EL PARALELO 0 DESDE UN CALEIDOSCOPIO 20 POETAS DE LA MITAD DEL MUNDO Muestra de poesía ecuatoriana actual Estudio introductorio, selección de poetas y poemas: Jorge Valbuena* Oh poeta esos tremendos ojos Ese andar de alma de acero y de bondad de mármol Este es aquel que llegó al final del último camino Y que vuelve quizás con otro paso Vicente Huidobro La poesía actual en la mitad del mundo, como en otros lugares, cuenta con inmensos acertijos. Descubrirlos y detallarlos con el fin de brindar un panorama general de una estética común es una labor, a grandes rasgos, quijotesca; más en este momento de fuertes complejidades políticas, sociales y comunicativas. Ya no es lo mismo ubicar una voz, una tendencia, un canon, un grupo, como antaño se hacía en respetables ediciones. Ahora estos conceptos se han multiplicado hasta
Jorge Valbuena, Colombia, 1985, nos ofrece una muestra de 20 poetas jóvenes
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EL PARALELO 0 DESDE UN CALEIDOSCOPIO
20 POETAS DE LA MITAD DEL MUNDO
Muestra de poesía ecuatoriana actual
Estudio introductorio, selección de poetas y poemas:
Jorge Valbuena*
Oh poeta esos tremendos ojos Ese andar de alma de acero y de bondad de mármol
Este es aquel que llegó al final del último camino Y que vuelve quizás con otro paso
Vicente Huidobro
La poesía actual en la mitad del mundo, como en otros lugares, cuenta con
inmensos acertijos. Descubrirlos y detallarlos con el fin de brindar un panorama
general de una estética común es una labor, a grandes rasgos, quijotesca; más en
este momento de fuertes complejidades políticas, sociales y comunicativas. Ya no
es lo mismo ubicar una voz, una tendencia, un canon, un grupo, como antaño se
hacía en respetables ediciones. Ahora estos conceptos se han multiplicado hasta
dar una imagen multiforme del escenario poético. Al parecer son la edad y la
condición geográfica algunas de las características por las que se puede reunir
ahora a un conjunto de poetas, la estética y el estilo pocas veces se han vuelto a
aplicar como una categoría plural.
Esta muestra pretende reunir veinte de las múltiples voces que se cruzan,
con mucha resonancia, en el ámbito literario actual del Ecuador. Considerarlas
jóvenes puede resultar acaparador si nos acercamos a las diversas acepciones de
este apelativo. Estoy de acuerdo en que son recientes y se mantienen vigentes en
sus búsquedas creativas, pero algo que las caracteriza notoriamente es la madurez
con que plantean su cosmos literario. Cada una de ellas, desde puntos de vista
muy distintos, se enfrenta a una condición de época multidimensional, que
ritualiza un nuevo manejo de los temas desde posturas desalienadas, intimistas,
cotidianas y anecdóticas. Temas que se proyectan desde un “yo” colectivo, que
suplen la labor de un coro en medio del silencio y a la vez retornan al susurro
personal.
Si fuera necesario hablar de un tono de época, diría que esa melodía que
aparentemente se escuchaba con tanta claridad en las poéticas nacionales es ahora
un ensamble de ritmos y polifonías en donde el silencio cumple un papel estelar y
en donde lo nacional ya no se encuentra en las banderas que se enarbolan. Las
fronteras apenas sirven para esta muestra como un distintivo de los lugares en
donde se ha gestado esta poesía, los temas son universales y el trato particular. Sin
embargo, algo que detalla este coro aquí reunido bajo la premisa de Poesía
ecuatoriana, como en otros muchos países, es su tradición. A grandes rasgos podría
parecer la reunión de un grupo de poetas que distan mucho en su estilo y que se
ubican bajo una estética personal e individual en la que las diversas influencias no
han sido compartidas, pero es precisamente su pasado literario el que ha dejado
una huella significativa en estas nuevas voces.
Una tempestad desbocada llamada Alfredo Gangotena, Una tenue tiniebla
llamada César Dávila Andrade, Un volcán desenterrado llamado Jorge Enrique
Adoum, Una ventisca eterna llamada Gonzalo Escudero, un rumor de tormenta
llamado Euler Granda, por nombrar sólo algunos, pueblan la enorme geografía de
esta reunión de destellos que aquí se presentan. Sin hablar también los grupos
literarios como “Umbral”, “El club 7”, “EL ELAN”, “Tzántzicos” y “Sicoseo”, o
revistas como “La bufanda del sol”, han dejado una importante herencia al
presente. Las búsquedas formales de estos actuales referentes, así como el
tratamiento que hacen de los temas podrían contemplarse como ecos de un tiempo
que dejó vacíos y cimientos, nubes y sequías, y al que se puede retornar por
múltiples direcciones. Extensa es la poesía de signo irreverente que en otro
contemporáneo puede golpear a su orilla y devolverse con la sutileza anecdótica
de un suceso profano, y surcar la profundidad de un universo urbano que se
entreteje con bocados de maravilla ¿Dónde puede atracar?
Por ello no me atreveré a hablar de generación, es difícil hacerlo cuando en
esta se evidencian tantos rasgos de las anteriores que pareciera una continuidad
bien librada. Un hallazgo en la tradición se mantiene en este grupo, incluso en
aquellos que pretenden negarla, la misma negación es un eco de ella misma. Son
poetas que también se vieron inmersos en la constitución de talleres literarios, así
como en la edición de importantes revistas en donde forjaron sus primeras
creaciones y búsquedas compartidas por la crítica que allí era un acontecimiento.
Sus caminos, así como su estética, han sido múltiples, sus puertos de llegada aún
son difusos. Algunos poetas ecuatorianos actuales han pasado por diversos estilos,
atendiendo al devenir que tiene la palabra a lo largo del continente, intentando
acercarse a posturas estéticas que se abren paso fuera de las consideradas fronteras
nacionales, como es el caso del neobarroco. Así las cosas, aún es arriesgado hablar
de una sola poética ecuatoriana que defina este panorama.
Tampoco me fijé con esta selección en la insistente división que se ha hecho
entre las corrientes y grupos de Quito y Guayaquil, presente en muchas de las
antologías y muestras ecuatorianas recientes, que se basan en esta polarización
para medir las tomas de posición estéticas que se realizan sobre una realidad que
compete a ambos. Si bien se puede considerar este escenario poético actual como
un universo fragmentado, no se pueden desconocer el lugar del que proceden sus
vertientes, la historia de la poesía ecuatoriana ha estado siempre signada por un
lirismo oficialista que demarca un parnaso y una vanguardia al margen que lo
confronta. Las nuevas voces reúnen características de ambos bandos sin ser bando,
sólo incertidumbre.
Los criterios de selección, ante tamaño universo sin límites, fueron
determinados por las características que pudieron realzarse como integrales a la
mayoría de poetas indagados. En medio de la diversidad aparece un trazado de
enigmas comunes que fueron el eje sobre el que giró y se determinó una posible
reunión. Una voz que sentencia y rememora, lenguaje coloquial, lirismo
anecdótico, manejo de la ironía y el absurdo, insistencia en lo cotidiano, recreación
del léxico popular, reflexión sobre el oficio y condición del poeta, alegorías a otros
géneros y resonancias de formas vanguardistas, son algunos de los aspectos que
configuran este inventario de elementos particulares dentro de la nueva poesía
ecuatoriana. La mayoría de poetas, como se verá, son nacidos en la década del
setenta, lo cual no demerita el importante trabajo de algunos de los poetas nacidos
en los ochentas, quienes se encuentra en una constante y lúcida búsqueda ante este
cosmos multifocal.
En conjunto configuran una voz plural, ecos encontrados, voz que habla
desde la cotidianidad, llamando desde la ironía los rezagos trascendentales, siendo
un común denominador de la mayoría de ellos. La diatriba del sujeto que avanza
en medio del “viacrucis” de la modernidad y se hace a la vera a contemplar su
delirio, la oquedad de sus conflictos mientras amanece en otra parte de la historia,
la negación de lo aceptado y el dilema de volver sobre los mismos ritos. Es un coro
polifónico que olvida su ritmo para volver a encontrarlo, por ello se cuestiona
constantemente por la función del oficio de poeta, por sus estragos concebidos, y se
celebra en medio de su tempestad de tumbas que lo anteceden; los secretos que
fundaron el pasado, así como los motivos que trajeron a su melodía al despojo de
la letra. Es el ahora del poeta que se detiene en su vuelo para mirar a sus alas,
contar sus plumas, entender el cielo; de allí que sea como una marca que todos
llevan del camino recorrido, la más íntima huella que todos han querido sacar de
sus baúles para prenderle fuego a un pabilo que sólo se presiente.
El coloquio al que se entregan no presume de sabio, desentrañan desde el
escenario ínfimo de lo universal hasta la gloria intacta de lo infame. No hay norma,
cuadricula única por la que se deba avanzar, la voz se encarga de tallar su propio
laberinto. De allí que se recurra al regionalismo, al dicho, al “charlar”, dejando que
la fluidez de ese lenguaje considerado popular no reniegue de su condición de
extraño. Es la oralidad, la diglosia cultural, que se complace de unirse a ritmo,
alarga su paso, se celebra a sí misma hasta tropezar con una marca de cultismo que
se encuentra prisionera en la mitad de un poema. El poema dice, habla, reniega,
grita, guarda silencio; no mantiene una tonalidad completa que lo defina con su
carga de artefacto. Puede comenzar siendo una simple historia que se renueva
hasta desembocar en un susurro tempestuoso que se olvida de la circularidad. Hay
una gran variedad de registros en esta muestra, que han encontrado en el lenguaje
vías de escape más que de acceso a la escritura. Todas las formas de nombrar se
hacen posibles, en algunas líneas se pierde el significado, en otras se retoma, al
punto de volverse a cruzar con algo insinuado en otra parte, fuera de las palabras.
Aquí la vanguardia se preserva, no con su alienación de compromiso sino
como huella heredada. No hay canon que romper, todos los cánones antes
consumidos son ahora formas, estilos, enclaves a los que se puede recurrir y
mezclar con otras propuestas simbólicas. La forma se instala y se acomoda al
antojo del lenguaje y viceversa. Un poema puede ser muchos poemas, cambiar de
voz, claudicar en su centro, es la poesía que se indaga a sí misma desde un poeta
que busca en sí mismo el contenido de su reino. Un cruzamiento de reflejos se
apresura a darle forma a lo incierto. Si bien esto es novedad para este tiempo, el
espejo se halla encendido entre las múltiples novedades que lo han antecedido, sin
deshabitarse de la imagen, la búsqueda de ella, su deslumbramiento, como gran
traza que nunca se ha dejado de tallar. Son poetas de la imagen y de lo íntimo que
indagan en la misma certeza de lo que cubren.
Los veinte poetas aquí seleccionados conforman un panorama actual de la
poesía ecuatoriana que, desde mi punto de vista, se encuentra integrado por su
tradición y esta diversidad descrita. Pedro Gil (manta, 1971), Marialuz Albuja (Quito,
1972), Ana Cecilia Blum (Guayaquil, 1972), Julia Erazo Delgado (Quito, 1972), Carlos