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The Project Gutenberg EBook of La Fe, by Armando Palacio Valdés This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org Title: La Fe Author: Armando Palacio Valdés Release Date: March 14, 2010 [EBook #31637] Language: Spanish *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA FE *** Produced by Chuck Greif and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net
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TheProjectGutenbergEBookofLaFe,byArmandoPalacioValdés

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Title:LaFe

Author:ArmandoPalacioValdés

ReleaseDate:March14,2010[EBook#31637]

Language:Spanish

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LAFENOVELA

POR

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DONARMANDOPALACIOVALDÉS

MADRID1892

Capítulo:I,II,III,IV,V,VI,VII,VIII,IX,X,XI,XII,XIII,XIV,XV

I

Nocabíaenlaiglesiaunapersonamás.Hablandoconverdad,tampococabíanlasqueestabandentrosiocupasecadacualelespacioqueporderechonatural,elque la naturaleza enseñó a todos los animales, le correspondía. Pero en aquelmomento no sólo se infringía este derecho, pero se violaba descaradamentetambién la ley de impenetrabilidad de los cuerpos. D. Peregrín Casanova,persona que hacía viso en la villa, y que hasta entonces había guardadorigurosamente la ley en todas las solemnidades, lo mismo profanas quereligiosas,teníaahorametidasenlosriñoneslasrodillasdeotrobípedoracionaldeseispiesdealto,locualleproducíaalgunosmovimientosconvulsivosenelepigastrio y un vivo desasosiego acompañado de sudor copioso. D.ª Teodora,señoritadecincuentaaños,castísima, limpísima,pulquérrima,quehabíahuidotodasuvidacualquiercontacto,fuerecualfuere,sevioobligadaasentarsesobrelospiesdeljorobadoOsuna,sujetodemalísimosantecedentes,quenoseestabaquietounmomento.D.GaspardeSilva,poetafamosoenlavilla,tantoporsusversoscomoporsuscallos, sufrió laoperacióncesáreadeunodeéstosque lehizo con gran destreza el chico mayor de D.ª Trinidad. De igual modo otraporcióndevecinos respetablesexperimentaronmolestias sincuentoenaquellamañanamemorableenqueporvezprimeracantabamisaunjovendelavilla.

Comosiemprepasa,habíabulasparadifuntos.En sitioprivilegiado, entre laverjademaderayelaltar,nosóloestabanlamadrinaylasseñorasquehabían

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pagadolacarreraalpreste,sinootrasaquienesnoasistíaderechoalguno;yloqueesaúnmásdignodecensura,unoscuantoshombres.Elnuevopresbíteroeracasiunniñoporlaapariencia:losojosazules,profundosytristes,latezblancaynacaradacomoladeunadama,loscabellosrubios,elcuerpodelgadoyesbelto.La emoción le tenía ahora muy pálido: esto hacía aún más interesante sufisonomía espiritual. Asistíanle como diácono y subdiácono el párroco dePeñascosa y D. Narciso, un capellán suelto procedente de Sarrió, establecidohacíaalgunosañosenlavilla.

En la iglesia sonaba murmullo sordo originado por el cuchicheo de lascomadres,quesedisputabanelsitioosecomunicabansusimpresiones,porlasexclamacionesysuspirosdemalestarde loshombres.Elcalorse ibahaciendopor momentos intolerable. D. Peregrín dejaba escapar por sus narices detrompetaunosbufidossemejantesalosdelaslocomotoras,ysealzabasobrelaspuntasdelospies,sinlograrenterarsedenada.¡Sialmenostuvieralaestaturade su hermano Juan! Pero éste, quemuy bien pudiera haberse quedado atrás,estaba perfectamente acomodado en el presbiterio entre los curas, el alcalde yvarios concejales, lo cual levantaba en su corazón una ola de envidia que lesofocabaaúnmásquelasrodillasdeljayánqueteníadetrás.Talerasudestino.Aunqueseconsiderasemuchomásinteligentequesuhermano,ysirvieralargosañosalaAdministraciónpúblicaenvariasprovinciasdeEspaña,yhubieseleídolaHistoriauniversaldeCésarCantúy ladeEspañadeLafuente, sin faltaruntomo,yposeyeselosmismosbienesdefortuna,conmáslajubilaciónde2.500pesetasanuales,lociertoesqueD.Juan,sinhabersalidojamásdePeñascosanihaber leído en su vidamás que el periódico a que estaba suscrito, gozaba demuchomayorprestigioenlavilla.Esto,enconceptodeD.Peregrín,noprocedíamásquedelaestatura.Enefecto,D.JuanCasanovaerahombrealtoyseco,derostro aguileño, ojos grandes de párpados caídos y mirar imponente, calvavenerable, cortas patillas blancas y marcha acompasada y majestuosa. Estasdotesextraordinarias,unidasaunhablarmesuradoyprudente,lehabíancaptadoelrespetoyhastalaveneracióndesusconvecinos.Asíquefuegrandeelestuporde éstos cuando a la llegadadeD.PeregríndeAndalucía, dondehabía estadoempleadoúltimamente,leoyeronllamarignoranteymajaderoasuhermanoenunadiscusiónque con él tuvo en el casino apropósitode la rentade tabacos.Vivían juntos, ambos solteros y entregados al cuidado despótico de D.ªMariquita,amadellavesydueñoabsolutodesusvidasyhaciendas.

D. Juan, a fuerza de pasear su mirada severa y majestuosa por el mar decabezasqueseextendíadesdelavallahastalapuertadeltemplo,tropezóconla

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calva reluciente del pigmeo de su hermano. Viendo la congoja pintada en susemblante, se apresuró noblemente a hacerle señas para que avanzase,ofreciéndole sitio en el banco que ocupaba. Pero D. Peregrín, por venturanotando la imposibilidad de dar un paso, o sofocado por la cólera, que se lehabía ido aumentandopoco apoco, respondió conunamuecade ira ydesdénquesobrecogióasuinfelizhermanoylequitóporcompletolasganasdeinsistir.

—¿Qué es eso?—preguntóD.Martín de las Casas, que estaba sentado a sulado.—¿NoquierevenirD.Peregrín?

—Esqueloveimposible.¿Quiénrompeesamuralladecarne?

—Puescualquiera.Veráustedcómovoyalláylotraigoenseguida—replicóD.Martín,hombredecarácterenérgicoyexpeditivo,disponiéndosealevantarse.

D.Juanleretuvoporlamangadelalevita.

—No;déjelousted...Acasonoquieravenir...Yaconoceustedsucarácter.

—¡Pues hombre, no es plato de gusto estarse ahí sudando café con leche!—repusoconaspereza,alzandoalmismotiempoloshombros.

Laiglesiaesdelasmásespaciosasquepuedenverseenunavilla.VerdadquePeñascosa,contenerdesieteaochomilalmas,nocuentaconmástemploqueéste.Quizáporserdemasiadoespaciosa,elsacristánysusayudantesnoquierenencargarsedelimpiarlaamenudo.Suaspectoeslóbregoysucio.Delasparedes,quenoseenjalbegaronhaceyamuchosaños,pendencadenas,cuadrossombríosyborrosos,unamuchedumbredepiernas,brazos,cabezasdeceraamarillayotramayoraúndebarquitosy lanchasque la fede losmarinerosode sus familiashanllevadoallíenrecuerdodealgúnpeligromilagrosamenteevitado.Masparalafunciónquesecelebrabahabíanlaadornadocuantolesfueposible.Guirnaldasde flores circundaban los altares principales cubiertos de paños blancosplanchados de fresco. Se habían colgado algunos cortinones en los lienzos depared cercanos al altarmayor y tapizado una parte del suelo con la alfombra,suciayaydesgarradaporvariossitios,quesalíaarelucirhacíacuarentaaños,enlosdíassolemnes.D.ªEloisa,lamadrinadelnuevopresbítero,ylasdamasquelahabíansecundadoenlanobleempresadedarlecarrera,habíanañadidoalgunospormenoresdelicadosaladornotoscoyrutinariodelsacristán.Grandesmacetasdeflorescolocadasenartísticosflorerossacadosdelasmejorescasasdelavilla,algunascortinasdedamasco formandopabellónsobre losaltares, candelabros,arañas. Donde, como es natural, había recaído particularmente su atención y

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esmeroeraenelarreodeljovensacerdote.Albafinísimadebatistabordadaconprimor,estola,casulladelmás rico tisúdeoroquepudohallarseen lacapital,cáliz,deorotambién,conalgunaspiedraspreciosas.Lasbondadosasseñorasnohabían escatimado el dinero para dar remate o coronar la obra de caridad quehacíaalgunosañosacometieran.

Todoelmundolorecordabaenlavilla;unosporhaberlopresenciado,otrosporhaberlo oído contar frecuentemente. Hacía pocomás de veinte años había enPeñascosa un pescador de altura llamado Mariano Lastra, a quien todos suscompañerosapreciabanporsussentimientoshonradosycarácterapacible.Estepescador pereció con otros ocho tripulantes de la lancha en que iba, aconsecuencia de una galerna de poca importancia. Sólo aquella embarcaciónhabíazozobrado.Marianosehabíacasadohacíadosañosydejabaunniñodepocos meses. La viuda era una joven buena y honrada, pero de escasadisposición para el trabajo, y que sobre esto gozaba de poca salud. Viosegravemente apurada para poder subsistir. El niño le estorbaba mucho encualquiertrabajo.Dedicoseaasistirporlascasasdesempeñandolosoficiosmásbajosypenosos,traeraguaofregarsuelos,llevarrecados;loúnicoqueeracapazdehacer,puesnoteníaoficioalguno.Perollegóunmomentoalparecerenquelasfuerzaslaabandonaron;susalud,cadadíamásvacilante,laibadejandoinútilparael trabajo.Fuedespedidadealgunascasas.Otrasporcaridad lasiguieronempleando, aunque conmenos frecuencia.Comenzó a pasar hambre y su hijotambién.

Undíafuedespedidatambiéndelaúnicacasaenqueyaasistía.

—Basilisa—ledijolaseñora—Ustednopuedeyatraeraguayfregarsuelos.Seestáustedmatandoynoconsiguecumplircomoesdebido.Necesitobuscarotraasistenta... Bien quisiera seguirmanteniéndola... pero no soy rica, como ustedsabe...tenemosmuchosgastos...

—Síseñora,sí,yalocomprendo—respondióla infelizconsonrisahumildeyforzada.—Demasiadohahechopormí.

Saliódeaquellacasa,suúltimorefugio,conelcorazónapretadoylaspiernasvacilantes.Llegóalazahurdaquehabitabaenlosarrabales.Suhijodormíaenlacunaelsueñodulceyserenodelosángeles.Lainfelizcayóderodillasysollozólargorato.Levantólacabezaalfin,ydijosordamentecontemplandoalniño:

—¡No,noirásalhospicio!

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Variascomadres,yhastaalgunaseñoratambién,selohabíanaconsejado.Perola idea de abandonar al hijo de sus entrañas enmanos demujeres sórdidas yempleados brutales la había horrorizado siempre. Luchó bravamente cuantopudo, privándose ella bastantes veces del necesario sustento para alimentar alniño,queyacontabacercade tresaños.Había llegado,sinembargo,el findelcombate y resultaba vencida. Le quedaba el recurso de pedir limosna, peroademásdelespantoquelecausaba,comprendíamuybienquesusdíasestabancontados.Ymuriéndoseella,¿quéibaaserdeaquellacriatura?

Meditóunbuenespacioconlosojossecosyclavadosenelniño,repitiendodevezencuandolamismafrase:

—¡No,noirásalhospicio!

De pronto se alzó animada por una voluntad fatal, besó a su hijoapasionadamente hasta que logró despertarlo, envolviolo en una manta ycogiéndoloenbrazossaliódelacasa.

Eralahoradeloscurecer.DesdeloaltodelaGusanera,dondeBasilisavivía,veíanse llegar al muelle ya las lanchas pescadoras. Una muchedumbre lasaguardaba.Porlaplaza,yporlacallelargaquevadesdeéstaalaiglesiaaorillasdel mar, discurría también bastante gente. Basilisa tomó por la carretera deRodillero,queciñelaorillaopuestadalapequeñaensenadafrenteporfrentedePeñascosa,ymarchóapresuradamente,casialacarrera.

—¿Por qué corres, mamá? ¿Dónde vamos?—preguntó el niño acariciándoleconsusmanecitaslacara.

—Vamos al cielo, vidamía—respondió la desdichada con los ojos nubladosporlaslágrimas.

—¿Vamosconpapá?

Nopudoresponder;selehizounnudoenlagarganta.

—¿Vamosconpapá?—insistióelchiquito.

Detúvoseuninstanteparatomaraliento.

—Sí,vamosaverle,ricomío—dijoalcabo.—¿Noquieresiralcieloconél?

—No;yocontigo.

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Y almismo tiempo la apretó el cuello con sus tiernos brazos y la cubrió elrostrodebesos.

—¿Por qué lloras, mamá?—preguntó sorprendido al sentir en los labios elamargordelaslágrimas.—¿Notenesnada?Tomamicorneta...

YleofrecióunadeplomoquelehabíacostadoaBasilisadoscuartos.ParaGil,que no comprendía la existencia sin estar enredando con algo, la mayordesgraciaquepodíapesarsobreunserhumanoeraeltenerlasmanosvacías.

Lamadre le apretó contra el pecho, descargó sobre sus rosadasmejillas unagranizada de besos y continuó la carrera. Al llegar a cierto paraje en que lacarreteraseseparadelaorilladelmarparainternarse,dejolaytomóunavereditaque conducía a éste. Llegó a las peñas altas y sombrías que lo circundan poraquel paraje. Puso a su hijo en el suelo y arrodillándose después, rezó entresollozoscomprimidosunaoraciónque,pornoirdirigidaenforma,nodebiódeescucharelAltísimo.

Era ya casi noche cerrada. El mar estaba inmóvil, sombrío, esperandoimpasiblequelaslágrimasdeaquellainfelizmujerviniesencomotantasotrasaaumentarelcaudalamargodesusaguas.Delladodealládelaensenadaseveíala silueta del muelle y de tres o cuatro pataches que ordinariamente yacenancladoscercadeél.Elgrupode las lanchaspescadoras,unpocoapartado,semovíayresonabaaúnconlosgritosdelasmujeresocupadasenabrirelvientrealos pescados, mientras los maridos descansaban ya gravemente en algunatabernadelavilla.Basilisaatendióuninstanteaaquellosruidostanconocidos.Ellatambiénesperabaasuesposoenotrotiempo,leacariciabaconlamiradaalllegar,tomabadesusmanoselcapotedeagua,lacajadelosaparejosyelcestodelasprovisionesylosllevabaconalegríaacasa.Marianollegabapocodespuésysesentabaalamorde la lumbre,haciendobailarentresusmanazasal tiernoniñoquecontabapocosmeses.

Laviudaestuvolargoratocontemplandofijamenteelgrupode laribera,queparecíayaunamasainformeymovible.Suhijo,sentadosobreelcésped,jugabaatascando de tierra la corneta. De pronto vino hacia él, le levantó entre susbrazosflacosycorrióhaciaelbordedelprecipicio.

—¡Mamá!¿Dóndevamos?—gritóelniño.

Larespuesta,siseladio,debiódeserdesdeelcielo.Saltóconímpetualfondodel abismo.Al caer sobre las piedras de la orilla se deshizo la cabeza: quedó

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muertaenelacto:elniñosalvómilagrosamente.Elvientrededondehabíasalidolesirvióahoraderesorteparanodespedazarse.

Unmarineroviejo,queandabaalasazónporentreaquellaspeñasalapescadepulpos, oyó el ruido y prestó los primeros socorros al niño. Corrió a dar lanoticia:prontose inundóelparajedegente.Elcasoprodujohonda impresión.Las mujeres lloraban y se pasaban al tierno infante de mano en manoprodigándolemil cuidados y caricias.Muchas se ofrecían a adoptarlo y hubodisputa sobre quién había de llevárselo. Enteradas las señoras de la villa yconmovidas, quisieron asimismo recoger al huérfano. Las mujeres de lospescadores renunciaron entonces a ello en interés de aquél. Quedó, pues, enpoderdeD.ªEloisa, la señoradeD.Martínde lasCasas, secundadaporotrasseisuochodamasquedeningúnmodoquisieronrenunciaralaparticipacióndetancaritativaobra.

La infanciadeGil (que así se llamaba el huérfano), si no feliz, tampoco fuedesgraciada. Sus protectoras ejercieron sobre él una vigilancia un pocoimpertinente a veces, otro poco humillante también, pero cariñosa siempre ybienintencionada.Entretodas,aunquetomandopartemásprincipalD.ªEloisa,le pagaron la crianza y el pupilaje en casa de un matrimonio artesano quehabitaba en la Gusanera, cerca de la casa en que la desgraciada viuda vivía.Cuandoestuvoenedadparaello,lemandaronalaescuela.Dioseñalesdeserunniñopacífico,reservado,sensible,ycomenzóaaprendersusleccionesmuybien.Sussieteuochomamásseencargabandepreguntaralmaestroporsuconductayaplicaciónsiemprequeletropezabanenlacalle,animándole«aqueleapretaselostornillos.»Elmaestroseencargaba,enefecto,deapretárselosrecordándolealmismotiempoacadamomento,enpresenciadesuscondiscípulos,suorfandad,su miseria y la imprescindible necesidad que tenía de mostrarse humilde yagradecidoconsusbienhechoras.Estodelahumildaderacosaquenocesabandecantarlealoídoen lavilla.Cuantos le tropezabanen lacalleysedignabanponerlepaternalmentelamanosobrelacabeza,ledecían:

—¡Cuidadoconserhumilde!Séobedienteysumisoconlasseñorasquetehanrecogidoporcaridad,¿entiendes?...porcaridad.

Yporúltimo,suscondiscípulosseencargabangenerosamentedeadvertirlesincesarqueeraundesdichadosinpadres,alimentadoporlacaridadyquedebieraestar en el hospicio y no alternando con hijos de zapateros distinguidos,albañiles, sastres y panaderos fashionables, y otra gente nomenos principal ydignaderespeto.

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Lahumildadteníalaenelcorazónelhijodelahogadoylasuicida,quesinolatuviese, no sería fácil que se la inculcaran las burlas y desprecios de suscompañeros, ni los paternales azotes delmaestro y de sus protectoras: porqueéstastodassecreíanconderechoaamarle,peroacastigarletambién.Eralasuyauna naturaleza amante y agradecida. Comprendía que a todas sus protectorasdebía respetoy cariño, y se lo tributaba.Claroque en el fondode su corazónsentía preferencias; esto es irremediable.Amaba conpasión aD.ªEloisa.Estabuenaseñora,queeraaquienmásdebía,jamáslereñíanicastigaba,niledecíasiquieraunapalabradesagradable:tratábaloconextremadadulzura,leacariciabacomosifuesesuhijoyocultabaydisculpabasuspequeñastravesuras.

Cuandollegóalosdoceaños,sereunieronencónclavelasdamasydeliberaronacercadeloquedebíahacerseconelchico.Desechoseporunanimidadlaideadededicarlealoficiodesupadre.Pensaronenotrosvarios,sinlograrponersedeacuerdo,hastaqueD.ªTrinidad, laesposadeD.RemigioFlórez, fabricantedeconservasalimenticias,propusollevarledecriadorecadistaasucasa.Asintieroncasitodasaestaresolución;peroD.ªEloisa,aquienledolía,hizopresenteasusamigas que el chico habíamostrado aptitud para los estudios, y que sería unaobra meritoria hacer de él un sacerdote. Las damas acogieron la idea conentusiasmo.SóloD.ªTrinidad, señoradegranpuntilloy amigade imponer suvoluntad a todo el mundo, se opuso fuertemente y se retiró desabrida de lareunión.Pasáronse lasdamassinsuconcurso,y fijandounacantidadmensual,queabonaríanaescote,mandaronelchicoalseminariodeLancia,capitaldelaprovinciadondenoshallamos.

Fue Gil un seminarista modelo; aplicado, dulce, respetuoso, afecto a lasprácticas religiosasymostrandomuchofervorenellas.Lasdamasno tuvieronmás que motivos para felicitarse de su resolución. Cuando venía a pasar lasvacaciones a Peñascosa, traía para cada una de ellas una carta del rectormanifestando su satisfacciónpor la conducta y los progresos del huérfano.Enlos dos o tres meses que permanecía allí, les prestaba algunos servicios,repasando las lecciones a sus hijos, acompañándolas en sus oraciones osirviéndolesdeamanuense,etc.HabitabaencasadeD.ªEloisa.Cadaveranoseibatrasformandounpoco:elniñoseconvertíaenhombre.Alfindejótresañosconsecutivos de venir, para tomar las últimas órdenes. Llegó el momento dehacerse presbítero. Cuando apareció al fin un día en Peñascosa en traje desacerdote, su presencia causó emoción profunda en el corazón de susprotectoras.Todasseconsiderabanmadresdeél,yporconsiguiente,conderechoa llorar de alegría y a caer en sus brazos enternecidas. Por cierto que estos

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desahogoscariñososdieronocasiónaalgunosdimesydiretesentreellas.Porquelasquemenosafectuosasytolerantessehabíanmostradoconelniño,eranmásextremosas ahora con el hombre. Esto sacó de sus casillas a D.ª Eloisa, D.ªTeodorayD.ªMarciala,queletrataronsiemprecondulzurayhastaconmimo.

Comenzaron los preparativos para la primera misa. Fue un certamen deprimoresentreellas.Lasricas,comoD.ªEloisayD.ªTeodora,seencargarondecomprarelcálizylosornamentosmáscostosos:lasquenocontabancontantosbienesdefortuna,comoD.ªRita,D.ªFilomenayotras,suplieroneldineroconlahabilidad de sus manos bordando el alba, la estola y el paño del altar, quecausabanadmiración.Searreglólaiglesia,yeneladornotomaronpartenosóloestas damas, sino otras muchas de la población, sus amigas. Fue unacontecimientodemarcaenPeñascosa,tantoporlacalidaddelaspersonasquehabían costeado la carrera del joven presbítero, como por las terriblescircunstanciasquehabíandadolugaraestaprotección.SenombrómadrinadeloficianteaD.ªEloisa,porindicacióndeaquél.Ningunateníamejorderechoparaello; pero todas se creían con tanto, y esto volvió a originar secretosresentimientosyalgunaspalabrillasdesagradables.

Elprestevolviosehaciaelpuebloycantóconvozdébilytemblorosa:

—Dominusvobiscum.

Todas lasvocesde la tribuna, rotasycascadas, lerespondieronacompañadasdelestampidodelórgano:

—Etcumspiritutuooooo.

—¡Québlancoestá!—dijounajovenartesanaalacompañeraqueteníaallado.

—Pareceunaimagen.

CantóD.Narcisoconvozatiplada,bajandoysubiendoeltonoyescuchándoseconplacer,laepístola.

—¡Hija,cómolorepicoteaelcapellán!—volvióadecirlaartesana.

—Yaves,tieneahíalahijadeljorobado.Querrálucirse.

Era especie muy acreditada en la villa que D. Narciso y la niña de Osunasentíanunamutuainclinación,aunquesólolosespíritusheterodoxosymaleantesseatrevíanadecirloenaltavoz.D.Narcisoera,enverdad,muchomásdadoa

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vivirentreelsexodébilqueentreel fuerte.Asíque llegódeSarrióharíaunostres años, pocomás omenos, fue el ídolo de las damas de Peñascosa por suelegante porte, que hacía contraste con el desaliño de la mayor parte de lossacerdotesdelavilla,porsuconversaciónalegre,porsusbromitasy,sobretodo,por su afición a estar siempre entre ellas. Distaba mucho de ser hermoso nigallardo:erahombredeunostreintaycincoaños,seco,moreno,lospiesgrandesyjuanetudosyladentaduramuyfea;perohabíalogradopasarplazaenseguidadechistoso.Jamáshablabaenserioasusdevotasamigas.Bromitava,bromitaviene,unrequiebroaésta,unachufletaalaotra,sinacortarsenuncaporestarenmediodeuncorronumeroso.Alcontrario,D.Narcisoseplacíaextremadamenteen ello, gozaba campando solo en el gallinero. Dirigía la conciencia de lamayoríadeellasyseautorizabaelreprenderlasfueradelconfesonario,avecesásperamente. Casi todas recibían sus correcciones con sumisión, hasta conplacer, y si alguna se rebelaba momentáneamente, era para demandar perdónenseguida.Conesto,donNarcisoeraelcomensalobligadoentodaslasfiestasygaudeamusde lasociedadelegantedePeñascosa:comíavorazmente,ydeellohacíaalarde,bebíaalmismotenor,ycuandollegabanlospostres,nuncadejabade brindar con alguna coplita que resultaba casi siempre sucia. Porque D.Narciso,queacausadesuministerionopodíaautorizarsebromasreferentesalas relacionesdesexoasexo,secreíaconderechoasoltar lasmásasquerosasacercadeotrasmiseriasdelcuerpohumano.Ylasdamas¡casoextraño!lasreíany celebraban cual si fuesen ingeniosidades y agudezas portentosas. Dos añosdespués de llegado a la villa había tenido un fracaso. Bajando la escalera deciertacasaquefrecuentabamucho,serompióunapierna.Sedijoqueelmaridodelaseñora,cuyaeralacasa,lehabíaayudadoacaer,pornoestardeacuerdoenteramentecon lahoray laocasióndesusvisitas;peroal instante lasbuenasalmasdePeñascosaseapresuraronasofocaresterumorsacrílego.Yenpruebadelaindignaciónconquerechazaronelsupuesto,lasdamasmásprincipalesdela villa se constituyeron en enfermeras al lado de su cama, no dejándole uninstante solo, relevándose noche y día cada pocas horas, como si hiciesen laguardiaalSantísimo.D.Narcisomerecíaestasatencionesdelbellosexo.Nadieconmásahíncoyfervorosoceloseocupójamásdelasalvacióndelahermosamitaddelgénerohumano.NosólodirigíaconparticularesmerolaconcienciadelasquemejorlorepresentabanenPeñascosa,apacentabasusovejitasconamor,sin dejar por eso de arrojar alguna piedra a la que se extraviaba, comopastordiligentequeera,sinoqueafuerzademuchosdesveloshabíalogradofundarunacofradía,establecidayaenotrospuntosdeEspañayelextranjero,lacofradíadelasHijasdeMaría.Enestacofradíanoentrabanmásque las jóvenessolteras.Tal privilegio excitaba un vago despechomezclado de apetito en las casadas.

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Creíansehumilladasconaquellaexclusión.D.Narcisoaprovechabaestasombraderivalidadparatenerlasmássujetas.

—¡Oh,señoras,nodebenustedesenvidiarelprivilegio!Ustedestienenmaridoaquiencontemplaryservir.

Lo decía en un tonillo irónico que demostraba la hostilidad secreta que elcapellánsentíahaciatodoslosmaridos.Lasdamas,enquieneslosencantosdeaquéllos no ejercían ya fascinación alguna, sonreían forzada ymaliciosamentecomodiciendo:«¡Ya,ya!»Semurmurabaquehabíavariasenamoradasdeél.D.ªMarciala,laesposadelboticariodelaplaza,habíaidoaSarrióallevarlecalcetasestandoelpresbíteropasandounatemporadaconsufamilia.D.ªFilomena,viudadeuntenientedenavío,hacíaasuhijoúnicoiraayudarleamisatodoslosdías.Sin embargo, habíase notado cierta preferencia en él por Obdulia, la hija deOsuna,administradordeMontesinos.

—¿Pero será ciertoque segustan?—preguntó la jovenartesana,oyendoa sucompañeraexpresarsetanclaramente.

—¡Chica,yonosé!LoquetepuedodeciresqueD.Narcisonosaledesucasa,yquemuchosdíasdesdelaventanademicuartolosveocorrerunotrasdeotroporeljardíndeMontesinosjugandoalescondite...Tanto,queselohedicho.

—¡Selohasdicho!—exclamólaotra,estupefacta.

—Sí,niña...¿novesqueconfiesoconél?...Nohabíamásremedio...Ledije:«Mire,D.Narciso...noseofendausted...peroyo,viéndolesaustedyaObduliajugareneljardín,tengosospechas...semeocurrenmalospensamientos.»

—¡AveMaría,québarbaridad!¿Yquédijoél?

—Se puso todo sofocado... ¡Uf! Comenzó a decirme: «¡Por ustedes y otrascomoustedespierdenelcréditoy lahonra lossacerdotesydecae la religión!»Mellamósacodemalicia;queparecíamentiraquesemeocurrieransemejantesatrocidades, y que por aquí y que por allá... Al principio quería comerme;despuéssefuesosegando...«Tieneustedrazón,D.Narciso,lerespondí;peroyonopuedoremediarlo...»Yeslaverdad,chica,nopuedoremediarlo...¡nopuedo!

DespuésdelaepístolacantóelpárrocodePeñascosaelEvangelio.Teníaunavozásperasininflexiones.Cantóenteramentedistraídosinmirarapenasallibro,levantandosusojospequeñosydurosporencimadelasgafasparacontemplarfijamente,mejordicho,parapulverizarconlamiradaalhijodelaPepaina,que

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disimuladamenteestabaarrancandolasbabasalosciriosyguardándoselasenelbolsillo.Aunqueunodelospilletesmásdesvergonzadosdelavilla,Lorito(quepor tal nombre era conocido este joven distinguido) se sintió molesto y untanticoinquietobajolamiradadelclérigo.Lacosanoeraparamenos.D.MiguelVigil, párroco de Peñascosa, desde el año 25 de este siglo era uno de loshombresdepeorgeniodeEspaña,ynoexageramosnadasidecimosdelgloboterráqueo.Contabaa la sazónochentaydosaños;eraalto, seco, las faccionespronunciadas, las cejas espesas y juntas, los ojos pequeños y penetrantes.Conservabaaúngranvigorfísico,yloqueesaúnmásraro,enloscabellosquelequedabanapenassenotaban lascanas.Mientrasduró laprimerguerracivil,abandonóelrebañoysefuealasprovinciasvascasapelearconlasarmasenlamanoporlacausadelPretendiente.Volvióalcabodealgunosaños.Sucarácterbravío no se había dulcificado mucho andando a tiros por los montes. LosfeligresesdePeñascosatuvieronenélunpastormuysemejanteauncapitándebandoleros.Nadielelevantabaelgalloenlapoblación.Losmásarduoscasosdeconciencia solía resolverlos D. Miguel en un instante con media docena demojiconesodepuntapiésbiendirigidos.QueMarcelino,eldeCosme,teníaencintaalahijadeLaureanalatejedoraynoqueríacasarseconella.D.Miguelseplantaba en casa de Cosme, cogía a Marcelino por las orejas, le daba tresbofetadasdecuellovuelto,yalosquincedías,quierasono, losteníacasados.QueRamónelconfiterolenegabaaD.Ciprianodosmilrealesqueéstelehabíaprestadosinrecibo.ElcurallamabaaRamónasucasa,seencerrabaconélenuna habitación, tomaba un garrote y le obligaba a firmar el correspondienterecibo. Por medio de estos procedimientos teológicos D. Miguel infundía lamoralevangélicaentrelasalmasencomendadasasucuidado.

No eran de su agrado las novedades en el culto.Miraba condesprecio a losclérigosquetratabandeintroducirlasycuidabandeltrajeyelaseo.Lostolerabaporquesabíaqueestabanapoyadosporelobispoyelaltoclerode ladiócesis,perosereíadeellosatodashorasdeunmodogrosero,irritante,ysolíahacerlesalgunas jugarretasmalignas, aguarles alguno de aquellos jolgoriosmísticos enque ponían más empeño. Tratábase, por ejemplo, de celebrar una comunióngeneraldeniñasconacompañamientodeorquesta.Eldíaqueestabaseñalado,D. Miguel enviaba a la iglesia una cuadrilla de carpinteros que se ponían aarreglar la tribuna con horrendos martillazos, que impedían escuchar lasconcertadas voces e instrumentos de la música. Otras veces obligaba a laspenitentesasiduasdeD.Narcisoaexaminarsededoctrinacristiana;obien lasprohibía cantar en la iglesia después de unmes de ensayos, o retiraba de losaltareslospañosqueellashabíanbordadoyaplanchado,olasarrojabadealguna

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capilla donde habían sentado sus reales, etc., etc. Estos actos de despotismohabíanle granjeado la animadversión de los clérigos afrancesados y del sexofemenino.AD.Miguel ledabaunarditepor talanimadversión.Elgocedesuvida no era ser querido o admirado, sino hacer en todo tiempo y ocasión suvoluntad.Además,podría tener todos losdefectosquequisieransusenemigos,pero nadie le conoció jamás sombra de inclinación hacia el sexo débil.Despreciabaalasmujerespositivamente:creíaqueningunaeracapazdedecirnihacer cosa con sentido común.En su carácterviril parecíahaber encarnadoelespírituromano,quenegabaalamujerfacultadpararegirsenuncaporsímisma.

NisecreaqueD.Miguelsemostrabatampocoobedienteconsussuperiores.Alobispo lecostabaun trabajo inmensoentenderseconél.Si lemandabaunaorden,elcuralaarchivabasindarlacumplimiento;sigirabaunavisita,metíaseencamafingiéndoseenfermoparanorecibirle.Habíaconcluidopornohacerlecaso y dejarle pasar con la suya. No confesaba en Peñascosa sino a mediadocenadeveteranosde laguerracivil.Losdemás feligreses se repartíanentrelos capellanes adscritos a la parroquia: las cuatro quintas partes de las damasconfiabanelfardodesusflaquezasalirresistibleD.Narciso.D.Miguelnosentíaelmenordesabrimientoporestapreferencia.Ysinembargo,elcortonúmerodesuspenitentesasegurabaqueeraunconfesorprudente,discretoydelicadoensuspreguntas.

TerminólalecturadelEvangelioypudodarselasatisfaccióndecontemplarunratoconpersistencia losmovimientosdeLorito.¿Porquéestabaestepillo tandistraído mirando a la tribuna arrobado en la audición de las melodías delórgano,cuandonohacíadossegundosquelehabíavistometerseenelbolsillomedia libra de cera por lo menos? Por el alma del párroco cruzaronpensamientos de muerte y exterminio. Tuvo fuerzas, no obstante, paracontenerse.Lamisa continuó.El presbítero novel elevó la sagradaHostia conmanostemblorosas,enmediodeunmurmullodefervoryadoración.Elórgano,soltando en trémolo sus registros más gangosos, contribuyó poderosamente ahacermássolemneyconmovedora labajadadelHijodeDiosa lasmanosdelhombre. Gil sintió estremecerse su cuerpo bajo la impresión. Una alegríainefablesubiódelfondodesupechoyleapretósuavementelagarganta.Aquelfavor inmenso, infinito, que su Dios le hacía, y que con tanto anhelo habíaesperado, removió hasta las últimas fibras de su corazón. Sus ojos quedaronveladosporlaslágrimas,yalhincarlarodillaentierra,antesdeelevarelcálizde la pasión, estuvo algunos segundos sin poder alzarse y a punto de caerdesmayado.

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DemuydistintasimpresionesparticipabaeljorobadoOsuna,administradordeMontesinos,enaquelmomento.YasabemosquesehabíasituadolomáscercaposibledeD.ªTeodora.Eratambiénunhombremísticoasumanera;peroenvezdebuscar launióncon laDivinidadenabstracto, seplacía en realizarladeunmodo concreto, por mediación de las mujeres gordas y frescas. Las mujeresgordas habían constituido su pasión dominante desde los felices días de laadolescencia.Dios sólo sabe el pesode las queOsuna amódesde este tiempohasta los sesenta y cuatro años que ahora tiene. En Peñascosa el número eralimitado;poresodevezencuandohacíaexcursionesa lacapitalpara recogerdel cieno de la prostitución alguna desdichada que traía y guardaba, durantequince días o un mes, en alguna cámara oscura del cuarto bajo de su casa.Teníala allí como una fiera enjaulada, encargándose él mismo de llevarla elalimentoyproveeratodassusnecesidadescorporales.Alcabodeestetiempolasoltaba,yvueltaacomenzarconotra.Todalavillaconocíaestasflaquezasdesutemperamento. Contábanse de él en las tertulias de hombres muchísimasanécdotas, graciosas unas y sucias otras, que hacían reír a los pacíficoshabitantes en las largas, lluviosas noches de invierno. No se violentaba paraocultarlosexcesosdesuviciosanaturaleza.Lamayorpartedeestasanécdotasélmismolashabíareferido:gozabahablandodesusobscenidades.Losvecinosledespreciaban y le temían al mismo tiempo. Se le tenía por un ser extraño,misterioso,malintencionado.Ocupabaunpuestodesdeelcualpodíahacerdañoa mucha gente. Era administrador de Montesinos, el propietario más rico dePeñascosa, y habitaba una de las alas del inmenso palacio o caserón que ésteposeía.Estabaviudodetresmujeres,conunahijaqueyaconocemosdenombre.Eraexcesivamentepequeño,conunagrancorcovaalaespalda,colormacilento,mejillaspendientesyflácidas,ojossinbrilloyasustadossiempre.Percibíaseunlevetemblorensusmanos,comosucedeconfrecuenciaaloshombresgastadosporlasensualidad.

D.ªTeodorahabíacambiadodesitioyavariasveces:corriosehaciaadelante,sefue después hacia un lado; todo inútilmente.Donde quiera que iba, sentía lospiesdeOsunaentre las enaguas.Yal sentirlos, unaolade rubor encendía susfrescas mejillas, se estremecía como una zagala de catorce años. En ningunamujer se conservó nunca más delicado y vidrioso el pudor virginal. Algunasconversaciones,hoycorrientes,laofendían:nosepodíaaludirensupresencianidirectaniindirectamenteaciertosasuntosescabrosos.Nodecíanada,porqueerala prudencia personificada y de tímido natural; pero se la veía ruborizada,inquieta,conganasderetirarse.Tanlimpiaytanpulcraeradecuerpocomodealma.Legustabavestirconeleganciaycuidabaconrefinamientos,nousadosen

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Peñascosa,de supersona.Losque laconocierondeniña,decíanquenohabíasido bonita, sino pasable, y que ahora, con sus cabellos blancos, sus carnesfrescas ymejillas sonrosadas, estabamás guapa que nunca, ¿Por qué se habíaquedado soltera D.ª Teodora, poseyendo una figura agradable y un regularcaudal?SedecíaquesostuvoamoresmuyfinosyrománticosconuntenientedeArapilesqueperecióenlaaccióndeRamales.Lavísperadelabatallasehabíadespedidodeella,pormediodeunacartaescritasobreuntambor:elcorazónledecía que al día siguiente «una bala traidora cortaría el hilo de su existencia,peroquemoriríaconelnombredeTeodoraen los labios.»Éstaconservaba lacartacomopreciosareliquiayguardabaasimismofielsucorazónalamemoriadelvalerosoyrománticoteniente.Sinembargo,hacíamuchosañosqueteníaungalánasiduo.D.JuanCasanova,aquelhidalgoderostroaguileñoymajestuosodequehemoshablado,ibaasucasaindefectiblementetodaslasnoches,deochoaonce.Estobastabaparaqueenlavillasecreyese,noqueerasuamante,quenadiedudabadelacastidaddeD.ªTeodora,sinosuenamoradoplatónico,yquemás tarde o más temprano concluiría por casarse con ella. Tal faustoacontecimientoseestuvoesperandoveinteañosenPeñascosa.Alahorapresenteya se dudaba bastante de que se realizase. Los futuros se iban haciendodemasiadoviejos,sobretodoD.Juan,aquiencostabaesfuerzossobrehumanossubiralacasa,porelmalditoreumadelasrodillas.Cadadíaquepasabaeran,pues,menosaptosparael cumplimientode los sagrados finesdelmatrimonio.Además,últimamente,ciertosucesodequemásadelanteharemosmenciónturbóun poco las tranquilas y afectuosas relaciones del avellanado hidalgo y de lafrescajamona.

CuandoeldiáconocantóelIte,misaest,aquelladiounsuspirodeconsueloysedispusoalevantarseyhuirdelosindecorosospiesquelaperseguían.Peroeranegocio más arduo de lo que se imaginaba. La iglesia estaba tan atestada defielesquenadiepodía revolverse.Todospretendíanbesar lasmanosdelnuevosacerdote, o almenos presenciar la curiosa y tierna ceremonia. Bajó éste unaescaleradelaltaryquedóinmóvilydepiefrentealamuchedumbre,derramandopor ella una mirada vaga y sonriente. Hubo un fuerte murmullo que casi seconvirtióengritería,cuandoD.Narcisoempujósuavementea lamadrinaparaque tributase laprimera suhomenaje al oficiante.D.ªEloisahincó las rodillasdelante de su ahijado y le besó las manos con visible emoción. Cuando selevantó, corrían algunas lágrimaspor susmejillas.Después tomóun frascodeaguaperfumada,diootroaD.ªRita,ycolocadasambasaderechaeizquierdadelpresbítero,comenzaronarociaralosqueseacercabanabesarlelasmanos.Unoa uno, empujándose con prisa, fueron lamayor parte de los fieles rindiéndole

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este homenaje. Los hombres le besaban en la palma, lasmujeres en el dorso,segúnestabaprevenido.Éstassemostrabanconmovidas,gozosas,riendocuandoD.ªRitaoD.ªEloisalesarrojabanalrostroalgunasgotasdecolonia:despuésseretiraban para dejar paso a las otras; y de lejos seguían contemplando conafectuoso interés la faz pálida y delicada del sacerdote. Sonaba en la iglesiarumoralegre.Elrocedelasenaguas,elcuchicheoylasrisascontenidasdelasdamas, producían un zumbido de colmena. El tañido de las campanas que elsacristányalgunoschicuelos repicabanaltoen la torre, entrabavivoygozosopor las ventanas. También penetraban algunos rayos de sol que sedesparramabanporlosaltares,haciendollamearsusdoradosmetales.Perosienelcaminotropezabanconalgunalindacabezablonda,delasquetantoabundanentrelasartesanasdePeñascosa,noteníaninconvenientealgunoendetenerseadarlaunbesodeadmiración.

Gil estaba fuertemente conmovido; el corazón le saltaba dentro del pecho.Sentía impulsos de romper en sollozos: procuraba, no obstante, con esfuerzoreprimirse,yestolecausabamalestar.Aquellasmuestrasdeveneración,aunquerepresentabanuna ceremoniausual, le avergonzaban.Alver arrodillados a suspies a todos los próceres y damas de la villa, que tanto respeto le habíaninfundido siempre, experimentaba confusiónydesasosiego.Sus labios estabancontraídosporunasonrisaquerevelabamás inquietudqueplacer.D.ªEloisayD.ªRitaconsumieronvariosfrascosdeesencia,haciendocopiosasaspersiones,sobretodoasusamigas,aquienesbañabanelrostroenmediodeunaalgazara,que no por ser reprimida, era menos sabrosa. Poco a poco la religiosasolemnidadseibatrasformandoenunafiestadecarácteríntimoyfamiliar.Lasamigasdelamadrinaydelasdamasprotectorasdeljovenpresbíterosehabíanidoquedandodetrás, formandoen tornosuyoungrupopintoresco,mientraselrestodelagentedesfilabaporlasdospuertasdelaiglesia.Unrayodesolvinoadarsobreelpreste:lasricasvestidurasdetisúdeorodespidieronvivosdestellos;su hermosa cabeza rubia semejaba la de un querubín. Las damas lecontemplabanextasiadas.

El párroco y D. Narciso, asistentes de la misa, se habían retirado paradespojarsedesusornamentos.Notardóelprimeroenvolverprovistodesotanay bonete, debajo del cual se agitaban algunos pensamientos siniestros. LaconductadeLoritoen loconcernientea lasbabasde loscirios lehabíapuestopensativoysombrío.Hacíayaalgúntiempoqueestejovenpersonajedisfrutabaelprivilegiodedesazonarle.Enunaocasiónsupoquesehabíaencaramadosobreel tejado de la iglesia para apoderarse de algunos nidos de gorrión; en otra

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sospechó que le había robado las uvas que tenía la parra del corredor de larectoral. Y aunque ya había procurado tranquilizar su espíritu por medio dealgunosadecuadospuntapiés, todavía losentíaagitadoy tristecadavezqueelhijodelaPepainaseofrecíaasuvista.

Sin preocuparse poco nimucho de la conmovedora ceremonia que se estabarealizando en el presbiterio, D. Miguel recorrió la iglesia a paso lento,escudriñandotodoslosrincones.Laspersonasqueaúnquedabaneneltemploleabríanpasoconmásmiedoquerespeto.Penetróentodaslascapillasyexaminóminuciosamenteelestadodelosciriosqueardíanenlosaltares.Algunahuelladebió de reconocer en ellos del paso del vándalo, porque su rostro se fueencapotando cada vezmás. Ya no fue un reconocimiento, sino una verdaderacaza la que emprendió al través de todas las capillas. En la última de laizquierda, donde está la pila bautismal, olfateó al fin la pieza. Marchó conprecaución, y asomando su enérgica nariz aguileña, pudo al fin columbrar laroma y barnizada democos del granuja, que en compañía de uno de susmásfielesdiscípulosseocupabaenhacercrecer la inmensaboladeceraquehabíaextraídodelasvelas.Elpárrocosintióelnerviosotemblordelosgatosalavistadelratón:sepreparócomoellosrozandoelsueloconlospies,y¡zas!deunpardebrincoscayósobrelosbárbaros.PeroLoritonoeraunvándalovulgardelosquesedejanatraparcomounratoncilloinocente.SinveraD.Miguelsintiósuhálitopoderoso,ybajándoserepentinamentealtiempoqueaquélllegóaecharlelazarpa,consiguióquefallaraelgolpeyfueraadardebrucesenelaltar.Antesque el párroco pudiera revolverse, ya había emprendido la carrera hacia lapuerta.Fueenvano.D.MiguelseapoderórápidamentedelCristodebroncequehabíasobreelaltar,yseloarrojócontalímpetuycerterapunteríaquelealcanzóenlacabezaylehizoveniralsuelosoltandochorrosdesangre.

Algritodelchicoyalruidoqueprodujosucaídaacudiólagente;lelevantaronyleprestaronlosprimerossocorros,estancándolelasangrecontelasdearañayponiéndole un pañuelo a guisa de venda. Mientras se llevaron a cabo estasoperaciones, no dejó demurmurarse, aunque en voz baja, de la brutalidad delcura.Éste,perfectamente satisfechodesuobra, se retirómajestuosamentea lasacristía, no sin que tuviera ocasión antes de administrar dos patadas en eltraseroalcómplice,queandabaporallítrémuloyabatidoconladesgraciadesumaestro.

Peroeselcasoqueelgloriosoprogenitordeéste,PepeeldelaPepaina,comole llamaban en la población, para distinguirle de los otrosmuchos Pepes quehabía, pescador de oficio y un bruto muy pacífico, que hablaría sobre tres

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docenas de palabras por semana, al contemplar a su hijo en aquel estado,comenzóavociferarenelatriodelaiglesiacomounenergúmeno.Lasíntesisdesudiscursoeraqueélnosentíarespetoalgunohaciaelestadoeclesiástico,yquepadecían una equivocación lamentable los que se atrevieran a suponer que él,PepeRaya,dejaríadedaralcura,encuantopusieseelpiefueradelaiglesia,unadebaboryotradeestribor,yacasotambiénunabuenapatadaenlapopaqueselametierabajoelagua.

D.Miguel,quedesdeadentrohabíacreídopercibiralgunodelosextremosdeeste discurso, se empeñó en salir al atrio por ver su demostración; pero se loimpidieronD.Narcisoyelsacristán.Lleváronlealasacristía,yallíletuvieronentretenidohastaquedesaparecióelpeligro.

Alsalirlagentedeltemplo,elsolnadabaenelespacioazul,bañándolodeluzydealegría.Repicabanlascampanasconfrenesícreciente.Estallabanmultitudde cohetes, que impregnaban el aire con el humo de la pólvora. Y las olasestallabantambiénsuavementeenlospeñascosquecasirodeanporcompletolaiglesiadelavilla.Enaquelconciertogozosodeunanaturalezaquesonríepocasveces,sóloseoíalanotaásperadebajoprofundoqueentonabaelmaridodelaPepaina.

II

PeñascosaestásituadaenelfondodeunapequeñaensenadadelCantábrico.Sucaseríoseextiendetodoélporlaorilladelmar,sinpenetrarmásdecienvarasenlo interior.Sóloalláenelvérticede laangosturahayunaplazamedianamenteespaciosa, de la cual arranca la carretera que conduce aNieva.La parte de lavilla que se extiende a la derecha esmenos importante y extensa que la de laizquierda.Por estaorilla corre lamejory aunpuededecirse la única calledelpueblo.Eslarga,empinadaatrozos,atrozosllana,anchaenalgunosparajesyenotros estrecha, con ánditos de un lado para los transeúntes. Las casas de laderecha tienen todas salida a la mar por medio de escaleras mejor o peorlabradas, según la importancia del edificio. Termina en el Campo de losDesmayos,dondesealza la iglesia,sobreunapuntade tierraqueavanzaenelmar.Estecampotomasunombredealgunossaucesqueallídejancaersusramassobretoscosbancosdepiedra,dondeloshonradosvecinossesientanatomarel

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solen inviernooa respirar labrisaenverano.Eselparajeenqueseefectúantodas las fiestasy regocijospúblicosde lavilla, las iluminacionesyverbenas,fuegosdeartificio,ascensióndeglobos,música,danzaygiraldilla:sirveademásdepuntodereuniónparaelgremiodemareantescuandonecesitancongregarseytomaralgúnacuerdo,yderealpara laferiaydecampodemaniobraspara loschiquillos de la escuela. No es maravilla que así suceda, dada la particularestructuradelapoblación,dondefueradelaplaza,nohayningúnotroespacioabiertoycómodomásqueéste.

Elmuelleesunespolóndepiedraquearrancadelacallemencionadahaciasupromedioyavanzapocomásdecienvarasporelmar.Bajaseaélporunarampasuavedondehaymediadocenadetabernasporlomenosydoscafetuchos,eldelaMarinayelImperial.Unasyotroshiervendegenteatodashoras,peromuyespecialmentealadelcrepúsculo,cuandollegandelmarlaslanchaspescadorasy termina sus faenas la tripulación de los pataches y quechemarines anclados.Éstos son los únicos buques que llegan hasta Peñascosa.Hay, no obstante, unvaporque surcadevezencuando las aguasde la ensenadayosaacercarse almuelle.EsunremolcadordeSarrió llamadoGaviota: sus largosquejumbrosossilbos estremecen al vecindario de orgullo. Porque en lo tocante a amar a supueblo y despreciar a los demás de la tierra, nadie ha ganado jamás a lospeñascos, ni los romanos siquiera. No hay peñasco que no esté plenamenteconvencidodequesupuertoeselmás favorecidopor lanaturalezaen toda lacosta española: si no tiene la importancia comercial de Barcelona, Málaga oBilbao,consisteenquenadiesehaocupadoenproporcionárselapormediodeobras adecuadas. Hacia Sarrió, villa que quintuplica su población y que haadquiridogranimportanciaenlosúltimosaños,sientenunodioyundesprecioinveterados. Cuando ven los vapores cruzar por delante de la «abrigada,tranquila y segura ensenada»dePeñascosaymeterse en el «sucioypeligrosofondeadero»deSarrió,todobuenpeñascosientelatirsupechoconindignación,comoelquehasidovíctimadeunrobomiracruzarencocheasuestafador.Hayqueoírleshablarde lascualidadesdelpuertodeSarrió, sobre todocuando lesescuchaunforastero.Principiaadibujarseensus labiosunasonrisa levementeirónicaydespreciativaquepocoapocosevaacentuandohastatrasformarseensonora, homérica carcajada cuando llegan a aquello de: «Los cangrejos estánmuysatisfechostodosdelabocadeSarrió.Dicenqueentranysalensinpeligroalguno.»SialgunavezlaslanchaspescadorasdeestepuertosevenprecisadasaarribaraPeñascosaacausadeltemporal,¡conquéproteccióntanhumillantelosrecibenlosindígenas!Ycuandoporsusnegociosvanéstosalaaborrecidavilla,están allá inquietos, nerviosos: el tráfago y los ruidos del muelle les suena

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dolorosamente en el corazón: llegan a su pueblo con el estómago sucio yexcitados, narrando los mil disgustos que la envidia de los sarrienses les hacausado.Llevancuentaexactísimade todos lossiniestrosocurridosen labarradesurivalynosecansanjamásdecompadeceralospobresbuquesextranjerosaquieneslasuerteimpíaconduceaunpuertotaninhospitalario.

Nosóloenelcalado,enelabrigo,enlaseguridaddelpuerto,cifransuorgullolospeñascos.Poseenademásotraporcióndeventajasnaturalesverdaderamenteinapreciables.Existeenlasafuerasdelavillaunafuentedeaguaferruginosaquees admiración de propios y extraños, sobre todo de propios. Los extrañosconsideran que si el agua no viniese unida a tantos cuerpos heterogéneos, sebeberíaconmásfacilidadyproduciríalosmismosresultados.Yverdaderamentenosotros también nos inclinamos a pensar que su virtud saludable no seacrecientaconqueloschicosdelbarrioorinenenellayavecessedesahoguende otro modo aún menos diplomático. Por influencia del clima, críanse enPeñascosalosmejorescerdosdelorbe,conlocualestádichoqueenningúnpaísdelextranjerosabenloqueescomerjamónmasqueenésteafortunadopueblo.Dicho se está igualmente que, si los cerdos de Peñascosa son losmejores delmundo, lascastañasconquesecríanestoscerdosson lasmásgordas, lasmássuavesynutritivas.ElmardePeñascosa tampocoes igualaldeotrospuertos:sobre todoconel deSarriónoguardaparecidoalguno.Haypersonasque, sinsaber por qué, se van debilitando paulatinamente en este pueblo, pierden elapetito y el humor: pues bien, hasta que van a tomar los baños de mar enPeñascosa no se ponen buenas. Los de Sarrió no producen efecto algunomedicinal:alcontrario,todoelquesebañeallíseexponeaerupciones,catarros,reuma y otros desarreglos tristísimos. Por la parte de Oeste, o mejor dichoNoroeste, la villa está resguardada de los vientos más vivos y constantes. Elclima es, por lo tanto, suave y benigno: las epidemias no prosperan. Lospeñascoshacensaberconorgulloque,mientrasenelúltimocóleramurieronenSarriótrescientasdocepersonas,enPeñascosasólomurieronsesentayuna,ydeéstasporlomenostreintabajaronalatumbapordescuidoslamentablesquelasfamiliasrespectivasdebieronevitar,aunquenofuesemásqueporelcréditodelavilla. Inútil es hablar del pescado que se coge en este privilegiado puerto. Encien leguas a la redonda, nadie ignora que ni la sardina, ni la merluza, ni elcongrio, ni el besugo admiten comparación con los de Sarrió. Como el casopareceextrañohabiendotanpocadistanciadeunpuebloaotro,losdePeñascosaloexplicanpor losmejorespastosquesuspeces tienen.Ensuma,nosotrosnoconocemosotropueblomásagradecidoalSupremoHacedorporlascondicionestopográficas,hidrográficasyclimatológicasconqueleplugofavorecerle.

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Respectoalasetnográficas,lamayorventajaquehemospodidoapreciareslahermosuraygallardíadelasmujeres.Sonaltas,macizas,detezsonrosadayojosnegros;lavozesdulce,sonorayhablanconundejomusicalmuycaracterístico:parece que recitan al piano. No presumen de bellas y lo son. En cambio sevanagloriandecantarmejorquelasdeningúnotropueblodelaprovincia,ynoes así. Cierto que, como acabamos de indicar, hay entre ellas muchas vocesgratasyextensas;peroeloídoysobretodoelgustonocorrespondenalavoz.Repicoteandetalmodoloquecantanquenoloconocenadie,nielmismoautorquelocreó.Enverdadquelaspeñascasabusandelasfermatasyfioriturasquelas muchachas de Sarrió, sin tener tan buena voz, cantan con mejor gusto yafinación. Silencio acerca de este particular, porque si alguien lo dice enPeñascosa,lesacanlosojos.

Igualmente tienen metido las jóvenes peñascas en la cabeza (digamos en lahermosacabeza,quenohaymentira enello)queposeenespecialísimaaptitudpara componer coplas oportunas o de circunstancias. Las componengeneralmentesobrecancionespopularesquesirvenparabailarenlasromerías.Queseinauguraeledificiodelasescuelas,coplaalcanto;quellegóeldiputadodeldistritoatomarbaños,serenataycoplas;queD.JoséelEstanqueromontaunserviciodeómnibusalacapital,coplitalaudatoriaaD.JoséelEstanquero.Perodonde brilla principalmente el estro de las jóvenes artesanas es en las coplassatíricas: no necesitamos añadir que el blanco preferente de sus sátiras es elmezquino,peligrosoysuciopuertodeSarrió.Nosuelenestarbienmedidaslascoplas;tampocoseveenmuchasdeellaselaguijón.¡Quéimporta!LaspeñascaslascantanconunfuegoyunretintínquedesesperaalasjóvenesdeSarrióyleshaceenfermardeira.

Los hombres suelen ser como en todas partes,más feos que hermosos,mástontos que graciosos,más groseros que corteses,más vulgares que originales.Sinembargo,hayencasitodosellosunrescoldodeimaginaciónque,sinolessirveparaescribirnovelas,leshacemásnovelerosycuriososquealosdelrestode la provincia.Cualquier acontecimiento insignificante adquiere proporcionesgrandiosas en Peñascosa. El pueblo se conmueve hondamente cada vez quearriba cierto bergantín-goleta trayendo tabla de pino rojo del Norte para D.Romualdo, y acude todo a presenciar la descarga. Un prestidigitador vulgarproduce extraordinaria agitación y ocasiona largas y violentas disputas en elcasino, en los cafés, en las tertulias de las tiendas, y encauza el gusto y lafantasía de los peñascos por distintos derroteros. Llegó en cierta ocasión unmagnetizador que dio algunas sesiones en el teatro (llamémoslo así). Durante

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seismeseslospeñascosnoseocuparonapenasenotracosaqueenmagnetizarselos unos a los otros. En ninguna tertulia se entraba que no se tropezase conalgunaseñoritadormidamientrasunjovenindígena,enactituddeespantarlelasmoscas,learrojabapuñadosdefluidoalacara:todoeramediumsyespíritus,yveladoresgiratorios:algunoshonradosvecinosquisieronvolverselocos:unodeellossaliódenochepidiendoconfesiónagritosporquehabíahabladoconciertopariente difunto. Después llegó un frenólogo. Los peñascos se dedicaron otratemporadaapalparse la cabezayhacervaticinios sobre eldestino reservadoalosniños.Loscuadrosdisolventesdealgúnsaltimbanquiengendrabanlaaficiónalaslinternasmágicas,ylascompañíasdramáticasqueporcasualidadllegabanhasta allí, verdaderas cuadrillas de facinerosos, despertaban extrañas aptitudespara el arte escénico enmuchos vecinos que hasta entonces jamás las habíanrevelado. Un náufrago austriaco les infundió el amor a la filología; dio unascuantas lecciones de alemán y ruso a varias personas caracterizadas de lalocalidad, y al cabo de dosmeses se escapó con seismil reales deD. José elEstanquero, dos mil de D. Remigio Flórez y algunas pesetas más de otroscaballeros.Nosehablódeotracosaenunpardemeses.

HayenPeñascosauncasinosuscritoacincoperiódicosdeMadridyaunodeLancia.El Faro de Sarrió, que les enviaban gratuitamente, fue devuelto a sudestinoapropuestadevariossociosdignísimoscuandoesteperiódicopropuso(¡qué asco!) la construcción de un gran puerto de refugio en Sarrió. Existeademásunasociedadderecreo,delacualesalmayvidaD.GaspardeSilva,unpoeta de la localidad que tiene escritasmás obras dramáticas que Shakspeare.Púsole por nombre elÁgora, en consonancia con sus aficiones clásicas. Es eltemplo del arte. Allí se representan las piezas de D. Gaspar por los jóvenesaficionadosyseleensuspoesíaslíricas,enmediodelaslágrimasylosaplausosde las señoritas de la localidad, adivínanse charadas y logogrifos, se cantanmandolinatas y stornellos en un italiano estupendo y se juega de mil modosingeniosos. Verdaderamente el Ágora de Peñascosa recuerda, más que laasamblea griega que le ha dado nombre, la tertulia de la reina de Navarra,aquella gozosa y poética reunión de hermosas damas y caballeros, donderebosaba el ingenio y de la cual tanta gallarda invención ha salido. Nollevaremos,sinembargo,nuestroafándesimilitudeshastacompararaD.GasparconMargaritadeValois.Cadacualensugénerodebenconsiderarsecomoseresprivilegiados;maspertenecenagénerosdiferentes.

D.Gaspareraunhombrealto,seco,conelrostrollenodemanchascoloradasquedelatabansujuventudborrascosa,elpeloralo,labarba,quegastabaaluso

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deEspronceda,Larraylosliteratosdeltreintaalcuarenta,entrecanayerizada,lasmanosylospiesdescomunales,tanapretadosporloscallosestosúltimosqueel poeta andaba apoyado siempre en unamuleta y doblado fuertementepor elespinazo.A pesar de esta circunstancia, no puede negarse que era un hombrenotabilísimo, y con razón se vanagloriaba Peñascosa de haber sido su cuna yguardarle en su seno.No se limitó jamás, como lamayoría de los literatos, acultivar un género conmejor o peor fortuna. Escribió poemas épicos, poesíaslíricasdetodasclases,amorosas,satíricas,filosóficas,didascálicas;fuenovelistayautordramático.Lastrescuartaspartesdesusobraspermanecenmanuscritas;perobastanlasimpresas(aexpensasdeunprimohermanoqueelpoetatieneenPuerto Rico) para dejar de él imperecedera memoria. Por lo menos, los quehemos tenido la dicha de conocerle personalmente, es seguro que no loolvidaremosmientras nos dure la existencia. Silva era un poeta que guardabamássemejanzaconlosvatesantiguosqueconlosmodernos.ComoShakspeare,comoMolièreyLopedeRueda,élmismorepresentabasusobrasenlaescena,reservándoselospapelesdecaracterístico,acausadelacurvaturadelespinazo.En este caso solía sacar una voz engolada y tremante que causaba hondaemociónensusconvecinos.Los títulosdeellas teníanunsellodeoriginalidadque recordaba bastante los del inmortal dramaturgo inglés. Entre otros títulosextraños,originalísimos,recordamoslossiguientes:Nomevengasconbelenes,queterompoelesternón(comediaentresactos),Entrecolycol,lechuga(piezaenunacto),Ysinembargosemuere(dramaentresactos),¿Legustanonolasrubias? (pieza en un acto). Aunque ha brillado y brilla en todos los génerosliterarios,nosotrospensamosquesugenioesmásdramáticoquelírico.

NohaymássociedadesreglamentadasenPeñascosa.Latertuliadelabotica,ladeD.MartíndelasCasasyladelosmosqueteros(estaúltimaalairelibre,enelCampodelosDesmayos)sonagrupacioneslibres,sinidealartísticonipolítico.

Deestavillainsigneporsumaravillosasituacióngeográficayporeltalentodesushijos,blancode laenvidia,nosólodeSarrió,sino tambiéndeSantanderyBilbao y todos los demás puertos de la costa cantábrica, que en vano hanpretendidohumillarla;deestepueblogeneroso,patriota,idealista,fuenombradotenientepárrocoeljovenpresbíteroprotagonistadeestaverídicahistoria.Lofuepor influenciaomediacióndeD.Martínde lasCasasyotrospróceres.No lescostótrabajoobtenerestenombramientodelobispo,porqueGilsehabíahechonotar extremadamente como alumno aplicado e inteligente en el seminario deLancia.Almismotiemposuscostumbrespurasylasuavidadymansedumbredesu carácter, acreditadas por todos los profesores, le ponían en aptitud de

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desempeñar cualquier oficio en la iglesia. El rector del seminario, variosdignatariosdelcleroyhastaelmismopreladoleinsinuaronlaideadequedarseenLanciayhaceroposiciónaalgunadelasprebendasquepudieranvacarenlacatedral. Nadie dudaba de su pericia para conseguirla. Sin embargo, el nuevopresbíterorechazóconhumildadlaproposición,alegandolainsuficienciadesusestudios, que esperaba ampliar con el tiempo, y su excesiva juventud paradesempeñarcargodetalimportancia,casodequeselootorgasen.Enelfondodesu ser existía también, sin que él mismo se diera cuenta de ello, ciertarepugnanciaalavidasociableyregalonadeloscanónigos.

Gil era un místico. Había tenido la fortuna de tropezar, en el rector delseminario, con un hombre de una piedad exaltada, con un orador elocuente,apasionado, genial, un verdadero apóstol. Este hombre extraordinario, queformaba contraste con el clero prudente y prosaico que le rodeaba, ejercióinfluenciadecisivaenelespíritudelicadoysoñadordenuestrohéroe,consiguióarrastrarloensuvuelo,comunicándoleelfuegoquedevorabasualmadeasceta.Era medianamente instruido, pero hasta su pequeño bagaje de instrucción lepesaba. Sentía un respeto idolátrico, que comunicó a su discípulo, hacia laTeología por lo que había en ella demisterioso e incomprensible. En cambiomiraba con indiferencia la Filosofía y despreciaba las ciencias naturales. Era,como todos los hombres de fe viva y corazón ardiente, enemigo de la razón.Cuandosecreeyseamadeverasseapeteceelabsurdo,sedespojaelalmaconplacerdesu facultadanalíticay ladepositaa lospiesdelobjetoamado,comoSantaIsabelponíasucoronaducalalospiesdelaimagendeJesúsantesdeorar.Erauncasodesuicidioporortodoxiamística.Bajosudirección,elseminariodeLanciafueperdiendoelligerobarnizcientíficoqueporlasúltimasreformasselehabíadado.Seguíanseloscursosdefísica,dehistorianatural,dematemáticas,defilosofía,perocontanpocoaprovechamientoqueningúnprofesorseatrevíaadejar suspenso a un alumno, por mucho que disparatase en el simulacro deexamenquesehacía.Encambioconcedíaseimportanciadecisivaalasprácticasreligiosas,atodoslosejerciciosdepiedad.Sepasabaeldíaorando,meditando.Elalumnomásapreciadonoeraelquemejordijeseyentendieselaslecciones,sinoelquesupierapasarmáshorasderodillas,oayunaseconmásrigor,elmássilenciosoytaciturno.

La mayoría de los colegiales, hijos de labradores y artesanos, cumplía conestosdeberessingranesfuerzo,viendoenellounamaneradearribarprontoysindificultadesalsacerdocio.Elestudioleshubieramortificadomás.ParaGil,talgénerodevidarepresentabauntrabajoconstante,unaluchaconsigomismo.

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Su inteligencia vigorosa apetecía el estudio, su fantasía el movimiento. Consistemáticatenacidadsepusoacontrariarlasexpansionesdesunaturaleza,diocomienzoallentosuicidioqueprimerohabíaoperadosumaestroyantestodoslosmísticosdelmundo.Penetróenelpensamientodeaquél,participódelidealsombríodesuvida,desufurordepenitencias,desudespreciodelosplaceres,de loshorroresy tambiénde lacienciadelmundo.Enesta luchacon lacarnehaysupoesía.Deotrasuerte,nohabríamísticos.Cuandoterminólacarreraeraelmodeloqueseofrecíaaloscolegiales.Humilde,reservado,graveydulcealapar,rezadorincansableyconlanotademeritissimusentodosloscursos.

Ya le tenemosejerciendoelcargode tenientepárrocoenPeñascosa.Hubierapreferido marcharse a regentar una parroquia rural. El trato mundanal leproducía penosa impresión: para él Peñascosa, con su casino, sus cafés ytertulias,erauncentrodefrivolidad,pornodecircorrupción.PeroDªEloisaysus protectoras se habían empeñado en tenerle en el pueblo, y el rector delseminario,suveneradomaestro,leaconsejóquenodesatendiesesusruegos:silafrivolidad de la villa lemolestaba, su tarea, en cambio, seríamásmeritoria yfructífera;lasalmasdeloscampesinosnonecesitantantoprolijocuidado.Conlaemociónyelanhelodequienponemanoenunaobrasacratísima,diocomienzoelnuevopresbíteroasustareas.Levantábasealamanecerysedirigíaalaiglesia,dondeentrabaelprimero,antesqueelsacristán.Sentábaseenelconfesonarioyallípermanecíaescuchandoalosqueseacercabanalsagradotribunalhastalasocho,horaenquedecíasumisa.Después,aúnsesentabaotroratoaconfesar,yse iba a casa.Hasta la horade comer, estudio,meditación, rezo.Despuésotravezalaiglesia:rosario,enseñanzadedoctrina,arregloyaseodeltemplo.Desdequeélllegó,éstecomenzóaestarlimpioydecoroso.Sinreprenderle,logróconelejemplo,echandoélmismomanoalplumeroya laescoba,queel sacristáncumplieseconsudeber.Peroenloquemásseplacíasualmafervorosaeraenacudirprontamentealladodelosmoribundos,enpermanecerclavadojuntoasulecho,exhortándolesalarrepentimiento,sosteniendosuconfianzaenDioshastaque exhalaban el último suspiro. Esta era la parte grata de su tarea, la obraverdaderamente divina que le dejaba el corazón anegado de dulzura yentusiasmo. ¡Arrancar un alma de las garras del demonio! Cuando a lamadrugada,despuésdecerrarlosojosaunpobrefeligrés,sedirigíaalaiglesiatransidodefrío,rotasuflacanaturalezaporunanochedevigiliaytrabajo,susojosseposabanenaquelmarsiemprecolérico,enaquelcielosombrío,yenvezde sentir la tristeza y el dolor de la existencia, su espíritu se dilataba por laalegríayacudíanasusojoslágrimasdereconocimiento.EraelgozosublimedeJesúsrecorriendoapielasabrasadasmárgenesdellagoTiberiade,anunciandoel

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reinadodelPadre;eraelgozodeSanFranciscocuandotornabaalaPorciúnculacon algún nuevo compañero de penitencia; era el del santo rey Fernando alapoderarsedeSevilla;era,ensuma,elgozodetodoslosapóstoles.

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Sehabíaidoavivirconelcuranoporgusto,sinoporqueéstesiemprelohabíatenidoenquelostenientes(oexcusadores,comoallíselesllamaba)viviesenasulado, talvezparatiranizarlosmejor.Larectoralestabasituadanomuylejosdela iglesia,a laentradamismadelCampodelosDesmayos.D.Miguel teníaporservidoresunaamaviejayuncriadojoven.LosgocesespiritualesdelpobreGilestabanbiencompensadosconunsinnúmerodecontrariedadesymolestiasquesurudopárrocolehizopadecerenseguida.D.Migueleratanbárbaroenlavidaprivadacomoenlapública.Suvoluntaddespóticasedejabasentirentodoslos pormenores y en todos los momentos de la existencia. Luego, si estavoluntad fuese racional, vaya con Dios; pero la del formidable viejo era tancaprichosa comomaligna. Se gozaba en contrariar los deseos de los que a sualrededor estaban, por mínimos que fuesen. Al ama la tenía frita: un día leimpedíadormirlasiesta,otrodíalematabaunperritoalcualtomaragrancariño,otroletirabalostiestosqueteníaenelbalcónolaobligabaapermanecerencasaen ocasión de cualquier gran solemnidad religiosa, o le hacía pagar undesperfectodelavajilla,etc.,etc.Alcriadoletostabaenparrilla:unasveceslemandabaentardederomeríaacualquieraldeaconunrecadoinsignificante,paraquenoserecrease;otrasveceslecerrabadenochelapuertasillegabaunminutomás tarde de lo convenido y le hacía dormir al sereno, o bien le obligaba aquitarselaspatillas,olevestíaelropóndelmonaguilloporquenotabaqueestole molestaba mucho. Al excusador le crucificaba. Había tenido muchos, y atodosloshabíaestudiadosilenciosamentedurantealgunosdíasparaconocersustendencias y aficiones. Una vez enterado, se ponía con particular cuidado acontrariárselas.Alanterior,hombreobesoyamigodelosplaceresdelamesa,lehizo pasar cada hambre que pormilagro no feneció; venía el infeliz de decirmisa con ansia de tragarse el chocolate. ¡Buen chocolate te dé Dios! El curahabíamandadopreviamentealamaaalgúnrecadoquedurasedoshorasporlomenos. ¡Qué debilidad, qué sudores, qué congojas las del pobre capellán! Sillegabanensuspaseosvespertinosaalgunacasadondelesinvitabanamerendar,el cura rehusabamanifestando que ya lo habían hecho en casa.Él no padecíaporque era extremadamente sobrio, pero a su infeliz compañero se le hacía labocaagua.

ElestudiodeGillecausógransorpresa.Entrelosmuchostenientesquehabíandesfilado por su casa no había tropezado con un místico hasta ahora. Huboalguno aficionado al culto y a la oración, pero sin la ardiente piedad y elentusiasmo que éste mostraba. El cabecilla de don Carlos le miró con unaespeciede curiosidadburlona, con la compasióndesdeñosa conque losviejos

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miran casi siempre las ilusiones y los arrebatos de la juventud.Durante algúntiempoledejótrabajarlibrementeenlaviñadelSeñor;lainocenciaylabondaddeGilapagabansusinstintosmalignos.Peroalfinéstosnopudieronpermanecerinactivos, y comenzó a poner obstáculos al apostolado de su excusador.Unasveces le quitaba de predicar en determinados días, otras le prohibía sentarsetantas horas en el confesonario o le obligaba a decir lamisamás tarde.Huboocasiones en que, haciéndose el distraído, llegó a dejarle encerrado en suhabitaciónparaquenopudieradecirlaaningunahora.

Nuestro presbítero aceptaba resignado estos vejámenes y los encomendaba aDios, como todos los disgustos y alegrías que experimentaba en esta vida. Elcarácter de D. Miguel le producía repugnancia y terror. Tenía el espíritudemasiado inflamado por el amor divino para ver lo que había de cómico einteresanteenestepersonajeestrafalario,paracontemplarloyestudiarloconojosde artista. Aquella violencia, mejor aún, aquella ferocidad, turbaba su almadelicada;elpocoapegoqueelcuramostrabaalosasuntosteológicosodetejasarriba le indignaba; pero sobre todo, la avaricia sórdida de aquel viejo, queestaba conunpie en el sepulcro, delministrodeAquelquedijo: «Noqueráisteneroro,niplata,nidinero,nienvuestrosviajesllevéisalforja,dostúnicas,nizapatos,nibáculo,»lecausabarepugnanciainvencible.ElpárrocodePeñascosapasaba por hombre rico, y lo era en efecto. Cincuenta años regentando unaparroquia populosa y viviendo con extremada economía, le habían permitidojuntaruncapital respetable.Habíacompradomuchas tierras,perosedecíaqueguardaba en casa también una gran cantidad enmetálico. Y así debía de ser,atento la vigilancia que desplegaba, sobre todo de noche. Después queterminaban su frugal cena y rezaban un padrenuestro en acción de gracias,D.Miguelselevantaba,ytambaleándoseunpoco,porqueeltorsoeramásrecioenél que las piernas, se dirigía a la cómoda, sacaba de ella un par de pistolasenormesdechispa,yconunaencadamanoseencaminabaasualcoba,bajolamiradaatónitadeGil.Porqueaunquetodoslosdíasserepetíalaescena,nuncadejabadeproducirleestupefaccióndolorosa. ¡Unsacerdotecondospistolasenlasmanos, en aquellasmismasmanos que al día siguiente habían de tocar elcuerpodenuestroRedentor!Algunavezhabíavistoa sumaestroel rectordelseminariodeLanciaenlacama.Sobresumesadenochehabíauncrucifijodebronce y unas disciplinas ensangrentadas. Al comparar ambos sacerdotes, nosólosentíacrecersuadmiraciónhaciaestevirtuosísimovarón,pero también,adespechosuyo,nacíaensuespírituciertodespreciohaciasupárroco.

Esto no obstante, su humildad le obligaba a rechazar este sentimiento y a

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repetirselafrasecomúnatodoslosmísticos:«Asíytodoesmejorqueyo.»Nosólo,pues, lemirabacomosusuperiorjerárquicoyletributabatodoelrespetodebido, sinoquehacíaesfuerzospor representárselomejorqueélmoralmente.En el confesonario se le ofrecían casos de conciencia complicados, que noentraban en las fórmulas de los libros que había estudiado.Viéndose apuradopara resolverlos, acudía a D. Miguel en demanda de luces; le exponíatímidamente el casopidiéndole consejo.El antiguo cabecilla le escuchaba convisible impaciencia y, frunciendo el torvo entrecejo, solía contestarleásperamente:

—Andaadelanteynotedetengasenpataratadas.

¡Pataratadas! El cura de Peñascosa calificaba así los extravíos de unaconciencia, losdoloresdel remordimiento.El tenienteseestremecíayhacía loposibleporahuyentarlospensamientosqueenaquelmomentoacudíanentropelasucerebro.Concluyópornopedirleconsejoalguno,yobrócuerdamente.LateologíamoraldedonMiguelerasindudamásdeficientequelatácticamilitar.

Después de recoger el último suspiro de losmoribundos, el gozomayor delnovel presbítero consistía en sentarse en el confesonario y esclarecer laconcienciadesuspenitentesyconducirlosporelcaminodelaperfección.Peroestegozofuedecayendoalobservarlapequeñez,lainsignificanciadelossujetosqueasutribunalseacercaban.Casitodoseranmujeres:pormilagrollegabaunhombre a confesarse. Estas mujeres, siempre las mismas y con los mismospecados, concluyeron por aburrirle. Al principio, observando la docilidad conqueescuchabansusconsejos, laardientepiedadquemostrabanyaficióna lossacramentos, imaginó que le sería fácil hacerlas cada díamejores, levantarlashasta la santidad o poco menos. Pronto se convenció de que era más difícilcambiarlavidadeaquellasbeatasqueladeunpecadorempedernido.Lecausógran desaliento: comenzó a fastidiarse de aquellas nonadas, de aquellasconfidencias domésticas insulsas y necias con que las devotas sazonan susconfesiones.YnopodíamenosdeadmirarasucompañeroelP.Narciso,quesepasabalashorasmuertasconfesándolasconlamismaaficiónqueelprimerdía.No sólo las confesaba, sino que, por uno u otromotivo, siempre estaba entreellas:unasveceseranlasFloresdeMayo,otraslanovenadelasHijasdeMaría,otras la congregacióndeSanVicentedePaul, etc.ElP.Narciso era, comoyasabemos,eldirectorespiritualyelídolodelsexofemeninodePeñascosa.

Sin embargo, desde la llegada del P. Gil al pueblo, el rebaño habíaexperimentado algunas bajas. Varias beatas abandonaron su sotana protectora

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paracolocarsebajolaféruladelnuevoexcusador.Éstenoteníalaverbosidadyla gracia del P. Narciso, ni se placía en gastar bromitas saladas con suspenitentas;peroencambioposeíaunafiguradelicadacomoladeunquerubín,una sonrisa dulce y melancólica y modales tan suaves y distinguidos, quecompensabanbienlascualidadesdelotro.Algunasseñorasasíloentendieronalmenos, y se produjo la desbandada que acabamos de indicar.Mas lo raro, loestupendo del caso fue que la oveja predilecta del capellán de Sarrió, aquellaObdulia de quien murmuraban las jóvenes artesanas el día de misa nueva,abandonó también a su pastor, con quien triscaba espiritualmente, al decir deaquéllas,eneljardíndeMontesinos,yvinohumildementeapostrarsealospiesdeljovenpresbítero.

Dosmesesdespuésdetomarésteposesióndesuoficio,sehallabaunatardeenel confesonario, rezando por su brevario de bolsillo. En la capillita dondeacostumbraba a sentarse no había nadie. Dos mujerucas a quienes habíaconfesadosehabíanidoya.Deprontounafiguraelevadayesbeltatapóamediaslapuerta,pordondeentrabaalgunaclaridad,nomucha.ElP.GillevantólosojosyreconocióalahijadeOsuna.Laconocíamuchodevista,aunquejamáshabíahabladoconella.NoignorabaqueerapenitentamuyasiduadelP.Narciso,yaunhabían llegado a sus oídos ciertos rumores que rechazó, por supuesto, conindignación.Sinembargo,aquellajoventanaficionadaalaiglesia,tansueltayandariega, no le era simpática. Obdulia tenía la tez pálida, extremadamentepálida,dondebrillabanunosojosnegrosgrandesyhermososcomopocos.Suscabellos eran negros también y abundantes, su talle delgadísimo. Todo en supersonaindicabauntemperamentoenfermizo.Nopodía llamárselaconjusticiahermosa,perosíinteresanteydistinguida.Avanzólentamenteporlacapilla.Eljoven clérigo creyó que vendría a hacerle alguna pregunta referente a lacomunióngeneraldeldíasiguiente.Peroenvezdeeso,Obduliaseinclinóhaciaél tímidamente y le preguntó con voz temblorosa, donde se advertía extrañaemoción:

—¿Mepuedeustedconfesar?

Quedósorprendidoydescontento.Tardóun instanteen responder;al findijogravementeconmanifiestasequedad:

—Paraesoestoyaquí,paraconfesaratodoelquelodesee.

La fazpálidade la joven se coloreó fuertemente, sus labios temblaron comoparadarlasgracias;peronodejaronescaparningúnsonido.Arrodillosesobrela

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tarima contigua al confesonario, oró breves instantes y acercó al fin su rostrodemacradoalaventanillaenrejada.

ElP.Gilestabainquieto,muypocosatisfechodeaquellapreferencia.Noqueelconfesaraunajovenmasomenosagraciadaleimportasenada.Eraelsuyountemperamentopuro,sosegado.Laluchaconlacarnenolehabíacostadonuncagrandes fatigas. Las mujeres eran para él seres débiles, más necesitadas, portanto,deprotecciónyconsejo:sihabíaquevivirsiempreprevenidocontraellas,era porque los Santos Padres así lo habían establecido, teniendo presente sindudasufrivolidadysunaturalezapecaminosa.Elcombateformidablequehabíanecesitadosostenernoeracontralasensualidad,sinocontrasuespírituanalíticollenodecuriosidad,enamoradodelaciencia.Sumaestrovenerado,elrectordelseminario, al verle entregado con ardor al estudio de las matemáticas, de lafísica,delafilosofía,lehabíadadolavozdealerta.¿Porquéestudiartanto?¿Aqué conducía, en último resultado, la ciencia? Lo necesario para salvarse sepodíaaprenderbienenundía,enunahora,enunminuto.Loimportantenoessaber,sinoorarytrabajar.Elhombrevirtuosoeselmássabio,porqueconoceelcaminoparallegaraDiosylosigue.Estasverdadesseimpusieronprontoasuespíritu y le previnieron contra su curiosidad científica y le impulsaron asofocarla. Alentado por los consejos y por el ejemplo de su maestro, habíamatado la sed de conocimientos con el refresco de la oración y la penitencia.Logró,comoél,amarloinexplicable,loabsurdo,porqueestosatisfacemejorlosanhelosdeunalmaenamorada.

Peroaunque lamujernohabía sidoparaél jamásunpeligro,guardabaenelfondo de su ser hacia ella ese rencoroso desprecio que caracteriza a todos losmísticos,noporlainfluenciaquesobreellospuedeejercer,sinoporlafunestaque despliega sobre otras pobres almas. En esta ocasión los dichos que sobreaquella joven corrían, su fama de caprichosa, estrambótica, despertaban en élciertosentimientodehostilidadquesetradujoenunareprensióntandulceenlaforma como severa en el fondo cuando la joven le dijo que no había tenidomotivoparavariardeconfesor.

—Nohehalladonadaenéldemalo...Solamentequepiensoquenoacabadeentenderme—concluyópormanifestar,viéndoseapretada.

—TodoministrodelSeñor—repusoásperamenteelP.Gil—entiendeloqueespecado,yestobasta.

Perolaconfesiónquesiguió,larga,sincera,fervorosa,regadamásdeunavez

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porlaslágrimas,hizocambiarladisposicióndelclérigo.Comprendióquenoselashabíaconunalmavulgar,conunamujerzuelafrívola,sinoconunacristianade corazón entusiasta como el suyo, tocada del amor divino y ansiosa deperfección. Había sin duda bastante incoherencia en sus frases, relatabapormenores ridículos y hasta necios e indignos en ocasiones, pero en otras semostrabagrandeyfuerte,pisoteandosuspasionesylanzandosuvuelohacialaluz y la verdad. Hubo momentos en que su novel confesor pensaba estarescrutando el alma de una santa; hasta tal punto semejaban los ímpetus, losanhelosmísticosdeaquellajovenaloqueteníaleídoenlavidadeSantaTeresa,SantaCatalina deSena y otras gloriosasmadres de la Iglesia.El relato de laspenitenciasconquesemortificabaleimpresionóvivamenteylehizoformardeellaunconceptoelevado.

Sindarsecuentadeello,Obduliavinoahacerenaquellatardeunaconfesióngeneral.Alcomunicaralnuevoconfesorlasflaquezasdesutemperamento,losmovimientos pecaminosos de su alma, su vida entera le acudió a lamemoria:¡unavidabientristeporcierto!Erahijadelaprimeraesposaquesupadrehabíatenido: nohabía conocido a sumadre.Supadrehabía casadootras dosveces,pero no habían durado mucho sus madrastras. Decíase en el pueblo que ellúbrico jorobadomataba a susmujeres a cosquillas. Esta especiemonstruosa,quehalagaba la imaginacióndelvulgo, se lametíanporeloídoaObdulia suscompañeras de colegio para hacerle rabiar. ¡Oh, cuánto había sufridoescuchándolas y observando el desprecio mezclado de terror que su padreinspiraba!Ésteeraparaellacariñosoe indulgente.Lapobrenocomprendía larazónde tal desprecio, a no ser por la jorobaque la naturaleza le había dado.Parecíale,comoesnatural,enormeinjusticia.¿Teníaélporventuralaculpadeno haber nacido derecho como los demás?Todavía recordaba con lágrimas lanocheenquealgunosjóvenesebriosleataronconunafajaylezambulleronenelmarrepetidasvecesentrebromasyrisotadas.¡Pobrepadre!¡Enquéestadodecóleraymiseria llegóacasa!Loquenosupo laniña fuequeestos jóvenes lehabían sorprendido en un portal oscuro en situación poco decorosa. Seasombraba dolorosamente cada vez que notaba el miedo que inspiraba a susamigas; y cuando alguna de éstas, más benévola que las otras, la mostrabacompasión, irritábase fuertemente sosteniendoconcalorque supadre eramuybuenoyquelaqueríaentrañablemente.Sunaturalezahabíasidosiemprepobreyenfermiza:variasvecesse temióporsuvida.Padeciódesde la infancia fuerteshemorragias por la nariz, que la dejaban desangrada, aniquilada. Estuvo dosaños,desdelosdocehastaloscatorce,paralíticadeambaspiernas.Supadrelahabía llevado a varios establecimientos balnearios sin resultado: hasta que un

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día, sin saber cómo ni por qué, echó a andar repentinamente. Otros muchosdesórdenes experimentó su organismo, sobre todo en el período de laadolescencia;peroelmásseñalado,oporlomenoselquemásllamólaatencióndelagenteyelquesalíaarelucirsiemprequesehablabadeellaenlavilla,fueuna aberración del apetito que la impulsaba a comer la cal de las paredes.Envanosehicieronesfuerzosporsupadreymaestrasparaarrancarleestevicio;envanoselacastigaba,selarecluía,seleatabanlasmanos.Almenordescuido,yaestabadescascarillandolaparedyhaciendoenellaagujerosprofundos.

Ésta y otras aberraciones desaparecieron al hacersemujer. Tuvo un período,desde los diez y seis hasta los veinte años, en que su salud se fortaleciónotablemente,enquesehizounajovengallardaybienparecida.Prontosesecóaquella flor, no obstante. Su salud quebrantose de nuevo, y aunque no serepitieron los extraños desórdenes pasados, comenzó a decaer visiblemente, asentir frecuentes indisposiciones.Losamigosysumismopadreatribuíanestasdolenciasa sus largasoracionesypenitencias.Lehabíaacometidounaaficióndesmedidaalasprácticaspiadosas,afrecuentarlossacramentosyapermanecerhorasyhorasenlaiglesia.Apesardelasadvertenciasdetodosydelosruegosdesupadre,nuncaquisorefrenarsupiedad;antesibacadadíaenaumento.LainfluenciadeD.Narcisoquizátuvierabuenaparteenello.

Había llegadoObdulia a losveintiochoaños sinquehubiera tenidomásqueunosamores,cuandocontabadiezysiete.FuenoviadeunmancebodeLanciaquepasabaenPeñascosa largas temporadas encasadeunos amigos.Llegaronestosamoresaformalizarse.Sehablódeboda,sehizoropalanovia,sefijólaépoca.DerepentellegaelpadredelmuchachodelaisladeCuba,yunanocheloempaqueta en la diligencia y se lo lleva, no se sabe adónde.Después de esteaborto dematrimonio, nada. El carácter deObdulia, ordinariamente alegre, sehizodesdeentoncesmelancólicoyreservado.Sindudaelamordivinofueparaellaunconsueloeneste fracasodel amorhumano.Sucarácter experimentóalmismotiempounaexaltaciónextraña.Antes,cualquiercensuralaechabaarisayno le impresionaba; ahora, la observación más delicada la conmovíafuertemente,lehacíaderramarcopiosaslágrimas.Suamorpropiosehabíahechotannervioso, tanexcitable,queelmás ligerochoqueconélsentíalocomounaprofundapuñalada.Suconciencialaacusabacontinuamentedeorgullo.Sosteníacontra sí misma una lucha cruel, y no lograba calmar aquella singularirritabilidad.

El P. Gil sondeó aquel día y los sucesivos (porque Obdulia se confesaba amenudo)conprofundaemociónunespírituverdaderamentepiadoso,alcualsu

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luchaconsigomismohacíaaúnmásinteresante.Eraunadeesasalmasquesólohabíavistodescritasenloslibrosmísticos.Suinefabledulzura,lasumisiónconquerecibíalosconsejosyadvertencias,lesedujoyleinquietóalmismotiempo:le inquietó porque desconfiaba mucho de si mismo, temía no acertar acomprenderlosanhelosardientes,lasreconditecessublimesdeunsersuperioratodoslosquehastaentonceshabíaconocido.Comenzóaprestarintensaatenciónalasextrañasconfidenciasdelajoven,asusescrúpulos,asusalegríasyterrores,asusvisiones,porquelasteníadevezencuando.Yyanolesorprendióquelosdemásconfesoresnolahubiesencomprendido.RecordabaloquelesucedieraaSanta Teresa, y se propuso con el ejemplo no despreciar por ridículas ciertasmenudencias, señales de una conciencia siempre alerta, ni considerar comodeslumbramientos y trampantojos los quemuy bien podrían ser favores realesdelCielo.

Loquemás le impresionóen lapiedadde sunuevapenitenta fue el afándemortificarse. Trataba a su cuerpo sin compasión, un cuerpo delicado como eltallodeunaflor.Variasvecesdurantelanochelevantábaseaorar;alamanecer,enlosdíasmáshúmedosyfríosdelaño,salíadecasaparairalaiglesia,dondepasabaalgunashorasderodillas;ayunabaconunrigorquenohabíavistoniensu ascético maestro del seminario, abstinencias prolongadas, terribles, queparecíanimposiblesderesistir;gastabaciliciosenlaspiernasylosbrazos,ysedisciplinabalosviernesyenlasvísperasdelasfiestasseñaladas.Estedesapegodelacarne,esteodiodelabestianuncalohabíasentidoeljovensacerdote.Envanoselohabíaqueridoinculcarsudirectorespiritual,envanohabíatrabajadotodasuvidaporadquirirlo.Todofueinútil.Laspenitenciascorporalesledolían,le aterraban de tal modo que apenas comenzadas tenía que suspenderlas.Maltrataba a su espíritu con gran valor, sofocaba en él toda aspiración, tododeseoquelepareciesepecaminoso,lohumillabasiemprequequería;perotemíaaldolorfísicocomolamássensibledamisela:deelloseacusabaalconfesorysedolíaensuslargasyfervorosasoraciones.Poresolasásperaspenitenciasdelajovenlecausaronunaadmiraciónilimitada.

Todos admiranmás aquello que les falta. Nunca se sintiómás humillado nidudótantodesuvirtudysusalvación.YtomándolocomounaadvertenciadelCielo, se propuso intentar nuevamente este camino de perfección, por el cualhabíanandadotodoslosqueverdaderamentequierenacercarseaDios.Alentadoporelejemplodelapiadosadoncella,comenzóamaltratarsucarnecomoella:cada una de sus confidencias servíale de ejemplo. Quiso también ayunarrigurosamente, quiso también levantarse al primer sueño y pasar una hora en

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cruzderodillas,quisogastarcilicio,quisodisciplinarse.Fueuncombateterriblecon su naturaleza pura y tranquila de hombre sin pasiones, que no siente portantolanecesidaddeaquietarlasalatigazos.

Su admiración por la virtuosa doncella le impulsó no sólo a tomarla deejemplo,sinotambiéndeconsejera.Eratanhumildeeinocentedecorazónquese sentía avergonzado teniendo que dirigir y reprender a quien en el fondoconsiderabacomosuperior.Pocoapococomenzaronlasmutuasconfidencias.Elnuevoclérigo,noteniendoenPeñascosaundirectorespiritualacomodadoasueducaciónmística, abrió insensiblemente su pecho y comunicó a la joven susalegrías,sustriunfosysusdesmayosenlavíadesaludquesehabíatrazado.Fueuna amistad espiritual, en que no se trataba otro asunto que el del servicio deDios,enquesepasabanlargosratoshablandodulcementedelascosasdelCielo.Ni faltaban tampoco en sus coloquios algunas bromitas inocentes que losregocijabanporbrevesinstantes.

—Cuando usted se encuentre en el cielo—decía sonriendo el P. Gil,—muyarrellanadita en la sillaque le corresponda, ¡quépoco seacordaráde supobreconfesor,queestarápadeciendoenelpurgatorio!

—¡Nodigaeso,padre!Siustednovaderechoalcielo,¿quiénhadeir?

—¡Oh,no!—respondíaconunsuspiroelsacerdote.—Ustedtieneformadodemíunconceptomuyequivocado...Yosoyunindignopecador...GraciasinfinitasdaréaDiossimellevaalpurgatorio,aunqueestéallímilesdeaños...

Ylodecíadetodocorazónelvirtuosoclérigo.Creíadebuenafeque,porqueno le era posible macerarse, no poseía una virtud sólida, y se alegraba en elfondo del alma de haber tropezado con un ser que gozaba de este privilegio.AcudíalealamemoriafrecuentementeelejemplodelP.Gracián,aquienSantaTeresa tanto había ayudado en el camino de la perfección con sus virtudes yconsejos. Su amor platónico al ascetismo le impulsaba a alentar en vez dereprimir prudentemente el de su penitenta. Cada mortificación que ésta seinfligíaytemblandoyruborizadaveníaarelatarleenelconfesonariolecausabaungozoprofundo,leparecíauntriunfosobreelpecadoyseforjabalailusióndequeaéllecorrespondíaunapartedelavictoria.

Muchasyvariadasfueronlasquelavalerosadoncellaconsiguiósobrelacarneen el espacio de pocosmeses. Así como los hombres corrompidos agotan suimaginaciónenbuscadenuevosplaceres,asíellasobresalíaenlainvencióndevariados tormentospara sudelicadocuerpo.Laaprobaciónde su confesor, las

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frases de elogio que a despecho suyo se le escapaban de los labios,indudablementecalentabansufantasíayaguijabansusímpetus.Undíasepasabaveinticuatrohorassintomaralimento,otroechabacenizaenelplatoquemáslegustaba, otro se ponía una camisa de lana burda a raíz de la carne, otro sedisciplinabahastasaltarlasangre,etc.

Cierta tarde se acercó al confesonario con la fazmás radiante, con un gozointensopintadoensusgrandesojosnegrosymisteriosos.Acababadelograrunnuevotriunfosobreelenemigoyansiabacomunicarloasuconfesor.Peroéste,envezde entretenerse en coloquiosmísticos comootras veces, y de enterarsecon afectuoso interés de sus penitencias, de sus luchas con la carne, se atuvoseveramentealospecados.Sehallabaquizáenunmomentodemelancolíaodeconcentración del pensamiento.Mantúvose en una actitud reservada, hablandopoco, tratándola casi como a una desconocida. Esta reserva impresionó a lajoven.Hallábaseellaprecisamenteenunodeesosmomentosdeexpansión,enque la alegría espiritual rebosadelpecho.Pensabahacerpartícipedeella a suvirtuoso confesor. Mas hete aquí que a éste le da por callar y abreviar laconfesióntodoloposible.Lajovenselevantóalfintristeysinpoderreprimirunmovimientodedespecho.Dioalgunospasosporlacapilla,queestabasolitaria.Derepente,nopudiendovencereldeseodehacersaberasuconfesorlaterriblepenitenciaquehabíallevadoacabo,seacercadenuevoalconfesonario,noporlaventanilla,sinoporlapuerta.

—Padre—dice con voz temblorosa, ahogada por la emoción,—seme olvidódecirqueestanochehiceunapenitenciaqueacaso,porexcesiva,pudieraserunpecado.

Eljovenpresbíterolevantólosojossincomprenderbien,expresandounamudainterrogación.

—Mehequemadoconunaplancha.

Elconfesorpermaneciósilencioso,mirándolaconojosdistraídos.

—Mehepuestolaplanchaardiendoenunbrazo...

Elmismo silencio.ElP.Gil, o estabapensandoenotra cosa, o el estupor lehabíainmovilizado.

SindudacreyóloprimeroObdulia,porquedijoconciertaviveza:

—Sí,señor,mehehechoenelbrazoestaquemadura...

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Y almismo tiempo levantó lamanga del vestido y puso al descubierto unaheridafeaydolorosaqueteníaenelantebrazo.

El sacerdote se encendió como una amapola, y volviendo prontamente lacabeza,repusoconasperezamirandoalastablasdelconfesonario:

—Bueno,bueno...Dejeusted...Mepareceexcesivo,enefecto...Absténgaseenadelantedehacertalespenitenciassinconsultarlasantesconsuconfesor.

III

Alasochodelanoche,despuésdehabercenadoconD.Miguelydehaberlevistoretirarsealacamaenladulcecompañíadesuspistolasdechispa,elP.Gilsalió de la rectoral con dirección a la casa de su protectora D.ª EloisaMontesinos.Pocasvecesibaalatertuliaqueéstareuníaporlasnoches.Niteníagusto en ello, ni el régimen severo de la casa del cura lo consentía. Pero suprotectorasehabíaquejadodelabandono;hasta leparecióqueestabamásfríacon él. Temeroso de ser tachado de ingratitud y apesadumbrado realmente,porqueprofesabatiernoyrespetuosocariñoalabondadosaseñora,resolvioseairmásamenudo,haciéndoloasípresentealpárroco.

El agua de un fuerte chubasco le azotó el rostro al poner el pie fuera de lapuerta. Abrió el paraguas, mas a los pocos pasos, el viento que soplabahuracanadoenelCampodelosDesmayosselovolvió.Enlaimposibilidaddecerrarlo y sintiéndose empujado violentamente por el huracán, el jovenexcusador se refugióenelnegro, enormeportaldeMontesinos.Nuncapasabapor delante de él sin sentir cierto estremecimiento de temor y curiosidad. Enaquel sombrío palacio habitaba un hombre misterioso de quien se contabanvagamente mil extrañas historias, a quien se atribuían además ideas y frasesescandalosas contra la religión y sus ministros. El joven clérigo apenas leconocía.D.ÁlvaroMontesinoshabíapasadocasitodasuvidaenMadrid.HacíadosotresañossolamentequehabíavenidoaestablecerseaPeñascosa.Vivíaenunretirocasiabsoluto,paseandoalgunaqueotrararavezporlasorillasdelmar,enteramente solo. El resto de los días lo pasaba encerrado en casa, según sedecía,leyendooescribiendoartículosimpíos.ElclerodePeñascosahablabadeélconciertodespreciorencoroso,delcualhabíallegadoaparticiparelP.Gil,sin

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conocerle.

Arregló su paraguas lo mejor que pudo, y como los ímpetus del vientohubiesen sosegadoun instante, saliose del portal, no sin dirigir unamirada demiedoyhostilidada lagranpuertanegradelfondo,en loaltode lacualardíatristementeunalamparilladeaceitedetrásdeunaventanillaenrejada.SaliódelCampodelosDesmayosy,unavezenlacalledelCuadrante(queasísellamabala única grande y poblada de Peñascosa), el viento ya no soplaba tan recio ypudoaprovecharsedelparaguasyllegaracasadeDªEloisa,situadaenlaplaza,sin mojarse seriamente. La morada de D. Martín de las Casas era tambiénantigua, pero notablemente reformada,muchomás chica que la de su cuñado,con todas las comodidades y aditamentos exigidos por las necesidadesmodernas: portal de azulejos con cancela, escalera bien labrada de álamo conpasamanocharolado, lashabitacionesconelegantes frisosypapeles, todomuyaseadoypintadito.

—¡Buenosojoslevean,padre!¡Quécarosevende!—exclamóDªEloisa,quedesdequesuprotegidohabíarecibidolassagradasórdenesnoletuteaba.

Almismotiemposelevantóylebesólamanoconverdaderoafecto.LomismohicieronDªRita,Obdulia,quedesdehacíapocotiempoeratertuliaasiduadelacasa,MarcelinaytambiénDªSerafinaBarrado,apesardelamiradaoblicuaquele dirigió su capellán D. Joaquín. DªMarciala y Dª Filomena se hicieron lasdistraídas hablando con D. Peregrín Casanova, y saludaron al fin desde suasientoconsonrisahalagüeña.

Mientrasduraronlassalutaciones,D.Narciso,queestabaarrimadodeespaldasalpiano,noquitólosojosdesucompañero,unosojosdondeseleíanclaramentelaaversiónyelrecelo.SinqueelP.Gillaprovocaraniaunsedierabiencuentadeella,existíavivarivalidadentreélyD.Narciso,aquienhabíaarrancadomásdelamitaddelashijasdeconfesión.BiensabíaDiosquenohabíahechonadaporconseguirlo;antes,alcontrario,lepesabamuchocadavezqueunadeellasse acercaba a su confesonario. Pero ¿qué le tocaba hacer? Nada más queconfesarlas, pues era su obligación. Insistir mucho en que no variasen deconfesoreraconcederdemasiadaimportanciaalacuestióndepersona:noestabadentro del espíritu del sacramento. Pero el capellán de Sarrió no se hallabapenetradodelaintencióndesucompañero,ysisehallaba,noalterabagrancosasus sentimientos. Ateníase al resultado, y éste era triste para él. Antes de lallegada de Gil puede decirse que campaba él sólo entre el bello sexo dePeñascosa y señoreaba sus conciencias. Los demás capellanes no le hacían

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sombraalguna.Eraelniñomimadodelasbeatas.Ningunodesuschistes,desuspasosygestospasabainadvertido:lasdevotasqueteníanladichadeescucharlosopresenciarlos, se encargabanprontamentededifundirlos entre sus amigas.Acada instante testimonios irrecusables de la viva simpatía y veneración quedespertaba en la villa: regalos de casullas, de corporales bordados por dedosprimorosos, de alzacuellos de raso, etc., etc.; ofrendas más positivas aún, dejamones,botellasde jerez, tartasychocolate.D.Narciso teníaadmirablementecubiertas sus necesidades espirituales y temporales. Era un pastor queapacentabafelizmentesusovejas,conduciéndolascondulzuraporelsenderodelavirtudhaciaelparaísoytrasquilándolasdevezencuandoelricovellónparaquenoseenredaranenlaszarzas.

La apariciónde su nuevo compañerovino a turbar aquella deliciosaArcadiamística.Lasovejas,acometidassúbitodeagitacióninsana,sepusieronasaltaryencabritarse cual si escuchasen los sones de un caramillo encantado. Ni laspedradas ni los halagos lograron retener a una gran parte de ellas. Quedó encuadro su rebaño, y él, que había tenido fuerzas para gobernar un hato tanconsiderable,desmayabaahoraalversesolo,alpercibirlahostilidadconquelemirabanalgunasdesusantiguasyqueridasovejitas.Porquenosolamenteyanollegabana su casa los ricosdonesultramarinosynacionalesdeotros tiempos,sinoqueconprofundodolornotabaqueempezabaadiscutírsele.Decíaseentrelasdamaspiadosas,yestollegabaasusoídos,que,sieraciertoqueteníapalabramásfácilqueeljovenexcusador,lamayorpartedelasveces«nohabíasustanciaenloquedecía,»yqueésteleaventajabamuchoenpeso,enrazónnaturalyeninstrucción. Hubo ocasión en que al lanzar uno de sus chistes más picantes,relacionadocomosiempreconlasmateriasfecales,apenasprodujorisaentrelasoyentes, y supo que una de ellas, después que se fue, le había calificado degroseroymaleducado.Delasgraciascorporalesnohabíaquehablar,puesbienselealcanzabaquenuncapodríacompetirconladelicadaygallardafiguradesurival.Enresumen,D.Narcisosesentíaminadoenloscimientosytemíaacadainstanteveniralsuelo.Noesmaravilla,pues,quelamiradayelsaludoconqueacogió al jovenpresbítero fuesenmenos afectuosos de lo quedebía esperarse.No recordaba poco ni mucho la amable recepción que San Juan Bautista,maestro querido y celebrado, hizo al joven y divino discípulo que le había deeclipsarenseguida.

—Noleriñas,mujer.¿Sabestú,porventura,sileseráfácilsalirdenoche,conel miedo que D.Miguel tiene a los ladrones?—gritó D.Martín de las Casasdesdelamesadetresillodondejugabaconotrosdos,uncurayunseglar.

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—No,señor;noeseso—dijoelclérigo,ruborizándosebajolasmiradasdetodalatertulia.

—¿Que no tiene D. Miguel miedo a los ladrones?—preguntó con acentoafectadamentebruscoelseñordelasCasas.

—Síquelotiene—repusosonriendodulcementeeljoven,sentándosealpropiotiempoalladodesumadrina.—Susrazoneshabrá.Losricossonlosquetemen.Lospobres,comoyo,estántranquilos.

—Pero ¿tendrá el señor cura tanto dinero como se dice?—preguntó D.ªMarcialaconcuriosidad.

—Yonopuedodecirausted,señora...Presumoquesí,porqueatiendemuchoasu hacienda. Sus gastos son pequeños, y en vez de aumentarse los varestringiendo cada día más. Donde entra mucho y sale poco no tiene másremedioquehacersemontón.

—Losderechosparroquialesdebenproducirmucho,¿verdad?—preguntóconmáscuriosidadaúnlaesposadelboticariodelaplaza.

—Yacomprenderáustedqueenunaparroquiatanextensacomoéstanohandesercortos.

—PeroD.Miguelperdonarámuchosdeellos—replicólaseñora,conunaleveinflexióncómicaenlavoz.

—Es posible, señora. Por mi parte, no lo he visto—repuso con perfectaingenuidadelexcusador.

D.NarcisoyD.Joaquín,elcapellánde laseñoradeBarrado,cambiaronunarápidamiradasignificativa.

Estecapelláneraun jovendelgado,conrosetasen lasmejillas, indiciodeuntemperamento enfermizo, los ojos vivos e insolentes, la nariz fina, la bocapequeña,conunplieguehipócritaymalicioso.HabíasidouncriadilloquedoñaSerafinametióencasapararecadosyserviralamesa,pocodespuésdequedarviuda. Observando su listeza y encariñada con él, una vez trasladado sudomicilioaLancia,lediocarrera,enviándolealseminario.Enlashorasqueledejaban libres las clases, Joaquín seguía desempeñando su oficio de criado.Luego que tomó las órdenes le hizo su administrador; hoy era sus pies y susmanos.No salía a la calle sino en su compañía, era sudirector espiritual y su

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consejerotemporal.Espectáculocuriosoenverdadlatrasformaciónsúbitadeundoméstico en señor de su propia ama. Ésta le trataba de usted, le llamabasiempre D. Joaquín y, públicamente al menos, le prodigaba mil muestras derespeto,obligandoasimismoaloscriadosatributárselo.

D.ªEloisavolvióainsistir,preguntandoconacentocariñoso:

—Entonces,¿cuáleslarazóndesuretraimiento,pícaro?

—Señora,comprendoqueaD.Miguelnolegustamuchoquesalgadenoche;perolaprincipalrazónesquelamayorpartedelosdíasestoyrendido...¡Comomelevantoalascuatrodelamadrugada!...Otrasvecesnecesitorezarunpoco...

—Usted trabaja demasiado, padre—dijoMarcelina, una joven soltera que, aldecirdelagente,frisabayaenloscuarenta,fea,apergaminada,muyhabilidosademanosynopoco tambiénde lengua.—¡Tantashorasde confesonario!... ¡Yluegolosenfermos!...

—Sincontarlashorasquepasaderodillasenoración...—apuntócontimidezObdulia.Despuésdesoltarlafrasesepusocolorada.

D.Narcisoleclavóunamiradasingular,entreirónicayagresiva,quelajovennopudover,porqueponíaempeñoennomirarcaraacaraasuantiguoconfesor.

ElP.Gilhizoungestodeimpaciencia,molestadoporaquelloselogios,yparadesviarlaconversacióndesupersona,seencaróconunodelosquejugabanaltresillo.

—SeñorConsejero,hoylehevistodesdelarectoralsacarconlacañaunpezmuygordo.Porciertoquemeparecióunsalmonete,yaD.Miguelunarobaliza.Hemosdisputadounpoco.

—Tienemejorvista el curaqueusted.Una robaliza era—dijogravemente elcaballerointerpelado,sinlevantarlavistadelascartas.

EsteD.RomualdoConsejeroeraunancianodebigoteycortaspatillasblancas,colorcetrino,lafrentesurcadaconprofundasarrugas,losojosgrandes,severos,de párpados caídos.No sonreía jamás.Hablaba constantemente con acento demalhumor,comohombredesengañadodetodo.

—Lossalmonetesnocaenenelmuelle,donGildelascalzasverdes—profirióelseñordelasCasasconsuhabitualrudeza,pornodecirgrosería.Solíallamar

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así,enbroma,asuantiguoprotegido.

—Sí caen tal, D. Martín de las Casas blancas—profirió con voz sordaConsejero.

Lostertulianosrieron,locualamoscóuntantoaD.Martín,hombre,comoyasabemos,propensoairritarse.

—Yolocreíaasí,Consejerodepicardías—respondióconretintín,mirándolealacarafijamente,yponiendosobrelamesaalmismotiempounreydecopas.

—Puescreíaustedmuymal—replicóelanciano,siempreconlosojossobrelascartas.—Tambiéncreíaustedqueesereydecopasibaapasartriunfante,y...veausted,¡lofallo!

—EsoloharáustedporqueesungroseroyhaadquiridomalasmañasalláporMálaga.AquíelpadreNorbertodeseguronolohubierahecho.

—¡No,no!Yosoyincapaz...—dijoelcura,sofocadoporlarisa,tosiendohastareventar.—NohesalidodePeñascosa...Yoloquehagoesachicarmeycorreresepuntodeorosdemicompañero.

Ypusosobrelamesauncuatro.

—¡Hurra por el cura!—rugióD.Martín, echando el caballo y recogiendo labaza.

—Amigo,yopenséqueD.Martínnotendríaelcaballo—suspiróD.Norberto,dirigiéndoseaConsejeroconojosdeangustia.

—Lopensóustedporqueesunbabiecaylohasidotodasuvida—repusoésteconafectadanaturalidaddondesetraslucíalacólera.

—¡Pero hombre de Dios!...—exclamó el clérigo, disponiéndose a darexplicaciones.

Consejeroleatajóconademáncolérico,poniendoresueltamentelascartasbocaabajosobrelamesa.

—¡Hombredeldiablo!digoyo...¿Cómose leocurreaustedcorrerunpuntonoestandocubierto?...

Armoseunadisputaviolentaqueduróbrevesinstantes.LasdeConsejeroyelP. Norberto no se prolongaban mucho tiempo, porque éste, hombre de buena

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pasta, flemático, concluía por callarse alzando los hombros con resignación ysacudiendo almismo tiempo la cabeza en señal demuda protesta.Las que seeternizaban eran las de Consejero con D. Martín, siendo ambos a cual másirascibleytozudo.

D.MartíndelasCasas,tenientecoronelretirado,quehabíahecholaguerradeCuba,dondehabíarecibidounaheridaenunhombroqueleimpidiócontinuarenelservicio,secreíaenelcaso,porsuprofesión,dellevarlotodoporlatremenda.Desde el año 1873 en que pasó al cuerpo de Inválidos no volvió a salir dePeñascosa.Contabaenaquellaépocacuarentaydosaños.Suesposasealegródeaquelretiroforzoso,aunquedeplorasequevinieraalsenodelafamiliaconunhombro de algodón.Consideraba comovirtud excelsa, privativa delmilitar, laenergía lomismo en el campo de batalla que tomando café en el casino. Susdisputas, sus baladronadas en este centro de recreo eran proverbiales enPeñascosay lasbofetadasquesolía repartiral finaldeellas también.Desde lallegadadeltremendotenientecoronelningúnvecino,porgraveyrespetablequefuese,estabaseguro.Muchoshidalgosyricoshacendadosdelavilla,quehastaentonceshabíanconservadoinmaculadassusmejillas,nisoñabanconquenadiepudieseatentaraellas,lasvieronselladasyrubricadascuandomásdescuidadosestabanporlosdedosdelferozinválido.Estofuecausadeunlentoreflujoentresus amigos y conocidos, que le habían recibido cordialmente a su vuelta delservicio. El movimiento no engendró aquí el calor sino el frío. Poco a pocofueron dejándole aislado, juzgando su sociedad peligrosa. Se vio necesitado aalternarcongentecilladepocomásomenosyconclérigos,queporsusagradocarácterestabanlibresdesusmanosexpeditas,oasíloparecíaalmenos.Enelcasino se le veía rodeado casi siempre de dos escribientillos de casas decomercio, un profesor de música, un maestro de obras y otros tres o cuatroindividuosdelmismoporte.Leescuchabancomounoráculo,ysialgunavezenelcalordelaimprovisaciónleslargabaunsoplamocos,blasfemabanunpocopordignidadyvolvíanenseguidaalasbuenas.

Consejero formaba excepción. Tenía peor genio que él. En el de D.Martínhabíamuchodeafectadoyprofesional: el de aquél erapuroynativo.Pero suavanzada edad, su debilidad física y sus achaques le ponían a cubierto decualquier brutal agresión por parte de su amigo.Éste solía concluir la disputaconungestoviolentodedesprecio.Algunavezllegóadecirle:

—D. Romualdo, si usted tuviera treinta añosmenos, le estampaba contra lapared.

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D.Romualdo vivía sólo.Un hijo que tenía empleado enMálaga se le habíamuertohacíacuatroaños.Disfrutabaunapequeñarenta,suficienteasubvenirasuscortasnecesidades,yno teníaotraocupaciónquepescar concaña,niotrorecreo que el de jugar al tresillo. La vida se partía para Consejero entre losanzuelosylosnaipes.Lamañanaselapasabaenterasentadosobresusillitadetijeraenelmuelle,oenlaspeñasdetraslaiglesia,conunsombrerodejipijapasihacía solounparaguas si llovía.Por la tarde, tresilloenelcasinohasta lascuatro en que de nuevo tomaba la caña. Por la noche, tresillo en casa de D.MartínconésteyelP.Norberto.

Eraésteunclérigoalcualselepodríanecharcuarentaañosdeedad,aunquepasababastantedecincuenta,grueso,rollizo,colorado,admirabledentadura,losojosredondosysaltones,lanarizancha,sinunacanaenelpeloniunaarrugaenel rostro.Hablabapocoy reíamucho.Todo le hacía gracia: vivía enperpetuoespasmo de alegría y admiración. Celebraba cualquier insulsez de los amigoscomoel chistemásacerado,hastaverseobligadoa sujetar elvientre sacudidopor los flujos de risa. Y los reía de buena fe, sin asomo de hipocresía niadulación,locual,comoeslógico,lisonjeabaelamorpropiodelosqueestabanasulado.Portalrazónquizá,elP.Norbertogozabadegeneralessimpatíasenlavillaynoeramalquistodesuscompañeros.Sóloseleconocíantrespasiones,loscallosguisados,eltresilloyotradequemásadelantehablaremos.Cuandoenuna casa, de las que frecuentaba, había callos para la comida o la cena, ya sesabíaqueeraderúbricaelconvidarle.Seservíadosotresplatoscolmados,sedesabrochaba, la frente le empezaba a ahumar y había que dejarle reposardespués una hora sobre la cama; si no, corría peligro de estallar como unabomba.Consejerosolíadecirlequecadadíacomíamáscallosyjugabapeoraltresillo.Ynuncasoltabalafrasesinqueelbuenclérigoseretorcieseysofocasederisa.Loschistesjamássehacíanviejosparaél.

Las señoras apartaron prontamente su atención de los tresillistas así quecomenzaron a disputar. Todas las noches había una porción de reyertas comoésta.

—Yusted,D.Narciso,tampocohavenidoniayernianteayer.¿Quéhasidodeusted? ¿Reza también por las noches?—dijo D.ª Marciala, que hacía calcetacercadelamesadetresillo;devezencuandoalzabalasmanoshaciaelquinquédelosjugadores,paratomarunpuntoqueselehabíaescapado.

—No, señora; yo no soy gran rezador.No tengo la virtud de la oración. Encambiomeabstengodeciertosvicios,comoeldemurmurardemissuperioresy

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compañeros—profirióelcapellánconacento insolente,mirandoconafectaciónaltecho.

Laalusiónibadirectamentealexcusador,queacababadehablardelaavariciadel cura. Así lo entendió él, y si no lo hubiera entendido claramente, se lomanifestaran los ojos de los circunstantes. Ante aquella brutal agresión se leencendióelrostrocomounabrasa.LascarcajadasmalignasdeD.JoaquínyD.Melchorconcluyerondeturbarle.

—¡Hombre,noestámaleso!¡jo!¡jo!¡Megustaeso!¡jo!¡jo!Estábienesodelaabstención.¡Muchoquesí!Tieneustedingenio,D.Narciso.¡Muchoingenio!¡jo!¡jo!¡jo!

El P.Melchor se reía a boca llena de unmodo insolente y grosero,mirandoalternativamentealjovenexcusadoryaD.Narciso.ElcapellándeD.ªSerafinatambién se reía con una risita aguda, minúscula, que aparentaba sofocarllevándoseelpañueloalasnarices.LasseñoraspermanecíanseriasydisgustadascomprendiendolavenenosaintencióndelcapellándeSarrió.SóloD.ªMarcialasonreíafrenteaélaplaudiéndole.

EnObduliaeldardoprodujoaúnimpresiónmásdolorosaqueensuconfesor.Sintiose invadida por un frío extraño acompañado de ligero temblor; luegofuertes llamaradas de calor le subieron al rostro y con ellas unvivo irracionaldeseodelanzarsesobreD.Narcisoyarañarle.Costoletrabajoinmensodominarsusímpetus.

—Malo es murmurar—dijo D.ª Serafina Barrado para salir del silencioembarazoso que reinaba, disgustada como las demás por aquella injustificadaagresión;—peromuchasvecessetomapormurmuraciónloquenoes.Sehabladecualquierpersona...porhablardealgo,sinánimoalgunodeofenderla.Hastanosreímosmuchasvecesdesusmanías,ynodejamosporesodeestimarla,ninoscreemossuperioresaella...

Alllegaraquísusojostropezaronconlosdesucapellán,quehabíacesadodereíryleclavabaunamiradafríayagudacomounpuñaldeAlbacete.Lapobreseñoraquedóacortadaysólotuvoánimosparaconcluirconvozmásbaja:

—...Almenos,esomepasaamí...

—Y le pasa a todo el que tiene un corazón franco, señora—dijoimpetuosamenteObdulia.

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—Sólolosenvidiosos,losmalintencionadossabendorarlapíldoradevenenoyclavarelpuñalcuandoparecequeestánhaciendounacaricia.

Lavozdelajovensalíaalterada,unpocoronca.

D.Narcisodejóescaparunarisitamalignaydijoconacentoirónico:

—¡Mire usted cuántas cosas sabe de teología moral la señorita! Habrá quedeclararladoctoradelaIglesia,comoaSantaTeresa.

—¡Caramba,tampocoestámaleso!¡jo!¡jo!¡ConquedoctoradelaIglesia!¡jo!¡jo!... ¡Pero qué perverso es este D. Narciso! ¡Jo! ¡jo! ¡jo!... ¡Es mucho D.Narciso!

—Noseríaustedtanfuerte,D.Melchor,quepuedesaltarleladentadura—dijolajoven,porcuyosojospasóunrelámpagodecólera.

ElP.Melchorcesóde reír repentinamente.Este clérigo,deedadde treintaycinco a cuarenta años, alto, de facciones regulares, ojos grandes y negros sinexpresión, y figura triste y descuadernada, presumía, según pública voz, deguapo, lo mismo que de inteligente, maligno, ilustrado, etc., etc. La frase deObdulia le hizo un efecto terrible, porque imaginaba que lo de la dentadurapostiza nadie lo sabía más que Dios y el dentista de Lancia que se la habíapuesto.Murmuróalgunas frases incoherentes,peroObduliacontinuósinhacercasodeél:

—Yodeteologíasóloséquelossacerdotesestánobligadosateneroración,yqueelalabarsedenorezaresmáspropiodeimpíosquedeministrosdelSeñor.

Lo dijo con calma y naturalidad que hicieron más incisivo y profundo elarañazo.

—¿Y dónde ha aprendido usted tanto, señorita?—preguntó D. Narciso,desconcertadoya.

—Pues lo he aprendido en el catecismo explicado y en los sermones delmagistraldeLancia...aquiendicenporahíqueustedimita...peronadamásqueenlosgestos,¿sabeusted?

D. Narciso se sintió herido en lo más vivo de su ser, porque efectivamentehacíatodoloposibleporparecersealmagistral,notableoradorsagrado.Quedóalgunosinstantessilenciosoysedisponíaacontestar,cuandovinoainterrumpir

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eltiroteolaentradadeunanuevaseñoritallamadaCándida,alta,delgada,enjutay apretada, de la familia de los bacalaos. Fortuna tuvoD.Narciso, pues en ladisputa llevaba ladeperder.Obduliaposeíauna imaginaciónvivísima,yantesdehabersedadoalamísticagozabafamadealegreychistosaentresusamigas.

D.ªEloisaaprovechólaoportunidadparacambiarlaconversación,quesehabíahechopeligrosa.DetrásdeCándidaentróD.ªTeodora.Veníaésta acompañadadeD.JuanCasanova.EsterectoymajestuosocaballeroteníalacostumbredesdetiempoinmemorialdehacerlatertuliaporlasnochesaD.ªTeodora.CuandoéstaveníaaladesuamigaD.ªEloisa,locualsucedíaunaodosvecesporsemana,laacompañaba juntamente con el criado. D. Peregrín, después que llegó de suexcursiónburocráticaporCataluña,tambiénadquirióelhábitodepasarunratotodaslasnochesencasadeD.ªTeodora.

NoesposibleresolvercuándoycómonacióenlamentedelantiguooficialdelgobiernocivildeTarragonalaideadesuplantarasuhermanoenelcorazóndelafresca señorita; pero es cosa averiguada que nació, y que se desarrolló conextraordinaria fuerza en poco tiempo. Comenzó a tributarla mil atenciones, arecrearlaconelsabrosorepertoriodesusrecuerdosdeempleado,ahacergalaensupresenciadeuningeniosutil,deunafacilidadpasmosaparalosretruécanos.Procuró asimismo demostrar su incontestable superioridad intelectual sobre suhermano, llevando la contraria a cuanto decía, sonriendo despreciativamentecuando hablaba, vejándole, en fin, de mil modos. D.ª Teodora, sin embargo,resistiótenazmenteestasuplantación.Aunquedebíadeestarbienconvencidadela superioridad deD.Peregrín, comohombre demundoy erudito, no por esodejódeseguirprodigandoadonJuanlasmismasseñalesdeafecto.Alcontrario,losdespreciosdesuhermanonosirvieronmásqueparaquese lomanifestasemásvivoqueantes.EstollenódeamarguraelcorazóndedonPeregrín.Fueelmotivomáspoderosoderencorentre losmuchosqueteníacontrasuhermano,despuésdelaestatura.

CándidafueabesarlamanodelP.Melchor,dequienerahijadeconfesión,yleconsoló,conelrespeto,lasumisiónyelcariñoconqueempezóahablarle,delfracasoqueacababadeexperimentar.

Apenas se acomodaron todos de nuevo, D. Peregrín, que hasta entonces sehabíamantenidodentrodeunalocuacidadordinaria,estimuladoporlapresenciadeD.ª Teodora, quiso dar gallardamuestra de susmaravillosas aptitudes paraamenizarcualquiertertulia.CogióporlospeloslaocasiónqueledioD.Narciso,al censurar lomal empedradasque estaban las callesdePeñascosa, paradecir

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consuvozgangosaypenetranteenunapausa:

—SiendoyogobernadordeTarragona...

—¡YaparecióTarragona!—dijo sordamenteConsejero,mientrascolocaba lascartas.

Los que estaban cerca oyeron la exclamación y rieron. A los oídos de D.Peregrín llegó el rumor, se detuvo un instante y dirigió unamirada cobarde aConsejero. Después prosiguió con decisión su anécdota. Los quince días quehabía desempeñado el gobierno de Tarragona, por ausencia del gobernador yenfermedaddelsecretario,eranlaedaddeorodelaexistenciadedonPeregrín,el período dulce y poético cuyo recuerdo hacía vibrar siempre su corazón.¡Cuántossucesosenaquellosquincedías!¡Cuántasimágenesbrillantesdegloriay poder surgían en su mente al pensar en ellos! Los más insignificantespormenores de tan hermoso sueño teníalos presentes cual si acabaran deefectuarse.Podríadecircuántasveceshabíallovidoenaquellosquincedías,quéhabíacomidoybebido,dequécoloreran lospantalonesquegastaba.Durantealgún tiempo, cuando hablaba de esta época, solía decir:—«Haciendo yo degobernador en Tarragona...» Más adelante sustituyó la frase con esta otra:—«SiendoyogobernadordeTarragona...»

YcuandoeragobernadordeTarragonasucedióquelaprensalocalsequejódelabandonodelascalles,achacándolo,comotodolodemásqueandabamal,alaadministraciónconservadora.Entoncesél,encargadodevelarporelgobiernoyel partido, había llamado al alcalde a su despacho y le había dicho: «Amigomío...» Aquí una tirada de observaciones que D. Peregrín, cada vez que larepetía, iba haciendomás enérgica, hasta convertirla en severísima filípica. Elalcaldelerespondíaestoylootro(larespuestadelalcaldeibasiendocadavezmásdébileinsignificante).Entoncesél,sindescomponersepoconimucho,conlamayorcalma,comoquiennodicenada,lereplicaba:«Queridoalcalde,tieneusted dos caminos para elegir: o la suspensión, o el arreglo inmediato de lascalles.»

—Aldíasiguiente,bientemprano,estabantrabajandodoscuadrillasdeobrerosen lascalles—terminódiciendoD.Peregrínconuna fría sonrisamaliciosa.Laconclusiónylasonrisaeranloúnicoquenoseibamodificandolentamenteenlainteresanteanécdota.

O porque ya la hubieran oídomuchas veces o por no tener el espíritu biendispuestoparaestaclasedeconfidenciasadministrativas, es lociertoquemuy

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pocoseranlostertuliosqueatendían.Hablabanlosunosconlosotrosenparejaso en grupos de tres y de cuatro. Cándida cuchicheaba con el P.Melchor, D.ªEloisaconsuahijadoelP.GilyconObdulia,D.JoaquínconMarcelina,yelP.Narciso con D.ª Filomena. Se puede asegurar que los únicos que escuchabanrealmente al ex-gobernador interino de Tarragona eran su hermano y D.ªTeodora, esto es, los que ya conocían los pormenores de su gestiónadministrativa tan bien como él. Porque D.ª Serafina Barrado, aunque estabainmóvil y atenta con los ojos puestos en el orador, ofrecía tal vaguedad en lamirada,quebienseechabadeverquesehallabamuylejosdeloquedecía.Loque esta señora escuchaba, con imperceptibles estremecimientos de dolor yrabia,eraelrumordelapláticadesucapellánconMarcelina.Hacíayabastantetiempo que D. Joaquín distinguía mucho a esta señorita, su penitenta. Estasdistinciones llegaban al alma a D.ª Serafina, que por lo visto aspiraba almonopolio de ellas. Teniendo en cuenta que el capellán, fuera del acto de serengendradoynacer, era enun todohechura suya, parecíaque teníaderecho aello.Masélnolocreíaasí,osentíaplacerenagitarlacondesvíosyseriedadesinjustificadas.Nosepasabaundíasinquelabuenaseñoraexperimentasealgúndesaireporpartedesuprotegido.Acasoellatomasecomotalloquenoera;peroel clérigo, conociendo el afecto susceptible y celoso que le profesaba, debieramostrarmás cuidado en evitárselos.Ahora se notaba bien claramente que susapartesycuchicheoseranintencionados:acasotuvieranporfincastigarlaporladefensaindirectaquehabíahechodelP.Gil,aquienD.Joaquínodiabaapardemuerte.

D.ªMarciala,másfrancaomáscolérica,apenasquitabalosojosdeD.NarcisoyD.ªFilomena,unosojosescrutadores,inquietos,pordondepasabandevezencuandorelámpagosdeira.EnloscentrosdemurmuracióndelavilladecíasequeD.ªMarcialaestabaenamoradadelP.Narciso.Aunqueestonoseacreíble,portratarsedeunaseñoraquetodalavidasehabíamanifestadomuycircunspectayreligiosa,nohaydudaquesusfamiliaridadesconelclérigopodíandar lugaratorcidasinterpretacionesentrelagentepropensaapensarmaldelprójimo.Habíacasado ya tarde, cuando contaba más de treinta años, con D. José María, elboticariodelaplaza.Éste,quehabíasidotodasuvidaunrepublicanorabioso,queapenasfrecuentabalaiglesia,yquereuníaensutrastiendaporlasnochesungrupodedemócratas(masoneslosllamabanlasbeatasdelpueblo),porelinflujodesupiadosamujerhabíaidocambiandopocoapocodeopinión.PrincipióporalejarsedelapolíticaydejarlasuscriciónaElMotín;despuésfueeliminandodesu tertulia a los sujetosmás exaltadosypeligrosos; luego se le vio alternandocortésmente con varios sacerdotes. Finalmente, como llegase una misión de

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jesuitas a la villa, D.ªMarciala consiguió llevarle a confesar con uno. DesdeentoncesserealizóuncambiocompletoyradicalenlavidadeD.JoséMaría.Elferoz republicano, suscritor de El Motín, se trasformó en un cofrade de SanVicentedePaul,hermanodelSagradoCorazón.Alumbrabaenlasprocesiones,hacía la guardia al Santísimo con escapulario al cuello, etc., etc. Y no sólopracticaba todos losactos religiososdeun fervorosocreyente, sinoquedioenacompañarsede clérigosy en recibirlos en su trastienda, envezde los impíosqueantesiban;detalsuerte,quesuboticavinoaseralcabodealgúntiempoelcentrodereunióndelostradicionalistasdePeñascosa.Talfuelaobrabeneméritallevada a cabo con singular fortaleza y habilidad porD.ªMarciala. En ella leayudómuchísimoconsusconsejoselP.Narciso.Acasoporestarazónsualmaquedó tan ligadayagradecidaasudirector,quepornosabercontenerse,dabapávuloyestimulabaalasmalaslenguasdePeñascosa.

Fue, como ya sabemos, una de las que contribuyeron a la educación y a lacarreradelP.Gil;peroenladeserciónqueseoperóenelrebañodeD.Narcisoala llegada de aquél, permaneció fiel a su pastor. Quizá ayudase a mantenerlafirmelahuidadeObdulia,dequienellatenía,segúnfama,unoscelosrabiosos,ypor lo visto no le faltaba razón. Aspiró a sustituir a ésta en la gracia delelocuenteydonososacerdote,ycasiloteníaconseguido.Desgraciadamente,seinterpusoensucaminoD.ªFilomena,laviudaqueyaconocemos,quienconmásmodestiayreservaadmirabaasudirectorespiritualyleprodigabaensilencioyen la sombramil atencionesdelicadas,queconcluyeronporhacermella en sucorazón.NosignificaestoquedejasedeconsideraryatendercomodebíaaD.ªMarciala; pero se observaba en él de algún tiempo a aquella parte másinclinaciónhaciaD.ªFilomena,aunquenuncaporsupuestotanseñaladacomolaquehabíasentidoporObdulia.

En la tertuliadeD.ªEloisa seagitabanmildulces sentimientos, a loscuales,como la sombra a la luz, acompañan siempre otros amargos. Varias jóvenessolteras, a quienes el tiempo y los desengaños habían hecho más reflexivas,algunasseñorascasadasenlascualessusmaridosnohabíanpodidoextinguirlaseddeloinfinito,ytalqueotraviudanecesitadadeconsuelos,sereuníantodaslas noches en torno de media docena de presbíteros, formando un grupointeresante y conmovedor. Aquel pequeño mundo, ajeno enteramente a lasluchasdelapolítica,delacienciaydelosinteresesmateriales,representabaunoasisdeleitosoenmediodelacorrupcióngeneraldelascostumbres.Laperfectasumisión de aquellas almas femeninas a sus directores, la benevolencia y laternuraconqueéstosseesforzabanenconducirlasporel senderode lavirtud,

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prestaban a la tertulia un carácter suave, inocente y piadoso que no se hallaráseguramenteenlasexclusivamenteseglares.Existíaunadichosacompenetracióndeloespiritualenlotemporal;eraunaimagenaproximadadeloquedebeserelreinadodeDiossobrelatierra.

Elrebañomísticoserepartía,comoeranatural.Cadaclérigoteníasushijasdeconfesión, que le obedecían y le admiraban. Y ellos, aprovechando, comoexpertos y hábiles pastores, el carácter y condición de cada oveja, solíanestimularlaspormediodeacertadosmanejos,orahalagandosuamorpropio,oramortificándolo unas veces con celos, otras con saludable frialdad, otras conalguna lisonja adecuada. Ni faltaban tampoco en aquella exquisita sociedadalgunos honestos recreos. No era todo hacer calceta ni colchas de crochet:tambiénserendíacultoalamúsica.ElP.Norbertoeraorganistadelaiglesia,yaunque conocía pocamúsica profana, algunosnocturnos tocaba, y cuando no,acompañabaalP.Narciso,queentresusmúltipleshabilidades tenía ladetocaren la flauta dos o tres pavanas y la sinfonía de Juana de Arco. TambiénMarcelina sabía cantar La Stella confidente y la Plegaria a la Virgen. D.Melchorsabíahaceralgunosjuegosdemanos;D.PeregrínCasanovasazonabala tertulia con salerosos cuentos; Cándida recitaba admirablemente al pianovariasfábulasmorales;porúltimo,elP.Joaquíntocaba,rascandolosdientesconlas uñas, cualquier pieza musical, y remedaba el grito del gallo con talperfecciónquecualquieraleconfundíaconestebípedo.

Aquella noche no hubo música. Los ánimos estaban un poco abstraídos.Reinaba cierta inquietud en la tertulia,motivada por la presencia del P.Gil, aquienningunodesuscolegas,siseexceptúaelP.Norberto,mostrabasimpatía.Laconversaciónfuerodandodeunoenotroasunto,todosdepocamonta.Enunmomentodesilencio,D.JuanCasanova,queteníalacabezainclinadahaciaunlado,sindudaporelexcesivopesodelcerebro,ladescargóalgúntanto,diciendoconsuacostumbradasolemnidad:

—Eloisa, hoy he hallado a su hermano Álvaro en el paseo de la Atalaya.Llevabaunpantalóndecuadros.

D.ªEloisasuspiró,comosiemprequesetocabaelpuntodesuhermano.

—Estosdíashaestadounpocoenfermo.Melohadichoelcriado—manifestódirigiendounamiradatímidaalamesadondejugabasumarido.

D.Martín y su cuñado hacía tiempo que no se relacionaban. Por el motivobaladídeunmuebledelacasaqueaquélpretendíallevaralasuya,sinderecho

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alguno,rompierondeunmodoviolento.D.Martín(¿cómono?)pusolamanoenla cara a su cuñado, y a más de esto le desafió. Desde entonces, absolutaseparaciónentreambos.D.Álvarovivíaensuenormecasa,enteramentesolo,yD.Martínenlasuyaconsuesposa.Ésta,devezencuando,aescondidasdedonMartín,ibaavisitarasuhermano.

—Noparecequegozadebuenasalud—dijoelP.Gil,aquiensinsaberporquéinteresabaaquelhombre.

—¡Oh! Sumamente enfermizo y delicado. Sólo cuidándose mucho puede irviviendo.

Losclérigos, comosiempreque se tratabadeMontesinosenpresenciade suhermana, guardaban un silencio sombrío, con la cara larga y enfoscada. Si noestuviera ella, de seguro hubieran soltado alguna frase de indignación o algúnsarcasmocontraaquelimpío,queteníaescandalizadaalavillaconsusopinionesyconsuconducta.Aduraspenasrespetabanellazoestrechodefamilia.

Hubounsilenciolúgubre,porquelasdamas,comprendiendoloquepasabaenlo interior de sus directores espirituales, no osaban hablar. D.ª Eloisa tornó aexhalarotrosuspiroydijoconacentodolorido,comositerminaseenaltavozunmonólogo:

—¡Qué lástima que le hayan pervertido en Madrid! Álvaro tiene buencorazón...ytodosdicenqueeshombredetalento.

Losclérigosse sintieronmolestadosporaquelloselogios.Unodeellos,elP.Melchor,seatrevióadecirconsonrisitadesuficiencia:

—Señora, permítameusted que no reconozca talento en quien no admite lasverdadesdenuestrasantareligión.

—Alomenosfueelprimeroensucátedraypasabaentresusprofesoresporunchicodespejado.

—Yloserá,señora,—dijoelP.Gil,aquieneltonilloagresivodesucompañerohabíadisgustado.—Sepuedetenertalentoyestarobcecadoencualquierasunto.Su hermano, desgraciadamente, lo está en lo que se refiere almás interesantepara el hombre. Mas no hay razón para negarle el talento. Los grandesheresiarcas lo han tenido; si no fuese así, seguramente no habrían podido daraparienciadeverdadalerroryengañartantagente.

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Aunquesesintieseheridoenlovivoporestaréplicaindirecta,elP.Melchornoosóresponder,yprefirióhacerseeldistraídodevorandosuenojo.Pormásquenolaconfesasen, todoslosclérigosdePeñascosasentíanlasuperioridaddelP.Gil, que achacaban, por supuesto, a que era el único entre ellos que habíaseguido la carrera lata de teología. Ningún otro intentó tampoco llevarle lacontrariaportemordehacerunmalpapel.

La conversación se encauzó por otro lado. Charlose animadamente delproyectodeconstruccióndeunanuevaiglesia,cercadelaplaza,echadoavolarporvariosvecinosyalcualseoponíacontodassusfuerzaselcura,portemordeque se dividiera la parroquia. Los jugadores seguían en sus alternativas desilencioyruidososaltercados.ElP.Gilquedómudoypensativo,impresionadocon lo que acababa de oír y decir.La figura deMontesinos, a quien no habíavisto más de tres o cuatro veces en su vida, y eso de lejos, flotaba en suimaginacióndespertandoenélvivacuriosidad.LaafirmacióndedoñaEloisadeque había sido siempre el primero entre sus condiscípulos, contribuyó a hacermás grande, por no decirmás interesante a sus ojos, aquel hombre.Un deseovago, indefinido de acercarse y conquistarle nació en su mente. Cuando lallegadadeD. JoséMaría el boticarioydeOsunadio la señaldedisolverse latertulia,aúnrodabaestepensamientoporsucerebroenbuscadeforma.

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La noche seguía encapotada y triste. El cielo dejaba caer con pertinacia unalluviamenudayfría.Enlapuertadelacasalostertuliossedividieron:lamayorpartesequedóporlasinmediacionesdelaplaza,otrossiguieronporlacalledelCuadrante.Yenella se fueronseparando todoshastaquequedaronsoloselP.Gil, Osuna y su hija, los únicos que vivían en el Campo de los Desmayos.Obdulia maniobró para que el P. Gil la tapase con su paraguas. El jorobadomarchaba detrás, satisfecho de no pasar por la humillación de que su hija letapase,puesacausadelagrandiferenciadeestaturaasísucedíasiempre.

Caminaronunosinstantesensilencio,escuchandoelestruendolejanodelmarque batía contra las peñas y el leve rumor de la lluvia sobre el paraguas. Lajoven esperaba que el P. Gil sacara la conversación de su altercado con el P.Narciso,ydeintentoprolongabaindefinidamenteelsilencio.Viéndoletaciturnoyabstraído,seaventuróadecirleconvoztemblorosa:

—¿Estáustedenfadadoconmigo,padre?

—¿Porqué?—preguntóelclérigoconsorpresa,saliendorepentinamentedesumeditación.

—PorladisputaquehetenidoconD.Narciso.

—¡Ah!Sí...enefecto,nomehagustadolaactitudrebeldeenqueustedsehacolocadofrenteaél.Esindignodeunajovenhumildeyvirtuosacomousted...

Obduliaguardósilencio,sintiendoenelcorazónlacensuradesudirector.Alcabodijo,poniéndosecolorada,locualnadiepudoadvertir:

—Tieneustedrazón;hecometidounpecadoymearrepiento...

Despuésdeunapausalarga,añadióhumildemente:

—Nopuede usted figurarse cuántome disgusta el observar la envidia deD.Narciso.

—¿Laenvidia?—preguntóelsacerdoteconsorpresa.—¿Aquiéntieneenvidia?

—Austed,padre,austed—repusoconfirmezalajoven.

—No,hija,no—dijoelP.Giltodoazorado.—Yonopuedoexcitarlaenvidiadenadie...Soyunpobreclérigo...unmiserablepecador...

—Puesasíytodo...yomeentiendo...

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Repuestodesuturbación,elsacerdotedijoentoncesconaspereza:

—Ruegoaustedquenovuelva a decir esas cosas, ni que las piense... Se loprohíbo...Adviertaustedquesetratadedossacerdotes—añadiódespuésdeunapausa,dulcificandolavoz.

Obdulia no replicó.Muda y con el corazón apretado por una pena extraña,siguió marchando al lado del clérigo. Éste dirigió la palabra a Osuna sinvolverse:

—AlllegaralCampovamosasentirelaire,señorOsuna.

—¿Cuándo no sopla en ese maldito Campo?—replicó el jorobado con malhumor.

Yenefecto,alabocaraél,una ráfagaviolenta lesazotóel rostroyestuvoapuntodevolverles losparaguas.Lasotanadelclérigo, lasenaguasde la joventremolaron:lescostabatrabajoavanzar.

PorfinalcanzaronelgranportaldeMontesinos.Selimpiaronelrostroconelpañueloyrepusieroneldesordendesusvestidos.ElP.Gilvolvióadirigirunamiradacuriosay escrutadora a laoscurapuerta en cuyacimaardía siempre lalamparitadeaceite.

—Adiós, señor Osuna, que usted descanse—dijo tendiendo la mano aljorobado.

Luego tuvo un momento de indecisión: iba a tendérsela a Obdulia; peroturbado por la mirada intensa y extática que la joven le clavaba, la llevó alsombreroyseinclinógravemente,diciendo:

—Buenasnoches,señorita.

Alzódenuevoelparaguasysalvódeprisaladistanciaqueleseparabadelarectoral.LosojosdeObdulia,inmóvilalapuertamientrassupadrellamaba,lesiguieronalgúntiempo.

Antes de penetrar en la rectoral, el P.Gil volviose y quedó inmóvil tambiénalgunosinstantes.Perosusojosnobuscaronlapuertadedondeaquéllaacababadedesaparecer.Fueronmás arriba, abrazarondeunavez la extensay sombríafachadadelagrancasasolariegaque,avezadaalosgolpesdelhuracán,dormíagraveydesdeñosabajolaintemperie.Contemplolalarga,atentamente.Susojos

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brillaronconunfuegodegozomístico.Eralamiradadelapóstol,ávida,tierna,clemente.Tal debió ser la expresiónque reflejaron los ojos deSanPedro a lavistadeRoma.

IV

DesdeaquellanocheelP.Gilnosoñóconotracosa.Lafiebredelapostoladoleencendió de tal modo que no dejó rincón vacío en su cerebro para otropensamiento. Dentro de él entablose una lucha sorda entre el deseo vivo yardientedeennoblecersuvidaconlaconquistadeunenemigoencarnizadodelaIglesia,yelmiedodesapoderado,loco,quesinsaberporquéleinspiraba.Ensuscontinuos paseos por la estancia que ocupaba en la rectoral, mientras con elbreviario en lamanodecía los rezosobligatorios, amenudo sedetenía ante laventana, levantaba lapuntadelvisilloydirigíaunamirada tímidayansiosaalpalacio de Montesinos. Allí estaba, adusto, impenetrable, hostil como unbaluarte fabricado por la impiedad. Los balcones eternamente cerrados. Elhombremisteriosoquelohabitabadebíadeodiartantolaluzdelsolcomoladelafe.ElP.GildirigíaluegolavistaalcieloydabagraciasaDiosdesdeelfondodelcorazónporhaberle tenidosiempredesumano,porhaberlehechonaceryvivirenlaregiónluminosadelassantascreenciascristianas.

En vano trató de inquirir pormenores de la vida y carácter de aquella ovejadescarriada a quien ansiaba traer al redil. Los datos que le suministraron erancontradictorios.Mientrassuhermanayalgunasotraspersonasselopresentabancomounperfectocaballero,unhombredebuenfondo,extraviadoporlasmalascompañíasylalecturadelibrosimpíos,otras,quetambiénpretendíanconocerledesde la infancia, lo pintaban como un ser avieso, mal intencionado, riendosiempre de las desgracias y las flaquezas del prójimo, insolente y agresivo depalabra,yaquedeobranopodíaserloporsunaturaldébilyenfermizo.Aestepropósito narraban algunas anécdotas de su infancia y adolescencia queacreditaban esta opinión. Otros, en fin, le tenían por un desdichado, por unhombre a quien los desengaños de su carrera literaria y los profundos pesaresdomésticos habían llenado el corazón de hiel. Suponían que Montesinos,aficionadoa las letras, enamoradode lagloria,había idoaMadrid.Envezdeella,sólohallóglacialindiferencia:esto,unidoalacatástrofedesumatrimonio,lehabíaobligadoa retirarsedenuevoaPeñascosa«raboentrepiernas,»como

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decían pintorescamente los graves biógrafos. Y terminaban afirmando queMontesinosdesahogabasuamarguraydespechoblasfemandodepalabracuandoselepresentabalaocasiónypublicandoartículosenlosperiódicosyrevistasdelosmasones.ElP.Gilnosabíaaquéatenerse. Inclinábase,noobstante,aestaúltimaopinión,queconciliabahastaciertopunto labenévolade suhermanayciertos amigos con lamala famaque tenía en el pueblo.Lo que no dejaba desorprenderle era que mientras el clero y los tradicionalistas de Peñascosa ledetestabancordialmente,lospocosrepublicanosymasonesquehabíaenlavillano ledemostrabanestimaciónalguna.DecíasequeMontesinos se reíadeellosconmás gana aún que de los católicos, y que había huido constantemente sutrato.

Todas estas noticias, que recogía de un lado y de otro disimulando, porsupuesto, su proyecto, no eran a propósito para apartarle de él. El misterioimpenetrable que envolvía el carácter de aquel hombre le interesaba cada díamás, ymás le atemorizaba. Sabía cuánto importaba atraer un alma perdida alseno de la Iglesia; pero cuando esta alma era la de un hereje, un enemigoencarnizadodeella,elactocrecíadesmesuradamentealosojosdeDios.Dandovueltasalaidea,concibióvariasveceselpropósitodeacercarseinmediatamenteaél,hablarleyconvencerleconrazonesyconruegos;masprontoloabandonabatemiendo un fracaso. No era que le mortificase lo más mínimo en su amorpropio: estaba resuelto apadecerporDios con alegría toda clasedemartirios,cuantomásunainjuria.Loquetemíaeratenerquerenunciaraunaempresatannobleygloriosa.Pocoapoco llegóaconvencersedequeelmismoDiosse laencomendaba especialmente, que ésta era la tarea principal que le habíaimpuestoalenviarloaPeñascosa.Yconvencidodequelosublimedelpropósitonoempeceaqueseadoptenlosmediosmáseficacesparallevarloafelizremate,resolvioseacomunicarloconsumadrinadoñaEloisayapedirleayuda.Grandefueelgozodelabuenaseñoraalrecibirlaconfidencia.Aplaudiódetodasverasel proyecto, que satisfacía losdeseosmás ardientesde su corazón,yprometióhacer cuanto humanamente fuese posible por que tan hermoso sueño serealizase.Huboentreamboslargaspláticas,enquesebuscaronyponderaronlosmedios de llevarlo a cabo; se trazaron y se rechazaron diferentes planes; porúltimo, quedaron convenidos en que el excusador fuese a la morada de D.Álvaroporencargodesuhermanaapedirleuna limosnapara lasviudasy loshuérfanos de unos pescadores que habían perecido recientemente en la mar.Aprovechando laocasión,podía tantearle,hacerseamigosuyoydarcomienzopocoapocoalaobradesuconversión.D.ªEloisanodudabadeléxito,fiadaenelbuenfondodesuhermanoyenlavirtudylacienciadesuahijado.Cuando

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algunavezlehabíahabladodelasprácticasreligiosas,Álvarohabíarespondidocon alguna invectiva grosera contra los clérigos de Peñascosa; a unos losconsideraba idiotas, a otros malvados; de todos se reía a mandíbula batiente.Pero¿quépodíadecirdeestemuchachotanbueno,tanestudioso,decostumbrestanpurasyausteras?

Élnoestabatanconfiado.Amedidaqueseacercabaeldíadelavisita,sentíasemásagitadoymedroso.PedíaconinsistenciaaDiosquelediesefuerzasyvalor,ypreparabasusargumentosyhastasusfrasesconunaatenciónexagerada.Unamañana,despuésdehaberestadoenoraciónlargorato,saliódelarectoralconpaso firme, salvó la pequeña distancia que le separaba del palacio deMontesinos, penetró en el lóbrego portal y tiró del grasiento cordel de lacampana. Ésta sonó a lo lejos cascada y triste. El corazón del sacerdote secontrajo,apesardelánimoquelaoraciónlehabíainfundido.Presentosealcabode un buen rato de espera un criado anciano de semblante hosco. Al ver alexcusador,susojosdurosypenetrantesexpresaronasombro.

—¿D.Álvaroestá?

Tardóencontestar.

—¡Yasevequeestá!—respondióalcabo.—Nosalenunca.

—¿Yselepuedever?

—¿Porquéno?

—Puesavíseleustedqueel tenientecurade laparroquiadeseahablarconélporencargodesuseñorahermanaD.ªEloisa.

—Nohaynecesidad.Vengaustedconmigo—replicóbruscamente.

Ydespuésdecerrarytrancarconcuidadolapuerta,echóaandardelante.Nodejódesorprenderlealexcusadorelairedeautoridaddelviejodoméstico,ylopocoenqueteníalavoluntaddesuamopararecibironolasvisitas.Despuésdeatravesarungranpatiohúmedo,malempedrado,dondecrecíaportodasparteslahierba,rodeadodecolumnastoscasdepiedramanchadasdemusgo,ascendieronporunaescaleradepiedraytoscatambién,conlospasosgastadosporeluso.Enel piso principal salvaron un ancho corredor abierto, con el pavimento demadera,tandeterioradoqueeraprecisoirconcuidadoparanometerelpieporalgúnagujero.Por todaspartes seobservabaunabandonoextraño; lasparedessucias,descascarilladas,elsueloconundedodepolvo,lostechosagrietados:no

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parecía una casa habitada, sino una antigua abadía solitaria. La gran casasolariegadelosMontesinossepudría,sederrumbaba,sinquesudueñointentaseenella lamenor reforma, sinque lo advirtiese siquiera.Enelpiso segundoelcriadolecondujoal travésdevariassalasdestartaladasy lóbregas,abrióalfinunapuertadecristalesconvisillos sucios,despuésdeecharunamiradaporelinterior,dijo:

—Noestáaquí.Habrásubidoalabiblioteca.

Vueltaadesandarloandado.Hallaronenelcorredorunapuertecitaestrecha,yporellaentróelcriadoseguidodelclérigo,subiendoporunaescaleradecaracolmásoscuraymássuciaaúnqueelrestodelacasa.Cuandoibanhaciaelmedio,elP.Giloyóen loaltouna tosecilla secaquevolvióaapretarleel corazóndetemor.Labiblioteca se hallaba enunade las dos torres cuadradasque la casateníaaloslados.Habíaunapequeñaantesalasinmueblealguno,conpuertademaderasinpintar,charoladaporeluso,queelviejoempujó,diciendo:

—Álvaro,aquítienesalseñorexcusador,quedeseahablarte.

El susto que éste llevaba en el cuerpo no le impidió sorprenderse de laconfianza extraña del criado. ¡Un señor tan rico, tan noble, tan misterioso,tuteadoporuncriado!

Labibliotecacorríaparejasconel restode lacasaen lodestartaladaysucia.Era una gran pieza cuadrada, de techo abovedado, cuyas paredes estabancubiertas a trechos de tosca estantería con libros. Éstos andaban asimismoamontonados por el suelo sin orden ni curiosidad alguna. Los habíaencuadernados con pasta antigua, los había también en rústica modernísima,perotodoseranvíctimasporigualdeldescuidodesudueñoydelainclemenciadel polvo. Dos ventanas de vidrios emplomados, sin cortinas, esclarecían laestancia.Una estufamoderna, cuyo tubo, sostenidopor alambres, salía por uncristal roto, la calentaba.Cerca de unamesa deteriorada, cubierta por un huletodo salpicado de tinta, estaba sentado en un sillón antiguo de vaqueta unhombre cuya figura y atavío correspondían perfectamente al decorado de laestancia.Eramenudodecuerpo,gordodecabeza,elrostropálido,narizylabiosfinos,losojospequeñosydeuncolorindefinible,elcabellobermejoyralo,lasmanosdiminutasydescarnadas.Vestíaunabatausada,mugrienta,traíaanudadoalcuellounpañuelodeseda,ysecubríalaspiernasylospiesconunamantadeviajetanrapadaygrasientacomolabata.

Al abrirse la puerta levantó la cabeza, y sus ojos verdosos con puntos

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amarillos,comolosdelosgatos,seclavaronenelsacerdoteconunacuriosidadquellegóaserinsolenteporelactodenolevantarsemásqueamediasdelsillónni hacer siquiera una inclinación de cabeza. El P. Gil se había despojado delsombrerocanal,yseinclinabaconfusoymolestobajoaquellafríayescrutadoramirada. El criado se retiró y entornó la puerta.Después de preguntarle por lasalud,tardóenhallarpalabraselsacerdote.

—Estaráustedenterado, señor,de ladesgraciaquehaocurridohacealgunosdíasenlamar.Unascuantasfamiliashanquedadosinmásamparoquelacapadel cielo y el de las almas caritativas. Confiado en la caridad de este pueblo,emprendílatareadeimplorarladecasaencasa.Encumplimientodeestedeberyexcitadoporsuseñorahermana,metomolalibertaddevenirapedirleaustedparalaspobresviudasyhuérfanosunalimosnaporelamordeDios.

El dueño de la casa le contempló todavía unos instantes. Luego sacó delbolsillo una llave, abrió un cajón de la mesa, sacó unas monedas de oro y,alargandolamano,lasdepositósilenciosamenteenladelsacerdote.

—Diosselopagueausted,señor—dijoéste.

No había más remedio que retirarse. D. Álvaro no decía una palabra ni leinvitabaasentarse.Peroelhacerlosintentardealgúnmodosuproyecto,ledolíatantoquepermanecióinmóvil,adespechodelamiradadedespedidaqueaquélleestabaclavando.

—No me sorprende su generosidad—dijo.—Su señora hermana me habíahechomuchoselogiosdesucorazón,yveoquenoestabaequivocada.

—Supongoqueanadiemásqueamihermanahabráustedoídohacerelogiosdemicorazón.

LavozdelmayorazgodeMontesinoserasingularmentearmoniosaydulce,ycontrastabanotablementeconloinarmónicoytristedesufigura.ElP.Gil,queeralarectitudpersonificada,quedóuninstantesuspenso.

—Enefecto,anadieheoídohacerelogiosdeustedmásqueasuhermana—dijoalcabo,connaturalidad.

Montesinos no pareció disgustado con esta respuesta, pero sus ojos brillaronconmáscuriosidad,yvolvióaexaminaratentamentealclérigodelospiesalacabeza.

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—Como los elogios demi hermana no tienen valor alguno... saque usted laconsecuencia.

Unalevísimasonrisaapuntóasuslabiosalpronunciarestaspalabras.

—Parajuzgaraloshombresnomeatengoaljuiciodeloshombres,sinoaldeDios.¿Quiénsabelabondadolamaldadquepuedenocultarseenelfondodeunalma?Hastaahoraloúnicopositivoquesérespectoausted,señor,esquenohellamado en vano a su puerta, es que los huérfanos desvalidos bendecirán sunombreysucorazón.

Los ojos del caballero se desviaron bruscamente del clérigo y expresaronmalestar.

—Eldarunalimosnamásomenoscrecidanadatienequeverconlabondaddelcorazón.Damosloquenossobra.¿Estáustedsegurodequesieldineroqueacabodedarlemehiciesefaltaselodaría?

—No,señor:deloqueestoyseguroesdequeharíaustedbienendarloaunquelehiciesefalta—respondiógravementeelsacerdote.

El aristócrata lemiró aún conmás interés y quedó unos instantes pensativo.Luegoalzóloshombrosconindiferencia.

—¡Ps! Yo no sé hasta qué punto es eso cierto. Suponiendo que mi dinerosirvieseparaquevivanesoshuérfanos,noesgranfavorelqueleshago.Esmás;siseconsideraloqueindudablementelesesperaenestavida,puedeasegurarsequelescausounterriblemal...Vivirabrumadosdetrabajo,desufrimientos,deangustias,yporfindefiestaquizáunamuerteaterradoracomoladesuspadresallá entre las olas embravecidas. ¡Hermoso porvenir! Bien pueden darnos lasgraciasesospobreschicosporlafelicidadquelespreparamos.

—Todohombretieneundestinoquecumplirsobrelatierra.

—Conozcoperfectamenteesedestino.Padecerlosinnumerablesdoloresquelanaturalezaynuestrossemejantesnosproporcionan.

—Y si los padecemos con paciencia y los encomendamos a Dios, lograr larecompensareservadaalosbuenos.

D.Álvarohizounamuecadedesdén,ylevantándosedelasillaconseñalesdeimpaciencia,tendiólamanoalsacerdote.

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—Señorexcusador,nuestraconversación,siseprolongase,podríaconvertirseendisputa.Siempreesmalaeducacióndisputar con laspersonasquevienenavisitarnos, pero en este caso, tratándose de un sacerdote, sería una verdaderaofensa.

—Diga usted cuanto se le ocurra, señor.Mi deber es pregonar la verdad sintemoralasofensas.

El caballero volvió a mirarle esta vez con una benevolencia compasiva, yacercándoseaélyponiéndoleunamanosobreelhombro,lepreguntósonriendo:

—Vamosaver,señorcura,siustedfueraDios,¿haríaunmundotanperversocomoéste?

—Esapreguntamás parece una burla...—respondió con señales de tristeza ydisgustoelclérigo.

—¡Lo ve usted cómo se ofende!... Lo que yo pretendo preguntarle es si,teniendoustedensumanofabricarunmundobueno,pobladodeseres felices,eternamentefelices,crearíaustedporcaprichootrollenodedolores,detristezas,deamarguras,daríaustedvidaaunospobresseres,malosybuenos,porelgustoderecompensaralosbuenosycastigaralosmalos.

—Diosnohacreadoelmundomalo,sinobueno.Fueelprimerhombrequienseacarreótodoslosdoloresconsudesobediencia.

—¡Ah,sí!Elmitodelamanzana.Yonolecreoaustedcapaz,señorexcusador,deuncaprichotanridículo.¿Aquéconducíaelreservaresamanzana,sobretodoconociendoelcaráctercaprichosodeEvayladebilidaddeAdánporella?Perodando por supuesto que esos dos merecieran castigo, ¿qué tenemos que vernosotros con su delito? Si una persona le agraviase, ¿sería usted capaz devengarseensushijosysusnietos?Nolocreo.Principiaríaustedporperdonaralofensor,ysinoleperdonaba,almenosseguardaríadecausarningúndañoasushijos.Vea usted, por lo tanto, cómome veo en la precisión de considerarle austedmejorpersonaqueDios.

Unaoladesangresubióalrostrodelpresbítero.Elestupor,laindignación,letrabaronlalengua.

—Esoesmofarseindignamentedelascosasmássantas—articulóalfin.—Mesorprendequehabiendoustedrecibidounaeducacióncristianahayallegadoatalextremodeimpiedad.

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Unasonrisasarcásticasedibujóenelrostromacilentodelhidalgo.

—Efectivamente,herecibidounaeducacióncristiana...almenossegúnsehaentendidohastaahoraelcristianismo.Mireusted,señorexcusador,yohetenidounpadrequeeracomoDios.Porlamáslevefalta,hijademiinexperiencia,demi temperamento, de mi edad, me imponía un castigo bárbaro, cruel. Si medormíaduranteel rosario,azotes; sicometía tresequivocacionesen la lección,azotes; sime caía un borrón en la plana escrita, azotes; si corría por la casa,azotes; si manchaba el vestido, azotes. ¡Siempre azotes!... Y no se tomabasiquiera la molestia de dármelos por su mano: encargaba de la ejecución aRamiro, ese criado que le ha conducido a usted hasta aquí, el cual,cristianamente,me lospropinabahastahacermesangre.Pero todavíamipadreeramuchomejorqueDiosenestepunto;porquelosazotesdeRamirodurabanun rato,mientras que los que los diablos nos hande dar durarán eternamente,segúnaseguranustedes...

Lasonrisaquevagabaporsuslabiosseapagó.Guardósilenciounrato:quedóprofundamente ensimismado. Sus ojos, fijos en el suelo, se dilataron conexpresióndeterror.Pordelantedeellospasóenraudaylúgubrevisióntodasuinfancia.Supadre, alto, seco, con sugrannariz encorvaday cortante comoelpicodeunáguila.Jamáslehabíavistosonreír.Lamitaddelavidalapasabaenla iglesia, donde se dejaba caer de rodillas con un fuerte golpe que le hacíaestremecer(avecesimaginabaqueteníalasrodillasdehierroopiedra).Sólolehablaba para reprenderle o exigirle el cumplimiento de alguna tarea.No teníamás amigos que dos o tres clérigos, con los cuales le oía abominar delliberalismoylaimpiedadmoderna.Seveíaaél,pobreniño,entecoyenfermizo,pasandodosytreshorasarrodilladoenla iglesia,singustar jamáselplacerdecorrer al aire libre como los hijos de los miserables pescadores, sin tener uncompañero con quien comunicar sus inocentes pensamientos. Un día igual aotro.El cielo siempre plomizo.Lamar bramando tristemente en las peñas.Elvientoaleteandoconviolenciasobreloscristales.Ylacasasilenciosa,lóbrega,sucia, resonandode vez en cuando con los paseos lentos, acompasados, de supadre. Veíase más tarde en Lancia estudiando la segunda enseñanza,hospedándoseencasadeunclérigodelmismotemperamentoycostumbresquesupadre.Suscompañerosledespreciabanacausadesudebilidad,desufaltadedestreza;losprofesoreslemirabanconreceloporsucarácterreservadoytriste.Yporlasvacacionesvueltaallúgubreyaborreciblepalacio,alausterorégimen,aloseternosrezos.Apesardesusardientesdeseosdeseguirunacarreranoloconsiguió. Su padre consideraba indigno del mayorazgo de la casa de

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Montesinosel escribirunpedimentoo trazarunacarretera: a losabogados losllamaba curiales, a los ingenieros canteros, a los profesores maestrillos. Lamilicialeagradaba,perosusideastradicionalistasleimpedíanmandarasuhijoaserviraungobiernoliberal.Nopudiendoservirasureyconlasarmas,lavidadeunnobledebíaser levantarse tempranoparaoírmisa,echarunvistazoasuhacienda,platicarunratoconelmayordomo,jugaraltresilloconloscuras,darluego con ellos un paseo, rezar el rosario, confesarse a menudo y darconstantemente ejemplo a los plebeyos de virtud y religiosidad, sin rozarsejamásconellos.Peroapesardelgranrespetoquemostrabaalossacerdotesydebesarleslamanoenpúblico,Álvarorecordabaunpormenorquesiemprelehabíallamadomucholaatención:alahoradecomerloscriadosservíanantesalamoyasuhijoquealcapellándelacasa.Elorgullonobiliariolatíaaúnmásvivoenelcorazóndesupadrequeelsentimientoreligioso;perosabíaaliarlostanbienenelfondodesuconciencia,quehabíallegadoacreerquelareligiosidaderaunacualidadprivativadelosaristócratas,yqueporellasedistinguíanmejorqueporningunaotradelvulgodespreciable.

VeíaseenPeñascosahaciendolavidadehidalgodesocupado,sometidocomoun niño de diez años a la autoridad despótica de su padre. Su espírituimaginativo, soñador, no podía soportar aquella inacción. Comenzó a leer ahurtadillasnovelasqueleproporcionabaunaseñoraqueteníaestanquilloenlacalledelCuadrante.Subiódespuésalabiblioteca,dondeunclérigo,hermanodesu abuelo, que pasó por sabio en vida, había dejado gran copia de libros, ycomenzó a devorarlos.Leyó aPlatón, aDescartes, a SantoTomás, aFenelón,etc.

Se hizo sabio. Pero al entrar la luz de la ciencia en su espíritu, también sedeslizó la duda. ¡Qué tormentos tan crueles le causó! En su vida, triste,monótona, sólo la religión, el pensamiento de Dios, la promesa de lainmortalidad, de otromundomás justo ymás hermoso endulzaba un poco elamargorde lashoras.Yheaquíque repentinamentedesconfiabadeestadulcepromesa,dudabade lasverdades todasde la religión,hastade laexistenciadeDios. En un principio anduvo receloso, sombrío, temiendo que su padre ledescubriera en los ojos sus abominables pensamientos. Después, atormentadocruelmente, abrumado por ellos, ansioso de hallar remedio a su mal, de unamanoquelesostuvieseantesdecaerenelabismodeperdición,tuvoelvalorundíadearrojarsealospiesdesupadreyconfesárselos.Elviejoaristócrataquedóaterrado, y para remediar la locura de su hijo (así la calificó) no halló otroremedio que aconsejarle la penitencia, los ayunos, lasmortificaciones de todo

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género.Paraélestasdudasnoproveníanmásquederebelionesdelacarne,alacualhabíaquecombatirconlahumildadylasdisciplinas.

Saltóprontolabarreradeladudaycayóenelcampodelaincredulidad.Desdeentonces,niunmomentodevacilación;másymásconvencidocadadíadequeestemundonovalíanada,yquefueradeestemundonohabíaqueesperarotracosa.Muriósupadreyseconfesóconremordimientoquenolosentía.Respirócon ansia y delicia el aire de la libertad.Hubounmomento en que la vida lepareciómenoshorrible;elmundotuvoparaélunadulcesonrisa.Fuecuando,elbolsillo bien repleto, se marchó a Madrid. Primero la ciencia le ofreció unconsuelo y un entretenimiento. Se puso al corriente con avidez de las últimasideas en filosofía, en historia, en ciencias naturales; alternó, discutió con loshombresmáseminentesdeEspaña.Ytuvolasatisfaccióndeobservarquealláen sus soledades de Peñascosa, meditando sobre los libros antiguos, habíallegado a losmismos resultados que los filósofosmodernos. Después vino elamor: un sueño dulce y embriagador, una música penetrante y divina que lesuspendióalgúntiemposobrelamiseriadelatierra,quelereconcilióconlavidaydespertóensucorazónlaesperanzainfinita,lailusióndeladichainmortal.Lacaídadeaquelmundo luminoso,encantado, risueño, fuebiencruel;unade laspáginasmásnegrasque registra lahistoriade loshombres, ¡donde lashay tannegras!...

—Por lo demás—dijo saliendode su éxtasis dolorosoypasando lamanodeesqueletoporlafrente,—yohetomadobastantetiempoenserioesascosasqueusted cree. Me ha costado mucho dolor, muchas horas de insomnio, muchaslágrimassepararmedeellas.Déjemeustedqueacambiodetantaslágrimasmeríaahoraunpoco.

—Demodo—dijo el sacerdote conmal reprimida agitación—que, olvidandopor entero las creencias que usted mamó, la santa religión de sus padres, sedeclaraustedenemigodeDios...

—Sí, señor, enemigo de Dios y de los hombres... Es decir, de Diosdesgraciadamentenopuedoserlo,porquenoexiste.Siexistiera,ajuzgarporsusobras, sería unDios bien perverso. No pudiendo serlo deDios, lo soy de loshombres, no para hacerles daño, sino para huir de ellos como se huye de lasbestiasferoces.Desdequenacímehanhechoexperimentarmuchosdolores.Sinembargo, nunca intenté vengarme de ellos, porque sé muy bien que sonmalvadosporqueasíloshacreadolaNaturalezaoelDestino;hacendañocomolo hacen las fieras, por el egoísmo que ruge dentro de todo ser animado. El

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mundoestáorganizadoparadevorarselosseres,unosaotros.Loquepasaentrelospecespasa entre loshombres; sóloquenosotrosno abrimos labocaynostragamoslavíctimadegolpe,locual,despuésdetodo,esunaventajaparaella,sinoquelavamosdevorandoapequeñosmordiscos,arrancándolelacarnehastadejarla en esqueleto... ¿No me ve usted a mí?—añadió con sonrisa ferozapuntandoasurostro.—Elpezquemehacomidoloentendía.Nomehadejadomásqueloshuesos.

ElP.Gil,cadavezmásaterrado,seatrevióapreguntar:

—¿Yustedpiensaquenohaysobrelatierraningúnhombrehonrado,ningunamujervirtuosa?

—Síloshay,perosonproductosexcepcionalesdelaNaturaleza;mejordicho,son aberraciones de un organismo creado para el mal. Los hombres buenossufren las consecuencias de toda aberración; no pueden subsistir. Todos losanimalesnacencondefensaparalaluchaenelcombatedelavida,unostienendientes,otros tienengarras,otros tienencuernos,otros tienenalasparahuir:elhombrebuenoeselúnicoanimalquecarecedemediosdedefensa.Nosiendoaptoparaluchar,estáfatalmentedestinadoaperecer.Eslapobremoscaqueseenreda en la inmensa tela de araña labrada por los bribones que componen lainmensamayoría del género humano.El consuelo únicoque el hombre buenopuedeteneresquesusverdugostampocosonfelices.Lavidaesungranfraudeparatodos,paralosbuenosyparalosmalos.Dentrodeluniversoseocultaunafuerzaastuta,perversa,quenosimpulsa,quenosdirigehaciaunfindesconocidoparanosotros,enelcualnadatenemosquever.Paraestefinmisteriosonecesitade nosotros y nos obliga a reproducirnos. No le importa que seamosdesgraciados.Elindividuoparaellaesnada,laespecieloestodo.Obracomoeldueñodeunaganadería,queantesdematarunbuencaballoqueyanosirve,leobligaadejarunacría.Preocupadaúnicamenteconlaperpetuidadparaquenolefaltenjamásinstrumentos,nosengañaconelseñuelodelplacer,delaambiciónodel orgullo. Usted mismo, que no obra por ninguno de estos móviles, esigualmenteun instrumentode la especie.Alpreocuparsecon la suertedeesospobres huérfanos, al buscar con afán losmedios de que vivan, obedece ustedinconscientemente las órdenes de esa fuerza malvada. Cuando no le basta elatractivo del placer para la conservación de la vida, apela al sentimiento decompasiónquehapuestodentrodenosotros.

El P. Gil, que escuchaba petrificado tal sarta de impiedades, sintió unestremecimiento de horror al oír aquella interpretación monstruosa del

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sentimiento de la caridad.A este estremecimiento sucedió una viva irritación.Necesitó un gran esfuerzo de voluntad para no romper en insultos contra elblasfemo.

—Todo eso está muy bien—dijo dominándose y sonriendo forzadamente;—pero usted me dispensará que le haga una pregunta. En ese pesimismo tandesconsoladorqueustedprofesa,enlaideadeplorablequeustedhaformadodelmundoyde los hombres, en esemismo ateísmobrutal (¡perdónpor la frase!)que tantogusto tieneenexhibir,¿estáustedsegurodeque tododependede larazón fría y serena? ¿No habrán influido nada sus tristezas individuales, losacontecimientosdesgraciadosdesuvida?

Losojosfelinosdelhidalgobrillaroniracundos;lehabíaheridoenlovivo.

—¡Ah, laeternacantilena!—exclamóimpetuosamente.—Cuandonosepuedeatacaruna teoría,seescudriñan losmóvilesdelque lasustenta.¿Quépretendeustedprobarconeso?Supongamosqueelmundoesunparaíso,que todos loshombres,menosyo,sonfelices,yquemipesimismodependeenuntododemisdesgracias.¿Dejaréporesodeafirmarelmalquemehatocadoensuerte?¿Notendré derecho yo, criatura desdichada, a calificar a Dios (caso de que lohubiera) de perverso, puesto que pudiendo haberme hecho feliz como a losdemásmehizodesgraciado?Todoelquepadecesobrelatierrapuedepreguntara Dios como Job: ¿Cuándo la existencia te pidió la nada?... Por lo demás—añadióadoptandountonodespreciativo,insultante,—desdequeustedhaentradopor esa puerta supe a lo que venía. No quiero discutir con usted, porque meaburriré.Estoypersuadidodequelareligiónenqueustedcreenoesmásqueunconjunto de hipótesis inocentes como las de todas las demás religionesinventadasporlamiseriaylacobardíadeloshombres,quenopuedenresignarsea morir buenamente como los demás seres animados, como nos lo enseñairrefutablemente laexperiencia,quenopuedenconvencersedequehannacidoparaeldolor.Yestonolocreoporcapricho,sinodespuésdehaberestudiadoymeditado el asunto largamente, después de haber seguido paso a paso concuidadolahistoriadelasreligionesmásimportantes.Sihubieradeelegiralgunaentreellas,noseríaciertamenteelcristianismo,queesunade lasmás tristeseinsensatas.MesucedeloqueaGoethe:lacruzmecrispalosnervios.NiSantoTomás, ni San Agustín, ni Fenelón, ni Pascal me han convencido. Porconsiguiente, ninguno de ustedes me convencerá. Usted no tiene másrespetabilidadparamíquelaqueleprestesucarácterysusobras.Desucienciaydeladetodossuscolegas,obisposyarzobisposmeríoacarcajadas.

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Sus ojos brillaban con fiereza,mirándole de arriba abajo; pero estos ojos sedulcificaronrepentinamentealvertemblarunalágrimaenlosdelP.Gil.

—Dispénsemeusted,señorexcusador—seapresuróadecir,acercándoseaél,—sileheofendido.Tengomalcarácter...meirritoconfacilidad...

—Adiós, señor, adiós—respondió el P. Gil, estrechando la mano queMontesinosletendía.—Amínomehaofendido...EsaDiosaquien...

—Entoncesestoycontento,porqueesonoimportanada...—replicósonriendo.—Hastalavista.Yasabequetieneaquíunamigoyunacasaasudisposición.

V

Salió de aquella casa maldita en un estado de confusión y tristezaindescriptibles.NoquisoiraladeD.ªEloisa,queleesperabaimpacientemente.Cuandomástardelavio,manifestolesufracasoencortasysecaspalabras.

Durante algunos días hizo esfuerzos para alejar de su pensamiento aquelladesagradableentrevistayhastalaimagendelblasfemo.Abrumado,abatidoporunrecibimientotanbrutal,noimaginabaquehubiesemedioalgunodecombatiraqueldiablorabiosohenchidodeiraydeimpiedad.Perosuspalabrasresonabannoche y día en sus oídos, le perseguían, le dolían como crueles latigazos.Conocía algunos razonamientos de los herejes; aquellos que los libros deteología traían, y que el autor, con la autoridadde losSantosPadres, refutabasiempre victoriosamente. Sabía de la existencia de los racionalistas, pero susnoticiaserandeficientesyvagas. Jamáshabíavistoexpresadodeunmodo tancínico el ateísmo. No pensaba que hubiese quien estuviera verdaderamenteconvencidodequeDiosnoexistía.

Disipada,noobstante,alcabodealgúntiempolaimpresión,nopudomenosdepensar que se había amilanado pronto.Demasiado sabía que la oveja no se lehabía de entregar de buenas a primeras, que iba a encontrarse con un hombreavisado, erudito, aquienno se atraería concuatro lugares comunes.Entonces,¿porquéabatirserepentinamente?¿Porquédarseporvencidosinluchar?ElP.Gilseconfesó,consuhabitualysinceramodestia,quenoestabapreparadoparaeste combate. Debajo de las frases irónicas y cínicas del mayorazgo de

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Montesinos adivinaba un estudio largo de la materia, un sistema meditado ycompleto.Paracombatirestesistemaylosrazonamientosquelaimpiedadpuedealegar era menester conocerlos de antemano, discutirlos y ponderarlospreviamente en la cabeza, para luego, al aparecer en la boca del incrédulo,destruirlos, hacerlos polvo. Por eso no se atrevía a intentar de nuevo aquellaapetecidaconversión.

Pero cuantomásdifícil se le hacía, cuantosmásobstáculos encontraba en elcamino,másvivoseransusdeseosdelograrla.Enlasvidasdelossantoshabíavistoquejamássedabanporvencidosensuluchaconelpecado.Porenorme,por imposibleque laempresa fuera,unayotravez laacometíanconcrecienteardor, fiados únicamente en la ayuda de Dios. Debía hacer otro tanto. Si lefaltabanfuerzas,Diosse lasprestaría.Trabajarsindescansohastaconseguir lavueltadelhijopródigo,hastadestruirestefocodeimpiedadquepodíacontagiarloscorazonessanosdePeñascosa,hastaremoveraquellapiedradeescándalo.

Quedódecididoensupensamientoquevolveríadenuevoalacarga.Peroestaveziríamejorapercibido;conoceríaperfectamentetodoslosargumentosdelosherejes y llevaría preparada la réplica.Comunicó con sumaestro el rector delseminariodeLanciaelproyectodelaconversiónylerogóquepidiesealpreladounpermisoparaleerlibrosprohibidos.Tardópocoenmandárseloelrector,peroenlacartaqueloacompañabanoaparecíamuyentusiasmadoconlaempresadesu discípulo. El ascético sacerdote gozaba más con perfeccionar las almascreyentes y buenas, que en atraer las que definitivamente se hallaban en lasgarrasdelpecado.

LoprimeroqueseleocurrióleeralP.GilfueciertaVidadeJesús,muypopulara la sazón entre los impíos y de la cual se hablaba siempre con despreciomezclado de terror en el seminario. La leyó con profundo dolor y tristeza.NuestroSeñor Jesucristo era considerado por el hereje que la escribiera comohombre. Le prodigaba mil irrisorias alabanzas, le manifestaba exageradaadmiración,peroeraparademostrarmejorsucondiciónexclusivamentehumanaydeslizar elvenenode la impiedadconmás fruto.El libro estabaatestadodepatrañas.«Elcristianismo,decía,esunfenómenohistórico,ycomotaldebeserestudiado históricamente.» Esto era evidentemente absurdo, porque elcristianismosignificalaredencióndelgénerohumanoporelHijodeDios;eslarevelacióndelaverdaddivina.ElautorpedíaqueseexaminasenlosrelatosdelosEvangeliosmediantelosmismosprincipiosconquesejuzgacualquieraotratradición, queno se impusierande antemanoa la crítica los resultadosy se ladejase libre de hipótesis preconcebidas. Esto era otro absurdo, porque ¿cómo

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hemosdeaplicara lafe,a lapalabradeDios, losmismosprincipiosquea loshechosyalaspalabrasdeloshombres?Deestemodoibarespondiendounoporunoalosargumentosdelautorracionalista,ydeshaciéndolos.

Preocupadoconestadiscusióninterioryganosodeexteriorizarla,comoacaececontodoloquellenayembarazanuestroespíritu,seaventuróahacerotravisitaal mayorazgo de Montesinos. Esta vez le recibió muy bien, con exquisitaamabilidad,comosileremordieselaconcienciadesugroseríapasada.Hablaronde cosas indiferentes.Montesinos tuvo ocasión demanifestarle que teníamuybuenasnoticiasdesucarácter,queconocíalasvirtudesqueleadornaban.ElP.Gilseruborizóconestoselogiosyrespondió,sonriendotristemente,queloquequisiera en aquel momento era tener mucho talento y mucha ciencia paraconvencerle de la verdad de la revelación. «¿De cuál revelación?—le habíapreguntado el hidalgo sonriendo también con benevolencia.—¿Cómo de cuálrevelación?—Sí,¿decuál?porquehayvarias:loscristianos,losbuddhistas,losmahometanos,losjudíos,todoscreensureligiónreveladaporDios.—Hablodelaúnicaverdadera,delarevelacióndeNuestroSeñorJesucristo.—¿Yenquésefundaustedparacreerqueésaesverdaderaylasotrasfalsas?—Enquelasotrasestán llenas de cosas monstruosas, irracionales—respondió imperiosamente elclérigo,—enquesólolareligióndelCrucificadollenatodaslasaspiracionesdenuestrosentimientoynuestrarazón.—¡Tengaustedcuidado,señorexcusador!—exclamóelmayorazgosoltandounaalegrecarcajada—queestáustedhaciendodependerlaverdadreveladadelasertodelarazón,queestáustedproclamandolasupremacíadeésta,locualesunaproposiciónherética.—¿Cómo?¿cómo?—preguntó aturdido el sacerdote.» Pero Montesinos cambió la conversaciónbruscamente.Noseatrevióainsistir.

Le costó gran trabajo tragar aquella píldora. Estuvo una porción de días sinpoderpensarapenasenotracosa.Laideadequesindarsecuentadeellopudieraincurrir en algún error condenado por la Iglesia le inquietaba vivamente.Indudablementeelleerlibrosheréticos,elpensardemasiadoenlosfundamentosde la religión era parecido a jugar con fuego.Mejor haría en dejar los dadosquedos y a Montesinos que se lo llevase el diablo. Contra esta resoluciónclamabantodoslossantosquevivieronenelmundoylosmandamientosdivinosqueordenanamaralprójimocomoaunomismo.Porotraparte,presentíaquesuagitación interiorno ibaacesar.Las ideasde laVidadeJesús y lasquehabíaoído a Montesinos bullían confusamente en su cerebro, y no se calmaríanrepentinamenteporunesfuerzodelavoluntad.¿Porquénohabíadeahondarenelexamendelosorígenesdelareligióncristiana?¿Porquénohabíadeconocer

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hastaensusúltimospormenoreslosdatosdeladiscusión,afindeconfundir,depulverizaracualquierracionalistaqueselepresentase,porsabioquefuera?Enestonohabíapeligroalguno.LapocacienciaalejadeDios:lamuchaacerca.

Dedicose con ardor, con frenesí se puede decir, al estudio.Montesinos, conquienempezóaintimar,pusoasudisposiciónlabiblioteca.Leyósintregua,conatenciónprofunda, losescritosmássobresalientesacercadelasinvestigacionescríticassobreelcristianismoprimitivo,sobreloslibrosdelNuevoTestamentoyla historia de los dogmas. Bebió a grandes tragos el veneno de la herejía sinpercibir su sabor, con la esperanza de que al agotar el vaso quedaríaperfectamente tranquilo, seguro para siempre de la insensatez y maldad queencerrabatodoloqueseopusieraalaIglesiadeCristo.Mas¡ay!nosucedióasí.Al cabo de algunosmeses la duda levantó su cabeza hedionda en su espírituatribulado. Estuvo muchos días sin confesárselo, procurando engañarse a símismo,desviando losojosparanoverla.Llegóunmomento, sin embargo, enqueyanofueposible.La infamesehabía idoenroscandocautelosamenteasualma, se había apoderado insensiblemente de toda ella. ¡Qué estupor! ¡Quéhorribledesconsuelo!

LaBibliaeslapalabradeDios.LoqueDiossugiereeslainfalibleverdad.EnlaBiblianopuedenexistirnarracionesfalsasocontradictorias.Estoserepetíaelsacerdoteacadainstante,hastaenvozaltacuandosehallabasolo.

SilaEscrituranofuesedeorigendivino,¿cómoseexplicaqueIsaíaspudieseprofetizarqueJesúsnaceríadeunavirgenyquehabíadeserenBelén?¿CómopudoelmismoIsaías,sigloymedioantesdeCiro,señalaraéstecomolibertadordelosjudíos?¿CómopudoDaniel,bajoelimperiodeNabucodonosor,profetizarelnacimientodeAlejandroMagnoymuchasparticularidadesdesuhistoria?

¿A quién dirigía con violencia el P. Gil estas contundentes preguntashallándose solo?Aunheresiarca invisibleque le replicaba silbandocomounaserpiente: «Los diferentes libros de la Biblia son obra de los hombres, comotodos los demás que se atribuyen origen divino, elCorán, losVedas, etc. Soncompilacionesdeescritosdediversosgénerosyépocas.LoslibrosatribuidosaMoisés y a Samuel son compilaciones muy posteriores, en las cuales se hanintroducidofragmentosdediferentesépocas.Lomismopasaconlos librosdelNuevo Testamento. Isaías no ha pensado con su hijo de virgen para nada enJesús.Elúltimoterciode lasprofecíasdeIsaíasprocededeuncontemporáneodeCiroytodoellibrodeDanieldeuncontemporáneodeAntioco,porlocualmuybienpudieronprofetizarloqueyahabíasucedido.»

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El P. Gil se tapaba los ojos, se mesaba los cabellos, horrorizado de aquelladisputa sacrílega. ¡Él, un ministro del Altísimo, buscando reparos ycontradiccionesalaspalabrasdelEspírituSanto!Merecíaquelatierraseabrieserepentinamenteyselotragara.AquelloslibrosinfamesquelehabíaprestadoelherejeMontesinosteníanlaculpa.Arrebatadodesantaindignacióncontraellos,sinrepararenquenolepertenecían,loscogiótodosundía,hizounmontónconellosenelpatio,ylediofuego.D.Miguel,queestabamuylejosdesospecharloque pasaba por el alma de su teniente, aplaudía desde el balcón con fuertesrisotadaselautodefe.

Quedómás tranquilo desde que no tuvo en la habitación aquellos perversosenemigosdesusalvación.Dejóporcompletolalecturayentregosedenuevoalos deberes del confesonario, que tenía algo abandonados.Y procediendo consus dudas de crítica histórica como los santos antiguos procedían con lastentacionesdelacarne,comenzóamortificarsedespiadadamente.Él,quehastaentoncessehabíamostradodébilycobardeenestavíadeperfección, siguiolaahora con arrojo, ansioso de pagar con los dolores del cuerpo la rebeliónescandalosadelespíritu.Mucholeconfortóyayudóenestetranceelejemplodela piadosa hija deOsuna.Cada día descubría en el alma pura de su penitentanuevostesorosdebondadyperfeccióncristianas.Creíaestarenpresenciadeunade aquellas elegidas del Señor, consagradas por la Iglesia y adoradas por losfieles de toda la cristiandad: Santa Teresa, Santa Isabel, SantaCatalina, SantaEulalia,labeataMargaritadeAlacoque.Lasmismasparticularidadesquehabíaleídoenlahistoriadeestassantas,observábalasahoraensuhijadeconfesión;lamismaseddepenitencia,igualesescrúpulosytemores,lamismahumildad,losmismosfavoresdivinos.

PorqueObdulia, llenadevergüenza, comosi seacusaradeunpecadograve,temblandodeemoción,lehabíaconfesadoquedevezencuandoexperimentabadesmayoshallándoseenoración, caíaal suelo repentinamente,yen losbrevesmomentosenquepermanecía sin sentido,veíaunasveces a Jesúsentrenubesrodeado de ángeles, escuchaba una música divina, embriagadora; otras vecesnotaba que un ángel grande, fuerte, hermoso, con dos alas inmensas ytrasparentes, se acercaba a ella y le ponía con dulzura la mano en la cabeza,diciéndole: «Persevera;» otras, las más, percibía solamente una gran claridad,quelabañabatodadeplacer,sinveranadie;perosesentíaacompañadacomositodoslossantosysantasdelcielovagaseninvisiblesasualrededor.Alprincipio,comoconfesorprudente,mostrónodar importanciaaaquellasvisiones:podríamuy bien estar equivocada; el diablo finge muchas veces tales escenas para

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engañar a las almas incautas, deslizandoen ellas el venenode lavanidady lasoberbia. Obdulia persistía, sin embargo: los síncopes eran cada vez másfrecuentes y prolongados, las visiones más intensas; aseguraba con malreprimidofuegoqueveíaaJesús,queveíaalángel.ElP.Gildudabasiempre,ofingía dudar, haciendoun gesto desdeñoso cada vez que la joven relataba conlabios temblorososaquellos favoresdelcielo.Sólohabíaunsignoseguroparareconocer si venían directamente deDios; cuando el alma se perfecciona conellos a tal punto que un levísimo pecado venial le causa tanto dolor y tantaslágrimascomoelmásnefandoymortal.Ahorabien,enellatodavíaexistíanlasrebelionesdelacarne,todavíaapuntabaelamorpropio.Nopodíajuzgardivinosaquellos deslumbramientos. Obdulia experimentaba un gran desconsuelo anteestaactitudseverayreservada.

Pero poco a poco el sello que el sacerdote pedía para reconocer el origencelestialdesusvisiones fueapareciendo.Elespíritude la jovenseacendródetodaslasimpurezas.Sudevociónalasprácticasreligiosas,sobretodoalsagradopan eucarístico, era cada día mayor. Se deshacía, se derretía en amor divino,rompiendo muchas veces en exclamaciones de entusiasmo, en frasesincoherentes, como si estuviera loca.Y con esto, su humildad y sumisión tanperfectas,quebastabaunamiradadesuconfesorparaconfundirla,parahacerletemblar y pedir perdón por los actosmás inocentes. A la postre no tuvomásremedioaquélque inclinarseante lavoluntaddeDiosyconfesarsupresencia.Lohizocongranplacer.Despuésdesussacrílegasdudas,estabaansiosodeverlostestimoniosdelaomnipotenciaydelabondadinfinitas;queríaanegarseenelocéanodeloinexplicable,delosobrenatural,paraescaparalacríticaminuciosayperversaque todo lomarchita.Considerose feliz, libredeella, teniendoa sulado tan claro ejemplodelpodermilagrosodeDios.Creyóqueasí le advertíapara que no volviese a caer en la tentación, que le enviaba un faro paraesclarecerlastinieblasdesuespíritu.RecordabasiempreloquelehabíapasadoalP.Gracián,aquienSantaTeresatantoayudóenelcaminodelavirtudconelejemplodesuconcienciainmaculada.Yenelfondodesucorazónnacióungranrespeto a par que una inmensa gratitud hacia aquella piadosa mujer, que lelibertabadelasgarrasdeldemonio.Escuchóconatenciónelprolijorelatodesusvisiones,yarmadodesantaemulaciónemprendiódenuevoconmásardor,sinoconmás fe, el camino de lasmortificaciones, que había abandonadomientrasgimióenlaservidumbredeladuda.

Obdulia,quedurantelosúltimosmeseslehabíavistoconpenadistraído,sintiógran alegría al hallarle de nuevo atento, solícito, escuchándole horas enteras

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desahogarlasmenudaspreocupacionesdesuespíritusinimpacientarse.Eraunretornofelizaladulceconfianza,alaspláticasmísticas,alasfamiliaridadesdeantes.Ycomosueleacontecerencasossemejantes,seapretómásellazoentreellos;estoes,laconfianzayelafectofueronmayores.Alcabodepocotiempoconsultaba con su penitenta, no sólo los asuntos piadosos, sino también losdomésticos; era su consejera espiritual y temporal. La joven devota penetrabatodossuspensamientos,avecesantesdeformularseconprecisiónensucerebro.

—Padre,hoyestáusteddemalhumor;esporquenohapodidodecirmisaenelaltardelaConcepcióncomootrasveces.—Tieneustedojeras;biensevequesehapasadotodalanocherezando.—Yaséporquédijo lamisaeldomingomástarde: esperaba que llegase doña Eloisa.—Ese alzacuello le aprieta a ustedmucho.Estáustedincómodo.¿Quierequeyoseloarregle?...

Susvidas se ibancompenetrando insensiblemente.No sólo teníanun ratodepláticacasitodoslosdíasenelconfesonario,sinoqueporlatardeseveíanenlaiglesia, al rosario, y por la noche también a menudo en casa de D.ª Eloisa.Además,devezencuando,paraalgúnmotivopiadoso,comounanovena,unareunión de la cofradía, etc., la joven iba a la rectoral a consultarle, aunque lecostasesiempreunesfuerzo,porqueteníagranmiedoaD.Miguel.Selehabíametidoenlacabezaqueéstelamirabademalojo,queladespreciaba.Yacasonolefaltaserazónparasuponerlo.

Estaconfianzallegóapecardeexcesivaenalgunasocasiones.AlmenosasílopensóelP.Gil.Obduliaseautorizabadevezencuandoalgunasfamiliaridadesquelechocaban,yenocasionesllegaronaturbarmomentáneamentelalimpidezde suconciencia.Undía lehablóde susapuroseconómicos.Elpadre ledabapocodineroparalosgastosdelacasa,ycomoteníaelviciodelacaridad,dedarlimosnasa trocheymoche,habíacontraídodeudas,que lamortificaban;sobretodo había una tendera a quien debía veinte duros, que la molestaba a todashorasyleamenazabacondecírseloasupapá.¿Nopodríaélfacilitarleporpocotiempo esta cantidad? El clérigo tampoco los tenía, pero se los pidió a sumadrinayselosentregóruborizado.Ellalosaceptósinvergüenzaalguna,comolacosamásnatural.Otrodíalellevóalaiglesiaelpaquetedecartasdelnovioquehabía tenidoparaque las leyese.Másadelante lepidió el escapularioquetraía al cuello, y tanto le instó y tales pretextos adujo, que concluyó porobtenerlo. Al día siguiente le confesó, sonriendo, que no había sido paraponérselo a una amiga que acababa de morir, sino para traerlo ella sobre elpecho. Estas cosas herían e inquietaban vagamente al joven sacerdote. Lasbromitasquelabeatasepermitíadepalabratambiénrebasabanalgunasveceslos

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límitesconvenientes.Undíaledijorepentinamente:

—¿Sabeustedloqueestoypensando,padre?Queelángelquevienemuchasvecesaponermelamanosobrelacabezatienelosojosmuyparecidosalosdeusted.

Y soltó la carcajada al decirlo. El clérigo rió también ruborizándose. Luegoquedóserioydemalhumor.

Un suceso extraño, que escandalizó a la villa, vino de unmodo indirecto aestrechar aúnmás su relacióny a inquietar alP.Gil.Ciertanoche sedespertódespavorido con el ruido de una detonación dentro de casa. Levantose de unsaltoyacudiócorriendoalahabitacióndeD.Miguel,dondesefiguróquehabíasonado.Alllegaraellaquedópetrificadodeterrorantelaescenaqueaparecióasu vista.Un hombre se revolcaba enmedio de la habitación en un charco desangre,mientrasD.Miguel,depiesobrelacama,agitabatriunfanteunapistolagritandoconsonrisaferoz:—¡Yacayóuno!¡Yacayóuno!—Lamortecinaluzdeunabujíatiradaenelsueloalumbrabaaquellafatídicaescena.

El caso había sido que, hallándose el párroco en la cama, un hombre habíapenetradoensudormitorio,lehabíadespertadoyleintimóparaqueleentregaseeldinero.D.Miguelsininmutarseechómanoalchaleco,sacólallaveylaarrojóalmediodelahabitación.Luego,mientraselladrónlarecogía,sacóunadelaspistolasque teníadebajodelcolchóny ledescerrajóun tirodejándole tendido.Labalalehabíapenetradoporlosriñones.Elexcusador,dominandosuespanto,seapresuróaprestarlelosauxiliosespirituales.Sólotardótreshorasenexpirar.

El suceso se comentómuchoydemuydiversomodoenel pueblo.Algunosaprobaban la conducta del cura. Estaba en su derecho defendiéndose de unfacinerosoqueDiossabeloqueharíaconéldespuésderobarle.Otros,losmás,lacensurabanconacritud.Unsacerdotenopuedeobrarcomolosdemásentalcaso.EsunministrodeJesucristoydebeprocedersiempreconcaridadaunquesea en legítima defensa. El P. Gil estaba profundamente indignado, aunqueguardaba silencio. Un sacerdote, antes que ensangrentar sus manos, no sólodebíadejarserobar,sinomatar.NuestroSeñorasílohabíaenseñadocuandoSanPedrocortólaorejaalsoldadoqueveníaaprenderle.Obduliatraslucióbienlossentimientosqueleagitabanyleaconsejóquedejaselarectoralyseestablecieseenotracasa.

—Ustedyanopuedevivirahídespuésdeloquehapasado,padre.Elsustoquehallevadohasidomuyfuerte,ytodoslosdíastienequerenovarselaimpresión

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viendoelsitio.

No era esto precisamente lo que quería decir, sino que un hombreverdaderamentecristianoyvirtuosodebíadepadecermuchoviviendoalladodequienacababadedarmuerteviolentaaunsemejante.Perosinolodecíaconlaspalabras,sedejabaadivinarenlagravedadytristezadesucontinente.ElP.Gilno ansiaba otra cosa hacía mucho tiempo. La compañía del párroco le eramolesta, como ya sabemos.Ahora, después delasesinato (así lo calificaba suconciencia), se le había hecho insoportable. D. Miguel había incurrido en lacensura de la Iglesia, se le retiraron las licencias para confesar y decir misa:mientrasllegaselarehabilitaciónpasaríaunatemporada.Aprovechandoaquellosmomentosdeflaquezadelterriblecura,conlaayudadesumadrinaalquilóunacasitanomuylejosdelaiglesiaysetrasladóaella.UnaantiguacriadadeD.ªEloisavinoaservirleyasersuamadegobierno.

Libreyadeltemoralpárroco,Obduliaempezóafrecuentarlanuevacasadelexcusadoryaejercerenellaunaaltavigilancia.Enterábasede la ropablanca,del estado de las sotanas, de los alimentos que más placían al padre, de lasparticularidades de su cama. Algunas veces venía a ayudar al planchado ollevabaparaaplancharensucasaaquellascosasmásdelicadas,comolasalbasylosroquetes, recosía lasmediasquesehabíanroto,quitaba lasmanchasde lassotanas,etc.Éstaseranlastareasordinarias.Perotambiénseocupabaenalgunaobramásfina,enbordarleunamito,ounoscorporalesocualquierotraprendadelasvestiduras sacerdotales.D.ª Josefa, el amade llaves, no aceptabadebuenaganaesteprotectorado;perocomoaúnnohabíaechadoraíceshondasenlacasayobservabalaestrechaamistadqueaquellaseñoritallevabaconsuamo,noseatrevíaaprotestar.Contentábaseconmurmurardeellacuandoibaavisitarasuantigua señora y llamarla entrometida y tonta. Más adelante fue tascando elfreno de peor voluntad aún y concluyó por desbocarse, como ya tendremosocasióndever.TampocoelP.Gilestabatranquilonisatisfechoenlaatmósferadeatencionesdelicadas,deafectoyveneraciónenquelajovenleteníaenvuelto.Pormásquelaprofesabavivaadmiraciónyteníaencuentasusconsejos,sentíaunvagomalestar cadavez que la veía ocupándose del cuidadomaterial de supersona. Le parecía a él que esto era rebajar el carácter de aquella amistadespiritual, formada y sostenida para mejorar sus almas, para ayudarse en elcaminode laperfección.No teníanoticiaalgunadequeSantaTeresa repasaselas medias de San Juan de la Cruz. Además, no se comprendía muy bien eldespreciodelacarne,quetanbienpracticabaella,conlascomodidadesdequepretendíarodearle.¿Porquéhabíadesertanseveraparaellaytanblandapara

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él? ¿Por ventura, le suponía tan débil y cobarde que no podía vivir sin talescuidados?

ElP.Gilmeditabaesto,apoyadoenlabarandadeuncorredorenrejadoquesuhabitación tenía sobre el mar. El sol declinaba entre celajes carmesíes,envolviendoenunaondade luz tibiay rojizaelpuebloy la rada.El lienzoderocas que la cierra allá enfrente alzaba su masa enorme sobre las aguas,proyectandoyaunavasta regiónde sombra.Y entre aquel negror los ojos delpresbítero percibían el fulgor de las olas, mostrando y apagando a cortosintervalossublancura.Elmuelleestabadesierto:aúnnoerallegadalahoradelavuelta de las lanchas. Los pataches y quechemarines cabeceaban dulcemente,aburridosde su inacción.Unagaviotavolabaencírculosconcéntricos rozandoconsusalaslasuperficiedelagua.Elsuavelejanorumordelasolashenchíaelambiente dormidode unmurmullo sordo.Lapequeña ensenada sólo vivía deljuegomovible de la luz que la bañaba de una claridad sangrienta que se ibaretirandolentamentedetrásdelaspeñas.

Tanabsortoestaba,queD.ªJosefanecesitóllamarletresvecesdesdelapuertaparaconseguirquesevolviese.

—¿Quéhay?

—Unaseñoraestáabajopreguntandoporusted.Dicequenecesitahablarleenseguida.

—¿Unaseñora?—replicóelP.Gilabriendomucholosojos.—SerálaseñoritaObdulia.

—No, señor, no es ésa—replicó el ama haciendo con los labios un gesto dedesdén.—Laseñoraqueaguardaabajoesmuchomásguapayelegante.

—¿Nolaconoceusted?—preguntóalgoacortadoporlaintenciónqueadvertíaenlaspalabrasdeD.ªJosefa.

—No,señor,esforastera.

—Pueshágaleustedsubir.

Tardópocossegundosenaparecerunalindajovencomodeveinticuatroaños,rubia, de rostro blanquísimo y facciones delicadas, vestida con eleganciaperegrina. En su vida había visto el P. Gil, ni aun en Lancia, una dama tandistinguida.Sutrajeerasencillo,deviaje,perotanoriginalelcorteycontallujo

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y esmero en los pormenores, que se echaba de ver inmediatamente la elevadacalidad de la persona.Despedía de ella un perfume suave que vino a herir sunarizasíquepusoelpieenelcuarto.Mirolaconsorpresa,queseconvirtióenestupefacción al ver que la dama avanzó con resolución hasta él, y sin decirpalabrasedejócaerderodillasasuspiessollozando.

—¡Señora...porDios...levánteseusted!—dijoaturdido.

Ladamanosemovió.

—Señora, levántese usted—repitió de nuevo cogiéndola suavemente por unbrazo.

Laforasteraselevantóensilencioysedejócaerenunasilla,alzóelvelitodelsombreroqueletapabalosojosyselosenjugóconelpañuelo.ElP.Gil,enpiefrenteaella,aguardabaaqueseexplicase.Ycomonodabaseñalesdehacerlo,antessetapabaelrostrocadavezmás,aventuroseadecir:

—Señora,desearíasaberenquépuedoservirla...

Todavíatardóunosinstantesenresponder.Alcabodijo,sinapartarelpañuelodelosojos:

—SoylaesposadeD.ÁlvaroMontesinos.

Elexcusadordiounpasoatrásinvoluntariamente.

¿Cómo? ¿aquella dama era la mujerzuela despreciable que había hecho ladesgracia de D. Álvaro, de quien sumadrina D.ª Eloisa hablaba siempre conhorror?Poréstaconocíalatristehistoriadelaquelmatrimonio.ElherederodelacasadeMontesinos sehabía enamoradocomoun locodeuna jovendebuenafamilia,perosindinero;unadeesaschicasquesuelenverseenMadridentodoslos teatros y en todos los saraos a la caza de un marido rico. Aun con serloMontesinos, Joaquinita Domínguez (que así se llamaba) le dio cordelejo unatemporada, esperando tal vez que llegase otro con lamismahacienda ymejorfigura;porqueladelmayorazgodePeñascosaera,cierto,delomásraquíticoydesgraciado que pudiera verse. Mas como no llegaba, resolviose un día aenamorarseperdidamentedeélyselodemostródeunmodoquenodabalugaradudas.«TodoelMadridelegante»recordaráaunalindarubiaabonadaalturnoprimeropardelteatroReal,quesepasabalanochecharlandoconuncaballeroflacuchoypálidosentadoenlafiladeatrás;queenelteatrodelaComediayeneldeApolonolequitabalosgemelosdeencimadesdesuplatea;quelollevaba

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de remolque en el paseo del Retiro, y hasta por las mañanas, cuando iba detiendas,selaveíaconél,escoltadosporlamamá.Enteramenteconvencidodesuamor,elhidalgolapidióenmatrimonio,ylaobtuvonosinalgúntrabajo,puesalamamácostolemuchaslágrimasentregarleaquellajoya,queeralaalegríadelacasa. En los primeros cuatro meses gastó D. Álvaro la renta de todo el año.Joaquinita quiso coche y palco en los teatros, y dio reuniones y saraos. Peroestaba tan hermosa y su marido la encontraba tan alegre, que con el amorfrenéticoquelaprofesabanolehubierarehusadonilasangredelcorazónsiundía se la pidiera después de un beso de amor largo, oprimido, espasmódico,como los que le daba cuando tenía que pedirle una rivière de brillantes o unasociablededoblesuspensión.

A los seismeses justos se le antojó a la joven esposa viajar por Europa, unviaje largoquehabía dedurar un añoomás; visitar todaFrancia, Italia, subirluego a Inglaterra, pasar a Alemania y correrse hasta San Petersburgo. Elenamorado Montesinos no puso obstáculos a este deseo, aunque debieraponerlos. Necesitábase un capital respetable para realizarlo, atento a lascomodidadesyboatoconqueJoaquinitapretendíaviajar.Pidióapréstamosobrealgunasdesusfincas30.000durosysalierondeMadrid.EnHendayavieronenla fonda del ferrocarril tomando chocolate a Federico Torres, un sietemesinomadrileñohijodeunministrodelTribunaldeCuentas.AJoaquinitasiemprelehabíasidomuyantipático,sinsaberporqué.

—¿Adonde irá este títere?—preguntó por lo bajo, después de corresponderfríamenteasusaludo.

Montesinosalzóloshombrosconindiferencia.

—¡Quépelealetienesaestechico!Yoleencuentrofinoyagradable.

—¡Quéhorror!—exclamóellariendo.

EnPauvolvieronaverle en la estación,yyano levieronmás.EnMarsellapensabaelmatrimoniodetenersecuatroocincodías;peroaltercero,viniendoD.Álvarodelaestacióndearreglarelasuntodelsleeping-carparaeldíasiguiente,congran sorpresanoencontróa suesposaencasa.La sorpresaconvirtioseenhorribleestuporalobservareldesordendelahabitación.Elgranbaúlmundodesumujerhabíadesaparecido.Habíadiferentesprendasderopaporelsuelo.Loscriadosledijeronquelaseñorahabíahechotrasportarelbaúldespuésdeirseélpara facturarlo en doble pequeña, según decía. Luego había salido y no habíavuelto. Montesinos, aturdido, horrorizado de la idea que le cruzaba por el

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cerebro,abrióconmanoconvulsaelsecretodelcofredondeguardabaneldinero.Niuncéntimohabíaallíya.Comprendiendodeunaveztodasudesgracia,cayóalsuelocomoheridoporunrayo.Estuvoalgunosdíasentrelavidaylamuerte.Cuandorecobróelconocimiento,hizotelegrafiarasucuñadoD.Martín,elcualsepresentóinmediatamenteylecondujoaPeñascosa.NotardóensabersequeJoaquinita se había escapado conFedericoTorres, y queviajaban alegrementeporEuropaconeldinerodelhidalgo.

Ésta era la mujer que tenía delante el P. Gil. Después de aquel primermovimientoderepulsión,serehizoydijo:

—Seréneseustedunpoco,señora,ydígameenquépuedofavorecerla.

—AcabodellegardeMadrid—articulócontrabajoladama,—ymehedirigidoa casa de mi marido, con quien hace tiempo estoy reñida... Deseabareconciliarme con él... que concluyese esta separación tan fea y tanescandalosa...Uncriadoviejoquetiene...¡unbruto!...nomepermitióverle...mecogióporelbrazo...mearrojódecasaaempellones...¡sí,aempellones!

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Aquíladamavolvióaestallarensollozos,ysetapódenuevoelrostroconelpañuelo.

Elclérigoesperóaquecontinuase;peroviendoquenolohacía,tomódenuevolapalabra.

—Sientomuchoesepercance,señora...Peronocreoquehayamotivoparataldesconsuelo. Las ofensas que se perdonan no se sienten. Perdone usted a esepobrecriadoquehaobradosinsaberloquehacía,ydígamequéesloquepuedohacerensuobsequio.

Secoselosojoslaesposainfiel.Volvieronahumedecérseleyvolvióasecarlos.

—Segúnmehandichoahíenlaposada,ustedeslaúnicapersonaquevisitaamimarido...Yo le suplico,por lomássagrado,yaqueesustedsuamigo,queintervenga para que termine nuestra separación. Lo deseo hacemucho tiempoconansia...Confiesoquenohesidobuenaparaél...

—Sí,sí;losétodo—interrumpióelclérigoconimpaciencia.

Ladamasepusofuertementecolorada.

—Confiesoqueleheofendidogravemente...Fueunmomentodeobcecación...una tentacióndeldemonio...Peroyo siempre lehequerido...y lequiero...Notengoinconvenienteenhumillarme,enpedirleperdónderodillas...Yaveusted,padre,sinolequisieranomehumillaría...¡Mehorrorizalaideadenoobtenersuperdón,demorirlejosdeélsola,maldita!¡Ah,quéporvenirtanespantoso!...Simuchohepecado,creaustedquemuchohepadecidoenestosúltimostiempos...

—Señora, ya puede usted comprender si yo tendría satisfacción en unir unmatrimonio disuelto... lomismo el de usted que cualquier otro.Mimisión espredicar laconcordiaentre loshombresymorirporellasiespreciso.Aunsinpedírmelo tengo el deber, por mi cargo, de procurar en esta parroquia lareconciliación de los matrimonios desavenidos... Pero este caso es delicado.Apartedelaofensagravísimaqueustedhainferidoasuesposo,delescándaloque la acompañó, de los que la siguieron, todo lo cual dificultaextraordinariamente la reconciliación, aparte de eso, repito, hayotra dificultadmayor.Yesquesumaridodeustedestá fuerade la Iglesiacatólica.No tengosobreélotrainfluenciaquelaquepuededarunaamistadsuperficial.Ningunodelos razonamientos a los cuales pudiera yo apelar como sacerdote tiene fuerzasobre su ánimo. Al contrario, dadas sus ideas, es posible que sirviesen para

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embravecerlemás,ocuandomenosdemofa...

—Sí,sí—interrumpióladamaconvozchillona,malévola,—mimaridohasidosiempreunimpío,unateoescandaloso.

—Señora, de poco sirve creer si se obra como si no se creyera—replicóseveramenteelexcusador,aquienhabíaheridoeltonoagresivodeladama,tancontrarioalahumildaddeantes.

Tornó a ponerse colorada y bajó los ojos afectando de nuevo una grancontrición.ElP.Gilprosiguió:

—Detodosmodos,comocristianoycomosacerdote,estoydispuestoahacertodoloquepuedanmisfuerzasporconseguirloqueusteddesea.Dudomuchodeléxitodemiintervención...Sétambiénquemeexpongoaserarrojadocomousteddelacasa,peronomeimporta.Cumplirémideber,ysinoconseguimosnada,mequedaráalmenoslasatisfaccióndehaberlocumplido...

Quedose pensativo unos instantes, mientras la dama mantenía sobre él unamirada intensayansiosa.Luego,comosihablaseconsigomismomásqueconella,prosiguió:

—EldirigirmeahoraacasadeD.Álvaroofreceinconvenientes.Lagentedelpueblo es curiosa...Vendrían las hablillas... después el escándalo...Opino quedeberíamosaguardarunratoaqueconcluyeradeoscurecer,omejoraún,queyofuesepordelanteatantearelasunto...

—¡No! ¡no!—exclamó la dama.—No le prevenga usted. Se negaría arecibirme.Esnecesariocogerledeimproviso;aprovecharelprimermovimientode su corazón, que es generoso. Luego, cuando reflexiona, se hace malo,burlón...

—Comoustedquiera.Entonces,aguardaremos.

Peroenelinstantedepronunciarestapalabrasehizocargodeloinconvenientedepermanecertantotiempoasolasconunamujer,ydijounpocoturbado:

—Ustedme permitirá quemientras tanto la deje sola unosmomentos... Soyconustedenseguida.

Envezdeserconella,mandóasuamaparaquelaacompañase.Sólocuandola luz sehuboextinguidopor completo subiódenuevoconel sombrero en la

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mano,preparadoasalir.LaesposadeD.Álvaro,asíquelevioenestatraza,selevantódelasilla.

Habíacerradoyalanoche.Lagentedemarsehabíaretiradoasuscasasoalastabernas.Porlalarga,sinuosacalledelCuadrantecirculabanpocostranseúntes.El excusador y la esposa de Montesinos caminaron un rato en silencio endirección al Campo de los Desmayos. Al aproximarse a él ambos se sentíanagitados, temerosos. Tanto para calmarse un poco como para prevenirse, sedetuvieron un instante, ymetiéndose en el hueco de una puerta, cuchichearoncon animación. El P. Gil insistía en su idea de entrar primero en la casa yexplorarelánimodeD.Álvaro:teníamiedoaunescándalo.Ladamaseoponíaconcalor,convencidahastalaevidenciadequesumaridosenegaríaenabsolutoa recibirla, y tomaría precauciones para que no pisase el suelo de su casa.Cuandomás embebidos se hallaban en la discusión, del hueco de otra puertacercanasalióunasombraestrecha,elevada,yseaproximóaellosrápidamente.

—Buenasnoches,padre,buenasnoches.

Era la hija de Osuna. Había en la inflexión de su voz al pronunciar estaspalabrasciertaironía,mezcladadecólera,quesorprendieronalavezaladamayalsacerdote.Éstelevantólacabezayrespondiófríamente:

—Buenasnoches,hija.

—¿Vaustedahaceroración,ovieneusted?—preguntóconelmismoretintínysonriendo.

—Nivoynivengodehaceroración,hijamía.Enestemomentomeocupodeasuntosdemiministerio—replicóentonoseveroelP.Gil.

Pero este tono, en vez de sosegar a la joven o amedrentarla, la encrespó alparecer.

—UstedsiemprehaciendoalgoporDios,padre,¡ji!¡ji!lomismoenlaiglesia,quealacabeceradelosmoribundos...queenloshuecosdelaspuertas,¡ji!¡ji!...Si usted se muere antes que yo, ya tiene usted un testigo de alguno de susmilagrosparaque lecanonicen...Vaya,noquieroestorbarelmilagro.Hasta lavista.¡Ji!¡Ji!

Ycuandohubodadodosotrespasos,sinvolversedijo:

—¡Yqueaproveche!

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LaesposadeMontesinoslevantólacabezayclavóenelP.Gilunamiradadeestuporycuriosidad.

—¿Quéeseso?

Elsacerdote,rojodevergüenzaydeindignación,alzóloshombrosenseñaldeignoranciayechóaandarhaciaelcaseróndeMontesinos.

VI

Al tirar del cordel grasiento, el mismo tañido lúgubre, que tanto habíaimpresionadoalP.Gillavezprimeraquepusolospiesenaquellacasa,produjoa ambos un estremecimiento de temor y ansiedad. No tardó en oírse la vozcascadadeRamiro.

—¿Quiénes?

—Gentedepaz.

—¿Quiénes?—tornóapreguntar.

—Soyyo,Ramiro.Abre—respondióelsacerdote.

Lapuertagirópausadamentesobresusgoznesyapareciólasiluetadelviejo,débilmenteesclarecidaporlaluzdelalamparillaqueardíasobreeldintel.

—Pase usted, señor excusador—dijo sin percibir a la dama, que se habíaocultadodetrásde éste.Peroviéndola al fin, diounpaso atrásy, abriendo losbrazosenactituddeimpedirlaentrada,exclamó:

—¡Ah!¿Vuelveustedacompañada?...Puesniporesas...¡Noentraráusted,no!

—Vamos,Ramiro—dijocondulzuraelsacerdote,poniéndoleunamanosobreelhombro,—déjanospaso,queésteesunasuntodelicadoyquenoteconcierne.

—Paseustedcuandoquiera,peroesamujernopuedepasar.

—¿Porquénopuedepasar?—preguntó conentereza el sacerdote, alzando lacabeza.

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—Porqueaquínoentranp....niladronas.

Ante aquella injuria bárbara, la dama se tapó el rostro con lasmanosydejóescaparungemido.ElP.Gilsepusorojo,ycogiendoalviejoporunbrazo, lesacudióconviolencia.

—Seaustedmáscomedido,yyaquenorespetelasotanaquevisto,guardelosmiramientosquesedebenalasseñoras.AnteDiosyanteloshombreséstaeslaesposa legítimade suamodeusted.Déjemeelpaso franco,queaustedno letocaenesteasuntomásqueoír,verycallar.

Ydandounempellónalviejo,sevolviódiciendo:

—Vengausted,señora.

PeroRamiro,agitado,convulso,comosifueraacaerpresadeunsíncope,sepusoacorrerdelantedeellos,gritando:

—¡Álvaro,Álvaro!¡Queentralaz...entucasa!

Doscriadasseasomaronalaescaleraycontemplaronconestuporlaescena.Elviejo no se detuvo en el principal; siguió hasta el segundo, dando losmismosgritos. El P. Gil, que le seguía con Joaquinita, dijo a ésta al llegar al pisoprimero:

—Quédeseporahoraaquí;yosubirésolamente.

Cuando llegó al segundo, tropezó con D. Álvaro que salía a punto de suhabitación.Surostro,siemprepálido,loestabaahoratantoquedabamiedo.EncuatropalabrasRamirolehabíaenteradodeloqueocurría.Porlatarde,cuandoporprimeravezhabíavenido la esposa infiel a la casa, no lohabíahecho.D.Álvaro no pronunció una palabra. Cogió conmano convulsa por un brazo alsacerdoteylehizoentrarensugabinete.Luegocerróconcuidadolapuerta.

—¿Aquévieneesamujer?—preguntóhaciendoinútilesesfuerzosporaparecersosegado.Lavozsalíadesugargantadébilyronca.

—Vieneaimplorarsuperdón.

—Seequivocausted;vienepordinero—repusosonriendoyaforzadamente.

ElP.Gilpermanecióuninstantesilenciosoydijoalcabo:

—No me atrevo a asegurar a usted nada. Parece que está arrepentida... Su

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acentoessinceroyhalloradoconverdaderodolorenmipresencia.

Un relámpago de ira pasó por los ojos del hidalgo. En aquel tropel deemocionesqueseagitabanensuespíritu,laindignaciónlogróvenceratodaslasdemásyprofirióconacentodespreciativo:

—Estoyperfectamenteconvencidodequenovienemásqueporcuartos...perode todosmodos,me importa un bledo su arrepentimiento y su sinceridad... Siestáarrepentida,quepidaauncura laabsolución.El figurarseporun instantequeyopuedoperdonarlaesunnuevo insulto,esuna ideaquesólocabeenunalmatanmiserablecomolasuya.

—Elperdónjamásdegrada.Eslavirtudquemásennoblecealserhumano—manifestóelclérigo,sorprendido.

D.Álvaro le clavóuna largamiradacolérica.Despuésalzó loshombroscondesdénydijo:

—Estábien:dejemoseso.Loqueimportaesque,yaquelahatraído,selleveustedinmediatamenteaesaseñora.

—Me atrevería a suplicarle que, aunque no la perdone, le permita almenoshablarconusted...Quizátengaalgunasrevelacionesquehacerle.

—Nosoycurioso.Puedeguardarsesusrevelacionesoconfiarlasaquienseleantoje... Por mi parte (escuche usted bien lo que voy a decirle)—al mismotiempolecogióconmanocrispadalamuñeca,—pormiparte,niahoraninuncacruzaréconellalapalabra...Puedeusteddecírselo.

El P. Gil bajó la cabeza y permaneció silencioso mientras el mayorazgocomenzóapasearagitadamentepor laestanciacon lasmanosen losbolsillos.De vez en cuando se dibujaba en su rostro una sonrisa sarcástica y dejabaescaparporlanarizunleveresoplidoqueacusabalatensióndesuespíritu,comoelpitorevelalatensióndelacalderadevapor.

—Ya que eso no pueda ser—manifestó al cabo de un rato con suavidad elsacerdote,—usted comprenderá, D. Álvaro, que esa señora no puede irse adormir fuera de esta casa sin dar pábulo a las malas lenguas, sin renovarconversaciones que no deben renovarse. Por egoísmo, ya que no por caridad,debeustedconsentirquesuesposaduermahoyenestacasa,puesnocreoqueleconvengaaustedescandalizaralapoblación.

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D. Álvaro prosiguió sus paseos agitados sin responder palabra, como si nohubieseoídolaproposicióndelsacerdote.Alcabodeunratoseplantódelantedeély,mirándolefijamente,dijo:

—Está bien. Dígale usted que, si es su gusto, no hay inconveniente en queduermaen esta casa... aunque senecesite bienpocadignidadpara aceptarlo—añadióbajandolavozyrecalcandolassílabas.—Ysiquieredineroparaelviajedevuelta,Osunaseloproporcionará.

—Le doy las gracias por esta deferencia, pero me voy muy triste—replicósonriendo el P. Gil.—Cualquier sacrificio haría por borrar de su memoria laofensarecibidaysoldardenuevolacadenadesumatrimonio.¡Cuántodaríaenestemomentoporserunhombreelocuente!...

—La elocuencia, señor excusador, ha servido en este mundo para que secometiesen grandes vilezas; pero creo que ninguna lo seríamayor que la queustedmepropone.

—Para usted es una vileza lo que para mí sería un acto noble y generoso,propiodeunimitadordeCristo.Nonosentendemosenloqueserefierealoqueesdignidadoindignidad...

—Losientoporusted,padre—repusoelmayorazgo,tendiéndolelamano.

—Yyoporusted,D.Álvaro.Buenasnoches.

Alquedarsesoloéste,siguiópaseandotodavíaunosmomentos;luegoseparódelantedel cordónde la campanillay tirócon fuerza.No tardóenpresentarseRamiro.

—Esamujerestáahí...¿Quieresquelaeche?—preguntóelviejo,sinaguardarlasórdenesdesuamo.

—No.Condúcelaalasala,enciendetodaslaslámparasyavisaaDoloresquesuba.

Elcriadopermanecióinmóvil,mirándoleconsorpresa.

—¿Yvasaconsentirqueesa...

—¡Silencio!—exclamó el mayorazgo con energía, llevando el dedo a loslabios.—Hazinmediatamenteloquetemando.

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Elviejosealejógruñendo.Alinstantesepresentóladoncella.

—Dolores,dia lacocineraquepreparecenapara laseñoraqueestáabajo,yque haga todo lo que sepa. Ilumina el comedor, saca la vajilla fina, arregla elgabineteazulytomadelarmariolaropamejorparaponerlaenlacama...Quenolefalteabsolutamentenada.Ayúdalaadesvestirse:cualquiercosaqueordenelahacéisinmediatamente.¿Estásenterada?

—Sí,señorito;pierdaustedcuidado,queselatratarácomoquienes.

D.Álvarodirigióunamiradaoblicuaaladoncellayseapresuróadecir,algoacortado:

—Despáchateprontoyenséñaleelgabineteazul.Sideseadormirenotrolado,puedesmostrarletambiénelquellamáiscuartodelobispo.

Otravezquedó soloyotravezemprendió supaseonerviosodeunánguloaotro de la cámara.A pesar de la fortaleza y sosiego que habíamostrado pararechazar las súplicas del P. Gil, su cerebro trabajaba agitado, febril. Aquellavisita tan inesperada removió los recuerdos felices y aciagos que se habíandepositado en el fondo de su ser, y que ya no le molestaban. Su vidamatrimonial, que en aquellos tres años se había ido alejando de su memoriacomounsueñoquelaclaridaddelaauroradesvanece,surgiódeprontodelantedesusojos, tanpróximaquelatocabaconlamano.Niunpormenorfaltabaalcuadro.Yanteaquellavisiónsentíaseturbado,comosilossucesosacabasendeefectuarse.

Despuésdepasearalgunosminutosagrandestrancos,comenzóadetenerseamenudo,prestandooídoa los ruidosque llegabandelpisoprimero.Adivinabamás que percibía los preparativos que la servidumbre estaba ejecutando enobsequio de aquella vilmujer que le había revelado toda la negrura y todo eldolorde la existencia: «Ahorabajan la lámparadel comedor...Ahora sacan lavajilla... Deben de estar haciendo la cama... Ha salido gente: será Rufino abuscaralatiendaalgunacosa...Parecequeestánhablandoenelgabineteazul...»

Yanopaseaba.Coneloídopegadoa la cerradura, recogía ávidamente todoslos rumores que llegaban de abajo. Y como llegaban demasiado confusos,concluyópor abrir lapuerta, avanzar cautelosamentehasta elpasamanosde laescalerayescuchardesdeallí, inmóvil,recogiendoelaliento.Habíaimaginadovagamente que su esposa, una vez sola y libre, subiría hasta su cuarto parahablarle.Lohubieradeseado,paradarseelgozodearrojarlaconalgunasfrases

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despreciativasquelellegasenhastaelfondodelalma.Hubouninstanteenquepensó que este deseo se realizaba. Sintió pasos en la escalera: toda su sangrefluyóalcorazón;seapresuróadejarelpasamanosyametersedenuevoenelcuarto. Era Dolores que subía a pedirle una llave. Cuando se fue, tornó a suespionaje; permaneció en la escalera larguísimo rato sin saber por qué hacíaaquello.EscuchóelrumorconfusodelaconversacióndeDoloresysumujer.Ladoncellaeracharlatana;Joaquinitatambiénteníauntemperamentoexpansivo:laplática se animaba cada vez más. Hasta se le figuró percibir algunas alegrescarcajadas de su esposa, que le sorprendieronmás que le indignaron. Por finnotóqueseponíaacenar.Doloresibayveníaconlosplatos.Terminólacena.Ladoncellasedetuvoenelcomedoryprosiguiólacharla.Cansadodeestarenpie,sesentóenunodelospeldañosdelaescalera.Alhacerlosintióvergüenzaycomenzó a darse alguna cuenta vaga de las emociones que embargaban suespíritu.Unahoralargaesperódeaquelmodo,percibiendoelrumorconfusodelasvoces,enelcualnadapodíadistinguir,nisiquieracuáleraladesuesposaycuálladelacriada.Alcaboobservóquesalíandelcomedor.Todavíasefiguróquesumujeraprovecharíaaquellaocasiónparasubiravisitarle.Sepusoenpievivamenteysepreparóameterseensucuartotanprontocomosintiesepasosenla escalera. Pero esperó en vano. La señora se dirigió con Dolores hacia elgabinete azul. Sintió cerrarse la puerta tras ellas: luego notó que se abría denuevo y salía la doncella y tomaba el camino de su cuarto. Sin duda habíaayudadoadesnudarsealaseñorayladejabaenlacama.

Con la cabeza entre las manos, los codos apoyados sobre las rodillas,permaneció inmóvil, abstraído, escuchando ya solamente la voz de supensamientoy los latidosdesucorazón.Unvivodespecho,delcualnoqueríadarsecuenta,lemordíacruelmentelasentrañas.Sentíalanecesidaddeavistarsecon su mujer, de injuriarla, de escupirla, de abofetearla. ¿Por qué hacía unosinstantes se había negado a recibirla, y ahora ansiaba de aquel modo tenerladelante? El mayorazgo creía que era porque su odio y su indignación habíancrecido.Nosupoeltiempoquepermanecióenaquellapostura.Eldeseodeversefrente a su esposa ardía cada vez más vivo en su pecho, le ponía inquieto,excitado;seibaconvirtiendoenunafiebre,enunarabiaintensaqueledevoraba.¡Oh, tenerla entre sus manos, apretarla hasta hacerle gritar de dolor, hacerlepadecer en el cuerpo lo que él había padecido en el alma! Puntas de hierrocandentes le pinchaban por la espalda, las manos le temblaban como si lepidieranunaestrangulaciónconquecalmarsusansias;uncalorinsoportablelesubíadelaspiernasalcerebro.Las tinieblasseespesaban, leenvolvíanenunaatmósfera tibia, sofocante, como si se hallase en un subterráneo. Hubo un

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instante en que pensó que no podía moverse; los miembros entumecidos senegaban a obedecer a su voluntad. Hizo un esfuerzo, sin embargo, como sitratasederomperunatelaquelesujetara,ysepusoenpie.

Sedirigióconpasovacilanteasucuarto.Laluzdelquinquéqueardíasobrelamesalehiriódetalmodoqueestuvoapuntodecaerofuscado.Apagoladeunsoplo, buscó a tientas la ventana y la abrió de par en par.Una ráfaga viva deviento y agua le azotó el rostro y penetró rugiendopor la estancia, echando avolarlospapelesdelamesa.D.Álvaroaspirócondeliciaelairefríoyhúmedo,asomosealaventanayexpusosufrenteardorosaalainclemenciadelchubasco.Las mil agujas de la lluvia se le clavaron en las mejillas y convertidas enlágrimas las bañaron completamente. Por algunos minutos gozó convoluptuosidad de aquel frío, apeteciendo que le penetrase en el cerebro ysosegase su desordenada actividad. La noche no era tenebrosa. A pesar delespesotoldodenubes,laluzdelalunaconseguíacernirseyesparcíaunadébilytristeclaridad.Sólocuandoalgúnnubarrónmásespesoymásnegropasabapordelante de ella descargando su fardo de agua, la luz se extinguía casi porcompleto.Lasolasseestrellabancontra lospeñascosquesirvendebaluartealCampo de los Desmayos. El viento silbaba entre las grietas de la torre de laiglesia. La música lúgubre de los elementos embravecidos calmó un poco lafiebredelhidalgo.

Consoladoporaquel refresco, respirócon libertad; secreyódueñode sí.Sinembargo, a los pocos instantes el mismo deseo agudo, candente, volvió apincharle el cerebro. ¡Oh, tener delante a la infame, vomitarle en el rostro lasinjuriasquesudolorysuindignaciónhabíanacumuladodurantetresaños;luegocogerlaasíporelcuelloyretorcérselo!Aquelinstantedeplacercompensaríalostormentosquehabíaexperimentado.Unminutoquevalíaportodaunaexistenciadedolor.¿Yporquénogozarlo?¿Noteníaensupoderalverdugodesudicha?¿Noestabaallídebajo,durmiendotranquilamente,mientrasélseagitabatodavíaentrecruelestorturas?Apartoseunpocodelaventanaysesecóelrostroconelpañuelo. Sintió que era impotente para luchar con aquel apetito de venganza.Todasufilosofíadespiadada,indiferente,sehabíaidoapique.Elmundodejódeser pura representación; se convertía en realidad innegable; la vida adquiría elvalorabsolutoquetieneparatodoserfinito.Eraforzoso,adespechodelarazón,satisfacerlosinstintosanimalesquegritanenelfondodenuestroser.Envano,paracalmarse,sedecíaquetodasaquellasemocionesnadavalíannisignificabanenelcursoeternodelascosas,quedentrodemuypocotiempotodoseríahumo;envanoserepresentabalaimbecilidaddelserhumano,luchandoypadeciendo

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en holocausto de una fuerza que se burlaba de él. Todos sus pensamientos seestrellaban contra un anhelo poderoso, irracional que le dominaba. El bruto,comosucedesiempre,podíamásqueelfilósofo.

Buscóatientaslasalida,yapoyándoseenlasparedesllegóhastalaescalera.Albajarelprimerpeldaño,susbotasrechinaronenelsilenciodelacasa.Sentoseysedespojódeellas.Luegosedeslizóhastaabajosinhacerelmenorruido.Sintropezar,porelconocimientoperfectodelacasa,avanzóporloscorredoreshastallegaralapuertadelgabineteazul.Enaquelmomentoelgranrelojdelcomedordiounacampanada.Nosupoaquéhorapertenecíaestamedia.Acercóeloídoala cerradura y estuvo un rato escuchando sin percibir ruido alguno.Indudablemente Joaquina estaba ya durmiendo. Entonces se deslizó hasta lapuertadeescapeque laalcoba teníaenelpasilloyvolvióaponereloído.Alcabo de un momento pudo oír una respiración igual y serena. Un vivoestremecimiento corrió por todo su cuerpo al percibirla. Sintió un nudo en lagarganta,perounnudodefuego:elcorazónqueríasaltarledelpecho:apoyólasmanos sobre él para apagar el ruido de las palpitaciones. La traidora dormíatranquilamentesincurarsedeél.¿Aqueldeseodereconciliaciónera,pues,unafarsa? ¿Venía a buscar dinero solamente? ¡Qué miserable! ¡Qué mujer tanodiosa!

Empleandotodaslasprecaucionesimaginables,levantóelpestillodelapuertayempujó.Teníaelpasadorechadopordentro.Entonces se fuea lapuertadelgabinete.Aquélla estaba abierta.Avanzó por la estancia sobre la punta de lospiesconteniendolarespiración,llegóhastalaalcobaylevantólascortinas.Diounpasomásychocóconlacama:pusolamanosobreellayladeslizóhacialacabecera. Sintió la presión del cuerpo de su esposa al hincharse con larespiración.Acercóelrostrohaciaelsitiodondedebíadeestar lacabezadeladama,ydijomuyquedo:

—Joaquina,Joaquina.

Nodespertó.

—Joaquina,Joaquina—repitió.

Tampoco hizo movimiento alguno. Entonces la sacudió levemente por elhombro,llamándoladenuevo.

Ladamadioungritoydespertódespavorida.

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—¡Jesús!¿Quiénes?¿Quiénva?

—Noteasustes,soyyo—dijoconvozdébilelmayorazgo.

—¿Quién? ¿Quién?—replicó la dama, con señales de terror en la voz,echándosehacialapared.

—Soyyo,soyÁlvaro...Mira—añadióconvoztemblorosa,—séquehasvenidoa hacer las amistades...Has hechobien...Olvidémoslo todo, comencemos unanuevavida...

Ladamanorespondió.Metidacontralapared,escuchábasesurespiraciónaúnanhelanteporelsusto.

—Hice esfuerzos sobrehumanos para olvidarte—prosiguió con lamismavoztemblorosa, apagada por la emoción,—pero fueron inútiles... Estás metida ahierroyafuegodentrodemipecho...Hassidomiprimero,miúnicoamorenestemundo...Mehashechomuchodaño,¡mucho!peroaunquemehiciesesmilvecesmás,noseborrarándemialmalosmomentosdedichaembriagadoraquete debo... ¡Te quiero, sí, te quiero, te adoro!... Aunque me llamen cobarde,indigno, lorepetiréa lafazdelmundoentero... ¡Sisupiesescuántohesufrido!Nohasidomidignidad,miorgullodestrozadoloquemehahechopadecer...Micorazón es el que ha sufrido... ¡Qué desconsuelo! ¡Qué tristeza tan honda!Parecíacomosiunamanoheladamearrancasesuavementelasentrañas...Peroya pasó todo... ¿Verdad que ya pasó?... Comenzaremos a amarnos de nuevo,comoaquellatardeenqueteestrechéentremisbrazosporprimeravez,enunacalledeárbolesdelosjardinesdeAranjuez...

ElmismosilencioporpartedeJoaquinita.

—Contéstame... ¿Te he asustado, vida mía? Perdóname... ¿Por qué no hassalidoluegoquesefueesecura?...¿Pensabasqueibaaarrojarte?...No,preciosamía...no...Tequiero,teadoro...

Almismotiempo,alargandolasmanos,tropezóconunadesuesposa,lacogióylallevóasuslabiosconentusiasmo.Ladamalaretiróprontamente.

D.Álvaroquedósobrecogido.

—¿Porquémeretirastumano?...¿Notetiendoyolamía,ysoyelofendido?...¿Nohasvenidoareconciliarteconmigo?...

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—Sí,sí,Álvaro—murmuróella.—Aesohevenido...Mehasasustado...

—Perdóname, Joaquina... ¡Si supieses qué alegría me causa el oír tu voz!Pensé que nunca ya, ¡nunca ya! la volvería a oír. ¿Quieres ser mi esposa?—añadióbajandolavoz,inclinándoseparaacercarlabocaalrostrodeladama.—Déjameunsitioatulado,hermosa...Déjameserunanochefeliz...

—No, Álvaro, ahora no—volvió a murmurar la esposa infiel.—Mañana...Déjame,estoymuycansada...Déjamehastamañana...

—Notemolestaré.Meestrecharécuantopuedaydormirástranquila...

—No,ahoranopuedeser...Mañana.

—¿Porquéno?¿Noquieressermimujercita?¿Noquieresqueseamosfelicesotravez,comoenaquellosprimerosmesesdenuestromatrimonio?

—Sí, lo quiero... Pero ahora estoy muy nerviosa... Deseo quedarme sola...Mañana será otro día, y te prometo ser tuya... Ahí tienes mi mano... Vete adormir,Álvaro...Hastamañana.

Montesinosbuscóen laoscuridadaquellapequeñayhermosamano,que tanbien conocía, y la apretó contra sus labios perdidamente, la devoró a besos.Joaquinalaabandonóensupoder,esperandoquealcabosemarcharía.Soltola,enefecto,perofueparaecharlelosbrazosalcuelloyapretarlacontrasupecho,loco,perdidodeamor, aplastando sus labiosconbesosbrutales, frenéticos.Ladamaforcejeórabiosamenteparadesasirse,ylologró,haciendotambalearseasumaridodeunempellón.

—¡Tehedichoquenoquiero,quenoquiero!—legritóconvozcolérica.—Sivuelves a tocarme, me marcho desnuda como estoy por esas calles... ¡Vete!¡Vete!

D.Álvaroquedóclavadoalsueloporelestupor.Noeransuspalabraslasqueledejabanfrío,horrorizado;eraaquellavozagudacomolahojadeunpuñal,quelellegabahastalomáshondodelpecho.

—¡Vete!¡Vete!—repitióellaalzandoaúnmáselgrito.

Enaquelmomentoniunpensamientocruzaba,porelcerebrodelmayorazgo:todassus facultadesquedaronaniquiladas, rotaspor lasorpresayelhorrordelgolpe. No sentía más que una viva impresión de anhelo, como si se hubiese

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caído de algún sitio muy elevado y estuviese aún por el aire. El mundodesaparecióenmediodeaquellaoscuridad;nadaexistíaen las tinieblasque leenvolvían,nisiquierasupensamiento.Sóloquedabaunavozestridente,fatalyungrandolor,undoloreterno.

—¡Vete!¡Vete!

Tropezando con losmuebles, brincando como si escapase de una catástrofe,salió de aquella estancia. Se encontró en la escalera agarrado fuertemente alpasamanos para no caer.Allí se detuvo y quiso coordinar sus ideas. ¿Por quécorría?¿Quéhabíapasado?Nosedabarazóndeaquellahuidarepentina.Tratóde volverse y penetrar de nuevo en la estancia de su esposa y entrar enexplicaciones; pero las piernas se negaron a obedecerle. Un horror instintivo,comosihubiesedelanteunpozonegroyhondo,ledetuvo.Avanzó,cogiéndoseconambasmanosalabarandilla,yllegóhastasucuarto.Elhuracán,penetrandopor la ventana abierta, se había enseñoreado de él; los papeles volaban, losmueblesaquese ibaagarrandoestabanmojados.Susmanostropezaronconelsillóndelescritorio,ysesentósinintentarsiquierabuscarlosfósforosnicerrarlaventana.Asípermanecióinmóvil,conlosojosdesmesuradamenteabiertosenlaoscuridad,sinsentirelfríoquelepenetrabahastaloshuesosnielaguadeloschubascos que le bañaba a intervalos la cabeza, no pudiendo determinar si elrumorqueleensordecíaylemareabaerarealmenteeldelasolasosonabatansóloensucerebro.

Asílesorprendiólaclaridaddeldía,undíatristeysucio,comocasitodoslosdelinviernoenPeñascosa.Alzosealfincomounsonámbulo,entróenlaalcobaysedejócaerpesadamenteenlacama.Ramironopudodespertarlealasnueveparatomareldesayuno.Eraunsueñoinvencible,deaniquilamiento,semejantealamuerte.Dormíaenuna inmovilidadabsoluta,con losojosentreabiertosyelrostrodensamentepálido.Cuandoalastresdelatardesaliódeaquelprofundoletargo, supo, sin asombro alguno, que su esposa se había marchado en ladiligenciadeLancia.

VII

DespuésdedesahogarsuiralahijadeOsuna,siguióporlacalledelCuadrante

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abajo,riendotodavíanerviosamentealgúntiempo.Peroaquellarisitaseapagóalcabo. Sintió un desasosiego extraño, cierto abatimiento que hizo flaquear suspiernas. Detúvose un instante: le acometieron deseos de volverse y espiar denuevoalaparejaquedejabaalláenelCampodelosDesmayos.Eltemordesernotadalacontuvo.Aunquevagamente,sedabatambiéncuentadelosingularycensurabledesuconducta.¿Porquéhabíahechoaquello?¿Quiéneraellaparaespiarlospasosdesuconfesor,nimenosreprenderle?Sudespechoeratanvivo,sin embargo, queno le permitía arrepentirse. Tenía la boca seca; le ardían lasmejillas.Siguió caminando apresuradamente, y se dirigió almuelle.Estabayasolitario.Labrisadelmarlerefrescóunpoco.Sesintió,noobstante,tanagitadaque no quiso volver a casa: necesitaba charlar, distraerse. Iría a casa de D.ªEloisaycenaríaallícomootrasveces.

Justamente iban a ponerse a la mesa los esposos cuando llegó ella. LesacompañabaelP.Norberto,locualsignificabaquehabíacallos.

—¡Quésofocadavienes,hija!—exclamódoñaEloisa.

—¿Nosabeusted?...Vengo soladesdecasadeD.ªTrinidad...Vengoa cenarconustedes...Peroháganmeelfavordemandarunrecadoapapá.

Seesforzabaenaparecerserenayrisueña.

—Conquesolita,¿eh?Solitaalasochodelanoche—dijoD.Martínentonodebroma.

—¡Ay, si supieran ustedes qué agitada venía!... Anda tan poca gente por lacalle.Enunmomentoenquemevi sola, echéa correrhastaquehallé aunasmujeres.

—¿Qué?¿TeníaustedmiedoquelatomasenporunadeesaspalomasqueaquíelP.Norbertocazaconlazo?—tornóadecirD.Martínconáticohumorismodecuartel.

Lajovenseruborizóhastalasorejas.DoñaEloisadirigióunamiradaseveraasumarido.

—Vamos,noempiecesabarbarizar,Martín.

—¡Señor,yonohablomásquedelaposibilidaddeunaequivocación!—replicóelinválidoriendo.—Ysino,quemedigaelP.Norbertosihaymuchadiferenciaenlafiguraentreunaseñoritayesasamiguitassuyas.

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—No son amigas mías, D. Martín—replicó riendo benévolamente el buensacerdote;—sonovejasdescarriadas...

—Peroustednolestirapiedrasparaquevuelvanalredil,sinobesos...

—¡Oh!¡oh!¡D.Martín!

El bueno de D. Norberto, capellán y organista de la parroquia, demasiadomodestoparaaspirarasacartriunfantelavirtudylafeentrelasclaseselevadas,sededicabaconentusiasmohacíaya tiempoaarrancardelvicioaesaspobresmujeresquecaenenéllamayorpartedelasvecespormiseria.Seintroducíaenlas asquerosas moradas que ocupaban, las catequizaba haciendo esfuerzostitánicosdeoratoriaqueleponíanrojocomountomateyleobligabanatoseryescupirdeunmodoimponente.YcuandoelartedeBossuetnoproducíaefecto,apelaba al dinero. Era un soborno piadoso en el que había gastado el cortocaudalqueheredaradesuspadresyquesellevabatambiénlamayorpartedesupaga.Había logrado el arrepentimiento de varias pecadoras, a las cuales solíallevaraciertoasilooconventoestablecidoparaellasenValladolid,sufragandoél, por supuesto, los gastos de viaje, instalación, etc. Pero a cambio de estostriunfos experimentó el buen capellán horribles desengaños.Muchas veces lasbellas pecadoras se mostraban arrepentidas, le sacaban todos los cuartos quepodían y concluían riéndose de él y contando el chasco por la villa. Pero nodesmayaba en su obra. Estaba a prueba de risas y fracasos. Algunas quecomenzaron engañándole, habían terminado arrepintiéndose sinceramente. ElsueñodeD.NorbertoerafundarenPeñascosaunconventodearrepentidas.Paralograrloseríacapazdeandarpidiendolimosnaportodalaprovincia,detrabajarélmismocomobraceroeneledificio,hastaderenunciaracomercallosporelrestodesuvida.

Enlavillatodosconocíanestasumanía.Lamayorpartesemofabadeella.Nohabíaquiennosecreyeseconderechoparadarleacercadelparticularsubromitamásomenospesada,segúnlaeducacióndelindividuo.Mas,pormuchoquelofuesen, jamás se le vio enfadarse ni dar siquiera señales de impaciencia.Reíabondadosamente o se alejaba tapándose los oídos. Nadie dudaba tampoco,aunquealgunos loaparentasen,desurecta intenciónydelcompletodesinterésconquetrabajabaenesteasunto.Lasmismasmujerzuelas,queleengañaban,noosaban calumniarle, y si alguna lo había hecho, pronto fue categóricamentedesmentidaporsuscompañeras.

—¡Martín,tepidoporDiosquenodesbarres!—exclamóllenadeangustiaD.ª

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Eloisa.

—Mujer,hablodebesosmísticos.

—Sí,D.ªEloisa—seapresuróadecirD.Norberto,—suesposoquierereferirsealosmediossuavesquenecesitoemplearparaconvenceraesasdesgraciadas.

D.Martín,comprendiendoquehabíaidodemasiadolejos,asintió,nosindirigirunguiñoexpresivoalcapellán.

Sentáronse a la mesa. Obdulia hacía esfuerzos atroces por comer, pero suestómagosenegabaarecibiralimentoalguno.Seguíaenunestadodeagitaciónbien visible.D.Martín la embromó acerca de su falta de apetito. ¿Estaría porventura enamorada? A pesar de su inclinación a la iglesia, él apostaba a quehabíade concluir apasionándoseviolentamente.Deuna solaojeada conocía éllos temperamentosdestinadosal amor.Habíaciertas señales: laojera,queellateníamuypronunciada,losojitosunpocoentornados,loslabiossecos...yotras,yotras.El jefede inválidosvolvió adeslizarse.D.ªEloisa estabaenbrasas,yotravezle llamóalordenconvozangustiosa.Sucedíaestomuyamenudo.D.Martíngozabaloindeciblecolóreandolasmejillasde lasdamasconsusfrasesatrevidas.Leparecíaqueeraeladecuadocomplementodeaquellaotratendenciaque sentía a enrojecer las de los caballeros con sus proverbiales bofetadas.Ambas inclinaciones acusaban su temperamento heroico y daban testimonioinnegable de su procedencia del arma de caballería.Obdulia solía responderlecon oportunidad y con gracia, dejándole no pocas veces amoscado; pero lapreocupaciónqueahora la embargaba le impidió tomarnotade suspalabrasydarles sumerecido.Antes de terminar la cena sintiose indispuesta y tuvo quesaliraotrahabitaciónyarrojócuantohabíacomido.

AlospostresllegóD.ªSerafinaBarradoconsucapellánymayordomo.Ambosvenían encarnados, risueños y extraordinariamente locuaces. Los ojos lesbrillabanconfuegoalegreymalicioso,quellamólaatencióndesusamigos.

—Ahívauncigarro,D.Martín—dijoeljovenpresbítero,ofreciéndoleunodeacreditadavitola,igualalqueélestabachupandovoluptuosamente.

—¡Buentabaco!—exclamóelamodelacasadándolevueltasentrelosdedos.—¡Quélatigazossepegausted,amigo!

—Regulares, regulares—respondió el clérigo con sonrisa de satisfacción,dirigiendoalmismotiempounamiradaexpresivaasuantiguaama,quelepagó

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conotrabrillanteycariñosa.

—¿Dóndeloscomprausted?

—Noloscompro:melosregalan.

Otrocambiodemiraditasrisueñasyapasionadas.

—¡Ah!Entonceslesalenaustedporunafriolera.¿Sepuedesaberquiéneselseñortangeneroso...

—Noesseñor;esseñora.

Otramiradita.

—¡Ah,pícaro!Yasabíayoquegozabausteddegranfavorentrelasdamas.

Por la fisonomíaalegrísimadeD.ªSerafinacorrióunanubeque laoscureciómomentáneamente.

—Es regalo de D.ª Serafina, con motivo de ser hoy mi cumpleaños—seapresuróadecirelpresbítero.

—¡Yameparecíaamíqueveníanustedeshoydemasiadocontentos!...Contanfaustomotivohubojuerga,¿verdad?

—¿Cómo juerga?—preguntó D. Joaquín con cierta inquietud, temiendo lafranquezamilitardesuamigo.

—Sí, una comidita íntima con algunos platos extraordinarios y un par debotellasdeburdeos.

—Nofueburdeos—replicóD.Joaquínriendo,—Fueborgoña.

—Mejorquemejor.

—¡Yalocreo!—exclamóD.ªSerafina,comiéndoseconlosojosasucapellán.

Yvolvióacomenzarentreelloseltiroteodemiraditasyguiños,prodigándosemilatencionestiernasquedenotabanunestadodefelicidadperfecta.

La llegada de D.ª Rita no turbó poco ni mucho su éxtasis delicioso. Estaseñora, pequeña y regordeta, con grandes ojos negros sin expresión y dientesgrandes también, sanos y amarillos, entraba siempre con un cesto dondeguardaba la labor. Sacábala con lentitud, trabajaba media hora en silencio

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escuchando atentamente todo lo que se decía, y al cabo recogía de nuevo losbártulos y se iba a hacer lomismo a otra parte. De estemodo recorría en lanochetresocuatrocasas.Erasumanía ladesaber;saberlo todo,hasta lomástrivialeinsignificante.Selatolerababienentodaspartes,porqueapesardesudesmedida febril curiosidadnuncahubodisgusto algunopor su causa.Gozabacon saber tan solamente: era un placer desinteresado, intenso, como el de loshombresdecienciaquenomiranelresultadoquesusconocimientoslespuededar.Comoelavaroamontonaensucajamonedasdeorosinpensarenutilizarlasjamás, así D.ª Rita atesoraba en su cerebro cuantas noticias privadas podíarecogerensusperegrinacionesporlavilla,sinmolestaranadieconellas.Pocosseguardaban,pues,dehablarsecretosensupresencia;perosialgunolohacíayllegaba a notarlo, le acometían tales ansias y congojas por conocer lo que leocultaban,quenodormía,nidescansabaunmomento;andabapálida,ojerosa,sehacíagrosera,intratable.Unavezquedescubríaelansiadosecreto,aunquefuesela cosa más baladí, recobraba la calma y serenidad, volvía a su ser dulce,pacífico,inofensivo.Algunossujetosmaleantes,comodonMartín,elP.Narciso,D. Joaquín y otros, solían embromarla fingiendo algúnmisterio entre ellos, laatormentaban,lehacíanperdereljuiciodepuracuriosidad.

PerocuandoentróelP.Narciso,D.Joaquínsepusomásgrave,ocultandoasucompañero aquella dicha inefable, que le retozaba dentro del alma, evitandoencontrarseconlosojosalegres,chispeantesdesuantiguaama.Aquélsintióenseguida en la nariz el tufillo aromático del cigarro, dirigió una miradaescrutadoraasucolega,otraaD.ªSerafinaysepusoaltanto.

—Hubogaudeamus,¿verdad?—preguntóporlobajo.

D.Joaquínnegódescaradamente.

Unos tras otros fueron llegando Consejero, Cándida, D.ª Filomena, el P.Melchor,Marcelinay,ensuma,casitodoslostertulianoshabituales.Formáronseprontolosgruposdesiempre,sedisgregaronloselementosdeaquellasociedad,operándose en ella el fenómeno químico de las afinidades electivas.Mas estaoperación no se efectuaba sin las violentas conmociones y sacudidas que seobservan en el seno de la naturaleza, sin las acciones y reacciones a que daorigen toda fermentación.Aquella nocheCándida, la huesuda señorita que yaconocemos, envezde ir abesar lamanoalP.Melchory sentarse a su ladoycuchicheartodalavelada,fueahacerlomismoconelP.Norberto.¿Porquéestadeserción?EnlatertulianadielosabíamásquelosinteresadosyD.ªRita.ElP.Melchorhabíatenidolaimprevisióndedecirenunacasaquelosroquetesquele

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hacíalacitadajoveneranescasosdemanga,yquelecostabatrabajoconellosdoblarelbrazo.Encambio,habíaelogiadocalurosamenteunalzacuelloque lehabíaregaladoD.ªMarciala.Elcasoeragrave,comocualquieracomprenderá,ydebíaproducireste tristeresultado.D.ªMarciala,viendoalpadreNarcisocadavez más inclinado a admitir y agradecer la fervorosa admiración de D.ªFilomena, mostraba su sentimiento y despecho, acercándose a D. Melchor yhablándole con afectado cariño. D.ª Filomena, después de algunos años deadoración resignada, silenciosa, había llegado, cuando ya no lo esperaba, a lameta de sus aspiraciones. Tanta atención, tanto cariño habían logrado al fincautivarelespíritudelelocuentecapellándeSarrió,quiendabaclarasmuestrasala viuda de su afecto. Después de haberlo intentado en vano muchas veces,aquélla había recabado de él que fuese preceptor de su hijo, y que tomase elcargo con afición. Su temperamento dominante y fogoso se manifestó enseguida. El pobre niño tuvo que experimentar no sólo un trabajo excesivo,superiorasuedad,sinounaseriedecastigoscrueles,malévolos,refinados.YD.ªFilomena,queeraladulzurapersonificada,quejamáshabíalevantadolamanosobre su hijo, consentía impasible que aquel hombre lo azotasedespiadadamente.Acallabasuconcienciadiciéndosequeeraparasubien.

Marcelina,quehabíasoñadoconsuplantaraD.ªSerafinaenelcorazóndeD.Joaquín (y en realidadhabía cierto fundamentopara este sueño, pues el jovenpresbítero no cesaba de distinguirla entre todas), andaba ya bastantedesengañada. Adquirió el convencimiento de que aquél la tomaba comoinstrumentoparahacerpadecerunpocoasuamaytenerlamásatentaysumisa.TalconvicciónlaempujódenuevohaciaD.Narciso,aquienhacíatiempohabíaabandonado; pero éste, que nunca le había profesado gran afición, como aObdulia, la rechazó sinmiramientos.Si embargo, la ex-joven seguía luchandobravamenteconD.ªFilomena.Hacíapocosdíashabíaregaladoalcapellánunacolcha de crochet que era una verdadera maravilla de trabajo pacienzudo yhabilidoso. Por cierto que la viuda, al verla sobre la cama del clérigo,experimentóunvivodisgustoyllorómuchaslágrimasensecreto.

Estasagitacionesespirituales,estas luchasdesensibilidadyabnegaciónentrelas piadosas damas que allí asistían, eran precisamente las que daban algúninterés dramático a aquel mundo sereno, inocente. No eran ciertamente lascompetenciasgroserasque seestablecenen las sociedadesprofanas,donde lasintrigasafectanuncarácterviolento,dondelasrelacionesdelvarónylahembratienen su fundamento siempre en la explosión de los sentidos, llevan el selloabominable de la animalidad. Aquí todo se efectuaba de un modo suave,

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inocente, espiritual: lospequeños sacudimientosdequehemoshechomenciónsemejabanel leverizadodeunlagotrasparenteyhermoso.Eraaquellatertuliacomounaantesaladelcielo,dondelasrelacionesdelosángeles,delossantosylassantasalcanzanelsupremogradodelapurezainmortal.

LoqueestabapasandoporelalmadelahijadeOsunaconfirmabienla ideaque acabamos de formular. Después de experimentar aquel trastorno gástrico,hijodelaexcitaciónenquesehallaba,cayóenprofundodesfallecimientofísicoymoral.Sentíalaimpresióndesihubierancometidoconellaunagranperfidia,y aunque su pensamiento le decía vagamente lo absurdo de tal sensación, nopodíaminorarsuintensidad,nimenosdesecharla.OdiabaalP.Gil,leodiabacontodasualma.Daríaalgoporvengarse.¿Dequé?Noselodecía;peroalláenelfondodelalmaestabapersuadidadequeteníarazónparaello.Formóresolucióninquebrantabledenoconfesarmásconél.¡Conél!¡Unsacerdotequeentradenocheenlosportalesacuchichearconmujereshermosasyelegantes!¡Puf!Seríavergüenza el hacerlo.Obdulia estababien seguradeque lamujerquehablabaconsuconfesoreralinda.Estaseguridadlatorturaba.Porsupuestoque,siteníaelatrevimientodevenirahablarle,ledaríaundesairedelosgordos,levolveríala espalda.Yconfesaríaotravez conD.Narciso.Ydiría a sus amigas enquésituaciónlehabíavistoconunaseñoradesconocidayelegante.Porquenocabíadudadequevestíaconelegancia,bienlohabíareparado.AquelabrigolargonoestabahechoenPeñascosa.¿Quiénsería?AlgunadeLancia,seguro,quevendríaa hacerle una visita.Y ¿por qué se viene de lejos a visitar a un sacerdote nosiendosumadre,osuhermanaosudeuda?¿Nosabeesaseñoraquelafamadelos sacerdotes es muy delicada y cualquier cosa la quiebra? El cerebro de lajovennocesabadedarvueltasymásvueltas a estas ideasyaotras análogas,mientras su cuerpo permanecía inmóvil, abatido, clavando los ojosobstinadamente en lasmanos deD.ªMarciala, que no dejaba unmomento sucalceta.Sentíaseenferma,deseabairse;perounavagaesperanza,quenopodíadefinir,lareteníaasupesar.

Mientras tantoelP.Norbertoestabasorprendidoyconfusopor las inusitadasatenciones de que era objeto por parte de Cándida. El pobre no estabaacostumbradoaqueselasprodigasen.ElbellosexodePeñascosaleprofesabacierto desdén compasivo. Teníasele por un sacerdote virtuoso, pero de muycortosalcances.Susmismoscompañeros,cuandohablabandeél, lohacíansindejardeloslabiosunasonrisamedioprotectora,medioburlona.Paralasdamas,lavirtuddelP.Norbertonoteníapoesía,carecíadeeseencantoespecialqueenotrossacerdotes lahacecontagiosa,eraunavirtudpedestre,quenose traducía

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enconceptosdelicadosysublimescomoenelP.Narciso,elP.Gilyotros.Asíque rara era la joven que se confesaba con él, nimenos la que apeteciese suconversaciónotuviesegustoenenvolverleentrenubesdeincienso,comohacíaCándida en aquel momento. Su misma inclinación a rescatar las mujerzuelasperdidas,pormásqueserespetase,nolehacíasimpáticoalasseñoritas.Verdadqueélsepasabaadmirablementesinestasimpatíayno lequitabadeengordarcadadíamásypasarlavidariendo.Laslisonjasqueleestabavertiendoaloídoconvozinsinuantesunuevahijadeconfesión,envezdeagradarle,leturbaban,le molestaban visiblemente. Fue una de las pocas veces en que pudo vérseleserio.Hacíarechinarlasilla,cambiandodeposturaacadainstante,yrestallabalosnudillosdelasmanosdeunmodoformidable,tosía,seponíacolorado,ydevezencuandodejabaescapardelagargantaunlevebufidoconquesumodestiaalarmadaprotestaba.Por último, solicitadovivamente por la dulce perspectivadeltresillo,aprovechóunapausadeladoncellaparalevantarseydecirtorciendounpocolascaderasaguisadesaludo:

—Conpermisodeusted,señorita.

En cuanto salió de aquella situación angustiosa, su faz sanguínea se dilató yvolvió a aparecer en ella la sonrisadebenevolenciauniversalque le servíadeprincipalornamento.Su llegada al grupodondeestabanConsejero,D.Martín,OsunayotrocaballeromilitardeLanciafueacogidaconalegría.

—Tepresento—dijoD.Martínasuamigoforastero,bajandolavozyechandounamirada recelosa alrededor para cerciorarse de que no le oía sumujer,—alpadre Norberto, un cura que te podrá informar de todos los chamizos de lapoblación,sideseasconoceralguno.

—¡Oh,oh!¡D.Martín,porDios!

—¡Atrévaseustedadecirquenolosconoce!

—Hombre,sí...dealgunossé...Pordesgracia,necesitoentrarenellosalgunavez...

—Este señor se dedica a las jóvenes extraviadas—continuó D. Martín,dirigiéndoseasucompañero,quesonreíallenodeasombro.

—¡Jesús!Considere,D.Martín,queesteseñornomeconoce...

—Puesparaqueleconozcaaustedhablo.

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D.ª Eloisa, de lejos, echaba miradas de terror a su marido, observando laconfusióndeD.Norbertoylarisadelosotros.

—Bueno—prosiguióelseñordelasCasas,haciéndoseprudenteyconciliador,—yo no diré, D. Norberto, que usted vaya con mala idea a esas casas deperdición;peroloquesostendrésiempreesquelesestáustedprestandoungranservicio:estáustedhaciendosuagosto.

—¿Cómo,cómo?—preguntóasustadoelclérigo.

—Pues muy sencillo; ayudando a que se eleve el precio de la mercancía.RecuerdeelejemplodeCarmenlazapatillera...

ÉstaeraunamuchachaaquienelP.Norbertohabíaconseguidosacardeunacasadeprostituciónyllevaraunconvento.Alcabodealgúntiemposesalióyvolvióalamalavida.TornóD.Norbertoapersuadirlaalarrepentimiento,yotravezellasevinodelasiloyseentregóalvicio.

—¿Yquétienequever?...

—Voyaexplicárselo,padre,voyaexplicárselo...Atiendanustedes...Cuandousted catequizó a Carmen, no me negará que la mercancía estaba bastantedepreciadaya...

—¡Yonosé!¡Quécosastieneusted,D.Martín!—exclamóelclérigoazorado.

—Meconsta,padre,meconsta.Puesbien,despuésqueestuvounañoporalláy engordó un poco en el convento y volvió rodeada de cierta aureola dehonradez,elprecioseelevónotablemente.Vuelveustedallevárselacuandoyaestabaunpocoestropeadillay lademandahabíamermadohastaunpuntoquehacíatemerporlabucólica,yahoraquevieneotravezgorditaysantificada,secotizadenuevocomoensusmejorestiempos.

—¡Jesús! ¡Jesús! ¡Vaya todo por Dios!—exclamó el clérigo tapándose losoídos,perosinenfadarse.—Noseaustedtanmalo,D.Martín.

D.ªEloisa,quebienadvertíaloqueestabapasando,selevantóalfindelasillayvinohaciaellos,preguntandoconmalhumor:

—¿Nojueganhoyaltresillo?

—Vamosallá,vamosallá—respondiósumarido,sofocandolarisaquelefluíadelcuerpo,comoalosdemás.

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SentáronseConsejero,D.Norbertoyélalamesa,ynotardaronenabstraersede todos los ruidosmundanales bajo la influencia fascinadorade la espada, lamala y el basto. Poco después Consejero rechinaba los dientes y se tirabacruelmentedelbigote,encontrándosedosvecesseguidasconeltresdebastos,suenemigopersonal.Hacíayamuchosañosquese teníandeclaradaunaguerraamuerte. Cada vez que le venía a las manos, Consejero se crispaba, jurabasordamente como un carretero. El tres de bastos, malintencionado y socarróncomo ningún otro naipe, gozaba al parecer con verle irritado, y se colababonitamentesiemprequepodíaenelmontoncilloquelerepartían.Nosóloenlatertulia, sino en toda la villa era conocida esta antipatía.Algunos, con ciertasprecauciones por supuesto, porque D. Romualdo se disparaba fácilmente, leembromabanconella.Enciertaocasión,pescandoconcañadetrásdelaiglesia,sacóenelanzuelounnaipequeresultósereltresdebastos.Nolecupodudadeque lo habían tirado allí con intención, pero no dijo palabra para que no serieran.

Mientras tanto Osuna había ido a frotarse un poco contra D.ª Eloisa. Entretodaslasdamasqueasistíanaaquellatertulianohabíamásquedosgordas,D.ªTeodorayD.ªEloisa.EstabatambiénenbuenascarnesD.ªRita,peroerablanda,amarilla.Lasdemás«escociapura,»comoél llamabaa lasflacas,aludiendoalbacalao. Así que no tenía fin el desprecio que nuestro jorobado profesaba aaquella sociedad degenerada y exhausta de tejido adiposo. Sólo iba por allí abuscarasuhija,ocuandomaterialmentenosabíadónderefugiarse.D.ªEloisamirabaconbenevolencia(comolomirabatodolabuenaseñora)aquellapasiónque el monstruo parecía sentir hacia ella. Cuando se le acercaba demasiado,separábasedulcemente,sinextinguirseporesosusonrisabondadosa.EncambioD.ªTeodoraleteníaungranmiedo,verdaderoterror.LomismoeraaproximarseOsuna,queyaestabalacastajamonasofocada,inquieta,uncolorseleibayotroselevenía.Peroeratallavergüenzaquesentía,quenohubieradeclaradoasumismopadrelasinsinuacionesdelsuciocontrahecho.¡Quédiferenciaentreesteindecente y el sereno, majestuoso y romántico D. Juan Casanova! Ni con D.Peregrínpodíacomparársele,conseréste,enconceptodelamaduradoncella,unsujetomuchomásvoluptuosoyterrestre.

D.Peregrínhabíallegado,segúncostumbre,delosúltimos.Ysilatertulianoadvirtió en la mayor estridencia de sus bufidos nasales, en su parpadearinfinitamentemássolemneyenlagravemaneradeponerunapiernasobreotrayecharse hacia atrás que algo importante, importantísimo, tenía que comunicar,fue que no quiso advertirlo.Aguardó pacientemente, como todos los hombres

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segurosdeléxito,aquehubieseunapausa,ycuandollegó,profirióconsuvozgangosa,penetrante,encarándoseconelamadelacasa:

—¿Aquenosabeustedaquiénacabodeverentrarencasadesuhermano,encompañíadelexcusador?

AObdulia le dio un salto tan recio el corazón, que pensó caer al suelo.Losdemás,inclusoD.ªEloisa,alzaronlacabezaconcuriosidad.

—¿Quiénera?

—Su cuñada Joaquina—gritó más que dijo el ex-gobernador interino deTarragona,comosianunciaraeljuiciofinal.

Profundoestuporentodalatertulia.

—¡Micuñada!—exclamó.

—Sumismacuñada—confirmóD.Peregríncontrompeteohorrísono.

—¡Nopuedeser!—dijoD.ªEloisa.

—¡Nopuedeser!—exclamósumarido,suspendiendoeljuego.

—¡Nopuedeser!—repitióD.ªSerafinaBarrado.

El ex-gobernador de Tarragona dejó escapar por la nariz algunos resoplidosfragorosos,comounalocomotoraquedesalojaelvaporsobrante,yrepuso:

—¿Creenustedes,señores,quenotengoojosenlacara?

Estapregunta trascendental,acompañadadeladecuadofruncimientodecejas,produjobastanteimpresiónentrelosinterruptores.

—Bienpudoustedhaberseequivocado—dijoelinválido.

—¡Estanfácil!—exclamóD.ªEloisa.

—Lahevistocomolesveoaustedesahora,atrespasosdedistancia.Veníayode hablar con el sacristán para la cuestión del aniversario demi señor padre,cuandoalembocar lacalledelCuadranteveoalP.Gilconunaseñoraquemepareció forastera.Quise saber quién era, ymedetuveunpoco cercadel farol,ocultándome detrás del quicio de una puerta. Era Joaquinita, sin duda alguna.Esperé un poco y los seguí con la vista hasta que entraron en casa de

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Montesinos.

—Pero¿ustedlaconocebien?—preguntóelP.Narciso.

—Lomismoqueausted.

—Peregrín, debes tener presente que no le has hechomás que una visita enMadrid,yporlanoche,segúnmehasdicho—apuntótímidamenteD.Juan.

Elex-gobernadorarrojóasuhermanounamiradadeindecibledesprecio.

—Juan,nometaslapata.

—Peregrín,noséporqué...

—¡Juan!...

—¡Peregrín!...

—¡Que no lametas! ¡Que no lametas!A esa señora la he visto después devisitarlaotraporcióndevecesenlacalle,ylahesaludado.Porlotanto,meveoen la triste necesidad de manifestarte que lo que acabas de decir es unaimpertinencia. Cuando he asegurado que conocía a esa señora, es porque laconocía.Yonohablonuncaahumodepajas.Si fueraunhombre ligeroy sinfundamento,nohubierapodidoocuparlasposicionesqueheocupado.Sírvatedegobierno.

—Ahora que me acuerdo—dijo Cándida,—hoy he visto apearse de ladiligenciaaunaseñorarubiaconuntrajemuyelegante.

D. Peregrín alzó los hombros con un gesto de profundo desdén, como siquisieradecir:«¿Aquévieneustedenmiapoyoparacontrarrestarlosabsurdosdeestenecio?»

Aquel dato y aquel gesto concluyeron de aniquilar a D. Juan, cuyo rostroexpresóelabatimiento.PeroD.ªTeodora,consusgrandesojosserenos,leclavóuna mirada tan afectuosa que las facciones del caballero, contraídas por lapesadumbre, se fueron dilatando gradualmente, y una plácida sonrisamelancólicaconcluyóporesfumarseensuslabios.LafrentedeD.Peregrín,encambio, quedó surcada instantáneamente por una porción de arrugas. Lainnegable superioridadque tenía sobre su hermano, ¿de qué le servía?Cuantomejor lademostrabadelantede la fresca jamona, tantomásse inclinabaéstaafavor de él. Razón tenía el juez de primera instancia de Tarragona cuando le

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decíaquelamujererauntejidodecontradicciones.

Obduliasintióqueunaalegríaintensa,infinita,leentrabaachorrosdentrodelalma.Sucuerpo,enervado, incapazdemovimiento,adquirió súbito la ligerezadeunpájaro.Quería salir prontamentede aquella estanciay surcar los airesycantar su gozo. Cualquiera podría observar el cambio operado en ella. Almutismo obstinado en que yacía sucedió una locuacidad extrema, una charlaanimada, insustancial, entreverada de carcajadas extrañas en que se placía,desahogandolaemociónquelaembargaba,estirandosusnerviosencogidos.Nisabía bien lo que estaba diciendo, ni D.ª Filomena, con quien platicaba, seenteraba tampoco,atentaacontemplar lafaz inteligentedelP.Narcisoygozardelbrillodesushumoradas.Alpocoratosintiólagargantasecaycalorinusitadoenlasmejillas.ElcaballerodeLancia,queallíestaba,hizolaobservación,quese apresuró a comunicar aOsuna, de que su hija tenía los ojosmuy negros ybrillantes, y que le sentaban muy bien las rosetas encarnadas que el calor lehabíasacadoenelrostro.

Lanoticiahabíaproducidosensaciónentodos.Pocoseranlosqueconocíanallía la esposa de Montesinos, aunque nadie ignoraba los incidentes del dramaconyugal que había retraído al mayorazgo a Peñascosa. Pero lo que en losextraños era pura curiosidad, en la buena de doña Eloisa se ofreció, como eslógico, con la apariencia de viva y honda emoción.Quiso desde luego salir asaberloquepasabaencasadesuhermano,quisodespuésquefuesesumarido,quisoenviaruncriado.AtodoseopusoD.Martínque,viendolascosasconmásfrialdad, comprendía que cualquier paso de éstos en aquel instante erainoportuno. La conversación se animó extremadamente, hasta el punto de quelos tresillistas suspendieron el juego y tomaron parte en ella.Los comentariosquesehicieron,infinitos.Seforjaronmilhipótesissobreelcaso.Unosopinabanquelaesposa,arrepentida,veníaapedirperdónasumarido,otrosquehacíaelviajetansóloparareclamardeélalimentos,otrosquesuintentoeraentablarlademandapara formalizareldivorcio,otrosqueelmarido lahabía llamado,nopudiendo desterrar de su corazón el amor que la profesaba (la mayoría delelemento femenino se inclinaba a esta suposición), otros que el P. Gil,motuproprio,habíaescritoaD.ªJoaquinitayhabíapreparadolaescena,afindequeD.Álvaro la perdonase, otros que había persuadido a éste a que la llamase aPeñascosa.NifaltabatampocoquiensupusieraqueD.Álvaroysuesposahacíatiempo que mantenían correspondencia, y que era ella quien resistía venir avisitarlehastalahorapresente.

—De todos modos, lo que no ofrece duda es que el P. Gil tiene una

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intervención muy principal en el asunto, y a él le pertenece la gloria de lareconciliación—dijogravementeD.Narciso.

—Silahay—repusoConsejero.

—Lahabrá—replicóelcapellán.—Lahabrá,yaquíD.Martíntendráquizáelgustoprontodeverunsobrinitoqueledistraeráconsustravesurasysusgracias.

D.Martín,aquiensualmadehéroenolequitabadetenermuchísimasganasala herencia del cuñado, cuya salud era endeble, arrugó las narices ymurmurógroseramente:

—Metienesincuidado.

—No lo creo; no puedo creerlo, D. Martín. A usted no puede menos dealegrarleque lanoblecasadeMontesinosno seextinga,quehayaquien llevehonrosamenteesteapellido...Luegohadeparecerbienaquellacasatangrandeconunoscuantos chicosque la alegrencon sus risasy susgritos.LaobradelpadreGilesdelasmásmeritoriasquehallevadoacabo,yesoquelashahechomuybuenas.

Obdulia le clavó una mirada colérica; pero templándose súbito, repuso consonrisainocente:

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—Ustednotienenadaqueenvidiarle,donNarciso.¿Quiénnorecuerdaenlavilla losmuchosmatrimonios que por sumediación están hoy bien avenidos?Sin irmás lejos, todo elmundo sabe queD.Feliciano queríamuypoco aD.ªNieves...yyaveusted,hoyestáncomodospichones.

EsteD.Felicianoeraelmaridoque,segúnsedecíaensecreto,habíarotounapiernaalP.Narcisoarrojándoleporlasescaleras.

Los circunstantes se miraron con inquietud. Hubo un silencio embarazoso.Consejerosoltólacarcajada,yexclamó,poniendounacartasobrelamesa,comosiserefiriesealjuego:

—¡Anda,vuelvaustedporotra!

Todos comprendieron que se dirigía al padre Narciso, y esto aumentó lainquietud.Elclérigosepusocoloradoymurmuró:

—Gracias,gracias.Todostenemosobligación...

—Ustedvamásalládelaobligación,padre...Muchasvecesloqueustedhaceespuradevoción—replicólahijadeOsunaconencantadorasencillez.

—¡Arrea!—volvióaexclamarConsejero,conlavistafijaenlascartas.

—¿Quéeseso,D.Romualdo?—preguntóriendoD.Norberto.—¿Lehatocadoeltresdebastos?

—Sí,señor;peromeconsuelaquehaypalosparatodos.

—Puesyonotengoninguno—replicóelcándidopresbítero.

—¡Otrolosrecibirá!

—Hacemos todos loquepodemos;perono cabedudaqueunospuedenmásque otros. El P. Gil es un santo, es un apóstol de los primeros tiempos de laIglesia.Ningunodenosotrostienelapresuncióndecompetirconélenceloniensabiduría—manifestó D. Joaquín, viniendo en socorro de su amigo, con unarisitavenenosaqueharíasaltarunapiedra.

—En sabiduría puede que tenga usted razón,D. Joaquín—replicó vivamenteObdulia;—pero en celo, me parece que está usted en un error. Es usteddemasiadomodesto...Noesporadularle,perotratándosedecelo,yocreoqueesustedtancelosocomoelprimero,¿verdad,doñaSerafina?

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UngruñidodetodopuntoextrañoseescapóenaquelmomentodelagargantadeConsejero,alcualsiguióinmediatamenteunviolentogolpedetosqueledejósinrespiraciónporalgunossegundos.D.Joaquíntambiénsintióciertopicorenlagarganta,queleobligóatoservolviendolacabeza.D.ªSerafinanocontestóalapregunta,porquesedistrajohablandoconD.ªEloisa.

Laconversacióncambióderumbo,comosi tácitamente todosconvinieranenque aquél era peligroso. Poco después cesó de ser general, y volvieron aformarselosgrupitosdecostumbre.D.Martínestabamalhumoradoydisputabaa cada jugada. D.ª Eloisa hablaba tranquilamente del caso. Ninguno, porestupendoque fuese, conseguíaalterar el sistemanerviosode labuena señora.SuinterlocutoraD.ªSerafinaseguíadirigiendofrecuentesmiraditasysonrisasasucapellán;peroéstesehabíapuestorepentinamenteserio,cejijunto.Unanubede tristezapasó tambiénpor labellaalmaapasionadade la respetableviuda,ysusmiradascomenzaronasertímidas,inquietas,llenasdemudareconvención.

Sonólacampanilladelapuerta.NadieloadvirtiómasqueelamadelacasayObdulia, cuyo rostro se cubrió de palidez. Clavó los ojos en la puerta conespanto,comosiporellafueseaentrarunaparecido:susnerviossepusieronentensiónbajounamisteriosa influenciamagnética.Unminutodespuésalzose lacortinayapareciólaesbeltafiguradelP.Gil.

Todoslosojossevolvieronhaciaélconexpresióndecuriosidad.Lanoticiadela llegadadeJoaquinita los teníasobresaltados:seanhelabasaber loquehabíapasado.Peroantesdequenadiehablasenielsacerdotedierapasoalgunoporlasala,Obduliaselevantódelasilla,avanzóprecipitadamenteasuencuentroysedejócaerderodillasasuspies.Almismotiempoletomóunamanoycomenzóaimprimir en ella vivos y fuertes besos, mientras bañaban sus mejillas laslágrimasylerompíanelpecholossollozos.ElP.Gilquisoarrancarseaaquellasdemostraciones, pero no pudo. La arrepentida doncella le tenía sujeto con lasmanoscrispadas.Turbadohastaloindecible,nosupodecirmásque...

—Obdulia, ¡cálmese usted... ¡Cálmese usted! ¡Cálmese usted, por Dios!¡Levánteseusted!...¡Levánteseusted,porDios!...

Su fazblanca,nacarada,estabacubiertadevivo rubor.Unsoplodeemocióndelicada y mística corrió por toda la tertulia. Algunas jóvenes también seruborizaron.Losclérigossemiraronunosaotros.Consejero,despuésdeecharunamirada socarrona de absoluta indiferencia al grupo, convirtió de nuevo lavistaalosnaipesymurmuró:

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—¡ElRedentorylaMagdalena!

PeroObdulia soltó al fin lamanodel sacerdotey cayóal suelo, presadeunviolentoataquedenervios.Entoncestodaslasseñorasseprecipitaronhaciaellay le prodigaron los cuidados de costumbre. Porque escenas semejantes eidénticos ataques se producían a menudo en aquella tertulia de vírgenesnerviosas y viudas místicas. Salieron a relucir los pomos, los frascos deantiespasmódico. Un olor penetrante de éter se esparció en seguida por laestancia.

VIII

«La distinción entre las llamadas naturaleza orgánica e inorgánica escompletamente arbitraria. La fuerza vital, como vulgarmente se la concibe, esunaquimera.Lamateriaenqueresidelavidanadatienedeespecial.Noexisteen loscuerposorgánicosningúnelementofundamentalquenoseencuentreyaen la naturaleza inorgánica: la sola cosa especial es el movimiento de estamateria. La vida no es más que un modo particular más complicado de lamecánica:unaporcióndelamateriatotalpasadetiempoentiempodesucursohabitual a otras combinaciones químicas y orgánicas; después que hapermanecidoenellasunciertoperíodovuelvealmovimientogeneral.»

ElP.GilleíaconprofundaemociónestasyotrasanálogasproposicionesenunlibroquehabíasacadodelabibliotecadeD.Álvaro.Despuésquehizounautodefeconloslibroshistóricosdeéste,referentesalosorígenesdelcristianismo,estuvo mucho tiempo sin tomar siquiera en las manos ningún otro de subiblioteca.Continuabavisitandoalmayorazgodevezencuando,perohuíadetoda conversaciónmetafísica. La salud deD. Álvaro empeoraba a ojos vistasdesdelallegadaysúbitapartidadesuesposa.Sutristeza,suestadomiserableleinspiraban cada díamás compasión. El horror que antes sentía hacia él habíadesaparecido. Por encima de las diferencias religiosas y filosóficas, de laoposición de inteligencia y carácter asomaba briosamente el amor a lahumanidadquelatíaenelcorazónprofundamentecristianodeljovensacerdote.D.Álvaroeraunhermanoquepadecía.Anteestaconsideración,todaslasdemáscedenenlasalmasdondehasopladoelespíritudelsublimeNazareno.PeroD.Álvaro tampoco era el malvado diabólico, que se había representado en los

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primerosdíasqueleconoció.Aratosloparecía.Undemoniohablabayreíaporsu boca en ocasiones, maldiciendo de Dios y de los hombres. En otras, sinembargo,mostrábasedulce, afectuoso, compasivo,yhablabacon tal inocenciaqueparecíaestaroyendoaunniño.Aunquesedefendiesecontraella,elP.Gilnopodíamenosdesentircadadíamásaficiónaestedesgraciado.

Unamañanadepartíanlosdosenelgabinetedelatorrequeservíadedespachoy biblioteca. D.Álvaro había pasado toda la noche tosiendo. Estaba fatigado,molido.Alcabodeunratocerrólosojosysequedótraspuestoenlabutaca.ElP.Gilnicreyóbuenoeldespertarleparadespedirse,niseatrevióamarcharsesinhacerlo. En esta incertidumbre, se puso a hojear algunos libros que andabanesparcidos sobre la mesa. Tropezaron sus ojos con uno de geografía, y leyódistraídamente algunos párrafos. Al cabo la lectura logró interesarle. El autordescribíapintorescamente algunas comarcasdesconocidasy ciertos fenómenosde lamarmuycuriosos.La instruccióndelP.Gil en lascienciasnaturaleseralimitadísima. En el seminario de Lancia ocupaban éstas un lugar muysecundario: apenas si se les exigía a los alumnos algunas nocionesinsignificantesde física,químicaehistorianatural.Además, siempre leshabíaprofesadociertodesprecio inculcadoporel rectorsumaestro;eldesprecioquelosascetassientenhacia todo loquese relacionacon lamateria.Asíque talesdescripciones lecogíandenuevas.El libroeracélebreenelmundocientífico;había oído hablar de él; pero nunca cayera en sus manos hasta entonces.TitulábaseCosmos;suautor,AlejandroHumboldt.CuandoD.Álvaroabrió losojosalfinylevioenfrascadoenlalectura,lepreguntósonriendo:

—¿Leinteresaaustedeselibro,padre?

—Muchísimo.

—Pueslléveselousted...Lléveseustedelprimertomo,queéseeselsegundo.

Ylevantándoseysacándolodeunodelosarmarios,selopresentóalsacerdote.Estevacilóentomarlo.

—¿EstácondenadoporlaIglesia?

—No lo creo—replicó sonriendo el hidalgo.—Es un libro puramenteexpositivo,sinintenciónalgunapolémica.

En esta confianza se llevó a su casa el tomo primero y se puso con afán aleerlo. Comenzaba con una descripción elocuentísima del mundo sideral, del

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panoramadelasgrandezascelestes.Elautordesenvolvíaconplumavigorosaelmecanismo inmenso de los cuerpos que giran en el espacio. Ante su vistaasombradapasaronmundos trasmundos, sistemas tras sistemas en la sucesiónsin fin de los universos estrellados, globos inmensos volando en rápidotorbellinosobresímismos,lanzadosatodavelocidadenlosdesiertosdelvacío.¡Quévelocidad,eternoDios!Unabaladecañónesunatortugaencomparaciónconellos.Estosglobos,millaresymillonesdevecesmásgrandesquenuestratierra,caminancentenaresdemilesdeleguaspordía.Bajolaacciónirresistibledefuerzascolosales,misteriosas,sonarrebatadosporelespaciocon la rapidezdel relámpago. Y todos ellos son mundos donde palpita la vida con eterna ymaravillosafecundidad:enlacombinaciónmismadesusmovimientoshallanlarenovación de su juventud y belleza: son otros tantos soles que esparcen ytrasmitencomoelnuestroaotrastierrasquelosacompañansuluzysuvida.Enellos también se alzan las montañas hermosas coronadas de nieve, tambiénsuspira el viento en los bosques y se retratan sus paisajes en los lagossilenciosos;tambiénsedespliegaensusuperficielainmensidaddelosocéanos,agitados,turbulentosunasveces,otrasserenos,iluminadosporlosresplandoresde la luz crepuscular; también se sufre, también se goza, también se lucha,también se ama... Y todas estas moradas del espacio navegan al través delocéano celeste sin temor a los escollos, a los choques o a las tempestades,sostenidosyguiadosporunafuerzainvisiblequejamásseequivoca.Másalládeesosmillares de astros, que percibimos a simple vista, hay cienmillones quepercibimosconeltelescopio;másalládeesoscienmilloneshayotrosmillonesdemillonesmás, que recorren la inmensidad con celeridades aterradoras. Esoquenosaparececomounpocodepolvoblanco,comoleveimperceptiblevapor,es una nebulosa: millones de soles tan grandes y mayores que el nuestro laforman,escoltadosporunalegióndeplanetasysatélitesquerespiranybebensualiento.Yestanebulosanoesmásqueunaprovinciadeléter.Másalláhayotras,yotras,hastaelinfinito.

Anteesosmovimientosinconcebiblesquearrastranporlosdesiertosinfinitosamillaresymillaresdesoles;anteesacolosalcatarata,esalluviadeestrellasqueruedasincesarporlosabismosdelespacio;anteesasórbitasinconmensurables;anteesasdistanciasyvelocidadesdondelaimaginaciónsepierde,descritasconlafirmezadeunsabioyelfuegodeunpoetaporelbaróndeHumboldt,eljovenpresbíterosesintióacometidodeunvértigo.Sujetoselassienesconlasmanosyestuvo largo rato con los ojos cerrados. Al abrirlos, percibió las mejillashúmedas.Algunaslágrimassehabíandeslizadoentresuspestañas.

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Una melancolía profunda invadió su alma. ¿Por qué? ¿Todas aquellasmaravillas no pregonaban la grandeza del Creador? Sin duda;mas a pesar deesto, el desconsuelo le ahogaba, como el hombre que repentinamente se veperdidoenmediodelocéano.Estabaacostumbradoamedirsuinsignificanciaenel ordenmoral, sumaldad y perversión comparadas con la bondad infinita deDios.Peronuncahabíavistodemodotanevidenteloínfimoymicroscópicodesu naturaleza. La tierra que habitamos le pareció un pobre globo ridículonavegando por el espacio sin ser notado ni sentido de nadie. Las guerras, lasgrandes catástrofes y trasformaciones históricas que en ella se efectúan, cosastandespreciablesyrisiblescomolasluchasdelosseresquehabitanunagotadeagua.Yloqueerapeor,Jesucristo,cuyafigura,aunensusmomentosdeduda,se le aparecía elevada siempre y majestuosa, se presentaba ahora a suimaginación como un grano de polvo; la historia de la Redención, taninsignificantecomolacaídadeunahoja.

Quisopenetrarmásenelestudiode laNaturaleza.DespuésdelCosmos leyóotra porción de libros de astronomía, de física, de geología. Poco a poco seacostumbróaverenlosfenómenosnaturaleselresultadodelaactividaddelasfuerzas inherentes a la materia. El mundo pudo haberse formado, sin laintervención de una Inteligencia, por la sola acción de las leyes naturales. Laantigua idea de un Arquitecto inteligente, de un inspirador personal de losinstintos se fue debilitando en su espíritu. Y cuando menos lo imaginabacomenzóadudardelaexistenciadeunDiospersonalseparadodelUniverso.Elactodelacreaciónloencontrabainconcebible,absurdo.Entodaspartesveíalaaccióndeunafuerzaconstantequeoperasegúnleyesfatales,noladeunDiosque puede obrar por capricho, cuya voluntad es capaz de contrarrestar estasleyes.

Laideaeraaterradora.ElP.Gilhacíaesfuerzosdesesperadosporarrojarladesu cerebro, aunque inútilmente.Cayó de nuevo en aquel estado angustioso dedudaenque ledejaran los librosdeexegesisbíblica,muchomásangustiosoymiserableporqueseveíalanzadoenplenomaterialismo,lejosdelaideadeDiosy de la inmortalidad. Luchaba bravamente procurando representarse a todashoraslasverdadessublimesdelareligión,laideadeunDiospadredelasalmas,arquitecto y director delUniverso, a quien ofenden nuestros pecados, a quienablandannuestrassúplicasynuestras lágrimas;seagarrabacon todasualmaaestasfirmesdoctrinas;estabaundíaenterounidoconfervorosoanheloaellas;perocuandomásdescuidadosehallaba,unpensamientoimpío,fatal,caíaensucerebro y lo volvía todo del revés. La idea del Dios personal separado del

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Universoleparecíaunabsurdo,porqueDiosnoseríaentoncesinfinito,puesqueestaba limitado por el mundo; la creencia de que nuestras oraciones puedenalterar el curso de las leyes naturales, un cuento de viejas para engañar a losniños; la religión, en conjunto, una serie demitos,más omenos ingeniososybellos, creados por la fantasía viva, pero infantil aún de los hombres.Cuandoestolepasaba,elP.Gilsemesabaloscabellosysemordíalasmanos;metíalafrenteporlaalmohada,aversilograbaparalizarsupensamiento.Sehorrorizabadesímismo.

Después del lamentable suceso que privó a D. Miguel de licencias paraconfesarydecirmisa,quedóélalfrentedelaparroquia.Yaunquepocodespuésserehabilitóalpárroco,elobisponoquisoqueapacentaseotravezlasovejasdePeñascosa.Noleprivódelcurato(queestonopodíahacerlo),pero lepusouncoadjutorparadesempeñarlo.SeencomendóestecargointerinamentealP.Gil,enesperadelnombramientodefinitivo.TodoelpesoylaresponsabilidaddelacuradealmasdePeñascosavinoarecaer,pues,sobrenuestropresbíteroenlosmomentosenquemásnecesitabaélquecurasenlasuya,laceradaporladuda.Eltrabajodevelarporlosinteresesdelareligión,demantenervivaenaquelpueblolaantorchadelafe,queeraparaélantesunmanantialdepurosgoces,selehizomolestísimo,odioso;seconvirtióenun tormento.¿Conquéderechosubíaa lacátedra del Espíritu Santo a exponer la divina palabra, o escuchaba en elconfesonariolospecadosdelcreyente,oelevabaenelaltarlasagradaHostia,él,quedudabasilaspalabrasdelEvangeliofuerononopronunciadasporJesús,sila confesión auricular era ley divina o una institución creada en interés de lahierocracia,sielsacramentodelaEucaristíaencerrabaunaverdadsublimeoeraunareminiscenciadelossímbolosymisteriosdelasreligionesdelOriente?

Muchastardes,agobiadoporsuspensamientos,salíadecasayrecorríaapasolargolasorillassolitariasdelamar.Labrisalerefrescabalassienes,lavistadelocéanocalmabalafiebredesucerebro.Sentábaseenunpeñascobatidoporlasolas,ypermanecíahorasenterasconlosojosextáticosclavadosenelhorizonte.Labelleza imponentedeaquelespectáculono lograbacautivarle.Nielclamorde las olas, ni su cambiantemanto de ópalo y plata y zafiro, ni los hermososcelajesabrasadosporlosrayosdelsolmoribundoserenabanjamásporcompletosu frente. La misma arruga dolorosa la cruzaba siempre, la misma fatalinterrogación se leía constantemente en ella. ¿En esta agitación eterna de lasaguas hay algo más que una fuerza ciega empujando los átomos unos contraotros? ¿La luz hermosa que reverbera en el horizonte es algo más que unavibracióndelamateria?Esepájaroquehiendelosairesyseprecipitaenelagua

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paraatraparundesdichadopezydevorarlo,¿quémisterioguardadentrodesuorganismo? ¿Yomismo soy otra cosamás que una expresión individual de lafuerzaqueanimaatodoslosseresdelUniverso?

Pero cuando estos pensamientos, horribles siempre, le apretaban como lascuerdasdeunpotro,selehacíanirresistibles,eracuandoleacometíanaltiempode ejercer alguna función de su sagrado ministerio. Si al celebrar el santosacrificiode lamisaodar laabsoluciónaunpenitentecruzabaporsuespírituuna de estas ideas negras, sentía la misma impresión que si le atenazasen elcerebroconunhierrocandente,leasaltabaunacongojaqueledejabaparalizado.Pensabamorirse.Lodeseabaardientementeporlibrarsedeaquelsuplicio.

UndíaleavisaronparallevarelViáticoauncaseríopróximoalavilla.Comoera preciso caminar algún tiempo a campo traviesa, fue sin campanilla niconvocar a los fieles. Salió solo con el sacristán, la bolsa de los corporalescolgadaalcuelloyenellalaSagradaForma.Elcaminoceñíaatrechoslaorillade lamar. Fascinado como siempre por la inmensidad del océano, distrajo suatención del misterio inefable que llevaba sobre su pecho, dejó de balbuciroracionesyentregósupensamientoalasmismasmeditacionesquenocheydíaleembargabanhacíatiempo.Losrayosdelsoldesparramadossobreloscristalesdelagualeimpulsaronaconsiderarlaacciónsuprema,omnipotentedeesteastrosobre la vida terrestre. Él es quien la ha creado, quien la sostiene, quien larenueva.Laflorledebesuperfume,lafierasuagilidadysuinstintosanguinario,nuestraalmasusimpresionesmásdulcesoterribles.Elsoleselpadredetodo,delamorydelodio.Consideródespuésquelavidanoesmásqueundinamismoinmensoencuyosenosetrasformanlasfuerzasformidablesdelafísicaydelaquímica. Todos los seres de la tierra, hombres, animales, plantas, estáníntimamenteligados.Lavidadetodosellosesunamisma,yestavidauniversalnoesotracosaqueunincesantecambiodematerias.Unmovimientouniversalarrastraalosátomos,comoalosmundos.Milondulacionesseentrecruzanenlaatmósfera,milfuerzassecombinan,elcalorylaluz,laafinidadyelmagnetismose unen en los misterios del mundo vegetal y mineral. Todos los seres estánconstituidosdelasmismasmoléculas,quepasansucesivaeindiferentementedeuno a otro, demodo que nada les pertenece en propiedad.Nuestro cuerpo serenuevadetalmodoquealcabodeciertotiemponoposeemosyaunsologramodel cuerpo material que poseíamos antes. Este movimiento de renovación seoperaencadaunodelosanimales,encadaunadelasplantas.Losmillonesdeseresquehabitanlasuperficiedelglobovivenenmutuocambiodeorganismos.Lamoléculadeoxígenoqueahora respiro fueayer respiradaporunodeestos

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árbolesquebordanelcamino.Lamoléculadecarbonoqueardeenunodeestosmontoncitosdehojasecaquesirvenparaabonarlatierra,quizáhayaardidoayerenlospulmonesdeunhéroe.Quizáenunadeesasconchasdeostrasqueyacenadheridas a estas peñas se esconda el fósforo que formaba las fibras máspreciosasdelcerebrodeJesucristo...

Sintiódentrodesuseralgoquesedesgarraycae.Habíaolvidadoporcompletoque llevaba consigo el cuerpo divino del Redentor. Le pareció una cosa tanextraña, tan fuera de la realidad eterna que veía y palpaba, que imaginó estarsoñando.Ysinsaberdequéantrooscurodesuservenían,leacometieronunasganasferoces,impías,desoltarlacarcajada.¿Quécomediaeraaquélla?UnpocodeharinaamasadaytostadaayerporelamadeD.Miguelsetrasformóporartemágico en la persona de Jesucristo, un ser que desapareció de entre los vivoshace diez y nueve siglos. ¿Esas leyes soberanas, sublimes de la Naturaleza,quedarán violadas porque unos cuantos insectos de este microscópico planetareunidos en concilio lo decreten? Separó los ojos del mar y los fijó en elsacristán,quecorríadelantesilbandoasuperro,queseescapabadetrásdeunasgallinas.¡Quéreverencialadeaquelhombre,llevandoasuladoalDiosdeloscielos,alCreadordetodaslascosas!Ylacarcajadasubíadelpechocadavezconmásímpetu,llegabaalagarganta,tocabaenloslabios,estabaapuntodeestallar.Unextrañotemblorlehizodardientecondiente;sintiólafrentebañadaporunsudorfrío;seleturbórepentinamentelavista,ycayóalsuelosinconocimiento.Cuandolorecobró,estabaenbrazosdelsacristánydosotreslabriegosqueporallíandaban.Lehabíanbañadolacaraconaguafría, leabrieronlasotanaylequitaronelalzacuello.Unoleechabaelhumodelcigarroalanariz.LabolsadeloscorporalesconelcuerpodeldivinoRedentoryacíasobrelaparedilladeunprado.ElP.Gilseapresuróarecogerla,selacolgódenuevoalcuello,ydespuésdeoraruninstantehincadoderodillas,siguiósucaminosinsepararlosojosdelsuelo.

IX

Su confesor, hasta que le retiraron las licencias, había sido D. Miguel. Seconfesabanmutuamente,comoaconteceentrelosclérigos.Conélfueconquiencomunicó primero sus dudas. El viejo cabecilla quedó más sorprendido queescandalizadodeellas.Leparecíancosataninsustancialquenomerecíalapena

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de fijar mucho tiempo la atención. Los dogmas eran para él como las leyesfísicasdelagravedad,laimpenetrabilidad,etc.Secontabaconellossinpensarensuexistencia.TodoeldramaconmovedordelapasiónymuertedeJesúslomirabaelpárrocodePeñascosaenelfondocomounaespeciederomanticismoquesirvedeacompañamientoobligadoalaverdaderareligión.Éstaconsistíaenlamisa,losresponsos,elrezodeldía,elrosario,laabstinenciadecarneenlosdías de vigilia, y sobre todo en los derechos parroquiales, que tal vez juzgabasimultáneos con el acto de la Creación. No se paraba, pues, en analizar ydesvanecer las dudas de su excusador. «Anda adelante.—No hagas caso.—¡Pataratadas!—Déjate estar.—¡Otra te pego!—¿Cómo no había de resucitar altercero día, majadero? ¿No ves que lo dice San Juan y San Mateo y SanMarcos?»Éstoseranlosconsuelosqueordinariamenteleprodigaba.

Nuestrosacerdoteunasvecesseentristecíaconellos,perootrasseconfortabapensando que no debía de estar tan condenado y maldito cuando D. Migueltomaba sus terribles dudas con tanta calma. Cuando a éste le retiraron laslicencias no tuvo más remedio que buscar otro confesor. Convencido de lahostilidad con que lemirabanD.Narciso,D.Melchor yD. Joaquín, no quisodesahogar con ninguno de ellos su conciencia, aunque bien sabía que en eltribunaldelapenitencianadatienenquehacerlassimpatíasolasantipatías.Fueadarconunjovencapellán,másjovenaúnqueél,reciénllegadodelseminario.Era hijo de un carpintero de la villa, tan tímido y encogido que apenas sabíasaludar,felizdeverseelevadosobresuantiguacondición,tributandounrespetosinlímitesatodaslasgrandezasdelcieloyatodaslaspequeñecesdelatierra.Éstequedóvivamente impresionadocon laconfesióndelP.Gil,ydesde luegotratódeconvencerledequetodoaquelloveníadeldemonioyquenohabíaotroremedio más que ponerle la cruz y darse buenas disciplinas, rezar y ayunarmucho. Por espíritu de humildad y obediencia, el excusador hizo lo que suconfesor le mandaba, secretamente persuadido, sin embargo, de que noadelantaríanada.Yaanteshabíaintentadoestosmedios,sinresultado.Lasdudasseguíanatormentándole;seleofrecíancadavezmáscrueles,másimponentes.Eltímidocapellánpasabaunratomuyamargocadavezqueleconfesaba;temblabayseazorabacomosilesucedieseunadesgracia:tantopadecíaytalestemoresleasaltaban, no se sabe de qué, que poco a poco fue excusándose de oírle enconfesiónyconcluyópornegarseenabsoluto.

Entonces se le ocurrió ir a ver a D. Restituto, párroco de una de las aldeasinmediatasaPeñascosa,hombrequepasabaentresuscompañerosporavisado,prudenteyaficionadoaloslibros.Decíasequeteníaunagranbibliotecayqueen

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su juventud había hecho en Lancia ejercicios brillantísimos a una de lasprebendas de la catedral, y que no se la dieron porque el obispo la teníareservada para un sobrino. Don Restituto, herido por la injusticia se habíaretiradoaaquelcuratorural,ynuncamásquisosalirdeélpara intentarnuevacontienda.Sicontinuódedicadoalestudiodelateologíaopagóenellaeldesairequehabíarecibido,nosesabeconcerteza.Gustábale,sí,cuandoalgunafiestaofunerallereuníaconsuscompañeros,mostrarerudiciónyexcederleseningenioysutilezaparadefendercualquierproposición;peroloscurasdelasparroquiasinmediatastodoseranmoralistas,estoes,ningunohabíaestudiadolacarreralatade teología más que él. Pocas gracias que los arrollase en las disputas desobremesa. Por lo demás, D. Restituto llevaba tanta labranza y estaba taninteresadoenella,quenodebíadetenermuchotiempo,nihumortampoco,paraprofundizarenlaDogmáticanienlaPatrología.

Nuestroacongojadopresbíterosalióunatarde,despuésdecomer,yencaminósuspasoshacialaaldeadondemorabaelteólogo.Leconocíabastante,peronoletratabaconintimidad.Estabaapartadalaaldeacomomedialegua.Elcaminoera vario y pintoresco: callejas estrechas con altos setos de zarzal, trozos debosque,vereditasentremaizalesysenderosaltravésdelosprados.Alaentradade una garganta, sobre una vega de maíz y teniendo detrás algunas praderasdeliciosas, estaba asentado el principal caserío de la parroquia.La iglesia y lacasa rectoral estaban un buen trecho más allá, en una angostura sombría yhúmeda. Todo dormía en el silenciomás completo cuando el joven sacerdotellegó.Las gallinas picoteaban en la calle delante de la casa; un gato rabón selavaba la cara sentado sobre la paredilla de la huerta, y unmastín desorejadodormíadebrucessobrelatabladelhórreovecinodelacasa.Estemastínfueelencargado de romper la paz de aquel paraje, alzándose iracundo contra eladvenedizo,ladrandoconungritoronco,apagado,testimoniodesudecrepitud.ElP.Gildetuvoelpaso,ycomenzóadecirentonodulceypersuasivo:

—¡Toma,toma!¡Quis,quis!

¡Que si quieres! El mastín, viendo al recién llegado achicarse, se crecióhorriblemente.¡Guau,guau!gritó,buscandoelregistromásferozyamenazadorquepudohallarensupecho.Almismotiempoclavabaunamiradadeexterminioenelpresbíteroyavanzaba, aunqueconcierta cautela,hacia él.Éste, aterradoporaquellos ladridossalvajes,dio tresocuatropasosatrásyextendióelbrazocon el paraguas, que traía para quitarse el sol, hacia adelante. «¡Paraguas! Elrecursodeloscobardes,»debiópensarelmastín.Yseencrespódetalmodoanteaquelultraje,quenolohubierapasadobienelclérigoanosaliralapuertauna

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viejachillando:

—¡Cuco!¡Cuco!¡Aquí,Cuco!¡Fuera,Cuco!¡Malditoperro!¡Aquí!...¡Aquí!¡Venaquí!

El perro vaciló un instante, dejó de ladrar y mostró bastante claramente laresolucióndevolverseotravezadormircomosinohubierapasadonada;perolaviejanosedioporsatisfecha;exigíaunactodesumisión.

—¡Aquí,Cuco!¡Aquí,ahoramismo!

ElCucobajólacabezahumildementeyemprendióhaciaellaunamarchalenta,penosísima,comosielcaminoestuvieraerizadodepeligros.

—¡Aquí!¡Vengaustedaquí!

«Metratadeusted,¡malísimo!»sedijoelperro,aquiennohacíanefectolaspompasyvanidades.Yavanzóconmayoresprecaucionesaún,asegurandobienlapezuñaacadapasoquedaba,meneandoelrabodeunmodovertiginoso.

—¡Aquí!¡Aquí!—seguíagritandolavieja.

Porfin,aunavelocidadmáximadeseispasosporminuto,llegóelCucoasudestino.Laviejalecogióporlapartedeorejaquelequedabaydiotresocuatrotironesconfuerza.Elperrolanzóunaullidodedolor.Luegolecogióporlaotra,y otros tantos tirones.Mayor ymás triste aullido aún.Cumplidos sus deberesconlajusticiadelatierra,elmastínseretrajodenuevohacialatabladelhórreo,no sin lanzar por lo bajo algunas imprecaciones y blasfemias. Esta escena serepetíaunascuantasvecesaldía,siemprequealgunapersonasospechosa,comoahora, llegaba con propósitos hostiles a la rectoral. El Cuco deploraba en sufuerointernoquenolehubieranrapadomejorlasorejas.

—Buenastardes,D.Gil—dijolavieja,cambiandosúbitolaexpresióncoléricaporotrasonriente,melosísima,dandomuestrasdequeleconocía.

ElP.Gil,aquiennosucedíaotrotanto,respondiómuycortésmenteypreguntóporD.Restituto.

—El señor cura debe de estar hacia el establo. Pase usted, D. Gil. Iré allamarlo.

—Nohaynecesidad:yomismoiréabuscarlo.¿Elestabloestáaquí?...

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—Sí,señor;aquídetrásdelacasa.

Diolavueltaatodaellaelsacerdote,subióalgunospasosporunacallejasucia,y se encontró con una misérrima fábrica hecha de piedras del río sin labrarapenas, con una puerta desvencijada. Estaba cerrada, y a nadie vio por allídelante.Ibaadejaraquelsitioyvolversealacasa,cuandodetrásdelestablooyóruido de voces. Fuese hacia allá, y halló, en efecto, a don Restituto,sorprendiéndosenopocodeltrajeylasituaciónenqueseleapareció.

El anciano curavestía unos calzones anchosdepana, remendados, como losque gastan los paisanos por aquella tierra; traía en los pies almadreñas conescarpinesdepañoburdo,chaquetalustrosaporeluso,ycamisadelienzohiladoporelama,sinalzacuellonicosaque lovalga.Erael trajedeun labrador,sinquitarniponernada.Peroloquehacíaverdaderamenteperegrinoyestrafalarioelatavíoesqueenlacabezatraíaunboneteviejoygrasiento.

El P. Gil quedó asombrado de aquella figura, y más asombrado, cuandoadvirtió la ocupación a que el párroco se entregaba. Estaba, con una rodillahincadaentierra,desollandounbecerro.Leayudabaenlaoperaciónelcriado.Teníanalanimalextendidoentrelosdos,lamayorpartedeélencarnevivaya.Volvió la cabeza D. Restituto al sentir pasos, y hallándose con su jovencompañero, se puso en pie y vino hacia él con las manos ensangrentadasempuñandounenormecuchillo.

—¿Quémilagroeséste,amigo?¡ElfuturocuradePeñascosasedignahacernosuna visita!...Mira, no te doy lamano, porque ya ves cómo la tengo.Bien desalud,¿verdad?...Poraquítampocohaynovedad.

D.Restitutotratabadetú,familiarmente,atodoslosclérigosmásjóvenesqueél desde la primera entrevista. CuandoGil le hubo explicado elmotivo de suviaje,mostróciertaextrañeza,peroseapresuróaresponderle:

—Bueno,bueno.Yovoyaconcluirenseguida.Veteacasa,yespérame.

Peroeljovenmanifestódeseosdeiralaiglesia.

—¿A la iglesia?—dijo sorprendido. Entre ellos era costumbre confesarse encasa.—Estábien.Nohay inconveniente.Pideal ama la llave,y espérameallí.Notardaré.

¡Pluguiera a Dios que hubiese tardado más! Y sobre todo, pluguiérale quehubieratenidotiempoalavarsebien.Porqueelteólogodespedíadesíunvaho

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demataderoquederribaba.Mientrasdurólaconfesión,yduróbastante,elP.Gilapenaspudopensarenotracosa.Sentíaseasfixiadoporaquelolornauseabundo;acudíanle unas congojas y sudores que estuvieron a punto varias veces deprivarledelsentido.DonRestitutosintióverdaderasatisfacciónenpodersacararelucir su antigua batería de proposiciones teológicas. A cada duda que suatribulado penitente le ofrecía, contestaba victoriosamente con un texto latino.Comoelveteranodescuelgacongozosusarmasalaseñaldeguerra,asíelviejoopositor a la lectoralía de Lancia descolgó de su memoria los textosenmohecidosyadePerronneydeBalmes.¿Cómodudardelainmortalidaddelalma, cuando ésta es una cosa simple, y las cosas simples no puedendescomponerse?¿QuiénseatreveaimaginarquelaIglesiacatólicapuedealgúndíaperecer,cuandoestánahísangrandolaspalabrasdeJesucristo:«Laspuertasdel infierno no prevalecerán (non prœvalebunt?)» ¿Cómo se ha de dar máscrédito a la palabra de los hombres que a la de Dios? Pues qué, ¿la DivinaSabiduríanohadicho:«Yoparaestonacíyparaestovinealmundo,paradartestimonioalaverdad?»Yestetestimonio¿noestábienclaroybienpatenteenlasobrasvisiblesqueexcedenalpodernatural,porejemplo,en lacuracióndelosenfermos,enlaresurreccióndelosmuertosyenotrosadmirablesmilagrosllevadosacaboporNuestroSeñorJesucristoyporlosSantosApóstoles?

ElP.Gilrecibiólaabsolución,prometiendonosermásdementeniidiota;asíjuzgaba don Restituto al que dudaba de las verdades reveladas por angélicoministerio.Pocodespuésdebesaraquellamanonobienpurgadadelasangredelbecerro, y cuando se hubo levantado para rezar ante un altar la penitencia,nuestro presbítero se sintió indispuesto. Tuvo que salir inmediatamente de laiglesia,acometidodeviolentasnáuseas.Enelpórticodevolviótodalacomida.Llevoleacasaelcura,yquisocurarleconunatazadesalvia,remediosupremoqueempleabacontratodaslasdolenciasqueafligenalgénerohumano;perosujoven compañero, que sabía a qué atenerse sobre su enfermedad, rehusóobstinadamentetodamedicación.Elpárrocoentoncespasóamostrarlelahuerta,en la cual tenía cifrado tanto orgullo como en la profundidad de susconocimientos teológicos. Estaba llena de árboles frutales y legumbres.No seveíaunaflorniunarbustodeadorno.Desdeallípasaronaunvastoprado,dondetenía unos cuantos operarios alzando pared. D. Restituto comenzó a darlesinstrucciones,aprobóalgunascosas,reprobóotras,olvidándoseporcompletodesuhuésped.Unodelosoperariosleparticipóqueelmolinohabíaparadoporqueel hijo de Cosme había desviado el agua más arriba para secar el cauce delriachueloypescarlasanguilas.D.RestitutoseenfurecióyanunciósupropósitodedemandaraCosmeypedirleindemnizacióndedañosyperjuicios.Deélnose

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burlabanadie;estabaresueltoahacerqueserespetasesupropiedad.Desdeallísecorrieronalosmaizales,yelpárrocomostróasucompañeroconextremadogozo el estadomagnífico de las plantas. El agua había venidomuy a tiempo,peromásquealaguasedebíaalagrancantidaddeabonoquehabíaechado.

—Tú dirás: ¿dónde podrá hacer D. Restituto tanto estiércol para una tierracomo ésta, de quince días de bueyes? Voy a explicártelo. Yo, aunque tengonueve cabezas de ganado, no podría abonar ni lamitad de la tierra que llevo.¡Aquí del intelectus! En todas las parroquias, como tú sabes bien, hay unaporcióndepobretes,aloscualesnoesposiblesacarlesuncuartoniporbautizosni por matrimonios ni por nada. Pues bien, a estas calamidades vivientes lesobligoaechardevezencuandodelantedesuscasas(vulgopocilgas)unabuenacantidad de hoja seca o tojo. Con el agua y el paso de los transeúntes y elestiércoldelasresesquecruzanseconviertealcabodealgúntiempoenabono.Cuandoyaestábienpodridomelotraenyvoyformandomontónhastaquellegaeltiempodedistribuirloporlatierra.¿Quétal?

Desdeallísaltaronaunaheredaddeprado.D.Restituto,encuantosevioenella, dejó escapar una risita aguda y burlona, que hizo levantar la cabeza a sujovencompañeroymirarleconcuriosidad.

—Este es el prado delmolino de abajo... elprado del molino de abajo, yasabrás...¿Cómo?¿nosabeslahistoriadeesteprado?Pueshacorridomuchoporlavilla...Pertenecíaalosmansosdelaparroquia,yhabíaquedadotrasconejadocuandolaventadetodosellos.Yolollevaba,ynadieenlaparroquiaseatrevíaadenunciarlo.PerohabíaaquíuntaberneroricollamadoLino(queyareventó,aDiosgracias,elañopasado),yesteLinoleteníamuchasganasalprado.Alfindioelsoploenlaadministración,guardandolamano,porquenoqueríaponersemalconmigo,ylosacaronasubasta.Dosdíasantesdehacerse,vinoporacáelmuyhipócritaymedijo:«Señorcura,voyahacerposturaalpradodelmolinode abajo, pero si usted lo quiere me quedo en casa.» El tunante trataba desonsacarme la cantidad que yo pensaba ofrecer. «No, no lo quiero; puedesrematarlo cuando gustes,» le contesté. El hombre, viendo que yo no iba alremate, y sabiendo que ningún vecino estaba en situación de tirarle, se lasprometíamuyfelices.YmandóaLanciaaunprimohermanosuyo.PeroaéstelefuiatropezarcaminodePeñascosa,ylehablémuyalcaso,representándoleelpecado en que incurría rematando bienes de la Iglesia, le prometí darle enarriendoelprado,ylepusecuarentadurosenlamano.¿Quéhabíadehacerelhombre?FueaLancia, lo rematóyme lo traspasóamíactocontinuo... ¡Vayaunarisaquesearmóenelpueblo,amigo!Linoenfermóderabia,yencuantose

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lepresentóocasión,quefuealcabodedosmeses,viniendodeunaromería, lepegóunapuñaladaasuprimo...¡Pero,anda,quebuenoscuartoslecostóla talpuñaladita!Nolohizocondiezmilreales.

Comoyaelsoldeclinaba,despuésdehaberleenseñadounlagar,queacababadeconstruirparalasidra,D.Restitutollevódenuevoasupenitenteacasayleconvidó a chocolate. Pero el excusador no se sentía aún bien. Además teníaprisa. Rehusó todo convite y emprendió el camino de Peñascosa. El cura leacompañóunbuentrecho.

Fuera ya de sus fincas y comprendiendo por el continente reflexivo delexcusador de Peñascosa que su ánimo seguía embargado por pensamientosserios,D.Restituto quiso volver a la carga, aunque le pareciese sobradamentedemostradoque todas lasdudasde sucompañeronoeranmásquebombasdejabón,lascualesdeshaceconunsoplocualquieraquehayasaludadosiquieralaSagradaTeología.

—Debesfijarte,querido—ledecíaconprotecciónilimitada,—quelasverdadesdelafenosoncontrariasalarazón,sinoqueestánsobreella.Locontrariodeloverdadero,¿quées?Lofalso,¿noescierto?¿Ycómohadetenerseporfalsoloqueestádivinamenteconfirmado?Lascosasquesabemosporrevelacióndivinanopuedensercontrariasalconocimientonatural,porqueelconocimientonaturalvienetambiéndeDios,puestoqueDioseselautordenuestranaturaleza.Porqueexceda a la razón una cosa no debe reputarse contraria a ella. Así dice SanAgustínqueaquelloquecomoverdadsedemuestraporloslibrossantos,seadelAntiguo,seadelNuevoTestamento,deningúnmodopuedeserlecontrario.Elentendimientohumanonopuedellegar,naturalmente,aconocerlaexistenciadeDios,supuestoquenuestrainteligenciaenelmododelapresentevidacomienzasu conocimiento por el sentido, y por lo tanto, las cosas que no caen bajo elsentidonopuedenpercibirsesinoencuantoporlossentidospuedecolegirsesuconocimiento...

La tarde estaba fría y apacible. La campiña se extendía debajo del cielotrasparente, reflejando con tonosverdes, claros, amarillentos, los rayosdel solque se ocultaba. Elmar era unamancha azul allá a lo lejos. Los dos clérigoshabíanatravesadoyaelcaseríoprincipal,dondelasmujeres,sentadasalapuertade casa, les daban las buenas tardes y los niños acudían a besarles la mano.Estabanen la regiónabierta, ligeramenteondulada,quecaracteriza lacostaenaquelpaís.ElP.Gil, silencioso, caminabacon la cabezabaja, levantándoladevezencuandoparaenderezarsumiradavaga,perdida,hacialolejos,alastierras

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rojas y a las rocas peladas que festonaban la orilla del mar. El sol moríadespidiendosuúltimallamarada,queenrojecíaunapartedelhorizonte.Ydeallívenía una leve brisa helada que coloreaba los dedos y la punta de la nariz,vigorizando losmúsculosyproduciendocosquilleoen losojos.Lacampiñasepreparabaadormir,exhalabaunsuspirodebienestar,mezclaconfusadevocesymugidos,rechinardecarros,tañidodeesquilasyrumordeolas,fundidotodoyarmonizado en la amplitud de la llanura ilimitada. El P. Gil se esforzaba enatender a los argumentos que su anciano compañero iba vertiendo con vozprofunda y solemne. Eran los mismos que había estado oyendo durante sieteañosenlascátedrasdelseminariodeLancia.

Aldejarlasendaypenetrarenunacallejuelaestrechavieronllegarunhatodeganadoavanzandolentamente.D.Restitutoatajósudiscursoteológicoysellevólamanoalosojosaguisadepantalla.

—Sonmisvacas—dijosordamente.

Yantesquellegasensepusoagritaralcriadoquelasconducía:

—¿QuétienelaParda,quecojea?

—Debiómeterseunaespina.

—Puesencuantolleguealcorrallaregistrasbienyselasacas,¿entiendes?...Eslamejorvacaquetengo—añadióporlobajo,dirigiéndoseasucompañero.

Ycomoyaestuvieraentreellas,elcuraseacercósolícito,paternal,alaPardaycomenzóaacariciarleeltestuz,bajandoalmismotiempolacabeza,paramirarlelaspatas.

—¡To,Parda!...¡to!¡to!...Espinadebedeser,porqueenlaspatasnoveonada.Después que se la saques la lavas bien con un poco de vino y romero...Di aTeresa que te lo prepare... Nacida y criada en casa, ¿sabes tú?—prosiguióvolviéndosealexcusadorconlafisonomíaenternecida.—MedabaD.Jovino,tufeligrés,sesentadurosporella...¡Comosimedieraochenta!Estaalhajanosaledecasa. ¡Quéanchuradepechos, eh? ¡Quécuarto trasero! (Y se lo acariciabablandamente con la palma de la mano.) No da mucha leche, pero toda esmanteca...Estaotra tambiénnacióencasa... ¡Quieta,Guinda,quieta!...Esmástorpequelaotra...Unanovillatodavía...Nohacequincedíasquehaparidoporprimeravez...Ésta sedeshaceen leche... ¡Repara, reparaqueubre! ¡Nopuedeandar con ella!... Cada chorro suelta como el dedo... Mira, mira... ¡Quieta,

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Guinda!...

Ybajándosetiródeunadelastetasalanimalehizosalirdosotreschorrosdelechequehumedecieronelsuelo.Almismotiempovolviósufaz,congestionadaporlaposicióntantocomoporelgozo,haciaeljovencoadjutor.Éstesonrióporcomplacencia, pero separó al instante la vista, no pudiendo reprimir bien larepugnanciaquesentía.

Sepusodenuevoelhatoenmarchayellos también.D.Restitutocogióotravezelhilodesudiscurso.

—YaséquehayquiendicequeporlarazónnopuededemostrarsequeDioses,yqueestosólopuedeobtenersepor lafey larevelación...Errorcrasísimo.Lafalsedaddeestaopiniónsemanifiestaporelartedelademostración,quededuceporlosefectoslascausas,yporelordenmismodelasciencias,porquesinohayninguna sustancia cognoscible fuerade lo sensible, nohabrá tampoconingunaciencia supranatural, como se dice in quarto Metaphysicorum. Hay quedistinguirloqueesconocidopersesimpliciter,yloqueesconocidoquoadnos.SimpliciterqueDiosesporsí,esconocido...

D.Restituto tenía unamemoria felicísima.Al cabode tantos años recordabaperfectamente su Dogmática, y la recitaba vertida al castellano con el mismoénfasis que si la hubiera inventado. También la recordaba el P.Gil, porque lateníamásreciente,peroescuchabaconatención,porhumildad,esforzándoseenadmirar la fortaleza de aquellos argumentos, en considerarlos irrefutables. Elancianoteólogosedeteníaamenudo,balbucíaolvidandoalgunademostración,perosúbitotomabavueloyselanzabavigorososobrelaspremisas,haciéndolessudarinmediatamentelasconclusionesapetecidas.

—...Todoloquesemuevesemueveporalgo.Oloquemueveesmovidoono.Sinosemueve,tenemosloquebuscamos,unmóvilinmóvil,yaestollamamosDios.Sisemueve,esporalgoque lemueve,yentonces,ohayqueseguirasíhastael infinito,o tenemosquellegaraalgúnmóvil inmóvil;peroenelordendel movimiento no puede haber proceso infinito... ergo hay que suponer unprimermóvil inmóvil.Probemosahoraque todomovimiento sedeterminaporalgo.Sialgosemueveasímismo,esnecesarioquetengaensíelprincipiodesumovimiento...

Caminaban por una senda estrecha abierta entre losmaizales.El teólogo ibadelante y el P.Gil detrás. Súbito aquél paró en firme el paso y la lengua.AldoblarunrecodoseencontródefrenteconelhijodeCosme,quetraíacolgadoa

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laespaldauncestomediadodeanguilas.Verloelteólogoyarrojarsesobreélsinconmiseraciónfuetodouno.

—¡Granuja!¡Grandísimoperro!¿Conqueerestúelquemequitaselaguadelmolino? ¡Tevoy adesollar vivo! ¿Es tupadrequien te enseña esaspicardías?¿Eselmaestroquientelasenseña?¡Desvergonzado,cínico!

Leteníaasidofuertementeporentrambasorejas,yacadainterrogaciónledabauna fuerte sacudida. El chico, comprendiendo bien que aquellos interrogantesteníanunfinpuramenteretóricoynodebíansercontestados,limitábasealanzargritosdedolorinarticulados.

—¡Venacá,pilluelo!¡Quiero llevartedelantede tupadre!¡Aversimedicesahoraqueyo te tengomalavoluntad!¡Hasdepararenunpresidio!¡Venaquí,ven!

Ycomonoerafactiblellevarlecogidodelasdosorejas,elancianoteólogoseavino,aunqueconprofundodolor,asoltaruna,comunicandoinstantáneamentealaotrasupartedepresiónparaquenosedesperdiciasenada.Enestaforma,conelrostroencendidoylosojosllameandodecólera,diolavueltahaciaelpueblosin despedirse de su compañero, llevando medio en suspensión al chico, quelanzabaquejidoslastimeros.

El P. Gil le contempló estupefacto hasta que le perdió de vista. Permaneciótodavía unosmomentos inmóvil, abstraído. Y emprendió de nuevo su caminoqueseacercabacadavezmásalaorilladelmar,parabajarporunarampasuaveaPeñascosa.Laluzdesaparecíapormomentos.Elfríoaumentaba.Elocéanoencalmahabíaperdidosubellocolorazul,cambiándoloporotrogrisconreflejosacerados.Devezencuandounsoplodevientoheladohacíacorrerporlatersasuperficie de las aguas un estremecimiento que las rizaba leve ymomentáneamente, como si al mar se le pusiera carne de gallina. Y esteestremecimientosecomunicabaal jovenpresbíteroy llegabahastael fondodesuser.Loquesentíaensualmanoeranidolor,niagitación,nicongoja;eratansólofrío,unfríomortalqueleroíaloshuesos.Nuncasehabíavistotansoloydesvalido. Sus ojos iban obstinadamente fijos en el suelo. No se atrevía alevantarlos e interrogar la inmensidad como otras veces. Estaba seguro de surespuestaylatemía.

CuandollegóalasprimerascasasdelarrabaldelaGusanerahabíacerradoyala noche. Al pasar por delante de una de las más pobres y sucias llamó suatención el estrépito de golpes y gritos que de adentro partía.Detuvo el paso

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asustado y procuró averiguar qué era aquello. Por las pequeñas ventanasiluminadas no se veíamás que agitarse violentamente algunas sombras.A susoídosllegaban,entreelconfusovocerío,algunasblasfemiasqueleestremecían.De pronto se abre con violencia la puerta y sale precipitadamente una masanegra, disparada por unas manos que cierran de nuevo al instante. El P. Gilreconocióenaquellamasanegraaunclérigo.SeaproximósolícitoyvioqueeraelP.Norberto,conmanteosysinsombrero.

—¡D.Norberto!¿Quéeseso?¿Quélepasa?

—Hola,querido.Nada,nada...noesnada—respondiósinaturdimiento.

—Sílepasaalgo...¿Quélehanhechoaustedenesacasa?

—Nada,nada...Vámonosquesereúnegente.

—¿Sevaustedairsinsombrero?

—Esverdad...Voyapedirlo...Aguardaunpoco.

Peroenaquelinstantesaliódeunadelasventanasdelacasayvolóporelaireelsombrero,cayendoenmediodelacarretera,estoes,cercadelosclérigos.Almismotiempounavozrudadijo,acompañándolodevariasinterjecciones:

—Tomalateja,ladrón.Sivuelvesporaquí,tevassinlasorejas.

ElP.Norbertoseapresuróarecogerladelsueloyechóaandar.

—Pero explíqueme usted...—le dijo el coadjutor juntándose a él y haciendoesfuerzosporseguirleelpaso.

—Yateloexplicaré...Ahímásabajo.

CuandohubieronsalidodelaGusanera,salvadolaplazayentradoenlacalledelCuadrante,D.Norbertoacortóunpocoelpaso.Elexcusadoraprovechó laocasiónparainsistirensuspreguntas.

—Vamosaver,¿quélehapasadoausted?

—Puesmira,enesacasaviveunamuchacha,unaniñaqueapenastienequinceaños, a quien su madre ha prostituido, entregándola a ese chalán que llamanPepeelManchego.

—¿Yustedhaidoallíaversilasacabadesusgarras?

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—Lahabía visto ya otras dos veces, y no parecíamal dispuesta; pero no séquiéndiosoploaesehombre,yhoysepresentóderepenteyarmóunalboroto.

—¡Jesús! ¡Está usted herido!—exclamó el padre Gil, viendo correr algunasgotasdesangreporlasmejillasdesucompañero.Almismotiempolelevantóunpocoelsombreroyvioqueteníaunfuertegolpeenlafrente,dedondepartíalasangre.

—¡Peroestoesunaindignidad!Vamosadarparteenseguidaaljuez...

—Nopienseseneso,querido...Estonovalenada...Elparteloecharíatodoaperder;sedaríaunescándalo,ylachica,viéndoseperdida,seiríadeestepueblocon el chalán. Quedándose aquí, tengo esperanzas que con un poco de mañalograréquitárselaaesediabloyreduciralamismamadre...Estonoesnada—añadiólimpiándoselasangreconelpañuelo.—Loquemeduelealgomásesestehombro...

—Pero¿lehadadoaustedmásgolpes?

—Mehasacudidounpocolabadana—respondióriendocandorosamente.—Escuestióndeárnicayreposo...Yocreoquenomevienemal.Estabademasiadoapoltronado...Desde hace algún tiempo todos los díasme convidan a callos...Voyengordandodemasiado,¿noteparece?

Despidiose el P.Gil a la puerta de su casa y siguió caminando con piemásligero hacia la suya. Parecía como si le hubiesen aliviado de la carga que leabrumaba.Sintiósuavizarselahondamelancolíaquelehabíaoprimidotodoelcamino,ycorrióporsuserunadulceinexplicablevibracióndebienestar.

Despuésdeinterrogaralanaturalezamuda,despuésdeconsultaralateologíadecrépita,elsoplodeJesúshabíapasadoalfinporsualmaylahabíarefrescado.

X

Dos meses después, el P. Gil descansaba sentado en su pobre sillón degutapercha. El trabajo de todos aquellos días, sobre todo del último, le habíarendido. Era un trabajo puramente material, donde su espíritu, atribulado pornefandosyhorriblespensamientos, se complacía;buscabauncalmantepara la

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agitación interiorque le atormentaba.Tratábasede festejar la colocaciónde laprimerapiedradelnuevo temploconunagran función religiosayprofana.Laerección de este templo había sido desde largos años el sueño dorado de lospiadosos vecinos de Peñascosa. Siempre había tropezado con obstáculosinsuperables.Eldineroporunaparte,porotralacortavoluntaddelpárroco,queoponía sorda resistencia al proyecto, le habían hecho fracasar constantemente.PeroalencargarseGildelaparroquiatomóesteasuntoconcalor;convocóalosvecinos más ricos de la villa y abrió una suscrición, que dio buen resultado;logró que el ayuntamiento otorgase una crecida subvención; fue a Lancia einteresóalpreladoyavariospróceres,queleprometieronsuconcurso.Enfin,despuésdemuchasvueltasysudores,lanuevaiglesiaeraunhecho.Laprimerapiedra debía de colocarse el día 24 de Enero, con asistencia del prelado, elgobernador,variasdignidadesdelcabildocatedraldeLanciaymuchaspersonasnotablesdelaprovincia.Estábamosa23.ElpesodelospreparativoshabíacaídosobreloshombrosdelP.Gil,quien,ayudadodelaspersonasdebuenavoluntadqueseprestaronaello,organizónosólolafiestareligiosa,sinotambiénalgunaparte de la profana, la iluminación, los fuegos y la ceremonia de la primerapiedra.

Enaquellosúltimosdíasnohabía tenido tiempoapensar.Había sidomenosdesgraciado. Pero sus fuerzas estaban agotadas con tanta menuda y enfadosaocupación, y gozaba con voluptuosidad de un corto momento de reposo, enespera del trajín del día siguiente. Caíansele ya blandamente los párpados,cuandoseabriólapuertaconviolencia,haciéndoledarunbrincoen labutaca.Aturdidoporlasorpresa,conlosojosdesmesuradamenteabiertos,vioaObduliaque penetraba como un huracán y se dirigía a él con la fisonomía alterada,mostrandoenellaagitaciónycólera.

—¿Sabeustedloquepasa,padre?—lepreguntósinsaludarle.

Elcoadjutornorespondió,interrogandosóloconlavista.

—Puesacabodesaberquelehanbirladoaustedelcargodecoadjutor...SelohandadoaD.Narciso.

—¿Nadamás?—preguntósorprendidoaúnelpresbítero.

—¿Ylepareceaustedpoco?—exclamóconímpetu.—Despuésdeloqueustedhatrabajadoenestepueblo,despuésdehaberlopuestotodoenorden,despuésdehaber logrado que se edificara la iglesia... Porque a usted exclusivamente sedebe...todoelmundolosabe...¡Quitarleloqueleperteneceydarlelaplazaaun

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D.Narciso!...¡Esunainfamia!¡esunasco!...¡Québienhanmanejadolaintrigaesosenvidiosos!¡YameparecíaamíquetantoviajeaLanciaalgosignificaba!...Por supuesto que yo bien sé quién le ha ayudado... ¡ya lo creo que lo sé!D.ªFilomenaesprimahermanadelgobernadordeMadrid,yporahívienelacosa...¿Y qué diremos del señor obispo que, sabiendo los servicios que usted haprestado a la religión en este pueblo, se presta a servir de juguete a una viejaverde? ¡Qué indignidad! ¿No le dije bien a tiempo que no se durmiera en laspajas?...¡Ah,quéinfamiatangrande!¡Quéinfamia!¡Quéreteinfamia!

Hablaba atropellándose, con las mejillas encendidas, vibrando por los ojosrayosdeira,agitandolasmanostemblorosas,moviendotodosuesbeltocuerpocomosiestuvierasujetoaunafuertecorrienteeléctrica.ElP.Gillacontemplabaestupefacto.Porfin,aprovechandouninstantedevacilación,antesquedenuevotomaravueloylanzaraotrasartadedenuestos,laatajódiciendo:

—Agradezcoaustedmucho,hijamía,elinterésquememanifiestaenestaqueustedcreeinjusticiaquesemehace,yquenoloes.Yonohedeseadonuncaesecargonihehechonadapormerecerlo.Lapersonaaquienseencomienda,siesciertoloqueustedmedice,meparecedignísimaymelleva,entreotrasmuchasventajas, la de la antigüedad. Pero sobre todo, aunque en efecto se cometieraconmigounainjusticia,¿aquévieneesaalteración?¿Aquévienenesosinsultosapersonasrespetablesporcuyacabezanohabrápasadolaideadehacermedañoalguno?

Obduliasepusofuertementecoloradaydijobalbuciendo:

—Porqueustedesunsanto...sí...porqueustedesunsanto.

—¡Quésanto!—exclamoelclérigoalzandolamanoconimpaciencia.

—Sí;porqueustedesunsantoymiratodasestascosasdesdelaalturaenqueseencuentra...Peroesunainjusticia,padre;¡esunavillanía!—añadióvolviendoa exaltarse.—Usted es demasiado bueno para vivir entre esta gente... y lesacrificancomouncordero...¡Sifuerayo!...¿Creeustedquenomeapenaverleaustedhumillado,verlepisoteadoporesospelelesquenosirvenparalimpiarleloszapatos?...¿Noestristequeotrorecojaelpremiodesusafanes?...Austednole importaránada,padre,peroyonopodré,sinquemeardatodalasangredelcuerpo,verleausteddeexcusador,desimpleayudantedeese...deesefarfantón.

Se dejó caer en una silla y comenzó a sollozar; pero levantándose súbito,prosiguió, dando patadas de rabia en el suelo, agitando frente a la puerta los

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puñoscerrados,conunavozconcentradayásperaquedabamiedo:

—¡Pillos!¡Infames!¡Herejes!¿Creéisqueoshadesalirbienlacuenta?Puesnoossaldrá,porquehayunDiosenelcielo...yporqueestoyyoademássobrelatierra,queoshededartodavíaalgunaguerra...¡Vayasiosladaré!...¡Yaveréisde loque es capazunapobremujer!...Noos reiréis, no...Yaveréis cómomearregloparaecharunagotitadehielenvuestroplatodecrema,paraquenoosrelamáis,¡puercos!...

Concluyóporsentirsemal.FuenecesarioqueelP.GilllamaseaD.ªJosefaylemandasetraerunatazadetilacongotasdeazahar.

A las nueve de la noche aún no habían concluido de adornar la iglesia lasseñoritasylosobrerosquelassecundaban.Laveladaseprolongósabrosamentepara todas aquellas almas piadosas que servían a su Amo Divino en talespequeñosmenesteresconunaespontáneaalegríaprecursoradelaquehabrándesentirenelcielocuando,trasformadasenángeles,rodeencantandoeltronodelAltísimo.Aquíunacortinaquetapelasuciedaddelapared,allíunaaraña,másallá un jarrón con flores, todo discutido larga y calurosamente antes de sercolocado en su sitio.Las quemás se distinguían en la obra de ornamentacióneranD.ªMarcialayMarcelina,laprimeraporsuactividadfrenética,lasegundaporsugustoyhabilidad.PresidíalostrabajoselP.Gil,comocoadjutorinterino,pero la mayor parte de las damas atendían ya más a las indicaciones del P.Narciso.LanoticiadesutriunfohabíavoladoportodoPeñascosa,ylasseñoras,con su inclinación nativa a todo lo que brilla y alcanza éxito lisonjero en elmundo,comenzabanasentirdenuevociertaternuraporél.Enlosgruposqueseformaban por los rincones del templo cuchicheábase dirigiéndole miradasfurtivas, acogíanse todas sus palabras con mirada benévola y sumisa, se lecolmaba de atenciones. Mientras tanto, D.ª Filomena, procurando ocultarsedetrásdetodas,gozabaenloprofundodesucorazóndeaquelfaustosuceso,quea ella sola se debía, acariciaba a su director con unamirada húmeda y suavedondesepintaba la ternura,elsecretoy lasumisión.Obduliasehabíaretiradotemprano,nopudiendosoportar tantaasquerosaadulaciónyelabandonodesuamadoconfesor.AdemásMarcelinalehabíadirigidounapulla,yaunquehabíacontestadoconotramás sangrienta,queenestonunca sehabíaquedadoatrás,teníamiedoaenfermardeira.

No todoerabienandanza, sin embargo,para los futurosquerubesde la cortecelestial. DonMiguel, el terrible párroco, turbaba de mil modos, a cual másgrosero,lapazdesucorazón,oraechandounacortinaalsuelobajopretextode

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queletapabaalgunaimagen,bientrasladandolosjarronesdefloresadondeseleantojaba,odeteniendoalosrecadistasyempleándolosenotrosmenesteres,etc.,etc.Ninguna censura omandato episcopal podía debilitar la energía del ferozcabecilla ni hacerle doblar la cerviz. Él era el cura propio de Peñascosa yningunapotestadde la tierra, ni ladelmismoPontífice, podíaprivarlede estecarácter.Quelepusierancoadjutor.Bueno,élsereíadelcoadjutor,ysisetorcíaun poco, le alumbraba un par de coscorrones para que anduviera derecho.Felizmentepara todos,elP.Gilera lamansedumbrepersonificada,y ledejabapasarconcuantoquería,contalquenotocasedirectamentealacuradealmas,yesto último no era, como ya sabemos, la especialidad deD.Miguel. Pero lasdamasprotestabansordamentecontrasutiraníayesperabanconanheloqueD.Narcisoempuñaraconmásbríolasriendasdelaparroquia.

—¡Holgazanazas! ¡Pendonas!Mejorestabaisenvuestrascasasespumandoelpucheroorecosiendocalcetas...¡Lástimadevaradefresno!Siyofueramaridoopadrevuestro,yaosdiríaloqueeracandonguearatodashorasporlaiglesia...

Estos y otros requiebros semejantes eran los que el curamurmuraba por losrinconesdelaiglesiaentonobastantealtoparaquepudieranoírle.Yclaroestá,todas aquellas rosas místicas, oyéndolas, se estremecían en sus cálices y seplegaban tímidamente. Susurrábanse al oído amargas quejas, mas no osabanproducirlas en voz alta. D.Miguel eramuy capaz de echarlas de la iglesia acoces. No teniendo ocasión de hacerlo, el párroco aliviaba su corazónadministrandounpardeellaseneltraseroacualquiermonaguilloquetropezabaensucamino.

Mientrasestosucedíaenla iglesia,unamuchedumbreinmensaseagolpabaalas puertas delÁgora, donde su digno presidente, D. Gaspar de Silva, estabaensayandoadosdocenasdejóvenesartesanasunhimnodesuinvención(músicadeldirectordelabandamunicipal)paracantarduranteelbanquetedelteatro.Ylas voces argentinas del coro salían a intervalos por las ventanas de la casa,despertandoenlamultitudunentusiasmosinlímites,queestallabaenaplausosyenhurras.Detalmaneraquealcabodealgúntiempovariosdignísimosvecinos,deoficiopescadores,pidieronagritosquesepresentaseD.Gasparalaventanapara tributarle loshonoresmerecidos.Elgranpoetano tuvomás remedioquecedera esta exigenciade lamultitud,que le recibióconpalmoteoatronadoryfuertesvivas.Lasiluetaangulosadelvatesedestacóenelhuecodelaventana,ypudoverseclaramentequesellevórepetidasveceslamanoalsitiodelcorazón,conlocualelentusiasmodelamuchedumbreseconvirtióenverdaderodelirio.

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Unvientoderegocijo,depurayfervorosaalegríasoplabaporelvecindariodelanoblevilla.Habíandeseadosiempreuntemplomásdignoymáscapaz,peronosedabancuentacabaldelaimportanciaqueestotenía.Sólocuandosupieronpositivamente que iba a alzarse uno en la plaza, demayores dimensiones quetodos los de Sarrió, sintieron removidas hasta las últimas fibras de supatriotismo.Nohubograndenipequeñoquenorepitieseconfrenesí:«Cuarentay cinco cincuenta de largo, treinta veinticinco de ancho. La iglesia mayor deSarriónotienemásquecuarentaporveintiochocincuenta.»Estabanreservadasaúnalcorazóndelosbeneméritospeñascosotraporcióndealegríasinefables.Elpavimentodelnuevotemplonoseríadebaldosacomún,comoeldeSarrió,sinode azulejos; los altares vendrían tallados de Italia, los cristales deLondres; elaltarmayorsería tododemármol.Cadaunodeestospormenores,repetidosdebocaenboca,leshacíaderramarlágrimasdeternura.

Enlaplazaysitioquehabíadeocuparelnuevotemplosehabíalevantadouncadalso para las autoridades, los próceres del pueblo y las damas. Desde estecadalso,elobispocolocaría laprimerapiedra,queyapendíadeunoscordonesde seda, perfectamente preparada. En el teatro no cesaba el martilleo paracolocar la mesa del banquete, guirnaldas y trofeos. Sobre cada uno de lospesebres, llamados palcos, colocaron dos banderas nacionales cruzadas; unaguirnalda de laurel las iba enlazando todas graciosamente. Fue idea de D.Peregrín Casanova, que también había presidido un banquete en el teatro deTarragona en los quincedías quegobernó aquella provincia.Por último, en elCampodelosDesmayosestabanyatendidoslosalambresparalailuminación,sibiennopendíandeellosaúnlosfaroles.Estosedejabaparaloúltimo,pormiedoalalluvia.

No había cuidado. El día 24 amaneció sereno. Unas cuantas nubecillasimpertinentes, que se amontonaban del lado de tierra, fueron barridas muypronto por la brisa del Nordeste, con gran regocijo y aplauso de todas laspersonassensatasdelapoblación.Elmarserizabablandamentesonriendoalaprivilegiadavilla,yelsolasomabamajestuosamentesudiscopordetrásde lasolas,dispuestoadargustosiquieraunavezensuvidaaloshonradospeñascos.PorquedesdetiempoinmemorialsesabíaqueapenassepreparabaunafiestaenPeñascosa,elsoltomabalasdeVilladiegoydejabaquelasnubesdiesenbuenacuentadeella.Cuatrodocenasdecohetesdedinamita,capacesdeestremeceralosmuertosensustumbas,anunciaronsusalida.Lamurgamunicipalsaludóalastrodeldíatocandoporlascalleslafamosapolkadelosparaguas.Despuéssesituó en elCampode losDesmayos, rodeada de un enjambre de chiquillos, y

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ejecutó algunaspiezas deópera.Elmar, batiendo suavemente en las peñas, leservíadecontrabajo.Hastaqueaesodelasnuevesefuehacialaplazatocandounpasodoble,ydesdeallísalióporlacarreteradeLanciaaesperaralprelado,algobernadoryalaspersonasquelosacompañaban.

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No tardaron en llegar en seis coches que con el estrépito de sus ruedasestremecieron de júbilo la villa. Una nube de cohetes estalló en el aire. Losviajerosfueronacogidosenlaplazaconinmensagritería.Todopeñascoenusode sus extremidades abdominales salió del domicilio en aquella sazón, pararegocijar la vista con el espectáculo de la bella comitiva. El obispo era unhombrealto,gordo,conelpeloblancoylafazredonda,delunallena,adornadadegafas.Elgobernadorunhombrecilloenteco,pálido,deojoshundidos.VestíadegranuniformeycruzabasupecholabandadeIsabellaCatólica.Igualmentelaspersonasquelosacompañabanlucíancruces,uniformesycondecoraciones.Detrásdeellosmarchabaelpiquetedecarabineros.Alverdesfilaraquellúcidoyesplendoroso cortejo, la fantasía, siempre propensa a la exaltación, de lospatriotas peñascos, se arrebató de un modo inexplicable. El orgullo de habernacidoenaquelpuebloprivilegiado lesembriagócomonunca.Porun instantecreyeronestarenlacapitaldeungran imperio,que losojosde todoelmundocivilizadoestaban fijos enPeñascosa. Irresistibledebíade ser esta embriaguezcuandoapersonatangraveycalificadacomoD.JuanCasanovaselesubióalacabezahastahacerlecaminardelantedelacomitivaconelsombreroenlamano,gesticulando y hablando solo como un loco. «¡Cuándo habíamos de pensar—exclamaba agitando el sombrero!—¡Cuándo habíamos de pensar que sereunieran en nuestra villa tantas notabilidades, tantas personas eminentes delclero, de la administración y de la milicia! ¡Alegraos, vecinos de Peñascosa!¡Alegraos! Para nosotros comienza la era de la justicia. Esta pobre villa, tanpostergada¡yasabéisporquien!...estapobrevilla,tanpostergada,levantaalfinla cabezaydirá almundoentero loquevale... esoes... loquevale.Sihemossidoesclavoshastaahoradeotropuebloquenovaleloqueelnuestro,yahemosroto nuestras cadenas. ¡Salid a los balcones, bellas peñascas! ¡Salid a losbalconesyarrojadfloressobrenuestrosilustreshuéspedes!¡Salid!¡Salid!»

D. Juan Casanova había ganado mucho en emoción, en calor, durante estatirada. La voz salía temblorosa, ronca. Pero la imparcialidad nos obliga aconfesar que había perdido algo de su majestad característica. Por lo menosaquellosmovimientosdescompasadosdehombrosycabezaeraninexcusablesenun hombre tan elevado física y moralmente. Los chicos que iban a la par lemiraban con asombro, y las bellas peñascas, evocadas por él, si no arrojabanflores, sonreíandesde losbalcones al verle tandescompuesto,mostrandounashilerasdedientescomonuncaveréisenSarrió,yooslojuro.

Despuésde tomarun refrigerioen lasConsistorialesydescansarunpoco, lacomitivaserestituyóalaplaza,dondeseefectuóconunasolemnidadcapazde

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hacerderramarlágrimasalateomásempedernidoelactodecolocarlaprimerapiedradelanuevacasadeDios.UnodelosquemásbullíanymangoneabanporallíeraD.JoséMaríaelboticario,elantiguosuscritordeElMotínycorifeodelosmasones,dandoclarotestimoniodequeparaDiosnohayimposibles,yquenadie puede decir que está por completo dejado de su mano. Después elgobernadordirigiódesdeeltabladolapalabraalpueblo,yaunquesudiscursonollegó a más de tres o cuatro metros de distancia, el pueblo comprendió enseguidaconadmirableinstintoquerebosabadeelocuenciayseentusiasmódeunmodofrenético.Centenaresdeboinasdetodoscoloressurcaronelaireenpruebadel efecto mágico que entre ellas había producido la oración de la primeraautoridad civil de la provincia. Los cohetes y lamurgamunicipal secundaronestagloriosamanifestacióndelasboinas.Unamuchedumbreinmensadeblusasazulesypantalonesrayadosseagitóconmovida,embargadaporlosmásnoblessentimientosreligiososyhumanitarios.

ActocontinuosetrasladarontodosalaantiguaiglesiaparroquialparacantarelTeDeumenaccióndegracias.Eltemplo,adornadocomoyasabemosporlomásselecto de la sociedad femenina de Peñascosa, estaba deslumbrante delentejuelas,arañasycirios.EldíaanteriorhabíallegadounaexiguaorquestadeLancia,compuestadedosviolines,unaviola,unvioloncelloyuncontrabajo,yconellatresocuatrocantoresdelacatedral.Losmúsicossesituaronenelcoro,elobispoyelcleroenelpresbiterio.DonMiguel,el tozudopárroco,noquisorevestirseconlossagradosornamentos,bajopretextodesusachaques,ysefueal coro con la orquesta. El prelado dijo una breve y sentida plática desde elpúlpito. Tenía una hermosa voz de barítono que hizo vibrar las cuerdas másdelicadasdelcorazóndetodaslasrosasmísticasdelavilla.Elbrillodelpectoralde diamantes y de los cristales de sus gafas daba mayor realce y un podermágicoasupalabrasonora,dulce,persuasiva.

CantosedespuéselTeDeum. Los tiples y los bajos de la catedral deLanciahicieronprodigiososgorgoritos,quedejaronasombradosalosbuenospeñascos.Ladiminutaorquestalessecundóperfectamente;PeroheaquíqueaD.Miguelseleantojamirarconmalosojosalpobrecontrabajo,tansóloporquenopasabaelarcosobrelascuerdamásquedevezencuando.Elpárrocoestabaderodillasyteníadelanteyvueltodeespaldasalmúsico.Mirábaledehitoenhitoycadavezconmayorexcitación.Elmúsicocumplíaconsudeberrozandolascuerdasparsimoniosamente,produciendoun sonido sordoyantipático.AD.Miguel leparecíaaquelloelcolmodelaestupidezylaholgazanería.VenirdeLanciaconunbuensueldoyelviajegratisparahacerunascuantasvecesron,ronconaquel

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trasto,eracosaverdaderamenteirritante.Laoladelaindignaciónfuesubiendoensupecho.Milpensamientosdeexterminio se leamontonaronenel cerebromientras su mirada torva y siniestra permanecía clavada en las espaldas delinfelizcontrabajo,bienajenoporciertodelossentimientossanguinariosqueenaquelmomentoinspirabasuinofensivapersona.Alfin,habiendodejadoescaparun acorde más áspero y estridente que los otros, el viejo párroco no pudoaguantarmás,ylevantándosevivamente,sefuehaciaélyleencajóunapatadaen los riñones que le hizo caer de bruces. Allá fueron el músico y su violónrodandoconestrépito.Alruidolevantaronlacabezatodoslosfieles.Satisfechasujusticia,D.Miguelsevolvióalsitioqueocupabaantes.Cuandoeldesdichadomúsico vino a preguntarle por qué había hecho aquello, respondió que él noquería gorrones en la iglesia y que hiciese el favor de marcharse con suarmatostemáslejos,porquenodabapalabradecontenerse.

ConcluidoelTeDeum, volvieron, comoes lógico, a restallar en el aireotrascuantas docenas de cohetes de dinamita. Los simpáticos hijos de la Pepaina,Chola y Lorito, estuvieron a punto de perecer, víctimas de su arrojo, alapoderarsedeunoqueaúnnohabíachasqueado.D.Miguel,cuandosupoquesehabíanquemadolacaraylasmanos,manifestó,deacuerdocontodoslosSantosPadres, que creía en la intervención directa de la Providencia en las cosashumanas.

Pocodespuésdiocomienzoelbanqueteenelteatro.Exceptuandoelobispoysusfamiliares, todos loshuéspedesdeLanciaasistieronaél.Eranmásdecienloscomensales,queocupabantresmesasparalelas,situadasenelrecintodelasbutacas.EnelescenariosecolocóelcorodemuchachasensayadasenelÁgoraporD.GaspardeSilvayeldirectordelamurgamunicipal.Lospalcosestabanocupadospor cuantodeelegante, aristocráticoyexquisitoguardabaPeñascosaen su seno. Apenas sirvieron la sopa, se dejó oír el himno de D. Gaspar.Comenzaba por una especie de recitado de notas lúgubres, prolongadas,ejecutadoporuntenorete,ebanistadeoficio.Decía,sinorecordamosmal:

«Peñascosa,tristeayer,Hoyventurosa,Sacudelaapatíaenquevivió,YselanzaalprogresoentusiasmaaaadaYselaaaanzaalprogresoconardor.»

Despuésdeestatirada,sombríacomounlamento,queeltenorcantócontodoel énfasisdequees susceptibleunebanista encasos semejantes, lasdoncellas

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arremetieronvigorosamenteconelalegro.

«ElpuebloanimosoYllenodeesperanzaAgozaaaaarselanzaConmágicoardor.»

Estehimnodecorteclásico,yquebienpuedecompararse,sindesmerecer,conlos más inspirados de los sacerdotes salios, en el caso de que conociésemosalguno,despertóinmediatamenteenloscomensalesyenelpúblicomilideasdeprogreso indefinidoyperfectibilidad.Porunmomento todosaquellosespírituselevados vivieron dos siglosmás adelante y vieron con los ojos del alma unaPeñascosa ideal cuajada de fábricas y cervecerías. ¡Poder maravilloso de lapoesía!Seaplaudiófuriosamenteconlasmanosyconlascucharillas.Yaunquealgúnpersonajedeespírituligeroyafeminadomanifestóporlobajoqueloqueélaplaudíaeranlosojosnegrosylosdientesblancosdelaspeñascas,tenemoslacerteza de que la mayoría supo apreciar perfectamente la intención pura y elclasicismodelhimnodelvatedePeñascosa.Lapruebadeelloesquecuandoseescuchóenunadelaspesebreraslavozde:«¡Quesalgaelautor!»,entodaslasdemássepusieronagritar lomismo,y losconvidadosexpresaroncon labocallenaidénticodeseo.D.Gasparsalióalfinalescenarioyavanzó,dobladocomoun arco, hasta el borde del tablado. Después, haciendo un esfuerzo sobre suscallos,sevolvióprontamenteyfuearecogerdelforoalautordelamúsica,unhombrecilloregordete,quesepresentóconlospelostiesoscomounaparecido.El público rompió a aplaudir calurosamente al verlos cogidos de lamano.D.Gaspar apuntabapara el director de lamurga comodiciendo: «Aéste se debetodo.» El director de la murga apuntaba para D. Gaspar, manifestando pormímica: «El triunfo es de este señor.» Por último, en la imposibilidad deexpresardeunmodomásplásticolaprofundaadmiraciónqueelunosentíaporelotroylaperfectacompenetracióndesusespíritusentusiastas,seabrazaronenmediodelescenarioypermanecieronunidosbastantetiempo.

Nosabemosquéinfluenciamisteriosa,mágicapuedeejercersobreunconcursoelactodeabrazarsedosindividuosdelmismosexo;perosiemprequelohemosvisto declaramos que produjo el mismo efecto sorprendente. El público selevanta electrizado, grita, aplaude, saca el pañuelo, gesticula con violencia yhasta hay señoras que derraman lágrimas. ¿Por qué? No nos lo preguntéis.Creemosquelaciencianoseencuentratodavíaenestadodedarunaexplicaciónsatisfactoria a este enigma. Aquello fue un vértigo, un delirio; más de diezminutosduróelestrépito,mientrasEuterpeyTalíapermanecieronestrechamente

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abrazadas. Cuando empezó a sosegarse el tumulto se oyó uno voz que dijo:«¡Quesebesen!»Alparecer,quienlanzóestegritofueunperiodistadeLancia.Sisetratabadeunabroma,laverdadesqueteníabienpocagracia.Burlarseenaquel acto solemne donde se festejaba la regeneración moral y material dePeñascosa, erauna insolencia,y comodecíamuybienD. JuanCasanova,«nodaba buena idea de la cultura de la prensa de Lancia.» No se besaron, pues,aunque D. Gaspar mostró ciertas tendencias a hacerlo, aproximandodemasiadamente sus narices color violeta al rostro del aparecido; pero éste loretiró,dandopruebasdeprudencia,puessehablabaentérminosmuygravesporPeñascosadelasnaricesdeD.Gaspar.

Terminadoelhimno,comenzódenuevoyserepitióindefinidamentehastalospostres. El gobernador volvió a dirigir la palabra al público. A unosgobernadores les da por destituir ayuntamientos, a otros por llevarse loscolchones que les pone la Diputación provincial. A éste le daba por laelocuencia.LecontestóD.PeregrínCasanova,y tuvoocasiónde llamarle«midistinguidocompañero»yaludiralosaltosdeberesqueimponeelgobiernodeunaprovincia,«queélhabíatratadodecumplirenotrotiempoenlamedidadesusdébilesfuerzas.»HablótambiénD.JoséMaríaelboticario,abogandoporelfomento de la religión como «elemento de progreso» (le quedaban ciertasfrasecillasdeltiempoenqueeralibrepensador)ycomo«frenoparalosapetitosbastardos.»HablódonJoséelestanquero;hablóD.RemigioFlórez,elfabricantedeconservasalimenticias;hablóeldirectordeElPorvenirdeLancia(quehacíapocos días se había batido a sable conD. Rosendo Belinchón, director deElFaro de Sarrió). Y habló otra vez el gobernador. Un redactor de El JovenSarriense trató de pronunciar algunas palabras, pero le interrumpieron conalgunosmurmullosdesde lospalcos,ysesentómuydesabrido.Porúltimo,D.GaspardeSilva avanzópor el escenario conunpapel en lamano.«¡Silencio!¡Chis,chis!...¡Quesecallen!—¡Silencio!¡Fuera!—¡Chis,chis!»Enmediodeunsilencio religioso, el famoso vate de Peñascosa comenzó a leer con vozdramáticaunaOdaa laReligión.Los temas sagradosno eran su especialidad.Había preferido siempre poner la lira al servicio de la libertad y de las ideasdemocráticas. Su mejor composición era un soneto al pacto sinalagmáticobilateral. Comprendiendo, sin embargo, con profunda intuición, el sublimedestinoqueelcielolehabíadesignado,cantaba,comolosvatesysemidiosesdelaantigüedad,todoloqueseofrecíaasuvista,lapazylaguerra,lademocraciaylosseñoríos,lareligiónyellibrepensamiento.Estaoda,queempezaba:«¡Ohdulcereligióninmaculada!»erainspiradísimayfuerecibidaconvivasmuestrasdeaprobación.Elbanqueteterminódenochecerrada.

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A las seis, el sacristán y algunos empleados del municipio comenzaron ailuminarlosfarolillosalavenecianadelCampodelosDesmayos,detalmodoquealasochoestabancasitodosencendidos.Laveladasepresentómuyalegre.Enunode losángulosdelCampobailaban losaldeanosalsonde lagaitayeltambor;enotrohacíanlopropiolasartesanasalcompásdelabandamunicipal.La gente discurría por el espacio libre cada vez conmenos desahogo, pues lacalle del Cuadrante no cesaba de vomitar blusas azules y pañuelos de percalsobreelcitadoCampo.Lomásexquisitodelasociedadpeñasquenseserefugióen el pórtico de la iglesia, estableciendo la consabida división de castas.Organizose un paseo inmediatamente donde los forasteros de Lancia pudieranapreciar de un solo golpe de vista todo lo grande ymajestuoso que encerrabaPeñascosaen su seno.Allí estaba la tertulia enmasadeD.ªEloisa,y además,otrapartedelanoblezadelavilla,conlacualnohemospodidoponerallectorenrelación.Despuésdehaberdisfrutadoporlargoratodelplacerdeverse,comolos inmortales en el Olimpo, aislados y encima del resto de los seres de lacreación, aquella sociedad hizo irrupción en elCampo de losDesmayos, paracontemplar los fuegos artificiales de los renombrados pirotécnicos palentinos.Entrósindescomponerse,conundesdényunagravedadcalculadosparahenchirderespetoelcorazóndelascastasinferiores.

Deslizándosecomounmonoporlosparajesoscuros,buscandolaproximidadde lasmujeresobesas,ycuandono, lade lasqueestabanen regularescarnes,andabanuestroamigoOsuna,eladministradordelacasaMontesinos.Alahoraenquelesorprendemosnosehabíaganadomásqueunabofetada;casoextraño,porqueenestasnochesde jolgorio solíaencontrarseconmediadocena,por lomenos.Algodesengañadobajoesteaspecto,notantoporlasbofetadascomoporlo que las precedía, movíase impaciente echandomiradas carniceras en tornosuyo, sin hallar un sitio lo bastante ameno y deleitoso para fijar sus pasos.AquellanochesehabíandadocitatodaslasflacasdePeñascosa.Masheteaquíquecuandoempiezaaarderlaprimeraruedadepólvora,columbranomuylejosalafrescaD.ªTeodora,alsueñoconstantedesuexistencia,másradianteymáslozanaquenunca,consuscabellosblancosysusmejillasrosadasdecutistersoybrillante.Verlayemprenderlamarchahaciaellafuetodouno.Peroestamarchaentalescircunstanciaseramásdifícildeloquecualquierapuedeimaginarse.Lagente se apiñabaaver los fuegosypermanecía inmóvil, formandounaespesamuralla. Nuestro jorobado la atravesó con arte diabólico, retorciéndose comounalagartijaparapasarporlosagujerosmásestrechos.Despuésdeunbuenratologró colocarse detrás de la simpática jamona. Estaba escoltada por los doshermanos Casanova, que la habían acompañado en unión de la doncella.

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Continuaban disputándose su corazón, con empeño rabioso por parte de D.Peregrín,connobleyseveratranquilidadporladeD.Juan.Enestecertamendeamor lavirtuosaymaduraseñoritapadecíamucho,porcreerseculpablede lasreyertasquealomejorestallabanentrelosdoshermanos.Procurabaconservarla neutralidad, pero se echaba de ver que D. Peregrín llevaba la peor parte.Explicábale éste, con el tono de suficiencia que le caracterizaba, algunospormenoresinteresantesdelaindustriapirotécnicaycitabaalgunosfuegosquehabíavisto,ensuépocadecovachuelista,verdaderamenteasombrosos.ElpobreD.Juan,quenohabíasalidojamásdelestrechorecintodePeñascosayquenopodíacitarnada,callabacomosiempre.Perolapulquérrimajamonaledirigíadevez en cuando una mirada suave y una sonrisa más suave aún, que podíanindemnizarledesuvidasedentaria.

Cuando D.ª Teodora volvió la cabeza para ver quién la apretaba tanto y seencontró con Osuna, cambió de color. Aquel maldito jorobado no la dejabajamásenpaz.Enlatertulia,enelpaseo,enelteatro,enlaiglesia,entodaspartesdondetuvieraocasióndeaproximarse,erasabidoqueseveíanecesitadaasufrirel contacto asqueroso de sus piernas y a veces de susmanos también. Osunaconocíabienelterrenoquepisaba.Labellaypudorosajamonasehubieracaídoantesmuertadevergüenzaqueconfesaraalgunolosatentadosdequeeraobjeto.Pero sino los confesaba, cualquierapodría cerciorarsede ellos,observandoelestadodeagitaciónenquesehallaba.Enestaocasióneljorobadoanduvoaudazen demasía. D.ª Teodora comenzó a darmuestras tales de inquietud que paracualquieraseríanvisibles.D.Juannolasvio,sinembargo.Eraunvarónpuroymagnánimo,incapazdesospecharlasgrandessuciedadesquepuedehabersobrelatierra.PeroD.Peregrín,comohombredemundo,concluyóporadvertiralgodeloquepasaba.EspióaOsunaconelrabillodelojo,ycuandopenetróensuespíritu gubernamental el convencimiento de la trasgresión que se estabacometiendo,comenzóa roncarysilbarpor lanarizcomounvaporenpeligro,lanzando al mismo tiempo centelleantes miradas de indignación al audazjorobado.Ésteprescindióenabsolutodeaquellos silbidos temerosos,ynoviosiquiera la expresión fatídica de los ojos del ex-gobernador interino deTarragona.¿Quéhabíadesuceder?Lacalderadelremolcador,noteniendomásdesahogoqueeldelanariz,estallóconhorribleestruendo.

—¡Oigausted,grosero,sucio,cínico,desorejado!—rugióD.Peregríncogiendopor el cuello al contrahecho y sacudiéndole con rabia.—Si usted continúa enmodoalgunomolestando a esta señora, con estamano (alzando la derecha) ledoyunabofetadaenestamejilla,yconlaotra(alzandolaizquierda)ledoyotra

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bofetadaenlaopuesta.Actocontinuolevuelvoausted,yconestasbotasgordasqueustedveaquíledoyausteddospuntapiéseneltrasero.

El físico deD. Peregrín no era a propósito para infundir terror pánico en elcorazón de sus enemigos. Sin embargo, su continente severo y administrativocomo pocos y el torrente de voz grandioso con que la naturaleza le dotarasuplíanbastantebienladeficienciadeotrosórganos.Además,Osunaeraunsermásdébilymásruinqueél.Porestoyporeltumultoquesearmóenseguida,envez de hacerle frente, se escurrió entre la muchedumbre y desapareció en unmomento.D.ªTeodora,alverseobjetodelacuriosidadpública,sedesmayó.D.Juany ladoncella la sostuvieron.D.Peregrín siguió increpandoa su enemigoausente. La muchedumbre rió, gritó, se agitó tumultuosamente. Al fin todoquedóenpaz,ylapudibundajamonatornóasudomicilio,dondeladejaremosesparciendountorrentedelágrimas.

Obdulia, agitada todo el día por un vivo dolor y por un deseo rabioso derepararlainjusticiaquesehabíacometidoconsuamadodirectorespiritual,nosaliódecasanidelacama.Estabarealmenteenferma.Teníafiebre,lafiebrequeproduceenlostemperamentoscomoeldeellaunpensamientoúnicoquesevaexacerbando por grados. Al llegar la noche se levantó y se vistióapresuradamente. Sus grandes ojeras azuladas semarcaban ahora de unmodochocante.Unaarrugaprofunda,signoderesolucióninquebrantable,lesurcabalafrente.Llamóaladoncellaylemanifestóquequeríasaliraverlosfuegos.Todolo que ésta hizo por disuadirla, representándole el grave daño que podíaocasionarleelfríoylahumedaddelanoche,fueinútil.Cogiólamantilla,selaechóencimadelacabezaconmanoconvulsa,obligóaladomésticaaponerselasuyayselanzaronalacalle.ElCampodelosDesmayoshervíayadegente.Lescostómuchotrabajoavanzarhastacolocarseenelmedio.Obduliaqueríaatodotranceacercarsea lacasadelpárroco,dondesealojabaelprelado.Habíavistobrillarlasgafasdeésteyocultarseenseguidaenunadelasventanas.Debajo,ala puerta misma de la rectoral, un grupo numeroso de muchachas bailaba lagiraldilla, cantando a grito pelado coplas de circunstancias improvisadas en elmomento. Aludían en ellas a la nueva iglesia, piropeaban al obispo, algobernador,alospróceresdePeñascosa,sinquefaltasetampoco,porsupuesto,laconsabidapuntaditaaSarrió.

La imaginación de la hija de Osuna trabajaba sin descanso, aumentando lacalenturaquelaconsumía.Masporencimadelosmilpensamientosyfantasmasque daban vueltas en ella, asomaba una idea fija, tenaz, que la impulsabainconscientementeaabrirsepasoconloscodosporlamuchedumbre,seguidade

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la doncella, que no comprendía el afán de su señorita. Cuando estuvieronpróximasalarectoral,lajovensedetuvounosminutos.Observóconelrabillodelojoa sudoncella,ycuando laviomásabsortaen lacontemplaciónde losfuegos que se estaban quemando, maniobró hábilmente y se alejó de ellaocultándoseentrelagente.Unavezsola,sedetuvootravez.Despuésdedirigirinfinitas miradas de ansiedad y temor a la casa del párroco, después deresolversemás de veinte veces y de arrepentirse otras tantas, al fin se deslizócomo una sombra por detrás de las muchachas que bailaban y del círculo deespectadoresqueteníanentorno,yseintrodujoenelportaldelacasa.Dentrodeél había unos cuantos criados que charlaban contemplando desde allí lo quepodían.Teníanlapuertaabierta,yObdulia,sindecirlespalabra,seintrodujoporella y subió unas cuantas escaleras. Pero deteniéndose de repente ypermaneciendouninstanteindecisa,tornóabajarlasysedirigióalgrupodelosdomésticos.

—¿Elsecretariodelseñorobispoestáarriba?—preguntóalmáspróximo.

—¿D.Cayetano?...Sí,señora,arribaestá—respondióunodelosmáslejanos.

—¿Podríahablarunaspalabrasconél?

—¿Porquéno?...Leavisaré...Subaustedconmigo.

AscendieronambosporlasuciaescaleradeD.Miguel,puesniporlallegadadelpreladosehabíalimpiado.

—Tengaustedlabondaddeaguardarunmomento.

Poco después se presentaba el secretario, un clérigo de media edad, feo,desgarbado,perodemiradainteligenteyfranca.Lamirócongrancuriosidadypreguntó,esforzándoseenmostrarseamable:

—¿Preguntabaustedpormí,señora?

—Sí,señor.

—Ustedmedirá...

—Deseohablarconelseñorobispo.

Volvió a mirarla el secretario con mayor curiosidad aún, y después de uninstantedevacilación,apareciendoensurostrounesbozodesonrisa,respondió:

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—Usted comprenderá que la hora no es oportuna... Su Ilustrísima se va aretirarenseguidaadescansar...

—Es urgente y demucha importancia lo que tengo que comunicarle...—dijoprecipitadamente.

Otra vez la contempló el clérigo con penetrante mirada, advirtiendo suagitación.

—Bueno...LoquepuedohacerensuobsequioesavisaraSuIlustrísima...Norespondodequelarecibaaustedaestashoras...Puedeustedpasaraestasalayaguardarunmomento.Notardaréentraerlelarespuesta.

Abriólapuertadelsaloncitoderecibo,hizotraerunquinquéyladejósola.Enaquelinstantelajovensintióqueleabandonabantodassusfuerzas.Elcorazóncomenzóadarlefuertesgolpesenelpecho.Lahabitaciónsemovíasuavementecomolacámaradeunbuque.Sevioobligadaasujetarseconlasdosmanosalrespaldodeunabutacaparanoveniralsuelo.Elsecretarioaparecióalospocosminutos,ysintraspasarelmarcodelapuerta,dijoconafectadasolemnidad:

—SuIlustrísimavaallegarenestemomento.

Obduliacerrólosojosyseagarróconmásfuerzaalabutaca.Cuandolosabrióteníadelantedesílafiguraimponentedelprelado.

Laestanciasehallabaamedialuzacausadelapantallaquecubríaelquinqué.Loscontornosdeaquellafiguraseesfumabanenlasombra.Perolosdiamantesdelpectorallanzabandestellosyloscristalesdelasgafasbrillabantambiénconlosdébilesrayosdeluzquesobreelloscaían.Avanzóalgunospasosporlasala.Obduliasedejócaerderodillas.

—¿Es para algún asunto de conciencia, hija mía?—preguntole el preladodulcemente,dándolealmismotiemposuanilloabesar.

—Sí,señor—respondiólajovenconvozalteradaporlaemoción.—EsparaunasuntodelaconcienciadeSuIlustrísima.

—¿Demiconciencia?—exclamóelobispo, irguiéndose lentamenteydejandocaersobreellaunamiradadesorpresaycuriosidad.

—Laconcienciamáspura,Su Ilustrísima losabemejorqueyo,estásujetaaerror.Cuandopensamosestarhaciendoelbienhacemoselmal.ElalmadeSu

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Ilustrísimaesnobleyessanta,segúndicentodos losquelaconocen.PoralgoDioslehaelegidoparaapacentarsurebaño.PerolosojosdeSuIlustrísimanollegan a todas partes como los de Dios. Su brazo se extiende en vano parabendecir.Labendiciónnoalcanzaatodos.EntrelospastoresqueSuIlustrísimatiene colocados para ayudarle los hay que guardan con fidelidad y amor elrebaño,loshaytambiénquetienenlavistayelamorfijosensímismos...

—Levánteseusted,hijamía...¿Quéquieredecirconestaspalabras?

—Lo que quiero decirle, señor—profirió la hija de Osuna con audacia,serenándose de pronto bajo el impulso de la exaltación,—es que teníamos enesta villa un coadjutor celoso, modelo de abnegación, de mansedumbre, deactividad,quehabíalogradoafuerzadeinmensossacrificiosinspirardevociónypiedadamuchosquejamáslashabíansentido,quesinviolencianingunahabíapuestoenordenlaparroquiaydevueltoaDiosloquelepertenecía...Puesbien,hesabido...hemossabidocondolorlosfeligresestodos,queenvezdedejarleenel cargo que desempeñaba interinamente, Su Ilustrísima se lo ha dado a otrapersona...

El obispo la contempló en silencio un buen espacio. La joven, bajo aquellamirada,quepasabaporloscristalesdelasgafaspenetrante,indagadora,volvióaperderlaserenidad.

—¿Es el coadjutor interino quien la envía a usted para dirigirme unarepresentación?—preguntóconextremadososiego,recalcandocadasílabadeunmodoqueresultabaepigramático.

—¡Oh! ¡No, señor!—exclamó toda turbada la joven, poniéndose roja.—Elseñorcoadjutornotieneaspiraciónninguna.Estátancontentoconelcargocomosinél.Nadasabeninadaquieroquesepa...Hesidoyoquienporelodioquemeinspiralainjusticiameatrevíadarestepaso...acasoimprudentemente...

—¡Sinacaso!¡Sinacaso!—murmuróelprelado,sacudiendolacabeza.

Quedósela otra vez mirando fijamente sin pestañear, absorto en intensacontemplación.Obduliabajólacabeza.

—Hija mía—siguió diciendo gravemente,—la juventud tiene sus derechos.Puedeseraturdida,imprevisora,gozarsinmedidadelosdonesconqueDiosnoshafavorecido,vivirofuscadasinelpensamientodelpecado...Perola juventudno tiene derecho a jugar con nuestra salvación eterna, con la vida y con la

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muerte.LaSantaIglesiaCatólicatienesusministrosencargadosdevelarporlafe.Yo,aunqueindigno,soyunodeellosysoyresponsableanteDiosyanteelSumo Pontífice de mis actos. No he aprendido en ningún Santo Padre ni enningunadecretalquelospreladostuviéramosquedarcuentadeellosalasniñascomousted...

—¡Oh,señorobispo...yonoquería!...

—Escuche usted, escuche usted con paciencia, hija mía, escuche usted derodillasasuprelado.

Obduliasearrodillódenuevollenadeconfusión,rojacomounaamapola.Lafiguracorpulentadelobisposeagrandódesmesuradamentedelantedesusojos;sublancacabezacoronadaporelmoradosolideoresplandecíademajestad.

—Los cargos de la Iglesia católica no deben ser empleos codiciados: no sebuscan, se aceptan con humildad y resignación. Cuantomás alto,más duro yespinosoesparaelquequiereserviraDios.Usted,alhablardeinjusticia,loshaconsideradoporlovistocomounagranjería,yhapecadogravemente.Sinohedadoelcargodecoadjutoralapersonaporquienustedseinteresa,esapersonadebe agradecérmelo, pues la he librado demuchas terribles responsabilidadesquedificultaríansusalvacióneterna.

Obdulia,viendoelrayomarcharotravezhaciasuconfesor,hallópalabrasparadesviarlo.

—Vuelvoadecirle,señorobispo,queelpadreGilnadasabedeestepaso...quesemorirádepenaydevergüenzasillegaaconocerlo,porqueeslamodestiaylahumildadpersonificadas.Laestimaciónyelrespetoqueleprofeso,comotodoslos vecinos de este pueblo, y mi deseo de ver la parroquia en orden y bienservida,meimpulsaronenunmomentodeligerezaaacudiraSuIlustrísima...

—Pero¿nocomprendeusted,hija,quealdarestepaso,extrañoenunajovensensataypiadosa,secomprometeusted,yloqueespeor,comprometeustedaunsacerdotegravemente?

—¡OhVirgenSanta!¿Quéhehecho?—exclamólajoventapándoselacaraconlasmanos.—Sí,sí,comprendoahoraquehesidounaloca,quetratandodehacerunbienhecausadounterriblemal...SuIlustrísimamedespreciaytienerazón,porquenosoymásqueunapobretonta...Peronoesesolomalo...Lohorribleesquedeaquíenadelanteestaráprevenidocontraunpobreinocente...¡Jesúsdemi

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corazón,quétentaciónhasidolamía!...

Yrompióasollozarperdidamentemurmurandofrasesininteligibles.Elpreladoseinclinóhaciaellaylehablócondulzura.

—Sosiégueseusted,hijamía.SosiégueseustedyaprendaqueunsucesordelosApóstoles no puede sentir prevención ni odio. Si usted ha pecado, pida laabsoluciónasuconfesor.Seréneseusted,queningúnmalhacausadomásqueasímisma...Ni el inocente ni el culpable tienennadaque temer demí.Que lotemantododeDios...

Despuésdepedirmuchasvecesperdónyderramarinfinitaslágrimas,Obduliabesóotravezcondevociónelanillodelprelado,yselevantó.Sinalzarlosojosdelsuelomurmuródébilmente:

—Adiós,señorobispo.PerdoneSuIlustrísimaeldisgustoquelehecausado,yolvídelo.

—QuelaVirgenSantísimalaproteja,hijamía.Receunasalvepormí,quebienlanecesito—respondióelprelado,dejándolapasarymirándolaconexpresióndelástimahastaquetraspasólapuerta.

Salió aturdida, loca de vergüenza, con las manos trémulas y las mejillasencendidas.Encuantollegóacasasemetióenlacama,conunafiebrealtísima.

XI

Ya está descifrado el enigma, padre Gil—dijo D. Álvaro desde su butacaviéndoleentrar.Lasonrisaconqueacompañóestaspalabraseratancontraídayextrañaquedabafrío.

—¿Quéenigma?—preguntóelP.Gil,unpocoagitadoporelpresentimientodealgunadesgracia.

—Noseasusteusted;noeseldelaCreación:unenigmamásmodesto,eldelavenidademimujeraPeñascosahaceunosmeses...Entéreseusteddeesacarta.

Eljovenpresbíterotomódelasmanosdelmayorazgolaquelepresentabayse

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pusoaleer:

«MiqueridoÁlvaro:AcabodesaberqueJoaquinadioaluzhaceseisdíasunniño,elcualsehainscritoenlaparroquiayenelregistrocivilcontuapellido.He procurado informarme, y me han dicho que era perfectamente legítimo,puestoquetuesposahaestadoenPeñascosahaceunosmesesyhadormidoentumismacasa.Teescriboapresuradamenteparapreguntartesiescierto.Lodudomucho, porque no me has dicho jamás una palabra del asunto. Contéstameinmediatamente.

JULIO.»

ElP.Gildejócaerlosbrazos,doblólacabezaymurmurósordamente:

—¡Quéinfamia!

Elmayorazgosoltóunacarcajada.

—Pero¿aúncreeustedquehayinfamiasenelmundo?¿Dequélesirveaustedtanto como ha leído? Quisiera que me explicase cómo es posible hacerporquerías dentro de una letrina. Por lo visto, todavía se encuentra ustedasistiendoalaprimerarepresentacióndelacomedia.Yoestoyenlasegunda,ypuedodeciranticipadamenteloquehadesuceder.

—De todosmodos,D.Álvaro,meduele en el alma esta indignidadque conustedsehacometidosinmerecerla.

—¿Indignidad?¿Llamaustedindignaalaarañaqueahogaalapobremoscaensutela,oalmilanoquecaesobreelinocentepollueloyloarrebataporelaire?Pues lamisma fuerza infame (¡ésa sí que es la infame!), lamisma fuerza quemuevealaarañayalmilanoeslaquehabitadentrodemimujer.Lamosca,elpolloyyomerecemoslamismasuerteporhabernacido.Porqueeldelitomayor—delhombreeshabernacido,yalohadichoCalderón,queerasacerdotecomousted.

ElP.Gilmeditóunosmomentos,ydijoalcabo,comosisehablaseasímismo:

—No puedo acabar de persuadirme a que en nosotros no existamás que lafuerza ciega; que esta luz que de vez en cuando brilla en el corazón de loshombres,yquesellamaunasvecesjusticia,otrasamoryabnegación,dependaexclusivamente de combinaciones químicas. La infamia es infamia siempre, y

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despiertaennuestroespírituunsentimientoderepugnancia.Laarañayelmilanonosabenquehacenelmal,perosuesposalosabe.

—¿Y qué importa? Dote usted a la bestia con la conciencia de sus actos yhabráustedformadoalhombre.Laconciencianoesmásqueunaantorcha.Loscrímeneslomismopuedenejecutarseenlastinieblasquealaluz.Siyopensase,comousted,quehayunDioscreadorconscientedetodoslosseres,lemandaríaun «besa lamano» felicitándole por haber formado una criatura tan amable yencantadoracomomimujerydándolelasgraciasporhaberlareservadoparamiusoparticular.DesgraciadamentenopuedorepresentarmeaeseDiosrecibiendoen bata y zapatillas mis tarjetas de felicitación. Creo más bien que ella y yosomosvíctimasdelalógica.Lavidatieneporobjetoinmediatoeldolor...Saqueustedlaconsecuencia.Mimujernacióconuñasparadesgarrar.Yonacíconuncorazónblandoapropósitoparaserdesgarrado.Seríaunacontradicciónqueellanoarañarayqueyonofuesearañado.

—¡Ysinembargo,ustedhaamadoaesamujercontodasualma!

—¡Ah, sí!—exclamó el hidalgo, cerrando los ojos y pasando su manodescarnadapor la frente.—¡Laheamado!...Porunmomento fuicomparablealos inmortalesdelOlimpo.Lafelicidadcantódentrodemialmaelhimnomáshermoso que acompañó jamás a sus divinos juegos. El sol se levantaba y seacostaba tan sólo para dorar mis ilusiones. El mar estaba murmurando ahíúnicamente para reflejar las imágenes de oro que cruzaban por mi mente...Ningún hombre fue cazado por la especie con más precauciones, con másexquisitocuidado...TodosloslazosquenostiendelaNaturalezapararealizarsuplan misterioso se pueden evitar; hasta la misma voluntad de vivir se puedevencer; yo la he vencido, pues que apetezco con ansia la muerte. Pero estavoluntad de perpetuarse que se manifiesta en toda la especie, esta fuerzasoberana que empuja a un individuo hacia otro de sexo diferente, crea usted,padre, que es insuperable... ¡Qué brazo tan bien torneado! ¡Qué espaldas dealabastro! ¡Quémodo tan fascinador de quitarse los guantes y agitar su dedomeñique,queteníalindísimo!

—Noconozcoelamor,peroséquehaydosclases:unoelquetieneporobjetoexclusivamente el goce sensual que nos equipara a los brutos, y otro el amorpurodedosalmasquesecompletan,dedoscorazonesqueseunenparagozarypadeceralmismotiempo,paraformarunosolohastalamuerte.Ésteeselamorquenosennoblece,elúnicodignodelserhumanoyquemerezcatalnombre.

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—Enefecto,esocreentodoslospoetascursisytodaslasniñasopiladas...Peroustedesunapersonaformalynopuedepensarsemejantedisparate.Todoamor,portiernoysublimequesea,tienesuraízenelinstintonaturaldelossexos:noesmás que ese instinto individualizado. ¿Ha visto usted alguna vez unirse uncorazóndediezyochoañosconotrodeochentapara formarunosolo?Ysinembargo,eldeochentapuedesertantoymásnobleybondadosoqueeldediezyocho. Suprima usted la voluptuosidad, y ¿cuántos serían los hombres que seunieran a una mujer y soportaran la carga de los hijos y las innumerablesmolestiasdelmatrimonioporelsologustodecompletarsuespíritu?ElamornoesmásqueunatretadelaNaturaleza,padre.Paravencernuestroegoísmo,quees muy grande, nos engaña con una ilusión, haciéndonos creer que lo quedeseamosesnuestrafelicidad,cuandosóloeselbiendelaespecie.Elindividuoeselesclavoinconscientede...

Unviolentogolpedetoslecortólapalabra.PidióporseñasalP.Gilelpañueloque tenía sobre la mesa y se lo llevó a la boca. Cuando lo separó, estabamanchado de sangre. Una sonrisa de tristeza mortal contrajo sus labios alcontemplaraquellasangre.

—Ésta es la única amante que no engaña jamás, padre—dijo mostrando elpañuelo al joven presbítero, que había empalidecido.—Vea usted el beso queacaba de darme.Mañana me dará otro más prolongado; después otro y otro,hastaquemecojaentresusbrazosfríosymeestrecheeternamente.

Y lo terribledel casoeraque tenía razón.La saluddeD.Álvaro,que jamáshabíasidocompleta,searruinabasensiblementedesdehacíaunatemporada:talvezdesdelavisitainopinadadesuesposa.Habíasedemacradomuchomás,conestarlosiemprebastante.Elcolor,depálidodabayaenterroso;losojoshabíanperdidoenmovilidadyganadoenbrillo;lasmanosparecíanlasdeunesqueleto.

Desdequesupolacobardeytraidoraintrigaurdidaparaquesusbienesfueranapararalfrutodelosadúlteros,nolevantócabeza.Bebióelcálizdeldolorhastalasheces.Lobebió con la sonrisa en los labiosparanodesmentir sus teorías,peroelvenenoproducesiempresuefecto;leabrasólasentrañas.Latosfueenaumento, los esputos sanguinolentos también. Pasaba las noches enteras sinpoderconciliarel sueño.Comenzaronadarlealgunosataquesdedisnea.Todohacíapresagiarunpróximoyfunestodesenlace.

EnaquellosdíasseoperóunacrisisinteresanteenelespírituatormentadodelP.Gil.Elmaterialismopesabacomouna losasepulcral sobresucorazón.Pero

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dentro de aquel sepulcro el espíritu idealista del sacerdote se revolvíaincesantemente,luchabaconansiaporsaliralairelibreyrespirarunaatmósferamáspura.Elafándesacudirlalepraqueleibaroyendopocoapocoleimpulsóaestudiar los sistemas de metafísica dogmática antiguos y modernos. Fue unafelicidadparaélqueelobispohubiesenombradocoadjutoralP.Narciso.Teníamuchomás tiempodisponibleyel espíritumás libre.Entregosedenuevoa lalecturaconardor febril.Pordelantedesuvistaasombradadesfilaron todas lasgrandes concepciones del entendimiento humano, los esfuerzos colosales,sublimes,llevadosacaboporelhombreparadarunaexplicaciónsatisfactoriaalgranproblemadelaexistencia.Demuchosdeellosteníanoticia,peroeravaga,incompletayavecesfalsa,comoqueprocedíadelascitasdeloslibrosquehabíamanejadoenelseminario.Alestudiarlosahoraensusfuentessesintióposeídode una admiración que semejaba al estupor. La grandeza, la perfecciónmaravillosadealgunosdeestossistemasparecíainsuperableyfascinósualma.Pormomentos,cuandoacababadeexaminaralguno,leparecíahaberlevantadoelvelodelaverdadparasiempre.Aquelsabioyportentosoengranajedetodaslasverdadesparcialesparaobtenerlaverdadtotalsatisfacíalaaspiracióndesumentehacialaunidad.Además,aquellossistemasledevolvíanaDios.Noselodevolvíancomoélloquería,personal,providente,atentoalasoracionesdeloshombres,peroalfinloalzabansobreelUniversomaterialcomosuprincipioysu razón. Ya no andábamos perdidos como tristes náufragos en el océanoturbulentodelasfuerzasfísicas;yateníamosalgoadondelevantarlosojosyelcorazón. El malo volvía a ser malo, y el bueno, bueno. Y como hombre deespíritulúcidonosefijóenlacontradicciónsuperficialdelossistemas,quetantoimpresionaydesencantaalvulgo.Fuemásalláyvioclaramenteque,pordebajodeestaaparentelucha,lossistemasdelafilosofíamodernaidealistasebesabanfraternalmente. Todos estaban empapados en el mismo idealismo panteista.Penetrando aúnmás, advirtió que la filosofía alemana se daba lamano con lagriegaaltravésdeldesiertodelaEdadMedia.

Pordesgracia,elúltimofilósofoqueleyófueaKant,debiendoserelprimero.Al recorrer las primeras páginas de la Crítica de la razón pura, sintió laimpresiónextrañadelquevaacontemplarunpaisajeylefaltanlospies.

Estabaavezadoanopensarenelsuelo,yheteaquíquederepentesehunde.Para conocer las cosas es preciso averiguar antes si podemos conocerlas.Y elresultado que iba deduciendo de la lectura es que de las cosas no podemosconocer más que la apariencia. Nuestros conocimientos no son, en últimotérmino,más que percepciones; las percepciones, impresiones,modificaciones

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de nuestro propio ser. Todo es, pues, una pura representación. El instinto leobligóabuscarconanhelotierrafirme;perocuantomásseesforzabaenlevantarlos pies,más se hundía, a imagen de los incautos que penetran en un terrenopantanoso. Alzábase repentinamente y quería apoyarse en esas nocionesfirmísimasque jamáshanfaltadoalentendimientohumano,en lasnocionesdeTiempoyEspacio.El filósofo deKoenisberg le demostraba poco a poco, conlógica inflexible, que el Espacio y el Tiempo no son seres reales, ni tampocopropiedadesdeestosseres,sinotansóloformasdelapercepciónquetocanalascualidadesdenuestroespírituynoa la realidadexterna.Buscabadespuésconansiaapoyoenelenlaceconstantede lacausaconelefecto.Kant lehacíaverque este enlace no es más que el encadenamiento no interrumpido de loscambiossucediéndoseeneltiempo,quecadaefectoesuncambioycadacausatambién. Por lo tanto, que es tan absurdo pensar en una causa primera de lascosascomoenelsitioenqueterminaelespaciooelinstanteenqueeltiempohacomenzado.

El pánico se apoderó de su alma como nunca. El positivismomaterialista ledejabaalgo:lamateriaeraunarealidad;susrelacionestambién.Además,nuncasehabía entregado a él, pormásque agitara en sumentedudasviolentísimas.Pero ahora quedaba solo, sumido en completa oscuridad, lomismo acerca deluniversoquenosenvuelve,comodesupropiaexistenciaydestino.Luchó,pues,conlasansiasdelquevaamorir,conladesesperacióndelnáufragoquedisputaaotroelsocorrodeunatabla.Discutiólasproposicionesdellibrounaporuna.Era el combate de un niño con un atleta. Cada una de aquellas proposicioneshabía sido meditada en todos sus aspectos largamente por el pensador másprofundodesusigloytambiénporelmásprudente.¿Quéfuerzahabíandehacersus débiles manos contra baluartes fabricados con tanto esmero? Su espíritusobrexcitado imaginaba un argumento; lo apuntaba en lamargen del libro; lojuzgabainexpugnable.Alapáginasiguienteseencontrabaconqueelfilósofoyalohabíatenidoencuentaylodeshacíadeunsoplo.

¡Luchatristeycruel!Lanzaba,enelfrenesídesucóleraypavor,unagranizadade golpes al pecho del viejo atleta. Éste permanecía inmóvil como una roca.Luego, con burlona calma, dejaba caer sumano de hierro sobre la frente delsacerdoteylehacíarodarporelsuelo.Alzábasevivamenteyacometíadenuevocon mayor ardimiento, y otra vez volvía a caer aturdido por el golpe. Seaproximaba al término del libro. Sentía ya sus fuerzas agotadas. Quiso, noobstante, tentar un último esfuerzo contra aquella lógica abrumadora ydesembarazarse de los lazos que le aprisionaban. Todo fue inútil. El hércules

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alemánlesujetóentresusbrazospoderosos,lesacudióunascuantasveces,cualsifuesedepaja,yporúltimoloarrojóconviolenciaalsuelo.

Ya no pudo levantarse. Cuando despertó de su aturdimiento se confesó queestaba vencido. El mundo se le ofreció entonces claramente como su propiarepresentación. Todo lo que existe no existe más que por el pensamiento. ElfilósofodeKoenisbergnoquisosacarestaconsecuencia;peroestababienclara;nohabíaotraposibleparasus terriblespremisas.Esesolquenosalumbra,esemar que ruge a nuestros pies, esos mundos que pueblan el espacio son otrastantasrepresentacionesdenuestropensamiento.Sólosabemosdeellosquehayunojoquelosve.Elcentrodegravedaddelaexistenciarecaeenelsujetoyesun fenómenode su cerebro.Todo este universo tan ricoy tanvario, todos losseres grandes y pequeños, los astros como los insectos, tienen suspendida suexistencia de un hilomuydelgado, el hilo de la conciencia.Elmundoguardamucha semejanza con un sueño, una quimera... Y de eseDios creador de lascosas, padre de los hombres, ¿qué sabemos? Jamás sabremos nada. Desde elmomento en que el mundo y el orden del mundo son puros fenómenosdeterminados por nuestra inteligencia, no tiene razón de ser una InteligenciaSuprema.Había llegado la hora de poner aDios a la puerta y despedirlo contodosloshonoresdeunreydestronadolegalmente.

Pálido, anhelante, con el cuerpo rendido a la fatiga y el alma deshecha dedolor, elP.Gilpermanecíaextendidoen supobre sillón.Teníael libroabiertosobrelasrodillas,losbrazospendientes,losojoscerrados.Porlosintersticiosdesus pestañas comenzaron a rezumar algunas lágrimas, que bajaron trémulas ysilenciosaspor susmejillas.Era la imagen tristedelvencido.Pocodespués sucuerpodelicadoseestremeció,contrajéronselosrasgosdesufisonomíadulceyapacible,ysacudiósupechounsollozo.Sellevólasmanosalrostroyllorócondesconsuelo.

—¡Nada,nada!...¡Nuncasabremosnada!

SuamaD.ªJosefaquedóestupefactaalpenetrarenlaestanciayencontrarledeaquelmodo.Elexcusadorlevantólacabezayseapresuróavolverlaenseguidaparaquelabuenamujernoadvirtiesesuestado;peroyaeratarde.

—¿Cómo?... ¿Está usted llorando, señor excusador? ¿Qué le ha pasado,criatura?¡VirgendelaSoledad!Situvierapadresohermanos,creeríaqueselehabíamuertoalguno...ApuestoaqueesenarizotasdeD.Narcisolehadadootrodisgusto.¡Desprécielo,D.Gil,desprécielo!

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—¡Oh,no! ¡Cuidadocon las injusticias,doñaJosefa!—seapresuróadecireljoven.—Nadiemehacausadodisgustoalguno.Estas lágrimasprovienendeunmalestarnerviosoquesientohacedías.

—¡Siyase lodecíayo!Usted trabajademasiado...Esosdichosos libros,quequisieraverquemados...

Aquí D.ª Josefa enjaretó una larga catilinaria, declarándose en principiosectariadevotadelcalifaOmar.ElP.Gillaatajóantesdeterminar.

—¿Quéveníaustedadecirme,D.ªJosefa?

—¡Ah,semeolvidaba!Sumadrinamandarecadodequeelhermanoseestámuriendo:quevayaustedenseguidayquellevelossantosóleos.

—¡Jesús!... ¡Vaya porDios! ¡Vaya porDios!... No pensé que fuera para tanpronto... ¡PobreD.Álvaro!—exclamólevantándosevivamenteyapresurándoseaponerselosmanteosyelsombrero.

—¡Bah! ¡Unherejequenoponía lospiesen la iglesia!¿Qué importaquesemuera?Cuantoprimeroselollevenlosdemonios,mejor.

Elexcusadorledirigióunamiradatímidayansiosa.Noseatrevióaprotestardelabarbarie:temíaquepenetraraensualmayleyerasussacrílegasdudas.

Después de pasar por la iglesia y recoger los óleos, penetró en el vetustopalaciodeMontesinos.Eldíaestabaencapotado.Lalluviacaíatristementeconuna pertinacia que sólo se conoce en aquella región de la Península. Salió aabrirle,comosiempre,Ramiro.Elviejodomésticoestabadesencajado.Parecíaquelehabíanechadoenpocosdíasdiezañosencima.Asíquevioalsacerdotelecogió,consusmanostrémulas,porlasmuñecasyexclamóconvozalterada:

—¡Semuere,D.Gil!¡Semuere!

Yunraudaldelágrimascorrióporsusmejillassurcadasdearrugas.

—¿Estátangrave?

—¡Semuere! ¡Semuere!... ¡Ha sido ella, sí, ella!... Pero yo lamato... ¿sabeusted? lamato...Despuésquemematenamí...quemeechenalmar...Quierovengaramiseñorito...¡Yomatolazorra,yo!

El anciano, sin saber de dónde la sacaba, apretaba almismo tiempo con tal

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fuerzalasmuñecasdelpresbíteroqueaéstelecostótrabajoreprimirungritodedolor.

—¡Calma,Ramiro,calma!Loqueahoranostocaesatenderalenfermoyversipodemosaliviarle.

—Subaustedconmigo,señorexcusador.Nohayesperanza...Elmédicolohadicho...¡Pobreseñoritodemialma!...¡Lamato,lamato!

En el gran patio, toscamente empedrado, la lluvia producía ruido lúgubre.Subieron la escalera deteriorada y sucia del principal. Ramiro iba llorando ymurmurando amenazas. Ascendieron después al segundo. El viejo empujó lapuerta del cuarto de su amo, y el sacerdote se detuvo, impresionado por elespectáculoque seofrecióa suvista.D.ÁlvaroMontesinosyacíaen lacama,más bien reclinado que extendido, con una pila de almohadas detrás de laespalda;yacíapresadeunsíncopeoataquededisnea,conlosojoscerradosylabocaentreabierta,sacudidodevezencuandosumíserotóraxporunhipoaciago.No había a su ladomás queD.ª Eloisa y una criada.Aquélla le daba con unabanicoaire,queelenfermoinstintivamentetratabaderecoger.Ofrecíayaensufisonomíatodoslossignosdelamuerte.

D.ªEloisa,alsentirelruidodelapuerta,volviósurostrobañadodelágrimas,ehizoseñaalsacerdoteparaqueseaproximase.

—Hace un cuarto de hora que está en el ataque—dijo con voz de falsete.—Puedequedarseenél...¿QuiereustedponerlelaSantaUnción?

Nilasideasdelenfermo,nielcaosquereinabaenaquelmomentoensucabezaleestimulabanahacerlo.Sinembargo,elP.Gilabriócomounautómatalacajadelosóleosysedispusoaimponerelúltimosacramentoasudesdichadoamigo.Huboquealzarunpoco la ropaparaungirle lospies.D.ªEloisay lacriadasevolvieron;marcharonhaciaunrincóndelaestanciaysollozaronfuertemente.Lalluvia batía en aquelmomento los cristales emplomados del balcón con tristerepiqueteo.Lascortinassuciasya,demuselinaantigua,cerníantenueclaridadenla alcoba. El P. Gil, con mano trémula, iba cumpliendo su piadoso oficio,mientraselúltimovástagodelacasaMontesinosyacíasinconocimiento,conlaterriblepalidezdelamuerteimpresaensusfacciones.Cuandoestabanapuntodeterminar,serenoseuntantoelpechodelenfermo.Pocodespuésabriólosojosy paseó una mirada de sorpresa y aun de espanto por la estancia. Tornó acerrarlos. Al cabo de unmomento los abrió, miró fijamente al P. Gil, dirigiódespués la vista a los óleos que tenía en la mano, y sus labios amoratados

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quisieronplegarseconunasonrisa.

—¡Al fin me han untado ustedes!—dijo con voz apenas perceptible.—Hanhecho bien... Pero estamáquina ya no anda, pormucho aceite que ustedes laechen...

El P. Gil dirigió una mirada expresiva a doña Eloisa. Ésta exclamó conangustia:

—¡AcuérdatedeDios,hermanomío!

—Meacuerdomucho,querida...Leestoymuyagradecido.

El P. Gil quiso evitar una escena repugnante. Hizo seña a D.ª Eloisa y a lacriada de que se retirasen, como si fuese a confesarle. Las mujeres seapresuraron a cumplir la orden, ávidas, sobre todo la hermana, de que elmoribundosereconciliaseconDios.

—Aunquehaceyamuchotiempoquenohemoshabladodeasuntosreligiosos—dijoelpadreGil,sentándosealpiedelacamaeinclinandosucabezahaciaelmayorazgo,—presumo que sus ideas no habrán cambiado desde la última vezque hemos discutido. Sin embargo, en estos momentos en que su vida correalgún peligro, ¿no siente usted la necesidad de una fe que le alumbre en lastinieblasenquepuedeserenvuelto,dealgunaesperanzaqueleconsueleenesteamargotrance?

—Ninguna... He llegado felizmente al desenlace de la horrible comedia...Todos los hombres juegan en ella un papel bien poco airoso...Elmío ha sidotristísimo...

—Verdad,D.Álvaro...Esustedunodeloshombresmásdesgraciadosqueheconocido.Porlomismocreoque,onohayjusticiaenelcielo,orecibiráenéllarecompensade susdolores si se arrepienteeneste instantede suspecados... ytambiéndesusideasanticristianas.

Estas últimas palabras las pronunció el padreGil en vozmás baja, como sisintieravergüenza.

—Nienel cieloni en la tierra... hayesa justicia ridículaqueusted supone...Perohayotramásgrande...ysevaacumplirahora.

—Ytantosdolorescomoustedhaexperimentado,¿seráninfructuosos?¿Nose

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creeustedconderechoaunacompensación?

—No...Soyprofundamenteculpableporelhechodehabernacido.

—Esoeshorrible,D.Álvaro, y además absurdo.Losdoloresde estemundonoshacencreerqueésteesunpasajedetránsitoyprueba,quedespuésdeestavida,tristeyamarga,hayotraeternadondenuestraalmainmortalgozaráalfinlafelicidadmáspura.Usted,quehapadecidomásquelosotros,gozarádemayorpremio.

—¡Oh,no!...¡Noquieropremios!...¡Noquierovidafutura!...Quieroreposar...¡reposar eternamente!... ¡Qué dulce... es esta palabra, padre!... ¡No sentir yanuncamásloslatigazosdelanaturalezanilaspuñaladasdeloshombres!...¡Nosentir este cuerpo miserable que tanto me ha hecho padecer! ¡No sentir losdientes de esa infame royéndome el corazón lentamente!... Escuche usted,padre...Siustedmetienesiquieraunpocodelástima...nointentequitarmeestaúltimailusión...Sisabeustedquehaycielo,cállelo...Noturbeusted,porcuantomáshayaqueridoenelmundo,estapazbenditaenquevoyaentrar...

ElP.Gil,sacudidoporunestremecimientodetristezaycompasión,comenzóallorar.

—Gracias...graciasporesaslágrimas—dijoelenfermosonriendo.—Almismotiempodejócaersumano,trasparentecomolaporcelana,sobreladelsacerdoteylaapretósuavemente.

Hubounlargoytristesilencio.ElP.Gil,conlamiradaextática,clavadaenelbalcón, meditaba. El moribundo, con los ojos cerrados, parecía prepararse aconciliar el sueñodulce que anhelaba.La estancia se oscurecía pormomentosfuertemente y en otros se esclarecía, revelando la espesura de las nubes queinterceptabanlaluzdelsol.

—Pero ¿no siente usted horror a la nada, al aniquilamiento absoluto?—exclamó al fin el P. Gil con cierta violencia, como si argumentase contra supropiopensamiento.

Elmayorazgoabriólosojossorprendido.

—¿Cómo?...¿Sinotengomiedoalanada?...¡Oh,no!Aloquetengomiedoesalavida...Todossecasanconellaalnacer,yatodoslessalep...Unoslodicencomo yo... Otros lo callan por vergüenza, como hacen la mayor parte de losmaridos.

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—¿YsiDioslecondenasedespuésdeestavidaaeternostormentosporhaberblasfemadotanto?

Elmoribundosonriócontrabajo.

—Esolohaninventadoustedeslosclérigos...paraturbarlapazdeestahora...de esta hora dichosa... Pero yo la he comprado demasiado cara paradesprendermedeella...

Hubootrolargosilencio.Elenfermovolvióacerrarlosojos.Apartedeciertaextrañaagitaciónenlosdedos,suactitudtranquilaconfirmabaelsentidodesuspalabras.Parecíaestargozandoconvoluptuosidaddelainsensibilidadquepocoapocopenetrabaensuser,delospreludiosdelanada.

—Ysinembargo—concluyópordecirelP.Gil,exhalandounsuspiroyconlosojosclavadossiempreenelbalcón,—¿noseríainfinitamentemásdulceestahorasifueselaentradadeunanuevavida,sipornuestraalmabajaseunalegióndeángeles que la llevasen a gozar de Dios eternamente, como creemos loscristianos?

Elmayorazgoalzóunpocolosojosehizosignosdenegaciónconlacabeza.Volvióacerrarlos.Perohaciendoalcabodealgunosinstantesunesfuerzoparaincorporarse,dijoconvozmásfirme:

—Para que la vida en otro mundo me fuese soportable... sería forzoso quetrasformasen mi ser por completo... Mi carácter por sí sólo bastaría paraaburrirme...Déjemeustedreposarenpaz...Dejeusted,padre,quesedestruyaelerrorfundamentaldemiexistencia...Niyoganaríanadaconperpetuarme...nielUniversotampoco...Ahíquedanotrosmillonesdeseresencargadosdesostenerelfardodelavida.

—¡Peroeshorribleentrarenunanochesinlímites,eterna!

—Notal...Lavidaesunapesadilla...Lamuerteesunsueñotranquilo...

Cerró de nuevo los ojos. El P. Gil le apretó cariñosamente la mano,exclamando:

—¡Quiénsabe!

Lamano delmoribundo se estremeció levemente. El excusador no volvió adesplegar los labios.Inclinólacabezasobreelpechoycerrótambiénlosojos,

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apretándolosconlasyemasdelosdedos,cualsitrataradecontenereltorrentedepensamientos que se escapaban de su cerebro. El viento y la lluvia habíancesado.No seoía en la estanciamásque el rumor lejanode las olas batiendocontralospeñascos.

La meditación del sacerdote fue larga y dolorosa. La hoja aguda y fría delescepticismopenetraba en sus entrañas: unamanocruel la revolvía sinpiedadparadesgarrárselasmejor.Loqueaquelhombre,enloquecidoporeldolor,decíaquizá no fuese cierto. Pero ¿lo era lo que afirmaba el cristianismo? Éste, enúltimo resultado, también era una tentativa para explicar la Existencia y elUniverso, más hermosa, más consoladora que las demás... pero al fin unatentativa.Ningunaseguridadpodíamostenerdeella,puesquenolatenemosdenuestrafacultaddeconocerlascosas.

Cuandoalcabodeunratolargolevantólacabeza,elsustoquerecibiólehizodarun salto en la silla.D.Álvaro se estabamuriendo.Tenía laboca abiertayrecogíaensilencioelaire,queyanobastabaamoversusdeshechospulmones.

—¡D.Álvaro!¡D.Álvaro!—legritó,sacudiéndole.

Norespondió.ElP.Gilcogióelabanicoqueestabasobrelamesadenocheyseapresuróadarleaire.Almismotiempogritó:

—¡Madrina!¡madrina!¡Vengausted!

D.ª Eloisa y la criada se precipitaron en la habitación. En vano trataron dereanimaralmoribundodándoleairedespuésdeincorporarle,abriendoelbalcón,frotándole los pies con un cepillo, haciendo todo lo que les sugería en aquelmomento su imaginación. Era el último ataque de disnea. Abría de vez encuandolaboca.Movíalosdedosconligerassacudidas.Perosufisonomíaseibainmovilizando rápidamente. El hombre trasmigraba a la estatua; el alma seconvertíaenpiedra.

Aspirótresocuatrovecesseguidaselaireyquedórígido,inmóvil,conlosojosylabocaentreabiertos.

D.ªEloisa se abrazó a él sollozandoy cubriódebesos su faz cadavérica.Lacriadarompióagritarcomosilaestuvierangolpeando.ElpadreGilsedejócaerderodillasysepusoaleerenvozbajaporsubreviario.

Al cabo de un ratoD.ª Eloisa y la criada también se arrodillaron al pie dellechoyoraron.Peroaquélla,viendoasomarunalágrimaporentrelaspestañas

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de su hermano, se levantó prontamente y la recogió con el pañuelo. Era lalágrimaquevierten losqueacabandemorir; lágrimadeprotestade lacriaturacontraelpoderaciagoquelahasacadodelanadasinpedírselo.

—¡Mireusted,padre,quésosiego,quéquietudtandulcerespirasufisonomía!—exclamó la buena señora, contemplando a su hermano con ojos de dolor yternura.—¡BienseconocequealfinsehareconciliadoconDios!

Elsacerdotedejócaerellibrosobreellechoysetapóelrostroconlasmanos.

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XII

Obdulia manifestó a su confesor que estaba resuelta a dejar el mundo yconsagrarseporenteroaDiosenunconvento.Nopudodarlenoticiamásgrata.Hacía ya mucho tiempo que las preferencias, la exagerada sumisión y hastaidolatríaquelajovendevotasecomplacíaenmostrarleinquietabanalP.Gil.Laúltimaextravaganciaquehabíacometido,ydelacualleenteróelsecretariodelobispo, le puso en un estado tal de confusión y enojo que enmuchos días noquiso hablar con ella, ni menos se avino a confesarla. El suceso habíatrascendidoysecomentabamuchoysereíanopocotambién.Claroquequienperdía principalmente era ella; pero de reflejo también se menoscababa ladignidad del sacerdote. La joven estaba avergonzada. No se presentaba enpúbliconiencasadesusamigas,yhastaprocurabairalaiglesiaalashorasenquenohubiesegente.Peroestabaaúnmásafligida,conlaactituddesuconfesor,queavergonzada.Quizáporesto,yparagranjearsedenuevosuvoluntad,lefueanoticiarunatardealconfesonarioladeterminaciónquehabíatomado.

Novaciló en darle su consentimiento.Una devoción tan exaltada, un anhelotanvivodepenitenciaysacrificiosehallaríanmásasugradoentrelasparedesde un convento que enmedio de las impurezas de la vidamundanal.A decirverdad,siemprelehabíasorprendidounpocoquesupenitentanoseacordasedela vida monástica, tan conforme con sus inclinaciones. Luego, la edad a quehabía llegado, traspuesta ya la primera juventud, no hacía temer que suresolución fuese hija de undeseo efímero, de una fugaz exaltación romántica,como suele acaecer a las niñas de quince a veinte años. No sólo, pues, semanifestóconforme,sinoquelaalentóconsuavespalabrasapersistirenellayallevarlaacaboenelplazomáscortoposible.Quedóenprincipioacordadoentreambosquesebuscaríanlosmediosmásadecuadosparaello.ElP.Gil,aunqueno se lo confesase claramente, estaba contentísimo de librarse de aquellainquietay enfadosabeata,quea todashoras lemolestaba,yqueeldíamenospensadopodíacomprometerlegravemente.

Setratólacuestióndeconvento.ElP.GildeseabaquefuesealdeAgustinasdeLancia, pero la joven prefirió una regla más estrecha. En un pueblecito deCastilla llamadoAstudilloexistíaunconventodeCarmelitasDescalzas,donde

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estabadesuperioraunaprimasuya.Eraun retirodulce, remoto;nohabíamásquediezodocemonjas:un rinconcitodelcielo, como ledecíaciertocapellánque lohabíavisitado.Aéseseempeñóen ir,ysuconfesorno tuvoal finmásremedioqueceder.

Quedaba la cuestiónmás grave; el permiso de su padre.Obdulia la presentódesde luegocomomuyardua.Osunano teníamáshijaqueella.Eraverosímilque se resistiera a perderla para siempre. Mostrábase reacia, temerosa, parahablarle: dejó trascurrir días y días sin intentarlo. El P. Gil la animabarepresentándole que nada reprobado iba a solicitar de él. La resolución deretirarsedelmundoerabuenaypiadosaparalaIglesia.Paralosquenocreyeranen ésta, indiferente, nada tenía de inmoral; dependía en un todo del gusto ovocacióndelapersona.Siunpadreconsientequeunhijosecaseoelijacarreraacomodada a sus aficiones, ¿por qué no ha de permitir que otro busque sufelicidadenelsilenciodeunacelda?Sobretodo,nadateníadeofensivoparasuautoridadelsolicitarlohumildemente.Silonegaba,sealegaríanrazones;talvezsellegaseaconvencerle.

Finalmente, después de muchas idas y vueltas, tentativas y sustos yvacilaciones,lascualesrodeabalaexaltadadoncelladegranaparatoymisterio,sedecidióundíaaacometeraquellaempresaespeluznante.¡Cielosanto,enquéestado de confusión y terror llegó aquella tarde al confesonario! Su padre sehabía puesto loco, rabioso, al solo anuncio de lo quedeseabahacer.Noquisoescuchar razones; la increpó, la injurió y la arrojó de su cuarto a empellones.Jamás consentiría en darle permiso. Primero quisiera verla muerta, y aun lamataríaporsupropiamano.ElP.Gilhallóexageradayhastairracionalaquellaoposición, y manifestó propósitos de dirigirse él mismo a Osuna y hacerlecomprender que no tenía derecho a violentar de talmodo la inclinación de suhija,sobretodoconsiderandoquenoeraunaniñaprivadadereflexión.Obduliaseapresuróadisuadirledeesteempeño.Supadrehabíadichoenunarranquedeenojo que consideraría como enemigo a cualquiera que le hablase del asunto,quenoleescucharíaylearrojaríadesucasa.

Fue preciso resignarse por elmomento, esperando tiempomás propicio. Sinembargo, la piadosa joven manifestaba cada día mayores y más vehementesdeseosdeabandonarelmundoparasiempre.EstolareconciliabaconelP.Gil,quehabíacomenzadoadesestimarla.Variasveces,desdeelprimerintento,habíaabordado a su padre, pero siempre en vano y con desgracia.Osuna se oponíacada vez conmás alta violencia.Desde que supiera el propósito de su hija semostraba con ella despegado, la trataba con extraordinaria dureza; en todas

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ocasiones,perosobre todoa lahoradecomer,hacíabefadesudevociónysecomplacíaenatormentarlaconburlassangrientasquelehacíanllorar.Ynosólocon palabras, sino también con obras la torturaba despiadadamente. Afirmabatener los brazos negros de los pellizcos que la infligía en cuanto se tocaba lacuestióndelconvento.Undíamostróasuconfesorunaoreja rota,deun tiróndelferozjorobado;otro,llegóconunamejillainflamadayrenegridaporhaberletiradouncepilloa lacara.ElP.Gilestabahorrorizadoyconfundido.Nosabíaquéhacerniaconsejar.

Losmalos tratosy laviolenciade lasescenasqueconsupadre teníaa todashorasllegaronatalextremoqueundíadeclaróasuconfesorhallarseresueltaano padecerlos más tiempo. Tenía el propósito de entrar en el convento adespechodetodoslosobstáculosqueselepresentasen.SielP.Gillaayudabaensuempresa, seescaparíade lacasapaternayentraría inmediatamenteen ladeDios.Quedóaquélasustadoyconfusoantetanarrebatadadeterminación.Noseleocultabaque la joven tenía razonespoderosasparadesobedecer laautoridaddesupadre,ysisequiereparahuirla.Peroelcasoeramuygrave.Desdeluegotrató de disuadirla aconsejándole calma y resignación. Acaso con el tiempoOsunaseconvencería, le tocaríaDiosenelcorazónypodría realizarseconsuanuencialoquetantoanhelaba.

Obdulia no quiso escucharle. Había padecido ya demasiado. Dios no podíaquererqueobedecieseaunpadre tiranoycruelquedesobedecíaélmismo lasleyesdivinasponiendotrabasalasalvacióndeunahija.Conmuchaslágrimasyextremososademaneslerogóquelasocorrieseenaqueltrance,quelacondujeseal convento de Astudillo. El sacerdote se negó rotundamente a ello. Volvió aaconsejarlecalmayquebuscasesiempreporlosmediossuavesdelaobedienciaylahumildadganarelconsentimientodesupadre.PeroObdulia,conducidaaladesesperaciónporelcrecienterigordeéste,ledijoalfindeunmodoterminanteque si en el plazo de ocho días no se decidía a acompañarla al convento, seescaparíadelacasayseiríasola.

Gran turbación arrojaron estas palabras en el espíritu del joven excusador.Ayudar tan directamente a cometer una desobediencia le causaba repugnancia.PeroconsentirqueunpadreabusasedetanbárbaramaneradesuautoridadparaviolentarlainclinacióndesuhijaycontrariarlavoluntadmismadeDios,quelallamabahaciasí,tampocoleparecíabien.Poralgunosdíaslucharondentrodeélestasopuestastendencias.Obdulialeveíapreocupado,irresoluto.Conastucialeibaatrayendoaladeterminaciónqueelladeseaba,haciéndoleentender,cadavezcon más fuerza, que si se negaba a acompañarla se marcharía sola. Esto le

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parecía al excusador el colmo del escándalo. Además, se expondría a milaccidenteslamentables,yacasoasuperdicióncompleta.Consentirlo,eraecharsobrelaconcienciaunaterribleresponsabilidad.Pensóprevenirasupadre;perolajoven,queleadivinóelpensamiento,ledeclaróconfirmezaqueseríainútilyaun nocivo para todos este paso. En cuanto tuviese un momento libre paraescaparse,loharíaaunquefueseamedianoche.

El P. Gil tuvo la debilidad de ceder. Con la viva imaginación que lacaracterizaba, la hija deOsuna sepuso a idear losmediosde llevar a cabo supropósito. Era condición de su temperamento el no hacer nada por mediosnaturalesysencillos.Paraquesalieseagustosuyo,todohabíadeserlaberíntico,extraño,violento.Elplaneraelsiguiente:elP.GilseiríaunamañanaaLancia,alquilaríauncocheyvolveríaconélporlanoche.Lodejaríaenlascercaníasdelavillayvendríaadormirasucasa.Porlamañanita,antesdeamanecer,saldríaellaconpretextodeiramisa,tomaríaporlacarreteradeLanciaysereuniríanenellugardesignadodeantemano:semeteríanenelcocheeiríanatomareltrendeCastillaaunaestaciónmásalládeLancia,paradespistarasupadre, siporacasopretendíaperseguirla.

Noleparecióbienalexcusadoresteproyecto:lecausabainstintivayprofundarepugnancia. Hizo algunas observaciones, pero todas se las desbaratóprontamente la joven con su facundia y aguzado ingenio. Le hizo ver quecualquierotroofreceríamásgravesinconvenientes;fuepaliandoconartelosqueen éste pudieran chocarmás a su confesor; le aturdió con tanta palabrería. ElcarácterdébilybondadosodelpadreGilnosupo resistiraaquellosataques,yconvinoalfinenponerenprácticaloquesupenitentahabíaimaginado.

UnlunesdelmesdeAbrilsaliónuestroexcusadorenladiligenciadeLancia,con pretexto de ir a consultar sus achaques con unmédico amigo.Obdulia sepersonópocodespuésensucasa.HabíanenteradoaD.ªJosefadetodo.Alamale parecía tan mal como al excusador aquel plan, y en su interior llamaba«enredadora y liosa» a la beata; pero era tanto el gusto que sentía por versedesembarazadadeella,quecallóypasópor todo.Existíasiempreentreambasuna rivalidad fácil de explicar. Obdulia, con ocasión o sin ella, visitaba a suconfesor,vigilabasubienestardoméstico,unasvecesarreglándolelaropa,otrasenviándolealgúnplatodesugusto,etc.EstoindignabadeunmodoindecibleaD.ªJosefa.Laodiabaapardemuerte.Decíadeellaperreríasentodaspartes,yporcausarledaño,estuvoapuntodecomprometervariasvecesasuamo.Noesextraño,pues,queconociendotodoloridículoypeligrosodelaescapatoria, lafavoreciese,alentandoalP.Gil,disipandosusescrúpulos.Noveíaenellamás

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queunmediodelibrarseparasiempredeaquellainsufribleverrugaquelehabíasalido.

Loprimeroquehizolajovenfuepediralamaunamaletaparacolocarenellala ropa que su confesor había de necesitar en el viaje. Doña Josefa trajo deldesvánunsaquitodenoche.

—Estoesmuypequeño,señora.Aquínocabenada.

—¿Cómo pequeño?...—preguntó el ama, estupefacta.—Aquí cabe ropa paraunaporcióndedías.¿Cuántotiempohadeestarporalláelseñorexcusador?

—Poco, poco—se apresuró a decir con manifiesta turbación, poniéndosecolorada.—Peroyaveusted,enlosviajesnuncasesabeloquepuedeocurrir...Alomejorfaltaladiligenciaolascaballerías...Unaenfermedad...¡Quiénsabe!...

—¡VálgalaDios,señorita,nosepongaapensaresascosas!...Iréporotra.Porfaltademaletanosequede.

Entre ambas acomodaron en ella algunas mudas de ropa blanca, zapatillas,peines, el breviario, etc., etc. Ya que hubieron terminado la tarea, no larga nidifícilporcierto,Obduliasesentóenelsillóndelclérigo,declarandoqueestabacansadísima, que aquella noche apenas había dormido con la zozobra queproduce siempre una resolución tan decisiva, y que le vendría bien echar unsueño.D.ªJosefaladejóreposartranquilamenteysefueasusquehaceres.

Cuando la sintió trajinar allá abajo, por la cocina, levantose y se puso aexaminarconplacenteramiradacuantosobjetoshabíaenlaestancia.Todoslostocóconsusmanos.Particularmenteaquellosdeusomásinmediatoypersonalpara su confesor, como los peines, las plumas de escribir, la fosforera, etc.,fueronobjetoparaelladeunaatenciónviva,ansiosa:lesdabavueltasentresusdedosconemoción,mientrasunasonrisatiernaysumisavagabaporsuslabios.Unalzacuellousadoyacíasobreunasilla.Sedetuvodelantedeél, loalzóylocontemplóunosmomentos con interés; luego, echandounamirada tímida a lapuerta,lollevóaloslabiosdosotresvecesylodejódondeestaba.Permanecióalgunosminutos inmóvil, depie enmediode lahabitación, con losojos enelvacío, enajenada por intensa meditación. Sus ojos tornaron al cabo a brillarsonrientes, y unaolade leve carmín se esparciópor susmejillas.Dio algunospasosconpievacilanteyseparóalfinalapuertadelaalcoba.Conunamiradaintensa abrazó cuanto en ella había. El lecho del sacerdote era pequeñito, demadera blanca; blanca también la colcha que lo cubría; las almohadas y las

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sábanas finas, pero sin encajes. Parecía la cama de una colegiala. Obdulia lacontemplólargorato,comosinohubieravistojamáscosamássorprendente.Ensu rostro senotaban los signosdeuna emoción respetuosa, laque se siente alpenetrarenelcamaríndondeseguardanlasreliquiasenlascatedrales.

Asípermaneciósinosarmoverunpie,lafazblanca,losojosanegadosengozoextático como si estuviese en un baño tibio y perfumado. Súbito dio un pasoatrás,corrióalapuertadelgabinete, laentreabrió,asomólacabezayescuchó.Dª Josefa seguía en la cocina.La cerró nuevamente y volvió en puntillas a laalcoba. Detúvose un instante, y avanzó después hasta tocar en la cama. Pusosobre ella lasmanos. El corazón le golpeaba en el pecho fuertemente.Dejosecaerdebruces,yconmuchadelicadezaparanodeshacerlaropasesubióaellayseextendió,apoyandolacabezaenlasalmohadas.Corrióportodosucuerpounestremecimiento inexplicable de placer, de miedo, de vergüenza; unestremecimiento delicioso que la dejó lánguida y desvanecida con los ojoscerradosyelrostropálido.Alcabodeunratosevolvióyhundiósusmejillasenlaalmohada,aspirandoconnaricesybocaelolorquelosrubioscabellosdelP.Gil habían dejado en ella. Frotó repetidas veces la cara contra el lienzo,percibiendouncosquilleogratísimoquelepenetrabahastaelalma.Gozabacontodosucuerpo,comosimilbocaslaestuviesenbesandoaunmismotiempo.Sedejóestarun largoratoquieta,perdidaenunsueñofeliz,celeste,sacudidaporlevesestremecimientosdeunadulzuratangrandequelehacíadaño.Sentíaunaangustiadeliciosa;suspirabasinapartarelrostrodelaalmohadaparanoromperla alegría que la inundaba. Se iba aletargando lentamente. Sus miembrosempezaban a dormir, privados de movimiento. Una niebla se esparcía por sumente,borrandoyconfundiendolasimágenes.Perosucorazónlatíasiempreconviolencia,comositodalavidasehubierarefugiadoenél.Cuandoselevantóalcabodeunahora, tenía lasmejillassonrosadas, losojosbrillantes:unasonrisahumilde,vergonzosa, trasfigurabasurostromarchito,prestándoleunasuavidadcándida y virginal que jamás había tenido. Si en algún momento de su vidaestuvohermosa,fueenaquél.

Se apresuró a arreglar la cama haciendo desaparecer toda señal de haberdescansadoenellaysaliódelaestancia;sedespidiódeDªJosefayfueasucasa.

Al oscurecer llegó el P. Gil; se vio con él y convinieron en salir a lamadrugada,antesquefuesedía,ymontarenelcochequeaquélhabíadejadoenlas inmediaciones.Dª Josefa envió, de noche ya, lasmaletas por su sobrino aciertaventanolejanadePeñascosa.

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Gran rato antes de percibirse la claridad de la aurora, llamó Obduliadiscretamentealapuertadelacasadesuconfesor.SalióDªJosefaaabrirle.ElP.Gilestabaya listo.Tomaronapresuradamentechocolate,ydespuésdehaberbesadoaDªJosefaconefusión, lapresuntamonjasalvó lapuertaysedeslizórápidamentepor lacalleabajo.DiezminutosdespuéssalióelP.Gil.Lanocheestaba oscura y húmeda.Había llovido bastante.La calle, llena de charcos; lacarretera, de lodo. Fuera ya de los arrabales, Obdulia esperó a su confesor yjuntossedirigieronalaventadondeparabaelcoche.Mientrasllegaronallánocruzaron ninguna palabra. El P. Gil caminaba silencioso, taciturno, revelandobien a las claras un mal humor que no era frecuente en él. Tardó un rato elcocheroenenganchar.Mientrasdurólaoperación,lafuturamonjasemetióenlaventa.ElP.Gilpermaneciófuera,presenciándola.Unoyotrofueronobjetodegran curiosidad para la ventera, para sus hijos, para elmayoral y elmozo delcoche.Apenaslesquitabanojo.Eljovenpresbíteroobservóquecambiabanentreellos algunas miradas expresivas y burlonas que le avergonzaron. Viorepentinamentelafalsedaddesusituación,laenormetonteríaquehabíahecho.Otrohombredemáscarácterhubieraretrocedidoenaquelinstante.Tuvoamagosdehacerlo,vacilósilediríaalajovenqueleeraimposibleacompañarla;alfinnoseatrevió,ycuandoelcocheroadvirtióquetodoestabalistoyObdulialedijoconsuvivezacaracterística:«Vamos,padre;pronto...¡arriba!»subióalcarruajeconlaresignacióndeuncordero.

Empezaba a amanecer. Clareaba el horizonte y soplaba un viento húmedo ycaliente,propiodeprimaveraydetiempoachubascado.Elcarruajerodabaporlacarretera, haciendo saltar nubes de lodo. Era una carretela vieja que en otrotiempodebiódeperteneceraunparticular.ObduliasecolocóenlatraserayelP.Gilen ladelantera, lomás lejosposible.Siguiómostrándoseserioy taciturno,másaúnqueantes.Lajovenleobservabaconelrabillodelojo,yadivinandoloque pasaba en su espíritu, permanecía silenciosa también, en un estado derecogimiento que diera buena muestra de sus místicos pensamientos. Paraayudaraella,dijoalcabodemediahoradesilencio:

—Padre,nohemospedidoaSanJoséquenosprotejaennuestroviaje.

—Escierto—respondióelclérigo,cuyosojosclaros,azules,vagabanperdidospor el paisaje, que empezaba a desembozarse delmanto oscuro de la noche ysalíafrescoyhermosoygoteandotodavíadesubañoprolongado.

—¿Quiereustedquelerecemoscincopadrenuestros?

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Elsacerdotesedespojódelsombreroensilencioycomenzóenvozbajaadecirel padrenuestro.Obdulia le respondió converdadera emoción, también envozbaja. Formaban la del uno y la del otro unmurmullo suave, discreto, que sinsaberporquéllenabadeemociónelalmadela joven.Sentíaseposeídadeunalanguidez extraña, de una felicidad íntima, que aniquilaba o adormecía supensamiento.Elruidosordodelasruedasdelcocheyelcascabeleodelasmulascontribuíanasumergirlaenestearrobamiento.Cuandoterminaron,quedólargoratoensimismada.Porsugustoaquellaoraciónnosehubieraterminadonunca.

Peroel jovenpresbíterosehabíapuestoelsombreroymirabaotravezporlaventanilla.Elpaisajeseanimababajolaclaridadrosadadelaaurora.Elvientohabíabarridolosnubarroneshaciaelponienteydejabaenlapartedelevanteunaclaraboya por donde surgía esplendoroso el disco del sol. Aquella visión leapartódelmíserocuidadoqueocupaba sumente.Sintióunestremecimientoycayódenuevo en la idea fija, terrible, quedesdehacía algunosdías le roía elcorazón.Volvióasentiraquellaangustiaopresoraquehinchabapocoapocosupecho y que amenazaba ahogarle.Dejó de existirObdulia y cuanto tenía a sualrededor. No quedó en el Universo más que su pensamiento frente al granproblemadelconocer.

Aquélla,queleobservabaatentamente,noseatrevióenmuchotiempoaturbarsuéxtasis.Pensabaqueloqueleponíataciturnoeraloquelehabíaleídoantesen losojos, el pesardehaberse colocadoenuna falsa situación.Sin embargo,concluyóporhablaryadoptóeltonojocoso.Queríadistraerleatodotrance.

—Padre,estáustedmuypensativo.Ustedtienehambre.

Elsacerdotehizounesfuerzoparasonreír.

—Notal.

—Sí,latiene;nomeloniegueusted.¡Yelhambrenoshacepensarunascosastantristes!...Veráustedcómoyolequitoenunmomentitoesacaradevinagreyselapongodejerezamontillado...Aquílotraigoenestefrasco...

Almismo tiempoabrióunsaquitodepielque traíaen lamanoycomenzóasacarvituallaydosotresfrascosconvinoyleche.

—Yo necesito verle a usted con cara de pascua, padre—prosiguió mientrasdesenvolvía los papeles blancos en que traía envueltas las rajas de carne, depescado,lospastelitos,etc.—Encuantoleveoaustedesaarruguitaahí...ahí—y

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letocóconsudedoenlafrente:elsacerdotelaretiróconviveza,—yametieneustedmástristequelanoche...¿Porquéserá?...¿Porquénoserá?...Usted,quesabetanto,melodirá.

Lasúltimaspalabraslasdijocanturreandoyafectandodistracción.

—¡Ea!Voyaponerlamesa...Tengaustedquietecitaslaspiernas,quenecesitodeellasenestemomento.

Juntó las suyas con las del clérigo, extendió una servilleta por encima y fuecolocandolosvíveres.Losfrascosconelvinolospusoenelsuelo.

—Meparecequenohabránecesidaddeque saque los tenedores, ¿verdad?...Seamoshumildes.Comamosconlosdedos.

—¿Eshumildad,oesquelesabemejorasí?—preguntósonriendoelP.Gil.

Obduliasoltólacarcajada.

—Esustedmiconfesorynopuedodecirlementira.Megustaasímuchomás...Esdelaspocascosassuciasquemegustan.

—Esoúltimotampocoeshumildad—dijoelconfesorsindejardesonreír.

—Vaya,vaya,no semeponga regañónycomacongarbo... si esque sabe...queestoyviendoqueno...Pero¡criatura!¿Quéhaceustedahíechandobocadosa ese trozo demero sin quitarle las espinas?... ¿No ve usted que se le puedeclavarunaenlagarganta?...Demeustedacá—yselaarrebatóalmismotiempodelasmanos.—Veráustedcómoyoselasquitosindejaruna...Digo...siesqueustednotieneascoamisdedos...

ElP.Gilseapresuróahacersignosnegativos.

—Salenahoramismode losguantes...Además—exclamó riendo,—ustedmetienemuchocariñoylocomemásagustopasandopormismanos...¡Quétontasoy!¿Verdad,padre?—añadióbajandolavoz.

—Tonta, no. Un tanto ligera, sí—repuso el sacerdote, acompañando estaspalabrasconunasonrisaparadesvirtuarsuaspereza.

Lajovensepusoencarnada.Laconversaciónsehizomásseria.

Cerca de las nueve divisaron las torres deLancia y la gran cortina negra demontañasquecierra suhorizonte.El cieloestabadespejado.Elviento soplaba

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tibiodelSur.Lamañanaofrecíaesadulzuraexquisitaqueseobservaenalgunosdíasdeprimavera.

El P. Gil advirtió al cochero que pasase cerca de la capital sin entrar y sedirigiesea laprimeraestacióndel ferrocarril,distanteuna leguadeella.Habíaresueltotomareltrenallíparamayorrecato.Laestación,sellamabalaReguera.Cuandollegaroneranlasonce.Debíanesperardoshorasymedia,porqueeltrennopasabaporallíhastalaunaycuarenta.

LaRegueraestabasituadaalextremodeunpintorescoyrisueñovalle.Desdela estación, asentada en un alto terraplén, se divisaba todo perfectamente.Circundábalo un cinturón de colinas suaves vestidas de árboles y praderas ydespuésdeésteotrodealtasyescuetasmontañas,cuyostonosrojizosformabanhermoso contraste con el verde del primero. En el llano había un mosaicocaprichosodepradosconlindesdeavellanos,tierrasdemaízyarboledas.Porelmedio atravesaba majestuoso un río ancho, cristalino, que, herido por el sol,parecíaunagran fajabrillantedeplata.Asíquedespidieronel coche,Obduliapropuso a su confesor el bajar a este llano y aguardar allí la llegada del tren.Aceptógustoso,por librarsede lasmiradasde lagentede laestación.Bajaronporunsenderoestrechoyempinadoyentraronenunbosquedecastañosqueseprolongabahastalaorilladelrío.Elsacerdoteadvirtióqueestabamuyhúmedo,pero la joven marchaba delante dando gritos de alegría, metiéndose hasta larodilla en la yerba, batiendo las palmas comouna niña a quien perdonasen laescuela.Lasgrandes copasde los castaños aúnno estabanvestidas del follajeque ostentan en el verano. Los rayos del sol, pasando al través de sus ramasdescarnadas,bebíanelaguafrescaqueformabacharcosentreelcésped.

Obdulia noparó hasta llegar al taludguijarrosoque servía demargen al río.Allí se detuvo y volvió la vista atrás y contempló con semblante risueño a suconfesor,queveníatomandoprecauciones,apoyandoconcuidadoelpieenlossitiosmássecos.Teníaelrostroencendidoporlacarrera,loscabellosrevueltosysusgrandesojosnegrosbrillabanconexpresióndevivoplacer.

—¡Andeusted,cobarde!¿Tienemiedoamorirseporlospies?

—Y si pilla usted un catarro, ¿cómo podrá resistir la vida dura del año denoviciado?—repusoelclérigoaproximándose.

Porlosojosdelajovenpasóunanubesombríayquedórepentinamenteseria.Luego,haciendounesfuerzoparaanimarse,dijo:

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—¿A que no se atreve usted a desenganchar esa lancha para que demos unpaseitoporelrío?

—¡Yalocreoqueno!

—Puesyosí...Ahoravaustedaver.

Unagranbarcaviejaydeteriorada,queservíaparatrasportaralospaisanosdeuna orilla a otra en los días demercado, yacía amarrada por una cadena a laorilla,debajodeunosjuncalesquelasombreaban.

—¡Ay, qué lástima!—exclamó la joven devota cogiendo entre sus manos lacadena.—¡Tienecandado!

—Mealegro.Esoevitaqueustedhicieraunalocura.

—Puesyonorenuncioaflotarunpoco.Memetodentro.Soydepuertodemaryelaguaesmielemento.

Ydiciendoyhaciendo,saltócondecisiónenlabarca,queseinclinódeunladopararecibirla;sefueporencimadelosbancoshastalapopa,yallísesentó.

—¡Oh! ¡Qué bien se está aquí a la sombra!Y hay su cachito de balanceo...Véngase,padre.Enningunapartesepuedeesperarmejor...

Elclérigosaltótambiénporencimadelosbancos,ysefueasentarnolejosdeella.Lasombra,enefecto,eragrataenaquellahoradelmediodía.Lacorrientebalanceaba suavemente la lancha y producía al chocar un glu glu suave ycristalinoqueconvidabaalsueño.Despuésdealegrarsedesubuenafortunaporhallar asiento tan agradable y de cambiar algunas frases, ambos guardaronsilencio.Obdulia inclinó su cuerpo sobre el agua y clavó los ojos en ella conexpresión melancólica. El P. Gil dejó los suyos vagar por el horizonte,recorriendo sin verlas las altas montañas que aislaban el valle del resto delmundo. Y como siempre que quedaba un momento abstraído, la fatal dudavolvióaflotarensumente.¿Quéeratodoaquelloqueteníaasualrededor?Unapurarepresentacióndesupensamiento,unproductodeél,unsueñoquizá...¡Unsueño!... Mientras dormimos también vemos, también palpamos, lo sentimostodoal igualquedespiertos.¿Porquénohadeser lavidaun largosueño?Ladiferencia que estableceKant entre la vigilia y el sueño le parecía deleznable.Porqueelencadenamientodelasrepresentacioneslomismoexisteenlaunaqueenelotro.Loúnicoquerompeesteencadenamientoeselactodedespertar.Peromuchasvecesaldespertarconfundimoslosacontecimientosdelsueñoconlosde

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larealidad.¿Noindicaestobastanteclaramentequetodotieneelmismoorigenyfundamento?¿Porquérazóndecimosquelosunossonrealesylosotrosno?...

Sacole de su intensameditación la vozdeObdulia, que desde hacía algunosminutosleobservaba.

—Vamos,padre,nopienseustedmáseneso,ydígamedeverdadsinoestáagustoaquí.

—¿En qué no he de pensar, hija mía?—respondió el sacerdote poniéndoselevementecolorado,comosiyaselohubieseadivinado.

—¡En eso!...No sé lo que es, pero debe de ser algomalo cuando le hace austed arrugar la frente y abrir unos ojazos pasmados como si viera delante unalma del otro mundo... Vamos, piense usted un poco en mí, ya que me heconfiadoasuscuidados.

—Ya pienso. ¿No acabo de advertir a usted que no debíamojarse los pies?Peroustednohacecaso—replicósonriendoconbenevolencia.

—¡Esoes!Seacuerdausteddemípararegañarme...¡Sehavueltoustedmuyregañón,padre!...Enotrotiempoeraustedmáscobarde,mássuavecito;todolodecía dando rodeos, de miedo de ofender a una... ¡Pero ahora! ¡Anda, anda,buenos rodeos te déDios!...Ya ha aprendido bien a regañar... Por supuesto—añadiócambiandodetonoyacercándosemásaél—queamímegustamásdeesta manera. Yo quiero que mi confesor tenga firme por las riendas, que seaseveroyhastaduroconmigo...Ustedmeriñepocotodavía,padre.Quisieraqueusted fuese más severo... que me castigara fuerte... y hasta me pegara, parademostrarlebienmisumisión.

Dijolasúltimaspalabrasconvoztemblorosayelrostroavergonzado,fijandoen su confesor una mirada de tímida adoración. El rostro de éste expresóturbaciónydisgusto.Volviólavistaalotroladoyguardósilencio.

Al cabo de unos instantes, la joven devota, quemirabamelancólicamente alagua,dijoconímpetureprimido:

—Cuánto daría porque se rompiese la cadena que sujeta esta barca y lacorrientemellevasemuylejos...¡muylejos!...dondenoviesenadadeloquehevistohastaahora,dondetodoloqueimaginaraserealizasealinstante...¡Ah!Yoquisierairapararaunvallemáspequeñoqueéste,peromásrisueñotodavía:elcielosiempreazul, latierrallenadefloresyanimaleshermososqueviniesena

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comer amimano.Y vivir allí sola conDios y las personas que eligiese paraacompañarme.Vivirenmediodeloscamposyentenderloquedicenlosárbolescuandoelvientoagitasuscopasyloquemurmuranlasfuentesyloquegorjeanlas aves y lo que silban los insectos. Marchar siempre acompañados de unaescoltadepajaritosdeDiosquenosenseñaranelcaminoynosdeleitaranconsucanto,embriagadosporlosaromasdelasflores,inundadosdeluz,envueltosenlacariciadeunaprimaveraeterna.Estoes loquesoñabacuando teníacatorceaños.Yhoy,sinsaberporqué,vuelvoasoñarlootravez...Perono—añadióconvozprofundaalcabodeunapausa, frunciendofuertementesu frentepálida,—mejor sería que la barca me llevase a alguna gruta oscura entre peñascosinaccesibles y me volcase allí y me sepultase en sus aguas negras, para quenuncamássevolvieseasaberdemí...Asíconcluiríadeunavezdepadecer...

Alpronunciar lasúltimaspalabras se llevó lasmanos a la caray comenzóasollozar.

ElP.Gillacontemplóunmomentoconojosseveros.

—Loqueacabadedeciresunagranimpiedad,tantomásgrandeyabominable,cuantoquesaledeunabocaquevaapronunciarmuyprontovotossagrados.

—Perdón,padre...Sonsueñosnadamás.

—PidaustedperdónaDiosyprepáresedeunmodomásrespetuosoparasersuesposa.

El P.Gil se levantó al decir esto gravemente y salió de la barca.Obdulia lesiguióconelpañueloenlosojos.

Subieron de nuevo a la estación. En una cantina próxima tomaron caldo yaguardaron la llegadadel tren,queno sehizoesperar.Nohabíaningúncochevacío,peroenunoestabasolamenteunapersona,yaélsubieron.Partióeltrenalinstante.Elviajerolesmiródistraídamente,conpocacuriosidad,figurándosetalvezqueeranhermanos.Sinembargo,alcabodeunosmomentoslajovenpidióasuconfesorquelebajaselamaletadelarejillaparasacarunpañuelo.Elviajeropercibióquesetratabandeusted,yentonceslosexaminóconvivaatención.Elpadre Gil se turbó bajo su mirada fija, inquisidora. Por fortuna, a la terceraestaciónsebajó.Perotodavía,enpiesobreelandén,losseguíasaetandoconlosojoshastaqueeltrensepusoenmarcha.

Ambosguardaron silencio obstinado.El padreGil ya no se sentía arrastrado

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por lametafísica;empezabaaatormentarleunasorda inquietudque llenabasuespíritude temores,devagospresentimientos.Sentíavergüenzasingulardesdeque el viajero que se había apeado les observara con atención tan sostenida.Aquella muchacha le inspiraba miedo. Un tropel de pensamientos feos,insensatos, acudió a su cerebro y lo llenó de confusión. Tenía las mejillasencendidas y los ojos asustados. Procuraba evitar el encuentro con los de supenitenta,quesentíaposadosconstantementesobreél.

Poratracciónirresistibleoporcasualidadllegóunmomentoenquesecruzaronsus miradas. La joven dejó escapar una risita maliciosa. El sacerdote apartóprontamente la vista y permaneció grave, como si no la hubiera advertido.Alcabo de un rato volvieron, sin saber cómo, a encontrarse sus ojos, y otra vezsoltó a reír la devota, mirándole con semblante alegre. El padre Gil no hizoapreciodeelloyvolvióelsuyohacialaventanilla.PeroObduliaexclamó:

—¿Aquenosabe,padre,dequémeestoyriendo?

—Usteddirá—repusogravementeelclérigosinvolverlacabeza.

—Puesdeusted.

—¿Porquémotivo?—preguntóconnaturalidadymodestia.

—Porqueadivinoperfectamenteloqueestápensando.Ustedtemequelleguela noche, como los niños...Empieza usted a estar violento con unamujer quetodavíanoesvieja,ysearrepienteyadehabercedidoaacompañarme...

—Noandaustedmuydistantedelaverdad—replicóelsacerdoteconfirmeza.

Obduliaseturbóunpoco;peroreponiéndoseinmediatamente:

—Eso prueba su granmodestia, padre.Un santo como usted no debe temernadaenningunasituación.Yo,sinsersanta,estoyperfectamentetranquila.

Estas palabras gustaron al P.Gil. Le respondió con benevolencia, y un pocomás sereno y confiado, volvió a entablar conversación con ella, procurandomostrarsefamiliaryjocoso,tantomáscuantoquedeseabaalejarelmalestarylainquietudquesecerníasobreellos.

Rezaronelrosario.Luegocenaronconlavituallaquetraían.Mientrasdurólacena,Obduliaestuvooportunayalegre.Elclérigoleseguíaelhumorconciertaafectaciónparaocultarelembarazoqueasupesarledominaba.

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Habíacerradolanoche,unanochesoberbiadeCastilla,fríayazul,alumbradaporlosrayosdelaluna,quetrasformabalallanuraenunvastolagodormido.Eltrencorríaa todavelocidadporelmediorompiendoconsussilbosestridentes,conelfragordesumarcha,elencantodeaquellaclaridadsuaveytranquila.Losaltos chopos parecían flotar sobre ella como fantasmas envueltos en el blancocendaldelaneblina.

Loscristalesdelcocheseempañaronalfin.Obduliaseapartódesuconfesoryfueaarrebujarseenunrincón,tiritandodefrío.Luegosepusoahacerdibujossobreelcristalconundedo.Escribiósunombre:ObduliaOsuna;despuéseldesuconfesor,GilLastra.Yvolviéndosealrincón,serebujódenuevo.ElP.Gil,quehabíaleídobiendesdesusitiolosdosnombres,seacercóalaventanilla,conpretexto de estirar las piernas, y escribió debajo del suyo con letra clara:presbítero.

Trascurrió un rato en silencio. Ambos parecían soñolientos. Obdulia dijo alcabo:

—Conpermisodeusted,voyaacostarmeunpoquito,padre.Tengosueño.

Yseestirósobrelosalmohadones,echándoseunamantaencimadelaspiernas.

—¡Ay!¡ay!—exclamóalospocosinstantes.—¡Cómomelastimanlasbotas!...¡Claro, como las he humedecido primero y luego puse los pies sobre elcalorífero,sehancontraído!...Vamos,padre—añadiósonriendograciosamente,—sírvamededoncellaunavezsiquiera...Quítemelasusted,queyonopuedo.

Una ola de rubor subió a las mejillas del sacerdote. Tuvo un momento devacilación.

—Vamos,padre—insistióella,—seaustedhumildecomo todos lossantos.ElPapalavalospiesalospobres:bienpuedeustedquitarmeamílasbotas.

ElP.Gilselevantóyempezóconmanotemblorosa,rojocomounaamapola,asoltar los botones del calzado a su hija de confesión.Ella le contemplaba consonrisamaliciosa.

—Muchasgracias,padre.Ahorahágameelfavordeenvolvermelaspiernasenla manta... Así; perfectamente. Ahora acuéstese un poco también y no hagaruido.

El sacerdote,quea todoesto sonreía forzadamente, seacomodóenel rincón

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opuestoyquedóderepenteserio,conelentrecejoviolentamentefruncido.Unavivaterribleinquietudseapoderódesuespíritu.Laescapatorialeibapareciendounaligerezacadavezmásimperdonable.Aquellamuchacha,niteníaverdaderavocación de monja, ni llevaba trazas de tenerla jamás. Era un temperamentofrívolo,malicioso,arrebatado,capazdecualquieratrocidad.¡Quénecedadladehabercedidoasusinstancias!Seconfesabaquemerecíaunpocoloqueleestabapasandoporsuafándedesembarazarsedeellaatodotrance.Perocomoyanoera tiempode volverse atrás, lo importante era dejarla cuantomás antes en elconvento,yaesodebíantendertodossusesfuerzos.

Obdulia parecía dormida. Sus ojos, no obstante, se entreabrían de vez encuandoparamirarle,ydejabanescaparunallamaradaburlonaymaliciosa.

AlasnuevellegaronaPalencia.Sehicieronguiaraunaposadamodesta.Antesderetirarsecadacualasuhabitación,elP.GilquisoprevenirtodolonecesarioparaemprenderelviajeaAstudilloaldíasiguiente.Mandóbuscarcaballos,seenteródelcaminoquehabíandeseguir,deltiempoqueibanatardar,etc.Quisodejarlotodolisto,apesardequeObduliale indicabaquenocorríatantaprisa.Puestoquesetratabadeunviajecorto,porlamañanaerafácilarreglarlotodo.Peroelexcusadornopodíadisimularelansiaque teníadedejarzanjadoaquelasunto.

Selevantómuytemprano,peronoseatrevióaavisaralajoven.Entretuvosuimpacienciarezando,paseandoporlahabitación,yendoacasadelalquiladordeloscaballosparacerciorarsedequelosteníadispuestos.Alfin,cercayadelasdiez, se atrevió a pasar un recado por la criada, preguntándole si estaba yapreparadaapartir.Larespuestaqueaquélla trajo fueque laseñoritaaúnnosehabíalevantado,porhallarseunpococonstipada,queencuantoselevantaseleavisaríaparaponerseencamino.

Sinsaberporqué,aquellanovedadprodujoenelP.Gilungrandesconsuelo;sintióprofundodisgusto,presintiendounacatástrofe.Unahoradespuésrecibióotro recadode ella aconsejándole que almorzase soloypasasedespuéspor suhabitación,queparaentoncesyaestaríavestidaypreparada.Así lohizo, cadavezmásinquietoyreceloso;peroalentrarenelcuartodelajoven,encontróqueestaba, enefecto, levantada,perodeningúnmododispuestaparapartir.Vestíaunabataeleganteyteníaloscabellosrecogidosenunacofiablancaconlazosdeseda encarnados. Estaba bastante pálida y tenía los ojos con señales de haberllorado.

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ElP.Gilsedetuvoalapuertayfruncióelentrecejo.

—Entreusted,padre,ysiénteseaquíenestabutaca—dijoelladesdeunasillita,mirándolecondulzura.—Yaestoybien.Hepasadounanochemuymala.

—¿Hatosidousted?—preguntóelexcusador,sentándose.

—No...lahepasadotodallorando.

Elclérigolamiróestupefacto.

—¿Cómoeseso,hijamía?

Obdulia se llevó el pañuelo a los ojos y no contestó. Al cabo de un largosilenciodejócaerelpañuelo,seapoderódeunamanodesuconfesorylabesóconefusiónrepetidasvecesylallenódelágrimas,exclamando:

—¡Soymuydesgraciada!

ElP.Gilquisoretirarlamanosuavemente,peroladevotaselaapretóconmásfuerza.

—No...nomeretireustedestamano,padre...estamanoquetantasvecesmehaabsueltodemispecados,yqueahora¡ay!nopodráabsolvermenisacarmedelabismoenquehecaído...

—Cálmese usted, hija—repuso el clérigo, impresionado.—¿Acaso searrepienteusteddesudecisión?...Poresonohacaídoustedenelabismo.Todosepuedearreglarsinescándalo.Tieneustedunañodenoviciado,enquepuedesalirdelconventocuandolodesee...

Obduliavolvióataparseelrostroconlasmanosydijoentresollozos:

—Noeseso...Esotracosapeor...Yotengounsecreto,padre;unsecretoquemepesaenelcorazónhacetiempoyquemeahoga...

ElP.Gilquedóunosinstantessuspenso,ydijoalfin:

—Siustedlodesea,iremosalaiglesiaylaescucharéenconfesión.

—No,no...Ustedyanopuedesermiconfesor—ylevantandorepentinamentela frente,pálidas lasmejillas, losojos secosybrillantes,dondesepintabaunaresolución extrema, siguió:—Sé muy bien, padre, que mi vida entera estádestinada a llorar... Sé también que después de esta vidame espera quizá una

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eternidadde tormentos.Pero ladesesperaciónnocuenta los tormentosni temenada.Notienemásqueunpensamiento.Todolodemásquedaaniquilado...Yolehe engañado a usted, padre. Yo no quiero ni puedo ser esposa de Jesucristo,porque sería infiel amis juramentos.Tengo dentro del alma, allá en el rincónmásoculto y sagrado, un amor al cual seré fiel toda la vida.Este amor esmideliciayesmitormento.Hacedosañosquevivomuriendodeunamuertedulce,porque adoromis propios sufrimientos...Hace dos años que lloro en silencio,peromislágrimassondulcesylasbeboconplacer.Sinsaberlo,padre,ustedmehaestadoenvenenandolentamente;pero,lejosdeaborrecerle,lequiero,leadorocon toda mí alma... He procurado arrancar de mi alma este amor que meconsume,hegolpeadomipecho,hemartirizadomiscarnes...Ustedbienlosabe,padre...Despuésmeheconvencidodequeerainútil,ylohedejadoflorecerenmicorazón.CúmplaselavoluntaddeDios.Séqueestoycondenada,peroyolequiero a usted... ¡Te quiero! ¡te quiero más que a mi salvación!... Llévameadondese teantoje,peronomeseparesde ti...Déjameser tusierva...Déjamebesarelsueloquepisas...

Cayó de rodillas delante de su consejero, con el rostro entre las manos. Altravésdesusdedosflacossenotabaelvivocarmíndequeestabacubierto.

El P. Gil se puso en pie vivamente, pálido como unmuerto, con el espantopintado en los ojos. Sus labios temblaron para fulminar sin duda alguna frasedurísima, pero no llegó a pronunciarla. Se lanzó rápidamente a la puerta ydesaparecióporella.

Saliódecasasindarsecuentadeloquehacía.Caminóalaventuralargoratoporlascallesenunestadodeaturdimientoqueleimpedíarazonarsobreloqueacababadesucederle.Saliosealcampoydiounlargopaseo.Elcansanciofísicoprodujo su acostumbrado efecto sedante y comenzó a ver con claridad susituación. Nada ganó con ello. Lo que le estaba pasando era gravísimo, unaverdaderacatástrofe.Suspresentimientos se habían realizado. ¿Cómovolver aPeñascosa con la muchacha? ¿Cómo dejarla allí abandonada? Todas lassolucionesqueacudíanasumenteleparecíanigualmentecomprometidas.Pensóentelegrafiaralpadre,peronoeraposibleexplicarenuntelegramaloocurrido,niaundepalabrapodíahacerlodignamente.Además,¡quiénsabedeloqueseríacapazaquellalocasiseveíaacosada!Unavivairritaciónseibaapoderandodelalma pacífica del presbítero. Hacía ya tiempo que no estimaba a la exaltadabeata;ahoralaaborrecía.

Cuandoregresóacasaerayanoche.Seencerróensucuartosinpreguntarpor

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su compañera, y continuó meditando con febril impaciencia sobre el mismotema. La solución que le pareció menos mala, después de haber tomado ydesechadomuchas, fuepresentarse alobispode ladiócesisy confiarle todoelasuntoypedirleconsejoyórdenesparasalirdelpaso.

—Señorcura,laseñoritaquehavenidoconustedmemandadecirlequehagaelfavordepasarporsuhabitación.

El P. Gil levantó la cabeza, y avergonzado y confuso como si tuviera quearrepentirsedealgo,respondióalahuéspeda:

—¿Laseñorita?...¡Ah!Bien...Allávoyenseguida.

Pero no semovió del sitio.Aquella llamada aumentó aúnmás su irritación.Estaba resuelto a no volver a verla mientras el prelado no interviniese en unasuntoquetangravementepodíacomprometerle.Trascurriócercadeunahora.Alcabodeesetiemposepresentódenuevolapatrona,todaazorada.

—La señorita tiene un ataque y está en la cama sin conocimiento. ¡Venga,venga,señorcura!

—¡Voy,voy!—exclamóasustado,corriendoenposdeella.

Enefecto,Obduliayacíaenlacama,privadadesentidoyextrañamentepálida.Parecía muerta. El P. Gil sintió al verla en tal estado una punzada deremordimientoenelcorazón.Seapresuróaprodigarletodosloscuidadosqueenelmomentoseleocurrieron.Entrelapatronayéllebañaronlassienesconaguafría,lehicieronoleralgunospomosdelosqueellatraíaensusaquitodemano.Notardómuchoenabrirlosojos.Estuvoalgunosmomentosconlamiradaseriay fija en el sacerdote. Luego sonrió dulcemente. La huéspeda se apresuró aofrecerse.

—¿Quiereustedquellamemosalmédico,señorita?

—No,no...Estonoesnada...Hágameunatacitadetila.

—Ahoramismo.

Cuandosequedaronsolos,labeatavolvióamirarlelargayfijamente.Alcabodijoconvozdébil:

—Escucheusted,padre.

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—¿Quédeseausted,hijamía?—respondióinclinandolacabezahaciaella.

—Acérqueseustedmás...Nopuedoesforzarlavoz.

ElP.Gilseinclinótodavíamás.Súbito,conmovimientoimprevisto,lajovendevota sacó los brazos desnudos de la cama y se los echó al cuello, atrajo surostro hacia el de ella con inusitada fuerza y le dio un beso prolongado,frenético,enloslabios,ydespuésotroyotro.Elsacerdoteforcejeóenvanopordesasirse.Aquellosbrazosleapretabancomosifuesendehierro,yunanubedebesosardorososcorríaportodosurostro,sintregua.Noseoíaenlaestanciamásqueelsuaverumorqueproducíanyelresuellodedospechosanhelantes.

Al fin, el sacerdote, con un supremo esfuerzo, se desligó. La joven cayópesadamenteenlacama.Aquélsesintióacometidodetalsusto,repugnanciayhorrorque,despuésdevacilarunosmomentos,perdióelsentidoysedesplomósobreelpavimento.

Viéndole caer, la joven se levantó con presteza del lecho y acudió solícita asocorrerle. Pero al poner los pies en el suelo, su flaca naturaleza, hondamenteperturbadaporloqueacababadesucederyporlavistadesuconfesortendidoenelsuelo,lefaltótambiénycayópresadeunsíncope.

EldelP.Gileraundesmayopasajero.Tardópocossegundosenvolverensí.Incorporoseenelsuelo,yviendoaObdulia tendidaasu ladoencamisayconunapartedelcuerpodescubierta,sintióunfuerteestremecimientodevergüenzaysealzócomomovidoporunresorte.Ypensandoconhorrorquepodíallegarelama en aquelmomento, se apresuró a tomar a la joven entre sus brazos paratrasportarlaalacama.Cuandolateníasuspendidaamediavaradelsuelo,sintióruidoenlapuerta.Volviólacabezaaterrado,yungritoahogadodevergüenzaseescapódesugarganta.AlapuertaestabanOsuna,D.MartíndelasCasasyD.PeregrínCasanova.

—¡Yacayeronlostórtolos!—gritóD.Martínconvozestentórea.

ElP.Gildejócaerdenuevoa la joveny retrocedió,mirándoles conojosdeespanto.

—¿Quéesesto?...¿Quéesloquepasa?¡Mihija!...¡Diosmío!—clamóOsuna,apresurándoseareconocerla.

—Oigausted, ¡sucio,canalla,desorejado!—profirióD.Peregrín,dirigiéndosealexcusador.—¿Quésituacióneséstaparaunsacerdote?¿Noselecaelacarade

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vergüenza?

D. Martín de las Casas le agarró con la mano izquierda por el brazo, yempujándole contra la pared, le vomitó con voz campanuda, blandiendo almismotiempoelbastón:

—¡Granujota, indecente! ¡En buen lugar has dejado a los que te sacaron delpolvo! ¡Miserable gusano, debiera aplastarte y arrojarte después como unapiltrafaalacalleparaquetecomanlosperros!Debieraclavarteporlasorejasalaparedyexponertealavergüenzapública...Porlomenosdebierarompertelascostillasconestebastón,¡ymeestándandoganasdehacerlo!

No sería difícil, mejor dicho, sería casi seguro que el enérgico inválidosatisficiera en esta ocasión, como en tantas otras, su apetito desordenado decontundirasussemejantes,sinofueraporqueenaquelinstanteseinterpusolahuéspeda.

—¿Quévaustedahacer,caballero?¡Maltrataraunsacerdote!...Enmicasanosedarátalescándalo...

RepuestounpocodelasorpresaelP.Gil,dijoconfirmezaentonces:

—Señores,esta jovensehadesmayadoal tiempodevenirenmisocorroporhabermecaído.Laheacompañadohastaaquí,aruegosuyo,porquedeseaentrarenunconventoyconsagrarseaDios,a locualsupadreseoponesin razónniderechoyparaellolamaltratabárbaramente...

—¡Maltratar yo a mi hija, canalla!—gritó en el colmo de la indignación eljorobado,quehabíaconseguidotrasportaraObduliahastalacamaysedisponíaa echarle agua en la cara.—Miente usted ymiente quien lo diga.Yo no sabíasiquieraquedeseabaentrarenunconvento...nimehubieraopuestoaello.

ElP.Gilquedóestupefacto,sinacertaradecirunapalabra,porqueelacentodeOsunadenotabasinceridad.

—Yocreoqueloqueprocedeenestecaso—manifestóD.Peregrínconsuvozgangosa, administrativa,—es dar inmediatamente conocimiento del hecho a laautoridad civil... A mí se me presentó un padre, siendo gobernador deTarragona...

—¡Déjenos usted de Tarragona, D. Peregrín!—interrumpió el señor de lasCasas.—Aquíloqueprocedeesatenderaesaniña...Usted,señora,hagaloque

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sepaparahacerlevolverensí.Usted,D.Peregrín,queconocebienlapoblación,vayaabuscarunmédico...Ytú,donGilelenamorado...alinfiernositeparece.

—¡Decir que yo maltrato a mi hija, porque quiere hacerse monja!—seguíaexclamandoporlobajoOsuna,mientrasayudabaalahuéspeda.—¡Canalla,másquecanalla!

—SeñorOsuna,dispénsemeusted...Yolocreíaasí—dijoelsacerdote.

—Bueno, bueno. Ya se arreglará esa cuestión en Peñascosa—profirió D.Martínconsuenergíacaracterística.—Ahora,¡largodeaquí!...¡largo!

ElP.Gilsedirigióalapuerta,perocuandoyaibaatrasponerla,D.Martínlegritócomosiestuviesealfrentedeunbatallón:¡Alto!

—AmigoOsuna—dijodirigiéndoseal jorobado,—austed lehan inferidounaofensagraveyustednoquedadecentementesinodaahoramismounabofetadaalindividuoquelehaofendido(apuntandoparaelP.Gil).

Hubo silencio embarazoso. El semblante de Osuna expresó malestar yvacilación.

—Nada, nada—siguió el feroz inválido con su voz resonante de barba deteatro,—noesustedhombredehonor,notieneustedpizcadevergüenzasidejasincorrectivolaofensa.

Osunavacilótodavíauninstante,echóunamiradademisericordiaalinválido;peroviendosurostroespantable,seresolvióalfin.Alzosesobrelapuntadelospiesydescargóunasonorabofetadaenlamejilladelsacerdote.

—¡Jesús!—exclamólahuéspeda.—¡Esoesunainiquidad!

ElP.Gilsepusodensamentepálido:asomarondoslágrimasasusojos;peronohizomovimientoalgunoparaarrojarsesobresuagresor.

XIII

Gracias a la actitud resuelta de Obdulia, el asunto no fue llevado a lostribunales.Desdeelprimermomentoseconfesóautorayúnicaresponsabledela

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fuga: el excusador ninguna culpa había tenido en ella; sólo había cedido aacompañarladespuésde incesantes ruegosyvaliéndosedelardidde losmalostratos en sucasa.D.PeregrínCasanova,queriendo sindudademostrarquenoguardaba rencor alguno a Osuna por la escena de la iluminación, seguíaopinandoquedebía instruirse expedientegubernativo.Hacíayamucho tiempoque estaban reconciliados. En Peñascosa los particulares se injurianpúblicamente,sellamancanallas,miserables,etc.,etc.,yalosochodíasselesvuelve a ver juntos tomando café. Pero esto no es privativo dePeñascosa.LomismosucedeenSarrióyenNieva.Deotromodo,¿cómoseríaposiblelavidaenestasvillasinsignes?

ContraelparecerdeD.Peregrínsehallabantodaslaspersonassensatasdelapoblación.Unosporafectosalexcusador,otrospor timoratos,otrosporquenoveíanmotivopara armarun escándalo, casi todos aconsejaron aOsunaque seestuviese quedo. Sin embargo, los enemigos que el excusador tenía, mejordiremos,losenvidiosos,seencresparonterriblemente.Noquisieronasentiralaversión de la doncella. Opinaban que era una patraña forjada por ella parasalvarle; y si no lo creían, por lomenos así lomanifestaban bajando la voz ysonriendomaliciosamente. Se les cubrió de sarcasmos, lomismo al sacerdotequeasuhijadeconfesión,ysehicieroncorrerporlavillamilchuscadasmásomenos ingeniosas a propósito de su viaje. Fácil es de adivinar que quienmástrabajóenestapropaganda,aunquedeunmodosolapado,fueelP.Narciso.Nole bastaba al capellán de Sarrió haber humillado a su émulo arrancándole elcargodecoadjutor,queenjusticialepertenecía.Queríaatodacostaconcluirconél, pulverizarle, que no se oyese más su nombre en boca de las beatas dePeñascosa.

Pareciolelaocasióndeperlasparaello.PoresosedirigióespontáneamenteaOsuna, preguntándole si no pensaba acudir a los tribunales.Cuando supo queesto no podía ser porque Obdulia asumía toda la responsabilidad y declarabahaberengañadoasuconfesor,experimentóprofundopesar.Tantoerasuanhelode exterminar al P. Gil, que aunque hacía ya muchísimo tiempo que susrelacionesconaquéllaerantirantes,yaunpuededecirsedeabiertahostilidad,seaventuróatantearla.TresocuatrodíasdespuésdehaberregresadoaPeñascosala vio una mañana en la iglesia. Le mandó recado por un monaguillo quedeseabahablarconellaylaesperabaenlasacristía.Fueallálajoven,aunquedemalísima gana. El coadjutor se hizo de miel; la trató con extremado cariño;manejóconbríoelincensario,sabiendohastaquépuntoeravivoydelicadosuamor propio. Cuando creyó tenerla blanda, le hizo presente con grandes

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perífrasisqueél,comopárrococoadjutor,teníaeldeberdevelarporlahonradetodassusfeligresas;queladeellaandabaenbocadelagentehacíaunosdías,yqueestolepesabaenelalmaporelparticularcariñoquelaprofesaba.Lepesabatantomás,cuantoestabasegurodequenohabíadadomotivoalgunoparaello.Conocía su carácter generoso, su espíritu noble; por eso estaba convencidodequeenestaocasión,comoen tantasotras, sesacrificabapor losdemás.Ahorabien, este sacrificio no era admisible; podía considerarse como un pecado. Lahonranonospertenece; es undepósito queDiosnos confía y que tenemos laobligacióndedefender.Porotraparte, ladeshonranoera solamentepara ella,sino tambiénparasuancianopadre.Elpobreseveíaacausadeestesacrificiomotejadoymurmuradoenlavilla.Aúnmás:aunquesedieraporbuenotalrasgodegenerosidad, tanto ella como él, que eranmiembros de la Iglesia, tenían eldeber de denunciar a la autoridad eclesiástica a cualquier sacerdote que seextralimitaseenel ejerciciode suministerio,paraque recibieseel condignoyfraternal castigo que los cánones previenen. Esto redundaba en bien de la fe.Ella, tan excelente cristiana, no había de permitir que se burlase la justicia deDios. Comprendía perfectamente que le sería doloroso declarar contra suconfesor;peroeraunsacrificiomayorqueelqueestaballevandoacabo,yqueDios le agradecería seguramente. Además, debía tener en cuenta que aldenunciarasuconfesornolecausabadañoalguno;alcontrario,elcastigoenlaIglesia se considera como un bien, como una justa expiación que, cuando vaacompañadadelarrepentimiento,redimedelpecadoynoslibradelaspenasdelinfierno.

El pobre D. Narciso ignoraba, a pesar de haberla tratado tanto tiempo, conquiénselashabía.Antesdequehubierapronunciadopalabra,yasabíaObduliaquéibaadecirleyenquéformapocomásomenos;leconocíacomosipasaralavidadentrodesucerebro.Aquellahabilidadfrailunahechadelugarescomunesse estrellaba contra la viva imaginación, el ingenio sutil y la perspicaciade lajovenbeata.Respondioleenelmismotonopersuasivo,untuoso,queelclérigohabía adoptado. De nada podía acusar al P. Gil, que era un santo, un serexcepcionalcuyailustraciónservíadefaroenlaparroquiadesdequepordichahabía llegado a ella, y cuya modestia, abnegación y piedad podían servir deejemplo y estímulo a sus compañeros. Pero aunque hubiera motivo paraacusarle, se abstendría muy bien de hacerlo, sabiendo que el escándaloaprovecharíaprincipalmentealosenemigosdelareligión.Lafaltadeunamujercuando es soltera redunda sólo en perjuicio de ella. La de un sacerdote, endesprestigiodelaclaseyenmenoscaboporlotantodelareligióncatólica.Otrasvarias consideraciones añadió, y entre ellasmás de una frase aguda de doble

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intenciónquesupoacuernoquemadoalnuevocoadjutor.

—Vaya,adiós,D.Narciso,ydispénsemesinohepodidocomprenderbiensucaritativaintención.Soyunaruinmujerynoentiendodeteologías.

ElP.Narcisoquedósonriendocomoelconejo.Viendocerradaestavía,entróresueltamentepor otra nomenos tortuosa.LomismoD. Joaquín el capellánymayordomodelaseñoradeBarradoqueelP.Melchor,enemigosnatosdeljovenexcusador,vomitabanvenenocontraél,comoeslógico.Perohabíaotroscuantosclérigos en Peñascosa que se habían mostrado siempre imparciales. A éstosprocuró atraérselos pintándoles el lance desde otro punto de vista, asegurandoqueteníamotivossecretosparasaberlo.Elviajehabíasidounverdaderoraptofrustrado.Lamuchachasesacrificaba.Hacíayatiempoqueél,D.Narciso,teníasospechas de lo que iba a pasar. El excusador había concebido una pasiónsacrílega.Laescapatoriaestabaconcertadadesdehacíatresmeses,etc.,etc.Lesllenólacabezadeviento.Laposiciónqueocupabacomopárroco,dehechosinode derecho, facilitómucho esta atracción. Quedó convenido entre lamayoría,casilatotalidaddeloscapellanesdelavilla,queelexcusadoreraunchicuelosinpeso ni formalidad, que había desprestigiado a la clase sacerdotal y queDiossabedóndepararíasielpreladonotomabacartasenelasunto.

Desdeentoncesnoperdonaronmediotodosellosdedemostrarlesudesprecio.No hay nada que plazca tanto a la naturaleza humana como despreciar.Empezaron a saludarle fríamente, luego a volver la cabeza, después a nocontestarle.Cuandoentrabaenlasacristía,sihabíaallíotrossacerdotes,notabaque se apartabande él y formabangrupo aparte.Si iba a revestirse para decirmisa,seencontrabalamayorpartedelosdíasconelarmariodelasvestidurascerrado: había que esperar a que D. Narciso llegase para pedirle la llave. Seprescindía de él en las funciones cuando era posible: no le convidaban a losgaudeamus que celebraban. Finalmente, le vejaban de todas las formas ymanerasqueselesofrecía.Ynodejabandeserbastantes.

ElP.Gilquedómássorprendidoqueenojadodeaqueldesprecio.Viendoquesus compañeros prescindían de él, prescindió de ellos sin gran pesar. SólohablabaconelP.NorbertoyconD.Miguel.Elviejopárroco,aquiensehabíaprivado de la jefatura de hecho,mantenía, no obstante, con tesón su derecho,inventabamil trazasdedemostrarlo alvecindario.Entre élyD.Narcisohabíaunaenemigaprofunda, feroz.Peroéste le teníamiedo.Elantiguocabecilladelashuestescarlistaseracapaz,siseleirritabaunpoco,deapalearleenlamismaiglesia.DonMiguel triunfabaporel terror.ElP.Narcisoafectabadespreciarle,

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perosiempreasusespaldas.Delanteletratabaconextremadaconsideración,ysufríaconpaciencialasrociadasquedevezencuandolesoltaba.Ycuandoseleocurríaalcoadjutor,predicandoalosfeligresesenelofertoriodelamisa,decir:«Nosotros los párrocos tenemos el deber, etc.,» D. Miguel, desde su rincóndonde oía la misa, profería en voz bastante alta para que le oyeran los queestabanasualrededor:«¡Párrocoyo!¡párrocoyo!»

Saliendoundíajuntosdelaiglesia,elP.Gil,queacababaderecibirunfuertedesairedesuscompañeros,selodijo,sinlamentarse,comosiledieracualquieranoticia.

—No hagas caso de ellos—le replicó el viejo caudillo, poniéndole la manorugosa y seca como un haz de sarmientos sobre el hombro.—Son todos unosmaricas.Vivenpegadosalasenaguasdelasbeatas,comolosgatos...Mira:yo,cuandosalgodedecirmisa,comoahora,yllegoacasa,nuncadejodesoltarlesmediadocenade...Perotú,siestásagraviado,puedesllegarsininconvenientealadocena.

Una carcajada brutal, semejante a un rugido, sacudió su pecho vigoroso alpronunciar estas palabras. Sus ojos brillaron con franca, cordial alegría. Elexcusador se puso rojo comouna cereza y guardó silencio.No volvió a tenermásconfidenciasconélsobreestepunto.

Suvidainteriorlecausabademasiadostormentosparapensarmuchotiempoenestas futilidades. El escepticismo le minaba sordamente. El mundo le parecíacadavezmásincomprensible.La ideaconstantedeque todoloque lerodeabaera una pura apariencia, cuyo verdadero sentido permanecería eternamenteignoradoparaelhombre,engendrabaensualmaunamelancolíaprofunda,quese reflejaba bien en su frente pálida y en la sonrisa triste e indiferente queplegabasus labios.Laexperiencia todaentera—decíaKant—noesmásqueelconocimiento del fenómeno, no de la cosa en sí. Ésta se oculta y se ocultaráeternamentealarazónhumana.Platóntambiénlohabíadichoantes.Lascosasde este mundo, tales como nuestros sentidos las perciben, no tienen realidadalguna. Mientras nos encerramos exclusivamente en la percepción sensiblesomos como prisioneros sentados en una caverna oscura, encadenados tanfuertementequenopuedenvolverlacabeza.Novennada.Sólopercibenenlaparedquetienenenfrente,alaluzdelfuegoqueardedetrás,lassombrasdelascosasquepasanentreellosyelfuego.Tampocoellosmismossevensinocomosombrasproyectadasenlapared.Nuestraciencia,pues,sereduceysereducirásiempreapredecir,segúnlaexperiencia,elordenenquesesucedenlassombras.

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¡Tristeresultadodespuésdetantosesfuerzos!ElUniversoenteroseleaparecíacomounasombrafugitivaquesedesvanececonelsujetoquelocontempla.EslaMaya—comodicenlosVedas,—eselvelodelailusiónelque,cubriendolosojosdelosmortales,leshaceverunmundodelcualnopuededecirsesiexisteonoexiste,unmundoquesemejaaunsueño,alaradiacióndelsolsobrelaarena,dondeelviajerodelejoscreepercibirunlago.Habiendoperdidolafe,nosóloensurazón,sinotambiénensussentidos,lavidadenuestroclérigosearrastrabasilenciosa,indiferente,enmediodeunhastíoinfinito.

Obdulianolehabíavistoenlosquincedíassiguientesasuregreso.Labeatasalía muy poco de casa por razones fáciles de comprender, y a la iglesiaprocuraba ir a las horas en que no estuviese el excusador. Esto último noprecisamenteporvergüenza,sinoporelmismosentimientoamorosoqueseguíaagitandosucorazón.Creía,ynolefaltabamotivo,que,supuestaslashabladuríasquecorríanporelpuebloylaguerradetodosloscapellanes,principalmentedeD. Narciso, cualquiera aproximación a su confesor podía comprometerle. Asíque se imponía este sacrificio con la satisfacción del que padece por el seradorado.Perollegóaseruntormentosuperiorasusfuerzas.Sulocapasión,envezdecalmarse,cadadíaseexaltabamás.Novivíamásqueconlaimagendeljovenexcusador.Hastaensueños leveía.Ysufantasíadesarreglada leforjabaunsinfindeilusiones.DábaseapensarqueelP.Gilcorrespondíaasuamor,yparacreerlosacabadequiciotodassuspalabrasyacciones.Unavezquelehabíaapretadolamanoconmásfuerza,otraquelehabíasonreídodesdelejos,otraquese había ruborizado al encontrarla, etc., etc. Todo lo convertía en sustancia.LuegoelviajeaPalenciaeraobjetoparaelladeunminuciosoyfebrilexamen.Su alegría en el coche cuando almorzaban, y ella le limpiaba el pescado deespinas; la escena de la barca, en que le viomelancólico, a punto de llorar alescucharla; la turbación que se apoderó de él en el tren cuando le invitó adescalzarla;finalmente,aquelbesodeamorenloslabiosqueleimpresionóhastahacerleperderelsentido,leparecíanalaluzdelosrecuerdosotrostantossignosindudablesdelsentimientoqueembargabaelpechodesuconfesor.Elpobrecilloeraun santo,y suamor luchabaconeldeber.Esta luchaquecreía adivinar lehacíadoblemente interesantea susojos,yexaltabaaúnmás, siposibleera, sudesapoderadapasión.

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Al cabo nació en sumente la idea de verle otra vez.La idea se convirtió almomento enpropósito, y la inundóde alegría.La entrevista debía ser secreta,que nadie enPeñascosa tuviese noticia de ella. Esto satisfacía su deseo de nocomprometerle,yalmismotiempolacondicióndesutemperamento,inclinadosiemprealmisterio.Determinóquefuesedenoche:sorprenderalexcusadorensucuarto,gozarunosmomentosdeafectuosaexpansiónymarcharsealinstante.Señaló, por fin, el día. Durante todo él estuvo nerviosa, agitada dulcemente,como la colegiala que espera ver a su amante escalar de noche las rejas delbalcón.Cuandollególahora,dijoasupadrequeledolíalacabeza,pararetirarsetemprano.Así que le oyó salir de casa, se echó conmano trémula unmantónsobre los hombros, y acompañada de su doncella, que era su encubridoraperpetua,encaminoseacasadelexcusador.Laspiernasleflaqueabandeplacer,elcorazónlelatíafuertemente.

Lorarodelcasoesquenoselepasabaporlaimaginaciónqueaquelamorerasacrílego.Nosentíaremordimientos.Sucerebrodesequilibradotrastornabatodaslasleyesdivinasysociales,lasfundíadenuevoasucapricho.Paraella,elamordel joven presbítero era un puro idealismo conforme con el espíritu cristiano:hallaba en las historias de los santos varios casos semejantes. Cuando soñabaconhuirensucompañíaalfondodeunretirodulceyameno,siempreerabajoelsupuesto de seguir confesándose con él y subir al cielo juntos. Si la carnehablabadentrodesuser,onolaescuchaba,ofingíanoescucharla,engañándoseasípropia.

Alllegaralamansióndelsacerdote,ordenóasudoncellaquelaaguardaseenel portal: no tardaría enbajar.Llamó toda temblorosa.SalióDª Josefa a abrir.Comodesdesufamosoviajenolahabíavisto,searrojóensusbrazos,laabrazóylabesóconafectadaefusión.Elamasemostrómuypococontenta:larecibiócon frialdad glacial; hasta se le conocía que luchaba consigo misma para nosoltarleunarociadadedesvergüenzasydarleconlapuertaenlasnarices.Sólolecontuvo la idea de que su amo se había reconciliado con la beata, lo cualdeplorabaenelfondodelalma,juzgándolofeoypeligroso.

Obduliafingiónoadvertirlafrialdaddelabuenaseñora.

—¿Estáencasa?—preguntóconelmismosemblanterisueño.

—Está...Voyaavisarle.

—No hay necesidad. Me ha mandado venir a estas horas y me estará

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aguardando.

Seguidamente tomó la escalera y se dirigió al cuarto delP.Gil.Dª Josefa lamirósubirconaversiónydesconfianza.Preguntarsiestabaencasayluegodecirquelaaguardabaeraunacontradicciónmanifiesta.Porestoyporlacuriosidadnaturallasiguióalospocosmomentos.

Bailándole de gozo el corazón,Obdulia se acercó a la puerta del gabinete ymiró por el agujero de la cerradura. El P. Gil estaba sentado a su mesa deescribir, leyendo a la luz de un quinqué. Una sonrisa de afecto y entusiasmocontrajo los labiosde la jovendevota.Abriódegolpe lapuertaparadarleunagratasorpresayexclamóconalegría:

—¡Padre,aquímetieneusted!

El sacerdote levantó los ojos sorprendido. La sonrisa de la beata se helórepentinamenteensurostro.Envezdelgozoqueesperaba,viocruzarporellosunrelámpagodeiraalcualsucedióinstantáneamenteunaexpresióndeabsolutaindiferencia, la misma expresión de cansancio y hastío que hacía tiemporeflejaba su semblante. Alzose con lentitud de la silla, sin contestar a laexclamación de su penitenta, y avanzó hasta ella en silencio. La beata,clavándole una angustiosa mirada de terror, retrocedió un paso. El sacerdotellegóacogerlaporunbrazo,ysuave,perofirmemente,lallevóensilenciohastalapuerta,lapusofueradelgabineteycerródenuevo.

Obduliatropezóconunbulto.EraDªJosefa,quelesoltóunacarcajadaenlacara.

—¡Parecequenolarecibenaustedbajopalio,señorita!

Nocontestó.Pálida, conel corazón fuertemente contraídoy enun estadodedesfallecimientoque lehacía tambalearse,bajó laescalerasindarsecuenta.DªJosefa, cortando el flujo de la risa, la persiguió hasta la puerta de la callegritándole con acento iracundo, esforzándose en bajar la voz para que no leoyerasuamo:

—Bienempleado leestá,holgazana,gallarina... ¡Vergüenzahabíadedarle!...¡Engañar a mi pobre señor y llevarle como un dominguillo de la ceca a lameca!...¡Mireustedlamonjita!...¿Esésasureligión?¿Esésasudelicadeza?...Siquierehombres,vayaacasadeMaríaRamonaconmilparesdedemoniosyno pretenda a los sacerdotes... ¡Fuera de aquí!... Métase en su casa y tenga

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honradezytengavergüenza,ynoandecomounaperrasalidaatodashorasporesascalles...Sifueraallevarmedelgenio,lelevantabalassayasahoramismoyledabaeneltrasconlazapatillahastaquemecansara...¡Pícara!¡Malacabra!

Salióalacalleaturdida,quebrantada.Tuvoquearrimarsealapareddelacasaparanocaer.Loshorroresymonstruosidadesquelehabíavomitadoelamadelexcusadorseguíansonándolecomomartillazosenlosoídos.Hubouninstanteenquecreyóperderelsentido;perodelfondodesusersalióungritorabioso,ungritodevenganzaquelemandótenersefirme.Ycumpliólaorden,haciendoungranesfuerzosobresímisma.Descansóunosmomentoscontralapared,pasoselamanoporlafrenteyseencaminóconpasorápidohaciasucasa,seguidadeladoncella,quenohabíapodidoobtenerrespuestaaningunadesuspreguntas.

Aunquesesentíamuymal,seempeñóenesperarasupadre.Cuandollegóéstea las once, le siguió hasta su cuarto y, después de cerrar la puerta, le dijo derepente:

—Papá, no te he dicho la verdad... Cuando me hallasteis con el excusadoracababadearrojarsesobremí,estandoenlacama.Meresistí,luchamos,yalfinquedédesmayadaensusbrazos.

Eljorobadodioungritoderabia.

—¡Ahpuerco!¡Bienlopresumíayo!

Y se puso a dar vueltas como un tigre por la estancia, vomitando injurias yblasfemias.Alcabodeunratosedetuvodelantedesuhija,ylepreguntó,másconlavistaqueconlaspalabras,algo.

Lajovenbajólacabezaruborizadaehizounsignonegativo.

—Bien...Detodosmodos,hasperdidolahonraenlapoblación.Esmenesterqueeseinfamenoseríadeti...¿Estamos?

—Enesoestoy—repusoellaconfirmeza,—yparaesoteloheconfesado.

Osunaleclavóunamiradadesorpresaycuriosidad.

—Vamos—dijoalcaboconsonrisasarcástica,—hahabidorompimiento.

—Poco importa que haya uno u otro—respondió con acento desabrido.—Loquemeinteresaenestemomentoesquenopagueyosolalaculpaqueesdelosdos...deélprincipalmente.

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Asintióel jorobadocontodasualma,porqueaúnmásqueladesgraciadesuhija, le preocupaba el vengarse del excusador. Y comenzaron a cuchichearlargamentesobrelosmediosdellevarloacabo.HabíandadoyalascuatrodelamadrugadacuandoObduliasaliódelcuartodesupadre.

Semetióenlacamaconfiebre.Nopudoconciliarelsueño.Laescenaenqueacababadehacerunpapeltantristeselepresentabaalaimaginacióncadavezconmásrelieve.Pormásesfuerzosquehacía,noleeraposibleborrarlaniporunmomentosiquiera.Suamorpropiogemíacomosileestuvieranatenaceando.

En cuanto se levantó llamó a su padre, y se fueron ambos, como habíanconvenido,averalP.Narciso.Fueideadeella.Comprendióquelapersonaqueen Peñascosa podía ayudarles más en la empresa era el coadjutor, y a él sedirigió. Éste se mostró sorprendido de su resolución, y aun quiso,hipócritamente,disuadirles;peroelgozolerebosabadetalmodoporlosporos,que una palabra un poco agria deObdulia bastó para ponerle suave como unguante.

Osuna apuntó la idea de acudir al obispo. Don Narciso se opusoterminantementeaello.Eldelitoeracomún,yalostribunalesordinariosdebíaacudir.Cuandoéstoshubierancumplidoconsuministerio,entonceseraelcasodepedira laIglesiaelcastigodelculpable.El taimadoclérigosabíamuybienque los tribunales eclesiásticos procuran encubrir los delitos de los sacerdotesparaevitarelescándalo,cuyasconsecuenciassonpeores.Sehacecomoquenosecreeenellos,paranoverseenlaprecisióndeimponerunapenaqueexcitelaatención demasiado. Determinaron, pues, acudir en queja al juez de primerainstancia.AldíasiguientefueObduliaaLanciaaconsultarelcasoconunodelosabogadosmásnotables.Leencargóladireccióndelnegocio,dejónombradoprocurador e hizo con el mayor sigilo todas las gestiones conducentes a supropósito, sin olvidar el procurarse algunas cartas de los personajes másinfluyentesdelaprovinciaparaeljuezdePeñascosa.

Mientrasestasnubes temerosas se amontonaban sobre sucabeza, el inocenteexcusador paseaba desde casa a la iglesia y desde la iglesia a casa, su frentepálida, su figuramelancólica y resignada.Los ojos, ordinariamente fijos en elsuelo,sólodirigíandevezencuandomiradastímidasalagente,comositemieraqueporellosdescubrieranelcáncerqueroíasucorazón.Noleíamásquelibrosde entretenimiento; no meditaba. Fatigado de tropezar con el mismo muroinfranqueable, huía con terror de lanzar su pensamiento por las esferas de lametafísica.

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Llegóunmomento,sinembargo,enquelohizosindarsecuentadeello.Erauna noche plácida de Mayo. Hacía poco más de un mes del famoso viaje aPalencia. Había leído un rato cierta historia de Grecia de la biblioteca deMontesinos,queasumuertesehabíadeshecho.Sentíacalorycansancio.Apagóelquinqué,abriólaspuertasdelcorredorytrasladóaéllabutaca,sentándosearespirar el aire del mar. Por algunos minutos fijó la vista con atención en labóveda celeste cuajada de estrellas, y se esforzó en reconocer algunasconstelaciones.Despuéscontempló,conelasombroquesiempreproduce,lavíaláctea,queaquellanocheseseñalabaadmirablemente.Aquellafajablancadondeseveíanlosastroscomopolvofinísimolecausabasiempreunestuporprofundo.CadagranodeesepolvoesuncuerpomillaresdevecesmayorquelaTierra,elcualhacegirarasualrededorotrosplanetasquenosotrosnopodemospercibir.

—Ysinembargo—sedijoalcabodeunmomento,saliendodesuestuporconunsuspiro,—todasesasgrandezasyanomeespantan,porquenotienenrealidad.Laexistenciadeesosastrosestápendientedelhilodemirazón.Yollevoenmílaformaeternadeesosobjetos,comodetodoslosdemás.Nosonotracosaamisojosqueunespejodondesereflejamiserinterior.Pormediodelmecanismodemicerebro,demifacultaddeconocer,serepresentalacomediafantásticaquesellamamundo externo. Ese tiempo infinito al través del cual existe la materiarevistiendo formas infinitas; ese espacio infinito también que llenáis, esferasluminosas,noexistenmásqueenmirepresentación;sonlasformasqueyollevoaparejadas en mi cerebro para que seáis, o lo que es igual, para que estéisrepresentadasenmí...

Pero ¿qué es lo que hay detrás de ese fenómeno, única cosa que puedopercibir? ¿Cuál es el ser íntimo y verdadero del Universo? Esos mundosinfinitos, ¿son por ventura algo fuera de mi representación? Sí. El idealismoabsolutoesunabsurdo,porqueyosoyobjetoderepresentaciónparalosdemás,y sin embargo, tengo la absoluta certeza de que existo fuera de esarepresentación. Eso mismo pasará a los otros hombres. ¿Qué soy yo mismoseparadodeesta formacorporal enquemeveo, fueradel tiempoyel espacioquellevoenelcerebro?¿CuálesmipropiaesenciaylaesenciadelUniverso?...

No lo sé.No lo sabré jamás. Los esfuerzos de la filosofía se han estrelladocontra este misterio impenetrable. Nadie ha descifrado hasta ahora el granenigmadelaexistencia.Algunosseresprivilegiadoshanintentadodescorrerelvelo y nos han ofrecido, cada cual según su fantasía, sistemas risueños olúgubres,austerosofrívolos,deloqueconstituyeelfondodelavida.Peroestossistemasnotienenningúnvalorcientífico;nosonmásquehipótesis.Elpasode

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larepresentaciónalseresunsaltomortalenquehanperecidolosfilósofosmássagaces y los genios más sublimes de la humanidad. Kant, el coloso, que habatido las cataratas demi inteligencia, atribuye al imperativo de la concienciamoral un valor absoluto fuera del tiempo y el espacio. Partiendo de él, creepenetrarconplantaseguraenlosmisteriosdelaesenciainfinita.¡Ilusión!Esteimperativo es un fantasma. Los filósofos materialistas han metido en él elescalpelo de su crítica y se ha visto que está hueco. Schopenhauer, el sutilpensadorquehoyarrastra a la juventud, fueradelmundo fenomenal coloca laVoluntad,queesensuopiniónlacosaensí.¿Porqué?Conlamismarazónqueél la llama voluntad, la han llamado los escolásticos ens realissimum, y suspredecesoresenAlemaniaabsoluto.Pormuchoqueseesfuerceenocultarla,suteoría está fundada como las demás en una pura hipótesis, y las hipótesis notienenvalorenlaciencia;sólosesostienenenlafe...

Alformularseestapalabraensucerebro,elcorazónlediounvuelcosinsaberpor qué. Sintió vagamente que había chocado con algo donde asirse y quedósumidonuevamenteenprofundameditación.

—Nohayquedudarlo.Loquelacienciapuededarmesonlasrelacionesdelascosasbajoelimperiodeltiempoyelespacio.Jamásmedirásuesencia.Paraquesepaalgodeella,menesteresquesetrasformemifacultaddeconocer...¿Yporqué no he de dejar que se trasforme? ¿Por qué no he de prescindir por unmomento demi razón y no he de prestar asenso a los presentimientos demialma, a la voz interior queme explicadeunmodoclaro la esenciadivinadelUniverso?Larazónnomediceporquéeshermosalapuestadelsolenelmar.¡Ysinembargoeshermosa!LarazónnomediceporquéSanJuandeDiosessublimeabrazándosealosleprosos.¡Ysinembargoessublime!...

¡Ah,sí!Porencimadeestevulgarconocimientoquemeesclavizaalamateriahay otro que me emancipa. Los ojos del cuerpo no penetran en la intimidadprofundadelosseres;perolafenonecesitadeojos:lapintanvendada.Nosóloposeounarazónquemeexplicalaaparienciadelascosas:existetambiénenmiespíritu una revelación constante que las ilumina por dentro... ¿Por qué he deprescindirdeestarevelación?¿Porquéhedecerrarlosoídosalossuspirosdemi alma? Esta revelación es el tesoro más precioso con que he sido dotado.Quierogozardeél;quierorecobrarlalibertadyresponderalllamamientodeloquehayenmídedivino.Estarevelaciónmedicequesoyunextranjeroenestemundo,sometidoalanecesidad,yquepuedoromperloslazosquemeunenaél.Me manda sacudir el yugo del tiempo y distinguir lo que hay en mi ser detemporalyloquehaydeeterno...Si llevoenmicerebrolasformaseternasde

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losobjetos, esque soy superiory tengouna existencia independientede ellas.Estaexistenciaesloúnicoquehayenmídereal;lodemásespuraapariencia,ycomo ha nacido debe morir... Quiero vivir esta vida inmortal y libre; quieroconocerdirectamentelaverdadeternaqueseocultadetrásdeesteUniverso.«Lahoravendrá—diceJesús—enque losmuertosoirán lavozdelHijodeDios,yaquellosquelaoiránvivirán.»Lahorahallegadoparamí...¡Ohsí,Dioseterno,altravésdeltiempoyelespacioydetodaslasformasefímerasdelaexistenciate veo inmutable, infinito, única fuente de verdad y de vida, única luz en lastinieblasqueenvuelvennuestravidatemporal;teveo,tereconozcoyteadoro!...

Un sacudimiento semejante al que produce una corriente eléctrica le hizoponerse en pie vivamente. El corazón le latía con tal fuerza que se llevó lasmanosalpecho.Unaemocióngrande,intensasubíadeélhastalagargantayselaapretaba.Sentíaseinundadodeunaextrañaalegría.Comenzóapasearporelcorredor,presadeundesasosiegotandulcequelehacíadaño.Leparecíaquesusertrasmigrabasúbitoaldeunángel,queensuespíritusecumplíaunmisterioinefableyaugusto.Leacometíanimpulsosdereírylloraralmismotiempo.Sehallabaenlasituacióndeundesterradoaquienrestituyenderepentealsenodesu patria y su familia. Necesitaba hacer esfuerzos sobre sí mismo para nobrincar,paranogritaryreírcomounoxigenado.

Detalmodoestabaabstraído,quenooyóelruidodelapuertadesugabinetealabrirse,nitampocolospasosdeunapersonaqueavanzabaporélhastallegaralmismocorredor.

—Buenasnoches,señorexcusador—dijounavozconocida.

—¿Quién va?... ¡Ah!... ¿Es usted, señor juez? ¿Cómono han encendido unaluz?

—Nohacefalta.Lanocheestáhermosa.Indudablemente,estecorredoresunagrancosa.

Se dieron la mano, y el juez de primera instancia, que era hombre de unoscuarenta años, de fisonomía abierta y simpática, se arrimó a la barandilla delcorredorypusolasmanossobreella.

—Se extrañará usted—dijo con afectada indiferencia—de verme por aquí aestashoras...¡Phs!...Hayeneljuzgadounadenuncia...Nada...Supongoqueseránadaentredosplatos.Perocomoyasabeustedquetodasestascosasdejusticiasellevancontantaformalidad...Luegoenlaaudiencianodejanpasarunarata;

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todohadeserapuntade lanza...En fin,meveoen lanecesidaddedetenerausted...Supongoqueserápormuypocotiempo...unapuraformalidad;perohayquecumplirla...Nohequeridomandaralalguacil¿sabeusted?pornoasustarle,porquelacosanomerecelapena.Hevenidoyoenpersonaparatranquilizarle...No se apure usted, pues, que la detención no tiene importancia, y véngaseconmigo.Deestemodoyaestahoranadieseenterará.

—¿Unadenuncia?...¿Dequémeacusan?

—AlparecereselasuntodelaescapatoriadelachicadeOsuna...Noseasusteusted.

—Nomeasusto, señor juez.Estoydispuestoa seguirleal instante...Siustedme permite, encenderé el quinqué para quitarme las zapatillas y ponerme loszapatos...

—Todo lo que usted quiera, señor excusador—se apresuró a decir.—Puedeustedtomarseeltiempoquegusteymandaralacárcelcuantosefectostengaporconveniente.

Elsacerdotesacóunfósforoysedispusoaencenderelquinqué.Eljuezquedóestupefacto.Envezdelrostropálidoydescompuestoquepensabahallar,pudoobservarlafisonomíamásplácidayfelizquejamáshabíavistoensuvida.Enlamiradaqueelexcusadorledirigió,despuésdeencender,brillabaunaalegríatanpuracomosihubiesevenidoanoticiarlequelehabíanhechoobispo.Eljuezdiounpasoatrásy leclavó losojoscondesconfianza.Peroseaseguróenseguidaviendo el perfecto sosiego con que hacía todos los preparativos. Empaquetóalgunaropaenunamaleta,sepuso loszapatos, lasotanayelsombreroydijosonriendo:

—Ya estoy. Los curas no tardamos mucho en arreglarnos, ¿verdad?... A DªJosefa no le diré nadapara evitar una escena triste, ¿no le parece a usted?Leescribirédesdelacárcel,pidiéndolelaropa.

Aprobóeljuezcuantodecía,yambostomaronlaescaleraysalieronalacallecomo dos amigos. Durante el trayecto, el joven presbítero dio señales de unaverbosidad y alegría que hacía tiempo no se observaban en él. Entraron en lacárcel,eligióeljuezlahabitaciónmenosmalay,despuésdedejarleinstalado,sedespidióconcrecientesorpresaalverquesequedabaallí tanserenoyrisueñocomoensucasa.

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Salióvivamenteimpresionadodelacárcel.MientrascaminabaporlacalledelCuadrante arriba, su imaginación daba vueltas buscando una explicación aaquellaconductaextraordinaria.

Elseñorjuezdeprimerainstanciaestabalejosdesospecharque,alingresarenla cárcel, el excusador de Peñascosa acababa de salir de los calabozos delescepticismo.

XIV

¡Guardenceremonia,señores!

La voz del hujier, imperativa, estridente, no lograba calmar la risa y losmurmullos de los concurrentes. Porque aunque el presidente de la sala habíaresueltoqueeljuiciosecelebraseapuertascerradas,atentoalaíndoledelicadadel delito y a las personas que habían intervenido en él, fueron tantos losabogados que reclamaron su derecho a presenciarlo y tantos los permisosconcedidos,quese formóprontounaasambleanumerosaymás inquietade loquedebíaesperarse.

La sala de lo criminal de la audiencia de Lancia era una pieza rectangular,grande, oscura, polvorienta.Allá en el fondo, debajo de un dosel de damascomarchito,estabansentadosensendossillonesdeterciopelolostresmagistradosque componían el tribunal. A un lado, el acusador privado, con una mesadelante. Enfrente el defensor. El relator en pie, frente al tribunal. Detrás elacusadoensubanquillo.

EltestigoquedeponíaenaquelinstanteeraelcocheroquehabíaconducidoalP.GilysupenitentadesdePeñascosaalaestacióndelaReguera.Lopresentabala acusación.Era hombre viejo ya, con la faz extremadamente roja, iluminadaporelalcoholtantocomoporlaintemperie.Vestíaunchaquetóndelgruesodeuna albarda, y hacía rodar su gorra de pana entre los dedos con manifiestoembarazomientrasdeclaraba.Lavozerabronca,comoconvieneatodomayoralqueseestimeenalgo;elestilopintoresco,abusandounpocodelostropos.

—Pusamímedijoelamo:Lico,hayquediraPeñascosaaporunosseñores.NopasesdelaventadeMarica,yduérmeteallí.Llévatepajapaelganao,porque

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allínolahay.(Enestoelamonohablóbien,porqueencasaMaricahaypaja...sólo que no se la da a los cualisquiera, entendámonos.) Llévate al Tizón y alSencillo:sonquiénpatraerlosconlacarretela.—Sigúnyconforme,dijeyo.ElTizón es un perro. Como le dé la serenita por no andar, ya le puede ustedalumbrarcandela,que¡nipaDios!

—Déjese usted de tizones y candelas, y diga lo que sepa del asunto—interrumpióelpresidenteconvozirritada.

Este presidente era un viejo terco, colérico, impertinente, que dirigía lassesiones del juicio oral como una escuela de párvulos. Ofendía a reos y atestigos, sin respetar mucho más a los abogados. Mostraba sus simpatías oantipatías conuna franquezaqueaterraba.Sinembargo,noeraunperversoniprocedíademalafe.Tododependíadesutemperamentoexcesivamentenerviosoydelaedad,queleobligabaachochear.

—Bientáeso,señor,yvoyalcaso.Alauna,menutomásomenos,llegóesteseñor cura (apuntando para el acusado) a montar en la mesma cochera.LlegaríamosacasadeMaricaaesodelasseis.Allínosdejóelseñorynosdijoque volvería al día siguiente con otra presona pa volvernos a Lancia. Por lanochevinounchicoatraermedosmaletas,yalotrodíabientempranodioallíelseñor cura con una chavalita que venía toa tapá. Nos mandó enganchar y,mientras,lachavalitasesubióalacasa.

—¿Ynoobservóusted—preguntóelpresidente—sielsacerdotelaacompañóarriba?

—Yonolevisubir.Siestuvoarriba,fuepocotiempo.

—¿Nonotaronustedyelzagalnadadeparticularenlamaneradeportarseyhablarentresíelsacerdoteylajoven?

—Yonoestabaenel toquede losparticulares, señor,porqueandabadeaquíparaalládetrásdelganao,nielzagaltampoco...Perounpensarnaideseloquitaauno.Cuandovi llegarpor lacarreteraal señorcura,queesbienparecidodesuyo,conlachavala,dije:Éstoslomesmopueenvenirderezarvísperasquedetocar a maitines... Dempués enganché, y dempués me entré en la taberna alimpiarelpasapán.NoestabaallímásqueMarica.—¿Sabes,Marica,ledije,queme pesa llevar al curita y a la chavala en la carretela?—¿Por qué te pesa?—Porquesí...porqueelhombrenoestáhechotovíaaestosoficios,¿entiendestú?—¡AveMaría, qué burro eres, Lico! ¡Quita allá! ¿No te da vergüenza?—Mia,

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Marica,túnohascorríoelmundocomoyo.YohedidoporLeón,porPalencia,porSalamancayhastaportierradeExtremadura...Loscurasson,hablandoconperdón,hombrescomotodoslosdemás,yhaycasosenquelamujernoarreparaniencurasnienfrailes,nienelverbodevino...

Estas palabras fueron las que promovieron la algazara dicha.Ni los hujieresconsusvoces,nielpresidenteconlacampanillapudieronapaciguarlaenalgúntiempo. Por último, aquél logró hacerse oír. Amenazó con hacer desalojar ellocal inmediatamente, y esto bastó para restablecer el silencio. Después serevolviócontraeltestigo.

—Adviertoaltestigoquesihadidoportodosesossitiosquedice,ahoranovapor buen camino. Absténgase de frases groseras y declare sencillamente laverdad.

Después del cochero declaró el zagal. No tuvo importancia su declaración.Salieron luego sucesivamente algunas beatas de Peñascosa que declararon entérminosvagosquehabíanobservadociertaintimidaddesusadaentreObduliaysu confesor, aunque nunca habían pensadomal de ella. También depuso el P.Narciso.Fueunadeclaraciónmodelodehipocresíaymaldad.Haciendoelogioshiperbólicos de la virtud y el talento de su compañero, supo, no obstante,clavarle el estilete hasta la empuñadura. Sus reticencias insidiosas, el acentoprotector y triste con que disculpó las faltas de los sacerdotes, y las últimaspalabras dirigidas a excitar la benevolencia del tribunal, causaron profundaimpresiónenelauditorio.Parecíajustificarasucompañero;peroaltravésdesuacentoydesumímicaseleíabienclaroquelecondenaba.

Todas lasmiradassevolvieronhaciaelacusado.ElP.Gilestabacomohacíatresmeses,cuandoingresóenlacárceldePeñascosa.Conelencierrosurostrohabía ganado aún en blancura. En vez del cansancio ymelancolía que en losúltimostiemposreflejaba,observábaseahoraunalegresosiego,unafirmezaqueteníadesconcertados a todos los asistentes al juicio oral. Parecía que aquellosdebatesnoibanconél,quenoestabansuhonraysulibertadsobreeltapete.Laopinión que prevalecía en el concurso, y de la cual se había hecho eco ya laprensaliberaldeLancia,eraqueaquelclérigoerauncínico,conpocaoningunavergüenza. No se necesitaba ser muy lince para ver que se había captado laantipatía del tribunal, sobre todo del presidente, que la había puesto ya demanifiestoenvariasocasiones.Comohacíasiemprequedeclarabaalgúntestigo,elacusadocontemplabaahoraalP.Narcisodehitoenhito,conmiradafirmeytranquila.Elcoadjutorhablóconlosojospuestosenelsuelo,ytodoelmundo

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aplaudiósumodestiaylamoderacióndesuspalabras.

SalióluegoporlapuertadelostestigosdonMartíndelasCasas.Despuésdesunombre,edad,estado,profesión,etc.,elpresidentelepreguntó:

—¿Haestadoustedprocesadoalgunavez?

D.Martín,quesehallababastanteturbado,porqueeraprincipalmentehombredeacción,comoyasabemos,ynodederecho,respondióvacilando:

—Norecuerdo.

—¡Hombre,norecuerdausted!Puesesonosueleolvidarse.

Lafrasepresidencialdespertógranalegríaenelconcurso.Elinválidorechinólosdientes.Hubieradadoelotrohombroporpoderasestarunabofetadaaaquelviejo. Éste, observando su irritación, le interrumpió varias veces mientrasdeclaraba,dirigiéndoleconzumbaalgunaspreguntas,quesiguieronregocijandoalauditorio.

ElferozcaciquedePeñascosaalmacenóenpocosmomentostantacólera,quese propuso nada menos que escupir en la cara al presidente y desafiarle tanprontocomosaliesenalacalle.Sinembargo,estevarónpoderoso,dignodevivirenlaedaddehierro,tropezóconélporlatardeenelcasino,yenvezdeinferirleagravio,lequitóelsombreroconmuchareverencia.Yesquenohaynadaquedesanimealoshéroestantocomolascárcelescelulares.

LlamaroninmediatamenteaD.PeregrínCasanova,elcual,alrevésdeloquelehabía sucedido a su amigo, entró majestuosamente en el salón, resoplando ybalanceándose como un vapor que atraca al muelle. En sustancia, el ex-gobernador interino de Tarragona vino a decir que el excusador de Peñascosanunca había sido santo de su devoción. Los caracteres retraídos, mansos,silenciosos, no le habían dado resultado. A otros quizá se lo dieran, no lodiscutía,peroélensulargacarreraadministrativatuvovariossubordinadosqueestuvieron a punto de comprometerle, y siempre habían sido caracteressemejantes al del acusado. Cuando corrió por Peñascosa la especie de queObdulia se había fugado con el excusador, él había dicho: «Imposible; estoysegurodequeesehombre laha llevadoengañada.Hacemucho tiempoque leobservo,yyononecesitotanto.Mepreciodetenerbuenanariz.»(¿Dequénosepreciaba D. Peregrín?) A pesar de que existían ciertas diferencias entre él yOsuna,lasdioalolvidoinmediatamente,porquenuncahabíasidorencoroso,y

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seofrecióaacompañarleenlapersecucióndelapareja.Lasituaciónenqueloshabían encontrado en Palencia no era para descrita. Baste saber que él, D.Peregrín, había enrojecido de indignación. Sin embargo, a ruego del abogadoacusadorladescribió.Despuésquisoentrarenconsideracionesfilosóficassobrela magnitud del delito y sobre la conveniencia para la sociedad de que lostribunalescastiguenconmanofirmeenestoscasos,peroleatajóelpresidente.Eltonopedantesco,lavoznasalyreciaylaaccióndedómineconqueemitíasudeclaración habían impresionado de mal modo al auditorio, pero peor que atodosalpresidente,quelemirabaconojostorvosdesdequehabíacomenzado.Cuandoyatuvollenoelsacodelapaciencia,quenollevabamucha,dijoconsuvozásperadevejeteirritable:

—¿Acasoquiereusteddarnosuncursodederechopenal?DéjesedefilosofíasymanifiesteloshechoscomoDiosledéaentender...queselodabienmalporcierto.

—Señorpresidente,creoqueestoyenmiperfectoderecho...

—Aquínotieneustedderechoninguno,niperfectoniimperfecto...

—Señorpresidente,yo...

—Basta.Retíreseusted.

—¡Señorpresidente!...

—Queseretireustedinmediatamente,oseráexpulsadoporloshujieres.

Rojodeconfusión, trémuloyaturdido,apuntodellorar,elhombrequerigiólosdestinosdelaprovinciadeTarragonapormásdedossemanas,salióalfindelaestanciadandotraspiés.

—Señorpresidente—manifestóelabogadoacusadorconentereza,—esaordendebilitalapruebaquepropongoymeparecearbitraria...

—¡Llamo al orden al letrado!—gritó furioso el presidente, agitando lacampanilla.

—Señorpresidente,yoentiendoquesevulneranlosderechosdelaacusación...

—¡Llamo por segunda vez al orden al letrado!—gritó más furioso aún elpresidente, levantándose a medias del asiento y golpeando la mesa con lacampanilla.

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—Puesformulolacorrespondienteprotesta.

—Proteste usted cuanto quiera, pero absténgase en lo sucesivo de dirigirpalabrasirrespetuosasalapresidencia.

El abogado acusador era un joven flaco, de barba negra, ojos pequeñosinsolentes, ymuy sobre sí en todos los ademanes. Figuraba como jefe de losrepublicanosfederalesdeLanciaydirigíaelperiódicoqueéstospublicaban.Suodioalcleroeraproverbialenlapoblación.Habíatenidovarioschoquesporestemotivo,unodeellosconelobispo:estuvoprocesadopor injuriasa lareligión.Comoesnatural,cogíaporlospeloscualquierocasióndevejarasusministros.Unprocesocomoelpresente,enquefigurabacomoreounsacerdote,lellenabadejúbilo, loatendíaconcuidadostan tiernoscomosise tratasede lahonradeunahermana.

Después de D. Peregrín, fue llamada el ama de la casa de huéspedes dePalencia. Venía presentada por la defensa. Declaró que había observadorelaciones extrañas entre el sacerdote y la joven, pero que en nada podíancomprometer a aquél. Cuando llegaron, pidieron caballos paramarchar al díasiguienteporlamañanaaAstudillo.Ledijolacriadaqueyanosemarchaban,porquelaseñoritaestabaalgoconstipadaynosehabíalevantado.Pasóaverlayla encontró pálida, pero no constipada.Le preguntó si había estado a verla sucompañerodeviajeelsacerdote,yseapresuróaresponderlequeno,deunmodotanvivoquelellamólaatención.Despuéssupoquehabíaenviadounrecadoalsacerdotediciéndolequealmorzase soloyquepasase luegopor suhabitación.Estuvo poco tiempo en ella. Le vio salir corriendo, agitado y tembloroso yecharse a la calle. Estuvo por allá toda la tarde, y vino muy de noche ya.Mientrastanto,laseñoritahabíatenidodosataques;ellalahabíaasistido,porquenoquisoquesellamasealmédico.Elsacerdoteseencerróensuhabitación.Laseñoritamemandó llamarle, peronoquiso acudir hastaque le fui adecir queestabaconunataque.Despuésfuecuandolaseñoritamemandóquelehicieseunpocodetila,ymientrasyoestabaenlacocinasubiósupadreconlosamigos.Cuandolleguélaencontrétendidaenelsueloenpañosmenores.Elpapátratabadellevarlaalacamayyoleayudé.

—Diceusted—manifestóelacusador—quecuandoleviosalirdelgabinetedelajovenofrecíaseñalesevidentesdeturbación.¿Nohabráustedobservado,porcasualidad,sipresentabaigualmentesignosdedesarregloenlasropas?

Hubounmurmulloenelauditorio.

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—No,señor;nonoténada.

Otras varias preguntas le hizo con la misma intención que ésta. Luego fuerepreguntadaporladefensa.

Salió inmediatamente, también presentada por ésta, D.ª Josefa, el ama delexcusador.Sedecíaqueestaseñorateníapruebasdelainocenciadesuamo,queiba a relatar cosas muy curiosas. Se esperaba su declaración con ansiedad.Cuandolehubotomadojuramentoydespuésdelaspreguntasdereglamento,elpresidenteledijoconeltonilloagrioqueleeracaracterístico:

—Ahoravaustedadecirloquesepa,peromuchocuidadoconlosembrollos,porquelatengoaustedsobreojo...

Elabogadodefensor,queeraunhombrecorpulentoconlargaspatillasblancas,protestócontraestaadvertencia.Preguntadaporelpresidente,D.ªJosefadeclaróqueObduliahacíatiempoqueperseguíaasuamoylemolestabaproponiéndolelaescapatoriaalconvento.Queelexcusadorhabíatratadoenvanodedisuadirla;susesfuerzoshabíansidovanos.Estabatanresueltaamarcharse,quesehubieraido sola si él se negaba a acompañarla. En vista de eso, su amo, aunque demalísimagana,habíacedido.Latestigomismaselohabíaaconsejadoparaqueselibrasedeunabeatataninsufrible.

—¿Y no es cierto—preguntó el defensor—que un mes, poco más o menos,despuésdelregresodePalencia,laquerellantesepresentóunanocheencasademidefendido,yquefuearrojadaporéldeallí?

—Sí,señor.

—Expliquecómohasido.

D.ªJosefarelatóexactamentelaescenayaconocida,sinomitirlosinsultosquedirigióalajoven.

—Comoestaversión—dijoeldefensor—noconcuerdaconlomanifestadoporla querellante en el sumario, de no haber hablado conmi defendido desde suregresodePalencia,pidouncareoentreambas.

—Señor presidente—manifestó el abogado de Obdulia,—la acusación seadhiere a esta petición de la defensa, pero solicita que este careo se efectúedespuésquelaquerellantehayadeclarado.

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Asílodispusolapresidencia.ElacusadorrepreguntóaD.ªJosefa:

—¿Esciertoquelatestigomirabaconmalosojosamidefendida,porsuponerquelasustraíaunapartedelcariñoolaestimacióndesuamo?...

—¡Nocontesteustedaesapregunta!—seapresuróadecirelpresidente.

—Está bien—expresó el defensor.—¿No es igualmente exacto que la testigodetestaba a todas las hijas de confesióndel procesado, estableciendo con ellasunasuertederivalidad?

—Nocontesteustedtampoco.Esapreguntaestanimpertinentecomolaotra.

—Renuncio a seguir repreguntando—dijo el abogado con una sonrisamaliciosa, que indicaba bien claramente que ya creía haber conseguido suobjeto.

Faltaba la gran emociónde aquel juicio, el acontecimientoquedesdeque secomenzarahacíaunosdíasseesperabaportodosconverdaderoanhelo;faltaba,ensuma,ladeclaracióndelaquerellante,queestabalaúltimaenlalista.Cuandoel presidente dio la orden de hacerla pasar, hubo un prolongado rumor en elauditorio,alcualsiguiósilenciosepulcral.Todoslosojosestabanvueltoshacialapuertaconexpresióndeintensacuriosidad.

Pareció, al fin, la hija deOsuna. Vestía conmodestia y elegancia almismotiempo.Sufiguraesbeltaydistinguidaylahermosuraajada,perointeresante,desurostrocausaronfavorableimpresiónenloscircunstantes.Alpasarparaocuparsusitio,nosedignóarrojarunamiradaasuantiguoconfesor.Estabamáspálidaque de ordinario, más ojerosa; pero en su mirada podía observarse unavehemenciayunbrilloinusitados.

Elpresidentelehizolaspreguntasdelaley,entonorespetuosoyhastagalante.Respondióconnotableclaridadyprecisión.

—¿Es cierto—le preguntó el presidente—que ha sido usted objeto de unaagresiónmaliciosayescandalosaporpartedelprocesado?

—Sí,señor.

—Relate usted lo ocurrido en la forma que usted crea más oportuna, sinsepararsedelaverdad.

—MuypocotiempodespuésdellegarelpadreGilaPeñascosaydesempeñar

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el cargo de excusador, empecé a confesarme con él. Le encontré prudente,advertidoyextraordinariamentepiadoso.Elrespetoqueyoteníaasutalentoylaadmiración a sus virtudes eran tan grandes que algunos maliciosos de lapoblaciónpudieronmuybienfigurarsequeexistíaunainclinaciónenmíhaciasupersona.Yo no puedo negar que le profesaba estimación y cariño.Durante eltiempoquefuemiconfesor,jamásnotéenélmásqueunaestimaciónespiritualaveces, no siempre, porque ordinariamente se manifestaba severo y pococomunicativo. Sólo en los últimos tiempos empecé a observar que se deteníamástiempoqueantesenlasconfesiones(risasymurmullosenelauditorio);queprocurabaprolongarlasentrandoenconversacionesquenadateníanqueverconellas.Nohiceapreciodeesto,nitampocodequealgunavezaldespedirnosmeretenía la mano entre las suyas largo rato. (Más risas. El presidente agita lacampanilla.) Lo atribuía a la confianza que había logrado inspirarle, porquetenía,almenosenlaapariencia,uncaráctertímidoyretraído.Haceyalomenosun año que le manifesté deseos de entrar en un convento, pero se opusotenazmenteaello.Devezencuandovolvíaalacargarogándolequemeayudasea llevarlo a cabo. Siempre encontré la misma resistencia. Hasta querepentinamente, pasados algunos meses, me dijo un día que encontraba miproyectomuybuenoymuysanto,yqueestabadispuestoaprestarmelosmediospararealizarlo.Loprimeroquesemeocurrió,comoesnatural, fuesolicitarelpermisodemipadre.ElP.Gilseopusoaello.Medijoqueporentoncesnoeraconveniente; más adelante ya veríamos. Empezamos a tratar la cuestión deconvento. Yo quería entrar en las Agustinas de Lancia, pero él me dijo queconocíaunconventodeCarmelitasenAstudilloqueeraelquemeconvenía.Eraun convento que no tenía más que diez o doce monjas, muy tranquilo, muyapartado,unverdaderorinconcitodelcielo,comoéldecía.(Risas.)Preparamoslaexpedición.Seofrecióaacompañarme.Yonocesabadeinstarleparaquemipadretuviesenoticiadelproyecto.Noseoponíaabiertamenteaello,peroloibadilatando.Porfin,cuandollegóelmomentoderealizarlo,medijoquecreíamásprudente no darle parte. El pobre iba a tener un disgustomuy grande. Acasoviendo la posibilidad de desbaratarlo se opondría, mientras que sabiéndolocuandoyaestuviesehecho,no tendríamás remedioque resignarse.En fin,mealegóunaporciónderazonesqueconcluyeronporconvencerme...

Aquí hizo una pausa la querellante; se llevó lamano a la frente, como si ledoliese traer a lamemoria loque ibaadecir.Ungestodignodeunaactrizdeprimerorden.

—Salimosunmartesalamanecer.Lohabíapreparadotodoperfectamente.El

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día anterior había ido a Lancia y trajo una carretela que dejó en lasinmediacionesdePeñascosa.Duranteelcaminohablamospoco.Yoibainquietaytriste.NoentramosenLancia,sinoqueseguimosalaRegueraparatomarallíeltren.Esperamosbastantetiempoydimosunpaseoporlaorilladelrío.Nadame dijo entonces que pudiera hacerme concebir sospechas. Sólo cuandoestuvimosenel trenyquedamossolos,notéquememiraba fijamenteydeunmodo particular. Yo me fui al opuesto rincón. Traté de descansar y quisequitarmeloszapatosporquemelastimaban.Entoncesélsebrindóasacármelos,y sin esperar contestación se puso a hacerlo. (Rumores y risas. El presidenteamenazacondespejarlasala.)Amí,a laverdad,medioaquellovergüenzayquedé muy inquieta. Me pesaba ya muchísimo de haber ido con él. Procurédisimular,sinembargo,porqueempezabaatenermiedo.LlegamosaPalenciaymandamos a buscar caballos para ir al día siguiente a Astudillo. Pero al díasiguientemesentímuymal.Laemocióndelviajemehabíadescompuesto losnervios.Meesperaban,pordesgracia,otrasmásfuertes.Elpadreentróaverme;se sentó a la cabecera de mi cama, y después de algunos lugares comunes,empezóahablarmedeamorcomoungaláncualquiera.Mehizounadeclaración.Yoestabaaterraday escandalizada.Medijoque sólohabía ideadoaquelviajeconelobjetodemarcharseconmigo,quepodríamosiralextranjeroyvivircomomarido ymujer... una serie de cosas escandalosas queme dejaron yerta.Tuvefuerzas, sin embargo, para responderle.Lohice con tal energía, porque estabacomo loca, que le asusté. Le amenacé con gritar si no se marchabainmediatamente...

Obedeció.Llegóelamadespuésaverme,yestuvepordecirleloquemehabíapasado, pero me contuve. Sentía en el alma dar un escándalo y perder a unsacerdote. Me pareció mejor disimular. Envié un recado al padre para quealmorzasesoloyviniesedespuésaverme.Miobjetoerahacerquereflexionaseun poco y rogarle que escribiese a papá o le telegrafiase para que viniese arecogerme,conpretextodequeestabaenfermaynopodíaentrarenelconvento.Llegódespués de almorzar; pero en vez de presentarse arrepentido por lo quehabíahecho,comenzóotravezasolicitarmedeunmodomásfeo,másasquerosoque antes. Entonces le hablé como debía, recordándole sus deberes y laconfianzaquehabíadepositadoenél.Nohizocaso.Viéndomeperdida,porquetratabadepasarde laspalabrasa lasobras,cogíunSantoCristodeébanoquehabía sobre la mesa de noche y lo puse delante de mí, diciendo: ¡Señor,protegedme!...Entoncesél,comosivieraeldiablo,semarchócorriendo...

Después tuve dos ataques muy fuertes. Creí que me moría. Cuando pude

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coordinar las ideas,erayacercadenoche.Elamamedijoquehabíasalidodecasaynohabíavuelto.Encarguéqueleavisaranparahablarleporúltimavezyresolvermeonoadarpartedeloqueocurría.Noquisovenir,temiendosindudami indignación.Caí conotroataque,yel amasinduda fueabuscarle,porquecuandoabrílosojosestabaélamilado.Pedíalamaquemehicieseunatazadetila...Encuantoquedamossolos,sinmediarpalabraalgunasearrojósobremí,cubriéndome la cara de besos, apretándome con tal fuerza que pensé morir...Aturdidayhorrorizada, lancéalgunosgritos,peroél lossofocóponiéndomelamano en la boca... Luché con desesperación, y Dios me dio fuerzas paradesprendermedesusbrazosysaltardelacama...Peroapenashabíapuestolospiesenelsuelo,meencontréotravezsujetayconlabocatapada...Forcejeamosun rato, pero aquella lucha no podía durar mucho tiempo... Al fin, perdí elsentido...

Unaemociónviolentacorrióporlasala.Hubounrumorprolongado.Todaslasmiradas,fijashastaentoncesenlaquerellante,sedirigieronhaciaelacusado.ElP. Gil había escuchado aquella infame declaración, primero con sorpresa,despuésconuna tristecompasión,que loscircunstantes, impresionadospor laspalabras de la joven, no supieron leer en sus ojos. Aquella actitud tranquila,aquella mirada persistente, fija sobre su acusadora, siguió atribuyéndose acinismo.

Era difícil que sucediese de otro modo. Obdulia había mostrado, bajo ellatigazo de la ira, un talento diabólico. Su palabra y sus ademanes, un pocoexagerados, vibraban de indignación. Sumirada no se cruzó jamás con la delsacerdote;perosupobiendaraestemiedoelaspectodedesprecio.

—Deseoquemanifiestelaquerellante—preguntóelabogadodefensor—cómoes que, habiendo sucedido todo lo que acaba de declarar, se confesó despuésúnicaautoradeaquella fugaynadadijohasta trascurridomucho tiempode laviolenciadequefueobjeto.

—Nohedichonadaporvergüenza.Creoquecualquieramujerharíalomismoenmicaso.¿Quéganabaconrevelarestascosastansucias?Sólocuandovimihonraporlossuelos,sólocuandollegóamisoídosloquesedecíaenPeñascosa,meaventuré a confesarlo amipadre.Pormandatode éstemeencuentro aquí,quedeotromodotampocohubieravenido.

A todas las preguntas que le hicieron, tanto el presidente como los letrados,respondió con admirable serenidad y viveza. Ni un momento le faltó su

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imaginación.

El defensor del P. Gil propuso al fin el careo con D.ª Josefa. Entró ésta denuevo y clavó una mirada iracunda en Obdulia, la cual le pagó con otra deafectado desprecio.A instancia de la presidencia relató de nuevo la escena enqueelP.Gilarrojódecasaasupenitenta.Alaspocaspalabraséstadioseñalesdeagitaciónysepusohorriblementepálida.

—¡Falso,falso!—gritósinpodercontenerse.

—¿Esfalsoqueentróustedenlahabitacióndemiamodiciendo:«¡Padre,aquímetieneusted!»,yquemiamo,sincontestarpalabra,se levantódelasilla, lacogióaustedporunbrazoylapusodepatitasfueradelgabinete?

—¡Mentira!...Esamujerestáloca...Porsalvarasuamoinventaunacalumnia.

—Noestoyloca,no,nicalumnioanadie...Laquecalumniaaunsacerdoteesusted,pícara,quetienequedarcuentaaDiosdesumaldad...

—Repórteselatestigo—dijoelpresidente.—Repórtesetambiénlaquerellante,omeveréobligadoaexpulsarlasdelasala.

Peroniunaniotrahicieroncasodelaamenaza.Obduliasiguiógritando:

—¡Falso!¡Mienteusted!

—Laquemienteesusted,quequierepororgulloperderaunsacerdote...¡aunsanto!

—¡Silencio!—gritabaelpresidentegolpeandoconlacampanilla.

—¡Buen santo te déDios!—exclamaba la joven con sonrisa sarcástica.—Nocalumnieustedalosdemásporsalvarleaél.

—¡Basta! Expulsad del local a estas mujeres—profirió el presidente,dirigiéndosealoshujieres.

—¡La calumniadora eres tú!... ¡Tú, bribona! ¡Bribona!... ¿Porque te hadespreciadoleacusas,infame?¿Notemesqueseabralatierraytetrague?...

En aquelmomento un hujier la cogió por un brazo y la empujó brutalmentehacialapuerta.PeroD.ªJosefa,hastaquellegóaella,siguiógritando:

—¡Nohay justiciaqueazote a esamalamujer,que la emplume!... ¡Bribona,

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quehasandadosiempredetrásdeloscuras,comounaperrasalida!...¡Meterlaenunbañodeaguafríaparaqueserefresque!...

Otrohujierfueaexpulsaralaotra;peroenelmomentodeacercarse,Obduliasedesplomó,acometidadeunsíncope.Suabogadoy laspersonasqueestabancerca acudieron a socorrerla. Se la trasladó al despacho del secretario. Dosmédicosdelconcursofueronespontáneamenteavisitarla.

Terminada la prueba, y después de descansar unos minutos, el presidenteconcediólapalabraalacusadorprivado.

Sudiscursofue,comoseesperaba,elocuenteysañudo.Teníalavozveladaacausa de una bronquitis crónica: cuando quería elevarla resultaba chillona,estridente.Lapalabra era fluida, aunqueabundabaen los lugares comunesdelperiodismo.EnLancianadiesabíahablarconestatersura.PintóalP.Gilcomoun ser hipócrita, rastrero, alimentando en secreto pasiones vergonzosas,ocultándolasconcuidadoporeltemordeperdersuposición.Estaspasionessonfrecuentesenlosclérigos,enquienesunrégimendeholganzayunavidamuelleysedentarialasexcitan...

Comoinsistierademasiadoenesto,elpresidentelellamóalorden.

Describióeldelitoconunacrudezapintorescaapropósitoparaimpresionaraltribunal.Unplan odioso trazado de antemanoy llevado a cabo con firmeza yhabilidad implacables. Abuso de confianza primero, ataque al pudor después;por último, una cobarde y sacrílega violación. Las pruebas eran concluyentes.Convigorysutilezaalmismotiempolasfueacumulandotodassobrelacabezadelpresbíteroparaconcluirconestepárrafo:

—Y por si todos estos datos irrecusables no fuesen bastante a demostrarpalmariamentelapremeditacióndelcrimen,voyaaducirotro.Sedice,ytodosestán conformes en ello, que el padreGil llevaba a su hija de confesión a unconvento de Carmelitas en Astudillo. Pues bien, excelentísimo señor... enAstudillonohayconventodeCarmelitas.¿Quieremáseltribunal?

El discurso fue corto y contundente. Al terminar se sintió un murmulloaprobador,demalagüeroparaelprocesado.

El defensor de éste era un abogado de experiencia e inteligente, pero quecarecía en absoluto de las dotes oratorias de su contrincante. Tenía palabraabundante, pero era monótona, pesada, más a propósito para dilucidar algún

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puntooscuroenunexpedientecivilqueparaarrastrarelespíritudel tribunalydelpúblico.Seentretuvoconsumaprolijidadareconstituirelsumariobuscandoinformalidades,llamandolaatencióndeltribunalacercadepormenores,algunosde ellos insignificantes. Nada de entrar, como debiera, en el carácter de laquerellante, de hacer resaltar el trastorno crónico de su sistema nervioso, laviolencia sorprendente de sus sentimientos, lomismo el amor que el odio, lasusceptibilidadenfermizadesuamorpropioqueparecíadesprovistodepielyencarne viva siempre; nada de buscar, en fin, el origen, el verdadero génesis deaquellaacusaciónextraña.

Hablócercadehoraymedia.Alterminar,lomismoeltribunalqueelpúblico,estaban visiblemente fatigados. Rectificó brevemente el acusador privadoalgunoserroresdehecho.Sostúvoloseldefensor,segúnerasucondición,largayprolijamente.Detalmodo,queelfastidioengendradoporsuprimerdiscursosemultiplicónotablementeenelsegundo.

Por último, el presidente hizo sonar la campanilla y, encarándose con elacusado,dijo:

—Envistade laspruebasqueacabandepracticarseyde los informesde losseñoresletrados,¿tieneelprocesadoalgoquemanifestaraltribunal?

ElP.Gilselevantódesubancoypaseóunamiradatansuavecomovagaporlasala.Parecíaqueledespertabandeunsueño.Tardóalgunosinstantesenhablar.Reinó en el auditorio silencio profundo y ansioso. A pesar de la atmósferadesfavorable que habían formado en torno suyo, su figura delicada, poética,donderesplandecíalahumildad,nopodíamenosdecausarimpresiónfavorable.

—Soyinocentedelcrimenquesemeimputa.EnlasmanosdeDios,enquienhedejadohacetiempotodosmispensamientosycuidados,dejoahoratambiénmisentencia.Cúmplasesuvoluntad.

Estas sencillas palabras, pronunciadas con lentitud, causaron una conmocióneléctricaenelconcurso.Poruninstanteseentreviólaverdadcomoalaluzdeun relámpago. Pero las tinieblas cayeron de nuevo en la sala y se espesarondentro de lasmás perspicuas inteligencias.No faltó quienmurmurase que loscuras,pormalvadosquefuesen, teníansiempreen los labiosestaspalabras.Elpresidentelerespondióconsuacritudacostumbrada:

—Bueno;másadelantelejuzgaráDios.Porloprontovanajuzgarleaustedloshombres.

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XV

Eltribunaldeloshombreslecondenóacatorceaños,ochomesesyundíadereclusión.

Eloficial de salade laAudienciaque fue a leerle la sentencia a la cárcel secreyó en el deber de prodigarle consuelos. El caso no era desesperado. ElTribunal Supremo podía aún casar la sentencia. Si esto no sucediese, él eratodavíajovenyvolveríaseguramentedelpresidio,sobretodoteniendoencuentalasrebajasdetiempoqueelgobiernootorgadevezencuando,etc.,etc.

—Gracias, gracias, señor—dijo el presbítero, cuya fisonomía expresaba unacalmaprofunda,unaserenidadíntimaquellamabalaatención.—Ustedmecreemuydesgraciado,¿verdad?

—Mucho... Me inspira usted una gran compasión—respondió con caracompungidaelcurial.

—¿Demodoquenosecambiaríaustedpormíenestemomento?

Elempleadohizounamuecadesusto.

—Pordesgracia...Yacomprenderáusted...¡Elcasoesterrible!...

El P. Gil permaneció un instante mirándole fijamente con una dulzura noexentadelástima,ydijoalfin,poniéndoleunamanosobreelhombro:

—Puesharíaustedmal, señor, haríaustedmal.Podíaustedmuybiendar sulibertad, su honor, su posición y su familia por hallarse como yo... y todavíasaldríaustedenormementeganancioso.

El curial le miró con estupor. Por sus ojos pasó después un relámpago deinquietud,temiendohallarsefrenteaunloco,yseapresuróadespedirseysalir.

Quedó solo el sacerdote.La celda enque se hallaba era lóbregay sucia.Uncatredehierro,unamesilladepino,unacómodatoscayalgunassillasdepajacomponían todoelmobiliario.Por laúnicaventanaenrejadaque la esclarecía,abiertaabastantealtura,entrabaenaquelmomentounhazderayosdesol.ElP.Gil, después de permanecer un momento inmóvil en actitud reflexiva, fue acolocarsedebajodeaquellosrayos.Sucabezarubia,iluminadarepentinamente,brilló con reflejos de oro, su tez blanca adquirió una trasparencia singular. Sucuerpo fino,delgado,vestidoconnegra sotana,parecíaunacolumnadeébano

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destinadaasosteneraquellacabeza.

Dejose anegar por la onda tibia, bebiendo lentamente su dulzura, palpitandobajosucariciacomounpájaroprisionero.Alzólosojosalaventana.Porentrelas rejas percibió el azul del firmamento, trasparente, infinito, convidando avolarporél.

Elcieloreía.Peromásalegrementequeelcieloreíasualma,inundadadegozoembriagador.Enelfondodesusertambiénbrillabaelinfinitoazul.DesdequelaGracia le había visitado vivía en perpetua fiesta. Sus ojos, iluminadosbruscamente,contemplabanelUniversoensunaturalezaideal.Todoslosvelostendidosporlarazónhabíancaídoalsuelo:elgransecretodelaexistenciaselerevelabadirectamenteconadmirableclaridadypureza.

Detrásdeestavidaaparentequenosrodeaviolavidareal,lavidainfinita,yentró en ella con el corazónhenchidode alegría.En esta vida infinita todo esamor, o lo que es igual, todo es felicidad.Entrar en ella es poner el pie en elimperiodelaEternidad.Eslavidadelespíritu.Elmundonopuedecambiarlanieltiempodestruirla,porqueesellaelprincipiomismodeltiempoydelmundo.Gustó la vida enDios; viviómás allá del tiempo en la fuentemisma ideal yperennedelmundoimaginativoquenosenvuelve.Susdíasyanosedeslizabantristesy ansiosos comounaporcióndel tiempo.Yano sufría el torcedorde lavoluntad; no exhalaba quejas lastimeras sobre sus pecados, sobre susresoluciones vencidas, porque no amaba ya sus propias obras, por buenas quefuesen,comoantes,sinoúnicamenteloEterno.Porquelasobrastienensuorigenenlapersona,yélsehabíadespojadodelasuya;lahabíanegadoconfirmeza.EnmediodeunasantaydulceindiferenciadejabaqueDiosobrasedentrodesuespíritu. Exento para siempre de duda y de incertidumbre, sabía que no debíaquerermásqueunacosa,yquetodolodemásseledaríaporañadidura.Estabasegurodeque la fuentedeamordivinoquehabíabrotadoenélnoseagotaríajamás,yqueesteamorleguiaríaeternamente.Eltemordeladestrucciónporlamuerte ya no le turbaba.Lamuerte, desde que había entrado en la vida de laeternidad, era para él incomprensible. No necesitaba bajar a la tumba paraobtenerestavidaeterna.BastábaleunirsedecorazónaDiosparaposeerlayparagozarla.

Averiguó,enfin,deunavezparasiempre,queelhombrenopuedesalvarsedeldolorydelamuertepor larazón,sinopor laFe,estoes,porunconocimientodistintoysuperiordelqueaquéllapuededarnos.Desdequeesteconocimientoiluminósuespíritu,alcanzólafelicidadabsoluta.Sininquietudporloporvenir,

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sin sentimiento por lo pasado, no apeteciendo nada, no rechazando nadatampoco,suvidasedeslizabatiempohacíacomounsueñofeliz,comounadulceembriaguez.Dejócaerelplomodelosdeseosylastristezasqueleligabanalatierra. Desprendido de toda ilusión y de todo esfuerzo, sin temores deaniquilamientoni esperanzas egoístasde resurrección,por lavirtudde laFeydelamorsuporeproducirensualmaelverdaderoreinandodeDios.

Sólo breves instantes permaneció así inmóvil, recibiendo el beso cálido delastrodeldía.Notardóenrepresentárselequeaquéleraungocedelossentidos,yhaciendo un gesto de desdén, fue a sentarse en el ángulo más oscuro de laestancia. Sólo renunciando a los placeres, sólo buscando el sufrimiento yseñoreando sus sentidos había llegado a aquel estado de beatitud, de sublimeindiferencia.

—¿Para qué necesito los rayos de ese sol—se dijo,—si el fuego que ardedentrodemialmamecalientaymeconfortamejor?¿Quévaleesaluzefímera,comparada con esta otra que no se oscurecerá jamás?Vivir en la vida de lossentidosesserunesclavodeltiempoylanecesidad.Todoloquenopertenezcaal ser interior y libre que dentro demí he conseguido hallarme es extraño eindiferente. ¡Oh,no!No temblaréyacomounesclavo.Tengo laconcienciademi libertad.Nonecesitomorirpara recobrarla.Este sentimientodemi libertadmellenadegozo,soyunemancipadoyllevoimpresoenelalmaelsellodemiDios.Nadadeloquesucede,nadadeloquesucederápuedealterarlapazdemicorazón.Elpulsodemividainteriorbatiráconlamismafuerzahastaquesuenelahoradedejarestemundo.HecomidodelacarneyhebebidodelasangredelRedentor,ysegúnsuspromesas,yohabitoenÉlyÉlhabitaenmí.SoyunhijodelaEternidad.HerecogidolaherenciademiPadre,ynadie,¡nadiemelapodráarrancar!...

El cerrojo de la puerta sonó con estrépito. Apareció el llavero, un hombregrueso,conlafazcolorada,losojosllenosdecarne,eltrajesucioygrasiento,yalrededor del abultado abdomen un cinturón ancho de cuero guarnecido dellaves.Sindarlosbuenosdíasnihacerunamínimaseñaldecortesía,volvióelrostrohaciaelpasillo,diciendo:

—Pasenustedes,señores,pasenustedes.

Detrásdeélaparecierondoscaballerosconlevitaysombrerodecopa.Elunoalto, rubio, con largabarbaque le llegabahasta lamitaddelpecho, fisonomíaabierta y simpática; joven aún. El otro más bajo y más delgado, de color

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enfermizo, barba rala y gafas. El primero era un médico distinguido de lapoblación.El segundo, un juristamuy aficionado a los estudios penales y quehabíapublicadoyavariasmonografíasreferentesaellos.

LevantoseelP.Gilalverlos.Elloslesaludaroncortésmente,aunquesindarlelamano.

—Bueno;ahí lesdejoaustedesconelpater—dijoel llaverocongrosería.—Avisenustedescuandoquieransalir.

Ysefue.

Elabogadodiounpasohaciaelpenado,yledijoconamablesonrisa:

—Desearíamos, si usted no tiene inconveniente en ello, hacerle algunaspreguntas...

—Sonustedesmuydueños—respondióelsacerdote,clavandoenélunamiradalímpidaqueconsiguióturbarle.

Elmédicoseadelantótambién,ysacandolapetacaleofrecióuncigarropuro,preguntándolealmismotiempo:

—¿Quétal?¿Letratanaustedbienporaquí?

—Muchasgracias,nofumo...Sí,señor,metratanbien.Haymáscaridadenlacárceldeloqueordinariamentesedice.

Entabloseunaconversaciónanimada.Procuraron, lomismoelmédicoqueeljurista, hacerla cada vezmás íntima y familiar, enterándose con interés de lospormenoresdesuvidacotidiana.Pasarondespuésinsensiblementeainterrogarleacercadesuinfancia,delasprimerasimpresionesdesuvida,desueducación,yse detuvieron particularmente en la adolescencia. ¿Cuál era su vida en elseminario? ¿Cuál su régimen de alimentación? ¿Era aficionado a la soledad?¿Qué enfermedades había padecido? Enteráronse también de algunasparticularidadesreferentesasufamilia.Elsuicidiodesumadrelesllamósobretodolaatención,yseentretuvieronlargoratoapreguntarleloquesabíaacercadelaquelehabíadadoelser.Porúltimo,despuésdeunahoradeconversación,durantelacuallemirabanconlainsistenciapertinazdequienvaacomprarunanimal,elmédicolepreguntó:

—¿Nospermitiráustedahoraquetomemosalgunosdatosacercadesucráneo

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yotrasmedidas?...

ElP.Gil,unpocosorprendido,consintióinmediatamente.Elmédicosacódelbolsillodeatrásdelalevitauncraniómetroyunacinta.

Tomole la medida del cráneo en redondo, después la de la caja ósea queprotege el encéfalo, la del ángulo facial, la del largo de la cara; midió laproyecciónfacialylaparietal,losarcoszigomáticosylamandíbula...

Alllegaraquí,elmédicoyeljuristacambiaronunarápidamiradasignificativa.

—¿Noshaceustedelfavordeabrirlosbrazos?

ElP.Gilsepusoencruz,mientrasunamiradadulceymelancólicaplegabasuslabios.Midieronellargodelosbrazos.Despuéseldelasmanos.Enestepunto,médicoyjuristatornaronacambiarotramiradadeinteligencia.

Finalmente, luego que se hubieron enterado de todo lo que quisieron,despidiéronsedeélmuycortésmente,dándolemuchasveces lasgraciasporsuamabilidadyprocurandoanimarleconbuenasrazones.

Al día siguiente aparecía enElPorvenir deLancia, firmado por el abogadocriminalista, un artículo con el título deUna visita al P. Gil. Hacíase en élrelación exacta de la entrevista, describíase con minuciosidad la persona delsacerdote penado, y terminaba con una serie de profundas consideracionescientíficasacercadeloscaracteresanatómicos,patológicosyfisiológicosqueeldelincuentepresentaba.

«Entre losdatos antropométricos—decía enunode suspárrafos—comunes atodosloscriminales,sólohemospodidoobservarciertopredominioligerodelaproyecciónparietalcomparadacon la frontalybastantedesarrollode losarcoscigomáticos y de la mandíbula. En cambio, el P. Gil ofrece en su figuraabsolutamente todos los rasgos que la escuela criminal positiva asigna comopeculiares a los estupradores y libertinos; es a saber: el pabellón de la orejasalientee insertoamaneradeasa, lamiradabrillante, la fisonomíadelicada(aexcepción de lamandíbula), el cabello liso, el cutismórbido, lasmanosmuylargasyalgodeafeminadoenelconjunto.»

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FIN

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EndoftheProjectGutenbergEBookofLaFe,byArmandoPalacioValdés

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