ALBERT Z. MANFRED Maximilien de Robespierre W Biblioteca Virtual OMEGALFA 2014 ɷ
ALBERT Z. MANFRED
Maximilien
de Robespierre
W
Biblioteca Virtual
OMEGALFA
2014
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Autor: Albert Z. Manfred
El texto de la presente obra corresponde al captulo III
de Tres retratos de la Revolucin Francesa. Editada por: Editorial Progreso (Mosc).
Fecha de la primera edicin en ruso: 1979.
Fecha de la primera edicin en espaol: 1989.
Traductor de la obra al castellano:
Jocha Tuchman Kurik
La presente edicin digital se ha realizado con una
finalidad exclusivamente cultural, sin ningn
inters lucrativo o de otra ndole.
Biblioteca Virtual
Omegalfa,
.
Digitalizacin y maquetacin:
Demfilo, 2014.
Biblioteca Virtual
OMEGALFA 2014
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
I
N la historia hay nombres que ni el tiempo, ni las pasiones, ni la
indiferencia pueden eliminar de la memoria de las generaciones.
Uno de ellos es el nombre de Maximilien de Robespierre.
La vida de Robespierre fue muy corta. Muri, o ms exactamente, fue
ejecutado en el patbulo poco despus de haber cumplido treinta y seis
aos. De esa breve vida slo los ltimos cinco aos fueron significati-
vos; durante los aos anteriores nada distingui al joven abogado de
Arras, admirador de Jean- Jacques Rousseau y autor de poemas senti-
mentales.
Cuando en la primavera de 1789 Robespierre, en su calidad de diputado
del tercer estado de Arras a los Estados Generales, hizo su debut en la
gran palestra poltica, sus primeros pasos fueron acogidos con hostili-
dad y menosprecio. No slo en Los actos de los apstoles (boletn mo-
nrquico reaccionario de Rivarol) se burlaban de l, sino que tambin
sus correligionarios polticos, los diputados del tercer estado y los pe-
riodistas opuestos al absolutismo, lo ignoraban o lo trataban con des-
precio. En los artculos de los peridicos de aquella poca su apellido
era deformado: lo llamaban Robert-Pierre, Robers-pierre, Robert, y la
mayora de las veces no mencionaban su nombre, sustituyndolo por la
frase ofensivamente impersonal: uno de los diputados. Los petimetres
y los experimentados chistosos de la capital eligieron a Robespierre
como blanco de sus burlas. Todo les resultaba divertido en el diputado
de Arras: el anticuado fraque verde olivo, los modales provincianos y el
estilo solemne y grandilocuente de sus discursos escritos de antemano.
Un da tuvo que abandonar la tribuna a causa de la increble hilaridad
que haba estallado en la sala. En otra ocasin el ruido en el auditorio
era tan grande que se vio obligado a interrumpir su intervencin. Des-
pus de intentar en vano sobreponerse al ruido de los reunidos, se dio
cuenta de que le resultara imposible y baj de la tribuna sin terminar su
discurso.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Pero el tiempo transcurri y las voces de los que se burlaban se vieron
obligadas a enmudecer. En los peridicos aprendieron a escribir correc-
tamente su apellido, que de la ltima pgina pas a la primera. Ahora
sus intervenciones eran escuchadas con atencin en la Asamblea Na-
cional y en el Club de los Jacobinos; ya nadie haca sealamientos ir-
nicos sobre la ropa, los modales o el estilo del orador.
Transcurri un poco ms de tiempo y cada discurso de Robespierre en
la Convencin ya constitua un importante acontecimiento poltico: era
acogido con furiosas exclamaciones de protesta en un sector de la Con-
vencin y con atronadores aplausos en otro.
La Revolucin avanzaba, ascenda a nuevos niveles, cada vez ms al-
tos, en su desarrollo. Junto con ella creca tambin la gloria de Maximi-
lien de Robespierre. Nada cambi en su modo de vida: segua viviendo
en la misma nica habitacin del ala de madera de la casa del carpintero
Maurice Duplay en la calle Saint-Honor; continuaba siendo tan pobre
como cuando era un desconocido, no ocupaba ningn puesto o cargo
especial. Pero de todos modos su influencia sobre la poltica del Go-
bierno revolucionario, sobre la marcha general de los acontecimientos
se incrementaba constantemente y sus palabras adquiran un peso cada
vez mayor.
De todos los lderes de la Revolucin, Robespierre fue el nico que,
encabezndola, recorri con ella hasta el final todo el camino. Algunos
quedaron rezagados desde el inicio, otros fueron desechados por el
torrente revolucionario en sus bruscos virajes. De los tres lderes jaco-
binos Marat fue asesinado por el pual del enemigo en los primeros
das del poder jacobino, poco despus Danton fue condenado por el
Tribunal Revolucionario y sucumbi en la guillotina, slo Robespierre
se mantuvo en la cresta de la ola revolucionaria.
Robespierre estaba en el centro de la marcha impetuosa de esos extra-
ordinarios acontecimientos que no tenan precedentes en la historia.
Luchaba duramente, pero, como dijo Herzen, con paso valiente avan-
zaba sobre la sangre y la sangre no lo manchaba.1 El pueblo sencillo
lleg a querer al Incorruptible. Los enemigos declarados o secretos de
la Revolucin, que temblaban con el ms leve movimiento de sus cejas
1 A. I. Herzen. Obras, en ruso. Mosc, 1956, t. 3, p. 330.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
y que por eso lo odiaban cada vez ms, afilaban sus cuchillos y tejan
una telaraa de conspiraciones.
En el verano de 1794 pareca que la Repblica haba alcanzado la cima
del podero y la gloria. Los rayos de esa gloria iluminaban al lder del
Gobierno revolucionario: Robespierre. Pero la guillotina en un instante
tronch su gloria, que haba alcanzado el zenit. El 9 termidor los cons-
piradores que hasta entonces haban permanecido ocultos dieron un
golpe de Estado contrarrevolucionario, declararon fuera de la ley a Ro-
bespierre y a sus amigos y al da siguiente, sin juicio previo, los ejecu-
taron en la plaza de Grve de Pars.
* * *
Naturalmente, esta vida singular y ese destino asombroso suscitaron
durante muchas dcadas un inters que no ha disminuido con los aos.
Ya al da siguiente de la muerte de Robespierre la leyenda comenz a
rodear su nombre. Tanto sus enemigos de todos los frentes, de todos los
grupos y fracciones que luchaban contra la Revolucin, como sus ami-
gos de ayer, a los que el miedo obligaba a renegar del vencido, todos se
manifestaban en su contra. Basta mencionar al clebre pintor Louis
David, miembro del Comit de Seguridad General. Amigo de Robes-
pierre, que despus del discurso del Incorruptible el 8 termidor en el
Club de los Jacobinos haba prometido con vehemencia tomar con l
hasta el fondo la copa de cicuta, despus de la muerte de Robespierre se
justificaba afirmando que haba sido burdamente engaado por este
ltimo. Todos los que por diferentes motivos no estaban conformes con
el Gobierno de la dictadura jacobina, los sospechosos sobre los que se
perfilaba la sombra de la guillotina, los especuladores, los concusiona-
rios, los malversadores de los bienes del Estado, los ambiciosos y los
arribistas,
todos los que haban temblado bajo el frreo puo del Comit de Salva-
cin Pblica, ahora cubran de fango, calumnias y difamaciones el
nombre del lder derrotado. No slo los deshonestos cmplices de la
conspiracin los Tallien, los Barras y los Frron emulaban en las
maldiciones que vomitaban contra El Incorruptible, que ahora era cali-
ficado de dspota y tirano. Despus del 9 termidor la atmsfera
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
poltica estaba tan caldeada que la gente que nada tena que ver con las
pasiones egostas y los clculos polticos, sucumba ante esa psicosis
social. As, Joseph Rouget de Lisie, genial autor de La Marsellesa,
compuso un himno mediocre y deferente que glorificaba la conspira-
cin del 9 termidor por haber tronchado el complot de Robespierre;
los dramaturgos, los directores de escena y los actores, cuyos nombres
no han quedado registrados en los anales de la historia, calumniaban al
Incorruptible en sus desenfrenadas representaciones teatrales.2
Casi todas las personalidades de la Revolucin tuvieron muchos enemi-
gos. La huella de esta hostilidad que los acos en vida dej tambin sus
trazos en la historia. Por supuesto, ni la propia hostilidad ni el grado de
su intransigencia en las generaciones posteriores de las clases dominan-
tes podan ser iguales en todos los casos. Marat, por ejemplo ya he
tenido ocasin de sealarlo, fue particularmente odiado por la bur-
guesa. Pero a pesar de todo, si en este caso son admisibles las compa-
raciones, hay que reconocer que el crculo de enemigos de Robespierre
era mucho ms grande que el de los adversarios de El Amigo del Pue-
blo. Marat era odiado y temido por todos los que estaban a la derecha
de los jacobinos: los girondinos, los feuillants y los realistas. Entre los
enemigos de Robespierre, adems de stos haba tambin otros, surgi-
dos en el ltimo ao del gobierno jacobino, cuando ya Marat haba
muerto. Adems de las agrupaciones mencionadas, entre los enemigos
que Robespierre tuvo en vida estaban tambin los colricos, los he-
bertistas, los dantonistas y todos los heterogneos y variados elementos
que luego configuraron el bloque termidoriano.
A Robespierre se le atribua la responsabilidad por todo. El cuchillo de
la venganza que se abati sobre Charlotte Corday, los cadveres de los
diputados girondinos devorados por los lobos, los bucles de Mara An-
tonieta, los restos del duque de Orlans (Philippe-Egalit), la desespe-
racin y el suicidio de Jacques Roux en la crcel, la sangre de Chau-
mette, que muri siendo inocente, la briosa furia de Danton, las lgri-
mas de Lucile Desmoulins y de otros cientos de condenados por el Tri-
bunal Revolucionario, culpables e inocentes: todo esto se le imputaba a
Maximilien de Robespierre.
2 Person. Chants rpublicains et posies patriotiques. An. III; este mismo tema se
aborda en el trabajo manuscrito del profesor K. Dobroliubski.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
A esto hay que prestarle atencin desde el principio puesto que consti-
tuye la clave para la comprensin de la historiografa posterior sobre
Robespierre y explica el carcter complejo y contradictorio de las apre-
ciaciones de las que l ser objeto ms tarde.
Despus de la cada de la dictadura jacobina todos los enemigos de
Robespierre de derecha y de izquierda coincidieron en la divul-gacin de ciertas frmulas generales que, siendo monstruosas calum-
nias, eran presentadas como verdades evidentes. Tirano, dspota, dictador, asesino, sanguinario: todos estos injuriosos apodos aplicados a Robespierre sonaban de manera idntica en los labios del
izquierdista Collot dHerbois y del derechista Boissy dAnglas. La solidaridad de los termidorianos en sus aspiraciones de presentar a Ro-
bespierre como enemigo del gnero humano iba tan lejos que sin con-
formarse con la destruccin fsica y poltica del lder de los jacobinos
llegaron incluso a ultrajar sus restos al componer este sacrilego epitafio:
Passant, qui que tu sois, ne pleure pas mon sort. Si je vivis, tu serais mort,
que pudiera ser traducido as:
Transente, no llores por mi suerte.
Si yo viviera, t estaras muerto.3
Pero fuera de estos lmites comenzaba la esfera de las divergencias. Ya
al segundo da despus del 9 termidor Billaud-Varenne, Barre y Va-
dier acusaban a Robespierre de ser moderado e indulgente con los
enemigos, de proteger a los sacerdotes, es decir, lo criticaban, digamos,
desde posiciones de izquierda. Thibaudeau, Thuriot y otros dantonistas,
por el contrario, exigan la depuracin y la supresin del Tribunal Re-
volucionario, demandaban amnista y clemencia, es decir, sustentaban
posiciones de derecha.
De este modo, Robespierre, que ya no poda responder a sus detracto-
res, fue presa de la difamacin y la calumnia. Los merodeadores polti-
cos y literarios, que se apresuraban a sacar provecho de su indecoroso
3 L. Blanc. Historia de la Revolucin Francesa de 1789, en ruso. San Petersbur-
go, 1909, t. XI, p. 225.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
oficio, se burlaban de la memoria del lder de la Montaa fabricando
obras difamatorias.
Empezando por el informe de Courtois, basado en la ms burda y fla-
grante falsificacin,4 pasando por los mediocres folletos de Duperron,
Montjoie, Merlin de Thionville, Laurent Lecointre, que ya haba entre-
nado su mano escribiendo denuncias difamatorias,5 y muchas otras
obras similares escritas por plumas venales, comenz a configurarse
paulatinamente una historiografa sobre Robespierre que, adems de ser
extremadamente contradictoria, era totalmente falsa de principio a fin,
estaba basada en la calumnia, en la tergiversacin de la verdad, en las
invenciones de la ira rencorosa, en la malicia de las ofensas que no han
sido olvidadas.
As, fue creada esa imagen tergiversada e irreconocible del Robespierre
terrible, privado de todo rasgo humano, la encarnacin petrificada de
todos los vicios y las bajas pasiones, del tirano y el asesino sanguinario.
Sin embargo, a pesar de esta versin apoyada por el poder estatal y
divulgada por la Iglesia, la escuela y la ciencia oficial, en la conciencia
del pueblo, en la memoria de las generaciones se mantuvieron vivas
otras ideas sobre Robespierre, otros recuerdos, otra imagen humana y
humanista que no se parece en nada a ese terrible retrato. Por mucho
que los difamadores hayan intentado denigrar al gran revolucionario del
siglo XVIII, a travs del manto de mentiras y calumnias que se fue
acumulando durante muchos aos se perciba y brillaba la imagen fiel,
sin manchas oprobiosas, del Incorruptible. Y las nuevas generaciones al
observar con atencin esta silueta cincelada que se hunda cada vez ms
en la profundidad del tiempo, trataban de descifrar su secreto.
A primera vista poda parecer que las mentes jvenes se sentan fasci-
nadas por la propia singularidad de la vida y el destino de Robespierre:
treinta aos de anonimato y luego el ascenso impetuoso, deslumbrante,
4 E. Courtois. Rapport fait au nom de la commission charge de Vxamen des pa-
piers trouvs chez Robespierre et ses cmplices, Paris, 1794. 5 L. Duperron. Vie secrte, politique et curieuse de Maximilien Robespierre, suivi
de plusieures anecdotes sur cette conspiration sans pareille. Paris, an 2 de la
Rpublque; Ch. F. L. Montjoie. Histoire de la conjuration de Maximilien Ro-
bespierre. Paris, 1976; Merlin de Thionville a ses collgues. Portrait de Robes-
pierre-, L. Lecointre. Robespierre peint par lui-mme. Paris, s. a.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
como el despegue de un cohete, y ya en la cima ms alta, la cada y la
muerte. Pero para las mentes y los corazones ambiciosos que se podran
sentir atrados por ese aspecto externo de la biografa de Robespierre,
hubiera resultado, sin dudas, mucho ms atractivo otro ejemplo de des-
tino singular, que todos tenan a la vista: el destino de Napolen Bona-
parte. El puente de Arcle, el sol de Austerlitz, las fanfarrias de las
victorias, las abejas doradas sobre el terciopelo el emblema de la
nueva dinasta imperial todo eso, para los ambiciosos y los soadores
de dieciocho aos, era cien veces ms seductor que la severa austeridad
de los paos negros del Comit de Salvacin Pblica. Stendhal es fiel a
la verdad histrica cuando nos muestra a su hroe preferido, al dotado y
ambicioso Julin Sorel, procedente del pueblo, escondiendo bajo el
colchn un apreciado-retrato, que por supuesto no era el de Robespie-
rre, sino el de Napolen Bonaparte. Por otra parte, el destino postumo
de estas dos personalidades que, cada cual a su manera, fueron las ms
significativas de la poca crucial de fines del siglo XVIII y principios
de] siglo XIX fue demasiado diferente. La memoria de Napolen fue
perpetuada por las clases dominantes mediante la columna de Vand-
me, el Domo de los Invlidos, diversos monumentos, cientos de miles
de reproducciones, museos y una vastsima literatura. Pero hasta hoy en
da en Francia, ni en la capital, donde en otros tiempos sesion la Con-
vencin, ni en otras ciudades hay un monumento al representante ms
significativo de la Primera Repblica e incluso su nombre en la historia
de Francia an est muy lejos de resonar a plena voz.
Por supuesto, esos que ambicionaban la gloria, el triunfo y los honores
no eran los que volvan la mirada hacia Robespierre tratando de desen-
traar el secreto sentido de su singular destino. Los representantes de
las clases oprimidas, las fuerzas sociales que participaban en la lucha
revolucionaria vean en la experiencia heroica de la dictadura jacobina
y en su lder un ejemplo inspirador para sus hazaas y sus pruebas.
De ellos, los primeros que deben ser mencionados, que se proclamaron
valientemente herederos y continuadores de la lucha encabezada por
Robespierre, fueron Gracchus Babeuf y sus compaeros de la clebre
conspiracin de los iguales.
Ellos fueron los iniciadores de una orientacin diferente favorable a
Robespierre y mucho ms veraz en el desarrollo del pensamiento
social y, concretamente, de la historiografa de la primera Revolucin
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Francesa, que se opuso a la corriente reaccionaria y difamatoria. A
nuestro juicio, esto debe ser analizado ms detalladamente.
* * *
Como es sabido, el surgimiento del movimiento de los iguales coin-
cidi con el derrumbe poltico e ideolgico de los llamados termido-
rianos de izquierda. Algunos de ellos, como, por ejemplo, Amar, esta-
blecieron relaciones directas con la conspiracin de los iguales 6
*
desempearon un papel bastante significativo en ese movimiento. Pero
en su conjunto los termidorianos de izquierda (Billaud-Varenne, Co-
llot dHerbois, Voulland, Barre y otros) permanecieron muy alejados
del movimiento de los iguales, de Babeuf y de sus compaeros de
lucha no slo en el aspecto organizativo e ideolgico, sino tambin en
la valoracin de Robespierre.
Los termidorianos de izquierda desempearon un papel importante y
funesto en los acontecimientos cruciales del 8 y 10 termidor .7 La ma-
yora de los futuros participantes en la conspiracin de los iguales,
como tambin otros jacobinos honestos, por ejemplo, los llamados l-
timos montaeses: Romme, Goujon, Bourbotte, Soubrany y otras futu-
ras vctimas de pradial, contribuyeron en un grado mucho menor al
derrocamiento de Robespierre, aunque aprobaron sin reservas el golpe
de Estado. A pesar de estas diferencias, tanto unos como otros ya sea
por sincera conviccin, por falta de reflexin o por hipocresa, en este
caso no tiene importancia consideraron que el golpe contra revolu-
cionario del 9 termidor era una sublevacin revolucionaria, una revolu-
6 Ph. Buonarroti. La conspiracin en nombre de la igualdad, llamada conspira-
cin de Babeuf, en ruso. Mosc, t. II, 1948.
* En el proceso de Vandme contra los iguales fue juzgado, adems de Amar, tambin Vadier quien, sin embargo, de acuerdo con el testimonio
competente de Buonarroti no saba nada de la conspiracin. 7 J.-N. Billaud-Varenne. Mmoire indit sur 9 thermidor.-Revue historique de la
Rvolution franqaise, Paris, 1910, pp. 57-74, 161-175, 321-336; Trois lettres
indites de Voulland sur le crise de Thermidor.Annales historiques de la R-volution frangaise, Paris, 1927, N 19, pp. 67-77; Mmoires de B. Barre,
membre de la Constituante, de la Convention, du Comit de Salut public et de
a Chambre des Reprsentants, publis para H. Carnot et David (dAnger), Bruxelles, 1842, t. 1-2.
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cin. Incluso en uno de los primeros documentos del movimiento de los
iguales, de finales de 1795 o principios de 1796, los sucesos del 27 de
julio de 1794 son calificados como la revolucin de termidor.8
Pero para los termidorianos de izquierda poco despus del golpe de
Estado se torn evidente que esa revolucin de termidor haba que-
dado fuera de su control y en realidad no era una revolucin, sino una
contrarrevolucin. Comenzaron a ser relegados a un segundo plano,
luego fueron vctimas de reproches y afrentas, ms tarde fueron arresta-
dos y deportados, en la mayora de los casos incluso sin cumplir las
formalidades judiciales, exactamente igual que el 9 termidor. Entonces
comenzaron a arrepentirse.
Psicolgicamente resultaba perfectamente comprensible el hecho de
que todos esos Billaud, Collot, Vadier miembros de los poderosos
Comits de Salvacin Pblica y de Seguridad General, que a pesar de
todos sus pecados eran hombres de temple de acero ardieran de in-
dignacin al ver cmo un insignificante Rovre, quien confesaba cni-
camente que acariciaba el perrito de Couthon para conquistar la bene-
volencia de su amo,9 ahora en el Comit de Seguridad General decida
la suerte de la gente y se baaba en oro.
Por supuesto, esta autocrtica tarda y ya sin objeto tena en los termi-
dorianos de izquierda su matiz individual. El inteligente, flexible e
inescrupuloso Barre de Vieuzac, quien siempre saba cmo mante-
nerse a flote en el impetuoso torrente y quien habiendo sido, en su mo-
mento, presidente del Club de los Feuillants supo convertirse ms tarde
prcticamente en el nico miembro inamovible del Comit de Salva-
cin Pblica, en sus memorias, escritas o redactadas casi treinta aos
despus de los trgicos sucesos de 1794, admiti que el 9 termidor
destruy la fuerza revolucionaria. El afirmaba sin ocultar su indigna-
cin que el poder cay en manos de una coalicin contrarrevoluciona-
ria, integrada, a su juicio, por hombres fieles a Danton, representantes
del pantano y de los agentes secretos de Luis XVIII; l incluso los
calificaba despectivamente como termidorianos,10
excluyndose, por
8 Ph. Buonarroti. Ob. cit., t. II, p. 107.
9 R. Levasseur. Mmoires. Paris, 1831, t. IV, p. 66.
10 B. Barre. Mmoires, t. 2, pp. 210, 211.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
supuesto, a s mismo de ese grupo. Pero Barre interpretaba estos acon-
tecimientos ante todo como una catstrofe personal: termidor se convir-
ti en contrarrevolucin no por haber derrocado al Gobierno revolucio-
nario encabezado por Robespierre, sino por el hecho de que poco des-
pus de termidor los incapaces amateurs du pouvoir (aficionados del
poder), que no le perdonaban a l, a Barre, su popularidad y su talento,
lo haban desplazado de la direccin.11
Es evidente que Barre estaba
muy lejos de revisar su actitud hacia Robespierre y de reconsiderar
polticamente el papel del Incorruptible en la Revolucin. Por supuesto,
como hombre inteligente, tena que reconocer tambin los mritos de
Robespierre: su irreprochable honestidad, el amor a la libertad, la fir-
meza de principios, el amor a la pobreza, la fidelidad a la causa del
pueblo; de otro modo sera imposible comprender cmo l, Bertrand
Barre, pudo compartir con Robespierre la gloria y el poder en el Comi-
t de Salvacin Pblica. Pero en lo principal y lo fundamental, incluso
despus de la prolongada experiencia del triunfo de la reaccin burgue-
sa y ms tarde, de la reaccin aristocrtica feudal, Barre repeta en sus
memorias la vieja versin del despotismo insaciable y la avidez de po-
der de Robespierre, sobrevalorando de manera evidente su propio papel
en los sucesos del 9 termidor.12
De este modo, incluso treinta aos despus de la cada y la muerte de
Robespierre, Barre continuaba justificando la lucha contra l como
una supuesta proeza heroica para salvar a la Revolucin de la tirnica
dictadura que la oprima.
Hippolyte Camot, que escribi (en colaboracin con David dAnger) para la
edicin de las memorias de Barre una extensa introduccin, muy rica en
contenido, sealaba que Barre comenz a trabajar en sus memorias durante
los primeros aos del Imperio y las redact en los ltimos aos de su vida
(muri en 1841). 11
Ibd., pp. 219-220. Entre todos los testimonios que Barre reproduce a su favor en sus Memo-
rias cita tambin las palabras que supuestamente le dijo Granet de Marsella:
Presenta tu dimisin: eso pondr fin a todo. Slo actuando de ese modo podrs estar tranquilo, ya que estos hombres no te perdonan tu celebridad,
tus prolongados triunfos sobre la tribuna. Hay que retirarse y cederles el
puesto (Barre: Mmories, t. II, pp. 219-220). 12
Ibd., pp. 178-214.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Lamentablemente, el historiador no dispone de otras fuentes tan com-
pletas como las memorias de Barre, que revelan las posiciones ideol-
gicas de otros termidorianos de izquierda despus de su derrumbe
poltico. Hay que conformarse con datos fragmentarios y pruebas indi-
rectas que dejan lugar a conjeturas.
Las notas de Philippe Buonarroti sobre sus encuentros con Barre y
Vadier durante los aos de exilio en Blgica en la poca de la Restaura-
cin, que fueron publicadas por el historiador francs Mathiez,13
permi-
ten formarnos una idea clara acerca de las concepciones y las posicio-
nes ideolgicas de estos dos participantes del golpe del 9 termidor.
Las impresiones y los juicios de Buonarroti sobre Barre en general
confirman a plenitud el autorretrato poltico dibujado por Barre en sus
memorias, publicadas aproximadamente quince aos despus de dichos
encuentros. La caracterizacin que Buonarroti hace de Barre testimo-
nia la excepcional perspicacia y la exactitud de las valoraciones del
autor de esas notas.
Como uno de los miembros ms influyentes del Comit de Seguridad
General y enemigo irreconciliable y militante de la Iglesia y la religin,
Vadier desempe un papel importante en la preparacin y la organiza-
cin del golpe del 9 termidor. Treinta aos ms tarde, cuando Buona-
rroti lo volvi a ver en el exilio de Bruselas, ya era un anciano de ms
de noventa aos. Pero ni siquiera esa venerable edad fue capaz de inspi-
rarle a Buonarroti un sentimiento de respeto hacia el temible ex dirigen-
te del Comit de Seguridad General. Buonarroti utiliz un tono despec-
tivo y hostil al referirse a l: Odiar a los aristcratas y burlarse de la
religin: en eso consiste toda la poltica de Vadier. A l le gusta mucho
la igualdad, siempre que reciba buenos ingresos, pueda vender ventajo-
samente sus mercancas y conserve alguna influencia sobre los asuntos
polticos.14
As era el anciano Vadier, sin mscara y sin adornos, dibu-
13
A. Mathiez. Le role de Barre et de Vadier au 9 thermidor jug par Buonarroti.
- Annales rvolutionnaires, 1911, t. IV, pp. 96-102; reeditado en la antologa:
A. Mathiez. Autour de Robespierre. Paris, 1925, pp. 234-241. En 1797 Buonarroti permaneci durante ms de tres meses recluido en la
isla de Pele, cerca de Cherbourg, junto con Vadier, implicado por error en
el asunto de la conspiracin de los iguales. 14
A. Mathiez. Autour de Robespierre, p. 237.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
jado del natural por Buonarroti en los das de su vegetativa existencia.
Ese anciano mezquino, amargado y vanidoso que nos describe Buona-
rroti, ahora consideraba, naturalmente, funesto y fatal el da 9 termidor,
ya que en esa fecha haban empezado los infortunios de la patria, que l
identificaba con sus propias desdichas. Pero al igual que Barre, slo
que de un modo ms grosero y primitivo, sin ningn tipo de reservas,
justificaba a plenitud su participacin en la lucha contra Robespierre y
repeta las inventadas y desgastadas acusaciones formuladas en 1794
contra ste.
No tenemos datos que nos permitan conjeturar cierto cambio en la acti-
tud hacia Robespierre por parte de los cabecillas de los termidorianos
de izquierda: Collot dHerbois y Billaud-Varenne.
Collot dHerbois, el miembro del Comit de Salvacin Pblica ms
allegado a los hebertistas, responsable de las desmedidas represiones en
Lyon, reprobado por el Gobierno revolucionario, tena fundamentos
para temer a Robespierre y desempe uno de los papeles principales
en los das decisivos de termidor. l fue quien presidi la fatal sesin
de la Convencin el 9 termidor, abusando de su poder en favor de los
conspiradores y fue a l a quien Robespierre, en su ltima e iracunda
rplica desde su puesto, calific de presidente de los asesinos. Ence-
rrado varios meses despus en la prisin y luego deportado a las tierras
tropicales de la ptrida Guayana para encontrar all la muerte reconsi-
der Collot dHerbois, yaciendo sobre el jergn de la crcel, el signifi-
cado de los acontecimientos en los que haba jugado un papel tan si-
niestro? Sobre esto no existe ningn testimonio y en este caso las conje-
turas estaran fuera de lugar. Collot dHerbois pas a la historia tal co-
mo era el 9 termidor: un furioso y rabioso enemigo de Robespierre.
El severo y firme Billaud-Varenne, que hasta el final de sus das sigui
siendo un demcrata convencido, en sus apuntes publicados postuma-
mente se mostr mucho ms justo con Robespierre que en la vida real.
Si me preguntaran de qu modo Robespierre fue capaz de llegar a
ejercer tanta influencia sobre la opinin pblica yo respondera que lo
logr subrayando las ms austeras virtudes, su indudable espritu de
sacrificio y los ms puros principios, escribi Billaud-Varenne. Pero
tambin l, como Barre y Vadier (y quizs incluso en mayor medida
que ellos, puesto que sus principios eran ms firmes) no era propenso a
- 15 -
Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
reconsiderar crticamente el papel que haba desempeado en el verano
de 1794.
Carrier, quien, al igual que Collot dHerbois, le tema al castigo revolu-
cionario por las atrocidades cometidas en Nantes, por su participacin
directa en el fallido intento de sublevacin de los hebertistas en marzo
de 1794 y quien ya por eso se haba convertido en un activo cmplice
de la conspiracin contra Robespierre, result ser, por una cruel irona
del destino, uno de los primeros a quienes los termidorianos de derecha
calificaron de secuaces de Robespierre y enviaron a la guillotina. La
clebre frase de Carrier en su alegato de defensa en la Convencin:
Aqu todo es culpable, todo, hasta el timbre del presidente!, tena un
doble sentido bien claro: toda la Montaa, toda la Convencin eran
responsables por el terror y la poltica de violencia que le imputaban
slo a l, a Carrier. La lgica de estas reflexiones deba conducir a una
rehabilitacin indirecta de Robespierre. Pero esta frase no fue continua-
da. Carrier rod por la pendiente y la velada amenaza contenida en esas
palabras dictadas por la desesperacin no le ayud a mantenerse en la
superficie. Por el contrario, al ser bien entendida, slo aceler su cada
y su muerte.
Es necesario hablar de otros termidorianos de izquierda?
De todos modos, ya nos hemos detenido bastante en su anlisis. Pero
eso es necesario para constatar que la mayora de los termidorianos de
izquierda, incluso despus de la total bancarrota de su poltica y del
hundimiento personal, continuaron justificando su lucha contra Robes-
pierre en el verano de 1794.
Esta constatacin es importante tambin porque explica las fuentes del
surgimiento de una segunda corriente hostil a Robespierre en la poste-
rior historiografa democrtica revolucionaria del siglo XIX.
* * *
A diferencia de los termidorianos de izquierda, Babeuf y sus compa-
eros de lucha en el perodo de la reaccin termidoriana y del Directo-
rio hicieron una reconsideracin total de sus concepciones acerca de los
cruciales sucesos de julio de 1794 y modificaron conscientemente su
actitud hacia Robespierre.
- 16 -
Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Mathiez, quien en reiteradas ocasiones investig el problema de la acti-
tud de los babuvistas hacia Robespierre, brind la exposicin ms com-
pleta de sus criterios sobre este aspecto en el muy valioso artculo Ba-
beuf y Robespierre, publicado en 1917.15
Despus de mencionar en este artculo que Babeuf desde 1791 y en
adelante no ces de admirar a Robespierre, Mathiez expone el criterio
de que, supuestamente, el apoyo de Babeuf al golpe de Estado del 9
termidor fue slo un falso tributo a las exigencias de la poca. Induda-
blemente, Babeuf como periodista deba tomar en consideracin la opi-
nin pblica escribi Mathiez, estaba obligado a censurar a Ro-
bespierre y a deslindarse de ese nombre comprometedor en el peridico
fundado por l el 17 fructidor del ao II. Pero el modo en que lo haca
no engaaba respecto a los verdaderos sentimientos de Babeuf.16
No podemos estar de acuerdo con este criterio. El anlisis de los artcu-
los de Babeuf en el Journal de la libert de la presse (Diario de la liber-
tad de prensa), publicado en septiembre de 1794 y tambin, en parte, en
Le tribune du peuple (La tribuna del pueblo), que fue su continuacin,
demuestra que Babeuf durante los primeros meses posteriores al 9 ter-
midor, sin comprender, al igual que muchos otros, la muy enredada
situacin, que se tornaba ms confusa an por las diferentes consignas
simuladoras, salud el golpe de Estado del 27 de julio considerndolo
una revolucin y censur a Robespierre como tirano.17
La posicin de
Babeuf durante aquellos das era muy similar a las posiciones de mu-
chos otros demcratas de izquierda engaados o autoengaados, que
crean a pie juntillas en las consignas demaggicas de los termidorianos
sobre la lucha contra la tirana. Babeuf, como muchos otros, crea
ingenuamente que con la cada del triunvirato de los tiranos deba
comenzar una era de libertad ilimitada del pueblo. El propio nombre del
primer rgano de prensa publicado por Babeuf Diario de la libertad
de prensa- es muy elocuente.
15
A. Mathiez. Babeuf et Robespierre.Annales rvolutionnaires, mai 1917; vase
tambin A. Mathiez. Etudes sur Robespierre. Paris, 1958, pp. 237-250. 16
A. Mathiez. Autour de Robespierre, p. 246. 17
Pages choisies de Babeuf recueillies, commentes, annotes par M. Domman-
get, Paris, 1935, pp. 161-224.
- 17 -
Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Sin embargo, muy pronto, bajo la influencia de la dura experiencia de
la contrarrevolucin termidoriana, Babeuf modific su actitud hacia el
golpe del 27 de julio y, por consiguiente, tambin reconsider su valo-
racin de las vctimas de aquel golpe: Robespierre, Saint-Just y
Couthon, de su lugar y su papel en la Revolucin. El anlisis de la evo-
lucin ideolgica de Babeuf en esos decisivos y ltimos dos aos de su
vida no forma parte de la tarea del presente trabajo. Aqu slo seala-
remos, del modo ms general, que a medida que Babeuf se converta en
el lder ideolgico y poltico del movimiento de los iguales fue modi-
ficando cada vez con ms firmeza su criterio sobre Robespierre y sobre
la dictadura jacobina en favor de estos ltimos.
Esta nueva valoracin de Robespierre y de la dictadura revolucionaria
fue expuesta por Babeuf en varios de sus artculos de Le tribune du
peuple18
y registrada por Buonarroti en su clebre historia de la cons-
piracin de los iguales.19
Pero quizs su mejor formulacin la encon-
tremos en la carta de Babeuf a Bodson del 29 de febrero de 1796, que
fue reeditada por Espinas a fines del siglo XIX. Hoy debo reconocer
mi culpa por el hecho de haber visto, en otra poca, con matices negros
tanto al Gobierno revolucionario, como a Robespierre y a Saint-Just
escribi Babeuf, Estoy convencido de que estos hombres por s mis-
mos eran ms valiosos que todos los revolucionarios juntos y que su
Gobierno dictatorial estaba diablicamente bien pensado. Y agregaba:
El robespierrismo es democracia; estas dos palabras son totalmente
idnticas.20
He aqu una reflexin que no deja lugar a equvocos ni a malas inter-
pretaciones de ningn tipo!
No slo Babeuf, sino tambin otros dirigentes y participantes del mo-
vimiento de los iguales durante los das de la contrarrevolucin ter-
18
Le Tribune du peuple, N 40, 5 ventse lan IV (24.11.1796); vase tambin los
NN 29 y 34. 19
Ph. Buonarroti. Ob. cit., t. I, pp. 84-87, 108-112, 137-140, 154-163, 216, 348-
349; vase tambin V. M. Dalin Gente e ideas, en ruso. Mosc, 1970. 20
A. Espinas. La philosophie sociale du XVIII sicle et la Rvolution. Paris, 1898,
pp. 257-258.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
midoriana y la orga burguesa del Directorio 21
fueron capaces de
comprender y apreciar la grandeza histrica de Robespierre. Alexandre
Darth, uno de los principales dirigentes de la conspiracin de los
iguales, ejecutado junto con Babeuf, de acuerdo con el testimonio de
Buonarroti, asimil muy temprano las convicciones de Robespierre y
contribuy con todas sus fuerzas a la realizacin de las mismas; por su
parte, Robespierre lo apreciaba mucho. El propio Buonarroti defini a
Robespierre como el clebre mrtir en nombre de la igualdad,22
lo
admir durante toda su vida y lo vener considerndolo un gran hom-
bre.23
Buonarroti fue tambin el primer y ms prestigioso autor de la con-
cepcin que establece un nexo de continuidad entre Babeuf y Robes-
pierre, entre los babuvistas y los jacobinos. Demostr en su obra que
entre ellos exista no slo una sucesin personal, sino tambin ideolgi-
ca; supo comprender profundamente y definir de manera excelente la
esencia progresista de la poltica dictatorial del gobierno revoluciona-
rio. Polemizando contra las falsas acusaciones que calificaban de tirano
a Robespierre, Buonarroti escribi: La tirana de Robespierre consis-
ta... en la fuerza de sus sabios consejos, en la influencia de su virtud...
Era un tirano para la gente perversa.24
En ese mismo libro, al valorar los objetivos positivos del movimiento
de los iguales la aspiracin de los partidarios de Babeuf a la reali-
zacin de las leyes de la libertad y la igualdad Buonarroti escribi
que Robespierre era amigo de esa igualdad, considerndolo de este
modo un precursor directo del movimiento de los iguales.25
Mathiez slo se sum a la concepcin de Buonarroti al subrayar el nexo
de continuidad entre el robespierrismo y el babuvismo. Hizo muchos
aportes valiosos en esta esfera al descubrir y publicar una serie de do-
cumentos nuevos que demostraban una vez ms cun altamente valora-
21
Carta de F. Engels a V. Adler a Viena del 4 de diciembre de 1889. C. Marx y F.
Engels. Obras, t. 37, p. 267. 22
Ph. Buonarroti. Ob. cit., t. I, pp. 141 y 87. 23
P. Robiquet. Buonarroti et la secte des Egaux d'aprs les documents indits.
Paris, 1910, p. 28. 24
Ph. Buonarroti. Ob. cit., t. I, p. 109. 25
Ibd., p. 160.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
ban Babeuf y sus amigos a Robespierre, Saint-Just y al Gobierno revo-
lucionario liderado por ellos. Pero al mismo tiempo Mathiez cometi un
error de carcter doble. En primer lugar, redujo los orgenes del ba-
buvismo, si no exclusiva al menos primordialmente, a robespierrismo y
con esto dio un paso de retroceso en comparacin con Buonarroti e
incluso con Advielle,26
quien no analizaba las cosas desde un punto de
vista tan unilateral. En segundo lugar, en correspondencia con su carac-
terstica propensin a la modernizacin y a la bsqueda del socialismo
all donde ste no exista ni poda existir, Mathiez intent aproximar las
posiciones de Robespierre y Babeuf atribuyndole al primero los rasgos
de un combatiente socialista e incluso comunista. 27
En la literatura histrica sovitica, en su perodo inicial, la imagen del
comunista-utopista de fines del siglo XVIII suscit, naturalmente, un
gran inters y llam mucho la atencin. El estudio de este tema condujo
lgicamente al esclarecimiento del problema de la gnesis ideolgica
del babuvismo. Sobre este tema surgieron, en su momento, acaloradas
polmicas, en el curso de las cuales, adems de ideas correctas, se ma-
nifestaron tambin no pocas afirmaciones confusas y errneas. En la
actualidad no tiene sentido detenernos en el anlisis de estas polmicas,
al menos por la sola razn de que los autores de las tesis ms dudosas o
claramente errneas (Y. Zajer, P. Schgolev) renunciaron a ellas ms
tarde, y sobre todo porque en las dcadas transcurridas desde entonces
estas polmicas cayeron tan completamente en el olvido que ya no po-
dran ejercer ninguna influencia sobre el desarrollo posterior de la his-
toriografa sovitica.28
Sin embargo, de estas polmicas qued la idea segn la cual el nexo
gentico del babuvismo se reduca exclusivamente al Crculo Social y a
los colricos.
Es verdad que en la literatura histrica sovitica durante varios aos se
defendi un punto de vista ms amplio acerca de las fuentes ideolgicas
del babuvismo, que responda mucho ms a la verdad histrica. For-
26
V. Advielle. Histoire de Gracchus Babeuf et du babouvisme. Paris, 1884, t. 1-2. 27
A. Mathiez. Etudes sur Robespierre, p. 237. 28
P. Schgolev. La conspiracin de Babeuf, en ruso. Leningrado, 1927; vase
Trabajos de la primera conferencia nacional de historiadores marxistas de la
URSS, en ruso. Mosc 1930, t. II, pp. 158-20.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
mados en la escuela de los aos revolucionarios, considerndose conti-
nuadores de la causa de los jacobinos, los babuvistas asimilaron sli-
damente la idea de la dictadura revolucionaria... escribi el acad-
mico V. Volguin.29
Esta formulacin era slo una variacin del viejo
punto de vista del autor acerca de este problema. Por supuesto, tanto en
el trabajo citado como en los anteriores, V. Volguin no tenda de nin-
guna manera a reducir las fuentes ideolgicas del babuvismo slo al
jacobinismo. Subrayaba y demostraba la influencia que sobre los ba-
buvistas ejercieron los pensadores franceses prerrevolucionarios: los
autores de la teora comunista Mably y Morelly, sobre todo este ltimo.
Pero, sealando con justeza el hecho de que los babuvistas fueron sus
discpulos, V. Volguin subrayaba al mismo tiempo que esto no deba
ser interpretado de manera estrecha, sino que era necesario tomar en
consideracin tambin la experiencia histrica posterior, que influy
sobre la formacin de las concepciones de Babeuf y de sus amigos. La
Revolucin Francesa ense mucho; teorizar en el estilo de Morelly era
algo totalmente imposible para los babuvistas en 1795.30
Es de lamentar que esos criterios correctos no fueran debidamente to-
mados en consideracin por una serie de autores que abordaron este
problema. El anlisis histrico concreto del objeto de estudio fue susti-
tuido por las reiteradas alusiones a la clebre frase polmica de Marx
contra Bruno Bauer en La Sagrada Familia, que involuntariamente
releg a un segundo plano otra serie de sealamientos de Marx y En-
gels sobre ese mismo problema. En concreto, no se le prestaba la debi-
da atencin a otra definicin de los orgenes ideolgicos del babuvismo
brindada por Engels casi en esa misma poca, en 1845: ...Babeuf y los
participantes en su conspiracin hicieron de las ideas de democracia de
1793 las ms avanzadas conclusiones acerca de la igualdad que eran
posibles en aquella poca.31
Es indudable que, al igual que el clebre
sealamiento de Marx en La Sagrada Familia, tambin ste exige una
actitud de seria reflexin y no una confrontacin de citas.
29
V. P. Volguin. El movimiento de los "iguales" y sus ideas sociales, en ruso.
Prlogo al trabajo de Ph. Buonarroti. La conspiracin en nombre de la igual-
dad..., t. I, p. 28. 30
Ibid., pp. 22 23. 31
F. Engels. Festividad de las naciones en Londres. C. Marx y F. Engels. Obras,
X. 2, p. 589.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Los babuvistas no eran, en modo alguno, los hijos espirituales de Jac-
ques Roux y de Varlet ni los nietos de Claude Fauchet y de Nicols de
Bonneville, como resulta segn el esquema favorito de parentesco di-
recto. Su genealoga ideolgica era ms compleja y ms ramificada.
El anlisis detallado de este problema nos desviara del tema fundamen-
tal. Sin embargo, sobre la base de todo lo dicho con anterioridad nos
parece indiscutible la inclusin de Robespierre, y en general de los ja-
cobinos de la corriente robespierrista, dentro del grupo de los precurso-
res ideolgicos de Babeuf.
Por otra parte, con ms claridad y ms precisin que en cualquier inves-
tigacin histrica este problema fue esclarecido por el autor ms com-
petente en la materia: el propio Gracchus Babeuf. En la mencionada
carta a Bodson de 1796 Babeuf escribi: Yo no considero, como t,
que sea impoltica y superflua la evocacin de los restos y los princi-
pios de Robespierre y Saint-Just para el fortalecimiento de nuestra doc-
trina. Ante todo con esto slo rendimos el debido tributo a una gran
verdad... Esa verdad consiste en el hecho de que nosotros slo somos
los segundos Gracos de la Revolucin Francesa... que nicamente se-
guimos los pasos de los primeros defensores generosos del pueblo, que
ya antes de nosotros se plantearon ese mismo objetivo de justicia y de
felicidad que inspir al pueblo.32
* * *
De este modo, Robespierre, a pesar de ser asesinado y calumniado por
los termidorianos, no fue destruido de manera definitiva.
Dos aos despus de haber muerto, su sombra se alz tras las espaldas
de Babeuf y Darth, y en las nuevas palabras pronunciadas por los
iguales, que eran una fusin de las voces del pasado y del futuro,
tambin se distingua ntidamente la sorda voz de Maximilien de Ro-
bespierre.
Pero en la primavera de 1797 Babeuf y Darth, al igual que antes Ro-
bespierre, tambin fueron ejecutados por los termidorianos. La reaccin
se intensificaba. Desde el 9 termidor la historia poltica de Francia dio
32
A. Espinas. La philosophie sociale du XVIII sicle et la Rvolution, pp. 257-258.
- 22 -
Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
un brusco viraje en una sola direccin: a la derecha, que se mantuvo
durante treinta y cinco aos con la Convencin termidoriana, el Direc-
torio, el Consulado, el Imperio y la Restauracin de la monarqua de los
Borbones. Estas etapas marcaron la evolucin desde la contrarrevolu-
cin burguesa de los republicanos-termidorianos hasta la feudal de los
realistas de Luis XVIII.
Durante esos aos de constante incremento de la reaccin poltica no se
hablaba en absoluto de la Revolucin y por consiguiente, tampoco de
sus hroes. Si se deca algo era slo para denigrarla. En el perodo del
Directorio se burlaban cnicamente de la Revolucin (me refiero a su
etapa superior: la de los jacobinos); en la poca de Napolen fue borra-
da de la historia de Francia mediante una circular policial, nadie se
atreva a evocarla ni siquiera entre susurros, ni siquiera en un crculo
muy ntimo; en los tiempos de Luis XVIII y Carlos X, hermanos del rey
ejecutado, desde lo alto del trono restaurado llovan las maldiciones
contra la Revolucin y era difamada en todas partes.
Robespierre, el ms destacado representante de la heroica poca de la
Revolucin, comparta plenamente la suerte de esta ltima. Poda pare-
cer que mediante los esfuerzos de sus enemigos pstumos, de los
enemigos de la Revolucin, su nombre sera borrado de la memoria del
pueblo.
Los primeros historigrafos y autores de memorias, tales como Sie-
ys,33
que en los aos del Directorio comenzaron a escribir para ven-
garse por el miedo y la humillacin experimentados durante los das del
terror, consideraban que su tarea principal era la de denigrar a quien
tenan prcticamente por el nico culpable de todos los crmenes (as
era como llamaban al terror revolucionario en la poca del terror con-
trarrevolucionario).
Durante los aos del Consulado y el Imperio termin incluso eso. Ni
siquiera se poda insultar a Robespierre. El ex capitn de artillera, pro-
tegido por los comisarios de la Convencin, Augustin Robespierre y
Saliceti, al convertirse en el emperador Napolen orden sumir en el
olvido a aquellos con quienes estaban relacionados los primeros y deci-
sivos xitos de su carrera.
33
E. S. Sieys. Oeuvres politiques, Pars, 1796, t. 1 y 2.
- 23 -
Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
La Restauracin rompi ese silencio sepulcral, pero slo para cubrir de
fango y calumnias la Revolucin y sus protagonistas. Los escritos de
Bonald, de Chateaubriand 34
y de otros historiadores y publicistas aris-
tocrtico-clericales no eran ms que furiosas invenciones contra la Re-
volucin y sus lderes. El odio encegueci tanto a estos escritores que el
vivo y colorido cuadro de la Revolucin tena para ellos una sola tona-
lidad negra. Es por eso que entre la gran cantidad de idelogos y publi-
cistas aristocrticos del perodo de la Restauracin algunos de los
cuales, como el propio Chateaubriand, posean un talento incuestiona-
ble no hubo ningn historiador destacado de la poca pasada.
Pero en la poca en que la evolucin poltica hacia la derecha lleg a su
lgico fin: el dominio de los ultrarrealistas y la ley de indemnizacin a
los emigrantes, en ese momento, e incluso antes para las mentes perspi-
caces, se hizo evidente que por mucho que se ensaara la reaccin aris-
tocrtico-clerical, ella no tena fuerzas suficientes para hacer retroceder
la historia y detener el progresivo desarrollo del pas por la nueva va
capitalista trazada por la primera Revolucin Francesa.
El trabajo Reflexiones sobre la Revolucin Francesa de De Stal y lue-
go las obras histricas de Mignet y de Thiers,35
que rehabilitaron el
primero parcialmente y las segundas ya de manera totalmente defini-
da a la Revolucin, expresaban los puntos de vista de la burguesa
liberal, que haba crecido, se haba fortalecido y aspiraba a concentrar
en sus manos todo el poder.
El significado general de los trabajos de los historiadores burgueses del
perodo de la Restauracin, y en concreto su actitud ante la Revolucin,
ha sido explicado tan claramente en la literatura marxista que no consi-
deramos necesario detenernos en su anlisis. Pero debemos sealar que
tanto para De Stal, como luego tambin para Mignet y para Thiers,
quienes se pronunciaron cada cual a su manera en defensa y a fa-
34
L. G. Bonald. Penses sur divers sujets et discours politiques. Pars, 1817, t. 1-
2; F. R. Chateaubriand. Oeuvres completes. Pars, 1836-1837, t. 2 y 3. 35
A. L. G. de Stal. Considrations sur les principaux vnements de la Rvolu-
tion frangaise. Pars, 1818, t. I-III; P. Mignet. Histoire de la Rvolution fra-
naise depuis 1789 jusquen 1814. Pars, 1824, t. 1 y 2; A. Thiers. Histoire de la Rvolution franaise. Pars, 1823-1827, t. 1-6.
- 24 -
Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
vor de la Revolucin, Robespierre no estaba, por supuesto, entre los
defendidos, sino en el banquillo de los acusados.
De Stal, mezclando sus reflexiones con vagos recuerdos de sus aos
de juventud, transformados por su imaginacin creadora, cre uno de
los retratos ms desfigurados de Robespierre.36
Mignet estaba dis-
puesto a que sus simpatas democrticas llegaran al grado de admitir los
mritos de Danton, a quien consideraba un titn entre los revoluciona-
rios, pero su actitud hacia Robespierre era de aversin y odio; lo con-
sideraba un hombre que contaba plenamente con todo lo que necesitaba
un tirano y que haba desempeado un papel terrible en la Revolu-
cin.37
Thiers, quien desde muy joven experimentaba un instintivo res-
peto hacia cualquier representante autoritario del poder ejecutivo (re-
cordemos el sealamiento de Marx sobre cmo le lustraba las botas a
Napolen en su Historia del consulado y del imperio), se mostr res-
pecto a Robespierre ms reservado que Mignet, su correligionario en
aquella poca. Pero tambin l, por supuesto, mantuvo una actitud de
indudable hostilidad hacia Robespierre.
Por ah pasaba la lnea de demarcacin que separaba la burguesa de-
mocrtica, de las clases que estaban ms a la izquierda.
Reconociendo la Revolucin, y an ms, levantando en los aos de
su izquierdizacin la ensea tricolor de la Revolucin como su propia
bandera de combate, la burguesa liberal no aceptaba la Revolucin en
conjunto, sino slo hasta ciertos lmites: hasta la Gironda, inclusive, y
algunos autores, hasta Danton. Robespierre permaneca del lado opues-
to, all donde el mundo del mal se separaba del mundo del bien.
La lnea de delimitacin era clara y bien definida dentro de la Revolu-
cin: unas fracciones y grupos, desde los girondinos hasta Danton in-
clusive, constituan un legado poltico admisible para el liberalismo; 36
A. L. G. de Stal. Considrations..., t. II, pp. 140-142. Creo que ella fue la primera en crear la leyenda sobre el color verde (escribi
sobre el color verde de los prpados de Robespierre) tan exagerada y aprove-
chada luego por Carlyle (T. Carlyle. The French Revolutiort. London, 1838).
Pero hay que sealar que, a pesar de manifestar abiertamente su hostilidad hacia
Robespierre, admita que de todos los nombres nacidos con la Revolucin el
nico que sobrevivira sera el de Robespierre. 37
F. Mignet. Historia de la Revolucin Francesa, traduccin del francs al ruso.
San Petersburgo, 1906, pp. 187, 203.
- 25 -
Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
otros, desde Robespierre hasta los ms a la izquierda eran los precurso-
res del campo de la democracia.
Si los representantes de la burguesa liberal tenan una actitud tan irre-
conciliablemente hostil hacia Robespierre en el perodo de su izquier-
dizacin, en los aos de la Restauracin, cuando la burguesa an so-
aba con conquistar una posicin dominante, ya despus de la revolu-
cin burguesa de 1830, que le dio acceso al poder a una parte de esa
burguesa a la aristocracia financiera despus de la experiencia de
la revolucin de 1848 y de la Segunda Repblica esta actitud se fortale-
ci an ms.
Alphonse de Lamartine, en su Historia de los girondinos una obra
lrica de muchos tomos, escrita en prosa, que poetiza la Gironda38
manifiesta, naturalmente, su hostilidad hacia Robespierre. Pero a pesar
de todas sus insuficiencias polticas Lamartine era un poeta talentoso
que posea el don de la percepcin artstica. Por eso no poda dejar de
sentir la grandeza histrica de Robespierre. Describiendo su papel en la
Revolucin como siniestro y funesto, aunque puro en sus aspiraciones
personales, Lamartine reconoca de todos modos que con Robespierre
y Saint-Just termin el grandioso perodo de la Repblica. Comenzaba
la segunda generacin de revolucionarios. La Repblica cay de la
cima de la tragedia a la intriga....39
Pero quince aos despus de las pruebas de la revolucin de 1848, en la
que desempe un papel tan ignominioso, despus de las lecciones de
la lucha de clases durante los aos de la Segunda Repblica, lleno de
experiencia, Lamartine critic en 1861 su propia Historia de los giron-
dinos. Y al volver a analizar a Robespierre en esta obra, Lamartine, ya
no como poeta, sino como ex ministro del Gobierno Provisional, intro-
dujo modificaciones esenciales en su valoracin: Hoy quizs yo fuera
ms severo (en la valoracin de Robespierre). A.M.) puesto que he
visto su sombra en las calles en el ao 1848... 40
Estas palabras, escri-
38
A. de Lamartine. Histoire des girondins. Paris, 1848, t. I-VIII. (En lo sucesivo
se cita segn la edicin de 1884.). 39
Ibd., t. IV, p. 354. 40
A. de Lamartine. Critique de l'histoire des girondins par lauteur des girondins
lui-mme quinze ans de distance (octobre 1861). Publicado en el apndice a
Histoire des girondins de A. de Lamartine, t. IV, p. 544.
- 26 -
Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
tas por la pluma de Lamartine, revelan el secreto de la creciente hostili-
dad de este autor, y no slo de l, sino de toda la burguesa hacia Ro-
bespierre despus de 1848.
Es extrao. Lo lgico sera suponer que cuanto ms se alejaran las d-
cadas del terrible ao 93, tanto ms deban apaciguarse las pasiones,
deba enfriarse la clera, la simpata o la hostilidad personal, el tiem-
po que todo lo extingue deba, aparentemente, apagar las ltimas brasas
de las emociones y las pasiones que quedaran de aquella agitada poca.
Pero en la realidad todo fue distinto. No slo los historiadores que re-
presentaban a la gran burguesa, sino tambin autores evidentemente
pequeo-burgueses por sus concepciones polticas, por el carcter de su
pensamiento y por sus ideales sociales, tales como, por ejemplo, Miche-
let, Edgard Quinet o autores no franceses como Thomas Carlyle escri-
ban sobre Robespierre con una irritacin y una hostilidad difciles de
explicar.41
Y para ellos la lnea de delimitacin del bien y el mal en la
historia de la gran Revolucin del siglo XVIII segua mantenindose
rigurosamente dentro de los lmites trazados por primera vez por Mig-
net: todo lo admisible llegaba hasta los girondinos y Danton; ms all,
con Robespierre, empezaba el horrible mundo del mal social.
Y si examinamos a un historiador como Hippolyte Taine, que escribi
sobre la Revolucin casi cien aos despus de su inicio 42
y que por lo
tanto, vivi incluso la experiencia de la Comuna de Pars, podremos ver
cmo en l se manifiesta con claridad una forma diferente de hostilidad
hacia la Revolucin en general y hacia Robespierre en particular. Ya no
era antipata ni animadversin, era cierto frenes, cierto odio furioso,
plasmado en formas literarias, a las que la incandescencia de la ira le
otorgaba incluso un brillo externo.
Qu era lo que ocurra? Cul era la fuente del odio inextinguible que
la burguesa y sus historiadores le tenan a Robespierre? Por qu la
burguesa aceptaba a los girondinos y a Danton, mientras rechazaba con
indignacin al Incorruptible?
41
J. Michelet. Histoire de la Rvolution franaise. Paris, 1847-1853,1.1-7; E.
Quinet. La rvolution. Pars, 1877, t. 1-3; T. Carlyle. The French Rvolution.
London, 1838. 42
H. Taine. Les origines de la France contemporaine. La Rvolution. Paris, 1878-
1899, t. 1-3.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Si examinamos los argumentos que constituan el fundamento de la
valoracin negativa de Robespierre podemos constatar que eran muy
similares en la mayora de los autores burgueses.
Los ataques contra Robespierre eran fundamentalmente de carcter
moral y tico; se le acusaba de ser cruel, vanidoso, sanguinario y vido
de poder, de haber exterminado a una gran cantidad de gente, de ser un
dspota y un tirano. Algunos le sumaban a esto ciertas acusaciones de
carcter esttico: era de baja estatura, su voz era srdida, su rostro era
de color verdoso (de acuerdo con la leyenda creada por madame de
Stal), etc.
Pero la falsedad y la inconsistencia de todos estos argumentos se tornan
absolutamente evidentes en cuanto se aborda otra destacada personali-
dad de aquella poca: Napolen Bonaparte. Todas las acusaciones de
carcter moral y tico formuladas contra Robespierre podran ser plan-
teadas con mucho ms fundamento contra Napolen. Bonaparte real-
mente fue vanidoso, cruel, vido de poder, extermin a una enorme
cantidad de personas, fue el desptico soberano de Francia y de la mi-
tad de Europa. Y por ltimo, tambin era de baja estatura y su rostro,
segn lo han manifestado muchos testigos que lo conocieron, tena un
color enfermizo. Pero la burguesa, como se sabe, no odiaba ni senta
aversin contra Bonaparte, sino que lo admiraba. Por consiguiente, la
censura a Robespierre en el plano tico-moral era slo hipocresa, una
manera de disfrazar las verdaderas causas ocultas de la hostilidad bur-
guesa hacia l.
La explicacin del origen de esa creciente hostilidad contienen las pa-
labras citadas de Lamartine en su autocrtica de 1861.
Para la burguesa, Robespierre fue y continu siendo la personificacin
de la democracia revolucionaria. Relacionaba siempre su nombre con el
pueblo en lucha, que haba irrumpido imperiosamente en la vida, con el
pueblo revolucionario lleno de energa incontenible.
Mirabeau, los feuillants, los girondinos eran representantes de diferen-
tes grupos de la propia burguesa, y la poltica promovida por ellos en
todas las etapas de la Revolucin fue siempre la poltica de la lite bur-
guesa de la sociedad. Danton representaba la poltica del compromiso,
de la conciliacin con dichos grupos; su popularidad como tribuno slo
le otorgaba an ms valor.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
A pesar de que Robespierre, tal como lo admiten todos los autores bur-
gueses, no era un hombre del pueblo, sino de la burguesa, nunca pro-
movi ni defendi los intereses de sus capas ms altas, sino que luch
contra ellas con el respaldo del pueblo y en aras de los intereses del
pueblo. Quinet escribi claramente que Robespierre, despus de la ca-
da de la Gironda, se dedic a azuzar al pueblo contra la burguesa.43
Esto era ms que suficiente para despertar el odio inextinguible contra
El Incorruptible.
Pero a medida que la burguesa, una vez en el poder, entablaba una
lucha cada vez ms encarnizada contra el pueblo y su vanguardia: el
proletariado, su hostilidad contra Robespierre, naturalmente, se incre-
mentaba.
En 1848, despus de la insurreccin de junio del proletariado parisino
una guerra civil en su forma ms terrible: la guerra entre el trabajo y
el capital44
la llamada burguesa liberal dio un paso ms en su evolu-
cin hacia la derecha. Y Lamartine, uno de los culpables directos de la
tragedia de junio (recordemos las palabras de Marx: ...los fuegos arti-
ficiales de Lamartine se han convertido en las granadas incendiarias de
Cavaignac,45
que expresaron la nueva hipstasis contrarrevolucionaria
de la burguesa), admita que despus de haber visto la sombra de Ro-
bespierre en las calles de Pars en el 48 lo juzgara an ms severamen-
te. Ese no era un juicio personal de Lamartine, el poeta, el historiador y
el ministro; era el juicio clasista de la burguesa.
Pero a la sublevacin de junio de 1848 le sigui la Comuna de Pars de
1871 y a las correcciones acadmicas de Lamartine, el libelo contra la
Revolucin del acadmico Hippolyte Taine, escrito con tanta clera que
lo coloca en el lmite con la grosera.
* * *
43
E. Quinet. La rvolution, t. II, pp. 219-220. 44
C. Marx. Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. C. Marx y F. Engels.
Obras Escogidas, en 3 tomos. Mosc, Progreso, t. 1, pp. 229-230. 45
Ibd., p. 230.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Durante un siglo la historiografa aristocrtica y burguesa denigr a
Robespierre y difam su memoria, excluyendo su nombre de los anales
histricos de la gloria francesa. Ella quera que el pueblo lo rechazara
para siempre...
Qu se hizo para contrarrestar esos esfuerzos?
Mucho tiempo despus de haber sido ejecutado e injuriado segua
viviendo Robespierre en la conciencia del pueblo e influyendo sobre su
lucha? Lenin escribi: ...pese a haber sido derrotada, la revolucin
francesa triunf porque dio al mundo entero unos puntales de la demo-
cracia burguesa y de la libertad burguesa que ya no se podan derri-
bar.46
Estas notables consideraciones de Lenin, tan importantes para la
comprensin de toda la historia de los tiempos modernos, tambin son
un gran aporte al problema particular que nos ocupa: la comprensin
del destino pstumo de Maximilien de Robespierre.
Cada vez que las exigencias del desarrollo histrico obligaban a reali-
zar por partes las tareas planteadas por la Revolucin Francesa, en la
memoria de los pueblos volva naturalmente a cobrar vida la imagen de
uno de sus lderes ms destacados: Maximilien de Robespierre; lo cual
se evidenciaba no slo a travs de las diferentes formas de actividad
prctica: el renacimiento del movimiento revolucionario republicano, la
creacin de grupos revolucionarios clandestinos, etc., sino que era tes-
timoniado tambin por las obras histricas dedicadas directa o indirec-
tamente al Incorruptible, la propia aparicin de las cuales constitua
tambin un fenmeno profundamente sujeto a leyes.
En Francia, en vsperas de la segunda revolucin la revolucin bur-
guesa de 1830 fueron publicadas sucesivamente las memorias de
Buonarroti y de Levasseur.47
Como ya se ha sealado, el clebre libro de Buonarroti sobre la cons-
piracin de los iguales, despus de la ejecucin de Babeuf, proclamaba
abiertamente por primera vez a Robespierre como el lder ms grandio-
so de la Revolucin; Levasseur, jacobino con el temple de acero del 93,
46
V. I. Lenin. Obras Completas, en espaol. Progreso, Mosc, t. 38, p. 392. 47
Ph. Buonarroti. Conspiration pour lEgalit dite de Babeuf, suivie du procs
auquel elle donna lieu, et des pices justicatives... 1828. Vase la edicin en ru-
so bajo la redaccin del acadmico V. Volguin, Mosc, 1948; R. Levasseur.
Mmoires. Paris, 1829- 1831, t. 1-4.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
al que ni la vida errante ni las persecuciones le hicieron agachar la ca-
beza, en los aos difciles recordaba con orgullo a los grandes hombres
de la poca gloriosa y al primero de ellos: El Incorruptible.48
En vsperas de la tercera revolucin la revolucin de 1848 y de la
Segunda Repblica, Robespierre fue glorificado en los trabajos de Bu-
chez y de Louis Blanc, muy diferentes por su carcter y su significa-
cin.
Buchez, un peculiar socialista cristiano de la escuela saint-simoniana,
durante los aos de la monarqua de julio promovi, junto con Roux,
una amplia publicacin de materiales documentales de contenido casi
exclusivamente poltico de la poca de la Revolucin Francesa.49
Esa
publicacin conserva parte de su valor cientfico incluso en nuestros
das. Pero en aquella poca su edicin fue un acontecimiento muy im-
portante. En los aos del reinado mezquino del monarca-burgus, de las
intrigas ftiles y viles, de msera avaricia y de ruines clculos egostas,
desde las pginas de los tomos publicados por Buchez y Roux comen-
zaron a resonar de pronto voces diferentes: voces jvenes y vigorosas
que le hacan eco a los truenos de la tormenta revolucionaria, surgieron
imgenes totalmente distintas que parecan estar fundidas en bronce, las
imgenes de los gigantes del civismo, como dijo en su poca A. Her-
zen.
Para Buchez los ms admirables forjadores de la Revolucin eran los
jacobinos y el ms notable de los jacobinos, Robespierre. Y l le abri
ampliamente las puertas de su publicacin. Por primera vez, cuarenta
aos despus de termidor, la voz de Robespierre volvi a resonar para
la nueva generacin de franceses, que muy pronto deba instaurar la
Segunda Repblica. Y por supuesto, para esta nueva generacin de
republicanos los discursos del propio Robespierre eran mucho ms
48
C. Marx y F. Engels. Obras. Mosc-Leningrado, 1929, t. III, pp. 599-611. Con respecto a esto es necesario recordar que Marx estudi con mucha aten-
cin e incluso resumi las memorias de Levasseur (vase C. Marx y F. En-
gels. Obras, t. III, pp. 599-611). 49
Ph. Buchez et P. C. Roux. Histoire parlamentaire de la rvolution frangaise, ou
journal des Assembles nationales depuis 1789 jusquen 1815. Paris, 1834-1838, t. 1-35.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
elocuentes que los entusiasmados pero muy confusos comentarios del
redactor Buchez.
Louis Blanc, que comenz a publicar su Historia de la Revolucin
Francesa en doce tomos dos aos antes de la revolucin de febrero, se
manifest en su obra como un entusiasmado apologista de Robespierre.
Pero Louis Blanc escribi la parte principal de su trabajo ya despus de
la revolucin de 1848.50
Hay que reconocer que la valoracin favorable de Robespierre susten-
tada por Louis Blanc, al igual que toda su obra en conjunto, resultaban
muy tiles en aquella poca. Polemizando con Michelet, Thiers, Lamar-
tine y otros historiadores, Louis Blanc defenda a Robespierre ante las
invenciones de stos y en esto tena razn en la mayora de los casos.
Por supuesto, esto no significaba que el autor de La organizacin del
Trabajo, el reformista pequeoburgus, el progenitor de la concilia-
cin, segn la definicin que en 1917 Lenin dio de su poltica,51
se
hubiera convertido en un verdadero jacobino de la poca del terror re-
volucionario. De ninguna manera: Louis Blanc por mucho que se parara
en puntillas, por mucho que se esforzara, no poda llegarle al hombro al
Incorruptible. Durante la revolucin de 1848 en la poltica Louis Blanc
y sus amigos conciliadores pequeoburgueses, cuyos seguidores luego
se autodenominaron La Nueva Montaa, heredaron de los verdaderos
jacobinos del 93 slo los rasgos externos de su estilo oratorio. Pero en
estos ltimos las palabras fuertes, pero concisas se conjugaban con
acciones an ms fuertes. Mientras en Louis Blanc, Ledru-Rollin y
otros hroes de la Nueva Montaa la sonora fraseologa slo encubra la
ausencia de accin; con las frases sustituan la renuncia a la poltica
revolucionaria y a la lucha de clases. Slo parodiaban de manera la-
mentable el papel de la autntica Montaa, en 1848 no eran ms que
uno de los episodios de repeticin bufonesca de la tragedia de 1789-
1794, como lo demostr brillantemente Marx en su clebre El dieci-
ocho Brumario de Luis Bonaparte.52
50
L. Blanc. Histoire de la Rvolution franaise. Paris, 1847-1862, t. 1-12. 51
Vase la valoracin que expone Lenin de Louis Blanc en O.C., t. 31, pp. 134-
137, 328, 491, 493; t. 32, pp. 331-334, 367-370. 52
C. Marx. El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. C. Marx y F. Engels. Obras
Escogidas, en 3 tomos. Progreso, Mosc, t. 1, pp. 404498.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Louis Blanc empez a escribir su Historia de la Revolucin Francesa
antes de febrero de 1848 y la termin durante la emigracin en Londres
en 1862. Su actividad poltica, que durante la Segunda Repblica no
haba sido ms que un papel lamentable y bufonesco, una parodia de
Robespierre, y su actividad como historiador, cuando se evadi de la
realidad para sumirse en el mundo de verdadera tragedia de la Primera
Repblica, describiendo la vida heroica de Robespierre, se entrelazaron
tanto entre s que la primera no poda dejar de influir sobre la segunda.
La debilidad y las vacilaciones... y su confianza en la burguesa por
las cuales Lenin defina a Louis Blanc en tanto que poltico pequeo-
burgus,53
tambin le eran caractersticas, hasta cierto punto, al histo-
riador, a pesar de que en ese caso era mucho ms competente que como
poltico. Todas sus obras estaban llenas de profundas contradicciones
internas. Glorificando a Robespierre y justificando sus acciones, Louis
Blanc al mismo tiempo minimizaba la profundidad de las divergencias
entre la Montaa y la Gironda, tratando de imponer, aunque con mu-
chas reservas, la idea de que su conciliacin hubiera sido muy til.
Adems, aprobaba incondicionalmente la poltica y las acciones de
Robespierre en un panegrico de este ltimo.
Sin embargo, no todo en la poltica de Robespierre mereca aprobacin.
Robespierre mantuvo vigente la ley antiobrera de Le Chapelier. Apoya-
ba la extensin del mximo incluso a los salarios de los obreros; no
entenda los intereses y las necesidades de los obreros, se mostraba
indiferente ante sus demandas; tambin en lo relacionado con los in-
tereses de las capas ms pobres del campo se mostraba igualmente indi-
ferente; no hizo nada para mejorar la situacin de estas ltimas; atacaba
no slo a los enemigos de la Repblica, sino tambin a los representan-
tes de los grupos de izquierda de la Revolucin: a los colricos y
luego a Chaumette.
He mencionado aqu slo algunos hechos y rasgos de la biografa pol-
tica de Robespierre, en los que se evidenciaban con claridad el carcter
contradictorio y la debilidad de quien, a pesar de su grandeza, era de
todos modos un revolucionario burgus. Seguir el ejemplo de Robes-
pierre, seguir las tradiciones del jacobinismo en las nuevas condiciones
histricas, cuando el proletariado ya haba irrumpido en la palestra de la
53
V. I. Lenin. O.C., t. 32, p. 370.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
lucha de clases, significaba, al menos, una repeticin no crtica de toda
la experiencia del jacobinismo, una idealizacin del jacobinismo y de
sus lderes.
Louis Blanc aprobaba incondicionalmente a Robespierre, a toda su
poltica de principio a fin. Para Louis Blanc los errores y las debilidades
polticas del lder de los jacobinos no eran, en modo alguno, errores,
sino que, por el contrario, los elevaba al rango de virtudes cvicas. Esto
tambin era una tergiversacin de la imagen histrica de Robespierre,
aunque en otro sentido.
En la historiografa francesa esa lnea tuvo su continuacin en Hamel,
quien imitaba a Louis Blanc en la aprobacin incondicional de la polti-
ca de Robespierre, como tambin en otros escritores menos significati-
vos. Pero esa corriente, cuyo fundador puede ser considerado Louis
Blanc, demostr poseer tambin ms tarde una gran vitalidad y se hizo
sentir, aunque con grandes modificaciones, incluso en los trabajos de
historiadores tan diferentes como Aulard y Mathiez.
En vsperas de la cuarta revolucin la democrtico-burguesa de
1870 y de la Tercera Repblica, en los aos de crisis del rgimen
bonapartista, volvi a aparecer una gran cantidad de libros relacionados
con la historia de la Revolucin Francesa, y entre ellos, las primeras
obras histricas especialmente consagradas, con un espritu de profunda
simpata, a los lderes de izquierda de la Revolucin, a los dirigentes
jacobinos Robespierre, Marat y Saint-Just.54
Este fenmeno por s
mismo era bastante sintomtico: demostraba cmo a medida que se
desarrollaba y se agudizaba la lucha de clases entre el proletariado y la
burguesa renacan las sombras, al parecer, olvidadas, del pasado los
lderes de los primeros combates revolucionarios e inesperadamente
resultaban, por algunos de sus rasgos, cercanas, comprensibles y nece-
sarias al pueblo en otra poca histrica.
Aqu debemos sealar que casi en esa misma poca dentro de las filas
de la democracia tambin resonaron voces abiertamente hostiles. Uno
de los que censur de manera tajante e intransigente la actividad de
54
E. Hamel. Histoire de Robespierre daprs des papiers de famille, des sources
orginales et des documents entirement indits. Paris, 1865-1867, t. I-III; A.
Bougeart. Jean-Paul Marat, ami du peuple. Pars, 1865, t. 1-2; E. Hamel. His-
toire de Saint-Just dput la Convention nationale. Bruxelles, 1860, t. 1-2.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Robespierre fue Auguste Blanqui. Ese clebre revolucionario del siglo
XIX criticaba a Robespierre desde posiciones que podramos llamar de
izquierda. Consideraba que Robespierre era un Napolon que haba
madurado prematuramente, un dictador y un tirano, reprochndole
sobre todo su lucha contra los partidarios de la descristianizacin y la
idea del ser supremo.55
Cmo surgi esa hostilidad tan implacable de
Blanqui hacia Robespierre? Mathiez, que en 1928 public por primera
vez las notas de Blanqui que le haban sido entregadas por Molinier, la
explica ante todo por el hecho de que el recluso desconoca la historia
de la Revolucin Francesa y tomaba los datos slo de la Historia de los
girondinos de Lamartine. Mathiez seala: Son las notas de un hombre
poltico que no conoca la historia ms que por el trabajo prematuro y
lleno de errores de otro hombre poltico, es decir, de Lamartine.
No coincidimos con esa opinin de Mathiez. Las referencias a la Histo-
ria de los girondinos de Lamartine, que realmente podemos encontrar
en los manuscritos de Blanqui, se explican, a mi juicio, slo por el he-
cho de que en la crcel de Doullens, donde en 1850 Blanqui escribi
sus notas, no dispona de otros libros ms que de Lamartine. Pero con-
siderar que Blanqui hijo de un diputado de la Convencin, discpulo
de Philippe Buonarroti, miembro de la Sociedad de Amigos del Pueblo,
en cuyas reuniones, segn la ilustrativa expresin de Heine, se perci-
ba el soplo de un estropeado y manchado ejemplar del Moniteur del
ao 1793,56
compaero de lucha de Godefroy Cavaignac y de otros
jvenes jacobinos de la dcada del 30 conoca la Revolucin Fran-
cesa slo por las obras de Lamartine significara dejarse dominar por la
ceguera de un sentimiento momentneo de enfado o de irritacin.
Existen pruebas indirectas que permiten suponer que en lo relacionado
con este problema Blanqui no estaba influido, desde luego, por Lamar-
tine, sino por la literatura histrica de los termidorianos de izquierda,
a quienes nos referimos al principio del captulo.
De todos modos, estas notas de Blanqui desempearon cierto papel en
las discusiones sobre Robespierre. A pesar de no haber sido publicadas
en vida de su autor, circularon en copias manuscritas entre sus adeptos.
55
A. Mathiez. Notes indites de Blanqui sur Robespierre.Annales historiques de
la Rvolution franaise, 1928, N 4, pp. 307-318. 56
H. Heine. Obras Completas, en ruso. Mosc-Leningrado, 1936, t. 6, p. 49.
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
Bajo la influencia directa de las concepciones histricas de Blanqui
aparecieron la obra de su ms allegado discpulo, Gustave Tridon, en la
cual se haca una franca apologa de los hebertistas y se atacaba a Ro-
bespierre, y el trabajo, en muchos aspectos similar, de Avenel sobre
Anacharsis Cloots.57
De este modo, en la historiografa del robespierrismo, en su flanco de-
mocrtico, a la par de la corriente que simpatizaba con Robespierre,
existi tambin una corriente antirrobespierriana que, polemizando con
la primera, lo atacaba desde lo que podramos llamar posiciones de
izquierda. Esa corriente tena sus orgenes en los termidorianos de
izquierda: de los ateos Barre y Vadier pasaba a Blanqui, de ste a
Tridon, para posteriormente colindar en algunos aspectos con la con-
cepcin anarquista de la Revolucin Francesa expuesta por P. Kro-
potkin.58
Pero esta corriente hostil a Robespierre aun en sus mejores das, cuando
estaba representada por el clebre nombre de Blanqui, no lleg a adqui-
rir mucha significacin dentro de la literatura democrtica. Incluso la
gran autoridad y el prestigio moral de Blanqui no pudieron garantizarle
a sus concepciones opuestas a Robespierre el apoyo de sus partidarios
ms cercanos. As, el ms antiguo de sus compaeros de lucha, Martin
Bernard, era un ferviente admirador del Incorruptible59
.
En la historiografa democrtica la corriente predominante era la que
tenda a defender acaloradamente a Robespierre. Tambin en la dcada
del 60 del siglo XIX vio la luz la primera obra escrita por un historiador
57
G. Tridon. La Commune de Paris en 1793. Les hbertistes. Bruxelles, 1871 (la
primera edicin fue en 1863); G. Avenel. Anacharsis Cloots, lorateur de genre humain. Paris, 1865, t. 1-2.
58 P. Kropotkin. La Revolucin Francesa de 1789-1793. Obras Completas, en
ruso. Mosc, 1919, t. II. 59
M. Bernard. Dix ans de prison au Mont-Saint-Michel et la citadelle de Doullens.
Paris, 1851. Mathiez, quien con toda justeza prest atencin a la profunda divergencia
que exista entre Blanqui y Martin Bernard en lo relativo a la valoracin de
Robespierre, expuso la hiptesis fundamentada de que Blanqui no public
sus notas sobre Robespierre por temor a generar discrepancias dentro de las
filas de su propio partido (Annales historiques de la Rvolution franaise,
1928, N 4, pp. 306-307).
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Maximilien de Robespierre, por Albert Z. Manfred
francs que intentaba a lo largo de mil quinientas pginas, reconstruir
da a da la vida del gran lder de la Revolucin. Ernest Hamel, autor de
ese trabajo, que subrayaba por todos los medios su imparcialidad y su
apartidismo, no ocultaba, al mismo tiempo, la profunda admiracin
que le inspiraba el hroe de su narracin.60
En la historiografa sobre la primera Revolucin Francesa existi cierta
actitud de reserva e incluso de menosprecio hacia las obras de Hamel y
en cierto sentido el culpable de esto fue Mathiez. A mi juicio, esa acti-
tud es inmerecida. Para su poca Hamel hizo mucho. En la elaboracin
de la biografa cientfica de Robespierre su obra tuvo una significacin
tan grande como el trabajo de Bougeart sobre Marat. La investigacin
de Hamel fue igual al trabajo de un restaurador, que elimina de un viejo
retrato los cogulos de pintura negra acumulados durante largas dca-
das y reconstruye por partes su color y sus lneas originales.
Pero si el contenido poltico del trabajo de Hamel merece ser criticado,
es, ante todo, por lo que yo llamara su defensa absoluta de toda la
actividad de Robespierre. Hamel defenda y trataba de presentar como
virtud poltica todas las acciones de Robespierre, incluso aquellas que
eran equivocadas. En pocas palabras, Hamel merece ser censurado por
el hecho de no haber criticado suficientemente a Robespierre.
De este modo, cada vez que el desarrollo del proceso histrico en Fran-
cia planteaba la tarea de culminar, como deca Lenin, lo que haba
sido iniciado por la primera Revolucin Francesa, del ms lejano pasa-
do emerga, cada vez con ms nitidez, con ms claridad, como si no
cesara de acrecentarse, aproximndose a las nuevas generaciones, la
imagen del gran revolucionario del siglo XVIII: Maximilien de Robes-
pierre.
Pero no slo para Francia, sino tambin para otros pases de Europa el
siglo XIX fue el de los movimientos revolucionarios de