Alan Gonzalez
En un árbol
En Limpopo, Sudáfrica, el matrimonio de Doug y Heahter Van Heeder han
montado un bar en el tronco ahuecado de un gigantesco árbol. En el salón
entran unas 15 personas y se sirve cerveza bien fría que se conserva en un
sótano que mantiene las bebidas bien heladas. El “arbolito” en cuestión es un
Baobab de 22 metros de alto y 47 metros de circunferencia en su tronco hueco,
con paredes que miden dos metros de espesor.
En un submarino
El Mar Rojo Estrella Bar es el primer bar submarino del mundo, en la ciudad de
Eilat, Israel, a 90 metros de la costa. Este sitio, sumergido seis metros bajo el Mar
Rojo, funciona como un observatorio marino y uno puede beber una copa o cenar
en el restaurante mientras se deleita con la fauna marina. Está abierto todos los
días y los precios son muy accesibles.
Entre Hobbits
Quien haya visto “El Señor de los Anillos” sentirá que este bar realmente
está manejado por hobbits. El lugar, de hecho, se llama La Casa de los
Hobitts, funciona en Manila, Filipinas, y todos los empleados son enanos.
Se sirven hasta 100 diferentes tipos de cerveza y los turistas se la pasan
sacándose fotos con los pequeños camareros.
Entre insultos
La Casa Pocho, en la playa de Cullera, a pocos kilómetros de Valencia,
España, tiene un encanto especial y curioso: para que a uno lo
atiendan debe humillar a los mozos de todas las maneras posibles.
“Tráigame un gin tonic, payaso infeliz”, es lo más suave que se ha
escuchado en Casa Pocho. Hay quienes cuentan que a los clientes se
les va la mano con los insultos y que, muy seguido, todo termina con
golpes y sillas rotas.
En una clínica
En Singapur funciona un bar llamado La Clínica, en donde los mozos y
camareras están vestidos como doctores y enfermeras. No sólo las mesas
parecen camas de hospital sino que uno también puede beber de una bolsa
de goteo, servirse un “jeringazo” de vodka y sentarse en una silla de ruedas.
En un ataúd
Si uno quiere beber y “descansar en paz”, nada mejor que el Bar de la
Eternidad, en la ciudad de Truskavts, en Ucrania, que es en sí mismo un
gigantesco ataúd. Hecho con madera de pino de 25 metros de largo y 6
metros de alto, este cajón tiene luces muy bajas y flores por todos lados, para
que uno realmente sienta que pasó “a mejor vida”. Aquí el Happy Hour es
toda una ironía.
En una mina
Si uno ha leído “Viaje al centro de la Tierra”, de Julio Verne, sentirá algo
parecido cuando ingrese en La Mina Club, un bar ubicado a 184 metros
bajo tierra, en Zacatecas, México. Ese sitio fue alguna vez una de las
minas más importantes de ciudad pero dejó de ser explotada durante los
años 60 para convertirse en museo y bar de copas. Para acceder al lugar,
hay que tomarse un trencito que demora cuatro minutos en bajar hasta el
salón. Por supuesto, se obliga a usar el casco de minero .