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BREVE HISTORIA DE LA ARGENTINA
JOS LUIS ROMERO PRIMER TOMO
Prefacio En 1965 apareci en Eudeba la primera edicin de Breve
historia de la Argentina, que Boris Spivacow le encarg a mi padre:
un cuaderno, de grandes pginas, con muchas ilustraciones y una
vieta de Schmidl sobre fondo rojo en la tapa. Era un producto tpico
de aquella notable empresa editorial, tan caracterstica de los aos
sesenta. El texto conclua en 1958; con su cruce de optimismo e
incertidumbres, su fe en el desarrollo de la democracia, la
libertad y la reforma social, y sus dudas acerca de la era
"plutocrtica" que se iniciaba, es un testimonio de aquel formidable
proyecto social de modernizacin cultural, tan desdichadamente
concluido. Ignoro cunto circul esa edicin. A poco de aparecer, la
universidad fue intervenida, Eudeba pas a malas manos, el libro
desapareci de la venta y mi padre inici una larga gestin para
recuperar sus derechos. Hacia 1973 lo consigui, con la ayuda
profesional de Horacio Sanguinetti, y poco despus acord con Juan
Carlos Pellegrini su reedicin actualizada en Huemul. A principios
de 1977 muri mi padre. En aquel ao, en el que la catstrofe del pas
se sumaba a mi desventura personal, Fernando Vidal Buzzi, a cargo
de Huemul, me propuso llevar adelante la proyectada reedicin,
agregando un ltimo captulo. En 1975 mi padre haba agregado un
captulo final a Las ideas polticas en la Argentina, sobre el perodo
1955-1973. Yo lo haba ayudado, tena bastante prctica en trabajos
profesionales conjuntos solamos decir que tenamos una sociedad
annima de producciones histricas de modo que no me pareci mal
escribir que hoy es el captulo XIV, basndome en aquel tema, usando
sus ideas y tambin sus palabras, sin mencionar participacin, que en
el fondo era slo parcial. Al fin y al cabo, era como una de
aquellas batallas que el Cid ganaba despus de muerto.
Sorpresivamente, en su segunda versin, el libro tuvo un xito
callado y enorme. No podra decir cuntos ejemplares se han vendido,
pues me consta que hubo muchas ediciones clandestinas. Pero s que
ha llegado a ocupar un lugar importante en la enseanza,
particularmente en los ltimos aos de la escuela media. Siempre me
pareci su difusin que en aquellos aos formaba parte de las
respuestas, modestas pero firmes, que nuestra sociedad daba al
terror militar. Enn 1993, otro avatar editorial me plante la
disyuntiva acerca de su actualizacin. No poda ya apoyarme en
escrito o pensado por mi padre. Pero a la vez, era consciente de
que el principal valor de un libro de este tipo era para comprender
el presente, ese "presente vivo" que mi padre contrapona con el
"pasado muerto". En la Argentina haban ocurrido cosas demasiado
importantes entre 1973 y 1992 como para que no las registrara en un
libro destinado a los jvenes, a quienes se estaban formando como
ciudadanos. Yo acababa de terminar mi Breve historia contempornea
de la Argentina y me pareci que podra ofrecer un resumen digno, que
cubriera el perodo hasta 1993. Tengo la ntima conviccin de que las
ideas generales de este captulo estaran en consonancia con las del
resto de la obra. Hoy, en esta nueva versin, he revisado el texto
original y he completado el captulo XV, pues lo ocurrido en los
ltimos tres aos sin duda hace ms claro lo que en 1992 era slo una
intuicin. Probablemente seguir hacindolo en el futuro, en parte
porque este libro ya tiene una existencia propia, y en parte por
conviccin filial, Estoy convencido de que es mi obligacin hacer lo
necesario para mantener vigente el pensamiento de mi padre, que me
sigue pareciendo admirable, enormemente complejo detrs de su
aparente sencillez, y sin
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Jos Luis Romero
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dudas ms all de cualquier moda intelectual. En rigor, dediqu
mucho tiempo en estos veinte aos a reeditar sus obras, reunir sus
artculos y conservar vivo su recuerdo, y seguir hacindolo. Mantener
actualizado este libro en particular es parte de ese propsito. Se
trata, pues, de un libro con una historia, que se prolonga hasta el
presente. Tambin tiene una historia editorial que en la ocasin me
resulta particularmente significativa. En 1945, el Fondo de Cultura
Econmica le encarg a mi padre un libro sobre las ideas polticas en
la Argentina, destinado a una de sus colecciones. Por entonces mi
padre se dedicaba a la historia antigua, y slo haba incursionado
tangencialmente en la historia argentina, sobre todo como parte de
su activo compromiso en la lucha intelectual y poltica de aquellos
das. De cualquier modo, la eleccin de Daniel Cossio Villegas, y la
previa recomendacin de Pedro Henrquez Urea, fue para l un honor y a
la vez un desafo. Con justicia, Las ideas polticas en la Argentina
se ha convertido en un verdadero clsico, y desde entonces la
relacin de mi padre con el Fondo dira: con Arnaldo Orfila Reynal y
Mara Elena Satostegui fue muy intensa. All aparecieron La Edad
Media otro clsico, El desarrollo de las ideas en la sociedad
argentina del siglo XX y ms recientemente la experiencia argentina,
donde hace unos aos reun el conjunto de sus artculos y ensayos
sobre el pas. En 1992 Alejandro Katz, responsable del Fondo en
Buenos Aires, me propuso escribir una historia argentina del siglo
XX, destinada tambin a una coleccin de la editorial. Como le ocurri
casi cincuenta aos antes a mi padre, el encargo fue para m un honor
y sobre todo un desafo muy grande, aunque ignoraba su magnitud
cuando lo acept. Por circunstancias que no conoc, el libro termin
con un ttulo muy parecido al de mi padre: Breve historia
contempornea de la Argentina. No puedo dejar de pensar en este
extrao juego de coincidencias y de tradicicines. No puedo dejar de
pensar que Breve historia de la Argentina de Jos Luis Romero, que
hoy reedita el Fondo, est finalmente donde deba estar.
Luis Alberto Romero. Febrero de 1997. Esta breve historia de la
Argentina ha sido pensada y escrita en tiempos de mucho
desconcierto. Mi propsito ha sido lograr la mayor objetividad, pero
temo que aquella circunstancia haya forzado mis escrpulos y me haya
empujado a formular algunos juicios que puedan parecer muy
personales. El lector, con todo, podr hacerse su propia composicin
de lugar, porque a pesar de la brevedad del texto, creo que he
logrado ofrecer los datos necesarios para ello. La finalidad
principal de este libro es suscitar la reflexin sobre el presente y
futuro del pas. Su lectura, pues, puede ser emprendida con nimo
crtico y polmico. Me permito sugerir que esa lectura no sea slo una
primera lectura. El texto ha sido apretado desesperadamente y creo
que el libro dice ms de lo que parece a primera vista. Quiz me
equivoque, pero sospecho que, al releerlo, aparecern ms claras
muchas ideas que he reducido a muy escuetas frmulas.
J.L.R.
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Jos Luis Romero
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Primera parte: La era indgena Cuntos siglos hace que est
habitada esta vasta extensin de casi tres millones de kilmetros
cuadrados que hoy llamamos la Argentina? Florentino Ameghino, un
esforzado investigador de nuestro remoto pasado, crey que haba sido
precisamente en estas tierras donde haba aparecido la especie
humana. Sus opiniones no se confirmaron, pero hay huellas de muchos
siglos en los restos que han llegado a nosotros. Ni siquiera
sabemos a ciencia cierta si estas poblaciones que fueron en un
tiempo las nicas que habitaron nuestro suelo llegaron a l desde
regiones remotas, tan lejanas como la Polinesia, o tuvieron aqu su
origen. Slo sabemos que un da, muchos siglos antes de que llegaran
los conquistadores espaoles, se fijaron en nuestro territorio y
permanecieron en l hasta identificarse con su paisaje. De esas
poblaciones autctonas no conocemos la historia. Las que habitaron
el noroeste del pas revelan una evolucin ms intensa y parece que
aprendieron con duras experiencias el paso del tiempo y la sucesin
de los cambios que es propia de la historia de la humanidad. Las
dems, en cambio, se mantuvieron como grupos aislados y perpetuaron
sus costumbres seculares o acaso milenarias, sin que nada les
hiciera conocer la ventura y la desventura de los cambios
histricos. Eran, ciertamente, pueblos adheridos a la naturaleza.
sta de nuestro suelo es una naturaleza generosa. La Argentina es un
pas de muy variado paisaje. Una vasta llanura la pampaconstituye su
ncleo interior; pero en la planicie continua se diferencian
claramente las zonas frtiles regadas por los grandes ros y las
zonas que no reciben sino ligeras lluvias y estn pobladas por
escasos arbustos. Unas tierras son feraces --praderas, bosques,
otras estriles, a veces desrticas. Pero la llanura es continua como
un mar hasta que se confunde con la patagnica del Sur, o hasta que
se estrella contra las altas montaas de los Andes hacia el Oeste
una de esas regiones se se fijaron viejos y misteriosos pueblos que
desenvolvieron oscuramente su vida en ellas. Eran pueblos de
costumbres semejantes en algunos rasgos, pero muy diferentes en
otros, porque estaban encadenados a la naturaleza, de cuyos
recursos dependan, cuales variaban sus hbitos. Cuando comenz la
conquista espaola, las poblaciones autctonas fueron sometidas y
atadas a las formas de vida que introdujeron los conquistadores.
Durante algn tiempo, algunos grupos conservaron su libertad
replegndose hacia regiones no frecuentadas por los espaoles. La
pampa y la Patagonia fueron su ltimo refugio. En un ltimo
despertar, constituyeron una de las llanuras cuando la desunin de
las provincias argentinas les permiti enfrentarlas con ventaja.
Pero, cuando la lanza se mostr inferior al fusil, cayeron sometidos
y fueron incorporados a las nuevas formas de vida que les fueron
impuestas. Acaso ellos no crean que las formas europeas fueran
superiores a las suyas, heredadas y mantenidas durante largos
siglos. Y acaso la melancola que la msica y su mirada oculte el
dolor secular de la felicidad perdida.
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I Poblaciones Autctonas Desde el Ro de la Plata hasta la
cordillera de los Andes, la pampa inmensa y variada estaba habitada
por los pueblos que le dieron su nombre: los pampas. Estaban
divididos en diversas naciones, desde los araucanos, que
traspasaban los valles andinos y se extendan hacia la otra ladera
de la cordillera, hasta los querandes que habitaban las orillas del
Ro de la Plata. Eran cazadores o pescadores segn las regiones, de
costumbres nmadas, diestros en el uso del arco y de las boleadoras,
con las que acertaban a los avestruces que cruzaban la llanura. Y
para descansar y guarecerse construan toldos rudimentarios que se
agrupaban formando pequeas aldeas. Ms favorecidos por la naturaleza
los guaranes que habitaban la regin de Corrientes y Misiones
aprendieron a cultivar la tierra con instrumentos de madera y
cosechaban zapallo, mandioca y especialmente maz; con eso
completaban su alimentacin hecha tambin de caza y pesca. Cuando se
establecan en algn lugar durante largo tiempo construan viviendas
duraderas de paja y barro. Eran hbiles y saban fabricar cacharros
de alfarera, un poco elementales, pero capaces de servir a las
necesidades de la vida cotidiana; y con las fibras que tenan a su
alcance hacan tejidos para diversos usos, entre los cuales no era
el ms frecuente el de vestirse, porque solan andar desnudos.
Prximos a ellos, en los bosques chaqueos, los matacos y los
guaycures alternaban tambin la caza y la pesca con una rudimentaria
agricultura en la trabajaban preferentemente las mujeres. Y por las
regiones vecinas se extendan otros pueblos menos evolucionados, los
tobas o los chans, que conocan sin embargo, como sus vecinos el
difcil arte de convertir un tronco de rbol en una embarcacin con la
que diez o doce hombres solan navegar grandes ros en busca de
pesca. Menos evolucionadas an eran las poblaciones de la vasta
meseta patagnica. All vivan los tehuelches, cazadores seminmadas,
que utilizaban las pieles de los que lograban atrapar para cubrirse
y para techar las chozas en que habitaban, luego de haber comido
cruda su carne. Onas y yaganes poblaban las islas meridionales como
nmadas del mar, y en l ejercitaban su extraordinaria habilidad para
la pesca con arpn, a bordo de ligersimas canoas de madera y corteza
de haya. Escasas en nmero, con muy poco contacto entre si -y a
veces ninguno, las poblaciones de las vastas llanuras de las duras
mesetas, de las selvas o de los bosques, perpetuaban sus costumbres
y sus creencias tradicionales sin que su vida sufriera alteraciones
profundas. Iban a las guerras que se suscitaban entre ellos para
defenderse o para extender sus reas de predominio, y en el combate
ejercitaban los varones sus cualidades guerreras, encabezados por
sus caciques, a quienes obedecan respetuosamente. Para infundir
temor a sus enemigos y para sealar su origen, cubran con adornos o
lo tatuaban con extraos dibujos, y algunos solan colocarse en el
labio inferior un disco de madera con el que lograban adquirir una
extraa fisonoma. La tierra entera les pareca animada por
innumerables espritus misteriosos que la poblaban, y a sus
designios atribuan los avatares de la fortuna: el triunfo o la
derrota en la guerra, el xito o el fracaso en la caza o la pesca,
la crueldad o la benignidad de las fuerzas de la naturaleza. Slo
los hechicero mirar conocan sus secretos y parecan capaces de
conjurarlos para tornarlos propicios y benvolos. Gracias a eso
gozaban de la consideracin de los suyos, que los admiraban y teman
porque constituan su nica esperanza frente a las enfermedades o
frente a las inciertas aventuras que entraaban la cotidiana busca
de los alimentos y la continua hostilidad de los vecinos. Ms
compleja fue, seguramente, la existencia de las poblaciones que
habitaban en las regiones montaosas del noroeste. All, los valles
longitudinales de la cordillera abran caminos prometedores que
vinculaban regiones muy distantes entre s, y hubo pueblos que
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se desplazaron y conocieron las alternativas de la victoria y la
derrota, esta ltima acompaada por el forzoso abandono de las formas
tradicionales de vida y la aceptacin de las que les imponan sus
vencedores. Tal fue, seguramente, el destino de los diaguitas, que
habitaban aquellas comarcas. A lo largo de los valles, los
diaguitas vivan en pequeas aldeas formadas por casas con muros de
piedra. Era el material que les ofreca su paisaje. Hbiles
alfareros, usaban platos, jarras- y urnas de barro cocido en cuyo
decorado ponan de manifiesto una rica imaginacin y mucho dominio
tcnico; pero utilizaban adems para sus utensilios cotidianos la
madera, el hueso, la piedra y el cobre. Estaban firmemente
arraigados a la tierra y saban cultivarla con extremada habilidad,
construyendo terrazas en las laderas de las sierras para sembrar el
zapallo, la papa y el maz, que eran el fundamento de su
alimentacin. Criaban guanacos, llamas y vicuas, y con su lana hacan
tejidos de rico y variado dibujo que tean con sustancias vegetales.
Los adornos que usaban solan ser de cobre y de plata. En piedra
esculpieron monumentos religiosos: dolos y menhires. Y con piedra
construyeron los pucares, fortificaciones con las que defendan los
pasos que daban acceso a los valles abiertos hacia los enemigos.
Sin duda se virti mucha sangre en la quebrada de Humahuaca y en los
valles calchaques, pero no con las alternativas de esa historia.
Los pasos que miraban al Norte vieron llegar, seguramente ms de una
vez, los ejrcitos de los estados que se haban constituido en el
altiplano de Bolivia o en los valles peruanos: desde el Cuzco el
imperio de los incas se extenda hacia el Sur y un da someti a su
autoridad a los diaguitas. Signo claro de esa dominacin fue el
cambio que introdujeron en sus creencias religiosas, abandonando
sus viejos cultos animalsticos para adoptar los ritos solares
propios de los quichuas. Y el quichua, la lengua del imperio inca,
se difundi por los valles hasta tornarse el idioma preponderante.
Propias o adquiridas, la msica y la poesa de los diaguitas llegaron
a expresar una espiritualidad profunda y melanclica. Acaso la
fuerza del paisaje montaoso las impregn de cierta resignacin ante
la magnitud de los poderes de la naturaleza o ante el duro esfuerzo
que requera el trabajo cotidiano. Pero no estaban ausentes de su
canto ni el amor ni la muerte, ni el llamado de la alta montaa ni
la evocacin de la luna nocturna. En el seno de comunidades de rgida
estructura, vivan vueltos sobre s mismos y sobre su destino con una
vigilante conciencia. Por eso constituan los diaguitas un mundo tan
distinto del de las poblaciones de la llanura, de la meseta de las
selvas y de los bosques. Cuando llegaron los espaoles y los
sometieron y conquistaron sus tierras, unos y otros dejaron muy
distinto legado a sus hijos, y a los hijos de sus que sus mujeres
dieron a los conquistadores que las poseyeron, mestizos a los que
qued confiado el recuerdo tradicional de su raza.
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Segunda parte: La era colonial La conquista de Amrica por los
espaoles es una empresa de principios del siglo XVI. Es la poca de
Leonardo, de Maquiavelo, de Erasmo. Como el pensamiento humanstico
y como la pintura de ese instante, la conquista tiene el signo del
Renacimiento; es indagacin de lo misterioso, aventura en pos de lo
desconocido. Alvar Nez Cabeza de Vaca, caminando por el Brasil
hasta Asuncin, pertenece a la misma estirpe de Paracelso indagando
los secretos del cuerpo humano. Pero cuando la conquista termina y
comienza la colonizacin sistemtica, en la segunda mitad del siglo
XVI, tambin el Renacimiento ha terminado. La Espaa imperial de
Carlos V, avasalladora y triunfante en el mundo, ha dejado paso a
la Espaa de Felipe II, retrada dentro de s misma, militante slo en
defensa del catolicismo contra la Reforma, hostigada en los mares
por los corsarios ingleses que asaltaban los galeones cargados con
el oro y la plata de Amrica. Ni Espaa ni Portugal, los pases
descubridores, mantendrn mucho tiempo el dominio de las rutas
martimas. Y en el siglo XVII, los Austria acentan su declinacin
hasta los oscuros tiempos de Carlos II el Hechizado. Holanda e
Inglaterra comienzan a dominar los mares, movidas por los ricos
burgueses que, finalmente, no vacilan en tomar el poder. La
monarqua inglesa cae a mediados del siglo XVII con la cabeza de
Carlos I y la repblica le sucede bajo la inspiracin de Oliverio
Cromwell. Ahora se trata de que Inglaterra reine sola en los mares
del mundo. Ni siquiera la Francia absolutista de Richelieu y de
Luis XIV podra competir con ella sobre las aguas. En este mundo de
los siglos XVI y XVII se desliza la primera etapa de la vida
colonial argentina. El autoritarismo de los Austria impregna la
existencia toda de la colonia. Sagrado como el rey es el
encomendero a quien se confan rebaos de indios para su educacin
cristiana y para el trabajo en los dominios de su amo. Una idea
autoritaria del mundo y de la sociedad se desprenda de la
experiencia de la poltica espaola tanto como de la prdica de los
misioneros y de la enseanza de las doctrinas neoescolsticas de la
Universidad de Crdoba, basada en los textos del telogo Francisco
Surez. Pero, para las poblaciones autctonas, el autoritarismo no
derivaba de ninguna doctrina, sino del hecho mismo de la conquista.
Naturalmente, su tendencia fue a escapar o a rebelarse. Durante
largos aos el problema fundamental de la colonial fue ajustar las
relaciones de dependencia entre la poblacin indgena sometida y la
poblacin espaola conquistadora. Puede decirse que la regin que hoy
constituye la Argentina, excepto como exportadora de cueros apenas
exista para el mundo. Pero, justamente al comenzar el siglo XVIII
triunfante Inglaterra en los mares, Espaa cambia de dinasta: los
Borbones reemplazan a los Austria. El mundo haba cambiado mucho y
segua cambiando. La filosofa del racionalismo y del empirismo
acompaaba a la gran revolucin cientfica de Galileo y de Newton, y
juntas se imponan sobre las concepciones tradicionales de raz
medieval. La conviccin de que lo propio del mundo es cambiar,
comenzaba a triunfar sobre la idea de que todo lo existente es
bueno y no debe ser alterado. La primera de esas dos ideas se
enunci bajo la forma de una nueva fe: la fe en el progreso. Y
Espaa, pese al vigor de las concepciones tradicionales, comenz bajo
los Borbones a aceptar esa nueva fe. Naturalmente, se enfrentaron
los que la aceptaban y los que la consideraban impa en una batalla
que comenz entonces y an no ha concluido. La colonia rioplatense
imit a la metrpoli: unos la aceptaron y otros no; pero era claro
que los que la aceptaban eran casi siempre los disconformes con el
rgimen colonial, y los que la rechazaban, aqullos que estaban
satisfechos con l.
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Poco a poco las exportaciones que salan del puerto de Buenos
Aires aumentaban de volumen; en el siglo XVII se agreg a los cueros
el tasajo que se preparaba en los saladeros. La exportacin era un
buen negocio, pero tambin lo era la importacin de los
imprescindibles artculos manufacturados que llegaban legalmente de
Espaa y subrepticiamente de otros pases. Inglaterra, que dominaba
las rutas martimas, haba proclamado la libertad de los mares. En el
Ro de la Plata, los partidarios del monopolio espaol y los
defensores de la libertad de comercio se enfrentaron y buscaron el
fundamento de sus opiniones generalmente vinculadas a sus intereses
en las ideologas en pugna. Hubo, pues, partidarios del
autoritarismo y partidarios del liberalismo. Entre tanto las
ciudades crecan, se desarrollaba una clase burguesa en la que
aumentaba el nmero de los nativos y, sobre todo, se difunda la
certidumbre de que la comunidad tena intereses propios, distintos
de los de la metrpoli. Cuando la fe en el progreso comenz a
difundirse, bast poco tiempo para que se confundiera con el destino
de la nueva comunidad. Si la Universidad de Crdoba se cerraba
resueltamente al pensamiento del Enciclopedismo, la de Charcas
estimulaba el conocimiento de las ideas de Rousseau, de Mably, de
Reynal, de Montesquieu. En Buenos Aires no falt quien, como el
padre Maciel, poseyera en su biblioteca las obras de autores tan
temidos. Una nueva generacin, al tiempo que se compenetraba de las
inimaginables posibilidades que el mundo ofreca a la pequea
comunidad colonial, beba en las obras de los enciclopedistas y en
las de los economistas liberales espaoles una nueva doctrina capaz
de promover, como en los Estados Unidos o en Francia, revoluciones
profundas. A fines del siglo XVIII, la colonia rioplatense
comenzado a ser un pas. Durante tres siglos se haba ordenado su
estructura economicosocial y se haban delineado los distintos
grupos de intereses y de opiniones. Todav durante toda la era
criolla subsistiran los rasgos que se haban dibujado durante la era
colonial. II. La conquista espaola y la fundacin de las ciudades
(siglo XVI). Los espaoles aparecieron por primera vez en el Ro de
la Plata en 1516, veinticuatro aos despus de la llegada de Coln al
continente americano. Ciertamente, no buscaban tierras, sino un
paso que comunicara el ocano Atlntico con el Pacfico, recin
descubierto por Balboa. Juan Daz de Sols, que mandaba la expedicin,
recorri el estuario y descendi en las costas orientales: all trab
contacto con los querandes, que lo mataron a poco de desembarcar.
As empezaron las relaciones entre indios y conquistadores. De los
hombres de la expedicin de Sols, el ms joven, Francisco del Puerto,
qued entre los indios; los dems regresaron a Espaa; pero una de las
naves naufrag en el golfo de Santa Catalina y algunos de los
tripulantes se salvaron nadando hasta la costa. Uno de ellos, Alejo
Garca, oy hablar a los indios de la existencia de un pas lejano la
tierra del Rey Blanco en cuyas sierras abundaban el oro y la plata.
Seducido por la noticia, emprendi a pie la marcha hacia la regin de
Chuquisaca, y luego de llegar y de confirmar la noticia, regres
hacia la costa. Tambin l fue muerto por los indios cuando volva;
pero lo que haba visto lleg a odos de sus compaeros y as naci la
obsesionante ilusin de los conquistadores de alcanzar la tierra de
las riquezas fabulosas. Poco despus, el Mar Dulce, como lo llam
Sols, comenzara a ser llamado Ro de la Plata, en testimonio de esa
esperanza. Sin embargo, la busca de un paso que uniera los dos
ocanos segua siendo lo ms importante para la Corona espaola; y para
que lo hallara envi a Hernando Magallanes en 1519 con la misin de
recorrer la costa americana. Seguramente, tanto l como Sols posean
noticias de navegantes portugueses que haban hecho ya anlogo viaje.
Magallanes no se dej tentar por las promesas del ancho estuario y
sigui hacia la costa patagnica.
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Hizo escala en el golfo que llam de San Julin, conoci a los
indias tehuelches que los espaoles llamaron patagones, y finalmente
entr en el estrecho que luego se conoci con su nombre. Siguiendo
sus huellas, lleg al Ro de la Plata en 1526 la expedicin de
Sebastin Gaboto; pero las noticias difundidas por los que saban del
viaje de Alejo Garca incitaron al piloto a penetrar en el ro Paran
en busca de un camino hacia la tierra del Rey Blanco. Un pequeo
fuerte que se llam de Sancti Spiritus, levantado sobre la
desembocadura del Carcara, fue la primera fundacin la en suelo
argentino. Ya entonces comenzaron las rencillas entre los que
buscaban la tierra de la plata. Gaboto explor el Paran y el
Bermejo, pero retorn al saber que otra expedicin al mando de Diego
Garca, le segua los pasos. Cuando se pusieron de acuerdo,
recorrieron juntos el Paraguay hasta las bocas del Pilcomayo. Pero
nada pudieron averiguar sin certeza sobre la manera de llegar a la
fabulosa regin de guaranes destruan el fuerte Santi Spritu. Desde
ese momento, el hallazgo de un camino que condujera desde el Ro de
la Plata hasta el recin descubierto Per comenz a transformarse para
los espaoles en una obsesin. Si ese camino exista y era ms fcil que
la ruta del Pacfico las incalculables riquezas que haban dejado
estupefacto a Pizarro podran llegar a la metrpoli por una va ms
directa y ms segura. Para tentar esa posibilidad, Pedro de Mendoza,
investido con el ttulo de adelantado del Ro de la Plata, sali de
Espaa en 1535 al mando de una flota para fundar un establecimiento
que asegurara las comunicaciones con la metrpoli. As naci la
primera Buenos Aires, fundada por Mendoza en 1536, sobre las
barrancas del Riachuelo que pronto se llamara de La Matanza. Ulrico
Schmidl, uno de sus primeros pobladores, describi la ciudad y relat
las peripecias de sus primeros das. Un muro de tierra rodeaba las
construcciones donde se alojaban los expedicionarios, entre los que
haba, adems de los hombres de espada, los que venan a aplicar sus
manos a los instrumentos de trabajo. Caballos y yeguas que haban
viajado a bordo de las naves daban a los conquistadores una gran
superioridad militar. Los querandes ofrecieron al principio carne y
pescado a los recin llegados; pero luego se retrajeron y las
relaciones se hicieron difciles. Hubo luchas y matanzas. Pero los
espaoles se sobrepusieron a las dificultades y procuraron cumplir
sus designios emprendiendo el camino hacia el Per. Juan de Ayolas
naveg por el Paran y el Paraguay y se intern luego por tierra hacia
el noroeste. Quiz lleg a Bolivia y acaso logr algunas riquezas,
pero nunca volvi a las orillas donde lo esperaban sus hombres. Su
lugarteniente, Domingo Martnez de Irala, asumi el mando en la
pequea ciudad que otro de ellos Juan de Salazar acababa de fundar
con el nombre de Asuncin. Desde entonces, sa fue la base de
operaciones de los que repitieron el intento de llegar a la tierra
de la plata: el segundo adelantado, Alvar Nez Cabeza de Vaca, Irala
y otros ms. Buenos Aires fue despoblada y abandonada, en tanto que
Asuncin prosper con la introduccin de ganados y el desarrollo de la
colonizacin. Pero la ruta que conduca al Per no fue hallada.
Viniendo del Per hacia el sur, en cambio, los espaoles de la tierra
de la plata lograron hallar una salida hacia la cuenca de los
grandes ros. Diego de Almagro recorri en 1536 el noroeste
argentino. Poco despus, en 1542, Diego de Rojas y sus hombres
despus de su muerte cruzaron esa misma regin, que se conoci con el
nombre de el Tucumn y llegaron hasta las bocas del Carcara. Y algo
ms tarde, Nez del Prado fund en esa comarca la primera ciudad, que
llam del Barco. Por entonces, comenzaba a desvanecerse la esperanza
de establecer en el Ro de la Plata la base de operaciones para el
transporte de los metales peruanos. El tercer adelantado,; Juan
Ortiz de Zrate, decidi colonizar la frtil llanura que le haba sido
adjudicada, y uno de sus hombres, Juan de Garay, fund en 1573 la
ciudad de Santa Fe. La estrella de Asuncin, que tanto haba
ascendido durante el esforzado gobierno de Irala, comenz a
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declinar, y el Ro de la Plata volvi a parecer el centro natural
de la regin. Al ao siguiente, Ortiz de Zrate regres de Espaa con
cinco naves colmadas de hombres y mujeres que se afincaron en la
comarca y por cierto, acompaado del arcediano Martn delf Barco
Centenera, que ms tarde compuso un largo poema; en el que narr la
conquista y que titul precisamente "La Argentina". Pero el
adelantado muri al poco tiempo y tras diversas vicisitudes, qued
Juan de Garay a cargo del gobierno del Ro de la Plata. Para
entonces, los conquistadores que venan del Per lograron reducir a
los diaguitas y fundaron Santiago del Estero en 1553, San Miguel
del Tucumn en 1565 y Crdoba en 1573. Los que venan de Chile, por su
parte, fundaron Mendoza en 1561 y al ao siguiente San Juan. El
origen de los conquistadores determin la orientacin de cada una de
esas regiones: el Tucumn hacia el Per y Cuyo hacia Chile. Pero la
cuenca de los grandes ros miraba hacia Espaa y Juan de Garay decidi
cumplir el viejo anhelo de repoblar Buenos Aires. En 1580 reuni en
Asuncin un grupo de sesenta soldados, muchos de ellos criollos, y
se embarc llevando animales y tiles de trabajo. Sobre el Ro de la
Plata, el 11 de junio de 1580, fund por segunda vez la ciudad de
Buenos Aires, distribuy los solares entre los nuevos vecinos,
entreg tierras para labranza en las afueras y constituy el Cabildo.
As qued abierta una "puerta a la tierra" que deba emancipar al Ro
de la Plata de la hegemona peruana. Poco despus, sin embargo, la
metrpoli invalidara el puerto de Buenos Aires, que slo sirvi para
alimentar el temor a los ataques de los piratas. Muy pronto deba
servir tambien para el contrabando de las mercancas que Espaa le
vedaba recibir En 1582 fue fundada la ciudad de San Felipe de
Lerma, que recibi del valle en que estaba situada el nombre de
Salta. Las riquezas minerales de la sierra de Famatina atrajeron a
los conquistadores hacia otros valles, y en 1591 se fund La Rioja;
y para vigilar la boca de la quebrada de Humahuaca se fund en 1593
San Salvador de Jujuy. No mucho antes, el cuarto adelantado Juan
Torres de Vera y Aragn haba fundado en el alto Paran la ciudad de
Corrientes en 1588. As nacieron en poco tiempo los principales
centros urbanos del pas, donde se radicaron unos pocos pobladores,
espaoles de la pennsula unos y criollos nacidos ya en estas tierras
otros; a su alrededor flotaban los grupos indgenas de la comarca
conquistada, sometidos al duro rgimen de la encomienda o de la mita
con el que se beneficiaba de su trabajo el espaol que era su seor;
y mientras fatigaban sus cuerpos en la labranza de las tierras o en
la explotacin de las minas, soportaban el embate intelectual de los
misioneros que procuraban inducirlos a que abandonaran sus viejos
cultos y adoptaran las creencias cristianas. Un sordo resentimiento
los embarg desde el primer momento, y lo tradujeron en pereza o en
rebelda. Las mujeres indias fueron tomadas como botn de la
conquista, y de ellas tuvieron los conquistadores hijos mestizos
que constituyeron al poco tiempo una clase social nueva. De vez en
cuando llegaban a las ciudades nuevos pobladores espaoles, que se
sentan ms amos de la ciudad que esta heterclita poblacin criolla,
mestiza e india, que se agrupaba alrededor de los viejos vecinos.
En los cabildos, aquellos que tenan propiedades ejercan la
autoridad bajo la lejana vigilancia de gobernadores y virreyes. En
la dura faena de la conquista y la colonizacin, los misioneros
solan introducir cierta moderacin en las costumbres y algunas
preocupaciones espirituales. Pero su esfuerzo se estrell una y otra
vez contra la dureza del rgimen de la encomienda y de la mita. En
los templos que se erigan no falt la imagen tallada por artesano
indgena que transmiti al santo cristiano los rasgos de su raza o el
vago perfume de sus propias creencias. En 1570 fue creado el
obispado de Tucumn para celar la obra de sacerdotes y misioneros. A
los dominicos y franciscanos, se haban agregado poco antes los
jesuitas que, activos y disciplinados, organizaron las reducciones
de indios y dedicaron sus esfuerzos a la educacin. As adquirieron
los religiosos fuertes influencia y osaron disputar con las
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autoridades civiles sobre la vida misma de la colonia. Muy
pronto hubo frailes criollos y mestizos. Criollos fueron tambin el
gobernador de Asuncin, Hernando Arias de Saavedra y el obispo del
Tucumn, fray Hernando de Trejo y Sanabria; mestizo fue tambin Ruy
Daz de Guzmn que escribi en Asuncin la primera historia argentina.
Las razas y las ideas comenzaban a entrecruzarse. III. La
Gobernacin del Ro de la Plata. (1617-1776) Cuando lleg al gobierno
del Ro de la Plata Hernando Arias de Saavedra -el primer criollo
que alcanz esa dignidad-, se ocup de regularizar las difciles
relaciones entre las autoridades eclesisticas y civiles en un snodo
que reuni en Asuncin en 1603. Pero el problema era arduo y volvi a
suscitarse una y otra vez. En Buenos Aires, la querella entre
obispos y gobernadores fue durante toda la poca colonial una de las
causas de agitacin en el vecindario. Fuera de las pequeas
cuestiones personales y del conflicto entre las distintas
tendencias polticas que se suscit despus, un motivo frecuente de
discrepancia fue el problema de los indios, ms grave, sin duda, en
el Paraguay y en el Tucumn que en el Ro de la Plata. Pese a las
recomendaciones reales, el trato que los encomenderos daban a los
indios era duro y cada uno se serva de los que le haban sido
asignados como si fueran sus siervos, olvidados de los deberes para
con ellos que les estaban encomendados. Para protegerlos,
Hernandarias tom diversas medidas, pero no fueron suficientes para
corregir la conducta de los encomenderos obsesionados por la
riqueza. Francisco de Alfaro, enviado para visitar la comarca por
la Audiencia de Charcas, dispuso en 1611 suprimir el servicio
personal de los indios; pero sus ordenanzas tampoco modificaron la
situacin. Hernandarias dio un paso audaz y encomend a los jesuitas
la fundacin de unas "misiones" donde trabajaran y se educaran los
guaranes del Paraguay. Las fundaciones fueron extensas y prsperas;
pero crearon un mundo incomunicado en el que las mismas autoridades
civiles difcilmente entraban. Fue el "Imperio jesutico". As comenz
a ser el Paraguay un rea marginal, ajena a la evolucin del Tucumn y
del Ro de la Plata donde el mestizaje cre dolorosamente una
sociedad abierta. Curioso explorador tanto de las tierras del sur
como de las del Chaco, Hernandarias comprendi que Asuncin y Buenos
Aires constituan dos centros de distintas tendencias y de
diferentes posibilidades, y solicit a la Corona la divisin de la
colonia rioplatense. Una Real Cdula de 1617 separ al Paraguay del
Ro de la Plata y desde entonces sus destinos tomaron por caminos
diversos. Buenos Aires, la pequea capital de la gobernacin del Ro
de la Plata, adoptaba ya, pese a su insignificancia, los caracteres
de un puerto de ultramar. Situada en una regin de escasa poblacin
autctona los vecinos se dedicaron a la labranza ayudados por los
pocos negros esclavos que comenzaron a introducirse, y algunos
procuraron obtener mdicas ganancias vendiendo sebo y cueros, que
obtenan capturando ocasionalmente ganado cimarrn que vagaba sin
dueo por la pampa. Quienes obtenan el "permiso de vaqueras" para
perseguirlo y sacrificarlo, vendan luego en la ciudad aquellos
productos que podan exportarse, unas veces con autorizacin del
gobierno y otras sin ella. Porque a pesar de su condicin de puerto
pesaba sobre Buenos Aires una rgida prohibicin de comerciar. Desde
1622, una aduana "seca" instalada en Crdoba defenda a los
comerciantes peruanos de la competencia de Buenos Aires. Tales
restricciones hicieron que el contrabando fuera la ms intensa y
productiva actividad de la ciudad, y sus alternativas llenaron de
incidentes la vida del pequeo vecindario. Unas veces fue la falta
de objetos imprescindibles, como el papel de que careca el Cabildo;
otras, fue la llegada subrepticia de ricos cargamentos; otras, el
descubrimiento de sorprendentes complicidades entre contrabandistas
y magistrados.
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Siempre condenado, el contrabando hijo de la libertad de los
mares, floreci y contribuy a formar una rica burguesa portea. Mil
espaoles y una caterva de esclavos constituan el vecindario de la
capital de la gobernacin. Dentro de su placidez, la vida se agitaba
a veces. En ms de una ocasin se anunci la llegada de naves
corsarias y fue necesario poner a punto las precarias
fortificaciones y movilizar una milicia urbana; pero el peligro
nunca fue grande y los vecinos volvan a sus labores prontamente. Lo
que ms los agit fueron las querellas entre el obispo y las
autoridades civiles, todos celosos de sus prerrogativas y todos
acusados o acusadores en relacin con los negocios de contrabando.
As se desenvolvi, durante el siglo XVII y buena parte del XVIII, la
vida de Buenos Aires, la pequea aldea en la que los viajeros
advertan la vida patriarcal que transcurra en las casas de techos
de paja, en cuyos patios abundaban las higueras y los limoneros.
All vivan los ms ricos, rodeados de esclavos y sirvientes,
orgullosos de sus vajillas de plata y de los muebles que haban
logrado traer de Espaa o del Per, y los ms pobres, ganando su pan
en el trabajo de la tierra o en el ejercicio de las pequeas
artesanas o del modesto conchavo. Una pequea burocracia comenzaba a
constituirse con espaoles primero y con criollos tambin mas tarde.
Y alrededor de la ciudad se organizaban lentamente las estancias de
los poseedores de la tierra, algunos de los cuales se lanzaban de
vez en cuando hacia el desierto, ayudados en su tarea de perseguir
ganado cimarrn por los mancebos de la tierra", criollos y mestizos
que preferan la libertad de los campos a la sujecin de una ciudad
que no era de ellos y que prefiguraban el tipo del gaucho. Cada
cierto tiempo, un navo traa noticias de la metrpoli y del mundo.
Las ms interesantes eran, naturalmente, las que tenan que ver con
el destino de la gobernacin y especialmente las que se relacionaban
con la suerte de la costa oriental del Ro de la Plata. Desde 1680
haba all una ciudad portuguesa -la Colonia del Sacramento- que se
haba convertido en la puerta de escape del comercio de Buenos
Aires. Artculos manufacturados, preferentemente ingleses, y algunos
esclavos se canjeaban por el sebo y los cueros que provea la pampa.
Pero precisamente por esa posibilidad, la suerte de la Colonia fue
muy cambiante. Una y otra vez las pobres fuerzas militares de
Buenos Aires se apoderaron de ella, pero tuvieron que cederla luego
a causa de los acuerdos establecidos entre Espaa y Portugal. En
1713, por el tratado de Utrecht, lograron los ingleses autorizacin
para introducir esclavos; y en connivencia con los portugueses
organizaron metdicamente el contrabando con Buenos Aires. El trfico
entre las dos orillas del ro se hizo tan intenso que los
portugueses se creyeron autorizados para extender an ms sus
dominios. Pero Espaa reaccion enrgicamente y encomend al gobernador
Bruno Mauricio de Zabala que los contuviera. Zabala fund Montevideo
en 1726, y las ventajas de ese puerto lo transformaron pronto en el
centro de las operaciones navales en el Ro de la Plata. Muy poco
despus Montevideo se consider un competidor de Buenos Aires. En el
norte, de espaldas al Ro de la Plata y mirando hacia Lima las
ciudades del Tucumn progresaban ms lentamente. Crdoba, la ms
importante de ellas, apenas llegaba al millar de habitantes; pero
tena ya desde 1622 una universidad cuya fundacin haba promovido
fray Hernando de Trejo y Sanabria y vea levantarse la fbrica de su
catedral el ms atrevido y suntuoso de los templos de la colonia. A
diferencia de las comarcas rioplatenses, abundaban en el Tucumn los
indios labradores y mineros. El contacto entre las poblaciones
autctonas y los espaoles fue all intenso y dramtico. Hubo uniones
entre espaoles y mujeres indgenas, unas veces legtimas y otras no,
que originaron la formacin de una nutrida y singular poblacin
mestiza. Pero hubo sobre todo relaciones de dependencia muy severas
entre indios y encomenderos. En los cultivos -el trigo, el maz, la
vid, el algodn- y en las industrias, unas tradicionales de la regin
y otras nuevas, entre las que se destacaba la del tejido de lana y
de algodn, los indgenas trabajaban de modo
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agotador en beneficio del encomendero. Ms duro todava era el
trabajo que realizaban en las minas, cuyo secreto slo ellos posean,
no sin desesperacin de los espaoles. En cambio, la cra de mulas que
se enviaban al Per en grandes cantidades, y el traslado de vacunos
desde la pampa constituan trabajos ms livianos en los que se
ejercitaban preferentemente criollos y mestizos. La sistemtica
explotacin de los indios, apenas amenguada ocasionalmente por la
influencia de algn funcionario o algn misionero, suscit un sordo
rencor en los naturales del pas. Unas veces se manifest en la
negligencia para el trabajo, otras en la fuga desesperada y otras,
finalmente, en una irrupcin violenta que desembocaba en la rebelin.
Hacia 1627, un vasto movimiento polariz a los diaguitas y la nacin
entera estall en una sublevacin contra los espaoles. Diez aos
necesitaron stos para someter a los diversos caciques rebeldes,
cuyos hombres se extendan por todos los valles calchaques y
amenazaban las ciudades. Algo singular haba en las relaciones entre
los indios y los conquistadores del Tucumn. La sospecha de que
aqullos conocieran la existencia de ricas minas de metales
preciosos mova a los conquistadores a intentar de vez en cuando una
aproximacin benvola para tratar de sorprender sus secretos. Acaso
fue esta esperanza la que movi gobernador Alonso Mercado a confiar
en los proyectos de un imaginativo aventurero, Pedro Bohrquez, que
se deca descendiente de los incas y prometa, a cambio del ttulo de
gobernador del valle calchaqu, la sumisin de los indios y los
tesoros de Atahualpa. Pero el virrey de Lima no acept el juego y
los diaguitas, que tambin haban puesto sus esperanzas en Bohrquez,
volvieron a sublevarse en 1685. Esta vez la lucha fue
extremadamente violenta y dur varios aos, al cabo de los cuales los
indios fueron vencidos y las diversas tribus arrancadas de sus
tierras y distribuidas por distintos lugares del Tucumn y del Ro de
la Plata. As se dispersaron los diaguitas, sin que los espaoles del
noroeste argentino alcanzaran nuevos secretos sobre las riquezas
metalferas de las montaas andinas. Los indios del Este tambin
hostilizaron a las ciudades del Tucumn, a cuyas vecindades llegaron
los del Chaco. Pero ms peligrosos fueron stos para los vecinos de
Asuncin, que estaba ms prxima y se senta, adems, amenazada por los
mamelucos de la frontera portuguesa. En esa zona tenan los jesuitas
sus reducciones y all se produjo tambin una sangrienta insurreccin
indgena en 1753, cuando los guaranes de los pueblos de las misiones
se resistieron a abandonarlos tal como lo mandaba el tratado
firmado entre Espaa y Portugal, tres aos antes. La lucha fue dura y
concluy con la derrota de los guaranes en las lomas de Caibat en
1756. Poco despus, el gobernador del Tucumn, Jernimo Matorras,
consigui contener a los indios chaqueos que amenazaban su
provincia. Esta lucha intermitente y dura con los indios fue una de
las preocupaciones fundamentales de los conquistadores en las
regiones que constituiran la Argentina. Creca el nmero de mestizos,
ingresaban nutridos grupos de esclavos negros, pero se deshaca la
personalidad colectiva de las poblaciones indgenas. En la llanura,
se salvaron alejndose por las tierras desiertas, disputando a los
conquistadores la captura de los ganados, que los indios
desplazaban hacia sus propios dominios extendidos hasta los valles
chilenos. En el Tucumn, procuraban retraerse hacia los valles ms
protegidos. As, las ciudades recin fundadas fueron nsulas en medio
de un desierto hostil. En el Ro de la Plata, el gobernador Pedro de
Cevallos volvi a ocupar la Colonia del Sacramento en 1762, y la
diplomacia portuguesa volvi a recuperarla poco despus. El
contrabando continu intensamente. Entre tanto, los cambios polticos
e ideolgicos que se producan en Espaa a fines del siglo XVIII
repercutieron en Buenos Aires cuando el conde de Aranda, ilustrado
ministro de Carlos III design gobernador de la provincia a
Francisco de Paula Bucarelli. Reemplazaba a Cevallos, notorio amigo
de los jesuitas, con la misin de cumplir la orden de expulsar a
stos del Ro de la Plata, tal como la Corona lo
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haba resuelto para todos sus dominios. La medida se cumpli en
1766 y se fundaba en el exceso de poder que la Compaa de Jess haba
alcanzado. Signo de regalismo, la expulsin de los jesuitas
reflejaba la orientacin poltica de Carlos III y de sus ministros.
En Buenos Aires, un hecho tan inslito tena que dividir las
opiniones. La ciudad alcanzaba los veinte mil habitantes y
comenzaba a renovar su fisonoma. Dos aos antes se haba erigido la
torre en el edificio del Cabildo y la fbrica de la catedral
comenzaba a avanzar. Las iglesias del Pilar, de Santo Domingo, de
las Catalinas, de San Francisco, de San Ignacio y otras ms se
levantaban ya en distintos lugares de la ciudad, exhibiendo su
fisonoma barroca. En la Recova discutan los vecinos y comenzaban a
polarizarse las Opiniones entre los amigos del progreso y los
amigos de la tradicin. La llegada del nuevo gobernador Juan Jos de
Vrtiz, criollo y progresista, acentu las tensiones que comenzaban a
advertirse en el Ro de la Plata. IV. La poca del Virreinato
(1776-1810) En el ltimo cuarto del siglo XVIII, la Corona espaola
cre el virreinato del Ro de la Plata. La colonia haba progresado:
creca su poblacin, crecan las estancias que producan sebo, cueros y
ahora tambin tasajo, todos productos exportables, y se
desarrollaban los cultivos. Concolorcorvo, un funcionario espaol
que recorri el pas y public su descripcin en 1773 con el ttulo de
El lazarillo de ciegos caminantes, haba sealado en las colonias
rioplatenses, antes tan apagadas en relacin con el brillo de Mxico
o Per, nuevas posibilidades de desarrollo, porque a la luz de las
ideas econmicas de la fisiocracia, ahora en apogeo, la tierra
constitua el fundamento de la riqueza. Esas consideraciones y la
necesidad de resolver el problema de la Colonia del Sacramento
aconsejaban la creacin de un gobierno autnomo en Buenos Aires. Una
Real Cdula del 1 de agosto de 1776 cre el virreinato y design
virrey a Pedro de Cevallos. Las gobernaciones del Ro de la Plata,
del Paraguay y del Tucumn, y los territorios de Cuyo, Potos, Santa
Cruz de la Sierra y Charcas quedaron unidos bajo la autoridad
virreinal, y as se dibuj el primer mapa de lo que sera el
territorio argentino. Cevallos logr pronto derrotar a los
portugueses y recuperar la Colonia del Sacramento. Pero suprimida
esta puerta de escape del comercio porteo, Cevallos trat de
remediar la situacin dictando el 6 de noviembre de 1777 un "Auto de
libre internacin" en virtud del cual qued autorizado el comercio de
Buenos Aires con Per y Chile. Esta medida resistida por los
peruanos como la creacin misma del virreinato, revelaba una nueva
poltica econmica y fue completada poco despus con otra que ampliaba
el comercio la pennsula. Se advirti entonces un florecimiento en la
vida de la colonia, tanto en las pequeas ciudades del interior como
en Buenos Aires, hacia la que empezaban ahora a mirar las que antes
se orientaban hacia el Per y Chile. El trfico de carretas se hizo
ms intenso y las relaciones entre las diversas partes del
virreinato ms estrechas. Y la actividad creci ms an cuando, en
1791, se autoriz a las naves extranjeras que traan esclavos a que
pudieran llevar de retorno frutos del pas. En su aduana, creada en
1778, Buenos Aires comenz a recoger los beneficios que ese trfico
dejaba al fisco. Vrtiz, designado virrey en 1777, impuls
vigorosamente ese progreso y, naturalmente, suscit tanto encono
como adhesin. La pequea aldea, cuya actividad econmica creca con
nuevo ritmo, comenz a agitarse y su poblacin a dividirse segn
diversos intereses y distintas ideas. Los comerciantes que
usufructuaban el antiguo monopolio comercial se lanzaron a la
defensa de sus intereses amenazados por la nueva poltica econmica,
de la cual esperaban otros grupos obtener ventaja; y este conflicto
se entrecruz con el enfrentamiento ideolgico de partidarios y
enemigos de la expulsin de los jesuitas, de progresistas y
tradicionalistas.
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Cada una de las innovaciones de Vrtiz fue motivo de agrias
disputas. Siendo gobernador haba fundado la Casa de Comedias, en la
que vieron los tradicionalistas una amenaza contra la moral. Cuando
ejerci el virreinato instal en Buenos Aires la primera imprenta, y
junto con las primeras cartillas y catecismos, se imprimi all, la
circular por la que difunda la creacin del Tribunal de
Protomedicato, para que nadie pudiera ejercer la medicina sin su
aprobacin. La misma intencin de mejorar el nivel cultural y social
de la colonia movi al virrey a crear el Colegio de San Carlos,
cuyos estudios dirigi Juan Baltasar Maciel, espritu ilustrado y uno
de los raros poseedores en Buenos Aires de las obras de los
enciclopedistas. Una casa de nios expsitos, un hospicio para
mendigos, un hospital para mujeres dieron a la ciudad un aire de
progreso que corresponda al nuevo aspecto que le daban el paseo de
la Alameda, los faroles de aceite en las vas ms transitadas y el
empedrado de la actual calle Florida. Tambin las ciudades del
interior comenzaron a prosperar, y entre todas Crdoba, donde
abundaban las casas seoriales y las ricas iglesias. A esa
prosperidad contribuy mucho la nueva organizacin del virreinato
que, en 1782, qued dividido en ocho intendencias -Buenos Aires,
Charcas, La Paz, Potos, Cochabamba, Paraguay, Salta del Tucumn y
Crdoba del Tucumn- y en varios gobiernos subordinados. Al frente de
cada intendencia haba un gobernador intendente al que se le
confiaban funciones de polica, justicia, hacienda y guerra; y la
autonoma que cobraron los gobiernos locales favoreci la formacin de
un espritu regional y estimul el desarrollo de las ciudades que
constituan el centro de la regin. Pero Buenos Aires acrecent su
autoridad no slo por su importancia econmica, sino tambin por ser
la sede del gobierno virreinal y la de la Audiencia, que se instal
en 1785. Los sucesores de Vrtiz no tuvieron el brillo de su
antecesor. Cinco aos dur el gobierno del marqus de Loreto que
sucedi a aqul en 1784. Cuando, a su vez, fue sustituido en 1789 por
Nicols de Arredondo, el mundo se conmovi con el estallido de la
Revolucin Francesa. La polarizacin de las opiniones comenz a
acentuarse y no falt por entonces en la aldea quien pensara en
promover movimientos de libertad. Ese ao, en la Casa de Comedias,
estren Manuel Jos de Lavardn su Siripo, la primera tragedia
argentina. Ms inters que la grave conmocin que comenzaba en el
mundo despert, sin embargo, la creacin del Consulado de Buenos
Aires. Acababa de autorizarse el trfico con naves extranjeras y la
nueva institucin se carg desde 1794 de vigilarlo. Un criollo
educado en Espaa y compenetrado de las nuevas doctrinas econmicas,
Manuel Belgrano, fue encargado de la secretara del nuevo organismo,
y en l defendi los principios de la libertad de comercio y combati
a los comerciantes monopolistas. Poco despus, el Consulado creaba
una "escuela de geometra, arquitectura, perspectiva y toda especie
de dibujo" y ms tarde una escuela nutica. Quiz la agitacin que
reinaba en Europa promovi la publicacin de los primeros peridicos.
En 1801, Francisco Antonio Cabello comenz a publicar en Buenos
Aires el Telgrafo Mercantil y al ao siguiente edit Hiplito Vieytes
el Semanario de agricultura, industria y comercio. Adems de las
noticias que conmovan al mundo, ya amenazado por Napolen,
encontraban los porteos en sus peridicos artculos sobre cuestiones
econmicas que ilustraban sobre la situacin de la colonia e
incitaban a pensar sobre nuevas posibilidades. Para algunos, las
nuevas ideas que los peridicos difundan eran ya familiares a travs
de los libros que subrepticiamente llegaban al Ro de la Plata; para
otros, como Mariano Moreno, a travs de los que haban podido leer en
Charcas, donde abundaban; y para otros, como Manuel Belgrano, a
travs de su contacto con los ambientes ilustrados de Europa. En
1804, poco despus de proclamarse Napolen emperador de los franceses
y de reiniciarse la guerra entre Francia e Inglaterra, fue nombrado
virrey el marqus de
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Sobremonte. Al ao siguiente, Inglaterra aniquil a la armada
espaola en Trafalgar y comenz a mirar hacia las posesiones
ultramarinas de Espaa. Sobremonte debi afrontar una difcil
situacin. Una flota inglesa apareci en la Ensenada de Barragn el 24
de junio de 1806 y desembarc una fuerza de 1500 hombres al mando
del general Beresford. Sobremonte se retir a Crdoba desde donde
viaj ms tarde a Montevideo, y los ingleses ocuparon el fuerte de
Buenos Aires. Algunos comerciantes se regocijaron con el cambio,
porque Beresford se apresur a reducir los derechos de aduana y a
establecer la libertad de comercio. Pero la mayora de la poblacin
no ocult su hostilidad y las autoridades comenzaron a preparar la
resistencia. Juan Martn de Pueyrredn desafi al invasor con un
cuerpo de paisanos armados, pero fue vencido en la chacra de
Perdriel. Ms experimentado, el jefe del fuerte de la Ensenada de
Barragn, Santiago de Liniers, se traslad a Montevideo y organiz all
un cuerpo de tropas con el que desembarc en el puerto de Las
Conchas el 4 de agosto. Seis das despus, Liniers intimaba a los
ingleses desde su campamento de los corrales de Miserere. Su
ultimtum fue rechazado y emprendi el ataque contra el fuerte el 12
de agosto. Beresford ofreci la rendicin. El episodio blico haba
terminado, pero sus consecuencias polticas fueron graves. Ausente
el virrey, y ante la presin popular, un cabildo abierto reunido en
Buenos Aires el 14 de agosto encomend el mando militar de la plaza
a Liniers, que se hizo cargo de l desoyendo las protestas de
Sobremonte. Las inquietudes polticas se intensificaron por las
implicaciones que la decisin tena. Liniers era francs y poco antes
el emperador Napolen haba derrotado a la tercera coalicin en
Austerlitz. Los ingleses, por su parte, haban despertado el
entusiasmo de los comerciantes, mientras Espaa se senta al borde de
la catstrofe. Todo haca creer que podan producirse cambios
radicales en la situacin de la colonia y cada uno comenzaba a
pensar en las soluciones que deba preferir. Por si los invasores
volvan, Liniers organiz las milicias para la defensa, con los
nativos de Buenos Aires el cuerpo de Patricios, con los del
interior el de Arribeos, y as fueron formndose los de hsares,
pardos y morenos, gallegos, catalanes, cntabros, montaeses y
andaluces. Todos los vecinos se movilizaron para la defensa, y
Liniers, impuesto por la voluntad popular, estableci que los jefes
y oficiales de cada cuerpo fueran elegidos por sus propios
integrantes. El principio de la democracia comenz a funcionar, pero
el distingo entre espaoles y criollos qued manifiesto en la
formacin de la milicia popular. A principios de febrero de 1807, se
supo en Buenos Aires que una nueva expedicin inglesa acababa de
apoderarse de Montevideo. Napolen haba entrado triunfante en Berln
despus de vencer en Jena y en Auerstadt. Los ingleses mantenan sus
objetivos fundamentales. El da 10, Liniers convoc a una junta de
guerra que decidi deponer al virrey Sobremonte en vista de que
tambin haba fracasado en Montevideo, y encomend el gobierno a Ia
Audiencia. Era una decisin revolucionaria. La poblacin de Buenos
Aires se mostraba decidida a defenderse, pese a la propaganda que
los ingleses hacan en la Estrella del Sur, un peridico en el que
exaltaban las ventajas que tendra para el Ro de la Plata la
libertad de comercio. Y cuando el general Whitelocke desembarc en
la Ensenada de Barragn el 28 de junio, se encontr con una
preparacin militar superior a la que se le haba opuesto a
Beresford. Con todo, pudieron los ingleses dispersar a los primeros
contingentes; pero la ciudad toda, bajo la direccin del alcalde
Martn de lzaga, se fortific mientras Liniers organizaba sus lneas.
La lucha fue dura y el 6 de julio Whitelocke pidi la capitulacin.
Los ingleses tuvieron que abandonar sus posiciones en el Ro de la
Plata y Buenos Aires volvi a ser lo que fue. Pero slo en
apariencia. La situacin haba cambiado profundamente a causa de las
experiencias realizadas, dentro del cuadro de una situacin
internacional muy oscura. La
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hostilidad entre partidarios del monopolio y partidarios del
libre comercio, representados los primeros por los comerciantes
espaoles y los segundos por hacendados generalmente criollos, se
hizo ms intensa. Pero al mismo tiempo, se confunda ese
enfrentamiento con el de criollos y peninsulares a causa de los
privilegios que la administracin colonial otorgaba a estos ltimos,
injustos cada vez ms a la luz de las ideas de igualdad y libertad
difundidas por la revolucin norteamericana y la francesa. Y esa
situacin se haba hecho ms patente a partir del momento en que la
necesidad de la defensa contra los invasores llam a las armas a los
hijos del pas, permitindoles intervenir en las decisiones
fundamentales de la vida poltica. Alrededor de Liniers se agrupaban
los criollos, muchos de ellos exaltados ya y trabajados por un vago
anhelo de provocar cambios radicales en la vida colonial. Pero
Liniers se mantena leal a la Corona, aunque a su alrededor no
faltaban los que aspiraban a separar la colonia del gobierno
espaol, debilitado por la poltica napolenica. Un vasto cuadro de
intrigas y de negociaciones comenz entonces. Por una parte,
trataban algunos de los que haban pensado en lograr la
independencia bajo el protectorado ingls, de coronar a la princesa
Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII y por entonces en Ro de
Janeiro como esposa del regente de Portugal. Saturnino Rodrguez Pea
logr interesar en tal proyecto a hombres tan influyentes como
Belgrano, Pueyrredn, Paso y Moreno; pero el proyecto choc con
serias dificultades. Por otra, pensaron algunos que la abdicacin de
Carlos IV y Fernando VII al trono espaol y su reemplazo por Jos
Bonaparte creaba una situacin definitiva que era menester aceptar.
Pero Liniers se mantuvo fiel a su punto de vista y, ya designado
virrey, orden jurar fidelidad a Fernando VII. No pudo evitar sin
embargo, la desconfianza de los grupos peninsulares, y el 1 de
enero de 1809 se alzaron contra l dirigidos por lzaga y con el
apoyo de los cuerpos de vizcanos, gallegos y catalanes. Los cuerpos
de criollos, en cambio, encabezados por el jefe de los patricios,
Cornelio Saavedra, sostuvieron a Liniers, que con ese apoyo decidi
resistir, pese a que el gobernador de Montevideo, Javier de Elo,
respaldaba la insurreccin. Los rebeldes fueron sometidos y
deportados a Patagones. Pero la situacin sigui agravndose, sobre
todo despus de las insurrecciones de Chuquisaca y La Paz destinadas
a suplantar a las autoridades espaolas por juntas populares como
las que se constituan en Espaa para resistir a los franceses. Una
de stas, la Junta Central de Sevilla, design nuevo virrey a
Baltasar Hidalgo de Cisneros, que se hizo del poder en julio de
1809. Poco despus dispona el regreso de los deportados por Liniers
y la reorganizacin de los cuerpos militares de origen peninsular.
El enfrentamiento con los criollos era inevitable.
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Tercera parte: La era criolla La creacin del virreinato coincidi
con el desencadenamiento de la revolucin industrial en Inglaterra.
Treinta y cuatro aos despus, Espaa perda gran parte de sus colonias
americanas, precisamente cuando ese profundo cambio que se haba
operado en el sistema de la produccin comenzaba a dar frutos
maduros. Inevitablemente, las nuevas naciones que surgieron del
desvanecido imperio espaol -y la Argentina entre ellas- se
incorporaron en alguna medida al rea econmica de Inglaterra, que
dominaba las rutas martimas desde mucho antes y que ahora buscaba
nuevos mercados para sus pujantes industrias. La Argentina recibi
productos manufacturados ingleses en abundancia, y este intercambio
fue ocasin para que se radicara en el pas un buen nmero de sbditos
britnicos. Cosa curiosa, se hicieron a la vida de campo, fundaron
prsperas estancias y adoptaron las costumbres criollas. Hijo de uno
de ellos fue Guillermo Hudson, que tanto escribira despus sobre la
vida del campo rioplatense. El pas que naci en 1810 era
esencialmente criollo. Polticamente independiente, su debilidad, su
desorganizacin y su inestabilidad lo forzaron a inscribirse dentro
del rea econmica de la nueva potencia industrial que golpeaba a sus
puertas. Pero la independencia dej en manos de los criollos las
decisiones polticas, y los criollos las adoptaron por su cuenta en
la medida en que pudieron. Criolla era la composicin social del pas
que, con la independencia no alter su fisonoma tnica y demogrfica,
criollas fueron las tradiciones y la cultura, y criolla fue la
estructura econmica en la medida en que reflejaba los esquemas de
la poca virreinal. Hasta 1880, aproximadamente, se mantuvo sin
grandes cambios esta situacin, y por eso puede hablarse de una era
criolla para caracterizar los primeros setenta aos de la vida
independiente del pas. El problema fundamental de la vida argentina
durante la era criolla fue el ajuste del nuevo pas y su organizacin
dentro de los moldes del viejo virreinato. Haba en el fondo de esta
situacin algunas contradicciones difciles de resolver. En un rgimen
de independencia poltica que proclam los principios de libertad y
democracia, la hegemona de Buenos Aires, con los caracteres que
haba adquirido durante la colonia, no poda ser tolerada. La lucha
fue, en ltima instancia, entre la poderosa capital, que posea el
puerto y la aduana, y el resto del pas que languideca. Fue una
lucha por la preponderancia poltica, pero era un conflicto derivado
de los distintos grados de desarrollo econmico. Slo a lo largo de
setenta aos y en medio de duras experiencias pudieron hallarse las
frmulas para resolver el conflicto. Esas frmulas deban atender a
las exigencias de la realidad, pero no podan desentenderse de las
corrientes de ideas que prevalecan por el mundo. El espritu del
siglo XVIII, que en Buenos Aires perpetuaba el poeta Juan Cruz
Varela; declinaba para dejar paso al Romanticismo, una nueva
actitud de los comienzos del siglo XIX que inspiraba tanto al arte
como al pensamiento. Echeverra, el poeta de La cautiva, desafiaba
al Ro de la Plata con el alarde de la nueva sensibilidad; pero lo
desafiaba tambin con las audacias de su pensamiento liberal. El
absolutismo se haba impuesto en Europa, despus de la cada de
Napolen, y el liberalismo luch denodadamente contra l. A la Santa
Alianza inspirada por el zar Alejandro y por Metternich se opuso la
"Joven Europa" inspirada por Mazzini. Desde cierto punto de vista,
la oposicin rioplatense entre federales y unitarios era un reflejo
de esa anttesis; pero tena adems otros contenidos, ofrecidos por la
realidad del pas: la oposicin entre Buenos Aires y el interior,
entre el campo y las ciudades, entre los grupos urbanos liberales y
las masas rurales acostumbradas al rgimen paternal de la estancia.
Fue necesario mucho sufrimiento y mucha reflexin para disociar las
contradicciones entre la realidad y las doctrinas.
Breve Historia de la Argentina
Jos Luis Romero
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La dura experiencia de los caudillos federales dentro del pas y
de los polticos liberales emigrados cuaj finalmente en ciertas
frmulas transaccionales que fueron elaborando poco a poco
Echeverra, Alberdi y Urquiza, entre otros. Esa frmula triunf en
Caseros y se impuso en la Constitucin de 1853. Consista en un
federalismo adecuado a las formas institucionales de una democracia
representativa y basado en dos acuerdos fundamentales: la
nacionalizacin de las rentas aduaneras y la transformacin
economicosocial del pas. Cuando el plan se puso en marcha, haban
estallado en Europa las revoluciones de 1848, hijas del
liberalismo, por una parte, y de la experiencia de la nueva
sociedad industrial, por otra. Las ideas cambiaban de fisonoma. El
socialismo comenzaba a abrirse paso; por su parte, el viejo
absolutismo declinaba y Napolen III tuvo que disfrazarlo de
movimiento popular; el liberalismo, en cambio, triunfaba, pero se
identificaba con la forma de la democracia que la burguesa
triunfante prefera. El cambio de fisonoma de las doctrinas
corresponda al progresivo desarrollo de la sociedad industrial que
se alcanzaba en algunos pases europeos. Lo acompaaba el desarrollo
de las ciencias experimentales y el empuje del pensamiento
filosfico del positivismo. Cambiaba la mentalidad de la burguesa
dominante y cambiaban las condiciones de vida. Tambin cambiaba la
condicin de los mercados, porque las ciudades industriales de
Europa requeran alimentos para sus crecientes poblaciones y
materias primas para sus industrias. La demanda de todo ello deba
atraer la atencin de un pas casi despoblado y productor virtual de
materias primas, en el que la burguesa liberal acababa de llegar al
poder despus de Caseros. La organizacin institucional de la
Repblica y la promocin de un cambio radical en la estructura
econmico social cierran el ciclo de la era criolla cuya clausura se
simboliza en la federalizacin de Buenos Aires en 1880. Poco a poco
comenzara a verse que las transformaciones provocadas en la vida
argentina configuraran una nueva era de su desarrollo. V. La
independencia de las provincias unidas (1810-1820) Dos aspectos
tena el enfrentamiento entre criollos y peninsulares. Para algunos
haba llegado la ocasin de alcanzar la independencia poltica, y con
ese fin constituyeron una sociedad secreta Manuel Belgrano, Nicols
Rodrguez Pea, Juan Jos Paso, Hiplito Vieytes, Juan Jos Castelli,
Agustn Donado y muchos que, como ellos, haban aprendido en los
autores franceses el catecismo de la libertad. Para otros, el
problema fundamental era modificar el rgimen econmico, hasta
entonces favorable a los comerciantes monopolistas; y para
lograrlo, los hacendados criollos, tradicionales productores de
cueros y desde no haca muchos aos de tasajo, procuraron forzar la
voluntad de Cisneros, exaltando las ventajas que para el propio
fisco tena el libre comercio. Los que conspiraban coincidan en sus
anhelos y en sus intereses con los que peticionaban a travs del
documento que redact Moreno acaso bajo la inspiracin doctrinaria de
Belgrano conocido como la Representacin de los hacendados; y esa
coincidencia creaba una conciencia colectiva frente al poder
constituido, cuya debilidad creca cada da. Las tensiones aumentaron
cuando, en mayo de 1810, se supo en Buenos Aires que las tropas
napolenicas triunfaban en Espaa y que por todas partes se reconoca
la autoridad real de Jos Bonaparte. Con el apoyo de los cuerpos
militares nativos, los criollos exigieron de Cisneros la
convocatoria de un cabildo abierto para discutir la situacin. La
reunin fue el 22 de mayo, y las autoridades procuraron invitar el
menor nmero posible de personas, eligindolas entre las ms seguras.
Pero abundaban los espritus inquietos entre los criollos que posean
fortuna o descollaban por su prestigio o por sus cargos, a quienes
no se pudo dejar de invitar; as, la asamblea fue agitada y los
puntos de vista categricamente
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contrapuestos. Mientras los espaoles, encabezados por el obispo
Lu y el fiscal Villota, opinaron que no deba alterarse la situacin,
los criollos, por boca de Castelli y Paso, sostuvieron que deba
tenerse por caduca la autoridad del virrey, a quien deba
reemplazarse por una junta emanada del pueblo. La tesis se ajustaba
a la actitud que el pueblo haba asumido en Espaa, pero resultaba ms
revolucionaria en la colonia puesto que abra las puertas del poder
a los nativos y condenaba la preeminencia de los espaoles.
Computados los votos, la tesis criolla result triunfante, pero al
da siguiente el cabildo intent tergiversarla constituyendo una
junta presidida por el virrey. El clamor de los criollos fue
intenso y el da 25 se manifest en una demanda enrgica del pueblo,
que se haba concentrado frente al Cabildo encabezado por sus
inspiradores y respaldado por los cuerpos militares de nativos. El
cabildo comprendi que no poda oponerse y poco despus, por delegacin
popular, qued constituida una junta de gobierno que presida
Saavedra e integraban Castelli, Belgrano, Azcunaga, Alberti, Matheu
y Larrea como vocales, y Paso y Moreno como secretarios. No bien
entr en funciones comprendi la Junta que el primero de los
problemas que deba afrontar era el de sus relaciones con el resto
del virreinato, y como primera providencia invit a los cabildos del
interior a que enviaran sus diputados. Como era seguro que habra
resistencia, se dispuso en seguida la organizacin de dos
expediciones militares. Montevideo, Asuncin, Crdoba y Mendoza se
mostraron hostiles a Buenos Aires. Moreno procur salir al paso de
todas las dificultades con un criterio radical: propuso enrgicas
medidas de gobierno, mientras redactaba diariamente los artculos de
la Gazeta de Buenos Aires, que fund la Junta para difundir sus
ideas y sus actos, inequvocamente orientados hacia una poltica
liberal. El peridico deba contribuir a crear una conciencia popular
favorable al gobierno. Moreno vea la revolucin como un movimiento
criollo, de modo que los que antes se sentan humillados comenzaron
a considerarse protagonistas de la vida del pas. El poeta Bartolom
Hidalgo comenzaba a exaltar al hijo del pas, al gaucho, en el que
vea al espontneo sostenedor de la independencia. Pero Moreno
pensaba que el movimiento de los criollos deba canalizarse hacia un
orden democrtico a travs de la educacin popular, que permitira la
difusin de las nuevas ideas. Frente a l, comenzaron a organizarse
las fuerzas conservadoras, para las que el gobierno propio no
significaba sino la transferencia de los privilegios de que gozaban
los funcionarios y los comerciantes espaoles a los funcionarios y
hacendados criollos que se enriquecan con la exportacin de los
productos ganaderos. Los intereses y los problemas se
entrecruzaban. Los liberales y los conservadores se enfrentaban por
sus opiniones; pero los porteos y las gentes del interior se
enfrentaban por sus opuestos intereses. Buenos Aires aspiraba a
mantener la hegemona poltica heredada del virreinato; y en ese
designio comenzaron los hombres del interior a ver el propsito de
ciertos sectores de asegurarse el poder y las ventajas econmicas
que proporcionaba el control de la aduana portea. Intereses e
ideologas se confundan en el delineamiento de las posiciones
polticas, cuya irreductibilidad conducira luego a la guerra civil.
La expedicin militar enviada al Alto Per para contener a las
fuerzas del virrey de Lima consigui sofocar en Crdoba una
contrarrevolucin, y la Junta orden fsilar en Cabeza de Tigre a su
jefe, Liniers, y a los principales comprometidos. Pero los
sentimientos conservadores predominaban en el interior aun entre
los partidarios de la revolucin; de modo que cuando Moreno
comprendi la influencia que ejerceran los diputados que comenzaban
a llegar a Buenos Aires, se opuso a que se incorporaran al gobierno
ejecutivo. La hostilidad entre los dos grupos estall entonces.
Saavedra aglutin los grupos conservadores y Moreno renunci a su
cargo el 18 de diciembre. Poco antes, el ejrcito del
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Alto Per haba vencido en la batalla de Suipacha; pero en cambio,
el ejrcito enviado al Paraguay fue derrotado no mucho despus en
Paraguar y Tacuar. Al comenzar el ao 1811, el optimista entusiasmo
de los primeros das comenzaba a ceder frente a los peligros que la
revolucin tena que enfrentar dentro y fuera de las fronteras. Tras
la renuncia de Moreno, los diputados provincianos se incorporaron a
la Junta y trataron de forzar la situacin provocando un motn en
Buenos Aires entre el 5 y el 6 de abril. Los morenistas tuvieron
que abandonar sus cargos, pero sus adversarios no pudieron evitar
el desprestigio que acarre al gobierno la derrota de Huaqui,
ocurrida el 20 de junio. La situacin hizo crisis al conocerse la
noticia en Buenos Aires un mes despus y los morenistas recuperaron
el poder y modificaron la estructura del gobierno creando un poder
ejecutivo de tres miembros el Triunvirato uno de cuyos secretarios
fue Bernardino Rivadavia. Con l la poltica de Moreno volvi a
triunfar. Se advirti en los artculos de la Gazeta, inspirados o
escritos por Monteagudo; en el estmulo de la biblioteca pblica; en
el desarrollo de la educacin popular y tambin en las medidas
polticas del Triunvirato: por una parte, la disolucin de la Junta
Conservadora, en la que haban quedado agrupados los diputados del
interior, y por otra, la supresin de las juntas provinciales que
aqulla haba creado que fueron sustituidas por un gobernador
designado por el Triunvirato. Una accin tan definida deba originar
reacciones. El cuerpo de Patricios se sublev con un pretexto
trivial y poco despus estuvo a punto de estallar una conspiracin
dirigida por Alzaga. En ambos casos fue inexorable el Triunvirato,
angustiado por la situacin interna y por los peligros exteriores.
El 24 de septiembre Belgrano detuvo la invasin realista en la
batalla de Tucumn: poco antes haba izado por primera vez la bandera
azul y blanca para diferenciar a los ejrcitos patriotas de los que
ya consideraba sus enemigos. Tambin amenazaban los realistas desde
Montevideo. Un ejrcito haba llegado desde Buenos Aires para
apoderarse del baluarte enemigo y haba logrado vencer a sus
defensores en Las Piedras. Montevideo fue sitiada y los realistas
derrotados nuevamente en el Cerrito a fines de 1812. Quedaba el
peligro de las incursiones ribereas de la flotilla espaola, y el
Triunvirato decidi crear un cuerpo de granaderos para la vigilancia
costera. La tarea de organizarlo fue encomendada a Jos de San
Martn, militar nativo y recin llegado de Londres, despus de haber
combatido en Espaa contra los franceses, en compaa de Carlos Mara
de Alvear y Matas Zapiola. Haban estado en contacto con el
venezolano Miranda, y a poco de llegar se haban agrupado en una
sociedad secreta la Logia Lautaro cuyos ideales emancipadores
coincidan con los de la Sociedad Patritica que encabezaba
Monteagudo y se expresaban en el peridico Mrtir o libre. El 8 de
octubre de 1812, los cuerpos militares cuyos jefes respondan a la
Logia Lautaro provocaron la cada del gobierno acusndolo de
debilidad frente a los peligros exteriores. Y, ciertamente, el
nuevo gobierno vio triunfar a sus fuerzas en la batalla de San
Lorenzo y en la de Salta. El ao comenzaba promisoriamente. Entre
las exigencias de los revolucionarios de octubre estaba la de
convocar una Asamblea General Constituyente, y el 31 de enero de
1813 el cuerpo se reuni en el edificio del antiguo Consulado.
Entonces estall ostensiblemente el conflicto entre Buenos Aires y
las provincias, al rechazar la Asamblea las credenciales de los
diputados de la Banda Oriental, a quienes inspiraba Artigas y
sostenan decididamente la tesis federalista. Pero pese a ese
contraste, la Asamblea cumpli una obra fundamental. Evitando las
declaraciones explcitas, afirm la independencia y la soberana de la
nueva nacin: suprimi los signos de la dependencia poltica en los
documentos pblicos y en las monedas, y consagr como cancin nacional
la que compuso Vicente Lpez y Planes anunciando el advenimiento de
una "nueva y gloriosa nacin".
Breve Historia de la Argentina
Jos Luis Romero
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Como Lpez y Planes, Cayetano Rodrguez y Esteban de Luca
cultivaban en Buenos Aires la poesa. El verso neoclsico inflamaba
los corazones y Alfieri se representaba en el pequeo Coliseo, donde
se cant con enardecida devocin el recin nacido Himno Nacional y
donde el indio Ambrosio Morante, actor y autor, estren su tragedia
La batalla de Tucumn. Pero ya se anunciaba otra poesa, ms popular,
y en cuyos versos vibraba la emocin del hombre de campo, lleno de
sabidura atvica y de espontnea picarda. La guitarra acompaaba los
cielitos y los cantos patriticos de Bartolom Hidalgo, y en los
patios populares, entre criollos y negros esclavos, resonaban bajo
los limoneros los mismos anhelos y las mismas esperanzas que en las
alhajadas salas de las familias pudientes, alrededor de los
estrados tapizados de rojo o amarillo, en los cuarteles y en los
despachos oficiales. Eran los comienzos del ao 1813, rico en
triunfos y en esperanzas. Los diputados de la Asamblea pronunciaban
vibrantes discursos en cuyos giros se adivinaban las reminiscencias
tribunicias de las grandes revoluciones. Y movidos por ese recuerdo
suprimieron los ttulos de nobleza otorgaron la libertad a quienes
haban nacido de padres esclavos, suprimieron la inquisicin y
ordenaron que se quemaran en la plaza pblica los instrumentos de
tortura. Era el triunfo del progreso y de las luces. Pero a medida
que pasaban los meses la situacin se ensombreca. Alvear y sus
amigos agudizaban las pretensiones porteas de predominio, de las
que recelaban cada vez ms los hombres que surgan como jefes en las
ciudades y en los campos del interior. Y en las fronteras, los
realistas derrotaban al ejrcito del Alto Per dos veces: en
Vilcapugio el 1 de octubre y en Ayohma el 14 de noviembre de 1813.
Fue un duro golpe para la nueva nacin y ms duro an para el jefe
vencido, Manuel Belgrano, espritu generoso, siempre dispuesto al
sacrificio y entonces sometido a proceso, precisamente porque todos
advertan la gravedad de la situacin creada por la derrota. En parte
por ese sentimiento, y en parte por las ambiciones de Alvear, la
Asamblea resolvi a fines de enero de 1814 crear un poder ejecutivo
unipersonal con el ttulo de Director Supremo de las Provincias
Unidas. Ocup el cargo por primera vez Gervasio Antonio de Posadas.
La situacin exterior empeoraba. Mientras trabajaba para constituir
una flota de guerra, Posadas apur las operaciones frente a
Montevideo, que se haban complicado por las disidencias entre los
porteos y los orientales. El Directorio declar a Artigas fuera de
la ley, agravndose la situacin cuando design jefe del ejrcito
sitiador a Alvear, el ms intransigente de los porteos. Fue l quien
recogi los frutos del largo asedio y logr entrar en Montevideo en
junio de 1814 La ciudad, jaqueada por la flota que se haba logrado
armar al mando del almirante Guillermo Brown, dej de ser un
baluarte espaol, pero la resistencia de los orientales comenz a ser
cada vez ms enconada, hasta convertirse en ruptura a partir del
momento en que Alvear alcanz la dignidad de Director Supremo en
enero de 1815. Los contrastes militares dividieron las opiniones.
Para unos era necesario resistir como hasta entonces; para otros
era inevitable acudir al auxilio de alguna potencia extranjera, y
el director Alvear crey que slo poda pensarse en Gran Bretaa; para
San Martn, en cambio, la solucin resida en una audaz operacin
envolvente que permitiera aniquilar el baluarte peruano de los
espaoles. Eran distintas concepciones del destino de la nueva
nacin, y cada una moviliz tras ella a fuertes sectores de la
opinin. Mientras San Martn logr cierta autonoma para preparar en
Cuyo su problemtica expedicin a Chile y al Per, Alvear comenz unas
sutiles escaramuzas diplomticas destinadas a obtener la ayuda
inglesa sin reparar en el precio. Quienes no compartan sus
opiniones que fueron la mayora y especialmente en provincias no
vieron en esa maniobra sino derrotismo y traicin. Artigas encabez
la resistencia y las provincias de la Mesopotamia argentina cayeron
muy pronto bajo su influencia poltica.
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Ese ao de 1815 fund el padre Castaeda en su convento de la
Recoleta una academia de dibujo. Pero la ciudad no viva la paz del
espritu; senta las sacudidas que engendraba el conflicto de las
pasiones y viva en estado de exaltacin poltica. Los pueblos del
interior no ocultaban su animadversin contra Buenos Aires y el 3 de
abril se sublev en Fontezuelas el ejrcito con que Alvear contaba
para reprimir la insurreccin de los santafecinos apoyada por
Artigas. La crisis se precipit. Alvear renunci, la Asamblea fue
disuelta, se eclips la estrella de la Logia Lautaro y el mando
supremo fue encomendado a Rondeau, a la sazn a cargo del ejrcito
del Alto Per. Pero la revolucin federal de Fontezuelas haba
demostrado la impotencia del gobierno de Buenos Aires y desde
entonces el desafo de los pueblos del interior comenz a hacerse ms
apremiante. Era visible que el pas marchaba hacia la disolucin del
orden poltico vigente desde mayo de 1810 que, por cierto,
perpetuaba el viejo sistema virreinal. A esta crisis interna se
agregaba la crisis exterior; derrotado Rondeau en Sipe-Sipe en
noviembre de 1815, la frontera del norte quedaba confiada a los
guerrilleros de Martn Gemes y poda preverse que Espaa donde
Fernando VII haba vuelto a ocupar el trono en marzo de 1814
intentara una ofensiva definitiva. Morelos haba cado en Mxico,
Bolvar haba sido derrotado en Venezuela, y en octubre de 1814 los
realistas haban vencido a los patriotas chilenos en Rancagua. La
amenaza era grave, y para afrontarla el gobierno convoc un congreso
que deba reunirse en la ciudad de Tucumn. Ante la convocatoria se
definieron las encontradas posiciones. Un grupo de diputados,
adictos al gobierno de Buenos Aires, apoyara un rgimen centralista,
en tanto que otro, fiel a las ideas de Artigas, propondra un rgimen
federal. El problema se presentaba como una simple preferencia
poltica, pero esconda toda una concepcin de la vida econmica e
institucional del pas. La riqueza fundamental era, cada vez ms, el
ganado que se reuna en las grandes estancias por millares de
cabezas, y del que se obtenan productos exportables. Buenos Aires
recoga a travs de su aduana importantes ingresos que contribuan a
acentuar las diferencias que la separaban de las dems provincias.
Poco a poco los pueblos del interior adhirieron a la causa del
federalismo, del que los hacendados provincianos esperaban grandes
ventajas y en el que todos vean una esperanza de autonoma regional.
El Congreso no cont con representantes de las provincias litorales,
ya en abierto estado de sublevacin. Los que llegaron a Tucumn se
constituyeron en asamblea en marzo de 1816 y designaron presidente
a Francisco Narciso de Laprida. El 3 de mayo se eligi Director
Supremo a Juan Martn de Pueyrredn. Luego, bajo la presin de San
Martn, que ejerca en Cuyo el cargo de gobernador intendente y
preparaba un ejrcito para cruzar los Andes, el Congreso se propuso
decidir la suerte de la nueva nacin. Y para invalidar las vagas
esperanzas de los indecisos, declar solemnemente el 9 de julio que
era "voluntad unnime e indubitable de estas provincias romper los
violentos vnculos que las ligaban a los reyes de Espaa, recuperar
los derechos de que fueron despojados e investirse del alto carcter
de nacin libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores
y metrpoli". Algunos das despus los propios diputados juraron
defender la independencia y deliberadamente agregaron en la frmula
del juramento que se opondran a "toda otra dominacin extranjera",
con lo que se detenan las gestiones en favor de un protectorado
ingls. Si hubo unanimidad para la declaracin de la independencia,
no la hubo en cambio, con respecto a la forma de gobierno que
adoptaran las Provincias Unidas. La reaccin conservadora, que haba
crecido en Europa tras la cada de Napolen en 1815, estimulaba a los
que pensaban en una solucin monrquica, y fue necesaria la firme
decisin de fray Justo Santa Mara de Oro para contenerlos. El
Congreso posterg el problema, mientras se acentuaba la tensin
interna entre el gobierno de Buenos Aires y las provincias del
litoral, alineadas tras la poltica federalista de Artigas. La
situacin se haba agravado con la
Breve Historia de la Argentina
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invasin de la Banda Oriental por los portugueses, promovida
desde Buenos Aires, frente a la cual Artigas combata solo, con los
pobres recursos de los paisanos que lo seguan. Los odios se
extremaban y la unidad del pas peligraba cada vez ms. En enero de
1817 los portugueses ocuparon Montevideo y obligaron a los
orientales a replegarse hacia el lmite con las provincias
argentinas. Ese mismo ao un grupo de hombres de letras fundaba en
Buenos Aires la Sociedad del buen gusto en el teatro; eran Vicente
Lpez, Esteban de Luca, Santiago Wilde, Vlez, Gutirrez y otros ms.
El lema de la sociedad era poner la literatura al servicio del
pueblo y de la libertad de Amrica. San Martn haba terminado sus
preparativos militares en Cuyo y comenz su temeraria operacin de
cruzar la cordillera de los Andes con un ejrcito numeroso y bien
pertrechado. El 12 de febrero de 1817cay sobre el ejrcito espaol en
la cuesta de Chacabuco y lo derrot. As comenz la crisis del poder
espaol en Chile. Dentro del pas, en cambio, la situacin se
agravaba. Entre Ros y Santa Fe aceptaron la autoridad de Artigas
llamado "Protector de los pueblos libres", y desafiaban a Buenos
Aires, a cuyas tropas derrot el "Supremo entrerriano", Francisco
Ramrez, en la batalla de Saucecito en marzo de 1818. Pocos das
despus triunfaba San Martn nuevamente sobre los espaoles en el
llano de Maip asegurando la independencia de Chile. Esas victorias,
empero no contribuan a fortalecer el gobierno de Buenos Aires
porque San Martn, fiel a su misin, estaba decidido a no participar
con sus tropas en la guerra civil. Frente a las fuerzas del
litoral, el Directorio se vea cada vez ms dbil. Corrientes bajo la
autoridad del caudillo artiguista Andresito, Entre Ros gobernada
por Francisco Ramrez y Santa Fe obediente a la voluntad de
Estanislao Lpez, formaban un vigoroso bloque con la Banda Oriental,
encabezada por Artigas. Dos veces vencedor de las tropas del
Directorio, Estanislao Lpez se propuso organizar institucionalmente
la provincia de Santa Fe y promovi en 1819 la sancin de una
constitucin provincial, decididamente democrtica y federal. Ese
mismo ao, el congreso nacional, que ahora sesionaba en Buenos
Aires, haba sancionado una carta constitucional para las Provincias
Unidas, inspirada por principios aristocrticos y centralistas. Los
dos documentos contemporneos revelaban la irreductible oposicin de
los bandos en pugna y, en general, la reaccin provinciana contra la
constitucin nacional de 1819 fue categrica. La crisis no se hizo
esperar. Las tropas entrerrianas y santafecinas se dirigieron hacia
Buenos Aires en octubre de 1819 y el Directorio no vacil en
solicitar la ayuda del general Lecor, jefe de las tropas
portuguesas que ocupaban Montevideo. El imperdonable recurso no
hizo sino agravar la discordia. El ejrcito del norte, que era el
nico con que contaba el Directorio, recibi orden de bajar
apresuradamente hacia el sur, pero al llegar a la posta de Arequito
se sublev a instancias del general Bustos, que se preparaba para
apartar a la provincia de Crdoba de la obediencia de Buenos Aires.
El director Rondeau recurri a la movilizacin de las milicias y se
enfrent en la caada de Cepeda con las tropas del litoral el 1 de
febrero de 1820: su derrota fue definitiva. La crisis haba
alcanzado una decisin. Los vencedores exigieron la desaparicin del
poder central, la disolucin del Congreso y la plena autonoma de las
provincias. Bustos acababa de asegurrsela a Crdoba, Ibarra lo imit
en Santiago del Estero, Aroz en Tucumn, Ocampo en La Rioja, y entre
tanto se desintegr la Intendencia de Cuyo dando origen a tres
provincias. Ante los hechos consumados, el director Rondeau
renunci. Tambin Buenos Aires se constituy como provincia
independiente, y su primer gobernador, Sarratea, firm el 23