-
La religiosidad de la mujer en Castilla diirante la poca
pretridentina
Adelina Sarrin Mora Universidad Autnoma de Madrid
Para el ser humano es imperiosa la necesidad de dar sentido a lo
real con el doble fn de comprender un mundo catico en el que debe
orientarse y de asumir ima existencia que termina con la muerte,
inspiradora del temor ms universal. La religin, una de las
actividades simblicas del ser humano, tiene como primera motivacin
proporcionarle un sistema de significaciones, de
conceptualizadones, que le permitan moverse y actuar con cierta
segundad. Para quienes vivieron en la Espaa del sigjo xvi, la
religin era im instrumento esencial en su forma de aprehender la
realidad. La interpretacin del mundo y de la propia existencia
estaba marcada por el cristianismo, que daba una configuracin
simblica trascendente a los momentos importantes en la vida de todo
ser humano. Adems, la religin cristiana se haba convertido, de la
mano de monarcas como los Reyes Catlicos, Carlos V y, ms tarde,
Felipe , en el principal elemento de int^racin social del
reino.
Si observamos la religin no en sus aspectos dogmticos, es decir,
en su desarrollo como sistema terico, sino en la manera como los
individuos concretos vivan, expe-timentaban o practicaban su
religin, nos situamos en el mbito de la religiosidad. En el plano
de lo que podramos llamar religfn institucional se localizara el
afn de la jerarqua por sistematizar los offoas en una teora
cerrada, as como por imponer las pautas estrictas que rijan la
prctica religiosa en el seno de la Iglesia. El plano ms subjetivo
quedara situado en la religiosidad, entendida como experiencia
vivendal de carcter individual; aimque nunca pueda ser considerada
como un fenmeno autnomo ni se la pueda comprender sin integrarla en
la sociedad en la que surge. ste ser precisamente el espacio al que
nos ajustaremos en el presente estudio.
Si bien la religiosidad siempre ha estado mediatizada por la
religin institucional, con cierta frecuencia, la vivencia concreta
de la religin escapa de los lmites estrictos y mudables que la
jerarqua impone para encauzar la prctica religiosa. Desde finales
del si^o XV el cristianismo tuvo en Espaa un tribunal especfico
encargado de perseguir
103
-
Adelina Sarrin Mora
la heteja: la Inquisidn. Creada para castigar y extirpar los
ncleos de judaizantes y para garantizar la unidad de creencias y
prcticas cristianas, la Inquisicin no tard en asumir la enq>resa
de vigilar y corregir los posibles errores de los cristianos
viejos, de esta manera, el Santo Ofdo dedic muchos esfuerzos a
procurar eliminar cualquier riesgo de prctica religiosa
extravagante. A travs del anlisis de los fondos inquisitoriales
podemos acceder tanto a las pautas que la jerarqua marcaba para d i
r ^ la prctica religiosa de los fieles, como a algunas formas
concretas que adopt la vivencia de la reli-giiki cristiana durante
el extenso perodo de tiempo en que pervivi el citado tribunal.
Tomaremos como referencia fundamental la documentacin del
tribimal inqviisitorial de Cuenca, la riqueza de sus fondos y su
estado de conservacin convierten al archivo de este distrito en una
fuente de enorme valor. Nos centraremos no en la presunta
heterodoxia de quienes voluntaria y conscientemente se pasaban a
otras iglesias, sino en las manifestaciones de una religiosidad
heterodoxa que surga en el seno de la Iglesia catlica. Como
veremos, entre los individuos que protagonizaron tales
manifestaciones no se detecta ningn inters por alejarse de dicha
Iglesia.
Los si^os XV y XVI se caracterizaron dentro de la religin
catlica por la proliferacin de movimientos renovadores que
intentaban responder a la decadencia que la institucin eclesial
vena arrastrando desde muchos aos antes. Ejemplos de estos nuevos
aires, en E^>aa, fueron las llamadas observancias, que pretendan
corregir la disciplina dentro de las rdenes religiosas defendioido
la vuelta a las olvidadas regjas originales. En este mismo contexto
podemos situar la reforma que en E^afia se llev a cabo en gran
parte desde la Corotia, durante el reinado de los Reyes Catlicos,
que tuvo como mximo protagonista al cardenal Cisneros y como
objetivo la reforma del dero y el mantenimiento de la pureza del
dogma. Tambin el erasmismo fue un movimiento renovador
caracterizado por su oposicin a centrar en lo exterior y en lo
ritual la vida religiosa. Todos estos intentos renovadores fueron
incapaces de reformar ima institucin anclada en una inercia difcil
de romper. Slo la importante crisis que culmin con la separacin de
las iglesias reformadas oblig a la jerarqua eclesistica a tomar
como labor precia la redefinicin de los dc^mas, la dignificacin de
los sacramentos y la reforma del clero. stas fueron las tareas
fundamentales del Concilio de Trento, el cual impuls la prctica
sacramentara como centro de la vida del fiel catlico y la filgura
del sacerdote como nico intermediario vlido entre Dios y el
creyente. Asimismo, el adoctrinamiento de los fieles, llevado a
cabo fundamentahnente a travs de la pre-dicacin y el sacramento de
la penitencia, se convirti en imo de los objetivos prioritarios de
la jerarqua. El Concilio estableci ks vas legtimas de comunicacin
con Dios, de esta manera procuraba evitar cualquier salida de tono
de los fieles.
El programa de Trento, que tanto insista en la necesaria
instruccin de los fieles catlicos, intentaba paliar el enorme
desconocimiento de los principios bsicos de la verdadera fe que era
habitual en el pueblo llano. En la mayora de los casos, los
catlicos apenas dominaban las nociones ms rudimentarias de una
religin que marcaba
104
-
LA REUGIOSIDAD DE LA MUJER EN CASTOXA DURANTE LA POCA
PRETRIDENTINA
ritualmente su vida. Ahora bien, tal desconocimiento no
significa que, entre la gente comn, cundiese el desinters por las
cuestiones sobrenaturales, muy al contrario. Para quienes vivieron
el siglo xvi, las explicaciones sobrenaturales, extraordinarias o
mara-villosas eran cotidianas. La separacin entre lo estrictamente
natural y lo sobrenatural no se estableca fcilmente. En las
manifestaciones de lo natural, beneficiosas o nefastas,
sieiiq>re se vea la expresin de ima providencia divina presente
en todo momento. En una sociedad en la que las guerras, las
catstrofes, las epidemias y enfermedades incontrolables mermaban la
poblacin, se prodig el culto a la ^ ]^^ en y los santos, la bsqueda
de reliquias y todo cuanto pudiera proteger del sufrimiento
temporal y el caos eterno. Pero la devocin popvilar no se diriga a
las formas institucionales de la liturgia; procesiones, votos,
romeras eran las expteones preferidas de tal devocin, muy por
encima de los ritos sacramentales. No es de extraar si tenemos en
cuenta, por ejen^lo, que la misa era un ritual en latn
incomprensible para la mayora de los fieles. A esta circunstancia
hay que aadir la falta de sacerdotes en amplias zonas rurales, el
acceso al sacerdocio en muchos casos por razones ajenas a las
vocacionales y la esca-ssima preparacin y relajada vida del clero
bajo, precisamente el que ms en contacto estaba con los feligreses
y el que deba dedicarse a la administracin de los sacramentos y la
enseanza del pueblo.
Si repasamos la actividad del tribimal inquisitorial de Cuenca a
lo lai^o del sig}o xvi, hasta la dcada de los sesenta, en la
mayoria de las ocasiones en que intervinieron los inquisidores por
asuntos relacionados con la religiosidad, se persegua ms la ficcin
y el embuste que otra cosa. Uno de los primeros casos juzgados por
el tribunal conquense lo pone de manifiesto, es el proceso contra
Garci Snchez e bts de Moratalla, ambos fueron denunciados en
1516.
Como teniente de cura de la villa manchega de El Provendo, Gard
Snchez nunca destac por su observancia del celibato edesistico.
Como era bastante habitual en la poca, tena varios hijos reconoddos
pblicamente. Entre sus convecinos tena fama de poder conjurar los
demonios; segn varios testigos, aprovechaba el momento del conjuro
para proponerles, como mtodo infalible de curadn, tener comunicadn
carnal con l. En 1516, lleg a El Provencio, desde la villa
albacetense de Minaya, Lis de Moratalla, estaba mala de espanto de
un perro que la mordi e que creyendo que estaba endemoniada la
llevaron imos parientes suyos a El Provendo porque decan que estaba
all Gard Snchez, drigo que saba expeler e sanar los demonios'.
Obsr-vese la tendencia a atribuir a causas sobrenaturales los
sucesos del discurrir cotidiano y, asimismo, la autoridad que se le
atribuye al drigo sobre los espritus. Tras conjurar varias veces a
Ins de Moratalla, una tarde, el presbtero la subi al altar de la
iglesia, grit ante todos los presentes que la posea un ngel, se
arrodill ante ella para adorada e indt a todo el pueblo a hacer lo
propio. Tambin anim a los vecinos a que llevasen todo tipo de
presentes (comida, ropa, dinero o joyas) para ofirecrselos a Ins de
Mora-
Archivo Diocesano Conquense (en adelante ADC), Seccin
Imiuisicin, leg. 59, Exp. 869, s/n.
105
-
Adelina Santn Mora
talla diciendo que era como llevarlo a la Virgen de Guadalupe;
Ins bendeca cuanto le presentaban. Es sorprendente la extrema
credulidad del vecindario, a pesar de conocer desde haca tiempo la
conducta poco edificante del clrigo y de que Ins de Moratalla acudi
a l por creerse poseda del demonio, incluso el seor de la villa,
Alonso de Calatayud, hizo pregonar por el pueblo que todos deban
adorar a Ins. Sin duda el deseo de ser testigos de hechos
maravillosos y milagrosos, as como el reconocimiento de la
presencia constante de lo sobrenatural en el discurso de toda
existencia eran factores que Gard Snchez saba explotar en su propio
beneficio.
Una vez que la santidad del espritu de Ins fue aceptada
pblicamente, el clrigo aprovech su indudable autoridad para avalar
su propia persona. As, por ejemplo, le pregunt, ante testigos, si
sus hijos haban sido concebidos en pecado, lgicamente la mujer lo
neg tajantemente e insisti en que Gard Snchez estaba bien con
Dios.
Apresado e interrogado por los inquisidores, Gard Snchez procur
eludir su res-ponsabilidad y cargar sobre Ins de Moratalla el peso
de la culpa. En sus audiendas ante los inquisidores, el acusado
afirm que cometi el error de creer que Ins era un ngel y reconoci
haberla adorado, pero asegur que haba ido a Cuenca a confesarse en
cuanto advirti su equivocacin.
Las declaraciones de Ins de Moratalla ante los inquisidores
expresan tina versin bastante distinta de los hechos:
la conjur e le sac un espritu que deda que tena e la ttev a su
casa el dicho Garci Snchez y le dixo que se echase con l, que le
hara muchos bienes. E que ella, como mujer de poco seso hizo lo que
l quiso e se ech con l dos veces en espacio de cinco o seis das.
Despus, el dicho Gard Snchez tom a conjuraUa e hizo volver a esta
con-fesante otro espritu e que le dixo el dicho Gard Snchez despus
que ya d spritu se parti de ella e se hall buena, que dixese que el
sprim que haba de volver a su cueipo que era disdpulo de Sancto
Amador (...) sospecha esta confesante que el dicho Gard Snchez hada
lo susodicho porque le mviesen por hombre santo e que saba
muchas
Ins de Moratalla aadi que el drigo le advirti repetidas veces
que no le des-cubriese ni declarase ms que lo que le haba dicho, a
cambio le ofreci mantenerla en El Provendo.
Los inquisidores sentenciaron la causa rpidamente, el 25 de
noviembre de 1516 votaron que el reo abjurase pblicamente, que
salga al cadahalso con su sambenito sobre todas sus vestimentas e
con una coroza e la cabeza (...) y que est con el dicho sambenito
en crcel perpetua por todos los das de su vida'; asimismo fue
depuesto
^ Ihid. Esta declaracin pone claramente de relieve el
reconodmiento popular del poder del sacerdote sobre los espritus,
tanto para sacar demonios de un cuerpo como para hacerles volver a
su antojo, y esto a pesar de su censurable conducta.
UUd.
106
-
LA REUGIOSTOAD DE LA MUJER EN CASULLA DURANTE LA POCA
PRETRIDENTINA
de su oficio sacerdotal y de todos sus beneficios, se le advirti
que nuiKa ms usase de exorcismos ni conjuros y tuvo que pagar
20.000 maraveds.
Tambin Ins de Moratalla fie apresada y jw^ada. Los inquisidores
consideraron que fue engaada por el dicho Garci Snchez e como es
persona simple e mujer de poco saber, se le conden a salir en auto
de fe con vela y coroza, adems deba abjurar y recibira cien azotes
pblicamente por esta villa a voz de pregonero. Ambos estuvieron
presentes en el auto de fe celebrado en San Clemente el da 2 de
febrero de 1517. El 14 de noviembre de 1518 el inquisidor general
orden a los inquisidores conquenses que conmutasen el sambenito y
la crcel perpetua de Garci Snchez por otras penitencias
e^iiituales, stos ordenaron al encausado que fuese en peregrinacin
a Santiago de Compostela y llevase a cabo una serie de ayunos y
oraciones.
Del suceso que acabamos de e3qx>ner conviene destacar varias
constantes que pode-mos observar en la mayora de los casos
similares ju:^dos en esta poca. En primer lugar, si comparamos esta
intervencin con la forma de proceder de los inquiadores en momentos
posteriores, sorprende la enorme rapidez con la que actuaron. En
unos pocos meses los procesos quedaron resueltos. Por otro lado, la
acusada y la misma sentencia repetan continuamente que los reos
fingieron, que buscaban d engao y que pretendan sacar dinero. Por
ltimo, los inquisidores no dudaron en imponer un dursimo y pblico
escarmiento. No olvidemos que d auto de fe era un importante
instrumento para aleccionar a la poblacin tanto sobre las conductas
que se considerjan peligrosas como sobre la disposidn de las
autoridades inquisitoriales para reprimidas y castigarlas con
firmeza. S, como ya hemos subrayado, la itmiensa mayora de la gente
estaba dispuesta a creer que buena parte de los hechos de la vida
cotidiana respondan a causas sobrenaturales, su credulidad siempre
fue un buen caldo de cultivo para la picaresca. Pero los
inquisidores deban dejar muy claro qu devodones se permitan como
mediadoras entre el ser humano y lo sobrenatural y cules eran
fraudulentas e inadmisibles, no olvidemos que la Iglesia catlica se
mantena de la fe peto tambin de las aportadones econmicas de sus
feles. Un religioso o religiosa muerto en olor de santidad poda
suponer la salvadn de un convento en crisis, una reliquia
encontrada en el momento oportuno poda hacer de ima ermita olvidada
un lugar de peregrinacin, para que estas cosas fueran consideradas
eficaces por los fieles haba que elimiiuir toda sombra de duda
respecto de la veracidad de los elementos de contacto con lo
sobre-natural. El peligro dd fraude era doble: por vina parte,
desviaba los esfuerzos espirituales y econmicos, por otra, poda
conducir a la incredulidad; stos eran los autnticos peli-gros
contra los que luchaban los inquisidores en este tipo de
causas.
El proceso contra Francisca La Brava, llevado a cabo durante el
mes de noviembre de 1523, confirma cuanto hasta ahora queda dicho.
Francisca era hija de un pastor y estaba casada con un cardador,
Pedro Garca de la Romera, con quien viva pobremente en la viDa de
Quintanar. Cuando fue apresada contaba veinticinco aos y tena, al
menos, dos hijos, adems de algn otro que haba muerto. No se
destacaba en el pueblo
107
-
Adelina Santn Mora
por ser partcularmente piadosa aunque cumpla generalmente con
los preceptos de la ^es a: acuda a misa los domingos y las fiestas
y confesaba y comulgaba cada cua-resma. Como era habitual, su
conocimiento de la doctrina era bastante escaso. As, cuando los
inquisidores le interrt^aron acerca
de la doctrina cristiana, dijo el ave mara y el pater noster y
el credo, ea lo cual err algunas palabras, y la salve tresna,
signse e santiguse, no supo el nima de cfaristo ni sabe otras
ningunas oraciones ms de que al tiempo que se va a acostar dice la
oracin siguiente: Encomiendo a Dios padre e a Santa Mara madre e a
la Santa Magestad e a la flor que en da eU e a seor San Bernardo
que en 'Roma est enterrado, que me Ubre e me putrde de todos los
pecados pacteados e por batear, que ni en la vida no me acusen ni
en la muerte no me engmen, encomiendo en aquea sacratsima virgen e
madre de Dios bie-naventurada. Ni sabe otras devociones. E que
ayuna la mitad de las cuaresmas e las vgOias e algunas que otras
tmporas 1
Los das 21 y 23 de octubre de 1523 Francisca tuvo dos visiones
de la Vi^en que no tard en comvinicar a su marido, al cura y a las
mujeres del pueblo, en quienes encontr el auditorio ms receptivo.
Segn su pn^ia declaracin los hechos sucedieron, en la primera
ocasin, hacia media noche, cuando
se levant sin saba que estuviese en su libre poder y quiso hacer
aguas desnuda e en carnes, que no tenb solxe ella cosa ninguna
salvo una cofia sobre su cabeza, e que estaba ctxno traspintada,
que no tenia noticia ni pensamiento que estaba en este mimdo sino
en el otro, e quiso 11^^ a la puota de su cocina para la abrir y
ccno estaba tan desatinada no la poda acertar la puerta, e que ya
que entr en si 1 1 ^ a la puerta e ya. que la estaba abriendo dijo:
vlame nuestra seora, o yo no estoy en mi libre juicio o estay fuera
de seso. que asi como dijo estas palabras le respondi nuestra seora
e dijo Wla te vala. E que tmn a dedr: vlame nuestra seora, y que le
tom a dedr: ea te vida. E que esta declarante cuando oy esto dijo:
vlame nuestra seora, en rietro vaya satans, eres alg^ diMo que me
vienes a engaar. que le dijo: yo soy la que tengp de valer sobre la
faz de la tierra a ti e a todo christiano. E que fue entonces esta
declarante a llamar a su marido e dijo Pe..., para lo llamar, e
nunca pudo acabar de decillo, e que le d^ 'o nuestra seora: hija,
mngma atenta tengades, no d mal susto a su marido. E que se lleg a
ella e le ech a esta declarante su manto encima de su barriga ccxno
estaba desnuda, e que entonces le dijo que fuese a confesar e que
comulgase antes que lo dijese a persona ninguna, e que hiciese
decir tres misas, una por su madre e otra por su suegro e otra por
su su^ta, e que dijese que hideso una procesin donde el capitn de
los pecadores y la justicia de la villa dijesen a una cruz e la
pregonasen por esta villa que fuesen todos, e que los que no fuesen
que los prendasen porque se acordasen de la procesin que se haca, e
que de^us de hecha la procesin fuesen a nuestra seora de la Piedad
e dijesen all misa e se encomendasen todos en ella '
* ADC. Sec. /?., leg. 83, Exp. 1190, s/n. 5 UJ.
108
-
LA REUGIOSroAD DE lA MUJER EN CASTIIIA DIWANTE lA PCK>
PRETfODENTINA
Nada hay en esta visin que la haga sospechosa de favorecer
doctrinas o conductas heterodoxas, los presuntos consejos de la ^^
rgeii no incluyen ms que acciones reco-mendadas habitualmite por la
jerarqua edesial: misas y orad
-
Adelina Sarrin Mora
los vecinos que iban a visitarla. Francisca se mantuvo firme en
sus declaraciones a pesar de la insistencia de los inquisidores
para que reconociese que todo era pura fal-sedad y mentira. Tampoco
quiso aceptar la escusa de que todo hubiese ocurrido en sueos,
aimque los mismos jueces se la propusieron:
fie preguntada cuando dice que pas lo susodicho si estaba
adormida, tra )^ortada o entre sueos, o estaba deserta y en su
libre poder y juicio; dijo que estaba deqiierta y O su libre poder
y juicio, como ahora est, y no estaba adormida ni entre sueos ni
tra^xntada*.
El 28 de noviembre fue sentenciada la causa. Dos hechos destacan
en dicha sen-tencia, en primer It^ar que el delito que se le
atribuye a Francisca La Brava es haber inducido a creer su engao,
en s^undo lugar, su castigo pretende servir de ejemplo para
disuadir a otros de inventos similares. As, por
haber gravemente delinquido omtra nuestra santa fe cathlica en
haber publicado e afir-mado cmo nuestra seora se la s^ Mired poc
dos veces s^n y de la manera y fomia que en las dichas sus
confesiones dice e afirma, siendo todo buriera e falsedad (...) por
haber do k> susodicho muy pUico y escandaloso a los fieles
cristianos, P
-
LA REUGIOSIDAD DE LA MUJER EN CASULLA DURANTE LA POCA
HOETRIDENTINA
SU comunidad la manera en que deban actuar queran obtoier cierto
avor. Estos visionarios aparecan sobre todo en pocas de dificultad
y crisis tales como epidemias o hambrunas y el contenido de sus
visiones sola limitarse a la recepcin del mensaje divino. Por lo
general, el anuncio celestial consista en desvdar las medidas que
deban adoptar para obtener una determinada gracia (evitar que el
pueblo sufriera un contagio de peste, terminar una poca de
sequa...): las ms habituales suponan la construccin de ermitas, la
realizacin de procesiones, misas... En ning^ caso tales
comunicaciones extraordinarias suponan un peligro para la jerarqua
eclesistica, ni incluan doctrinas novedosas o enfrentadas a la
ortodoxia ni ponan en entredicho la necesaria mediacin clerical. En
cualquier caso, precisamente en 1516, el V Concilio de Letrn decret
que, antes de ser publicadas, las supuestas apariciones deban
someterse al examen de la sede apostlica o, si tal cosa no fuera
posible, al del obispo local, quien debera escoger tres o cuatro
hombres doctos y graves para juzgar el asunto y autorizar o no la
pre-dicacin de tales apariciones''. 1 tribunal inquisitorial, que
progresivamente iba ampliando su mbito de actuacin desde la
persecucin de los conversos hasta el control de la ortodoxia de los
cristianos viejos, asumi la tarea de reprimir este tipo de
reve-laciones, cada vez ms habituales, en un momento en que, adems,
la picaresca haba recurrido a estos sucesos maravillosos, fcilmente
crebles para la gente, como instru-mento para obtener
beneficios.
Un tipo de aparicin con el que la jerarqua eclesistica se mostr
ms transigente fue el que incluye los llamados si^os o seales, es
decir, fenmenos que podran ser percibidos por cualquier persona que
estuviese en el lugar donde tenoi efecto. Veamos un ejemplo, el 5
de marzo de 1555, un grupo de vecinos dd pueblo de Buenda for-mado
casi exclusivamente por mujeres se dirigan a rezar al lugar que
llaman Cal-varior donde estaba la imagen de la Vera Cruz, cuando
vieron aparecer en el dlo ima figura de cruz delgadita como un hilo
e incontinente fue creciendo '^ . liego a hacerse tan grande como
la misma Vera Cruz y sumamente resplandeciente. Los pre-sentes
quedaron maravillados y la notda se extendi en el pueUo. El da 19
de marzo de 1555 los oficiales inquisitoriales recogan la informadn
de varios testigos pre-sentales.
Escasamente preocupados por el suceso, los inquisidores no
pidieron hasta d mes de mayo de 1557 que fuese analizado por un
especialista en teologa, el doctor Herrera. El detallado juido del
dtado doctor es muy interesante porque poae de manifiesto las
razones de la jerarqua para tolerar este tpo de hechos
extraordinarios. La aparidn poda contribuir a reforzar una devodn
plenamente ortodoxa, como es la adoradcki de la Cruz, por esto no
se cmisider que tuviesen gran importancia las discrepancias de los
testigos ni el que la mayora de ellos fuesen mujeres y, por tanto,
menos fiables
" CondliorwH oeaimemcomm decreta, Bolonia. 1962, p. 613. Cfr.
CHRBUAN, W. A., op. cit, p. 200. " ADC. buj., leg. 202, exp. 2292,
s^ n.
111
-
Adelina Santn Mora
para la jeratqua eclesistica. A pesar de todo, el doctor Herrera
advierte que no hay por qu atribuir el hecho a un milagro, ya que
puede responder a causas naturales:
vista la in(inadn y que los dichos de los testigos convienen en
que vieron imagen de cniz avuique discr^ Mn en el cdta la devodn de
la sancta cruz y la memoria de su pasi^. Mas no ser bastante, a mi
ver, para que se tenga, indubitaUemente, por obra de magto. Y esto
no tanto por la calidad de los testigos, que cuasi todos son
mujeres, ni por alguna discrq^anda en sus dichos, ccmio pcnxpie
semejante figura piulo ser de causas naturales, coraoBe a lo que
Aristteles dice en el libro de los meteoros de las inflamaciones
que se hacen en la suprema regin del aire s^:n la diversidad de las
haladcmes clidas y secas(...). Asimismo, porque en buena tedoga no
se sufie poner milagro ano donde no se puede n^ur coa taxn ^ .
Sigue argumentando A t e l c ^ que no son tan necesarios los
milagros en esa poca OMno lo fueron en los primeros tiempos del
cristianismo, cuando haba tan pocos cre-yentes y Dios deba servirse
de pruebas sobrenaturales para introducir la fe entre los gentiles.
Adems hay que estar prevenidos contra los engaos dd diaUo: porque,
como dice el apostd sant PaUo, el ngd de Satans se transfigura
algunas veces en ngel de luz para engaar a los chtistianos. Es
menester cuando se ofrecen semejantes visiones y i^aricicmes
examinallas bien. A pesar de todas estas advertencias para no
considerar milagrosa la aparidto, el doctor Herrera termina su
juido admitiendo que sea utilizada OMno estimulo de la devodn de la
cruz y aconsejando a los inquisidores que se abs-toigan de
actuar:
no sabemos si oi este tiempo y en esa vla de Buendia nuestro
seor, por su infinita bondad y por los mritos de algn siervo suyo,
vivo o defuncto, ha tenido por bien de hacer este favor para
de^>ertar nuestra tibieza y inflamar nuestras nimas en la devodn
de la sancta cruz (...) y por agora yo no seria en que se
procediese ms en este n^odo '1
En los casos que hasta ahora hemos examinado apareca un dato
significativo. A Francisca 4(La Brava la visitaron sobre todo
mujeres interesadas en preguntarie, tocarie o recc^er posibles
reliquias; en Buendia la mayora de quienes iban a rezar al Calvario
a la Santa Vera Cruz eran tambin mujeres. Parece que entre las
mujeres haba vina mayor recepthddad hada las prcticas piadosas. De
hecho, su presencia en las i^esias.
" Ihid. Los inquisidores debieron seguir el dictamen del doctor
Henera pcHtque no se sigui el proceso ni se (dieron nuevos
inftnmes.
112
-
LA REUGIOSIDAD DE LA MUJER EN CASTILLA DURANTE LA POCA
PRETRIDENTINA
mucho ms habitual que la del varn, ha sido una constante en la
sociedad espada hasta la actualidad. Al cerrar a la mujer el acceso
al sacerdocio, la Iglesia catlica la alej de cualquier posicin
preeminente. La administracin de los sacramentos y, por tanto, la
mediacin c
-
Adelina Samn Mora
mujer en los espacios pblicos e^lica, entre otras cosas, que
compareciera ante el Santo Oficio mucho meaos asiduamente que el
varn.
Al tratar de la religiodad de la mujer en la Edad Moderna es
inevitable detenerse en al figura de la beata. Las beatas,
aparecidas en Castilla durante el siglo xv con anterioridad se
haban extoidido en los Pases Bajos incrementaron su nmero de forma
considoaUe en los siglos xvi y xvn. Estas mujeres haban el^do ima
forma de vida al maigen de la familia y el convento. Se dedicaban a
la oracin o a la caridad a veces ambas cosas iban unidas; aun sin
haber pronunciado votos solemnes, la pobreza y la castidad solan
ser un compromiso indudible para ellas y se recluan en alguna casa
o ermita. Por no ser un estado establecido institudonalmente,
dentro de las beatas podemos encontrar situaciones muy distintas,
alg^ mas vivan en solitario, otras se agrupaban en pequeas
comunidades que podan o no seguir una r e ^ oi^ anizativa oqAdta.
Pero, a. duda, el rasgo ms caracterstico de las beatas era que, a
diferencia de la mujer casada y de la monja no tenan una
subordinacin directa a ningn varn. Aunque sdan toier un craifesor o
un director espiritual, los lazos de dependencia res-pecto dd drigo
eran mucho ms laxos que en d caso de las rel^osas. Con frecuencia
llevaban algn tipo de hbito que las distingua, pero podan tratar
con los seglares n ninguna limitadn, pues no estaban obligadas a la
clausura. Precisamente esta auto-noan de las beatas hizo que no slo
pretendiesen ese estado las mujeres con vocadn de religiosas pero
que carecan de recursos para pagar la dote de entrada en d
convento, sino que tamln puede con^nobarse que mujeres
pertenedentes a los grupos privi-l^ados de la sodedad fundaron o se
acc^eron a beaterios, a pesar de que podan haber accedido al
claustro conventual''. En general, la gente de los pueblos aceptaba
a las beatas y les reconoca su capaddad de mediadoras con la
divinidad; a das recurran para pedirles sus oraciones, tambin les
encomendaban que rezasen por sus difuntos o que ayudasen a sus
enfermos. Pero era su independenda lo que resultaba ms enojoso para
la jerarqua edesistica. De forma que, cada vez con mayor instenda,
los prelados procuraron que los beaterios y las beatas se acc^esen
a las reglas institudonalizadas de las llamadas rdenes terceras.
Tales rdenes integraban a los laicos que queran llevar una vida
especialmente dedicada a la piedad atm sin pronimdar los votos ni
entrar en d convento. As pues, las beatas fueron incorporndose
progresivamente en las rde-nes religiosas y se sometieron a las
regias estableddas y a la obedienda que deban a los frailes de su
orden. Razn por la cual, aunque la figura de la beata fue comn en
los lugares de Castilla hasta d siglo XK, cada vez fue ms frecuente
el uso dd trmino beata para designar a la tercera de la orden....
Debemos tambin aclarar que, a pesar de que la inmensa mayora de
quienes optaron por esta forma de vida alternativa fueron mujeres,
tambin podan acceder a ese estado, y entrar en las rdenes
" MUOZ FERN/^DEZ, A., Acctones e intenciones de mujeres en la
vida reUg/osa de os siglos xv y xvi, Madrid, 1995, pp. 109-110.
114
-
LA REUGIOSIDAD DE LA MUJER EN CASULLA DURANTE LA POCA
PREnODENTINA
terceras, los hombres, pero, por las razones anteriormente
reseadas, no era ste un espacio necesitado por el varn y rara vez
eligi tal estilo de vida.
Algunos de los procesos ms ricos y orignales s^uidos en el Santo
Oficio por delitos relacionados con la experiencia religiosa
tuvieron como protagonistas a beatas. En el perodo que aqu nos
ocupa, dos de los nueve casos implicaron a estas mujeres, ambos
fueron tramitados en 1560. Ninguno de los dos mereci la atencin de
los inqui-sidores, que archivaron la informacin poco deqms de
recibirla.
Juliana del Castillo, beata de cuarenta aos, se present
voluntaria ante el inquisidor que estaba de visita en la villa de
Huete. En sus conversaciones con otras beatas de la villa haba
manifestado algunas importantes dudas sobre cuestiones de fe.
Temiendo que, tras la lectura del edicto de fe con la que se
iniciaba la visita del inquisidor a la villa alguien la delatase,
decidi confesar que
habr ocho meses que le vino un pensamiento de pensar si estaba
Dios en la hostia tan verdaderamente como est en el dlo e que este
pensamiento le dur dos o tres das en estar en esta duda, hasta que
se fie a confesar con Francisco de Pinto, clrigo, su Mifesc', el
cual le dixo que no tuviese duda, sino que estaba atli tan
verdaderamente c
-
Adelina Sarrin Mora
de las costumles y la moralidad de los fieles, pero todava
mantena como principal mvil su original objetivo de eliminar toda
posible hereja del territorio espaol. No eran las anteri(es
proposiciones que merecieran la consideracin de herticas o
sos-pechosas de doctrinas favorecedoras de hereja.
Podramos pensar que en esta poca no hubo especial tendencia a
que aparecieran { ^cticas religiosas alqadas de lo establecido, tal
vez fiese as, pero no olvidemos que el delito soto aparece cuando
se le persigue y los inquisidores no se mostraban exce-sivamente
preocupados por cuestiones que no parecan suponer ninguna amenaza a
la sana ortodoxia. Buena prueba de lo que estamos diciendo fue la
actuacin de los inquidores ante la denuncia de k mujer de Parada.
Durante una visita de los inqui-sidraes a Uds, dos vecinas
denuncian! a la viuda del sastre Parada. Al parecer, la citada
mujer promova el escndalo por sus extravagantes acciones en la ^
esia, cuando iba a comulgar o alzaban la hostia, sollozaba y
suspiraba en voz muy alta, adems, tardaba mucho en tomar la comunin
el cura tena que esperar un buen rato hasta que se decida a abrir
la boca. Algunos se rean, otros pensaban que lo hada de Iniena
cristiana e que tena un espritu de Dios '^ La segunda testigo que
se present ante los inquisidores describi as las acciones de la
acusada:
estando esta testigo en la iglesia de San Andrs desta dicha
villa hartas veces, que no se acuerda cuntas, vido que quiriendo
dar el santsimo sacramento a la mujer del dicho Parada sastre, que
no sabe su ncnnbre, la dicha mujer de Parada daba muchos sollozos e
soq>iros y lloraba e paresda que se desmayaba e hada tanto ruido
que lo oan todos los que estaban en la iglesia e que algunos decan
que lo hada de loca e otras mujeres dedan que estaba entcMKes C
-
LA REUGIOSIDAD DE LA MUJER EN CASTILLA DURANTE LA POCA
PRETRIDENTINA
el conjuro repetidas veces. Tales conjtuos siempre eran pblicos,
de manera que los vecinos asistan a dichos exorcismos como a
verdaderos espectculos donde los gritos, los azotes y las
contorsiones eran constantes. Estas escenas fueron bastante
habituales durante el Barroco e^aol. poca en la que la figura del
demonio fue hacindose cada vez ms presente y cotidiana entre los
fieles, una figura particularmente asociada con la mujer; si bien
ste es un tema que queda fuera del marco temporal que habamos
propuesto.
A lo largo de la dcada de 1580 se detecta tm importante cambio
en lo que hasta ese momento era la actuacin comn de los
inquisidores. Los procesos por asuntos de rdigiosidad empiezan a
hacerse ms frecuentes, los reos son, prcticamente siempre, mujeres,
muy pobres y que desconocen no slo la teol< ^a, sino, incluso,
los principios fundamentales de la fe cristiana. Generalmente,
estas mujeres manifestaban unas facul-tades especiales que les
permitan k comvinicacin con el ms all, solan tener visiones que
incluan conversaciones con espritus, benficos o malficos, que les
contaban dnde estaban las nimas de los muertos, cmo y dnde se
encontraban los que haban mar-chado de viaje y otras muchas
informaciones a las que no podra acceder una persona normal.
Obviamente, el fundamento de su xito estaba en la confianza que la
gente pona en sus capacidades sobrenaturales, confianza que sola
aportar beneficios eco-nmicos directos, las informaciones que
facilitaban a sus vecinos con frecuencia se paga-ban de alguna
manera. En ciertos casos, la fama de santidad de algunas de estas
mujeres llevaba a sus vecinos a procurar su compaa y a cuidar de
que sus necesidades estuviesen satisfechas. Durante la primera
mitad del siglo xvn abundaron los casos de procesadas por tener
visiones, revelaciones y experiencias sobrenaturales, los procesos
se fueron haciendo ms lentos, las sentencias se suavizaron y los
inquisidores procuraron que los reos de estos delitos no salieran
en Auto pblico, se limitaban a r^renderios en la sala de audiencias
del tribunal y se les ordenaba or la misa mayor un domingo en
alguna de las iglesias de la ciudad, donde el sacerdote que
oficiara deba leer sus sentencias. Sin duda, esto supona menor
publicidad para la condena y, tambin, meiK>r propaganda para los
delitos. Todo esto es una prueba de que los inquisidores haban
asumido como una de sus funciones vigilar las prcticas religiosas
de sus fieles. Ya no volveremos a ver una afirmacin como la
apimtada en la causa de la mujer de Parada: dexen a cada uno con
sus devociones.
En perfecta consonancia con el giro adoptado por los
inquisidores, preocupados ahora por las formas en que se expresaba
la religiosidad de los fieles, veremos comparecer ante ^Santo
Oficio a cierto nmero de mujeres que buscaban su camino a travs de
la experiencia mstica, es decir, una expeencia personal y ajena a
las mediaciones eclesiales. El prc^ rama diseado por el CoiKlio de
Trento para encauzar la vida religiosa de los fieles supona el
control de los mismos por los clrigos as como el reconocimiento de
los sacramentos y los rituales litrgicos como los nicos medios de
acercamiento a Dios. El tribunal inquisitorial hizo suyo muy pronto
dicho programa y no pudo sino
117
-
Adelina Santn Mora
mostrar desconfianza ante toda experiencia religiosa que, por
personal e incomunicable, era en s misma incontrolable.
Concluyamos brevemente lo que hasta ahora hemos eiqniesto. Antes
de que se sintieran los efectos del Concilio de Trento, a lo largo
del siglo xvi, hasta la dcada de los setenta, fueron muy escasas
las demmdas que llegaron ante los inquisidores por asuntos
rdadonados con la religiosidad. Por lo general, como hemos visto
eran casos aislados donde se persegua el embuste. Por supuesto que
a los inquisidores les preocupaba la aparicin de la heterodoxia y
su posible contagio, pero en este momento, es el fraude el
principal rie^o que parece surgir de los encausados, as lo subrayan
los fiscales en sus acusaciones y los propios inquidores en las
sentencias. Ahora bien, se actuaba con r^idez y se imponan castigos
ejemplares que tenan como objetivo disuadir al resto de los fieles.
De^us de Trento, ms que el en^iik) en s preocupaba que se
propagasen formas de devocin ajenas a las promovidas desde la
jerarqua. Es decir, se consideraban especialmente condenables
aquellas prcticas religiosas que pres-cindan de la figura mediadora
del clrigo y las que se mostraban alejadas de los for-malismos y la
ritualidad sacramental.
118