Poemas Héctor Escobar Baquico Borracho estoy de un sápido licor tal cual rezan los cánones de Baco, hecho una cuba, como Horacio Flaco, extasiado en un traslúcido sopor. Ya viendo doble, -como buen bebedor- (porque yo entre ebrios me destaco) brindo con el seor, libo con el caco, de la orden de Baco soy comendador. El codo empino, del vaso soy asiduo, y bebo al alba y bajo el sol occiduo, experto he sido en el arte de libar. Afugias y tedios en mi copa diluyo y si muy orondo roncando concluyo, ¡mañana con ahínco volveré a tomar! Ruinas Cayose el castillo que edifiqué en la arena, Lo ha abatido la ola con su furia implacable, ahora yace en el suelo su almena deleznable y sólo pervive en mi alma profundisima pena. Una angustia perenne mi esperanza cercana, todo en mí se desmorona, nada en mí es estable, y mil voces y ecos con su juicio inapelable reiteran, burlonamente, la maldita condena. Juventud y esperanzas ya me han abandonado, interrogo a los astros con mi verbo cansado y ninguna voz celeste a mi aullido responde. ¡Oh pregunta de siempre, oh eterno ritornelo! ¿En qué sima sin nombre, en qué altísimo cielo, la estrella de mi vida desdeñosa se esconde?
Recopilación de Poemas y Ensayo sobre la Obra del maestro Héctor Escobar. Estos textos estaban circulando en internet. Los he puesto en este documento. Los textos pertenecen a sus autores.
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Transcript
Poemas Héctor Escobar
Baquico
Borracho estoy de un sápido licor tal cual rezan los cánones de Baco, hecho una cuba, como Horacio Flaco, extasiado en un traslúcido sopor. Ya viendo doble, -como buen bebedor- (porque yo entre ebrios me destaco) brindo con el seor, libo con el caco, de la orden de Baco soy comendador. El codo empino, del vaso soy asiduo, y bebo al alba y bajo el sol occiduo, experto he sido en el arte de libar. Afugias y tedios en mi copa diluyo y si muy orondo roncando concluyo, ¡mañana con ahínco volveré a tomar!
Ruinas
Cayose el castillo que edifiqué en la arena, Lo ha abatido la ola con su furia implacable, ahora yace en el suelo su almena deleznable y sólo pervive en mi alma profundisima pena. Una angustia perenne mi esperanza cercana, todo en mí se desmorona, nada en mí es estable, y mil voces y ecos con su juicio inapelable reiteran, burlonamente, la maldita condena. Juventud y esperanzas ya me han abandonado, interrogo a los astros con mi verbo cansado y ninguna voz celeste a mi aullido responde. ¡Oh pregunta de siempre, oh eterno ritornelo! ¿En qué sima sin nombre, en qué altísimo cielo, la estrella de mi vida desdeñosa se esconde?
Vivencial
Quise de las copas el placer escanciar y mi ser embriagué de acíbar y ambrosía, a la droga fuí adicto con mórbida manía y vivencié los hondos paraísos sin par. Embriagado viví,- me embriagaba el amar- igualmente del amor me punzó la ironía: amé con gran pasión la clásica armonía, a Hermes y Afrodita supe bien venerar. Yo de mis vicios hice un diabólico rito y llevé dignamente el estigma maldito que antaño lucieran Verlaine y Villon. Hoy tengo cuarenta años de ser, de vivir, -cuarenta años o mil según fué mi sentir-: ¡y aún busco el amor, el vicio y la ilusión!
Visión de amor
Visión que ante mis ojos te desplazas,
sugiriendo la urgencia del deseo;
dando aún más ritmo al regio balanceo
de ese andar con que tanto me solazas.
Visión que aquí en mí espíritu entreveo
como un vívido signo, cuando trazas
con tu voz ese rayo con que emplazas,
este amor a que encumbre su aleteo.
Voz que siento vibrar rielando adentro:
en el vértice íntimo, en el centro,
de este asbcóndito amor que al vuelo canta.
Que me eleva a las puras dimensiones
del ensueño y la luz y las visiones,
de este tu amor que en mi alma se agiganta.
Llamear
¡Sentía mi yo desintegrado! mi cuerpo deshecho
despedía llamaradas; mi alma, condenada y sola
en la honda sima se sumergía, semejando una ola
oscura y espiroidal en la noche; ¡ardia en mi pecho!
La angustia como una hidra indómita al acecho,
carcomía con saña mi ser, me azotaba con su cola
y me hundía en lo profundo de la negra caracola
que descendía, sin fin, por laberíntico trecho.
¡Allí anidaba el mal! los abominables reptiles
de la esfera soterrada, en innúmeros desfiles
recorrían aquel abismo; ¡habitáculo del miedo!
Yo, entre tanto, luchaba allí mismo con denuedo,
¡pero nada acortaba el avance de los endriagos
rugosos que me anegaban en insondables lagos!
Marqués de Sade
Marqués de los goces macabros y morbosos,
del hondo gemido, la herida entreabierta,
del espasmo aguzado y la pasión incierta:
esteta de los vicios secretos, dolorosos.
Con la fusta lograste orgasmos furiosos
cada vez que Justine, azotada, casi muerta,
perdón te imploraba con su boquita yerta
y sus ojos aterrados te miraban llorosos.
A mí también me deleitaban el mal, la sevicia,
y amalgamo el dolor con la insana caricia
hasta sentir de la amada su sangre gotear.
Al ver manar su sangre mi ser se estremece,
un deseo aberrante me punza, me enloquece,
y como tú, ¡oh marqués!, comprendo qué es amar
Vargas Vila
Afectado, ampuloso, su acritud destila
con sardónica altivez y lírico adorno;
con hipérboles de rebuscado dintorno
repulía su prosa el divino Vargas Vila.
Fustigó severo la pluma que se alquila
-jamás a su patria emprendió su retorno-
y a más de un tirano sumió en el bochorno:
aún hoy al leerlo su lectura escandila.
Con libérrima voz sin tregua combatía
al crédulo, al dogma, a la rapaz cleresía,
y ante nadie su testa inclinaba servil.
Su obra promovía aludes de escándalos,
nunca cedió ante bárbaros ni vándalos
y muchísimo menos al ensueño del redil.
Wagner
Maestro cantor de las gestas gérmanicas,
reviviste el pasado perdido de los arios
en dramas evocadores de lides titánicas;
hazañas acontecidas en evos milenarios...
Mitológo, mago, sucesor de los templarios,
atraía tu arte a las Walquirias tiránicas;
animaste a Parcifal con tus electuarios
y las épicas notas de música de volcánicas.
A sigfrido invocaste con la magia de Odín
y acucioso acudió con su cuerno en la mano,
deslumbrado por el anillo, y el oro del rin.
¡Magister cantor de las Eddas teutónicas,
músico innovador del esplendor germano,
que diste a la gloria tus notas eufónicas
Poe
En piélagos de sombra se abismó tu alma pura:
¡oh Edgar Allan Poe!, poeta de sueños agoreros,
de Ulalumes ideales, de acentos pregoneros,
y de etílicos infiernos donde impera la locura.
Escanciaste los vinos y la opiácea mixtura
que te brindaron los hados y trasgos eferos
y naufragó tu ser en los mares traicioneros,
en los fatales oleajes de la espiral oscura.
Magister del misterio, augur de los abismos,
esteta y visionario de noches y espejismos,
¡anhelaste la altura sin lograr tus empeños!
¡Yo también he escuchado tu fatídico cuervo
crascitar su escribillo, su canto protervo,
mientras mi ser se hunde en ominosos sueños!
Beethoven
Tras de tu testa inmensa crepitan los sonidos
y se perciben ráfagas de crómaticos fulgores;
en tu mirada reverberan los acordes fundidos
y se presiente tu alma iluminado los alcores.
Tú música vital esta templada en los fragores
del combate solitario de los heróes vencidos,
y los ritmos excelsos de los dioses creadores,
son en tus partituras crescendos sostenidos.
¡Oh sordo súblime!, tú escuchaste las sinfonías
que ejecutan los ángeles en la comba espacial
y ajustaste al pentagrama sus altas melodías.
Diste al mundo sonatas, cuartetos y oberturas,
compusiste tus obras con la intuición genial
de quien sabe que su numen vibra en las alturas
Safo
Las hermosas gimen- con ardor te evocan-,
ansìan tu dulzura, el tacto de tus manos,
en noches de amor y de ensueños paganos
las nìnfulas locas tu caricia invocan.
Sus cuerpos de rosa serpean si se tocan
-de Lesbos rememoran los goces lejanos-,
sus nùbiles cuerpos, jocundos y ufanos,
disfrutan sonriendo y a Eros provocan.
Yo tambièn, ¡oh Safo!, te amo por tus encantos,
tus lìmpidos versos de rosas y acantos
y tu voz con rumores de gàrrulas linfas.
Tan amorosa te memoro allà en Mitilene:
con pasiòn hechizaste a la alta Selene,
a Atis, a Telesica y a las divinas ninfas.
Fratricida
Soy la negrura de un océano viscoso,
la pesadilla del marino alucinado,
el vetusto bajel, - navío abandonado-
que naufragó en su fondo cavernoso.
Soy el ciclón que arrasa presuroso
y voy sin ruta, mi norte se ha borrado;
por rojos astros he sido calcinado
y la luz perdí en el antro tenebroso.
Sonámbulo navego el piélago sin fin,
-mi tedio circuye el brumoso confín-
la sombra soy del náufrago maldito.
Yo soy Caín, el asesino de su hermano,
soy el fantasma que ronda el océano
y en la noche lanzo mi macabro grito.
Descenso
En el fondo de mí mismo se agiganta el fastidio
y tenaces se agitan las lenguetas combustas
de abismales arpías, cuyas crenchas robustas,
fueron el cruel tormento de Virgilio y Ovidio.
A diario me alzo y pugno, constantemente lidio,
por desvíar las saetas de sus miradas adustas,
y de nada valen conjuros, alfanjes ni fustas,
para vencer los avances del diabólico ofidio.
A diaro el reptil me asedia, me ahoga y espanta,
la angustia con su corte en mi alma se agiganta
y con mil hechicerías obnubila mi efemérides.
Al infierno desciendo por espiras profundas
y en su abismo vislumbro a las larvas inmundas
que con furia roen el jardín de las Hespérides.
Insania
Hay veces que la locura se percibe
como una horda fatal que nos rodea,
como un rayo que crece y serpentea
y que muy hondo su zig zag describe.
Con altivez y con ironía inscribe
la profunda sentencia que llamea,
y con tanta saña su oriflama ondea
que del espíritu su fulgor inhibe.
Hay veces en que la insania obsede
y ni un solaz de tregua nos concede,
desplaza nuestro Ego y lo evapora.
Muy sútilmente la razón se esfuma,
un caos nocturno a la mente abruma
y se yergue una sombra aterradora.
Desesperanza
Imagino mi cerebro cual terreno agrietado:
árido, reseco, consumido, surcado de fisuras,
por culpa de las drogas e innúmeras locuras
a las que con tanto afán mi ser se ha dedicado.
Mis íntimos vicios con fervor he cultivado,
-pero ellos hundiéronme en espesas honduras-
ni un rayo de esperanza horada las negruras
en las que a diario caigo y me hallo relegado.
Con los nervios aguzados, fijas las pupilas,
acrecentarse miro la triste noche entorno:
¡oh noche eterna y sola que mi vida aniquilas!
Los enervantes tóxicos ennublaron mi ruta
y perdido el anhelo de emprender el retorno
hacia el último abismo mi destino se enruta.
Sublimación
Sí la muerte existe yo ya estoy muerto
y si existir es verdad yo supervivo;
si la muerte me designa soy esquivo
y si la vida me exalta ya estoy yerto.
En existir y morir volvime experto,
viviendo muero y muerto sobrevivo,
inmóvil estoy y permanezco activo
y si dormido me veo estoy despierto.
Paradoja del ser: vivir sin existir;
existir sin morir en lento devenir,
paradigma inescrutable de la nada.
Si ser o no ser sintetizan el enigma,
de vivir sin morir llevo el estigma
y muerto sueño en la vida sublimada.
El olvidado
Quiso el destino, (este aserto impera)
menoscabar mi nombre y mi guirnalda,
marcarme con el hierro en la espalda
y ser maltratado cual innoble fiera.
Ser un galeote olvidado en la galera,
Sísifo, artrítico, en la rocosa falda,
allí donde el sol momifica y escalda
mi escuálido esqueleto y mi quimera.
Del azar es esta trama inexcrutable
de ir y mal venir, ¡oh sino irreparable!
hasta quedar exangue en la furrusca.
Quieran los hados, -¡ y ojalá existan!-
que mis nervios y mi cálamo resistan
y que me añore aún la ingrata etrusca.
Opulencia de amar
La riqueza es el tiempo. No lo olvides.
El tiempo para darse al regocijo
de sentir el querer, amor prolijo,
y exprimir de placer sus ricas vides.
Esto te digo, porque en mí coincides,
y el Eros a mi alma lo predijo
y con él en mi ser siempre transijo
sobre todo si amor, aún más me pides.
Porque amar en el tiempo es la riqueza;
y es este sentimiento la certeza
de ser siempre dos en uno mismo.
Reflexionemos pues, amante mía,
y compartamos la alta epifanía
que el amor nos ofrenda con verismo.
Beserías
..Apasionado al besar,
era el duque de bezzara...
Ese beso o besuvio, ese besífero
que en tus labios besárico estampara
con cratérico amor, a lo Bezzara,
el duque aquel, que fue tan volcanífero.
Torrentífero, sí. Más, no somnífero,
fue aquel lávico beso por tu cara,
el que hizo que mi alma degustara
tu calmárico ser tan salutífero.
Con mi itálico beso de volcanes,
de herculánicos humos y desmanes
y pompéyica lava en tus laderas,
decirte ansío, como allá en campania:
¡ Oh Cenizzinia, amor, dulce musania,
que haces rugir mis líricas loqueras!
Este amor maniqueo
Qué angelicales morbos que me inspiras
con ese lento andar, con tu paciencia,
con esa laxitud, con tu renuencia,
y ese dejo atonal con que suspiras.
Qué tortuosas virtudes que me incitas
si tus piernas entreabres con decoro
y enséñasme ese púdico teroso,
con el cual tanto mi codicia excitas.
No creo en el perdón ni en el pecado,
pero a ambos contigo los desgusto,
porque en ti el mal es bien cuantificado.
Y es que pecar contigo es ser virtuoso,
es darle a dios y al diablo lo que es justo
al poseer tu cuerpo...prodigioso.
Amor musitado
Gratos son los susurros de las voces
que se perciben tácitas, profundas,
en la nocturna concha de los goces
y en las áreas anversas y jocundas.
En los tibios albores alveolados
se oyen ecos, rumores infantiles,
rememorando rostros esfumados
en la verde planicie y los cantiles.
Fluye el sedoso encanto de la blusa,
en medio de otros íntimos blancores
que hacen más mía la emoción profusa.
La febril elación del ritual diario,
que concentra en tu ser los resplandores
de este amor de tu amor, turiferario.
Doliente
El dolor clava certero su ponzoña
en mi insomne corazón aventurero,
de recias andanzas fui el pionero
y ya no campean mi voz ni mi zampoña.
Mi vetusto lauredal no más retoña,
reseco está por mi loco desafuero,
y en el tupido verdor del limonero
escucho, burlón, el trino de la soña.
Abollada, mohosa está mi coracina,
y temblorosa mi mano, -antes ferina-
aguardo sólo el óbito y las preces.
Tras un pálido ideal perdí mi vida
y por ir tras de su luz desvanecida
sólo veo lo infausto y los reveses.
Amar siempre
Todo es un morirse igual,
si amor no aporta su llama;
pues, quien es amado y ama,
sabe de Amor lo esencial.
En cambio, aparece el mal,
si Amor al alma no inflama;
si sola en el yermo clama,
al ver su angustia abismal.
Sabed esto: oh amadores:
no son Amor resquemores,
ni desidias, ni frialdad.
Amar, es el don profundo,
de ver elevarse el mundo
desde el Todo a la Unidad.
I ( Florilegio de Escándalos y candorosas Aberraciones)