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LA RESISTENCIA DE LAS CULTURAS María de Lourdes Herrasti Noviembre de 2014 En esta ocasión quiero aprovechar la oportunidad para que reflexionemos sobre la intensa y constante lucha cultural que han debido librarlos pueblos indígenas a partir de su encuentro con el mundo europeo; y revisar la forma en que los europeos han visto a los indígenas y mostrar que, a pesar de los discursos y las luchas por la reivindicación y los derechos de los pueblos originarios, esta mirada básicamente no ha cambiado y que en cambio, curiosamente muchas de las autoridades en América, Asia o África las han adoptado junto con las estrategias de exterminio. México por supuesto es un buen ejemplo. Con frecuencia los mexicanos nos sentimos orgullosos de nuestro pasado prehispánico y de nuestra diversidad cultural, pero lo que realmente hay, es una valoración de un pasado indígena, una valoración de todo aquello que pueda fortalecer la identidad y atraer al turismo, pero es la 1
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Resistencia indígena

May 14, 2023

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Page 1: Resistencia indígena

LA RESISTENCIA DE LAS CULTURAS

María de Lourdes Herrasti

Noviembre de 2014

En esta ocasión quiero aprovechar la oportunidad

para que reflexionemos sobre la intensa y

constante lucha cultural que han debido librarlos

pueblos indígenas a partir de su encuentro con el

mundo europeo; y revisar la forma en que los

europeos han visto a los indígenas y mostrar que,

a pesar de los discursos y las luchas por la

reivindicación y los derechos de los pueblos

originarios, esta mirada básicamente no ha

cambiado y que en cambio, curiosamente muchas de

las autoridades en América, Asia o África las han

adoptado junto con las estrategias de exterminio.

México por supuesto es un buen ejemplo. Con

frecuencia los mexicanos nos sentimos orgullosos

de nuestro pasado prehispánico y de nuestra

diversidad cultural, pero lo que realmente hay, es

una valoración de un pasado indígena, una

valoración de todo aquello que pueda fortalecer la

identidad y atraer al turismo, pero es la

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valoración de un pasado glorioso, pero remoto,

ajeno y lo que realmente vivimos, algo que sucedió

hace mucho tiempo y no tiene que ver con el

presente, ni es capaz de orientar el futuro. Una

sociedad que curiosamente lucha contra los

herederos de esa cultura que decimos nos

enorgullece.

En realidad, México, desde hace 500 años se

esfuerza, aunque afortunadamente sin total éxito,

en la tarea de desaparecer la diversidad indígena

y para ello, ha usado como señalé en el párrafo

anterior las mismas estrategias usadas por los

españoes: guerra y la política siempre acompañadas

de los razonamientos más increíbles y

descabellados.

Una cultura siempre resulta extraña ante los

ojos de otras culturas, pero eso sucede siempre.

Tan extraños han sido los indígenas frente a la

mirada europea, como son los europeos ante la

mirada indígena. Nos son extraños los mongoles,

los nigerianos, los tibetanos y los japoneses.

Recuerdo en un poblado tarahumara donde algunas

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niñas del colegio se reían de mi hija (los niños

indígenas son muy risueños) y se reían porque era

“extraña” ante sus ojos, igual que para mi hija de

ocho años ellas también le resultaban diferentes.

Rysard Kapuscinski, en un libro titulado

Encuentro con el otro señala que hay tres opciones que

uno puede tener en su encuentro frente a un

“otro”. La primera es tratar de exterminarlos, la

segunda es aislarlos y la tercera es dialogar con

ellos. Y frente a estas formas hay también

diversas reacciones que pueden ir desde de la

aceptación de ese destino, pasando por la

resistencia armada, la resistencia cultural o el

aislamiento. De todas ellas también tenemos

ejemplos en México. Veamos uno por uno.

1. La primera forma que señalamos, de enfrentarse

a “otro” es el exterminio. Puede ser el exterminio

de las personas o el exterminio de su cultura.

La historia del mundo está llena de una cantidad

inimaginable de testimonios sobre batallas,

represiones, masacres y asesinatos, algunos de

ellos que han dado fin a sociedades de las que3

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nunca podremos conocer a cabalidad su mirada y por

ellas, muchos, aun sentimos dolor y curiosidad.

Seguramente ustedes tienen en mente algunos de

estos genocidios. Hablo por ejemplo de la llamada

Guerra Negra que se refiere al genocidio que tuvo

lugar, al inicio del siglo XIX en Tasmania y en

Australia por parte de los colonos británicos;

pienso en Hiroshima y Nagasaki que dieron fin a la

Segunda Guerra Mundial y en la que Estados Unidos

envió bombas nucleares matando a más de 140 mil

personas y dejando enfermas a varias generaciones;

o al bombardeo de los nacionalistas españoles

contra el pueblo vasco de Gernica durante la

Guerra Civil Española; y por supuesto no podríamos

dejar de mencionar, en el siglo XX, el gran

holocausto judío encaminado a terminar con un

pueblo, solo porque el grupo en el poder en

Alemania consideraba que no merecían vivir. Pero

sin ir tan lejos tenemos la desaparición de

cientos de grupos que poblaban el norte de México,

los xiximes, los acaxes, los totorames, los

coahuitlecos, los cahítas o los tehues, todos

ellos pueblos vivos cuando llegaron los españoles.

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Page 5: Resistencia indígena

La historia muestra que es posible que exista

una relación de dominio que no necesariamente

implique desprecio o deseo de exterminio. En el

México prehispánico había una enorme diversidad de

culturas y por supuesto grandes desigualdades en

lo relativo al poder y la riqueza, había

subordinación de unos frente a otros y los

poderosos se aprovechaba de los más débiles. Aquí

en el norte los grupos nómadas traían “asoleados”

a los totorames en el sur. Pero esta relación de

poder-subordinación no implicaba una consideración

de inferioridad cultural; los dominantes pedían

tributo, o se quedaban con el maíz o las mujeres,

pero en el caso de Mesoamérica respetaban las

fiestas, los dioses y las costumbres de los

dominados. No era necesario destruirlos o

eliminarlos, dominar no implicaba despreciar. Lo

mismo sucedió con el Gengis Kan, el emperador

mongol que unificó las tribus nómadas y superó con

creces las conquistas de Alejandro Magno al fundar

en el siglo XIII el Imperio Mongol, y ahí todas

las religiones convivían en armonía.

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2. Hay otra forma de enfrentar al “otro” que es

aislándolo. Tenemos como ejemplos gobiernos que

han buscado aislar a una parte de su población.

Las reservas indígenas que existen en Costa Rica o

en Estados Unidos, los ghettos en los que

históricamente han intentado separar a los judíos

– el primero fue en 1526 en Venecia-, o el

apartheid –que significa separación- en Sudárfica

y los Bantustanes, en Namibia; y pienso también en

el genocidio armenio, también llamado holocausto

armenio en el que, entre 1915-1923, durante el

gobierno turco hubo una deportación forzosa de más

de dos millones de civiles en marchas forzadas que

generalmente llevaban a la muerte (los turcos

hicieron algo similar con asirios, griegos del

Póntico y los serbios);

Simplificando, es una actitud un poco menos

violenta que la guerra pero que igualmente se basa

en el desprecio y en la convicción de desigualdad

del género humano, aunque se acerque al concepto

de tolerancia tan de moda. Los otros pueden vivir

como le dé su gana, “…solo que bien lejos de mí.

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Si no pertenece a mi raza, a mi religión o a mi

cultura, los prefiero lejos.

Muchos mitos y leyendas de diversos pueblos

del mundo nos muestran a poblaciones convencidas

de que su gente son los “verdaderos” seres

humanos. Los lacandones se llaman a sí mismos

hach winik, los tzeltales batsil winik y los

tajolabales tojos winik, todos ellos se dicen a si

mismos “los hombres verdaderos”. Y ¿Dónde quedan

los demás? O ¿Qué los demás son sólo algo así como

infrahumanos?. Y qué decir del pueblo judío que se

siente el pueblo elegido, nada más ni nada menos

que por el mismo Dios; o los chinos que

consideraban a los no chinos como “excremento del

diablo” o en el mejor de los casos como pobres

desgraciados que no tuvieron la suerte de nacer

chinos. En este tipo de reacción el otro es,

simplemente un “bárbaro” al que hay que temer,

como sucede hoy con los musulmanes sobre quienes

se piensan como si fuera un bloque monolítico,

radical, primitivo, bárbaro y terrorista, hostil a

nuestra civilización occidental y que no comparten

los valores del resto de los seres vivos.

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No es lo mismo el orgullo por lo propio,

pensar que no hay como la salsa molcajeteada de

mamá, la forma que tenía tal o cual persona de

prevenir las enfermedades, o pensar que como las

fiestas mexicanas no hay otras. Posiblemente

conocen un dicho veracruzano que dice “Sólo

Veracruz es bello… “. Pero este sentimiento de

orgullo por lo propio, no deriva en desprecio por

lo ajeno.

Resulta difícil justificar la guerra y la muerte

de una cultura. Ahí todos pierden y su existencia

nos habla de una derrota: la de los hombres que no

quisieron entenderse con otros hombres, habla de

una incapacidad, la de meterse en otra piel, la de

ponerse otros zapatos. Son formas que ponen en

tela de juicio la bondad y la inteligencia de los

seres humanos.

Y esto, sobre todo cuando son posturas sustentadas

por el poder acaba siempre en tragedia, en

pérdidas de vida, en un reguero de sangre y en la

disminución de la diversidad humana que es la

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mayor riqueza de la humanidad. Estas posturas

resultan absurdas pues privan a los hombres y a

las mujeres de la experiencia fundamental del ser

humano que es, justamente, el encuentro con el

otro y los dejan ciegos ante la posibilidad más

apasionante que tiene este mundo: la ´posibilidad

de ver la diversidad, el ver como los seres

humanos hemos creado a lo largo de cientos de años

formas tan diversas de enterrar a nuestros

muertos, de preparar los alimentos o de festejar a

los dioses; perdernos la oportunidad de

sorprendernos al ver a los chamulas de Chiapas

prenden velas y escupen posh frente a una imagen

llena de espejitos; o los mayas sacan a la virgen

para que visite a su “comadre” que está en el

pueblo vecino donde la reciben con cuetes, música

y bebidas; o los judíos se dejen un par de

caireles y se cubren la cabeza para ir al templo;

mientras que los musulmanes se tiran al piso,

donde estén, a cierta hora y siempre en dirección

a la Meca, para honrar a Alá.

3. Pero afortunadamente hay una tercera forma de

ver al “otro”. Es una forma que se basa en un

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encuentro entre iguales. De esto también hay

muchos vestigios en nuestra historia mundial que

narra miles de encuentros, de diálogos, de la

solidaridad.

Hubo un tiempo en la antigua Grecia que se creía

que los dioses tomaban forma humana, cuando

llegaba un forastero los griegos no sabían si

hablaban con un humano, o un dios; eso fue el

origen en esa parte del mundo de la hospitalidad y

del trato amable a los visitantes. Las puertas, en

lugar de aislar, pueden servir para abrirse ante

ese “otro” al que no conocemos. También fue

notable la hospitalidad y la convivencia en el

Califato árabe de Córdova, durante el siglo VIII,

un califato que abarcaba media España y en el que

convivieron en paz y armonía musulmanes, católicos

y judíos.

Hay muchos lugares para los encuentros entre

iguales. Por ejemplo, los mercados, los puertos

marítimos, las rutas comerciales, los santuarios,

los centros de aprendizaje o de deporte, los

lugares de canto, de música, de danza; lugares en

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los que las personas entran en contacto,

intercambian ideas, mercancías, sellan actos de

compra-venta, forman alianzas, hacen relaciones de

parentesco, encuentran a veces objetivos comunes

por los que luchar. Aquí, el “otro” deja de ser

sinónimo de hostil, de peligro mortal y de

encarnación del mal… Ahí, cada individuo encuentra

en sí mismo aunque sea una parte minúscula del

“otro”.

Malinowsky, un antropólogo británico, tuvo esa

inquietud de acercarse a “otros” diferentes, de

otra raza, otra fe, otras creencias; y viajó para

conocer a esos “otros” para verlos con sus propios

ojos, para vivir igual que ellos y poder

transmitir esa experiencia. Para él, como para la

mayoría de los antropólogos del mundo, cualquier

comportamiento encierra dignidad y es producto de

un largo proceso al que hay que respetar y

admirar.

LA FORMA EN QUE LOS EUROPEOS SE HAN ACERCADO A LOS

“OTROS”, INDÍGENAS DE DIVERSOS CONTINENTES, ha

sido, por regla general, la intención de

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extermino. Ellos no han mostrado capacidad de

reconocían en las culturas dominadas ningún valor,

sino más bien miran las costumbres ajenas como

algo aberrante, antinatural, poco virtuoso o

simplemente absurdo. Sentían desprecio por lo

diferente y optaron por la guerra de exterminio,

de los hombres y/o de sus culturas. Una minoría

que luchó siempre para que una mayoría dejara de

ser lo que era.

EN EL CASO DE MÉXICO los españoles llegaron con

una experiencia. Habían luchado contra los moros y

contra los judíos a los que mandaban a la

Inquisición por no tener las creencias que ellos

se empeñaban en pensar verdaderas.

Llegaron convencidos de que contaban con una

“superioridad natural”, y que los indígenas eran

inferiores en todo, en su forma de entender el

universo, en sus aspiraciones materiales, en su

distinción entre lo bueno y lo malo, entre lo

prohibido y lo permitido. Los veían tan inferiores

que algunos llegaron a poner en duda su condición

humana. En su inmensa ceguera Ginés de Sepúlveda

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llegó a decir que no poseían ciencia, que eran

iletrados, que no tenían leyes escritas y carecían

de propiedad privada, y así justificaba su

desprecio. ...Porque escrito está, señalaba

Ginés,”… que el necio servirá al sabio” y que era

justo y conforme al derecho natural que las gentes

bárbaras e inhumanas, ajenas a la vida civil y a

las costumbres pacíficas se sometieran al imperio

naciones más cultas (Ginés de Sepúlveda, 1996 p

85). Y esto resulta ridículo si recordamos que los

mayas aún distinguen más de 12 tipos de tierra que

les ayuda a reconocer lo que deben sembrar, o a

los ópatas entre los que era admirable su

conocimiento de la utilidad de cada una de las

plantas que existían en su entrono.

Resulta curiosa su capacidad, como dice el dicho

popular, de ver la paja en el ojo ajeno y no

vieran la viga en el propio.

Aventajados en su tecnología de guerra y apoyados

en las enemistades internas, los españoles

dominaron a los indios aunque era necesario

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mantenerlos con vida para garantizar la

continuidad de sus ingresos.

En el norte las cosas se les presentaron

difíciles. Los indios eran más bravos, conocían su

territorio y tenían estrategias de lucha que

desconcertaban al enemigo, subían a lugares

escarpados donde los caballos no podían acceder,

se escondían en los montes, atacaban sin aviso.

Así que la guerra fue brutal. Allí donde lo

creyeron necesario se liquidaron pueblos enteros;

a los que se rebelaban, los mataba o los capturaba

para enviarlo a tierras lejanas. Junto con las

epidemias fue una verdadera catástrofe

demográfica, una de las más violentas y terribles

de la historia de la humanidad. En la región

Yaqui, de 540 mil habitantes que se calculan

vivían en el momento del contacto, quedaron menos

de cinco mil. Más de 20 grupos étnicos norteños

desparecieron para siempre.

Los españoles intentaron de firmar la paz, medida

que nos parece curiosa e ingenua pues buscaban

hacer un pacto con quienes no sabían leer y

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escribir, igual de ingenuo que cuando creían que

con un diluvio de agua bendita y unas cuantas

frases en latín habían cristianizado a los

indios.

Así que había que des-indianizarlos, y para ellos

se fundaron las misiones jesuitas. Ellos

bautizaron los pueblos con nombres cristianos:

Espíritu Santo de Cocorit; Santa Rosa de Bacum,

San Ignacio de Vícam … y reunieron a los indígenas

en haciendas donde los pusieron a trabajaban de

forma que no pudieran continuar con ninguna de sus

costumbres, ni siquiera con la caza o la

recolección. Paralelamente les enseñaban la

doctrina religiosa y otros aspectos de la cultura

occidental como la música; pero la lengua

castellana no, consideraban que era un esfuerzo

“supérfulo y peligroso” así que ellos eran los

responsables de “filtrar e interpretar” lo que

consideraban deseable que los indios supieran.

Pero nada parecía funcionar. Muchos se escapaban

de la misión, regresaban a su forma de vida, -

cosa que los jesuitas calificaban de irracional.

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Pequeñas rebeliones mantenían a los pequeños

presidios del norte permanentemente ocupados. En

1740 aparecieron imágenes antes impensables:

indígenas hambrientos saqueando alimentos de los

graneros de las misiones, de los ranchos y de las

haciendas. Hasta que finalmente yaquis, ópatas,

ocorinis, tehuecos y mayos se unieron en

sublevaciones mayores, y lo hicieron una y otra

vez, hasta finales del siglo XIX1.

A pesar de que al terminar la independencia el 85%

de la población era indígena (Carrasco), ni con la

Independencia ni con la Revolución las cosas

cambiaron; el modelo nunca se cuestionó y a las

culturas indígenas nunca se les consideró en algún

proyecto de nación. La democracia, que debía ser

la cara de la igualdad, se vio disminuida con

mecanismos que la fueron convirtiendo en una

democracia “a la medida” que desacredita y vuelve

ilegítimas las formas de gobernarse de una buena

parte de los mexicanos. El México indígena,

1 En 1926 se usurpó el territorio yaqui y se construyó un emporio agrícola, muchos yaquis se convirtieron en peones. Esta tierra, mano de obra y el agua de las presas quedaron sometidos a los dictados de la agricultura capitalista A fines de 1930 Lázaro Cárdenas les restituyó una parte de su antiguo territorio aunque los problemas no terminaron ahí

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claramente mayoritario, seguía sin tener cabida.

Era como bien dijo Bonfil, una civilización

negada.

El país quería la modernidad y los indios debían

dejar de ser lo que eran. Juárez decía que su

anhelo era sacar a “la familia indígena” de la

postración moral, de la superstición y la

ignorancia…”

En el siglo XIX y en el siglo XX la violencia, el

despojo y los procesos de des-indianización

continuaron y cobraron nuevos rostros.

La violencia en el siglo XIX el uso de la

violencia continuó de forma tan abierta como en el

Virreinato. En norte indómito que era considerado

una amenaza intolerable se usaron las armas y la

leva. Literalmente se cazaba a los indígenas y se

les ponía precio a su cabeza: $200 pesos por

guerrero muerto, $250 por prisioneros (para

vender), $150 por mujer o niño vivo y $100 por

muerto (Chihuahua 1859-1883), y una vez capturados

se les enviaba a trabajar a lugares distantes.

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Sabemos de un niño yaqui, que a finales del siglo

XVIII fue llevado a Yucatán, y regresó a su casa

caminando, guiado por las estrellas a las que

conocía bien.

Hoy, a los indios, y sobre todo a los líderes, a

las policías comunitarias, a los que se oponen a

la construcción de una presa (como a Nestor

Salgado que se opuso a la construcción de la

Parota o a Mario Luna que se opuso al acueducto

independencia aquí en el norte) se les criminaliza

y encarcela, muchas veces sin derecho a una

verdadera defensa. Existen en México 8 mil

indígenas que están en prisión sin conocer el

motivo pues se les procesó en un idioma que no es

el suyo.

También hay violencia en la desatención. A los

damnificados por desastres naturales como los

ciclones que han afectado a Guerrero o a Chiapas

la ayuda se queda en el camino, se desvía, nunca

llega; el maíz prometido tiene que ser demandado

una y otra vez.

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Y también hubo violencia en las políticas

porfiristas cuando se pensó en traer migración

europea para “mejorar la raza”.

Y por supuesto hay violencia en los despojos de

tierras. Son despojos desde el siglo XIX, cuando

se crearon muchos de los latifundios; despojos a

través de la expropiación de tierras para obras

públicas como fue el caso de La Angostura y

Chicoasén, en Chiapas; la Miguel Alemán y Cerro de

Oro, en Oaxaca o el Caracol, en Guerrero y que

han desplazado a miles de indígenas; despojo

cuando con la figura de “imposición de

modalidades” retiran parcialmente los derechos de

propiedad con el argumento del equilibrio

ecológico; y despojo de millones de hectáreas que

representan las áreas protegidas sin que muchas

tengan esquemas concretos de conservación. Tenemos

el ejemplo de los cucapá que no puede pescar como

lo había hecho siempre en la Reserva de la

Biosfera del Golfo de California, o del pueblo

huichol que luchan porque su territorio sagrado

no sea destruido por las mineras canadienses o con

los lacandones en Chiapas. Y finalmente despojo a

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través de la compraventa de ejidos, permitida a

partir de las modificaciones constitucionales en

tiempo de Salinas de Gortari.

Al lado de esta violencia hay otra. La de la

educación, los mensajes racistas de los medios de

comunicación, la pérdida de la lengua, la pobreza.

Las políticas paternalistas tienen un trasfondo de

discriminación. Es el gobierno quien con

frecuencia decide lo que les conviene sembrar,

como deben curarse y cuáles son los proyectos que

debe alentar. Durante años el INI, con todas sus

virtudes y con las luchas por la defensa de las

causas indígenas, no pudo evitar convertirse en la

autoridad que decidía que parte del patrimonio

cultural de los pueblos indios era necesario

mantener y cuál era importante cambiar.

México tiene aún, como decía Bonfil, un rostro

indio. Aunque no es un asunto de cifras el 10% de

la población es indígena y, en América Latina hay

más de 50 millones de grupos que no comparten la

cultura occidental. Sin embargo, México no es un

país plural, sino lamentablemente un país

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parcialmente desindianizado, con una estructura

dual, asimétrica, en donde existe un “ellos y

nosotros” con un acceso que resulta claramente

desigual a la participación, y los bienes y a los

servicios que el gobierno ofrece.

FRENTE A ESTA VIOLENCIA muchos indígenas han

dejado a un lado su cultura, han renunciado a

ella, han perdido su lengua, principalmente a

causa de una pobreza que les impide su continuidad

histórica. Otros han manteniendo su cultura pero

disfrazada, en la clandestinidad y ellos no se

perciben a sí mismos como indígenas. Por ejemplo,

los mayas de la Península de Yucatán, siendo

hablantes de maya, se autonombran “mestizos” y

sostienen que mayas son solo los prehispánicos, no

se reconocen sus herederos; lo mismo sucede con

los zoques de Chiapas pues la ruptura con su

pasado ha sido de increíble magnitud.

Otros han tenido una reacción contraria y han

decidido un aislamiento voluntario que tiene como

origen el temor, un temor generalmente bien

fundamentado.

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Page 22: Resistencia indígena

El temor ha llevado a pueblos enteros a encerrarse

entre murallas. Así sucedió a los chinos que

temían las invasiones mongolas, o con los

españoles que temían a los piratas. Pero el

aislamiento indígena es algo que llama la atención

Sólo en América hay cerca de 100 grupos, han

decidido aislarse ya sea de forma permanente o

intermitente. Esta ha sido una forma de defensa

frente a la violencia, las masacres, las epidemias

y las guerras. Algunos de ellos sobrevivientes

directos o hijos y nietos de los sobrevivientes

como el caso de los indígenas de la Amazonía

especialmente durante la fiebre del caucho o en el

asesinato conocido como “masacre del paralelo 11”

donde el responsable de una empresa organizó la

matanza.

En general grupos de entre 50 y 500 personas entre

los que muchos son aún son nómadas-cazadores-

recolectores y mucho otros son sedentarios pero

cada vez están más amenazados por el crecimiento

de las empresas y porque en su aislamiento,

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Page 23: Resistencia indígena

cualquier epidemia puede terminar con ellos igual

que sucedió hace 500 años.

En Bolivia es tan clara la existencia de grupos no

contactados que incluso Evo Morales, en 2005, hizo

la declaración de Belem que reconoce los derechos

básicos de las personas no contactadas.

También hay grupos aislados en Perú, Brasil,

Ecuador, Colombia y también están en México están

los kikapues que tienen una larga historia en la

que sirvieron para contener a otros indios y que

luego permanecieron como una reserva, y los

misquitos en Honduras y Nicaragua. Y como dije

también los hay en otros lugares que han sido

dominados como Nueva Guinea y Papúa donde

sobreviven cerca de 40 grupos no contactados; o en

Ausralia, donde viven en el desierto de Gibson; o

en Asia donde los jarawa y los Sentineleses viven

en las islas Andamán en el Océano Indico.

Otros camino ha sido la resistencia una larga y

dolorosa lucha al negarse a reconocer que la

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cultura, construida a lo largo de milenios, está

equivocada o es minusvaluada.

Pero su presencia nos rodea por los cuatro

costados. Siempre tenemos frente a nosotros un

objeto, una manera de sentir, de hacer ciertas

cosas, una forma de nombrar a los cerros, a las

montañas, a los ríos, un alimento o un rostro que

nos reiteran que aún está presente esta

civilización milenaria. Persiste su mirada sobre

el equilibrio natural, tecnologías, conocimientos.

Y no más que una permanencia, es una resistencia

que implica una voluntad. Y las estrategias son

diversas. Está la lucha armada y radical de la que

hay muchos ejemplos durante el México

independiente, los yoremes y los mayos se levantan

en 1825 bajo la juvenil dirección de Juan Banderas

y volvieron a hacerlo en a 1905, primero con

Cajeme y luego con Tetabiate. Y hace pocos años el

Movimiento Zapatista de Liberación Nacional que

aún se encuentra en la lucha.

Está también el silencioso proceso de creado y

recreado caminos para la sobrevivencia,

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ajustándose a las circunstancias, haciendo suyos

algunos elementos de la cultura occidental. No se

trata de conservar una y otra costumbre, sino de

no perder el control sobre el proceso cultural

aunque esto implique eventualmente alguna

renuncia. Y los yoremes son un ejemplo.

Pero sobre todo destaca la organización. Hoy

existen cientos de declaraciones y organizaciones

de todo tipo. Declaraciones sobre los derechos

indios (2007) y el reconocimiento constitucional;

comisiones en la ONU, el Consejo Mundial de

Pueblos Indios, el Consejo Nacional de Pueblos

Indios (1975); Movimiento Nacional Indígena (1973)

con la participación mayoritaria de los maestros;

la Coordinadora Nacional “Plan de Ayala”, la

Asociación Nacional de Profesionistas Indígenas

Bilingües A.C, Uniones ejidales, Alianzas,

organizaciones campesinas y cientos de

organizaciones más que junto con otras como

Amnistía internacional avanzan en la defensa de

sus derechos en este México donde al parecer hemos

llegado al límite y que hoy se manifiesta cada vez

en forma más masiva en contra de ese inadmisible

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crimen cometido con la participación de las

autoridades, contra los estudiantes de Ayotzinapa.

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