Tema 4. Ecología forestal (I). Conceptos básicos. Factores. 1. Conceptos básicos. 1.1.- Factores ecológicos. Se considera factor ecológico a cualquier elemento del medio que actúa directamente sobre un ser vivo. Pueden clasificarse como: Factores permanentes. Climáticos, edáficos, alimenticios, bióticos... con actuación más o menos constante y permanente. Factores esporádicos. De reducida frecuencia en su actuación, tal vez una sola vez cada 50, 100 ó 200 años. Son los que llamamos factores de perturbación: incendios, sequías extremas, heladas extraordinarias... Factores limitantes. Son aquellos que, o bien porque se encuentran ausentes, o bien porque se encuentran por debajo de un mínimo crítico, o por encima de un máximo tolerable, condicionan a una especie en sus posibilidades de ocupar, con éxito, una zona determinada. Ejemplo: las bajas temperaturas, la sequía, baja fertilidad, competencia de otras especies, etc. 1.2.- Tolerancia absoluta y tolerancia relativa. Existe para todos los organismos vivos la llamada tolerancia absoluta, que es la capacidad de sobrevivir en los extremos de un factor particular (luz, calor, frío, sequía...), y la llamada tolerancia relativa, que es la capacidad añadida de crecer y reproducirse en competencia con otros seres vivos. 1.3.- Óptimo fisiológico y óptimo ecológico. Gestión Selvícola 2005-06 Pag.: 1
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Tema 4. Ecología forestal (I). Conceptos básicos.
Factores.
1. Conceptos básicos.
1.1.- Factores ecológicos.
Se considera factor ecológico a cualquier elemento del medio que actúa
directamente sobre un ser vivo. Pueden clasificarse como:
Factores permanentes. Climáticos, edáficos, alimenticios, bióticos... con
actuación más o menos constante y permanente.
Factores esporádicos. De reducida frecuencia en su actuación, tal vez una
sola vez cada 50, 100 ó 200 años. Son los que llamamos factores de
Factores limitantes. Son aquellos que, o bien porque se encuentran
ausentes, o bien porque se encuentran por debajo de un mínimo crítico, o
por encima de un máximo tolerable, condicionan a una especie en sus
posibilidades de ocupar, con éxito, una zona determinada. Ejemplo: las bajas
temperaturas, la sequía, baja fertil idad, competencia de otras especies, etc.
1.2.- Tolerancia absoluta y tolerancia relativa.
Existe para todos los organismos vivos la llamada tolerancia absoluta, que
es la capacidad de sobrevivir en los extremos de un factor particular (luz, calor,
frío, sequía...), y la llamada tolerancia relativa, que es la capacidad añadida de
crecer y reproducirse en competencia con otros seres vivos.
1.3.- Óptimo fisiológico y óptimo ecológico.
Se define el óptimo fisiológico de una determinada especie, a las
condiciones ambientales que le son más favorables en condiciones
experimentales; es decir: en ausencia de la competencia de otras especies. Se
define el óptimo ecológico de una especie, por las condiciones ambientales en las
que con mayor frecuencia aparece en la Naturaleza; es decir: habida cuenta ya de
los efectos de la competencia. Obviamente ambos óptimos no suelen coincidir.
Son necesarias dos observaciones en este sentido:
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El óptimo ecológico de una especie es de muy difícil interpretación, al
menos a partir de las poblaciones residuales que hoy solemos observar en la
Naturaleza real. Las presencias actuales de una especie rara vez se
corresponden con la vocación ecológica real de la especie, y obviamente no
son las mismas que tendría en la Naturaleza original; sobre todo en los
países más intensamente transformados por el hombre. No hay que
confundir la ecología de las masas residuales de una especie con su ecología
natural o propia. Las condiciones ecológicas en las que aparece hoy su
residuo con la máxima frecuencia, no son necesariamente aquellas en las
que aparecería en el medio natural, en las que “quisiera aparecer”. Por
ejemplo: el quejigo apenas aparece en España en su verdadera ecología,
pues hoy se ha transformado en campos agrícolas. Tampoco aparece en su
verdadera ecología el acebuche, que ocupó antaño todos los suelos
arcillosos de las campiñas andaluzas. O el pino carrasco, que hoy parecería
preferir las duras condiciones de las sierras del Levante a otras zonas de
mayor calidad.
Por otra parte, la sola contemplación de la competencia con otras especies,
resulta ser también una visión excesivamente pobre; tanto de la dinámica
natural propia de los ecosistemas naturales, como de los factores de
selección genética que actuaron o actúan realmente dentro de los mismos.
Existen toda una multitud de factores de perturbación, de aparición más
bien esporádica, que han tenido una importancia enorme en la evolución de
los ecosistemas y de sus especies. No pocos estudios prescinden también de
los diversos factores de perturbación. Algunas especies no han evolucionado
sólo bajo los meros efectos de una selección climática, edáfica, y de la
competencia biológica. Por ejemplo, muchas han estado ligadas al fuego, a
los aludes, a las grandes avenidas, etc. Otras veces, los fenómenos de
competecia interespecífica vienen determinados en su desenlace por la
eventual intervención de factores de perturbación más o menos atípicos:
sequías extraordinarias, heladas imprevistas, etc.
El conocimiento pleno de la ecología de una especie, exige evaluar su
posible distribución y comportamiento primigenio, y analizar además los posibles
factores de perturbación que pudieron actuar sobre ella.
1.4.- Valencia ecológica.
Es la posibilidad que tienen las especies de habitar en diferentes medios
ambientes, con diferencias entre sus factores ecológicos más o menos grandes.
Ejemplo: el roble tiene una valencia ecológica más restringida que cualquier
especie de las llamadas cosmopolitas.
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1.5.- Territorio.
Es la región habitada y defendida por una especie. La territorialidad permite
a los individuos de una especie repartirse de una manera más regular sobre los
espacios que ocupan, asegurando la supervivencia y seguridad de los mismos.
Concepto util izado sobre todo en el reino animal.
1.6.- Hábitat y Nicho ecológico.
Hábitat es el lugar en el que vive un organismo. El nicho ecológico es el
modo en que un organismo se relaciona con los factores bióticos y abióticos de su
ambiente. Incluye las condiciones físicas, químicas y biológicas que una especie
necesita para vivir y reproducirse en un ecosistema. La temperatura, la humedad
y la luz son algunos de los factores físicos y químicos que determinan el nicho de
una especie. Entre los condicionantes biológicos están el tipo de alimentación, los
depredadores, los competidores y las enfermedades, es decir, especies que
rivalizan por las mismas condiciones.
Generalmente, los nichos vienen determinados por las exigencias
alimenticias de las especies que integran una comunidad. Debido al proceso de la
selección natural, las plantas y los animales han evolucionado, generando
diversos tipos de poblaciones, capaces de ocupar distintos nichos ecológicos. La
diversificación de los nichos permite explotar al máximo un espacio y sus recursos
alimenticios. Resulta de vital importancia conocer las exigencias de los nichos de
las diferentes especies forestales, con la finalidad de que los árboles no crezcan
en localizaciones a las cuales no están adaptados, y no se vean sujetos a los
ataques de los animales y a las enfermedades y plagas. Tarde o temprano, las
especies plantadas fuera de su rango de actuación, declinarán en su vigor y
estarán sujetas a los daños causados por los agentes biológicos.
1.7.- Frecuencia de una especie
Indica el número de veces que una especie está representada en una
localidad dada. Mide el porcentaje con que aparece una especie en un número de
parcelas-muestra dentro de una asociación.
1.8.- Abundancia
Indica el número relativo de ejemplares de cada especie presente en una
localidad dada.
1.9.- Dominancia.
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Porcentaje del área basal de una especie dentro de una localidad dada. Se
dice que una especie es dominante cuando caracteriza una formación por su
preponderancia en cantidad o en desarrollo, o ambas cosas a la vez.
1.10.- Densidad.
Es la medida del grado de ocupación del espacio por una especie. Se
expresa en número de individuos (u otro valor medible), por unidad de área
ocupada (normalmente la hectárea).
2.- El Clima.
2.1.- Macro, meso y microclima.
Al estudiar los posibles efectos del clima sobre los seres vivos debemos
diferenciar entre:
Macroclima. Es el clima general de una Región. Existe una influencia sobre
el clima de los bosques. La existencia de grandes macizos forestales bien
poblados reduce la amplitud de temperaturas extremas en una región dada.
Aunque la cantidad de lluvias no varíe a veces gran cosa por efecto de una
masa forestal, sí lo hace la humedad del aire, que se ve favorecida por el
proceso de la transpiración, lo que, en especial en el universo tropical,
termina por generar precipitaciones y tormentas. El clima general que
corresponde a una determinada situación geográfica, puede ser modificado
por factores locales, como la altitud. En efecto, a igualdad de latitud, el
clima de una montaña será normalmente más riguroso que el de una llanura.
En cierto modo la altitud compensa la latitud y al revés. En consecuencia,
dentro del área ocupada por las especies forestales, existe una diferencia de
comportamiento entre el extremo norte de su área de distribución, donde se
comportan como especies de llanura o de bajas altitudes, y el extremo sur
donde suelen colonizar relieves más o menos elevados.
Mesoclima. Es el clima que, dentro de un macroclima concreto, aparece en
determinadas superficies más restringidas, situadas en condiciones
especiales (fondos de valle, laderas, planicies...) dependiendo pues de
factores locales. En países fuertemente soleados (como suelen serlos los
típicamente mediterráneos) tiene importancia notable el efecto de la
orientación o exposición y la distribución de las laderas, que
compartimentan el espacio en mesoclimas diferenciados en “solanas” y
“umbrías’. El efecto umbría- solana aumenta con las radiaciones, y por ello,
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conforme nos elevamos en altitud o descendemos en latitud. Siempre es más
marcado en los lugares más luminosos, de menor humedad atmosférica, y de
clima más contrastado. En la selvicultura normal, este efecto suele ser el
más relevante a escala local: dentro de cada monte concreto. En muchas
ocasiones, el mesoclima de un rodal de monte no está tanto causado por su
exposición respecto a los rayos solares, sino por su orientación respecto a
determinados tipos de vientos, más secos (solanos o terrales), más violentos
y constantes, etc.
Microclima. Es el clima en el que finalmente vive cada individuo, vegetal o
animal. En selvicultura el microclima puede ser manipulado, como pasa en la
mayor parte de las intervenciones, y en especial en las llamadas cortas de
regeneración. En esquema: “los montes tienen un macroclima, sus rodales
un mesoclima y sus individuos un microclima”.
El clima condiciona la existencia misma del bosque, que a su vez es un gran
consumidor de agua y necesita ciertas dosis de calor. El clima determina
numerosos tipos de montes: bosques costeros en climas uniformes, bosques
húmedos por oposición a los bosques continentales que deben soportar climas de
estaciones muy contrastadas, bosques de llanuras, bosques de montañas, bosques
ecuatoriales o por el contrario estepas... Resulta imposible la existencia de un
bosque en un desierto, en altitudes extremas, o en las regiones polares; a su vez
los matorrales leñosos quedan excluidos de las zonas esteparias, donde son
sustituidos mayoritariamente por plantas herbáceas... En definitiva, el clima
determina los diferentes tipos de formaciones vegetales, e interviene en la
reproducción y evolución de los ecosistemas. El clima interviene, asimismo, en el
desarrollo y evolución de las poblaciones, así como en la reproducción de las
plantas.
2.2.- El aire y el viento.
El aire es vehículo del clima y tiene una importancia física considerable,
resultando indispensable para el desarrollo de las plantas. El aire contiene los
gases atmosféricos responsables de los principales procesos fisiológicos de las
plantas: oxígeno (función respiratoria), anhídrido carbónico (función clorofíl ica), y
nitrógeno (síntesis de proteínas), pudiendo hoy llegar a padecer contaminaciones
significativas.
La mayor parte de los fenómenos meteorológicos están ligados a los
movimientos atmosféricos del aire (vientos) que se originan en el juego de
presiones y depresiones del aire. Los vientos locales pueden ser secos o venir
cargados de humedad. Los vientos suaves y húmedos son beneficiosos, ya que
favorecen la respiración y la fotosíntesis. La fecundación de las flores y la
diseminación de frutos y semillas se favorecen en cambio por los vientos secos. Si
el viento es violento, provoca daños en la vegetación, deformando órganos y
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lacerando la morfología de la planta, l legando a actuar como importante factor de
perturbación al provocar en casos extremos grandes “catástrofes” por derribo de
los árboles. Los vientos secos producen una excesiva transpiración de las hojas y
órganos tiernos, a la vez que desecan el suelo. En lugares muy batidos por el
viento (por ejemplo, algunas costas y cimas de las altas montañas) los árboles
toman un típico aspecto «abanderado». Es frecuente también que los vientos
«solanos», cálidos, secos y constantes quemen los brotes anuales tiernos, así
como las flores y frutos en formación.
Hoy en día el aire también tiene importancia en cuanto su composición por
la contaminación atmosférica. Así la lluvia ácida, el dióxido de nitrógeno, el
etileno, los fluoruros, el ozono, el amoniaco y el cloro pueden causar daños a
especies forestales. También el aumento del CO 2 puede desestabilizar los
equilibrios actuales con consecuencias hoy desconocidas.
2.3.- La temperatura.
Todas las funciones vitales de las plantas responden a unos condicionantes
de temperatura. El comienzo de la actividad vegetativa, el desarrollo de las
yemas, la germinación de las semillas, y el desarrollo de las flores y frutos, serían
algunos ejemplos controlados por este factor. Sin embargo, la temperatura debe ir
acompañada de humedad, para proporcionar los mejores resultados.
Temperaturas extremadamente altas o bajas implican un cese en el
desarrollo de las plantas, que incluso pueden sufrir traumas fisiológicos, lesiones
más o menos graves, e incluso la muerte por necrosis de los tejidos y, finalmente,
el bloqueo de las principales funciones fisiológicas.
Altas temperaturas. Las temperaturas elevadas pueden incrementar el agua
transpirada por las plantas, provocando la desecación del suelo. Puesto que,
cuanto más se seca el suelo, más les cuesta a las raíces de la planta extraer
el agua de poros capilares del suelo cada vez más pequeños, l lega un
momento en que la transpiración supera la absorción del agua a través del
sistema radical de la planta, y ésta puede llegar a secarse. Las altas
temperaturas del aire pueden ser pues una de las causas que contribuyan a
la muerte de un vegetal, si bien de forma indirecta. Además, exposiciones
cortas de los vegetales a las altas temperaturas, desactivan los sistemas
enzimáticos de las plantas, con los consiguientes efectos letales. No
obstante, exposiciones prolongadas a una temperatura menor son
igualmente letales. Como consecuencia de las elevadas temperaturas, las
plantas se ven obligadas a cerrar sus estomas, perdiendo la capacidad de
supervivencia, debido a que su nivel respiratorio da como resultado una
fotosíntesis neta negativa. La combinación de vientos fuertes y altas
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temperaturas provoca una transpiración excesiva que puede causar la
muerte de los vegeta les por falta de agua.
Bajas temperaturas. En nuestras latitudes, los fríos invernales provocan la
parálisis de la vegetación y una adaptación de la misma a estas condiciones.
Fríos excesivos pueden llegar a provocar traumas en la vegetación: necrosis
de tejidos, desecación de las agujas de pino, congelación de yemas... Todo
ello puede provocar el exterminio de las plantas en especies poco
adaptadas, árboles poco protegidos, muy viejos o muy jóvenes. Los
principales efectos de las bajas temperaturas son:
o Sequía. Uno de los efectos más comunes provocados por las bajas
temperaturas, es el daño invernal producido por la sequía en esta
época. Los árboles pueden morir por falta de agua, al estar ésta
congelada, y presentarse las temperaturas diurnas, frecuentemente,
por debajo del punto de congelación.
o Descalce. Las heladas invernales pueden provocar fenómenos de
«descalce» en las plántulas jóvenes, cuyo sistema radical no está bien
adherido al suelo. Los descalces por heladas son debido a que las
plantitas son desplazadas del suelo como consecuencia de la expansión
del agua tras su congelación y el replegamiento posterior causado por
el deshielo. La tracción generada por el proceso de expansión puede
cortar las raíces que se encuentran bajo la línea de congelación. En
una segunda fase, las raíces quedan expuestas al aire y se secan, en
consecuencia la planta muere. Los suelos de textura fina, cieno y
margo- arcillosos, son los más propensos a los fenómenos de descalce
de las plantas por heladas. A cambio este fenómeno reduce la
compactación del suelo.
o Heladas tardías. Las heladas tardías se producen en la primavera, al
comienzo de la estación vegetativa. Cuanto más atípica y tardía es una
helada primaveral, más daños produce en la vegetación, pues los
órganos de las plantas están tiernos y turgentes en su primer brote.
Las flores y frutos son los órganos que más sufren, así como las hojas
tiernas, los jóvenes brotes, y las yemas terminales de los tallos. Son
muy susceptibles a estos efectos: hayas, fresnos, nogal, castaño, falsa
acacia, abeto Douglas... Debido a estas heladas pueden dañarse las
hojas y las flores que posteriormente no podrán fructificar. Las heladas
tardías pueden llegar incluso a dañar el cámbium, lo cual provoca, al
menos de momento, la muerte del árbol. Las heladas tardías o
primaverales que se producen en noches despejadas de nubes y en
especial con vientos del norte, tras el escape de las radiaciones de
calor del suelo hacia el cielo, producen grandes daños en especies
poco adaptadas, en las que brotan demasiado prematuramente para las
condiciones del lugar. Las heladas tardías son de temer especialmente
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en los fondos de los valles, hacia los que escurre el aire frío de las
montañas (inversión térmica) y, en general, en sitios desnudos y poco
abrigados.
o Heladas tempranas. Los daños por las heladas otoñales tempranas no
son tan numerosos ni tan importantes como los anteriores. El daño
producido por esta causa (helada temprana) se produce cerca del final
de la estación de crecimiento, sobre brotes maduros, pero antes de
que las yemas invernales hayan tenido tiempo de prepararse y
prevenirse del daño causado por el frío. Estos daños cobran
importancia en los casos en que las razas del sur, de determinadas
especies, son trasladadas muy al norte de su rango de distribución, y
no han tenido tiempo de desarrollar los previos mecanismos de defensa
que exigen los rigores del frío invernal, o que tardan demasiado en
desprenderse de las hojas en el otoño: haya, algarrobo, almendro,
algunos clones de chopo, pino insigne...
Antes de proceder a una repoblación forestal, deben conocerse las
temperaturas medias y las extremas probables del lugar considerado, y, lo que es
más importante, verificar si son compatibles con la fenología 1 y amplitud
ecológica de la especie, o genéricamente taxón, a repoblar. Dichos cuidados
deben extremarse especialmente con las especies exóticas y con todos los
orígenes genéticos ecológicamente remotos.
2.4.- La luz.
La luz es un factor vital para las plantas verdes, ya que interviene en la
fotosíntesis. Denominamos temperamento 2 en selvicultura a la condición de una
especie arbórea en relación con la luz, que se manifiesta en su exigencia y
tolerancia de insolación directa o sombra en las primeras edades para mantener
un desarrollo normal.
Es inoperante separar los efectos de la luz y el agua sobre las plantas. El
vegetal necesita agua para absorber los minerales por la raíz y llevarlos hasta las
hojas, pero a la vez, sin el concurso de la luz no puede producirse la fotosíntesis
que proporcionarán los carbohidratos esenciales para el crecimiento de la raíz y la
captación del agua. Las especies del grupo de las “heliófilas” o “intolerantes”
(también llamadas de sol o de luz) deben mantener una superioridad en el
crecimiento en altura, respecto a las demás, si quieren continuar desarrollándose.
No ocurre lo mismo con las especies “esciófilas” o “tolerantes” (también llamadas
de sombra), debido a su capacidad de crecer en condiciones de escasa 1 Fenología: momento en el cual suceden los fenómenos característ icos en el c ic lo vital de los organismos. P.e.: momento de la f loración en una variedad.
2 Temperamento en Ecología es el conjunto de característ icas de una especie en respuesta a los dist intos agentes externos que actúan sobre el la.
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i luminación, siendo de esta manera capaces de mantener unos niveles adecuados
de crecimiento. En resumen, diremos que las especies intolerantes o de luz
requieren espacios abiertos y bien iluminados para desarrollarse; se reproducen
mejor en áreas que hayan sido plenamente destruidas, cortas a mata rasa,
quemas, campos abandonados... y tienen tendencia a formar masas menos densas
que las especies tolerantes. Por otro lado, las tolerantes o de sombra requieren
protección para reproducirse, desarrollándose mejor bajo el amparo de un cierto
dosel arbóreo, formando masas más densas. Los límites de tolerancia de una
especie dada, tanto por defecto como por exceso, definen un intervalo óptimo
para cada especie.
El temperamento y la edad. Las especies, según su temperamento,
reaccionan de diferentes formas al factor luz, en función de su edad. Así:
Las especies “heliófilas” reclaman la luz en cualquier estadio de su vida y
no pueden desarrollarse más que a plena luz solar. Como, por ejemplo, los
pinos, los chopos, los alerces,...
Por contra, las especies “esciófilas” tienen que tener sombra al menos
durante su juventud, aunque después terminen también reclamando la
plena luz solar. Ejemplo: el haya o el abeto.
Finalmente, existen especies de carácter intermedio que se acomodan a
necesidades intermedias de luz-sombra. Ejemplo: Quercus , Picea ,
Pseudotsuga ...
Existen distintas clasificaciones de los diferentes temperamentos de las
especies forestales unas en cinco clases, y otras de 7 niveles. Esta última se
considera válida para las muy diversas condiciones ambientales españolas.
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CALIFICACIÓN EN ESPAÑA LIBERACIÓN (AÑOS)
Luz 0 a 1
Media luz 1 a 2
Medio con tendencia a luz 2 a 3
Medio 3 a 4
Medio con tendencia a sombra 4 a 6
Media sombra 6 a 8
Sombra 8 a 10
Esta clasificación es meramente orientativa, ya que las necesidades de luz
en ningún caso son absolutas y pueden venir compensadas con otros factores,
como calidad del suelo o clima. El temperamento es por tanto una cuestión más
bien ecológica. Todas las especies forestales exigen plena luz para su correcto
desarrollo a partir de una edad más o menos avanzada. En la TABLA anterior se ha
tratado de indicar una estima de la edad máxima que llegan a alcanzar los
individuos jóvenes del regenerado, en condiciones de sombra y competencia con
otras plantas.
Todas las especies, con independencia de su temperamento, resisten la
sombra en sus primeras edades, de aquí el habitual recurso a umbráculos en los
viveros. La muerte en el bosque de las plántulas más de luz, como consecuencia
de la competencia de otras que les den sombra, puede atribuirse más bien a la
competencia de los sistemas radicales que a la mera falta de luz.
Los diferentes orígenes genéticos de una misma especie pueden tener
necesidades diferentes de iluminación en las primeras edades. Especialmente en
el caso de las especies con amplia área de distribución natural, por ejemplo el
pino silvestre También es fácilmente observable en campo que un mismo origen
genético puede tener diferentes necesidades de iluminación, en función de la
mayor o menor luminosidad del clima en que se implante. Podrá exigir mucha
iluminación en un clima brumoso y buscar una cierta cubierta en otro muy
luminoso. Así el pino silvestre es una especie de luz en Centro-Europa y es
especie de temperamento medio en el Sistema Central Español.
Cuanto menor sea la necesidad de luz de las hojas de sombra de un árbol,
más densa podrá ser su copa, proyectando una sombra más intensa. La intensidad
de la sombra de una especie, nos guía por tanto sobre su probable temperamento
específico.
La insolación o “golpe de sol” es debida a la acción directa de los rayos
ultravioletas sobre las tiernas cortezas de algunos árboles (haya) o las cortezas
poco espesas de los árboles jóvenes. Los árboles de las alineaciones o los del
borde del bosque son los más expuestos a estos golpes de sol que matan sus
tejidos corticales, en concreto afecta a la delicada capa generatriz del cámbium.
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Pese a que guardan un cierto paralelismo, no debemos confundir heliofil ia y
esciofil ia, conceptos anteriormente expuestos, con especies “Xéricas o xerófilas”
éstas últimas se han adaptado a vivir en medios ambientes secos, es decir a
vegetar sobre suelos secos y especies “higrófilas” que son aquellas que se han
adaptado a vivir sobre suelos con drenaje deficiente o suelos húmedos, y especies
“mesófilas” que son las intermedias entre las anteriores y se crían sobre suelos
con drenaje normal. Tampoco deben confundirse con “termofilia” que hace
referencia a la inclinación de un taxón por el calor, no aguantando el frío.
2.5.- El agua
2.5.1.- La humedad atmosférica
La humedad atmosférica se mide como humedad relativa del aire, que es el
contenido en un momento dado de vapor de agua, respecto al contenido de la
atmósfera saturada a la misma temperatura. La humedad relativa está, pues,
estrechamente ligada a la temperatura del aire. Con igual cantidad de agua
cuando la temperatura baja aumenta la humedad relativa.
El agua transpirada por las plantas, junto con la que se evapora de la
superficie terrestre, de los ríos y del mar, se eleva a la atmósfera bajo la forma de
gas incoloro e invisible. Cuando el aire se enfría, una parte del vapor de agua se
condensa en finas gotas tan diminutas que quedan en suspensión en la atmósfera.
Este vapor de agua condensado, aparece como un humo blanquecino que, si está
cerca de la superficie del suelo se denomina niebla y, si se eleva hacia el espacio,
nube.
Las nieblas pueden ser beneficiosas o perjudiciales, según los casos:
interceptan el calor y la luz, o dulcifican sus efectos; se oponen a la formación de
las heladas tardías, o ralentizan el deshielo; pueden causar el enfriamiento del
suelo, o retardar su recalentamiento. Suelen generar las llamadas precipitaciones
“horizontales” que llegan a ser muy importantes en algunos ecosistemas.
Las nieblas con su humedad favorecen, en general, a la vegetación forestal,
l imitando el proceso transpiratorio. Las nieblas favorecen, por contra, el
crecimiento de los hongos.
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2.5.2.- Las precipitaciones.
Cuando las nubes, empujadas por el viento, encuentran una corriente de aire
frío, las pequeñas gotas de agua que las forman, se hacen a cada vez más
gruesas, y acaban por caer al suelo, originando las precipitaciones: l luvia, nieve y
granizo. Si la temperatura de las nubes desciende por debajo de los cero grados
centígrados, se congela el vapor de agua de las mismas, y se forman cristales de
hielo. Una congelación lenta dará nieve, una rápida granizo. Es principalmente a
través de las lluvias y de las nieves como se completan las precipitaciones de
agua, que son decisivas para la vegetación.
Si bien, el volumen de precipitaciones anuales atmosféricas (que se mide en
litros por metro cuadrado o en milímetros) es importante, todavía lo es más el
reparto de las mismas a lo largo del año. Un mal reparto de las lluvias es el que
se produce en la región mediterránea, ya que llueve en el invierno y en verano
existe una gran escasez de agua. Así, la mayor parte del agua caída en el invierno
no es aprovechada, porque las plantas se encuentran en período de reposo
vegetativo, a causa del frío, y el suelo se lava de nutrientes. Los mejores climas
para el crecimiento de la vegetación son aquellos en que las precipitaciones son
regulares y los veranos lluviosos: cuando coinciden la humedad y las buenas
temperaturas. Sin embargo, unas precipitaciones demasiado importantes acaban
lavando el suelo y arrastrando sus nutrientes.
La precipitación total anual de un lugar dado, va a estar influida por los
siguientes factores generales y locales:
La latitud. Se define como la distancia que hay entre el ecuador y el
lugar considerado expresada en grados, variando desde 0º a 90º. Tanto
la lluvia como las precipitaciones decrecen, en general, a medida que
nos alejamos del ecuador y nos dirigimos hacia los polos.
La altitud. Se mide desde el nivel del mar. Conforme la altitud crece,
normalmente es mayor la cantidad de lluvia que cae y menor la
temperatura. Por cada 100 metros de altitud la temperatura suele
descender en nuestras latitudes entre 0,45 y 0,65 grados. A su vez las
precipitaciones suelen incrementarse en aproximadamente un 8%.
Cuando se estudia el clima de una determinada estación forestal, es
recomendable corregir los datos originales de la estación
meteorológica correspondiente, para ajustarlos a la altitud de la zona
de estudio.
La lejanía del mar. Cuanto más lejos se esté del mar, menor va a ser
normalmente la precipitación, siempre que el resto de los factores se
mantengan constantes. Típicamente, en los climas continentales llueve
poco y las temperaturas (no dulcificadas por la proximidad del mar)
son extremadas.
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El relieve. Existe, en general, una mínima pluviométrica en los valles y
una máxima en las crestas. Las colinas obligan al viento a elevarse
favoreciendo las lluvias; los valles canalizan el viento creando
corrientes de aire. Normalmente las masas de aire se desprenden de su
agua (llueve por tanto) cuando el relieve les obliga subir. La licuación
de ese vapor desprende calor que recalienta ese aire desecado. Es
normal que las precipitaciones sean mayores en las laderas que miran
a la dirección de donde proceden los vientos húmedos, y que las
temperaturas lo sean en las contrarias. En muchas ocasiones, es la
posición relativa de los diferentes macizos montañosos, la que regula
la distribución de las precipitaciones.
La nieve
Si la nieve caída no es demasiado espesa ni muy persistente, protege el
suelo y las plantas contra los fríos excesivos. Si además funde lentamente,
proporciona una reserva de agua importante, necesaria para las plantas en esas
épocas. Pero si la nieve es muy abundante, sus efectos pueden llegar a ser
negativos, pues rompe las ramas de los árboles e incluso los tallos, pudiendo
llegar a desenraizarlos o quebrarlos, provocando grandes daños. Una nevada lenta
y sin viento, que acumule nieve sobre los árboles, seguida de una fuerte helada
que la solidifique y, posteriormente, de fuertes vientos, son las mejores
condiciones para el derribo de las masas forestales.
Si la nieve funde rápidamente, provoca inundaciones nada favorables; como
las que se producen en el deshielo, cuando el calor encuentra los montes
nevados. En la alta montaña son clásicos, además, los daños de los aludes. Si la
nieve persiste mucho tiempo, no deja airear el suelo, creando una atmósfera
asfixiante para las raíces de las plantas jóvenes.
2.5.3.- La sequía
Convencionalmente se acepta que un mes tiene carácter árido o seco,
cuando la precipitación durante el mismo, expresada en milímetros o en
litros/metro cuadrado, es inferior al doble de su temperatura media, expresada en
grados centígrados (P < 2T). El crecimiento de las especies forestales leñosas,
suele condicionarse más, a la escasez de agua por sequía que a la de cualquier
otro factor de la localidad forestal.
El agua del suelo es un factor vital, que influye en el crecimiento y
reproducción de los árboles. Los años de sequía dejan su huella en el registro de
los anillos, existiendo en zonas “secas” una correlación entre la anchura del anillo
en cuestión y el déficit en agua (cuanto más ancho sea el anillo, mejores habrán
sido las condiciones de crecimiento de ese año).
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Los árboles evitan la sequía extrema mediante su capacidad de absorber
grandes cantidades de agua, siendo eficaces para retenerla. De esta manera
pueden tener sus estomas abiertos y realizar la fotosíntesis, manteniendo incluso
un potencial hídrico favorable. En casos extremos, las plantas se ven obligadas a
cerrar estomas. Esto conlleva desventajas importantes que desembocan en una
disminución de la función fotosintética y del crecimiento vegetal, e incluso puede
conducir a la especie a la inanición.
A lo largo de la evolución, las plantas han aprendido a defenderse de la
sequía, mediante diversas adaptaciones morfológicas y fisiológicas que
resumiremos en:
Capacidad de la raíz para extraer mucha agua del suelo. (Gran desarrollo
de su sistema subterráneo).
Relación raíz/parte aérea elevada.
Control estómatico.
Gruesa cutícula a fin de disminuir el proceso transpiratorio.
Adaptaciones de las hojas, ya comentadas al estudiar la hoja.
Elevada proporción de tejido conductor de agua con respecto al no
conductor (muchas venas y venillas).
Elevadas presiones osmóticas en sus jugos celulares: las plantas tienden
a absorber más agua y a reducir la transpiración, si la concentración de la
savia es elevada (ajuste osmótico). Las plantas de los desiertos, y las de
los saladares son especialmente hábiles en este sentido.
2.6.- Rayos.
Tienen gran importancia ecológica en el medio mediterráneo, por ser, junto
con los volcanes y la autocombustión, las causas principales de los grandes
incendios forestales de origen natural con los que han evolucionado los
ecosistemas naturales. Suelen dañar a los árboles más altos y valiosos del
bosque. Al menos en zonas montañosas, se distribuyen con cierta tendencia a
caer repetitivamente en los mismos lugares. En España son frecuentes los
incendios causados por los rayos durante las llamadas tormentas secas (sin
lluvia). Tan importantes llegan a ser los rayos como factores de perturbación, que
algunas especies, como el Pinus pinaster , presentan una distribución natural muy
coincidente con la de las tormentas secas.
2.7.- Efectos climáticos de la topografía
Según sea un terreno desde el punto de vista topográfico, según sea el
mesoclima (umbrías y solanas), los árboles tenderán a crecer más o menos. Así,
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los vegetales ubicados en pendientes orientadas al Sur (solanas) tienen, en zonas
cálidas, un crecimiento más lento, debido a que la mayor temperatura del aire y
la mayor radiación neta provocan un incremento en la respiración y, en
consecuencia, una disminución en la asimilación neta de fotosintatos,
reduciéndose el crecimiento del árbol. Además, al elevarse la temperatura del
aire se requiere una mayor demanda transpiratoria, lo que es perjudicial para los
vegetales que habitan en climas secos. No obstante, también es cierto que todos
estos factores pueden ser ampliamente compensados en parte debido a que los
vegetales situados en pendientes expuestas al Sur tienen una estación de
crecimiento más prolongada. Esta compensación puede darse en climas fríos y
húmedos.
Pero los efectos de la topografía no pueden reducirse sólo a las puras
cuestiones mesoclimáticas, a la observación de su exposición respecto de las
radiaciones solares y los vientos. Tienen también una gran importancia sobre la
erosionabilidad de los suelos (muy ligada a sus pendientes) y sobre sus
posibilidades de exportación o importación de materiales, nutrientes, y agua. Las
formas convexas del terreno favorecen las localizaciones más pobres, mientras
que las localizaciones más ricas se asocian a las formas cóncavas del terreno. En
las primeras, el agua y los nutrientes tienden a escurrir por las laderas del monte,
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ocurriendo lo contrario en las formas cóncavas del terreno donde tienden a
acumularse y concentrarse el agua y los minerales.
En los perfiles de las sierras es típico reconocer la cresta, la ladera, el sopié
y el valle. El volumen, la fertil idad y la humedad del suelo, crecen típicamente
entre la cresta y el valle. A este cambio se asocian típicamente una vegetación y
una potencialidad diferenciadas.
Cuando la topografía es suave, puede evitarse o disminuirse el escurrimiento
del agua, debido a que ésta se acumula llenando los poros del suelo. Sin embargo,
si l lueve mucho, el suelo pasa a estar pobremente drenado, desarrollándose en
algunos casos zonas pantanosas. Otras veces basta con que haya una capa
impermeable que inhiba el drenaje.
En general, podemos afirmar que las pendientes suaves dan mejores
localizaciones que las pronunciadas. Las orientadas al Norte son mejores, en
general, que las orientadas al Sur, en lo que se refiere al vigor de la población, al
menos en los climas cálidos y secos más habituales en nuestra Península.
2.8.- Las perturbaciones climáticas
Un aspecto particularmente importante en el estudio del clima, es el análisis
del mismo como factor de perturbación de los ecosistemas naturales. Los seres
vivos, vegetales o animales, no viven sujetos a las cifras medias del clima, al
promedio de los datos que el hombre recoge en una estación meteorológica, sino
a la variable sucesión de los diferentes cursos meteorológicos. Ni todos los
momentos del año, ni todos los años, el clima al que está sujeto un ser vivo es
igual a esa media. Esa media no existe.
De forma muy especial, existen momentos, cortos periodos de tiempo, en los
que el clima puede actuar con una dureza impresionante, destruyendo no pocos
seres vivos. Estos extremos tienen una formidable importancia ecológica, porque
suelen asociarse al rejuvenecimiento de los ecosistemas, al reinicio de las
sucesiones en ellos. Así, sequías atípicas, grandes huracanes, gigantescas