MONS
Semi informatizado
MONS. FRANCESCO SPADAFORA
LA TRADICIN CONTRA EL CONCILIO
CUADERNOS FIDES. N 13
En el Concilio Vaticano II se manifestaron tendencias que
llevaban dcadas luchando soterradamente por influir y aquirir
preponderancia en la Iglesia. En efecto, los modernistas que, tras
las condenas de las encclicasPascendi (1907) y Humani Generis
(1950), se haban mantenido dentro de la Iglesia, consiguieron
controlar todas las comisiones conciliares, y de esa forma redactar
unos textos a su medida merced a los cuales ganaron todas las
batallas que haban perdido durante el pontificado de Po XII.Mons.
Spadafora, reputado biblista, nos expone en este trabajo, histrico
y doctrinal a un tiempo, los hitos principales de ese proceso,
sobre todo en lo que concierne al mbito de la exgesis. Y relata
algunos hechos poco conocidos que tuvieron lugar en el aula
conciliar, y sin los cuales resulta imposible explicar el rotunto
xito en ella de los Padres ms progresistas.Depsito Legal:
M-4890-1998 Imprime: Grficas GarcaNDICE
Tentativas preconciliares
6
La reaccin del Santo Oficio
9
Revancha modernista
11
La Alianza Europea durante el Concilio
12
Inerrancia de las Sagradas Escrituras
15
Historicidad de los Evangelios
19
Una tarda rectificacin del Card. Bea
20
Apndice: textos pontificios sobre la Biblia22
LA TRADICIN CONTRA EL CONCILIOEl ttulo de mi conferencia es el
de mi estudio de 1989 en el que explico la "revolucin" (el 1789,
segn la propia expresin del P. Congar, O.P.) que los neomodernistas
quisieron realizar en el Concilio "pastoral" de los Papas Roncalli
(Juan XXIII) y Montini (Pablo VI), entre 1960 y 1965, exactamente
como se lo haba predicho a Po XI en 1923 un gran telogo jesuita, el
Card. Ludovico Billot: ni qu decir tiene que no lo lograrn,
agregaba el Card. Billot, pero veremos das tan tristes como los de
finales del pontificado de Len XIII y comienzos del de Po X. Cuando
el Papa Roncalli, poco tiempo despus de su eleccin (octubre de
1958), anunci sbitamente la convocatoria de un Concilio ecumnico
(25 de enero de 1959), ya estaban preparados los neomodernistas
(los peores enemigos de la Iglesia, al decir del Card. Billot, que
conoca bien sus intrigas).Mons. Gherardini, en un estudio reciente
(Lutero en el Concilio de Trento, Divinitas, abril de 1995),
partiendo del decreto tridentino De Sacra Scriptura et
Traditionibus del 8 de abril de 1546, resume as la hereja
fundamental del agustiniano rebelde: el principio formal de su
protesta, el 'sola Scriptura', era la negacin del magisterio
eclesistico en tanto que intrprete indispensable de la Sagrada
Escritura; era el rechazo a la Tradicin, rechazo que, para el
Reformador, significaba liberacin. Es bien conocida la respuesta
del Concilio de Trento, repetida solemnemente por el ltimo gran
Concilio dogmtico (Vaticano I, 24 de abril de 1870): [De las
fuentes de la Revelacin] Ahora bien, esta revelacin sobrenatural,
segn la fe de la Iglesia universal declarada por el santo Concilio
de Trento, 'se contiene en los libros escritos y en las tradiciones
no escritas, que recibidas por los Apstoles de boca de Cristo
mismo, o por los mismos Apstoles bajo la inspiracin del Espritu
Santo transmitidas como de mano en mano, han llegado hasta
nosotros' [Conc. Trid., v. 783]. Estos libros del Antiguo y del
Nuevo Testamento, ntegros con todas sus partes, tal como se
enumeran en el decreto del mismo Concilio, y se contienen en la
antigua edicin Vulgata latina, han de ser recibidos como sagrados y
cannicos. Ahora bien, la Iglesia los tiene por sagrados y cannicos,
no porque compuestos por sola industria humana, hayan sido luego
aprobados por ella, ni solamente porque contengan la Revelacin sin
error, sino porque escritos por inspiracin del Espritu Santo,
tienen a Dios por autor, y como tales han sido transmitidos a la
misma Iglesia [can. 41 (Denz." 1787). Sigue la enseanza unnime del
Magisterio, expresada en particular por Po IX, Len XIII, San Po X,
Benedicto XV, Po XI, Po XII, hasta el propio Pablo VI (Discurso a
los telogos, 1967).En su tesis, de ttulo explcito, denominada El
Magisterio de la Iglesia, norma prxima del exgeta, Mons. Mario
Merendo reproduce y comenta los documentos que conciernen
directamente a dicho asunto, entre otros los decretos de los dos
ltimos Concilios ecumnicos (Trento y Vaticano I), y las encclicas
Providentissimus Deus (Len XIII, 1893), Spiritus Paraclitus
(Benedicto XV, 1920),Divino Afflante Spiritu (Po XII, 1943), y
Humani Generis (Po XII, 1950). Yo no creera en el Evangelio -dice
San Agustn- si no me moviese a ello la autoridad de la Iglesia
Catlica (Contr. E. Man ichael 5, 6; PL 42, 176). La Comisin Bblica
Pontificia, erigida por Len XIII el 30 de octubre de 1902,
compuesta de cinco cardenales consultores, era un rgano del
Magisterio ordinario. San Po X, por el Motu Propio del 10 de
noviembre de 1907, otorg a las decisiones y a los decretos de la
Comisin Bblica la misma autoridad que a los decretos de las otras
Congregaciones romanas tocante a la doctrina aprobada por el
Soberano Pontfice.Para la exgesis catlica, ms all del principio
dogmtico fijado por el Magisterio extraordinario (los dos
Concilios: Trento y Vaticano I) y ratificado por los Romanos
Pontfices hasta Pablo VI, es menester tener en cuenta, al menos,
tres verdades reveladas, de fe divina y catlica: la inspiracin
divina, la inerrancia absoluta de la Sagrada Escritura y la
historicidad de los Evangelios. El magisterio de la Iglesia, adems,
mediante los decretos de la Comisin Bblica Pontificia, sancion,
juntamente con la historicidad de los Evangelios, la autenticidad
de nuestros cuatro santos Evangelios en el orden tradicional de su
redaccin: San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan.Tentativas
preconciliaresLos neomodernistas buscaban desde haca mucho tiempo
deshacerse de la Comisin Bblica Pontificia, es decir, del
Magisterio de la Iglesia; igual que Lutero, pero con ms perfidia.
Buscaron el mismo resultado, pero por conducto del propio
Magisterio eclesistico. Lo he documentado en Len XIII y los
estudios bblicos (Rovigo, 1976, 276 pgs.), en la introduccin al
estudio sobre La Resurreccin de Jess (ivi, 1978, 246 pgs.) contra
el jesuita Xavier-Len Dufour (que copia a Wili Marven, fundador de
la Redaktiongeschichte, y que niega la Resurreccin) y, por ltimo,
en La Tradicin contra el Concilio (Roma, 1989, 284 pgs).Primera
tentativa - Aludamos aqu brevemente a la primera tentativa, hecha
en 1948 por el Card. Suhard, arzobispo de Pars, que le pide al
Card. Tisserant (presidente vitalicio de la Comisin Bblica
Pontificia) la abolicin de los dos decretos de la misma comisin que
defienden la autenticidad mosaica del Pentateuco (1906) y la
historicidad de los tres primeros captulos del Gnesis (1909). La
respuesta, en francs, carece de claridad, es largusima y comporta
algunas frases anfibolgicas. Los progresistas exultan y comienzan a
hablar de "mitos" del Gnesis. Po XII deplora expresamente en Humani
Generis la interpretacin fantasiosa de los que abusan, aviesamente,
de la carta enviada por el Card. Tisserant al Card. Suhard. El
Card. Bea, en su comentario a la encclica publicado en La Civilt
Cattolica (n. 101, 1950-IV, pgs. 417-430), es clarsimo al
respecto.Segunda tentativa - En 1954 se presenta un texto a los
miembros de la Comisin Bblica Pontificia, los cardenales Ruffini,
Mercati, Pizzardo, y Tisserant (presidente vitalicio desde 1937
hasta su muerte), en el que se solicita que se declaren superados
los decretos emitidos por la propia Comisin Bblica Pontificia: era
el orden del da de la reunin! Y he aqu que en 1955, el P. A. Miller
(secretario de la Comisin Bblica Pontificia) y el P. A. Kleinhans
(subsecretario) publican por separado sendos artculos
sustancialmente idnticos: en la medida en que se sostengan en
dichos decretos opiniones que no se refieran, ni directa ni
indirectamente, a las verdades relativas a la fe y a las
costumbres, se entiende que el investigador puede proseguir sus
estudios con absoluta libertad. Los partidarios de la libertad, con
E. Vogt a la cabeza (Biblica, 1955, pgs. 564 y ss.), aprecian en
sumo grado ambos artculos: constituyen la condena a muerte implcita
de los decretos de la Comisin Bblica Pontificia.Tercera tentativa -
Est vinculada directamente con la precedente. En 1957 aparece la
Introduccin a la Biblia, t. I, bajo la direccin de A. Robert y A.
Feuillet (Descle, Tournai, 880 pgs). Dicho grueso volumen sale de
la fragua de los neomodernistas franceses: el Instituto Catlico de
Pars, que en el pasado cont ya entre sus profesores a Ernest Renan
(racionalista) y a Alfred Loisy (modernista) y, en el momento de
que hablamos, a Pierre Grelot (que ser miembro de la nueva y
anormal Comisin Bblica), en perfecta armona con el P. Lyonnet,
S.I., del Instituto Bblico Pontificio. El libro, que milita contra
la doctrina catlica de la inspiracin individual y favorece la
presunta inspiracin colectiva y la limitacin de la inerrancia
(Henri Cazelles), se benefici del lanzamiento publicitario hecho en
su favor por la Comisin Bblica. Se evita que el Dicasterio Supremo,
el Santo Oficio, intervenga y lo condene: el Card. Bea se ofrece
para revisarlo y corregir sus errores a fin de permitir una nueva
edicin. Comprendemos ahora quines eran los promotores de la
proposicin reprobada en 1954: siempre Pars y Roma. El P. Lyonnet,
S.I., era el deus ex machina que mova a su protector secreto, el
Card. Tisserant.Mientras se renovaban las tentativas susomentadas,
el Instituto Bblico Pontificio administraba las "novedades" a sus
alumnos. Precisamente era el P. Lyonnet el que daba mal ejemplo con
el artculo El pecado original y la exgesis de Rom. 5, 12, publicado
en la revista Recherches de science religieuse, IV 55, pgs. 63-84
(1956), donde niega que pueda alegarse el texto de San Pablo como
argumento bblico para el dogma del pecado original; no obstante, se
trata de un texto cuyo sentido, como lo admiten todos, fue
reconocido en dos cnones por el Concilio de Trento.El ao 1943, en
que se publica la encclica Divino Afflante Spiritu de Po XII, se
presentaba como el ao de la "liberacin" para los exgetas catlicos:
ya se ha echado abajo el muro -decan- que separaba a los catlicos
de los protestantes y de los racionalistas; se ha dejado de lado
toda diferencia; lo nico que cuenta es la investigacin de la Biblia
mediante una exgesis exclusivamente filolgica e histrica. Con el ao
1943 comenzaba una era nueva. El mismo Card. Bea afirmaba: el
ecumenismo se esboza ya entre los exgetas. Slo queda un enemigo del
que dar buena cuenta: el exgeta catlico que en su trabajo sigue
contando con la interpretacin autntica, el sentido quem tenuit ac
tenet Sancta Mater Ecclesiae [que sostuvo y sostiene la Santa Madre
Iglesia], y que sigue creyendo en la inspiracin divina (ilustrada
en la encclica Providentissimus Deus), la inerrancia absoluta, la
historicidad de los Evangelios, etc.Cuarta tentativa. El 3 de
septiembre de 1960 apareci en La Civilt Cattolica (pgs. 449-460) un
artculo titulado significativamente Adnde va la exgesis catlica? La
respuesta saltaba a la vista al leer el artculo: la exgesis catlica
muda la casaca, se camufla, abandona todo principio dogmtico. El
autor, el P. Alonso Schkel, S.I., atribua esa capacidad de
subversin a la encclica Divino Afflante Spiritu de Po XII. El
Instituto Bblico Pontificio envi un extracto del artculo a todos
los obispos italianos; era un manifiesto propagandstico con miras
al inminente concilio anunciado repentinamente por el Papa
Roncalli, el ingenuo (verdadero o fingido?) Juan XXIII. El
Instituto Bblico Pontificio juzgaba que ya haba llegado el momento
de salir de las sombras. Desde haca ms de diez aos (con el nuevo
Rector, el P. E. Vogt), los profesores Lyonnet, Zerwick, Schkel y
Dyson, venan instilando a sus alumnos en la enseanza, con mayor o
menor prudencia, su "revolucin" neomodernista. Los mejor preparados
teolgicamente se sorprendan y escandalizaban; los otros se dejaban
fascinar por las "novedades". Unos y otros confiaban a terceros,
por motivos divergentes, su perplejidad o su entusiasmo. Slo citar
dos ejemplos.Yo enseaba en Roma desde 1950 y diriga la Rivista
Biblica fundada por m (19531957), cuando vino a verme un excelente
religioso brasileo, Calisto Vendrame (19511953), para hablarme de
la exgesis de los libros I y II de Samuel dada por el P. Dyson,
S.I. El P. Vendrame le haba preguntado: cmo se pude conciliar la
doctrina de la inspiracin con la exgesis que usted nos propone?. El
profesor le respondi: pero cmo! Es que todava sigue usted la
doctrina de la inspiracin que le ensea el P. Bea?. El P. Bea no era
ya rector desde 1949, pero segua siendo profesor. Cuando le refer
el episodio, me dijo, visiblemente apenado: el P. Dyson no se da
cuenta del grave dao que est causando a sus alumnos.En las
antpodas, Luigi Morali y Leone Algisi de Bergame (1948-1950) se
contaban entre los ms ardientes: est lista para los alumnos una
nueva teora sobre la inspiracin; pero no conviene hacerla pblica.
Como el P. Dyson, se burlaban del P. Bea. Era como una especie de
francmasonera. La reaccin del Santo Oficio
Hasta entonces, las tentativas hechas por los novadores,
anuladas oficialmente, no haban suscitado reaccin alguna, al menos
en Italia. Si la aparicin del artculo del P. Schkel desencaden una
reaccin vivsima, se debi a Mons. Antonino Romeo (1902-1979),
antiguo alumno del Instituto Bblico Pontificio (1924-1927),
profesor de Escritura Sagrada en el Seminario regional de
Catanzaro, y desde el 1 de enero de 1938 profesor auxiliar en la
Sagrada Congregacin para los Seminarios y las Universidades, donde
durante 34 aos llev a cabo un trabajo intenso, precioso y
escondido. (Para sus obras, vase Palestra del Clero, 31 de octubre
de 1979.) La rigurosa refutacin de Mons. Romeo, La encclica Divino
Afflante Spiritu y las opiniones nuevas, se public enseguida en la
influyente revista Divinitas (4/1960, pgs. 378-456), dirigida por
Mons. Antonino Piolanti, rector de la Universidad Pontificia de
Letrn. Haca mucho tiempo que Mons. Romeo, como un centinela, segua
con atencin y denunciaba con claridad las novedades peligrosas y
errneas que emergan en las publicaciones francesas, alemanas y
holandesas. En particular, acoga con afabilidad paternal a los
alumnos del Instituto Bblico Pontificio que iban a exponerle sus
problemas y a informarse de sus estudios. Ahora, con su eruditsimo
estudio crtico, le cortaba el paso a la "nueva exgesis". Segn la
absurda tesis del P. Alonso Schkel, Po XII habra dado lugar al
"nuevo rumbo" en exgesis, libre ya de todo principio dogmtico! La
encclica Divino Afflante Spiritu, al decir de aqul, supera y anula
a la encclica Providentissimus Deus de Len XIII, a la par que la
proclama la carta magna de los estudios bblicos! El P. Schkel casi
no hace referencia a la otra encclica de Po XII, Humani Generis, de
1950, muy clara y absolutamente capital para deshacer cualquier
equvoco. La intervencin de Mons. Romeo echaba por tierra tamao
absurdo.El rector del Instituto Bblico Pontificio intent
reaccionar, pero sin entrar en el meollo de la controversia.
Intervino el Santo Oficio y se hizo cargo del problema. Tras or a
los dos principales acusados, los jesuitas Lyonnet y Zerwick, les
prohibi que siguieran enseando y les alej de Roma. As pues, el 20
de junio de 1961 publicaba el Santo Oficio en el Osservatore Romano
un Monitum sobre la historicidad de los Evangelios. Con todo el
peso de la autoridad y de la responsabilidad del Dicasterio
supremo, del que emana, el Monitum conmina a los exgetas a tener en
cuenta, en su trabajo, las normas directrices de la Iglesia. En
realidad, el Monitum es una sentencia, y dicha sentencia fue la
ltima expresin del Magisterio eclesistico, muy pronto condenada a
la inanidad por Pablo VI, segn veremos.Los jesuitas del Bblico se
opusieron al Santo Oficio declarando: el Monitum no nos atae.
Seguros de la complicidad del Card. Tisserant, el presidente que
personificaba a la Comisin Bblica Pontificia, prepararon su
desquite, y difundieron una versin de los hechos en la que se
tachaba de reaccionarios y calumniadores a Romeo y a Spadafora.
Veamos al respecto lo que narra Pierre Grelot, el alter ego del
P. Lyonnet, en La constitucin sobre la Revelacin. La preparacin de
un esquema conciliar (tudes, enero de 1966, pgs. 99-113). Al hablar
de la Comisin teolgica preconciliar, escribe: tan pronto como se
conoci la composicin de dicha Comisin se echaron de ver dos cosas:
1) la mayora de sus miembros y de sus consultores tena una actitud
resueltamente conservadora; 2) los biblistas de profesin se
contaban en escassimo nmero, de tal suerte que no habran tenido
posibilidad de hacer or su voz. Estos dos hechos podan tener
consecuencias graves en el esquema De Revelatione, tan
estrechamente ligado a las cuestiones bblicas. Sntoma ms revelador
an: no se haba escogido a ningn experto de entre el cuerpo
profesoral de un organismo tan oficial como el Instituto Bblico
Pontificio de Roma para que secundara con sus autorizados consejos
el trabajo de dicha comisin. La cosa era tanto ms notable cuanto
que, en esa misma poca, ciertos medios romanos desarrollaban una
spera campaa contra el susodicho Instituto y contra la orientacin
actual de la exgesis catlica. Agrega en una nota el P. Grelot: tal
campaa era del dominio pblico: se manifestaba por artculos y
panfletos. Y cita el artculo de Mons. Romeo La encclica Divino
Afflante Spiritu y las opiniones nuevas (Divinitas, 4/1960), la
rplica del Instituto Bblico Pontificio publicada en Verbum Domini
(1981, pgs. 3-17), y mi comentario al Monitum del Santo Oficio. Y
el P. Grelot prosigue, imperturbable: la ofensiva lograr pronto
privar de su ctedra, pero no de su ttulo [?], a dos profesores del
Instituto Bblico, con gran escndalo para los exgetas del mundo
entero. Se trataba [aade en nota] de los padres S. Lyonnet y M.
Zerwick, decano de la Facultad Bblica el primero, profesor el
segundo. A juzgar por lo que sabemos, parece ser que la campaa de
calumnias desencadenada contra ellos hizo mella en las autoridades
encargadas de velar por la fe de la Iglesia [el Santo Oficio], pero
que la Compaa de Jess no encontr motivo alguno para cambiar a los
dos profesores; de ah una situacin ambigua que tard dos o tres aos
en clarificarse.Como lo precis en la introduccin, los dos Padres
odos por el Santo Oficio no pudieron negar los hechos de cuya
comisin se les acusaba: la enseanza (y la difusin mediante
artculos) de errores tocantes a la inspiracin, la inerrancia de los
Libros Santos, la historicidad de los Evangelios; o tambin el
artculo del P. Lyonnet El pecado original y la exgesis de Rom. 5,
12, publicado en Recherches de Science Religieuse (n. 44, 1956,
pgs. 63-84), en el que negaba que Rom. 5, 12 hable del pecado
original, mientras que lo contrario fue definido por el Concilio de
Trento (vase mi artculo Rom. 5, 12: exgesis y reflexiones
dogmticas, en Divinitas, 1960, pgs. 289-298). Se trataba de algo
muy distinto a una campaa de calumnias!El P. Grelot contina: no
exista relacin alguna entre estos datos convergentes? (es decir,
entre estos antecedentes y la ausencia de expertos provenientes del
Instituto Bblico Pontificio en la Comisin teolgica
preconciliar).Represe en la pretensin (verdaderamente grave) de
oponer la Compaa de Jess al acto del Santo Oficio. Era el espritu
que animaba y anima a dichos antiguos alumnos del Instituto Bblico
Pontificio: el magisterio de la Iglesia y el propio Dicasterio
supremo, privados de autoridad por los jesuitas del Instituto!El
esquema preparado por tal Comisin "de conservadores", concluye el
P. Grelot, reflejaba su orientacin y habra entraado un retroceso de
cincuenta aos, por lo menos, para los estudios bblicos, adems del
torpedeamiento inconfesado de la encclica de Po XII (Divino
Afflante Spiritu, 1943), una agresin en toda regla contra el
conjunto del movimiento bblico. Intentaran defender juntos lo que
la mayora de los miembros de la Comisin consideraba como la fe y la
teologa autnticas, frente a los que reputaban como peligrosos
equvocos de la exgesis contempornea (pg. 101). La Comisin
preparatoria actuaba de buena fe, admite el P. Grelot (cunta
bondad!). Es la versin del Instituto Bblico Pontificio, publicada
por doquier y ahora introducida hasta en la nueva edicin italiana
de la Historia de la Iglesia comenzada por R. Flick y V.
Martn.Revancha modernistaLlegamos as a la tempestad que azot a Roma
con el Concilio Vaticano II (1960-1965). El espritu de revancha
contra el Santo Oficio prevaleca desde haca mucho en el campo de
los telogos franceses, belgas y alemanes. Para convencerse de ello
basta recorrer las pginas que el jesuita Giacomo Martina dedica a
estas escuelas teolgicas, en relacin con el Concilio, en el tomo
primero de la obra Vaticano II. Balance y perspectivas, veinticinco
aos despus (1962-1987), escrita por Ren Latourelle (Cittadella,
Ass, 1987, pgs. 27-82). Se encuentra en ella el clich habitual: tal
persona, condenada (o combatida) por el Santo Oficio, entra en el
Concilio como dominador, hace votar sus errores y sale de l
glorificado. Podramos llamar a las pginas del P. Martina la gua de
las "vejaciones" encajadas por el Santo Oficio y la de sus
"vctimas" despus exaltadas, desde el Concilio y en el transcurso de
los vergonzosos decenios postconciliares.Comencemos por los curas
obreros: intervino el Santo Oficio (1959); Pablo VI, que era
partidario de ellos junto con el episcopado francs, se tom la
revancha (1965) en el Vaticano II (pgs. 47 y ss.): la crisis de
ciertos sacerdotes obreros y la obediencia dramtica de la mayora de
ellos, produjo una fuerte impresin en la opinin pblica, en Francia
y en otras partes. De hecho, en varios medios, eclesisticos y no
eclesisticos, aumentaba el malestar, ya existente por otras razones
(pgs. 46-49).Dicho "malestar" aparecer incluso en otros episodios:
1) la obra de Roger Aubert, El Pontificado de Po XII (Pars, 1952),
"sntesis magistral", fue mal vista por la Curia romana; pero
felizmente, la idea de incluirla en el ndice desapareci pronto (y
hoy se consulta a Aubert y a Martina para la causa de beatificacin
de Po IX, y se sirven de ello para bloquearla, en especial
Martina); 2) L vida de Galileo, de Mons. Paschini, que durante
algunos decenios fue rector de la Universidad de Letrn e
"historiador concienzudo": en 1942 el Santo Oficio suspendi, por
tiempo indeterminado, la publicacin de dicho estudio, que slo
varios aos ms tarde, merced a la intervencin ante Pablo VI de uno
de sus antiguos discpulos, Mons. Maccarone, pudo editarse justo a
tiempo para ser citado en Gaudium et Spes: se pasaba una vez ms de
la interdiccin al elogio implcito de la obra, gracias al Concilio
(1965); o, con mayor precisin, a causa del Card. Wojtyla (a peticin
de los padres Congar y De Lubac), quien, una vez alcanzado el
Papado, no cesa de denunciar las "fechoras" de la Iglesia y de
pedir perdn a todo el mundo; 3) Primo Mazzolari (1890-1959), La
aventura ms bella: prohibido por el Santo Oficio en 1934, as como
Tambin yo amo al Papa y Compromiso con Cristo en 1943. Juan Pablo
II le echa una mano a Mazzolari en su encclica Dives in
Misericordia, pero ya en 1966 se reimprimieron todas sus obras; 4)
lo mismo con Lorenzo Milani (1923-1967), Maritain y el jesuita
americano John Courtney Murray, quien tras casi haber sido reducido
al silencio durante un decenio, recobr el derecho a hablar en el
Vaticano II; lleg, en sustancia, a imponer sus ideas en Dignitatis
Humanae (pg. 54); 5) entre 1945 y 1950, contra la nueva teologa de
los jesuitas Danilou, De Lubac, etc., se sublevan los ms eminentes
telogos del Angelicum, el P. Rginald Garrigou-Lagrange, O.P. y el
P. Labourdette, en la Revue Thomiste, IV 56 (1946), pgs.
353-372.
Po XII condena la nueva teologa con Humani Generis (1950): entre
los telogos franceses -escribe Martina- se destacan los dominicos
Chenu y Congar, y los jesuitas De Lubac y Danilou; pero otro
jesuita merece recordarse aqu: el P. Teilhard de Chardin,
paleontlogo, 'llevado por sus descubrimientos a intentar una nueva
sntesis, tambin es objeto de una vigilancia severa'. Los cuatro
primeros ejercieron una gran influencia sobre el Concilio, mientras
que Teilhard de Chardin, fallecido antes del Concilio, suscit una
gran admiracin en numerosos medios.A continuacin, el P. Martina
trata por separado de cada uno de ellos. Respecto al P. Chenu (que
estar en el Saulchoir desde 1937 a 1942, ser luego terico e
inspirador de los curas obreros cuando se le prohiba el ejercicio
de la enseanza, y ser alejado de Pars en 1954), el P. Martina
subraya tambin: el Concilio le dara la vuelta a la situacin (pg.
60). Lo mismo ocurrir con el libro de Congar, Nuevo mundo y palabra
de Dios (1950), que podr publicarse de nuevo en 1968 en francs, y
en 1972 en italiano, en un clima diferente, que encontrar normales
y moderadas las proposiciones juzgadas peligrosas en 1950. Ya no se
trataba de adaptar el catolicismo y la Iglesia al mundo moderno,
sino de repensar y reformular las verdades cristianas. En el
Concilio, el P. Congar haba sido miembro de la Comisin teolgica y
de varias otras comisiones conciliares (pg. 52). Idntico curriculum
vitae para De Lubac y Danilou. Con todo y con eso, las medidas
tomadas por el Santo Oficio y la encclica Humani Generis eran
expresiones del Magisterio de la Iglesia. Pero en la exposicin del
P. Martina aparecen como otras tantas medidas errneas, corregidas
despus por el Concilio.La Alianza Europea durante el ConcilioLos
rebeldes al Magisterio de la Iglesia, biblistas y telogos,
encontraron finalmente, en el pletrico y "pastoral" Vaticano II, el
medio ideal y la ocasin ms favorable para su revancha contra el
Santo Oficio; es decir: contra la doctrina catlica, conservada
ntegramente y propuesta fielmente por el Magisterio infalible de la
Iglesia, tanto por el Magisterio extraordinario (Trento y Vaticano
I), cuanto por el Magisterio ordinario de Po IX, Len XIII, San Po
X, Benedicto XV, Po XI, Po XII, y hasta de Juan XXIII en su
discurso de conmemoracin de los cincuenta aos del Instituto Bblico
Pontificio (Osservatore Romano,19 de febrero de 1960).Naturalmente,
los rebeldes se coaligaron: cardenales y obispos, con sus
"expertos" o animadores, convergan hacia el grupo que, como haba
predicho el Card. Billot, dominara y dirigira el Concilio,
imponiendo sus errores. Era el grupo de los neomodernistas, al que
pronto se denominar Alianza Europea. Sus corifeos fueron: Alfrink,
primado de Holanda; Joseph Frings, arzobispo de Colonia; Achille
Linart, obispo de Lille; Franz Knig, arzobispo de Viena; Eugne
Tisserant; Agostino Bea, S.I.; el canadiense Lger; y dos italianos:
Lercaro, arzobispo de Bolonia, y Giovanni Battista Montini,
arzobispo de Miln. Todos, salvo Lger y Montini, eran antiguos
alumnos del Instituto Bblico Pontificio! Mencin aparte merece el
Card. Dpfner, uno de los presidentes del Concilio, increblemente
sectario. En el campo de los obispos sealo a Jan van Dodeward,
holands, antiguo alumno del Instituto Bblico Pontificio
(1939-1941), muerto tras volver a Holanda el 9 de marzo de 1966, a
la edad de 52 aos.Sealemos entre los expertos al dominico Edward
Schillebeeckx, de la Universidad de Nimega, principal autor del
hertico catecismo holands; a los alemanes Karl Rahner, S.I., Hans
Kong y Joseph Ratzinger; y a los franceses Henri de Lubac, M.-D.
Chenu, O.P., Y. Congar, O.P. Ejemplo tpico del neomodernista pagado
de s mismo, despreciador de Roma como aquellos jesuitas colegas
suyos (el P. Smuders, etc.) que cooperaron en dicho catecismo, el
P. Schillebeeckx es el alma del episcopado holands, como Rahner lo
es del episcopado alemn, y Congar y Chenu del episcopado francs.
Contra Rahner y Chenu el Santo Oficio haba intervenido ya; lo mismo
har contra Hans Kng y Edward Schillebeeckx.La primera Asamblea
General del Concilio se celebr el 13 de octubre. Revesta una
importancia extrema, ya que se trataba de nombrar a los diecisis
miembros de cada una de las diez Comisiones conciliares que tendran
como tarea enmendar y preparar los esquemas que deban someterse al
voto de la Asamblea general. Todo el Concilio estaba, pues, en sus
manos.La primera Asamblea general la presida el Card. Tisserant,
flanqueado por los cardenales Linart y Frings. Mientras el Card.
Felici se dispona a explicar a los 2.500 Padres el procedimiento
que haba de seguirse para la eleccin de los diecisis miembros, de
entre los de la larga lista de consultores y expertos que desde
haca dos aos haban trabajado en la fase preparatoria, el Card.
Linart se levant de pronto y pidi que la eleccin se retrasara unos
das, y que se confiara a las conferencias episcopales el cometido
de preparar la lista de los elegibles. La Asamblea aplaudi a
rabiar. El Card. Frings se levant enseguida y, hablando tambin en
nombre de los cardenales Knig
y Depfner, apoy la peticin del Card. Linart. Nuevos aplausos de
la Asamblea.La peticin fue aceptada por la Presidencia. Un obispo
holands grit a uno de sus amigos: es nuestra primera victoria!. La
Alianza Europea remiti una "lista internacional" de 109 nombres,
escogidos cuidadosamente entre los neomodernistas; el 80 % fueron
elegidos. Eran mayoritarios en cada comisin y llegaron as a
maniobrar y a dominar a la casi totalidad de los Padres
conciliares.Tras la primera Asamblea general, aquella misma maana
del 13 de octubre, tan pronto como los Padres hubieron salido del
Aula, se celebr la asamblea del Consejo de la presidencia, formada
por diez cardenales nombrados por el Papa. Los representantes de la
Alianza Europea, los cardenales Frings, Linart y el holands
Alfrink, apoyaron con fuerza la propuesta del episcopado holands
(P. Schillebeeckx) de someter primero a discusin el esquema sobre
la liturgia, y slo en segundo lugar examinar la constitucin
dogmtica sobre la Revelacin. El Consejo de la presidencia aprob la
propuesta, de forma que, recibidos en audiencia privada por el Papa
el lunes 15, a los diez no les costar ningn trabajo conseguir que
el Papa apruebe su decisin. El 16 de octubre fue comunicada a la
Asamblea, al comienzo de la segunda Asamblea general.Era la segunda
victoria de la Alianza Europea, preludio del rechazo completo, a
comenzar por el ttulo, del importantsimo esquema sobre la
Revelacin: De fontibus Revelationis. La misma suerte corrern las
restantes constituciones, preparadas a lo largo de los dos aos de
trabajo preparatorio. Supona el triunfo del espritu antirromano. As
se arrebolaba aquella maana del 13 de octubre con reflejos
siniestros, presagio funesto del desarrollo del Concilio, con sus
equvocos que impregnaron los textos mismos de las constituciones
dogmticas, aurora funesta de aquellos aos tormentosos que an hoy
constituyen la gravosa herencia postconciliar.
La prensa destac, haciendo la dicha de los neomodernistas, el
lastimoso episodio del 30 de octubre, referido as por el P. Wiltgen
(The Rhine flows into the Tiber, pgs. 28-29): al da siguiente de su
septuagsimo segundo aniversario, el Card. Ottaviani intervino para
protestar contra los cambios fundamentales que se pretenda hacer
sufrir a la Misa. El cardenal, a causa de su ceguera parcial,
hablaba sin texto y sobrepas los diez minutos asignados a cada
intervencin. El Card. Tisserant (...) mostr su reloj al Card.
Alfrink y un tcnico cort la corriente del micrfono. El Card.
Ottaviani verific lo ocurrido frotando el micrfono y, humillado,
volvi a su sitio. Se haba reducido al silencio al cardenal ms
importante de la Curia, y los Padres conciliares aplaudieron con
alegra.Algunos dejaban que estallara una animosidad contenida desde
haca mucho... Se diriga contra el Dicasterio supremo, el Santo
Oficio, y en particular contra su jefe, el Card. Ottaviani,
centinela vigilante contra toda desviacin doctrinal. Se trataba
especialmente del desquite que tomaba el Instituto Bblico
Pontificio por la condena sufrida en 1960 por sus profesores, los
padres Stanislas Lyonnet y Maximiliano Zerwick, y por el
alejamiento del rector de entonces. La campaa contra el Santo
Oficio, montada en el extranjero y en Italia por antiguos alumnos
del Instituto Bblico, cosechaba sus frutos. Nos lo confirma el
texto de Pierre Grelot reproducido antes.Contra la constitucin De
fontibus Revelationis, elaborada por la Comisin teolgica que
presida el Card. Ottaviani, se alzaron unnimes los cardenales y los
obispos de la Alianza Europea con un non placet porque careca de
preocupaciones pastorales y ecumnicas. Las preocupaciones
pastorales y el ecumenismo del Concilio no eran ms que seuelos,
como poda certificar hasta el ms ingenuo Padre conciliar.Pero no
era el medio de exposicin de la doctrina, sino ms bien la doctrina
misma, lo que queran cambiar los neomodernistas: nunca tuvieron
ninguna preocupacin pastoral ni ecumnica! Para convencerse de ello
basta cotejar el texto precedente con el de la nueva comisin mixta
Bea-Ottaviani: un texto equvoco "con connotaciones de malformacin
congnita"; por lo dems, por todas partes se nota el afn de llegar a
un compromiso entre las dos tendencias opuestas que se haban
manifestado en el curso de la primera discusin conciliar (Berti,
pg. 25). Y se trataba de proponer la doctrina catlica en la
constitucin dogmtica ms importante!Inerrancia de las Sagradas
EscriturasReferente a esto, tenemos un ejemplo incontestable de las
indignas artimaas de las comisiones conciliares, que engaaban a la
masa ignara para hacerle votar sus errores. Lo trato en mi libroLa
Tradicin contra el Concilio (Volpe, Roma, 1989, pgs. 59-80). Esta
vez se trataba de una doctrina, verdad de Fe, definida
implcitamente por el Concilio Vaticano I en su declaracin solemne
sobre la Inspiracin (Denz.- 1809): inerrancia de hecho y de
derecho, es decir, no slo la Escritura no contiene error alguno,
sino que tampoco puede contenerlo. Es la doctrina catlica sabida
por todos; vase en El libro sagrado, de Spadafora-Romeo-Frangipane,
la Introduccin General (Padua, 1958; [Inerrancia, A. Romeo], pgs.
161-174), con documentacin detallada y esmerada a partir de las
afirmaciones de Nuestro Seor Jesucristo y de los Apstoles: la
Iglesia, al afirmar la inerrancia absoluta de las Escrituras, sigue
la enseanza de Jess y de los Apstoles, as como la de los Padres
(pg. 159). La encclica Providentissimus Deus (1893, E. B. nn.
125-127) afirma la inerrancia absoluta de los textos inspirados: la
inspiracin divina es incompatible con el error: por esencia no slo
excluye el error, sino que lo excluye tambin a causa de la
necesidad misma por la cual Dios, verdad soberana, no es autor de
error alguno (...) Tal es la antigua y constante creencia de la
Iglesia, definida solemnemente por los Concilios de Florencia y de
Trento, confirmada por fin y ms expresamente propuesta por el
Concilio Vaticano I (...) Por tanto, de nada habra servido que el
Espritu Santo hubiera escogido a unos hombres para que sirvieran de
causa instrumental de las Escrituras, si alguna falsedad hubiese
podido escaprseles a los escritores, a pesar de la imposibilidad de
errar del Autor inicial' (...) Tal fue siempre el sentir de los
Santos Padres (se citan las palabras de San Agustn y de San
Gregorio Magno). La encclica Spiritus Paraclitus (1920) confirm,
ratific y amplific la luminosa enseanza de la encclica
Providentissimus Deus.
En la encclica Divino Afflante Spiritu (1943), Po XII,
conmemorando el cincuentenario de la encclica Providentissimus,
confirma la inerrancia absoluta de las Escrituras. Tras haber
repetido las palabras mismas de la encclica: de ninguna manera est
permitido (...) admitir que el autor sagrado haya podido errar;
porque la inspiracin divina, por naturaleza, excluye no slo el
error, sino que lo excluye a causa de la necesidad misma por la
cual Dios, verdad soberana, no es autor de error alguno, agrega: he
aqu, pues, la doctrina que nuestro predecesor, Len XIII, expuso con
gravedad, y que Nos mismo, por Nuestra autoridad, proponemos de
nuevo e inculcamos, a fin de que todos la mantengan
escrupulosamente (E.B. nn. 538-540).En el votum que propuse al
Concilio,De definenda absoluta inerrantia S. Scripturae [De la
definicin de la inerrancia absoluta de la Sagrada Escritura], se
halla una documentacin exhaustiva. Referente a esto, cfr. Acta et
Documenta, 11 serie (Antepraeparatoria, t. IV, pars I, 1, Studia et
vota; Universidad de Letrn, pgs. 263-270).En su propuesta, el
Instituto Bblico Pontificio insinuaba en cambio, contra la enseanza
del Magisterio, la limitacin de la inerrancia slo a las verdades de
fe y de costumbres!, error condenado expresa y enrgicamente por Len
XIII en la encclica Providentissimus, por Benedicto XV en la
encclica Spiritus Paraclitus, y por Po XII en Divino Afflante
Spiritu; y, a pesar de ello, lo propuso de nuevo H. Cazelles en la
Introduccin a la Biblia dirigida por A. Robert y Feuillet (t. I,
1957, pgs. 58-65), con el sostn del Instituto Bblico Pontificio, de
donde aqul haba salido, lo que explica el inters y el papel de
corrector asumido por el P. Bea para impedir su condena. Tal era la
enseanza que se dispensaba en el Instituto. Eso explica por qu en
el esquema De duplici fonti Revelationis [De la doble fuente de la
Revelacin], preparado con tanto esmero por la comisin preparatoria,
a la inerrancia absoluta de la Escritura, adems de presentarla en
el ttulo del segundo captulo, se la formulaba e ilustraba
claramente en dos prrafos: el n. 12, De la inerrancia en tanto que
corolario de la inspiracin, y el n. 13, De qu manera ha de juzgarse
la inerrancia.El esquema de la Comisin preparatoria fue rechazado,
y se confi la preparacin del esquema sobre la Revelacin a una
comisin mixta compuesta por telogos y por miembros del secretariado
para el ecumenismo, encabezados por los cardenales Ottaviani y Bea,
respectivamente. El texto, aprobado y enviado a los Padres (abril
de 1963), expona an la doctrina catlica sobre la inerrancia
absoluta de la Sagrada Escritura: ya que Dios es el Autor principal
de la Sagrada Escritura, toda la Escritura Sagrada est divinamente
inspirada y se halla totalmente exenta de error.De forma que el
examen y los retoques del esquema pasaron slo a la comisin
doctrinal, y los captulos III y IV, que concernan a la Escritura
Sagrada, fueron confiados a una subcomisin presidida por el obispo
de Haarlem, el holands J. van Dodeward, antiguo alumno del
Instituto Bblico Pontificio. Intent conseguir que el Concilio
aprobara la propuesta del Instituto mediante la introduccin en el
texto de un simple adjetivo, salutaris. Era la ltima redaccin, que
deba volverse a votar (21-9-1965) casi en la ltima sesin del
Concilio. Entre los Padres, ya muy fatigados, quin notara el ligero
cambio? He aqu el texto enmendado: puesto que ha de tenerse como
afirmado por el Espritu Santo todo lo que los autores inspirados o
hagigrafos afirman, es menester tambin retener, por consiguiente,
que los libros de la Biblia en su integridad, con todas sus partes,
ensean con certeza, fielmente y sin error, la verdad salutfera. De
suerte que el texto no hablaba ya de inmunidad de error; sino de
verdad salutfera contenida sin error en la Escritura Sagrada. La
frase poda ser comprendida as (era su verdadero sentido, por lo
dems): las Escrituras inspiradas contienen slo la verdad o las
verdades que conciernen al dogma y a la moral. De ah que no asombre
que en la primera votacin del n. 11 del texto enmendado (cfr. G.
Caprile, art. cit., pgs. 223-227) se emitieran 56 votos de rechazo
completo del texto y unas 300 peticiones, si no ms, de cambio de la
expresin veritatem salutarem; y 184 Padres pedan la supresin del
adjetivo salutarem, introducido furtivamente en el texto.Una
llamada de telfono de un excelente prelado de la Secretara de
Estado me advirti inmediatamente de la adicin arbitraria del
adjetivo salutaris en el texto, interpretada enseguida como un
intento solapado de conseguir (con los votos de la masa amorfa, que
nada notara) que se aprobara la limitacin de la inerrancia slo a
las verdades de fe y costumbres, segn el deseo formulado por el
Instituto Bblico Pontificio.La mayora de miembros "liberales" o
modernistas en la Comisin doctrinal, y la presidencia de Dodeward
en la subcomisin, explican la accin deshonesta denunciada al
Soberano Pontfice por los Padres, como lo refiere el P. Caprile.
Pablo VI intervino (18 de octubre de 1965) con una carta a la
Comisin teolgica para que quitara del texto la expresin intrusa
veritatem salutaris.Tambin sobre este punto quiso el Card.
Ottaviani que el Card. Bea tomara la palabra, el 19 de octubre,
durante la reunin de la Comisin, con vistas a revisar el texto. ste
present varios argumentos contra la frmula veritatem salutaris, e
hizo notar tambin que la frmula en cuestin n siquiera haba sido
decidida durante la reunin de la Comisin especial mixta para el
esquema De Divina Revelatione, sino que haba sido agregada
despus.Finalmente, se elimin el adjetivo salutaris, pero se quiso a
toda costa insertar el texto siguiente en lugar del veritatem:
veritatem, quam Deus nostrae salutis causa Litteris Sacris
consignari voluit. As se obtuvo el texto definitivo, que se aprob
despus: en la redaccin de los libros sagrados Dios eligi a hombres,
que utiliz usando de sus propias facultades y medios, de forma que,
obrando l en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos
autores, todo y slo lo que l quera. Pues, como todo lo que los
autores inspirados o hagigrafos afirman debe tenerse como afirmado
por el Espritu Santo, hay que confesar qu los libros de la
Escritura ensean firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad
que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra
salvacin (Constitucin conciliar Dei Verbum, n. 11).Sobre la
intervencin del Card. Bea escribe el P. Schmidt (Agostino Bea. El
cardenal de la Unidad, Roma 1987, pg. 630): el Card. Bea se senta
tocado muy en lo vivo, ya que se trataba de una materia que haba
enseado durante decenios en el Instituto Bblico Pontificio. Por
tanto, se emple a fondo contra la frmula susodicha, pidiendo que se
omitiese el adjetivo salutaris'. La frmula era ambigua, al decir de
Bea, y ms tarde podra abusarse de ella con toda tranquilidad para
sostener la interpretacin restrictiva. Segn el P. Yves Congar, la
intervencin del Card. Bea haba sido juzgada severamente hasta por
los colaboradores ms allegados del cardenal. El P. Stanislas
Lyonnet, en cambio, dijo que "incluso aqullos a quienes haba
parecido inoportuna la intervencin del cardenal, reconocieron a
continuacin que. haba cosechado felices frutos: la frmula propuesta
y adoptada por la comisin, aunque evitaba la expresin 'ventas
salutaris' [verdad salvfica], como lo haba recabado el cardenal,
conserv, no obstante, de manera clara y no ambigua, el lazo entre
la verdad bblica y el plan de salvacin".As, el P. Lyonnet,
inspirador y alma de los exgetas neomodernistas, avalaba la
interpretacin errnea y pertinaz de sus cofrades. Vase a este
respecto el artculo del P. Ignace de la Potterie, discpulo suyo,
publicado en febrero de 1966 en la Nouvelle Revue Thologique (pgs.
149-169), y mi refutacin en Renovatio, octubre de 1966 (pgs.
45-62): La inerrancia de la Sagrada Escritura, aprobada y
certificada con multitud de pruebas por el Card. Bea en su libro La
palabra de Dios y la Humanidad (Cittadella, Ass, 1967, pgs.
184-191). A pesar de ello, la increble tesis hertica de Stanislas
Lyonnet e Ignace de la Potterie fue repetida escandalosamente por
La Civilt Cattolica (4-1-1986) en su editorial La Revelacin en la
vida de la Iglesia (pgs. 3-14).Historicidad de los EvangeliosOtro
ejemplo en Dei Verbum concierne al origen apostlico de nuestros
cuatro santos Evangelios. Adems de la insercin salutis nostrae
causa, repetida aqu en la nota 41, se hace referencia a la
instruccin Sancta Mater Ecclesia de la Comisin Bblica Pontificia
(11 de abril de 1964); en el texto se reproducen algunas de sus
frases. El P. Schmidt, a propsito de dicho texto, presenta as la
obra del Card. Bea, que fue su autor y promotor (pg. 482): otros
dos estudios concernan a la exgesis. El primero trataba, una vez
ms, del problema de la historicidad de los Evangelios sinpticos. No
contento con haber puesto a disposicin de los Padres conciliares, a
finales de 1962, un opsculo sobre tal tema, el cardenal se esforz
enrgicamente para que la Comisin Bblica Pontificia, de la cual era
miembro, publicara una instruccin especial en la que cooper
activamente. Fue tambin l quien el 11 de marzo present el proyecto
a la sesin de los cardenales miembros.Lo que el P. Schmidt no dice,
o apenas deja entrever, se desvel ms tarde: desde 1961, el P. Bea
haba preparado dicho documento (o bien se lo haba preparado el P.
Lyonnet) con miras a hacerlo aprobar por la Comisin Bblica
Pontificia. El Card. Ottaviani me lo haba remitido para que lo
examinara; me di cuenta de inmediato de que peda a los exgetas
catlicos que aplicaran a la exgesis de los Evangelios Sinpticos
(San Mateo, San Marcos y San Lucas) el sistema racionalista de la
Formgeschichte [Historia de las Formas] de Bultmann-Dibelius.
Nacido en torno a 1920, dicho sistema haba sido refutado ya por
catlicos y protestantes: niega la inspiracin divina, la
autenticidad y la historicidad de los Evangelios, y pretende que
son obra de autores desconocidos, redactados al menos cuarenta aos
despus de la muerte del Redentor, tiempo necesario para la accin
creadora de la "comunidad primitiva"...La Instructio deba
influenciar a los Padres conciliares. Tena como ttulo y objeto De
la verdad histrica de los Evangelios, es decir, no la historicidad
(nunca se habla de ella en el texto), sino la verdad que se puede
sacar de los Evangelios! Siempre el mismo juego! En realidad, haca
suyos ciertos postulados gratuitos de la Formgeschichte.Presentado
a la Comisin Bblica Pontificia por el Card. Bea, y defendido, como
de costumbre, por el Card. Tisserant, el documento fue rechazado
por los otros miembros, los cardenales Ruffini, Pizzardo y Mercatu.
Tras la muerte de Juan XXIII, el Card. Bea, tenaz, obtuvo de Pablo
VI el nombramiento de nuevos miembros de la Comisin Bblica
Pontificia: los habituales cardenales Alfrink, Knig, Linart; y en
el mes de marzo de 1964 les present "su" documento, la famosa
Instructio hertica Sancta Mater Ecclesia, que enseguida ser citada
y repetida textualmente por la Comisin teolgica del Concilio!Por qu
tanto trabajo y tenacidad para promover la lnstructio, tanta
solicitud para influenciar a los Padres conciliares? Para demostrar
que en el sistema, incriminado, de la Formgeschichte, haba algo
bueno, que los jesuitas del Instituto Bblico Pontificio que lo
aplicaban a la exgesis de los Evangelios usaban de l lcitamente,
con la aprobacin del Magisterio, y que el Santo Oficio se haba
equivocado con el Monitum de 1961 y la condena del do
Lyonnet-Zerwick.Era la revancha del Card. Bea contra el Card.
Ottaviani, como lo escribieron, apenas volvieron de Roma, Lyonnet y
Zerwick en La Stampa y en Il Corriere della Sera. Y todos los
neomodernistas, comenzando por el Card. Martini, continuaron
haciendo de la funesta Instructio su caballo de batalla contra la
historicidad de los Evangelios y en favor de la Formgeschichte,
propagada en su jerga con el nombre de "mtodo histrico-crtico".Pero
la Instructio no tena, y no tiene, ningn valor. La nica verdad
concerniente al dogma sera la historicidad de los Evangelios, y en
la lnstructio se sugiere el camino para negarla. Cualquier exgeta
puede mostrar con el dedo la fragilidad y la falta de fundamento de
los diversos postulados de la Formgeschichte que la Instructio
parece hacer suyos, y demostrar, caso por caso, la inconsistencia
cientfica de las "novedades" propuestas y su incompatibilidad con
la hermenutica catlica.Una tarda rectificacin del Card. BeaLa plena
historicidad de los Evangelios, en cambio, es y sigue siendo verdad
de fe. El propio Card. Bea, unos meses antes de su muerte, ratific,
en el libro ya citado, la doctrina catlica al ofrecer un comentario
exacto de Dei Verbum (pgs. 240-255). De tal modo se contradice a s
mismo, ya que no se puede sostener enrgicamente la inspiracin
divina de la Sagrada Escritura y su inerrancia absoluta, y admitir
a rengln seguido el sistema de los racionalistas, que arranca
precisamente de la negacin de tales dogmas y hace completa
abstraccin del Magisterio de la Iglesia!: en efecto, partiendo de
los estudios de crtica literaria, y especialmente de la de los
gneros literarios -escribe Bea-, varios hombres de ciencia pusieron
en duda no slo la autenticidad de los Evangelios, es decir, el
hecho de que se remonten a los autores cuyo nombre llevan, sino que
negaron hasta su origen apostlico, esto es, que refieran
efectivamente la predicacin de los Apstoles. Se acab por negar el
valor histrico de los Evangelios, con grandsimo dao para la fe,
evidentemente (pg. 240 y ss).Adems, comenta as el n. 19 de la
constitucin Dei Verbum: tocante a la afirmacin inicial, hemos
subrayado la fuerza extraordinaria -nica en su gnero en la historia
de nuestra constitucin- con la que se afirma el carcter histrico de
los Evangelios. Se comienza con gran solemnidad: "la santa Madre
Iglesia (...) ha credo y cree", y se contina insistiendo: "firme y
constantemente". Y como si eso no bastase, se aade que la Iglesia
"afirma sin vacilar" la historicidad de los cuatro Evangelios. Este
ltimo inciso -precisa el cardenal en nota- se haba aadido casi al
final de la ltima revisin del texto, para responder a la justa
preocupacin de que se expresara y afirmara sin equvocos la
historicidad de los Evangelios (cfr. G. Caprile, art. cit., pgs.
228 y ss).Cuando se sabe -contina el Card. Bea- cuntas ruinas se
acumulan con la Historia de las Formas, sobre todo con la escuela
denominada Desmitificacin de los Evangelios', no sorprende dicha
fuerza. Constituye la expresin de la grave preocupacin del Concilio
ante los peligros reales que amenazan la fe de tantos cristianos, y
no slo de los catlicos. El documento conciliar precisa acto seguido
el carcter histrico de los Evangelios al afirmar de manera concreta
la fidelidad de los Evangelios en la transmisin de lo que Jess hizo
y ense realmente [reapsel. El Card. Bea repite sustancialmente lo
que haba decretado categricamente el Monitum del Santo
Oficio.Desgraciadamente, la responsabilidad del Card. Bea es, y
sigue siendo, gravsima: por el aval dado a la Instructio (que sus
cofrades neomodernistas y los alumnos del nuevo Instituto Bblico
Pontificio continan alegando para justificar su desprecio hacia el
Monitum del Santo Oficio), y por su interpretacin errnea, poco
sincera, del texto conciliar de Dei Verbum.Adems, la intervencin
del cardenal para excluir el salutaris tranquiliz a los Padres
conciliares y les condujo a votar a favor del texto definitivo,
creyendo y queriendo ratificar as la doctrina catlica de la
inerrancia absoluta, mientras que incluso aqu se manejaba el
equvoco.De la misma manera que para la historicidad de los
Evangelios, la intervencin del Papa y del Cardenal, con la inclusin
del inciso cuya historicidad afirma sin vacilar, tranquiliz a los
centenares de Padres que haban protestado contra la ambigedad del
texto enmendado y que denunciaban las intrigas de los
neomodernistas de la Comisin doctrinal. Pero as pasaron incluso las
proposiciones siguientes de la Instructio, introducidas justamente
para mantener el equvoco.Y esto no es ms que una ojeada al
desarrollo del Concilio!Mons. Francesco Spadafora II Congreso
Teolgico de Si Si No No, 1996
APNDICE
Textos pontificios sobre la BibliaTodos los libros que la
Iglesia recibe como sagrados y cannicos, han sido escritos
ntegramente, en todas sus partes, por dictado del Espritu Santo, y
tan lejos est que la divina inspiracin pueda contener error alguno,
que ella de suyo no slo excluye todo error, sino que los excluye y
rechaza tan necesariamente como necesario es que Dios, Verdad
suprema, no sea autor de error alguno (Len XIII, Providentissimus
Deus, 1888, Denz. 1951).
Pues, qu sentir ahora de aquellos que en la exposicin de los
mismos Evangelios, de la fe a ellos debida, la humana la disminuyen
y la divina la echan por tierra? En efecto, lo que Nuestro Seor
Jesucristo dijo e hizo, no creen haya llegado a nosotros ntegro e
inmutable, por aquellos testigos que religiosamente pusieron por
escrito lo que ellos mismos vieron y oyeron; sino que
-particularmente por lo que al cuarto Evangelio se refiere- parte
procedera de los Evangelistas, que inventaron y aadieron muchas
cosas por su cuenta, y parte se compondra de la narracin de los
fieles de otra generacin (Benedicto XV, Spiritus Paraclitus, 1920,
Denz. 2188).As, pues, esta privilegiada autoridad o, como dicen,
autenticidad de la Vulgata, no fue establecida por el Concilio [de
Trento] por razones principalmente crticas, sino ms bien por su uso
legtimo en las Iglesias, durante el decurso de tantos siglos; uso,
a la verdad, que demuestra que la Vulgata, tal como la entendi y
entiende la Iglesia, est totalmente inmune de error en materias de
fe y costumbres; de suerte que, por testimonio y confirmacin de la
misma Iglesia, se puede citar con seguridad y sin peligro de errar
en las disputas, lecciones y predicaciones (Po XII, Divino Afflante
Spiritu, 1943, Denz. 2292).
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI