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Historia Crtica No. 42, Bogot, septiemBre-diciemBre 2010, 256
pp. ISSN 0121-1617 pp 54-83
Prensa y opinin en los inicios republicanos (Nuevo Reino de
Granada, 1808-1815)
Magster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia y
Doctor en Sociologa de la Uni-versidad Pars III-Iheal (Francia).
Profesor titular del Departamento de Historia de la Universi-dad
del Valle (Cali, Colombia). Director del grupo de investigacin
Nacin-Cultura-Memoria, en
procesodeclasificacinanteColciencias.SulneadeinvestigacineslahistoriaintelectualdeColombia,
siglos xix y xx. Sus temas de inters son las relaciones entre
intelectuales y poltica
ylasprcticasdesociabilidadpoltico-religiosa.Esautordedosestudiosbiogrficos,Luis
Tejada y la lucha por una nueva Cultura. 1898-1924 (Bogot: Tercer
Mundo-Colcultura, 1995) y Manuel Anc-zar y su poca, 1811-1882
(Medelln: eafit-Universidad Nacional, 2004).
[email protected]
Gilberto Loaiza
Cano
The press and public opinion in the early Republic (New Kingdom
of Granada, 1808-1815)
aBstractThis essay examines the complex process of adop-
ting freedoms of the press in what had been until
that moment the New Kingdom of Granada. Bet-
ween 1808 and 1815, a period of intense political
mutations, the freedom of speech and the press
were conceded though with restrictions. There was
also the rhetorical inheritance that served as a
common repertoire among the main political and
educated figures of the period. The transition from
an Enlightenment-based press to one that expres-
sed political opinions was evident during these
years. La Bagatela, published by Antonio Nario,
was one example of this transition.
Key WordsPublic opinion, journalism, censorship,
Enlightenment.
Prensa y opinin en los inicios republicanos (Nuevo Reino de
Granada, 1808-1815)
resumeNEste ensayo examina el proceso complejo de
adopcin de las libertades relacionadas con la
publicacin de peridicos en lo que haba sido
hasta entonces el Nuevo Reino de Granada. Entre
1808 y 1815, poca de intensas mutaciones polti-
cas, las libertades de opinin e impresin fueron
concedidas y practicadas con restricciones; a eso
se agrega la herencia retrica que sirvi de reper-
torio comn de los principales agentes polticos
y letrados de aquella poca. La transicin de una
prensa ilustrada a una prensa de opinin poltica
fue evidente en esos aos; La Bagatela, publicada
por Antonio Nario, fue ejemplo de esa transicin.
palaBras claveOpinin pblica, periodismo, censura,
ilustracin.
Artculo recibido:
5 de Abril de 2010;
AprobAdo: 30 de julio
de 2010; modificAdo:
6 de Agosto de 2010.
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Granada, 1808-1815)
iNtroducciNEste ensayo parte de suponer que en el lapso
comprendido entre 1808 y 1815, con-
sideradoporelcanonhistoriogrficohispanoamericanocomounaprimeraetapadeun
balbuciente republicanismo, tuvo lugar la puesta en marcha de la
libertad de opi-nin y, tambin, de la libertad de informacin. Esta
situacin indita en la vida pblica de las antiguas posesiones de
Espaa en Amrica fue proclamada en legislaciones de esa poca y
puesta en prctica por los criollos doctos que, a la vez que se
preparaban para legitimarse como personal poltico, desplegaron sus
conocimientos y ardides de publicistas para darle cimiento a un
mecanismo que, en adelante, hasta buena parte del siglo xx, sera
sustancial para el engranaje de la democracia representativa. Ese
personal ilustrado era poseedor de un capital simblico y de
destrezas retricas que se plasmaron en la apretada y muchas veces
incierta circulacin de peridicos y otras formas de comunicacin
cotidiana impresa. Tomando algunos ejemplos, qui-zs no tantos como
para complacer a los exigentes lectores de esta revista pero los
suficientescomoparasealarlosustancialdelfenmenovividoenaquellostiempos,he
querido mostrar en este ensayo cmo los peridicos constituyeron
desde entonces un dispositivo concienzuda y conscientemente
elaborado por un grupo de individuos capacitados para las tareas de
difusin y persuasin, en un espacio pblico de opinin
quecomenzabaaexpandirseyatornarseconflictivo.
Entre 1808 y 1815, en lo que haba sido el virreinato de la Nueva
Granada hubo un despliegue de frmulas de organizacin de un
incipiente sistema republicano que apel al principio de la
sobe-rana del pueblo y que erigi algunas libertades, cuyos
principales beneficiarios fueron loscriollos
letrados.Enesosaoshubouna
Este ensayo es resultado de una investigacin mayor registrada en
la Vicerrectora de Investigaciones de la Universidad del Valle,
acerca de la historia de la prensa y la opinin pblica en la primera
mitad del siglo xix colombiano.
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Granada, 1808-1815)
eclosin de interpretaciones en torno al nuevo orden y se ampli
el espectro de par-ticipantes en la vida pblica. Todo eso qued
registrado en la creacin de juntas, en la redaccin de proclamas,
constituciones polticas y peridicos. Los peridicos funda-dos en esa
etapa testimonian el legado intelectual de la Ilustracin, las
primeras pujas entre la potestad civil y la potestad eclesistica,
la preeminencia de los individuos letrados, las luchas
fundacionales entre facciones polticas y la puesta en discusin de
un repertorio de libertades relacionadas con el derecho a opinar y
a estar informados sobre los asuntos de gobierno.
En el fructfero cruce caminos de la historia intelectual con la
historia poltica, anunciado y explicado a su manera por
Franois-Xavier Guerra1 y, ms recientemente, por Elas Jos Palti2, el
estudio de la prensa, tanto en su papel difusor de ideas como en su
condicin de sntoma de una situacin cultural y poltica, constituye
un objeto de estudio que demanda una plural mirada acerca de unas
tradiciones en el mbito lite-rario y retrico que tuvieron una
reelaboracin en la coyuntura de 1808 a 1815; de la aparicin de un
orden legal que intentaba responder a las demandas de un orden
pol-tico en ciernes; del tipo de individuo que asumi el liderazgo
de ese proceso indito de expansin del mundo de la opinin y de la
informacin polticas; y, claro, del momento discursivo de la
poltica. Por supuesto, los historiadores podemos agregar otros
aspec-tos dignos de anlisis, pero por ahora basta insistir en los
que acabo de mencionar.
1. tiempos de camBioA partir de 1808 hubo cambios ostensibles en
la produccin y circulacin de
peridicos en Hispanoamrica. Los prospectos de los peridicos de
entonces y la legislacin sobre libertad de imprenta, entre 1808 y
1815, testimonian una intensa mutacin entre el personal letrado que
admita la importancia persuasiva y didc-
tica de la prensa. Cualquier cronologa bsica sobre la historia
de la opinin pblica debe otorgarles a estos aos la importan-cia de
una primera etapa en que se volvieron indispensables el taller de
imprenta, las libertades en el ejercicio de la opinin, la difusin
escrita de impresos publicados con alguna regularidad. Entre 1808 y
1810 fue evidente la mutacin en las prioridades de comunicacin de
la prensa; uno de los ejemplos ms ostensibles es el Semanario del
Nuevo Reino de Granada, nacido en 1808 y
soste-nidocomounpapelcientfico,unpapelserioqueconstatabay lamentaba
la paulatina prdida de suscriptores y la divisin de
1. Principalmente su libro ya clsico y, aun as, poco y mal ledo:
Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones
hispnicas (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1993).
2. Principalmente en Elas Jos Palti, La invencin de una
legitimidad. Razn y retrica en el pensamiento mexicano del siglo
xix. Un estudio sobre las formas del discurso poltico (Mxico: Fondo
de Cultura Econmica, 2005).
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gustos entre el pblico. Un peridico cuyo mximo responsable en la
redaccin fue
FranciscoJosdeCaldas(1768-1816),afinesde1809apelabatodavaalaautoridaddel
Rey, pretenda reunir a los sabios del Reino, crea interpelar a los
individuos ilustrados y, por tanto, admita que su semanario estaba
fuera del alcance comn; a medida que se extingua, el peridico dio
paso a otro tipo de escritura en la prensa y a otro tipo de
lectores3. El propio Caldas dej de ser el escritor y promotor de
memo-riascientficasparaparticipar,en1810,enlaredaccindelDiario
poltico de Santaf.
Ellenguajedelalealtadmonrquicaylasdescripcionesjuiciosasdelcientficodieronpaso
al debate pblico en torno a la encrucijada poltica que ofreca la
posibilidad de
desprendersedefinitivamentedeldominioespaol.Entre1808y1810,delasumisincolonial
se pas al cuestionamiento de la larga tirana administrativa y
poltica espa-ola y a la enunciacin de un pretendido orden
republicano.
Ciertas circunstancias empujaron a las lites hispanoamericanas a
recurrir de manera cada vez ms sistemtica al uso de publicaciones
regulares que sirvieran para hacer circular sus opiniones, sus
prcticas legislativas en representacin del pueblo. La circunstancia
ms evidente fue la incertidumbre poltica que oblig a aquellos
indi-viduos a competir en la exposicin de variantes doctrinales
para legitimar un viejo o un nuevo orden. Otro factor fue la
tradicin deliberante y crtica que, en el caso de la lite criolla,
podra encontrar despliegue erigindose como tribunal supremo de la
opinin. Para el personal criollo de aquellos aos no eran nada
extraos los efectos didcticos y persuasores del periodismo; tampoco
ignoraban un arsenal retrico aprendido den-tro y fuera de los
protocolos de la educacin durante la segunda mitad del siglo xviii,
que les sirvi para expresar sus opiniones y para legitimarse como
un grupo selecto de individuos que saban ejercer con regularidad el
uso de la razn. Hubo una matriz cultural que les permiti a los
hombres letrados de la poca, principalmente sacerdo-tes catlicos y
abogados, acudir a un repertorio de estrategias discursivas
exhibidas con alguna destreza y, en ciertos casos, con excepcional
lucidez. Eso les sirvi para debatir entre iguales, para cuestionar
antiguas autoridades e instituciones y, quizs lo ms importante,
para asentarse como miembros de una repblica de las letras que
hallaronenlaopininpblicapolticaunmediomuyeficazdelegitimacin.
Se trataba de una revolucin letrada nada despreciable.
Era,porlomenos,laafirmacindelpoderdelaescrituraydequie-nes
detentaban con holgura la capacidad de leer y escribir. Situarse y
afirmarse poltica y culturalmente como la lite destinada a asumir
el control de una etapa todava incierta y aparentemente
3. Vanse, por ejemplo, el Semanario del Nuevo Reino de Granada,
Santaf de Bogot, 3 de enero, 1809, 1; 16 de abril, 1809, 117; 24 de
diciembre, 1809, 371 y 372.
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Granada, 1808-1815)
catica fue una de las tareas ms apremiantes, expuestas con
franqueza en los prime-ros peridicos de entonces. Parte sustancial
de esa revolucin fue el hecho de recurrir a un medio de comunicacin
de las ideas, que implicaba una evolucin tecnolgica importante y
una nocin de pblico mucho ms amplia a la que haba predominado en
los dos siglos precedentes. Aunque en Europa, desde inicios del
siglo xviii ya se haban percibido las implicaciones de hacer
circular peridicos que sostenan una conversacin casi imaginaria con
un pblico en su mayora fsicamente ausente, lejano, en Hispanoamrica
y ms estrictamente en la Nueva Granada, mientras tanto, la
experiencia de hacer circular peridicos por todo el reino era
todava incipiente4. De modo que para las lites criollas multiplicar
los impresos era un reto novedoso cuyas consecuencias eran difciles
de pronosticar; esa ampliacin del auditorio, del pblico, hace parte
de los cambios importantes que se concentraron en aquella
coyuntura.
La libertad de imprenta tiene sus races histricas en la
necesidad individual y colectiva de adquirir el derecho a conocer
lo que haba sido por mucho tiempo los actos secretos del Estado. En
Hispanoamrica, corresponde a la necesidad de darle solucin a una
encrucijada histrica, de darle publicidad a los actos de gobiernos
improvisados que intentaban obtener rpidamente un consenso
favorable mediante el recurso de la publicidad. Los primeros
peridicos fueron, principalmente, minis-teriales, rganos de difusin
de las actividades de quienes haban sido delegados por la soberana
del pueblo para cumplir con inditas tareas de representacin
poltica. Los representantes del pueblo necesitaban instruir,
persuadir o disuadir permanen-tementealpuebloyel
instrumentomsrpidoyeficazera,entonces,elperidico. De manera que el
nacimiento de peridicos, sobre todo a partir de 1810, estuvo
sig-nado por la necesidad de darle sustento a un incipiente sistema
de representacin poltica. Los mismos peridicos eran una pieza en el
engranaje representativo; quienes dirigan y redactaban los
peridicos no slo actuaban como voceros o intermedia-
rios de una junta suprema que era su principal protectora
poltica
yfinanciera,sinoqueellosmismosseconsiderabancomoungrupodeliteratos,filsofososabiosqueestabancumpliendounastareasapremiantes;
veamos, por ejemplo, los propsitos expuestos en el prospecto del
Diario poltico de Santafe de Bogot, el 27 de agosto de 1810:
Difundir las luces, instruir a los pueblos, sealar los
peli-grosquenosamenazanyelcaminoparaevitarlos,fijarlaopinin,reunirlasvoluntadesyafianzarlalibertadylaindependenciaslopuede
conseguirse por medio de la imprenta5. La designacin de
4. Sobre una percepcin temprana y quizs pionera de los alcances
de la circulacin masiva de peridicos en Europa: Caspar Stieler,
Zeitungs Lust und Nutz (1695); citado y comentado
por:SlavkoSplichal,Principles of publicity and Press Freedom
(Boston: Rowman&LittlefieldPublishers,2002) 4 y 5.
5. Prospecto, Diario Poltico de Santaf de Bogot, 27 de agosto,
1810, 1.
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miembros de las juntas supremas y la redaccin de las primeras
constituciones polti-cas, entre 1810 y 1815, siempre en nombre del
pueblo, fueron eventos que no podan aislarse de la aparicin de un
peridico encargado de contribuir a cierto consenso y sosiego pblico
necesarios para la actuacin del cuerpo poltico.
El peridico, por tanto, estaba vinculado a la bsqueda inmediata
de una espe-cie de consenso patritico, deba evitar cualquier fisura
en una situacin nuevae inciertapara la sociedad; esepropsito se
condensaba en fijar la opinino enreunir las voluntades. La imprenta
y el peridico exhiban unos atributos indispen-sables para aquella
situacin nueva y apremiante; los redactores eran conscientes de que
la circulacin rpida de los papeles pblicos, la brevedad de los
discursos, entre otros atributos, hacan de los peridicos un
instrumento muy apropiado para
afianzarelreconocimientopblicodelaactividaddelosrepresentantesdelpueblo.
Esamisinque se autoconfirieronera el reconocimiento,no tan
implcito, del ini-cio de una etapa incierta de disputas por la
legitimidad poltica; en torno al proceso poltico que se iniciaba no
haba opiniones unnimes ni voluntades acordes, sino al contrario.
Pero los redactores del peridico hicieron precisiones todava ms
categ-ricasysignificativasenladefinicindelaimportanciay,anms,delaexclusividadautorizada
del peridico. El Diario poltico de Santafe de Bogot haba nacido,
sin duda, para contribuir a dotar de legitimidad al personal
poltico reunido por delegacin del pueblo, segn la insistencia del
peridico para redactar una constitucin pol-tica. Tambin en el
prospecto se atrevieron a hacer una prescripcin que despus veremos
extendida en la mayora de constituciones polticas que se
escribieron en Hispanoamrica en el lapso de 1811 a 1815. Para los
responsables del peridico, la opinin que se expanda por medio de la
imprenta era la nica vlida; solamente los papeles pblicos [] pueden
inspirar la unin, calmar los espritus y tranquilizar las
tempestades.Cualquierotromedioesinsuficiente,lentoysospechoso6.
En el relato que fue fabricando el Diario poltico de Santafe de
Bogot, desde su pri-mer nmero del 27 de agosto de 1810 hasta el
ltimo del 1 de febrero de 1811, la reunin espontnea de las gentes
en las calles o en las plazas provocaba inquietud. La opinin
vertida en el peridico o plasmada en leyes mediante la actuacin
sose-gada de representantes elegidos por el pueblo era la nica
aceptable; lo dems poda incitar a la disgregacin de una unidad
indispensable. Entre el buen uso de razn de quienes conformaban la
Junta Suprema y las peticiones popula-res apareca a veces un abismo
que admitan los redactores del peridico: No todas las peticiones
del pueblo eran justas. Muchas
6. Diario Poltico de Santaf de Bogot, 27 de agosto, 1810, 1.
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respiraban sangre y dureza. La Junta Suprema conceda unas,
olvidaba otras, otras
enfinnegabaconpersuasiones.Y,enseguida,comunicabanlainquietudprovocadapor
las reuniones de gentes del pueblo: Ya muchos ciudadanos ilustrados
prevean las consecuencias a que daran origen las reuniones
frecuentes de un pueblo nume-roso y embriagado con la libertad7.
Enfin, el peridico y el personal
polticoquehablabaporsuintermedioprefirieronexaltarlosbeneficiosdelusodelaimprentay,en
contraste, reprobaron por inquietantes o perturbadoras las prcticas
asociativas o la simple presencia multitudinaria de las gentes.
2. la liBertad de impreNta y el aporte de jeremy BeNthamPara el
personal poltico hispanoamericano que adquiri preeminencia
entre
1810 y 1815, la libertad de imprenta fue una necesidad poltica
apremiante. La comu-nicacin regular con un pblico vasto mediante
impresos fue tarea ineludible en un momento de afanosa bsqueda de
legitimidad poltica y en que comenzaba a discutirse cul era el tipo
de gobierno ms conveniente ante el impasse histrico de un rey
cautivo. Para ello era necesario elaborar una legislacin adecuada a
las circunstancias de tiempo y de lugar o, para decirlo mejor, que
respondiera a los inte-reses particulares en la nueva reparticin
del poder poltico que tuvo lugar. Por los nfasisde
lasconstitucionesqueseproclamaronenesosaos,por lasreflexionesque
aparecieron con frecuencia en los peridicos, podramos suponer que
las li-tes hispanoamericanas buscaban hallar un punto de equilibrio
entre la necesidad de recurrir a la libertad de imprenta y evitar
cualquier abuso en el disfrute de esa libertad. En consecuencia,
saban que el uso sistemtico de la imprenta traa
enor-mesbeneficiospara lacomunicacinde laopininpoltica,pero igual
sabanquelas virtudes de la imprenta y de los peridicos, por ejemplo
la rapidez y la brevedad, podan convertirse en elementos
perturbadores de un orden deseado. En suma, era una libertad que
deba ser otorgada y a la vez controlada.
Ahora bien, es necesario hacer una precisin. Los peridicos y los
textos
constitu-cionalesserefirieronmayoritariamentealalibertaddeimprentacomounalibertadgeneral
acerca de la publicacin de impresos, entre ellos principalmente los
peridicos y los libros.La
imprentaeratanslounmedio,elmseficazcomohechotecnol-
gico, por el cual los individuos podan difundir sus
pensamientos, susopinionespolticaso sus inventos cientficos.
Esdecir, podahaber otros medios de difusin que no solan ser
detallados en los enunciados constitucionales. Al referirse de
manera genrica a la
7. La Historia de nuestra revolucin, Diario Poltico de Santafe
de Bogot, 7 de septiembre, 1810, 58 y 59.
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libertad de imprenta, entendemos que los redactores de las
normas estaban hablando, tambin de forma genrica, de la libertad de
opinin, de expresin de esa opinin, que poda ser acelerada o
expandida por un elemento tecnolgico la imprenta cuya
eficaciaapenasempezabaapercibirseenelcasohispanoamericano.
La aclimatacin y las primeras aplicaciones de una legislacin
novedosa, con-tradictoria y vacilante sobre la libertad de imprenta
tuvo lugar entre 1808 y 1812. Asegurar una libertad en la rbita de
una tradicin ilustrada, segn los antece-dentes de los derechos
universales proclamados por la Revolucin Francesa, tena que
compaginar con las prevenciones y los castigos a los posibles
abusos. Si se com-para el decreto casi inaugural del 10 de
noviembre de 1810, emanado de las Cortes
deCdiz,esmuchomsafirmativoquelosartculosalrespectoproducidosporlamayor
parte de las constituciones escritas en la Amrica espaola hasta
1815. En el
decretosedeclaracategricamenteelfindelacensuraprevia:Todosloscuerpos
y personas particulares, de cualquier condicin y estado que sean,
tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas polticas
sin necesidad de licencia, revisin o aprobacin alguna anteriores a
la publicacin...8. Mientras tanto, las constitucio-nesamericanasde
lamismapocaprefirieronescribirartculosqueconcedan lanueva libertad
y, de inmediato, hacan advertencias sobre las responsabilidades de
los autores de impresos. Veamos algunos ejemplos de artculos
elaborados en constituciones redactadas en lugares y tiempos
diferentes, aunque cercanos, con variantes ostensibles en la
escri-tura y unos ms profusos que otros:
cuadro 1: comparativo de primeros artculos coNstitucioNales
soBre liBertad de im-preNta eN hispaNoamrica
8. Citado por Emilio Parra Lpez, La libertad de prensa en las
Cortes de Cdiz (Valencia: nau Libres-Biblioteca Vir-tual Cervantes,
2005 [1984]), 13.
Constitucin de Cundinamarca(30 de marzo de 1811 y promulgada el
4 de abril de 1811)
Art. 16- El Gobierno garantiza a todos sus ciudadanos los
sagrados derechos de la Religin, propiedad y libertad individual, y
la de la imprenta, siendo los autores los nicos responsables de sus
producciones y no los impresores, siempre que se
cubranconelmanuscritodelautorbajolafirmadeeste,yponganenlaobrael
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Granada, 1808-1815)
Fuentes: Diego Uribe Vargas, Las Constituciones de Colombia,
vols. i y ii, Bogot, Ediciones Cultura Hispnica, 1985; Academia
Nacional de la Historia. El pensamiento constitucional
hispanoamericano hasta 1830 (Madrid: Ediciones Guadarrama, 1961),
vols. i, iii y v.
Admitamos que el solo hecho de proclamar una libertad que antes
no se tena cons-tituy un paso hacia la modernidad poltica y
cultural, pero tambin consideremos que se anunciaba un nuevo
espacio pblico todava restringido y temeroso. El uso de la libertad
de imprenta no poda perturbar ni la tranquilidad pblica ni el
dogma, ni la moral cristiana ni la propiedad, ni la estimacin ni el
honor de los ciudadanos. Tanto la reglamentacin gaditana como las
constituciones elaboradas en las provincias
nombre del impresor, el lugar y el ano de la impresin;
exceptundose de estas reglas generales los escritos obscenos y los
que ofendan al dogma, los cuales, con todo eso y aunque parezcan
tener estas notas, no se podrn recoger, ni con-denar, sin que sea
odo el autor. La libertad de la imprenta no se extiende a la edicin
de los libros sagrados, cuya impresin no podr hacerse sino conforme
a lo que dispone el Tridentino.
Constitucin del Estado de Antioquia (21 de marzo de 1812)
Art. 3-La libertadde la
imprentaeselmsfirmeapoyodeungobiernosabio
y liberal; as todo ciudadano puede examinar los procedimientos
de cualquiera ramo de gobierno, o la conducta de todo empleado
pblico, y escribir, hablar, e imprimir libremente cuanto quiera;
debiendo s responder del abuso que haga de esta libertad en los
casos determinados por la ley.
Constitucin federal para los Estados de Venezuela, Caracas,
1811
Art. 181- Ser libre el derecho de manifestar los pensamientos
por medio de la imprenta; pero cualquiera que lo ejerza se har
responsable a las leyes, si ataca y perturba con sus opiniones la
tranquilidad pblica, el dogma, la moral cris-tiana, la propiedad y
estimacin de algn ciudadano.
Constitucin de Apatzingn, Mxico, 1814.
Art. 40- En consecuencia, la libertad de hablar, de discurrir, y
de manifestar sus opiniones por medio de la imprenta, no debe
prohibirse a ningn ciudadano, a menos que en sus producciones
ataque al dogma, turbe la tranquilidad pblica, u ofenda el honor de
los ciudadanos.
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americanas partan de una misma matriz. Al parecer, el
liberalismo espaol y la diri-gencia criolla en Amrica bebieron de
la fuente comn proporcionada por algunos escritos de Jeremas
Bentham (1748-1832), transmitidos y comentados por Jos Mara Blanco
White (1775-1841) en su peridico El Espaol, redactado en Londres.
Si se revisa la Gaceta de Caracas (abril de 1811), el Semanario
ministerial de Santafe de Bogota (julio de 1811) y aun La Bagatela,
redactada por Antonio Nario (diciembre de 1811), ser
fcilconstatarunaamplificacindealgunosprimigeniosescritosdeBenthamsobrela
libertad de imprenta en momentos de discusin y debate en la
elaboracin de las primeras constituciones polticas en Venezuela y
Nueva Granada.
Existe una historiografa que durante varios decenios nos ha
ilustrado sobre
elinflujoejercidoporBenthamenlasprimerasgeneracionesdepolticosrepubli-canos
en Hispanoamrica. Intercambios epistolares y legislaciones lo
testimonian,
perohayequvocosyexcesosenlavaloracin.Nosehaponderadobiensuinfluen-cia
temprana, aquella anterior al inicio de la dcada de 1820. Digamos
que desde 1978 la historiografa inglesa admite que hacia 1810 o
antes, hubo una relacin entre Francisco Miranda (1750-1816) y el
legislador britnico que luego se exten-di al publicista espaol
residente entonces en Londres, Jos Mara Blanco White9.
PeroelexamenmatizadodeeseencuentroydelasupuestainfluenciadeBenthamson
ms recientes. Es cierto, Miranda y Blanco White fueron el puente de
trans-misin de unos escritos de Bentham sobre la libertad de
imprenta que pudieron servir de sustento a los liberales espaoles y
a la dirigencia criolla, especialmente en Venezuela y Nueva
Granada, para redactar las primeras constituciones. Sin embargo, ni
la ancdota cierta de la relacin temprana con el jurista ingls ni la
difusin de sus manuscritos bastan para
darrespuestacerterasobreelgradodesuinfluencia.Porqu? Una cosa crea
Bentham acerca de la libertad de imprenta, otra cosa necesitaban
los legisladores en Hispanoamrica. Bentham, como otros
intelectuales britnicos, vea entonces con enorme simpata los
sucesos del otro lado del Atlntico; el paso a un rgimen de
libertades individuales le pareca el ms auspicioso. Por otra parte,
el momento ideolgico del jurista ingls era muy particular; se dice
que su amistad con James Mill (1773-1826),
hacia1809,habainfluidofuertementeensuinclinacinfilos-ficaradicalquelehizoexaltarunademocracialiberal,enquelalibertad
de opinin ocupaba un lugar privilegiado10.
9. Theodora McKennan, Jeremy Bentham and the Colombian
Liberators, The Americas 34: 4 (1978): 460-475. La autora se basa
en un remoto artculo de derecho comparado escrito en 1948 por: Kurt
Lipstein, Bentham: Foreign Law and Foreign Lawyers, en Jeremy
Bentham and the Law, dir. George W. Keeton y G. Schwarzenberger
(London: Greenwood, 1948), 202-221.
10. Un interesante artculo sobre la evolucin ideolgica de
Bentham: J.R. Dinwiddy, Benthams Transition to Political
Radicalism, 1809-10, Journal of the History of Ideas 36: 4 (Oct. -
Dec., 1975): 683-700.
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Granada, 1808-1815)
UnexamentodavasuperficialdelastesisdeBenthamyloplasmadoenlascons-tituciones
redactadas en Hispanoamrica entre 1810 y 1815, permitira pensar que
el Sabio Bentham como ya lo denominaban no fue seguido al pie de la
letra. En princi-pio, los constituyentes criollos pudieron haber
compartido las premisas de asegurar la libertad de imprenta e
impedir los inconvenientes que esta libertad puede pro-ducir11;
tambin pudieron haber compartido la importancia concedida a la
libertad de imprenta como medio de vigilancia de las conductas de
los funcionarios pblicos. Pero quizs no compartieron el optimismo
del pensador ingls en lo concerniente a
laconfianzaquepodadepositarseenelpuebloyen la
importanciaconcedidaalnmero, a la mayora, como fundamento de la
discusin pblica. La distancia entre los manuscritos del jurista
ingls y una realidad inquietante debieron inclinar a los
legis-ladores hacia una libertad concedida con ambigedades y
temores. Lo cierto es que los artculos sobre libertad de prensa
narran, a su manera, tempranas pugnas entre
faccionespolticas,dificultadesparalograrconsensospolticosylanecesidaddecon-solidar
a un personal poltico consagrado a las tareas de representacin. La
libertad
deimprentatenaqueemplearseparafijarlaopinin,paragarantizarconsensos,para
lograr algn nivel de unanimidad y de adhesin en torno a gobiernos
incipientes. Adems, el manuscrito de Bentham nada dice ante un
elemento de ostensible inters para los polticos hispanoamericanos,
como lo era la relacin con la Iglesia catlica. La preocupacin por
el respeto al dogma catlico estaba ausente en su opsculo, mien-tras
que para las lites criollas y para los liberales espaoles era una
preocupacin inmediata. Los nuevos estados, segn las primeras
constituciones polticas, deban ser confesionales, protectores de
una religin en particular.
Vigilar y controlar la nueva libertad implicaba en la sociedad
hispanoamericana impedir que prosperaran acciones que contrariaran
el sistema representativo que intentaba erigirse. Cualquier
conducta, individual o colectiva, por fuera de ese sistema era un
atentado a la tranquilidad pblica, un cuestionamiento al necesario
consenso. Por eso, ante tantas precauciones que rodeaban la puesta
en marcha de la libertad de imprenta, vale la pena indagar si su
aplicacin fue armoniosa y difana o si estuvo
plagada de incoherencias, de vacilaciones e, incluso, de
atropellos a la libertad misma que se acababa de proclamar.
3. liBertades y restriccioNesEntre 1810 y 1815, a pesar del
fracaso de la tentativa de for-
macin de gobiernos republicanos, tuvo lugar en lo que hasta
11. Artculo extractado de los manuscritos ingleses de Bentham y
publicado por el seor Blanco en su Espaol, en La Bagatela, Santafe
de Bogot, n.o 23, 1 de diciembre, 1811, 86.
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entonces haba sido el Nuevo Reino de Granada la consagracin
pblica del individuo letrado. En ese lapso se hizo evidente que el
personal letrado iba a consolidarse como el principal emisor y
consumidor de opinin, que se iba a erigir en ciudadano activo,
endetentadorde la representacindel pueblo, en empleadopblico y,
enfin, quesu condicin letrada iba a ser la premisa del
reconocimiento como agente poltico. Las constituciones de esa poca
fueron casi obsesivas en su redaccin al otorgarle a ese grupo de
individuos una gama de funciones, derechos y deberes. Dicho de otro
modo, el hombre de letras logr en aquella coyuntura un papel
protagnico que le permiti fabricar el espacio pblico para su
actuacin.
El pueblo categora cuya sustancia no podemos dilucidar del todo
aqu haba delegado la soberana en sus representantes, quienes se
dedicaron a redactar cons-tituciones que, desde el prembulo y a lo
largo de sus articulados, construyeron una institucionalidad
fundada en el mecanismo legitimador de la representacin. La pieza
central de ese mecanismo fue el sistema electoral que en muchas de
esas constitucio-nes fue reglamentado con minuciosidad. Para
participar como sufragante o elector se necesitaba reunir
requisitos superiores al de ser ciudadano. Aunque el sistema
electoral de estas primeras constituciones ha merecido y merece
estudio aparte, nos interesa destacar al menos lo siguiente:
primero, el camino electoral fue expuesto como el nico vlido en el
reconocimiento de la representacin poltica o, mejor, el
representante del pueblo era el fruto de un proceso electoral que
era, a la vez, un proceso selectivo de una capa ilustrada y
pudiente de ciudadanos. Por ejemplo, la Constitucin de Cartagena de
1812 exiga, como otras, las siguientes cualidades para ejercer el
derecho a elegir:
Las cualidades necesarias para tener en ejercicio este derecho
son: la de hombre
libre, vecino, padre o cabeza de familia, o que tenga casa
poblada y viva de sus ren-
tas o trabajo, sin dependencia de otro; y sern excluidos los
esclavos, los asalariados,
los vagos, los que tengan causa criminal pendiente, o que hayan
incurrido en pena,
delito o caso de infamia, los que en su razn padecen defecto
contra-
rio al discernimiento, y, finalmente, aquellos de quienes conste
haber
vendido o comprado votos en las elecciones presentes o
pasadas12.
En segundo lugar, y en conexin con esa reglamentacin electoral,
algunas cartas constitucionales adelantaron precisio-nes en torno
al tipo de individuos que podan ocupar cargos en cualquiera de los
tres poderes; para ser presidente de un estado
12. Constitucin de Cartagena de 1812, ttulo ix, art. 2, en:
Diego Uribe Vargas, Las Constituciones de Colom-bia, vols. i y ii
(Bogot: Ediciones Cultura Hispnica, 1985), 559. En adelante, todas
las citaciones de las constituciones provienen de esta
compilacin.
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o una provincia se exigi, principalmente, que fuese magistrado o
juez letrado. La Constitucin de Cartagena de 1812 y la de
Cundinamarca del mismo ao determina-ron que para ser miembro del
poder ejecutivo era necesaria la instruccin en materias de poltica
y gobierno13. Esta consagracin pblica del hombre letrado como
hombre poltico estuvo basada, entonces, en la elaboracin de un
sistema electoral altamente selectivo que determin, en buena
medida, la ndole futura del personal profesional de la poltica. La
simple redaccin de constituciones fue, visto as, un ejercicio neto
de
poder,dedefinicindeuncuerpopoltico,aunqueenlarealidadsufuncionamientoestuviese
sometido a las tensiones y la incertidumbre.
Esas constituciones estuvieron precedidas y acompaadas por
tensiones de diversa ndole. Las lites criollas de la Amrica espaola
temieron los desbordamientos popu-lares y socio-raciales que haban
dado seales de profundos descontentos durante la administracin
colonial; los sucesos de Hait o la rebelin comunera de 1781 no
podan despreciarse. Entre la misma lite criolla no haba unanimidad
acerca del diagnstico y del horizonte que poda disearse en lo que
haban sido, hasta entonces, unidades adminis-trativas de la Corona
espaola. Relaciones familiares, de amistad, de vecindad; intereses
comerciales, viejas disputas entre parroquias, resistencias al
cambio en nombre de la tradicin, ambiciones geoestratgicas segn las
mutaciones en la reparticin del mundo; todo eso, y otras cosas ms
estuvieron en juego durante el perodo que va de 1808 a 1814 en los
antiguos dominios espaoles en Amrica. En la intensidad e
importancia de ese momento de trnsito no es necesario insistir
porque la historiografa universitaria ha dicho ya cosas
contundentes. Pero lo que interesa aqu es recalcar la existencia de
ese clima de tensiones para entender el nimo con que se legisl y se
obr en materia de nuevas libertades individuales, cmo se exhibi un
tmido liberalismo en la enunciacin y aplicacin de, por ejemplo, la
libertad de imprenta y la libertad de asociacin.
Las primeras legislaciones sobre la libertad de imprenta fueron
contradictorias; mezclaron el otorgamiento entusiasta de la nueva
libertad con un listado de res-tricciones. Ya decamos que la
libertad de imprenta estuvo inscrita en la libertad de opinin; al
ciudadano se le otorg el derecho de manifestar sus opiniones por
medio de la imprenta o de otro cualquier modo. En algunas
constituciones, como la de la provincia de Mariquita, se pretendi
conferirle a la libertad de opinin la
capacidad de intervencin, de examen y vigilancia sobre la
repre-sentacin poltica y los funcionarios del gobierno, algo que
haba sido materia de discusin en Francia en los aos inmediatamente
posteriores de su revolucin:
13. Constitucin de Cartagena de 1812, ttulo v, art. 26, p. 531;
Constitucin de Cundinamarca de 1812, ttulo v, art. 29, p. 601.
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La libertad de imprenta es esencialmente necesaria para sostener
la libertad del
Estado. Por medio de ella puede todo ciudadano examinar los
procedimientos del
Gobierno en cualquier ramo, la conducta de los funcionarios del
pueblo como tales,
y hablar, escribir, reimprimir libremente lo que guste,
exceptundose los escritos
obscenos y los que ofendan al dogma, quedando responsable del
abuso que haga de
esta libertad en los casos fijados por la ley14.
La Constitucin del Estado de Antioquia de 1812 es ms generosa en
contradic-ciones y nos permite sospechar un ambiente poltico
repleto de tensiones; es la que mejor condensa las aprensiones del
personal poltico-letrado de la poca. Como otras,
comenzanunciandoque la libertadde imprenta eselmsfirmeapoyodeun
Gobierno sabio y liberal; al parecer, el deseo ms inmediato de los
gobiernos pro-visorios de aquel tiempo fue encontrar en los
impresos un medio de difusin de la
actividaddelosnuevosgobernantesy,portanto,unrecursorpidoyeficazdelegi-timacin.
Enseguida hay un artculo, como en casi todas las legislaciones de
la poca, consagrado a advertir que no se permitirn escritos que
sean directamente contra el dogma y las buenas costumbres. La
defensa del dogma catlico, se entiende, siempre
estuvoencorrespondenciacondeclararalareligincatlicacomolanicaoficialdelEstado.
Pero he aqu lo que ms nos interesa por ahora; sigue otro artculo
que dice: Tampoco se permitir ningn escrito o discurso pblico
dirigido a perturbar el orden y la tranquilidad comn, o en que se
combatan las bases de gobierno adoptadas por la provincia, cuales
son la soberana del pueblo y el derecho que tiene y ha tenido para
darse la Constitucin que ms le convenga. La impresin y puesta en
circulacin de escritos que pudieran cuestionar las bases de un
gobierno, su legitimidad, todo aquello que no contribuyera a la
urgencia de un consenso podra ser considerado como un crimen de
lesa patria15. Esta preven-cin podra ser comprensible en 1815, ante
la inminente llegada de la expedicin militar de reconquista en
cabeza del general Pablo Morillo (1778-1837), momento en que las
lealtades polticas y mili-tares eran primordiales.
4. uN retorNo a la ceNsuraLos historiadores coinciden en
considerar los ltimos decenios
del siglo xviii y los primeros del siglo siguiente como un
perodo de trnsito, en que un primer liberalismo debi convivir y
mezclarse
14. Constitucin de Mariquita, 21 de junio de 1815, ttulo I,
artculo 9, p. 647. Sobre la semejanza con la libertad de opinin
como ejercicio del poder devigilanciaoderatificacindelosactos
legislativos, Pierre Rosanvallon, La dmocratie inacheve (Pars:
Galli-mard, 2000), 44-46.
15. Constitucin del Estado de Antioquia, 21 de marzo de 1812,
seccin ii, art. 3, p. 466. No hay ostensibles cambios en la
Constitucin de 10 de julio de 1815, tambin del Estado de
Antioquia.
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con los principios intelectuales y morales de la Ilustracin y
con los remanentes de una sociedad que an no se rega por valores
inherentes al individualismo. Dicho de otro modo, un orden jurdico
nuevo y proclive a la extensin de libertades indi-viduales contrast
por algn tiempo con una sociedad que vea todava con recelo la
emergencia de una categora inquietante que empezaba a llamarse
opinin pblica. En ese tiempo hubo tensiones entre quienes
proclamaron y quisieron poner en prctica la libertad de imprenta, y
aquellos que estaban acostumbrados a ciertas restricciones en la
expresin con tal de evitar la perturbacin de la tranquilidad
pblica. La apari-cin de peridicos e incluso impresos de factura ms
modesta en que los individuos difundan sus opiniones polticas fue
una novedad difcil de admitir para una comu-nidad letrada
acostumbrada a ver en los peridicos un instrumento de difusin de
noticiasmoralycientficamentetiles,decuriosidades,derecetasdeurbanidad,deleyes
que pretendan contribuir a la felicidad general. De hecho, los
primeros gobier-nosprefirieronpromover gacetas oficiales que
garantizaranunnecesario y rpidoconsenso y, al mismo tiempo,
intentaron restringir e incluso prohibir la existencia de peridicos
redactados por individuos interesados en la polmica poltica16.
Endefinitiva,hubounaetapadesapacibledurantelaqueseenfrentaronaquellosque
comenzaban a apelar al naciente y aparentemente imparcial tribunal
de la opi-nin pblica, que preferan someterse a la aceptacin o
censura del pblico en vez de seguir apelando a la tradicional
aprobacin de un monarca, y aquellos que seguan creyendo que los
impresos deban promover las buenas costumbres y la obediencia a las
autoridades. A ese dilema, muy visible a partir de 1808, se va a
agregar luego, hacia 1813, la urgencia de garantizar la unanimidad
en la lucha contra un enemigo. Por eso, la libertad de opinin fue
en aquel tiempo un precioso dato jurdico al que se poda acudir a la
hora de reclamar justicia y respeto a un derecho individual recin
conquistado y, con frecuencia, conculcado por gobiernos que todava
ponan en duda la autoridad annima y general del tribunal de la
opinin. El enfrentamiento de esas
dos percepciones acerca de la ndole que deban tener los impresos
fue, por supuesto, origen de polmicas.
Hacia1814yasehabanacumuladosuficientesenfrentamien-tos entre
realistas y patriotas, entre federalistas y centralistas, como para
que en la Nueva Granada y Venezuela se impusieran medidas
draconianas. Entre enero y agosto de 1812, el Estado de
Cundinamarca, al mando de Antonio Nario (1765-1823), les declar la
guerra a las Provincias Unidas; mientras tanto, en
16. Una caracterizacin de ese perodo
detransicinlahaceAnnickLem-prire, Repblica y publicidad a
finalesdelAntiguoRgimen(NuevaEspaa), en Los espacios pblicos en
Iberoamrica. Ambigedades y problemas. Siglos xviii-xix, eds.
Francois-XavierGuerrayAnnickLemprire(Mxico: Fondo de Cultura
Econ-mica, 1998), 54-79.
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Venezuela, el 4 de abril de 1812 se le otorg facultades
extraordinarias al poder ejecu-tivo. El 15 de junio de 1813, Simn
Bolvar (1783-1830) declar la guerra a muerte a los espaoles. En un
momento lgido de alinderamientos polticos y militares, de
con-centracin del poder en un individuo para entonces el Libertador
ya era, tambin, un dictador que reuna las facultades de los tres
poderes la libertad de imprenta consagrada en las primeras
constituciones qued sometida al arbitrio de un frreo poder
ejecutivo concentrado en la direccin de la guerra17. El retorno a
la censura previa pareci entonces inminente.
En la Gaceta de Caracas del 28 de febrero de 1814, el secretario
de estado de la rep-blica confederada de Venezuela les comunic a
los redactores del peridico que haban
publicadoavisosoficialesyparticularesquehandesagradadoalLibertador.Portalmotivo,
dijo enseguida, Bolvar tuvo la intencin de suprimir el peridico y,
en vez de
eso,resolviquetododocumentooficialpodaserpublicadoperoconsupreviaauto-rizacin;
que sobre los procedimientos de los dems gobiernos no se podan
publicar
reflexionessinconsultarlasantesconlaSecretaradeEstado,paralapreviaaproba-cindelLibertador.Aunquealfinaldeloficioseagregqueestasdeterminacionesnosignificabancoartarlalibertaddeprensayqueerapermitidomanifestar[enLa
Gaceta] las opiniones que quiera, hay que admitir que se trataba de
imponer un con-trol sobre los impresos18. La Gaceta de Caracas
comenzaba apenas a reponerse de una etapa de control por parte del
ejrcito realista y volva a ser baluarte de la causa eman-cipadora;
aun as, la tensin de la guerra haba arrastrado a Bolvar a
amenazarla;
ahorabien,qupodrahabersucedidoenaqueltiempolgidoconloscasosdeaque-llosindividuosqueespordicamentedesearonimprimirypublicarsusopiniones?
Para comienzos de 1814, cuando ya haba retornado el rey Fernando
VII al trono en Espaa, en territorio americano hubo serios amagos
reaccionarios. El Argos de la Nueva Granada contiene testimonios de
debates en torno a una nueva legislacin que contribua al retorno de
la Inquisicin o, al menos, a los tiempos de la censura eclesistica
previa sobre cualquier impreso; adems se denunciaba la represin de
lasautoridadesqueordenabanconfiscaralgunosimpresospues-tos en
circulacin. Las denuncias y argumentos difundidos en el peridico
del 24 de febrero de 1814 no slo hablaban de una legisla-cin que
pretenda imponer de nuevo el lenguaje de los anatemas contra
supuestos herejes, sino que coartaba las conquistas recin
adquiridas por el espritu liberal de entonces; se denunciaba,
ade-ms, que no se convocara regularmente a elecciones. Por eso,
una
17. Sobre ese momento poltico, tanto en la Nueva Granada como en
Vene-zuela, Clment Thibaud, Repblicas en armas (Bogot: Planeta,
2003), 140-148.
18. OficiodelSecretariodeEstadoala redaccin de la Gaceta, Gaceta
de Caracas, 28 de febrero, 1814, 2.
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de las denuncias presentadas por quien se presentaba como un
suscriptor del peri-dico en mientes, remataba as:
A Dios mi amigo, no vengas por ac hasta que est restablecida la
constitucin;
que reine la ley y no la voluntad caprichosa de los hombres: que
haya libertad de
imprenta, que se respeten los derechos del hombre; que haya
elecciones peridicas
sin interrupcin, que los Ciudadanos puedan libremente hablar y
escribir, y en fin
que no haya Dones ni Cruzados, sino Ciudadanos en todo iguales
delante de la ley19.
Ladenunciamanifestabaquehaciafinesde1813fueronaprobadasporelCongresodel
Estado de Cundinamarca algunas leyes que restablecan para la
Iglesia catlica potes-tades en torno a la delacin, persecucin e
incluso condena de aquellos individuos que atentaran con sus
opiniones contra la preeminencia del dogma catlico; adems, el poder
ejecutivo haba dispuesto suspender la convocatoria del Colegio
Electoral20.Enfin,elpeli-gro de que el Gobierno mutara de popular
representativo a monrquico u oligrquico como lo deca el annimo
suscriptor, que hubiese un probable retorno o triunfo de
lospartidariosdeunaregenciayqueseconsolidaraundefinidopartidoafavordeunacausa
patritica, todo eso volva inexorable la apelacin a lo que l llamaba
el Tribunal de la opinin pblica. Este Tribunal de la opinin pblica
era el ltimo y supremo recurso para lograr el triunfo de la razn,
por su carcter incorruptible e imparcial.
Pero, precisamente, ese recurso estaba en entredicho porque un
rgimen ms amplio de libertades estaba en peligro; eso afirmaba
enseguida Sinforoso Mutis
(1773-1822) sobrino del director de la Expedicin Botnica,
com-paero de Antonio Nario en la campaa militar de 1812 en la
representacin que envi al Senado el 16 de febrero de 1814 y que
acompaaba la denuncia anterior expuesta en El Argos de la Nueva
Granada21. La carta acudi a un epgrafe aleccionador, cit una frase
seguramente proveniente de los manuscritos de Bentham publi-cados
en uno de los primeros nmeros de El Espaol: La libertad de la
imprenta no depende de la censura anterior o posterior, sino de la
libre circulacin de los escritos. El epgrafe anunciaba bien la
ndole del reclamo que expuso Mutis; por orden del poder ejecutivo
un alguacil recogi 131 ejemplares de un impreso de su autora que
haba puesto a la venta en una tienda. Es interesante ver cmo el
autor de la representacin y del impreso acude a la Constitucin
poltica para demostrar que varios derechos le haban
19. Noticias del interior, Argos de la Nueva Granada,
Tunja-Bogot, 24 de febrero, 1814, 63.
20. El denunciante cita, por ejemplo, en materia de opiniones
sobre la religin catlica, el acuerdo del 30 de octubre de 1813,
publicado en Gaceta ministerial de Cundinamarca del 11 de noviembre
del mismo ao; y el decreto del 7 de diciembre de 1813, publicado
tambin en la Gaceta ministerial del 16 del mismo mes, sobre
suspensin de la convocatoria del Colegio Electoral.
21. Representacin que ha dirigido el ciudadano Sinforoso Mutis
al Exmo. Senado, Argos de la Nueva Granada, Tunja-Bogot, 24 de
febrero, 1814, 63.
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sido vulnerados y que haba, por tanto, un abismo entre los
derechos consagrados y los
actosdelpoderejecutivo.Conlaconfiscacindelimpresopuestoyaenventa,Mutispensaba
que le estaban conculcando varias libertades conexas: la de
impresin, la de circulacin de impresos, la de disponer de sus
bienes y rentas, la de gozar y disponer
delfrutodesuingenio.Endefinitiva,unagamadelibertadesquecirculabandesdeladifusin
de los derechos del hombre y el ciudadano y que fueron tambin
proclamadas en casi todas las constituciones del interregno de
1811-1815.
Esta primera etapa de enunciacin y aplicacin de libertades
individuales fue sinuosa para la libertad de imprenta; as comienza
una historia menuda de avances y retrocesos en materia de difusin
de impresos que hace falta documentar. Hemos reunido algunos
ejemplos y, con seguridad, hallaremos otros. Hasta ahora podemos
hablar de un momento indeciso durante el cual quienes abogaban por
la instaura-cin de principios liberales hallaban en los primeros
gobiernos temores, fundados o infundados, sobre el otorgamiento
pleno de ciertas libertades individuales. Como lo analizaremos en
otra parte, el asunto fue ms evidente y casi unnime en el caso de
la libertad de asociacin; la libertad de imprenta pareca ser parte
de las premisas de ins-tauracin de un sistema representativo,
mientras que la libertad de asociacin poda ser uno de los elementos
ms peligrosos para el buen funcionamiento de ese sistema.
Para entender an mejor los dilemas y contradicciones de esta
primera etapa de apelacin sistemtica a la opinin pblica, hemos
considerado muy apropiado acudir al testimonio generado con lucidez
por Antonio Nario en su polmico y sustancioso peridico La Bagatela,
publicado entre el 14 de julio de 1811 y 12 de abril de 1812.
5. el peridico de opiNiN polticaHacia 1810, los criollos
ilustrados de la Nueva Granada, como en otros lugares de la
Amrica espaola, eran asiduos lectores de gacetas, peridicos o
papeles que se daban regularmente al pblico. Estaban familiarizados
con lecturas individuales y colecti-vas de jornales, diarios o
mercurios venidos de Europa; ya haba antecedentes de asociaciones
cuyos objetivos principales haban sido recibir, leer y comentar
prensa extranjera. Estaban iniciados en la lectura de los asuntos
polticos, un asunto nuevo entre quienes le haban dado hasta
entonces mayor importancia a temas relacionados con la economa y
las ciencias aplicadas. Muchos de ellos haban encontrado
delez-nableeloficiodeabogadoyhabanexploradootrasocupacionesypreocupaciones.
De todos modos, ya saban apreciar la importancia de dirigirse
regularmente a un pblico lector y tambin eran conocedores de
ardides didcticos y retricos para
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persuadir a sus destinatarios. Eran poseedores de un arsenal
retrico fraguado prin-cipalmente en la formacin jurdica y en el
diletantismo adjunto que les condujo a lecturas diversas y
dispersas que se fueron revelando en el orden personal de sus
bibliotecas.Mezcladeabogados,cientficosaficionadoseiniciadosenasperezasteo-lgicas;
comerciantes de variada mercanca, entre ellas libros; ocasionales y
frustrados funcionarios al servicio de la Corona; escritores que ya
haban sido aleccionados sobre las implicaciones de publicar
impresos sin permiso de las autoridades reales22.
A partir de 1810, cuando pareca inminente la consagracin a la
tarea de difundir la opinin poltica, mucho de lo que entonces saban
y hacan, es decir, el acumulado simblico que posean lo pusieron a
disposicin de los trabajos de publicar peri-dicos. Esos peridicos,
desde el ttulo, el epgrafe y el prospecto hasta el anuncio
msnfimorelacionado,porejemplo,conellugardeventa,proporcionanahoraunainformacin
densa. Sus ttulos son, por ejemplo, una revelacin de propsitos, de
las condiciones de circulacin de los impresos en aquella poca, de
la situacin poltica que los moviliz, de las referencias polticas o
literarias que los inspir. Aquel peri-dico que apareci en 1801 con
el ttulo Correo Curioso, Erudito, Econmico y Mercantil de la ciudad
de Santaf de
Bogot,evocabaunacreencia,quesehabaafirmadoduranteelsiglo xviii,
segn la cual los peridicos eran una ampliacin de una relacin
episto-lar; adems de eso apelaba a una tradicin europea de exitosos
y tambin fracasados peridicos con ttulos y propsitos muy
semejantes. Llamarse El Efmero (Cartagena, 1812) pareca aludir a la
certeza de una pronta e irremediable desaparicin, o a que la misin
que pretendan cumplir los redactores tomara poco tiempo o a que
cada nmero sera pronto materia de olvido para el pblico.
Los ttulos que escogieron los peridicos neogranadinos que
aparecieron entre 1810 y 1814 aluden a un repertorio de ttulos que
deambularon por el periodismo europeo del siglo xviii y que
sugieren una hiptesis de clasificacin. Las gacetas
ministerialesdebieroncorresponderconunatradicindeinformacinpolticafielal
Gobierno; informacin poltica sin comentarios que se reduca a
publicar decre-
tos, leyes y consignas de un gobierno. Aquellos denominados El
Argos o El Observador dan testimonio de un largo listado de
peridicos efmeros con igual ttulo en que se imbricaban la
noti-ciaescueta,elrelatoficticio,lastirayelafnmoralizadordeunpersonaje
narrador omnipresente en la vida social. Entre 1810 y 1814 se
esbozaron, sobre todo entre los peridicos que fueron publicados en
Bogot y Cartagena, los dos principales lugares de
22. Una semblanza bien documen-tada de las prcticas de lectura y
de escritura de los criollos ilustrados haciafinesdelsigloxviii y
comien-zos del xix, en: Renn Silva, Los ilustrados de Nueva
Granada, 1760-1808 (Bogot-Medelln: eafit-Banco de la Repblica,
2002).
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eclosin de la opinin poltica, por lo menos tres tipos de
peridicos: la gaceta de informacin poltica escueta, aparentemente
neutral y que esperaba aglutinar un consenso sobre el orden poltico
emergente; el peridico hbrido que combinaba la publicacin de
decretos, leyes y actos de gobierno con la opinin editorial de un
grupoderedactoresparticularesqueeran,enprincipio,afinesalGobierno;yaque-llos
que eran el resultado de una libertad individual neta que esperaba
expresar su opinin poltica. Estos peridicos nacidos de esa voluntad
individual podan ser adeptos o contrarios al Gobierno, en todo caso
podan ser crticos y, en consecuen-cia, incmodos o hasta
peligrosos.
Los epgrafes, mientras tanto, esas citaciones que encabezan un
libro o cualquiera otro texto, fueron asiduos en la prensa
decimonnica por su condensacin de ideas, porresumir ladivisade
losredactores;pertenecieronaunatradicindereflexio-nes, sentencias y
mximas ledas, aprendidas y comentadas en tertulias. Cada uno de
esos epgrafes era una caracterizacin colocada en la fachada del
peridico con
eldeseodevolversesuinsignia,unatentativadedefinicintempranaariesgodevolverse
equvoca del carcter de la publicacin y del compromiso de sus
auto-res. Los epgrafes prolongaron una tradicin retrica en
circunstancias histricas y polticas distantes; toda una sabidura
ligada a los mtodos y asuntos aprendidos en la formacin jurdica y
teolgica del siglo xviii, con las inherentes nociones de rep-blica
o de ciudadana o de libertad, que los responsables de los peridicos
pusieron en exhibicin. La inicial abundancia de frases extradas de
las lecturas de Cicern, Platn o Tito Livio contrastara poco a poco
con citas provenientes del pensamiento de un Washington o un
Franklin, mientras los ilustrados franceses Rousseau o Montesquieu
parecieron marginales o proscritos por varios lustros. Y luego el
prospecto, la primera y principal orientacin para el lector; all se
anunciaban los propsitos, el plan de trabajo, las prioridades
temticas, las adhesiones polticas, se advertan las rivalidades o
simpatas que incitaron a fundar tal o cual semanario. El prospecto,
a diferencia del ttulo y el epgrafe, estaba ms cerca del espritu
mer-cantil que iluminaba la fundacin de un peridico; su funcin era
publicitaria porque se concentraba en presentarse ante el pblico
lector, en ofrecer unos servicios, en prometer la satisfaccin de
deseos o necesidades. El prospecto era, entre todos los elementos
liminares del peridico, el que se ocupaba por representar los
sentidos atribuidos al escrito, al escritor y al lector. Toda esta
informacin colocada en el umbral de los peridicos no es nada
despreciable, nos remite a unos cdigos y pro-tocolos de la
escritura y nos introduce en un mundo simblico que nos es cada
vez
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ms lejano, pero que nos permitira entender mucho mejor cmo
fueron empleados ciertos recursos retricos para persuadir un
auditorio que se ampliaba23.
Quizs seamuy evidente y poco cuestionable que aquellos
ilustrados de finesdel siglo xviii y comienzos del xix, que
emergieron como una nueva lite gobernante a partir de 1810, eran
unos avezados productores y consumidores de smbolos de todo
tipo.Sinembargo,esacondicinnolesfuesuficienteparaconstruirsintropiezosuna
nueva estructura poltica sustentada en nuevas bases de legitimidad;
tampoco
lesfuesuficienteparaestablecerosiquieraaceptarqueelnuevoordenimplicabaunas
relaciones imprevisibles, y por tanto difciles de controlar, entre
el poder
polticoeindividuoslibres.Demaneraqueapartirde1810sefueronrevelandodifi-cultades
en la constitucin de un cuerpo poltico, en la enunciacin y
elaboracin de las reglas de existencia de una estructura poltica
emergente; eso podra expli-car en parte la proliferacin provincial
de reglamentos constitucionales. El personal poltico-letrado haba
entrado en disputa por garantizar el predominio de tal o cual
concepcin del orden poltico, y a eso se agregaba que entre esa lite
haba indivi-duos persuadidos de la necesidad de disfrutar de nuevas
libertades, entre ellas la de presentar de manera peridica y pblica
sus opiniones polticas. Divididos en torno al tipo de gobierno que
deban erigir y escindidos en torno al uso pblico de la pala-bra
escrita, los polticos-letrados delataron as su incertidumbre ante
una situacin indita para la cual no parecan preparados.
No fue sencillo, entre la dirigencia poltica de la poca que
examinamos, aceptar que los individuos expresaran libremente sus
opiniones polticas. El Diario poltico de Santafe expuso de manera
clara las vertientes de la tensin entre la necesidad de excluir
alpueblode laesferapblicaycontrolarelprocesodefijar laopinin.El
relatopredominantedesuscuarentayseisnmerosseconcentraenlatareadejustificarel
papel de los representantes del pueblo y en la importancia de
alinderar la opinin a favor de un apremiante consenso poltico; una
opinin unnime y un consenso patritico entre el personal poltico
deban caminar al lado de un pueblo
desmovi-lizadoquedejabatranquilayconfiadamentelastareasdegobiernoenmanosdesusrepresentantes.Laaparienciaoficialdelperidico,anunciadadesdeelprimernmeroal
advertir que el peridico se debe a la franqueza y liberalidad de la
Suprema Junta,
que nos ha dado fondos y tambin su proteccin, contribua a la
afirmacinde su tareade fabricacinde launanimidad. Suape-lacin
indistinta a literatos, a sabios, pero tambin a hombres pblicos
para que hicieran uso responsable de sus plumas, nos
23. Para una iniciacin en estos anlisis peri o para textuales:
Gerard Genette, Seuils (Pars: Editions du Seuil, 1987).
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sugierelaconcienciaolaexistencia?deunaesferapblicapolticaenquelasper-sonas
se sentan libres, tal vez sin serlo, para producir y hacer circular
sus opiniones24.
Sin embargo, en aquella tempestad poltica son palabras tambin
del primer nmero del Diario poltico el peridico que mejor condens
el despliegue
comuni-cativodeunarsenalretricoilustradoylasdificultadesparaejerceraplenitudunalibertad
individual evidentemente anunciada, aparentemente conquistada, pero
en la prctica con frecuencia conculcada, fue La Bagatela, publicada
por Antonio Nario (1765-1823) entre el 14 de julio de 1811 y 12 de
abril de 1812. Antonio Nario conoci bajoelrgimenpolticoespaol
lacensura, laconfiscaciny lacrcel.Fuepioneroen el establecimiento
de un taller de imprenta en Bogot y tambin pionero en con-ferirle
un estatus comercial a la circulacin de libros e impresos. Su
peridico naci en medio de la fragmentacin del cuerpo poltico, de
pugnas de facciosas, de clanes que buscaban tener el control de la
nueva situacin, de soberanas provinciales que desalentaban
cualquier tentativa de cohesin. Segn una interpretacin reciente muy
plausible, las rencillas entre facciones, entre 1810 y 1811, tenan
antecedentes ligados
asediciones,aproyectosconspirativos,alacirculacindepanfletoseneldecenio1790que,
entre otras cosas, llevaron a la prisin al mismo Nario25. Entre el
temario de las disputas que impedan la constitucin de un cuerpo
poltico, se destacaba la discusin acerca de la naturaleza que
debera tener el nuevo orden poltico; la aparicin de su peridico La
Bagatela fue el inicio de una estrategia poltica a favor de la
difusin del pensamiento anti-federal neogranadino26. Teniendo esta
apreciacin como una de las premisas, examinemos enseguida esa
estrategia de persuasin, los antecedentes histricos de su
dispositivo retrico y las tensiones y censuras que parecieron
circular en el mundo de la opinin en aquel momento lgido de pugnas
facciosas.
6. las Bagatelas de La BagateLaEl breve formato de cuatro
pginas, su ttulo en apariencia fr-
volo y evasivo, la enunciacin reducida, tambin en apariencia, a
un solo responsable; todo eso podra invitar a un examen rutina-rio
de un peridico que conoci apenas treinta y ocho nmeros y que circul
durante algo ms de ocho meses. Sin embargo, su ttulo, su
antiprospecto, su primer nmero y si slo hubiese sido recuperado por
la posteridad un ejemplar de ese primer nmero todo eso ya habra
bastado para un desafo crtico.
Porqu?Porquedeinmediatosepercibeunvariadorepertorio
24. Prospecto, Diario poltico de Santafe de Bogota, 27 de
agosto, 1810, 1.
25. Una caracterizacin reciente de la poltica y los polticos en
este perodo: Daniel Gutirrez Ardila, Un Reino nuevo. Geografa
poltica, pactismo y diplomacia durante el interregno en Nueva
Granada (1808-1816), Tesis de doctorado, Universi-dad Pars I,
2008.
26. Daniel Gutirrez Ardila, Un Reino nuevo, 245.
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retrico, una apelacin a recursos discursivos y, principalmente,
una evocacin de un legado simblico que el autor de La Bagatela no
pudo o no quiso abandonar. Porque el autor es consciente de la
transicin de lo privado a lo pblico, de las ambigedades de ese
trnsito; porque conoce y emplea frmulas de ampliacin, de fabricacin
de un auditorio, sabe que est sometido a una competencia persuasiva
regulada por la circulacin de la opinin. Porque presenta sin
ambages las tensiones y contradiccio-nes del momento. Y porque, en
consecuencia, el peridico condensa un momento histrico muy tenso,
vacilante, de disputas en la creacin de un nuevo cuerpo pol-tico.
Todo eso, que no es poco, vuelve ineludible una aproximacin a lo
que hace de La Bagatela un texto no hemos dicho documento
apasionante.
El ttulo anuncia bastante, no solamente por el sentido de la
palabra bagatela entre losescritoresdefinesdel sigloxvii y
comienzos del siguiente: cosa de poca impor-tancia, tambin diversin
galante y, en asuntos de arte, una obra muy corta y ligera.
Aquellosescritoresqueprefirieron,enlaprimeramitaddelsigloxviii, el
adorno de la stira y de otros desvos literarios para hacer crtica
social y moral, escogieron La
Bagatelacomounodelosttulospreferidosparasusperidicos.HabraledoNarioa
Pierre Marivaux (1688-1763) o habra conocido al menos los peridicos
que propag
JustusVanEffen(1684-1735)enlaprimeramitaddelsigloxviiienEuropa?Cualquieraquesealarespuesta,esbuenoadvertirqueelholandsVanEffentuvounatrayectorianada
despreciable como para que fuera ignorado por un hombre tan bien
informado comoNario.FueVanEffenelprimeroenllamaraunperidicoLa
Bagatela (1718) para asociarlo con la difusin de discursos irnicos;
en la elongacin de los siglos xvii y xviii, l sirvi de puente de
comunicacin de la literatura inglesa con la francesa, pues fue
responsable de las primeras traducciones a la lengua francesa de
las obras de Daniel Defoe (1660-1731), Jonathan Swift (1667-1745),
Joseph Addison (1672-1719) y Richard Steele (1672-1729), entre
otros. Mientras tanto, la apariencia de un humor inofensivo sin
causa importante para defender proviene de Marivaux, especialista
en ese perio-dismo de mscaras, como suelen denominarlo algunos
estudiosos. El siglo xviii conoci una pltora de peridicos efmeros
de buen humor, dotados de disfraces, de seudni-
mos,deperiodistasficticios,de conversacionesentrepersonajescon
alegoras o parodias del mundo real27.
El peso de la tradicin ilustrada es evidente de otras maneras.
Su prospecto, que es crtica del uso corriente de los prospectos,
demuestra que Nario conoca bien los artificios de la prensahasta
entonces: Es costumbre de todos los Periodistasafirma
27. Para una visin panormica del periodismo del siglo xviii en
Europa, Pierre Retat, dir., Le Journalisme dAncien Rgime. Questions
et proposi-tions (Lyon: Presses Universitaires, 1982).
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de entrada dar un prospecto de sus Peridicos, y amontonar en l
todas las voces tcnicas de las materias que ofrecen tratar. La
ltima pgina del primer nmero reproduce un elogio del legislador
norteamericano William Penn (1644-1718), visto entonces como modelo
de legislador para una sociedad liberal; el elogio de Penn hace
inevitable laevocacindealgunascartasfilosficasdeVoltairededicadasal
ilustrecuquero ingls28. El responsable de La Bagatela acudi al
recurso establecido por la prensa del siglo xviii de inventar un
auditorio, de darle la palabra al pblico, sobre todo
acudiendoacartasficticias29.Elprimernmeroinauguraeserecurso,unfilsofosen-sible
denominacin muy propia del espritu ilustrado establece un dilogo
que va a prolongarse con una dama su amiga; esa conversacin es una
alegora continua de
lasmujeresinteresadaseinfluyentesenlapolticayquelesirvepararepresentarunmundo
de tertulias que se ocupaba de discutir los asuntos polticos del
da. An ms, el director de La Bagatela ya se haba percatado de que
las tertulias se animan, y se oyen cosas que antes era prohibido
pensar30.
Laconversacinficticiaqueseprolongaenvariosnmerosyquesetrasladaluegoa
un amigo, le permiti al autor disfrazar con personajes sus
opiniones polticas y las de sus contradictores; pero tambin le
sirvi para denunciar los impedimentos para la circulacin de su
peridico. De hecho, habra que destacar la irona de acudir al gnero
epistolar para denunciar que el Gobierno estaba violando la
corresponden-cia de los particulares. En cuanto a epgrafes, Nario
parece haberse cuidado de no imponerlo, ms bien de sugerirlo; la
anomala de su ausencia fue materia de la pri-mera pgina del nmero
8. El redactor advierte que recibi una carta correccional, cuyo
autor no quiere que la publique; el supuesto autor de la carta
oblig a Nario a anunciar el olvidado epgrafe: Pluribus unum31. El
mensaje para los destinatarios de su poca pareca contundente. El
autor del peridico estaba adoptando la divisa uno a partir de
varios, que desde 1776 ornaba la documentacin oficial deEstados
Unidos, consigna que resuma el logro poltico de un pas compuesto de
trece colonias independientes que se integraron en una sola unidad
poltica. Para la discusin sobre la organiza-cin
poltico-administrativa del que haba sido el Nuevo Reino de Granada,
el epgrafe era declaracin rotunda de adhesin a uno de los proyectos
polticos en contienda.
La Bagatela no es un simple compendio del buen uso de una
retrica ilustrada. Nario apel conscientemente a unos recursos
28. Ms exactamente, habra que evocar la cuarta carta de
Voltaire, concentradaenlafigurade William Penn.
29. Un estudio de esos recursos, sobre todo en los peridicos que
fund Pie-rre Marivaux, en Alexis Lvrier, Les Journaux de Marivaux
(Pars: Presses Universitaires de France, 2007).
30. Carta del Filsofo sensible a una Dama su amiga, La Bagatela,
Santaf de Bogot, 14 de julio, 1811, 3.
31. Este comienza por una adverten-cia, La Bagatela, Santaf de
Bogot, 1 de septiembre, 1811, 29.
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depersuasinparavolverloseficacesduranteunacircunstanciapoltica.Elttuloesun
desafo para la discusin; para qu discutir con alguien que escribe
cosas en apa-riencia anodinas. El ttulo es la primera mscara que
este antiguo funcionario criollo utiliz para disfrazar un severo y
continuo dictamen sobre el gobierno de Nueva Granada. El reto para
los lectores era tomar en serio o en broma al autor de las
baga-telas.Eneselenguajeambivalente,mezcladeseriedadybroma,derealidadyficcin,Nario
denunci desde el primer nmero la violacin de la correspondencia
privada, y luego denunci que el Gobierno le haba obligado a hacer
una contribucin de 20 ejemplares. Como buen comerciante, el
responsable de La Bagatela destac que la contribucin era onerosa
para cualquier particular que quisiera disfrutar de la libertad de
imprimir; pero tambin denunci las posibles motivaciones del
Gobierno: Es cosa bien sabida que cuando se quiere prohibir
indirectamente un gnero, no hay mtodo ms sencillo que recargarlo de
impuestos32. Las acusaciones se ampliaron y precisaron luego con
nombres propios y su conversacin epistolar con una dama fue otra
forma de sealar los malos tiempos para la opinin libre33. La
publicacin de los extractos de los manuscritos del sabio Bentham
sobre libertad de imprenta quiso cumplir un propsito persuasivo en
un momento de dudas acerca del otorga-miento de esa nueva
libertad.
El bagatelista fue representando o reproduciendo dos palabras
dignas de dis-cusin un escenario y unos mtodos de discusin poltica.
Fue claro que Nario expona pasiones e intereses de una faccin
poltica, propona un orden poltico y unas modalidades de legitimacin
del personal poltico; an ms, inaugur discu-
siones que iban a ocupar buena parte del proceso de formacin
republicana, como por ejemplo aquella de cuestionar el papel
poltico de los eclesisticos; considerado por algunos historia-dores
muy juiciosos como parangn de los modernos, Nario esboz una
discusin que ocup buena parte del siglo xix y que a menudo fue
violenta34. Utilizando otra vez la estrategia de una
conversacinficticia,elautorde laBagatela,comoseautode-nomin en
varios pasajes, hizo amplio esbozo de un debate que iba ocupar el
resto del siglo y que en varias ocasiones pas de la discusin
escrita al enfrentamiento armado; se trataba, ni ms ni menos, del
lugar de la Iglesia catlica en el nuevo orden, del lugar y del
papel del personal eclesistico en la vida pblica o, dicho mejor, la
pugna por erigir un cuerpo poltico laico. Pero tambin
32. Imprenta, La Bagatela, Santaf de Bogot, 21 de julio, 6.
33. El Filsofo sensible a una Dama su amiga, suplemento a La
Bagatela, Santaf de Bogot, 28 de julio de 1811, 2.
34. El gran Antonio Nario, parangn
delosmodernos,afirmacindeClment Thibaud y Mara Teresa Cal-dern, De
la majestad a la soberana en la Nueva Granada en tiempos de la
Patria Boba (1810-1816), en Las revoluciones en el mundo Atlntico,
eds. Mara Teresa Caldern y Clment Thibaud (Bogot:
Taurus-Universidad Externado de Colombia, 2006), 380.
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ponaenevidenciaotra cosa: ladificultadpara comunicarse
conunpblicoacos-tumbrado a seguir la literatura protegida y
promovida por los templos catlicos. Por
esosuamigoficticioleapostabaaconseguirmsdineroylectoresredactandounanovena
que un peridico. En los ltimos nmeros, Nario ya contaba que su
Bagatela andaba en los plpitos, es decir, ya era materia de
anatemas; pero lo que ms le molestaba es que los sacerdotes
catlicos eran ciudadanos o eclesisticos segn la conveniencia: Dicen
que gozan de todos los derechos de Ciudadanos en lo favora-ble, y
se llaman a Eclesisticos en lo adverso: as es que los vemos
mezclados en los empleos de gobierno revolviendo el mundo y cuando
se trata de imponerles alguna pena pecuniaria o personal, se llaman
al fuero35. Para Nario no fue agradable ver a clrigos ocupando
puestos en el Colegio Electoral. El bagatelista estaba anunciando
ladisputaentreelletradolaicoqueseconsiderabadispuestoadesplazardefinitiva-mentealtradicionalletradoeclesisticocomofiguracentralenelcontrolsocialyladireccin
poltica; eso pareca estar incluido, en todo caso, en la agenda
revoluciona-ria de Antonio Nario, segn como lo expuso en su
peridico.
Pero las preciosidades de La Bagatela anuncian algo ms que
disputas entre facciones polticas, algo ms que disputas por imponer
las condiciones de una nueva organiza-cin poltica, algo ms que
discusiones acerca de la naturaleza poltica del momento incierto
que se estaba viviendo. El peridico deja entrever que exista una
intensidad diaria en la circulacin de la opinin y que incluso
impedir su libre circulacin era parte inherente de una cultura
poltica en gestacin; que el momento exiga una pro-duccin constante
de opinin, de discursos que expresaban alianzas, fraternidades y
rivalidades. Sin embargo, eso puede parecer muy obvio para
cualquier historiador o lector contemporneo debidamente informado
de las circunstancias de aquella poca. Quizs es menos obvio decir
que se trataba de un momento de despliegue de energas que no
parecan rendir frutos econmicos para gentes que necesitaban, de
todos modos, ganarse la vida; un comerciante como Nario, que haba
sufrido bruscos altibajos en su economa personal, se preguntaba con
frecuencia en su peridico si vala la pena dedicarse a publicar
bagatelas o si era preferible cultivar y vender arroz. El asunto no
era una nota adicional de buen humor del escritor; pona ms bien en
evidencia que la elaboracin y la puesta en circulacin de un
peridico en aquellos tiempos no era solamente un hecho poltico e
ideolgico indis-pensable, tambin era un hecho econmico costoso,
arriesgado y, por tanto, de enorme preocupacin para quienes
comprometan sus esfuerzos en la empresa. Habra que decirlo de
manera simple:
35. El Bagatelista a su Amigo, La Bagatela, Santaf de Bogot, 12
de enero, 1812, 110.
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la revolucin poltica de esos aos tambin era un asunto de dinero,
de mercado. Verlo de ese modo no tiene nada de ofensivo con quienes
se han dedicado en serio a hacer revoluciones; desde los tiempos
del emblemtico Robespierre, la ruina o el lucro estaban en discusin
a la hora de montar un taller de imprenta y de poner a circular un
peridico. Conquistar un listado de abonados era una de las
prioridades para garanti-zar la circulacin de la opinin de los ms
revolucionarios, de los ms legtimos o de los ms abnegados. Por eso,
quizs, una investigacin acerca del mundo de la opinin pblica tiene
que pensar en la relacin y en la diferencia de tres categoras
contiguas: el pblico como una categora poltica; el lector o los
lectores como una cate-gora sociolgica; y el mercado como una
categora econmica. En La Bagatela, como en
cualquierpapelquecirculenesostiemposlgidosdenecesariasdefiniciones,esastres
palabras tuvieron un uso consciente y frecuente36.
coNclusiN. la NociN de lucro y la circulaciN de la opiNiN La
Bagatela, como muchos peridicos de su poca en Hispanoamrica,
naci
y muri haciendo clculos; primero reclamando por los veinte
ejemplares que per-da entregndoselos por obligacin al gobierno
provisorio que era, por dems, otro competidor poltico. En todos los
peridicos del lapso de tiempo comprendido entre 1810 y 1815 se
halla al menos un anuncio que deploraba la escasez de papel, el
costo de la mano de obra en el taller de imprenta; tambin se
exaltaban los donativos y bajos precios que garantizaban algunos
impresores; las incertidumbres en la dis-tribucin por fuera de la
capital. Uno de los desafos de la distribucin de impresos en el
siglo xix fue determinar con alguna aproximacin la amplitud o la
estrechez del mercado; entre 1810 y 1815, la distribucin o, mejor
dicho, en cuanto al intercambio de impresos entre Bogot y
Cartagena, dos polos de actuacin poltica importantes, la conquista
del mercado lector en ambos lugares era tan importante como la
con-
quistadeadeptosyladefinicinderivalidades.Estacartade1811queindicael
intercambio constante entre dos hermanos impresores, el uno
responsable de la edicin de La Bagatela y el otro distribuidor en
Cartagena de los peridicos provenientes de Santafe de Bogot,
enuncia bien los dilemas relacionados con la distribucin y venta de
peridicos y otros impresos:
Mi estimado hermano: En este correo me ha sido muy sensible
que no me hayas escrito por las circunstancias, pero ni aun
las
Bagatelas han venido. El nmero 10 y 11 que me mandaste el
36. Para una idea comparativa, para que dejemos de pensar en
singula-ridades o anomalas inexistentes, sugiero la lectura de un
fenmeno semejante en el caso de la prensa mexicana: Susana Delgado,
Libertad de imprenta, poltica y educacin: su planteamiento y
discusin en el Diario de Mxico, 1810-1817 (Mxico: Instituto Mora,
2006).
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correo pasado fue visto y desaparecido, en cantidad de 50 que me
remitiste, de modo
que si te da gana de mandar 100, como hiciste en los dems, todas
se te hubieran
vendido; pero quin haba de creer que tuviese tanta salida, en
vista de que los
anteriores apenas se han vendido de cada uno 30.
En fin, as son las cosas de la imprenta, que no se atina con el
nmero que se
ha de tirar37.
Lasnoticiasacercade la
llegadaderesmasdepapelo,mssignificativoan, lainstalacin de un
taller de fabricacin de papel, eran hechos de enorme trascen-dencia
para el funcionamiento mercantil de la circulacin de la opinin
poltica. Precisamente, el montaje de una fbrica de papel en Bogot,
en el vrtigo poltico de 1811, tuvo para los redactores de peridicos
un alto valor patritico, adjetivo que mide la importancia concedida
a la necesidad apremiante de producir y difundir opi-niones en
aquel tiempo: Se ha presentado a la Junta la muestra de papel
fabricado en esta Capital por D. Juan Bautista Estevez, noble, hbil
y distinguido Patriota, quien ha decorado la Patria con esta nueva
fbrica, la primera que da este gnero en estos Reinos de Amrica38.
El sentido de oportunidad y de lucro no pareca estar ausente en
este trance polticamente intenso.
Antonio Nario en su peridico La Bagatela expuso con lucidez los
dilemas de una estructura poltica balbuciente y tambin indic los
postulados de una cultura poltica
queseestabaconstruyendoconmuchadificultad;esaculturapolticasealabaunatransicin
en la que ciertos valores comenzaban a ser predominantes, entre
ellos, por supuesto, el anuncio de una situacin histrica en que
tena cada vez ms importan-cia un universo de sujetos muy activos en
la deliberacin poltica. Y, adems de eso, expuso sin pudor que ese
universo de la opinin estaba regido y poda ser medido por las
pautas mercantiles. En la despedida de su peridico, Nario exhibi la
relacin directa entre conquistar el poder, ganar legiti-midad
poltica, obtener el favor de la opinin, garantizar lectores y tener
compradores; el listado de suscriptores, un dato que fue vital en
los procesos de existencia de aquellos peridicos, lo puso
comoelementodefinitoriodelapopularidaddeunimpreso:Noes la opinin de
un miserable babiecas la que decide la bondad de un pblico, la
generalidad de los lectores es la que forma la
opi-nin.Ycmosesabeestaopinin?Claroestqueporelnmerode los
compradores39. As que les demand a sus rivales polticos
37. Carta de Diego Espinosa a don Bruno Espinosa de los
Monteros, Cartagena, 10 de octubre de 1811, en Archivo Nario, comp.
Guillermo Hernndez de Alba (Bogot, Funda-cin Biblioteca de la
Presidencia de la Repblica, 1990) vol. 3, 27.
38. Noticia, Aviso al Pblico, Santaf de Bogot, 19 de enero,
1811, 483.
39. La ltima palabra que haba reser-vado, La Bagatela, Santaf de
Bogot, No. 38, 12 de abril, 1812, 145.
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Prensa y opinin en los inicios republicanos (Nuevo Reino de
Granada, 1808-1815)
que, como l lo hizo con su peridico, presenten una lista de
suscriptores. Nario cumpli en lo que le concerna, con la parte del
desafo que propuso. Para su Bagatela escogi como el ms digno eplogo
la publicacin de la lista de suscriptores y la cuenta minuciosa de
las ventas40.
Estamos, parece, ante una revolucin poltica que exiga o gustaba
de hacer clculos que, muchas veces, no podan ser estric-tamente
polticos.
Bibliografaf u e N t e s p r i m a r i a s
fuentes primAriAs impresAs:
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