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Cuadernos de Historia Moderna. ISSN: 0214-4018 2010, vol. 35,
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En la Corte la ignorancia vive [] y [] son poetas todos.
Mecenazgo, bibliofilia y comunicacin literaria en la cultura
aristocrtica de corte
Santiago MARTNEZ HERNNDEZ Universidade Nova de Lisboa
Recibido: 20 de abril de 2009 Aceptado: 10 de febrero de 2010
RESUMEN El presente trabajo tiene por objeto destacar algunas
particularidades de las relaciones que establecie-ron los nobles de
corte con el mundo letrado a lo largo del Siglo de Oro. Muchos
fueron los aristcra-tas que patrocinaron el trabajo de poetas,
dramaturgos e historiadores, por inters personal o de linaje o
guiados por una sincera erudicin. Son incontables los testimonios
que evidencian los estrechos vnculos que unieron a nobles y
autores. Cervantes, al igual que Lope de Vega, Luis Vlez de
Gueva-ra, Grabiel Lobo, Anastasio Pantalen de Ribera o Manuel de
Faria e Sousa, dirigieron sus obras a los ms poderosos para
garantizarse su favor. Sin embargo, el propsito de estas pginas es
esbozar algunos aspectos de la comunicacin literaria, en el sentido
ms amplio de la expresin, presentes en la cultura aristocrtica de
corte. Por ello, los epistolarios nobiliarios, siempre un archivo
rico e inago-table de noticias, muestran el papel relevante que
alcanz la prctica literaria, en sus distintas modali-dades, en la
cultura nobiliaria cortesana del Siglo de Oro hispnico.
Palabras clave: Espaa, Siglo de Oro, Corte, aristocracia,
comunicacin literaria, ocio y patronazgo
'En la corte la ignorancia vive y son poetas todos': Patronage,
bibliophilia and literary communication between the Court
Nobility
and the Spanish Golden Age Literature. ABSTRACT This paper
examines the links between the Court Nobility and the literary
world of the Spanish Golden Age. For different reasons many
aristocrats patronized the work of poets, dramatists and
historians. They were stimulated by personal interests, by an
idealistic commitment to scholarship or ________
Investigador Post-doctoral integrado en el Centro de Histria de
Alm-Mar, Faculdade de Cincias Sociais e Humanas de la Universidade
Nova de Lisboa. Agradezco a los profesores Germn Vega
Garca-Luengos, Elizabeth Wright, Marc Vitse y Patrick Williams su
inters por el presente texto y sus oportunas apreciaciones. Confo
haber sabido aprovecharlas. El presente texto se inserta dentro del
proyecto de investigacin Propaganda y representacin. Lucha poltica,
cultura de corte y aristocracia en el Siglo de Oro Ibrico, dirigido
por Fernando Bouza lvarez (Departamento de Historia Moderna de la
Universidad Complutense de Madrid) y financiado por el Ministerio
de Cien-cia e Innovacin (HAR2008-03678).
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simply to continue a long-established family tradition. On the
other hand, writers like Cervantes, Lope de Vega, Luis Velez de
Guevara, Gabriel Lobo, Anastasio Pantalen de Ribera and Manuel de
Faria e Sousa decided to address their works to the most powerful
courtiers, in the hope of gaining their favour and, ultimately,
their own advancement. This paper addresses some important aspects
of this literary relationship of the aristrocratic court culture.
The rich collections of noble and literary correspondence provide a
huge body of evidence which facilitate a deeper understanding of
the ways in which literature was patronised by the Spanish nobility
of the Sixteenth and Seventeenth centuries and the consequences of
this patronage in the development of the Spanish Golden Age
literary life.
Key words: Spain, Golden Age, Court, culture aristocracy,
literary, comunication, patronage
Slo me cuentan de las academias donde acuden todos los seores y
muchos de los poetas1.
El noble de corte lee, regala, presta, intercambia y adquiere
libros; tambin los
hace trasladar manuscritos, discurre sobre su contenido, sufraga
a sus autores y respalda las ediciones, negocia con libreros y
ajusta sus precios segn sus priorida-des; acude a academias
literarias, a menudo patrocinadas y presididas por l, en donde
escucha, platica, jalea, interrumpe e incluso recita sus propias
rimas cuando no escamotea las ajenas. Asiste a comedias y autos.
Participa en tertulias y cencu-los menos concurridos al amparo de
antecmaras, huertas y casas particulares, y all observa ocioso,
interviene y representa en compaa de damas y galanes obras breves,
compite en justas poticas por simblicos galardones, ofreze
discursos e incluso canta. Lo que hoy denominamos Siglo de Oro en
otro tiempo ya era visto como un tiempo de ingenios nobiliarios. El
propio Lope de Vega escribi a don Juan de Aguijo, Veinticuatro de
Sevilla, que ningn siglo han conocido Espaa tantos prncipes que con
tal gracia, primor, erudicin y puro estilo escriban versos, como
son tan evidente ejemplo el conde de Lemos, el de Salinas, el
marqus de Cerralvo, el comendador mayor de Montesa, el duque de
Osuna, el marqus de Montesclaros y el doctsimo duque de Ganda2.
Bien es cierto, que no todos eran dignos de merecer un galardn
semejante pues como poco despus denunciara don Francisco de Borja y
Aragn, prncipe de Esquilache, cualquiera era capaz de le-vantar una
rima y de ganar la admiracin del vulgo, pues y de lo bien, o mal
que el otro escribe, / es el ms aplaudido y ms perfecto. / As en la
Corte la ignorancia vive: / y en parte donde son poetas todos, /
Virgilio campos y rboles cultive3.
El estudio de la Corte de los Austrias espaoles puede ser
abordado desde infi-nitos puntos de vista. Uno de los que ofrece
una perspectiva ms compleja y a la
________
1 Carta de Lope de Vega al duque de Sessa, Madrid, comienzos de
abril de 1612?, [87], VEGA CARPIO, Flix Lope de: Obras Completas.
Prosa III, Epistolario, ed. de Antonio Carreo, Madrid, Biblioteca
Castro, 2008, pp. 107-108.
2 Carta de Lope de Vega a Juan de Arguijo, Veinticuatro de
Sevilla, sin fecha, ibidem, p. 270. 3 ARCO, Ricardo del: El Prncipe
de Esquilache, poeta anticulterano, Archivo de Filologa Ara-
gonesa, III (1950), p. 102.
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vez fascinante es el del mecenazgo literario de la nobleza, en
nada ajeno a la cultu-ra poltica de este estamento privilegiado.
Las fuentes con las que cuenta el histo-riador modernista para
profundizar sobre las relaciones de la nobleza con el poli-drico
universo letrado, no siempre bien conocidas y por desgracia
escasas, son una valiosa herramienta de trabajo que complementa las
informaciones proporcionadas por la documentacin archivstica. Las
investigaciones que se han centrado en el anlisis de los diferentes
procesos y manifestaciones literarias que se desarrollaron en los
siglos ureos han producido innegables aportaciones sobre los
mecanismos de relacin entre autores y patronos. El patrocinio
nobiliario de la obra de poetas, de certmenes, academias y
espectculos teatrales, as como su inclusin en dedi-catorias y
encomios o el uso poltico otorgado a buena parte de la pera
literaria, constituyen una fuente inagotable de informacin para el
estudio de la cultura de corte4. Los testimonios de estas prcticas,
retratados en las propias pginas de las obras, o en los
epistolarios, a menudo ignorados, de los grandes ingenios prximos
al poder vanse los significativos casos de Lope de Vega, Gngora y
Quevedo aportan informaciones muy relevantes que remiten a algunos
aspectos significados del funcionamiento de la comunicacin
literaria en la corte madrilea de los siglos XVI y XVII y de la
erudicin letrada de la nobleza.
Qu decir de las relaciones, avisos y gacetillas que circularon
con generosidad, debidas a autores como Andrs de Almansa y Mendoza,
Jernimo de Barrionuevo, Jernimo Gascn de Torquemada, entre otros,
todos a sueldo de grandes nobles. En este sentido, debe tenerse muy
presente que buena parte de estos hombres de letras sostuvieron una
actividad literaria paralela a la que ejercan oficialmente como
secretarios o preceptores de sus seores. stos satisfacan sus
ambiciones patroci-nando las obras para satisfacer una
magnificencia pblica que necesitaba ser ali-mentada, pero tambin
por gusto personal y deleite sincero. Fue en las academias donde
convergieron los intereses literarios de nobles y poetas, los unos
volcados en un simple y sincero disfrute ocioso, los otros
interesados en promocionar su obra y en merecer el aplauso de
patronos y acaso de rivales. Desde que Jos Snchez5 y Willard King6
se ocuparon del origen y de la evolucin de estos parnasillos en los
siglos XVI y XVII, han sido escasas, si bien no menos importantes,
las aportacio-nes que han continuado profundizando sobre este
relevante fenmeno cultural que tanta repercusin alcanz en el mundo
hispnico de la Alta Edad Moderna. Los brillantes trabajos de
Stephen Greenblatt7, Anne J. Cruz8, Harry Sieber9 y ms
re-________
4 EGIDO, Aurora: Literatura efmera: oralidad y escritura en los
certmenes y academias del Siglo de Oro, Edad de Oro, VII (1988),
pp. 69-87.
5 SNCHEZ, Jos: Academias literarias del Siglo de Oro espaol,
Madrid, Gredos, 1961. 6 KING, Willard: Prosa novelstica y academias
literarias en el siglo XVII, Anejos del Boletn de
la Real Academia Espaola, X, Madrid, Imprenta Silverio Aguirre
Torre, 1963. 7 GREENBLATT, Stephen: Renaissance self-fashioning
from More to Shakespeare, Chicago, Uni-
versity of Chicago Press, 1980. 8 CRUZ, Anne J.: Self-Fashioning
in Spain: Garcilaso de la Vega, Romanic Review, 83-4
(noviembre 1992), pp. 517-38; Art of the State: The Academias
Literarias as Sites of Symbolic
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cientemente Alison Weber10, Mas i Us11, Vlez-Sinz12 y Alain
Bgue13 han pro-fundizado sobre nuevos frentes interpretativos en un
campo historiogrfico an abierto.
La escasez y dispersin de las fuentes han contribuido a atenuar
el ritmo de las investigaciones e incluso a desanimar la
continuidad de las mismas en la creencia de que tales limitaciones
se deban a la insignificancia de su presencia en Espaa, al
contrario de lo que aconteci en Italia o en Francia; este ltimo
caso abordado por Frances A. Yates14. Esta percepcin errnea pudo
haber estado influida por la consideracin, tambin equivocada, de
que la aristocracia hispana era en su mayo-ra iletrada, brbara e
inculta. Dos posturas diferentes en apariencia pero muy prximas y
desde luego no excepcionales, permiten contradecir apreciaciones
tan exageradas y carentes de fundamento como las anteriormente
referidas. Son los casos de dos significados magnates castellanos.
El primero, el dcimo almirante de Castilla, cuya relacin con las
letras se tradujo en un digno menosprecio de la gra-mtica, por otra
parte compartido por una mayora de sus colegas de privilegio. Don
Juan Gaspar Enrquez de Cabrera escribi unos Fragmentos del ocio que
en-treg a la imprenta y entre los cuales incluy unas rimas de su
mano. Sin otro que-hacer al que dedicar su tiempo que no fuera el
ocio, se aventur a ello con parsi-monia y artificiosa
indiferencia15. Paradojas de un estamento que a menudo disfrutaba y
comparta la compaa y el ingenio de los literatos pero que insista
conscientemente en procurarse una fama de ignorante. De hecho,
entre las instruc-ciones que el conde-duque de Olivares entreg a su
yerno, el marqus de Toral, para su buen gobierno figuraba una que
le recomendaba que no afectis ni profes-sis la cultura, porque es
peligro grande que corren los de capa y espada ageno a su professin
y vicio sin duda de que es menester huir16.
________ Economies in Golden Age Spain, Calope: Journal of the
Society for Renaissance & Baroque His-panic Poetry 1 [1-2]
(1995), pp. 72-95; Las Academias: literatura y poder en un espacio
cortesano. Edad de Oro XVII (1998), pp. 49-57.
9 SIEBER, Harry: The Magnificent Fountain: Literary Patronage in
the Court of Philip III, Bulle-tin of the Cervantes Society of
America, 18.2 (1998), pp. 85-116.
10 WEBER, Alison: Lope de Vegas rimas sacras: Conversion,
Clientage, and the Performance of Masculinity, Publications of the
Modern Languages Association of America, 120 (2005), pp.
404-21.
11 MAS I US, Pasqual: Academias y justas literarias en la
Valencia barroca, Kassel, Reichenber-ger, 1996.
12 VLEZ-SINZ, Julio: El Parnaso espaol: canon, mecenazgo y
propaganda en la poesa del Si-glo de Oro, Madrid, Visor Libros
(Biblioteca Filolgica Hispnica), 2006.
13 BGUE, Alain: Las academias literarias en la segunda mitad del
siglo XVII. Catlogo descrip-tivo de los impresos de la Biblioteca
Nacional de Espaa, Madrid, Bibliteca Nacional, 2007.
14 YATES, Frances A.: The French Academies of the Sixteenth
Century, Londres, 1947. 15 Se ocupa de esta obra y de su gnesis
Fernando Bouza, vase BOUZA, Fernando: Imagen y pro-
paganda. Captulos de historia cultural del reinado de Felipe II,
Madrid, Akal, 1998, pp. 206-210. 16 Citado en KAGAN, Richard:
Olivares y a la educacin de la nobleza espaola, en ELLIOTT, J.
H. y GARCA SANZ, . (coords.): La Espaa del Conde Duque de
Olivares, Valladolid, Secretariado de Publicaciones, 1991, pp.
227.
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El otro, el conde de Saldaa, que patrocin la presentacin que
hizo Lope de Vega, de su revolucionario Arte nuevo de hacer
comedias en este tiempo en la Academia que fundase en 1611. No fue
casual que el Fnix diera a conocer su c-lebre tratado en la que
entonces era la ms encumbrada de cuantas academias lite-rarias se
daban cita en Madrid. Era el lugar en donde iba a encontrar la
repercusin que necesitaba. Para don Diego Gmez de Sandoval, conde
de Saldaa, fue una muestra ms de su celebrada y venturosa empresa
lrica.
Sin perder de vista este tipo de actitudes y de relaciones con
el mundo letrado, nuevas interpretaciones surgen del estudio de la
correspondencia nobiliaria. Cier-tamente, las cartas de nobles, tan
fecundas en otros muchos aspectos, ponen al al-cance del
investigador testimonios de primera mano acerca de la participacin
de la nobleza en la vida literaria de corte. Los epistolarios,
extraordinarios repertorios documentales para el conocimiento del
singular habitus cultural nobiliario, no han merecido la atencin
deseable por parte de los especialistas. Las misivas son en s
mismas, con frecuencia, verdaderas piezas literarias. Aunque es
bien cierto que la bsqueda y localizacin es, a menudo, una tarea
ardua y desesperanzadora, pues son miles las cartas ledas y muy
escasas las noticias obtenidas dignas de relevan-cia. Sin embargo,
al margen de esta cuestin formal y esttica, es necesario hacer
hincapi en que su consulta puede aportar nuevas fuentes de
interpretacin en torno a la controversia que surgi entre clamo y
espada, entre letras y armas. Sean, pues, las siguientes pginas
apenas un apresurado vistazo a lo que debi ser un recurso habitual
en una nobleza, la de corte, que hizo de la comunicacin literaria
un ele-mento cotidiano de ocio y erudicin.
* * * * *
Poco despus de iniciada la segunda parte del Quijote, an
convaleciente de su debilidad pero resuelto en retomar sus
andanzas, el hidalgo manchego entablaba elocuente y sensato
parlamento con su sobrina y su ama, quienes porfiaban, sin xito,
por evitar una nueva partida. Aseguraba don Alonso que haba dos
caminos [] por donde pueden ir los hombres a llegar a ser ricos y
honrados. Uno era el de las letras, el otro el de las armas. El
bueno de Quijano confesaba poseer ms armas que letras, y que el
motivo de semejante inclinacin no era otro que el haber nacido
debajo de la influencia del planeta Marte, circunstancia que le
haba forzado a seguir por su camino17. De este modo abundaba
Cervantes sobre una controversia que, trasladada a la corte,
enfrentaba dos posturas, aparentemente irreconciliables, que
polemizaban sobre el uso y el valor otorgado a las letras, la
de
________
17 CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de: Don Quijote, ed. de Alberto
Blecua, Madrid, Espasa Calpe, 1991, II, 6, p. 360. Una visin
reciente sobre el muy transitado debate de armas versus letras, en
CRUZ, Anne: Arms versus Letters: The Poetics of War and the Career
of the Poet in Early Modern Spain, en CHENEY, P. y ARMAS, F. de
(eds.): European Literary Careers: The Author from Antiquity to the
Renaissance, Toronto, University of Toronto, 2002, pp. 186-205.
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los nobles y la de los letrados. Mientras para los primeros era
motivo de aficin gustosa y de erudicin pero no concedan la virtud
necesaria para el ejercicio del gobierno, para los segundos era la
razn de un oficio cuyo aprendizaje haba sido adquirido en colegios
mayores y universidades, por el que perciban un estipendio y
adquiran el derecho a participar de los asuntos de Estado18.
El espacio cortesano, antao ocupado casi en exclusividad por la
nobleza, a quien estaba reservado segn sus privilegios seculares el
gobierno del reino por delegacin regia, haba sido ganado por los
letrados. Su formacin haba propicia-do que los llamados hombres de
la pluma fueran piezas muy valiosas de la buro-cracia hispana de
los Austrias19. La instauracin de una nueva forma de despacho,
consagrada con la consulta escrita establecida por Felipe II,
concedi en la prctica una indudable preeminencia a los hombres de
letras, secretarios, contadores y li-cenciados, que pronto coparon
buena parte de los consejos y magistraturas, hacien-do de su oficio
una posicin cortesana de indudable valor poltico20. Su lugar,
aun-que discutido, fue consolidndose de manera gradual, permitiendo
en breve tiempo conquistar las presidencias de los ms significados
consejos y chancilleras regias, as como las titularidades de
secretaras de Estado, juntas y otras instituciones de
relevancia.
Reconociendo el valor que las letras impriman sobre el ejercicio
de gobierno, la nobleza fue concediendo paulatinamente mayor
importancia a la instruccin letrada en la educacin de sus vstagos,
en buena medida para contrarrestar la influencia de los togados.
Recuperar aquel lugar fue una tarea compleja y no siempre
agrade-cida y digna de alabanza para muchos. La nueva sociedad
cortesana haba impuesto nuevas formas de relacin en el singular
universo ulico, refinando las maneras y estableciendo un exclusivo
lenguaje corporal, visual, oral y escrito, reservado a los
privilegiados que podan interpretarlo. Desde entonces, aunque con
mayor vigor durante el reinado de Felipe II, la Monarqua se gobern
desde los gabinetes, los despachos y las covachuelas del Alczar de
Madrid y de El Escorial. La flamante nobleza cortesana, que haba
dejado sus estados al cuidado de administradores, se comunicaba
habitualmente y manejaba sus asuntos a travs de la inevitable
corres-pondencia epistolar.
________
18 Una aproximacin a esta controversia en BOUZA, Fernando: El
mecenazgo real y el libro: im-presores y bibliotecas en la corte de
Felipe II, en Las sociedades ibricas y el mar a finales del siglo
XVI. La corte. Centro e imagen del poder I, Madrid, Sociedad
Estatal para la Conmemoracin de los centenarios de Felipe II y
Carlos V, 1998, pp. 131-155.
19Cfr. EXTREMERA EXTREMERA, Miguel ngel: La pluma y la vida.
Escribanos, cultura escrita y sociedad en la Espaa Moderna (siglos
XVI-XVIII), Litterae. Cuadernos sobre Cultura Escrita, 3-4
(2003-2004), pp. 187-2006.
20 Al respecto, vanse las esclarecedoras contribuciones de Jos
Luis Gonzalo sobre la poderosa figura del secretario Mateo Vzquez
de Leca vase GONZALO SNCHEZ MOLERO: Jos Luis, Mateo Vzquez de Leca,
un secretario entre libros. 1. El escritorio, Hispania, LXV/3, n
221 (2005), pp. 813-846.
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La escritura haba alcanzado tal supremaca sobre la comunicacin
que escasas cuestiones escapaban a su control. En este sentido, no
fueron pocos los caballeros que emularon a Felipe II, el monarca
papelero que con su gobierno de despacho rega los destinos de su
vasta Monarqua de Reinos desde su bufete, con recado de escribir y
papel siempre a mano. La generalizacin de la tramitacin de las
consul-tas por escrito contribuy a que la oratoria, una de las
mximas manifestaciones de la cultura nobiliaria, quedase en un
segundo plano. El intuitivo don Diego Fernn-dez de Crdoba, primer
caballerizo del rey, al tanto de los avisos y rumores de la corte,
confes apesadumbrado al duque de Alba en cierta ocasin, que hasta
un mayordomo, de quien deb[e]ra tenerse poca memoria, requera que
todo cuanto le fuera advertido se le diera luego por la pluma,
anotando en billetes cada hora, que no es amanecido, ni ora de
comer, ni anochecido, quando entran los uaos o Negretes o Santoyos
con papeles escritos, y no de su mano, sobre cosas que llega-das al
cabo, no montan ni un alfiler. El devenir de la corte, lamentaba
Crdoba, transcurra como el duque sabe, a visto y gozado por la
senda que marcaba la tirana de papeles y ms papeles, y estos crecen
cada da21.
Buena muestra del voluntarismo nobiliario surgido para tratar de
restaurar su antigua preeminencia poltica fueron las incontables
instrucciones de herederos que se compusieron, a lo largo de los
siglos ureos, para consejo y aviso de los futuros seores. En ellas,
y sin descuidar las enseanzas propias que exiga la flamante
caballera cortesana, se insista sobre la importancia de la educacin
letrada de los nobles. As, por ejemplo, en la que el cuarto duque
de Medinaceli, don Juan de la Cerda y Silva, a la sazn virrey y
capitn general de Sicilia, compuso para su hijo y heredero el
marqus de Cogolludo, Juan Luis de la Cerda Manuel, entre otras
mu-chas cuestiones relativas a su formacin y comportamiento, el
magnate adverta sobre los grandes beneficios del estudio. El padre,
inflexible en lo relativo a los deberes de su sucesor, le recordaba
que no deba malgastar su tiempo en ningn gnero de juego, dineros,
ni otra cosa, ni por pasar tiempo, pues era ms sensato que
continuara el leer y escrebir y las lecciones de gramtica,
instndole a que si desobedeca su consejo sabe[d] luego que os
enviar a Meina22.
En la misma lnea, sin intimidacin ni amenaza de castigo, el
conde de Portale-gre, don Juan de Silva, compuso unas instrucciones
para su hijo don Diego, que glosaban las que el seor de Grajal, don
Juan de Vega, dedicase a su heredero, en las que se incluan unas
sabrosas adiciones, alejadas, como el mismo padre recono-ca, del
orador Tulio y del Cortesano de Castilln que caminan por la
cum-
________
21 Carta de Diego de Crdoba al duque de Alba, Madrid, 1 de
febrero de 1571, en BERWICK Y DE ALBA, Duquesa de: Documentos
escogidos del Archivo de la Casa de Alba, Madrid, 1891, pp.
99-103.
22Instruccin recogida por PAZ Y MELI, Antonio: Series de los ms
importantes documentos del archivo y biblioteca del Excmo seor
Duque de Medinaceli, elegidos por su encargo y publicados a sus
expensas por A. Paz y Melia, 1 Seria Histrica. Aos 860-1814,
Madrid, 1915.
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bre23. En ellas los prrafos dedicados a encomiar los beneficios
derivados de una esforzada educacin son toda una declaracin de
intenciones sobre la relevante misin concedida por la nobleza al
aprendizaje de sus vstagos. Aconsejaba el conde que no se
descuidase el conocimiento de la lengua latina, pues era de gran
utilidad para que entendis y leis expeditamente los mejores autores
en prosa y en verso, aunque sea[n] los ms escuros. En este sentido,
adverta que no querra que penssedes que la falta desto sera slo
falta de letras, sino que hagis cuenta que os ve[ndr]a a faltar una
parte del entendimiento y del uso de la ran, pues os faltara el
medio de entender lo que rezis y an de hablar propriamente vuestra
lengua portuguesa o castellana. Igualmente, don Juan subrayaba el
provecho de aprender la matemtica, la esfera y la cosmografa, as
como entender algunos libros de Euclides y algo de arismtica,
porque lo uno y lo otro, a su juicio, des-pierta el entendimiento
para todo y especialmente para comprehender la disposi-cin y sitios
de las tierras que se pueden ofender o defender, los esquadrones,
alo-jamientos, fortificaciones y la architectura, cosas todas de
importancia para no estar obligado a callar en materias que estis
obligado a saber.
El conde prosegua su discurso pedaggico mostrando los rditos de
la lectura de libros latinos e historia principalmente y de
doctrina moral y tambin de poe-sa, as como de griego y filosofa,
que para todo tenis tiempo, y estimaris des-pus mucho haverle
gastado en esto. Conclua con un me havis de agradecer el consejo si
le tomredes, y prosegua con un singular aviso en el que se
recomen-daba a don Diego que aunque llegsedes a saber mucho destas
cosas, no mostra-se pblicamente que tratis con libros, porque peor
es parecer letrado que dexar de serlo24. Tan certero juicio
proyecta de manera harto elocuente la singular relacin que
estableci una nobleza culta con el mundo letrado durante buena
parte de la Edad Moderna. El conocimiento de las letras y de otras
artes deba ser, en opinin del conde, un ejercicio de sabidura
prudente y discreta, que permitiera sostener una disimulada
despreocupacin o indiferencia por todo aquello que para otros, los
letrados, era la razn de su oficio.
Para buena parte de la nobleza la erudicin nunca deba ser motivo
de compe-tencia o rivalidad con los hombres de la pluma, pues la
nobiliaria era una condi-cin, una naturaleza excepcional, que al
igual que el ingenio, el valor y la honesti-dad, tan solo se
adquira con el nacimiento y se transmita por la sangre, pese a que
necesitara ser pulida y cultivada a travs de una formacin adecuada.
De cualquier modo, otros nobles nunca excusaron su atraccin por el
universo letrado y se mani-festaron como excelentes poetas,
historiadores, arquitectos y genealogistas. Es ms, algunos pudieron
ser recordados de manera elogiosa por su generoso patrocinio y su
sensibilidad literaria. As, el cronista Esteban de Garibay pudo
destacar del mar-________
23 Copia de carta del conde de Portalegre a su hijo don Diego de
Silva, octubre de 1592, Bibliote-ca de la Real Academia de la
Historia de Madrid [RAH], Coleccin Salazar y Castro, Z-9, f.
18v.
24 Instruccin de Juan de Vega a su hijo adicionada por el conde
de Portalegre (1592), en BOU-ZA, Imagen y propagandaop. cit.
(1998), pp. 228-229.
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qus de Velada, don Gmez Dvila, ayo del prncipe don Felipe
(futuro Felipe III), que fue caballero mui afiionado a las letras y
a los profesores dellas25. Mientras Alonso Lpez de Haro record, en
su clebre Nobiliario (Madrid, 1622), que el cuarto conde de
Monterrey, don Jernimo de Acevedo y Ziga, era muy dado a las
letras, mientras que su hijo y sucesor, don Gaspar de Acevedo y
Ziga, fue un gran seor y cavallero de grandes virtudes y valor, tan
aficionado a los letras co-mo el conde su padre26.
Casos notables como los mencionados abundaron pero fueron un
hecho inusual en un estamento como el nobiliario, tan amplio,
proteico y singular, en el que quie-nes posean mayores recursos y
gozaban de mayores prerrogativas e influencia en la corte eran las
Casas tituladas. Fueron, salvo contadas excepciones, los
aristcra-tas los que cultivaron con mayor esmero su inclinacin por
todo tipo de manifesta-ciones literarias. En este sentido, Alonso
Quijano, el maduro hidalgo manchego, cuya menguada hacienda se
consuma en la adquisicin de libros, no fue sino una singularidad
entre una numerosa caballera urbana y rural ajena a las letras,
aunque no iletrada. Y como tal, aquella excepcin notable acab por
erigirse en una virtud meritoria entre los autores que accedan a
los favores y el amparo de algn gran seor. Entre los ingenios
conseguir la proteccin de un patrn era cuestin de su-pervivencia,
no slo literaria, sino vital, por ello habitualmente cada obra sola
incluir una solcita dedicatoria, en mayor o menor medida exagerada,
con la que alcanzar lo que se pretenda27. Resulta significativo el
tono del encomio que el or-tgrafo cartagenero Nicols Dvila incluy,
en 1635, en su Compendio de la Orto-grafa castellana, al elevarla
al juicio de don Fernando Arias de Saavedra, conde de Castellar, en
cuya persona, afirmaba, concurran tanto virtud como aficin a las
Letras, dos cualidades que por la mayor parte andan encontradas con
la No-bleza i desvalidas con la calidad28.
La realidad que viva la mayora de autores era modesta cuando no
descarnada y miserable. Tan solo unos pocos merecieron el
privilegio de ser incluidos entre la nmina de servidores de los
grandes magnates y gozaron de salario y alojamiento digno29. Lo
habitual era andar solicitando patrocinio sin esperanza cierta de
xito y
________
25 Tomo octavo de las Obras no impresas de Estevan de Garivay,
RAH, Ms. 9/2116, libro LIII, f. 57r.
26 LPEZ DE HARO, Alonso: Primera parte del Nobiliario Genealgico
de los Reyes y ttulos de Espaa, Madrid, Luis Snchez, 1622, pp.
578-579.
27 Sobre la relevancia de la dedicatoria, CHARTIER, Roger: Poder
y escritura: el prncipe, la bi-blioteca y la dedicatoria (siglos
XV-XVII), Manuscrits, 14 (1996), pp. 193-211.
28 Dedicatoria recogida en la obra de VLGOMA Y DAZ VARELA:
Dalmiro de la, Mecenas de li-bros. Su herldica y nobleza, Burgos,
s.e., 1966, p. 20.
29 Otros carecieron de esa fortuna, como el ms que decepcionado
Manuel de Faria e Sousa, al servicio del segundo marqus de Castelo
Rodrigo, don Manuel de Moura Corte-Real, durante ms de dos lustros,
quien nunca ocult un profundo rencor por su antiguo seor, a quien,
entre otros muchos defectos, sealaba por su escassima liberalidad e
hipocresa. Remitimos a su minucioso relato auto-biogrfico en SOUSA,
Manuel de Faria e: The Fortuna of Manuel de Faria e Sousa. An
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a costa de demasiados sinsabores30. Quizs por ello, Cervantes,
desengaado de la grandeza del duque de Bjar, a quien haba dedicado
la primera parte de su genial obra, sin recibir, al menos que
sepamos, una prueba de consideracin que corres-pondiera justamente
a su ofrecimiento, se reserv un elegante menosprecio hacia los
seores que se permitan rechazar la obra de un poeta31. En boca de
don Quijote situ un certero lamento a propsito del escaso nmero de
nobles a quienes se po-da ofrendar una obra e insistiendo que an
eran muchos menos los que merecan tan alto honor: Y no porque no lo
merezcan, sino que no quieren admitirlos, por no obligarse a la
satisfacin que parece se debe al trabajo y cortesa de sus
auto-res32. A pesar de esta decepcin, don Miguel intent procurarse,
tambin sin for-tuna, el favor del conde de Lemos, cuando este fue
nombrado virrey de Npoles, quien finalmente opt por el servicio de
los hermanos Lupercio y Bartolom Leo-nardo de Argensola, poetas
zaragozanos anteriormente protegidos por el duque de Villahermosa,
don Fernando de Aragn33.
Pese a su profunda desilusin, Cervantes no escatim rimas para
evidenciar su profunda admiracin por algunos de los ms conspicuos
ingenios nobiliarios del momento, probablemente con el propsito de
congraciarse con ellos y merecer su gracia. En el captulo segundo
del Viaje del Parnaso dedic algunas estrofas a en-salzar las
virtudes lricas de los condes de Salinas, Villamediana y Saldaa, y
del prncipe de Esquilache -prncipe de los ingenios, como le llam
tambin Luis Vlez de Guevara34. Cuatro poetas, escriba, vienen aqu
en poca distancia con maysculas letras de oro escritos, que son del
alto assumpto la importancia; de tales cuatro, siglos infinitos
durar la memoria, sustentada en la alta gravedad de sus escritos
________ autobiography, edicin de Edward Glaser, Mnster Westfalen,
Aschendorffsche Verlagsbuchhandlung, 1975.
30 El caso de Lope de Vega ha sido brillantemente abordado hace
algunos aos por la profesora Elizabeth Wright, vase WRIGHT,
Elizabeth: Pilgrimage to Patronage. Lope de Vega and the Court of
Philip III, 1598-1621, Lewisburg-London, Bucknell University
Press-Associated University Presses, 2001. Tambin Gonzlez de Ameza
profundiz en las complejas relaciones entre el propio Lope y el
duque de Sessa, GONZLEZ DE AMEZA, Agustn: Lope de Vega en sus
cartas. Introduccin al episto-lario de Lope de Vega, Madrid,
Tipografa de Archivos, 1935-1943, 4 vols.
31 Sobre las relaciones de Cervantes con Bjar, vase ROJO VEGA,
Anastasio: El Duque de Bjar, Cervantes y Juan de Navas, en DEZ
FERNNDEZ, J. I. (ed.): El mecenazgo literario en la Casa Ducal de
Bjar, Burgos, Fundacin Instituto Castellano y Leons de la Lengua,
2005, pp. 211-262.
32 CANAVAGGIO, Jean: Cervantes. En busca del perfil perdido,
Madrid, Espasa Calpe, 1992, p. 230. 33 Merece ser destacada la
ltima aportacin de Isabel Enciso sobre el mecenazgo nobiliario
y
ms concretamente el liderado por el conde de Lemos, ENCISO
ALONSO-MUUMER, Isabel: Nobleza y mecenazgo en la poca de Cervantes,
Anales Cervantinos, LX (2008), pp. 47-61.
34 As aparece mencionado en un pasaje de VLEZ DE GUEVARA, Luis:
El Diablo Cojuelo, Madrid, Imprenta Real, 1641, Tranco octavo.
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El gran conde de Salinas, por sus raras obras, que en los
trminos tocan de
divinas, el de Esquilache prncipe, que cobra de da en da crdito
tamao, el conde de Saldaa, cuyas plantas tiernas pisan de Pindo la
alta cumbre, y el de Villamediana, el ms famoso de cuantos entre
griegos y latinos alcanzaron el lau-ro venturoso. A tan excelso
cuarteto sumaba el de Alcaices Marqus insigne, quedando pues en el
mundo cinco fenices, cada cual de por s ser coluna que sustente y
levante el edificio de Febo sobre el cerco de la luna35. Fernando
de Vera y Mendoza, en su Panegyrico por la poesa, tambin abund
sobre la calidad lrica de la interminable nmina de caballeros
poetas que, a co-mienzos del reinado de Felipe IV, poblaban la
corte de Madrid:
Los versos del Marqus de Alenquer pueden ser freno a Italia, e
invidia los del Prncipe de Esquilache[ ] El Conde de Cantillana es
de los que mejor imitan a Garcilaso. El Marqus de Belada escrive
tan bien versos como prosa [] El Marqus de Malpica escrive bien [
y] el Marqus de Castelrodrigo, eminente36.
Aunque entenda que el noble era poeta por ingenio y no por
oficio, y como tal se acercaba a las rimas por entretenimiento
ocioso, como proyeccin de su elo-cuencia, hubo casos, excepcionales
no obstante, como los del prncipe de Esquila-che37, o los de los
condes de Villamediana, la Roca, Salinas y Rebolledo, entre otros,
que llegaron a publicar su obra. Esquilache incluso lleg ms lejos
en su particular cruzada al arremeter en sus metros contra los
gramticos presumidos, los nuevos poetas romancistas o los poetas
cultistas38. Sin embargo, y aunque algunos nobles fueran de verso
fcil, incluso culto y renombrado, pocos llegaron a publicar obra.
Esta renuencia obedeca a que quienes andaban entre musas no
acep-taban ser considerados poetas o confundidos con ellos, pues a
menudo ni entendan ni se dejaban tiranizar por la mtrica. El
caballero don Francisco de Portugal expu-so, en su Arte de
galantera, las notables desemejanzas que separaban al poeta del que
compona versos por placer y erudicin, pues en esto, como en otras
muchas cuestiones, el noble sostena una singular mesura, de tal
modo que hazer un copla ________
35 CERVANTES, Miguel: Viaje del Parnaso, Madrid, Viuda de Alonso
Martn, 1614 , II, ff. 13v-4r. 36 VERA Y MENDOZA, Fernando de:
Panegrico por la poesa, edicin facsmil, Valencia, 1968
[Montilla, 1627], ff. 51v-52v. 37 JIMNEZ BELMONTE, Javier: Las
Obras en verso del prncipe de Esquilache: amateurismo y
conciencia literaria, Londres, Tamesis, 2007. 38 ARCO, op. cit.,
pp. 111-112 y 118.
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era entendimiento y muchas parto de necedad. El galn,
sentenciaba el autor, no ha de ser poeta, mas ha de hazer versos,
aunque no sea ms que por no pedillos prestados39. Invencin del
ingenio nobiliario, los versos, como los motes, los jui-cios o las
sentencias, nacan de una innata elocuencia, quedando desacreditado
quien siendo necio para componer sus propias rimas acuda a las
ajenas para sor-prender y concitar el aplauso. Aunque como en todo,
hubo ms que notables ex-cepciones y no muy bien conocidas ni
entonces ni ahora.
Cuenta Manuel de Faria e Sousa, en su prolija relacin
autobiogrfica, que co-rra por la corte una sospecha que muy pocos
se haban ocupado de confirmar. En Madrid se le atribuan errneamente
a su seor, el marqus de Castelo Rodrigo, unas rimas que fray
Fernando de Vera y Mendoza -primognito de don Juan Anto-nio de Vera
y Figueroa, futuro conde de la Roca- haba incluido en un librillo
de poetas espaoles y, singularmente, seores titulado Panegrico en
honor de la Poesa40. Por este y otros mritos, don Juan distingua a
don Manuel de Moura por insigne en esta habilidad potica. El
ofendido secretario portugus aseguraba que los versos eran cosa
suya y se encontraban entre los seis tomos que publiqu des-pus de
entrar a servirle. Ciertamente se tena por seguro, como el mismo
Faria confesaba, que su amo los haba sacado en mi nombre por no
ofender su grandeza poniendo el suyo en semejantes escritos. El
poeta insista en que jams el mar-qus hizo ni una mala copla y que
incluso haba llegado l mismo a confiarle que aunque estuviese un ao
por hacer una, no saldra con ello. No era la primera vez que esto
ocurra, pues se haba atribuido el Eptome de las historias
portuguesas, obra tambin del prolfico Faria, al propio Moura41.
De igual modo que Cervantes, otros muchos poetas buscaron y,
para su fortuna, encontraron patrocinio, aunque no siempre generoso
como el del autor portugus, entre aquella aristocracia que gustaba
de su compaa y de su obra, por aficin sincera o para dar mayor
lustre a sus Casas. En ocasiones, los ms celebrados a menudo
cambiaron de patrn cuando la ocasin fue propicia42. Luis Vlez de
Gue-vara, que haba sido protegido del arzobispo de Sevilla don
Rodrigo de Castro y posteriormente del conde de Saldaa, no
desperdici ocasin, cuando qued hur-fano de patrn, para dedicar El
Diablo Cojuelo (Madrid, 1641) al entonces duque de Pastrana y
prncipe de Melito, don Rodrigo de Silva y Mendoza, a quien
men-cionaba en su breve pero desmedido encomio inicial como patria
general de los ingenios, donde todos hallan seguro asilo.
________
39 PORTUGAL, Francisco de: Arte de galantera, Lisboa, Imprenta
de Juan de la Costa, 1670, p. 71. 40 Pensaba Faria que el Panegrico
era obra de Juan Antonio de Vera y que lo haba publicado con
el nombre de su hijo, vase VERA Y MENDOZA, Panegrico porop. cit.
41 Madrid, Francisco Martnez, 1628. SOUSA, The Fortuna of Manuel de
Faria op. cit.
(1975), p. 228. Sobre Faria vase tambin CURTO, Diogo Ramada,
Cultura escrita (sculos XV a XVIII), Lisboa, Imprensa de Cincias
Sociais, 2007, en especial el captulo 6, Uma autobiografa de
Seiscientos: a Fortuna de Faria e Sousa, pp. 145-188.
42 Para una aproximacin al patronazgo literario durante el
reinado de Felipe III remitimos a la aportacin SIEBER, op. cit.,
pp. 85-116.
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El conde de Saldaa, don Diego Gmez de Sandoval, segundognito del
duque de Lerma, fue uno de los ms notorios mecenas literarios de la
corte de Felipe III, merced a su sensibilidad e influencia y a sus
grandes recursos como esposo de la heredera de la Casa Ducal del
Infantado. Lope de Vega, Cervantes, el propio Vlez de Guevara, Soto
de Rojas, Salas Barbadillo y Antonio Hurtado de Mendoza, por citar
slo algunos de los ms sealados, fueron autores que se beneficiaron
de su generoso patrocinio. Por su parte, Lupercio y Bartolom
Leonardo de Argensola, como mencionamos anteriormente, fueron
amparados por el conde de Lemos y, junto con Antonio Mira de
Amescua, Jernimo de Barrionuevo y otros, le acompa-aron durante su
virreinato partenopeo. Los poetas Antonio de Sols y Pedro de
Espinosa fueron acogidos por el conde de Oropesa y el duque de
Medina Sidonia respectivamente, mientras el cardenal infante don
Fernando de Austria, hermano de Felipe IV, otorg su favor al poeta
y dramaturgo Gabriel Bocngel y Unzueta, quien fue su
bibliotecario43. Francisco de Quevedo encontr cobijo con el tercer
duque de Osuna y, cado este en desgracia, con el de Medinaceli,
mientras su ac-rrimo rival Luis de Gngora se preciaba de merecer
los favores del marqus de Ayamonte. El cuarto Osuna, don Juan Tllez
Girn, cuando tan solo era marqus de Peafiel, se hizo con los
servicios de Luis Vlez de Guevara. Por su parte, el conde duque de
Olivares se procur, entre otros, los oficios de Francisco de Rioja,
del marqus Virgilio Malvezzi, del conde la Roca y de don Antonio
Hurtado de Mendoza44, mientras el marqus de Velada y San Romn se
rodeaba de ingenios de la talla del poeta madrileo Anastasio
Pantalen de Ribera, quien juzgaba a su due-o como un grande
honrador de ingenios 45.
________
43 ARELLANO, Ignacio: De prncipes y poetas en el Siglo de Oro,
en DEZ FERNNDEZ (ed.), op. cit., pp. 28-29.
44 Sobre la trayectoria del poeta ulico de Felipe IV, vase la ya
clsica pero imprescindible obra de DAVIES, Gareth, A poet a t
court: Antonio Hurtado de Mendoza (1586-1644), Oxford, The Dolphin
Book Co. Ltd, 1971.
45 El poeta remiti en cierta ocasin al marqus, entonces
gobernador y capitn general de Orn, un quaderno de versos escrito
de su mano, con la complicidad de un compaero de vejmenes, para que
juzgase su hechura y calidad. Escriba no ai duda sino que los
Poetas somos locos. Quin creer que embi estas Musas mas a VE (con
la solenidad del pergamino) en que ellas no esperaron al nombre de
V. E. [] Hseme puesto aqu que ese pequeo librillo va a lograr el
amparo de V. E. (i escrvole con el ndice de la mano derecha entre
las cejas) pero al fin va a tierra de Moros, citado en la edicin de
las Obras de Anastasio Pantalen de Ribera, editadas por Rafael
Balbn Lucas, vase PANTALEN DE RIBERA, Anastasio, Obras de Anastasio
Pantalen de Ribera, edicin de Rafael Balbn Lucas, Madrid, Consejo
Superior de Investigaciones Cientficas, 1944, IV, pp. 73-74 y 81.
Para situar al caballero remitimos a la breve semblanza que le
dedicamos, vase MARTNEZ HERNNDEZ, Santia-go, Gusto, aficin y
bibliofilia. Prcticas de lectura en la nobleza espaola: a propsito
de los mar-queses de Velada y los libros, en CTEDRA, P. M. y
LPEZ-VIDRIERO, M. L. (dirs.), La memoria de los libros. Estudios
sobre la historia del escrito y de la lectura en Europa y Amrica,
tomo I, Sala-manca, Instituto de Historia del Libro y la Lectura,
2004, pp. 781-801; y Aristocracia y gobierno. Aproximacin al cursus
honorum del Marqus de Velada, 1590-1666, en ARANDA PREZ, F. J.
(co-ord.), La Declinacin de la Monarqua Hispnica en el Siglo XVII,
Cuenca, Ediciones de la Universi-dad de Castilla-La Mancha, 2004,
pp. 155-167.
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Las disputas por hacerse con los servicios de los ms afamados
poetas y drama-turgos derivaron, a menudo, en pendencias y posturas
irreconciliables. Tan estre-chos vnculos entre autores y patronos,
que en el caso del duque de Sessa y Lope de Vega alcanzaron su
cenit, fueron astutamente fomentados tanto por los mecenas como por
los beneficiarios de su patrocinio. Mientras estos ltimos
encontraban cobijo y merecan un trato de favor, a menudo ruin, los
seores alcanzaban mayor consideracin entre sus iguales, al tiempo
que promocionaban los intereses de sus Casas y se valan de los
servicios de los poetas y hombres de letras para publicitar las
excelencias y los mritos de sus linajes, para hacer desaparecer
indignidades y traiciones, y para desacreditar a rivales y
adversarios46. Pero tambin acudan a ellos para su deleite y ocio
personal, para su divertimiento, por simple y sincera necesidad de
holganza47. A modo de ejemplo, la asistencia a comedias a menudo
sola vincularse al galanteo, por ello el marqus de Osera pudo
excusar su entrada en una comedia que se celebr en el Retiro por
ser cosa pesada para de ordinario a quien no galantea por su
condicin de casado48.
Podran traerse aqu innumerables ejemplos de tan provechosa
relacin, pero basten slo los tres siguientes. El primero habla de
la vinculacin del marqus de Velada, Gmez Dvila, ayo de Felipe III,
con el cronista fray Luis de Ariz, en cuya clebre Historia de las
Grandezas de la Ciudad de vila, y al tratar la ejecutoria del
linaje Dvila, omiti deliberadamente referir la implicacin directa
de los seo-res de la Casa en las Comunidades de Castilla y su
posterior proscripcin, dado que
________
46 Vase SIEBER, op. cit. (nota 7), p. 89 y PROFETI, M. Grazia y
REDONDO, Agustn (eds.), Repr-sentation, criture et pouvoir en
Espagne a lepoque de Philippe III (1598-1621), Firenze, Alinea,
1999. Remitimos para estas cuestiones a la obra de BOUZA, Fernando,
Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo, Madrid, Marcial
Pons, 2001, en especial al captulo VIII, De memoria, archivos y
lucha poltica en la Espaa de los Austrias, pp. 241-288. Tambin
MARTNEZ HERNNDEZ, Santiago, Memoria aristocrtica y cultura letrada.
Usos de la escritura nobiliaria en la Corte de los Austrias,
Cultura Escrita & Sociedad, 3 (2006), pp. 58-112. Sobre el uso
de la stira potica como arma polti-ca remitimos a EGIDO, Tefanes,
Stiras polticas en la Espaa Moderna, Madrid, Alianza Editorial,
1973; PELORSON, Jean-Marc, La politisation de la satire sous
Philippe III et Philippe IV, en La contestation de la societ dans
la Litterature espagnole du Sicle dOr, Toulouse, Universit de
Toulouse-Le Mirail, 1981, pp. 95-107; ETREROS, Mercedes, Stira
poltica en el siglo XVII, Madrid, Fundacin Universitaria Espaola,
1983; GARCA GARCA, Bernardo, La stira poltica a la privanza del
duque de Lerma. Lo conflictivo y lo consensual en Castilla
(1521-1715). Homenaje a Francisco Toms y Valiente, GUILLAMN LVAREZ,
F. J. y RUIZ IBEZ, J. J (eds.), Murcia, Universidad de Murcia,
2001, pp. 261-293.
47 BOUZA, Fernando: Realeza, aristocracia y mecenazgo [del
ejercicio del poder modo clamo], en EGIDO, A. y LAPLANA, J. E.
(eds.), Mecenazgo y Humanidades en tiempos de Lastanosa. Homena-je
a la memoria de Domingo Yndurin, Zaragoza, Instituto de Estudios
Altoaragoneses e Institucin Fernando el Catlico, 2008, pp.
76-77.
48 Era ya tarde, y tarde de primer da de Pascua. No obstante, me
encamin a casa de Sada pero encontr a don igo de Toledo que me
persuadi le llevase al Retiro, a la comedia. Hzelo as pero no entr
en ella por ser cosa pesada para de ordinario a quien no galantea,
Diario, domingo, 1 de junio de 1659, Archivo de los Duques de Alba
[ADA], Fondo Condes de Montijo, Caja 17, sin foliar.
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supona una herida ya restaada y de la que era prudente no dar
cuenta49. Los mar-queses de Caete, por su parte, en su esfuerzo por
vindicar la memoria de don Gar-ca Hurtado de Mendoza, mancillada
por los versos de Alonso de Ercilla, respon-dieron a las
humillaciones con ms rimas. En La Araucana, el poeta haba dado
rienda suelta a sus rencores personales, escamoteando los mritos
guerreros del general Mendoza, a quien haba acompaado en sus
campaas por Chile. Lope de Vega, Cristbal Surez de Figueroa y
Gaspar de vila escribieron panegricos, al tiempo que se encomendaba
a nueve dramaturgos una comedia, muy del gusto del nuevo rey,
Felipe IV. Antonio Mira de Amescua, el conde de Basto, Belmonte,
Ruiz de Alarcn, Luis Vlez de Guevara, Fernando de Ludea, Jacinto de
Herrera, Diego de Villegas y Guilln de Castro fueron los encargados
de editar la obra. El empeo en mitificar la memoria del
conquistador cundi menos de lo que hubieran deseado los comitentes
y finalmente fue Ercilla quien recibi los laureles50.
Similar propsito persiguieron los marqueses del Valle,
descendientes del gran Hernn Cortes, afanados en rescatar del
olvido las hazaas del conquistador de Mxico, olvidadas en la Espaa
de las ltimas dcadas del siglo XVI, a consecuen-cia de la
implicacin de dos de sus dos hijos, don Martn, segundo marqus, y
don Luis, en la frustrada conspiracin que, entre 1565 y 1566,
pretendi convertir el virreinato de la Nueva Espaa en un reino
independiente bajo el cetro de los Cor-ts. Ambos fueron juzgados y
exculpados, pero la Casa perdi sus riqusimas pose-siones, que slo
le fueron parcialmente devueltas en 1581. Para recuperar el favor
de Felipe II y restaurar el prestigio perdido, don Martn encomend a
Gabriel Lobo Laso de la Vega alumno de Ercilla una apologa de su
Casa y linaje. En 1588 vio la luz el poema pico El Corts valeroso y
mexicana al que, adems de Lobo, con-tribuyeron con sus rimas Luis
Vargas Manrique, Mateo Vzquez de Leca, Jerni-mo Corts, Lucas Gracin
Dantisco y el capitn Francisco de Aldana. 1594 vio una segunda
edicin, conocida como la Mexicana, aprobada por el propio Ercilla.
En 1601 public Lobo dos nuevos encomios, los Elogios en loor de los
tres famosos varones don Jaime, rey de Aragn, don Fernando Corts,
marqus del Valle y don lvaro de Bazn marqus de Santa Cruz y tres
romances incluidos en su Romance-ro para mitificar al hroe51. Los
poemas picos de Lobo consiguieron reavivar las glorias del vencedor
de Moctezuma y con ello ensalzar el patrimonio simblico de los
marqueses del Valle.
Libelos, papelones, composiciones poticas, comedias, panegricos,
crnicas, semblanzas, biografas, nobiliarios y stiras salidas de las
plumas de poetas y otros ________
49 Nos ocupamos de la formacin de la memoria del linaje en
MARTNEZ HERNNDEZ, Santiago, Memoria aristocrtica y cultura letrada.
Usos de la escritura nobiliaria en la Corte de los Austrias,
Cultura Escrita & Sociedad, 3 (2006), pp. 39-63.
50 Sobre esta pugna literaria vase VEGA GARCA-LUENGOS, Germn:
Las hazaas araucanas de Garca Hurtado de Mendoza en una comedia de
nueve ingenios. El molde dramtico de un memo-rial, Edad de Oro, 10
(1990), pp. 199-210.
51 Sobre la provechosa relacin entre Lobo y los marqueses del
Valle, WEINER, Jack: Cuatro en-sayos sobre Gabriel Lobo Laso de la
Vega (1555-1615), Valencia, Universitat de Valncia, 2005.
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autores, convenientemente dirigidas por sus protectores, tambin
sirvieron como eficaz arma poltica. Papeles e impresos fueron
utilizados sin mesura para socavar reputaciones y desacreditar
adversarios polticos, cuando no para promocionar carreras
cortesanas y enderezar ejecutorias de dudosa calidad. La
literatura, al igual que la historia, prest grandes servicios a los
intereses de los poderosos.
A la vista de las inclinaciones literarias de buena parte de la
nobleza cortesana, no sorprende que, pese a los escrpulos que
muchos manifestaron respecto del mundo letrado, algunos de los ms
conspicuos aristcratas fueran autores -algunos con seudnimo como el
marqus de Osera que utilizaba el nombre de Fabio Cli-ment- y
publicaran sus obras. Merecen ser rescatados de la memoria, entre
otros muchos, don Juan de Borja, conde de Ficalho y Mayalde, el
almirante de Castilla, los condes de Salinas, de la Roca, de
Rebolledo y de Villamediana, el prncipe de Esquilache52, la condesa
de Aranda y los marqueses de Aun y de San Felices, entre otros,
insignes representantes de la Repblica de las Musas53. Sin duda
algu-na, semejantes fines y gustos encontraron un espacio
privilegiado y un ambiente propagador en las numerosas academias,
reuniones y tertulias de corte que durante el Siglo de Oro
alcanzaron una significacin sin precedentes. En efecto, a lo largo
de los siglos XVI y XVII la nobleza haba encontrado en la corte un
mbito propicio para desarrollar sus aspiraciones polticas y sus
inquietudes artsticas e intelectua-les, siendo las academias
literarias las que acabaron por encauzar los intereses ociosos de
la aristocracia ms culta. La necesidad de iniciar a los jvenes
caballe-ros en las prcticas y usos cortesanos fue una de las
razones de la consolidacin de las academias mediado el siglo XVI.
Igualmente la aficin literaria de una nobleza culta encontr pronto
proyeccin en aquellos parnasos que tanto inters concitaron entre
los seores, contribuyendo, en buena medida, a estimular la
produccin litera-ria y a estrechar los lazos entre sus miembros.
Bien es cierto que tales juntas de caballeros haban venido
desarrollndose desde mucho tiempo atrs en residencias nobiliarias o
en las cmaras y alcobas del alczar real, pero en el Quinientos
alcan-zaron una relevancia sin precedentes.
Las academias de corte trascendieron con el tiempo su vocacin
exclusivamente literaria para erigirse en autnticos cenculos de
formacin aristocrtica, como la que constituy y presidi el tercer
duque de Alba, don Fernando lvarez de Tole-do, en la dcada de 1560,
y que se convocaba bien en las casas de don Juan de Sil-va en
Toledo bien en el Alczar madrileo. El auge de las academias
coincidi con el establecimiento de la capitalidad de la Monarqua en
Madrid y con el consi-guiente asentamiento de las grandes Casas
nobiliarias en la villa castellana. Otras,
________
52 CABR, Mara Dolores: El prncipe de Esquilache, poeta de Aragn,
Argensola. Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios
Altoaragoneses, 4 (1950), pp. 327-346.
53 Una nmina del amplio repertorio de composiciones surgidas del
ingenio nobiliario puede verse en la obra de PREZ DE GUZMN, Juan:
Los prncipes de la poesa espaola. Coleccin de poesas en su mayor
parte inditas de prncipes, grandes y ttulos, Madrid, Imprenta de
Manuel G. Hernndez, 1892.
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sin embargo, surgieron y se acomodaron en ciudades vinculadas a
gobiernos virreinales como Npoles, patrocinada por el conde de
Lemos54, o en urbes principales como Sevi-lla (conde de Gelves),
Zaragoza (duque de Villahermosa), Toledo (condes de Fuensali-da y
de la Mora), Valencia55 y Lisboa56, adems de en las pequeas cortes
nobiliarias como la de los almirantes de Castilla y condes-duques
de Benavente, contribuyendo a la formacin de muchos de los futuros
servidores de la Monarqua57.
Los monarcas permitieron e incluso sostuvieron algunas de
aquellas academias, que llegaron a reunirse en las cmaras de las
numerosas residencias reales y conta-ron con el patrocinio de
destacados miembros de la familia real como el prncipe don
Carlos58. La propia infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora
general de los Pases Bajos, lamentaba en 1615 no haber recibido con
la suficiente antelacin del marqus de Velada un ejemplar de Don
Quijote, pues aunque haba entretenido con l su tiempo durante el
Carnaval, hubiera dado cuenta de l para alguna representa-cin59.
Muchas actuaciones patrocinadas igualmente por los Grandes tuvieron
una acogida privilegiada en los espacios escnicos que proporcionaba
el propio Alczar de Madrid60. Dada su vocacin pedaggica, fueron
ampliamente toleradas, pues contribuyeron a la domesticacin de una
nobleza a menudo rstica e iletrada y al entretenimiento de las
elites palatinas. A pesar de la imagen erudita y ceremoniosa que en
muchos casos se les atribuy, las academias no dejaron de ser, en el
fondo, juntas de caballeros en las que los asuntos a tratar, con
demasiada frecuencia, poco tenan de trascendentales negocios de
estado, de cuestiones filosficas o de disqui-siciones morales. El
prior don Antonio de Toledo, caballerizo mayor de Felipe II y
comendador mayor de Castilla, aseguraba al marqus de Villafranca en
1571, des-________
54 Sobre la celebrada academia partenopea de los Ociosos, vase
FERNNDEZ MURGA, Flix: La Academia napolitano-espaola de los
Ociosos, Roma, 1955. Para una visin global del mecenazgo del conde
de Lemos remitimos a la obra de ENCISO ALONSO-MUUMER, Isabel:
Nobleza, poder y mecenazgo en tiempos de Felipe III: Npoles y el
conde de Lemos, Madrid, Actas, 2007.
55 MAS I US, op. cit., pp. 47-173. 56 Un vistazo a las academias
lusas en PALMA-FERREIRA, Joo: Academias literarias dos sculos
XVII e XVIII, Lisboa, Biblioteca Nacional, 1982. 57 Pionera fue
la investigacin de Juan Prez de Guzmn sobre la realidad de las
academias litera-
rias del Siglo de Oro. Continu su senda la obra de SNCHEZ, op.
cit. (nota 5). Las nuevas aportacio-nes se deben a BARELLA, Julia:
Bibliografa: Academias literarias, Edad de Oro, VII (1988), pp.
189-95 y CRUZ, op. cit. (1992 y 2002). Una ajustada descripcin de
las academias, fundamentada en el testimonio de Lope de Vega, fue
abordada por Agustn Gonzlez de Ameza en su Introduccin al
epistolario de Lope de Vega, GONZLEZ DE AMEZA, Lope de Vega en sus
cartasop. cit.
58 BOUZA, Fernando: Corte es decepcin. Don Juan de Silva, Conde
de Portalegre, en MART-NEZ MILLN, J. (dir.): La corte de Felipe II,
Madrid, Alianza Editorial, 1994, pp. 459-462.
59 Tan byn os agradezco a don Quyjote que a sydo todo my
pasatiempo estas Carnastollendas y sy ubyera llegado ms temprano
quy ubyramos sacado algo dl para alegrallas pero no faltar alguna
ocasyn, Bruselas, 6 de marzo de 1615, vase MARTNEZ HERNNDEZ,
Santiago: Significa-cin y trascendencia del gnero epistolar en la
poltica cortesana: la correspondencia indita entre la infanta
Isabel Clara Eugenia y el marqus de Velada, Hispania, 217
(mayo-agosto 2004), p. 509.
60 Carmen Sanz Ayn se ha ocupado recientemente de estas
cuestiones en su Discurso de ingreso en la Real Academia de la
Historia titulado SANZ AYN, Carmen: Pedagoga de Reyes. El teatro
palaciego en el reinado de Carlos II, Madrid, Imprenta Taravilla,
2006.
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de El Escorial, que muy pronto haban de reunirse junto al
cardenal de Burgos y al duque de Alba en los afamados Jardines que
ste ltimo haba plantado en la Aba-da, primigenia sede de la
Academia, para discurrir acerca de lo que nadie poda imaginar:
Yo os digo, cierto, que si nos vemos, que nos hemos de holgar, y
tengo por muy gran sperana, que ha de ser esto y que nos hemos de
ver juntos en el Abada, vos y el Duque [de Alba] y el Cardenal
[Francisco Pacheco de Toledo] y yo, y que ha de ser este invierno y
que ha de pensar el mundo que hemos de estar discutiendo sobre lo
passado y presente y por venir, y que hmonos de estar cayndonos de
risa de que tan gran chorlito has sido y quan desdichado en
amores61.
Sea como fuere los caballeros acadmicos refinaban sus modales,
adquiran
experiencia al relacionarse con los ms veteranos, al tiempo que
fortalecan sus vnculos, procurando merecer el favor del soberano
gracias a su buena forma-cin y obtener su confianza para el
desempeo de las obligaciones requeridas tanto en oficios palatinos
como de gobierno o de milicia. En ellas se formaron algunas de las
generaciones de cortesanos ms brillantes de los siglos XVI y XVII,
siendo el germen de los Liceos y Colegios de Nobles del Siglo de
las Lu-ces62. No extraa, pues, que el que fuera comendador mayor de
Castilla y prn-cipe de Pietrapercia, embajador en Roma y virrey de
Npoles, don Juan de Z-iga, integrante de la Academia del duque de
Alba, afirmara, no sin cierta jactancia, que ninguno de los de la
Academia salimos hombre de pueblo63.
Las academias nobiliarias ganaron rpidamente poder poltico,
erigindose en reductos del pensamiento y de la cultura poltica
aristocrtica. Desde aque-llos plpitos se clamaba por una mayor
participacin en la direccin de la Mo-narqua, de la que se
consideraban apartados por una elite letrada que se haba
consolidado en el gobierno de Juntas y Consejos. Esta
reivindicacin, latente desde el siglo XVI, cuando los hombres de
letras comenzaron a ganar espacio poltico y competencias en la
administracin real, se proyect sobre una pol-mica recurrente que
incida sobre la tensa rivalidad que enfrentaba a los oficios de la
pluma con los de la espada. Desde la nobleza se defenda la
imposibilidad de que slo las letras otorgaran el derecho para
alcanzar un oficio dirigente y compartir as con el rey el gobierno,
pues tal responsabilidad era una tarea que
________
61 Carta del prior don Antonio de Toledo a don Garca de Toledo,
marqus de Villafranca, El Es-corial, 1 de junio de 1572, Archivo
Duques de Medina Sidonia [ADMS], Fondo Marqueses Villafran-ca, leg.
4341, s. f.
62 Cfr. ANDJAR CASTILLO, Francisco: El Seminario de Nobles de
Madrid en el Siglo XVIII. Un estudio social, Cuadernos de Historia
Moderna. Anejos, Ingenios para el mundo: sociedad, saber y educacin
en la Edad Moderna, III (2004), pp. 201-25.
63 Carta de Juan de Ziga a Cristbal de Moura, Roma, 26 de marzo
de 1568 recogida en BOUZA, op, cit. (1994), p. 461.
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competa en exclusividad a quienes, por nacimiento y por sangre,
gozaban de ese privilegio indiscutible64.
Disputas aparte, las academias, incluso las menos concurridas,
se regan por unos estatutos y se organizaban de modo jerrquico,
todo ello para respetar su buen orden. Desgraciadamente, y aunque
se han perdido muchos de los regis-tros de las ms celebradas,
disponemos de escasos pero detallados testimonios con los que se
puede reconstruir su funcionamiento. Las ordenanzas de la Aca-demia
que, bajo la presidencia del conde de Fuensalida, se reuna en la
ciudad de Toledo, al modo de las madrileas, muestran el propsito y
los fines de aquella junta65. La primera de las condiciones que
deba cumplir toda acade-mia, cuyo fin era que perdurase un empleo
tan virtuoso como el de la Poesa, era un patronazgo. Resultaba,
pues, forzoso que tome la proteccin della una persona principal en
su casa, a la sombra de cuia autoridad vaya propagan-do66. Gracias
al mprobo trabajo de Alain Bgue, contamos con un extraordi-nario
catlogo descriptivo de los impresos que generaron las academias
litera-rias, tanto las ordinarias como las peridicas, en la segunda
mitad del siglo XVII, que rene en total un corpus de treinta y
cinco impresos. Un extraordina-rio testimonio que permite comprobar
el formato, la estructura, los medios, la participacin, el
patrocinio -casi siempre nobiliario- y la duracin de tales
eventos67. En el inventario figura la que convoc el marqus de
Jamaica el 30 de diciembre de 1672 en la ciudad de Cdiz, con ocasin
del aniversario de la reina regente Mariana de Austria, y a la que
acudieron el duque de Veragua y su hermano, don lvaro Coln de
Portugal. La justa se dedic al condestable de Castilla68. Otras
citas relevantes fueron, por ejemplo, la Academia de Inge-nios, que
presidi el poeta Luis Vlez de Guevara en 1637. El Buen Retiro acogi
una magnfica fiesta literaria con ocasin de la sucesin imperial de
Fernando II. Entre los jueces que dirigieron la contienda potica
figuraron el prncipe de Esquilache, el conde de la Monclova, don
Luis de Haro, don Gas-
________
64 Para todo lo relativo a esta interesante reclamacin BOUZA,
Fernando: Comunicacin, conoci-miento y memoria en la Espaa de los
siglos XVI y XVII, Salamanca, Seminario de Estudios Medieva-les y
Renacentistas, Sociedad Espaola de Historia del Libro y Sociedad de
Estudios Medievales y Renacentistas, 1999, pp. 15-129 y tambin del
mismo Servidumbres de la soberana grandeza. Criti-car al rey en la
corte de Felipe II, en ALVAR EZQUERRA, A. (dir.): Imgenes histricas
de Felipe II, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos, 2000, pp.
141-179.
65 A esta Academia, como a las que patrocinaban los condes de
Saldaa (Madrid) y de Lemos (Npoles), se refera don Diego Duque de
Estrada, que fue miembro de las tres, en sus Memorias, DUQUE DE
ESTRADA, Diego, Memorias, prlogos de Jos Mara de Cosso y Segundo
Serrano Ponce-la, Sevilla, Ediciones Espuela de Plata, 2006, pp.
63-64.
66 Para el documento remitimos a BLECUA Jos Manuel: La Academia
potica del Conde de Fuensalida, en Sobre poesa de la Edad de Oro,
Madrid, Gredos, 1970, pp. 203-208.
67 BGUE, op. cit. 68 Ibidem, pp. 82-196.
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par de Bonifaz, don Antonio de Mendoza y el bibliotecario del
conde-duque de Olivares, Francisco de Rioja69. La asistencia a los
parnasos, las academias estrictamente literarias, abiertas a
ingenios, cronistas y autores en general, era un signo indiscutible
de distincin nobiliaria por lo que a menudo contaban con una
destacada presencia seorial, si es que no era un magnate su
presidente. Por su parte, en los otros cenculos de corte, las que
patrocinaban e integraban en exclusividad caballeros, de igual modo
se recitaba y compona, pero tambin se discuta sobre poltica,
arquitec-tura, matemticas y armas o sobre temas ms triviales como
la belleza. En una improvisada junta de seores, al calor de un
largo almuerzo, el almirante de Castilla y el marqus de Osera se
disputaron el honor de componer en breve tiempo unos versos sobre
la hermosura, tomando de cada dama de Palacio la parte ms perfecta
que se eligi entre todos. Ambos magnates porfiaron, segn anot el
propio marqus en su Diario, en formar el soneto, pero mientras el
Almirante escriba un largo papel a Madrid, hice yo el soneto que ha
corrido con gran aplauso70.
Formar parte de una academia literaria, acoger y patrocinar la
obra de poe-tas, e incluso poseer cierto ingenio potico meritorio
fue un signo evidente de refinamiento que mereca un reconocimiento
pblico. Los poetas, en un afn por preservar su obra, acabaron por
convertir en virtud el amparo a las letras que profesaron algunos
nobles. La literatura se hizo eco de estos empeos sien-do objeto de
consideracin el caballero que dispensaba proteccin a las letras, no
en vano muchos escritores aspiraban a obtener el amparo de patronos
para poder vivir de su obra71. Bien a propsito resulta traer aqu
los elogios que de-dic Alonso Jernimo de Salas Barbadillo, en su
Cavallero Perfecto, a aquel don Alonso, digna imitacin de los
Nobles, por acudir al socorro de los hombres de letras pobres,
quienes gozaban de gajes y racin suya, de qual-quier facultad que
fuessen profesores, porque l no slo atenda a dar abrigo a aquellos
que seguan el estudio que l ms amava, que esto fuera premiar su
misma inclinacin72.
Pese a la significacin de las convocadas en tiempos de Felipe
II, entre ellas la ya mencionada del duque de Alba y la que presidi
don Diego de Acua, gentilhombre de la cmara del prncipe don Carlos,
que rivalizaron por el con-
________
69 PREZ DE GUZMN Y GALLO, Juan: Las Academias literarias del
siglo de los Austrias, La Ilus-tracin Espaola y Americana, 31
(1880), pp. 106-107; 32 (1880), pp. 123-124; y 33 (1880), pp.
139-142; ms recientemente JULIO, Mara Teresa: Academia burlesca que
se hizo en el Buen Retiro a la majestad de Filipo Cuarto el Grande.
Ao de 1631, Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, 2007.
70 Abril 1659, fragmento extractado del Diario recogido por el
duque de Berwick y de Alba, Ber-wick y de Alba, Duque de: Noticias
histricas y genealgicas de los estados de Montijo y Teba segn los
documentos de sus archivos, Madrid, 1915, pp. 264-294.
71 De estas cuestiones se ocupa VLEZ-SINZ, op. cit. 72 SALAS
BARBADILLO, Alonso Jernimo de: El cauallero perfecto: en cuyos
hechos y dichos se
propone a los ojos vn exemplo moral y politico..., Madrid, Juan
de la Cuesta, 1620, f. 105r.
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trol del espacio cortesano, las academias de mayor lustre
fueron, sin duda, las de la centuria siguiente. El Seiscientos
asisti al nacimiento y al ocaso de mu-chas ms, como la que fundara
el conde de Saldaa, don Diego Gmez de San-doval, entre 1605 y 1607
-y de la que fue secretario Lope de Vega- junto a don Antonio Dvila
y Toledo y a los duques de Feria y de Pastrana, y cuyos fre-cuentes
irregularidades y contratiempos propiciaron una existencia
accidentad y efmera. Saldaa redobl sus esfuerzos y retom con ms
ahnco si cabe su propsito cuando consigui su refundacin en 1611,
con el apoyo de nuevos acadmicos, de igual y mayor grandeza que los
anteriores, pues la amplia n-mina de ingenios alcanz a los duques
de Cea, Pastrana, Hjar y Medinaceli, los marqueses de Velada,
Alcaices, Povar, Peafiel, Almazn y Oran y los con-des de Lemos,
Olivares y Villamor73.
El flamante parnaso del conde de Saldaa mantuvo, durante buena
parte del reinado de Felipe III, la fama de ser la junta, de las
muchas que se reunan en la corte, a la que concurran caballeros de
la ms alta consideracin. Lope de Ve-ga que fue su secretario,
aunque por breve tiempo, dej testimonio de su exis-tencia y de la
naturaleza de sus convocatorias, as como de sus frecuentes
po-lmicas y algaradas, en su correspondencia diaria con el duque de
Sessa.
Los acadmicos abrieron la primera sesin la noche del sbado 19 de
no-viembre de 1611, coincidiendo con las exequias de la reina
Margarita de Aus-tria. Escriba Lope que el de Saldaa ha[ba] hecho
una Academia y es esta la primera noche; continuaba anotando que
todo quanto se ha escrito es a las honrras de la Reyna que Dios
tiene. Burln, confesaba temer las consecuencias de la presentacin
de su Cancin [de Hortensio], una composicin que [le] ha[ba]n
obligado a escribir, confiando en que apenas se percibiese tanta
ig-norancia entre tales ingenios74. Aquella velada inaugural no
principi con buen pie, pues fue convocada a las seis de la tarde y
el patrocinador no apareci has-ta cuatro horas despus, saliendo,
escriba Lope, tales los poetas de hambre, cansancio y fro, lodos y
quejas que no s si habr segunda, aunque me hicieron secretario y
repartieron sujetos75. Se dieron cita en ella los duques de Feria
[y] Pastrana, don Antonio de vila [hijo del marqus de Velada] y
otros de menor jerarqua. Nada se disput por ser fiscal el propio
conde de Saldaa, siendo, juzgaba Lope, ms bien intencionado que el
rector de Villahermosa76. Apenas dos semanas ms tarde, el Fnix
renunci a la secretara de la Acade-mia, porque no [haba] ms [que]
lindos agrios. Alegaba en su descargo que o hablando o escribiendo
obtena, con debida humildad del estilo del duque de Sessa cada da
mayores obligaciones. Pese a su notable ausencia, la Aca-demia
prosigui adelante, y para esta noche ay grandes cosas, y si no
cosas, no ________
73 SNCHEZ, op. cit., pp. 295-296. 74 Madrid, 19 de noviembre de
1611, VEGA CARPIO, op. cit., [62], pp. 79-80. 75 Madrid, 23 de
noviembre de 1611, ibidem, [64], pp. 81-82. 76 Madrid, 30 de
noviembre de 1611, ibidem, [65], p. 83.
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faltarn Grandes, porque Pastrana y Feria sern ciertsimos,
anotaba77. Conti-nu informando al duque sobre las desventuras de
aquel dislocado cenculo. A finales de enero de 1612 anot
escuetamente:
La Academia dura; los seores la honran; yo no voy a ella, aunque
siempre enbo un soneto a la Virgen, dama de mis aos, y pluguiera a
Dios lo hubiera sido en los passa-dos; danme mis guantes, que es
propina de aquel acto, y como a jubilado, me los env-an 78.
Las academias madrileas dieron largo tiempo de qu hablar79. Lope
aseguraba
a su patrn que del devenir de las Academias slo le contaban que
acuden todos los seores y muchos de los poetas. En una de aquellas,
cuya identificacin elude, aconteci que en la postrera de las
sesiones, se mordieron poticamente un licen-ciado, de nombre
[Pedro] Soto [de Rojas], granadino, y el famoso Luis Vlez [de
Guevara]. Segn parece lleg la historia hasta rodelas y aguardar a
la puerta. Lamentando tanta desmesura, escribi el poeta tan
acertado epitafio sobre la fortu-na de estos parnasos al asegurar
que hubo prncipes de una parte y de otra; pero nunca Marte mir tan
opuesto a las seoras Musas80.
Desagradaba profundamente a Lope la presencia de ciertos
caballeros en las academias, pues contribuan con sus polmicas y
pleitos de honor a alborotar y descomponer su buen orden, adems de
que con demasiada frecuencia interrump-an las sesiones o concluan
con violencia los lances poticos en los que intervenan. As, por
ejemplo, principiado el mes de febrero de 1612, inform a Sessa de
la inauguracin de otra famosa Academia, que se llama El Parnaso, en
la sala de don Francisco de Silva. Satisfecho con la novedad,
aunque sin ocultar su inquie-tud acerca de su perdurabilidad,
sentenci severo: no hubo seores; que an no deben de saberlo; durar
hasta que lo sepan81.
No obstante, y pese a lo que pueda parecer a la vista de tan
excepcional genera-cin de rimados aristcratas, tan slo una minora
se destac por su gusto literario y muchos menos an por su calidad
potica. Aunque la erudicin termin por cons-tituir un signo
indiscutible de distincin que elev a una nobleza culta y refinada
por encima del conjunto estamental, lo cierto es que la inmensa
mayora manifest abiertamente su desprecio por el mundo letrado
hasta el punto de ignorar la gram-tica y escribir mal a propsito.
Fueron escasos los nobles que no recibieron una ________
77 Madrid, 1 de diciembre de 1611, ibidem, [70], p. 88. 78
Madrid, finales de enero de 1612 (?), ibidem, [76], p. 94. 79 El
fenmeno de las academias, surgiendo por doquier y extinguindose con
inaudita rapidez, se
convirti pronto en objeto de stiras. Vase la que hace Vlez de
Guevara en su Diablo Cojuelo, en especial en el Tranco dcimo. De
sobra conoca el poeta esta realidad pues fue secretario en la del
conde de Saldaa. Cervantes tambin, al final de la Primera parte de
Don Quijote, hace alusin a unos ficticios versos de los acadmicos
de la Argamasilla dedicados a la sepultura de don Quijote, a
San-cho Panza, Dulcinea del Toboso y Rocinante, CERVANTES, op, cit.
(nota 17) I, pp. 327-329.
80 Madrid, principios de abril de 1612, VEGA CARPIO, op, cit.,
[87], pp. 107-108. 81 Madrid, principios de febrero de 1612,
ibidem, [78], p. 97.
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exquisita formacin, tanto a cargo de preceptores como en
colegios mayores e in-cluso universidades, pero esta relacin con
las letras en muy pocos casos implic una relacin provechosa
posterior con los autores. Admirable, por tanto, debi de resultar
para Lope de Vega la aficin literaria de su patrn, el duque de
Sessa, don Luis Fernndez de Crdoba, cuyo mrito era el haber
igualado el entendimiento a la condicin, y estas dos cosas a la
sangre82.
Alejados de cenculos tan concurridos y de tanto relumbrn como
las acade-mias, la corte tambin propici el desarrollo de otras
reuniones ms exclusivas aunque no por ello menos conocidas, que a
menudo tenan lugar en las residencias de sus anfitriones, espacios
privilegiados como libreras, jardines e incluso galeras de
pinturas, en las que era frecuente encontrar retratos de insignes
hombres de le-tras83. Recordemos que una de las excentricidades de
don Gaspar de Haro y Guz-mn, marqus del Carpio, mecenas y anfitrin
de reconocida fama, era conducir a sus visitas hasta el interior de
su magnfica librera, mientras l departa rodeado de una exquisita
comparsa84. No menos clebre era la Huerta del almirante de
Casti-lla, prxima al Prado de Recoletos, donde don Juan Gaspar
Enrquez de Cabrera sola reunir lo ms granado de la corte de Felipe
IV. El marqus de Osera, privile-giado y perspicaz observador de los
ltimos aos de la dcada de 1650, recordaba en su diario que en en
casa del almirante, donde se canta muy bien y se ofrezen discursos
y [donde] la conversacin suele ser buena, quando no se mezcla con
dis-putas o murmuraciones85.
Sin embargo, no todas las juntas de caballeros, que todo apunta
fueron muchas, alcanzaron tanta fama y ni tan siquiera llegaron a
ser conocidas ms all del estre-cho crculo de quienes las
integraron. Lo son ahora gracias a una lectura, a menudo
________
82 Carta de Lope de Vega al duque de Sessa, Madrid,
febrero-marzo de 1617 (?), ibidem, [289], p. 321.
83 Sobre esta ltima cuestin vase el trabajo de SANHUESA FONSECA,
Mara: Armera del ingenio y recreacin de los sentidos: la msica en
las academias literarias espaolas del siglo XVII, Revista de
Musicologa, 21 (1999), pp. 497-530. Algunas de las ms singulares
galeras de pinturas de perso-najes ilustres, como la que el
biblifilo conde de los Arcos tena en su fortaleza madrilea de
Batres, servan de escenario para el acomodo de sus magnficas
libreras, vase KAGAN, Richard: The Count of Los Arcos as collector
and patron of El Greco, Anuario del Departamento de Historia y
Teora del Arte, 4 (1992), pp. 151-160 y MARTNEZ HERNNDEZ, Santiago:
Discreto, artfice y erudito. Un retrato abocetado de don Pedro Laso
de la Vega, conde de los Arcos, mayordomo de la reina Margari-ta y
de Felipe IV (1559-1637), en MARTNEZ MILLN, J. y LOURENO, M. P.
Maral (coords.): Las Relaciones Discretas entre las Monarquas
Hispana y Portuguesa: Las Casas de las Reinas (siglos XV-XIX), vol.
II, Madrid, Polifemo, pp. 1187-1220. El marqus de Villafranca,
igualmente, dispona de una destacable librera 669 volmenes en su
castillo de Villafranca del Bierzo instalada en una galera de la
que colgaban 213 retratos de emperadores y personas de fama, vase
MARTNEZ HER-NNDEZ, op. cit. Gusto, aficin y bibliofilia, p.
794.
84 BOUZA, Fernando, Escribir en la corte. La cultura de la
nobleza cortesana y las formas de comu-nicacin en el Siglo de Oro,
en BENASSAR, Bartolom, BOUZA LVAREZ, Fernando, CTEDRA, Pedro M. y
otros: Vivir el Siglo de Oro. Poder, cultura e historia en la poca
Moderna. Estudios en homenaje al Profesor ngel Rodrguez Snchez,
Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2004, p. 93.
85 Diario, lunes, 2 de junio de 1659, ADA, Fondo Condes de
Montijo, Caja 17, sin foliar.
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afortunada, de los numerosos epistolarios nobiliarios. En uno de
estos, entre infini-dad de correspondencia dirigida al segundo
duque de Lerma y de Uceda, don Fran-cisco de Sandoval y Rojas de la
Cerda Padilla, nieto del que fuera gran valido de Felipe III,
aparece una epstola cuyo contenido relata una junta celebrada en
Valla-dolid. El informante es el conde de la Oliva de Plasencia
-reputado genealogista y anticuario-, que refiere los pormenores de
una curiosa tertulia que, a lo que parece, haba tenido lugar en su
casa. La sesin se haba centrado sobre si ubo id o no le ubo.
Contaba don Francisco Caldern de Vargas -con no poca fuerza, dada
su fama de genealogista e historiador ilustre, adems de vstago y
sucesor de don Rodrigo Caldern- que la tratada era materia tan
indisputable que el ms atrevido de los asistentes slo a dicho que
sus cosas [las del Cid] fueron moderadsimas. El aventurado acadmico
tuvo la desgracia, en pago a su ignorante osada, de saborear un
castigo similar al que le infligiera en otro tiempo Toms Tamayo de
Vargas, cronista mayor de Indias, a Pedro Mantuano, cuando aquel
rebati su dis-curso en defensa del padre Juan de Mariana. Oliva
tuvo a bien deslizar en su carta la situacin exacta de la cita de
la obra, titulada Historia General de Espaa del padre Mariana
defendida contra las advertencias de Pedro Mantuano (Ma-drid,
1616). Era el fol. 257, por si VE lo quisiere ver, anotaba.
Adverta, asi-mismo, que con solo referir dicho comentario, se
excusaba de dar el nombre de su autor, pues an no merece esa
piedad. Acusaba al propio Mantuano de haber sido el nico en solo
esto, espaol segn dien, aunque dudaba de su condicin de tal, por
ser quien intenta en su naturaleza quitar tan ilustres blasones a
la me-moria de don Rodrigo Daz de Vivar. Ofendido, reconoca no
carecer de noticia alguna sobre que entre autores estrangeros
hubiese quien lo contradiga y aun-que ubiera algunos no importar,
porqus de las ms constantes verdades que ay despus de las divinas.
Por tal motivo excusaba especificarle apoyos porque solo fuera aer
ndice de quantas historias antiguas y modernas tenemos y de muchas
de las estrangeras86.
Prueba de que en aquellas juntas de caballeros se discurra de
casi todo, propi-ciando controversias y debates tan acalorados como
el referido por el conde de la Oliva, pero tambin regocijos, risas
y complicidades, es el significativo testimonio de don Alonso de la
Cueva, embajador en Venecia, que evocaba, en carta a don Fernando
de Borja, sesiones tan gratas como las disfrutadas con anterioridad
a su marcha, que no hubiese trocado los ratos de la antecmara por
cien embaxadas87.
La convocatoria de las reuniones sola realizarse mediante la
correspondiente invitacin escrita y de las sesiones daba cuenta un
secretario, como ocurra en las academias. Igualmente se impriman o
trasladaban las intervenciones de los asis-tentes, los textos de
las comedias que se representaban o las composiciones
poti-________
86 Valladolid, 23 de octubre de 1630, Archivo Duques de
Medinaceli [ADM], Archivo Histrico, Legajo 51, R. 8, sin
foliar.
87 Venecia, 23 de enero de 1608, Instituto de Valencia de Don
Juan [IVDJ], Envo 19, Caja 28, tomo II, doc. 31.
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cas que se recitaban. La asistencia a las representaciones
satisfaca el gusto de quienes como don Antonio Sarmiento parecan
tener cualidades para la actuacin. Era don Diego de Salcedo quien
rogaba a su padre, don Diego Sarmiento de Acua el que en breve sera
conde de Gondomar el consentimiento para que participase en una
fiesta que iba a haer dentro de casa. Adelantaba Salcedo que el
persona-je que ava de haer don Antonio es de un pastor en una gloga
y que haba de ser en latn y en romane, que es cosa de estudiantes.
Rogaba su licencia pues todos reciviremos mucho gusto en orle por
la buena graia que tiene en deir y yo recevir particular merced
porque soy el que hago esta fiesta88.
Superando con creces las pretensiones de Salcedo, el prncipe de
Stigliano, que contaba con suficientes recursos para satisfacer
unos gustos muy particulares en cuanto a representaciones
dramticas, pudo sostener, a comienzos de febrero de 1657, una
comedia, a su costa y durante varios das. Pese a tratarse de un
evento privado, la representacin no parece que persiguiera otro
propsito que el de desta-car tanto la munificencia del magnate como
la de la propia soberana, la reina Ma-riana, que usando de su
prvida liberalidad, an en tienpos tan estrechos y calami-tosos, no
obstante ser fiesta particular y no pblica, como denunciaba el
cardenal Montalto a fray Juan de Muceros, ha mandado por ella
repartir propinas a los Consejos como se hio extraordinaria y
voluntariamente dos meses ha. Poltica debe de ser para que estos
embaxadores se persuadan que no tenemos vaia la bol-sa pues nos
sobra para arrojar89.
La infinita correspondencia del erudito conde de Gondomar aporta
testimonios de gran valor sobre otros formatos de reuniones
festivas90. As, en mayo de 1608, don igo de Mendoza, marqus de
Mondjar y conde de Tendilla, escribi a don Diego que con ocasin de
la celebracin de la Cruz, y dada su devocin, iba a hacer la ms
luida fiesta que pued[a]. Confesaba que no haba rufin que no tenga
una deboin por donde pretenda salbarse y que la suya era aquella.
Envia-ba su invitacin por mediacin de un caballero para que si v.m.
se sintiere des-ocupado pudiera olla. Los versos que se an echo y
los premios que se dieron yrn en Relain que ya se imprimen91.
De la escritura epistolar, prctica por otro lado habitual en una
nobleza cortesa-na acostumbrada a cumplir a diario con
administradores, pretendientes, asentistas, ministros de Su
Majestad y de la Iglesia, parientes y amistades, brotan
innumera-bles testimonios sobre sus preferencias a la hora de
ocupar su tiempo ocioso. Indu-dablemente las fiestas y los
espectculos, las ceremonias y las celebraciones pbli-________
88 Carta sin datar, Real Biblioteca, [RB], Ms. II/ 2308, doc.
241. 89 Madrid, 10 de febrero de 1657, volumen facticio de Cartas
del Cardenal de Montalto,
Biblioteca de los Condes de Orgaz [BCO], vila, sin foliar.
Guardo una deuda de gratitud con don Luis Crespi por su infinita
cortesa al franquearme las puertas de la casa familiar para la
consulta de los ricos fondos documentales de la Casa Condal de
Castrillo.
90 Cfr. MANSO PORTO, Carmen: Don Diego Sarmiento de Acua, Conde
de Gondomar (1567-1626), erudito, mecenas y biblifilo, Xunta de
Galicia, 1996, pp. 85-121.
91 S.l., 8 de mayo de 1608, RB, II/ 2133, doc. 65.
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cas civiles o religiosas consuman la mayor parte del tiempo
nobiliario en la corte, y aunque solan ser jornadas para la
participacin y el lucimiento, en muchos casos eran actos de
obligada presencia y de escaso disfrute. As al menos lo entenda el
marqus de Osera cuando confesaba a su hermano, en junio de 1659,
que fue con-vidado el da del Corpus por el regente del Consejo de
Aragn, don Miguel Marta, a asistir a los autos [sacramentales] en
casa [d]el vizecanceller; aunque los vi en palacio con descomodidad
y calor no an sido buenos, aseguraba. Pese a todo, volviera a
verlos por cunplir con el agasajo del convite92.
No obstante, otros entretenimientos menos transitados contribuan
a llenar los momentos de inactividad o de indolencia. Las horas que
lograban ser hurtadas al despacho de los negocios y a otros asuntos
de importancia, solan ser dedicadas a atender aquellos pasatiempos
con los se eludan las pesadumbres de la vida en pa-lacio o se
satisfacan "cosas de gusto". El lusitano Jernimo de Atade, marqus
de Colares, lea cuanto papel caa en sus manos. En sus cartas al
cronista Juan Fran-cisco Andrs de Uztarroz presentaba Madrid como
una corte leyendo93. Muchos eran los que, ajenos al devenir de
otras preocupaciones o quiz desocupados tem-poralmente, se
dedicaban a la prctica diaria de la lectura, en solitario o en
compa-a, en silencio o a viva voz, de cartas, relaciones, avisos,
nuevas, libros e impresos de todo tipo.
Llegado a este punto, permtaseme hacer un brevsimo alto en la
argumentacin, rogando al lector licencia, sin duda excusable, por
lo excepcional del testimonio, para trasladar el relato algunos
centenares de kilmetros al este de las costas de la Pennsula
Ibrica, pero dentro de los lmit