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LAS PREMISAS FILOSOFICO-CULTURALESDE LA POLTICA DE ASISTENCIA
OFICIALAL DESARROLLO (AOD) PROPORCIONADA
POR JAPN AL TERCER MUNDO (*)
Por FELIBEL MARTNEZ CHAMORRO
SUMARIO
I. INTRODUCCIN: JAPN, PRIMER DONANTE MUNDIAL DE ASISTENCIA
OFICIAL AL DESARRO-L L O . I I . ESTRUCTURA PRAGMTICA DEL
PENSAMIENTO POLTICO JAPONS.II I . EDUCA-CIN OCCIDENTAL VS. EDUCACIN
JAPONESA. E L CONCEPTO DE PRAXIS EN JAPN. IV. E LSIGNIFICADO DEL
PRAGMATISMO JAPONES DENTRO DEL CONTEXTO CULTURAL. E L CONCEPTODE
WAGAKUNI: LA DEMOCRACIA EN J A P N . V . E L CONCEPTO DE AYUDA EN
JAPN: ON-GAESHI Y -HARN. V I . L A CULTURA DEL WA (ARMONIZACIN)
COMO MODELO DE ACCIN
POLTICA.
I. INTRODUCCIN: JAPN, PRIMER DONANTE MUNDIALDE ASISTENCIA
OFICIAL AL DESARROLLO
Es bien conocida la asombrosa emergencia econmica del Japn de la
se-gunda posguerra, hasta convertir a esta nacin en la segunda y en
funda-mentales y crecientes aspectos, la primera potencia econmica
de nuestrosdas. No es, en igual medida, conocido el hecho de ser
precisamente este pas
(*) Este artculo form parte de una tesis doctoral que, con el
ttulo de El significado dela Asistencia Oficial al Desarrollo en la
poltica exterior de Japn: el concepto poltico-cultu-ral de la ayuda
japonesa, fue leda el da 1 de julio de 1994 en el Departamento de
CienciaPoltica y de la Administracin de la Universidad de Granada,
obteniendo la calificacin deapto cum laudem. Especial gratitud le
debe en su realizacin al profesor espaol Jos Ca-zorla Prez
(Universidad de Granada), al profesor japons Akio Watanabe
(Universidad Im-perial de Tokio) y al profesor norteamericano Roben
Orr (Universidad de Stanford-Kioto).
387Revista de Estudios Polticos (Nueva poca)Nm. 86.
Octubre-Diciembre 1994
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FEL1BEL MARTNEZ CHAMORRO
asitico el mayor donante de asistencia econmica al Tercer Mundo
(en 1992,por ejemplo, la AOD de Japn totaliz los 11.330 millones de
dlares), des-pus del dramtico declive de los Estados Unidos
tradicional primer do-nante como consecuencia de la conclusin de la
guerra fra.
El origen histrico de la AOD de Japn data de mediados de la
dcada delos cincuenta, cuando Japn apenas emprendida su recuperacin
econmi-ca y social despus de los devastadores efectos que le report
la prdida de laSegunda Guerra Mundial era an un importante pas
receptor de ayuda eco-nmica exterior. Privado constitucionalmente
del recurso a la fuerza como unmedio de dirimir contiendas
internacionales (art. 9 de la Constitucin japo-nesa de 1947), el
Gobierno japons hizo de la concesin de ayuda exterior uninstrumento
clave a travs del cual hacer valer su reconocimiento e influen-cia
por y en la comunidad internacional.
Desde sus inicios, la poltica exterior japonesa entendi y
denominla asistencia en trminos de cooperacin econmica (Keizai
kyoryoku), alu-diendo explcitamente con esta expresin a cualquier
relacin bilateral de Ja-pn con los pases en desarrollo.
Significativamente, se procur enfatizar laarraigada idea japonesa
de que el desarrollo econmico propio se encuentrantimamente
vinculado con el de aquellos otros pases econmicamente im-plicados
con Japn. La misma experiencia interna del desarrollo japons
estincursa en esta perspectiva: el concepto de cooperacin econmica
formaraas parte intrnseca de un amplio esquema en el que las
inversiones, el co-mercio y la transferencia tecnolgica japonesa
(ms la ayuda) formara unaunidad organizada encaminada a promover el
desarrollo econmico de la to-talidad del Tercer Mundo; obrando de
esta forma, Japn directamente estarafavoreciendo su propio
despliegue econmico y social.
Este entendimiento de la ayuda tanto por la poltica oficial como
por latotalidad de la conciencia japonesa, unido a la circunstancia
de que la conce-sin de la poltica de AOD de Japn haya actuado en su
otorgamiento sobreuna base profundamente desideologizada, sin
imposicin a diferencia delos Estados Unidos de ningn tipo de
condicionamiento poltico o estrat-gico-militar sobre los pases
receptores, la ha convertido, con relativa fre-cuencia, en centro
de numerosas crticas externas, calificndola de mercanti-lista,
carente de principios o programas de carcter general, acrtica e
insensiblea los procesos democrticos de los pases en
desarrollo.
La mayora de estas crticas de fuente abrumadoramente
norteameri-cana suelen incurrir, a mi juicio, en meras falacias
culturalistas, dando poruniversales valores y conceptos que slo, y
a veces muy aproximativamente,pueden alcanzar una explicacin
adecuada dentro del mbito cultural dondehan sido Estados.
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
Este artculo ubicado dentro de una tesis doctoral que lleva por
ttuloEl significado de la AOD en la poltica exterior de Japn: el
concepto polti-co-cultural de la ayuda japonesa, intenta realizar
una mnima labor de in-terpretacin y sntesis de aquellos valores y
pautas de conducta polticos y cul-turales japoneses que llenan con
su significado el contenido de este estudio.
II. ESTRUCTURA PRAGMTICA DEL PENSAMIENTO POLTICO JAPONES
Se argumenta con frecuencia que la poltica de Asistencia Oficial
alDesarrollo de Japn (y en general, toda su poltica exterior)
carece claramentede un principio redefinido y una base de ejecucin
ad hoc (1). Es verdad quelos principios oficialmente establecidos
han sufrido cambios sustanciales a lolargo del tiempo, en directa
dependencia con el estatuto econmico y las con-diciones internas e
internacionales de Japn. En el curso actual, las defini-ciones de
la ayuda japonesa basadas en consideraciones humanitarias y enel
reconocimiento de la interdependencia (2), son aparentemente
demasia-do amplias y casi equivalentes a ningn principio en
absoluto. El conjunto dela poltica exterior de Japn, adems, se
construye generalmente sobre un com-promiso alcanzado a travs de un
en extremo complejo proceso de toma dedecisiones polticas entre
varios sistemas burocrticos y facciones polticas (3).
La crtica sobre la falta de una filosofa o estrategia de la
ayuda exte-rior de Japn parece referirse a que en la tradicin
poltico-cultural japonesano se encuentra una filosofa universal que
pueda ser apreciada por otros pases(una filosofa que combine, por
ejemplo, el humanitarismo inherente a la ayu-da exterior desde el
Informe Pearson de 1989 y el reconocimiento de la inter-dependencia
proclamado por el Informe Brandt de 1980) (4). Culturalmente,los
japoneses no estn inclinados a un enfoque terico-ideolgico de los
asun-tos internacionales. En este sentido, Japn ofrece un ntido
contraste con Es-tados Unidos, el cual, de acuerdo con el profesor
Joseph Nye, posee los re-cursos ideolgicos y las instituciones
necesarias para retener su sitio deliderazgo en los nuevos dominios
de la interdependencia transnacional (5).
(1) ROBERT M. ORR, Jr.: The Emergence ofJapan Foreign Aid Power,
Columbia Uni-versity Press, Nueva York, 19X9. pg. 92.
(2) Japan's ODA: Minixiry of Foreign Affairs, 1992, pg. 17.(3)
Vase ALAN RIX: Japan's Economic Aid, St. Martin' Press, Nueva York,
1980.(4) Vase Nonh-South (A Programfor Survival). The Repon ofthe
Independent-Com-
mission on International Development Issues under the
Chairmanship ofWilly Brandt), MITPress, Cambridge, 1980.
(5) JOSEPH S. NYE: Bound to Lead: The Changing Nature of
American Power, BasicBooks, Nueva York, 1990, pgs. 260-261.
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FELIBEL MARTNEZ CHAMORRO
En consecuencia, no existe una formulacin de la poltica exterior
de Ja-pn fundamentada en principios generales (en una estrategia
terica global),como supuestamente sera el caso de la ayuda de los
Estados Unidos y, engeneral, de todos los programas de ayuda del
resto de los pases donantes,donde se partira de unas definiciones
bsicas de ayuda, fijando unos ciertosobjetivos de los que se
deducira una determinada prctica (6). Por el con-trario, el
Gobierno japons ha ido refiriendo su poltica de ayuda de acuer-do
con una serie sucesiva de lemas de naturaleza coyuntural destinados
a ex-plicar, en lo posible, la direccin bsica del conjunto de la
poltica exteriordel pas, desde el mismo inicio del perodo de la
segunda posguerra y hastanuestros das.
As, durante un tiempo se emple la expresin poltica exterior
omnidi-reccional (Zenhou Gaikoku), supuestamente destinada a
describir una pol-tica de igual benevolencia hacia todos los pases
(en el mismo seno de la gue-rra fra). Dadas las especiales
relaciones de seguridad de Japn con losEstados Unidos, esta
descripcin nunca fue, ni interna ni internacionalmen-te,
estimada.
Seguridad Nacional Comprehensiva fue el lema con el que se
design ala ayuda japonesa, dotada de un mayor componente de
orientacin estratgica.El primer ministro Masayoshi Ohira
(1979-1980) incluy la ayuda en una se-rie de recomendaciones de
poltica exterior a las que su sucesor, SuzukiZenko, no dud en
adherirse: reconocida la exclusin constitucional del recur-so a la
fuerza militar, se manifestaba que la misin histrica de Japn era
de-sempear un papel lder en la creacin de un orden entre el Norte y
el Sur (7).
En este contexto, de la seguridad comprehensiva, junto con la
defensay la diplomacia, la ayuda fue articulada como un eficiente
instrumento prag-mtico de poltica exterior (8).
En ese sentido, la ayuda exterior japonesa difiere profundamente
de losprogramas de asistencia norteamericanos, desde el mismo Plan
Marshall, asen-tados sobre los grandes principios retricos de la
guerra fra: el fomento delflujo comercial y la inversin dentro de
la economa mundial era la misindemocrtica de los Estados Unidos
(9). A este respecto, la ayuda japonesa ca-
t) Vase, por ejemplo, el programa alemn de ayuda exterior en
BURCHARD CLAUS yHANS H. LEMBKE: Development Cooperation Policy of
the Federal Republic of Germany,en IPPEI YAMAZAWA y AKIRA HIRATA
(eds.): Development Cooperaron Policies ofjapan, theUnited States
and Europe, Institute of Developing Economies, Tokio, 1992, pgs.
265-66.
(7) Comprehensive National Security Study Group: Report on
Comprehensive Natio-nal Security, Prime Minister's Office, Tokio,
1980, pg. 33.
(8) ROBERT M. ORR: The Emergence..., cit., pg. 58.(9) Vase
CHARLES L. MEES, Jr.: The Marshall Plan, Simn and Shuster, Nueva
York,
1984, pg. 39.
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
rece de las declaraciones tericas de la norteamericana (10), en
su formula-cin siempre atenta a la opinin actual de cada
Administracin norteameri-cana de turno (11).
El ltimo actual lema utilizado por la poltica de la ayuda (y el
con-junto de la poltica exterior de Japn) es la interracionalizacin
(Kokusai-k), basada en el creciente reconocimiento por parte de
Japn de su ubicacinforzosa dentro de un mundo en el que la poltica
monetaria, la inversin y laspolticas del desarrollo se ven
conjuntamente implicadas (12).
Afirma un autor de origen holands, Karel van Wolferen, que el
factor msinfluyente en determinar la realidad sociopoltica de Japn
es la casi total au-sencia de verdades, normas o principios morales
que puedan ser de aplicacingeneral, con independencia de las
circunstancias concretas... Muchos occi-dentales, as como la mayora
de los asiticos que han permanecido durante unlargo perodo de
tiempo en Japn, se han sorprendido con este ltimo deter-minante de
la conducta pblica japonesa. Conceptos de verdades universalese
independientes o creencias religiosas inmutables, trascendiendo la
realidadmaterial de los dictados sociales y los decretos de los
detentadores del poder,han encontrado desde luego un camino dentro
de Japn, pero nunca han echa-do races en una amplia visin del
mundo. Los acuerdos polticos y las prc-ticas sociales fueron
originariamente sancionados por el Shinto, una prcticaespiritual
japonesa de origen ancestral que nunca desarroll doctrinas
filos-ficas o morales. Incluso cuando tales enseanzas (filosficas y
morales) fue-ron importadas desde China (confucianismo y budismo),
no desplazaron lossupuestos y sanciones sociopolticas internas. El
cristianismo y ms tarde elmarxismo intentaron introducir conceptos
trascendentales dentro del universode pensamiento japons, pero
ambos fueron, o proscritos o forzados a com-prometer sus postulados
esenciales... Comprender la esencia de una cultura po-ltica que no
reconoce la posibilidad de verdades trascendentales demanda
unesfuerzo intelectual inusual para los occidentales, un esfuerzo
que raramentees realizado, incluso en las ms serias valoraciones
sobre Japn (13).
(10) Por ejemplo, la doctrina Monroe vase en POPE ALKINS: Latn
America in the In-ternational Political System, Westview Press,
Boulder, 1989, pgs. 112 y 123.
(11) Vase MAURICE J. WILLIAM y JIM NELSON BERHART, Jr.: U.S.
Development Co-operation Policies, en IPPEI YAMAZAWA y AKIZA HIRATA
(eds.): Development CooperationPolicies..., cit., pgs. 113-14.
(12) Hace referencia a este punto ROBERT A. SCALAPINO (ed.):
Perspectives on Mo-dern Japanese Foreign Policy, en The Foreign
Policy ofModern Japan, University of Ca-lifornia Press, Berkeley,
1977, pgs. 391-412.
(13) Vase KAREL VAN WOLFERELL: The Enigma of Japanese Power,
Macmillan, Lon-dres, 1989, pgs. 12-13.
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FELIBFX MARTNEZ CHAMORRO
En las lneas transcritas se est haciendo referencia, a nuestro
juicio, a unasola vertiente (negativa) de una ms amplia realidad.
De hecho, las dos ca-ractersticas fundamentales de la tradicin de
pensamiento japons y de la cul-tura japonesa suelen sumarizarse con
las expresiones: 1) experiencia inme-diata o directa (que hara
referencia al punto de vista general experimental),y 2) pensamiento
indirecto (es decir, esa ausencia de tendencias
racionalesdetectadas por Wolferen y la mayora de los autores
occidentales en sus par-ticulares experiencias personas e
intelectuales de Japn) (14). Brevemente pa-samos a explicarlas.
1) El pensamiento japons es esencialmente experimental, rasgo
que de-finira la parte positiva de la estructura mental japonesa.
Como seala Haji-me Nakamura, los japoneses aceptan sencillamente la
vida tal y como es,con sus incompatibilidades y contradicciones,
tendiendo a enfatizar las ten-dencias intuitivas y emocionales
(15).
La experiencia inmediata una especie de empirismo radical
pare-ce ser de importancia clave para explicar la estructura mental
japonesa; parala misma, ste sera el punto de vista ms positivo y el
nico realista a adop-tar ante la vida. Cualquier otra actitud como,
por ejemplo, la intelectual (laconceptual, la analtica, incluso la
explicativa), no sera natural y ocasionarauna profunda distorsin de
la realidad (16).
2) En consecuencia, el aspecto negativo de la mentalidad
japonesa esel rechazo o la falta de inters con el elemento
intelectualizado, racionalo determinado de la realidad. Como dice
el profesor Suzuki, la mente occi-dental aborrece las paradojas y
las contradicciones... todo lo que no sea cla-ro, definido y capaz
de determinacin. En cambio, para Oriente, ninguno deestos elementos
es digno de consideracin porque no representan la realidadtal cual
es y la verdad. El nfasis siempre est situado sobre lo concreto y
lodirecto de la vida (17).
(14) CHARLES A. MOORE: The Enigma of Japanese Mind, en The
Japanese Mind.Essentials ofJapanese Philosophy and Culture,
University of Hawaii Press, Honolul, 1967,pg. 38.
(15) HAJIME NAKAMURA: Ways ofThinking of Eastern Peoples: India,
China, Tibet,Japan, en PHILIP P. WIENER (ed.) (rev. Ed. East West
Center Press, 1964), Honolul, 1964,pgs. 531-57, y cita concreta en
pgs. 550-576.
(16) Cfr. CHARLES A. MOORE: The Japanese Mind., cit., pg.
289.(17) Vase TEIRATO SUZUKI DAISETZ: Basic Thoughts Underlying
Eastern Ethical and
Social Practice, en CHARLES A. MOORE (ed.): Philosophy and
Culture East and West, Uni-versity of Hawaii Press, Honolul, 1962,
pg. 249.
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III. EDUCACIN OCCIDENTAL VS. EDUCACIN JAPONESA.EL CONCEPTO DE
PRAXIS EN JAPN
Llegados a este punto, queremos hacer una somera referencia al
concep-to filosfico-cultural de la educacin japonesa, lo que
implcitamente nos re-mite, en un primer trmino, a expresar qu
entendemos por educacin en lacultura occidental.
En efecto, la educacin occidental bsicamente es una educacin
cient-fica segn el concepto de ciencia occidental, lo cual implica
una lgica,en principio deductiva. En cambio, la educacin japonesa
no es de todo pun-to cientfica: es, sin embargo, una educacin
dirigida al aprendizaje del com-portamiento social,
fundamentalmente por medio de la creacin de hbitosemotivos.
Consecuentemente, una educacin basada en el cultivo de las
emo-ciones del ser humano no producira nunca como resultado una
mentalidadlgico-deductiva, sino una mentalidad intuitiva.
Evidentemente, en este ltimo supuesto habra tambin una lgica
exis-ten razones, pero sera una especie, si podemos as denominarla,
de lgicaintuitiva. Esta intuicin no sera abstracta, sino que estara
enraizada en el con-junto de las emociones del individuo, las
cuales, a su vez, encontraran su en-tronque en el proceso de
participacin individual dentro del intercambio so-cial y los hbitos
adquiridos a travs del mismo.
En resumen, para lo que interesa en este apartado, la educacin
occiden-tal (educacin cientfica) implica la elaboracin de
estrategias basadas en prin-cipios lgico-racionales, mientras que
la educacin japonesa (educacin emo-tiva) producira la creacin de
hbitos basados en experiencias de acierto-error. Por explicarlo de
algn modo, hacer referencia a que ya J. Piaget des-compuso en sus
elementos constitutivos el proceso de adquisicin de una ha-bilidad.
Todo elemento nuevo consiste en una adaptacin a algn objeto nue-vo
o a alguna situacin nueva. Piaget distingue en toda adaptacin
dosmecanismos: la asimilacin y la acomodacin. La asimilacin pone
enjuegolas operaciones espontneas o aprendidas anteriormente, que
se han emplea-do con xito en objetos de alguna manera semejantes o
en situaciones de al-guna manera anlogas. La acomodacin, a travs de
un proceso de ensayo yerror (trial and error), modifica y completa
gradualmente las operacionesaprendidas con anterioridad (18).
(18) P. FRAISSE y J. PIAGET: Traite de Psychologie Experimental,
cit. en B. LONER-GAN: Mtodo en Teologa (trad. de Bernardo Remolina
del original en ingls Method in The-ology), Ediciones Sigeme,
Salamanca, 1988, pg. 33.
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FEL1BEL MARTNEZ CHAMORRO
La idea es que los hbitos individuales se van formando por medio
de unproceso de acumulacin de experiencias concretas, en las cuales
una deter-minada conducta que produce un efecto no deseado, por s
misma, ante la re-peticin del mismo resultado satisfactorio, tiende
a asentarse en la persona-lidad y a convertirse en un hbito. La
educacin que reciben los japoneses,sintetizando, difiere
radicalmente de la que recibimos los occidentales, por-que no se
basa en postulados lgico-deductivos (cientficos), sino en un
cul-tivo de las emociones, que no va a producir principios
deductivos, sino unalgica que se aproxima a los problemas por
intuicin mediante unos meca-nismos que nosotros, sencillamente,
desconocemos, lo que, en ltimo lugar,crear como colofn, una forma
de pensar y de actuar estructurada en unoshbitos que se han ido
formando a base de una acumulacin de experiencias,a las cuales el
nico modelo que se podra, de manera aproximativa, aplicarpara
entender cules seran esos hbitos mentales es la psicologa del
trialand error, con lo que la mente japonesa quedara definida como
lgico-in-tuitiva.
La mentalidad producto de la educacin cientfica occidental
produce evi-dentemente una pragmtica: la pragmtica terica
occidental slo se entien-de como aplicacin de principios
lgico-racionales, con las dificultades in-herentes a la coherencia
real del proceso (plasmado en el inevitable
divorcioteora-praxis).
La praxis occidental siempre se deriva de una teora: el ser de
la praxis esuna consecuencia de la teora. En trminos simples, se
llega a una conclusinterica y luego se sucede la aplicacin de la
misma. No se acepta la posibili-dad de aplicar una praxis en el
vaco (terico).
El problema fundamental en la relacin teora-praxis, tal y como
se ligaen Occidente, es que la praxis siempre opera impulsada por
principios de ur-gencia (acta siempre por su cuenta y riesgo),
mientras que la razn operapor principios de prioridad lgica: se
presenta un determinado problema, re-vestido de tal gravedad, que
hay que resolver de cualquier modo, aunque nose entienda y se
contradigan todos los principios lgicos, lo cual puede su-poner un
proceso inagotable del que difcilmente podemos sustraernos.
En cuanto al pragmatismo norteamericano (el mismo trmino, como
unismo, es de su invencin), su nota distintiva respecto al europeo
es que leha concedido un valor casi absoluto a la praxis (la praxis
es para la teora,no la teora para la praxis), pero el esquema teora
como aplicacin de prin-cipios permanece inalterable, que intenta,
con la mnima utilizacin teri-ca, obtener la mxima acumulacin de
experiencias. La praxis se hiperbolizay se rige en un fin en s
misma, sin ser sustituida, en definitiva, por unos nue-vos
principios de creacin terica. El pragmatismo norteamericano se
agota
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
en s mismo, con la desventaja adicional de que contina
dependiendo del re-manente terico-europeo (eso s,
extraordinariamente empobrecido).
El concepto de praxis en Japn difiere radicalmente del
occidental: existeuna praxis sin teora que se entiende como una
interrelacin entre el individuo(social) y el medio. El individuo
social descubre los principios que rigen suconducta a travs de su
interrelacin directa con el medio. El ser de la praxisjaponesa, en
consecuencia, no reside en constituir una aplicacin de
principiostericos, sino en implicarlos: en el caso japons, la
praxis gua al individuo,que slo extraer conclusiones sobre la
realidad despus de experimentarla.As, el japons primero entrar en
relacin inmediata con su entorno, y ese mis-mo mecanismo de
interrelacin es el que le permitir sacar, slo despus, cier-tas
generalidades, ciertas conclusiones, nunca dotadas de un valor
absoluto ouniversal; la experiencia de que proceden es igualmente
parcial, por lo que esosprincipios necesariamente siempre han de
ser refundidos, alterados o simple-mente anulados, en dependencia
con las diversas coyunturas.
La debilidad obvia de esta posicin pragmtica japonesa es
precisamente esaconstante situacin de dependencia respecto a los
accidentes del medio. En unsentido, la falta de criterio, que, sin
embargo, no puede tomar de una lgica o deuna teora construida de
forma independiente a la praxis. La pragmtica japone-sa,
invariablemente, entra en un medio del que obtiene un juego o una
interac-cin permanente -feed back, en el que va formando sus
propios principios.
IV. EL SIGNIFICADO DEL PRAGMATISMO JAPONES DENTRO DEL
CONTEXTOCULTURAL. EL CONCEPTO DE WAGAKUNI: LA DEMOCRACIA EN
JAPN
La democracia, como trmino simblico, tuvo sus orgenes en Japn
in-mediatamente despus de la Segunda Guerra Mundial, formando parte
de unaamplia apreciacin de elementos culturales procedentes de
Norteamrica. Sinembargo, el concepto de individuo (y el
individualismo) comenz a ser in-troducido en la consideracin
japonesa de pensamiento, desde OccidenteEuropa, a comienzos del
siglo xx, junto con otras doctrinas filosfico-polticas de
actualidad poltica y social entonces, como el estatismo, el
na-cionalismo y el socialismo. Ha sido tambin en el transcurso del
presente si-glo cuando el trmino heimin shugi (presumiblemente una
traduccin dedemocracia) fue introducido. Despus de la Segunda
Guerra Mundial (pocadel emperador Taisho: 1912-1925), la traduccin
fue sustituida por minshushugi, expresin ampliamente difundida
desde entonces (19).
(19) M. KOSAKA: The Status and the Role of the Individual in
Japanese Society, enCH. A. MOORE: The Japanese Mind, cit., pgs.
245-261.
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FELIBEL MARTNEZ CHAMORRO
La democracia, como trmino instrumental en boga actualmente en
Japny otras partes de Asia, no posee las mismas connotaciones que
en Occidente:en Japn, por ejemplo, est relacionada directamente no
con una particularforma de gobierno, sino con un determinado modo
de relacin. En este sen-tido, por democracia entendemos no un
trmino que hace referencia a al-gn tipo de igualdad social
(incluida la liberal), sino con una manera de rea-lizar business
que combina el compromiso con la falta de faccionalismo yconflicto
de aniquilacin mutua... Los japoneses consideran que una
organi-zacin es antidemocrtica si no existe en ella armona o
consenso (20).
Lo que los japoneses quieren expresar por "democracia" es un
sistemaque deber considerar al ms dbil e inferior; en la prctica,
cualquier deci-sin deber ser tomada sobre la base de un consenso
que incluye a aquellosindividuos localizados en las posiciones ms
bajas en la escala de la jerarquasocial (21).
Por lo general, el proceso de negociacin (no necesariamente
lgico) con-ducente al consenso, comienza antes de la reunin
oficial, a la que se suelellegar ya con las conclusiones fijadas,
an a nivel provisional: la reunin ens es un escenario meramente
formal donde se exponen los acuerdos que hansido alcanzados de
antemano.
El privilegio de aquellos que estn situados en la cspide de los
grupospuede ser observado de varias formas, tal vez con una mayor
claridad en suconducta hacia los subordinados. El japons puede
tolerar una relacin ver-tical de poder entre dos personas
directamente vinculadas entre s, pero estamisma relacin es
inaceptable en la forma de una clase o grupo.
Este punto puede ser una consecuencia directa de la experiencia
de loscampesinos de los primeros tiempos, en los que no existieron
posiciones degrupo obvias entre seores o terratenientes, con
exclusin de los campesinos;por el contrario, un grupo funcional
estuvo siempre integrado por el terrate-niente y el arrendatario,
el seor y el siervo, y el seor o superior siempre fueuno de los
integrantes del mismo grupo. La relacin personal en Japn
entresuperiores y subordinados puede producir una impresin de gran
disparidaden ocasiones formales un subordinado usualmente es un
yes-man, conmucha inclinacin hacia su superior, pero esta extrema
sumisin es con-trarrestada por medio de contactos informales que
engendran en el subordi-nado un sentimiento de ser miembro de la
misma casa que el superior.
La democracia japonesa, desde estas y similares consideraciones,
pu-
(20) D. RIESMAN: Conversations in Japan 1967, en CHIE NAKANE:
Japanese Socieiy,Charles E. Tuttle, Tokio, 1970, pg. 148.
(21) NAKANE: Japanese Society, cit., pg. 150.
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
diera consistir en una especie de sentimiento comunitario con
como su pre-misa ms importante un alto grado de cohesin y consenso
dentro del gru-po. Fundamentalmente, el tema est empeado por
consideraciones sociol-gicas y psicolgicas.
En Japn es extremadamente difcil comprometerse en una discusin
ver-daderamente democrtica (lgica), en el transcurso de la cual las
manifesta-ciones de una parte sean incorporadas por la otra dentro
de su propio discur-so, ensanchando el elemento dialctico (que no
lo hay) del debate; adems,en la generalidad de las ocasiones tiene
un mayor peso especfico, no lo quese dice, sino el cmo se dice. A
diferencia de Occidente, en Japn el contex-to prevalece claramente
sobre el texto (por ejemplo, el discurso de un japo-ns pblico se
entiende por lo contextual no por lo textual: la levedad o du-reza
del tono de su voz, llegado el caso, nos indicar si est emitiendo
unmensaje de aprobacin o rechazo, la mayora de las veces puramente
psico-lgico o emocional, sin conexin lgica alguna con las razones e
incluso elmismo contenido de su argumentacin).
La interpretacin japonesa de democracia, aadida a las
caractersticasy a la orientacin de valor ya discutida, contribuye
al fortalecimiento de lasolidaridad de un grupo construido por
miembros de diferente cualificaciny status. El igualitarismo en el
funcionamiento de un grupo se asienta en lamanera de formular y
desarrollar el concepto de especializacin y la incor-poracin de
grupos similares (22).
Se coincide en estimar que el cambio de valores producido en la
sociedadjaponesa de la segunda posguerra fue notoriamente
superficial. Bajo la apa-riencia de los cambios subyacen factores
persistentes. En el curso de la mo-dernizacin posterior a la
Segunda Guerra Mundial, Japn incorpor elementosoccidentales, pero
slo de forma segmentaria, sin apenas operatividad. La
in-dustrializacin y la importacin de la cultura occidental no cambi
las pau-tas culturales bsicas (23).
La persistencia estructural manifiesta una de las caractersticas
distinti-vas de la homogeneidad que la sociedad japonesa
reivindica, cimentada am-pliamente sobre principios de organizacin
vertical. Una sociedad de tal na-turaleza necesariamente ha de ser
muy estable, siendo improbable el que seproduzca una revolucin o un
desorden a una escala nacional. La solidaridady el sentido de
pertenencia al grupo se encuentran por encima de los
posiblesintereses extragrupales compartidos (en ese sentido, en
Japn se hace prcti-camente imposible hablar de clases
sociales).
(22) Ibidem, pg. 38.(23) Ibidem, pg. 154.
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FELIBEL MARTNEZ CHAMORRO
El nfasis japons sobre la relacin humana directa, lo que
Nakamura Ha-jime denomina el nexo social particular (24), en ltimo
trmino, la com-pleta devocin al exclusivo nexo social de Japn sera
otro aspecto de la pers-pectiva pragmtica y antiuniversalista del
pensamiento japons, que encuentraramificaciones en casi todos los
aspectos de la vida, incluidas ]as relacionespolticas y
diplomticas. En el Japn tradicional, y hasta 1945, el emperador(o
el Estado) personific ese nexo social exclusivo japons.
En estrecha relacin con la cuestin del nexo social y tambin con
elexclusivo nexo social de Japn se encuentra el problema de la
posicin delindividuo en la tradicin cultural japonesa, en cuanto
relacionado con los di-versos modelos de grupo a los que pertenece,
desde la familia al Estado: paralos japoneses, la familia no es un
grupo conceptual o universal y el Estado noes una institucin o un
universal que abarque a todos los individuos en cuan-to miembros,
sino una familia en la que todos ellos estn incluidos. Y en lacual
el emperador no es un soberano como tal, sino una persona, el
cabeza defamilia de toda la nacin. Como se afirma con frecuencia,
la posicin del in-dividuo en Japn es un problema que ha
desorientado a ms de uno debido ala diversidad de las
interpretaciones disponibles. El nfasis siempre parecehaberse
puesto sobre el grupo antes que sobre el individuo, sobre las
obliga-ciones antes que sobre los derechos, sobre la lealtad al
grupo o a una jerar-qua superior (alegadamente adoptado desde el
confucianismo pero llevado atales extremos que el mismo Confucio
habra rechazado). Y este nfasis hasido ms fuerte en Japn que en
cualquier otra gran tradicin cultural de Orien-te (25).
Una de las principales cuestiones que se derivan del significado
de la per-sona individual dentro del pensamiento japons es la
posible sustentacin dela democracia liberal en el Japn
contemporneo: la consideracin de si taldemocracia es compatible con
la tradicin japonesa relativa al estatuto del in-dividuo, si ha
sido establecida sobre un slido o, al menos, adecuado funda-mento
en esa tradicin, o si es meramente el resultado de la presin
exterior,del dictado militar, y/o de la psicologa de los tiempos y
adems posible-mente incierta en sus trminos de permanencia.
Hasegawa Nyozeken es su-ficientemente explcito cuando afirma:
Actualmente, cuando Japn est bus-cando una nueva situacin como un
Estado libre y democrtico (comoresultado de la direccin y la gua
impuesta sobre nosotros por los EstadosUnidos) debemos preguntarnos
si en lugar de realizar juicios intelectuales ba-
(24) H. NAKAMURA: Basic Futures of the Legal, Political and
Economic Thought ofJapan, en MOORE: The Enigmac Japanese Mind,
cit., pg. 143.
(25) MOORE: The Enigmatic Japanese Mind, cit., pg. 299.
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
sados en una percepcin estrictamente objetiva de la realidad a
la que se en-frenta Japn no existe una tendencia a satisfacerse con
una explicacin me-ramente subjetiva y cerebral de las abstractas
ideas de "libertad" y "demo-cracia". De existir la democracia en
Japn, sus races seran escasamenteprofundas (26). El liberalismo
como doctrina filosfico-poltica es, en efec-to, ajeno al
pensamiento japons: el nico concepto que Japn aplica a las
re-laciones internas e internacionales es el concepto de
armonizacin (wa), debase cultural contraria a la del liberalismo
occidental: el espritu japons dearmona o concordia, cimentado en la
solidaridad moral unnime de una co-munidad, ha sido perseguido como
el ideal social, a escala nacional, a lo lar-go de la historia de
Japn. De este modo fue sentido en la atmsfera espiri-tual de la
primitiva sociedad japonesa. Ms tarde, cuando se estableci
lacentralizacin del Estado, el trmino concordia fue ensalzado como
el prin-cipio ms importante de la comunidad. Durante la Regencia
del prncipe Sho-toku (593-622), en que se produjo una amplia
aceptacin del budismo, fueproclamada por el propio prncipe una
Constitucin integrada por diecisieteartculos, en el ao 604, donde
se otorgaba un valor central a la armona oconcordia en las
relaciones humanas; el primer artculo declaraba que, porencima de
todo, apreciamos la concordia; la primera obligacin es evitar
eldesacuerdo... (27), principio que parece haberse derivado de la
idea budistade benevolencia o compasin: concordia entre seor y
subordinado, su-perior e inferior, y entre todas las personas en
general. Por otra parte, la Cons-titucin del prncipe Shotoku no
enseaba slo el seguimiento y la obedien-cia personal, sino que las
discusiones deberan realizarse en una atmsfera deconcordia y armona
para que puedan apreciarse los puntos de vista correc-tos: ademas,
las decisiones sobre un punto importante no debern, general-mente,
ser tomadas por una sola persona, sino consultadas con muchasotras
(28).
La antigua forma, sin embargo, de representar el poder poltico
dentro dela mitologa japonesa no es por medio de una dictadura o
cualquier otra sim-bolizacin del poder absoluto, sino a travs de la
imagen de una conferenciade dioses, celebrada en el lecho de un ro,
ideal que se ha preservado hasta laactualidad, con la figura del
emperador como centro de la piedad y la lealtadfiliales. El
concepto de Wagakuni (nuestro pas: Japn), encierra un signifi-cado
obviamente de integracin familiar, y est en estrecha relacin con
la
(26) N. HASEGAWA: Ushinawareta Nihon, en MOORE: The Japanese
Mind, cit.,pg. 301.
(27) H. NAKAMURA: Basic Futures..., cit., pgs. 145-146.(28)
Artculo 17 de la Constitucin del Prncipe Shotoku.
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FELIBEL MARTNEZ CHAMORRO
tradicional y fundamental concepcin de la armona que caracteriza
el con-junto de la historia poltica de Japn: especialmente la
peculiar concepcinjaponesa del prestigio del emperador y la
subyacente naturaleza armnica delas relaciones entre el emperador y
sus subditos. Mientras que en otros paseslas dinastas reales o
imperiales han cambiado a lo largo del tiempo, en Japnha existido
una sola lnea dinstica de dos mil aos de trayectoria. En el
pa-sado, en los tiempos prebudistas, y bajo la hegemona shintoista,
el empera-dor era considerado como un hijo de la Divinidad Solar,
venerado y respe-tado como el monarca ideal. Despus vino su figura
a permanecer estre-chamente conectada con el orden jerrquico de la
sociedad japonesa. Actual-mente contina manteniendo su significado
central dentro de la tradicin po-ltico-cultural japonesa,
constituyendo la referencia clave de la identidad na-cional; una
referencia visual obligada en un sistema de pensamiento como
eljapons, que siempre, como vimos, ha de ser estructurado a partir
de ciertareconstruccin simblica de los datos extrados de la
realidad inmediata, le-jos de su formulacin astracta (29).
Las condiciones naturales (la tierra, el clima), as como las
peculiarida-des de la vida social, ayudan en gran medida a explicar
el surgimiento de esasfundamentales tendencias de armona o
concordia dentro de la culturajaponesa, y en relacin con la
tradicin cultural de Occidente: los primitivospueblos indoeuropeos
fueron nmadas, sobreviviendo principalmente de lacaza, y en
constante contacto con gentes extraas. En consecuencia, las
rela-ciones humanas estuvieron marcadas por una intensa lucha y
rivalidad. Se pro-dujeron migraciones en grandes proporciones, y
las conquistas de unos pue-blos sobre otros se sucedieron; en tales
circunstancias, la lucha por la existencianecesariamente estuvo
basada no en la confianza mutua, sino en un plan y unaestrategia
racional. Este rasgo mental parece haberse preservado en
Occidente,incluso hasta las ms recientes pocas. La sociedad
japonesa, sin embargo,evolucion desde pequeas comunidades agrarias,
siempre localizadas yasentadas en el cultivo de los campos de
arroz, residiendo permanentementeen un mismo lugar y sucedindose
ininterrumpidamente generacin tras ge-neracin. En una sociedad tal,
los individuos estn ligados unos a otros, for-mando un nexo social
exclusivo (en desventaja de la valoracin individualconcreta). Las
condiciones naturales, el aislamiento geogrfico y el clima
mo-derado han fomentado indudablemente la estabilidad poltica y
social en elcaso japons (30).
(29) Vase H. NAKAMURA: Ways ofThinking..., cit. (seccin: Emperor
Worship,pgs. 467-490, especialmente pgs. 477 y 489).
(30) H. YUKAWA: Modern Trend of Western Civilizations and
Cultural Peculiaritiesin Japan, en MOORE: The Japanese Mind, cit.,
pg. 54.
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
En resumen, no se puede hablar de democracia liberal en Japn, ya
que,como venimos repitiendo, en la cultura japonesa el concepto de
libertad in-dividual es muy superficial e implica una falta de
cohesin, de integracin yde responsabilidad bsicas en las relaciones
sociales. En trminos filosficos,la conciencia en el pensamiento
japons no girara alrededor del vrtice delindividuo, sino en torno
al vrtice de la sociedad: El problema con el que losjaponeses se
han enfrentado desde la Restauracin Meiji ha sido el de encontrarun
lugar posible para Japn y la cultura japonesa y un lugar para el
individuoen la sociedad (31).
V. EL CONCEPTO DE AYUDA EN JAPN: ONGAESHI Y HARAI
En Occidente, el concepto de ayuda (auxilio, socorro) se refiere
a una re-lacin unilateral en la que una parte simplemente da y la
otra simplemente re-cibe, y tericamente la relacin termina ah, sin
que ambas partes se vean pos-teriormente comprometidas a entablar
nuevas relaciones de ayuda derivadasdirectamente de ese compromiso
inicial, siempre voluntario por naturaleza.
En Japn, por el contrario, el concepto de ayuda (o su posible
traduccincultural) est basada siempre en una relacin bilateral:
cuando dos personasentran en contacto, inmediatamente surgen una
serie de obligaciones rec-procas, no entendindose nunca que alguien
pueda dar sin recibir o aceptarsin que medie por su parte una
simultnea o posterior contraprestacin.
El concepto de ayuda en Occidente, obviamente, cree responder a
una fun-damentacin tica propia, basada en las nociones de caridad y
desprendimientopersonal cristiano: la ayuda constituira un esfuerzo
individual de carcter vo-luntario por medio del cual, y de forma
totalmente desinteresada, se coope-rara a que otro haga o consiga
una cosa. La ayuda occidental insiste en el re-quisito de la
gratuidad, por lo que estima que cualquier modalidad de
asistenciaque encierre un fuerte gravamen para el que la recibe
(por ejemplo, un prs-tamo) no es en puridad una ayuda. La fuerte
retrica humanitaria practicadapor los pases de la rbita cultural
cristiano-occidental en el otorgamiento deuna ayuda (asistencia)
posee, pues, dos caractersticas esenciales: el carcterunilateral
(voluntario socialmente) de la misma, y su no vinculacin a
intere-ses privados.
En comparacin, la tica japonesa no intenta encontrar una base
filosfi-ca, metafsica o religiosa directa (en Japn no existe una
religin o una filo-sofa universal, pero s un fuerte componente de
moralidad humana rigiendo
(31) KOSAKA: The Status of the Individual..., cit., pg. 256.
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FELIBEL MARTNEZ CHAMORRO
la vida social del pas); algunos afirman que tal vez el bushido
contine sien-do la filosofa poltica de Japn (32). La tica en Japn
constituye simple-mente un conjunto de reglas morales que ordenan
la vida diaria social, desdeluego con un fuerte componente de raz
confuciana: Es realista, casi opor-tunista, aparentemente sin
absolutos o universales, excepto para el principiotico de deber y
lealtad para el grupo y el superior y, en especial, hacia el
nexosocial de Japn (33).
El concepto de giri japons se integrar dentro de este contexto
de con-ducta positiva no voluntaria en el complejo entramado de la
interaccin per-sonal y social del pas. En general, el giri es un
mecanismo positivo generalde interrelacin de los individuos, por
medio del cual se teje entre ellos unatrama de reciprocidad social
muy compleja y muy exigente, por cuanto la solarelacin
interpersonal marca ya una suerte de endeudamiento. La idea
filos-fica sera que toda accin social o personal (o mejor, toda
recepcin, ya quecasi toda accin implica en general un tipo de
recepcin) genera una deuda,producindose automticamente una
desproporcin y un desequilibrio en larelacin concreta que hay que
compensar y restablecer, atendiendo al princi-pio de su perfecta
bilateralidad. Por otro lado, el giri constituye tal vez la ni-ca
oportunidad de que disponen los japoneses de disparar todo el
mecanismode la relacin social, ya que, de otra manera, voluntaria y
espontnea, puedeque nunca se relacionaran entre s.
Es de importancia fundamental sealar que la subrayada
bilateralidad queenmarca las relaciones personales entre japoneses
(extrapolable a las rela-ciones internacionales en las que Japn se
implica) suele construirse aten-diendo no tanto al inters
particular de las respectivas partes como a su ne-cesidad mutua. A
Japn a los japoneses les es difcil concebir unarelacin
internacional (o personal) en la que una o las dos partes una
res-pecto de la otra, se estimen autosuficientes. Tambin, como
consecuenciadirecta de su concepcin pragmtica y relativista, la
mentalidad japonesa creefirmemente que cualquier persona (o nacin),
y bajo cualquier circunstanciaposee una potencialidad intrnseca de
aportacin a la concreta relacin a cons-truir o mantener. El propio
proceso de desarrollo econmico interno japons
(32) Vase I. NITOBE: Bushido. The Soul ofJapan, Tuttle, Tokio,
1969. (A pesar deeste trabajo de Nitobe no se puede afirmar con
rigor que el bushido (o cdigo tico de lossamurais) represente el
centro de la cultura japonesa. El bushido es, sobre todo, una tica
deorigen confuciano enriquecida en el perodo de Kamakura y con
vigencia desde entonceshasta el comienzo de la poca Meiji,
poseyendo en consecuencia una principal limitacinhistrica. Adems,
en la tradicin japonesa hay que considerar otros elementos
originariose imprescindibles como el shintosmo).
(33) MOORE: The Japanese Mind, cit., pgs. 297-299.
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
responde a esta premisa filosfico-cultural del relativismo y la
contingen-cia de la propia situacin: Japn fue plenamente consciente
desde el co-mienzo de su despliegue econmico que el mismo slo podra
ser posible sise vinculaba efectivametne al desarrollo econmico de
aquellos otros pasesdel Tercer Mundo directamente relacionados con
Japn.
Dentro del amplio apartado de las obligaciones sociales en Japn,
otro con-cepto a destacar brevemente es el de on. As como definimos
el giri como unendeudamiento general en que incurre un individuo
por el solo hecho de em-prender una accin de dimensiones sociales o
meramente interpersonales, elon es una especfica obligacin social,
engendrada en aquellas relaciones enque el elemento
social-jerrquico est presente de una manera explcita; portanto,
siempre incurrir en on (deuda) aquella persona que recibe desde
otra,situada sta respecto a la primera en una superior posicin
social, cualquierbeneficio, favor o gracia. La tica japonesa se
muestra en este punto espe-cialmente exigente, llegando a estimarse
que una persona endeudada no esuna persona virtuosa (34). La
gratitud es uno de los principios bsicos de lamoral social en Japn,
y hay que resaltar sobre todo la dimensin espiritualque encierra,
no slo la obligacin, sino el mismo objeto en que debe
mate-rializarse el repago (35). Giri y ongaeshi seran, pues, los
dos conceptos (omecanismos de actuacin) bsicos de lo que pudiramos
entender, muy apro-ximativamente, por ayuda en Japn (36).
A pesar de la naturaleza esencialmente eclctica de la cultura
japonesa(compuesta de una amalgama de elementos extraos importados,
aunque pro-fundamente refundidos y transformados en una nueva
entidad de caractersti-cas muy diferentes de las originarias), el
cristianismo no ha venido a formaruna parte integrante de la mente
japonesa, sino slo de forma indirecta y ac-cidental. En Japn, pese
a los esfuerzos de los misioneros cristianos occiden-tales, al
menos en dos momentos de su historia (segunda mitad del siglo
xvi-comienzos del siglo xvn y finales del xix hacia adelante),
nunca se ha producidouna significativa conversin religiosa de la
poblacin; sin embargo, la culturaoccidental y sus elementos
cristianos (los japoneses hacen una ecuacin deigualdad entre
Occidente y cristianismo), s han penetrado, como cualesquie-ra
otros en la sociedad japonesa, fundamentalmente en el mundo de la
ense-
(34) Vase el trabajo fundamental (todava hoy vigente) de R.
BENEDICT: The Cry-sanihemun andihe Sword, Tuttle, Tokio, 1992
(primera edicin, 1954), pgs. 97-144 (obli-gaciones sociales en Japn
y sus recprocas).
(35) Vase NITOBE: op cit., pg. 59 (habla del significado
espiritual otorgado por losjaponeses al regalo, obsequio, por
oposicin al material de Occidente-Estados Unidos).
(36) Otro concepto japons es el de gimu, de contenido similar a
la estiricta obliga-cin de repago en Occidente.
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FELIBEL MARTNEZ CHAMORRO
anza. Los centros educativos privados ms prestigiosos del pas
son funda-ciones misioneras cristianas. A travs de estos canales ha
sido posible que cier-tos conceptos ligados al humanismo cristiano
occidental hayan sido incorpo-rados (37), al menos en sus aspectos
formales, dentro de la cultura japonesa(desde Meiji), entre ellos,
como vimos, el de democracia. La ayuda (caridad)occidental es, sin
embargo, de especial difcil entendimiento para la mentali-dad
lgico-intuitiva japonesa no slo por todo lo que hasta aqu hemos
expli-cado (concepto bilateral de la relacin social en Japn...),
sino en cuanto el ja-pons es singularmente crtico con lo que, a su
modo de ver, constituye una delas mayores inconsistencias histricas
de Occidente: la suscripcin y prdicacultural y religiosa de unos
principios tericos (libertad, igualdad y fraterni-dad, ya sea en su
esencial contenido cristiano o en su retrica liberal), quesiempre,
sistemticamente, han estado incumplindose en la prctica.
Indudablemente esa actitud crtica japonesa es intuitiva, no
Jgica. El yojapons nunca es crtico e individualista, sino social:
bsicamente, en Occi-dente, las instituciones sociales y polticas
son el centro donde se crea el ele-mento social (fuera de ellas
tiene poca repercusin); en Japn, sin embargo,las instituciones son
reflejo de la sociedad, un foro donde lo social tiene opor-tunidad
de expresarse, pero no se crea. En ese sentido es difcil hablar en
Ja-pn de proceso de socializacin alguno. Japn es una sociedad
tribal desdepoca inmemorial, sin ruptura aparente. Lo social
realmente integra a lo in-dividual de tal forma que toda iniciativa
individual slo tiene sentido por sugrado de incidencia social. En
Japn, por ejemplo, toda iniciativa empresa-rial se realiza siempre
con miras a la posible armonizacin de todos los ele-mentos que
forman parte indisoluble de la estructura social global. El
factoreconmico, al contrario que en Occidente, no es un elemento
autnomo, ope-rando con independencia de otros muchos. En Europa es
posible que se hayaoperado una formulacin marxista de la sociedad,
dada la autonoma formalde todos los componentes que integran lo
social, pudiendo en determinadomomento cualquiera de ellos
decantarse. Marx abundaba en la naturaleza de-terminante del
elemento eonmico, y efectivamente as parece haber llegadoa serlo,
pero slo por valores histricos, no por estructuracin metafsica.
En-tender que en Japn no es posible realizar una abstraccin entre
la esfera eco-nmica y otras parcelas de la vida nacional (por
ejemplo, la poltica), es im-portante en este estudio, ya que cuando
Japn se implica econmicamente conun pas singularmente en el caso de
la asistencia econmica al Tercer Mun-do, lo hace siempre teniendo
en cuenta el carcter global de su relacin, lo
(37) El mismo concepto japons de Dios como una realidad absoluta
sobrenatural escristiano.
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
que dota a la ayuda japonesa de unas caractersticas de
responsabilidad de lasque, al menos desde el punto de vista poltico
y cultural, carece la ayuda deOccidente, empeada en resaltar la
unilateralidad y la donacin como conte-nidos exclusivos de la
misma. Al fin y al cabo, el que slo da no tiene porqu hacerse
responsable de los resultados de su altruismo: le basta con ser
ge-neroso y, lo que es ms importante, aparentarlo. Siempre segn
nuestro pare-cer, el argumento ltimo psicolgico de la ayuda
occidental radica en el sen-timiento de culpabilidad que alberga el
capitalista occidental (despus de todosigue existiendo un trasfondo
religioso), por los motivos claros de lucro e in-ters personal que
animan su conducta, y que tiende a acallar con supuestasayudas. Es
curioso observar que tales sentimientos nunca surgen, por
reglageneral, dentro de la conciencia del capitalista japons,
independientementede los dictados morales (universales) implcitos
en la estimacin de cada per-sona. Expresiones y contenidos comunes
en el lenguaje poltico y social deOccidente (como el de explotacin
social y econmica en cualquiera de susvertientes), en Japn casi
nunca se han planteado.
En todo caso, y tal vez como un punto adecuado para concluir
esta brevereflexin, deberamos referirnos al concepto japons de
Harai, que expresauna gran parte de la filosofa bsica de la
conciencia japonesa, llenando designificado una amplia porcin de la
vida social e individual de Japn.
Harai es una palabra de origen desconocido que, etimolgicamente,
aten-diendo a su sonido (el carcter chino es distinto en ambos
casos), significapagar y purificarse (38). Segn la nocin del harai,
la nica forma que el ja-pons tiene de ser autntico, de mantener su
identidad, es dando, en el senti-do de desprendimiento como forma
de purificacin; dando se libera, sin im-portar cunto da ni a quin
se lo da. El harai tiene unas races profundas enla espiritualidad
japonesa, y originariamente se entendi como una ceremo-nia de
purificacin personal y nacional shintoista la prctica religiosa
an-cestral de los japoneses, adquiriendo posteriormente un gran
nmero de ma-nifestaciones en la vida social, cultural y econmica
del pas, cuya descripcin,aunque sumamente curiosa e ilustrativa del
ser japones, no puede ocuparnosestas pginas. Por lo que concierne
al tema de este estudio la poltica deAsistencia Oficial al
Desarrollo de Japn, decir que el Gobierno japons,desde el mismo
inicio de la ayuda en forma de reparaciones de guerra a lospases
asiticos, si no culpable (siempre pens que Japn era, cuando
menos,tan vctima de la segunda contienda como el resto de los pases
asiticos), sexperiment cierto sentido de responsabilidad por su
actuacin militar en Asia.
(38) El concepto de harai se recoge, por ejemplo, en Basic Terms
ofShinto, Koku-ga-kuin University, Institute for Japanese Culture
and Classic, Tokio, 1985, pgs. 13-14.
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FELIBEL MARTNEZ CHAMORRO
La fuerte concentracin de la ayuda japonesa en esta regin reflej
la psico-loga del oharai con la que actuaba y acta en materia de
ayuda econ-mica. (Ya no slo en Asia, tambin en cualquier otra parte
del Tercer Mun-do.) De alguna manera, Japn no se siente del todo
cmodo con su xitoeconmico. Especialmente al inicio de cualquier
relacin econmica de ayu-da bilateral, la asistencia japonesa suele
mostrarse generosa con el pas re-ceptor. La ceremonia del oharai,
precisamente, viene asociada con la inau-guracin y el comienzo de
cualquier actividad o perodo temporal. (En los dasprimeros del ao
los japoneses en masa, y sin que muchos de ellos
conozcanexactamente el significado de su conducta, acuden a los
templos shintoistaspara desprenderse de una cantidad de dinero,
cuya obstinada retencin se con-sidera impura y portadora de mala
fortuna.) En la distincin efectuada entreharai (acto de
purificacin) nacional y harai individual, los japoneses mues-tran
una dialctica extraa para cualquier occidental: es curioso observar
cmoun japons fcilmente acepta una crtica exterior dirigida a su
persona con unasorprendente humildad; sin embargo, cuando el objeto
en cuestionamiento esla nacin, Japn, su reaccin suele ser de una
rotunda inadmisin a nuestrasobjeciones, lo que demuestra que su
sensibilidad opera a ese nivel nacional,no individual. En oposicin,
un occidental pensemos en un espaol, porejemplo, cualquier censura
dirigida a su entidad personal provoca un ver-dadero desacuerdo (y
un autntico dolor sensible), siendo muy generoso enaceptar incluso
l mismo fomenta las crticas a Espaa.
V I . LA CULTURA DEL WA (ARMONIZACIN)COMO MODELO DE ACCIN
POLTICA
Es lugar comn definir el pensamiento japons por la fundamental
ca-racterstica eclctica de su naturaleza, estimada muchas veces de
forma pe-yorativa: el pensamiento y la cultura japonesa carecern de
una original sus-tantivacin y de una filosofa creativa, tomando
prestados de fuentesexteriores los ms heterogneos elementos (desde
China, Corea e India, y lue-go desde Occidente principalmente del
idealismo alemn y el pragmatis-mo norteamericano (39). De acuerdo
con esta interpretacin, la filosofay la cultura japonesa han
consistido fundamentalmente en un proceso derecogida y asimilacin
de puntos de vista ajenos, en una perfecta adaptacina la mentalidad
y necesidades propias.
Estas consideraciones deben ser, sin embargo, en nuestra opinin,
debi-
(39) MOORE: The Japanese Mind, cit., pg. 293.
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
damente matizadas: si definimos la mente japonesa como intuitiva
(no lgi-ca), su naturaleza no residira en formular cuerpos
abstractos de pensamien-to propio, sino, precisamente, en operar
una adecuada mecnica de incorpo-racin (pragmtica) de los diversos
elementos extrados de culturas y modosde pensamiento siempre
extraos, y a veces incompatibles entre s, en trmi-nos de estricta
precisin lgica e intelectual (40).
Recientemente, conceptos importados desde la cultura occidental
(comovimos en el caso de la democracia, pero tambin podramos
recoger otros: elfundamental concepto para Occidente de individuo,
los conceptos de pueblo,nacin...) han sido asumidos por Japn con un
significado y unos resulta-dos ltimos que poco tienen en comn con
el modelo original (41).
Japn, como consecuencia inmediata de su relativismo (ausencia de
uncomponente estructural lgico en su pensamiento y de la evidente
naturalezapragmtica del mismo), no ofrece, ni interna ni
internacionalmente, ningnmodelo (terico) poltico o econmico. Y si
un pas cualquiera, por defenderun modelo poltico o econmico que
considera justo o considera mejor (o, sen-cillamente, por
especficos intereses propios) entra en conflicto con otrospases
vecinos o con determinadas zonas del globo, Japn cuestionara
pro-fundamente esa postura. En todo caso, la clave de la conducta
internacionaljaponesa radicara en lo que podramos denominar modelo
de armonizacin(wa), que constituye la esencia ltima de su filosofa
y su cultura (42). La for-mulacin del wa se podra efectuar en los
siguientes trminos: dado que enJapn no existen valores absolutos,
se podra deducir que cualquier elemen-to integrante de su dinmica
social y cultural concluye en el mero relativis-mo y, por tanto, en
la ms radical de las indefiniciones valorativas (la reali-dad
estara en todo momento sometida a los dictados arbitrarios de
unaconciencia personal y social cambiante y moralmente asptica). El
factor queopera en este punto, evitando su lgico desenlace, es
precisamente el conep-to de wa (armonizacin), que intenta actuar
por encima del resto de los po-sibles factores intervinientes,
produciendo, como efecto necesario, la inte-gracin de todos ellos,
social, histrica, poltica y econmicamente.
(40) El confucianismo, taosmo, budismo y shintosmo (la cultura
japonesa los tienea todos incorporados).
(41) Por ejemplo, es ilustrativa la exposicin de Castaeda sobre
la problemtica queplantea el funcionamiento de la democracia
norteamericana en Japn (vase J. CASTAEDA:Nihongaku no yoki
Minshushugi o Motomete (La bsqueda del mejor modelo de demo-cracia
para Japn), en A. DEEKENS y T. NAKAMURA (eds.): Mirai no Ningengaku
(El futurode las Ciencias Humanas), Risosha, Tokio, 1981, pgs.
217-240.
(42) Para el concepto filosfico-cultural de wa (armona,
concordia) en un estudio com-parado con Occidente, vase el trabajo
del profesor KUYAMA MUNEHIKO Kami no Bunka toWa no Bun (La cultura
del wa y la cultura de ka Dios), Hokuyo Shuppan, Tokio, 1985.
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Desde esta perspectiva, Japn estima que cualquier modelo poltico
o eco-nmico existente, y toda situacin internacional producida o
favorecida pordicho modelo, ser algo meramente coyuntural: para
Japn, cualquier rela-cin establecida con un determinado pas o regin
encierra un valor en s mis-ma, con independencia del cuadro
ideolgico-poltico o econmico, que talrelacin pretenda enmarcar. En
este sentido, podramos afirmar que Japn noes capitalista porque el
capitalismo no es un valor ni una meta de su econo-ma: Japn es
situacionalmente capitalista, como tambin es situacionalmen-te
democrtico (no entiende la democracia como un valor y mucho
menoscomo un valor absoluto). La tradicin cultural japonesa, en
consecuencia, noconsidera ninguna forma de actuacin o de
pensamiento superior a otra, y elnico principio que parece haber
operado en ella es el de la armonizacin,instrumento de solucin de
todos los conflictos (por medio del consenso). Enla historia de
Japn nunca se han producido verdaderas revoluciones en el sen-tido
occidental (como enfrentamiento de clases); el modelo poltico
global nun-ca ha sido cuestionado; como mximo, se ha puesto en duda
en ocasiones laaplicacin de ese modelo en zonas y circunstancias
histricas muy determi-nadas (especialmente durante la poca de Edo
Shogunato Tokugawa, conla proliferacin de numerosas agitaciones
campesinas, que siempre recibie-ron el nombre de revueltas, no de
revoluciones. Si se revisa el contenido deesas revueltas puede
comprobarse en qu sorprendente medida los campesi-nos nunca se
consideraron una clase independiente de los propietarios).
No existe, por otro lado, una contradiccin esencial entre el
modelo po-ltico estatal japons y la cultura japonesa: la frecuente
visin occidental dela sociedad japonesa como una masa uniforme y
esclavizada de individuospersiguiendo incansablemente unos
proyectados objetivos de exclusivo ca-rcter nacional, que
gravemente perjudican su individualidad (por tanto, a Ja-pn habra
que darle democracia, etc.), es, segn nuestra ptica, una
mal-formacin cultural de Occidente: en Japn, el individuo menos
privilegiadose siente por completo culturalmente fusionado con
aquel otro que, de hecho,ocupa una posicin social ms elevada,
siendo de muy difcil o casi impo-sible deteccin la existencia de
fisuras internas en el sistema poltico y so-cial.
El modelo social del japons en su conjunto es opuesto, y en
muchos sen-tidos antagnico, al del occidental en su conjunto. La
razn fundamental, des-de luego, se encuentra en la inversin del
orden individuo-sociedad y, por tan-to, individuo-Estado. Mientras
en Japn la conciencia individual se forma porun proceso muy lento,
y slo se entiende desde el ncleo bsico donde resi-de el conjunto
social, en Occidente la conciencia individual, como liberadadel
entorno social y cultural, se erige en el concepto fundamental
sobre el que
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
despus surgen los diferentes modelos sociales y polticos: se
parte del indi-viduo y desde ah se van desarrollando capas
sucesivas hasta alcanzar la glo-balidad social; la cultura japonesa
funciona en sentido inverso: se parte de laglobalidad y se va
descendiendo hasta llegar al individuo que, en s mismo,tiene muy
poco valor. De igual forma, a nivel internacional, pases y
regio-nes aislados guardan escaso inters para Japn, que siempre
tender a ante-poner a la concreta consideracin de la relacin
bilateral, cualquiera que seael grado de relevancia de la misma, el
entorno interncional global.
Desde la apertura Meiji (1868), y despus de dos siglos y medio
de re-clusin voluntaria, Japn por primera vez en su historia tom
conciencia ple-na de su pertenencia al resto del mundo. Desde ese
momento no ha podidoentenderse a s mismo al margen del sistema
internacional global, mostrandouna constante preocupacin
por.descifrar las claves que lo conforman, en mu-chas ocasiones de
difcil entendimiento para Japn. La cultura del wa en estepunto,
como modelo de accin poltica, muestra todo su significado
porque,segn sus presupuestos (la necesidad de conseguir y mantener
la estabilidad,esto es, la armona en sus ms amplias dimensiones),
siempre apuntar, par-tiendo de la realidad pragmtica, a la
resolucin de conflictos desde una pers-pectiva general. Por
ejemplo, durante la Guerra del Golfo Prsico apoy a losEstados
Unidos no slo como aliado natural, sino porque obviamente ibana
ganar la contienda (por otra parte, la guerra ya estaba comenzada);
habermantenido una posicin neutral (pese a su inmenso deseo), o
prestar un su-puesto apoyo al rgimen poltico de Irak (no hay que
descartar simpatas ja-ponesas hacia el mismo), hubiera supuesto
introducir en la escena internacionalun factor de inestabilidad
especialmente rechazado por la poltica japonesa.
Del relativismo japons implcito en el mecanismo de actuacin
poltico-internacional del pas no se deducen, empero, unas
caractersticas democr-ticas. Al contrario, Japn entiende el juego
poltico como una lucha de fuer-zas, en cada una de las cuales se
halla siempre, junto a una parte de justicia,una parte de verdad y,
por tanto, unos intereses y derechos legtimos, si de-seamos
expresarnos en trminos occidentales.
En resumen, el elemento de armonizacin wa que Japn ofrece a la
pol-tica internacional, permite la coexistencia de valores muy
diferentes, sin ne-cesidad de que se produzca su integracin (su
reduccin o su superacin).
Japn es adems, como sujeto de poltica exterior, sumamente
receptivoen el mismo momento que carece de una filosofa o de unos
principios teri-cos que necesariamente podra hacer valer (y
proyectar) a otros pases y cul-turas cuando supuestamente entra en
contacto con ellos. Japn, generalmen-te, en su actuacin
internacional, opera casi por entero libre de prejuicios, loque
permite a su pragmtica ser extraordinariamente efectiva, poseer una
gran
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FELIBEL MARTNEZ CHAMORRO
capacidad de concentracin en el objeto (concreta), y carecer de
secundariosmecanismos o trabas intermedias (directa).
En contraste, los poderes occidentales siempre han intentado
encontrar enel objeto (en otros pases y culturas), la confirmacin
de sus propios conteni-dos culturales, y de no encontrarlo,
automticamente, han obrado una pro-yeccin de sus propios modelos
polticos y culturales. Singularmente, el ac-tual mundo de
interaccin e interdependencia internacional no es ms que unintento
de diseo poltico y cultural de Occidente, encaminado a lograr el
in-tegracionismo no por el reconocimiento, y, en ltima instancia,
la superacinde las diferencias de cualquier ndole, sino por medio
de la reduccin (elimi-nacin) de las mismas.
En este sentido, la aparente diafanidad del sujeto operante,
activo, con prin-cipios (con moralidad caritativa) occidental, es
una diafanidad puramente tau-tolgica: Occidente se proyecta en
todos los mbitos, especialmente los Es-tados Unidos, practicando,
por ejemplo, en el caso de la asistencia econmica,una ayuda
enteramente condicionada a los valores (no necesariamente
uni-versalizables) norteamericanos. La incapacidad de
autorrelativacin de la po-ltica de la ayuda norteamericana,
frontalmente colisionar en muchos su-puestos con la suprema
capacidad de autocuestionamiento de la polticajaponesa,
especialmente de aquellas reas regionales con una remarcada
iden-tidad cultural propia (como China). El problema esencial del
modelo polti-co-econmico de los Estados Unidos no reside en su
falta de fuerza de impo-sicin, sino en que no se le entiende. Esa
imposibilidad de entendimiento delmodelo norteamericano es lo que
hace previsible su quiebra: Estados Unidosno entiende el lenguaje
del otro (Japn, China, el mundo rabe, Amrica La-tina...), como se
deduce del estudio de cualquier apartado de su poltica
in-ternacional, incluida la ayuda. Debido a la contradiccin
inherente a su pro-pio sistema de pensamiento (praxis como
aplicacin de principios tericos,slo formalmente construidos y, por
tanto, sistemticamente incumplidos), lapoltica internacional
norteamericana carece del adecuado dinamismo y la su-ficiente
flexibilidad capaces de permitirle la integracin de elementos
proce-dentes de otras culturas y pases, y as de hacer de su modelo
de democraciaun instrumento poltico exportable.
En el actual mundo de interdependencia econmica, asentado en la
accinmultilateral y tendente al allanamiento de los desequilibrios
importantes depoder interno, vlidos en la esfera internacional, una
poltica como la japo-nesa, siempre orientada hacia la armonizacin,
puede servir como un meca-nismo moderador indito (en cuanto a lo
que tiene de pragmtico) entre lasdiversas partes implicadas en los
procesos internacionales de enfrentamientoy negociacin poltica.
Japn, que traza todas sus relaciones internas e in-
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LA POLTICA DE ASISTENCIA OFICIAL AL DESARROLLO
ternacionales sobre el patrn jerrquico, sabe que su fuerza
econmica cons-tituye en s un valor de reconocimiento internacional.
No es predecible, portanto, que el modelo poltico de democracia
occidental (no slo por razonesde imposicin cultural, sino tambin
por conveniencia poltica) tenga garan-tizada una posicin de futuro
en Japn, o en cualquier otro pas de Asia. Loque s es posible
presumir es que, independientemente de cul sea la formaexterna,
poltica, econmica o de cualquier otro signo (de hecho, Japn
estcomenzando ya a abandonar intuitivamente la onda econmica) que
revistanlas relaciones internacionales, la posibilidad futura de
las mismas dependerde la labor de sntesis que pueda realizarse,
cultural y polticamente, entre elpensamiento lgico de Occidente y
el pensamiento pragmtico de Japn(Oriente en general).
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