RAYMOND CHANDLEREl sencillo arte de matarEn cualquiera de sus
formas, la literatura narrativa siempre ha tratado de ser realista.
Las viejas novelas que ahora nos parecen pomposas y artificiales
hasta el ridculo, no parecan lo mismo a las primeras personas que
las leyeron. Escritores como Fielding y Smollett pudieron parecer
realistas, en el sentido moderno, porque trataban sobre todo con
personajes de la picaresca, muchos de los cuales saban diez veces
ms que la polica; pero las crnicas de Jane Austen sobre personas
sumamente reprimidas de la aristocracia rural, tambin resultan
bastante convincentes desde el punto de vista sicolgico. Hay
profusin de ese tipo de hipocresa social y sentimental en el
ambiente de hoy. Si a esto se aade una amplia dosis de presuncin
intelectual, se tendr el matiz de la pgina literaria del peridico y
la atmsfera de conviccin y fatuidad que se respira entre esos
grupos que discuten en sus pequeos crculos. Estas son las personas
que hacen los best-sellers; es un trabajo de promocin basado
indirectamente en una especie de atraccin por lo esnob, celosamente
escoltado por las focas amaestradas de la hermandad crtica, cuidado
y alimentado amorosamente por ciertos grupos influyentes y
poderossimos cuyo negocio es vender libros,
aunque a ellos les gustara que uno pensara que estn fomentando
la cultura. El que se atrase un poquito en sus pagos descubrir en
seguida lo idealistas que son.A la literatura detectivesca, por
diversas razones, raras veces puede hacrsele una buena promocin.
Por lo general trata de asesinatos y, por lo tanto, no se presta
para el elogio. El asesinato, que es una frustracin del individuo y
por ende una frustracin de la especie, puede tener, y de hecho
tiene, un gran trasfondo sociolgico. Pero esto se sabe desde hace
tanto tiempo que ya no es noticia para nadie. Cuando la novela de
misterio tiene algo de realista (lo que ocurre muy raras veces) es
porque est escrita con cierto espritu de desapego; de lo contrario
slo un sicpata querra escribirla o leerla. La novela de crmenes
tiene tambin una forma deprimente de ocuparse slo de lo que le
interesa, limitndose a resolver sus propios problemas y a responder
sus propias preguntas. No deja margen a la discusin; slo si estaba
lo suficientemente bien escrita como para ser buena literatura y de
eso, en definitiva, la gente que compra medio milln de ejemplares
no podra darse cuenta. Descubrir la calidad de una obra literaria
es bastante difcil hasta para los que hacen de ello un oficio, aun
cuando pasemos por alto el inters que tengan en las ventas.El
relato detectivesco (quizs sea mejor llamarlo as, ya que la frmula
inglesa an domina el mercado) tiene que encontrar su pblico
me-diante un lento proceso de destilacin. Que lo logra, y que
despus lo mantiene con la misma tenacidad, es un hecho; el porqu ya
es cuestin que dejo a mentes con ms paciencia que la ma. Tampoco
pretendo sostener que sea una forma de arte vital y significativa.
Las formas de arte vitales y significativas no existen; slo existe
el arte, y muy poco, por cierto. El crecimiento demogrfico no lo ha
incrementado en ningn sentido; lo que ha aumentado es slo la
habilidad para producir y empaquetar sustitutos.Sin embargo, es
difcil escribir una buena historia detectivesca, aun en su forma ms
convencional. Son ms raros los buenos ejemplos de ese gnero que las
buenas novelas serias. Los artculos de segundo orden sobreviven a
casi toda la narrativa de alta categora y una gran parte que no
debi haber nacido nunca, sencillamente se niega a desaparecer. Son
tan perdurables como las estatuas en los parques pblicos, y casi
tan insensibles como ellas. Esto les resulta muy irritante a las
personas que tienen lo que se llama criterio. No les gusta que
obras literarias profundas e importantes, aparecidas pocos aos
atrs, vayan a ese estante especial de las bibliotecas marcado xitos
de ayer y que slo algn cliente de paso, medio miope, se les
acerque, se incline sobre ellas, las mire apenas y se marche
corriendo, mientras que las seoras respetables se empujan frente al
estante de las novelas de misterio para llevarse un ejemplar de la
misma poca titulado,por ejemplo, El caso del asesinato de la triple
petunia o El inspector Pinchbottle al rescate. tNo les gusta que
libros de verdadera importancia se llenen de polvo en el mostrador
de las reediciones mientras que La muerte usa ligasS^ amarillas se
edita en tiradas de cincuenta a cien^ mil ejemplares que aparecen
en los quioscos de revistas y peridicos de todo el pas y es I9-
gico que no estn ah slo para decir adis a Id que pasan.A decir
verdad, a m tampoco me gusta mucho el asunto. En mis momentos de
menos nfulas yo tambin escribo relatos detectivescos y toda esa
inmortalidad hace realmente excesiva la competencia. Incluso el
mismo Einstein no podra llegar muy lejos si todos los aos se
publicaran trescientos tratados de fsica de altura y, de una forma
u otra, otros, tan tos miles estuvieran dando vueltas en ej mercado
y tambin se leyeran. En una ocasin Hemingway dijo que el buen
escritor slo compite con los muertos. El buen escritor de historias
detectivescas (despus de -todo debe haber alguno) compite no slo
con todos los muertos insepultos, sino tambin con todas las huestes
de los vivos. casi en igualdad de condiciones, porque una de las
caractersticas de este tipo de literatura es que lo que hace que el
pblico la lea no pasa nunca de moda. La corbata del protagonista
puede no ser del ltimo modelo, y el pobre inspector canoso podr
llegar en un trineo tirado por perros y no en un sedn de lneas
aerodinmicas con sirena y todo, pero lo que hace cuando llega al
lugar es siempre el mismo tejemaneje, el djame ver ese itinerario y
esos pedazos de papel chamuscado, y quin fue el que pisote ese
cantero de flores al pie de la ventana.De cualquier modo, yo tengo
un inters menos srdido en el asunto. Me parece que la produccin de
historias detectivescas en tan gran escala y por autores cuya
inmdiata recompensa es pequea y que apenas necesitan los elogios de
la crtica^ no sera posible si el trabajo requiriera talento. En ese
sei^tido la altanera del crtico y el comercialismo barato de los
editores son perfectamente lgicos.Probablemente el relato
detectivesco corriente no es mucho peor que una novela corriente,
pero la novela corriente no se ve nunca. No se publica. El relato
detectivesco promedio o un poquito superior al promedio s se
publica. no slo se publica, sino que se vende en pequeas cantidades
a bibliotecas que alquilan libros a precios mdicos y siempre
encuentran lectores. Hasta hay algunos optimistas que lo adquieren
al precio original de dos dlares porque, vamos, luce tan limpiecito
y, adems, tiene en la cubierta la foto de un cadver. Y lo raro del
caso es que ese trozo de literatura mediocre, ms que inspido y
hueco, totalmente mecnico y falso, no difiere mucho de las llamadas
obras maestras dl gnero. El desarrollo es un poco ms lento, el
dilogo algo ms oscuro, el molde del que salen los personajes algo
menos consistente y el engao un poco ms obvio; pero es el mismo
tipo de libro.Mientras que una buena novela no se parece en nada a
una novela mala. Trata de cosas completamente diferentes. Pero el
buen y el mal relato detectivescos tratan exactamente de las mismas
cosas y ambos se refieren a ellas en forma muy semejante. Tambin
hay razones para que esto ocurra, y razones para estas razones;
siempre las hay.Supongo que el dilema principal de la novela
detectivesca, sea tradicional o^ clsica, estrictamente deductiva o
lgico deductiva, es que para ser ms o menos perfecta exige una
combinacin de cualidades que raras veces se encuentran en la misma
cabeza. El tcnico concienzudo no logra tampoco personajes con
fuerza, dilogo perspicaz, sentido del ritmo y brillantez en los
detalles. El lgico inflexible pinta atmsferas ms grises que un
pizarrn. El sabueso cientfico tiene un laboratorio nuevecito y
reluciente, pero qu lstima! si te vi ya no me acuerdo. El tipo
capaz de escribir una prosa viva y llena de colorido simplemente no
va a servir de bestia tratando de destruir coartadas
indestructibles. El poseedor de una cultura extraordinaria vive
sicolgicamente en la poca de los miriaques. Si uno sabe todo lo que
debiera saber sobre cermica y costura egipcias, no sabe
absolutamente nada sobre la polica. Si uno sabe que el platino,
aislado, no se derrite a menos de 2800F, pero que se derretira con
la simple mirada de un par de ojos azules si se le acercaba una
barra de plomo, entonces no sabe cmo enamoran los hombres del siglo
xx. Y si uno conoce, sobrelas elegantes y frvolas modas de la
Riviera francesa anterior a la guerra, lo suficiente como para
desarrollar all su novela, no sabe que un par de cpsulas de
barbital, tan pequeas que pueden tragarse en seco, no slo no
mataran a una persona ni siquiera la pondran a dormir si se
resiste.Todos los que escriben historias detectives- cas cometen
errores y ninguno sabr nunca todo lo que necesita saber. Conan
Doyle cometi errores que invalidaron por completo algunos de sus
relatos; pero l era un pionero y, despus de todo, Sherlock Holmes
no es ms que una actitud y, en cuanto a dilogos, una docena de
lneas inolvidables. Son las damas y caballeros de lo que mster
Howard Haycraft (en su libro Asesinato por placer) llama la Edad de
Oro de la literatura detectivesca, los que realmente me molestan.
Esa poca no est muy lejana. Segn todo lo que puede verse, estamos
en ella todava. Las dos terceras, o las tres cuartas partes de las
historias detectivescas que se publican, todava se ajustan a la
frmula que los colosos de aquella poca crearon, perfeccionaron,
pulieron y vendieron al mundo como problemas de lgica y deduccin.
Estas son palabras fuertes, pero no se alarmen. No son ms que
palabras. Vamos a echar un vistazo a una de las glorias de la
literatura, una reconocida obra maestra en el arte de engaar al
lector sin defraudarlo. Se llama El misterio de la casa roja, la
escribi A. A. Milne y ha sido calificada ^Xpor Alexander Walcott
(un hombre ms bien prdigo en los elogios) como "una de las tres
mejores novelas de misterio de todos los tiempos. Palabras de ese
calibre no se pronuncian.^' a la ligera. El libro se public en
1922, percf es completamente atemporal, y pudo muy bien haberse
publicado en julio de 1939 o, con algunos cambios ligeros, la
semana pasada. Lleg a V* trece ediciones y al parecer estuvo en
prensa, en su formato original, durante casi diecisis aos. Eso le
sucede a muy pocos libros, sean de la clase que sean. Es un libro
agradable, ligero, entretenido, al estilo de Punch, y escrito con
una fluidez engaosa que no es tan fcil como parece.Trata sobre la
personificacin que, como una broma privada, hace Mark Ablett de su
hermano Robert. Mark es el propietario de la Casa Roja una de esas
tpicas casas de campo inglesas, de portn y canteros con flores a
lia entrada y cuenta con un secretario que lo secunda y ayuda en su
incorporacin, porque tiene a su vez la intencin de asesinarlo si es
que logra llevar a cabo su empresa. Nadie en los contornos de la
Casa Roja ha visto nunca a Robert, ausente por ms de quince aos en
Australia, y de quien, a travs de vagas noticias, tienen una mala
opinin. Se habla de una carta de Robert, pero sta nunca se muestra.
Anuncia su llegada y Mark insina que no ser muy agradable.
Entonces, una tarde, el supuesto Robert llega, se identifica ante
dos sirvientes, lo conducen al estudio y Mark (segn el testimonio
de la encuesta judicial) entra detrs de l. Ms tarde encuentran a
Robert muerto, tendido sobre el piso, con un balazo en la cara y,
desde luego, Mark se ha desvanecido en el aire. Llega la polica,
sospechan que Mark debe ser el asesino, se llevan el cadver y
proceden con la investigacin y a su debido tiempo, con la encuesta
judicial. Milne se da cuenta de que se le presenta un obstculo muy
difcil y hace lo que puede por salvarlo. Ya que el secretario va a
asesinar a Mark una vez que ste se haya identificado como Robert,
la personificacin tiene que mantenerse para engaar a la polica. Al
mismo tiempo, puesto que todo el que vive en las cercanas de la
Casa Roja conoce a Mark ntimamente, resulta indispensable
disfrazarlo. Esto se logra afeitndole 2a barba, dndole aspereza a
sus manos (no las manos cuidadas de un caballero" testimonio) y
hacindolo hablar con voz ronca y modales bruscos. Pero eso no es
suficiente. La polica endr en su poder el cadver, la ropa que lleva
puesta y lo que haya en los bolsillos. Por lo tan- o, ninguna de
estas cosas debe dar la impresin de que se trata de Mark. As es que
Milne maniobra como un condenado para justificar que Mark sea un
actor tan sumamente engredo que, al representar su papel, piense
hasta en las medias y la ropa interior (de las cuales el secretario
ha quitado las etiquetas de fbrica), como esos actores de pacotilla
que se embadurnan de negro para representar a Otelo. Si el lector
compra esto (y el ndice de ventas demuestra que fue as) Milne se
imagina que es porque tiene peso. Sin embargo, por muy frgil que
sea la contextura de esa trama, se le ofrece al lector como un
problema de lgica y deduccin. Si no es eso, no es nada en absoluto.
No puede ser ms que eso. Si la situacin es falsa,, uno no puede
aceptarla siquiera como una nove- lita ligera, porque las novelitas
ligeras no tienen nada que contar. Si un problema no contiene
elementos que resulten verosmiles y plausibles, no es un problema;
si la lgica es una ilusin, no hay nada que deducir. Si la
incorporacin parece imposible una vez que el lector conozca las
condiciones en que debe producirse, entonces toda la.. trama es un
fraude. No es un fraude premeditado, porque Milne no hubiera
escrito ese relato de haber sabido con lo que se iba a tropezar. Y
se tropez con una serie de cosas tremendas, ninguna de las cuales
se digna siquiera considerar. Al parecer, lo mismo hace el lector
ocasional, que en definitiva quiere disfrutar del relato y, por lo
tanto, lo acepta taH como es. Pero al lector no se le exige que
conozca las realidades de la vida; el autor es el experto en este
caso. Y esto es lo que nuestro auton ignora:1. El mdico forense
celebra la encuesta oficial en relacin con un cadver del que no
existe identificacin legal competente. Un mdico; forense, por lo
general en las grandes ciudades,, celebra a veces una encuesta
sobre un cadver que no haya podido ser identificado, siempre que
las circunstancias hagan la encuesta necesaria (casos de incendios,
desastres, evidencias de asesinato, etctera). Aqu no existe tal
justificacin y no hay nadie que identifique el cadver. Un par de
testigos afirmaron que el hombre aseguraba ser Robert Ablett. Estas
son meras conjeturas que slo tienen importancia si nada las
contradice. La identificacin es una condicin previa a toda
encuesta. Hasta en la muerte un hombre tiene derecho a su propia
identidad. El mdico forense deber defender ese derecho hasta donde
sea humanamente posible. No hacerlo as sera violar las obligaciones
de su cargo.2. Puesto que Mark Ablett, desaparecido y sospechoso de
asesinato, no puede defenderse, toda evidencia sobre sus
actividades antes y despus del crimen es de suma importancia (como
lo es tambin si tiene dinero para huir); empero, toda esa evidencia
la suministra el hombre ms allegado al crimen, y queda sin
corroborar. Automticamente sta se vuelve sospechosa mientras no se
compruebe su veracidad.3. Por investigacin directa, la polica
averigua que Robert Ablett no gozaba de buena reputacin en su
pueblo natal. Alguien en ese pueblo debi haberlo conocido. Ninguno
concurri a la encuesta. (Era una prueba que el relato no poda
soportar.)4. La polica sabe que la supuesta visita de Robert
implicaba cierta amenaza, y deba suponer que el crimen estuviera
relacionado con eso. Sin embargo, no hace el menor esfuerzo por
investigar la vida de Robert en Australia, no por averiguar su
comportamiento en el pas, ni qu contactos tena, ni incluso si
efectivamente haba viajado a Inglaterra, y con quin. (Si lo hubiese
hecho, habra descubierto que Robert haba fallecido tres aos
antes.)5. El cirujano de la polica examina el cadver, con barba
recin afeitada (la piel no ha estado expuesta a los rigores del
clima), y manos artificialmente encallecidas; sin embargo, se trata
del cadver de un hombre adinerado, de vida muelle, que ha residido
durante aos en un clima fro. Robert era un hombre tosco y haba
vivido quince aos en Australia. sa era la informacin que tena el
cirujano. Resultaba imposible que no encontrara algo
contraproducente.6. Las ropas son de procedencia desconocida, los
bolsillos estn vacos y se han arrancado las etiquetas del
fabricante. Sin embargo, el hombre que las lleva puestas alegaba
ser una persona determinada. La suposicin de que no era el que dijo
ser, resulta abrumadora. Nada se hace con respecto a esta curiosa
circunstancia. Ni siquiera se menciona lo curiosa que resulta.Ha
desaparecido un hombre un hombre muy conocido en la localidad y un
cadver eri el necrocomio se parece mucho a l. Es imposible que la
polica no se plantee de inmediato la posibilidad de que el hombre
desaparecido sea el cadver. Nada sera ms fcil de comprobar. El no
haberlo pensado siquiera resulta increble. Convierte a los policas
en idiotas, para que un novato insolente pueda sorprender al mundo
con una solucin falsa. * ~El detctive del caso es un tipo elegante,
impasible, llamado Anthony Gillingham; un buen muchacho de mirada
viva, con un apartamentico muy confortable en Londres y lnguidos
modales. No gana nada en esta misin, pero siempre se encuentra a
mano cuando a la gendarmera local se le pierde su libreta de notas.
La polica inglesa, con su estoicismo habitual, parece tolerarlo;
pero yo tiemblo al pensar lo que le haran los muchachos del Bur de
Homicidios de la ciudad donde vivo.Hay otros ejemplos del gnero
menos plausibles que ste. En El ltimo caso de Trent (llamado con
frecuencia el perfecto relato detecti- vesco) tiene uno que aceptar
la premisa de que un coloso internacional de las finanzas, que con
slo arquear las cejas hara temblar a Wall Street como a un
chichuahua, planear su propia muerte de forma tal que ahorquen a su
secretario; y que el secretario, al ser arrestado, mantendr un
silencio aristocrtico, producto quizs de su vieja estirpe etoniana.
Yo he conocido a muy pocos banqueros, pero me inclino a creer que
el autor de esta novela, por imposible que, parezca, ha conocido
menos que yo. Hay una escrita por Freeman Wills Crofts (el ms
coherente de todos ellos, mientras no se vuelve demasiado
fantstico) en la que un asesino, gracias al maquillaje, al clculo
exacto del tiempo y a una accin muy fluida y sutil, personificaal
hombre que acaba de matar y lo hace reaparecer vivo lejos del lugar
del crimen. Hay otra de Dorothy Sayers en la que asesinan de noche
a un hombre que est solo en su casa, utilizando para ello un peso
que cae mecnicamente y que funciona cuando la vctima, a una hora
determinada, sintoniza el radio inclinndose hacia l en un ngulo
determinado, como suele hacerlo siempre. Un par de pulgadas de
diferencia a un lado u otro y habra que devolverle su dinero al
pblico. Esto es lo que vulgarmente se llama "tener a Dios metido en
un bolsillo"; un crimi nal que necesita tanta ayuda de la
Providencia debe haberse equivocado de profesin. Y hay una trama de
Agatha Christie, protagonizada por monsieur Hrcules Poirot ese
ingenioso belga que habla como una mala traduccin del francs en la
cual, despus de mucho indagar con sus "pequeas clulas grises,
monsieur Poirot concluye que en determinado coche-dormitorio
nadie.pudo haber llevado a cabo el crimen por s solo, y por
consiguiente todos debieron ponerse de acuerdo para ejecutarlo,
dividiendo el proceso en una serie de operaciones sencillas, como
se hara para montar una batidora de huevos. ste es el tipo de
misterio capaz de hacerle el cerebro agua al ms pintado. Slo un
retrasado mental podra adivinarlo.Estos mismos escritores y otros
de su escuela tienen argumentos mucho mejores. Quizs haya alguno
por ah que realmente pueda salir airoso de un recuento ms
detallado. Re-sultana divertido leerlo, aunque uno tuviera que
volver atrs, a la pgina 47, para-refrescar la memoria y ver cundo
precisamente fue que el segundo jardinero sembr en la maceta la
begonia rosada que haba ganado aquel concurso. No hay nada nuevo en
estas historias, ni nada viejo. Todas las que he mencionado son de
ingleses slo porque los rbitros del gnero (ellos son as) estiman al
parecer que los escritores ingleses sacaron una ligera ventaja en
esta mo* ntona rutina, mientras que los norteamericanos (hasta el
creador de Philo Vanee, probablemente el personaje ms bruto de la
literatura detectivesca) slo llegaron al preuniversitario. es que
el clsico relato detectivesco no ha aprendido ni olvidado nada. Es
el mismo rea-V- '- - to que uno se encuentra semana tras semana en
esas revistas llamativas y bellamente ilustradas que rinden el
debido tributo al amor virginal y a los artculos de lujo que se lo
merecen. Quizs el ritmo se haya vuelto ms rpido y el dilogo un
poquito ms suelto. Se piden ms mar- tinis y daiquires y menos copas
del spero oporto de antao; hay ms trajes de Vogue, y decorados de
House Beautiful; hay ms elegancia, pero no ms verdad. Y pasamos ms
tiempo en las colonias veraniegas de Cape Cod y en los hoteles de
Miami, y nos asomamos cada vez menos al viejo reloj de sol de algn
jardn isa- belino. Pero en lo fundamental, se trata del mismo grupo
selecto de sospechosos, el mismo - truco totalmente inadmisible de
cmo fue quealguien pudo matar con un estilete de platino a la seora
de Pottington Postlehwaite III en el preciso instante en que ella
intentaba alcanzar la nota ms alta de Sonad, campanas, de Lakme,
ante una concurrencia de quince personas apretujadas en el saln; la
misma nia ingenua de pijama con ribetes de piel que grita en mitad
de la noche y pone a correr a los vecinos que acaban confundindolo
todo; y al da siguiente, el mismo silencio inexplicable mientras
pasan el rato tomando cocteles y espindose unos a otros en tanto
que los sabuesos, sin quitarse los bombines, no cesan de trajinar
por entre los tapices persas.A m particularmente me gusta ms el
estilo de los ingleses. No es tan deleznable, y por lo general,
entre ellos la gente viste y bebe como Dios manda. Hay ms sentido
de la perspectiva, como si el Feudo de las Vampiresas existiera
realmente dondequiera y no slo en un punto que enfoca la cmara; hay
ms largos paseos por las colinas y no todos los personajes tratan
de comportarse como si acabasen de pasar una prueba en la Metro
Goldwing Mayer. Quizs los ingleses no sean siempre los mejores
autores del mundo, pero no cabe duda de que entre los ms inspidos
no hay quien les gane.Una cosa muy sencilla se puede afirmar de
todas estas historias: desde el punto de vista intelectual fracasan
como problema y desde el punto de vista artstico fracasan como
literatura. Son demasiado rebuscadas y apenas tienen en cuenta lo
que pasa en el mundo. Tratan de ser sinceras, pero la sinceridad es
un arte. El escritor malo es deshonesto sin darse cuenta, y el
regular puede ser deshonesto si no sabe hacia dnde dirigir su
honestidad. Piensa que un complicado esquema criminal, capaz de
desconcertar al lector perezoso que no se toma el trabajo de
desmenuzar los detalles, desconcertar tambin a la polica cuya
especialidad son precisamente los detalles. Y esos muchachos que
encaraman los pies en el escritorio saben que no hay en el mundo un
asesinato ms fcil de resolver que aquel con el que alguien ha
tratado de pasarse de vivo; el que realmente les preocupa es el que
se le ocurri al asesino dos minutos antes de cometerlo. Pero si los
que escriben esta literatura lo hicieran sobre crmenes reales,
tambin tendran que escribir sobre el sabor autntico de la vida tal
como se vive. Y ya que no pueden hacer eso, alegan que lo que hacen
es lo que debe hacerse. Es el clsico crculo vicioso -y los mejores
lo saben.En su introduccin al primer Muestrario del crimen, Dorothy
Sayers escribi: "ste (el relato detectivesco) no puede, y
tericamente nunca podr, alcanzar el nivel ms alto de la perfeccin
literaria. Y en otro lugar sugiere que es as porque se trata de una
"literatura de evasin" y no de una "literatura de expresin. Yo no s
cul es el nivel ms alto de la perfeccin literaria; tampoco lo
supieron Esquilo ni Shakespeare; -tampoco lo sabe la seorita
Sayers. Suponiendoque todo lo dems sea igual y nunca lo es el tema
ms intenso obligar a una ejecucin ms intensa. Sin embargo, se han
escrito libros bastante inspidos sobre Dios y otros muy buenos
sobre cmo ganarse la vida sin convertirse en un bribn. El problema
es quin escribe la cosa y con qu cuenta para escribirla. En cuanto
a eso de literatura de expresin y literatura de evasin, es pura
jerga de crticos, acostumbrados a usar palabras abstractas como si
tuvieran un significado categrico. Todo lo que se escribe con
vitalidad expresa esa vitalidad: no hay temas inspidos, sino mentes
inspidas. Todo hombre, al leer, escapa de algo para refugiarse en
lo que hay detrs de la pgina impresa; la calidad del sueo puede ser
discutible, pero el alivio que proporciona se ha convertido en una
necesidad vital. Todos los hombres necesitan escapar a veces del
ritmo angustioso de^sus propios pensamientos. Es parte del
mecanismo de la vida entre* * . . *seres pensantes. Es una de las
cosas que los distingue del lirn; ste, a lo que parece nunca se
puede estar completamente seguro se siente absolutamente feliz
colgando de cabeza en una rama sin leer siquiera a Walter Lippmann.
No pretendo erigirme en defensor del relato detec- tivesco como
forma ideal de evasin. Simplemente digo que toda lectura de placer
llmese griego, matemticas, astronoma, Benedetto Croce o El Diario
del olvidado es una evasin. Afirmar lo contrario es ser un esnob de
las ideas y un novato en el arte de vivir.-- TVTNo creo que fueran
consideraciones de esta ndole las que indujeron a la seorita
Dorothy Sayers a escribir las boberas de su ensayo crtico.Creo que
lo que en realidad le estaba royendo la mente era la conciencia
gradual de que el tipo de relato detectivesco que ella escriba,
resultaba una frmula estril que ni siquiera poda satisfacer sus
propias exigencias. Era literatura de segunda categora porque no
hablaba de las cosas que pueden producir una literatura de primera
categora. Aunque la autora empezaba hablando de gentes de carne y
hueso (y poda escribir sobr ellas, como lo demuestran sus
personajes secundarios) muy pronto las obligaba a hacer cosas
inverosmiles para que encajaran en el patrn artificial impuesto por
la trama. Y cuando hacan cosas inverosmiles dejaban de ser de carne
y hueso. Se. convertan en tteres, en amantes de pacotilla, en
villanos de cartn-piedra y detectives de una delicadeza exquisita e
inimaginable. El nico tipo de escritor que poda sentirse satisfecho
de estos engendros era el que no supiera lo que es la realidad. Los
propios relatos de Dorothy Sayers demuestran que se senta inquieta
por tanta trivialidad. Lo ms flojo de ellos es la parte propiamente
detectivesca; lo mejor es la parte que podra eliminarse sin
afectarse el problema de lgica y deduccin. Sin embargo, ella no
poda o no quera dejar que sus personajes pensaran con sus propias
cabezas y elaboraran su propia intriga. Para eso se requera una
mente mucho ms sencilla y ms fresca que la suya. En Largo fin de
semana, que es un recuento sumamente fiel de la vida y las
costumbres inglesas en la dcada que sigui a la Primera Guerra
Mundial, Robert Graves y Alan Hodge prestaron cierta atencin a la
literatura detectivesca.Eran tan ranciamente britnicos como los
decorados de la poca isabelina, y escribieron sobre una poca en la
que esos autores eran tan conocidos como cualquier gran escritor de
la literatura mundial. En una u otra forma sus obras se vendan por
millones, traducidas a una docena de idiomas. Esta fue la gente que
fij la forma,- estableci las reglas y fund el famoso Detection
Club, que es el Parnaso ingls de los escritores# , / rde novelas
detectivescas. Entre sus socios se *" *' * - cuentan prcticamente
todas las figuras impor- * i .tantes de la literatura detectivesca
desde ConanDoyle hasta la fecha. Pero Graves y Hodge llega-* . ron
a la conclusin de que durante ese perodo slo hubo un autor de
primera categora entre todos los escritores detectivescos. Un
norteamericano: Dashiell Hammett. Rancios o no, Graves%y Hodge no
se parecan a esos peritos oos de segunda fila; se daban cuenta de
lo que pasaba en el mundo y de que a los escritores detectivescos
de su poca les suceda lo contrario; adems, estaban convencidos de
que un escritor con visin y habilidad suficientes para hacer
verdadera literatura no hace literatura falsa.Hoy no resulta fcil,
ni importa mucho, determinar hasta qu punto era Hammett un escritor
original. Era uno entre varios, el nico que logralcanzar el
reconocimiento de la crtica, pero no el nico que escribi o trat de
escribir con realismo novelas de misterio. Todos los movimientos
literarios son as: se escoge a un solo individuo para representar a
todo el movimiento; por lo general ese individuo es la culminacin
del movimiento. Hammett fue el actor estrella, pero en su obra no
hay nada que no se halle implcito en los primeros cuentos y novelas
de Hemingway. Sin embargo, hasta donde alcanzo a saber, algo debi
aprender Hemingway de Hammett, as como de autores como Dreiser,
Ring Lardner, Cari Sandburg, Sherwood Ander- son y hasta de s
mismo. Haca tiempo que se vena gestando una especie de revolucin
antiretrica que afectaba tanto a la lengua como a los temas
literarios. Probablemente empez con la poesa; es lo normal. Si uno
quiere, puede remontarse directamente hasta Walt Whitman. Pero
Hammett la llev al relato detectivesco y a ste, envuelto en su
gruesa costra de nobleza britnica y seudo-nobleza norteamericana,
le cost trabajo empezar a moverse. Dudo que Hammett tuviera
expresamente algn tipo de propsito artstico; trataba de ganarse la
vida ^escribiendo sobre algo que conoca de primera mano. Claro est
que inventaba: todos los escritores lo hacen; pero se basaba en
hechos; inventaba a partir de cosas reales. La nica realidad que
(conocan los escritores detectivescos ingleses era !la manera de
hablar de los residentes de Surbiton y Bogner Regis. Aunque
escribieransobre duques y jarras venecianas,1 saban de* eso por
experiencia tanto como un ricachn de Hollywood sobre los
modernistas franceses que cuelgan en su chateau de Bel-Air, o sobre
la mesita Chippendale ms o menos autntica y chata como banco de
zapatero, que usai La situacin a que alude Chandler no parece haber
cambiado mucho en lo-s ltimos veinte aos- Ha variado de signo. AI
analizar las novelas de Ian Fleming en su libro The James Bond
Dossier (Londres, 1965) el crtico ingls Kingsley Amis afirma que la
negativa de Fleming a dejarse arrastrar por ese esnobismo
constituye una violenta ruptura con la tradicin. En las novelas de
Fleming no se presta especial atencin a las personas con ttulos
nobiliarios dice Amis, ni a las que tienen contactos en la Corte ni
a las ricas, ni a las que poseen residencias campestres donde dan
grandes fiestas campestres, ni a las que asisten a esas fiestas,
ni, en general, a ninguna de las personas que suelen aparecer en
las crnicas de sociedad. Es que los tiempos han. cambiado. A Bond
no le importa que Tracy, la mu- chacha de On Her Majesttfs Secret
Service, sea una aristcrata o una simple burguesa: le basta con
verla al timn de su Lancia Flaminia, un carrito italiana realmente
chic; Bond no posee viedos ni bodegas, pero sabe que para hacer
rodar un buen bist no> hay como el Jack Daniels, uno de los
whiskis de importacin ms caros que pividen encontrarse en -Europa o
en su defecto el Mouton Rothschild53. No- usa. bombn, naturalmente,
pero slo se lava la cabeza con Pinaud Elixir, el mejor de los
champs; a falta de leontina, tiene un Rolex oyster impermeable,
corr esfera lumrjica, que no se quita ni para cantar en la ducha.
Por lo dems, para matar con la impunidad que le da su licencia 007,
no necesita estiletes envenenados: le basta con su Beretta
semiautom* tica. Es un esnob a la altura de la poca, un neo- esnob.
Para l, el prestigio no radica en las personas,, en la posesin ni
en la artesana, sino en los objetos,, en el consumo y en la tcnica
moderna. En este sentido, Fleming no ha hecho ms que llevar a la
novelai de espionaje inglesa los mitos de la sociedad nec^
capitalista. {N. del T.)para tomar el caf. Al crimen, Hammett lo
sac de la jarra veneciana y lo dej caer'en plena calle; no tiene
que seguir ah indefinidamente, pero para empezar era una buena idea
apartarse todo lo posible de las preocupaciones de Emily Post sobre
cmo una joven bien educada debe comer el ala de pollo cuando se
presenta en sociedad. Hammett escribi de ;entrada (y casi hasta el
final) para.gentes cuya actitud ante la vida era abierta y dinmica.
Gentes que no le teman al lado oscuro de las cosas: vivan inmer- 1
sas en ellas. La violencia no las aterraba: estaba all, a la vuelta
de la esquina. Hammett llev de nuevo el crimen al tipo de gente