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II Congreso Arte Rupestre Esquemát ico en la Península Ibérica Comarca de losVélez. Almería JULIÁN MARTÍNEZ GARCÍA & MAURO S. HERNÁNDEZ PÉREZ (Coord.) II Congreso Arte Rupestre Esquemático en la Península Ibérica Comarca de losVélez. Almería
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Símbolos para los muertos, símbolos para los vivos.Arte Megalítico en Andalucia

May 15, 2023

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Mimi Bueno
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JULIÁN MARTÍNEZ GARCÍA & MAURO S. HERNÁNDEZ PÉREZ (Coord.)

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ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICOEN LA PENÍNSULA IBÉRICA

ACTAS DEL II CONGRESO DE

Comarca de Los Vélez, 5-8 de Mayo 2010

Julián Martínez García - Mauro S. Hernández Pérez (coord.)

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Organiza: Grupo Desarrollo Rural Los Vélez

Colaboran:Ayuntamientos de Vélez-Blanco, Vélez-Rubio, María y Chirivel

Financia: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

Arte Rupestre Esquemático en la Península IbéricaComarca de Los Vélez, 5-8 de Mayo 2010

Edita: Ayuntamiento de Vélez-Blanco© Coordinadores: Julián Martínez García - Mauro S. Hernández Pérez© Textos e imágenes: Los autoresDiseño y maquetación: Bernabé Gómez MorenoAño edición: 2013Portada: María José Martínez y José M. ParraImprime: Lince Artes GráficasISBN: 978-84-616-6583-9Depósito Legal: AL 953-2013

ACTAS DEL II CONGRESO DE

ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICAComarca de Los Vélez, 5-8 de Mayo 2010

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ÍNDICE11 EL ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO CONSERVADO EN LA COMISIÓN DE INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS Y

PREHISTÓRICASBEGOÑA SÁNCHEZ CHILLÓN*

19 CONSIDERACIONES SOBRE LOS MOTIVOS ASTRALIFORMES EN EL ARTE ESQUEMÁTICO DE LA PENÍNSULA IBÉRICAJOSÉ FERNÁNDEZ QUINTANO*

25 SÍMBOLOS PARA LOS MUERTOS, SÍMBOLOS PARA LOS VIVOS. ARTE MEGALÍTICO EN ANDALUCÍAP. BUENO RAMIREZ* R. DE BALBÍN BEHRMANN* R. BARROSO BERMEJO*

49 PRIMERA APROXIMACIÓN A LAS PINTURAS RUPESTRES DE CUEVA HAIZEA (VÉLEZ BLANCO, ALMERIA)JOSÉ ÁNGEL OCHARAN IBARRA

61 ALAHAPRIETA (ÁLORA), NUEVO CONJUNTO DE ESTACIONES DE ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO EN LA PROVINCIA DE MÁLAGALUIS EFRÉN FERNÁNDEZ*JOSÉ LUIS SANCHIDRIÁN**

67 SOBRE LOS ANTROPOMORFOS ESQUEMÁTICOS EN MÁLAGA: REFLEJO DE UNOS GRUPOS SOCIALES QUE MANTUVIERON UN ARTE SUBJETIVOPEDRO CANTALEJO DUARTEMARÍA DEL MAR ESPEJO HERRERÍASLIDIA CABELLO LIGERO SERAFÍN BECERRA MARTÍNJAVIER MEDIANERO SOTO ANTONIO ARANDA CRUCESJOSÉ MORA DOMÍNGUEZ

81 NUEVO HALLAZGO DE ARTE ESQUEMÁTICO EN LA SIERRA NORTE DE CÓRDOBAARACELI CRISTO ROPERO Mª ÁNGELES MEDINA ALCAIDEANTONIO JESÚS ROMERO ALONSO

85 ABRIGO ESQUEMÁTICO DE EL CASTILLAREJO (LUQUE): ¿ARTE LEVANTINO EN CÓRDOBA?ARACELI CRISTO ROPEROMª ÁNGELES MEDINA ALCAIDEANTONIO JESÚS ROMERO ALONSO

89 PINTURA RUPESTRE ESQUEMÁTICA EN LOS TAJOS DE LILLO (LOJA, GRANADA) Y EL MODELO ANTIGUO DEL ARTE ESQUEMÁTICOJULIÁN MARTÍNEZ GARCÍA *

105 ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO Y POBLAMIENTO NEOLÍTICO DE SIERRA HARANA (GRANADA)MARCOS FERNÁNDEZ RUIZ*

113 PINTURA RUPESTRE ESQUEMÁTICA EN SIERRA MORENA ORIENTAL Y SUBBÉTICO GIENNENSEMIGUEL SORIA LERMA*MANUEL GABRIEL LÓPEZ PAYER*DOMINGO ZORRILLA LUMBRERAS*

137 EL YACIMIENTO PREHISTÓRICO DE LA CUEVA DEL SALIENTE (ORIA-ALBOX, ALMERÍA)ANTONIO GONZÁLEZ RAMÓN*INMACULADA LÓPEZ RAMÓN**

141 REFLEXIONES SOBRE LOS ARTES ESQUEMÁTICOS ENTRE LAS CUENCAS DE LOS RÍOS SEGURA Y JÚCARMAURO S. HERNÁNDEZ PÉREZ*

153 UNA NUEVA ESTACIÓN DE ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO EN MURCIA: LOS CUCHILLOSMARGARITA DÍAZ-ANDREU*FRANCISCO ESCOBAR GUÍO**EMILIANO HERNÁNDEZ CARRIÓN*** ESTER PIÑERA MORCILLO**JOAQUÍN SALMERÓN JUAN**

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163 PINTURAS RUPESTRES DEL ABRIGO RIQUELME (JUMILLA, MURCIA), AVANCE DE SU ESTUDIOANTONIO JAVIER MEDINA RUIZ*FRANCISCO JAVIER MARTÍNEZ COLLADO** EMILIANO HERNÁNDEZ*CARRIÓN, MIGUEL SAN NICOLÁS DEL TORO**

175 ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO EN LA SIERRA DE AITANA: LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN Y NUEVOS DESCUBRIMIENTOSVIRGINIA BARCIELA GONZÁLEZ*FRANCISCO JAVIER MOLINA HERNÁNDEZ**

185 LAS PINTURAS ESQUEMÁTICAS DE LA COVA DE LA SARSA (BOCAIRENT, VALÈNCIA): NUEVAS LÍNEAS DE DOCUMENTACIÓN Y ESTUDIOESTHER LÓPEZ-MONTALVO*CARLES MIRET I ESTRUCH**JOSEP LLUIS PASCUAL BENITO***

197 NUEVA APORTACIÓN AL ESTUDIO DEL ARTE ESQUEMÁTICO EN LA CUENCA MEDIA DEL JÚCAR. LAS CUEVAS DEL OLIVAR (TOUS, LA RIBERA ALTA, VALENCIA)XIMO MARTORELL BRIZ*

203 ARTE ESQUEMÁTICO EN EL ABRIC DEL CASTELL DE VILAFAMÉS (CASTELLÓN)PERE MIQUEL GUILLEM CALATAYUD*RAFAEL MARTÍNEZ VALLE*

213 ARTE ESQUEMÁTICO EN LA CUENCA DEL EBRO. PARTE 1ª: CONCEPTO, TEMAS Y CRONOLOGÍAVICENTE BALDELLOU*

223 ARTE ESQUEMÁTICO EN LA CUENCA DEL EBRO 2: EXTENSIÓN, PARALELOS MUEBLES Y YACIMIENTOS ASOCIADOSPILAR UTRILLA*

243 ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO PRE-HISTÓRICO. NUEVA INTERPRETACIÓN DE LOS CARROS DE REMOSILLO (OLVENA, HUESCA).MANUEL BEA*

253 UN NUEVO GRUPO DE ARTE ESQUEMÁTICO EN EL PIRINEO OCCIDENTAL ARAGONÉS: EL NÚCLEO DE SALVATIERRA DE ESCÁ (ZARAGOZA)MANUEL BEA*JOSÉ IGNACIO ROYO GUILLÉN**MARIO GISBERT***

263 ARTE POSTPALEOLÍTICO EN EL VALLE DEL ERESMAMANUEL SANTOS ESTÉVEZ

271 ESTADO DE CONSERVACIÓN DEL ARTE ESQUEMÁTICO EN LA PROVINCIA DE ZAMORA: SITUACIÓN ACTUAL Y MEDIDAS DE PROTECCIÓN PARA SU PRESERVACIÓNJOSE CARLOS SASTRE BLANCO*ÓSCAR RODRÍGUEZ MONTERRUBIO**

279 UN SIGLO DE INVESTIGACIÓN PARA LA PINTURA RUPESTRE ESQUEMÁTICA DE LA PROVINCIA DE BADAJOZ. EVOLUCIÓN DE LA METODOLOGÍA Y NUEVAS APORTACIONES.ISABEL M. DOMÍNGUEZ GARCÍA*HIPÓLITO COLLADO GIRALDO**JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ***

287 REFLEXIONES SOBRE LA FASE INICIAL DEL ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO EN EXTREMADURA A RAÍZ DE LAS RECIENTES INVESTIGACIONES. HIPÓLITO COLLADO GIRALDO*JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ**

301 A ARTE ESQUEMÁTICA PINTADA EM PORTUGALSOFIA SOARES DE FIGUEIREDO*ANTÓNIO MARTINHO BAPTISTA**

317 ARTE ESQUEMÁTICO EN PORTUGAL: LOS ABRIGOS CON PINTURAS DEL MACIZO CALCÁREO EXTREMEÑOANDREA MARTINS*

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Elegir Andalucía para una comparativa entre los sím-bolos detectados al interior de los sepulcros y los documen-tados al aire libre, reúne una serie de especifidades del mayor interés para analizar algunos de los paradigmas que presiden el análisis del arte esquemático de la Península Ibérica.

Técnicas, contextos y cronologías han venido siendo puestos en cuestión en relación con perspectivas historiográ-ficas que, no por asumidas, disponían de argumentos arqueo-lógicos contundentes.

Los aspectos a discutir en este texto han de hacer men-ción expresa al ámbito del arte megalítico en la Península Ibérica, del que el arte andaluz quedaba eliminado por su si-tuación marginal a los núcleos supuestamente emisores (Shee, 1981). Igualmente hemos de señalar la tradicional discusión acerca de la primacia de la pintura sobre el grabado, tanto por lo que se refiere al mismo conjunto del arte megalítico (Bueno et al. 2004 a y 2008a), como a las posibilidades de datación del elenco del arte al aire libre.

El anterior congreso de los Vélez nos permitió exponer los argumentos que reúnen interior y exterior de los espacios funerarios en territorios transitados por los constructores de

megalitos (Bueno y Balbín, 2006a). La perspectiva peninsular que se recogía, y la valoración de una serie de fases contrasta-das por las cronologías directas e indirectas de los megalitos (Bueno et al. 2007a), han venido a incrementar y consolidar un registro que añade novedosos aspectos sobre la simbología del arte postglaciar.

El destacado papel de la pintura esquemática en el Sur, junto con las evidencias crecientes de programas funerarios complejos que incluyen pintura, grabado y escultura, aporta una lectura inédita de la complejidad fáctica de la simbología postglaciar, precisamente en el epicentro del Arte esquemático ibérico: Andalucía.

Perspectivas de análisis. Metodología y práctica Nuestra elección de las decoraciones funerarias como

base para proponer reflexiones sobre el arte postglaciar, tenía como referente las hipótesis aplicadas por Leroi-Gourhan (1971) para el establecimiento de los estilos del arte paleolí-tico: la demostración de secuencias arqueológicas en las que sustentar una propuesta de comprensión de las grafías, de su evolución y de sus relaciones técnicas y temáticas.

SÍMBOLOS PARA LOS MUERTOS, SÍMBOLOS PARA LOS VIVOS. ARTE MEGALÍTICO EN ANDALUCÍA

P. Bueno Ramirez* R. de Balbín Behrmann*

R. Barroso Bermejo*

Resumen:Las aportaciones del arte megalítico andaluz al conjunto funerario atlántico se han incrementado notablemente con el desarrollo de programas específicos. Se evalúan los aspectos técnicos, cronológicos y rituales de estos programas gráficos como base para el análisis de los grabados y pinturas al aire libre. Este último aspecto, el de la pintura esquemática, de amplísima representatividad en el Sur de la Península.Su tradicional consideración como universos simbólicos separados: pintura esquemática, grabado megalítico, tiene en la afluencia de datos en megalitos andaluces pruebas contundentes para perspectivas más integradoras sobre el arte postglaciar ibérico.Palabras clave: Andalucía.Arte megalítico. Pintura esquemática. Grabado. Neolítico. Calcolítico. Bronce

Abstract:The contributions of the Andalusian Megalithic Art to the Atlantic funeral group have increased significantly with the development of specific plans. In these graphic programs are evaluated the technical, chronological and funeral aspects like base for the analysis of the open-air engravings and paintings. In this respect, the schematic painting, has wide samples in the South of the Iberian Peninsula. Its traditional consideration as separated symbolic world (schematic painting - megalithic engraving) has forceful proofs of integration in the Andalusian megaliths.Keywords: Andalusia; Megalithic Art, Schematic painting; Engraving; Neolithic, Copper Age, Bronze Age

* Area de Prehistoria de la Universidad de Alcalá de HenaresC/Colegios nº2 28891 ALCALA DE [email protected] , [email protected] , [email protected]

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Las decoraciones en los megalitos reunían la realidad de concentrarse en edificios totalmente artificiales, por tan-to ninguna de sus constantes respondía a eventos naturales; además de la posibilidad de ofrecer contextos cerrados para evaluar cuestiones de cronología. Su alto impacto en interpre-taciones relacionadas con lo simbólico añadía un factor nada desdeñable para el análisis que nos proponíamos.

Otro elemento más se sumaba a los mencionados: la presencia de grabados y pinturas, asociando dos técnicas que en la interpretación tradicional del arte megalítico ibérico se habían venido disociando de modo absoluto (Beltrán, 1986; Devignes,1993 y 1998a ; Jorge, 1986).

Observar todas estas cuestiones en la zona más impor-tante de la Península Ibérica para la interpretación del Arte esquemático suma otro parámetro de análisis a la lectura del arte megalítico andaluz: el de la evidente coetaneidad de ex-presiones diversas en soportes de funcionalidades específicas.

El estudio minucioso de técnicas, superposiciones y muestreos que es la base de los registros del arte paleolítico no ha dispuesto de referencias similares para el arte postgla-ciar ibérico. Por el contrario, éste ha enriquecido notable-mente perspectivas más relacionadas con análisis territoriales (Bradley et al.1994; Bueno y Balbín 2000a y 2000b; Bueno et al.2004b; Fábregas, 2001; Martinez, 2004) que comienzan a tener su impacto en los trabajos de arte paleolítico (Balbín y Alcolea, 2003; Gonzalez Sainz y San Miguel, 2001).

Enfrentamos todas nuestras tomas de datos del mismo modo que el trabajo en una cueva paleolítica: luces artificiales,

abandono absoluto de calcos directos y tomas fotográficas con el amplio espectro de recursos que ofrece la fotografía actual y su elaboración con programas informáticos (Bueno et al. 1998, 2008a, 2009 b). Junto con ello, hemos apostado por la realización de analíticas para caracterizar los colorantes y su posibilidad de aportar dataciones directas.

El empleo de luces artificiales nos permitió documen-tar pintura en monumentos tradicionalmente adscritos al gra-bado, caso del dolmen de Soto (Bueno y Balbín, 1992; Balbín y Bueno, 1996); al igual que percibir distintos tipos de grabado, entre ellos grabados incisos y grabados piqueteados muy su-perficiales, nunca identificados en el arte megalítico ibérico (Bueno y Balbín, 2000c ; Bueno et al.2004 b). Esta sistemá-tica de trabajo requiere de un mayor tiempo de inversión en la documentación que la del calco tradicional, pero revierte en informaciones más precisas y, sobre todo, anula posibles deterioros de las superficies totalmente innecesarios ante la efectividad de las técnicas fotográficas.

El apoyo de tecnologías 3D es de sumo interés. Su apli-cación en el dolmen de Menga abre este panorama en Andalu-cía. Los desarrollos recientes de la técnica aplicada a megalitos bretones (Bouillon y Cassen, 2008; Cassen et al.2008) aportan perspectivas gráficas de conjunto que facilitan proyecciones volumétricas y explicaciones didácticas más accesibles. Estas son una base ineludible para ofrecer al público interesado in-formación de gran calidad a exhibir en Centros de Interpreta-ción, Museos o en la red.

1- Alzados obtenidos mediante Láser Scanner 3 D del dolmen de Menga. Consejería de Cultura. Junta de Andalucia. Conjunto de Dólmenes de Antequera.

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Este último aspecto ha de acrecentarse pues es nece-sario proyectar un patrimonio de enorme calidad, cuya pre-sencia on line es mayoritariamente minusvalorada por pers-pectivas al margen del conocimiento científico. En ese sentido nuestro grupo de investigación está trabajando en la elabora-ción de un fichero de datos sobre Arte Megalítico en Andalu-cía, susceptible de publicarse o utilizarse en la red.

No obstante hemos de ser conscientes de que la docu-mentación 3D por láser scanner no elimina el trabajo soporte por soporte, pues es importante saber que estos levantamien-tos han de apoyarse – para que sean rigurosos-, en fotografías de muy buena calidad. Grabados y pinturas no observados con un trabajo expreso no aparecerán con facilidad en las to-mas 3D.

El campo de las analíticas, al que más arriba hemos aludido, dispone en los últimos años de facilidades más am-plias, a tenor del nivel de investigación aplicada a otros ámbi-tos de las grafías prehistóricas.

Los colorantes pueden identificarse en su composi-ción, lo que se ha venido realizando en algunos monumentos. Este es el caso de los muestreos realizados en el dolmen de Alberite I (Bueno y Balbín, 1996a; Bueno et al.1999; Carrera y Fábregas, 2006; Ramos y Giles, 1996), y de las que se están ela-borando en el estudio de pigmentos del monumento de Monte Lirio (Com. personal de F. Carrera).

Hemos trabajado también lecturas directas en el cam-po a partir del uso del Tubo de Rayos X, con la colaboración de Roldán y Ferrero de la Universidad de Valencia. Su aplicación

en el dolmen de Menga (Bueno et al.2009b), la primera vez que se usaba en un megalito, ha dado interesantes resultados

Por último el análisis de muestras directas en laborato-rio permite identificar componentes minerales y otros, espe-cialmente grasas animales, lo que posibilitará la obtención de cronologías C14 sobre colores no necesariamente orgánicos. La identificación de grasa animal en los pigmentos utilizados en el dolmen de Dombate (Carrera, 2006:102) y recientemen-te, de los localizados en un pequeño cuenco mezclado con ocre, en el dolmen de Lagunita III (Bueno et al. 2007b, 2008b), abren la puerta a dataciones directas sobre colores distintos al negro realizado con carbón orgánico.

Las posibilidades de este tipo de análisis son mayores, pues permiten consideraciones sobre la procedencia de los materiales. Entre ellas la evidencia de algunas materias primas exógenas, como el cinabrio detectado en el suelo del dolmen de Alberite I (Ramos y Giles, 1996), o en las placas antropo-morfas y el molino del depósito del monumento, también de-corado de Trincones I, en Extremadura (Bueno et al.2007b, 2008b). La inversión realizada en los programas gráficos tuvo un papel en ocasiones equiparable al de algunos objetos de adorno o de prestigio obtenidos por intercambio. Ello añade un componente - dentro de las redes de interacción social-, a tener en cuenta para la valoración integral de los discursos funerarios.

La esperanza depositada en los pigmentos negros como fuente de datación directa, tiene en los casos analiza-dos en Andalucia el problema de conectar con aplicaciones de óxidos de manganeso. Ese es el resultado de las analíticas rea-lizadas con muestras directas de la decoración de Palacio III, y de las obtenidas con el muestreo por Tubo de Fluorescencia de Menga.

Si al comienzo de este epígrafe hacíamos alusión al va-lor del contexto arqueológico como uno de nuestros puntos de partida, es evidente que no podemos afrontar un trabajo sobre arte megalítico en Andalucía al margen de los conocimientos arqueológicos, ni por tanto, de la realidad territorial en la que los megalitos reflejan la evidencia de asentamientos más con-solidados a partir del Neolítico Medio.

Ceñir nuestro trabajo al área andaluza es, como en otras ocasiones (Bueno et al.2009c), un ejercicio voluntarista porque no podemos ignorar los datos del Suroeste portugués para evaluar lo que estamos empezando a conocer de Huelva y Cádiz ; ni los de la Extremadura española para compren-der las novedades del megalitismo cordobés y su repercusión en el marco del Guadalquivir; o los del área central y la más desconocida área oriental. Más aún, el arte megalítico puede aportar, como lo ha hecho, innovadoras perspectivas para sus-tentar valoraciones más integrales de las redes de interacción del megalitismo europeo en un camino que no ha hecho más que empezar.

Los proyectos que venimos realizando en la Extrema-dura española permiten vincular las grafías megalíticas con el conjunto de las realizadas al aire libre. La aplicación de estas perspectivas a la distribución de abrigos y rocas decoradas, avala la hipótesis de utilizar la presencia de pintura y grabado en los contextos funerarios como punto de partida para la do-cumentación de las mismas técnicas al aire libre. Ha sido este tipo de análisis el que ha comenzado a romper la dinámica de fronteras entre las pintura y el grabado postpaleolítico, de-mostrando que uno de los más conspicuos sectores del graba-do al aire libre peninsular – el Tajo Internacional-, es además

2- Toma de datos con el tubo de Rayos X en el dolmen de Menga, con la cola-boración de los Dres. Roldán y Ferrero de la Universidad de Valencia. Fotos R. de Balbín

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uno de los mayores conjuntos de pintura esquemática (Bueno y Balbín, 2000a y b: Bueno et al.2004b, 2006, 2010a).

Grabados versus pintura en los sepulcros / pintura versus grabado en las tierras de sus constructores

La peculiar concepción del arte megalítico ibérico, de su dispersión y especialización temática, se explica en visio-nes muy definidas acerca del origen del megalitismo y de su relación con influjos orientales u occidentales. Los megalitos habrían tenido su nicho más importante al Noroeste, lo que incluía en su momento de desarrollo y expansión la expresión simbólica de sus decoraciones funerarias realizadas en pintu-ra (Pinto, 1929 ; Shee, 1981). El arte megalítico ibérico y su núcleo definidor de Viseu, reuniría un conjunto de evidencias pictóricas con decoraciones integrales y policromías, en una zona en la que al aire libre se daba por ausente el arte esque-mático pintado.

Esa contradicción se sumaba a la que significaba la definición de un grupo en el que el grabado, la técnica más común de todo el arte megalítico atlántico, se entendía como marginal y tardío. De ahí que los primeros megalitos decora-dos conocidos en Andalucía, caso de Soto (Obermaier, 1924), Montefrío (Mergelina, 1941) o Menga (Mergelina, 1922), se incluyesen en el grupo tardío del compendio sobre arte mega-lítico atlántico realizado por Shee (1981). Aunque en ese mo-mento los datos de pintura de la necrópolis de Millares ya se habían publicado (Almagro y Arribas, 1963; Siret 1908), Shee no los valoró dejando el grupo andaluz al margen de la defini-ción del arte megalítico de la Europa occidental.

Nuestros primeros trabajos en Huelva (Balbín y Bue-no, 1996; Bueno y Balbín, 1992; Piñon y Bueno, 1983) empe-zaron a proponer otras vías. La hipótesis de pintura asociada a los grabados era demostrable en el conjunto dolménico de Los Gabrieles o en el de Soto, los primeros que pudimos docu-mentar de modo directo. Más aún, los que nos alertaron sobre la validez de los modelos aplicados al arte megalítico ibérico que descartaban la presencia de pintura al margen de los mo-numentos noroccidentales.

Esa nueva lectura ha dispuesto en los últimos años de espectaculares confirmaciones, como las obtenidas en la ne-crópolis de Alberite, en Cádiz, la documentación del sepulcro de falsa cúpula de Palacio III, la conservación de la pintura en el de Montelirio y la del conjunto, cada vez más amplio, de observaciones de monumentos con pintura. No se trata ex-clusivamente de llamar la atención sobre el incremento de un inventario que evidentemente va a continuar creciendo, sino la complejidad de los aparatos pictóricos que incluyen usos masivos de negro o de rojo, con algunas bases blancas. O, la relación de estos sepulcros decorados con un arte al aire libre que se está realizando en su territorio próximo (Bueno et al. 2004a y 2009 a y b).

La ubicación de algunos indicios pictóricos es original, o cuando menos, no muy ampliamente documentada en otros contextos megalíticos peninsulares. Así la decoración inter-na de las coberturas del monumento de Alberite I, con pa-rangón en el dolmen de Soto. También en Alberite I, algunas contenciones del túmulo conservaban pintura roja (Bueno et al.2010b). En el dolmen de Casas de Don Pedro el suelo de guijarros estaba pintado en rojo y en negro (Gavilán y Vera, 2005). Pavimentos preparados y con color, tienen en el caso bien documentado de Alberite I interesante confirmación (Ramos y Giles, 1996).

La posición aceptada de la Pintura esquemática (Mar-tinez, 2006), subraya el peso de los yacimientos centro-orien-tales respecto a la escasa incidencia occidental, de la que Cádiz o Málaga serían un elemento medio. Huelva representaría es-tas ausencias pictóricas, sustituidas por la fuerte implantación megalítica. Esta asociación entre megalitismo y grabados ha venido aceptándose de modo implícito o explícito en la histo-riografía peninsular, definiendo fronteras entre un occidente representado esencialmente por Portugal, Galicia y sus regio-nes limítrofes españolas, y el resto de la Península Ibérica, más susceptible a los influjos mediterráneos y, por ende, menos megalítico (Bueno et al. 2008c).

Huelva supone en Andalucía, lo que Galicia en el No-roeste, el único área sin pinturas en la zona en la que se inserta y, por el contrario, conjuntos muy ricos en el arte sepulcral pintado. La demostración de la riqueza pictórica sepulcral en Galicia (Carrera,2006), ha corrido pareja a la demostración de

3- Arriba: Placa decorada en anverso y reverso con colorante rojo identificado como cinabrio. Dolmen de Trincones I. Alcántara. Abajo: Cuenco del dolmen de Lagunita III. Santiago de Alcántara, en el que se ha identificado un contenido de ocre y grasas animales. Fotos R. de Balbín.

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la antigüedad de estas aplicaciones (Carrera y Fábregas, 2002), situándonos en la curiosa coyuntura de que las cronologías más antiguas para el arte postglaciar pintado se localizan en el único lugar de la Península en el que no se conocen pinturas al aire libre. De ahí que diversos grupos gallegos estén impulsan-do proyectos de prospección intensiva como los que hemos realizado en Extremadura (Bueno et al.2004b, 2010c) para verificar la presencia o ausencia de pintura esquemática que goza ya de amplio contraste en todo el Norte de Portugal (Fi-guerido en este volumen; Sanches, 1997; Sanches et al. 2007).

Contestar a éstas y otras preguntas, explica nuestra dedicación al megalitismo andaluz, desarrollando trabajos de campo especialmente en el occidente para contrastar datos con la zona central, a partir de la investigación en los dólme-nes de Antequera, y desde luego en la zona oriental, que cree-mos reúne un enorme potencial para una revisión exhaustiva de datos.

Un mapa básico de la ubicación de arte esquemático a partir de las localizaciones de Acosta y los grabados al aire libre citados en el texto, superpuesto a la más reciente carto-grafía del megalitismo andaluz (García Sanjuan, 2009), con los dólmenes pintados andaluces explicita las posibilidades de este tipo de análisis.

El área occidental, con escasas o ninguna representa-ción de yacimientos pintados al aire libre, ofrece sepulcros de-corados con pintura. Este dato es especialmente notorio en la banda central que ocupa las tierras interiores de Sevilla, Cór-doba y Cádiz, en la que la necrópolis de Alberite, la de Palacio

o el reciente descubrimiento de Montelirio, señalan el papel de la pintura en los programas gráficos asociados a grupos de agricultores y metalúrgicos en la región. Apunta, además, a una regularidad de presencia megalítica en toda la zona de enorme proyección para evaluar la realidad del megalitismo del sur peninsular.

La idea de Beltrán (1986) de que donde hay megalitos no hay pintura al aire libre, ya no puede sostenerse, pues la alta ocupación megalítica oriental coincide plenamente con la amplitud de datos de yacimientos pictóricos (Martinez, 2006). Cabría la opción de separar los conjuntos ortostáticos de los de mampostería, entendiendo que el peso de los primeros en el área occidental protagonizaría la versión megalítica, en tan-to que atlántica, de las grafías postglaciares andaluzas. Pero ese aserto se rompe con los datos que conocemos de Cádiz donde megalitos decorados y pinturas esquemáticas tienen correlato en los mismos territorios, como hace tiempo señaló el propio Breuil (Breuil y Werner, 1917) en el grupo del Tajo de las Figuras y en Tahivilla, enriquecido con los datos obteni-dos por Ramos (Ramos et al.1995). O en Málaga, donde algu-nos monumentos disponen de motivos esquemáticos clásicos sobre sus soportes (Cantalejo y Maura, 2005).

Lecturas verticales, idénticas a las organizaciones de las decoraciones sobre los soportes megalíticos, son viables para soportes al aire libre como el destacado conjunto de Los Vélez (Martinez, 1989), insistiendo en una interacción simbó-lica notable entre los realizadores de unas y otras manifesta-ciones gráficas.

4- Dólmenes con pintura en Andalucía en relación con yacimientos pintados y grabados al aire libre. Las localizaciones megalíticas se han obtenido a partir de García Sanjuan 2010, la posición de los monumentos decorados es de los autores, las ubicaciones genéricas de pintura al aire libre de P.Acosta ,1968 . Las áreas con grabados al aire libre son las citadas en el texto.

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Las diferencias en el uso de los pigmentos, con un no-table protagonismo del rojo frente al negro o al casi inexistente blanco, deben de relacionarse -además de con explicaciones de carácter ritual-, con la realidad de problemas de conservación para el negro y el blanco al aire libre. Más aún cuando parte del uso de estos dos colores se establece en temas complemen-tarios de puntos o de líneas de contorno sobre temas en rojo al estilo de la bicromía que documentó Breuil (1932; XXIII,1) en algunos abrigos extremeños que tienen nuevas evidencias en los trabajos recientes de Collado (en este volumen).

Los yacimientos con grabados tienen en los megalitos y sus grafías una evidencia contextual que alcanza cotas muy notables al ofrecer relaciones evidentes con las documenta-ciones procedentes de otras áreas peninsulares (Bueno et al.2009c). Y ello sin dejar de lado la presencia de cuevas na-turales de uso funerario con decoraciones grabadas, algunas muy próximas a enclaves con megalitos decorados, caso de las de los Covachos, en las proximidades de Almadén de la Plata (Sevilla) (García Sanjuán, 2009:21).

Prospectar las líneas fluviales en la zonas ocupadas por megalitos y poblados tiene en las cercanas confirmaciones del Guadiana, un notable argumento positivo y en algunos indi-cios asociados a territorios megalíticos andaluces, interesantes perspectivas

La proximidad topográfica de los petroglifos de Los Aulagares (del Amo, 1974), en Zalamea, el de las Tierras en Villanueva de los Castillejos (Belén,1974), o los Riscal (Cha-cón et al.1995), con los núcleos megalíticos de la Sierra onu-bense (Linares Catela, 2010) aporta elementos de reflexión para evaluar las relaciones entre las decoraciones funerarias y las que se hacen al aire libre por parte de los constructores de estos sepulcros.

Hemos comentado arriba la relación del núcleo de arte rupestre del Tajo de las Figuras con los dólmenes descritos por Breuil. En el conjunto al aire libre hay además de pinturas, gra-bados, algunos de ellos piqueteados en un estilo muy similar al documentado en amplias zonas del occidente ibérico (Bue-no, 2008).

Ese estilo de grabados aparece también en el Valle de los Pedroches, en Córdoba (Gutiérrez y Palomo,2002) o, en zonas orientales (Contreras y Cámara com.oral), insistiendo en el interés de explorar estas posibilidades.

Menos conocidos, los grabados al aire libre de Jaén, concretamente los del conjunto declarado en Otíñar, permiten conectar poblamientos neolíticos y calcolíticos con un monu-mento megalítico y un abrigo decorado con motivos petro-glifoides, el Abrigo del Toril (Soria y Lopez,1989). Este for-ma parte del Barranco de la Tinaja en el que se conocen más abrigos con círculos concéntricos grabados (www.arqueomas.com).

Los grabados concéntricos en abrigos tienen datos también en Málaga, donde la posición del abrigo de Archido-na y del de Marchamonas, insisten en topografías destacadas en el marco de territorios con ocupación megalítica, el más conocido en el sector, Antequera (Maura et al.2006).

5- Motivos esquemáticos pintados del dolmen de la Giganta, con ubicación de los mismos en la planta del monumento, según Cantalejo y Maura,2005

6- Arriba: Detalle de pinturas rojas rodeadas de puntos negros sobre base blanca del dolmen de Pedra Coberta, Galicia. Foto R. de Balbín. Abajo: Pinturas rojas rodeadas de puntos blancos del Canchal de la Villita, Garcibuey, Badajoz, según Breuil,1932.

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Por tanto en Andalucía los grabados con temas atlán-ticos –si los queremos llamar así-, poseen representatividad. A ello hay que sumar la posibilidad de desarrollos más amplios al aire libre que habrán de evaluarse con programas dirigidos a este tipo de documentación que faltan notablemente en el área que nos ocupa.

Las representaciones en piedra de los primeros ancestros: menhires y estelas

La perspectiva de un fondo antiguo del megalitismo andaluz tiene en la presencia de menhires y estelas reutiliza-dos en sus monumentos, claro trasunto. Sus posibles cronolo-gías dentro del V o quizás, del VI milenio cal BC. indican su contemporaneidad con la fase antigua de un arte esquemáti-co, cuyas versiones pictóricas están bien definidas (Martinez, 2006), pero cuya faceta grabada es peor conocida.

Los trabajos de nuestros compañeros portugueses, y las perspectivas de análisis de diversos grupos de investi-gación (Bueno et al.2007 a y b, 2010b ; Calado, 2002; García Sanjuan et al.2003; Gavilán y Vera, 2005), han resituado en los últimos años la posición de los menhires en el análisis global del megalitismo ibérico.

Su valoración como representaciones antropomorfas explícitas o implícitas (Bueno y Balbín, 1996b; Gonçalves, et al 1997) se ha enriquecido con documentaciones en los ri-cos conjuntos alentejanos y algarvios (Calado, 2002; Gomes, 1994), constatando una recurrente presencia de estos monu-mentos asociada a los territorios megalíticos ibéricos, de un modo muy similar a la de la fachada atlántica europea.

Otro dato enriquece el análisis de estas piezas: la docu-mentación de menhires o estelas reutilizadas en el megalitis-mo andaluz. Su número está empezando a equipararse al del Noroeste, o al de Cataluña apuntando recorridos amplios en la construcción y definición simbólica de los espacios funera-rios (Bueno et al. 2007a y 2009c). Se plantean ahora cuestiones acerca de la verdadera función y valor de la acaparación de imágenes antiguas en monumentos más recientes, como ya se han barajado hace años en la investigación europea (Cas-sen,2007:60 ; Gallay, 2006: 82; L’Helgouach,1983 y 1996)

La variabilidad de los casos es manifiesta y en el entor-no andaluz faltan análisis detallados para evaluar algunos de ellos. Pero, indudablemente, despuntan con fuerza insistiendo en la necesidad de observaciones finas de los registros que in-cluyan el análisis pormenorizado de las piezas arquitectónicas que configuran los megalitos.

Estas observaciones podrían agruparse en las relacio-nadas con el color elemento que en ocasiones destaca muy notablemente unos soportes sobre otros (Bueno et al.2008a), señalando uso de materias primas diferenciadas (Bueno et al.1997a). La sección es otro parámetro valorable, pues algu-nas secciones gruesas como las de las piezas del sepulcro de la Belleza (García et al.2003) alertaron sobre su reutilización. El tipo de talla, en el sentido que definimos en un trabajo ante-rior (Bueno et al.2007a), individualiza algunas piezas, hacién-dolas singulares dentro del contexto general de la edificación ; este es el caso de la cobertura del corredor de Viera (Bueno et al.2009b), o de la estela reutilizada en el dolmen de Olve-ra (Rodriguez,1990).Su ubicación disfuncional es otro dato a tener en cuenta, caso de la losa invertida del dolmen de Soto. Así el color diferente de algunos de los soportes, su sección, el tipo de talla y su ubicación disfuncional son parámetros que deberían hacernos reflexionar sobre la presencia de piezas re-

utilizadas, datos que se complementan con los procedentes del registro arqueológico que permite constatar la presencia de pintura hasta en la superficie inserta en las fosas de cimen-tación, como sucede en Alberite I, o la de grabado hasta en los lugares cubiertos por la propia construcción, como en la losa de cobertura del dolmen de Menga, o las decoraciones de la trasera de los ortostatos (Bueno et al.1999, 2007a, 2008a, 2009b)

Este conjunto de evidencias sustenta la idea de que algunos monumentos tuvieron su origen en menhires prece-dentes que mantienen su ubicación original (Gavilán y Vera, 2005), lo que resulta un argumento contundente de antigüe-dad para analizar recientes documentaciones al aire libre ab-soluto.

Nos referimos a menhires localizados en el transcurso de prospecciones organizadas en el marco de actuaciones inte-grales sobre territorios megalíticos. Ahí se sitúan los hallazgos del entorno de la necrópolis de Alberite, en Cádiz (Bueno et al.2010 b) o los de los dólmenes de Antequera (García, 2008; Bueno et al.2008a,2009b). Su breve caracterización sirve de base para propuestas de actuación similares que permitan en-cajar los indicios que se conocen a partir de descubrimientos casuales no avalados hasta el momento desde el punto de vista científico.

Los primeros son fruto del trabajo continuado de J.Mª Gutiérrez en el conjunto arqueológico de Alberite. Su relación con los monumentos y con los territorios serranos más próxi-mos ofrece interesantes concordancias con la posición de ca-minos tradicionales, cursos de agua y recursos económicos. Estos tres parámetros son los necesarios en el desarrollo de

7- Arriba: Calcos de los grabados de Archidona y cueva de Marchamonas, Málaga, según Maura et al.2006. Abajo: detalle de los grabados del Barranco del Toril, Otiñar ,Jaén. Foto M.A. Seara.

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la vida humana, y en el control de las interacciones entre gru-pos diversos por lo que la hipótesis de que los menhires son indicio de contextos arqueológicos, resulta plausible y gana argumentos a medida que se conocen resultados de trabajos específicos.

La conexión entre la propia necrópolis de Alberite y cuatro menhires en diversas posiciones aporta un contexto ar-queológico que sitúa diferentes piezas, en cuanto a sección y decoración, en el marco de los constructores de megalitos del occidente andaluz. Situada en el límite Sur de la necrópolis, La Lancha tiene referencias desde el siglo XV. Aprovecha su rugosa configuración natural para sólo en una de sus caras, la Este, definir un relieve esteliforme (Bueno et al.2010b:211).

A la entrada de Alberite I, dos menhires de envergadu-ra definen el tope externo de un atrio de 10 m de desarrollo que alberga el acceso al monumento y su cierre mediante un cúmulo de piedras que incluía pequeñas piezas antropomor-fas, como sucede en otros monumentos del atlántico ibérico (Bello, 1994; Bueno et al.2005; 2007a).

Su tamaño y sección certifica el uso de piedras del mismo aspecto que los ortostatos, alertando sobre identifi-caciones basadas de modo exclusivo en las formas graníticas propias del área alentejana. Serían las pequeñas figurillas del acceso cerrado y los menhires los que representarían las pre-sencias incluidas en el monumento.

La destrucción del monumento de Alberite II y la re-cuperación de parte de las piezas que lo componían por J. Mª Gutierrez, permitió reconocer un menhir entre ellas, cuyo perfil en forma de hacha se asocia a una decoración perfecta-mente encajable en las más tradicionales del ámbito atlántico al aire libre. Nos referimos a las cazoletas enmarcadas en cír-culos que presiden su zona apical. Su temática que en otros

ejemplos europeos ha servido para identificar “arte al aire libre puesto en pié” (Butter,1999:92 ; Mcnally, 2006:98), se asocia a su forma con interesantes referencias en menhires franceses (Jallot,1998) o en el renovado estudio de Stonehenge, que in-cluye un menhir en forma de hacha asociado al círculo más antiguo (Tilley et al. 2007). La simbología megalítica del Sur de la Península Ibérica es un elemento de peso en el conjunto del arte megalítico europeo, con protagonismo en un amplio sistema de interacciones de profundidad cronológica (Bueno y Balbín, 2002).

A este hemos de sumar la reciente localización del menhir de La Alberquilla, en la cañada que conduce a Sevilla. Su decoración de círculos concéntricos concantenados posee referencia directa en el ya referido ámbito atlántico europeo que dispone en los últimos años de interesantes constatacio-nes en la Península ibérica (Bueno et al.2009c).

La técnica de grabado tiene en el conjunto gadita-no otra serie de evidencias que atestiguan su antigüedad. La primera, su presencia en traseras de ortostatos, caso de la del ortostato 20 de Alberite, cuyo paralelismo con los temas cir-culares en relieve de una de las piezas de Alberite II es impor-tante para valorar su presencia en una cronología dentro de la segunda mitad del V milenio cal BC. a tenor de los datos absolutos de Alberite I.

La documentación en Alberite II de una pieza grabada en las dos caras, apunta a otro caso de reutilización, con el

8- Arriba: a los lados los dos menhires que preceden el acceso al dolmen de Alberite I. Entre ellos, el anverso del menhir en forma de hacha de Alberite II y el menhir de la Alberquilla. Fotos R. de Balbín. Abajo : perspectiva de la entrada del dolmen de Alberite I. Foto J. Foto J.Mª Gutierrez

9- Arriba: estela del dolmen de Fuente de la Corcha, Beas, Huelva, con detalle de la zona superior. Abajo: Estelas del Reguers del Seró, Lleida. Fotos R. de Balbín

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interés de que los temas son piqueteados. Esta versión de gra-bados confirma la convivencia de recursos variados y, sobre todo, la antigüedad de esta técnica en el Suroeste peninsular para la que otras evidencias al aire libre (Bueno,2008) o en so-portes muebles contextualizados (Bueno y Balbín, e.p), apor-taban referencias en la misma dirección.

Otros datos sobre menhires en Cádiz son de distinta procedencia. En Tarifa, se señala el menhir de Facinas en el en-torno de la necrópolis megalítica del mismo nombre, en la que también se mencionan abrigos con arte rupestre (www.arte-sur.com); otro más ha sido señalado por Iván García Jiménez, arqueólogo del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia. Esta necrópolis es la primera documentada arqueológicamente en Cádiz (Breuil y Werner, 1917). Entre sus monumentos el des-crito como número 2 tiene una pieza de cabecera que podría ser un menhir reutilizado. Citan además un posible menhir o dolmen arruinado en el cortijo de Tapanilla con numerosas acanaladuras relacionadas con el pulimento y preparación de piezas líticas (Breuil y Werner, 1917:176); y la estela de Tahivi-lla a la que valoran como parte de un monumento de la Edad del Bronce.

El menhir sobre túmulo en la necrópolis de Tomillos, en Alcalá del Valle (Martínez et al. 1991), recogida en la pá-gina www.alcaladelvalle.es, no ha podido ser confirmado con posterioridad

Es otra provincia atlántica la que aporta un importante conjunto en relación con la presencia de estelas y menhires anteriores a los megalitos. La documentación en el dolmen de Soto de una de las primeras evidencias de reutilización de piezas detectadas en la Península Ibérica (Shee,1981), ponía sobre la mesa perspectivas de largos recorridos constructivos que tienen en hallazgos recientes interesante correlato.

Así la documentación de menhires insertos en el mo-numento de la Belleza, cuyo estudio geofísico propone la pre-existencia de un cromlech, parte de cuyas piezas se reaprove-charon en la construcción de la sepultura (García et al.2003). Desgraciadamente esta interesante perspectiva no ha podido documentarse aún con una excavación arqueológica. Pero la documentación de un posible cromlech en la Pasada del Abad, muy próximo a este monumento, apunta una confirmación de enorme valor al de todo punto comparable a las que en Portu-gal están aportando datos que conectan los más antiguos men-hires con yacimientos del primer neolítico (Calado, 2002).

Su incorporación en monumentos megalíticos a partir de estructuras complejas como las arriba citadas de la Belleza o Pasada del Abad, no deja de lado la existencia de monumen-tos exentos, como pudieron ser los de Alcalobozas, Montechi-co (García y Linares, 2009), y los que reflejan algunas noticias que necesitan de contraste (Bueno et al.2010b) Parte de estas piezas son estelas, en el sentido morfológico más estricto que indica su sección plana y su relación con figuras antropomor-fas.

Los trabajos del equipo de Vera y Linares están apor-tando interesantes novedades. La más reciente, la localización de tres piezas procedentes del dolmen de Fuente de la Corcha, muy próximo al de Soto. Grabadas y pintadas, una de ellas claramente una estela reutilizada en el monumento, porta un cinturón señalado con trazos cortos y paralelos que proyecta

10- Arriba: Dólmenes de Pozuelo 3 y 4, tras la excavación dirigida por J. A. Linares. Abajo: detalle de piezas amtropomorfas incluidas como ortostatos en ambos sepulcros. Fotos R. de Balbín

11- Estela de Arroyo de las Sileras, Córdoba. Foto R.de Balbín

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una sensación de falso bajorrelieve, muy similar en temática y técnica a los cinturones detectados en la estatuaria megalí-tica francesa, que tienen en las estelas catalanas del Reguers del Seró, un caso de estudio dentro de la Península Ibérica. Estas últimas se valoran como piezas procedentes de un ali-neamiento tipo cromlech, reutilizadas en una cámara mega-lítica para la que la referencia obtenida de una muestra sobre hueso propone una cronología postquem: 4150±50BP (López et al.2009).

También del área occidental, la estela reutilizada en la galería del Toconal añade a sus grabados y definición antropo-morfa, la realidad de una materia prima diferente a la del resto del sepulcro, además de su simbología muy próxima a la de algunas estatuas-menhir del Sur de Francia, como sucede con las ya mencionadas piezas del Reguers del Seró, o con la pieza sin contexto de Asquerosa (Arnal, 1976).

No queremos dejar de recordar la presencia de estatuas exentas en el megalitismo onubense. La mejor conservada la de Pozuelo 6 (Bueno y Balbín, 1997b), algunos de cuyos rasgos recuerdan la citada de Fuente de la Corcha; o el fragmento documentado a la entrada del dolmen de Soto (Piñón, 2005). De este último podemos referir su posible papel en el cierre del monumento, dadas las evidencias que tenemos en otros sepulcros en ese mismo sentido. Fragmentos de estela han sido reconocidos en los frontales de los dólmenes de Puerto de Los Huertos y del Casullo. Menhires reutilizados aparecen

en los dólmenes 1 y 4 de Los Gabrieles (Linares, 2010:16-18), además de en el ya citado dolmen de Soto.

Su presencia en los monumentos de Pozuelo 3 y 4 está en trámite de estudio, anunciando las posibilidades de proyec-tos recientes que fijan el análisis del arte megalítico como uno de los parámetros metodológicos.

Más al Norte, en la Sierra de Córdoba, como ya diji-mos, la excavación del dolmen de Casas de don Pedro (Ga-vilán y Vera, 2005) explicitó el origen del monumento en la presencia previa de un menhir. Muchos datos se están divul-gando en esta provincia a partir de blogs y páginas de internet. Así el menhir de Los Frailes, en la necrópolis cordobesa del mismo nombre, del que se menciona la presencia de cazoletas (Gutiérrez y Palomo, 2002); la estela-menhir inserta en el dol-men de Navalmaestre IV, o el menhir reutilizado en el dolmen del Rongil, ambos en Villanueva de Córdoba (www.villanue-vadecordoba.com/www/index.php?opt.), del que aparece una fotografía en el volumen dedicado a megalitos en Andalucia (Ortiz, 2009:88).

El conocimiento bibliográfico de una pieza decorada con círculos concéntricos recogida por Santos Gener (1948) como Arroyo de las Sileras, ha tenido reciente constatación de la mano de J.C.Vera y R. Martinez. Pendiente de estudio, se trata de una gran estela-menhir con grabados totalmente atlánticos, como los detectados en el menhir de la Alberquilla,

12- Estela reutilizada en el dolmen de Viera, fragmento de menhir del dolmen del Romeral, estela reutilizada en la cobertura de la cámara del dolmen de Menga y menhires de Piedras Blancas I y II. Tierras de Antequera, Málaga, a partir de Bueno et al.2009a

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acompañada de un menhir. Los datos aún están en elabora-ción.

En la zona central, el conjunto más destacado es, con mucho, el de Antequera. Los trabajos recientes han permiti-do observaciones que parten de dos sistemas de obtención de datos : la prospección del entorno y el análisis minucioso de los ortostatos que componen el aparato arquitectónico de los sepulcros (Bueno et al.2008, 2009).

La prospección (García y Wheatley,2009) localizó un abrigo pintado en la Peña de los Enamorados, situado en el entorno territorial y visual de la necrópolis antequerana, con el interés de que se asocia a un grupo de menhires entre los que se detectó un conjunto de microlitos de silex numerosa-mente significativo. La proximidad de otro menhir más, con grabados, hacen del conjunto de Piedras otro punto de aná-lisis de un megalitismo antiguo asociado a establecimientos del primer neolítico. Este dispone de constatación en el propio conjunto dolménico antequerano. Así el fragmento de men-hir reutilizado en el corredor intratumular de El Romeral; o la estela utlizada como cobertura del corredor del dolmen de Viera; y, la grabación de la cobertura de la cámara de Menga antes de haberse incluido en su posición definitiva (Bueno et al.2009a).

Cerca de Antequera Berdicheswky (1964:224) citaba un menhir en la necrópolis de Alcaide, que no hemos conse-guido localizar en nuestras prospecciones. También próximo a Antequera se recoge la noticia de un menhir en Cuevas de San Marcos (www.arte-sur.com), cuya validez habría que con-firmar.

Menhires y estelas-menhires tienen en Andalucía só-lidos argumentos arqueológicos para valorar su antigüedad y con ella, su peso simbólico en el origen de la construcción de megalitos. Nos faltan datos para definir las posiciones pri-

migenias de estos menhires, aunque los que manejamos con-firman presencias singulares e individualizadas y conjuntos complejos, al estilo del de la Pasada del Abad. La experiencia portuguesa es un argumento para esperar contextos asocia-dos al primer neolítico que aún no se han documentado en Andalucía.

Desgraciadamente las cronologías C14 no son muy abundantes y todas ellas son referencias postquem. Las más claramente relacionadas son las de Alberite I, que situaría la reutilización del ortostato 20; la de Viera en el mismo sentido y la obtenida bajo túmulo del dolmen de Menga. Pocas, pero suficientes para avalar que en la segunda mitad del V milenio cal BC. había menhires y estelas en Andalucía tomados de si-tuaciones anteriores. Por tanto, confirmando que éstos tienen en el Sur de la Península Ibérica una antigüedad muy similar a la documentada en el Oeste (Bueno et al.2007c).

La continuidad de estas incorporaciones a los registros megalíticos andaluces tiene en la cronología obtenida en el dolmen de Pozuelo 6, cuya estela ya hemos mencionado, un dato contundente dentro del III milenio cal BC (Nocete et al 2004). No olvidemos que estas fechas coinciden con uno de los episodios más destacados de las decoraciones pictóricas esquemáticas al aire libre (Martinez, 2006). Cronologías simi-lares se han obtenido en otros monumentos onubenses, tam-bién decorados (Linares y García Sanjuan, 2010), señalando

13- Diseños geométricos pintados en Andalucía. Alzados del dolmen de Palacio III, Sevilla y del lateral norte del dolmen de Alberite I, Cádiz.

14- Ortostato con soles grabados y pintados a partir de cazoletas del dolmen de Alberite I. Cádiz. Foto R. de Balbín

15- Detalle de grabados incisos en uno de los ortostatos del dolmen del Juncal,Cádiz. A la derecha, detalle de un ortostato con grabados incisos del tholos de la Barca, Badajoz. Fotos R. de Balbín

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el III milenio como un momento de gran actividad simbólica ligada a los megalitos.

Este tipo de gestos de recuperación de antiguos men-hires para incorporarlos en monumentos funerarios es simi-lar a los detectados en el resto de Europa y de un modo muy notable en Bretaña y Suiza. Ya hemos hecho referencia a las propuestas de L’Helgouach y Cassen sobre el megalitismo bretón en el que se han verificado traslados de piezas de peso importante. En el caso de los Alpes suizos, Gallay (2006,82) ha podido documentar arqueológicamente estructuras al aire libre conformadas por menhires en zonas próximas a cemen-terios como el de Sion, en el que se han recuperado parte de los menhires probablemente procedentes de los alineamientos próximos.

Los antiguos complejos de menhires al aire libre pu-dieron ser en el Península, como los cromlechs portugueses, los círculos de la Pasada del Abad y de Los Llanos de la Be-lleza, o el conjunto de Piedras Blancas, en Antequera, o como el alineamiento verificado junto a la sepultura del Reguers del Seró (López et al.2009. Una variada muestra de estructuras al aire libre, en algunos casos conectadas con indicios de habita-ción. Reestructuraciones como el añadido de menhires (Ga-llay,2006:86), o la fragmentación y traslado de algunos de ellos (L’Helgouach, 1983,1996), insisten en el valor simbólico que estas enormes piedras tuvieron para los grupos que las utiliza-ron como evidencia visible de su posición territorial.

Sepulcros decorados del megalitismo regional El conocimiento actual del megalitismo andaluz

(Aguayo y García,2006; García y Linares, 2010) certifica una fase antigua con monumentos ortostáticos a la que le faltan muestreos C14 para terminar de fijar sus puntos más recula-dos. Las cuestiones de tipología arquitectónica y, sobre todo, las perspectivas de evolucionismos a partir de unas formas u otras, parecen desdibujarse en los últimos años a favor de es-pecializaciones entre las cuales las galerías cubiertas del área occidental tendrían un papel muy destacado. Una fase de me-galitos reciente, desde el final del IV milenio cal BC y marcado desarrollo en el III milenio cal BC. posee un protagonismo notable, definiendo grandes cementerios asociados a pobla-dos de entidad que aseguran que la intensificación demográfi-ca conecta con una notable implementación simbólica. Esta se ve ratificada por el desarrollo de la pintura al aire libre (Mar-tinez, 2006) o en cueva (Sanchidrián y Valladas, 2001), y por un incremento de programas gráficos integrales aplicados a monumentos de falsa cúpula, insistiendo en la continuidad simbólica, entre los primeros megalitos y los más recientes (Bueno y Balbín, 1997a). Ello descarta las hipótesis de ruptu-ra ideológica entre el neolítico y el calcolítico, entendido este último como el momento de origen y expansión de algunos temas : soles, ojos-soles y todo el conjunto adscrito a Los Mi-llares (Bueno et al.2010 a).

Por el contrario, tanto los datos procedentes del marco de análisis de la pintura al aire libre (Martinez, 2006), como los relacionados con el estudio de los grafías sobre soportes muebles (Cacho et al.1996; Carrasco et al.2006), y los que venimos señalando a partir del arte megalítico (Bueno y Bal-bín, 1997b, 2006a; Bueno et al.2004 a), confirman secuencias gráficas compactas desde los primeros productores hasta los constructores más recientes de megalitos. En el caso de los megalitos, la reiteración de discursos gráficos geométricos (Bueno y Balbín,1992, 1997b;1998; 2003; Bueno et al.2007a), se ha confirmado con las dataciones directas (Carrera y Fá-bregas, 2002).

La perspectiva larga a la que aludimos tiene el interés de consolidar el culto a los ancestros y los modos de expre-sarlo en un decurso constante desde el V al III milenio cal BC., según los datos de los que hasta el momento disponemos (Bueno et al.2007a), con indicios razonables para extender los últimos momentos de estos sistemas de expresión hasta el II milenio cal BC. Andalucía presenta evidencias que avalan esta lectura transversal, con la que no pretendemos defender forzados continuismos, sino destacar el valor de los símbolos tradicionales como elementos de refuerzo ideológico en los sepulcros más recientes, en los que la exhibición de ajuares y estelas se asocia a cerámica campaniforme para reivindicar el

16- Antropomorfo grabado en el dolmen de Fonelas, Granada. Foto Javier . A la derecha, detalle del antropomorfo grabado en el dolmen de Sierra Gorda, Badajoz. Foto de Y. Pereira y R. Expósito.

17- Puñales en el arte megalítico andaluz: calco de uno de los ortostatos del dolmen de Soto I, según Bueno y Balbín, 1998. Estela reutilizada del dolmen del Toconal, Olvera , Cádiz y ortostato 16 del dolmen de Alberite I, Cádiz. Fotos R. de Balbín

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papel de conjuntos sociales cada vez más desiguales (Bueno y Balbín 2006b).

Los programas gráficos completos disponen en An-dalucía de interesantes casos de estudio. Algunos de ellos son hoy difícilmente recuperables, caso de los descritos por Alma-gro y Arribas (1963) de modo somero a partir de los datos de los diarios de Pedro Flores en Los Millares. O de los indicios que hemos podido recuperar en el dolmen de Menga (Bueno et al.2009a).

Pero el nivel de conservación de sepulcros como Soto I, Alberite I, Montelirio o Palacio III, permiten acercamientos precisos a sistemas técnicos y simbólicos que se erigen en los más compactos del megalitismo europeo.

Faltan, como decíamos, muestreos C14. Esta carencia es más notable en el conjunto oriental que, pese a la antigüe-dad de su conocimiento dispone de escasa evidencias en ese sentido. La aplicación de muestreos no sólo a restos huma-nos, sino a piezas singulares como los realizados por nuestros compañeros portugueses (Soares, 1997) aportaría datos muy necesarios para fijar puntos de referencia en un amplio ám-bito funerario y habitacional. Al occidente los muestreos se están incrementando en el estudio de los contextos funerarios. El repertorio publicado en el Congreso de Bougon (Aguayo y García, 2006), tiene algunas aportaciones recientes (García, (2009), en las fechas bajo túmulo de Menga y en las obtenidas en las nuevas excavaciones de dólmenes en Huelva (García y Linares, 2010; Nocete et al.2004).

La posibilidad de muestreos directos sobre pintura es un reto que nuestro equipo ha intentado sin éxito en el caso de Alberite I y, que como decíamos arriba, tiene una opción en el caso de Montelirio.

En pintura, rojo, negro y posibles bases blancas en Al-berite I (Bueno et al.1999), certifican los mismos registros que en las áreas clásicas de la pintura megalítica (Carrera,2006). Sus temas son semejantes, con una fuerte tendencia a decora-ciones globales de sentido horizontal en bandas de zig-zag o de ondulados, y algunas evidencias en sentido vertical, como las documentadas en Alberite I.

Su relación, la de las decoraciones, con sepulcros des-tacados es un elemento a considerar para la evaluación de las decoraciones pictóricas, señalando los factores ideológicos y sociales que este tipo de enterramientos manifiestan (Bueno y Balbín 2006b). Un caso claro son las bases blancas detecta-das en Alberite I (Bueno et al.1999) y en el sepulcro 9 de Los Millares (Bueno y Balbín, 1997b ; Bueno et al.2004a ; Molina y Cámara 2009:48), una técnica elaborada que coincide con el destacado papel de estos sepulcros en sus necrópolis y con el nivel de elaboración ritual de sus expresiones gráficas y de sus ajuares. Queda claro por los contextos arqueológicos de ambos monumentos, que el tipo de tratamiento pictórico no tiene relación con la cronología de los monumentos.

La diferencia entre un arte geométrico y un arte es-quemático, entendiendo por éste último los temas clásicos del arte esquemático ibérico, no ha lugar. En algunos monumen-tos se aprecian temas como soles y antropomorfos incluidos en marcos geométricos, lo que avala la sincronía de ambos as-pectos –al menos en Andalucía-, y relativiza las hipótesis que han pretendido separarlos con el fin de hacer compartimentos estancos con el conjunto de las grafías posglaciares ibéricas. Nos referimos a la realidad de cronologías indisociables de modo genérico entre las decoraciones geométricas y las rela-cionadas con el arte esquemático que tienen Alberite I un dato incuestionable por su uso corto, que las sitúa dentro del V y

18- Hachas y báculos en el anverso y reverso de uno de los ortostatos del dolmen de Alberite II, Cádiz. A la derecha una selección de hachas grabadas en megali-tos europeos, según Petrequin et al.2002

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primeras centurias del IV milenio cal BC. Ello no obsta a que las circunstancias decorativas de cada yacimiento expliciten secuencias propias.

Alberite I, la Giganta, Los Gabrieles, y Los Millares 9, serían ejemplos de estas temáticas que engarzan sin dificultad con el arte esquemático al aire libre y encajan cronológica-mente con el decurso largo que venimos argumentando. Sólo “the thing” del ortostato 3 de Alberite I se presenta como un objeto o arma en pintura, cuyo correlato con temas realizados en el Noroeste apuntala la conexión con el arte megalítico no-roccidental (Bueno y Balbín, 1997 c).

Los grabados tienen evidencias desde los momentos más antiguos. Ya hemos señalado su relación con menhires y estelas de una fase anterior a la construcción de algunos mega-litos, que tiene en la reutilización del ortostato 20 de Alberite

I con un notable grabado circular en relieve un dato insosla-yable para situarlos, cuando menos, en la segunda mitad del V milenio cal BC.

Admitiendo la conexión temática con el arte esque-mático, hay que señalar que algunas figuras humanas apun-tan singularidades como el antropomorfo armado de una de las jambas de Alberite I o el personaje con cabeza destacada, cuerpo rectangular y “rabo” de Los Gabrieles. Su proximidad formal al antropomorfo de la trasera del dolmen extremeño de Huerta de las Monjas (Bueno, 1988), enriquece un panorama que tiene sus mejores referencias en el mundo atlántico, espe-cialmente en Bretaña (Piñón y Bueno, 1983). En otros trabajos hemos señalado la presencia de imágenes antropomorfas es-pecializadas en el conjunto megalítico ibérico, que conectan con las documentadas en el conjunto europeo, insistiendo en una red de interacciones ideológicas de enorme interés (Bue-no y Balbín, 1994, 2002).

Desde el punto de vista técnico, piqueteados posterior-mente abrasionados que ofrecen surcos amplios y claros, abra-sionados como los del dolmen de Soto o incisiones, algunas con un papel muy destacado, como sucede en el dolmen del Juncal, Cádiz, plantean un repertorio elaborado con versiones al aire libre o en otros contextos. El caso de El Juncal conecta los entramados de líneas reticulados típicos de algunas cue-vas de enterramiento sevillanas, con el mundo megalítico. A

19- Hachas y báculos en la Península Ibérica: arriba pieza de madera del poblado de la Draga, según Bosch et al.2006. En el centro “báculo” grabado al aire libre en el Tajo Internacional. Abajo: detalle de los grabados del canto procedente de la excavación de las minas de silex de Casa Montero. Madrid. Fotos R. de Balbín

20- Bajorrelieves circulares concéntricos: arriba a la izquierda ortostato deco-rado del dolmen de Gavrinis, Bretaña; a la derecha, estela de Gorafe, Almería. Abajo: estela de Bobadilla, Málaga; a la derecha, ortostato grabado de la necró-polis de Montefrío. Fotos R. de Balbín

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la espera de la concreción de su cronología (Gutierrez,2007), su adscripción al calcolítico resulta convincente y propone relaciones con la zona del Guadiana en la que algunos mo-numentos en falsa cúpula disponen de grabados del mismo estilo, caso del tholos de la Barca, en Badajoz.

La técnica de la excisión tiene su mejor ejemplo en la estela del dolmen de Fonelas, Granada (Ferrer,1976). Poco co-mún en el panorama ibérico, la figura antropomorfa del dol-men de Portela da Pau (Baptista,1997), junto con la del dolmen de Rapido (Silva,1997), ambas en el Noroeste, son las referen-cias más conocidas para esta técnica. La reciente documenta-ción de un antropomorfo muy similar, aunque con problemas de conservación, en el dolmen de Sierra Gorda, Badajoz (Pe-reira y Expósito, 2009) contribuye a acercar las producciones simbólicas de todo el Sur Penínsular. Reutilizada en Granada y muy posiblemente, por la posición del antropomorfo de Sierra Gorda, también en el sepulcro pacense, ambas figuras tienen en el III milenio una referencia postquem muy similar.

Algunos trabajos recientes informan sobre el papel de esta técnica en representaciones armamentísticas como la Pal-mela del dolmen Katillotxu, Vizcaya (Bueno et al.2009c), ade-más de en megalitos atlánticos y en un conjunto de evidencias al aire libre que, con representación en la Península Ibérica (Peña y Vazquez,1979), tiene sus mejores ejemplos en las áreas nordalpinas (Lumley et al.2009).

Soles y antropomorfos se suman a figuraciones de ar-mas, en tanto que objetos que reproducen formas apuntadas, a veces con pomo, de las que tenemos referencia arqueológica. Posibles puñales, hachas enmangadas o sin enmangar tienen papel destacado en el dolmen de Soto, pero también en el cita-do monumento de Alberite I, o acompañando a estelas reutili-zadas como la de Toconal.

Las hachas tienen en las grabadas en Alberite II ejem-plos notables de enmangues elaborados, como los que se co-nocen en el megalitismo bretón también por los grabados de las paredes de los lugares funerarios (Petrequin et al.2002).

Menos abundantes en el repertorio andaluz, los bácu-los del mismo soporte de Alberite II ofrecen técnica y seme-janza formal con los grabados al aire libre del Tajo. Su figura en algunas estelas-menhires portuguesas es más redondeada y se ha explicado con los objetos del mismo aspecto que portan tradicionalmente los pastores (Calado, 1997).

Pero la peculiar forma en ángulo de las de Alberite II los inserta en la discusión sobre la funcionalidad de estas piezas que en algún momento se han relacionado con boome-rangs, en tanto que elementos relacionados con la caza (Cas-sen,2007:45-46). Otros datos procedentes de la Península Ibé-rica, concretamente de algunas herramientas de madera de la Draga (Bosch et al.2006) valoran su uso como palos de cavar.

La asociación hacha-báculo de un canto piqueteado en las minas de silex de Casa Montero ofrece una referencia formalmente muy próxima a la de la pieza de la Draga y a las grabadas en Alberite II, con el interés de su cronología en la segunda mitad del VI milenio cal BC.(Bueno y Balbín, e.p). Ciertamente no nos atrevemos a formular fechas de ese tipo para Alberite II, pero dado que se trata de una pieza reutiliza-da, valoramos una referencia antigua para referencias antro-pomorfas asociadas a hachas y báculos anteriores a la cons-trucción de los monumentos megalíticos.

La constatación de decoraciones en anverso y reverso tiene una buena referencia en yacimientos emblemáticos del atlántico, el más conocido Gavrinis (Le Roux, 1986)

Otro posible báculo, esta vez en relieve, acompaña a la estela de entrada del monumento de Montefrío. Hemos seña-lado un báculo en relieve en uno de los ortostatos del corredor del dolmen de El Gastor, en Málaga, en el que también existen pinturas rojas con decoración geométrica y un antropomor-fo esquemático (Bueno et al.1999, 2004 a; Cantalejo y Mau-ra,2005).

Los menhires continúan desempeñando un papel muy visible en el megalitismo con posterioridad a sus primeras evi-dencias. Son cada vez más abundantes los datos que los aso-cian a dos posiciones en relación con la visibilidad del monu-mento al que se asocian. Menhires indicadores, localizados al exterior del monumento,antecediéndolo, o menhires situados sobre el túmulo en una posición muy notable.

Para el primer caso, los descritos de Alberite I son los más claros, pero otras evidencias más avanzadas en el tiempo, permiten alargar su cronología. Los monolitos situados a la entrada de Menga apuntan en esa dirección: más gruesos que cualquiera de los ortostatos y del mismo perfil y talla que las piezas interiores que sustentan las coberturas. O las estelas-menhires de la entrada del ya citado dolmen del Juncal, en Cádiz.

Datos que poseen interesantes referencias en el mega-litismo francés, sobre todo de tener en cuenta algunas conco-mitancias formales desde el punto de vista de las arquitectu-ras. Estas interacciones se desprenden igualmente de algunos usos técnicos y gráficos, como la acumulación de relieves on-dulados en Montefrío que propone una interesante relación con las decoraciones del monumento bretón de Gavrinis (Le Roux, 1984).

Paralelamente algunos tipos antropomorfos manifies-tan relaciones claras. Así las estelas de Gorafe y Bobadilla, que

21- Arriba : piezas fosilíferas del dolmen de Menga : ortostato del lateral Este del acceso y cubierta de la misma zona .Fotos R. de Balbín. Abajo: ortostato fosilífero del dolmen de Soto I. Foto R. de Balbín, y ortostatos fosilíferos del dolmen de la Pastora. Foto Javier Rivera

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junto con la pieza de entrada al dolmen de Montefrio , avalan interpretaciones relacionadas con elementos de carácter iden-titario (Bueno et al.2009a).

La evidente intensificación simbólica que manifiesta la presencia de programas gráficos complejos en Palacio III, Montelirio y los ya mencionados monumentos de Los Milla-res, dispone de datos recientes en la necrópolis del Seminario en Huelva, con una estela inédita a la entrada de la sepultura 7055 (García San Juan y Linares, 2010:151), o en algunas cue-vas artificiales del área de Málaga (Espejo et al.,1994; Maura et al.2006).

Un inédito papel de la pintura negra tiene trasunto en los monumentos avanzados del megalitismo francés en la que ésta posee igual protagonismo (Villes, 1997). Decoraciones completas en negro, incluyendo repintados, como el de Pala-cio III, se suman a los indicios de negro sobre los relieves de Montefrío o a las identificaciones de manganeso en los temas geométricos pintados en Menga, incrementando el uso de un color del que ya disponíamos de datos en los sepulcros más antiguos, como el ya citado de Alberite I.

Las cronologías de estos sepulcros abarcan el III mi-lenio cal BC. consolidando la sincronía entre el megalitismo avanzado y un arte megalítico continuador de las decoracio-nes antiguas.

Las evidencias de piezas reutilizadas apuntan otra re-flexión: la posibilidad de que algunos sepulcros se hayan cons-truido a partir de sepulcros anteriores realizados en el mismo

lugar. Las recientes documentaciones arqueológicas en la ne-crópolis del Pozuelo llevadas a cabo por Linares Catela, son un argumento en ese sentido, abriendo interesantes expecta-tivas para trabajos en curso como el último proyecto sobre el dolmen de Soto I, cuya estela reutilizada permite sopesar esa opción.

Desde nuestra valoración en el estudio del dolmen de Soto I de la presencia de ortostatos de fuerte componen-te fosilífero, hemos señalado la importancia de evaluar la se-lección de materias primas que, o bien por su capacidad de reproducir temas artificiales de forma natural (Alburquer-que, 1960), o por la de crear claroscuros que coadyuvasen al discurso funerario, forman parte de algunos de los megalitos más destacados de la región como ortostatos: Soto I, Alberi-te I, Menga, (Balbin y Bueno, 1996; Bueno et al.2008a,2009a; Bueno et al.1999) y la Pastora (García San Juan, 2009b:232). Menga tiene también cubiertas con este componente. Su uso en piezas situadas a la luz del día tiene un caso muy destacado en los soportes del corredor intratumular de Viera, apuntando interesantes concomitancias con las versiones al aire libre de cazoletas y líneas, tan denostadas como conjuntos poco preci-sables desde el punto de vista cronológico.

En definitiva todo un conjunto de evidencias que insis-te en la cuidadosa planificación de las construcciones megalí-ticas, que va mucho más allá de cuestiones de índole pragmá-tica o constructiva. Los megalitos son la mejor expresión del poder de las referencias ideológicas en los grupos que hacen

22- Arte megalítico en Andalucía: 1.- Soto I; 2.- Soto II; 3.- Fuente de la Corcha; 4.- La Orden – Seminario; 5.- Los Gabrieles 1; 6.- Los Gabrieles 2; 7.- Los Gabrieles 4; 8.- Cabezas Rubias; 9.- El Pozuelo 3; 10.- El Pozuelo 4; 11.- El Pozuelo 6; 12.- Martin Gil ; 13.- Puerto de los Huertos; 14.- Casullo; 15.- Llanos de la Belleza; 16.- Pasada del Abad; 17.- Monte Chico; 18.- Alcalabozas III; 19.- Palacio III; 20.- La Pastora; 21.-Montelirio; 22.- Los Delgados 1; 23.- Casas de Don Pedro; 24.- Rongil; 25.- El Torno; 26.- Navalmaestre IV; 27.- Los Frailes; 28.- Arroyo de las Sileras; 29.- Dehesa de la Lastra; 30.- Majadillas 77; 31.- Moreno 3; 32.- Montefrío XIX; 33.- Montefrío XXII; 34.- Montefrío XXVI; 35.- Cuevas de San Marcos; 36.- Alcaide; 37.- Aguilillas 1; 38.- Aguilillas 2; 39.- Piedras Blancas I; 40.- Piedras Blancas II; 41.- Bobadilla; 42.- El Romeral; 43.- Menga; 44.- Viera; 45.- La Curra; 46.-La Alberquilla; 47.- Los Tomillos; 48.- La Giganta; 49.- El Toconal; 50.- Gastor; 51.- Puerto Serrano; 52.- Alberite I; 53.- Alberite II; 54.- La Lancha; 55.- El Juncal; 56.- Dolmen B de Tajo de las Figuras; 57.- Tahivilla; 58.- Sierra de Retín; 59.- Facinas; 60.- Los Algarbes; 61.- Los Millares.

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de ellos uno de los sistemas más claros de posicionamiento y reivindicación territorial.

Símbolos para la muerteUn reciente trabajo establece una evaluación cuantita-

tiva del megalitismo andaluz señalando su representatividad numérica en el Este respecto al menor número de monu-mentos documentado en el Oeste. El caso de Jaén es el más extremo en parquedad de evidencias, tanto por la escasez de investigación como por un más que probable protagonismo de estructuras hipogeas poco visibles en los registros superfi-ciales (García San Juan, 2009a: 17).

Sólo cuatro conjuntos decorados se conocían hasta los años 90 (Bueno et al.2004a, 2009a). La intensificación de do-cumentaciones ha venido de la mano de un renovado interés por lecturas más sutiles del megalitismo ibérico; entre ellas la que incumbe a la presencia de pinturas, grabados y esculturas en los monumentos, como trasunto de una ideología cuyo ín-dice de normatividad es muy alto.

Es evidente que en el estado de la cuestión sobre el co-nocimiento del megalitismo andaluz influyen muchas cues-tiones de carácter historiográfico, de inversión específica, del lugar en el que desarrollan sus proyectos los equipos de in-vestigación consolidados…etc En cualquier caso sí nos parece destacable que la mayor ampliación cuantitativa de monu-mentos decorados se ha realizado en el occidente de la región, precisamente en nuevos proyectos de investigación que cuen-tan entre sus pautas metodológicas con el estudio detallado de sus posibles decoraciones. Los aproximadamente cuatro centenares de monumentos conocidos en las provincias de Córdoba (50), Huelva (250), Cádiz (40), Sevilla y Málaga (70), reúnen casi tres tercios de los dólmenes decorados y de éstos, una buena parte se han documentado en proyectos recientes.

Es de lógica que en el área oriental sistemáticas seme-jantes darían buenos resultados pues los amplios indicios de decoración de los monumentos de Los Millares son un argu-mento sólido que debe de tener proyección más allá de la fa-mosa necrópolis.

La variedad de arquitecturas (Aguayo y García San-juan, 2006; García Sanjuan,2010), es reflejo de un panorama demográfico muy notable que tiene en los yacimientos del Suroeste portugués y del área extremeña evidente correlato (Balbín y Bueno, 2000; Bueno et al.2006, 2007b,2008b). Lo mismo podríamos decir de la menos conocida área murciana que en los últimos años ha comenzado a aportar evidencias de enterramientos colectivos e indicios de arte megalítico como los grabados de la losa de la Rambla del Moro (Jimenez et al.2007), muy similares a los de la losa de cabecera del monu-mento del Juncal, en Ubrique. Interesante perspectiva de una zona sureña en la que disponemos de antiguas cronologías para la pintura esquemática (Martinez, 1994) y de la persis-tencia de técnicas y motivos en sepulturas del III milenio cal BC. (Martinez et al., 2006)

La representatividad de las tipologías relacionadas con las galerías es evidente. De mayor o menor tamaño, con cáma-ra diferenciada o no, con tendencia hipogea o sin ella, o con cámaras múltiples, las estructuras rectangulares de carácter ortostático representan un alto porcentaje en la arqueología megalítica andaluza y eso tiene su correlato en la tipología de los monumentos decorados.

Lo mismo sucede con las cámaras con corredor de mampostería, cuya alta representatividad en el conjunto ge-neral repercute en la que tienen entre los monumentos deco-rados.

La tabla adjunta señala un número que supera la trein-tena, número que no consideramos ni definitivo, ni cerrado, sino ejemplificador del despunte de una sistemática de trabajo que obtendrá repercusión notable en breve lapso de tiempo, a tenor de las expectativas que plantea el megalitismo andaluz.

La posición de los megalitos decorados y la hipótesis de la relación de éstos con un territorio marcado y definido por símbolos pintados y grabados, como hemos comprobado en regiones muy próximas (Bueno et al.2004a; 2006; 2008a) relativiza las divisiones manejadas acerca de la posición de pinturas y grabados al aire libre.

El arte megalítico andaluz se erige en auténtico modelo integrador de las técnicas del arte postglaciar, pintura, graba-

23- Monumentos decorados en Andalucia con indicación de su técnica, su planta y los motivos detectados. La numeración se corresponde con el mapa anterior

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do y escultura, aportando un contexto arqueológico, cultural y cronológico para uno de los conjuntos más ricos y variados de arte al aire libre: el de Andalucía. Y si la hipótesis de ligar el Sur a las más antiguas pinturas al aire libre funciona (Marcos, 1981; Martinez, 2006), Andalucía podría tener algunos de los parámetros más convincentes para reflexionar sobre el papel de la pintura en los contextos funerarios megalíticos. El graba-do dispone de confirmaciones de su antigüedad en la reutili-zación del ortostato 20 de Alberite I, significando el Sur como uno de los lugares más antiguos para este género de técnica.

Dos factores se suman para apuntalar la antigüedad de los conjuntos megalíticos andaluces, pese al problema de es-casez de dataciones: por un lado la evidencia de menhires que podrían responder a una fase antigua y, por otro, la de piezas reutilizadas en monumentos datados entre el V y el IV milenio cal BC. Ambos forman parte de un mismo modo de expresar la conexión con el pasado en los sepulcros de los ancestros: mediante sus imágenes.

Algunos temas de los menhires ibéricos justifican su estrecha relación con el arte al aire libre y su inserción en es-tructuras megalíticas es la más contundente evidencia de la profunda imbricación entre unos y otros repertorios gráficos. Los menhires son auténticos trazos de unión entre manifesta-ciones exteriores e interiores del arte megalítico, formulando explícitamente su conjunción en imágenes antropomorfas de notable valor diacrónico.

Figuras antropomorfas protagonizan el más destacado papel en estos sepulcros, se trasladan de unos a otros y siem-pre detentan el mismo papel. De ahí que aunque es bien cierto que algunas de estas inclusiones pudieran calificarse de “dam-natio”, también lo es que si reparamos en que casi todos los grandes sepulcros disponen de una, incorporar imágenes en piedra de los ancestros podría haberse convertido en una sis-temática recurrente de reivindicación de pasado.

Ni podemos, ni pretendemos descartar otros motivos, pero la reiteración de estos gestos que unen el pasado con el presente mediante imágenes humanas, está verificándose como uno de los componentes más constantes del arte me-galítico atlántico. Especialmente de los grupos considerados más antiguos, como es el caso de Bretaña, al que a partir de los datos que recogemos, habrá que añadir la península Ibérica en general, y Andalucía en particular.

Entender Andalucía como un factor activo en la ges-tión y papel de temas clásicos del arte esquemático en el re-pertorio del arte megalítico atlántico, es una vía de análisis muy sugerente, que toma cuerpo en la pujanza de este tipo de simbología en el Sur peninsular y en la realidad de inter-cambio de materiales, como la variscita rpocedente de minas onubenses en megalitos bretones (Herbault y Querré,2004). La posibilidad de vincular este desarrollo gráfico y simbólico a la fuerte intensificación demográfica sustentada en sus po-sibilidades agropecuarias y metalúrgicas, sin obviar la intere-sante relación entre algunos yacimientos antiguos, caso de la necrópolis de Alberite (Bueno et al. 2010 b) y afloramientos salinos, es muy alta.

Estas evidencias se añaden a los temas circulares com-plejos detectados sobre el menhir de Alberite II, el de la Al-berquilla o la pieza de Arroyo de las Sileras para insistir en la ineludible referencia al arte atlántico europeo.

Los temas petroglíficos de otras zonas ibéricas, esen-cialmente la zona cantábrico oriental y Cataluña (Bueno et al.2009c), se suman a los andaluces para dibujar un sóli-

do conjunto de referencias megalíticas de trasunto europeo, abriendo una panorámica en las tierras del Sur peninsular, de todo punto inédita. Su posición refuerza el valor de las vías interiores entre Los Pirineos y el Sur, normalmente relegadas por las propuestas que prelacionan los caminos marítimos que bien desde Cova de l’Or en el origen del neolítico, o desde el área portuguesa en el del megalitismo, dejarían las fértiles tie-rras andaluzas sin papel en el conjunto de la Prehistoria pe-ninsular hasta cronologías muy recientes.

Las perspectivas que ofrece el megalitismo, su anclaje en ideologías conectadas con los primeros agricultores y su amplia y rápida implantación en todo el Sur peninsular, avalan continuos poblacionales.

Hablamos de un marco de interacciones de origen antiguo que permite situar hechos culturales desde el epipa-leolítico de la fachada atlántica y que integraría Andalucía en amplias redes, alejándola de las clásicas perspectivas de margi-nalidad cultural aplicadas a la Prehistoria antigua y a los regis-tros más viejos de su Prehistoria reciente. La situación de An-dalucia respecto a Africa debió de suponer un valor añadido a sus capacidades de intensificación económica, gestionando materiales como el marfil africano que se está detectando cada vez en mayor medida en los megalitos de la región. Situacio-nes todas ellas que diseñan una zona con alta proyección cul-tural, tanto hacia el atlántico europeo como hacia el africano, sin dejar de lado sus evidentes posibilidades de cara a las rela-ciones con el mediterráneo occidental.

Agradecimientos: Los trabajos de campo en Extremadura y Andalucia han sido realizados por consecutivos proyectos de investigación CICYT. Son muchos los compañeros que han facilitado la documentación gráfica de sus yacimientos. Así J.Ramos y F. Giles en los primeros trabajos en el dolmen de Al-berite I, J.MªGutierrez en los desarrollados a partir de los años 90, L. García Sanjuan en la documentación de la decoración de Palacio III, B. Ruiz en la de los dólmenes de Antequera, J.A.Linares en los de Pozuelo 3 y 4, junto con J.C. Vera a quien también hemos de agradecerle su generosa información sobre las estatuas de Fuente de la Corcha, o el acceso a las localiza-ciones por R. Martinez de las piezas de Arroyo de las Sileras. Nuestra primera documentación de las pinturas de Monteli-rio con el acuerdo de J.L.Escacena no tuvo continuidad por las circunstancias que han concurrido en la conservación del monumento. A F. Carrera debemos las últimas noticias sobre el estado del mismo. M.Seara nos ha facilitado las fotos del abrigo del barranco del Toril, en Jaén y datos sobre el contexto arqueológico de la zona. Y. Pereira y R. Expósito, las de los grabados del dolmen de Sierra Gorda, en Badajoz. A J. Lopez de la Universidad de Lleida y A. Moyá les debemos el conoci-miento directo de las estelas del Reguers del Seró. S. Consue-gra y P. Diaz del Río nos dieron la oportunidad de analizar las piezas decoradas de las minas de silex neolíticas de Casa Montero, en Madrid.

Los trabajos con el tubo de difracción de rayos X han sido posibles gracias al equipo de los Dres. Roldán y Ferrero de la Universidad de Valencia. Las analíticas de muestras di-rectas han sido realizadas en el Instituto Español de Patrimo-nio por J.V. Gascón.

Las documentaciones en Museos de Andalucia han sido posibles gracias a sus conservadores, especialmente a Juana Bedía en Huelva, a Alberto J. Montejo en Córdoba, y a Diego Oliva en Sevilla.

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II CONGRESO VELEZ, 2010 43

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