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REVISTA CHILENA dE LITERATuRAdiciembre 2014, Nmero 88,
265-287
uNA TRAYECTORIA dE NuESTRO TIEMPO*
Roberto Schwarzuniversidade de So Paulo
[email protected]
RESuMEN / RESUMO / ABSTRACT
La lectura crtica de la autobiografa de CaetanoVeloso, Verdade
tropical, analiza la posicin cultural y poltica de la Tropiclia,
movimiento en que este artista tuvo un papel decisivo con su msica
y sus shows. Se problematiza su distanciamiento de la izquierda
tradicional y las crticas que hace de sta: por un lado, su ilusin
sobre la existencia de un populismo y, por el otro, su complacencia
con medidas dictatoriales tomadas en el nombre del pueblo. El
artculo sostiene que esta actitud prepara el descompromiso social
que caracteriza el post-modernismo, no obstante admite que tampoco
la izquierda hasta hoy ha encontrado una respuesta sobre el periodo
que apunte a una reevaluacin de lo popular y del pueblo como sujeto
polticamente viable.
Palabras clave: Tropiclia, Caetano Veloso, Verdade tropical,
izquierda poltica, dictadura militar.
A leitura crtica da autobiografia de Caetano Veloso, Verdade
tropical, analisa a perspectiva cultural e poltica da Tropiclia,
movimento no qual este artista teve um papel decisivo com sua msica
e seus shows. Problematiza-se o seu afastamento a respeito da
esquerda tradicional e as crticas que faz dela: de um lado, a sua
iluso com a existncia de um populismo e, do outro, a sua
complacncia com medidas ditatoriais tomadas em nome do povo. O
ensaio assinala que a atitude da Tropiclia antecipa a desobrigao
social que caracteriza o ps-modernismo, no obstante admite que a
esquerda no foi capaz at hoje de propor uma nova avaliao tanto do
perodo quanto do popular e do povo como sujeito politicamente
vivel.
* Traduccin de Mnica Gonzlez Garca.
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Palavras-chave: Tropiclia, Caetano Veloso, Verdade tropical,
esquerda poltica, ditadura militar.This critical approach to
Caetano Velosos autobiographic book Verdade Tropical, analyzes the
cultural and political dimensions of Tropiclia, a movement in which
this artist played a decisive role with his music and shows. This
article questions the distance Tropiclia took from traditional
left-wing positions, as well as its criticism of the latter: on the
one hand, Tropiclias misleading depiction about populism and, on
the other, its unconcern with measures taken by the dictatorship in
the name of the people. Although he sustains that this position
anticipates the social disengagement that characterizes
post-modernism, the author admits the political left-wing has not
been able to propose a critical analysis of the period nor of the
people as a politically viable subject.
Keywords: Tropiclia, Caetano Veloso, Verdade tropical, political
left-wing, military dictatorship.
El lugar desde el cual el crtico brasileo Roberto Schwarz lee la
autobiografa de artista Verdade tropical (1997) de Caetano Veloso,
historia del movimiento tropicalista y crnica de la generacin de
1964, es el de la crtica literaria y tambin el de un colega de
generacin aunque no de pensamiento del icnico cantante brasileo.
Uno de los aspectos que ms le llama la atencin es que Caetano se
percibe como parte responsable de la escena contempornea, tanto
potica y musical como poltica. Es decir, para Schwarz resulta
notable que un pop star se imponga la tarea de realizar un anlisis
intelectual serio de una poca crucial para Brasil. Aunque Schwarz
dice que el mtodo de Caetano de absorber lo popular y lo erudito de
su entorno la Oswald de Andrade no es algo nuevo en la cultura
brasilea, su novedad radica en que el lugar epistmico de Caetano no
es el tradicional, o sea, el del erudito que intenta dialogar con
las esferas ms bajas de la cultura. Schwarz inicia su exhaustivo
anlisis reconociendo el valor literario, cultural e intelectual del
ensayo de Caetano, para luego entrar a cuestionar la construccin
algo autocomplaciente que Caetano hace de su posicin como artista
en el contexto de la dictadura militar y consecuente derrota de la
izquierda. Critica, por ejemplo, su alianza con los santamarenses
sensatos que reprobaban a la juventud hechizada con el rocknroll y
la moda high school estadounidense. Para Caetano, dice Schwarz, el
problema no radicaba en que el rock fuera una influencia
extranjera, sino en su manera acrtica de utilizarlo pues, para el
artista, cualquier herramienta que estimulara la rebelda constitua
un ingrediente indispensable para sacudir el atraso del pas.
Caetano sugiere que, en la medida en que su rebelda lograra remover
los cimientos patriarcales y catlicos de Santo Amaro, su ciudad de
origen, se producira tambin
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un cambio a nivel nacional. As, las heterogneas influencias del
artista fueron proporcionadas por el nuevo programa cultural de la
Universidad Federal de Bahia, que les permiti a jvenes como Caetano
familiarizarse con Stravinski, Eisenstein, Antonioni y Godard, al
tiempo de participar en las fiestas populares de Baha. De all la
naturaleza antropofgica de sus provocaciones, las cuales, en opinin
de Schwarz, contaban con la ingenuidad de querer ser percibidas
como gestos bien intencionados que los mismos adversarios deban
reconocer como beneficiosos para todos. Sin embargo, lo ms
problemtico para Schwarz es la idea de que el clima revolucionario
propiciado por la dictadura militar constitua, junto con la
Nouvelle Vague, la msica popular bahiana y el rocknroll, un impulso
modernizador tan aprovechable como los otros. De all que la seccin
que la Revista Chilena de Literatura transcribe a continuacin sea
la ms custica del anlisis total que Roberto Schwarz realiza de
Verdade tropical.
El juego de avances y retomadas entre Santo Amaro, Salvador, la
cultura internacional y la bossa nova, con Brasil de fondo, sugera
una trayectoria democrtica de modernizacin. Es como si, por un
momento (increble), el progreso y la internacionalizacin se
hicieran para el bien de todos, en un tomar de aqu y de all
armonioso, y no a costa de los dbiles y atrasados. La vida popular
y la provincia parecan tener algo especial que decir, lo cual no
sera hecho a un lado por las transformaciones que se aproximaban.
Retomando el viejo deseo de Caetano, el cambio se iba a deber
tambin a Santo Amaro. Para tener una idea de ese espejismo de
modernizacin feliz y acogedora, vase un inicio de frase que captura
el deslumbramiento de la poca: La Caravelle de la Cruz del Sur
aeronave cuya modernidad de lneas me encantaba tanto como un samba
de Jobim o un edificio de Niemeyer [...] (Veloso, Verdade 277).
Asociadas a partir de su misma aspiracin a la elegancia, ah estaban
la tecnologa francesa, la msica popular brasilea y la arquitectura
vanguardista de Brasilia, como si el pas entero estuviese a punto
de despegar. La euforia se derrumb en 1964 con el golpe, momento
estelar de la Guerra Fra, cuando se unieron contra el ascenso
popular y la izquierda, casi sin encontrar resistencia, los
militares proestadounidenses, el capital y la inmensa reserva de
conservadurismo del pas, todo con ayuda de los mismos
estadounidenses. Como la posicin de Caetano cambiara poco despus,
resulta interesante citar su primera reaccin, perfectamente a tono
con la izquierda de la poca: [...] veamos en el golpe la decisin de
suspender el proceso de superacin de las horribles desigualdades
sociales
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brasileas y, al mismo tiempo, de mantener la dominacin
norteamericana en el hemisferio (177). En otras palabras, quedaba
interrumpido un vasto movimiento de democratizacin, que vena de
lejos, sustituido ahora por el pas antisocial, temeroso de cambios,
partidario de la represin, socio tradicional de la opresin y la
explotacin, que sala de la sombra y fuera tmidamente subestimado.
Las desigualdades internas y la sujecin externa dejaban de ser
residuos anacrnicos, en vas de extincin, para tomar la forma
deliberada, garantizada por la dictadura, del presente y del
futuro. Al mismo tiempo, para una parte de los brasileos, la
realidad acababa de adquirir un aspecto inaceptable y absurdo.
Las consecuencias estticas para Caetano, que hicieron de l una
figura indefinible, costaron en aparecer. Segn explica l mismo, el
catalizador fue una escena crucial de Tierra en transe, la gran
pelcula de Glauber Rocha que lidia con el golpe militar de 1964 y
con el papel de los intelectuales durante la ocasin. El
protagonista, Paulo Martins, es un poeta y periodista hijo de la
oligarqua, convertido a la revolucin social y aliado al Partido
Comunista y al populismo de izquierda. Exasperado por la duplicidad
de los lderes populistas, y tambin por la pasividad apoltica de las
masas populares, incapaces de enfrentar a los dirigentes que las
engaan, Paulo Martins tiene una recada en la truculencia oligrquica
(es cierto que con un propsito brechtiano, de distanciamiento y
provocacin). Tapndole la boca a un lder sindical con la mano, quien
lo trata de doctor, l se dirige directamente al pblico: Estn viendo
quin es el pueblo? un analfabeto, un imbcil, un despolitizado!.
Entre sdico y autoflagelante, el episodio subraya entre otras cosas
la vacilacin del intelectual que se compromete con la causa popular
mientras mantiene veredictos conservadores raramente explicitados
como aqu con respecto al pueblo. dictada por la evidencia de que no
habra revolucin, la descalificacin de los trabajadores es un
desahogo histrico, que en seguida lleva a la aventura de la lucha
armada sin apoyo social. desde el punto de vista de la izquierda,
la escena una invencin artstica de enorme fuerza era un compendio
de sacrilegios, haciendo una especie de chacota dolorosa de las
certezas ideolgicas del perodo. Los trabajadores estaban lejos de
ser revolucionarios, su relacin con los dirigentes era pautada por
el paternalismo, los polticos populistas hacan arreglos con el
campo adversario, la distancia entre las tesis marxistas y la
realidad social era desesperanzadora y los intelectuales confundan
las razones de la revolucin poltica y las urgencias de la
realizacin personal. Aun as, no se atenuaban los rasgos grotescos
de los grupos dirigentes ni de las clases dominantes, los
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cuales continuaban de pie, esplndidamente acentuados. La
revolucin no se haba tornado superflua; muy por el contrario: se
encontraba en un callejn histrico y no dio el paso al frente que
era necesario. La nota general era de desesperacin1.
Tan desconcertantes como la escena misma, las conclusiones de
Caetano seguan el rumbo opuesto, casi se dira que eufrico, dando
continuidad a la recomposicin ideolgica postgolpe. Vislumbraban
oportunidades y salidas donde la pelcula de Glauber desembocaba en
frustracin nacional, autoexamen poltico y muerte. digamos que ellas
acataban sin ms las palabras devastadoras de Paulo Martins, pasando
por alto los rasgos problemticos del personaje, esenciales para
entender la complejidad artstica de la situacin. Viv esa escena y
las escenas de reaccin indignada que ella suscit en rondas de bar
como el ncleo de un gran acontecimiento cuyo nombre breve que le
puedo dar hoy no se me ocurri con tanta facilidad entonces (y por
eso yo buscaba mil maneras de decrmelo a m mismo y a los otros): la
muerte del populismo [...] era la fe misma en las fuerzas populares
y el mismo respeto que los mejores sentan por los hombres del
pueblo lo que aqu era descartado como arma poltica o valor tico en
s. Yo estaba preparado para enfrentar esa hecatombe. Y emocionado
de examinar sus fenmenos ntimos y entrever sus consecuencias. Nada
de lo que vino a llamarse tropicalismo habra tenido lugar sin ese
momento traumtico (104-105). Por lo tanto, cuando el poeta de
Tierra en transe decret la falencia de la creencia en las energas
libertadoras del pueblo, yo, en la platea, vi, no el fin de las
posibilidades, sino el anuncio de nuevas tareas para m (116).
Conviene notar que populismo aqu no est segn su acepcin
sociolgica usual, latinoamericana, de liderazgo personalista
ejercido sobre masas urbanas poco integradas. En el sentido que le
da Caetano, el trmino designa algo de otro orden. Se trata del
papel especial reservado al pueblo trabajador en las concepciones y
esperanzas de la izquierda, que reconocen en l a la vctima de la
injusticia social y, por eso mismo, al sujeto y aliado necesario
para una poltica libertadora. El respeto que los mejores sentan y
que ya no sienten? por los hombres del pueblo, semi excluidos y
excluidos, en quienes contemplaban la dura verdad de nuestra
sociedad de clases, se vincula a esta conviccin. O tal vez sea yo
mismo el que me desprecio a sus ojos, escriba drummond en 1940,
pensando en el obrero (Andrade 2012). As, cuando
1 Para un anlisis excelente de la figura de Paulo Martins, ver
Ismail Xavier (1993).
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Caetano hace suyas las palabras de Paulo Martins, constatando y
saludando a travs de ellas la muerte del populismo, del mismo
respeto que los mejores sentan por los hombres de pueblo, es el
comienzo de un nuevo tiempo que l desea marcar, un tiempo en que la
deuda histrico-social con los de abajo tal vez el motor principal
del pensamiento crtico brasileo desde el abolicionismo dej de
existir. Se desvinculaba de los recin derrotados de 1964, que en
esa acepcin eran todos populistas. El cambio era considerable y lo
opona a su propio campo anterior, a socialistas, nacionalistas y
cristianos de izquierda, a la tradicin progresista de la literatura
brasilea desde las ltimas dcadas del siglo XIX, y, tambin, a las
personas simplemente lcidas, para las cuales haca mucho tiempo la
ligazn interna, para no decir dialctica, entre riqueza y pobreza
era un dato de la consciencia moderna. La desilusin de Paulo
Martins se haba transformado en descompromiso. sta es la ruptura,
salvo engao, que est en el origen de la nueva libertad trada por el
tropicalismo. Si el pueblo, como antpoda del privilegio, no es
portador virtual de un nuevo orden, ste desaparece del horizonte,
el cual se acorta notablemente.
Forma parte del vigor literario del libro una cierta naturalidad
en torno a la friccin ideolgica, por momentos mordaz y turbulenta.
A ojos de la izquierda, que, mal que mal, centralizaba la
resistencia a la dictadura, dejar de creer en la energa liberadora
del pueblo era lo mismo que alienarse y tirar la toalla. A ojos de
Caetano, significaba librarse de un mito sbitamente viejo, que
cercenaba su libertad personal, intelectual y artstica. Ya desde el
ngulo de la evolucin ulterior de las cosas en un libro escrito
dcadas despus resulta importante que, digamos, el artista haya
presentido la inversin de la marea histrica en el mundo, la cual
hasta una segunda orden dejaba sin piso la lucha por el socialismo,
como la misma izquierda notara poco despus. Adems, conforme sugiere
Nicholas Brown, un estudioso estadounidense de Brasil, la
globalizacin, la bossa nova y el tropicalismo, la victoria de la
contrarrevolucin en 1964-1970, con la consecuente supresin de las
alternativas socialistas, haba propiciado el pasaje precoz de la
situacin moderna a la posmoderna en el pas, entendida esta ltima
como aqulla en que el capitalismo ya no es ms relativizado por un
posible horizonte de superacin. En dilogo con este esquema, la
bossa nova sera un modernismo tardo y la tropicalia un
posmodernismo de primera hora, nacido en el campo de la derrota del
socialismo (Brown 176-177).
Sea como fuere, el cambio no hizo de Caetano un conformista. El
impulso radicalizador previo a 1964 continuaba actuando dentro de l
y se
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acentuara luego a travs de la adopcin del traje ultra rebelde y
polmico de la contracultura y del pop, en dilogo vivo con el
momento esttico y poltico nacional. La oposicin al orden
establecido era ahora completa, incluida en sta la izquierda
convencional lase el Partido Comunista y los estudiantes
nacionalistas que frecuentaban festivales de msica, la cual hablaba
de antiimperialismo y socialismo pero que era biempensante y nunca
discuta temas como sexo y raza, elegancia y gusto, amor o forma
(116). Ambigua al extremo, la nueva posicin se consideraba la
izquierda de la izquierda, simpatizando discretamente con la lucha
armada de Guevara y Marighella, sin perjuicio de defender la
libertad econmica y la salud del mercado. Adorando divinidades
antagnicas, Caetano generaba inters y escndalo otra manera de
interesar en las diversas religiones de su pblico, tornndose una
referencia controvertida pero obligatoria para todos. La
despreocupacin por la coherencia era ostensiva y tena algo de
fanfarronera: una poltica unvoca, degustable y simple no era lo que
poda salir de ah (446)2. Paralelamente, el abandono de la fe
populista se traduca en un notable aumento de la irreverencia, de
cierta disposicin a poner para romper, que entraba en conflicto con
el ya mencionado buen-mocismo de los progresistas y, ciertamente,
con los gestos mnimos de disciplina exigidos por la accin poltica.
As, la posicin liberadora y transgresora postulada por Caetano
rechazaba igualmente o casi los establishments de la izquierda y la
derecha, los cuales trataba de sacudir al mximo en el plano del
escndalo escnico, resguardando entretanto al mercado. Sumndose a la
anarqua comportamental (418 y 385-6), las ropas y cabelleras
desafiantes, concebidas para minar convenciones, la provocacin
llegaba al extremo, en plena dictadura, de exhibir en el palco la
bandera con que Helio Oiticica homenajeaba a un bandido asesinado
por la polica: Sea marginal, sea hroe. Como era de prever, aunque
la idea no fuera esa, termin todo en meses de crcel por iniciativa
de un juez de derecho que asista al espectculo con la novia
(306-307). Quizs formara parte de ese cuadro una competencia
dislocada y suicida con los compaeros de generacin que estaban
optando por la lucha armada, tambin ellos contrarios a la dictadura
y a la esclerosis histrica del Partido
2 En nuestro propio campo, hacamos las dos cosas: empujbamos el
horizonte del comportamiento cada vez ms lejos, experimentando
formas y difundiendo invenciones, al mismo tiempo que ambicionbamos
la elevacin de nuestro nivel de competitividad profesional y
mercadolgica a los patrones de los estadounidenses y los ingleses
(id.).
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Comunista3. Sin esconder una satisfaccin de amor propio, Caetano
relata su complicidad con el mayor que lo interrog en la prisin, el
cual denunciaba el insidioso poder subversivo de nuestro trabajo y
reconoca que lo que Gil y yo hacamos era mucho ms peligroso [para
el rgimen] que lo que hacan los artistas de protesta explcita y
compromiso ostensivo (401). La declaracin de peligrosidad por parte
de los militares vena a compensar las insinuaciones de los
adversarios de izquierda, para los cuales el tropicalismo de esos
melenudos no pasaba de alienacin. dicho esto, y a despecho del alto
costo que muchos pagaron, adems de la acrimonia, la rivalidad entre
contracultura y arte comprometido tena algo de comedia de
desencuentros, sobre todo porque no era necesaria, pues nada
obligaba a la izquierda (en realidad solo a una parte de ella) a
ser convencional en materia de esttica y costumbres, as como era
evidente el impulso antiburgus de la contracultura. Por otro lado,
la simetra en el rechazo de los dos establishments no era perfecta,
como explica Caetano con sinceridad desarmante. Habituado a la
hostilizacin pblica por parte de la izquierda, que lo llamaba
alienado y americanizado, adems de abuchearlo en pblico, se
consideraba por lo mismo a salvo de la represin policial-militar,
que no lo vera como enemigo y lo dejara en paz (349). [El
movimiento tropicalista] era tambin una tentativa de encarar la
(mera?) coincidencia, en este pas tropical, de la ola de la
contracultura con la boga de los regmenes autoritarios (17). Qu
pensar de ese clculo espinoso y secreto una imaginaria licencia
informal, que adems prob estar equivocada, viniendo de alguien que
se quera peligroso para el rgimen? El hecho es que Caetano senta
una doble injusticia, una vez por haber sido encarcelado por la
derecha sin haber hecho gran cosa (el juicio es de l, a pesar de
los juicios contrarios en otros momentos) (306-307), y otra, por no
ser reconocido como revolucionario por la izquierda.
Geraldo Vandr, figura cabecilla de la cancin de protesta, en
cierto momento les pide a los tropicalistas que no compitan con l,
pues el mercado solo admite un nombre fuerte a la vez y el Brasil
de la dictadura, para no decir el socialismo, necesitaba
concientizar a las masas. Con perspicacia, Caetano observa que tal
vez se trataba de un embrin de aquel mismo oficialismo que
3 Nosotros no estbamos del todo inconscientes de que,
paralelamente al hecho de que coleccionbamos imgenes violentas en
las letras de nuestras canciones, sonidos desagradables y ruidos en
nuestros arreglos, y actitudes agresivas en relacin a la vida
cultural brasilea en nuestras apariciones y declaraciones pblicas,
se desarrollaba el embrin de la guerrilla urbana, con la cual
sentamos, de lejos, una especie de identificacin potica
(50-51).
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mataba la cultura de los pases socialistas en nombre de la
historia. Ntese la irona dudosa de su comentario, que jugaba con
lugares comunes de la Guerra Fra y confluencias inaceptables para
dar forma literaria al carcter envenenado de la situacin: Libres
del peligro rojo desde que nuestros enemigos militares tomaron el
poder, nosotros no veamos la ms remota posibilidad de realizar ese
deseo de Vandr (282). Con la irrisin del caso, inclusive
autoirrisin, todava aqu los enemigos de derecha parecan garantizar,
contra los semi compaeros de izquierda y de oficio, un cierto
espacio de libertad esto hasta probar lo contrario, lo que no
tardara en ocurrir. Contra algunos de la izquierda que soaban en
asegurarse del mercado por medio de alegatos polticos, los
tropicalistas apostaban a una pluralidad de estilos convergiendo en
las mentes y las cajas registradoras (281). El cinismo alegre de
estas ltimas, funcionando, por as decir, como agentes de la
democracia y la cultura, en cierto plano era menos hipcrita que el
encuadramiento propuesto por los adversarios; en otro plano, en
tanto, era peor, pues la idea de convergencia en las mentes
silenciaba la presencia del Estado policial, que a fin de cuentas
era el hecho relevante. Escogidas a dedo para humillar a los
socialistas, las cajas registradoras explicitaban el aspecto
comercial del enfrentamiento ideolgico-musical en los programas de
televisin, aspecto que los artistas comprometidos, por ser
anticapitalistas, preferan pasar por alto4. As puesta, aunque
manipulada y explotada por el show business, la colisin
artstico-ideolgica era un verdadero fenmeno social. Trasladaba al
espectculo la nueva etapa de enfrentamiento con la dictadura,
enfrentamiento que estaba en preparacin y poco despus terminara en
una nueva masacre de la izquierda. digamos que la rivalidad
exaltada en las plateas, una disputa simblica por el liderazgo del
proceso, aluda a la lucha en las calles y a la realidad del rgimen,
aunque de manera indirecta y distorsionada. Formara parte de un
discernimiento intelectual ms exigente que distinguira entre
antagonismos secundarios y principales, adversarios prximos y
enemigos propiamente dichos.
La confusin en esta materia era grande. La devastacin causada
por la dictadura, que suspendi las libertades civiles y desbarat
las organizaciones populares, sera del mismo orden que las ofensas
e incluso agresiones del pblico estudiantil o de los colegas del
oficio? La mera comparacin no sera
4 Las cuestiones de mercado, muchas veces las nicas decisivas,
no parecan igualmente nobles para entrar en discusiones acaloradas
(177-178).
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una falta de juicio? Vase al respecto un amigo libertario de
Caetano, que no lamentaba el incendio de la unin Nacional de
Estudiantes justo despus del golpe. Me estremec al orlo decir que
el edificio de la Unin Nacional de Estudiantes deba ser quemado. El
incendio de la uNE, un acto violento de grupos de derecha que sigui
inmediatamente al golpe de abril de 1964, era motivo de revuelta
para toda la izquierda, para los liberales asustados y para las
buenas almas en general [por qu la irona?]. Rogrio [el amigo]
expona con vehemencia razones personales para no cantar en ese
coro: la intolerancia que la complejidad de sus ideas haba
encontrado entre los miembros de la uNE haca de stos una amenaza a
su libertad. El extrao jbilo de entender con claridad sus razones,
e incluso de identificarme con ellas, fue mayor en m que el choque
inicial producido por la afirmacin hertica. No tard en descubrir
que Rogrio exhibira una violencia todava mayor contra los
reaccionarios que apoyaron en primera instancia la agresin a la
uNE. Esto, que para muchos pareca absurda incoherencia, era para m
prueba de firmeza y rigor: l detectaba embriones de estructuras
opresivas en el seno mismo de los grupos que luchaban contra la
opresin, pero no por eso se confundira con los actuales opresores
de stos (107).
En perspectiva histrica, se trataba de la revaloracin del pasado
reciente. El ascenso socializante previo a 1964, de cuyo impulso
superador y democrtico deriva la belleza de los captulos sobre
Santo Amaro y Salvador, era revisto ahora bajo la luz contraria,
como un perodo incubador de intolerancia y amenaza a la libertad.
despus de ser motivo de orgullo, los grupos que se erguan contra el
imperialismo y la injusticia social pasaban a ser portadores de
embriones de estructuras opresivas, contra los cuales incluso un
incendio no sera una providencia fuera de lugar. Aunque pensemos
que el incendio pueda ser aqu una figura retrica, el cambio de
posicin era radical. Vase un ejemplo del nuevo tono, que no quedara
mal en editoriales de la prensa conservadora: Hoy son muchas las
evidencias de que [...] cualquier intento de no-alineamiento con
los intereses del Occidente capitalista resultara en monstruosas
agresiones a las libertades fundamentales [...] (52). Qu pensar de
esa voltereta, referida a un momento en que las libertades
fundamentales haban sido en efecto canceladas, pero por la derecha?
Ahora es la lucha por una sociedad mejor la que es puesta bajo
sospecha. En trminos de consistencia literaria, de coherencia entre
las partes de la narrativa, que en una autobiografa casi-romance
tiene valor esttico-poltico, el nuevo punto de vista anti-izquierda
desentona y no encuentra apoyo en la presentacin tan notable del
perodo anterior a 1964. Segn el propio libro, fueron justamente
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aos en que la libertad de experimentacin social y artstica brill
en toda rea, con fuerza tal vez indita en el pas. Sea dicho de paso
que la vitalidad de ese experimentalismo se deba en parte al hecho
de que el mismo capitalismo estaba en juego, y, con l, las
coordenadas de la realidad, en un grado que no se repetira ms. As,
cuando aparece, la insistencia en el carcter anti-democrtico de la
lucha por la democracia es un cuerpo extrao en el relato, cuya
dinmica interna no parece funcionar. Sin mayor base en el pasado,
puede en tanto reflejar la correlacin de fuerzas post-golpe, las
que, despus de derrumbar y prohibir las aspiraciones sociales de la
fase previa, las pint con los colores del terror estalinista. Es
cierto que la sombra de la unin Sovitica pesara sobre cualquier
tentativa socializante, pero transformarla en impedimento absoluto
a la insatisfaccin con el capitalismo era y es otra forma de terror
o de paralizacin de la historia. En un plano ms evidente, el nuevo
anti-izquierdismo magnificaba desentendidos antiguos, en cuestiones
de arte y estilo de vida, que hasta donde cuenta Caetano no
llegaban a ser indescifrables. Si yo me identifiqu con Rogrio luego
de conocerlo, fue porque mi situacin entre mis colegas de izquierda
en la universidad de Baha era semejante a la de l entre sus amigos
de la uNE en Rio. Sin que diera motivos para enfrentamientos del
tipo que l tuvo que enfrentar, mi actitud reticente ante las
certezas polticas de mis amigos suscitaba en ellos una irnica
desconfianza. Yo era uno de esos temperamentos artsticos al que a
los ms responsables les gusta llamar alienados. Mis relaciones con
los colegas de izquierda eran incluso tiernas (114)5.
El jbilo ante el incendio de la uNE, una emocin extraa y
hertica, entre inconfesable y perversa, es pariente del entusiasmo
por la escena traumtica de Tierra en transe. Tambin sta fue una
hecatombe bienvenida, que depona las aspiraciones de la izquierda
y, con ellas, en la opinin del nuevo Caetano, una prisin mental. En
los dos casos, bajo el manto de reacciones tab, que requieren
cierto coraje para ser afirmadas aunque el campo vencedor las
apruebe, asistimos a una conversin histrica, o mejor, a la
revelacin de que la izquierda, hasta entonces estimada, es opresiva
y no vale ms que la derecha. Ms adelante veremos en funcionamiento
esa equidistancia. Sea dicho de paso que las iluminaciones pueden
tanto aclarar
5 Nosotros [Gil y Caetano] nos encontrbamos en la msica [...]:
saludbamos el surgimiento del CPC y de la uNE aunque lo que hacamos
fuera radicalmente diferente de lo que se propona all y ambamos la
entrada de los temas sociales en las letras de msica, sobre todo lo
que haca Vinicius de Moraes con Carlos Lyra (288).
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como obscurecer, y que a veces hacen las dos cosas. Por ahora,
notemos algunas de las razones que hicieron que Caetano festejara
el derrocamiento de la izquierda pero no la victoria de la
dictadura como un momento de liberacin. Mal que mal, es la
declaracin de un artista poco comn sobre el malestar que la propia
existencia de la izquierda, con su terminologa, sus tesis y
posiciones, le vino a causar.
La incomodidad comenzaba por el lenguaje. Por qu llamar
proletarios a los trabajadores pobres y miserablemente
desorganizados del Recncavo de Baha, a quienes ese nombre no se les
ocurrira y a quienes adems les gustara mucho usar casco y ser
asalariados? En el mismo orden de objeciones, no sonaba fuera de
lugar y poco estimulante, dadas las circunstancias, hablar de
dictadura del proletariado? (115). En otro plano, el socialismo
sera en efecto la solucin para todos los problemas, como una
panacea? La solucin nica ya era conocida y haba llegado aqu
prescrita: alcanzar el socialismo (87). Con sentido comn, Caetano
haba notado el desajuste entre la vulgata marxista y la realidad
local, as como cierta ceguera correspondiente. La pobreza, en
tanto, s exista, y la incomodidad con las palabras no la haca
desaparecer. Claro que las ideas generales respecto de la necesidad
de justicia social me interesaban y yo senta el entusiasmo de
pertenecer a una generacin que pareca tener delante de s la
oportunidad de cambiar profundamente el orden de las cosas (115).
Apartada la camisa de fuerza de la jerga, la sociedad de clases
regresaba por la ventana del fondo e impona sus problemas, como un
horizonte colectivo. Smase que la alergia a los esquemas del
marxismo tena ella misma un sesgo de clase, a su vez susceptible de
crtica marxista? Yo sinceramente no crea que los obreros de la
construccin civil en Salvador [...] tampoco las masas obreras
vistas en pelculas y fotografas pudieran o debieran decidir el
futuro de mi vida (116). Cmo no ver el grado de desdn y exclusin
poltica en esa formulacin, sin hablar de la fantasa ideolgica de un
futuro personal incondicionado? Acaso las clases dirigentes que
nosotros, intelectuales y artistas, acostumbramos a tolerar o a
adular no influyen en nuestra vida? Y la restriccin a los obreros,
sera igualmente hecha a empresarios, banqueros, polticos
profesionales o dueos de estaciones de televisin?
despus de haber sido el partido de la transformacin social, de
la crtica al orden burgus y al atraso, la izquierda pasaba a ser
considerada, tal vez por la fuerza de la derrota, un obstculo a la
inteligencia. Sin ser una refutacin en el plano de las ideas, la
victoria del capital sobre el movimiento popular afectaba las
cotizaciones intelectuales y estimulaba la sustitucin de las
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una trayectoria de nuestro tiempo 277
agendas, con ventaja discutible. El golpe al populismo de
izquierda [Caetano se refiere a la escena central de Tierra en
transe] liberaba la mente para encuadrar a Brasil en una
perspectiva amplia, permitiendo miradas crticas de naturaleza
antropolgica, mtica, mstica, formalista y moral con las que ni se
soaba (105). Las ausencias conspicuas en esta lista de perspectivas
amplias son el anlisis de clases, la crtica al capital y el
antiimperialismo, sin hablar del prisma de la desmitificacin. As,
salvo engao, la nueva libertad consista en dejar de lado los ngulos
propiamente modernos o totalizantes que haban conquistado el primer
plano antes de 1964, cuando habran sido la causa pero ser verdad?
del encogimiento mental. Repitamos que no es lo que el libro cuenta
en los captulos dedicados al perodo, en los cuales, al contrario,
se ve un momento inteligente y abierto de la vida nacional, notable
por el ascenso popular y mucho ms libre de lo que vino despus. En
otras palabras, volviendo al argumento de Caetano, la sacudida
causada por la voltereta militar y poltica habra tenido tambin su
aspecto positivo, abriendo perspectivas intelectuales nuevas, antes
inaccesibles (pero alguien las vedaba?), que buscaban revelar cmo
somos y preguntaban por nuestro destino (105). Ya un materialista
dir que, lejos de ser novedad, la consideracin antropolgica, mtica,
mstica, formalista y moral del pas, as como la pregunta por nuestro
destino, marcaba un regreso al pasado, a las definiciones estticas
por el carcter nacional, por la raza, por la herencia religiosa,
por los orgenes portugueses, que justamente la visin
histrico-social vena a redimensionar y traducir en trminos de la
complejidad contempornea. Resulta claro, por otro lado, que la
reconfiguracin general del capitalismo, de la cual 1964 form parte,
exige una respuesta que los socialistas continan debiendo.
La caracterizacin de la izquierda como un bloque macizo,
anti-democrtico en poltica y retrgrado en esttica, no corresponda a
la realidad. Aunque minoritaria, la fina flor de la reflexin crtica
del perodo era, adems de socializante, anti-estalinista con
conocimiento de causa y amiga del experimentalismo en el arte.
Basta recordar a Mario Pedrosa, Anatol Rosenfeld, Paulo Emilio
Salles Gomes y Antonio Candido. Con las diferencias de cada caso,
algo parecido vala para los artistas de punta, como Glauber y sus
compaeros del Cinema Novo, el grupo de la Poesa Concreta, los
signatarios del manifiesto de la Msica Nueva, el personal del
Teatro de Arena y Taller,
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278 revista chilena de literatura N 88, 2014
incluyendo al mismo Caetano antes del viraje6. Por qu entonces
la prisa en abandonar el barco, en el que no faltaban aliados?
Arriesgando un poco, digamos que Caetano generaliz para la
izquierda el nacionalismo superficial de los estudiantes que lo
abucheaban, as como la idealizacin atrasada de la vida popular que
el Partido Comunista propagaba. La generalizacin erraba el blanco y
no dejaba de sorprender, pues mucho del xito del artista se debi a
sectores ms radicalizados de la misma izquierda, que se sentan
representados en el lenguaje pop, el comportamiento transgresivo,
los acordes atonales y, de modo ms general, en la experimentacin
vanguardista y la actualizacin internacional. As, hasta donde veo,
no fue la limitacin intelectual de la izquierda lo que llev a
Caetano a hacer de ella su adversario. La razn de la hostilidad
habr estado simplemente en sus reservas generales al capitalismo
vencedor, en la negatividad arruina-placeres ante la vorgine de
mercantilizacin que se anunciaba.
En un pasaje inolvidable del libro tambin ste un jbilo dudoso,
Caetano baja a la calle para ver de cerca una marcha estudiantil y
su represin por los militares (317-319). A la manera de los
hippies, que entonces era nueva, el artista ostentaba una melena
enorme, vesta una capa de general sobre el torso desnudo y usaba
jeans y sandalias, adems de un collar indio hecho de dientes
grandes de animal. Caminando a contracorriente de la manifestacin,
mientras los estudiantes huan y eran golpeados, la extraa figura se
apodera de una ira santa, quizs con algo de beato, e interpela a
los transentes, protestando contra su indiferencia miedosa [y, quin
sabe?, su apoyo ntimo] a la brutalidad policial. La escena es
intrincada y vale una discusin. Los protagonistas centrales
naturalmente eran los estudiantes y los militares, que disputaban
el dominio de la calle y del ser o no ser de la dictadura. Caetano
no toma partido directo en el conflicto, no alinendose con los
manifestantes ni hablando con ellos, a fin de cuentas su gente, ni
tampoco dirigindose a los soldados. En vez de eso inventa para s
una figura de posedo, o de profeta, y comienza a emitir bufidos
bufidos fue lo que oyeron a las personas de la calle que no quieren
saber de nada y solo piensan en salir de all lo ms rpido posible.
Hombres y mujeres apurados tenan miedo de los manifestantes, de los
soldados y de m. Yo estaba seguro de que, en aquella situacin,
nadie me tocara un dedo. Entre parntesis, sera interesante,
para
6 Ver al respecto la buena documentacin reunida en Arte em
Revista n 1. So Paulo: Kairs, 1981.
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una trayectoria de nuestro tiempo 279
profundizar el episodio, conocer el tenor de las
recriminaciones. Sea como fuere, la participacin a la que el
profeta incita en los transentes no vale para l mismo, quien,
vestido para la ocasin, en realidad busca ms declamar que ser odo.
La misma ira santa tena un tono relativo, pues vena acompaada de
clculos de seguridad poco airados, que hacan de ella un teatro de
uso particular. Por otro lado, los soldados difcilmente centraran
su atencin en m: yo andaba en sentido contrario a los estudiantes
fugitivos, en realidad tangenciando el ojo del huracn, y mi
apariencia no sera computada como la de uno de los manifestantes.
Yo hablaba alto y exaltadamente, pero ningn soldado se acerc a m lo
suficiente para orme. Con aires de loco, de esos que las
situaciones de caos y la religiosidad popular hacen aparecer, el
personaje se senta a salvo de la represin, que no lo vera como
adversario. En suma, una intervencin arriesgada pero ni tanto, que
en el fondo no es una intervencin, aunque creara una posicin fuera
de norma, posible en tal circunstancia (para qu?). de innegable
inters, debido sobre todo a la complicacin de los motivos, el
episodio es difcil de clasificar. Caetano lo tiene en alta estima,
como happening, teatro poltico y poesa.
Tan raras como esta escena son las consideraciones en torno a
ella. Principalmente, se trata de valorizarla como un lance de arte
de vanguardia, o neo-vanguardia de los aos 60. Las marcas
distintivas estn ah: el rechazo a la separacin entre arte y vida
prctica, la performance improvisada a la luz del da, con dimensin
poltica, involucrando al ciudadano comn, la propuesta de un
quehacer artstico sin obra durable, la poesa totalmente
desconvencionalizada, que no se limita al espacio del poema, y,
finalmente, la inspiracin liberadora general. Pero en ese extrao
descenso a la calle, yo me saba un artista realizando una pieza
improvisada de teatro poltico. de, con permiso de la palabra,
poesa. Yo era el tropicalista, aqul que est libre de amarras
polticas tradicionales y por eso puede reaccionar contra la opresin
y la estrechez con gestos lmpidos y creadores. Narciso? Yo me
encontraba en ese momento necesariamente por encima de Chico
Buarque o Edu Lobo, de cualquiera de mis colegas considerados
grandes y profundos. El autoenaltecimiento algo cmico de ese final,
que combina aspiraciones a la genialidad con la voluntad algo
infantil de estar por delante de colegas muy aplaudidos, da el
tono. Es cierto que el episodio llena los requisitos del
vanguardismo, con los cuales est al da, pero eso no es todo, pues
existen tambin disonancias internas que lo categorizan en otra
lnea. La ira santa fingida, el profeta que asusta a los asustados,
en lugar de iluminarlos y persuadirlos, la escenificacin de un
happening mientras sus compaeros de
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280 revista chilena de literatura N 88, 2014
generacin y resistentes a la dictadura sufren, la duda
alimentada a lo largo del libro entero en relacin con qu son y de
qu lado estn la opresin y la estrechez, la posicin superior aunque
indefinida del tropicalista libre de amarras polticas tradicionales
(cules?), los dividendos puramente subjetivos de la operacin
vanguardista, despojada del sentido transitivo o explosivo que le
es propio, nada de esto en fin es lmpido, aunque haya invencin.
digamos que la verdad de esta pgina extraordinaria, quizs el clmax
del libro, no est donde su autor supone. La riqueza de la escena no
deriva de la integridad de su gesto central un acto de poesa? sino
de la afinidad de ste con el descompromiso que se desprende de l,
representativo del momento, como en una novela realista. Al
comienzo del captulo, Gilberto Gil prueba un t de ayahuasca y
descubre que puede amar, encima del temor y de sus convicciones o
inclinaciones polticas, al mundo en todas sus manifestaciones,
inclusive a los militares opresores (308). El carcter regresivo del
amor a los hombres de la dictadura dispensa comentarios, y adems no
deja de ser un documento de lo que puede la droga segn las
circunstancias. En seguida, confirmando el clima de inestabilidad y
conversiones vertiginosas, la narrativa retoma los das anteriores
al golpe, cuando Caetano era todava emptico a la transformacin
social, al mtodo Paulo Freire de alfabetizacin de adultos y al
Comit del Partido Comunista (CPC), que poco despus abominara al
punto de aplaudir el incendio de la UNE. Regresando, en fin, al
presente postgolpe, tan exaltantes como la droga son las
situaciones de multitud en las reuniones de auditorio y en las
manifestaciones callejeras, cuando dios est suelto (301), con las
correspondientes invitaciones al ego trip y al mesianismo, al
herosmo y al miedo, que son otros tantos viajes. Es en este clima
de nimos exaltados y calles enardecidas que la ayahuasca [...] hizo
su aparicin (319). En lo que se refiere al valor literario, que es
real, todo est en percibir la totalidad turbulenta, histricamente
particular, compuesta por estas referencias tan diversas planes de
conquista de la primaca artstica, dictadura militar, agitacin y
militancia revolucionaria, indiferencia de los transentes, clima
psicodlico, arte de vanguardia, palizas de calle y auditorio,
celebridad meditica, miedo, coordenadas de la Guerra Fra, etc., en
que se objetiva con fuerza memorable, sin paralelo tal vez en la
literatura brasilea reciente, el costo espiritual de la instalacin
del nuevo rgimen.
de manera metdica, el tropicalismo yuxtapona trazos formales
ultramodernos, tomados de la vanguardia internacional, y aspectos
caractersticos del subdesarrollo del pas. La naturaleza
desencontrada y humorstica de la combinacin, con algo de realismo
mgico, salta a los ojos. En el episodio
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una trayectoria de nuestro tiempo 281
de la marcha, por ejemplo, estn reunidas la apariencia hippie y
la exaltacin religiosa del predicador popular, el patrn del
happening y el collar indio con sus grandes dientes de fiera. Son
elementos con fecha y proveniencia heterogneas, cuyo acoplamiento
compone un disparate ostensivo, que reitera los descompases de la
historia real. La incongruencia, en tanto, y ah la sorpresa es un
hallazgo esttico, y no una deficiencia de la composicin. El
contraste estridente entre las partes sin combinar agrede el buen
gusto, pero aun as, o por eso mismo, su absurdo se muestra
funcional como representacin de la actualidad de Brasil, de cuyo
desbaratamiento interno, o modernizacin precaria, pasa a ser una
alegora de las ms eficaces. Venida del campo del arte del consumo,
la ambicin del proyecto, que visaba alto, era sorprendente. En
tesis, la cancin tropicalista programada por Caetano quera conjugar
superioridades con rbita diversa: la revolucin del canto trada por
Joo Gilberto, el nivel literario de los mejores escritores modernos
de la lengua (Joo Cabral y Guimares Rosa), la vasta audiencia de
los xitos comerciales, inclusive los vulgares (los Beatles, Roberto
Carlos y Chacrinha), la fuerza de intervencin del pop star, cuyas
posturas pblicas pueden hacer diferencia (especialmente en
dictadura), actuando sobre el significado de las palabras todo a
modo de influenciar inmediatamente el arte y la vida diaria de los
brasileos. En suma, nosotros intentbamos descubrir una nueva
instancia para la poesa (141-144). La intencin revolucionaria de
ese programa, que buscaba aliar primacas que las especializaciones
artsticas y las realidades de orden burgus mantenan separadas, no
era evidente solo porque el escndalo la encubra. Estn ah,
convincentes o no, el desconfinamiento de la poesa, liberadora de
los ritos tradicionales del oficio e interfiriendo en la vida real;
la entrada de la cancin comercial, hasta entonces plebeya, al club
del gran arte; el derrocamiento de las divisiones entre arte
exigente e industria cultural, experimentalismo y tradicin popular,
que dejaran pero ser cierto? de repelerse; el trnsito libre entre
la excelencia artstica y la vida diaria de la nacin, viabilizado
aqu por los buenos servicios del mercado, como si vivisemos en el
mejor de los mundos y los mecanismos alienadores del capital no
existieran. Por otro lado, tomando distancia, notemos que el deseo
de eficacia transformadora y la falta de ceremonia ante las
divisiones corrientes daban continuidad, en otra clave, a
tendencias sociales y artsticas anteriores a 1964. Aunque oculta,
esta prolongacin configuraba y problematizaba el pasaje de un
perodo a otro, siendo un factor de fondo de la fuerza romancesca
que el libro tiene. Tambin en los aos antes de la revolucin basta
recordar el captulo de Caetano sobre Salvador estuvieron
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282 revista chilena de literatura N 88, 2014
a la orden del da la invencin de nuevas formas de militancia
cultural, la exposicin de las formas artsticas a un debate
politizado, la redefinicin subversiva de las relaciones entre
cultura exigente y cultura popular, la incorporacin del repertorio
erudito y vanguardista, nacional e internacional, a las condiciones
peculiares de la lucha social en el pas, etc. No obstante, la
diferencia entre los dos momentos no poda ser mayor. Bajo el signo
del ascenso popular, la convergencia entre innovacin artstica y
descompromiso social anticipaba, ilusoriamente o no, alguna forma
de superacin socialista que colocaba la experimentacin esttica en
el campo de la bsqueda de una sociedad nueva y mejor. Ya bajo el
signo contrario, de la derrota del campo popular, los mismos
impulsos adquiran una ntida nota de escarmiento, inclusive de
autosarcasmo, ciertamente indispensable a la verdad del nuevo
cuadro. ste tambin es un resultado artstico fuerte, que da forma
crtica a un momento de la historia contempornea, a saber, el
truncamiento de la revolucin social en Brasil. de manera sesgada,
la carnavalizacin tropicalista aluda a la autotransformacin que el
pas haba quedado debiendo.
La palabra clave para entender el tropicalismo es sincretismo,
con sus implicaciones anti-puristas de heterogeneidad y mezcla, o
de integracin deficitaria (292). En efecto, el encolado de
elementos que no combinan, disonantes por los respectivos contextos
de origen, es el trazo formal distintivo del arte tropicalista,
contrario en todo al patrn de la forma orgnica. La agresin contra
las separaciones establecidas tena significado ambiguo, expresando
tanto el anterior impulso revolucionario como la victoria
subsecuente de la comercializacin, tambin ella
destradicionalizadora. El procedimiento daba contorno a la mezcla
de los nuevos tiempos en que el pas entraba, a los que las formas
populares tradicionales, con su universo convencional y
circunscrito, no tenan acceso. El paso al frente, en trminos de
modernizacin de la msica popular, de aproximacin de ella al
vanguardismo esttico, era indudable. Las discrepancias o montajes
ocurran en el interior de las canciones, o tambin entre las
canciones de un mismo disco. As, por ejemplo, comentando los planes
para uno de los primeros trabajos de Gal Costa, Caetano observa que
se trataba de superar tanto la oposicin Msica Popular Brasilea
(MPB) / Jovem Guarda como esa otra oposicin, ms profunda, que se
daba entre bossa nova y samba tradicional, o incluso entre msica
sofisticada moderna (ya fuera bossa nova, samba-jazz, cancin
neo-regional o de protesta) y msica comercial vulgar de cualquier
extraccin (versiones de tangos argentinos, boleros de prostbulos,
sambas-canciones sentimentales, etc.) (126). Obsrvese el sentido
inesperado que tiene aqu la idea de superacin.
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una trayectoria de nuestro tiempo 283
En todos los casos, ella implicaba algn grado de afrenta
(escndalos que yo mismo quera desencadenar (136)), pues mezclaba
gneros o rbricas rivales, satirizando las razones y los prejuicios
involucrados en su diferencia. En cada una de las oposiciones
recordadas estaban en pauta, como es fcil ver, hostilidades de lnea
poltica, o tambin de clase o generacin, las cuales condimentaban
las divergencias artsticas. Al agitar y transformar en tema ese
sustrato de animosidades esttico-sociales, altamente
representativas, el tropicalismo innovaba y profundizaba el debate.
Estaba en juego tambin el rumbo que las cosas tomaran: la bossa
nova se colocaba delante del samba tradicional, la vulgaridad
comercial quedaba aquende la msica sofisticada, y la MPB, segn el
punto de vista, estaba al frente o detrs de la Jovem Guarda del
i-i-i, cuestin que por un momento pareci tener implicaciones para
el futuro del pas. Acentuando la paradoja, digamos entonces que las
oposiciones que el tropicalismo buscaba superar eran ellas mismas
portadoras de ambicin superadora, y que en este sentido era la
misma superacin la que estaba siendo superada, o, incluso, la nocin
misma de progreso que estaba siendo desactivada por una modalidad
diferente de modernizacin.
As, la superacin tropicalista dejaba y no dejaba atrs las
oposiciones por encima de las cuales procuraba planear. La
distancia tomada era suficiente para permitir que los trminos en
conflicto coexistieran y colaboraran en la misma cancin, en el
mismo disco y, sobre todo, en un mismo gusto; pero no tanta que se
perdiera la chispa antagnica, sin la cual se perdera de vista el
escndalo de la mezcla, que tambin era indispensable y deba ser
conservado. A su modo, era una distancia que, aunque cambiando el
paisaje, dejaba todo como antes, con la dinmica superadora en el
debe. En el haber, haba un punto de vista superiormente
actualizado, por sobre el bien y el mal, un nuevo sentimiento de
Brasil y del presente, que se rehusaba a tomar partido y que
encontraba en el impasse su elemento vital, reconociendo valor
tanto al polo adelantado como al retrgrado, inclusive a lo ms
inconsistente y kitsch. Lo que se instalaba, a despecho del alarido
carnavalesco, era la esttica, o, en otras palabras, una instancia
literal de revolucin conservadora. Veremos que sta no es la palabra
final sobre el tropicalismo, aunque contenga muchas de sus
intenciones principales.
La figuracin del pas a travs de sus contrastes estereotipados,
en estado ready-made, se torna una frmula sarcstica, de connotacin
vanguardista. Ah estn la selva virgen y la capital hipermoderna, la
revolucin social y el pueblo bestializado, el i-i-i de los roqueros
y la familia patriarcal rezando a la mesa, el ms que antiguo
Vicente Celestino y el avanzadsimo Joo
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284 revista chilena de literatura N 88, 2014
Gilberto, el mal gusto superlativo de doa Yolanda, la mujer del
general dictador, comparada a la dignidad de Indira Gandhi, lder
tercermundista que nos visitaba, etc. etc., todo realzado por el
envoltorio pop de ltima moda. Lejos de ser un defecto, la facilidad
de la receta era una fuerza productiva al alcance de muchos, que
permiti a una generacin hablar de manera ingeniosa y reveladora de
la tragicomedia de Brasil, de la aventura al mismo tiempo frustrada
y reluciente de ser brasileo (184). Con altas dosis de
ambivalencia, la funcionalidad por as decir patritica de esas
oposiciones estacionarias, que no tendan a la resolucin, haca que
ellas cambiaran de seal. de descompases y vejmenes, pasaban a
retrato asumido y divertido de la nacionalidad, verdaderos
logotipos con toque ufanista, en suma, a la revelacin festiva,
aunque embarazosa, de lo que somos (105). una ideologa carnavalesca
de la identidad nacional armonizaba y caucionaba los desencuentros
de nuestra formacin social, desvistindolos de la negatividad que
haban tenido en el perodo anterior de lucha contra el
subdesarrollo. Los trminos opuestos ahora existan alegremente uno
al lado del otro, igualmente simpticos, sin perspectiva de
superacin. Saltando a otro plano, distante pero correlativo, esta
acomodacin del presente a s mismo, en todos sus niveles, sin
exclusivas, era la imitacin o asimilacin subjetiva ms satrica que
complaciente? del punto de vista de la programacin comercial de la
cultura. Tambin las estaciones de radio o de televisin trabajan con
todos los segmentos de inters del pblico, del regresivo al
avanzado, con tal de que sean rentables. El mundo lleno de
diferencias y sin antagonismos toma el aspecto de un gran
mercado.
Para sugerir algo de las diferentes posibilidades involucradas
en una coyuntura como sta, vanse dos indicaciones curiosas sobre
Alegra, alegra, el primer gran xito de Caetano. Segn seala el
autor, la cancin retoma en el ttulo un refrn de Chacrinha e incluye
en la letra una formulacin de Jean-Paul Sartre nada en las manos,
nada en los bolsillos, colocando juntos al animador clownesco de
televisin, autoritario y comercial, dolo de las empleadas
domsticas, y al filsofo de la libertad, dolo de los intelectuales
(166-167). La broma habra pasado inadvertida si Caetano, interesado
en ejemplificar el espritu sintetizador del tropicalismo, no
llamara la atencin hacia ella. Su irreverencia se puede leer de
muchas maneras, lo que solo le aumenta el inters. Por un lado, el
artista deja claro que la imaginacin tropicalista es librrima y se
alimenta donde bien quiere, sin respeto a la jerarqua (elitista?
prejuiciosa?) que coloca al gran escritor por encima de la
popularidad televisiva. Por otro, la inspiracin igualitaria no
convence, pues
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una trayectoria de nuestro tiempo 285
en la asociacin de Chacrinha y Sartre existe tambin la alegra
ridiculizadora de nivelar por lo bajo, segn el signo del poder
emergente de la industria cultural, que rebaja tanto a la gente
pobre como a la filosofa, sustituyendo por otra, no menos opresiva,
la jerarqua de la fase anterior. Sera el abismo histrico entre
cultura erudita y popular el que comenzaba a considerarse cosa del
pasado? Sera la descalificacin del pensamiento crtico por parte de
las nuevas formas de capitalismo la que estara en movimiento? O
sera la fuerza saneadora de la inmunda industria del
entretenimiento la que se haca sentir? (19). El gusto dudoso que la
jugarreta deja en la boca es un sabor de nuestro tiempo.
dicho esto, la imagen 1997 que Caetano propone del tropicalismo,
como un movimiento ms positivo que negativo, antes a favor que en
contra, no deja de sorprender. A despecho del autor, no es eso lo
que el libro muestra al hacer la crtica de una radicalizacin
artstica y social vertiginosa, tal vez mal calculada, con punto de
fuga en la provocacin y la muerte. En la ltima serie de programas
de televisin que antecedi la prisin, que tena como ttulo divino,
maravilloso, la exacerbacin ya llegaba al lmite: el palco estaba
detrs de las rejas, los artistas cantaban en jaulas y asistan al
entierro del movimiento, mientras que Caetano se apuntaba un
revlver a la cabeza (342-343). La afinidad siempre negada con el
arte de protesta no poda ser mayor. As, una apreciacin equilibrada
del conjunto debera resaltar lneas de fuerza contradictorias. La
yuxtaposicin cruda y estridente de elementos disparatados,
inspirada en cierto sentimiento de Brasil, daba espacio a lecturas
divergentes. Puestos uno al lado del otro, en estado de inocencia
pero referidos a la patria, los trminos de la oposicin pueden
significar un momento favorable, de descompartimentacin nacional,
de destemor ante la diversidad extravagante y catica de lo que
somos, la cual por fin comenzara a ser asumida en un nivel superior
de conciliacin. difcil de compaginar con la dictadura, ese aspecto
eufrico exista, aunque recubierto por una irona que hoy no se
adivina ms. La frecuente actitud de orientador cultural adoptada
por Caetano, destinada a regenerar la msica popular brasilea, se
relaciona con esa perspectiva. En tanto, si nos fijamos en la
dimensin temporal que a fin de cuentas organiza y anima las
yuxtaposiciones, en que lo ultra nuevo y lo obsoleto, casi una
basura, componen una aberracin constante e ineluctable, algo como
un destino, el referente pasa a ser otro, histricamente ms
especfico y francamente negativo. En lugar del Brasil tierra de
contrastes, amable y pintoresco, entra el Brasil marcado a fierro
por la contrarrevolucin, con su combinacin esdrjula y sistemtica de
modernizacin capitalista y reposicin
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286 revista chilena de literatura N 88, 2014
del atraso social la oposicin detrs de las dems oposiciones, del
que la frmula tropicalista es la notable transposicin estructural y
crtica. En este sentido, sin perjuicio de las convicciones polticas
contrarias del autor, el absurdo tropicalista formaliza y encapsula
la experiencia histrica de la izquierda derrotada en 1964, y su
verdad. No siempre las formas dicen lo que los artistas
piensan.
El paralelo entre el tropicalismo y la poesa antropfaga de
Oswald de Andrade, cuarenta aos ms vieja, es evidente. Esta ltima
canibalizaba soluciones poticas del vanguardismo europeo y las
combinaba con las realidades sociales de la excolonia, cuya fecha y
espritu eran de orden muy diverso. El resultado, increblemente
original, era casi una broma euforizante, que dejaba entrever una
salida utpica para nuestro atraso entre delicioso e incurable. En
esta hiptesis del antropfago risueo, Brasil sabra casar su fondo
primitivo con la tcnica moderna, a fin de saltar por encima del
presente burgus, quemando una etapa triste de la historia de la
humanidad. Anlogamente, el tropicalismo conjugaba las formas de la
moda pop internacional con materias caractersticas de nuestro
subdesarrollo, pero ahora con efecto contrario, en el que
predominaba la nota grotesca. sta apuntaba a la eternizacin de
nuestro absurdo desbaratamiento histrico, que acababa de ser
reconfirmado por la dictadura militar. Digamos que en su propia
idea, la antropofagia y el tropicalismo tenan como presupuesto el
atraso nacional y el deseo de superarlo; es decir, en trminos de
hoy, el cuadro de la modernizacin retardataria. En un caso,
planteado al inicio del ciclo, la perspectiva est llena de promesas
(La alegra es la prueba de los nueve, deca Oswald de Andrade (18)).
En el otro, suscitado por la derrota del avance popular, la tnica
recaa en la persistencia o en la renovacin de la antigua
malformacin, que por tanto no estaba en vas de superacin como se
supona. As, digan lo que dijeren, nosotros, los tropicalistas,
ramos pesimistas, o por lo menos enamoramos el ms sombro pesimismo
(Veloso, Diferentemente 49-50)7. [...] de hecho, nunca canciones
hablaron tan mal de Brasil como las canciones tropicalistas, ni
antes ni despus (d. 52). Con sentidos diferentes, siempre con
fuerza e insercin histrica, digamos que tanto la antropofagia como
el tropicalismo fueron programas estticos del Tercer Mundo.
7 Se trata de una conferencia de 1993, un poco anterior, por
tanto, a Verdade tropical.
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una trayectoria de nuestro tiempo 287
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