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Universidad de la República, Facultad de Psicología. Instituto de Psicología Social. Curso: Psicología Laboral Quinto ciclo Inequidades en el empleo y la política desde una perspectiva de género: Estudio comparativo para 4 países sudamericanos (Uruguay, Argentina, Brasil y Chile) en el período 2005-2010. Docente: Luis Leopold Estudiante: Carolina Furtado Montevideo, noviembre de 2011
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Trabajo y feminismo

May 15, 2023

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Page 1: Trabajo y feminismo

Universidad de la República, Facultad de Psicología.

Instituto de Psicología Social.

Curso: Psicología Laboral

Quinto ciclo

Inequidades en el empleo y la política desde una

perspectiva de género:

Estudio comparativo para 4 países

sudamericanos (Uruguay, Argentina, Brasil y

Chile) en el período 2005-2010.

Docente: Luis Leopold

Estudiante: Carolina Furtado

Montevideo, noviembre de 2011

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Índice:

I. Resumen

II. Introducción

III. Género, empleo y política: precisiones conceptuales

IV. Género, empleo y política: Tendencias actuales para Uruguay,

Argentina, Brasil y Chile

V. Diferencias en el acceso de varones y mujeres a puestos directivos

V.1 La división sexual del trabajo: hogar vs empleo

V.2 Techos de cristal o pisos pegajosos

VI. 4 orientaciones políticas para la construcción de relaciones equitativas

desde una perspectiva de género

VII. Bibliografía referenciada

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I. Resumen

El artículo presenta una revisión de los estudios más recientes para 4 países

sudamericanos (Uruguay, Argentina, Brasil y Chile) con el objetivo de analizar las

inequidades en el empleo y la política desde una perspectiva de género.

Se parte de contrastar conceptualizaciones teóricas con elementos empíricos basados

en datos estadísticos acerca de las dificultades que encuentran las mujeres para

acceder y avanzar en sus carreras organizacionales. En esta línea, los obstáculos se

relacionan con la división sexual del trabajo y con los “Techos de Cristal” o “Pisos

Pegajosos” que serán abordados en este documento. Finalmente, se proponen

algunas orientaciones políticas para la construcción de relaciones equitativas.

Palabras clave: Género; inequidad; empleo; política.

Abstract

With the aim of analyzing the inequalities in employment and politics from a gender

perspective, the article presents a revision of the most recent studies for four South

American countries (Uruguay, Argentina, Brazil and Chile).

It starts by contrasting theoretical conceptualizations with empirical elements based on

statistical data about the difficulties that women find to have access and develop in

their organizational careers. In this line, the obstacles are related to the sexual division

of labour and “The Glass Ceiling” or “Sticky Floors” that will be dealt with in this article.

Finally, some political guidelines are proposed to build upon gender equality.

Keywords: Gender; inequality; employment; politics.

El presente artículo fue realizado en base a los requerimientos formales de la revista

arbitrada de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, “Psicología,

Conocimiento y Sociedad”.

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II. Introducción

El tema central de este artículo es la inequidad en diferentes ámbitos desde una

perspectiva de género, ya que ha sido y es objeto de interés en la producción

académica de diversas disciplinas en las últimas décadas. En este marco, la

Psicología ha aportado importantes puntualizaciones y perspectivas que han

enriquecido y contribuido significativamente al estudio de la misma.

En este caso se propone relevar diversas investigaciones, esperando que arrojen

múltiples interrogantes que habiliten a enriquecer el estudio planteado.

Se realiza un recorrido bibliográfico en el marco de cuatro países sudamericanos

(Uruguay, Argentina, Brasil y Chile) en el período comprendido entre el año 2005 y el

año 2010. Este período fue definido porque, entre otras razones, permite considerar

distintos gobiernos que resultan significativos a los efectos de la cuestión a tratar. En

el año 2005 aconteció la asunción del socialista Tabaré Vázquez como presidente de

Uruguay, quien lideró un cambio político sustancial en el país, implementando políticas

específicas en relación al género. Por otro lado, en el período 2006-2010 se desarrolló

en Chile la presidencia de Michelle Bachelet como primera mujer ocupando este rol,

siendo gran propulsora de políticas orientadas al género. En Brasil, durante el período

definido, quien se encontraba a cargo de la presidencia fue Luiz Inácio Lula da Silva,

siendo a partir del 31 de octubre de 2010 Dilma Rousseff la primer mujer elegida

como presidente de Brasil. En Argentina desde el año 2003 al año 2007 encarnó la

presidencia Néstor Kirchner y a partir del 2007 hasta la actualidad fue sucedido por su

esposa Cristina Fernández.

En este marco se aspira a poder exponer la visión predominante en los ámbitos

académicos y gubernamentales acerca de esta temática en los países mencionados.

A partir del análisis de la bibliografía se busca clarificar y distinguir contenidos que si

bien aparecen como contiguos interesa discriminarlos con precisión.

El título definido procura prestar atención al análisis acerca de la posición de las

mujeres y su igualdad o no de derechos en los diferentes ámbitos sociales. Las

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mujeres se han incorporado al campo del empleo y la política de manera gradual y

lenta en el Cono Sur de América desde la segunda mitad del siglo XX, si bien, las

disparidades en el acceso a puestos de dirección y la remuneración inequitativa siguen

siendo destacados. La presencia de mujeres ocupando posiciones de dirección

organizacional sigue resultando minoritaria y excepcional, aún ya iniciada la segunda

década del siglo XXI.

Como parte de la tarea planteada interesa construir explicaciones para el estado de

situación, proponiéndose para ello examinar qué lugar ocupan los estereotipos de

género -la construcción social del género-, qué se entiende por femenino y masculino,

así como las desigualdades e injusticias constitutivas de la división sexual del trabajo.

En gran medida las nociones de “techos de cristal” y “pisos pegajosos” sintetizan

claramente lo que se propone analizar.

Se señala especialmente que a lo largo del artículo se utilizará la expresión mujer y

varón y no mujer y hombre como es común encontrar en numerosas publicaciones. Se

entiende que el concepto de hombre comprende a todo el género humano, incluyendo

entonces a la mujer, por lo que la expresión mujer/hombre resulta totalmente

desacertada.

III. Género, empleo y política: precisiones conceptuales.

Género

El concepto género como construcción social se relaciona estrechamente con el

contexto cultural y con el momento histórico que lo atraviesa. Corresponde precisar

que cada tiempo sociocultural y por lo tanto ideológico, define cómo deben ser los

comportamientos de los varones y las mujeres. El concepto deja plasmadas las

asimetrías de tal modo que las tareas atribuidas a varones y a mujeres no guardan

relación y son dispares.

Se puede entender al género como un sistema de significados o efectos producidos

sobre los cuerpos y sus comportamientos, repercutiendo directamente sobre las

relaciones sociales.

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El género se expresa tanto en la construcción de los sujetos como en la organización

de la sociedad, actuando como un modo de ordenamiento y regulación de las

prácticas sociales. En síntesis, construye sujetos y ordena sus prácticas.

Coincidimos con Scott (1990, p.14), cuando plantea que el “Gênero é um elemento

constitutivo de relações sociais fundadas sobre diferenças percebidas entre os sexos,

e o primeiro modo de dar significado às relações de poder”.

De acuerdo con Barberá & Ramos (2004), las personas construyen sistemas de

creencias acerca de diversos grupos como los varones y las mujeres, los jóvenes y los

viejos, los cristianos y los musulmanes. En la construcción de estas creencias

estereotipadas operan fenómenos como la homogeneidad intragrupo y la definición del

grupo por exclusión con respecto al exogrupo. Con este sistema de creencias se

espera que todos los cristianos, que todas las mujeres, o que todos los jóvenes se

comporten bajo los mismos criterios. “Los estereotipos de género no solo cumplen una

función descriptiva sino también prescriptiva de lo que debe ser o sobre lo que debe

hacerse”. (Barberá & Ramos, 2004, p.152). Tal es así, que existen emociones que se

adjudican a lo femenino y otras rotuladas como masculinas. Burin (2004) señala que

las “emociones cálidas” típicamente femeninas como la ternura y el cariño estarían en

contraposición con el mundo del trabajo masculino donde se hace necesario poner en

juego “emociones frías” como la racionalidad, distancia afectiva e indiferencia. No se

debe olvidar que estas emociones y comportamientos no son naturales, son asignados

y aprendidos (De la Cruz, 2006).

A partir de lo expuesto, es necesario que lo femenino y lo masculino convivan como

una forma de enriquecer al ser humano. Para ello es importante que no se confunda lo

que se entiende por mujer y varón con lo que se entiende por femenino y masculino,

ya que son contenidos totalmente distintos que se tienden a naturalizar. Masculino y

femenino no son sinónimos de varón y mujer, son dos entidades que pueden estar

presentes en unos y en otros.

Barberá & Ramos (2004) afirman lo siguiente:

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Las nuevas formas en la estructura familiar, monoparentales o formadas por

miembros del mismo sexo, están generando un cambio en las actitudes hacia

lo que se considera masculino y femenino, una redefinición de los

comportamientos estereotipados de hombres y mujeres, y un mayor

acercamiento entre los roles de unos y otras (p.155).

La búsqueda de la equidad de género supone instaurar condiciones para la igualdad

de oportunidades y de esta manera, lograr evitar toda forma de discriminación.

Las relaciones de género están presentes y ordenan toda la vida humana desde la

esfera de la intimidad perteneciente a lo privado hasta la esfera pública y política.

Empleo

Comúnmente la palabra empleo es utilizada como sinónimo de trabajo por lo que se

hace necesario discriminarlas con precisión. Empleo puede entenderse como la

ocupación u oficio que desempeñan las personas en las unidades de trabajo. La

expresión trabajo es más amplia que aquella e incluye dimensiones más profundas.

“El empleo es definido como trabajo efectuado a cambio de pago (salario, sueldo,

comisiones, propinas, pagos a destajo o pagos en especie) sin importar la relación de

dependencia (si es empleo dependiente-asalariado o independiente-autoempleo).”

(Virgilio Levaggi para la OIT).

Por su parte, la palabra trabajo se utiliza a partir del surgimiento del capitalismo y

etimológicamente proviene del latín tripalium -tres palos-, considerado como un

instrumento de tortura que operaba para el castigo y mantenía al sujeto inmóvil. La

palabra trabajo recoge esta carga de sufrimiento, padecimiento, obligatoriedad, y

monotonía que aún, en estos tiempos, posee.

Ahora bien, la expresión trabajo es entendida como la venta de la fuerza a cambio de

un salario y por consiguiente es un tiempo que ya no le pertenece más al trabajador.

Como puede apreciarse, esta forma de definirla deja al margen lo que corresponde al

trabajo no remunerado, es decir, la producción doméstica.

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En tal sentido, Burin (2009, p.1) argumenta que “En los comienzos de la Revolución

industrial la producción extra doméstica se fue expandiendo y solo esa actividad fue

reconocida como verdadero trabajo.”

A partir de esto, se hizo necesario dilatar la mirada y entender al trabajo más

profundamente tal como lo define la OIT: “El conjunto de actividades humanas,

remuneradas o no, que producen bienes o servicios en una economía, o que

satisfacen las necesidades de una comunidad o proveen los medios de sustento

necesarios para los individuos.” (Virgilio Levaggi para la OIT)

No debe olvidarse que el empleo organiza y repercute en la identidad del sujeto y a

propósito de ello, Wittke & Melogno (2009, p.13) entienden que “La pertenencia a un

determinado espacio de trabajo es a la vez, estructurado y estructurante de la

subjetividad de quienes lo habitan. La subjetividad implica por tanto, lógicas y prácticas

sociales que involucra tanto al individuo como al colectivo de trabajo.”

Política

La palabra política cobró significado en Grecia en el siglo V antes de Cristo tras la obra

de Aristóteles, Política. La política empezó a organizar a la sociedad jerárquicamente,

haciéndose explícito el poder ejercido sobre los demás. Como espacio de poder, en el

campo de la política, se juegan numerosos intereses, siendo un territorio que durante

muchísimo tiempo dejó al margen a la mujer de su participación. Esto debido a que el

poder político implicaba ser ejercido por el más fuerte o sabio y bajo estos parámetros

no había lugar para la feminidad. Este pensamiento que predominó a lo largo de la

historia hizo que hasta la actualidad las mujeres que aspiren a ocupar cargos políticos

encuentran significativos obstáculos y dificultades, reflejando que la paridad continúa

estando condicionada. Uno de los principales obstáculos que se les presenta a las

mujeres es conciliar la carrera política con las responsabilidades familiares.

Poco a poco la mujer fue ampliando su participación en los diferentes ámbitos, siendo

la representación política uno de los más prestigiosos espacios alcanzados. La

dificultad no radica en ser elegidas, sino en los obstáculos que se presentan para

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acceder y que sean visibilizadas, ya que los requerimientos indican que la cualidad

destacada para gobernar tiene estrecha relación con el perfil masculino.

Barberá & Ramos (2004, p.151), sostienen que “Tradicionalmente el estilo considerado

ideal para dirigir un grupo se correspondía al menos de forma parcial, con el perfil

estereotipado masculino. Ser independiente, activo, agresivo y tener buen control

emocional se consideraban rasgos idóneos para liderar un grupo.” De alguna manera

esta forma de dirigir sigue vigente, incluso aunque la incorporación de las mujeres a la

cúspide de la organización directiva sea más visible.

“Hay, por tanto, una congruencia entre el rol de género masculino y el rol de líder y al

mismo tiempo, una incongruencia entre el rol de género femenino y el rol de líder”.

(Barberá & Ramos, 2004, p.152).

Las explicaciones naturalizadas para la escasa participación de las mujeres en roles

de representación política son varias, tales como la falta de capacidad, interés o

ambición que se necesita para ocupar esos lugares.

En relación a estas dificultades es que se formuló en diferentes países la necesidad de

implementar la llamada ley de cuotas parlamentarias, entendiendo que es una

herramienta de acción eficaz para asegurar que las mujeres aumenten su presencia

en los órganos de decisión. La misma permitió en muchos países donde se ha

aplicado, un gran avance en cuanto a la inserción de la mujer en la esfera

parlamentaria. De todos modos, es pertinente tener presente que “Hubo de transcurrir

medio siglo entre la conquista del voto y la generación de mecanismos efectivos como

las cuotas, que permitieron romper las barreras que impedían la participación de las

mujeres.” (Bareiro & Torres, 2009, p.12).

No obstante, se debe destacar que la ley resulta ambigua ya que esta propuesta

puede interpretarse como incompleta, antidemocrática y discriminatoria, dado que

socava los esfuerzos de las mujeres para demostrar sus capacidades y no contempla

la participación en el terreno político de otros grupos segregados, como son los

discapacitados, los jóvenes o los negros. Según los detractores de estas propuestas,

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las mismas son entendidas como una solución parcial al problema de la

representación de las mujeres en la vida pública.

IV. Género, empleo y política: Tendencias actuales para Uruguay, Argentina,

Brasil y Chile

A continuación se hará un análisis exhaustivo del estado de situación de cada uno de

los países definidos para este estudio.

Uruguay:

Pese a que Uruguay fue calificado como un país vanguardista en tanto consagró los

derechos de ciudadanía para las mujeres ya en 1932, en la actualidad presenta serias

dificultades para posibilitar la actuación de las mujeres en la esfera pública.

De acuerdo con el Informe de Desarrollo Humano 2009, Uruguay presenta un

desarrollo humano alto, ubicándose en el lugar 50 del Índice de Desarrollo Humano en

el mundo y la tercera posición en América Latina, precedida por Chile en el lugar 44 y

por Argentina en el lugar 49 (Pérez & Vairo, 2010).

A partir de mediados de la década del setenta Uruguay, en concordancia con las

tendencias internacionales hegemónicas, experimentó una fuerte incorporación de las

mujeres al mercado laboral, que ha continuado en el correr de las siguientes tres

décadas. De todos modos, esta masiva incorporación femenina, no fue acompañada

por políticas gubernamentales de equidad, teniéndose como resultado diferentes

fracturas sociales que aún hoy requieren del análisis sistemático.

No obstante el referido incremento, las cifras continúan demostrando que la

participación femenina en el mundo del empleo en el país es inferior que la de los

varones. Esto se constata a partir del informe sobre desarrollo humano 2010

elaborado por el PNUD (2010), donde se muestra que la tasa de participación en la

fuerza de trabajo es de 64,4% en el caso de las mujeres y en el caso de los varones

es de 84,6% para el 2008.

En materia de política, como en toda América Latina, las mujeres se encuentran aún

subrepresentadas. Uruguay no solo nunca ha tenido una mujer ocupando el rol de

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presidente o vicepresidente, sino que también presenta una de las tasas más bajas de

presencia de mujeres en el Parlamento.

Pérez & Vairo (2010) explican que:

A excepción del gobierno de Tabaré Vázquez (2005-2010) donde la presencia

de mujeres en este órgano (Parlamento) osciló entre el 23% y el 30%, en los

gobiernos anteriores que se sucedieron desde la redemocratización, dicha

presencia fue nula o mínima, representando en la actualidad (2011) el 15, 4%

(p.86).

En este marco, en marzo de 2009, en Uruguay se aprobó la ley de cuota femenina que

se implementará a partir de 2014 y que prevé que debe haber una mujer cada dos

hombres en las listas de las próximas elecciones internas de los partidos políticos.

Teniendo en cuenta la experiencia de los otros países de la región, se concluyó que

este movimiento traerá una mayor participación femenina en la política. Eduardo

Ortuño (ex diputado del partido de Gobierno) señaló al presentar dicho proyecto que,

“Aún cuando las mujeres constituyen el 52% de la población, apenas representan el

10,8% de miembros del parlamento.” (El País, 2009).

Las iniciativas y proyectos con orientación de género en Uruguay son insuficientes.

Recién en 2007 se instrumentó el Primer Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades

y Derechos, con el propósito de combatir las desigualdades que afectan a las mujeres

y combatir toda forma de discriminación (Instituto Nacional de las Mujeres, 2007). En

el período 2005-2008, se presentaron un total de 1035 iniciativas, de las cuales 27 se

referían a género y de aquellas tan solo fueron convertidas en ley, 9. (Martínez &

Garrido, 2010).

Por otra parte, Uruguay presenta significativas desigualdades en lo concerniente al

cuidado infantil y al desempeño de tareas domésticas, repercutiendo esto

directamente en la calidad y permanencia en el empleo de las mujeres. En este

sentido, en una encuesta realizada por Batthyány (2010) sobre el Módulo de uso del

tiempo y trabajo no remunerado, queda de manifiesto que el 78% de las tareas de

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cuidado infantil corresponden en el Uruguay a mujeres mayores de 14 años, mientras

tan solo el 22% de las mismas son realizadas por varones. En el mismo estudio, se

muestra que la mayor participación de los varones está asociada a tareas que no

requieren dedicación diaria ni sistemática y son más flexibles, como por ejemplo

quehaceres relacionados al juego y a los paseos donde su participación aumenta

alcanzando el 45,5% y 35,4% respectivamente. Así lo entiende Rodríguez (2008) que

plantea que las tareas rutinarias tales como cocinar, limpiar, etc., son necesarias para

mantener el bienestar del hogar, mientras que las labores menos rutinarias no tienen

una influencia directa sobre las necesidades básicas del día a día.

En junio de 2011, en un estudio realizado por MIDES (Ministerio de Desarrollo Social

de Uruguay), se llegó a la conclusión de que las mujeres ganan un 26% menos que los

varones. “Las diferencias salariales por hora de trabajo crecen conforme aumenta la

edad de las mujeres y es en el sector privado donde la diferencia de salario por hora

es mayor.” (La República, 2011). Además, el estudio muestra que los niveles

educativos no explican las diferencias salariales. Todo lo contrario, dado que en el

informe sobre desarrollo humano elaborado por el PNUD, se constata que las mujeres

que cuentan con educación secundaria completa corresponden al 56,6%, mientras que

los varones alcanzan el 51,7% (2010).

Ardanche & Celiberti (2011, p.14) señalan que: “En 2007, los hombres dedicaban un

80% de su tiempo al trabajo remunerado y un 20% al no remunerado, mientras que las

mujeres, 54,4% y 45,6% respectivamente.” Especifican que en cuanto a la carga

global de trabajo remunerado y no remunerado, las mujeres trabajan 10 horas más

que sus pares masculinos semanalmente. Así y todo, perciben menores

remuneraciones, teniendo en cuenta que ellas dedican 20 horas más al trabajo no

remunerado y 10 horas menos al trabajo remunerado.

Las políticas estatales exponen un discurso contradictorio en cuanto se promueven

políticas de emergencia orientadas a la búsqueda de la equidad, que terminan no

siendo tan efectivas como se proponen. Más aún, terminan reforzando el modelo

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patriarcal con propuestas como otorgar la titularidad de las asignaciones familiares a

las mujeres, o la ley 18.395 que establece una flexibilización de los topes jubilatorios y

bonificación a las mujeres de un año por hijo, que rige desde el año 2008 en Uruguay.

En tal sentido, la misma ley no contempla a los varones cuidadores del hogar.

No obstante, Ardanche & Celiberti (2011) explican que:

Respecto del año de cómputo por cada hijo/a implica un avance en el

reconocimiento por parte del Estado, aunque sea parcial y extemporáneo, de

las desigualdades de género respecto de los trabajos del cuidado, al menos

entre los aportantes al sistema de seguridad social (p.51).

En esta misma línea, algo similar ocurre con la ley 18.345, que regula las licencias por

paternidad. Esta concepción, que se incorpora tardíamente en Uruguay en el año

2008, otorga 3 días incluido el día de nacimiento a los padres. La ley no habilita una

corresponsabilidad, ya que perpetúa el lugar de la mujer como principal cuidadora y

coloca al padre casi ajeno a la experiencia del nacimiento. Con este tipo de licencias

se busca apoyar y estimular la responsabilidad familiar. Específicamente, no “obligar”

a que sea la madre quien deba hacerse responsable de todas las tareas del cuidado, y

al mismo tiempo posibilitar que tenga las mismas oportunidades en el mercado de

trabajo que tiene el varón por no ver interrumpida su actividad (Instituto Nacional de

las Mujeres, 2009).

La legislación que refiere a la conciliación entre la vida laboral y familiar en Uruguay no

contribuye a un avance sustancial y continúa enlentecida, teniendo en cuenta la

creciente incorporación femenina en el mercado laboral.

En síntesis, la desigualdad para las mujeres se hace presente en diversos ámbitos de

la vida social en Uruguay. Aunque aún insuficientemente, el tema aumenta su

presencia en los medios masivos de comunicación y en la agenda académica.

Argentina:

En el período estudiado, la situación en Argentina demuestra movimiento y detención,

avances y pausas que se hacen necesarios analizar con precisión.

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Se considera un país que en comparación a los estudiados en el presente artículo,

demostró algunos logros de forma más precoz. Aún así, a pesar de estos logros

importantes en términos de desarrollo humano, el país necesita enfrentar algunos

desafíos para alcanzar la igualdad de género y la íntegra protección de los derechos

humanos de su población.

Algunos de estos desafíos tienen que ver con disminuir la brecha en la participación

económica entre mujeres y varones ya que actualmente la actividad masculina en

términos de empleo es mayor que la actividad femenina. Esto se corrobora a través

del informe elaborado por el PNUD (2010) que sostiene que en Argentina, la tasa de

participación en la fuerza de trabajo para el año 2008 es en el caso de las mujeres de

57,0% mientras que los varones alcanzan el 81,6%.

Por otro lado, y como es de esperar, la desocupación afecta en mayor proporción a

mujeres que a varones, al igual que la informalidad y precariedad del empleo.

Otro aspecto que parece no tener que ver con la equidad en el acceso a trabajo

remunerado, son los niveles educativos que presentan las mujeres. No se fundamenta

en la falta de escolaridad el inequitativo acceso, sino que entran en juego otras

dimensiones que operan de forma discriminatoria. En tal sentido, se constata que las

mujeres que poseen secundaria completa alcanzan el 57,0% mientras que los varones

en el mismo nivel de instrucción alcanzan el 54,9% para el 2010 (PNUD, 2010).

Si comparamos a Argentina con Chile, sin lugar a dudas Argentina ha presentado a lo

largo de su historia significativos avances concretados con mayor antelación que aquél

e incluso que Uruguay. Argentina fue el primer país de los cuatro estudiados y de

América Latina, que sancionó una ley de cuotas en el año 1991. Esto permitió que se

instalaran con mayor rapidez temáticas de género en la agenda parlamentaria,

notándose un aumento significativo año tras año.

Archenti & Johnson (2006, p.2) en base a lo mencionado, sostienen que “La presencia

de un número mayor de legisladoras tiene un efecto importante en la instalación de

temáticas de género en la agenda parlamentaria.” En Argentina se observa que en el

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año siguiente a cada elección con vigencia de las cuotas, aumenta el número de

proyectos de ley con contenido de género. No obstante, cabe señalar que la

incorporación de mujeres a la esfera parlamentaria no implica que las mismas se

dediquen de manera exclusiva a la presentación de proyectos con contenido de

género.

Archenti & Johnson (2006) explican al respecto que:

Las diputadas legislan sobre una variedad de temas, dentro de los cuales los

proyectos con contenido de género constituyen una minoría. Es decir, que su

actividad legislativa no está orientada específica ni fundamentalmente a la

defensa de los derechos de las mujeres sino dentro de un conjunto amplio de

derechos (p.4).

De acuerdo con Martínez & Garrido (2010), el porcentaje de mujeres varió

significativamente después de la implementación de las cuotas, antes de las mismas

tan solo el 6% de las mujeres ocupaban el Parlamento mientras que después de su

aprobación alcanzó el 28% de mujeres.

“La estrategia institucional de las cuotas ha resultado altamente efectiva, en particular

en países donde las mismas se establecieron a través de leyes vinculantes, dado que

la cantidad de mujeres en los espacios de decisión política aumentó sustancialmente.”

(Archenti & Johnson, 2006, p.5). Asimismo entienden que estas medidas garantizan

una efectividad a corto plazo dado que no modifican las condiciones culturales que

dan lugar a la discriminación.

En el año 2009, Argentina ocupaba el 6º puesto en el ranking de mujeres en los

Parlamentos del mundo, mientras que Chile se ubicaba en el puesto 79 del ranking

internacional. La diferencia se fundamenta en que ambos países presentan

trayectorias bifurcadas en materia de políticas de equidad de género, además otro

aspecto que puede estar influyendo es que Chile aún no cuenta con cuotas electorales

(Caminotti & Rodríguez, 2009).

Kamien (2009) explica que hoy en día:

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El varón ligado a una mujer con ambiciones políticas deberá ser capaz de

asumir posiciones menos protagónicas y, de esta manera, renunciar a sus

costados subjetivos más tradicionales. Para muchos de ellos esto significa una

pérdida de poder y una degradación de la masculinidad (p.6).

Los varones que circunscriben la paternidad a proveer, resistirán los cambios que

estas mujeres les propongan ya que lo vivencian como un ataque a su masculinidad e

inclusive hasta una crisis de su identidad ya que como lo entiende Aguayo (2009,

p.16), “el mundo del trabajo es considerado un lugar de hombres”.

Por su parte, estas mujeres que deciden conjugar un compromiso tanto en la vida

pública como en la privada, tendrán que implementar esquemas que equilibren y

concilien dichos espacios.

En suma, Argentina ha demostrado estar a la vanguardia en comparación con otros

países de la región, no obstante frente a las fracturas que demuestra se plantea

continuar avanzando sobre cuestiones de inequidad de género.

Brasil:

En materia de empleo, Brasil al igual que el resto de los países de la región no ha

evolucionado significativamente, ya que las mujeres continúan teniendo menores

índices de participación en el mercado de empleo y político, mayores tasas de

desempleo y significativas diferencias en las remuneraciones en comparación con los

varones.

De acuerdo con el PNUD (2010), la tasa de participación en la fuerza de trabajo es de

64,0% en el caso de las mujeres y en el caso de los varones es de 85,2% para el

2008. Estas cifras reflejan que en Brasil como en el resto de los países de la región

estudiados, las inequidades en el acceso continúan repercutiendo en las mujeres.

No obstante, las políticas de equidad son de larga data como es el caso del Conselho

Nacional dos Dereitos de la Mulher (CNDM) de Brasil, que fue creado el 29 de agosto

de 1985 luego de reiterados movimientos feministas y alimentado del espíritu

antidictatorial de la época siendo su objetivo lograr la representación de las mujeres y

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convirtiéndose en uno de los referentes más importantes de la región. (Montaño,

Pitanguy y Lobo, 2003).

En ese sentido, “El CNDM tuvo un carácter totalmente innovador no sólo para las

políticas de género si no para las políticas públicas en general a las que sirvió de

ejemplo.” (Montaño, Pitanguy y Lobo, 2003, p.10).

En diciembre de 2002 se llevó a cabo el seminario “Gobernabilidad democrática e

igualdad de género en América Latina y el Caribe”. Dicho proyecto tiene como objetivo

el fortalecimiento de la mujer en los programas nacionales. “Fue diseñado para apoyar

iniciativas destinadas a eliminar los obstáculos políticos y electorales que limitan la

plena participación de la mujer en el proceso de adopción de decisiones”. (Montaño,

Pitanguy y Lobo, 2003, p.8). Esta actividad permitió escuchar las voces del movimiento

de las mujeres.

Según el Informe Mundial sobre Desarrollo Humano 2010, Brasil se encuentra en la

posición 73 correspondiente a un desarrollo humano alto.

Por otro lado, a nivel general, también se percibe que la educación en Brasil es dispar.

En comparación con otros países de la región el porcentaje tanto de mujeres como de

varones con educación secundaria es bajo. Las mujeres que cuentan con educación

secundaria completa son el 48,8%, mientras que los varones en el mismo nivel de

instrucción alcanzan el 46,3% para el 2010 (PNUD, 2010).

Como forma de ampliar los derechos y las oportunidades, en el año 1997 se efectivizó

la ley de cuotas parlamentaria en Brasil. De todos modos, “En Brasil la aplicación de

las cuotas resulta controvertida y carece de eficacia, y pocas veces se sanciona a los

partidos políticos por incumplirla.” (Lamas, 2007). Además, se observa que su

implementación no impulsó resultados significativos, dado que el porcentaje de

mujeres en el Parlamento antes de las cuotas fue mayor que luego de su ejecución.

De acuerdo con Martínez & Garrido (2010), Brasil alcanzaba el 7% de participación de

las mujeres en el Parlamento antes de las cuotas y luego de la introducción de las

mismas descendió a un 6%.

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17

Coincidentemente, es llamativo que Brasil presenta actualmente la menor participación

femenina en los escaños parlamentarios en relación a los países estudiados. En tal

sentido, se entiende que contar con las cuotas de participación política es solo un

vértice de la problemática de la dificultad en la inequidad.

Si bien la mayoría de los diferentes países estudiados cuentan con similares sistemas

de cuotas de representación, no todos utilizan los mismos porcentajes y esto nos

habla de cómo se organizan las sociedades frente a estas cuestiones.

Por consiguiente, se observa para Brasil que si bien cuenta con dichas cuotas, aún la

representación es dispar e incluso menor en comparación con ciertos países que aún

no la poseen. Esto sucede en el caso de Chile que en el año 2007 contaba con una

presencia total de mujeres en el Parlamento de 12,6%, mientras que Brasil en el

mismo año apenas alcanzaba el 9,2% (Bareiro & Torres, 2009).

Se entiende que, “La inclusión de las mujeres en la representación política y

mandatos, ha significado un importante cambio en la regulación de la vida familiar y

del ámbito privado en general.” (Bareiro & Torres, 2009, p.8). En este sentido, es

necesario que exista una armonización entre la vida pública y la vida privada que

propicie que las mujeres continúen incorporándose a empleos de alta dirección como

también al mundo de la política (Martínez, 1999). En general, las mujeres destinan

menos tiempo al trabajo remunerado por la necesidad de compatibilizar las

responsabilidades domésticas y extra domésticas. Por ello se afirma que la carga de

trabajo no remunerado desempeñado por mujeres condiciona su inserción, desarrollo

y permanencia en el mercado laboral así como el tiempo que dedican a esa actividad.

El cuidado infantil recae principalmente en las mujeres brasileras, aunque en Brasil

existe una legislación que obliga a las empresas a instalar salas cuna en caso de

superar cierto número de trabajadoras (Salvador, 2007).

Se evidencia que en Brasil el 91% de las mujeres ocupadas y el 97% de las inactivas,

realizan tareas domésticas; mientras que entre los varones lo hace el 51% de los

ocupados y el 53% de los inactivos. (Salvador, 2007).

Page 19: Trabajo y feminismo

18

De acuerdo con Segurado & Barbosa (2004, p.71), “A pesar das transformações do

mundo moderno, pode-se constatar que, ainda hoje, destinam-se às mulheres,

sobretudo, as atividades reprodutiva e os cuidados com a casa e os membros da

família, enquanto aos homens, cabe o papel de provedor desse grupo.” Explican que

la pasividad y subordinación de la mujer sirvieron a lo largo de la historia para

imponerles a ellas salarios inferiores a los de los varones frente a las mismas tareas.

En síntesis, esto se debe a que la compra y la venta de la fuerza de trabajo se sigue

definiendo prioritariamente en base al sexo que se posea.

Brasil continúa presentando fracturas significativas en cuanto a lanzar políticas

efectivas de equidad que habiliten el acceso a empleos de mayor calidad.

Los indicadores globales y por lo tanto los correspondientes también a Brasil,

muestran que aquellas mujeres que tienen hijos son las que más se someten a la

precarización del trabajo y a jornadas parciales.

De acuerdo con Juracy (2002), hasta hace muy poco, el trabajo de las mujeres en

Brasil era visto como complementario para el sustento familiar e incluso las propias

mujeres concebían su trabajo como secundario al de sus pares masculinos,

colocándose en actividades de baja calificación y baja remuneración.

Puede destacarse que Brasil es uno de los países estudiados con mayor inequidad de

género, visto la baja tasa de mujeres con secundaria completa, el acceso a empleos

en términos de cantidad y calidad y el pobre registro de mujeres en el Parlamento.

Chile:

De acuerdo con la bibliografía consultada, los avances en relación a políticas de

género en Chile se han visto enlentecidos en comparación con otros países

estudiados en este artículo que han concretado iniciativas con anterioridad. En efecto,

si bien se constata un avance, aún falta en Chile desarrollar políticas que optimicen los

niveles de participación de las mujeres en cargos de alta responsabilidad, estando

pendiente aún que se efectivice la llamada Ley de Cuotas, siendo uno de los pocos

Page 20: Trabajo y feminismo

19

países de la región que aún no la ha implementado. En este sentido se encuentra un

paso atrás con respecto al resto de los países definidos para este estudio.

Un hecho que ofició de bisagra en relación a propiciar la equidad de género en Chile,

tuvo lugar en el año 1949 cuando se amplió el derecho a voto de las mujeres, que

hasta el momento se encontraban marginadas de este derecho. En esta misma línea,

al referirnos a la política chilena y en el marco de este trabajo, resulta de suma

relevancia para este estudio la toma de mando de la presidente Michelle Bachelet en

el año 2006 ya que fue la primera mujer chilena que logró conquistar este espacio.

Este acontecimiento marcó sustancialmente tanto a la política chilena y regional como

al pueblo en su conjunto. En palabras de Bachelet (2009, p.11), “Eso marcó un antes y

un después, en cuanto demostró algo muy importante (…) y es que las mujeres

chilenas ya no tenemos, por el hecho de ser mujer, ningún terreno vedado a nuestras

capacidades y a nuestras aspiraciones.” Durante el período de su gobierno, se diseñó

e implementó una Agenda de Género, entendiendo que la misma promueve un eficaz

beneficio de toda la ciudadanía y no únicamente de las mujeres. Generalmente se

piensa que las políticas orientadas al género tienen como únicas beneficiarias a las

mujeres, pero una mirada más detenida, nos muestra que es mucho más amplio y que

al efectivizarse se ve favorecida toda la sociedad.

A partir de esto, es fundamental que las mujeres puedan formar parte de los espacios

donde se toman las decisiones en los distintos ámbitos. “Cuando una mujer llega a la

política, cambia la mujer. Pero cuando muchas mujeres llegan a la política, cambia la

política.” (Bachelet, 2009, p.16).

En este sentido, es imprescindible que desde las diferentes organizaciones se abran

espacios para ser ocupados por mujeres y así permitir que sean visualizadas y

reconocidas (Cuadrado, Navas & Molero, 2004). Esto no significa que la masiva

incorporación de las mujeres a los espacios históricamente masculinizados, tenga

como consecuencia la salida de los varones de aquellos, sino lograr que tanto unos

como otras puedan acceder más democráticamente a los mismos.

Page 21: Trabajo y feminismo

20

Por otro lado, es innegable que se ha concretado un aumento en la participación y en

el liderazgo de las mujeres en distintas actividades de la sociedad chilena. Y esto sin

desconocer que dicho proceso es lento y que la sociedad chilena aún presenta

irrefutables fisuras, una inequitativa distribución de los ingresos, insuficiente política de

igualdad de oportunidades, entre otras (Salinas, 2007; Salinas & Arancibia, 2006).

Son múltiples los motivos que perpetúan estas diferencias de género teniendo muchas

de las razones que ver con la escasa conciliación entre los proyectos profesionales y

los reproductivos. En efecto, Aguayo (2010, p.2) sostiene que “En chile las tareas de

cuidado y de crianza son realizadas principalmente por las mujeres, observándose

altas inequidades de género en su distribución.”

Es claro que la feminización del cuidado y lo doméstico repercute directamente en la

inequitativa incorporación al trabajo remunerado. Las tareas no remuneradas sumadas

a las propias del empleo generan una sobrecarga en las mujeres que en muchas

oportunidades las lleva a elegir por alguna de ellas, debido a la falta de armonización

entre las mismas. “En Chile hoy día, una de cada tres jefas de hogar es una mujer que

está a cargo de sus niños” (Bachelet, 2009, p. 7).

En consecuencia, las mujeres que dedican su tiempo al cuidado de los hijos, que

trabajan al interior de la casa pero sin salario, que en definitiva dedican su vida al

trabajo no remunerado son las más desprotegidas ya que a la hora de jubilarse o

pensionarse, obviamente, no cuentan con este derecho y como resultado se aporta a

la construcción de la feminización de la pobreza.

Muchas de las legislaciones están orientadas principalmente a las mujeres, como se

observa en los casos de separación, ya que “En Chile el artículo 225 del Código Civil

entrega la custodia automáticamente a las madres.” (Aguayo, 2010, p.3). De este

modo se reafirma el lugar de las madres como las principales responsables del

cuidado y bienestar de los hijos, restando importancia al rol de padre.

En Chile, continúa siendo evidente la baja representación de las mujeres en los cargos

directivos tanto en empresas públicas como privadas y la brecha salarial sigue siendo

Page 22: Trabajo y feminismo

21

significativa frente a la misma tarea. Se confirma que aún existen espacios que se

encuentran monopolizados por figuras masculinas y el acceso de las mujeres es

prácticamente excepcional. Se constata una gran resistencia a la igualdad de

oportunidades sustentada en estereotipos y prejuicios instalados fuertemente. Esto se

evidencia a través de los porcentajes que muestran que la tasa de participación de la

mujer en la fuerza de trabajo es de 48,1% mientras que en el caso de los varones es

de 78,9%. Mientras que en relación a los niveles educativos, las cifras muestran que

en Chile, a diferencia de Uruguay, Argentina y Brasil, el número de mujeres que

cuentan con educación secundaria completa es menor que el de los varones con el

mismo nivel de instrucción ya que ellas alcanzan el 67,3%, mientras que los varones el

69,8% para el 2010 (PNUD, 2010).

En síntesis, se reitera que una de las carencias principales que presenta en

comparación con los tres países estudiados es la instrumentación de un modelo de

cuotas o “Ley de Cupo Femenino”. Resulta paradójico que esta legislación no haya

sido aprobada, teniendo en cuenta que las mujeres obtuvieron importantes logros en

su participación política. Asimismo, todos los intentos de implementar una legislación

sobre cuotas de género han fracasado fuertemente en distintas oportunidades.

V. Diferencias en el acceso de varones y mujeres a puestos directivos

En este apartado se propone analizar los obstáculos que se presentan en el acceso a

puestos de dirección y desde allí entender por qué aún, iniciada la segunda década del

siglo XXI, se observa una clara diferencia en la materia entre varones y mujeres.

Es importante considerar que las diferencias constatadas se fundamentan en la

construcción de la identidad de dichos varones y mujeres, lo que se ha configurado y

transmitido a través de generaciones.

V.1. La división sexual del trabajo: hogar vs empleo

Es necesaria una clara definición de qué es lo que se entiende por “división sexual del

trabajo”. En este caso, resulta conveniente conceptuar dicha expresión a fin de

conocer más profundamente a qué se refiere. Se entiende que existe una división

Page 23: Trabajo y feminismo

22

tanto del trabajo remunerado como del trabajo no remunerado entre varones y mujeres

en función de los roles que tradicionalmente se les ha asignado (Abril & Romero, 2005;

Salguero, 2009; Martínez & Voorend, 2010). Es un fenómeno fácilmente observable

que se expresa por medio de la concentración de mujeres y varones en determinadas

áreas de actividad sin una clara fundamentación que lo sustente. En tal sentido, Burin

(1994, 2009, 2011), señala que la subjetividad femenina se construye en función de la

producción de sujetos, mientras que la subjetividad masculina estará basada en la

producción de bienes materiales. El ideal maternal será el eje fundador de la

feminidad, en tanto la masculinidad se fundará sobre el ideal de hombre de trabajo, o

de ser proveedor económico de la familia. De acuerdo con Ardanche & Celiberti (2011,

p. 5), “Las mujeres necesitan y quieren trabajar y el país, necesita que las mujeres

trabajen, sin embargo persisten barreras que dificultan la ecuación”.

El Gráfico 1 representa el total de horas semanales para mujeres y varones en lo que

refiere a trabajo remunerado para los países estudiados.

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEPAL, División de Asuntos de Género 2010,

Recopilación Experiencias Encuestas Uso del Tiempo en los países

Observando el Gráfico 1, se puede deducir claramente que en todos los casos son los

varones quienes dedican mayor tiempo al trabajo remunerado. De acuerdo con la OIT

(2004, p.20) una de las causas puede deberse a que, “El empleado tipo y el más

34.6 45 42.9 45

18.7

38.5 34.8

39

Uruguay (2007).(15 años y más)

Argentina (2005). (15a 74 años)

Brasil (2005). (15años y más)

Chile (2008). (12años y más)

Gráfico 1. Trabajo remunerado, (Horas semanales)

Varones Mujeres

Page 24: Trabajo y feminismo

23

rentable para las empresas ha sido tradicionalmente el sexo masculino porque la vida

familiar o personal de los hombres no inciden en su trabajo.”.

La mayor brecha de participación en el trabajo remunerado se evidencia para

Uruguay, dado que mientras los varones dedican 34,6 horas semanalmente, las

mujeres tan solo 18,7 horas. Aquí se obtiene una diferencia significativa que se

traduce en 15,9 horas más de trabajo remunerado para los varones semanalmente,

mientras que Chile y Argentina presentan la menor diferencia para los países

estudiados, siendo en estos casos de 6 horas y 6,5 horas respectivamente.

En tal sentido, las mujeres tienden a desarrollar carreras profesionales más cortas que

los varones de la misma edad, dado que ellas no trabajan necesariamente, en forma

remunerada, a tiempo completo durante su vida activa. Además, la feminización de

ciertas ocupaciones genera un impacto negativo sobre las mujeres, ya que tiende a

incrementar las diferencias en las remuneraciones entre uno y otro sexo (OIT, 2004).

Ahora bien, la principal amenaza la sufren aquellas mujeres que deciden llevar

adelante proyectos reproductivos (de crianza, cuidado y domésticos) y proyectos

profesionales (de estudio y laborales) al mismo tiempo, ya que pone en jaque el “dejar

de ser”. En esta línea, se detallará por medio del Gráfico 2 lo que corresponde al

trabajo doméstico no remunerado.

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEPAL, División de Asuntos de Género 2010,

Recopilación Experiencias Encuestas Uso del Tiempo en los países

13.4 8.5 9.1

20.5

34.8

16.5 21.8

32.5

Uruguay (2007). (15años y más)

Argentina (2005). (15a 74 años)

Brasil (2005). (15 añosy más)

Chile (2008). (12 añosy más)

Gráfico 2. Trabajo doméstico no remunerado, (Horas semanales)

Varones Mujeres

Page 25: Trabajo y feminismo

24

En este caso, importa destacar que las principales responsables del trabajo doméstico

no remunerado son las mujeres para todos los países estudiados. Si se comparan

estos datos con los del gráfico anterior, queda en evidencia que la división sexual y el

inequitativo acceso continúan estando vigentes. Las mujeres son las principales

responsables de las tareas de cuidado y domésticas, mientras que los varones son los

principales responsables del trabajo remunerado. Batthyány (2010, p. 22) en base a lo

mencionado establece que “Las mujeres de las familias son las principales

proveedoras del bienestar, estas deben o bien excluirse del mercado laboral o bien

enfrentar mayores dificultades que sus pares masculinos para conciliar trabajo

productivo y reproductivo.”.

Del Gráfico 2 también se desprende que nuevamente es Uruguay quien presenta las

mayores inequidades en relación al trabajo doméstico no remunerado. La brecha de

participación en estas tareas es de 21,4 horas, seguido de Brasil con 12,7 horas, Chile

con 12 horas y Argentina, que se posiciona como el país más equitativo de los

seleccionados en lo concerniente a lo doméstico, dado que la diferencia entre varones

y mujeres es de 8 horas semanales.

Estas cifras nos permiten deducir que “Mientras que las mujeres se han incorporado

masivamente al mercado de trabajo los hombres, por su parte, se han involucrado muy

tímidamente en tareas de paternidad y muy escasamente en las tareas domésticas.”

(Aguayo, 2010, p.2).

En efecto, considerando la división sexual del trabajo, se obtienen como resultado

dobles e inclusive triples jornadas laborales para las mujeres, dado que al trabajo

remunerado se le suman las tareas de cuidado y domésticas. El Gráfico 3 refleja

claramente lo expuesto.

Page 26: Trabajo y feminismo

25

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEPAL, División de Asuntos de Género 2010,

Recopilación Experiencias Encuestas Uso del Tiempo en los países

El Gráfico 3 demuestra que, para todos los países el tiempo total de trabajo es mayor

para las mujeres, ya que conjugan trabajo remunerado y trabajo doméstico no

remunerado. Ahora bien, la mayor parte de estas horas totales de trabajo están

dedicadas al trabajo doméstico no remunerado, por lo que se deduce que se resignan

a obtener mayores salarios en función de “mantener” el bienestar del hogar.

En base a lo mencionado, no debemos olvidar que la riqueza de un país se conforma

no solo de los bienes y servicios producidos por el sector privado y el sector público,

sino también por las capacidades humanas y la cohesión social que remiten a la

“economía del cuidado” (Salvador, 2007). Dichas capacidades, sería un error que se

redujeran a funciones sociales, cuando corresponde jerarquizar su carácter de

actividades económicas. “Pero son económicas en el sentido que requieren el uso de

recursos escasos, y porque proveen de insumos vitales para los sectores económicos

incluyendo al sector público y al sector privado.” (Salvador, 2007, p.6).

En síntesis, analizando los datos de los gráficos 1 a 3, se confirma que las mujeres

argentinas son las que dedican mayor tiempo al trabajo remunerado, siendo el 70% de

su trabajo total, mientras que las mujeres uruguayas dedican el menor tiempo al

trabajo remunerado, con apenas el 34,95% del trabajo total que realizan. Para los

casos de Brasil y Chile, se observa que el trabajo remunerado asciende al 61,5% y

54,55% respectivamente.

48 53.5 52 65.5

53.5 55 56.6

71.5

Uruguay (2007). (15años y más)

Argentina (2005). (15a 74 años)

Brasil (2005). (15añosy más)

Chile (2008). (12 añosy más)

Gráfico 3. Tiempo total de trabajo, (Horas semanales)

Varones Mujeres

Page 27: Trabajo y feminismo

26

Es sumamente significativo que las mujeres uruguayas alcancen un porcentaje de

trabajo remunerado 20 puntos menor a Chile y menos de la mitad del porcentaje

alcanzado por las mujeres argentinas. Esto deja claro que en Uruguay las mujeres

tienen dificultades para conjugar las tareas domésticas con el empleo. En efecto,

puede pensarse al trabajo remunerado desempeñado por las mujeres como un

complemento de los ingresos del hogar, siendo su rol principal el de las tareas

domésticas y de cuidado, ya que perciben ingresos por su condición de mujer y no por

la tarea que realizan (Pera, Sabini & Vicario, 2007).

En tal sentido, Ardanche & Celiberti (2011) agregan que:

Las mujeres enfrentan una doble tensión, desde la vida familiar y desde los

mercados laborales, y son producto de esa tensión gran parte de las

dificultades en el acceso a un empleo e incluso la postergación o el

desistimiento de emprender proyectos familiares con un plan reproductivo que,

en un esquema más igualitario se podría conjugar. (p.60).

Asimismo, esta situación da cuenta de la mirada que el empleador posee de las

mujeres, dado que al ser las principales responsables del bienestar del hogar, se

asume que ellas no podrán dedicar el tiempo necesario que la organización requiere.

Así lo entiende la OIT (2004, p.2) cuando expresa que, “El problema se ve exacerbado

por la suposición de los empleadores que las mujeres, inversamente a los hombres, no

son capaces de consagrar toda su energía y su tiempo al trabajo remunerado debido a

sus responsabilidades familiares.” Además, se confirma que las mujeres permanecen

aún concentradas en categorías inferiores de los puestos directivos, mientras que los

varones son mayoría entre los directivos y altos ejecutivos (OIT, 2004).

El Gráfico 4 permite comprender cómo se posicionan las mujeres en los países

seleccionados y en diversos ámbitos tales como la educación, el empleo y la

representación política. De acuerdo con el mismo, se concluye que en lo referente a

participación de las mujeres en el Parlamento, nuevamente Argentina posee el mayor

porcentaje -39,8%- en comparación con los países estudiados (CEPAL, 2011). En

Page 28: Trabajo y feminismo

27

contraposición, encontramos que Brasil es el más inequitativo -9,4%- cuando de

participación parlamentaria se trata. Los datos arrojados muestran que Chile y

Uruguay aún sin poseer cuotas de participación femenina, se posicionan mejor que

Brasil, que cuenta con ellas desde 1997.

Fuente: Elaboración propia en base a los datos proporcionados por el PNUD, Informe sobre

Desarrollo Humano 2010.

Las cifras cambian cuando hablamos de la tasa de participación de las mujeres en la

fuerza de trabajo. En este aspecto, tan solo el 48,1% de las mujeres chilenas

participan en la fuerza de trabajo, mientras que en Uruguay alcanzan el 64,4% y se

destaca en comparación al resto de los países estudiados.

V.2. Techos de cristal o pisos pegajosos

Todos los datos proporcionados y analizados hasta aquí confirman que las

inequidades entre varones y mujeres continúan siendo significativas para los países

estudiados. La bibliografía relevada ha vinculado dichas inequidades con los llamados

“Techos de Cristal” y “Pisos Pegajosos”. En gran medida, abordar los techos de cristal

o pisos pegajosos contribuye a reflexionar sobre estas cuestiones.

Techos de cristal es una expresión metafórica que alude a aquellas dificultades con las

que se encuentran las mujeres para continuar avanzando en sus carreras

profesionales. Supone una superficie superior e invisible dado que no responde a

prohibiciones legales, códigos explícitos, o límites sociales. Impide a las mujeres llegar

a puestos altos de dirección y de responsabilidad en las organizaciones. Se ha

0 50 100 150 200

Uruguay

Argentina

Brasil

Chile

12.3

39.8

9.4

12.7

56.6

57

48.8

67.3

64.4

57

64

48.1

Gráfico 4.

Porcentaje de mujeres en el parlamento, en la educación y en el empleo.

Escaños en el parlamento (2008)

Población con al menos secundaria completa (2010). (25 años y más)

Tasa de participación en la fuerza de trabajo (2008)

Page 29: Trabajo y feminismo

28

señalado que los techos de cristal comienzan a gestarse en la infancia en función de

factores culturales (Burin, 2004; Burin & Bleichmar, 1996).

Los techos de cristal se presentan en mujeres en el entorno de los 40 años de edad,

generalmente con hijos en edad preescolar, por lo que les resulta complejo conjugar

las responsabilidades familiares con el trabajo remunerado. Aquellas mujeres que han

sido exitosas en sus carreras, enfrentan una gran tensión tras la llegada de sus hijos,

que las lleva a disminuir su actividad laboral o incluso a interrumpirla. Además, las

desigualdades en las organizaciones se constatan en el escaso reconocimiento

profesional de las mujeres así como en las desigualdades en las retribuciones

económicas (Martínez, n/d).

Debe señalarse que los techos de cristal afectan a las mujeres y no a los varones, ya

que seguramente ellos cuenten con mujeres que llevan adelante las tareas de cuidado

y domésticas, facilitándoles en gran medida su cotidianeidad (Martínez, 2005).

Se entiende que las carreras que emprenden varones y mujeres son por lo tanto

bifurcadas dado que ellos avanzan en su carrera laboral mientras ellas en la carrera

maternal. De aquí que “para los varones el nacimiento de sus hijos no implica la

interrupción de sus actividades de formación” (Martínez, 2005, p.22).

Por su parte, el piso pegajoso hace referencia a una adhesividad que deja pegoteadas

a las mujeres en las tareas maternales, familiares y domésticas, resultando dificultoso

desafectarse de aquellos para ascender en la escala laboral.

En síntesis, los techos de cristal se componen a partir de: 1- Las responsabilidades

domésticas y de crianza: impiden que las mujeres puedan dedicarse a tiempo

completo en las organizaciones. 2- El nivel de exigencias: se les exige el doble que a

sus pares masculinos para demostrar su valía. 3- Los estereotipos sociales acerca de

las mujeres y el ejercicio del poder: funcionan bajo la suposición de que las mujeres

son incapaces de afrontar puestos de máxima responsabilidad. 4- La percepción que

tienen de sí mismas: la falta de modelos femeninos con las cuales identificarse las

lleva a tomar modelos masculinos que las expone al miedo por su identidad sexual. 5-

Page 30: Trabajo y feminismo

29

El principio del logro: se valora a las mujeres como poseedoras de un potencial bajo

para determinados empleos, obteniendo como resultado que ocupen posiciones

menos atractivas y generalmente peor pagadas. 6- Los ideales juveniles: se

encuentran en concordancia con los ideales familiares y sociales y sobre esta base se

construye una ética propia de las mujeres (Burin, 2004, n/d).

VI. 4 orientaciones políticas para la construcción de relaciones equitativas desde

una perspectiva de género

En función de lo expuesto, es necesario formular orientaciones políticas para la

construcción de relaciones equitativas de género, particularmente para las mujeres. En

este caso se formularán 4 orientaciones precisas, desplegando en cada una de ellas

recomendaciones específicas.

Estas propuestas surgen de la base de un imprescindible fortalecimiento del trabajo

interinstitucional y de la condición de instalar en la agenda pública los temas

vinculados a género, avanzando en el diseño y rediseño de políticas y programas con

criterios de inclusividad. A partir de esto, la revisión de las políticas, planes y

programas existentes es una condición ineludible.

En ocasiones los lineamientos específicos podrán sorprender al lector respecto que

sea necesario formularlos específicamente. No obstante, con total precisión, es

señalable que muchas propuestas no son parte de las orientaciones principales de las

políticas públicas de los países estudiados.

Una política para la educación

1) Incluir políticas sociales que fomenten la educación sexual, reproductiva y de

género, que orienten ya desde el comienzo de la niñez en estas cuestiones.

2) Reconocer la formación de las mujeres para combatir la segregación ocupacional

horizontal. Es preciso articular formación y acceso, ya que actualmente, en el caso de

las mujeres, poseer mayores niveles de instrucción no se traduce necesariamente en

mayores y mejores oportunidades.

Page 31: Trabajo y feminismo

30

Una política para el mundo del trabajo

1) El trabajo es un derecho de los individuos que debe ser protegido y garantizado en

condiciones dignas y su acceso debe ser igualitario independientemente del sexo que

se posea.

2) Promover la construcción de una política de relaciones laborales a nivel regional

que establezca derechos y deberes comunes para los trabajadores públicos y

privados.

3) Promover la reducción de las jornadas laborales y flexibilización horaria para

posibilitar la compatibilización de las tareas de cuidado y domésticas con las propias

del empleo.

4) Los ministerios de trabajo y de desarrollo social deben impulsar campañas públicas

y de gran alcance sobre la igualdad de oportunidades y trato en el empleo.

5) Fortalecer y perfeccionar las actividades de inspección de la calidad del empleo en

relación a equidad, condiciones de trabajo y respeto de las normas vigentes.

6) Promover políticas de equidad que regulen la brecha salarial entre varones y

mujeres frente a la misma tarea.

Una política de Cuidados

1) Concretar Sistemas Nacionales de Cuidados, con participación del Estado y la

sociedad civil, que ofrezcan servicios para la primera infancia, la discapacidad y los

adultos mayores, promoviendo un modelo universal de Cuidados en el que todos y

todas sean cuidadores. La situación predominante por la cual las mujeres se hacen

cargo actualmente de los cuidados de los otros, de forma invisibilizada y no

remunerada, condiciona su acceso y permanencia en empleos de calidad.

2) Es necesaria la protección a la maternidad con las siguientes acciones:

a) Aumentar las licencias por maternidad y por paternidad;

Page 32: Trabajo y feminismo

31

b)Tender hacia un modelo de licencias parentales igualitarias reconociendo los

derechos de los niños a ser cuidados por ambos padres y así evitar que las mujeres

sean las que más se ausenten del espacio de trabajo. Dichas licencias deberían ser

tomadas al mismo tiempo y ser equivalentes en duración para promover la

corresponsabilidad del cuidado.

c) Promover facilidades para la lactancia, máxime cuando los países estudiados

establecen dos pausas de dos medias horas diarias y no de media jornada laboral.

Política de investigación interdisciplinaria

Son varias las líneas que se deben profundizar para comprender más integralmente la

temática desarrollada en el presente artículo. Importa:

a) Reflexionar sobre la marcada brecha salarial que enfrentan varones y mujeres al

realizar la misma tarea;

b) Investigar qué papel juegan los niveles de instrucción para acceder a empleos de

mayor calidad;

c) Ahondar acerca de las barreras en el acceso a determinadas ramas de actividad

(segregación ocupacional horizontal);

d) Estudiar cómo incide la “economía del cuidado” en el PBI de los países;

e) Analizar la efectividad o no de las legislaciones existentes que abordan la

conciliación entre la vida personal y la vida laboral;

f) Indagar el surgimiento de las “nuevas masculinidades” y su relación con el empleo

laboral creciente de la mujer.

Como se desprende de todo lo expuesto, se está ante un componente sustantivo de la

trama social actual que requiere de una asunción de responsabilidades y de

participación de los diversos actores individuales y colectivos. Como Ibarra (n/d, p.7) lo

entiende, “El empoderamiento de las mujeres sin el empoderamiento de los varones

en paralelo, implicaría dos movimientos opuestos, fomentar la equidad de género y por

otro lado fomentar la violencia de género.”

Page 33: Trabajo y feminismo

32

VII. Bibliografía referenciada

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género y sus consecuencias sobre la masculinidad. Sociología del trabajo. 55,

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hombres en la paternidad para reducir inequidades de género. Resumen

Ejecutivo preparado por EME y CulturaSalud para la Comisión Mujer, Trabajo y

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Reflexiones en torno al discurso de hombres profesionales, con pareja y con

hijos. V Encuentro de Estudios de Masculinidad/es. Chile: CEDEM / Red de

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