PEQUEÑAS E INOCENTES

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Cuento escrito por:Ana Cecilia Hernández Escudero.

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Mi nombre es María y tengo una hermana gemela llamada Juana. Ambas vivimos juntas desde que nos gestaronen el vientre de mi madre.

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Ya decía nuestra abuela, que éramos tan parecidas como dos copas de cristal …

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Si, es que lo que la una pensaba ya la otra lo había pensado también.

Desde bebes éramos tal para cual.

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Un día de tantos, cuando cumplimos nuestros ocho años, despertamos a las 5 de la mañana y sin esperar que nuestros padres nos saludaran, salimos a jugar y a celebrar a nuestra manera, el cumpleaños número ocho.

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Corrimos por los pasillos del inmenso apartamento donde vivía la abuela y a quien fuimos a visitar en aquel puente de enero.

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Nos encontramos de pronto ante una puerta que misteriosamente se entreabría y que quedaba en la última pared de la casa.

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Nos miramos por espacio de unos segundos y de pronto, sin decirnos nada, abrimos un poco más la puerta y nos apresuramos a entrar.

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En algún rincón Juana tocó con sus pies algo y bajó la mirada para descubrir qué era eso que se encontraba en el suelo.

Al tiempo, me llamó para que me acercara.

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Allí encontramos algunos objetos, que la media luz de la habitación, permitía distinguir.

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Eran unos zapatos de colores, un posillo y un control de televisión.

La imaginación de las dos se despertó.

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Pronto armamos una historia. Yo sería un investigador privado y Juana sería la asesina de la historia. ¡ Igual que en las películas !.

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Ahora me llamo Luísa.

Entro a la habitación y al encontrar las pruebas del delito acuso Juana de asesina.

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Juana se defiende de su interrogadora, pero no hay nada que hacer: Ella lo mató y debe aceptar la culpa.

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¡ No en vano las pruebas la delatan !.

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Ella mató a su gato de juguete porque se había comido su queso, pero para menguar su culpa le había dado un beso y este la delataba. Sus labios estaban además en una de las paredes del cuarto.

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Juana había estado jugando con el labial de su abuela y había regado besos por todas las paredes.

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Luisa armó el rompecabezas,

Vio hasta la basura que dejó Juana cuando mató a su gato.

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Para que no la descubrieran había colocado pruebas falsas: los zapatos de payaso, el control del televisor y el pocillo de tinto.

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Pero la astuta investigadora no se dejó engañar. Era evidente que la historia estaba clara. Juana quería que culparan al payaso de la fiesta, pero había olvidado que la fiesta aún no había comenzado y el payaso aún no había llegado.

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Pobre Juana. Debía ser encarcelada.

¡ Todo por un queso !.

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Fin