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cieg R CIEG, REVISTA ARBITRADA DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y ESTUDIOS GERENCIALES (BARQUISIMETO - VENEZUELA) ISSN: 2244-8330 DEPÓSITO LEGAL: ppi201002LA3492 / BARILLAS CHAGARAY, OMARLIN EDUARDO / SIMÓN RODRÍGUEZ, MAESTRO EMANCIPADOR / SIMON RODRIGUEZ, EMANCIPATORY TEACHER / Nº 33 jul - sep 2018 [páginas 325-337] FECHA DE RECEPCIÓN: 15ago2018 FECHA DE ACEPTACIÓN: 04sep2018 325 CÓDIGO: RVC028 www.grupocieg.org Email: [email protected] SIMÓN RODRÍGUEZ, MAESTRO EMANCIPADOR Barillas Chagaray, Omarlin Eduardo 1 RESUMEN El propósito del presente estudio fue analizar desde una perspectiva teórica a Simón Rodríguez como maestro emancipador de la educación, basándonos en historiadores como Rumazo (2006), Salazar (2015) y Morales (2006) entre otros. El devenir histórico de la educación, desde la postrimería del siglo XVIII e inicio del otro, fue caracterizado por una enmarcada lucha de clases y privilegio, aunado a la gran diversidad étnica producto del mestizaje, provista Venezuela para ese entonces de una población radicalmente clasista con participación exclusiva del clero para impartir educación con fines religiosos. Había muy pocas escuelas y estaban destinadas para los niños blancos cuyos padres eran hacendados y terratenientes poderosos, excluida de ella el resto que componía su mayoría. Ante tales eventos, Rodríguez previó la necesidad de una educación inclusiva y liberadora, la cual a través de la historia ha sido sinónimo de educación popular o para todos. Según el maestro Rodríguez, el mal que detiene el progreso es la ignorancia y el medio de erradicarla es la educación; así, sus propuestas pedagógicas están selladas a través de sus diversas obras de contenido netamente educativo, orientadas a reformar la república con cimientos del saber y el hacer; es decir, educar para el trabajo liberador y así integrar al ciudadano a una sociedad para el bien común. El maestro Rodríguez, que hoy nos sirve de inspiración y que orienta hoy el accionar educativo integrador, no solo es recordado como el maestro del Libertador, sino el precursor de la educación popular en Latinoamérica. Palabras claves: Simón Rodríguez, emancipador, educación popular SIMON RODRIGUEZ, EMANCIPATORY TEACHER ABSTRACT The purpose of the present study was to analyze from a theoretical perspective Simon Rodriguez, emancipating teacher of education. Based on historians such as Rumazo (2006), Salazar (2015), Morales (2006), among others. The historical evolution of education from the end of the eighteenth century and the beginning of the other, was characterized by a framed class struggle and privilege coupled with the great ethnic diversity product of miscegenation, provided Venezuela by then a radically classist population with exclusive participation of the clergy to impart education for religious purposes. There were very few schools and they were destined for the white children whose parents were landowners and powerful landlords, excluded from her the rest that composed their majority. In the face of such events, Rodríguez foresaw the need for an inclusive and liberating education, which through history has been synonymous with popular education or for all. According to the teacher Rodriguez, the evil that stops progress is ignorance and the means of eradicating it is education, so its pedagogical proposals are sealed through its various works, purely educational content, aimed at reforming the republic with foundations of knowledge and doing, that is, educating for liberating work and thus integrating the citizen into a society for the common good. Master Rodríguez, who inspires us today and who guides educational integrative actions today, is not only remembered as the teacher of the Liberator, but also the precursor of popular education in Latin America. Keywords: Simon Rodríguez, emancipator, popular education 1 Doctorando: Programa de Doctorado en Educación: Escuela, Lengua y Sociedad. Universidad del País Vasco (España). E-mail: [email protected]
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SIMÓN RODRÍGUEZ, MAESTRO EMANCIPADOR. 33 (325-337) Omarlin Eduardo... · Simón Narciso Jesús Rodríguez nace en Caracas, el 28 de octubre de 1771, bautizado en la Parroquia de

Oct 04, 2019

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DEPÓSITO LEGAL: ppi201002LA3492 / BARILLAS CHAGARAY, OMARLIN EDUARDO / SIMÓN RODRÍGUEZ, MAESTRO EMANCIPADOR /

SIMON RODRIGUEZ, EMANCIPATORY TEACHER / Nº 33 jul - sep 2018 [páginas 325-337] FECHA DE RECEPCIÓN: 15ago2018 FECHA DE

ACEPTACIÓN: 04sep2018

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CÓDIGO: RVC028 www.grupocieg.org Email: [email protected]

SIMÓN RODRÍGUEZ, MAESTRO EMANCIPADOR

Barillas Chagaray, Omarlin Eduardo 1

RESUMEN

El propósito del presente estudio fue analizar desde una perspectiva teórica a Simón Rodríguez como maestro emancipador de la educación, basándonos en historiadores como Rumazo (2006), Salazar (2015) y Morales (2006) entre otros. El devenir histórico de la educación, desde la postrimería del siglo XVIII e inicio del otro, fue caracterizado por una enmarcada lucha de clases y privilegio, aunado a la gran diversidad étnica producto del mestizaje, provista Venezuela para ese entonces de una población radicalmente clasista con participación exclusiva del clero para impartir educación con fines religiosos. Había muy pocas escuelas y estaban destinadas para los niños blancos cuyos padres eran hacendados y terratenientes poderosos, excluida de ella el resto que componía su mayoría. Ante tales eventos, Rodríguez previó la necesidad de una educación inclusiva y liberadora, la cual a través de la historia ha sido sinónimo de educación popular o para todos. Según el maestro Rodríguez, el mal que detiene el progreso es la ignorancia y el medio de erradicarla es la educación; así, sus propuestas pedagógicas están selladas a través de sus diversas obras de contenido netamente educativo, orientadas a reformar la república con cimientos del saber y el hacer; es decir, educar para el trabajo liberador y así integrar al ciudadano a una sociedad para el bien común. El maestro Rodríguez, que hoy nos sirve de inspiración y que orienta hoy el accionar educativo integrador, no solo es recordado como el maestro del Libertador, sino el precursor de la educación popular en Latinoamérica.

Palabras claves: Simón Rodríguez, emancipador, educación popular

SIMON RODRIGUEZ, EMANCIPATORY TEACHER

ABSTRACT

The purpose of the present study was to analyze from a theoretical perspective Simon Rodriguez, emancipating teacher of education. Based on historians such as Rumazo (2006), Salazar (2015), Morales (2006), among others. The historical evolution of education from the end of the eighteenth century and the beginning of the other, was characterized by a framed class struggle and privilege coupled with the great ethnic diversity product of miscegenation, provided Venezuela by then a radically classist population with exclusive participation of the clergy to impart education for religious purposes. There were very few schools and they were destined for the white children whose parents were landowners and powerful landlords, excluded from her the rest that composed their majority. In the face of such events, Rodríguez foresaw the need for an inclusive and liberating education, which through history has been synonymous with popular education or for all. According to the teacher Rodriguez, the evil that stops progress is ignorance and the means of eradicating it is education, so its pedagogical proposals are sealed through its various works, purely educational content, aimed at reforming the republic with foundations of knowledge and doing, that is, educating for liberating work and thus integrating the citizen into a society for the common good. Master Rodríguez, who inspires us today and who guides educational integrative actions today, is not only remembered as the teacher of the Liberator, but also the precursor of popular education in Latin America.

Keywords: Simon Rodríguez, emancipator, popular education

1 Doctorando: Programa de Doctorado en Educación: Escuela, Lengua y Sociedad. Universidad del País Vasco (España).

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1. Introducción

Evocar a Simón Rodríguez nos lleva a ensamblar la memoria de una educación popular latinoamericana, nacida en los conflictos por las luchas de la liberación del colonialismo, que se concentraba en la adaptación y sumisión de los habitantes del nuevo continente desde un enfoque religioso. Contrario a esta posición, Rodríguez asumía una postura revolucionaria para su época, proponiendo una educación liberadora que incluyera la enseñanza del trabajo a la par del desarrollo del pensamiento analítico. Sus propuestas educativas le acarrearon grandes enemigos, habiendo sido señalado como subversivo.

Rodríguez partía de la idea de que la escuela debía estar integrada a la política, el trabajo y la economía, por lo que era importante que estos tres aspectos estuvieran presentes en la escuela-taller. A este respecto, Puiggrós (1991), señala que la escuela-taller sería un lugar de aprendizaje tanto intelectual como manual y recreativo, donde el ciudadano tuviera conocimiento de sus derechos y aprendiera no a repetir y memorizar, sino a pensar en la realidad y a socializarse.

Para Rodríguez, el sujeto de educación era el pueblo, y la escuela, el recinto para propiciarla. Propuso insistentemente una educación sin distinción de raza, clase social ni dogmas. Planteó que no solo la enseñanza de las materias elementales, como gramática, lectura y escritura formarían al republicano, sino la necesidad de vincularla al aprendizaje de un oficio; así, la población desfavorecida e inculta no solo aprendería a leer y escribir sino que capacitaría a los varones como albañiles, carpinteros y herreros, y a las mujeres como costureras, hilanderas y tejedoras. Una educación liberadora de la opresión política y anárquica que imperaba en ese entonces; es decir, una escuela abierta al conocimiento desde y para el saber colectivo.

Su pensamiento radical y contrapuesto a los intelectuales de su época lo llevaron a renunciar a su primer cargo oficial como maestro de la escuela de primeras letras en Caracas, su ciudad natal; allí presenta su primer proyecto pedagógico que, entre otras propuestas, contenía detalles acerca de la organización de las escuelas: dirección, supervisión, responsabilidades del maestro, admisión de pardos y morenos. Estas no fueron aceptadas por las autoridades coloniales, arrojando la renuncia irrevocable del maestro.

Esta atmósfera cultural y social de inicios del siglo XVIII, signada por la dominación colonial y en donde se debaten procesos de orden social y político, mantienen exhorto al maestro a través de sus escritos y publicaciones, las cuales se plasmaron en tierras lejanas desde su éxodo a Jamaica, viajando por Norteamérica, Inglaterra y Europa, para luego de veintiún años, detenerse a pisar nuevamente la América.

En sus publicaciones selló una visión de sociedad edificada con cimientos educativos sólidos, integrales e inclusivos para todos, que solo después de su partida física serán tomados en cuenta para construir las bases filosóficas y pedagógicas de una educación por y para la emancipación del ciudadano, las cuales serán referentes en nuestra época.

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2. Esbozo biográfico del maestro

“El Sócrates de Caracas”, “filósofo cosmopolita”, “el hombre más extraordinario del mundo”, epítetos acuñados por el Libertador Simón Bolívar a quien fuera su maestro Don Simón Rodríguez. Simón adoptó el apellido materno de su madre Rosalía Rodríguez. Huérfano a muy temprana edad, él y su hermano quedaron bajo la tutela del tío, el presbítero José Rafael Rodríguez, sacerdote muy respetado y de gran saber.

Simón Narciso Jesús Rodríguez nace en Caracas, el 28 de octubre de 1771, bautizado en la Parroquia de la Candelaria como niño expósito, es decir, de padres desconocidos, el 14 de noviembre del mismo año. Tal y como lo reseña Rumazo (2006), el maestro tenía una personalidad bien definida, con dotes muy altas de intelectualidad, de carácter altivo, duro e independiente, con ideas y costumbres particulares.

Según el autor ya citado, para el año de su nacimiento, Caracas se aproximaba a los 25.000 habitantes con una estratificación étnico-social en todo el país clasificada por el 20,3% de blancos peninsulares, criollos y canarios; 61,3% de pardos, negros libres, manumisos y negros esclavos, y 18,4% de negros cimarrones, indios tributarios y no tributarios, y población indígena marginal.

Así mismo, una breve representación del maestro nos lleva a darle vida e imaginar su aspecto físico y personalidad; tal descripción la hace el historiador Lozano y Lozano en su libro Maestro del Libertador, citado por Rumazo (2006):

Sin ser alto de cuerpo, tenía aspecto atlético; sus espaldas eran anchas y su pecho desenvuelto; sus facciones angulosas eran protuberantes; su mirada y su risa un tanto socarronas - ¡el volteriano esencial! -; sus piernas algo separadas, como las de un marinero”. Mira siempre de frente (usará anteojos hacia los cuarenta años, por miopía, y tomará la costumbre de echarlos sobre la frente cuando no lee); a veces, emplea el desplante. Nada pide, sino en caso extremo de hambre o miseria: fue pobre siempre, con frecuencia paupérrimo, “de la cuna a la tumba”. No tolera que se le contradiga en sus opiniones, discute, refuta, apabulla con argumentos; pero, como varón culto que es, respeta el criterio de los demás; tolera sin ceder, sonríe a veces con mordacidad. Ni enfático, ni obseso, sábese muy seguro de sí. (p.31)

Por lo antes descrito, no han de extrañar las pinturas que emulan un Rodríguez solemne, afable e intelectual, de referencia obligada en las instituciones educativas, siendo uno de los más grandes pensadores sobre la necesidad y las virtudes de la escuela. Ahora bien, en relación a su formación moral, Rumazo (2006) refiere que el niño Simón Narciso fue criado en medio de rezos y adoctrinamientos de la fe cristiana, amolando su carácter en la severidad y la disciplina, sometido a horas exactas y ejercicios rutinarios inevitables. Todos los valores de entonces, universitarios o no, hicieron su ruta erudita por personal esfuerzo, autoeducándose, andando entre libros, leyendo desde muy temprana edad.

Su natural tendencia era enseñar; su pobreza exigía trabajar y las lecturas lo habían enrumbado. Es así como el educador venezolano de finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, tiempos de la Ilustración, de la Revolución Francesa, del imperio británico

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y del naciente imperialismo norteamericano, inicia su peregrinar docente como ayudante del educador Guillermo Pelgrón, maestro principal de primeras letras. Luego, Pelgrón lo recomienda ante el Cabildo de Caracas para que sirviera como maestro, fundamentado en su conducta, integridad y habilidades con los niños. Con fecha 23 de mayo de 1791 fue expedido el título de maestro a favor de don Simón Rodríguez y nombrado maestro de la escuela de primeras letras. De este modo, a sus escasos veinte años de edad, inicia su experiencia docente en una ciudad donde nadie preparaba educadores.

En tal sentido, la historia lo ha consagrado con el título privilegiado de “Maestro del Libertador”. El mismo Bolívar expresó de su maestro que “enseñaba divirtiendo”, lo que deja claro que su método de enseñanza -poco tradicional para su época- rompía las rígidas costumbres del colonialismo español en cuanto a una práctica educativa excluyente, patriarcal y escolástica. La enseñanza de Rodríguez se cumple en la adolescencia y en los umbrales mismos de su edad adulta.

En cuanto a su vida amorosa, para Rodríguez no tuvo especial significado el amor, expresado así por el historiador Rumazo (2006); con o sin matrimonio se casará dos veces y es posible que haya tenido alguna amante, por la expresión vivir mal, que para entonces -en el lenguaje popular- refería la presencia de una concubina. Su encuentro diario, tenaz y ascendentemente luminoso, era con las ideas. No fue ni varón enamorado, sino sólo un poderoso razonador. Hombre de inmensa inteligencia, único por la vía de la lógica, pensador notable que no se distrajo en divagaciones; sin embargo, cabe señalar que Rodríguez tuvo un hijo con su última esposa, de nombre José Rodríguez, y de quien la historia no hace mayores señalamientos.

Ahora bien, algunas contingencias de vital importancia para la vida del maestro lo llevaron a dejar el país. Siendo señalado de participar en la conspiración de Gual y España, huye a toda prisa hacia La Guaira para embarcarse en un buque norteamericano con destino a Jamaica. Así, como lo cita Rumazo (2006), Rodríguez busca en otra parte la libertad de pensamiento y de acción que no se toleraba en su país; acontecimiento por el cual toma la decisión de llamarse Samuel Robinson. Jamaica sería entonces, el puerto de inicio de una aventura de más de veinte años en el exilio.

Según Salazar (2015), la escogencia de ese primer nombre se debió a que Rodríguez fue un admirador del profeta bíblico Samuel; esto lo llevó a asumir el papel de profeta republicano en aquellos tiempos en que Venezuela buscaba su independencia y su identidad, tal como lo hizo la nación israelita. Contrario a esto, Rumazo (2007) señala que la posesión del nombre Samuel se debe a que era muy común en Norteamérica y por ese hecho lo adoptó.

En relación a su segundo seudónimo: Robinson, Salazar (2011) y Rumazo (2007) coinciden en señalar que adopta éste por la novela Robinson Crusoe, ya que teniendo que huir del país para salvar su vida en un barco de vela, se asemejó a los eventos narrados en la novela cuando Crusoe salió de Brasil. Se sintió Rodríguez un náufrago

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de aquella tempestad que abatió a Venezuela y, como Robinson Crusoe, había llegado a la isla de Jamaica pobre y mísero.

En esta colonia británica de Jamaica, de población mayormente negra y menos desarrollada que Venezuela, estudia inglés, lo que le resulta fácil de aprender. Años más tarde, además del inglés, sabrá perfectamente francés, alemán, italiano, portugués, polaco y tal vez ruso. Rodríguez fue, además de maestro, escritor, filósofo, y políglota, condición que según él mismo afirmó le era muy fácil de aprender.

Más tarde, en la ciudad de París, se asentaría en el registro de españoles como Samuel Robinson, hombre de letras, nacido en Filadelfia, de treinta y un años; y esta identidad la mantendría por un cuarto de siglo de su vida en el viejo continente. Así, Robinson aparecerá en Jamaica, Estados Unidos y Europa, hasta el día de su retorno a la América.

Animado por las noticias que le llegaban de América, Simón Rodríguez emprendió viaje de regreso en 1823. En su largo exilio había madurado cada vez más sus ideas en torno a la educación y la política, acogido por las ideas de la ilustración las cuales utilizó como referencia de un estilo propio de hacer y ver la educación. La vocación que mostraba Rodríguez hacia la educación se manifiesta también en el esmero que prestaba a los nuevos conocimientos; se encontraba sediento por aprender, al tiempo que diseñaba y ensayaba nuevos métodos de enseñanza.

Es así como siendo muy joven y poseedor del hábito de la lectura, Simón Rodríguez ya había leído a Jean Jacques Rousseau y su obra Emilio o de la educación, además de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y, como muestra de la avidez de sus discursos reflexivos, presentó ante el ayuntamiento de Caracas en 1794, un estudio titulado Reflexiones sobre los efectos que vician la escuela de primeras letras y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento, formalizando así la necesidad de la educación pública a través de la formación de buenos maestros y creación de nuevas escuelas no excluyentes; es decir, incorporando alumnos pardos y negros, sin obviar la necesidad de la mejora salarial a los profesores.

De manera extraordinaria se integran en Rodríguez el educador, el hombre de ideas y el escritor. Sus aportes fueron de mucha importancia y aunque para aquella época no todos lo vieron de esa manera (razón por la cual fue incomprendido, juzgado indebidamente y tildado de loco) dejaron claro que sus ideas eran muy avanzadas para aquel tiempo. Estos aportes reflejaban como estaría mejor organizada la educación y como lograr implantarla en Venezuela con las mejores bases, para que así los niños pudieran recibirla desde muy temprana edad. Sus ideas pedagógicas se nutren del pensamiento de Juan Jacobo Rousseau, configurando la suyas propias acorde con las necesidades y el contexto de Hispanoamérica.

Así, el ilustre maestro visionario había discernido con toda claridad la necesidad de una educación republicana democratizadora, sin distinciones de clase, religión, color, o sexo, lo que resultaba bastante audaz si consideramos la existencia de una sociedad aristocrática, donde la estratificación racial y económica eran muy marcadas.

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“Yo no dejaré que me lleven a cuestas sino después de muerto” palabras en tinta del ilustre maestro a sus setenta años de edad, y que trece años más tarde le harían honores. El maestro Simón Rodríguez muere viejo, pobre y solitario en el pueblo de San Nicolás de Amotape en Perú, el 22 de febrero del año 1854, a la edad de 83 años. Lo enterraron en la iglesia de San Nicolás de Bari. Un siglo después, en 1954, sus restos fueron llevados a Caracas, donde reposan en el Panteón Nacional.

3. Ruta pedagógica del maestro

El maestro Rodríguez ha sido consagrado como el ejemplo vivaz del ímpetu y fortaleza que debe caracterizar a los docentes, y es que éste insigne educador integral ilustra en sus vivencias el ejemplo a seguir, ya que no solo se dedicó a ser un ordinario maestro de escuela, sino que denunció -a través de sus publicaciones- las irregularidades y sesgos en la que estaba sometida la enseñanza, y como tal, la educación; además, erigió las bases pedagógicas para una educación emancipadora.

Ahora bien, nos adentraremos en el peregrinaje pedagógico de tan notable educador; su praxis, adelantada para su época, lo hizo recorrer un destino insospechado para él, pero fructífero para la historia, forjando las bases de una educación fortalecida por sus ideales y principios, que siglos después serán oficialmente aceptadas por toda la comunidad educativa y más aún, por el gremio docente.

Consideremos ahora los nacientes caminos de Simón Narciso Rodríguez como educador. En el año 1791, a los veinte años de edad, el Cabildo de Caracas le otorga el título de maestro, siendo ésta la única escuela hasta ese entonces y cuyos únicos requisitos para ser maestro eran saber leer, escribir, contar y tener una alta moralidad, condición que poseía Rodríguez. Según registros, para 1793 la matrícula de la escuela era de 114 alumnos, el trabajo diario muy laborioso y prolongado, y sólo se disponía de muy pocos días de asueto al año, por lo que la ocupación docente demandaba atención constante.

Simultáneamente a la labor docente, y apasionado por su oficio, traza sus primeros escritos, Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de primeras letras en Caracas (1794) conocida también como Estado actual de la escuela y nuevo establecimiento para ella, en los cuales, según Durán (2014), proponía que los pardos y los negros tuvieran el mismo derecho a la educación que los blancos, una de las razones que emplea a favor de su posición, la toma de la iglesia católica. Según su punto de vista, si no hay distinción de calidades para la observancia de la religión, tampoco debería haberla para enseñarla, haciendo referencia a una igualdad con una fuerte impresión cristiana. Coincide con Rousseau en que la desigualdad no es el estado propio del hombre, sino que es el producto de la codicia de unos pocos que someten a otros para satisfacer sus necesidades.

Otro rasgo importante que merece ser señalado es que entre las propuestas que hiciera ante el cabildo se encontraba la creación de nuevas escuelas con la inclusión de pardos

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y morenos, así como las mejoras salariales al maestro. Estas reflexiones, productos de su experiencia, fueron asumidas desde un profundo análisis, alertando sobre las deficiencias de la enseñanza y presentadas a la Real Audiencia, órgano encargado de tomar las decisiones, las cuales no fueron aceptadas puesto que la oligarquía colonial no estaba interesada en la educación pública. Finalmente, el maestro Rodríguez renuncia a su labor docente.

Este hecho es descrito por Salazar (2015) al precisar que la renuncia de Rodríguez se hace constar en el acta del 19 de octubre de 1795, y en la cual se demuestra la alta responsabilidad del maestro quien toma las previsiones necesarias para que la escuela siga cumpliendo sus actividades sin tropiezos. En dicha acta recomienda a don Guillermo Pelgrón para que continúe la labor de maestro de lengua latina; además, solicita nombrar una comisión para el reconocimiento de los muebles incorporados en la escuela provenientes de su dinero, por carecer de sillas y mesas donde sentarlos a escribir dado que el crecimiento de la matrícula de los niños había alcanzado 151 alumnos.

Además, tal y como lo refiere la autora antes mencionada, entregó formalmente la lista de alumnos señalando a aquellos que se encontraban exonerados de pago. Posteriormente, según acta del Cabildo, de fecha 14 de junio de 1793, se reconoce el avalúo por el monto señalado. En esta acta se da fe de su conducta intachable en el desempeño del cargo.

En este mismo período, en 1795, la Real Audiencia de Caracas lo nombró depositario de Simón Bolívar, quien ya había sido su alumno. Este primer período de la relación con el Libertador solo duró hasta 1797, cuando Rodríguez abandona Caracas para asumir el nombre de Samuel Robinson como medida de seguridad en su condición de exiliado en Jamaica, una de las colonias inglesas del mar Caribe donde aprende inglés.

Luego se traslada a Baltimore, en los Estados Unidos, donde vive desde 1799. En esa ciudad, tal y como lo expone Morales (2006), Rodríguez trabaja como cajista de imprenta ganando solo para el sustento básico. Allí aprendió la técnica tipográfica de utilizar las letras mayúsculas y las cursivas para resaltar palabras e ideas importantes, método que usará en sus escritos. Luego se traslada a Bayona (Francia); en esta ciudad abre una escuela para la enseñanza del idioma inglés y español, a la cual acuden numerosos niños franceses. En el registro de españoles en París, en 1803, fue empadronado como Samuel Robinson, hombre de letras nacido en Filadelfia.

Ahora bien, en 1804, Rodríguez y Bolívar se reencuentran en París. El joven Bolívar había enviudado y se encontraba quebrantado emocionalmente. El maestro le propone un paseo de rehabilitación, viajando hasta Italia. Cuenta Daniel Florencio O´Leary, en sus Memorias de 1883, citado por Salazar (2015: 58), “Descansó algunos días en Lyon; siguieron luego los dos viajeros a pie, haciendo cortas jornadas por consejo de Rodríguez y como único medio, decía él, de que su discípulo recobrara la salud perdida”.

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A este respecto, Ocampo (2017) añade que el maestro Rodríguez lo acompañó en un viaje que los llevó a Lyon y Chambery, haciendo cortas jornadas por los Alpes y varias ciudades de Italia, Milán, Venecia, Ferrara, Bolonia, Florencia y otras. Viajaron unas veces a pie y otras en diligencias. Añade el citado autor que en Milán presenciaron la coronación de Napoleón Bonaparte como rey de Italia.

Continuaron su gira hasta Roma. Rumazo (2006: 26) describe lo acontecido: el 15 de agosto de 1805 Robinson y Bolívar ascienden en paseo a una de las siete colinas de la urbe, al Monte Sacro, examinan la situación de la América esclavizada, advierten la posibilidad de rescatarla, destrozando la vasta red opresora. Y, en ese momento, Bolívar hace un extraordinario juramento, cuenta Rodríguez, citado por el autor antes mencionado:

Y luego Bolívar, volviéndose hacia mí, húmedos los ojos, me dijo: Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres; juro por mi honor y juro por la patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que no haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español. (p.26)

Sin lugar a dudas, el Juramento en el Monte Sacro es y será el pacto que unió a estos insignes ilustres, a quienes la historia los enmarcará como, el Libertador Simón Bolívar, y el maestro, Simón Rodríguez. Siendo cumplidores de tan magna promesa lucharon incasablemente por entre otras cosas, la educación, cuyo principio indeleble sea la libertad.

Después de veintiséis años de exilio, a comienzos de 1823 cuando ya se había alcanzado la independencia de Colombia, y entusiasmado por las victorias de su discípulo Simón Bolívar, Rodríguez toma un barco con rumbo a Cartagena de Indias. Al pisar tierra americana recupera su identidad original. Ya no se ocultará tras el seudónimo de Samuel Robinson, sino que retomará su verdadero nombre, Simón Rodríguez, por cuanto está regresando a una América libre e independiente del colonialismo español.

Ya en Cartagena, sube por el río Magdalena hasta Bogotá y se establece allí por un tiempo. Con referencia a este transitar, Salazar (2015) narra que en Bogotá se dedica a poner en práctica su primer proyecto educativo de grandes proporciones con el apoyo del vicepresidente del Gobierno Francisco de Paula Santander. Allí, Rodríguez vincula la experiencia educativa con el aprendizaje de un oficio para el trabajo creador y útil para la sociedad., la cual tituló Casa de Industria Pública.

Esta propuesta no obtuvo la receptividad requerida, dado el predominio de sectores de la sociedad que aún entendían la educación bajo el manto de los saberes coloniales, cuyo centro era la enseñanza de la teología, el latín y la literatura; propuesta contraria a la de Rodríguez que exponía otro tipo de educación vinculada al trabajo y a la producción; es decir, se le daban los conocimientos elementales a los niños y además se les enseñaba un oficio con el que pudieran ganarse la vida, como carpintería, albañilería entre otros. El centro tuvo que cerrarse al poco tiempo por falta de recurso económico.

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Ahora bien, desde Perú, Bolívar se entera de que su amigo y maestro se encuentra en Colombia, lo convoca para reencontrarse y le envía dinero para que se traslade. Rumazo (2006) señala este hecho al citar la carta que el Libertador le escribe a Santander:

A don Simón Rodríguez dele usted dinero de mi parte, que yo lo pago todo, para que me venga a ver. Yo amo a ese hombre con locura. Fue mi maestro, mi compañero de viajes, y es un genio, un portento de gracia y talento, para el que lo sabe descubrir y apreciar. (p.59)

La misiva para Santander iba acompañada de una carta a su maestro Rodríguez, la cual a través de la historia se da muestra de cuan hondamente el maestro había logrado calar en el Libertador sus pensamientos emancipadores; parte de ella lo demuestra, citado por Morales (2006: 24): “usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”. Luego, Santander le escribe al Libertador que hizo tal cual como había solicitado.

Es así como en 1825, se produce el reencuentro entre el Libertador Simón Bolívar y el Maestro Simón Rodríguez, quienes habían pasado diecisiete años sin verse. De inmediato, Bolívar lo incorpora a su grupo de colaboradores nombrándolo director de enseñanzas públicas, director de ciencias físicas, director de matemáticas, director de artes y director general de minas, agricultura y caminos públicos. Estos decretos fueron emitidos por Simón Bolívar en el Alto Perú, orientados a establecer las condiciones de vida de los indígenas que desde la conquista española habían sido sometidos, vejados y exterminados.

En relación a los objetivos del Libertador en materia educativa y la cual recaía explícitamente en Rodríguez, Salazar (2015) expone que en este nombramiento se establecieron las bases educativas fundamentales que deberían orientar la formación de un verdadero republicano para la edificación de repúblicas, quedando expreso el deber del Gobierno de dar educación al pueblo, y que la misma sea uniforme y general en todas las localidades.

De esta manera, continua la autora ya mencionada, uno de los aspectos fundamentales era la inclusión de los oprimidos al proceso educativo, sumado además a la implicación y compromiso con la estrategia de Gobierno, en sintonía con la formación de un republicano. De modo que el proyecto de educación popular se enlaza con el proyecto político, económico y social de sociedad, el cual reconocía la necesaria participación del pueblo en la construcción de verdaderas repúblicas.

Posteriormente, Bolívar emite el decreto en el Palacio de Chuquisaca (actualmente Sucre), el 11 de diciembre de 1825, en el que regula la instrucción pública, solicitándole a Rodríguez un plan para el establecimiento de la enseñanza con una educación que valore al pueblo. Instruye, además, el establecimiento de una escuela primaria en cada ciudad capital para los niños de ambos sexos.

Según lo refiere Molins (2000), Rodríguez, en su libro El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social, en el cual expuso el trabajo realizado en Chuquisaca, escribió que el propósito era “instruir y

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acostumbrar al trabajo, para hacer hombres útiles…asignarles tierras…colonizar el país con sus propios habitantes. Dar instrucción y oficio a las mujeres para que no se prostituyeran…ni hiciesen del matrimonio una especulación para asegurar su subsistencia” (s/p). Tales propuestas dejan ver que Rodríguez, veía la escuela como un espacio propicio para la emancipación del saber articulado con el hacer en pro del beneficio común, instituyendo así un nuevo republicano.

Acota Salazar (2015) que a partir de la escuela modelo que se establecería en Chuquisaca, deberían fundarse otras en cada departamento de la República Boliviana. Una vez que los alumnos egresaran de dichos establecimientos, se distribuirían en los terrenos baldíos para la labranza, el trabajo y el mejoramiento de sus condiciones de vida. Desde esta orientación, la escuela contaba con el aprendizaje para la producción agrícola, artesanal, carpintería, albañilería y herrería. Esta escuela se abrió en enero de 1826 y en un periodo muy corto llegó a alcanzar dos mil alumnos.

Sin embargo, el ensayo educativo de Chuquisaca no recibió la aceptación del Gran Mariscal Antonio José Sucre quien veía con escepticismo algunos de los proyectos de Rodríguez. El escenario que presenta Morales (2006) resulta pertinente para evocar lo suscitado: Rodríguez, disgustado con Sucre por haberle respondido en público sobre un cuestionamiento que éste hiciera a la comunidad religiosa, inmediatamente presentó su renuncia con solo seis meses de haberlo asumido. Además, no quiso aceptar el sueldo que le correspondía por su servicio y tuvo que vender sus pertenencias para pagar una parte de las deudas contraídas durante la dotación de las escuelas.

De esta manera finaliza un proyecto que de haber tenido éxito habría transformado a Bolivia y servido de ejemplo para el resto de Latinoamérica. Asimismo, de los hechos anteriores se deja ver que lastimosamente Sucre, presionado por sectores políticos, sociales y religiosos, no divisó los reales alcances, ni la dimensión revolucionaria del maestro Rodríguez.

Sin embargo, es necesario destacar que entre estos dos ilustres: Antonio José de Sucre y Simón Rodríguez, hubo un respeto mutuo y gran admiración; así lo demuestra el maestro es sus escritos al mencionarlo como excelente estratega y necesario para la lucha independentista; a su vez, Sucre manifestó en una de sus líneas en una carta enviada al Libertador: “Considero a don Samuel un hombre muy instruido, benéfico cual nadie, desinteresado hasta lo sumo, y bueno por carácter y por sistema” (Márquez y Viloria (2012: 26) dejando claras las cualidades que caracterizaban al noble maestro Rodríguez.

A pesar de las diversas dificultades que encaró Rodríguez, ya sean económicas o por oposición a sus ideas, dio a luz documentos de alto contenido intelectual, político, ético y pedagógico, publicando varios libros. Ocampo (2017) lo resume en las siguientes líneas: en 1828 publicó su libro Sociedades Americanas, en el cual defendió la originalidad de América Española. En 1830 publicó en defensa de su alumno Simón Bolívar, con el título: El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidas por un amigo de la causa social. En septiembre de ese mismo año Observaciones sobre el terreno de Vincocaya, en el cual destacó la importancia de conservar la naturaleza, la economía y la sociedad. En Chile dirigió una escuela y

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publicó su libro: Luces y virtudes sociales. Visitó Quito y Guayaquil, y se estableció en Latacunga en donde enseñó en el Colegio San Vicente. Asimismo, visitó Túqueres en la Nueva Granada. En esos años publicó sus libros Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga y en el periódico El Neogranadino publicó su Extracto sucinto de mi obra sobre la educación republicana.

Siguió sus recorridos por América del Sur, por la Costa del Pacífico, desde el Perú, el Lago Titicaca, hasta Chile, Argentina, Brasil, Quito y Nueva Granada. Tal y como lo expresa Rumazo (2006: 31), “No se detendrá en ningún sitio largo lapso -tres años, durante las casi seis décadas que ha de durar todavía su existencia. Teme echar moho, odia los muros. Su natural rebeldía impídele adaptarse a ninguna ciudad, a ningunas gentes…” Así, el maestro se presenta como un personaje que, instruido por los viajes realizados, tenía un interés impetuoso de renovar la educación y por ende la enseñanza; de esa forma lo revelan sus escritos los cuales, en este siglo y seguramente muchos más, seguirán siendo analizados y desvelados.

Finalmente, llega el ocaso de tan insigne maestro en Amotape, Perú; un pueblo de las costas, pequeño, polvoriento, de tierras amarillenta y muy pobre. En ese pueblo, sin familia, pobre y enfermo con fuertes dolores intestinales, agonizó en un cuarto por horas. El 28 de febrero de 1854 fallece don Simón Rodríguez. Su cadáver fue sepultado en un nicho del cementerio del pueblo. La partida de defunción del maestro se halla en el Archivo Parroquial de Amotape. Dice:

Año del Señor de mil ochocientos cincuenta y cuatro, a primero de marzo, yo don Santiago Sánchez, presbítero, cura propio de la parroquia de San Nicolás de Amotape; en su iglesia di sepultura eclesiástica al cuerpo difunto de don Simón Rodríguez, casta de español, como de edad de noventa años al parecer, el que se confesó en su entero conocimiento y dijo que fue casado dos veces y que era hijo de Caracas, y la última mujer finada se llamó Manuela Gómez, hija de Bolivia, y que sólo dejaba un hijo que se llama José Rodríguez; recibió todos los santos sacramentos y se enterró de mayor, para que conste firmo. Santiago Sánchez. (Rumazo, 2006: 162)

Desvelar sus aciertos y recorrer su travesía como viajero intelectual, filósofo revolucionario, pero sobre todo protector de los desfavorecidos, nos lleva a evocar sin lugar a dudas unas de sus líneas “Hay ideas que no son del tiempo presente, aunque sean modernas. Ni de moda, aunque sean nuevas...” (Rumazo, 2006: 148); epígrafe que desafía una sociedad que no estaba preparada para la visión integradora y emancipadora del maestro, quien a lo largo de su vida luchó por brindar educación a los sectores populares, y quien la historia lo consagró como el precursor de la educación popular en América Latina.

Para concluir, se citan algunas frases extraídas de las publicaciones realizadas por Simón Rodríguez, las cuales dejan ver su imperiosa necesidad de emancipar a través del saber, para así cultivar un ser libre y socialmente responsable de su hacer:

“Si la ignorancia reduce al hombre a la esclavitud, instruyéndose el esclavo será libre”. (Andúgar, 2017: 99)

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“El hombre no es ignorante por ser pobre, sino al contrario”. (Ocampo, 2017: 110)

“Cuál es la causa de las revoluciones sino la ignorancia”. (García, 1990: 74)

“La ignorancia es más de temer que la pobreza”. (Balestrini, 2010: 45)

4. Conclusiones

Simón Rodríguez compartió con Simón Bolívar el ideal de emancipación de los pueblos de Hispanoamérica. Mantuvo hasta su muerte sus convicciones, muy a pesar de las circunstancias. Rodríguez estaba convencido que solo a través de la educación una nación era realmente libre. Emancipar a los pobres y desposeídos para liberarlos de la ignorancia que los mantenía oprimidos, esto, según él, solo se lograría a través de la educación y la adopción de un proyecto político adaptado a la situación de la República. Si esto se cumplía, Hispanoamérica podía incorporarse en condiciones de igualdad con las grandes naciones del mundo.

Así, lo prioritario para el maestro Rodríguez sería formar ciudadanos, proponiendo que el fin de la educación era establecer en los sujetos las costumbres republicanas que ayudaran a construir una mejor sociedad para todos. Los cimientos de estas se debían iniciar desde la infancia dando importancia a la primera escuela, donde los niños aprendieran además de escribir, leer y calcular un oficio dependiendo de sus habilidades y sexo.

A pesar de que el contexto socio político de Simón Rodríguez venía dado por una sociedad de casta desigual y guerras por la independencia, desde el inicio de su praxis docente en Caracas, ciudad natal, sostuvo que la educación no debía ser exclusiva para un grupo pudiente y clasista, lo cual ponía en peligro los altos privilegios del clero y de los terratenientes, sino que debía ser extendida a toda la población por igual, indígenas, mulatos, pardos, negros; en general, a todos para hacer de ellos un nuevo republicano; es decir, formar ciudadanos por medio del saber.

Tales propuestas le trajeron severos afrontamientos con las autoridades colonizadoras, partiendo por ello de su patria. Sin embargo, a través de sus publicaciones, Rodríguez insistiría en su teoría de educación popular y así será históricamente recordado como el precursor de ella. Al igual que los filósofos intelectuales del siglo XVIII, él consideraba que el hombre está sumido en la esclavitud y la miseria por culpa de la ignorancia y que solo la educación puede erradicarla.

En tal sentido, sus obras comprenden tanto los problemas educativos como los problemas sociales que deben ser considerados por el estado como prioridad en sus proyectos. Fiel al juramento que hiciera con su discípulo Simón Bolívar en el Monte Sacro, transitó su vida cumpliendo esa promesa de libertar a la nación y construir la república, libertad que proclamó ser concebida educando al pueblo: una educación popular, enseñándolos a vivir, para el bien social, inclusiva, formándolo para el trabajo y el saber cómo el instrumento para el hacer.

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5. Referencias bibliográficas

Andúgar M., Miguel (2017). Rodríguez, Simón. Defensa de Bolívar. Caracas Venezuela: Ediciones de la Imprenta Bolívar, 1916. Biblioteca Saavedra Fajardo 2017

Balestrini, Mirian (2010). Rodríguez, Simón. Luces y virtudes sociales. Ediciones Rectorado UNESR Caracas Venezuela Pg. 45

Durán, Maximiliano (2014). Simón Rodríguez: educación popular y la huella axiomática de la igualdad. Foro de Educación. 12. (Pp. 29-50).

García B., Juan D. (1990). Rodríguez, Simón. Sociedades Americanas. Caracas Venezuela: Biblioteca Ayacucho Pg. 74

Márquez Y. y Viloria J. (2012). Pensamiento sociopolítico y educativo de Simón Rodríguez. Caracas - Venezuela

Molins P. Mario (2000). La República y la educación en Simón Bolívar y Simón Rodríguez y su proyecto actual. Universidad Central de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca-EBUC. Venezuela.

Morales G., Eduardo (2006). Simón Rodríguez y Simón Bolívar, pioneros de la educación popular. Orígenes de las Escuelas Bolivarianas. Ministerio de la Cultura Fundación Editorial El Perro y la Rana. Caracas. Venezuela.

Ocampo L., Javier. (2017). Simón Rodríguez, el maestro del libertador. Revista Historia de la Educación Latinoamericana, núm. 9. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia Boyacá, Colombia.

Puiggrós, Adriana (1991). Democracia y autoritarismo en la pedagogía Argentina y latinoamericana. Editorial Galerna. 2a. edición. Argentina.

Rumazo G., Alfonso. (2006). Simón Rodríguez, Maestro de América. Biografía breve. Caracas, Universidad Simón Rodríguez. Publicación digital marzo 2006.

Rumazo G., Alfonso. (2007). Simón Rodríguez, Maestro de América. Biografía. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas. Venezuela.

Salazar, Iluska C. (2015). Simón Rodríguez: Educador militante por la emancipación de los pueblos. República Bolivariana de Venezuela. Fondo Editorial de la Asamblea Nacional Willian Lara.