Templo del Agua Tadao Ando - Awaji, Hyogo - Japón/ 1991 En 1989, miembros de la secta budista más antigua del Budismo Tántrico en Japón, solicitaron a Tadao Ando un diseño para la ampliación de su templo en la isla Awaji. Tradicionalmente de madera, ortogonales y ubicados sobre un basamento, el Templo del Agua dio una respuesta radicalmente distinta a lo habitual: es de hormigón, elíptico y sumergido bajo un estanque de agua. Aún así la experiencia del recorrido que propone, evoca la tradición de los templos budistas en cuanto a la secuencia desde lo profano a lo sagrado, la simetría, la calidad espacial del recinto y el empleo modulado de luz y sombra. Emplazado sobre una topografía de colinas, es necesario ascender para llegar a él. Hacia un lado es posible divisar la bahía y hacia el otro, los bosques de bambú, campos de arroz y cerros boscosos de la isla. En la parte exterior se halla la zona más antigua del templo y un cementerio. Por un sendero que continúa ascendiendo, la vegetación se abre paso para presentar la nueva obra. La secuencia que propone el templo supone una experiencia fenomenológica distinta: la aproximación, el estanque de ingreso y el templo en sí. Los dos primeros se organizan en una composición geométricamente simple: una recta y un arco elíptico que abrazan una elipse. El tercero se organiza en una trama regular que se acoge al interior de la elipse. Desde el punto de vista simbólico, las interpretaciones son varias: la purificación mediante el agua, siempre presente en templos tradicionales japoneses; la representación de la flor de loto que como símbolo de la pureza representa el desapego de las cosas mundanas, hasta la comunión del paisaje con la arquitectura, como si el espejo de agua intentara atrapar en su reflejo el paisaje montañoso que lo rodea. La escalera de descenso implica el tránsito desde la apertura absoluta del estanque, hacia la penumbra del templo ubicado por debajo de él. Allí, de manera secuencial, el visitante recibe tonos de luz rojiza desde la única fuente de luz natural del recinto -una apertura orientada hacia el oeste- definida por una trama de madera color bermellón, empleado en la arquitectura tradicional japonesa. La entrada al espacio más sagrado del templo se encuentra al extremo opuesto del estanque, precisamente en la zona más oscura: allí se descubre la solemne presencia del Buda, enmarcado en pantallas rojizas y piso de tatami. Tener que atravesar las dificultades de la penumbra para finalmente arribar al Nirvana –estado de máxima pureza - es una referencia directa a las enseñanzas budistas. En síntesis, el edificio logra trasmitir mediante la sencillez y austeridad del lenguaje moderno, una profunda espiritualidad que trascendiendo una determinada doctrina, no traiciona sus principios.