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Dec 14, 2015

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CAPÍTULO PRIMERO

Ley de la evolución intelectualde la Humanidad o ley de los tres estados

2.-Según esta doctrina fundamental, todas nuestras especu-laciones, cualesquiera que éstas sean están sujetas inevitablemen-te2, lo mismo en el individuo que en la especie, a pasar sucesiva-mente por tres estados teóricos diferentes, que las denomina-ciones habituales de teológico, metafísico y positivo podrán califi-car aquí suficientemente, al menos para quienes hayan entendidobien el verdadero sentido general de las mismas. Aunque, desdeluego, indispensable en todos aspectos, el primer estado debe con-siderarse siempre, desde ahora, como provisional y preparatorio;el segundo, que no constituye en realidad más que una modifica-ción disolvente de aquél, no supone nunca más que un simple des-tino transitorio, a fin de conducir gradualmente al tercero; en éste,el único plenamente normal, es en el que consiste, en todos losgéneros, el régimen definitivo de la razón humana.

1. ESTADO TEOLÓGICO o FICTICIO

3.-En su primer desarrollo, necesariamente teológico,todas nuestras especulaciones manifiestan una espontánea pre-dilección por las cuestiones más insolubles, por los temas másinaccesibles a toda investigación decisiva. Por contraste con

2 El texto original de Comte dice: Suivant cette doctrine fondamentale, toutesnos spéculations quelconques son inévitablement assujetties, soit che; Tindividu,

, soit che: l'espéce, tI passer succesivament par trois états theoriques differents (...).Debe destacarse la idea comteana de que el progreso civilizatorio sigue un

proceso «necesario», en el doble sentido de «indispensable» e «inevitable», perono debemos hacemos una visión excesivamente rectilínea de ese progreso.y juzgamos inadecuada esa visión porque el mismo Comte constata que ciertos.saberes tienden a la positividad antes que otros, y que, por otra parte, en el sis-tema industrial sobreviven puntos de vista teológicos y metafísicos. Más aún,desde la perspectiva de la evolución sociopolítica son esas rémoras intelectualesy sus traducciones sociales, políticas y jurídicas, las causas de la crisis social quepadece la Francia (por no decir la Europa) de su tiempo.

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nuestros días, debe parecer casi inexplicable, pero, en el fondo,está en plena armonía con la verdadera situación inicial de nues-tra inteligencia, en una fase en que el espíritu humano busca ávi-damente, aun en los problemas científicos más sencillos, y de unmodo casi exclusivo, el origen de todas las cosas, las causas esen-ciales -sean primeras, sean finales-, de los diversos fenómenosque le extrañan, así como su modo fundamental de producción;en una palabra, los conocimientos absolutos. Esta necesidad pri-mitiva se encuentra naturalmente satisfecha, tanto como lo exigeuna situación tal, e incluso, en efecto, tanto como pueda serionunca, por nuestra tendencia inicial a proyectar en todas partesel tipo humano, asimilando todos los fenómenos, sean del tipoque sean, a los que producimos nosotros mismos y, por esto,empiezan por parecemos bastante conocidos, según la intuicióninmediata que los acompaña. Para comprender bien el espíritu,puramente teológico, resultado del desarrollo, cada vez más sis-temático, de este estado primordial, no hay que limitarse a con-siderado en su última fase, que se consuma, según nuestropunto de vista, en los pueblos más adelantados, pero que no es,ni con mucho, la más característica: resulta indispensable echaruna mirada verdaderamente filosófica sobre el conjunto de sumarcha natural, a fin de apreciar su identidad fundamental bajolas tres formas principales que le pertenecen sucesivamente.

4.-La más inmediata y la más pronunciada constituye el feti-chismo propiamente dicho, que consiste ante todo en atribuir atodos los cuerpos exteriores una vida esencialmente análoga a lanuestra, pero casi siempre más enérgica, por ser su acción, habi-tualmente más poderosa. La adoración de los astros caracteriza elnivel más alto de esta primera fase teológica, que, al principio,apenas difiere del estado mental que alcanzan los animales supe-riores. Aunque esta primera forma de la filosofía teológica seencuentra claramente en la historia intelectual de todas nuestrassociedades, hoy sólo domina directamente todavía en la menosnumerosa de las tres grandes razas que componen nuestra especie.

5.-En su segunda fase esencial, que constituye el verdaderopoliteísmo, confundido con excesiva frecuencia por los moder-nos con el estado precedente, el espíritu teológico representanetamente la libre preponderancia especulativa de la imagina-ción, mientras que hasta entonces habían prevalecido sobre todoel instinto y el sentimiento en las teorías humanas. La filosofía ini-cial sufre aquí la más profunda transformación que pueda afec-tar al conjunto de su destino real, al ser la vida finalmente retira-da de los objetos materiales para pasar a ser misteriosamentetransportada a diversos seres ficticios, habitualmente invisibles,

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cuya activa y continua intervención se convierte desde ahora enla fuente directa de todos los fenómenos exteriores e incluso,más tarde, de los fenómenos humanos. Es durante esta fasecaracterística, mal apreciada hoy, donde hay que estudiar prin-cipalmente el espíritu teológico, que se desenvuelve en ella conuna plenitud y una homogeneidad ulteriormente imposibles: esetiempo es, en todos aspectos, el de su mayor ascendiente, a la vezmental y social. La mayor parte de nuestra especie no ha salidotodavía de tal estado, que persiste hoy en la más numerosa de lastres razas humanas, sin contar lo más escogido de la raza negray la parte menos adelantada de la raza blanca.

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6.-En la tercera fase teológica, la del monoteísmo propia-mente dicho, comienza el inevitable declive de la filosofía inicial,que, conservando mucho tiempo una gran influencia social-enel fondo más aparente que real- sufre a partir de ese momen-to, gracias a una tendencia espontánea a la simplificación, unrápido decrecimiento intelectual, en el que la razón viene a res-tringir cada vez más el dominio anterior de la imaginación, per-mitiendo el desarrollo gradual del sentimiento universal, hastaentonces casi insignificante, de la sujeción necesaria de todos losfenómenos naturales a leyes invariables, Bajo formas muy diver-sas, y hasta radicalmente irreconciliables, este modo extremo delrégimen preliminar persiste aún, con una energía muy desigual,en la inmensa mayoría de la raza blanca; pero, aunque así sea deobservación más fácil, estas mismas preocupaciones personalesconllevan hoy un obstáculo demasiado frecuente a su aprecia-ción juiciosa, por falta de una comparación bastante racional ybastante imparcial con los dos modos precedentes.

7,-Por imperfecta que deba parecer ahora tal manera defilosofar, importa mucho vincular indisolublemente el estadopresente del espíritu humano al conjunto de sus estados prece-dentes, reconociendo convenientemente que aquella maneratuvo que ser durante largo.tíempc tan indispensable_cpmoJue"'vu.:i-=- _Table. Limitándonos aquí a la simple apreciación intelectual,sería en principio superfluo insistir en la tendencia involuntariaque, incluso hoy, nos arrastra a todos de modo evidente, a lasexplicaciones esencialmente teológicas, tan pronto como quere-mos penetrar directamente en el misterio inaccesible del modofundamental de producción de cualesquiera fenómenos, y sobretodo en lo que concierne a aquellos cuyas leyes reales todavíaignoramos. Los más eminentes pensadores pueden comprobarsu propia disposición natural al fetichismo más naif, cuando estaignorancia se halla combinada de momento con alguna pasiónpronunciada. Así pues, si todas las explicaciones teológicas han

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" " , tiones directamente usuales, Hasta ha sido preciso ,du~antecaldo, entre los occidentales, en un desuso crecíente y deCISIVO, h ti para vencer suficientemente nuestra nativa mer-'1 1"" ." muc o lempo, "es so O porque as místeriosas ínvestígacíones que teman por . ' , también a las poderosas ilusiones que suscitabad ' io h 'd d ' dei d 1 d ,. cia, recurrir .' fi id d 1esigmo an SI O ea a vez mas eja as a un a O en cuanto tá nte tal filosofía sobre el poder casi mde m O e

d' 1 inaccesibl ' 1" h espon aneame \ bíra ica mente maccesi es a nuestra mte igencra, que se a acos- \ h b a modificar a su gusto un mundo que se conce lat b d d al ' '1' bl om re par ,um ra o gra U mente a sustítuír as irrevoca emente por ' t nce como esencialmente ordenado para su uso, y que nm-

t di , fi " id en o s s , des u lOSmas e caces y mas en armoma con nuestras necesi a- , a gran ley podía aún sustraer a la arbitraria suprernacia edes .ver~a,deras, ~asta en un ti~mpo en que el verdadero espíri- ~. f:S~nfluencias sobrenaturales. Apenas hace tres siglos que, en l?tu ~losofico habla ya preValeCI?~ respecto a lo;" más sencillos . más selecto de la humanidad, las esperanzas ast~~logIca.sy alqm-fenomenos y en un asun~o tan fácil como la teona elementa~ del I micas, último vestigio científico de aquel espíritu pn~ordlal,choque, el ~emorable ejeII?-plode.Malebra~~he ~ecordará siem- l. han dejado realmente de servir a la acumulaclOn diana de laspre la necesldad.?e recurrir a la I~tervencIOn d~ecta y perma- ,> observaciones correspondientes, como lo han hecho notar res-nente de una accIOl!sobrenatural, s~empre que se mtenta remon-',;, pectivamente Kepler y Bertholet.tarse a la causa pnmera de cualquier suceso, Y, por otra parte, 1"tales tentativas, por pueriles que hoy justamente parezcan, cons- \;.. 8 -El concurso decisivo de estos diversos motivos intelectua-tituí,:lll ciertam,ente el único medio l?rimitivo de determinar el \1" les s~vería, además, poderosamente foralecido si la naturaleza decontmuo despliegue de las especulaciones humanas, apartando , i.' este Tratado me permitiera señalar en él de modo suficiente laesp<?r:táneamente n~estra inteligencia d~l círculo profundamen- 1,,' irresistible influencia de las altas necesidades sociales, unas nece-te VI~I<?~Oen que pnmero se ve .n~cesa~amente enV1!eltal?or la,,:, sidades que he valorado convenienteme.nte en la obra fundamen-oposicion radical de dos condiciones Igualmente imperiosas. I ' tal mencionada al comienzo de este Discurso. Se puede demos-Pues si los ~odemos har: teni?o q~e proclaI:?~ la imposibilidad '¡ v trar así plenamente, cuán lar:go tiempo ha ~ebi~? resultarde fundar nmguna teona sólida sm un suficiente concurso de l'" indispensable el espíritu teológico para la combinación perma-observaciones adecuadas, no es menos innegable que el espíritu 1/', nente de las ideas morales y políticas, incluso más. especIalmente~ur~ano no podría ~unca. comb,ina,r, ni siql!i~r~ recoger, esos 1'> que para las demás, bien por su complejidad, bien ~orque losindispensables matenales sm vemr SIempre dirigido por algunos ';! ' fenómenos correspondientes, en un prmcipio demasiado Pc;>coprincipic;>s espe~ulativ?s previamente est~blecidos, Así, estas ;, apreciados, no podían adquirir un de~a::oll~ ,característIco smoconcepciones pnmordiales sólo pueden, evidentemente, resultar • tras un avance muy prolongado de la clvillzacIOnhumana: E~unade una filosofía exenta, por su naturaleza, de toda larga prepa- extraña inconsecuencia, apenas excusable por la tendencia ciega-ración y susceptible, en una palabra, de surgir espontáneamente mente crítica de nuestro tiempo, reconocer, p~ra los ~ntIguos, lamerced al único impulso de un instinto directo, por muy quimé- imposibilidad de filosofar sobre los asuntos mas sencillos de o~oricas que hubieran de ser, por lo demás, especulaciones así des- . modo que siguiendo el método teológico,. y desconocer, SI~provistas de todo fundamento real. Tal es el afortunado privile- embargo, sobre todo entre los politeístas, la insuperable n~~sI-gio de los principios teológicos, sin los cuales es obligado dad de un régimen análogo frente a las espec~acIOnes SOCIes.afirmar que nuestra' inteligencia no hubiera salido nunca de su Pero es menester, además, advertir, aunque aquí no pue~a demositorpeza inicial, y que son los únicos que, dirigiendo su actividad . trarlo, que esta filosofía primitiva ,~a sido tan necesana para eeSR~culativa. ~a~ podido permitir.la preparació.agradllaLde~I;!1 f'~.·..'.~'.""'- desarrolle .inicialde-!lU~s.tra.soCla~~ c0J:?-0_}2~rael de n~estramejor orden 10gICO,Esta aptitud fundamental fue, por lo demas, ..;, " inteligencia: sm ella, bien por co~stItmr POl;lltIvamentí cI~~aspoderosamente secundada por la predilección originaria de la', doctrinas comunes, bien por SUSCItarespontal!eame.nte a um~ainteligencia humana por las cuestiones insolubles que atraían ¡I;'[~ autoridad espiritual que pud~era ent?nce~ surgir; el VI?culoSOCIalespecialmente a aquella filosofía primitiva. No podemos medir , ' . no habría podido adquirir m extensión m consistencia.nuestras fuerzas mentales, y por tanto circunscribir razonable-mente el destino de las mismas, sino después de haberlas ejerci-tado suficientemente. Ahora bien: este indispensable ejercicio nopodía ser determinado sobre todo en las facultades más débilesde nuestra naturaleza, sin el enérgico estímulo inherente a talesestudios, en los que tantas inteligencias mal cultivadas persistentodavía en buscar la más rápida y completa solución de,las cues-

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n. ESTADO METAFÍSICO O ABSTRACTO

9.-Por sumarias que deban ser aquí estas explicacionesgenerales sobre la naturaleza provisional y el destino preparato-rio de la única filosofía realmente adecuada a la infancia de lahumanidad, permiten apreciar que este régimen inicial difierede modo lb suficientemente profundo, en todos aspectos, delque, según veremos, corresponde a la madurez mental, comopara que el paso gradual de uno a otro hubiera podido tenerlugar gradualmente, bien en el individuo, bien en la especie, sinel creciente auxilio de una filosofía intermedia, esencialmentelimitada a este menester transitorio. Tal es la participación espe-cial del estado metafísico propiamente dicho en la evolución fun-damental de nuestra inteligencia, que, opuesta a todo cambiobrusco, puede elevarse así, casi insensiblemente, del estado pura-mente teológico al estado francamente positivo, aunque aquellaequívoca situación se aproxime, en el fondo, mucho más al pri-mero que al último. Las especulaciones en ella dominantes hanconservado el mismo esencial carácter de tendencia habitual alos conocimientos absolutos: sólo la solución ha sufrido aquíuna transformación notable, propia para facilitar el mejor des-pliegue de las concepciones positivas. Como la teología, en efec-to, la metafísica intenta sobre todo explicar la íntima naturalezade los seres, el origen y el destino de todas las cosas, el modoesencial de producirse todos los fenómenos; pero en lugar deemplear para ello los agentes sobrenaturales propiamentedichos, los reemplaza, cada vez más, por aquellas entidades oabstracciones personificadas, cuyo uso, en verdad característico,ha permitido a menudo designada con el nombre de ontología.No es difícil hoy observar sin dificultad ese modo de filosofar,que, preponderante todavía respecto a los fenómenos más com-plicados, ofrece todos los días, hasta en las teorías más sencillasy menos atrasadas, tantas huellas apreciables de su largo domí-nio-'. La eficacia histórica de estas entidades deriva directamen-te de su carácter equívoco, pues en cada uno de estos entes meta-físicos; ir..:herente-at-cuCljJÚcOll'espondieme sin confundirse conél, el espíritu puede, a voluntad, según esté más cerca del estado

3 Casi todas las explicaciones habituales relativas a los fenómenos sociales,la mayor parte de las que conciernen al hombre intelectual y moral, una granparte de nuestras teorías fisiológicas o médicas, e incluso también diversas teo-rías químicas, etc., recuerdan todavía directamente la extraña manera de filo-sofar tan graciosamente caracterizada por Moliére, sin ninguna exageracióngrave, con ocasión, por ejemplo, de la virtud dormitiva del opio, de acuerdo conla decisiva transformación que Descartes acababa de hacer sufrir a todo el régi-men de las entidades. [N. del A.].

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teológico o del estado positivo, ver o una verdadera emanacióndel poder sobrenatural o una simple denominación abstracta delfenómeno considerado. Yano es entonces la pura imaginación laque domina, y todavía no es la verdadera observación: pero elrazonamiento adquiere aquí mucha extensión y se prepara con-fusamente al ejercicio verdaderamente científico. Se debe hacernotar; por otro lado, que su parte especulativa se encuentra en unprincipio muy exagerada, a causa de esa pertinaz tendencia aargumentar en vez de observar que, en todos los géneros, caracte-riza habitualmente al espíritu metafísico, incluso en sus órganosmás eminentes. Un orden de concepciones tan flexible, que nosupone en forma alguna la coherencia propia y duradera del sis-tema teológico, debe llegar, por otra parte, mucho más rápida-mente a la correspondiente unidad, por la subordinación gradualde las diversas entidades particulares a una sola entidad general,la Naturaleza, llamada a ser el débil equivalente metafísico de lavaga conexión universal propia del monoteísmo.

lO.-Para comprender mejor, sobre todo en nuestros días, laeficacia histórica de semejante aparato filosófico, conviene reco-nocer que por su naturaleza, sólo es espontáneamente capaz deuna simple actividad crítica o disolvente, incluso mental, y conmayor razón social, sin poder organizar nunca nada que le seapropio. Radicalmente incoherente, este espíritu equívoco conser-va todos los fundamentos principales del sistema teológico, perosustrayéndoles cada vez más el vigor y la fijeza indispensablespara su autoridad efectiva; empero, es esa alteración la que carac-teriza, en efecto, desde todos los puntos de vista, su principal uti-lidad pasajera, por cuanto que el régimen antiguo, durantemucho tiempo progresivo para el conjunto de la evolución huma-na, tiende, inevitablemente, a prolongar de modo abusivo el esta-do de infancia que antes había dirigido tan felizmente. La meta-física no es, pues, realmente, en el fondo, más que una especie deteología gradualmente enervada por simplificaciones disolventes,que la privan espontáneamente del poder directo de impedir eldespliegue· especmlae las cuucejJciUllÓ·jJvsitivas;--conservánd:ole:"=~-=siempre, sin embargo, la aptitud provisional para mantener uncierto e indispensable ejercicio de generalización, hasta que, porfin, le sea dado recibir mejor alimento. Por su carácter contra-dictorio, el régimen metafísico u ontológico se encuentra siempreen la inevitable alternativa de tender a una vana restauración delestado teológico para satisfacer las condiciones del orden, oimpulsar a una situación puramente negativa a fin de librarse deldominio opresor de la teología. Esta oscilación necesaria, queahora no se observa más que en el caso de las más difíciles teorías,ha existido igualmente en otro tiempo a propósito de las más

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~encillas, .mientya~ha durado su edad metafísica, en virtud de laImpot~ncI~ o~gamcapropia siempre de tal manera de filosofar. Sila razon I?ubhca n~ la hubiera rechazado desde hace largo tiem- . . ,po para CIertasnociones fundamentales, no cabe duda de que las 1.° Carácter principal: la Ley o SubordmaclOn constantelI~sensatasdudas que suscitó, hace veinte siglos, sobre la existen- de la imaginación a la observación.cia de los cuerpos e~t~riores, subsistirían aún esencialmente, por- "que nu~;a las ?~disipado con certeza mediante ninguna argu- 12.-Esta larga sucesión de preambulos necesa~lOscondu-mentación deCIS!,,:a.Se puede, entonces, contemplar finalmente ce al fin nuestra inteligencia, gradual~ente emancipada. a su~l estado metafísico como una suerte de enfermedad crónica estado definitivo de positividad racional, que debe quedarmher~nte por naturaleza a nuestra evolución mental, individual o I ' caracterizada aquí de una manera más especial que los. doscolectiva, entre la infancia y la virilidad. 1 estados precedentes. Como tales ejercicio.s preparatorios ~an

. mostrado espontáneamente la radical vaciedad de las explica-11.-Como las especulaciones históricas no se remontan casi ! ciones vagas Yarbitrarias propias de la filosofía inicial, ya teo- .

n~c~, entre l~s.modernos, más allá de los tiempos politeístas, el ' lógica, ya metafísica, el espíritu humano renUJ;cia d:sde ahoraespu;ttu meta?~ICOde~e parecer en ellas casi tan antiguo como a las investigaciones absolutas, que no conve~ll~nmas que a suel mlsm<;>e:>pmtuteológico, puesto que ha presidido necesaria- infancia, y circunscribe sus esfuerzos al dominio, desde en~~n-mente, SI?le~ de un modo implícito, la transformación primiti- ces rápidamente progresivo, de la verdadera observaclOn,V<J. del fetichismo en politeísmo, para sustituir ya la actividad r única base posible de los conocimientos verdadera~ente acce-purame?-te s<;>brenatural,que, apartada de cada cuerpo particu- sibles y adaptados sensatamente a nuestras neceSIdades rea-lar. d~bla dejar espontáneamente en él alguna entidad corres- \ les. La lógica especulativa había consistido hasta entonces enpondiente. No obstante, como e~ta primera revolución teológica i . razonar, con más o menos sutileza, s~g~n principios confusos~o pudo .~ngendr~r entonces mnguna discusión verdadera la I que, no ofreciendo prueba alguna suficiente. suscitaban siem-íntervencíón contm~a ?el espíritu ontológico no empezó a 'ser \ pre disputas sin fin. Des.d~,ahora reconoce, ~omo regla funda.-plenament~ ,caracten~tl(:;ahasta la revolución siguiente, de cara L mental, que toda proposrcion que no sea ~stnctamente reducI-a l~ reducción del politeísmo a monoteísmo, del que hubo de ser :. ble al simple enunciado de un hecho, smgular o gen~ra~, :10el o~g~o n~tural. Su creciente influencia debía parecer primero ! puede ofrecer ningún sentido real e inteligible. Los príncipiosor~amca, mientras permane~ía subor~nado al impulso teológi- ' mismos que. emplea no son ra más que verdaderos hechos,co: pero su naturaleza esencialmente disolvente emergió pronto sólo que mas generales y mas abstractos que aquellos cuyo~?-?avez más, cu~n~o intentó gradualmente llevar la simplifica- vínculo deben formar. Por otra parte, cualquiera que sea ~ldon ~e }a teología incluso alle.nde del monoteísmo vulgar, que . m?do, racional o. exp~rin;~ntal, de proceder. a su descubn-constltUla,. con abso~uta necesidad, la fase extrema verdadera- ¡ miento, su eficacia científica resulta exclUSIvamente de sun:ente p~slble ~e la filosofía inicial. De esta manera, durante los " . conformidad, directa o indirecta, con los fenómenos observa-cmco últimos SIglosel espíritu metafísico ha secundado negati- \. dos. La pura ir;taginación pierde así i~evocable~ente su anti-vamente el ~esarrollo fundamental de nuestra filosofía moderna, ¡. gua supremacla mental y se subordma neces:'ln:'lmente a la

=-__ ~~,="_d~:.c~~po~~en~o p~co a poco el sistema. te~lógico gue había ter- : ... observa~ión, de manera ~de~ua~~ pa~a c.onstltUl; un estadoHHHc1UU !l~l convernrse en retrógrado,-desde que, afinales de la 1'i'· loglCOpienamente normai, S111 ae],n'-Qe~eJercer'--Sln-elTrbarg0;"", -eeeeeeee-eee

E,d~d Media, qu~dó esencialmen~e agotada la eficacia social del en las especulaciones positivas .un oficio tan. principal c~I?oregimen m~notelsta. Por ~e.sgr~cI~,después de haber cumplido, inagotable para crear? perfeCCIOnarlos medios de COneXI?~,en .c.ada gen~ro, este OfiCIOindispensable, pero pasajero, la ya defínitiva. ya provlsIO~al. En una palabra, la revoluciónaCCIOn~ema?Iado prol~mgada de las concepciones ontológicas , fundamental que caractenza la edad ~ad~a de nuest~a inte-h?- ~endldo sl~mpre a Impedir también toda organización real ¡ ligencia consiste esencialmente en Sustl.tUlren to~o la macce-dl~tmta .del SIstema especulativo; de manera que el obstáculo : . sible determinación de las causas propIamente dlc:has, por la~as p~h~roso par~ el establecimiento final de una verdadera ! simple averiguación de las leyes, o sea de las relaclOn:s cons-~losofía tiene su raíz actualmente, en efecto, en este mismo espí- i tantes que existen entre los fenómenos observados. Tratese dentu que a me~ud? se atribuye todavía el privilegio casi exclusi- : los más nimios o de los más notorios efectos del choque y delvo de las meditaciones filosóficas. ;. peso, del pensamiento y de la moralidad, nosotros no podemos

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Ill. ESTADOPOSITIVOo REAL

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Daniela
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co, de que, si nuestras mismas concepciones, cualesquiera quesean deben ser consideradas como otros tantos fenomenoshum'anos, tales fenómenos no son simplemente individuales,sino también y, sobre todo, sociales, puesto que resultan en rea-

2.0 Naturaleza relativa del espíritu positivo lidad de una evolución colectiva} contin~a, en la <;luetodos los~ elementos y todas las fases estan esencIalmente. mterconecta-

13.-No sólo nuestras indagaciones positivas deben reducirse das. ASÍ,pues, si en el primer aspecto e~ reconocible qu~ nues-esencialmente, en todas sus clases, a la apreciación sistemática de tras especulaciones deben depende~ siempre ~e. las diversasl? que ~s, renunciando a descubrir su primer origen y su destino condiciones esenciales de nuestra existencia [ndividual, es pre-final, sino que importa, además, advertir que esta investigación : ciso admitir igualmente, en el segundo, que no estan menosde los fenómenos, en lugar de poder llegar a ser,en modo alguno, ¡ .' subordinadas al conjunto del progreso SOCIal,de mo~<:,que noa?,soluta, debe pe:man.e,cersiempre. relativa a nuestra organiza- ' pueden tener nun~a la fijeza absoluta que l?s .metafísIcos hancion y a n~e~tra sItuac.I?n.Reconociendo, en este doble aspecto, supuesto. Ahora bien; la ley general del movímíento fundamen-l~ necesana imperfección de nuestros diversos medios especula- , tal de la humanidad consiste, en este respecto, en que nuestr~stIV.OS,se.ve que~lejos de poder estudiar completamente ninguna ~. teorías tienden cada vez más a representar ex~ctaI?ente lo? obje-eXls.te?~Iaefectiva, no podríamos garantizar de ningún modo la ; tos exteriores de nuestras constantes ínvesngaciones. sin queposibilidad ~e constatar así, ni siquiera muy superficialmente, : ' pueda, en ningún caso, ser plenamente apreciada, sm embargo,todas las existencias reales, cuya mayor parte escapa a nosotros la verdadera constitución de cada uno de ellos, ya que la pe~fec-por completo. ~i la pérdida de un sentido importante basta para ción científica debe limitarse a aproximarse ~ aquel límite Idealocultamos radicalmente un orden entero de fenómenos natura- tanto como lo exijan nuestras diversas necesIdades reales..Esteles, se pue?e pensar, recíprocamente, que la adquisición de un segundo género de dependencia, pro~io de las espec~aClonesnuevo sentid? nos revelana una clase de hechos de los que ahora positivas, se manifiesta con tanta cla;td~d como ~l pnmero enno tene~os idea al~u,na, a menos que creamos en un supuesto 1, todo el curso de los estudios astronormcos. c~nsIdera.ndo,portan ~atUlto co~o ridículo como es el de que la diversidad de los :-: ejemplo, la serie de nociones, cada vez más satísfactorías. obte-sentidos, tan diferente entre los tipos principales de animalidad, i,: nidas desde el origen de la geometría celeste, sobre la figura dese encuentr~ ~n nuestro or~anismo elevada a tan alto grado que la tierra, la forma de las órbitas planetarias, etc. A~í,aunque,p.ued~permitir la explorac~óntotal del mundo exterior. Ninguna por una parte, las doctrinas científicas sean necesanamente deCIenCIapuede mostrar mejor que la astronomía esta naturaleza naturaleza lo suficientemente variable como para tener quenecesariamente relativa de todos nuestros conocimientos reales, s rechazar toda pretensión de absoluto, sus variaciones gradualespue~to que, n? pudiendo hace~se en ella la investigación de los ( no presentan, por otra parte, ningún carácter arbitrario q~efenomenos m~ que por un.úmco sentido, es ~~y fácil apreciar : pueda motivar un escepticism,Oaún má~peligroso; cada cam~lOlas con.s;cuencIas e:pec~la~Iv~ de su desaparición o de su mera , sucesivoconserva, por lo demás, espontáneamente, en las teonas~teraclOn ..No podría exístír ninguna astronomía en una especie !.' correspondientes una aptitud indefinida para representar losCIega,por inteligente que se la suponga, ni acerca de astros oscu- ' fenómenos que les han servido de base, al menos mientras no se:~.:~9~~_son tal v,ez}o~m~~,~~merosos,n! siquiera si, t~ sólo, la ~'. tenga que trascender el grado primitivo de precisión efectiva.

"'---~~"---.:U;'H:';:SH:::ra-at:raV'es-ae-ia~CUa:looserValrIOS iOS cuerpos celestesper-~*' --maneciera siempre y en todas partes nublada. Todo el curso deeste Tratado nos ofrecerá frecuentes ocasiones de apreciar espon-táneamente, ~el modo más inequívoco, esta íntima dependenciaen que el conjunto de nuestras condiciones propias, tanto inter-nas como externas, mantiene inexorablemente a cada uno denuestros estudios positivos.

conocer verdaderamente más que las diversas relacionesmutuas propias de su cumplimiento, sin penetrar nunca en elmisterio de su producción.

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3.0 Destino de las leyes positivas: Previsión racional

I5.-Una vez reconocida unánimemente ya la subordina-ción constante de la imaginación a la observación como la pri-mera condición fundamental de toda sana especulación cientí-fica, una desviada interpretación ha conducido con frecuencia,no obstante, a abusar mucho de este gran principio lógico conla consecuencia de una degeneración de la ciencia real en unaespecie de estéril acumulación de hechos incoherentes, que no

I4.-Para caracterizar suficientemente esta naturaleza for-zosamente relativa de todos nuestros conocimientos reales, hayque darse cuenta también desde el punto de vista más filosófi-

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5 A la hora de apreciar el trasfondo intelectual del análisis del concepto deloi naturelle que realiza Comte en el párrafo 16, convendria distinguir entre«leyes de la naturaleza», «leyes naturales» y «leyes científicas». En principio,hay que decir que la emergencia del concepto de ley de la naturaleza se produceen el pensamiento moderno como consecuencia del declive de la idea tradicio-nal --en el fondo aristotélíca-> de la posibilidad de una física demostrativa.Podemos asegurar que Descartes, comparado con los nuevos físicos experimen-tales, puede ser considerado como uno de los últimos defensores de una cienciabasada en principios, esto es, en proposiciones de las que las leyes físicas pue-den ser deducidas como consecuencias. Los nuevos físicos se oponen a una físi-ca puramente deductiva more geometrico y empiezan a usar los experimentoscomo los únicos principios de la física. Surge, así, un concepto más debilitadode principio de la naturaleza que es el de ley de la naturaleza, una proposiciónno establecida de forma convencional ni arbitraria, que se desconoce su verdady sobre el que se piensa que la experimentación permite decidir sobre su realdescubrimiento. Sin embargo, el concepto de ley de la naturaleza estaba toda-vía muy vinculado al principio de causalidad. Habrá que esperar a Hume paraque el principio de causalidad se transforme, como anotó Meyerson enIdentidad y realidad, en un principio de regularidad legiforme. Y. ciertamente,no es lo mismo investigar las causas que indagar metódicamente regularidades.Con Hume se transita, pues, desde el concepto de ley de la naturaleza al con-

=_~ =_-~_,..-..,..------==""""-"'" ",------=====-,...-----==.-":;>.c:':!==---¡c~e;¡p:¡¡t'ño~de7ey naiurarAaírerencia ae las leyes ae Iá'natúraíeza; las leyes natura-les no han sido establecidas por Dios; son correlaciones descubiertas en granparte «violentando» a la naturaleza al aislar más o menos artificialmente unosfenómenos del todo que constituye la naturaleza e infiriendo inductivamente apartir de ellos. Son, por tanto, hipótesis físicas que nos permiten explicar y pre-decir fenómenos.

La introducción del término «hipótesis» no debe, en cualquier caso, con-fundimos, pues en el caso concreto de Comte encontramos una oposición fuer-te a interpretar las leyes naturales en términos conjeturales, es decir, probabili-tarios; de hecho habla de invariabilidad y se opone en el mismo párrafo 16 ainterpretaciones probabilísticas de las leyes naturales. Justamente, será estainterpretación la que poco a poco se abra paso en nuestro siglo, provocando unsegundo deslizamiento semántíco en el concepto de ley, el deslizamiento que seproduce al emerger el concepto de ley (hipótesis) científica.

podría ofrecer otro mérito esencial que el de la exactitud par-cial. Importa, pues, mucho percatarse de que el verdadero espí-ritu positivo no está menos alejado, en el fondo, del empirismoque del misticismo; entre estas dos aberraciones, igualmentefunestas, debe avanzar siempre: la necesidad de semejantereserva continua, tan difícil como importante, bastaría por otraparte para comprobar, conforme a nuestras explicaciones delcomienzo, cuán maduramente preparada debe estar la auténti-ca positividad, de tal modo que no puede en forma alguna con-venir al estado naciente de la humanidad. En las leyes de losfenómenos es en lo que consiste, realmente, la ciencia, a la cuallos hechos propiamente dichos, por exactos y numerosos quepuedan ser, nunca procuran otra cosa que materiales indispen-sables. Considerando el destino constante de estas leyes, sepuede decir, sin exageración alguna, que la verdadera ciencia,lejos de estar formada de meras observaciones, tiende siempre :a dispensar, en lo posible, de la exploración directa, sustituyén-dola por aquella previsión racional, que constituye, en todos losaspectos, como el conjunto de los estudios astronómico s nospermitirá advertir claramente, el principal carácter del espíritupositivo. Una previsión tal, consecuencia necesaria de las rela-ciones constantes descubiertas entre los fenómenos, no permi-tirá nunca confundir la ciencia real con esa vana erudición queacumula hechos mecánicamente sin aspirar a deducir unos apartir de otros. Este gran atributo de todas nuestras sanas espe-culaciones no importa menos a su utilidad efectiva que a supropia dignidad; pues la exploración directa de los fenómenosefectivos no podría bastar para permitimos modificar su cum-plimiento, si no nos condujera a preverlos convenientemente.Así, el verdadero espíritu positivo consiste, ante todo, en verpara prever, en estudiar lo que es, a fin de concluir de ello lo queserá, según el dogma general de la invariabilidad de las leyesnaturales",

4.0 Extensión universal del dogma fundamentalde la invariabilidad de las leyes naturales':

16.-Este principio fundamental de toda la filosofía positiva,sin estar aún, ni mucho menos, extendido suficientemente al con-junto de los fenómenos, ha empezado afortunadamente, desdehace tres siglos, a hacerse de tal modo familiar, que, a causa delas costumbres absolutas anteriormente arraigadas, se ha desco-nocido casi siempre hasta ahora su verdadera fuente, esforzán-dose muchos así, según una vana y confusa argumentación meta-física, por representar como una especie de noción innata, o almenos primitiva, lo que no ha podido surgir, ciertamente, sino deuna lenta inducción gradual, a la vez individual y colectiva.No setrata sólo de que ningún motivo racional, independiente de toda

4 Sobre esta apreciación general del espíritu y de la marcha propios delmétodo positivo, se puede estudiar con mucho fruto la preciosa obra titulada:A system al logic, ratiocinative and inductve, publicada recientemente enLondres (John Parker, West Strand, 1843), por mi eminente amigo Mr. JohnStuart Milll, tan plenamente asociado desde ahora a la fundación directa de lanueva filosofía. Los siete últimos capítulos del tomo primero contienen unaadmirable exposición dogmática, tan profunda como brillante, de la lógicainductiva, que no podrá nunca, me atrevo a asegurarlo, ser concebida nicaracterizada mejor, desde el punto de vista en que el autor se ha situado.[N. del A.J.

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que supone implícitamente la ausencia de toda ley real acercade ciertos sucesos, sobre todo cuando el hombre interviene enellos. Pero cuando esta extensión universal está por fin sufi-cientemente bosquejada, condición que ahora se cumple en losespíritus más adelantados, este gran principio filosófico adquie-re luego una plenitud decisiva, aunque las leyes efectivas de lamayoría de los casos particulares deban permanecer muchotiempo ignoradas; porque por una irresistible analogía se aplicaentonces a priori a todos los fenómenos de cada orden lo que noha sido comprobado más que para algunos de ellos, contandocon que tengan una importancia suficiente.

exploración exterior, nos indique primero la invariabilidad delas relaciones físicas, sino que resulta incontroversible, por elcontrario, que el espíritu humano experimenta, durante su largainfancia, una vivísima inclinación a desconocerla, incluso allídonde una observación imparcial se la haría patente, de noverse entonces arrastrado por su tendencia necesaria a referirtodos los sucesos, cualesquiera que éstos sean, a voluntadesarbitrarias. En cada orden de fenómenos existen, sin duda,algunos lo bastante sencillos y familiares como para que suobservación espontánea haya sugerido siempre el sentimientoconfuso e incoherente de una cierta regularidad secundaria; demanera que el punto de vista puramente teológico no ha podi-do ser nunca rigurosamente universal. Pero esta convicción par-cial y precaria se limita durante mucho tiempo a los fenómenosmenos numerosos y más secundarios, a los que ni siquierapuede preservar entonces de las frecuentes alteraciones atribuí-das a la intervención preponderante de los agentes sobrenatu-rales. El principio de la invariabilidad de las leyes naturales noempezó realmente a adquirir alguna consistencia filosóficahasta que los primeros trabajos verdaderamente científicospudieron manifestar su esencial exactitud frente a un ordenentero de grandes fenómenos; algo que no pudo surgir suficien-temente más que de la fundación de la astronomía matemática,durante los últimos siglos del politeísmo. Después de esta in-troducción sistemática, este dogma fundamental ha tendido, sinduda, a extenderse, por analogía, a fenómenos más complejos,incluso antes de que sus leyes propias pudieran conocerse enmodo alguno. Pero, al margen de su esterilidad efectiva, estavaga anticipación lógica tenía entonces demasiada poca energíapara resistir convenientemente a la activa supremacía mentalque aún conservaban las ilusiones teológico-metafísicas. Un pri-mer esbozo especial del establecimiento de las leyes naturalesrespecto de cada orden principal de fenómenos, ha sido luegoindispensable para procurar a tal noción esa fuerza inquebran-table que empieza a presentar en las ciencias más adelantadas. ) __~ • • .,.. ..• ~w 'i l'.---. _ -..!:{.J!,,",,-.- -""-=~='-----zsta-convTC\:;lOú luiSul<:1 uOpodla hacerse 10 sunClentemente' ,.firme mientras no se extendiera verdaderamente una elabora-ción semejante a todas las especulaciones fundamentales, yaque la incertidumbre dejada por las más complejas debía afec-tar entonces más o menos a cada una de las otras. No se puededesconocer esta tenebrosa reacción, incluso hoy, donde, a causade la ignorancia tan habitual acerca de las leyes sociológicas, elprincipio de la invariabilidad de las relaciones físicas queda aveces sujeto, hasta en los estudios puramente matemáticos, agraves alteraciones, como vemos, por ejemplo, cuando se pre-coniza todos los días un pretendido cálculo de probabilidades,

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CAPíTULO IIDestino del espíritu positivo

17.-Una vez considerado el espíritu positivo en relación conlos objetos exteriores de nuestras especulaciones, resulta necesa-rio terminar de caracterizarlo apreciando también su destinointerior: la satisfacción continua de nuestras propias necesida-des, bien conciernan a la vida contemplativa o a la vida activa.

l. CONSTITUCIÓN COMPLETA Y ESTABLE DE LA ARMONÍA MENTAL,

INDIVIDUAL Y COLECTIVA: TODO REFERIDO A LA HUMANIDAD

18.-Aunque las necesidades puramente mentales sean, sinduda, las menos enérgicas de todas las que son inherentes anuestra naturaleza, su existencia directa y permanente en cual-quier inteligencia no es menos innegable: ellas constituyen elprimer estímulo indispensable para nuestros distintos esfuerzosfilosóficos, atribuidos, sobre todo, con excesiva frecuencia, a losimpulsos prácticos, que los desarrollan mucho, ciertamente,

)" pero no podrían hacerlos nacer. Estas exigencias intelectuales,relativas, como todas las demás, al ejercicio regular de las fun-ciones correspondientes, reclaman siempre una feliz combina-ción de estabilidad y actividad, de donde resultan las necesida-des simultáneas de orden y progreso", de unión y extensión.

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6 En nuestro estudio preliminar hemos anotado que la discusión sobre lasideas de orden y progreso no pueden ser tratadas sin tener en cuenta la disputaque tiene lugar en Francia entre tradicionalistas y modernos. En este sentido,Sylvain Perignon, en su «Introducción» a la edición de Anthropos de las obrasde Comte, señala (tomo 1, pág. XXI): «Para la escuela tradicionalista, esta últi-ma oposición [normal/patológico] coincidía con la antinomia del orden y delcambio. El gran mérito de Comte radica en haber hecho pasar la noción de cam-bio al rango de normal. El cambio normal es el progreso y la garantía de esa nor-malidad reside en la conformidad del orden dinámico con las potencialidades delorden estático. El progreso conllevará el reforzamiento del orden, es decir, forta-lecimiento de la integración social.»

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Durante la larga infancia de la Humanidad, sólo las concepcio-nes teológico-metafísicas podían, según nuestras explicacionesanteriores, satisfacer provisionalmente esta doble condiciónfundamental, aunque de un modo extremadamente imperfecto.Pero cuando la razón humana está por fin lo suficientementemadura para renunciar a buscar lo inaccesible y circunscribircon prudencia su actividad al dominio que nuestras facultadespueden verdaderamente apreciar, la filosofía positiva le procuraCiertamente una satisfacción mucho más completa, en todos losaspectos, y al mismo tiempo más real, de aquellas dos necesi-dades elementales. Tal es, en efecto, evidentemente, en estenuevo aspecto, el destino directo de las leyes que descubre sobrelos diversos fenómenos, y de la previsión racional que las acom-paña. Respecto a cada orden de sucesos, estas leyes deben serdivididas, desde este punto de vista, en dos clases, según vincu-len por semejanza a los que coexisten o por filiación a los quese suceden. Esta distinción indispensable corresponde esencial-mente, para el mundo exterior; a la que éste siempre nos ofreceespontáneamente entre los dos estados correlativos de existen-cia y movimiento; de donde resulta, en toda ciencia real, unafundamental diferencia entre la apreciación estática y la apre-ciación dinámica de un objeto cualquiera. Ambas clases de rela-ciones contribuyen igualmente a explicar los fenómenos, y con-ducen de la misma manera a preverlos, aunque las leyes dearmonía parecen al pronto destinadas sobre todo a la explica-ción, y las leyes de sucesión a la previsión. En efecto, sea que setrate de explicar o de prever, todo se reduce siempre a estable-cer lazos de unión: todo vínculo real, estático o dinámico, des-cubierto entre dos fenómenos cualesquiera, permite a la vezexplicados y preverlos, el uno por el otro; pues la previsión cien-tífica conviene, evidentemente, al presente, e incluso al pasado,tanto como al porvenir, ya que siempre consiste en conocer unhecho independientemente de su exploración directa, en virtudde sus relaciones con otros ya dados. Así, por ejemplo, la seme-janza demostrada entre la gravitación celeste y el peso terrestre

=------ ~3-cQnduc-Í-dg-a---I=>Ee-ver,g-racia-s---a~1-a:s-pronun-ciadas variacionesde la primera, las débiles variaciones de la segunda, unas varia-ciones que la observación inmediata no podía revelar de unmodo suficiente, aunque luego las haya confirmado; de igualmanera, en sentido inverso," la correspondencia, observadadesde antiguo, entre el período elemental de las mareas y el díalunar; ha encontrado su explicación en cuanto se ha reconocidola elevación de las aguas en cada punto como resultado del pasode la luna por el meridiano del lugar. Todas nuestras verdaderasnecesidades lógicas convergen, pues, esencialmente hacia estedestino común: consolidar cuanto es posible, por nuestras espe-

culaciones sistemáticas, la espontánea unidad de nuestro enten-dimiento, constituyendo la continuidad y la homogeneidad denuestras diversas concepciones, de modo que satisfagan igual-mente a las exigencias simultáneas del orden y del progreso,haciéndonos volver a hallar la constancia en medio de la varie-dad. Ahora bien; es evidente que, en este aspecto fundamental,la filosofía positiva procura, en los espíritus bien preparados,una aptitud muy superior a la que nunca pudo ofrecer la filoso-fía teológico-metafísica. Aun considerada ésta en los tiempos desu mayor culminación mental y social, es decir, en el estadopoliteísta, la unidad intelectual se encontraba en ella, cierta-mente, constituida de un modo mucho menos completo y esta-ble de lo que hará pronto posible la universal preponderanciadel espíritu positivo, una vez aplicado ya de modo habitual a lasmás altas especulaciones. Pasará entonces, en efecto, a reinaren todas partes, de diversas maneras y en diferentes grados, esaadmirable constitución lógica, de la cual pueden damos hoyuna idea justa tan sólo los estudios más sencillos, en los que lacorrelación y la extensión -ambas plenamente garantizadas-se encuentran, además, espontáneamente solidarias. Este granresultado filosófico no exige, por lo demás, otra condición nece-saria que la obligación permanente de restringir todas nuestrasespeculaciones a las investigaciones verdaderamente accesibles,considerando esas relaciones reales, ya de semejanza, ya desucesión, como incapaces de constituir para nosotros, ellas mis-mas, otra cosa que simples hechos generales, que es menestersiempre tender a reducir al menor número posible, sin que elmisterio de su producción pueda ser penetrado en modo algu-no, de acuerdo con el carácter fundamental del espíritu positi-vo. Pero si esta constancia efectiva de las relaciones naturalesno es, tan sólo, en verdad apreciable, también ella sola bastaplenamente a nuestras necesidades reales, sean de contempla-ción, sean de dirección.

19.-Importa, no obstante, reconocer; en RrinciRio,que bajoel régimen positivo la armonía de nuestras concepciones seencuentra necesariamente limitada, hasta cierto punto, por laobligación fundamental de su realidad, es decir, de una confor-midad suficiente con entes (types] independientes de nosotros.En su ciego instinto de relación, nuestra inteligencia aspira casisiempre a poder enlazar entre sí dos fenómenos cualesquiera,simultáneos o sucesivos; pero el estudio del mundo exteriordemuestra, por el contrario, el carácter puramente quiméricode muchas de estas correlaciones, y que multitud de aconteci-mientos se realizan de continuo sin verdadera dependenciamutua; de modo que esta indispensable inclinación necesita

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más que otra ser regulada según una sana apreciación general.La inteligencia humana, acostumbrada durante largo tiempo auna especie de unidad de doctrina -por vaga e ilusoria quehaya tenido que ser-, bajo el imperio de las ficciones teológi-cas y de las entidades metafísicas, ha intentado al principio, alpasar al estado positivo, reducir todos los órdenes distintos defenómenos a una sola ley común. Pero todos los ensayos reali-zados durante los dos últimos siglos para obtener una explica-ción universal de la naturaleza, no han llevado más que a desa-creditar radicalmente tal empresa, abandonada en adelante alas inteligencias mal cultivadas. Una exploración razonable delmundo exterior lo ha representado mucho menos coherente quelo que supone o desea nuestro entendimiento, que por su propiaflaqueza tiende a multiplicar relaciones favorables a su marchay, sobre todo, a su reposo. No se trata sólo de que las seis cate-gorías fundamentales que distinguiremos más adelante entrelos fenómenos no resulten ciertamente reducibles todas ellas auna sola ley universal, sino que hay motivo suficiente para ase-gurar ahora que la unidad de explicación, perseguida aún portantos espíritus serios acerca de cada una de ellas en particular,nos está finalmente vedada, incluso en este dominio mucho másrestringido. La astronomía ha dado origen, en este sentido, aesperanzas demasiado empíricas, que no resultarán realizablesnunca para los fenómenos más complejos, incluida la propia físi-ca, cuyas cinco ramas principales pennanecerán siempre, a pesarde sus indiscutibles relaciones, distintas entre sí. Se suele estardispuesto a exagerar mucho los inconvenientes lógicos de seme-jante dispersión necesaria, porque se aprecian mal las ventajasreales que presenta la transfonnación de las inducciones endeducciones, Sin embargo,' hay que reconocer francamente estaimposibilidad directa de referir todo a una sola ley positiva comouna grave imperfección, consecuencia inevitable de la condiciónhumana, que nos fuerza a aplicar una inteligencia muy débil a ununiverso demasiado complejo. , .'

I 7 AUlloue_Co.mte_defienQ.eJaexist~nc~a de;u~a ley enclclo'pe~lca .(véa,sem.á~---""r._. - " '~.~-. .- ". ' ,.,,,' , ~ ~) _ ume la idea de dependencia JerarqUlca ae uu'?~LU.-LVlasesta mcuscutínts necesidad, que Importa recono- abajo los Párrafosd68-77 ,que r~s onsecuencia defiende la idea de una «cienciacer para evitar todo gasto inútil de fuerzas mentales, no impide ~a~ere( resP:~~ni:u~):o~G. ~e la Humanidad- hay que e,vitar entend~rla ;1en modo alguno que la ciencia real logre, en otro aspecto, una ::¡~~~s enciclopedistas del positivismo lógico, es ?ec!dr,ednel senltldode~

id d fil 'fi fi . . 1 1 . ,- 'fi d S • C t aunque existe contmuí a entre e oruru a oso ea su ciente, equrva ente a as que constItuyeron una ciencia, Un! ea a, egun om e, 'al '1 bi to ni las metodologías, nide un modo pasajero la teología o la metafísica, y muy superior, i físico ext~nor ~ el ordjn hUI?:~/ ~~~ h~bla~~~ s~o de los objetos y métodospor otra parte, tanto en estabilidad como en plenitud. Para elle~gud: f~sed~~ ~%b~:o~s los que, frente a Cornte, la es~uela histÓrib~ daráapreciar la posibilidad y naturaleza de esa unidad, hay que ~~d~~~ión epistemológica -lo hu~an? y lo natural-:- ~mo a l~:. o J~~~I-echar mano ante todo de la luminosa distinción general, bos- métodos d~ todas.la~ cien~ias ,!ue hlst~nlca~en~e h~f~~;¿ ~~t~~ci;I~~~dismoquejada por Kant, entre los dos puntos de vista objetivo y subje- ~omía, fíSIC~,qUI~lca'SI~I~g~a Is;~d~~gi:'ide~ de pone; a la ciencia al sex;ri-tivo, propios de un estudio cualquiera. Considerada en el primer \ tI,end¡na ~;:.~~~a~~o~~u~~~d~d, Cualquier disputa metafísica entre matena-aspecto, es decir, en cuanto al destino exterior de nuestras teo- fi~om;yPe:Piritualismo resulta, por ello, estéril (párrafo 77).

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rías, como representación exacta del mundo real, nuestra cien-cia no es, debido a una inevitable diversidad entre los fenóme-nos fundamentales, susceptible de una plena sistematización.En este sentido, no debemos buscar otra unidad que la del méto-do positivo considerado en su conjunto, sin pretender una ver-dadera unidad científica, aspirando sólo a la homogeneidad y ala convergencia de las diferentes doctrinas. Muy otro es el casoen el otro aspecto, es decir, en cuanto a la fuente interior de lasteorías humanas, consideradas como resultados naturales denuestra evolución mental, a la vez individual y colectiva, desti-riadas a la normal satisfacción de nuestras propias necesidades,sean cualesquiera. Referidos de este modo, no al universo, sinoal hombre, o mejor a la humanidad, nuestros conocimientos rea-les tienden, por el contrario, con una evidente espontaneidad, auna entera sistematización, tanto científica como lógica. Ya nose debe concebir entonces, en el fondo, más que una sola cien-cia", la ciencia humana o, más exactamente, social, cuyo princi-pio y fin a un tiempo la constituye nuestra existencia, y en la queviene a fundirse naturalmente el estudio racional del mundoexterior, con el doble título de elemento necesario y de preám-bulo fundamental, igualmente indispensable en cuanto al méto-do y a la doctrina, como explicaré más adelante. Únicamente asípueden nuestros conocimientos positivos formar un verdaderosistema y ofrecer, por tanto, un carácter plenamente satisfacto-rio, La misma astronomía, aunque objetivamente más perfectaque las otras ramas de la filosofía natural, por razón de sumayor sencillez, no es en verdad así mas que en este aspectohumano: pues el conjunto de este Tratado hará advertir clara-mente que debería, por el contrario, juzgarse muy imperfecta sise la refiriese al universo y no al hombre: puesto que todos nues-tros estudios reales se limitan por necesidad en ella a nuestromundo, que, sin embargo, no constituye sino una mínima parte

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del universo, cuya exploración nos está vedada esencialmente.Tal es, pues, la disposición general que debe finalmente preva-lecer en la filosofía verdaderamente positiva, no sólo en cuantoa las teorias en relación directa con el hombre y con la sociedad,sino también para aquellas que atañen a los fenómenos mássimples, los más alejados, en aparencia, de esta apreciacióncomún: concebir todas nuestras especulaciones como produc-tos de nuestra inteligencia, destinados o a satisfacer nuestrasdiversas necesidades esenciales, no apartándose nunca del hom-bre sino para volver mejor a él, después de haber estudiado losotros fenómenos, como indispensables de conocer; sea paradesarrollar fuerzas o para apreciar nUestra naturaleza y nuestracondición. Se puede ver desde entonces cómo la noción pre-ponderante de la humanidad debe constituir necesariamente,en el estado positivo, una plena sistematización mental, por 10menos equivalente a la que había al fin procurado la edad teo-lógica por la gran concepción de Dios, tan débilmente reempla-zada luego, en este aspecto, durante la transición metafísica,por la vaga idea de la Naturaleza.

matizar la sociedad, ello se explica porque era la fuente exclusivade una cierta armonía mental. Y si el privilegio de la coherencialógica ha pasado ya irrevocablemente al espíritu positivo, lo queno puede apenas negarse en serio, es menester desde el mismomomento reconocer asimismo en él el único principio efectivo deesa gran comunión intelectual que viene a ser la base necesariade toda verdadera asociación humana, cuando está unida demodo conveniente a las otras dos condiciones fundamentales,una conformidad suficiente de sentimientos y una cierta conver-gencia de intereses. La deplorable situación filosófica de la elitede la humanidad bastaría hoy para dispensar de toda discusiónen este punto, puesto que ya no se observa verdadera comunidadde opiniones más que sobre las cuestiones reducidas ya a teo-rías positivas, y que, por desgracia, no son, ni con mucho, las másimportantes. Una apreciación directa y especial, que aquí estaríafuera de lugar, hace ver fácilmente, por otra parte, que sólo la filo-sofía positiva puede realizar gradualmente aquel noble proyecto deasociación universal que el cristianismo había bosquejado prema-turamente en la Edad Media, pero que era, en el fondo, necesaria-mente incompatible, como ha demostrado plenamente la expe-riencia, con la índole teológica de su filosofía, que establecía unacoherencia lógica demasiado débil para proporcionar una eficaciasocial determinada.

21.-Después de haber caracterizado así la aptitud espontáneadel espíritu positivo para constituir la unidad final de nuestroentendimiento, resulta fácil completar esta explicación fundamen-tal, extendiéndola del individuo a la especie. Esta extensión indis-

pensable les resultaba hasta ahora imposible a los filósofos moder- y LASARTESENTRELATEORÍAPOSITIVAnos, que, no habiendo podido rebasar de un modo suficiente el Il. ARMONÍAENTRELACIENCIA ,estado metafísico, no adoptaron jamás el punto de vista social, el y LAPRÁCTICAúnico, no obstante, susceptible de una plena realidad, científica o . d d modo suficiente la aptitud fundamen-lógica, puesto que el hombre no se desarrolla aisladamente, sino 22.-e:u:actenc~. a e

spectoa la vida especulativa, ya no ?OS

en colectivida<l Apartando como radicalmente estéril, o más bien I tal del ",:pmtu po~, rlo ~embién en relación con la vida activa,como profundamente nociva, esta desviada abstracción de nues- queda .'mo apreciar ~ a en él ninguna propiedad realmentetros psicólogos o ideólogos, la tendencia sistemática que acaba- que, sin po~er moXrar anera mucho más completa y, sobremos de apreciar en el espíritu positivo adquiere al fin toda su nue,"" ,?a'd esta, 1mnjunto de los atributos que le he'O'0simportancia, porque indica en él el verdadero fundamento filoso. todo, m~s OO>S',"" e 1co concepciones teológicas hay.!::a~?~s:.::ld::::;o::..-.~~~fico de la socíabílídad humana, al menos en tanto 9ue ésta depen- wa recono,,;,'"'-_Al!nqu,e "f;- tiem o incluso en este aspecto, parade de-la-inteligencia;-cujo inflUjO capital, aunque en modo algu- necesanas durante mjc dor dd hombre por la esperanza indi-no exclusivo, no podría discutirse. Es, en efecto, el mismo despertar y sostener d ~:nerio ilimitado ha sido, no obstante,problema humano, con distintos grados de dificultad, el de cons- ._0_0 recta de una especie í I btu humano ha dado primero prue-tituir la unidad lógica de cada entendimiento aislado o establecer acerca de esto tlnd~ _e fiPal por los conocimientos reales. E~una convergencia duradera entre entendimientos distintos, cuyo I bas de su pre ~eccI~~. ode la naturaleza empieza hoya estí-número no habría de influir esencialmente sino en la rapidez de efecto, el ~StudlOPO~IIVobre todo como base racional de lala operación. Por eso, en todos los tiempos, quien ha podido He- ma,,;e um¡ehalme~ .1'dSsobre el mundo exterior. Nada es másgar a ser lo bastante consecuente ha adquirido con ella la facul- accion de a líad' a e este juicio común y espontáneo; puestad de unir gradualmente a los demás por la semejanza funda- acertado, en e on 0; qu ando se aprecia convenientemente,mental de nuestra especie. Si durante la infancia de la ' un destino semeJ~d d en el más feliz resumen, todos los gran-humanidad la filosofía teológica ha sido la única capaz de síste- recuerda por necesi a ,

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des,rasg?s del verdadero espíritu filosófico, tanto en cuanto a la sistir, en todos aspectos, en el mejoramiento cont.in~ode su pr~-racIOnalIdad como en cuant~ a,la positividad, El orden natural pia naturaleza, individual o colectiva, entr~ los límites que indi-que res,ulta, en cada c:aso practíco, del conjunto de las leyes de ca, como en todos los demás casos"el conJunt~de ~asleyes rea-l~s fenómenos respectivos, debe primero, evidentemente, sernos les, Cuando esta espontánea solidandad de l<l:CIenCIacon el artebien conocIdo, para que podamo~ modificarlo en nuestro prove- haya podido organizarse así de modo conve~en~e,no cabe dudacho o, cuan~o menos" adaptar a el nuestra conducta, en el caso de que, lejosde tender en modo alguno a r~stnngrr las sa~~se~pe-de que t?d:amtervenclón humana resulte imposible, como en los culaciones filosóficas, les asignará, a la inversa, un OfiCIOfinalaconteCImientos ,celestes, !~l aplicación es propia, sobre todo, superior en demasía a su alcance efectivo,de no,habe~s~~econo-para hacer apreciable fa~Iharmente esa previsión racional que, ; cido de antemano, como p~ncipio gen~ral, la imposibilidad deC0n;t0hemos ViStO,cons~ltu~e,en todos aspectos, el principal i < hacer el arte puramente racIOn~, es decir;de elevar~uestras p:e-caracter ~e l,averdadera CIenCIa;pues la pura erudición, en la que visionesteóricas al verdadero nivelde nuestras necesI?adesprac-los conOCImIentos,reales, pero incoherentes, consisten en hechos ticas. Hasta en las artes más sencillas y perfectas SIgu; sIen~oYno ez:~eyes,no podría bast~ evídentemenre, para dirigir nues- indispensable un constante,desarrollo, direct,oy,espontaneo,,smtra act~VIda~:sena superfluo tnsistij- a9-uíen una explicacióntan ' que las indicaciones cier:tíficaspuedan, en rungun caso, suplirloP?COdIscutIbl~, Es CIertoque la excesrvapreponderancia conce- completamente, Por satisfactorias que ~ayan llegad~ ~,ser, pordida ~oy a los mtereses materiale~,ha llevadocon demasiada fre- ejemplo, nuestras previsiones astronómicas, su precIsIOnno escuencia a comprender esta relacIOnnecesaria de un modo que aún ni lo será probablemente nunca, como te:r:drea menudo oca-comI?ro~ete gravemente el porvenir de la ciencia, tendiendo a sión de mostrar, tan satisfactorias como lo exigennuestras nece-resmngír las ~spec~acion~s positivas exclusivamente a investi- sidades prácticas,gacI:mes de utílidad ínrnedíata. Pero esta ciega disposición resul- , , <

t':l,solo de u:r:ar:r:aneraestrecha y falsa de entender la gran rela- 23,-Esta tendencia espontánea a conS~ltUlrdIr~ctame~teCIOnde la cI~n~Iacon las artes, por n? haber apreciado una y una armonía entera entre la vida especulatlva y la ~l~a a,ctlvaot~as con suficiente hondura, El estudio de la astronomía es el debe mirarse finalmente como el mas afortunado pnvIl~gIOdemas apropiado de ,todospara rectificar tal tendencia, bien por- la mentalidad positiva, ninguna de cuyas ?tras pro~l~dadesque ~u mayor sencillez pe~Ite a~ar~a~mejor su conjunto, bien ' puede manifestar tan bien su verdadero ~aracter y fac~ltar suen VIrtud de la espont<l:neIdadmas íntima de sus aplicaciones, ascendiente real, Nuestro ardor especulativo se h~la aSI,pue~,qU,edesd~ hace vemte sI~losestán evidentemente ligadas con las mantenido, y hasta dirigido, por un podero~o e~tIm~o con~I-mas sublimes especulaCIOnes,como este Tratado dejará claro, nuo, sin el cual la inercia natural de n~estra mt~hgencIal,?,?IS-P,eroImporta, sobre todo, reconocer; a este propósito, que la rela- pondría a menudo a satisfacer s':lsdé?I~esnecesI?ades teoncasCIÓ~fundamen~l entre la CIenCIay el arte no ha podido ser hasta I por explicaciones fáciles, pero msuficIe,ntes, mIentras, 9-t;eelaquí comprendIda de un modo conveniente, incluso en las mejo- pensamiento de la acción final re~uerd<l:SIemprela condIcIon,deres me:~tes, por, una consecuenCIanecesaria de la insuficiente una precisión conveniente, Al mismo tiempo, este gran d~st~r:oextens~o:r:de la filosofía :r:a.t~al,todavía ajena a las investigacio- :'<. práctico completa y circunscrib~, e? cada caso, la prescripcionnes mas II?portantes y dIfícIles,las que conciernen directamen- fundamental relativa al descubrimiento de las leyes ?at~r:ales,te a,!a SOCIedadhumana, En efecto, la concepción racional de la tendiendo a determinar,~ún las exigencias de l~ ':lplIcaCI?n,~lª-C_cIoIl.-de~homb¡;e-Se0re-Ia-n<:tura}~z~-ha-pell11aneCldoasí limi-" grado de extensión y exac~itud de nuestr~, previsión racional,tada esenCIalmente al mundo morgamco, lo que ha dado lugar a cuya medida justa no podría, en general, fijarse de otro modo,~n estímulo científico demasiado imperfecto, Cuando esta Si, por una parte, la perfección científica,no podrá sobrepasarmmensa laguna s; haya llenado lo bastante, como empieza hoy cierto límite, por debajo del cual, contr,?namente, se encontra-a estado, se podra uno dar cuenta de la importancia fundamen- I rá en realidad siempre, tampoco podrá, por otra, franqu~arlo~alde este gran destino práctico para estimular habitualmente, e sin caer al mismo tiempo en una consideraciór: demasiadolllC!USOa menudo para dirigir mejor, las más eminentes especu- minuciosa no menos quimérica que estéril, y que mcluso com-lacíones, bajo la única condición normal de una positividad prometería finalmente todos los fundamentos de la verdaderacons!~te, Pue? e~arte,no será :yaentonces tan sólo geométrico, ciencia, puesto que nuestras leyes z:opueden ~unc~,repre~enta:mecamco o 9.Ul!llICO,s~o también y sobre todo político y moral, los fenómenos más que con una cIe~~ ~proxImacIon,m~s allaya que la pnncIpal aCCIOnejercida por la Humanidad debe con- de la cual sería tan peligroso como mutilllevar nuestras mves-

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tigaciones. Cuando esta relación fundamental de la ciencia conel arte esté convenientemente sistematizada, tenderá algunavez, sin duda, a desacreditar tentativas históricas cuya esterili-dad radical sería indiscutible; pero, lejos de ofrecer ningúninconveniente real, esta inevitable disposición resultará desdeentonces muy favorable a nuestros verdaderos intereses especu-lativos, previniendo esa vana pérdida de nuestras flacas energíasmentales, que hoy resulta con excesiva frecuencia de una ciegaespecialización. En la evolución preliminar del espíritu positivoha tenido que aplicarse en todas partes a las cuestiones, cuales-quiera que fueran, que le resultaban accesibles, sin indagardemasiado su importancia final, derivada de su relación pecu-liar con un conjunto que no podía primero ser advertido. Peroeste instinto provisional, sin el cual la ciencia hubiera carecidoen su momento de un alimento conveniente, tiene que versesubordinado a una justa apreciación sistemática tan prontocomo la plena madurez del estado positivo permita aprehendersuficientemente las verdaderas relaciones esenciales de cadaparte con el todo, de manera que ofrezca constantemente unancho horizonte a las más eminentes investigaciones, evitando, Isin embargo, toda especulación pueril.

24.-Respecto a esta íntima armonía entre la ciencia y elarte, importa por último observar en especíal la feliz tendenciaque de ella resulta para desarrollar y consolidar el ascendientesocial de la sana filosofía, por una consecuencia espontánea dela preponderancia creciente que obtiene, evidentemente, la vidaindustrial en nuestra civilización moderna. La filosofía teológi-ea no podía realmente convenir sino a aquellos tiempos necesa-rios de sociabilidad incipiente, en que la actividad humana debeser esencialmente militar, a fin de preparar poco a poco unaasociación. normal y completa, que al principio era imposible,según la teoría histórica que he establecido en otro lugar. El poli-teísmo se adaptaba sobre todo al sistema de conquista de la anti- .güedad, y el monoteísmo aJª_OLgaD.izaGiéJa-agfg,l'ls-iva-de-I-a-edctd ====l,

media. ftaclendo prevalecer cada vez más la vida industrial, lasociabilidad moderna debe, pues, secundar poderosamente lagran revolución mental que hoy eleva nuestra inteligencia, defi-nitivamente; del régimen teológico al régimen positivo. No sóloesta activa tendencia cotidiana al mejoramiento práctico de lacondición humana es por necesidad poco compatible con laspreocupaciones religiosas, siempre relativas, sobre todo en elmonoteísmo, a un destino del todo diferente, sino que, además,tal actividad es propia para suscitar finalmente una oposiciónuniversal, tan radical como espontánea, a toda filosofía teológi-ea. De un lado, en efecto, la vida industrial es, en el fondo, direc-

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tamente contraria a todo optimismo providencial, puesto quesupone necesariamente que el orden natural es lo bastanteimperfecto como para exigir sin cesar la intervención humana,mientras que la teología no admite lógicamente otro medio demodificarlo que solicitar un apoyo sobrenatural. En segundolugar, esta oposición, inherente al conjunto de nuestras concep-ciones industriales, se reproduce continuamente, en formasmuy variadas, en el cumplimiento especial de nuestras opera-ciones, en que debemos considerar el mundo exterior, no comodirigido por cualesquiera voluntades, sino como sometido aleyes, susceptibles de permitimos una suficiente previsión, sinla cual nuestra actividad práctica carecería de toda base racio-nal. Así, la misma correlación fundamental que hace a la vidaindustrial tan favorable al ascendente filosófico del espíritupositivo, le imprime, en otro aspecto, una tendencia antiteoló-gica, más o menos pronunciada, pero pronto o tarde inevitable,por grandes que hayan podido ser los continuos esfuerzos de lasabiduría sacerdotal para contener o templar el carácter antiin-dustrial de la filosofía de los comienzos, con la cual sólo la vidaguerrera era suficientemente conciliable. Tal es la íntima soli-daridad que ha hecho que todos los espíritus modernos, inclusolos menos refinados y rebeldes, participen involuntariamentedesde hace mucho tiempo en el reemplazo gradual de la antiguafilosofía teológica por una filosofía plenamente positiva, únicasusceptible desde ahora de un verdadero ascendiente social.

lII. INCOMPATIBILIDADFINAL DE LA CIENCIACON LATEOLOGÍA

25.-De esta manera nos vemos conducidos a completar alfin la apreciación directa del verdadero espíritu filosófico conuna última explicación que, aun siendo sobre todo negativa,resulta indispensable hoy para acabar de caracterizar suficien-temente la naturaleza y las condiciones de la gran renovación1TíeYl'tal~q'l:re--(;rl-rera·~"'.rre-cesita-}~el±te~d'e~1-a~YfttlTrarthfad71TfarrÍ'fes-.••..- ~~~~tando de plano la incompatibilidad última de las concepcionespositivas con todas las opiniones teológicas, sean monoteístas,politeístas o fetichistas. Las diversas consideraciones hechas eneste Discurso han demostrado ya implícitamente la imposibili-dad de cualquier conciliación duradera entre las dos filosofías,sea en cuanto al método o a la doctrina; de modo que toda incer-tidumbre sobre este punto puede aquí disiparse fácilmente. Sinduda, la ciencia y la teología no están, en primer término, enabierta oposición, puesto que no se proponen los mismos pro-blemas; esto es lo que ha permitido durante largo tiempo el des-pliegue parcial del espíritu positivo, a pesar del ascendiente

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general del espíritu teológico e incluso, en muchos aspectos, diversos fenómenos. Pues una previsión semejante y la condu~-bajo su .tutela previa. Pero cuando la positividad racional, limi- ta que de ella resulta exigen evidentemente un profundo conOCI-tada pnmero a humildes investigaciones matemáticas, que la miento real del ser en cuyo seno las voluntades se producen. Peroteología había desdeñado tocar especialmente, empezó a exten- este fundamento previo no podría proceder más que de un ser porderse al estudio directo de la naturaleza, sobre todo por las teo- , lo menos igual, que juzgara por semejanza; no se le puede conce-rías astronórnicas, la colisión se hizo inevitable, aunque latente, ¡ bir procedente de uno inferior, y la contradicción aumenta con laen VIrtud del contraste fundamental, a la vez científico y lógico, ¡ desigualdad de la naturaleza. También la teología ha rech~z~do~esarrollad~ desde ent~nces progresivamente entre ambos ¡ siempre la pretensión dé penetrar de algún mod~ l?s deslg.moso~de~es de Ide:'lS.L~s rmsrnos motivos lógicos por los que la providenciales, como sería absurdo suponer a los últimos amm,:-CIenCIarenuncia radIcalmente a los misteriosos problemas de . les la facultad de prever las voluntades del hombre o de otros am-que la teología por esencia se ocupa, son propios para desacre- ' males superiores. Sin embargo, a esta absurda. ~ipó~esis se veríadítar; .tarde o temprano, en todas las buenas inteligencias, espe- uno necesariamente conducido al querer conciliar finalmente elculacIOnes que se rechazan como necesariamente inaccesibles a : ". espíritu teológico con el espíritu positivo.l':l razó~ humana. Además, la prudente reserva con que el espí- ' .ntu pOSItIVOprocede gradualmente respecto a asuntos muy fáci-; 26.-Considerada históricamente, hace ya mucho t~empo queles, ,~ebe ha~e~ apreciar Indirectamenta la loca temeridad del r su radical oposición, aplicable a todas .l~ fases esencíales de laespmtu teológico frente a las cuestiones más difíciles. Es, sin filosofía inicial, está generalmente admitida en lo que hace a lasembargo, por la~ doct;inas mismas por lo que la incoÍnpatibili- fases que han superado los pueblos más adelantad?s. Inclu~o.e.sdad de las dos filosofías debe hacerse patente a la mayoría de cierto que respecto a éstas, se exagere mucho tal incompatibili-las inteligencias, que de ordinario se ven demasiado poco afee- . dad, dad; el absoluto desdén que alientan inconsciente~entetadas por las meras disidencias metódicas, aunque éstas sean en I nuestras costumbres monoteístas por los dos estados antenoresel fO?do las m~s graves, como fuente necesaria de todas las del régimen teológico. La sana filosofía, siempre obligada a apre-demas. Ahora bien, en este nuevo aspecto, no se puede deseo- ciar el modo necesario según el que cada una de las grandes fasesnocer la oposición radical de los dos órdenes de concepciones, sucesivas de la humanidad ha concurrido efectivamente a ~u~s~aen que los ~Ismos fenómenos son en ocasiones atribuidos a evolución fundamental, rectificará con cuidado estos preJUICIOSvolunt~des .dlrectas, en ocasiones referidos a leyes invariables. ! injustos, que impiden toda verdadera teoría histórica. Pero, aun-La arbitrari edad, naturalmente inherente a toda idea de volun- l." que el politeísmo, y hasta el fetichismo, hayan secunda~~ real-t':ld, no puede e? modo alguno estar de acuerdo con la constan- ¡ mente, en un principio, el despliegue espontáneo del espn;tu deera de las relacíones reales. De esta manera, a medida que las ! observación, se impone reconocer, sin embargo, que no podían serleyes físicas han sido conocidas, el imperio de las voluntades verdaderamente compatibles con el sentimiento gradual de lasobrenaturales ha tenido que restringirse cada vez más, que- invariabilidad de las relaciones físicas tan pronto como éste pudodando consagr~do ~iempre, sobre todo, a los fenómenos cuyas adquirir cierta consistencia sistemática. ~d~más, debe ser conce-leyes permanecra» ignoradas. Una incompatibilidad semejante bida esa inevitable oposición como la principal fuente secre~ deres';Üta dIrectamente evidente cuando se opone la previsión las diversas transformaciones que han descompuesto ~uceslva-r';lclOnal, que constituye el principal carácter de la verdadera mente la filosofía teológica, reduciéndola cada vez más. Este es el

- .c.lencia,a-!a-adivinadón-porreveta-doTIespecIal, que-la teología ....- lugar de completar, sobre este punto, la explicación ~ndisp~?sabletiene que representar como aquello que ofrece el único medio . indicada al comienzo de este Discurso, donde esta disolución gra-legítimo de conocer el futuro. Es .cierto que el espíritu positivo, :. dual ha sido especialmente atribuida al estad<;>metafí~ico pr~pia-llegado a s~ completa madurez, tiende también a subordinar la ~~ mente dicho, que, en el fondo, no podía ser SIDOun SImple ?rga-voluntad mI~~a a verdaderas leyes, cuya existencia es supuesta, no, y nunca el agente verdadero. Es indispensable advert~, enen efecto, ta~It~mente, por la. ~azón vulgar, puesto que los efecto, que el espíritu positivo, a caus~,del de~ectode geI!eralidadesfuerzos practIc?s para II?-0dlfica~y ,prever las voluntades que debía caracterizar su lenta evol~cIOnparcI~, n~ p0<;Ü~formu-humanas no podnan tener sm ello nmgun fundamento razona- lar de manera conveniente sus propias tendencias filosoficas, queble. Pero una noción tal no conduce en modo alguno a conciliar apenas se han hecho directamente perceptible~ durante ~uestroslos do~ modo~ opuestos d~ acuerdo con los que la ciencia y la últimos siglos. Ahí hundía sus raíces la n~ceslda~ especial d~ lateología conciben necesanamente la dirección efectiva de los intervención metafísica, única que podía sistemanzar convemen-

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temente la oposición espontánea de la ciencia naciente respecto ala antigua teología. Pero aunque tal cometido haya obligado a exa-gerar mucho la importancia real de este espíritu de transición, es,sin embargo, fácil reconocer que el progreso natural de los cono-cimientos reales era lo único que daba consistencia a su ruidosaactividad. Este continuo progreso, que incluso había determinadoprimero, en el fondo, la transformación del fetichismo en politeís-mo, ha constituido luego, sobre todo, la fuente esencial de lareducción del politeísmo al monoteísmo. Como la colisión hubo derealizarse principalmente por las teorías astronómicas, este Tratadome proporcionará la ocasión natural de caracterizar el grado pre-ciso de su desarrollo, al que hay que atribuir, en realidad, la irre-vocable decadencia mental del régimen politeísta, que entoncesreconoceremos lógicamente incompatible con la fundación deci-siva de la astronomía matemática por la escuela de Tales.

27.-EI estudio racional de esta oposición demuestra clara-mente que no podía limitarse a la teología antigua, y que tuvo queextenderse más tarde al mismo monoteísmo, aunque su energíahubo de disminuir con su necesidad, a medida que el espíritu teo-lógico seguía decayendo, en razón del mismo progreso espontá-neo. Sin duda, esta última fase de la filosofía inicial era muchomenos contraria que las precedentes al despliegue de los conoci-mientos reales, que no encontraban ya en ella, a cada momento,la peligrosa competencia de una explicación sobrenatural formu-lada especialmente. En cualquier caso, la evolución del espíritupositivo tuvo que desarrollarse, en sus primeros pasos, bajo esterégimen monoteísta. Pero la incompatibilidad, no por ser menosexplícita y más tardía dejaba de resultar finalmente inevitable,incluso antes de la época en que la nueva filosofía se hubierahecho lo bastante general como para tomar un carácter verdade-ramente orgánico, reemplazando irrevocablemente a la teología ~,en su oficio social como en su destino mental. Como el conflictotuvo que tomar cuerpo una vez más por obra de la astronomía,demostraré aguí con precisión qué evolución_más adelantada.ha __ .__L"". __extendido necesariamentenasta el más simple monoteísmo suoposición radical, limitada antes al politeísmo propiamentedicho: se reconocerá entonces que esta inevitable influenciaresulta del descubrimiento del doble movimiento de la Tierra,seguido poco después de la fundación de la mecánica celeste. Enel estado actual de la razón humana, se puede afirmar que el régi-men rnonotefsta, favorable durante mucho tiempo al primitivodesarrollo de los conocimientos reales, obstaculiza profunda-mente la marcha sistemática que deben tomar en adelante, impi-diendo al sentimiento fundamental de la invariabilidad de lasleyes físicas adquirir finalmente su indispensable plenitud filosó-

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fica. Pues el pensamiento continuo de una súbita perturbaciónarbitraria en la economía natural debe permanecer siempre inse-parable, al menos virtualmente, de toda teología, cualquiera queella sea, incluso reducida tanto como sea posible. En efecto, de noser por un obstáculo semejante, que no puede desaparecer másque por el completo abandono del espíritu teológico, el espectá-culo diario del orden real habría ya determinado una universaladhesión al principio fundamental de la filosofía positiva.

28.-Varios siglos antes de que el desarrollo científico permitie-ra apreciar directamente esta oposición radical, la transición meta-físicahabía intentado, mediante su secreto impulso, restringir; en elmismo seno del monoteísmo, su origen teológico, haciendo preva-lecer abstractamente, en el último período de la edad media, la céle-bre doctrina escolástica que hace depender la acción efectiva delmotor supremo de unas leyes inmutables, establecidas desde elprincipio por él. Pero esta especie de transacción espontánea entreel principio teológico y el principio positivo no podía aspirar, evi-dentemente, más que a una existencia provisional, capaz de facilitarla decadencia continuada del uno y el triunfo gradual del otro. Suhegemonía misma estaba limitada esencialmente a los espíritus cul-tivados;pues, mientras la fe subsistió realmente, el instinto popularhubo de rechazar siempre con energía una concepción que, en elfondo, tendía a anular el poder providencial, condenándolo a unasublime inercia, que dejaba toda la actividad habitual a la gran enti-dad metafísica, la Naturaleza, asociada regularmente al gobiernouniversal, como ministro obligado y responsable, a quien debíandirigirse en adelante la mayoría de las quejas y súplicas", Se ve que,en todos los aspectos esenciales, esta concepción se asemeja muchoa la que la situación moderna ha hecho prevalecer cada vezmás res-pecto a la monarquía constitucional; y esta analogía no es de nin-gún modo fortuita, puesto que el tipo teológico ha proporcionado,en efecto, la base racional del tipo político. Esta doctrina contradic-toria, que destruye la eficacia social del principio teológico, sin con-ggrar el ascendiente fundamental.del principio positivo, no podríacorresponder a ningún estado verdaderamente normal y duradero:constituye sólo el más poderoso de los medios de transición propiosdel último oficio necesario del espíritu metafísico.

29.-Finalmente, la incompatibilidad necesaria de la cienciacon la teología ha tenido que manifestarse también de otra forma

8 Comte está haciendo referencia en este punto al poderoso y activo Dios delos modernos, que se tomó para newtonianos como Maupertuis, D'Alembert oLaplace en un simple poder conservador del movimiento, en un «Dios perezo-so» y, por tanto, dispensable.

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general, especialmente adaptada al estado monoteísta, haciendosalir cada vez con más fuerza a la luz la radical imperfección delorden real, que así se opone al inevitable optimismo providencial.Este optimismo ha seguido siendo, sin duda, conciliable muchotiempo con el espontáneo despliegue de los conocimientos positi-vos, porque un primer análisis de la naturaleza debía inspirarentonces en todas partes una ingenua admiración por el modo derealizarse de los principales fenómenos que constituyen el ordenefectivo. Pero esta disposición inicial tiende luego a desaparecer; nomenos necesariamente, a medida que el espíritu positivo, tomandoun carácter cada vez más sistemático, sustituye, poco a poco, eldogma de las causas finales por el principio de las condiciones deexistencia, que ofrece, en mayor grado, todas sus propiedades lógi-cas, sin presentar ninguno de sus graves inconvenientes científicos.Entonces deja uno de asombrarse de que la constitución de losseres naturales se encuentre, en cada caso, dispuesta de maneraque permita la realización de sus fenómenos efectivos. Estudiandocon cuidado esta inevitable armonía, con el único fin de conocerlamejor; se acaba luego por observar las profundas imperfeccionesque presenta, en todos aspectos, el orden real, casi siempre inferioren sabiduría a la economía artificial que establece nuestra débilintervención humana en su limitado dominio. Como estos viciosnaturales deben de ser tanto más grandes cuanto se trate de fenó-menos más complejos, las indicaciones irrecusables que nos ofrez-ca, en este aspecto, el conjunto de la astronomía, bastarán aquípara hacer presentir cuánto debe extenderse una apreciaciónsemejante, con nueva energía filosófica, a todas las demás partesesenciales de la ciencia real. Pero importa, sobre todo, comprender,en general, a propósito de esta crítica, que no tiene sólo un destinopasajero, a título de medio antiteológico. Entonces, de un modomás íntimo y duradero, con el espíritu fundamental de la filosofíapositiva, en la relación general entre la especulación y la acción. Si,por una parte, nuestra activa y permanente intervención descansa,ante todo, en el conocimiento exacto de la economía natural, de lacual nuestra economía artificial no debe constituir; en todos aspec-

------,o----~==lOS, srno el mejoramiento progresivo, no es menos cierto, por otraparte, que así suponemos la imperfección necesaria de aquel ordenespontáneo, cuya modificación gradual constituye el fin cotidianode todos nuestros esfuerzos, individuales o colectivos. Haciendoabstracción de toda crítica pasajera, la justa apreciación de losdiversos inconvenientes que pertenecen a la constitución efectivadel mundo real debe ser, pues, concebida desde ahora como inhe-rente al conjunto de la filosofía positiva, incluso en los casos inac-cesibles a nuestros pobres medios de perfeccionamiento, a fin deconocer mejor nuestra condición fundamental y el destino esen-cial de nuestra actividad continua.

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CAPÍTULO III

,Atributos correlativos del espíritupositivo y del buen sentido

1. DE LA PALABRA «POSITIVO»: SUS DIVERSAS ACEPCIONES RESUMEN

LOS ATRIBUTOS DEL VERDADERO ESPÍRITU FILOSÓFICO

30.-El concurso espontáneo de las diversas consideracio-nes generales hechas en este Discurso bastan ahora para carac-terizar aquí, en todos sus principales aspectos, el verdaderoespíritu filosófico, que, después de una lenta evolución prelimi-nar, alcanza hoy su estado sistemático. Teniendo en cuentanuestra obligación de calificado, a partir de este momento, demodo habitual con una breve denominación especial, he prefe-rido la denominación a la que esa universal preparación ha idoconfiriendo cada vez más, durante los tres siglos últimos, la pre-ciada propiedad de resumir lo mejor posible el conjunto de susatributos fundamentales. Como todos los términos vulgares ele-vados así gradualmente a la dignidad filosófica, la palabra posi-tivo ofrece, en nuestras lenguas occidentales, varias acepcionesdistintas, aun dejando a un lado el sentido tosco que tiene en losespíritus poco cultivados. Pero importa anotar aquí que todasestas diversas significaciones convienen igualmente a la nuevafilosofía general, de la que indican alternativamente diferentesropiedades características: así, esta aparente ambigij,edad no

ofrecerá en adelante ningún inconveniente real-:-B:abiá que veren ella, por el contrario, uno de los principales ejemplos de esaadmirable condensación de fórmulas que, en los pueblos ade-lantados, reúne en una sola expresión usual varios atributos dis-tintos, cuando la razón pública ha llegado a reconocer su per-manente conexión.

31.-Considerada en primer lugar en su acepción más anti-gua y común, la palabra positivo designa lo real, por oposicióna lo quimérico: en este aspecto, conviene plenamente al nuevoespíritu filosófico, caracterizado así por consagrarse constante-

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mente a las investigaciones verdaderamente asequibles a nues-tra inteligencia, con exclusión permanente de los impenetrablesmisterios con que se ocupaba sobre todo su infancia. En unsegundo sentido, muy próximo al precedente, pero distinto, estetérmino fundamental indica el contraste entre lo útil y lo inútil:en cuyo caso recuerda, en filosofía, el destino necesario de todasnuestras sanas especulaciones para el mejoramiento continuo

.de nuestra verdadera condición, individual y colectiva, en lugarde la vana satisfacción de una estéril curiosidad. Según unatercera significación usual, se emplea con frecuencia esta felizexpresión para calificar la oposición entre la certeza y la indeci-sión: indica así la aptitud característica de tal filosofía para cons-tituir espontáneamente la armonía lógica en el individuo y lacomunión espiritual en la especie entera, en lugar de aquellasdudas indefinidas y de aquellas discusiones interminables quehabía de suscitar el antiguo régimen mental. Una cuarta acepciónordinaria, confundida con demasiada frecuencia con la prece-dente, consiste en oponer lopreciso a lo vago: este sentido recuer-da la tendencia constante del verdadero espíritu filosófico a obte-ner en todo el grado de precisión compatible con la naturaleza delos fenómenos y conforme con la exigencia de nuestras verdade-ras necesidades; mientras que la antigua manera de filosofar con-ducía necesariamente a opiniones vagas, ya que no llevaba consi-go una indispensable disciplina más que por una constricciónpermanente, apoyada en una autoridad sobrenatural.

32.-Debemos señalar especialmente, por último, una quin-ta aplicación, menos usada que las otras, aunque por otra parteigualmente universal, que es la vinculada al uso del términopositivo como contrario a negativo. En este aspecto, indica unade las más eminentes propiedades de la verdadera filosofíamoderna, mostrándola destinada sobre todo, por su naturaleza,no a destruir, sino a organizar. Los cuatro caracteres generalesque acabamos de recordar la distinguen a la vez de todos losmodos posibles, sean teológico s o metafísicos, Rropios de la filo-

~~-...,.r.-.""'"----- .•s"'o'Oiffa-inicia:l-:-cstaúltiñlaSignfficación, que por-otra parte iiidi-ea una continua tendencia del nuevo espíritu filosófico, ofrecehoy una importancia especial para caracterizar directamenteuna de sus principales diferencias, no ya con el espíritu teológi-co, que fue, durante mucho tiempo, orgánico, sino con el espí-ritu metafísico propiamente dicho, que nunca ha podido sermás que crítico. Cualquiera que haya sido, en efecto, la accióndisolvente de la ciencia real, esta influencia fue siempre en ellapuramente indirecta y secundaria: su mismo defecto de siste-matización impedía hasta ahora que pudiera ser de otro modo;y el gran oficio orgánico que ahora le ha cabido en suerte se

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opondría en adelante a tal atribución accesoria, que, por lodemás, tiende a hacer superflua. La sana filosofía rechaza radi-calmente, es cierto, todas las cuestiones forzosamente irresolu-bles: pero, al justificar por qué las desecha, evita el negar nadaa propósito de las mismas, lo que sería contradictorio con esedesuso sistemático, en razón del que solamente deben extin-guirse todas las opiniones verdaderamente indiscutibles. Másimparcial y más tolerante para con cada una de ellas, en vista desu común indiferencia, que pueden serlo sus partidarios opues-tos, se aplica a apreciar históricamente su influencia respectiva,las condiciones de su duración y los motivos de su decadencia,sin pronunciar nunca ninguna negación absoluta, ni siquieracuando se trata de las doctrinas más antipáticas al estado actualde la razón humana en los pueblos adelantados. Así es comohace justicia, escrupulosamente, no sólo a los diversos sistemasde monoteísmo distintos del que hoy expira entre nosotros, sinotambién a las creencias politeístas, o incluso fetichistas, refi-riéndolas siempre a las fases correspondientes de la evoluciónfundamental. En el aspecto dogmático, profesa por otra parteque todas aquellas concepciones de nuestra imaginación quepor su propia naturaleza resultan forzosamente inaccesibles atoda observación, no son ya, en razón de ello, susceptibles denegación ni de afirmación, realmente decisivas. Nadie hademostrado nunca, lógicamente, la no existencia de Apelo, deMinerva, etc., ni la de las hadas orientales o de las diversas crea-ciones poéticas; lo que en ningún caso ha impedido al espírituhumano abandonar irrevocablemente los dogmas antiguos, cuan-do han dejado por último de convenir al conjunto de su situación.

33.-El único carácter esencial del nuevo espíritu filosóficoque no ha sido señalado aún directamente por la palabra positi-vo, consiste en su tendencia necesaria a sustituir todo lo absolu-to por lo relativo. Pero este gran atributo, a un tiempo científicoy lógico, es de tal manera inherente a la naturaleza fundamentalde-los-Go!lQ.!.;:i..r:r.li-gntQSJea-1€s~.Ye SY.--GoRside~GiQ.n-2:.enekahng~t-aI'---~==",.........dará en vincularse íntimamente con los diversos aspectos queesta fórmula entrañe una vez que el moderno régimen intelec-tual, hasta ahora parcial y empírico, haya pasado ya de modogeneral al estado sistemático. La quinta acepción que acabamosde apreciar es apropiada sobre todo para determinar este últimocompendio del nuevo lenguaje filosófico, a partir de esemomento plenamente constituido, según la evidente afinidad delas dos propiedades. Se concibe, en efecto, que la naturalezaabsoluta de las viejas doctrinas, sean teológicas o metafísicas,diera como resultado inevitable que cada una de ellas resultaranegativa respecto a todas las demás, so pena de degenerar ella

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misma en un absurdo eclecticismo. Pero, en virtud de su geniorelativo, la nueva filosofía puede siempre apreciar, por el con-trario, el valor propio de las teorías que le son más opuestas, sindesembocar nunca, por ello, de todos modos, a concesión algu-na innecesaria o vacía, susceptible de alterar la nitidez de susmiras o la firmeza de sus decisiones. Hay, pues, realmente oca-sión de presumir, a la vista del conjunto de uria apreciaciónespecial semejante, que la fórmula empleada aquí para calificarhabitualmente esta filosofía definitiva evocará en lo sucesivo entodas las buenas inteligencias la total combinación efectiva desus diversas propiedades características.

Il. CORRELACIÓN, ESPONTÁNEA Y LUEGO SISTEMÁTICA, ENTRE EL ESPÍRlTU

POSITIVO y EL BUEN SENTIDO UNIVERSAL

34.-:-Cuando se busca el origen fundamental de tal modo defilosofar, no se tarda en reconocer que su espontaneidad elemen-tal coincide realmente con los primeros ejercicios prácticos de larazón humana, pues el conjunto de las explicaciones dadas eneste Discurso demuestra con claridad que todos sus atributosprincipales son, en el fondo, los mismos que los del buen sentidouniversal. A pesar del ascendiente mental de la más grosera teo-logía, la conducta diaria de la vida activa ha debido siempre sus-citar; respecto a cada orden de fenómenos, un cierto bosquejo delas leyes naturales y de las previsiones correspondientes, en algu-nos casos particulares, que sólo parecían entonces secundarios oexcepcionales: tales son, en efecto, los gérmenes necesarios de lapositividad, que debía ser durante mucho tiempo empírica antesde poder llegar a ser racional. Importa mucho advertir que, entodos los aspectos esenciales, el verdadero espíritu filosóficocon-siste sobre todo en la extensión sistemática del simple buen sentidoa todas las especulaciones verdaderamente accesibles. Su dominioes radicalmente idéntico, puesto que los mayores problemas de lasana....61osofia~se....r:efiere1Le1LtQdo_a~losJenómenosrnás.vulaares.frente a los que los casos artificialesno constituyen sino una prepa-ración más o menos indispensable. Estamos, pues, de una y otraparte, ante el mismo punto de partida experimental, ante el mismofin de poner en relación y prever;ante la misma preocupación con-tinua por la realidad, ante la misma intención final de utilidad. Laúnica diferencia esencial consiste en el generalismo sistemático deuno, debido a su abstracción necesaria, opuesta al incoherente espe-cialismo del otro, ocupado siempre de lo concreto.

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35.-Considerada en el aspecto dogmático, esta conexiónfundamental representa la ciencia propiamente dicha como

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Iuna mera prolongación metódica de la sabiduría universal.Así, lejos de volver a poner nunca en cuestión lo que ésta hadecidido verdaderamente, las sanas especulaciones filosóficasdeben tomar siempre de la razón común sus nociones inicia-les, para hacerles adquirir, por una elaboración sistemática, ungrado de generalidad y de consistencia ,que no podían obtenerespontáneamente. Durante todo el curso de esta elaboración, lapermanente vigilancia de esta sabiduría común conserva porotra parte, una gran importancia para prevenir cuanto sea posi-ble, las diversas aberraciones que, por negligencia o por ilusión,suscita a menudo el continuo estado de abstracción indispensa-ble a la actividad filosófica. A pesar de su afinidad necesaria, elbuen sentido propiamente dicho debe permanecer preocupado,sobre todo, de la realidad y la utilidad, mientras que el espírituespecialmente filosófico tiende más a apreciar la generalidad yla conexión, de manera que su doble reacción cotidiana resul-ta igualmente favorable para cada uno de ellos, consolidandoen él las cualidades fundamentales que se alterarían natural-mente. Una relación semejante indica al mismo tiempo cómoson necesariamente vacías y estériles las investigaciones espe-culativas dirigidas, en un asunto cualquiera, a los primerosprincipios, que, debiendo emanar siempre de la sabiduríacomún, no pertenecen nunca al verdadero dominio de la cien-cia, de la que constituyen, por el contrario, los fundamentosespontáneos y desde ese momento indiscutibles, lo cual supri-me una multitud de controversias, ociosas o arriesgadas, quenos ha dejado el antiguo régimen mental. Se puede ver asíigualmente la profunda vacuidad final de todos los estudiosprevios relativos a la lógica abstracta, en que se trata de apre-ciar el verdadero método filosófico, aislado de toda aplicacióna cualquier orden de fenómenos. En efecto, los únicos princi-pios verdaderamente generales que se puedan establecer a esterespecto se reducen por necesidad, como no resulta difícilcomprobar a la vista de los más célebres de estos aforismos, aalgunas máximas indiscutibles, pero evidentes, tomadas de larazón común, y que no añaden' en verdad nada esencial a lasindicaciones que resultan, en todas las buenas inteligencias,de un mero ejercicio espontáneo. En cuanto al modo de adap-tar esas reglas universales a los diversos órdenes de nuestrasespeculaciones positivas, lo que constituiría la verdadera difi-cultad y la utilidad real de tales preceptos lógicos, no podríatraer consigo una verdadera apreciación sino tras un análisisespecial de los estudios correspondientes, conforme a la natu-raleza propia de los fenómenos considerados. La sana filosofíano separa, pues, nunca la lógica de la,ciencia, ya que el méto-do y la doctrina no pueden, en cada caso, juzgarse bien más

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que según sus verdaderas relaciones mutuas: no es posible, enel fondo, dar más a la lógica que a la ciencia un carácter uni-versal por concepciones puramente abstractas, independientesde todo fenómeno determinado; las tentativas de este géneroindican aún la secreta influencia del espíritu absoluto propiodel régimen teológico-metafísico.

36.-Considerada ahora en su aspecto histórico, esta íntimasolidaridad natural entre el genio propio de la verdadera filo-sofía y el simple buen sentido universal muestra el origenespontáneo del espíritu positivo, que resulta en todo, en efecto,de una reacción especial de la razón práctica frente a la razónteórica, cuyo carácter original ha sido así siempre modificadocada vez más. Pero esta transformación gradual no podía rea-lizarse a la vez, ni sobre todo con igual velocidad, en las diver-sas clases de especulaciones abstractas, todas primitivamenteteológicas, como hemos reconocido. Este constante impulsoconcreto no podía hacer penetrar en ellas el espíritu positivomás que según un orden determinado, conforme a la compleji-dad creciente de los fenómenos, y que será explicado directa-mente más tarde. La positividad abstracta, nacida necesaria-mente en los más sencillos estudios matemáticos y difundidadespués por vía de afinidad espontánea o de imitación instinti-va, no podía, pues, ofrecer primero más que un carácter especialy hasta, en muchos aspectos, empírico, que por fuerza tenía queocultar durante mucho tiempo, a la mayoría de sus promotores,su incompatibilidad inevitable con la filosofía inicial, sobre todo,su tendencia radical a fundar un nuevo régimen lógico. Sus con-tinuos progresos, bajo el impulso creciente de la razón común, nopodían determinar entonces directamente sino el triunfo previo delespíritu metafísico, destinado, por su generalidad espontánea, aservirle de órgano filosófico, durante los siglos transcurridosentre la preparación mental del monoteísmo y su pleno estable-cimiento social, después del cual el régimen ontológico, habien-do obtenido todo el ascendiente que suponía su naturaleza, notardó en hacerse opresivo para ei desarroiio científico, que hastaentonces había secundado. Además, el espíritu positivo no pudomanifestar de un modo suficiente su propia tendencia filosóficahasta que se vio llevado finalmente, por esta opresión, a lucharespecialmente contra el espíritu metafísico, con quien había teni-do que parecer confundido mucho tiempo. Por esto, la primerafundación sistemática de la filosofía positiva no podría remon-tarse más allá de la memorable crisis en que el conjunto delrégimen ontológico empezó a sucumbir, en todo el Occidenteeuropeo, bajo el concurso espontáneo de dos admirablesimpulsos mentales, científico uno, emanado de Kepler y

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Galileo, y filosófico otro, debido a Bacon y a Descartes. Laimperfecta unidad metafísica constituida al fin de la EdadMedia quedó desde entonces irrevocablemente disuelta, comola ontología griega había ya destruido para siempre la gran uni-dad teológica, correspondiente al politeísmo. Desde esta crisis,verdaderamente decisiva, el espíritu positivo, desarrollándoseen dos siglos más de lo que había podido hacerlo durante todasu larga carrera anterior, no ha dejado otra unidad mentalposible que la resultante de su propio ascendiente universal, yaque cada nuevo dominio adquirido sucesivamente por él nopuede volver ya nunca a la teología ni a la metafísica, en virtudde la consagración definitiva que estas adquisiciones crecientesencontraban cada vez más en la razón vulgar. Sólo por una sis-tematización semejante la sabiduría teórica devolverá verdade-ramente a la sabiduría práctica un equivalente digno, en gene-ralidad y en consistencia, del oficio fundamental que harecibido de ésta, en realidad y en eficacia, durante su lenta ini-ciación gradual, pues las nociones positivas obtenidas en losdos últimos siglos son, a decir verdad, mucho más preciosascomo materiales ulteriores de una nueva filosofía general quepor su valor especial y directo, puesto que la mayor parte deellas no han podido adquirir aún su carácter definitivo, ni cien-tífico, ni propiamente lógico.

37.-EI conjunto de nuestra evolución mental, y sobre todoel gran movimiento acontecido en Europa occidental, tras Des-cartes y Bacon, no dejan, pues, en adelante otra salida posible queconstituir al fin, tras tantos preámbulos necesarios, el estadoverdaderamente normal de la razón humana, procurando alespíritu positivo la plenitud y la racionalidad que le faltan toda-vía para establecer, entre el genio filosófico y el buen sentidouniversal, una armonía que hasta ahora no había podido existirde modo suficiente. Ahora bien, estudiando estas dos condicio-nes simultáneas, de complemento y de sistematización, quedebe_ho.y~cur:no.liL.la_cienciareal para elevarse a la dignidad deuna verdadera filosofía, no se tarda en reconocer que coincidenfinalmente. Por una parte, en efecto, la gran crisis abierta por lapositividad moderna no ha dejado fuera del movimiento cientí-fico propiamente dicho más que las teorías morales y sociales,que han quedado a partir de ese momento, y bajo el estérildominio del espíritu teológico-metafísico, en un irracional ais-lamiento; llevarlas, por tanto, también al estado positivo debe-ría ser en nuestros días la última prueba del verdadero espíritufilosófico, cuya extensión sucesiva a todos los demás fenómenosfundamentales estaba ya bastante bosquejada. Pero, por otraparte, esta última expansión de la filosofía natural tendió espon-

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táneamente a sistematizarla luego, constituyendo el únicopunto de vista, científico o lógico, capaz de dominar el conjun-to de nuestras especulaciones reales, siempre reductibles, pornecesidad, al aspecto humano, es decir, social, único susceptiblede una universalidad activa. Tal es el doble objeto filosófico, aun tiempo especial y general, de la elaboración fundamental,que me he atrevido a emprender en la obra citada al comienzode este Discurso; los más eminentes pensadores contemporáneosla juzgan así lo bastante acabada como para haber puesto ya lasverdaderas bases directas de la revolución mental entera, pro-yectada por Bacon y Descartes, pero cuya ejecución decisivaestaba reservada a nuestro siglo.

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SEGUNDA PARTE

SUPERIORIDAD SOCIALDEL ESPÍRITU POSITIVO