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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
El gran conflicto entre el bien y el mal
ilustrado en la vida de los santos de la antigedad.
ELENA G. DE WHITE
CAPTULO 1. El Origen del Mal
"Dios es amor." Su naturaleza y su ley son amor. Lo han sido
siempre, y lo sern para
siempre. "El Alto y Sublime, el que habita la eternidad," cuyos
"caminos son eternos," no
cambia. En l "no hay mudanza, ni sombra de variacin."
Cada manifestacin del poder creador es una expresin del amor
infinito. La soberana de
Dios encierra plenitud de bendiciones para todos los seres
creados. El salmista dice:
"Tuyo el brazo con valenta;
fuerte es tu mano, ensalzada tu diestra.
Justicia y juicio son el asiento de tu trono:
misericordia y verdad van delante de tu rostro.
Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte:
andarn, oh Jehov, a la luz de tu rostro.
En tu nombre se alegrarn todo el da;
y en tu justicia sern ensalzados.
Porque t eres la gloria de su fortaleza; ...
Porque Jehov es nuestro escudo;
y nuestro rey es el Santo de Israel." (Sal. 89: 13-18.)*
La historia del gran conflicto entre el bien y el mal, desde que
principi en el cielo hasta el
final abatimiento de la rebelin y la total extirpacin del
pecado, es tambin una
demostracin del inmutable amor de Dios.
El soberano del universo no estaba solo en su obra benfica. Tuvo
un compaero, un
colaborador que poda apreciar sus designios, y que poda
compartir su regocijo al brindar
felicidad a los seres creados. "En el principio era el Verbo, y
el 12 Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios." (Juan 1: 1,
2.) Cristo, el Verbo, el
Unignito de Dios, era uno solo con el Padre eterno, uno solo en
naturaleza, en carcter y en
propsitos; era el nico ser que poda penetrar en todos los
designios y fines de Dios. "Y
llamarse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre
eterno, Prncipe de paz" "sus
salidas son desde el principio, desde los das del siglo." (Isa.
9: 6; Miq. 5: 2.) Y el Hijo de
Dios, hablando de s mismo, declara: "Jehov me posea en el
principio de su camino, ya de
antiguo, antes de sus obras. Eternalmente tuve el principado. .
. . Cuando estableca los
fundamentos de la tierra; con l estaba yo ordenndolo todo; y fui
su delicia todos los das,
teniendo solaz delante de l en todo tiempo." (Prov. 8:
22-30)
El Padre obr por medio de su Hijo en la creacin de todos los
seres celestiales. "Porque
por l fueron criadas todas las cosas, . . . sean tronos, sean
dominios, sean principados, sean
potestades; todo fue criado por l y para l." (Col. 1: 16.) Los
ngeles son los ministros de
Dios, que, irradiando la luz que constantemente dimana de la
presencia de l y valindose
de sus rpidas alas, se apresuran a ejecutar la voluntad de Dios.
Pero el Hijo, el Ungido de
Dios, "la misma imagen de su sustancia," "el resplandor de su
gloria" y sostenedor de" todas
las cosas con la palabra de su potencia," tiene la supremaca
sobre todos ellos. Un "trono de
gloria, excelso desde el principio," era el lugar de su
santuario; una "vara de equidad," el
cetro de su reino. "Alabanza y magnificencia delante de l:
fortaleza y gloria en su
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santuario." "Misericordia y verdad van delante de tu rostro."
(Heb. 1: 3, 8; Jer. 17: 12; Sal.
96: 6; 89: 14)
Siendo la ley del amor el fundamento del gobierno de Dios, la
felicidad de todos los seres
inteligentes depende de su perfecto acuerdo con los grandes
principios de justicia de esa
ley. Dios desea de todas sus criaturas el servicio que nace del
amor, de la comprensin y del
aprecio de su carcter. No 13 halla placer en una obediencia
forzada, y otorga a todos libre
albedro para que puedan servirle voluntariamente.
Mientras todos los seres creados reconocieron la lealtad del
amor, hubo perfecta armona en
el universo de Dios. Cumplir los designios de su Creador era el
gozo de las huestes
celestiales. Se deleitaban en reflejar la gloria del
Todopoderoso y en alabarle. Y su amor
mutuo fue fiel y desinteresado mientras el amor de Dios fue
supremo. No haba nota
discordante que perturbara las armonas celestiales. Pero se
produjo un cambio en ese
estado de felicidad. Hubo uno que pervirti la libertad que Dios
haba otorgado a sus
criaturas. El pecado se origin en aquel que, despus de Cristo,
haba sido el ms honrado
por Dios y que era el ms exaltado en poder y en gloria entre los
habitantes del cielo.
Lucifer, el "hijo de la maana," era el principal de los
querubines cubridores, santo e
inmaculado. Estaba en la presencia del gran Creador, y los
incesantes rayos de gloria que
envolvan al Dios eterno, caan sobre l. "As ha dicho el Seor
Jehov: T echas el sello a
la proporcin, lleno de sabidura, y acabado de hermosura. En Edn,
en el huerto de Dios
estuviste: toda piedra preciosa fue tu vestidura. . . . T,
querubn grande, cubridor: y yo te
puse; en el santo monte de Dios estuviste; en medio de piedras
de fuego has andado.
Perfecto eras en todos tus caminos desde el da que fuiste
criado, hasta que se hall en ti
maldad." (Eze. 28: 12-15.)
Poco a poco Lucifer lleg a albergar el deseo de ensalzarse. Las
Escrituras dicen:
"Enaltecise tu corazn a causa de tu hermosura, corrompiste tu
sabidura a causa de tu
resplandor." (Vers. 17) "T que decas en tu corazn: . . . Junto a
las estrellas de Dios
ensalzar mi solio,.... y ser semejante al Altsimo." (Isa. 14:
13, 14) Aunque toda su gloria
proceda de Dios, este poderoso ngel lleg a considerarla como
perteneciente a s mismo.
Descontento con el puesto que ocupaba, a pesar de ser el ngel
que reciba ms honores
entre las huestes celestiales, se aventur a codiciar el homenaje
que 14 slo debe darse al
Creador. En vez de procurar el ensalzamiento de Dios como
supremo en el afecto y la
lealtad de todos los seres creados, trat de obtener para s mismo
el servicio y la lealtad de
ellos. Y codiciando la gloria con que el Padre infinito haba
investido a su Hijo, este
prncipe de los ngeles aspiraba al poder que slo perteneca a
Cristo.
Ahora la perfecta armona del cielo estaba quebrantada. La
disposicin de Lucifer de
servirse a si mismo en vez de servir a su Creador, despert un
sentimiento de honda
aprensin cuando fue observada por quienes consideraban que la
gloria de Dios deba ser
suprema. Reunidos en concilio celestial, los ngeles rogaron a
Lucifer que desistiese de su
intento. El Hijo de Dios present ante l la grandeza, la bondad y
la justicia del Creador, y
tambin la naturaleza sagrada e inmutable de su ley. Dios mismo
haba establecido el orden
del cielo, y, al separarse de l, Lucifer deshonrara a su Creador
y acarreara la ruina sobre s
mismo. Pero la amonestacin, hecha con misericordia y amor
infinitos, solamente despert
un espritu de resistencia. Lucifer permiti que su envidia hacia
Cristo prevaleciese, y se
afirm ms en su rebelin.
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El propsito de este prncipe de los ngeles lleg a ser disputar la
supremaca del Hijo de
Dios, y as poner en tela de juicio la sabidura y el amor del
Creador. A lograr este fin
estaba por consagrar las energas de aquella mente maestra, la
cual, despus de la de Cristo,
era la principal entre las huestes de Dios. Pero Aquel que quiso
que sus criaturas tuviesen
libre albedro, no dej a ninguna de ellas inadvertida en cuanto a
los sofismas perturbadores
con los cuales la rebelin procurara justificarse. Antes de que
la gran controversia
principiase, deba presentarse claramente a todos la voluntad de
Aquel cuya sabidura y
bondad eran la fuente de todo su regocijo.
El Rey del universo convoc a las huestes celestiales a
comparecer ante l, a fin de que en
su presencia l pudiese 15 manifestar cul era el verdadero lugar
que ocupaba su Hijo y
manifestar cul era la relacin que l tena para con todos los
seres creados. El Hijo de Dios
comparti el trono del Padre, y la gloria del Ser eterno, que
exista por s mismo, cubri a
ambos. Alrededor del trono se congregaron los santos ngeles, una
vasta e innumerable
muchedumbre, "millones de millones," y los ngeles ms elevados,
como ministros y
sbditos, se regocijaron en la luz que de la presencia de la
Deidad caa sobre ellos. Ante los
habitantes del cielo reunidos, el Rey declar que ninguno,
excepto Cristo, el Hijo unignito
de Dios, poda penetrar en la plenitud de sus designios y que a
ste le estaba encomendada
la ejecucin de los grandes propsitos de su voluntad. El Hijo de
Dios haba ejecutado la
voluntad del Padre en la creacin de todas las huestes del cielo,
y a l, as como a Dios,
deban ellas tributar homenaje y lealtad. Cristo haba de ejercer
an el poder divino en la
creacin de la tierra y sus habitantes. Pero en todo esto no
buscara poder o ensalzamiento
para s mismo, en contra del plan de Dios, sino que exaltara la
gloria del Padre, y ejecutara
sus fines de beneficencia y amor.
Los ngeles reconocieron gozosamente la supremaca de Cristo, y
postrndose ante l, le
rindieron su amor y adoracin. Lucifer se postr con ellos, pero
en su corazn se libraba un
extrao y feroz conflicto. La verdad, la justicia y la lealtad
luchaban contra los celos y la
envidia. La influencia de los santos ngeles pareci por algn
tiempo arrastrarlo con ellos.
Mientras en melodiosos acentos se elevaban himnos de alabanza
cantados por millares de
alegres voces, el espritu del mal pareca vencido; indecible amor
conmova su ser entero; al
igual que los inmaculados adoradores, su alma se hinchi de amor
hacia el Padre y el Hijo.
Pero luego se llen del orgullo de su propia gloria. Volvi a su
deseo de supremaca, y
nuevamente dio cabida a su envidia hacia Cristo. Los altos
honores conferidos a Lucifer no
fueron justipreciados como ddiva especial de Dios, y por lo
tanto, no produjeron 16
gratitud alguna hacia su Creador. Se jactaba de su esplendor y
elevado puesto, y aspiraba a
ser igual a Dios. La hueste celestial le amaba y reverenciaba,
los ngeles se deleitaban en
cumplir sus rdenes, y estaba dotado de ms sabidura y gloria que
todos ellos. Sin
embargo, el Hijo de Dios ocupaba una posicin ms exaltada que l.
Era igual al Padre en
poder y autoridad. El comparta los designios del Padre, mientras
que Lucifer no participaba
en los concilios de Dios. "Por qu -se preguntaba el poderoso
ngel- debe Cristo tener la
supremaca? Por qu se le honra ms que a m?"
Abandonando su lugar en la inmediata presencia del Padre,
Lucifer sali a difundir el
espritu de descontento entre los ngeles. Trabaj con misteriosa
reserva, y por algn
tiempo ocult sus verdaderos propsitos bajo una aparente
reverencia hacia Dios. Principi
por insinuar dudas acerca de las leyes que gobernaban a los
seres celestiales, sugiriendo que
aunque las leyes fuesen necesarias para los habitantes de los
mundos, los ngeles, siendo
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ms elevados, no necesitaban semejantes restricciones, porque su
propia sabidura bastaba
para guiarlos. Ellos no eran seres que pudieran acarrear
deshonra a Dios; todos sus
pensamientos eran santos; y errar era tan imposible para ellos
como para el mismo Dios. La
exaltacin del Hijo de Dios como igual al Padre fue presentada
como una injusticia
cometida contra Lucifer, quien, segn se alegaba, tena tambin
derecho a recibir reverencia
y honra. Si este prncipe de los ngeles pudiese alcanzar su
verdadera y elevada posicin,
ello redundara en grandes beneficios para toda la hueste
celestial; pues era su objeto
asegurar la libertad de todos. Pero ahora aun la libertad que
haban gozado hasta ese
entonces conclua, pues se les haba nombrado un gobernante
absoluto, y todos ellos tenan
que prestar obediencia a su autoridad. Tales fueron los sutiles
engaos que por medio de las
astucias de Lucifer cundan rpidamente por los atrios
celestiales.
No se haba efectuado cambio alguno en la posicin o en 17 la
autoridad de Cristo. La
envidia de Lucifer, sus tergiversaciones, y sus pretensiones de
igualdad con Cristo, haban
hecho absolutamente necesaria una declaracin categrica acerca de
la verdadera posicin
que ocupaba el Hijo de Dios; pero sta haba sido la misma desde
el principio. Sin embargo,
las argucias de Lucifer confundieron a muchos ngeles.
Valindose de la amorosa y leal confianza depositada en l por los
seres celestiales que
estaban bajo sus rdenes, haba inculcado tan insidiosamente en
sus mentes su propia
desconfianza y descontento, que su influencia no se discerna.
Lucifer haba presentado con
falsa los designios de Dios, interpretndolos torcida y
errneamente, a fin de producir
disensin y descontento. Astutamente induca a sus oyentes a que
expresaran sus
sentimientos; luego, cuando as convena a sus intereses, repeta
esas declaraciones en
prueba de que los ngeles no estaban del todo en armona con el
gobierno de Dios. Mientras
aseveraba tener perfecta lealtad hacia Dios, insista en que era
necesario que se hiciesen
cambios en el orden y las leyes del cielo para asegurar la
estabilidad del gobierno divino.
As, mientras obraba por despertar oposicin a la ley de Dios y
por inculcar su propio
descontento en la mente de los ngeles que estaban bajo sus
rdenes, haca alarde de querer
eliminar el descontento y reconciliar a los ngeles desconformes
con el orden del cielo.
Mientras fomentaba secretamente el desacuerdo y la rebelin, con
pericia consumada
aparentaba que su nico fin era promover la lealtad y preservar
la armona y la paz.
El espritu de descontento as encendido haca su funesta obra.
Aunque no haba rebelin
abierta, el desacuerdo aumentaba imperceptiblemente entre los
ngeles. Algunos reciban
favorablemente las insinuaciones de Lucifer contra el gobierno
de Dios. Aunque
previamente haban estado en perfecta armona con el orden que
Dios haba establecido,
estaban ahora descontentos y se sentan desdichados porque no
podan penetrar los
inescrutables designios de Dios; les 18 desagradaba la idea de
exaltar a Cristo. Estaban
listos para respaldar la demanda de Lucifer de que l tuviese
igual autoridad que el Hijo de
Dios. Pero los ngeles que permanecieron leales y fieles apoyaron
la sabidura y la justicia
del decreto divino, y as trataron de reconciliar al descontento
Lucifer con la voluntad de
Dios. Cristo era el Hijo de Dios. Haba sido uno con el Padre
antes que los ngeles fuesen
creados. Siempre estuvo a la diestra del Padre; su supremaca,
tan llena de bendiciones para
todos aquellos que estaban bajo su benigno dominio, no haba sido
hasta entonces
disputada. La armona que reinaba en el cielo nunca haba sido
interrumpida. Por qu
deba haber ahora discordia? Los ngeles leales podan ver slo
terribles consecuencias
como resultado de esta disensin, y con frvidas splicas
aconsejaron a los descontentos
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que renunciasen a su propsito y se mostrasen leales a Dios
mediante la fidelidad a su
gobierno.
Con gran misericordia, segn su divino carcter, Dios soport por
mucho tiempo a Lucifer.
El espritu de descontento y desafecto no se haba conocido antes
en el cielo. Era un
elemento nuevo, extrao, misterioso e inexplicable. Lucifer
mismo, al principio, no
entenda la verdadera naturaleza de sus sentimientos; durante
algn tiempo haba temido
dar expresin a los pensamientos y a las imaginaciones de su
mente; sin embargo no los
desech. No vea el alcance de su extravo. Para convencerlo de su
error, se hizo cuanto
esfuerzo podan sugerir la sabidura y el amor infinitos. Se le
prob que su desafecto no
tena razn de ser, y se le hizo saber cul sera el resultado si
persista en su rebelda.
Lucifer qued convencido de que se hallaba en el error. Vio que
"justo es Jehov en todos
sus caminos, y misericordioso en todas sus obras" (Sal. 145:
17), que los estatutos divinos
son justos, y que deba reconocerlos como tales ante todo el
cielo. De haberlo hecho, podra
haberse salvado a s mismo y a muchos ngeles. An no haba
desechado completamente la
lealtad a Dios. Aunque haba abandonado su 19 puesto de querubn
cubridor, si hubiese
querido volver a Dios, reconociendo la sabidura del Creador y
conformndose con ocupar
el lugar que se le asign en el gran plan de Dios, habra sido
restablecido en su puesto.
Haba llegado el momento de hacer una decisin final; l deba
someterse completamente a
la divina soberana o colocarse en abierta rebelin. Casi decidi
volver sobre sus pasos,
pero el orgullo no se lo permiti. Era un sacrificio demasiado
grande para quien haba sido
honrado tan altamente el tener que confesar que haba errado, que
sus ideas y propsitos
eran falsos, y someterse a la autoridad que haba estado
presentando como injusta.
Un Creador compasivo, anhelante de manifestar piedad hacia
Lucifer y sus seguidores,
procur hacerlos retroceder del abismo de la ruina al cual
estaban a punto de lanzarse. Pero
su misericordia fue mal interpretada. Lucifer seal la
longanimidad de Dios como una
prueba evidente de su propia superioridad sobre l, como una
indicacin de que el Rey del
universo an accedera a sus exigencias. Si los ngeles se mantenan
firmes de su parte,
dijo, an podran conseguir todo lo que deseaban. Defendi
persistentemente su conducta, y
se dedic de lleno al gran conflicto contra su Creador. As fue
como Lucifer, el "portaluz,"
el que comparta la gloria de Dios, el ministro de su trono,
mediante la transgresin, se
convirti en Satans el "adversario" de Dios y de los seres
santos, y el destructor de
aquellos que el Seor haba encomendado a su direccin y
cuidado.
Rechazando con desdn los argumentos y las splicas de los ngeles
leales, los tild de
esclavos engaados. Declar que la preferencia otorgada a Cristo
era un acto de injusticia
tanto hacia l como hacia toda la hueste celestial, y anunci que
desde ese entonces no se
sometera a esa violacin de los derechos de sus asociados y de
los suyos propios. Nunca
ms reconocera la supremaca de Cristo. Haba decidido reclamar el
honor que se le debi
haber otorgado, y asumir la direccin 20 de cuantos quisieran
seguirle; y prometi a quienes
entrasen en sus filas un gobierno nuevo y mejor, bajo cuya
tutela todos gozaran de libertad.
Gran nmero de ngeles manifest su decisin de aceptarle como su
caudillo. Engredo por
el favor que recibieran sus designios, alent la esperanza de
atraer a su lado a todos los
ngeles para hacerse igual a Dios mismo, y ser obedecido por toda
la hueste celestial.
Los ngeles leales volvieron a instar a Satans y a sus
simpatizantes a someterse a Dios; les
presentaron lo que resultara inevitable en caso de rehusarse. El
que los haba creado poda
vencerlos y castigar severamente su rebelde osada. Ningn ngel
poda oponerse con xito
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a la ley divina, tan sagrada como Dios mismo. Advirtieron y
aconsejaron a todos que
hiciesen odos sordos a los razonamientos engaosos de Lucifer, y
le instaron a l y a sus
secuaces a buscar la presencia de Dios sin demora alguna, y a
confesar el error de haber
puesto en tela de juicio la sabidura y la autoridad divinas.
Muchos estaban dispuestos a prestar atencin a este consejo, a
arrepentirse de su desafecto,
y a pedir que se les admitiese en el favor del Padre y del Hijo.
Pero Lucifer tena otro
engao listo. El poderoso rebelde declar entonces que los ngeles
que se le haban unido
haban ido demasiado lejos para retroceder, que l estaba bien
enterado de la ley divina, y
que saba que Dios no los perdonara. Declar que todos aquellos
que se sometieran a la
autoridad del cielo seran despojados de su honra y degradados.
En cuanto a l se refera,
estaba dispuesto a no reconocer nunca ms la autoridad de Cristo.
Manifest que la nica
salida que les quedaba a l y a sus seguidores era declarar su
libertad, y obtener por medio
de la fuerza los derechos que no se les quiso otorgar de buen
grado.
En lo que concerna a Satans mismo, era cierto que ya haba ido
demasiado lejos en su
rebelin para retroceder. Pero no ocurra lo mismo con aquellos
que haban sido cegados 21
por sus engaos. Para ellos el consejo y las splicas de los
ngeles leales abran una puerta
de esperanza; y si hubiesen atendido la advertencia, podran
haber escapado del lazo de
Satans. Pero permitieron que el orgullo, el amor a su jefe y el
deseo de libertad ilimitada
los dominasen por completo, y los ruegos del amor y la
misericordia divinos fueron
finalmente rechazados.
Dios permiti que Satans siguiese con su obra hasta que el
espritu de desafecto se troc en
una activa rebelin. Era necesario que sus planes se
desarrollasen en toda su plenitud, para
que su verdadera naturaleza y tendencia fuesen vistas por todos.
Como querubn ungido,
Lucifer, haba sido altamente exaltado; era muy amado por los
seres celestiales, y su
influencia sobre ellos era poderosa. El gobierno de Dios inclua
no slo los habitantes del
cielo sino tambin los de todos los mundos que haba creado; y
Lucifer lleg a la
conclusin de que si pudiera arrastrar a los ngeles celestiales
en su rebelin, podra
tambin arrastrar a todos los mundos. El haba presentado su punto
de vista astutamente,
haciendo uso de sofismas y engaos para lograr sus fines. Su
poder para engaar era
enorme. Disfrazndose con un manto de mentira, haba obtenido una
ventaja. Todo cuanto
haca estaba tan revestido de misterio que era muy difcil revelar
a los ngeles la verdadera
naturaleza de su obra. Hasta que sta no estuviese plenamente
desarrollada, no podra
manifestarse cun mala era ni su desafecto sera visto como
rebelin. Aun los ngeles leales
no podan discernir bien su carcter, ni ver adonde se encaminaba
su obra.
Al principio Lucifer haba encauzado sus tentaciones de tal
manera que l mismo no se
comprometa. A los ngeles a quienes no pudo atraer completamente
a su lado los acus de
ser indiferentes a los intereses de los seres celestiales. Acus
a los ngeles leales de estar
haciendo precisamente la misma labor que l haca. Su poltica era
confundirlos con
argumentos sutiles acerca de los designios de Dios. Cubra de 22
misterio todo lo sencillo, y
por medio de astuta perversin pona en duda las declaraciones ms
claras de Jehov. Y su
elevada posicin, tan ntimamente relacionada con el gobierno
divino, daba mayor fuerza a
sus pretensiones.
Dios poda emplear slo aquellos medios que fuesen compatibles con
la verdad y la justicia.
Satans poda valerse de medios que Dios no poda usar: la lisonja
y el engao. Haba
procurado falsear la palabra de Dios, y haba tergiversado el
plan de gobierno divino,
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alegando que el Creador no obraba con justicia al imponer leyes
a los ngeles; que al exigir
sumisin y obediencia de sus criaturas, buscaba solamente su
propia exaltacin. Por lo
tanto, era necesario demostrar ante los habitantes del cielo y
de todos los mundos que el
gobierno de Dios es justo y su ley perfecta. Satans haba fingido
que procuraba fomentar el
bien del universo. El verdadero carcter del usurpador, y su
verdadero objetivo, deban ser
comprendidos por todos. Deba drsele tiempo suficiente para que
se revelase por medio de
sus propias obras inicuas.
La discordia que su propio proceder haba causado en el cielo,
Satans la atribua al
gobierno de Dios. Todo lo malo, deca, era resultado de la
administracin divina. Alegaba
que su propsito era mejorar los estatutos de Jehov. Por
consiguiente, Dios le permiti
demostrar la naturaleza de sus pretensiones para que se viese el
resultado de los cambios
que l propona hacer en la ley divina. Su propia labor haba de
condenarle. Satans haba
dicho desde el principio que no estaba en rebelda. El universo
entero haba de ver al
engaador desenmascarado.
Aun cuando Satans fue arrojado del cielo, la Sabidura infinita
no le aniquil. Puesto que
slo el servicio inspirado por el amor puede ser aceptable para
Dios, la lealtad de sus
criaturas debe basarse en la conviccin de que es justo y
benvolo. Por no estar los
habitantes del cielo y de los mundos preparados para entender la
naturaleza o las
consecuencias del pecado, no podran haber discernido la justicia
de 23 Dios en la
destruccin de Satans. Si se le hubiese suprimido inmediatamente,
algunos habran servido
a Dios por temor ms bien que por amor. La influencia del
engaador no habra sido
anulada totalmente, ni se habra extirpado por completo el
espritu de rebelin. Para el bien
del universo entero a travs de los siglos sin fin, era necesario
que Satans desarrollase ms
ampliamente sus principios, para que todos los seres creados
pudiesen reconocer la
naturaleza de sus acusaciones contra el gobierno divino y para
que la justicia y la
misericordia de Dios y la inmutabilidad de su ley quedasen
establecidas para siempre.
La rebelin de Satans haba de ser una leccin para el universo a
travs de todos los siglos
venideros, un testimonio perpetuo acerca de la naturaleza del
pecado y sus terribles
consecuencias. Los resultados del gobierno de Satans y sus
efectos sobre los ngeles y los
hombres iban a demostrar qu resultado se obtiene inevitablemente
al desechar la autoridad
divina. Iban a atestiguar que la existencia del gobierno de Dios
entraa el bienestar de todos
los seres que l cre. De esta manera la historia de este terrible
experimento de la rebelin
iba a ser una perpetua salvaguardia para todos los seres santos,
para evitar que sean
engaados acerca de la naturaleza de la transgresin, para
salvarlos de cometer pecado y
sufrir sus consecuencias.
El que gobierna en los cielos ve el fin desde el principio.
Aquel en cuya presencia los
misterios del pasado y del futuro son manifiestos, ms all de la
angustia, las tinieblas y la
ruina provocadas por el pecado, contempla la realizacin de sus
propios designios de amor
y bendicin. Aunque haya "nube y oscuridad alrededor de l:
justicia y juicio son el asiento
de su trono." (Sal. 97: 2.) Y esto lo entendern algn da todos
los habitantes del universo,
tanto los leales como los desleales. "El es la Roca, cuya obra
es perfecta, porque todos sus
caminos son rectitud: Dios de verdad, y ninguna iniquidad en l:
es justo y recto." (Deut.
32: 4.) 24
CAPTULO 2. La Creacin
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"POR LA palabra de Jehov fueron hechos los cielos, y todo el
ejrcito de ellos por el
espritu de su boca. . . . Porque l dijo, y fue hecho; l mand, y
existi." "El fund la tierra
sobre sus basas; no ser jams removida." (Sal 33: 6, 9; 104:
5)
Cuando sali de las manos del Creador, la tierra era sumamente
hermosa. La superficie
presentaba un aspecto multiforme, con montaas, colinas y
llanuras, entrelazadas con
magnficos ros y bellos lagos. Pero las colinas y las montaas no
eran abruptas y
escarpadas, ni abundaban en ellas declives aterradores, ni
abismos espeluznantes como
ocurre ahora; las agudas y speras cspides de la rocosa armazn de
la tierra estaban
sepultadas bajo un suelo frtil, que produca por doquiera una
frondosa vegetacin verde.
No haba repugnantes pantanos ni desiertos estriles. Agraciados
arbustos y delicadas flores
saludaban la vista por dondequiera. Las alturas estaban
coronadas con rboles aun ms
imponentes que los que existen ahora. El aire, limpio de impuros
miasmas, era claro y
saludable. El paisaje sobrepujaba en hermosura los adornados
jardines del ms suntuoso
palacio de la actualidad. La hueste anglica presenci la escena
con deleite, y se regocij en
las maravillosas obras de Dios.
Una vez creada la tierra con su abundante vida vegetal y animal,
fue introducido en el
escenario el hombre, corona de la creacin para quien la hermosa
tierra haba sido
aparejada. A l se le dio dominio sobre todo lo que sus ojos
pudiesen mirar; pues, "dijo
Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y seoree ... en
toda 25 la tierra. Y cri Dios al hombre a su imagen, varn y
hembra los cri." (Gn. 1: 26,
27)
Aqu se expone con claridad el origen de la raza humana; y el
relato divino est tan
claramente narrado que no da lugar a conclusiones errneas. Dios
cre al hombre conforme
a su propia imagen. No hay en esto misterio. No existe
fundamento alguno para la
suposicin de que el hombre lleg a existir mediante un lento
proceso evolutivo de las
formas bajas de la vida animal o vegetal. Tales enseanzas
rebajan la obra sublime del
Creador al nivel de las mezquinas y terrenales concepciones
humanas. Los hombres estn
tan resueltos a excluir a Dios de la soberana del universo que
rebajan al hombre y le privan
de la dignidad de su origen. El que coloc los mundos estrellados
en la altura y colore con
delicada maestra las flores del campo, el que llen la tierra y
los cielos con las maravillas
de su potencia, cuando quiso coronar su gloriosa obra, colocando
a alguien para regir la
hermosa tierra, supo crear un ser digno de las manos que le
dieron vida. La genealoga de
nuestro linaje, como ha sido revelada, no hace remontar su
origen a una serie de grmenes,
moluscos o cuadrpedos, sino al gran Creador. Aunque Adn fue
formado del polvo, era el
"hijo de Dios." (Luc 3: 38, V.M.)
Adn fue colocado como representante de Dios sobre los rdenes de
los seres inferiores.
Estos no pueden comprender ni reconocer la soberana de Dios; sin
embargo, fueron
creados con capacidad de amar y de servir al hombre. El salmista
dice: "Hicstelo
enseorear de las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de
sus pies: . . . asimismo las
bestias del campo; las aves de los cielos, . . . todo cuanto
pasa por los senderos de la mar."
(Sal. 8: 6-8.)
El hombre haba de llevar la imagen de Dios, tanto en la
semejanza exterior, como en el
carcter. Slo Cristo es "la misma imagen" del Padre (Heb. 1: 3);
pero el hombre fue creado
a semejanza de Dios. Su naturaleza estaba en armona 26 con la
voluntad de Dios. Su mente
era capaz de comprender las cosas divinas. Sus afectos eran
puros, sus apetitos y pasiones
-
estaban bajo el dominio de la razn. Era santo y se senta feliz
de llevar la imagen de Dios y
de mantenerse en perfecta obediencia a la voluntad del
Padre.
Cuando el hombre sali de las manos de su Creador, era de elevada
estatura y perfecta
simetra. Su semblante llevaba el tinte rosado de la salud y
brillaba con la luz y el regocijo
de la vida. La estatura de Adn era mucho mayor que la de los
hombres que habitan la tierra
en la actualidad. Eva era algo ms baja de estatura que Adn; no
obstante, su forma era
noble y plena de belleza. La inmaculada pareja no llevaba
vestiduras artificiales. Estaban
rodeados de una envoltura de luz y gloria, como la que rodea a
los ngeles. Mientras
vivieron obedeciendo a Dios, este atavo de luz continu
revistindolos.
Despus de la creacin de Adn, toda criatura viviente fue trada
ante su presencia para
recibir un nombre; vio que a cada uno se le haba dado una
compaera, pero entre todos
ellos no haba "ayuda idnea para l." Entre todas las criaturas
que Dios haba creado en la
tierra, no haba ninguna igual al hombre. "Y dijo Jehov Dios: No
es bueno que el hombre
est solo, harle ayuda idnea para l." (Gn. 2: 18.) El hombre no
fue creado para que
viviese en la soledad; haba de tener una naturaleza sociable.
Sin compaa, las bellas
escenas y las encantadoras ocupaciones del Edn no hubiesen
podido proporcionarle
perfecta felicidad. Aun la comunin con los ngeles no hubiese
podido satisfacer su deseo
de simpata y compaa. No exista nadie de la misma naturaleza y
forma a quien amar y de
quien ser amado.
Dios mismo dio a Adn una compaera. Le provey de una "ayuda idnea
para l," alguien
que realmente le corresponda, una persona digna y apropiada para
ser su compaera y que
podra ser una sola cosa con l en amor y simpata. Eva fue creada
de una costilla tomada
del costado 27 de Adn; este hecho significa que ella no deba
dominarle como cabeza, ni
tampoco deba ser humillada y hollada bajo sus plantas como un
ser inferior, sino que ms
bien deba estar a su lado como su igual, para ser amada y
protegida por l. Siendo parte del
hombre, hueso de sus huesos y carne de su carne, era ella su
segundo yo; y quedaba en
evidencia la unin ntima y afectuosa que deba existir en esta
relacin. "Porque ninguno
aborreci jams a su propia carne, antes la sustenta y regala."
"Por tanto, dejar el hombre a
su padre y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y sern una
sola carne." (Efe 5: 29; Gn. 2:
24)
Dios celebr la primera boda. De manera que la institucin del
matrimonio tiene como su
autor al Creador del universo. "Honroso es en todos el
matrimonio." (Heb. 13: 4.) Fue una
de las primeras ddivas de Dios al hombre, y es una de las dos
instituciones que, despus de
la cada, llev Adn consigo al salir del paraso. Cuando se
reconocen y obedecen los
principios divinos en esta materia, el matrimonio es una
bendicin: salvaguarda la felicidad
y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del
hombre y eleva su naturaleza
fsica, intelectual y moral.
"Y haba Jehov Dios plantado un huerto en Edn al oriente, y puso
all al hombre que
haba formado." (Gn. 2: 8.) Todo lo que hizo Dios tena la
perfeccin de la belleza, y nada
que contribuyese a la felicidad de la santa pareja pareca
faltar; sin embargo, el Creador les
dio todava otra prueba de su amor, preparndoles especialmente un
huerto para que fuese
su morada. En este huerto haba rboles de toda variedad, muchos
de ellos cargados de
fragantes y deliciosas frutas. Haba hermosas plantas trepadoras,
como vides, que
presentaban un aspecto agradable y hermoso, con sus ramas
inclinadas bajo el peso de
tentadora fruta de los ms ricos y variados matices. El trabajo
de Adn y Eva deba consistir
-
en formar cenadores o albergues con las ramas de las vides,
haciendo as su propia morada
con rboles vivos cubiertos de follaje y 28 frutos. Haba en
profusin y prodigalidad
fragantes flores de todo matiz. En medio del huerto estaba el
rbol de la vida que aventajaba
en gloria y esplendor a todos los dems rboles. Sus frutos
parecan manzanas de oro y
plata, y tenan el poder de perpetuar la vida.
La creacin estaba ahora completa. "Y fueron acabados los cielos
y la tierra, y todo su
ornamento." "Y vio Dios todo lo que haba hecho, y he aqu que era
bueno en gran manera."
(Gn. 2: 1; 1: 31.) El Edn floreca en la tierra. Adn y Eva tenan
libre acceso al rbol de la
vida. Ninguna mcula de pecado o sombra de muerte desfiguraba la
hermosa creacin. "Las
estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los
hijos de Dios." (Job 38: 7)
El gran Jehov haba puesto los fundamentos de la tierra; haba
vestido a todo el mundo con
un manto de belleza, y haba colmado el mundo de cosas tiles para
el hombre; haba
creado todas las maravillas de la tierra y del mar. La gran obra
de la creacin fue realizada
en seis das. "Y acab Dios en el da sptimo su obra que hizo, y
repos el da sptimo de
toda su obra que haba hecho. Y bendijo Dios al da sptimo, y
santificlo, porque en l
repos de toda su obra que haba Dios criado y hecho." (Gn. 2: 2,
3) Dios mir con
satisfaccin la obra de sus manos. Todo era perfecto, digno de su
divino Autor; y l
descans, no como quien estuviera fatigado, sino satisfecho con
los frutos de su sabidura y
bondad y con las manifestaciones de su gloria.
Despus de descansar el sptimo da, Dios lo santific; es decir, lo
escogi y apart como
da de descanso para el hombre. Siguiendo el ejemplo del Creador,
el hombre haba de
reposar durante este sagrado da, para que, mientras contemplara
los cielos y la tierra,
pudiese reflexionar sobre la grandiosa obra de la creacin de
Dios; y para que, mientras
mirara las evidencias de la sabidura y bondad de Dios, su corazn
se llenase de amor y
reverencia hacia su Creador.
Al bendecir el sptimo da en el Edn, Dios estableci un 29
recordativo de su obra
creadora. El sbado fue confiado y entregado a Adn, padre y
representante de toda la
familia humana. Su observancia haba de ser un acto de agradecido
reconocimiento de parte
de todos los que habitasen la tierra, de que Dios era su Creador
y su legtimo soberano, de
que ellos eran la obra de sus manos y los sbditos de su
autoridad. De esa manera la
institucin del sbado era enteramente conmemorativa, y fue dada
para toda la humanidad.
No haba nada en ella que fuese obscuro o que limitase su
observancia a un solo pueblo.
Dios vio que el sbado era esencial para el hombre, aun en el
paraso. Necesitaba dejar a un
lado sus propios intereses y actividades durante un da de cada
siete para poder contemplar
ms de lleno las obras de Dios y meditar en su poder y bondad.
Necesitaba el sbado para
que le recordase ms vivamente la existencia de Dios, y para que
despertase su gratitud
hacia l, pues todo lo que disfrutaba y posea proceda de la mano
benfica del Creador.
Dios quiere que el sbado dirija la mente de los hombres hacia la
contemplacin de las
obras que l cre. La naturaleza habla a sus sentidos,
declarndoles que hay un Dios
viviente, Creador y supremo Soberano del universo. "Los cielos
cuentan la gloria de Dios, y
la expansin denuncia la obra de sus manos. El un da emite
palabra al otro da, y la una
noche a la otra noche declara sabidura." (Sal. 19: 1, 2.) La
belleza que cubre la tierra es una
demostracin del amor de Dios. La podemos contemplar en las
colinas eternas, en los
corpulentos rboles, en los capullos que se abren y en las
delicadas flores. Todas estas cosas
nos hablan de Dios. El sbado, sealando siempre hacia el que lo
cre todo, manda a los
-
hombres que abran el gran libro de la naturaleza y escudrien all
la sabidura, el poder y el
amor del Creador.
Nuestros primeros padres, a pesar de que fueron creados
inocentes y santos, no fueron
colocados fuera del alcance del pecado. Dios los hizo entes
morales libres, capaces de
apreciar 30 y comprender la sabidura y benevolencia de su
carcter y la justicia de sus
exigencias, y les dej plena libertad para prestarle o negarle
obediencia. Deban gozar de la
comunin de Dios y de los santos ngeles; pero antes de darles
seguridad eterna, era
menester que su lealtad se pusiese a prueba. En el mismo
principio de la existencia del
hombre se le puso freno al egosmo, la pasin fatal que motiv la
cada de Satans. El rbol
del conocimiento, que estaba cerca del rbol de la vida, en el
centro del huerto, haba de
probar la obediencia, la fe y el amor de nuestros primeros
padres. Aunque se les permita
comer libremente del fruto de todo otro rbol del huerto, se les
prohiba comer de ste, so
pena de muerte. Tambin iban a estar expuestos a las tentaciones
de Satans; pero si
soportaban con xito la prueba, seran colocados finalmente fuera
del alcance de su poder,
para gozar del perpetuo favor de Dios.
Dios puso al hombre bajo una ley, como condicin indispensable
para su propia existencia.
Era sbdito del gobierno divino, y no puede existir gobierno sin
ley. Dios pudo haber
creado al hombre incapaz de violar su ley; pudo haber detenido
la mano de Adn para que
no tocara el fruto prohibido, pero en ese caso el hombre hubiese
sido, no un ente moral
libre, sino un mero autmata. Sin libre albedro, su obediencia no
habra sido voluntaria,
sino forzada. No habra sido posible el desarrollo de su carcter.
Semejante procedimiento
habra sido contrario al plan que Dios segua en su relacin con
los habitantes de los otros
mundos. Hubiese sido indigno del hombre como ser inteligente, y
hubiese dado base a las
acusaciones de Satans, de que el gobierno de Dios era
arbitrario.
Dios hizo al hombre recto; le dio nobles rasgos de carcter, sin
inclinacin hacia lo malo.
Le dot de elevadas cualidades intelectuales, y le present los ms
fuertes atractivos
posibles para inducirle a ser constante en su lealtad. La
obediencia, perfecta y perpetua, era
la condicin para la felicidad eterna. 31 Cumpliendo esta
condicin, tendra acceso al rbol
de la vida.
El hogar de nuestros primeros padres haba de ser un modelo para
cuando sus hijos saliesen
a ocupar la tierra. Ese hogar, embellecido por la misma mano de
Dios, no era un suntuoso
palacio. Los hombres, en su orgullo, se deleitan en tener
magnficos y costosos edificios y
se enorgullecen de las obras de sus propias manos; pero Dios
puso a Adn en un huerto.
Esta fue su morada. Los azulados cielos le servan de techo; la
tierra, con sus delicadas
flores y su alfombra de animado verdor, era su piso; y las ramas
frondosas de los hermosos
rboles le servan de dosel. Sus paredes estaban engalanadas con
los adornos ms
esplendorosos, que eran obra de la mano del sumo Artista.
En el medio en que viva la santa pareja, haba una leccin para
todos los tiempos; a saber,
que la verdadera felicidad se encuentra, no en dar rienda suelta
al orgullo y al lujo, sino en
la comunin con Dios por medio de sus obras creadas. Si los
hombres pusiesen menos
atencin en lo superficial y cultivasen ms la sencillez,
cumpliran con mayor plenitud los
designios que tuvo Dios al crearlos. El orgullo y la ambicin
jams se satisfacen, pero
aquellos que realmente son inteligentes encontrarn placer
verdadero y elevado en las
fuentes de gozo que Dios ha puesto al alcance de todos.
-
A los moradores del Edn se les encomend el cuidado del huerto,
para que lo labraran y lo
guardasen. Su ocupacin no era cansadora, sino agradable y
vigorizadora. Dios dio el
trabajo como una bendicin con que el hombre ocupara su mente,
fortaleciera su cuerpo y
desarrollara sus facultades. En la actividad mental y fsica, Adn
encontr uno de los
Placeres ms elevados de su santa existencia. Cuando, como
resultado de su desobediencia,
fue expulsado de su bello hogar, y cuando, para ganarse el pan
de cada da, fue forzado a
luchar con una tierra obstinada, ese mismo trabajo, aunque muy
distinto de su agradable
ocupacin en el huerto, le sirvi de salvaguardia contra la
tentacin y como fuente de
felicidad. 32
Estn en gran error los que consideran el trabajo como una
maldicin, si bien ste lleva
aparejados dolor y fatiga. A menudo los ricos miran con desdn a
las clases trabajadoras;
pero esto est enteramente en desacuerdo con los designios de
Dios al crear al hombre.
Qu son las riquezas del ms opulento en comparacin con la
herencia dada al seorial
Adn? Sin embargo, ste no haba de estar ocioso. Nuestro Creador,
que sabe lo que
constituye la felicidad del hombre, seal a Adn su trabajo. El
verdadero regocijo de la
vida lo encuentran slo los hombres y las mujeres que trabajan.
Los ngeles trabajan
diligentemente; son ministros de Dios en favor de los hijos de
los hombres. En el plan del
Creador, no caba la prctica de la indolencia que estanca al
hombre.
Mientras permaneciesen leales a Dios, Adn y su compaera iban a
ser los seores de la
tierra. Recibieron dominio ilimitado sobre toda criatura
viviente. El len y la oveja
triscaban pacficamente a su alrededor o se echaban junto a sus
pies. Los felices pajarillos
revoloteaban alrededor de ellos sin temor alguno; y cuando sus
alegres trinos ascendan
alabando a su Creador, Adn y Eva se unan a ellos en accin de
gracias al Padre y al Hijo.
La santa pareja eran no slo hijos bajo el cuidado paternal de
Dios, sino tambin estudiantes
que reciban instruccin del omnisciente Creador. Eran visitados
por los ngeles, y se
gozaban en la comunin directa con su Creador, sin ningn velo
obscurecedor de por
medio. Se sentan pletricos del vigor que proceda del rbol de la
vida y su poder
intelectual era apenas un poco menor que el de los ngeles. Los
misterios del universo
visible, "las maravillas del Perfecto en sabidura" (Job 37: 16),
les suministraban una fuente
inagotable de instruccin y placer. Las leyes y los procesos de
la naturaleza, que han sido
objeto del estudio de los hombres durante seis mil aos, fueron
puestos al alcance de sus
mentes por el infinito Forjador y Sustentador de todo. Se
entretenan con las hojas, las
flores y los rboles, descubriendo en cada uno 33 de ellos los
secretos de su vida. Toda
criatura viviente era familiar para Adn, desde el poderoso
leviatn que juega entre las
aguas hasta el ms diminuto insecto que flota en el rayo del sol.
A cada uno le haba dado
nombre y conoca su naturaleza y sus costumbres. La gloria de
Dios en los cielos, los
innumerables mundos en sus ordenados movimientos, "las
diferencias de las nubes" (Job
37: 16), los misterios de la luz y del sonido, de la noche y el
da, todo estaba al alcance de la
comprensin de nuestros primeros padres. El nombre de Dios estaba
escrito en cada hoja
del bosque, y en cada piedra de la montaa, en cada brillante
estrella, en la tierra, en el aire
y en los cielos. El orden y la armona de la creacin les hablaba
de una sabidura y un poder
infinitos. Continuamente descubran algo nuevo que llenaba su
corazn del ms profundo
amor, y les arrancaba nuevas expresiones de gratitud.
Mientras permaneciesen fieles a la divina ley, su capacidad de
saber, gozar y amar
aumentara continuamente. Constantemente obtendran nuevos tesoros
de sabidura,
-
descubriendo frescos manantiales de felicidad, y obteniendo un
concepto cada vez ms
claro del inconmensurable e infalible amor de Dios. 34
CAPTULO 3. La Tentacin y la Cada
NO SINDOLE posible continuar con su rebelin en el cielo, Satans
hall un nuevo
campo de accin para su enemistad contra Dios, al tramar la ruina
de la raza humana. Vio
en la felicidad y en la paz que la santa pareja gozaba en el Edn
el deleite que l haba
perdido para siempre. Estimulado por la envidia, resolvi
inducirles a desobedecer y atraer
sobre s la culpa y el castigo del pecado. Tratara de cambiar su
amor en desconfianza, y sus
cantos de alabanza en oprobio para su Creador. De esta manera no
slo arrojara a estos
inocentes seres en la desgracia en que l mismo se encontraba,
sino que tambin ocasionara
deshonra para Dios y pesar en los cielos.
A nuestros primeros padres no dej de advertrseles el peligro que
les amenazaba.
Mensajeros celestiales acudieron a presentarles la historia de
la cada de Satans y sus
maquinaciones para destruirlos; para lo cual les explicaron
ampliamente la naturaleza del
gobierno divino, que el prncipe del mal trataba de derrocar. Fue
la desobediencia a los
justos mandamientos de Dios lo que ocasion la cada de Satans y
sus huestes. Cun
importante era, entonces, que Adn y Eva honrasen aquella ley,
nico medio por el cual es
posible mantener el orden y la equidad.
La ley de Dios es tan santa como l mismo. Es la revelacin de su
voluntad, el reflejo de su
carcter, y la expresin de su amor y sabidura. La armona de la
creacin depende del
perfecto acuerdo de todos los seres y las cosas, animadas e
inanimadas, con la ley del
Creador. No slo ha dispuesto Dios leyes para el gobierno de los
seres vivientes, sino
tambin para todas las operaciones de la naturaleza. Todo 35
obedece a leyes fijas, que no
pueden eludirse. Pero mientras que en la naturaleza todo est
gobernado por leyes naturales,
solamente el hombre, entre todos los moradores de la tierra, est
sujeto a la ley moral. Al
hombre, obra maestra de la creacin, Dios le dio la facultad de
comprender sus
requerimientos, para que reconociese la justicia y la
benevolencia de su ley y su sagrado
derecho sobre l; y del hombre se exige una respuesta
obediente.
Como los ngeles, los moradores del Edn haban de ser probados.
Slo podan conservar
su feliz estado si eran fieles a la ley del Creador. Podan
obedecer y vivir, o desobedecer y
perecer. Dios los haba colmado de ricas bendiciones; pero si
ellos menospreciaban su
voluntad, Aquel que no perdon a los ngeles que pecaron no los
perdonara a ellos
tampoco: la transgresin los privara de todos sus dones, y les
acarreara desgracia y ruina.
Los ngeles amonestaron a Adn y a Eva a que estuviesen en guardia
contra las argucias de
Satans; porque sus esfuerzos por tenderles una celada seran
infatigables. Mientras fuesen
obedientes a Dios, el maligno no podra perjudicarles; pues, si
fuese necesario, todos los
ngeles del cielo seran enviados en su ayuda. Si ellos rechazaban
firmemente sus primeras
insinuaciones, estaran tan seguros como los mismos mensajeros
celestiales. Pero si cedan
a la tentacin, su naturaleza se depravara, y no tendran en s
mismos poder ni disposicin
para resistir a Satans.
El rbol de la sabidura haba sido puesto como una prueba de su
obediencia y de su amor a
Dios. El Seor haba decidido imponerles una sola prohibicin
tocante al uso de lo que
haba en el huerto. Si menospreciaban su voluntad en este punto
especial, se haran
culpables de transgresin. Satans no los seguira continuamente
con sus tentaciones; slo
podra acercarse a ellos junto al rbol prohibido. Si ellos
trataban de investigar la naturaleza
-
de este rbol, quedaran expuestos a sus engaos. Se les aconsej
que prestasen atencin
cuidadosa 36 a la amonestacin que Dios les haba enviado, y que
se conformasen con las
instrucciones que l haba tenido a bien darles.
Para conseguir lo que quera sin ser advertido, Satans escogi
como medio a la serpiente,
disfraz bien adecuado para su proyecto de engao. La serpiente
era en aquel entonces uno
de los seres ms inteligentes y bellos de la tierra. Tena alas, y
cuando volaba presentaba
una apariencia deslumbradora, con el color y el brillo del oro
bruido. Posada en las
cargadas ramas del rbol prohibido, mientras coma su delicioso
fruto, cautivaba la atencin
y deleitaba la vista que la contemplaba. As, en el huerto de
paz, el destructor acechaba su
presa.
Los ngeles haban prevenido a Eva que tuviese cuidado de no
separarse de su esposo
mientras ste estaba ocupado en su trabajo cotidiano en el
huerto; estando con l correra
menos peligro de caer en tentacin que estando sola. Pero
distrada en sus agradables
labores, inconscientemente se alej del lado de su esposo. Al
verse sola, tuvo un
presentimiento del peligro, pero desech sus temores, dicindose a
s misma que tena
suficiente sabidura y poder para comprender el mal y resistirlo.
Desdeando la advertencia
de los ngeles muy pronto se encontr extasiado, mirando con
curiosidad y admiracin el
rbol prohibido. El fruto era bello, y se preguntaba por qu Dios
se lo haba vedado. Esta
fue la oportunidad de Satans. Como discerniendo sus
pensamientos, se dirigi a ella
diciendo: "Con qu Dios os ha dicho: No comis de todo rbol del
huerto?" (Vase
Gnesis 3)
Eva qued sorprendida y espantada al or el eco de sus
pensamientos. Pero, con voz
melodiosa, la serpiente sigui con sutiles alabanzas de su
hermosura; y sus palabras no
fueron desagradables a Eva. En lugar de huir de aquel lugar,
permaneci en l, maravillada
de or hablar a la serpiente. Si se hubiese dirigido a ella un
ser como los ngeles, hubiera
sentido temor; pero no se imagin que la encantadora serpiente 37
pudiera convertirse en
instrumento del enemigo cado.
A la capciosa pregunta de Satans, Eva contest: "Del fruto de los
rboles del huerto
comemos; ms del fruto del rbol que est en medio del huerto dijo
Dios: No comeris de
l, ni le tocaris, porque no muris. Entonces la serpiente dijo a
la mujer: No moriris; mas
sabe Dios que el da que comiereis de l, sern abiertos vuestros
ojos, y seris como dioses
sabiendo el bien y el mal."
Le dijo que al comer del fruto de este rbol, alcanzaran una
esfera de existencia ms
elevada y entraran en un campo de sabidura ms amplio. Aadi que l
mismo haba
comido de ese fruto prohibido y como resultado haba adquirido el
don de la palabra.
Insinu que por egosmo el Seor no quera que comiesen del fruto,
pues entonces se
elevaran a la igualdad con l. Manifest Satans que Dios les haba
prohibido que gustasen
del fruto de aquel rbol o que lo tocasen, debido a las
maravillosas propiedades que tena de
dar sabidura y poder. El tentador afirm que jams llegara a
cumplirse la divina
advertencia; que les fue hecha meramente para intimidarlos. Cmo
sera posible que ellos
muriesen? No haban comido del rbol de la vida? Agreg el tentador
que Dios estaba
tratando de impedirles alcanzar un desarrollo superior y mayor
felicidad.
Tal ha sido la labor que Satans ha llevado adelante con gran
xito, desde los das de Adn
hasta el presente. Tienta a los hombres a desconfiar del amor de
Dios y a dudar de su
sabidura. Constantemente pugna por despertar en los seres
humanos un espritu de
-
curiosidad irreverente, un inquieto e inquisitivo deseo de
penetrar en los inescrutables
secretos del poder y la sabidura de Dios. En sus esfuerzos por
escudriar aquello que Dios
tuvo a bien ocultarnos, muchos pasan por alto las verdades
eternas que nos ha revelado y
que son esenciales para nuestra salvacin. Satans induce a los
hombres a la desobediencia
llevndoles a creer que entran en un admirable campo de
conocimiento. Pero todo esto es
un 38 engao. Ensoberbecidos por sus ideas de progreso, pisotean
los requerimientos de
Dios, caminando por la ruta que los lleva a la degradacin y a la
muerte.
Satans hizo creer a la santa pareja que ellos se beneficiaran
violando la ley de Dios. No
omos hoy da razonamientos semejantes? Muchos hablan de la
estrechez de los que
obedecen los mandamientos de Dios, mientras pretenden tener
ideas ms amplias y gozar
de mayor libertad. Qu es esto sino el eco de la voz del Edn: "El
da que comiereis de l,"
es decir, el da que violarais el divino mandamiento, "seris como
dioses"? Satans asever
haber recibido grandes beneficios por haber comido del fruto
prohibido, pero nunca dej
ver que por la transgresin haba sido desechado del cielo. Aunque
haba comprobado que
el pecado acarrea una prdida infinita, ocult su propia desgracia
para atraer a otros a la
misma situacin. As tambin el pecador trata de disfrazar su
verdadero carcter; puede
pretender ser santo, pero su elevada profesin slo hace de l un
embaucador tanto ms
peligroso. Est del lado de Satans y al hollar la ley de Dios e
inducir a otros a hacer lo
mismo, los lleva hacia la ruina eterna.
Eva crey realmente las palabras de Satans, pero esta creencia no
la salv de la pena del
pecado. No crey en las palabras de Dios, y esto la condujo a su
cada. En el juicio final, los
hombres no sern condenados porque creyeron concienzudamente una
mentira, sino porque
no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de
aprender la verdad. No
obstante los sofismas con que Satans trata de establecer lo
contrario, siempre es desastroso
desobedecer a Dios. Debemos aplicar nuestros corazones a buscar
la verdad. Todas las
lecciones que Dios mand registrar en su Palabra son para nuestra
advertencia e
instruccin. Fueron escritas para salvarnos del engao. El
descuidarlas nos traer la ruina.
Podemos estar seguros de que todo lo que contradiga la Palabra
de Dios procede de
Satans. 39
La serpiente tom del fruto del rbol prohibido y lo puso en las
manos vacilantes de Eva.
Entonces le record sus propias palabras referentes a que Dios
les haba prohibido tocarlo,
so pena de muerte. Le manifest que no recibira ms dao de comer
el fruto que de tocarlo.
No experimentando ningn mal resultado por lo que haba hecho, Eva
se atrevi a ms. Vio
"que el rbol era bueno para comer, y que era agradable a los
ojos, y rbol codiciable para
alcanzar la sabidura; y tom de su fruto, y comi." Era agradable
al paladar, y a medida que
coma, pareca sentir una fuerza vivificante, y se figur que
entraba en un estado ms
elevado de existencia. Sin temor, tom el fruto y lo comi.
Y ahora, habiendo pecado, ella se convirti en el agente de
Satans para labrar la ruina de
su esposo. Con extraa y anormal excitacin, y con las manos
llenas del fruto prohibido, lo
busc y le relat todo lo que haba ocurrido.
Una expresin de tristeza cubri el rostro de Adn. Qued atnito y
alarmado. A las
palabras de Eva contest que se deba ser el enemigo contra quien
se los haba prevenido;
y que conforme a la sentencia divina ella deba morir. En
contestacin, Eva le inst a
comer, repitiendo el aserto de la serpiente de que no moriran.
Aleg que las palabras de la
serpiente deban ser ciertas puesto que no senta ninguna
evidencia del desagrado de Dios;
-
sino que, al contrario, experimentaba una deliciosa y
alborozante influencia, que conmova
todas sus facultades con una nueva vida, que le pareca semejante
a la que inspiraba a los
mensajeros celestiales.
Adn comprendi que su compaera haba violado el mandamiento de
Dios,
menospreciando la nica prohibicin que les haba sido puesta como
una prueba de su
fidelidad y amor. Se desat una terrible lucha en su mente.
Lament haber dejado a Eva
separarse de su lado. Pero ahora el error estaba cometido; deba
separarse de su compaa,
que le haba sido de tanto gozo. Cmo podra hacer eso? 40
Adn haba gozado el compaerismo de Dios y de los santos ngeles.
Haba contemplado la
gloria del Creador. Comprenda el elevado destino que aguardaba
al linaje humano si los
hombres permanecan fieles a Dios. Sin embargo, se olvid de todas
estas bendiciones ante
el temor de perder el don que apreciaba ms que todos los dems.
El amor, la gratitud y la
lealtad al Creador, todo fue sofocado por amor a Eva. Ella era
parte de s mismo, y Adn no
poda soportar la idea de una separacin. No alcanz a comprender
que el mismo Poder
infinito que lo haba creado del polvo de la tierra y hecho de l
un ser viviente de hermosa
forma y que, como demostracin de su amor, le haba dado una
compaera, poda muy bien
proporcionarle otra. Adn resolvi compartir la suerte de Eva; si
ella deba morir, l morira
con ella. Al fin y al cabo, se dijo Adn, no podran ser verdicas
las palabras de la sabia
serpiente? Eva estaba ante l, tan bella y aparentemente tan
inocente como antes de su
desobediencia. Le expresaba mayor amor que antes. Ninguna seal
de muerte se notaba en
ella, y as decidi hacer frente a las consecuencias. Tom el fruto
y lo comi
apresuradamente.
Despus de su transgresin, Adn se imagin al principio que entraba
en un plano superior
de existencia. Pero pronto la idea de su pecado le llen de
terror. El aire que hasta entonces
haba sido de temperatura suave y uniforme pareci enfriar los
cuerpos de la culpable
pareja. El amor y la paz que haban disfrutado desapareci, y en
su lugar sintieron el
remordimiento del pecado, el temor al futuro y la desnudez del
alma. El manto de luz que
los haba cubierto desapareci, y para reemplazarlo hicieron
delantales; porque no podan
presentarse desnudos a la vista de Dios y los santos ngeles.
Ahora comenzaron a ver el verdadero carcter de su pecado. Adn
increp a su compaera
por su locura de apartarse de su lado y dejarse engaar por la
serpiente; pero ambos
presuman que Aquel que les haba dado tantas muestras de su amor
perdonara esa sola y
nica transgresin,41 o que no se veran sometidos al castigo tan
terrible que haban
temido.
Satans se regocij de su triunfo. Haba tentado a la mujer a
desconfiar del amor de Dios, a
dudar de su sabidura, y a violar su ley; y por su medio, causar
la cada de Adn.
Pero el gran Legislador iba a dar a conocer a Adn y a Eva las
consecuencias de su pecado.
La presencia divina se manifest en el huerto. En su anterior
estado de inocencia y santidad
solan dar alegremente la bienvenida a la presencia de su
Creador; pero ahora huyeron
aterrorizados, y se escondieron en el lugar ms apartado del
huerto. "Y llam Jehov Dios
al hombre, y le dijo: Dnde ests t? Y l respondi: O tu voz en el
huerto, y tuve miedo,
porque estaba desnudo; y escondime. Y djole: Quin te ense que
estabas desnudo?
Has comido del rbol de que yo te mand no comieses?"
Adn no poda negar ni disculpar su pecado; pero en vez de mostrar
arrepentimiento, culp
a su esposa, y de esa manera al mismo Dios: "La mujer que me
diste por compaera me dio
-
del rbol, y yo com. " El que por amor a Eva haba escogido
deliberadamente perder la
aprobacin de Dios, su hogar en el paraso y una vida de eterno
regocijo, ahora despus de
su cada culp de su transgresin a su compaera y aun a su mismo
Creador. Tan terrible es
el poder del pecado.
Cuando la mujer fue interrogada: "Qu es lo que has hecho?"
contest: "La serpiente me
enga, y com." "Por qu creaste la serpiente? Por qu la dejaste
entrar en Edn?" Estas
eran las preguntas implcitas en sus disculpas por su pecado. As
como Adn, ella culp a
Dios por su cada. El espritu de autojustificacin se origin en el
padre de la mentira; lo
manifestaron nuestros primeros padres tan pronto como se
sometieron a la influencia de
Satans, y se ha visto en todos los hijos e hijas de Adn. En vez
de confesar humildemente
su pecado, tratan de justificarse culpando a otros, a 42 las
circunstancias, a Dios, y hasta
murmuran contra las bendiciones divinas.
El Seor sentenci entonces a la serpiente: "Por cuanto esto
hiciste, maldita sers entre
todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu
pecho andars, y polvo
comers todos los das de tu vida." Puesto que la serpiente haba
sido el instrumento de
Satans, compartira con l la pena del juicio divino. Despus de
ser la ms bella y
admirada criatura del campo, iba a ser la ms envilecida y
detestada de todas, temida y
odiada tanto por el hombre como por los animales. Las palabras
dichas a la serpiente se
aplican directamente al mismo Satans y sealan su derrota y
destruccin final: "Y
enemistad pondr entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya; sta te herir en
la cabeza, y t le herirs en el calcaar."
A Eva se le habl de la tristeza y los dolores que sufrira. Y el
Seor dijo: "A tu marido ser
tu deseo, y l se enseorear de ti." En la creacin Dios la haba
hecho igual a Adn. Si
hubiesen permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su
gran ley de amor, siempre
hubieran estado en mutua armona; pero el pecado haba trado
discordia, y ahora la unin y
la armona podan mantenerse slo mediante la sumisin del uno o del
otro. Eva haba sido
la primera en pecar, haba cado en tentacin por haberse separado
de su compaero,
contrariando la instruccin divina. Adn pec a sus instancias, y
ahora ella fue puesta en
sujecin a su marido. Si los principios prescritos por la ley de
Dios hubieran sido
apreciados por la humanidad cada, esta sentencia, aunque era
consecuencia del pecado,
hubiera resultado en bendicin para ellos; pero el abuso de parte
del hombre de la
supremaca que se le dio, a menudo ha hecho muy amarga la suerte
de la mujer y ha
convertido su vida en una carga.
Junto a su esposo, Eva haba sido perfectamente feliz en su hogar
ednico; pero, a
semejanza de las inquietas Evas modernas, se lisonjeaba con
ascender a una esfera superior
a la 43 que Dios le haba designado. En su afn de subir ms all de
su posicin original,
descendi a un nivel ms bajo. Resultado similar alcanzarn las
mujeres que no estn
dispuestas a cumplir alegremente los deberes de su vida de
acuerdo al plan de Dios. En su
esfuerzo por alcanzar posiciones para las cuales Dios no las ha
preparado, muchas estn
dejando vaco el lugar donde podran ser una bendicin. En su deseo
de lograr una posicin
ms elevada, muchas han sacrificado su verdadera dignidad
femenina y la nobleza de su
carcter, y han dejado sin hacer la obra misma que el Cielo les
seal.
Dios manifest a Adn: "Por cuanto obedeciste a la voz de tu
mujer, y comiste del rbol de
que te mand diciendo, No comers de l; maldita ser la tierra por
amor de ti; con dolor
comers de ella todos los das de tu vida; espinos y cardos te
producir, y comers hierba
-
del campo; en el sudor de tu rostro comers el pan hasta que
vuelvas a la tierra; porque de
ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo sers
tornado."
Era voluntad de Dios que la inmaculada pareja no conociese
absolutamente nada de lo
malo. Les haba dado abundantemente el bien, y vedado el mal.
Pero, contra su
mandamiento, haban comido del fruto prohibido, y ahora
continuaran comindolo y
conoceran el mal todos los das de su vida. Desde entonces el
linaje humano sufrira las
asechanzas de Satans. En lugar de las agradables labores que se
les haban asignado hasta
entonces, la ansiedad y el trabajo seran su suerte. Estaran
sujetos a desengaos,
aflicciones, dolor, y al fin, a la muerte.
Bajo la maldicin del pecado, toda la naturaleza dara al hombre
testimonio del carcter y
las consecuencias de la rebelin contra Dios. Cuando Dios cre al
hombre lo hizo seor de
toda la tierra y de cuantos seres la habitaban. Mientras Adn
permaneci leal a Dios, toda la
naturaleza hubiera estado. Pero cuando se rebel contra la ley
divina, las criaturas inferiores
se rebelaron contra su 44 dominio. As el Seor, en su gran
misericordia, quiso ensear al
hombre la santidad de su ley e inducirle a ver por su propia
experiencia el peligro de hacerla
a un lado, aun en lo ms mnimo.
La vida de trabajo y cuidado, que en lo sucesivo sera el destino
del hombre, le fue asignada
por amor a l. Era una disciplina que su pecado haba hecho
necesaria para frenar la
tendencia a ceder a los apetitos y las pasiones y para
desarrollar hbitos de dominio propio.
Era parte del gran plan de Dios para rescatar al hombre de la
ruina y la degradacin del
pecado.
La advertencia hecha a nuestros primeros padres: "Porque el da
que de l comieres,
morirs" (Gn. 2:17), no significaba que moriran el mismo da en
que comiesen del fruto
prohibido, sino que ese da sera dictada la irrevocable
sentencia. La inmortalidad les haba
sido prometida bajo condicin de que fueran obedientes; pero
mediante la transgresin
perderan su derecho a la vida eterna. El mismo da en que pecaran
seran condenados a la
muerte.
Para que poseyera una existencia sin fin, el hombre deba
continuar comiendo del rbol de
la vida. Privado de este alimento, vera su vitalidad disminuir
gradualmente hasta
extinguirse la vida. Era el plan de Satans que Adn y Eva
desagradasen a Dios mediante su
desobediencia; y esperaba que luego, sin obtener perdn,
siguiesen comiendo del rbol de la
vida, y perpetuasen as una vida de pecado y miseria. Pero despus
de la cada, se
encomend a los santos ngeles que custodiaran el rbol de la vida.
Estos ngeles estaban
rodeados de rayos luminosos semejantes a espadas
resplandecientes. A ningn miembro de
la familia de Adn se le permiti traspasar esa barrera para comer
del fruto de la vida; de
ah que no exista pecador inmortal.
La ola de angustia que sigui a la transgresin de nuestros
primeros padres es considerada
por muchos como un castigo demasiado severo para un pecado tan
insignificante; y ponen
45 en tela de juicio la sabidura y la justicia de Dios en su
trato con el hombre. Pero si
estudiasen mis profundamente el asunto, podran discernir su
error. Dios cre al hombre a
su semejanza, libre de pecado. La tierra deba ser poblada con
seres algo inferiores a los
ngeles; pero deba probarse su obediencia; pues Dios no haba de
permitir que el mundo se
llenara de seres que menospreciasen su ley. No obstante, en su
gran misericordia, no seal
a Adn una prueba severa. La misma levedad de la prohibicin hizo
al pecado sumamente
-
grave. Si Adn no pudo resistir la prueba ms nfima, tampoco habra
podido resistir una
mayor, si se le hubiesen confiado responsabilidades ms
importantes.
Si Adn hubiese sido sometido a una prueba mayor, entonces
aquellos cuyos corazones se
inclinan hacia lo malo se hubiesen disculpado diciendo: "Esto es
algo insignificante, y Dios
no es exigente en las cosas pequeas." Y as hubiera habido
continuas transgresiones en las
cosas aparentemente pequeas, que pasan sin censura entre los
hombres. Pero Dios indic
claramente que el pecado en cualquier grado le es ofensivo.
A Eva le pareci de poca importancia desobedecer a Dios al probar
el fruto del rbol
prohibido y al tentar a su esposo a que pecara tambin; pero su
pecado inici la inundacin
del dolor sobre el mundo. Quin puede saber, en el momento de la
tentacin, las terribles
consecuencias de un solo mal paso?
Muchos que ensean que la ley de Dios no es obligatoria para el
hombre, alegan que es
imposible obedecer sus preceptos. Pero si eso fuese cierto, por
qu sufri Adn el castigo
por su pecado? El pecado de nuestros primeros padres trajo sobre
el mundo la culpa y la
angustia, y si no se hubiesen manifestado la misericordia y la
bondad de Dios, la raza
humana se habra sumido en irremediable desesperacin. Nadie se
engae. "La paga del
pecado es muerte." (Rom. 6:23.) La ley de Dios no puede violarse
ahora ms impunemente
46 que cuando se pronunci la sentencia contra el padre de la
humanidad.
Despus de su pecado, Adn y Eva no pudieron seguir morando en el
Edn. Suplicaron
fervientemente a Dios que les permitiese permanecer en el hogar
de su inocencia y regocijo.
Confesaron que haban perdido todo derecho a aquella feliz
morada, y prometieron prestar
estricta obediencia a Dios en el futuro. Pero se les dijo que su
naturaleza se haba depravado
por el pecado, que haba disminuido su poder para resistir al
mal, y que haban abierto la
puerta para que Satans tuviera ms fcil acceso a ellos. Si siendo
inocentes haban cedido a
la tentacin; ahora, en su estado de consciente culpabilidad,
tendran menos fuerza para
mantener su integridad.
Con humildad e inenarrable tristeza se despidieron de su bello
hogar, y fueron a morar en la
tierra, sobre la cual descansaba la maldicin del pecado. La
atmsfera, de temperatura antes
tan suave y uniforme, estaba ahora sujeta a grandes cambios, y
misericordiosamente, el
Seor les provey de vestidos de pieles para protegerlos de los
extremos del calor y del fro.
Cuando vieron en la cada de las flores y las hojas los primeros
signos de la decadencia,
Adn y su compaera se apenaron ms profundamente de lo que hoy se
apenan los hombres
que lloran a sus muertos. La muerte de las delicadas y frgiles
flores fue en realidad un
motivo de tristeza; pero cuando los bellos rboles dejaron caer
sus hojas, la escena les
record vivamente la fra realidad de que la muerte es el destino
de todo lo que tiene vida.
El huerto del Edn permaneci en la tierra mucho tiempo despus que
el hombre fuera
expulsado de sus agradables senderos. (Vase Gn. 4:16.) Durante
mucho tiempo despus,
se le permiti a la raza cada contemplar de lejos el hogar de la
inocencia, cuya entrada
estaba vedada por los vigilantes ngeles. En la puerta del
paraso, custodiada por 47
querubines, se revelaba la gloria divina.* All iban Adn y sus
hijos a adorar a Dios. All
renovaban sus votos de obediencia a aquella ley cuya transgresin
los haba arrojado del
Edn. Cuando la ola de iniquidad cubri al mundo, y la maldad de
los hombres trajo su
destruccin por medio del diluvio, la mano que haba plantado el
Edn lo quit de la tierra.
Pero en la final restitucin, cuando haya "un cielo nuevo, y una
tierra nueva" (Apoc. 21:I),
ha de ser restaurado ms gloriosamente embellecido que al
principio.
-
Entonces los que hayan guardado los mandamientos de Dios
respirarn llenos de inmortal
vigor bajo el rbol de la vida; y a travs de las edades sin fin
los habitantes de los mundos
sin pecado contemplarn en aquel huerto de delicias un modelo de
la perfecta obra de la
creacin de Dios, inclume de la maldicin del pecado, una muestra
de lo que toda la tierra
hubiera llegado a ser si el hombre hubiera cumplido el glorioso
plan de Dios.
CAPTULO 4. El Plan de Redencin
LA CAIDA del hombre llen todo el cielo de tristeza. El mundo que
Dios haba hecho
quedaba mancillado por la maldicin del pecado, y habitado por
seres condenados a la
miseria y a la muerte. Pareca no existir escapatoria para
aquellos que haban quebrantado la
ley. Los ngeles suspendieron sus himnos de alabanza. Por todos
los mbitos de los atrios
celestiales, haba lamentos por la ruina que el pecado haba
causado.
El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se conmovi de
compasin por la raza
cada. Una infinita misericordia conmovi su corazn al evocar las
desgracias de un mundo
perdido. Pero el amor divino haba concebido un plan mediante el
cual el hombre podra ser
redimido. La quebrantada ley de Dios exiga la vida del pecador.
En todo el universo slo
exista uno que poda satisfacer sus exigencias en lugar del
hombre. Puesto que la ley divina
es tan sagrada como el mismo Dios, slo uno igual a Dios podra
expiar su transgresin.
Ninguno sino Cristo poda salvar al hombre de la maldicin de la
ley, y colocarlo otra vez
en armona con el Cielo. Cristo cargara con la culpa y la
vergenza del pecado, que era
algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al
Padre y su Hijo. Cristo
descendera a la profundidad de la desgracia para rescatar la
raza cada.
Cristo intercedi ante el Padre en favor del pecador, mientras la
hueste celestial esperaba
los resultados con tan intenso inters que la palabra no puede
expresarlo. Mucho tiempo
dur aquella misteriosa conversacin, el "consejo de paz" (Zac. 6:
13.) en favor del hombre
cado. El plan de la salvacin haba sido concebido antes de la
creacin del 49 mundo; pues
Cristo es "el Cordero, el cual fue muerto desde el principio del
mundo." (Apoc. 13: 8.) Sin
embargo, fue una lucha, aun para el mismo Rey del universo,
entregar a su Hijo a la muerte
por la raza culpable. Pero, "de tal manera am Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo
unignito, para que todo aquel que en l cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna." (Juan 3:
16.) Oh, el misterio de la redencin! El amor de Dios hacia un
mundo que no le amaba!
Quin puede comprender la profundidad de ese amor "que excede a
todo conocimiento"?
Al travs de los siglos sin fin, las mentes inmortales, tratando
de entender el misterio de ese
incomprensible amor, se maravillarn y adorarn a Dios.
Dios se iba a manifestar en Cristo, "reconciliando el mundo a
s." (2 Cor. 5: 19.) El hombre
se haba envilecido tanto por el pecado que le era imposible por
si mismo ponerse en
armona con Aquel cuya naturaleza es bondad y pureza. Pero despus
de haber redimido al
mundo de la condenacin de la ley, Cristo podra impartir poder
divino al esfuerzo humano.
As, mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en Cristo, los
cados hijos de Adn
podran convertirse nuevamente en "hijos de Dios." (1 Juan 3:
2.)
El nico plan que poda asegurar la salvacin del hombre afectaba a
todo el cielo en su
infinito sacrificio. Los ngeles no podan regocijarse mientras
Cristo les explicaba el plan
de redencin pues vean que la salvacin del hombre iba a costar
indecible angustia a su
amado Jefe. Llenos de asombro y pesar, le escucharon cuando les
dijo que debera bajar de
la pureza, paz, gozo, gloria y vida inmortal del cielo, a la
degradacin de la tierra, para
soportar dolor, vergenza y muerte. Se interpondra entre el
pecador y la pena del pecado,
-
pero pocos le recibiran como el Hijo de Dios. Dejara su elevada
posicin de Soberano del
cielo para presentarse en la tierra, y humillndose como hombre,
conocera por su propia
experiencia las tristezas y tentaciones que el hombre habra de
sufrir. Todo esto era
necesario para que pudiese socorrer a 50 los que iban a ser
tentados. (Heb. 2: 18.) Cuando
hubiese terminado su misin como maestro, sera entregado en manos
de los impos y
sometido a todo insulto y tormento que Satans pudiera
inspirarles. Sufrira la ms cruel de
las muertes, levantado en alto entre la tierra y el cielo como
un pecador culpable. Pasara
largas horas de tan terrible agona, que los ngeles se habran de
velar el rostro para no ver
semejante escena. Mientras la culpa de la transgresin y la carga
de los pecados del mundo
pesaran sobre l, tendra que sufrir angustia del alma y hasta su
Padre ocultara de l su
rostro.
Los ngeles se postraron de hinojos ante su Soberano y se
ofrecieron ellos mismos como
sacrificio por el hombre. Pero la vida de un ngel no poda
satisfacer la deuda; solamente
Aquel que haba creado al hombre tena poder para redimirlo. No
obstante, los ngeles iban
a tener una parte que desempear en el plan de redencin. Cristo
iba a ser hecho "un poco . .
. inferior a los ngeles, para que . . . gustase la muerte."
(Heb. 2:9, V. M.) Cuando adoptara
la naturaleza humana, su poder no sera semejante al de los
ngeles, y ellos habran de
servirle, fortalecerle y mitigar su profundo sufrimiento.
Asimismo, los ngeles habran de
ser espritus auxiliadores, enviados para ayudar a los que fuesen
herederos de la salvacin.
(Heb. 1:14.) Guardaran a los sbditos de la gracia del poder de
los malos ngeles y de las
tinieblas que Satans esparcira constantemente alrededor de
ellos.
Cuando los ngeles presenciaran la agona y humillacin de su Seor,
se llenaran de dolor
e indignacin, y desearan librarlo de sus verdugos; mas no deban
interponerse para evitar
lo que vieran. Era parte del plan de la redencin que Cristo
sufriese el escarnio y el abuso
de los impos; y l mismo consinti en todo esto al convertirse en
Redentor del hombre.
Cristo asegur a los ngeles que mediante su muerte iba a rescatar
a muchos, destruyendo al
que tena el imperio de la muerte. Iba a recuperar el reino que
el hombre haba perdido 51
por su transgresin, y que los redimidos habran de heredar
juntamente con l, para morar
eternamente all. El pecado y los pecadores iban a ser
exterminados, para nunca ms
perturbar la paz del cielo y de la tierra. Pidi a la hueste
anglica que concordase con el
plan que su Padre haba aceptado, y que se regocijasen en que
mediante su muerte el
hombre cado podra reconciliarse con Dios.
Entonces un indecible regocijo llen el cielo. La gloria y la
bendicin de un mundo
redimido excedi a la misma angustia y al sacrificio del Prncipe
de la vida. Por todos los
atrios celestiales repercutieron los acordes de aquella dulce
cancin que ms tarde habra de
orse sobre las colinas de Beln: "Gloria en las alturas a Dios, y
en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres." (Luc. 2: 14.) Ahora con una
felicidad ms profunda que la
producida por el deleite y entusiasmo de la nueva creacin, "las
estrellas todas del alba
alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios." (Job
38:7.)
La primera indicacin que el hombre tuvo acerca de su redencin la
oy en la sentencia
pronunciada contra Satans; en el huerto. El Seor declar: "Y
enemistad pondr entre ti y
la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herir
en la cabeza, y t le herirs en
el calcaar." (Gn. 3: 15.) Esta sentencia, pronunciada en
presencia de nuestros primeros
padres, fue una promesa para ellos. Mientras predeca la lucha
entre el hombre y Satans,
declaraba que el poder del gran adversario sera finalmente
destruido. Adn y Eva estaban
-
como criminales ante el justo Juez, y aguardaban la sentencia
que mereca su transgresin;
pero antes de or hablar de la vida de trabajo y angustia que
seria su destino, o del decreto
que determinaba que volveran al polvo, escucharon palabras que
no podan menos que
infundirles esperanza. Aunque habran de padecer por efecto del
poder de su gran enemigo,
podran esperar una victoria final.
Cuando Satans supo que existira enemistad entre l y la 52 mujer,
y entre su simiente y la
simiente de ella, se dio cuenta de que su obra de depravacin de
la naturaleza humana seria
interrumpida; que de alguna manera el hombre seria capacitado
para resistir su poder. Sin
embargo, cuando el plan de redencin se dio a conocer, Satans se
regocij con sus ngeles
al pensar que por haber causado la cada del hombre, poda ahora
hacer descender al Hijo
de Dios de su elevada posicin. Satans declar que hasta la fecha
sus planes haban tenido
xito en la tierra, y que cuando Cristo tomase la naturaleza
humana, l tambin podra ser
vencido, y as se evitara la redencin de la raza cada.
Los ngeles celestiales explicaron ms completamente a nuestros
primeros padres el plan
que haba sido concebido para si su redencin. Se les asegur a Adn
y a su compaera que
a pesar de su gran pecado, no se les abandonara a merced de
Satans. El Hijo de Dios haba
ofrecido expiar, con su propia vida, la transgresin de ellos. Se
les otorgara un tiempo de
gracia y, mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo, podran
llegar a ser de nuevo hijos
de Dios.
El sacrificio exigido por su transgresin revel a Adn y a Eva el
carcter sagrado de la ley
de Dios; y comprendieron mejor que nunca la culpa del pecado y
sus horrorosos resultados.
En medio de su remordimiento y angustia pidieron que la pena no
cayese sobre Aquel cuyo
amor haba sido la fuente de todo su regocijo; que ms bien cayera
sobre ellos y su
descendencia.
Se les dijo que, como la ley de Jehov es el fundamento de su
gobierno en el cielo y en la
tierra, ni aun la vida de un ngel podra aceptarse como
sacrificio por la transgresin de
ellos. Ninguno de sus preceptos poda abolirse o cambiarse para
ajustarse al hombre en su
condicin cada; pero el Hijo de Dios, que haba creado al hombre,
poda expiar su falta.
As como la transgresin de Adn haba trado desgracia y muerte, el
sacrificio de Cristo
traera vida e inmortalidad.
No slo el hombre sino tambin la tierra haba cado por el 53
pecado bajo el dominio del
maligno, y haba de ser restaurada mediante el plan de la
redencin. Al ser creado, Adn
recibi el seoro de la tierra. Pero al ceder a la tentacin, cay
bajo el poder de Satans. Y
"el que es de alguno vencido, es sujeto a la servidumbre del que
lo venci." (2 Ped. 2: 19.)
Cuando el hombre cay bajo el cautiverio de Satans, el dominio
que antes ejerca pas a
manos de su conquistador. De esa manera Satans lleg a ser "el
dios de este siglo." (2 Cor.
4:4.) El haba usurpado el dominio que originalmente fue otorgado
a Adn. Pero Cristo,
mediante su sacrificio, al pagar la pena del pecado, no slo
redimira al hombre, sino que
tambin recuperara el dominio que ste haba perdido. Todo lo que
perdi el primer Adn
ser recuperado por el segundo. El profeta dijo: "Oh torre del
rebao, la fortaleza de la hija
de Sin vendr hasta ti: y el seoro primero." (Miq. 4: 8) Y el
apstol Pablo dirige nuestras
miradas hacia "la redencin de la posesin adquirida." (Efe.
1:14.) Dios cre la tierra para
que fuese la morada de seres santos y felices. El Seor "que form
la tierra, el que la hizo y
la compuso; no la cri en vano, para que fuese habitada la cri."
(Isa. 45:18.) Ese propsito
ser cumplido, cuando sea renovada mediante el poder de Dios y
libertada del pecado y el
-
dolor; entonces se convertir en la morada eterna de los
redimidos. "Los justos heredarn la
tierra, y vivirn para siempre sobre ella."(Sal. 37: 29.) "Y no
habr ms maldicin; sino que
el trono de Dios y del Cordero estar en ella, y sus siervos le
servirn." (Apoc. 22:3.)
Mientras fuera inocente, Adn haba gozado de abierta comunin con
su Hacedor; pero el
pecado produjo separacin entre Dios y el hombre, y slo la
expiacin de Cristo poda
salvar el abismo, y hacer posible la transmisin de las
bendiciones de la salvacin entre el
cielo y la tierra. El hombre tena vedada la comunicacin directa
con su Creador, pero Dios
se comunicara con l por medio de Cristo y de los ngeles. 54
En esa forma se revelaron a Adn importantes acontecimientos que
se produciran en la
historia humana, desde el tiempo en que fue pronunciada la
sentencia divina en el Edn
hasta el diluvio, y desde all hasta el primer advenimiento del
Hijo de Dios. Se le mostr
que si bien el sacrificio de Cristo tendra suficiente valor para
salvar a todo el mundo,
muchos escogeran una vida de pecado ms bien que de
arrepentimiento y obediencia. Los
crmenes aumentaran en las generaciones sucesivas, y la maldicin
del pecado pesara cada
vez ms sobre la raza humana, las bestias y la tierra. La vida
del hombre seria acortada por
su propio pecado; disminuiran su estatura y resistencia fsica,
as como su poder intelectual
y moral, hasta que el mundo se llenase de toda clase de
miserias. Mediante la complacencia
del apetito y las pasiones, los hombres se incapacitaran para
apreciar las grandes verdades
del plan de redencin. No obstante, fiel al propsito por el cual
dej el cielo, Cristo
mantendra su inters en los hombres, y seguira invitndolos a
ocultar sus debilidades y
deficiencias en l. Suplira las necesidades de todos los que
fuesen a l con fe. Y siempre
habra unos pocos que conservaran el conocimiento de Dios, y se
guardaran inclumes en
medio de la prevaleciente iniquidad.
El sacrificio de animales fue ordenado por Dios para que fuese
para el hombre un recuerdo
perpetuo, un penitente reconocimiento de su pecado y una
confesin de su fe en el Redentor
prometido. Tena