Revista Mamá y Yo Octubre 2011

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El comportamiento que busca dañar a los otros empieza a manifestarse en la etapa escolar, aproximadamente a los 10 años; algunos especialistas consideran esta edad como el inicio de la comprensión de nuestros valores morales pero hay que tomarla como un parámetro lleno de reservas.

Hay ciertos signos que te permiten identificar cuando tu hijo está haciendo maldades, por ejemplo, cuando agrede a los animales o cuando agrede a las personas.

Estas actitudes merecen corregirse de inmediato. Sólo hay que procurar mostrar las consecuencias de aquello que está haciendo, lo que implica el no imponer un castigo, es decir, el llamado de atención no tiene que ser propiciado por nuestro enojo cuando nos enteramos de la noticia, mucho menos cuando es nuestro hijo quien ha confe-sado su comportamiento inapropiado.

Lo mejor, en cualquier caso, es tratar de indagar por qué lo ha hecho, averiguar si se debe a una falta de cariño o compresión de nuestra parte, posteriormente hay que buscar soluciones.

A unque esto parece cosa de poca importancia, en realidad es todo lo contrario ya que la manera de

llamar la atención depende de qué es lo que haya hecho nuestro hijo.

Antes de molestarnos por una travesura, debe-mos detenernos a pensar que aunque nosotros somos mayores, algunas veces también llevamos a la práctica este tipo de compor-tamiento. Además, no hay que olvidar que cuando éramos niños también hacíamos travesuras como cortarse el pelo, tirar los juguetes por la ventana, hacer experimentos con agua y otras sustancias que podíamos encontrar dentro de la casa, etc.

Finalmente, es necesario saber que para un niño las travesuras son una actividad normal en su desarrollo, pues es una manera más de relacionarse con el mundo, de descubrirlo, de conocer las causas y los efectos ó consecuen-cias.

Muchas de las travesuras que tu hijo realice serán capaces de sacarte una gran sonrisa pero hay que tener cuidado cuando éstas atentan contra su seguridad. Varios de los accidentes que un niño puede tener son ocasionados por aquellas que van más allá de una que pretende buscar qué pasa si se hace determinada cosa. Por ejemplo, si tu hijo empieza a picar a su hermano con la aguja que se encontró en tu cuarto, entonces debes decirle que lo que está haciendo es malo porque además de lastimar al otro le puede generar un daño mayor, incluso él hasta puede salir lastimado.

Es una acción esporádica e ingeniosa de poca importancia, que generalmente el niño(a) la hace solamente con el fin de divertirse ó pasar un “buen rato”.

Es mas un comportamiento no ade-cuado; es continuo y generalmente se hace con el propósito o la intención de “lastimar” al otro, sin ninguna razón aparente.

Hay ciertos signos que te permiten identificar...Muchas veces como papás nos cuesta trabajo

aprender a diferenciar estos comportamientos.

Mamá y Yo

Motivemos a nuestros niños a experimentar y preguntar y ¿Por qué no?... A hacer ¡ciencia en la cocina!

Expliquemos un cambio, ¿Por qué la clara de un huevo se hace blanca al cocerlo?

La clara del huevo está formada principalmente de una forma de albúmina llamada ovoalbúmina, que es una solución de proteínas diluidas en agua que rodean a la yema de huevo. Las proteí-nas son unas cadenas de varios aminoácidos. Cuando se calienta la clara del huevo, las cadenas de proteínas se rompen y se recombi-nan de una manera diferente. Esto endurece a la proteína y al mismo tiempo la hace de color blanco. A este proceso en ciencia se llama desnaturalización, en la cocina es simplemente una cocción.

E sto se traduce en la falta de vocaciones científicas en nuestros estudiantes. Las economías emer-

gentes como la de México, necesitan expertos en ciencia, que lleven al país a una mejor toma de decisiones en los aspectos relacionados.

La situación es grave, pero no irreparable; la única forma de aprender ciencia es haciendo ciencia, y esto sólo se logra uniendo esfuerzos de maestros, padres de familia y la misma sociedad, tratando de promover un aprendizaje cada vez más activo.

Los maestros están cada vez más preocupados por brindar a sus alumnos una formación cientí-fica adecuada, cada vez se experimenta más en los salones de clase. Sin embrago, los padres de familia podemos ayudar a los maestros en esta importante tarea, la de desarrollar el espíritu científico en cada uno de nuestros hijos.

La ciencia es parte de la vida diaria. Por ejemplo, la cocina es el laboratorio científico por excelencia. En la cocina experimentamos con ácidos, bases, emulsiones, suspensiones, geles y espumas. Descomponemos proteínas, cristalizamos compuestos, reaccionamos enzimas con sustratos y cultivamos hongos y vida microbial mientras tratamos de detener hacer algo completamente diferente involucra gran cantidad de cambios físicos y químicos, cuidadosamente controlados en los alimentos, para lograr el resultado deseado.

El enseñar y el aprender han tenido grandes cambios en los últimos años.Sin embargo, las constantes que permanecen son los bajos resultados

en las áreas de ciencia en los diferentes niveles escolares.

Divulgaciónde la Ciencia