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LA PESTE DE TEBAS Noviembre de 1996 Publicación Psicoanalítica PRECIO DEL EJEMPLAR: $4 Año 1 Nº 2 Los ANALISTAS y el DINERO “… ¿Qué pueden las leyes allí donde sólo el dinero es rey?” Petronio Huergo 210, 9º Piso “A”
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peste 02

Dec 19, 2015

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Elena Ibarra

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Page 1: peste 02

LA PESTE DE TEBAS

Noviembre de 1996

Publicación Psicoanalítica

PRECIO DEL EJEMPLAR: $4

Año 1 Nº 2

Los ANALISTAS y el DINERO

“… ¿Qué pueden las leyes allí donde sólo el dinero es rey?”

Petronio

Huergo 210, 9º Piso “A”

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(1426) Capital Federal

COORDINACIÓN GENERAL

Mario Cóccaro

COMITÉ EDITOR

Fidias Cesio

Mario Cóccaro

Liliana Denicola

Carlos Isod

Alberto Loschi

Adriana Sorrentini

ILUSTRACIÓN DE TAPA

Mariana Di Nardo

PRODUCCIÓN GRÁFICA

Andrés Mendilaharzu

IMPRESIÓN

El Taller

Las responsabilidades que pudieran derivarse de los artículos firmados corren por cuenta de sus

autores. La reproducción total o parcial de un artículo está permitida con la autorización escrita de la

Dirección de La Peste y mencionando la fuente. Registro Nacional de la Propiedad Intelectual en trámite.

Sumario

Los honorarios en psicoanálisis. Deuda y culpa.

Fidias Cesio

El dinero, ¿un síntoma?

Diana Siguel de Turjanski

Dinero, Muerte e Intercambio Simbólico

Alberto Loschi

El valor del dinero

Adriana Sorrentini

Secciones

Editorial

Co–Respondiendo

Mesa Redonda

Glosario

La Crisis del Psicoanálisis

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EDITORIAL

El dinero en la sesión

La necesidad del analista

El tema de nuestro primer número fue dedicado a la crisis del psicoanálisis, y más allá, como algunos de

sus artículos hicieron referencia, a la crisis del pensamiento actual. No es casual, aunque tampoco fue

intencional, que el tema elegido para este segundo número haya sido „El Dinero‟. Se puede plantear que

la cuestión „dinero‟ aparece hoy, en numerosos análisis, como un punto de urgencia particularmente difícil

de abordar y resolver. En razón de ello, hemos querido reunir en este número una serie de artículos que

versan sobre el tema y que reflejan lo que cada autor se ha visto llevado a pensar frente al „síntoma-

dinero‟. Esperamos que su lectura ayude en la tarea de abrir caminos sobre un terreno no muy explorado

por el psicoanálisis.

Estableciendo una distinción, arbitraria pero útil a los fines de facilitar la exposición, podemos decir que

el dinero participa en la sesión en tres niveles diferentes.

En primer lugar encontramos „dinero‟ como palabra de la asociación libre. Desde esta perspectiva,

aplicamos a „dinero‟ el mismo tratamiento que a otras palabras. Podemos describir la transferencia en la

palabra, encontrar significados, desandar desplazamientos, desplegar condensaciones, etc.

En otro nivel aparece „dinero‟ como palabra-cosa. Acá „dinero‟ participa de la misma estructura que la

palabra hipocondríaca, y se intercambia con ésta, como es dable observar en la clínica. Particularmente

notable resulta esta semejanza en la angustia económica, indistinguible muchas veces de la angustia

hipocondríaca. Sobreviene tras el fracaso del yo „megalómano‟, o a partir de una pérdida en el terreno del

ideal; la libido se repliega colmando el núcleo narcisista original que impacta y desorganiza la economía

del yo. Las dificultades que plantea el abordaje del „dinero‟ en este nivel, se asocian entonces a las

dificultades que plantean la cuestión de los afectos y/o de lo somático. Así como se enferma del „cuerpo‟

también se enferma del „dinero‟.

Pero el dinero se caracteriza y tiene la singularidad de participar también en otro nivel, no reducible a los

anteriores, aunque tampoco separable de ellos: los honorarios. Nos extenderemos sobre este último punto

por presentar dificultades particulares para ser pensado.

En contraposición a toda otra operación analítica, reglada por la abstinencia, los honorarios son una

actuación que muestra un „acto‟, del que participan paciente y analista, no resoluble en la palabra.

Mientras la regla de abstinencia „prohibe‟ el comercio sexual entre paciente y analista, al mismo tiempo

„obliga‟ al comercio económico en los honorarios. ¿Se trata de una contradicción?, ¿una transgresión

dentro del mismo encuadre? ¿Responderá a una estructura latente del encuadre aún no teorizada?. ¿De

qué trata ese „acto‟?.

Pensar el dinero de los honorarios como „una base de realidad‟ sobre la que se sustentaría la sesión, a

nuestro juicio bloquea la posibilidad de comprender el „acto‟ de los honorarios; lo mismo ocurre si

consideramos ese „dinero‟ sólo en su valor económico.

Los honorarios ponen en juego „la necesidad del analista‟. Pero, del mismo modo, sería erróneo entender

esa necesidad en su carácter conceptual, como necesidad económica o biológica. Adquiere otro valor si

tomamos „necesidad‟ en su carácter vivencial: la necesidad-vivencia. Como vivencia, la „necesidad‟ es el

paradigma de lo actual. Habla de la presencia del „muerto‟, el núcleo trágico-incestuoso excitado en la

sesión. Considerados de esta manera, los honorarios muestran el „acto ritual‟ que disuelve el „muerto‟; es

el „acto‟ que „levanta el muerto‟ y por el que se lo reconoce.

Estas líneas, como los artículos que siguen, pretenden abrir vías que permitan pensar psicoanalíticamente

el dinero y los honorarios. Hacerlo implica el vencimiento de poderosas resistencias, sobre todo las que

determinan la reacción terapéutica negativa, la „crisis‟ más importante de un tratamiento.

Tema del próximo número:

La pesadilla

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Los honorarios en psicoanálisis

Deuda y culpa. La culpa inconsciente1

Fidias Cesio

Los honorarios significan un compromiso entrañable, „actual‟, entre paciente y analista. Dan expresión a

las estructuras narcisistas primordiales, incestuosas, sepultadas, los „orígenes‟ de la culpa inconsciente.

A la paga del tratamiento en el psicoanálisis, tal como en todas las actividades que hacen al arte de curar,

la denominamos honorarios. Puede tener las más diversas maneras de realizarse: el clásico pago personal

con dinero, directo, es el más frecuente en nuestro medio. De una u otra manera los honorarios participan

en la relación entre paciente y analista. Cuando falta la manifestación „material‟ de los mismos -por

ejemplo el dinero-, la relación tiene un sesgo ideal. Dentro del encuadre de la si-tuación analítica el dinero

participa de manera relevante, por su condición de „real‟2, de „actual‟3, en la dimensión de realidad ne-

cesaria para el desarrollo del tratamiento.

Deuda y culpa poseen significados semejantes. Con los honorarios y con el trabajo del analista se paga

una deuda-culpa inconsciente que, sin embargo, nunca queda saldada. Esa deuda-culpa, mientras por un

lado es un factor fundamental en la manifestación de los sufrimientos neuróticos, por el otro es también

una fuerza que promueve el trabajo analítico.

La deuda-culpa de la que estamos hablando es una culpa mítica, original, que nos llega desde „el más

allá‟, que es actual en cada desarrollo ontogénico y corresponde al filicidio-parricidio con el que se

expresa el incesto sepultado. “Edipo Rey” -la obra de Sófocles- presenta ante nosotros, de manera

magistral, esta tragedia fundamen-tal constitutiva de la esencia de la naturaleza del hombre: Layo

abandona a Edipo, su hijo, a la muerte; Edipo mata a Layo, su padre, y se une a Yocasta, su madre; el

drama conclu-ye en tragedia.

La investigación en la situación psicoanalítica de la culpa inconsciente -tragedia edípica sepultada- nos

introduce al conocimiento de los orígenes de las más diver-sas manifestaciones, como lo son las „actuales‟

(el transcurrir vivencial) y, cuando las mismas alcanzan un carácter sintomático: „actuaciones‟, „RTN‟ y

„neurosis actuales‟ (angustia, hipocondría, letargo y demás alteraciones somáticas). Estas manifestaciones

sintomáticas aparecen en la conciencia con una cualidad material, real, traumática, tal como aparece lo

„sepultado‟ por la „castración‟; se trata de variantes de la „resolución‟ de la tragedia edípica4. Los

honorarios, con su cualidad material -dinero- participan de estas vicisitudes y son así protagonistas en las

situaciones dramáticas que aparecen en el curso del desarrollo del psicoanálisis.

El terapeuta-analista que se presenta como tal está diciendo al posible paciente que desea curarlo, deseo

que nace desde la necesidad de „pagar‟ su propia deuda-culpa inconsciente. Por otra parte, a su vez, el

paciente se presenta enfermo ante el analista por la deuda-culpa que lo abruma ante la figura paterna -

parricidio original-, que está en los orígenes de su neurosis y por la que paga con los honorarios. La culpa

los une y los separa. Los une en cuanto por medio del trabajo analítico cada uno „paga‟ por sus culpas

buscando el „perdón‟, es decir, aliviarse de las acusaciones, remordimientos y castigos que conlleva esa

culpa, y los separa en tanto la misma aparece como amenaza trágica.

El drama que acabamos de describir está en el fundamento mismo del proceso psicoanalítico y es

protagonista en el análisis de la neurosis actual. La culpa y el castigo que lo configuran son la máxima

resistencia al progreso del análisis y, como dijimos, encuentran en el tema de los honorarios, con su

connotación concreta, de actuación, una expresión privilegiada.

Analicemos este punto más en detalle; el encuadre en el que transcurre el proceso analítico, caracterizado

por la abstinencia - prohibición del incesto - actualiza e instala en el fundamento de la sesión, a partir de

la prohibición, al mismo incesto. Desde ese espacio -el encuadre- el analista ocupa, además del lugar del

padre que ama y prohibe, el del padre muerto, „sepultado‟ en lo inconsciente, con el poder que esta

cualidad le confiere5, un poder sobrehumano, capaz de vencer todas las barreras. Es el que, en la tragedia

de Sófocles, movió a Edipo a emprender el análisis de „La Peste en Tebas‟ y al descubrimiento del incesto

que la sostenía, es decir, su propio crimen, el asesinato de Layo. En el análisis este mismo poder creado

por el encuadre, del mismo modo que implica el peligro de hundir al proceso analítico en la RTN, hace

posible el progreso del mismo.

A medida que se profundiza el análisis la culpa incons-ciente alcanza más y más la consciencia con su

figuración trágica connotadas por los rasgos incestuosos que subyacen en los arcanos del alma. Los

honorarios, con los progresos del análisis, revelan más y más su significado de deuda-culpa-castigo, y

participan así de manera importante en los desenlaces negativos, una manifestación de la tragedia

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sepultada, como lo son la actuación, la RTN y las enfermedades „actuales‟ -a presentación somática- que

pueden llegar a desbordar nuestra capacidad terapéutica.

El camino que sigue el paciente en la búsqueda de su terapeuta pasa por canales „familiares‟, comentarios

de algún amigo, lecturas que le hacen pensar que determinado analista se adecua a su caso, el

conocimiento directo de alguno o algunos de ellos, etc. En su elección el aspirante a analizando se guía

por las transferencias que los terapeutas le despiertan, repitiendo en gran medida los modelos primarios de

elección de objeto. Las expectativas que tienen que ver con los honorarios son inseparables de estas

transferencias primordiales. El dinero, los honorarios, dan „cuerpo‟ a estas transferencias e

inconscientemente despiertan y participan en la constitución de vivencias ligadas a las más primitivas

relaciones con los objetos que sostienen la vida de los protagonistas.

Hecha la elección tiene lugar el „encuentro‟ -primera entrevista- del que forma parte la „preentrevista‟ -

que consiste en las primeras comunicaciones entre paciente y analista, en particular el telefonema que

habitualmente precede al „encuentro‟-. Ya en la preentrevista, mientras que por una parte están las

palabras con sus significados de la lengua y las transferencias que conllevan, por la otra está la voz, la

„música‟; lo inefable, imágenes acústicas que mani-fiestan sentimientos, que, a la manera de un

montante afectivo acompañan a la palabra, un adelanto de la experiencia que tendrá lugar entre

paciente y analista a lo largo del análisis.

Es frecuente que el tema de los honorarios, aunque puede estar planteado desde la preentrevista, sea

discutido cuando tiene lugar el „encuentro‟ propiamente dicho. Se trata de un momento fundamental en el

que sucede el „imprinting‟ -una identificación directa masiva- que marcará el destino del análisis. La

posibilidad de un acuerdo en el establecimiento de los mismos esta en función de la resolución que el

complejo de Edipo ha alcanzado en los protagonistas. La aparición de un conflicto insoluble en el arreglo

de los honorarios pone en evidencia una fractura grave en la base de la estructura que han configurado

paciente y analista, eco de una original trágica, tan activa como lo revela el desenlace negativo del

encuentro. Por lo contrario, cuando se establece un fácil acuer-do de honorarios es porque en la estructura

predomina una organización genital, libidi-nosa, resultado de un eficaz sepultamiento de los

representantes pulsionales incestuosos, trágicos.

Para que paciente y analista se entiendan en términos de honorarios y emprendan el análisis, es necesario

un basamento inconsciente dado por una relación de objeto „infantil‟6 suficientemente positiva, que se ha

de manifestar por la aparición de una sólida transferencia „amistosa‟ desde el comienzo mismo de la

entrevista. En otras palabras, cuando se entabla una discusión de honorarios, la resolución de la misma

ya está en gran medida determinada por el modelo primitivo de la relación de objeto de los

protagonistas en la que la relación deuda-culpa-pago-castigo es fundamental.

Si el analista entrevista a un paciente que no puede pagar los honorarios que le pide, se repite una

experiencia de abandono en la que el paciente que no acepta la propuesta del analista tiene la vivencia de

que éste es culpable de abandonarlo a la „muerte‟ -de la misma manera que Layo abandona a Edipo a la

muerte en el monte Citerón-.

Si el analista le cobra menos de lo que es la expectativa del paciente, este último, inconscientemente, en

alguna medida, se siente culpable de parricidio; el analista ocupa el lugar del padre castrado -Layo

asesinado en la encrucijada de los caminos- y el paciente carga con la culpa-deuda.

El núcleo narcisista primario, el que configura una estructura ideal, el yo ideal sepultado con la castración,

protagonista de la estructura fálica, participa de manera fundamental en el „juego‟ de honorarios.

Cuando en la relación paciente-analista los honorarios son considerados altos por el paciente se hace

evidente el valor idealominoso que los mismos poseen. O bien son el „bebé maravilloso‟, el „falo‟, que el

paciente desea ser o poseer y que ahora aparece „constituido‟ por el analista, o bien los mismos honorarios

revelan su faz siniestra, destructiva, amenazante. Podemos decir que en esas circunstancias, mientras el

paciente ocupa el lugar del „yo coherente‟ resultante de la resolución del complejo de Edipo secundario, el

de la historia personal, el analista ocupa el del „yo ideal‟, el del narcisismo original, donde está el „tesoro‟7

que el primero anhela, o el doble ominoso que lo amenaza. En la unión que se establece entrambos logran

sentirse completos desmintiendo así la castración.

En el caso del paciente que a la vez es analista esa especie de „prótesis‟ narcisista, fálica, que pueden

significarle esos relativamente „altos‟ honorarios, le hace sentirse a su vez poderoso, él también tiene

entonces la atracción que la posesión del falo confiere y el poder para ofrecer a sus pacientes el „bebé

maravilloso‟ que su analista le „presta‟. Se establece así una estructura inestable que depende del analista

„ideal‟ que la sostiene.

Si los honorarios que paga para la apreciación del paciente son relativamente bajos el analista se le

aparece castrado, impotente, y siente que „carga con el muerto‟8. La deuda-culpa le obliga entonces a

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permanecer unido al analista para repararlo9, más allá de los beneficios que alcance con el análisis que

éste le proporciona.

Las transferencias básicas que se establecen por el encuadre en general y por el de la sesión en particular,

son fundamentalmente paterno-materno-filiales. Los honorarios y los conflictos que acerca de los mismos

se plantean son una manifestación de las mismas. En un nivel el analista ocupa el papel del padre, el de la

historia personal del paciente que configura el complejo de Edipo secundario10 y, en otro nivel, en la base

de estas transferencias, el del padre primitivo, primordial, el del incesto, el que posee el „tesoro‟ -falo- que

el hijo anhela. Desde esta última identificación experimenta la culpa por el crimen contra el hijo-paciente

-cobro de honorarios-. Layo abandonando a Edipo en el monte Citerón. Por otra parte el paciente ocupa el

lugar del hijo culpable por la castración del padre, por el parricidio -Edipo apoderándose del „tesoro‟ de

Layo al matarlo en la encrucijada de los caminos-. A lo largo del proceso analítico estos papeles son

cambiantes y experimentan múltiples combinaciones.

Los honorarios son uno de los elementos que configuran el encuadre de la situación analítica. Son

establecidos desde la „realidad‟ como los demás componentes del encuadre - asociación libre, horarios,

lugar, etc.-, mas, como éstos, participan a la vez de lo „real‟ -ese transcurrir vivencial que tiene lugar a lo

largo de la sesión sin signos evidentes-. Por otra parte, la palabra honorarios es una representación en la

conciencia que atrae transferencias desde otras palabras, y, además, una representación-cosa,

inconsciente, y más allá es realidad.

„Honorarios‟ en tanto representación-palabra puede ser metáfora y presentar en la conciencia múltiples

ideas inconscientes transferidas en la misma, mas también tiene una fuerte connotación de representación-

cosa que le da características semejantes a las que Freud describe cómo „palabra hipocondríaca‟, una

palabra que se enraiza en las „entrañas‟, que se hace evidente por manifestaciones somáticas. Los

honorarios-dinero están fuertemente asociados a las „cosas‟ fundamentales: comida, casa, sexo, etc.-,

„Honorarios‟ aparece también en la conciencia con las cualidades propias de los contenidos que desde los

sepultado alcanzan la conciencia, como lo son los afectos. Estas características de la palabra „honorarios‟

nos explica la dificultad que encontramos en su trato simbólico, que se hace evidente en la notable

resistencia que presenta cuando pretendemos analizarla.

La naturaleza de la palabra „honorarios‟ que acabamos de describir implica que su trato conlleva una

participación fundamental de los componentes „actuales‟, aquellos que cuando están trastornados se

manifiestan como „neurosis actuales‟, en particular angustia.

Los honorarios significan un compromiso entrañable, „actual‟, entre paciente y analista. Dan expresión a

las estructuras narcisistas primordiales, incestuosas, sepultadas, los „orígenes‟ de la culpa inconsciente. En

las diversas manifestaciones de Reacción Terapéutica Negativa -que es la puesta en escena de estas

estructuras- el tema de los honorarios suele ocupar un papel protagónico.

1 Este artículo es una extensión de la contribución de Adriana Sorrentini que, con el título “Los

Honorarios. Una Libra de Carne”, fuera presentado en el XXXIV Congreso Nacional Mejicano de

Psicoanálisis (1995). Si bien los conceptos básicos son semejantes, el desarrollo de los mismos, así como

el acento puesto en algunos de ellos, le dan su identidad.

2 Denominamos „real‟ a la manera en la que se presenta la „realidad‟ dentro del encuadre en el que se

desarrolla la sesión psicoanalítica, en la transferencia, es decir, sin „actuaciones‟ ni otras manifestaciones

evidentes.

3 Denominamos „actual‟ a lo que aparece en la sesión psicoanalítica en términos de „vivencia‟. Es el

material básico de nuestras construcciones.

4 Diferenciamos así la resolución de la tragedia edípica -complejo de Edipo primario- correspondiente a la

estructura fálica, de la resolución del complejo de Edipo secundario que, a partir de la castración fálica,

„sigue‟ al primario.

5 En el artículo “El Poder del Analista” de Adriana Sorrentini y Fidias Cesio, presentado en el Congreso

Latinoamericano de Psicoanálisis de Río de Janeiro (1990), aparece desarrollado este tema.

6 Denominamos „infantil‟ a un contenido inconsciente primariamente reprimido.

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7 En las concepciones populares el „tesoro‟ aparece dentro de un „arca sepultada‟, a la que solo se llegar

siguiendo un plano que exige gran habilidad para descifrar. Por otra parte también denominamos „tesoro‟

las arcas de los bancos donde se guarda el dinero.

8 La palabra „muerto‟ tiene un concepto abstracto que comprende los de yo ideal y su doble -una

estructura fálica-, y las más de las veces aparece bajo la figuración „cadáver‟ por efecto del

„sepultamiento‟ resultante de la castración.

9El tema aparece desarrollado por María Langer a partir del análisis de la película „El Arpa Birmana‟

10El que se desarrolla a posteriori de la castración y da lugar a las identificaciones con los padres de la

historia personal.

destacados

La deuda-culpa de la que estamos hablando es una culpa mítica, original, que nos llega desde „el más

allá‟, que es actual en cada desarrollo ontogénico y corresponde al filicidio-parricidio con el que se

expresa el incesto sepultado.

cuando se entabla una discusión de honorarios, la resolución de la misma ya está en gran medida

determinada por el modelo primitivo de la relación de objeto de los protagonistas en la que la relación

deuda-culpa-pago-castigo es fundamental.

CO-RESPONDIENDO

Me complace transmitirles mis felicitaciones por la iniciativa que se presenta enmarcada por la trayectoria

de los prestigiosos profesionales que componen su comité editor.

“La Peste de Tebas” es, sin duda, de innegable valor, como queda explicitado en su Editorial “para pensar

en común acerca de las cuestiones centrales del psicoanálisis”.

Hago propicia la ocasión para saludarlos muy atentamente.

Dr. Mario O‟ Donnell (Secretario de Cultura de la Nación)

Estimados colegas:

Celebro la pujanza y creatividad en buscar nuevas formas, decires, para expandir “La Peste de Tebas”.

Les deseo lo mejor para llevar adelante esta nueva publicación.

Los saludo con afecto. Dr. Gabriel Dobner

La Asociación de Psicoanálisis de Rosario felicita a los colegas por la presentación de la revista “La Peste

de Tebas” y por haber llevado a cabo esta valiosa iniciativa.

Afectuosamente.

Dra. Ma. Elena Sinopoli (Secretaria de Biblioteca y Publicaciones)

Dr. Mario R. Bugacov (Presidente de la Asociación de Psicoanálisis de Rosario)

Me dirijo a ustedes para felicitarlos en su nuevo emprendimiento, deseándoles el mayor de los éxitos.

Saluda atentamente.

Viviana Andrea Giménez

Tenemos el agrado de hacerles llegar nuestras felicitaciones y sinceros augurios de éxito en la realización

de su publicación psicoanalítica.

Asimismo queremos expresarles el interés despertado por la calidad y el contenido de las temáticas

tratadas.

Los saludamos cordialmente.

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Lic. Miguel Angel Tollo (Presidente de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires)

Quiero agradecer el envío del primer nú-mero de la Revista “La Peste de Tebas” y la invitación para la

presentación de la misma.

He leído prácticamente la totalidad de los artículos y creo que todos ellos son un importante aporte para la

reflexión y en mi caso particular un medio de aproximación al psicoanálisis.

Sé de todos los esfuerzos y del trabajo que implicó el nacimiento de esta publicación y es por ese motivo

que les deseo a todos los que la hacen la mejor aceptación por parte de los lectores.

Una vez más gracias y éxito.

Cordialmente. Pablo T. Gianella

Foi com muita satisfação que li “La Peste de Tebas”, artigos muito interessantes e atuais. Creio que os

senhores tocam em temas por de-mais profundos numa linguagem clara e concisa.

Estou bem de acordo com a linha editorial do jornal e também penso como os senhores que a crise não é

exatamente da psicanálise, mas sim do fato dos psicanalistas terem se afastado tanto do contato profundo

com o inconsciente quanto do manejo transferencial.

Altamirando Matos de Andrade Jr.

Río de Janeiro, Brasil

Hemos recibido una colaboración del

Licenciado Enrique Mario Novelli, con el título:

¿Crisis del psicoanálisis? ¿Para quiénes o para qué?, con pedido de publicación.

El psicoanálisis surgió de la práctica clínica como método que al comprender los síntomas y el

funcionamiento psíquico del sujeto, alivia dolores y sufrimientos. Aquéllos que por su tenacidad tornaban

en inoperantes a las terapéuticas de la época.

Esas terapéuticas se basaban en técnicas de concepción físico–químicas y anatomopatológica. En ellas el

sujeto se convertía en un cúmulo de signos universalmente reconocidos y comprobables.

Eran terapéuticas que parcializaban y masificaban al mismo tiempo.

Pasaron los años. La técnica dió paso a la tecnología. Hoy se alivia lo que antes no se podía. Se evitan

muertes prematuras. se alarga el promedio de vida; sin embargo… Una mujer padece de dolores en uno de

sus miembros superiores. En un mismo día la atienden tres especialistas: de hombro, de codo y de

muñeca. Tres diagnósticos distintos basados en los datos proporcionados por las mismas máquinas

detectoras.

Los dolores desaparecieron rápidamente, pero... la persona seguía sufriendo. ¿De qué? “De algo más

sordo, profundo, indeterminado”.

Qué atendieron los tres ultraespecialistas? A la persona? No. Atendieron a los datos “objetivos”

proporcionados por la tecnología. Datos de los que “no se puede dudar”.

Dicho de otro modo, pasaron los años, ahora la parcialización y la masificación es tecnológica.

Que esos efectos no son promovidos por la Medicina, es sabido desde Hipócrates; sin embargo para que

ese estado de cosas perdure y vaya en aumento, algún terreno fertil debe existir. Es un terreno que lejos de

pauperizarse, se enriquece.

Dirijamos la mirada fuera de ámbitos de la prevención y atención de lo enfermo. Veremos que en el

entorno económico–socio–cultural se atiende a la globalización–masificación.

Es un terreno en el cual el sujeto se ve cada vez más reducido a objeto, en consecuencia: pérdida de

identidades, de parámetros, de metas pulsionales. Resultados: desequilibrios libidinales, tensiones,

sufrimientos, dolores.

Se apela entonces a soluciones (ilusorias), una de ellas aplicar técnicas ultraespecializadas y aquí el

circuito se torna en círculo vicioso.

Rápidamente se sepultan los síntomas, pero: ¿paradójicamente? aparecen otros más profundos; sin

embargo…

“El Psicoanálisis está en crisis. No sirve. No cura. El Psicoanálisis ha muerto”.

¿Pero acaso el Psicoanálisis no se dedicó desde sus albores a aliviar los sufrimientos humanos, y

justamente aquellos que por otros medios no se aliviaban? Sin embargo…

Aquellas frases alcanzaron tendenciosamente nivel público entre los legos. Ellos se hicieron eco y

propagaron las aseveraciones.

Para que este estado de cosas se produzca también debe existir un terreno fértil.

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Claro, las causas de los dolores y padecimientos que trata el Psicoanálisis no son objetivos”. Lo que trata

el Psicoanálisis son subjetividades y como si esto fuera poco, complejidades.

El Psicoanálisis no aborda los padecimientos que siguen las vías de la naturaleza, no interpreta los datos

objetivos de la máquina. Atiende y trata de comprender al sujeto. Ni siquiera trata de entender al Hombre,

tampoco a la persona, sino a lo que subyace en ellos.

Atiende la subjetividad de la complejidad que se produce con la coimplicancia de factores de distinta

naturaleza: soma–cuerpo–psique–social– cultural. Atiende y entiende lo que se produce en ese “entre” de

cada uno de los factores y que conocemos como manifestaciones y producciones del sujeto.

Ahora bien, si desde el campo ampliado –del que antes hicimos mención– y también desde los ámbitos

terapéuticos no psicoanalíticos, se promueve la eficacia –no la eficiencia–; si con la globalización el

sujeto cada vez está reducido más a la posición de objeto. Si existe una cultura que está más al servicio de

las resistencias y del “de eso no se habla”; ¿no habría que interrogarse: ¿para quiénes? o ¿para qué? se

dice que el Psicoanálisis está en crisis.

Para el sujeto que padece, para el que no le alcanza lo objetivo como elemento de explicación, para

nosotros los sujetos humanos el Psicoanálisis no ha muerto y tiene aún mucho por decir y hacer.

Desde su nacimiento se desarrolló a contramano de técnicas masificadoras y métodos simplificadores;

trató de aprehender lo más propio del sujeto, la subjetividad.

Desde sus inicios mostró que hay sujetos distintos del que conceptualizaba la filosofía y describía las

ciencias naturales. Con las teorizaciones sobre la histeria, la neurosos obsesiva, con la introducción del

narcicismo, la segunda tópica y la descomposición de la personalidad psíquica, demostró que bajo la

aparente unidad yoica co-existen varios sujetos.

El Psicoanálisis analiza las parcialidades que como factores de distinta naturaleza se coimplican en

organizaciones que producen efectos y reconocemos como producciones del sujeto.

Analiza lo propio del sujeto, lo subjetivo. La complejidad que surge de Eros y pulsión de muerte. Analiza

al sujeto que surge dialécticamente con la naturaleza. Dolores y sufrimientos son productos de esa

dialéctica; también lo son el enfermarse y el sanarse.

Eso productos son complejidades ni objetivas, ni subjetivas. Son objetivas y subjetivas al mismo tiempo.

Son las producciones del “entre” la cultura y la natura.

En ese “entre” es donde se construye el sujeto. Sus producciones: enfermarse, sanarse, dolores,

sufrimientos, tienen un origen, una teleología y multívocos sentidos.

Entonces, ¿no valdrá la pena analizar la subjetividad, en lugar de erradicarla como si fuera algo ajeno del

sujeto?

Si no se hace cargo de ella el Psicoanálisis, ¿qué disciplina está en condiciones de hacerlo?

El Psicoanálisis trabaja desde lo objetivo hacia lo subjetivo, desde un orden hacia un desorden para armar

un otro orden. El Psicoanálisis siempre trabaja en las crisis; promueve los momentos en que se producen

los cambios de importancia.

El dinero, ¿un síntoma?

Diana Siguel de Turjanski

Dinero indica potencialidad y, en ese “querer ser”, promueve a la acción. Moneda, en cambio, alude a la

cantidad. Cuando dinero se realiza como moneda necesita circular. En las ocasiones en que se pierde la

capacidad de hacer circular el dinero surgirá la “angustia económica”.

Abordar psicoanalíticamente el tema „dinero‟ presenta varias dificultades.

En principio porque constituye un tema más afín a la economía que al psicoanálisis y por ende nuestras

observaciones pueden resultar meras metáforas de aquélla. También puede ocurrir que, si buscamos las

fantasías vinculadas con su uso, hallemos otros significados del mismo que, sin embargo, no modifiquen

el concepto ni el criterio de realidad del que se partió. Pero, la insistencia conque su problemática surge

en nuestro trabajo clínico, nos plantea interrogantes que nos impulsan a reflexionar acerca de ella.

Definamos algunos términos: „Dinero‟ es un concepto abstracto que implica un valor. Es un valor que

depende del futuro pues indica que algo debe hacerse (una mercancía, un trabajo, etc.). Sería un encargo

para el cual se contrae un crédito, (1) „crédito que nace aparentemente de la nada y produce él mismo la

actividad que deberá saldarlo. Constituye un aspecto de la capacidad de proyectar propia del hombre‟.

Cuando esos compromisos se efectivizan es cuando el dinero (como trabajo potencial), se transforma en

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moneda. De esta manera entendemos que „dinero‟ es un concepto más abarcativo que „moneda‟. Esta,

según el diccionario, es el „signo representativo del precio de las cosas‟. De ahí la famosa estrofa de

Machado: „no confundir valor con precio‟. Parafraseándola podríamos decir: no confundir dinero con

moneda. Dinero indica, como venimos desarrollando, potencialidad y, en ese “„querer ser‟, promueve a la

acción. Moneda, en cambio, alude principalmente, a cantidad. En el momento en que el dinero se

tranforma en moneda se „actualiza‟ y pierde potencialidad. Es lo que es: una cierta cantidad que no puede

ser otra cosa.

En la sesión analítica nos encontramos, desde esta perspectiva, con dos tipos de problemas :1) una

dificultad para pensar, ya que „moneda‟, en sí no remite a otros significantes. Sólo se puede razonar en

términos de „tener más o tener menos‟ .2) Pensar manifiestamente en „moneda‟ pero atribuyéndole (¿por

falso enlace?), el caracter de potencialidad que es propio de „dinero‟.

Observamos que cuando a una idea de potencialidad se la asocia con cantidad produce un efecto de

omnipotencia. Desde esta línea de pensamiento el que posee „dinero‟ tendría un poder imaginario de

dominio sobre el otro. De ahí que „el que tiene dinero hace lo que quiere‟, algo así como tener una varita

mágica.

En un trabajo en colaboración (2), desarrollamos los conceptos de Freud acerca de la relación simbólica

que halló entre los significantes dinero, heces, niño, pene. Encontramos que podíamos seguir algunas

ideas comunes a todos ellos, por ejemplo la de regalo. Asociada a ella la función sería la de desprenderse

de algo. Sería algo que se puede dar o guardar, retener o expulsar.

Considerando que nos referimos a significantes, el problema se presenta cuando éstos no son pensados

como pertenecientes a un orden simbólico y se cree que se habla de „realidades concretas‟.

Ocurre a menudo, cuando se habla de problemáticas que en su sentido manifiesto, son de tipo económico,

que no se puedan establecer equivalencias simbólicas quedando las ideas fijadas a un mismo significado.

Esta fijeza otorga a estas ideas cualidad de materia, de algo que pertenece a una „realidad material y

concreta‟. Dentro de este esquema de pensamiento, el dinero va a remitir, inevitablemente, a la „realidad

de las necesidades materiales‟. ¿Qué posibilidad tenemos de crear otras condiciones que permitan la

aparición de nuevas realidades? Por ejemplo, cuando se establece la relación dinero „falo‟ consideramos a

„falo‟ como significante último que explicaría, entre otros, el carácter omnipotente que posee aquél en la

sociedad contemporánea. Pero, ¿cómo resulta pensarlo a la inversa, que el poder de „falo‟ se deba a su

relación con „dinero‟? Entonces en lugar de hablar de „la primacía del falo‟, hablaríamos de la „primacía

del dinero‟, con lo cual, tal vez, podamos empezar a pensar este otro „estilo‟ de „patologías‟ que se nos

presentan actualmente.

Una de las dificultades que hallamos en la práctica clínica, es lograr que el paciente pueda pensar en

forma que podríamos llamar „dúctil‟ y por la cual „dinero‟ pueda remitir a otros significantes perdiendo

esa fijeza conceptual que lo transforma en un „real‟ irreductible. Es esta fijeza la que se nos presenta como

sintomática. Así como no „circulan‟ los pensamientos tampoco pueden hacer circular el dinero (en el

sentido de „darrecibir‟). La angustia referida a preocupaciones en relación con el dinero es, como ya lo

señalamos, una de las manifestaciones neuróticas más comunes por las cuales somos consultados, en

forma más o menos directa, en los últimos tiempos.

La histérica, al decir de Lucien Israel (3) „llevó su cuerpo sufriente‟ a quien, presuntamente, debía saber

responder a sus preguntas: un médico. „Como era su cuerpo el que gritaba, sólo un médico podría

descifrar su pregunta… a condición de escucharla. Y de su encuentro con quien decidió poner en juego su

oreja, nació el Psicoanálisis. Elogio, entonces, de la histérica, es fundadora, pero a condición de descubrir

luego su trampa‟.(el subrayado es nuestro). ¿Podremos ahora los psicoanalistas „escuchar‟ estas „dolencias

monetarias‟ como preguntas que buscan nuevas respuestas sin caer en la trampa que ellas encierran?. Si

esa „trampa‟ es siempre alguna forma de seducción, ¿qué es esta seducción que ejerce el dinero en

nosotros?.

Podemos pensar que „dinero‟, como estructura potencial, comparte las características que posee el deseo

cuando se sostiene como tal (esto es que no se da por cumplido): es motor. Cuando se „realiza‟ como

moneda necesita circular. En las ocasiones en que se pierde la capacidad de hacer circular el dinero

surgirá la „angustia económica‟. Usamos este término en forma metafórica y puramente descriptiva de la

modalidad en que el paciente habla de sus „síntomas‟, sin referirnos a otra cosa que a ellos mismos. La

idea que proponemos es la de „escuchar‟ sin apresurarnos en remitir las palabras del paciente a las teorías

conocidas, para que puedan surgir otras hipótesis vinculadas o no con aquéllas. Esta sería, en cierto

sentido, la condición recíproca a la del paciente: si sólo puede pensar en „moneda‟, en cantidades, sus

asociaciones se limitan a la „realidad‟ que conoce aunque sea esa situación la misma que genera los

problemas de los que nos habla.

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Así como Freud, para dar lugar a la „pregunta‟ de la histérica amplió el concepto de sexualidad, nos

encontramos actualmente en la necesidad de ampliar (¿o modificar?) nuestras consideraciones sobre la

realidad si queremos entender estas nuevas „cuestiones‟.

Los pacientes nos plantean otras „preguntas‟ que nos llevan a pensar no solamente con las teorías que

están ya establecidas sino que también nos surgen nuevas incógnitas, nuevos modos de interrogarnos. Las

dificultades económicas constituyen una forma habitual en que se manifiesta la resistencia. Pero estamos

empezando a darnos cuenta que estas dificultades tienen con „lo resistido‟ relaciones aún insospechadas.

Intentar pensarlas es el desafío actual.

BIBLIOGRAFÍA

1) “Filosofía del dinero”, Vittorio Mathieu .Ed. Rialp,Madrid,1990

2) “El dilema del dinero”, D.S.de Turjanski, C.Fernandez Gil de Rodríguez, Sara Griner, Mariana

Goldring. 1991.

3) “El goce de la histérica”, Lucien Israel. Ed. Argonauta,1980.

Dinero, Muerte e Intercambio Simbólico

Alberto Loschi

Si la economía brinda la historia del dinero, necesitamos inquirir por su “prehistoria”, aquello que del

dinero ha quedado sepultado. La “prehistoria” del dinero es lo que, en el plano de la vivencia, aparece

como lo “actual” del mismo.

Por poco que profundicemos en „la cuestión dinero‟, entramos de lleno en su enigma. Es algo que todos

buscamos o anhelamos, pero al mismo tiempo „está mal‟ hablar de él, mostrarlo. Es íntimo y público a la

vez. Freud hablaba de la hipocresía con que nos referimos al dinero, pero las raíces de la misma resultan

oscuras: ¿de dónde proviene el halo de „mal‟ que rodea al dinero?, ¿de dónde la fascinación que ejerce?.

Posee un „maná‟ y está resguardado por un „tabú‟; no cualquiera puede acercarse a él y poseerlo. Pero al

que sí puede hacerlo, le contagia su fuerza.

Alguien sufre un quebranto económico y se suicida. Otro gana la lotería y muere. ¿Qué ha ocurrido?.

Creemos que nosotros, en tanto sujetos, somos los que lo ganamos o lo perdemos, pero en nuestra

vivencia las cosas ocurren como si „él‟ nos eligiera o nos abandonara. Actúa como una „droga‟ que

modifica el „ánimo‟. Sin embargo en ocasiones rechazamos esta fuerza del dinero, contraponiendo su puro

valor „material‟ a valores espirituales más elevados. Otras veces explicamos su fuerza remitiéndola a un

significado: el dinero significa „otra cosa‟. ¿Pero qué otra cosa tiene ese poder?.

Después de lo dicho resulta extraño pensar que del dinero se haya ocupado fundamentalmente la

economía. Las explicaciones que brinda la economía son sólo económicas, se encuadran dentro de sus

postulados, lo cual hace que quede sin abordar algo que para nuestro tema podría ser un dato importante:

¿cómo es que surge la economía?, ¿qué da lugar a la economía?, en la que luego el dinero pasa a ocupar

un lugar central.

Pero, cabe pensar que el dinero antecede a la economía. Si la economía brinda la historia del dinero,

necesitamos inquirir por su „prehistoria‟, aquello que del dinero ha quedado sepultado. La „prehistoria‟ del

dinero es lo que, en el plano de la vivencia, aparece como „lo actual‟ del mismo.

Por su parte el psicoanálisis, al ocuparse del dinero, lo ha hecho remitiéndolo a sus significados

simbólicos, o en su valor de significante (falo). Pero si las leyes económicas son insuficientes para

entender qué cosa es el ser del dinero, ¿la ley del significante compensa ese déficit?. Señala Baudrillard

(1) que las ideas de significado y significante están en un mismo nivel y son equivalentes a las ideas de

valor de uso y valor de cambio, en economía. Y al dinero no puede entendérselo apelando exclusivamente

a esas leyes. Dice Bion (2):”Las causas de las fluctuaciones financieras tendrán que ser buscadas no sólo

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en el mundo racional de las finanzas, sino también en la persistente supervivencia de primitivas -y hoy

ignoradas- raíces básicas- religiosas y tribales”.

Las dificultades que plantea el abordaje de la naturaleza del dinero, en cierto sentido son semejantes a las

que plantea „lo somático‟ o la cuestión de los „afectos‟. De qué habla el dinero?, qué „memorias‟ guarda?.

El Intercambio Económico y el Intercambio Simbólico

Para poder penetrar en el misterio del dinero, y apelando a una metáfora temporal, es interesante pensar

que la economía aparece en determinado momento. En esa especulación, encontramos que no siempre

hubo relaciones económicas producto de „necesidades naturales‟ que debían ser satisfechas, y que sólo

cuando surge un pensar económico pueden entenderse. La idea de -necesidad biológica, natural-, a la que

tan confiadamente otorgamos un crédito de „objetividad‟, cabe entenderla como una especie de contenido

manifiesto, una suerte de racionalización. La „necesidad natural‟ aparece junto con la economía. Antes de

la economía no había necesidades naturales, es luego cuando la idea económica de necesidad, natural o

biológica, se aplica retroactivamente como principio explicativo.

J. K. Galbraith (3), en su libro Historia de la Economía”, comienza esa historia con la polis griega.

Refiere también, aunque sin abarcar todas sus implicancias, que la acuñación de moneda por los lidios y el

nacimiento del concepto en el origen del pensamiento filosófico, aparecen simultaneamente. Esta

coincidencia en el tiempo tiene raíces más profundas, como luego veremos, que van a marcar la

caracterización del intercambio económico e introducir con él, un cambio importante y complejo en el

sentido del dinero, cuyo uso es previo a la economía.

Lo que caracteriza a lo económico es que se trata de un intercambio de valores positivos: un bien por otro

bien, dinero por un objeto o por tiempo de trabajo, etc.. Ese valor positivo, en lo económico, se llama

mercancía. „Lo negativo‟, queda excluido del intercambio. Luego abundaremos sobre esto. Baste lo dicho

por ahora, para marcar la diferencia con otro tipo de intercambio: el intercambio simbólico. Mientras lo

económico queda caracterizado por la exclusión de lo „negativo‟, el intercambio simbólico implica e

incluye lo que lo económico excluye.

Lo que circula en el intercambio simbólico no es una mercancía, es un don. Habitualmente se considera la

circulación del don como una etapa primitiva de la economía, previa a la aparición del dinero. La

economía del trueque. Sin embargo, enriquece poder comprender las profundas diferencias con lo

económico, diferencias que a su vez nos introducirán en la „prehistoria‟ del dinero.

El don no es algo que se pueda comprar u obtener a voluntad, es algo que se da. Es condición del don su

gratuidad. Entre los primitivos se consideraba que darlo y recibirlo revitaliza y ofrece coraje para vivir.

Marcaba una pertenencia al grupo que se sostenía en el intercambio. Otra condición del don, diferente a la

mercancía, es que debe estar siempre en movimiento, no puede atesorarse, acumularse, o almacenarse

como un bien. Sólo de este modo cumple su función y logra su efecto.

Estas y otras consideraciones sobre el don, en las que aquí no podemos extendernos, permiten comprender

que su sentido primigenio no respondía a supuestas „necesidades económicas‟. El don cumple en primer

lugar una función religiosa y de organización grupal, siendo un derivado de primitivas ceremonias y

rituales tribales. Para apreciar la fuerza que otorga la circulación del don, es importante comprender lo

que constituye el núcleo del intercambio simbólico en las ceremonias rituales primitivas. Es allí donde

mejor puede observarse que lo que caracteriza al intercambio simbólico no reside en el trueque de valores

positivos.

Veamos cómo lo describe Levy Bruhl (4). Comenta que entre los primitivos, el nacimiento sólo tiene

lugar durante los ritos de iniciación; lo que nosotros llamamos „nacimiento biológico‟ no cuenta para

ellos. En la ceremonia, se separa al futuro iniciado de sus padres, que así desaparecen como padres. Se lo

introduce luego en ceremoniales, crueles desde nuestra perspectiva, durante los cuales „muere‟, y sólo más

tarde „nace‟. Es dado a los muertos y devuelto. Recién a partir de allí se lo considera dentro de „los vivos‟

y pasa a ser un miembro del grupo. Ser miembro del grupo equivale a existir. Pero es interesante

comprender el sentido que adquiere para los primitivos el empezar a existir, a formar parte de „los vivos‟.

Alguien sólo vive cuando pasan a vivir en él los antepasados muertos. En las culturas primitivas, vivos y

muertos, si bien se los diferencia, no están separados, conviven y mantienen intensa relación. Desde

nuestra perspectiva podemos considerar que ese intercambio simbólico, mediado por ritos y ceremonias,

brinda el marco por el cual es domeñado el incesto-parricidio y se accede a la exogamia. Pero lo que

ahora nos interesa resaltar es ese intercambio con la muerte y los muertos: los muertos viven con y viven

en los vivos. Se han interpretado los ritos y ceremonias de las culturas primitivas como expresión de

rechazo, de repudio a la muerte. Cabe entenderlos en un sentido opuesto: las ceremonias incluyen la

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muerte en la vida social del grupo. Así, „los vivos‟, lo son en la medida que dan vida a los muertos, y „los

muertos‟, lo son en la medida que „animan‟ a los vivos. Sería impensable en un primitivo vivir separado

del muerto. Se ha interpretado esto como animismo, como repudio al carácter „real‟ de la muerte. Pero eso

es válido únicamente desde nuestra lógica, que establece un tiempo lineal en el que se ordenan los

fenómenos; y el primitivo no vive en un tiempo lineal. Si consideramos en cambio un tiempo circular, del

eterno retorno, como describe Mircea Eliade, la que resulta extraña es nuestra creencia donde los muertos

desaparecen. Es a partir de la exclusión de la muerte y la proscripción de los muertos, cuando la muerte

queda prohibida(sin retorno), que se pasa a una lógica lineal donde el intercambio simbólico es sustituido

por lo económico.

El intercambio recíproco vida-muerte, donde la muerte se incluye en la vida y la intensifica, es lo que

caracteriza lo simbólico. La muerte no está separada de la vida, no aparece como su fin, se intercambian

en un ciclo incesante. En el ciclo no hay tiempo lineal, por lo que tampoco hay idea de origen o de fin. No

puede haber vida sin la muerte correspondiente que la devuelva al ciclo. El vivo y el muerto, lo mismo y

lo otro, circulan e intercambian. Este movimiento de lo simbólico pasa luego a transmitirse por el don,

que no es propiedad de nadie, ya que sólo ejerce su función en tanto circula.

El intercambio simbólico es la inte-gración de lo diferente, se sostiene en tanto los términos ambivalentes:

vida-muerte, amor-odio, masculino-femenino, etc., estén en permanente intercambio.

Hoy ya no vivimos en la circulación del don. El intercambio simbólico, con su „lógica‟ circular y finita, ha

quedado desplazado por el intercambio económico, con su lógica lineal e infinita. Pero no por ello „la ley‟

de lo simbólico desaparece; su inexorabilidad sigue activa configurando lo inconciente. Y las „memorias‟

del intercambio con los muertos también se conservan: „hablan‟ en el dinero.

Aunque excede los límites de este artículo, podría ensayarse un estudio que relacionase los ritos

primitivos, como las ceremonias de iniciación, con la función que hoy cumple el dinero.

Desde una perspectiva psicoanalítica, el dinero no participa en el desarrollo del complejo de Edipo,

tampoco, como dice Freud, forma parte de los deseos infantiles, más que secundariamente. La fuerza y la

importancia del dinero creemos poder encontrarla en su relación con la muerte. Si tuviésemos que dar una

figura que nos oriente en la tarea de seguir las vicisitudes del dinero, esa figura sería el “muerto”.

Encontramos una relación entre el dinero y la muerte que nos insta a profundizar en ella. El dinero sería

así, „la morada de los muertos‟. Y es desde ese núcleo que extrae su poder.

El Dinero y El Muerto

Dice Needleman (5) que la primera modalidad del dinero, mucho antes de la aparición del sistema

monetario, era la de un alimento, compartido por los miembros de una comunidad unidos por lazos de

fraternidad.

En su origen, el dinero carecía de relación con el comercio, porque no había comercio. El dinero aparece

asociado a los ritos como un modo de comunicación con los muertos. Surge, tal vez tardíamente, en la

época del intercambio simbólico, consistiendo en „algo‟ que debe ser comido en tanto „alberga‟ al muerto.

Encontramos hoy, restos de estas ceremonias en las religiones, siendo un ejemplo bastante directo la

eucaristía, donde singularmente, la hostia ya presenta en su forma a una moneda (representando la carne

del que fue entregado al sacrificio por treinta monedas).

El dinero fue luego cambiando de sentidos, y es particularmente interesante constatar los hechos que

fueron acompañando estos cambios de sentido.

La complejidad del tema va a atentar contra la claridad de la exposición. En razón de ello adelantaremos

un esbozo de una suerte de genealogía del dinero, en la que luego ahondaremos.

En primer término, el dinero aparece como aquello que guarda al „muerto‟ y comerlo era restituirlo al

grupo, sosteniendo el intercambio. La inclusión de la muerte, a través del dinero, marcaba una

pertenencia, una afiliación.

Fue más tarde, coincidiendo tal vez con la acuñación de moneda, que el dinero pasó a ser un medio por el

cual se establecía una distancia con la muerte, invirtiendo su sentido original. Este uso, jamás hubiese sido

concebido por un primitivo y señala cambios de difícil reconstrucción que están en el origen de nuestra

cultura económica, marcando el momento donde aparece lo económico por sobre el intercambio

simbólico.

El Pasaje de lo Simbólico a lo Económico

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Hoy, desde una lógica lineal, lo simbólico es indistinguible de lo económico. Tenemos una comprensión

económica de lo simbólico. Por ejemplo, en la concepción lacaniana, el orden simbólico es lo que separa

al hablante de lo real, produciendo una falta. A lo real no le falta nada, es el orden simbólico lo que

produce una falta. Ese resto, lo imposible, tiene que ver con el objeto a, causa del deseo. Esa falta, ese

resto, queda confinado a un más allá, el infinito de la linea. La falta que lo simbólico produce en lo real,

queda obturada por lo imaginario. Pero esa falta, esa nada, no se integra, está siempre más allá. Es la

exclusión de la falta, de la nada, que pasa así a sostener la estructura simbólica.

Del mismo modo, lo económico produce una falta, una necesidad, segrega un resto, una nada y por otro

lado establece un bien que la conjura. Esto sólo tiene sentido en la lógica lineal. Así como es el

significante el que siempre está en falta, produciendo un resto; también lo económico deja un resto que

ningún bien disuelve. Ambos órdenes (o son uno?) se sostienen en la exclusión de la nada, que entonces

aparece como falta. Pero cabe poder revertir el sentido de lo simbólico: de ser lo que produce una falta,

una nada, pasaría a ser lo que introduce la falta, recuperando la nada. El intercambio simbólico incluye la

nada y pone fin a lo real, sin dejar restos. Nos parece interesante introducir en el pensamiento

psicoanalítico esta otra consideración de lo simbólico.

Veamos entonces, con más detalle, cómo aparece lo económico. J. K. Galbraith afirma que el concepto y

la moneda nacen juntos, y nosotros, con Baudrillard, agregaríamos: y eso coincide con la exclusión de la

muerte, que pasa a ser un „resto‟ y confinada a un más allá. El pasaje de lo simbólico a lo económico

puede caracterizarse desde esos tres hitos.

La acuñación de un concepto, que fija una identidad, implica pulir y omitir „diferencias‟, excluir lo que no

es, lo diferente. El concepto resulta un artilugio logrado por simplificación y abstracción, que pasa a la

circulación ocupando el lugar de la diferencia, ese „resto‟ que excluye.

Con el surgimiento del concepto coincide la represión de la „muerte‟, lo diferente por excelencia.

Podemos decir que nacimiento del concepto y represión de la muerte se coimplican. La „verdad‟ del

concepto sólo se sostiene en una „mentira‟: que la „muerte‟ está separada. Establecer el concepto es

establecer al mismo tiempo su doble discriminado.

La acuñación de moneda, tiene un sentido semejante, borra las diferencias de cualidades, y en principio,

todo puede reducirse a una cantidad de moneda, que es apta así para la circulación universal.

Parafraseando a Marx podemos decir: el concepto es la moneda del pensamiento. La circulación ahora

puede ser universal, pero se da sólo entre valores positivos manteniendo excluida „la muerte‟. Así se entra

en el período económico.

Un significante puede remitir a uno o varios significados o intercambiarse sobre una linea de significantes.

La moneda puede usarse (valor de uso) para adquirir uno o varios bienes o intercambiarse con otras

monedas (valor de cambio). En esta circulación siempre queda un “resto” -deseo- que no se puede saldar -

deu-da-culpa- y que impulsa a resolverse en más significantes o en más moneda. La circulación mantiene

su „lógica‟ siempre que se de entre valores positivos. Lo único que amenaza interrumpirla y resolver ese

resto, es la „muerte‟, pero la „muerte‟ ahora como final.

En el intercambio simbólico vida y muerte no se excluyen, se interpenetran e intercambian en su

diferencia. La muerte intensifica la vida. Podemos pensar que esa es la fuerza de lo simbólico. Aquí,

simbólico, quiere decir que lo que es y lo que no es van juntos. Por supuesto no rige el principio de

identidad. En lo simbólico, vivos y muertos conviven. Por supuesto esto no es realidad. Es la identidad del

concepto, que separa lo que es de lo que no es, la que introduce la cuestión de la realidad. La realidad,

como la economía, aparece al separar vida-muerte. La realidad, como la economía, se funda con la

represión de la muerte. Vida / Muerte quedan separadas y se establecen dos mundos: “el real” y su doble

imaginario. En lo económico, „la realidad‟ de la muerte es el doble imaginario de la vida. Y la realidad de

la vida es tal mientras la muerte esté en otro lado. Separación de los muertos en el espacio y de la muerte

en el tiempo.

Esto es lo que caracteriza al período económico, de la economía política y de la economía psíquica. Es en

este momento cuando el dinero, merced a su origen, puede pasar a ocupar el lugar dejado vacante por la

„muerte‟. Apareciendo ahora, en calidad de fetiche, como conjuro de la muerte. Ya no es el dinero en su

sentido simbólico, sino en su valor económico. El dinero ocupa el lugar de la muerte y puede

cuantificarla. Es cuando aparece la moneda. Se pasa así a un segundo período, donde toda pérdida, en

primera instancia de la vida, debía ser compensada en dinero. El dinero ocupando el lugar de lo perdido,

el lugar de la „muerte‟; pero ahora para mantenerla separada. Así refiere Bion (2) estos cambios en el

sentido del dinero: “El dinero fue utilizado primitivamente como un modo de comunicación en la práctica

religiosa, comunicación entre seres corpóreos, los vivos, y otros, los muertos, como los espíritus

guardianes de Ur. Más tarde fue usado por los anglosajones como wergeld o indemnización para resarcir

por la pérdida de vida o sangre, y como compra de una esposa para resarcir por la pérdida de una doncella

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por parte de un grupo. La conveniencia de éste método de comunicación, análoga a la conveniencia del

lenguaje, lo hizo luego apto para servir los fines de intercambio y comunicación en el comercio”.

Los Honorarios en el Análisis

Abordemos ahora, en relación a lo expuesto, la cuestión de los honorarios. Qué paga el paciente y qué

cobra el analista con los honorarios?

Entendiendo „muerte‟ como incesto-parricidio-castración, y a la luz de las con-sideraciones anteriores, se

abren vías para poder pensar el sentido del dinero en el tratamiento. El dinero conserva „memorias‟ de las

distintas relaciones que ha ido estableciendo con la „muerte‟; por ello puede decirse que de acuerdo a la

idea de dinero que tengamos será la idea de „muerte‟ que encontremos, y viceversa.

A grandes rasgos, y considerando la fabulada genealogía a la que hicimos mención, podemos

incluir los distintos estratos de la misma en los honorarios.

Reconocemos el plano donde el dinero se considera en su valor de uso; se paga por algo: interpretaciones,

tiempo de sesión, servicio prestado, etc.. Acá el psicoanálisis es mercancía. En continuidad a su valor de

uso está el dinero en su valor de cambio; sustitución por equivalentes: heces-pene-niño, en última

instancia el falo. Todo esto corresponde a lo económico, el intercambio se da entre valores positivos, y el

dinero es acá aquello que pone distancia de la „muerte‟, lo que la mantiene separada. Es el dinero como

conjuro de la „muerte‟. Se mantiene la represión fundamental. En lo económico, la „muerte‟ queda

interdicta y se impone la necesidad de un mediador, el que se apropia de la „muerte‟. Acá el analista es el

„sacerdote‟, su poder surge de esa disyunción, que él mediatiza, y se mantiene mientras la „muerte‟ quede

diferida . En este nivel, los honorarios son una medida del poder del analista, poder que se sostiene en

tanto actúe como garante de la exclusión de esa „muerte‟, que pueda sostener ese suspenso de „muerte‟; el

dinero paga esa „muerte‟ separada.

Al excluir la muerte, se paga la ruptura del intercambio con angustia de muerte. La deuda es inevitable e

impagable; la culpa inconsciente aparece en el lugar de esa ruptura. Pero, con este poder, el analista es un

gigante con pies de barro: la muerte termina burlando la represión, porque la ley del intercambio

simbólico sigue vigente de todos modos, y aparece lo trágico, se disuelve el poder del analista y los

honorarios junto con el tratamiento. Ninguno de estos niveles es específico del psicoanálisis, ni basta para

explicar la condición de analista. Los encontramos también en otros tratamientos y en otras instituciones.

Pero, más allá del universo económico, ¿tiene sentido hablar de honorarios?. Fuera de la economía, ¿qué

pagan los honorarios? La economía, ¿domina también en el análisis? La respuesta, que recorre todo este

escrito, es que sólo más allá de „lo económico‟ los honorarios encuentran su lugar como elemento

princeps en un análisis. A la lógica económica, lógica del falo que conjura la muerte, subyace la lógica del

intercambio simbólico, que implica la muerte como término de intercambio. Y las reglas de este

intercambio siguen rigiendo, configurando „lo inconsciente del dinero‟.

En lo simbólico, los honorarios implican la inclusión del „muerto‟, es rendirle „honores‟ al „muerto‟, pero

no en un sometimiento masoquista como puede serlo desde una significación establecida en el plano de lo

económico.

La antropofagia del primitivo (1), en nuestra interpretación, tiene un sentido simbólico: no comer el

muerto es quebrar el intercambio, excluirlo y excluirse de la circulación simbólica, es un crimen y crea

una deuda-culpa-, es dejarlo en calidad de cadáver: un muerto real con su doble imaginario, un „alma en

pena‟ persecutoria. Comerlo es disolver el cadáver, hacer „nada‟ del muerto real y su doble fantasmático,

es restituirlo a la circulación simbólica; comerlo es un honor que se le hace. Marca una pertenencia, una

afiliación y una relación. Decíamos antes que la primera modalidad del dinero era la de algo que

albergaba al muerto y debía ser comido por el grupo creando un lazo social (5). Pagar los honorarios

sigue siendo disolver el „muerto‟, suprimiendo la disyunción de los términos antitéticos: vida-muerte,

masculino-femenino, amor-odio, unión-separación, dependencia-independencia, etc.. Lo antitético, en

tanto circula, sostiene el intercambio simbólico. El no pagar los honorarios muestra la fractura de lo

simbólico: pone en evidencia lo real, el cadáver, que presenta al „muerto sin levantar‟.

El pago de honorarios es un „acto‟ central del análisis cuando lo incluimos en la perspectiva de lo

simbólico. El pago de honorarios, como el orgasmo, es el punto culminante en el que se incluye la

„muerte‟ como término de intercambio. Momento que es tomado y repetido en la interpretación. El pago

de honorarios, más allá de sus significados y su valor económico, sigue siendo „comerse al muerto‟.

Núcleo del acto analítico, cuya operación pone fin al topos de la realidad cadavérica y al topos de lo

imaginario fantasmático, para recuperar el utopos de lo simbólico, el „no lugar‟ donde el análisis se da.

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Bibliografía

Baudrillard Jean El Intercambio Simbólico y La Muerte

Bion W. Seminarios de Psicoanálisis

Galbraith J. K. El Alma Primitiva

Levy Brull L. Historia de la Economía

Needleman J. El Dinero y el Sentido de la Vida

destacados

El don cumple en primer lugar una función religiosa y de organización grupal, siendo un derivado de

primitivas ceremonias y ritos tribales.

Fue más tarde, coincidiendo tal vez con la acuñación de moneda, que el dinero pasó a ser un medio por el

cual se establecía una distancia con la muerte, invirtiendo su sentido original.

En lo económico, la “muerte” queda interdicta y se impone la necesidad de un mediador, el que se apropia

de la “muerate”. Acá el analista es el “sacerdote”, su poder surge de esa disyunción que él mediatiza y se

mantiene mientras la “muerte” quede diferida.

MESA REDONDA

La Crisis del Psicoanálisis

Palabras Inaugurales

Hoy es un día de fiesta.

Lo es para el psicoanálisis porque la palabra, ese equívoco predestinado, sigue convocando a tantos y

tantos psicoanalistas.

Pero también lo es para todos nosotros, los que estamos aquí reunidos: estimados y reconocidos colegas

con quienes compartimos el interés por el psicoanálisis; queridos amigos y familiares que con su afecto y

su generosa presencia nos acompañan por los caminos a que nos conduce nuestra infatigable convicción;

representantes de nuestro medio cultural y científico y autoridades de instituciones psicoanalíticas y de la

comunidad toda.

Reunidos, digo, para un acontecimiento como quiero llamar a esta presentación en sociedad de “La Peste

de Tebas” una publicación psicoanalítica que en estos días ha comenzado a recorrer el mundo del

psicoanálisis.

Quiero presentar ante ustedes a quienes formamos este grupo creador y editor de La Peste de Tebas:

somos Fidias Cesio, Liliana Denicola, Adriana Sorrentini, Alberto Loschi, Carlos Isod y quien les está

hablando, Mario Cóccaro.

Decía hace un momento que éste es un acontecimiento; el de editar esta publicación.

Editar es, en su raíz etimológica, sacar a la luz algo, echar fuera, dar a luz. Lo que sacamos a la luz es el

pensamiento común que une a este grupo de psicoanalistas, el psicoanálisis, tramitado a través de las

experiencias individuales, de cada uno, en donde la clínica ocupa un lugar de privilegio para la

comprensión de las ideas freudianas.

Como decimos en la editorial, colocarse en una perspectiva centrada en la clínica significa, para nosotros,

recuperar el espíritu, entendido como esencia, del psicoanálisis, atravesar la palabra de la asociación para

acercarnos a la vivencia, al lugar del horror donde la palabra se gesta y al que la palabra oculta, al lugar

del trauma frente al cual todo el edificio del yo se erige como resistencia.

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Estas ideas que nos representan y se expresan en las palabras de “La Peste de Tebas” comenzaron a

gestarse en el intercambio que comenzó a darse entre nosotros cuando la inquietud que cada uno sentía

respecto de la actualidad del psicoanálisis hizo que, una vez más, sintiéramos la necesidad de reunirnos

para pensar en común acerca de cuestiones centrales del psicoanálisis, de las ideas de Freud y de algo que

de manera muy imperfecta podríamos llamar “la naturaleza humana”.

De las reflexiones y discusiones, los entrecruzamientos, los acuerdos y los desacuerdos, la diferencia en el

pensamiento y en la experiencia, surgió casi desde el inicio el nombre que lleva nuestra publicación. “La

Peste de Tebas” fue aquello que dio repre-sentación a nuestras inquietudes, producto del malestar en esto

que se da en llamar la crisis del psicoanálisis.

Y esto es lo que hoy les presentamos. “La Peste de Tebas” es una invitación a pensar psicoanaliticamente

los temas que cotidianamente tienen lugar en cada sesión, en cada análisis que iniciamos con un paciente.

Como dice Freud en el historial del Hombre de los Lobos: “… uno no publica tales análisis (o tales

publicaciones psicoa-nalíticas podríamos decir) para producir convicción en quienes hasta el momento

han tenido una conducta de rechazo e incredulidad. Lo único que se espera es aportar algo nuevo a

investigadores que por sus propias experiencias con enfermos ya se hayan procurado convencimiento”.

Bien; esto es “La Peste de Tebas”. Es el resultado de muchas noches de reuniones, del trabajo que hemos

ido poniendo en su elaboración; es el producto del diálogo, las diferencias, algo de creatividad, mucho de

entusiasmo, una fuerte convicción por el psicoanálisis.

Mientras la fuimos elaborando nos perteneció; fue nuestra publicación: un tesoro que cuidamos mucho.

Pero hoy la presentamos, la damos a luz, la echamos fuera para que sea de todos. Para que todos podamos

ser no sólo lectores de “La Peste… “ sino también, y fundamentalmente, editores del psi-coanálisis. Y, en

todo caso, encontrar un espacio para comunicarlo en esta publicación o en cualquier otro emprendimiento

que nos propongamos como empresa editorial. Mientras subsista entre nosotros la peste y “LA PESTE”.

Con una nutrida concurrencia de público se realizó, el 9 de setiembre, el acto de presentación de La Peste

de Tebas, en la Sala Picasso del complejo La Plaza.

Después de los saludos iniciales, donde el público asistente expresó una cálida acogida a la aparición del

periódico, tuvo lugar la aper-tura del acto con las palabras inaugurales de Mario Cóccaro (ver recuadro

aparte). A continuación, cada uno de los expositores –articulis-tas del primer número– desarrolló en una

breve síntesis la idea sobre la que había escrito.

El comienzo fue para Liliana De Nicola. Hizo alusión al espíritu que animó al grupo editor para llevar

adelante este proyecto, expresando el afán de darle vigencia y nueva vida a la palabra de Freud, aquella

que enfrentando la resistencia y resolviéndola, permitió el auge del psi-coanálisis durante tantos años.

También habló de la necesidad de resolver las transferencias paternas estimuladas por la figura de Freud,

tarea ésta que lleva a otra, ocuparse de las luchas fraticidas que entonces sobrevienen. De tal modo podrá

instalarse un diálogo permanente y fecundo entre psicoanalistas como el que esta noche se inicia.

Fue luego el turno de Alberto Loschi refiriéndose a su artículo “El Problema de la Realidad”. Comentó

que toda crisis -expresión de contenidos trágico-incestuosos-se presenta como Realidad. Esto es función

de la resistencia, pero entendida no como algo que oculta sino como algo que expresa.. El carácter

resistencial de la Realidad se aprecia en la fijeza cadavérica que adquiere el concepto, avalada por una

milenaria tradición de pensamiento que nace con la Filosofía y que, con diversas variantes, tiende a

considerar la Realidad como fundamento último, lo cual, para el psicoanálisis, implica aceptar un área

extraterritorial al mismo, donde entonces veremos acantonarse toda la resistencia. Resulta distinto pensar

que la Realidad es traumática a pensar que lo traumático se presenta como Realidad. En un caso el camino

se cierra, en el otro se abre. En base a estas consideraciones hizo una crítica de los pares dialécticos

realidad material-realidad psíquica, soma-psique, etc. Este pensar actúa como barrera para el psicoanalista

en la medida que vibra en la misma frecuencia de onda que la resistencia, impidiendo el abordaje de lo

actual-inconciente donde no rige la Realidad.

A continuación, Adriana Sorrentini se ocupó en subrayar la particularidad del psicoanálisis.. Los

psicoanalistas, más allá de diferencias teóricas, tienen en común ciertos pilares indiscutibles, de los que no

pueden prescindir so pena de abandonar el edificio psicoanalítico. Ese lecho común diferencia netamente

la palabra del psicoanálisis, de la palabra de la lingüística, el cuerpo del que se ocupa el psicoanálisis del

cuerpo de la neurología. Dijo además, que la resistencia ya no está tan sólo en los síntomas, sino también

en la sociedad, donde proliferan teorías y técnicas distractivas que aumentan el sufrimiento en su afán de

evitarlo. El analista es tabú en tanto „sabe‟ del incesto y parricidio, y el horror que despierta puede mover

al analizado a investigar-analizar- como Edipo, o a refugiarse en diferentes placebos. Si, como analistas,

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no podemos elaborar la rivalidad y culpa frente al padre muerto, tampoco podremos hacernos cargo de su

herencia.

Carlos Isod, luego, acentuó la perspectiva clínica del psicoanálisis, sobre todo a partir de los conceptos de

Freud vertidos en su segun-da tópica, tales como compulsión, culpa inconciente, trauma, parricidio,

incesto y castración. Estos permiten un abordaje clínico que se diferencia de aquél otro que se sustenta en

el deseo, la palabra, la simbolización. Oscilamos así, entre un fragmento de análisis del Ello y un

fragmento de análisis del Yo. La crisis se presenta en el encuentro con los contenidos trágicos del Ello. Si

el analista no está dispuesto a enfrentar el malestar que esto implica, transformaremos la sesión

psicoanalítica en un „amable paseo‟, pero perdiendo el rumbo por el que transita un análisis que pretende

llegar a su núcleo. Es cuando incluimos los contenidos, que hunden sus raíces en tales estratos, que

nuestra palabra resulta plena.

Por su parte, Fidias Cesio, recordó el mito de Edipo. Así como Edipo tras el asesinato del padre accede al

poder sobrehumano que el incesto le confiere, también el analista, al penetrar en lo sepultado –lugar de la

tragedia incestuosa– queda investido del mismo poder. Poder que nos abre las puertas de las abismales

profundidades donde yacen „los muertos‟. Con nuestra técnica los despertamos e incorporamos a la vida.

A lo largo de esta ardua tarea se desarrolla la cura analítica, durante la cual se ve aliviado el sufrimiento y

enriquecida la vida de nuestros pacientes. Una parte central de este trabajo resulta de abordar la culpa

inconciente. Cuando no podemos hacerlo, el yo es arrastrado por la misma, configurando la reac-ción

terapéutica negativa. La empresa es enorme y son muchos los analistas que la abandonan, buscando

sustitutos que alivien la tarea: psicoterapias, drogas, etc.. La formación requiere condiciones personales y

un gran esfuerzo. Poder asimilar el papel de la sexualidad, el complejo de Edipo, la represión, la

transferencia. Ante tantas dificultades es común desviarse del camino. Mantener el conocimiento del

psicoanálisis requiere un trabajo continuo.

Finalmente, Mario Cóccaro señaló que curiosamente „la crisis‟ se reconoce como falta de pacientes y no

como falta de convicción en la existencia del inconciente. Es paradójico que los psicoanalistas, que se

ocupan de las crisis de los demás, no sepan ocuparse de la que les compete con los instrumentos del

psicoanálisis. A la falta de convicción se suma la pérdida de entusiasmo. Sin esos ingredientes la tarea

psicoanalítica se torna insoportable. Entonces recurre a otras técnicas a los fines de ahorrarse el

sufrimiento que el déficit de su técnica le acarrea. En una época donde se anuncia el fin de todo, lo que

nos queda son los cadáveres. Allí hay que comenzar a interrogar la crisis, si no a la muerte del

psicoanálisis puede seguirle la muerte de los psicoanalistas. El psicoanálisis no está en crisis, pero su

práctica la convoca, el malestar que entonces trae aparejado refuerza la resistencia, ante ella podemos

sucumbir o enfrentar los contenidos que la despiertan, únicos que nos sostienen en nuestra tarea de

analistas.

Terminada la exposición de los autores tuvo lugar el debate e intercambio de ideas con el público

asistente. Algunos comentarios, co-mo el de Eva Bianco, fueron para expresar acuerdo y aportes en

relación con algunas de las ideas vertidas en el periódico. Otros, plan-teando cuestiones que sirvieron al

debate. Así, Diana Turjanski mencionó que, a diferencia de otras épocas, se observa en las nuevas

generaciones de analistas, algo así como una falta de asombro frente a la enseñanza, „‟parecería que „ya

saben‟ de lo que se trata‟‟. Pero, se preguntaba, tal efecto no depende en cierta medi-da de lo mismo que

se expresa en algunos de los artículos?. Si se inicia una investigación, pero se sabe de antemano lo que se

va a descubrir, lo que hace a los fundamentos del psicoanálisis, ya que de otro modo nos estaríamos

apartando del mismo, no nos estamos mordiendo la cola?, no contribuye esto mismo a la falta de

asombro?. Concluyó expresando que si la vida aparece en un movimiento, darle vida al pensar es poder ir

más allá de lo conocido.

Intervino luego Luis Jalfen dirigiendo una pregunta a Alberto Loschi. Si es admisible que hay una fuerte

crisis en todas las llamadas Ciencias Duras, crisis que afecta la noción de objeto y consecuentemente la de

Realidad, por qué no iba a afectar esa crisis también al psicoanálisis?.

Loschi comentó que el psicoanálisis nace como algo diferente a lo que se llaman ciencias duras. Nace

como algo diferente para pensar lo diferente, no parte de los mismos fundamentos que los de esas ciencias

duras: sustancia, identidad, realidad, ni sigue sus procedimientos: medir, cuantificar, repetir, verificar. Lo

inconciente se aparta y no puede reducirse a los parámetros que caracterizan a la Ciencia. Es necesario

subrayar y distinguir esa diferencia. Agregó que en Freud también está el otro pensar, el propio de la

Ciencia, y es probable que en la evolución del psicoanálisis, este pensar, más cercano a la Ciencia, sea el

que ha predominado. En ese sentido sí puede decirse que la crisis que hoy afecta al pensamiento científico

también afecta al „aspecto científico‟ del psico-análisis.

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En este punto intervino Sara Hodara planteando que el psicoanálisis puede atravesar esta crisis del

pensamiento científico, porque no participa de los cánones de la Ciencia y porque pretende algo que la

Ciencia no hace que es dar sentido.

Alberto Loschi señala que sabemos del intento por parte de numerosos y distinguidos psicoanalistas para

incluir el psicoanálisis en la Ciencia. Ocurre que desde hace ya bastante tiempo saber y Ciencia aparecen

como sinónimos. La Ciencia se ha arrogado el saber y que algo sea científico es signo de prestigio. Pero

no todo saber es científico. La Ciencia responde a un particular modo del saber y de ningún modo abarca

su totalidad, por la simple razón de que no hay algo así como una „totalidad‟ del saber. Por eso puede

plantearse que lo que jerarquiza al psicoanálisis y le da fuerza reside en ese carácter diferente del saber.

Giménez Noble, retomando la pregunta de Diana Turjanski, menciona que lo novedoso del psicoanálisis

no está en sus postulados, que todos sabemos, sino en el camino que se recorre junto al paciente

venciendo las fuerzas que se le oponen. Allí reside el modo en el que el psicoanálisis cura. El camino que

se recorre es una historia que se hace y es construyendo historias como se le puede dar forma a lo que no

la tiene, lo que en el periódico llaman -La Peste-

Gregorio Dunayevich pide hacer una observación para mostrar su desacuerdo respecto del comentario,

vertido en el debate, que cuestiona el psicoanálisis como Ciencia. Agrega que puede hacerlo por su

carácter de físico además de psicoanalista. Menciona citas en las que Freud insiste en el psicoanálisis

como una ciencia natural agregando que “con el avance del conocimiento se podrá llegar a una

objetividad tan grande que cualquiera (analista) podrá lle-gar al mismo resultado”. Concluye planteando,

que a su criterio, la crisis tiene que ver con haberse apartado de este espíritu científico.

En ese momento toma la palabra Fidias Cesio para retomar la pregunta inicial de Diana Turjanski.

Reflexiona que al plantear „la verdad‟ de los fundamentos del psicoanálisis, le damos el carácter de una

verdad casi religiosa, y quizá lo sea. Por ejemplo, la sexualidad hoy día se muestra como diferente a lo

que era, hay más libertad sexual, etc., sin embargo se dan las mismas neurosis de siempre, los mismos

problemas básicos siguen estando. Habría entonces, que desarmar esa ficción de sexualidad para llegar a

la verdadera sexualidad que no es tan corriente como se piensa. También con el psicoanálisis se piensa

que puede hacerse fácilmente y el problema es cómo deshacer esa ficción de algo „light‟ que es una

resistencia para alcanzar la otra, esa de los fundamentos. Ahora, ahí está el problema que planteaba Diana,

el de la Verdad. Por ejemplo, las religiones, que no están en crisis, son tan perennes como la humanidad

misma y toda religión tiene una estructura, estudiada por Freud, que es la del fundamento edípico y que es

tan antigua como lo que podamos remontarnos en el tiempo. Así, son tantos los elementos que refuerzan

esta idea y, si agregamos que cuando la tenemos en cuenta resulta efectiva, todo nos lleva al

convencimiento, hasta donde es posible, de los postulados del psicoanálisis y que son los que Freud nos

legó.

También Adriana Sorrentini tomó la pregunta de Diana Turjanski. Dijo que el psicoanálisis tiene sus

fundamentos para definirse como tal y con los que busca esas cosas que son constitutivas del alma

humana. La humanidad cuenta siempre la misma historia, aunque con apariencias diferentes. Pero

buscando lo que está más allá, encontramos siempre los mismos elementos.

Refiriéndose luego a otra pregunta señala que la idea del psicoanálisis no es la misma que la de las

ciencias duras. Freud se inspiró mucho más en la literatura, en la poesía, en los mitos, que en la medicina.

Siguiendo en la misma linea de cuestiones sobre las que en ese momento transitaba el debate, A. Loschi se

refiere al comentario de Dunayevich, para relacionarlo con los de D. Turjanski, F. Cesio y A. Sorrentini.

Comienza confirmando las citas de Freud que traía Dunayevich, pero agrega que es importante separar la

persona de la idea. Muchos creadores, y también los que no lo son, presentan esa dualidad que

encontramos en Freud, por ej. Newton, Einstein, etc. Pero más allá de la persona de Freud y su amor por

la Ciencia, el problema se plantea al pensar en cuál es el carácter de la Ciencia y si podemos incluir allí al

psicoanálisis. El carácter universal de la Ciencia, ¿es el del psicoanálisis?. ¿Puede ser éste reproducible,

re-petible, verificable?. Se vincula esto con lo que planteaba Diana: si ya sabemos de antemano qué

vamos a encontrar, ¿qué asombro puede despertarnos?. El problema del carácter universal de la Ciencia es

que para serlo, debe restar lo singular, que la Ciencia no puede incluir. Ahora bien, cómo ubicar al

psicoanálisis en esta alternativa?. Recurriendo otra vez a la sexualidad, encontramos algo semejante.

Desde un punto de vista, la sexualidad, tomada científicamente, como universal, es bastante monótona y

repetida. Si filmamos actos sexuales, las cosas que se hacen son más o menos las mismas, se pueden

predecir y verificar. Pero lo que hace singular a la relación sexual, eso que hace que cada vez sea única y

diferente, no lo vamos a encontrar en ninguna escena o teoría científica. Basta ver películas pornográficas

para constatar, más allá de la ilusión, el desencantamiento ante la monotonía de lo igual. La Ciencia

también tiene algo de ese desencantamiento ante lo igual de la objetividad. No ocurre lo mismo con el

psicoanálisis cuando puede incluir lo singular. Pero lo singular no es lo novedoso. La pornografía busca la

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novedad porque es monótona. Lo singular no es lo nuevo, es lo diferente en lo mismo, como en la

sexualidad. Estas, parece, son las cuestiones, ¿hemos perdido la capacidad de asombro?, ¿se ha vuelto

universal el psicoanálisis?, ¿se está haciendo pornográfico?.

Continuando alrededor de las ideas sobre las que se había ido centrando el debate, intervino Ernesto

Turjanski, quién comentó que la cuestión de lo igual y lo diferente se le había planteado al leer el

periódico, en ese momento se le presentó una frase: más de lo mismo. Sin embargo, agregó, es difícil

determinar cuando lo mismo pasa a ser diferente. Recordó lo que recién se había dicho sobre lo igual y lo

diferente que tiene la sexualidad, para asociarlo con el enfermar. Se parte,dijo, que la enfermedad es

siempre la misma, que el modo de enfermar es igual, pero no se tiene en cuenta cuándo ese modo de la

enfermedad pasa a ser diferente. Considerar esto, lleva a preguntarse: cómo se enferma?, cuáles son los

criterios de salud y enfermedad con que nos manejamos?. Allí es donde podemos empezar a pensar de

otra manera, tomando lo que tiene el psicoanálisis de vivo, como idea, como pensamiento. Manifestó su

sospecha de que el modo de la enfermedad se ha corrido, que no es el mismo con el que trabajaba Freud,

es otra forma con la que se presentan nuestros pacientes y para poder seguir aplicando el método

psicoanalítico tenemos necesidad de pensar cómo se enferma y con qué criterio de salud nos manejamos.

Ya concluyendo el debate, tomó la palabra Jorge Kasmiersky para expresar la vigencia del pensamiento

psicoanalítico, dando como prueba de ello el estar reunidos allí, cuestionando y discutiendo. El

psicoanálisis es un pensamiento revolucionario que revoluciona al pensa-miento, y cuando no se lo

cuestiona, cuando se lo acepta, se lo neutraliza. Recordó el nombre del periódico -La Peste de Tebas- para

agregar algo que pasa con el psicoanálisis: a la „peste‟ no la quiere comprar nadie. Edipo es desterrado de

Tebas y extiende la peste, la hace universal. Lo mismo ocurre con el psicoanalista. Pero Edipo también se

ciega y eso introduce un cambio fundamental, porque pasa de la ley del Talión a una sustitución. De ese

modo queda propuesta una modificación, esa sustitución a un fundamento.

Habiéndose cumplido la hora, y respetuosos del encuadre, dimos por terminada esta primera sesión de

debate, despidiéndonos hasta la próxima que tendrá por tema: Los Psicoanalistas y el Dinero.

El valor del dinero

Adriana Sorrentini

En un mundo atormentado por el consumismo y las manifestaciones de poder relacionadas con el tener,

vuelvo a ocuparme del significado simbólico del dinero, en tanto significante fálico, y los equívocos que

se generan en su ma-nejo y en el pago de los honorarios. La frase que elijo como epígrafe en esta

oportunidad es

“ El dinero hace al hombre entero”.

En su sentido manifiesto la frase alude a que, al no depender de otro por tener lo que se necesita, es

posible obrar con valor y entereza. En otro sentido, el dinero hace que el que lo posea detente la cualidad

de „entero‟, término que en el diccionario de la lengua remite a „Cabal, cumplido sin falta alguna.‟ y en su

segunda acepción: „Aplícase al animal no castrado.‟ Así, es un lugar común fantasear que el que tiene

muchísimo dinero “hace lo que quiere”, es omnipotente, no castra-do. Ideal fálico que conlleva la

tragedia.

El concepto „dinero‟ proviene del latín „dènàrius‟: de diez, que contiene diez; y una función del dinero

es la de ser unidad contable, de manera que en el tráfi-co del mercado el valor se expresa en „dinero‟.

El denario es una moneda romana, y moneda es Nummus: dinero en monedas, „in multis esse nummis:

tener mucho dinero‟, pero el plural nummum nos trae el sentido de insignificancia: „ad nummum‟ quiere

decir a precio ínfimo, y para decir que algo vale muy poco, „nummo aestimari‟. Por estas cosas del

lenguaje, „nummàtus‟ es alguien adinerado, rico, mientras que „nummàrius‟ es: de dinero, venal, por

ejemplo „nummarii iudices: jueces venales‟, que se dejan sobornar por dinero. Este mínimo recorrido de

encadenamientos conceptuales nos muestra al dinero en una dimensión simbólica, y estimula la

investigación desde el psicoanálisis.

En economía y política es un bien instrumental que sirve como mediador del tráfico, evitando las

dificultades del cambio directo. Pensemos que el sistema inicial fue de trueque: los romanos comenzaron

usando como moneda el ganado „pecus, pecunia‟, sustituyéndolo luego por barras de sal, hachas de cobre,

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o lingotes de cobre que, siendo al principio en bruto: „aes rude‟, pasaron a llevar señales diversas (de

animales u objetos), los „aes signatus‟. Aún las primeras monedas de formato redondo, en el siglo IV a C,

los „aes grave‟, eran muy pesadas y llevaban los signos de su valor, que era cambiante a través del tiempo.

El Emperador se reservaba el derecho de acu-ñar las monedas de plata y oro mientras que el senado podía

hacerlo con las de bronce; sólo después de Cesar la moneda de oro fue de uso corriente: el „denarius

aureus‟ o denario y el medio denario o „quinarius‟. Como antes el ganado o diferentes bienes, se utilizó

directamente el oro y la plata, que luego quedaron al res-guardo de cambistas y joyeros en sus

establecimientos, circulando solamente los recibos, como precursores del „papel moneda‟ y de los bancos.

La concretud del poseer ganado, sal o monedas, da lugar al dinero y éste a subrogados tales como el

billete de Banco, el cheque o la letra de cambio, que se expresan en dinero y deben ser canjeados por él,

pero que son medios de circulación destinados a facilitar el cambio sin ser estrictamente dinero, que de

todos modos es „pura deuda‟.

Disponemos, entonces, de „medios de circulación destinados a facilitar el cambio‟ sin ser estrictamente

„la cosa dinero‟, que a su vez representa „un bien‟ capaz de hacer valioso al que lo posee. Cadena de

sustituciones que, desde lo arbitrario del símbolo, puede exhibir una movilidad casi infinita.

Otro elemento estrictamente ligado al valor que estamos considerando, es el oro. La expresión de ‘metal

noble’ al igual que para la plata, implica una valoración „moral‟ de este metal de características

particulares: es brillante y no se oxida; fue relacionado con el sol en todas las culturas, por lo tanto con el

dios supremo, el Padre Sol que calienta y fecunda. Entre los Aztecas fue denominado „Teocuitlatl‟

(excremento de los dioses), secreción del dios solar, ocurriendo lo propio con la plata en referencia a la

luna. Tomemos nota de la asimilación de las ideas de: oro-excremento-dios sol. Interesante si pensamos

que proviene de una cultura pre-colombina y por lo tanto prefreudiana.

Entre los alquimistas la referencia al “oro” no se dirigía al metal así denominado sino al conocimiento

esotérico, supremo estadio de la evolución espiritual, concepto que expresaban en el axioma „aurum

nostrum non est aurum vulgi‟. El Cristianismo ortodoxo consideraba el oro como un símbolo de luz

celestial y de perfección, utilizándolo en el fondo dorado de pinturas e íconos. Desde diferentes culturas

las joyas de oro y piedras pre-ciosas tienen el poder de alejar maleficios. El oro, considerado como

compendio de las energías de la tierra, remite al poder de la Madre Primordial, Gaia, Tellus, Nertus o

Papa, poco importa el nombre con que el que es designada, para todas las culturas tiene el mismo valor:

posee en sus entrañas el oro, siempre relacionado con el poder superior, con el mundo de los dioses.

Otra vez: oro-contenido del vientre materno-dios-sabiduría.

Tenemos entonces que el dinero es un bien instrumental que sirve como mediador, y es también un medio

legal de pago, ya que las multas e impuestos se abonan con „dinero‟ mientras no se acuerde lo contrario.

Mediador, es una cua-lidad y es una persona o cosa, que se encuentra entre otras dos con el fin de lograr

un trato, entendimiento o arreglo, es decir: mediar, intervenir, terciar. Es el tercero, el que se encuentra

entre dos contendientes. La introducción del tercero remite sin lugar a dudas a la triangulación edípi-ca:

Padre-Madre-Hijo. Es aquello que „media‟ entre dos, y también remite a la mitad. Ambigüedad de la

palabra, que como equívoco predestinado, permite pensar tanto en „una‟ trinidad como en „el‟ medio y

„lo‟ medio. Aquí este mediador tiene características peculiares, y su valor como –dinero– es distinto que el

de las mercan-cías, así que es pura concreción del valor de cambio, donde lo esencial no reside en la

materia del dinero sino en su función.

Cuando Freud habla del “Hombre de los Lobos”, lo describe como alguien muy rico por haber heredado

dinero de su padre y tíos, que sin embargo sostenía peleas con su madre y hermana a causa de los celos

provocados por el dinero del padre; „...el dinero se había sustraído de su manejo conciente y significaba

para él otra cosa‟... constituyéndose en el amor y la potencia fálica del Padre. Podemos observar en el

infans, que las heces tienen significado de „regalo‟, el primero que el niño puede ofrecer a la persona

amada, ofrenda de ternura ya que se trata de una parte de su propio cuerpo; en la defecación el niño debe

decidir entre la entrega obediente y la retención (autoerótica o como afirmación de su voluntad), que

desde la vertiente hostil constituirá un desafío a la autoridad y dará lugar a síntomas (cons-tipación,

encopresis). Freud nos cuenta que „El „grumus merdae‟ que los asaltantes dejan en el lugar del hecho

parece significar ambas cosas: la burla y un resarcimiento de expresión regresiva‟. La columna de heces

que estimula la mu-cosa rectal es significada como masa fálica, es parte del cuerpo para el niño, por lo

tanto su entrega a otra persona constituye una renuncia a una parte de su propio cuerpo,

convirtiéndose en el ar-quetipo de la castración, „concepto inconsciente‟ de lo pequeño separable del

cuerpo, tal como lo fue el bebé mismo se-parado del cuerpo materno en el parto –castración fálica de la

madre–, ya que la defecación es el arquetipo del acto del nacimiento desde las teorías sexuales infantiles.

Tenemos entonces que: caca (dinero-regalo) -hijo (regalo-contenido del vientre materno)- pene (cuyo

precursor es la columna de heces que estimula la mu-cosa intestinal como masa fálica), son fácilmente

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permutados entre sí y ‘a menudo son tratados en lo inconsciente como si fueran equivalentes entre sí

y se pudiera sustituir sin reparos unos por otros’. El antiguo interés por las propias heces es transferido a

objetos que pueden darse como regalo, en el aprecio por el oro (Gold) y el dinero (Geld), así como

contribución a la investidura afectiva del hijo y del pene.

Si el interés por el dinero es de naturaleza libidinosa y no acorde a la ratio, habrá que comprenderlo como

manifestación del erotismo anal transformado, suplantando el extraordinario interés que otrora tuvieran

las heces, por el dinero, „Teocuitlatl‟ excremento de los dioses.

La exigencia al hombre normal, dice Freud, es que sea capaz de separar el influjo libidinoso, del

miramiento objetivo, en relación al dinero. Pero no podemos comprender las fantasías ni el lenguaje de

los síntomas que observamos en un ser humano si desconocemos estos profundos nexos, señalados por él

en numerosas ocasiones. „Caca-dinero-regalo-hijo-pene son tratados aquí como equivalentes y aún

subrogados mediante símbolos co-munes‟.

En su experiencia con otro de sus pacientes, „el Hombre de las Ratas‟, en virtud del erotismo anal –tan

importante en su infancia a causa de la parasitosis intestinal–, y reactivado con el relato del castigo de las

ratas que le hiciera el capitán, éstas llegaron al significado de „dinero‟ al ocurrírsele en sus delirios un

nexo entre „ratas‟ -Ratten- y „cuotas‟ –Raten– que, a tal propósito, pronunciaba concientemente igual.

Cuan-do toma prestados dos florines de su hermana piensa „por cada florín una rata‟; y cuando Freud le

comunicó sus honorarios en la primera entrevista, se dijo: „Por cada corona, una rata para los niños‟.

Pero el dinero es también un medio de pago para abonar multas, impuestos, servicios, y por lo tanto

honorarios; en particular los honorarios del psicoanalista aparecen significados por las múltiples

transferencias en su persona. Veamos con más detalle estas cuestiones.

El dinero como medio de pago de multas: La palabra „multae‟ remite a una pena pecuniaria que se

impone como reparación de una falta o un delito cometido. Por extensión se entiende como pena,

condena. Ésto nos permite recordar el sentido de „culpa‟ o „pecado‟ de la „deuda‟. Vemos al dinero

representar y sustituir al propio cuerpo, por ejemplo en la excarcelación mediante el pago de una

fianza, o a objetos, en la confiscación de bienes, o el empeño de objetos valiosos por dinero y su rescate

mediante el pago de dinero. Evolución desde la Ley del Talión, que comenzó a regular las penas para que

no fueran mayores que el daño cometido: ojo por ojo, diente por diente... etc en una enumeración

exhaustiva aún de los daños (quemadura por quemadura), continuando con la propiedad… casa por casa,

etc., hasta la posibilidad de intermediación del dinero, capaz de sustituir al cuerpo u otra propiedad.

Si recordamos lo dicho anteriormente, que el infante considera sus heces como parte de su cuerpo, „lo

pequeño separable del cuerpo‟, y el posterior desplazamiento por distintos significantes hasta llegar al

dinero, comprendemos cómo a alguien que sufre un daño corporal se le puede dar a cambio...¡dinero! Será

ahora:…dinero por brazo, dinero por ojo, dinero por hijo… dinero por casa, auto, etc. dinero por daño

moral o por cual-quier daño imaginable.... todo parece posible sustituirlo por dinero, todo parece pasible

de indemnización. „In-demne‟ es algo libre de daño o perjuicio, ileso. A tal punto se considera al dinero

capaz de sustituir lo dañado y recuperar la condición de indemnidad del objeto.

Como medio de pago de impuestos: Esta palabra, de origen latino, „impositus‟ es, desde la Época Feudal,

expresión de fuerza y poder para imponer tributos a los pueblos vencidos, para el pago de rescates

(reparemos una vez más: cuerpo por dinero), como medio de explotación de clase en la Edad Media, hasta

aparecer como cuota (Raten) que aportan los ciudadanos para el bien común. Debido al rechazo que

produce el término, se ha intentado sustituirlo por „contribución‟ o „tributo‟, sin que se lograra atenuar su

connotación de poder.

Como medio de pago de servicios, aparece ligado al anterior, el impuesto, en tanto se aplique al pago de

servicios que el Estado brinda a los ciudadanos. Tanto que „servicio‟ es también la porción de dinero

ofrecida voluntariamente para el bien público. Sin embar-go, parece útil destacar que ‘servicio’ es como

se denomina el ‘vaso que sirve para excrementos mayores’, y ‘lavativa’; vemos así como desde

diferentes aproximaciones se nos ofrecen significados ligados a la relación inconsciente de dinero-heces.

En otro orden de cosas, „servicio‟, es la utilidad y provecho que resulta cuando alguien hace algo por

nosotros, brinda ayuda, complace y cuida. Estas acciones son evaluadas en dinero, aparecen pagadas con

dinero. Nuevamente: dinero por tiempo, dinero por ayuda, dinero por trabajo, dinero por enseñanza,

dinero por atención médica, dinero por compañía, dinero por sexo como en la prostitución desembozada o

encubierta… y así una serie infinita de sustituciones. Con dinero se pagan los honorarios, que es el

dinero que cobran los facultativos de carreras civiles que no tienen arancel. Los sueldos o salarios fijos no

son honorarios, ya que éste es un sueldo de honor que se recibe por el desempeño de un arte liberal. Tal es

el honorario del psicoanalista, que soporta la carga de todas las transferencias suscitadas en su persona,

más allá del „servicio‟ que brinde a su analizado.

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Freud se refiere a los honorarios del médico y reclama para el psicoanalista que adopte „la posición del

cirujano, que es sincero y cobra caro porque dispone de tratamientos capaces de remediar‟, en

contraposición con el afán por aparecer un „filántropo desinteresado‟ y luego quejarse por la „falta de

miramientos y el afán explotador de los pacientes‟. Él mismo, durante diez años dedicó una o dos horas

diarias a tratamientos gratuitos, investigando la posibilidad de reducir la resistencia en los tratamientos al

eliminar el motivo manifiesto de la dificultad económica, pero se encontró con la paradoja de un fuerte

incremento de aquella en razón de la culpa generada por la deuda, las situaciones de sometimiento que

sobrevienen, y el odio que despierta el analista „todopoderoso‟ que no necesita el dinero de su analizado.

Comprendió seguramente, que la dificultad económica de la que se queja el analizado, se refiere a la

intensa movilización de su economía interna, los afectos y pasiones, la culpa inconsciente, la castración.

Dada la coparticipación de „pode-rosos factores sexuales‟ en la estima del dinero, dice que suelen tratarse

los temas de dinero con la misma „duplicidad, mojigatería e hipocresía‟ con la que se tratan esos temas en

la sociedad.

El cobro y pago de los honorarios constituye una acción compleja que transcurre como una actuación,

fuera de la sesión propiamente dicha, como toda comunicación o modificación que analista y analizado

deban convenir. De este modo, el analizado entrega una cantidad de dinero, en el momento fijado para tal

efecto, pa-gando las horas de trabajo del analista, las sesiones del mes habitualmente, cancelando la deuda

contraída al obtener sus „servicios‟ durante ese lapso. Si bien desde lo manifiesto esta transacción es así y

se ex-plicita en el momento de establecer el “contrato”, sabemos que –transferencia mediante– se cargará

de significados trágicos, fantasías parrifilicidas, sexuales, rivalidad, celos y envidia, tanto por parte del

paciente como de los familiares ligados a él, donde la culpa y la angustia de castración hacen aparecer al

dinero como el significante fálico a resignar que, a la manera de „una libra de carne‟, convoca ansiedades

persecutorias hacia el analista quien, al cobrar „castra‟, evidenciando a su vez la propia „falta‟, pues

necesita aquello que recibe.

De esta manera el „dinero‟, tanto el antiguo denario con la efigie de Tiberio o Augusto que marcaba la

pertenencia al Cesar, como el actual billete con la imagen de próceres, de „muertos‟ ilustres y va-liosos,

presentes en nosotros, muestran su carácter simbólico de „cosa de Otro‟, „circulante‟ en la cultura,

convocando la idea del Padre mítico, primordial poseedor del falo, el „muerto‟. Dinero que cir-cula de un

individuo a otro como símbolo del falo y de la castración, detenta el valor de trozo corporal, „la parte‟

imaginariamente capaz de sustituir y representar al cuerpo en su totalidad.

Bilbiografía

Freud, Sigmund.- Sobre la Iniciación del Tratamiento. (1913). Trabajos sobre técnica psicoanalítica y

otras obras.

T XII. A.E. R.Arg.

“ “ .- A propósito de un caso de neurosis obsesiva (El Hombre de las Ratas) (1909). T X. A.E. BA.

R.Arg.

“ “ .- De la historia de una neurosis infantil (El Hombre de los Lobos) y Otras Obras. (1917-

1919).T XVII AE. R.A.

Sorrentini, Adriana.- “Los Honorarios- Una Libra de Carne”.XXXIV Congreso Nacional de Psicoanálisis.

Morelia, Mich. México.1995.

Glosario

“SEPULTAMIENTO” –Untergang–

Es un concepto que encontramos a lo largo de la obra freudiana. En un comienzo referido a la represión,

adquiere progresivamente características más precisas desde artículos como “El yo y el ello” (1923) y „El

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sepultamiento del complejo de Edipo‟ (1924), donde dice que “… el proceso descrito es más que una

represión, equivale, cuando se consuma idealmente, a una destrucción y cancelación del complejo‟. Esto

ocurre, a diferencia de la represión, sin la participación del superyo, que se genera en ese mismo mo-

mento, „de aquellas vivencias que llevaron al totemismo‟. Si aceptamos al super-yo como simultáneo al

sepultamiento del complejo de Edipo, ese núcleo existente –que es „idea‟– deviene ideal del yo como

formación substitutiva de la añoranza del padre muerto en el „parricidio‟, y por eso es germen de todas las

religiones.

Se trata entonces del destino del complejo de Edipo primordial –al que denominamos „tragedia edípica‟–,

que se configura a partir de la protofantasía incestuosa. Esta estructura sepul-tada en el ello, que conserva

tales improntas heredadas, „alberga en su interior los restos de innumerables existencias–yo, figuras

primordiales –Urbild–, de las que el yo extrae la fuerza para su superyo, procurándoles una resurrección‟.

También en „Más allá del principio de placer‟ (1920) Freud se refiere al sepultamiento de la sexualidad

infantil, y aparecen expresiones tales como „zu-grunde gehen‟: irse a pique, perecer, irse al fundamento,

de las zonas sexuales iniciales. Esto constituye la base afectiva para procesos intelectuales del desarrollo,

como la moral, la vergüenza etc, que se generan a costa de una „sexualidad sepul-tada (virtual)‟.

„Sepultamiento‟ connota –escribe J. L. Etcheverry– una virtualidad de una etapa pasada. El desenlace de

este primer estadio edípico –el trágico–, tiene lugar con la castración fálica, es decir, la pérdida de la

condición fálica del „bebé‟. Consideramos importante destacar que, aunque la descripción no pueda

obviar referencias temporales, se trata de la atemporalidad de lo inconsciente, cuya manifestación es

actual.

Sostenemos que la estructura fálica sepultada recibe esta denominación, en virtud de presentarse a la

conciencia mediante figuraciones de muerte: cadáver, vampiro, expresiones demoníacas.

Tempranamente atrajo a Freud la idea de un morir fundante, cuando traza la analogía entre el

sepultamiento de Pompeya y lo inasequible a la conciencia „… no hay mejor analogía que ésta del entierro

(Verschüttung ), como el que fue el destino de Pompeya y del que la ciudad pudo resucitar luego en virtud

del trabajo del azadón‟. Así, expli-cando que ella no „se fue al fundamento‟ (zugrunde gehen) hasta que

no fue desenterrada. Este es el trabajo analítico: en la sesión, „lo sepultado‟ se manifiesta en la

transferencia en la persona del psicoanalista –más allá del principio de placer–; es característica de la

neurosis actual, neurosis de angustia a presentación somática.

LA CRISIS DEL PSICOANALISIS

Jean Sanville

De Jean Sanville – Fax 1 310 476 6236

(Traducido por José Mirabal, C. Phil.de : “On the Crisis of Psychoanalysis : Possible Measures for Repair

and New Beginnings”)

Jean Sanville es Analista Didáctica en la Sociedad e Instituto para Estudios Psicoanalíticos, uno de los

cuatro institutos multidisciplinarios que constituyen la Confederación de Sociedades Psicoanalíticas

Independientes en los Estados Unidos. En este artículo ella bosqueja su experiencia como practicante,

académica y anterior directora de una Fundación para la Investigación y Educación Psicoanalítica. Este

trabajo fue aceptado como una de las contribuciones fundamentales del trabajo de la Casa de Delegados

de API acerca de la crisis del psicoanálisis.

Distintos ensayistas dedicados a la investigación sobre la actual situación del psicoanálisis difieren en

cuanto a si se le debe considerar en “crisis” (Hanley) o en “un cambio de rumbo” (Kernberg), aunque

estas dos nociones no son del todo contradictorias. A quie-nes nos gusta jugar con la etimología de las

palabras se nos hace posible percibir que el término “crisis” se deriva del vocablo griego “Krinen” que

significa decidir o separar. El sustantivo resultante del vocablo griego se usa para designar asuntos

circunscriptos, un cambio de rumbo en el que algo debe de concluir o someterse a cambios materiales; es

por lo tanto un período crítico o decisivo. En el campo de la medicina se usa el término para condiciones

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cuyo desenlace puede resultar en una total recuperación o en la muerte, según las decisiones que se hagan

al respecto.

En este ensayo discutiré las razones por las cuales el considerar que el psicoanálisis está en un

estado de crisis y el proponer si debemos sucumbir o proseguir floreciendo dependerá de que tanto este-

mos dispuestos a comprometernos en la búsqueda de soluciones apropiadas.

1) Actualmente son considerablemente escasos los pacientes que requieren la terapia psicoanalítica. El

estimado promedio según una encuesta reali-zada por la Asociación Americana Psicoanalítica es de tres

“analizados” por cada analista. Sobre este particular existe cierta discrepancia porque algunos consideran

que lo que está ocurriendo es que el método se usa con menos frecuencia que antes y de forma más breve.

Gran parte del problema se debe a que en la actualidad son más las personas que sienten que no pueden

permitirse la inversión de dinero y de tiempo que el psicoanálisis conlleva. Además se encuentra en efecto

una propaganda masiva que promueve la existencia de otras formas “mejores y más breves” de

tratamiento.

2) Varios son los institutos que han reportado una merma en candidatos aptos para el aprendizaje en el

psicoanálisis. Aún así, mientras los institutos de la IPA (International Psychoanalytical Association) están

confrontando dificultades para atraer candida-tos, ciertos institutos no afiliados a la IPA tienen

abundancia de ellos. La última tendencia es más flexible, por ejemplo, no se insiste en que el candidato

siga tratamiento con analistas diestros que se desempeñen en ese instituto y por otro lado, se le da

reconocimien-to a la terapia recibida previamente de otras fuentes antes de que el candidato sea admitido.

3) Existe un reducido número de personas deseosas y capaces de convertirse en casos de control, de darle

seguimiento a sus casos cuatro veces por semana durante un período indeterminado de años, aunque el

costo del tratamiento haya sido drásticamente reducido para su beneficio. Aquellos que se encuentran

dispuestos no son necesariamente los pacientes “neuróticos agradables” que nos gustaría que nuestros

estudiantes tuvieran como primeras experiencias. A veces, los candidatos tienen que esperar demasiado

por analistas aptos y como consecuencia el período de adiestramiento profesional resulta más extenso.

También existen pacientes que, no por haber recibido un tratamiento deficiente, sino por otros obstáculos

deciden no continuar con la terapia, por lo tanto el candidato debe comenzar de nuevo.

4) Los analistas han considerado pertinente disminuir el precio de las tarifas que regularmente

acostumbraban cobrar por considerar al psicoanálisis como un método menos lucrativo de lo que era en el

pasado. También muchos son los doctores que han concluido que puede ganarse mayor cantidad de dinero

recetando píldoras y simultáneamente los psicólogos se encuentran batallando por obtener el derecho para

recetar.

5) La intervención de terceros amenaza la privacidad y la confidencialidad, lo cual hace que el paciente se

sienta intimidado. Además de eso, a los terapistas analíticos les desagrada la extensa cantidad de papelería

burocrática y no aprueban que se les permita a los supervisores de una Compañía el supervisar sus hojas

de servicio.

6) Las organizaciones para el Mantenimiento de la Salud (Health Maintenance Organizations) y las

compañías dedicadas al Cuidado Dirigido (Managed Care) determinan cada vez más los aspectos

esenciales que conlleva un tratamiento. Cuando el paciente depende de la intervención de terceros para

sufragar los gastos –y en los Estados Unidos esta situación cada vez es más común–, la frecuencia y la

duración del tratamiento ya no dependen de una negociación entre el analista y el analizado. Debido a que

la persona que paga puede exigir y examinar los expedientes del paciente, la confidencialidad peligra cada

vez más.

7) El énfasis en tratamientos “a corto plazo” se encuentra particularmente determinado por factores

económicos, lo cual significa que aquellas corporaciones afiliadas al “Cuidado Dirigido” (Managed Care),

con frecuencia no aceptan a los “proveedores adiestrados” en psicoanálisis por asociarlos con tratamientos

intensivos y a largo plazo. Por lo tanto semejante entre-namiento es contraproducente y para eso abundan

otras alternativas de aproximación terapéutica.

8) Sin embargo sin referidos de dichas organizaciones, los candidatos, los analistas jóvenes, pasan a ser

un tipo de “pacientes” que con frecuencia afrontan dificultades para ganarse la vida decentemente.

Algunos candidatos niegan su adiestramiento psicoanalítico cuando solicitan trabajo y se ven obligados a

aprender una nueva terminología para describir los problemas de sus pacientes, sus planes terapéuticos y

la cantidad de tiempo aproximado que el tratamiento requiere.

9) Es cierto que existen problemas socio–económicos fundamentales que van más allá de la influencia y

de la intervención psicoanalítica. Sin embargo, también es cierto que los psicoanalistas se han demorado

en buscar otras formas de trascender sus conocimientos para aclarar y mitigar inmensos problemas

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contemporáneos como lo son: la pobreza, las personas indigentes sin hogar, el racismo, las pandillas, la

violencia, etc.

10) Las élites culturales e intelectuales prácticamente han perdido el interés en el psicoanálisis. Hay una

diferencia notable entre el inmenso interés que existía hace algunas décadas –cuando a todos los

intelectuales les gustaba jugar y especular con las ideas de Freud y de sus seguidores–, y la actualidad.

Uno de los obstáculos aquí es que el psicoanálisis se ha demorado mucho en distanciarse de la filosofía

positivista y que se encuentra con reservas a renunciar a la conceptualización del analista como un

“observador objetivo” que puede señalar e interpretarle “la realidad” a sus pacientes.

11) Está aconteciendo una “petrificación” (término usado por Kernberg) en varios institutos y sociedades;

razón por la cual el pensador entusiasta ya no le provoca como antes el nivel de estimulación intelectual

que se puede encontrar en nuestras clases y seminarios.

12) Los analistas estamos sufriendo una desmoralización debido a las situaciones previamente expuestas y

comprensiblemente nos encontramos ansiosos y temerosos.

Posibles soluciones para la reinstauración y para un nuevo inicio del psicoanálisis.

1) Parece que existen lugares en el mundo donde los pacientes son abundantes, Debemos estudiar sus

contextos socio–culturales, las estructuras organizacionales existentes, una aproximación analítica

específica y comparar sus características con aquellos grupos donde prevalezca un sentido de crisis.

Algunos colegas de otros países creen que donde el psicoanálisis se ha convertido en parte de la cultura

general está menos estimado. Sin embargo tal afirmación a mi entender es una subestimación del método

que de ser cierta, hace dudosas las razones que motivan al establecimiento de correlaciones. Da la

casualidad que dichas culturas son las mismas que valorizan enormemente la libertad de pensamiento y

por lo tanto el hecho de que la libertad sea crítica.

2) Todavía existe un enorme interés en el pensamiento psicoanalítico. Ahora que las puertas están abiertas

a aspirantes sin una formación académica médica, resulta irónico que los que una vez fueron excluidos

sean aquellos que salvarán de la extinción al psicoanálisis. Debemos de ver con atención a los insti-tutos

no afiliados a la IPA que tienen más solicitantes de los que pueden aceptar. Generalmente tendemos a

justificar nuestra escasez de solicitantes declarando que dichas opciones institucionales no están siendo

selectivas en su proceso de admisión y que el entrenamiento que ofrecen no concuerda con nuestras

normas. Sería posible inclusive afirmar que algunos de nuestros rigurosos parámetros nos están coartando

el desarrollo al ponernos en desventaja con grupos más deseosos de admitir cierto grado de flexibilidad.

Podemos rehusarnos a semejante “búsqueda de almas”, pero si superamos nuestra resistencia podríamos

alcanzar un sitial que nos permitiría cuestionar que parte de nuestros programas académicos son

“sagrados” y por lo tanto no deben ser alterados y cuales deben reconsiderarse.

3) Con la disminución de “casos ideales de control”, estaremos obligados a aceptar la escasez de

candidatos. Quizás nos preguntemos si nuestros institutos están adiestrando a los candidatos en el

tratamiento de diversos tipos de pacientes existentes, o si todavía estamos adheridos a un método clásico

de enseñanza que no satisface las profundas privaciones y los disturbios de los pacientes de hoy día.

Podemos intentar poner en vigor una aproximación terapéutica que no esté diseñada exclusivamente para

personas a las que sólo les permitiríamos a nuestros candidatos el aceptarlas por miedo a no ejercer su

práctica. ¿No son esta implicaciones por modelos de entrenamiento?

4) En lo que concierne a la tarifas algunos consideran que hay que disminuir el costo porque las mismas

han aumentado demasiado en los últimos años. Si la frecuencia y la duración del psicoanálisis hace que se

le perciba como uno de los métodos terapéuticos más caros en el mercado y si el lucro personal es la

mayor motivación que posee un aspirante a psicoanalista, entonces el candidato debería considerar la

exploración de otros campos de trabajo. Es prácticamente imposible esperar que en el futuro existan

fondos públicos destinados a subsidiar el costo del psicoanálisis.

5) Nos guste o no, tal parece que el Cuidado Dirigido (Managed Care) al menos en los Estados Unidos, es

el intermediario mediante el cual se administrarán los servicios de salud mental. Aunque algunos de

nosotros (probablemente los más experimentados y establecidos) no nos “enlistemos” como

“proveedores”, los más jóvenes (que necesitan al menos sobrevivir), considerarán inevitable “enlistarse”.

Es improbable que el análisis de por sí encuentre un sitial adecuado en este sistema emergente, pero

aquellos que hemos sido invitados por profesionales en ciertas conferencias de HMO para explorar de que

manera el pensamiento analítico puede ser utilizado aun en tratamientos de duración limitada, nos hemos

podido percatar de que hay personas que han descubierto la riqueza de dicho pensamiento. Sobre el tapete

quedan las siguientes interrogantes: ¿Se podrán encontrar formas de establecer relaciones con la nueva

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gene-ración de terapistas que no han tenido ninguna opor-tunidad de conocer en que consisten nuestra

teorías? ¿Que harían los terapeutas jóvenes con dichas teorías si se les deja solos?

6) Esfuerzos heroicos se han efectuado por la división 39 en la Asociación Americana de Psicología y el

Comité de Psicoanálisis en el Trabajo Social Clínico, no tan sólo para que eduquen al público sobre las

dificultades de poner en práctica cualquier aproximación psicoanalítica en la “nueva onda terapéutica”

que predomina actualmente, sino para mantener vigente cierto grado de pensamiento psicoanalítico en la

práctica. Nuestra única alternativa será continuar tratando a los que puedan sufragar los costos lo cual

conlleva a corroborar públicamente el estereotipo de que el psicoanálisis está sólo disponible para las

clases privilegiadas.

7) Ya se encuentran en marcha los esfuerzos para demostrar que independientemente de si la población es

rica o pobre, muy trastornada o un poco neurótica, más allá de la raza, del color o del credo de cada

individuo, el psicoanálisis continúa siendo rele-vante. El Grupo de Estudios en Trabajo Social y

Psicoanálisis tuvo la idea de crear un libro con casos ejempla-res en el cual se describe como diversos

psicoanalistas aplican la teoría sin importar el lugar en donde ejerzan o los problemas que les toque

abordar. El libro “Facilitating Healing and Growth” estará en el mercado a partir de mayo y tenemos la

esperanza de que el mismo permitirá que las escuelas de Trabajo Social le den un nuevo enfoque a lo que

hasta el momento se han dedicado a descartar de sus programas (Probablemente yo seré la primera en

utilizar el texto en las cátedras que dictaré este verano a nivel doctoral en la Universidad Smith).

8) Sería también conveniente tratar de abor-dar a otras profesiones ofreciendo talleres y seminarios para

todos aquellos que trabajen directamente con gente como por ejemplo: doctores, abogados, maestros,

policías, oficiales de probatoria, administradores de penitenciarías, ministros y enfermeras. El estado de

Michigan ha puesto en práctica esta idea y actualmente es una de las pocas áreas en los Estados Unidos en

donde el psicoanálisis sigue vigente y no está en crisis.

9) La estrategia antes mencionada facilitaría el diálogo con intelectuales en otros campos. El Post

Congreso de Cinematografía y Psicoanálisis de la IPS ha demostrado lo prometedor que podría resultar tal

acercamiento. Debemos proyectar una imagen no tan sólo de autoridades que difunden sus ideas sino

como mentes abiertas a otras áreas.

10) ¿Podremos regresar a la práctica docente en las universidades? Algunos de nosotros lo hemos logrado

por petición de los estudiantes. Sin embargo en la actualidad las escuelas profesionales que contratan

conferenciantes visitantes son escasas. Si nos concentramos en explorar las opciones sugeridas en este

artículo, posiblemente seremos bienvenidos nuevamente a la academia.

11) ¿Cómo se puede abordar el problema de la “petrificación” en nuestros institutos? ¿Son nuestros

métodos educativos adoctrinantes o están diseñados a liberar el instinto epistemológico? ¿Tiene algún

significado relevante el usar el calificativo de “Institutos de Adiestramiento”? El adiestramiento es

definido como el “proceso que dirige o encamina y moldea el crecimiento y la formación mediante la

flexibilidad”. También consiste en proveer una formación a través de la instrucción, la disciplina y la

práctica. El término educación, que se deriva del vocablo educir y conlleva a la deducción, es en contraste

con “adiestramiento” el que mejor se puede vincular al proceso psicoanalítico.

12) La investigación clínica irá aumentando en importancia. Varios somos los que nos hemos encontrado

atraídos por las sugerencias de Wallerstein (1995) sobre “nivelar el campo de juego”, es decir no

limitarnos simplemente a proclamar que el psicoanálisis en su forma más pura es el mejor, sino el

preguntarnos ¿Qué es lo que en verdad promueve el cambio psíquico? Sólo entonces estaremos en una

mejor posición para enmendar nuestras teorías y para adaptar flexiblemente nuestras aproximaciones a la

diversa gama de pacientes que acuden a nosotros en busca de ayuda.

13) En cuanto a la desmoralización, si dejamos de fruncir el ceño preocupados por el declive del

psicoanálisis y nos ocupamos más en tomar medidas que acarreen un cambio de rumbo hacia las metas

deseadas, al igual que nuestros “analizados” cuando finalmente logran actuar motivados por su

perspicacia, lograremos mejorar nuestro estado de ánimo considerablemente.

Referencias

Wallerstein, R.S. The Talking Cures. New Haven y Londres : Yale University, 1995.