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Una geografía musical de Medellín. ¿Dónde y a qué suena la ciudad? EDICIÓN 5 AGOSTO 2015
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Separata Medellín Vive la Música, edición 5

Jul 23, 2016

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Culturamde

Esta edición nos ofrece una geografía musical de Medellín. ¿Dónde y a qué suena Medellín? ¿Cuál es el panorama sonoro de la ciudad? Medellín es tango, salsa, boleros, vallenatos y rock. Diferentes géneros reflejan la identidad de una ciudad diversa.
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Una geografía musical de Medellín. ¿Dónde y a qué suena la ciudad?EDICIÓN 5

AGOSTO 2015

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EDITORIAL

Alcaldía de Medellín

Aníbal Gaviria Correa Alcalde de Medellín

Alexandra Peláez BoteroVicealcaldesa de Educación, Cultura, Participación, Recreación y Deporte

Luis Fernando Suárez VélezVicealcalde de Gobernabilidad, Seguridad y Servicio a la Ciudadanía

Juan Carlos Giraldo SalinasVicealcalde de Salud, Inclusión y Familia

Jesús Arturo Aristizábal GuevaraVicealcalde de Hábitat, Movilidad, Infraestructura y Sostenibilidad

Wilson Enrique López BedoyaVicealcalde de Gestión Territorial

Luis Felipe Hoyos Vieira Vicealcalde de CTi, Desarrollo Económico, Internacionalización y APP

Secretaría de Cultura Ciudadana

María del Rosario Escobar ParejaSecretaria de Cultura Ciudadana

Ana Cecilia Restrepo EspinosaDirectora Red de Escuelas de Medellín

Alejandro Escobedo ForeroGerente Medellín Vive la Música

Ronal Castañeda TabaresComunicaciones Medellín Vive la Música

Luz Enidia Largo ArteagaComunicaciones Subsecretaría Arte yCultura - Interventora

Revista Arcadia

DirectorJuan David Correa

Directora del proyectoJuliana Restrepo

Dirección de ArteMónica Loaiza

CorrecciónTatiana Andrade

Fotografía y textosEsteban Duperly

PodcastJuan Pablo Trujillo

Director ComercialMaría Alejandra Navia / [email protected]

Publicaciones Semana SASGerente GeneralElena Mesa Zuleta

Gerente ComercialIsabel Cristina Calle

Gerente de MercadeoLiliana Sotomonte

Gerente de CirculaciónNatalia Peinado

Gerente de InnovaciónIván Jaramillo Price

Gerente Financiero y AdministrativoFelipe Albán Daza

Sede: Carrera 11 n.º 77A - 65Bogotá, Colombia PBX 6468400©Publicaciones Semana S. A.Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización de Publicaciones Semana S.A. ISSN: 1900-589X Printed in Colombia

ED.05

Diversidad y construcción de ciudadanía

Las políticas públicas de esta Administración están encaminadas hacia la creación de condiciones para el desarrollo y fomento de una cultura ciudadana de reconocimiento y respeto por las dife-

rencias culturales. El arte y la cultura, en efecto, son poderosas herra-mientas para el desarrollo intelectual de una sociedad y su formación ciudadana.

Nuestras políticas hacen énfasis en la promoción de la diversi-dad cultural. Esta es una ciudad narrada, contada y proyectada desde esta diversidad: es una ciudad para los raperos, otra para los artistas, otra para los bailarines. La creación de redes de formación artística en artes escénicas, danza, audiovisuales, artes visuales y música, y de convocatorias públicas para el fomento, la circulación, el consumo y el acceso de los bienes y servicios culturales, son algunos de los prin-cipales programas que se promueven desde la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín.

Un programa ejemplar acerca de estas políticas es la Red de Escue-las de Música de la Alcaldía de Medellín, que busca la práctica musical colectiva como un espacio de exploración de prácticas sonoras, artísti-cas, sociales y culturales para la experimentación de la diversidad, la convivencia, la solidaridad, la tolerancia y el consenso. Más que un ejer-cicio profesional, es una intención de construcción ciudadana. Su prin-cipal interés no es solo la formación profesional de músicos, también es la consolidación de una ciudadanía activa e incluyente.

Se han establecido espacios físicos y sociales de encuentro para los diversos géneros musicales, la formación y profesionalización en las artes. Incluso se han incentivado proyectos como Aquí Suena Medellín, una plataforma virtual para la circulación, promoción, participación musical dirigida a músicos, público general y escenarios para la difu-sión musical de la ciudad.

Esta es una ciudad narrada, contada y proyectada desde la diversi-dad. A través de la articulación de programas como juventud, turismo, mujer, formación y promoción cultural, memoria y patrimonio, biblio-tecas, casas de la cultura, redes culturales y educación ciudadana, esta ciudad ha mostrado otros rumbos para la transformación social a partir de la cultura y el arte.

María del Rosario EscobarSecretaria de Cultura Ciudadana

Alcaldía de Medellín

Ciudad Sonora

Foto de portada: Esteban Duperly3

REPORTAJE. Ciudad sonora

Po r E s t e b a n D u p e r l y

La música ha demostrado que Medel l ín es una ciudad que acoge a numerosas cul turas provenientes de diversos lugares del país. ¿Cómo

está div id ida esa composic ión socia l y cul tural? ¿Cuál es e l r ico panorama sonoro de la capi ta l de Ant ioquia? Un via je a los géneros y las

fusiones de una ciudad donde se oye salsa, rock, punk o rap.

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Medellín se asienta sobre un valle muy estrecho circun-dado por montañas. Para donde se mire, la vista se en-cuentra con una ladera y la sensación de horizonte prác-ticamente no existe. Esto hace pensar que se trata de una ciudad encerrada en sí misma. María del Rosario Escobar, Secretaria de Cultura Ciudadana, dice que ese mismo en-cierro le ha dado una enorme necesidad de comunicación a una ciudad que tiene vasos comunicantes con las dos costas de Colombia, así como con el centro del país. “Todo el tiempo nos oponemos a esos problemas de encierro. El caso de las viejas disqueras es elocuente: fuimos los pro-tagonistas de algunos de los momentos más interesantes de la industria musical del país. Ahora hay que ver lo que está ocurriendo con el reggaetón como un fenómeno de producción: Medellín es uno de los centros latinoamerica-nos del género. En esos dos casos hay una respuesta a ese discutible encierro”, dice.

Medellín es diversa y eso se ve en sus calles. La razón, otra vez, es geográfica. En un fenómeno que por supuesto es común a todas las demás urbes del mundo, la ciudad absorbe la migración de los vecinos. Cerca del 80% de los jóvenes que parten de las subregiones del departamento llegan a Medellín para estudiar o trabajar. Además, exis-

buen día, Camilo Suárez, la voz líder de la banda de rock Parlantes, salió al escenario del céntrico Teatro Lido con un quijada de burro –un jawbone sanandresano–. Así que precisar dónde emerge, dónde se expresa, dónde inicia y dónde termina la influencia de tal o cual ritmo carece de sentido, porque la naturaleza misma de las influencias es esa: disolverse entre la gente como en un crisol donde todo se funde y surgen nuevas amalgamas.

El ejemplo clásico e histórico es Guayaquil, un sec-tor que durante décadas tuvo enclavada una estación de ferrocarril, un mercado, trilladoras de café, estudios foto-gráficos, cacharrerías y bares. “Un territorio permisivo, donde se podían expresar muchas cosas, que estaba ha-bitado por un enjambre y donde la vida se desbordaba”, al decir del historiador Jorge Mario Betancur. No en vano allí se consolidó el tango, después de la muerte de Carlos Gardel, cuando Medellín se decidió por una vocación tan-guera, otra influencia que llegó de afuera.

“Los géneros musicales son un indicador natural de nuestra sociedad mestiza”, dice Sara Melguizo, Directora de la Unión del Sector de la Música (USM Colombia) des-de su oficina, en el barrio Carlos E. Restrepo. “Como ciu-dad a veces nos han querido rockerizar –dice– y sí, somos muy rock, pero la música es la radiografía de la población. Aquí hay música afro en la Comuna 8. Pero también hay consumo de música clásica y ópera. Y está la música de uso, como las serenatas y los mariachis. Somos, quizá, más diversos de lo que nos imaginamos”. La Secretaria de Cul-tura Ciudadana concuerda: “Nos cuesta reconocerlo por-que todo el tiempo estamos bajo el paradigma de que acá nunca pasa nada, pero realmente sí pasan muchas cosas”.

te una población indígena bastante activa: en los barrios El Chagualo, Sevilla y Prado Centro hay cabildo y cabildo juvenil indígena. En las universidades es fácil encontrar-se con estudiantes emberas, ingas y wayúu. Y, después de todo, el departamento también limita con el Eje Cafetero, Córdoba, Bolívar, Boyacá, Santander y Chocó.

Caminar por el Parque San Antonio, un viernes al fi-nal de la tarde, es experimentar un trozo de Quibdó. Desde siempre ha existido una relación entre Antioquia y Chocó, donde Medellín acoge un flujo constante de migrantes, es-pecialmente desde 1946, cuando se abrió una carretera que conecta a las dos capitales. A lo largo de los años, y en un movimiento espontáneo de acople a la ciudad, los recién llegados han hecho suyos lugares donde la música y el baile son los elementos centrales del mantenimiento y la rein-terpretación de una cultura, en este caso, la afro. Si en las noches San Antonio se agita con salsa, la Comuna 8 –Villa Hermosa– y la Comuna 13 – la parte alta de San Javier– son enclaves chocoanos donde el bunde y las chirimías son fol-clore puro que se ha mezclado con la cultura hip-hop.

Por las vías que conectan a Medellín con Turbo, y por ende, con el mar, que resulta tan Caribe como Pacífico (el Urabá chocoano) también han entrado influencias so-noras que se expresan en reggae y en sonidos antillanos. Una red de comunicación mercante y marina, que como andinos es difícil siquiera imaginar, une al golfo de Urabá con todo un litoral y las islas San Andrés y Providencia. Por razones que quizás puede explicar la demografía, la parte baja de la Comuna 5 –Castilla– es un epicentro de reggae, con bares y el festival Big Up, que el año pasado se realizó en el Parque Juanes de la Paz. Y así mismo, un

¿Cómo probarlo, cómo calcularlo más allá de la evidencia perceptual? Al Festival Altavoz se presentaron a audición 292 bandas de las 16 comunas y los 5 corregi-mientos. Cada una debía inscribirse en una de las 7 cate-gorías que, a su vez, equivalían a un género musical. De entrada solo una porción muy pequeña de todo el espec-tro musical de Medellín apor-ta, por lo menos, 7 géneros, aunque ese es un tema que se expande hacia el infinito, como un fractal: “Lo que ve-mos con Altavoz es que cada vez es más difícil diferenciar géneros”, explica Escobar. “Hay tantos cruces como gus-tos, como posibilidades de creación”. Por eso, el festival abre la convocatoria de ban-das y les permite ser lo más diversas posibles: “Punk y sus ramificaciones”, “Metal y sus ramificaciones”, dice el formato de inscripción. Solo para “Core” hay 5 subgéneros –Hardcore, Grindcore, Rap-core, Metalcore, Emocore– y al final hay que dejar la opción abierta con un amplio “y sus afines”.

Sara Melguizo, desde la USM, afirma que esa profu-sión de géneros es un buen síntoma. Desde allí también coordinan “Aquí suena Medellín”, un proyecto de la Se-

M

MEDELLÍN ES UNA CIUDAD diversa, que ha acogido a un flujo de migrantes, quienes la han nutrido con sus sonidos

EN EL SECTOR DE Guayaquil se hizo famoso el tango desde los años treinta. Aún hoy existen lugares que son testimonios de esa época.

REPORTAJE. Ciudad sonora

San Antonio se agita con salsa en las noches, la Comuna 8 y la parte alta de San Javier son enclaves chocoanos donde las chirimías se mezclan con el hip-hop.

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cretaría de Cultura que comenzó a operar en 2013 y nació bajo la premisa de producir una solución a las dificultades de circulación musical y, además, lograr que la ciudad ten-ga más eventos en vivo y artistas residentes en bares y res-taurantes. El proyecto funciona online –www.aquisuena-medellin.com– donde tanto los músicos como los lugares se registran. Los artistas suben su material, escriben sus propias reseñas y los lugares registrados pueden acceder a las canciones, bien sea desde el perfil del artista o por me-dio de un play list que la USM y la Revista Música organi-zan cada semana. “Lo interesante de la plataforma es que te permite saber qué está sonando a qué hora y en dónde”, explica Melguizo. De ese modo, un músico puede conocer dónde suena su música y buscar más cercanía con el lugar para luego hacer conciertos, toques en vivo o promocio-

nar sus discos. Es decir, se acorta la distancia entre el consumidor y el producto.

5917 canciones, 806 artistas públicos, 46 sitios públicos, 550 eventos, y 20 conciertos en 44 lugares ha-cen parte de “Aquí suena Me-dellín”. Si el Festival Altavoz recoge 7 géneros, puede de-cirse que esta plataforma los reúne a todos. Sara explica que no hay una curaduría es-pecífica, precisamente por-que se trata de un producto público y diverso, donde to-dos los artistas están invita-dos a participar. Para hacer parte del proyecto el músico solo necesita una canción.

El resultado es una colección de ritmos que le apun-tan a todos los gustos y dan cuentan de lo variado y rico que es el panorama sonoro de la ciudad: pop, jazz, tango, cumbia, salsa, electrónica, rock, reggae, vallenato, indie, latino, ska, funk, balada, cuerdas colombianas, merengue. Se puede usar sin temor la frase “un largo etcétera”, que incluye el ecléctico ‘músicas del mundo’ e invenciones como ‘new age folclórico’.

Ahora bien, entrar en los terrenos de las fusiones y las mezclas guarda una pequeña trampa. Lo fundamental es advertir el lindero donde las cosas dejan de ser efíme-ras para convertirse en una propuesta artística apalanca-da por músicos capaces de producir un nuevo estilo. Así aparecen, por ejemplo, Tucuprá, que se autodefine como “una mezcla juiciosa y respetuosa de géneros musicales de raíz negra”. O Tierradentro, que incluso ha acompañado al Ballet Folklórico de Antioquia, pero también tiene onda rock. Gordo’s Project, con un estilo que bautizaron “chu-

TEO CALAVERA le apostó a una rara fusión entre la guasca y el punk, a través de su agrupación La Popular Independiente. “Es un camión bien poderoso, una chiva llena de sabor que va subiendo la loma”.

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REPORTAJE. Ciudad sonora

“Aquí suena Medellín”, de la Secretaría

de Cultura, comenzó a

operar en 2013 y nació para darle

una solución a las dificultades de circulación musical en la

ciudad.

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REPORTAJE. Una herramienta poderosa

Como el punk y rap, que historicamente han sido la banda sonora de la violencia. Hoy, todos, hacen parte de un pa-norama más tranquilo. Escobar explica el rédito impor-tante para Medellín: “No es posible seguir pensando esta ciudad sin eventos como esos. ¿Qué pasaría si no se hicie-ra el Festival Altavoz? La insatisfacción sería enorme, la tristeza, la desilusión. Unir a una ciudad en ese evento de tres días es un capital enorme”.

Por supuesto, otras acciones permiten que el espec-tro rítmico se amplíe. La Orquesta Filarmónica de Mede-llín realiza desde hace 7 años el Festival Internacional de Música (FIMM), donde el género sinfónico encuentra su hogar, pero allí también se invita a músicos que traen son cubano, música latinoamericana, música tradicional colombiana y jazz. Durante 2 semanas, y a menudo en conciertos al aire libre, la agenda musical se robustece en ritmos. El Festival Internacional de Tango –realizado el pasado junio– nutre año a año a tangueros y milongue-ros. El Festival Medellín Vive la Música, durante 6 días, convoca géneros muy diversos. Y Medejazz, que comienza en septiembre, y el año entrante cumple 2 décadas, es a la vez vitrina para el jazz, sus derivaciones, y la salsa.

Del jazz a la salsa pasando por el rap Aunque siempre rondado, el jazz se aclimató finalmente en la ciudad en los años ochenta, durante una época en la cual la Orquesta Big Band ofrecía conciertos en el Teatro Metropolitano. Ahí comenzó a configurarse un público que creció hasta congregar a 10 mil personas en concier-tos al aire libre. Oscar Mario Castañeda, director ejecuti-vo de la Corporación Medearte, que organiza Medejazz, recuerda: “Ver tanta gente escuchando jazz, gente en ha-maca, otra sentada, gente que llegaba a pie, en bicicleta, en moto, en carro, y luego ver los ríos de gente cuando se acababan los conciertos, era muy satisfactorio”.

En la actualidad, sin embargo, no hay un circuito continuo de bares o clubes donde se interprete. El Café Teatro, ubicado en Barrio Colombia, que contaba con un gran piano de cola, tuvo que cerrar después de 7 años de funcionamiento. Por eso Oscar sigue considerando al jazz un género apreciado solo por nichos. No obstante, hay programas en 3 emisoras de la ciudad –otra más suena Latin jazz– y en las facultades de música ya se incluye la enseñanza jazzista en los currículos. “El jazz que hace-mos acá no es el mismo que se hace en Estados Unidos o en Europa –explica Oscar–. Acá hay una inquietud de propuestas y de mezclar lo nuestro. Eso, definitivamente, es lo que llama la atención”.

Pero si queremos pensar en un género diverso hay que referirse a la salsa. En sí misma es la fusión y conjun-ción del mambo, el son, el cha cha chá, el bugalú, el bole-ro, la guaracha, la plena. Como explica Jairo Luis García, de Latina Stéreo –un locutor de vieja guardia “licencias de

locución 984 y 1052 de 1963 del Ministerio de Comunica-ciones”, como orgullosamente dice– Richie Ray se inventó el término en Venezuela en el 67 para expresar que era “una salsa con toda la música”.

Medellín es salsera al máximo y, aunque suene contra-dictorio, esa misma diversidad termina por conferirle un factor unificador. Si queremos pensar en un elemento que una a una ciudad que es ancha, larga, honda y dispareja, ese es la salsa: suena en todos los barrios de Medellín, des-de el Popular 1 hasta El Poblado. En la Comuna 16 –Belén– es muy fuerte. Jairo Luis, quien se inventó los “salsaludos” para la gente común que mezcla las actividades cotidianas

Un concierto de Calavera y La Popular Independien-te tiene algo de puesta en escena donde hay baile espontá-neo. El show de la cuchara se hizo célebre hace 3 años en el Festival Altavoz. “Imagínese una banda que tiene una batería atrás y de repente sale un ‘mancito’, saca unas cu-charas y llama la atención. ¿Quién hace un solo de cucha-ras en un festival de rock?”, recuerda Mateo. Las cucharas son un instrumento andino que incorporaron a su sonido y Mateo, por ejemplo, acaba de descubrir el cuatro, una suerte de ukulele suramericano.

Las influencias son amplias: además de la guasca y la carrilera, también se nutren de reggae, cumbias, salsa, merengues, porros y parranda. En el espíritu de La Popu-lar está la herencia de los tíos en los balcones poniendo rancheras y corridos un domingo en la tarde después de un cásico de fútbol. La música de diciembre con la fami-lia. Los tangos de las cantinas del centro o de Envigado. Los paseos al río con pelota de números de la niñez. Los buses de colores para ir a la universidad. Los taxis. En suma, las cosas corrientes de Medellín, lo que compone la vida diaria, combinadas con el agite de una fiesta de rock.

Unidos somos másUn festival como Altavoz, que dura 3 días y convoca a tan-to público y a tantos artistas, abre el espacio para ban-das de géneros que antes se asociaban a la contracultura.

cuchucu fashion”; Puerto Candelaria, que hace “cumbia underground” y “jazz a lo colombiano”; y Calavera y La Po-pular Independiente, con el disco Montañero a lo moderno.

“Es muy guasquero, muy carrilero, muy antioque-ño”, dice de ese trabajo Teo Calavera, la voz líder de La Popular. “Me gustaba mucho la guasca porque se me pare-

cía mucho al punk, y yo era muy punkero. Comenzamos con la idea de hacer guascas pero llegamos a otra cosa. Nos montamos en la película de ser una banda de rock con influencias colombianas”. En efecto, el arte de la con-tratapa del disco –hecho por Mateo Isaza, el diseñador gráfico detrás del personaje Calavera, que él define como “una exageración de mí mis-mo y de mi herencia”– es un camión de escalera que está a punto de atravesar mon-tañas, y es una analogía del

concepto de la banda y el sound system que los acompaña. “Un camión bien poderoso, una chiva de sabor que va su-biendo la loma”, explica Mateo.

EN EL FESTIVAL MEDELLÍN LA MÚSICA confluyen experiencias musicales de todos los géneros posibles.

EL CANTADERO es el espacio alterno del Teatro Matacandelas, que sirve de escenario para la presentación de artistas y grupos de la ciudad.

REPORTAJE. Ciudad sonora

Un festival como Altavoz, que dura tres

días y convoca al público y a

los artistas, abre el espacio

para bandas que antes se

asociaban a la contracultura.

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OPINIÓN. Henry Arteaga

Po r H e n r y A r t e a g a ( E l J K E )

Los sonidos que me hicieron músico

Más tarde se dispararon las rumbas en el barrio Aranjuez. En 1999 nacen los Crew Peligrosos, danzan-tes del Hip-Hop, y durante casi 10 años, hasta 2008, hi-cimos exploración de sonidos colombianos y latinos que nos llevaran a tener una identidad sonora. Empezamos a rapear en los parches de Break que organizamos para darnos fogueo, empezamos a tener solidez en las letras y en el color, y seguimos la búsqueda con los samplers de Totó la Momposina, Los Gaiteros de San Jacinto, Petrona Martínez, tambores y acordeones, y lo más nuevo, como Herencia de Timbiquí y Puerto Candelaria; música que

nunca escuché de niño y que no sonaba en el barrio, pero que relataba historias como si fueran de fantasía. Ese sabor nos conec-taba con lo que buscábamos siempre, y a mí con mis orígenes: de dónde soy y a qué pertenezco.

Nuestro primer álbum, llamado Meda-york, es una recopilación de todo lo que ha-bíamos aprendido. Pero queríamos más de Colombia y con Redbull recorrimos 27.000 kilómetros por el Norte de nuestro país. Re-copilamos historias y sonidos que dieron origen a MarcaPasos y un gran concierto con la Orquesta Sinfónica de Colombia, mú-sicos y cantantes tradicionales de Palenque, Cartagena, Timbiquí, Valledupar y el Sinú, bajo la dirección y arreglos de Juancho Va-lencia.

Hoy la música del Crew, con un nuevo álbum llamado los Madafunkies, es un uni-

verso de sonidos con colaboraciones del padre del Hip- Hop, Afrika Bambaataa; la leyenda Latina del freestyle, McKlopedia de Venezuela, y el talentoso rapero Mcida de Brasil. Además, es un proyecto que reúne la diversidad de Medellín: fue producido por los chicos de 4ESkuela, en Aranjuez, más Rat Race y Hunter, algunos beat de Key Dee y los arreglos de nuestra banda: Coe, Candelo y Dani. Las letras son de JKE Y P Flavor. Todo lo que he escuchado desde que era un niño me ha conducido hasta acá.

De niño creo que las primeras canciones que es-cuché no fueron infantiles. Creo que la TV no ofrecía programas como ahora, con canciones que generan ídolos para los niños. Yo crecí escu-

chando los tangos de Gardel, la música de Julio Jaramillo, la salsa de Héctor Lavoe o La Fania, los Carrangueros de Jorge Velosa, Lucho Bermúdez y Octavio Mesa. Esa era la música de personas mortales, alcanzables, y era la que re-corría mis oídos en la esquina donde vivía. Don José, mi vecino a dos casas, cada fin de semana invitaba a sus ami-gos músicos a interpretar canciones de antaño. Su colec-ción de cientos de discos en vinilo decoraban su estudio como un gran museo. Allí yo juga-ba a las escondidas con sus hijos y memori-zábamos cada letra y armonía.

En casa se sintonizaba A.M. Mucha noticia de cómo iba Medellín, hasta que llegaba la hora de las radionovelas, como Kaliman, donde mi cerebro podía recrear una versión propia de lo que escuchaba. Se sentía miedo y vértigo en cada narra-ción. Era una experiencia más chimba que el cine. Luego yo mismo empecé a explorar frecuencias: llegué a 98.9, Veracruz Estereo, y escuché la tan famosa y nombrada música americana como Poison, Bon Jovi, Michael Jackson y Elton John. La TV me acercó a los videos aún en blanco y negro –en un tv de perillas que dañé jugando– y así fue como Michael Jackson y su baile me conectaron con lo que sucedía en los patios del colegio Gilberto Alzate Avendaño, donde unos chicos hacían unas acrobacias impresionantes con el sonido más impactante que jamás había entrado a mis tímpanos: Planet Rock de Sound Sony Forge, la banda sonora de la calle.

El Hip-Hop estaba en Medellín. Los chicos danzaban por horas en diferentes espacios de la ciudad: la Cámara de Comercio de la Avenida Oriental, la Biblioteca Públi-ca Piloto, y los barrios que más recuerdo: La Milagrosa o Buenos Aires, Aranjuez y Guayabal.

El Hip-Hop estaba en Medellín.

Los chicos danzaban

por horas en diferentes

espacios en la ciudad y en los barrios que más

recuerdo.

con dosis masivas de salsa, corrobora: “Cala tanto en todos los estratos porque es una música muy bien hecha. Además le canta a la vida, al amor, al despecho, a la mujer, a Dios, a la naturaleza, a los animales, a los amigos, a las ciudades.

Le canta a todo. A quién no le va a gustar eso”.

Tal vez no haya en la ciudad un público más fiel que el salsero. Jairo Luis afirma que además es un público con el oído muy educado porque ha visto en vivo al Gran Combo, a Richie Ray y al Sexteto Ju-ventud. Joe Arroyo se hizo en Medellín. El año pasado Oscar de León cantó con la trompetista Maite Hontelé, acompañados por una big band. Y Poncho Sánchez estará tocando congas en el próximo Medejazz 2015 –septiembre–, donde esce-

narios grandes como la Plaza Gardel, cerca del Aeropuer-to Olaya Herrera, se llena con 4.000 personas.

El verdadero pulso musical de la ciudad se toma en la calle. La Carrera 70 con sus serenateros y conjuntos vallenatos, el billar Caballoblanco lleno de mariachis, los Parques Biblioteca donde los jóvenes se juntan a hacer

rap, Los Plones haciendo punk en Moravia, las Milongas Playeras del Teatro Pablo Tobón en plena calle, el reggae en Ghetto bar y Yagé bar en Castilla, la salsa del Parque San Antonio al final de la tarde, los conciertos didácticos de la Sinfónica de Antioquia, las baladas románticas en la Galería de la Fama en el Parque del Poblado, los concur-sos de improvisación de cada viernes en la escuela de tro-va Astrocol, las verbenas en el cabaret “El Cantadero” del Teatro Matacandelas, los cantautores en vía de extinción del barrio Carlos E. Restrepo, la fiesta inacabable de sal-sa y rock en el bar El Guanabano, con quien quiera tocar guitarra afuera, en el Parque del Periodista. Y, finalmente, el reggaetón, presente en toda la ciudad, terminó de de-rrumbar el mito del encierro, con cantantes puertorrique-ños que producen en Medellín y artistas que se fueron, como J Balvin y Maluma.

María del Rosario explica que la música ayuda a ele-var el estado de ánimo de las poblaciones. Los gobiernos deben poner los elementos para que la mayor cantidad de expresiones artísticas, en este caso las musicales, aparez-can en escena. La política debe actuar para permitir esce-narios donde la música surja, bien se trate de festivales, plataformas online, apoyos para bandas, o simplemente crear en la ciudad un clima cultural saludable, donde cualquier género encuentre un lugar.

En efecto, Medellín es una ciudad cercada por mon-tañas donde la vista se cierra muy pronto. El panorama sonoro, sin embargo, crea para ella un horizonte amplio y lejano.

MEDELLÍN es salsera al 100%. Desde el Popular 1 hasta El Poblado, la ciudad vive la salsa.

REPOTAJE. Ciudad sonora

La política debe actuar

para permitir escenarios

donde la música surja a través de festivales,

apoyos para bandas, la

creación un clima cultural.

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INFOGRAFÍA

ESPACIOS DONDE SUENA

LA MÚSICA EN MEDELLÍN

Castilla

Robledo

Laureles Estadio

La Candelaria

Villa Hermosa

Buenos Aires

Poblado

Guayabal

BelénLa

América

San Javier

12 de Octubre

Aranjuez

ManriquePopular

Santa Cruz

12

• Casa de la Cultura 12 de Octubre• Parque Biblioteca La Quintana

“Tomás Carrasquilla”• Teatro al Aire Libre de Pedregal• Parque Biblioteca Doce de Octubre

• Casa Gardeliana• Casa de la Cultura de Manrique• Unidad de Vida Articulada de Los Sueños• Parque Biblioteca España “Santo

Domingo Savio” • Unidad de Vida Articulada de La Esperanza

• El Teatrico• Centro Cultural Facultad de Artes

Universidad de Antioquia• Casa de la Cultura de Los Colores• Casa de Música Laureles*

• Casa de Música El Jordán*

* En proceso de construcción

• Casa Kolacho• Casa de la Cultura de los Alcázares• Parque Biblioteca San Javier “Presbítero José Luis Arroyave R.”• Casa de Música San Javier*

• Teatro Pablo Tobón Uribe• Teatro Metropolitano• Teatro Lido• Teatro Matacandelas• Parque Pies Descalzos• Museo de Antioquia• Fundación Universitaria Bellas Artes• Casa de la Integración Afrocolombiana • Parque de las Luces

• Teatro Universidad de Medellín• Teatro al aire libre Carlos Vieco• Parque Biblioteca Belén

• Aeroparque Juan Pablo II • Parque Biblioteca Guayabal “Manuel Mejía Vallejo”• Casa de Música Guayabal*

• Casa Teatro del Poblado• Universidad Eafit• MAMM• Casa de la Cultura El Poblado

• Casa de la Cultura del Ávila

• Parque Biblioteca La Ladera “León de Greiff”

• Casa de la Música • Universidad de Antioquia • Parque de Los Deseos • Orquideorama Jardín Botánico • Centro de Desarrollo Cultural de Moravia

• Festicámara: Marzo• Primavera Fest: Mayo• Fiesta de la Música: Junio• Festival del Porro: Junio• Festival Internacional de Tango: Julio• Festival Internacional de Música de Medellín: Agosto• Parque Cultural Nocturno: Agosto• Festival Nacional de La Trova “Ciudad de Medellín”: Agosto• Festival de Jazz: Septiembre• FestiAfro: Octubre• Festival Altavoz: Octubre• Festival Vibra mi tierra: Octubre• Breakfest: Octubre• Festival Medellín Vive la Música: Noviembre• Festival de Bandas y Chirimías: Noviembre• Festival Zona 2: Noviembre- Diciembre• Festival Internacional de Música Popular: Diciembre• Festival entre Cuerdas y Acordeones: Diciembre

FESTIVALES PORTODA LA CIUDAD

• Parque Biblioteca San Cristóbal “Fernando Botero” • Parque Biblioteca José Horacio Betancur

Corregimiento San Antonio de Prado

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CRÓNICA

Medellín suena a tango, a salsa, a boleros, a va-llenatos, a rock. Los diferentes géneros reflejan la identidad de una ciudad diversa y en plena transformación. La Casa Cultural Homero Man-

zi, el Salón Málaga, El Patio del Tango, Melodía para Dos, Arte Vivo, Dalí, Trilogía, el Eslabón Prendido, Son Havana y mu-chos otros, configuran un circuito bastante variado. Presen-tamos cuatro lugares protagónicos que ya son, o van camino a convertirse, en referentes de diversidad musical.

El SuaveEste lugar, próximo a cumplir 53 años, nació con el nombre de La Campana, de la mano de Bernardo Arango. El lugar fue mutando de nombres y de calles, mientras hacía el trán-sito de la música tropical al sonido bestial de la salsa. De todos los apodos que tuvo el due-ño, sobrevivió ‘El Suave’, “así lo llamaba todo el mundo”, dice su hijo Bernardo. “Mi padre era como un poeta de la música y tenía mucho carisma”. El lugar tuvo su apogeo en Bolívar, en la década del 70. Bardo Bar era un sitio de culto en el que también encontró su refugio un movimiento revolucionario que fortaleció ideologías de izquierda. Desde 1997, el lugar se trasteó a la calle Colombia y ahí, por prime-ra vez, la discoteca se llamó, por fin, El Suave. La amplia colección de Long plays se guarda como un tesoro: “Ahí están conservados pero aquí no nos resistimos a la tecnología”.

Salón Málaga En Bolívar, entre las calles Amador y Maturín, se encuentra este clásico de la música de antaño, patrimonio histórico y cultural de la ciudad. Sus paredes y su ambiente evocan un viaje al pasado de la Medellín del tranvía, la vida todavía ru-ral y la bohemia de la segunda década del siglo XX. Hace 58 años que Gustavo Arteaga compró este lugar para que sona-ra la música montañera y desde entonces, recibe a un públi-co ansioso por escuchar tangos, boleros, valses y bambucos.

Cada género tiene sus propias búsquedas, aunque los que surgen desde lo marginal tienen elementos co-munes marcados por asuntos de territorio y de con-diciones sociales ligadas a la desigualdad, la violencia

y la criminalidad. “En las letras ha predominado la calle. Lo urbano es muy fuerte en casi todos”, dice Diego Londoño, pe-riodista musical y autor del libro Medellín en canciones. En la década de los 80, según explica, “Medellín fue, quizás, la me-jor ciudad para hacer punk porque en la calle había carros bomba, corrupción, pobreza. Situaciones que permitieron que esos músicos pudieran contar historias reales, no salidas de la ficción”, aunque suene fuerte y haya matices.

En esa época, las canciones tomaron el tono de la gue-rra. “Atentado terrorista/que apoyas la crueldad/sangre, vio-lencia y miseria/nos aumentan la maldad/La desgracia nos persigue/todo es culpa de la guerra”, dicen algunos apartes de Atentado terrorista, canción de I.R.A., una agrupación que lleva 30 años contando la ciudad en esa forma tan propia del punk. La banda sonora de la película Rodrigo D No Futu-ro, que hoy es una especie de ícono, ayudó en ese entonces a contar una faceta de la ciudad que resultaba nueva para muchos y llamó la atención sobre los sentimientos que guar-daban los jóvenes.

Hoy en día, el puesto del punk lo tomó el hip-hop. Aho-ra son los raperos quienes más reflejan la calle en sus cró-nicas urbanas: “La Operación Orión fue narrada por ellos, como no lo hicieron los periodistas”, asegura Londoño. Jei-hhco, integrante de la agrupación C15, activista hip-hop en la Comuna 13 y líder de la iniciativa “Revolución sin muer-tos”, dice que empezaron a hablar de historias que nadie se atrevía a contar. Nombra al grupo Sociedad FB7, una banda referente de las nuevas generaciones. También al grupo NO-DUDA, que en estos versos de la canción Amargos recuerdos escenifica las operaciones Mariscal y Orión: “Sobreviviendo en el barrio/donde se escuchan disparos/donde se muere la gente/por culpa de algunos cuantos/el terror en mi comuna hizo parte del pasado”.

Las letras también hablan de las luchas diarias por ga-narse la vida, sobre la discriminación o la desigualdad. “Pero señor agente si yo soy un buen tipo/mejor por qué no persi-gue a los maleantes/más bien míreme/tengo pinta de cantan-te”, dice la canción Señor agente de la agrupación Esk- Lones.

Un lugar de contrastes como Medellín siempre le dará material a los cantantes. A la Secretaría de Cultura a menudo llegan cantautores a ofrecer a la Alcaldía temas que escribie-ron solo para la ciudad, como si fuera una novia. Y, año a año, la Feria de las Flores tiene un tema musical que funcio-

Yagé BarEste lugar está ubicado en Castilla, sobre la movida carrera 68, uno de los epicentros de vida nocturna de la zona norte de la ciudad. El bar es uno de los escenarios clave de las agru-paciones emergentes. Se presentan bandas que van surgien-do en la escena de los géneros urbanos. En una tarima que ya es conocida por las paredes intervenidas con murales de fau-na y psicodelia, debutan músicos que llegan para ofrecer sus primeros shows en vivo. Yagé acoge los brotes de ska, reggae, hip-hop y funk de la ciudad, pero también a lo más consagra-do del underground y de la vieja guardia rockera de Medellín. Metal duro y electrónica también han sonado en este lugar. El rock, el punk y los sonidos electrónicos atraen a un público que busca un tipo de fiesta muy urbano. Cuando el escenario

no se usa para conciertos, funciona como un clásico bar de barra y mesa.

El CantaderoEl cabaret “El Cantadero” está ubicado en el teatro Matacandelas, en el centro de Mede-llín. Es un espacio aparte de la sala teatral, aunque ambos comparten la misma casa. Fue creado en 2008 con el objetivo de reci-bir músicos locales y dinamizar la escena de artistas y shows en vivo. Pero, como expresa Jonathan Cadavid, quien está a cargo del lu-gar, “de una manera extraña se convirtió en un sitio que comenzó a recibir bandas inter-nacionales”. Músicos de Suecia, Italia, Japón e Inglaterra han pasado por “El Cantadero”, lo cual lo ha conferido una cierta aura de

“secreto mejor guardado”. El lugar está hecho para con-ciertos de música en vivo y acoge desde salsa hasta me-tal –de hecho es uno de los epicentros de ese género en la ciudad–. También ha habido música cristiana. Cuando hay salsa se convierte en bailadero, cuando hay cantautores se ponen mesitas para escuchar, y cuando tocan rock, punk o metal, o cualquier otro género, se abre el aforo total para 350 personas.

na como un himno que evoca lo más bonito y valioso de la ciudad, y logra reunir a músicos de géneros distintos.

Una ciudad definitivamente más tranquila es protago-nista en otros géneros, como los tropicales, que prefieren cantarle al valle, al clima y a las mujeres. O el ska-reggae, por lo general sereno. Los Coffee Makers le cantan a la urbe en la hora en que se vuelve propicia para el amor, el en-cuentro entre amigos y la libertad del espíritu: “La canción Sábado en la noche habla de la realidad de los músicos que durante la semana tienen que dedicarse a otros oficios para sobrevivir”, dice Andrés Arango, ‘Pupilo’, baterista y com-positor del grupo.

Medellín, para sus cantantes, puede ser al mismo tiem-po vida y muerte, amor y belleza, o desigualdad. A pesar de que la violencia ha sido un triste eslabón en esta historia, Jei-hhco cree que la Comuna 13 está llena de esperanza. Por esa razón compusieron una canción titulada Aquí sí hay amor. “Aquí sí hay amor/ilusiones, pon una mano en tu corazón/amores, corazones/hay un mundo mejor posible/se siente en mi gente/otro ambiente/camina por mis calles”.

Cuatro sitios, muchos géneros

Versos de memoriaLetras que son huellas de violencia y desigualdad, pero también de amor y esperanza. ¿Cómo se ha contado la ciudad desde las líricas de la música?

Po r M a n u e l a L o p e r a

La movida nocturna de Medellín se expresa en lugares que han marcado la vida de varias generaciones y desafían el paso del tiempo.

CRÓNICA

Po r M a n u e l a L o p e r a

Medellín suena a tango, a salsa,

a boleros, a vallenatos, a rock. Los diferentes

géneros reflejan la identidad

de una ciudad diversa.

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EL GRUPO C-15 es una de las bandas pioneras de la Comuna 13.

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MEMORIA. Discos Fuentes

Discos Fuentes llegó desde Cartagena a Medellín, en 1954. La disquera que había descubierto a Lucho Bermúdez se instaló en la ciudad, a partir de ese año. Construyó potentes estudios, y se convirtió en la casa de los grandes artistas de la época, cuyo éxitos comenzó a compilar cada diciembre en las ediciones memorables de los “14 cañonazos bailables”, un compilado grabado en la memoria colectiva colombiana que nos mostró cómo toda la diversidad musical de un año podía escucharse en un acetato. En la década del 90, Fuentes se desmarcó de los géneros tropicales y se metió al mercado del rock nacional con Factory Records, un sello bajo el cual grabó a íconos como Estados Alterados y Kraken.

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