Sueño de una noche de verano UNIO 12 9 de junio de 2016. Por danijota Muchas veces los sueños nos mandan mensajes desde nuestro inconsciente que al despertar, nos han mostrado nuestra verdadera forma de obrar en un aspecto determinado. Y cuando despertamos pocas veces recordamos lo ocurrido y a veces cambiamos nuestra actitud ante tal hecho. Algo parecido les ocurre a los protagonistas de Sueño de una noche de verano, el clásico de Shakespeare, que viene de la mano de Darío Facal a las Naves del Español. La obra nos cuenta la historia de una compañía de cómicos que ensayan una obra en el bosque para celebrar las bodas de Hipólita y Teseo. Mientras dos enamorados escapan de Atenas para vivir sus amor de manera libre al mismo bosque. Y para colmo, Puck, un duende al servicio de Oberón, hace que todo el mundo se enamore de todo el mundo menos de quien debe a causa de una sustancia. ¡Hasta la misma Titania esposa de Oberón! Lo primero que se encuentra el espectador cuando llega al teatro es un espacio lleno de luz natural. Algo poco habitual y que choca. Y poco a poco, Darío Facal nos va introduciendo en su particular sueño, donde la oscuridad de repente cubre la sala y aparecen imágenes inspiradoras que se van sucediendo, donde hombres y mujeres pueden vestir de la misma manera, donde lo contemporáneo y lo clásico se dan la mano. Un sueño, donde un mismo espacio, puede ser cientos. Una obra vitalista que nos recuerda la importancia del amor, de tener fantasía y del propio teatro. El teatro dentro del teatro es un protagonista más y creo que una de las delicias de la obra, es ver a esa compañía de teatro que pretende ensayar la muerte de Píramo con un magnífico Agus Ruiz, que se mete al público en el bolsillo. Un clásico universal llena de encanto y humor que te hará soñar y creer que todo es posible y, si no puede serlo, por lo menos siempre se podrá soñar. No te lo pierdas.
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Sueño de una noche de verano - salbisenante.com€¦ · hemos podido ver en los últimos meses: “Amistades peligrosas”, “El burlador de Sevilla” y “Amor de Don Perlumplín
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Sueño de una noche de verano UNIO 12
9 de junio de 2016.
Por danijota
Muchas veces los sueños nos mandan mensajes desde nuestro inconsciente que al despertar, nos han mostrado nuestra verdadera forma de obrar en un aspecto determinado. Y cuando despertamos pocas veces recordamos lo ocurrido y a veces cambiamos nuestra actitud ante tal hecho. Algo parecido les ocurre a los protagonistas de Sueño de una noche de verano, el clásico de Shakespeare, que viene de la mano de Darío Facal a las Naves del Español. La obra nos cuenta la historia de una compañía de cómicos que ensayan una obra en el bosque para celebrar las bodas de Hipólita y Teseo. Mientras dos enamorados escapan de Atenas para vivir sus amor de manera libre al mismo bosque. Y para colmo, Puck, un duende al servicio de Oberón, hace que todo el mundo se enamore de todo el mundo menos de quien debe a causa de una sustancia. ¡Hasta la misma Titania esposa de Oberón!
Lo primero que se encuentra el espectador cuando llega al teatro es un espacio lleno de luz natural. Algo poco habitual y que choca. Y poco a poco, Darío Facal nos va introduciendo en su particular sueño, donde la oscuridad de repente cubre la sala y aparecen imágenes inspiradoras que se van sucediendo, donde hombres y mujeres pueden vestir de la misma manera, donde lo contemporáneo y lo clásico se dan la mano. Un sueño, donde un mismo espacio, puede ser cientos.
Una obra vitalista que nos recuerda la importancia del amor, de tener fantasía y del propio teatro. El teatro dentro del teatro es un protagonista más y creo que una de las delicias de la obra, es ver a esa compañía de teatro que pretende ensayar la muerte de Píramo con un magnífico Agus Ruiz, que se mete al público en el bolsillo. Un clásico universal llena de encanto y humor que te hará soñar y creer que todo es posible y, si no puede serlo, por lo menos siempre se podrá soñar. No te lo pierdas.
"No sé si confundimos la vida real con el teatro, o el teatro con la vida real" (BLOG DE CRÍTICA
TEATRAL DE HUGO ÁLVAREZ DOMÍNGUEZ). Madrid / 01-06-2016.
‘Sueño de una Noche de Verano’, o la diversión
como máxima prioridad
A pesar de llevar ya mucho tiempo trabajando, tanto Darío Facal como Metatarso Teatro llevan un par de años dorados presentando montajes de grandes obras, con gran repercusión en grandes salas de Madrid. Primero fue Las Amistades Peligrosas, después El Burlador de Sevilla, hace muy poco Amor de Don Perlimplín con Belisa en su Jardín y ahora Sueño de una Noche de Verano. Todo esto en apenas año y medio: casi nada.
No siempre me considero un fan declarado de los trabajos de Metatarso; aunque reconozco que suelen ser valientes y arriesgados y tirarse a la piscina con todas las consecuencias. Así como me fascinó Las Amistades Peligrosas, me pareció más errática El Burlador de Sevilla; si bien había en ambas señas de identidad comunes e inequívocas. Ahora, en este Sueño de una Noche de Verano, Facal y Metatarso han conseguido mantener su esencia pero renunciando a algunos elementos que ya empezaban a jugar más en contra que a favor porque ya estaban muy vistos -no, esta vez no hay ni rock and roll en directo ni micrófonos…-; pero tal vez lo más importante de su acercamiento a una de las comedias más representadas de William Shakespeare haya sido el no perder nunca de vista que la finalidad primaria de la comedia no es otra que el divertimento. Así, Facal presenta una lectura ágil de la obra, que acerca el clásico a todos los públicos por igual: esto, que puede parecer una obviedad, es para mí el primer gran acierto de la propuesta.
Todos hemos visto muchas versiones de Sueño de una Noche de Verano -y seguro que en España muchos recordamos la espléndida versión de Helena Pimenta con Ur Teatro que se repuso varias veces para varias generaciones pudiésemos disfrutarla-; y posiblemente ahí radique una de las grandes dificultades de insistir en ella: en hallar una personalidad, un tono y algo que diferencie un montaje del resto. Además, Sueño intercala dos -y podríamos decir que hasta tres- tramas de distinta índole y hasta cierto punto independientes entre sí: la del enredo amoroso, la puramente cómica con la obra dentro de la obra y la del mundo de las hadas, que une de algún modo las dos tramas anteriores; de manera que nunca es fácil hallar una diferenciación de tono entre todas ellas que aporte verdadero interés a la versión.
Darío Facal confía ciegamente en el poder del texto de Shakespeare y lo otorga al público todo lo desnudo que es posible, aunque sin perder nunca de vista la cuestión del ritmo que toda buena comedia debe tener. Apoyado en una escenografía alegórica de María de Prado -neones que ubican las escenas, animales disecados a tamaño natural y un curioso juego de telones de tramoya que van cayendo para dejar paso al siguiente, en un efecto inverso al que se suele hacer normalmente- Facal juega con actores y personajes, subrayando la comedia y el sentido del ritmo por encima de cualquier otra cualidad -incluso por encima de la atmósfera de lo sensual, que tantas veces fue principal en esta obra-. El resultado es un Sueño ágil, divertido, cómico y para todos los públicos que pone de manifiesto por qué esta obra es una de las más representadas del bardo de Stanford. Todo es sencillo: desde el vestuario de Ana López Cobos -que guiña muchas veces directamente al dibujo animado- hasta la iluminación de Juanjo Llorens, perfectamente integrada en una idea que ni siquiera opta por realzar el elemento nocturno tan evidente -¿tal vez sea por eso que no se realza, porque está implícito en el título?- que sí primaba en otras propuestas de esta misma obra.
Todo tiene ritmo, divierte y fluye; acaso sobren un par de subrayados musicales que son una suerte de versión techno de la música incidental de Mendelssohn para esta obra -básicamente la Obertura y el Nocturno-, que no aportan gran cosa y son bastante feas… Sin apartarnos del aspecto musical, por algo que se me escapa Emilio Gavira vuelve a cantar el Vals de La Viuda Alegre -ya lo hacía con Pandur en La Caída de los Dioses y Fausto-, que no entiendo muy bien qué pinta aquí: en cualquier
caso, llama la atención que se le pida a un actor que cante la misma pieza en tres montajes distintos… También habría que comentar que por alguna razón que se me escapa, la trama de la obra dentro de la obra -que alcanza grandes niveles de comicidad en su sencillez y en su cutrerío buscado- funciona decididamente mejor que un enredo amoroso al que seguramente le falte un punto extra de sensualidad, o que el recurso de cubrir a Oberón completamente de negro en las escenas en las que se hace invisible, privando al actor de la expresión gestual no termina de convencerme del todo; pero puestas en una balanza, unas cosas compensan sobradamente otras a la hora de valorar una versión que nunca pierde su voluntad de divertir. Y, sobre todo, muestra algo de lo que yo dudaba: que Facal sabe hacer grandes cosas también desde lo sencillo, prescindiendo de lo accesorio y renunciando a una voluntad de impresionar que era marca de la casa en montajes anteriores; esto es, claro, un piropo.
En un año en el que se ha montado mucho Shakespare en castellano, con versiones y traducciones que ni siempre he compartido, hay que decir que esta que firman Facal y Javier L. Patiño es bastante óptima y sin salidas de pata de banco, aunque acaso suene por momentos -solo por momentos- excesivamente ‘amarrada’ a la versificación -vamos, que a veces, solo a veces, queda muy pendiente del verso y del ritmo antes que de la fluidez del mensaje- pero que al menos es respetuosa con Shakespeare: esto debería ser algo de cajón, pero ya saben que no siempre sucede…
No quiero pasar por alto uno de los aspectos más polémicos del montaje: junto al programa se entregan unas gafas 3D que se sugiere que sirven para ver la puesta en todo su esplendor -una puesta que ya he dicho, es sencilla y casi de artesanía-: al principio nos las ponemos; pero todos nos las acabamos quitando al ver que no sucede nada verdaderamente importante y que enturbian la visión de los actores… Llevo varios días dándole vueltas a este asunto de por qué a nadie le funcionan las gafas, y estoy casi convencido de que es una engañifa premeditada de Facal, para jugar con el público en una obra basada toda ella en que las cosas no son lo que parecen: tampoco el ¿falso? 3D, supongo. Ignoro si este es el motivo de que a nadie le funcionen las gafas; pero de serlo la idea roza la genialidad y tiene un sentido perfectamente aplicable al carácter de la obra… Me temo que nos vamos a quedar con la duda, pero yo ahí les dejo mi hipótesis.
El nutrido reparto -9 actores- se desdobla en varios personajes que intervienen en las diversas tramas paralelas; y todos están en su sito y todos encuentran su momento para brillar, aunque unos papeles les vayan más que otros: rara vez se puede decir esto de un elenco con tanta gente. Ya he dicho antes que en general la trama de la obra de los artesanos funciona mejor que la del enredo amoroso en el bosque por una cuestión de atrevimiento y tono; y casi todos los actores acaban encontrando su momento en la trama de la parodia de Píramo y Tisbe. Casi: me gustó mucho la Helena de Katia Klein que se roba toda la trama del bosque por físico, tono y formas; es casi la única que destaca más en la trama amorosa que en la puramente cómica. Frente a ella, puede que la Hermia de Alejandra Onieva quede un punto en segundo plano; pero se resarce de sobra con el simpatiquísimo león de Eva Nista en la obra de los cómicos, encontrando su momento para destacar, como todos antes o después en este montaje. Por su parte, Antonio Lafuente (Lisandro / Ramón Hambrón) seguramente sea el actor al que el propio montaje deja menos posibilidades reales de brillar.
Con todo, la función es por derecho propio de Óscar de la Fuente -que cumple en Demetrio- cuando interpreta a Francisco Flauta realizando un verdadero derroche de trabajo gestual y físico puesto al servicio de la comedia, con recursos de clown de primera fila; y de Agus Ruiz en Nicolás Trasero -el único que no se desdobla porque se ve implicado en varias tramas-, de presencia poderosa y vis cómica inesperada. Ambos levantan el show en cada aparición, provocando las carcajadas más salvajes del respetable con toda lógica, porque están en verdadero estado de gracia.
En otro orden de cosas, Carmen Conesa luce regia, valga la redundancia, en las dos reinas (Titania e Hipólita) y es elegante hasta en su momento de ensoñación amorosa con el burro, que ya es difícil -creo que me quedo con la sensación de que esta vez le dejan hacer poco para lo buena que es pero aporta gran dignidad real a sus papeles, y si la compañía se la puede permitir, bienvenida sea- y Alejandro Sigüenza le aguanta muy bien el tipo en sus dos partenaires (Egeo y Oberón), cosa que no era tarea nada fácil, considerando la altura a la que rinde Conesa. Emilio Gavira es perfecto para Puck a todos los niveles, y en él encontramos al actor personal y sólido de siempre; y Vicente León sale bien parado de la difícil tarea de ser quien intenta imponer un poco de orden en el delicioso despropósito en que acaba derivando la representación de los cómicos.
El espectáculo tiene ritmo, funciona desde lo sencillo sin renunciar por ello a ser imaginativo, el público se lo pasa en grande; y, sobre todo, tiene la virtud -¡enorme!- de acercar una obra universal a todo tipo de público, sin traicionar nunca su esencia: otros, buscando lo mismo, han acabado por hacer lavados de cara que dejaban el original en irreconocible. Se le pueden poner pegas aquí y allá, pero es un gran espectáculo; y, sobre todo, muy divertido.
30 mayo, 2016 por Ángel Esteban Monje
Sueño de una noche de verano
Darío Facal apuesta por la parodia en su versión
de la comedia de Shakespeare.
Durante esta temporada ya hemos tenido oportunidad de asistir a una versión de Sueño
de una noche de verano. Los coreanos, dirigidos por Jung-Ung Yang, se inclinaron por
una mezcolanza animista más propia de un divertimento callejero que de una
aproximación trascendente de la comedia shakesperiana. Darío Facal, afortunadamente,
ha vuelto a renovar con su mirada de farsa (conecta muy bien estéticamente con el
montaje de Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín que nos regaló hace poco
unos meses) las historias de amor, naturaleza y metateatro que bordó el bardo con gran
genio. Pero… ¿quién es, en verdad, el protagonista? Muchos y ninguno. Hasta tres hilos
argumentales se ponen en funcionamiento, muy bien recortados para que la fluidez sea
máxima durante la hora y media larga que dura el montaje. Por un lado, contamos, en
Atenas, con la presencia de Hipólita (llevada por Carmen Conesa con serenidad; luego,
como Titania, aportará un toque erótico a través de su vestimenta) y Teseo (Alejandro
Sigüenza sigue a su compañera con la altivez bondadosa propia de su personaje y,
después, bien malicioso en el papel de Oberón), el duque y la reina de las amazonas
están a punto de casarse, pero antes de que se celebren los fastos, deben mediar en un
conflicto de compromisos maritales fallidos. Egeo, un caballero, no puede aceptar que
su hija, Hermia, desee a Lisandro en menoscabo de Demetrio, de quien está enamorada
Helena. Dos parejas destinadas al equívoco dentro del bosque en el que las hadas y los
duendes hacen de las suyas, mientras Cupido cumple con su labor. En otro plano
participan, como ya se ha comentado, en el interior de la frondosidad, los reyes Titania
y Oberón en disputa. Es, quizás, a pesar de ser el desencadenante de varias de las
confusiones, también, la más confusa de las tramas. La cuestión es observar cómo
avanzan los personajes en sus afanes a través de la magia y el poder de la naturaleza, y
de cómo Puck, encarnado por Emilio Gavira, inclinado hacia el sarcasmo y la malicia,
ejerce los mandatos de su amo. Más allá de todo este entramado, lo principal de la
versión que nos presenta Darío Facal radica en la «fiesta» esperpéntica que ha montado
para el final. Unos artesanos han preparado una representación teatral sobre el episodio
de Píramo y Tisbe, que se encuentra en las Metamorfosis de Ovidio, en honor de
Hipólita y Teseo a modo de epitalamio sui géneris. El desmadre al que llega el elenco es
digno de los Monty Pithon: estrafalario, absurdo y caótico. Dirigidos por Pedro Quince
(el carpintero), un amaneradísimo Vicente León, surge como un torrente, proteico y
henchido de energía; Nicolás Trasero (traducido así, Bottom, el tejedor), al que Agus
Ruiz dota de verdadera grandiosidad. Le acompañan Antonio Lafuente, que también se
mete en el papel de Lisandro, y aquí en el de Ramón Hambrón (el sastre), adopta un
tono más bajo y queda algo tapado respecto de sus compañeros, aunque mantiene el
tipo; de forma algo parecida que Alejandra Onieva en los papeles de Hermia y en este
vodevil de Eva Nista (la ebanista, lógicamente); muy graciosa, sin embargo, como
León. Capítulo aparte merecen Katia Klein, quien me ha parecido extraordinaria con su
soltura, con sus maneras de obsesiva y locuela en los papeles de Helena y de Tomasa
Morros (la calderera), y que después le toca transformarse en muro. Pero, claro, este
Sueño de una noche de verano sería otra cosa si Óscar de la Fuente no hubiera creado
con su desparpajo y su vis cómica ese ser llamado Francisco Flauta (un
remiendafuelles), con su actuación lleva la obra a un punto irónico, infantil y
alucinatorio sin parangón.
La escenografía posee un encanto engañoso (definitivamente el 3D y las gafas al uso
que se reparten no acaban de tener mucho sentido, puesto que apenas encontramos
ilustraciones que se pueda tridimensionar), por un lado, es acorde con la farsa final, con
su aspecto amateur, con elementos que no implican un gran coste y que se disponen sin
ese aparataje de las funciones de enorme presupuesto. Próximo a una instalación de
hace décadas, con imágenes de astros, de bustos, de un corazón; pero planos. Igual que
las sábanas ilustradas que forman el principal sustento del decorado y que van cayendo
de forma suave y mecánica según avanza el tiempo, como una especie de tramoya
inversa; es un detalle elegante e ingenioso que le da un toque particular. Árboles, sillas,
una mesa, un oso, macetas con arbustos, un zorro, en fin, un popurri de entes que se
reparten irónicamente respecto del espectador, como si todo estuviera un poco por
hacer, como si asistiéramos a una fase intermedia de una obra futura más acabada, al
menos, acabada a como estamos acostumbrados. Con el vestuario, además, ocurre algo
parecido. La variedad y la mezcla es sorprendente y muy llamativa, desde los camisones
de los atenienses, pasando por el abrigo de Teseo o el mono verde ajustado de Titania,
hasta las ropas de los artesanos, donde el propio Trasero parece que va a echarse una
pachanga con los amigos (cuando el hechizo lo convierte en asno, ya remata). Por lo
tanto, conlleva cierto aire kitsch que nos distancia de Shakespeare para ofrecernos algo
novedoso; y eso se agradece.
En definitiva, es más un cuadro, en el sentido pictórico, que un conjunto de historias. Es
una representación de la naturaleza viva y plena de movimiento explosivo que entronca
con tradiciones que han pervivido más en países nórdicos. Incluso el concepto del amor
se aproxima al de la magia, del embrujo, alejado del amor como enfermedad o dolor
propio del medievo o del romanticismo. Expele inocencia, entretenimiento bucólico,
pero, a la vez, lucha de fuerzas a distintos niveles, en una jerarquía desigual.
Espléndidamente, Darío Facal y su equipo nos entregan un Sueño de una noche de
verano en la versión más divertida de un clásico shakesperiano que se pueda imaginar.
Cultura - Teatros JUAN IGNACIO GARCÍA GAZÓN – 26-05-2016.
«Sueño de una noche de verano»,
de Shakespeare: en el mágico
corazón del bosque. Darío Facal dirige en las Naves del Español una producción de la comedia con Carmen Conesa como protagonista.
Una aproximación directa, concisa, divertida y clara al bosque de la imaginación que Shakespeare convirtió en escenario propicio para que, azuzados por la magia nocturna y la calidez estival, se liberen los sentidos y desaten las pasiones. Darío Facal perfila con trazo seguro los tres mundos que confluyen en el embriagador ámbito feérico: el de la doble pareja de enamorados atenienses, el de las hadas y los espíritus, y el de los torpes artesanos que preparan una función teatral para celebrar los esponsales de Teseo, rey de Atenas, e Hipólita, soberana de las amazonas. Al fin y al cabo, parece que el Bardo también escribió esta comedia en 1595 como epitalamio de la boda de sir Thomas Berkeley y Elizabeth Carey.
En su despejado espacio escénico, María de Prado ha distribuido elementos sugeridores de los lugares donde transcurre la acción (plantas, un oso y un zorro disecados, lienzos con figuras arquitectónicas, anatómicas y zoológicas…), con un letrero luminoso que indica tiempo y lugar de las escenas. Facal dirige a los actores con austera precisión buscando sobre todo el efecto cómico, que culmina en la descacharrante representación de los bienintencionados trabajadores. Un reparto equilibrado y sin fisuras se divierte y nos divierte reeditando la fantasía de este sueño inagotable. Si Emilio Gavira es un Puck cautivador, la palma de la comicidad la comparten Vicente León como portavoz de los artesanos, Óscar de la Fuente en su doble cometido del enamorado Demetrio, y Francisco Flauta y Agus Ruiz en la piel del más histriónico de los actores rústicos.
querer despertar Que William Shakespeare fue un genio nadie lo pone en duda, tener la capacidad de escribir “Hamlet”, “Rey Lear” u “Otelo” es algo único, pero además adentrarse en el terreno de la comedia y la fantasía con EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO, es de un atrevimiento magistral. El montaje que cierra la programación de esta temporada en Matadero es un digno broche de oro.
Darío Facal es el artífice de la sorpresa y la innovación, a veces incluso por exceso. En este mágico montaje, el imaginario campa a sus anchas para entretener, sorprender y hacer que el espectador entre de lleno en ese bosque ateniense poblado de personajes enamorados, apasionados, entre el mundo de la fantasía y el amor más inocente. Juega el director con la sorpresa. Entrar en una sala bañada por la luz del sol exterior ocasiona el primer despiste, pero todo tiene su sentido. Cuando la noche caiga sobre Atenas, la sala se oscurecerá hasta el nuevo día. La divertida historia de enredo, confusión, amor y teatro se desenvuelve con pasmosa finura. Sin estridencias pero con un halo de cuento entrañable. EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO es puro entretenimiento, pura diversión y pura carcajada. La parte final, magistral, ese teatro dentro del teatro. Maravillosa recreación de la muerte de Piramo y Tisbe por esa desastrosa troupe de cómicos. Hacía tiempo que no escuchaba una platea repleta reír y disfrutar de lo lindo. La polifacética Carmen Conesa, encabeza un reparto donde todos brillan por igual. La obra funciona a la perfección, el aire desenfadado les permite un disfrute que se contagia. Y ese abrazo a la platea es un perfecto final, un dulce despertar mientras la luz de la noche se disipa. Me quedo con las sensaciones agradables, la sorpresa, la vida del bosque. Hay que dejarse llevar en este montaje, hay que aflojar los sentidos, relajarse y que la pócima del amor que Puck derrama sobre algunos de los personajes nos contagie también. El teatro es eso también, bajar la guardia y caer en el sueño más dulce de la mano de un gran Shakesperare, un bonito montaje y una fiesta que ensalza el amor y la fantasía. No lo duden, acudan al Matadero a dejarse seducir, me lo agradecerán…. Crítica realizada por Moises C. Alabau TAGS: Agus Ruiz, Alejandra Onieva, Alejandro Sigüenza, Antonio Lafuente, Carme Conesa, Crítica,
Darío Facal, El sueño de una noche de verano, Emilio Gavira, Katia Klein, Madrid, Matadero Madrid, Oscar de la Fuente, Vicente León, William Shakespeare
A pesar del empacho shakesperiano que ha generado su 400º aniversario, presentíamos que esta propuesta sería interesante y lo es. Versionada una y mil veces, 'El sueño de una noche de verano' da juego aún para consolidar a Darío Facal entre los mejores directores teatrales del momento, con una versión redonda que se basa en lo importante, el texto y los actores que lo representan. Un enredo amoroso a cuatro esquinas comienza en palacio y se complica enormemente en un bosque encantado, pero todo termina bien al final. Son dos tramas paralelas: en palacio manda el duque Teseo y su prometida Hipólita; en el bosque, Titania y Oberón, los reyes de las Hadas; los primeros tienen un consejero discreto, Filóstrato, los segundos un ayudante enredador, Puck. Mientras las dos parejas se lían y deslían bajo los influjos mágicos de Oberón y las travesuras de Puck, unos cómicos aficionados -sus alter ego reforzados con un colega de postín- ensayan y finalmente representan una pieza festiva para los desposorios ducales. Dicho así resulta casi anodino, pero es que la gracia e ingenio del texto y la trama, la inteligencia de los diálogos y situaciones no pueden resumirse por común mortal; hay que ver, oír y callar ante tal monumento de sencillez, buen humor y donosura. La versión aporta versificaciones ingeniosas y traduce adecuadamente los innumerables juegos de palabras. Y las tramas paralelas se realzan en los dobles personajes que interpretan los actores, comenzando por Emilio Gavira, el pivote del elenco, que crece hasta el protagonismo y realiza un Puck verdaderamente espléndido, de una expresividad gestual enorme. El despliegue actoral resulta sobresaliente porque sobresaliente es una dirección y una interpretación que se aparta del surco mil veces trillado para conseguir nuevas facetas. Si Carmen Conesa confirma su valía, Agus Ruíz irrumpe como una revelación y Alejandra Onieva despliega un surtido sensacional de expresiones. Pero no hay borrón en la partitura interpretativa.
Una escenografía expresionista parece reservarse premeditadamente a ser receptáculo somero de la actuación. No está mal la original sucesión al fondo del escenario de pequeños telones ilustrados a la antigua usanza, pero dotados de grafismo tridimensional (dos imágenes desincronizadas, con colores azul y rojo) que con las célebres gafas anaglíficas con que se dota a los espectadores, dan lugar a una sola imagen en tres dimensiones. Facal pretende con ello profundizar en el aspecto onírico y acercar al espectador a la experiencia psicotrópica -estado alterado de conciencia- que según él sugiere la trama de la obra. Desgraciadamente las gafitas de marras no suplen al ácido lisérgico, y los pocos espectadores que iniciaron el experimento lo dieron por terminado rápidamente al ser mayores las molestias que los hallazgos. Darío Facal dirige y dirige sin parar últimamente (felicitaciones también a su ayudante). Hizo una versión espectacular de El burlador de Sevilla a comienzos de la temporada y sacó petróleo de Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín justamente el mes pasado. Una temporada ciertamente redonda.
Este domingo la sala estaba casi llena; y el casi se deberá a que aún no ha habido tiempo para el tantán de recomendaciones que la pieza merece. Buenísimas vibraciones, sale uno del teatro de buen humor y mejor ánimo, cosa ayer. hoy y mañana no demasiado frecuente.
diarioabierto.es
Shakespeare y la dimensión del amor
Teatro
20/05/2016. Luis M. del Amo. Darío Facal presenta 'El sueño de una noche de verano' en Las Naves del Español.
Sueño de una noche de verano
Dos planos polarizan la obra de Shakespeare, presentada este viernes en „Las Naves del Español‟ del Matadero de Madrid, en la versión de Darío Facal, dramaturgo y director. Por un lado la ciudad, donde rige la ley y la “sensatez” encorseta los sentimientos, y por otro lado el bosque, territorio del misterio, poblado por duendes y hadas, y adonde los amantes huirán a fin de consumar su amor. En estos dos espacios, pero sobre todo en el bosque, trascurre la acción de ‘El sueño de una noche de verano’, la obra de Shakespeare, traducida, adaptada y dirigida por Facal con ocasión del cuarto centenario de la muerte del dramaturgo inglés. En su propuesta, Facal juega con estos dos espacios, y quiere añadir incluso una tercera dimensión, proyectada en los telones del fondo. Pero lo importante es, no solo el recurso a la duplicidad, tan caro a la la comedia (dos amantes, dos mundos…), que introduce el caos y la confusión en el orden, sino cómo el dramaturgo logra aunar todos estos elementos. Facal consigue un espectáculo unitario gracias en primer lugar a un plantel de actores compacto, brillante incluso en los momentos más descacharrantes, aquellos en que un grupo de actores ensaya y representa finalmente una delirante obra, entre las carcajadas del público. Brillante puesta en escena Teatro dentro del teatro, y fábula dentro de la fábula, la obra también se apoya en una escenografía muy austera, poblada por animales disecados (una lechuza, un oso y un zorro); y donde brillan algunas soluciones de vestuario, como el atavío de Titania y Oberón, seres mitológicos, invisibles por tanto a los humanos, y cuyas ropas en verdad les camuflan a los ojos del público; o la magnífica caracterización como Puck que viste Emilio Gavira, el actor que interpretara a „Rompetechos‟ en el film de Fesser „Mortadelo y Filemón‟. Comedia dentro de la comedia, la propuesta de Facal gana altura cuando el texto se centra en el papel del teatro, y en general de la imaginación y de la ficción, en la existencia humana. Con momentos memorables, como el parlamento en que el personaje de Nicolás Trasero, de vuelta a la forma humana, duda sobre el modo de contar su transformación en burro; o cuando el escenario encarna un lugar de pesadilla, con todos sus habitantes ensimismados; o cuando la niebla, magníficamente representada con tan solo un plástico y un ventilador, atrapa a dos personajes, confundidos además por una multiplicidad de voces, que reverberan en el bosque, gracias a unos micrófonos, por cierto, muy bien utilizados. Tiene además la comedia una parte luminosa, de enredo, con idas y venidas, interpretadas con fluidez, por unos actores que, en general, cumplen convincentemente con su cometido. Todos, salvo uno, doblan papel. Y todos lo resuelven sin problemas. Aunque lo mejor es precisamente la combinación de talentos, quiero destacar la labor de Katia Klein, quien aprovecha, en ocasiones al borde del histrión, las líneas que le deja su papel de Helena, una joven despreciada por su amor.
» Teatro Siglo de Oro
Almería revive el 'Sueño de una noche de verano' con
un Shakespeare con gafas 3D
Almería. 23 de Abril de 2016 20:40h
Escena de la obra
ALMERÍA.- 'Sueño de una noche de verano' del director y dramaturgo Darío Facal y la
compañía Metatarso Producciones era una de las obras más esperadas por el público almeriense
en esta primera parte de las trigésimo terceras Jornadas de Teatro del Siglo de Oro. De hecho,
en la noche de ayer el Auditorio Municipal Maestro Padilla se llenó de un público dispuesto a
disfrutar de la que es seguramente una de las comedias más representadas de Shakespeare por la
vitalidad de su argumento, la brillantez de su poesía y su innegable ritmo cómico.
Con una escenografía fuera de lo habitual, Facal se acercó al clásico modernizando su lenguaje
y sumergiendo al público en la magia de la historia a partir de un efecto escénico, las gafas 3D,
que se utilizan por primera vez en el teatro, haciendo que el espectador viva una experiencia
visual única, muy diferente a la que están acostumbrados. Una puesta en escena basada en el
efecto que produce el juego de telones que aparecen y desaparecen mágicamente.
La obra, ambientada en la Grecia clásica y protagonizada por Carmen Cornesa, Emilio Gavira y
Alejandro Sigüenza, entre otros, sucede a lo largo de una noche en un bosque cercano a Atenas
donde también se encuentra el Reino de las Hadas. Cuatro jóvenes que escapan de la ciudad se
ven obligados a pasar la noche en dicho bosque, pero todo se complica cuando un duende les
aplica una poción mágica en los ojos que les hace enamorarse de la persona equivocada. A lo
largo de la historia conviven personajes reales con otros fantásticos a través de distintas tramas
que tienen como nexo de unión la boda entre Teseo, duque de Atenas, e Hipólita, reina de las
Amazonas. Sin duda, un espectáculo lleno de encanto y de humor con el que los almerienses
EXTREMADURA.-El XXVI Festival de Teatro Clásico de Cáceres baja el telón con 15.478 espectadores Los Doce Montajes De La Sección Oficial Rozan Los 5.000 Espectadores Y Cuatro
Funciones Agotaron Las Entradas Cáceres, Europa Press El Festival de Teatro Clásico
de Cáceres, que bajó anoche el telón de su vigésimo sexta edición con la última función
con un Gran Teatro lleno, ha conseguido un nuevo récord de público llegando a los 15.478
espectadores, una cita que consolida el crecimiento de espectadores experimentado en las
tres últimas ediciones.
Así, los doce grandes montajes programados en la sección oficial han atraído
a 4.790 espectadores, mientras que cuatro de las trece funciones previstas
agotaron las entradas. Fueron las dos funciones de Teresa o el sol por
dentro, de Rafael Álvarez El Brujo, Ojos de Agua con Charo López y Sueño de una noche de verano, con Carmen Conesa como cabeza de cartel.
El promedio de asistencia a los espectáculos de la sección oficial desarrollada en la plaza
de las Veletas ha sido de 370 espectadores. La obra con mayor número de espectadores ha sido Sueño de una noche de verano, que llegó a los 575. Teresa o el sol por
dentro y Ojos de Agua, aunque agotaron igualmente las localidades, se quedaron en 512
espectadores, ya que el Gran Teatro, donde se tuvieron que trasladar debido a la lluvia,
cuenta con menor aforo que el escenario de la plaza de las Veletas.
Cabe destacar el "gran interés" que ha despertado en esta edición el teatro extremeño en
su conjunto, según informa la organización en certamen en nota de prensa en la que
recuerda que las cinco obras de compañías de la región, tres de ellas estrenos absolutos
(Cyrano, El descanso de Caronte y M.C. Manco y de La Mancha), han sumado 1.361
espectadores.
Igualmente es reseñable el "atractivo" que en esta edición han supuesto Los Montajes de
la ESAD, que prácticamente completaron el aforo del Gran Teatro en sus tres
representaciones, lo que supone "la consolidación definitiva de esta apuesta iniciada hace
El diario digital de Extremadura Miguel Fresneda / Domingo, 21 junio 2015
MÁGICO Y ORIGINAL “SUEÑO DE UNA
NOCHE DE VERANO”, POR METATARSO
La originalidad de este espectacular
montaje, con amplio reparto por primera
vez en este Festival2015, se basó en dos
principales ejes: la clásica fidelidad al
delicioso texto shakespeariano, sin
anacronismos o fáciles adaptaciones,
algo infrecuente por estos pagos;
además el texto estuvo generalmente
bien versificado por Javier L. Patino y el
propio director Darío Facal, salvo
algunas rimas morfológicas; el verso
acentuó el lirismo en el Reino de las
hadas y permitió, entre otros, al enano
Puck lucirse recitando y cantando en
varias ocasiones, con perfecta dicción.
Otra originalidad estribó en el decorado:
unos 9 telones que iban cayendo
sucesivamente: algunos de ellos lucían más al permitirnos contemplarlos en 3D, mediante unas
gafas adjuntas al programa de mano. Ambientaron grandemente en las escenas del bosque y
al final para la noche estrellada de la más breve e intensa noche de san Juan: en ella “todos los
seis personajes parecen haber respirado, con el luminoso y mágico misterio del astro nocturno,
una vaga ebriedad o un ramalazo de locura, que ha trastocado sus relaciones amorosas”.
También maravillaba ver cómo el espacio escénico cortesano se transformaba moviendo
rápidamente el sencillo pero eficaz atrezzo de una mesa, unas sillas y unos arbolitos en el
bosque del Reino de las Hadas: las dos parejas contrariadas correteaban persiguiéndose
velozmente intentando deshacer el malhadado enredo amoroso. Esos varios cambios
escénicos estaban reforzados por una ambientadora luminotecnia y una sugeridora musiquilla:
todo ello denotaba un montaje muy trabajado, especialmente en la cuidadísima interpretación
tanto oral (perfecta proyección y vocalización como expresividad corporal, especialmente en las
dos ágiles parejas de jóvenes).
La muy pensada y original dirección de Darío Facal, que ya en Madrid triunfó en el estreno de
esta deliciosa comedia, se notó especialmente en los cambio de ritmo: muy trepidante en la
primera parte, en la corte ducal y más reposado en el bosque, al dormitar varios personajes y
ser víctimas de las travesuras del duende Puck que trastocó sus relaciones sentimentales o
transformó en un burro al amor de Titania, la reina de las hadas, con permiso del hierático
Oberón.
La vestimenta de los personajes suponía otra sorpresa, puesen un principio eran muy sueltos y
minimalistas, cambiando a más formales y al gusto grecolatino en la ceremonia nupcial o en la
representación teatral del muy cómico entremés de La muerte de Píramo y Tisbe, con el que
cierran graciosamente la obra, tras una ardua sesión de ensayo en el bosque: arrancaron
muchas risas y aplausos cerrados.
Todos, salíamos muy satisfechos de haber visto un montaje muy logrado y superprofesional; un
poco antes los actores, tras la despedida de Puck, con las que nos advertían que lo que
habíamos visto eran juegos de imaginación, travesuras y alegrías del alma”, se fundían en un
abrazo con los risueños espectadores.
sábado, 13 de junio de 2015
Crítica de "Sueño de una noche de verano", dirigida por Darío
Facal.
ABRACEMOS LOS SUEÑOS
'Clásicos en Alcalá', el emblemático festival de teatro clásico de la ciudad complutense, inauguró su nueva edición el pasado jueves con la propuesta de Metartarso Producciones, "Sueño de una noche de verano", una formidable adaptación de la brillante comedia romántica de Shakespeare dirigida por Daría Facal y protagonizada por Carmen Conesa y Alejandro Sigüenza. | Por Cristina Hernández.
Cuando la pasión llena un escenario, ya sea a la luz del sol, la luna o las estrellas, poco hay que hacer más que disfrutar de ello con los cinco sentidos. Aplicado este requisito, viajemos a la antigua Grecia de la mano de Metatarso Producciones, la compañía que está detrás de la propuesta que abrió el pasado jueves la decimoquinta edición del Festival de Teatro Clásico de Alcalá de Henares. La famosa comedia romántica de ensoñaciones veraniegas, con la que William Shakespeare invita a abrazar las celebraciones, los triunfos y el placer de esta calurosa estación, es la última pieza que dirige Darío Facal. „Clásicos en Alcalá‟ se ha convertido en el escenario en el que Metatarso vuelve a presentar su nueva producción – tal y como sucedió con “Las Amistades Peligrosas” (2013) -, una adaptación que retrata la lectura más pura del famoso título del dramaturgo británico. La comicidad de la obra de Shakespeare envuelve la atmósfera de este “Sueño de una noche de verano”, dirigido con certeza por Darío Facal, cuyo respeto por este texto y su férrea visión de transmitir a través de su batuta su amor por el teatro no podría ser más perceptible en la soberbia ejecución de esta adaptación. Este título es uno de los grandes clásicos de la literatura teatral mundial, una obra que aúna fantasía, sueños, amor y magia a través de unas brillantes tramas de enamorados protagonizadas por nobles, personalidades del mundo de las hadas y un grupo de comediantes. Hipólita y Teseo, Titania y Oberón, Hernia y Lisandro, Helena y Demetrio, Puck, Egeo y Filostrapo, son algunos de los personajes que desfilan por una confusa noche de verano donde las dudas se desvanecerán al despertar el alba. Sobre el escenario todo rueda con tal ligereza que los acontecimientos fluyen sin necesidad de romper la continuidad de la acción. El sencillo mecanismo de la narración inserta cada cambio de escenario de manera natural a través de transiciones que no paran este testimonio escénico en ningún momento. Una manera inteligente y funcional de mantener ininterrumpida esa vigilia nocturna de la que disfrutan personajes, actores y espectadores. Además de que por este texto discurren temáticas que no se alejan de la actualidad, elementos como una musicalidad cargada de belleza, el uso operativo de un mobiliario discreto, el original juego de telones que enmarca la poética del texto y una armoniosa puesta en escena, sirven para hacer más que destacable este hermoso anhelo veraniego.
Y en esta agradable comedia de amor, sus fantásticos personajes se convierten en un verdadero deleite gracias a los actores que les dan vida: La enorme presencia escénica de Carmen Conesa, un brillante Oberón/Teseo por Alejandro Sigüenza, el gran Nicolás Trasero de Paco Ochoa, la fuerza jovial de Katia Klein, Alejandra Onieva y Borja Luna, el estupendo Pedro Quince de Vicente León, la gracia que Óscar de la Fuente da a Demetrio y a esa hilarante Tisbe, y el acertado Puck de Emilio Gavira. Todos excepcionales, todos poseen la capacidad de dotar de gran carisma a este desfile de figuras, convirtiéndoles en idóneos para poner voz y cuerpo a los protagonistas de esta preciosa fábula en el poder de la flor de Diana curará a todos de pasiones falsas para dejar triunfar al popular refrán: cada oveja, su pareja. Teatro dentro del teatro, una dualidad de la mano de la magnífica escena de la pantomima de Píramo y Tisbe, un clímax de apoteósica comicidad que antecede al sorprendente, maravilloso y emocionante cierre de esta fiesta del amor, del verano, del arte. Abracemos lo vivido. Abracemos los sueños, el teatro, la cultura.