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¿Qué significa pensar moralmente?Dos maneras actuales de
entender a Kant:Robert B. Brandom y Jürgen Habermas
LUIS MARTÍNEZ DE VELASCO
RESUMEN. A los doscientos años del fa-llecimiento de Immanuel
Kant, su inftuen"cia no hace sino crecer cada día que pasa.La
nómina de filósofos pasados y presen-tes que han recibido, de
alguna manera,herencias kantianas resulta difícilmenteabarcable con
la mirada. De entre todosestos filósofos destacan dos cuyo
origen-filosofía analítica y pensamiento frank-furtiano,
respectivamente- no parecedelatar, en principio, la filiación
kantianade su pensamiento. Y, sin embargo, pocospensadores han
logrado captar como ellosla esencia problemática de la reflexión
deKant, sobre todo en lo concerniente a laautofundamentación de un
pensamientocontrafáctico en el marco de una consi-deración
pragmático-transcendental deluso del lenguaje. Nos referimos a
Ro"bert B. Brandom y a Jürgen Habermas.
En Brandom la pregunta kantiana por elquid juris? constituye el
núcleo de sureflexión sobre el lenguaje como vehículode la fuerza
normativa del acto de hablar,En Habermas es la propia
constelacióntranscendental de la filosofía de Kant loque viene a
jugar el papel de columna Ver-tebral que unifica y da sentido a
todasaquellas nociones en que se despliega suteoría de la acción
comunicativa l. Por ca-minos algo diferentes, Brandom y Haber-mas
expresan hoy la necesidad de recurrir
ISEGORíA/30 (2004) pp. 163-188
ABSTRACT. Two hundred years often I.Kant's death, his influence
grows moreand more each day. The list of such pastand present
philosophers as have received,in a way or another, the Kantian
heritagecannot be easily encompassed. Amongthem all, there are two
outstanding philo-sophers whose intellectual origin -analy-tic
philosophy and Frankfurtian thoughtrespectively- would not in
principIe be"tray any Kantian lineage. However theyhave been able
lo reach arare musteringof the problematic essence of Kant' s
refle-xion, chiefly as regards the self-groundingof counterfactual
thought within the fra-mework of a pragmatic-transcendentalview of
language use. We are referring toRobert B. Brandom and Jürgen
Habermas.
a Kant, cuya reflexión es capaz de conser-var y hacer prevalecer
los motivos contra-fácticos y a la vez posmetafísicos de unarazón
situada críticamente frente a unaproblemática vuelta a la religión
(Kola-kowski) así como frente al relativismomoral a que la conduce
el indiferentismoontológico del lenguaje propugnado porRorty. Tanto
Brandom como Habermasnos ofrecen, en este sentido, dos
recons-trucciones que actualizan a Kant sin tor-narlo
irreconocible. Todo lo contrario: su
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NOTAS Y DISCUSIONES
vuelta a Kant subraya precisamente losaspectos más decisivos y
comprometedo-res de una reflexión que, como dijera suautor, daría
sus frutos cien años despuésde su muerte. A los doscientos años
deésta no cabe duda de que tales frutossiguen resultándonos
imprescindibles.
Kant y la geometría de la virtud
De entre las tensiones que sostienen yvivifican la reflexión
transcendental kan-tiana sobresale una por su importante
vin"culación al problema de las fuentes delconocimiento. Nos
referimos a la tensiónentre la imaginación y la razón 2. Pese a
lainnegable articulación entre una y otrafuente en el terreno de lo
real, convienerecordar y subrayar su profunda incompa-tibilidad
transcendental, proveniente de lairreductible duplicidad entre las
perspecti-vas que una y otra abren al conocimientohumano del
universo. La imaginación sos"tiene una perspectiva antropocéntrica
que,si bien resulta irrebasable en los terrenosde la Estética
Transcendental (percepción)y la Analítica Transcendental
(concep-ción), no lo es en absoluto en el campoacotado por la
Dialéctica Transcendental.Aquí las antinomias de la razón pura
abrenuna horquilla de interpretaciones (juicios)del universo que
ponen de manifiesto nosólo la asimetría de los tipos de
interpre-tación (Dios-Alma-Libertad versus
Natu-raleza-Materia-Necesidad), sino, sobretodo, un doble aspecto
de decisiva impor-tancia. Un aspecto pragmático que, atentoa la
conexión entre creencias (en general)y conductas (en general),
consigue reflejarla diversidad de actitudes del sujeto a lahora de
adherirse a uno u otro tipo de cre-encias metafísicas - pues se
trata de cre-encias-, por ejemplo, la comodidad, lavanidad o la
moralidad en la metafísicaidealista (antropocéntrica) o la
objetivi-dad, la sobriedad o el escepticismo moralen la
materialista (logocéntrica). Y unaspecto pragmático-transcendental
(como
178
región del primero) atento a la vinculaciónentre creencias y
conductas en tanto quemorales. En este segundo sentido, la acti-tud
moral del sujeto, al renunciar a que sustemores y esperanzas
gobiernen sus con"cepciones teóricas 3, viene a reflejar unasuerte
de honradez (que, al instalarse en elplano de las creencias, debe
calificarse detranscendental) que le exhorta a sosteneruna
concepción teórica objetiva (en senti-do transcendental),
des-ilusionante, aun ariesgo de implicar, como por arrastre,
unaactitud moral escéptica. En efecto,
Natura-leza-Materia-Necesidad no parecen ani"mar precisamente a
adoptar una visiónmoralmente idealista, y ello no ya sólo porla
radical ausencia de una perspectiva ver-tebrada en torno a una idea
general de«recompensa», sino también - y esto espara Kant aún más
grave~ por la anula-ción de la capital noción de libertad.
La fundamentación autónoma de lamoralidad, el célebre «deber por
el deber»kantiano (que no se refiere al contenido dela acción
moral, o sea, a una abstracciónque deja al sujeto sin saber qué
hacer, tal y
.como lo interpreta Hegel un tanto malicio-samente, sino a que
los motivos del obrarmoral han de renunciar a cualesquieraresortes
utilitaristas, es decir, heteróno-mos); la fundamentación autónoma
de lamoral, decimos, sólo puede llegar a resol-ver los problemas
mencionados por mediode su propio despliegue interno. La honra-dez
transcendental me impide tanto recu-rrir a la ilusoriedad de un
universo ajusta-do a mis necesidades narcisistas comoescamotear mi
responsabilidad moral enbase a tal desilusión: aunque Dios no
exis-ta no todo me está permitido, afirmaciónque supone, desde
luego, no aceptar ni lafalsa responsabilidad utilitarista de
lailusoriedad ni la franca irresponsabilidaddel fatalismo. He de
actuar moralmenteaunque no consiga nada a cambio, aunquela
Naturaleza no quiera que mi acciónmoral triunfe y salga adelante,
aunque larealidad petrifique los resultados de mi
ISEGORíA/30 (2004)
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NOTAS Y DISCUSIONES
acción moral haciendo desaparecer la mar-ca de la espiritualidad
que deposité enellos (Fichte). Moral heroica, no cabeduda, tanto
como para necesitar ocasional-mente el apoyo indirecto, oblicuo y
comovergonzante de un «como si» ilusorio 4.
El método reflexivo utilizado por Kanta la hora de establecer su
intento de unafundamentación autónoma de la moralposee, como
sabemos, un doble elementoexplícito. Su recurso a una reflexión
verte-brada en tomo al quid }uris?, y su des-embocadura en una
determinación pura,incontaminada, «geométrica»: la
buenavoluntad.
La pregunta referida al «derecho», enprimer lugar, sólo puede
desplegarse allídonde se registra algún género de enjuicia-miento
por parte del hombre. No tiene nin-gún sentido preguntar con qué
derechopercibo el mundo como lo hago o aplicoestas categorías al
universo y no otras.Ahora bien, con qué derecho decreto quelas
cosas son exactamente como las perci-bo y concibo, o con qué
derecho juzgo miforma (humana) de conoCer como la únicaforma o «la
mejor forma posible», éstasson preguntas perfectamente
pertinentes..y aquí es donde viene a entrar en juego lahonradez: no
sé si las cosas son exacta-mente como las percibo o concibo, no
sési Dios existe o no, no sé si tiene algúnsentido un
comportamiento moral por miparte, etc., pero debo sospechar que
notengo ningún derecho a ajustar mi concep-ción del universo-yo
incluido- a misnecesidades egocéntricas.
La «buena voluntad», por su parte,ejerce un papel de límite.
Sería aquella quese ajusta perfectamente al contenido nor-mativo
del imperativo categórico. Natural-mente, su rendimiento
metodológico (sicabe hablar así) no es otro que el de repre-sentar
unfocus imaginarius, un «punto enel aire» cuyo papel consiste en
representaruna presuposición idealizante indispen-sable para poder
juzgar la realidad en tan-to que negativa, limitada, malograda,
ISEGORíN30 (2004)
reflejando el grado de intolerable lejaníadel ser con respecto a
lo que debería ser.
En este sentido, las teorizaciones deBrandom y Habermas
transitan en granmedida por trayectos kantianos. Su admi"ración por
Kant no es retórica en absoluto:la única manera de escapar del
actual indi-ferentismo moral (por no hablar de unarecaída, como
para compensar, en fanatis-mos teológicos) consiste en repensar
elprofundo nervus contrafáctico que animay sostiene la reflexión
kantiana sobre loslímites de la razón. Razón inmanente ysituada,
desde luego, razón sin transcen"dencia, pero es de vital
importancia noseguir confundiendo transcendentalidadcon
transcendencia ni pos-metafísico conanti-metafísico.
Robert B. Brandom y el compromisoconsecuencial
La investigación filosófica del lenguajerealizada por Brandom se
inspira clara-mente en planteamientos kantianos. ParaBrandom no se
trata de averiguar el gradode certeza que puede esperarse del
lengua-je, sino más bien de dilucidar a qué nosobliga su
utilización:
Mientras la concepción descriptiva que tie"ne Descartes de la
intencionalidad, que se cen-tra en la certeza, destaca como lo
esencial elmodo en que captamos los conceptos emplea"dos en la
cognición y la acción, la concepciónnormativa que tiene Kant,
centrada sobre la ne-cesidad, considera que es su dominio
sobrenosotros lo que constituye el núcleo del asunto.En el centro
mismo de la empresa filosófica deKant se halla el intento de
entender el origen, lanaturaleza y el significado de las normas
implí"citas en nuestros conceptos (tanto las que rigenel empleo
teórico de los conceptos en la inves"tigación y el conocimiento
como los que rigensu uso práctico al deliberar y actuar). Para
Kantla cuestión más urgente es cómo entender elcarácter rector de
los conceptos, cómo enten-der su autoridad, su carácter obligatorio
o suvalidez. Es el carácter normativo que él deno"mina
Notwendigkeit (
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NOTAS Y DISCUSIONES
Resulta muy interesante observar elvínculo entre el
planteamiento kantiano deBrandom y su intento de establecer
unalógica contrafáctica (él mismo la denomi-na «expresiva») capaz
de «abrir» el mun-do sin una referencia necesaria a loshechos pero
conectándose con un mundoposible, es decir, una lógica capaz de
pro-ferir juicios sintéticos y no simplementeanalíticos. El propio
Brandom caracterizasu posición con el término de racionalis-mo
lingüístico 6, que se opone
[al una comprensión del contenido en términosexclusivos del
modelo de representación de losestados de cosas, [al una
comprensión de lacorrección de las inferencias en términos
exclu-sivos del modelo de validez formal, y [al unacomprensión de
la racionalidad en términosexclusivos del modelo instrumental o
demedios-fines 7.
El resultado es una «razón elucidato-ria» o expresiva que no
sólo ha de presu-ponerse como un telón de fondo contrafác"tico,
sino que muy bien puede representarel fundamento real, aunque
oculto, de esostres usos del lenguaje 8.
He aquí lo básico: la reflexión deBrandom, al situarse en una
perspectivadébilmente contrafáctica (llamarla «idea-lista» sería un
tanto exagerado), refleja ensu interior un intento de
reconstrucciónpragmática del lenguaje Guego de dar ypedir razones,
así como de adquirir com-promisos y responsabilidades) que
apuntanecesariamente -pero sólo apunta- auna consideración ética
(pragmático"transcendental) del mismo, pues se apoyaen dos puntos
éticos cruciales como sontomarse en serio el lenguaje y
salvaguar-dar el carácter privilegiado (yen el límitesupremo) del
lenguaje moral. El resultadofinal apunta (insistimos: sólo apunta)
alhecho de que la racionalidad del indivi-duo se fundamenta en su
responsabilidadlingüística, esto es, en su capacidad desometerse
libremente y hasta el final aljuego de dar y pedir razones. No es
casua-
180
lidad entonces la apelación al métodosocrático:
El método socrático es una forma de colo-car nuestras prácticas
bajo un control racional,expresándolas de forma explícita, de tal
modoque puedan enfrentarse a objeciones y alternati-vas, una forma
en que puedan mostrarse comoconclusiones de inferencias que sirven
de justi-ficación sobre la base de premisas aportadascomo razones,
y como premisas de inferenciasadicionales que exploran las
consecuencias desu aceptación 9.
La exigencia de tomarse en serio ellenguaje permite contemplar
su texturapragmático-transcendental, o sea, tanto sucapacidad de
exhortarnos al compromisoentre intenciones, creencias y
conductascomo de juzgar las disonancias o inconsis-tencias
registradas entre estos tres elemen-tos. Hablar no es simplemente
prometersino afirmar una oración, y
afirmar una oración consiste en adquirir implí-citamente un
compromiso con la corrección dela inferencia material que va desde
las circuns-tancias a las consecuencias de su aplicación 10.
El compromiso social o intersubjetivodel acto de hablar lleva a
Brandom a esta-blecer una muy certera crítica del «fiabi"lismo»
como posición subjetiva de quiencree algo sin poder aportar razones
de sucreencia. Brandom pone el ejemplo de unaexperta en cerámica
capaz de distinguir,por lo que se refiere a la cultura de la
queprovienen, entre diversas piezas «a ojo debuen cubero», sin
aportar razones científi-cas, pero cuya fiabilidad es muy
respetadaentre sus colegas, que comprueban que«acierta» casi
siempre:
¿Deberíamos considerar que nuestra exper-ta en cerámica tiene
conocimiento en vez deestar en posesión de razones, y a pesar de
sudesconfianza en su propia fiabilidad? En segun"do lugar, ¿abonan
estos ejemplos una reacomo-dación de la epistemología centrándola
en lafiabilidad de los procesos de formación de lascreencias, en
lugar de en la posesión de razo-nes? En tercer lugar, ¿la
posibilidad y la conve-
ISEGORfN30 (2004)
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NOTAS Y DISCUSIONES
niencia de esa reacomodación de la epistemolo-gía significa que
la función explicativa desem-peñada por los conceptos de razones,
datos,inferencias y justificaciones puede ser sustituidapor los
procesos fiables de formación de creen-cias? Existe la tentación de
trasladar, de unarespuesta afirmativa a la primera pregunta,
unarespuesta afirmativa a las otras dos. Yo sosten-go que hay que
resistir a esa tentación 11.
La crítica al fiabilismo, que ha de serentendida (aunque con
ciertas reservas)dentro de una crítica más general al
irra-cionalismo, en el sentido, por ejemplo, delindiferentismo
ontológico del lenguajedefendido por Richard Rorty, se mantieneen
un campo epistemológico empirista (alfin y al cabo la experta en
cerámica delejemplo se apresura a buscar datos confir-madores de su
«corazonada»), lo cual, sirecordamos el rechazo brandomiano a loque
él mismo denomina «lógica represen-tacionista», es decir, a una
lógica atada alos hechos empíricos, parece implicar
unacontradicción, a no ser que elevemos lamirada hacia el horizonte
al que apunta laintención de Brandom: la fiabilidad-sin-razones no
es sostenible tampoco en elmarco de una lógica contrafáctica,
aunquepor razones diferentes. En el plano empíri-co basta con
comprobar si la «corazonada»estaba o no en lo cierto, mientras que
enlos planos epistemológico (en el que tam-bién hacen su aparición
determinadosvalores) y, sobre todo, moral -no tratadoexplícitamente
por Brandom, pero recons-truible a partir de sus premisas-,
la«corazonada» fiabilista viene a quedarrefutada por su propia
estructura internade discurso sin razones ni
compromisosintersubjetivos. En el terreno de los hechosel
fiabilismo simplemente puede acertar.En el de los valores, en
cambio, constituyeun discurso ilegítimo en su misma raíz[reproche
que, aunque acierte en loshechos, también puede serIe imputado
entanto que discurso (pseudo)científico] 12.
El establecimiento de una lógica ma-terial (semántica), por
oposición a la me-
ISEGORIA/30 (2004)
ramente formal, y contrafáctica, por opo-sición a una lógica
empirista, atada a loshechos, constituye el umbral
indispensablepara la reconstrucción de un discursomoral no sólo
como vocabulario especia-lizado o «privilegiado» en la
terminologíade Brandom (cosa que niegan los humea-nos radicales),
sino incluso como vocabu-lario supremo o regidor del resto de
voca-bularios, como discurso de discursos. Estesegundo paso se
encuentra implícito en lareflexión de Brandom.
La crítica humeana radical a la ética entanto que discurso
diferenciado se basa enla reducción de cualquier afirmación
deter-minada por un «debe» o «no debe» a unamera apariencia detrás
de la cual se agaza-pa un discurso fáctico gobernado por de-seos y
preferencias subjetivas. O el «debo»es un «prefiero» -viene a decir
Hume-o no es más que un vocablo retórico yvacío. Brandom escribe a
este respecto:
La tradición empirista trata de retrotraer eldiscurso acerca de
las razones para la acción,así como las normas que la rigen, a las
prefe~rencias y deseos subyacentes, que se concibenal mismo tiempo
como motivos intrínsecos ycomo la única clase de cosas que pueden
cons-tituir motivos intrínsecos [cursiva nuestral. Porlo tanto,
cualquier expresión completa de unarazón para la acción ha de
incluir una especifi-cación de qué es lo que quiere el agente, en
vir-tud de lo cual funciona (en el plano motivacio-nal) esa razón
como la razón para ese agente.En lo que aquí se cuenta, y en
contraste con losinstrumentalistas, las preferencias y los deseosse
explican en términos de compromisos conciertas pautas de inferencia
práctica, es decir,en función de qué es una razón para qué y no ala
inversa J3.
La reconstrucción brandomiana deldiscurso moral como vocabulario
diferen-ciado (con sus rasgos bien definidos, consu característica
lógica interna) no sigue,como sabemos, un camino semántico~almenos
no en un primer momento-, sinoun camino pragmático o, más
exactamen-
181
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NOTAS y DISCUSIONES
te, pragmático-transcendental, pues inter-vienen de un modo
decisivo las nocionesde compromiso y de responsabilidad. Setrata no
tanto de entender qué significa«yo debo hacer esto o lo otro»,
cuanto decaptar a qué me obliga tal afirmación.Para tal
reconstrucción viene a servirseBrandom del desarrollo de tres
elementosconstitutivos del discurso moral: (1) lanoción de
«inferencia material», (11) lanoción de «vocabulario privilegiado»
y,por último, (I1I) la noción de «compromi-so consecuencial».
(1) La inferencia material refleja laconexión deductíva entre
premisas y con-clusiones (dicho en lenguaje pragmatista,entre
intenciones y creencias, por un lado,y conductas, por otro)
teniendo muy encuenta el contenido semántico de los ele-mentos
integrantes en la inferencia. Demanera muy parecida a como ocurre
en ellenguaje matemático y el problema de suvacío semántico 14, el
lenguaje lógico for-mal no permite la adopción de compromi-sos
semánticos ni pragmáticos, sino sóloformales, gobernados
exclusivamente porel principio de no-contradicción. Si se par-te,
por ejemplo, de la formulación «si pentonces q», lo único a lo que
se compro-mete quien ha proferido tal formulación esa poner q si ha
puesto p y a quitar p si haquitado q. Nada más 15. Pero esto
resultaexcesivamente pobre desde un punto devista semántico y
pragmático:
Considérese la inferencia «si Pittsburg estáal oeste de
Princeton entonces Princeton está aleste de Pittsburg» y «si ahora
se ha visto elrayo entonces pronto sonará el trueno». Son
loscontenidos de los conceptos oeste y este los quehacen del primer
ejemplo una buena inferencia,y los contenidos de rayo y trueno, así
como losconceptos temporales, los que hacen correcta ala segunda.
El respaldo a esas inferencias cons-tituye parte de la captación de
esos conceptos,independientemente de cualquier competencialógica
16.
182
La verdad es que el ejemplo resultademasiado ambiguo, pues que
una ciudadse encuentre al este o al oeste de otra nodeja de ser un
hecho convencional, asícomo que tras el rayo venga el trueno nodeja
de ser un hecho habitual. Si son loscontenidos de los conceptos los
encarga-dos de suministrar la corrección deductivade una inferencia
material, tenemos dosproblemas. Uno, que estamos haciendodescansar
una versión pragmática de lalógica en su versión semántica y, dos,
queestamos reduciendo las posibilidades con-trafácticas de una
lógica material -cuyoestablecimiento se nos prometía- a
laestructura fáctica de una lógica atada a loshechos empíricos. En
este sentido, no ter-mina de verse muy bien de dónde extrae
lalógica material su fuerza de convicción, side los elementos
empíricos o del encade"namiento reflejado en las conectivas
«aleste», «al oeste», «primero», «luego».Parece que de los
primeros. Pero entonceslas posibilidades de una lógica material
yéontrafáctica se toman enormemente pro-blemáticas. Considérese el
siguiente ejem-plo. Supongamos que yo afirmo esto: «sitodos los
seres humanos somos iguales (entanto que se nos debe considerar
humanos)y si el ser humano tiene derecho a la ali-mentación,
entonces todos tenemos dere-cho a la alimentación». La pregunta es
sila perspectiva ofrecida por Brandom en suejemplo resulta
suficiente para salvaguar-dar la corrección de esta inferencia
(quecumple las condiciones de ser una infe-rencia material y
contrafáctica). Que Pitts-burg y Princeton existen y que
estánsituadas de cierta manera en el mapa, asícomo que tras el rayo
suele venir el true-no ~Hume dijo algunas cosas al respec-to~
constituyen dos inferencias correctasporque sus cuatro elementos
empíricosson evidentes. Mas si yo afirmara, porejemplo, que
Alfalandia está al norte deBetalandia y que por tanto Betalandia
estáal sur de Alfalandia, entonces nos que-damos a oscuras, pues no
conocemos la
ISEGORíA/3D (2004)
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NOTAS Y DISCUSIONES
existencia de tales países. La inferencia esformalmente
correcta, pero ni semántica nipragmáticamente tenemos la menor
ideade cómo entender o qué hacer con esainformación. El ejemplo
ético de la ali-mentación se aproxima a este segundocaso, pues
desde una perspectiva empiris-ta no es evidente ni que seamos
iguales nique el ser humano tenga derecho a la ali-mentación 17. La
indudable fuerza pragmá-tica (y pragmático-transcendental) de
estoselementos ha de provenir de otro sitio, hade instalarse en
otra perspectiva. Más ade-lante volveremos sobre esta cuestión.
(II) Un vocabulario privilegiado re-presenta un conjunto
coherente de elemen-tos semánticamente articulados, algo asícomo
una «gran familia de significados».Cuando alguien se introduce de
una mane-ra comprometida y responsable en unvocabulario
privilegiado (por ejemplo, enel lenguaje de la metalurgia) sabe de
quéestá hablando:
Aquí no se presenta la comprensión o lacaptación de un contenido
proposicional comosi se encendiera una luz cartesiana, sino comoel
dominio práctico de una cierta clase deacción inferencialmente
articulada, como unarespuesta diferenciada y acorde a las
circuns-tancias de una utilización correcta de un con-cepto, que
además distingue las consecuenciasinferencialmente correctas de
estas aplicacio-nes. No es una cuestión de todo o nada.
Elmetalúrgico entiende el concepto telurio mejorque yo, pues el
adiestramiento le ha hechodominar los vericuetos inferenciales de
suempleo de una forma que yo sólo puedo imitarmuy toscamente. En
esta explicación inferen-cialista, pensar de forma clara es una
cuestiónde saber a qué se está comprometiendo unocon una afirmación
y qué habilita a uno paraese compromiso [cursiva nuestra]. Escribir
cla-ramente es proporcionar suficientes pistas a unlector para que
pueda inferir con qué pretendeuno comprometerse con cada
afirmación, y quées lo que uno considera que le habilitaría paraese
compromiso. Si no se captan esos compo-nentes no se capta tampoco
el compromisoinferencial que entraña el uso del concepto, con
ISEGOR[A/30 (2004)
lo que deja de captarse su contenidoconceptual 18.
En este sentido, cualquier vocabularioviene a representar una
región semánticaque gobierna su propio espacio, obligan-do,
permitiendo o prohibiendo determina-das afirmaciones. El problema
del ejemploaducido por Brandom vuelve a ser que, alser un elemento
empírico, el telurio nopermite al experto en metalurgia
afirmarcualquier cosa de él precisamente por lafuerza de la
experiencia que le respalda ala vez que le obliga. La piedra de
toque dela fuerza inferencial que respalda a nuestrometalúrgico es
la comprobación. Mas¿qué tipo de comprobación podemos espe-rar de
una lógica contrafáctica, y másespecíficamente, de un discurso
moral?
Brandom establece algo así como unacabeza de puente con objeto
de ganar po-siciones antes de plantear una línea dedefensa de la
posibilidad de un vocabularioasí. Insiste en que cualquier
vocabularioprivilegiado gobierna su propio espacio:
Si lo que interesa es la forma lógica, enton~ces hay que ser
capaz de distinguir previamenteun cierto vocabulario como
peculiarmente lógi-co. Una vez hecho esto, la estrategia
semánticafregeana de buscar aspectos inferenciales queson
invariantes con la sustitución permite obte-ner una noción de
inferencias lógicamente váli-das. Pero si se escoge el vocabulario
teológico(o estético) como el principal, entonces exami-nar qué
sustituciones de vocabulario no teológi-co (o no estético) por
vocabulario no teológico(o no estético) preservan la corrección de
lainferencia discriminará las inferencias que sonbuenas en virtud
de su forma teológica (o esté-tica). De acuerdo con esta
concepción, la bon-dad formal de las inferencias se deriva y
seexplica en términos de la bondad material delas inferencias, por
lo que no debería acudirse aaquélla para explicar ésta 19.
Parece claro entonces que si existe unvocabulario teológico o
estético (regidospor valores, es decir, contrafácticos) nohay razón
para suponer que no existe un
183
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NOTAS y DISCUSIONES
vocabulario moral dotado, al igual queaquéllos, de límites
definidos, de estructu-ra lógica y, sobre todo, de capacidad
parademandar compromisos y responsabili-dades inferenciales y
pragmáticas (en elcaso del vocabulario moral,
pragmático-transcendentales). También éste gobiernay defiende su
propio espacio. Tampoco esposible aquí afirmar cualquier cosa O
tor-cer a capricho la dirección correcta de lasargumentaciones o
cancelar y detener elproceso de razonamiento. Si hablar estomarse
el lenguaje en serio, el vocabula-rio moral es, en principio, tan
sólido y dig-no como el que más. El problema es quetal género de
vocabulario, al representarademás un papel de
meta-vocabulario,(pues todo discurso, sea empírico o
con-trafáctico, demanda compromiso y respon-sabilidad, es decir,
honradez, por parte dequien lo está utilizando, y éstas son
preci-samente las determinaciones del vocabula-rio moral), aspira
-con toda razón- aelevarse hasta la cúspide de todos
losrazonamientos posibles. Ya es mucho sal-vaguardar un estatuto
sustantivo al lengua-je moral frente a los humeanos
radicales(Rorty), pero ¿se puede esperar la supre-macía de dicho
lenguaje?
Si hay algo que caracteriza el espíritude los tiempos (por
emplear la clásica fór-mula de Hegel) es la asunción inmediata
yacrítica -en una palabra, la creencia- deque la ética constituye,
todo lo más, unlenguaje entre lenguajes sin ningún génerode
privilegio cognitivo o pragmático. Enun libro reciente 20 expresa
Javier Echeve"rría este punto de vista (denominado por él«axiología
de la ciencia» por oposición auna ética de la ciencia) mediante una
argu-mentación desplegada en tres pasos. Unprimer paso
metodológico:
Nuestra axiología no afirma la existenciade un sistema general
de valores que defina laciencia ideal, y por ello no proponemos
ningúnideal normativo para regular en última instanciala actividad
científica 21.
184
Renunciando de esta manera a cual-quier género de jerarquización
de lengua"jes y, por lo tanto, a la entronización de unideal
regulativo, e! enjuiciamiento de laactividad científica debe
remitirse, en e!marco de una teorización hecha a la medi-da de la
sociedad liberal, a la armoniza"ción de la pluralidad fáctica de la
realidadsocial (donde, como suele Ser habitual, lapluralidad de
intereses se acoge a la co-bertura de una pluralidad de
opiniones):
Como criterio general diremos que serámejor aquella actividad
científica que muestremayor capacidad para integrar diversos
siste-mas de valores, a veces opuestos y en conflicto,de modo que
la satisfacción de todos y cadauno de ellos sea exigible, aunque
sea en uncierto grado 22;
con lo que se sigue, como corolario, elhecho de que
no se puede seguir manteniendo que la ética yla moral ofrecen un
marco adecuado para refle-xionar sobre los valores de la ciencia y
la tec-nología. Tienen su importancia, sin duda, peroel análisis
axiológico de la actividad científicano puede limitarse a las
cuestiones morales.Precisamente por ello hay que desarrollar
Unaaxiología de la ciencia, no simplemente una éti-ca de la
ciencia. De lo contrario estaremosignorando buena parte de los
problemas axioló"gicos más importantes suscitados por la
cienciacontemporánea 23 •
Naturalmente, cabe hablar aquí de unasubyacente intención
pragmática del autor,que no es otra que respetar, por medio deuna
decisión dogmática, la realidad socialdel capitalismo 24, algo que
impide de raízla constitución de un discurso moral capazde
cuestionar la propia posición del autoral respecto. El
planteamiento pluralista seautoinmuniza ante cualquier virus
contra"fáctico.
La posición de Brandom es bastantemás compleja. Sin
comprometerse explíci-tamente a favor de! establecimiento de
undiscurso moral como vocabulario supre-
ISEGORfAl30 (2004)
-
NOTAS Y DISCUSIONES
mo, su reflexión señala críticamente loslímites éticos de
cualquier vocabulario,introduciendo, desde «dentro», la obliga-ción
de dar y pedir razones en tanto quejustificaciones:
Las prácticas inferenciales materiales, querigen y hacen posible
el juego de dar y pedirrazones, entran en el juego y, por tanto, en
laconsciencia, como cuestiones explícitas objetode discusión y
justificación 25.
Y, desde «fuera», colocando en cadavocabulario o uso del
lenguaje (por ejem-plo, el uso de un lenguaje racista) unaespecie
de «rejilla» encargada de permitiro prohibir determinados elementos
en fun"ción de su admisibilidad o defendibilidadmorales:
Al evaluar la introducción y la evoluciónde un concepto, lo que
hay que preguntarsepropiamente no es si ya se ha respaldado
unainferencia entrañada de forma que no haya nin-gún contenido
nuevo entrañado, sino si esainferencia debería ser respaldada. El
problemacon [términos como] «boche» o «negro» 26 nose produce
cuando nos encontramosexpIícita"mente con el compromiso inferencial
materialque da al término su contenido y que resultaser nuevo, sino
cuando se puede advertir que esindefendible e inapropiado, un
compromisoque no estamos dispuestos a asumir [cursivanuestra]
27.
No hay dificultad en traducir ese «noestar dispuestos a asumir»
a no creersecon derecho a asumir, pues ésta es la ver-dadera
condición de posibilidad de aqué-lla. Por lo demás, y por seguir
con el ejem-plo de Brandom, la afirmación ¡ya estáaquí otra vez ese
negro! nos empuja a unacohesión interna (pues supone que no es
laprimera vez que hemos visto a ese indivi-duo, con lo que
afirmaciones como es laprimera vez que lo veo se hallan vetadas) ya
una coherencia «externa», puesto que alproferir así esa frase
estamos «arras-trando», lo queramos o no, seamos cons-cientes de
ello o no, una doble connotación,
ISEGORíA/3D (2004)
la de preferir «negro» a «ese individuo», yla de utilizar, como
pieza sub-textual en-cargada de establecer connotaciones
extra-lingüísticas, un indisimulado tono deimpaciencia o fastidio.
Pues bien, al defen-der la doble rejilla interna y externa,
lareflexión de Brandorn parece apostar porla posibilidad de un
vocabulario moral a lavez privilegiado y supremo que, en
últimainstancia, asuma el gobierno general detodo el lenguaje y,
por lo tanto, de todoslos usos del lenguaje.
(III) El resultado de todo esto nopuede ser más interesante,
pues viene aenfrentarse cara a cara con una confusión(que hace
verdaderos estragos en unostiempos tan relativistas y «plurales»
comolos nuestros) entre sinceridad y honradez,confusión que intenta
precisamente utili"zar para su provecho el tercer elementoapuntado
por Brandom a la hora de esta-blecer un discurso moral como
vocabula-rio supremo, a saber, la capital noción decompromiso
consecuencial. Supongamosque un racista nos dice que cree que
losnegros no son humanos, que su intenciónes perjudicarles todo lo
que esté en sumano, y que siempre que puede actúa enconsecuencia.
Desde un punto de vistaintuitivo podemos captar que este racistaes
sincero, pero no honrado. Si la sinceri-dad es un estado de
coherencia entre loque se piensa, se dice y se hace, la honra-dez
es un estado de coherencia muchísimomás complejo entre lo que se
piensa/sedice/se hace y lo que se debe pensar/decir/hacer l8 . En
este sentido, el problema radi-ca en si el alcance de la noción
brando-rniana de compromiso consecuencial selimita a la esfera de
la sinceridad o seextiende hasta la de la honradez.
Brandomsostiene, olvidando la presencia de unarejilla «exterior»,
que el compromiso con"secuencial supone la presencia de unadoble
obligatoriedad interna, a saber: quelos motivos de una acción
(pensar/decir/hacer) sean verdaderas razones y que talesrazones
sean las auténticas causas de
185
-
NOTAS Y DISCUSIONES
dicha acción 29. Lo segundo no tiene, eneste contexto, tantos
problemas como loprimero. ¿Qué se entiende aquí por unaverdadera
razón? Si entendemos que setrata de una argumentación que ha de
serpuesta al servicio de un juego intersubjeti-va de dar y pedir
razones (lo que suponeque las famosas «corazonadas~~ del
fiabi-lismo no pueden constituir razones), aúnfalta por aclarar si
este juego se sostienepor sí mismo (en el marco de un
consensofáctico donde el racista ofrece razones queconvencen al
resto de racistas o de incau-tos) o si debe someterse al juego
superiorde dar y pedir razones honradas 30. Estábastante claro, a
juzgar por la afirmaciónde Brandom de la inadmisibilidad de
lautilización connotada de «boche» o«negro», que se trata de lo
segundo. Peroel problema se manifiesta en el hecho deque la defensa
del discurso moral comovocabulario supremo no supera los
límitesimpuestos por lo primero, con lo que elsimple dar y pedir
razones en general, quees el fundamento de la sinceridad, funcio-na
como si fuera el fundamento de la hon-radez. En este sentido
precisamente ellaxo recurso brandomianoal concepto deley en Kant no
parece ser capaz de romperla subrepticia sustitución de la
honradezpor la mera sinceridad:
Modelar la acción a partir de la percepción[término con el que
Brandom denota los inputsdel sujeto como intenciones, creencias,
etc.]hace honor al hecho crucial de que el reco-nocimiento de los
compromisos puede causar yser causado. Kant define la voluntad
racionalcomo la capacidad de derivar actuaciones a par-tir de la
concepción de leyes. Sugiero que po-demos cambiar
-
NotAS y DISCUSIONES
consideración simplemente pragmática (aqué me obliga la
afirmación «debo haceralgo» sin distinguir los diferentes planosdel
verbo «deber»):
Respaldar una inferencia práctica comopreservadora de una
habilitación equivale aconsiderar que las premisas doxásticas
[corpo,reizadas en opiniones] proporcionan buenasrazones para la
conclusión práctica. Mostrarque una pieza de buen razonamiento
práctico esuna conclusión con una cierta intención equiva,le a
mostrar esa intención y la acción quedesencadena ,-si es que la
hay~ como unaacción razonable a la luz de los compromisosque las
premisas muestran. Por tanto, todos los«debe» que hacen explícitas
las especies derazonamientos prácticos que aquí se aducencomo
ejemplos, el «debe» prudencial, el«debe» institucional y el «debe»
incondicional,son clases diferentes de «debes» racionales
[oo.]Recuérdese que la habilitación ofrecida por lasrazones
institucionales o prudenciales no nece,sita ser respaldada por el
atribuyente. Comopone de relieve Davidson, no es preciso
queconsideremos que las razones del agente sonbuenas razones
32.
Toda la fuerza interior de la reflexiónde Brandom en tomo a la
lógica material ycontrafáctica proviene de su implícita con-vicción
central, a saber, que el lenguajeposee una indiscutible fuerza a la
hora degenerar creencias y promover conductas.Ahora bien, si el
asunto gira en tomo alhecho de actuar por razones y no sólo
conellas, ello se debe, sin duda alguna, a laexistencia de una
cierta verticalidad onto-lógica, a una especie de «tercera
dimen,sión» en el propio lenguaje que posibilitaun proceso de
profundización semánticadesarrollada a base de implicaciones
noadvertidas (tesis esta radicalmente enfren"tada al indiferentismo
ontológico del len-guaje de Rorty, por ejemplo). Con estoquiere
decirse que quien se compromete atomarse el lenguaje verdaderamente
enserio no ha de temer arriesgarse a profun-dizar y «dejarse
llevar» por él, a condición-eso sí- de que en última instancia
haga
ISEGORíA/30 (2004)
girar sus acciones lingüísticas, y por endesus acciones morales,
en torno a la pre-gunta pragmático-transcendental por exce-lencia:
¿con qué derecho afirmo (y, portanto, me comprometo a realizar)
esto oaquello?
Pero cabe preguntar, a su vez, de dón-de extrae esta pregunta la
fuerza normati"va que le confiere el papel de clave debóveda de un
discurso moral elevado alrango de vocabulario supremo. El
racistaque desprecia a los individuos de razanegra podría ofrecer
razones de sus creen-cias invocando a su propio interés o alhecho
de haberlas recibido del pasadofamiliar o social en que creció,
yeso en elmejor de los casos. Lo más frecuente seráque invoque toda
una serie de prejuiciosantropológicos y aun teológicos (
-
NOTAS y DISCUSIONES
moral- contra lo diferente a ego. El ate-nerse a los hechos como
tales, el prejuiciode ego como observador privilegiado(¿qué me está
usted intentando decir?, ¡loestoy viendo con mis propios ojos!).
Seentiende entonces que la descentración,tanto epistémica como
moral, constituye el«núcleo duro» de una actitud moralexigi-ble a
todo ser racional en el sentido de unproceso de maduración que
excluya laposibilidad de provocar daño o hacersufrir a otros seres
vivos (y aquí el conjun-to de seres vivos absolutamente
respeta-bles varía en función del grado de descen-tración
conseguido). Mas con estollegamos a una vieja y dolorosa
paradoja.La descentración epistémica ha resultadosiempre
incomparablemente más sencillaque la descentración moral (al margen
desituaciones en que se registran intentos derefutar el darwinismo
en nombre de laposición del hombre según algún textosagrado). Tal
cosa se debe, probablemen-te, al hecho de que el interés
egocéntricoestá menos dispuesto a someterse a unasuperación
práctica que a someterse a unasuperación teórica por el carácter
«lejano»y aparentemente menos problemático deésta: al fin y al cabo
resulta «razonable»(en el sentido de comprensible) la aseve-ración
de Lucy, la estirada amiga de Char-lie Brown: 1 love humanity; it's
the peoplewhat 1 hate (
-
NOTAS Y DISCUSIONES
do normativo del deber. Por decirlo de unmodo breve y coloquial:
si usted no cum-ple su deber es porque no le da la gana, noporque
no lo conoce 34. No es un asunto deimposibilidad teórica, sino de
decisión (entodo caso qué debo hacer es cuestión quecompete a la
teoría, mientras que debohacer compete a la voluntad).En este
mis"mo sentido, ya desde Kant (en realidad,desde Platón) se abre
aquí una problemáti-ca horquilla entre los problemas de la
fun"damentación de la moral (dónde encontrar,dónde fundamentar la
noción de deber) ylos de la motivación en el obrar moral (porqué he
de comprometerme moralmente).Al margen ahora de que,
proyectadossegún su propia lógica interna, ambos pla-nos resultan
ser incompatibles, el asuntoreside en que la relación entre
cogniciónmoral (
-
NOTAS Y DISCUSIONES
casos, sin que por ello sea expulsado del grupode jugadores del
juego de las afirmaciones. Noobstante, mantengo que los juegos
afirmativosdeben tener reglas de este tipo: reglas de com-promiso
consecu(mcial.
¿Por qué? Pues porque para que una jugadasea reconocible como
afirmativa no debe servana, debe suponer una diferencia, debe
tenerconsecuencias con respecto a lo que es apropia-do hacer según
las reglas del juego. Las afirma-ciones expresan juicios o
creencias. Poner unaoración en la lista de juicios, ponerla en
unacaja de creencias, tiene consecuencias en cómose debe actuar,
juzgar y creer racionalmente.Puede que seamos capaces de construir
casosen los que sea inteligible atribuir creencias quecarezcan de
consecuencias y estén aisladas desus compañeras. «Creo exactamente
que lasvacas son bobas, eso es todo. De eso no sesigue nada y no
estoy obligado a actuar de nin-guna manera concreta basándome en
esta creen-cia». Puede ser, pero no todas nuestras creen-cias
pueden entenderse racionalmente de esemodo 36.
Naturalmente, la lealtad, el querer jugarel juego, no es una
cuestión cognitiva (encontraposición al sentido socrático de
quequien no quiere ajustar su conducta a uncompromiso racional es
que no ha llegadoa entender, a ver, su necesidad). «Sé quedebo ser
leal en el juego, pero el caso esque no me da la gana» dice o
piensa nece"sariamente el free rider de nuestro ejem"plo. Tal saber
(plano cognitivo) no le com-promete para su actuar (plano
volitivo), yeso es precisamente lo que sume en la per-plejidad a
Brandom -y a cualquiera-oLos argumentos de éste, sin embargo,
nopueden sino limitarse a incidir en la auto-percepción del sujeto
desleal (
-
NOTAS Y DISCUSIONES
(al menos no empíricos en el sentido usualdel término) como
~~honradez», «concien-cia», etc., con la esperanza de motivar alos
jugadores a que jueguen el juego delvocabulario moral. El rechazo
por parte deBrandom de todo 10 que connote satisfac-ción, provecho
o recompensa reviste unmérito enorme, desde luego, alejándole
detodo aquel género de utilitarismos quegobiernan los dilemas del
prisionero, lasteorías de juegos de optimización, etc.,sólo que al
precio de fundamentar de unmodo simplemente contingente la
necesi-dad del hombre de comportarse como unser racional. Como
hemos estado viendo,los límites de tal contingencia coincidencon, o
mejor, reflejan, los límites de lacapacidad de motivación del
lenguaje.
]ürgen Habermas y los presupuestosidealizantes
Al igual que Brandom reconoce el fuertetalante kantiano de su
propia noción de«inferencia contrafáctica» como el puntonodal a
partir del cual se desarrolla el com-promiso consecuencial entre
los hablantes,también Jürgen Habermas señala el caminoque une su
proposición de «presupuestosidealizantes» al talante normativo,
contra-fáctico, del pensamiento de Kant:
Si no me equivoco, la transformación de las«ideas» de la razón
pura de Kant en presuposi-ciones idealizantes de la acción
comunicativapermite encarar todas las dificultades en relacióncon
el papelfáctico que, en un plano performati-vo, juegan los
supuestos contrafácticos 38.
De hecho, la reivindicación haberma-siana de Kant se extiende
hasta el punto dereconocer no sólo que la filosofía analíticano ha
cornprendidocorrectamente las con-secuencias de que la aplicación
del girolingüístico a la reflexión transcendentalkantiana necesita
conservar su fuerza con-trafáctica 39, sino también que la deuda
delpensamiento analítico actual (Sellars,
ISEGORíA/30 (2004)
Dumrnet, Brandom) con Kant es muchomás sólida de lo que suelen
reconocerestos autores 40.
El acceso reflexivo habermasiano a larealidad social concebida
como contextoen el que se desenvuelven todos los proce-sos
lingüísticos conformadores de la con-ciencia ha de partir
necesariamente (esdecir, si quiere precisamente esquivartodos los
inconvenientes de un contextua-lismo absoluto) de un plano ideal
comofocus imaginarius que funciona comopunto de referencia crítico
capaz de seña-lar la profunda negatividad moral
(prag-mático"transcendental, si se prefiere) de loexistente, su
profunda lejanía con respectoal ideal al que debería responder o
quedebería, siquiera parcialmente, reflejar. Lanoción de
«presupuestos idealizantes»(idealisierende Voraussetzungen)
maneja-da por Habermas viene a reflejar la urgen-te necesidad de
una re-idealización delespacio de reflexión filosófica. Tal
cosasupone no seguir confundiendo razóntranscendental con razón
transcendente,por un lado, y, por otro, no seguir embo-rronando o
tomando difusa la relaciónentre hechos y valores. En este sentido,
elproblema pragmático-transcendental porexcelencia consiste
precisamente en logrardilucidar
si las huellas de una razón transcendental sepierden en la arena
de la historización y la con"textualización, o si una razón
encarnada en loscontextos históricos conserva la fuerza de
unatranscendencia desde dentro. ¿Conserva la coo-peración de
sujetos capaces de aprender dentrode sus respectivos mundos de la
vida -articu"lados siempre de modo lingüístico- la fuerzarevisora
necesaria para un cambio racional-mente motivado de la
interpretación del mun-do? ¿Está la razón arrojada al acontecer
«abri"dor del mundo» del lenguaje, o continúasiendo, al mismo
tiempo, una fuerza «que mue-ve el mundo»? 41 •
En otro lugar tuvimos ocasión de trataren detalle el asunto de
la duplicidad de
191
-
NOTAS Y DISCUSIONES
planos en que se desarrolla, con toda latensión que ello
comporta, la reflexión deHabermas 42. Se trata de destacar la
exis-tencia de un plano sociológico (PS) y unplano filosófico (PF)
que mantienen entresí una relación tal que la pervivencia delPS
puede prescindir con toda naturalidaddel PF, mientras que éste se
ve en la obli-gación de mantener un problemático equi-librio entre
hostilidad y proximidad conrespecto a aquél. La raíz del
problema,según esto, se encuentra en la profundaasimetría en que se
hallan uno y otro pla-no en el marco de una situación
pos-meta~física, donde el PS se mueve, por decirlode un modo
coloquial, como pez en elagua (relativismo, utilitarismo,
indife-rentismo ontológico) en tanto que el PF hade sostenerse a sí
mismo recurriendo pro-blemáticamente (pues no puede echarmano de
bases metafísicas) a fuentes lin-güístico-normativas o
fenomenológicas, ala vez que dibujándose a contraluz de
lasexigencias sistémicas e incluso coactivasdel PS. Se trata, por
decirlo así, de uncombate entre dos ejércitos extraordinaria-mente
desiguales.
La posición de Habermas puede resu-mirse en los siguientes
cuatro puntos:
- El PF es el único plano que puedeiluminar al PS desde un
ángulo pragmáti-co-transcendental.
- El PF sólo puede establecer unaauto-fundamentación
resistiendo. a la ten-tación de apoyarse en y desarrollarse
sim-plemente por medio de la negación retóri~ca de PS.
- La tarea del PF consiste en mante-ner abierto un proceso de
comunicaciónlingüística alimentando una constanteampliación del
punto de vista de losmiembros que intervienen en ella(mediante el
recurso sistemático a losmejores argumentos).
- El único punto de apoyo motiva-cional con que cuenta el PF es
la honradezde los hablantes, que han de comunicarse
192
entre sí rechazando cualquier mecanismocoactivo O institucional
(el Derecho, porejemplo) y renunciando a la vez volunta-riamente a
conservar su natural egocen-trismo como hablantes «situados»
(embed-ded) justo en las antípodas del «velo de laignorancia»
raw1siano.
Cuatro puntos, cuatro problemas. Noson de extrañar en absoluto
ni el constantetitubeo habermasiano entre uno y otro pla-no
(recurriendo en ocasiones al PS sinaclarar si en el marco del
análisis pragmá-tico constituye un punto de salida o unpunto de
llegada) ni el carácter contingen-te de una fundamentación empírica
inca~paz de superar por sus propios medios lalógica del «quien no
quiere, no quiere» 43.
La confusión entre el plano filosóficoy el plano sociológico
hace pronto su apa-rición, justo en el comienzo de la teoriza-ción
habermasiana en torno al caminoreflexivo necesario para la
reelaboraciónde un planteamiento pragmático conectadocon el giro
lingüístico. [El punto de cone-xión de uno y otro es, como sabemos,
elhecho de considerar el enunciado de afir-maciones como un acto de
habla que,pragmáticamente, supone determinadoscambios en la
conducta del hablante(Michael Dummet) y que,
pragmático-transcendentalmente, refleja su responsa-bilización a la
hora de mantener ciertoscompromisos morales con el contenido delas
afirmaciones (Robert Brandom)]. Lamencionada confusión entre planos
vienea recaer en la indistinción entre una nece-saria objetivación,
hecha posible por elgiro lingüístico, de las actitudes de
losagentes morales, que ahora son concebi-dos como hablantes cuya
conducta verbalrefleja no sólo síntomas de su conducta engeneral,
sino también exigencias de unaconducta moral por su parte, y una
innece-saria reducción de las condiciones de vali-dez del lenguaje
normativo a las con-diciones de aceptabilidad social de laemisión
de textos y de actos de habla. Con
ISEGORíAl30 (2004)
-
NOTAS Y DISCUSIONES
esto quiere decirse que el abandono deaquel monologicismo
atribuido a la filoso"fía de Kant en tanto que filosofía de
laconciencia subjetiva no debería suponer,como si fuera un efecto
colateral inevita-ble, el abandono de la tensión entre
planosposibilitando la difuminación de fronterasentre «lo
admisible» y «lo admisible racio-nal». Abandonar la subjetividad no
quieredecir abandonar la contrafacticidad. Noobstante, parece que
la renuncia haberma-siana a atribuir una cierta naturaleza
trans-cendente a la racionalidad humana parececonducir, como «por
arrastre», a la nega-ción de su naturaleza transcendental. Cra-so
error, que se ve alimentado por elrecurso a Wittgenstein y su
concepción dellenguaje como juego
convencionalmentereglamentado:
Según la concepción pragmático-formal, laestructura interna
racional de la acción orienta-da al entendimiento se refleja en las
suposicio-nes que los actores tienen que adoptar cuandoentran sin
reservas [cursiva nuestra] en estapráctica. El carácter necesario
de este «tenerque» reines solchen "Müssens»] ha de entender-se más
bien en el sentido de Wittgenstein que enel de Kant, es decir, no
en el sentido transcen-dental de las condiciones universales,
necesariase inteligibles (y sin origen) de la experienciaposible,
sino en el sentido gramatical de la ine-vitabilidad que resulta de
los nexos conceptua"les internos de un sistema de
comportamientoguiado por reglas en el que nos hemos socializa-do y
que, en cualquier caso, resulta irrebasablepara nosotros. Después
del rebajamiento prag-matista del planteamiento kantiano,
«análisistranscendental» significa la investigación decondiciones
presuntamente universales perosólo irrebasables de ipso, que deben
ser satisfe-chas para que puedan producirse determinadasprácticas o
resultados fundamentales 44.
La presencia de unas idealizacionesnecesarias previas -lógica,
no genética-mente- a los actos de habla y encargadasde gobernarlos
(en tanto que son actos dehabla responsables) viene a garantizar
pre-cisamente la existencia de
ISEGORíA/30 (2004)
aquellas presuposiciones de la argumentaciónque mantienen en
funcionamiento la dinámicade progresivo descentramiento de las
perspecti-vas pluralistas de interpretación 45;
lo que pone sobre la mesa la urgente nece-sidad de distinguir,
como hace Gadamer,por ejemplo 46, entre el uso de un
lenguajesurgido de una convención y el uso de esemismo lenguaje
enfrentado a ella. Pues sital confrontación representa el más
ge-nuino producto de una acción comunicati-va llevada a cabo bajo
condiciones idea-les, entonces quiere decirse que el primeracto de
habla responsable, la negación delos imperativos institucionales y
sistémi-cos de la estructura social -si tal nega-ción es dialógica
o monológica resultaahora indiferente- 47 ha de consistir
nece"sariamente en un alejamiento del contexto,en la cancelación de
la propia lógica quelo rige, en el regreso a la conciencia capazde
autopercibirse como no completamentesubsumida en el contexto de la
comunica-ción social (es decir, capaz, por decirlocon las certeras
palabras de Javier Mu-guerza, de disentir, de decir no a las
pre-tensiones de validez meramente social detal contexto). Esto
supondría una vuelta aplanteamientos transcendentales, un
dis-tanciamiento social vertebrado a un conqué derecho digo, pienso
y actúo (o deci"mas, pensamos y actuamos) de esta ma-nera situado a
contrapelo del contextosocial. Habermas, que identifica
sistemáti-camente «monológico» con «subjetivo»,considera éste un
camino equivocado:
La independencia epistémica con respectoa la autoridad colectiva
de la comunidad lin-güística parece que sólo puede ser asegurada
alindividuo mediante una distancia monológica.Esta descripción
individualista yerra lo esencialdel entendimiento lingüístico. Las
comunica-cioneS cotidianas tienen lugar en el contexto desupuestos
de fondo compartidos, de modo quela necesidad de comunicación
surge, sobretodo, cuando tienen que armonizarse las opi"niones e
intenciones de sujetos que juzgan y
193
-
NOTAS YDISCUSIONES
deciden independientemente. La necesidadpráctica de coordinar
distintos planes de acciónes lo que otorga un claro perfil a la
expectativaque tienen los participantes en la comunicaciónde que
los destinatarios tomen posición respec-to de sus propias
pretensiones de validez. Éstosesperan una reacción afirmativa o de
rechazoque cuenta como respuesta, puesto que sólo elreconocimiento
intersubjetivo de las pretensio-nes de validez criticables genera
aquel tipo decomunidad sobre la que pueden fundarse paraambas
partes vínculos fiables que tengan con-secuencias relevantes para
la interacción 48;
lo que, en todo caso, al insistir en la nece-sidad de señalar un
marco lingüístico irre-basable como condición sin duda necesa-ria
para el entendimiento entre los agentessociales (necesaria pero no
suficiente a lahora de dar cuenta de la necesidad desuperación del
individualismo reflejado enesos agentes «que juzgan y deciden
inde-pendientemente») puede resultar perfecta-mente compatible con
el mantenimientode una «lógica social» no dirigida, en prin-cipio,
a ninguna superación dialógica delcontexto (contexto que exige
también, a sumodo, la armonización de opiniones eintereses de los
agentes sin que éstos ten-gan por qué preocuparse de la
legitimidadpragmático-transcendental de sus respecti-vas
posiciones: la sociedad democrático-liberal es un perfecto ejemplo
de ello). Aligual que en Brandom, también parecedarse en Habermas
una confianza en eljuego de dar y pedir razones en general,como si
tal juego se orientara espontánea-mente hacia una derivación
transcenden-tal. Puede, pero no tiene por qué. Lacomunicación
fáctica (
-
NOTAS y DISCUSIONES
ner que renunciar al perverso mecanismodel tu quoque (¿por qué
he de ser honradocon Fulano si él no tiene la menor inten-ción de
serlo conmigo?), se viene a daruna especial situación desolipsismo:
notengo derecho a dejar de ser honrado conFulano aunque no consiga
una respuestaequivalente por su parte. De ahí provieneprecisamente
el muy especial estatuto dela conciencia monológica, su aferrarse
avalores morales independientemente de laactitud instrumental de
los demás. Ahíradica justamente la determinación de li-bertad
interior ostentada por ella.
La indistinción entre planos subyacen-te bajo algunas
afirmaciones habermasia-nas (donde se identifican subjetividad
ymonologicidad, conciencia individual yconciencia transcendental)
provoca unafuerte aporía en el interior de la reflexión,lo que
obliga a Habermas a presuponeruna equivalencia entre el juego
social dedar y pedir razones y el juego moral dedar y pedir razones
en el seno de unacomunicación irrestricta y sin
reservas.Naturalmente, la introducción de eSe «sinreservas» supone
la presencia imantadorade un valor contrapuesto a la comunica~ción
fáctica registrada en el plano social(donde o bien se habla de
hechos, o biense parlotea ocultando las verdaderasintenciones del
hablante, o bien se ponende manifiesto «sinceramente» como unapieza
integrante de la comunicación trans-formada en ese momento en
simple bar-gaining, en simple negociación y force-jeo). En
cualquier caso, o se recurre a untranscendental (honradez) que
garantice apriori la apertura del proceso de comuni~cación, O éste
tiende a estancarse en unsimple arreglo y solapamiento de
intere-ses.
Es interesante observar, al hilo de todoesto, el reproche que
Habermas dirige aPeirce y su noción de «opinión final»como aquel
estado al que acabaría llegán-dose una vez que se consumara el
procesode apertura comunicativa. Se trata de un
ISEGORíA/30 (2004)
reproche que pone sobre la mesa, bien a lavista, el carácter
ambiguo de la teoría delpropio Habermas. La «opinión final»
fun-ciona en Peirce como un ideal regulativoque dirige, gobierna y
mantiene constante-mente abierto el proceso de comunicacióna
condición de que éste refleje la honradezde los hablantes, su
hablar sin reservas. Lavalidez incondicional de la pretensión
deverdad cede al proceso una apariencia declausura que en realidad
nunca se verificaen el mundo de los hechos sociales. Elsub-texto
que funciona en Peirce afirmaque en condiciones ideales se llegaría
auna opinión final. Habermas fija su aten-ción en esta clausura -de
índole transcen-dental~ y desarrolla su objeción en dosregistros
diferentes. Por un lado, sin haberdescontaminado aún el término
«verdad»de sus adherencias empiristas (lo que lelleva a emparentar
«aseverabilidad» y«comprobación», desechando así con elloel propio
término de «verdad» en el marcode un pensamiento contrafáctico).
Median-te este reproche Habermas parece torpe-dear, no sólo contra
Peirce, sino tambiéncontra sí mismo, la posibilidad de
tránsitoentre PS y PF. Por otro lado, constatandoque el plano
social no permite ningúngénero de clausura, lo que viene a
traerconsigo, como por arrastre, la permanentepuesta en cuestión
del propio plano filosó-fico. El asunto, por tanto, se resume en
queno se sabe dónde apoyar entonces la dife-rencia entre un simple
dar y pedir razonesen general y dar y pedir razones honradas.Ni en
uno ni en otro caso parece posiblehablar de verdades morales, bien
por noser fácticas, bien por no poder definirsecomo «verdades
conseguidas»:
El reflejo epistémico de la incondicionali-dad es la
revalorización ideal del público críti-co en una instancia
"última». Para ello utilizaPeirce la imagen de la comunidad de
investiga-dores ilimitada en el tiempo histórico y en elespacio
social, una comunidad que impulsapermanentemente el proceso
inclusivo de
195
-
NOTAS YOISCUSIONES
investigación hasta el valor límite de la «opi-nión final»
49.
Los elementos puestos en funciona-miento por Peirce (
-
NOTAS Y DISCUSIONES
dimensión pragmática del lenguaje ya nofluye espontáneamente
hacia su plasma-ción pragmático-transcendental, sino quese hace
indispensable la introducción deun elemento problemático de
decisión querecae exclusivamente en la responsabili-dad del
hablante. Con ello no se puededecir, desde luego, que obtengamos
unasolución definitiva del problema de lamotivación moral, ni
muchísimo menos,pero al menos salta por los aires el cerrojoliberal
que suponía evidente, casi pormedio de un mecanismo de «mano
invisi-ble», que los resultados de una instrumen-talización del
lenguaje vienen a tomarse,de un modo misterioso y sin
transformar-se ni un milímetro, en otras tantas optimi-zaciones de
su uso moral. (El célebre«velo de la ignorancia» de Rawls cae
bajoesta determinación. Al ser «de la ignoran-cia» se acerca al
plano transcendental dela honradez, mas, al referirse
exclusiva-mente a los intereses particulares de losagentes
individuales, vuelve a situarse ala sombra de una construcción
conceptualliberal). La exacerbación de una comuni-cación
instrumental, pues, aun con todoslos presupuestos pragmáticos a su
favor,sólo ofrece como resultado más comuni-cación instrumental. No
hay misteriosossaltos cualitativos. Quien se sirve del len-guaje y
lo aprovecha para sus fines parti-culares: a) no está laborando
«oscuramen"te» y sin saberlo para una misteriosaverticalización
transcendental, sino que b)sabe perfectamente, y es responsable
de,estar colaborando para la degradación deluso verdaderamente
comunicativo dellenguaje.
Habermas acaba reconociendo la nece-sidad de suponer algo así
como un eje «ver-tical» que refleje la existencia de un
planotranscendental (PF) que consiga escapar delos requerimientos
sistémicos de PS:
La pretensión de corrección o rectitud delos enunciados
normativos se apoya en la pre-sunta validez de una norma
subyacente. A dife-
ISEGORíA/30 (2004)
rencia de la validez veritativa de los enunciadosdescriptivos,
el ámbito de validez de una pre-tensión de corrección varía con el
transfondolegitimador, es decir, varía en general con loslímites de
un mundo social. Únicamente losimperativos morales (las normas
jurídicas que,como, por ejemplo, los derechos humanos, sólose
fundamentan moralmente) pretenden, comolas afirmaciones, validez
absoluta, es decir,reconocimiento universal. Ello explica la
exi-gencia de Kant de que los imperativos moralesválidos deben ser
«universalizables». Las nor-mas morales deben poder encontrar el
recono-cimiento racionalmente motivado de todos lossujetos capaces
de lenguaje y de acción porencima de los límites históricos y
culturales decada particular mundo social 53.
Tal reconocimiento universal (que,dicho así, parece hacernos
regresar alnivel pragmático del PS: habría que espe"cificar que tal
reconocimiento es universalporque refleja una idea moral, esto es,
por"que merece ser universal) necesita de unaactitud del agente que
rompa con los cam-biantes criterios sociales de lo bueno y lomalo,
etc., lo que supone
a) la existencia de una posibilidadpragmática de anclar el
sistema de motiva-ciones en el focus imaginarius de normasmorales
transcendentales, y
b) la plena responsabilización delagente que sabe que ha de
dirigir su mira-da al absoluto de un criterio
pragmático-transcendental;
que todo ello pueda traducirse exclusiva-mente en un plano
social empírico y, a lamanera de la «opinión final» de Peirce,
sebase en la toma en consideración de losintereses y
argumentaciones de todos losagentes puede no garantizar la
honradez-menos aún la racionalidad- de las deli-beraciones y
decisiones adoptadas, porejemplo, a la hora de valorar el
impactonegativo que una decisión adoptada segúneste criterio,
necesario pero no suficiente,podría suponer en seres humanos aún
nonacidos.
197
-
NOTAS y DISCUSIONES
Si un agente sabe que debería ajustarsu conducta moral a un
criterio pragmáti-co-transcendental mediado lingüística-mente pero
no por ello disuelto en losimperativos sistémicos del contexto,
sabetambién -o, al menos, es capaz de sospe-char~ que puede ser
víctima de auto-engaños y de ilusiones sociales que lehagan
«veD> que tal contexto es irrebasa-ble y racional (en sentido
hegeliano). Lapresuposición habermasiana del deber deser críticos
ante a los propios engaños(insistimos: al menos en el sentido a
prioride «estar en guardia» frente a ellos) 54 tie-ne toda la
apariencia de ser un texto auto-invalidante a no ser que se suponga
a prio-ri una capacidad de razonar por parte delagente que no quede
plenamente subsumi-da en el contenido de tales autoengaños.Dicho de
una manera muy coloquial, nohay por qué aceptar que estamos tan
cie-gos. Cierto que con respecto a un eje idealencargado de
representar el plano pragmá-tico-transcendental de una
comunicaciónhonrada vienen a darse, casi sin excep-ción, constantes
desviaciones y «trampaspragmáticas» más O menos conscientes,por lo
que no cabe duda de que
un analista que no participara en el discursopodría captar estas
desviaciones con respecto auna situación de habla que se supone
aproxima-damente «ideal» mucho mejor que los propiosparticipantes
implicados en el discurso. Peroéstos tampoco están tan enteramente
absorbi-dos por esta implicación como para que elloimpida que,
incluso en actitud realizativa, siganteniendo presente también -al
menos intuiti-vamente- mucho sobre lo cual podrían llegara tener,
si adoptaran una actitud objetivante, unsaber temático 55.
Mas si se plantean las cosas de estamanera (y así ha de ser si
se desea superar«por arriba» la pegajosa omnipresencia deun
lenguaje irrebasable), entonces no que-da más remedio que postular
un planofilosófico donde se albergan todas aque-llas intuiciones a
priori, contrafácticas,
198
que constituyen, por decirlo así, el ladoinsobornable de la
conciencia del hombre.Pues si siguen equiparándose irrebasa-bilidad
formal e irrebasabilidad material~social- del lenguaje (o, en su
traduc-ción pragmática, entre consenso ideal yconsenso fáctico),
entonces toda la teoríahabermasiana de la acción comunicativase
viene abajo. Por eso -ya para acabar-resulta de la máxima
importancia señalarlo que sigue a continuación:
a) La fundamentación de la teoría dela acción comunicativa como
teoría prag-mático-transcendental del uso del lenguajees también, a
su vez, una fundamentaciónpragmático-transcendental (algo así
comoun círculo lógico) 56. En este sentido, setrata de enjuiciar
qué sucede en la acciónde los hombres -y, en última instancia,en
sus conciencias~ cuando se postula yse defiende una teoría de la
acción comu-nicativa, y sobre todo qué sucede cuandono se postula
ni se defiende (muy parecidoal asunto de los derechos humanos:
supostulación y defensa son, sin duda, hartoproblemáticas, mas su
ausencia resultacatastrófica) 57.
b) Las evidentes insuficiencias moti-vacionales de la teoría de
la acción comu-nicativa la limitan hasta el extremo dehacer de ella
una teorización idealista difí-cilmentecapaz de enraizar en los
hechoscotidianos de habla (y, por tanto, en laconducta de todos los
días) 58. La situaciónno puede resultar más interesante ni
para"dójica. Si se parte de la
fundamentaciónpragmático-transcendental de dicha teoríapropuesta en
el punto (a), la pregunta noes sólo en qué grado emancipa al
hombrela postulación de una teoría de la accióncomunicativa (cuya
noción de «responsa"bilización» tantos puntos de contacto man-tiene
con el lema horaciano utilizado porKant, sapere audef), sino
también, en elmarco de una auto-aplicación de sus pro-pios
criterios transcendentales, con quéderecho postulamos una teoría
emancipa-
ISEGORíA/30 (2004)
-
NOTAS Y DISCUSIONES
toria que, al renunciar a cualquier coac"ción que no sea el
seguimiento de losmejores argumentos, se fundamenta enuna más que
problemática madurez que lepermite, al final, caer en la tentación
deretirarse, compungida, del mundo de losfenómenos sociales, con lo
que de un idea-lismo «activo» pasamos a un idealismo«pasivo» .
La formulación, por fortuna, puede sermucho más breve y
contundente (a condi"ción de admitir una determinación «exte"rior»
que fije su sentido real): la teoría dela acción comunicativa
necesita de la pre"sencia de un lenguaje legal que, a la ma-nera de
un arbotante, fije y proteja su eS-tructura. Lo malo es que tal
lenguaje
viene a ser algo así como un «ayudantetraidor» que impide, con
su presencia, larealización de una verdadera actitudcomunicativa al
ser una plasmación espe"cífica - pero tan sagrada y oscura comola
que más- de un lenguaje instrumentalconcebido, en su uso
pragmático, para elengaño y el regateo (o, dicho coloquial-mente,
para «hacer ver lo blanco negro»).Aquí también -y esto es lo
interesante~sigue siendo Habermas un kantiano con-vencido. Los
límites de su teorizaciónmoral coinciden, exactamente igual queen
Kant, con el conocido «agujero jurídi"co», que prescribe, como
suprema obliga-ción moral, el cumplimiento de la leypositiva
59.
NOTAS
I Nos remitiremos a Robert B. Brandom. Articula-ting reasons. An
introduction to inferentialism (enadelante AR), Cambridge, Harvard
University Press,2000 (trad. casto La articulación de las razones.
Unaintroducción al inferencialismo. Madrid, Siglo XXI,2002); y a
Jürgen Habermas, Kommunikatives Han-deln und
detranszendentalisierte Vernunft (en adelan-te KHdV), Stuttgart.
Philipp Reclam. 2001 (trad. castoAcción comunicativa y razón sin
transcendencia, Bar-celona, Paidós, 2002).
2 Naturalmente la sensibilidad, tanto pura comoempírica,
constituye en Kant una importantísimafuente de conocimiento, sólo
que ahí no se registraninguna tensión interna. sino una
contraposiciónentre la esfera general del fenómeno y la de la
cosaen sí. No existe tensión en el sentido en que estamosusando
aquí esta palabra por la sencilla razón de quesólo podemos percibir
y concebir los fenómenos bajolas inevitables condiciones de la
subjetividad hu-mana.
3 «El idealista cree comprender y saber lo que sustemores y
esperanzas le empujan a aceptar o creer. Enrealidad los únicos
fundamentos de su actitud no sonmás que la comodidad y la vanidad»,
Kritik der rei-nen Vernunft, A 473/B 501.
4 «La verdadera sabiduría es la compañera de lasencillez, y como
en ésta el corazón gobierna alentendimiento, normalmente convierte
en superfluoslos grandes preparativos de la erudición. pues
nonecesita de tales medios, que además nunca ejercen elmismo
influjo en todos los hombres. Pues ¿qué?,¿acaso es bueno ser
virtuoso porque hay otro mundo
ISEGORíA/30 (2004)
o es buena la virtud por el hecho mismo de ser virtuo-sa?, ¿es
que el corazón del hombre nO contiene leyesmorales en su interior y
para animarlo en esa direc-ción ha de imaginarse la existencia de
otro mundo?»,Trdume eines Geistersehers, erldutert durch Trdumeder
Metaphysik, A 126.
5 AR. 164. Salvo indicación en contra, todas lascursivas son del
autor.
6 Véase AR, 189.7 AR, 76-77.8 Véase AR, 59.9 AR. 56.10 AR, 63.11
AR, 101-102. Recuérdese el célebre dictum kan-
tiano acerca de la persuasión: «Puedo guardar para míla
persuasión si me encuentro bien con ella, pero nopuedo ni debo
hacerla valer fuera de mí». Kritik derreinen Vernunft, A 822/B
850.
12 Las connotaciones políticas de la crítica al fiabilis-mo son
evidentes. Al igual que Kant, Brandom estásugiriendo que un
discurso basado en meras «corazo-nadas» (por ejemplo, los discursos
de los tiranos) care-cen por completo de la legitimidad
suministrada por laposibilidad de una consideración intersubjetiva
de suscontenidos. Por eso resulta chocante que sea precisa-mente
Sócrates el que afirme lo siguiente: «Sirviéndosede ella [la
opinión exacta] gobiernan los hombrespoIí-ticos los Estados, y no
difieren en nada con respecto alconocimiento de los poetas y
adivinos. Pues, en efecto,también ellos dicen por inspiración
muchas verdades,pero sin saber nada de lo que dicen» , Menón.
99b-c.
I3AR,38. .
199
-
NOTAS y DISCUSIONES
14 Véase Carl G. Hempel, «Sobre la naturaleza dela verdad
matemáticll», en James R. Newman (ed.),Matemática, vl!rdad,
realidad, Barcelona, Grijalbo,1969, pp. 12-32.
15 En realidad existe un compromiso previo eimplícito, el de
respetar las reglas de la lógica. Perodesde el punto de vista de lo
que nos interesa aboraeste compromiso es tan formal como el
primero.
16 AR, 52.17 En cuanto al punto de vista lógico-formal, tam-
bién sería correcta la siguiente inferencia: si el serhumano
tiene derecho a la alimentación y si no todossomos iguales (si no
todos debemos ser consideradoshumanos, pOr ejemplo, los individuos
pertenecientes auna raza diferente a la mía), entonces no todos
tene-mos derecho a la alimentación.
18 AR, 63-64.19 AR, 55.20 Ciencia y valores, Barcelona, Destino,
2002.21 Op. cit., p. 193.22 Op. cit., p. 208.23 Op. cit., pp.
205-206.24 Hablando del impacto social de las innovaciones
tecnológicas -por ejemplo, la invención y utilizaciónde misiles
inteligentes~ afirma Echeverría: «No hayque pensar que las
valoraciones que se vayan a hacerde esas innovaciones sean las
mismas para un generalde la OTAN, un empresario aeronáutico, un
político,un telespectador o por quien recibe en su casa elimpacto
de un misil inteligente. Otro tanto cabríadecir en otros ámbitos de
la tecnociencia. El axiólogoha de ser capaz de analizarlas
acciones, los resultadosy las consecuencias desde todas esas
perspectivas,poniéndose una y otra vez en el lugar del otro.
Desdenuestro punto de vista no es posible hacer una axiolo-gía
categórica y principialista, a la vista del enormecampo cubierto
por los sistemas de valores tecnocien-tíficos»,op. cit., p.
209.
25 AR, 61.26 En inglés nígger, de connotaciones verdadera.
mente insultantes, frente al concepto descriptivo yneutro de
black. En castellano la connotación negati-va se introduce por
medio del tono despectivo conque en ocasiones se emplea el término
«negro».
27 AR, 71-72.28 Hemos desarrollado este punto en el contexto
de una consideración pragmática y pragmático-trans-cendental de
las ciencias sociales en Conocimiento,dominio y emancipación. La
doble revolución de lasciencias sociales, Madrid, Fundamentos,
2002, pp. 9Y ss.
29 Véase en AR, 82-84 esta teorización de Bran-dom situada en el
marco de una interesantísima dis-tinción, tOmada de Davidson, entre
actuar con razo-nes y actuar por razones. Por cierto, que
nuestroAntonio Machado habla también, como de asuntodigno de
averiguación, de la diferencia entre actuarcon creencias y actuar
por creencias. Véase Antonio
200
Machado, Obras Completas, edición de OresteMacrí,2 vols.,
Madrid, Espasa Calpe, 1988, vol. 2,p.2339.
30 Podría argumentarse que el racista puede con-vencer a una
comunidad de racistas o de incautos,pero no a una comunidad
racional. Pero una comuni-dad racional está compuesta de individuos
que se dany se piden razones honradas, con lo que volveríamosa
alejarnos de la laxa definición de dar y pedir razo"nes en general
ofrecida por Brandom. Más adelantevolveremos sobre este tema
procurando extraer algu-nas consecuencias del interesante concepto
brando-miano de «habilitación» (entitlement).
31AR,94.32 AR, 92. La verdad es que por este camino es
fácil llegar a la caricatura. Por ejemplo, podríamosllegar a
considerar racional aprendemos de memoriael apellido de los
habitantes de la provincia de Soriasi ésta ha sido la condición
ineludible puesta por unprofesor para superar un examen importante.
Al nodistinguir los diferentes tipos de deber reteniendo
ex-clusivamente la «racionalidad» de su acatamientodejando de lado
su racionalidad intrínseca, es decir,su legitimidad, Brandom parece
quedarse sin un crite-rio que distinga suficientementé el juego de
dar ypedir razones en general del de dar y pedir razonesmorales
(honradás). Éste es precisamente uno de losprincipales reproches
que Habermas dirige a este«realismo normativo» de Brandom. Véase
JürgenHabermas,
-
NOTAS Y DISCUSIONES
le atribuye un saber respecto de lo que significa
actuarautónomamente», KHdV, 28.
M KHdV, 11-12.45 KHdV, 81.46 Véase Hans Georg Gadamer, wie weit
schreibt
Sprache das Denken vor?», en Wahrheit und Methode2, Tübingen,
l.C.B. Mohr (Paul Siebeck), 1993,pp. 203 Yss.
47 Indiferente en el sentido de que en el monólogoel individuo
ha interiorizado la tensión entre hechos yvalores, lo que supone
que, aun hablando consigomismo, el tal individuo ha superado la
subjetividad.Desde luego que esto le empuja a hablar con losdemás,
pero querer dialogar respons(lblemente es unacto de conciencia
individual.
4& KHdV, 82-83. Las cursivas son nuestras.49 KHdV, 35-36.50
«Esta imagen [de Peirce] es engañosa en dos
sentidos. Por una parte, sugiere que la verdad puedeser
concebida como aseverabilidad justificada, siendoésta, a su vez,
medible en función de un consensoobtenido bajo condiciones ideales.
Pero un enunciadoencuentra el asentimiento de todos los sujetos
racio-nales porque es verdadero, no es verdadero porquepueda
constituir el contenido de un consenso ideal-mente alcanzado [¡pero
aquí se está poniendo en jue-go entonces una verdad empírica!]. Por
otra parte, esaimagen centra su atención no en el proceso de
justifi-cación en el curso del cual los enunciados
verdaderospodrían resistir todas las objeciones, sino en el
est(ldofin(ll de un acuerdo a prueba de revisión [tal estadofinal
representa, en todo caso, la condición de posibi-lid(ld (por tanto,
transcendental) que mantiene abiertoel proceso de comunicación, es
decir, la confi(lnZ(l enque por ese camino nuestros esfuerzos van
bien diri-gidos: sencillamente no hay contradicción entre unacosa y
otra]», KHdV,36.
" Veracidad y honradez, como hemos visto algomás arriba, no son
exactamente lo mismo. Alguienpuede ser veraz, incluso
irrestrictamente veraz, y sersincero e incluso cínico, pero no
honrado.
"KHdV, 32.53 KHdV, 41-42.54 Véase KHdV, 45-46.
ISEGORíA/30 (2004)
55 KHdV,46.56 Círculo que, como tal, no resuelve el asunto
del
origen de la noción misma de «fundamentación
prag-mático-transcendental», eso es evidente. Mas lo queaquí nos
interesa es precisamente captar qué enciermen su interior dicho
círculo, es decir, qué persigue,cuál es su propia intención
pmgmátlco-tmnscenden-/(ll. Observar el rendimiento moral de un
plantea-miento teórico, captar qué hace de nosotros, si noshace o
no mejores, y hacer de ello uno de los criteriosque nos permite
enjuici(lrlo es una de las grandezasde Platón. Por ejemplo:
«Creemos que es necesariobuscar lo que no se sabe [en lugar de
conformarnoscon el argumento de que ni siquiera tiene sentido
bus"Car lo que no se sabe precisamente porque no se sabe]para ser
mejores, más esforzados y menos inoperantesque si creyéramos que no
conocemos ni somos capa-ces de encontrar nada ni que es necesario
buscar»,Menón, 86b.
57 Este tipo de fundamentación apagógica desarro-llada en el
terreno pragmático-transcendental puedeencontrarse, por ejemplo, en
Karl-Otto Apel, «Kon~fliktlOsung im Atomzeitalter als Problem
einerVerantwortungsethik», en Viskurs und Ver(lntwor-tung,
Frankfurt, Suhrkamp Taschenbuch Wissens-chaft, 1988, pp. 256 y
ss.
5& Lo que, sin embargo, y por volver a la carga conlo último
que hemos afirmado, no debe sonar a repro-che en absoluto, pues el
rendimiento pragmático"transcendental de la teoría de la acción
comunicativa(que ~conviene recordar- no es una teoría descrip-tiva,
sino normativa) consiste precisamente en mante-ner la tensión
ser-deber ser mediante la apelación a larespons(lbilid(ld rnoml de
los hablantes, cuya primeraobligación es tomarse radicalmente en
serio ellengua~je. En este sentido, una teorización igualmente
idea-lista desde el punto de vista epistemológico como el«velo de
la ignorancia» de Rawls ostenta un rendi-miento
pragmático-transcendental de menor intensi-dad (si cabe hablar
así), pues más bien nos aquieta ynos reconcilia con el orden social
existente a causa desu excesivo carácter «utópico».
59 Por ejemplo, en Mef(lphysik der Sitten. Rechts-lehre, A
34.
201