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Índice
Diciembre 2014
La influencia de Epicuro, Jeremy Bentham y John Locke en el capitalismo
La inseguridad y el sistema penitenciario, aliados en la corrupción
La posibilidad de una escuela sociológica liberal
Consejo académico
Rodrigo Fernández Ordóñez, Santiago Fernández Ordóñez, Carroll Ríos de Rodríguez,
Enrique Lacs, Ramiro Ordóñez Jonama
Editora
Andrea González Rubio
Coordinador Académico
Eduardo Fernández Luiña
Director del Instituto
Pedro Trujillo Álvarez
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La influencia de Epicuro, Jeremy Bentham y John Locke en el capitalismo
Por Anelisse Escobar
Introducción
El Capitalismo es un sistema social que se fundamenta en el reconocimiento,
promoción y divulgación de los derechos individuales de las personas. Esta concepción del
funcionamiento social, es consecuencia de una continua evolución del pensamiento, que
data inclusive de ideas de filósofos de la Grecia Antigua, como Epicuro; y que, además, en
el horizonte histórico incluye a pensadores de gran influencia como los ingleses Jeremy
Bentham y John Locke. De esta forma se evidencia que el Capitalismo, es un conjunto de
concepciones que ha superado la prueba del tiempo y que además constituye un hito del
rescate del individuo con respecto de una mera simplificación reduccionista de cada quien
dentro de un colectivo.
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Epicuro
Epicuro de Samos, fue un filósofo griego del año 341 A.C, hijo de un maestro de
escuela llamado Neocles. El carácter de su trabajo personal es muy particular,
específicamente, en su filosofía moral, ya que desafío los parámetros de los estudios de su
tiempo. Se dice que sus escritos llegaron a ser 300 volúmenes, entre los cuales resalta el
Convite como base del estoicismo. Además, expuso sus enseñanzas a sus discípulos en una
escuela, ubicada en un jardín. De esta forma, Epicuro se transformó en algo más que un
maestro, para convertirse en el amigo, o simple compañero de cuantos querían escucharle, o
más bien tomar parte en un sus pláticas.
Su sistema filosófico debe partir desde el carácter personal mismo de Epicuro, ya
que desde él se refleja su doctrina. Era moral, en el sentido filosófico, en que todo lo que se
refiera a las costumbres buenas o malas se denomina moral. Se preocupó por averiguar y
comprobar, ya que la verdad se alcanza, según él, al poseer la certeza basada en la
experiencia. Para Epicuro, los sentidos nunca engañan, y ni siquiera se necesita un sentido
de la comprobación de los demás ya que solo en el sentido se halla formalmente la certeza.
Se trata así de un empirismo que llegó incluso a influenciar a los ilustrados, en gran parte
positivistas, del siglo XIII.
El carácter utilitarista de su filosofía le permitía resolver el dilema del conocimiento
de la esencia de las cosas. Sus estudios de la moralidad se basan en el placer, siendo éste el
fin último del hombre. Así propuesto, el ideal epicúreo no va en la misma línea del
pensamiento de los pueblos del momento, o en los siglos por venir. Epicuro consideraba
que el fin último del hombre es la felicidad y todo se ha de ordenar hacia ésta tanto la
ciencia como la virtud. Así surge la duda de si esta filosofía trae consigo un desenfrenado
libertinaje. Para Epicuro el sumo placer se halla en conjunto de la ciencia y de la virtud, la
ciencia explicada por el empirismo que los sentidos permiten enseñar. Excluye la idea de la
responsabilidad ante Dios, aunque la admitía con respecto a la obtención de la felicidad
terrena independientemente de los dioses.
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El principio básico es sumamente claro, todo placer es un bien y todo dolor es un
mal. Al mismo tiempo advierte que no hay que escoger todo placer ni huir de todo dolor,
dando a entender que los excesos siempre serán dañinos, las pasiones para él, son enemigas
de la felicidad. Los deseos en general, pueden ser naturales y necesarios, unos son
naturales pero no necesarios, otros ni naturales ni necesarios. (Enciclopedia Europeo-
Americana, 1930, pág. 264-269)
Tampoco hay que olvidar la distinción entre placer y dolor no viene solamente de
los cinco sentidos, sino tambien de la mente. Las leyes no existen para evitar que el hombre
cometa actos injustos, sino para que no sufra (Epicuro, 1991, pág. xxx). En fin, se puede
extraer de dicha exposición, cómo desde la Antigua Grecia se sentaron las bases del
utilitarismo, en el cuál, el placer personal y la propia búsqueda de la felicidad es lo que
importa para el individuo. A partir de ahí se acerca a lo que se conoce como el capitalismo:
el único sistema social moral, ya que es el único sistema que respeta la libertad de los
productores a pensar y el derecho del individuo a establecer sus propias metas y perseguir
su propia felicidad. (Tracinski, 2012)
Jeremy Bentham
Jeremy Bentham nació en Londres el 15 de febrero de 1748. Sus doctrinas,
expuestas por fervorosos discípulos, dominaron el panorama de las ciencias sociales,
durante el primer tercio del siglo XIX.
Entre las pocas obras escritas exclusivamente por Bentham, curiosamente en el
mismo año que Adam Smith publicó La riqueza de las naciones (1776), Bentham también
publica Fragmento sobre el Gobierno. Su principal ataque está dirigido hacia la doctrina
de los derechos naturales inherentes al hombre, puesto que para él todos proceden de la ley.
La ley misma debe ser juzgada en cuanto a su contribución a la felicidad general. El fin del
obrar humano, tanto de la conducta pública como la privada, es la felicidad, y la
calificación moral de las acciones se determina por sus consecuencias placenteras o
penosas. Este principio hedonístico no se aleja de las aportaciones anteriormente
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mencionadas de Epicuro en la Antigua Grecia. Así, puede generarse una relación a la
plataforma filosófica moralista de Bentham y sus aplicaciones prácticas en materia de
Derecho. La cual avanza sobre esa vieja moral hedonística hacia un proceso más científico
sobre la necesidad de un exacto cálculo de las consecuencias de las acciones; un cálculo
que permite obtener la información necesaria para decidir acerca de la conducta. Se le
denomina aritmética moral. En algunos casos es utilizada para saber si se logró la mayor
felicidad para el mayor número. Bajo este radicalismo filosófico se califica a Bentham de
utilitarista. Bentham, al separarse totalmente del ideal abstracto de igualdad como un
derecho natural, afirma su premisa humana de buscar el máximo de felicidad para el mayor
número.
En la actualidad se sabe que la noción de utilidad es meramente subjetiva, variante
entre cada persona y no se puede definir la suma de dos sensaciones placenteras o
dolorosas; la utilidad escapa al cálculo matemático. Aun así, su legado dejó una consciencia
de la necesidad de enfocarse en la realidad y dejar esas ficciones atrás. (Bentham, 1973,
pág. xxii)
La acción humana, dice Bentham, está siempre precedida por una ponderación de
los posibles placeres o dolores que encierra la misma. En sus escritos de tipo económico, se
puede ver una evolución entre su intervencionismo en sus inicios, y un “hacer nada” en una
etapa más madura. Pensó en sus inicios que era necesaria y benéfica, cierta medida de
acción gubernamental, permitida sólo en la medida en que su necesidad y sus ventajas se
hubieran comprobado positivamente. En su contexto, Inglaterra se encontraba en un
período de transformación rápida y radical hacia un horizonte de industrialización que le
daría al país un aspecto social y económico enteramente distinto. El dinamismo empresarial
había abierto las puertas a la innovación, con máquinas nuevas cada día. Su pensamiento no
se podía apartar de esa sociedad cambiante.
Más a fondo, entre una de las temáticas que discute Bentham se encuentra el
monopolio; para él, la monopolización de cualquier rama de la iniciativa económica es
perniciosa, si se disminuye la cantidad o la calidad de los bienes o servicios de los que se
trate, o se aumente el precio. En un período en la historia con mucha esperanza en el
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progreso y el porvenir, creía en la posibilidad de un mundo pacifico, la cual alcanzaría a
través del comercio. (Bentham, 1973, pág. xxx)
En su teoría, se anticipó al principio de la utilidad decreciente en el intercambio,
siempre en una economía subjetivista, sus obras funcionaron como los cimientos de una
teoría de la utilidad. Esto va en consideración a que el hombre está regido por su interés.
(Bentham, 1965, pág. 10)
En cuanto a la innovación, que parte de una creación de un sujeto, nadie incurriría
en las molestias de perfeccionar un invento a menos que tenga perspectiva de una
recompensa, es decir, por lo menos una alguna que a su juicio, parezca adecuada y se
valore más que su costo. Esta recompensa puede ser el prestigio o reputación que resulta de
esa invención o una recompensa adecuada. Una patente es el documento a través del que se
asegura al inventor el beneficio de una invención excluyendo de propiedad a personas que
no lo inventaron y tengan que retribuir por el empleo de la invención a través de un permiso
(Bentham, 1965, pág. 65).
Esta fuerte tendencia individualista es la que contribuyó al desarrollo de la corriente
política liberal. El interés de la comunidad no es para Bentham más que la suma de los
intereses de los individuos que la componen, ya que lo único real para él son los individuos.
Son ellos también quienes, por ejemplo, si por un sentimiento de envidia, alguien se siente
estimulado a competir para sacar ventaja respecto de quien ha alcanzado mejores resultados
que él en alguna empresa, y ello acarrea consecuencias beneficiosas para la comunidad,
podemos llamar “espíritu de competencia” y no envidia al motivo, el cual será considerado
en ese caso como bueno. Por esto mismo es que las actividades económicas funcionan
mejor a través de ese “hacer nada” de parte del gobierno, mas no necesariamente en lo
social y político.
Este principio de utilidad, es el cual promueve o se opone a la felicidad. Así mismo,
no tiene sentido discutir del interés de la comunidad sin comprender cuál es el interés del
individuo, quien siempre está en la búsqueda de aumentar sus placeres, ya que lo útil es lo
que funciona para la sociedad y el Estado.
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Los placeres, por lo tanto, son los fines que el legislador tiene en cuenta y que le
incumbe comprender su valor. (Bentham, 2008, pág. 35) También Bentham declaró su
mayor interés en la causa de las reformas legales. Siendo parte de los liberales clásicos,
también forma parte de los radicales filosóficos, quienes aportaron a la estructura
intelectual del primer liberalismo y en consecuencia, su programa de defensa a los derechos
individuales: empirismo bajo una sociedad que se une para satisfacer sus necesidades
humanas.
John Locke
John Locke fue un filósofo inglés que nació en 1632 y murió en 1704. Su doctrina
educativa fue muy utilitaria, procedente de un racionalismo moderado (el uso de la razón
como fuente del conocimiento). En su practicidad está convencido que el entendimiento es
la base de todo, que es incluso es más importante que la voluntad. Lo esencial es pensar
bien, entender bien lo cual lleva a razonar bien. Locke se encontró en un contexto europeo
donde aparecía al individuo después de estar perdido entre la colectividad con una libertad
de pensamiento y de acción.
Locke, opuesto a Bentham, creía que la ley natural les concede a todos, los derechos
naturales; el derecho a la vida y a la libertad, en tanto que esto no perjudique la libertad y
los derechos naturales de los demás. Para ejercerlos, la población se debe unir en contrato
social para imponer leyes que protejan esos derechos. (Strathern, 1999)
El autor Zbigniew Rau argumenta acerca del contractrarianismo de Locke, donde
las personas son principalmente auto-interesadas, y que una evaluación racional de la mejor
estrategia para lograr la maximización de su propio interés les llevará a actuar moralmente
(donde las normas morales están determinados por la maximización del interés común) y
para dar su consentimiento a la autoridad gubernamental (Contractualismo, 2012). Locke
mostró los estándares particulares de la racionalidad de los individuos al referirse a su
conducta en el contexto social en el que, naturalmente, se encontraron.
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John Locke proporcionó una base teórica para el eventual desarrollo de la actual
economía neoclásica, en particular, con respecto a la relación entre derechos de propiedad,
el comportamiento económico y la teoría, particularmente su posición sobre los derechos de
propiedad y la relación de tales derechos a la escasez, eficiencia, intercambio y
optimización del comportamiento (Herny, 1999, pág. 612).
Se puede entonces calificar como un propulsor liberal por su idea contractualista,
que a partir de esta, se teoriza una filosofía que propone establecer las condiciones de la
libertad. Las obras de Locke fueron la base de los Padres Fundadores para componer las
refutaciones pensadas para el rey y el Parlamento. Así, estas surgen de un pensamiento
ilustrado que recién estaba saliendo de la oscuridad medieval; los hombres comenzaron a
ver todo lo posible en los ámbitos de pensamiento y de la acción humana. Locke estaba en
contra de la corriente medieval de un monarca absoluto: el antiguo régimen. Estos Padres
Fundadores eran descendientes de colonos que habían esculpido una civilización sin la guía
de reyes, obispos, o parlamentos; de hecho, habían logrado esa hazaña a pesar de sus
obstáculos y obstrucciones. Por lo tanto, podían imaginar una política sin un monarca, sin
privilegios parlamentarios, e insistir, entre muchas otras cosas, en la separación de Iglesia y
Estado. Fue así como se construyó sobre el pensamiento lockeano. (Cline, 2013)
El Capitalismo
El capitalismo ha probado a lo largo de la historia ser el único sistema capaz de
cimentar y desarrollar las bases de la vida humana en virtud de la autorrealización y el
progreso. Su estructura se sienta sobre la garantía de la libertad de pensamiento y la
magnificación de la acción individual. Es en esta acción de cada quien, en donde se
promueve un desarrollo auto sostenible, puesto que el resultado de la acción creadora y
productora individual y espontánea, genera mejores resultados que una actividad, de las
mismas características, pero colectiva y dirigida. La manera en la que estos múltiples
beneficios son asimilados por las mayorías, ha de ser de forma individual y masificadora,
puesto que en la diversidad de opciones que componen la oferta capitalista en relación a
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bienes y servicios, ha de superar de forma significativa la de cualquier otro tipo de
organización productora.
Más allá de las condiciones de producción y la capacidad de innovación dentro de la
estructura capitalista, el individuo encuentra en este sistema un profundo principio de
libertad. El cual no solo le permite la creación de la riqueza, sino además la capacidad de
auto determinar el fin, el motivo y los medios de cada individuo. Por lo tanto, el mercado
en sí no constituye una institución estática, sino una dinámica y adaptable a las necesidades
del hombre.
En contraposición al Capitalismo surge la regulación estatal, la cual limita la libre
acción y auto determinación del hombre. Su operación y competencias públicas frustran la
capacidad inventiva y de innovación de los individuos, puesto que el Estado busca
subordinar a su juicio la acción de cada quien. Estos parámetros de acción pública son
especificados por funcionarios, quienes muchas veces se ven cegados por lo que
políticamente resulta conveniente. En este punto es importante resaltar que ellos no tienen
ningún sentido de responsabilidad, puesto que sus decisiones no son respaldadas con su
propio dinero o esfuerzo. Y lo más importante, que no tienen que persuadir a sus víctimas,
sino lo lleva a cabo por la fuerza física. En una economía de libre mercado, todo el mundo
está impulsado por sus propias ambiciones de riqueza y el éxito. Eso es lo que el "libre
comercio" significa, que nadie puede exigir el trabajo, el esfuerzo, o el dinero de otro, sin
ofrecer algo de valor a cambio, no se trata de un intercambio involuntario. Aun así, se tacha
de egoísta, pero hasta cierto punto lo es; las personas están actuando egoístamente al
ejercer su derecho a perseguir su propia felicidad; salen a relucir de nuevo Epicuro y
Bentham, todos tienen derecho a buscar su placer si no se interfiere con la libertad de los
demás. Por el contrario, el acabar con el interés propio significaría obligar a todos a
trabajar por objetivos impuestos por el estado. Dicho sistema se basa en la premisa de que
nadie es dueño de su propia vida, y el colectivo se sobrepone al individuo y sus derechos
individuales. Puesto que la "sociedad" de la que se habla no consiste en nada más que un
grupo de individuos, un agregado de intereses, esto significa que algunos hombres han de
ser sacrificados por el bien de los demás. Esta es la esencia de cualquier sistema anti-
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capitalista, ya sea comunista o fascista. Y los sistemas "mixtos", como Estado regulador y
el bienestar de hoy, no dejan de librar los males de manera gradual.
Queda evidenciado que entonces, solamente el capitalismo es capaz de eliminar la
amenaza que representa la intervención arbitraria del estado, en la esfera de vida privada de
los individuos. Así logra proteger la libertad de pensamiento y el derecho a la
autodeterminación de cada individuo. Esto permite al Capitalismo perfilarse, no solo como
un tipo de entendimiento social, sino además, como un principio moral determinista para la
promoción de la justicia.
Conclusiones
El Capitalismo es un sistema social que permite en un principio la libertad del
individuo, como fundamento del contrato social. Así, principios occidentales, tales como la
tolerancia religiosa, el libre mercado y mejores condiciones de vida para las mayorías, son
solamente posibles dentro de marcos de libertad capitalista, que permiten el florecimiento
de la acción individual. Cuestiones históricas como los movimientos por la tolerancia
religiosa no constituyen únicamente un paralelo del siglo XIX por el movimiento de
libertad económica, sino que más bien constituyen una expresión de la maximización de las
libertades, permitidas en un principio por la promoción de un libre intercambio.
La libertad en materia económica, como la libertad de religión, son principios que
entran rápidamente en las sociedades, en el sentido de que habían permisos para la
existencia de la diversidad. La libertad se convierte entonces en la realización del hombre;
y el objeto del Estado, garantizar las libertades individuales, como medio de la
autorrealización. El Estado se convirtió en el sirviente del individuo; y el servicio quedó
igualado con una política interna de laissez faire. (Laski, pág. 107).
Esta base también tiene presencia en el andamiaje filosófico de Bentham, su
“utilitarismo” significaba liberación de los definidores del bien común impuestos al
individuo. Por lo tanto, en su individualismo se rechazan esas visiones orgánicas de la
sociedad buscando un mero bien común. El individuo es capaz de luchar por mejorar sus
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condiciones y avanzar en la estratificación social, ya que no se trata de una sociedad
estamental donde las condiciones están determinadas por ley. Se defiende también la idea
del progreso al reconocer el valor productivo en una economía de laissez-faire. Incluso,
retomando la temática de Epicuro y su apreciación hacia el placer para el individuo, es
importante considerar el contexto en el cual se encontró. La Grecia Antigua no era
necesariamente el ambiente donde el lucro, a través del comercio, fuese un ideal moral
digno de virtud, y aún a pesar de eso, filosofías como las de Epicuro lograron rescatar cierta
esencia que más adelante llegarían a significar algo para el sistema económico del
Capitalismo.
La riqueza no es natural, se crea produciendo e intercambiando bienes y servicios
demandados. Al demandar un bien se intercambia por las valorizaciones distintas de los
sujetos. Es su misma búsqueda de placer lo que les permite lograr estos intercambios.
Epicuro tenía razón al dirigir la acción humana hacia lo que es útil, cuestión que solo se
logra a través de la razón, lo cual solamente es posible en un sistema que promueva la
libertad del individuo, como lo hace el Capitalismo.
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Strathern, P. (1999). Locke en 90 minutos. Madrid: Siglo XXI de España Editores, S.A.
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Center of the Advancement of Capitalism:
http://www.capitalismcenter.org/Philosophy/Essays/The_Moral_Basis_of_Capitalism.htm
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La inseguridad y el sistema penitenciario, aliados en la corrupción
Por: María Aurora Oliva Cardona
Hoy en día las cárceles ya no representan un castigo para el preso. Son, más bien, una
oportunidad para ampliar su círculo de negocios, conocer nuevas personas que pueden
llegar a facilitar los objetivos del asesino, el narcotraficante, el estafador etc. El Sistema
Penitenciario nos ha dejado muy claro que mientras la seguridad pública se debilita, la
corrupción dentro de las cárceles está creciendo sin medida.
Si de algo se puede hablar que rompe barreras ideológicas, es la seguridad. Todos queremos
protegernos y sentirnos seguros. Sin embargo, en Guatemala las condiciones de los
elementos que componen la seguridad son deplorables, y aunque pasan los años, continúan
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sin mejorar. Quedan las preguntas: ¿qué tan grave es el problema? ¿Se está a tiempo de
hacer algo?
Según datos de la PNC, MP e Inacif, vivimos en un país en donde, en promedio, hay 330
heridos por arma de fuego, 400 robos de vehículos, 100 robos a residencias, 175 asaltos a
peatones, y 450 robos de motocicletas al mes. Gran parte de la inseguridad se debe a la
ineficiencia del sistema penitenciario. Los centros carcelarios tienen sobrepoblación de
reos. Además, la información del mismo sistema señala que hasta junio del 2014, las
cárceles para hombres poseían 16 mil 331 presos, cuando su capacidad es de 6 mil 116; un
167% de excedente. Lo mismo sucede con los centros de mujeres; con una capacidad de
408 personas, hay 1 mil 620, lo cual representa un 297% extra de la población. Los centros
de cumplimiento de condena son muy pequeños, y esto produce que los detenidos que
deberían estar cumpliendo condena se encuentren en centros preventivos. Aquí cabe
mencionar un caso muy sonado: el del capitán Byron Lima, quien se encontraba en un
centro preventivo cuando debía estar en una cárcel.
El Institute for Economics & Peace detalló que en el 2013 el gasto del Estado de Guatemala
para contener la violencia (seguridad pública, sistema penitenciario y sistema de justicia)
fue del 1.76% del PIB, mientras que los costos en el sector de productividad en seguridad
privada fueron del 1.77%. El Estado gasta en tres rubros de seguridad lo mismo que el
sector privado gasta únicamente en seguridad privada. Entonces, ¿para qué sirven tantos
impuestos? Existe un doble gasto, por lo que el Estado es doblemente ineficiente.
Si se mejora la seguridad se obtienen ventajas inimaginables. Se habla de una mejora en las
inversiones y un aumento en el ingreso de las familias. Los ahorros que se generarían de
combatir la violencia serían significantes. Basados en datos del Banco Mundial y cálculos
generados por el economista Jorge Benavides, si las tasa de homicidios bajara en un 14%,
el PIB podría aumentar, incluso, un 1% cada año.
El problema no es la falta de recursos económicos, el verdadero problema es que el Estado
se encarga de gastar los altos impuestos que pagan pocos guatemaltecos en cosas
innecesarias. Se ve cómo en el actual presupuesto del gobierno se les asigna a sus
empleados en el rubro de lavandería Q 881,321.75 y en el de “Alimento para personas”
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Q1,395,999,678.66. Esto sin contar las dietas y los múltiples viáticos aparte del sueldo
quincenal.1
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que combatir implica un mayor gasto que prevenir.
No es imposible, pero nosotros los jóvenes tenemos un trabajo bastante desafiante por
delante. Pero, ¿por qué digo jóvenes? Somos un país donde el 40% de la población está
comprendido entre los 15 y 40 años. Un cambio radical en nuestras instituciones requiere
que seamos ciudadanos activos, que velemos por que se cumpla ley y que nuestros
impuestos sean utilizados no solo eficazmente sino eficientemente.
1 Obtenido del Ministerio de Finanzas Públicas
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La posibilidad de una escuela sociológica liberal
Por: Mariana Cordón
Ya fuere que sea utilizada para criticar una realidad evidente o para abogar en pro
de uno u otro sistema, utopía o realidad, la palabra “sociedad” ha inundado la mayoría de
los discursos, escritos, e ideas, desde los tiempos antiguos. Pero si es verdad que la palabra
ha sido utilizada muy a menudo a la ligera, en todo tipo de discursos políticos y en toda
ideología, es verdad también que el concepto en sí tiene grandes repercusiones. Si las ideas
pueden tener productos materiales, entonces el concepto de sociedad que predomine entre
los grupos de individuos, en definitiva terminará por marcar el producto material que se
pueda tener de las asociaciones. Es por esto que la sociología ha llegado a incrementar su
importancia en los últimos siglos, por ser “el estudio científico de la vida, los grupos y
sociedades humanas”2. Así, es desde el siglo XIX que surgen los primeros que se
reconocieron a sí mismos como sociólogos (a excepción de Ibn Jaldún3) y cuyas ideas han
2 Pag. 4 (Giddens, 2006) 3 Pag. 6 (Ritzer, 1997)
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influenciado en gran parte a la sociología de nuestros tiempos. Ahora bien, es un hecho que
la mayoría de estas escuelas sociológicas tienden al izquierdismo. Pero, ¿será posible que
surja una escuela sociológica liberal, en el mayor sentido de la palabra?
En primer lugar habrá que definir lo que se entiende por liberalismo. Según el
diccionario de la Real Academia Española, el liberalismo es definido como “Doctrina
política que defiende las libertades y la iniciativa individual, y limita la intervención del
Estado y de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural”4. Es así en donde
empiezan a vislumbrarse las razones superficiales de por qué muchos abogarían por una
completa exclusión entre la sociología y la doctrina liberal. Por un lado, aun en el concepto
más general de liberalismo, ya se percibe su esencia individualista y libertaria. Esto puede
parecer que se contrapone a la tendencia de los marcos teóricos socialistas, que se
obsesionan por la sociedad por encima del individuo y que muchas veces tienen en mayor o
menor grado, sabores deterministas. Así, como bien señalan Daniel B. Klein y Charlotta
Stern en su trabajo sobre sociología y liberalismo, “los sociólogos de izquierda pueden
suponer que el individualismo de los liberales clásicos los ciega de algunas de las
categorías y preocupaciones de la sociología, como la integración social, la solidaridad, la
comunidad, la identidad, y la alienación”5. Por otro lado, y lo que tiene aún mayores
repercusiones, es que los “liberales clásicos pueden sospechar que la sociología es
inherentemente holística, colectivista, o funcionalista y por ello inherentemente hostil a la
idea de despolitizar los intereses sociales”6. Estas aseveraciones quedan reflejadas en los
resultados del trabajo de Klein y Stern, en el cual un 85% de sociólogos que forman parte
de ASA American Sociological Association, se inclinan por votar siempre por el partido
demócrata e identificarse con ideología de izquierda. Pero si existe esa percepción de
exclusión de ambas partes, cabe ahora reformular la pregunta, ¿son los principios del
liberalismo incompatibles con la sociología?
Estoy convencida que en primer lugar, el liberalismo tiene como principio las
relaciones sociales basadas en la libre cooperación. Esto quiere decir, como dijo Manuel F.
4 (Real Academia Española) 5 (B. Klein & Stern, 2006) 6 (B. Klein & Stern, 2006)
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Ayau, que las relaciones libres de coerción son un juego de no suma cero. Pero el mismo
liberalismo no es ciego y “muchos análisis sociológicos pueden enriquecer al liberalismo
clásico”7. Es así que vería cómo el liberalismo podría seguir abogando por la libertad en las
relaciones sociales, sirviéndose de identificar bajo un marco teórico al poder coercitivo o
juego de suma cero, para posteriormente criticarlo. Esto es señalado ya por Michael Mann
en su libro, cuando señala:
“el poder es la habilidad de perseguir y alcanzar metas a través de la conquista del ambiente
propio. El poder social tiene dos sentidos más. El primero restringe su significado al control
ejercido sobre otras personas. (…) Pero como Parsons notó, esas definiciones restringen el
poder a su aspecto distributivo, poder de A sobre B. Para que B obtenga poder, A debe perder
algo – su relación es un “juego de suma cero” en donde una cantidad definida de poder puede
ser distribuida entre los participantes. Parsons señaló correctamente un segundo aspecto
colectivo del poder, en el que personas en cooperación pueden aumentar su poder sobre
terceros o la naturaleza.”8 Pag. 6 – 7
Ahora bien, yo enfatizaría que no solo el poder entre A sobre B implica pérdidas
para uno mientras el otro gana, sino que esto también se daría sobre grupo A + B sobre C.
Sin embargo, una escuela liberal podría trabajar bajo este marco y pulirlo al agregar un
valor que creo es vital para la sociología en general, el consentimiento y la libre
cooperación. Es decir, que si A y B se asocian libremente en una relación en la que A pueda
ejercer algún control sobre B, pero la condición de esta asociación es que tanto A como B
se beneficien de alguna medida con la unión, más que estando solos, podríamos dejar de un
lado los conceptos de ciertas escuelas de conflicto y alienación. Es decir, se entiende esta
relación de mayor poder para ambos frente a un factor de la naturaleza como la pobreza.
Por otro lado, cuando A y B se unan para quitarle a C, entendidos A, B y C como personas
o grupos, ahí se encontraría el verdadero juego de suma cero, y el que normativamente,
fuera del marco sociológico, se podría evaluar.
En pocas palabras, la anterior hipótesis de posible conciliación liberal sociológica,
no sería más que aplicar uno de los supuestos más universalmente aceptados, que el hombre
se une en sociedad para mejorar su bienestar. Así, simplemente se esquematizaron las
relaciones y el análisis de estas relaciones que bajo una escuela liberal se haría en el
7 (B. Klein & Stern, 2006) 8 (Mann, 2005)
20
enfoque de naturaleza de los acuerdos o relaciones, de niveles de libertad en relaciones
sociales, y la existencia de coacción material de parte de los grupos.
Aquí se pasa al siguiente plano. Si al hablar de poder bajo esta posible escuela
liberal se habla en términos de individuos y beneficios, en definitiva se apela también a un
enfoque micro subjetivo. Para argumentar en cuanto a este punto, me limitaré a mencionar
un ejemplo de una escuela sociológica que ya practica esto en su marco teórico; el
interaccionismo simbólico. Es más, sus bases pragmatistas micro subjetivas pueden hacer
del interaccionismo simbólico una primera aproximación de escuela más liberal de
sociología. En sí, una de las escuelas liberales económicas, la escuela austriaca, utiliza la
praxeología9 para estudiar la conducta humana. Esta se acerca en alguna medida al
pragmatismo. Al final, el punto en común es la utilidad y la acción en miras de esto. Sin
embargo, quizás diferiría en su enfoque, al dar supremacía a la capacidad del individuo de
lograr manipular los significantes para maximizar la obtención de metas. Así, con un
enfoque individualista (sin ser ciego ante la evidente influencia del entorno tanto físico
como social), también aceptaría un subjetivismo dando una especie de marco en el que el
sujeto le da y recuerda significados a significantes, con fines definidos.
Otro punto a tomar en cuenta es el de la libertad. En definitiva, una escuela
sociológica liberal tendría que surgir de la premisa de libertad como pilar en la acción
humana. Esto no quiere decir que se pelee con las distintas realidades que convergen. Lo
que manifiesta es que esta escuela podría analizar la intensidad, el alcance, concepto y de
más, de la libertad del individuo en distintas sociedades. Definiendo libertad como la
capacidad de autodeterminación, una primera limitante sería la naturaleza. Sin embargo, en
una teoría sociológica de esta índole, lo más adecuado sería medir esa libertad dentro del
marco social. Esto suscitaría preguntas como, ¿Cuál es la libertad entendida en este
constructo social? ¿Cuáles son las libertades formales e informales que se tienen en esta
sociedad? Como decía con anterioridad, el propiciar como primer punto un concepto de
9 “La Praxeología es la ciencia que estudia la acción humana desde el punto de vista de las implicaciones formales de la descripción del concepto de acción. Es el análisis formal de la acción humana en todos sus aspectos. La Praxeología se basa en el axioma fundamental de que el ser humano actúa, es decir, que pretende alcanzar unos determinados fines que habrá descubierto que son importantes para él.” (Morillo Bentué, 20)
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libertad negativa, aún frente a la naturaleza, no haría de esta escuela hipotética, un opositor
de la biosociología. Al contrario, esta parte genética iría incluida en las fuerzas naturales de
las que se ha hablado con anterioridad. Así mismo, estas fuerzas pueden ser controladas en
alguna medida como en el ejemplo de A + B frente a la naturaleza. Es decir, al final, tanto
la tecnología, como convenciones sociales (que pueden ser entendidas como mismos
contratos) pueden permitir un aumento de poder frente a este obstáculo natural. Así, esto
explicaría también los diversos cambios y evolución social a medida de las preferencias
cambian.
En cuanto a la cuestión sobre la línea de consenso o de conflicto, diría que una
escuela liberal sociológica podría ser empirista a nivel de tomar en cuenta las realidades de
sociedades más primitivas (que sociedades más civilizadas presentan también). Así, se
podría hablar de un punto de cambio, socio-biológico. Digo socio-biológico porque se ha
teorizado que la cooperación es una adaptación psico-biológica encontrada en las
sociedades más civilizadas. Así, se podría ver el conflicto entre individuos como
representaciones de vestigios de manifestaciones más primitivas, pero aún más importante,
el consenso al encontrar que a la larga la cooperación es inevitable mientras se carezca de
coacción.
Finalmente mencionaré el punto final a los prejuicios holísticos e individualistas de
ambas partes. En cuanto al individualismo, me parece apropiado recordar que si una
sociedad se conforma por individuos que terminan relacionándose ya sea por coacción en
algún momento o por voluntariedad, al final permanece la relación porque se percibe un
beneficio en sociedad a comparación de la aislación eterna. Por el lado del paradigma
holístico, trataré de resolver el conflicto con una lógica conceptual. Si retomamos la crítica
de Mann, sobre cómo tantos sociólogos se limitaron a una definición de sociedad como una
unidad, podríamos quizás estar de acuerdo con él en una definición que tome en cuenta la
dinámica de las distintas redes entrelazadas que la conforman. Así, se podría modificar la
reformulación de Mann sobre la definición de Parsons de la siguiente manera, una sociedad
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son unas redes de individuos entrelazados por interacciones sociales entre ellos10
. ¿Pero
cómo reconciliar la libertad del individuo frente a la red colosal de individuos?
Es aquí en dónde creo que la tesis de Klein y Stern son muy acertadas, cuando dicen
que “señalamientos y literatura sociológica puede enriquecer el liberalismo clásico11
”.
Incluso, estos mismos conceptos pueden ser aplicados en una escuela liberal de sociología.
Se podría contemplar el que en esta libertad, los individuos se inserten en la sociedad
(siempre cabe la posibilidad de deserción o resistencia pasiva) por medio de procesos de
asimilación, con fines de utilidad en la identidad, por solidaridad como fin, etc. Lo que se
trata de ilustrar es que estas redes de individuos frente al individuo pueden llevar a un
análisis en que estas redes son tomadas en cuenta como un factor natural o del ambiente.
Esto último querría decir que nos referimos a fuerzas moldeables o controlables por el
individuo, aunque al tratarse de personas, las relaciones de poder o relaciones sociales se
llevarían de una de las dos maneras dichas con anterioridad; de manera coercitiva, con un
juego de suma cero, o de una manera contractual.
Es así, que si estos intentos de conciliación entre conceptos pueden ser igualmente
atacados, la historia muestra que todas las escuelas sociológicas han sido atacadas por todos
los frentes. Al final, como teoría de consenso micro subjetiva y de enfoque en la libertad,
creo que una escuela liberal podría lograr explicar cada vez más sociedades emergentes
como las free cities, o incluso comunidades indígenas basadas en reciprocidad o con
legitimización de relaciones de ambas partes. Lo interesante para mí sería que una escuela
sociológica como se trató de plantear en este ensayo, lograría ser más responsable en
cuanto a implicaciones sociales. No se trata que sea específicamente de consenso o
conflicto, pero en términos biológicos y psicológicos encuentra que hay un marco de
cambio entre un comportamiento u otro. Por todo esto, concluyo que en efecto, una teoría
sociológica liberal es posible, al igual que considero que mientras más se integren ciencias
como la sociología con doctrinas, se puede perfeccionar el lenguaje y los mapas
conceptuales de ambas.
10 (Mann, 2005) 11 (B. Klein & Stern, 2006)
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Bibliografía
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Giddens, A. (2006). Sociology. Italy: Polity Press.
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