ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA
El anlisis terico en ciencias sociales: Aplicacin a una teora
del origen del estado en Mesoamrica
Tesis que para obtener el grado de
Doctor en Antropologa
Presenta
Manuel Gndara Vzquez
Director: Dr. Felipe Bate Petersen Mxico 2007
! 2
Manuel Gndara Vzquez Escuela Nacional de Antropologa e Historia
Perifrico Sur y Zapote s/n Col. Isidro Fabela Mxico, D.F. 14020
[email protected]
! 3
ndicendice Dedicatoria Sinopsis A manera de
prefacioAgradecimientos
3 10 11 1315
Introduccin Para qu hacer un viaje al pasado?Una re-saa
discordante De ah pal real Intentos de solucin Objetivos Hiptesis
principal e hiptesis subordinadas Instrumentacin El papel de la
filosofa de la ciencia en la arqueologa
20 2022 24 25 26 27 28 29
El problema del naturalismo en filosofa de la ciencia 29 La
filosofa de la ciencia no solamente como una disciplina analtica,
sino como una tica de la actividad cientfica 33
La filosofa de la ciencia y la arqueologa: historia de una
catstrofe anunciada (e innecesaria) 35 La cpsula del tiempo La
estructura de este texto 41 44
Captulo 1 Los mltiples significados del trmino teora en
arqueologaQu diablos es la teora, para empezar?La distincin entre
teora y datos Las escalas de la teora Las teoras que rigen la
observacin
46 464647 49 53
Los mltiples significados del trmino teora en la arqueologa.1.
Teora en el sentido holstico la teora como totalidad. 2. Teora en
sentido partitivo, o teora sustantiva. 3. Teora de la observacin o
de lo observable. 4. Teora como arqueologa temtica, o reflexin
sobre un recorte de la realidad social.
5555 56 57 57
Pueden confundirse a discrecin estos significados?Refutar teoras
sustantivas refuta posiciones tericas? Teoras de rango medio
convencionales o teoras de la observacin refutables? De nuevo: y
todo esto a mi qu?
5960 62 68
En resumen
69
! 4 Captulo 2 El concepto de posicin terica y sus reas
constitutivasMotivacin y antecedentes Caracterizacin del concepto
de posicin terica reas constitutivas de una posicin terica
72 7272 78 84
Captulo 3 El rea ValorativaObjetivos cognitivosLa descripcin La
explicacin Interpretacin comprensiva (verstehen o understanding) La
glosa La relevancia poltica de los objetivos cognitivos
86 868787 89 91 94 95
Justificacin tica y polticaPreferencias estticas
9797
Captulo 4 El rea OntolgicaLa independencia o dependencia de la
realidad en relacin a los sujetos La cognoscibilidad de la realidad
social Estatuto y naturaleza del objeto de estudio Propiedades:
causalidad, nomologicidad, jerarqua Propiedades: individualismo
metodolgico vs. realismo social Propiedades: emergencia vs.
reduccin/absorcin Propiedades: agencia vs. estructura Propiedades:
Estatismo vs. historicidad/dialctica Los modelos de Hollis y de
Lloyd La naturaleza humana La naturaleza del registro
arqueolgico
100 100102 104 105 107 109 110 113 115 118 120 124
Captulo 5 El rea epistemolgicaCognoscibilidad del objeto y
lmites del conocimiento El anlisis del conocimientoLa creencia La
justificacin La verdad
129 129129 130131 134 137
El inexplicable escepticismo posmoderno y las veleidades del
relativismo postprocesual
140
! 5En sntesis 143
Captulo 6 El rea metodolgicaCriterios de demarcacin
144 144145
Verificacionismo o justificacionismo: la ciencia como
conocimiento comprobado, verificado 147 El convencionalismo: la
ciencia como conocimiento coherente 148 El probabilismo: la ciencia
como conocimiento altamente probable, verificable 149 El
falsacionismo dogmtico: la ciencia como conocimiento refutable por
los datos 152 El holismo o historicismo: la ciencia como solucin de
acertijos 154 El falsacionismo metodolgico sofisticado: la ciencia
como conocimiento refutable en principio a travs de alternativas
progresistas 158 El anarquismo metodolgico: la ciencia como
ideologa laica: todo se vale 162 Las metodologas alternativas
164
Concepcin del mtodo y de las unidades de anlisis Las Tcnicas Las
rutinas de trabajo Heursticas Teoras de la observacin involucradas
Las orientaciones metodolgicas
164 173 176 178 181 181
Captulo 7
186
El concepto de posicin terica puesto en prctica: De qu
posicin(es) terica(s) sale la teora de SPS? 186La deteccin de
posiciones tericas en arqueologa El procedimiento de anlisis:
algunos comentarios generales La distancia entre retrica y prctica:
la necesidad de analizar ambas 186 188 190
Captulo 8 El debate sobre la escala de anlisis y la estructura
de las teoras
192 192
Las teoras sustantivas: unidades de anlisis, desde la hiptesis
aislada hasta las teoras ms complejas 194 El anlisis de teoras en
arqueologa: antecedentes 198
Captulo 10 El problema de la explicacinLa explicacin: la
historia de una bsqueda sin terminar El origen: la propuesta
hempeliana La cada del modelo hempeliano Un vistazo a lo que pas
despus: los modelos pragmatistas, de relevancia estadstica (SR),
causal, unificacionistas
203 203205 206 214 217
! 6Qu hacer con todo esto? 226
Captulo 10 El proceso de anlisis de teoras sustantivasUbicacin
contextual Consideraciones de corte hermenutico Aspectos a analizar
y criterios de evaluacin para las teoras sustantivas1.
229 229229 230 232
Aspecto pragmtico 232 Criterios de evaluacin: fertilidad
explicativa, simetra explicativa, inferencia a la mejor explicacin
234 2. Aspecto sintctico. 238 Criterios de evaluacin: simplicidad,
elegancia, parsimonia, completud, relevancia y validez del
argumento 248 3. Aspecto metodolgico 250 Criterios de evaluacin:
factibilidad: algoritmo identificatorio, precisin, factibilidad
prctica 250 4. Aspecto ontolgico 253 Criterios: emergencia, o en su
caso, calidad de la reduccin interterica 254 5. Aspecto valorativo
(implicaciones ticas y polticas de la teora) 256 Criterios:
fertilidad terica; consistencia con el resto de los valores de la
posicin terica; congruencia con un punto de vista que permita
entrever cmo mejorar nuestra realidad social 257 6. Aspecto
emprico: el apoyo de los datos 258 Criterios: calidad y variedad de
los casos de prueba; severidad del intento de falsificacin;
confiabilidad y representatividad de la informacin; contundencia de
la evaluacin 261
Segunda Parte El caso de estudio: la teora de Sanders, Parsons y
Santley Captulo 11
263 263 264
El campo de batalla: las teoras sobre el origen del estado
arcaico, prstino o inicial 264Explicar el origen del estado. Ok.
Pero qu entendemos por Estado? 264 La distincin entre estados
primarios y estados secundarios; y entre estados e imperios 268
Perdidos en el tiempo: los Hunt a la caza de Wittfogel con una
diferencia de solamente dos mil aos! Definicin estipulativa vs.
hiptesis; ejemplo de las bulae Dos trucos a evitar: el del equvoco
y el truco del desplazamiento de explanandum Los contendientes para
finales de la dcada de 1970. 270 281 286 290
Instrumentalismo vs. realismo: a qu se refieren los trminos de
una teora? 276
Captulo 12La posicin terica y el contexto de Sanders, Parsons y
Santley [1989]
296296
! 7La posicin terica de Sanders Elementos contextuales 296
306
Captulo 13 Anlisis terico de la teora sustantiva de SPSEl locus
de la teora Aspecto pragmtico: definicin de SPS del problema a
resolverDefinicin de Sanders de Estado El problema del momento de
surgimiento del estado La delimitacin del caso en SPS: La Cuenca de
Mxico y el estado Teotihuacano en particular La situacin
problemtica: los por qus y los cmos de la teora de SPS
319 319319 320324 326 328 329
Aspecto sintctico:Las 3 leyes de SPS La necesidad de otros
principios generales El modelo de 1976 Nuevos principios generales
requeridos Las condiciones antecedentes requeridas para la
explicacin Las preguntas subsidiarias Comentarios al anlisis
sintctico
332333 335 337 339 349 353 356
Aspecto metodolgico: Aspecto ontolgico: Aspecto valorativo
Aspecto empricoLa evaluacin que los propios SPS hacen de su teora
La evaluacin de terceros SPS: una teora refutada?... Lo dudo
358 361 364 365366 369 371
Captulo 14Algunas teoras reconocidas por los propios SPS Algunas
de las alternativas disponibles
374374 382
El anlisis, ahora comparativo, entre SPS y algunas de sus
competidoras374
Marxista (varias versiones incluyendo Diakonov): cerca, pero
todava no gracias por participar 382 Wittfogel: anegado en la
irrefutabilidad 386 Service: filosofa poltica liberal disfrazada
389 Las teoras sistmicas: fue bueno mientras dur 392
La teora de SPS como legtima contendienteEl marcador global
401401
Tercera Parte Consecuencias y conclusiones? Captulo 12 Algunas
consecuencias del anlisis realizado
404 404 405 405
! 8Los problemas pendientes para la teora de SPS (y cualquiera
de sus contendientes de ese momento, actuales o futuras)Dos
problemas en la teora de Sanders, Parsons y Santley
405406
El asunto de lo emocional, lo simblico y lo cognitivoLa
perspectiva desde la arqueologa social
411412
Hacia un nuevo realismo social
416
Captulo 16 El falsificacionismo dogmtico como vehculo para el
regreso del particularismo histricoEl conde de la refutacin
424 424425
Una evolucin desafortunadaEl gran cacique del doblepensar
428430
Captulo 17 Conclusiones? A manera de reflexiones finalesEl
anlisis tericoEl concepto de posicin terica: cuestiones pendientes
El pluralismo constructivista: una opcin promisoria? Problemas,
problemas, problemas El anlisis de teoras sustantivas: cuestiones
pendientes
457 457457459 462 471 472
La importancia del problema del origen de las clases sociales y
el estado La relacin a la conservacin del patrimonio arqueolgico en
Mxico Hay lugar para todos, todos podemos y debemos contribuir
473 476 481
Apndice 1 Publicaciones selectas de Sanders desde 1996
Bibliografa Citada
483 483 487
188 89 199 200 214 246 352 202 203 246
Lista de FigurasFig. 2.1. El concepto de Posicin Terica Fig.
7.1. Posiciones tericas en Arqueologa: del inicio de la arqueologa
al presente. Fig. 8.1. Dos ejemplos de anlisis de Wright: Wittfogel
y Diakonoff Fig. 8.2. Anlisis de Wright de Carneiro
Fig. 8.3. El modelo de trabajo de Wright de 1968 Fig. 8.4. Dos
ejemplos de anlisis de Wright: Wittfogel y Diakonoff Fig. 10.1.
Tabla de verdad para los condicionales deterministas
Fig. 10.2. Tabla de verdad para los condicionales probabilsticos
Fig. 10.3. Relaciones de fuerza (refutabilidad) de los
condicionales Fig. 13.1 Argumento explicativo de SPS [Sanders et
al. 1979]
! 9
Dedicatoria
A todos mis maestros y maestras, en la academia y en la vida
A Jaime Litvak y Pedro Armillas (in memoriam) A William Sanders
y Kent Flannery A Henry Wright y Peter Railton
! 10
Sinopsis
La arqueologa enfrenta el problema de cmo evaluar teoras para
poder elegir racionalmente entre diferentes alternativas, ms all de
las preferencias personales, las lealtades institucionales o la
disciplina partidaria. En particular, para poder determinar cundo y
bajo qu condiciones se puede decir que una teora ha sido refutada.
Este criterio es indispensable para saber si, como pretendan
algunos especialistas de la poca, todas las teoras disponibles
sobre el origen del estado estaban refutadas alrededor de 1980.
Se formula la hiptesis de que es factible construir un
procedimiento de anlisis terico que sirva dichos propsitos,
utilizando principios y criterios conocidos de la epistemologa y la
filosofa de la ciencia. Se propone en consecuencia el procedimiento
que hemos llamado anlisis terico, que se basa en el modelo de
posicin terica. Este modelo que permite diferenciar escalas de
teora y as distinguir entre la escala mayor (la de las posiciones
tericas) y la escala menor (la de las teoras sustantivas) y ubicar
en este modelo a las teoras de la observacin y lo observable, as
como a las llamadas arqueologas temticas. Se sostiene que las
posiciones tericas permiten generar teoras sustantivas a travs de
un conjunto de supuestos valorativos, ontolgicos, epistemolgicos y
metodolgicos y se ofrecen criterios para determinar la congruencia
de estos supuestos dentro de una posicin terica en particular. Se
sostiene que las teoras sustantivas, a su vez, pueden ser
analizadas en cinco componentes (pragmtico, sintctico, metodolgico,
ontolgico, valorativo y emprico); y que la comparacin entre teoras
sustantivas en competencia puede arrojar criterios que permitan
determinar sus ventajas relativas. Se adopta una metodologa
derivada de la propuesta central de Lakatos, de que para que una
teora est refutada, debe proponerse una alternativa. Para evaluar
la viabilidad del procedimiento, se toma como caso de estudio, a
manera de una cpsula en el tiempo, la teora de Sanders, Parsons y
Santley de 1979 [Sanders, et al. 1979] sobre el origen del estado
en la Cuenca de Mxico. Se examina, en particular, la pretensin de
algunos de sus crticos de que esta es la ms refutada de las teoras.
El anlisis arroja como resultado que la teora es mucho ms compleja
de lo que parecera a simple vista; que de acuerdo a la formalizacin
bsica de sus supuestos centrales y de una comparacin con otras
teoras de ese momento, lejos de estar refutada, esta teora era una
de las mejores. El anlisis tambin arroja en que puntos la teora es
dbil y cmo es que podra reforzarse. Se propone que la supuesta
refutacin de esta y otras teoras del momento son espurias y que
responden a una postura metodolgica conocida como
! 11 falsacionismo dogmtico. Se sostiene que esta fue una mala
apuesta metodolgica, cuyos efectos pusieron en duda no solamente
las teoras en cuestin, sino la propia posibilidad de producir
explicaciones en arqueologa. Y que, dos dcadas ms tarde, como
resultado al menos parcial de esta tendencia, se intenta ahora
refutar una tradicin acadmica entera, el neoevolucionismo. Se
analiza con detalle el intento de Yoffee al respecto y se sostiene
que hay errores fundamentales en su anlisis. Se sostiene que detrs
de este intento (y de las teoras que se vienen proponiendo en los
ltimos aos) lo que hay es un regreso velado al particularismo
histrico y la historia cultural tradicional, tradiciones acadmicas
que han mostrado ser poco frtiles en el pasado. Finalmente, se
argumenta que la eleccin entre tradiciones acadmicas y, en
particular, entre los objetivos cognitivos de las respectivas
posiciones tericas tiene un impacto directo sobre las posibilidades
de conservar el patrimonio arqueolgico. Se esboza un criterio de
priorizacin y jerarquizacin que permitira conservar sitios que son
nicos por haber participado en procesos de cambio centrales, como
el de la aparicin de las clases sociales y el estado. Con ello se
intenta mostrar cmo la discusin de temas aparentemente abstractos y
tericos tiene a final de cuentas una aplicacin concreta y efectos
prcticos inmediatos sobre nuestra capacidad de conservar
adecuadamente el patrimonio arqueolgico.
! 12
A manera de prefacio
Y entonces, el maestro de epistemologa analizando la relacin
sujeto-objeto nos dijo, citando al Ch: Seamos realistas. Demandemos
lo imposible.
Ancdota apcrifa, atribuida a Savonarola (El Sabio)
He sostenido durante aos en mi Seminario de Tesis en la Escuela
Nacional de Antropologa e Historia (ENAH), que escribir una tesis
es, ante todo, un viaje de crecimiento personal. El pretexto es
acadmico, pero la experiencia es fundamentalmente individual. El
tesista tiene que enfrentar sus fuerzas y sus debilidades, sus
temores y fantasmas, sus obsesiones y sus manas. Y no hay vuelta de
hoja. Ni manera de que un tercero viva todo eso por nosotros. Ahora
me toca, como decimos en Mxico, tomarme una sopita de mi propio
chocolate y ver qu tanto de lo que pontifico ante mis alumnos soy
capaz de aplicarme a mi mismo. Esta tesis es el resultado de ese
intento.
Es una tesis que debi haberse escrito hace muchos aos. Y le ha
pasado lo que a las emociones viejas, que se guardan y en el
proceso se aejan y, como dicen los analistas transaccionales, ganan
rditos. Por eso, cuando salen, salen con una intensidad que supera
la que originalmente tenan y quiz la que finalmente deberan tener.
Si la hiptesis de mi Seminario de Tesis es mnimamente correcta, el
problema central de escribir la tesis es siempre de corte
emocional. En mi caso, de emociones con rditos, que me temo han
aflorado en ms de una ocasin a lo largo de estas pginas. Pero todos
tenemos que exorcizar nuestros demonios tarde o temprano y este
texto que ahora tiene el lector en sus manos es mi vehculo.
No har aqu un recuento detallado de las peripecias que ha
sufrido la idea de hacer esta tesis (y no cualquier otra) a lo
largo de casi 25 aos. Baste decir que, en el proceso, termin los
estudios de doctorado en la Universidad de Michigan; posteriormente
los del doctorado en Arqueologa en la ENAH; y luego una vez ms en
el doctorado en Antropologa en la lnea de Antropologa simblica de
la propia ENAH. En el nterin me fue ms fcil estudiar un doctorado
en Diseo y Nuevas Tecnologas y escribir ah s de manera oportuna la
tesis respectiva que terminar sta.
! 13
Pero no hay plazo que no se cumpla, as que luego de prcticamente
cuatro ciclos de doctorado regreso al tema que me obsesion desde
1982: cundo podemos decir en arqueologa que una teora est refutada?
Ser esta cuestin solamente un asunto de gusto u opinin personal?
Podramos disear procedimientos que nos permitan tratar a las teoras
como lo que son, a saber, teoras, y entonces facilitarnos elegir
racionalmente entre diferentes alternativas? Tiene algo que
ofrecernos en ese sentido la filosofa de la ciencia? En qu sentido
puede ser relevante a la disciplina? A quin c. le puede interesar
todo esto?
Resolver esas preguntas (y muchas otras relacionadas o derivadas
de ellas) implicaba antes muchas tareas: establecer la legitimidad
y utilidad de emplear la filosofa de la ciencia y la epistemologa
en arqueologa; mostrar que era factible proponer un mecanismo que
permitiera analizar y comparar teoras en arqueologa; rastrear qu
efectos haba tenido el refutar a diestra y siniestra las teoras
disponibles; determinar qu conexin haba entre estos asuntos
aparentemente abstractos y tericos con las necesidades ms urgentes
de la disciplina, en particular con la conservacin del patrimonio
arqueolgico, entre otras.
Por supuesto, el mundo no se qued quieto mientras yo iniciaba un
largo periplo ahora autodidacta por un campo que me fascina, pero
que sin duda requiere conocimientos especializados y determinacin
para no perderse en el intento. Y de repente me di cuenta de que el
asunto como querer hacer malabares con varios trenes en movimiento:
por un lado, el propio desarrollo de la teora arqueolgica, que en
mi opinin sigui una ruta que eventualmente puede llevarla a
descarrilarse; por otro, la propia filosofa de la ciencia, que
sobre todo en la ltima dcada sufri cambios que todava estoy
tratando de entender, porque a veces da la impresin de que es un
tren que ha decidido dejar de ser tren; y, finalmente, el de las
presiones externas sobre la conservacin del patrimonio arqueolgico,
que establecen un entorno poltico muy diferente al de 1982, que
amenaza, perdonando la expresin, que al patrimonio literalmente se
lo lleve el tren.
No s hasta donde el producto de mis malabares ha sido exitoso (o
al menos til). Ser tarea del lector juzgar por si mismo el
resultado. Pero lo cierto es que por ganas no ha quedado. Dos
comentarios adicionales antes de pasar a dar crdito a quien crdito
merece en esta aventura que hoy finalmente llega a fin: primero, el
tono del trabajo. S que no es muy frecuente que en una tesis
doctoral se use un tono informal. Lo siento y juro que no es mi
culpa. Pero como, a final de cuentas, esta es m tesis, despus de
mucho sueo sacrificado ponderando el asunto, decid escribir usando
precisamente un tono personal. He intentado que muchos de los
comentarios anecdticos recaigan en notas a pie de pgina, en las que
tambin he descargado argumentaciones o detalles subsidiarios. Lo
digo quiz si al lector el tono le molesta, puede entonces evitarse
molestias no leyendo
! 14 las notas a pie de pgina. Por desgracia, el recurso no
siempre fue posible y quedaron cuestiones personales en el texto
principal. Disculpas. El segundo comentario: todas las
traducciones, salvo en los pocos casos especificados, son mas.
Claro que no faltar el que seale que son traducciones del ingls al
gandariano, ya que mi extranjerismo es delicioso y traduzco
recuperando todo lo que puedo del sentido de los textos originales
(con lo que de paso introduzco anglicismos y mi redaccin denota el
origen del texto traducido). En todo caso, se reportan las
referencias especficas, por si alguien quiere cotejar con dichos
textos. Las citas en muchas ocasiones son extensas, pero me pareca
indispensable recuperar la formulacin del autor verbatim.
Agradecimientos
Escribir esta es una tarea que, por la mera longevidad del
asunto, difcilmente hubiera podido llevarse a cabo sin apoyo. Hay
muchas gentes e instituciones a las que es justo reconocer. Como
suele en estos casos, el riesgo es dejar fuera a alguien, pero es
preferible a no mencionar a nadie.
Empezar con Michigan. Debo a Henry Wright, del Museo de
Antropologa, el estmulo para explorar cmo mejorar nuestra
comprensin de las teoras en arqueologa. Su propio anlisis mediante
diagramas de flujo es el antecedente directo de mi inters en el
asunto. A Peter Railton, del Departamento de Filosofa el haberme
mostrado, con afecto y paciencia infinita, que el mundo de la
filosofa de la ciencia era a la vez ms complejo y ms rico que lo
que mis propios esfuerzos autodidactas y que quiz no contena
exactamente las soluciones prefabricadas que yo esperaba encontrar.
A Lawrence Sklar, por su motivacin para conocer a fondo las ideas
de Popper, lo que indirectamente me llev a Lakatos. A Tim McCarthy,
cuyo curso de lgica simblica me dio las herramientas bsicas para
hacer lo que estaba proponiendo (y de paso mostrarme que en
realidad las matemticas eran un campo formidable, del que me perd
por completo durante mi formacin, a pesar de tener muy buenas
notas). Y, por supuesto, a Kent Flannery, la razn de que yo fuera a
Michigan para empezar y el interlocutor de muchas discusiones, en
las que mi apasionamiento me hizo perder la brjula en ms de una
ocasin pero l siempre estuvo ah, dndome impulso incluso para
disentir de sus ideas. A Joyce Marcus, quien fue en realidad mi
tutora esos cuatro aos (perdn Joyce, pero me sigue dando trabajo
seguir el consejo de redactar siguiendo la excelente regla que me
enseaste: sujeto, verbo, complemento, punto); a Robert Whallon,
cuyo curso me mostr que era por supuesto posible proponer buenas
teoras explicativas en arqueologa; y a Jeffrey Parsons, cuya serena
manera de ver las cosas me regres a la realidad en ms de una
ocasin, con un afecto solidario que no olvidar jams. A mis
compaeros, que tuvieron que aguantarme cuando las emociones me
convertan en una especie de montaa rusa y que siempre estuvieron ah
para apoyarme, particularmente a Olivier De Montmollin, Virginia
Popper, Mike Blake, Mary Hodges, Kim Smiley, Carla Sinopoli, Chip
Willis y el inolvidable Nick (Sir)
! 15 James. Y al personal administrativo del Departamento y del
Museo (Marjorie y Maureen), que me ayud para resolver ms de una
maraa burocrtica, me hizo sentir siempre bienvenido y me facilit
muchas cosas, especialmente cuando en los cuatro aos que estuve en
Ann Arbor en Mxico el peso se hundi de 36 por dlar a ms de 180. Mi
estancia all fue posible mediante una beca de la Fundacin
Fullbright (espero que esta tesis tarda compense en algo su
inversin), otra del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologa
(CONACYT) y las facilidades que me otorg el Instituto Nacional de
Antropologa e Historia aunque luego me descontaran esos aos de mi
antigedad.
La ENAH ha sido otra protagonista especial en esta aventura.
Generacin tras generacin de alumnos me han tenido que soportar mis
obsesiones y han sido sometidos a dosis de epistemologa que otros
consideraran peligrosos para la salud. En particular, a los
extraordinarios Tepeapulcos (Fernando Lpez, Ignacio Rodrguez y Tere
Garca); a los Rufos (Vctor Ortiz, Eliseo Linares, Alberto Aguirre y
todo un grupo maravilloso); a la generacin de Manuel de la Torre,
Rosa Elena Gaspar, Magdalena Garca y, de nuevo, a todo ese otro
grupo excepcional); a mis alumnos del Curso de Epistemologa y
Metodologa de las Ciencias Sociales, de la Divisin de Posgrado en
sus sucesivas ediciones. Esta tesis es el resultado directo de la
intervencin de Patricia Fournier (mi sister), que descubri que
nunca me dieron de baja en el primer intento de hacer el Doctorado
en la ENAH, sino que solamente perdieron mi expediente
(literalmente) en el fondo de un archivero. Para entonces yo ya
estaba en el proceso de cursar de nuevo el doctorado. Ella hizo que
ese proceso fuera lo menos complicado y doloroso posible; y me anim
a insistir en la tesis que realmente yo quera hacer, a sabiendas de
que quiz no iba mostrar profusamente todo lo que aprend con ella y
con mi otro maestro, Stanislaw Iwaniszewski, sobre antropologa
simblica. Con ambos estoy muy agradecido y en deuda; as como con
Rosi Brambila, con quien curs el doctorado la primera vez y que, no
solo es una interlocutora formidable, sino que llegado el momento
fue una pieza clave para facilitar mi cambio a la lnea de
Arqueologa Simblica. Sin su apoyo simple y sencillamente no habra
tesis. Las diferentes coordinadoras de la Maestra, desde la propia
Patricia hasta Cristina Corona, pasando por Vera Tiesler y Wally
Wiesheu, me otorgaron siempre facilidades para continuar
investigando sobre los temas que me apasionan; mis estimados
compaeros de la Academia, junto con Cristina, hicieron posible que
mi sabtico fuera destinado elaborar esta tesis. Agradezco tambin a
las autoridades de la Escuela, particularmente a Francisco Ortiz y
Federico Martnez, su apoyo para que el sabtico se realizara, adems
de su continuo apoyo personal y emocional.
El que pudiera yo dedicarme a hacerla en un contexto tan
propicio y estimulante como el Colegio de Michoacn (COLMICH) se lo
debo en primer lugar a Efran Crdenas, que fue el de la idea de una
estada sabtica en el Centro de Estudios Arqueolgicos del COLMICH en
la Piedad. La idea se hizo realidad gracias a Magdalena Garca,
compaera en tantas aventuras acadmicas, quien como Coordinadora del
Centro siempre me otorg todas las facilidades para que
! 16 esta tesis llegara a fin, incluyendo la oportunidad de
traer al Dr. Sanders a la Piedad este marzo pasado (2007). Mis
colegas y alumnos en el CEQ, particularmente la actual generacin de
la Maestra y la gentil presencia de Alberto Aguirre y Verenice
Heredia en las discusiones de mi curso de teora arqueolgica, me
permitieron someter a prueba ante un pblico exigente pero carioso,
la ltima versin de las ideas que ahora el lector tiene ante sus
ojos. A todos ellos y, por supuesto, a la Presidencia del COLMICH,
al Dr. Diego, al Dr. Zrate y su equipo, les estoy profundamente
agradecido. No solamente me pas uno de los mejores aos de mi vida
(as es), sino que pude disfrutar de la hospitalidad de La Piedad,
Zamora, Ptzcuaro y particularmente la belleza de la extraordinaria
ciudad de Morelia. Fue en Michigan donde surgi la idea de probar el
procedimiento de anlisis aplicndolo a una teora sobre la que mi
opinin y la de algunos de mis maestros diferan: la de Sanders,
Parsons y Santley (en lo sucesivo SPS, para abreviar), de 1979,
expresada en lo que en Mxico conocemos afectuosamente como la
Biblia Verde, por referencia al color del empastado de su libro
[Sanders, et al. 1979]. Sanders haba sido mi maestro en aquel
memorable Taller de Adiestramiento Avanzado en Arqueologa,
organizado por el INAH en 1973 y en el que tuve el placer y el
honor de ser alumno tambin de Flannery y de Armillas. Su claridad
terica (que l modestamente niega) ha sido siempre una gua, incluso
a la distancia, en el tiempo y en el espacio. Aunque las
discusiones epistemolgicas y metodolgicas no le entusiasman tanto
como a m, me ha soportado con muy buen nimo todos estos aos y tuvo
la enorme gentileza de acceder a venir a La Piedad, Michoacn en
marzo de este ao (2007); aqu no pudo evitar mi emboscada y tuvimos
ms de una de esas discusiones, que en parte quedaron reflejadas en
poco ms de seis horas de video y audio en las que se documenta lo
que en el texto refiero como Entrevista 2007. Su opinin era
fundamental para ver si mi intento de formalizar su teora tena
sentido y lograba aproximarse cuando menos a la superficie de su
propuesta. El y su esposa Lilly merecen un agradecimiento
especial.
A lo largo de los aos ha habido colegas que tuvieron que
resistir lgrimas de aburrimiento ante mi ensimo recuento de la
importancia del anlisis terico; y an as me siguieron apoyando: a mi
queridsima Linda Manzanilla, con quien compart no solamente muchas
temporadas de campo sino prcticamente toda nuestra trayectoria
acadmica y siempre estuvo ah para apoyarme; Mario Cortina, gracias
a quien realmente entend el formalismo de la lgica de la refutacin
(y muchas otras cosas); Mari Carmen Serra, que ms de una vez me
hizo ver no era necesario polarizar para lograr que se entendiera
mi planteamiento, adems de darme la oportunidad (como Litvak lo
hizo antes) de conocer y poder platicar con algunos de mis hroes (o
nmesis) en la teora arqueolgica; y, por supuesto, al Grupo Evenflo,
comandado por Felipe Bate, que me ayud a consolidar mi transicin
entre la arqueologa procesual y la arqueologa social
latinoamericana a mi regreso de Michigan; y al grupo Oaxtepec, en
donde Luis Guillermo Lumbreras, Mario Vargas, Iraida Sanoja, Hctor
Daz-Polanco y el resto de los compaeros
! 17 siempre tuvieron una solidaridad a prueba incluso de mi
novatez en el marxismo. Ellos fueron de los primeros en tener que
sufrir mi insistencia en la importancia de la explicacin causal y
mis criticas a lo que crea era una mala teora marxista del origen
del estado (la del modo de produccin asitico).
Mencin especial tienen mis compaeros de generacin en la ENAH,
que han soportado mis disquisiciones tericas todos estos aos:
especialmente Linda Manzanilla, Alejandro Martnez, Alicia Blanco,
Antonio Benavides, Eduardo Merlo, Pilar Luna, Juan Yadeun. Y a los
colegas espaoles (incluyendo a los canarios) que han insistido en
que lo que hago puede ser til: Oswaldo Arteaga, Francisco Nocete,
Jos (Pepe el Uru) de Len y Saturnino (Sanjo) Fuentes y los dems
entraables colegas y alumnos canarios.
Y, por supuesto, un agradecimiento a mi comit doctoral: Arturo
Oliveros (otro cmplice de muchos lances en la vida); Stanislaw
Iwaniszewski; Hctor DazPolanco (con quien sostengo una polmica que
empez hace ms de 20 aos y no termina, aunque me preocupa que cada
vez estoy ms de acuerdo con l); el Dr. Len Oliv, quien me orient
muchsimo en las lecturas para esta tesis y del que, en diferentes
momentos del tiempo, he tenido oportunidad de aprender mucho; y,
por supuesto, mi director, gur y consejero espiritual, Felipe Bate
por, entre una infinidad de otras cosas, alentar que yo pueda
finalmente exorcizar mis demonios y escribir, aunque sea con
rditos, esta tesis que debi haber sido escrita hace muchos aos. Su
gua respetuosa y su esmerado, acucioso y carioso trabajo de
correccin han hecho una gran diferencia en el resultado (aunque,
como se dice en estos casos, los errores que queden siguen siendo
mos).
Nunca hubiera soado con un doctorado en Michigan sin el
patrocinio y aliento de mi padre, Manuel Gndara Mendieta, que antes
hizo posible mis estudios en la ENAH; o sin el entusiasmo de mis
hermanos Marinela y Felipe. Un agradecimiento especial a Anita
Salazar, a quien le toc acompaarme y vivir en carne propia la
experiencia michigana y luego toda una vida juntos; a mi hija
Mariana, a quien el texto que hoy ve la luz le debe horas que
debieron dedicarse a ella y an as siempre ha apoyado sta y muchas
otras de mis locuras. A Luis Miguel Rodrguez, responsable de mis
incursiones en la televisin y eficaz asesor sobre el tono que deba
adoptar en esta tesis, adems de ser un polemista eficaz y solidario
que siempre tiene los pies sobre la tierra, lo que me regresa a m
de las abstracciones de la teora a las realidades pragmticas. A Jos
Rodrguez, compaero que ayud siempre a mantener la fe en que s se
puede, apoy el trabajo grfico y de correccin de la tesis y me ha
seguido siempre, incluso en las ms audaces de mis exploraciones; y
a Valentn Cipriano, mi anfitrin y compaero en Morelia, que tuvo que
soportar las angustias, desveladas, prisas y depresiones que implic
intentar entregar este texto a tiempo y estoicamente no solo las
aguant, sino que a cambio hizo de mi estada aqu una experiencia
maravillosa que atesorar toda mi vida
! 18
A todos ellos (y a aquellos que omit u olvid -perdn), muchas
gracias!...
Morelia, Junio de 2007
! 19
Introduccin
Para qu hacer un viaje al pasado?En 1979 Sanders, Parsons y
Santley (en lo sucesivo SPS para abreviar) publican The Basin of
Mexico [Sanders, et al. 1979]. Este libro representa la culminacin
de ms de 15 aos de investigacin de William Sanders. E
indirectamente, uno de los logros de un colectivo de trabajo que,
convocado en 1960 en Chicago por Eric Wolf, se traz una meta de
investigacin de largo plazo: explicar por qu el altiplano mexicano
y en particular lo que en ese momento llamaban el valle de Mxico,
haba sido el asiento de la hegemona poltica y cultural de buena
parte del territorio mexicano a lo largo de su historia [Wolf
1976b].
Ni Wolf, ni su cmplice en esa convocatoria, ngel Palerm, eran
arquelogos. Pero ambos conocan las crticas de Julian Steward a la
arqueologa particularista histrica, que reduca la historia a
secuencias cermicas y no se atreva a formular explicaciones. Varios
de los miembros de el grupo convocado compartan las teoras de
Steward [1949] y Karl Wittfogel [1957] y queran determinar qu tanto
podan ayudar a resolver un problema especfico: el del origen y la
transformacin de la civilizacin mesoamericana. El grupo pensaba que
el problema poda no solamente plantearse, sino resolverse desde la
arqueologa, con apoyo de la etnohistoria y otras disciplinas
antropolgicas.
Cuando muchos arquelogos dudaban todava que la disciplina
pudiera enfrentar problemas sobre la organizacin social o el poder,
Wolf, Palerm, Armillas y el propio Sanders se atrevieron a realizar
varias conjeturas temerarias: entre ellas, que la irrigacin y las
tcnicas de cultivo intensivo haban tenido mucho que ver con el
desarrollo temprano y el subsiguiente crecimiento de la civilizacin
en el centro de Mxico. De inmediato hubo voces escpticas: Pero si
nunca se ha encontrado un solo canal!, a lo que visionarios como
Pedro Armillas, contestaron: Porque nunca antes se han buscado
[Armillas, comunicacin personal, Taller de Adiestramiento Avanzado
en Arqueologa. INAH. Mxico. 1973]. La realidad pronto les dara la
razn: como surgidos de la nada, empezaron a reportarse no solamente
canales, sino complejos sistemas de control de agua. Si hemos de
creer el recuento de Wolf (que aparentemente est un poco
idealizado, a decir de Sanders [Entrevista 2000] los participantes
en la reunin, no solamente definieron el problema, sino la manera
de abordarlo. En un consenso indito, arquelogos de diferentes
instituciones y tradiciones acadmicas fijaron la estrategia y el
conjunto bsico de tcnicas a emplear. El resultado fue que, aunque
cada proyecto era independiente, en conjunto se convertan en un
esfuerzo a escala regional, involucrando prcticamente toda la
cuenca de Mxico. Se
! 20 emplearan (y subsecuentemente se perfeccionaran) las
tcnicas de reconocimiento y recoleccin de superficie que con xito
haban sido empleadas en otras regiones, inspiradas en la llamada
arqueologa de asentamientos. De nuevo, enfrentaran con ello la
crtica de sus colegas, alguno de los cuales incluso acu el trmino
arqueologa superficial para burlarse de la idea. Cada participante
se hara eventualmente cargo de una diferente rea dentro de la
regin. Ren Millon trabajara Teotihuacan, iniciando con un mapeo
exhaustivo apoyado en fotografa rea restituida; Armillas se encarg
del suroeste de la cuenca, incluyendo Xochimilco. Y Sanders y su
equipo prcticamente el resto de la regin, un vasto territorio del
que se saba poco, excepto por excavaciones puntuales en sitios como
Tlatilco, Copilco, Cuicuilco o Zacatenco. No se haban llevado a
cabo reconocimientos sistemticos regionales y el equipo de Sanders
era conciente de que haba que localizar y registrar los sitios
existentes, antes de que el inminente crecimiento de la mancha
urbana de la ciudad de Mxico destruyera los sitios o hiciera
imposible su estudio. En las siguiente dos dcadas, apoyado por
cerca de medio centenar de arquelogos, dirigidos por los entonces
ayudantes de Sanders, como Jeffrey Parsons (que trabaj Texcoco) o
Richard Blanton (encargado del reconocimiento de Iztapalapa),
Sanders y su equipo intentaran lo que pareca una proeza imposible:
lograr una cobertura del 100% de la Cuenca (descontando
Teotihuacan, que, como mencionamos, investigara Millon).
Simplemente el aporte emprico del proyecto de Sanders hubiera sido
razn suficiente como para que su trabajo se reconociera como una
importante contribucin. Pero Sanders fue ms all: innov las
estrategias y las tcnicas de trabajo de superficie (lo que an su ms
severo crtico, Blanton [1990], ha reconocido) y dise, con apoyo de
sus ceramistas, formas ms expeditas de anlisis cermico que pudieran
fijar periodos cronolgicos ms finos. No obstante, el aporte
medular, en mi opinin, vendra despus: Sanders hara una contribucin
central en el terreno terico, no slo se atrevi a contestar la
pregunta que haban formulado Wolf y Palerm veinte aos atrs, sino
que nos regalara, con Parsons y Santley, una teora claramente
delimitada sobre el origen del estado en Teotihuacan. Ese es, sin
menosprecio de la importancia de las otras contribuciones
contenidas en The Basin of Mexico, su aporte central; y razn
suficiente como para ganarse un lugar en la historia de la
antropologa. O al menos eso pensamos algunos. Pronto otras voces
pondran todo esto en duda.
Una re-saa discordanteAntes de que el libro de SPS empezara
realmente a recibir el reconocimiento que en mi opinin mereca
(presente en dos reseas de la poca: Brown [1980], Brush [1981]), se
inici la campaa para su descrdito. La sorpresa es que la crtica
viniera de alguien tan cercano.
! 21
En efecto, en 1981, uno de los antiguos colaboradores del
proyecto de Sanders, Richard Blanton, public una resea en American
Anthropologist [Blanton 1980] en la que expresaba sin ambages su
opinin. Cito en extenso:
De no ser por los mapas, sin embargo, no puede considerarse que
The Basin of Mexico sea en mucho una contribucin a la arqueologa
antropolgica. Las fallas del libro son tan numerosas y tan serias
que enmascaran lo que pudiera haber de valor. Como era de
esperarse, este libro ha sido usado como un vehculo ms para las
envejecidas teoras ecolgicas de Sanders, en las que el crecimiento
demogrfico (que se toma como dado) es visto como la mquina que
conduce la evolucin cultural y la intensificacin agrcola. Sanders,
Parsons y Santley estn tan fuertemente comprometidos con este
enfoque, de hecho, que incluso a la luz de hallazgos empricos
contrarios en los reconocimientos, se ven forzados a hacer
declaraciones bizarras. [] Queda pendiente que expliquen por qu
[las leyes que usan] se aplican solamente cuando les conviene para
preservar sus ideas sobre el papel de la presin demogrfica. [] Un
problema consistente en este volumen es la falla en consultar la
literatura de tal manera que sus enunciados y teora puedan ubicarse
en el contexto de puntos de vista alternativos. [] Todo es
deformado, contorsionado, amoldado, forzado o retorcido para que
quepa en su modelo a priori . No hay ningn sentido de
descubrimiento; ninguna inclinacin para ver qu poda aprenderse de
los datos que pueda ser nuevo y diferente, aunque eso pudiera
forzar el abandono de algunas ideas y el desarrollo de otras
nuevas. En cierto sentido, no se siquiera por qu se molestaron en
hacer los reconocimientos. Estn tan seguros del poder de sus
explicaciones de ecologa cultural que lo ltimo que requieren es
informacin nueva. [] La carencia de una actitud de cuestionamiento
los ha llevado a una atrofia analticaellos no necesitan mtodos
analticos. Para qu analizar los datos cuando uno ya sabe de
antemano las respuestas (o al menos cree que lo hace)? Por
desgracia, los investigadores interesados en probar hiptesis
alternativas tampoco podrn hacerlo. Excepto por los mapas, no se
presenta ningn otro dato en bruto. Los reconocimientos de la Cuenca
de Mxico pudieron haber jugado un papel importante en esa parte de
nuestra disciplina preocupada con la evolucin de las sociedades
complejas, pero no lo hacen (con excepcin del estudio de Ren Millon
en Teotihuacan). Con Sanders, Parsons y Santley al timn, todo lo
que obtenemos es una teora obsoleta y sobre simplificada, una
incapacidad para utilizar incluso aquellos mtodos analticos que son
de uso comn y un fracaso en
! 22 publicar los datos de manera completa. The Basin of Mexico
deja mucho que desear [Blanton 1981:223-224, nfasis mo].
En ese entonces yo era alumno de doctorado en la Universidad de
Michigan. Recuerdo haber ledo la resea y quedarme pasmado que de un
ataque tan visceral hubiera sido aceptado por los editores de la
revista. Pronto aprend que en adelante ese sera el tono al respecto
y que haba que aplaudirle a Blanton el que cuando menos lo haca por
escrito y con una semblanza de argumentos cuya validez analizaremos
ms tarde: La teora de Sanders, Parsons y Santley es tan, pero tan,
pero tan mala, deca una profesora, que hasta Jeffrey [Parsons] se
da cuenta! A m el comentario no me produjo ninguna hilaridad. Me
pareca un doble insulto, a Sanders y al propio Parsons. Parsons era
profesor del Departamento de Antropologa en Michigan y en los
cuatro aos que estuve ah yo jams lo o proferir, en clase o fuera de
clase, un ataque personal contra ningn colega, mucho menos contra
otro profesor del Departamento. Por el contrario, es una de las
personas ms gentiles, serenas y ecunimes que he tenido el placer de
conocer, que siempre reconoce y aprecia los aportes de los dems.
Pero al menos en Michigan pareca existir un consenso de que el
libro escrito con Sanders y Santley era una especie de anacronismo
inoportuno: cmo poda alguien atreverse a proponer una teora de
primer motor, cuando no slo todas las teoras, particularmente las
de primer motor, sobre el origen del estado estaban refutadas, sino
que se cuestionaba la legitimidad misma de explicar el origen del
estado. Lo que se requera era un regreso a los datos. Este
incidente fue la gota que derram un vaso que se haba empezado a
llenar cuando tom el curso de Henry Wright sobre orgenes del
Estado. Con pulcritud y seriedad, Henry mostr cmo ninguna de las
teoras del estado (incluyendo cuando menos tres de su propia
autora), sobrevivan a un examen crtico, ya fuera desde el punto de
vista de la teora, pero particularmente en trminos de la evidencia
disponible. Recuerdo que, sorprendido, pregunt Entonces, cmo vamos
a explicar el origen del Estado? A lo que Henry contest, con
excelente irona, de veras crees todava en la explicacin? Para m el
asunto no era menor. Como docente en la Escuela Nacional de
Antropologa de Historia (ENAH), haba enseado en los ltimos tres aos
(de 1975 a 1978), que la meta de la arqueologa era la explicacin. Y
crea firmemente que el modelo hempeliano de la explicacin, que
requiere leyes generales, era la mejor gua para la arqueologa.
Henry no estaba de acuerdo. Para l el trmino ley general sonaba
demasiado pretencioso y adems conjuraba la imagen de conocimiento
absoluto, final, irrefutable, que a l personalmente no le pareca
compatible con una imagen de la ciencia, como siempre, en proceso
de revisin y cambio.
! 23 Pero de Henry aprend que una opinin tan fuerte como esa
teora est refutada deba ir respaldada con un anlisis serio. Ms
adelante comentar sobre el mecanismo de anlisis terico propuesto
por Henry, que es el antecedente directo de la propuesta que
constituye el centro de esta tesis. Es decir, a diferencia del
incidente comentado antes, las teoras no se refutan simplemente con
un comentario de mal gusto en el saln en que se toma el caf.
De ah pal realHaban surgido entonces las inquietudes centrales
que motivan esta tesis: Cmo podemos evaluar una teora en trminos
que vayan ms all de los gustos personales, los rencores
profesionales o incluso las lneas partidarias? En particular: cundo
podemos decir que realmente hemos refutado una teora?; realmente ya
no es deseable o factible plantear la explicacin como meta de la
arqueologa (aunque sea con un modelo diferente al hempeliano)?; es
la refutacin al estilo en que se practicaba en Michigan en ese
momento una prctica que realmente fomentar el avance de la
disciplina? Y, en particular, realmente estaban refutados Sanders,
Parsons y Santley? Mis dudas respondan no solamente a un
sentimiento de justicia y juego limpio y a mi aprecio personal por
dos de los autores refutados (Sanders fue mi maestro en aquel
inolvidable Taller Avanzado en Arqueologa, de 1973, junto con
Flannery y Armillas; y asist como oyente al curso de Parsons
durante el doctorado en Michigan). Adems del aspecto personal,
emocional, todo el asunto de las refutaciones al estilo michigano
iba a contra corriente de lo que estaba aprendiendo en los cursos
de filosofa de la ciencia, tanto del Dr. Peter Railton como del Dr.
Larry Sklar, de quienes aprend sobre Hempel, Kuhn, Popper y
Lakatos, entre otros autores. En particular, contradeca la
propuesta central de Lakatos de que no existe refutacin sin
alternativa, regla que claramente estaba siendo violada en el
momento en que se supona que todas las teoras sobre el origen del
estado estaban refutadas simultneamente. Sin embargo, surga ahora
un meta-problema: cuando confront (de una manera muy torpe, por
cierto) a algunos de mis maestros en Michigan con el hecho de que
nuestras refutaciones no seguan lo que propona la filosofa de la
ciencia, lo que obtuve de varios de ellos era un rechazo ms o menos
rotundo a aceptar que la filosofa de la ciencia tuviera algo que
ver con la arqueologa. De ah el meta-problema: ser cierto que la
filosofa de la ciencia o al menos partes de ella- sean totalmente
irrelevantes para la prctica arqueolgica? Contestar afirmativamente
tiene dos consecuencias importantes, que generan a su vez nuevas
preguntas: la primera, de ser cierto qu hace tan especial a la
arqueologa como para que nuestras teoras sean inmunes al anlisis
filosfico, o ste les sea irrelevante? O bien, tesis todava ms
fuerte ser acaso que lo que sucede es que la filosofa de la ciencia
es en general irrelevante a la prctica cientfica?
! 24
Intentos de solucinIntentar mostrar en esta tesis que, entendida
de la manera en que propondr adelante, la filosofa de la ciencia
(en este caso, filosofa de la arqueologa) es no solamente relevante
a la prctica de la arqueologa, sino que es inevitable; y que
quienes, como Blanton, piensan que teoras como la de SPS estn
refutadas, estn ya practicando una forma de anlisis filosfico del
tipo que supuestamente es irrelevante. Es ms, propondr como
hiptesis central que, apoyados en los hallazgos de la filosofa de
la ciencia y el propio trabajo reflexivo de la arqueologa, es
factible establecer mecanismos y criterios de evaluacin que
permitan evaluar teoras y seleccionar racionalmente entre varias
opciones disponibles. Y -lo que son las cosas- intentar mostrar
que, aplicados estos mecanismos y criterios de evaluacin, lejos de
estar refutada, la teora de Sanders, Parsons y Santley era quiz una
de las mejores en ese momento. Si los argumentos que presentar son
mnimamente plausibles, ello nos permitir llegar a una conclusin
final: que la concepcin del mtodo (y particularmente del papel de
la refutacin) que se tena en ese momento, actu finalmente en contra
de la arqueologa procesual: los propios arquelogos procesuales
abrieron la puerta a la crtica postprocesual, introdujeron el
escepticismo sobre la explicacin y estn llevando a la arqueologa de
regreso a versiones del particularismo histrico del que nos cost
mucho trabajo salir. En cierto sentido, esta tesis es como una
cpsula de tiempo, esos dispositivos que han promovido la NASA y
otras agencias, en las que se concentran artefactos y documentos
representativos de nuestra cultura en ese momento de tiempo y que
son enterrados o lanzados al espacio como muestra de nuestra poca.
En nuestro caso, regresaremos a los inicios de la dcada de 1980
para hacer una especie de radiografa de las concepciones
metodolgicas en boga, bajo las que la teora de SPS estaba refutada.
Utilizando herramientas disponibles en ese momento y tomando la
teora de SPS como caso de estudio, intentaremos determinar hasta
dnde era justificado considerar a la teora como refutada.
ObjetivosDe la exposicin anterior se derivan algunos de los
objetivos centrales de este trabajo: 1) Mostrar, a partir de un
estudio de caso, que la falta de claridad sobre el contenido de una
teora sustantiva puede llevar a formular dicha teora de
! 25 manera incompleta lo que, a su vez, la abre a crticas
injustificadas o tangenciales; 2) Mostrar que el falsacionismo
dogmtico (la idea de que con un caso en contra una teora est
refutada y debe abandonarse) es una mala apuesta como posicin
metodolgica para la arqueologa; y que la refutacin real es algo
mucho ms complejo que lo que se ha reconocido hasta ahora; 3)
Mostrar que los supuestos metodolgicos (como el implcito en el
falsacionismo dogmtico) derivan, en buena medida, de supuestos
epistemolgicos, cuya crtica puede ayudarnos a buscar opciones ms
eficaces; 4) Mostrar que nuestras teoras sociales se construyen a
partir de supuestos valorativos (para qu y para quin teorizamos) y
ontolgicos (cmo asumimos que es la realidad) y que, en ocasiones,
dichos supuestos prcticamente estn a flor de piel en las teoras
sustantivas. Es decir, que se nos est vendiendo, veladamente, una
filosofa poltica o una posicin tica como si fuera una construccin
emprica 5) Apuntar hacia la construccin de un realismo social,
compatible con el realismo en general, pero tambin con un
reconocimiento pleno de que parte de la realidad social es, en
efecto, construida simblicamente por los sujetos 6) Relacionar el
anlisis terico, aparentemente un asunto abstracto y formal, a las
necesidades prcticas y tareas ms urgentes de la arqueologa, como la
conservacin del patrimonio arqueolgico
Hiptesis principal e hiptesis subordinadasEn general, el
proyecto es del tipo que he llamado investigacin instrumental, dado
que las hiptesis principales tienen que ver con cmo mejorar un
procedimiento; en nuestro caso, un procedimiento de anlisis y
evaluacin de la teora. Es decir, se trata fundamentalmente de
hiptesis instrumentales, ms que de nuevas propuestas de teoras
sustantivas, aunque en algn punto intentar mostrar que la teora
original de SPS puede mejorarse con modificaciones menores, que
precisamente incorporan aspectos simblicos a la propuesta. La
hiptesis central, esbozada arriba, es que apoyados en los hallazgos
de la filosofa de la ciencia y el propio trabajo reflexivo de la
arqueologa, es factible establecer mecanismos y criterios de
evaluacin que permitan evaluar teoras y seleccionar racionalmente
entre varias opciones disponibles.
1. El anlisis terico ayuda a formalizar y sistematizar una
teora, hacindola a la vez ms vulnerable a la crtica legtima y menos
vulnerable a las crticas espurias; 2. La crtica al falsacionismo
dogmtico es aplicable a las refutaciones de la arqueologa sistmica,
entre ellas la de la teora de SPS, con lo que una de las fuentes de
evidencia en contra de la explicacin como meta (el fracaso de las
teoras explicativas) se debilita;
! 26 3. El falsacionismo dogmtico deriva de supuestos
epistemolgicos empiristas ingenuos y comparte con el neopositivismo
ms elementos que la arqueologa sistmica quisiera aceptar. En
consecuencia, la adopcin de una epistemologa diferente, en este
caso el falibilismo, puede orientarnos a una eleccin ms eficaz de
metodologa. 4. La ontologizacin es una forma de rehuir a la
explicacin, ya sea porque la capacidad explicativa de una teora
sustantiva a llegado a un tope momentneo, o porque es un recurso
para disfrazar con tintes cientficos propuestas que realmente son
expresiones de una filosofa poltica o una tica velada. Mientras ms
se retrase en la cadena explicativa la ontologizacin, ms frtil ser
la teora. 5. El materialismo no tiene porque ser incompatible con
una nocin de agencia, o con el que ciertas partes de la realidad
social las construyan, en efecto, los sujetos. Las construcciones
sociales, una vez sancionadas colectivamente, adquieren tanta
realidad como cualquier otro proceso. 6. El anlisis terico tiene
consecuencias prcticas de aplicacin inmediata a los problemas ms
urgentes de la arqueologa, dado que permite construir criterios con
los que defender mejor el patrimonio arqueolgico Y, con relacin a
la teora de SPS: 7. Analizada con las herramientas propuestas en
este trabajo, la teora de SPS nunca estuvo realmente refutada. Por
el contrario, fue posiblemente una de las mejores candidatas como
teora explicativa del origen del Estado en su momento. Con
modificaciones menores, que introducen algunos aspectos no
considerados originalmente por sus autores, esta teora
probablemente es la mejor entre las contendientes y a la que habr
de enfrentar desde la arqueologa social; por ello es relevante su
estudio para esta posicin terica
InstrumentacinDado que esta investigacin es de carcter
fundamentalmente terico e instrumental, para cumplir los objetivos
y evaluar las hiptesis centrales (y algunas de las subsidiarias)
expuestas, el procedimiento ser fundamentalmente de introduccin de
herramientas de anlisis terico (algunas derivadas de la literatura
metodolgica, otras propuestas propias) y su aplicacin al caso de
estudio. Es decir, intentaremos mostrar, utilizando las
herramientas propuestas, que la teora de SPS es ms de lo que
incluso SPS reconocen. Y que, as reconstruida, es una teora
particularmente fuerte; de hecho, al compararla con otras opciones
disponibles, se aprecia como una de las mejores de ese momento. Me
interesa que, sin perder el centro de atencin sobre la solucin de
las polmicas en la arqueologa, la tesis pueda nutrirse de lo que se
ha generado en la discusin de la filosofa de la ciencia social
contempornea y de la epistemologa en general. No pretendemos hacer
un tratado de metodologa, pero pensamos indispensable el abordar
esta temtica con esa perspectiva. Y, finalmente, tendremos que
ligar esa
! 27 discusin, aparentemente abstracta, al problema de la
conservacin del patrimonio arqueolgico.
El papel de la filosofa de la ciencia en la arqueologaEl lector
familiarizado con las polmicas hoy en filosofa quiz piense que, de
inicio, el proyecto entero es poco viable, particularmente a la luz
de las nuevas corrientes pluralistas. En palabras de un querido
amigo, Hctor Daz-Polanco, en una discusin informal hace unas
semanas: No estars tratando de revivir la osada de unos locos que
pretendan decirnos a todos cmo hacer la ciencia [Daz-Polanco,
Comunicacin personal. Marzo de 2007]. Se necesita entonces,
primero, al menos comentar brevemente el llamado giro naturalista
en la filosofa de la ciencia que suele fundamentar ese pluralismo;
y luego, el escepticismo que despierta en muchos colegas la
aplicacin de la filosofa de la ciencia, en particular en la
arqueologa. Pospondr la discusin del pluralismo al captulo 17.
El problema del naturalismo en filosofa de la
cienciaRecientemente y, como una de las muchas secuelas del llamado
historicismo en la filosofa de la ciencia y el neopragmatismo en
filosofa en general, se gener una reaccin a las pretensiones
normativas de la generacin anterior de filsofos de la ciencia. En
efecto, la disciplina haba tenido un doble carcter: por un lado,
pretenda ser descriptiva y analtica de la actividad cientfica; y
por otro, normativa en el sentido de ir ms all y ofrecer consejo
razonado (en su versin moderada) o adjudicar disputas (en versiones
ms fuertes) o incluso decirle a los cientficos cmo debe ser la
ciencia (en las versiones prescriptivas ms fuertes).
Kuhn y otros filsofos que eran tambin historiadores de la
ciencia, mostraron que buena parte de las pretensiones
prescriptivas de los filsofos no tenan fundamento en las prcticas
reales de los cientficos, al menos tal como lo recupera dicha
disciplina1 . El problema es que si, empricamente, no haba entonces
evidencia de ciertas prcticas de las que supuestamente los filsofos
extraan las lecciones que luego pretendan aplicar
prescriptivamente, estas lecciones perdan, cuando menos, parte de
su justificacin: entonces no estaban recuperando la prctica
cientfica real y codificndola, sino intentando pontificar sus
propias preferencias.
1
Es notoria, aunque seguramente apcrifa, la ancdota de Popper en
la que, al sealrsele que Galileo difcilmente habra realizado un
determinado experimento crucial desde una torre (la de Pisa?),
porque la torre en cuestin no estaba an construida, molesto replic:
Pues peor para Galileo. Primero los neopositivistas y luego los
racionalistas crticos insistan que nunca pretendieron hacer una
historia real de la ciencia, sino solamente su reconstruccin
racional. El problema no se reduce a cuestiones de detalle,
anecdticas, sino cruciales: siguieron realmente los cientficos las
reglas metodolgicas que estos filsofos dicen reconstruir
racionalmente? [Laudan 1984].
! 28
Lakatos [1983 (orig. 1971)] fue uno de los primeros filsofos en
notar que se daba entonces un matrimonio forzado entre la filosofa
de la ciencia y la historia de la ciencia. Y la relacin era
compleja: se supone que la historia de la ciencia sera el campo en
que se podran evaluar, a manera de teoras empricas, las propuestas
de metodologa de los filsofos. El problema es que existe una
circularidad: qu metodologa se emplear para evaluar esos episodios
histricos? Si lo que est en juego, precisamente, es cul metodologa
captura mejor la prctica cientfica a lo largo de la historia, es
necesario hacer historia primero. Pero para ello se requiere
emplear alguna metodologa. Feyerabend adelant una respuesta que se
anticip a la siguiente iteracin de este acertijo: en su opinin, la
historia (reconstruida con alguna metodologa que el no clarifica)
derrota todas las propuestas metodolgicas, incluyendo la de su
colega y amigo Lakatos. De ah Feyerabend derivaba la nica regla
prescriptiva posible en su opinin: Todo se vale [Feyerabend
1975:28; cap. 10]. La credibilidad del componente prescriptivo se
vio doblemente daada cuando nuevos estudios de sociologa e historia
de la ciencia mostraban a unos cientficos muy alejados de los
ideales propuestos por la filosofa de la ciencia clsica. Aunque a m
me parece en absoluto sorprendente, autores como Latour hicieron
una carrera proponiendo descubrimientos sensacionales, como el que
los cientficos son seres humanos, con pasiones, ambiciones e
intereses personales; y que, en virtud de esas caractersticas, se
apartan muchas veces de la racionalidad y honestidad perfecta de
los acartonados ejemplos de la filosofa de la ciencia clsica. La
intencin final era sostener un argumento antirealista y
supuestamente desbancador (debunking) traducido como devastador por
Oliv [2000:172]- de la ciencia, en opinin de un crtico
definitivamente ms calificado que yo: Klee opina que libro de
Latour est lleno de falacias derivadas de su intento de hacer una
etnografa del laboratorio sin mucho conocimiento de lo que estaban
observando y con una conclusin desde antes de empezar el trabajo,
en el sentido de que no existe tal cosa como un mundo independiente
que la ciencia descubre, sino solamente creaciones de las
comunidades cientficas a partir de las inscripciones contenidas en
sus registros de trabajo [Klee 1997:165-174]. Estos desarrollos y
otros que seguramente pueden agregarse a este breve recuento, como
el de Shapin y Shaffer [1985], tambin comentado por Klee
[1997:174-179], han llevado a que, durante la dcada de 1990,
empezara a generalizarse la idea de que quiz era tiempo de
naturalizar la filosofa de la ciencia, as como antes se intent
naturalizar la epistemologa. Es decir, convertirla en una
disciplina emprica, cuyas teoras en definitiva tendran que ser
evaluadas como las de cualquier otra disciplina emprica. De hecho,
se generaliza el trmino estudios de la ciencia (del ingls science
studies) que enfatiza el lado descriptivo-analtico de la filosofa
de la ciencia y la ve como una de varias disciplinas relevantes al
estudio de la actividad cientfica junto con la historia, la
! 29 psicologa y la sociologa de la ciencia. El componente
prescriptivo se elimina, o al menos se reduce, de manera
considerable. Se pone en duda incluso la idea de que pudiera haber
tal cosa como una filosofa de la ciencia en general y se presta
mucha atencin a las disciplinas particulares. Parecera que incluso
se piensa que antes de intentar volver a proponer grandes
generalizaciones es necesario encontrar primero, inductivamente,
patrones locales en grupos o familias de disciplinas. Pero sigue
poco claro cmo se resuelve lo que, en principio, podra considerarse
el problema central de la filosofa de la ciencia: el de la
evaluacin de teoras. An concediendo que sus teoras sean tratadas
como teoras empricas, en mi opinin, lo que se logra es empeorar la
situacin previa a la naturalizacin de la disciplina: antes el
problema era determinar si era posible extraer lecciones sobre la
evaluacin de las teoras cientficas; ahora hay que aadir las de la
propia filosofa de la ciencia. La solucin pudiera estar en el
cambio de escala y estrategia: se analizan disciplinas particulares
(e incluso episodios particulares dentro de esas disciplinas): es
decir, la escala es local; y se espera poder generalizar al final:
es decir, se adopta una estrategia inductiva (que es la ruta que
parecera favorecer Willey [2002]). Oliv [2000] favorece otra,
basada en un constructivismo realista interno y plural, que
comentar luego (Cap. 17). En paralelo, parecera que algunos
filsofos de la ciencia estn dispuestos a cambiar tambin la
orientacin metodolgica: ir de una orientacin que en antropologa se
llama etic (es decir, en donde la evaluacin se hace por criterios
independientes y normalmente externos a los de la cultura que se
estudia), hacia una orientacin emic, en la que la ltima palabra la
tienen los propios miembros del grupo estudiado Harris [1982, orig.
1968: cap. 20, esp. p.510 y sig.]. No s si entiendo completamente
la motivacin y el grado al que este cambio est teniendo lugar, pero
en definitiva presenta un problema para la arqueologa (y creo que
para cualquier disciplina en general): a qu nativo creerle? Para
ver cmo es que este es un problema, regresemos brevemente a la
situacin que genera la motivacin para esta tesis: un grupo de
arquelogos, representados por Blanton, estn convencidos de que la
teora de SPS ha sido refutada o, al menos, que debe abandonarse
[Blanton 1981]. Otro grupo (notablemente representados por los
autores de la teora y sus seguidores) parece pensar que la teora no
solamente no ha sido refutada, sino que est quiz bastante
confirmada. A cul de los dos nativos creer? El ejemplo tiene otros
filos de inters: los trminos refutada y confirmada (o, ms
frecuentemente en la tradicin arqueolgica, comprobada) no son
originales del lenguaje de la arqueologa. Han sido tomados en
prstamo por los arquelogos (e internalizados a veces con
significados diferentes a los que tenan en sus contextos
originales) desde la filosofa de la ciencia (la del neopositivismo
o incluso de tradiciones previas). Es decir, estos nativos no
son
! 30 nativos que no hayan recibido el impacto de la aculturacin
de la filosofa de la ciencia. Pretender que son neutrales e
ingenuos me parece muy poco creble. Una solucin posible sera el
aumentar la escala del anlisis: salir del provincialismo de dos
grupos en oposicin y consultar a la comunidad en general a la que
pertenecen. De nuevo surge un problema: a cul comunidad?; aunque,
en este caso, parecera ser que el consenso se inclinara hacia la
opinin de que la teora de SPS ha sido refutada. Pero diferentes
comunidades probablemente tengan opiniones distintas, si no en
torno a esta teora en particular, s en relacin a asuntos de an
mayor envergadura. La mejor evidencia de este problema es el debate
actual entre los arquelogos procesuales (tradicin originaria de
Estados Unidos) y sus crticos, los llamados post-procesuales a los
que, siguiendo a Renfrew, yo prefiero llamar anti-procesuales.
Tomando a una subcomunidad dentro de este segundo grupo, el de los
arquelogos interpretativos, vemos que no existe ni siquiera acuerdo
en cuanto a cul es el objetivo que debe perseguir la arqueologa:
ellos proponen que es la comprensin interpretativa (verstehen, o
understanding, en lo sucesivo simplemente comprehensin, o
comprensin), mientras que la arqueologa procesual reivindic la
explicacin como meta de la arqueologa, meta que supuestamente
comparte con el resto de las ciencias. El recurso de incrementar la
escala, como se ve, ayuda poco. Y tampoco resuelve el problema de
que los nativos en cuestin no son inocentes: se nutrieron de la
filosofa de la ciencia de una o varias generaciones atrs; sus
posturas no son aspticas en torno a las recomendaciones
prescriptivas de la filosofa de la ciencia. Y ocurre con el debate
entre estas dos tradiciones que discuten a propsito cruzado
(cross-purposes) lo cual, como sealaba Kuhn, es comn que suceda
entre miembros de diferentes paradigmas.
La filosofa de la ciencia no solamente como una disciplina
analtica, sino como una tica de la actividad cientficaEn un acto
sin duda de arrogancia y osada, dado que el asunto supera mis
capacidades y rebasa los lmites de esta tesis- permtaseme intentar
cuando menos una conjetura razonada al respecto de este primer
problema: el de si la filosofa de la ciencia debe o no renunciar a
su lado prescriptivo y si es posible que se convierta solamente en
una disciplina emprica ms, evaluable como se evalan otras
disciplinas empricas. Ntese que mi argumento no ser en el sentido
de que debe evitarse que ciertos aspectos de la filosofa de la
ciencia se naturalicen, sino en torno a por qu no veo ni viable ni
conveniente que se naturalice en su conjunto. Presentar, de hecho,
dos argumentos: el primero, basado en el paralelismo entre
epistemologa y filosofa de la ciencia; el segundo, como una
caracterizacin de la actividad filosfica en general.
! 31 En cuanto al primero, de una fuerza limitada, por supuesto,
en la medida en que depende de una argumentacin por analoga, la
tesis sera que, si atendemos al xito que ha tenido el intento de
naturalizar la epistemologa, cuyos inicios se atribuyen en tiempos
modernos a Quine [1969], a casi cincuenta aos del inicio de este
movimiento, la epistemologa sigue viva como disciplina filosfica.
De nuevo, el centro del asunto no es que haya elementos de la
propia epistemologa que merezcan ser naturalizados, o aprovechen de
un enfoque naturalizador; ms bien, me parece que muchos temas
originalmente epistemolgicos de hecho han sido absorbidos para bien
por la ciencia emprica, como ciertos aspectos de la percepcin, que
hoy tratan la neuropsicologa y la ciencia cognitiva. Y mi argumento
es que este fracaso (al menos parcial) de las pretensiones
naturalizadoras se debe precisamente a las mismas razones: por un
lado, a que la reflexin epistemolgica es de una gran generalidad,
que ninguna disciplina emprica particular puede cooptar o acotar;
siempre ser posible hacer la pregunta epistemolgica bsica (cmo
sabes que?), que es previa o est detrs de cualquier pretensin de
conocimiento, independientemente del campo. Me imagino que esta
caracterstica es la responsable de que, durante mucho tiempo, se
considerara a la epistemologa como una especie de reina de las
disciplinas filosficas, dado que sus preguntas pueden hacerse no
solamente sobre cualquier enunciado emprico, sino tambin filosfico.
En el momento en que estn en discusin la justificacin o la verdad
de un enunciado, en ese momento la discusin es una meta-discusin
(elemento al que regresar adelante) que puede sin injusticia ser
llamada epistemolgica. Entonces, incluso los intentos de
naturalizacin que no provienen de la filosofa misma, sino de las
ciencias empricas, como es el caso de la llamada epistemologa
gentica de Piaget, son sujetos de una discusin que no se resuelve
en el marco interno de la teora piagetana. Puedo preguntarme si la
capacidad de conocer tiene un sustrato evolutivo; y a lo que
conteste puedo aplicarle la pregunta epistemolgica bsica, cuya
respuesta no podr provenir de la propia teora piagetana, so pena de
que entonces sta sea circular y no pueda, en consecuencia, competir
con otras teoras epistemolgicas naturalizadas, que con justicia
sealaran que dicho procedimiento las pone en desventaja. El
argumento de la generalidad de la epistemologa, de su carcter
fundacional, sin embargo, ha tenido sus crticos. Y uno de ellos, en
mi opinin, apunta en el proceso a una caracterstica de la
epistemologa que es relevante a mi segundo argumento sobre la
naturalizacin de la filosofa de la ciencia social. Por qu deberamos
preocuparnos por responder la pregunta epistemolgica bsica? La
respuesta tpica sera: para, en lo posible, contar con justificacin
para nuestras creencias; pero ello solamente abre otra pregunta Por
qu es bueno contar con justificacin para nuestras creencias? No
importa qu contestemos, la pregunta misma muestra que la
generalidad y carcter fundacional de la epistemologa debe rendirse
ante una pregunta entonces previa, de carcter valorativo. Ello
lleva a este autor a proponer que, en realidad, la epistemologa no
es sino una tica del conocimiento. Y que quiz la autntica reina de
las disciplinas
! 32 filosficas sea la tica (ver Brandt [1967), para una
discusin de los paralelos entre epistemologa y tica). Se ha sealado
que el argumento no es conclusivo, dado que podramos preguntarnos
cmo sabemos que el bien (o en este caso, la verdad) es el valor que
debemos promover. Pero en el debemos de nuevo ha entrado la
valoracin, as que el debate no se resuelve fcilmente. Mi inters no
es aqu resolverlo, sino mostrar que hay un componente valorativo
implcito en la epistemologa, que resulta tan fundacional como la
propia pregunta epistemolgica bsica. Y si este componente fuera
constitutivo de la epistemologa (y en mi opinin lo es), entonces
ningn intento de naturalizacin podr ser completo, porque siempre
quedar este residuo valorativo (o fundamento valorativo, como
prefiero llamarlo) que no podr ser absorbido por disciplinas
empricas particulares, como la psicologa cognitiva o la
neurofisiologa.2
Si se acepta la existencia de este componente valorativo de la
epistemologa entonces se entender por qu el intento de naturalizar
la ciencia natural no tendr ms xito que el que pueda tener la
naturalizacin de la epistemologa: sostengo que, en sus aspectos ms
distintivos, la filosofa de la ciencia, como su nombre lo indica,
no es sino la epistemologa de un tipo particular de conocimiento,
el conocimiento cientfico. Y ahora, de nuevo por analoga, propongo
que si esto fuera as, la filosofa de la ciencia heredara de la
epistemologa ese componente valorativo. Sera, adems de otras cosas,
una tica del conocimiento cientfico, intentando plantear las
directrices para conseguir un conocimiento confiable. Si este
componente valorativo se rechaza, entonces no hay manera de
justificar por qu la verdad (o al menos la ausencia de falsedad
reconocida) es una propiedad deseable de nuestras teoras. El
adjetivo revela este componente valorativo. La filosofa de la
ciencia, bajo este argumento, no podra renunciar a sus aspectos
prescriptivos sin renunciar a un componente vital de su quehacer.
Otro asunto, al que ahora paso, es cmo, desde dnde o quin debe
construir este aspecto prescriptivo, asunto que nos lleva a la
segunda de las preocupaciones planteadas al inicio de esta seccin:
el de la pertinencia, relevancia o necesidad de la intervencin
filosfica en la arqueologa. Y si esa intervencin es absolutista o
permite la pluralidad.
2
Esto asumiendo que las ciencias se centran en cuestiones de
hecho y no de valor. Claro que otra manera de enfrentar el asunto
es abolir esta distincin y reconocer que las propias disciplinas
empricas contienen elementos valorativos. Pero, para que el
programa naturalizador se cumpla, entonces, habr que naturalizar no
solamente la epistemologa, sino la tica. Y de hecho, de lograrse,
se resolvera de paso un problema apremiante de las ciencias
sociales y es que no parece ser posible hacer una ciencia social
sin un punto de vista tico y poltico explcito. Las limitaciones que
haba que fijar para escribir esta tesis me impiden profundizar en
este tema, pero creo que las propuestas de Peter Railton sobre
realismo moral pueden ser parte de la solucin.
! 33
La filosofa de la ciencia y la arqueologa: historia de una
catstrofe anunciada (e innecesaria)Varios libros relativamente
recientes se han dedicado a analizar la complicada relacin entre la
filosofa de la ciencia y la arqueologa (Wylie [2002], Pinsky and
Wylie [1989], Embree [1992], Hanen and Kelley [1989], Kelley and
Hanen [1988]). Este anlisis se haca indispensable, sobre todo
despus de comentarios como el de Renfrew [Renfrew, et al. 1982],
hecho en el periodo de inters de esta tesis: quiz haba llegado el
momento de reconocer que proponer la explicacin como meta, basada
en modelos generados por la filosofa de la ciencia (y en
particular, el de Hempel), no haba funcionado; y revisar la
utilidad o pertinencia de la manera en que los arquelogos estbamos
tomando de dicha disciplina. O todava ms directo hacia la Nueva
Arqueologa: Binford nunca produjo una ley [Renfrew 1983:4-5) y
salvo por los arquelogos de la ley y el orden, criticados en 1973
por Flannery [1973a), no mucha gente parece creer en eso. Otro
comentario indicativo del tono de las cosas en esas fechas es el de
Johnson quien, reseando un libro editado por Renfrew, considera
necesario iniciar diciendo que:
Como alguien que tiene simpata por aquellos cuyos ojos se ponen
vidriosos a la primera mencin de cuestiones epistemolgicas, djenme
decir solamente que estoy de acuerdo con Renfrew en que la relacin
entre la teora y los datos debe ser reflexiva. Los contribuyentes
de este volumen quiz estn demasiado cercanos a los datos, pero
cuando menos estn cercanos a algn dato. Esta es una condicin que va
en declive en los Estados Unidos y una que incluso se considera
ideolgicamente sospechosa en algunas partes [Johnson 1983:643;
nfasis en el original).
De manera an ms directa esta utilidad fue cuestionada un ao
antes por Flannery [1982), en un artculo que es una de las joyas de
la literatura arqueolgica: un increble despliegue de la
creatividad, sentido del humor y perspicacia de este autor, uno de
los ms grandes genios, sin duda, de la arqueologa de todos los
tiempos. Es una obra maestra y un punto de referencia para muchas
generaciones. Pero tambin es una diatriba contra lo que Flannery
considera los abusos e irrelevancia de la filosofa de la ciencia,
de los que aparentemente est ya harto y en los que ve poca promesa
(quiz uno en diez haga una contribucin). Lo que requerimos es un
regreso a los datos. El tono es claro desde el inicio, un epgrafe
tomado de un premio Nobel: Estoy felizmente demasiado ocupado
haciendo ciencia como para tener tiempo de preocuparme de filosofar
sobre ella [Flannery 1982:265). En esta parbola para los 80s tiene
tres personajes ficticios, recurso que permite que los
destinatarios reales de los ataques no puedan responder; uno de los
interlocutores de Flannery durante el viaje en el que tiene lugar
la historia, es
! 34 un arquelogo que era torpe en el campo, estaba frustrado y
en su momento ms oscuro, descubri la Filosofa de la Ciencia y volvi
a nacer [Ibd.):
El personaje central de la historia, el Old-timer (o viejito)
oye primero con paciencia las leyes (invariablemente triviales o de
otras ciencias) que el filsofovuelto-a-nacer ha explicitado. Luego,
ya medio irritado, propone a los otros dos interlocutores una
analoga entre la arqueologa y el foot ball americano: tpicamente el
comentarista deportivo ms ruidoso y crtico es precisamente el que
nunca fue jugador; y que, desde su cabina de transmisin, lejos del
sudor y esfuerzo fsico de la cancha, en el rea de prensa que est
colocada en lo alto, distante, Olmpica, cerebral y verbal. Dios,
vaya que si es verbal, pontifica sobre un juego que realmente hacen
los que estn en la cancha:
De repente se dio cuenta que el mundo creara un sendero hasta su
puerta si criticaba la epistemologa de los dems. De repente
descubri que mientras su diseo de investigacin fuera
extraordinario, no tendra ya que llevar a cabo la investigacin;
nada ms publica el diseo y sera considerado como modelo, un anillo
de bronce que cuelga inalcanzablemente lejos de aquellos que
realmente hacen recorridos de campo y excavan. No ms polvo, no ms
calor, no ms cuadrados de 5 pies [que este incompetente jams pudo
trazar correctamente]. Ahora trabaja en una oficina, generando
hiptesis y leyes y modelos que un interminable flujo de estudiantes
de postgrado ahora seran enviados a probar; porque l mismo ya no
hara ningn trabajo de campo [Flannery 1982:265:266).
Lo que est pasando ahora es que estamos encontrando un nuevo
tipo de arquelogo. Es una especie de Howard Cossell [el odiado
comentarista deportivo americano]. Se sienta en su cabina muy alto
sobre el campo de juego y cita a Hempel y a Kuhn y a Popper. Trata
de adivinar [second-guess] la estrategia de los jugadores y nos
dice cuando no estamos a la altura de sus expectativas. Lew Binford
dice, fue alguna vez una de las mentes ms rpidas en el campo, pero
francamente, esta estacin ha perdido un paso o dos. O, Es chocante
ver a un veterano como Struever cometer un error de principiantes
como ese Lo que me preocupa, hijo, es que cada ao haya menos gente
en el campo de juego y ms en la cabina. Se puede vivir bien en la
cabina, pero es un lugar que genera mucha arrogancia. Nadie ah
nunca falla una patada o, para tal efecto, se equivoca clasificando
ollas o echa a perder el dibujo de un perfil. Hacen juicios sobre
otros, sin exponerse ellos mismos a la crtica. Los tipos de la
cabina logran mucha visibilidad y algunos hasta se convierten en
celebridades. Lo que raramente se seala es que tienen poco si es
que algn impacto
! 35 estratgico o terico sobre el juego, porque estn demasiado
retirados de la cancha [Flannery 1982:271).
Afortunadamente, los jugadores reales saben eso, segn el
Old-Timer. Y saben que los de la cabina los ven como trabajadores
manuales y ya estn hartos de eso. Sobre todo cuando se pretende
crear un nuevo campo de teora arqueolgica, una misin ms elevada y
prestigiosa. Y si eso no fuera suficientemente malo, algunos estn
empezando a pensar que son filsofos de la ciencia, lo que quiz sera
excitante de no ser porque eso es lo nico en lo que son peores que
para la arqueologa de campo; y ni siquiera su incipiente dilogo con
los filsofos reales los salva, porque ahora tendremos filsofos que
no saben nada sobre la arqueologa, asesorando a arquelogos que no
saben nada sobre filosofa [d.:272). El Old-timer piensa que es
suficiente hacer una contribucin cuando menos a la arqueologa: Creo
que preferira ser un arquelogo de segunda que un filsofo de tercera
[Ibd.). Lo que el mundo espera de nuestra disciplina es aprender
algo sobre el pasado de la humanidad, no quiere que le demos
filosofa. La mejor razn por la que se hace arqueologa es para
satisfacer la curiosidad intelectual del arquelogo, no por alguna
pretensin de relevancia ms all de lo que el pblico espera de
nosotros. Odiara ver que nos confundiramos tanto que dejramos de
hacer lo que hacemos mejorNuestra responsabilidad principal es
hacer buena investigacin bsica [Ibd.).
La idea es clara: No necesitamos muchas de nuestras llantas
ponchadas vulcanizadas como filsofos [Ibd.:278). El Old-Timer
piensa que hay muchos premios y reconocimientos para logros
intelectuales en la disciplina: lo que l quiere es uno solamente
por el compromiso con la investigacin bsica al viejo estilo y la
tica profesional [Ibd.). Estas opiniones de Flannery, que se supone
que nadie debera buscar por algo muy profundo en ellas [Flannery
1982:265) pasaron a la literatura como el mejor ejemplo punto de
vista para el que la filosofa de la ciencia es irrelevante o intil
en arqueologa, tal como atestiguan las opiniones de autores
posteriores [Dunnel [1989), Hanen y Kelley [1989), Wylie [1989a),
Embree [1989)). Los especialistas en esta temtica apuntan a que
esta reaccin, cuya severidad quiz era exagerada, responde sin
embargo a una insatisfaccin real y sentida por la comunidad de
arquelogos, que Flannery simplemente articul de manera magistral
con su inigualable y divertido estilo literario.
La relacin entre ambas disciplinas no se inicia, como en
ocasiones pudiera pensarse, con la arqueologa procesual o Nueva
Arqueologa: existen antecedentes que se remontan cuando menos a la
dcada de 1930, con autores como Collingwood, que era a la vez
arquelogo, historiador y filsofo hermenutico[Collingwood 1946), o
el multicitado trabajo de Kluckhohn [1939). Pero es sin duda con la
Nueva Arqueologa que la filosofa de la ciencia toma un papel
central. Binford [1972:8) atribuye a su maestro, Leslie White, su
inters en la
! 36 filosofa de la ciencia (White incluso lleg a publicar en
revistas especializadas de este campo -ver Gndara [1983:81)).
Impresionado por la filosofa neopositivista, Binford vio en ella
la posibilidad de fundamentar las pretensiones cientficas de la
arqueologa. Es factible ubicar la fecha aproximada en que esto
sucedi, dado que es a partir de ese momento que las referencias al
mtodo hipottico-deductivo y a la explicacin en el modelo hempeliano
hacen su aparicin: alrededor de 1965 este componente, el ltimo de
los que en mi opinin constituyen la arqueologa procesual, estaba
slidamente establecido como uno de los ejes del programa [Gndara
1983).
Algunos de sus discpulos, notablemente Watson, Le Blanc y Redman
[Watson, et al. 1971), Fritz y Plog [1970), entre otros, se tomaron
a pi juntillas la convocatoria, de forma tal que para 1971 se
proclamaba la naturaleza cientfica de la arqueologa procesual
precisamente porque se fundaba en la propuesta neopositivista de la
naturaleza de la ciencia. En otro trabajo he intentado mostrar que
el conocimiento al respecto, al menos de Binford3, era limitado.
Pero que, como consecuencia del explosivo xito de la Nueva
Arqueologa y el consecuente prestigio y autoridad de su lder
indiscutido, Binford pas de leer filosofa de la ciencia a intentar
escribir su propia versin del asunto, combinando con singular gusto
a autores incompatibles, como Hempel y Kuhn, sin que en ningn
momento se notara (al menos para ese momento, que cae precisamente
dentro de nuestro periodo de estudio, 1981) que se daba cuenta de
las inconsistencias a que esta combinacin conduce.
Si el conocimiento de Binford era limitado, el de sus seguidores
(fuera de algunas contadas excepciones) lo era aun ms, dado que
simplemente citaban a Binford como la fuente de sus propios
pronunciamientos. Es decir, las referencias que Binford us
originalmente fueron las nicas que durante un tiempo circularon
entre sus seguidores de segunda y tercera lnea (y no es claro que
stos realmente las leyeron). En estas circunstancias era difcil que
cualquiera de ellos se diera cuenta de que, para el momento en que
la Nueva Arqueologa adopta el Neopositivismo, ste haba iniciado ya
su cada en picada, atacado por varios flancos: el enfoque
historicista de Kuhn, las crticas del racionalismo crtico de Popper
y sus discpulos (notablemente Lakatos), la filosofa analtica
inspirada en el segundo Wittgenstein y el renovado y creciente
inters en los enfoques neopragmatistas, para mencionar solamente
algunos. Una indicacin del estado de cosas fue la aparicin, en
1969, del libro de Achinstein y Barker [Achinstein and Barker
1969), titulado La herencia del Positivismo Lgico. Era claro que,
al menos para sus crticos, para inicios de la dcada de 1970 el
neopositivismo haba
3
Una excepcin debe haber sido Patty Jo Watson, cuyo marido de ese
momento era filsofo profesional, por lo que ella tena seguramente
acceso a una literatura que el resto del grupo parece haber
desconocido.
! 37 perdido la clara hegemona que tuvo durante mucho tiempo en
la filosofa de la ciencia occidental.
Para desgracia de los arquelogos procesuales, la filosofa
neopositivista no era una fuente de discusin que haba que analizar
crticamente en relacin a otras posiciones disponibles en ese
momento, tal como han sealado varios comentaristas [[Wylie 1989b:,
2002), [Kelley and Hanen 1988), [Embree 1992)]. Para los
procesuales (y me incluyo en el grupo en ese momento, inicios de
los 70s), la filosofa neopositivista era la prescripcin para hacer
de la arqueologa finalmente una ciencia. Citbamos a los filsofos
neopositivistas como fuente de legitimacin y como recurso de
autoridad4: lo haban dicho los sabios filsofos de la ciencia y no
haba ms que discutir.
Esta situacin tampoco dur mucho en Estados Unidos y, para
mediados de la dcada de 1970, se increment el nmero de artculos
cuestionando alguno u otro aspecto de la aplicacin del
neopositivismo [ver Gndara 1983 para una lista de autores
relevantes en cuanto al tema de la explicacin y las leyes, o el
excelente resumen global del impacto de esta corriente en la
arqueologa procesual de Kelley y Hanen [1988)]. Es notable la
participacin que tuvo Merilee Salmon, compaera del filsofo Wesley
Salmon en estos debates, por ejemplo [Salmon 1975)) y en los que el
propio Wesley finalmente se involucr [Salmon 1998a:, 1998b). Mi
impresin es que la intencin de Salmon no se entendi: que las
propuestas filosficas estaban siendo objeto de intensos debates y
que, en consecuencia, no deban tomarse como verdades definitivas;
por desgracia, pareca ms bien que los Salmon simplemente queran
vender su producto, que sustituira al de Hempel, pero con el mismo
espritu autoritario. Esta impresin ma es subjetiva, por supuesto,
pero recuerdo con plena claridad, es la que parece haber recibido
tambin Renfrew y de ah el comentario citado antes. Poda pensarse
que los filsofos estaban pelendose el mercado de la arqueologa y no
ayudndonos a entender las limitaciones que cualquier propuesta
podra tener para nuestra disciplina.
Me parece que los analistas citados [Hanen, Embree, Wylie]
aciertan en lo fundamental, al sealar que uno de los elementos que
viciaron la relacin entre la filosofa de la ciencia y la arqueologa
fue precisamente esta adopcin casi a ciegas y de manera acrtica del
neopositivismo. Pero me parece que es Dunnel [1989) quien, con su
caracterstica claridad, va ms all para presentar lo que le parecen
las razones por las que se pas, muy rpidamente, de ver a la
filosofa de la ciencia como la fuente de legitimacin (inicios de la
Nueva Arqueologa) a verla4
En Mxico el gusto nos dur poco, porque con la popularizacin del
marxismo en las universidades latinoamericanas, pronto fue claro
que el neopositivismo no era ni la nica ni quiz la mejor de las
posibilidades. En lo personal, este descubrimiento (que pudo haber
sido ms bien un encontronazo) afortunadamente no tuvo consecuencias
trgicas, gracias a que mi interlocutor desde el marxismo, Felipe
Bate, tuvo desde entonces una enorme paciencia e inters en discutir
mis puntos de vista. Durante un tiempo incluso algunos de nuestros
alumnos comunes intentaron integrar ambos puntos de vista, en lo
que luego fue sarcsticamente llamado marxitivismo...
! 38 como un obstculo y una genuina prdida de tiempo:
irrelevancia a la operacin cotidiana de nuestra disciplina, uso
autoritarista de argumentos filosficos, falla en considerar
posiciones alternativas, arrogancia. Y, segn l, estas razones van
ms all del hecho de que el neopositivismo estuviera ya moribundo
para cuando lo adopt la Nueva Arqueologa.
Las crticas de Dunnel, aunque quiz demasiado severas (y no es
solamente mi parecer, sino el de Embree [1989), en mi opinin son
certeras y justas. Es ms, cualquiera que proponga una nueva relacin
entre la filosofa de la ciencia y la arqueologa tiene que
enfrentarlas y dar soluciones exitosas a los problemas que Dunnel
plantea. Dado que precisamente esta tesis es un intento de mostrar
la utilidad de muchos hallazgos de la filosofa de la ciencia, creo
que es inescapable que intente contestarlas. Y lo har por la va
terica, aportando algunos argumentos al debate y por la va prctica,
dado que el procedimiento de anlisis que propondr no es otra cosa
que la aplicacin de criterios y lineamientos derivados de la propia
filosofa de la ciencia.
La cpsula del tiempoEn