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ALBERT Z. MANFRED Maximilien de Robespierre W Biblioteca Virtual OMEGALFA 2014 ɷ
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  • ALBERT Z. MANFRED

    Maximilien

    de Robespierre

    W

    Biblioteca Virtual

    OMEGALFA

    2014

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Autor: Albert Z. Manfred

    El texto de la presente obra corresponde al captulo III

    de Tres retratos de la Revolucin Francesa. Editada por: Editorial Progreso (Mosc).

    Fecha de la primera edicin en ruso: 1979.

    Fecha de la primera edicin en espaol: 1989.

    Traductor de la obra al castellano:

    Jocha Tuchman Kurik

    La presente edicin digital se ha realizado con una

    finalidad exclusivamente cultural, sin ningn

    inters lucrativo o de otra ndole.

    Biblioteca Virtual

    Omegalfa,

    .

    Digitalizacin y maquetacin:

    Demfilo, 2014.

    Biblioteca Virtual

    OMEGALFA 2014

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    I

    N la historia hay nombres que ni el tiempo, ni las pasiones, ni la

    indiferencia pueden eliminar de la memoria de las generaciones.

    Uno de ellos es el nombre de Maximilien de Robespierre.

    La vida de Robespierre fue muy corta. Muri, o ms exactamente, fue

    ejecutado en el patbulo poco despus de haber cumplido treinta y seis

    aos. De esa breve vida slo los ltimos cinco aos fueron significati-

    vos; durante los aos anteriores nada distingui al joven abogado de

    Arras, admirador de Jean- Jacques Rousseau y autor de poemas senti-

    mentales.

    Cuando en la primavera de 1789 Robespierre, en su calidad de diputado

    del tercer estado de Arras a los Estados Generales, hizo su debut en la

    gran palestra poltica, sus primeros pasos fueron acogidos con hostili-

    dad y menosprecio. No slo en Los actos de los apstoles (boletn mo-

    nrquico reaccionario de Rivarol) se burlaban de l, sino que tambin

    sus correligionarios polticos, los diputados del tercer estado y los pe-

    riodistas opuestos al absolutismo, lo ignoraban o lo trataban con des-

    precio. En los artculos de los peridicos de aquella poca su apellido

    era deformado: lo llamaban Robert-Pierre, Robers-pierre, Robert, y la

    mayora de las veces no mencionaban su nombre, sustituyndolo por la

    frase ofensivamente impersonal: uno de los diputados. Los petimetres

    y los experimentados chistosos de la capital eligieron a Robespierre

    como blanco de sus burlas. Todo les resultaba divertido en el diputado

    de Arras: el anticuado fraque verde olivo, los modales provincianos y el

    estilo solemne y grandilocuente de sus discursos escritos de antemano.

    Un da tuvo que abandonar la tribuna a causa de la increble hilaridad

    que haba estallado en la sala. En otra ocasin el ruido en el auditorio

    era tan grande que se vio obligado a interrumpir su intervencin. Des-

    pus de intentar en vano sobreponerse al ruido de los reunidos, se dio

    cuenta de que le resultara imposible y baj de la tribuna sin terminar su

    discurso.

    E

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Pero el tiempo transcurri y las voces de los que se burlaban se vieron

    obligadas a enmudecer. En los peridicos aprendieron a escribir correc-

    tamente su apellido, que de la ltima pgina pas a la primera. Ahora

    sus intervenciones eran escuchadas con atencin en la Asamblea Na-

    cional y en el Club de los Jacobinos; ya nadie haca sealamientos ir-

    nicos sobre la ropa, los modales o el estilo del orador.

    Transcurri un poco ms de tiempo y cada discurso de Robespierre en

    la Convencin ya constitua un importante acontecimiento poltico: era

    acogido con furiosas exclamaciones de protesta en un sector de la Con-

    vencin y con atronadores aplausos en otro.

    La Revolucin avanzaba, ascenda a nuevos niveles, cada vez ms al-

    tos, en su desarrollo. Junto con ella creca tambin la gloria de Maximi-

    lien de Robespierre. Nada cambi en su modo de vida: segua viviendo

    en la misma nica habitacin del ala de madera de la casa del carpintero

    Maurice Duplay en la calle Saint-Honor; continuaba siendo tan pobre

    como cuando era un desconocido, no ocupaba ningn puesto o cargo

    especial. Pero de todos modos su influencia sobre la poltica del Go-

    bierno revolucionario, sobre la marcha general de los acontecimientos

    se incrementaba constantemente y sus palabras adquiran un peso cada

    vez mayor.

    De todos los lderes de la Revolucin, Robespierre fue el nico que,

    encabezndola, recorri con ella hasta el final todo el camino. Algunos

    quedaron rezagados desde el inicio, otros fueron desechados por el

    torrente revolucionario en sus bruscos virajes. De los tres lderes jaco-

    binos Marat fue asesinado por el pual del enemigo en los primeros

    das del poder jacobino, poco despus Danton fue condenado por el

    Tribunal Revolucionario y sucumbi en la guillotina, slo Robespierre

    se mantuvo en la cresta de la ola revolucionaria.

    Robespierre estaba en el centro de la marcha impetuosa de esos extra-

    ordinarios acontecimientos que no tenan precedentes en la historia.

    Luchaba duramente, pero, como dijo Herzen, con paso valiente avan-

    zaba sobre la sangre y la sangre no lo manchaba.1 El pueblo sencillo

    lleg a querer al Incorruptible. Los enemigos declarados o secretos de

    la Revolucin, que temblaban con el ms leve movimiento de sus cejas

    1 A. I. Herzen. Obras, en ruso. Mosc, 1956, t. 3, p. 330.

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    y que por eso lo odiaban cada vez ms, afilaban sus cuchillos y tejan

    una telaraa de conspiraciones.

    En el verano de 1794 pareca que la Repblica haba alcanzado la cima

    del podero y la gloria. Los rayos de esa gloria iluminaban al lder del

    Gobierno revolucionario: Robespierre. Pero la guillotina en un instante

    tronch su gloria, que haba alcanzado el zenit. El 9 termidor los cons-

    piradores que hasta entonces haban permanecido ocultos dieron un

    golpe de Estado contrarrevolucionario, declararon fuera de la ley a Ro-

    bespierre y a sus amigos y al da siguiente, sin juicio previo, los ejecu-

    taron en la plaza de Grve de Pars.

    * * *

    Naturalmente, esta vida singular y ese destino asombroso suscitaron

    durante muchas dcadas un inters que no ha disminuido con los aos.

    Ya al da siguiente de la muerte de Robespierre la leyenda comenz a

    rodear su nombre. Tanto sus enemigos de todos los frentes, de todos los

    grupos y fracciones que luchaban contra la Revolucin, como sus ami-

    gos de ayer, a los que el miedo obligaba a renegar del vencido, todos se

    manifestaban en su contra. Basta mencionar al clebre pintor Louis

    David, miembro del Comit de Seguridad General. Amigo de Robes-

    pierre, que despus del discurso del Incorruptible el 8 termidor en el

    Club de los Jacobinos haba prometido con vehemencia tomar con l

    hasta el fondo la copa de cicuta, despus de la muerte de Robespierre se

    justificaba afirmando que haba sido burdamente engaado por este

    ltimo. Todos los que por diferentes motivos no estaban conformes con

    el Gobierno de la dictadura jacobina, los sospechosos sobre los que se

    perfilaba la sombra de la guillotina, los especuladores, los concusiona-

    rios, los malversadores de los bienes del Estado, los ambiciosos y los

    arribistas,

    todos los que haban temblado bajo el frreo puo del Comit de Salva-

    cin Pblica, ahora cubran de fango, calumnias y difamaciones el

    nombre del lder derrotado. No slo los deshonestos cmplices de la

    conspiracin los Tallien, los Barras y los Frron emulaban en las

    maldiciones que vomitaban contra El Incorruptible, que ahora era cali-

    ficado de dspota y tirano. Despus del 9 termidor la atmsfera

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    poltica estaba tan caldeada que la gente que nada tena que ver con las

    pasiones egostas y los clculos polticos, sucumba ante esa psicosis

    social. As, Joseph Rouget de Lisie, genial autor de La Marsellesa,

    compuso un himno mediocre y deferente que glorificaba la conspira-

    cin del 9 termidor por haber tronchado el complot de Robespierre;

    los dramaturgos, los directores de escena y los actores, cuyos nombres

    no han quedado registrados en los anales de la historia, calumniaban al

    Incorruptible en sus desenfrenadas representaciones teatrales.2

    Casi todas las personalidades de la Revolucin tuvieron muchos enemi-

    gos. La huella de esta hostilidad que los acos en vida dej tambin sus

    trazos en la historia. Por supuesto, ni la propia hostilidad ni el grado de

    su intransigencia en las generaciones posteriores de las clases dominan-

    tes podan ser iguales en todos los casos. Marat, por ejemplo ya he

    tenido ocasin de sealarlo, fue particularmente odiado por la bur-

    guesa. Pero a pesar de todo, si en este caso son admisibles las compa-

    raciones, hay que reconocer que el crculo de enemigos de Robespierre

    era mucho ms grande que el de los adversarios de El Amigo del Pue-

    blo. Marat era odiado y temido por todos los que estaban a la derecha

    de los jacobinos: los girondinos, los feuillants y los realistas. Entre los

    enemigos de Robespierre, adems de stos haba tambin otros, surgi-

    dos en el ltimo ao del gobierno jacobino, cuando ya Marat haba

    muerto. Adems de las agrupaciones mencionadas, entre los enemigos

    que Robespierre tuvo en vida estaban tambin los colricos, los he-

    bertistas, los dantonistas y todos los heterogneos y variados elementos

    que luego configuraron el bloque termidoriano.

    A Robespierre se le atribua la responsabilidad por todo. El cuchillo de

    la venganza que se abati sobre Charlotte Corday, los cadveres de los

    diputados girondinos devorados por los lobos, los bucles de Mara An-

    tonieta, los restos del duque de Orlans (Philippe-Egalit), la desespe-

    racin y el suicidio de Jacques Roux en la crcel, la sangre de Chau-

    mette, que muri siendo inocente, la briosa furia de Danton, las lgri-

    mas de Lucile Desmoulins y de otros cientos de condenados por el Tri-

    bunal Revolucionario, culpables e inocentes: todo esto se le imputaba a

    Maximilien de Robespierre.

    2 Person. Chants rpublicains et posies patriotiques. An. III; este mismo tema se

    aborda en el trabajo manuscrito del profesor K. Dobroliubski.

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    A esto hay que prestarle atencin desde el principio puesto que consti-

    tuye la clave para la comprensin de la historiografa posterior sobre

    Robespierre y explica el carcter complejo y contradictorio de las apre-

    ciaciones de las que l ser objeto ms tarde.

    Despus de la cada de la dictadura jacobina todos los enemigos de

    Robespierre de derecha y de izquierda coincidieron en la divul-gacin de ciertas frmulas generales que, siendo monstruosas calum-

    nias, eran presentadas como verdades evidentes. Tirano, dspota, dictador, asesino, sanguinario: todos estos injuriosos apodos aplicados a Robespierre sonaban de manera idntica en los labios del

    izquierdista Collot dHerbois y del derechista Boissy dAnglas. La solidaridad de los termidorianos en sus aspiraciones de presentar a Ro-

    bespierre como enemigo del gnero humano iba tan lejos que sin con-

    formarse con la destruccin fsica y poltica del lder de los jacobinos

    llegaron incluso a ultrajar sus restos al componer este sacrilego epitafio:

    Passant, qui que tu sois, ne pleure pas mon sort. Si je vivis, tu serais mort,

    que pudiera ser traducido as:

    Transente, no llores por mi suerte.

    Si yo viviera, t estaras muerto.3

    Pero fuera de estos lmites comenzaba la esfera de las divergencias. Ya

    al segundo da despus del 9 termidor Billaud-Varenne, Barre y Va-

    dier acusaban a Robespierre de ser moderado e indulgente con los

    enemigos, de proteger a los sacerdotes, es decir, lo criticaban, digamos,

    desde posiciones de izquierda. Thibaudeau, Thuriot y otros dantonistas,

    por el contrario, exigan la depuracin y la supresin del Tribunal Re-

    volucionario, demandaban amnista y clemencia, es decir, sustentaban

    posiciones de derecha.

    De este modo, Robespierre, que ya no poda responder a sus detracto-

    res, fue presa de la difamacin y la calumnia. Los merodeadores polti-

    cos y literarios, que se apresuraban a sacar provecho de su indecoroso

    3 L. Blanc. Historia de la Revolucin Francesa de 1789, en ruso. San Petersbur-

    go, 1909, t. XI, p. 225.

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    oficio, se burlaban de la memoria del lder de la Montaa fabricando

    obras difamatorias.

    Empezando por el informe de Courtois, basado en la ms burda y fla-

    grante falsificacin,4 pasando por los mediocres folletos de Duperron,

    Montjoie, Merlin de Thionville, Laurent Lecointre, que ya haba entre-

    nado su mano escribiendo denuncias difamatorias,5 y muchas otras

    obras similares escritas por plumas venales, comenz a configurarse

    paulatinamente una historiografa sobre Robespierre que, adems de ser

    extremadamente contradictoria, era totalmente falsa de principio a fin,

    estaba basada en la calumnia, en la tergiversacin de la verdad, en las

    invenciones de la ira rencorosa, en la malicia de las ofensas que no han

    sido olvidadas.

    As, fue creada esa imagen tergiversada e irreconocible del Robespierre

    terrible, privado de todo rasgo humano, la encarnacin petrificada de

    todos los vicios y las bajas pasiones, del tirano y el asesino sanguinario.

    Sin embargo, a pesar de esta versin apoyada por el poder estatal y

    divulgada por la Iglesia, la escuela y la ciencia oficial, en la conciencia

    del pueblo, en la memoria de las generaciones se mantuvieron vivas

    otras ideas sobre Robespierre, otros recuerdos, otra imagen humana y

    humanista que no se parece en nada a ese terrible retrato. Por mucho

    que los difamadores hayan intentado denigrar al gran revolucionario del

    siglo XVIII, a travs del manto de mentiras y calumnias que se fue

    acumulando durante muchos aos se perciba y brillaba la imagen fiel,

    sin manchas oprobiosas, del Incorruptible. Y las nuevas generaciones al

    observar con atencin esta silueta cincelada que se hunda cada vez ms

    en la profundidad del tiempo, trataban de descifrar su secreto.

    A primera vista poda parecer que las mentes jvenes se sentan fasci-

    nadas por la propia singularidad de la vida y el destino de Robespierre:

    treinta aos de anonimato y luego el ascenso impetuoso, deslumbrante,

    4 E. Courtois. Rapport fait au nom de la commission charge de Vxamen des pa-

    piers trouvs chez Robespierre et ses cmplices, Paris, 1794. 5 L. Duperron. Vie secrte, politique et curieuse de Maximilien Robespierre, suivi

    de plusieures anecdotes sur cette conspiration sans pareille. Paris, an 2 de la

    Rpublque; Ch. F. L. Montjoie. Histoire de la conjuration de Maximilien Ro-

    bespierre. Paris, 1976; Merlin de Thionville a ses collgues. Portrait de Robes-

    pierre-, L. Lecointre. Robespierre peint par lui-mme. Paris, s. a.

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    como el despegue de un cohete, y ya en la cima ms alta, la cada y la

    muerte. Pero para las mentes y los corazones ambiciosos que se podran

    sentir atrados por ese aspecto externo de la biografa de Robespierre,

    hubiera resultado, sin dudas, mucho ms atractivo otro ejemplo de des-

    tino singular, que todos tenan a la vista: el destino de Napolen Bona-

    parte. El puente de Arcle, el sol de Austerlitz, las fanfarrias de las

    victorias, las abejas doradas sobre el terciopelo el emblema de la

    nueva dinasta imperial todo eso, para los ambiciosos y los soadores

    de dieciocho aos, era cien veces ms seductor que la severa austeridad

    de los paos negros del Comit de Salvacin Pblica. Stendhal es fiel a

    la verdad histrica cuando nos muestra a su hroe preferido, al dotado y

    ambicioso Julin Sorel, procedente del pueblo, escondiendo bajo el

    colchn un apreciado-retrato, que por supuesto no era el de Robespie-

    rre, sino el de Napolen Bonaparte. Por otra parte, el destino postumo

    de estas dos personalidades que, cada cual a su manera, fueron las ms

    significativas de la poca crucial de fines del siglo XVIII y principios

    de] siglo XIX fue demasiado diferente. La memoria de Napolen fue

    perpetuada por las clases dominantes mediante la columna de Vand-

    me, el Domo de los Invlidos, diversos monumentos, cientos de miles

    de reproducciones, museos y una vastsima literatura. Pero hasta hoy en

    da en Francia, ni en la capital, donde en otros tiempos sesion la Con-

    vencin, ni en otras ciudades hay un monumento al representante ms

    significativo de la Primera Repblica e incluso su nombre en la historia

    de Francia an est muy lejos de resonar a plena voz.

    Por supuesto, esos que ambicionaban la gloria, el triunfo y los honores

    no eran los que volvan la mirada hacia Robespierre tratando de desen-

    traar el secreto sentido de su singular destino. Los representantes de

    las clases oprimidas, las fuerzas sociales que participaban en la lucha

    revolucionaria vean en la experiencia heroica de la dictadura jacobina

    y en su lder un ejemplo inspirador para sus hazaas y sus pruebas.

    De ellos, los primeros que deben ser mencionados, que se proclamaron

    valientemente herederos y continuadores de la lucha encabezada por

    Robespierre, fueron Gracchus Babeuf y sus compaeros de la clebre

    conspiracin de los iguales.

    Ellos fueron los iniciadores de una orientacin diferente favorable a

    Robespierre y mucho ms veraz en el desarrollo del pensamiento

    social y, concretamente, de la historiografa de la primera Revolucin

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Francesa, que se opuso a la corriente reaccionaria y difamatoria. A

    nuestro juicio, esto debe ser analizado ms detalladamente.

    * * *

    Como es sabido, el surgimiento del movimiento de los iguales coin-

    cidi con el derrumbe poltico e ideolgico de los llamados termido-

    rianos de izquierda. Algunos de ellos, como, por ejemplo, Amar, esta-

    blecieron relaciones directas con la conspiracin de los iguales 6

    *

    desempearon un papel bastante significativo en ese movimiento. Pero

    en su conjunto los termidorianos de izquierda (Billaud-Varenne, Co-

    llot dHerbois, Voulland, Barre y otros) permanecieron muy alejados

    del movimiento de los iguales, de Babeuf y de sus compaeros de

    lucha no slo en el aspecto organizativo e ideolgico, sino tambin en

    la valoracin de Robespierre.

    Los termidorianos de izquierda desempearon un papel importante y

    funesto en los acontecimientos cruciales del 8 y 10 termidor .7 La ma-

    yora de los futuros participantes en la conspiracin de los iguales,

    como tambin otros jacobinos honestos, por ejemplo, los llamados l-

    timos montaeses: Romme, Goujon, Bourbotte, Soubrany y otras futu-

    ras vctimas de pradial, contribuyeron en un grado mucho menor al

    derrocamiento de Robespierre, aunque aprobaron sin reservas el golpe

    de Estado. A pesar de estas diferencias, tanto unos como otros ya sea

    por sincera conviccin, por falta de reflexin o por hipocresa, en este

    caso no tiene importancia consideraron que el golpe contra revolu-

    cionario del 9 termidor era una sublevacin revolucionaria, una revolu-

    6 Ph. Buonarroti. La conspiracin en nombre de la igualdad, llamada conspira-

    cin de Babeuf, en ruso. Mosc, t. II, 1948.

    * En el proceso de Vandme contra los iguales fue juzgado, adems de Amar, tambin Vadier quien, sin embargo, de acuerdo con el testimonio

    competente de Buonarroti no saba nada de la conspiracin. 7 J.-N. Billaud-Varenne. Mmoire indit sur 9 thermidor.-Revue historique de la

    Rvolution franqaise, Paris, 1910, pp. 57-74, 161-175, 321-336; Trois lettres

    indites de Voulland sur le crise de Thermidor.Annales historiques de la R-volution frangaise, Paris, 1927, N 19, pp. 67-77; Mmoires de B. Barre,

    membre de la Constituante, de la Convention, du Comit de Salut public et de

    a Chambre des Reprsentants, publis para H. Carnot et David (dAnger), Bruxelles, 1842, t. 1-2.

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    cin. Incluso en uno de los primeros documentos del movimiento de los

    iguales, de finales de 1795 o principios de 1796, los sucesos del 27 de

    julio de 1794 son calificados como la revolucin de termidor.8

    Pero para los termidorianos de izquierda poco despus del golpe de

    Estado se torn evidente que esa revolucin de termidor haba que-

    dado fuera de su control y en realidad no era una revolucin, sino una

    contrarrevolucin. Comenzaron a ser relegados a un segundo plano,

    luego fueron vctimas de reproches y afrentas, ms tarde fueron arresta-

    dos y deportados, en la mayora de los casos incluso sin cumplir las

    formalidades judiciales, exactamente igual que el 9 termidor. Entonces

    comenzaron a arrepentirse.

    Psicolgicamente resultaba perfectamente comprensible el hecho de

    que todos esos Billaud, Collot, Vadier miembros de los poderosos

    Comits de Salvacin Pblica y de Seguridad General, que a pesar de

    todos sus pecados eran hombres de temple de acero ardieran de in-

    dignacin al ver cmo un insignificante Rovre, quien confesaba cni-

    camente que acariciaba el perrito de Couthon para conquistar la bene-

    volencia de su amo,9 ahora en el Comit de Seguridad General decida

    la suerte de la gente y se baaba en oro.

    Por supuesto, esta autocrtica tarda y ya sin objeto tena en los termi-

    dorianos de izquierda su matiz individual. El inteligente, flexible e

    inescrupuloso Barre de Vieuzac, quien siempre saba cmo mante-

    nerse a flote en el impetuoso torrente y quien habiendo sido, en su mo-

    mento, presidente del Club de los Feuillants supo convertirse ms tarde

    prcticamente en el nico miembro inamovible del Comit de Salva-

    cin Pblica, en sus memorias, escritas o redactadas casi treinta aos

    despus de los trgicos sucesos de 1794, admiti que el 9 termidor

    destruy la fuerza revolucionaria. El afirmaba sin ocultar su indigna-

    cin que el poder cay en manos de una coalicin contrarrevoluciona-

    ria, integrada, a su juicio, por hombres fieles a Danton, representantes

    del pantano y de los agentes secretos de Luis XVIII; l incluso los

    calificaba despectivamente como termidorianos,10

    excluyndose, por

    8 Ph. Buonarroti. Ob. cit., t. II, p. 107.

    9 R. Levasseur. Mmoires. Paris, 1831, t. IV, p. 66.

    10 B. Barre. Mmoires, t. 2, pp. 210, 211.

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    supuesto, a s mismo de ese grupo. Pero Barre interpretaba estos acon-

    tecimientos ante todo como una catstrofe personal: termidor se convir-

    ti en contrarrevolucin no por haber derrocado al Gobierno revolucio-

    nario encabezado por Robespierre, sino por el hecho de que poco des-

    pus de termidor los incapaces amateurs du pouvoir (aficionados del

    poder), que no le perdonaban a l, a Barre, su popularidad y su talento,

    lo haban desplazado de la direccin.11

    Es evidente que Barre estaba

    muy lejos de revisar su actitud hacia Robespierre y de reconsiderar

    polticamente el papel del Incorruptible en la Revolucin. Por supuesto,

    como hombre inteligente, tena que reconocer tambin los mritos de

    Robespierre: su irreprochable honestidad, el amor a la libertad, la fir-

    meza de principios, el amor a la pobreza, la fidelidad a la causa del

    pueblo; de otro modo sera imposible comprender cmo l, Bertrand

    Barre, pudo compartir con Robespierre la gloria y el poder en el Comi-

    t de Salvacin Pblica. Pero en lo principal y lo fundamental, incluso

    despus de la prolongada experiencia del triunfo de la reaccin burgue-

    sa y ms tarde, de la reaccin aristocrtica feudal, Barre repeta en sus

    memorias la vieja versin del despotismo insaciable y la avidez de po-

    der de Robespierre, sobrevalorando de manera evidente su propio papel

    en los sucesos del 9 termidor.12

    De este modo, incluso treinta aos despus de la cada y la muerte de

    Robespierre, Barre continuaba justificando la lucha contra l como

    una supuesta proeza heroica para salvar a la Revolucin de la tirnica

    dictadura que la oprima.

    Hippolyte Camot, que escribi (en colaboracin con David dAnger) para la

    edicin de las memorias de Barre una extensa introduccin, muy rica en

    contenido, sealaba que Barre comenz a trabajar en sus memorias durante

    los primeros aos del Imperio y las redact en los ltimos aos de su vida

    (muri en 1841). 11

    Ibd., pp. 219-220. Entre todos los testimonios que Barre reproduce a su favor en sus Memo-

    rias cita tambin las palabras que supuestamente le dijo Granet de Marsella:

    Presenta tu dimisin: eso pondr fin a todo. Slo actuando de ese modo podrs estar tranquilo, ya que estos hombres no te perdonan tu celebridad,

    tus prolongados triunfos sobre la tribuna. Hay que retirarse y cederles el

    puesto (Barre: Mmories, t. II, pp. 219-220). 12

    Ibd., pp. 178-214.

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Lamentablemente, el historiador no dispone de otras fuentes tan com-

    pletas como las memorias de Barre, que revelan las posiciones ideol-

    gicas de otros termidorianos de izquierda despus de su derrumbe

    poltico. Hay que conformarse con datos fragmentarios y pruebas indi-

    rectas que dejan lugar a conjeturas.

    Las notas de Philippe Buonarroti sobre sus encuentros con Barre y

    Vadier durante los aos de exilio en Blgica en la poca de la Restaura-

    cin, que fueron publicadas por el historiador francs Mathiez,13

    permi-

    ten formarnos una idea clara acerca de las concepciones y las posicio-

    nes ideolgicas de estos dos participantes del golpe del 9 termidor.

    Las impresiones y los juicios de Buonarroti sobre Barre en general

    confirman a plenitud el autorretrato poltico dibujado por Barre en sus

    memorias, publicadas aproximadamente quince aos despus de dichos

    encuentros. La caracterizacin que Buonarroti hace de Barre testimo-

    nia la excepcional perspicacia y la exactitud de las valoraciones del

    autor de esas notas.

    Como uno de los miembros ms influyentes del Comit de Seguridad

    General y enemigo irreconciliable y militante de la Iglesia y la religin,

    Vadier desempe un papel importante en la preparacin y la organiza-

    cin del golpe del 9 termidor. Treinta aos ms tarde, cuando Buona-

    rroti lo volvi a ver en el exilio de Bruselas, ya era un anciano de ms

    de noventa aos. Pero ni siquiera esa venerable edad fue capaz de inspi-

    rarle a Buonarroti un sentimiento de respeto hacia el temible ex dirigen-

    te del Comit de Seguridad General. Buonarroti utiliz un tono despec-

    tivo y hostil al referirse a l: Odiar a los aristcratas y burlarse de la

    religin: en eso consiste toda la poltica de Vadier. A l le gusta mucho

    la igualdad, siempre que reciba buenos ingresos, pueda vender ventajo-

    samente sus mercancas y conserve alguna influencia sobre los asuntos

    polticos.14

    As era el anciano Vadier, sin mscara y sin adornos, dibu-

    13

    A. Mathiez. Le role de Barre et de Vadier au 9 thermidor jug par Buonarroti.

    - Annales rvolutionnaires, 1911, t. IV, pp. 96-102; reeditado en la antologa:

    A. Mathiez. Autour de Robespierre. Paris, 1925, pp. 234-241. En 1797 Buonarroti permaneci durante ms de tres meses recluido en la

    isla de Pele, cerca de Cherbourg, junto con Vadier, implicado por error en

    el asunto de la conspiracin de los iguales. 14

    A. Mathiez. Autour de Robespierre, p. 237.

  • - 14 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    jado del natural por Buonarroti en los das de su vegetativa existencia.

    Ese anciano mezquino, amargado y vanidoso que nos describe Buona-

    rroti, ahora consideraba, naturalmente, funesto y fatal el da 9 termidor,

    ya que en esa fecha haban empezado los infortunios de la patria, que l

    identificaba con sus propias desdichas. Pero al igual que Barre, slo

    que de un modo ms grosero y primitivo, sin ningn tipo de reservas,

    justificaba a plenitud su participacin en la lucha contra Robespierre y

    repeta las inventadas y desgastadas acusaciones formuladas en 1794

    contra ste.

    No tenemos datos que nos permitan conjeturar cierto cambio en la acti-

    tud hacia Robespierre por parte de los cabecillas de los termidorianos

    de izquierda: Collot dHerbois y Billaud-Varenne.

    Collot dHerbois, el miembro del Comit de Salvacin Pblica ms

    allegado a los hebertistas, responsable de las desmedidas represiones en

    Lyon, reprobado por el Gobierno revolucionario, tena fundamentos

    para temer a Robespierre y desempe uno de los papeles principales

    en los das decisivos de termidor. l fue quien presidi la fatal sesin

    de la Convencin el 9 termidor, abusando de su poder en favor de los

    conspiradores y fue a l a quien Robespierre, en su ltima e iracunda

    rplica desde su puesto, calific de presidente de los asesinos. Ence-

    rrado varios meses despus en la prisin y luego deportado a las tierras

    tropicales de la ptrida Guayana para encontrar all la muerte reconsi-

    der Collot dHerbois, yaciendo sobre el jergn de la crcel, el signifi-

    cado de los acontecimientos en los que haba jugado un papel tan si-

    niestro? Sobre esto no existe ningn testimonio y en este caso las conje-

    turas estaran fuera de lugar. Collot dHerbois pas a la historia tal co-

    mo era el 9 termidor: un furioso y rabioso enemigo de Robespierre.

    El severo y firme Billaud-Varenne, que hasta el final de sus das sigui

    siendo un demcrata convencido, en sus apuntes publicados postuma-

    mente se mostr mucho ms justo con Robespierre que en la vida real.

    Si me preguntaran de qu modo Robespierre fue capaz de llegar a

    ejercer tanta influencia sobre la opinin pblica yo respondera que lo

    logr subrayando las ms austeras virtudes, su indudable espritu de

    sacrificio y los ms puros principios, escribi Billaud-Varenne. Pero

    tambin l, como Barre y Vadier (y quizs incluso en mayor medida

    que ellos, puesto que sus principios eran ms firmes) no era propenso a

  • - 15 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    reconsiderar crticamente el papel que haba desempeado en el verano

    de 1794.

    Carrier, quien, al igual que Collot dHerbois, le tema al castigo revolu-

    cionario por las atrocidades cometidas en Nantes, por su participacin

    directa en el fallido intento de sublevacin de los hebertistas en marzo

    de 1794 y quien ya por eso se haba convertido en un activo cmplice

    de la conspiracin contra Robespierre, result ser, por una cruel irona

    del destino, uno de los primeros a quienes los termidorianos de derecha

    calificaron de secuaces de Robespierre y enviaron a la guillotina. La

    clebre frase de Carrier en su alegato de defensa en la Convencin:

    Aqu todo es culpable, todo, hasta el timbre del presidente!, tena un

    doble sentido bien claro: toda la Montaa, toda la Convencin eran

    responsables por el terror y la poltica de violencia que le imputaban

    slo a l, a Carrier. La lgica de estas reflexiones deba conducir a una

    rehabilitacin indirecta de Robespierre. Pero esta frase no fue continua-

    da. Carrier rod por la pendiente y la velada amenaza contenida en esas

    palabras dictadas por la desesperacin no le ayud a mantenerse en la

    superficie. Por el contrario, al ser bien entendida, slo aceler su cada

    y su muerte.

    Es necesario hablar de otros termidorianos de izquierda?

    De todos modos, ya nos hemos detenido bastante en su anlisis. Pero

    eso es necesario para constatar que la mayora de los termidorianos de

    izquierda, incluso despus de la total bancarrota de su poltica y del

    hundimiento personal, continuaron justificando su lucha contra Robes-

    pierre en el verano de 1794.

    Esta constatacin es importante tambin porque explica las fuentes del

    surgimiento de una segunda corriente hostil a Robespierre en la poste-

    rior historiografa democrtica revolucionaria del siglo XIX.

    * * *

    A diferencia de los termidorianos de izquierda, Babeuf y sus compa-

    eros de lucha en el perodo de la reaccin termidoriana y del Directo-

    rio hicieron una reconsideracin total de sus concepciones acerca de los

    cruciales sucesos de julio de 1794 y modificaron conscientemente su

    actitud hacia Robespierre.

  • - 16 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Mathiez, quien en reiteradas ocasiones investig el problema de la acti-

    tud de los babuvistas hacia Robespierre, brind la exposicin ms com-

    pleta de sus criterios sobre este aspecto en el muy valioso artculo Ba-

    beuf y Robespierre, publicado en 1917.15

    Despus de mencionar en este artculo que Babeuf desde 1791 y en

    adelante no ces de admirar a Robespierre, Mathiez expone el criterio

    de que, supuestamente, el apoyo de Babeuf al golpe de Estado del 9

    termidor fue slo un falso tributo a las exigencias de la poca. Induda-

    blemente, Babeuf como periodista deba tomar en consideracin la opi-

    nin pblica escribi Mathiez, estaba obligado a censurar a Ro-

    bespierre y a deslindarse de ese nombre comprometedor en el peridico

    fundado por l el 17 fructidor del ao II. Pero el modo en que lo haca

    no engaaba respecto a los verdaderos sentimientos de Babeuf.16

    No podemos estar de acuerdo con este criterio. El anlisis de los artcu-

    los de Babeuf en el Journal de la libert de la presse (Diario de la liber-

    tad de prensa), publicado en septiembre de 1794 y tambin, en parte, en

    Le tribune du peuple (La tribuna del pueblo), que fue su continuacin,

    demuestra que Babeuf durante los primeros meses posteriores al 9 ter-

    midor, sin comprender, al igual que muchos otros, la muy enredada

    situacin, que se tornaba ms confusa an por las diferentes consignas

    simuladoras, salud el golpe de Estado del 27 de julio considerndolo

    una revolucin y censur a Robespierre como tirano.17

    La posicin de

    Babeuf durante aquellos das era muy similar a las posiciones de mu-

    chos otros demcratas de izquierda engaados o autoengaados, que

    crean a pie juntillas en las consignas demaggicas de los termidorianos

    sobre la lucha contra la tirana. Babeuf, como muchos otros, crea

    ingenuamente que con la cada del triunvirato de los tiranos deba

    comenzar una era de libertad ilimitada del pueblo. El propio nombre del

    primer rgano de prensa publicado por Babeuf Diario de la libertad

    de prensa- es muy elocuente.

    15

    A. Mathiez. Babeuf et Robespierre.Annales rvolutionnaires, mai 1917; vase

    tambin A. Mathiez. Etudes sur Robespierre. Paris, 1958, pp. 237-250. 16

    A. Mathiez. Autour de Robespierre, p. 246. 17

    Pages choisies de Babeuf recueillies, commentes, annotes par M. Domman-

    get, Paris, 1935, pp. 161-224.

  • - 17 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Sin embargo, muy pronto, bajo la influencia de la dura experiencia de

    la contrarrevolucin termidoriana, Babeuf modific su actitud hacia el

    golpe del 27 de julio y, por consiguiente, tambin reconsider su valo-

    racin de las vctimas de aquel golpe: Robespierre, Saint-Just y

    Couthon, de su lugar y su papel en la Revolucin. El anlisis de la evo-

    lucin ideolgica de Babeuf en esos decisivos y ltimos dos aos de su

    vida no forma parte de la tarea del presente trabajo. Aqu slo seala-

    remos, del modo ms general, que a medida que Babeuf se converta en

    el lder ideolgico y poltico del movimiento de los iguales fue modi-

    ficando cada vez con ms firmeza su criterio sobre Robespierre y sobre

    la dictadura jacobina en favor de estos ltimos.

    Esta nueva valoracin de Robespierre y de la dictadura revolucionaria

    fue expuesta por Babeuf en varios de sus artculos de Le tribune du

    peuple18

    y registrada por Buonarroti en su clebre historia de la cons-

    piracin de los iguales.19

    Pero quizs su mejor formulacin la encon-

    tremos en la carta de Babeuf a Bodson del 29 de febrero de 1796, que

    fue reeditada por Espinas a fines del siglo XIX. Hoy debo reconocer

    mi culpa por el hecho de haber visto, en otra poca, con matices negros

    tanto al Gobierno revolucionario, como a Robespierre y a Saint-Just

    escribi Babeuf, Estoy convencido de que estos hombres por s mis-

    mos eran ms valiosos que todos los revolucionarios juntos y que su

    Gobierno dictatorial estaba diablicamente bien pensado. Y agregaba:

    El robespierrismo es democracia; estas dos palabras son totalmente

    idnticas.20

    He aqu una reflexin que no deja lugar a equvocos ni a malas inter-

    pretaciones de ningn tipo!

    No slo Babeuf, sino tambin otros dirigentes y participantes del mo-

    vimiento de los iguales durante los das de la contrarrevolucin ter-

    18

    Le Tribune du peuple, N 40, 5 ventse lan IV (24.11.1796); vase tambin los

    NN 29 y 34. 19

    Ph. Buonarroti. Ob. cit., t. I, pp. 84-87, 108-112, 137-140, 154-163, 216, 348-

    349; vase tambin V. M. Dalin Gente e ideas, en ruso. Mosc, 1970. 20

    A. Espinas. La philosophie sociale du XVIII sicle et la Rvolution. Paris, 1898,

    pp. 257-258.

  • - 18 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    midoriana y la orga burguesa del Directorio 21

    fueron capaces de

    comprender y apreciar la grandeza histrica de Robespierre. Alexandre

    Darth, uno de los principales dirigentes de la conspiracin de los

    iguales, ejecutado junto con Babeuf, de acuerdo con el testimonio de

    Buonarroti, asimil muy temprano las convicciones de Robespierre y

    contribuy con todas sus fuerzas a la realizacin de las mismas; por su

    parte, Robespierre lo apreciaba mucho. El propio Buonarroti defini a

    Robespierre como el clebre mrtir en nombre de la igualdad,22

    lo

    admir durante toda su vida y lo vener considerndolo un gran hom-

    bre.23

    Buonarroti fue tambin el primer y ms prestigioso autor de la con-

    cepcin que establece un nexo de continuidad entre Babeuf y Robes-

    pierre, entre los babuvistas y los jacobinos. Demostr en su obra que

    entre ellos exista no slo una sucesin personal, sino tambin ideolgi-

    ca; supo comprender profundamente y definir de manera excelente la

    esencia progresista de la poltica dictatorial del gobierno revoluciona-

    rio. Polemizando contra las falsas acusaciones que calificaban de tirano

    a Robespierre, Buonarroti escribi: La tirana de Robespierre consis-

    ta... en la fuerza de sus sabios consejos, en la influencia de su virtud...

    Era un tirano para la gente perversa.24

    En ese mismo libro, al valorar los objetivos positivos del movimiento

    de los iguales la aspiracin de los partidarios de Babeuf a la reali-

    zacin de las leyes de la libertad y la igualdad Buonarroti escribi

    que Robespierre era amigo de esa igualdad, considerndolo de este

    modo un precursor directo del movimiento de los iguales.25

    Mathiez slo se sum a la concepcin de Buonarroti al subrayar el nexo

    de continuidad entre el robespierrismo y el babuvismo. Hizo muchos

    aportes valiosos en esta esfera al descubrir y publicar una serie de do-

    cumentos nuevos que demostraban una vez ms cun altamente valora-

    21

    Carta de F. Engels a V. Adler a Viena del 4 de diciembre de 1889. C. Marx y F.

    Engels. Obras, t. 37, p. 267. 22

    Ph. Buonarroti. Ob. cit., t. I, pp. 141 y 87. 23

    P. Robiquet. Buonarroti et la secte des Egaux d'aprs les documents indits.

    Paris, 1910, p. 28. 24

    Ph. Buonarroti. Ob. cit., t. I, p. 109. 25

    Ibd., p. 160.

  • - 19 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    ban Babeuf y sus amigos a Robespierre, Saint-Just y al Gobierno revo-

    lucionario liderado por ellos. Pero al mismo tiempo Mathiez cometi un

    error de carcter doble. En primer lugar, redujo los orgenes del ba-

    buvismo, si no exclusiva al menos primordialmente, a robespierrismo y

    con esto dio un paso de retroceso en comparacin con Buonarroti e

    incluso con Advielle,26

    quien no analizaba las cosas desde un punto de

    vista tan unilateral. En segundo lugar, en correspondencia con su carac-

    terstica propensin a la modernizacin y a la bsqueda del socialismo

    all donde ste no exista ni poda existir, Mathiez intent aproximar las

    posiciones de Robespierre y Babeuf atribuyndole al primero los rasgos

    de un combatiente socialista e incluso comunista. 27

    En la literatura histrica sovitica, en su perodo inicial, la imagen del

    comunista-utopista de fines del siglo XVIII suscit, naturalmente, un

    gran inters y llam mucho la atencin. El estudio de este tema condujo

    lgicamente al esclarecimiento del problema de la gnesis ideolgica

    del babuvismo. Sobre este tema surgieron, en su momento, acaloradas

    polmicas, en el curso de las cuales, adems de ideas correctas, se ma-

    nifestaron tambin no pocas afirmaciones confusas y errneas. En la

    actualidad no tiene sentido detenernos en el anlisis de estas polmicas,

    al menos por la sola razn de que los autores de las tesis ms dudosas o

    claramente errneas (Y. Zajer, P. Schgolev) renunciaron a ellas ms

    tarde, y sobre todo porque en las dcadas transcurridas desde entonces

    estas polmicas cayeron tan completamente en el olvido que ya no po-

    dran ejercer ninguna influencia sobre el desarrollo posterior de la his-

    toriografa sovitica.28

    Sin embargo, de estas polmicas qued la idea segn la cual el nexo

    gentico del babuvismo se reduca exclusivamente al Crculo Social y a

    los colricos.

    Es verdad que en la literatura histrica sovitica durante varios aos se

    defendi un punto de vista ms amplio acerca de las fuentes ideolgicas

    del babuvismo, que responda mucho ms a la verdad histrica. For-

    26

    V. Advielle. Histoire de Gracchus Babeuf et du babouvisme. Paris, 1884, t. 1-2. 27

    A. Mathiez. Etudes sur Robespierre, p. 237. 28

    P. Schgolev. La conspiracin de Babeuf, en ruso. Leningrado, 1927; vase

    Trabajos de la primera conferencia nacional de historiadores marxistas de la

    URSS, en ruso. Mosc 1930, t. II, pp. 158-20.

  • - 20 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    mados en la escuela de los aos revolucionarios, considerndose conti-

    nuadores de la causa de los jacobinos, los babuvistas asimilaron sli-

    damente la idea de la dictadura revolucionaria... escribi el acad-

    mico V. Volguin.29

    Esta formulacin era slo una variacin del viejo

    punto de vista del autor acerca de este problema. Por supuesto, tanto en

    el trabajo citado como en los anteriores, V. Volguin no tenda de nin-

    guna manera a reducir las fuentes ideolgicas del babuvismo slo al

    jacobinismo. Subrayaba y demostraba la influencia que sobre los ba-

    buvistas ejercieron los pensadores franceses prerrevolucionarios: los

    autores de la teora comunista Mably y Morelly, sobre todo este ltimo.

    Pero, sealando con justeza el hecho de que los babuvistas fueron sus

    discpulos, V. Volguin subrayaba al mismo tiempo que esto no deba

    ser interpretado de manera estrecha, sino que era necesario tomar en

    consideracin tambin la experiencia histrica posterior, que influy

    sobre la formacin de las concepciones de Babeuf y de sus amigos. La

    Revolucin Francesa ense mucho; teorizar en el estilo de Morelly era

    algo totalmente imposible para los babuvistas en 1795.30

    Es de lamentar que esos criterios correctos no fueran debidamente to-

    mados en consideracin por una serie de autores que abordaron este

    problema. El anlisis histrico concreto del objeto de estudio fue susti-

    tuido por las reiteradas alusiones a la clebre frase polmica de Marx

    contra Bruno Bauer en La Sagrada Familia, que involuntariamente

    releg a un segundo plano otra serie de sealamientos de Marx y En-

    gels sobre ese mismo problema. En concreto, no se le prestaba la debi-

    da atencin a otra definicin de los orgenes ideolgicos del babuvismo

    brindada por Engels casi en esa misma poca, en 1845: ...Babeuf y los

    participantes en su conspiracin hicieron de las ideas de democracia de

    1793 las ms avanzadas conclusiones acerca de la igualdad que eran

    posibles en aquella poca.31

    Es indudable que, al igual que el clebre

    sealamiento de Marx en La Sagrada Familia, tambin ste exige una

    actitud de seria reflexin y no una confrontacin de citas.

    29

    V. P. Volguin. El movimiento de los "iguales" y sus ideas sociales, en ruso.

    Prlogo al trabajo de Ph. Buonarroti. La conspiracin en nombre de la igual-

    dad..., t. I, p. 28. 30

    Ibid., pp. 22 23. 31

    F. Engels. Festividad de las naciones en Londres. C. Marx y F. Engels. Obras,

    X. 2, p. 589.

  • - 21 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Los babuvistas no eran, en modo alguno, los hijos espirituales de Jac-

    ques Roux y de Varlet ni los nietos de Claude Fauchet y de Nicols de

    Bonneville, como resulta segn el esquema favorito de parentesco di-

    recto. Su genealoga ideolgica era ms compleja y ms ramificada.

    El anlisis detallado de este problema nos desviara del tema fundamen-

    tal. Sin embargo, sobre la base de todo lo dicho con anterioridad nos

    parece indiscutible la inclusin de Robespierre, y en general de los ja-

    cobinos de la corriente robespierrista, dentro del grupo de los precurso-

    res ideolgicos de Babeuf.

    Por otra parte, con ms claridad y ms precisin que en cualquier inves-

    tigacin histrica este problema fue esclarecido por el autor ms com-

    petente en la materia: el propio Gracchus Babeuf. En la mencionada

    carta a Bodson de 1796 Babeuf escribi: Yo no considero, como t,

    que sea impoltica y superflua la evocacin de los restos y los princi-

    pios de Robespierre y Saint-Just para el fortalecimiento de nuestra doc-

    trina. Ante todo con esto slo rendimos el debido tributo a una gran

    verdad... Esa verdad consiste en el hecho de que nosotros slo somos

    los segundos Gracos de la Revolucin Francesa... que nicamente se-

    guimos los pasos de los primeros defensores generosos del pueblo, que

    ya antes de nosotros se plantearon ese mismo objetivo de justicia y de

    felicidad que inspir al pueblo.32

    * * *

    De este modo, Robespierre, a pesar de ser asesinado y calumniado por

    los termidorianos, no fue destruido de manera definitiva.

    Dos aos despus de haber muerto, su sombra se alz tras las espaldas

    de Babeuf y Darth, y en las nuevas palabras pronunciadas por los

    iguales, que eran una fusin de las voces del pasado y del futuro,

    tambin se distingua ntidamente la sorda voz de Maximilien de Ro-

    bespierre.

    Pero en la primavera de 1797 Babeuf y Darth, al igual que antes Ro-

    bespierre, tambin fueron ejecutados por los termidorianos. La reaccin

    se intensificaba. Desde el 9 termidor la historia poltica de Francia dio

    32

    A. Espinas. La philosophie sociale du XVIII sicle et la Rvolution, pp. 257-258.

  • - 22 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    un brusco viraje en una sola direccin: a la derecha, que se mantuvo

    durante treinta y cinco aos con la Convencin termidoriana, el Direc-

    torio, el Consulado, el Imperio y la Restauracin de la monarqua de los

    Borbones. Estas etapas marcaron la evolucin desde la contrarrevolu-

    cin burguesa de los republicanos-termidorianos hasta la feudal de los

    realistas de Luis XVIII.

    Durante esos aos de constante incremento de la reaccin poltica no se

    hablaba en absoluto de la Revolucin y por consiguiente, tampoco de

    sus hroes. Si se deca algo era slo para denigrarla. En el perodo del

    Directorio se burlaban cnicamente de la Revolucin (me refiero a su

    etapa superior: la de los jacobinos); en la poca de Napolen fue borra-

    da de la historia de Francia mediante una circular policial, nadie se

    atreva a evocarla ni siquiera entre susurros, ni siquiera en un crculo

    muy ntimo; en los tiempos de Luis XVIII y Carlos X, hermanos del rey

    ejecutado, desde lo alto del trono restaurado llovan las maldiciones

    contra la Revolucin y era difamada en todas partes.

    Robespierre, el ms destacado representante de la heroica poca de la

    Revolucin, comparta plenamente la suerte de esta ltima. Poda pare-

    cer que mediante los esfuerzos de sus enemigos pstumos, de los

    enemigos de la Revolucin, su nombre sera borrado de la memoria del

    pueblo.

    Los primeros historigrafos y autores de memorias, tales como Sie-

    ys,33

    que en los aos del Directorio comenzaron a escribir para ven-

    garse por el miedo y la humillacin experimentados durante los das del

    terror, consideraban que su tarea principal era la de denigrar a quien

    tenan prcticamente por el nico culpable de todos los crmenes (as

    era como llamaban al terror revolucionario en la poca del terror con-

    trarrevolucionario).

    Durante los aos del Consulado y el Imperio termin incluso eso. Ni

    siquiera se poda insultar a Robespierre. El ex capitn de artillera, pro-

    tegido por los comisarios de la Convencin, Augustin Robespierre y

    Saliceti, al convertirse en el emperador Napolen orden sumir en el

    olvido a aquellos con quienes estaban relacionados los primeros y deci-

    sivos xitos de su carrera.

    33

    E. S. Sieys. Oeuvres politiques, Pars, 1796, t. 1 y 2.

  • - 23 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    La Restauracin rompi ese silencio sepulcral, pero slo para cubrir de

    fango y calumnias la Revolucin y sus protagonistas. Los escritos de

    Bonald, de Chateaubriand 34

    y de otros historiadores y publicistas aris-

    tocrtico-clericales no eran ms que furiosas invenciones contra la Re-

    volucin y sus lderes. El odio encegueci tanto a estos escritores que el

    vivo y colorido cuadro de la Revolucin tena para ellos una sola tona-

    lidad negra. Es por eso que entre la gran cantidad de idelogos y publi-

    cistas aristocrticos del perodo de la Restauracin algunos de los

    cuales, como el propio Chateaubriand, posean un talento incuestiona-

    ble no hubo ningn historiador destacado de la poca pasada.

    Pero en la poca en que la evolucin poltica hacia la derecha lleg a su

    lgico fin: el dominio de los ultrarrealistas y la ley de indemnizacin a

    los emigrantes, en ese momento, e incluso antes para las mentes perspi-

    caces, se hizo evidente que por mucho que se ensaara la reaccin aris-

    tocrtico-clerical, ella no tena fuerzas suficientes para hacer retroceder

    la historia y detener el progresivo desarrollo del pas por la nueva va

    capitalista trazada por la primera Revolucin Francesa.

    El trabajo Reflexiones sobre la Revolucin Francesa de De Stal y lue-

    go las obras histricas de Mignet y de Thiers,35

    que rehabilitaron el

    primero parcialmente y las segundas ya de manera totalmente defini-

    da a la Revolucin, expresaban los puntos de vista de la burguesa

    liberal, que haba crecido, se haba fortalecido y aspiraba a concentrar

    en sus manos todo el poder.

    El significado general de los trabajos de los historiadores burgueses del

    perodo de la Restauracin, y en concreto su actitud ante la Revolucin,

    ha sido explicado tan claramente en la literatura marxista que no consi-

    deramos necesario detenernos en su anlisis. Pero debemos sealar que

    tanto para De Stal, como luego tambin para Mignet y para Thiers,

    quienes se pronunciaron cada cual a su manera en defensa y a fa-

    34

    L. G. Bonald. Penses sur divers sujets et discours politiques. Pars, 1817, t. 1-

    2; F. R. Chateaubriand. Oeuvres completes. Pars, 1836-1837, t. 2 y 3. 35

    A. L. G. de Stal. Considrations sur les principaux vnements de la Rvolu-

    tion frangaise. Pars, 1818, t. I-III; P. Mignet. Histoire de la Rvolution fra-

    naise depuis 1789 jusquen 1814. Pars, 1824, t. 1 y 2; A. Thiers. Histoire de la Rvolution franaise. Pars, 1823-1827, t. 1-6.

  • - 24 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    vor de la Revolucin, Robespierre no estaba, por supuesto, entre los

    defendidos, sino en el banquillo de los acusados.

    De Stal, mezclando sus reflexiones con vagos recuerdos de sus aos

    de juventud, transformados por su imaginacin creadora, cre uno de

    los retratos ms desfigurados de Robespierre.36

    Mignet estaba dis-

    puesto a que sus simpatas democrticas llegaran al grado de admitir los

    mritos de Danton, a quien consideraba un titn entre los revoluciona-

    rios, pero su actitud hacia Robespierre era de aversin y odio; lo con-

    sideraba un hombre que contaba plenamente con todo lo que necesitaba

    un tirano y que haba desempeado un papel terrible en la Revolu-

    cin.37

    Thiers, quien desde muy joven experimentaba un instintivo res-

    peto hacia cualquier representante autoritario del poder ejecutivo (re-

    cordemos el sealamiento de Marx sobre cmo le lustraba las botas a

    Napolen en su Historia del consulado y del imperio), se mostr res-

    pecto a Robespierre ms reservado que Mignet, su correligionario en

    aquella poca. Pero tambin l, por supuesto, mantuvo una actitud de

    indudable hostilidad hacia Robespierre.

    Por ah pasaba la lnea de demarcacin que separaba la burguesa de-

    mocrtica, de las clases que estaban ms a la izquierda.

    Reconociendo la Revolucin, y an ms, levantando en los aos de

    su izquierdizacin la ensea tricolor de la Revolucin como su propia

    bandera de combate, la burguesa liberal no aceptaba la Revolucin en

    conjunto, sino slo hasta ciertos lmites: hasta la Gironda, inclusive, y

    algunos autores, hasta Danton. Robespierre permaneca del lado opues-

    to, all donde el mundo del mal se separaba del mundo del bien.

    La lnea de delimitacin era clara y bien definida dentro de la Revolu-

    cin: unas fracciones y grupos, desde los girondinos hasta Danton in-

    clusive, constituan un legado poltico admisible para el liberalismo; 36

    A. L. G. de Stal. Considrations..., t. II, pp. 140-142. Creo que ella fue la primera en crear la leyenda sobre el color verde (escribi

    sobre el color verde de los prpados de Robespierre) tan exagerada y aprove-

    chada luego por Carlyle (T. Carlyle. The French Revolutiort. London, 1838).

    Pero hay que sealar que, a pesar de manifestar abiertamente su hostilidad hacia

    Robespierre, admita que de todos los nombres nacidos con la Revolucin el

    nico que sobrevivira sera el de Robespierre. 37

    F. Mignet. Historia de la Revolucin Francesa, traduccin del francs al ruso.

    San Petersburgo, 1906, pp. 187, 203.

  • - 25 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    otros, desde Robespierre hasta los ms a la izquierda eran los precurso-

    res del campo de la democracia.

    Si los representantes de la burguesa liberal tenan una actitud tan irre-

    conciliablemente hostil hacia Robespierre en el perodo de su izquier-

    dizacin, en los aos de la Restauracin, cuando la burguesa an so-

    aba con conquistar una posicin dominante, ya despus de la revolu-

    cin burguesa de 1830, que le dio acceso al poder a una parte de esa

    burguesa a la aristocracia financiera despus de la experiencia de

    la revolucin de 1848 y de la Segunda Repblica esta actitud se fortale-

    ci an ms.

    Alphonse de Lamartine, en su Historia de los girondinos una obra

    lrica de muchos tomos, escrita en prosa, que poetiza la Gironda38

    manifiesta, naturalmente, su hostilidad hacia Robespierre. Pero a pesar

    de todas sus insuficiencias polticas Lamartine era un poeta talentoso

    que posea el don de la percepcin artstica. Por eso no poda dejar de

    sentir la grandeza histrica de Robespierre. Describiendo su papel en la

    Revolucin como siniestro y funesto, aunque puro en sus aspiraciones

    personales, Lamartine reconoca de todos modos que con Robespierre

    y Saint-Just termin el grandioso perodo de la Repblica. Comenzaba

    la segunda generacin de revolucionarios. La Repblica cay de la

    cima de la tragedia a la intriga....39

    Pero quince aos despus de las pruebas de la revolucin de 1848, en la

    que desempe un papel tan ignominioso, despus de las lecciones de

    la lucha de clases durante los aos de la Segunda Repblica, lleno de

    experiencia, Lamartine critic en 1861 su propia Historia de los giron-

    dinos. Y al volver a analizar a Robespierre en esta obra, Lamartine, ya

    no como poeta, sino como ex ministro del Gobierno Provisional, intro-

    dujo modificaciones esenciales en su valoracin: Hoy quizs yo fuera

    ms severo (en la valoracin de Robespierre). A.M.) puesto que he

    visto su sombra en las calles en el ao 1848... 40

    Estas palabras, escri-

    38

    A. de Lamartine. Histoire des girondins. Paris, 1848, t. I-VIII. (En lo sucesivo

    se cita segn la edicin de 1884.). 39

    Ibd., t. IV, p. 354. 40

    A. de Lamartine. Critique de l'histoire des girondins par lauteur des girondins

    lui-mme quinze ans de distance (octobre 1861). Publicado en el apndice a

    Histoire des girondins de A. de Lamartine, t. IV, p. 544.

  • - 26 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    tas por la pluma de Lamartine, revelan el secreto de la creciente hostili-

    dad de este autor, y no slo de l, sino de toda la burguesa hacia Ro-

    bespierre despus de 1848.

    Es extrao. Lo lgico sera suponer que cuanto ms se alejaran las d-

    cadas del terrible ao 93, tanto ms deban apaciguarse las pasiones,

    deba enfriarse la clera, la simpata o la hostilidad personal, el tiem-

    po que todo lo extingue deba, aparentemente, apagar las ltimas brasas

    de las emociones y las pasiones que quedaran de aquella agitada poca.

    Pero en la realidad todo fue distinto. No slo los historiadores que re-

    presentaban a la gran burguesa, sino tambin autores evidentemente

    pequeo-burgueses por sus concepciones polticas, por el carcter de su

    pensamiento y por sus ideales sociales, tales como, por ejemplo, Miche-

    let, Edgard Quinet o autores no franceses como Thomas Carlyle escri-

    ban sobre Robespierre con una irritacin y una hostilidad difciles de

    explicar.41

    Y para ellos la lnea de delimitacin del bien y el mal en la

    historia de la gran Revolucin del siglo XVIII segua mantenindose

    rigurosamente dentro de los lmites trazados por primera vez por Mig-

    net: todo lo admisible llegaba hasta los girondinos y Danton; ms all,

    con Robespierre, empezaba el horrible mundo del mal social.

    Y si examinamos a un historiador como Hippolyte Taine, que escribi

    sobre la Revolucin casi cien aos despus de su inicio 42

    y que por lo

    tanto, vivi incluso la experiencia de la Comuna de Pars, podremos ver

    cmo en l se manifiesta con claridad una forma diferente de hostilidad

    hacia la Revolucin en general y hacia Robespierre en particular. Ya no

    era antipata ni animadversin, era cierto frenes, cierto odio furioso,

    plasmado en formas literarias, a las que la incandescencia de la ira le

    otorgaba incluso un brillo externo.

    Qu era lo que ocurra? Cul era la fuente del odio inextinguible que

    la burguesa y sus historiadores le tenan a Robespierre? Por qu la

    burguesa aceptaba a los girondinos y a Danton, mientras rechazaba con

    indignacin al Incorruptible?

    41

    J. Michelet. Histoire de la Rvolution franaise. Paris, 1847-1853,1.1-7; E.

    Quinet. La rvolution. Pars, 1877, t. 1-3; T. Carlyle. The French Rvolution.

    London, 1838. 42

    H. Taine. Les origines de la France contemporaine. La Rvolution. Paris, 1878-

    1899, t. 1-3.

  • - 27 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Si examinamos los argumentos que constituan el fundamento de la

    valoracin negativa de Robespierre podemos constatar que eran muy

    similares en la mayora de los autores burgueses.

    Los ataques contra Robespierre eran fundamentalmente de carcter

    moral y tico; se le acusaba de ser cruel, vanidoso, sanguinario y vido

    de poder, de haber exterminado a una gran cantidad de gente, de ser un

    dspota y un tirano. Algunos le sumaban a esto ciertas acusaciones de

    carcter esttico: era de baja estatura, su voz era srdida, su rostro era

    de color verdoso (de acuerdo con la leyenda creada por madame de

    Stal), etc.

    Pero la falsedad y la inconsistencia de todos estos argumentos se tornan

    absolutamente evidentes en cuanto se aborda otra destacada personali-

    dad de aquella poca: Napolen Bonaparte. Todas las acusaciones de

    carcter moral y tico formuladas contra Robespierre podran ser plan-

    teadas con mucho ms fundamento contra Napolen. Bonaparte real-

    mente fue vanidoso, cruel, vido de poder, extermin a una enorme

    cantidad de personas, fue el desptico soberano de Francia y de la mi-

    tad de Europa. Y por ltimo, tambin era de baja estatura y su rostro,

    segn lo han manifestado muchos testigos que lo conocieron, tena un

    color enfermizo. Pero la burguesa, como se sabe, no odiaba ni senta

    aversin contra Bonaparte, sino que lo admiraba. Por consiguiente, la

    censura a Robespierre en el plano tico-moral era slo hipocresa, una

    manera de disfrazar las verdaderas causas ocultas de la hostilidad bur-

    guesa hacia l.

    La explicacin del origen de esa creciente hostilidad contienen las pa-

    labras citadas de Lamartine en su autocrtica de 1861.

    Para la burguesa, Robespierre fue y continu siendo la personificacin

    de la democracia revolucionaria. Relacionaba siempre su nombre con el

    pueblo en lucha, que haba irrumpido imperiosamente en la vida, con el

    pueblo revolucionario lleno de energa incontenible.

    Mirabeau, los feuillants, los girondinos eran representantes de diferen-

    tes grupos de la propia burguesa, y la poltica promovida por ellos en

    todas las etapas de la Revolucin fue siempre la poltica de la lite bur-

    guesa de la sociedad. Danton representaba la poltica del compromiso,

    de la conciliacin con dichos grupos; su popularidad como tribuno slo

    le otorgaba an ms valor.

  • - 28 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    A pesar de que Robespierre, tal como lo admiten todos los autores bur-

    gueses, no era un hombre del pueblo, sino de la burguesa, nunca pro-

    movi ni defendi los intereses de sus capas ms altas, sino que luch

    contra ellas con el respaldo del pueblo y en aras de los intereses del

    pueblo. Quinet escribi claramente que Robespierre, despus de la ca-

    da de la Gironda, se dedic a azuzar al pueblo contra la burguesa.43

    Esto era ms que suficiente para despertar el odio inextinguible contra

    El Incorruptible.

    Pero a medida que la burguesa, una vez en el poder, entablaba una

    lucha cada vez ms encarnizada contra el pueblo y su vanguardia: el

    proletariado, su hostilidad contra Robespierre, naturalmente, se incre-

    mentaba.

    En 1848, despus de la insurreccin de junio del proletariado parisino

    una guerra civil en su forma ms terrible: la guerra entre el trabajo y

    el capital44

    la llamada burguesa liberal dio un paso ms en su evolu-

    cin hacia la derecha. Y Lamartine, uno de los culpables directos de la

    tragedia de junio (recordemos las palabras de Marx: ...los fuegos arti-

    ficiales de Lamartine se han convertido en las granadas incendiarias de

    Cavaignac,45

    que expresaron la nueva hipstasis contrarrevolucionaria

    de la burguesa), admita que despus de haber visto la sombra de Ro-

    bespierre en las calles de Pars en el 48 lo juzgara an ms severamen-

    te. Ese no era un juicio personal de Lamartine, el poeta, el historiador y

    el ministro; era el juicio clasista de la burguesa.

    Pero a la sublevacin de junio de 1848 le sigui la Comuna de Pars de

    1871 y a las correcciones acadmicas de Lamartine, el libelo contra la

    Revolucin del acadmico Hippolyte Taine, escrito con tanta clera que

    lo coloca en el lmite con la grosera.

    * * *

    43

    E. Quinet. La rvolution, t. II, pp. 219-220. 44

    C. Marx. Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. C. Marx y F. Engels.

    Obras Escogidas, en 3 tomos. Mosc, Progreso, t. 1, pp. 229-230. 45

    Ibd., p. 230.

  • - 29 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Durante un siglo la historiografa aristocrtica y burguesa denigr a

    Robespierre y difam su memoria, excluyendo su nombre de los anales

    histricos de la gloria francesa. Ella quera que el pueblo lo rechazara

    para siempre...

    Qu se hizo para contrarrestar esos esfuerzos?

    Mucho tiempo despus de haber sido ejecutado e injuriado segua

    viviendo Robespierre en la conciencia del pueblo e influyendo sobre su

    lucha? Lenin escribi: ...pese a haber sido derrotada, la revolucin

    francesa triunf porque dio al mundo entero unos puntales de la demo-

    cracia burguesa y de la libertad burguesa que ya no se podan derri-

    bar.46

    Estas notables consideraciones de Lenin, tan importantes para la

    comprensin de toda la historia de los tiempos modernos, tambin son

    un gran aporte al problema particular que nos ocupa: la comprensin

    del destino pstumo de Maximilien de Robespierre.

    Cada vez que las exigencias del desarrollo histrico obligaban a reali-

    zar por partes las tareas planteadas por la Revolucin Francesa, en la

    memoria de los pueblos volva naturalmente a cobrar vida la imagen de

    uno de sus lderes ms destacados: Maximilien de Robespierre; lo cual

    se evidenciaba no slo a travs de las diferentes formas de actividad

    prctica: el renacimiento del movimiento revolucionario republicano, la

    creacin de grupos revolucionarios clandestinos, etc., sino que era tes-

    timoniado tambin por las obras histricas dedicadas directa o indirec-

    tamente al Incorruptible, la propia aparicin de las cuales constitua

    tambin un fenmeno profundamente sujeto a leyes.

    En Francia, en vsperas de la segunda revolucin la revolucin bur-

    guesa de 1830 fueron publicadas sucesivamente las memorias de

    Buonarroti y de Levasseur.47

    Como ya se ha sealado, el clebre libro de Buonarroti sobre la cons-

    piracin de los iguales, despus de la ejecucin de Babeuf, proclamaba

    abiertamente por primera vez a Robespierre como el lder ms grandio-

    so de la Revolucin; Levasseur, jacobino con el temple de acero del 93,

    46

    V. I. Lenin. Obras Completas, en espaol. Progreso, Mosc, t. 38, p. 392. 47

    Ph. Buonarroti. Conspiration pour lEgalit dite de Babeuf, suivie du procs

    auquel elle donna lieu, et des pices justicatives... 1828. Vase la edicin en ru-

    so bajo la redaccin del acadmico V. Volguin, Mosc, 1948; R. Levasseur.

    Mmoires. Paris, 1829- 1831, t. 1-4.

  • - 30 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    al que ni la vida errante ni las persecuciones le hicieron agachar la ca-

    beza, en los aos difciles recordaba con orgullo a los grandes hombres

    de la poca gloriosa y al primero de ellos: El Incorruptible.48

    En vsperas de la tercera revolucin la revolucin de 1848 y de la

    Segunda Repblica, Robespierre fue glorificado en los trabajos de Bu-

    chez y de Louis Blanc, muy diferentes por su carcter y su significa-

    cin.

    Buchez, un peculiar socialista cristiano de la escuela saint-simoniana,

    durante los aos de la monarqua de julio promovi, junto con Roux,

    una amplia publicacin de materiales documentales de contenido casi

    exclusivamente poltico de la poca de la Revolucin Francesa.49

    Esa

    publicacin conserva parte de su valor cientfico incluso en nuestros

    das. Pero en aquella poca su edicin fue un acontecimiento muy im-

    portante. En los aos del reinado mezquino del monarca-burgus, de las

    intrigas ftiles y viles, de msera avaricia y de ruines clculos egostas,

    desde las pginas de los tomos publicados por Buchez y Roux comen-

    zaron a resonar de pronto voces diferentes: voces jvenes y vigorosas

    que le hacan eco a los truenos de la tormenta revolucionaria, surgieron

    imgenes totalmente distintas que parecan estar fundidas en bronce, las

    imgenes de los gigantes del civismo, como dijo en su poca A. Her-

    zen.

    Para Buchez los ms admirables forjadores de la Revolucin eran los

    jacobinos y el ms notable de los jacobinos, Robespierre. Y l le abri

    ampliamente las puertas de su publicacin. Por primera vez, cuarenta

    aos despus de termidor, la voz de Robespierre volvi a resonar para

    la nueva generacin de franceses, que muy pronto deba instaurar la

    Segunda Repblica. Y por supuesto, para esta nueva generacin de

    republicanos los discursos del propio Robespierre eran mucho ms

    48

    C. Marx y F. Engels. Obras. Mosc-Leningrado, 1929, t. III, pp. 599-611. Con respecto a esto es necesario recordar que Marx estudi con mucha aten-

    cin e incluso resumi las memorias de Levasseur (vase C. Marx y F. En-

    gels. Obras, t. III, pp. 599-611). 49

    Ph. Buchez et P. C. Roux. Histoire parlamentaire de la rvolution frangaise, ou

    journal des Assembles nationales depuis 1789 jusquen 1815. Paris, 1834-1838, t. 1-35.

  • - 31 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    elocuentes que los entusiasmados pero muy confusos comentarios del

    redactor Buchez.

    Louis Blanc, que comenz a publicar su Historia de la Revolucin

    Francesa en doce tomos dos aos antes de la revolucin de febrero, se

    manifest en su obra como un entusiasmado apologista de Robespierre.

    Pero Louis Blanc escribi la parte principal de su trabajo ya despus de

    la revolucin de 1848.50

    Hay que reconocer que la valoracin favorable de Robespierre susten-

    tada por Louis Blanc, al igual que toda su obra en conjunto, resultaban

    muy tiles en aquella poca. Polemizando con Michelet, Thiers, Lamar-

    tine y otros historiadores, Louis Blanc defenda a Robespierre ante las

    invenciones de stos y en esto tena razn en la mayora de los casos.

    Por supuesto, esto no significaba que el autor de La organizacin del

    Trabajo, el reformista pequeoburgus, el progenitor de la concilia-

    cin, segn la definicin que en 1917 Lenin dio de su poltica,51

    se

    hubiera convertido en un verdadero jacobino de la poca del terror re-

    volucionario. De ninguna manera: Louis Blanc por mucho que se parara

    en puntillas, por mucho que se esforzara, no poda llegarle al hombro al

    Incorruptible. Durante la revolucin de 1848 en la poltica Louis Blanc

    y sus amigos conciliadores pequeoburgueses, cuyos seguidores luego

    se autodenominaron La Nueva Montaa, heredaron de los verdaderos

    jacobinos del 93 slo los rasgos externos de su estilo oratorio. Pero en

    estos ltimos las palabras fuertes, pero concisas se conjugaban con

    acciones an ms fuertes. Mientras en Louis Blanc, Ledru-Rollin y

    otros hroes de la Nueva Montaa la sonora fraseologa slo encubra la

    ausencia de accin; con las frases sustituan la renuncia a la poltica

    revolucionaria y a la lucha de clases. Slo parodiaban de manera la-

    mentable el papel de la autntica Montaa, en 1848 no eran ms que

    uno de los episodios de repeticin bufonesca de la tragedia de 1789-

    1794, como lo demostr brillantemente Marx en su clebre El dieci-

    ocho Brumario de Luis Bonaparte.52

    50

    L. Blanc. Histoire de la Rvolution franaise. Paris, 1847-1862, t. 1-12. 51

    Vase la valoracin que expone Lenin de Louis Blanc en O.C., t. 31, pp. 134-

    137, 328, 491, 493; t. 32, pp. 331-334, 367-370. 52

    C. Marx. El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. C. Marx y F. Engels. Obras

    Escogidas, en 3 tomos. Progreso, Mosc, t. 1, pp. 404498.

  • - 32 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Louis Blanc empez a escribir su Historia de la Revolucin Francesa

    antes de febrero de 1848 y la termin durante la emigracin en Londres

    en 1862. Su actividad poltica, que durante la Segunda Repblica no

    haba sido ms que un papel lamentable y bufonesco, una parodia de

    Robespierre, y su actividad como historiador, cuando se evadi de la

    realidad para sumirse en el mundo de verdadera tragedia de la Primera

    Repblica, describiendo la vida heroica de Robespierre, se entrelazaron

    tanto entre s que la primera no poda dejar de influir sobre la segunda.

    La debilidad y las vacilaciones... y su confianza en la burguesa por

    las cuales Lenin defina a Louis Blanc en tanto que poltico pequeo-

    burgus,53

    tambin le eran caractersticas, hasta cierto punto, al histo-

    riador, a pesar de que en ese caso era mucho ms competente que como

    poltico. Todas sus obras estaban llenas de profundas contradicciones

    internas. Glorificando a Robespierre y justificando sus acciones, Louis

    Blanc al mismo tiempo minimizaba la profundidad de las divergencias

    entre la Montaa y la Gironda, tratando de imponer, aunque con mu-

    chas reservas, la idea de que su conciliacin hubiera sido muy til.

    Adems, aprobaba incondicionalmente la poltica y las acciones de

    Robespierre en un panegrico de este ltimo.

    Sin embargo, no todo en la poltica de Robespierre mereca aprobacin.

    Robespierre mantuvo vigente la ley antiobrera de Le Chapelier. Apoya-

    ba la extensin del mximo incluso a los salarios de los obreros; no

    entenda los intereses y las necesidades de los obreros, se mostraba

    indiferente ante sus demandas; tambin en lo relacionado con los in-

    tereses de las capas ms pobres del campo se mostraba igualmente indi-

    ferente; no hizo nada para mejorar la situacin de estas ltimas; atacaba

    no slo a los enemigos de la Repblica, sino tambin a los representan-

    tes de los grupos de izquierda de la Revolucin: a los colricos y

    luego a Chaumette.

    He mencionado aqu slo algunos hechos y rasgos de la biografa pol-

    tica de Robespierre, en los que se evidenciaban con claridad el carcter

    contradictorio y la debilidad de quien, a pesar de su grandeza, era de

    todos modos un revolucionario burgus. Seguir el ejemplo de Robes-

    pierre, seguir las tradiciones del jacobinismo en las nuevas condiciones

    histricas, cuando el proletariado ya haba irrumpido en la palestra de la

    53

    V. I. Lenin. O.C., t. 32, p. 370.

  • - 33 -

    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    lucha de clases, significaba, al menos, una repeticin no crtica de toda

    la experiencia del jacobinismo, una idealizacin del jacobinismo y de

    sus lderes.

    Louis Blanc aprobaba incondicionalmente a Robespierre, a toda su

    poltica de principio a fin. Para Louis Blanc los errores y las debilidades

    polticas del lder de los jacobinos no eran, en modo alguno, errores,

    sino que, por el contrario, los elevaba al rango de virtudes cvicas. Esto

    tambin era una tergiversacin de la imagen histrica de Robespierre,

    aunque en otro sentido.

    En la historiografa francesa esa lnea tuvo su continuacin en Hamel,

    quien imitaba a Louis Blanc en la aprobacin incondicional de la polti-

    ca de Robespierre, como tambin en otros escritores menos significati-

    vos. Pero esa corriente, cuyo fundador puede ser considerado Louis

    Blanc, demostr poseer tambin ms tarde una gran vitalidad y se hizo

    sentir, aunque con grandes modificaciones, incluso en los trabajos de

    historiadores tan diferentes como Aulard y Mathiez.

    En vsperas de la cuarta revolucin la democrtico-burguesa de

    1870 y de la Tercera Repblica, en los aos de crisis del rgimen

    bonapartista, volvi a aparecer una gran cantidad de libros relacionados

    con la historia de la Revolucin Francesa, y entre ellos, las primeras

    obras histricas especialmente consagradas, con un espritu de profunda

    simpata, a los lderes de izquierda de la Revolucin, a los dirigentes

    jacobinos Robespierre, Marat y Saint-Just.54

    Este fenmeno por s

    mismo era bastante sintomtico: demostraba cmo a medida que se

    desarrollaba y se agudizaba la lucha de clases entre el proletariado y la

    burguesa renacan las sombras, al parecer, olvidadas, del pasado los

    lderes de los primeros combates revolucionarios e inesperadamente

    resultaban, por algunos de sus rasgos, cercanas, comprensibles y nece-

    sarias al pueblo en otra poca histrica.

    Aqu debemos sealar que casi en esa misma poca dentro de las filas

    de la democracia tambin resonaron voces abiertamente hostiles. Uno

    de los que censur de manera tajante e intransigente la actividad de

    54

    E. Hamel. Histoire de Robespierre daprs des papiers de famille, des sources

    orginales et des documents entirement indits. Paris, 1865-1867, t. I-III; A.

    Bougeart. Jean-Paul Marat, ami du peuple. Pars, 1865, t. 1-2; E. Hamel. His-

    toire de Saint-Just dput la Convention nationale. Bruxelles, 1860, t. 1-2.

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Robespierre fue Auguste Blanqui. Ese clebre revolucionario del siglo

    XIX criticaba a Robespierre desde posiciones que podramos llamar de

    izquierda. Consideraba que Robespierre era un Napolon que haba

    madurado prematuramente, un dictador y un tirano, reprochndole

    sobre todo su lucha contra los partidarios de la descristianizacin y la

    idea del ser supremo.55

    Cmo surgi esa hostilidad tan implacable de

    Blanqui hacia Robespierre? Mathiez, que en 1928 public por primera

    vez las notas de Blanqui que le haban sido entregadas por Molinier, la

    explica ante todo por el hecho de que el recluso desconoca la historia

    de la Revolucin Francesa y tomaba los datos slo de la Historia de los

    girondinos de Lamartine. Mathiez seala: Son las notas de un hombre

    poltico que no conoca la historia ms que por el trabajo prematuro y

    lleno de errores de otro hombre poltico, es decir, de Lamartine.

    No coincidimos con esa opinin de Mathiez. Las referencias a la Histo-

    ria de los girondinos de Lamartine, que realmente podemos encontrar

    en los manuscritos de Blanqui, se explican, a mi juicio, slo por el he-

    cho de que en la crcel de Doullens, donde en 1850 Blanqui escribi

    sus notas, no dispona de otros libros ms que de Lamartine. Pero con-

    siderar que Blanqui hijo de un diputado de la Convencin, discpulo

    de Philippe Buonarroti, miembro de la Sociedad de Amigos del Pueblo,

    en cuyas reuniones, segn la ilustrativa expresin de Heine, se perci-

    ba el soplo de un estropeado y manchado ejemplar del Moniteur del

    ao 1793,56

    compaero de lucha de Godefroy Cavaignac y de otros

    jvenes jacobinos de la dcada del 30 conoca la Revolucin Fran-

    cesa slo por las obras de Lamartine significara dejarse dominar por la

    ceguera de un sentimiento momentneo de enfado o de irritacin.

    Existen pruebas indirectas que permiten suponer que en lo relacionado

    con este problema Blanqui no estaba influido, desde luego, por Lamar-

    tine, sino por la literatura histrica de los termidorianos de izquierda,

    a quienes nos referimos al principio del captulo.

    De todos modos, estas notas de Blanqui desempearon cierto papel en

    las discusiones sobre Robespierre. A pesar de no haber sido publicadas

    en vida de su autor, circularon en copias manuscritas entre sus adeptos.

    55

    A. Mathiez. Notes indites de Blanqui sur Robespierre.Annales historiques de

    la Rvolution franaise, 1928, N 4, pp. 307-318. 56

    H. Heine. Obras Completas, en ruso. Mosc-Leningrado, 1936, t. 6, p. 49.

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    Bajo la influencia directa de las concepciones histricas de Blanqui

    aparecieron la obra de su ms allegado discpulo, Gustave Tridon, en la

    cual se haca una franca apologa de los hebertistas y se atacaba a Ro-

    bespierre, y el trabajo, en muchos aspectos similar, de Avenel sobre

    Anacharsis Cloots.57

    De este modo, en la historiografa del robespierrismo, en su flanco de-

    mocrtico, a la par de la corriente que simpatizaba con Robespierre,

    existi tambin una corriente antirrobespierriana que, polemizando con

    la primera, lo atacaba desde lo que podramos llamar posiciones de

    izquierda. Esa corriente tena sus orgenes en los termidorianos de

    izquierda: de los ateos Barre y Vadier pasaba a Blanqui, de ste a

    Tridon, para posteriormente colindar en algunos aspectos con la con-

    cepcin anarquista de la Revolucin Francesa expuesta por P. Kro-

    potkin.58

    Pero esta corriente hostil a Robespierre aun en sus mejores das, cuando

    estaba representada por el clebre nombre de Blanqui, no lleg a adqui-

    rir mucha significacin dentro de la literatura democrtica. Incluso la

    gran autoridad y el prestigio moral de Blanqui no pudieron garantizarle

    a sus concepciones opuestas a Robespierre el apoyo de sus partidarios

    ms cercanos. As, el ms antiguo de sus compaeros de lucha, Martin

    Bernard, era un ferviente admirador del Incorruptible59

    .

    En la historiografa democrtica la corriente predominante era la que

    tenda a defender acaloradamente a Robespierre. Tambin en la dcada

    del 60 del siglo XIX vio la luz la primera obra escrita por un historiador

    57

    G. Tridon. La Commune de Paris en 1793. Les hbertistes. Bruxelles, 1871 (la

    primera edicin fue en 1863); G. Avenel. Anacharsis Cloots, lorateur de genre humain. Paris, 1865, t. 1-2.

    58 P. Kropotkin. La Revolucin Francesa de 1789-1793. Obras Completas, en

    ruso. Mosc, 1919, t. II. 59

    M. Bernard. Dix ans de prison au Mont-Saint-Michel et la citadelle de Doullens.

    Paris, 1851. Mathiez, quien con toda justeza prest atencin a la profunda divergencia

    que exista entre Blanqui y Martin Bernard en lo relativo a la valoracin de

    Robespierre, expuso la hiptesis fundamentada de que Blanqui no public

    sus notas sobre Robespierre por temor a generar discrepancias dentro de las

    filas de su propio partido (Annales historiques de la Rvolution franaise,

    1928, N 4, pp. 306-307).

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    Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred

    francs que intentaba a lo largo de mil quinientas pginas, reconstruir

    da a da la vida del gran lder de la Revolucin. Ernest Hamel, autor de

    ese trabajo, que subrayaba por todos los medios su imparcialidad y su

    apartidismo, no ocultaba, al mismo tiempo, la profunda admiracin

    que le inspiraba el hroe de su narracin.60

    En la historiografa sobre la primera Revolucin Francesa existi cierta

    actitud de reserva e incluso de menosprecio hacia las obras de Hamel y

    en cierto sentido el culpable de esto fue Mathiez. A mi juicio, esa acti-

    tud es inmerecida. Para su poca Hamel hizo mucho. En la elaboracin

    de la biografa cientfica de Robespierre su obra tuvo una significacin

    tan grande como el trabajo de Bougeart sobre Marat. La investigacin

    de Hamel fue igual al trabajo de un restaurador, que elimina de un viejo

    retrato los cogulos de pintura negra acumulados durante largas dca-

    das y reconstruye por partes su color y sus lneas originales.

    Pero si el contenido poltico del trabajo de Hamel merece ser criticado,

    es, ante todo, por lo que yo llamara su defensa absoluta de toda la

    actividad de Robespierre. Hamel defenda y trataba de presentar como

    virtud poltica todas las acciones de Robespierre, incluso aquellas que

    eran equivocadas. En pocas palabras, Hamel merece ser censurado por

    el hecho de no haber criticado suficientemente a Robespierre.

    De este modo, cada vez que el desarrollo del proceso histrico en Fran-

    cia planteaba la tarea de culminar, como deca Lenin, lo que haba

    sido iniciado por la primera Revolucin Francesa, del ms lejano pasa-

    do emerga, cada vez con ms nitidez, con ms claridad, como si no

    cesara de acrecentarse, aproximndose a las nuevas generaciones, la

    imagen del gran revolucionario del siglo XVIII: Maximilien de Robes-

    pierre.

    Pero no slo para Francia, sino tambin para otros pases de Europa el

    siglo XIX fue el de los movimientos revolucionarios de