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Captulo 4fundamentos prcticos
de la psicologa moderna
Puede entenderse la institucionalizacin de la psicologa a
finales del siglo XIX como un fenmeno que consisti en proyectar el
discurso cient-fico sobre ciertas prcticas o tcnicas que ya existan
en diferentes mbitos culturales. La ciencia les proporcionaba un
aura de respetabilidad y permi-ta que se encargara de ellas un
nuevo grupo social compuesto por exper-tos. Las ctedras, los
laboratorios o los posteriores colegios profesionales pasaron a
ocuparse de las teoras acerca de la naturaleza humana y sus
aplicaciones. Los psiclogos empezaron a desplazar a los curas,
moralistas, maestros, consejeros espirituales y amigos. Sus
opiniones e intervenciones especializadas comenzaron a colonizar
todos los mbitos de la vida, desde la crianza de los nios hasta la
asistencia a personas mayores, pasando por las relaciones de
pareja, la reclusin penitenciaria, la educacin, el trabajo, la
organizacin industrial, el comercio, la poltica, el deporte, los
proble-mas personales, etc.
Por supuesto, la psicologa cientfica tambin inclua prcticas: no
cons-tituy una simple cobertura retrica de las que ya existan, sino
que las transform y adems gener otras nuevas. Y tampoco es que la
psicologa fuera una mera consecuencia histrica de las prcticas que
la precedieron. Ms bien se desarroll en el mismo caldo de cultivo
que algunas de stas y se mezcl con ellas. Fruto de esa mezcla
fueron una serie de transformacio-nes mutuas que han desembocado en
la situacin actual.
En este tema vamos a referirnos brevemente a algunas prcticas
psi-colgicas que haba antes de que la psicologa se
institucionalizara como ciencia. Las denominamos tcnicas o prcticas
de subjetivacin porque calificarlas de psicolgicas es un tanto
anacrnico, ya que la psicologa co-mo tal no exista antes del siglo
XIX. Eran procedimientos para regular la actividad propia y ajena,
a veces muy sistematizados. Y decimos que eran de subjetivacin
porque operaban sobre uno mismo como sujeto o sobre los dems,
contribuyendo a conformar subjetividades, es decir, formas de vida
y maneras de pensar y sentir. As pues, las prcticas de
subjetivacin
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2Historia de la psiCologa
se aplican sobre los sujetos pero al mismo tiempo los producen,
dado que influyen en sus emociones, creencias, valores y conductas.
Por lo dems, la psicologa actual puede contemplarse como un gran
repertorio de prcticas de subjetivacin e incluso como una gran
tcnica de subjetivacin ella mis-ma, al menos en el mundo occidental
(lo cual no significa que no conviva con viejas tcnicas como la
confesin o los diarios ntimos.1
Si bien hemos organizado este tema en cuatro epgrafes por
motivos didcticos, ha de tenerse en cuenta que algunas de las
prcticas tratadas podran incluirse e uno u otro segn la perspectiva
desde la que se aborden. Por ejemplo, la confesin era una tecnologa
del yo, ya que comportaba el trabajo de uno mismo sobre su propia
conciencia, pero tambin era una tcnica de control colectivo, ya que
vehiculaba el poder social de la Iglesia.
ADIESTRAMIENTO, CRIANZA Y EDUCACIN
Las prcticas de control del comportamiento propio y ajeno no son
pa-trimonio exclusivo de los humanos. Desde luego, slo en el caso
humano se dan en forma de tcnicas de subjetivacin, porque stas
exigen un gra-do de sistematizacin imposible sin lenguaje
articulado, el cual permite que se hagan explcitos los
procedimientos empleados y adems les aade justificaciones tericas
de carcter mitolgico, religioso o cientfico. Sin embargo, muchas
especies de animales poseen pautas de comportamien-to colectivo
regulares que les exigen ciertos niveles de autocontrol y un
control preciso del comportamiento de los congneres y de individuos
de otras especies.
1 En las historias de la psicologa no ha sido habitual referirse
a las prcticas de subjetivacin, quiz debido a cierta conciencia
gremial segn la cual se da por supuesto que la psicologa es una
ciencia con un objeto definido y, por tanto, ha cortado
definitivamente sus lazos con la filosofa y con prcticas
precientficas. Algunas excepciones han sido las de J.R. Kantor
(1969) y David B. Klein (1970). Estos autores, a pesar de mostrar
dicha conciencia gremial, se mostraban sensibles a la idea de que
las ciencias proceden de tcnicas que las preceden. La idea del
origen tcnico de las ciencias ha tenido cierta importancia
historiogrfica. Vere G. Childe (1936), Benjamin Farrington (1947,
1969) o Mario Vegetti (1981) fueron historiadores de la ciencia que
la aplicaron a sus investigaciones sobre la gnesis de las
matemticas, la geometra, la biologa y la medicina. Por otro lado,
Stanley W. Jackson (1999) ha publicado un libro acerca de la
historia de la terapia psicolgica en donde se retrotrae hasta la
an-tigua Grecia y explica prcticas precientficas como la confesin o
las tcnicas de auto-observacin de algunos filsofos.
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3Fundamentos prCtiCos de la psiCologa moderna
Tcnicas animales
La organizacin jerrquica de las manadas de mamferos depende de
que cada miembro del grupo conozca su posicin dentro del mismo y la
de los dems. Si su comportamiento no se ajusta a la posicin que
ocupa, probablemente estallar un conflicto, que a su vez se
resolver conforme a ciertas pautas establecidas (rituales de
apaciguamiento, por ejemplo, como cuando un lobo se tumba de
espaldas o un perro agacha la cabeza). Por consiguiente, cada
individuo debe inhibir sus impulsos y cambiar su conducta segn con
quin est interactuando. En especies acusadamente sociales, como las
de los simios, ello incluye prever las consecuencias de la propia
conducta sobre la ajena y las intenciones de los dems cuando se
dirigen a uno.
La caza cooperativa, tpica en especies como los leones o los
chimpan-cs, constituye un excelente ejemplo de prctica en la cual
se pone en juego la coordinacin entre el comportamiento de uno
mismo y el de los dems (hay ejemplos en Goodall, 1971). Por
descontado, entre el comportamiento de los dems hay que incluir el
de las presas, cuyas costumbres y habilida-des han de conocerse muy
bien para que la caza tenga xito. Las tcnicas de acercamiento,
acecho y ataque son a veces enormemente complejas.
Otro mbito en el que se ponen en prctica formas de coordinacin
pau-tada entre la conducta propia y la del otro es la transmisin de
destrezas de una generacin a otra. Aunque obviamente no hay entre
los animales un aprendizaje explcito, mediado por el lenguaje, s
hay fenmenos de imitacin activa y guiada por adultos, relacionada
con la adquisicin de habilidades de obtencin de alimento (Waal,
2001). Un ejemplo, observado en algunos grupos de chimpancs, es la
actividad de cascar nueces. Hay adultos que ensean a hacerlo a las
cras moviendo los brazos de stas y corrigindoles errores.
Tcnicas humanas
En las sociedades agrarias y cazadoras-recolectoras, ha habido
(y hay) destrezas de crianza y observacin de animales de otras
especies. La crianza, ligada a la ganadera, exige conocimientos
precisos sobre los ritmos de ma-duracin de los animales, sus
capacidades, sus necesidades y sus tendencias
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Historia de la Psicologa
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de comportamiento. Los ganaderos practicaban tradicionalmente (y
an lo hacen) una suerte de psicologa comparada informal (Despret y
Porcher, 2007). De hecho, algunos de los datos que aparecan en las
obras de Darwin y los primeros psiclogos comparados procedan de
gente del campo.
La observacin del comportamiento de los animales es
imprescindible para actividades tan importantes como la caza. Desde
tiempos remotos, pescadores y cazadores posean conocimientos
prcticos sobre las costum-bres de las diferentes especies, sus
hbitats, sus capacidades sensoriales y su inteligencia (en qu clase
de trampas caen, cmo reaccionan ante un ataque). De hecho, desde al
menos la Grecia clsica (s. V a. C.) existieron tratados de caza,
pesca y agricultura en los que se recogan ese tipo de
conocimientos, que a su vez filsofos como Aristteles (384-322 a.
C.) in-corporaban a sus obras ms tericas sobre la naturaleza.
Adems, el adiestramiento de los perros de caza exiga conocer muy
bien sus tenden-cias psicolgicas y las reglas a que obedece su
aprendizaje, es decir, qu cosas se les pueden ensear y cmo.
En general, la domesticacin y el adiestramiento de animales
constitua una fuente de datos sobre su comportamiento que confluy
en la psicologa comparada del siglo XIX. Prcticas como la
colombofilia, la colombicultura, la equitacin y la cetrera estaban
sistematizadas en manuales didcticos. Se publicaban manuales de
equitacin desde la poca de la Grecia clsica. En cuanto a la
cetrera, constituy un deporte muy extendido entre la no-bleza
medieval europea, que dej tambin numerosos tratados. En estos
escritos y en los dedicados a la cra y entrenamiento de palomas
podemos observar principios de aprendizaje que la psicologa animal
del siglo XX teorizara en trminos de condicionamiento. Por otra
parte, el conocimien-to prctico del comportamiento animal ha
servido a lo largo de la historia como espejo del comportamiento
humano: los animales servan como mo-delos e inspiraban
comparaciones (as, al zorro se le atribuye astucia y de una persona
sagaz se dice que es astuta como un zorro).
Por ltimo, y circunscribindonos ya enteramente a nuestra
especie, el control del comportamiento de los nios constituy a lo
largo de la historia una fuente inagotable de conocimiento prctico
sobre su psicologa. Antes de la psicologa evolutiva y la psicologa
educativa contemporneas, exista toda una tradicin de psicologa del
desarrollo informal que en algunos ca-sos alcanzaba un alto grado
de elaboracin. De hecho, se publicaron nume-
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Fundamentos prcticos de la psicologa moderna
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rosos manuales sobre la crianza de los nios pequeos y lo que se
llamaba educacin del carcter infantil en la Europa de la segunta
mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX. Las tcnicas de
subjetivacin que aparecan en los manuales de crianza pretendan
ensear a los padres cmo lograr que el recin nacido tuviera el
comportamiento adecuado respecto a los ritmos de sueo, la
alimentacin, el llanto o la asimilacin de rutinas bsicas. Las
tcnicas ofrecidas por los libros sobre educacin del carcter
buscaban en-sear a los padres cmo tratar a los nios y nias para que
llegaran a ser unos sujetos ajustados al modelo socialmente
deseable. Se buscaba que el recin nacido se conviertiera en un
adulto competente de acuerdo con los criterios del grupo al que
perteneca. A tal fin se ofrecan consejos y proce-dimientos
relativos a cuestiones como la necesidad de que los nios
estuvie-ran expuestos a buenos ejemplos, el uso de las recompensas
y los castigos o la manera de atajar la desobediencia, los miedos y
el hbito de mentir. Dentro de un momento veremos que haba tambin
manuales de urbanidad y buenas maneras que profundizaban en esa
educacin del carcter.
TECNOLOGAS DEL YO
El filsofo francs Michel Foucault (1926-1984) fue uno de los
autores ms preocupados por rastrear las prcticas de subjetivacin a
lo largo de la historia. Para l representaban formas de
interiorizar relaciones de poder y, al mismo tiempo, resistirse a
ellas a travs del ejercicio de determinadas maneras de vivir. Una
clase de prcticas de subjetivacin que investig con particular
inters fueron las prcticas de s o tecnologas del yo, que defina
como tcnicas que permiten a los individuos efectuar, por cuenta
propia o con la ayuda de otros, cierto nmero de operaciones sobre
su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de
ser, obte-niendo as una transformacin de s mismos con el fin de
alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabidura o
inmortalidad (Foucault, 1988, p. 48). As pues, las tecnologas del
yo son prcticas de subjetivacin que uno aplica sobre s mismo.
A lo largo de toda la historia del pensamiento occidental y de
modo palmario en el caso del oriental hubo siempre tendencias que
subrayaban que la propia filosofa es en s misma una tecnologa del
yo, es decir, un modo de cuidarse a s mismo y vivir una vida buena
(Hadot, 2001). A ve-
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Historia de la Psicologa
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ces esas tendencias se plasmaron en textos prcticos sobre la
mejor forma de conducirse en los distintos mbitos de la vida. Por
ejemplo, el alemn Arthur Schopenhauer (1788-1960) escribi una serie
de tratados sobre te-mas como el arte de hacerse respetar, el arte
de tratar con las mujeres, el arte de envejecer, el arte de
conocerse a s mismo, etc. (una muestra en: Schopenhauer, c. 1828,
2006). La tradicin de la filosofa prctica no ha perdido vigencia
(Onfray, 1993; Sloterdijk, 2009). En cierto modo, es una
alternativa al recurso a la psicologa entendida como repertorio de
protoco-los para solucionar problemas vitales, derivada de una
disciplina cientfica apadrinada por expertos y aplicada igual que
se aplican los remedios mdi-cos a las enfermedades fsicas.
A continuacin nos referiremos a tres tipos de tecnologas del yo
que no pertenecan estrictamente a la tradicin filosfica, sino a
dominios cultura-les cuyas vicisitudes histricas fueron ms
complejas.
La mnemotecnia
La mnemotecnia o arte de la memoria existi desde al menos los
prime-ros siglos de nuestra era. Proceda de la retrica clsica era
una estrategia de recuerdo del discurso y fue muy popular en la
Europa renacentista, o sea, durante los siglos XV y XVI. En la Roma
antigua, en torno al siglo II d. C., tambin estuvo ligada al examen
de conciencia, que a la sazn no tena connotaciones religiosas, sino
que consista en recordar lo que uno haba hecho a lo largo del da, a
menudo para comprobar si haba sido lo correcto. En ocasiones se
contaba por carta el resultado del examen a un amigo, lo que
constitua un modo de gestionar conjuntamente la propia vida en el
da a da. En aquella poca, adems, la amistad masculina entre las
clases sociales cultivadas albergaba componentes homosexuales, que
in-fluyeron en la creacin de los primeros monasterios cristianos,
donde naci la confesin de los pecados.
La mnemotecnia era una manera de administrar las propias
capaci-dades cognitivas, por as decirlo. En el Renacimiento,
algunos llegaron a considerarla casi mgica, porque segn ellos
proporcionaba habilidades de recuerdo prodigiosas. De hecho, a
veces se vinculaba a la magia y a la cbala, una doctrina esotrica
surgida en la Edad Media y relacionada con el judasmo. En ocasiones
se narraban hazaas memorsticas tan increbles
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Fundamentos prcticos de la psicologa moderna
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como intiles, entre las que figuraba la de un muchacho capaz de
recitar hacia delante y hacia atrs una lista de ms de 30.000
palabras en diferen-tes idiomas.
El mtodo mnemotcnico ms conocido era el de los lugares, que an
hoy se utiliza. Consiste en asociar a un lugar fsico cada elemento
que se desea recordar. A menudo se empleaban tambin metforas
prcticas a travs de las cuales visualizar o estructurar los
procedimientos de recuerdo. Por ejemplo, se hablaba de los palacios
de la memoria o el teatro de la memoria, mtodos que constituan una
sofisticacin del de los lugares. Exigan la construccin imaginaria o
no tan imaginaria, pues uno se poda ayudar de dibujos de estancias
arquitectnicas en las cuales ir dis-tribuyendo los objetos a
recordar segn niveles y categoras.
A lo largo de la historia, y ms all del mbito de la menotecnia,
fueron variadas las metforas empleadas para referirse a la memoria:
la cera en la que se plasmaban huellas, la piazarra en la que se
escriba, el cristal ahumado en el que se grababan sonidos para el
fongrafo, la cmara os-cura del olvido... (Draaisma, 1995). En ltima
instancia, lo que hara la psicologa cientfica sera recurrir a otro
tipo de metforas, expresadas en lenguaje cientfico, para explicar
el funcionamiento de la memoria hu-mana. Una de las ltimas es la
del ordenador, que como veremos ms adelante ha usado ampliamente la
psicologa cognitiva contempornea. Segn ella, la memoria almacena
informacin igual que el ordenador al-macena datos.
La confesin
La confesin cristiana ha sido una de las tecnologas del yo ms
impor-tantes histricamente y ms relevantes para entender el origen
histrico y cultural de la psicoterapia. Aunque tena sus races en
prcticas antiguas vinculadas a la relacin maestro-discpulo dentro
de las escuelas filosficas y los monasterios (sobre todo en los
primeros siglos de nuestra era), la con-fesin moderna adquiri la
forma con que ha llegado a la actualidad en el siglo XIII, cuando
se convirti en confesin auricular privada (el sacerdote escucha en
al pecador sin la presencia de terceras personas) y la Iglesia
de-cidi que todos sus fieles deban someterse obligatoriamente a
ella al menos una vez al ao.
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Historia de la Psicologa
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Entre los siglos XVI y XIX se publicaron en la Europa catlica
numerosos manuales de confesores, en los que se ofrecan todo tipo
de consejos y tc-nicas para llevar a cabo con xito el sacramento de
la confesin, cuya prc-tica alcanzaba grados de sofisticacin tan
altos que era objeto de intensos debates teolgico-morales en los
que se discuta cules eran los requisitos para obtener el perdn de
los pecados y hasta qu punto era conveniente ser riguroso a la hora
de exigir esos requisitos y aplicar la penitencia. El confesor
actuaba como un autntico psiclogo avant la letre, porque deba hacer
a su interlocutor las preguntas necesarias para que ste vaciase su
alma, es decir, le confesara todos sus pecados y con todo lujo de
detalles. Ahora bien, el sacerdote no poda reprobar abiertamente la
conducta del pecador. Tena que hacerlo con mucha mano izquierda y
benevolencia paternal. Si adoptaba una actitud censora o se
escandalizaba, ello poda inhibir al pecador e impedir que su alma
se vaciara del todo. Por su parte, el pecador no slo tena que
rendir cuentas detalladas de sus malas acciones enumerndolas e
indicando su frecuencia, sino que tena que escrutarse a s mismo:
era preceptivo que examinara su conciencia en busca de signos de
culpa, tentaciones o pensamientos pecaminosos.2 Adems, aparte de
aprender a autoobservarse metdicamente y con rigor moral, el
pecador tena que aprender a gestionar sus emociones ante el
confesor venciendo la vergenza que le asaltaba al referirle cierta
clase de pecados. El secreto de confesin intentaba paliar esa
vergenza.
Los manuales de confesores contenan, como hemos dicho, consejos
y tcnicas para sortear esos escollos y llevar la ceremonia de la
confesin a buen trmino, lo que traa como consecuencia dejar a cero
el marcador de los pecados, por as decir, y compensar las malas
acciones con una pe-nitencia proporcional a ellas. La mayor parte
de las tcnicas se referan a la manera de interrogar a los fieles lo
que inclua un cuidado exquisito del lenguaje no verbal y a la
administracin de penitencias que no slo
2 No todo el mundo era capaz de semejante finura psicolgica. Slo
a las personas cultas una exigua minora les resultaba fcil realizar
el examen de conciencia, entre otras cosas porque su lxico
psicolgico era ms rico. De hecho, podemos aventurar la hiptesis de
que la extensin de la confesin como forma de control social
favoreci a su vez un cierto enriquecimiento y sofisticacin del
lenguaje psicolgico, algo que se acabara difundiendo entre amplias
capas sociales. Por lo dems, esa sofistica-cin lingstica no era un
simple aadido a las vivencias de la gente, que permitiera describir
mejor los estados mentales y emocionales, sino que generaba nuevas
y ms complejas formas de experimentarse a s mismo, es decir, nuevas
capacidades psicolgicas.
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Fundamentos prcticos de la psicologa moderna
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fueran proporcionadas, sino que tuvieran sentido teraputico.
Algunas de esas tcnicas eran sorprendentemente similares a las que
en el siglo XX empleara la psicoterapia. Por ejemplo, los
confesores conminaban a los fieles a que rezasen, evitaran las
tentaciones y recordaran peridicamente los mandatos de Dios. A un
psiclogo actual no le resultara difcil reco-nocer en ello
procedimientos de desvo atencional (rezar es incompatible con tener
malos pensamientos porque exige concentrarse en la oracin),
discusin cognitiva y autoinstrucciones (recordar los mandatos
divinos equivale a fortalecer las conductas deseadas y debilitar
las indeseables) o autoregulacin de la exposicin a estmulos
(evitando la ocasin se evita la tentacin).
Como fenmeno cultural, la confesin fue fundamental para la
consti-tucin histrica del sujeto psicolgico moderno, que sera el
mismo que la psicoterapia incorporara a sus propias prcticas. La
mayora de las psico-terapias potenciaran lo que la confesin haba
generado: individuos capa-ces de observarse a s mismos de una forma
cuidadosa, sistemtica y orde-nada.3 Ahora bien, esa continuidad
entre la confesin y la psicoterapia ha ido acompaada de una
discontinuidad evidente que se pone de manifiesto en el hecho de
que la psicologa actual ya no toma como referencia al menos
expresamente valores religiosos, sino que su marco de referencia es
una concepcin cientfica de la naturaleza humana.
La escritura autobiogrfica
La escritura es un instrumento idneo para las prcticas de
subjeti-vacin, porque permite estructurar el comportamiento
plasmndolo me-diante cdigos que uno mismo y otros pueden descifrar.
As, en la antigua Roma el gnero epistolar constituy una tecnologa
del yo muy utilizada. Los filsofos estoicos romanos se carteaban
haciendo balance de sus acti-vidades diarias. Sus cartas eran
tambin una forma de cultivar la amistad,
3 Por supuesto, eso supona algn grado de interiorizacin de las
normas sociales dominantes. Los telogos distinguan entre el
arrepentimiento por atricin y por contricin. El primero se basaba
simplemente en el temor al castigo divino. El segundo, que era el
verdadero arrepentimiento, se basaba en haberse dado cuenta de que
uno haba obrado mal y senta pesar por ello. La contricin, por
tanto, equivala a una interiorizacin de los valores repecto a los
cuales se defina lo que era o no pecaminoso. De ah, obviamente, el
sentimiento de culpa.
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Historia de la Psicologa
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cuya funcin teraputica se pona de manifiesto en muchos casos.
Por su parte, la escritura autobiogrfica se propag desde la Baja
Edad Media como medio para realizar confesiones pblicas (Gurevich,
1994). Mucho ms tarde, en los siglos XVII y XVIII, los diarios y
las autobiografas se ex-tendieron entre las clases cultas de los
pases protestantes, sobre todo en ambientes calvinistas y
puritanos, tal vez porque respondan a la obsesin por escrutar la
conciencia tpica de esas tendencias religiosas. Finalmente, el
diario ntimo fue una especie de subgnero de la autobiografa que se
hizo muy popular en el siglo XIX (entre quienes saban leer y
escribir, claro est). Una de sus caractersticas es que, en
principio, se escriba para uno mismo, casi como un modo de guardar
un secreto en un lugar fsico (las pginas del diario) a fin de que
no se olvidara. Sin embargo, el hecho de que se escribiera
implicaba que el autor era a la vez el lector. Por tanto, se
desdoblaba, se converta en otro. Uno se converta a s mismo en un
objeto y se vea como tal. De ah la potencia de este tipo de
escritura como tcnica de subjetivacin: permita objetivar la propia
vida y, con ello, gestionarla.
En realidad, los diarios no eran un mero reflejo expresivo de
las vicisi-tudes vitales de sus autores, sino parte integral de
stas. No se limitaban a reflejar la vida, sino que la
transformaban. Adems, pese a que buscaban la autenticidad, los
diarios recurran a tpicos y frmulas retricas esta-blecidas. Como
sealamos al principio, esto es algo que ocurre con todas las
prcticas de subjetivacin: por definicin, todas sirven para
objetivarse y transformarse a s mismo o a los dems, y todas se
valen de los recursos culturales disponibles, a menudo plasmados en
manuales.
DE LA CORTESA A LA URBANIDAD
Como su propio nombre indica, la cortesa proceda de la corte,
esto es, del conglomerado social que en la Baja Edad Media y el
Renacimiento gi-raba en torno a los castillos y palacios donde
vvian los reyes (Elias, 1969). En rigor, la corte la formaban la
familia real y quienes se encargaban de la administracin del reino,
pero todo un mundo de criados, doncellas, nobles y advenedizos
pululaba en torno a la dicha familia y vivan de y para ella. Las
reglas de conducta de quienes formaban ese mundo estaban pautadas
de una manera bastante estricta. Implicaban un trato desigual segn
la posicin jerrquica superior o inferior de la persona con la que
uno
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Fundamentos prcticos de la psicologa moderna
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se relacionaba. El gesto de hacer una reverencia condensa el
significado de la cortesa. Bsicamente, ser corts era comportarse de
acuerdo con lo que la corte esperaba de uno. Por extensin, pas a
significar la adopcin de modos y costumbres socialmente bien
vistos, y casi acab confundin-dose con la buena educacin, aunque
conserv ciertas connotaciones de artificiosidad e hipocresa. Los
manuales de cortesa y buenas maneras proliferaron en la Europa
renacentista y barroca. Contenan consejos sobre el comportamiento
en la mesa, la higiene o la expresin adecuada de las emociones
(Elias, 1939).
Histricamente, la urbanidad fue desplazando a la cortesa
conforme las ciudades europeas iban desplazando a las cortes como
escenarios de la vida social. Aunque segua incluyendo reglas
diferentes segn la posicin social de los implicados en la
interaccin, el clasismo ya no tena como referente a la nobleza,
sino a la burguesa. La urbanidad s se identific ms claramente con
la buena educacin e incluso con las formas de comportamiento que
de-ba adoptar un buen ciudadano. En el siglo XIX, cuando la
aristocracia haba perdido su preeminencia social, proliferaron los
manuales de urbanidad.
Antes nos referimos a los libros de crianza y educacin del
carcter infantil. Los dedicados a ensear urbanidad y buenos modales
pueden en-tenderse como una prolongacin de aqullos. Solan ir
dirigidos a nios un poco mayores y, en vez de ensear a los padres
cmo encauzar la conducta de sus hijos, pretendan ensear a los
propios nios o adolescentes cmo comportarse en sociedad; por
ejemplo, qu hacer y qu no hacer cuando se recibe una visita o se va
de visita, cmo relacionarse con las personas ma-yores y los
profesores, cmo circular por la calle, cmo guardar la compos-tura,
cmo expresarse con correccin, etc. Aqu la demarcacin entre sexos
era tal que incluso se escribieron manuales diferentes para nios y
nias, en los que obviamente se reproducan los estereotipos
tradicionales sobre lo que es y debe ser un nio varn ms activo y
orientado al exterior y una nia ms modosa y orientada al hogar.
Otras fuentes de informacin sobre las habilidades sociales y las
reglas de comportamiento previas a la psicologa moderna las
encontramos en la literatura moral, la novela picaresca o los
tratados de cortejo, seduccin y conducta matrimonial, as como en
los escritos acerca de las normas a seguir en un duelo a espada o
pistola. Cada uno de estos subgneros litera-rios tuvo su poca de
esplendor. Aunque no todos ellos han desaparecido
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Historia de la Psicologa
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(siguen escribindose tratados de urbanidad), la psicologa
cientfica los desplazara conforme avanzaba el siglo XX mediante la
colonizacin de las prcticas acerca de las cuales versaban. Por
ejemplo, el estudio psicolgico de las llamadas habilidades sociales
y su aplicacin clnica ha sustituido parcialmente al ejercicio de
stas tal y como apareca reflejado en los ma-nuales antiguos.
CONTROL COLECTIVO
Determinadas prcticas de subjetivacin requeran (y requieren)
dispo-sitivos para controlar en comportamiento de los dems tomados
como una colectividad, no individualmente. Las escuelas, las
crceles y los manico-mios son tres instituciones en las que se
ponen en marcha esas prcticas. En tales instituciones se aplican
tcnicas que no consisten en ofrecer a los individuos estrategias
para el xito social o para afrontar situaciones como el cortejo o
el trato con un superior, sino en pautar estrictamente el
com-portamiento colectivo en cuanto a horarios (qu se hace en cada
momento del da), rgimen de visitas e ingreso (quin est dentro y
quin est fuera), distribucin de la autoridad (quin manda y quin
obedece), ocupacin de los espacios (dnde se puede estar y dnde no),
etc. Por supuesto, esas pautas incorporan reglas sobre la
interaccin entre las personas y, en ese sentido, incluyen la
prctica de habilidades sociales: es preciso saber cmo dirigirse a
los dems segn qu funcin desempeen dentro de la institu-cin (en un
colegio, por ejemplo, no est permitido hablar al profesor igual que
a un compaero, o al menos no lo estaba hasta hace pocos aos). Por
lo dems, en este tipo de instituciones se da un fenmeno peculiar, y
es que las prcticas de subjetivacin son a menudo implcitas, porque
pertenecen a la cultura o subcultura grupal de quienes se
encuentran en ellas. Desde luego, hay prcticas explcitas y se han
publicado muchos manuales sobre la gestin de las escuelas, los
manicomios y las crceles, en los cuales se explican tcnicas para
identificar y controlar conductas problemticas, or-ganizar la vida
en comn y mantener el orden interno. Pero tambin hay prcticas que
constituyen una especie de costumbres que definen el estilo de vida
grupal de cada institucin. En algunos casos incluso sirven de va
para que los individuos se integren en el grupo y se identifiquen
con cier-tos valores compartidos (las novatadas en algunas escuelas
constituyen un ejemplo de eso).
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Fundamentos prcticos de la psicologa moderna
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Tradicionalmente, las tcnicas de subjetivacin de crceles,
escuelas y manicomios buscaban la docilidad de los sujetos y que
stos interiori-zasen las normas establecidas y los principios de
funcionamiento organi-zativo. Huelga decir que hoy la psicologa est
omnipresente tanto en las instituciones penitenciarias como en las
educativas, y por supuesto en la dedicadas a la salud mental. En
todas ellas comparte competencias y a la vez compite con otros
gremios profesionales como el de los psiquiatras, los pedagogos o
los trabajadores sociales, y en todo caso participa activamente en
la gestin de la vida de las personas que se encuentran en dichas
insti-tuciones. Los textos actuales sobre la administracin del
comportamiento en ellas incluyen tcnicas de dinmica de grupo,
gestin de los conflictos, motivacin, terapia ocupacional, etc. Se
trata, en definitiva, de tcnicas ya psicologizadas.
A partir de lo anterior podramos establecer fcilmente
paralelismos entre las prcticas de subjetivacin previas a la
psicologa y las que sta nos viene proporcionando desde hace cien
aos. Como hemos visto, haba tcnicas ligadas a dos de los tres
grandes mbitos de aplicacin de la psi-cologa moderna: la educacin
(crianza, educacin del carcter, control es-colar) y la psicologa
clnica, entendida sta en sentido amplio (tecnologas del yo,
habilidades sociales, control penitenciario y manicomial). No haba
tcnicas ligadas al tercer mbito, el del trabajo, por la sencilla
razn de que la organizacin cientfica del trabajo, consecuencia de
la segunda revolu-cin industrial, coincidi en el tiempo con el
nacimiento de la psicologa como disciplina. Lo ms parecido a
tcnicas de organizacin laboral antes del siglo XIX quiz podamos
encontrarlo en los procedimientos de organiza-cin y racionalizacin
del tiempo que se aplicaban en los monasterios me-dievales, donde
la vida diaria estaba rigurosamente pautada buscando un equilibro
entre oracin y labor que, adems, pretenda que cuerpo y mente se
mantuvieran siempre ocupados, lejos del pecado (Linage, 2007). Esa
racionalizacin de la vida diaria tuvo su reflejo fuera de los
monasterios en los libros de horas, muy populares entre la nobleza
medieval y renacentista.
Tambin se encuentran antecedentes de la racionalizacin cotidiana
de las propias fuerzas en los diarios de un personaje que algunos
historiadores han tomado como arquetipo del burgus, un tipo de
sujeto que eclosion en
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Historia de la Psicologa
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el siglo XIV y ha llegado con fuerza aunque con cambios hasta
nuestros das. Se trata de Benjamin Franklin, quien en el siglo
XVIII escriba una lis-ta de virtudes en las que deba ejercitarse y
dibujaba tablas (hoy diramos autorregistros) donde anotaba
semanalmente sus progresos en cada una de ellas (Sombart, 1913).
Como sugerimos al principio de este tema, las prc-ticas de
subjetivacin ponen de manifiesto que no hay una nica forma de ser
sujeto: no hay, ni histricamente ni a lo largo y ancho del mundo,
una nica forma de vivir, pensar y sentir. Las tcnicas de
subjetivacin favore-cen unas u otras maneras de ser sujeto porque
constituyen procedimientos mediante los cuales las personas
interiorizan valores y hbitos. Las diversas corrientes de la
psicologa se basan en determinados ideales de lo que debe ser un
sujeto humano, y sus tcnicas hacen que las personas se acerquen a
esos modelos ideales.
En efecto, las formas contemporneas de ser sujeto han estado
estrecha-mente ligadas a la psicologa cientfica, que ha reforzado
ciertos modelos en detrimento de otros. El burgus ha representado
una de esas formas de ser sujeto e incluso la del sujeto moderno
por antonomasia, para el cual ha constituido un arquetipo
caracterizado por rasgos como el clculo de costes y beneficios, la
racionalizacin de la vida, la proteccin de la privacidad, la
bsqueda de relaciones sociales convenientes y el autocontrol
psicol-gico, necesario para la buena marcha de los negocios (un
burgus hurao o emocionalmente inestable sera poco de fiar y tendra,
en consecuencia, poco crdito, en su doble sentido moral y
econmico). Otras formas de ser sujeto, algunas de cuyas
caractersticas llegan asimismo hasta nuestros das, surgieron a
finales del siglo XIX, a veces en franca oposicin al mode-lo del
burgus codicioso e interesado. Una de ellas fue la del trabajador,
y particularmente el proletario, cuyo modelo, tematizado tanto por
el fascis-mo como por el comunismo, incluye valores como la
solidaridad, el apoyo mutuo, la conciencia de clase o la mentalidad
revolucionaria. Otra forma de subjetividad que eclosion a finales
del siglo XIX fue la del ciudadano, que en la Europa occidental y
los pases anglosajones ha sido (y es) el modelo de sujeto tpico de
los regmenes democrticos, caracterizado por la respon-sabilidad, la
participacin y la asuncin de derechos y deberes.
En el siglo XIX aparecieron igualmente formas de ser sujeto que
consti-tuan una reaccin no slo contra el modelo burgus, sino en
general contra la administracin cientfica de la sociedad y la
psicologizacin de la vida. Los dandis y los decadentes, por
ejemplo, buscaban una autogestin de s
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Fundamentos prcticos de la psicologa moderna
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mismos basada en criterios estticos, y para ello recurran a
tcnicas de subjetivacin especficas centradas en el autocontrol y
las apariencias. En muchos aspectos, las tribus urbanas de la
segunda mitad del siglo XX han sido herederas de estas figuras,
aunque en ellas hay asimismo componentes de otras, como la del
trabajador.
Los psiclogos actuales, en su ejercicio profesional, se enfentan
con personas que se hallan ms cerca de unos u otros modelos de
sujeto y, por tanto, poseen diferentes valores y actitudes que no
tienen por qu coincidir con los del psiclogo.
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Historia de la Psicologa
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