implicabauna nueva forma de familia en la que la jerarquía sexualera básica. Ello entrañaba redefinir los nuevos papelesmasculinos y femeninos.

He afirmado que también tiene su origen enRousseau el nuevo modelo de feminidad. En La NuevaEloísa y en el Emilio se forja un molde de mujer quelleva aparejadas sensibilidad y maternidad. E. Badinterha investigado la fabricación de este modelo de mujer-madre y la consiguiente abrogación de las prácticasanteriores: crianza mercenaria, nodrizas y hospicios.Cada individuo varón es concebido como un virtualpater familias cuyo alto fin es, en paridad con losdemás, conformar la voluntad general que es el Estado.Cada mujer debe existir y ser formada para esposa. Aellos corresponde el ámbito público, a ellas el privado."Con independencia de las dotes y capacidades particu-lares", como Hegel escribiría en su Filosofía delDerecho, cada género tiene marcado un destino pornacimiento. La complementariedad se transforma en lapalabra clave y de ella está excluida la justicia simétri-

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ca. No es conveniente ni deseable que los sexos neu-tralicen sus características normativas, sino que lasexageren. Ello es garantía de orden. No son iguales,sino complementarios. Así lo ha querido la naturaleza yel nuevo orden sociopolítico no debe alterar su voluntad.El feminismo planteaba que la dominación masculina erapolítica. La respuesta fue naturalizarla dotando a cadasexo de principios de acción y de excelencia particulares.Pero bajo la pretendida complementariedad subyace laverdadera división: En nuestro mundo humano unaparte es cultura, esto es, ideas, hábitos, conceptos, ins-tituciones, ritos, racionalidad, es decir, todo aquello quenos conforma como distintos de las demás especiesnaturales, y otra parte es naturaleza, absoluta identidadque a sí misma se reproduce y en sí misma se mantiene.En esta división fundamental, los varones son cultura ylas mujeres naturaleza. El destino de las mujeres esreproducir la especie y así debe seguir siendo.Parafraseando a Rousseau "deben seguir siendo lo queson". Así ha sido siempre y tal destino no tiene razónpara cambiar. No es voluntad de nadie que sea comoes, sino decreto inmemorial del mundo. Cuantos cam-bios sean deseables y se produzcan en el ámbito huma-no, incluida una nueva vivencia de lo público, una nuevapolítica que es justamente la más alta expresión delespíritu y la razón, no tienen por qué afectar al estatutodel completo colectivo de las mujeres. Ellas se mantie-nen y han de ser mantenidas en su propio orden, elseno indiferenciado de la naturaleza "con independenciade las capacidades y dotes particulares", como llegaría aescribir Hegel. Si en el núcleo profundo de lo humanohay una división entre naturaleza y espíritu, las mujeresson naturaleza y por lo tanto lo que en sus vidas se produzca noes político ni resultado de padecer las consecuencias deun privilegio injusto. Lo político no debe jamás pensarcomo propio ni iluminar ese mundo, ni mucho menospretender variarlo.

Recapitulando: Si el primer feminismo que sur-gía como decantación de la polémica ilustrada había

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conseguido formular en clave política sus demandas,con dos pilares, concepto viril de la ciudadanía y nuevadefinición de la feminidad, se comenzó a edificar lademocracia excluyente. Pasado el momento revoluciona-rio, realizar la nueva legislación civil y penal napoleónicae institucionalizar el modelo educativo curricular burguésfueron sus dos grandes tramos.

Conocemos por el nombre genérico de codifica-ciones napoleónicas aquellas nuevas formas de derechopositivo que sustituyeron al antiguo orden del derechoparcial de castas, oficios y estamentos. El derecho tomóla universalidad por patrón y por modelo al derechoromano. Acabó con el mosaico disperso de los dere-chos antiguos y en su lugar instituyó un derecho civilhomogéneo y un derecho penal suavizado según losprincipios ilustrados que habían sido defendidos porBeccaria. En las nuevas codificaciones civiles, con laayuda fundamental del modelo del derecho romano, laminoría de edad perpetua para las mujeres quedabaconsagrada. Eran consideradas hijas o madres enpoder de sus padres, esposos e incluso sus hijos. Notenían derecho a administrar su propiedad, fijar o aban-donar su domicilio, ejercer la patria potestad, manteneruna profesión o emplearse sin permiso, rechazar a unpadre o marido violentos. La obediencia, el respeto, laabnegación y el sacrificio quedaban fijadas como susvirtudes obligatorias. El nuevo derecho penal fijó paraellas delitos específicos que, como el adulterio y elaborto, consagraban que sus cuerpos no les pertenecí-an. A todo efecto ninguna mujer era dueña de sí misma,luego todas carecían de lo que la ciudadanía asegura-ba, la libertad.

De otra parte, la institucionalización del curricu-lum educativo de la nueva sociedad, también las excluía.El nuevo estado liberal tomó para sí la responsabilidad dela educación y estabilizó los tramos educativos corrientesque conocemos: educación primaria, media y superior. Elcurriculum educativo se convertía en la llave que permi-tía acceder a los ejercicios profesionales. La universi-

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dad del antiguo régimen cambió y pasó a depender parasus títulos del aval estatal. El estado también reguló lostramos medios y creó su propia red de centros y funcio-nariado. Incluso la formación primaria se estabilizó ydejó de depender de la familia o la escolarización noregulada. De lo que un individuo sabía o no sabía, de sucompetencia curricular, el estado se volvía juez y garan-te. Las mujeres quedaron excluidas formalmente de lostramos educativos medios y superiores y su enseñanzaprimaria se declaró graciable. Sin capacidad de ciudadanía y fuera del sistema normaleducativo, quedaron las mujeres fuera del ámbito com-pleto de los derechos y bienes liberales. Por ello el obte-nerlos, el conseguir el voto y la entrada en las institucio-nes de alta educación, se convirtieron en los objetivosdel sufragismo.

EL FEMINISMO LIBERAL SUFRAGISTA. LA SEGUN-DA OLA

El siglo XIX, y no sin retrocesos y sobresaltos, fue con-solidando el modelo sociopolítico liberal. Pese a losintentos de restauración del orden antiguo, el napoleo-nismo y la naciente sociedad industrial habían alteradoel panorama en tal grado que ni los más nostálgicospodían mantener su propósito de vuelta atrás. Cuandolas potencias reunidas en el Congreso de Viena acorda-ron el restablecimiento de los viejos moldes y el apoyomutuo de los monarcas restaurados contra posiblesinsurrecciones revolucionarias, sabían que mantener suacuerdo era casi imposible. La aceptación progresiva delos principios liberales y los modelos de alternancia polí-tica se fueron estabilizando. La teoría política en que sefundó el primer liberalismo resultó de una amalgama delos principios abstractos rousseaunianos con las elabo-raciones sólidas de la teoría estatal de BenjaminConstant. La separación de esferas pública y privada,familia y estado, en que consistía el fundamento del

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concepto de estado rousseauoniano fue admitida com-pletamente por la filosofía política liberal. El primer libe-ralismo concibe al ciudadano como un "pater familias" yutiliza las ideas de contrato social y voluntad general.Estas dos últimas fueron rechazadas y atacadas por latradición conservadora y ultramontana, pero es excusa-do decir que el acuerdo sobre la primera se mantiene entodos los autores. Cuando Hegel escribe la"Fenomenología" y más tarde la "Filosofía del Derecho"deja claro cuál es el sentir más probado de los tiempos:bien está la abolición de las estirpes porque puedenconvertirse en dueñas del estado; mal concebir al esta-do como un contrato y peor aún concebir el matrimoniocomo un contrato. La familia es la garantía del orden yen ella la separación de los sexos y sus funciones es elfundamento último e inamovible de la eticidad.

1.La misoginia románticaLas conceptualizaciones de Rousseau acerca de lo quevarones y mujeres tenían derecho a esperar de la polí-tica fueron decisivas para entender las claves del sigloXIX. El Rousseau contractualista fue atacado y conviviócon el Rousseau inatacado, el que había dictaminadoque existían dos territorios inmiscibles, el político espiri-tual para los varones y el natural para las mujeres. Estadivisión del mundo había sido dictada por la filosofía yeso requiere una explicación.

En nuestro mundo actual el feminismo tienecierta proclividad a aliarse con la filosofía pero no distin-ta de aquella que ha vinculado a la filosofía con la miso-ginia. Quiero decir que la filosofía no es sí liberadora. Yesto se demostró cumplidamente a lo largo del siglo XIX.Cuando la Ilustración desfundamentó el viejo discursoreligioso, en el que la inferioridad femenina obtenía unavalidación en clave de justicia, -las mujeres heredabanla condena de Eva y su posición de inferioridad eraresultado de la aplicación de la justicia divina a la faltaoriginaria de la primera de ellas- estos argumentos reli-giosos quedaron también desfundamentados. Pero la

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voluntad que los sostenía no había perdido vigencia, demanera que la exclusión encontró nuevas formas deargumentarse. La vieja madre Eva no podía resultarconvincente para casi nadie en el mundo del progresotécnico, el telégrafo, el ferrocarril, la anestesia y el librecambio. Había cumplido su función y se necesitabanexplicaciones de mayor fuste: la filosofía las dio.

Obviamente la exclusión pudo mantenerse perono sin el conocimiento de la existencia de las voces dis-cordantes del primer feminismo, Wollstonecraft,Gouges, Condorcet. Contra ellas, contra las esperanzasque había levantado siquiera fuere en grupos de opiniónmuy pequeños, se construyó el monumental edificio dela misoginia romántica: todo una manera de pensar elmundo cuyo único referente es la conceptualizaciónrousseauniana y que tuvo como fin reargumentar laexclusión. Así la filosofía tomó el relevo a la religiónpara validar el mundo que existía e incluso para darleaspectos más duros de los que existían.

Los filósofos que trato en los capítulos que en"La política de las Mujeres" dedico a la misoginiaromántica no son en absoluto figuras de segunda o ter-cera fila escondidos en los recovecos de la historia dela filosofía. Fueron las principales cabezas del siglo XIXlas que teorizaron por qué las mujeres debían estarexcluidas. Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard,Nietzsche, son figuras cuyo nombre inmediatamentereconoce cualquiera que no sea ducho en la materia. Yesos nombres suenan rodeados del respeto condigno.Estos pensadores tuvieron una indiscutible influencia entodo lo que fue la formación de los nuevos discursoscientíficos, técnicos y humanísticos. La medicina, la bio-logía, todas las ciencias nacientes que el en XIX comen-zaron a asentarse, así como la sicología, la historia, laliteratura o las artes plásticas dieron por buenas lasconceptualizaciones de alguno de ellos.

El primero en abordar la reconceptualización delos sexos fue Hegel pero no fue el más influyente: eraun filósofo oscuro, su terminología era complicada e

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incluso lo hizo con demasiada finura. En la"Fenomenología del Espíritu" explica el porqué de lossexos: son realidades del mundo de la vida, del mundonatural, pero en la especie humana están normados.Cada uno tiene un destino distinto. El destino de lasmujeres es la familia, el destino de los varones es elestado. Ese destino no puede contradecirse. Lo queentendemos por historia y dinámica de las comunidadeshumanas es el cómo los dos sexos se relacionan entresí. Aunque que cada sexo es un destino, no se imponecomo un destino biológico, sino que para nosotros exis-te una dimorfia ética y política y es la que explica lasesferas separadas de ambos. Y es tal que está por enci-ma de las cualidades contingentes del sujeto, esto es, siun sujeto se adecúa a lo que se predica de todos ellosmejor para él y si no, peor para él porque la normativase le impondrá como su verdad. La verdad es la delsexo al que se pertenece y no la que subjetivamente,como cualidades y rasgos de carácter, haya traído almundo. En todo caso el sexo es un destino público paralos varones, privado para las mujeres y los intentos deéstas de subvertir tal orden son la ruina de las comuni-dades.

Pero como he dicho, Hegel era demasiadocomplicado. El filósofo cuya misoginia evidente marcóla impronta del XIX fue Schopenhauer. Al contrarioque Hegel, se expresa con enorme fluidez y en térmi-nos que cualquiera puede entender, por ello fue muyinfluyente. Toda persona que en la segunda mitad delsiglo XIX se consideraba medianamente culta lo teníacomo una de sus lecturas de cabecera. Los "Parergaund Paralipomena" rebasaron el marco de la discipli-na filosófica y dieron ideas a la literatura, la política, lamedicina ... en fin, su pensamiento modelizó el campode lo pensable. Pues bien, su misoginia forma la parteesencial de su pensamiento y no se esconde. Sobre lateorización rousseauniana y hegeliana añadió algosignificativo: no sólo el sexo masculino encarna elespíritu mientras que la naturaleza es el sexo femeni-

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no, sino que además la continuidad en la naturalezaes la característica fundamental de la naturaleza. Yesto tiene bastante rendimiento.

Lo femenino dicho en general es una estrategiade la naturaleza para reproducir el ser. En verdad llama-mos femenino, a causa de una tergiversación espiritua-lista, a lo que en términos propios hay que llamar "lohembra". La naturaleza es ella misma hembra y persi-gue perpetuarse porque ese es el fin único que tiene,dado que en ella ni hay ni puede haber una ulterior tele-ología. La naturaleza es en sí misma inconsciente einconsciente de sí misma. Esa inconsciencia en que lanaturaleza se mueve es la misma inconsciencia de lohembra y está presente en la especie humana a travésde las mujeres que tienen todas y cada una las caracte-rísticas generales de lo hembra. Esto es, lo hembra esinconsciente, ininteligente, corto de miras, incapaz deformar representaciones o conceptos, incapaz de pre-ver el futuro, incapaz de reflexionar sobre el pasado, enfin, un puro existir sin conciencia de sí mismo. Y comolo hembra es una continuidad a lo largo de la naturale-za se sigue que una vaca, una perra, una gallina y unamujer se parecen mucho más entre sí que una mujer yun varón, que sólo aparentemente son de la mismaespecie. Lo que aleja a las mujeres de la especie huma-na es que precisamente son hembras. Aunque a vecesparecen seres humanos, hablan, se comportan, pare-cen seguir normas, esto es pura apariencia. La sabidu-ría consiste en poder fijar una mirada más profunda yver cómo a través de ese aparente ser humano lo queen verdad sucede es el surgir de una estrategia de lanaturaleza para perpetuarse. Las perfecciones de esteser son falsas y utilitarias: belleza o gracia o atisbos deinteligencia sólo tienen por fin la reproducción y la prue-ba es que ese ser las pierde en el momento en que sereproduce. Mientras que los varones tienen madurez,las mujeres florecen y se agostan. La naturaleza, quelas utiliza, se venga de ellas. Cuando esta filosofía nodesdeña en sus mismos textos fundantes volverse colo-

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quio de cafetín, nada tiene de extrañar que fuera bienrecibida en esos lugares. Schopenhauer decanta lamisoginia popular y sus tópicos y la dota de una apa-riencia imponente y respetable. Todas las mujeres sonla mujer, en el fondo lo hembra, y ninguna de ellas tienederecho a un trato que no sea el de sexo segundo. Loque avergüenza a las culturas europeas ante culturasmás sabias como el oriente o el Islam es la aparienciade individualidad que una estúpida galantería concedea las mujeres. La dama europea es un ser fallido y ridí-culo y en buena lógica debería hacerse desaparecerporque todas las mujeres debieran ser seres de harén.Las mujeres, el sexo inestético, deben mantenerse ale-jadas de toda voluntad propia y todo saber. De entre losmuchos dislates de Schopenhauer, quizá uno sirva demuestra y conclusión. Llega a afirmar que la naturalezaquiere, como estrategia, que las mujeres busquen cons-tantemente a un varón que cargue legalmente con ellas.Esto es, parece que la naturaleza prevé la juridicidad.Pero dislate o no, el formidable edificio de la misoginiaromántica tuvo en Schopenhauer uno de sus másanchos pilares.

Cabe preguntarse por el porqué de un arma tanfenomenal contra una vindicación, la de igualdad, quese había presentado sólo en círculos elitistas. La exis-tencia de la misoginia romántica prueba que se pensóque esa vindicación podía prender y transformarse enuna característica que volviera al todo social incontrola-ble. Sabemos lo que es el miedo y las sociedades tam-bién lo sienten. Los mundos tienen miedo cuando seven abocados a un cambio y quieren defenderse de él.La misoginia romántica se utilizó contra la segunda granola del feminismo, el sufragismo.

2.La Declaración de Seneca Falls

Las protestas contra este nuevo orden fueron escasas yprovinieron de individualidades disonantes. Sin forma-ción y sin poder, pocas mujeres podían pretender aban-

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derar la defensa política o moral de su sexo e igualsucedía con los varones comprometidos en la querellapolítica sin parar atención en otra mujer que aquella queficcionaba el primer romanticismo. George Sand,Sthendal y algún otro de una parte, y de otra las figurasfemeninas románticas de la perfecta inocente. Del ladopolítico el sistemático enfrentamiento de liberales yultramontanos bajo cuyos pies estaba creciendo, sinque ellos llegaran a advertirlo, el movimiento obrero.

En 1848 Europa se conmocionó por un nuevoproceso revolucionario que prendió en varios países ala vez. Hay que hacer notar que, aunque la Ilustraciónestuvo casi ausente en varias naciones europeas, elRomanticismo fue el primer movimiento de cultura quecubrió el mapa completo europeo. La sociedad de la pri-mera mitad del XIX era más homogénea y funcionabacon mayor sinergia que la del siglo XVIII.

1848 fue un año de agitaciones y manifiestos.Suele recordarse el manifiesto comunista y prestarsemenos atención a la declaración de Seneca Falls. Ciertoque ésta se produjo al otro lado del Atlántico, pero nosin que repercutiera en todas las sociedades industria-les. En 1848, setenta mujeres y treinta varones de diver-sos movimientos y asociaciones políticas de talanteliberal, se reunieron en el Hall de Seneca y firmaron loque llamaron con el nombre de "Declaración deSentimientos".

El modelo de declaración de Seneca era ladeclaración de Independencia. La declaración constade doce decisiones e incluye dos grandes apartados: deun lado las exigencias para alcanzar la ciudadanía civilpara las mujeres y de otro los principios que debenmodificar las costumbres y la moral. El grupo que sehabía reunido en Seneca provenía fundamentalmentede los círculos abolicionistas. Varones y mujeres quehabían empeñado sus vidas en la abolición de la escla-vitud llegaron a la conclusión de que entre ésta y lasituación de las mujeres, aparentemente libres, habíamás de un paralelismo. Desde postulados iusnaturalis-

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tas y lockeanos, acompañados de la idea de que losseres humanos nacen libres e iguales, firman: "decidi-mos que todas las leyes que impidan que la mujerocupe en la sociedad la posición que su conciencia ledicte, o que la sitúen en una posición inferior a la delvarón, son contrarias al gran precepto de la naturalezay, por lo tanto, no tienen fuerza y autoridad". El gran pre-cepto de la naturaleza que invocan es el resumen deigualdad, libertad y persecución de la propia felicidad.Era el mismo que se había invocado contra el manteni-miento del tráfico, venta y tenencia de esclavos. Amedida que Inglaterra se decantó por posiciones aboli-cionistas, más tarde condenó el tráfico y por último llegóa perseguirlo, el abolicionismo tampoco había permane-cido quieto en los Estados Unidos. Los grupos más con-cienciados, pese a la pequeña calidad de sus victorias,decidieron incluir la servidumbre femenina en su tablavindicativa. Pero lo hicieron porque en estos grupos lasmujeres activistas eran mayoría. E. Cady y L. Mott que"de facto" comandaron la declaración de Seneca forma-ban la punta de lanza de lo que llegó a conocerse comomovimiento sufragista. Las que más tarde serían edito-ras y compiladoras de un texto clásico del sufragismo,La Biblia de la Mujer, iniciaron sus lides públicas en estaDeclaración.

El sufragismo fue un movimiento de agitacióninternacional, presente en todas las sociedades indus-triales, que tomó dos objetivos concretos, el derecho alvoto y los derechos educativos, y consiguió ambos enun periodo de ochenta años, lo que supone al menostres generaciones militantes empeñadas en el mismoproyecto, de las cuales obvio es decirlo, al menos dosno llegaron a ver ningún resultado.

El derecho al voto y los derechos educativosmarcharon a la par apoyándose mutuamente. A medidaque los requerimientos para el derecho del sufragio delos varones se hicieron más sencillos -no pararon desuavizarse a lo largo del XIX hasta la obtención delcompleto sufragio masculino- la situación resultante se

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agravaba de tal forma que ni siquiera los frecuentementerepetidos argumentos misóginos lograban invisibilizar suaspecto chocante. Primero los poseedores de una deter-minada renta votaban, pero no las escasas poseedorasde la misma condición. Después el voto se asegurabacon la autosubsistencia, pero no para las mujeres, aunempleadas. Por último todo varón podía ejercerlo conindependencia de su condición, pero ninguna mujerfuere cual fuere la suya. Y en este cambio de condiciónlos derechos educativos tuvieron un gran papel.

En un primer momento algunas mujeres se ase-guraron la enseñanza primaria reglada. La razón aducidapara obtenerla fue conforme al canon doméstico: paracumplir adecuadamente las funciones de esposa ymadre, los conocimientos de lectura, escritura y cálculoparecían necesarios. Tal petición, tan conforme a lasumisión doméstica no podía ser rechazada, de mane-ra que escuelas primarias para las niñas fueron creadasal amparo de esta femenina disposición. Poco mástarde, algunos grupos de mujeres reclamaron su entra-da en los tramos medios de la enseñanza. La razónaducida también se protegió con el respeto al modelovigente: pudiera darse el caso de que algunas mujeres,conociendo que sin duda su destino era el matrimonio yla maternidad, por adversas circunstancias de fortunano pudieran cumplirlo. La orfandad, la falta de recursospara pagar una dote conveniente y otros acaeceresimprevistos podían quizá dejar a un porcentaje de muje-res de excelente intención fuera de la vida matrimonial.¿No sería bueno que pudieran subsistir ejerciendo unaprofesión digna y no se vieran condenadas a la depen-dencia de sus parientes o, lo que es peor, la caída en eloprobio?. Para asegurar su virtud y el buen orden, lademanda de escuelas de institutrices en primer lugar yde enfermeras después, se presentó, y de nuevo hubode ser aceptada. Las enfermeras decían no hacer otracosa que extender socialmente una virtud femenina pri-vada, el cuidado. Y del mismo modo lo hicieron lasmaestras. ¿No era más adecuado que las niñas fueran

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educadas por mujeres y no por maestros varones que,con mayores expectativas, sin duda podían proporcio-nar mejores conocimientos a los alumnos varones?. Ymás aún, ¿no era mejor para la decencia que las muje-res educaran a las niñas o extendieran su capacidadmaternal a la educación de los niños impúberes?. Y asíhasta el presente esas dos profesiones siguen siendomayoritariamente femeninas. Fueron las primeras quese abrieron y permitieron una existencia relativamentelibre a las mujeres de las clases medias. Pero quedabaun tramo, el más difícil, las instituciones de alta educa-ción.

Asegurada la entrada en la educación primariay ciertas profesiones medias, un grupo selecto de muje-res había logrado cumplimentar las exigencias previas ala entrada en las universidades. ¿Permanecerían éstascerradas?. Tomemos el caso paradigmático de lasrelaciones de Concepción Arenal con la universidadespañola. Esta que es, sin lugar a dudas, una de nues-tros mejores juristas, solicitó su ingreso en la carrera dederecho avalada por su excepcional talento y por unafamilia de académicos y rectores que confiaba en ella.Tales eran las disposiciones y presiones que se decidióadmitirla, sin embargo las características que tuvo estaadmisión dicen mucho de las barreras que se oponían ala formación universitaria de las mujeres. ConcepciónArenal fue admitida como oyente en leyes siempre quesu presencia en los claustros universitarios no resultareindecente. En la práctica, esto se tradujo en la obliga-ción de acudir a las aulas vestida de varón. Imaginemospues que aquella sociedad pudibunda y timorata consi-deraba menos grave el travestismo que el hecho de queuna mujer escuchara enseñanzas que le estaban, enprincipio, vedadas. El rito era el siguiente: acompañadapor un familiar, doña Concepción se presentaba en lapuerta del claustro donde era recogida por un bedel quela trasladaba a un cuarto en el que se mantenía solahasta que profesor de la metería a impartir la recogíapara las clases. Sentada en un lugar diferente del de

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sus aparentes compañeros seguía sus explicacioneshasta que la clase concluía y de nuevo era recogida porel profesor que la depositaba en dicho cuarto hasta laclase siguiente. Con soberana paciencia, ConcepciónArenal terminó sus estudios de derecho y se acomodóa estos rituales. Ahora bien, proseguir determinadosestudios implicaba para el caso de las mujeres que seles reconocía que meramente los habían cursado, estoes, que no tenían derecho a obtener el título ni muchomenos a ejercer la profesión para la que estos estudiosvalidaban. De manera que bastantes mujeres que prosi-guieron estudios a lo largo de la segunda mitad del XIXy hasta la década de los veinte de este siglo, que apa-recieron citadas en las actas de fin de carrera, nuncaobtuvieron los títulos. En ocasiones se les hizo renun-ciar explícitamente a ellos.

A partir de 1880 algunas universidades europe-as, pocas, comenzaron a admitir mujeres en las aulas.La idea que permitió esto fue la de excepcionalidad. Encastellano estamos acostumbrados a oír que "la excep-ción confirma la regla" y así parece ser en este caso. Esde sentido común que una verdadera regla, esto es, unaregularidad observable, si tiene excepciones no es talregla. Si todo "x" es "y", que exista un "x" que no sea "y"invalida la primera proposición. Pero aquí hablamos deotro tipo de reglas. La regla es que para las mujeres unaformación superior es inaceptable excepto.. en casosexcepcionales. La existencia misma de las excepcionescomo tales excepciones confirma que la regla está bientomada. Una mujer con formación superior ni es nipuede ser una mujer corriente, por lo tanto su capacidado su trabajo revierten sólo sobre ella misma y para nadacambian la opinión que haya de mantenerse sobre elresto. Ella es una excepción y las demás son lo queson. Bajo esta "dinámica de las excepciones" algunasmujeres consiguieron por primera vez abrirse un puestoen el seno de la cultura formal. Lou Andreas Salome,Marie Curie y otras de parecida envergadura pertene-cen a esta generación de las excepciones.

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Hay que tener en cuenta, sin embargo, que pese a quepara estas excepciones la obtención de títulos fue gene-ralizándose, ello no significó que pudieran optar a losejercicios profesionales corrientes. Aquellas primerasmujeres que obtuvieron títulos encontraron la negativacerrada de los colegios profesionales a que pudieranejercer como médicas, juristas, o profesoras. Esto expli-ca porqué las dos primeras generaciones de mujeres coneducación superior obtuvieron éxitos en tareas investiga-doras. Apartadas por ley y costumbre de los ejerciciosprofesionales y docentes, encontraron en la investiga-ción un nicho salvador. De su exclusión se siguieronalgunas de las primeras premios Nóbel, en un momentoen que la investigación podía aún realizarse casi solitaria-mente y con pequeños equipos.

El espinoso camino educativo se conectabadirectamente con el de los derechos políticos. A medidaque en efecto la formación de ciertos grupos selectos demujeres avanzaba, se hacía más difícil negar la vindica-ción del voto. El movimiento sufragista aprovechó inter-nacionalmente esta tensión. A lo largo de la segundamitad del siglo XIX y principios del XX multiplicó susconvenciones, reuniones, actos públicos y manifesta-ciones. Al movimiento sufragista le debe la políticademocrática dos grandes aportaciones de estilo. Una esuna palabra, "solidaridad". Otra los métodos y modos dela lucha cívica actual. La palabra fue elegida para reem-plazar al término fraternidad que, teniendo su raíz en"frater" -hermano varón- poseía evidentes connotacionesmasculinas. De hecho ahora nunca decimos libertad,igualdad, fraternidad, excepto para referirnos al trípticohistórico de la Revolución Francesa. La solidaridad, esetérmino acuñado por el sufragismo, ha pasado a ser deuso corriente. La aportación en métodos de lucha tieneaún mayor envergadura. El sufragismo se planteó lasformas de intervenir desde la exclusión en la política yestas formas tenían que ser las adecuadas para perso-nas no especialmente violentas y relativamente carentesde fuerza física. De modo que la manifestación pacífica,

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la interrupción de oradores mediante preguntas siste-máticas, la huelga de hambre, el autoencadenamiento,la tirada de panfletos vindicativos, se convirtieron en susmétodos habituales. Hoy entendemos esto como laforma normal de lucha ciudadana que por lo generalprescinde de atentados, incendios o barricadas. Elsufragismo innovó las formas de agitación e inventó lalucha pacífica. Los desfiles sufragistas se trasformaronen procesiones en las que mujeres vestidas con sustogas académicas llevando en las manos sus diplomas,seguían a los estandartes que reclamaban el voto.Harriet Taylor y su marido John Stuart Mill pusieron lasbases de la teoría política en que el sufragismo semovió.

La profunda reforma del primer liberalismo lle-vada a cabo por S. Mill es el marco teórico que sirviópara pensar la ciudadanía no excluyente. En gran parteconsistió en una renovación del iusnaturalismo combi-nada con una ontología individualista profundamenteliberal que encontraba la clave de su articulación comu-nitaria en la noción e interés común más que en la devoluntad general. Pertrechado por la sólida doctrina delsegundo liberalismo, el sufragismo reclamó y obtuvojustamente los derechos liberales: voto y educación. Elfeminismo no ha perdido hasta la fecha ninguna de lasbatallas en que se ha empeñado. Ha tardado más omenos en conseguir sus resultados pero ha mantenidosus objetivos invariables. Los dos que el sufragismo sehabía propuesto fueron conseguidos en un lapso detiempo más o menos largo -unos ochenta años- pero alfinal se obtuvieron. En algunos países y en algunosestados de la Unión las mujeres habían obtenido dere-cho al voto en los aledaños de la Primera Guerra mun-dial. Al final de la Segunda todos los estados que noeran dictaduras reconocieron este derecho a su pobla-ción femenina.

El esfuerzo bélico no fue ajeno a esta victoria.Cuando las grandes guerras se produjeron en la prime-ra convulsa mitad del siglo XX, los varones fueron lla-

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mados a filas y llevados al frente. Los países beligeran-tes tuvieron entonces que recurrir a las mujeres parasostener la economía fabril, la industria bélica, así comograndes tramos de la administración pública y de lossubsistemas estatales. La economía no falló, la produc-ción no descendió y la administración estatal pudoafrontar sin lagunas momentos muy críticos. Quedabaentonces claro que las mujeres podían mantener enmarcha un país. En tales condiciones, que siguieranexcluidas de la ciudadanía carecía de todo sentido. Nisiquiera las voces más misóginas pudieron oponerse ala demanda del voto. Simplemente se limitaron a augu-rar los efectos catastróficos que la nueva libertad de lasmujeres tendría para la familia. Porque el sufragismociertamente había engañado o se había auto engañadoasegurando frecuentemente que el uso de esa nuevalibertad por parte de las mujeres para nada alteraría lasrelaciones familiares. Posiblemente muchas militanteslo creyeran de buena fe, pero el panorama resultante desu acción se encargó de asegurar que en efecto fueraasí.

La pertinaz lucha y agitación sufragista de casiun siglo, una lucha en la opinión y en el cambio de posi-ciones de las mujeres en la educación y los empleos,llegaba a su fin. Los bienes liberales habían sido conse-guidos y tanto el sufragismo como la misoginia románticahabían cubierto su tramo. Las cosas eran ahora diferen-tes. ¿Pero lo eran?

LA MÍSTICA DE LA FEMINIDAD

En las democracias surgidas tras la Segunda GuerraMundial, y por primera vez, el sufragio universal se obtu-vo y, también por primera vez, los derechos educativosse aseguraron para toda la población. Esto significabapara las mujeres que comenzaba una nueva era, aque-lla que surgía de las conquistas sufragistas. Un notablecontingente de ciudadanas tenían ante sí oportunidadesdesconocidas en el pasado.

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Lo que entonces ocurrió fue el conglomerado que reci-be el nombre de "mística de la feminidad". Por una partelos gobiernos, por otra los medios de comunicación demasas cuyo papel aumentó de forma considerablehasta llegar a ser como hoy los conocemos, se compro-metieron en una maniobra, esta vez consciente, quepermitiera obtener un doble objetivo: alejar a las muje-res de los empleos obtenidos durante el periodo bélicodevolviéndolas al hogar y diversificar la producciónfabril. Betty Friedam, en la obra que sirvió de punto dearranque al feminismo de los setenta, "La Mística de laFeminidad", analizó de forma magistral los diversos ejesde este periodo. En los años cincuenta las mujeres conderecho a voto y oportunidades educativas debían serreconducidas al hogar y se pretendió que aceptaran ladivisión de funciones tradicional, que, para tal efecto,fue reacuñada. Esto implicaba que renunciaran a hacerejercicios verdaderos de sus nuevos derechos. Por unaparte los varones que regresaron del frente reclamabansus antiguos empleos, lo que implicaba que las mujereslos desalojaran y volvieran al hogar, bajo el sobreenten-dido de que lo habían abandonado de modo provisoriopor causas de fuerza mayor. Para hacer esto posible elhogar mismo debía renovarse y el papel femenino tradi-cional adecuarse al nuevo estado de cosas. Mujerescon derechos ciudadanos recientemente adquiridos yuna formación elemental o media, en número significa-tivo, debían poder encontrar en el papel de ama de casaun destino confortable.

De los puestos obtenidos como reemplazo delos varones fueron expulsadas sin más. De aquellosque ellas mismas habían se asegurado se intentó des-alojarlas por medio de una disuasión optimista en lacual las revistas femeninas tuvieron un gran protagonis-mo.

Las revistas femeninas habían aparecido en ladécada de los felices veinte pero la extensión y tiradaque les conocemos se consolidaron en los años cin-cuenta. Todas ellas propusieron un modelo de mujer

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nueva que oponer a la abuela ignorante y caduca."Antes" y "ahora" se convirtieron en las palabras clave."Antes" las abuelas hacían inconscientemente y por logeneral mal una larga serie de cosas, por falta de per-feccionamiento y de oportunidades: no criaban bien asus hijos, no conocían las buenas reglas de higiene, nosabían que llevar una casa exigía una licenciatura enasuntos domésticos. "Ahora" las "mujeres modernas",que eran ciudadanas y tenían formación, eran libres ycompetentes. Libres de elegir permanecer en su hogary no salir a competir en un mercado laboral adusto.Competentes para llevar adelante la unidad domésticamediante una planificación cuasi empresarial. El nuevohogar tecnificado en el que los electrodomésticos libra-ban de algunas de las tareas más trabajosas y humillan-tes necesitaba a una ingeniera doméstica al frente. Unamujer que sabía que el éxito provenía de una correctadirección de la empresa familiar. Cada ama de casa erauna directora gerente de la que dependía el éxito comple-to de la familia nuclear. No tenía sentido salir a competiren el mercado por un puesto de cualificación media obaja cuando se podía ser su propia jefe. Una "mujermoderna" no sólo tenía a punto su hogar tecnificado,sino que establecía las relaciones por las cuales el mari-do podía progresar: reuniones, asociaciones, cenas,partys, que hincharan las velas del progreso familiar. Los modelos de mujer cambiaron, tanto en el cine comoen la publicidad y las revistas. Frente a la soltera inde-pendiente de los años treinta apareció la simpáticamadre de cuatro hijos de los años cincuenta, CatherineHepburn o Doris Day. En la televisión, cuya influencia seiba extendiendo sin cesar, el modelo de mujer quepudiendo hacerlo todo decide hacer de ama de casa,tuvo ejemplos sobresalientes en series de gran éxito."Embrujada" es un perfecto resumen de todas ellas. Laprotagonista no es una vieja bruja como su madre, sinouna esposa cariñosa que renuncia de buena gana a suspoderes y se desvive por la vida profesional de un mari-do mediocre y simpático.

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Antes de la emergencia de esta enormemaniobra publicitaria, inmediatamente antes, se habíaproducido una obra fundamental para el feminismo, "Elsegundo sexo" de Simone de Beauvoir. Esta filósofa,hija de "la dinámica de las excepciones", puso su talen-to al servicio de una nueva forma de hacer feminismo.Ya no se trataba de las vindicaciones, como lo habíansido las ilustradas y las sufragistas, sino de las explica-ciones. La obra de Beauvoir es difícil de clasificar.Siempre se duda si considerarla un colofón del sufra-gismo o la apertura a la tercera ola del feminismo. Encualquier caso, cayó relativamente en el vacío pues seprodujo en el mismo momento en que la mística de lafeminidad se estaba forjando. Pertenecía además altramo de la alta cultura, mientras que el modelo demujer que la mística proponía era el modelo medio. Estoes, "la mística de la feminidad" seguía operando dentrode "la dinámica de las excepciones". El nuevo modelodoméstico preveía que masivamente las mujeres retor-naran a la antigua división público / privado, esta vez nonaturalizada, sino concebida complementariamente.Algunas mujeres sin duda podían no desear tal destino,pero tendrían que probarlo. Y en todo caso, con ellas seharía una excepción. La propia Beauvoir relata que ellase creía de buena fe una de tales excepciones. Igualque se creía de buena fe que el trato inicuo para lasmujeres sólo se producía en el mundo capitalista y quepor el contrario en el estado soviético la igualdad estabaya alcanzada. Porque la mística de la feminidad coincidióy fue uno de los momentos normativos de la guerra fría.Dos modelos sociales y políticos, dos modelos femeni-nos. La realidad era muy otra. La mística de la feminidadestaba produciendo graves trastornos en la poblaciónfemenina sobre la que se ejercía. La pretendida igualdadsoviética funcionaba con un sobreesfuerzo que sólo alas mujeres se exigía, que dejaba intacto el trabajodoméstico y suprimía las libertades públicas.

Si el modelo propagado era duro para lasexcepciones -implicaba normalmente la soltería, la vvi-

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gilancia sobre la moral sexual y una economía emocio-nal casi insostenible- para aquellas que intentaronadaptarse a él resultó igualmente repulsivo. La familianuclear no era ya un centro productivo, como lo habíasido la tradicional en el pasado, sino de consumo. En unprimer momento los énfasis en la natalidad, -por otraparte esperables después de un periodo bélico al quesiempre sucede un repunte natalista- ocuparon el tiem-po disponible de las nuevas amas de casa, pero conmárgenes de perfeccionismo que tensaron en demasíalas relaciones familiares. Se exigía de las "mujeresmodernas" una dedicación al trabajo y al agrado a menu-do incompatibles. Por otra parte, el único mecanismo deencuadre político previsto fueron las asociaciones deamas de casa, con escasos horizontes de intervenciónen la comunidad. Mantener ocupada a una mujer conformación media y ciertas expectativas profesionalesdentro de un hogar tecnificado y ocupar su cabeza conel arreglo personal y doméstico compulsivo, así comoocupar sus deseos de participación con reuniones acer-ca del mejor modo de envasar los alimentos, o dirigir suvida de consumo social hacia la compra de productoscosméticos a domicilio, todo ello, debía tener consecuen-cias personalmente desastrosas. Sin independenciaeconómica, sin quehaceres domésticos relevantes, sinhorizontes de relación o de cultura fuera de los que lasrevistas femeninas planteaban, el relativo ocio domés-tico propiciado por la tecnificación -e incluso por laexistencia de ayuda en los estratos altos de la población-comenzaba por gastarse de modo errático -manualidades,consumo de infraliteraturra, televisión- y terminabapor producir soledad, cuadros depresivos y cuadrosmédicos que fueron calificados de "típicamente femeni-nos".

A mediados de los años sesenta llegó a sermeridianamente claro para las hijas de esta generaciónque las conquistas sufragistas no habían logrado produ-cir apenas cambios en la jerarquía masculina. El males-tar crecía y no se veían los cauces individuales para

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darle salida. Un nuevo movimiento colectivo estaba apunto de aparecer.

EL FEMINISMO SESENTAIOCHISTA. LA TERCERAOLA.

La mística de la feminidad de Friedan fue una descripciónmagistral del modelo femenino avalado por la política delos tiempos postbélicos y contribuyó decisivamente a quea la nueva generación de mujeres le cayeran las esca-mas de los ojos. A partir de ella se podía nombrar al"malestar que no tenía nombre", porque así llamaron lasfeministas de los setenta al estado mental y emocionalde estrechez y desagrado, de falta de aire y horizontesen que parecía consistir el mundo que heredaban. Lasprimeras feministas de los setenta realizaron un ágildiagnóstico: El orden patriarcal se mantenía incólume."Patriarcado" fue el término elegido para significar elorden sociomoral y político que mantenía y perpetuabala jerarquía masculina. Un orden social, económico, ide-ológico que se autorreproducía por sus propias prácti-cas de apoyo con independencia de los derechosrecientemente adquiridos.

El nicho político de nacimiento de la tercera oladel feminismo fue la izquierda contracultural sesentaio-chista. Del mismo modo que el feminismo ilustradohabía utilizado las categorías políticas contemporáneasy el sufragismo había usado y renovado las liberales, elfeminismo de la tercera ola hizo lo propio con su con-ceptología política contemporánea. El cambio en lasconcepciones de lo político que supuso la agitación demayo del 68 todavía permanece insuficientementetematizado, así como lo que aquel movimiento repre-sentó por sí mismo. En él se conjugaron un relevo deélites que sustituyeron a las formadas y heredadas de laVictoria Aliada, un nuevo diseño del estado de bienes-tar, una revolución en la transmisión de los saberes,cambios profundos en las formas de vida y aparición deun nuevo horizonte utópico y valorativo. Dado que

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seguimos habitando en la estela de estos cambios, pon-derarlos en toda su extensión es aún difícil.

El feminismo de los años setenta supuso el finde la mística de la feminidad y abrió una serie de cam-bios en los valores y las formas de vida que todavía sesiguen produciendo. Lo primero que realizó fue unaconstatación: que aunque los derechos políticos -resu-midos en el voto- se tenían, los derechos educativos seejercían, las profesiones se iban ocupando -sin embar-go no sin prohibiciones explícitas aún para algunas-, lasmujeres no habían conseguido una posición paritariarespecto de los varones. Continuaba existiendo una dis-tancia jerárquica y valorativa que en modo alguno sepodía asumir como legítima. De tal constatación surgióel análisis de lo que estaba ocurriendo y la articulaciónde los nuevos objetivos a alcanzar.

Se diagnosticó, y con certeza, que por unaparte, la obtención del voto para nada había supuesto elcambio en los esquemas legislativos heredados por loque tocaba a grandes partes del derecho civil y de fami-lia. Por otra, el conjunto completo de lo normativo nolegislado -moral, modales y costumbres- apenas habíasufrido cambios. Se hacía imperiosa pues una revisiónde la legislación a fin de volverla igualitaria y equitativa.La igualad de derechos era sólo aparente mientras nose fijara en nuevos textos. El feminismo de la tercera olano se podía contentar con el solo derecho al voto, sinoque inició la tarea de repaso sistemático de todos ycada uno de los códigos a fin de detectar en ellos y pos-teriormente eliminar los arraigos jurídicos de la discrimi-nación todavía vigente.

En todos los países avanzados, en la década delos setenta, coincidiendo con los momentos más agitati-vos de las protestas feministas, se produjeron revisionesy reformas legales que permitieran a las mujeres elefectivo uso de su libertad, que hasta entonces sólo enabstracto se les concedía. Pero no era voluntad delfeminismo de los setenta detenerse ahí. Desde el prin-cipio había planteado la subversión del orden normativo

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heredado, que no se limitaba a lo estrictamente legal.Por este expediente las reformas legislativas fueroncompletadas con la entrada en la juridicidad de ámbitoshasta entonces considerados privados. El feminismoestaba borrando las fronteras tradicionales entre lo pri-vado y lo público.

En el terreno legislativo el trabajo principal serealizó en una década, la de los setenta y primeros añosde los ochenta. Pero la tercera ola feminista había pre-visto también que los ámbitos normativos no legales niexplícitos habían de ser alterados. La revolución en lamoral, las costumbres y los modales, el conjunto quesolemos conocer por mores, se iba produciendo enparalelo con la renovación legislativa. Lo que resultabamás notorio y producía mayor escándalo eran los nue-vos juicios sobre su sexualidad y las nuevas libertadessexuales de las mujeres "liberadas". Las relaciones pre-matrimoniales se hicieron por lo menos tan frecuentescomo lo habían sido en el pasado, pero quienes las man-tenían se negaban a culpabilizarse o ser culpabilizadaspor ellas. El empleo de contraconceptivos, dispositivosuterinos, espermicidas, la comercialización y uso semi-legal de "la píldora" permitían a las mujeres de lasavanzadillas estudiantiles una disposición sobre sí mis-mas desconocida.

El cambio en los mores se iba produciendo enparte por difusividad y en parte con independencia delnúcleo militante. Para éste, "abolición del patriarcado" y"lo personal es político" fueron los dos grandes lemas.El primero designaba el objetivo global y el segundo unanueva forma de entender la política que tenía sus clavesno en la política gerencial, sino en el registro contracul-tural. Un concepto mucho más amplio y en ocasionespoco manejable del término político, heredero directo dela filosofía frankfurtiana -política es todo aquello queentrañe una relación de poder- sobre todo a través deMarcuse, se impuso. Tal acepción, a la que posterior-mente se añadieron aditamentos foucaultianos, permitíavolver a tematizar la veta más clásica y profunda del

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feminismo desde sus orígenes: el injusto privilegio. Peroahora el análisis, pese a la utilización de un término tanamplio, se afinaba. Los nuevos datos y aportaciones delpsicoanálisis, la antropología cultural, la sociología.. y,en fin, la panoplia corriente de la cultura política contra-cultural, permitían diagnósticos otrora imprevisibles. Lanueva filosofía feminista se estaba formando según elconsejo kantiano de elevar lo particular a categoría.

Kate Millet, S. Firestone, J. Mittchell, C. Lonzi,cada una a su manera, receptaban un minucioso traba-jo previo, el de los grupos de mujeres que por todas par-tes habían ido surgiendo al amparo de el ya citado "lopersonal es político". Literalmente aquellos primitivosgrupos ponían en común experiencias personales parasometerlas a contrastación y debate. Dificultosa y aúndolorosamente, sus integrantes iban rehaciendo con loshilos de sus vidas particulares toda la trama de la opre-sión común. De este humus previo, ahormado por ellenguaje político prevalente en la izquierda contracultu-ral, surgieron las obras de cabecera de este período: laPolítica Sexual de Kate Millet y la Dialéctica del Sexo deSulamith Firestone.

A medida que los análisis se pormenorizaban eiban abarcando situación legal, laboral, medios decomunicación, educación, salud, sexualidad, pareja, Elsegundo Sexo de Beauvoir, sobre el cual había deposi-tados más de veinte años de olvido, se fue haciendotambién relevante. Cierto que no estaba articulado enun lenguaje inmediatamente político, pero daba a suestilo explicaciones convincentes de algunos fenóme-nos globales. Había iniciado en solitario la entrada delfeminismo en la "filosofía de la sospecha". No sin cier-tas reservas fue añadido a los anteriores. Estas eranmayores en aquellos grupos más radicalizados que reci-bieron como algo propio el Manifiesto del SCUM deValerie Solanas.

En cualquier caso la totalidad del movimientoera contemplada desde fuera como una protesta radicaly en ocasiones incomprensible, tanto por su tipo de

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demandas como por su modo de presentarlas. Y estono sólo era así en los ámbitos conservadores, sino quetambién las tensiones se agudizaron con los propioscompañeros de viaje. El "hijo no querido de laIlustración", que con el sufragismo se había vuelto elincómodo pariente del liberalismo, ahora se percibíacomo el indeseable, por inesperado, compañero del 68.Ahora, cuando se estaba apunto de tocar el cielo utópi-co y derribar al "sistema" ¿a qué venía la revuelta de lasmujeres? ¿No se daban cuenta de que fragmentaban"la lucha final"?

Acostumbrados a operar también con la dinámi-ca de las excepciones, incluso los reductos políticosmás extremos intentaron desviar aquella potencia acé-fala. Por la parte de la teoría con el asunto previo de "lacontradicción principal, por la práctica mediante enga-ñosas ofertas de cooptación. "¿Para qué necesitas tuser feminista?" fue una pregunta que bastantes mujeresoyeron. Sobreentendía que el feminismo servía comovehículo para las incompetentes. Las "que valían" podí-an intentar vías de acceso a la élites grupusculares sinsemejante equipaje.

Como heredero directo que es del igualitarismo,el feminismo siempre ha contado con una tensión pro-pia: la que se establece entre la filía y el liderazgo. Estoa menudo hizo caer al movimiento en lo que ha llegadoa llamarse "la tiranía de la falta de estructuras". En efec-to, el feminismo es de suyo un igualitarismo tan básicoque ello mismo entorpece en ocasiones, tomado elmovimiento en toda su extensión, su acción colectiva. Elfeminismo de los setenta podía confiar en la novedad desus demandas y en su capacidad de agitación, cuantita-tivamente entonces asombrosa. Pero casi no contabacon liderazgos y muchas veces tampoco los deseaba.Los grupos se formaban por afinidad a la par militante yamistosa y funcionaban precisamente por esta amistadética y políticamente dirigida para la que le término grie-go filía resulta adecuado. Este modo de fraguarse eramuy adecuado dado el género de discurso y experien-

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cias que había que abordar en la primera fase: elevar laanécdota a categoría implicaba a veces revelar cosaspersonales e incluso íntimas, lo que se facilitaba con lafilía por apoyo. Sin embargo, tanto el diagnóstico comola concepción de objetivos eran políticos. De modo quese pretendía incidir en lo público desde un espacio quese construía como semiprivado. Pero es que el feminis-mo buscaba también la transformación de cada militanteen una mujer distinta, liberada. En las lizas por la jerarquía,que no tardaron en aparecer, se formó una pequeña élitede mujeres que no había sido convalidada por sus varoneshomólogos ni provenía de las estructuras relacionalesmasculinas y que pretendía interlocuciones políticasdirectas. Querían llevar por ellas mismas adelante loscambios apetecidos en todo lo que la política vigenteestuviera dispuesta a ceder.

Esto chocaba con el problema paralelo de ladoble o única militancia, pero aún lo complicaba, dadoque los liderazgos a que me refiero igual surgían en gru-pos de doble adscripción como en otros radicales deúnica militancia. Por este expediente el feminismo tuvoque replantearse el tema del poder. Estas tensiones,con todo, no deben equivocarnos sobre la cuestión prin-cipal: aún en medio de ellas la selección de síntoma. eldiagnóstico y la localización de objetivos siguieron fun-cionando a buen ritmo. En los años ochenta el feminis-mo, aunque fuera de forma muy tímida, comenzó acapilarizar la política formal. En todos los países occi-dentales fueron creados organismos específicos para lacondición femenina. Ellos, por lo general, posibilitaron lafinalización de las reformas legales todavía en curso yla evaluación de las ya realizadas.

En los ochenta fue quedando patente que laimagen social global seguía connotando poder, autori-dad y prestigio del lado varonil, sin que las reformas yaobtenidas estuvieran variando esa inercia de modo sen-sible. Así que la visibilidad se convirtió en el objetivo. Enotros términos, el feminismo, un movimiento profunda-mente antijerárquico e igualitarista enfrentaba el proble-

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ma de transformarse también en una teoría de las élitescon la voluntad de no perder sus señas de identidad enel empeño. Ello tuvo bastante que ver con la apariciónde la tensión igualdad-diferencia.

EL PRESENTE Y LOS RETOS DE FUTURO

Del mismo modo que a la obtención de las conquistassufragistas le siguió la mística de la feminidad, los ochen-ta vieron aparecer una formación conservadora reactivaque intentó volver a poner las cosas en su lugar a fin dedeflactar las vías abiertas por los nuevos espacios lega-les. Se produjo durante la vigencia del conservadurismoRegan-Thacher. Ha sido perfecta y admirablemente des-crita por S. Faludi en su libro Reacción. De nuevo lamaniobra fue orquestada en sinergia por los poderespúblicos la industria de los medios y la moda y la redasociativa conservadora de la sociedad civil. Sin embar-go tuvo mucha menos capacidad que su predecesora.Por una parte el panorama internacional no era homo-géneo y por otra el feminismo en los ochenta se estabatransformando en una masa de acciones individuales nodirigidas.

Mientras que en algunos países se intentósuprimir o reconducir a los organismos de igualdad a finde que contribuyeran a positivar un modelo femeninoconservador, en otros, por su distinto signo político, elpequeño feminismo presente en los poderes públicosreclamó la visibilidad mediante el sistema de cuotas y laparidad por medio de la discriminación positiva.Internacionalmente el feminismo, que de suyo siempreha sido un internacionalismo, llegó a lugares antesimpensables, las sociedades en vías de desarrollo, y seencarnó en prácticas "de género" que nunca habíanexistido, reclamando su entrada en la construcción delas democracias. El feminismo de los últimos añosochenta y la década del noventa encontró en el sistemade cuotas el útil que permitía a las mujeres adquirir visi-

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bilidad en el seno de lo público y, previamente, habíadiagnosticado que la visibilidad social estaba interrum-pida precisamente porque sus nuevas habilidades yposiciones no tenían reflejo en los poderes explícitosy legítimos. En los hechos esto significaba el fin de ladinámica de las excepciones.

Los repasos cuantitativos se afirmaron comoperentorios. Cuántas mujeres había en cada sector rele-vante y encontrar el porqué de su escaso número fue latarea de conteo que se emprendió. El diagnóstico fueque existía un "techo de cristal" en todas las escalasjerárquicas y organizacionales, puesto que, a medidaque se subía de nivel, con formación equivalente, lapresencia de las mujeres iba reduciéndose. Avanzaba elconvencimiento de que los mecanismos de selecciónsólo eran aparentemente neutrales. Entonces comenzóa pensarse en la conveniencia de promover medidasque aseguraran la presencia y visibilidad femeninas entodos los tramos: discriminación positiva y cuotas.

En este terreno los mejores resultados se hanobtenido por ahora en el seno de los poderes públicos,pero queda el reto de trasladar este tipo de acciones almercado, lo que exigiría acuerdos políticos y sindicalesbastante amplios. Ambos mecanismos, discriminaciónpositiva y cuotas, pertenecen de suyo a las democraciascuando éstas prefieren incrementar los saldos igualita-rios; por lo mismo suelen quedar fuera de los contextosliberales o ultraliberales. Son instrumentos, en el casode las cuotas, para asegurar la llegada a los lugaresseleccionados de aquellos colectivos que son siste-máticamente preteridos; es decir, imponen por cuotael cumplimiento de la meritocracia cuando la coopta-ción pura y simple no la asegura. La discriminación posi-tiva, a su vez, intenta la imparcialidad en el punto de sali-da en lugar de en el de llegada; individuos afines puedenno ser tratados de modo afín para asegurarles un peque-ño margen a favor en el inicio de la competición.

El feminismo de los noventa se ve abocado aestudiar la dinámica organizacional, lo que no quiere

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decir que abandone los temas de filosofía política gene-ral, sino que tiene la necesidad de iluminar, cada vezcon instrumentos más finos, la micro política sexual.Nódulos y puntos de los poderes efectivamente existentes,formas económicas y relacionales, auto presentaciones ycapacidad de expresar autoridad, etc, se convierten enparte de sus análisis, lo que da origen a trabajos minucio-sos y sumamente informativos. Por este expediente elfeminismo consolida su complejidad, al continuar sien-do en esencia un igualitarismo doblado de una teoría delas élites. Por lo mismo, continúa siendo un resorte agi-tativo global que al mismo tiempo se está convirtiendoen una teoría política experta.

LOS RETOS DEL DOS MIL

Para dar entrada a las demandas de paridad planteadasparece claro que el marco teórico actual, todavía a gran-des rasgos naturalista, debe cambiar. El naturalismopresente en la escena ideática de fin de siglo lo hemosheredado sin duda del pensamiento ilustrado comoreacción al espiritualismo previo. Pero ha sufrido sufi-cientes avatares como para haber cambiado variasveces de rostro: positivismo, eugenismo, sociobiologis-mo, etc. Sin embargo no es el paisaje corriente de lasideas globales y las concepciones del mundo de laModernidad porque dé mejores explicaciones de algu-nos fenómenos que las explicaciones espiritualistasanteriores a él. El naturalismo corriente es sobre todofundamento y resultado de las prácticas socialescorrientes, como ha demostrado cumplidamente M.Douglas. Si sobre tales prácticas -como ejemplo sobre-saliente las que aseguran la jerarquía sexual- existe eldisenso suficiente, tenemos al menos una buena razónpara confiar en la decadencia futura del reduccionismonaturalista. Con todo, es tal su peso en la cosmogoníamoderna que se necesitará un gran esfuerzo conceptualpara cambiar de fondo y dejarlo atrás. Si el marco global

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continúa su iniciado giro hacia el dialogismo y la herme-néutica las posibilidades ya abiertas se ampliarán.

Por lo que toca a las sociedades políticas den-tro del mismo marco de globalización, es evidente quelas oportunidades y libertades de las mujeres aumentanallí donde las libertades generales estén aseguradas yun estado previsor garantice unos mínimos adecuados.El feminismo, que es en origen un democratismo,depende para alcanzar sus objetivos del afianzamientode las democracias. Aunque en situaciones extremas laparticipación activa de algunas mujeres en los conflictosciviles parezca hacer adelantar posiciones, lo cierto esque éstas sólo se consolidan en situaciones libres yestables. Bastantes mujeres han descubierto en su pro-pia carne que el hecho de arriesgar su seguridad o susvidas para derrocar una tiranía no las pone a salvo depadecer las consecuencias de su victoria si el régimenque tras ella se instala es otra tiranía. Cualquier totalita-rismo y cualquier fundamentalismo refuerza el controlsocial y, desgraciadamente, eso significa sobre todo elcontrol normativo del colectivo femenino. Por eso lasmedidas de decoro que toma una insurrección triunfan-te, -vestimentarias, de reforma de costumbres, de pro-tección de la familia, de "limpieza moral"- siempre sonsignificativas y nunca deber ser consideradas merosdetalles accidentales. Montesquieu escribió que la medi-da de la libertad que tenga una sociedad depende de lalibertad de que disfruten las mujeres de esa sociedad.Sólo la democracia, y más cuanto más profunda y parti-cipativa sea, asegura el ejercicio de las libertades y eldisfrute de los derechos adquiridos. Por imperfecta quepueda ser, siempre es mejor que una dictadura de cual-quier tipo, social, religiosa, carismática. En una democra-cia los cauces para la resolución de las demandas hande estar abiertos y por ello su presentación pública -aun-que ello no signifique inmediato acuerdo- es condiciónprevia de viabilidad y consenso. Los derechos adquiri-dos incluso en una situación tiránica se pierden, lo queindica el escaso consenso que habían logrado suscitar.

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Precisamente porque ninguna ley histórica necesariarige los acontecimientos sociales, las involucionessiempre son posibles y nada queda asegurado definiti-vamente, la democracia es un tipo político que exige suconstante defensa y perfeccionamiento, lo que puedehacerse desde las más variadas instancias, individualeso asociativas. Incrementar los flujos de participación -loque supone favorecer la contrastación, el debate y elafinamiento argumental- siempre favorece la presenta-ción en la esfera pública de los excluidos y sus deman-das. Feminismo, democracia y desarrollo económicoindustrial funcionan en sinergia, de modo que incluso lacomparecencia de feminismo explícito en sociedadesque no lo habían tenido con anterioridad, es un índicede que están emprendiendo el camino hacia el desarro-llo. El feminismo está comprometido con el fortaleci-miento de las democracias y a su vez contribuye a for-talecerlas.

La entrada en las instancias de poder explícitosigue siendo una tarea en curso. Los sistemas de cuo-tas -formales en unas fuerzas políticas e informales enotras- han contribuido a que todas las listas presentenun número mayor de mujeres que el que habría produ-cido una cooptación sesgada. A pesar de sus defectos,y los tienen evidentes deben seguir aplicándose preci-samente porque hasta el momento presente no sepuede asegurar la imparcialidad en los mecanismos dela cooptación.

No existen para colocar mujeres donde no lashay -eso sería discriminación positiva- sinoo para evitarque la cooptación sesgue en función del sexo. El poderexplícito y legítimo, cuyo primer analogado es el poderpolítico dentro de las democracias, sirve sobre todo alobjetivo de la visibilidad. Hace visible la calidad real delos logros curriculares alcanzados. El sufragismo, en suempeño por los derechos educativos, cubrió el tramomás fuerte y decisivo del camino a la paridad. La visibi-lidad sólo intenta que ese hecho antes impensable, laeducación igual y los resultados con medida meritocrá-

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tica de las mujeres, sea sistemáticamente obliterado uocultado "como si todo siguiera igual". Las cuotas sirvenpara atajar dos conductas recurrentes por las cuales elprivilegio masculino se reproduce: la invisibilización delogros y la discriminación de élites.

El feminismo es también un internacionalismoy también lo ha sido desde sus orígenes, como aplica-dor que es de la universalidad ilustrada en su doblevertiente, como panmovimiento y como universalismopolítico-moral. Esto requiere al menos tres instanciasde acción dentro del progreso hacia un mundo globali-zado. Debe entrar en el debate del multiculturalismo.Debe buscar presencia en los organismos internaciona-les. Y debe apoyar la posibilidad de una buena rápidaacción internacional.

El multiculturalismo, que se acoge fundamen-talmente al concepto de diferencia y al derecho a exi-gir el respeto por esa diferencia, cuando se alía con elcomunitarismo puede pretender hacer legítimos y argu-mentables rasgos sociales de opresión y exclusión con-tra los que el feminismo se ha visto obligado a luchar enel pasado. Para prestar asentimiento a las posicionesmulticulturalistas el feminismo puede y debe cerciorasedel respeto de éstos a la tabla de mínimos constituidapor la Declaración Universal de Derechos Humanos, apoder ser complementada por las declaraciones actual-mente en curso de derechos de las mujeres.

Del mismo modo la presencia y visibilidad de lasmujeres en los organismos internacionales debeaumentarse, así como la capacidad de acción de laspropias instancias internacionales de mujeres, ya seanpartidarias o foros generales. Las experiencias habidasen conferencias internacionales, declaraciones y forosindican la voluntad de presencia en el complejo procesode globalización, así como la capacidad de marcarleobjetivos generales ético, políticos y poblacionales. Porotra parte la presencia del feminismo en las mismas ins-tituciones internacionales asegura también la adecuaciónde los programas de ayuda en función del género, así

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como su eficacia. En un momento en que los estadosnacionales no son ya el marco adecuado para resolvergran parte de los problemas porque éstos se plantean anivel mundial por encima de su capacidad de acciónindividual, el contribuir a la capacitación, mejora yempoderamiento de las instituciones internacionalescontribuye a la causa general de la libertad femenina.

El asunto de la buena y rápida acción interna-cional se vincula, además, con el escabroso tema de laviolencia. Las mujeres no están esencialmente compro-metidas con la paz. Aunque hasta una filósofa tan críti-ca e ilustrada como Beauvoir haya llamado al varonil elsexo que mata y al femenino el sexo que da la vida, esono pasan de ser apelaciones retóricas que sólo ciertamística diferencialista puede tomar como si fueran con-ceptos. Pero, aunque no sean esencialmente pacíficasni tampoco lo sean funcionalmente en un sistema jerár-quico patriarcal -porque cada mujer usa su capacidadde violencia con quienes sean débiles aunque de sumismo sexo y porque la disposición atomizada haceque cada una, con independencia de su voluntad, apoyela violencia de los varones propios- en una sociedadimparcial las mujeres nada tienen que ganar con la vio-lencia. La democracia, que es ella misma una manerade evitar la violencia y remitir al principio de mayoríaséticamente guiado las decisiones, que en ocasionespuede y debe ser violenta hacia el exterior, tiene quedeflactar al máximo la violencia interna. Y no termina suacción cuando evita la violencia política y civil, sino queestá obligada a preservar a sus ciudadanos lo más posi-ble de su capacidad de violencia mutua. Esto es, tieneel deber de ser segura. Por otra parte, el florecimientode formas suaves de vida es sólo esperable allí dondela violencia externa e interna del estado no ocupedemasiado lugar en el imaginario colectivo. La paz vuel-ve "femeninos" a los pueblos, decían ya los historiado-res romanos conservadores, Y esto que ellos escribíancomo una severa crítica, podemos afirmarlo como unafirme convicción de las democracias avanzadas. Los

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valores que la paz promueve, la convivencia, el cuida-do, los placeres..no son esencialmente femeninos, sinoque son apetencia común en sociedades que puedenpermitírselos. Dejo para mejor ocasión profundizar estetema porque, por su enjundia, no cabe despacharlo sinmás. Pero adelanto que el feminismo puede constituirseen garantía de paz, del mismo modo que está absoluta-mente empeñado en la desaparición de la violencia degénero y las violencias individuales. Pueden las mujereslibremente reclamar las armas dentro de los ejércitos ypuede el feminismo colectivamente exigir una sociedadpacífica e internamente desarmada. Allí donde la capaci-dad de ejercer violencia es todavía un valor, las mujerestienen muy poco y son sus víctimas.

Gran parte de los tramos de acción presente yfutura hasta ahora enumerados se dejan resumir entres: variación de marco conceptual, aumento de lacapacidad de acción y reparación de los déficits cuanti-tativos. Quisiera, por último, señalar algunos objetivosinmediatos que despejen en efecto el camino a la pari-dad. Enumeraré al menos tres de ellos. El primero essolventar también el déficit cualitativo. No podemospensar que la discriminación de élites no forma parte delos déficits cuantitativos, aunque de suyo es un déficitcualitativo. Y en este momento en particular fortísimo.Dado el actual nivel de formación y preparación curricu-lar de la población femenina, su fracaso masivo -y enesto los números que se comenzaron a hacer en ladécada anterior son rotundos- no puede producirse sinvoluntad expresa de que ocurra ni sin voluntades ope-rativas que lo persigan. El techo de cristal se sigueproduciendo y reproduciendo en el conjunto completode los sectores profesionales.

El segundo iluminar la ginofobia del mercado ydesactivarla. Las mujeres resultan ser los sujetos peorparados en el sistema del mercado -en apariencia indife-rente- con menores posibilidades de empleo, con peoresempleos y con tareas a menudo muy por debajo de sucapacidad individual. Ajustar el mercado a la meritocra-

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cia para el caso de las mujeres es una tarea primordial.La actual generación de mujeres de treinta años soporta,como ninguna en el pasado, una discriminación continuaque, además, tiene muy poco de sutil. Esa generación, lade mayores logros y mejores tasas educativas quehayamos tenidos nunca, está sufriendo, por el momen-to, un auténtico desastre.

Y, en tercer lugar, hay todavía un grave déficitde voluntad común. El feminismo no es sólo una teoríani tampoco un movimiento, ni siquiera una políticaexperta. Siendo todo eso, ha sido y es también, lo digoa riesgo de repetirme, una masa de acciones, a vecesen apariencia pequeñas o poco significativas. Cada vezque una mujer individualmente se ha opuesto a unapauta jerárquica heredada o ha aumentado sus expec-tativas de libertad en contra de la costumbre común, seha producido y se produce lo que podríamos llamar un"infinitésimo moral" de novedad. El feminismo ha sido yes esa suma de acciones contra corriente, rebeldías yafirmaciones, que tantas mujeres han hecho y hacen sintener para nada la conciencia de ser feministas. Estoes, tales acciones se realizan sin la conciencia de unavoluntad común.

Creo que en este momento y en esta tercera oladel feminismo al que pertenecemos , que es la que dapaso a un tercer milenio, las mujeres pueden ser yacapaces de forjar una voluntad común relativamentehomogénea en su fines generales: conservar lo yahecho y seguir avanzando en sus libertades.Pertenezcan a la parte del espectro político que perte-nezcan, las mujeres presentes en lo público tienen eldeber y la capacidad de elaborar una agenda de míni-mos consensuados. Si se esfuerzan por lograr fraguaresa voluntad común, todas las mujeres lograremosnuestros fines con mucho menor esfuerzo -aunque sólosea emocional- del que hasta ahora a nuestras prede-cesoras les costó conseguir lo que nosotras tenemos.

Pienso que cada tiempo cubre su etapa y noso-tras, que vivimos de lo que otras y otros nos consiguie-

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ron, tenemos que cubrir la nuestra. Tenemos por delan-te el reto general de la paridad que implica resolvervarios desafíos parciales: La formación de una voluntadcomún bien articulada que sabe de sí, de su memoria yde los fines que persigue. La iluminación de los meca-nismos sexistas -cuando no ginófobos- de la sociedadcivil, el mercado y la política. La elaboración común deuna agenda de mínimos que evite pérdidas de lo yaconseguido y refuerce el asentamiento de logros. Y laresolución del déficit cualitativo que, en el momento pre-sente, es una vergüenza para la razón.

Para tal resolución los mecanismos de paridad son con-dición necesaria, pero no suficiente. El salto cualitativo,tan habitual en el discurso dialéctico de los setenta,necesita de los acúmulos cuantitativos, que ahora sue-len llamarse "masa crítica", pero no se resume en ellos.Finalizada la dinámica de las excepciones, sería unatrampa caer en patentizaciones exclusivamente cuanti-tativas. Estas dejan incólume el principio de excelenciaque es, bien al contrario, un valor del que hay que apro-piarse.

Este Artículo forma parte del libro Los desafios del feminis-mo ante el siglo XXI (Amelia Valcárcel y Rosalia Romero(eds.), col. Hypatia, Instituto Andaluz de la mujer, Sevilla,2000,pags.19-54).

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1848:EL MANIFIESTO DE

"SENECA FALLS"

Alicia Miyares

Si ponemos cara a la libertad, quizá entre muchasrepresentaciones, nos venga a la mente el cuadrode Delacroix "La libertad guiando al pueblo" que

celebraba la revolución de 1830 como un estallidosocial de libertad. La mujer que muestra la desnudez desu pecho y camina entre los muertos enarbolando labandera de la libertad es el reflejo de una serie de con-vulsiones sociales que agitarían a Europa en los añosde 1830 a 1848. Revoluciones sociales imparables enlas que se exigía el reconocimiento de la propiedad, lalibertad económica y laboral, la libertad de prensa y elsufragio como un derecho del ciudadano y no como sevenía entendiendo como una función relacionada consu capacidad, determinada generalmente por la propie-dad u otros requisitos.

Los ideales de libertad y de igualdad encontra-ban su expresión plástica a través de las mujeres comosímbolos de la pureza, inocencia y justicia de una peti-ción de derechos para los varones. Pero la imagen este-tizada de las mujeres no alcanza a las de carne y

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hueso, éstas seguían siendo consideradas un todo indi-ferenciado sometido a la reacción y a la tradición de lascostumbres que se instaló en Europa después de laRevolución francesa. Así es como quedó glorificadapara la historia, la fecha de 1848 como nacimiento del"Manifiesto Comunistra" de Marx y Engels, y enterradapara la historia la fecha de 1848 como nacimiento delprimer movimiento femenista organizado en América.

La revolución social de 1848 y su precedente lade 1830, si bien estaban abocadas al fracaso, supusie-ron las reacciones sociales más firmes al absolutismodel poder. Tanto en 1830 como en 1848 las exigenciasy derechos que provocaron los fenómenos revoluciona-rios marcaron el acontecer político posterior: libertad,derecho a la propiedad, sufragio. Europa, en los añostranscurridos entre las dos revoluciones burguesas, fuetestigo de la eliminación gradual o total de las barreraslegales que privaban a los campesinos o siervos dediversos derechos, incluyendo el derecho a tener pro-piedades, ejercer ciertas profesiones o disponer de suspersonas libremente. Las revoluciones burguesas fue-ron revoluciones sociales confirmando como evidentese indiscutibles ciertos derechos, que podríamos resumiren el derecho a la libertad. Este ideal de libertad es elfermento de las vindicaciones feministas, pues el reco-nocimiento de propiedad para campesinos, siervos yjudíos pone de manifiesto la indefensión legal en la quese hallan las mujeres. Las revoluciones sociales confir-maron que el derecho a la propiedad era la principal fór-mula para alcanzar la independencia.

En América el derecho de propiedad se tradujoen la reivindicación de libertad para los esclavos. A par-tir de la década de los treinta se formaron, de maneramasiva y organizada, grupos antiesclavistas de ideolo-gía liberal. Las mujeres participaron de manera activaen la recogida de firmas y peticiones abolicionistas. En1837 tuvo lugar en Nueva York el primer Congresoantiesclavista femenino. Las hermanas Grimké realiza-ron giras de conferencias por diversas ciudades de

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Nueva Inglaterra. Denunciaban la complicidad de lasiglesias en el mantenimiento de la situación deinferioridad de los negros. La reacción fue inmediata:la asociación de pastores congregacionistas publicóuna carta pastoral que sostenía que el papel de lasmujeres no consistía en tratar asuntos públicos. Laparticipación organizada femenina en estos gruposantiesclavistas y los virulentos ataques que por ellase produjeron, suscitaron la controversia sobre losderechos de las mujeres. Las mujeres más conscientescomprendieron que era necesario luchar globalmente"por un nuevo orden de cosas". En 1838 Sarah Grimkéen sus "Cartas sobre la igualdad de los sexos y la situa-ción de la mujer" escribía: "Me regocijo porque estoyconvencida de que a los derechos de la mujer, lo mismoque a los derechos de los esclavos, les bastará con seranalizados para ser comprendidos y defendidos, inclusopor algunos de los que ahora tratan de asfixiar los irre-primibles deseos de libertad espiritual y mental que seagitan en el corazón de muchas mujeres y que apenasse atreven a descubrir sus sentimientos".

En 1840 Elizabeth Cady se casó con HenryStanton uno de los más activos y prominentes abolicio-nistas. Ambos asistieron a la convención mundialantiesclavista celebrada en Londres. Fue allí dondeElizabeth Cady conoció a Lucretia Mott, constatandoambas su frustración por la falta de derechos de lasmujeres. Comenzaron así a gestarse las vindicacionesde los derechos de las mujeres. Las mujeres america-nas sólo tenían que contrastar con las "Declaracionesde derechos" de las colonias y nuevos estados. La másevidente era la "Declaración de derechos" de Virginia,que recoge la idea lockeana de la igual libertad naturaloriginaria y de la existencia de derechos innatos. Sinembargo, la fuente más clara de inspiración la tenían enla propia Declaración de Independencia (1776), de raízprofundamente ilustrada, que enumera entre los dere-chos naturales e inalienables la vida, la libertad y labúsqueda de la felicidad. La Declaración, redactada

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por Jefferson, aseguraba que la función del Gobiernoconsistía en preservar estos derechos naturales.Jefferson se pronunció contra el derecho de primogenitu-ra, contra la esclavitud y contra todo menoscabo de lalibertad religiosa. Los principios de la democracia jeffer-soniana son el Gobierno limitado, los derechos delhombre y la igualdad natural. La América de los añosprevios a 1848 vive sumergida en los principios que guia-ron a Jefferson, aunque no los ponga en práctica. Estasmismas ideas de libertad y propiedad inspiraron la decla-ración de Seneca Falls.

En 1848 alrededor de setenta mujeres significa-tivas y treinta varones, lideradas por Elizabeth CadyStanton y Lucretia Mott, se reúnen para estudiar lascondiciones y derechos sociales, civiles y religiosos dela mujer. Al término de la Asamblea redactan un textocuyo modelo es la Declaración de Independencia. En ladeclaración de Seneca Falls, que ellas llamaron"Declaración de sentimientos", encontramos dos gran-des apartados teóricos: de un lado, las exigencias paraalcanzar la ciudadanía civil y, de otro lado, los principiosque deberían modificar las costumbres y la moral. Porsu tradición republicana (derechos del hombre e igualdadnatural) las mujeres allí reunidas exigen plena ciudada-nía; por su tradición protestante (libertad individual)apelan al derecho de la conciencia y la opinión. La vindi-cación de ciudadanía civil suponía la modificación delas leyes que impedían "la verdadera y sustancial felici-dad de la mujer". La ley situaba a las mujeres en unaposición inferior a la del hombre, lo que era contrario algran precepto de la naturaleza "la mujer es igual al hom-bre". La declaración de Seneca Falls se enfrentaba alas restricciones políticas: no poder votar, ni presentar-se a elecciones, ni ocupar cargos públicos, ni afiliarse aorganizaciones políticas o asistir a reuniones políticas.Iba también contra las restricciones económicas: la pro-hibición de tener propiedades, puesto que los bieneseran transferidos al marido; la prohibición de dedicarseal comercio, tener negocios propios o abrir cuentas

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corrientes. La Declaración se expresaba en contra de lanegación de derechos civiles o jurídicos para las muje-res.

El 19 de julio de 1848 en el estado de NuevaYork y en la capilla wesleyana de Seneca Falls fue apro-bado el documento conocido como "Declaración deSeneca Falls" o "declaración de sentimientos". A partirde este momento los esfuerzos igualitarios y aisladosde muchas mujeres y algunos varones comenzaron acanalizarse en movimientos feministas organizados yconscientes, primero en América después en el resto delos países. La declaración consta de doce decisiones,siendo once de ellas aprobadas por unanimidad y lanúmero doce, la que hace referencia al voto, por unapequeña mayoría. A la vista de la total privación dederechos de las mujeres, de su degradación social yreligiosa a causa de unas leyes injustas, las mujeres allíreunidas toman una serie de acuerdos. Comentaré eneste artículo los más significativos.

"DECIDIMOS: que todas aquellas leyes que sean con-flictivas en alguna manera con la verdadera y sustancialfelicidad de la mujer, son contrarias al gran precepto dela naturaleza y no tienen validez, pues este preceptotiene primacía sobre cualquier otro."

El código civil napoleónico de 1804 da cuerpo ala idea según la cual la mujer es propiedad del hombrey tiene en la producción de los hijos su tarea principal.El primer periodo del siglo XIX busca sobre todo tomardistancia del importante periodo precedente, laIlustración. Y así presenta acusados rasgos conserva-dores. Se aleja de las posiciones contractualistas.Frente a éstas el siglo XIX exaltará las raíces ancestra-les, la vuelta al pasado, los rasgos diferenciales. Comopone de manifiesto Amelia Valcárcel el primer periodo delsiglo XIX, hasta el 48 se centrará en la idea de "pietas" ytradición. A partir del 48 se exaltará la individualidad anor-mal. Las condiciones de la naciente sociedad industrialy el rechazo de la legitimación contractualista de lo polí-

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tico hacen que se recurra a explicaciones naturalistasde la vida social y de las diferencias de estatus y poder.Las revoluciones sociales tenderán a reconducir estasituación por los caminos de la libertad, pero no contem-plan solucionar la cuestión de los sexos. El argumentose hallará en la naturaleza, pues ésta prueba que ladesigualdad es "natural". Mas aún la "natural" naturale-za de las mujeres es esencial y constitutiva. El siglo XIXtraduce por Naturaleza lo biológico, lo formado porpares de opuestos que en la mayoría de los casosalcanza realidad en el referente sexual: fuerza-debilidado varón-mujer, acción-pasividad o varón-mujer, inteli-gencia-imitación o varón-mujer, razón-irracional ovarón-mujer, dominio-sumisión o varón-mujer, Estado-familia o varón-mujer y así podríamos seguir hasta eldesmayo.

El ideal de naturaleza en el que se inspira, porel contrario, este punto de la declaración es propiamen-te ilustrado. Es el esfuerzo contractualista por reconocercomo derechos naturales y constitutivos de todos losseres humanos la libertad, la propiedad y la felicidad. Elespíritu que alienta la redacción de la declaración deSeneca Falls, es el espíritu de Locke. En el año 1680aparece la obra de Sir Robert Filmer, Patriarca o delpoder natural de los reyes. Un alegato a favor de la ideapatriarcal del poder. Locke se apresura a refutar aFilmer, como portavoz de la política conservadora, ydedica a ese tema la totalidad del Primer tratado.

El sistema de Filmer -escribe Locke- descansaen dos premisas: "Todo gobierno es monarquía absolu-ta" y "ningún hombre nace libre". Ninguna de ambastesis puede, según nuestro filósofo, ser fundamentadani por la Escritura ni por la razón. Filmer mal interpretael génesis al entender que Dios creó a Adán y le dio lasoberanía sobre Eva y, por deducción, sobre todas lascriaturas. Locke refuta tales creencias apresuradas einjustificadas. No hay pruebas ni conexión coherenteentre el texto bíblico y las afirmaciones que hacen deAdán el rey de la creación, que le da el poder sobre

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todas las criaturas y le hace soberano de una descen-cia aún inexistente. No hay base en las Escrituras parasuponer una sanción divina del dominio de Adán sobrela mujer. Todo lo contrario, el Génesis dice que "Dios lesbendijo y les dijo: "dominad a todos los seres". Ambos,varones y mujeres, recibieron así el mismo mandatodivino. ¿Con qué derecho se puede proclamar la sobe-ranía del hombre sobrer la mujer?. Como veremos másadelante Locke anticipa alguna de las ideas que van aser ampliamente tematizadas por las mujeres que sus-criben el texto de la declaración de Seneca Falls.

Esta idea de naturaleza en la que los sereshumanos nacen libres e iguales será también punto departida del pensamiento de Rousseau. Pero el filósofoginebrino atribuye naturalezas distintas a varones ymujeres cuyo origen se encuentra en estadios diferen-ciados del Estado de Naturaleza. Emilio es el productodel estado de pura naturaleza, siendo sus principiosreguladores de la acción la libertad y la igualdad querepresenta la subjetividad del modelo político. Sofía esproducto del estadio presocial. Es el ámbito de ladomesticidad, Sofía aprende las técnicas de regulaciónde sus deseos. El espacio público, en tanto espacio dela libertad y de la autonomía moral, no puede existir sinel espacio privado, en cuanto lugar de reproducción delo público y de sujeción de las mujeres mediante el con-trato de matrimonio. La primacía del varón va acompa-ñada de la necesidad de que Sofía aprenda a padecery a soportar la injusticia y los agravios del marido:"Formada para obedecer a un ser tan imperfecto comoel hombre, con frecuencia tan lleno de vicios y siempretan lleno de defectos, debe aprender con anticipación asufrir incluso la injusticia y a soportar las sinrazones deun marido sin quejarse". El estado de naturaleza mas-culino se constituirá en soporte del espacio público y elfemenino en fundamento del privado. Las diferenciassociales entre varones y mujeres se deben a sus distin-tas formas de subjetividad que a su vez están ancladasen diferencias sexuales. Emilio ha de recibir una educa-

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ción para la autonomía moral y Sofía una educaciónorientada a la dependencia y la sujeción a Emilio. Ladiferencia entre Emilio y Sofía es la diferencia entrelibertad y sujeción.

Es a la también ilustrada Mary Wolstonecraft aquien corresponde la crítica de los planteamientos rous-sonianos en su libro "Vindicación de los derechos de lamujer" que serviría de guía para el feminismo posterior.Así para la autora inglesa, Sofía no representa a lasmujeres, antes bien es un ideal de mujer que habita enel imaginario masculino. Es un artificio producto de unaeducación que consiste en hacer dependientes a lasmujeres y de ahí la mentalidad misógina concluye queesa dependencia es natural. Mary Wolstonecraft toma elpropio concepto roussoniano del estado de naturalezapara desmontar las tesís misóginas de Rousseau: si laigualdad es el rasgo fundamental del estado de natura-leza ¿por qué las mujeres deben estar socialmentesometidas al varón?. Si ambos sexos tienen los mismosderechos naturales, ambos sexos deberán tener losmismos derechos sociales.

El siglo XIX lejos de separarse de los plantea-mientos roussonianos, aunque los critique en susaspectos constractualistas, redefinirá el sistemapatriarcal de Rousseau en cuanto al ideal de familia yel ideal de feminidad. Si con Rousseau la domestici-dad y feminidad es el ámbito presocial, en el siglo XIXla domesticidad y feminidad es naturaleza biológica muylejos de la civilidad e individualidad que consiste en ladoma de lo natural y es propio sólo de los varones. ParaHegel, por ejemplo, las mujeres pertenecen a la familia,están fuera de la ciudadanía y de los intereses univer-sales. Tampoco tienen individualidad: son la madre, lahermana, la esposa, la hija. Los varones han de vivirpara el Estado; las mujeres, para la familia. ParaShopenhauer, la división entre los sexos es natural. Lossexos son modos de existencia perfectamente diversosy divergentes. El sexo masculino es reflexivo y el feme-nino es inmediato. Todas las mujeres deben ser seres

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de harén, y en esto las culturas orientales se han mos-trado más sabias que Europa. Las mujeres no debentener derechos y deben ser educadas en la sumisión.De no hacerlo así, se las hace infelices colectivamente.

Esta es la línea de pensamiento contra la quetienen que luchar las mujeres defensoras de la igualdadde los sexos, pero la ruptura de esta línea discursivasólo será posible si la vindicación de igualdad encuen-tra el apoyo de una profunda reforma legal.

"DECIDIMOS: Que todas las leyes que impidan que lamujer ocupe en la sociedad la posición que su concien-cia le dicte, o que la sitúen en una posición inferior a ladel hombre, son contrarias al gran precepto de la natu-raleza y, por lo tanto, no tienen ni fuerza ni autoridad."

Tres son los ejes sobre los que se sustenta estepunto, la educación, el matrimonio y el trabajo.

EducaciónEn la mayoría de los países, la reivindicación

pedagógica precede a todas las otras vindicacionesfeministas. El feminismo organizado exigió un cambiode legislación que permitiera el acceso de las mujeres ala educación y a una educación superior. Hasta estasfirmes peticiones lo que debía ser sujeto de educaciónpara las niñas se movía en los estrechos límites que elpedagogo Rousseau había impuesto. En "El Emilio",Rousseau afirmó que los varones son por naturalezaactivos y fuertes, y las mujeres pasivas y débiles. Deacuerdo con esto, la crianza de Sofía debía de estarmás protegida, con énfasis en el cultivo de la delicade-za y una buena preparación en la costura y tapicería,preferiblemente en un convento, donde puede mante-nerse la inocencia. También mantenía que las niñasnecesitaban la religión más que los niños. Sin embargo,Sofía no necesita una educación extensa, sino sóloimprescindible para "vivir convenientemente"; cualquiersofisticación intelectual más profunda se le puede pro-

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porcionar después del matrimonio, con Emilio comotutor. El matrimonio y la maternidad son el destino delas jóvenes.

A comienzos del siglo XIX muchas familias bur-guesas seguían los dictados roussonianos y el preceptode Samuel Johnson, es "preferible ver una buena comi-da sobre la mesa a oír a la esposa hablar en griego",actitud que por ejemplo se vería reforzada en la socie-dad inglesa cuando la ley clasificaba a las mujeres conlos niños pequeños, los idiotas y los lunáticos no aptospara la educación ya que "topan con incapacidadesnaturales" y, por tanto, eran incapaces de "mostrar unasana discreción" o bien "se encuentran en tal medidainfluidas por otros que no pueden tener voluntad pro-pia".

La educación de las mujeres se toma como unbarniz que no pase del nivel de instrucción necesariopara el cuidado del hogar y de los hijos. De algunamanera el papel civilizador de las mujeres, lo que éstasdeben aprender queda contenido en los versos deTennyson:

"El hombre, en el campo de batalla, y la mujer, enel hogarel hombre, con la espada, y la mujer, con la aguja;el hombre, con la cabeza, y la mujer, con corazón;el hombre, a gobernar, y la mujer, a obedecer;de no ser así, reina la confusión."

Sin embargo, será el propio papel educador yde crianza de los niños el argumento esgrimido porparte de las feministas para exigir el acceso a gradossuperiores de la enseñanza. El feminismo organizadoentiende que no sólo se inviste a las mujeres de unpapel civilizador y a ellas se les asigna la educación delos hijos, sino que comprende también que el acceso ala independencia económica pasa por la adquisición y elreconocimiento de conocimientos profesionales. En laprimera mitad del siglo XIX, se enfoca la educación enrelación con la función social de la mujer, subrayando

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su utilidad para el desempeño de la función de ama decasa y madre, siempre y cuando se respete el ideal desubordinación. En la segunda mitad del siglo, la educa-ción superior de las jóvenes y el acceso a la universidad,lo mismo que la formación profesional, se conviertenpoco a poco en caballo de batalla. Las mujeres noaspiran a que el Estado escuche sus demandas. Por elcontrario, fundan instituciones privadas por iniciativapropia y con currícula propios. Todo ocurre como si, enel proyecto de la sociedad burguesa, la omisión de unacondición política y económica para la mujer sólo deja-ra a las feministas un único dominio en el que pudierantomarse la revancha: el campo de la educación. De estamanera explotan el poder que les es conferido por"naturaleza" y convierten la educación en su primer tra-bajo profesional.

Según transcurre el siglo XIX, tanto enInglaterra como en América la manera más adecuadade abaratar el sistema público de instrucción fue contra-tando a maestras en vez de a maestros, se facilitó así alas mujeres una educación más completa con el fin deconfiarles las escuelas.

Matrimonio

La crítica feminista apunta también a la depen-dencia conyugal. El matrimonio suponía para la mujeruna "muerte civil": la mujer casada no estaba autoriza-da a controlar sus ingresos, ni a elegir su domicilio, ni aadministrar los bienes que le pertenecian legalmente, nia firmar documentos, ni a prestar testimonio. El esposoposeía tanto la persona como los servicios de la mujery podía arrendarla al patrono que se le antojase yembolsarse las ganancias. En su calidad de cabeza defamilia, el marido era "dueño" absoluto de la mujer y delos hijos. El matrimonio suponía una trampa para lamujer. El dominio absoluto del marido tenía como fuen-te conservar los roles tradicionales de dependencia delas mujeres. En los países de tradición judeocristiana, la

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interpretación del" Génesis" que concedía la primacía alvarón sobre la mujer en cuanto a la creación y la culpa-bilidad de la mujer en el pecado original sirvió de abonopara resaltar el deber de obediencia de las mujeres.Napoleón Bonaparte solía expresar que en el momentode realizarse el matrimonio era necesaria una lecturapública del texto del Génesis porque era importante queen un siglo en el que las mujeres "olvidan el sentimien-to de su inferioridad, se les recuerde con franqueza lasumisión que deben al hombre que se convertirá en elárbitro de su destino". Amén del deber de obediencia,las mujeres al entrar en el matrimonio tienen sobre sítambién el deber de reproducción, lo que autoriza almarido a hacer uso de violencias, en los límites traza-dos por la "naturaleza", siempre que no se trate deactos contrarios al fin legítimo del matrimonio. Por tanto,no puede hablarse de violencia carnal cuando el maridofuerza a la propia mujer a tener relaciones sexuales.

Por otra parte, para el derecho, la mujer sinmarido carece de interés. Si es menor, depende delpadre. Si no se casa será una mujer jurídica y civilmen-te capaz, pero socialmente marginada. Una mujer soli-taria.

El trabajoLo que caracterizaba la vida de las mujeres trabajado-ras del siglo XIX era la naturaleza inseparable de lasfunciones familiares y del trabajo. Así los agricultoresnecesitaban a sus esposas para cultivar la tierra, perotambién para cocinar y procrear; los artesanos y peque-ños tenderos las necesitaban para la buena marcha desus negocios, pero también para cocinar y procrear. Eltrabajo que los varones realizaban era " la producción"con mayúsculas, el realizado por las mujeres en lamedida que combinaba el hogar y la producción externaera una "aportación" al hogar. Las mujeres estaban asífuera de la historia de las relaciones laborales del sigloXIX.

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La creciente industrialización del siglo XIXmodificó la ocupación tradicional de las mujeres, el teji-do a mano, las labores de punto, etc., de tal manera quela mayor parte de la industria doméstica se convirtió enun trabajo mal pagado que las mujeres podían realizaren un desván o en un patio trasero.

La industrialización también significó una abier-ta separación del hogar y del lugar de trabajo e implicóun modelo de división sexual-económico en el que alvarón era a quien le correspondía "ganar el pan", mien-tras que el trabajo de las mujeres era considerado comosuplementario y ello reforzaba la convicción tradicionalde que el trabajo femenino era inferior y mal pagado. Sele podía pagar menos puesto que no era a las mujeresa quienes correspondía ganar el sustento familiar. Porotra parte se extendía la imagen de que el buen maridoera por definición aquel capaz de ingresar un buen sala-rio. El hecho de que la esposa no tuviera que trabajarera la prueba de que la familia no se hallaba en unasituación económica mísera. Todo contribuía, pues, amantener a las mujeres casadas en situación de depen-dencia. Situación de dependencia que se extendía a lasmujeres solteras, pues su soltería era vista como unmomento de espera hasta encontrar marido y sus nece-sidades eran consideradas en grado cero, nulas.

Sin embargo, avanzado el periodo industrial laeconomía del capitalismo estimuló la contratación demujeres trabajadoras al ser una mano de obra másbarata y más fácil de intimidar. Tanto en Inglaterra comoen América las mujeres tenían que soportar, en todoslos ramos, jornadas más largas, tareas más pesadas ycondiciones de trabajo más nocivas que el varón, acambio de una retribución inferior a éste. Las mujeresno sólo tenían que luchar contra su patrón económicoque las mantenía en trabajos inhumanos, sino tambiéncon los propios sindicatos, formados en su mayor partepor varones que veían a las mujeres como competido-ras peor remuneradas. Así las feministas américanasdenuncian, la situación de dependencia absoluta de las

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mujeres, su imposibilidad de acceso a enseñanzassuperiores y la precariedad en el trabajo, pero se dancuenta que esta situación responde a un orden moral yde costumbres que necesariamente hay que invertir.

"DECIDIMOS: Que puesto que el hombre pretende sersuperior intelectualmente y admite que la mujer lo esmoralmente, es preeminente deber suyo animarla a quehable y predique en todas las reuniones religiosas."

Mary Wolstonecraft afirmaba que era una farsa lla-mar virtuoso a un ser cuyas virtudes no resultaban del ejer-cicio de su propia razón. De ahí que dedujera que lasupuesta virtud de las mujeres no era más que un disfrazimpuesto por la mentalidad misógina para mantenerlassubyugadas. De idéntica manera, las firmantes de ladeclaración de Seneca Falls van en contra de esta idea demoralidad que, en último extremo, tiene como misión ale-jar a las mujeres de los espacios públicos. El autor quedescribió con mayor lujo de detalles en qué consiste lamoralidad de las mujeres americanas fue Tocqueville. Esteautor veía en la democracia el gobierno del futuro.Consideraba que la influencia de la democracia haríamenos ruda la costumbre, la dulcificaría. Tocqueville dedi-ca dos tomos a explicar la democracia en América, y essintomático que las mujeres sólo aparezcan expresamen-te anunciadas en un breve capítulo que se titula "influenciade la democracia sobre las costumbres". Las costumbreslas representan las mujeres. Para Tocqueville la igualdadde condiciones si bien no origina la corrupción de las cos-tumbres la puede dejar surgir: " No es la igualdad de con-diciones la que hace a los hombres inmorales e irreligio-sos. Pero cuando los hombres son inmorales e irreligiososa la par que iguales, los efectos de la inmoralidad y de lairreligión salen fácilmente a la luz, porque los hombres tie-nen poca acción unos sobre otros y no existe clase algunaque pueda encargarse de mantener el orden en la socie-dad". Por lo tanto si los hombres igualados pueden servencidos por la inmoralidad alguien debe conservar lafuente de la moralidad, esto es, las mujeres.

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En la sociedad libre e igualitaria es la mujer laque sostiene la moralidad. La manera en que lo argu-menta es de sobra conocida: no se puede hacer delhombre y la mujer seres semejantes. La igualdad con-siste no en obligar "a hacer las mismas cosas a seresdiferentes, sino en conseguir que cada uno de ellos des-empeñe su tarea lo mejor posible". La tarea femeninano consiste en conducir los asuntos extramatrimoniales,ni dirigir negocios, ni entrar en la esfera política. Sutarea es mantener el buen orden de las costumbres y lamoral, velar por la familia, no poner en cuestión que eljefe natural del matrimonio es el hombre. SegúnTocqueville, la independencia en la que han sido educa-das las mujeres americanas las lleva a aceptar el sacri-ficio sin quejas: " Puede decirse que es el uso de laindependencia lo que le ha dado fuerzas para sufrir sinresistencias ni quejas el sacrificio cuando llega la horade imponerselo.

Por otra parte, la americana no cae nunca enlos lazos del matrimonio como en una trampa tendida asu ingenuidad y a su ignorancia. Se le ha hecho saberde antemano lo que se espera de ella, y se somete alyugo voluntaria y libremente. Soporta valerosamente sunueva condición, porque es ella misma quien la elige".Su sacrificio voluntario asegura el orden y el bien parala familia. La única tacha que ve Tocqueville es que lafuerza de voluntad de las mujeres, el hecho de que ellasrepresenten la conservación de las costumbres y lamoral hace que pierdan su encanto femenino. La demo-cratización hace que las mujeres sean más frías yhonestas, en lugar de esposas tiernas y amables. Peroeste carácter de la "nueva mujer" es la única garantíapara que no reine la inmoralidad. Concluye Tocquevilleque la fuerza y prosperidad del pueblo americano esatribuible a la superioridad de las mujeres.

Y es esta superioridad moral de las mujeres loque las conduce a su sujeción al varón. A la lista de fir-mes exponentes de esta teoría, cuyo máximo paladínfue Rousseau, debemos unir, para el caso de las euro-

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peas, a la Iglesia católica. Para la Iglesia Católica, la leynatural consiste en la participación de la criatura racio-nal en el orden divino del universo. Esta ley natural noviene expresada en derechos, como lo entiende la con-cepción iusnaturalista ilustrada, sino en deberes. Lo quelas mujeres son y cuáles son sus deberes es fundamen-tal para asegurar este orden divino. En 1854 el Papa PioIX declara que la Madre de Dios es la única criatura queha sido preservada del pecado original. La Bula,Ineffabilis Deus, proclamaba que era un dogma laInmaculada Concepción de la Virgen Maria. La Virgenera, así, el ser creado más perfecto después deJesucristo. "Durante su vida estuvo completamente librede concupiscencia, del "estímulo del pecado", y por lotanto descargada de todo deseo pecaminoso. Superó alos ángeles en pureza, aunque no en inteligencia. Diosla había elegido como su amada hija desde el principiodel tiempo y la había predestinado como madre de suhijo unigénito".

De ahí el modelo a imitar de todas las mujereses seguir una vida intachable dedicada a la maternidad.Esta "madre nueva" tiene como misión en la tierra forta-lecer en sus hijos y en los hombres las virtudes socialese individuales. El mundo es un "valle de lágrimas", enespecial para las mujeres, pero en ese sacrificio, sumi-sión y abnegación las mujeres encuentran su santidad.La mujer ha de "ser otro, para otro, a través de otro" asíes como contribuye al orden divino. Las mujeres sonsagradas y el sagrado deber de las mujeres debe aca-llar sus derechos. Frente a esta visión del mundoStanton afirmaría "El desarrollo de uno mismo es undeber más sagrado que el autosacrifico". Por lo tantouno de los mitos a los que se han de enfrentrar las femi-nistas del siglo XIX es el mito de la mujer sagrada y losdos aspectos simbólicos a los que da origen: la mujerángel, la mujer demonio. La influencia de las mujeres hade permanecer en el terreno de lo ignoto.

Según avanzaba el siglo XIX los discursos cien-tíficos también avalarían la hipótesis de una mayor

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moralidad de las mujeres, pero menor inteligencia. Loque las condenaba a espacios distintos al de la creativi-dad o actividad pública. La teoría de la evolución, porejemplo, poco favorecedora a una teoría igualitaria porprimar la lucha por la supervivencia y la selección natu-ral, dio lógicamente, en su interpretación de la seleccióncon relación al sexo, en una teoría que fundamentabade manera biológica y científica las profundas diferen-cias y desigualdades entre hombres y mujeres. De lateoría de Darwin aplicada al sexo resultaba un nuevohombre inteligente y dominante, muy del gusto burgués,que hacia más respetable el concepto de "individuo"que el de "ciudadano":

"La mujer parece diferir del hombre en su condi-ción mental, principalmente en su mayor ternura ymenor egoísmo... La mujer siguiendo sus instintosmaternales, despliega estas cualidades con sus hijos enun grado eminente; por consiguiente, es verosímil quepueda extenderlos a sus semejantes. El hombre es elrival de otros hombres: gusta de la competencia y seinclina a la ambición, la que con sobrada facilidad seconvierte en egoísmo. Estas últimas cualidades parecenconstituir la mísera herencia natural. Está generalmenteadmitido que en la mujer las facultades de intuición, derápida percepción y quizá también de imitación, sonmucho más vivas que en el hombre; mas algunas deestas facultades, al menos, son propias y característi-cas de las razas inferiores, y por tanto corresponden aun estado de cultura pasado.

La principal distinción en las facultades intelec-tuales de los dos sexos se manifiesta en que el hombrellega en todo lo que acomete a punto más alto que lamujer, así se trate de cosas en que se requiera pensa-miento profundo, o razón, imaginación o simplemente eluso de los sentidos y de las manos".

Darwin desplegó sus recursos evolucionistaspara amañar la imagen de una mujer a la vez inferior ymoralmente mejor, siguiendo las líneas trazadas porRousseau, pero en toda su argumentación se evidencia

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la autosatisfacción del burgués que pide disculpas porel comportamiento del varón, por su egoísmo y desme-dida ambición, pero que resultan ser los valores nece-sarios para la evolución de la especie, para el progresode la civilización.

Gracias a la rivalidad entre los hombres, dondese aseguraba el éxito de los más aptos y capaces, eleuropeo blanco, en una época de imperialismo, "pudosentirse superior a las razas retrasadas; el hombre denegocios de la clase media pudo sentirse más capazque los obreros a quiénes explotaba". Y así fue toman-do cuerpo el concepto de individuo en relación con elpoder. El individuo que emerge de la lucha por la super-vivencia es aquel que tiene poder y gracias a su poderdomina. Es lógico pensar que esta teoría fue muy delgusto de las clases privilegiadas, pero también de lasmenos privilegiadas. Los varones privilegiados domina-rán la esfera pública, dominarán la política y dominarána sus mujeres que serán las más hermosas y sanas.Los varones menos privilegiados por lo menos domina-ran a sus mujeres y tendrán a su vez su pequeña cotade poder. La otra mitad de la humanidad, las mujeres,no son individuos pues no tienen poder. El naturalismobiológico es el gran argumento para legitimar cualquierdesigualdad. Como Mill puso de manifiesto se sustituyóla deificación de la razón por la del instinto. La formula-ción era muy sencilla: Instinto igual a fuerza, fuerzaigual a poder. Y es contra esta imagen de fuerza y deegoísmo varonil contra la que las feministas américanasacuerdan el siguiente punto.

DECIDIMOS: Que la misma proporción de vir-tud, delicadeza y refinamiento en el comportamientoque se exige a la mujer en la sociedad, sea exigida alhombre, y las mismas infracciones sean juzgadas conigual severidad, tanto en el hombre como en la mujer."

Los "buenos sentimientos" del varón burgués

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honesto quedan reflejados del modo siguiente "no mos-trarse brusco, ni envidioso, ni colérico, ni susceptible(...) defectos incompatibles con su bondad natural", deesta manera refleja la literatura lo que era imagenhumana y así lo hace Tolstoi en su novela Ana Karenina.Ahora bien, estos buenos sentimientos, para que seanoperativos dentro de la dinámica social, han de pasarinevitablemente por las instituciones y las costumbres.El camino obligado por lo que podemos llamar las fuen-tes de la legitimidad dotará a aquéllos de una concep-ción sobrehumana, la buena conciencia. O sea, unasuerte de seguridad de que los sentimientos de los quese hacen portadores los varones son de convenienciasocial. El rasgo del burgués honesto es su duplicidad,una bien tejida máscara social: los varones hacen galade una voluntad dominadora e hipócrita que, con suapelación constante a los buenos sentimientos, silen-cian la miseria social de una sociedad convulsionadapor una rápida industrialización, amén de retener eimpedir los discursos igualitarios. Se puede decir quebajo la bondad natural del "varón honesto" se escondeel prejuicio desalmado hacia las clases inferiores, quetras la máscara de afabilidad surge la carnal brutalidaddel trato a la esposa: lo mismo que canallla y tirano enel hogar se nos presenta en público como un hipócritahombre de honor. Hay un espacio en donde el varónpodía mostrar la falta de armonía entre lo que proclama-ba como bueno y lo que quería como máquina desean-te, sin verse expuesto a la reprobación social: ese espa-cio es el hogar. De esta manera el varón concibe la casafamiliar y a la propia esposa como el reposo del guerre-ro. Sus correrías son justificadas, o bien por atribucio-nes físicas, como su imperdurable juventud frente a latemprana vejez de la esposa, o bien por la espiritualidadde llevar "en sí los restos de un poeta" y como tal verseen el "deber" de cumplimentar a la belleza manifiesta.

"El tiempo todo lo resuelve" es el salmo que sele escapa al burgués honesto cuando es pillado en sulozana madurez o reconvenido por sus desmesurados

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sentimientos estéticos. Es el salmo que arreglará la cri-sis iniciada en su hogar, pues la conveniencia social nopondrá en entredicho al esteta maduro, sino que inten-tará acallar las quejas de la esposa.

En este sentido es interesante el papel queotorga la novelística del siglo XIX al burguéshonesto que ocupa su tiempo en semejantes lides,siempre se presenta al personaje como secunda-rio, como si fuera -como de hecho era- un lugarcomún que no fuera a despertar el mayor interésde los lectores. Es de nuevo este discurso, el novela-do, el que resulta ser el más fiel reflejo de la época. Elhecho de que los protagonistas de las grandes novelasdel siglo pasado fueran mujeres no representa ningúnsíntoma de intentar el quebradizo camino de la igual-dad, antes bien los personajes femeninos son más ricosen el sentido de que hacen gala de unas pasionesinconvenientes para el sexo que representan. Detrás deeste protagonismo había el interés morboso y morali-zante del cómo iba a acabar aquella historia. Oigamossino a Enma Bovary: "Un hombre, al menos, es libre;puede recorrer las pasiones y los países, atravesar obs-táculos, gustar los placeres más lejanos. Pero a unamujer esto le está continuamente vedado. Fuerte y fle-xible a la vez, tiene en contra de sí las molicies de lacarne con las dependencias de la ley. Su voluntad,como el velo de su sombrero sujeto a un cordón, palpi-ta a todos los vientos; siempre hay algún deseo quearrastra, pero alguna conveniencia social que retiene".

Se podría interpretar optimistamente este pasa-je si no fuera porque a la protagonista y a todas lasdemás: Anna Karennina, Ana Ozores, Gervaise, Nana,etc. sólo les espera como final de sus pasiones la muer-te más ignominiosa y la vergüenza social más absoluta."El tiempo todo lo resuelve" es un lema que para ellasno sirve, sólo les queda el arsénico, los raíles de untren, un sapo viscoso, un nicho en las escaleras de unacasa desvencijada, o la belleza picada de viruela. Nohay un a conjura de la sociedad que guarde sus pasio-

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nes en el silencio, hay solamente la ley moral del "varónhonesto" que castiga los buenos sentimientos incumpli-dos. En último extremo un ángel de aceradas cuerdasque comenzaba a ser enjuiciado por el movimiento deemancipación de las mujeres.

"DECIDIMOS: Que la acusación de falta de delicadezay de decoro con que tanta frecuencia se inculpa a lamujer cuando dirige la palabra en público, proviene, ycon muy mala intención, de los que con su asistenciafomentan su aparición en los escenarios, en los concier-tos y en los circos."

A lo largo del siglo XIX para la moral burguesa,las mujeres que tomaban la palabra en público solíanser las cortesanas, las viudas de vida alegra, las madu-ras ricas que flirteaban con los jovencitos, pero segúnavanza el siglo la inconstancia femenina también quedóprobada por los experimentos pseudocientíficos. Dealguna manera la ciencia mostró que la aparición públi-ca de las mujeres en los escenarios y sus alocucionesprocedían de la inspiración histérica, muy contrarios alos discursos varoniles anclados en la racionalidad.Durante el siglo XIX tres corrientes pretendidamentecientíficas avalarían esta hipótesis, el mesmerismo ocreencia en que puede manipularse un fluido queimpregna el universo y curar así ciertas enfermedades,la frenología o creencia en que las protuberancias delcráneo corresponden a partes muy desarrolladas delcerebro, que expresan a su vez el desarrollo de sendasfacultades mentales, y el espiritismo o creencia en quehay otro plano de existencia aparte de los fenómenosmateriales que puede conocerse mediante determina-das experiencias y prácticas ocultistas. Estas tres cre-encias están relacionadas históricamente. En combina-ciones diversas, aparecen en la psicología popular delsiglo XIX en toda clase de técnicas para ayudarse a símismo y tienen como protagonistas especiales a lasmujeres. Se suponía que dada la naturaleza de las

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mujeres era más fácil que éstas entraran en trance quelos varones y que fueran más dóciles a la imposición demanos propia del mesmerismo. Así lo recoge HenryJames en su novela Las Bostonianas: El padre de laJoven protagonista es quien pose los conocimientos yes a él a quien compete traspasarselos a su hijamediante la imposición de manos. Por boca de la jovenhablará la inspiración y por lo tanto el ridículo cuando delo que se quiere hablar es de cosas serias como la vin-dicación de derechos de las mujeres. Fueron comunesen el siglo XIX estas reuniones que tenían por protago-nistas a las mujeres. De la misma manera el ocultismojugaba con la idea de la mayor credulidad de la concien-cia femenina lo que convertía a las mujeres en seresmás propicios para el reconocimiento de una presenciaespiritual. La frenología se convirtió en Estados Unidosen una de esas disciplinas que con bases científicas setradujo en una incesante actividad circense, dondepúblicamente se hacia referencia a las cualidades delos que se dejaban someter al examen. Conseguir queel objeto de experimentación frenológica fuera unamujer en vez de un varón era la mejor garantía paraasegurar el regocijo del público, pues siempre generabamás morbo las posibles cualidades ocultas de unamujer que las de un varón.

"DECIDIMOS: Que la mujer se ha mantenido satisfe-cha durante demasiado tiempo dentro de unos límitesdeterminados que unas costumbres corrompidas y unatergiversada interpretación de las Sagradas Escriturashan señalado para ella, y que ya es hora de que semueva en el medio más amplio que el Creador le haasignado."

Este punto de la declaración culminaría en 1895con la publicación por parte de Elizabeth Cady Stantonde La Biblia de la mujer en la cual participaron concomentarios e interpretaciones muchas de las mujeresfirmantes de la declaración de 1848. Las autoras de La

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Biblia de la mujer dan por buena la figura moral de Jesúscomo hombre, en la misma clave de interpretación que laexpuesta por Renan o Tolstoi. Jesús se convierte en ins-piración, esperanza y salvación y la senda que él haabierto bien puede ser seguida por otros. Sin embargo,el don moral no es ajeno a la situación social y así todaslas intérpretes de la Biblia coinciden en afirmar que lostipos femeninos que aparecen, sobre todo, en el ViejoTestamento no son ningún ejemplo de heroicidad: lamayoría de las mujeres bíblicas son mujeres anónimas- "madres de...", "hijas de..."-. Las esposas de lospatriarcas suelen ser mentirosas y una, además, cleptó-mana, lo que demuestra que las virtudes cardinalesraramente se encuentran en las clases oprimidas. En laBiblia no se habla de las mujeres en calidad de sereshumanos, sino de bienes. De nada sirve la revoluciónmoral de Jesús si no alcanza a las mujeres; mientras seenseñe el sometimiento sólo hallaremos caos en elmundo de la moral. Tanto en el Nuevo como en el ViejoTestamento, afirman las sufragistas, no se aprecia nin-guna estima por el sexo femenino. De hecho, en elNuevo Testamento la situación de inferioridad de lasmujeres está expuesta más claramente por los apósto-les que por los profetas y los patriarcas. Se debe poneren cuestión, por lo tanto, el precepto de obediencia aunos mandatos religiosos estrictamente masculinos quecolocan al sexo femenino en desventaja en todas lassituaciones de la vida.

Las autoras de La Biblia de la mujer, en conso-nancia con la psicología pragmatista americana de W.James, abogan por un tipo de creencia que conduzca ala acción. El objetivo de la creencia religiosa ha de serel de ensalzar la voluntad y la responsabilidad de losindividuos y no su negación. El Pragmatismo, o la ideade que las creencias siempre se manifiestan en algunaconducta más o menos exitosa, es una de las clavespara interpretar la Biblia. Creencia y acción aplicadas apasajes o parábolas de la Biblia cambian la interpreta-ción tradicional y estereotipada por una imagen más

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viva y comprometida con la realidad. Es el caso de laparábola de "las diez vírgenes" en Mateo XXV.Canónicamente se ha asimilado esta parábola al juiciofinal, donde las vírgenes necias son los pecadores y lasvírgenes sabias, los santos. Esta interpretación, segúnElizabeth Cady, resulta bastante forzada porque en rea-lidad hace referencia a cómo deben vivir las mujeressus creencias. Las vírgenes sabias son aquellas muje-res que no desprecian sus talentos, capacidades yfacultades, sino que los cultivan con éxito pisándole lostalones al varón en todos los terrenos del pensamiento.Las vírgenes necias son las mujeres sin vida propia,que descuidan sus talentos y capacidades para poner-se al servicio de otro, quedándose, pues, en la soledadde la ignorancia. Sin embargo, el gran cortejo hacia eltemplo del conocimiento iniciado por las vírgenes sabí-as debía de enfrentarse con la maldición bíblica a Evapor haber pretendido ésta, precisamente, el conoci-miento.

"Hacia tu marido irá tu deseo, y él te dominará"

El Génesis se ha convertido para la interpreta-ción masculina y misógina en la sustancia de la Bibliaentera. En este libro quedan descritas para la tradicióny la costumbre de toda la historia del cristianismo lanaturaleza del varón y la mujer. Los varones han soba-do con delectación y expuesto con voz tronante ciertosversículos del Libro para mostrar la posición de subordi-nación de todo el universo femenino, desde las hembrasde las especies animales hasta las hembras de la espe-cie humana. En vez de basarse en las verdades bíblicas,los varones han hojeado las páginas de los textossacros para buscar ejemplos en los que apoyar el errory los abusos existentes en la sociedad. El Génesis, sibien mito de creación, fue tomado literalmente comoexpresión de la Ley natural que rige el universo. El valorpermanente de Dios y su creación se halla muy por

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encima de los derechos naturales de los individuos. Elreconocimiento de la individualidad no puede poner enquiebra este orden del mundo. En el siglo XIX se llegóa una gloriosa síntesis: el reconocimiento de derechospara los varones es una consecuencia más del orden dela creación; por el contrario, cualquier reconocimientode derechos para las mujeres atentan contra el ordenexcelso de la creación.

A lo largo del siglo pasado, la maldición bíblicaque comenzó a pesar sobre Eva al ser expulsada delParaíso fue amplificada en los púlpitos, (denominados"la torre del cobarde"), en la versión propia del "roman-ticismo religioso": el drama, el heroísmo, el sacrificio, lasangre derramada... El drama de la especie humana esque la curiosidad de una mujer desbarata la existencia"edénica"; la dimensión heroica se encuentra en que,pese a la fatiga por la expulsión del Paraíso, Adán fuecapaz de poblar la tierra y buscar el sustento; el sacrifi-cio es el tributo a pagar por la curiosidad, las mujeresparirán con dolor y quedarán sometidas al esposo; lasangre derramada es la del inocente descendiente Abel,pero, en definitiva, un rayo de esperanza para las virtu-des ya que pueden brotar incluso en la unión desigualentre un héroe y una pecadora. El "romanticismo religio-so" recurre al poder del verbo y los sermones se trans-forman en géneros literarios con maestría suficientepara convencer y entusiasmar.

Así pues, frente a tales visiones celestiales ycondenaciones infernales, cabe oponer los argumentospositivistas, los propios de la razón y de la ciencia.También cabe oponer a los pasajes bíblicos de subordi-nación aquellos otros en los que se hace explícita laidea de igualdad entre los sexos: "Creó, pues, Dios alser humano a imagen suya. A imagen de Dios le creó,macho y hembra los creó". Sin ninguna restricción loscreó iguales para dominar la tierra, pero no para queuno de los dos sexos dominara sobre el otro. Por estarazón, la Trinidad, contrariamente a la creencia general,se compone de Padre, Madre e Hijo Celestiales: "El pri-

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mer paso en la elevación de la mujer a su verdaderaposición como un factor igual en el progreso humano esel cultivo del sentimiento religioso en torno a su digni-dad e igualdad, el reconocimiento por parte de la nuevageneración de una Madre Celestial ideal a la que debe-rían dirigirse sus oraciones del mismo modo que alPadre".

Como dos son las versiones de la creación yambas no pueden ser verdaderas, necesariamente hayque elegir la mejor, aquella que no suponga vejaciónalguna para las mujeres. Así las intérpretes de la Bibliaoptan, ante los dos relatos de la creación descritos en elGénesis, por la versión Elohística, según la cual Dioscreó a la especie humana el quinto día. Desechan, porel contrario, la versión Yahveística, según la cual Dioscreó el tercer día al varón y el sexto a la mujer.Consideran que la interpretación dada a este mito hajustificado a lo largo de la historia del cristianismo lapretendida subordinación de las mujeres a los varones:"(...) la segunda historia fue manipulada por algún judíoen un intento de dar "autoridad celestial" a la exigenciade que la mujer obedeciera al hombre con el que secasa".

Al hacerse fuerte la segunda versión se respon-sabiliza de la "caída del hombre" a la mujer. Se culpa aEva de los males de la especie humana. A LillieDevereux Blake le resulta asombroso que los hombrespretendieran alguna vez que el dogma de la inferioridadde la mujer se halle expuesto en la tentación y expulsióndel Paraíso, ya que la conducta de Eva es superior a lade Adán. Afirma la comentarista que el mandato le fueimpuesto a Adán y no a Eva. Ésta sin temor a la muer-te y con objeto de alcanzar la sabiduría tomó del frutoprohibido. La actitud de Adán, por el contrario, fue deextrema cobardía ya que no interpone ninguna obje-ción, come del fruto y posteriormente se dedica a gimo-tear. Eva, para Elizabeth Cady, representa el coraje, ladignidad y la noble ambición. No se deja tentar por loque pretendidamente gusta a las mujeres (joyas, vesti-

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dos, lujos.), sino por la promesa del conocimiento.

"DECIDIMOS: Que es deber de las mujeres de estepaís asegurarse el sagrado derecho al voto."

Las feministas, así pues, orientaron sus vindicacioneshacia la legislación secular que ordenaba la fusión delhombre y la mujer en "un sólo ser" que, por supuesto,era el del varón. Muy poco después, en 1860, una leyen el Estado de Nueva York daba a las mujeres el dere-cho a cobrar sus propias rentas, heredar las propieda-des del marido y entablar acciones judiciales. Sinembargo, y a las alturas de los sesenta, aún no sepuede hablar de un feminismo organizado en América.Este se consolidaría a partir de otra constatación dolo-rosa: la experiencia de la guerra y las esperanzas quesuscitó. Las feministas apoyaron de modo activo laUnión. Pero su recompensa fue que en 1866, el partidoRepublicano, con el cual se habían identificado, al pre-sentar la Catorce Enmienda a la Constitución negabaexplícitamente el voto a las mujeres e insistía en conce-der el derecho al voto a los esclavos varones liberados.Ni los republicanos accedieron a las demandas de lassufragistas, ni el movimiento antiesclavista las quisoapoyar en sus vindicaciones, ya que temía poner enpeligro la enmienda.

Stanton y Susan B. Anthony llegaron al conven-cimiento de que la lucha por los derechos de la mujerdependía de las mujeres solas y de su capacidad paraasociarse. El objetivo era conseguir el mismo rango deimportancia política que las asociaciones masculinastenían en los Estados Unidos. Como Tocqueville habíapuesto de manifiesto, "los partidarios de una mismaopinión pueden reunirse en colegios electorales ynombrar mandatarios que les representen en unaasamblea central". Una asociación que contara consuficientes partidarios comprometidos y que consiguie-ra focos de acción en puntos importantes del país tenía

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el poder no de hacer una ley, pero sí el de atacar la exis-tente y formular de antemano la que debía existir. ElObjetivo de Stanton y Anthony era lograr tal capacidadde interferencia.

n 1868 ellas y sus seguidoras fundaron la"Asociación Nacional pro sufragio de la mujer" (NationalWoman Suffrage Association NWSA). Para conseguirsus vindicaciones se centraron en la petición de voto:sólo la participación de las mujeres en la vida políticapodía asegurar una total igualdad con el varón. Estabanabiertas a todo problema social y laboral que pudieseafectar a la vida de las mujeres y en este sentido erantotalmente receptivas a los problemas de las mujeresobreras. Susan Anthony tenía como objetivo prioritarioel cambio de mentalidad de las mujeres y atajar los abu-sos en la explotación económica de las mujeres. Estabasegura de que por medio del voto se podría controlar lascondiciones de las mujeres en todos los aspectos de lavida: " Con frecuencia se dice que "es el capital, no elvoto, lo que regula el trabajo". De acuerdo con que elcapital controla el trabajo de la mujer, pero no hay nadieque admita, ni por un momento, que el capital dominaabsolutamente el trabajo y los salarios de los hombreslibres y emancipados de esta república. Y es a fin deelevar a millones de obreras a una posición con igualpoder sobre su situación laboral que la que tienen loshombres, por lo que se las debería emancipar".

Los planteamientos de Stanton y Anthony, anti-clericales, individualistas e interclasistas resultaronexcesivos para otras feministas. Lucy Stone lideró unaescisión en el año 1869. Nacía la "AsociaciónAmericana pro sufragio de la mujer" (American womanSuffrage Association AWSA), el ala bostoniana, la másconservadora del movimiento. Elizabeth Stanton ySusan Anthony crearon un estilo peculiar de hacer cam-pañas, consistente en marchas y reuniones masivas,difusión de folletos y la presentación casi anual de unaenmienda constitucional a favor del sufragio femeninoen el Congreso de 1878 a 1896. La asociación liderada

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por Stone centró sus energías en las campañas delreferéndum sobre el sufragio femenino Estado porEstado, pero casi todas estas campañas estatales salie-ron mal paradas. Las dificultades con las que se encon-traron las dos alas del movimiento facilitaron su uniónen 1890, creándose la "Asociación NacionalNorteamericana pro Sufragio de la Mujer". Al finalizar elsiglo, tras el largo aprendizaje político y sin apenas éxi-tos, las mujeres se encontraban bastante preparadaspara una creciente radicalización de sus posiciones. Elvoto les llegaría a las mujeres americanas en 1920. Delas mujeres participantes en la reunión de Seneca Falls,tan sólo una, Charlotte Woodward entonces de dieci-nueve años, llegó a presenciar en 1920, las primeraselecciones presidenciales en que tomaron parte lasmujeres.

Este artículo fue publicado en la Revista Leviatan, (Nº75,Primavera 1999, Madrid, pags.135-158).

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