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Riesgos laborales e identidad Riesgos laborales e identidad 20 - HOGEI Josetxu Riviere E hika 215 - urtarrila ste artículo quiere aportar una mira- Sería conveniente en primer lugar analizar cómo que realizar comparativas entre las diferentes calificaciones profesionales de cada sector, porque incluso dentro de los mismo sectores la diferenciación de género hace que hom- bres y mujeres ocupemos puestos diferentes. Tomemos, por ejemplo, el sector servicios y la conducción profesional o pensemos dónde encontramos a mujeres y hombres en la hoste- lería. Sin embargo, estas cifras nos indican que deberíamos preguntarnos si el hecho de la pre- sencia mayor de hombres en algunos sectores hace que haya más accidentes y no al revés. La pregunta es si los mandatos de género en relación al riesgo o a la salud y que tienen efectos claros en la vida de hombres y muje- res (presencia mayoritaria de los hombres en los accidentes de coche, en el numero de sui- cidios o su escasa participación en el trabajo domestico y de cuidado), se quedan en la puer- ta de los trabajos o si, por el contrario, y con las cifras en la mano, deberíamos ver cómo influyen en nuestro comportamiento laboral. LOS HOMBRES Y EL RIESGO. Existe una fuerte relación en bastantes hombres entre reforzar su identidad masculina, la va- lentía y la fortaleza expresada en dominar y superar situaciones de riesgo. Nuestra identi- dad se construye en muchas ocasiones en relación a nuestro grupo de iguales, para ser como el resto del grupo a quienes estimamos o admiramos y conseguir un sentimiento de pertenencia. En el caso de los hombres son múltiples las situaciones donde hay que de- mostrar que se es “un hombre”, pasando pruebas de superación física donde existe un gran componente de riesgo. ¿Cómo demos- trar si no el valor (en su sentido más caduco) que demostrando que no se es un cobarde? Apuestas sobre quién bebe más, quién sube más arriba y más rápido, quién se raja antes en situaciones comprometidas, tienen un ca- rácter iniciático a la condición masculina. Los que renuncian a ello, los que son prudentes - qué poco atractiva definición para un hom- bre-, que no demuestran su osadía lanzándo- se por una cuesta en bici o saltando un espacio lo suficientemente grande para asustar, son tenidos como sospechosos por el resto; mie- dica, cobarde, etc., en definitiva, nenaza, son los calificativos para quienes se niegan a de- mostrar su identidad masculina realizando acciones de riesgo. Esta actitud masculina, por otra parte demasiado premiada no sólo por los iguales sino también por algunas de aquellas mujeres a quienes se quiere impre- sionar, tiene fatales consecuencias en terre- nos como la conducción de vehículos, el con- sumo de drogas o las relaciones sexuales. Estas demostraciones de fortaleza deben ser además repetidas y continuamente demos- tradas. Es una especie de revalida continua donde una parte importante de la identidad o autoestima masculina, que los hombres sole- mos medir más en el exterior, en los logros rales en el mundo del trabajo desde la pers- pectiva de la construcción de las identidades masculinas. Parte de dos ideas previas. La pri- mera es que se trata de una mirada comple- mentaria a los análisis que ya tenemos sobre las principales causas de los accidentes labo- rales, esto es, la precariedad, los ritmos del sistema productivo, la subcontratación, que ya han sido suficientemente señalados por la actividad sindical como los principales cau- santes de la siniestrabilidad laboral. Al anali- zar la importancia que tiene o puede tener cómo construimos los hombres nuestra iden- tidad y qué influencia tiene en nuestra mane- ra de trabajar no se trata de reorientar la res- ponsabilidad hacia el trabajador como único y ultimo responsable de su seguridad, sino aportar más elementos para comprender al- gunas realidades que nos permitan añadir he- rramientas de prevención de riesgos labora- les desde una visión de género. La segunda idea es la dificultad de hablar de los hombres tomando al conjunto como algo homogéneo, pues nuestra identidad se construye y se de- sarrolla de manera diferente según múltiples factores. Aunque tengamos influencias comu- nes y nuestra sociedad todavía esté marcada por fuertes roles de género que nos señalan qué es ser un hombre y qué es ser una mujer, no podemos verlo estos modelos masculinos y femeninos como algo estático sino como algo cambiante. En pocas sociedades como la del Estado español se ha producido un cam- bio tan rápido y fuerte en los papeles de mu- jeres y hombres y hoy, lejos aún de la igual- dad, los avances son muchos y significativos. Sin embargo, a pesar de que no podemos hablar de una única, clara y definida identi- dad masculina (ni femenina), sí debemos te- ner un cuenta y resaltar las tendencias mayo- da sobre los riesgos y accidentes labo- se accede al mundo del trabajo por parte de los hombres y por partes de las mujeres. Una de las cuestiones importantes es el de las dife- rentes opciones laborales que todavía hoy manejamos la mayoría de los hombres y las mujeres. Esta orientación laboral tiene mu- cha importancia, ya que nos va a dar como resultado sectores tremendamente masculini- zados y otros feminizados. Aunque las matri- culaciones en FP nos dan cifras relativamente parejas entre hombres y mujeres, un 60% a un 40% 1 , bajando algo más en los ciclos superio- res, nos tenemos que detener a comprobar si esto se mantiene según la especialidad que se estudia. Así, nos encontraremos con que las especialidades con más matricula masculina son electricidad, fabricación mecánica e in- formática, donde solo encontramos entre un cuarto y un tercio de mujeres; por su parte, las especialidades con gran matriculación feme- nina son administración, servicios sociocul- turales y comunidad y sanidad, donde se in- vierten los términos; son comercio y hostelería donde se aprecia una igualdad mayor, aunque hay un mayor numero de mujeres. Esta orientación laboral, que también tiene su reflejo en la universidad, sigue subrayando un futuro laboral que para más mujeres que hombres tienen relación con las tareas de cui- dado y servicio a los demás. La resultante de esto es un mercado laboral con un fuerte com- ponente de género. En el año 2007 encontrá- bamos en la Comunidad Autónoma Vasca en el sector agrario un 31,5% de mujeres y un 67,8% de hombres, en Industria los hombres eran el 81,5 %, en la Construcción apenas un 4,2% de mujeres frente al 95,8 % de hombres y en el sector Servicios un 57% de mujeres 2 . Por sectores, en el 2009, el mayor número de accidentados se dio en Servicios (12.445), un 15% menos que en 2008; seguido de Industria ritarias y hegemóni- cas que hoy confor- man en nuestra so- ciedad el estereotipo y el ideal de lo que es ser un hombre. Son varios aspec- tos los que hay que a tener en cuenta y que tienen bastan- te influencia en los comportamientos masculinos en el mundo laboral, en- tre ellos la relación de los hombres con el riesgo y la forta- leza como elemen- tos de hombría y las relaciones de éstos últimos con la salud. (10.737), un 30% me- nos; Construcción (5.192), un 19% me- nos; y el sector Agro- pesquero (605), un 19,5% menos. Un to- tal de 22.693 hombres y 6.228 mujeres acci- dentadas con baja en la jornada laboral. 3 Esta prevalencia de hombres en las cifras de accidentes laborales es evidente que tiene que ver con su presencia mayorita- ria en los sectores que tiene más accidentabi- lidad por sus condi- ciones laborales. Para un análisis más ex- haustivo tendríamos «Hay que demostrar que se es “un hombre”, pasando pruebas de superación física donde existe componentes de riesgo. ¿Cómo demostrar si no el valor (en su sentido más caduco) que demostrando que no se es un cobarde? Apuestas sobre quién bebe más, quién se raja antes en situaciones comprometidas, tienen un carácter iniciático a la condición masculina. Esta actitud masculina tiene fatales consecuencias en terrenos como la conducción de vehículos, el consumo de drogas o las relaciones sexuales»
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Nov 03, 2018

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Riesgos laborales e identidad Riesgos laborales e identidad

20 - HOGEI

Josetxu RiviereE

hika 215 - urtarrila

ste artículo quiereaportar una mira-

Sería conveniente enprimer lugar analizar cómo

que realizar comparativas entre las diferentescalificaciones profesionales de cada sector,porque incluso dentro de los mismo sectoresla diferenciación de género hace que hom-bres y mujeres ocupemos puestos diferentes.Tomemos, por ejemplo, el sector servicios yla conducción profesional o pensemos dóndeencontramos a mujeres y hombres en la hoste-lería. Sin embargo, estas cifras nos indican quedeberíamos preguntarnos si el hecho de la pre-sencia mayor de hombres en algunos sectoreshace que haya más accidentes y no al revés.

La pregunta es si los mandatos de géneroen relación al riesgo o a la salud y que tienenefectos claros en la vida de hombres y muje-res (presencia mayoritaria de los hombres enlos accidentes de coche, en el numero de sui-cidios o su escasa participación en el trabajodomestico y de cuidado), se quedan en la puer-ta de los trabajos o si, por el contrario, y conlas cifras en la mano, deberíamos ver cómoinfluyen en nuestro comportamiento laboral.

LOS HOMBRES Y EL RIESGO. Existeuna fuerte relación en bastantes hombresentre reforzar su identidad masculina, la va-lentía y la fortaleza expresada en dominar ysuperar situaciones de riesgo. Nuestra identi-dad se construye en muchas ocasiones enrelación a nuestro grupo de iguales, para sercomo el resto del grupo a quienes estimamoso admiramos y conseguir un sentimiento depertenencia. En el caso de los hombres sonmúltiples las situaciones donde hay que de-mostrar que se es “un hombre”, pasandopruebas de superación física donde existe ungran componente de riesgo. ¿Cómo demos-trar si no el valor (en su sentido más caduco)que demostrando que no se es un cobarde?Apuestas sobre quién bebe más, quién subemás arriba y más rápido, quién se raja antesen situaciones comprometidas, tienen un ca-rácter iniciático a la condición masculina. Losque renuncian a ello, los que son prudentes -qué poco atractiva definición para un hom-bre-, que no demuestran su osadía lanzándo-se por una cuesta en bici o saltando un espaciolo suficientemente grande para asustar, sontenidos como sospechosos por el resto; mie-dica, cobarde, etc., en definitiva, nenaza, sonlos calificativos para quienes se niegan a de-mostrar su identidad masculina realizandoacciones de riesgo. Esta actitud masculina,por otra parte demasiado premiada no sólopor los iguales sino también por algunas deaquellas mujeres a quienes se quiere impre-sionar, tiene fatales consecuencias en terre-nos como la conducción de vehículos, el con-sumo de drogas o las relaciones sexuales.

Estas demostraciones de fortaleza debenser además repetidas y continuamente demos-tradas. Es una especie de revalida continuadonde una parte importante de la identidad oautoestima masculina, que los hombres sole-mos medir más en el exterior, en los logros

rales en el mundo del trabajo desde la pers-pectiva de la construcción de las identidadesmasculinas. Parte de dos ideas previas. La pri-mera es que se trata de una mirada comple-mentaria a los análisis que ya tenemos sobrelas principales causas de los accidentes labo-rales, esto es, la precariedad, los ritmos delsistema productivo, la subcontratación, queya han sido suficientemente señalados por laactividad sindical como los principales cau-santes de la siniestrabilidad laboral. Al anali-zar la importancia que tiene o puede tenercómo construimos los hombres nuestra iden-tidad y qué influencia tiene en nuestra mane-ra de trabajar no se trata de reorientar la res-ponsabilidad hacia el trabajador como únicoy ultimo responsable de su seguridad, sinoaportar más elementos para comprender al-gunas realidades que nos permitan añadir he-rramientas de prevención de riesgos labora-les desde una visión de género. La segundaidea es la dificultad de hablar de los hombrestomando al conjunto como algo homogéneo,pues nuestra identidad se construye y se de-sarrolla de manera diferente según múltiplesfactores. Aunque tengamos influencias comu-nes y nuestra sociedad todavía esté marcadapor fuertes roles de género que nos señalanqué es ser un hombre y qué es ser una mujer,no podemos verlo estos modelos masculinosy femeninos como algo estático sino comoalgo cambiante. En pocas sociedades comola del Estado español se ha producido un cam-bio tan rápido y fuerte en los papeles de mu-jeres y hombres y hoy, lejos aún de la igual-dad, los avances son muchos y significativos.Sin embargo, a pesar de que no podemoshablar de una única, clara y definida identi-dad masculina (ni femenina), sí debemos te-ner un cuenta y resaltar las tendencias mayo-

da sobre los riesgos y accidentes labo- se accede al mundo del trabajo por parte delos hombres y por partes de las mujeres. Unade las cuestiones importantes es el de las dife-rentes opciones laborales que todavía hoymanejamos la mayoría de los hombres y lasmujeres. Esta orientación laboral tiene mu-cha importancia, ya que nos va a dar comoresultado sectores tremendamente masculini-zados y otros feminizados. Aunque las matri-culaciones en FP nos dan cifras relativamenteparejas entre hombres y mujeres, un 60% a un40%1 , bajando algo más en los ciclos superio-res, nos tenemos que detener a comprobar siesto se mantiene según la especialidad que seestudia. Así, nos encontraremos con que lasespecialidades con más matricula masculinason electricidad, fabricación mecánica e in-formática, donde solo encontramos entre uncuarto y un tercio de mujeres; por su parte, lasespecialidades con gran matriculación feme-nina son administración, servicios sociocul-turales y comunidad y sanidad, donde se in-vierten los términos; son comercio y hosteleríadonde se aprecia una igualdad mayor, aunquehay un mayor numero de mujeres.

Esta orientación laboral, que también tienesu reflejo en la universidad, sigue subrayandoun futuro laboral que para más mujeres quehombres tienen relación con las tareas de cui-dado y servicio a los demás. La resultante deesto es un mercado laboral con un fuerte com-ponente de género. En el año 2007 encontrá-bamos en la Comunidad Autónoma Vasca enel sector agrario un 31,5% de mujeres y un67,8% de hombres, en Industria los hombreseran el 81,5 %, en la Construcción apenas un4,2% de mujeres frente al 95,8 % de hombres yen el sector Servicios un 57% de mujeres2.

Por sectores, en el 2009, el mayor número deaccidentados se dio en Servicios (12.445), un15% menos que en 2008; seguido de Industria

ritarias y hegemóni-cas que hoy confor-man en nuestra so-ciedad el estereotipoy el ideal de lo que esser un hombre.

Son varios aspec-tos los que hay quea tener en cuenta yque tienen bastan-te influencia en loscomportamientosmasculinos en elmundo laboral, en-tre ellos la relaciónde los hombres conel riesgo y la forta-leza como elemen-tos de hombría ylas relaciones deéstos últimos conla salud.

(10.737), un 30% me-nos; Construcción(5.192), un 19% me-nos; y el sector Agro-pesquero (605), un19,5% menos. Un to-tal de 22.693 hombresy 6.228 mujeres acci-dentadas con baja enla jornada laboral.3

Esta prevalenciade hombres en lascifras de accidenteslaborales es evidenteque tiene que ver consu presencia mayorita-ria en los sectores quetiene más accidentabi-lidad por sus condi-ciones laborales. Paraun análisis más ex-haustivo tendríamos

«Hay que demostrar que se es “unhombre”, pasando pruebas desuperación física donde existecomponentes de riesgo. ¿Cómo

demostrar si no el valor (en su sentidomás caduco) que demostrando que no

se es un cobarde? Apuestas sobrequién bebe más, quién se raja antes ensituaciones comprometidas, tienen un

carácter iniciático a la condiciónmasculina. Esta actitud masculina tienefatales consecuencias en terrenos comola conducción de vehículos, el consumode drogas o las relaciones sexuales»

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masculinamasculina

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sociales y económicos, sigue dependiendo deque nuestra hombría no quede en entredicho.

LOS HOMBRES Y LA SALUD. La relaciónde los hombres con la salud tiene un fuertecomponente de género. Desde aquel lejano nollores y pórtate como un hombre que casi todos he-mos oído al pegarnos un porrazo cuando éra-mos pequeños, hemos construido una identi-dad masculina donde el reconocimiento deldolor y la enfermedad está asociado a la debilidad.Y la debilidad se aleja bastante del modelo mayo-ritario masculino, que se apoya entre otras vir-tudes en la fortaleza tanto física como psíquica,entendiéndola en su versión más clásica de dure-za, resistencia y aguante.

Algunos estudios apuntan rasgos de la interac-ción de los hombres con el sistema sanitario4. Enprimer lugar la dificultad para percibir signos dealarma corporal, minusvalorándolos. Esto uni-do, además, a no admitir ante sí mismo ni losdemás el malestar que le aqueja. No se tratapues de reconocer los síntomas de la enferme-dad, sino de relegarlos a un lugar secundario yaque los que se espera de nosotros es que sea-mos lo suficientemente fuertes y viriles comopara aguantar esas molestias. Esto hace que enocasiones se retrase la consulta médica y elposible diagnostico de la enfermedad. Las con-secuencias de esto son claras, al no poder tratara tiempo la enfermedad. También se señalanlas dificultades para seguir las prescripcionesfacultativas y acabar los tratamientos. Existe unatendencia a la autosuficiencia y a abandonar lostratamientos por parte de bastantes hombres,que repercute en la solución de la enfermedad.Esta lejanía de los hombres respecto al cuida-do a uno mismo hace tener actitudes de riesgofrente a maniobras físicas determinadas o a tra-bajar enfermos, que tendrán influencia a la horade analizar la salud laboral de los hombres.Quizás uno de los ejemplos mas claros del com-portamiento de los hombres frente al cuidadoes la resistencia a las revisiones prostáticas, quese revela como un problema importante en lasalud de los hombres y que sin embargo pareceno estar ahí. Más de un 85% de las españolasmayores de 50 años se hacen cada dos añosuna mamografía y se someten a una revisiónvaginal que descarta o detecta la presencia decélulas cancerosas en el cuello del útero. Encambio, menos del 15% de la población mas-culina española mayor de 50 años pasa una re-visión periódica de la próstata5. A pesar de quela consecuencia de ello es que en un 30% de loscasos de cáncer de próstata este deriva en me-tástasis a otros órganos.

La actitud de los hombre ante los riesgos y lasalud tiene una influencia directa en la saludlaboral. De hecho se asumen más riesgos, seminusvaloran los efectos de algunas accionessobre la salud o, también, existen algunas resis-tencias masculinas a usar elementos de seguri-dad. En alguno de los talleres y seminarios quedentro de la Iniciativa Gizonduz hemos impar-

tido a delegados y de-legadas sindicales, seha comentado cómo seobservan actitudes dis-tintas entre hombres ymujeres ante las medi-das de seguridad. Porejemplo, ante la peti-ción de ayuda de unhombre a otro, este úl-timo reacciona bastan-tes veces realizando elesfuerzo él solo (“siesto no pesa nada”), enlugar de hacerlo entre los dos. O, por ejem-plo, entre los hombres es más común laqueja sobre algunos elementos de uso obli-gatorio, casco, gafas protectoras, en lugarde valorar más la seguridad que ofrecen.

Así pues, podríamos concluir con la segu-ridad de que el modelo masculino hegemóni-co y su relación con el riesgo, la salud y elcuidado tiene alguna influencia en el númeroy los protagonistas de los accidentes laboralesy que tendremos que tenerlo en cuenta a lahora de abordar las medidas de seguridad la-boral.

Un ejemplo que nos puede ser útil, sal-vando las distancias, a la hora de valor lanecesidad de manejar el factor de género enla seguridad laboral es el del caso de unaplataforma petrolera en el golfo de Méjico6.Su índice de siniestralidad cayó en un 84% araíz de que el director implantara un planpara desmantelar los estereotipos machis-tas que llevaban al desprecio de las políticasde seguridad. Dejó de premiar las manifes-

1.Eustat curso 2007-2008.2. Emakunde 2007.3. Osalan, octubre 2009.4. Luis Bonino, Masculi-nidad, salud y sistema sani-tario, 2002.5. El Periódico, 3/10/2008.

6. Unmasking ManlyMen: The Organizatio-nal Reconstruction ofMen’s Identity. RobinJ. Ely, E. Meyerson.Harvard BusinessSchool Working Pa-per, March 6, 2007.

taciones de hombría y enfatizó va-lores de compañerismo, recono-cimiento de los errores propios yel cumplimiento de las normas deseguridad. Sin querer extrapolareste caso concreto, sí nos puededar algunas pautas sobre qué va-lores manejar en la relación delmundo laboral y los hombres. En-tender la competitividad de otramanera, mejorar las muestras desolidaridad laboral, criticar y de-nostar las muestras de virilidad enel terreno laboral y productivo,

pueden ser algunos de valores alternativos.Uno de las posibles mejoras que nos pode-

mos plantear es la de no hablar de la preven-ción de accidentes laborales como de algoneutro, y tener en cuenta, para poder trabajartoda esta problemática, la diferente relacióncon la salud, el riesgo y el prestigio personalque tenemos bastantes hombres y mujeres.De igual manera, las políticas de prevencióndeberán incorporar esta perspectiva de géne-ro para ser más eficaces.

Josetxu Riviere Aranda se encarga de las cues-tiones de Genero, Igualdad y Masculinidades enla Consultoria Aizak ([email protected]).

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Riesgos laborales e identidad Riesgos laborales e identidad Josetxu Riviere Aranda

na de las dificultades a la hora de anali-zar la siniestrabilidad laboral es quehasta hace bien poco no se daban da-

tifiquen dichos resultados, como que solo secontemplan los accidentes con baja y no elconjunto de accidentes, que tampoco se indi-ca quien origina el accidente (de los 2.622 ac-cidentes con víctimas en Euskadi en el 2009,el 70% de las víctimas eran la persona con-ductora, el 29% ocupantes2), o la resistenciaen ocasiones de algunos hombres a coger labaja laboral, debido a su resistencia a recono-cer que algunas molestias corporales les impi-den realizar su trabajo, al identificarlo comouna muestra de debilidad.

En todo caso se trata de hipótesis que exi-gen analizar más en profundidad las causas ymotivos de ese número de accidentes labora-les en itinere, bien sea para confirmar las ideasque se defienden en este artículo, bien pararefutarlas.

Una de las impresiones que hemos recogi-do en los cursos sobre seguridad laboral y mas-culinidad con representantes sindicales es quela incorporación de mujeres a sectores pro-ductivos donde no estaban representadasmejora las condiciones laborales, ya que granparte de las reclamaciones de esas mejorasvienen de su parte. Si bien es cierto que, enocasiones, su incorporación coincide en eltiempo con mejoras sustanciales de las condi-ciones laborales, aplicaciones de planes deseguridad labor, etc., también se percibe enellas una mayor preocupación por las medi-das de seguridad y una menor resistencia ausar medidas de seguridad.

Un ejemplo de esto lo podríamos ver en lasustitución de las carteras de reparto del co-rreo postal por el carro amarillo, que hoy endía se nos hace tan habitual. La incorporaciónde las mujeres al servicio de reparto de correose realiza en el año 1981 mediante oposición,hasta entonces solo se encontraban mujerescarteras en el servicio rural. Una de las prue-bas de dicha oposición era recorrer una deter-minada distancia con las tradicionales carte-ras de cuero con veinte kilos de arena. Haciamediados de los años ochenta algunas muje-

con bastante reticencia. En este caso concre-to encontramos alguna ideas de interés a pro-pósito de la mejora en las condiciones de saludlaboral. Por un lado, las mujeres incorporan uninstrumento de su vida cotidiana, que pertene-ce al ámbito “privado”, al trabajo domestico,al que los hombres todavía no se habían in-corporado en condiciones de igualdad, algoque hoy sigue siendo una asignatura pendien-te; por otro lado, es una aportación practicaque mejora sustancialmente sus condicioneslaborales. En este caso las resistencias mas-culinas no vienen dadas tanto porque se me-joren sus condiciones laborales, sino porqueel instrumento en concreto es parte del tra-bajo cotidiano de las mujeres y de una tareaque, entonces, no era realizada en público pordemasiados hombres, pues no era demasia-do habitual a mediados de los años ochentaencontrar a muchos hombres con carritos dela compra. Quizás sería decir demasiado quelos hombres trabajadores en Correos toma-ban el uso de la cartera de reparto como unamuestra de su fortaleza física, frente a la in-corporación de las mujeres en un territoriohasta hace poco exclusivamente masculino,y que no confiaban demasiado en ellas a lahora de su resistencia para realizar la mismatarea que ellos. Pero lo que es indudable esque la iniciativa de aquellas mujeres mejoró amedio plazo las condiciones laborales de mi-les de hombres y mujeres.

Es necesario hacer constar que, a pesarde que la consideración frente a los riesgoslaborales y las demostraciones de hombría vancambiando hacia actitudes mas cercanas alautocuidado, se mantienen algunas fuertesresistencias y se mantienen comportamien-tos que tienen bastante que ver con las ideastradicionales se aguante y resistencias viriles.Un estudio realizado por José Eduardo Cal-vario3, que analiza el trabajo de los jornalerosen el poblado Miguel Alemán, en el estadomexicano de Sonora, para detectar las pautasligadas a la masculinidad que esconden lasenfermedades y accidentes laborales, llega aalgunas conclusiones interesantes.

Como una de las conclusiones principa-les se comprueba que: “Los varones tienden aomitir o minimizar los daños causados por el traba-jo, pues, como hombres, los consideran una naturali-zación de su desempeño laboral, y, por tanto, asocianla manera masculina de conducirse con ideas de ma-yor fortaleza e invulnerabilidad ante los riesgos ypadecimientos laborales”.

Ciertamente hay situaciones en las que losjornaleros masculinos desechan posturas te-merarias y poco cuidadosas, y donde se reco-noce la vulnerabilidad ante el dolor y el can-sancio. Pero se sigue constatando la existenciade comportamientos que resaltan el afán delos hombres por demostrar “valentía, orgu-llo y aguante”, en directa relación con lo co-mentado en la primera parte de este articuloa propósito de la relación de los hombres con

tos segregados por sexo en muchas de las es-tadísticas, otra es que los datos sólo recogenlos casos en los que el trabajador o trabajado-ra esta afiliada a la Seguridad Social, por loque no se refleja la realidad de los accidenteslaborales en sectores como la economía su-mergida. De esa manera queda fuera una partedel trabajo realizado mayoritariamente por mu-jeres en el trabajo doméstico y en el cuidado aotras personas, así como el de las personas ex-tranjeras que no tienen regularizada su situación.También es difícil realizar un análisis compa-rativo de los comportamientos de hombres ymujeres, dado que no existen demasiadosespacios donde compartan los mismos pues-tos en la producción, debido a la masculini-zación de algunos sectores, como talleres yproducción industrial y construcción.

Un terreno común en el que detenernos arealizar un análisis más exhaustivo son losaccidentes en itinere, a la hora de desplazarse yvolver del trabajo. En la CAV en 2009 hastael mes de noviembre se habían producido3.670 accidentes en itinere con baja, de los cua-les 1.833 correspondían a hombres y 1.837 amujeres, de ellos 6 mortales con a victimasmasculinas1. Llama la atención la diferenciade accidentes mortales entre mujeres y hom-bres, pero también es destacable que los da-tos de las bajas laborales por este motivo sonprácticamente iguales, lo cual es contradicto-rio con los comportamientos de hombres ymujeres en la conducción. Los datos del últi-mo año nos indican que el 90% de las vícti-mas de accidentes de tráfico en Euskadi eranvarones jóvenes, la mayoría de menos de 40años. Igualmente, en los tres primeros años dela instauración del carné por puntos el 81% delas personas sancionadas han sido hombres,frente a un 19% de mujeres. Mediante estos da-tos y los diferentes estudios sobre las costum-bres de mujeres y hombres a la hora de la con-ducción de vehículosqueda bastante claroque estos hábitos estánatravesados por fuertescomportamientos degénero, que relacionandirectamente algunosvalores de la masculi-nidad tradicional conlos accidentes de tra-fico. Sin embargo, losresultados similares enlos accidentes en itine-re, salvo en los relati-vos a los accidentesmortales, como se hacitado antes, nos pue-de indicar lo contrario.Podríamos indicar al-gunas causas que jus-

res carteras comienzan ausar sus carritos de lacompra para realizar elreparto, a pesar de que noestaba homologado ni eraoficial su uso en la empre-sa de Correos; posterior-mente Correos incorporaese modelo de carro de re-parto a su normativa y senormaliza su uso, pasan-do a ser obligatorio con di-versas mejoras (de dos rue-das se pasa a cuatro, etc.).Delegadas de Correos ma-nifestaban que bastanteshombres no usaron el ca-rro de reparto hasta que suuso no fue oficial y obli-gatorio y aun entonces

«El cuestionamiento de los rolessexistas en el mundo del trabajopasa también por favorecer unaorientación laboral no sexista.

Algo que comienza bientemprano, cuando a través deregalos y demás se fomentan

ciertas habilidades en los niñosy otras en las niñas y continúa

después promoviendoexpectativas laborales según elsexo de cada cual, tanto en los

entornos familiares cercanoscomo en los educativos.»

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masculina masculina (y 2)

Josetxu Riviere ArandaConsultoría Aizak. Género, Igualdad, Masculini-dades ([email protected])

1 Osalan (www.osalan.net, noviembre 2009).2 Nota de prensa, Departamento de Iinterior delGobierno Vasco 05-01-2010.3 José Eduardo Calvario Parra, 2007 (septiembre-diciembre), “Masculinidad, riesgos y padecimien-tos laborales”, José Eduardo Calvario Parra, pu-blicado en la RevistaRegión y Sociedad 40(www.scielo.org.mx). septiembre4 El concepto “inmunidad subjetiva”, acuñado porMary Douglas (1996, 57), se refiere a la propen-sión de las personas a creer en una inmunidadante el riesgo por el exceso de confianza deposi-tada en su entorno, debido a la familiaridad con-de sus rutinas sociales.

de formadores y formadoras de prevenciónde riesgos laborales como del conjunto de de-legadas y delegados sindicales, que puedandespués socializar las medidas de prevencióny, sobre todo, tenerlas en cuenta en la nego-ciación colectiva. Porque una de las resisten-cias con las que podemos encontrarnos es elrechazo sindical a hacer a trabajadores y tra-bajadoras, sea por los mandatos de género opor otros motivos, responsables en algunamedida de parte de los accidentes laborales.Se puede entender cierta reticencia, dada lapresión continua del empresariado achacar laresponsabilidad de los accidentes y la saludlaboral exclusivamente a las personas traba-jadoras. No obstante, dado que la construc-ción de la identidad masculina es uno de losfactores que influyen en el comportamientolaboral, seria más que conveniente que, comootros temas (corresponsabilidad en los tra-bajos domésticos y de cuidado, por ejemplo),entrase a formar parte de una cultura sindicalque apostase por la igualdad de mujeres yhombres y desmontase los estereotipos degénero en lo laboral.

De igual manera, es necesaria una clara im-plicación de las direcciones empresariales, nosolo en el sentido de incluir este asunto en losconvenios colectivos, sino también a la horade fijar las pautas de comportamiento queserán recompensadas en la empresa. Al igualque en el uso de permisos para el cuidado ola corresponsabilidad domestica, las direccio-nes de las empresas “premian” una serie decomportamientos y penalizan otros, que noestán escritos en ningún lado, pero que se fi-jan mediante las alabanzas, premios y promo-ciones. Frente a actitudes como soportarlargas jornadas laborales, pocas bajas por en-fermedad, o fomentar la competitividad in-

la salud y el reconocimiento del daño comomuestra de debilidad.

Otro factor que aparece con bastante fuer-za es que “la ineludible obligación de proveer” delhombre le hace seguir trabajando aún estan-do enfermo o malas condiciones, y aunqueen el discurso dominante el macho es una figuradesprestigiada, a la hora de realizar acrobacias frentea amigos, tratar de ganar al oponente en las tareas ocreer en una superioridad física e intelectual sobre lasmujeres (unidas a la idea de control y autoridad fami-liar), surgen comportamientos ligados a la manera deactuar como hombres tradicionales.

El autor liga a la masculinidad dominanteel aguantarse cuando se padece alguna enfer-medad durante el trabajo, “la tendencia a la in-acción terapéutica (en su autoatención), la confianzaexcesiva y la minimización del daño”. En su opi-nión se configura así la tendencia a creer enuna inmunidad subjetiva ante al padecimiento(Douglas 1996)4 y, por tanto, también al dañofísico que puede resultar al enfrentar el riesgo.

Podemos pensar que tanto el entorno fí-sico como laboral donde se ha realizado esteestudio esta lejos de la realidad de los secto-res productivos del País Vasco, pero no seríamala cosa mirar con algo de atención en quémedida se reproducen esas actitudes en sec-tores altamente masculinizados como la cons-trucción o la producción industrial. No sig-nifica esto que comportamientos de riesgosolo se den entre los hombres que se dedicana trabajos manuales o transporte, sino que lacompetitividad y el prestigio masculinos enotros sectores laborales se miden de maneradiferente, que tampoco están exentos de pro-blemas ligados con la salud, como estrés, com-petitividad, sobrecarga de horario laboral, etc.

La mirada que estamos lanzando a la in-fluencia de los comportamientos de géneromayoritarios en los hombres y su relación conla salud y siniestrabilidad laboral no nos pue-de llevar a adoptar una visión exclusivamentevictimizadora de la situación de los hombresen el trabajo. Las condiciones específicas delas mujeres en determinados sectores labora-les hacen que tengan problemas y necesida-des también propias y especificas. Trabajosmonótonos y repetitivos en los que se preci-sa mucha rapidez y destreza manual en secto-res altamente feminizados, la responsabilidadhacia el cuidado y atención de otras personas,la doble jornada laboral, el techo de cristal, ola inseguridad y precariedad laboral que sonpropias de la situación de gran numero demujeres trabajadoras hacen necesario con-templar la realidad laboral de mujeres y hom-bres con una visión de género.

Todo esto nos indica que en el mundolaboral y en su relación con la salud y los ries-gos laborales también es necesario como ejetransversal el análisis de género.

A la hora de concretar algunas accionesque tengan este punto de partida parece con-veniente comenzar por la formación, tanto

terpersonal, cabe pensar en reforzar, por elcontrario, la cooperación, la aplicación de lasnormas de prevención y la seguridad, etc.

En un sentido más general, el cuestiona-miento de los roles sexistas en el mundo deltrabajo pasa también por no seguir mante-niendo la masculinización de ciertos sectoreslaborales, favoreciendo una orientación labo-ral no sexista. Algo que comienza bien tem-prano, cuando a través de regalos y demás sefomentan ciertas habilidades en los niños yotras distintas en las niñas y continúa despuéspromoviendo más expectativas laborales segúnel sexo de cada cual, tanto en los entornos fami-liares cercanos como en los educativos.

En definitiva, en mi opinión la relaciónentre la construcción de la identidad masculi-na y la siniestrabilidad laboral, que debe seranalizada de una manera más exhaustiva y por-menorizada, ya debería ser tenida en cuentacomo un factor más dentro de los análisis yactuaciones para prevenir los accidentes la-borales.